Relato de ficción Matanza en el Congreso A. J. Plaza

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MATANZA EN EL CONGRESO

RELATO DE FICCIÓN

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RELATO DE FICCIÓN

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MATANZA EN EL CONGRESO

Este texto se trata de un relato de FICCIÓN de comedia gore. No está recomendado para MENORES de 18 años. El relato NO pretende incitar a la violencia ni al odio. El autor RECHAZA cualquier tipo de violencia. TODOS los personajes que aparecen son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es PURA coincidencia. Puedes compartir este relato libremente.

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RELATO DE FICCIÓN

Matanza en el Congreso Alejandro J. Plaza

La sangre es un tejido líquido que navega por venas, arterias y capilares, distribuyendo el oxígeno y los nutrientes entre las células del organismo, además de recoger sus desechos. La sangre circula unidireccionalmente impulsada por el corazón con la ayuda de los grandes vasos elásticos, pudiendo seguir únicamente la arquitectura marcada por los vasos sanguíneos. Sin ella, no podríamos protegernos de las infecciones o regular nuestra temperatura corporal. Sin sangre, no sería posible nuestra vida. Como consecuencia de la presencia del pigmento hemoglobínico contenido en los eritrocitos, su color es rojo, un rojo vivo, colorado, intenso, un rojo apasionado color de sangre. Y aunque las venas puedan parecer azules, es tan solo un efecto óptico. Aquel día la plaza de Cánovas del Castillo estaba abarrotada. Miles y miles de cabezas se agolpaban en dirección al Congreso de los Diputados con pancartas, megáfonos, banderas, disfraces, guillotinas de cartón, alguna cacerola y cientos de cámaras y teléfonos móviles. El acceso al hemiciclo se encontraba bloqueado por una doble línea de vallas azules unidas por un zigzagueo de más vallas para crear así una barrera consistente, tras la cual aguardaba expectante una triple hilera de policías antidisturbios, protegidos con un traje especial, casco, escudo y porra en mano. Detrás de estos la caballería policial y en la parte trasera toda una caravana de grandes furgonetas policiales, cubiertas con rejas metálicas, emitiendo luces de colores sin cesar. Y sobre sus coronillas, el estruendo de los helicópteros sobrevolando la manifestación para controlarlo todo desde los cielos. La masa congregada realizaba cánticos al unísono cuya duración máxima estaba entre un minuto o dos, hasta que alguien se atrevía con una nueva frase y los demás le seguían progresivamente. 4


MATANZA EN EL CONGRESO Durante la transición de cánticos, siempre había algún despistado que se quedaba sólo defendiendo la anterior, exponiéndose así a un ridículo de diez segundos que se perdía en el anonimato de la masa. Las consignas que más se oían eran ¡Que no!, ¡que no!, ¡que no nos representan! ¡que no! O ¡el próximo parado, que sea un diputado!, intercaladas con otras frases aisladas de protesta como ¡Hijos de la gran puta!, ¡ladrones de mierda!, ¡mafiosos, morirse de cáncer! Apelativos todos ellos dedicados a una clase política no muy querida por aquel entonces en el Estado español. Pero no sólo los parlamentarios eran el foco de aquellas flores, también los policías que les protegían custodiando la cámara baja disfrutaban de la dedicación de los asistentes. ¡Basta ya, de Estado policial!, ¡vergüenza me daría, trabajar de policía!, ¡la policía, tortura y asesina!, ¡si eres bastante subnormal-no lo dudes másno lo dudes más-hazte Policía Nacional! Entre aquel jolgorio, casi festivo, discurría Bruno, quien se filtraba entre el gentío para llegar hasta la primera fila, como la humedad que salpica una gotera. Emergió entre dos cuerpos y se topó con el metal azul de las vallas, el confín de la masa, la frontera de la autoridad, hasta ahí podía llegar la protesta. Ni un paso más. Se sintió invadido por la excitación de contemplar frente a él la fila de policías alineados en comparsa, y tras de ellos los caballos y los furgones que emitían luz y los helicópteros y los periodistas que les grababan con la seguridad de estar protegidos por una muralla del resto del mundo.Y el Congreso al fondo, casi invisible, inapreciable, oculto en el lado derecho del gran bloque. Desde su posición, no conseguía ver ni a un solo político. ¿Verían ellos la manifestación? ¿Se habrían percatado tan siquiera? Quizá allí ya no quedara nadie, pero no iba a desanimarse por ello, era su oportunidad para protestar por sus ideales. Después de tanto tiempo gritándole al televisor, discutiendo con sus padres y combatiendo en Internet, había llegado el momento de intentar conseguir algo. 5


RELATO DE FICCIÓN Allí estaba Bruno, a sus 23 años, en medio de dos bandos inamovibles, como piezas de ajedrez, frente a frente, desafiándose eternamente pero sin mover ficha. –¡Guerra ya hostia! ¡A ver si os podemos pegar un puto tiro en la cabeza joder! –exclamó un hombre mayor a su izquierda. Llevaba una gorra verde y la bandera de un sindicato. Era como un manifestante más, pero de otra generación, sacado de contexto y copiado y pegado en otra época, pero sin perder la razón. Para que el viejo no notara que le estaba observando dirigió su mirada al otro lado. A su derecha había un joven rubio con rastas que alcanzaban su recto. Su actitud era mucho más calmada que la del círculo de gente que le rodeaba. Levantaba las manos, extendiendo las palmas vacías y gritaba– ¡estas son! ¡nuestras armas! –. Los policías aguantaban estoicamente todos los envites, incluso desde su posición parecía no importarles en absoluto, como si con ellos no fuera la cosa. Algunos de ellos sonreían divertidos, satisfechos por tener controlado al ganado entre su cerco. Bruno no podía sentir más que asco y repugnancia ante aquellos soldados que no hacían más que seguir las órdenes de sus amos, y además, disfrutando con ello. Tanto que debía causarles placer sexual la exhibición de tamaña testosterona. Se encontraba totalmente concentrado en transmitirles su odio con la mente, sin embargo, algo rompió su ensimismamiento con la policía. Había un tumulto que sentía en forma de empujones y movimientos corredizos entre la masa. Bruno echó la mirada atrás y vio unos encapuchados colándose por los recovecos de aquel enjambre. Entre ellos, vislumbró una mirada que le llamó la atención en aquel oscuro pasamontañas. Eran unos ojos delicados, suaves, podría decirse bonitos, hermosos, deliciosos. Unos ojos cristalinos color del mar, del mar más fabuloso que existe en el ideario colectivo sobre mares. Unos ojos femeninos. Aquellos ojos le miraron durante menos de un segundo, el tiempo comprendido entre el momento en que sus miradas se 6


MATANZA EN EL CONGRESO cruzaron levemente y aquella extraña persona continuó con su camino para difuminarse en las cabezas. –¿Qué coño van a hacer estos? –pensó en voz alta, a lo que fue respondido por el chico de rastas a su derecha. –Esos son polis. Vienen a reventar la manifestación. –Pero todavía es pronto –dijo alguien desde detrás– normalmente suelen venir justo antes del telediario, para que en las noticias sólo salgan los 10 minutos de violencia y no el resto de horas de manifestación pacífica. Siempre son ellos los que tiran las vallas… pero ya te digo, todavía es pronto.Y he visto a más encapuchados que otros días. –Serán los Black Bloc –sugirió el joven de las rastas. –¿Los Black Bloc? –se interesó Bruno. –Son un grupo de Nazis que reparten hostias. Son de los que dan más hostias a la policía. Pero yo no sé si la policía se camuflará entre ellos o ellos mismos son la policía… –Black Bloc no es un grupo –interrumpió el chico de atrás– es una táctica de manifestación en la que todos van de negro y apelotonados. Supuestamente sólo usan la violencia contra la policía en defensa propia. Y se defienden bien, a palos si hace falta –dejó entre ver un acento galaico– La idea no es mala, el problema es que nunca sabes quién está detrás del pasamontañas –.Tras un breve momento de calma durante la tertulia, los cánticos empezaron a intensificarse. De repente las voces se elevaron con una fuerza inusitada, un nuevo lema se alzó como un solo coro. La gente gritaba con ganas, con voluntad, como si fueran a morder al de delante. Gritaban con pasión, con odio y todos 7


RELATO DE FICCIÓN a la vez, a una sola voz. ¡Nuestros recortes! ¡Son con guillotina!, ¡Nuestros recortes! ¡Son con guillotina!, ¡Nuestros recortes! ¡Son con guillotina! Bruno volvió a sentir un tumulto en el montón, pero esta vez le llegaba una ola de empujones, movimientos inércicos que se transmitían como ondas longitudinales. Algo se aproximaba desde atrás. Las personas se mecían como conos hasta que los dos inmediatos a Bruno fueron apartados con brusquedad. Un hombre joven sonreía tras ver la luz al otro lado de las vallas, había llegado a la cima. A una considerable altura del suelo, se erigía altivo con el aspecto de un leñador noruego. Una gran barba prominente donde podría haberse refugiado toda una especie de aves y un cabello corto, bien perfilado. Informal pero elegante. A Bruno le pareció algo así como un hipster. –¡Nuestros recortes! ¡Son con guillotina! –exclamó exacerbado, agarrando las vallas con fuerza y agitándolas como si pudiera apartarlas de una sola patada. El leñador noruego se giró y coreó hacia atrás, dirigiendo los cánticos– ¡Nuestros recortes! ¡Son con guillotina! –y acto seguido volvió a asir las vallas y a sacudirlas con virulencia, dando a entender que a él no le importaba una mierda. Los policías en la primera fila tras la línea se miraban las caras, esperando órdenes. El sonido metálico de las vallas se convirtió en un estímulo condicionante que exaltó a la multitud. Más sonidos metálicos sonaron desde otras zonas de la primera línea mientras Bruno sentía la presión de los cuerpos que le empujaban hacia el frente. En menos de una fracción de segundo, sin que él pudiera apenas percibir lo que ocurría, el estruendo de las vallas cayendo provocó una estampida. Su primera reacción fue echarse hacia atrás, pero una fuerza descomunal lo lanzó hacia delante con tal celeridad que sólo pudo pensar en saltar las barreras yacidas en el suelo. El hombre viejo a su izquierda fue engullido por una horda sedienta. Una visión túnel se apoderó de su mente y no pudo ver absolutamente nada, salvo a aquel leñador noruego que había contribuido a derribar las vallas. El 8


MATANZA EN EL CONGRESO ruido del impacto contra el duro plástico de los escudos le indicó que se encontraba encima de los andisturbios. Fue entonces cuando vio varias porras pasarle por al lado, golpeando a diestro y siniestro hasta que una de ellas le vino a dar en la cabeza. Sintió como si le hubiesen golpeado con un basto de piedra. Todo se volvió borroso y ni siquiera pensó en los policías con rifles que disparaban contra él. Se cubrió la cara, mantuvo sus piernas en movimiento y dejó que la marea humana le arrastrase. Atravesó los escudos, los proyectiles de goma, los caballos y pasó entre los furgones, jaleado por una muchedumbre enfurecida. Vio cabezas elevándose y desaparecer hasta tropezar con sus pies. Él sólo se limitaba a correr, saltar por encima de los cuerpos que surgían en el suelo y cubrirse la cara. Esa era su principal preocupación. Grandes columnas, cabezas, un frontispicio con relieves, sus zapatillas hundiéndose en un torso ¿Un león? Aquello era confuso. Cuando volvió a ser consciente, ya estaba dentro del Congreso de los Diputados. Bruno se encontraba completamente rodeado de manifestantes, bloqueado por unos policías protegiendo la entrada a un pasillo y asfixiado por los que venían desde atrás. Miró hacia arriba y pudo ver una bóveda elíptica de casetones con una especie de cristalera rectangular y dos lámparas colgando de gruesas cuerdas rojas. El Vestíbulo Principal estaba circundado por pequeños cuadros de hombres muertos. La presión de la masa era tan grande y tan fuerte que los últimos policías pertenecientes a la comisaría del Congreso no tardaron en ceder. Nuevamente la horda siguió su camino de devastación imparable a través del Salón de los Pasos Perdidos. Bruno era conducido totalmente por la fuerza de los demás. Ya sólo podía volver a entornar su mirada hacia arriba. La bóveda había cambiado. Los grandes lamparones pendían de una fantástica obra de arte formada por alegorías y medallones con políticos de otro siglo, 9


RELATO DE FICCIÓN de otra era. Todo aquello le parecía un museo perfectamente decorado para deslumbrar al visitante con el techo, las paredes y cada baldosa que pisara. Le recordaba a un palacio de fantasía. Varios manifestantes tropezaron con alguna mesa situada en el centro del salón y cayeron al suelo provocando más caídas. A parte de eso, ya nada se interponía en su camino. Hasta ahora, todo le era extraño y desconocido, pero un nuevo corredor perpendicular al Salón de Conferencias precipitó su memoria. Aquello lo había visto por televisión. Se trataba de la Galería del Orden del Día, y allí reconoció el marrón del mármol en las paredes, las entrevistas a pie del parlamento…, debían estar ya muy cerca, aunque no se acordaba de aquellos bustos de alabastro. Sin apenas darse cuenta, se introdujo con la masa en tromba por el estrecho umbral en el interior del hemiciclo. Poco a poco, el gentío empezó a inundar la gran sala. Pese a estar en un lugar que había visto tantas veces en las noticias, no se sorprendió por ver a todos los diputados, sentados, mirándoles sorprendidos, ni por el lujo de todo aquello, ni por la gran cúpula. Lo primero que le llamó la atención fue lo pequeño que era todo aquello. Bruno siempre imaginó el Congreso de los Diputados mucho más grande. –¡Hijos de puta! ¡Hijos de puta! –coreaban los manifestantes sin parar, combinado con algún ¡CERDOS! Algunos diputados se levantaron y otros permanecieron sentados, pretendiendo aparentar estar impasibles. –Aquí no pueden manifestarse. Por favor, salgan –se oyó una voz por megafonía. Aquella voz…pensó…era la del Presidente del Congreso. Les estaba hablando directamente, con su tono autoritario y monótono. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Cada vez entraba más gente, llenando cada rincón del parlamento. Bruno echó un vistazo en rededor y pudo identificar en la primera 10


MATANZA EN EL CONGRESO fila al presidente del Gobierno, a la vicepresidenta y a la plana mayor de los ministros. Todas esas caras ya las conocía, pero era la primera vez que los veía de verdad. Era extraño. También reconoció muchos rostros entre los miembros del PSOE. Estaba el nuevo y atractivo secretario general. A su derecha se sentaba el portavoz del grupo socialista y a la derecha de éste otra gente cuyos nombres no conocía. Buscó entre las caras a la líder de Izquierda Unida o al secretario general de UPyD, pero no los ubicó. –¡Hijos de puta! ¡Hijos de puta! –continuaba coreando la gente. Cada vez con más fuerza y más agresividad, dirigiendo sus miradas hacia los políticos. Los miembros del grupo de Izquierda Plural, el grupo mixto y unos pocos diputados se levantaron para aplaudir a los manifestantes. Bruno también gritaba y, por primera vez, desde hacía mucho tiempo, se sintió satisfecho por poder decírselo a la cara. Algunos integrantes del Partido Popular sonreían y, aunque no lo vio directamente, parece que uno de ellos dijo– vosotros sois los hijos de puta –. La gente estalló en cólera. Muchos se subieron a las bancadas y empezaron a golpear a los parlamentarios. El presidente y los ministros desaparecieron tras las banquetas, como tortugas que se esconden en su caparazón. Aquello era inaudito, porque no había nadie allí que pudiera protegerles. Muchos diputados se levantaron, tratando de cubrirse unos a otros, pero los puñetazos iban y venían. El caos se había apoderado de la situación. Los manifestantes estaban saltando por encima de las bancadas y lanzando patadas voladoras contra los representantes electos. –¡Quemadlos vivos! ¡Quemadlos vivos! –reclamaban desde el foso y las tribunas del hemiciclo. Sin embargo, un nuevo cántico emergió desde diferentes partes de la masa. Una consigna que poco a poco fue ganando más adeptos y pasó desde la fase brote a la fase cántico en pocos segundos. 11


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–¡Violencia no! ¡violencia no! –proclamaron muchos, rechazando la agresividad de sus compañeros– Eso es lo que ellos quieren –se oyó una voz femenina.– Lo que ellos quieren es no recibir hostias –defendió alguien otra postura. La gente comenzó a gritarse unos a otros, a empujarse e incluso a pegarse entre los manifestantes, mientras los diputados permanecían a la expectativa, esperando que sus defensores fueran la mayoría. –¡COMPAÑEROS! –. Bruno se volvió hacia la mesa de la cámara, donde se encontraba el presidente del Congreso y los secretarios. Allí estaba aquel hipster que había visto en la manifestación justo antes de que todo empezara. Hablaba por el micrófono, tras la tribuna de oradores, como los que salían en televisión– ¡Compañeros! Pido un poco de calma. No nos peleemos entre nosotros. La policía entrará de un momento a otro, y si les lastimamos, tendrán una excusa para abrir fuego. Nosotros somos las víctimas, no ellos, y ellos son los violentos, no nosotros –. Una gran ovación se produjo desde amplios sectores de la masa que había conquistado por número el Congreso– Sé que la gente que tenéis delante es escoria, los diputados de España son mierda, son un hijos de la gran puta que merecen morir. Ellos y sus familias –en este punto aplaudió todo el mundo– como habéis dicho, habría que sacarles la piel a tiras y quemarlos vivos, poco a poco, para que sufran más –iba a producirse otra ovación, no obstante el orador les detuvo– pero, nosotros no estamos aquí para aplicar justicia, sino para tomar las riendas del país. ¡Vamos a hacer una asamblea constituyente! Vamos a crear una nueva constitución. Vamos a reformar la ley electoral para que todos los votos valgan lo mismo, sin importar el partido que votes. ¡Vamos a hacer un país mejor! –. El apoyo a sus palabras fue generalizado. Los aplausos se mezclaron con vítores, alaridos, y manos alzadas agitándose como gesto de conformidad. El orador, convertido ya en líder de la revuelta, pidió organizar una 12


MATANZA EN EL CONGRESO asamblea e invitó a todos los demás a participar. –Tenemos todavía algún tiempo –dijo el hipster– de modo que vamos a discutir las propuestas y tratar de hacer una constitución para todos. Una vez tengamos unas propuestas claras, creo que lo más conveniente es tratar de trasladarlo al presidente del Gobierno, sí, aquel que está escondido tras su tribuna –todos rieron– a sus ministros y a la oposición. Que no digan que no intentamos negociar. Pero para ello, –todo el mundo escuchaba lo que el leñador noruego tenía que decir– para ello será mejor que un pequeño grupo hablemos con los diputados en una de las oficinas. Para que no se sientan intimidados. Me propongo voluntario para crear la Comisión Negociadora ¿Os parece bien? –la masa respondió agitando las manos alzadas, como venía siendo costumbre en las asambleas. Bruno no levantó las manos para asentir. Odiaba hacerlo y mientras otra gente empezaba a subir hasta la tribuna de oradores, él soltó un pensamiento en voz alta. –Sí….pero habría que darles un escarmiento –. Fue entonces cuando alguien cogió su hombro desde atrás. Un chico joven, un poco más mayor que él. Tenía una sonrisa tímida que le dibujaba unos graciosos hoyuelos en sus mejillas. –Perdona, tengo que subir un momento a las tribunas. ¿Me acompañas? –eh….claro –respondió Bruno amablemente, intrigado por la solicitud de aquel muchacho. El misterioso joven se adelantó, abriéndose paso entre la muchedumbre, como un aventurero adentrándose en la selva. Bruno, el turista que seguía a su guía nativo sin saber cuál era el fin de su destino. El espacio a recorrer no era tan largo pero dada la multitud todo se ralentizaba. En un momento dado, el joven se detuvo y entre varias espaldas 13


RELATO DE FICCIÓN apareció el orador, aquel barbudo que vio junto a las vallas. El muchacho, el hipster y un tercer joven se intercambiaron unas palabras que Bruno no pudo oír. Tras un minuto de conversación, pensó qué cojones hacía allí y empezó a mirar a los lados. Pudo ver hablando a populares y socialistas con gesto de preocupación. –Hola –el orador le interrumpió de su ensimismamiento para dirigirse a él– soy Óscar, él – dijo refiriéndose al muchacho que le había traído– es Raúl y éste es Miguel –señaló al tercer manifestante que llevaba una mochila– ¿Y tu nombre es? –Me llamo Bruno –contestó con timidez. –Bruno. Necesito que te unas a la Comisión Negociadora. Acompáñanos –. Ni siquiera le dio opción a responder. Mientras se alejaban de la concentración, la asamblea seguía su curso. Cada orador presentaba sus propuestas y eran votadas democráticamente entre los asistentes. Sin embargo, Bruno y su extraño grupo de acompañantes se apartaban de todo aquello. Se dirigieron a un pasillo curvo que rodeaba el hemiciclo conocido como la M30. Allí había casilleros que parecían en desuso, perchas y puertas cerradas. Óscar parecía estar buscando entre las puertas, casi a tientas, aunque parecía saber a dónde iba. Atravesaron un pasillo transversal y, finalmente, el leñador noruego abrió una gran puerta. Ante ellos pudieron ver una hermosa sala de biblioteca revestida de madera preciosa y luces por doquier. La biblioteca del Congreso se elevaba hasta cuatro plantas, pudiendo observarse desde abajo el gran óvalo que formaba la barandilla de una planta superior. En el techado se rompía la tonalidad de colores cálidos con una alegoría del paraíso, donde unas damas pacían entre las nubes con la bandera de España, representando el templo de las leyes. Allí no había nadie, por lo que probablemente desalojaron el lugar al iniciarse la ocupación. 14


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–Madre mía…–se sorprendió Bruno– y nosotros mendigando por un trabajo. –¡Eso es! –exclamó Óscar– Bruno, ¿sabes cuál es el problema de este país? –Buff, el paro, la economía, la puta ley electoral… –Sí…pero ¿qué nos hace diferentes? –La corrupción, claro. El puto PP y el puto PSOE. –Sí, sí…pero no te engañes. Corrupción hay en todos los países. ¿Sabes cuál es el problema de España en particular? –Mmmm, no sé. ¿Cuál? –Nuestro principal problema es la IMPUNIDAD. En España puedes robar al contribuyente, sobornar a políticos, enriquecer a empresarios y banqueros amigos, recortar en Sanidad y en Educación para favorecer a la industria privada. Puedes usar los impuestos para irte a restaurantes de lujo y de putas. Te puede perseguir la prensa, sacar a relucir todos tus trapos sucios, te pueden imputar, te pueden juzgar e incluso puedes ir un tiempo a la cárcel. Pero a la hora de la verdad, si haces todo eso, no te pasa NADA. Te puedes descojonar tranquilamente de la gente y volver a la calle con toda la pasta que has trincado. No hay nada que te detenga porque no tienes nada que temer. ¿Una multa? ¿Un embargo? ¿Una celda de lujo en una cárcel donde eres el puto amo porque has comprado a todos los presos con el dinero que has robado? Y muy pocos pocos han ido a la cárcel. Entran y salen. ¿Entiendes lo que te quiero decir? –Sí. 15


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–Ese es el problema. La impunidad. Haz lo que te dé la gana, y tranquilo, sólo recibirás un mal artículo de prensa. ¿Cuál es la contra? ¿Dónde está la desventaja de hacer algo mal? No hay ninguna. Bruno, deja que te explique algo. ¿Has criado alguna vez a un perro? Yo sí. ¿Sabes qué es lo que hace que un animal se comporte bien? –¿La recompensa? –La recompensa funciona cuando quieres que tengan un comportamiento específico a un estímulo neutro. Pero, ¿qué es lo que hace que no se comporten mal? ¿Qué evita que hagan algo que no quieres que hagan? –¿Un castigo? –El MIEDO…sí, el miedo al castigo…el miedo a sufrir…el miedo a morir. El miedo es necesario ¿sabes? Nos ha ayudado a sobrevivir en la cruel naturaleza. El miedo nos hace ser….buenos –Óscar dirigió entonces su mirada a los tres jóvenes– Señores, vamos a gastar una broma a los diputados…, una broma muy pesada para que tengan….miedo. La asamblea multitudinaria había llegado ya a algunas conclusiones en su ausencia y los oradores continuaban intercambiándose con más o menos fortuna. –Por ello, os propongo la abolición de la reforma del artículo 135 de la Constitución, para que no se anteponga el pago de una deuda, que encima no es nuestra, a los derechos sociales de las personas –miles y miles de palmas que inundaban el Salón de plenos del Congreso se agitaban como signo de aceptación. Los diputados de Izquierda Plural y el grupo mixto también agitaron 16


MATANZA EN EL CONGRESO sus manos, pero no el resto, que permanecían en estado de shock, esperando que llegara la policía a rescatarles de un momento a otro. La joven que estaba hablando bajó de la tribuna y un nuevo orador subió al estrado. Por alguna razón, a Bruno le pareció conocer a aquella chica. –Tenéis que saber que nada de lo que hagamos aquí sirve de algo. Hay una élite mundial que nos domina. Y esa élite viene de los Illuminati –mucha gente empezó a mover sus brazos un poco cruzados, realizando pequeños círculos, como forma de rechazo– pero los Illuminati no están solos. ¿Sabéis de dónde vienen? Vienen de otro planeta. No nos lo han querido contar. No os lo ocultaron con Roswell….el área 51 –ahora eran miles los que movían sus brazos cruzados, aburridos con su disertación. Varias personas indicaron al individuo en cuestión que se retirara, ya que había causado demasiada repulsa y el tiempo de la intervención se agotaba. Pero aquel hombre con pintas de mendigo no quería marcharse. –¡Reptiliano! –le gritaban desde el foso. Uno de los que estaba en la tribuna le agarró por el brazo para conminarle a dejar el micrófono, pero el orador conspiranoico se resistía. Tres manifestantes más acudieron para sacar al hombre por la fuerza, hasta cogerle por el cuello y sacarle a golpes mientras el individuo caía por la escalera al mismo tiempo que era pateado. Óscar aprovechó ese momento para subir a la tribuna de oradores. Una joven le hizo una seña, indicándole que había más gente esperando para hablar, pero él la ignoró. –Compañeros y compañeras. Gracias a vuestra valentía, vuestro compromiso y vuestra inteligencia, hemos podido elaborar las bases de esta Asamblea Constituyente. Esto no acaba aquí, debemos seguir construyendo un nuevo país. Sin embargo, no sé de cuánto tiempo disponemos antes de que la policía entre en el edificio. Por lo que, como representante de la Comisión Negociadora, propongo trasladarle ya al presidente del Gobierno 17


RELATO DE FICCIÓN nuestras demandas. ¡Que no digan que imponemos nuestras ideas! –al unísono, miles de manos se agitaron y Óscar dio la señal a Raúl y a Miguel para que recogieran al presidente de su escaño y lo condujeran a la biblioteca. –Lo que están haciendo es una barbaridad oiga. –Sólo queremos que escuche nuestras demandas –le respondió Óscar con suma amabilidad. Allí estaban Óscar, Raúl, Miguel y Bruno de pie frente al presidente del Gobierno en la biblioteca. El popular se encontraba sentado en una de las sillas de la extensa mesa de lectura que se estiraba en casi toda la longitud de la planta baja. –Bien –se resignó– os escucho. –¿Ve qué fácil? –le demostró Óscar– señor presidente. Creo que podemos entendernos. –Claro que sí. Lo que os pido es que demos una salida pacífica a esta situación, sin heridos ni detenciones. Por favor, no me hagan daño a mí ni a ninguno de mis compañeros. Hablemos...y veremos lo que podemos hacer, siempre lo posible dentro del marco de la ley, pero vamos… que hay una solución para todo. –¡Eso es mentira! –gritó Bruno sin pensarlo. Los tres jóvenes y el político le miraron sorprendidos y sintió un calambre de vergüenza, no obstante, no podía reprimirse más– ahora nos dice lo que queremos oír y a todo nos dirá que sí. Si le dijéramos que queremos convertir España en una comuna hippie nos diría que sí –levantó el dedo índice, le costó decirlo, tragó saliva y finalmente dijo– ¡Es usted un hijo de puta! Se merece que lo maten –. El presidente permaneció en silencio estoicamente, mientras Óscar 18


MATANZA EN EL CONGRESO sonreía. Bruno se giró y empezó a caminar dando vueltas para calmarse. –Bien. Yo sí estoy dispuesto a escuchar sus propuestas. Hablemos. De verdad...–Óscar le interrumpió propinándole un puñetazo en la boca. El presidente cayó al suelo sentado en la silla de espaldas. Sus dientes desgarraron el vestíbulo de su labio inferior, provocando una pequeña expulsión de sangre. ¡Hostias!, pensó Bruno, sobresaltado por la reacción de Óscar. La expresión del político era un gesto de manifiesta sorpresa y dolor. –¿Lo ves? Mírale. Esto es miedo –el presidente empezó a sollozar y a respirar entrecortadamente en el suelo. –¿Qué es lo que quieren? –preguntó con un tono suplicante. Óscar saltó por encima de la mesa y se le acercó, observándolo desde un plano superior. –¿Cobró usted sobornos de grandes empresarios? –inquirió el hipster. –Yo no he cobrado nada –. Óscar se agachó y volvió a darle otro fuerte puñetazo en la cara. Se oyó un pequeño crujido, al parecer le rompió el tabique nasal. El presidente gritaba de dolor en el suelo. –O sea, que lo de los sobornos es mentira.Y lo de la financiación irregular es mentira. Y lo de las compras pagadas por el contribuyente también es mentira. Y lo de los alcaldes también mentira. Todo es mentira, todo es mentira ¿es eso? –Yo….por favor… –¿Por favor? –Óscar empezó a darle patadas con brutalidad en 19


RELATO DE FICCIÓN el estómago, en las costillas y en los genitales– ¿Y qué pasa con la gente que te pidió por favor parar los desahucios? ¿O con los inmigrantes acuchillados en las vallas? ¿eh? –no paraba de darle patadas. Cada vez más fuertes– ¿eh? Ellos también dijeron por favor, por favor. Y a ti te la sudó ¡Hijo de puta! ¡Te la sudó! Deberías decir lo siento, pero la gente de tu clase es incapaz. Sois autómatas, unos putos cabrones autómatas, pero yo te haré pagar por todo. ¡Por todo! –¡Quietos! ¡Policía! –Óscar se detuvo en seco, desconcertado, sin saber qué estaba ocurriendo. Le apuntaban por la espalda con una pistola– ¡no os mováis! Soy policía. –Hijo de puta traidor –sonrió Óscar– por eso tenías tanto interés en participar ¿eh Miguel? Si te llamas así, claro. –Cállate y aléjate de él. Los demás contra la pared –. El agente ordenó tajantemente, mirando a los demás y sin dejar de apuntar a Óscar. –¿Y si no quiero? –vaciló el leñador noruego. En ese instante Raúl se abalanzó contra Miguel, tratando de arrebatarle el arma. Bruno se quedó bloqueado contemplando la escena. Antes de que Óscar pudiera llegar al forcejeo, el trueno ensordecedor de un tiro rebotó como un gran eco en las paredes de la biblioteca. Bruno se agachó sin saber exactamente quien había disparado. Mientras Raúl sujetaba a Miguel, el hipster aprovechó para noquearle y desarmarlo. Apuntó al falso manifestante con su propia pistola y buscó alguna herida en su cuerpo– ¿Raúl? ¿Tú estás bien? –. Su compañero permanecía estático, con la mano en el abdomen. Había recibido un disparo. –Mierda tío, me ha dado…me ha dado joder…me ha dado…. mata a ese cabrón –. Óscar no lo pensó dos veces y disparó a Miguel a bocajarro en la frente. El joven policía infiltrado quedó 20


MATANZA EN EL CONGRESO tendido en el suelo, pintando un charco de sangre en el parqué– mierda, mierda, mierda –maldecía Raúl retorciéndose de dolor mientras buscaba una pared donde apoyarse. Óscar le dio la vuelta al cadáver de Miguel y le quitó la mochila que llevaba a la espalda. –Bien, por lo menos ha traído lo que le pedí.Todo por disimular… bueno, hay que seguir. –Pero…tenemos que llevar a Raúl a un hospital –sugirió Bruno, chocado por lo que había sucedido. –Y una mierda –protestó el herido– yo me quedo aquí hasta el final. Óscar, mata a ese pepero de mierda ¡Mátalo! –. El hipster asintió con la cabeza y se dirigió de nuevo hacia el presidente, quien yacía en el suelo un poco alejado desde donde le habían dejado. –¿Qué? ¿Intentado escapar? –se fue acercando más– Desde el principio de tu carrera fuiste ocupando cargos, sustituyendo a compañeros implicados en casos de corrupción. La policía os pillaba, pero siempre teníais un amigo en el tribunal que protegía vuestro derecho a robar en la intimidad. Después llegó la red para financiar tu campaña electoral...son tantas cosas, tantas – Óscar sacó un martillo de la mochila– ¿vas a confesar? –Por favor, déjeme irme –suplicó el presidente. Óscar le golpeó con el martillo en las piernas repetidas veces mientras el presidente gritaba desesperado. Bruno sintió una extraña mezcla de excitación, satisfacción y miedo mientras contemplaba aquello. –Hala, ya te puedes ir. Venga, ¡camina! –. El político no podía moverse. Al parecer tenía las piernas rotas– le dijiste a la gente que ibas a crear millones de puestos de trabajo. ¿Dónde están? Venga, el que acusa a los demás de populismo. ¿Dónde están? 21


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–Por favor –rogó de nuevo. –¡¿Dónde cojones están?! –le chilló Óscar mientras le daba golpes con el martillo por todo el cuerpo– ¡¿Dónde cojones están?!–. Entre el sonido de los golpes, podía oírse el crujido de sus costillas rompiéndose. El leñador noruego continuó golpeándole, siguiendo con la cabeza mientras la sangre le salpicaba. Algo sonó como una caja quebrada, pero él no se detenía. Seguía dándole golpes. De repente paró. El presidente del Gobierno ya estaba muerto. –Mierda, la ha palmado demasiado pronto…bien…vamos a por el siguiente. Creo que no hay ninguna duda de quién será la siguiente. –¿Quién? Ah…pero ella no es diputada del Congreso –repuso Bruno– es la presidenta de Castilla-La Mancha…. No está aquí. –¿Qué? NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOOOOOO –se lamentó Óscar– ya contaba con no poder cargarme a la familia real ni a los grandes empresarios, pero esto no lo sabía…bueno, pues tráeme a la vicepresidenta. –¿Yo? –se asustó Bruno. –No querrás que vaya Raúl. Venga, te esperamos aquí –. Bruno volvió en solitario hasta el hemiciclo donde la asamblea ya había aprobado la mitad de una nueva constitución. –¿Dónde está el presidente? –inquirió la vicepresidenta ante el requerimiento del joven. –Está…en la biblioteca. Estábamos discutiendo con él y ha dicho 22


MATANZA EN EL CONGRESO que la necesita. –¿Por qué no podemos ir el resto? –le interrogó uno de los ministros. Ya te llegará el turno, pensó Bruno. –Queremos hablar con los máximos mandatarios. Pero en breve…podrán reunirse todos con el presidente. ¿Me acompaña? Bruno y la vicepresidenta se dirigieron hasta la biblioteca por la M30. La autoritaria política le recriminó pero Bruno no le contestaba. Sabía que cuando abriera la puerta, ella lo entendería todo. No obstante, cuando llegaron a la biblioteca, no había rastro de los cadáveres ni de sangre. ¿Cómo lo habían hecho? Raúl estaba sentado en una silla y Óscar de pie frente a la alargada mesa. –¿Dónde está el presidente? Le advierto que –Óscar la abofeteó. –¡Cállate perra! –una vez obtuvo su atención, el hipster empezó su ritual– así que los diputados cobráis 2.800 euros al mes, más dietas y complementos. Además, ganáis 1.800 euros libres de impuestos, por supuesto, por gastos que se originen de la actividad parlamentaria. Pero ¿qué gastos tienes tú? No pagáis ni un solo billete de avión, lo pagamos nosotros.Tenéis que viajar en bussiness, porque os sale igual de precio, dicen.Y si vale lo mismo, ¿por qué no disfrutar de un cómodo asiento en primera clase? También os costeamos 250 euros al mes para taxis y todos los gastos en transporte público. Plan de pensiones especial, 1.000 euros al mes en gastos de representación y un complemento para gastos de libre disposición. ¡Venga! Adsl, Ipad y un Smartphone de última generación gratis, bueno, pagado por nosotros.Y si perdéis las próximas elecciones, no importa, al sueldo de diputado se suma una pensión por ser exministro….lo único que te voy a preguntar es…¿cómo quieres morir?

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RELATO DE FICCIÓN – Por favor, tengo dos hijos. –Y el resto de la gente también. Miles de hijos a los que habéis condenado con vuestros recortes de mierda. Tú misma lo dijiste “Cuando hay que hacer sacrificios, hay que hacerlos”. Bien… pues hay que hacer un sacrificio. Y esta vez, vas a ser tú….–la vicepresidenta, observaba ojiplática a su ejecutor mientras extraía una especie de batidora de la mochila. No llevaba cable y tenía un cierto tamaño reducido– ¡Bruno sujétala! –pero Bruno no se movía– ¡Venga hostias! Sujétala joder –. Finalmente el joven la retuvo por los brazos desde atrás mientras Óscar abría las piernas de la vicepresidenta y colocaba sus piernas abiertas entre las de ella, para evitar que pudiera cerrarlas de nuevo. La política gritaba como una desposeída, insultando a sus captores con visceralidad. El hipster rasgó la falda de la vicepresidenta y le arrancó las bragas con soltura. Acto seguido, introdujo la parte del ventilador de la batidora en su vagina realizando un gran esfuerzo y resultándole un trabajo complejo. –Vamos a hacer unos recortes…, a mí tampoco me gusta tener que hacerlos, pero son necesarios –. Óscar activó la batidora y la vicepresidenta empezó a convulsionarse. El ventilador del electrodoméstico fue desgarrando por dentro el útero de la vicepresidenta provocando una auténtica sangría saliendo a chorro desde su coño. El hipster mantuvo la batidora dentro de su vagina, realizando movimientos circulares con el aparato, metiendo y sacándolo levemente como si estuviese preparando una rica salsa para acompañar. Progresivamente fue introduciendo la batidora más y más, abriéndose paso entre los tejidos de su cuerpo. –Hostia tenías razón. El aborto es malo para la mujer…a ti te ha ido fatal –. La vicepresidenta ya estaba desfalleciendo. En su rostro se plasmaba el sufrimiento extremo. 24


MATANZA EN EL CONGRESO

–¿Duele? –preguntó con amabilidad Óscar. La vicepresidenta no respondía– ¿Duele o no? Bueno, cuando te dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, después de toooodo lo que habéis hecho, también duele. Duele muchísimo….¿no decías que eras católica? Bien, vas a sufrir como tu señor. Ay, ¿Dónde está tu dios? ¡¿Dónde está tu dios?! –Óscar le gritaba pero la vicepresidenta expulsaba más sangre por su boca. Bruno la sujetaba por los brazos y asistía a aquella escena impertérrito. Jamás había visto tanta sangre y aquel olor…¿qué era aquel olor? Después de eso, el joven tuvo que volver al hemiciclo a por el flamante líder del PSOE. –Yo le acompaño, insisto –reiteró un diputado socialista– soy el secretario de Organización… –Es que…no hay más sillas. –¿No hay más sillas? –Sí, y además, el…el presidente de la Comisión Negociadora me ha dicho que lleve al líder de la oposición. En todo caso, si tuviera que acompañarle alguien serían los líderes de otros partidos…– Bruno tragó saliva, esperando que su bola hubiese colado en la bancada socialista. El líder le dijo algo al oído a su compañero, miró al joven y asintió con la cabeza. Cuando ya se disponían a entrar en el pasillo curvo, dos jóvenes abordaron a Bruno. –Hola. Somos de la Comisión Organizativa. ¿Cómo va la Comisión Negociadora? ¿Se ha llegado a algún acuerdo? –Bueno. La verdad es que…todavía estamos hablando… esto…el presidente se puso un poco nervioso y…tuvimos que tranquilizarlo. Ahora….estamos empezando a hablar de 25


RELATO DE FICCIÓN política…sabes… –Bien, queremos acompañaros y comprobar cuál es el estado de las negociaciones –respondió una de los jóvenes. –Ya…ya…claro. Por supuesto…lo que pasa…es que…verás… será mejor que no –Bruno no sabía por dónde salir– Óscar no quiere intimidar a los diputados y ahora se les está transmitiendo todo, todo lo que habéis dicho en la asamblea. –Pero iríamos sólo dos… –No os preocupéis. Al primer avance, os aviso. ¿ok? Venga. Hasta ahora –el joven no podía creer la capacidad de persuasión que tenía. Sin embargo, los integrantes de la Comisión Organizativa le miraron extrañados. –De socialistas no tenéis una puta mierda –Óscar se encontraba inmerso en su discurso– os hacéis llamar la izquierda, pero sois más monárquicos que vuestra puta madre. En vuestra campaña dijisteis que ibais a por el pleno empleo y nos dejasteis con millones de parados. Lo único que hicisteis fue hacer recortes y dar millones y millones a los bancos. Era prestado pero..¡ups! ahora está perdido. Qué casualidad…vosotros insultáis a la gente honrada diciendo que sois la izquierda. En realidad, sois todavía peores que los otros. Les acusáis de corrupción, y sois la misma mierda. Con vuestras financiaciones irregulares de aquellos años maravillosos...indultando a banqueros..¡ah! Y tú no has empezado, y ya te han sacado trapos sucios. Si es que...hablas de cambio y tienes en tu equipo a gente que la cagó en vuestro anterior gobierno. ¿Se puede ser más hijo puta? –Por favor, tengo mujer y un hijo.

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MATANZA EN EL CONGRESO –Tooooodos tienen hijos. ¿Y qué? ¿Eso te frena a la hora de ser tan cabrón?...aiiiss…¿sabes? Eres muy guapo. Te votaría sólo por lo bueno que estás. Muchos lo harían y supongo…supongo que te eligieron por eso…para ganar por tu cara bonita…es verdad… tienes una sonrisa preciosa. Así que…te la vamos a dejar más al estilo… “obrero”, para que ganes más votos –. Bruno retuvo al socialista por los brazos y Raúl, con la cara desencajada y el rostro pálido, le apuntaba con el arma de Miguel. El hipster estaba preparado para arrancarle los dientes con alicates. Uno a uno, mientras el diputado se retorcía de dolor y chillaba como un cerdo, Óscar le fue arrancado todos los dientes que formaban su dentadura. Primero empezó por las palas, después le siguieron los incisivos, los caninos, los molares hasta las muelas del juicio. Cada diente que partía con los alicates sonaba como un ruido seco, como algo desquebrajándose en su boca. El líder socialista se desmayó, por lo que Óscar se dedicó a cortar con un cuchillo sus encías con más tranquilidad. Al cabo del rato, el político volvió en sí con las fauces totalmente ensangrentadas. No podía hacer otra cosa más que llorar y sufrir. Finalmente, el hipster le hundió los ojos en las cuencas hasta que dejó de moverse. Ahora Bruno debía regresar a por el resto de ministros. Óscar quería matarlos uno por uno pero aquello iba a ser costoso. Bruno les engañaría diciéndoles que se trataba de un plan para ayudarles a escapar. En el nuevo viaje de Bruno al hemiciclo, volvió a ver a aquella chica cuyo rostro le resultó familiar en la tribuna de oradores. Estaba deambulando por la M30 y se metió sola por una de sus puertas. ¿Qué estaría haciendo? Decidió seguirla y esperar tras la puerta. Como no estaba bien cerrada se entreabrió sola y pudo verla a través de la ranura haciendo algo en un despacho. Después de lo que había visto, todo se la traía floja, así que abrió la puerta. –¿Qué estás? ¿Robando? Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón ¿no? –la chica se sobresaltó. 27


RELATO DE FICCIÓN

–¡¿Qué haces aquí?! ¡FUERA! –Ey, ey. Tranquila…pero ¿qué estás haciendo? –Nada que te importe. Sal de aquí por favor. Están…votando algo muy importante ahora en la asamblea –la joven trataba de ocultar algo tras su espalda. –Soy de la Comisión Negociadora. No estoy en eso… –Bruno caminó dentro del despacho, rodeando la mesa, tratando de ver qué era lo que estaba escondiendo. La fémina se movía acompasada con los movimientos de Bruno pero éste pudo vislumbrar una caja y algunos cables. No parecía algo que ya estuviera en el despacho– pero ¿qué coño es eso?....es….es…¿es una bomba? Dios mío ¿es una bomba? –¡Cállate! –se excitó la joven, mirando a través de la puerta para asegurarse de que nadie les había oído– chico…te conviene salir de aquí…mira…te doy un consejo…deja lo que estás haciendo y sal como puedas del Congreso –. Mientras le hablaba, Bruno reparó en lo preciosos que eran sus ojos claros…color del mar…por eso le resultaban familiares. –EY, tú eres la chica que llevaba un pasamontañas ahí fuera. Te he reconocido, ibas con los …¿Black bloc? –¿Los Black bloc? No…te equivocas. De verdad, hazme caso, lárgate de aquí si sabes lo que te conviene. –Entonces…¿qué eres..? ¿de la ETA? ¿del Grapo? ¿de Terra Lliure? ¿de España 2000? –Lárgate de aquí. ¡YA! –amedrentado, Bruno salió escopetado del 28


MATANZA EN EL CONGRESO despacho y retornó a la biblioteca, donde Óscar se encontraba arrastrando el cuerpo del líder socialista hacia los pisos superiores. –Escuchad…creo que hay un grupo colocando algo así como una bomba. –¿Una bomba? –se despertó Raúl, quien se encontraba temblando en una de las sillas mientras seguía desangrándose. –¡UNA BOMBA! –exclamó el hipster– Bien, que pete todo esto. Así nos los cargaremos a todos de una. Y a esos pacifistas de mierda también. Trae a más peperos y sociatas. – …pero…la…la bomba.. –¡Venga! No tenemos tiempo –le ordenó. Con la excusa de ser manifestantes a favor del actual régimen, hizo creer a los ministros que iban a sacarlos de allí, de modo que accedieron a acompañarle en pequeños grupos de tres. Al mismo tiempo que Raúl les apuntaba con un arma, Óscar les fue torturando uno a uno con la inestimable ayuda de Bruno, quien no dejaba de sorprenderse con la cantidad de herramientas que habían introducido en el Congreso. A la ministra de Cultura le taladraron diferentes partes del cuerpo con una broca, hasta perforarle la cabeza, junto a comentarios jocosos sobre su reforma educativa. Al ministro de Economía le amputaron el pene y la bolsa escrotal y se los hicieron tragar hasta asfixiarle. La ministra de Energía e Industria trató de escapar pero Raúl le pegó un tiro con las pocas fuerzas que le quedaban. Al ministro de Hacienda, conocido nepotista, le quemaron vivo con un mechero, siendo un proceso muy lento, optaron finalmente por quemarle la garganta hasta matarlo, a lo que Óscar añadió, como tú no ibas a subir los impuestos, nosotros no te haremos daño. Al ministro de Sanidad le desollaron arrancándole la piel 29


RELATO DE FICCIÓN mientras aún respiraba. Fue una tarea compleja en la que Óscar le repetía constantemente con sorna– No tenemos presupuesto para anestesia –. A la ministra de Defensa le partieron todos los huesos del cuerpo, o eso le pareció a Bruno, y luego le reventaron la cabeza contra una de las estanterías. Un tormento fue también la muerte del ministro de Trabajo, familiar de aristócratas, quien fue desprovisto de su cabello, arrancado de cuajo junto con parte de su calvicie. Después le destriparon y le ahorcaron con sus propias tripas. –Considérate en el paro –le dijo el hipster– ahora ya puedes seguir jugando a tu mierda de juego del móvil, aunque siempre puedes apuntarte a un curso de formación –. El siguiente fue el ministro del Interior. A éste le defecaron en la boca y se lo hicieron tragar. Posteriormente, Óscar le violó con una maza con puas hasta que se desangró. Puesto que quería dedicarse a otros diputados, al resto de ministros sólo los apuñaló, aunque se divirtió haciéndoles pequeños cortes durante un rato. Seguidamente, estuvo trabajando con otros diputados del PSOE, dejando la biblioteca totalmente empantanada de charcos de sangre, vísceras, órganos y miembros amputados. Ya no se molestaban en esconder los cadáveres y se resignaban con ir amontonándolos tras los escritorios. Bruno se detuvo por un instante a contemplar sus manos ungidas en sangre salpicadas con trocitos de carne. Estaban temblando de nuevo y él era incapaz de detenerlas. Hizo un esfuerzo por controlarlas pero ya no era dueño de su cuerpo. Sólo podía pensar. Y pensó. Pensó que pensaba. Y pensaba en lo que había hecho. Veía sangre por todas partes, y tenían un color muy vivo, un color real. Estaba despierto, lo estaba viviendo. No podía seguir con la mente en blanco, siguiendo el curso de los acontecimientos. Estaba despierto y tenía que pensar. Las arcadas llegaron sin avisar antes por teléfono y vomitó sobre los charcos de sangre. Se apoyó sobre la mesa viendo como Óscar arrastraba los cadáveres con tranquilidad, como si lo hiciese todos los días. Concentró su mirada 30


MATANZA EN EL CONGRESO fijamente en los cuerpos de los diputados. ¿Realmente habían sido personas? ¿Y él? ¿Seguía siendo una persona? ¿Cómo había llegado hasta ahí? Había ido a protestar contra la corrupción, sin esperanzas de poder ocupar el Congreso. Ahora había aniquilado a medio parlamento. Raúl ya no se movía. No tenía color y estaba frío. ¿Cuánto tiempo llevaba así? Se fijó en que todavía sostenía levemente la pistola sobre la mesa y entonces recordó la bomba. Debía salir de allí. –Tenemos que salir de aquí. –Y una mierda. Aún tenemos muchos a los que matar –le respondió Óscar tajantemente. Bruno cogió la pistola de la mano de Raúl y apuntó a Óscar. –Yo me largo de aquí. No te me acerques. –Como puedes ser tan traidor… –Dijiste que iba a ser sólo una broma pesada. –¿Qué pasa? ¿Te arrepientes ahora? –...hay una bomba… Yo me largo. No me sigas o te pego un tiro –. Óscar se limitó a mirarle desafiante y Bruno salió por la puerta de la biblioteca. En el pasillo se encontró con los dos jóvenes miembros de la Comisión Organizativa. –Queremos estar en las reuniones con los diputados. ¡AHORA! –Muy bien. Entrad. Comprobaréis que las negociaciones han llegado a buen término. Se mueren por colaborar –. Bruno siguió corriendo hasta llegar al hemiciclo donde no cabía ni un alfiler. El primer piso estaba lleno y no había por dónde pasar. Y ahora 31


RELATO DE FICCIÓN cómo salgo de aquí, pensó. Entre el gentío apareció la misteriosa chica de ojos bonitos y se dirigió directamente a él. –Escucha. Lo que viste en el despacho era un equipo de explosivos de gran potencia. –Pues claro. Suponía que no era confeti. No te jode…¿me dará tiempo a salir? Dios, tengo que salir de aquí. –Espera. Necesito que hagas algo por mí. –Y una mierda.Yo me largo de aquí. ¿Cómo se sale de aquí? Tengo que –ESCÚCHAME IMBÉCIL. Voy a intentar desactivarlo ¿vale? Necesito que le digas a la gente por megafonía que desaloje el congreso por si no lo consigo –. Ella notó como Bruno miraba a los lados, muy nervioso con cara de circunstancia– vale, oye. Mírame –estaba demasiado bloqueado como para mirarla. Sólo quería salir de allí. Ella le cogió por las orejas y dirigió su cara hacia la suya. Bruno pensó entonces que tenía los ojos más bonitos que había visto en su puta vida– ey, ey, escucha. Haz lo que te digo. Sólo di que hay una bomba y que salgan ya por donde han entrado. La salida se bloqueará durante un rato pero tú subirás al primer piso. Desde allí se accede al puente de Floridablanca y te llevará al edificio de la segunda ampliación. En alguna parte debes encontrar un túnel subterráneo que te conducirá hasta el edificio de enfrente. Estarás a salvo. – …¿Un túnel? – Sí. Se construyó por seguridad hace unos años. ¿vale? Por favor. He descubierto algo. He sido una estúpida. Muy estúpida. Y quiero arreglarlo. ¿Me ayudarás? –. Bruno hubiera hecho 32


MATANZA EN EL CONGRESO cualquier cosa que ella hubiese deseado. Se habría bebido su orina si se lo hubiese pedido mirándole tan fijamente. Tan solo acertó a asentir con la cabeza. Entonces ella se marchó hacia las profundidades de la M30. Bruno subió hacia la tribuna de oradores, maldiciendo a todos los terroristas del mundo. Miró al presidente del Congreso, solicitando permiso para hablar. Éste hizo un gesto dando a entender que se la sudaba. Había alguien hablando sobre la reducción de impuestos a las PYMES y Bruno le empujó levemente. El joven perrofláutico se indignó y entonces vio su ropa manchada con sangre, incluso algún trocito de algo viscoso, por lo que aceptó apartarse de buen grado. Acercó su boca al micrófono y luego miró a los demás. Nadie estaba pendiente de él. – ¿Hola?...¡Hola! –algunos le observaban, pero el bullicio de gente hacía tal ruido que nadie le prestaba atención– escuchad…ey…. HAY UNA BOMBA EN EL CONGRESO –se hizo un silencio roto por algunos gritos– es verdad…hay una bomba…y… también hemos matado al presidente del Gobierno… y a muchos diputados –levantó sus manos manchadas de sangre–….no sé…. la próxima vez…id a votar….–los manifestantes y el resto de diputados le escuchaban atónitos– tenéis que salir de aquí ya… ¡CORRED! –. Miles de personas iniciaron una estampida hacia las salidas, creando un apelotamiento masivo que bloqueó cualquier posible escape. Súbitamente, la gente del primer piso y las apelotonadas en la salida del hemiciclo empezaron a retroceder. ¿Qué coño hacen?, pensó Bruno. Un ejército de policías entró en el Congreso disparando a discreción y desbloqueando las entradas con gran violencia. ¡Los GEOS!, dijo alguien. Algunos manifestantes cayeron al vacío desde los palcos de la primera planta y otros aprovecharon para intentar matar a los diputados del PP y del PSOE que quedaban vivos, creando una situación de caos dantesca. Ya sólo se oían gritos y disparos. Bruno trató de centrarse en medio de aquel infierno. La primera planta… 33


RELATO DE FICCIÓN la primera planta…el puente de Floridablanca…aquella chica…. el puente….aquella chica…¿y si lo había conseguido?…¿y si era mejor esconderse con ella y quedarse abrazaditos debajo de un escritorio, calentitos, compartiendo calcetines hasta que todo pasara? Sin pensarlo mucho, porque a decir verdad no lo pensó mucho, Bruno volvió al pasillo curvo de la M30 para buscarla. Corrió recorriendo el recorrido y trazando el trazado circundante, y sintió la vibración de las pisadas de más policías llegando desde el otro extremo del corredor. Ellos no podían verle todavía, por lo que se apresuró a entrar en el despacho de la bomba y cerrar la puerta tras de él. Allí sorprendió a Óscar con los dedos hundidos en las cuencas sangrantes de la chica terrorista. El hipster se volvió con los ojos abiertos, con el rostro y el pecho totalmente manchados de sangre. Se había hecho un colgante con los intestinos de alguien y tenía algunos dientes sueltos desperdigados por su hombro. Le avizoraba con una expresión de locura extrema. –¡El traidor! –Hijo de puta… qué has hecho… –Ahora verás…tú eres el siguiente –. Óscar soltó a la joven y se encaminó hacia Bruno con la mandíbula apretada. –Iba a desactivar esa mierda –alegó sollozando. Ya estaba a un metro de Bruno y levantaba sus manos, separando los pulgares humedecidos con aquellas pupilas tan bonitas. –Por eso mismo –. Óscar se encontraba de frente y Bruno no se movía. Acercó sus manos a sus ojos y el joven levantó sus brazos y le apuntó con la pistola. Aquella pistola que le había quitado a Raúl. El hipster se detuvo.

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MATANZA EN EL CONGRESO –¡Atrás! –ordenó Bruno, pero Óscar no retrocedía– ¿Por qué lo has hecho? –Bruno…soy policía. –¿Qué? ¿Y por qué la has matado?¿Por qué has hecho todo esto? –Tú no lo entenderías. –¿Entender qué? –No lo entenderías. –¿ENTENDER QUÉ? –Era necesario. Todo lo que he hecho era necesario. Esos pacifistas de mierda…–frunció el ceño– Esto es lo que tiene que suceder. Alguien que rompa las reglas y restablezca el ORDEN. –¿Qué orden? –El orden que había en el pistolerismo del siglo pasado. El enemigo rojo. ETA… es necesario un orden en el que tengamos un enemigo. Necesitamos un enemigo para estar…unidos…para que todo siga….igual. –¿Qué dices?¿Y ella?¿Qué tiene que ver en todo esto? –Ella…y los otros…yo los uní. Era mi misión. Chicos desahuciados…gente sin futuro, apalizados sin derecho a protestar…odio…odio… un grupo de odio como denominador común…odio al Estado…odio a la policía…odio a los demás…así mismos. Carne de cañón, personas anónimas dispuestas a hacer lo que sea y a morir en la causa –Bruno negaba con la cabeza– Yo 35


RELATO DE FICCIÓN les di esperanzas y les aprovisioné con equipamiento. Ella… ella iba a ser…la nueva ETA…el resurgir de ETA. El equilibrio…¿Te das cuenta del negocio que supone una banda terrorista?¿Sabes cuánto…–. Óscar dio un manotazo repentinamente, tirando el revolver al suelo y se abalanzó sobre Bruno hasta estamparlo contra una de las paredes. Le cogió violentamente de la cabeza y la golpeó contra el tapiz verdoso. Bruno trataba de resistirse, pero la presión ejercida por el policía era brutal. Víctima de su fuerza, sus dedos iban acercándose a sus ojos. Sabía cuál era el final. Iba a hundirlos en sus cuencas hasta perforar su cerebro. Intentaba contenerlo pero sus yemas ya presionaban sus párpados. Eso mismo debió sentir ella antes de morir. Utilizada como una perra para servir en la campaña del antiguo régimen. No importa lo que hagas o lo que digas, siempre lo usarán en tu contra. Siempre ganan los mismos.Vas a morir.Vas a morir.Ya te queda poco.Vas a morir. Y si vas a morir, muere matando. Bruno consiguió apartar los dedos cubiertos de sangre y le propinó un cabezazo en su rostro. Óscar seguía agarrándolo por los brazos y le devolvió el golpe con su dura cabeza, rompiéndole la nariz. El joven sintió un dolor insoportable y aprovechó su cólera para lanzarle otro cabezazo. Cual machos cabríos, ambos contendientes se golpearon duramente con sus frentes, destrozándose huesos y dientes. Óscar era más fuerte, pero el pesar y la rabia de Bruno no le permitían perder. Iba a morir, pero no iba a dejar de golpear. Cabeceó, cabeceó y cabeceó. Una y otra vez. Sin pensar, sin dolerse. El sufrimiento era su combustible. Una y otra vez. Una y otra vez.Y otra vez. Cabezazo tras cabezazo. Era una máquina. Un robot. Y el único objetivo de su vida era reventarle el cráneo a su rival. Cabezazo, cabezazo, cabezazo. Siguió dándole cabezazos y no percibió el sonido de los huesos faciales quebrarse ni vio la sangre de Óscar salir a borbotones. Habían llegado a la pared de enfrente y su enemigo ya no se movía, pero él seguía dándole cabezazos. Tenía sus dientes marcados en la frente. Con el último cabezazo sonó un gran crujido, probablemente fue el maxilar 36


MATANZA EN EL CONGRESO superior o el férreo frontal. Bruno estaba a punto de desfallecer cuando volvió a ser consciente de que estaba matando a un cadáver. Le soltó y perdió el equilibrio hasta tropezar con la mesa. Allí estaba ella, en el suelo tras el escritorio. No quiso ni mirarla. Tenía la cara inundada de sangre y se había roto prácticamente todo. No se sentía la frente. Observó el artefacto explosivo. Era muy raro, no se parecía a nada de lo que había visto en las películas. Lo inspeccionó por encima pero no había cable azul, ni rojo, ni amarillo. Ni un temporizador ni una cuenta atrás con cifras rojas. No tenía absolutamente ni puta idea de cómo parar algo así. Sólo podía hacer una cosa. CORRER. Bruno salió del despacho y volvió a recorrer el pasillo curvo de la M30 por última vez. Los disparos y los gritos aparecieron de nuevo como si hubiesen estado detenidos en el tiempo. Atravesó el hemiciclo, pasando junto a policías apalizando sin cesar a los manifestantes y por al lado de diputados que pedían clemencia mientras recibían patadas de indignados furiosos. Ya todo le daba igual. No sabía ni por dónde caminaba. Fue probando puertas, cruzando pasillos, hasta llegar a unas escaleras que le ascendían hasta el primer piso. Atravesó una galería con multitud de cuadros y avistó un pasillo con cortinas que desechó en un primer momento. Se detuvo, dio unos pasos atrás y volvió a fijarse en aquel pasillo. Ese corredor era un puente. El puente de Floridablanca. Algunos policías entraban desde el otro extremo y aguardó contra la pared hasta que pasaron sin advertir su presencia. Una vez a solas, cruzó el pasillo que unía los edificios contiguos por encima de la calle Floridablanca y llegó hasta el edificio de la primera ampliación. Allí vio ascensores y escaleras pero prefirió no arriesgarse y bajar a la antigua usanza. Antes de llegar a la planta baja, se detuvo en los escalones para otear el panorama. Había una puerta de salida, pero podían verse más agentes y luces de furgones coloreando la entrada con ese horrible y terrorífico azul de policía. Desde su posición detectó una salida 37


RELATO DE FICCIÓN a otra parte. Debía ser el conducto hasta el edificio de la segunda ampliación. Pero cómo pasar sin ser visto. Las gotas de sangre que brotaban de su nariz fueron salpicando el suelo mientras pensaba en hacerlo. Tendría que correr… y un gran estruendo le hizo caer al suelo e hincarse la esquina de un escalón en la espalda. Todo había vibrado de repente. ¿Qué había pasado? La bomba, era la bomba o el artefacto o lo que fuera aquello. Una gigantesca explosión había hecho saltar por los aires el Congreso de los Diputados. Los policías, los manifestantes, los propios diputados, los periodistas que se habían colado…todo aquel que no hubiera conseguido salir a tiempo, estaba ardiendo en esos momentos. Lo único que oía era un eco sordo y un pitido en su cerebro. Notó movimiento en la puerta. Era su momento. Bruno corrió hasta la entrada del edificio de la segunda ampliación. Tomando como referencia su situación con respecto de la calle Carrera de San Jerónimo, debía buscar la entrada al túnel subterráneo desde el extremo de la izquierda. O eso pensó. Llevado por un extraño sentido de la orientación, halló el túnel que discurría bajo tierra. Nuevamente lo encontró decorado lujosamente con infinidad de cuadros. Finalmente logró llegar a los nuevos edificios y allí se encontró en la oscuridad total. No sabía por dónde salir ni por dónde acceder a otra sala. Se encontró solo sin saber qué hacer. Lo único que se le ocurrió fue detenerse, quedarse estático en medio de aquella penumbra, esperando encontrar un rayo de luz que le indicara el camino. –¡Quieto!¡Policía! –alguien le apuntaba por la espalda. Después de todo, finalmente había sido descubierto. –¿Bruno? –preguntó la voz. –¿Comisario? –respondió Bruno. –¿Qué ha pasado ahí dentro? 38


MATANZA EN EL CONGRESO

–Todo ha salido según lo planeado.

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RELATO DE FICCIÓN

El autor RECHAZA cualquier tipo de violencia, así como CUALQUIER tipo de terrorismo. Los personajes son ficticios y no se trata de alentar a NADIE a realizar un acto de este tipo. Por favor, NO repitan en sus casas lo que han leído. La presente historia de COMEDIA GORE pretende ser una CRÍTICA hacia todo tipo de violencia.

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