EL MARATÓN DE MI VIDA-Andres Elek

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EL MARATÓN DE MI VIDA Andrés Elek

EL MARATÓN DE MI VIDA Narrado por Claudia Servin Guiot

Narrado por Claudia Servin Guiot



EL MARATÓN DE MI VIDA Andrés Elek


EL MARATÓN DE MI VIDA Autor © Andrés Elek Hansberg Coautora Claudia Servin Guiot Coordinación y diseño editorial Alma Rosa Martínez Melo Ilustraciones © José Luis Santiesteban Castañeda

Primera edición, diciembre de 2020 Registro Público 03-2017-050912203500-01 Impreso en México Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.


“A quienes creyeron en mí. Hoy soy un maratonista” - Andrés Elek



¿La meta? La meta está a 42 kilómetros. - ¿Y? - Tendría que entrenar demasiado - Pues entrena - ¿Para qué? - Para que te des cuenta de lo que puedes lograr Así comienza este cuento, yo corriendo... bueno al principio caminando; luego trotando y después corriendo.



COMENZAR DE CERO Seis de la mañana, hace frío, preferiría quedarme en mi cama... ¿Me levanto ahorita? o de plano renuncio a la idea de salir a caminar... ni modo... me levanto, me pongo mis pants, mis tenis y me dirijo al Sope. El Sope es una pista de arcilla que cada vez utilizan más las personas que corren, caminan, trotan y gustan del ejercicio. Se ubica en la tercera sección de Chapultepec.


Estoy insistiendo a mi mujer, para que me acompañe, no quiere, me voy solo. Apenas voy a la mitad de la pista, creo que ya no puedo caminar más. Esto no es lo mío, tengo ganas pero no es lo mío... Así fueron los primeros meses en que empecé a correr, no podía siquiera imaginarme la meta. Cada día, en la mañana, de lunes a domingo, salgo a la pista, camino y camino, me canso, me agoto, sudo y sudo... Sigo caminando, a veces trotando, estoy a punto de mandar todo al diablo, pero no lo hago, algo me lo impide, no sé qué es, tampoco me importa averiguarlo. Pasan los meses y poco a poco me doy cuenta de que ya no me cuesta tanto trabajo levantarme temprano para ir a la pista es más, ya le doy dos vueltas al parque sin mucho esfuerzo.




Algo en mi empieza a cambiar, no sé explicarlo, no solo es mi condición física, es algo dentro de mí. Mi corazón no solamente late más rápido, late más feliz. Cuando corro, sonrío, no me había dado cuenta de lo mucho que sonrío, o más bien, no me había dado cuenta de que ya no sonreía desde hace tiempo. Correr me está quitando la rigidez. Soy formal con las decisiones que tomo. Decidí correr. Me siento mal si no termino algo que empecé. No sé si a eso se refiriere la gente cuando dice que soy obsesivo. Y ¿qué de malo tiene ser obsesivo? Seguramente somos muchos los obsesivos, tal vez la obsesión me ha hecho alcanzar mis metas.


Creo que me volví obsesivo para escapar de mis problemas. Al pensar y re pensar en algo, dejo de pensar en todo lo demás (que quizás es más importante). Esta es la manera de no sentirme tan solo. Me acompañan mis obsesiones. Aunque a veces éstas son un problema... Definitivamente no controlo esta parte de mí. Quizás también es por eso que me siento bien corriendo, porque al hacerlo me concentro y evito los pensamientos con los que no puedo lidiar. La soledad es una idea que me atormenta y me angustia, quedarme solo es mi mayor temor. No quiero estar solo, no lo soporto. Siempre imaginé una vida en familia, con esposa y con hijos, no sé si alcance ese sueño.




Continuamente recuerdo cuando estaba casado, fue una etapa feliz en mi vida, lo mejor era que me sentía acompañado todo el tiempo. La relación con mi ex esposa en general era buena, aunque pasamos momentos muy difíciles. Me ha costado mucho trabajo olvidaria. Hacer ejercicio, específicamente correr, me ha ayudado a dejar atrás el sentimiento de vacío que me quedó después del divorcio. Hace cinco años me fijé una meta: terminar un maratón, empecé a entrenar para ese fin. Así fue como me tracé horarios y tiempos para entrenar.


PRIMER TROPIEZO Un día cuando trotaba se me cruzó una piedra, me di cuenta que me iba a caer, no sé por qué sabiendo esto continué corriendo, segundos después tropecé y caí al suelo. Todo me daba vueltas, intenté recargarme en una banca pero no pude, miré mis rodillas y mis manos con sangre... acto seguido: me desmayé. Esto es lo único que recuerdo de aquél día. A partir de entonces algo ocurrió en mí, me había golpeado la cabeza muy fuerte, no sé bien que hemisferio del cerebro se me habría dañado pero empezaron a sucederme cosas raras.




En si la herida no fue grave, me llevaron al hospital, me cosieron diez puntadas y listo, la cicatriz quedó incrustada en mi frente, lo cierto es que no me disgustaba, al principio me pareció un recordatorio de que debía ir viendo el piso mientras corría, después se convertiría en otro tipo de recordatorio. A los pocos días de ese acontecimiento regresé a la pista con mi cicatriz. Cuando pasé por el lugar en donde me había caído, me topé nuevamente con la piedra, supe que era la misma porque estaba manchada de sangre. La recogí e instantáneamente sentí calambres en el brazo. - Algo tiene esta piedra... - me dije - no sé que es pero no es normal. Llegué a pensar que tenía poderes. Aventé la piedra al extremo opuesto de la pista y seguí trotando. Esa noche tuve pesadillas, soné y aluciné, mi sueño fue en blanco y negro, después en sicodélico.


EL SUEÑO Esto fue lo que vi durante mi sueño. Estaba en una de mis montañas preferidas, el Iztaccihuartl. No me encontraba bien. A mi alrededor había personas escalando, yo parecía invisible, lo supe porque empecé a gritar todos pasaban del lado ignorándome; nadie me veía ni me escuchaba. Ahora intento acordarme porqué gritaba con tanta desesperación pero no lo recuerdo, solo sé que la estaba pasando muy mal.




Recuerdo que me estaba helando, congelando, parecía que a nadie le importaba lo que me sucedía, quiero pensar que era porque no me veían o realmente no les interesaba... cada quien seguía su camino en la montaña. En mi sueño sufría, me veía pequeñito y mientras más andaba más me hundía en la nieve sin que nadie volteara a verme. Afortunadamente me desperté, estaba angustiado, sudaba a mares. Agradecí mi cama y mis cosas, mi casa, mi pijama y mi perro. Aquél sueño empezó a inquietarme. A partir de esa noche decidí dormir con la luz encendida, estoy seguro que muchos han de hacer lo mismo.


OTRO TROPIEZO Transcurrieron varias semanas, trataba de olvidar el sueño y la piedra pero no podía. La cicatriz se notaba mucho, estaba en medio de mi frente y era del tipo de las de Frankestein. Una mañana, corriendo en la pista, me tropecé y me caí (otra vez). ¡No lo podía creer! La causante era la misma piedra ensangrentada de hacía unos meses. Tirado a media pista pude alcanzarla, tomé suficiente aire y la lancé lo más lejos que pude, después corrí a cerciorarme para ver en dónde había quedado, cuando la vi atorada entre unos matorrales descansé y la maldije. En esa ocasión el golpe no me había dejado ninguna herida que coser, solo tenía las rodillas raspadas y una mano torcida.




VUELVE EL SUEÑO Aquella noche nuevamente tuve pesadillas. Estaba en la misma montaña de mis sueños, gritaba y me quejaba igual, y al igual que en las otras ocasiones no había persona alguna que me hiciera caso. De pronto veía una sombra, alguien que en el sueño me decía: - El papel de víctima cansa a cualquiera. Ese comentario me molestó mucho, Durante el sueño llegué a pensar que la condición física que había adquirido en mis entrenamientos diarios me ayudaría para ascender a la cima.


A veces me detenía y tomaba un descanso, observaba a quienes iban delante de mí, también a los que se quedaban atrás, me di cuenta que cada quien iba a su paso. Me desperté de aquél sueño y repetí varias veces: a su paso... a su paso...




PRIMER MARATÓN Transcurrieron varios meses y yo continuaba ejercitándome, cada día me entusiasmaba más este deporte. Me volví un aficionado a los accesorios para correr: tenis, sudaderas, relojes, lentes, termos, etc. Me di cuenta de que mis problemas me torturaban cuando no estaba corriendo. Decidí no dejar de hacerlo nunca. Al cabo de un tiempo me sentí preparado para correr un maratón. Al principio sentí temor porque se trataba de un gran reto, había escuchado mucho al respecto. Fue así como me inscribí en el maratón de la Ciudad de México,me sentía preparado para correr los famosos 42 kilómetros.


Cuando comencé la carrera tenía la adrenalina al tope, los primeros 10 iba muy bien, después empecé a sentir que me estorzaba demasiado, el cansancio comenzaba a hacer mella. Al estar cerca del kilómetro 31 no podía más, estaba agotado física y emocionalmente, disminuí el paso. Al secarme el sudor de la frente toqué mi cicatriz, estaba abierta y escurrían algunas gotas de sangre. Me di por vencido, las piernas se me desvanecían, no pude continuar, me salí de la competencia. Estaba triste y frustrado, derramé algunas lágrimas que me sequé rápidamente. Me subí en un taxi, llegué a mi casa y metí mis pies hinchados en una tina con hielos. Sentí en lo más profundo de mi lo que era la derrota. Estuve desanimado varios días. Pasó poco tiempo cuando decidí correr nuevamente. Pronto olvidé aquella mala experiencia y me fijé la meta de entrenar para otro maratón.




LA PARED Durante un año entrené casi a diario, me sentía muy bien, estaba en forma, había bajado más de 20 kilos, había sido constante y disciplinado. Sentía claramente que cruzaría la meta con los brazos en alto. Nuevamente durante la competencia me detuve en el kilómetro 31, no podía avanzar. Fue entonces cuando conocí el significado de “La Pared”, término empleado por los maratonistas. La pared es el momento en que los corredores llegan a un agotamiento extremo después de haber recorrido alrededor de 30 kilómetros. Este agotamiento consiste en una sensación de pesadez en las piernas, dolor y cansancio en algunas ocasiones va acompañado de una especie de depresión anímica que se debe principalmente a factores químicos del cuerpo.


Cuando un atleta se enfrenta con la pared, significa que se terminaron sus reservas de carbohidratos en el hígado y los músculos de las piernas; el cuerpo se ve forzado a metabolizar grasa en lugar de carbohidratos. La grasa es un combustible mucho menos eficiente que los carbohidratos. El corredor necesitará reducir la velocidad dramáticamente. Una vez llegada la pared, no importa cuánto esfuerzo hagas, jamás podrás recuperar el ritmo que llevabas al principio del maratón. Sentí una gran frustración y coraje cuando llegó la barredora por mí. Las barredoras se encargan de sacar de la pista a los corredores que han excedido el tiempo límite dentro de la competencia. Todavía me faltaban muchos kilómetros y yo no podía dar ni un paso más. Abandoné la carrera.




TERCER INTENTO A la semana siguiente me inscribí de nuevo en otro maratón. En esta ocasión sería el de Querétaro. Faltaban dos meses. Tenía una ventaja: estaba en muy buena condición física. Aun así, sentí miedo, tenía que cruzar La Maldita Pared. Necesitaba cambiar mi alimentación. Consulté con expertos. Me animé yo solito, había olvidado mis fracasos anteriores. Solo veía adelante. Empecé la carrera y me concentré en el número 31, kilómetro 31. Al cruzarlo sentí que me desmayaba. Parecía una maldición. Me tuve que detener, me hidrataron, descansé y me fui devastado a mi casa. Me sentía un fracaso, peor que en las ocasiones anteriores.


VOLVER A ENTRENAR A la semana siguiente me dirigí a la pista para comenzar de nuevo. Sabía que solamente inscribiéndome a otro maratón vencería mi miedo a enfrentarme con La Pared. Así lo hice, me inscribí en un cuarto maratón, el de la Ciudad de México.




CUARTO MARATÓN Llegó el gran día, empezó la competencia y avancé hasta el kilómetro 31, esta vez logré cruzarlo, ¡Por fin La Pared había quedado atrás! Corrí animado los kilómetros que restaban. A las seis horas con treinta minutos vi delante de mí el letrero que anunciaba la meta. Ya se había ido la gente; los jueces también y el personal de limpieza levantaba todo. Los pocos competidores que aún quedábamos en la pista no nos movíamos de la meta, esperábamos nuestra medalla de participación.


No había nadie que informara, a lo lejos lo único que se veía era un camión en donde personal uniformado guardaba todo lo que se había utilizado en el maratón. Llegué hasta ahí y un señor con un gafete me entregó mi medalla. Orgulloso me la puse, entonces me sentí completo, un verdadero triuntador. Me dormí con mi medalla puesta.




MARATÓN DE NUEVA YORK Haber cruzado la meta en el Maratón de la Ciudad de México me había dado valor y confianza. Sentí que podía correr en donde fuera. Por eso me inscribí en el famoso maratón de Nueva York. Era mi quinto maratón. El frío y la altura influyeron para correr más rápido. Al cruzar los 31 kilómetros algo me sucedió, tuve un impulso, una descarga eléctrica o no sé qué fue... respiré profundo y seguí con más energía que al principio, sabía que me faltaban aun 11 kilómetros, los más difíciles. Todos me habían rebasado y aunque me sentía agotado, en mi mente solo cabía un pensamiento: cruzar la meta.


Mejoré mis tiempos, hice cinco horas cincuenta minutos (cuarenta minutos menos que el maratón anterior). Nueva York... ahora que lo pienso me parece increíble haber llegado hasta allá. Recuerdo que el mejor momento de la competencia fue ver en la meta a mi mamá, emocionada y feliz. Sabía que ella se sentía orgullosa de mi, habían pasado cinco años en los que había entrenado mucho, en ocasiones de día, otras de noche; dejé de ir a fiestas; casi no me desvelaba; cuidé mi alimentación, y me puse en forma. Me sentía muy emocionado y contento. También me entró un sentimiento de tristeza. No puedo explicar este doble sentimiento. Al día siguiente de la carrera no podía levantarme, estaba agotado física y mentalmente, aun así la sensación de plenitud era total, tanto que pensé que era la mejor sensación que había experimentado en años, no quería dejar de sentirme así.




Desde mi almohada pensaba en todo el esfuerzo que me había implicado y las lágrimas me escurrían por las mejillas. En Nueva York, días después de la carrera, toqué mi cicatriz en la frente, la sentía distinta, significaba otra cosa. Era una especie de trofeo, un recordatorio de muchas cosas.


CONTINUAR CORRIENDO Continué entrenando, iba al Sope en muchas ocasiones. Decidí no pensar más en aquella piedra, pensé que solo era eso, una simple piedra. Lo que era increíble es que esa piedra siguiera en la pista. La volví a ver. Era más pequeña, parece que me seguía y calibraba mis niveles de miedo. Lo cierto es que ya no me molestaba, ni la piedra, ni la cicatriz... Lo que me seguía inquietando era el no saber cómo terminaba mi sueño en la montaña, era un asunto que necesitaba resolver. Como casi todo en mi vida, lo del sueño se me volvió obsesión. A ese asunto si le tenía miedo, lo había vivido demasiado real, me había parecido eterna mi angustia enterrado en la nieve, tanto que al recordarlo volvía a sufrir y a sentir frío. No sabía cómo interpretar todo eso que estaba en mi inconsciente.




Conocí a una señora que descifraba el significado de los sueños, me dijo algo terrible, solo me saco dinero, no regresé. También fui a ver a un chamán, me pasó una serie de ramas secas en las piernas, no me gustó. El cuarto en donde hacía las limpias e interpretaba los sueños era demasiado tétrico, había fotos pegadas en la pared, me apaniqué cuando vi imágenes de personas en medio de círculos de fuego. Esas cosas no me gustan, salí asustado de ahí. Estaba agotado de pensar en ese sueño, era mi nueva obsesión. Tenía atarantados a todos con lo mismo... Mientras tanto seguía corriendo, pendiente de la posibilidad de encontrarme con la piedra. Fue así que volví a tropezar y esta vez el golpe fue de verdad mayor, fui a dar al hospital, ahí tuve el sueño más vivido y revelador de mi vida...


SIGNIFICADO DEL SUEÑO Continuaba en la montaña, me encontraba solo, pidiendo auxilio, hasta que me di cuenta que todos iban solos, supe entonces que “en la carrera de mi vida estaba solo”, tenía a mi familia, a mis amigos, pero eso no significaba que siempre estarían conmigo. El único que estaría siempre conmigo día y noche a lo largo de mi vida, sería yo. Más me valía ser condescendiente y comprensivo conmigo. Mis pasos en la montaña empezaron a ser más ligeros, menos sufridos, a veces alguien iba a mi lado, a veces se alejaba y continuaba mi camino solo.




Pensé que mi vida era igual a ese sueño, avanzar y avanzar sin saber que había del otro lado de la montaña; yo tenía que elegir el camino, también elegiría permanecer o no con determinadas personas; podía elegir continuar, detenerme o volver atrás. Durante el sueño empezaba a ver con claridad, el paisaje se iba despejando y el cielo inmenso y profundamente azul me decía algo... Estaba trazando mi camino. Solamente yo era el dueño de mis pisadas y el único responsable de mis decisiones. Me empecé a sentir liberado... me invadió una sensación de totalidad, me sentí bien en medio de mi soledad. Me acababa de reconciliar conmigo y con quien era. Seguí ascendiendo en la montaña. Aprendí que la gente que se cruzaba en mi camino tenía algo que enseñarme.


Ahí, en la fría montaña, me di cuenta que las personas no siempre querían mi compañía, esto no era bueno ni malo, los intereses de todos iban cambiando, los míos también. Me gustó saber que podía caminar solo y sentirme bien. ¿A qué se debía esta nueva forma de experimentar la soledad? No lo sé...




LA CIMA Siempre habrá una gran montaña que subir. Cuando por fin llegué a la cima esperaba encontrarme con algo grandioso y definido. No fue así. Lo único que vi fue otra montaña enfrente. Me pregunté si valdria la pena llegar a una meta si siempre habría otra montaña que ascender. Podía quedarme en donde estaba sin moverme. Durante unos momentos lo tuve muy claro, si me quedaba inmóvil me perdería de mucho, no sé de qué pero sentí que habían sorpresas esperándome adelante, experiencias nuevas por vivir. Cuando escribo esto me encuentro en el


Nevado de Toluca, estoy solo en medio del paisaje, levanto los brazos y digo. ÂĄÂĄGracias Vidal!




PRÓLOGO Cuando conocí a Andrés estaba decidido a escribir sobre su pasión más grande: correr. Durante el tiempo en que me fue relatando su vida y la forma en que llegó a convertirse en un maratonista, pasó por muchas cosas. Tuvo altas y bajas, decepciones amorosas, momentos de gran soledad. También tuvo momentos buenos, acercamientos Importantes con su familia, reflexiones profundas. Durante todo este tiempo no dejó de entrenar. No importaba si estaba triste, enfermo, desilusionado, confundido, él seguía entrenando. La determinación y el compromiso de Andrés en sus entrenamientos fueron absolutos. Andrés dedica este cuento “A todos quienes creyeron en él”, esto es debido a que el síndiome que padece (Síndrome de Aarskog), que es casi desconocido, consiste principalmente en que quien lo padece es un poco más lento que los demás en cuanto a la comprensión de algunas ideas y a la expresión de las mismas.


En el caso de Andrés, sus movimientos son más lentos que en el común de las personas, así como poco coordinados. Andrés creció creyendo que el deporte no era para él ya que se le dificultaba más que a otros niños. Cuando empezó a correr no imaginó que se aficionaría a este deporte, mucho menos imaginó que entrenar sería su mejor medicina contra la tristeza, la depresión, el enojo y los problemas. Andrés hizo del ejercicio su prioridad, el motor de su vida. Se inscribió en un equipo; entrena a diario. Encontró en donde muchos lo creían incapaz, un desafío, un reto; más que eso: encontró su pasión. En el deporte también ha encontrado amigos, pertenece a un grupo de deportistas en donde las discapacidades intelectuales, motrices o emocionales no importan, lo único importante es entrenar, competir, avanzar y esforzarse para llegar a la meta. Al escribir estas palabras observo a quien es realmente Andrés, una persona optimista, determinante, con un corazón noble, que no se detiene hasta conseguir lo que sepropone.




Habla abiertamente de su discapacidad, la asume con naturalidad y dignidad, es valiente y honesto al reconocer sus limitaciones y seguir adelante intentando loque le nace. Andrés es una persona decidida que dice las cosas como las siente, decidió correr y llegó a ser maratonista. El deporte le ha dado mucho y él nos ha dado mucho a quienes convivimos con él y lo vemos entusiasmarse en cada entrenamiento, en cada carrera... y en la carrera de su vida.

FIN



Claudia Servin Guiot

Anarés Elek

Nació el 16 de septiembre de 1965 en la Ciudad de México.

Nació el 1 de octubre de 1974 en la Ciudad de México.

Es licenciada en Derecho, estudió una especialidad en Desarrollo Humano y Psicoterapia Gestalt.

El síndrome que padece (síndrome de Aarskog) presenta discapacidades de tipo intelectual y de tipo motriz (coordinación), a pesar de esto y por lo mismo, decidió correr maratones, descubrió de esta manera la forma de superar cualquier obstáculo.

Escribir cuentos y anécdotas es una de sus pasiones. “Siempre me han gustado las historias de los otros, todas las vidas me parecen interesantes y al ser narradas por otro se pueden convertir en fantásticas”.


“Al día siguiente de la carrera no podía levantarme, sentía un agotamiento físico y mental, aun así la sensación de plenitud era total, tanto que pensé que era la mejor sensación que había experimentado en años, no quería dejar de sentirme así”.


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