Elvira 111

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Carlos Aguilar Hebles


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Carlos Aguilar Hebles

0. Es difícil pensar de nuevo con la cabeza llena de veneno… sobre todo si el veneno lo produce tu propio cuerpo y no es una sustancia sino un sentimiento. Es difícil o más bien imposible pensar con el odio fluyendo por cada poro de tu piel, el resentimiento que resbala por las corneas y deriva en un fluir salino y transparente que recorre las arrugas prematuras que seccionan mi rostro transformándolo en un desierto quebradizo y sin vida, que absorbe cual pozo sin fondo en mitad de la nada. Es este veneno que me priva de un pensamiento nítido y claro, libre de toda malicia.

Ya ni siquiera se el porqué de estudiar bellas artes, supongo que en algún lugar a medio camino perdí la motivación o el sentido que quizás antes podía darle.

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I. La revolución no será televisada, o eso al menos es lo que creen los revolucionarios. Quizás no sea televisada porque no llegue a producirse, pero en el caso de que una revolución triunfe las televisiones estarán allí revoloteando como buitres a la carroña, esperando el golpe de gracia que decline nuestro gobierno y nos arrastre hacia un perfecto y sublime caos.

No defiendo más vida que la mía pues soy un cobarde. Pero ni siquiera soy lo suficientemente cobarde como para aceptar mi propia cobardía y responsabilizarme de mis actos. La culpa es de Ortega que a su vez culpó a las circunstancias y las circunstancias, a su vez a la biología, y a su vez la biología a la física. Hemos creado (los seres humanos) un complejo sistema para en última instancia evitar todas y cada una de nuestras responsabilidades y yo, como mente consciente (o quizás semiinconsciente) de ello pienso ser partícipe y sacar todo el provecho posible.

Vivimos en la sociedad del “Yo no he sido”. La culpa no es mía, todo estaba así cuando llegué y nada puede cambiar. En cierto modo, todo esto es verdad, nada puede cambiar a menos que lo intentemos, y nadie dijo que fuera fácil. Pero es duro y complicado, sobre todo ahora más que nunca.

Lo más cercano que tendrá esta generación de una verdadera revolución son cuatro fotos trucadas por Photoshop y comentadas en Facebook. Se habla de indignación, de asco, de cansancio, desprecio e inhumano capitalismo y consumismo pero estamos inmersos en una constante espiral de contradicciones. Los mismos contra los que supuestamente luchamos o pretendemos

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levantarnos son los mismos que nos ofrecen las herramientas posibles para organizarnos y reunirnos. Despreciamos el sistema y la injusticia pero vivimos esclavos o hipnotizados por el dinero y sus productos e inconscientemente (y conscientes) realmente no podemos ni queremos renunciar a nuestros servicios y comodidades aun sabiendo, o al menos intuyendo que un nuevo teléfono móvil o un par de zapatos quizás signifiquen la esclavitud de niños en el mal llamado “tercer mundo”. (Que yo sepa solo existe un mundo) Pero aún sabiendo esto no renunciamos ni queremos renunciar a nada.

Avanzamos hacia un abismo, la destrucción de la naturaleza y de la vida propia pero no nos importa puesto que estamos hipnotizados. Tenemos tan arraigada la idea de que nada podemos hacer y de que nada puede cambiar que parece que nos la han grabado a fuego en el pecho nada más nacer, y que cada mañana al levantarnos es lo primero que escuchamos y vemos frente al espejo. Es lo que nos hace ser unos cobardes, comportarnos como cobardes que implicamos nuestras responsabilidades en otros de manera automática, que a su vez las implican en otros u en otra cosa, dejando nuestra conciencia limpia y el mundo hecho mierda. Aunque todo esto no sea nada nuevo para nadie. Disfruten.

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II. Perseo está empapado en sudor dando vueltas sobre su espalda y reculando sus lágrimas para aguantar el dolor. No piensen en Perseo como en un personaje de alusiones mitológicas o carácter divino. Perseo no es nadie. Perseo es solo un nombre. Perseo podrías ser tú.

Medusa está atrapada en la bañera, el nivel del mar asciende y desciende atrapado en las lunas de sus ojos, acariciando tristemente como la nostalgia atrapa Mayo, todos y cada uno de los poros de su rostro. No piensen en Medusa como en una arpía de pelos de serpiente o lo que quiera que sea. Más bien piensen en Medusa como un corazón cristalino y puro, un corazón demasiado bueno para la maldad que abarca y nubla este mundo.

Quizás Perseo estaría mejor en otro lugar, quizás alejado del corazón de Medusa, pero lo cierto es que el destino (lo puedes llamar suerte, Dios, Karma, nada) implica cierto punto negro sobre su espalda y susurra en los sueños de Perseo versos sobre Medusa y su destino. Es el dolor lo que los une, el amor quien los separa.

Medusa rasgaba sus antebrazos con la hoja de un cuchillo mal afilado. Titubeaba entre la llamada de atención o el último aviso hacia su incomunicada y ausente alma. Sentía como se le escapaba la vida, día tras días, pero no le importaba. Ya nada le importaba. En su mano izquierda sostiene un cigarrillo. “Una vez dentro del laberinto la hurraca se convierte en pastor”

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III. Llamemos a Medusa; Judith. Judith está atrapada, atrapada en su bañera. Ella nunca tuvo un lugar. La bañera es lo más parecido a un lugar íntimo y seguro, lo más cercano a un instante de ausencia lejos y aparte del mundo, de la sociedad y lejos con sus propios pensamientos. Judith es como una flor de invernadero que aterriza de golpe en la atmósfera desértica y choca de bruces con el hastío de la tierra seca falta de nutrientes. La injusticia es su navaja, es áspera y está mal afilada, danzando sobre su suave y cálida piel como la nieve en primavera. Las cosas no han cambiado tanto para las mujeres desde el siglo diecinueve. Judith sigue sin oportunidades bajo el férreo yugo del hombre. Condenada a los caprichos y temores del alma de Perseo. La ceniza del cigarro cae sobre el agua de la bañera contaminando la espuma del jabón y desprendiéndose del cuerpo de papel que la unía a los labios de Judith. Quizás Judith nunca tuvo una oportunidad, de pequeña tuvo que aguantar los golpes el desprecio de su padre. El siempre quiso un hijo. El nunca la deseo. Judith aguantó todos los años de adolescencia bajo la mirada gélida de su padre y el miedo e impotencia de su madre. Siempre buscó su lugar pero por un extraño motivo como si las estrellas hubieran caído del cielo la noche de su concepción.

Judith nunca terminó ninguno de sus propósitos y el tiempo fue borrando sus ánimos y pasión por la vida. Ella emprendía todo tipo de actividades con el empeño que tienen las mentes geniales e inquietas. No le faltaba talento ni ganas y siempre mostró inclinación por las artes, ya desde niña estudió danza, teatro, música, literatura (A diferencia de las niñas de su edad que no separaban las manos y vista de los juguetes barbie, muñecas y que iban transformándose progresiva e inconscientemente en proyecto de esposas sumisas y anónimas) La mente de Judith era distinta, siempre estaba ocupada. Judith es una de esas heroínas anónimas, diarias y contemporáneas de cuya genialidad tan solo se habla en las tragedias clásicas. Quizás suene tópico, mas lo triste

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de todo es que la realidad humana de la mujer no se componga más que a base de tópicos. Judith encontró la salida en los libros y el arte, era la única forma de escapar y evadirse de su gélido núcleo familiar. De las voces de su padre y los llantos de su madre. Pasaba días y noches leyendo e imaginando mundos lejanos, anhelando la libertad del mismo modo en el que un yonqui anhela su dosis diaria de caballo.

Es difícil alcanzar la suficiente determinación para enfrentarte al mundo y que tus fuerzas y sueños no sean pisoteados contra el asfalto como una cucaracha en agosto. La vida quema más que la falta de ganas y como ya hemos dicho antes la historia de Judith es una como tantas. Una tragedia banal y desapercibida a ojos de la historia oficial del mundo y del universo. Ni nuestra vida ni nuestra historia nos pertenecen. Judith no es nadie. Judith somos todos.

El baño tenía el mismo aspecto que hace cien años, ajeno al tiempo y al espacio, como si fuera el último refugio atómico sobre la tierra. Nada en el exceptuando los utensilios de higiene personal habían cambiado. Una pequeña bombilla que parecía ser la abuela de todas las bombillas, apenas alcanzaba a alumbrar unos centímetros del espejo más cercano, y su suave pálpito era intermitente y débil, como el respirar de un corazón ebrio y cansado. El espejo tenía las esquinas desgastadas y su reflejo mostraba una amplia gama de ocres debido a las extrañas manchas y desgaste que presentaba en su superficie. El lavabo era de color verde quirófano, contrastando con unos azulejos azules macizos con relieves de flores bellamente horrendos. Todo en este baño era frío y des acogedor, pero sin embargo para Judith todo tenía algo bello y bueno (siempre tuvo la capacidad innata para sacar lo mejor de las cosas) Aparte de ser el único baño de la casa y por consiguiente su único lugar íntimo y personal.

Judith sentía cierta vergüenza y rechazo de su cuerpo, y no dejaba que nadie ni nada la vieran desnuda, ni siquiera ella misma. Constantemente se sentía observada por todo y por todos. Tal vez esta fuera la razón por la que disfrutaba tanto de la oscuridad e intimidad del baño. ¿Quién sabe? Siempre que tenía que desnudarse para la ducha o cambiarse de ropa lo hacía con poca luz y medio a oscuras, incluso sus contactos íntimos con Perseo los realizaba

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en la más profunda y remota oscuridad. Nunca dejaba de sentirse observada por los objetos e utensilios del baño y de la casa, tapaba cualquier objeto que pudiera intimidarla. Al desnudarse siempre ponía toallas y papeles sobre muebles, figuras, cuadros… El radiador estaba constantemente tapado con una manta enorme que tenía los bajos empapados fruto de la condensación del vapor caliente que desprendía en contacto con la humedad fría y áspera del ambiente. Parece una manía extraña e inexplicable pero en cierto modo, ¿quién no se siente observado y perturbado por la inmaterialidad de las cosas? Es imposible mirar sin ser mirado, forma parte del sistema básico de la comunicación visual, y para que exista una comunicación visual óptima necesitamos un intercambio de información, funcionando esta información de la misma manera, miramos y nuestra mirada es conducida y reenviada hacia nosotros mismos de nuevo por el objeto observado, de modo que somos mirados y observados por nuestra propia mirada.

Judith cierra los ojos por última vez y piensa en todos y a la vez en nada. Deja caer el cuchillo y se sumerge bajo el agua tibia aun con el cigarro en la boca susurrando- Solo hay un lugar y una historia para cada uno de nosotros- como si las cartas ya estuvieran echadas.

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IV. Perseo sostiene un globo de agua lleno de pigmento verde y pintura acrílica blanca, agita su brazo y lo lanza desde la multitud contra la barricada de contenedores en llamas que acongojan y retrasan las cargas de la policía. Gente que huye despavorida, ancianos que junto a los jóvenes le echan coraje y ayudan a estos a cargar nuevas vallas, contenedores de basura y demás objetos para realizar nuevas barricadas. Los adultos se han marchado, nos han abandonado o pertenecen al enemigo. Los niños mientras tanto hay que dejarlos seguir siendo niños y no arrebatarles lo poco que les queda. Quizás los ancianos ya no tienen nada que perder, y a los jóvenes ya poco nos importa una mierda, estamos todos cansados de tanta violencia y terrorismo legítimo por parte del Gobierno, oposición, Unión Europea, Masones, Illuminatis, Skulls and Bones, extraterrestres o quien coño sea que domine el mundo. Estamos cansados y agobiados del terror mediático y de la jodida psicosis colectiva, del vacío existencial y la impotencia, de la injusticia. Si bien es cierto que nuestra generación nunca tuvo que luchar por nada. Cuando nacimos todo estaba ahí; la “democracia”, los derechos, los deberes, las becas, las drogas de diseño, el botellón y las eternas fiestas, la Play Station y los veranos en la playa. El mayor esfuerzo realizado para la mayoría de nosotros tal vez consistía en perder algún fin de semana al mes para estudiar el día de antes para un examen. Nunca se nos exigió mucho esfuerzo, posiblemente seamos la generación mejor preparada (o al menos eso dicen algunos y en la que generalmente la mayoría de nosotros no hemos dado un palo al agua. Muy pocos han tenido que convalidar estudios y trabajo, y los que lo han hecho ha sido por voluntad y no por necesidad (generalmente). Mientras tanto y ante nuestros ojos el país seguía su curso y los políticos (y algún que otro listillo) robando y trapicheando en nuestras narices sin que nadie hiciera nada por evitarlo. A fin de cuentas, esto es España ¿no? La picaresca nos viene en los genes.

El fuego aumenta con los plásticos altamente combustibles y su tamaño y nivel de contaminación se vuelve descomunal llegando a límites insospechados para la mayoría de los espectadores presentes en la manifestación. La Gran Vía es ahora un campo de batalla digno de cualquier entorno o país tercermundista.

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El helicóptero de la policía se escucha a lo lejos. Entre el espeso humo negro intentan adentrarse los potentes focos del águila metálico, pero estos quedan simplemente ridículos en relación con la inmensa nube de humo tóxico que cubre todo el cielo al atardecer. Se escuchan sirenas y disparos por todos lados, es una actividad frenética la que hoy vive la ciudad y el cuerpo de antidisturbios, un choque algo más que cultural frente al agotamiento existencial que vive la población. Estamos cansados de los suicidios, de las estafas, de los escándalos de la casa real y de la situación. Ya no somos cuatro fumados que nos reunimos en una plaza a comentar el comic o la película de V de vendetta. Ahora somos toda una generación, la generación más inútil y mejor preparada de la historia de España. Todos somos Tyler y el proyecto Mayheim. Tan solo nos rebelamos por nosotros mismos, para salvar nuestro culo hoy y poder seguir fumando opio mañana como hasta ahora solíamos hacer. Cuando el estado te oprime, el terrorismo no es un derecho, se convierte en un deber como ciudadano, y debería estar escrito en sangre en la constitución por encima del resto de deberes. Nuestro deber es la completa y sana destrucción, y en eso somos unos expertos, no hay persona más peligrosa y cancerígena en una sociedad que un artista cabreado. Un artista, un músico, un creador y nada más, que les follen a los suicidas del Islam o a los piratas senegaleses, que les follen a los marines americanos o al matón de tu barrio. A quien realmente hay que temer en este mundo es a las mentes libres, a sus ideas y proyectos, a los borrachos y drogadictos cabreados, músicos, poetas y demás almas atormentadas y frustradas. Son ellos y ellas quienes si alguna vez ha habido cambios reales percibidos en nuestra sociedad, fueron sus impulsores y semilla, nacieron en el calor de sus manos. Ni sociedades secretas ni pollas, dadme una droga, la promocionare con el mismo fervor de un cura que promociona los donativos a la iglesia y el infierno, dadme una droga y engancharé a toda una generación. Dadme un producto y engancharé a toda una generación. Dadme libertad y os mostrare mi rabia. Dadme una pistola y os dispararé, así de sencillo. Estadísticamente somos números inútiles pero lo cierto es que una performance u creación artística, una declaración o texto pueden cambiar parte del rumbo de acontecimientos humanos y sus autores, autoras, pueden ser considerados mártires de la libertad o enemigos de la democracia, y todo ello sin necesidad de matar o dañar físicamente o intimidar.

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Imaginen que un músico influyente hace un llamamiento a todos sus fans para realizar un suicidio colectivo, algunos lo tomarían por loco pero apuesto mi testículo izquierdo a que una gran mayoría accederían encantados a morir junto a su ídolo, ídola. Puede parecer una idea descabellada, gore e inhumana, mas una iniciativa de ese calibre no es muy diferente de la que han estado usando políticos y empresas durante años. Nos han estafado haciendo un llamamiento al suicidio colectivo y progresivo de nuestra sociedad, al consumo como estrategia y lucha contra el terror y la infelicidad, han diseñado (artistas del marketing por cierto) todo un conglomerado modelo de vida tan deshumanizado, artificial e irracional que incluso parecía ser tan absurdo y perfecto que hasta podría funcionar, y no solo nos lo hemos creído. Han conseguido que ansiemos y necesitemos desesperadamente hasta la mierda más grande e inútil del mundo. Han inventado el aburrimiento y sus múltiples remedios, han complejizado nuestros entretenimientos para que siempre necesitemos algo nuevo, mejor y más caro. Desbancando y marginando a quien carece de medios, recursos o ganas de seguir el juego, aislándolo socialmente y demonizándolo, convirtiéndolo en un anti sistema, un punk, un rojo anarquista, un comunista muerto de hambre que no ha dado un palo al agua en su puñetera vida. Han conseguido deshumanizar las relaciones sociales, jerarquizarlas y catalogarlas, vendernos la seguridad y el aislamiento, mostrarnos el miedo y la paranoia del mundo fuera de sus fronteras, de tu hogar, de tu sistema de alarma, el miedo a catástrofes, a los anarquistas, los moros, drogadictos, vándalos, plagas, misiles, arrugas, estrías… Nos han vendido todo eso y no solo eso, deseamos desesperadamente que nos protejan, ansiamos protección y ser amamantados con aparatos y luces de colores, neones, internet, televisión, full hd, hdmi, wi fi... Supongo que hasta ahora todo parecía ir bien. Los únicos que nunca cayeron en este juego fueron los marginados, artistas, borrachos… ¿o quizás fueron marginados porque nunca cayeron? ¿O quizás cayeron porque nunca cayeron? Pero mientras uno se adentra más en la farsa y en el juego más cuenta se da de que el decorado es de plástico, de que quizás estemos atrapados y que lo único que nos queda son nuestras propias acciones y la sensación constante de ser violados colectivamente.

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No creo ni siquiera en la legitimidad de la palabra terrorista o terror, puesto que a día de hoy cualquiera puede ser terrorista, juez, jurado, víctima, inocente. Perseo es un terrorista porque lucha contra la policía. La policía son unos terroristas porque luchan contra el pueblo. Los políticos son unos terroristas. Un anciano que incendiado un furgón policial es un terrorista. He escuchado tanto la palabra terrorismo desde el Once de septiembre que ya para mí ha perdido todo el sentido, He escuchado tanto la palabra crisis durante mis estudios que ya carece de sentido. Ya no hay diferencia entre un Etarra o un banquero. Ambos son igual de nocivos. Hay crisis pero ellos siguen robando. España se viene abajo.

Perseo está cansado de ser estudiante. Está cansado de ser ciudadano, está cansado de performances sin sentido, de teorías artísticas, frases revolucionarias en las paredes o dibujos y cuadros conceptuales llenos de contenido político. El arte es una poderosa arma, pero la psicosis colectiva degenera en un solo pensamiento. Perseo quiere ser terrorista, es hora de mandar todo a tomar por culo, de dejar los modales y las buenas costumbres aparcadas a un lado y sacar el odio y la rabia, de disparar y asesinar policías, políticos. Amenazar a los que nos amenazan, cuestionar su legitimidad e imponer la nuestra, dejar de pasar miedo y convertirse en el propio miedo, antes de que ellos acaben con el acabar el con ellos. Supervivencia legitima. La única realidad humana a día de hoy. El resto son pompas de jabón en el aire. Nada más.

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V. Ya quizás no quede nada entre nosotros- Masculla Judith entre dientes- Tan solo quiero amarte día a día ¿acaso pido demasiado? En la lejanía de la estación de tren aun estaban húmedas las lágrimas de Judith. Perseo nunca estuvo allí. En cierto modo, ambos estaban muertos.

El vagón era tranquilo y a pesar de ser no ser muy acogedora la escasez de pasajeros le daban a una la libertad de sentarse en casi cualquier asiento. Afuera todo era verde y la lluvia golpeaba como nunca antes se había escuchado retumbar en el techo de este viejo vagón de la National Rail. La idea era salir de Londres lo más rápido posible rumbo al norte. Allí estarían un par de semanas en casa de unos amigos que Judith había hecho un par de años atrás durante su estancia en Inglaterra. Ahora, dos años después la vida parecía no haber cambiado demasiado con la excepción de algunas arrugas en la cara y la impresión de llevar años en estado de shock. El paisaje era gris y tormentoso y a diferencia de España la temperatura ambiente debía rondar los tres o cuatro grados centígrados en esta época del año, quizás un poco menos. Espesura verde, quizás demasiado pese a ser verano, monótono a su modo pero embriagador. La noche anterior habían estado en algún lugar cerca de Leicester Square bebiendo pintas de sidra durante toda la noche hasta que unos compañeros del hostal decidieron volver a éste. De camino al hostal Judith intercambió un par de cigarrillos que había encontrado por la guitarra eléctrica de un vagabundo que estaba tocando en la calle. Nadie se explicaba porque este hombre estaba tocando a las tres de la mañana su guitarra en medio de la noche con la calle prácticamente vacía, pero no era algo que realmente le importara. Tomó la guitarra en sus manos y comenzó a tocar y a cantar algunos temas de Pink Floyd. La noche era fresca pero inusualmente cálida y con la reciente lluvia se reflejaba en el suelo todas las luces y edificios del Londres nocturno. La vida era maravillosa.

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Ahora todo aquello se había marchado, no quedaba nada de ese momento excepto el recuerdo, los mismos recuerdos por los que dos años atrás había abandonado España, los mismos recuerdos que la hicieron volver y los mismos recuerdos por los que ahora quería y ansiaba marcharse de nuevo. Siempre había alguien en su cabeza, y en este instante el fantasma de Perseo la acompañaba allí donde ella fuere, como si estuviera eternamente condenada a su estigma y pasión. Un día tiempo atrás no podía imaginar el mundo sin él, ahora quería todo lo contrario, quería un mundo sin él. Lejos de allí. Pero no existía esa opción. Sabía que no lo olvidaría fácilmente y que sus recuerdos aún la quemaba por dentro, sabía que siempre tendría esa cicatriz, incurable, inamovible. Perseo siempre la acompañaría. No había manera de escapar de sí misma. No existe la manera. Lo intentó una vez y fracasó. Este pues era su último intento. Ella y Perseo eran uno, juraron amor eterno desde el día en el que se cruzaron, se convirtieron en uno solo. En un solo ente. Tan distintos y tan unidos. El Ying y el yang de una misma personalidad. Vida y muerte.

El tren cabalgaba rápido sobre las vías, ajeno a la lluvia y al mal tiempo, ciudades fueron sucediéndose y el trayecto de tres horas se hizo eterno. Una empleada pasó con un carrito de comida, Judith consiguió una pinta de Guinnes mientras la azafata (o como sea que se llamen las que reparten comida en los trenes) atendía a un señor pelirrojo de gran tamaño. Cuando la “Protoazafata” se dio la vuelta para atender a Judith la lata de Guinnes se encontraba a buen recaudo bajo su chaqueta. Judith simplemente negó con la cabeza y sonrió, la mujer asintió y volvió a perderse por la misma puerta por la que había entrado. Es curioso. Judith no estaba huyendo de un país al borde del colapso económico y sin futuro como era España. Judith estaba huyendo de Perseo y de su tortuoso pasado. Aunque era cierto que no tenía ningún plan. Su idea era simplemente desaparecer algún tiempo, buscar trabajo si aparecía algo, aunque sabía que la cosa no sería tan rápida ni fácil para ella ni para nadie. El viaje fue casi improvisado y su ánimo desde que aterrizó en Standsted fue decayendo y dejándose llevar por las inclemencias del tiempo. Este viaje fue era un viaje de exploración y sobre todo de autoconocimiento. Necesitaba aclararse consigo misma y con el mundo, lejos de cualquier presión o mirada de reprobación, necesitaba encerrar sus sentimientos en un tarro y observar en tercera persona el

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comportamiento de estos, aislarse de todo y de todos. No facebook, no twitter , no teléfono móvil, no videojuegos, no padres, no novio. Nadie y nada. Es lo único que necesitaba ¿Estaba pidiendo demasiado? I´m not afraid to die.

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VI. ¿Mi corazón está vacío? ¿Siempre ha sido así? ¿o es que ha sido vaciado? ¿y si el corazón no tiene valor? ¿Qué es lo que guarda la caja torácica con tanto ahincó? ¿Un musculo muerto hueco? ¿Quizás late porque es lo único que sabe hacer, porque nadie le explicó que podría estar para otra cosa, servir para algo más. Nadie le dijo que tendría que cargar con el peso del ritmo durante toda una vida El estaba antes que todos. La conciencia apenas tendría tres mil o cuatro mil años de existencia y el corazón ya estaba allí retumbando solitario lanzando un código Morse que nadie alcanza a oír. Y es así como buscando una ayuda para soportar su carga, las vibraciones de su latido, cual ultrasonidos viajan a través del tiempo, de los cuerpos y del viento. Esperando no perderse en la nada y recuperar la respuesta esperada. De ahí nace el amor, del esfuerzo por completar ese vacío. De la necesidad de ayudarse el uno al otro, de salir del aislamiento de la lúgubre soledad y aislamiento de la caja torácica, que es prisión inexpugnable y dadora de vida. Habitación de pánico, como un cubo de madera negra, no hay otra manera de adentrarnos en el interior más que estrellándolo con violencia contra el suelo. No hay otra manera de adentrarnos en un corazón más que estrellándolo de bruces contra el suelo. Aplastándolo y desmembrándolo para que así, cuando ya nos demos cuenta de su valor, de su autentica esencia, sea cuando ya hayamos llegado al punto de no retorno. Cuando tenemos las vísceras y entrañas torácicas y el corazón hecho añicos en nuestras manos, nos damos cuenta que por modificar y destruir su esencia ya no es lo que era, que el corazón que emitía esos latidos que tanto ansiábamos dejó de existir en nuestras manos, que ha sido mutilado y desmembrado, y que lo que los profanos llaman amor quizás no sea más que una navaja oxidada de la mano de la curiosidad, la violencia y el deseo.

El corazón de Perseo se fue constantemente fragmentando, lanzando señales ensordecedoras. Fue un corazón fuerte y bien entrenado, envidiable, sus latidos eran poderosos y legibles a quilómetros de distancia, pero no fueron escuchados, con el tiempo se fue volviendo reservado y huraño, hostil y egoísta, desquicio. La caja se convirtió en una angosta cueva, casi siempre llena de humo de picadura y con humedades tóxicas que adormecían y enloquecían los ritmos de Perseo como si viviera en una montaña Rusa. El desencanto ahí abajo no hacía bien a la conciencia y entre latido y latido llegaron los suspiros y los lloros, conciencia no se encontraba “agusto”· consigo misma, se sentía sucia y abandonada de los lazos con

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Perseo y durante algunos años no parecía más que una inquilina en su cuerpo, una visitante ocasional. El corazón de Perseo quedó moribundo y cristalizado, partido en millones de pedazos y mal pegados durante años, hasta que en la lejanía escuchó el código Morse de un nuevo corazón. Era un sonido agónico, igual de hueco que su caja. Igual de desesperado por salir del aislamiento y la soledad.

-¡Perseo!- La voz provenía como de tiempos muy lejanos. La habitación se estaba formando en torno a las pupilas de Perseo como si de una conexión de acetatos superpuestos se tratasen, los colores eran cálidos y fluorescentes, y las sonrisas se dibujaban hasta en los rostros de los objetos inanimados. -¡Perseo!, parece que aquí tenemos que hacer poco, deberíamos salir al exterior. El exterior era bello e infinito, como una carretera sin marcas de pintura, sin señales y a medio a construir, las calles se trazaban largas y sinuosas, laberínticas, como si el paso de una serpiente trazase sus recorridos, y una barra de pan podía convertirse en algo más importante que la guerra o la muerte. Granada nunca había sido tan bella. -¿Hacía donde vamos?- Preguntó África ¡Qué más da! Tenemos todo el espacio del mundo por delante. Los jóvenes caminaron entre risas hacia delante, dando extraños pasos y realizando absurdos gestos, como si la comunicación entre su cerebro y su espina dorsal fuera el juego del teléfono, dando una orden en el hemisferio derecho y siendo está alterada de neurona en neurona, de nervio a nervio. La cabeza no contaba con el cuerpo y este tampoco con la cabeza. Las risas se entrecruzaban y cada minuto era un coctel explosivo de sentimientos e ideas desbocadas, la concentración duraba segundos aunque a nivel individual parecían años. -Puedo sentir el viento y sus ideas- Dijo Amanda- La ciudad vino mas tarde para quedarse. -Judith parecía ajena a la actividad, observaba las luces y se mojaba de su belleza. David sostenía un plátano que había encontrado en la basura. Contaban historias absurdas para cualquier oyente u espectador que se encontrara ausente a la experiencia.

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Tenían un vínculo que jamás sería comprendido a ojos del mundo, imposible de romper pero inexplicable a su vez. Sus pupilas habían recuperado la curiosidad. Tenían de nuevo una visión limpia e infantil del mundo, como si todo a su alrededor fuera puro, visto por primera vez, un constante aprendizaje. Todas y cada una de las texturas y colores eran nuevos y apetecibles, agradables a los sentidos. Imagina que nunca has estado en la tierra, que vienes por vez primera pleno de facultades, lúcido con la lucidez de la que tan solo disponen los dioses. Que la música es sonido, que las palabras son viento y tus manos el todo. Imagina cuatro mentes sin prejuicios ni miedos, ojos lúcidos que observan por primera vez un perro, una luz fluorescente, una farola… Imagina que ser extraño es la propia humanidad, la propia ciudad, el perro, la farola, nada existe pero todo está. Nada es real pero todo existe. La imagen mas potente que puedas imaginar y no estarás ni cerca de acertar. La piedra los vio. Amanda la observa en la lejanía mientras el resto ni siquiera advierten de su presencia. -¿Os habéis fijado que piedra más bonita? –Dijo David. De repente África que se encuentra a tres metros de la piedra pega un salto gritando con júbilo. -¡A que si! Llevaba horas observándola-. Sus piernas parecían grandes citratos de color azul a rayas. Lo cierto es que aquella piedra inerte y apática, común entre miles , llevaba allí años delante del mundo, delante de nadie y de todos, tan común e insignificante que ni siquiera los niños percataban de su presencia. Con el tiempo nuestras mentes abiertas a la imaginación y modelables se van cuadriculando y petrificando, haciéndose pesadas y calculadoras, empíricas y aburridas. Como ya dijo Picasso “Todos los niños son artistas, el problema es seguir siéndolo de mayor” - ¡Qué gran verdad albergan sus palabras. La mayor crueldad del ser humano radica en que con la madurez la vida deja de ser un juego, la curiosidad se convierte en un bien escaso y la alegría deja paso a la nostalgia. Judith lo sabía. Pero allí estaba aquella inmensa y monolítica piedra. Allí estábamos todos, como niños de nuevo, creativos y observadores, prestándole toda la atención del mundo que realmente necesitaba algo tan insignificante como esa piedra. Horas.

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La magia del objeto inanimado y de la simplicidad, el poder de los iconos y de las imágenes. El saber leer y observar hasta las cosas más insignificantes. Proseguimos nuestro camino y fuimos encontrando mensajes en todos los rincones de la ciudad. Las flechas hasta antes inadvertidas a nuestros ojos ahora se veían claras y parecían trazar nuestros pasos y nuestro destino. Ya hace tiempo desde aquella noche y ha llovido mucho desde entonces pero sin lugar a dudas y con toda seguridad puedo decir que nunca olvidaré una noche como aquella. La noche en la que las estrellas se olvidaron de salir y nuestras córneas hijas de la clarividencia divina, se convirtieron en el lado más sórdido y oscuro de la luna.

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VII.

He visto campos de olivos desvanecerse ante mis ojos como el agua por el desagüe, arena entre mis dedos hectáreas convertirse en segundos, en una bola de papel arrugado

He visto la palabra amor escrita con miedo y un inmenso vacío llenado por nada, ahorcado de un pinar al amanecer creo que ayer Dios vio lo que había hecho y se arrepintió de sus pecados. Amén.

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VIII. La noche era oscura y espesa, como el crudo recién expoliado de las profundidades de algún país tercermundista. No había luna visible en el cielo y los destellos de las luces de la ciudad quedaban ya lejos e insignificantes tras saltar el muro. No había un camino aparente por el que continuar y tan solo podía escucharse el ruido de los pasos de Perseo. Sostenía una cerveza en su mano derecha y un canuto a medio fumar en la izquierda, los cascos retumbaban en sus orejas alejando cualquier sonido del exterior y manteniéndole distraído de su entorno. Llevaba unos veinte minutos caminando, pero lo cierto es que estaba tan abstraído y absorto en su mundo y pensamientos que ni siquiera era consciente de que no conocía el camino de vuelta a casa. Si es que existía algún lugar que pudiera llamar hogar. Perseo nunca había sido muy valiente, de pequeño solía ir a los sitios corriendo por si los niños del colegio de enfrente se metían con el o querían algún tipo de bronca. Nunca se metía en problemas y mucho menos en peleas. Repudiaba la violencia y cualquier tipo de contacto físico que no fuera de índole sexual o muestra de afecto. De pequeño siempre estaba aferrado a su madre, escondido entre sus piernas como si de un perro abandonado se tratase. Con el tiempo dejó de tener miedo, o al menos de mostrarlo en público, puesto que el miedo siempre estaba allí, en lo más profundo de su ser, constantemente alerta, como si de una alarma defectuosa se tratase. A medida que fue creciendo se despegó con naturalidad y soltura de los brazos de su madre, y es que en cuanto le salen las alas a los polluelos abandonan rápidamente el nido. La cerveza se convirtió en su escudo. Desde su primer estado de embriaguez Perseo fue consciente de como el miedo fue desapareciendo. El líquido elemento le infundía valor, acallaba esa voz interna que constantemente le recordaba que tenía miedo, con la cerveza fingía valentía y la realidad se transformaba, las cosas cambiaban su halo mostrando su cara más amable y el lado más apetecible de la vida. Cobraba interés todo aquello que hasta ahora carecía de sentido. El alcohol era cálido y reconfortante, alegre y triste a la vez, mataba las horas muertas y engrandecía los grandes días, era como vivir toda y cada una de las experiencias al cuadrado. Perseo comenzó a tambalearse, como si en un estado de trance se encontrara, pero lo único cierto aquí es que estaba su organismo inmerso en un carrusel de

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emociones y procesos cognitivos defectuosos fruto de la euforia del alcohol y el bajón del cannabis.

Una pequeña llovizna de diminutas gotas de agua comenzaron a caer rasgando lentamente las ropas de Perseo, como si alguien o algo quisiera rescatarlo de su mini trance emocional (o empanada mental, como prefieras llamarlo) y llevarlo a reflexionar sobre sus pasos. Perseo sintió este deseo, el deseo de las lágrimas de la Luna que sin saber como ahora se alzaba amplia y firme en el horizonte, como una inmensa esfera encalada bajo el sol de medio día. El blanco más puro y firme que había visto en su vida. Más blanco que el culo de una virgen albina de Escandinavia. Las gotas se tornaron brillantes y eternas, como suspendidas de finos hilos de pescar eternamente sobre la cúpula celeste. La luz de la luna atravesaba todos y cada unos de estos hilos y a su paso imprimaban esta sustancia incolora en un azul verdoso cristalino cual fondo de coral. Él no lo sabía aún pero estaba destinado a Judith. Lo que en un principio eran las lágrimas de luna realmente resultaron ser lágrimas de alegría, la alegría de un planeta triste y hueco que se había detenido a observar con impotencia la tragedia del azul terrestre. Eran sus lágrimas a ver como todas las almas humanas se acababan marchitando como flores en otoño. Al ver como todo lo bello era arrastrado por el tiempo y exterminado, pero todo ello no importaba, la vida seguía y Perseo y Judith estaban ambos observándose sus reflejos de reojo en el corazón de la luna. Todo empezó allí arriba.

Perseo descubrió la ebriedad, la realidad que pretendía abrazar. El simulacro comenzó a sustituir e interponerse en sus días, filtrándose e intoxicando la percepción de su tiempo y espacio. Las mujeres fueron viniendo y marchándose, pero para Perseo no existía nada más real y auténtico que el simulacro de la ebriedad. No somos más que un falso intento de lo que deseamos ser. Todos y cada uno de nosotros. Nunca somos lo que realmente somos, puesto que realmente no somos lo que realmente somos. Queremos ser alguien o algo, pensar que tenemos algún tipo de cometido o nuestros pasos están tatuados en el pecho del firmamento. Pero mientras intentamos ser eso que deseamos o que queremos ser, ante nosotros y con el resto, dejamos atrás nuestro verdadero ser, va muriendo constantemente abandonando lo que realmente somos. Vivimos en la más triste de las paradojas y no somos conscientes. Vivimos en el constante y perpetuo simulacro de nuestra existencia.

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Perseo conoció a Bukowski y quiso ser escritor, borracho, bohemio y peligroso ser un perdedor mas, un alma maltratada y solitaria, carente de cualquier sentimiento de empatía por el mundo y a ratos sentir tanta bondad que no puede abarcar la suficiente en el espacio de su próstata. Perseo soñó con noches de alcohol y mujeres. De recitales y puros baratos. De risas ebrias conversando con llantos desconsolados. De enamorarse cada mañana para acabar de nuevo hijo de la noche con una paja solitaria entre sus sábanas. Solo. El aislamiento y la soledad eran todo aquello que deseaba, todo aquello que siempre había querido, o al menos aquello que creía creer que quería. Nunca lo supo del todo bien. Comenzó a ir borracho a clase, a prestar menos interés y atención en su trabajo y en su carrera, a pasar más horas en la cafetería o en casa. A hacer de la petaca un complemento indispensable para salir a la calle, y al beber una alternativa a la realidad. Su realidad. Pasaron tantos años fingiendo ser quien no era que a día de hoy ya no sabía quién era. Nunca lo supo hasta conocer a Judith.

La Luna disminuía su tamaño a medida que Perseo se adentraba en la noche. Tornándose esta con la luz de la luna, de oscura a siniestra. Todo aquello en el camino hasta ahora desconocido a ojos de Perseo se convertía una vez reconocido en la retina, en el paisaje más enigmático y desolador que Perseo había visto en su vida. Nada de lo que ahora se mostraba a su alcance parecía ser lo que realmente era. Los árboles y las sombras, el camino y la maleza pasto de la oscuridad anteriormente, con la nueva luz tenue y azul era aún más enigmático que la nada. Esa nada que hasta ahora todo lo cubría con su manta eterna y oscura, esa nada infinita e indomable que nada abarca, inexistente, presente y ausente al mismo tiempo ahora había sido violada y mutilada por la luna. Llenando el vacío al azar con formas, reconocibles pero lejanas, cada cual mas enigmática y hostil. Perseo detuvo sus pasos durante unos instantes, miró hacia atrás y vio como un inmenso bosque de farolas se alzaba tras él, realmente no sabía dónde se encontraba y no parecía que nadie fuera ayudarle a volver a casa, siquiera a preguntar dónde estaba. A pesar del alcohol, el efecto de la cerveza fue bajando gradualmente y con él fueron surgiendo los miedos y temores, esfumándose el valor fingido por la sustancia y volviendo el miedo a adueñarse de Él. La marihuana tampoco ayudaba a disipar la sensación de pánico en la que se encontraba, al contrario, la empeoraba. Fruto de la intoxicación de sus neuronas su ánimo empezó a ser esclavo de la paranoia y la música

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se volvió tenue dejando flotar en sus tímpanos el silencio macabro de la noche estrellada. Lo que hace unos instantes parecía mágico en la nada, en el desconocimiento de las formas quedaba horrible ante los ojos de la luz y Perseo no podía hacer nada por calmar su mal infringida angustia. - ¿Piensas que ya nunca más veras el sol? ¿Acaso estás diciendo que no verás otro amanecer con esos ojos, ni rozar a otra mujer con esa piel?- La voz provenía del interior de las entrañas de Perseo. Era si mismo que luchaba por salir. -Creo recordar que nunca debías de volver a hablarme, ese era el trato- Dijo Perseo. -¿Cómo pretendes que no te vuelva a hablar si me estas llamando a gritos? Sé de sobra que me necesitas en un momento como este, que las drogas te están abandonando a tu suerte y no te da la gana de dejarme salir. ¿Quiero saber qué coño estás haciendo con tu vida y porque no te enfrentas a tus miedos de una puta vez? ¡Quiero que despiertes! Ya no eres un niño. Un zorro apareció de entre los árboles, con su pequeño grito parecido al llanto de un bebe. Observó a Perseo durante un par de segundos, hierático y congelado. Perseo lo observo atrapado en su mirada, nunca antes había visto un zorro, no sabía el animal reaccionaría ante su presencia y tampoco sabía si este resultaría una amenaza para el. Perseo vio en el zorro un reflejo como si en un espejo se mirase. Solitario y nocturno, como si en su soledad o aislamiento se retractase de sus pecados y justificara hasta lo injustificable, lo inefable de sus actos. -¿Por qué sigues divagando con el peso del mundo a tus espaldas? ¿No te das cuenta de que han pasado años desde entonces? ¿Qué el tiempo invertido es en vano y que ninguna causa es justificada? Vives aislado en tus pensamientos, intentando olvidar y pasar página, pero no son tus métodos muy razonables para el fin que persigues. No existe el olvido en tu cabeza, todo lo contrario, mientras más intentas olvidar mas idealizas tus recuerdos y tu historia, convirtiendo los malos recuerdos en dolores presentes, reabriendo esa herida que cual estigma divino no deja de manar sangre. Convirtiendo el presente en un mero absurdo de tu pasado. Eres triste. Has modificado todos y cada uno de tus recuerdos con el fin de excusarte y vivir tu presente de un modo solitario y autodestructivo. Tienes miedo a ser expuesto, a mostrar tus sentimientos de un modo vulnerable y público. A que cualquiera pueda modelar tu corazón como si un trozo de plastilina negra se tratase. Por eso estas alerta. Estas alerta de ti mismo, del miedo al dolor y al sufrimiento, a las noches sin dormir y la agonía del fracaso. Debes aprender a perdonar, a perdonarte a ti mismo. Lo que hoy sufres y el peso que cargas es tan solo el peso que te has hecho cargar a ti mismo, ella no fue tan mala o tan arpía. Ella nunca te prometió nada. Fuiste Tú solo

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quien te obsesionaste y decidiste luchar por nada. Ella nunca te quiso realmente. Tus recuerdos te jugaron una mala pasada. Modificaste la información con el fin de que tus recuerdos te sirvieran de excusa, eliminando datos e imágenes que no te convenían para tu causa. Como un álbum de fotos mal reveladas, imágenes borrosas de libre interpretación.- Dijo el zorro entre susurros. Todo parecía absurdo e incomprensible, lo extraño de la situación, del paisaje, un zorro que habla. Y dentro de esta Absurda e irreal situación todo encajaba a la perfección. Nunca nada había tenido tanta razón como en el instante presente que vivía y se encontraba Perseo. Se encontraba en las profundidades del laberinto de su historia. En lo más cercano al núcleo de su existencia, de su presente. Perseo observó inquieto al zorro, intentando comprender todo lo que estaba pasando pues no podía ser real. Zorros que hablan, el paisaje desconocido de su alrededor, nunca había estado allí…aparentemente. Ya no sabía dónde se encontraba. No sabía discernir realidad de ficción. Si el zorro tenía razón, y la tenía, toda su vida conocida no había sido más que una pérdida de tiempo, una gran estafa, había mostrado todas sus cartas y siempre había vivido acorde con sus recuerdos , aferrados a ellos como un niño a su oso de peluche antes de dormir. Pero ahora resultaba que el oso de peluche no era más que el mismo hombre de arena, el hombre del saco esperando a que se durmiera para atraparlo entre sus garras. Sus recuerdos habían sido una imagen “ideal” de lo que había sido su historia, pero no su verdadera historia. Y esta vez en su verdadera historia Perseo no estaba condenado a los caprichos del destino. Demasiado insignificante como humano como para ser digno de una inmortal historia de amor o una vida notable, demasiado insignificante como para estar en el punto de mira de los astros o de la muerte. Lo suficientemente banal como para pasar inadvertido y adentrarse en su Yo, buscar su autoconocimiento y formación y nada más. -¿Quién eres? – Pregunto Perseo al zorro -¿Es todo esto un sueño?-¿O es que acaso estoy muerto? -No te esfuerces en preguntar nada, no encontraras respuestas más que en ti mismo. Nadie va a hacer la cama por ti. No puedes cargar el peso de tu vida en las espaldas de otro, ni alegrías ni emociones. Solo a ti te corresponde llevar la batuta y la pluma en tu sinfonía. ¿Qué quien soy yo? No creo que esa sea la pregunta que buscas. Quizás deberías preguntarte que quien eres tú. Yo no soy nada, no soy más que un producto de tu mente, y personalmente no creo que estés muerto. No soy una alucinación tampoco puesto que soy lo suficientemente real como para que puedas tocarme, verme y oírme. Tampoco creo que estés durmiendo, ¿tú qué opinas?

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-No lo sé, nunca había conversado con un zorro. Esto es demasiado extraño. - La realidad puede ser muy extraña e incomprensible a veces, inquietante diría yo. Los humanos siempre estáis inmersos en la lucha de la razón contra lo desconocido y apenas percibís vuestro entorno. A lo que no podéis explicar ponéis nombre e inventáis historias y mitos sobre su origen, creando nuevos esquemas y alternativas tan válidas como las primeras aun vigentes en vuestro subconsciente debido a la memoria universal. – La luna empezó a tornarse naranja convirtiéndose en una inmensa bola de fuego, cálida pero lejana, cada vez más lejana y pequeña. - Mi tiempo se está agotando, tan solo he sido una creación de tu mente, pero no por ello irreal, tú me has dado vida y forma tan válida como la de cualquier ser humano, tan real y enigmático como tú mismo. Tú me has llamado y durante este tiempo he sido más real que la propia vida, que tu propia realidad, que tu propia existencia. Piensa en lo que he dicho. El zorro marcho de un salto desapareciendo en el horizonte. La bola de fuego comenzó a girar en espiral y a convertirse en un rectángulo brillante y anaranjado, de fondo Perseo pudo percibir “Any color you like” de Pink Floyd. La música se volvía potente y poderosa. Perseo estaba echado en su cama, la pipa de salvia aún resplandecía aroma y humo encima de su mesa. La luz del flexo apenas iluminaba unos centímetros de la gran mesa escritorio de madera. Nada existía fuera de mente. Todo era creación y aislamiento, electricidad e impulso. Todo era una gran mentira intentando explicar una inteligible verdad. Las palabras nunca se habían quedado tan cortas para explicar unas imágenes que nunca había visto, una experiencia que no sabría describir y que el tiempo se encargaría de borrar como pasos en la arena por la nueva marea y el viento. Un sentimiento de soledad extrema le recorrió todo el cuerpo. Deambuló mentalmente a todas esas personas que ya no estaban a su lado y derramó una lágrima en honor a todo aquello que tenía que dejar atrás. Cerró los ojos esperando que el sueño atravesara su corazón, y que el zorro volviera a aparecer en su subconsciente, nunca volvió. Quizas Milan Kundera tenía razón y la vida no sea más que un boceto inacabado para un lienzo que nunca llegaremos a realizar.

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IX. La soledad puede ser una amante celosa

una amiga intima.

Una solución drástica

Un ejemplo mal dado, un mal golpe en la columna

una secretaria infiel

un psicólogo neurótico, y a veces,

incluso tu única compañía.

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X. El recuerdo no es más que un espejo roto

la nostalgia un par de fotografías tamaño carnet los pelos rojos después de afeitarme que quedan sobre el lavabo un cigarro a medias, y a medias.

Césped a medio crecer por sucesivas pisadas

charcos en el asfalto palabras de un idioma que nadie alcanza a reconocer

Que se muera la muerte en noches de verano como estas

se derritan los recuerdos y suden hasta las fotografías de las fotos y los focos se tornen naranja caoba lanzando una luz apagada sobre la piedra

Las calles se llenen de borrachos

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que se rompan cristales como sinfonĂ­a sorda para pedir a gritos que por favor

se muera la muerte

se muera de miedo, de asma, de frĂ­o , de lo que sea, pero que caiga

aunque solo sea por esta noche

y al amanecer no recordemos nada.

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XII Hay días en los que cierro la tráquea Y dejo que poco a poco los pulmones se me llenen de suspiros, Hasta convertirse en pequeños globitos, Que cuelgo para festejar tu ausencia.

Y mientras espero a nadie

tan solo pienso en

Desaparecer

Mudar los párpados y recolectar las ojeras Caminar al paso que crecen los arboles Temer

Estremecerse como una bicicleta oxidada Y pintarse el rostro de habitación apagada Dormirse antes que el sueño, empaparse con el viento hasta odiar su sinfonía recordar nuevos músculos , pero , sobre todo

y ante todos

huir

no dejar tras de mi nada más que una leve sonrisa

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tan efĂ­mera como mi reflejo en el nueve.

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CXI. Ya ni siquiera sé porque empecé a estudiar bellas artes. Todo parece ser un gran absurdo fruto de la casualidad o del destino, aquel en el que dejé de creer hace ya tiempo. Es difícil seguir creyendo en ideas románticas viendo la carencia y absurda falta de valores que atraviesa la Europa y con ella el mundo contemporáneo. Estamos inmersos en una locura colectiva, en una deshumanización constante y progresiva, en la aceleración de la completa e insana destrucción. La Europa contemporánea ha olvidado sus valores y su origen, todos nos hemos apuntado al carro de la globalización y el consumismo desenfrenado, ya no importa la cultura o la ciencia, la literatura o el teatro, el arte ha dejado de tener un papel primario en la evolución humana, sustituido por el dinero, el culto al cuerpo e internet. Cualquier opinión al respecto es irrelevante, ya nada puede aplastar el monstruo que todos denominamos capitalismo, todos y cada uno de nosotros somos eslabones en su inmersa cadena alimentaria y aquel eslabón defectuoso será rápidamente aniquilado y sustituido por uno nuevo más tonto y eficiente. Me da miedo pensar en las generaciones futuras, si es que hay futuro, y en como el fantasma de una nueva guerra puede asolar el mundo, más cruel y sanguinaria que todas las anteriores hasta la fecha conocida.

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Perdón por el retraso, pero supongo que estuve ocupado durante mucho tiempo, sin hacer nada realmente, pero demasiado ocupado en mis sentimientos como para salir al exterior, demasiado ocupado en la nada como para quedarme aquí dentro, estoy incomodo, asqueado y enfermo en cierto modo. Digamos que no me soporto ni yo mismo en este instante así que perdonen las molestias el resto si durante este tiempo no les eché mucho en falta, o no les eché mucho en cuenta, o simplemente no les eche nada bueno. Perdonen si falto pero es que a ojos del mundo y de mi mismo ya estoy muerto. Ha sido una gran demora todo este tiempo, estoy hablando de meses en blanco, de horas en negro, de una danza constante hacia ninguna parte, las horas sin tiempo apuñalándome por todos lados, intentando volver hacia atrás en el tiempo, echando de menos aquello que ya queda lejos y menospreciando el valioso tiempo y compañía de la que ahora dispongo y que cuelga de un hilo, un diamante en bruto que no se cómo sacarle partido. Son estos días de lluvia mis preferidos para encerrarme en mi mismo, el problema es lo de siempre, querer aquello que no tienes porque cuando algo llega, pierde todo el valor, la idea resulta más atractiva que el producto o el fin, y así con todas las cosas de la vida. Soy un individuo y nunca seré libre, ni ante el mundo ni ante mí mismo, ni siquiera la muerte me liberará, la libertad es una idea no un hecho o un estado, y es por eso que resulta inalcanzable, porque la idea de la verdadera libertad, plena y pura se nos hace inconcebible, inimaginable, inteligible, inefable. La verdadera libertad es aquella materia de la que se componen los sueños, el deseo de que puedes siempre aspirar a algo más, algo distinto y mejor, que puedes continuar el camino, que tus pasos no están escritos ni sentenciados, que no existe la fecha de caducidad a tus movimientos ni a tus acciones, que la memoria no es extinta y los inviernos no pasan en vano, la verdadera libertad radica en nuestra propia ansia de libertad, no existe más allá de la pura teoría porque en la práctica se nos imposibilita desde dentro. Es como cualquier otro objeto o deseo, una vez que lo tenemos lo perdemos, porque era la idea de tenerlo lo que resultaba atractivo, no el propio objeto, y con esto no solo me refiero a un mp3 nuevo o unas gafas de sol, un televisor o una nueva consola de videojuegos, esta fórmula es aplicable a todos nuestras aspiraciones y sueños, viajar más lejos, ser fulano el gran poeta, o mengana la gran actriz, medico, profesora… En muchos casos veo la libertad como un folio en blanco, como ejemplo en la propia carrera de bellas artes, la mayoría de los años los pasamos haciendo aburridas poses de modelos que hace ya tiempo perdieron la pasión o el interés por su trabajo, al igual que muchos profesores, y el ejercicio se limita a la reproducción en cadena de

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cuerpos poco atractivos y mal iluminados, sacos de carne. Como es normal en muchos casos después de estar cuatro años pintando modelos la gente se desmotiva, piden libertad, ansían libertad, y cuando llega algún profesor que sorprendentemente te la ofrece, tema, obra, técnica “Libre” vienen los temores y los llantos, los miedos y el stress. El individuo se pierde ante un folio en blanco, y que puedes esperar de una mente que se agobia ante un simple papel si carece de lápiz y goma con la que rectificar sus trazos. No tenemos libertad porque no nos atrevemos a tenerla, no queremos tenerla, tenemos miedo a tenerla. Necesitamos que alguien nos guíe, nos enseñe parte del camino, nos diga que está bien o que está mal y que es lo mejor para nosotros mismos, quizás por eso tenemos esa necesidad constante de aprobación colectiva, quizás ese miedo neurótico a la soledad y la muerte, quizás todas estas patologías que me enferman y al contrario de lo que pensara Nietzsche, en mi más sincera opinión, no me hacen más fuerte. Posiblemente este no era el trabajo que deseaba, posiblemente tenga poco que ver y ya sé que es tarde para esto y que está fuera de plazo, podría decirle que no me importa, nunca me ha importado la nota realmente pero la verdad es que he sentido terror ante los suspensos. Este curso es distinto, ya tan solo quiero acabar la carrera, terminar lo antes posible y marcharme, no se a donde, no sé porque, pero lo necesito, terminar con el arte, no quiero ser artista, no necesito esto. Necesito seguir mi camino, seguir con mis proyectos y mis sueños, que a fin de cuentas son lo único que tengo. Me resulta curioso cómo ha cambiado todo a lo largo de estos 5 años de estudios y formación, como el camino que siempre me hicieron seguir posiblemente no lleve a nada y lo inquietante y atractivo de verse envuelto en una incertidumbre constante.

Supongo que todo tiene una explicación, aunque en el fondo no quiera saberlo.

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