SI ME DESCONOCEN TODOS SOY FELIZ Y PUNTO Luis Ricardo Arevalo Arias Amanecí el día de los Fieles difuntos en plena disposición de asear mi aposente que por largas semanas había permanecido patas arriba desordenado como un hormiguero.
De niño le tenia mucho miedo a los muertos y al misterio de la reencarnación. Mi tia Paula me daba algunas lecciones de Moral y Cívica como un breve repaso para el examen que tendría el lunes en la escuela. Yo me pasaba todo el resto de mi vida aislado de la gente, carecia tanto de amigos mi única amiguita era mi hermana Bettina. Por las tarde me dedicaba a escribir en un diario de trescientas paginas adornado con bellos signos aeronáuticos. -Bettina, le grite a mi hermanita, quieres que vayamos a dar una vuelta en el parque. Pero ella me contestaba al instante, no Paquito, estoy mu ocupada con las tareas. Un dia el inquieto muchacho tuvo una idea genial, sobre el futuro de la comunicación, se quedaba imaginando por largos momentos, dirigiendo su mirada furtiva en el candelabro.
Estaba deseando crear su propia sala de videojuegos, que resulta muy cara para su economía que ni su papa podría disponer de tanta fortuna para tal empresa. Su mama lo regañaba fuertemente diciéndole que estudiara y no jugara tanto. Todos los niños quieren lo mismo jugar con esos fantásticos videojuegos. La tecnología era un gran infierno, en aquella ciudad todos los días se contagiaban miles de niños con el demonio de la electrónica, perdiendo por arte de magia el habito a los estudios. ¡Por Dios! se lamentaban los padres, les gritaban a sus hijos, por que no estudian? Y los castigaban con severidad, retirándoles las mesadas familiares. Paquito era un niño solitario, se disfrazaba de vez en cuando para que nadie lo reconociera y pasar
desapercibido en medio de la gente, de animalito y de gitano. Era increíble este niño que no había sido bautizado en la iglesia por falta de atención de sus tutores. Le simpatizaban los chistes, chasqueaba un buen tiempo con los canillitas del parque central y hacia divertidas comedias, metiéndoles en complicadas encrucijadas adivinatorias. Paquito siendo corto de vista como Carlos Fonseca era demasiado listo y arisco. ¿Cómo se podría convertir once palitos de fosforos en cien sin partirlos? Y Ellos se quedaban en Aleluya sin poder contestar, atisbando las pupilas de la Virgen Maria. Por que nos hostiga usted con ese acertijo tan difícil, Paquito?Nosotros no le hacemos daño a nadie.
Si ustedes no saben yo menos, pero lo pensare para encontrar la respuesta. El jardinero Bonifacio le rogaba a Paquito que le diera la respuesta. Mientras Paquito se chupaba el dedo como por mofa. Don Bonifacio, si usted no sabe aguantese, le recomendaba el muchacho. Y Paquito con su espĂritu de soberbia seguĂa provocado a los entusiastas competidores y tomando los once palitos de fĂłsforos se dispone a formar la palabra cien con estos, deletreando cada letra con su voz. Y fue asi que ellos comprendieron el meollo del asunto. Don Bonifacio se asomaba de oreja a oreja para ver la prueba y asombrado aclamaba al muchacho: Que fiera este Paquito, nos levanta a todos con su ingenio, ojala que muchos nacieran
como usted asi de adelantado como los grandes potentados de esta generaciĂłn.