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Solo quien tiene un convencimiento verdadero logra los fines mรกs altos.
Reflexiones en torno a la esencia del cristianismo de Ludwig Feuerbach
La esencia de la religiรณn La religiรณn se funda en la diferencia esencial que existe entre el hombre y el animal, los animales no tienen religiรณn porque el hombre, a diferencia del animal, tiene consciencia
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de su género. El hombre es el único ser que puede abstraerse hacia el género. El animal solo ve, este árbol, esta rama, esta hoja y todo lo que les llega a sus sentidos directamente. En cambio, el hombre puede ser creador de términos abstractos como aire, liquido, sólido, sociedad, naturaleza, etc. Que engloban a una infinitud de seres y objetos diferentes. La ciencia, existente solo en la especie humana, se basa en la consciencia sistemática de estos géneros. Así como Dios existe solo entre hombres, también tiene su razón de ser únicamente gracias a la existencia de ellos. Dios afirma su esencia divina con el hombre. De esta forma, se enfada con los pecadores, se regocija con los que buscan redención, escucha sus oraciones, les impone reglas y castigos, es decir, Dios se hace consciente de sus propiedades divinas solo mediante el hombre. Para las piedras, las plantas y los animales no existen Dios sino solo para el hombre, y si el hombre no existiera, Dios no sería nada, porque perdería sus facultades divinas en manos de una naturaleza que no es consciente de su existencia. Esto parece una obviedad, pero sus implicancias en el estudio de la esencia y origen de la religión son enormes. La religión es resultado del intento del hombre de tomar consciencia de lo infinito. Es el
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máximo grado de la reflexión abstracta, resultado de la tendencia natural del hombre de llevar al entendimiento hacia lo ilimitado y desconocido. Cuando el hombre toma consciencia del mundo se hace consciente también de sus limitaciones, si el no supiera nada del mundo tampoco sabría nada sobre los límites que este representa. Pero la consciencia de la limitación del hombre está en contradicción con la aspiración de su entendimiento hacia la ausencia de límites propia de su género. Cada vez que el hombre encuentra un límite, su entendimiento se pregunta incansablemente cual es el siguiente en un proceso tan inevitable como infinito. La razón siempre tiende hacia la máxima abstracción posible. Es allí donde el hombre modera esta contradicción entre el mundo finito en el que vive y el mundo infinito en el que piensa colocando al ser supremo como creador del mundo finito y guardián de esa infinitud desconocida. Recién allí el hombre encuentra un consuelo a las insistentes preguntas de su entendimiento poniendo un fin aludable al proceso abstractivo. El hombre tiene una visión única de lo que utiliza para su beneficio, una vaca para su visión no representa lo mismo que para la visión de un ave, así como el sol no representa lo mismo para el hombre que para una planta, allí donde el hombre ve luz y calor, la planta ve alimento. Si el hombre tiene una visión del objeto única y diferente a todos los demás seres, esto no significa otra cosa que el hombre ve reflejado en ese objeto a su propia
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esencia. A través del objeto viene el hombre a ser consciente de sí mismo, la consciencia del objeto es el espejo de la esencia del hombre. Por lo tanto, el ser absoluto como objeto y Dios del hombre no es otra cosa que su propia esencia reflejada. Dios es amor, predican los creyentes, nosotros amamos a Dios porque él también nos ama. Pero, ¿Se puede amar con un amor no humano? ¿No es todo sentimiento de amor, un sentimiento de amor humano? ¿Cómo puede existir un amor esencialmente distinto al amor del hombre? Esta contradicción esencial pone de relieve la esencia humana, del Dios o Dioses de las religiones del hombre. Como la religión es un fiel reflejo de la esencia humana es cambiante y variable, así como cambia el pensamiento humano. Como cada filosofía es filosofía presa de su tiempo, así también la religión, se adecua a los diferentes ritmos de vida y muta constantemente hasta el punto que los antiguos cristianos se quedarían atónitos con lo que hoy se hace llamar cristianismo. Lo que ayer era religión, hoy ya no lo es... y lo que hoy pasa por ateísmo mañana será tenido por religión, así de agitados son los cambios de los hombres y así también cambian los principios religiosos ¿por qué? Porque son humanos. Dios es un ser sensible, debido a que posee todas las sensaciones y virtudes humanas, pero también es un ser ilimitado e infinito. Pero ¿Qué es la imaginación sino los sentimientos humanos desprovistos de todo límite? De esta forma se hace evidente que la
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imaginación del hombre es el órgano y esencia originaria de la religión, y conocer en profundidad el funcionamiento de esta es resolver los misterios y principios de toda religión. En la religión el hombre aparece como limitada física y en su esencia, se coloca al sentimiento de perfección e infinitud fuera de la esfera del hombre y se lo contrapone a este generando un estado de sometimiento e inferioridad. Pero se desconoce que todo ser es por sí mismo infinito, tiene su Dios y su esencia más alta en sí mismo. Conocer a Dios y no ser Dios uno mismo es como conocer la felicidad y no poder gozar de ella, representa una ruptura fundamental en la esencia del hombre, una desgracia.
Antropología de la religión Dios no hizo al hombre a su imagen y semejanza, sino que el hombre creó a su Dios a imagen y semejanza suya otorgándole todas las facultades humanas y haciéndolo participe de su propia esencia. El hombre religioso cree que el amor es una propiedad divina porque ama. Cree que Dios es sabio y bondadoso porque no conoce en sí mismo nada mejor que la bondad y el entendimiento. Igualmente, que afirma que Dios existe porque el mismo no conoce otro estado del ser, que la existencia. ¿Puedes creer en un Dios que sea irracional? ¡Nunca! ¿Por qué? Porque contradice tu
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entendimiento, porque objetivas y afirmas en Dios tú propia esencia. Allí donde el hombre se encierra en casas, encierra también a sus Dioses en templos. Allí donde el hombre basa su vida en la guerra y la lucha, sus Dioses son guerreros y luchadores. Allí donde el hombre es reflexivo y meditabundo, sus Dioses son objetivos e inteligentes. Allí donde el hombre considera a la naturaleza como fuerza suprema, sus Dioses son naturales e imprevisibles. En toda religión, el o los Dioses no son diferentes a los seres que los honran, porque comparten su misma esencia. “Los hombres crean Dioses a su propia imagen, no sólo en cuanto a su forma, sino también a su modo de vida.” (Aristóteles) Con el mismo razonamiento el cristianismo tiene a su Dios crucificado, símbolo del sufrimiento, como reflejo de los principios esenciales inculcados en la sociedad cristiana. Se entiende perfectamente la perversa doble intención de idolatrar a una persona literalmente clavada en una cruz, sacrificada injustamente. Solo un hombre que sufre puede creer en un Dios que sufre pues solo puede creer lo que está en su propia esencia. Las sociedades paganas, antiguamente y en la época de los comienzos del cristianismo consideraban al hombre como parte de un todo, en conexión con el universo y los otros seres. El hombre era limitado en comparación con lo ilimitado del género, subordinando el poder de la individualidad con el de la totalidad. Los hombres nacen y mueren, pero la
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humanidad es eterna. En el cristianismo el hombre se centró en sí mismo y su Dios, se desprendió de toda conexión con el mundo sintiéndose como un ser ilimitado. Porque el sentimiento de la limitación es penoso, y para lidiar con esto, el cristiano unió individuo y género en una sola persona, Dios. Todos los hombres son iguales, todos son pecadores, el hombre debe buscar su salvación en este mundo y Dios es lo único necesario para su autosuficiencia. “Tener amigos o una mujer no es necesario para la felicidad, porque el hombre posee en Dios la plenitud de sus perfecciones” (Santo Tomas de Aquino) A diferencia de los paganos, que se eclipsaban con la observación del poder de la naturaleza, los cristianos la convertían en una herramienta de su creador, predicando su comienzo por voluntad de este, así como su inminente fin el día del juicio final. “Somos señores no solo de los pájaros, sino de todas las criaturas vivientes y todas las cosas han sido puestas a nuestro servicio y han sido creadas para nosotros” (Lutero IX, 281) Este aislamiento del hombre es una contradicción que degenera la vida del cristiano. Al predicar que lo único necesario para su satisfacción es el contacto con su Dios no hace otra cosa que despreciar al género, que es de vital importancia para el desarrollo hombre, y un individuo que basa su vida solo en su Dios y no con relación a su humanidad es
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la negación de su género y ya no entra en la categoría de hombre ya que este solo existe en relación a otros hombres. Esta contradicción está presente en toda la religión cristiana, se hace evidente en la unión sexual. La iglesia condena irremediablemente al matrimonio al declarar lo sagrado de la vida virginal mientras que por otro lado lo santifica como sacramento religioso. En una palabra ¿Cuál es la diferencia esencial entre paganos y cristianos? Los paganos confirman su vida, los cristianos contradicen su vida con su fe. Los paganos hacen lo que quieren, los cristianos hacen lo que no quieren, los paganos pecan a consciencia y los cristianos pecan contra su consciencia. El individuo no es nada sin su género, mediante la relación con otro ser en sociedad este experimenta y siente que es hombre y se hace consciente de su humanidad. Esta conexión se ve profundamente en la relación entre sexos opuestos, es un complemento necesario, el hombre aprende lo que es amar, se perfecciona y se conoce más profundamente a sí mismo mediante la opinión, aprobación o rechazo del otro. Esto ocurre también en el concepto de amistad que se basa en la tendencia natural de dos personas a complementarse, que no es otra cosa que la tendencia del hombre a complementarse con su género.
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Origen Humano de los principios Religiosos Los fundamentos y principios de la religión avalan el hecho de la esencia humana de Dios, parte por parte, todas las columnas que construyen el edificio religioso tienen una plataforma exclusivamente humana. En la Encarnación la religión confiesa lo que la reflexión teísta quisiera negar, que Dios es un ser absolutamente humano, Dios encuentra su manifestación máxima en la encarnación, donde estimula directamente los órganos sensitivos de sus fieles. Que Dios se haga hombre no significa otra cosa de que el hombre es lo más sublime. Dios no encarna en un animal cualquiera, de esta manera el hombre santifica al propio hombre. La creación se origina del punto de vista de que el hombre somete a la naturaleza a su propia voluntad, y esta tiene su único fin y existencia para la complacencia del este. La naturaleza fue concebida como un regalo de Dios al hombre, su obsequio. Por lo tanto, él puede hacer de ella lo que le plazca. Se diferencia así lo divino de la naturaleza, diferencia que no poseían otras religiones antes del judaísmo y que no es otra cosa que la diferencia que hay entre el hombre y la naturaleza. Para los judíos la naturaleza era un medio para sus fines, un mero objeto para que se cumpla su voluntad y la voluntad de su Dios. La creencia en los milagros significa que la naturaleza es solo contemplada como objeto
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de lo arbitrario y utilizada para fines despóticos. El agua se separa y divide, el polvo se transforma en hombre, el bastón en víbora, el río en sangre, la roca en una fuente... y todos estos fenómenos contrarios a la naturaleza suceden para la utilidad de Israel, únicamente por orden de Jehová, que no se preocupa por otra cosa sino por Israel y que no es más que el egoísmo personificado, la exclusión de todos los pueblos, la intolerancia absoluta. La creación es avalada por la mayor parte de las religiones, pero esta revela su origen humano al primer análisis. En afirmar la creación del mundo a partir de la nada no hace el hombre otra cosa que afirmar el poder de su voluntad, no la voluntad de la razón, sino la voluntad de su imaginación. Es el regocijo del hombre al darse cuenta de lo que es capaz la voluntad del poder. El hombre convierte a Dios en creador del mundo para convertirse él mismo en fin y señor de este. La eternidad de la materia es la sustancia principal de esta y su fundamento, la materia es eterna y si no fuera eterna no sería materia. Por ello la creación del mundo de la nada no significa otra cosa que la nada del mundo. Esta creación como una voluntad omnipotente concuerda en la misma categoría del milagro, es más, es el primer y principal milagro del que se fundan todos los demás. Si la voluntad creó el mundo de la nada ¿Cómo no va a poder transformar el agua en vino?
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Todo milagro es una pequeña creación de la nada. El milagro es la exteriorización del sentimiento humano, el milagro cura enfermos, resucita muertos, ayuda a los pobres y alimenta a los hambrientos. Se ve claramente que el milagro es un producto de la imaginación humana, satisface los deseos y necesidades humanas, no de un modo natural, sino de un modo trascendente. No se vincula a ningún límite, ninguna ley y se produce instantáneamente y sin tener en cuenta las limitaciones físicas y racionales. Que el enfermo sea curado no es ningún milagro, si lo es que se cure inmediatamente por el solo deseo de la voluntad de alguien. El poder del milagro no es otro que el poder de la imaginación, imaginación que surge de la necesidad de satisfacer los deseos de los hombres. La fé no es una verdad religiosa sino cuenta con un arma, algo que domine sobre los objetos reales y haga al hombre consciente del poder que posee. El poder de la fé es el milagro. La fé, es fé en los milagros, sino sería una fe impotente y ridícula. El milagro es la cara exterior de la fé y la fé es el alma interior del milagro. Esto se ve claramente en que Dios es un ser infinito, sin órganos ni carne, un ser que piensa, pero sin cerebro, que oye y ve, pero sin ojos ni oídos, un ser que engendra y procrea sin órganos sexuales. Creer en este Dios es creer en una fuerza sin órganos, en una
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esencia sin ser, en lo abstracto sin lo concreto, es decir, creer en los milagros. La fé libera a los deseos humanos de los vínculos de la razón, confirma lo que niega la naturaleza y el entendimiento. Otro principio esencial para toda religión es la oración. En la oración el hombre olvida que existe un límite lógico y natural a sus deseos lo que le produce una entera satisfacción. El hombre que ora se manifiesta con la seguridad y certeza de que sus deseos serán escuchados ¿Cómo podría dirigirse a un ser que no prestara oídos a sus quejas? Así la oración no es otra cosa que el deseo manifiesto del corazón del hombre a una seguridad que lo tranquilice, no es una conexión íntima con su Dios sino un dialogo del hombre con sus sentimientos más profundos. El hombre mientras reza se libera de la representación del mundo, se olvida que todo efecto tiene su causa, que todo deseo se alcanza solamente cuando se toman las medidas reales, mundanas y necesarias para que este se cumpla. Se olvida de que él mismo debe ser el medio entre el deseo y su cumplimiento. Con la oración el hombre se siente ilimitado. Siente que el poder del corazón y el del sentimiento es más grande que el poder de la naturaleza, que sobrepasa toda barrera, que su deseo no tiene límites y no se rige por las leyes naturales. Esto significa que en la oración el hombre adora su propio sentimiento, considerándolo como su esencia, su ser
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supremo y divino, su Dios. La Inmortalidad es una parte fundamental de la mayoría de las religiones, y se basa evidentemente en el miedo del hombre al fin, a la muerte de su consciencia y a ese vacío que genera la sensación de tener la certeza de que no hay un reconfortable más allá. La fe en la Inmortalidad es la fe en la divinidad del hombre, así como también la creencia en Dios es la fe en la inmortalidad de los hombres, (Creer en la inmortalidad es creer que el hombre es Dios, creer en Dios es creer en la inmortalidad del hombre). El que niega la inmortalidad niega a Dios ya que son principios inseparables. La inmortalidad perdería su enorme poder consolador si no existiera el concepto del paraíso. El hombre se reconforta con el pensamiento de un más allá y en él refleja su propio mundo real pero sin las limitaciones propias de la despreciable naturaleza. Por esta razón hay tantos cielos diferentes como diferencias hay entre los hombres. El más allá es él más acá en el espejo de la imaginación. La revelación, otro de los pilares fundamentales del cristianismo muestra claramente que la religión no se diferencia en nada de la antropología. Dios no se revela a cualquier ser. Dios se revela solo a los hombres, en un idioma que ellos puedan perfectamente entender y con ningún otro contenido que no genere alguna utilidad para el hombre. De esta forma la revelación no proviene de Dios en cuanto Dios, sino de Dios en cuanto
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está determinado por la razón y necesidad humana, es decir, la revelación es la confesión del hombre de su razón, necesidad y lo que sería útil para satisfacerlas. “Cuanto más estudio las religiones, más me convenzo de que el hombre nunca ha adorado a nada más que a sí mismo.” (Sir Richard Francis Burton)
Divinización de la necesidad La necesidad es el secreto de toda criatura verdadera, solo allí donde hay necesidad produce la naturaleza, pero esta necesidad cambia constantemente con el tiempo, dependiendo de distintos factores internos y externos al sujeto. De este modo, debemos investigar la religión como una creación del hombre necesaria inevitable. ¿Pero por quéesencia en todas las sociedades de todos los tiempos surge la figura necesaria de un ser supremo? Como analizamos anteriormente, solo cuando la razón se remonta al ser supremo, primero y necesario, es cuando ella queda satisfecha ¿por qué ocurre esto? Porque cuando ha alcanzado este ser se ha alcanzado a sí mismo, porque ha puesto en el pensamiento del ser supremo la esencia suprema de la razón, el grado más alto de capacidad de pensamiento y abstracción. Donde termina la naturaleza, allí empieza Dios, es el último límite de abstracción, el último pensamiento que soy capaz de concebir. Aunque inmediatamente a este pensa-
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miento, se representa a este ser por medio de la imaginación como diferente de la razón y se le atribuye falsamente a lo que existe solo en su pensamiento/8º’¿, una existencia sensible. El hombre, mediante la personalidad que le otorga a su Dios, celebra la sobrenaturalidad, inmortalidad, independencia y ausencia de límites de su propia personalidad. En la religión se libera el hombre de los límites de la vida, allí abandona lo que lo oprime, paraliza o afecta. Dios es el sentimiento de sí mismo liberado de todo infortunio. Es necesario que el hombre pegue un salto cualitativo… Debe dejar de colocar la esencia de la perfección e infinitud en un ser fuera de sí, ajeno a él y colocarla en su género, en la humanidad. La humanidad es en sí misma infinita en esencia, perfecta, bella y portadora de las más hermosas sensaciones del mundo, el amor, el entendimiento, la razón, la sabiduría, la pasión, el arte. Es preciso compartir la esencia y unificarla en el género y la naturaleza que lo rodea. ¿Por qué debo someterme a mi propia esencia? La religión esta y estuvo siempre en contra de la ciencia y la cultura ¿Cómo no habría de estarlo si cada avance del hombre en búsqueda de la sabiduría objeta y contradice profundamente los cimientos religiosos? Debido a esto, en los estratos cultos y religiosos de la sociedad, se entra en una contradicción entre la defensa de la razón y la sintonía con su religión que conlleva a una
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deformación del culto. Esta deformación se basa en restarle influencia a su Dios sobre el mundo natural sin negar su necesaria existencia. El llamado “Diseño inteligente” sostiene que la vida es demasiado perfecta para que sea producto de una evolución, y que necesariamente debe haber sido creada. Pero esta doctrina descarta la influencia de Dios en la vida cotidiana, tomando un gran porcentaje de los cimientos religiosos como creencias tan supersticiosas como antiguas. De esta forma intentan hacer a la religión más “actual” al mismo tiempo que evitan un probable cargo de consciencia y hacen prevalecer a la razón sobre la superstición dándole a los fenómenos naturales, razones naturales. Desde esta perspectiva el mundo depende de Dios solo en su creación, pero este Dios es un Dios impotente, es solo un ser hipotético y deducido, originado por la necesidad del entendimiento limitado del hombre para la explicación de la existencia de la vida y el mundo. Este Dios ha perdido todo valor e influencia ya que no es un ser necesario, no existe por si mismo, sino que existe por el mundo. Es solo una herramienta que utiliza el hombre para explicar lo que esta fuera de su entendimiento.
Contradicción en la esencia del hombre ¿En qué medida es beneficiosa la religión para los creyentes? ¿Van más allá del apoyo
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emocional y autoconvencimiento psicológico? Sin duda, como gran beneficio, se puede nombrar que genera una sensación de seguridad y esperanza. Pero esta sensación es una mezcla de confianza y dependencia. Es una sensación engañosa y es probable que represente un problema mucho mayor que el pretendido beneficio que se le adjudica. ¿A qué nivel afecta la religión a la persona creyente? ¿Subconscientemente, la religión puede ser causa de dolor y sufrimiento para el hombre? ¿Hasta qué profundidad se imprimen en su consciencia los dogmas religiosos? Y ¿Hasta qué punto estos condicionan su estilo de vida? El problema es que si el hombre refleja su propia esencia en Dios y la pone fuera de sí... ¿cómo podría tenerla en sí mismo? ¿Puede tener un hombre su esencia en dos lugares al mismo tiempo? Cuando el centro de gravedad de la vida no se coloca en la vida, sino en él más allá, en la nada, se arrebata a la vida de su centro de gravedad. Esta contradicción genera que el hombre afirme en Dios lo que niega en sí mismo. De esta forma, parece razonable que para que Dios sea grande y fuerte, el hombre debe ser débil y pequeño, para enriquecer a Dios debe empobrecerse el hombre, para que Dios sea todo, el hombre debe ser nada. “Sé pequeño a tus ojos para ser grande a los ojos de Dios” (Anselmo, Paris 1721, 191.). Esto se comprueba con el fenómeno sociológico de la religión, cuanto más vacía es la vida de la persona religiosa tanto más lleno y completo es su Dios ya que el vaciamiento
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de contenido del mundo real y el enriquecimiento de la divinidad es uno y un mismo acto. Es así como nace el extremismo religioso justamente en las sociedades donde él vació del individuo ha llegado a su punto más alto. Solo un hombre pobre tiene un Dios rico, porque el ser supremo y benevolente surge del sentimiento de la carencia, otorgamos a Dios todas las facultades que nos gustaría tener, al mismo tiempo que renunciamos secretamente a luchar por conseguirlas, he aquí una de las peores consecuencias que causa, consciente o inconscientemente, la religión al hombre de fe. “Para un hombre con el estómago vacío, la comida es Dios.” (Mahatma Gandhi) El hombre religioso lleva una vida alejada del mundo real, inconscientemente en la mayoría de los casos y totalmente consciente en casos de extremismo religioso como el ascetismo. Se separa del mundo porque su Dios mismo es un ser supramundano, dicho filosóficamente, Dios es la negación del mundo real. Donde la imaginación es todo, la realidad es nada. Prueba de esto es que el celibato, el encierro y aislamiento en monasterios es un acto reconocido de extraordinaria religiosidad. Siendo este uno de los actos más necios y antinaturales que existen. ¿Qué es más enfermizo, más insoportable y más contrario a la naturaleza que una persona sin sexo, o una persona que, en su carácter, sus costumbres
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y sus sentimientos niega su sexo? Como el concepto moral supremo del cristianismo es el sacrificio y el sufrimiento, de ahí el alto significado de la negación del amor sexual y de la virginidad. Son virtudes en la fe cristiana porque no tienen ninguna base natural y porque contradicen ampliamente a la razón. “Quien desea el cielo, debe despreciar la tierra, quien languidece por la inmortalidad debe despreciar lo que es temporal” (San Bernardo) Otro tema de vital importancia para todas las religiones es la moral. Todas buscan imponer al hombre reglas inamovibles para la vida, desviarse de ellas significa el desprecio de su Dios, hasta el punto de que el hombre necesite, para lograr su redención, el arrastrarse arrodillado suplicando misericordia. Considerar a Dios como la perfección moral personificada, la ley moral, pone al hombre en tensión y contradicción consigo mismo, porque al decirle lo que debe ser, también le dice sin ninguna clase de adulación lo que no es. Produce una degradación y envilecimiento del hombre mediante la idea pecado y genera un peso muy grande en el inconsciente de todos los hombres debido al inevitable pecado original. Por consiguiente, la ley moral humilla inevitablemente a todo hombre cuando este la compara con la tendencia sensual de su naturaleza.
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La moral no proviene de Dios, a lo largo de millones de años hemos obtenido mediante la evolución una facultad moral que infunde intuiciones sobre el bien y el mal. Los ateos o agnósticos no actúan menos moralmente que los creyentes religiosos, sin embargo, por otro lado, son conocidas las atrocidades que son capaces de cometer los hombres cuando obran en nombre de Dios. El fanatismo religioso es uno de los peores males de la sociedad, llega al punto de cegar al hombre de una manera tal que sea inconsciente del hecho real que está cometiendo, como un protector psicológico que le permite actuar tranquilamente sin temer al fantasma del remordimiento. “Los hombres nunca hacen el mal tan completa y alegremente como cuando lo hacen por convicción religiosa.” (Blaise Pascal) En modo alguno debemos considerarnos de un nivel moral inferior, los hombres, como espíritus libres deben hacer una interior transmutación de todos los valores, una declaración de guerra y una victoria sobre los viejos conceptos de lo verdadero y lo falso defendidos tan tenazmente por la mayoría de las religiones.
El cristianismo Principalmente el cristianismo genera una dependencia y subordinación aun mayor que
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las demás religiones. Nos damos cuenta con solo ver el símbolo de la religión cristiana, que no presenta a ningún redentor, sino al crucificado, al que sufre. ¿Qué impresiona más al corazón que los sentimientos, y más aún el sufrimiento? Sobretodo el sufrimiento del que está por encima del sufrimiento... el sufrimiento del inocente, del cristo. El Dios del cristianismo es el Dios que sufre, pero no sufre por sí mismo, sino por los hombres. Esto significaría que sufrir por los otros sería, para los cristianos, una acción divina. Sufrir es el mandamiento supremo del cristianismo, la historia misma del cristianismo es la historia del sufrimiento de la humanidad. Esto es una prueba más que la religión es tan poco sobrehumana que hasta santifica la debilidad humana. Como la enfermedad, es una parte de la debilidad humana, también es una parte fundamental del cristianismo, es preciso que el estado típico del cristiano, la fé, sea de una forma mórbida. Es necesario que todos los caminos rectos y leales que conducen al conocimiento sean condenados por la iglesia como sendas prohibidas. La fe cristiana es de naturaleza estrecha, limitada e intolerante. “Quien no esta con Dios, esta contra Dios” (Cipriano). Esta fe se eleva por encima de la moral y en los lugares en donde no encuentra resistencia se transforma en ley, ley que genera odio y persecución. Está en la base misma del cristianismo el despreciar a los herejes y el deben sufrir la peor de las condenas. La
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intolerancia es el arma oculta del cristianismo, religión que se jacta de estar fundada en el amor de los hombres. “Toda sanción es pequeña para quien ofende o ignora la voluntad del señor” (Lutero).
Los predicadores La religión es la relación del hombre con su esencia, pero no en cuanto suya sino de otro ser diferente y más perfecto que él. Esta es la primera falsedad de la cual surgen todas las aberraciones cometidas por la religión y todas las contradicciones generadas con la razón, moralidad, entendimiento, naturaleza, esencia e instinto del hombre. Mientras la religión crece con los años y progresa el entendimiento, se despierta dentro de la religión la reflexión sobre la religión, es decir, se convierte en teología. A partir de allí la separación del hombre y de Dios, primitivamente involuntaria e inconsciente se convierte en una diferenciación deliberada que deriva en las conclusiones más incoherentes y monstruosas. A continuación, escribo algunas citas de la Biblia, filósofos cristianos, teístas y demás personalidades religiosas que avalan todo lo dicho anteriormente. Interprétese esto con la seriedad que merece ya que miles de millones de almas creen en esto como verdad, principio y ley.
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La Teología en la degradación del cuerpo y la naturaleza “Mi Dios está colgado en la cruz... ¿Cómo podría yo entregarme a la fornicación? “(San Bernardo, Obra apócrifa) “Perfecto es el ser que se ha separado espiritual y corporalmente del mundo “(San Bernardo) “Si tu ojo es para ti, ocasión de pecar, arráncale. Más vale entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que tener los dos y ser arrojado al infierno donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. “(San Marcos, IX, 42) “Se debe amar solo a Dios y despreciar el mundo entero, es decir, todo lo sensible, y solo utilizarlo para las necesidades básicas de esta vida. “(San Agustín, “de moribus eccl. Cathol” I, c. 20.) “Quien odia la vida en este mundo, la conservara por la vida eterna. “(Juan, 12m 25.) “Nada rebaja tanto a la mente varonil de su altura como acariciar mujeres y esos contactos corporales que pertenecen al estado del matrimonio. “(San Agustín, “De Trinitate”) “Es mejor sufrir el mal que hacer el bien “(Lutero IV, 15) “Todo el que nace de un padre y una madre es un pecador, y cae bajo la cólera divina y la muerte. “(Lucero XVI, 246, 573)
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“Los que quieren ser recibidos en el paraíso deben abandonar las cosas que no se encuentran en él. “(Tertuliano) “Sé que en mí, en mi carne, ningún bien habita “(Romanos, 7, 18) “Cristo mismo ha demostrado con su ejemplo que la vida virginal es la única vida verdadera y perfecta. “(Juan Damasceno, Ortho. Fidei, lib. IV, c. 25.) “Del padre a nacido el hijo siempre, de la madre una sola vez, del padre sin sexo, de la madre sin relación sexual. “(Agustín serm. 373) “La vida para Dios no es esta vida natural sometida a la putrefacción, ¿Acaso no debemos suspirar por las cosas futuras y ser enemigos de todas las temporales? “(Lutero I, 467.) “La castidad une al hombre con el cielo, muy buena es la castidad conyugal, mejor todavía la castidad de las viudas “ (Pseudo-Bernardo)
La Teología en contra de la ciencia, la razón y el entendimiento “Quemen las bibliotecas, porque su valor está en este solo libro. “(Omar I, 2do califa del islam, en la toma de Alejandría, hablando del Corán) “La libertad de prensa es uno de los mayores males que amenazan a la sociedad moderna. “(Cardenal Pedro Segura, New York Herald Tribune, 05/12/1952)
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“Para tener fe en Dios debo creer y hacer lo que los no creyentes ni creen ni hacen. “ (Martín Lutero) “La razón es la mayor enemiga de la fe. Quienquiera que desee ser cristiano debe arrancarle los ojos a su razón. “(Martín Lutero) “Afirmar que la Tierra gira alrededor del Sol es tan erróneo como proclamar que Jesús no nació de una virgen. “(Cardenal Bellarmino, en 1615, durante el juicio de Galileo)
La Teología en la discriminación de la mujer “... El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia. Que la esposa, pues, se someta en todo a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo. “(San Pablo, Ef. 5, 22-24) “Recuerda siempre que fue la mujer quien expulsó al habitante del paraíso de su propiedad “(Jerónimo, Epist. Nepotiano) “Como podría conducirnos al paraíso la única que nos ha expulsado “(Gregorio, Pedro Lombardo, lib. II, dist. 30, c. 2.) “El varón no debe cubrirse la cabeza porque es imagen y reflejo de Dios, mientras que la mujer es reflejo del hombre. El varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón. La mujer, pues, debe llevar sobre la cabeza el signo de su dependencia; de lo contrario, ¿qué
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pensarían los ángeles? “(San Pablo, 1 cor 11, 7-10) “Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer... No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños. “(San Agustín de Hipona, Padre de la Iglesia) “Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insiDiosas e involuntarias erecciones en los santos varones. “(San Agustín de Hipona, Padre de la Iglesia) “El matrimonio es un bien subordinado que no merece ningún premio, sino que solo tiene el significado de un remedio. Porque hemos aprendido del apóstol que el matrimonio solo es autorizado al género humano para evitar la licenciosidad “(Pedro Lombardo, lib IV, dis. 26, c. 1 y 2)
La Teología y el racismo “Muchas de esas personas involucradas con Adolf Hitler eran satanistas, muchas de ellas homosexuales; las dos cosas parecen ir juntas. “(Pat Robertson, “El Club 700”, 21/01/1993) “Estoy convencido de que actúo como agente de nuestro Creador. Al combatir a los judíos estoy haciendo la voluntad del Señor. “(Adolf Hitler)
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“Mussolini es un enviado de la Divina Providencia. “(Papa Pío XI) “¡Oh ustedes que creen! Asesinen a los que no son creyentes... y que encuentren dureza en ustedes. “(Corán, “Arrepentimiento”, 123) Es preciso replantearse no tanto la existencia de un Dios sino el sentido y su verdadera necesidad en una sociedad evolucionada como la actual, ¿necesito verdaderamente ese consuelo, exista o no? ¿Me produce verdaderamente un bien provechoso, o me limita humanamente? Habrá que analizar objetivamente y sin prejuicios cada uno de estos interrogantes, siguiendo el ritmo de nuestros impulsos naturales y teniendo en cuenta que es verdadero todo lo que coincida con nuestra esencia y falso todo lo que la contradice .
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Libertad y malestar
¿Te has sentido realmente libre alguna vez? Cualquier resuelto y veloz lector me contestará; ¡Por supuesto! Somos seres libres. Si, es verdad, le diría. ¿Pero has “sentido” la libertad? ¿Cómo se siente? A lo que seguramente me contestaría alegremente; ¡Se siente muy bien! Lamentablemente no estoy totalmente convencido de esto último. ¿Existe algún hombre que no sea libre, aunque sea en última instancia? No. La libertad es una característica intrínseca de nuestro género, el hombre es libre y si no fuera libre no sería humano. En algún momento muy lejano en el tiempo nos hicimos conscientes de
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nuestra conciencia, es decir, libres. No existe otro ser con esta habilidad. El inconveniente es que tampoco puede el hombre desprenderse de esta “cualidad intrínseca” y hasta se podría afirmar, con toda razón, que el hombre está condenado a ser libre. ¿Será un peso demasiado grande para nosotros? Paradójicamente, a pesar de estar condenado a llevar ese peso bajo sus hombros, pocas veces el hombre “siente” verdaderamente a la libertad. Es, de alguna forma, un mecanismo de autodefensa. El hombre, en su cotidiano proceder, no reflexiona sobre el origen o la razón última de sus actos. A partir del momento en el que el hombre “siente” la libertad, es cuando conoce un abanico de posibilidades totalmente contrarias a las que maneja habitualmente. Si soy libre, no tengo porque hacer esto o aquello, por lo tanto podría hacer totalmente lo opuesto. Esto, aunque parezca un hecho insignificante, genera en el hombre una angustia de la cual no es consciente de su procedencia. ¿Nunca has sentido una sensación de vacío al estar muy próximo a un tren en movimiento? ¿Y en el borde de algún lugar demasiado alto o profundo? ¿No habrás sido realmente consciente de tu libertad? ¿No será que habrás experimenta-
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do en ese momento como se “siente” la libertad? Porque en ese instante dentro de tu abanico de posibilidades se encuentran también las que son contrarias a tu proceder habitual, como podría ser tirarse debajo del tren o dejarse caer al abismo. Esas posibilidades las censuras inmediatamente mediante la razón y el entendimiento, pero la verdad es que, aunque sean poco probables, nunca y bajo ninguna circunstancia dejarán de ser posibilidades reales, porque eres libre y nunca podrás cambiar eso. Debido a esto surge el hecho de que algunos hombres sientan un verdadero alivio al recortar significativamente su libertad, al rebajar su poder sobre su porvenir, al subestimar su liderazgo sobre su esencia… La religión cumple un papel muy importante en estos casos. Es necesario que el hombre se haga consciente de su condición, que haga frente a esta condena que cierne sobre él, la enfrente, la asimile, y por último, la utilice para su beneficio. Hoy en día, la libertad es solo para algunos pocos…
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El demonio, el infinito y el círculo eterno
Una idea atroz me asalto una noche que prometía ser placentera. ¿Qué fue? No lo sé… ¿Una idea? ¿Un ser? ¿Un demonio? o la nada misma. Lo que si se es que ese fue el ultimo día en que pude dormir. Una voz me robo el sueño a mitad de la noche, la voz parecía provenir de algún lugar de la habitación en donde me encontraba. Algún lugar en donde los objetos no eran bañados por la tenue luz de la luna que entraba por la ventana. -Despierta… - Dijo la voz.
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-¿Quién eres? – Pregunté asustado. La voz tardo unos segundos en responder como si evaluara si debía hacerlo o no, pero cuando lo hizo, sonó fuerte y decidida. -Eso no tiene importancia, deberías preocuparte mas por lo que voy a decirte. -¿Qué? -Ya no eres tú mismo y lo sabes. -¿Qué?, ¿De qué hablas?, ¿Cómo podría no ser yo mismo? -En realidad nunca lo has sido… Esperemos que eso cambie mañana cuando amanezca. Para eso estoy aquí. Tú, como la gran mayoría de los hombres eres un condenado y realmente te compadezco. -¡¿Qué incongruencias dices?! ¡Dime quien eres y sal de donde quiera que estés escondido! -No estoy escondido, aunque créeme que no te gustaría que llegue el día en que me veas, por lo menos por ahora. En cuanto a la incongruencia de la que hablas, dime en que basas tus acciones y te responderé. -Soy libre, no un condenado, ¡y baso mis acciones en mi razón, mi moral y mi sentido de la ética! -¿Ética? ¿Moral? ¿Acaso sabes lo que significan esas palabras? Y para colmo de males
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eres tan incauto de decir repetidamente “mi”, como si fueras capaz de generar algo por ti mismo. ¿En que se basa, la ética y moral que con tanta ingenuidad reclamaste como propias, dime? -Trato de no hacer el mal… -¡Maldad! Estaba esperando con ansias que dijeras eso. Sabes cuantos significados de esa palabra existieron a lo largo del tiempo o acaso crees que tus valores son universales e inmortales. Lo que hoy es tomado por maldad, ayer era indulgente, y lo que hoy es bueno mañana será vil e infame. Lo que siempre me pregunte es, ¿Por qué castigar al hombre malvado por naturaleza? ¿Se debe castigar a alguien que es fiel a su esencia? ¿Por qué no se podría admirar, aunque con obvio temor, al hombre que es en esencia malvado, como se admira a un fugaz y destructor, pero hermoso aun, relámpago en plena tormenta? No sería justo catalogar como “malvada” a la naturaleza por un acto tan hermoso como ese. Y si nosotros somos un fiel reflejo de la naturaleza… -¡¡Basta!! -Pero piensa… Hoy en día los hombres malvados son los que realmente sienten su vita-
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lidad porque nada hace sentír más vivo al hombre que la muerte y el dolor. -¡Estas glorificando las guerras, el terror y la perversidad! -De alguna forma el hombre necesita el sufrimiento para sentirse vivo, si no son las guerras será la religión, que cumple el mismo cometido, y ese camino tiene resultados aún mas devastadores, créeme. -¡¡Cállate asqueroso Mefístoles!! ¡Solo quieres atormentarme con frases ambiguas e ideas ridículas, todavía no me dices quien eres y porque debo escucharte! -Yo solo quiero que seas tú mismo… -¡Yo no quiero hacer el mal! -¿Y quién dice que ser tu mismo sea hacer el mal? Solo me estaba dejando llevar por mis reflexiones. Las verdades no siempre son placenteras y menos cuando surgen de un razonamiento cruelmente lógico. Pero dejemos de lado la maldad, porque todavía no conoces el significado de esa palabra, tus valores son inculcados, vives en contradicción con tu esencia y eso te hace infeliz y desdichado. Por lo menos hasta el día de tu transmutación. -¿Transmutación? -Transmutación de todos tus valores, esa es la única forma de que puedas vivir en el anillo infinito, el lóbrego y hermoso círculo. El eterno retorno de lo mismo.
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-¿Eterno Retorno? -¿Qué acaso nunca has leído a Nietzsche? El también era un condenado antes de que lo visite por primera vez. La verdad a veces puede ser una luz tan fuerte que causa ceguera, he aprendido a administrarla en pequeños destellos menos intensos pero igual de trascendentales. La consigna del eterno retorno es simple. Vive tu vida como si al morir, realmente desearas repetirla una y otra vez hasta el último detalle viviendo eternamente en el círculo infinito de tus propios actos, sin modificar absolutamente nada. Y ahora ya sabes cual es el único medio para lograrlo, considérate afortunado. -Me voy, pero volveré. -¡No! Déjame tranquilo -Créeme que cuando despiertes estarás rogando por nuevos destellos con los que alimentarte. Cuando aceptes que me necesitas, volveré. La voz se apagó, la noche recupero su mutismo y creí que solo había sido un extraño sueño, pero me sentía raro, distinto, una sensación difícil de explicar, una idea revoloteaba en mi cabeza constantemente… Como dije, no puede volver a dormirme esa noche y de hecho, ese fue el último día que estuve dormido.
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Realidad reflejada
La realidad es un concepto escurridizo. Es fuerte y fundamental como una base de concreto pero a la misma vez tan inseguro y endeble como el más efímero castillo de naipes. Es aterrador el solo intentar poner en duda lo que nos brindan nuestros sentidos y preguntarse. ¿Qué es real? Más escalofriante aun es la respuesta que surge de un análisis no muy profundo: No tenemos a disposición de nuestra conciencia las herramientas para poder responder esa
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pregunta. No conocemos la realidad. Lo que ingenuamente llamamos realidad no es más que un conjunto de fenómenos inseparables de mí ser que tienen una existencia parasitaria, subordinada a mi conciencia. Son solo reflejos de mi conciencia, es la realidad en si reflejada en un espejo que es único, mi ser. Estos reflejos dependen de la realidad “en sí”, que es desconocida por mí, y del espejo que les dio origen. Como la realidad “en si” es la misma siempre, la discrepancia entre los reflejos de una misma cosa se encuentra en los diferentes espejos, es decir, en las diferentes conciencias que se relacionan con ese objeto. De esta forma, existen tantas realidades como conciencias hay en el mundo De la realidad “en sí”, que se encuentra separada e independiente de todo ser, no podemos afirmar nada. Podríamos decir que la realidad “es” y solo eso, porque el reflejo es reflejo de algo, y sin ese algo no existiría reflejo. La realidad queda reducida a solo una hipótesis, a un concepto tan volátil que desaparecería con la mas mínima brisa. Que es entonces, el mundo en que vivimos sino un mundo creado por mi conciencia, todos los hechos giran egoístamente en torno a mi conciencia y no puedo evitar esta verdad, porque al mismo tiempo que me hago consciente de un fragmento de realidad,
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lo transformo inmediatamente a un reflejo, creando a mí alrededor un universo propio. Los hechos de la vida se pueden considerar, en esencia, vacíos y carentes de significado, como moldes que se encuentran disponibles para que uno los llene de percepción. Es lo que ponemos en estos hechos lo que crean nuestra realidad, no los hechos en sí. Es nuestra insaciable conciencia, nuestro impoluto y brillante espejo el que refleja todo lo que está a su alcance. De esta forma, nos es inevitable crear a cada paso que damos, con solo abrir los ojos creamos un universo a nuestro alrededor y con solo girar nuestra cabeza lo destruimos y creamos uno nuevo. Al escribir estas líneas puedo ver el papel que les sirve de sustento, blanco, frío, suave, liso e inmutable… Nada de estas cualidades que percibo como indiscutiblemente reales conforma parte del objeto. Es solo la traducción que hace mi conciencia de la esencia del objeto, esencia que en realidad no conozco. Lo que veo en el papel son solo mis propias concepciones de suavidad, color, temperatura, etc. Que no son más que conceptos abstractos e irreales, creados por mi mismo. Lo que estoy viendo es la conformación de mi espejo, mi ser. ¿Cómo encontrar verdades universales en un mundo formado por reflejos? No parece obvio, a la luz es estos razonamientos, que un simple hecho genere tantas
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opiniones, sentimientos y sensaciones diferentes. No parece obvio que la historia misma sea interpretada de manera tan diferente. No parece obvio que todo tiene que ser heterogéneo, subjetivo y polifacético. A pesar de la obviedad de estas afirmaciones, el ser humano se sigue sorprendiendo cuando ante la búsqueda de orden, linealidad y homogeneidad solo encuentra caos, saltos y contradicciones. El hombre puede, igualmente, sacar un provecho inconmensurable de este hecho. Porque si tu realidad no es más que incontables reflejos de tu conciencia, significa que todo en el universo versa sobre tu ser, cada hecho, cada objeto, cada sensación… Todo brinda información sobre tu ser mas intimo. Si todo tu universo está conformado con reflejos creados por un espejo único que es tu ser y todo reflejo depende de la realidad “en si” y del espejo que le dio origen, entonces no haces más que conocer y descubrir tu ser a cada instante. ¿Qué ocurre cuando dos espejos se encuentran y se contraponen? ¿Qué ocurre cuando lo que estoy queriendo reflejar es así mismo también una fuente de reflejos? En principio, sucede como cualquier objeto. Reflejo al otro ser tomando como patrón de medida mi propia conciencia, mi ser es la medida de todas las cosas, por lo tanto es normal que en una relación humana, un sujeto enaltezca en la otra persona todas aquellas
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virtudes que en su propio ser valora y desprecie en la otra persona todo lo que considera despreciable en si mismo. Pero siguiendo con el razonamiento óptico, lo más lógico de pensar es que el reflejo retorne a mí, para luego reflejarse otra vez de forma infinita. Por lo tanto las cualidades íntimas de los espejos se confunden, se entrelazan conformando una nueva entidad que puede reflejar otros hechos independientemente. La realidad “no se ve igual” cuando uno está solo que cuando uno está acompañado. Sociedades enteras pueden reflejar algunos hechos en conjunto. El nacionalismo no es más que una entidad reflejante formada por miles de espejos que comparten algo en común. Por lo tanto es común que cada nación parezca interpretar la realidad de manera diferente, y que esa diferencia genere un estado de incomprensión y desconcierto que lleve al odio y por lo tanto al enfrentamiento. La realidad objetiva acaba de evaporarse...
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Idolos
Existen algunas personas, que por alguna extraña razón irradian una brillante luz que actúa como faro para otras personas con corazones menos valientes. La actitud de estos, frente a ellos es en extremo egoísta. Al ídolo se le exige mucho sin brindarle nada a cambio, el ídolo debe guiar sin nunca desviar el camino y, por sobre todas las cosas, tiene la obligación de brindar soluciones rápidas y asertivas.
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Sería necio no afirmar que estas personas tienen una cualidad intrínseca especial, aunque su origen está directamente sometido a la masa consciente que los rodea. ¿Por qué razón la sociedad genera y glorifica ídolos a cada instante? El hecho real es que, estos ídolos, son un confortable colchón de seguridad, especialmente para algunos espíritus que, abrumados por las vertiginosas pulsaciones de la sociedad contemporánea, no se sienten capaces de tomar decisiones. Por otro lado, no hay nada más placentero y reconfortante que delegar el mando, deslindar mis responsabilidades y suprimir mi libertad. Especialmente cuando no me siento capaz de sobrellevar estas cosas o cuando las mismas me producen un miedo descomunal. No es casualidad que en las épocas de mayor estrés intelectual surjan los ídolos más estables y poderosos, hombres elevados hasta la altura de dioses. En algunos casos extremos se llega a proclamar que son uno y la misma cosa, como es el caso de una de las más grandes religiones de todos los tiempos. En estos casos, la religión no es más que el conjunto de respuestas a los dilemas del hombre, creadas y establecidas por los ídolos de su época. Son las respuestas a las preguntas que inquietan al hombre, pero estas preguntas, como todo en el universo, son víctimas de su tiempo. Por eso no hay nada más aberrante a la
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razón que cuando esas respuestas son mantenidas a lo largo del tiempo, aun cuando las preguntas ya no son las mismas ¿Por qué? Porque cuanto más grande es el ídolo, más difícil es contradecirlo. Necesariamente los ídolos deberían extinguirse porque el hombre no debería buscar confort castrando su libertad sino construyéndole una base firme a su propio ser, puliendo su luz, ganando confianza y conociéndose. Los espíritus libres no necesitan de ídolos porque someten sus acciones a lo que dictamina su esencia que es la verdad suprema. Que no se confunda admiración con idolatría, al ídolo no solo se lo admira sino que se le deposita la confianza necesaria como para que tome decisiones en lugar de uno mismo. La decisión del ídolo no es discutida, es acatada. Su voluntad suprime a todas las demás. Pero estos ídolos son de papel, no existen sin la ayuda de las débiles almas de los que no se atreven a enfrentar los desafíos de la vida. Es necesario fortalecer a los hombres y estaríamos entonces en presencia del ocaso de los ídolos.
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Miseria del bienestar
Una sociedad feliz. Ese ha sido siempre el ideal último del hombre desde el principio de sus días y después de tantos miles de años no solo no lo ha conseguido, sino que no se ha acercado en absoluto. El hombre por naturaleza produce lo mejor de sí en condiciones de tensión. Por alguna razón, la angustia y el sufrimiento son situaciones que abaten al hombre pero al mismo tiempo lo impulsan hacia logros mucho más altos y valiosos. El hombre necesita estar en una posición de necesidad para comenzar a producir so-
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luciones, saltos cualitativos que lo lleven a otro contexto más favorable. Cuanto más angustiante y desesperante es el escenario más extraordinario es su actuar. Se podría decir que el hombre economiza su rendimiento intelectual y lo reserva para momentos de necesidad. No se le puede reprochar este hecho ya que esta forma de actuar es una ley y principio de la naturaleza y el hombre no es más que el fruto más bello de aquella. Se desprende de la ley de causa y efecto que gobierna toda la materia en el universo, allí donde la necesidad clava su punzante puñal brota a borbotones la esencia de la vida. La antropología siempre ha tendido a estudiar la evolución del hombre fraccionando la historia en hechos determinantes. Estos hechos siempre estuvieron y van a estar marcados con la desgracia. Todo parece indicar que los momentos felices son solo páginas en blanco en el libro de la historia. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué razón, cada vez que se produce un salto cualitativo en la humanidad este tiene que producirse a costa del dolor y el sufrimiento de los hombres? Las respuestas a estos interrogantes se encuentran en el seno mismo de la naturaleza del hombre. Si este produce únicamente en condiciones de necesidad, ¿Qué pasaría si se alcanzara el ideal de la sociedad feliz? ¿Qué pasaría si toda persona en el mundo se sintiera realizada?
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La sociedad humana carecería de las palancas que la impulsan a desenvolverse en el espiral evolutivo y ascendente de la vida. La felicidad y la complacencia ejercerían una fuerza tan grande que estirarían el espiral antropológico hasta formar un alambre recto, chato, sin sobresaltos, sin logros ni laureles. La vida del hombre se haría imperceptible. Pero el ideal en si mismo ha sido siempre la fuerza impulsora del hombre en la historia, el hombre necesita de ese ideal, necesita vivir intentando alcanzar el cielo con las manos, pero también necesita que el cielo se aleje a cada paso que dé. El dolor y el sufrimiento son componentes importantes, ya que nos recuerdan que estamos lejos del ideal, el dolor manosea las fibras íntimas del hombre haciéndolo reaccionar, el dolor lo indigna, pero no podría considerar su existencia sin él. Se entiende, de esta forma, que los hombres más revolucionarios de la humanidad caminen por un sendero repleto de sobresaltos, muy alejado del ideal social, porque es precisamente allí en donde la fuerza impulsora es aun mayor y la base ideal para lograr las obras más extraordinarias. El hombre necesita del dolor tanto como el aire que respira. Es una de sus fuerzas vitales, un recordatorio de que está vivo, que tiene un objetivo y un obstáculo por superar para llegar a su ansiado ideal, un ideal que secretamente no quiere alcanzar.
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Individualidad
Muchas veces me he descubierto mirando, abstraído, como van y vienen las personas en algún lugar público. Aunque era consciente de que para mí no significaban más que entes sin rostro, igualmente no podía dejar de pensar en ellas. Siempre me impresionó ver su andar, como llevan su pecho inflado, como cobijando y protegiendo con recelo aquel preciado tesoro llamado individualidad.
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Muchas veces me pregunte, si esa gente ignora su situación, ese sentimiento devastador que se apodera de uno al mismo instante de su gestación, esa horrible certeza de que no somos más que espuma en este inmenso mar de gente. Impresiona el cínico destino que nos deparo la vida. Esta vida, que al mismo tiempo de dotarnos de esa ilimitada sed natural de individualizarlos, nos coloca cual fútil grano de arena en un desierto plagado de almas con el mismo objetivo. Resulta razonable que si cada conciencia es única e irrepetible, el anhelo de sentirse único y especial va a ser una constante en la naturaleza del hombre, una cuenta pendiente y un parte importante del combustible que lo moviliza. Lo que no resulta razonable es el hecho de que el objetivo parezca estar tan distante y que el hombre sienta angustia de esta situación, al parecer irremediable. Algunos dirán que para quitarnos esta angustia debemos vivir en abstinencia de individualidad, que esta sed no es más que un mal del que debemos desprendernos para poder estar por fin en armonía. Así como el hombre debió aprender a no beber agua de mar, contradiciendo sus instintos, deberá resignar su ego para fundirse en la masa homogénea de la sociedad. Otros dirán que esa abstinencia existió siempre y es inevitable para la mayor parte de las personas, por lo que saciarse de individualidad solo está reservado para algunos pocos.
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Los demás, inexorablemente morirán de sed. Es imposible no estar de acuerdo en el hecho de que lograr diferenciarse dentro de esta inmensa marea humana esta solo reservado para unos pocos y que gran parte de la gente se rinde en manos la desoladora idea de que es inútil intentarlo. A pesar de estas verdades que irremediablemente nos vacía de esperanza, no es cierto que esta situación haya existido siempre y mucho menos que sea inevitable. El problema principal radica en la confusión entre individualizarse y diferenciarse, que en la sociedad actual se han fusionado con resultados nefastos. Hoy en día, aquel que no logra de alguna forma diferenciarse del resto, se funde con la masa anestesiada y mediocre en donde el hierro ardiente de la ignorancia le marca en la frente la pérdida de su individualidad. Pero la individualización es algo muy distinto que diferenciarse, querer sobresalir o destacarse. La individualización es un proceso interno y personal, que dura toda la vida, en donde la gente que me rodea no interviene directamente. Cada conciencia es un mundo, y este se construye ladrillo a ladrillo durante el devenir de la vida y la individualidad es un producto inevitable de este proceso. Es necesario separar claramente lo que son necesidades innatas de la naturaleza humana y cuales son impuestas por un sistema insensato.
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En la medida que sigamos creyendo individualizarnos mediante una diferenciaciĂłn basada en el ĂŠxito sobre un sistema irracional, vamos a seguir alimentando a la masa mediocre de la sociedad.
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Exceso de conciencia
El ser conscientes de nuestra conciencia nos hace Ăşnicos. NingĂşn otro ser sobre la tierra tiene esa capacidad, ese don. Todos los hechos en la vida del hombre giran en torno del mismo eje, su centro de gravedad y su bien mĂĄs preciado. Tan importante resulta para el hombre ese hecho que en muchos casos se convierte en un dĂŠbil subordinado, dependiente en extremo y esclavo de su conciencia. El hombre moderno adolece de un exceso de conciencia, una enfermedad que se espar-
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ce a ritmos cada vez más elevados. Todo debe ser pensado, cada acción, cada paso, cada sensación, cada olor, incluso el amor. Todo debe pasar por esa máquina transformadora. El aire que respira el hombre enfermo es denso y oscuro, es un aire viciado de embriagante predictibilidad. A donde quiera que mire, su sendero está escrito, todo es plano y agobiante, nada puede ser cambiado, nada se transforma y todo permanece. Las distracciones al costado del camino no hacen más que hundirlo en una depresión galopante. No le es posible ver ninguna ruta alternativa, no existe para él, otro camino más que el que recorre. El mito de la personalidad, construido en la era moderna no hace más que alimentar este hecho. El repugnante determinismo con el que se trata este tema, clasificando y encasillando a las personas, no hace más que degradar constantemente al hombre hacia estructuras más simples y menos interesantes. ¿Qué es menos atractivo que lo conocido? Resulta lógico que si al hombre le resulta difícil concebir alternativas en su exterior, le ocurra lo mismo con su interior. La multiplicidad de almas en un solo pecho, al igual que la subestimada espontaneidad, no le parece otra cosa más que síntomas de locura. La verdad es que todos somos multifacéticos, pero nos han enseñado a alimentar solo a una de nuestras aristas por lo que las demás se han muerto de hambre.
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Siempre se enalteció al pensamiento y es perfectamente coherente eso. No se trata de reivindicar la inconciencia pero el hecho es que se está obviando algo esencial. Existen cosas que deben pensarse y otras que solo deben sentirse. En el momento en que pensamos un hecho es el momento en que lo transformamos. Nuestra conciencia es la medida de todas las cosas por lo que siempre tratamos de amoldar, generalmente a la fuerza, todo hecho a nuestras concepciones. Con frecuencia en este proceso transformador creamos y destruimos con una libertad insólita, colocamos cosas que nunca existieron sobre los hechos, suprimimos lo que no coincide con nuestra norma, moldeamos y rellenamos a gusto. Luego de todo esto, nos sorprendemos y desilusionamos al no encontrar algo que estaba allí, algo en lo que depositamos toda nuestra esperanza y expectativa pero ahora resulta que no existe. ¿Por qué? Porque sencillamente nunca existió. No existe prueba más grande que esta para afirmar que el amor, es una de las cosas que jamás puede ser pensada. ¿Cómo puede el hombre subordinar el pensamiento al sentimiento? ¿Cómo puede el hombre dominar a su conciencia? Todo se reduce al siguiente interrogante, ¿Qué nos asusta más? ¿Pensar o Sentir? Lo que sentimos no podemos cambiarlo, no se amolda según nuestra conveniencia, esta
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allĂ, inalterable. Es una alarma que nos recuerda que existen cosas que se escapan a nuestro control. Es solo cuestiĂłn de perder el miedo.
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La verdad
Natura: ¿Qué me ocurre? No reconozco nada a mí alrededor, no encuentro nada que me pertenezca, siento que no soy más que un desterrado. Todo está muy oscuro y me cuesta ver, ¿Qué es lo que está pasando? Hay una densa niebla que roza mi rostro y lo moja, así como el rocío moja los pétalos de
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las incautas flores en una mañana de crudo invierno. Es difícil describir mi interior. Nausea… No siento más que eso. Razón: ¿Y no escuchas el sonido? Natura: ¡Si, ese sonido! No puedo resistirlo más. Algo toca mi puerta con enfermiza insistencia. No cesa ni por un segundo y siento que cada vez suena más fuerte. Razón: Es una verdad la que toca tu puerta. No puedes seguir evitando su llamado, tarde o temprano tendrás que darle la atención que merece. Natura: El aire está más frío y denso. Ya no sé si tengo los ojos cerrados o abiertos y la nausea es tan fuerte que me ha dejado de rodillas. Siento que el exterior se vuelve cada vez más pesado mientras que el interior se vacía de contenido dejando solo un frágil cascarón. Se hace difícil respirar… Mi pecho se hunde por el vacío generado en mi interior y eso hace más difícil aún el pasaje de este aire sólido que me rodea.
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No sé cuánto más pueda aguantar así. Razón: Si no atiendes el llamado morirás asfixiado. Naura: No puedo abrir esa puerta, no me interesa esa verdad porque no puedo manejarla. No dejará más que polvo de mi persona si dejo que entre aquí. Razón: El hombre tiene una capacidad única. Su existencia precede a su esencia. Esto quiere decir que, a diferencia de otros seres, primero existe y luego es. El hombre se forja su propia esencia, el camino que recorra depende de él y de nadie más. ¡El hombre está condenado a ser libre! Ninguna verdad puede apoderarse de ti. La verdad no lastima, la verdad solo es. No podría ser de otra manera porque sino no sería verdad. La verdad nunca debiera doler. Natura: Las verdades a veces nos exigen alguna respuesta, suelen obligarnos a que hagamos algo al respecto, cambian nuestro alrededor y generan una sed agobiante. Esta es una de ellas, no hará más que consumirme, no puedo saciarla, no depende de mí y está más
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allá de mi control. ¿Qué duele más? ¿Morir asfixiado o morir de sed? Razón: No me extraña tu situación, eres débil. Pero no te preocupes, eso cambiará, te endurecerás y no habrá verdad que te conmueva. Muchas de las verdades más grandes están fuera de tu control, con el tiempo dejarás de sorprenderte de eso. Como contrapartida me perderás a mí en gran medida… aunque eso podrá hacerte la vida un poco más sencilla en estos casos. Tu problema es que recurres demasiado a mí. En cuanto a la sed de la que hablas, aprende a saciarte tú mismo ya que tienes como. Natura: ¿He de sangrar? Razón: Naturalmente. Has de sangrar. El sufrimiento es un natural saciador de sed. ¡Hay religiones que se basan enteramente en eso! Pero, ¿De qué te asombras? ¿Acaso no estas sangrando ya? Solo has de hacerlo un tiempo corto. Saldrás más fortalecido al final, dejaras de tener nausea, podrás respirar y ver con claridad porque la verdad estará en tus manos.
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Naturaleza violenta
¿Cuál es la naturaleza del hombre? Existe un cierto conformismo en afirmar que el hombre actúa según su naturaleza. ¿El hombre es violento por naturaleza? ¿Está en su naturaleza la opresión de otros hombres? La sociedad posee una actitud transformadora por lo que debemos ser cuidadosos y saber diferenciar al momento de analizar la naturaleza del hombre que parte puede estar impuesta por un sistema en decadencia que fue creado por el hombre pero del cual ya ha perdido el control. La sociedad actual tiende a la universalización, acción de la cual no se obtiene ningún
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beneficio ya que son precisamente las diferencias las que mueven al hombre. Por otro lado, estamos ante una empresa imposible. La individualización es algo que si se puede afirmar que se encuentra en la naturaleza del hombre sin lugar a dudas. El pensamiento globalizado y único, no solo es la base donde descansa desde hace mucho tiempo la intolerancia sino que es un objetivo utópico. Es un gran error afirmar que todos somos iguales, por más conciliador que parezca este pensamiento es un crimen contra la individualidad y no genera más que rechazo. La verdad es que no somos iguales, somos diferentes. Somos distintos, pensamos distinto y actuamos distinto. Son estas diferencias las que generan el progreso. Si no habría diferencias se detendría toda evolución. Donde hemos errado el camino es en la forma de tratar esas diferencias. ¿Por qué reaccionamos con violencia ante algo que nos produce tanto provecho? Decir que está en la naturaleza del hombre reaccionar de manera violenta ante esas diferencias parece a primera vista lógico ya que está respaldado por todos los acontecimientos de la historia, pero no parece resistir un análisis más profundo. Ante este, como ante todos los problemas de índole existencial hay que preguntarse ¿Siempre fue así? Así como no podemos evaluar los hechos de la historia con nuestras concepciones actuales porque cada ideología es presa de su tiempo, tampoco podemos
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analizar la naturaleza humana en base a los hechos contemporáneos. Al parecer, el hombre desde el comienzo de la historia conocida actuó de esta manera. ¿Es suficiente esto para afirmar que el hombre es violento por naturaleza? ¿Por qué razón, entonces, siempre le generó tanto desprecio? Lo podemos ver claramente en las religiones primitivas, cuando la religión era aún un fiel reflejo del pensamiento humano y no lo que es hoy. El pensamiento humano cambió constantemente en el devenir de las sociedades pero la violencia siempre estuvo presente y siempre fue repudiada. ¿Es razonable afirmar que la naturaleza del hombre es tan contradictoria? Parece más razonable decir que desde que el hombre conformo sociedades existen condiciones materiales que lo llevaron y lo llevan a actuar de esta manera. ¿Hemos evolucionado para cambiar esas condiciones? No solo no lo hicimos, sino que nos hemos creado todo un sistema social que no hace más que acentuar esto. Pero como nada en la historia del hombre es lineal es probable que estemos ante la presencia del colapso de un sistema y tenemos una oportunidad única de eliminar estas contradicciones en nuestro actuar. Debemos derrumbar definitivamente el mito de la personalidad, el determinismo, la diferenciación y alimentar la infinitud que llevamos dentro. No podemos actuar sobre un
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sistema que ya no controlamos, pero nuestra transformaciรณn darรก la estocada final. El hombre plural es el germen de este cambio, la diversidad y la reivindicaciรณn de nuestra esencia no es mรกs que su consecuencia.
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Pasado
Nosotros, los hombres, asĂ como todo lo que los rodea somos presas del tiempo. El tiempo, ese ente que lo envuelve todo y transforma cada instante transcurrido en una huella marcada sobre un pasado imborrable pero que a su vez nos permite trascender hacia instantes de un futuro porvenir. Todo fluye, todo se encuentra en cambio permanente y nada permanece estable gracias al tiempo. El hombre existe en un tiempo y en una sociedad, sus actos solo tienen sentido en relaciĂłn con otros hombres y en un determinado tiempo.
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Su existencia precede a su esencia, el hombre existe y luego es. Sobre el tiempo construye su esencia y mientras el existe la única limitación a su libertad es aquella a la que el mismo le confiere algún significado por lo que es tan ilimitada como este desee que ella fuera. Al vivir en sociedad la mirada del otro es una presencia constante y condicionante por lo que se podría decir que vivimos siendo juzgados continuamente. ¿Pero que es lo que juzga la mirada del otro? En general no se juzga lo que se hace ni lo que se hará, sino lo que se hizo. El hombre lleva a cuesta suya el surco marcado por su andar, su pasado, esa mochila de hechos consumados que poseen el peso que el mismo hombre les da. Los hechos por si mismos son carentes de significado y tan livianos como el aire. Depende solo de nosotros la elección de transitar nuestro presente sin llevar ninguna carga a nuestras espaldas o morir aplastados por ella. En el pasado, nos petrificamos en el tiempo y perdemos toda trascendencia, por lo que nuestro ser deja de ser para poder ser pasado. La muerte solo existe cuando el hombre deja de existir, por lo que todo pasado requiere la muerte de un ser, pero no el ser que somos, sino el ser que fuimos. A menudo el hombre comete el error de castigarse absurdamente al juzgar su pasado
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como representándose a su ser presente cometiendo los actos del pasado del mismo modo en que fueros cometidos. Entre el ser que fui y el ser que soy se encuentra el tiempo, no puedo obviar este hecho ni su actitud transformadora. No es justo juzgar lo que fui con los parámetros de lo que soy ya que esos parámetros me los ha dado el tiempo. Con el advenimiento de la muerte el pasado lo abarca todo y así como una estrella muere se apaga abruptamente la libertad de elección. En este caso, el destino del ser ya a quedado escrito de manera inalterable por lo que el hecho de juzgar a un ser luego de muerto es aún más difícil que juzgar el pasado de un ser vivo. En este caso, ya no existe ser, ya no existe elección. No hay nada más dificultoso que juzgar los actos de un ser que ya no existe, de un ser que ya no es, que ya no puede elegir otro camino más que el que ha tomado y que ha tomado ese camino bajo condiciones que ya no existen. Entonces, surge el interrogante ¿Puede el futuro juzgar al presente? Poca gente nace para ser póstuma. Somos presas del presente y rara vez el futuro juzgará con justicia nuestros actos. Pero no existiría la justicia si no podríamos juzgar los hechos que los hombres cometen
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una vez que estos ocurrieron, por lo que es necesario que tengamos la facultad juzgar coherentemente el pasado. Lo que es necesario tener en cuenta y resaltar es que no es tan fĂĄcil como parece o como a menudo se hace. Deben tenerse en cuenta gran cantidad de factores que rara vez se analizan como el entorno. Cada ser actĂşa libremente pero con un entorno que lo condiciona y que cambia a cada instante y no podemos juzgar actos del pasado sin tener en cuenta bajo quĂŠ condiciones se llevaron a cabo. No es justo mirar con los ojos del presente a los seres del pasado.
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Contaraste
Se podría decir que el hombre es un ser de contraste. El contraste es el alimento espiritual que lo moviliza y a la vez un traductor vital del mundo que lo rodea. El sufrimiento es uno de los más grandes movilizadores del hombre, no hay nada que afecte tan profundamente sus fibras más íntimas y lo haga reaccionar como su sufrimiento o el sufrimiento de otro ser. Toda movilización persigue un objetivo, ¿Cuál es el objetivo de la reacción provocada por el sufrimiento? El gozo, la ausencia total de sufrimiento. El hombre entiende el gozo solo en contraposición al dolor, no hay disfrute más grande que el que viene luego de un momento de gran sufrimiento. El contraste es un estimulante de un poder increíble utilizado ampliamente en las obras artísticas y una de las bases fundamentales de las tragedias griegas.
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El dolor es algo que se siente claramente, pero, ¿Se puede sentir la ausencia de dolor? No existe un gran gozo sin haber experimentado antes una gran pena porque lo sentimos solo en contraposición al sufrimiento, el gozo puede sentirse de esta manera como una particular ausencia de sufrimiento. Según escribía Voltaire, el hombre nació para ser devorado por sus pesares. El sufrimiento tiene una utilidad única y excepcional que es la de ser un recordatorio constante de que estamos vivos. El ser hombres de contraste es una de las razones por las que no podemos eliminar el sufrimiento. Lo necesitamos! ¿Cómo podríamos ser felices si no existiera el sufrimiento? De la misma forma solo le damos el verdadero aprecio a la vida cuando la entendemos como contraposición a la muerte. Suele decirse que no se respira aire más lleno de vida que el de la gente que camina por un cementerio. Solo la muerte hace sentir al hombre en su vitalidad más extrema. Este pensamiento de contraste es el traductor que el hombre necesita para relacionarse con su entorno y a la vez un alimento fundamental de su ser. Sufrimiento, dolor, pena, gozo y felicidad, todas las sensaciones tienen su reverso. Siempre que exista un Ser, existe su nada, su No ser que le da el significado y sentido a su existencia. Siempre que existe una tesis existe su antítesis.
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Ser, No ser y devenir, esa es la trilogía que conforma la evolución dialéctica del pensamiento del hombre. El ser y la nada se funden en una síntesis. Esta síntesis es el devenir, el pensamiento concreto. El ser y la nada son solo abstracciones. De forma similar, el hombre utiliza el contraste para valorar todas las situaciones en las cuales se involucra. El contraste con uno mismo es lo que hace que el hombre sea la medida de todas las cosas. Toda situación se encuentra por si misma vacía de contenido, como la “nada” de la trilogía dialéctica. El hombre opone su Ser a esta nada con lo cual llena de contenido a las situaciones que percibe y les da el sentido que por sí mismas no tienen, ¿Cómo hace esto? Mediante el contraste consigo mismo, con sus concepciones de la vida y sus valores. Según nuestra concepción del contraste, existe un lado luminoso y otro oscuro, sufrimiento y gozo no son igualmente apreciados por nosotros pero sin embargo ambos son parte de una misma cosa. Al comprender la manera de proceder de nuestro entendimiento y la importancia y necesidad del contraste se puede valorar el lado sombrío del mismo como la oscuridad necesaria para poder apreciar la luz.
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Ego
Soy mi consciencia. Me reconozco único y diferente a todos los demás, no podría ser de otra manera y nadie podría ser como yo. Esta sensación de distinción choca cruelmente con la sensación de insignificancia que se tiene al observarse dentro de la abundancia abrumadora de seres diferentes que abonan la tierra. ¿Cuál puede ser mi influencia sobre el todo? ¿Qué soy yo comparado con el todo? No soy nada. Cierto es que no soy nada, pero soy la nada de la que nace todo, o al menos todo para mí. Mis concepciones sobre lo real, mis valores, mis ideales, mis acciones, mi percepción… Todo pasa a través del espejo de mi consciencia y es transformado por mí. Yo creo mi mundo y es el único mundo que conozco. No soy nada para el todo pero soy todo para mí. La humanidad no es para mí sino solo un concepto abstracto. ¿Cuál es la definición de
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hombre? Yo soy un hombre y no conozco otra manera de serlo por lo que yo soy el parámetro de la humanidad, mis valores son los valores de la humanidad, al menos para mí. Mis acciones no son buenas ni malas, son mías y por ello únicas y se encuentran por encima de todo lo demás. ¿Suena egocéntrico? ¿Podría ser de otra manera? Si considerara que existe una forma mejor de actuar la llevaría a cabo. ¿Podría considerarme inferior frente a la humanidad? ¿Podría considerar inferiores mis valores frente a otros? Mi voluntad crea mi ser, no hay nada que se encuentre por encima de ella. ¿Cómo podría permitir que algo externo a mi persona doblegue mi voluntad? y aun peor, ¿Cómo podría permitirme sentir el deber de doblegarla por mí mismo? ¿Cómo podría ir en contra de ella, si es todo lo que tengo? ¿Estoy obrando bien? ¿Son buenas mis acciones? No existen buenas ni malas acciones sino solo acciones que van en pos o en contra de mi voluntad. Mi consciencia es la ley y mi voluntad me da el derecho. Si mis valores son los valores de la humanidad mi causa es siempre una buena causa salvo que vaya en contra de mi voluntad. Todas las religiones se basan, en mayor o menor medida, en un ideal de humanidad. Establecen preceptos, valores y costumbres aceptadas así como todo aquello que no es considerado aceptable y cuáles son los castigos para aquel que no se ajuste al ideal establecido. ¿Cómo puedo creer en un ideal que no sea el mío? ¿Cómo puedo creer en
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algo que contradice, al menos en parte, a mi voluntad? No puedo tener una religión porque no puedo tener fe en un ideal supremo que contradiga el mío. ¿Y cuál es el ideal que coincide completamente con mi voluntad? Solo el mío y ningún otro. Solo en mi persona reside el peso de poder generar el mejor modelo a seguir, mi ideal, mi religión. No creo en dios, creo en mí. ¿Soy megalómano? ¿Soy narcisista? ¿Soy egoísta? Seguramente no soy nada para usted, lector. Puede que no concuerde o desprecie mi pensamiento, pero no me culpe, no puedo ser de otra manera. Soy solo yo y nada más que eso, soy lo único de lo que puedo estar completamente seguro, soy la única voluntad sobre la cual tengo poder absoluto, soy el único destino sobre el cual tengo plena libertad de acción, soy el centro y el parámetro de todas las cosas, no conozco otro mundo más que el mío, no conozco otra forma de ser más que la mía y no puedo concebir otra forma de actuar que no sea la mía. Al igual que usted, soy de la única forma que puedo ser. Único.
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Conceptos
El hombre necesita de la abstracción tanto como del agua que bebe o el aire que respira. En realidad no conoce otra forma de razonar que no utilice dos herramientas básicas; Abstracción y contraste. Toma las características que percibe y las contrasta, agrupando a los elementos reales en abstracciones imaginarias. De esta forma tiene la capacidad única, y hasta ahora inigualable por ningún otro ser vivo, de construir a partir del más firme sustrato real un volátil mundo de ideas. Del manzano nace un fruto llamado manzana. Esta fruta que tomo con mis manos y que saboreo en mi boca es tan real como el árbol que la generó. Lo que no es real es la “manzana” en sí, que es la idea que abarca a todos los frutos de todos los manzanos sobre la tierra. Cuando pienso en una manzana rápidamente vienen a mi mente características de for-
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ma, color, sabor, olor, etc. Dentro del concepto abstracto el hombre incluye un conjunto de características y fija límites aceptables al concepto. Si un manzano tuviera frutos cuadrados, el hombre, al verlos por primera vez, no lo catalogaría como “manzana” ya que su cambio de forma sobrepasa el límite del concepto para producir un salto cualitativo en su mundo de ideas. El hombre piensa y transforma el mundo a cada instante. Existen tantos conceptos de una misma cosa como almas hay en el mundo. Si bien todos los hombres coinciden en mayor o menor medida en cómo tiene que ser una manzana, existen, como en todo pensamiento subjetivo, ligeras diferencias. ¿Qué ocurre cuando el hombre se piensa a sí mismo? ¿Qué ocurre con los conceptos que nos incluyen como género? En estos casos y en las sociedades contemporáneas, las ligeras diferencias de las que hablábamos en el caso de la manzana, tienen una importancia mucho mayor y una gran influencia sobre el comportamiento del hombre ya sea individualmente o en sociedad. ¿Qué significa humano? ¿Qué es un comportamiento humano? Todas las sociedades tienen sus conceptos abstractos propios sobre el hombre y sus actividades. Se establecen los conceptos sobre el bien y el mal, las acciones aceptadas y las reprochables, los usos y costumbres, etc. La humanidad intenta universalizar estos conceptos subjetivos con el
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fin de reglamentar la sociedad por medio de dos líneas de acción principales que cuentan con un arsenal de armas de persuasión. El Estado con su derecho y la religión con su doctrina. Al universalizar un concepto que tiene su raíz más profunda en un proceso individual e independiente, como es el caso de los conceptos del hombre y sus actividades, se genera un alejamiento irreconciliable entre el concepto y el sustrato que le dio origen. ¿Qué hombre sobre la faz de la tierra ha conseguido al menos acercarse un poco al ideal que tiene la humanidad sobre si misma? Se considera como inhumano todo aquello que no es valorable en el hombre pero, debido a un concepto tan elevado de las virtudes que este posee o debería poseer, se genera una sociedad atestada de inhumanos. El problema reside en que solo vemos la claridad en el concepto del género y seleccionamos los mejores ladrillos para levantar nuestro hermoso castillo conceptual. Por ejemplo, el cristianismo elabora su concepto del hombre a partir de Cristo. De esta forma, el modelo a seguir y el parámetro de medición para todos los mortales sobre la tierra es un individuo que por definición es sobrehumano. ¿Cómo no habríamos de ser en extremo inhumanos al compararnos con un concepto tan inverosímil de hombre? No se debe intentar imponerle al hombre como debe pensarse a sí mismo. La consecuencia de este hecho sobre la sociedad es devastador, todos estamos en deuda, todos
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somos imperfectos, todos somos pecadores y nadie es lo suficientemente humano.
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Cobarde
¿Qué significa ser honesto? Actuar con sinceridad, decencia, decir la verdad, ser justo, coherente… Sin ningún lugar a dudas es una forma de proceder noble y admirable. Al menos lo sería para alguien que actúa honestamente con plena consciencia y por ejercicio de la voluntad más pura de su ser. Honrado es solo aquel que procede honradamente aun conociendo que tiene el poder de obrar de otra forma. Es extremadamente común ver a la gente actuar de manera honesta no por ejercicio de su voluntad, sino porque nunca se atrevería a actuar de otra forma. No actúa honestamente por pensar que es el modo correcto de obrar sino por miedo a actuar diferente, miedo al castigo, miedo al reproche, miedo al riesgo, miedo de diferenciarse de la mayo-
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ría, miedo a ser juzgado. Esta forma de honestidad es la honestidad de los cobardes, la mediocridad hecha valor. Abunda esta clase de “honestos” por donde se mire. El mundo está lleno de personas honestas por debilidad. Se podrá decir que el fin justifica los medios ya que al fin de cuentas el resultado es el esperado, obrar honestamente y todo lo que ello implica. Entonces… ¿Cuál es el inconveniente? Es cierto que si todos fuésemos lo suficientemente cobardes el mundo sería mucho mejor en ese sentido, si por mejor entendemos al la permanencia del orden social establecido. El problema reside en que el cobarde en general y el honesto mediocre en particular es una persona que guarda un gran resentimiento. Una persona a la que le irrita obrar honradamente porque desea con todo su ser haber podido tener el valor de obrar de manera diferente. Esto lo convierte en una de las personas más peligrosas que existen. Estos mediocres enarbolan la bandera de la injusticia y la agitan sobre lo más alto de sus cabezas. Están disconformes con la vida que les toco, dicen que se enfurecen con las inequidades pero los que más les enfurece es su cobardía. Consideran que la vida es injusta y que no se castiga como se debe a aquellos que actúan diferente, es decir, deshonestamente. En general, ese odio frente a los deshonestos no es más que una envidia disfrazada, la
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envidia de ver que otras personas se beneficiaron del valor que ellos no tuvieron, procedieron como ellos no se animaron actuar y pudieron lograr lo que ellos no consiguieron. Es muy frecuente que el honesto mediocre exija que se le reconozca su forma de actuar, que se lo admire y se lo respete. Es normal que se indigne secretamente si su acción pasa inadvertida y busque alguna forma de dar a conocer lo meritorio de su actuar. El hombre débil actúa de esa forma ya que busca en la aprobación del otro llenar el vacío que le ha dejado conducirse como no quería. Considera que no ha obtenido el provecho que hubiese logrado si actuaba como en verdad deseaba y necesita sacar de la situación alguna ganancia para tranquilizar su alma. Al hombre verdaderamente honesto no le inquieta la reacción de las demás personas ni la aprobación de sus acciones ya que no ha hecho más que actuar de acuerdo a su voluntad. La mejor forma de escapar a la mediocridad es admitir nuestras virtudes y defectos actuando de la única forma en que podemos hacerlo sin pecar contra nosotros mismos. El miedo no debe ser el motor de las buenas acciones, estas acciones, si en verdad son buenas bajo nuestro parámetro, deberían estar impulsadas por un deseo interior que no conciba ningún tipo de arrepentimiento. El único miedo posible debiera ser el miedo de traicionar a nuestra esencia. Es importante tener como máxima que ser honesto no significa actuar como la sociedad espera, sino ser coherente con uno mismo.
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Mentiras y verdades
Mientras el sol se asomaba tímidamente y comenzaba a iluminar el rígido concreto de una esquina céntrica, uno de sus rayos impertinentes se filtró entre los aun fríos edificios, iluminando el rostro arrugado de un vagabundo que despertaba lentamente de su letargo. Un abogado que caminaba con paso resuelto se paró en la misma esquina en donde se encontraba el vagabundo. El abogado, esperando para poder cruzar la calle, fue alcanzado por el mismo rayo de sol que iluminó al mendigo, pero no lo advirtió por estar usando lentes negros.
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Al ver al vagabundo en el suelo, resuelve dejarle en su sombrero deteriorado, un arrugado billete de dos pesos que encontró en su bolsillo. - Gracias, ¿no? – Dijo el abogado luego de algunos segundos. - ¿Cómo? – Preguntó el vagabundo sorprendido. - Estaba esperando que usted me agradeciera. - ¿Por qué debo darle las gracias? De hecho creo que es usted quién debe darme las gracias a mí por haber aceptado su mugroso billete. - Usted es un desagradecido – Dijo el abogado con desprecio. - No, usted no entiende… Este billete para mí no significa mucho porque lo que puedo hacer con él es realmente muy poco. En cambio usted está comprando algo que vale mucho más que el valor de este retazo de papel. Está comprando paz de conciencia. Se siente benefactor ¿No es cierto?, se siente poderoso... ¡puedo verlo en las facciones de su rostro! Ha sido bendecido con la preciada humildad de los grandes hombres. ¡Todo por un mugroso billete! Es la estafa más grande de la historia, ¿No cree? Usted me ha robado y además se siente con el derecho de exigirme que le agradezca. - ¡Mi acción fue totalmente desinteresada! - ¡Por favor! No existen acciones totalmente desinteresadas, terminemos con el mito
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altruista que bastante falsedad ha traído al mundo. Tus acciones, como las mías y como las de todos los hombres, son en esencia egoístas. Siempre y sin excepción alguna. - ¡Las mías no! Créame, que le estoy diciendo la verdad - Dijo el abogado mientras se le dibujaba una sonrisa burlona en su rostro. - No. Usted miente. Y está bien que usted me mienta. No solo esta bien, sino que me atrevo a decir que sería algo admirable si en verdad supiera porque debe actuar de ese modo. Es razonable que mienta, ¿Por qué ha de decir la verdad a un pobre vagabundo, si ello no le trae ningún beneficio? ¿Qué obligación tiene usted con mi persona? ¿Quién soy yo para exigir su sinceridad? El derecho y la soberanía sobre su sinceridad es algo que solo usted puede otorgar. - No entiendo… ¿Por qué sería admirable que mienta? – Preguntó el abogado, que de a poco había sido cautivado por la extraña dialéctica de aquel hombre errático. - ¡Porque para mentir hay que tener valor! Las mentiras… Son hermosas, ¿No cree? Las hay tantas como estrellas hay en el cielo. En cambio, la verdad, podría decirse que hay una sola, pero a diferencia de las divertidas mentiras, esta es extraordinariamente narcótica. No hay nada más sencillo, mediocre y aburrido que someterse completamente a ella. ¡Qué aburrido debe ser decir siempre la verdad! Para someterse a la verdad no se nece-
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sita pensar, ¡Abstengámonos de usar nuestro cerebro! No es necesario pensar en nuestra persona y en nuestra conveniencia, no se necesita ningún razonamiento, ningún análisis, ninguna originalidad, ningún intento de preservación. Es cuestión de reducir nuestra voluntad a su más mínima expresión, incinerar nuestro ego hasta obtener solo un puñado cenizas. En cambio, el solo hecho de mentir es un grito de individualidad, un triunfo de la razon sobre la mediocridad. Pero resulta que mentir esta mal... En toda circunstancia. ¿Qué dicen los valores de la sociedad? ¡No debes mentir! ¡Mentir es pecado! O lo que es lo mismo, ¡Conviértete esclavo de la verdad! ¡Sométete! ¿Debo otorgarle a cualquier inquisidor, sea quien sea, el derecho a conocer mi verdad aunque esta me perjudique? Es sencillamente una locura. - No me considero un esclavo, soy libre de mentir, pero prefiero no hacerlo, se encuentra dentro de mis principios – Dijo el abogado, por lo bajo, como contestando a los pensamientos que surgían en su cabeza. - Yo también, soy libre. Soy libre de dinero, libre de comida, libre de propiedad… Soy mucho más libre que usted ¿o no? Al no poseer nada lo poseo todo. – Dijo el vagabundo y luego soltó una carcajada tan fuerte que lo incomodó. ¿Sabe cual es su problema? Tiene miedo a reconocer su egoísmo. Porque lo ha crucifica-
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do detrás de un sistema de creencias tan antiguas como ridículas. La realidad es que el hombre miente por naturaleza, es parte de su instinto de preservación. No ver esta realidad nos lleva a ver una sociedad enferma, llena de mentirosos, embusteros y farsantes. Qué mundo horrible es el mundo en que vivimos, que repugnancia que se siente al analizar los valores de la sociedad con la sociedad de valores. Pero, por suerte, es muy sencillo desprenderse de tal horrible paisaje… Solo tienes que dejar de ver a las personas como grandes farsantes e inmediatamente dejarán de serlo, porque de hecho, solo existen en tu cabeza. - Creo que eso es una gran verdad… - Dijo el abogado para sus adentros. - Es probable, o solo le he mentido para poder conversar con usted y despojarme del aburrimiento que me abruma. Después de todo, no creo que lo conozca lo suficiente como para que merezca que le entregue el derecho a mi sinceridad en una bandeja de plata. ¿O no?
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Prejuicio
No existe libertad más amplia e ilimitada que la libertad que experimentamos en el terreno de las ideas. Allí es donde los conceptos tienen entidad propia y la realidad pierde su origen, su sustento, su causa prima… la materia. Dentro de este universo se encuentra nuestro preciado mundo privado. Nuestro reino intocable y sagrado en donde somos dueños, amos y señores. Allí es donde no existe límite que no sea impuesto por nosotros mismos. Sin embargo, esta vasta libertad se encuentra siendo amenazada constantemente. El pasado y su actitud transformadora deja marcas tan profundas en la comarca, que todo aquello que fluya por su fértil terreno es encauzado, formando corrientes limitadas que aumentan constantemente su caudal a medida socavan aquello que los rodea. Esa libertad que antes se expandía alegremente hasta abarcar todo lo que tenía a su alrededor
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hoy se encuentra dominada, guiada y conducida por senderos específicos. Aquel reino preciado en donde crecían y se desarrollaban nuestras ideas se vuelve enfermizamente previsible. Construimos incansablemente dentro del, ya no tan libre, mundo de nuestras ideas. Construimos aquellos muros que forman nuestra identidad, idea tras idea como ladrillos de éter. Tristemente y en general sin advertirlo, nos encontramos que allí en donde debiera existir una desordenada y brillantemente caótica arquitectura, tenemos un patrón, un orden edilicio dictado por las pisadas de un pasado tan inevitablemente nuestro. Cuan fundamentales son para toda construcción aquellas primeras vivencias, experiencias, las primeras ideas germen de los primeros ladrillos. Aquellos bloques que soportan el peso de toda la estructura fueron colocados en esos momentos en donde no sabíamos construir y necesitábamos de alguien que nos sirva de guía. Tanto aquellos que sirvieron como guía trasladando sus propias formas y limitaciones así como nosotros mismos luego de recibirnos de constructores somos cómplices del condicionamiento constante de nuestra libertad. Buscamos ansiosamente el complemento que encastra en nuestra estructura conceptual y nos genera rechazo todo aquello que no siga nuestra norma, aquello que nos descoloca y nos desvía de nuestro patrón. Los embates de la cruda realidad generaron que nos aferremos recelosamente a nuestra
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estructura. La hemos construido con mucho cuidado, tiempo y dedicación por lo que buscamos incansablemente a aquellas personas que con su aporte la hagan más firme, alta e imponente. Nos aterramos ante la posibilidad del cambio y, con el correr del tiempo, vamos desarrollamos el funesto don de la ceguera selectiva, aquella que permite que frente a una realidad tremendamente cambiante y variada podamos tomar solo aquello que reafirme nuestras convicciones, descartando todo lo demás. Hay algunas personas que por temor al cambio construyen solo de un material tan liviano y volátil que el más leve soplo echa por tierra todo aquello que consolida su identidad. Es una estrategia de supervivencia dolorosa pero de recuperación fácil y rápida. Esta gente construye con celeridad, adaptándose velozmente al nuevo entorno, pero el mundo efímero en donde sumergen sus ideas los hace colosalmente inseguros. Hay otros que, aunque no lo parezcan los domina el mismo miedo pero, a diferencia de los primeros, construyen una estructura sólida, rígida e inmutable que sostienen y refuerzan constantemente a lo largo de los años. El cambio en estas personas se vuelve imposible, son personas ante las cuales el flujo dialéctico de la historia parece haberse detenido en su edificio de ideas tan polvoriento y añejo que contrasta notablemente con la versatilidad de su entorno. El hedor rancio que desprenden sus ideas no genera más que desprecio en algunas personas así como también una adhesión fanática en otras
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que comparten la misma causa. ¿Cuántas son las personas que se encuentran capacitadas para mirar la base de su estructura conceptual para comprobar si sus primeros ladrillos son de barro o de hierro? ¿Cuántos se animan a cambiar de rumbo a mitad de camino? ¿Cuántos tienen el valor de derribar lo que construyeron para empezar nuevamente? Que revolucionario e inmensamente difícil que puede resultar destruir un prejuicio. Asimismo no existe nada que nos haga más libres. No existe razón para no asestar este temido golpe. La realidad misma en la cual estamos inmersos es en esencia revolucionaria, todo fluye, nada permanece y todo se mantiene en un constante cambio. ¿Por qué no estar en sintonía con nuestro entorno? No hay remedio más efectivo para evitar una dolorosa fractura que hacerse enormemente flexible.
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Muerte e inmortabilidad
Entendemos que la realidad en la cual estamos inmersos no depende de nuestra existencia. Ella estaba aquí antes de nuestra llegada y seguirá estando aquí luego de nuestro fin. Sin embargo, no conocemos, o no somos capaces de conocer, esta realidad objetiva y aparentemente perpetua que nos rodea, lo único que conocemos es “Nuestra” realidad. Somos presas de nuestras percepciones, desde que “pensamos” al mundo inevitablemente lo transformamos y lo hacemos propio, diferente a la realidad objetiva así como también diferente a la realidad individual de cada uno de los demás seres que nos rodean. Este mundo que construimos es tan propio como lo son nuestros pensamientos y por lo tanto es tan efímero y perecedero como nosotros mismos. Somos esclavos de la finitud. Una cruel ironía evolutiva nos dotó de una conciencia ilimitada, un poder de conocimiento que ansía desesperadamente abarcar el infinito pero
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sin embargo no tenemos la facultad de comprenderlo. Este desdoblamiento entre la infinitud intelectual y la finitud material es uno de los tormentos más grandes del hombre. ¿Cómo puede ser posible que el mundo siga su curso si yo ya no existo? ¿Cómo puede ser posible que el mundo siga existiendo si no estoy yo para pensarlo? ¿Cómo puede estar mi aguda conciencia infinita en manos de la inclemente sombra de la muerte? Todas las religiones en la historia de la humanidad intentaron dar respuestas fantasiosas a esas preguntas. El objetivo era siempre el mismo. Como no podemos soportar la desolación que nos genera reconocer la finitud de nuestra conciencia en el plano real, creamos otro, imaginario, en donde estos absurdos cobrarían sentido para nosotros. De esta forma la muerte pierde su poder destructivo y se convierte en un simple puente entre dos realidades. ¿Por qué nos aterroriza tanto la muerte? Nietzsche escribió en su teoría del “eterno retorno” que era absurdo temerle a la muerte. No hay mejor forma de honrar a la vida que dándole un digno final, en cambio, lo que si sería razonable es tenerle miedo a la “muerte fuera de tiempo”. En el momento en que la muerte se encuentre cerca, sería desolador para el hombre si, al mirar hacia atrás, se da cuenta de que el tiempo que tuvo lo ha desperdiciado y la vida que tuvo no es la que quiso. Es la terrible desgracia de morir sin haber vivido.
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La filosofía del “eterno retorno” exige vivir de modo de que si la vida se repitiera como en un ciclo eterno, desearías vivirla exactamente de la misma forma una y otra vez sin cambiar absolutamente nada. Si esto se logra, la muerte no es más que el broche de oro, el fin apropiado que glorifica la vida. ¡Vive de forma de realizar tu esencia a cada instante y la muerte te alcanzará en el momento justo! Sin duda es más sencillo declarar despóticamente la inmortalidad de la conciencia como hace la teología que llevar a la práctica una teoría tan radical como la de Nietzsche. Generalmente se recurre a la inmortalidad como un camino rápido para alivianar la significancia que posee la muerte, pero, ¿Somos conscientes de todo lo que implica la inexistencia de la muerte? Es probable que no haya peor castigo que el de vivir sin poder morir. Es una macabra sensación de estar condenado a la vida. La inmortalidad es seductora y atrapante como todo concepto sobrenatural y nunca podremos quitarla de nuestras fantasías. Sin embargo, existe una vía real para calmar estas ansias sin recurrir a la teología. Es sencillo ver que la inmortalidad solo puede encontrarse en la esencia del género. Los hombres nacen y mueren todo el tiempo en todas partes del mundo pero el género permanece. No hay forma más fácil y satisfactoria de lograr la inmortalidad que generando una nueva vida a partir de la de uno. Nosotros poseemos una parte esencial de nuestros padres
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y nuestros hijos tendrรกn una parte de nuestra esencia. La individualidad eterna es una quimera. Para poder abrazar la tan ansiada inmortalidad, es necesario depositar nuestros principales esfuerzos en alcanzar un mejor y mรกs sustentable futuro para nuestros hijos y para la posteridad.
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Condenado a la intelectualidad
La vida es un gran interrogante y cada respuesta encierra una nueva pregunta que amenaza toda esperanza de finitud. ¿Acaso debemos saberlo todo? El exceso de conciencia que tenemos por herencia evolutiva nos martiriza. Estamos condenados por nuestra constante necesidad intelectual de respuestas que no solo a menudo no se encuentran con facilidad sino que nos conducen a verdades que son realmente una tortura. ¿Qué frio corazón podría soportar con verdadero estoicismo la respuesta sobre el significado de nuestra vida? ¿Para qué estamos aquí? ¿Tenemos alguna misión? ¿Quién podría soportar como respuesta la futilidad de una existencia intrascendente?
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No solo no tenemos la respuesta a esa pregunta esencial sino que el ser conscientes de que la pregunta sigue ahí, latente e inconclusa, actúa como una carga sobre nuestra espalda. ¿Cuántas cargas colocamos sobre nuestra espalda por culpa de este monstruo insaciable que es la necesidad del hombre de cuestionar todo lo que lo rodea? ¿Cuántas preguntas tenemos inconclusas? Lo mismo que nos hace dominadores del mundo atenta contra nuestra seguridad y felicidad. Cada vez parece más cierto que la intelectualidad y la felicidad en el hombre son inversamente proporcionales. Es una cruel verdad que toda felicidad esconde siempre un poco de ignorancia. ¿Se puede ser feliz inmerso en un mar de crueldad e injusticia? ¿Se puede ser feliz a costa de la felicidad de otros? ¿Se puede ser feliz con tantas dudas existenciales sin resolver revoloteando por nuestra cabeza? La ignorancia es una bendición en algunas situaciones, ya sea involuntaria o por elección. ¿Cuántas veces elegimos no saber? ¿Cuántas veces hubiésemos preferido ignorar? El hombre tiene como meta el conocimiento absoluto y la respuesta a todas las preguntas, pero la verdad es que no podría soportarlas salvo que sacrifique su propia seguridad. Se cambia una vida tranquila, feliz e ignorante por una vida inestable atiborrada de escepticismo en busca de conocimiento y verdades que atentan contra nuestra tranquilidad. ¿Cuántos son los que pueden soportar los vientos y las mareas de esa vida de
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conocimiento manteniendo el barco a flote y en buen rumbo? La mayoría podría lograr una relativa y envidiable felicidad con una parte de ignorancia, con algunas omisiones, desconocimientos voluntarios, desvíos de la mirada y por supuesto con la ayuda de algún que otro predicador que nos dé servidas en bandeja de plata un puñado de verdades hechas a medida que nos hagan sentir cómodos y seguros. Tenemos este enorme poder de cuestionar hasta nuestra existencia pero no logramos soportar el peso de las verdades que encontramos en el camino. Seguimos prefiriendo engañarnos a nosotros mismos e intentar amoldar el mundo entero a nuestras necesidades de seguridad. El hombre debería evolucionar en un ser más fuerte, más realista. Un ser que pueda soportar lo insignificante de su existencia y la injusticia de la realidad en la que vive con la serenidad necesaria para poder maximizar su felicidad y la de todos los que pueda tener a su alcance en la medida de su capacidad. Viviendo en su pequeña porción de realidad y buscando una trascendencia que existirá solo en la memoria de sus contemporáneos y descendientes. Si no logramos superar esa barrera construida a partir del miedo, el conocimiento seguirá siendo una enfermedad y la ignorancia la medicina perfecta contra los males que este trae.
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Potencialidad
No soy el ser que fui, el pasado me pertenece pero no me determina. No existe la posibilidad de que el ser que fui me represente completamente ya que la forma en la que actué y las decisiones que tomé estuvieron envueltas e influenciadas por una realidad que ya no es. Es cierto que los hechos del pasado sientan una base que puede condicionar mi actuar presente, pero también es cierto que cada instante es en sí mismo un renacer y que los hechos del pasado me determinan solo en la medida en que lo permita. No soy el ser que quiero ser aún, los proyectos y las distintas posibilidades que me invaden me dibujan múltiples senderos hacia una realidad que todavía no es. Mi conciencia es un animal insaciable que se alimenta de posibilidades y vive constantemente tendiendo cuerdas sobre el abismo que me separa de un futuro que siempre será irremediablemente incierto.
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Está claro que no soy el ser que fui, ni tampoco soy aún el ser que quiero ser. Soy solo un destello en la temporalidad del ser, el presente es un instante, una realidad efímera que inmediatamente deja de ser. ¿Que soy entonces, sino soy pasado, no soy futuro y el presente insiste en evaporarse frente a mis ojos? No soy nada. Soy una nada, pero no soy una nada impotente y estéril, soy una nada de potencialidad infinita. Mi vida, transcurre siempre en la cornisa de un intrincado entramado de posibilidades. Mis posibilidades siempre serán infinitas porque este animal insaciable que llevo adentro no dejará de pensarlas. Pero pensar las posibilidades no las transforman automáticamente en realidad, para eso estoy obligado a elegir. No existe otra alternativa más que hacer real una de mis posibilidades porque el vacío de la nada potencial que soy me empuja irremediablemente hacia el futuro y depende exclusivamente de mí que la realidad futura me alcance de la manera en que deseo que así fuera. Debo aceptar que nunca me sentiré concluido, soy y seré siempre un proyecto inacabado e inacabable, no existe una resolución satisfactoria de mi vida así como no existe el final perfecto en la vida de cualquier hombre. Siempre hay un más allá y siempre lo habrá, por más que lo intente no puedo escapar a mis posibilidades, mientras tenga conciencia me hostigarán incansablemente obligándome a tomar decisiones, mientras esté vivo tendré un proyecto sin acabar. El único hecho que barre despiadadamente con todas
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mis posibilidades es la muerte. Pero de todas formas aunque la muerte elimine mis posibilidades, no las concluye sino que solo hace que dejen de ser posibles. La muerte es mi única posibilidad que genera la imposibilidad de todas mis posibilidades. Siempre es angustiante el sentimiento de libertad, debajo de la cornisa del presente en el que vivo siempre hay un abismo inabarcable que me separa del futuro. La angustia se genera inevitablemente al saber que depende exclusivamente de mí y de nadie más sortear ese abismo. A veces el sentimiento de angustia es demasiado fuerte para algunas personas o para determinadas situaciones. Por esto, es entendible que a menudo se genere en el hombre una perversa satisfacción al cercenar su libertad. Hay hombres para los que la libertad es demasiado pesada para sus hombros, sufren de vértigo y el abismo es demasiado alto, necesitan desesperadamente que las decisiones sean tomadas por otras personas, no por ellos. Hay infinidad de herramientas que se utilizan como paliativos de la angustia, algunas religiones tienen una Infinidad de armas apuntadas contra la libertad listas para ser disparadas y se revelan como absolutamente necesarias para todo hombre invadido por el temor. Hay personas que de tanto terror al porvenir se solidifican en un determinado ser regocijados con la ilusión de que el tiempo se detuvo y que su ser no cambia ni va a
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cambiar nunca. Hay personas que deciden enquistarse en su pasado ya que todo pasado tiene la atractiva predictibilidad de todo suceso que no puede ser cambiado. Hay que tirar abajo el mito del determinismo, no hay nada más coartador de la libertad que el determinismo y la categorización de las personas. Nadie puede decirme quien soy porque no soy nada, ya no soy quien fui y quien seré depende exclusivamente de mis posibilidades y de mis elecciones. Nadie puede elegir por mí, estoy innatamente capacitado para diferenciar que posibilidades son mías y cuales buscan ser impuestas por mi entorno, estoy obligado a dar un paso adelante, estoy obligado a decidir, estoy obligado a ser libre. Una vez superada la angustia generada por la libertad siempre salgo más fortalecido que antes, no solo he tomado una decisión en completa sintonía con mi ser, sino que la decisión fue enteramente mía y de nadie más, el denso y pesado aire de la libertad que antes me angustiaba ahora llena mis pulmones volviéndome más firme y seguro para dar el siguiente paso.
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Ordo ab chao
Orden, perfección y belleza son conceptos que muy a menudo se encuentran asociados en la conciencia del hombre. La idea occidental de un mundo perfecto requiere necesariamente del orden y la previsibilidad. El hecho que orden, perfección y belleza se encuentren asociados es una injusticia lingüística flagrante contra el caos y su belleza evidente. ¿Existe alguien que no vea belleza en el caos cromático de un bosque otoñal? El caos y la imperfección es lo que reina en el mundo real y si no podemos colocar nuestro concepto de belleza en la realidad, lo colocamos fuera de ella, en oposición a ella, con consecuencias más que obvias. Estamos olvidando también que el caos no solo es parte imprescindible y constitutiva de la realidad sino que también es vital y necesario. La realidad no podría nunca ser perfecta
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porque la perfección no admite ningún progreso posible. El orden y la perfección tienen una sola mirada, una sola manera de existir ya que son la mejor de entre todas las posibilidades. No existe en el orden perfecto ninguna fisura posible para la transformación. ¿Cuál es el papel del hombre en una realidad sin posibilidad de progreso alguno? La situación de incomodidad de conciencia, la sensación de injusticia, el dolor, el sufrimiento y el inconformismo son las cosas que mueven al hombre. En la esencia misma del hombre se encuentra el ser un agente de cambio, de transformación. Si el hombre no transformara su realidad no sería hombre. ¿Qué sería del hombre en un mundo sin caos, en un mundo perfecto? Solo habría una forma de describirlo. La muerte del hombre. El estado de perfección es un estado en el que ya no existimos como hombres de conciencia. Es un estado en el que el hombre es completamente estéril. Un estado que no necesita que entremos en acción ni que pensemos sobre su porvenir. No hace falta que intentemos transformarlo ya que no permite mejora posible. Es un estado que, de existir, claramente no podría ser de este mundo. Esto lo entendió muy bien el cristianismo exaltando la imperfección del mundo en contraste con la perfección del paraíso. Un hombre que no puede transformar la realidad en la que vive no solo es un hombre que ha anulado una parte importante de su esencia sino que es un hombre que no puede comprender la realidad ya que la transformación y la compresión de la realidad van
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necesariamente de la mano. Solo quien quiere cambiar la realidad puede verdaderamente comprenderla. En los momentos históricos de cambios y transformaciones profundas se establecen las condiciones para que surjan hombres que interpreten la realidad en base a los cambios que se avecinan. No hay motor más grande para el desarrollo del conocimiento del hombre por el hombre que los momentos de caos e inestabilidad. Allí donde hay necesidades la humanidad genera el impulso para el cambio, donde hay inconformidad, donde hay malestar social, surgen las corrientes de renovación y transformación que elevan el conocimiento que el hombre tiene de sí mismo. Del caos surge el alimento de la conciencia del hombre. Sin el caos, en el orden más perfecto, el hombre moriría inevitablemente de inanición. Al tomar riesgos el hombre se acerca indudablemente al caos ya que la imprevisibilidad es una de sus características fundamentales. El hombre que no toma riesgos, que descansa sobre el llano en la quietud de una estabilidad tranquilizadora, anulando todo progreso y paralizado por el miedo al cambio es lo más cercano a un hombre muerto. En esos casos lo más aterrador no es morir, sino morir sin haber vivido. El hombre está esencialmente adaptado para accionar transformando la caótica realidad. No hay forma de extinguir ese instinto natural. Los predicadores del orden, del
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conservadurismo y de la defensa del status quo luchan contra algo imposible de lograr. Vivir en una sociedad de hombres muertos.
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Angeles y demonios
¿Por qué existe la maldad? ¿Por qué existen y existieron siempre personas malas? Estas preguntas resultan inexplicables si consideramos a los postulados éticos como verdades inmutables, como una sabiduría descubierta hace tiempo atrás, una verdad indiscutible. Se suele pensar que una persona malvada es alguien que no actúa lógicamente, que no se encuentra en pleno uso de la razón, un loco. Pero eso nos llevaría a encontrar malvados solamente en individuos aislados. Una persona loca se encuentra en plena contradicción con el juicio de la mayoría y su razón no coincide con la de nadie, solo con sí misma. Sin embargo a lo largo de la historia se ha demonizado a las minorías y se ha
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catalogado como malvados a pueblos enteros. ¿Puede considerarse como loco a todo un pueblo? El malo puede que sepa que alguien lo considere malvado en su actuar, pero difícilmente crea serlo en sí mismo, porque sino actuaria diferente. En toda sociedad, bueno es aquello que coincide con el pensamiento de la mayoría o el poder dominante y malo aquello que lo contradice. No hay hombres buenos y malos, cada ser actúa de acuerdo a sus concepciones y su esencia conformada a lo largo de su desarrollo individual, y esta forma de actuar puede ir a favor o en contra de las concepciones éticas de la mayoría dominante en una época determinada. Todas las minorías son siempre miradas de reojo porque no se encuentran encuadradas dentro de los conceptos de la mayoría. Esta mayoría puede o no ser la dominante en una época determinada, un dato muy importante ya que quien ostenta el poder es quien puede imponer por la fuerza sus conceptos éticos. Un revolucionario necesariamente siempre es una persona malvada para quien custodia el orden establecido y debe ser castigada aunque tal vez sus conceptos concuerden con los de la mayoría. Bueno y malo son construcciones temporales, no existen como términos universales y fueron mutando a través del tiempo. Cualquier cristiano del siglo XXI vomitaría de repugnancia al conocer las conductas éticamente aceptables de los hombres en siglos pa-
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sados. Ningún postulado ético permaneció inmutable a lo largo de los años, ni siquiera la premisa más extrema como el “No matarás” presentado por Moisés como uno de los diez mandamientos universales. Cierto que es difícil concebir alguna sociedad viable en la que no se encuentre penado que una persona mate a otra, pero la historia muestra que aun hasta en estos extremos la ética se encuentra al servicio de las mayorías y el poder temporal. La iglesia, principal abanderada de los mandamientos de Moisés, en el siglo XIII, sostenía que matar era un acto malvado, pero matar herejes era un acto bueno y justo. Esto es hipócrita pero bastante lógico teniendo en cuenta que la herejía amenazaba el sostenimiento sustentable de una sociedad altamente teocentrista como la europea de esa época. Hoy en día mucha gente se espanta de las matanzas que pueden llevarse a cabo en las tradicionales corridas de toros. Cerca de dos mil años atrás en estadios muy similares la gente iba en familia a ver como asesinaban a personas. Creer que los conceptos éticos son eternos nos lleva a razonamientos ilógicos como pensar que toda la sociedad del imperio romano en ese tiempo estaba loca o eran extraterrestres porque los humanos no pueden actuar así, al menos no masivamente. La realidad es que la ética es presa de su tiempo. Los mismos hombres en condiciones diferentes piensan diferente. El entorno y la realidad que rodea al hombre afecta las
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herramientas que forja para crear su andamiaje ético. Que la ética es susceptible a las condiciones político-económicas de la época salta a la vista ante cualquier análisis histórico. Para la Europa expansionista del siglo XVI era fundamental aplacar la enorme demanda de mano de obra procedente del “nuevo mundo”, por lo que no es casualidad que en ese contexto, para la mayoría dominante de la época era éticamente correcto utilizar esclavos africanos para ello, tratados como objetos y descartados cuando morían extenuados por el trabajo realizado. ¿Nuestra ética es mejor que la ética del pasado? Si bien la lógica evolucionista nos llevaría a pensar que siempre evolucionamos hacia conceptos éticos que generen una sociedad más pacífica, respetuosa y sustentable, la realidad es que hoy la gran mayoría acepta como el mejor de los posibles un sistema político-económico liberal que permite que una persona acumule riquezas superiores al producto bruto interno de estados enteros con miles de personas muriéndose de hambre. Cosas como esta no sucedían en sociedades primitivas y comunales hace miles de años atrás en donde las necesidades básicas de todos estaban cubiertas. Estas desigualdades tampoco ocurrían en muchas de las sociedades nativas americanas hasta que el hombre europeo, portador de la “civilización” y su sistema más evolucionado se impuso como mayoría, mediante la violencia.
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Vejez
Solo quien tiene miedo puede ser realmente valiente. Esa frase audaz y en apariencia contradictoria me llegó de la manera más inesperada posible y me generó una pesadumbre y sensación de asfixia de esas que solo pueden generarte las terribles verdades que exigen ser pensadas. Esas verdades que a menudo te acercan a la brutal y desalmada sensación de mortalidad. Resulta natural asociar la valentía a la vitalidad de la juventud. ¿Qué clase de valentía es esa? No se es valiente si no se sabe cuáles pueden ser las consecuencias de los actos. ¿Puede la valentía ser producto de la inconsciencia? Si no hay nada que temer no puede existir hazaña heroica. Gran parte de la temeridad de la juventud es producto de la
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inocencia y la inexperiencia propias de esa fase de la vida ya que la falta de vivencias es condición indispensable para ser joven. El conocimiento genera miedo y el miedo prudencia. Mucho más meritoria es la valentía del hombre que actúa conociendo en carne propia la peligrosidad de sus actos. La acción que va a tomar le genera terror, pero aun así, decide igualmente arriesgarse a saltar ese abismo personal. Solo quien ha vivido lo suficiente puede experimentar la valentía de una manera tan valiosa. La vejez es una fase subvalorada de la vida que está repleta de una valentía extraordinaria. El hombre es un ser de vivencias, las experiencias previas se van acumulando en su conciencia como cicatrices que condicionan sus experiencias futuras. Muchas veces el condicionamiento es inconsciente, un color puede generar temor, un sonido alegría y una expresión desconfianza. La conciencia tiene fobia a lo nuevo, a lo desconocido, a lo que no encaja en la estructura generada por nuestras ataduras del pasado. La mente es una maquina comparativa incansable, cada experiencia debe ser cotejada con el conocimiento previo. Somos orgánicamente prejuiciosos y nunca se es tan prejuicioso como en la vejez. La vida es una inagotable fuente de nuevas experiencias pero a medida que la vejez se cierne sobre nosotros la espontaneidad de nuestras respuestas se va diluyendo en el
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vasto océano de vivencias previas. Lenta, pero incansablemente fuimos construyendo un castillo etéreo y nos aterra pensar que exista algo que no se ajuste a nuestra planificación urbanística. Siempre me sorprendió como muchas veces los niños, carentes de todo conocimiento previo, pueden tener reacciones y soluciones mucho más originales y creativas que un adulto. Resulta en extremo difícil mantener la creatividad en la vejez porque es un trabajo muy arduo desprenderse del conocimiento adquirido y objetarlo concienzudamente. Hace cuatro siglos Francis Bacon decía que “el conocimiento es poder”, frase que hoy suena mucho menos audaz que la frase que me obligó a reflexionar sobre esto. Tal vez la excitación post renacentista generada por siglos de oscuridad intelectual era el asidero perfecto para pensar en lo revolucionario del hombre de conocimiento absoluto. El, tal vez menos estimulante, y seguro más pesimista siglo XXI en el que nos tocó vivir nos permite preguntarnos en qué punto podríamos perder el domino del conocimiento y que deje de ser una herramienta de poder para transformarse en un campo de concentración de ideas.
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Otredad
Hay quienes el color azul les produce tristeza, hay quienes no pueden evitar sonreír cuando ven un niño jugar, hay quienes respiran hondo cuando ven una flor y están los que se ponen melancólicos con el olor que causa la lluvia cuando moja la tierra. ¿Por qué un mismo hecho puede significar cosas tan diferentes? ¿Cuál es el verdadero significado de las cosas? Los hechos en si se encuentran carentes de significado. Es el “yo” el que vuelca su significación sobre todo lo que lo rodea. No tiene otro remedio, una vacuidad de los hechos violaría una ley muy importante de la existencia del ser. ¿Se puede existir sin significar lo que existe? Sería una existencia que no es consciente de su existencia, una existencia
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estéril. Resulta inevitable continuar con el razonamiento hasta una verdad que es, al menos, incomoda. Si el “yo” da significado a un universo que se encuentra por si mismo carente de significación entonces el “yo” solo puede conocerse a sí mismo. La soledad del hombre es inevitable. Solo existe el “yo”, lo que es para el “yo” y nada más. La realidad actúa como un gran espejo en donde el hombre no puede hacer nada más que ver distintas aristas de sí mismo. ¿Se puede pensar un hecho sin pensarse a sí mismo? Conocer y conocerse resultan ser uno y una misma cosa. De hecho, es difícil creer que uno podría pensarse sin pensar algo. ¿Puedo conocerme de manera aislada? Pero no soy el único ser que le da significancia a la realidad. Existe y siempre existirá el otro, ese ser que irrumpe en escena para hacerme dudar de la unicidad de la realidad. ¿Qué es el otro sino lo que yo no soy? Aquel que está inmerso en una realidad diferente, aquel que ante los mismos hechos ve una significación totalmente diferente. ¿Puedo conocer al otro? Solo puedo pensar al otro a través de la contraposición conmigo mismo. No puedo ser yo sin el otro, es en el otro en donde puedo hallar realmente mi esencia. Todos somos singulares y únicos así como es singular y única nuestra percepción de la realidad. Es imposible plantear el concepto de igualdad sin reconocer esa diferencia. El otro conoce y vive en una realidad que no es la mía y hasta puede ser radicalmente dife-
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rente a la mía, precisamente porque es otro, distinto a mí y posee otra forma de significar lo real. No reconocer la existencia inevitable de la otredad puede llevarnos a percibir al otro radical, ese que desencaja abiertamente con mi realidad, como una amenaza directa a mi forma de existencia. La negación a la existencia de la otredad es indispensable para sostener el racismo y la xenofobia entre las personas. Así como existe un ser individual en contraposición a la otredad, pueden pensarse grupos de pertenencia con formas similares de concebir la realidad. Existe un grupo de pertenencia en una nación en contraposición con otras naciones. Existen grupos de pertenencia familiares, grupos de pertenencia por afinidades políticas, musicales, laborales, etc. Cada uno se reconoce a sí mismo y existe en contraposición a otro, aquel que no comparte ni puede compartir esa pertenencia. ¿Quiénes son los otros del hombre como humanidad? ¿Quiénes son los otros de la sociedad occidental? ¿Quiénes son los otros del sistema capitalista que se extiende por sobre todos los grupos de pertenencia del mundo? ¿Existen otros que pueden percibirse como una amenaza para el mantenimiento del sistema capitalista? ¿Qué se hace con esos otros? ¿Existen otros que deban perder derechos y ser soslayados para el mantenimiento de un sistema? Es preciso percibir que si la sociedad no es nada más que un conjunto de otredades que se contraponen pero que no pueden existir unas sin las otras solo puede ser viable un
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sistema en donde no se visualice al otro como una amenaza sino como un espejo del ser, aquel que genera completitud y que es tan inevitable como necesario. l
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Empatía
Me impresiona la facilidad con la que puede lograrse, desde una posición de poder, que una gran cantidad de gente sufra una pérdida total de empatía por el prójimo. ¿Cómo puede no sentirse empatía frente a una persona pisoteada por alguien más fuerte? ¿Cómo puede no sentirse empatía por un apaleado por las fuerzas del “orden”, un reprimido por reclamar lo que a todas luces le corresponde? De alguna forma lograron naturalizar la culpabilidad del más débil. “Algo habrán hecho”, macabra idea de la misma escuela de pensamiento de los que buscan con cinismo alguna culpabilidad en el comportamiento de las mujeres golpeadas. Esa insensibilidad extrema solo puede lograrse mediante la cosificación de las personas. No se puede sentir empatía por una cosa porque es imposible que me vea reflejado en algo que no tiene ningún punto de contacto con mi persona. La cosificación es el veneno
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mortal de la empatía. Brutal transmutación de los ideales políticos, la patria no puede ser el otro porque el otro es una cosa. No me sorprende que dentro de un sistema en donde no se tiene como fin último el bienestar de las personas sino el bienestar a una cosa, el dinero, se vacíe de humanidad a los individuos. Vemos como se utiliza con intencionalidad manifiesta y de forma indiscriminada el argentinismo “ñoqui” para cosificar a la totalidad de los trabajadores estatales y tener la posibilidad de hacer lo que se desee con ellos frente una sociedad imperturbable y anestesiada al dolor ajeno. Mismo destino parecen haber sufrido los vencidos, aquellos que antes eran rivales y a los que hoy el revanchismo implacable los despojó de toda humanidad. Tampoco existen muchas alternativas para aquel que aún posea algún refugio donde albergar la indignación y el espíritu combativo, porque las peores acciones parecen estar fuera del alcance del hombre. Las medidas no son requeridas por los hombres, son requeridas por “el sistema” y los efectos colaterales son, al parecer, ineludibles. La intencionada deshumanización del sistema neoliberal es esencial para que la gente pueda naturalizar, justificar o refugiarse en la inevitabilidad de los hechos, frente a los peores ataques contra sus conciudadanos y hasta contra ellos mismos. ¿Quién podría ser tan necio como para levantarse en armas en contra de la naturaleza por el poder destructivo
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de una erupción volcánica o la implacabilidad de un rayo? La invisible mano del mercado nunca tiene rostro y luchar contra eso es tan inútil como intentar abofetear el éter. Un sistema que genera pobreza y exclusión solo puede ser sostenible en el tiempo con la deshumanización del aparato que genera esas consecuencias y la cosificación de aquellos pobres y excluidos.
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La sociedad de los bibliotecarios
Salió de su casa con el mismo desgano de los días anteriores y al mirar hacia arriba sonrió al sentir cierta reciprocidad en la climatología. El cielo se encontraba de un color grisáceo verdoso dando la impresión de una pintura vieja y enmohecida, casi se podía oler la podredumbre en el aire. No sabía bien a donde iba ni por qué, pero el papel con la dirección que tenía en la mano tal vez era lo más cercano a un propósito por el cual levantarse de la cama ese día, por lo que estaba realmente agradecido por eso. El recuerdo de cómo llegó ese papel a sus manos se le presentaba borroso y con un dejo de irrealidad. Una persona a la cual nunca había visto en su vida, se presentaba misteriosamente en uno de sus momentos más tristes con una caja pequeña que contenía algunas pertenecías de su padre recién fallecido y remarcándole una recomendación. – Si vas, hazlo solo y no hables con nadie. Tu padre fue muy terminante en este punto.
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Dado que la dirección no estaba muy lejos de su casa, llegó caminando al lugar y se encontró con una puerta de madera sencilla, despintada y sin ningún atisbo de grandiosidad, en una calle intrascendente de un barrio intrascendente. Distintos grafitis se superponían uno sobre otro en una pared que acumulaba infinitas historias solapadas en capas de pintura agrietada. No pudo evitar sentirse totalmente decepcionado. Una semana entera había conservado el papel en su poder sin decidir qué hacer. Una semana entera plagada de conjeturas y elucubraciones de toda índole. Tanta expectativa no podía ser saciada por una puerta de madera despintada e insignificante. No había timbre, por lo que tuvo que golpear la puerta repetidas veces. Pasado un tiempo comenzó a escuchar ruidos del otro lado, un ascenso pesado y lento por una escalera, una respiración entrecortada, el encendido de una bombilla y finalmente una voz que preguntó. — ¿Quién se presenta? — Hermes — Respondió. — No era su nombre, por supuesto, pero sabía que cuando preguntaran debería decir eso. Esa palabra secreta era lo único que venía indicado en el papel, además de la dirección y el pedido estricto de confidencialidad. La puerta se abrió y los oxidados goznes alzaron su voz en señal de protesta. << Las puertas están hechas para ser abiertas, pero está claramente no. — Pensó. — Daría lo mismo que fuera reemplazada por una pared de ladrillos. >> Una vez abierta, pudo divi-
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sar del otro lado una persona de edad avanzada con pelo entrecano hasta los hombros pero muy fino y débil, lo que hacía que en varios puntos pudiera verse claramente su cuero cabelludo. A pesar de su vejez tenía unos ojos grisáceos penetrantes que denotaban una gran vitalidad, aunque descansaban sobre grandes bolsas de piel flácida que colgaban y competían con otros pliegues de piel tan largos como ellas, como el de sus mejillas y su papada. Se quedaron mirándose mutuamente unos segundos sin decir nada, lo que pareció durar una eternidad. — Adelante. — Dijo, mientras sus labios arrugados esbozaban una mueca de sonrisa. — Se perfectamente quién eres. Es como ver a tu padre 30 años más joven, todavía recuerdo cuando llegó por primera vez y estaba tan asustado como vos. Acompañó al anciano por una fina escalera con escalones desgastados y absurdamente pequeños que descendía hasta un ambiente sencillo y descuidado en donde solo se veía una mesa pequeña de madera, una cocina de dos hornallas, un ventilador de pie y dos puertas. Si bien parecía ordenado y limpio, el lugar olía a humedad y a tabaco barato, lo que le produjo una sensación desagradable en el estómago. La luz era escasa pero podía verse claramente como el empapelado descolorido de las paredes se había resquebrajado en prácticamente todos los bordes. <<El lugar envejece y muere, tanto como se está muriendo el viejo, al parecer.>>
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Avanzaron por un pasillo que terminaba en una escalera negra en forma de caracol por la cual continuaron descendiendo — Cuidado con los escalones — Advirtió. — Una vez que empiezas a caer ya nada te detiene. La escalera continuaba por al menos 20 metros en vertical, lo que daba una sensación de vértigo nada despreciable, y finalizaba en el centro de un hall inmenso. El piso del hall se componía de pequeñas baldosas de colores que tenían distintas formas geométricas pero que en su conjunto y vistas desde la altura de la escalera, formaban un fractal que tenía su centro de simetría en el lugar donde finalizaba la escalera. <> Una vez que llegaron al suelo pudo apreciar la exagerada altura del hall en donde casi no se podía distinguir el cielo raso de la negrura. A su alrededor se encontraban una docena de columnas de piedra negra brillante que llenaban el enorme espacio vacío entre la fastuosidad que los circundaba y la mediocridad de la vivienda del viejo de una manera irreal, como si se pretendiera unir dos universos paralelos con un puñado de alfileres. Más allá de las columnas podían verse unas altas paredes separadas por angostos pasillos que se dirigían en todas las direcciones y en ninguna de ellas podía observarse un final. — Creo que estaba por aquí — Decía el viejo mientras pasaba sus temblorosas manos por una de las columnas. — Listo, este es el interruptor.
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Las luces comenzaron a prenderse en el hall y en los distintos pasillos. De repente pudo divisar que las paredes no estaban hechas de ladrillo sino de libros, de todos colores y tamaños, algunos finos como revistas y otros muy anchos y suntuosamente encuadernados. <<¿Cómo puede haber una biblioteca de esta magnitud en este sitio? ¿Puede existir una colección privada de este tamaño en este lugar tan intrascendente de la ciudad sin que sea conocida por la gente?>> En un rincón del hall había una gran mesa de madera lustrada con los bordes y las patas finamente talladas. Junta la mesa había sillas con respaldos tan altos que superaban fácilmente la altura de una persona sentada. El viejo tomó asiento en una de las sillas y se quedó mirándolo fijamente. — Siéntate. — Dijo. Reiterando luego de un incómodo silencio — Por… Favor. — ¿Qué es este lugar? — Preguntó boquiabierto. <<En realidad lo que necesito saber es que hago aquí — Pensó — Pero debería saberlo, no debería haber venido a ciegas, sin decirle a nadie, a un lugar subterráneo y desconocido, claramente fue una idiotez y expresar mis inseguridades en voz alta solo haría que me tome por idiota.>> — Una biblioteca, ¿No lo ves? — Dijo el viejo mientras sus finos labios esbozaban una sonrisa desagradable. — ¿Porque mi padre me dejó esta dirección? ¡¿Por qué yo?! ¡¿Qué significa?! ¡¿Qué estoy
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haciendo acá?! ¡¿Qué se supone que tengo que hacer con todo esto?! — Sin darse cuenta, fue levantando la voz a medida que las preguntas le salían precipitadamente de su boca, incontenibles e incontrolables. La máscara de seguridad que se había confeccionado se le desplomó tan rápidamente que lo dejó confuso y agitado. — Tranquilo, esto estaba planeado y yo estaba esperando que llegues de un momento a otro. En general estas cosas no son hereditarias, seguimos un proceso de selección muy riguroso, pero tu padre insistió tanto… — Dijo mientras seguía mirándolo y sonriendo. <<Sus labios son como dos gusanos arrugados. No puedo apartar la vista de ellos.>> — ¿Qué es lo que se supone que heredé? — Dijo mientras tomaba asiento y recuperaba el aliento. — El uso irrestricto de nuestras facilidades. — ¿Qué… “facilidades” son estas? <<¿Mi padre me heredó una biblioteca subterránea? — Pensó — Hubiese preferido un departamento de dos ambientes.>> — Esto que tengo atrás mío, no es una biblioteca cualquiera, niño. Cada libro contiene encerrada la esencia de una personalidad determinada, con todas sus reacciones, pensamientos y emociones. Conociendo estos libros puedes saber exactamente que piensa y cómo reaccionará cada persona en el mundo frente a cualquier discusión posible mientras hables con ella.
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— No entiendo, ¿Por qué debería serme útil esto? ¿A quién le importaría leer estos libros? — A todo el mundo. El ser humano ya no vive con el peligro constante de ser acorralado por algún animal que desea matarlo como en sus orígenes. El hombre de hoy vive en una sociedad normalizada por leyes y reglas de conducta, que da una apariencia de seguridad a su entorno, pero en su interior nunca dejó de sentirse constantemente amenazado. Lo desconocido aterroriza al hombre, siempre. ¿Cómo puedo predecir el accionar de un ser que no conozco? ¿Como puedo vivir tranquilo rodeado de seres con reacciones impredecibles para mi? Así no funciona este mundo. Nosotros necesitamos saber. Necesitamos que cada persona que existe se encuadre en uno de estos libros. — Remarcó las últimas palabras golpeando su índice sobre la mesa, lo que lo hizo ver amenazante. — Cada uno de estos libros serían como estereotipos de personas — Respondió lentamente y en un tono apenas audible, mientras acomodaba sus pensamientos. — No… es un poco más profundo que eso. El juicio anticipado sobre una persona es una herramienta evolutiva necesaria. Es tan importante para el hombre como el caparazón a una tortuga. Todos los hombres viven prejuzgando cada momento, cada situación y a cada persona. ¡Es lo que nos hace únicos! Estos libros solo facilitan esa tarea. Resulta muy reconfortante clasificar a las personas ya que lo inclasificable da incertidumbre y la incertidumbre asusta.
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— No hay nada más cómodo — Continuó el viejo — que tomar un tomo de nuestra biblioteca antes de discutir con alguien. Capricorniano, zurdo, facho, hijo único, padres separados, gordo, flaco, acomplejado, conformista, obsecuente. La biblioteca es muy grande, como verás, ya que hay muchas variantes y combinaciones, pero el secreto de todo esto es que la cantidad de libros es acotada y se mantiene inalterable en el tiempo. — Pero no tiene sentido — Dijo, pensativo — ¿Cuántos tipos de personas existen? Debe haber tantos libros como personas hay en el mundo ya que no existen dos personas idénticas. Además, las personalidades cambian constantemente y se crean nuevas a cada segundo. Es imposible que esta biblioteca se mantenga actualizada y sin modificaciones a lo largo del tiempo. — ¿De verdad eres hijo de tu padre? No pensé que fueras realmente tan duro de entendederas. Las personas no existen, solo existen tus interpretaciones. Contéstame algo niño, cuando conoces a una persona por primera vez ¿Puedes olvidarte de los vicios, actitudes y reacciones del resto de las personas que conoces o conociste alguna vez en tu vida? ¡Claro que no! Un mecanismo de defensa básico pero no por ello menos efectivo. Todos los hombres hacen uso del prejuicio tanto como del aire que respiran solo que de una manera poco metódica, cambiante y caótica. El caos asusta y el orden reconforta. Nosotros solo perfeccionamos el mecanismo.
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— Pero si solo poseo interpretaciones y mis interpretaciones se encuentran limitadas por estos libros, nunca más podré conocer nada nuevo de ninguna persona que pueda modificar mi forma de relacionarme. Mi conocimiento social queda congelado de una vez y para siempre. — Sintió un escalofrío cuando terminó de decir la última frase. — Cuando termines la iniciación no vas a necesitar conocer la opinión de nadie. Ya no es necesario discutir con nadie ni comprender realmente a nadie. Vas a saber muy bien lo que piensa, como reaccionará y que siente la persona que está enfrente tuyo. Aunque la persona exprese pensar algo diferente, a ti no te engañará, en los libros está lo que en realidad piensa. Ya nadie podrá confundirte. — ¡El que se estaría engañando a si mismo sería yo! — Respondió cortante — ¿Pero qué pasa si hay cosas que no concuerdan? ¿Qué pasa si las actitudes de las personas no encajan en ningún libro que conozca? — Confía en que una vez que tengas el conocimiento, harás encajar a todas las personas, aunque no siempre el proceso es tan amigable… para la otra persona — El viejo esbozo una sonrisa muda. — Las páginas del libro que no concuerdan siempre pueden llenarse con ironía y sarcasmo. Alguna pizca de crueldad tampoco está nada mal si lo que se quiere es doblegar el espíritu de quien se niega entrar dentro del sistema clasificatorio — Dijo entre risas — Al final de cuentas, una vez que formes parte de la sociedad, ya no
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te importará que la otra persona te contradiga, lo importante es lo que vos pienses. Lo fundamental es que vos estarás convencido de tu conocimiento completo de la otra persona. Tu seguridad te hará ver la vida de una forma muy diferente, créeme. — No creo estar de acuerdo con eso y solo veo una especie de auto-engaño basado en creencias cuasi religiosas. Pero de todas formas — Dijo mientras sacudía la cabeza — No veo como una tonelada de libros pueda ayudarme en mi vida diaria. No me alcanza una vida entera para aprenderme semejante magnitud de información. — Sin duda una persona joven como vos tiene mucho tiempo de vida aun… — El viejo le clavo los ojos grises y soltó un suspiro hondo, como de nostalgia. Por un momento le dio la impresión que no lo miraba a él, sino que miraba algo dentro de él, cosa que le dio tanta impresión que desvió la mirada. — De todas formas, — Prosiguió — Te alegrará saber que no hace falta tanto tiempo de aprendizaje ya que tenemos un… sistema. Hoy mismo podrás salir de aquí con toda la información necesaria, si así lo deseas. — ¿De que consta este sistema? ¿Vas a abrirme la cabeza y conectar alguna especie de pendrive? No creo que me dé la capacidad de almacenamiento de mi cerebro para todo esto — Dijo con una sonrisa irónica. — No creerías la cantidad de información que entra en ese precioso disco rígido que tienes dentro del cráneo .— El viejo estalló en una carcajada que termino en una tos convul-
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sa y prolongada. — El problema no es la capacidad de almacenamiento sino la forma de carga de información — Dijo después de un rato mientras lo miraba fijamente y juntaba la yema de sus dedos. — Pero primero lo primero, necesito que estés convencido de esta herramienta, no tiene sentido darle margaritas a los chanchos, ¿No crees? — Por supuesto que no estoy convencido, yo creo que el prejuicio podrá ser natural pero no debe ser una herramienta. Debe ser algo del que nos esforcemos por desprendernos ya que es una carga que impide el conocimiento certero de la otra persona. — ¿Certeza decís? Los hombres que forman parte de esta sociedad flotan con los pulmones henchidos de certezas. Esa hermosa certeza que solo puede alcanzarse en los sueños. En cambio, los niños porfiados como vos están condenados a vivir con pies de plomo. — Certezas basadas en la ignorancia. — Respondió rudamente — Viven con la seguridad que solo puede darte desconocer la verdad de las cosas. Si todo lo que existe es un universo de interpretaciones, como bien dices, entonces todos tenemos la verdad y a su vez nadie la tiene. La única forma de encontrar la verdad es en el dialogo con el otro y en la contraposición de las interpretaciones de ambos. Si existe alguna verdad en los hechos tiene que surgir de este mar ecléctico de pensamientos y su confrontación constante. — ¿De qué verdad me hablas? Verdad es aquella que concuerda con nuestra creencia. Así
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es y así ha sido siempre. Lo único importante es que creas fervientemente en ella. Cuando la verdad está atada al poder de tu voluntad ya no tienes miedo y tu mente puede volar libre de ataduras. — ¿Este es el servicio que brindan? ¿Seguridad onírica basada en el más inmundo prejuicio para evitar el miedo ante lo desconocido? Discúlpame, pero prefiero el miedo y la inseguridad antes que la lobotomía. — Calmate, te traeré un café. — Respondió el viejo soltando un suspiro. — Por el cariño que le tenia a tu padre voy a hacer un esfuerzo por que comprendas cabalmente cuales son las ventajas de nuestro método. El viejo se alejó por uno de los pasillos hasta perderse de vista. El amplio hall quedó en un silencio absoluto pero dentro de su cabeza los ruidos eran aturdidores. <<¿Esto es real? ¿No estaré soñando?>> Trató de recordar las partes más importantes de su conversación, nada de lo que decía estaba bien, nada. Lo sabía en su interior, pero lamentablemente carecía de los argumentos dialécticos necesarios para rebatir por completo al astuto anciano. El desagrado que le producía aquel personaje no podía explicarlo con palabras, con sus manos temblorosas y su risa cargada de desprecio. Al cabo de un rato el viejo apareció con dos tazas de café, las dejó sobre la mesa y volvió a sentarse tomando una entre sus finos dedos. El viaje parecía haberlo agotado — Cada
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año que pasa las distancias parecen más largas — Dijo. — Como si el espacio se expandiera de manera proporcional al paso de los años. En fin, ¿Tienes alguna pregunta puntual para hacerme? Trataré de ser lo más sincero que pueda contigo. — ¿Quién es el dueño de todo esto? — Todos y ninguno a la vez. No podría indicarte con seguridad quienes fueron los fundadores ya que esta biblioteca parece ser tan antigua como la raza humana. Somos una sociedad formada por gente común, solo aspiramos a una vida tranquila y sin sobresaltos. Con el tiempo, muchos de nuestros miembros suelen saborear las mieles del éxito ya que no hay nada que este mundo adore más que a una persona convencida, segura y decidida. Eso es lo que somos y eso es lo que este mundo necesita, aparentemente hoy más que nunca. La duda es una debilidad. — Hay quienes los llamarían necios y prejuiciosos, y eso si que es una debilidad. — Prejuicio o incertidumbre, es una o la otra. Pero ten cuidado, el camino de la incertidumbre es un camino de baldosas resbaladizas, cada tanto hay alguna pieza faltante y la gente suele caerse al vacío. La caída no te mata, pero es de las cosas más dolorosas que existen. Hay quien vive aferrado a la baranda solo por miedo a caerse y créeme que no es una forma digna de vivir. — Discúlpame, pero elijo la incertidumbre. — Contestó secamente. Luego se levantó dan-
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do la espalda al viejo en dirección a la escalera caracol. A mitad de camino tuvo que sostenerse de una de las columnas ya que se sentía mareado. <<No debí levantarme tan rápido, me habrá bajado un poco la presión — pensó — mientras caminaba hacia la base de la escalera caracol>>. No había llegado a dar cuatro pasos más cuando se le aflojaron ambas rodillas y cayó al suelo. <<¿Qué me pasa? No me responden las piernas.>> — De verdad lo siento mucho, tu padre se equivocó al enviarte aquí. — Dijo el viejo, que nunca se levantó de la silla — Dije que éramos una sociedad de gente común y tranquila pero la verdad es que podemos ser muy violentos con quienes amenazan nuestro estilo de vida. — No lo entiendo — dijo y notó como fallaba su voz en las últimas sílabas. — Y nunca lo entenderás.
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Contrapunto
El contrapunto, como técnica de composición musical, desde su desarrollo en la edad media hasta hoy en día fue creciendo en influencia de tal forma que hoy no concebiríamos la música sin el contrapunto o las variantes que surgieron de él. El éxito de la técnica es evidente al lograr un equilibrio armónico entre líneas musicales aparentemente independientes que por sí solas no podrían lograr esa estructura musical superior. En cierto modo, el arte de la discusión entre personas puede verse como un experimento contrapuntístico de la retórica en donde se confrontan argumentos diferentes en búsqueda de algo superior. Las líneas de pensamientos diferentes pero pendientes una de otra de forma de reaccionar en consecuencia se solapan, cruzan, chocan y convergen para luego volver a separarse en una danza dialéctica que puede dar lugar a debates filosóficos tan hermosos como la mejor obra de Bach.
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A este tipo de discusión podríamos llamarla “Discusión Dialéctica” y no busca un argumento ganador y uno perdedor sino que busca que de la confrontación de los contrapuestos se obtenga una mejor comprensión del objeto en discusión y una línea de pensamiento superadora de aquellas iniciales. Es un proceso intelectual del cual no solo se logra una gran belleza retórica en su devenir sino que además produce conocimientos nuevos que los contrapuestos no hubiesen logrado en su soledad. Lamentablemente resultan mucho más comunes en la actualidad otros dos tipos de discusiones que no solo fallan en lograr ese objetivo superador final sino que además cuentan con un proceso discursivo que a menudo es angustioso y agresivo para los participantes. La primera de estos dos tipos de discusiones fallidas es la que produce quien discute con su reflejo en el espejo y se regocija en reforzar su idea con la evidente e inevitable coincidencia con su interlocutor, que es el mismo. En términos musicales es la Discusión Monodia, que en contraposición a la polifonía solo tiene una línea musical que se repite una y otra vez. Como en los cantos gregorianos de la edad media no se puede negar que se logra cierta fuerza mística en la repetición pero al carecer de elementos diferentes, contrapuestos y cualquier tipo de interacción entre ellos se suprime la dialéctica y con ella toda esperanza de evolución hacia algo diferente del punto de partida.
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La Discusión Monodia normalmente se produce con varias personas diferentes e independientes y no solamente con una persona y su reflejo especular. Esto la hace muy peligrosa ya que de esa forma tiene aspecto de discusión real y no es solo un monólogo personal y esquizofrénico que nadie tomaría en cuenta. El Ego siente un placer inconmensurable en rodearse de personas condescendientes que asienten y refuercen su idea original en una discusión ya que la contraposición de ideas pone en peligro su seguridad argumentativa amenazando su orgullo. La irrupción del contrapunto en una Discusión Monodia da lugar al segundo tipo más común de discusiones fallidas y es aquella en donde los interlocutores tienen “autismo argumentativo” y sostienen su línea de pensamiento con fuerza y audacia, exponiendo distintas herramientas y variantes en sus argumentos pero sin ningún tipo de relación, comprensión ni interacción con la persona que tienen enfrente. En términos musicales sería una Discusión de Ruido en donde la suma de ambas líneas melódicas se encuentra inarticulada y solo produce una aberración musical desagradable para el oído humano. Aquel que con el tiempo y debido a su entorno (autogenerado) se ha acostumbrado al tipo de discusiones mono-melódicas se ve altamente sobresaltado frente a la aparición del “otro” verdadero, aquel que piensa diferente a él, su contrapunto. La obstinación aparece rápidamente como coraza y la violencia verbal se prepara pronta para ser esgri-
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mida como espada en defensa de la confortable seguridad intelectual del monoteísmo argumentativo. El ruido se hace insoportable y en general este tipo de discusiones terminan abruptamente dejando un sendero de insatisfacción a su paso. La discusión dialéctica es una especie en extinción ya que requiere de cualidades que son antigüedades en la sociedad contemporánea del emoji, la “big data”, la comunicación impersonal instantánea, el individualismo, la sobreinformación y la inevitable pérdida de empatía y fobia a la otredad. Una discusión dialéctica se basa en conceptos tan sencillos como “anticuados” para esta modernidad; escuchar al otro, mirarlo a los ojos e intentar entender su razonamiento, cuestionar el pensamiento propio por sobre todas las cosas, desafiarlo de distintos puntos de vista elaborando argumentos nuevos si es necesario. A veces solo es necesario callar y pensar. Hoy más que nunca el miedo invade a las personas que se recluyen en un caparazón digital para evitar toda discusión que genere algún tipo de contacto visual que cargue peligrosamente de realismo a la situación. Nunca el ego estuvo más protegido que detrás de un smartphone en una red social. Frente a esta pérdida de realismo, las ideologías, pensamientos e ideas antes sólidos y capaces de conmocionar al mundo hoy son suaves y livianos como el éter. La fortaleza de una idea se logra poniéndola a prueba, machacándola y enfrentándola
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frente a todo contrapunto posible. De esa forma la línea argumentativa evoluciona y se ve fortalecida durante el proceso. Una idea discutida sin escuchar al contrapunto, en la confortable soledad o en la condescendencia absoluta es una idea débil, frágil y difícil de sostener cuando llega el momento de ponerla a prueba.
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Escepticismo
Solo quien tiene un convencimiento verdadero logra los fines más altos. Parece una opinión general considerar a la convicción como una virtud del hombre. Siempre me dio cierta curiosidad (casi una necesidad intelectual) cuestionar aquellas virtudes del hombre ampliamente aceptadas pero que tienen un costado oscuro que es soslayado a pesar de ser tan evidente al razonamiento crítico. Muchas virtudes pueden ser usadas para enmascarar el miedo y la mediocridad. ¿Es valiente quien no tiene nada que perder? ¿Es íntegro quien actúa con honestidad solo por miedo al castigo? ¿Es virtuoso quien abraza la fe por miedo a la muerte? ¿Se puede con-
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siderar generoso a quien se desprende de algo que no aprecia? ¿Es verdaderamente libre quien actúa con convencimiento solo por miedo a la inestabilidad de la duda? Es extremadamente sencillo someterse a una convicción ignorando cualquier otro pensamiento. No hay nada que brinde mayor seguridad que una convicción sin concesiones y es la base de las religiones occidentales. Quien tiene fe no tiene dudas y quien no tiene dudas no tiene miedo. El hombre moderno no puede permitirse tener miedo a pensar ya que la historia a demostrado que solo sale fortalecido quien se pone a prueba del pensamiento. ¿No es precisamente una virtud poder poner en duda sus ideas más firmes y salir fortalecido? ¿Quién puede ser lo suficientemente fuerte para abrazar la duda de sus convicciones más íntimas sin caer en el más depresivo nihilismo? ¿Quién puede ser lo suficientemente audaz como para templar su carácter en el escepticismo, endureciéndolo y fortaleciéndolo como al sumergir un hierro ardiente en una cubeta de agua fría?
Hay una fortaleza innegable en la práctica del escepticismo y es un ejercicio de libertad plena y un enfrentamiento con la angustia que esta libertad genera. La convicción por definición es una auto restricción, al menos temporal, de la libertad. El atractivo es innegable, difícil es enfrentar el encanto seductor de un convencido con la presuntuosidad
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caótica de un escéptico y sus razonamientos. Solo los convencidos pueden generar la idolatría en el hombre. El escepticismo, pese al inconveniente innegable de quien se enfrenta a un abanico muy grande de posibilidades, nos permite un acceso más irrestricto al conocimiento tanto por razonamiento como por intuición ya que esencialmente realiza el ejercicio de intentar eliminar todas las barreras y preconceptos. Nos permite volvernos más fuertes en base a una mejor adaptación, doblarnos sin rompernos, tener la entereza de aceptar las verdades más duras, poner a prueba nuestras ideas y fluir como el agua sin estancarnos. Pero que no se confunda, las convicciones son fundamentales para focalizar los esfuerzos y encauzar el navío, evitando las arrolladoras olas del escepticismo más despiadado. Creo firmemente que solo quien tiene un convencimiento verdadero logra los fines más altos. El agua puede fluir libremente, pero en todas direcciones y sin más determinación que la generada caprichosamente por la inclinación de la superficie en la que se encuentre. Las convicciones, como el mejor acueducto romano, permiten canalizar esa fluidez para alcanzar un punto determinado de forma eficaz y con una optimización de energía incuestionable. Pero las convicciones pueden ser también prisiones y hay una delgada línea entre el convencimiento firme y el fanatismo ciego. Quien es verdaderamente virtuoso utiliza las
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convicciones como herramientas temporales para alcanzar un objetivo y no como una auto encarcelación intelectual. No es fácil caminar equilibradamente por esa cuerda tendida sobre el oscuro vacío, pero de la única forma en que puede considerarse como una virtud al convencimiento es desprovisto del facilismo, el miedo y la mediocridad.
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