Colaboración josé de la luz sánchez tepatzi

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EN QUÉ PIENSO CU ANDO HABLO DE VI OLENCIA E N LA ESCUELA

Psic. José de la luz Sánchez Tepatzi Profesor de la UPN Unidad 291, Tlaxcala

En este escrito intento ubicar al fenómeno de la violencia en el ámbito de la escuela primaria y secundaria. Tal decisión responde a la cercanía con dicho escenario y la necesidad de acotar los límites del análisis de este complejo problema. Pero sobre todo, porque en estos niveles educativos se busca sentar las bases de la formación cívica, moral y la convivencia armónica entre pares que hipotéticamente mantienen relaciones simétricas. Adicionalmente, la escuela primaria y secundaria son sitios importantes por albergar individuos socialmente bien valorados porque en ellos se fincan grandes expectativas para la construcción de un futuro que cada vez parece menos alentador dado el evidente incremento de actos violentos que se viven en la escuela y la sociedad. Un punto que llama mi atención es la definición misma del fenómeno que parece tener muchos sinónimos. Cuando enunciamos la palabra violencia, es muy probable que nuestro pensamiento nos remita a las experiencias de: conducta antisocial, intimidación, victimización, descalificación, abuso, conflicto en la convivencia, maltrato, invasión, hurto, asesinato, agresión física, daño psicológico, atentado a las creencias, preferencias, reputación, e incluso daño en los bienes. Como es posible advertir, la expresión de la violencia puede ser material o instrumental, verbal o incluso subjetiva y abstracta. Sobre este último aspecto quiero hacer referencia a los deseos e intenciones de causar daño. En este sentido, no sólo se violenta el aspecto físico o emocional, también se violentan y pueden aniquilarse las esperanzas y la dirección del horizonte de oportunidad de las personas. Esta proximidad de términos hace referencia a las múltiples experiencias que significamos como violencia y pueden conducirnos a generar sesgos ideológicos que pueden incluir algunas minimizaciones exageradas del problema1 y otra suerte de interpretaciones.

A manera de ejemplo, en mi trayectoria como profesor en educación básica he conocido algunos padres de familia y alumnos que consideran a las “peleas entre alumnos” como actos que permiten demostrar la capacidad de tomar decisiones y madurar el carácter de los hijos; así como también se han interpretado como una situación que los capacita para enfrentar la vida adulta. En este marco de acepciones, también los han llegado a significar como actos naturales que tienen que ocurrir para demostrar la dignidad o para el caso de los hombres, la masculinidad. 1


Todo esto, poco ayuda tanto a la definición del acto violento en la escuela como a la implementación de proyectos destinados a promover la cultura de la legalidad, la convivencia pacífica y la seguridad de alumnos y profesores. Además de la diversidad de ámbitos factibles de violentarse2, el rango de la conducta violenta puede oscilar entre grave y mínimo –según sean sus consecuencias– en ese mismo trayecto, las interpretaciones y los términos de su denominación cambian, así como también las sanciones. Ante este escenario de fronteras que constantemente se entrecruzan resulta complicado definir líneas de acción generalizadas para el combate a la violencia que se vive en la escuela. A manera de precisión, la interpretación del acto violento parece no tener relación con la duración del mismo, así como tampoco suele considerarse como sinónimo de indisciplina. Este último término nos sugiere ideas de resistencia a la autoridad y dificultad para seguir los acuerdos del grupo sin que se llegue a causar daños directos y de forma intencional a los demás. Estas dos situaciones ayudar a establecer ciertas diferencias con el acto violento que nos remite a experiencias de abuso constante, hostigamiento o maltrato de los compañeros en la escuela. De esta forma, la cantidad o repetición de experiencias, así como el seguimiento de los acuerdos y apego a la norma institucional, por sí mismos no pueden considerarse como actos de violencia. Todo lo anteriormente señalado constituye una reflexión que me ha permitido ordenar mis ideas para tener cierta claridad de los significados que rodean a la violencia.

De manera contraria, en el trabajo escolar también me he enfrentado a contextos donde el menor desapego a la norma de la institución, el mínimo desconocimiento al respeto del otro o la falta de empatía, son acciones consideradas como violentas por poner en conflicto la convivencia cordial. 2 Carmichael (2002) y García (2004) citados en Del Barrio et al. (2003), hacen referencia a la presión exagerada que ciertos contextos sociales pueden generar en la persona y violentan su estabilidad en diferentes aspectos. En este caso, aluden al término de “violencia estructural”.


Referencias Del Barrio, Cristina; Barrios, Ángela; Van der Meulen, Kevin; Gutiérrez, Héctor. (2003), Las distintas perspectivas de estudiantes y docentes acerca de la violencia escolar. [En línea], Revista Estudios de Juventud. No. 62/03. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid: España. Un siguiente punto a tocar es la RADIOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA EN MÉXICO Y EN TLAXCALA.


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