CUBAnísimo Daniel Spehr & Kathrin Schulthess w www.lamarcaeditora.com e lme@lamarcaeditora.com t (54 11) 4372-4957 d Pasaje Rivarola 55 (1015) Buenos Aires, Argentina
Spehr, Daniel CUBAnísimo / Daniel Spehr y Kathrin Schulthess 1a ed. - Buenos Aires : la marca editora, 2011 120 p. : il. ; 15x15 cm. - (scanyourcity.com / Guido Indij) ISBN 978-950-889-223-2 1. Arte Fotográfico. I. Schulthess, Kathrin II. Título CDD 770 Fecha de catalogación: 09/09/2011
Fotos: Daniel Spehr & Kathrin Schulthess Edición: Guido Indij & Daniel Spehr Diseño gráfico: Daniel Spehr Traducción al inglés: Wendy Gosselin Impreso y encuadernado en los Talleres Trama S.A., Buenos Aires ISBN: 978-950-889-223-2 Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 Impreso en Argentina. Printed in Argentina No se permite la reproducción parcial o total de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier medio, sea éste mecánico, electrónico, por fotocopia, grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. No part of this book may be reproduced, transmited or utilized in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or any information storage and retrieval system without prior permission by writing of the copyright holder. All rights reserved under the International Copyright Union.
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Made in Cuba Este libro existe por que el invierno suizo es tan duro como es. Daniel y Kathrin son una pareja de fotógrafos residentes en Basilea que no resisten vivir bajo los dictámenes de un termómetro que, con la exactitud de un reloj suizo, indica una temperatura bajo cero, días de botas de piel y gorros. Es por eso que cada año escapan de los mandatos del invierno y buscan nuevos territorios que los tienten con su exótica calidez. Es así que han fotografiado Bangkok, Sri Lanka, Buenos Aires... sus refugios temporales. A partir del momento en que estos fotógrafosviajeros y Guido Indij, un editor argentino, se cruzaron, cada uno de esos “escapes” procura devenir en proyecto fotográfico y, en lo posible, terminar convirtiéndose en un libro que refleje esa mirada asombrada, seriada, ordenada, europea. CUBAnísimo es parte de esa aventura, un viaje signado por el desafío de construir una mirada aún inexistente. Una afrenta. Se dice que Cuba es fácil de fotografiar; que basta con apuntar la cámara hacia cualquier sitio de la isla y una foto maravillosa estará hecha; que Cuba no permite otro resultado que no sea una pequeña maravilla fotográfica. Por eso fue difícil fotografiar CUBAnísimo. Porque implicaba un proceso de trabajo durante el cual la mirada iba a ser abordada por íconos que eclipsarían lo que realmente se intentaba ver. La arena, el mar, las palmeras, los cuerpos negros moviéndose al ritmo de músculos trabajados… todos fueron verdaderos obstáculos para estos fotógrafos que debieron esperar a que pequeños detalles y grandes sorpresas llegaran como un tramo de vida por descubrir. Sin sentirse los primeros exploradores, estos fotógrafos armaron un plan de trabajo simple, uno que ya habían aplicado quirúrgicamente a otras ciudades: registrar objetos de aparente intrascendencia como buzones, alcantarillas, teléfonos, ventanas, casas, carteles de tránsito, coches, carros a tracción humana y detalles urbanos, graffitis, retratos de audaces revolucionarios… Luego, cada elemento fue ordenado por series preconcebidas...
El fin del inocencia
Este libro no es el resultado de un trabajo ingenuo. Los autores conocen la particular historia del país, su pasado y su presente, pero no van tras el énfasis redundante de lo ya visto una y otra vez, antes y después del Buena Vista Social Club. Esa mirada casi pornográfica de la revolución, de su victoria y de su zozobra, de la belleza de las pieles negras, del empecinamiento con el mar turquesa, las arenas blancas, las palmeras rebosantes, los cañaverales, el ron, el cigarro, y el mojito de un país arrasado tanto por la ira de los huracanes como por la del imperialismo que lo ha condenado a un bloqueo económico obsceno e inhumanitario, que impone una arquitectura singular junto a la voluntad infinita del cubano de “resolver”, de enmendar la falta. Con ese bagaje de huida, trabajo y aventura, Kathrin y Daniel llegaron a Cuba y comenzaron a escanearla, a fotografiarla fragmentadamente, como un rompecabezas, para que luego, quien sostenga este libro entre sus manos, pueda reconstruir el todo (o su versión del todo). Para que el lector, a partir de una parte pequeña, intente completar y comprender una totalidad, una ciudad cubana construida mano sobre mano, generación tras generación y sin acuerdo previo para la supervivencia de ningún espacio común, a excepción del pacto tácito, silencioso, de la supervivencia a como dé lugar: la vida, primero. Kathrin y Daniel observan con minuciosidad y dispararan sus diminutas Lumix, reparando en el detalle de objetos dejados de lado, ante los cuales los ciudadanos pasan de largo por el hábito de su mera presencia. Un ejemplo notable: las alcantarillas. En Cuba hay decenas de modelos de alcantarillas, allí lo “seriado” es fuera de serie porque es único, y es así que el valor de la repetición de un objeto, que cumple una misma función, alcanza su máximo valor. Cada alcantarilla (un objeto seriado desde su origen) es diferente a la otra. Por eso fotografían una misma cosa, una versión de la misma cosa, contra toda elucubración de homogeneidad y exactitud de fórmula marxista-leninista. Y lo que resulta es la celebración de una notable diversidad.
Ellos son turistas, pero sus registros se acercan al trabajo de campo de los antropólogos. Logran registrar objetos precisos en un tiempo también preciso, pero con la astucia de una falsa marca atemporal. Si Cuba fue vanguardia por su literatura, por su música, por su cine, por su Revolución que desplegó una medicina de punta y un pueblo cien por ciento alfabetizado en un continente ágrafo, hoy marca una tensión contemporánea que no logra registrar esos objetos modernistas o pre-Pop. Los objetos fueron resignificados por el tiempo y por la mano del pueblo cubano, que en las páginas que siguen permanece empecinadamente fuera de campo. En la sutileza de la selección de los motivos, de los sujetos, es donde se sella la contemporaneidad de CUBAnísimo. Es el aura que emana de ellos, ese sudor intangible, borroso, que primero atravesó Cuba y ahora atraviesa a Europa y al mundo entero, el cóctel que embriaga y hace trastabillar, que tiene el anhelo de felicidad y la duda asustada como ingredientes principales y que está delineando, quizás, el fin del mundo; o tal vez, apenas, el fin del tiempo en el que la felicidad era una ilusión concebible. La fragmentación es también una forma de narrar la ruptura de todos los paradigmas políticos. Es la sociedad civil libre la que marca el camino, más allá de las caras amadas de próceres congelados. En el país del sopor, del calor tórrido que invade las ciudades también calientes, las ventanas tapiadas o enrejadas son un signo epocal. Las banderas logran una ilusión de movimiento a través de la repetición. La gente que no vemos en las fotos se mueve también. El movimiento y la inquietud son constantes, a pesar de la calma engañosa que evidencian los sujetos fotografiados.
CUBAnísimo podría verse como un libro para hojear rápido, pero sería una torpeza, un desperdicio. Más allá de lo que describen, las imágenes narran una historia a descubrir, un trasfondo histórico y político. Las fotos están hechas en la isla caribeña y socialista, y en cada objeto fotografiado está la marca de un cubano único que en el contacto con ese objeto encontró la libertad y la sabiduría para modificarlo convirtiéndolo en otra cosa en función de sus necesidades concretas, o sea, para hacerlo funcionar de algún modo, así sea simplemente como adorno. Ese nuevo objeto lleva implícito el origen de su recreación. Por eso, nunca fue tan bien aplicado el concepto de “made in”, en su doble significado. Cuba es una instalación de la memoria y un monumento a la vida empecinada en no detenerse.
La esencia del color Las series de sillas, heladeras, retratos antiguos, neones apagados, ventanas tapiadas rematadas con verjas de una belleza congelada en el art decó de un tiempo que avanzó y que a la vez se detuvo... son todos bienes materiales que no se repusieron desde que la revolución tuvo lugar hace más de 50 años. Son siempre los mismos. Los mismos pero pintados, trastocados, vencidos. Pero la cámara no puede captar otro tipo de bienes, intangibles, algo poderoso que se mueve por fuera: la acción de hombres y mujeres que no se rinden. Patria o muerte, un eslogan tan cubanamente revolucionario que insta a resistir, a sobrevivir allí, en la isla donde se ha nacido y donde se enclavan esos objetos que son el testimonio de vidas vividas, presentes. Allí, del otro lado de la cámara. Estas series logran captar algo esencial de la identidad cubana: su color. Un color como ningún otro. Un color que es sólo cubano; tan esencial como el azúcar o el tabaco. Una gama de pasteles: celestes, verdes, rosados, como pura abstracción, son la marca identitaria de las ciudades. Desde los teléfonos hasta las paredes reconstruidas, desde los carteles de tránsito hasta los buzones caseros y el cielo del lujoso y conmovedor cementerio en el Vedado habanero, es la “gama Cuba” en estado puro, Cuba más allá del óxido del tiempo, de las marcas de los graffitis de la revolución, de los increíbles transportes a tracción humana, de las caras de los líderes eternos: Fidel, Martí, Camilo, el Che, siempre el Che, más el Che que ningún otro. Consagrado en la Victoria y la eternidad sin cuestionamientos tras su asesinato traicionero. En la reproducción de su rostro no hay parodia, una y otra vez es el intento de emular la foto afiche original de Korda.
Por la mítica Habana, hasta la bellísima Santiago de Cuba, pasando por los campos de Holguín, por Camaguey y Trinidad, nuestros viajeros-fotógrafos huyen del frío. Y en su viaje-huida, mediante el incansable repiqueteo de sus obturadores, van pensando un libro que no se parece a ningún otro libro sobre Cuba, en un libro que logre, por fin, desestructurarla del estereotipo en el que se la suele subestimar: país de jineteras, viejos burócratas, hombres y mujeres vencidos, atrapados sin pasaportes ni celulares disponibles, con la conexión a Internet más lenta y cara del mundo, o metaisla de bloggers que cuentan al mundo su visión de esa otra isla “real”, la que no los deja respirar pero de la que tampoco quieren partir.
CUBAnísimo narra en sus huecos estáticos un país en movimiento, que aspira a sobrevivir, que construye ese monumental espacio visual de un día a día que dice: “seguimos no sé cómo”, “todavía estamos aquí a pesar de todo”, “no pasarán” y sobre todo “venceremos porque ya vencimos”. Cuenta, más que ningún retrato humano, el ampuloso e invencible deseo de vivir que, más de diez millones de cubanos, silenciosamente y en aparente actitud de quietud, van planeando, llevando una vida a su medida, evitando la pasividad ante los viejos mandatos. Aun dentro de las series, cada parte, cada cosa, es levemente diferente, señala que detrás de ella hay un hombre o una mujer que quiere marcar su distinción. Hay una sociedad civil presente para decir “basta”. Aquí y ahora con el malecón y el mar fuera de campo. Cristina Civale
Made in Cuba This book exists because Swiss winters are so difficult. Daniel and Kathrin are a couple, both photographers who live in Basel but who refuse to adhere to the rules of a thermometer which, with the precision of a Swiss watch, falls below zero each winter, on days of leather boots and hats. This is why they escape the season’s mandates each winter and seek out new lands that tempt them with exotic warmth. On these journeys, they have photographed Bangkok, Sri Lanka, Buenos Aires... their temporary winter refuges. When these traveling photographers crossed paths with Argentine publisher Guido Indij, the trio came up with idea of making each of their “escapes” into a photography project. The goal was to turn the project into a book that would reflect their astonished, serialized, organized, European perspective. CUBAnísimo is part of this adventure, a trip that required constructing a viewpoint that did not yet exist. A true challenge. Many say that Cuba is an easy place to photograph; by merely focusing a camera on any spot across the island, a marvelous picture will result. Cuba, they say, yields only small photographic wonders. This is why it was such a challenge to photograph CUBAnísimo. Because it involved a process of approaching the their perspective through icons that eclipsed what one really wanted to see. The sand, the sea, the palm trees, the Afro-Cubans moving their rhythmic and muscular bodies… These were all true obstacles for the photographers, who had to lie in wait for minor details and major surprises, small pieces of the life they would discover on the island.
The photographers did not feel as if they were the first to explore this land, and they put together a simple work plan, one that they had already applied in an almost surgical way to other cities: they set out to register apparently insignificant objects like mail boxes, sewer grates, telephones, windows, houses, traffic signs, cars and carts powered by humans, along with urban details like graffiti, portraits of daring revolutionaries… Later, each element was organized in a predetermined series...
The End of Innocence There is nothing naïve about this book. The authors are familiar with the history of the country, its past and its present, but they avoid the redundant emphasis that has been adopted time and again, both before and after the Buena Vista Social Club. There is a common perspective of the revolution that is nearly pornographic, one that depicts victory, anxiety, the beauty of African-Cuban skin and which insists on the turquoise sea, the leafy palm trees, the sugar plantations, the rum, the cigars, and the mojitos of a country that has been swept away time and again by furious hurricanes. It has also been swept away by imperialism, which has condemned it to an obscene and inhumane economic blockade, one which determines its singular architecture along with the persistent will of Cubans to “solve things”, that is, to replace what is lacking. Bearing this load of flight, work and adventure, Kathrin and Daniel arrived to Cuba and began to scan the island, to photograph it in fragments like a puzzle, so that later, the readers who hold the book in their hands can reconstruct it (or their own version of it).
The reader, starting with a small piece, can thus try to fill in and understand the whole picture, a Cuban city constructed hand over hand, generation by generation. This is a place where there is no existing agreement that ensures the survival of any public spaces. There is but one exception, a silent, tacit pact of survival among the city’s residents: life comes first. Kathrin and Daniel are meticulous observers and they shoot their tiny Lumix cameras, pausing to capture the details of objects easy to overlook, those which the locals neglect out of habit, because they have grown accustomed to their mere presence. One notable example is the sewer grates. In Cuba, there are dozens of models of sewer grates; here, the word “serial” is somewhat of a misnomer because each sewer grate is unique, and thus the value of repeating objects that serve the same purpose reaches new heights. Each sewer grate (a serialized object since its origin) is different from the next. For this reason, the same object is photographed time and again, that is, different versions of the same object, countering any attempt at the homogeneity or precision of the Marxist-Leninist formula. And the result is a celebration of notable diversity. Although these photographers are tourists, their approach to recording is similar to the fieldwork done by anthropologists. They register specific objects in what is also a specific moment, but are astute enough to give them a false sense of timelessness. Although Cuba was avant-garde in terms of literature, music and film after the Revolution, and although the Revolution allowed Cuba to provide state-of-the-art medical services and reach full literacy in a country that is part of a largely illiterate continent, it now suffers from a contemporary tension in which these modernist or pre-Pop objects cannot be recorded. The objects have been resignified by the passage of time and by the work of the Cuban people, who remain stubbornly out-of-focus in the photographs on the following pages.
Thanks to the photographers’ finesse in selecting their topics and subjects, the contemporaneity of CUBAnísimo is ensured. It is the aura that emanates from the photographs, that intangible, blurry sweat that first appeared in Cuba and then in Europe and then across the world, a mixture that is intoxicating and staggering, one that combines the desire for happiness and the frightening sensation of doubt as its main ingredients and which is sketching an outline of what may well be the end of the world. Or perhaps merely the end of an era in which happiness was a conceivable illusion.
Fragmentation is another way to narrate the rupture of all political paradigms. A free civil society forges its own path, regardless of the beloved but frozen portraits of the founding fathers. In a country of lethargy, of torrid heat that invades tropical cities, bricked-up or grill windows are a sign of the times. Flags achieve an illusion of movement through repetition. The people we don’t see in the photographs are also moving. Movement and uncertainty are constant, in spite of the deceptive calm expressed by those in the photographs. CUBAnísimo could be taken as a book to simply leaf through, but that would be a mistake, a missed opportunity. Beyond what the images describe, they tell readers a story, giving them historical and political background. The pictures are taken on a socialist Caribbean island, and each photographed object bears the mark of the Cuban individual whose contact with the object allowed him or her to be free and clever enough to modify it, shaping the object to his or her needs. In other words, this Cuban has made the object useful in a certain way, albeit as mere decoration. This new object bears the origin of its recreation. For this reason, the concept of “made in” is particularly apt, given its dual meaning.
Cuba is an installation of memory and a monument to a life that is determined to continue. The Essence of Color The series of chairs, refrigerators, old portraits, neon lights that no longer blink, and bricked-up walls with grilles whose frozen art deco beauty denotes a time that is frozen but also advancing… These are all material goods that have not been replaced since the Revolution that took place more than 50 years ago. They are always the same, but they have been repainted, retouched, appropriated. The camera, however, cannot capture the other type of goods, the intangible ones, or that power which surrounds them: the actions of men and women who refuse to give up. Homeland or death is a revolutionary Cuban slogan that incites the people to resist, to survive on the island where they were born, a slogan which is captured in these objects, the testimony of lives that are lived, the lives of Cubans today. Right there, on the other side of the camera.
These series are successful at capturing an essential part of Cuban identity: its color. It is a color like no other. A color that is purely Cuban, as essential as the country’s sugar or tobacco. A spectrum of pastels: light blues, greens and pinks, pure abstraction, the seal that confirms the identity of Cuban cities. From the telephones to the reconstructed walls, from the traffic signs to the homemade mail boxes and the sky above the luxurious and moving cemetery of the Vedado habanero, this is the “Cuban spectrum” in its purest form, Cuba beyond the rusty marks of time, beyond the revolutionary graffiti, beyond the incredible human-powered transportation, beyond the faces of the country’s eternal leaders: Fidel, Martí, Camilo and Che, Che forever, Che above all the others. He was acclaimed in victory and for all eternity and never questioned after his treacherous assassination. The image of his face is never parodied; time and again, others try to emulate Korda’s original photograph of the revolutionary figure.
From the mythic city of Havana to the stunning Santiago de Cuba, from the fields of Holguín to Camaguey and Trinidad, our traveling photographers escape from the cold. And in this journey-flight, through the incessant click of the camera shutters, they have created a book that is unlike any other book that has been published about Cuba. It is a book that finally breaks with the stereotypes commonly used to underestimate a country which is depicted as a land of prostitutes and old bureaucrats; defeated men and women without passports or cell phones, and the slowest, most expensive Internet connections in the world. In other cases, it is presented as the meta-island of bloggers who share their vision of the other “real” island with the world, that island that is smothering them but which they don’t want to abandon.
In its frozen gaps, CUBAnísimo speaks of a country in movement, one that aspires to survival, a country that constructs a monumental visual space from everyday life, one that says: “I don’t know how we get by,” “We are still here in spite of everything”, “They will not get past us,” and above all, “We will overcome because we already have.” It tells us more than any individual portrait could of the insistent and invincible desire to live that more than ten million Cubans silently foster in spite of their apparent calm, tells us of how they live their life in their own way and do not remain passive when confronted with the old order. Even within each series, every part, every object is slightly different, showing how behind each object lies a man or a woman who wants to set him or herself apart. There is a civil society that is present here, one that says “That’s enough.” Here and now, with the Malecón and the sea off-camera. Cristina Civale
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