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“El resto” –un relato de Gustavo Gall Episodio 5 -¡Lucy tiene razón!- gritó Enzo en medio de la noche, despertando a Telli -. ¿Qué vas a hacer si te quedás solo? Confuso, Telli abrió los ojos. Estaba teniendo un sueño con su padre. Miró con dificultad a Enzo... -¿Qué? ¡Qué mierda estás diciendo? -No es joda, Telli, si ese bicho me contagió te vas a quedar solo. Tenemos que planificar algo. Vas a tener que acoplarte a algún grupo. Deberías irte con ella antes de que arranquen para el norte. Telli se dio la vuelta y se abrazó a la almohada. -¡Dejame de joder! No te vas a morir y no me voy a quedar solo. Ahora quiero dormir. Enzo se cubrió la cara con las manos y se secó las lágrimas que le provocó el repentino ataque de pánico.
Unas horas antes del amanecer, Telli, se despertó por unos extraños ruidos que provenían del exterior inmediato a la Madriguera. Parecían martillazos y ruidos de fierros. Se levantó para averiguar qué era lo que estaba pasando, y 1
entonces se encontró con la nota que el Gordo le había dejado sobre la mesa: “No te preocupes, estoy trabajando en el galpón. Volvé a la cama”. Miró el reloj. Faltaban al menos tres horas para que amaneciera. No dudó en regresar a la cama. Estaba muerto de sueño.
Telli abrió los ojos. Lo despertó el golpe de la puerta de la casa al cerrarse. Se levantó de un salto y vio que ya estaba amaneciendo. Se vistió rápidamente y al intentar subir se dio cuenta de que Enzo había cerrado la Madriguera por fuera. Al final de la escalera encontró una nota que decía: “No te preocupes, ahora vuelvo. Prepará unos mates”. Pasó más de una hora hasta que regresó. Telli estaba preocupadísimo por su compañero. El Gordo nunca había hecho algo así como dejarlo encerrado. Era obvio que Enzo estaba tramando algo y no quería que nada coartara sus intenciones. Cuando se le metía algo en la cabeza lo llevaba a cabo contra viento y marea. Finalmente abrió la puerta. Se dio un duchazo en el Matapulgas para desinfectarse de la basura radioactiva y se quitó la ropa. Bajó sonriente, aunque tenía el rostro pálido y desmejorado. Pero su estado anímico parecía sublime, o al menos fingía muy bien. -¿Está listo el mate? -¿Adonde fuiste? ¿Qué pasó?
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-¡Nada! Fui a hacer lo que tenía que hacer. Fines científicos- respondió Enzo y se dejó caer sobre la silla. Telli, instintivamente, bajó la vista hacia la venda de su pierna. Estaba manchada por el pervinox, pero el color del perímetro de la herida, teñía una aureola grisácea-morada sobre la piel. No se veía bien. -No te asustes, está mejor. La desinfecté esta mañana. No duele ni nada. -Sacate la venda. Dejame ver como está eso. -¿Y vos que sabés de heridas, pelotudo? Si yo te digo que está bien, está bien. Telli guardó silencio. Volvió a calentar el agua y cambió la yerba del mate que había empezado a tomar solo. -Anoche no dormiste nada. Me di cuenta que estuviste dando vueltas y maquinando cosas. ¿Qué te pasa? Enzo sonrió nuevamente... -Es cierto. Me quedé toda la noche pensando y dándole a la cabeza. Te voy a decir la verdad... me agarró cagaso porque después de haber construido este lugar, después de haber pasado por tantas cosas y de sobrevivir a todo, viene un zombie hijo de puta, me rasguña la gamba y tira al diablo todo mi esfuerzo. Bueno... nuestro esfuerzo. Y lloré. De bronca. Morir de una forma tan pelotuda es como una burla del destino, ¿no te parece? -Es que no te vas a morir por eso, Enzo, ya te lo dijeintentó consolarlo el otro una vez más. - ¿Y vos que sabés? ¿Porqué yo iba a ser la excepción? Cada uno que tuvo una herida, una mordida, un contacto de fluidos con estos bichos se murió. Las probabilidades 3
apuntan a que voy a seguir ese camino. Entonces... me dio la risa. Me empecé a reír a carcajadas. Te juro que me dolía la panza de reírme por lo ridícula de la situación. No habíamos ido al puto correo nunca. Estuvimos en lugares de lo más arriesgados, pero nunca al correo, a pesar de que sabíamos que había paquetes y cosas para chusmear ahí dentro. El día que vamos... ¡Pum!- y pegó un golpe seco sobre la mesa que asustó a Telli-... no va que me rasguña un puto zombie. Y no es que me muerde, ni que me ataca una horda entera y no me puedo defender... ¡Uno! ¡Uno solo! ¡Y me rasguña nada más!- y estalló en una incontrolable carcajada con lágrimas. Telli, con el mate en la mano, se quedó mirando a su amigo y no supo como reaccionar. Cualquier cosa que acotara estaría de más. De repente la risa se detuvo en seco. Continuó... -Y empecé a pensar y a pensar... y me pregunté: ¿Porqué estas personas están infectadas? ¿Porqué se mueven en grupos? ¿Porqué son portadores de SSD y ellos mismos no se mueren de eso y sí se mueren los contagiados? ¿Están inmunizados? Algo tienen que tener, ¿no? Telli lo interrumpió... -Enzo, sí que se mueren. Nosotros dos vimos hordas enteras agonizando y muriendo. ¿Te acordás cuando quemamos aquel grupo del otro lado de la estación? -¡Se morían de hambre!- gritó Enzo- No tienen estómago prácticamente. Y se morían por deambular bajo las cenizas sin protección. La piel quemada, los pulmones marchitos... esas cosas. Obvio que se mueren. Pero no por el SSD. Telli guardó silencio. No quería discutir con Enzo aunque no estaba seguro de que su teoría fuera certera. Le alcanzó un mate. El Gordo continuó relatando... 4
-Entonces decidí ir a buscar el brazo del zombie... -¿Qué? ¿Estás loco? -...y cuando me estaba vistiendo me dije: “¿Para qué me voy a traer el brazo de ese bicho si puedo traerme al bicho entero?” -¡Dios mío! ¡No, Gordo, no!- exclamó Telli agarrándose la cabeza. Enzo hizo caso omiso a las expresivas reacciones de su compañero y continuó... -Puede ser que yo muera por culpa de esta herida, es la cruda realidad y tendré que asumirlo, pero no me voy a morir sin saber porqué. El asunto es que... agarré la soldadora e hice algunas modificaciones en la que era la habitación de Lucy, arriba. Entré las rejas que estaban en el galpón y cerré toda la habitación. La dejé como una celda. Es imposible que ese bicho humano salga de ahí... -¡Me estás jodiendo, Gordo.... decime que me estás jodiendo! -... y a penas amaneció me fui a buscarlo. Lo enlacé con el gancho que fabricamos para los perros. Me acordé que lo teníamos ahí colgado en el sobretecho del galpón. Fue toda una sucesión de cosas claras que me iban indicando exactamente lo que tenía que hacer. Telli dio vueltas como un loco. Caminó, se sentó en la silla, se levantó, volvió a caminar en círculos, volvió a sentarse... -¿Me estás diciendo que fuiste al sótano del correo y...? -Lo tengo ahí Telli. Lo enlacé del cogote y lo arrastré hasta acá. Al principio se resistió pero después caminó sin 5
drama. Por momentos se caía y gateaba. Creo que está debilitado por la amputación del brazo. Perdió mucha sangre. Telli se agarró la cabeza y se puso pálido. No terminaba de asimilar lo que su compañero le estaba diciendo. Tenían un nuevo huésped en la casa y era justamente el tipo de visita al que le huía todo el resto de las personas. -¡No puedo creer lo que me estás diciendo! ¡Estás totalmente chiflado! ¿No entendés el peligro al que nos estás exponiendo con esto? -Ningún peligro- aseguró Enzo mientras le daba unas chupadas al mate-. Ya te digo, está débil. Se va a morir hoy o mañana. Quiero observarlo, quiero ver que hace, quiero saber porqué actúan así y sobre todo quiero saber si tiene algún atisbo de conciencia. Todo es meramente científico. -¿Para qué? ¿Porqué querés saber todo eso?- preguntó Telli con la voz quebrantada de angustia. -Para saber. Si me muero, me moriré con un conocimiento nuevo., y si sobrevivo, entonces me voy a dedicar a estudiar como es que estos humanos se inmunizaron y se transformaron en esas bestias- explicó Enzo. -Pero... ¿no te parece que deberías habérmelo consultado? Si a vos te pasa algo yo me quedo acá con un zombie dando vueltas por la casa. -Está preso en la habitación de Lucy. No se puede escapar. Ni tiene fuerzas para mantenerse en pie. Está convaleciente. Y con respecto a lo otro... si te lo decía ibas a decirme que no. Yo soy un hombre de ciencia y de acción, 6
vos sos muy blando, un tipo con muchas dudas. Alguien tiene que tomar las decisiones. Telli se apartó unos metros y se sentó al borde de la cama. Aquella nueva locura de Enzo no había hecho más que sumarle una absurda preocupación a la delicada situación en la que estaban metidos. Enzo continuó con el mate y abrió una bolsa de cerealitas que tenía guardada en la alacena. -¡Ah! ¡Me olvidaba! ¿Conocías a los Ayala? Telli frunció el ceño y encogió los hombros. -Ese tipo morocho de ojos claros que tenía varios chicos. Él tenía ese Mercedes viejo, anaranjado, la mujer era la tetona que se teñía el pelo de rojo... -Si, la de la perfumería... -¡Esos! Bueno, esos fueron a los que atacaron ayer. Están desperdigados por toda la calle. Los hicieron mierda. ¡Un asco! El caso es que estuvieron vivos y refugiados y nosotros ni enterados. Me gustaría ir hasta su casa para ver que dejaron- dijo Enzo. -Ya estuvimos en la perfumería la otra vez. -Si, Telli, pero si estaban vivos hasta ayer significa que tenían un refugio en alguna parte. Seguramente bajo tierra. De algún modo sobrevivieron hasta ahora. Puede ser que haya alimentos, remedios, armas, no se... lo que sea. Telli asintió con la cabeza y continuó sumido en su preocupación.
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Tomaron esos mates sin decir nada. Había que procesar la nueva información y acomodar la situación, como siempre, como cada vez que sucedía algo nuevo.
Fin del Episodio 5
“El Resto” por Gustavo Gall (Relato de ciencia ficción futurista, por entregas en episodios cortos) -Cuarta Entrega: Episodio 5 - (total: 8 páginas) Codigo de Registro 1212194222680 A.R.Ress Int. Copyright- Gustavo Gall Enero de 2013.
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