Days 02

Dayhunter

Saga Dark Days

Jocelyn Drake

Traducido en el Foro Purple Rose Traductoras: + Trinity + ♫♪madeleine♫♪ + Eli25 + Roo91 + Anne Iris Heaven + Breyo_lynn + dani.shawn + Silvery + Vampirabriin + Anelise + Dham-love + aLeBeNa + kero-chan + Strella + Genesis_480 + flochi + Rihano + Virtxu Correctoras + Virtxu + Angeles Rangel + tEtE + Amelie22 + Asgil + Lily~* + Andrea + Haushiinka + Cāяσl ...♥ Recopilación + Virtxu Diseño + Gaby A.

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Sinopsis: A petición de la secta, Mira se encuentra en Venecia con Danaus ―para su propia protección". Sin embargo, la casa de los gobernantes Nightwalkers es cualquier cosa menos segura cuando Mira descubre que la secta ha hecho un trato con una fracción de los Naturi. Mira debe maniobrar hábilmente a través de la política de la secta mientras protege a Danaus de los Naturi y de los Nightwalkers. Y antes del fin, ella debe encontrar la manera de detener a los Naturi sin ser apuñalada en la espalda por los de su propia clase.

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INDICE Capitulo 1

7

Capitulo 2

20

Capitulo 3

30

Capitulo 4

50

Capitulo 5

68

Capitulo 6

78

Capitulo 7

91

Capitulo 8

112

Capitulo 9

118

Capitulo 10

138

Capitulo 11

155

Capitulo 12

169

Capitulo 13

184

Capitulo 14

198

Capitulo 15

214

Capitulo 16

241

Capitulo 17

248

Capitulo 18

267

Capitulo 19

291

Capitulo 20

318

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Capitulo 21

334

Capitulo 22

360

Capitulo 23

367

Capitulo 24

376

Capitulo 25

383

Capitulo 26

401

BiografĂ­a del Autor

407

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CAPÍTULO 1

Traductora.-Trinity y ♫♪madeleine♫♪ Correctora.-Andrea

ecesitamos alimentarnos.

El hambre de Tristan chamuscaba mis sentidos, quemaba a través de mí, en una ola furiosa, mientras yo estaba oprimida contra una pared áspera de ladrillos alineados en el callejón. Mis uñas estaban enterradas en las palmas de mis manos, dejando lunas crecientes sangrientas mientras colgaba de los últimos zarcillos de mi propio control y el del joven Nightwalker. Lentamente el consumidor deseo de sangre disminuyó, mientras el vampiro luchó contra la roja neblina. La ola retrocedió, arrastrándose a través de mi piel desnuda como un ramo de ortigas.

Retrocediendo, cerré mis ojos, concentrándome en estabilizar mi respiración en un intento de tener un mejor control sobre mí, pero instantáneamente me arrepentí. El estrecho callejón estaba viciado, aire fétido, mezclado con carne putrefacta, orina, y por lo que pude adivinar el olor de una o dos ratas

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decadentes. Nauseabundo, perdí el control de la mente de Tristan y la siguiente ola de hambre reventó sobre ambos, dejándome sobre mis rodillas.

A través de la sucia extensión, los ojos azules de Tristan brillaron con una luz que no tenía nada que ver con el cielo o la gloria de Dios. Sus dedos largos eran como garras y sus uñas estaban enterradas en la pared detrás de mí, como en un último intento desesperado de contenerse de atacar a la primera criatura que se le cruzara en el camino. Sus hermosos rasgos eran elaborados y delgados; una salvaje colección de hueso y músculo poseídos por la sed de sangre. Mira.

La mente de Tristan se extendió y tocó la mía, pero no era su usual voz suave.

Era profunda, salvaje y seductoramente oscura; conectando el ladrido que hacía eco contra los desiguales restos de mi alma. El mismo monstruo vivía en mi interior, deseando sangre, anhelando la sensación de mis colmillos deslizándose en la carne. Era el monstruo que demandaba que bebiera tan profundamente que sintiera el alma de mi víctima rasgándose en el fondo de mi garganta.

La voz en mi cerebro desapareció, siendo reemplazada por la cacofonía del hombre. Dulce Londres, trabajando en equipo con humanos y el latido atronador de sus corazones. La noche era tan joven y fresca, como una niña frágil en su primer baile. Tristan y yo escapamos a una esquina oscura y raída de la vieja ciudad que desbordaba vitalidad y nos llamaba con un acompasado palpitar.

Los dos necesitábamos alimentarnos, desesperadamente. La batalla había ido mal, dejándonos a Tristan y a mí heridos y drenados de la sustancia que sostenía nuestra existencia mucho más allá de lo que debió haber sido nuestro final natural. Necesitábamos sangre y sabíamos que yo era la única que lo mantendría lejos de matar a su presa cuando finalmente hundiera sus colmillos en ella. No era su intención; nosotros no necesitábamos matar. Pero ya no

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había ninguna fibra moral guiando sus decisiones. Solo había una ola roja de codicia por sangre y la necesidad de sobrevivir.

Al final de la cuadra un hombre de pelo marrón grisáceo arrastró los pies fuera de la noche y se detuvo en la esquina. Ahuecando sus manos en frente de su rostro, encendió un cigarrillo y miro alrededor, su rostro fuertemente alineado era evidente a la luz de la lámpara. Miró de arriba abajo la calle, la mano que sostenía el cigarrillo temblaba, el pequeño botón de fuego se movía en la oscuridad.

Un gruñido bajo pasó por la garganta de Tristan mientras sus ojos se posaban en su presa. Me lancé a través del pequeño callejón y lo estrellé contra el muro. El joven vampiro me gruñó, tenía los colmillos descubiertos y sus ojos azules reducidos a estrechas rendijas. Él ya no me veía o no le importaba que yo pudiera destrozarlo sin siquiera esforzarme. Yo era mayor y más fuerte, pero él necesitaba sangre nadie se pondría en su camino.

—Espera —ordené entre los dientes apretados, mis dedos se enterraron en sus brazos musculosos. Sus ropas estaban rasgadas y salpicadas con sangre de nuestro previo encuentro con los Naturi. Mis pensamientos se tropezaron cuando el olor a la sangre de Tristan y la de los Naturi se mezclaron en mi nariz, conjurando imágenes que ahora mismo no quería recordar. La batalla había sido un éxito en el sentido de que ambos sobrevivimos y teníamos la energía para cazar, un fracaso ya que mi amado guardaespaldas Michael yacía frío en el recinto de Themis.

Con un gruñido devolví mi atención al hombre que estaba en la esquina. Tenía que hacer solo un poco de esfuerzo para tocar su drogado cerebro y traerlo con la idea equivocada de que un cliente potencial le hizo señas, interesado en ver sus mercancías. Cuando el hombre se adentró en las sombras del estrecho callejón, solté a Tristan y me deslicé de vuelta silenciosamente a la otra pared.

—No lo mates —susurré mientras el Nightwalker atacó.

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La presa de Tristan escuchó mis palabras y se las arregló para retroceder medio paso, su miedo pinchaba de modo que podía sentirlo cortar a través del oscuro callejón y de la neblina de codicia por la sangre, pero era demasiado tarde. Retrocedí, apoyándome contra la pared de ladrillos mientras el Nightwalker envolvió al hombre con sus brazos como si estos fueran bandas de acero. No podía apartar mi mirada y me encontré deslizándome sobre mis rodillas mientras Tristan caía en las suyas. Escurriéndome dentro de la mente del Nightwalker, una ola de sensaciones me invadió, tirando de mí. Tristan bebió profundamente, succionando la sangre tibia e intoxicante dentro de su cuerpo

frío.

Podía

oír

los

músculos

de

su

garganta

trabajando

convulsivamente, enviando el denso líquido directo a su estómago. Para hacer el festín mucho más dulce, dejó al hombre consciente. El corazón del distribuidor de drogas latía en su pecho, un único pistón martilleaba fuera, pero llevándolo a ninguna parte. Su miedo llenaba el estrecho callejón, ocultando el olor de basura descompuesta, orina húmeda, arrastrando un suave gemido a través de mis labios partidos. Arrodillada en el suelo con mis manos apretadas en puños, oí los latidos del corazón del hombre disminuir. Se había desmayado.

—Libéralo —dije con voz ronca. Tristan dudó, pero hizo lo que le dije.

Apoyando

al

hombre

contra

de

la

pared,

se

volteó

para

mirarme,

balanceándose en sus pies. Sus ojos azules brillaban y bailaban, extrañas gemas en la oscuridad.

Por primera vez desde que lo conocí, Tristan se veía verdaderamente vivo. En el club nocturno con Thorne, él estaba a la fuga, escondiéndose de Sadira, su personalidad estaba silenciada por el constante miedo de ser descubierto. Pero ahora, algo dentro de él finalmente lo impulsaba con nueva vida. Era mi promesa ayudarlo a liberarse de nuestro creador. Una promesa que él sabía que yo daría lo mejor de mí para cumplirla.

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El raspado arrastrar de pies se adentraron a nuestra esquina oscura del mundo salpicada de sangre. Ambos nos congelamos, esperando ver quien se acercaba. Por el momento Tristan hundió sus colmillos en su comida. Yo había estado

ocultando

nuestra

presencia;

un

reflejo

natural

más

que

un

pensamiento consciente a este punto de mi existencia. El velo nos protegía de ser vistos por todos y cada uno de los no usuarios de magia. En otras palabras de cualquier humano común y corriente. En la cadencia constante de pasos, el joven Nightwalker dejó caer su propio velo protector, el cual se entretejió inmediatamente con el mío. Él ahora se sentía más fuerte, y sus pensamientos eran filosos y claros. Podía sentir el nerviosismo que preocupaba los raídos bordes de su mente, pero se mantuvo tan quieto como una roca, y yo estaba segura de que él seguiría mi ejemplo.

Un hombre con el pelo corto color café pasó por el callejón. Su caminar era ligero y confiado. Giró su cabeza por el callejón y sus ojos barrieron rápidamente la estrecha extensión. Tristan y yo nos mantuvimos inmóviles, esperando. Por un momento me sentí como si fuéramos de alguna manera depredador y presa. Aún así, la marcha de este hombre nunca vaciló y su mirada retornó a la calle ante él. No nos vio. Pero la bruja y el hombre lobo sí.

Siguiendo dos pasos detrás del hombre con quijada cuadrada había una bruja con jeans usados y un licántropo con unos caquis. Su fácil caminar se detuvo de golpe y su pelo café que le llegaba hasta sus hombros se balanceó hacia delante cubriendo su cara estrecha. El licántropo se detuvo a su lado y frunció el ceño, formando marcadas líneas surcando su dura cara.

—¡Mierda!—el explosivo suspiró, se le escapó a ella mientras nos miraba fijamente. Tristan y yo nos mantuvimos congelados, esperando que los intrusos hicieran el primer movimiento. La cena de Tristan aún estaba inconsciente y mayormente escondida detrás del joven Nightwalker. Como sea, los dos estábamos cubiertos de sangre y nuestras ropas estaban rasgadas por la pelea de antes. No era uno de nuestros momentos más atractivos. Por supuesto, cuando se trataba de otras razas, teníamos desarrollada todo tipo de

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actitud de ―a cada uno lo suyo‖. Así que esperamos. Si la bruja y el licántropo seguían caminando, haríamos que no los vimos.

No fuimos tan afortunados. El humano giró sobre sus talones con la exclamación de la bruja, alcanzando un arma de la parte baja de su espalda.

Había estado escondida bajo su camisa suelta de botones altos con un chillón dragón estampado. Sus ojos y su arma barrieron el callejón nuevamente, pero él aún no nos veía.

La bruja extendió la mano y la puso sobre su hombro ancho, ella suspiró, ―Specto‖, y sentí una pequeña ondulación de poder moverse en el aire. El hechizo pudo haber sido realizado por casi cualquier novato con un conocimiento básico de latín, pero era suficiente. El hombre parpadeó una vez e instantáneamente palideció mientras su agarre se apretaba en el arma.

Ahora nos veía.

—Sigan caminando —dije en voz baja. No podía arriesgarme a comenzar una pelea. La necesidad de alimentarme era casi abrumadora, y si yo era forzada a pelear, había una gran posibilidad de que alguien terminara muerto. El monstruo en mi interior rugía y golpeaba en el interior de mi pecho con un latido frenético, demandando sangre.

Tristan volteó su cabeza para mirarme, esperando por mi indicación.

Desafortunadamente, nuestro nuevo amigo era de gatillo fácil. Sacudiendo el arma para apuntar al joven Nightwalker, apretó el gatillo. Con el suave chasqueo de percutor, Tristan y yo estábamos ya en movimiento. El joven vampiro cayó al suelo, pero la bala solo cortó por encima de su brazo derecho.

Con un movimiento rápido a través del callejón, tomé la mano del hombre mientras daba la vuelta para apuntarme. Humanos estúpidos. Incluso aunque me disparara en el corazón, no hubiera tenido éxito en matarme. Las pistolas no pueden matar a un Nightwalker. Los disparos podían ser problemáticos, pero entonces el tirador también debía ser afortunado. Con los colmillos desnudos, azoté su mano contra la pared de ladrillos más cercana, rompiendo

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sus huesos. El hombre gritó y el arma cayó de sus dedos lánguidos con un estrepitoso ruido en el suelo. Aún sosteniendo su mano, lo lancé como una bolsa de basura sobre mi hombro al callejón. Él golpeó la pared y cayó al suelo inconsciente.

—Míralo —rugí a Tristan mientras volvía mi atención a la bruja y al licántropo.

No estaba la opción de calmarse y hablar. Y la verdad, es que ya no estaba de humor para una conversación educada. Con un gruñido feo, el hombre lobo se me lanzó, sus ojos brillaban rojo cobrizo. Me golpeó contra la pared de ladrillos, atrapando mis brazos entre nuestros cuerpos, pero sus brazos estaban libres. Primero su derecha golpeó mi lado izquierdo, rompiendo al menos dos costillas. La onda expansiva de dolor se meció a través de mi corte, la neblina de codicia de sangre y fatiga. Su puño izquierdo continuó, golpeando mi lado derecho, dañando órganos aún frágiles por mi pelea anterior con los Naturi. Gruñendo bajo el dolor, empujé mi cabeza hacia delante. Mi frente conectó con su nariz, rompiéndola. El retrocedió un paso y levanté mi rodilla, dándole en la ingle. El licántropo aulló de dolor tropezándose lejos. Sus manos se movieron de su nariz a su ingle, sosteniéndose como si eso detuviera el dolor. El olor de su sangre llenó el aire instantáneamente. Cualquier idea de abstinencia fue evaporada. Yo estaba sobre él antes de que pudiera respirar.

Mis colmillos se enterraron en su garganta desgarrando su carne. La sangre corrió hacia mí y un dulce alivio recorrió todo mi cuerpo. Era densa, tibia, y llevaba con ella la fuerza del licántropo. Peleó conmigo, empujándome, golpeándome, pateándome y enterrándome sus garras desesperadamente, pero no podía ser separada. Con cada trago, él se ponía más débil y yo más fuerte, lentamente drenaba su vida.

—¡Mira! —gritó Tristan, haciendo que finalmente levantara mi cabeza. Dejé caer a mis pies al licántropo inconsciente. Tristan se apresuró a ponerse entre la bruja y yo en un ademán de protegerme, pero ella debió haber asumido que iba a atacarla a ella.

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—¡No! —gritó ella, con su pequeña cara estrecha de un fantasmal blanco. Ella no se había movido durante mi breve pelea con su acompañante. Incluso dudo que hubiera respirado. Sus grandes ojos cafés se movían de mí a Tristan.

Levantando su mano derecha, comenzó a murmurar bajo su aliento un encantamiento. Yo tomé un simple paso hacia ella, tratando de ponerme frente a Tristan, cuando su mano derecha fue envuelta en una bola de llamas amarillas y naranjas. Me detuve, una pequeña sonrisa jugaba en mis labios.

Ella era inteligente. Normalmente, la vista de fuego en la mano de una bruja haría correr a buscar un refugio a cualquier Nightwalker. Como sea, yo no era cualquier Nightwalker, yo era la Fire Starter. Controlar el fuego había sido, mi regalo y mi maldición desde que yo era una niña humana. Pobre bruja.

Con un gruñido, tiró la bola de fuego, con el objetivo en Tristán. Con mi mano derecha, el fuego llegó hasta mí y se instaló en la palma de mi mano abierta.

Con una amplia sonrisa, cerré los dedos y extinguí

la llama, sumiendo al

estrecho callejón de nuevo en la oscuridad. La bruja frunció el ceño, la confusión estaba claramente escrita en su pálido rostro. Negándose a admitir la derrota, levantó ambas manos y repitió el hechizo. Esta vez pude sentir la fuerza de la energía en el aire. Pasé por delante de Tristán alojando un par de grandes bolas de fuego en mí. Mis párpados se fueron cerrando en deriva y el tiempo empezó a transcurrir lentamente. El olor de la basura podrida y los sonidos de la gente dentro de la ciudad dejó de existir. No fue sólo el fuego lo que rugía en mí. Con la palma de mi mano fuera, la curve antes que llegara a mi cuerpo. Las llamas, una vez más siguieron a mi mano pálida. No podía ser quemada. Sin embargo, algo estaba apagado. Mientras que mi atención se centró en el fuego, pude oír al monstruo dentro de mí, gritando, pero no era el rugido de hambre que había escuchado por más de seis siglos. Fue un grito de rabia y dolor. De repente, confundida y temerosa, redirigí las llamas para lavar las piernas como agua. Sin embargo, al segundo el fuego tocó el suelo, mis sentidos explotaron. La tierra se consumió en una luz blanca cegadora, quemando mi cerebro. Debajo de mis pies podía sentir un enorme pozo de

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energía que fluía como un río, y el fuego volvía a él. Y luego, nada. El fuego se había ido y el silencio frío me rodeó. La nueva conexión se apagó antes de que pudiera empezar a adivinar lo que había aprovechado. La luz blanca se desvaneció. Incluso el gruñido de hambre se había ido, posiblemente con la misma confusión. El raspón de un zapato en concreto llamó mi atención hacia la bruja. Sus brazos estaban bien envueltos en la cintura y ella estaba moviendo lentamente la cabeza.

—¡Oh Dios! —gimió con voz ronca.

—El fuego empezó aquí.

Antes de que pudiera dar otro paso hacia ella, la mujer metió la mano en el bolsillo delantero del pantalón mientras daba un paso atrás y desapareció.

—Maldición —dije en voz baja, luchando contra el frío que recorrió mi espina dorsal. Ella sabía quién era yo. Era cosa de un Nightwalker reconocerme a la vista. El miedo es útil cuando se trata de controlar a aquellos que tratan de controlarte. Pero no me gusta cuando las otras razas descubren mi presencia.

No sabía si estaba enojada conmigo en cualquier momento. Ahora la pregunta fue: ¿Adónde se fue, a informar de mi presencia a alguien más fuerte y más malo? A juzgar por su edad, la elección de hechizo, y la cantidad de energía empleada, ella no era una bruja particularmente experimentada. Por otra parte, el transporte, como los hechizos era muy avanzado. Cuando se había tocado su bolsillo, tenía que haber tocado un encanto de localización, probablemente creado por alguien mucho más poderoso. Frunciendo el ceño, me tragué una maldición. Todo esto era pura especulación. Conocía una buena cantidad de información en relación con la magia, porque la había sufrido a través del tiempo lo suficiente con las brujas y brujos para aprender unas cuantas

cosas.

Necesitaba

hablar

con

Ryan

y

saber

que

pensaba.

Lamentablemente, el brujo de pelo blanco tenía su propio paquete de problemas, y yo no tenía prisa para tratar con él. Por ahora tendría que tratar con los compañeros inconscientes de la bruja. Me volteé para ver a Tristán, se

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me doblaron las rodillas y luego me encontré de rodillas en el terreno.

Parpadeé una vez para despejar la niebla que crecía alrededor de mis pensamientos. El uso del fuego había minado mis fuerzas y mi cuerpo estaba pidiendo que yo me alimentase de nuevo y descansara. El joven vampiro apareció a mi lado, me puso una mano firme en reposo por debajo del codo.

Miré hacia él, con una expresión de preocupación y torció su hermoso rostro.

—¿Ella te hecho algo? —Preguntó. Por primera vez desde que lo oí en un ligero acento Francés tal vez, pero diferente. Un recuerdo de su vida humana. Poco a poco, me guió para volver a sentarse en el suelo, con la espalda pegada a la pared de ladrillos.

—No —le respondí con una sonrisa cansada—. Sólo estoy cansada. Necesito descansar un momento. —Moví la cabeza hacia el ser humano que había sacado la pistola.

—¿Todavía está vivo?

—Por ahora —Tristan se quejó, con la mano en mi codo, sus ojos recorrieron el cuerpo del hombre armado.

Puse mi mano izquierda debajo de su barbilla, y lo obligué a mirarme.

—Y va a seguir así. Le necesito para descubrir la identidad de los atacantes. — Frunciendo el ceño, Tristan se levantó y se dirigió al lado del hombre. Se puso de pie sobre el hombre, con los puños en las caderas. No podía decir si el Nightwalker estaba haciendo tiempo de desagrado por la tarea o si había comenzado a hurgar en la mente del hombre. Algunos Nightwalker tienen que tocar físicamente a su presa para entrar en su mente, especialmente si la persona estaba inconsciente.

—David Perry —Tristan dijo de repente. Con su mente mitad en mí, mitad en el humano.

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—Treinta y seis. Ex -marino. Es de Birmingham, Alabama. —Sus palabras fueron interrumpidas con un silbido áspero y sus ojos brillaban de color azul claro, cuando me miró.

—Es un miembro de la Coalición de la Luz del Día.

—¡Tristan! —grité. Se detuvo, pero gruñó con la parte posterior de la garganta, y yo no podía culparlo. También hubiera sido feliz de rasgar la garganta del ser humano en ese segundo. La Coalición de la Luz del Día era un grupo de humanos de Estados Unidos que sabía de la existencia de los Nightwalker y buscaban nuestro exterminio total. La humanidad cree que son un culto de fanáticos dementes y no los toman en serio. Por supuesto, eso no borra el hecho de que los miembros de la Coalición hubieran eliminado a un buen número de Nightwalker durante las horas diurnas.

Independientemente de si resides en los Estados Unidos, todos los Nightwalker sabían de la Coalición. Todos temían que fuera el futuro al que nos enfrentamos cuando llegamos ―del ataúd‖, por así decirlo. Pero por ahora mi preocupación no era el fanático que se encontraba a mis pies, sino la bruja y el Licántropo que viajaban con él. Toda nuestra información decía que la Coalición de la Luz del Día era exclusivamente humana, sabiamente evitaban las otras razas. De hecho, fue en contra de nuestro derecho el trabajar con la Coalición. Un desertor podía terminar en una guerra total. Esto no era bueno, cuando ya se tenía una guerra con la creación de la cerveza Naturi.

—Concéntrate —le dije a Tristan, al lado de él—. ¿Quién era esa mujer? — Tristan miró al hombre, que irradiaba una mezcla letal de ira y miedo —Caroline. Caroline Buckberry, pero se preguntaba si era su verdadero nombre... —El enojo comenzó a desvanecerse —No la conocía. Fue enviada por la sucursal de Houston a buscar a la mujer y al hombre. Harold Finchley. Eso es todo. —Tristan abrió los ojos y me miró.

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—Se le dijo de ir a Londres y traerlos de vuelta a Houston. No creo que él ni siquiera supiera en lo que estaban.

—No tiene que saber —murmuró.

—Perry es sólo un soldado de a pie. Sigue las órdenes que le han dado.

—¿Crees que era un plan de las brujas y de los licántropos? –Preguntó Tristan.

No perdía la nota de esperanza en su voz.

—No —le contesté con un ligero movimiento de la cabeza.

—Las brujas y brujos no tienen negocios con la Coalición. Cualquiera de ellos podría haber dicho algo para explicar su asociación con el humano. Pero en su lugar atacaron porque saben que es la ley.

—Pero…

—Olvídate de lo que vimos —dije, cortando su siguiente comentario—.

Tenemos problemas más grandes.

—El Naturi. —Sus manos se apretaron en puños y se le tensaron los músculos de su mandíbula. Sí, los Naturi vendrán y destruirán a todos nosotros, humanos y Nightwalker, si se les daba la oportunidad. En comparación, la Coalición de la Luz del Día no era nada, una mosca en el culo de un rinoceronte. Sostuve mi hombro derecho contra la pared del callejón y dejé que mis ojos se cerraran a la deriva por un momento. Difícilmente reconocía mi mundo ahora. Hace unas noches, me había parado en mi propio dominio de vuelta en mi querida Savannah, el aire caliente del verano estaba lleno con el aroma de la madreselva y lilas. Han pasado quinientos años desde aquella noche en Machu Picchu. El Naturi eran un recuerdo lejano, una pesadilla oscura de mi pasado que ya no me afectaba. La Coalición de la Luz del Día era sólo un grupo marginal, sin contacto con los demás. Pero ahora ambos eran mortales.

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Mi mundo se estaba desmoronando a un ritmo alarmante y todo comenzó con el cazador, Danaus. Pero no había necesidad de matar al mensajero... todavía.

Pensar en él trajo una sonrisa a mis labios cuando me levanté de la pared y abrí los ojos. Tristan me miraba fijamente, esperando.

Me necesitaba viva para cumplir mi promesa—todavía tenía tiempo. Miré a mi alrededor al callejón hasta que encontré el arma que había utilizado el hombre.

No había ninguna duda. Dispararé una sola bala a la cabeza del licántropo. Él había traicionado, no sólo a los de su propia especie, sino a todas las otras razas. Puso en peligro nuestro secreto. Y ahora pagó el costo con su vida. Pero su muerte no pudo disolver el nudo de frío en el estómago. El objetivo principal de la Coalición de la Luz del Día siempre habían sido los Nightwalker, pero todos estábamos seguros de que atacarían a cualquier no—humano con el tiempo. ¿Harold Finchley había sido un lobo actuando solo o era parte de un movimiento en contra de los Nightwalker?

—Limpié la memoria de los hombres —me dijo, señalando hacia el traficante de drogas del que Tristan se había alimentado hace unos minutos.

Caminando sobre el miembro de la Coalición, quité el arma fuera de la camisa y la dejé caer sobre su cuerpo.

—Entonces vuelvo a mi habitación del hotel. —Danaus ya estará allí esperando por nosotros. Desde el hotel, me dirigiría al aeropuerto y cogería mi avión hasta Venecia. Si queremos tener alguna esperanza de detener a los Naturi y la guerra que se aproxima, tendríamos que ir primero a Venecia y reunirnos con el Aquelarre Nightwalker. Ellos conocen la mejor manera de lidiar con esta amenaza que es cada vez mayor. Ellos eran los únicos que podía convocar a un ejército.

—¿A dónde vas? —Preguntó Tristan. Una amplia sonrisa se levantó en mis labios, dejando al descubierto un par de largos colmillos blancos.

—A cazar.

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CAPÍTULO 2

Traductora.-Eli25 Correctora.-tEtE

orrí varios bloques, fusionándome con las sombras hasta que estuve a casi una milla de Tristan. Un horrible temblor había comenzado en mis miembros y empezó a vibrar a través de mi cuerpo entero. Yo latía y dolía con una mezcla de heridas frescas sostenidas durante las pasadas pocas horas y viejas heridas no completamente curadas de la noche pasada. El mundo era un enfadado remolino de dolor, ruido y luces brillantes. Apartando todo eso a un lado, mi foco se estrechó hacia una simple localización de la presa encontrada.

Cazar había sido un acto solitario casi desde el momento que en yo nací. Para mí, era un momento personal. Muchas noches yo estaba sobre mi presa particular, eligiéndole a él o a ella basándome en la historia o en la filosofía personal. Yo escucharía los pensamientos de mis presas hasta que algo finalmente me atrajera para moverme. Y luego había noches como esta noche, donde yo agarraba al primer pobre idiota que se atravesara en mi camino.

Ella tenía diecinueve años, y durante un segundo ella pensaba que yo era un violador. Agarrando un puñado de su pelo marrón oscuro, yo la tiré a las sombras de una puerta de entrada. Ella se empujó contra mí, las lágrimas 20 Foro Purple Rose

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reuniéndose en sus anchos ojos color avellana. Yo hundí mis colmillos en su garganta cuando un grito se levantó en sus labios. Fuera de algún tipo latente de habilidad, empujé sus pensamientos en un profundo sueño cuando bebí.

Tragando su sangre, me dejó caliente y llena de vida, y bebí hasta que mi memoria de la noche creció borrosa y distante. El monstruo en mi pecho, se escondió detrás de los retales de mi alma, siendo brevemente apaciguado por la oferta.

Reluctantemente, la liberé cuando su corazón aflojó el paso a un latido letárgico. Agarrándola en mis brazos, miré su suave cara joven. No la conocía.

Ella podía haber sido una estudiante de universidad o una joven madre en su camino a casa. No había tenido tiempo de cribar alrededor de sus pensamientos, aprender sus esperanzas y miedos. No conocía sus sueños para el futuro y me sentí un fraude. Cazar y alimentase eran más que un rápido poder. Era mi último contacto con la humanidad, la última cosa que me mantenía atada a una carrera de la que una vez había sido parte. Mientras me sentía rejuvenecer, un dolor más sutil había comenzado en mi pecho. Un tipo de cansancio que me habría preocupado si me permitía a mí misma pensar en ello, pero simplemente no había tiempo. Yo gentilmente la senté contra el umbral y curé las heridas de su cuello. Era un regalo de evolución, creo.

Nosotros podíamos curar las heridas de los pinchazos causadas por nuestros colmillos así nosotros podíamos continuar escondidos. Desafortunadamente, yo no podía curar las heridas de cuchillo o de bala, forzándome a observar a más de un compañero humano herido a muerte en mis brazos.

Antes de irme, limpié sus recuerdos inocentes. Era mejor que mi clase no fuera recordada aún. Pero era más que una necesidad para nuestra propia protección. Ella no necesitaba recordar el momentáneo horror de ser tomada en mis brazos.

En mi camino de vuelta al hotel me alimenté dos veces más, usando el mismo cuidado que con la joven mujer. Mientras nunca me molestaba en aprender

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sus nombres, ellos nunca recordarían que habían sido detenidos. Yo caminaba por las ventosas calles de Londres, serpenteando de vuelta hacia el río cuando me deslicé a través de la multitud de gente. Mi apariencia manchada de sangre hubiera causado el pánico. El aire de la noche era espeso con humedad, como si los cielos se estuvieran preparando para abrirse en una lluviosa tarde noche de verano. Una fina niebla se cernía justo sobre el suelo y soplaba su camino alrededor de los ocasionales árboles. Fino y tenue, parecía poco más que un fantasma, o quizás el alma olvidada de esta vieja ciudad.

Paseando por las calles, dejé el cálido aire de verano bailar a mi alrededor cuando pensé en mi casa en Savannah y caminando a lo largo de River Street.

Después de una noche de entretenimiento en el área de bares, yo daría un paseo a través de un parque después de otro de esos puntos de la pequeña arreglada ciudad, dirigiéndome de vuelta a Forsyth Park. Yo sonreiría a los jóvenes con poca ropa cuando ellos tuvieran prisa para hacerlo y desde las filas de los bares, restaurantes y clubs nocturnos, ajenos a mí incluso si yo no estuviera usando el encanto. Sus risas y voces descenderían a un susurro áspero de risa tonta brincando sobre mí como hojas cogidas en una brisa, trayendo un brillo de diversión a mis ojos.

En Forsyth Park, pararía en la enorme fuente bañada en luces amarillas.

Sentada en el borde, cerraría mis ojos y escucharía los firmes murmullos del tráfico como si girasen alrededor mío. Las hojas sonarían y el musgo español prevalecería en la brisa, susurrándome viejos cuentos de amor y muerte y soledad. Desde ahí podía sentir el pulso de la gente en mi ciudad.

Pero caminar con dificultad entre la calles de Londres, cubierta en sangre seca de la Naturi, no podía oír mi ciudad o el suave murmullo de las risas de su gente. Por primera vez en un largo tiempo, echaba de menos mi casa.

Perderme en las calles de mi ciudad, dotadas con viejos robles y diminutos pequeños parques. Perderme en sus fuentes y en el río que acariciaba sus bancos. Me hubiera gustado verla una última vez; pasear a lo largo del distrito

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histórico y mirar hilera tras hilera de excelentes casas restauradas de su maravillosa Guerra Pre—Civil. Disfrutar solo un último baile en el Docks, donde la música palpitaba en altos enojados golpes y el aire era espeso con el olor de sudor y sangre.

Solo hace unos días yo había sido la reina de mi pequeña montaña, o como ellos preferían decir: Cuidadora de mis dominios. Luego Danaus entró a bailar el vals y destruyó mi mundo. El cazador de vampiros trajo noticias de que los Naturi estaban amenazando con escapar de sus tapaderas y entrar en nuestro mundo por primera vez en siglos. Mientras Danaus obviamente no era amante de los Nightwalkers, él al menos comprendía que los Naturi eran peores.

Los guardianes de la tierra durante siglos, los Naturi habían decidido finalmente que la única manera de proteger realmente la tierra era destruyendo a toda la humanidad. Así una guerra era pagada por incontables años, resultando las muertes de cientos de Naturi, humanos y Nightwalkers.

Nosotros finalmente tuvimos éxito en encerrar a muchos de los Naturi en otro mundo, separados de la tierra pero siempre unidos. Pero era temporal. Con los Naturi a ambos lados del sello trabajando para abrir la puerta de entrada, nosotros sabíamos que sería una lucha constante mantenerles contenidos. Una tríada de Nightwalkers mantenían el sello protegido, pero todos estuvieron extrañamente tranquilos durante cinco siglos aproximadamente y a pesar de nuestra larga memoria, olvidamos el pasado a los largo de la información para los polluelos que creamos.

El resultado final era una serie de muertes que nunca deberían haber ocurrido.

Después de noches de agobio para reformar la tríada de Nightwalkers que sellaron a los Naturi lejos de los huéspedes, no solamente fallé en proteger a Thorne, quien estaba unido a la tríada, sino que también perdí a mi preciado guardaespaldas. Michael, mi ángel guardián con cerradura dorada. Añadiendo a mis preocupaciones, descubrí que yo era el arma blandida por la tríada, los cuales ahora incluían a un cazador vampiro.

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Con un suspiro, levanté la mirada y me encontré de pie delante del Savoy. Era hora de volver a la tarea de salvar el mundo. Estaba tentada de decir al infierno con ello, pero perdería mi querida ciudad también. Y si yo no la protegía, ¿quién lo haría?

Sonriendo severamente, me deslicé dentro del hotel y subí al ascensor hacia mi habitación, donde Tristan y Danaus estaban esperándome pacientemente.

Bueno, uno más pacientemente que el otro. Cuando abrí la puerta, Tristan estaba en el sofá de la sala de estar, con las manos detrás de su cabeza y los tobillos cruzados. Sus mejillas estaban coloradas y él radiaba de gozosa satisfacción. Se había alimentado otra vez después de que le dejara y obviamente estaba bastante satisfecho. Probablemente también ayudó que él se había duchado y estaba limpio de toda la sangre que una vez le cubrió. Él aún llevaba puestas sus ropas ensangrentadas, pero yo sabía que a él no le preocupaba. Había algo sobre tener el estómago lleno hacía a un Nightwalker mucho más tolerante y amigable. También tenía que ver que Sadira, nuestra fabricante controladora, ya estuviera en Venecia, dándole un amplio respiro de ella.

El cazador de vampiros, por otro lado, estaba de pie en la ventana, con los brazos cruzados a través de su pecho. Él aún estaba en sus rasgadas ropas ensangrentadas, pero como Tristan, la sangre había sido lavada de su piel. Su pelo sucio estaba apartado de su cara, revelando altas y fuertes mejillas y vibrantes ojos de profundo azul celeste. Su barbilla y mandíbula estaban cubiertas en una sombra de oscuro rastrojo, dándole incluso una apariencia más nefasta de la normal. Me imagino que él no estaba acostumbrado a esperar tranquilamente por alguien, mucho menos a un Nightwalker.

Sacudiendo mi cabeza hacia él, sin palabras me lancé a través de la habitación hacia el cuarto de baño. Rápidamente me quité la ropa y encendí el agua caliente. Yo solo había entrado bajo la ducha cuando oí la puerta del cuarto de baño abrirse.

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—Tenemos que salir —dijo Danaus irrebatiblemente.

—Yo no viajaré así —grité sobre el ruido del agua cayendo—. Cinco minutos.

Danaus gruñó, dejándome asumir que él aceptaba mi decisión e iba a esperar ―pacientemente‖ en la otra habitación. El cazador era una recompensa que yo positivamente deseaba para trabajar, particularmente con su información, monosilábicas replicas dirigidas hacia mí. Aún, por toda su irritación y amenazas, yo me estaba acostumbrando a su presencia.

—¡Espera! —Le llamé cuando le oí girar el pomo de la puerta para irse. Con mi mano izquierda, agarré un puñado de la cortina malva de la ducha y la empujé hacia atrás lo suficiente para sacar mi cabeza fuera. Cerré un ojo cuando el agua recorrió mi cara hacia abajo. Danaus estaba de pie medio girado hacia mí, con la puerta del cuarto de baño parcialmente abierta para que él pudiera golpear una rápida retirada si lo necesitaba. —¿Qué piensas sobre la Coalición de la Luz del Día? —Pregunté, recorriendo mi mano derecha sobre mi cara para quitarme algo del agua de mis ojos.

Danaus liberó el pomo de la puerta y dio a la puerta un pequeño empujón para cerrarla. Doblando sus brazos a través de su ancho pecho, él apoyó su cadera contra el blanco lavabo de mármol.

—Solo los humanos cazan vampiros. Suena una buena causa para mí. —Su dura cara estaba sin expresión pero sus afilados ojos estaban intentando subir a mi cara.

Tirándole un último ceño fruncido, tiré la cortina de la ducha para cerrarla y volví debajo del agua. Cuando agarré la manopla para reanudar los restregones, Danaus rió. Actualmente, el cazador no hacía ningún sonido, pero yo podía sentirle riéndose al lado. Él estaba burlándose de mí, intentando meterse debajo de mi piel.

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Antes en la tarde él había tocado mi mano y envió sus poderes a través de mí.

Nuestra conexión aún era fuerte cuando estábamos en cercana proximidad.

Nosotros habíamos matado a los Naturi y sobrevivido, pero nosotros aún estábamos trabajando fuera de todas las repercusiones. Yo no podía entender completamente sus pensamientos, pero sus emociones fluían fácilmente hacia mí. Y yo tuve un sentimiento que él solo podía elegir tan fácilmente en mis emociones.

—Bastardo —refunfuñé, frotando mi antebrazo derecho. Yo no dudaba que él me oyera sobre el agua. Yo no sabía lo que era Danaus, pero no era humano.

Al menos, no todo él. Se sentía humano, pero su oído parecía ser tan aplicado como el de cualquier Nightwalker. Él tenía la velocidad y la agilidad de un licántropo, pero no su fuerza. Él no podía lanzar hechizos como un brujo, pero tenía una habilidad oscura que le permitía cocer a una criatura dentro de su piel. Muy al menos, esta combinación me había enseñado a ser cautelosa con él.

—Ellos son fanáticos —dijo Danaus después de un momento. Su voz sonaba cansada, bajando a un suave murmullo. —Ellos han matado a tantos humanos como ellos actualmente tienen vampiros. ¿Por qué?

—Tristan y yo nos encontramos a un trío esta noche —dije. Eché jabón en la manopla otra vez y recorrí mi estómago, aliviada de encontrar que el espantoso tajo que recibí esta noche estaba complemente curado. —No, es malo. Nosotros encontramos a un miembro de la Coalición, a un Licántropo y a una bruja.

—¿Viajaban juntos?

—Sí. El hombre había sido enviado a traer a la bruja y al licántropo.

—¿Los mataste?

—¡Danaus! —Grité, mi puño se tensó alrededor de la húmeda manopla.

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Lanzando la manopla, me giré y aparté la cortina de la ducha otra vez para poder mirarle.

—¿No te importa que nos atacaran primero y que ellos intentaran matarnos? — Dije bruscamente.

—No. Mientras su cara y su voz estaban tranquilas cuando él replicó, me sentí agitada por algo más en su pecho. Un destello de enfado y frustración. Quizás un poco de miedo. Pero él tenía sus emociones bajo un tenso agarre antes de que yo pudiera identificar claramente algo del remolino dentro de su mente.

—El humano aún está vivo —dije entre los dientes apretados, tirando la cortina de vuelta a su lugar, las anillas de metal colgaban de la mampara dejando fuera un pequeño chirrido—. Le rompí la mano al hombre y le dejé sin sentido.

La bruja desapareció después de intentar flambearnos a Tristan y a mí.

—¿Y el hombre lobo?

—El licántropo está muerto. —Los hombres lobo pueden curar de muchas cosas, pero una bala en la cabeza mientras tú estás drenando la sangre no es algo de lo que regreses—. Él rompió nuestra ley. Si no lo hacía, él podría haberles dicho a la Coalición todo sobre nosotros. —Dije las palabras y creí en las razones, pero algo se anudó en mi estómago durante una segunda vez. Era mi completa falta de remordimientos. El hecho de que yo no hubiera dudado en mi decisión de matarle. Asquerosa, mi ayudante en Savannah, una vez me llamó una ciega máquina de matar. La descripción había sido adecuada.

Yo estaba de pie debajo del agua caliente, intentando apartar el recuerdo del encuentro y de las palabras de Danaus. Nuestra ocasional burla y broma no significaba nada para él. Mi respeto hacia su habilidad y su sentido del honor no tenían valor. Al final él quería a toda mi especie muerta. Él me quería muerta porque me veía solo como una asesina.

—Maldición, está perdiendo el punto —dije dentro del agua.

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—No, no lo estoy perdiendo. —Sus palabras eran más suaves de lo que había sido—. Una bruja y un licántropo estaban viajando con un miembro de la Coalición de la Luz del Día. Llamaré a Ryan y veré si él sabe algo. ¿Sabes el nombre de la bruja?

—Caroline Buckberry —suspiré—. Ese podría ser un alias, pero apostaría a que ella es local. O al menos su mentor lo es.

—¿Por qué?

—Creo que ella usó un encantamiento para desaparecer, y juzgando el montón de poder que sentí en el aire, adivino que ella no viajó muy lejos. Ella es una novata.

—Lo comprobaré con Themis. Ryan podría saber algo.

—Gracias —susurré, sin preocuparme si él me oía sobre el agua.

—Comprendo por qué lo hiciste, Mira

—dijo él. Yo no le oí moverse, pero

sonaba más cerca, como si él estuviera justo al otro lado de la cortina de la ducha—. Tú lo hiciste para protegernos a todos. Lo comprendo, pero no tiene que gustarme.

Escuché el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose, y fruncí el ceño.

Apoyando ambas manos contra la pared delante de mí, cerré mis ojos y puse mi cara dentro del agua, deseando que se llevara mis pensamientos.

Pero no podía. Fue el ―nosotros‖ lo que llamó mi atención. Era la primera vez que había oído a Danaus incluirse a sí mismo con las otras razas, admitiendo por un breve momento que nosotros estábamos unidos de alguna extraña manera. El nudo en mi estómago se tensó.

Con un suspiro, volví a la tarea de lavar un rastro de sangre seca de la batalla de antes en Themis y Stonehenge.

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En el global esquema de cosas, la Coalición de la Luz del Día era una irritación menor. Por ahora, le dejaría a Ryan y a su gente de Themis para investigar, eso era lo que ellos hacían. Themis era un grupo de bibliotecarios de pelo gris quienes estudiaban todas las razas que eran diferentes de los humanos y escribían sus encuentros en espesos volúmenes y encuadernaciones en cuero.

Por supuesto, Themis también tenía su grupo de cazadores; entrenados asesinos enviados con el único propósito de matar a mí especie y a todos los demás que se salieran de la línea.

Ryan me había sonreído y me dijo que todos estaban dentro del interés de mantener el secreto, protegiendo a la humanidad del conocimiento de que los vampiros y hombres lobo eran reales. Pero confiaba en el brujo tanto como podía. Probablemente menos.

Con un gruñido frustrado, apagué el agua y rápidamente me sequé. Frotando mi pelo para secarlo de tanta agua como fuera posible, salí del cuarto de baño y entré en el dormitorio principal. Donde saqué mi bolsa. Ropas limpias.

Algunas veces son las cosas pequeñas en esta vida lo que pueden levantar el ánimo a una persona. Yo había llevado mi último traje en mi reunión con James Parker en la casa ciudad del Themis. Thorne está muerto, mi lucha con Jabari, mi lucha con los Naturi, y los Naturi encontraron a Stonehenge. Metí los pantalones y la camisa en mi papelera, resistiendo la urgencia de prenderlas fuego. Quemar las ropas no purgaría los recuerdos de las dos noches pasadas.

Rápidamente, me puse mis ropas semi-limpias y me colgué del hombro la bolsa. El amanecer estaba solo a unas pocas horas y nosotros teníamos que estar en Venecia antes de que el sol se pusiera. El Aquelarre estaba demandando nuestra presencia. Y la resolución del cuerpo del Nightwalker no sería denegado por más que lo quisieran.

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CAPÍTULO 3

Traducción.- Roo91 y Anne Iris Heaven Corrección.- Lily*~

e detuve al pie de la escalera que llevaba a mi pequeño jet.

En lugar de llevarme a través del océano directo hacia mi hogar, me llevaba al oscuro centro del imperio Nightwalker, El Aquelarre. Jabari decía que era por mi seguridad; yo no tenía dudas de que los Ancianos tenían otras oscuras intenciones en mente. Por supuesto, no tenía voz en el asunto. Alejarme haría las cosas más difíciles. Y todavía tenía que encontrar una manera de proteger a Danaus y a Tristan.

Con una mueca, subí y me encontré cara a cara con el joven Nightwalker.

Tristan estaba parado en medio del avión, con sus manos apoyadas en su delgada cadera mientras observaba el blanco interior. Sus ojos se fijaron en mí luego de un momento, con una ceja levantada en duda.

—¿Blanco? —Inquirió, con diversión a través de su voz. Pasé por su lado, ignorando su comentario. ¿Qué podía decir? Pensé que la ropa negra era suficiente estereotipo…

—Contacta a Sadira. —Solté, notando su sonrisa desvanecerse con la mención de nuestra creadora. Ninguno de los dos estaba ansioso por verla otra vez. Me había escapado de su ―cuidado‖ casi cinco siglos atrás sólo para encontrarme 30 Foro Purple Rose

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con

la

controladora

Saga Dark Days

vampira

una

vez

más.

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Tristan

había

escapado

recientemente, pero había sido recapturado por mí mientras estaba siendo manipulado por ella sin saberlo.

—Dile que tenga un taxi esperándonos para cuando lleguemos. —Ordené mientras tiraba mi mochila en el suelo—. Vamos a cortarlo muy pronto. —Dije descansando en uno de los largos asientos que se alineaban en el avión, tratando de mantener la apariencia de ser indiferente al hecho de que estábamos volando a Venecia, con el amanecer sólo a cuatro horas.

—¿Algo más, señorita? —Preguntó él, con una elegante reverencia. Fruncí el ceño al Nightwalker. Tenlo lejos de Sadira y se convertirá en un maldito sarcástico, pensé. Lo que me faltaba. Ya tenía las manos cargadas con Danaus, el Aquelarre, y los Naturi; no necesitaba preocuparme por un joven Nightwalker ahora que estaba lejos de su maestro. Pero también tenía un enfermizo presentimiento en mi estómago de que él confiaba en que yo sería capaz de encontrar una manera de liberarlo de las garras de Sadira. La desesperación me había hecho prometerle ayuda. En ese momento, estaba segura de que alguno de nosotros no sobreviviría al encuentro. Pero estaba equivocada, y ahora estaba atrapada.

—Vete al fondo y toma una siesta. —Gruñí.

Lo miré mientras caminaba hacia la parte trasera del jet, donde una pequeña habitación se cernía detrás de una puerta. Pero se detuvo antes de alcanzar la puerta, pareciendo retractarse.

—Adelante —dije—. Dilo.

—¿Por qué vamos? —La voz de Tristan era casi un susurro cuando habló, como si tuviera miedo de algún castigo por haberme preguntado. Se dio la vuelta y

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sus ojos sostenían esa misma mirada que había tenido un par de noches atrás en ese callejón de Londres. Temeroso. Sin esperanza.—Tenemos un jet. Vamos al oeste. Tan lejos del Aquelarre como podamos.

—¿Y pasar una eternidad escapándonos de ellos? ¿De los Naturi? —Me paré y lentamente me acerqué a él. Sus hombros en guardia, su cuerpo tenso por un golpe esperado—. No hay lugar al cual escapar. Jabari nos atrapará. Los Naturi nos atraparán. Si ahora vamos al Aquelarre, ellos pueden armar un ejército y nosotros podemos finalmente detener a los Naturi de liberar a su reina.

—¿Y qué hay del Aquelarre?

Le sonreí y acerqué la punta de mis dedos hacia su rostro.

—Otros han sobrevivido a enfrentar al Aquelarre. Solo hace falta finura.

—El Aquelarre te necesita viva.

—Y yo prometí tenerte —dije encogiendo mis hombros—. Así que, si yo vivo, tú también.

Una sonrisa cínica se retorció en los labios de Tristan, fallando en levantar la duda de sus ojos. Pero asintió antes de darse la vuelta y desaparecer detrás de la puerta. Él sabía que no había escape de nuestro destino. Iríamos ante el Aquelarre. Si íbamos a derrotar a los Naturi, necesitaríamos su ayuda.

Reprimí un suspiro mientras volvía al asiento en el que había estado sentada.

No era un excelente plan, pero por lo menos era algo. Cuando estiré mis piernas y traté de relajarme, Danaus entró al jet.

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Una sonrisa de sorpresa se formó en las esquinas de mi boca mientras él se sentaba en el asiento frente a mí. Habían pasado unos pocos días desde que habíamos abordado juntos el jet por primera vez. Él había estado tenso e inquieto mientras nos dirigíamos a buscar pistas sobre cómo los Naturi estaban tratando de liberarse de sus jaulas. Ahora, parecía un tanto relajado. Yo ya no era una amenaza. En este momento ambos teníamos cosas más oscuras para preocuparnos que lo que podíamos hacernos el uno al otro.

—¿Qué? —Preguntó sigiloso, casi con un gruñido.

—Todavía estás aquí —Repliqué. Sus ojos celestes se entornaron. Le extendí una mano, apaciguando su mirada oscura.— No quise decir exactamente eso.

Pensé que a estas alturas estaríamos en caminos separados, tanto a través de tu muerte o no.

Una fina ceja se arqueó hacia mí.

—Pensé lo mismo. —Pienso que estaba probándome. Era difícil de decir. Sus pensamientos y emociones habían crecido distantes y confusos otra vez, mientras su rostro se mostraba como una roca ilegible como era usual. El vínculo que habíamos establecido a través de nuestros poderes combinados había caído hacia la nada. Mi conocimiento sobre él ahora estaba oscurecido por el manto de energía a su alrededor.

—Eso he escuchado. Ryan dijo que estabas muriéndote por arrancarme el corazón. ¿Planeas guardarlo como un trofeo? —Eso finalmente me hizo fruncir el ceño mientras mi sonrisa se ampliaba—. Independiente de tus planes para varias partes de mi cuerpo, tendremos que seguir trabajando juntos si queremos sobrevivir un par de noches más. Créeme, no estoy contenta. Me estás dando mala reputación.

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Danaus sonrió, y por un momento sus facciones se suavizaron. A través de esa delgada ventana de tiempo, capturé la señal de un hombre hermoso. El cansancio y la sombra de preocupación se desvanecieron. Normalmente, con su mirada y ceño fruncido, era una viril criatura llena de fuerza y poder. Pero cuando sonreía y reía, su humanidad brillaba a través de un espacio entre las nubes. Era una combinación extraña. Danaus había encontrado la forma de ser humano sin la usual fragilidad humana.

Y después me di cuenta de que ya no quería matarlo. Dando tumbos sobre mis pies con mi usual falta de gracia, pasé a la parte posterior del jet, con una maldición en la punta de mi lengua. ¿Estaba siendo suave? ¿Habría perdido mi temple?

Pero sólo porque no quería matarlo no significaba que automáticamente lo consideraba como un camarada. Él era un luchador fuerte, y era lindo tener a alguien a mi espalda que pudiera cuidarse por sí mismo. Danaus no era tan frágil como mis amados ángeles. Pero tampoco tenía su calidez y compasión.

Estirando los brazos por encima de mi cabeza tanto como me lo permitía el jet, sacudí la extraña realización. Danaus estaba probablemente todavía en mi cabeza, ensuciando mis pensamientos. Ya se me pasaría, traté de asegurarme a mí misma. Así que él ya no estaba en mi lista de ―matar‖. Eso aún podría cambiar fácilmente, y probablemente lo haría durante nuestra estancia en Venecia.

—¿Puede oírnos? —Inquirió Danaus de repente, señalando con su cabeza hacia la puerta opuesta al fondo del jet.

Me detuve mientras volvía hacia el asiento opuesto a él, mis cejas casi alcanzando el puente de mi nariz en confusión.

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—¿Por qué?

—Tenemos que hablar. —Esas palabras amenazantes retumbaron en su pecho antes de que encontraran una salida por sus labios. Podía imaginarme de lo que quería hablar y yo no tenía ningún apuro, pero tenía que hacerlo.

Buscando mentalmente, alcancé la mente de Tristan y lo encontré tendido en la cama al fondo del jet. Con un pequeño empujón, lo introduje más en su sueño, en dónde se quedaría hasta que llegáramos.

—Tristan está dormido. No puede escucharnos. —Dije, sentándome. Estiré mis piernas y las crucé sobre el tobillo, tratando de alcanzar una postura relajada cuando todos mis músculos parecían estar tensos e impacientes—. ¿Qué es lo que estamos manteniendo en silencio?

—Lo que pasó. ¿Habías hecho eso antes?

No necesitaba preguntar de qué estaba hablando. Horas atrás Danaus, Tristan, Jabari, Sadira y yo habíamos estado en el Recinto Themis, rodeados de Naturi.

Parecía que estábamos muertos. No había escape, nada que apareciera y nos salvara. En un último desesperado intento, Danaus y yo acordamos usar nuestros poderes: sangre hirviendo y fuego. Si sobrevivíamos, estaríamos exhaustos y a la merced de nuestros ―camaradas‖. Pero por el contrario, Danaus de alguna forma empujó sus poderes hacia mí, su profunda voz haciendo eco en mi cerebro mientras yo destruía a todos ellos. Y no sólo a los de Themis. Había matado a cada miembro de los Naturi dentro de varias millas del Recinto.

—¿Incinerar a alguien? Sí. —Dije, vagamente. Quería que él dijera las palabras. Necesitaba saber que no estaba sola en cuanto a lo que sentía.

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—Eso no es lo que pasó y lo sabes. —Gruñó Danaus. Hizo una mueca por su tono de voz como si temiera despertar a Tristan. No necesitaba que me gritara. Tenía demasiado en mi mente sin contar a un cazador de vampiros de qué preocuparme.

Me quedé en silencio. ¿Había algo que pudiera decir que no sonara poco convincente? No realmente. Quizás una parte de mí tenía la esperanza de que estuviera equivocada. Pero no lo estaba. Danaus sentía lo mismo.

—Supongo que no podías hacer eso antes. —Dije finalmente.

—¡No! —Gritó, parándose. Sus manos se abrieron y cerraron a sus costados dos veces antes de volver a su asiento, con sus emociones nuevamente bajo control.—No, no lo he hecho. No puedo hacerlo. Nunca escuché de ninguna criatura haciendo eso. —Su voz estaba más calmada que antes, pero era una calma forzada. El pánico no resolvería nada, no porque yo no hubiera disfrutado ese breve lujo.

—¿Entonces por qué me forzaste a hacerlo? —Mi voz se tornó más dura y fría de lo que planeaba. Odiaba a los Naturi con cada parte de mi ser, pero aún así, ¿destruir el alma de otra criatura? Era… era un acto incalificable, algo que olía a pura maldad.

—¡No te forcé a hacer nada! —Dijo, mirando directo a mis ojos.

—Escuché tu voz en mi cabeza. Me dijiste que los matara. Que los matara a todos.

—No así.

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—Traté de aplastar sus corazones o prenderles fuego pero no me dejabas —Me moví incómoda, apoyando completamente mis pies en el suelo mientras me desplazaba al borde del asiento.

—No te detuve de hacer nada. —Danaus empujó una mano sobre su espeso cabello negro, retirando algunos mechones lejos de sus exquisitos ojos celestes. Casi podía sentir la frustración a través de sus músculos, creciendo mientras recordaba los eventos de la tarde—. El momento en que toqué tu mano, sentí como si mis poderes se hubieran amplificado. Considerando que nos superaban en número y estábamos a punto de morir, no creí que esto fuera algo malo.

—¿Y eso es todo? —Pregunté, fallando en contener el escepticismo de mi voz.

Danaus respiró profundo y lo contuvo por un momento.

—Pude oír tus pensamientos. —Admitió finalmente, su voz era casi un susurro.

Sus ojos dejaron mi rostro, hacia sus manos, que descansaban medio abiertas sobre sus muslos—. Estabas asustada y dolorosa. Yo sólo seguía pensando ―Mátalos. Mátalos y el dolor se detendrá.‖ —Se pausó y pude sentir el enojo empezando a bajar. El olor a mar inundó la cabina, pareciendo limpiar el aire.

El aroma único de Danaus. Mis ojos se cerraron, dejando su voz rozar mi mejilla—. No te dije que destruyeras sus almas. No pensé que tal cosa era posible y nunca habría querido eso.

—No lo creo, pero esto es nuevo para mí. Quería estar segura. —Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento. No quería pensar más sobre ello. No había respuestas para lo que había pasado o para lo que sabía que pasaría otra vez.

Danaus dejó que un profundo y

pesado silencio volviera a caer sobre el

pequeño jet, sosteniéndonos juntos en la oscuridad. Pasaron unos minutos

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hasta que se molestó en hablar nuevamente. Ninguno de los dos quería pensar más sobre esto, pero ciertas preguntas tenían que ser respondidas antes de llegar a Venecia y al Aquelarre.

—Cómo es que puedo…

—¿Controlarme? —Finalicé lo que parecía quedarse atascado en su garganta; tal vez porque tenía una repentina preocupación por mis sentimientos o sólo disgusto por aquella habilidad, no sabía. A pesar de mi cuidadosa fachada, no pude mantener la amargura de mi tono. Jabari podía controlarme. Sadira podía. Mientras había vivido, también Tabor. Los tres originales miembros de la tríada, y mis creadores. Y ahora Danaus.

—Estuve cerca de bastantes vampiros a través de mi vida. Lo que sentí cuando te toqué… —Otra vez su voz murió, y dejé que la frase se marchitara antes de hablar.

—Sólo puedo contestar una parte de esa pregunta. Jabari y Sadira y potencialmente otros Nightwalkers pueden controlarme porque fui… hecha diferente. —Me pausé, casi asfixiando la palabra. Esta historia no se suponía que iría de esta forma. Todos los cuentos populares hablaban de un elegido, un niño nacido bajo una estrella particular que se suponía debía levantarse y liderar a los oprimidos hacia la redención y victoria. Pues bien, este tan llamado ―elegido‖ era una herramienta, un arma, una pesadilla que podía fácilmente destruir a mi clase como también llevarlos a la salvación, y lo odiaba.

Frunciendo el ceño, mis ojos se centraron por todo el avión mientras trataba de formular mi explicación. —Hay dos formas de crear un Nightwalker. La primera es rápida, fácil, obviamente la más común. Un Nightwalker drena la sangre de un humano y la reemplaza con la sangre de Nightwalker justo en el

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momento de la muerte. La noche siguiente el humano se despierta como un Nightwalker. Toma varios siglos para esos vampiros ganar algún poder. Estos humanos son renacidos como Nightwalkers para servir como entretenimiento a sus maestros. No se espera que vivan existencias largas y raramente duran más que sus maestros.

—¿Por qué?

Una sonrisa sombría saltó sobre mi rostro, causando que el cazador se endurezca.

—Porque muchos de nuestros entretenimientos son letales, incluso para Nightwalkers. Entre mi clase, estos Nightwalkers creados rápidamente son comúnmente referidos como camaradas.

—¿Es Tristan un… camarada? —Preguntó Danaus, el término cayó de sus labios como algo desagradable.

—Sí, pero yo no lo llamaría así en su cara.

—Lo suponía, —murmuró entre dientes.

—La mayoría de Nightwalker se realizan de esta manera. Se requiere un poco de esfuerzo y dedicación a la tarea.

—¿Alguna vez has...?

—No. —Mis manos se aferraron al borde de mi asiento por un momento mientras me enderezaba—. Nunca he hecho un Nightwalker. Y no lo haré. — Con un movimiento de mi cabeza, me relajé y me senté de nuevo. Había bastantes de nosotros deambulando por la tierra.

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Cerré los ojos y escuché el ritmo regular del latido del corazón de Danaus, el sonido apenas creciente sobre el rugido embotado del motor a reacción. El ritmo

era

suave,

limpiando

mi

ansiedad

momentánea.

Yo

no

creaba

Nightwalker.

—Pero no fui hecha de esa manera, y hasta hace un par de noches pensé que Sadira era mi única creadora. —Hice una pausa de nuevo, lamiendo mis labios, mientras buscaba las palabras—. Hay tres etapas de la muerte. La primera es en la que el cuerpo deja de respirar, entonces el corazón se detiene, y, finalmente, el alma deja el cuerpo. Cuando fui creada, la transformación se inició antes de que mi alma hubiese salido de mi cuerpo. Sadira trabajaba lentamente y con cuidado para asegurarse de que mi alma nunca se escapara de mi cuerpo. El proceso toma años, a veces décadas en completarse, pero cuando el Nightwalker finalmente se despierta, él es más fuerte y más poderoso que los compañeros recién nacidos. Algunos creen que al mantener el alma en todo el proceso, el Nightwalker alcanza un mayor nivel de poder. En general, aquellos que son hechos de esta manera son más fuertes, más potentes y difíciles de matar. Se les llama First Bloods.

—¿Así que Tristan no tiene alma?

—Él la tiene, —gruñí, dando tumbos. No me gustaba oír las palabras pronunciadas. Era un mito muy antiguo que los vampiros eran seres sin alma, un mito que muchos seres humanos todavía creían. Y se usaría esa creencia arcaica para darnos caza cuando descubrieran que existíamos.

Mirando hacia abajo a un cansado Danaus, me esforcé por relajarme. Él no había tenido otra intención con esa pregunta, y sabía que había reaccionado exageradamente. Mis nervios estaban cada vez más crudos a la medida que nos acercábamos a Venecia. Dejándome caer, contuve un suspiro.

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—Cuando el cuerpo se reanima con la sangre de vampiro, el alma es llamada de nuevo al cuerpo. Pero cuando el sol se levanta, se muere de nuevo y el alma se va. Por supuesto, todo esto es la teoría.

—¿Y tú?

—Especulan que técnicamente no muero como el resto al amanecer. Sadira piensa que es por eso que soy capaz de soñar, cuando los demás no pueden, —dije con un movimiento de cabeza.

—¿Por qué te hizo así?

—Si es que le crees, era lo que quería Jabari, —le contesté.—Fui secuestrada hace siglos debido a mi capacidad de controlar el fuego. Cuando se temía que la plaga se llevaría mi vida humana, decidieron hacerme una Nightwalker. Sin embargo, Jabari quería ver si podía mantener mi capacidad, y la mejor oportunidad de hacerlo era hacerme un First Blood.

—La sangre de Jabari está en tus venas.

—Y la de Sadira. Y la de Tabor. Los miembros originales de la tríada. —Y dos de los cuatro miembros de la secta. Algunos de los Nightwalkers más potentes que existen, entonces y ahora—. Ellos creen que ellos y algunos de sus descendientes pueden controlarme, porque su sangre es una parte de mí.

—Pero yo no soy un Nightwalker. Nunca lo he sido, nunca lo seré. —Dijo Danaus.

Me tragué un comentario acerca de cómo todavía había tiempo. No había nada que ganar enemistándolo ahora mismo. Tenía bastantes problemas en la forma

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de la secta y todos los vampiros en Venecia queriendo un pedazo de su parte Nightwalker-cazador oculto.

—¿Tú? No tengo ni idea. Desde que te niegas a decirme lo que eres, sólo puedo suponer que eres un fenómeno de la naturaleza como yo y que te da algún tipo de ventaja extraña.

—¿Los demás saben lo que realmente pasó? —Danaus exigió, hábilmente cambiando de tema. No iba a decírmelo todavía, pero me gustaba pensar que la verdad saldría de él antes de su último aliento.

—Yo no lo creo, —dije con un suspiro en mis labios—. Si lo hubiera hecho, no creo que hubiéramos salido vivos de Themis; Naturi o no. Será mejor si mantenemos la totalidad de lo que podemos hacer para nosotros mismos.

Estamos a punto de adentrarnos en el corazón de la jerarquía de los Nightwalker. Podría ser una buena idea no darles más razones para aplastarnos contra la tierra.

—¿No crees que lo harán cuando lleguemos a Venecia?

—Por el momento, puede ser que tengan la amabilidad de esperar hasta después de detener a los Naturi, —dije con una sonrisa frágil, levantando la cabeza para mirarle.

—Suerte para nosotros, —dijo tristemente—. ¿Esperas sobrevivir las noches que vienen?

—No

realmente.

—Levanté

mis

delgados

hombros

en

un

gesto

despreocupado—. Pero eso no quiere decir que no vaya a intentarlo.

—Entonces tienes un plan para cuando lleguemos a Venecia —pinchó.

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Yo le devolví la sonrisa, extendiendo las piernas hacia delante con mis tobillos cruzados. El asiento de cuero arrugado crujía bajo mis pies.

—Tengo algunas ideas, pero ningún plan específico. Yo trabajo mejor improvisando

—le dije, haciendo su expresión aún más oscura. Yo no podía

culparlo. Estábamos en otra situación en la que habría que confiar en mí para protegerlo de mi clase. No es una posición cómoda, teniendo en cuenta que había matado a muchos de nosotros durante su muy larga carrera, como cazador.

—¿Vas a tratar de persuadirlos de matarte? —Adivinó Danaus, incrédulo mientras estaba sentado adelante en el borde de la banca.

—Planeo engañar, engatusar, llevar a tribunal, y mentir abiertamente si fuera necesario para salvar mi pellejo —le dije, y reí, abriendo los brazos. Uno de los Nightwalker más potentes que existe quería verme muerta. Ya no tenía nada que perder.

—Y sacrificarme cuando la oportunidad se presente —finalizó Danaus, empujando sus pies. Me levanté también y se acercó de modo que sólo un par de metros de espacio vacío nos separaban. Se sentía raro estar tan cerca sin armas en las manos.

—Soporto a los ancianos, no los amo —le dije—. Jabari fue el único que una vez residió en mi corazón y aplastó eso antes de partir a Themis. Por otro lado, me has salvado la vida en más de una ocasión. No sé tus razones detrás de ello y por el momento no me importa —acabé rápidamente, levantando la mano antes de que pudiera interponer cualquiera de sus razones para prolongar mi vida, que estoy segura que estaban en la punta de su lengua. No parecía bueno para un cazador de su calibre andar salvando noctámbulos—.

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Vamos a entrar en Venecia juntos y vamos a caminar juntos, lo prometo. — Tendí la mano. Danaus me miró a los ojos por un largo tiempo, sopesando mis palabras antes de que finalmente me tomara la mano y la sacudiera, sellando el trato.

—¿Y después? —Exigió, sosteniéndome aún la mano.

—¿Después de Venecia? Asumiendo que ambos realmente sobrevivamos, volvemos a la empresa de tratar de matarnos entre nosotros como es natural.

—Me burlé, liberándome de su mano callosa. Una media sonrisa brevemente levantó una esquina de su boca mientras se sentaba de nuevo—. Todo lo que pido es que mantengas la boca cerrada y confíes en mí, —le dije, mirándolo—.

No es una tarea imposible. Eres un cazador. No tengo ninguna duda de que has sacrificado a innumerables Nightwalkers. No eres exactamente de ganar muchos amigos.

—No es mi objetivo en la vida, —dijo en tono malhumorado.

—Te creo. —Murmuré a la vez que volvía a mi asiento. Asegurando mi cuerpo a través del banco, escuché el rugido de los motores. Incluso si viviera lo suficiente para finalmente adquirir la capacidad de volar, todavía utilizaría mi muy bonito jet. Además de la comodidad evidente, me gustaba escuchar el gemido del aire al entrar por las ventanas y el rugido del motor.

Cuando el avión nos llevó más cerca de Italia, Danaus se inclinó hacia abajo y comenzó a excavar alrededor de la gran bolsa de lona negra cerca de sus pies.

Podía oír el estruendo y ping de metal en huelga mientras él escudriñaba todo en su bolsa de confianza de las armas. Lamenté haber dejado la espada que usé en Themis atrás, pero mis manos estaban llenas de Tristan en el momento. Mi mente no había estado en el armamento adecuado para nuestro viaje a Venecia. Por suerte para mí, Danaus recordó agarrar su bolsa de trucos

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del hotel. Podría incluso haber hecho una parada por juguetes extra en la casa de la ciudad de Themis donde conocimos a James Parker.

Después de un momento se echó hacia atrás con una pistola en la mano.

Rápidamente comprobó la recámara antes de pararse y caminar hacia mí. Mis ojos brevemente revolotearon de la pistola que llevaba a mí y de vuelta a la cara interrogante.

—Las armas parecen ser eficaces contra los Naturi —dijo, cuando yo todavía tenía que moverme. Me quedé mirando la pistola por un segundo, con el ceño fruncido. No me gustaban las armas. Eran tan impersonales. También ineficaces cuando se trataba de Nightwalker. Disparar sólo enfadaba a los vampiros y no los hacía mucho más lentos. Asimismo, no habíamos luchado contra los Naturi regularmente en varios siglos, por lo que la mayoría de nosotros nunca se molestaron en aprender a usar un arma.

Con el ceño fruncido, finalmente tomé su arma, agarrándola de la empuñadura a dos dedos de distancia de mi cuerpo como si fuera un pedazo de basura podrida. Gruñendo en la frustración, Danaus tomó el arma y se sentó junto a mí.

—Es una Browning Hi-Power cargada con balas de 9 mm —explicó, dejándola reposar en la palma de su mano—. La recámara tiene quince balas. —Con un par de movimientos hábiles con los dedos, me mostró cómo cargar la recámara y desactivar la seguridad. Mi conocimiento de armas de fuego no se extendía mucho más allá de apuntar y apretar el gatillo. No tenía ningún deseo de aprender más que eso, pero si me encontraba con otro Naturi, la Browning se iba a sentir mucho mejor en mi mano que un cuchillo.

—Supongo que puedes manejar eso —se burló Danaus, tratando de conseguir un ascenso por parte mía.

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—Me las arreglaré —casi gruñí, las dos palabras entre los dientes apretados—. ¿La funda?

Volvió al banco de enfrente y sacó una doble funda de piel para llevar en el hombro de su bolsa. La lanzó a través del jet y la cogí con mi mano vacía.

Estaba hecha de un flexible cuero marrón oscuro y era ajustable, así que no tenía que preocuparme de que sea demasiado abultada.

Desafortunadamente no llevaba puesto el cinturón por lo que no sería capaz de usar los lazos del cinturón de seguridad. Mientras estaba atando la funda de hombro, Danaus había traído una segunda arma.

—Es una Glock 17 de 9 mm de ronda —dijo mientras aceptaba la pistola y la colocaba en la funda de la derecha. La Browning iba en la izquierda. Me Miré a mí misma y fruncí el ceño. Un Nightwalker portando armas de fuego. Parecía casi un sacrilegio, si eso era posible. Éramos agraciadas criaturas del Viejo Mundo. Cuando matábamos, era o bien con nuestras manos desnudas o con un cuchillo.

—¿Está mal que el estribillo de ―Janie's Got a Gun‖ siga sonando a través de mi cabeza? —Gemí. Danaus hizo un ruido en la parte posterior de su garganta ya que rápidamente desvió la mirada, pero no antes de ver sus labios en una peculiar media sonrisa—. ¿Qué? ¿No te gusta Aerosmith? —Le pregunté.

—¡No!, yo… —Se detuvo y movió la cabeza, dejando de luchar contra la sonrisa—. Aerosmith está bien. Yo estaba pensando en otra canción.

—¿Cuál?

Cuando él me miró, su sonrisa había desaparecido, pero la risa bailaba en sus ojos.

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—―Simpatía por el diablo‖ —respondió él.

—Ja, ja. Qué cazador más gracioso —le dije sarcásticamente—. Por lo menos es de los Stones.

—Nop. Guns N' Roses —corrigió, una esquina de su boca se arqueó en una sonrisa. Resoplé con disgusto, pero no podía detener la sonrisa que se asentó en mis labios. Sin embargo, cuando volví a mirar las armas abrazando mi cuerpo, un suspiro escapó de mis labios y la sonrisa se desintegró.

—No es tan malo —dijo Danaus, interrumpiendo mis pensamientos.

Me miró fijamente. No tenía idea de lo malo que era.

Su suspiro de cansancio parecía mostrar más la exasperación, cuando regresó a su bolsa por última vez y retiró rápidamente una larga espada y la vaina.

Con una risa profunda, le arrebaté el arma de la mano y la apreté contra mi pecho. La empuñadura y el agarre eran de diseño sencillo, con un pomo de cebolla y ligeramente curvado con un cruce con una de ricasso plana. La saqué de la vaina un poco y descubrí que era una espada de doble filo en condición exquisita. En realidad, era una especie de híbrido, con un mango alargado común a una mano y media espada. La correa de la vaina fue diseñada para poder asegurarla a través de mi pecho y poder sacar la espada de encima de mi hombro. Miré hacia arriba para encontrarlo sacudiendo la cabeza, una sonrisa inquietante de sus labios.

—No soy el único que prefiere las viejas costumbres. —Di una sonrisa torcida y me levantó ambas cejas. Danaus rara vez usaba un arma, y la forma en que sostenía una espada me hizo pensar que había nacido con una en la mano.

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—Pero para sobrevivir, hay que aprender a adaptarse —dijo con gravedad.

—Es cierto —dije en voz baja, mirando hacia abajo a las pistolas descansando a cada lado de mi pecho. No me gustaba, pero detendrían a un miembro de los Naturi más rápido de lo que yo podía cortar en pedazos con la espada—.

Gracias.

Danaus gruñó y volvió al banco de cuero blanco. Con cuidado quité la funda del hombro y la puse sobre uno de los asientos vacíos con la espada. Me tiré en el sofá de cuero de nuevo, agradecida por deshacerme de las armas.

Un profundo silencio se estableció en el avión. Sólo se oía el sonido del viento.

Me relajé en contra de la tapicería con los ojos cerrados, los dos perdidos en nuestros propios mundos. Borraba los pensamientos de mi Gabriel herido, tranquilizándome a mí misma con que estaba a salvo con Ryan y James. Traté de no pensar en la Secta, Jabari, o los Naturi. Traté de no pensar en el hecho de que yo había vivido con Jabari en Egipto durante casi un siglo. Durante casi cien años dirigió sus pequeños experimentos, dejando que otros Nightwalker trataran de controlarme, y yo no podía recordar un momento de ello. Los años fueron un borrón, pero no eran agujeros negros enormes en mi pasado. Me acordé de las noches en casa de Jabari, cerca de Karnak, donde nos sentábamos a hablar sobre las cosas que había visto. Hablamos de lo que significaba ser un Nightwalker y otros que habían llegado antes de los dos. El Nightwalker antiguo que me había dado un sentido de historia y una filosofía.

Había sido un mentor y guía en la noche.

Empujé esos pensamientos, los sumí en la oscuridad de mi mente, sólo para tener imágenes de Michael nadando a la superficie. Sus suaves cabellos de oro se levantaron antes que yo, y me moría de ganas de tocar la suavidad de su piel, ya que se extendía por millas de músculo. Me acordé de su sonrisa maravillosa y cómo era siempre insegura y torcida cuando tenía problemas

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para leer mis estados de ánimo. Sin embargo, contaminar esos buenos recuerdos fue la sensación de su cuerpo en mis brazos mientras él moría, un peso de plomo que ejerce presión sobre mis piernas y entorpece mis brazos. El pincel de su alma todavía frío en mi piel. Le golpeaba el pecho, luchando por la libertad cuando yo quería desesperadamente que se quedara. Lo dejé cuando la conciencia lo abandonó, por fin, incapaz de soportar los momentos finales, cuando su alma se liberó y me dejó para siempre.

Apoyando la cabeza hacia atrás, apoyé un codo en el respaldo del banco y me ensarté los dedos por el cabello. Un nudo en la garganta y los ojos quemados por las lágrimas luchando por deslizarse por mis mejillas frescas. Era tan seguro que había matado a Michael como si hubiese metido la hoja en su espalda yo misma. Yo lo había visto deslizarse lentamente más en mi mundo, deslizándose más lejos de su propia especie. El descenso fue lento y me convencí a mí misma de que podía manejarlo. Era Gabriel, después de todo. Mi ángel restante me había servido como guardaespaldas por más de una década sin efectos nocivos.

Pero Gabriel fue siempre cuidadoso de mantener una vida normal lejos de mí.

Me había metido en su mente en numerosas ocasiones y visto las cosas que disfrutaba. Gabriel esperaba ver el fútbol el domingo y beber con amigos en un bar local. Salía y tenía amantes. Nunca había visto tales cosas en la mente de Michael. Me había visto sólo a mí.

Los seres humanos no duraban cuando se involucraban con los de mi clase.

Durante un tiempo era muy divertido, pero después de un tiempo sólo había dos caminos para sus mentes frágiles y los organismos: la muerte o renacimiento. Pude haber salvado a mi ángel de la guarda, en cualquier momento de su destino, pero no me atrevía a ponerlo en libertad. Un Naturi podía haber blandido la hoja que liberó el alma de Michael, pero yo misma había preparado la trampa y le había puesto como carnada.

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CAPÍTULO 4

Traductora.- Strella y Trinity Correctora.- Haushiinka

enecia. La trampa, la última trampa turista de Europa, con sus góndolas clichéd y piazzas llenas de palomas. Venecia parecía la mirada de una magnífica dama de la sociedad que despacio marchitaba y moría. Ella estuvo llena de grupos de viajes habladores, bulliciosos con sus pequeñas cámaras haciendo Clic cuando atestaron la Plaza de San Marco y la basílica.

Entonces estaba abajo el Rialto y el mercado de aire libre. ¿Se molestó cualquiera de ellos en cruzar el Canal Guidecca o vagar por la belleza tranquila del Campo Santa Margherita? ¿O hasta comer en algunos restaurantes más finos de San Polo?

Cuando yo había viajado con Jabari, gasté muchas noches vagando por las estrechas calles de La Serenísima. Amé la vibrante vida nocturna en Dorsoduro, poblado con sus pequeños edificios vibrantemente pintados. Pero mi favorito era tomar un taxi acuático a Torcello en la parte norte de la Laguna. Aquí era donde Venecia había nacido hace siglos, pero ahora era poco más que un pueblo fantasma, sus habitantes perdieron valor, sólo quedaron treinta de los veinte mil que solían ser. Las calles de Torcello solo tenían

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adoquín roto y estaban sucias, mientras que la mayor parte de los edificios habían sido derrumbados para usar los materiales en otra parte. Sin embargo, aquellas fragmentadas cáscaras y tierra solitaria, ofrecieron un plazo tranquilo a mi mundo. Yo casi había olvidado esta isla durante la luz del día, donde dormía en una oscura esquina, dentro de algún edificio vacío.

Pero esta vez dudé de que fuera capaz de vagar a lo largo de sus antiguas aceras. Cuando bajamos del avión a reacción, un escolta esperaba ya para saludarnos. Alto y magro, el Nightwalker, estuvo de pie no lejos de donde nuestro avión tenía una sección privada en el aeropuerto de Marco Polo. Yo lo había visto en mis últimos viajes a Venecia. El vampiro escogía piezas de hilas de su pleito de Arman oscuro, pareciendo sumamente aburrido con la tarea. Yo lo sabía mejor. Un cobista del Aquelarre era una posición tenue, una que procuró no atornillar. Subiendo al avión a reacción, eché nerviosamente un vistazo al cielo. El alba estaba a menos de 2 horas de distancia y todavía teníamos que tratar con las formalidades del aterrizaje a Venecia, el patio de los Nightwalkers. Si no fuera por las restricciones de horario, hubiera estado contenta de esperar hasta la puesta de sol para viajar a Venecia. El Nightwalker en Armani paseó elegantemente cuando Danaus se paró a mi lado. Yo le había dado las armas y la espada. Yo le devolvería a Browing y a Glock si éramos forzados a cazar al Naturi otra vez. Por el momento, yo no tenía una pista sobre los proyectos del Aquelarre, pero sabía que Rowe no desistiría de su plan sobre romper el sello sólo porque lo había frustrado una vez. El Naturi iba a intentarlo otra vez, y sospeché que el Aquelarre ―solicitaría‖ que fuera yo la que lo parara, otra vez.

Tristan bajó el último escalón, llevando nuestros bolsos con facilidad. Él era el más bajo en el tótem entonces él se dispuso para jugar la parte de mula de carga. No era justo, pero lo protegíamos y aquella tarea fue fácilmente hecha sin un bolso en hombro.

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—Benevenuto un Venezia —saludó el vampiro en un italiano impecable doblándose profundamente ante mí—. Il mío nome é Roberto.

—Mira. —Dije arrancando mi nombre con los dientes apretados, luchando contra el impulso de usar el italiano también—. Danaus y Tristan. —Completé las introducciones con una rápida onda de mi mano hacía mis compañeros.

Roberto se rió de mí, sus ojos vacilaban con la diversión.

—Los Ancianos están contentos de que hayas llegado sin peligro. –Contestó él, utilizando un inglés pesadamente acentuado. Un bajo comentario casi cayó de mis labios, pero mordí las palabras en el último momento. No había ninguna razón de comenzar una lucha ahora. Había muchas posibilidades de esto más tarde.

—Se va la luna ¿nos vamos? –Dije rígidamente al italiano de forma rápida y aguda. La lengua vino fácil a mí. Sadira había insistido en que yo lo aprenda antes de que yo fuera un nacido, de nuevo, y Jabarí había tratado de enseñarme árabe. Pero no quise hablar italiano; cada sílaba levaba con ella un eco de memorias severas y placeres oscuros que yo había dejado.

—¿Tiene algún otro equipaje? –Preguntó Roberto, mientras sus ojos se lanzaban al avión a reacción.

—No, supuse que el Aquelarre atendería mis necesidades. —Dije —Naturalmente. —Con una onda de su mano él dio vuelta bruscamente y comenzó a caminar hacia los canales. Él había estado preguntándose sobre mi ataúd personalizado. Las cinco y medias cajas de pie con cerraduras interiores eran mi santuario del sol. Yo lo había dejado en Londres con instrucciones para transportarlo a los estados. Se había vuelto poco práctico seguir transportando

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el ataúd conmigo, pero lamenté haber viajado sin él, aunque pudiera haberlo hecho. Si era necesario podría dormir en la Laguna.

Los Nightwalker no respiraban, y el légamo y las algas hacían el agua lo bastante oscura para bloquear el sol. Ahora, no digo que la experiencia fuera agradable, pero eran pocas las cosas más repulsivas que el despertar cubierto de suciedad y algas… al menos despertaba.

Nuestro pequeño trío siguió a Roberto a un barco de espera. Una vez que nos ubicamos, el Nightwalker maniobró con habilidad la lancha rápida y lisa del muelle a través de la Laguna. Algo apareció a lo lejos. En vez de dirigirse hacia el lado sudeste de Murano, Roberto pasó el lado sudoeste de la isla y pronto entró en los canales de Venecia. Esto no tenía ningún sentido. Típicamente, viajamos al sudoeste hacia la Piscina antes de encabezar atrás el norte de la isla remota que alojaba al Aquelarre. Este camino era más largo, ya que seriamos obligados a viajar una velocidad más lenta dentro de los límites estrechos de los canales de Venecia. No había mucho tiempo si debíamos de aparecer ante los Ancianos, antes de la salida del sol. Después de pasar debajo de un estrecho canal a otro, Danaus tocó mi brazo, dibujando mis ojos en su cara. Silenciosamente él sostuvo tres dedos y luego inclinó su cabeza hacías las azoteas. Nos observaban, eso no era sorprendente. Yo los había sentido cuando anduvimos por el asfalto en el aeropuerto. Sin embargo, el cazador lo tenía mal contado. Con un guiño y una sonrisa, me reí entre dientes profundamente, tomando la atención de Roberto.

—¿Qué le ha divertido? —Preguntó él, echándome un vistazo sobre su hombro.

—El cazador se honra por la seriedad del Aquelarre al enviar una escolta de cuatro Nightwalkers. —Contesté. La expresión de Danaus permaneció ilegible, pero estaba segura que aquellas no eran las palabras que él habría usado.

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—¿Él puede sentirlos? —Preguntó Roberto, sus ojos brevemente cambiaron a Danaus. Su mano barrió atrás su pelo alisado, marrón oscuro.

—Naturalmente. —Ronroneé. Roberto revisó a Danaus una vez más y pasó la punta de su lengua a través de sus labios antes de que volviera a prestar atención al canal—. El Aquelarre está impaciente por encontrarle. —Dijo suavemente, su voz apenas era audible por el motor del barco y el chapoteo de las ondas.

Yo estaba segura de que ellos lo estaban, pero suavemente guardé mis comentarios para mí. En cambio miré a los edificios que al pasar brillaban por la luz de la lámpara que reflejaban las aguas. Habíamos cortado brevemente a través del Magnifico Canal y bajamos en el Canal Guidecca. El Nightwalker mantuvo su mirada hacia distancia y no hizo nada para provocar a los pasajeros de la lancha. Ellos deberían asegurarse de que no hiciéramos cosas estúpidas, aunque no estaba segura de lo que el Aquelarre pensó que podríamos intentar. Después de aproximadamente media hora Roberto redujo la marcha del barco y con cuidado atracó hermosamente en el lado Guidecca de Venecia. Fruncí el seño, mi mirada estaba fija y mis poderes barrieron el área de forma inmediata. Aquí no era donde el Aquelarre tenía el tribunal.

Todavía quedaban otros diez minutos de distancia en una isla sola en la Laguna.

—¿No vamos antes al Aquelarre? —Pregunté a Roberto mientras apagó el motor.

—A causa de la última hora, los Ancianos han decido graciosamente permitir que permanezca aquí primero. Se espera que aparezca en el tribunal una hora después de la puesta del sol mañana. —Explicó

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—¿Sola? –Me puse en pie, mis piernas vigorizadas contra el balanceo del barco. Dudé de ello, pero siempre estaba bien saber exactamente donde ponía el pie cuando fuera a ver a los Ancianos.

—Todos deben ir. —Anunció Roberto, sus ojos barrieron sobre Tristan y Danaus antes de volver a mi cara.

Revisé a Tristan que todavía estaba sentado. Su expresión estaba en blanco, pero sus nudillos se ponían blancos del apretón de muerte que él tenía en mi bolso. Después de vivir con Sadira durante más de un siglo, yo era confidente de que él era también versado en las lenguas romances cuando yo era nueva.

—¿Has compadecido ante el tribunal antes? —Exigí cambiando al inglés.

—No. —Dijo Tristan con una sacudida en la cabeza, mirándome detenidamente a mí con los ojos bien abiertos. Una onda de miedo del joven Nightwalker se rizó sobre mí, rozando a lo largo de mis armas en forma de frialdad.

El tribunal del Aquelarre era un lugar de horrores y pesadillas, especialmente para los débiles.

Precisamente de allí el término ―amiguete‖. Volví mi mirada a Roberto, que miraba a Tristan como un depredador que evalúa a su presa.

—Relevo una petición a los Ancianos para mí. —Dije, mis palabras caían elegantemente en el italiano—. Dígales que humildemente solicito ser permitida dejar a Trisan. Él no sabe nada del asunto del cual hemos venido a hablar y solo gastaremos su valioso tiempo. —Roberto se rió de mi delicada opción de palabras. Yo nunca había sido humilde con algo que hacía.

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—Él ha entrado en su esfera. Él tiene que mostrar el respeto apropiado. —Me recordó, su oscura mirada atravesó mi cara.

–Ellos han dado su aprobación para el resto del día. Si os negáis, todavía puedo devolveros a Londres después de la puesta de sol. Sin ningún daño.

—Trasmitiré su petición. —Dijo rígidamente Roberto, su cara magra se enroscaba en su disgusto.

—Grazie. —Dije, riéndome de él lo bastante amplio para exponer mis colmillos.

No era una amenaza; solo un codazo amistoso para no cruzarme. Cobista de aquelarre o no, yo había destrozado al más fuerte vampiro y él lo sabía. ¿Además, la soga ya estaba alrededor de mi cuello, qué tenía que perder?

Subimos al barco y nos acercamos al hotel. Hice una pausa para ver el tirón de Roberto al muelle y el paseo en la Laguna. Él fue encabezado hacia el Aquelarre. Otro Nightwalker permaneció alrededor del hotel, mirando. Ellos aguantarían durante un tiempo más largo, pero tendrían que buscar un punto de descanso conveniente cuando la noche se derrumbara alrededor nuestro.

Cuando di la vuelta para seguir al hotel lujoso, encontré a Tristan parado delante de mí, con una mirada de gratitud en la cara.

—¿Por qué? –Susurró él, su voz parecía atragantarse en su garganta.

—No sobrevivirías a la noche. —Me quejé, caminando a zancadas hacia el hotel. La mirada en su cara, una mezcla de enferma gratitud y miedo, me hacía sentir incómoda. Era la misma mirada que yo había visto en Londres en aquella barra de punk. Para Tristan yo era una leyenda y él tenía una almenara de esperanza.

—Ambos sabemos que mi embarque a otro país o continente no me liberará del asimiento de Sadira. —Tristan anduvo delante y colocó una mano en mi

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hombro. Él se inclinó y nuestras mejillas quedaron casi cepilladas cuando hablamos—. Mi despedida sólo fastidiará al Aquelarre. Y mientras que tú puedes ser el gran Juez de la salida del Fuego, no pienso que seas bastante fuerte para tomarles y tener éxito. —Mis propias palabras volvieron para frecuentarme, y él tenía razón. Retrocedí para mirarlo a los ojos.

—Muy bien. —Él era joven pero determinado. Por el momento soportaría a su amante y soportaría la mirada fija del Aquelarre. Si él tenía suerte, ellos estarían tan preocupados por Danaus y por mí que él sería pasado por alto.

Con una cabezada llevé a mis compañeros al Hotel Cipriano, opulento. Cuando yo había explorado el área sobre nuestro aterrizaje, sentí a Sadira en uno de los pisos superiores esperandonos. Ni Tristan ni yo teníamos ganas de ver a la vieja pesadilla manipuladora otra vez, pero acabábamos el tiempo y yo tenía algo para llevar a cabo antes que la noche dibujara su aliento final. Cuando nos acercamos a la suite privada, Sadira abrió las puertas blancas, riéndose de su joven sala.

—Por fin –dijo, pareciendo profundamente liberada. Había un rubor leve en sus pálidas mejillas, revelando que se había alimentado recientemente. Llevaba una camisa rosada pálida y falda negra. La batalla de anoche había sido borrada de su aspecto. Excepto por las nerviosas líneas de preocupación que todavía sostenía en las esquinas de sus ojos. Pasó alrededor de dos Nightwalkers cuando ellos se sostuvieron la mirada el uno al otro, hice rodar mis ojos con repugnancia. Yo sabía que Tristan transmitiría obedientemente los acontecimientos de la noche a su amante por pensamientos. No gusté en examinar lo que había pasado ya que separamos caminos. Por el momento, concentré mi atención en nuestros alojamientos. Yo trataría a Sadira más tarde. El área de sesión principal estaba fríamente elegante, decorada en gris humectante y tela gris perfectamente conjuntados con la gran alfombra en el centro del cuarto. El área resumió el lujo, ofreciendo una atractiva mezcla de

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belleza y comodidad. Aunque, las ventanas me preocuparon. La pared lejana consistía en un banco masivo de ventanas que miraban fuera hacia el canal.

Frunciendo el ceño rápidamente eché una ojeada en ambos dormitorios para encontrar ventanas grandes que atravesaban las paredes lejanas. Incluso el cuarto de baño tenía una que miraba hacia el canal. Por la noche la vista era aturdidora. Durante el día sería una trampa de muerte cuando el sol se arrastrara por el cuarto, buscándonos.

—¿Cómo se supone que nosotros nos encontremos mañana si nos quemamos durante el día? —Mi voz explotó en la suite cuando anduve con paso majestuoso hasta la sala de estar.

—Las cortinas son gruesas en el dormitorio principal —Dijo Sadira—. Será bastante para bloquear el sol. —Su calma aparentemente eterna no fue sacudida por mi carencia de restricción emocional. La noche había sido demasiado larga ya, con revelaciones amargas que se quejaban tanto de mí como de mi querido Jabari como de mi enemigo Rowe. No hubo ningún tiempo para sentarse y meditar lo que había aprendido para formular mi siguiente plan de supervivencia. Siempre adelantándome, hacia el siguiente destino, más cerca de la criatura que quiso controlarme o matarme. Quise mi caja metálica con sus cerraduras dobles interiores. Quise mi santuario que desenredaba más rápido que el amor después de la traición. Los viajes sin la caja eran insanos.

No había tomado un viaje fuera de mi esfera sin ella, en siglos. Esto me había salvado en más de una ocasión.

Lamentablemente, yo actualmente tenía que viajar a la velocidad de la luz.

Tuve que buscar otras opciones. Maldición, durante medio segundo que realmente pensé dormir en la Laguna, pero rápidamente aparté la idea. Los Ancianos tenían poca diversión. Si ellos quisieran matarnos, ellos habrían hecho algo más creativo y doloroso. Esto era sólo una broma; una trampa de muerte cubierta de lujo exquisito.

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El pánico menguó y yo redirigí mis pensamientos hacia mi principal preocupación mientras sentía a los Nightwalkers irse del hotel. Faltaba menos de una hora para el amanecer, y ellos estaban buscando sus propios lugares de descanso. Asumieron que yo no estaría levantada para ningún problema tan cerca del amanecer. Además, sus guardias humanos no estarían ya que en su lugar mantenían un ojo en Danaus por otra hora o dos. Ellos debían estar seguros que sus maestros vampiros estaban guardados de manera segura por el día antes de irse. Era una ventana de oportunidades, aunque una muy pequeña, y yo no tendría una segunda oportunidad.

—Ven conmigo. —ordené, señalando a Danaus cuando me dirigía a las puertas.

—¿Te vas? —jadeó Sadira, horrorizada de que yo estuviera saliendo cuando el amanecer ya comenzaba a aclarar el cielo.

Abrí las puertas y retrocedí para dejar que Danaus me adelantara.

—Tengo una pregunta que necesita ser respondida antes de la reunión de mañana.

—Pero el sol…

—No me esperes levantada. —dije, y reí, siguiendo a Danaus fuera de la habitación.

Corrimos por el pasillo y por el hotel, tan silenciosos como el viento. Tal vez yo estuve riendo, pero podía sentir la noche luchando mientras entraba en la agonía de la muerte.

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No importa qué tan duro cerrara mi puño, la arena se deslizaba por mis dedos.

Yo iba a cortar esta cerca, pero tenía que saber. Corriendo al exterior, me apresuré a bajar al puerto, las suelas de goma de mis botas silenciosas sobre la deteriorada calle de piedra. Desaté una de las lanchas que descansaba ahí, luchando con la urgencia de mirar al cielo.

—¿Puedes encenderlo? –pregunté mientras Danaus saltaba al bote.

Sin palabras, él caminó hacia el volante y se arrodilló ante este. Yo estaba subiendo al bote cuando escuché el sonido de plástico rompiéndose mientras él arrancaba el panel. Él jugueteó con los cables por un momento, haciendo al motor petardear y toser. Yo tenía habilidad con algunos elementos mecánicos, pero tenía que aprender el fino arte de encender vehículos sin necesidad de una llave. Cuando necesitaba ir a algún lugar normalmente, secuestraba un conductor también. Ahorrándome así el problema. Desafortunadamente, la mayoría de la gente estaba dormida aún a esta hora y yo no quería intentar buscar a un taxi privado.

Una impaciente observación casi salta de mi lengua antes de que el motor inesperadamente rugiera con vida. Danaus se levantó y movió el bote en reversa. Mientras él se concentraba en conducir, yo señalé hacia la laguna y él nos adentró en la oscuridad, alejándome de la seguridad del lugar de descanso por las horas diurnas.

—¿A dónde vamos? —preguntó después de un par de minutos. Nosotros habíamos dejado el canal de Guidecca y entrado en la laguna. Las aguas oscuras se abrían a nuestro alrededor, las suaves olas levándose y cayendo en una hipnótica danza en todas direcciones. Las luces bailaban en todas direcciones, frías y distantes, como si me tentaran con promesas de protección del sol creciente en el horizonte. El área inmediata era densa, teñida de

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oscuridad, una ciénaga de noche creada por las aguas, un santuario que era elegido solo como último recurso.

—Dirígete a la isla de San Clemente —dije, apuntando una franja de tierra a unos diez minutos más. Un gran hotel se elevaba de la oscuridad, un puñado de ventanas brillando contra el cielo gris pizarra. Una aseada corrida de lámparas, surcaba las veredas alrededor de la isla.

—Ahí es donde el aquelarre reside la mayoría del año. Este inició como un monasterio, pero fue convertido en un hotel el siglo pasado, hay otros edificios en la isla, incluyendo la sala principal de la corte.

—¿Por qué vamos ahí ahora? —preguntó Danaus, girando el bote y acelerando.

Sus ojos saltaron hacia el cielo por un segundo, posiblemente juzgando el tiempo que quedaba hasta que el sol saliera del todo.

—No lo hacemos —repliqué, forzándome a no sonreír—. Apaga el motor.

Sacudió su cabeza hacia mí, con su ceño fruncido en confusión, pero también sin decir una palabra bajó la velocidad del bote para detenerse antes de matar el motor.

Parándome al lado de él, separé mis piernas mientras ola tras ola sacudió la pequeña embarcación, lamiendo sus lados. —Quiero que escanees el área en busca de Naturis.

—¿Ahora? —demandó en sorpresa. Sus ojos miraron nuevamente el cielo, que se ponía cada vez más claro por minuto.

Agarré el asiento de enfrente, mis uñas enterrándose en el plástico. —Sí, ahora. Solo hazlo. No tenemos tiempo para debatir.

Frunciendo el seño, Danaus miró hacia el lago. Sus poderes surgiendo de su cuerpo, atravesándome como si no fuera nada más que humo. Di un respingo pero no me moví. Su calor me envolvió en un ajustado capullo, sosteniéndome

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firme,

pero

Saga Dark Days

duró

tan

solo

unos

segundos

Jocelyn Drake

antes

de

desaparecer.

—No puedo buscar en toda la ciudad —dijo él al final. —Esa isla está cubierta c0n algún tipo de magia. Todo el lugar está despejado, pero no puedo verificar la isla.

—Como sospeché —murmuré. Podía sentir las criaturas a través de la barrera.

Incluso sin usar mucho de mis poderes, podía decir que hay más de dos docenas de Nightwalkers en San Clemente, sin mencionar los casi trescientos humanos. Como sea, no podía sentir a los Naturis. Ningún Nightwalker podía, tan lejos como yo sé.

Pero podía con la ayuda de Danaus. He sido capaz de sentirlos brevemente cuando combinamos nuestros poderes en el recinto de Themis. Esto era estúpido y extremadamente peligroso, pero tenía que saber. Tenía que saber a que nos enfrentábamos mañana.

—Necesito tu ayuda —dije lentamente en una voz tan baja que apenas pasaba por el sonido de las olas rompiéndose—. Necesito saber si hay un miembro de los Naturi en esa isla. Cuando estuvimos conectados en Inglaterra, yo podía sentir a los Naturi. Tenemos que hacerlo otra vez. Soy la única que puede traspasar la barrera protectora.

Danaus asintió y me extendió su mano. Titubeantemente, levanté mi mano, pero aún no tomé la suya.

—No podemos matar a nadie en la isla. Ni siquiera podemos intentarlo. No lo pienses, Danaus, o juro que nos destruiré a ambos —le advertí—. Tomemos esto tranquilamente.

Tomó un gran esfuerzo obligarme a tomar su mano. El dolor por nuestra última unión aún estaba fresco en mi mente. Y mientras me había recobrado, no tenía ningún apuro en experimentarlo nuevamente.

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Por suerte para mí, fue diferente esta vez. El poder no corrió gritando dentro de mi cuerpo, si no que fluyó lentamente como en un pequeño estero del bosque. Corría por mi brazo hasta mi pecho. El calor se filtraba en mis huesos, llenando mi cuerpo. Pero entonces cambió, el poder se expandió en mis huesos hasta que pensé que mis huesos se astillarían y romperían.

—Demasiado —jadeé, luchando por mantenerme de pie. Apreté mi agarre en la silla delante de mí, pero ya no podía sentirla. Solo estaba la mano de Danaus y el creciente dolor.

—Ya no logro detenerlo. Concéntrate —dijo él. Su voz sonaba distante, como si estuviera al otro lado de la laguna. El sonido del agua golpeando los lados del bote se había desvanecido.

Concéntrate en la isla.

Esta vez las palabras llegaron como una orden en mi cabeza. Pensamientos de dolor comenzaron a rasgar mis extremidades menguantes y mi mente concentrada en la isla que se balanceaba frente a nosotros. Solo tomó un momento, pero encontré lo que estaba buscando. Un miembro de los Naturi yacía durmiendo en la isla. Por el tamaño, deseaba creer que era una mujer, tal vez del clan de la luz o del viento. Hice un escaneo rápido de los edificios, pero sabía que no encontraría a otro. No importaba. Uno era suficiente para mí.

—Para —dije con voz rasposa, luchando por liberar mi mano.

Sentí a Danaus vacilar, su mano aún sosteniendo firmemente la mía. Sus pensamientos eran un revoltijo, pero entendí el sentimiento. Frustración. Una orden de él y yo encendería a cada Nightwalker de la isla. Él no obtendría otra oportunidad como esta.

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—¡Para!—lloré, mi voz quebrándose. Tiré de mi mano, pero no podía romper el agarre de Danaus. Estaba luchando con el poder que quemaba mi cuerpo, tratando de detener su progreso mientras corría a través de mí.

Furioso, Danaus soltó mi mano, y yo caí de rodillas. Él estaba respirando pesadamente, apoyándose en el volante, pero él lucía en mejor forma que durante nuestro primer intento de este pequeño truco.

Mis huesos dolían y mis músculos se quemaban y palpitaban en un dolor al cual ya me estaba acostumbrando. Aún así no era tan malo como antes en la tarde. Me recobraría pronto.

—Tú también habrías estado tentada —dijo él sin aliento, luchando por enderezarse.

—Pero no lo hubiese hecho —grazné, apoyándome contra uno de los asientos del bote—. Nosotros hicimos un acuerdo. —Puse mi cabeza en el asiento y cerré mis ojos, escuchando el sonido del agua golpeando el lado del bote—. No te

preocupes.

Tendrás

otra

oportunidad

con

ellos,

lo

prometo.

Algo había muerto dentro de mí, dejando un pequeño, pesado cadáver encorvado en la boca de mi estómago. Nunca había tenido respeto por el Aquelarre, pero siempre creí que su principal objetivo era proteger a los de mi especie. Creí que ellos nos protegerían a todos.

Incontables siglos atrás el Aquelarre fue creado por Nuestro Señor para ayudarnos a establecer algún tipo de control sobre el creciente número de Nightwalkers que llenaban la tierra; para establecer un orden en el caos.

Cuatro vampiros ancianos fueron elegidos a mano por Nuestro Señor para sostener una corte y juzgar cuando Nuestro Señor eligiera estar ausente.

Durante los siglos, los ancianos fueron asesinados en problemas de poder y regímenes de maldad, pero la sensación de la corte nunca cambió. Era un ligar de horrores y fantasías oscuras. El Aquelarre era sobre poder y control.

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Pero al final también creí que era sobre la protección de nuestra especie. El Aquelarre fue creado para proteger a todos los Nightwalkers tanto como a los humanos. Los Naturi han sacrificado Nightwalkers a través de la historia como animales. Por incontables eras ellos cazaron y destruyeron miles de humanos y vampiros, creyendo que ambas razas eran pestilencia en la tierra. Los Nightwalkers habían sellado a los Naturi de este mundo y nosotros hemos protegido el sello. ¿Por qué el Aquelarre de repente le habría dado la espalda a esa historia?

Danaus me miró, sorpresa llenando sus ojos azules. —Salgamos de aquí — susurré—. Nos estamos quedando sin tiempo.

Con un asentimiento, él comenzó a acelerar nuevamente y nos llevó de vuelta a Cipriani. Me empujé a mí misma en el asiento y miré al cielo gris pálido. El amanecer estaba cerca. La noche se estaba teniendo sus últimos respiros, su peso haciendo presión en mí, como si fuera mi trabajo soportar su peso sin vida.

—Hay una razón muy específica de porqué escogimos Venecia para establecer el aquelarre —comencé lentamente—. No hay Naturis aquí. Nunca los ha habido. Los miembros del clan del agua no acecharán en los canales. Ellos la llaman la ciudad muerta. No estoy segura de por qué. Creo que supuestamente uno de sus dioses murió aquí. Ellos nunca han puesto un pie en la ciudad.

—Hasta ahora —intervino Danaus.

—No solo es un Naturi profundamente en territorio Nightwalker, si no que debió haber sido invitado. Todas las criaturas mágicas deben ser invitadas a la isla.

—¿Cómo sabes que no es un prisionero?

—Porque no tenía miedo ni dolor —dije. Mi amargura dejó un asqueroso sabor en el fondo de mi garganta. No sabía cómo estaba segura de ese hecho. Algo

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en mí simplemente lo sabía. Cuando sentía a otras criaturas, podía sentir una impresión emocional. Algo en mi me decía que yo debería saber si ese Naturi había sido torturado o temeroso por su vida.

Había sospechado que mi especie había sido traicionada de alguna manera.

Durante mis viajes hace pocos días atrás, los Naturi permanecían un paso delante de nosotros, sabiendo siempre exactamente dónde encontrarme. La única manera de que ellos hicieran tal hazaña era si alguien los estuviera informando. Lo había sospechado, pero no creía haber comprobado que era correcto.

El silencio se estableció entre nosotros mientras entrábamos a Guidecca y nos acercábamos al hotel. El área aún estaba vacía de Nightwalkers, y la mayoría de los humanos de la zona estaban durmiendo. Los únicos que estaban despiertos eran miembros del personal del hotel, no es que ellos pudieran ser sirvientes del aquelarre también. No estaba preocupada. Los Ancianos sabían que yo estaba afuera en la laguna, lo que ellos no podían saber era el por qué.

Por el momento Danaus estaba atando el bote, y yo estaba luchando por mantener mis ojos abiertos. Me subí al puerto, sin mi usual gracia. Yo estaba colgando en la inconsciencia de un hilo. Mi cuerpo estaba adolorido, luchando a cada momento. Danaus trató de llevarme, pero le gruñí, alejándome de su toque. Yo tenía la suficiente fuerza para llevarme de vuelta al hotel.

—Prométeme que no irás a San Clemente durante el día —murmuré mientras entraba al ascensor. Me apoyé pesadamente contra la pared, peleando por mantener mis ojos abiertos—. Ellos sabrán. Pondrás todo en peligro. Solo espera a la puesta de sol.

—Pero…

—Solo promételo —le interrumpí—. Nosotros estamos en su dominio. Tenemos que jugar con sus reglas.

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—Lo prometo —dijo de mala gana, obviamente menos que emocionado por mi petición.

—Espera. Espérame. Los atraparemos —susurré.

El ascensor se abrió con un suave siseo y me eché hacia delante, apresurándome a la suite. El sol estaba casi arriba. Yo no iba a estar despierta por mucho tiempo más, y si no estaba escondida, me convertiría en una fritura. Abriendo la puerta hacia el dormitorio principal, me tambaleé hacia adentro y cerré con un portazo. No me molesté en ponerle seguro. Si Danaus o alguien más quería entrar mientras dormía, encontrarían la manera. La habitación era negra como la brea, mientras pesadas cortinas estaban cruzadas sobre las ventanas. Sadira y Tristan estaban tendidos en la cama, los brazos de él la envolvían. Me tropecé a través de la habitación, y me deslicé en la cama tamaño king al lado de Tristan. Exhausta, me estaba sumergiendo en el sueño cuando Tristan rodó y envolvió mi cintura con su brazo. Él se acurrucó cerca de mí, su largo cuerpo curvándose contra el mío. Y entonces nada.

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CAPÍTULO 5

Traductora.- Breyo_lynn Correctora.- Virtxu

a niebla se disipó de mis pensamientos a la noche siguiente y volví a la conciencia para encontrar a Tristan tendido a mi lado en la cama. Se apoyaba en el codo, el pelo castaño le colgaba alrededor de sus ojos mientras me miraba. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios de color rosa pálido, pero sus ojos azules estaban preocupados. Tenía miedo, y por buenas razones.

Habíamos sobrevivido al día, pero todavía había que hacer frente a los Ancianos.

Tristan alzó la mano para tocar mi mejilla, pero apartó sus dedos y frunció el ceño.

—Pensé que podría disfrutar de la compañía —dijo suavemente. Su mano abierta se mantuvo suspendida en el aire cerca de mi mejilla, esperando mi permiso para reanudar su descenso. Por un segundo sinceramente deseaba poder aceptar su proposición. Las cortinas estaban corridas y la sala estaba en silencio como un mausoleo de mármol en febrero. Pero unos momentos

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robados de la felicidad en sus brazos no ahuyentaría nuestros miedos respecto a la secta.

—No —Le contesté, aunque la palabra se quedó entre nosotros como un pez muerto.

Retiró su mano, y envolvió sus largos dedos alrededor de mi muñeca cuando me senté.

—Yo quería darte las gracias... por lo de ayer —Sus palabras eran vacilantes.

Entendía lo que le costaba decirlas. Me acordé de lo que era ser joven y débil.

Nunca quería sentirme como si le debiera nada a nadie. Si les dabas poder sobre ti, un poco de influencia la guardaban para una ocasión especial.

—No quiero tu agradecimiento —refunfuñé. Rodé a mis pies, me pasé los dedos por mi pelo, empujando la melena roja de mi cara. Yo no quería su gratitud cuando todavía tenía que escapar de Venecia. —Vuelve con tu amante.

—Ella dijo que viniera a ver tus necesidades —dijo, recostado sobre la cama.

Me volví a mirarlo, pero lo que vi sólo profundizó mi ceño fruncido. Se quedó con el torso desnudo y una sonrisa inquietante en su hermoso rostro. Su parte inferior se encontraba con un par de pantalones de cuero, mientras que sus pies estaban desnudos. Tristan era una mezcla atractiva, y traviesa. Él extendió una mano hacia mí, su mirada se ablandó. Estaba caliente, pero yo no sentía verdadera tentación. Yo estaba en Venecia y estaba a punto de ver al Aquelarre, y en medio estaban los Naturi. No había escape posible en este momento sin importar cuanto lo deseara.

—Fuera de aquí, Tristan —suspiré—. Diles a los otros que saldré en unos minutos.

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No esperé a que se levantase, sino que agarré la bolsa y entré en el cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de mí. Después de una ducha rápida, busqué a través de mi bolsa de ropa limpia, sólo para descubrir que estaba a punto de agotarse. No había pensado en empacar para más de unos pocos días. Pensé que se le encomendaría la misión a otra persona, no mucho después de que llegara a Egipto, no que me pasaría el tiempo saltando por el mundo, mientras huía de los Naturi.

Con una mueca, finalmente me puse una camiseta sin mangas negra. Tiré de los pantalones de cuero negro que había llevado el día anterior, de nuevo, pero opté por las botas de cuero con los tacones de tres pulgadas. Ellos no eran grandes para luchar, pero la altura sería añadir algo a mi presencia. Tenía la esperanza de hacer más efectiva la lucha contra un farol de noche.

Me peiné mi cabello húmedo y lo recogí, sosteniéndolo en su lugar con un par de clips de plata. Tirando de él hacia atrás, abrió mi visión periférica y además me dio una apariencia sofisticada. Con una última mirada en el espejo, contuve un suspiro. Me veía bien, pero yo no sentía la confianza que necesitaba para empezar esta farsa.

Me incliné hacia adelante, agarrándome al frío lavabo de mármol negro con las dos manos. ¿Cómo demonios se supone que tengo que hacer esto? Un Naturi bailando alrededor del Aquelarre, Jabari controlándome como un arma enviado del infierno, y de alguna manera fui construyendo lentamente un contingente de seres que dependían de mí para salvar su pellejo colectivo. No sólo le había prometido a un cazador de vampiros que lo sacaría de Venecia con vida, sino también cada vez veía más claro que tanto Sadira como Tristán esperaban lo mismo.

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Yo no podría vencer al Aquelarre. Aunque podía ser que durara un poco, pero Jabari vendría en busca de mi sangre dentro de un tiempo. Las probabilidades en contra de Macario o Elizabeth no eran mejores. ¿Cómo pude haber sido tan descuidada en cuanto a la promesa de proteger a estas pobres criaturas cuando apenas podía protegerme?

Pero el Aquelarre tenía que ser detenido. Mis temores en Londres habían sido confirmados con la aparición del Naturi en el Aquelarre. Demasiado a menudo el Naturi sabía exactamente dónde encontrarme. Ellos sabían cómo realizar un seguimiento de mí cuando sólo el Aquelarre debería haber conocido mi destino final. Alguien dentro del Aquelarre estaba tratando de matarme, y esa persona estaba utilizando al Naturi como asesino.

Un golpe en la puerta del baño me sacudió de mis oscuros pensamientos.

Forcé a mis dedos para liberar su control sobre el fregadero y me enderecé.

—Adelante. —Mi voz era firme y constante, aunque yo no lo sentía.

La puerta se abrió para revelar Danaus pie en el otro lado, su expresión era más oscura de lo habitual. Estaba de nuevo en su camisa y pantalón negros, pero habían desaparecido sus protectores para las muñecas, su surtido de cuchillos, y la espada a la espalda. De hecho, él estaba completamente desarmado. Por supuesto, podía destruir a todos sin ni siquiera levantar un dedo, pero no hay nada como la sensación de un arma de confianza en la mano.

—¿Lista? —Preguntó.

—¿Supondría alguna diferencia si te digo que no?

—No.

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—Entonces, sí, estoy lista. ¡No puedo esperar! —le dije alegremente, esbozando una falsa sonrisa.

Un ladrido agudo de risa saltó de la garganta de Danaus, sorprendiéndonos a los dos. Creo que la tensión estaba llegando a nosotros. Estábamos empezando a resquebrajarnos. Con un movimiento de cabeza y una sonrisa vacilante, me acerqué a su alrededor y comencé a caminar por la habitación cuando sentí un cambio brusco en su estado de ánimo. De hecho, el salto a la ira de violencia y al horror era tan extremo que mis dedos se doblaron en garras y mis labios se echaron hacia atrás, dejando al descubierto los colmillos afilados. Me volví, en busca de nuestros aspirantes a atacante, pero me encontré a solas con Danaus todavía.

—¿Qué? —Pregunté, mi mirada siguió recorriendo el espacio por si el enemigo se había retirado a las sombras. Las cortinas se habían retirado para revelar la reluciente laguna y el resplandor de la Piazza de San Marco contra el cielo nocturno.

—Tu espalda —respondió, con voz áspera y casi sin aliento. Me incorporé, relajándome al instante. Me había olvidado de que él nunca había visto las cicatrices en la espalda. Me había puesto esa camisa con el propósito exacto de lucirlas, pero no se me había cruzado por la mente al caminar delante del cazador.

Me di la vuelta para que las pudiera ver, me quedé parada en el centro de la habitación.

—Pensé que Nerian te lo había dicho —le dije. El nombre se retorció brevemente en mis labios mientras una imagen del Naturi pasaba a través de

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mis pensamientos. Mi antiguo verdugo estaba muerto, pero su recuerdo aún tenía el poder para atormentarme.

Oí a Danaus más cerca, sus movimientos eran lentos y cautelosos, como si tuviera miedo de que arremetiera contra él.

—Lo hizo, pero no pensé que los vampiros podían tener cicatrices. Pensé que curaban del todo —dijo, con su voz acercándose a un susurro. Danaus y Nerian habían sido mantenidos cautivos durante una semana antes de que finalmente se destruyera al Naturi. Fue tiempo suficiente para que el cazador pudiera sacar todo tipo de información interesante a mi enemigo. La idea me hizo sentir incómoda alrededor de Danaus, temerosa de las cosas que sabía de mí durante mi momento más débil. Yo estaba haciendo alarde de las cicatrices, pero el resto de las cosas dolorosas y degradantes que viví durante esas dos semanas eran algo que yo no quería que nadie supiera.

—Si no nos alimentamos poco tiempo después de ser heridos por un arma Naturi, nuestros cuerpos no pueden curar por completo —le dije secamente, tratando de hacer retroceder la marea de recuerdos—. Yo quería recordarles al Aquelarre con lo que estaban tratando.

Las yemas de sus dedos rozaron ligeramente mi espalda, siguiendo algunas de las marcas. Di un respingo al sentir su tacto, pero no me moví. Su ira que cepillaba a través de mi piel desnuda era como un aliento cálido, y era casi relajante a pesar de nuestro tema de conversación.

—Algunos de estos son símbolos —dijo con sorpresa—. Escribieron en tu espalda.

—Nunca me enteré de lo que decían. Nada bueno, estoy segura.

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Danaus guardó silencio un momento, sus emociones que eran como una especie de ira comenzaron a desvanecerse. Estaba estudiando los diseños, sus pensamientos se agitaron, mientras trataba de colocar los símbolos con las palabras coincidentes.

—Patéame.

Me volví con mi boca abierta en estado de shock, sin palabras. El cazador se me quedó mirando, curvando las esquinas de la boca. La risa, por un momento sonó brevemente, oscilando a través de sus ojos de cobalto. Santo cielo, el oscuro cazador de vampiros estaba desarrollando sentido del humor.

Yo me reí, dejando que el sonido pasara por encima de mis pies y volara a través de mi pecho. Sacudiendo la cabeza, envolví mis brazos alrededor de mi estómago, mientras el sonido llenaba la habitación. Danaus rió suavemente también, el sonido rebotaba en mí como un monje borracho tratando de estar derecho en una sala que se balanceaba. Paso más de un minuto antes de que yo fuera capaz de ponerme firme y finalmente sofocar la última de las risas.

—¿Por qué hay un Naturi dentro del edificio del Aquelarre? —Danaus preguntó, causando la muerte de nuestra última risa. No hubo acusación o censura en su voz. Casi podía oír la pregunta no formulada, "¿Qué vamos a hacer?" en su tono.

—El aquelarre habrá llegado a algún tipo de negociación. Creo que es la razón por la que los Naturi han sido capaces de dar con nosotros tan fácilmente —le dije, sentándome en el borde de la cama.

—Tal vez. Pero no nos han encontrado todavía.

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—Rowe, me agarró la última vez —le recordé, intentando mantener la amargura de mi tono. Rowe me había encontrado y me había llevado al Stonehenge para presenciar el sacrificio y

romper el sello, me ofreció la

oportunidad de cambiar de bando. Yo no lo hice, y en ese momento pensé que había hecho la elección correcta. Sin embargo, con la aparición del Naturi en el Gran Palacio de la Casta, ahora tenía mis dudas.

—Cada vez que ataque, nos acercamos más a detener Rowe —Contrarrestó Danaus.

—Él siempre tiene el elemento sorpresa.

—Está perdido. —Danaus se puso delante de mí, obligándome a sentarme con la espalda recta para poder mirarle—. Ahora que sabemos que la Naturi está específicamente detrás de ti. Podemos deshacernos de ellos. Incluso si los Naturi han llegado a un pacto con el Aquelarre, su número va a ser limitado a este respecto. Estamos más seguros aquí que en cualquier otro lugar.

Estaba a punto de recordarle que ellos debieron de presentarse antes en el Aquelarre. No estábamos seguros. Sólo frente a un tipo diferente de peligro.

Danaus se arrodilló delante de mí, envolviendo una de sus grandes manos fuertes alrededor de mi delgada muñeca.

—No voy a dejar que Rowe te toque. No te va a secuestrar otra vez. El Naturi no podrá tenerte —prometió, mientras una sonrisa temblorosa asomaba a mis labios. Sentado en un sucio callejón de Londres, cubierto de sangre y vidrio del Naturi, él me había hecho una promesa similar. Podía sentir su ira ahora, cuando me tomó del brazo. Culpándose a sí mismo porque yo hubiera tenido que pasar por eso. Se sentía enojado y avergonzado por su fracaso a la hora

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de mantener su promesa. Pero yo no lo culpaba. Nadie podría haber superado a Rowe en ese momento.

Con la mano libre, acaricié su mejilla, frotando el pulgar en el fuerte pómulo.

Su dolor y frustración llegaron a mí, debilitando la sonrisa que tenía en los labios. ¿Cómo habíamos llegado a este punto? Protegiéndonos el uno al otro de las amenazas que se agolpaban por todos lados cuando se suponía que nos tendríamos que estar matando.

—Danaus, no espero que mantengas esa promesa. Tendrías que estar cerca de mí en todo momento. Ese es un paso en nuestra relación que yo no estoy dispuesta a dar —me burlé, tratando de aligerar su peso en el pecho. Para mi sorpresa, él no se movió. Generalmente cuando se burlaban de él, el cazador gruñía y me detenía. Danaus simplemente apretó la muñeca que sostenía y sacudió ligeramente la cabeza, sus labios suavemente rozaron la palma de mi mano.

—Yo mantengo mi promesa. El Naturi no te tendrá.

—Gracias —murmuré, bajando la mano de nuevo a mi regazo. Nadie me había jurado verbalmente que me protegería. Otros lo habían hecho físicamente, pero tenía la sensación de ser un pedazo de propiedad protegida en lugar de una criatura viviente.

Danaus se puso de nuevo en pie y dio un paso atrás.

—Debemos seguir adelante —dijo, extendiendo su mano para ayudarme a levantarme.

—¿Crees que otras razas saben sobre el trato? —Le pregunte mientras deslizaba mi mano fría en la suya caliente. La aparición de la bruja y el

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licántropo con miembros de la Coalición de la Luz del Día parecía tener un significado nuevo que resultaba aterrador.

—Esperemos que no —dijo, tirando de mí para que me levantara—. Sólo puedo librar una guerra en este momento.

Y yo ya podía adivinar de qué lado estaría si se producía una guerra contra los Nightwalkers.

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CAPÍTULO 6

Traductora.-Eli25 Correctora.-Amelie22

uando Danaus y yo entramos en el salón principal, encontramos a Roberto sin hacer nada contra la pared cerca de las puertas, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones. Vestido en otro traje negro, él parecía como un descuidado playboy italiano para una tarde de placer imprudente. La camisa roja profunda la llevaba estaba abierta en la garganta, su pelo marrón oscuro perfectamente echado atrás. Roberto tenía unos pocos siglos de edad; más cerca de mi edad que Tristan, pero aún lejos de ser un anciano. Mis encuentros con el Aquelarre eran más suspendidos entre ser pocas y lejanas. Mi paciencia era delgada y tenía la tendencia de arder a través de ellos. Mis órdenes siempre habían venido directamente de Jabari, y ocasionalmente de Tabor.

Tristan estaba de pie sin expresión detrás de donde se sentaba Sadira. Él se había puesto una camisa azul profundo, pero aún tenía que abotonarla. Todos ellos estaban esperando mi llegada. Qué bonito.

—Los Ancianos te están esperando —dijo Roberto.

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—¿Y Tristan? —Le pregunté, deteniendo al Nightwalker cuando se giró hacia las puertas. Roberto se giró, sus ojos se desplazaron sobre el joven vampiro cuando una oscura sonrisa levantó sus rojos labios.

—Él podría quedarse detrás. No ha sido invitado al juicio.

Miré de Roberto hacia Tristan, quien me estaba observando con una mirada desesperada en sus ojos. ¿Le había puesto en semejante gran peligro? El Aquelarre me había concedido mi deseo, pero ellos nunca eran tan generosos sin una razón específica. Si Tristan se quedaba detrás, él estaría desprotegido, vulnerable para cualquier otro Nightwalker que acechara en la ciudad. Por supuesto, él habría estado en el mismo peligro si hubiera venido con el resto de nosotros. Pero algún miedo así podría interferir con lo planeado para el entretenimiento de esta noche, así que yo estaba efectivamente distante de la ecuación. Si estaba con el Aquelarre, no podía proteger a Tristan aquí.

Me maldije a mí misma y a mi estupidez. Había intentado ser mejor estratega con el Aquelarre en un intento de proteger al joven Nightwalker y solo hice un caos más grande incluso. Él no sobreviviría a un encuentro con la corte, pero también dudaba de que él lo hiciera a través de una tarde solo en la habitación del hotel.

Aunque nunca fui un miembro oficial de la corte, había visto de lo que era capaz, jugando a sus juegos tanto como presa como de depredador. Los Nightwalker eran criaturas fuertes que podían sobrevivir a todos los modos de tortura física durante horas hasta el final. Pero era más que el dolor físico lo que dejaba a una criatura acurrucada en una piscina de su propia sangre, vomitando una interminable letanía de ruegos y rezos por misericordia o muerte. Ellos jugaban con sus presas hasta que sus mentes se destrozaban como una ventana de cristal teñido, así que no dejaban nada. No tenía sentido de sí mismo o realidad. Mis ojos fueron a Sadira cuando se puso de pie y caminó hacia nosotros mientras Tristan seguía de pie en su silla vacía, con una

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mano tensamente agarrando el respaldo como si fuera su última línea de vida de seguridad.

—Dilo —Gruñí a Sadira. Mis ojos estrechados la siguieron cuando ella me pasó y se quedó de pie cerca de las puertas dobles.

—No sé de lo que estás hablando —dijo ella, pero no encontraría mi mirada, no miraría hacia Tristan.

—¡Dilo! Lo que nunca quieres hacer por mí —grité, señalando al joven Nightwalker. Pero ella no le miró. No habló. Levantó su barbilla ligeramente y continuó mirando a la pared.

Contra mi mejor opinión, mis ojos cayeron sobre Tristan. Aún podía recordar su olor de cuando estaba tumbado en la cama conmigo, el sudor mezclado de brezo y sangre. El sentimiento de su suave piel presionando la mía y el recuerdo de cómo él me daba de comer la pasada noche, llenó mi cerebro.

Seguí diciéndome a mí misma que él sólo era una amigo, un entretenimiento era su propósito de ser, pero las palabras eran bilis en la parte de atrás de mi garganta. Un par de noches antes él había entrado en el bosque conmigo y atacado a los Naturi. Él había luchado a mi lado cuando éramos superados en número y destinados a horribles muertes en la tierra de nuestros enemigos. Él había estado de pie a mi lado porque creía que yo mantendría mi palabra y le salvaría de nuestro maestro. Había confiado en mi sentido del honor.

La rabia saltó a través de mis venas, empujando a un lado la sangre. Le odiaba. Me odiaba a mí misma. Odiaba el destino que nos había traído a este precipicio. No había escapatoria de la promesa que había hecho ni vivir conmigo misma si lo intentaba.

Ignorando a Sadira y al resto de los ocupantes de la habitación, marché hacia Tristan. Bruscamente agarré un mechón de su pelo, le empujé hacia mí. —¡No!

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—El grito desesperado de Sadira hizo eco a través de la habitación en silencio.

Ella de repente se había dado cuentas de lo que iba a hacer.

Tuve suficiente tiempo para liberar el pelo de Tristan antes de que ella chocara contra mí, aplastándome en la pared mientras golpeaba a Tristan fuera de mi alcance. Intenté empujarla lejos de mí pero sus uñas estaban hundidas en mis brazos desnudos y no podía conseguir un sólido agarre de ella.

—No puedes tenerle —gruñó ella.

—Le estás abandonando a la corte —contrarresté, finalmente consiguiendo un agarre de sus hombros delgados y huesudos.

—Para una noche de entretenimiento.

—¡Ellos le matarán! —Grité, apartándola. Ella inmediatamente vino hacia mí, pero la esquivé, golpeándose la cabeza cuando el golpe la envió al suelo.

—No lo sabes —discutió ella.

—Lo hago. Y así lo haces tú.

—Tristán es mi niño. —La declaración vino cuando un insidioso susurro atravesó mi cerebro, causándome un estremecimiento como si Sadira me hubiera golpeado. Justo como si siempre hubieras sido mi niño, mi Mira. No puedes tenerle.

—Yo le reclamo —dije bruscamente, cerrando mis manos en puños cuando intenté luchar su reclamo sobre mi deseo. Cada fibra de mi ser gritaba para obedecerla. Cualquier cosa dentro de mí demandaba que me arrodillara y me arrastrara a sus brazos esperando. Pero no podía. Se lo había prometido a Tristan. Para mi sorpresa, fui capaz de levantar mi brazo hacia Tristan, haciéndole una seña. Sadira tenía la habilidad de manipular mis pensamientos y emociones, pero ella no era tan fuerte como Jabari. Ella no me podía controlarme físicamente como una marioneta en una cuerda.

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Otra vez bruscamente agarré un mechón de pelo de Tristan y le puse más cerca. Sadira incrementó su presencia en mi cerebro hasta que el dolor fue positivamente espantoso. Las lágrimas surcaron mis mejillas, escapando de mis ojos apretados. No importaba el dolor que le estaba causando a Tristan, hundí mis dientes en su garganta y bebí profundamente. No requirió mucho, solo un par de tragos. La sangre también pareció lavar la presencia de Sadira de mi cerebro. En esos pocos segundos, tiré toda la historia de Tristan y las emociones en mi cerebro. En un destello vi su casa de la infancia en Ginebra, la maravillosa cara de su esposa muerta, la promesa de una hija que nunca sobrevivió,

y

un

horroroso

espectáculo

de

eventos

deslizándose

que

comprendía sus años con Sadira.

Levanté mi boca de su cuello, le empujé sobre sus rodillas delante de mí. —Tú ahora me perteneces. Eres mío hasta que elija liberarte —dije con una voz temblorosa, mi mirada estrecha capturó sus ojos azules abiertos. Liberándole, me giré a los otros que estaban cerca observándome y enfoqué mi atención sobre Roberto—. Él es mío. —Declaré. Esas tres palabras colgaron como un verdugo que lleva la soga en el centro de la habitación durante varios segundos, retando a todos a discutir con mi decisión—. Si alguien le toca lo sabré. Hacedle daño y ellos responderán ante mí.

—Pero los Ancianos ya han prometido...—comenzó Roberto, pero no le dejé acabar esa declaración.

—Nadie le toca —avisé, mi voz cayó a un bajo gruñido—. Díselo a los otros.

Roberto asintió rígidamente, su enfado corrió a través de la habitación. El Aquelarre podría haber consentido el derecho a jugar con Tristan, pero todos los que se acercaran al joven Nightwalker tendrían que tratar con mi cólera. Un vampiro entonces tenía que decidir si él pensaba que el Aquelarre le protegerían por mí, y no había promesa de ser encontrado allí.

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Mi

mirada

Saga Dark Days

cayó

sobre

Danaus,

para

encontrarle

Jocelyn Drake

frunciendo

el

ceño

oscuramente hacia mí, sus cejas aparentemente surcaban en confusión. Yo podía sentir su disgusto por lo que había hecho. En su mente, yo había tomado un esclavo. No había nada a favor en la propiedad de otra criatura sensible.

De cualquier forma, algunas veces tenías que hacer cosas desagradables para proteger a esos más débiles que tú. Si yo tenía suerte, había extendido la vida de Tristán, aunque solo fueran unas pocas horas.

Desafortunadamente, eso significaba que había hecho una cosa que me había prometido que nunca haría, había comenzado una familia. Tristan era mío tanto tiempo como le reclamara. Él era mío para guiar y proteger. En mi dominio de Savannah, yo era una Cuidadora, pero eso significaba que preservaba la paz y protegía nuestro secreto. Ningún Nightwalker me pertenecía o se basaba él o ella sus decisiones diarias en lo que yo quería y deseaba. Knox y Amanda actuaban como mis asistentes, pero ellos eran libres de dejar Savannah y perseguir sus propias vidas en cualquier momento.

Tristan no podía. Y yo no podía irme sin Tristan.

El enfado burbujeó en mi pecho, y todavía tenía que dejar los confines de nuestra habitación del hotel. Esto no iba a ir bien. Al menos Tristan estaba un poco mejor protegido que lo que había estado hace un par de minutos. Pero yo había cruzado mi mayor línea, y robado el juguete de Sadira mientras ella observaba. Ocurría ocasionalmente entre Nightwalkers, pero nunca el niño de un vampiro había sido robado por otro de los niños que había creado.

Reflexionaba muy pobremente sobre Sadira. Si ella iba a salvar la cara por todo, ella tendría que retarme por Tristan.

Y por el momento, era bienvenida la oportunidad de llorar por ella. Más allá de nuestra propia historia, ella había estado de acuerdo en dejar a Tristan a la misericordia sensible de los Nightwalker que colgaban alrededor del Aquelarre.

Ella me había hecho lo mismo hace años, y mi fuerza y habilidad para controlar el fuego eran las únicas cosas que me mantenían viva. Tristan no estaría vivo

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para ver la salida del sol si no hubiera dado el paso. Él aún no podría, pero al menos ahora tenía una oportunidad para luchar.

—Vamos —dije, mirando brevemente a Sadira cuando barrí al pasar donde ella aún estaba medio tumbada sobre el suelo y fuera de la habitación. El odio quemaba en sus ojos y sus dedos eran garras. Nosotras no tuvimos palabras después, no lo había dudado, pero ahora nosotras teníamos otras cosas por las que preocuparnos. En silencio, nos dirigimos hacia la motora en espera, mientras Tristan seguía solo en la habitación del hotel.

A nuestro alrededor, la multitud de gente de los canales y la velocidad a través de la Laguna, se dirigía fuera para una tarde de entretenimiento o regreso a casa de un largo día de trabajo. Una cálida brisa de un verano acariciaba mi piel desnuda, agarrándome en su abrazo. El aire estaba conservado con el olor a salitre del Mar Adriático. Delante de nosotros, la isla de San Clemente se acercaba, su gran hotel se inclinaba cuando el bote rebotó y cortó a través de las olas creadas por algunas de los grandes botes lanzadera. Tomó menos de quince minutos atravesar la Laguna y fondear en la isla. Fueron los quince minutos más largos y más cortos de mi existencia.

Cuando estuve de pie para desembarcar, miré hacia Danaus, quien se había sentado a mi lado en el viaje. Sus ojos brevemente se clavaron en mi espalda y luego volvieron a mi cara. Él silenciosamente vocalizó las palabras Patéame, trayendo una sonrisa reluctante a mis labios. Eso era mucho más de cómo se sentía, pero por este feo momento, él estaba conmigo en este esfuerzo.

—Asumo que sabes el camino —dijo Roberto, sus labios se curvaron con disgusto. Era de algún modo divertido. Donde él había estado gracioso ayer, él era igualmente snob y crítico hoy. Yo obviamente había puesto un rizo en los planes de entretenimiento de esta noche. Bueno, déjale tomarlo con la dirección. Ya tuve unas pocas palabras elegidas para ellos.

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—Lo conozco. Tengo diversión esta noche —me burlé, meneé mis dedos hacia él cuando caminé hacia el muelle. El Nightwalker no dijo nada cuando puso el bote en el dorso y la parte de atrás en la tierra. Yo casi sentí lástima de su siguiente comida.

Frunciendo el ceño, guié el camino por el muelle hacia un camino que pasaría el hotel y se adentraría en la isla. Incluso si no hubiera estado en la corte antes, sería capaz de encontrar mi camino. El poder vibraba desde la profundidad dentro de la diminuta isla, y la concentración de los Nightwalker crecía más espesa cuanto más caminábamos.

Me quedé delante cuando pasamos por el camino, Danaus detrás de mi hombro izquierdo mientras que Sadira colgaba detrás de mi derecho. La tensión saltaba y crujía a través del armazón. Los finos pelos de mis brazos y en la parte de atrás de mi cuello de repente se pusieron de punta cuando sentí a uno de los Nightwalker separarse del resto del grupo escondido y comenzar a aproximarse. Aún no podía verle pero podía sentirle.

—Sigue tranquilo —murmuré a Danaus, pero creo que necesitaba oír las palabras también. Mi foco había estado completamente en enfrentar a los Ancianos. No había anticipado el largo camino hacia el vestíbulo principal. Cada vez que había viajado a la isla desde que dejé a Sadira, yo había estado bajo la protección de Jabari, apartada de los rigores de la multitud de tiranos y cortesanos que colgaban sobre varios de los Ancianos.

Dejé de caminar cuando el Nightwalker caminó en el brillo de la una lámpara cercana a la calle. Valerio. Nosotros habíamos viajado juntos un tiempo hace años. Él era más viejo que yo, pero no era aún un Anciano. Él estaba cerca.

Demasiado cerca para que la marca de mil años se sintiera de algún modo cómoda.

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—¿Dejaste Viena por mí? —Inquirí, manteniendo mi tono ligero y juguetón—.

Estoy halagada —Deslicé mis manos dentro de los bolsillos traseros de mis pantalones cuando Valerio paseó al borde de la luz. Él se inclinó graciosamente hacia mí, abriendo sus brazos. Debía haber sido una señal porque sentí a otros Nightwalker moverse más cerca, pero ellos siguieron escondidos en las sombras fundidas en los árboles que punteaban la isla, creando un bosque diminuto.

—Vengo a la corte ocasionalmente por un poco de entretenimiento —dijo él con un ligero encogimiento de sus rectos hombros—. Cuando oí que tú aparecerías, pensé en venir, así nosotros podíamos ponernos al día.

Valerio era el típico vampiro caballero, con su pelo con mechas rubias y encantadores ojos marrones oscuros. Él parecía una soñadora estrella de cine.

Cómo un romántico pero tristemente incomprendido guía, o más bien el oscuro villano. Su herencia era algún híbrido entre un español—italiano.

—¡Que atento! —Reí. Estaba intentando hacer lo posible para mantener mi postura relajada, pero no era una tarea fácil con tantos Nightwalkers hostiles tan cerca. La tensión zumbaba en mi armazón, tensando los músculos de mis hombros.

—Pero he oído que tú has apartado algo de nuestro entretenimiento para esta noche.

—Veo que Roberto ha sido suficiente para extender las tristes noticias. —Ahh, el vampiro golpea otra vez. La telepatía entre mi propia especie tenía sus beneficios tan bien como sus desventajas. Esto una vez podría funcionar para mi beneficio, no es que fuera particularmente contándolo. —Sí, Tristan ha sido removido del menú. Él es demasiado joven para ser de algún interés para este grupo.

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—Afortunadamente para nosotros, ese joven no era el curso principal — ronroneó una voz femenina desde las sombras. Una morena curvilínea se movió sigilosamente fuera de la oscuridad a mi izquierda. A solo cinco pies, el vampiro era una criatura atractiva en su falda vaporosa con sus suaves diseños florales y su camisa rosa pálida que dejaba sus delgados hombros desnudos.

Mientras nosotras nunca habíamos sido formalmente presentadas, supe que ella era llamada Gwen. No era particularmente bonita. Podía adivinar que era la principal, y así lo hizo Danaus, porque la tensión en su cuerpo se elevó considerablemente cuando ella comenzó a escabullirse más cerca.

—La gran Mira ha regresado a nosotros —se burló Gwen—. Y no solo puede convocar el fuego, sino que ella ha domado al cazador.

Mis ojos se deslizaron brevemente hacia Danaus, pero su mirada nunca flaqueó de la Nightwalker femenina. ―Domado‖ era la palabra que yo difícilmente habría usado, pero ahora no era el momento para discutir sobre semántica. Estaba segura que Danaus tendría algo que decir sobre esto si nosotros sobrevivíamos.

—Miro hacia delante para saborearle —continuó ella. Gwen alcanzó a tocar su cara, pero yo la cogí la muñeca en un destello de movimiento y la empujé hacia atrás unos pocos pasos. Sus ojos brillaron con indignación pero se las arregló para evitar sisear. Ella fue una aduladora de Elizabeth y lo usó largo tiempo para tenerla en su camino. Nosotras estábamos cerca en edad, pero ella había sido renacida amistosamente, dándome una ventaja. Por supuesto, retarla directamente se vería como un desafío a Elizabeth, y yo estaba intentando recortar el número de peleas que escogía con los Ancianos.

A nuestro alrededor, más Nightwalkers se acercaron. Ellos ahora estaban apoyados contra los árboles que limitaban el sendero y no hacían nada en el pasto. Una rápida cuenta reveló dieciséis vampiros de variadas edades; más que el comité de bienvenida habitual.

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—Él me pertenece —dije en una voz baja, aunque estaba segura que todos ellos me oían.

—Tienes ansias, Mira. Primero Tristan y ahora el cazador —dijo Gwen, tomando un par de lentos y precavidos pasos hacia mí otra vez. Has estado lejos demasiado tiempo. Olvidaste tu lugar. Se nos ha prometido probar al cazador.

—Yo no comparto. —Mi voz estaba llena con bastante amenaza morbosa para darla tiempo en su firme aproximación.

—Lo harás si el Aquelarre lo ordena —replicó Gwen con una petulante sonrisa.

Los Nightwalkers eran bastantes atractivos, pero su boca me molestaba. Era algo largo y sin forma, como si fuera simplemente una cuchilla gigantesca a través de su cara. Y cada vez que ella hablaba, una fea herida se abría, uniendo sus encantadores gestos.

—Considérate avisada —dije, sonriéndola—. Tócale a él o a Tristan y tú me enfrentarás. No habrá escondite detrás de las faldas de tu dueña.

Un brillo inquietante regresó a sus ojos avellana y sus colmillos destellaron brevemente en la luz de la lámpara.

—Tú no puedes desafiarme. —Eso parecía ser algo dudoso e inseguro en su expresión, pero ella no podía retroceder con todos observando.

—¿No? Tiré mis manos a mis lados con las palmas abiertas. Fuera de la tierra saltaron dos docenas de serpientes hechas de brillante fuego naranja. La horda se deslizó a nuestro alrededor una vez, luego salió disparada a lo largo de la tierra en todas las direcciones, alejando a los Nightwalkers. Nadie fue atrapado por las fieras serpientes, y yo extinguí las llamas cuando los otros Nightwalkers estuvieron a una distancia cómoda. Sólo Valerio siguió detrás. Él había saltado hacia la lámpara de la calle, con sus pies abrazados contra el mástil mientras

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una mano se cerraba encima. La furia contorsionó sus agradables gestos y la luz se reflejó en sus ojos.

—¡Tú tienes prohibido usar el fuego aquí! —Gritó él. Una serpiente de fuego lentamente se deslizó alrededor del mástil, esperando a que su presa descendiera. Extendí mi pierna derecha para que sólo la punta de mi bota tocara el suelo. La serpiente instantáneamente cambió de dirección y regresó a mí. Se retorció en mi pierna y se abrazó alrededor de mi cintura una vez antes de desaparecer.

—Nosotros hemos sido traicionados. Todas las apuestas están acabadas — repliqué en una voz dura y fría.

—Sí, lo hemos sido —dijo él, su oscura mirada se centró en Danaus. Sus palabras cortaron a través de mí. Sabía que parecía como si estuviera traicionando a nuestra especie por alguien que nos había cazado durante siglos. Podía haberle dicho que Danaus había protegido a Sadira, a Tristan, e incluso a Jabari en Inglaterra, pero no desperdiciaría mis palabras. Las acciones eran lo único que estas criaturas creían. Las palabras sólo estaban cerca del paquete de las mentiras.

—Cuando llegue el día en que tengas que elegir un lado, pregúntate quien estaría de acuerdo en protegerte —dije de vuelta, dibujando su nefasta mirada de vuelta a mi cara. Esta noche sola, había jurado no solo proteger a otro vampiro, sino a un humano, del Aquelarre. Cualquier protección ofrecida por el Aquelarre era un capricho y voluble para lo mejor, lo cual parecía cambiar cada vez que él sol se ponía. Yo aún no había perdonado a Valerio, pero al menos le había dado algo en lo que pensar. Era un comienzo.

Nosotros viajamos el resto del camino hacia el vestíbulo principal sin ser molestados. No se podía decir que nosotros no estábamos rodeados por un considerable grupo de Nightwalker muy cabreado. Por el momento, de alguna

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manera, ellos estaban contenidos para dejar que los Ancianos me trabajaran primero.

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CAPÍTULO 7

Traductora.-dani.shawn y Silvery Correctora.-Virtxu

l Gran Salón del Aquelarre estaba cerca del lado opuesto de la isla, donde atracamos, pero aún a distancia de la costa, de esa forma cualquiera que llegase se vería obligado a caminar por lo menos una docena de metros antes de llegar a la puerta principal. El amplio edificio de tres pisos estaba enteramente hecho de piedra gris oscura y parecía una vieja fortaleza con sus largas y delgadas ventanas reflejando la luz pálida de la luna. Se levantaba desde el interior de la isla como un frío guardia silencioso rehusándose a la eternidad. No había luces que condujeran a la construcción, nada para dar la bienvenida a los curiosos, si es que alguien caminaba dando un paseo por la isla.

Subiendo la escalera principal, un par de musculosos hombres abrieron las macizas puertas de madera y acero. Había otros seres humanos en el edificio, una colección de sirvientes y mascotas. Y cuando la necesidad llamaba por ello, eran comida al alcance de la mano. Que era mejor que coger un morisco en cualquier hotel cercano.

Los dos porteros apenas echaron un vistazo cuando pasé junto a ellos y bajé por el largo pasillo, oscuro y lleno de puertas. Fuertes golpes resonaron en las

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puertas que estaban cerradas, el sonido rebotaba en las paredes ya que devolvían el eco debido al alto techo. Un escalofrío se deslizó a lo largo de mi espina dorsal, pero no dije nada, mientras me sorprendían una serie de recuerdos que intentaron meterse en mi cerebro. Apretando los puños a mi lado, me forcé a dar un paso hacia la puerta abierta que conducía a la sala principal. No miré hacia atrás a Danaus por cualquier tipo de estímulo, aunque quisiera. Solo me mantuve en movimiento, mis ojos nunca vacilaron ante el trío sentado ligeramente en el estrado, al otro lado de la habitación.

La fría e irregular piedra que cubría cada centímetro desde la puerta de entrada nos dejó boquiabiertos ante la opulencia de la sala principal. Los pisos de mármol negro brillaban a la luz de las velas, como si un lago de noche liquida se extendiera ante nosotros. Los tres Nightwalker más viejos de la historia desaparecían en la oscuridad, ya que la vacilante luz de las velas no podía penetrar en la sobrecargada negrura. El Aquelarre había encontrado la manera de enjaular la noche, pero aún tenía que encontrar una manera de detener el paso del tiempo.

No había ventanas en esta sala, por lo que era un escondite seguro del amanecer si era necesario, pero la alcoba principal estaba varios metros más abajo en la tierra. Las paredes estaba cubiertas por exquisitas pinturas, tapices y banderas. Una colección de Arte casi tan antigua como el propio hombre.

Desde lo más alto colgaban candelabros de oro y cristal que temblaban y brillaban con la luz de las velas. Sin embargo, tan bella como era, también era, fría y silenciosa. La sala, de alguna manera lograba transmitir la sensación de un elegante salón de baile y de un polvoriento mausoleo.

Al final de la sala, tres pequeños pasos conducían a una plataforma elevada que mostraba cuatro sillas grabadas intrincadamente con oro. En el medio estaban sentados Jabari y Macaire, mientras que Elizabeth descansaba en la silla de la izquierda. La silla del extremo de Jabari, permanecía vacía. Había

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pertenecido a Tabor. Ese vacio parecía más ominoso ahora que entraba caminando con un cazador. Si bien en el Consejo nadie había dicho nada que lo confirmara, algunos creían que Tabor fue asesinado por Danaus, mientras que otros pensaban que lo asesinó otro Anciano que no quiso ceder al paso, temeroso de cruzarse con Jabari. Había empezado a preguntarme si el asesinato había sido realizado por la Naturi. ¿Qué mejor manera para garantizar la no—protección del sello que destruir a la tríada que lo había creado? Sin embargo, ahora, con la presencia del Naturi en la sala principal, una teoría más oscura comenzó a tomar forma en mi mente…

Detrás del conjunto de cuatro sillas, había un conjunto de tres escaleras y un pequeño estrado. En esta plataforma descansaba solo una silla, de hierro forjado con un cojín de terciopelo rojo. La silla pertenecía a Nuestro Señor.

Estaba vacía como debía ser. Me quede mirando ese lugar vacío unos segundos, hasta que finalmente arrastre los ojos hasta los Ancianos. Todavía tenía que conocer a Nuestro Señor, y aunque particularmente no estaba conforme con que él faltara ahora, estaba alegre de que iba a poder conocerlo por primera vez, debajo de las actuales circunstancias.

En el centro de la habitación me detuve e incliné la cabeza ante El Aquelarre.

Era amble, pero no demasiado servil. Yo ya estaba caminando sobre un delgado hielo. Jabari estaba un poco más que enojado conmigo, si es que estaba buscando mi remplazo, y yo nunca había llegado a jugar bien con Macairo o Elizabeth, por lo que no iba a encontrar nada de ayuda en ellos. Mi objetivo no era que me cortaran mi propia garganta en los primeros cinco minutos, mientras yo trataba de mantener a los que me rodeaban con vida.

Danaus, sabiamente se mantuvo un paso detrás de mi brazo izquierdo y no se movió. De hecho, ni siquiera estaba segura de que aún respirara. Sin embargo, al permanecer detrás de mí, me sentí segura de que él estaba dispuesto a seguir mi consejo en este intrincado momento. Bueno, al menos por ahora.

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Sadira, por otra parte, dio la vuelta para quedar a mi derecha. Estaba dispuesta a estar de mi lado, pero su posición dejaba ver que estaba también estaba dispuesta salir si las cosas se ponían muy feas.

Macario se movió en su silla, reclinándose mientras extendía su pierna izquierda. Sus ojos se detuvieron en cada uno de nosotros, antes de que, finalmente, tomara aliento para hablar.

—Benvenuto, Sadira. Ha pasado un largo tiempo desde tu última visita a Venecia. —su italiano era suave y perfecto, como si fuera un nativo.

—Grazie —murmuró ella, mientras se inclinaba hacia el trió–. Es raro que deje mi casa, pero siempre es bueno visitar la belleza de Venecia.—Pese a la ansiedad que sentía en ella en forma de pequeñas olas, su tono mantuvo la calma habitual, como si nada pudiera molestar su tranquilidad.

Pensé que estaba de broma, pero me mantuve callada y con la mirada en blanco.

—Por favor, ven a sentarte junto a nosotros. Parece que tenemos mucho con lo que ponernos al dia. —El Anciano indicó con un gesto descuidado de su mano derecha que ella tomase asiento en las escaleras ante él.

Macario no era el líder de los ancianos, ni siquiera el más fuerte de ellos. Ese era y sería siempre Jabari. Sin embargo, Macario encajaba en el lugar a su presa. Le gustaba jugar con sus mentes, romper sus espíritus antes de romper sus cuerpos. Era un rasgo que Sadira compartía con él, uno que muchos Nightwalkers compartían.

—Me siento honrada, pero me gustaría permanecer al lado de mi hija. — Contestó ella, levantando la barbilla ligeramente. Levanté una ceja sorprendida

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antes de poder corregirme. Macario le había dado una salida fácil, una oportunidad muy generosa para salvar su propia piel. No iba a tener una segunda oportunidad.

—Sí —Dijo entre dientes. Los ojos de Macario se deslizaron sobre mí, entornados—. Mira. Ha sido un largo tiempo.

—Desde el pasado trabajo en Nepal. —Le dije con una agradable sonrisa.

Era un pequeño impulso, un sutil recordatorio de que había cumplido con las peticiones del Consejo en el pasado. Uno de los ayudantes del Aquelarre se había puesto en contacto conmigo hace ya varios años para eliminar a un vampiro que estaba causando algunos problemas en un pequeño pueblo de Nepal. Había estado dejando detrás un rastro de cuerpos. Se estaban planteando muchas preguntas y uno de los principales medios de comunicación había empezado a buscarlo. Destruí al Nightwalker y se dijo que había sido una enfermedad rara que había barrido a través de una zona remota. Después del trabajo me detuve en Venecia como cortesía al control antes de regresar a casa, en el momento solo Elizabeth había estado en la residencia de la Isla.

—Si bueno, parece que estas muy ocupada en Inglaterra últimamente. —Abrí la boca para discutir dando un paso adelante, pero Macaire levanto la mano silenciándome—. Jabari nos habló de cómo fueron atacados por una horda de Naturi no lejos de Londres. Un negocio sucio. —Macaire sacudió la cabeza, mientras apoyaba los codos en los brazos de la silla. Cruzó las manos sobre el estómago y me miró por un momento como si estuviera pensando—. Estamos agradecidos de que le salvaras la vida a Sadira y a Jabari. Habría sido una pérdida terrible. —Hizo una pausa de medio segundo y me pareció ver algo en sus ojos, pero siguió adelante—. Pero parece que la pequeña jugadora a tenido algunos problemas con los que tratar.

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—¿Qué problemas? —Di un respingo y se me tensaron los músculos de los hombros. ¿Qué nuevo horror se abría camino hacia mí? Di un pequeño paso hacia delante, solo deseando poder colocar a Sadira y a Danaus un poco más detrás de mí, pero solo podía ofrecer cierta protección.

—Voy a dejar que nuestro visitante lo explique. —Dijo Macairo suavemente.

Al mismo tiempo, una puerta a la izquierda de la tarima se abrió y una mujer salió. Era una afro americana, con el pelo negro hasta los hombros y grandes y hermosos ojos marrones. Cruzó la sala con una facilidad natural y una gracia seductora que podía hacer caer a todos los hombres a sus pies. Yo la había visto hacerlo. Su nombre era Alexandra Brooks y ella era un hombre lobo. Yo la había conocido durante casi cinco años, pero dudaba que el Aquelarre fuera consciente de ese hecho. Durante largos siglos, licántropos y Nightwalkers habían

aprendido

a

tolerarse

mutuamente.

En

raras

ocasiones,

los

Nightwalkers y los cambia formas se unían para divertirse mutuamente, pero la paz no parecía durar mucho tiempo.

Una vez, habíamos organizado un concurso. La idea fue de Valerio. Cogimos a un poeta y le hicimos decidir cual raza era la más atractiva: vampiros o Licántropos. Pobre tonto. Realmente fue una situación sin salida para él, pero nos había parecido divertido. Después de más de dos semanas de permitirle quedarse a las fiestas con un puñado de vampiros y una variada selección de lobos, hizo algunos comentarios interesantes. Para este poeta, los vampiros pueden ser extraordinariamente atractivos solamente de pie, en silencio ocupando el espacio como una belleza blanca, esbeltos como la Venus de Milo.

Por otra parte, los licántropos parecían cobrar vida con el atractivo sexual al momento de moverse. Su energía quemaba y llenaba la habitación, rozando a sus ocupantes, una mezcla exquisita de los animales y el hombre.

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Para mi sorpresa, el poeta quedó en libertad después de que hiciera sus comentarios. Ambas partes parecieron satisfechos con la evaluación, y el interés de Valerio se había desviado hacia otra parte.

Más tarde supe que el hombre se suicidó pocos meses después de escapar de nuestras colectivas garras.

Detrás de Alexandra, un espécimen de belleza masculina se paseaba. Con más de seis pies, parecía como si estuviera construido de puro músculo con un toque de granito. Un niño que aparentemente tomaba mucho el sol. El extranjero tenía el pelo rubio y una gruesa piel de bronce. Sus rasgos eran suaves, con labios carnosos y una pequeña y determinada hendidura en la barbilla. También era un licántropo. Sus movimientos eran demasiado líquidos para ser humanos, además con él llegó el olor de la naturaleza. No de la misma forma en que lo hacía el olor del Naturi cuando estos estaban cerca, pero definitivamente, con un toque almizclado del hombre.

Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, habría tomado felizmente el tiempo de conocer a la pareja de cambia formas. Por desgracia, mi principal preocupación entonces era asegurarme de que Alexandra no dijese nada para revelar nuestra amistad.

Sonreí fríamente a la mujer, asomando mis colmillos.

—Nunca pensé que vería el día en que el Consejo dejara a un chucho suelto en la sala principal.

Alexandra se detuvo bruscamente y me miró, pero no dijo nada. Ella y el licántropo varón eran superados en número en el Tribunal de Nightwalkers.

Como un emisario, esperaba cierto nivel de protección de los ancianos, pero

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eso no quería decir que los miembros del Consejo no podían burlarse de ella en un intento de conseguir que atacara. Si ella contraatacara, el Nightwalker tenía todo el derecho a defenderse.

Me acerqué haciendo círculos, cerrándome a su alrededor. El agudo clic de mis tacones en el mármol era el único sonido en la enorme sala. El hombre rubio se tensó cuando resbalé entre él y Alexandra, pero no se movió, ni siquiera cambió su patrón de respiración.

—Dime, Alexandra, ¿eres todavía un Omega o finalmente un Beta? ¿Por fin se apiadaron de ti y se deshacen de su perra?

Alexandra gruñó por lo bajo en la parte posterior de la garganta hacia mí, y vi un sutil cambio en los ojos por un segundo. El marrón de sus ojos se había desvanecido con el cobre líquido, mientras el lobo en ella luchaba por el control de la oleada de ira. Por suerte para ambos, ella lo controló a tiempo. No iba a arriesgarse

a

cambiar

aquí,

era

muy

peligroso

con

tantos

vampiros

deambulando, ella no sobreviviría a la noche.

Por supuesto, después de mi último comentario, me preguntaba como hizo ella para no rasgar mi garganta. Había tres grados en una manada. Allí estaba el macho alfa y la mujer; líderes de la manada. Todo el mundo en general, se filtraba a la clase Beta. Y luego estaban los Omegas colocados en la periferia de la manada, no es exactamente una parte o aceptados, apenas eran tolerados. Se les permitía tener los restos de la matanza después de que todos hubieran comido, y servían como chivo expiatorio de la familia. La única cosa más baja que un Omega era estar muerto.

—Arresto, Mira. —Dijo Macario, con un ligero gesto de la mano. No hubo censura en su voz, sólo una nota de aburrimiento y tal vez un toque de

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diversión—. Parece que ya conocías a la Srta. Brooks. —Continuó, cambiando al inglés para beneficio de Alexandra.

—Ella vino a husmear a mi dominio un par de años atrás. Le puse en su camino. —Dije, dándole la espalda al licántropo mientras caminaba de nuevo hacia Danaus y Sadira.

—Qué bueno. —Dijo con una sonrisa falsa—. Eso no importa. Ella trajo la noticia de su gente desde Inglaterra.

—Parece que has armado un buen lío, Fire Starter. —Dijo Alex, sonriendo ampliamente hacia mí. Ahora era su turno para dar su golpe, y yo tenía la sensación de que iba a salir de esta reunión luciendo mucho mejor que yo—. A lo largo de los territorios del suroeste de la población del Reino Unido se han encontrado montones de cenizas acompañadas de elementos como cuchillos, espadas, y trozos de ropa. Los seres humanos son lo suficientemente inteligentes como para saber que estas cenizas eran de seres vivos. Ellos van a asumir

automáticamente

que

eran

humanos.

Algunas

preguntas

muy

incómodas se han respondido, y no hay mucho que podamos suprimir.

—Trata de obtener una presa ahí fuera. —Argumenté, mirando a Macario—.

Iniciar la alimentación con los cuentos de los tabloides extranjeros o con las erupciones solares durante la noche. —Empujando mis dedos en los bolsillos delanteros del pantalón. Traté de poner una expresión de indiferencia, sin embargo, era una mentira terrible.

Cuando Danaus y yo hicimos uso de nuestras facultades para destruir al Naturi, no nos habíamos limitado solamente a las personas en el complejo de Themis. Habíamos destruido a los Naturi en todas las direcciones en varios kilómetros a la redonda. Estaba agradecida de haberlos matado y de que mi vida siguiera intacta. No había pensado sobre lo que el hombre iba a

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encontrar. Mi objetivo estaba tan completamente centrado en el Naturi y evitar que rompieran el sello que yo no había pensado en la protección de nuestro secreto. Diablos, ¿para qué? Si el Naturi era libre, tendríamos cosas más importantes de las que preocuparnos que algunas personas descubriendo que existían Nightwalkers.

—Algunos de los brujos ya se han movilizado y están publicando artículos en Internet. Están diciendo que las criaturas que alguna vez pertenecieron a los Naturi fueron asesinados como parte de la guerra en curso entre ellos y los vampiros.

—¿Y nos preocupa eso? ¿No te das cuenta de lo ridículo que esto suena? —Dije con incredulidad, fulminando al licántropo con mi mirada. Claro, era la verdad, pero nadie creería que fuera verdad. Nunca—. La mayoría de los seres humanos no saben lo que es un Naturi. Nunca han oído hablar de ellos.

—Tu falta de control ha desequilibrado nuestro calendario. –Espetó Alexandra, apuntándome con un delgado dedo mientras ella echaba hacia delante un par de pasos. Sin embargo, pronto se detuvo cuando se dio cuenta de un súbito movimiento como aquel podría ser visto como un acto de agresión—. El Gran Despertar no se supone que sea dentro de otros cincuenta años como mínimo.

—¿Y qué hay sobre Rowe? ¿No crees que podría arruinar nuestro precioso calendario? —Le respondí, lanzando de nuevo mi mirada hacia los Ancianos. Yo no sabía hasta qué punto al licántropo sabía de la amenaza actual del Naturi, que iba creciendo con cada noche que pasaba, pero no me importaba nada. Yo no iba a ser la única jugando con fuego. Ya era hora de subir la apuesta.

—Eso, ya está siendo considerado, Mira. —Dijo Elizabeth con una voz calmada, aplacándome. Ella me decía que me callara. Acepté la sugerencia.

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—Gracias por su valiosa información, Sra. Brooks. —Dijo Macario—. No necesitamos hablar con usted de nuevo. —Alex se inclinó ligeramente ante los tres Ancianos, luego se dirigió a la izquierda de la sala principal, sin mirar atrás hacia mí. El hombre rubio la siguió en silencio de cerca, pisándole los talones, pero yo pude sentir sus oscuros ojos en mí antes de que desapareciera por la puerta lateral.

Esperé a que la puerta se cerrara antes de volver a abrir la boca de nuevo. Era el momento de quitarse los guantes y causar problemas. Me había vestido a propósito como alguien que veía al Aquelarre como algo inferior o sumamente trivial, teniendo en cuenta los problemas que se cernían y su propia traición.

Yo había tenido suficiente.

—¿Van a traer a su otro invitado?—Pregunté, tomando otro par de pasos hacia delante para enfocar al Consejo completamente sobre mí. Mis manos cayeron de los bolsillos y colgaron a los lados, pero yo estaba lista para cualquier tipo de ataque.

—¿Otro invitado? —Repitió Macaire, inclinando la cabeza hacia un lado. Un acto bueno, pero no tan convincente. Los otros dos Ancianos no se habían movido, ni siquiera parpadearon ante la pregunta. De hecho, Jabari no había movido un músculo desde que entré en la habitación. Todavía había otras cuestiones que iban más allá del Aquelarre.

—El Naturi. —Yo ofrecí en una voz que podría haber congelado una laguna.

Macario me sonrió en su habitual manera condescendiente y abrió la boca para decir algo, pero corté sus palabras—. ¡No me insultes! Vino un Naturi a dormir aquí anoche a menos de una hora antes del amanecer. ¡Sáquenle!

Macario me miró parpadeando una vez con sorpresa y luego miró a Elizabeth, que me observaba con un nuevo interés. El Anciano volvió la fría mirada hacia

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mí. Una mirada de cálculo le cruzó por la cara, congelándome mientras hundía sus dientes en la médula de mis huesos.

—Impressionate. –Dijo él lentamente mientras volvía de nuevo al italiano. Sin embargo, esta vez con un viejo acento que dio sabor a la palabra y se fue antes de que pudiera cogerlo. Algo de esta realidad se coló por delante de su defensa mientras se distraía con un nuevo pensamiento—. Nos preguntábamos lo que tú y el cazador estaban haciendo en la laguna tan cerca de la madrugada. Sabíamos que podía sentir al Naturi, pero no pensaba que fuera a ser capaz de sentirle a través de nuestra red de hechizos.

—Él no puede, nosotros podemos. —Corregí. Las cejas de Macaire se alzaron con ese pedacito de información. Incluso Jabari se movió. En realidad, fue sólo una contracción de una esquina de su boca, pero era algo.

—Molto impressionante. Ahora eso explica cómo es que pudieron incinerar los Naturi lejos de su ubicación. Yo tenía entendido que sólo podías quemar lo que podías ver. —Dijo Macario. Los dedos de la mano derecha se movían sin descanso en el brazo de la silla, sentado un poco más erguido.

—Sí, bueno, esto es todo muy nuevo para mí teniendo en cuenta que se había eliminado de mi memoria. —Me burlé. Mis dedos se cerraron en puños. Era todo lo que podía hacer para evitar incendiar los tapices que colgaban de la habitación y que todo quedara en llamas—. Pensé que El Consejo sabría exactamente lo que era capaz de hacer, teniendo en cuenta que pasó casi un siglo experimentando conmigo.

Mis palabras fluyeron con un sarcasmo tan ácido que temí que pronto me las hicieran tragar con el suelo de mármol.

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—Eso era territorio de Jabari. —Dijo Macaire con un gesto desdeñoso de la mano, pero el movimiento fue rígido esta vez y había algo que chispeaba en sus ojos de nuevo. Siempre había habido una cierta tensión entre Macaire y Jabari. Aunque no se atacaban abiertamente el uno al otro, no tenían ningún problema en poner a sus diversos lacayos y seguidores en contra del otro.

Hubiera estado dispuesta a apostar que o bien Macaire no podía controlarme o nunca había tenido la oportunidad de intentarlo.

De nuevo, la puerta de la izquierda se abrió, interrumpiendo la conversación.

Una mujer Naturi avanzó por la habitación. Vestía un sencillo vestido de paño y su largo pelo rubio estaba trenzado a la espalda. Había cinco clanes de Naturi (tierra, viento, agua, luz y animal). Ella era demasiado delgada y esbelta para ser miembro del clan animal, que estaba normalmente lleno de oscuras y negruzcas criaturas llenas de músculos. Un miembro del clan del agua no podía salir del agua y su coloración, era todo lo contrario a lo que yo había visto del clan tierra, ya que su cabello y su color de piel tenían la misma tonalidad que un jardín de flores en verano. Así que sólo quedaban viento y luz. Si fuera un miembro del clan de la luz, me metería en un problema si atacaba, ya que ella podría utilizar el fuego tan fácilmente como yo. Pero no podía imaginar a la Asamblea permitiendo que un miembro del clan de la luz estuviera en su centro. Por supuesto, jamás habría imaginado ver a un Naturi caminando tranquilamente por el Gran Salón.

Con sus manos colocadas delante de ella como si fuera una monja rezando, caminó en silencio por la habitación. Manteniendo la mirada en los Ancianos, les hizo una reverencia con la cabeza, pero ignoró por completo a nuestro trío.

—¿Qué está haciendo ella aquí? —Exigí saber, cada palabra pugnaba por salir de mi garganta y pasar por mis labios. Todo mi cuerpo se encogió con furia.

Había imaginado que mi reacción al ver a Sadira por primera vez en cinco siglos sería mala. Esto fue infinitamente peor. La visión de la estilizada criatura

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con sus afilados rasgos me hizo querer instantáneamente desgarrarla con mis propias manos desnudas. Quería oírla gritar y suplicar por su vida y después quería oírla suplicar que la matara.

Los recuerdos de la pesadilla de mis dos semanas de cautiverio en Machu Pichu siglos atrás regresaron ensordecedores con absoluta claridad. Ella me recordó el hambre y el dolor que inundaron todos mis sentidos y que no había escapatoria. Los Naturi me habían capturado y torturado con la esperanza de quebrar mi mente. Querían usar mis poderes para destruir a mi propia especie.

Cuando en ese momento la miré a los ojos, las cicatrices de mi espalda me abrasaron de nuevo.

Danaus se adelantó hasta quedar junto a mí. Su mano derecha buscó instintivamente un arma que no estaba allí. Frustrado, dejó caer su mano a un lado, convertida en un puño.

—Tú has perdido verla. —Dijo Macaire con una risilla en voz.

—¿Por qué está en la isla? —Mi voz pasó a través de ellos como un látigo restallando en el aire.

Macaire se puso rígido y se movió hasta sentarse en el borde de su silla.

—Tenemos negocios juntos. —Replicó enérgicamente.

—¡El único negocio que tenemos con los de su clase es su exterminación total!

—Despacio, di un par de pasos hacia la Naturi con mis manos por delante convertidas en garras. No tenía ningún arma, pero de buena gana la habría matado con mis propias manos.

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La Naturi posó aterrorizada sus ojos en mí y se tambaleó dos pasos hacia atrás, acercándose más al estrado y a los Ancianos.

—¡Macaire! —Lloriqueó con su suave y melodiosa voz.

—¡Para, Mira! —Gritó Macaire, pegando un brinco—. Tiene la protección de la Asamblea.

Esas palabras me dejaron helada. Mi cuerpo se congeló como si de repente hubiera perdido la capacidad de darle órdenes, como si hubiera olvidado cómo hacer funcionar mis extremidades. Con infinita lentitud, volví la cabeza para mirar a los Ancianos.

—¿Qué? —La palabra apenas pasó por el nudo de mi garganta.

—Para. —Ordenó Macaire.

Lo ignoré y arrastré mis ojos hasta la cara de Jabari, que estaba sentado mirando.

—Dilo. —Gruñí, con mi voz dura y áspera.

Jabari se levantó de su silla, manteniendo la cabeza alta.

—Ella tiene la protección de la Asamblea. —Dijo alto y claro. Sus palabras retumbaron dentro de mi pecho hasta que estuve segura de que se partiría en un millón de pedacitos.

Me rodeé la cintura con mis brazos, casi me doblé del horror.

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—¿Cómo pudiste traicionarnos? —Gemí—. Ellos asesinaron a cientos de los nuestros.

—Se podría decir lo mismo del hombre que está a tu lado. —Replicó Jabari.

Una fría sonrisa se infiltró en sus gruesos labios, alargando su oscura piel para acentuar sus duros pómulos. Alargué mi mano hacia atrás, en un intento instintivo de poner al cazador detrás de mí, como si eso lo protegiera mejor de la Asamblea.

—Me torturaron durante dos semanas con la esperanza de usarme como arma.

—Le lancé las palabras, aún cuando una parte de mí sabía que a ninguno de ellos le importaba el dolor que había soportado para proteger a los de mi especie—. Sacrificaron a Nightwalkers en mis dominios.

—Buscándote. —Interfirió de pronto Elizabeth con calma.

—Mataron a Thorne en Londres. —Dije, pero mi voz había perdido su anterior fuerza y veneno. No me gustaba a donde estaba yendo a parar esto.

—En un esfuerzo de llegar a ti. —Respondió Elizabeth. Su adorable cara estaba vacía de expresión, pero sus ojos azules parecían chispear y danzar a la luz de las velas—. Nuestros Jabari y Sadira fueron atacados, todo en un intento de llegar hasta ti.

—Los tiempos han cambiado, Mira. —Declaró Macaire, dirigí mis enormes ojos hacia su envejecida cara—. Parecería como si los Naturi no tuvieran negocios con los Nightwalkers si tú no estuvieras alrededor.

—Los Naturi no cambian. No siempre. —Gruñí enderezándome de mi postura herida. Ellos no me hundirían de esta manera. Pero incluso esa amarga declaración llevaría consigo un lamento de dolor. Yo no era la razón por la que

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tantos de mis compañeros Nightwalkers habían sido sacrificados. No era la razón por la que los Naturi cazaban y mataban tanto a humanos como a Nightwalkers. Esta guerra empezó mucho antes incluso de que yo hubiera renacido, y estoy segura de que continuaría mucho después de que mis huesos se hubieran reducido a polvo. No sería la cabeza de turco de la Asamblea.

—Por desgracia, no podemos librarnos de Mira por ahora. —Anunció Jabari con voz cansada, como si me estuviera concediendo el perdón de mala gana.

Algo en mí se rasgó. No hubo más pensamientos claros, sólo quedó una brutal y horrible rabia. La Asamblea estaba protegiendo a nuestro mayor enemigo y amenazando mi vida cuando yo había hecho todo lo que estaba en mi mano para proteger a mi especie de los Naturi.

Extendiendo los brazos a cada lado de mi cuerpo, empecé a invocar grandes cantidades de energía. Sin hacer una decisión reflexiva, convoqué oleadas de poder hacia mí, arrancando la energía de toda criatura viviente en esa zona.

Podía sentirla proceder no sólo de San Clemente, sino de toda Venecia. Al mismo tiempo, sombrías imágenes de los restos mutilados de Michael y Thorne saturaron mi cerebro. Recuerdos de mis aterradoras noches con Nerian me inundaron, amenazando con atormentarme y entorpecerme en mi camino. La Asamblea tenía que ser destruida. No me importaba que fueran los Anciano, o si yo era capaz de llevarlo a cabo.

Por encima de nuestras cabezas, las velas llameaban en los candelabros, despertando a las sombras que se movían en las esquinas del salón. Las sombras danzaban adelante y atrás, alargándose por debajo del estrado y reptando por las frías paredes de piedra. Las banderas y los tapices ondeaban y se enrollaban como si una brisa fresca se hubiera colado a través de una ventana abierta.

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—No puedes destruirme, flor del desierto. —La oscura voz de Jabari entró susurrando en mi cerebro, amenazando con hacer pedazos mi concentración—.

Si haces el intento, debes ser capaz de matarlos a los dos. Destruye la Asamblea, Mira. Destrúyelos.

La orden fue poco más que un débil susurro en medio de cientos de pensamientos fragmentados y recuerdos dolorosos. Intenté sopesar la orden un segundo. Eso es lo que yo quería, pero ahora me vi forzada a preguntarme si quería lo mismo que Jabari después de todas sus mentiras, su traición y manipulación. Pero no podía permitirme hacer una pausa.

Antes de que el pensamiento estuviera completamente formado en mi cabeza, me detuvo la última persona en la que habría pensado que haría algo así.

Danaus apareció de detrás de mí y me envolvió con sus fuertes brazos, bloqueando los míos contra mi cuerpo.

—¡No! —Grité, con mi derrotada voz rebotando en las altas paredes de piedra.

Ya sentía su poder inundándome, luchando por formar una envoltura alrededor de mí antes de fluir por mi piel. Él me estaba robando la oportunidad de elegir.

Jabari no había estado obligándome. Fue poco más que una prueba para ver de lo que yo era capaz.

—Cálmate. —Susurró Danaus, con su aliento cálido rozándome la oreja.

También oí la palabra repitiéndose en mi cabeza como un pensamiento, acallando mi ira, sofocando mi fuego. Él estaba intentando usar nuestra conexión a la inversa. En vez de ordenarme que atrajera el poder y la destrucción, estaba usando sus propios poderes para controlarme y calmarme.

—¡No! —Volví a gritar, pero incluso mi voz había comenzado a debilitarse. El poder que yo había atraído estaba deslizándose poco a poco de mi cuerpo de

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vuelta al aire. No estaba segura de si él podía oírme, pero lo intenté empujando mis propios pensamientos hasta su mente—. Ayúdame, Danaus.

Juntos podemos vencerlos como derrotamos a los Naturi. Juntos podemos destruirlos.

Pero todo lo que oí fue el silencio. Todavía podía sentirlo en mi cabeza, su voluntad de debilitar mi fuerza.

—Ellos nos han traicionado; han traicionado a mi especie —Lloriqueé patéticamente, sintiendo como si los restos de mi alma se estuvieran haciendo añicos.

—¡Cómo te atreves a decir eso mientras estas ahí abrazada a un cazador de vampiros! —Profirió Jabari, cuando su calma finalmente se resquebrajó.

Pero ahora sabía que sólo era una actuación después de su intento de hacerme destruir a los otros miembros de la Asamblea.

—¡Él te salvó en Inglaterra! —Grité, con mis ojos siguiendo su malévola cara—.

Te protegió a ti y a Sadira cuando los Naturi atacaron. Te protegió.

—Él

te

está

protegiendo

incluso

ahora

mismo.

—Proclamó

Elizabeth,

levantándose grácilmente de su asiento. Había un cariz de sorpresa en su pálida cara con forma de corazón—. Veamos. Ella estaba intentando matarnos a todos, pero él la detuvo. —Su voz era hechizante, como un sueño borroso yendo a la deriva por mi mente.

Los tres Ancianos estaban ahora de pie y nos miraban fijamente con una mezcla de admiración y confusión. Algo extraño había ocurrido y todos estábamos

involucrados

en

las

consecuencias.

Un

célebre

cazador

de

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vampiros, que había matado a incontables Nightwalkers, había salvado las vidas de la Asamblea. No era algo que ocurriera todos los días.

—Saca a la Naturi de aquí. —Ladró Danaus, con sus brazos alrededor de mí todavía bloqueándome.

Macaire no estaba contento con la orden, pero podía ver que era de sentido común. Obviamente, yo no podía controlarme mientras ella estuviera allí. El Anciano asintió con la cabeza, y la aterrorizada mujer Naturi se apresuró a salir de la habitación y dio un portazo detrás de ella. Cuando ella su hubo marchado, Danaus me soltó. En efecto, había agotado mis fuerzas, y me dejé caer de rodillas, apoyando las manos en el suelo. Miré furiosamente en silencio a la Asamblea. Los odiaba. No se hacían negocios con los Naturi. No hablabas con ellos. No hacías tratos con ellos. Los matabas.

Jabari y Elizabeth habían vuelto a sus asientos, perdidos en sus propios pensamientos, pero Macaire permaneció de pie, y sus ojos expectantes nunca abandonaron mi cara. Casi podía oír los engranajes de su mente agitándose, escudriñando los recovecos de lo que había pasado.

—Es suficiente por hoy. —Anunció de repente, con un tono de voz cansado—.

Ahora puedes irte. Hablaremos mañana.

—¿Qué pasa con el sello? ¿Y la tríada? —Lloré golpeando furiosamente mi mano contra el suelo de mármol. No se había debatido nada y él ya estaba anunciando el final del juicio por esa noche.

—Tenemos mucho sobre lo que pensar. —Dijo Macaire volviendo a su sitio—.

Hablaremos mañana.

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Estaba a punto de volver a discutir. Obviamente había perdido todo el sentido común en el momento en que la Naturi entró en la habitación. Cualquier persona espabilada se habría levantado y se habría ido, agradecida de estar viva todavía. Pero yo iba sobrada de suerte. En el momento en que iba a hablar, oí la voz de Macaire en mi cabeza.

—Volveremos a hablar más tarde.

Yo tenía razón. Macaire quería un encuentro privado. Pues que así sea. La conspiración había comenzado de nuevo.

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CAPÍTULO 8

Traductora.- vampirabriin Correctoras.- Virtxu y Maria Jose

anaus trató de ayudarme a levantarme del suelo, pero tiré fuera de su alcance y terminé con poca gracia sobre mis pies. Estaba furiosa con él y con el Aquelarre. ¿Y si él había hecho lo correcto? ¿Y si me había salvado la vida porque carecía de la capacidad necesaria para controlar mi temperamento? ¿Me habría apartado de cualquier juego que Jabari estuviera jugando? Sí, pero yo todavía estaba enojada. En el barco, la noche antes de elegir nuestra unión, deje que me controlara. Pero minutos antes él no me había dejado elegir y me había obligado. No había dejado ni una maldita oportunidad aunque fuera para nuestro propio bien.

Yo quería romperle la garganta, para verlo arrugado y sangrando a mis pies.

Mi cuerpo había sido usado y abusado, primero por mis propios hermanos y ahora por mi enemigo. Sentía sucio hasta mi propio corazón. Me había convertido en una cosa peor que mi compañero. No podía ni siquiera luchar por mi destino, sólo obedecer. Torcí el cuchillo aún más, no podía arremeter contra Danaus. El Aquelarre y su dedicada corte estaban acercándose. Si yo lo atacaba, alguno de ellos podría tomarlo como luz verde para pasar un buen rato, y yo estaba demasiado débil para defenderme y alejarlos. Además había

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hecho una promesa de sacarlo vivo de Venecia. Por el momento, seríamos una gran familia feliz.

En silencio, nuestro pequeño grupo: Danaus, Sadira, y yo, salimos en tropel de la sala principal y de toda la isla hasta el muelle. Los Nightwalkers estaban a distancia, pero se acercaban cada vez más. No me cabía duda de que habían notado mi aura de poder. Estaba segura de que todas las criaturas de las partes de Italia la habían sentido. No se pueden crear olas como esa y no llamar la atención.

—Fuera del barco —le espeté a Roberto, que estaba detrás de la rueda. Él frunció el ceño hacia mí, pero no dijo nada cuando entró en los muelles.

Saltamos hacia el barco que iba a poca velocidad y metí marcha atrás. Yo tenía unos asuntos que atender y no quería tener a un Nightwalker detrás de mí. El Aquelarre me daba un poco de espacio por ahora. Tuve un poco de información interesante, pero no iba a hacerme mucho bien por el momento. Nadie me creería si dijera que el Aquelarre estaba tramando algo con los Naturi. Era ridículo, pero tampoco era natural que un Nightwalker viajara con un cazador de vampiros.

—¿Qué está pasando? —Sadira preguntó en voz baja cuando estábamos a mitad del camino de la laguna.

—Aún no lo sé —le dije, negándome a mirarla. Yo dirigí el barco por el canal de la Giudecca, esquivando estrechamente un servicio de autobús, que andaba en el estrecho canal, enviando un chorro de agua sobre algunos de los pasajeros.

Las maldiciones del conductor apenas se elevaron sobre el ruido del motor del barco. — Pero voy a averiguarlo antes de salir de aquí.

—¡Había un Naturi, Mira! —dijo Sadira, con su voz alzándose de tono. La vista del Naturi la había dejado conmovida, aplastando lo último que le quedaba de compostura. — ¡Un Naturi en el Gran Salón!

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—Me di cuenta. —Cambié el bote en neutro y dejé que se deslizara hacia el hotel. Miré el grande y elegante Hotel Cipriani. Tristan se paseaba por delante de las ventanas, esperando nuestro regreso. Nadie le había molestado, pero eso no había disminuido su ansiedad.

Desde que le marcamos, sus pensamientos me llegaban con claridad cuando yo quería. Hubiera sabido inmediatamente si un vampiro hubiera puesto una mano sobre él. Pero también trabajaba en sentido inverso. Podía sentir mis propias preocupaciones y la ansiedad, aunque mis pensamientos estuvieran envueltos.

—Sube a la suite y calma a Tristan —ordené, agarrando el volante. Tenía que estar lejos de ella. Necesitaba un poco de espacio lejos de Sadira, el Aquelarre, y toda esta maldita situación para poder pensar con claridad.

—Pero no le hagas daño de cualquier manera. Sabes que nada de esto es su culpa. Esto es entre tú y yo.

—¿Y cuáles son tus planes para él? —Preguntó ella desde su asiento, su voz se endureció como el acero oxidado. Después de nuestro encuentro en la sala y con el Aquelarre, se había hecho más cautelosa sobre mí. Durante nuestros últimos años juntas, Sadira había sido una sombra constante en mi cerebro, por temor a mi poder. El miedo la había hecho un cascarón vacío, llevando a la muerte a muchos de sus otros animales domésticos.

Giré sobre mis talones, con los puños cerrados mientras la miraba. Un mechón de pelo suelto cayó sobre mi mejilla, haciéndome cosquillas en el cuello.

—¡No tengo planes para él! No lo quiero. Él es tu mascota, y debes de cuidar de él. Sabes que ellos podrían haberle hecho pedazos esta noche.

—Tiene que aprender a protegerse a sí mismo —dijo en un tono eso es ―asunto‖ suyo, que me dieron ganas de golpearla.

—Tú eras más joven que él cuando apareciste por primera vez ante el tribunal.

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—Yo también era diez veces más fuerte, y aún entonces apenas sobreviví —di un paso más cerca de ella, apretando los puños con tanta fuerza que mis uñas empezaron a cortar las palmas de mis manos—. Sólo te dejó ir porque eres demasiado cobarde como para enfrentarte al tribunal.

—Cómo te atreves a llamarme cobarde después de que yo estuve contigo antes que los Ancianos —dijo levantándose de un salto. Su movimiento repentino causó que el pequeño bote se fuera contra una roca y se estancara sobre el agua.

—Estuviste a mi lado porque estabas segura de que me protegerías, pero eso está empezando a agotarse —Ella me regaló una sonrisa, su sonrisa beatífica habitual de paz y confianza suprema.

—Soy tu madre ¡yo siempre te protegeré!

—¡Fuera de aquí! —le gruñí, tirando hacia atrás mis labios para exponer mis colmillos. Su sonrisa nunca vaciló cuando ella bajó del barco y caminó con gracia hasta aterrizar en el hotel. Tristan se sacrificó para salvar su propia piel, y sabía que iba un paso adelante para proteger a ambos del Aquelarre. Tenía ganas de gritar. Mis decisiones no se equivocaron. Necesitaba la tríada intacta, lo que significa la protección de Sadira, aunque yo deseaba rasgar su garganta. Era una locura luchar contra ella, porque ganar sería finalmente la muerte, y yo no podía morir.

El barco se sacudió de nuevo cuando le dí marcha atrás, al respaldo del canal, nuevamente. Cambiando bruscamente en primer lugar, me dirigí al Gran Canal. Fue un viaje corto, pero yo no estaba de humor para preocuparme de los taxis de agua o de las lanzaderas. Atranqué en una apertura en la isla de Dorsoduro, casi enfrente de la Piazza de San Marco. Danaus saltó a la tierra justo detrás de mí, cuando paré el barco. Casi me olvidé que estaba allí, después de haber llegado a acostumbrarme a la nube de lluvia oscura sobre

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nuestros talones. Por supuesto, yo también estaba un poco preocupada con los pensamientos del Aquelarre y sus invitados especiales.

—Mira…

—No me hables, sin embargo, todavía estoy enfadada contigo —dije mientras caminábamos por las calles sinuosas, deslizándonos por los locales entre bares y restaurantes, para tomar unos tragos y charlar a la luz.

—No me dejaste otra opción. —Su voz profunda se deslizó a mí alrededor como un par de brazos fuertes.

—Podrías haber dejado que me mataran.

—¿Podría hacerlo? —Yo no le dije nada, sino que marché por la calle, con mis dientes apretados. Yo no lo sabía. Tal vez, pero era dudoso. En los últimos días habían sido extraños, y yo no estaba segura de lo que era capaz. Por supuesto, que los había destruido, pero había vacilado. Anoche, cuando estábamos solos en el barco, yo sabía que él pensaba en matar a todos los Nightwalker de la isla. Pero hoy, cuando nos encontrábamos antes el Aquelarre, la oportunidad se había extendido ante nosotros, y él se había detenido.

—Eso es lo que pensé —Danaus dijo con gravedad.

—¡Tú no entiendes! —Le grité, girándome alrededor de cara a él—.

He

trabajado toda mi vida para no tener que responder a otra criatura humana o vampiro. Entonces, una noche me despierto y me encuentro que estoy usando una llave de estrangulación con cadena y un número incalculable de personas que tienen la capacidad de pisarme el talón. —Se acercó, hasta que me tuve que apoyar contra uno de los edificios que bordeaban la acera y levantarme de puntillas para poder mirarlo a los ojos—.

Para empeorar las cosas, mis

enemigos pueden hacer lo mismo. Me he convertido en una amenaza para todas las cosas en este planeta. ¿Tienes alguna idea de lo que siente?

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Nos miramos el uno al otro en silencio durante varios segundos. Su cara era ilegible, pero yo podía sentir la agitación en su pecho. Nuestra conexión era aun muy fuerte. Podía sentir tristeza, pero estaba lleno de otra cosa. No sabía si era simpatía, pesar, o quizás incluso piedad. Por un segundo temí tener más en común de lo que yo pensaba. Parecía entenderme muy bien.

Gruñí suavemente con la parte posterior de la garganta mientras me apartaba de él. El sonido era una extraña mezcla de enojo y frustración. No era su culpa, no importa lo duro que trataba de hacérmelo creer. Danaus solo se mantenía en el camino.

—Me lo debes —dije mientras caminaba por la calle.

—¿El qué?

— No lo he decidido todavía. Me debes algo. Volveré por ti.

—Estoy en ascuas —dijo con una voz tan seca que esperaba ver una nube de polvo. Le sonreí a pesar de mi lucha para permanecer enojada con él. Cada vez era más molesto que pudiera sacarme de mi estado de ánimo sombrío. Por supuesto, las reflexiones eran más oscuras en él que en mí.

— Eso se puede arreglar —le dije, irritada, pero él lo sabía mejor. Si yo podía sentir sus emociones, entonces él sabía que yo ya no estaba enojada.

Frustrada e irritada, pero no necesariamente molesta.

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CAPÍTULO 9

Traductoras.- anelisse y Dham-love Correctora.- Gemma

os detuvimos en una pequeña plaza flanqueada por algunos acogedores restaurantes y estrechas tiendas. Era un barrio pintoresco que generalmente se escapaba a las multitudes de turistas, incluso durante la temporada alta. Por la noche la zona brillaba con candelabros con velas y unas pocas luces blancas. El aire estaba en capas con el aroma penetrante de especias y salsas, con un toque de queso derretido. Casi me hizo perder el sabor de la comida, pero no del todo.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Danaus cuando llegamos a estar en el centro de la plaza. Se volvió y miró a la fuente en el extremo opuesto, el agua bailando cayendo en las débiles luces amarillas que fluían a lo largo de la estructura de piedra.

—Encontrar a una amiga —le contesté cuando Alex salió de la entrada de uno de los pequeños bares. Hubo un dominio casi hipnótico en sus caderas cuándo

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ella anduvo la distancia que nos separaba, su cuerpo flexible bailando a su ritmo natural.

El licántropo era fuerte e independiente, corriendo tras las cosas que más quería en la vida. Amaba su existencia como hombre lobo, y sus habilidades como un regalo en lugar de una maldición, como tantos otros de su especie.

Pero incluso si no hubiera sido un licántropo, creo que se habría deleitado en todas sus habilidades naturales como un ser humano normal. La vida para ella era una bebida que se bebía, bebía, y siempre saboreaba.

Alex me había ayudado a escapar de mí misma y de mi pasado, cuando mis pensamientos crecieron demasiado oscuros. A cambio, hice todo lo que estuvo a mi alcance para fomentar relaciones amistosas entre los de su clase y la mía.

Esta no es la más fácil de las tareas.

Sus poderes peinaron la zona brevemente delante de mí. Ella se aseguraba de que estábamos solos. Yo ya había comprobado. El Nightwalker más cercano estaba al acecho de un turista al otro lado del canal de San Marco. Teníamos tiempo. Además, desde que dejamos a Sadira en Guidecca, había estado encubriendo a Danaus y a mí. Necesitaríamos la privacidad.

Abrí los brazos y estaba a punto de darle la bienvenida cuando su puño se encontró con mi mandíbula, haciendo girar mi cabeza. Una de las ventajas de ser un hombre lobo era la velocidad. La otra era la fuerza. Retrocedí un paso hacia Danaus, que se tensó. Yo había visto su swing medio segundo antes de que ella me golpeara, pero estaba tan sorprendida que no pude tratar de esquivarla.

—¡Puta! —me escupió.

—¿Qué estás haciendo? Estamos solas —dije, empujando a Danaus. Pero incluso mientras lo dije, me di cuenta del segundo licántropo a un paso de la entrada de la barra. Sus anchas espaldas bloquearon brevemente el cuadrado de luz dorada que salía de la puerta abierta. Él era, o bien un miembro de su

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manada o asignado a ella como refuerzo por si tenía algún tipo de problema al tratar con los de mi tipo. De cualquier manera, yo no estaba demasiado preocupada. Era de su raza y por lo tanto la protegería.

—Eso fue lo que dijiste — me dijo Alex, dándome un pequeño empujón en mi hombro con el dedo índice. Sus ojos se estrecharon y brillaron a la tenue luz de un bar cercano, pero por lo demás seguían siendo marrones. —Ese comentario Omega fue un golpe bajo y lo sabes.

Me encogí de hombros. —Tenía que ser convincente. No soy muy popular en este momento y no quería que te golpearan si creían que éramos amigas…

—Sí, siempre tienes una forma con la gente — dijo Alex. Sus labios carnosos se disminuyeron a una sonrisa dura, enojada y reticente—. ¿Quién es este? — Preguntó, señalando con la barbilla hacia mi oscura sombra. Me volví y le pasé el brazo por los hombros delgados.

—Alexandra Brooks, este es Danaus, el cazador — dije, presentándola. Se retorció fuera de mi alcance para poder mirarme, sus ojos cada vez más grandes, hasta el punto que pensé que tendría que recogerlos cuando se le salieran de las órbitas.

—¿Estás loca, chica? — dijo con voz entrecortada.

Miró a Danaus luego a mí. —Han habido algunos rumores, pero no les creía. ¿Qué está pasando?

—Te lo explicaré en breve —le dije con un ligero movimiento de cabeza—. ¿Quién es tu compañero de oro? ¿Miembro de la manada?

Alex me miró curiosamente, sus cejas fruncidas, junto con su coqueta nariz — Pensé que sabías —dijo en voz baja—. Él pertenece a Jabari.

—¿Qué?— Me quedé sin aliento—. No. — El gruñido de frustración retumbaba en mi garganta un segundo antes de empezar a moverme, pero mis uñas

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nunca llegaron a la garganta bronceada del licántropo. Danaus rápidamente me envolvió con un fuerte brazo alrededor de mi cintura y me abrazó, me mantuvo para no rasgar la garganta del hombre ante una multitud de seres humanos.

—No aquí —espetó Danaus, apretando su brazo alrededor de mi cintura, casi rompiéndome una costilla.

—Él le va a decir a Jabari que he hablado con Alex. Él sabrá... él sabrá que somos amigas —le dije. Mis dos manos se aferraron al brazo que había alrededor de mi cintura, pero había dejado de luchar, mis ojos no vacilaron de la cara del licántropo. Me miró con una expresión de simpatía y compasión tal que casi me podía creer que él se preocupaba por mi situación.

—No entiendo —intervino Alex, haciendo que volviera mi mirada de nuevo a sus problemáticos rasgos—. Pensé que tú y Jabari... Bueno, nunca tuviste ningún secreto de tu…

—Jabari me quiere muerta —le dije en un apuro—. Ella quiere mi cabeza en una pica y mi corazón en la repisa de la chimenea. —Decir las palabras en voz alta, de repente me hizo sentir muy cansada. Mi cuerpo se quedó muy quieto, como si estuviera hecha de piedra, y me apoyé en Danaus, dejando que su calor se filtrara en mí, calmara mi mente. Jabari había sido mi querido mentor y guía a través de la noche durante casi cinco siglos. Había sido un compañero cuando el vacío amenazaba con consumirme. Y ahora se me acusó de traición, mientras él apestaba de la misma. Yo había sido su títere, su juguete, su asesina personal y de servicio. Yo creía que protegería Nightwalkers y que iba a hacer lo correcto para nuestra raza.

Pero me había equivocado acerca de él, acerca de un montón de cosas. Por desgracia, mi ceguera y la ignorancia consiguieron que gente muriera. No podía continuar.

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—No voy a decir nada al Aquelarre sobre tu reunión con la Sra. Brooks —dijo el hombre, su voz profunda como un lejano tambor despertándome de mi creciente letargo—. Puedo pertenecer a los vampiros, pero mi lealtad será siempre a los de mi propia clase.

—Gracias...

—Nico —dijo.

—¿Nico? —Repetí, arrugándole la nariz. Definitivamente no parecía un Nico.

Era más como un John o Bruce. Tal vez incluso Adonis, pero eso era adivinar que parecía tan delicioso desnudo como lo hacía de pie en sus suaves pantalones de algodón, y su abotonada camisa verde. Las mangas de su camisa

estaban

enrolladas

hasta

los

codos,

revelando

fuertes

brazos

bronceados cubiertos de cabellos rubios muy claros. Yo estaba dispuesta a apostar que desnudo estaba mejor.

—Nicolai Gromenko —contestó, diciendo el nombre con los dientes apretados.

—¿No es Ruso? —le espeté en tono irritado por igual.

—Cuarta generación. Nicolai es un nombre familiar. Soy de Phoenix. ¿Algo más? ¿Talla? ¿Boxers contra calzoncillos?

—No te preocupes —ronroneé yo, una sonrisa se escabulló a través de mi boca—.Siempre hay tiempo para averiguarlo —El comentario borró de inmediato la irritación de la expresión de Nicolai, provocando una sonrisa de sorpresa alegrando su hermoso rostro.

Danaus de repente me soltó dejando escapar un resoplido de disgusto, mientras Alexandra se echó a reír. Mi atención volvió de nuevo a mis compañeros y le guiñé un ojo a mi vieja amiga. No pude evitarlo.

—¡Señor! Me preocupaste por un minuto —dijo Alex mientras me dio un abrazo rápido—. Entre el cazador y Jabari, pensaba en serio que lo estabas perdiendo.

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—Lo tiene —se quejó Danaus.

Mis ojos iban de Danaus a mi amiga, que se percató de la sonrisa que se estaba formando en mi cara. —Tenemos que hablar —dije. Tiré un mechón de pelo detrás de mi oreja, arrastré mi mirada sobre el área. Esto iba a tomar un tiempo, pero valdría la pena—. ¿Tienes hambre? —Le pregunté, mis ojos se dirigieron a un restaurante de aspecto agradable, con una dispersión de mesas en el borde de la plaza.

—Hambrienta —dijo Alex con medio suspiro. Echó la cabeza hacia Danaus mientras que puso las manos en las caderas—. ¿Necesita niñera mientras buscas?

—Ella ya ha comido —intervino Danaus, rezumando desaprobación.

Alex arqueó una ceja y me lanzó un `¿Cuál es su problema?´ mirándome. Ella hacía tiempo que se había ajustado al hecho de que bebía la sangre de los humanos y no pensaba en la caza.

La alcancé con mi brazo, y la guié hacia el restaurante, con Danaus y Nicolai siguiéndonos de cerca. Le hice señas al maître que estaríamos en una de las mesas en el patio. Él asintió, y luego desapareció dentro del edificio para encontrar un servidor.

Cuando estábamos todos cómodamente sentados y nuestro pedido de bebida tomado, me relajé en mi silla, mirando a través de la tranquila plaza. Un par de enamorados caminaban tomados del brazo, susurrando entre sí. Tres niños perseguían palomas, sus chillidos de risa las hacían pasar por delante de ellos.

Desde el interior del restaurante, el fuerte bullicio italiano cayó en la plaza.

Todo era agradable y felizmente normal.

—Vamos a empezar con algo sencillo —anunció Alex mientras examinaba el menú.

—¿Fuiste tú a quien sentí antes?

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—Perdí mi temperamento —murmuré, mis ojos cayendo a la mesa. Había sido absurda e irresponsable. Ahora que estaba tranquila, podía reconocerlo. Mi actuación había sido descuidada e irresponsable, igual que cuando convencí a Tristan para que me ayudara a atacar al Naturi en Inglaterra. Habíamos sido superados en número y armamento. Yo lo supo cuando las vi, pero seguí adelante. Como resultado, apenas escapé con mi vida, poniendo en peligro a Danaus y a Tristan innecesariamente.

Sabía tomar mejor estos estúpidos riesgos y riesgos de las vidas de los que había jurado proteger. La vergüenza y la culpabilidad quemaban en mi estómago. El miedo al Naturi me estaba haciendo tomar una mala decisión tras otra, y no podía continuar.

Ya había perdido a Michael. Me negué a perder a nadie más en mi vida a causa de mi estupidez.

Respiré para tranquilizarse, levanté la mirada de la mesa de vidrio para mirar por encima de Danaus, que estaba sentado a mi derecha con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Comes?

—Sí —dijo, frunciendo el ceño.

—Entonces, encontremos algo para comer —le dije, golpeando su menú con el dedo índice de la mano derecha—. Pide algo grande. Lo pongo en la tarjeta oro del Aquelarre.

—Eso es mezquino —reprendió, pero aún así tomó su menú.

—Lamento decir que me siento muy bien ahora —le dije con un suspiro dramático, relajándome en mi silla. Alex se rió entre dientes, meneando la cabeza detrás de su menú. Su pelo oscuro en cascada sobre un hombro, acariciaba su mejilla.

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Dejamos morir la conversación, mientras que Alex, Nicolai, y Danaus revisaban sus menús. Me limité a girar el tallo de mi vaso de vino tinto. Después de lo ocurrido a Thorne, no iba a beber. La ingestión de otra cosa que no fuera sangre humana, había perdido su atractivo. Después de que el camarero hubiese vuelto y los otros le hicieran sus pedidos, volví a abrir la conversación.

—¿Cómo bloqueaste el servicio del Aquelarre? ¿Mandaste a la mierda a uno de los perros grandes? —me burlé, mirando a Alex. Estaba frunciendo el ceño, pero no había una auténtica rabia en sus ojos.

—Sólo la podrida suerte, me imagino —confesó con un encogimiento de hombros—. Había estado en Londres por negocios la semana pasada. Cuando la noticia golpeó las pilas extrañas de cenizas, se hicieron llamadas telefónicas y correos electrónicos estaban volando. Me enviaron a un pequeño pueblo de las afueras de Londres para comprobarlo. Te lo juro, Mira, al segundo de verlo me acordé de ti, pero nunca he visto hacer nada de eso. Sus cuerpos fueron reducidos a cenizas, pero el suelo a su alrededor era virgen. Algunos estaban hablando de brujos y la combustión espontánea, pero todavía hay demasiados agujeros en las teorías.

—Van a cubrirlo —le dije con indiferencia—. En pocos días van a pensar en una explicación muy sencilla y la darán a todas las agencias de noticias. Puede tener agujeros, pero la gente lo comprará porque quieren. Ellos necesitan que todo tenga sentido.

—¿Tú crees? —Dijo con escepticismo. Se miró las cortas uñas, pero perfectamente cuidadas—. Me gustaría tener tu confianza.

Sacudí la cabeza, no me gustaba verla tan agitada. Alex emanaba confianza y fuerza en su propia manada, o cuando por su cuenta, pero cuando se enfrentaba a cuestiones ajenas a su propio control, su confianza y fuerza se marchitaban como una flor con poca agua. —No me malinterpretes —le dije—.

Tenías razón cuando dijiste que esto se movía hacia arriba en el calendario.

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Demasiadas cosas han estado ocurriendo últimamente, y la ciencia ha llegado demasiado lejos, demasiado rápido para mantener la clandestinidad.

—¡Maldita sea, Mira! —De repente, explotó, destrozando su gesto de tranquilidad—. Cincuenta años es un número bonito. Tenía la esperanza de estar muerta y enterrada antes del Gran Despertar. Va a ser feo, y no quiero estar junto a ella. —Apoyó la frente en sus manos, su cuerpo tenso y los dientes apretados.

—¡Va a ser divertido! —Yo me reí, tratando de levantarle el ánimo—. Sólo piensa en todas las groupies que vamos a ganar. Estas personas son completamente enamoradas de la idea de lo oculto.

—¿Qué pasa con la Coalición de La Luz Del Día? —Preguntó ella—. ¿Qué pasa con él? —Ella sacudió su pulgar hacia Danaus.

—No estoy diciendo que vaya a ser fácil, pero no creo que vaya a estar mal tampoco. Nos hemos estado preparando a estas personas durante unos cuantos siglos. No es como que va a venir como una sorpresa total.

—¿Preparación? ¿Qué es eso del Gran Despertar que has mencionado? — interrumpió Danaus. Mi mirada se dirigió hacia el cazador y era todo lo que podía hacer para evitar decir algo muy grosero, pero me contuve. El ceño fruncido, metí la mano por el pelo, y volvió de donde había caído cerca de mi cara—. No puedes quedarte con ellos —dije en voz baja. Yo sabía que los otros pudieran oírme, pero el comentario estaba dirigido exclusivamente a Danaus—.

Ryan tendría que habértelo dicho hace mucho tiempo.

Yo no era la única que se mantenía en la oscuridad de los que yo necesitaba o necesitaba confiar. Themis se suponía que era una gran sociedad que estudiaba las distintas razas, pero se mantuvo estancada en las ideas arcaicas y viejos mitos de que no tenía ningún fundamento en la realidad. Para empeorar las cosas, el grupo fue liderado por Ryan, un muy poderoso mago

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que se negó a fijar su rebaño recto, incluso si ello significaba la vida de mi clase y la vida de los miembros de las otras razas.

Danaus negó a reunirse con mi mirada, los ojos de color azul oscuro se centraron en la fuente en el borde de la plaza. Pero no tenía que decir nada.

Podía sentir su burbuja de frustración por debajo de su exterior inamovible e indiferente. Su tiempo conmigo había demostrado en más de una ocasión que él había estado operando bajo algunos supuestos falsos, y Ryan, el hombre basándose en la información correcta de todo lo que hacía, no había visto que Danaus sabía la verdad.

—Hace unos pocos siglos, los distintos grupos se reunieron…

—¿Qué grupos? —exigió Danaus.

—Brujos, brujas, noctámbulos, licántropos, y unos pocos otros bateadores pesados —informó Alex, contando cada grupo con los dedos.

—¿El Naturi?

—¡No! —Gritamos las dos. Yo levanté la mano antes de que Alex pudiera seguir regañándolo por lo que estoy segura Danaus pensaba que era una pregunta válida. Después de lo que vimos en la sala principal, en realidad era una pregunta válida, pero Alex no lo sabía todavía.

—No —repitió con calma—. Los líderes de los distintos grupos se reunieron y llegaron al acuerdo de que la humanidad no es tan estúpida como esperábamos. Un día, la gente va a darse cuenta de que este otro mundo existe. Así, en un intento de controlar el caos, los diferentes grupos se pusieron de acuerdo en que la humanidad llegaría a esta toma de conciencia con nuestros términos. El calendario fue diseñado, con una fecha establecida para lo que se denomina el Gran Despertar, el día en que la humanidad se despierta y se da cuenta de que no está sola en este planeta.

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—A lo largo del calendario hay varias etapas donde se trata de preparar al hombre para la idea de que los vampiros y Licántropos son reales —intervino Nicolai—. Las cosas han aumentado en los últimos cien años de historias en los periódicos, las películas más importantes, los libros, y ahora un gran número de sitios Web. —¿Propaganda? —preguntó Danaus, sonando absolutamente horrorizado por la idea.

—Por supuesto —me reí. Estiré las piernas, y las crucé por los tobillos, relajándome

en

mi

asiento—,

los

Nightwalkers

poseen

tres

empresas

editoriales importantes y media docena de pequeñas empresas de prensa.

También poseen más de una docena de empresas de producción de películas en todo el mundo. Estamos constantemente produciendo propaganda positiva para la causa.

Frunciendo el ceño, se movió en su silla, sentado en el borde de su asiento. — Promoción de los vampiros. —Tal cosa no haría su trabajo de caza más fácil en cualquier caso hemos conseguido ganar el apoyo de una gran parte de los seres humanos para cuando el Gran Despertar finalmente llegue.

—No sólo Nightwalkers —dijo Alex con rapidez, aprovechando que la miró—.

Los diversos grupos estuvieron de acuerdo en que ninguna de nuestras empresas emitieran de forma intencionada una luz negativa. Estamos en esto juntos. Si uno cae, todos caen.

Pero luego, incluso esa adorable idea había sido cuestionada con la aparición de un licántropo y una bruja con un miembro de la Coalición de La Luz Del Día.

Nuestra conversación había crecido hasta un punto donde era incómodo detenerla hasta que llegó el camarero con varios platos de comida. Alexandra había pedido una especie de camarones con linguini y salsa roja, mientras Danaus se concentró en mannicotti y parmesano vacuno. Nicolai ordenó alguna clase de comida cocida de mariscos que no pude identificar. Pero eso no era

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sorprendente. No había consumido comida real desde hace más de seiscientos años. Después de todo, toda la comida parecía lo mismo. Algunas veces los olores atormentaban, pero la apariencia en realidad de los alimentos se había vuelto poco atractiva.

Frecuentemente me recordaba las consecuencias de mis más terribles y sangrientas batallas.

Mientras mis compañeros se enterraban en sus comidas, yo miré a través de la plaza, que había empezado a quedar vacía. La noche se volvía más oscura y más profunda, pero la mayor parte se encontraba en la bahía gracias a la cálida luz de las lámparas de noche que se encontraban distribuidas por toda la cuadra. Las palomas se habían ido a buscar un refugio para la noche, el aire se llenó con el murmullo burbujeante de una conversación y la leve insinuación de una melodía melancólica conectada en una guitarra acústica en algún lugar cercano.

—¿Cuando es el gran día? —preguntó Danaus entre mordiscos.

—No hay una fecha exacta —dijo Alex, cortando su comida en delicados mordiscos. Era casi entretenido. Ella era toda una dama en público, pero no la veía casada. Nada como una dama corriendo y desgarrando el cuello de un ciervo.

—Está tentativamente arreglado para alguna fecha en el 2055 —dije, haciendo girar mi vaso de nuevo—. De vez en cuando algunos grupos se reúnen y reevalúan el programa. —Había pasado un buen tiempo desde que me había sentado a la intemperie con tantas personas. Yo estaba continuamente revisando el área en busca de algo, pero estábamos solos—. Algunas veces la ciencia o la tecnología salta un poco más rápido de lo que anticipamos y las etapas tienen que moverse. Es siempre un proceso muy líquido con capacidad de cambio, pero no se puede negar que viene.

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Danaus quedó inmóvil a mi lado, aprovechando mi mirada a su solemne rostro.

—¿Estabas contando con Rowe? —pregunto.

—No —dije suavemente, mirando hacia el líquido rojo de mi vaso. Puse mi mano sobre la mesa, de repente con miedo de haber podido romper el tallo. El Naturi oscuro con el parche de cuero en el ojo estaba determinado a liberar a su reina y el resto de los Naturi nos bordearían esperando al otro lado de la junta. Él también estaba determinado a conseguir esta proeza con mi ayuda.

—¿Por qué me da este horrible escalofrío cuando alguien menciona esa palabra?— dijo Alex, poniendo un bocado de linguini de vuelta en su plato—. ¿Qué es Rowe? ¿Tiene algo que ver con la reaparición de los Naturi?

Con un leve suspiro mi mirada se alejó de mi amigo y se fue hacia la plaza mientras mentalmente buscaba a través de los eventos de los últimos días, incluso los eventos que habían tomado lugar hace más de quinientos años. ¿Qué decirle a ella? Mucho de esto podría horrorizarla, pero también sabía que guardar secretos en esta etapa no la protegería.

De mala gana, me paseé por la historia de los Naturi, evitándole tantos detalles grises como me fuera posible. Me estiré a lo poco que sabía de aquella horrible noche hace más de cinco siglos atrás y mencioné una especie de golosinas de lo que nos había ocurrido durante los últimos días. Le dije de el sacrificio en Konark y el sacrificio fallido en Stonehenge. Mencioné los símbolos que habíamos encontrado en los árboles mientras los Naturi habían tratado de romper el sello que los unía. Describí el ataque en Aswan. La muerte llena de dolor de Thorne, y sostener a Michael en mis brazos mientras su alma luchaba por la libertad durante los últimos segundos de su vida.

Alex se sentó hacia atrás en su silla y parpadeó unas cuantas veces cuando yo hablé de mi ángel perdido. Ella se había reunido con Michael un par de veces y le gustaba su buena manera. Aprecié sus ojos llenos de lágrimas…yo todavía tenía que derramar mis propias lágrimas por el joven hombre. No había

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tiempo, mientras los Naturi nos acosaban y yo trataba de maniobrar cuales fueran los planes que Jabari y la secta estuvieran planeando para la desaparición de mi carrera.

De todos modos, a propósito omití el hecho que en verdad no era un miembro de la triada que protegía el sello, pero si su arma. Tampoco hice voz en el hecho que el cazador que estaba sentado a mi lado podía manejar mis habilidades como una espada. Mientras Alex y yo fuéramos amigas, su lealtad siempre sería parte del grupo, y cualquier cosa que le dijera podría caer en sus oídos. Ya estaba patinando en una delgada capa de hielo al contarle sobre Rowe y sus intentos de liberar a los Naturi. El manejo de los Naturi, siempre había caído en manos de los Nightwalkers, se había convertido en un secreto bien guardado. Pero si fallábamos, yo no quería que ella estuviera ciega.

Nicolai permaneció en silencio durante mi relato. No me gustaba demasiado que este extraño escuchara todos estos detalles. Pero estaba forzada a confiar en él desde que Alexandra y los licántropos tuvieran que saber a lo que se enfrentaban antes de que fuera tarde.

La mujer Naturi en el corredor principal también fue omitida de mi historia. Si Alex y Nicolai no la habían sentido, entonces era mejor que no supieran nada de eso. Yo no sabía todavía que estaba pasando, y no estaba por comenzar el pánico en las otras razas. Si los licántropos pensaban que los Nightwalkers se habían aliado con los Naturi, una horrible guerra podría barrer todo el globo antes de que los Naturi pudieran escapar de su prisión.

Cuando hube terminado mi relato, Alex empujó su plato a medio comer. —He perdido mi apetito —dijo débilmente. En realidad lucía como si estuviera a punto de enfermarse, sus ojos estaban tomando una apariencia como vidriosa mientras la esencia de miedo se conducía desde ella hasta mi nariz.

—Termina de comer —le recalqué.

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No, Alex no cazaba humanos, aunque unos pocos de su especie lo hayan hecho. Incluso en forma animal había mucho de la Alexandra humana allí para restringirla de atacar humanos. Ella cazaba sólo animales, e incluso entonces, sólo en la rara ocasión cuando en verdad le urgía hacerlo. —¿Cómo puedes hacer bromas? ¿No te das cuenta lo que podría pasar si ellos entran a nuestro mundo?

—Créeme, Alexandra, lo entiendo mejor que la mayoría —dije en voz baja, mis ojos se estrecharon al mirar a cualquier lugar, menos a mis compañeros. Alex no sabía acerca de mi captura por los Naturi, había dejado eso atrás contando de nuevo los eventos en Machu Picchu más temprano, pero ella sabía que allí había algo oscuro y feo en mi pasado que había dejado algunas cicatrices físicas y emocionales. Ella tomó la pista—. Hay un número de cosas que no entiendo, pero lo haré pronto. Entrar en pánico ahora no va a ayudar.

—Se pone peor — la casi siempre voz fuerte de Alex cayó en un inesperado suspiro, haciendo que mi mirada fuera hacia su adorable rostro. Sombras bailaron por sus gestos, lanzadas por una bella destellando en el huracán de vidrio que estaba en el centro de la mesa.

Una parte de mí quería preguntarle cómo era posible que esto se pusiera peor.

Los vampiros se estaban reuniendo con los Naturi en secreto. Las brujas y los hombres lobo se estaban reuniendo con la Coalición de La Luz del Día.

Antiguos enemigos eran de repente aliados, y las viejas alianzas con los licántropos y brujas se estaban desmoronando delante de nosotros.

—Ellos han empezado a llamarnos —dijo ella.

—¿Cuándo? —pregunté, siendo prácticamente incapaz de empujar la palabra fuera del nudo en mi garganta.

—Hace una semana, pero después de anoche he escuchado que se ha puesto peor. La mayoría de los líderes han conseguido mantener sus grupos juntos, pero unos cuantos aquí y allá se han ido perdiendo. La mayoría de ellos son

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más jóvenes, más nuevos en la licantropía. Parece que el llamado es cada vez peor entre más al oeste te dirijas—explicó.

Miré de nuevo a Nicolai, quien estaba mirando directo, sus labios llenos estaban presionado fuerte en una dura e inflexible línea. —¿Y qué acerca de tu grupo?

—No sé. He estado fuera de contacto con ellos por más de un mes —Él dijo tieso, sus ojos negándose a encontrarse con los míos. Dejé el comentario. Un miembro de un grupo nunca estaba fuera de contacto con sus miembros por mucho tiempo. Los Licántropos nunca habían ―pertenecido‖ a un vampiro. Algo oscuro está pasando y yo estaba dispuesta a apostar que era algo doloroso y horrible para Nicolai. Esto explicaría porque Alex no hizo nada para ni siquiera reconocer la presencia del hombre. Ella no lo miraba, no le hablaba.

Fruncí el ceño, dándole vueltas a este nuevo pedazo de información en mi cabeza. Habían cuatro sitios sagrados diferentes en Norte y Sur América que los Naturi podían usar potencialmente para su próximo intento de sacrificio: Old Faithful en el Parque Yellowstone, Mesa verde en Colorado, Isla Eastern, y Machi Picchu en Perú. ¿Se atreverían a regresar a Machu Picchu después de la horrible derrota de hace siglos? Si esto significaba liberar a Aurora, si, sin ninguna duda.

Concentrando de nuevo mi atención en Alexandra, yo luché por mantener mi simpatía por su problema oculta en mi cara. No le ayudaría cuando estuviera enfrentada con la amenaza o de pronto se convirtiera en agentes de una raza viciosa de una exterminación total de la humanidad.

Habían un par de teorías de cómo los licántropos empezaron. Algunos pensaban que había sido el resultado de un hechizo o una maldición dada por un antiguo Dios nativo De América. Aún, algunos pensaban que el origen de los cambiadores de forma era más antiguo que eso. Sin embargo, la más oscura de las teorías era que los licántropos habían sido creados por los Naturi

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como un tipo de sirviente y soldado. Por un cercano empate de los licántropos con la naturaleza, los Naturi podrían llamar a un licántropo, convocándolo a él o a ella a través de grande distancias para cumplir sus órdenes. Lo más visto era que el futuro del hombre si los Naturi entraban a su mundo, exterminación o licantropía.

—Entonces estaremos enfrentándonos juntos a los Naturi y a los licántropos si el siguiente sacrificio ha de ser hecho en el Oeste —dijo Danaus tristemente.

—Tal vez una especia de Wiccans —dije. Se estaba volviendo una verdadera fiesta, y parecía que todos estaban invitados.

Giré mi atención de nuevo a mis amigos. Alex estaba cerca de los cincuenta, a pesar de que fácilmente hubiera pasado por alguien en medio de los veinte. La licantropía le daba a la persona una increíble habilidad de curarse casi de cualquier herida, excepto por esas causadas por la plata. Particularmente las balas de plata y los cuchillos. Su `maldición´ también disminuía el proceso de envejecimiento, usualmente doblando o triplicando el promedio de vida humana. Me gustaba Alex. Ella tenía un buen sentido del humor y buena filosofía de la vida. No quería este futuro para ella.

—¿Cuándo es tu vuelo de regreso a casa? —pregunté, batallando para detener el fruncido de aparecer en las esquinas de mi boca.

—Mañana por la mañana —No había ningún error en la ansiedad que gobernaban esas dos palabras. Ella vivía en Portland, en la adorable Costa oeste. Ella estaba en peligro de caer en el llamado y ella lo sabía.

—Regresa a Londres y quédate hasta después de Luna Nueva —le ordené, sentándome en el borde de mi silla. Mis ojos saltaron hacia Danaus, quién estaba viendo el intercambio con una mirada preocupada—. ¿Podría Themis protegerla?

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—Mira —dijo él suavemente, su voz era profunda y cansada—. Themis no es una organización de guardaespaldas. No podemos…

—¡Maldición,

Danaus!

—lloriqueé,

golpeando

la

palma

de

mi

mano,

traqueteando los platos casi vacios. Fue una lucha conseguir que mi voz estuviera de nuevo bajo control, pero finalmente lo manejé antes de continuar—. No estoy pidiendo que tu gente proteja un grupo de furiosos vampiros. Alex todavía es humana, la raza que estén tan desesperados por proteger. Llama a Ryan. Habla con él —Alex movió su cabeza, presionando sus labios en una delgada línea—. No puedo. Mi grupo me necesita. Tengo que regresar.

—Tienes que cuidarte a ti misma. Ve de vuelta a Londres. Tu grupo lo podrá manejar.

—Tengo que ir —dijo, su sonrisa tan frágil como la cáscara de un huevo roto—.

Soy un Alfa ahora.

Mis cejas se fruncieron por su anuncio y me senté de nuevo en mi silla. —¿Y todavía sigues en Portland?

—No necesitas sonar tan sorprendida. —Ella apuñaló su comida con su tenedor, usando la suficiente fuerza para causar que los dientes se estrellaran ruidosamente sobre la superficie de cerámica.

—Perdóname —dije con una pequeña venia de mi cabeza mientras presionaba mi mano derecha en mi corazón—. Felicidades por tu nueva posición. —Era casi como un logro. El grupo de Portland era grande, con casi cuarenta miembros, lo último que había escuchado. Los grupos fuera del Oeste eran más grandes y había más de ellos en la Costa Este. A través de Europa y por toda Asia, los grupos tenían sólo doce o unos pocos miembros más y estaban limitados en las áreas rurales.

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Con un movimiento de mi cabeza, levanté mi mano izquierda y chasqueé mis dedos mientras mi mano derecha caía sobre el brazo de mi silla. Un camarero apareció instantáneamente y puso la cuenta en mi mano. Taché el nombre de una cuenta y lo entregué de vuelta. Era el nombre de la cuenta de la Asamblea de Brujas y era conocido por todos los operadores de negocios de Venecia. La cuenta podía ser enviada a esa cuenta e inmediatamente tomarían control de ello. Había aprendido ese truco cuando empecé a hacer extraños trabajos para el grupo, no mucho después de haber dejado a Jabari. Si ibas a hacer el trabajo sucio de la Asamblea, ellos estaban dispuestos a suplirte algunas cosas básicas mientras siguieras en Venecia.

—Con eso dicho —continúe mientras el camarero se alejaba—. Todavía creo que deberías ir a Londres los próximos días.

—Tú sabes que no puedo, Mira —dijo, levantándose al mismo que Danaus y yo.

Agarré su codo y lo apreté—. No vayas a ellos, Alex —le advertí, poniendo mi voz suave pero a la vez firme. El tono dejaría mis palabras enterradas en su cerebro como una nube de garrapatas.

Quería que esas palabras resonaran dentro de su mente durante los meses siguientes, esperando que pudrieran protegerla en contra de los cantos de sirena de los Naturi. —He disfrutado nuestra amistad, pero no dudaré.

Alex me miró con ojos tristes. Ella sabía que si ella se paraba entre los Naturi y yo, yo no dudaría en matarla. Una vez que hubiera respondido al llamado de los Naturi, ella estaría bajo su total control.

—Solo promete que lo harás rápido — dijo, una sonrisa de medio corazón se levantó en una de las esquinas de su boca—. No quiero pensar en estar bajo el control de esos bastardos.

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—Entiendo —susurré, y presioné un beso en su frente—. Cuando se acabe, ven a Savannah y nos iremos de cacería.

Deteniéndonos al lado de la mesa, miré hacia Nicolai, todavía descansando en su silla, con su vaso de vino en su mano. Nos encontraríamos de nuevo. Jabari podría ordenar a los licántropos matarme antes de que pudiera dejar Venecia, y Nicolai podría hacerlo. No porque él tuviera algún odio hacia mí y los de mi clase, sino porque Jabari tenía algo sobre él.

—Ha sido un placer —dije con una pequeña sonrisa. Nicolai sonrió de vuelta y levantó su copa hacia mí. Ambos sabíamos que nos encontraríamos de nuevo.

Era una pena que sería en lados opuestos del campo de batalla.

—Buena suerte, Mira —susurró Alex, agarrando mi mano fresca entre sus cálidas manos y apretándola fuertemente.

Me reí mientras me alejaba, mi mano se iba soltando lentamente de su agarre.

—No necesito suerte —dije, girándome y caminando de espaldas así podría verla mientras me iba—. Soy la Fire Starter.

Sólo deseaba tener un plan.

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CAPÍTULO 10

Traductora.- aLeBeNa y Trinity Correctora.- Virtxu

anaus y yo vagamos por las oscuras calles en silencio, volviendo lentamente a la lancha rápida. El sonido del agua corriendo a los lados de las piedras del canal nos había seguido por la sinuosa ciudad. La noche aún estaba en su infancia y no estaba particularmente deseosa de volver a la suite de hotel donde probablemente Sadira y Tristan estarían jugando. Me detuve en la acera junto a nuestro barco y conduje a través del canal hacia el Palacio del dux y la Plaza de San Marcos. El aire estaba congestionado con los pensamientos y las emociones de las personas disfrutando de la cálida noche de verano.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste en Venecia? —Pregunté, mirando sobre mi hombro a Danaus. Él también estaba mirando las luces reflejadas fuera de las olas ondulantes.

—Nunca había estado a Venecia. —Dijo. Estuve a punto de preguntarle cómo que era eso posible. Era italiano, o al menos romano, y tenía más de mil años de edad. ¿Cómo podría no haber visitado los canales? Pero sabía que no iba a obtener una respuesta. Todavía era tacaño con la información personal, independientemente del hecho de que él había extraído mis pensamientos en más de una ocasión.

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—Vamos. —Dije, saltando en el barco que habíamos tomado prestado de Roberto.

—Quiero mostrarle algo. —Con un aspecto algo escéptico, él subió al barco y se sentó mientras que yo encendía el motor. Precipitadamente volví a la laguna, lejos de las luces brillantes y llenas de canales. Navegamos lejos de los puntos turísticos problemáticos y los pintorescos barrios, mientras lo llevé a través de la laguna y entre las islas de Burano y Murano a la pequeña isla de Torcello.

Desaceleré el barco cuando cuidadosamente maniobré para pasar los pantanos que rodeaban a la isla. Navegar en el transcurso del día por la laguna mortal habría sido traicionero en el mejor de los casos, por no hablar durante el negro de la noche, cuando la luna había disminuido a una astilla delgada en el cielo.

Pero conocía estas aguas y marismas. Torcello era mi santuario oculto dentro del oscuro corazón del mundo Nightwalker.

Planeó por canal principal y paró cerca de uno de los pocos puentes que abarcaban la vía fluvial. Danaus salió y metió el barco en un palo vacío mientras que yo detenía el motor. El único sonido que interrumpió el silencio fue la ruptura de las olas cepillando contra el lado del barco, mientras parábamos. Al contrario de Venecia, la isla de San Miguel, había sido un único lugar pacífico, pero a pesar de algunos de los mitos populares sobre vampiros, no me darían ninguna patada por deambular de un cementerio, infestado de moho, por la noche. La vida era generalmente más interesante que los muertos.

—¿Dónde estamos? —preguntó él cuando dejamos el barco y vagamos hacia abajo de la desintegrada fundamenta a lo largo del canal, hacia el clúster sólo de edificios que se elevaba en la oscuridad.

—El lugar de nacimiento de Venecia —dije. Mi voz se mantuvo en un susurro, como si algo fuerte fuera a romper el hechizo. Las luces empezaron a aparecer

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cuando alcanzamos el borde del campo que era ahora más sucio y gravoso que la piedra original. El pasto crecía cerca a la carretera y las malezas empujaron su camino entre las grietas en el pavimento restante. La Plaza principal estaba llena de maleza, con sólo unos pocos trozos de columnas rotas y estatuas adornaban el área como marcadores de lo que una vez fue la ciudad.

—La isla está casi desierta, pero dicen que aquí es donde los venecianos se asentaron en primer lugar entre los siglos cuarto y quinto —dije, moviendo mi mano sobre una de las columnas de piedra. Todas las marcas originales se habían desgastado, dejando lo que parecía ser un pálido pilar blanco, cómo un hueso elevándose sin el resto del esqueleto—. Siempre me gustó esto. Me encanta sentir la isla, la historia y su paz.

—Es bonito —susurró. Danaus vagó y se detuvo ante un extraño pedazo de piedra blanca que se asemejaba a una silla. Los lugareños habían se referido a él como el trono de Atila el Huno, pero nadie creía realmente que él se hubiera sentado sobre ese trozo de roca. Una brisa de luz agitó las hojas en algunos árboles cercanos, con una canción suave en la noche. No lejos de la Plaza, las luces desde el único restaurante en la isla brillaban como dorados parches, pero incluso ellos comenzaban a oscurecerse en virtud de lo avanzado de la hora. Los pocos habitantes de la isla se iban temprano a casa, dejándonos a Danaus y a mi solos.

—Esta ciudad es casi tan antigua como tú, Danaus. Su memoria es casi tan larga como la tuya —le dije.

Una tenue sonrisa se formó cuando miró alrededor de la plaza vacía. —Es un montón de Europa —me recordó. Su voz fue suave, perdiendo su borde habitual de brusquedad, molestia. Era como si se hubiera olvidado por un breve momento que era un Nightwalker; el enemigo.

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—Cierto. —Asentí, manteniendo mi sonrisa, aunque estaba empezando a desaparecer—. Creo que es uno de los inconvenientes de vivir en el nuevo mundo; todo es demasiado nuevo.

—Sin ningún sentido de la historia o la identidad —murmuró él.

—Vamos —dije—. Tengo algo que mostrarte.

Lo llevé a través de la plaza y pasmos la columnata externa a la puerta de la Iglesia de Santa Fosca. La pequeña estructura era una mezcla de lo clásico bizantino y griego. Me tomó sólo un momento bloquearla y empujarla abriendo las oscuras puertas de madera. Las pálidas astillas brillaron a la luz de la luna a través de las ventanas abiertas, revelando el techo alto y las vigas de madera que se entrecruzaban. Los arrullos de las palomas se hicieron eco frente a las paredes cuando las aves se asentaron en sus nidos para pasar la noche. El interior estaba hecho de ladrillos blancos y un puñado de columnas de mármol blanco. No había estatuas en el altar de la madre Santísima, y sólo un único crucifijo colgaba en la pared posterior. La altura de las velas blancas llenaba el altar y las paredes. El pasillo del centro era amplio, pero la planta de intrincado mosaico fue craqueada y rota, con una capa de polvo que cubría su antigua belleza. Sólo las viejas bancas de madera todavía brillaban en la tenue luz, como si alguien tomara el tiempo para cuidadosamente acercarse a cada uno de ellos al menos una vez por semana.

—¿No es hermoso? —dije, girando para mirar mi compañero—. Sólo es visitado por turistas ahora y no ha sido usado como una iglesia por un par de siglos. Es una vergüenza. La arquitectura es tan bonita como cualquiera de las iglesias de San Croce o incluso de San Marcos.

—¿Cómo? —preguntó suspirando.

—¿Cómo qué?

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—¿Cómo es que puede estar aquí? ¿Se ha ido Dios de este lugar? —Miré a Danaus. Su cuerpo entero estaba tenso, observaba como si esperara que uno de nosotros fuera impactado por un rayo en cualquier momento. Un brillo débil de sudor brilló en su frente a la luz de luna.

—La magia se ha ido desde este lugar —respondí—. No es Dios, Danaus, pero la fe de la gente que va al a iglesia la mantiene. La fe es simplemente otra forma de magia. Si un ser humano cree que Dios le protegerá y, después entonces habrá hecho un hechizo. Y cuando las personas dejan de ir a la Iglesia, la magia eventualmente se desvanece.

Caminando por los bancos a mi derecha, extendí mi mano, moviéndola lentamente a través del aire. Pude sentir un residuo de luz de la energía.

Alguien se había sentado allí durante el día y susurrado una oración, un alegato mudo de esperanza o ayuda, o tal vez de gracias o protección. Había otras resistencias en el aire a mi alrededor, delgadas y débiles como un fantasma, apareciendo con el paso del tiempo.

—Yo… no entiendo —dijo, con voz tartamudeante. Podía degustar su miedo y el horror en el aire, pero no había nada llamativo sobre él. Estaba nervioso e incluso un poco enfermizo, como un veneno de trabajo lento. Fue como si el mundo estuviera cayendo lejos debajo de sus pies, y él fuera la causa.

—Para algunas personas, una Cruz no funciona contra un Nightwalker. —Bajé mi mano a un lado y me di la vuelta para hacer frente a mi compañero—. Estas personas creen que algo acerca de la forma del metal mantiene a los de mi especie a raya. Tienen fe en la Cruz, pero no en la idea de un dios protector, y eso nunca fue tan fuerte. Tu corazón y alma no están involucrados en ese tipo de fe, sólo tú mente.

—No te creo —dijo endureciendo su cara. Si hubiera estado armado, creo que habría desenvainado su espada para protegerse a sí mismo contra mis

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palabras. Pero en su lugar permaneció en la oscuridad de la Iglesia deslumbrante ante mí.

—No te lo estoy pidiendo —dije con un sonido indiferente—. Sólo digo lo que he aprendido de la experiencia. Pero debes tener en cuenta, que se ha sustituido lo que fue una iglesia cristiana en su momento.

Danaus permaneció tranquilo mientras caminaba hacia el altar. Estaba aún inquieto, sus emociones rozaban la frustración y la ira. Me paré a dos pasos pequeños antes de dónde estaban los restos de un altar de mármol. Detrás colgaba la imagen torturada de Jesucristo todavía en la Cruz de madera. Su rostro y su cuerpo era horroroso y teñido de daños ocasionados por el tiempo y el agua. Su rostro benevolente parecía como si hubiera estado llorando lágrimas, por el estado de su casa, o tal vez sólo por el estado del hombre.

—¿Por qué lo hiciste, Mira? —preguntó Danaus, su voz fue extrañamente suave.

—¿Hacer qué? —Respondí, tratando de que el sonido sólo fuera levemente interesado. Algo se retorció en mi estómago; esto iba a tomar un giro feo.

—¿Por qué abandonaste a Dios?

—¿Qué? —Mi voz saltó por encima de un susurro por primera vez desde que desembarcamos en Torcello, rompiendo el sofocante silencio. Giré sobre mi talón derecho para fijar la mirada con confusión en mi oscuro compañero. Su cuerpo entero estaba tenso, con sus manos apretadas en puños a sus costados.

—¿Por qué abandonaste a Dios? —repitió—. ¿Por qué elegiste convertirte en un vampiro?

Bajé las dos escaleras hacia el altar, riendo. Intenté decirme que era un punto de vista divertido, pero incluso oí la gruesa capa cáustica de amargura en mi voz. Danaus había nacido hace siglos, mucho antes de que el cristianismo

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arraigara como la religión dominante en Europa, pero obviamente había aprendido y se aferró a su enseñanza durante sus largos años. Que, por otro lado, había tomado un camino ligeramente diferente.

—¿Abandonar a Dios? —Repetí, haciendo retroceder mis pies—. No renuncié a Dios; él me abandonó. Mírame bien, Danaus. Esto no es el encanto de vampiro, yo nací, viéndome así. —Una bola de fuego de repente se mantuvo al lado de mi cara mientras caminaba hacia él—. Cabello rojo y ojos violetas. Nací en la isla de Creta, en un pequeño pueblo pesquero durante el siglo XIV. Todos tenían el pelo marrón o negro y los ojos marrones. ¿Sabes lo que dijeron, cuando nací? Que era la regeneración de Satanás.

—Pasé los primeros dieciséis años de mi vida en mis rodillas, rogando a Dios que me perdonara por haber nacido. Y, ¿sabes lo que tuve de respuesta? ¡Esto! —Mantuve mis manos a mis lados y al instante se envolvieron en llamas—. Un grupo de hombres de mi pueblo intentó violarme una noche cuando iba de vuelta a casa de la Iglesia. En mi terror, accidentalmente incendié a dos de ellos. Antes de ese día, nunca había perjudicado a un ser humano, pero esa noche maté a dos hombres.

—Fue un accidente —dijo firmemente Danaus.

—¿Lo fue? ¿Cómo podría ser un accidente si eso es lo por lo que nací? — Extinguí las llamas que había creado, permitiendo que la iglesia se inundara de oscuridad otra vez mientras caminaba hacia el altar. Mis tacones golpeando el suelo de piedra hacían eco a través del gran silencio. La oscuridad se trasladó de nuevo, cogiéndome con sus fríos brazos, protegiéndome, protegiéndome de las preguntas de Danaus y de los recuerdos que desesperadamente quería olvidar.

—Elegir ser un Nightwalker no fue sobre abandonar a Dios —seguí, duro borde enojado desapareció de mi voz—. Perdí mi fe esa noche cuando esos hombres

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murieron. Convertirme en un Nightwalker fue sobre alimentación y ganar el control de mi vida.

—Pasaste a la condenación eterna cuando moriste. —la acusación llenaba su voz. Sus pasos rasparon contra el sucio suelo cuando se movió para acercarse a mí.

—¿Por qué te aferras a estas ideas arcaicas? —grité, enviando a varias palomas a volar nerviosamente. Sus alas batieron contra el viento cuando se lanzaron por la ventana abierta en busca de un lugar tranquilo para pasar la noche—. En mis seis siglos nunca tuve que correr a través de este Satanás al que tú estás tan seguro de que le he vendido mi alma. Nunca nadie ha hablado de él. Ni el Aquelarre, ni Sadira.

—Tú asesinas.

—Todavía no he conocido una raza que no mate. Los Naturi, los seres humanos, los licántropos, las brujas, incluso los preciosos Ángeles de Dios matan. ¿Por qué es mi raza de repente tan diferente?

—Bebes sangre.

—¡Y qué! Me alimento de la vida de los demás. Tomo su sangre y en virtud de la mayoría de las circunstancias, los dejo con vida. La mayoría de los carnívoros no pueden decir eso.

—¡No es correcto! —me gritó. Hubo un temblar subyacente en su voz, como si algo pequeño y asustado dentro de él hubiera salido finalmente. Su respiración irregular llenó la tranquilidad de la Iglesia, y podía oír fácilmente el frenético ritmo de su corazón.

—¿Quién lo dice? ¿Tus líderes religiosos en sus torres de Marfil? No sé si realmente hay un cielo y un infierno, pero creo que iras a cualquier lugar según las opciones que realices.

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—Y decidiste convertirte en un vampiro —dijo de vuelta.

—También elegí salvar más vidas en los últimos días, a riesgo de mi propia vida eso tiene que contar. —Tomé un par de pasos por el pasillo hacia él, apenas suprimiendo el impulso de crear una bola de fuego en defensa contra sus crueles comentarios—. No soy inocente, pero no soy la personificación de todos los males que deseas. Que deseas matarme porque crees que estoy mal.

Muy bien. Asegúrate que sea a causa de las cosas que he hecho y no a causa de lo que soy.

—¿Es por eso que haces esto? —Su conducta demandante cambió de repente.

Alivió la tensión que había en sus músculos del hombro y aflojó sus puños para que sus dedos ahora colgaran abiertos a sus lados—. "¿Lo que estás intentando es ganar la salvación? —preguntó, con su tono sin dureza.

—¡Maldito cielo! —Escupí, con mis manos apretadas en puños tan estrechos que mis nudillos me habían empezado a doler—. Estoy haciendo esto porque es lo correcto. Si no, mi gente morirá. Si no, todo lo hermoso en este mundo morirá.

Pasé por el pasillo de nuevo, deteniéndome en los dos pequeños escalones, dispuesta a calmarme. No podía comprender por qué todavía era un tema delicado para mí. Más de seiscientos años habían alejado las ideas de Dios, el cielo, el infierno y el diablo fuera de mi mente. Llegué con teorías para él de por qué mi especie existía y nuestro lugar en el gran esquema de las cosas. A veces mis teorías resultaron ser un error y las deseché por otras nuevas. No tengo muchas respuestas, pero mi mente estaba abierta a posibilidades.

Cuando finalmente hablé otra vez, me sorprendí de cuan cansada sonaba mi voz. Como si los largos siglos hubieran sido condensados en un solo sonido. — Has caminado por esta tierra por más de un milenio. ¿Cómo puedes todavía aferrarte a la idea de conceptos como blanco y negro? —Me di la vuelta para mirarlo. Todavía estaba cerca de la cabeza de la Iglesia, como si tuviera miedo

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de entrar a este lugar—. El bien y el mal no son blanco y negro. Los humanos no son automáticamente iguales a bueno y los vampiro no son iguales a malo.

Has invertido toda una vida de sacrificio en mi pueblo. ¿No te has detenido nunca medio segundo a preguntarte si realmente somos lo que quieres que representemos?

—Una vez. —Su voz fue un poco más que una brisa veraniega a través de un árbol de maple, suave y tranquilizadora.

—¿Cuándo? —Él no me respondió, pero yo supe cuándo tan pronto como hice la pregunta. Fue la primera noche en que nos conocimos. El dudó esa noche mientras luchábamos. Creí que era por Nerian y los Naturi, pero había algo más elaborándose en el fondo de su mente—. ¿Y que decidiste?

—No tengo una respuesta. ¡No lo sé! Por alguna razón, tú tiraste todo dentro de una confusión. Me hiciste cuestionarme todas las respuestas que creí tener.

—Se enfureció, tomando un paso enojado hacia mí. Sus poderes surgieron, golpeándome en el pecho con la fuerza suficiente para hacerme retroceder un paso.

—No hay nada malo con hacer preguntas —dije con una media sonrisa. El enojo y la frustración que había sentido antes se habían disipado, dejando finos temblores en mis músculos.

—Pero estas preguntas se llevan la esperanza —dijo él. Pude sentir el enojo saliendo de él, para ser reemplazado por una profunda desesperación que amenazaba con chocarnos a ambos. Sólo por este breve momento en el tiempo él lucía perdido, y era mi culpa. Antes de conocerme, él tenía un propósito y una dirección, tenía una luz para navegar, pero yo había destruido eso. A mí no me gustaba que él matara, pero tampoco creía en tomar la esperanza de otra criatura.

—Quiero reclamar mi deuda.

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—¿Qué es lo que quieres?

—Dime lo que eres. —Él se volteó y comenzó a caminar fuera de la iglesia sin una palabra—. Detente, Danaus. He pensado en esto desde la primera vez que posé mis ojos en tí. Tú eres al menos en parte humano, en eso no puedo estar equivocada, pero tú no eres un brujo o un licántropo. He repasado mentalmente la lista de cada criatura que me he encontrado y nada parece encajar. ¿Qué es lo que estás tan desesperado por ocultar?

—Vamos —dijo. El cazador dejó de caminar pero aún miraba hacia la entrada.

—No hasta que me digas. ¿Es tan horrible? ¿Puede superar el hecho de que yo soy un monstruo incluso dentro de mi propia especie? O ¿Qué puedo ser usada como un arma por mi enemigo para destruir Naturis y Nightwalkers por igual?

Este secreto esta destruyéndote a tí y a mi especie. Tienes que decírselo a alguien. —Yo me estaba agarrando de un clavo ardiendo pero conocía su retorcida visión podrida

del mundo. Después de más siglos de los que me

importaría contar. La mente e identidad de Danaus aún eran en su mayoría humanas, pero el secreto de su existencia lo estaba desgarrando y destruyendo a muchos de mi especie en el proceso. Esto también lo dejaba vulnerable a criaturas como Ryan, que estaban más que contentos en usar la desesperación y confusión de Danaus para su provecho.

—¿Por qué tú? —preguntó él, mirándome sobre su ojo.

—Porque nosotros los fenómenos debemos estar unidos —repliqué dándole una sonrisa malvada. Él hizo un sonido extraño, casi como una risa estrangulada, y sacudió su cabeza.

—Perra —murmuró bajo su aliento, pero en la silenciosa iglesia era como si lo hubiese gritado.

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—Espero que no te hayas dado cuenta de eso ahora —dije suavemente, pero rápidamente me puse seria nuevamente—. ¿Cuál es esa carga sobre tus hombros?

Danaus se volteó, colocando una mano en el marco de la puerta como para sostenerse. Cuando el finalmente habló, su voz era baja y áspera, haciéndome preguntarme cuantas veces él había dicho estas palabras en voz alta. —Mi madre era una bruja. Antes de que naciera, ella hizo un trato con un demonio para obtener más poder.

—¿Y el precio? —Esas tres palabras escaparon de mis labios en un áspero y rasgado susurro. Yo ya sabía la respuesta. Siempre había un precio por más poder. Lo sabía personalmente. Por mis sorprendentes habilidades, comercié en mi habilidad por estar despierta de día y gané una completa supervivencia a base de sangre.

—Yo. Mis rodillas tiritaron y caí sentándome en uno de los escalones de mármol que llevaban al altar. El pánico gritó en mi cerebro mientras luchaba por comprender las palabras que él había pronunciado. Un feroz estremecimiento empezó en mis manos y un filoso, picante frío se extendió por mi cuerpo. No había tal cosa como demonios, no cómo los humanos los comprendían al menos, pero regresando al inicio, cuando el mundo era joven, habían dos razas de guardianes, los Naturi que cuidaban la tierra y los bori que cuidaban las almas.

Los bori eran una raza inmensamente poderosa que había venido a representar a los ángeles y a los demonios en la mitología humana. Y mientras los Naturi podían forzar a todos los licántropos a cumplir con todas sus órdenes, los bori podían fácilmente someter a todos y cada uno de los Nightwalkers. Los Naturi querían destruirnos, pero los bori querían dominarnos. Es por eso que ambas razas habían sido eliminadas de este mundo. Sin embargo, algo había quedado

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fuera. Mientras todos nosotros sabíamos que aún quedaban algunos Naturi en la tierra después de que el sello fuera hecho, supuestamente no quedó ni un solo bori. Todos los bori habían sido encerrados por siglos. ¿La madre de Danaus había encontrado algún modo parcial de convocar uno de vuelta a la tierra?

No pude levantar mi vista para mirarlo. No cuando sabía que el horror estaba claramente escrito en mi cara. El mundo a mi alrededor se estaba desmoronando a un ritmo alarmante. Jabari podía controlarme, Rowe quería usarme para liberar a Aurora permanentemente, y Danaus con este lazo hacia los bori, podía usarme para destruir a ambos, los Naturi y los Nightwalkers.

Cerrando mis ojos, respiré profundamente mientras empujaba el pánico que llenaba mi pecho. Necesitaba pensar con claridad. —¿Eres un demonio? —dije finalmente, levantado mi mirada por el largo pasillo hasta la criatura que me había salvado en más de una ocasión.

Danaus estrechó sus hermosos ojos azules, examinando atentamente mi cara por la reacción a las noticias. —Medio. Como tú dijiste, parte de mí aún es humana.

Pero no era así de simple. Los bori no eran demonios, y yo nunca había escuchado que alguien fuera medio bori. No había un cruce entre Boris y humanos. El cruce más cercano entre un bori y un humano era un Nightwalker, y sin duda yo sabía que Danaus no era uno de nosotros.

Sonaba como si el bori que hizo el acuerdo fuera más como un parásito enganchado al alma de Danaus, prestándole poder mientras el bori esperaba su tiempo. Y mientras los Naturi se aferraban a los doce pozos de poder de la tierra, Danaus se había convertido potencialmente en un portal caminante para la entrada de la raza bori, ellos sólo tenían que descubrir como abrirlo.

Y sin embargo, Danaus nunca había usado el término bori. Él no sabía, no entendía, su larga historia. Sólo se aferraba a la antigua definición de lo que

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era un demonio, y haciendo sus decisiones en base a eso. Él no tenía idea de lo que era.

—Así que estás tratando de salvar tu mitad humana deshaciéndote del mal, es decir de los vampiros —dije tratando de sofocar mi creciente pánico antes de que él lo sintiera. ¿Qué podía decirle? ¿Que no era un demonio lo que poseía parte de su alma, si no que algo más desagradable y más complicado? Yo no tenía respuestas para él. Y cualquier información que pudiera darle solo lo haría peor. Necesitaba más tiempo e información antes de abrir mi boca.

—No tengo deseo de pasar una eternidad en el infierno por la necesidad de venganza de mi madre —dijo fríamente, acercándose unos pasos hacia mí.

Pasé una temblorosa mano por mi cabello, apartándolo de mis ojos. —¿Cómo sabes que ese es tu destino?

—Es el destino de todos los demonios —dijo simplemente. Se detuvo cuando estuvo a pocos pasos de mí. Su mirada fija en el suelo.

—Tal vez sí, tal vez no. No he visto ni una prueba que me incline a un lado o al otro.

—¿Has conocido a algún demonio?

Solo pude sonreírle débilmente a mi acompañante. No podía decirle nada que fuera a ayudarlo. No había tenido ningún encuentro personal con un bori. Mis experiencias de vida se habían limitado en batallar con Naturis, lo que siempre había sido más que suficiente para mí.

—Ellos son malvados —continuó él cuando me mantuve en silencio.

—La mayoría probablemente lo son —concedí. Frotando mis manos juntas para sacudir algo de suciedad—.―Pero a toda criatura que camina en esta tierra se le da una elección. Tú has decidido no ser malvado. También eres parte humano.

Eso debe lanzar algo a tu favor.

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Danaus lentamente levantó su mirada, para profundizarla en mis ojos violeta, buscando algo. Él quería creerme. Realmente quería agarrarse a la línea de la vida que yo le estaba ofreciendo mientras luchaba en el oscuro abismo, peo él también estaba luchando contra siglos de teoría religiosa y acondicionamiento.

No iba a desechar su fe así de fácil porque esto tranquilizaba su mente y su conciencia.

—No te estoy pidiendo que creas en todo lo que dije. Solo piénsalo. Estas ideas en las que te has enganchado, son ideas hechas por el hombre. Ellos son de mente estrecha y defectuosa. Antes estuvimos discutiendo el Gran Despertar.

Conceptos humanos de Dios y la redención no consideran a nuestro tipo. — Dije, colocando un mechón de cabello que se había salido de atrás de mi oreja izquierda—. Si sobrevives a esta pesadilla, ve a hablar con Ryan. Tengo el presentimiento de que prefieres creerle a él más que a mí.

—Tú has vivido más. ¿Cómo podría él saber más? —contrarrestó.

Yo no confiaba en Ryan, pero el brujo de cabello blanco era una potencial fuente de información. Él representaba un punto de inicio para Danaus. Y si yo sobrevivía a esto también, esperaba hacer una pequeña investigación por mi parte. —Ryan ha pasado su vida estudiando las otras razas y religiones. Yo he recogido lo que he podido por el camino. Mucho de esto es mito y rumor.

Fíltrate a través de esto lo mejor que puedas y mantén tu mente abierta.

—¿Y luego qué?

—Nada —dije con un encogimiento de hombros. Me puse de pie en mi manera deshuesada—. Mantente en movimiento. Vamos.

Pasé cerca de él y bajé por el pasillo en mi usual despreocupado, feliz y suertudo modo, pero mi mente estaba revuelta. Un bori. Bueno un medio bori o algo así. Eso no era algo que hubiese esperado. Había pensado que tal vez él era una extraña mezcla mitad brujo, mitad licántropo que no podía cambiar.

No, Danaus era un mitad bori que tenía la habilidad de controlarme. Era

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suficiente para mandar temblores por mi espalda, pero de alguna manera tenía que enterrar mi terror profundamente en el interior de mi pecho. Por supuesto, si lo hubiera perdido en frente de mi oscuro compañero, Danaus habría estado fuera de la puerta.

—Mira… —me llamó suavemente, sonando titubeante.

—Sip, lo sé. Es un profundo y oscuro secreto de Danaus —dije, girando para poder verlo mientras caminaba por el pasillo detrás mío.

—¿Así que ahora puedes leer mi mente?

—No del todo, es el tipo de cosa que yo pediría. Además, no es como si quisiera que fanfarronearas a tu pequeño culto sobre tu nueva elegante marioneta Mira.

—Parece que andamos en tierras parecidas —dijo él, extendiendo su mano hacia mí.

—Siempre ha sido así —repliqué, deslizando mi mano en la suya. Estaba sorprendida de que no dudara en tomar su fuerte mano en la mía después de las tres últimas veces que nos habíamos tocado. No hubo un ataque de poder empujando para entrar en mi cuerpo esta vez, ningún pensamiento que no me perteneciera. Solo su usual calor lavando mi piel, remojando y calentándome como el sol. A pesar de lo que él era y de la herencia que lo atormentaba, Danaus aún tenía elección, aún tenía su honor.

Permaneciendo en el silencio de la iglesia sosteniendo su mano, un oscuro pensamiento revoloteó por mi cerebro antes de que pudiera detenerlo. ¿Había prometido proteger siendo él más peligroso para mí que toda una horda de Naturis? ¿No era mejor la muerte que una eternidad de esclavitud? Por alguna razón que aún debía entender, el Aquelarre había hecho un pacto con los Naturi, ofreciendo algún tipo de protección. Traje a Danaus al centro de nuestra civilización, una criatura que era mitad bori y mitad cazador de

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vampiros. A pesar de mis mejores intenciones, ¿Había traicionado a mi especie del mismo modo?

—Por supuesto, te darás cuenta de que esta conversación no me detendrá de cazar vampiros —dijo fríamente, liberando mi mano.

Me forcé reír mientras volteaba para dejar la iglesia. —No soñaría con detenerte —repliqué mientras empujaba la vieja puerta de madera para abrirla—. Sólo quiero que pienses sobre el porqué. —No estaba forzando a Danaus a hacer nada en lo que no creyera. Como sea, con suficiente tiempo y conocimiento. Creí que él dejaría de cazar Nightwalkers.

Nosotros casualmente volvimos caminado a través del campo principal infestado de maleza. Mirando por la laguna hacia el brillo de Murano y Burano, podía sentir a los otros Nightwalkers yendo a sus usuales actividades nocturnas. Ellos estaban cazando, alimentándose y riendo. A pesar de sus cuerpos muertos ellos estaban tan vivos como los humanos que los rodeaban.

No podía creer que nosotros fuéramos malvados. O más específicamente, que yo fuera malvada. ¿Estaría aún de luto por la pérdida de mi ángel si fuera malvada? En la oscuridad con Danaus a mi lado, esas preguntas eran todo a lo que me podía aferrar.

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CAPÍTULO 11

Traductores.- Kero-chan y Virtxu Correctora.- Amelie22

n lento silbido se deslizó entre mis dientes apretados cuando me detuve al borde del patio cubierto de hierba. Jabari estaba jugando.

Primero, exigió que fuera a Venecia, en donde estaba casi garantizado que descubriera el complot del Aquelarre con los Naturi, y ahora esto. Ya no estábamos solos. Había estado tan completamente enfocada en Danaus y nuestra conversación que no reparé en Nicolai hasta que se quedó mirándonos desde la ventana del segundo piso de un edificio vacío.

Llegaba temprano. No había esperado que Jabari enviara a su asesino al menos hasta después del próximo sacrificio. Por supuesto, esto significaba que el Anciano había roto su promesa de que no enviaría a uno de sus lacayos del tribunal a ver mi muerte. Pero sabía que el objetivo de Jabari no era matarme allí. Yo era demasiado vieja y experimentada como para ser asesinada por un licántropo. El quería otra cosa. Nicolai era simplemente un peón que había sido introducido al juego. Por desgracia, yo no era el oponente contra el que Jabari estaba jugando; sólo era otra de sus piezas. ¿Qué se supone que conseguiría si peleaba con Nicolai? ¿Esperaba Jabari que matara al hombre lobo? ¿Era él más

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importante de lo que pensaba? Quería gritar. Criticarme a mi misma y tratar de predecir el próximo movimiento que Jabari iba a dar para matarme.

Parada en la oscura sombra proyectada por el edificio que el hombre lobo estaba ocupando, metí la mano en mi bolsillo y saqué el anillo de plata que tenía la llave del lancha. El pequeño trozo de metal tintineó antes de que lo agarrara. —Lleva el lancha de vuelta al hotel —murmuré, sin examinar a Danaus mientras él venía y se paraba detrás de mí.

—¿Como volverás? —preguntó él, aún sin alcanzar la llave.

—Nadaré. —Extendí mi mano izquierda y le di la vuelta, esperando que el pusiera su mano bajo la mía de manera que pudiera coger la llave, pero el cazador se rehusó a ceder.

—¿Qué está pasando? —La tensión endureció sus palabras, volviéndolas sílabas ásperas que apenas podían entenderse entre sus apretados dientes.

Antes de que pudiera murmurar nada, una ola de poder salió de su cuerpo y barrió la pequeña isla. No sabía si él podía sentir a los hombres lobo tan bien como sentía a los Nightwalkers, pero iba a averiguarlo en un par de segundos.

Solo había un par de docenas de humanos en toda la isla, todos ellos de avanzada edad. Probablemente nacidos en la isla y decididos a morir aquí como tantos de sus antepasados.

—No es de tu incumbencia, cazador —dije bruscamente—. Vete de aquí.

—¿Que quiere el licántropo? —reclamó él, mientras sus poderes volvían a su cuerpo. Su súbita ausencia me hizo sentir congelada, como si un frío húmedo se hubiera colado entre mis huesos.

—Su corazón. —Las palabras flotaron hasta nosotros desde la oscura ventana, afiladas con un ligero eco que rebotaba brevemente alrededor del vacío edificio antes de escapar en el aire nocturno. Su tono no contenía amenaza, pero sonó como la suave caricia de un enamorado preocupado preguntándose porque su

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amada compañera estaba caminando bajo la luz de la desvanecida luna con otro hombre.

Danaus se alejó de mí y miró al edificio, con su mano derecha buscando inconscientemente un cuchillo en su cadera, sólo para descubrir que no estaba ahí. Después de nuestra audiencia con el Aquelarre, a ninguno de los dos se nos había ocurrido regresar al hotel a por nuestras armas. Yo había estado muy distraída por lo que pasó en San Clemente como para pensar acerca de nimiedades como la defensa personal. El cazador frunció sus labios, en una firme y fina línea y dejó caer su mano en su sitio, flexionado sus dedos por la irritación.

—¿Qué está pasando? —soltó él.

—Mr. Gromenko ha sido enviado a matarme —respondí calmadamente bajando mi mano a mi costado. La llave estaba aún apresada entre mis dedos. Estaba empezando a tener la sensación de que Danaus no se iba a ir. No lo quería por ahí cuando Nicolai atacara. No confiaba en que Danaus mantuviera su nariz fuera de mis asuntos. Los dioses saben que no podía.

Danaus volvió la mirada hacia mi cara. Sus hermosos ojos se abrieron con sorpresa y confusión. Yo sabía lo que él estaba pensando. Hace una hora habíamos cenado con ese hombre. Sonreímos, reímos y compartimos inquietudes acerca de los oscuros días que aguardaban más allá del horizonte.

Y ahora venía a coger mi corazón.

—Jabari me quiere muerta —dije encogiéndome de hombros, como si eso pudiera explicarlo todo. Y en mi mundo, lo hizo. Si un Anciano quería algo, eso pasaba, sin importar que persona tuviera que usar para obtenerlo.

Danaus abrió su boca para decir algo, quizá para discutir con lo que para mí sería un razonamiento muy lógico, pero antes de que pudiera hablar, Nicolai saltó de su posición y aterrizó con ligereza unos cuantos metros más allá.

Danaus se tensó y se adelantó un paso, intentando mantenerse entre el

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licántropo y yo, pero coloqué una mano en su hombro, deteniéndolo. Bajo mis fríos dedos podía sentir sus músculos saltando a mi contacto y su energía arqueada a través de mí, buscando un nuevo hogar. Él estaba tenso y no estaba precisamente tratando de contener sus poderes bajo una fuerte atadura.

—¡Danaus! —estallé. Las uñas de mis dedos se hundieron en su cálida carne, mientras al mismo tiempo una parte de mi luchaba para mantener sus poderes fuera de mí—. Esta no es tu pelea. No necesito tu protección.

Los dos hombres se miraron el uno al otro. Los rasgos de Danaus eran duros e inflexibles, los músculos de su mandíbula tensos mientras apretaba sus dientes. La cara de Nicolai estaba desprovista de emociones, como si un velo se hubiera interpuesto entre su mente y sus emociones. No sabía qué estaba pensando, y había unas cuantas maneras más efectivas de iniciar una lucha que hurgando en la mente de otra criatura que podía sentirlo. La mayoría de humanos no lo sentiría, pero las criaturas mágicas podían, de la misma manera que un lobo siente la proximidad de la tormenta.

—¿Puede matarte? —preguntó Danaus, aún renuente a retroceder.

—Puede intentarlo —respondí, ignorando el cambio.

—¿Lo matarás?

—No si puedo evitarlo —admití. No tenía deseos de matar a Nicolai. El parecía un chico amable y honestamente no tenía nada contra él. Toda esta cosa de cazarme era culpa de Jabari, no de él. Por supuesto, si matarlo era la única forma de salvarme, no dudaría.

El ceño de Danaus se profundizó, y arqueó una gruesa ceja hacia mí a modo de pregunta, sin apartar la vista de Nicolai. Apretando mis dientes, empujé a Danaus un paso atrás. –No soy ninguna máquina de matar sin mente —gruñí.

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El cazador bufó, dejando claro que tampoco creía en ese trozo de lógica.

—A pesar de todo, no puedo sólo alejarme. Los Naturi están tratando de liberarse.

No

podemos

permitirnos

el

lujo

de

arriesgar

tu

vida

innecesariamente.

—Tu preocupación calienta mi sangre. —Inconscientemente guardé la llave del lancha en mi bolsillo, enojada más allá de todo pensamiento racional.

—Mira…

No dejé a Danaus ir más lejos. Agarrándolo de la camisa, lo zarandeé y golpeé su espalda contra el cercano edificio, obteniendo un gruñido de su parte. —No he sobrevivido más de seis siglos por haber tenido a algún humano hostil cuidándome las espaldas. Me encargaré de esto sin tu asistencia.

—No me iré, prometimos dejar Venecia juntos —murmuró.

Ahí fue cuando finalmente caí en cuenta. A veces es increíble cómo puedo ser de lenta para comprender algunas de las pequeñas cosas en la vida. Mientras volábamos a Venecia, prometimos que ambos saldríamos de la ciudad con vida. Había tomado eso como un acuerdo en mi nombre para mantenerlo con vida. Nunca se me ocurrió que el también intentara proteger mi existencia.

Mi agarre en su camisa aflojó y me alejé un paso de él, sorprendida.

Pensamientos acerca de Nicolai, los Naturi, el Aquelarre. Todos desaparecieron por un par de segundos. El aire se volvió más pesado con un extraño silencio que sólo era roto por los latidos del corazón de Danaus. Eran más rápidos de lo usual; más rápidos que durante nuestras peleas y más rápidos que durante nuestras discusiones. El latido era hipnótico, tratando de decirme otro de sus grandes secretos, pero no podía entender lo que me susurraba.

—Bien —dijo el licántropo indiferentemente, trayéndome de vuelta de nuestro propio y privado mundo—. Tú te quedas. —El rubio adonis lleno de músculos

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ondulantes llegó a mi lado y agarró a Danaus de su cabello negro. Empujando su cabeza ligeramente hacia adelante, Nicolai golpeó la parte trasera de la cabeza de Danaus contra la pared de ladrillo que estaba atrás suyo antes de que ninguno de nosotros pudiera reaccionar. El cazador no profirió sonido alguno mientras caía al suelo en forma de bulto, desasiéndose de mis manos.

Miré a Nicolai con una sonrisa vacilante. —Será mejor que esperes que te mate, porque él va a estar seriamente enojado cuando despierte.

—Entonces creo que será mejor acabar con esto rápido —replicó él, alejándose del cuerpo inconsciente de Danaus. Sus oscuros ojos cafés barrieron el área, buscando algo. Su alta y musculosa figura estaba tensa, esperando que yo lo atacara. Él podría haberse movido antes de que pudiera retroceder, pero yo no iba a comenzar esta pelea.

—Ahí —dijo él, con una sacudida de cabeza—, en el campo. —Mis ojos siguieron su mirada hasta la descuidada plaza con los pilares desmoronados y la acera rota. Estaba más allá de la iglesia en la que Danaus y yo habíamos estado. Parecía que de los cuatro lados de la plaza, tres estaban rodeados de pequeños y vacíos edificios mientras que el cuarto miraba hacia el lago.

Caminé en aquella dirección y paré en un borde de la plaza, junto a uno de los pilares, mis manos descansaban en mis estrechas caderas mientras examinaba el campo de batalla propuesto. Mi única advertencia fue un ligero cambio en el aire, sólo medio aliento antes de que Nicolai se lanzara sobre mí. Un gruñido escapó de mi garganta cuando me aplastó contra la columna. La fría y áspera roca cortó y raspó mis desnudos brazos y mi espalda como si fuera un papel de lija grueso, amenazando con arrancarme una capa de piel. Gruñendo, lo empujé lejos de mí antes de que pudiera poner sus pies en el suelo, lanzándolo a la mitad de la plaza. Como un gato, aterrizo fácilmente sobre sus pies deslizándose un poco en los escombros que llenaban la zona.

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Con una mano en el suelo y las piernas separadas, el licántropo estaba preparado para saltar de nuevo sobre mí. Sus ojos brillaban con poder, una extraña luz cobriza, mientras un grave gruñido retumbaba en su pecho. Él no se arriesgaría cambiando. El proceso tomaría mucho tiempo y lo dejaría vulnerable a mi ataque.

Una brisa comenzó a moverse, alejando la gruesa pared de calor y humedad de verano. El aroma del lago llegó a mi nariz junto con el olor almizcleño de Nicolai. Estaba cubierto con el aroma del miedo, el aroma de la frustración.

Con una honda inhalación de aire se lanzó hacia mí a través de la plaza. Él era una mancha oscura, más viento que hombre mientras se movía. Me lancé a la derecha, intentando solo esquivarlo, pero subestimé su velocidad. El dolor estalló en mi antebrazo izquierdo y bajé la mirada para encontrarme con tres largos, e imperfectos cortes en mi pálida piel. La sangre brotó y bajó por mi brazo antes de derramarse finalmente en el suelo. Mis ojos se lanzaron hacia Nicolai, para encontrar que sus dedos estaban alargados y afilados con largas garras negras.

Frunciendo el ceño, reprimí una maldición y retrocedí lentamente un par de pasos, rodeándolo. Él podía transformarse parcialmente. Eso significaba que, o era mucho más viejo de lo que pensé en un principio, o mucho más poderoso.

Transformar partes específicas del cuerpo era muy difícil, exigiendo tener una gran cantidad de energía y control. Había visto a Alex hacerlo sólo una vez, y eso la dejó sudando y temblando después. Yo sabía que podía alargar la pelea en un intento de hacerlo cansar, pero creo que ambos queríamos acabar con esto antes de que Danaus despertara de su siesta.

Nicolai arremetió contra mí de nuevo, pero esta vez permanecí en mi sitio, mis pies firmes y mis piernas preparadas. Agachándome bajo los enormes brazos que se lanzaron a atraparme, le di un fuerte puñetazo en un costado, bajo sus costillas. El aire estalló desde sus pulmones en un estridente gruñido. Su talón derecho raspó contra el suelo, mientras él se esforzaba para mantener el

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equilibrio después del inesperado golpe. Antes de que pudiera inhalar una bocanada de aire fresco, le golpeé con mi puño izquierdo en la mandíbula, haciendo una mueca cuando impactó. No quería lastimar a Nicolai, pero necesitaba ponerlo fuera de combate para poder terminar por fin esta contienda.

El puñetazo le dio en el alma. Inmediatamente retrocedí unos cuantos pasos mientras él se echaba para atrás, respirando de forma irregular.

—¿Cuáles son tu órdenes? —Le exigí. Nos rodeamos entre nosotros, separados sólo por unos pocos pies de aire vacío.

—Matarte —replicó Nicolai. El licántropo se adelantó en una mancha, intentando alcanzar mi estómago con su puño derecho. Salté hacia atrás, esquivando el golpe y cayendo equilibrada en la punta de mis pies. Él se inclinó antes de que pudiera apoyarme totalmente en mis pies de nuevo y giró su pierna. Su pie y su tobillo golpearon mis pies, tirándome hacia atrás.

En vez de aterrizar en mi espalda, me apoyé en mis manos y continúe la voltereta. No fue bonito, pero me las arreglé para caer sobre un pie y una rodilla, lista para arremeter sobre él.

Nicolai retrocedió un par de pasos cuando se dio cuenta de que su intento de tumbarme de espaldas había fracasado. Puños arriba, esperó a que me pusiera en pie de nuevo.

—¿Sólo matarme a mí? —continué—. ¿Qué hay de Danaus? ¿O de Tristan? — Necesitaba entender ese juego que Jabari estaba jugando. Sabía que el Anciano enviaría a Nicolai por mí, pero ¿cuál era su razón para hacerlo? ¿Quería que me deshiciera de esta mascota? ¿O era Nicolai una amenaza aún mayor de lo que daba crédito? Mi muerte aquí pondría a Tristan y a Danaus en un gran riesgo, y con la aparición de los Naturi en el salón principal, me estaba empezando a preguntar seriamente si Jabari realmente me necesitaba viva

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aún. Yo sabía que mis noches estaban contadas, pero ahora sentía como si tuviera muchas menos de lo que creía inicialmente.

—Sólo te nombró a ti —declaró Nicolai. Su pesada respiración y sus rápidos latidos eran los únicos sonidos en el campo vacío. Sus pasos no emitían ningún ruido mientras comenzábamos a rodearnos el uno al otro de nuevo.

—¿Alex? —me volví hacia él, pero me esquivó. Desafortunadamente había sido muy optimista respecto a que ese golpe iba a conectar. Desbalanceada y moviéndome muy lento, me tragué una maldición cuando sentí las grandes manos de Nicolai rodear mis hombros. Luz blanca explotó ante mis ojos cuando

él

estrelló

su

cabeza

contra

la

mía.

El

dolor

fue

seguido

inmediatamente por una segunda oleada de dolor cuando su puño golpeó mí barbilla, impulsándola hacia atrás.

De alguna manera, permanecí de pie, aunque todavía sin abrir mis ojos. No necesitaba verlo. Podía oírlo. Podía olerlo. Podía sentir el calor emanando de su cuerpo. Apretando mis dientes, clavé mi puño derecho en su costado. El sonido de dos costillas rompiéndose fue inconfundible.

—Sólo tú —gruñó.

Retrocediendo inestablemente unos pasos, parpadeé un par de veces para aclarar mi visión. ¡Por Dios, este tipo tiene una cabeza muy dura! Nicolai estaba parado a un par de pies de distancia, aún erguido, pero ahora una de sus manos estaba presionada contra su herida caja torácica.

Bufé suavemente. —Soy una chica con suerte.

—Lo siento. —La palabra se le escapó en un susurro casi sin aliento, causando que se ampliaran las esquinas de mi boca. Todos estábamos atrapados en este conjunto de islas de una manera u otra.

Nicolai llegó a mí otra vez, sus uñas eran como clavos destinados a eliminar más de una capa de carne de mi cuerpo. No traté de esquivarlo esta vez. Cogí

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su brazo superior, y aproveché ese momento para lanzarlo lejos de mí.

Lamentablemente, el licántropo fue lo suficientemente inteligente como para envolver sus largos dedos alrededor de mis muñecas y tirarme al suelo con él.

Aterrizamos en un montón con él debajo de mí. Ambos gruñimos mientras nos estrellábamos contra el duro suelo, cubierto de piedra. Rodamos varios pies mientras luchábamos por la supremacía, con las piernas enredadas entre sí.

Cuando finalmente nos detuvimos en un lugar, Nicolai estaba encima de mí, con las rodillas apoyadas en ambos lados de mis caderas mientras se esforzaba por mantener mis brazos sujetos a ambos lados de la cabeza.

Un pequeño destello de luz dorada me llamó la atención, y mi mirada fue hacia abajo para encontrar una cruz de oro colgando de su cuello con una gruesa cadena de oro. La pequeña pieza de metal había alcanzado un rayo de luna, y me guiñaba un ojo. No resplandecía o calentaba como a tantas de las películas le gustaba mostrar. Pero lo sentía palpitar con el poder, superándome, mientras luchaba para separarme del hombre lobo. Pero Nicolai era fuerte. Sin pronunciar una palabra, yo sabía que él creía profundamente que Dios y las huestes celestiales lo mantendrían a salvo de mí.

Un silbido se escapó de mis apretados dientes y me presioné de nuevo contra la fría piedra, en un intento por poner algo de distancia entre mí y la cruz.

Tocarlo solo me quemaría, y puesto que tenía un hechizo que inducía a la quemadura, la herida nunca sanaría por completo. Y yo prefería no tener una cicatriz en forma de cruz en ninguna parte de mi cara.

—¿Has pensado en todo, verdad? —Le provoqué. Las palabras se abrieron paso entre mis labios en un susurro ronco ya que no podía aflojar los dientes.

Nicolai permaneció en silencio, se centró en mantenerse encima de mí, pero incluso en eso vacilaba. Era fuerte, pero yo era aún más fuerte. Me las arreglé para levantar los brazos un par de pulgadas de la tierra, alejándolo de mí. Con un último gemido, él aflojó la presión que estaba utilizando para sujetarme

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abajo, sólo el tiempo que tardó en coger aliento antes de golpear mis brazos hacia abajo en el suelo. El sonido de fractura de huesos rompió el silencio.

Yo grité, mi espalda se arqueó sobre el suelo un poco. Había golpeado mi antebrazo derecho contra una roca, rompiéndome los huesos por la mitad. Mi visión nadó en el dolor por un par de segundos. La idea de derrotarle sin matarlo desapareció. Instintivamente, golpeé mis rodillas entre sus piernas. La sorpresa y el dolor fue suficiente para finalmente empujarlo lejos de mí.

Antes de que cayera al suelo, un círculo de fuego se levantó en torno a él, extendiéndose más de seis pies en el aire. Luchando por ponerme en pie, acuné mi brazo roto en mi pecho después salí corriendo a los nichos más oscuros del campo. Uno de los rincones más lejanos tenía un tipo de glorieta con dos paredes de espesa vid. Las sombras eran profundas, por lo que me ocultaban. ¡Mira!

Me estremecí por la presencia repentina de Danaus en mi cabeza. El toque fue provisional y distante, lo que me hizo pensar que todavía estaba apoyado contra la pared, donde lo dejé. ¡Vete! Le gruñí mentalmente. Estoy muy ocupada tratando de no matarme.

Estás herida. ¡Vete! No me sorprendió que él pudiera decir que estaba herida, ya que el dolor parecía llenar mi cuerpo entero. Sin embargo, me puse rígida cuando de repente sentí una pequeña ola de poder barrer a través de mí. Danaus y su toque cálido se movieron lentamente sobre mi cuerpo, en busca de la lesión.

Es mi brazo derecho. Está roto. Incluso en los pensamientos de mi cabeza sonaba temblorosa y asustada. Los Nightwalkers no podíamos hacer esto.

Podríamos leer los pensamientos y emociones de otros, pero no podíamos echarnos una mano los unos a los otros como en éste momento.

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Ya voy. La idea sonó firme y decidida en mi cabeza. Podía sentir su movimiento, acercándose.

No, se está curando. Quédate dónde estás. Yo… Dejé la frase a medio terminar cuando vi saltar a Nicolai por el fuego, levantando los brazos para protegerse la cara. Un Nightwalker nunca hubiera tenido esa oportunidad. Tendemos a incendiarnos con demasiada facilidad.

Cuando aterrizó en sus pies, inmediatamente apagué el fuego, hundiéndome en la oscuridad total. Sabía que el fuego había destruido la visión nocturna del licántropo, y que sólo tenía un par de segundos antes de que él pudiera volver a ver de nuevo.

Cogí una piedra del tamaño de mi puño izquierdo, y la lancé a través de la silenciosa plaza a su lado. Mi objetivo había sido golpearle en la parte posterior de la cabeza. Si eso funcionaba para Danaus, funcionaría para Nicolai. Pero el hombre lobo me sintió en el último segundo, ya sea por una conmoción en el aire o por el sonido de mi ropa cuando me movía, no sé. Se volvió hacia mí y acabé golpeándole en la sien. Se desplomó a mis pies como un saco de pasta húmeda.

Una raspadura en el hormigón hizo que mirara hacia el borde de la plaza, y levantara la mano izquierda con la roca, lista para lanzársela al intruso. Era Danaus, de pie en las sombras, con los brazos levantados en señal de rendición y una sonrisa en los labios.

—Eres un desastre —murmuró, ganándose una mirada de mi parte.

—¿Tuviste una buena siesta? —Dije burlonamente, dejando caer la roca.

La sonrisa se fue de sus labios, convirtiéndose en una fría mirada. Me duele mucho discutir con el cazador. Había preocupaciones más apremiantes cómo que la noche continuaba cayendo.

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Me arrodillé junto a Nicolai, pero no lo toqué. Su pecho aumentaba profundamente, incluso la respiración y podía oír el fuerte ritmo constante de los latidos de su corazón. Se recuperaría. La sangre salía desde su sien, pero estaba segura de que se detendría pronto. Cuando me puse de pie de nuevo, Danaus estaba al otro lado del inconsciente licántropo.

—Asegúrate de que todavía tiene su cruz —le dije.

Danaus me frunció el ceño, pero sin decir nada se arrodilló y metió la mano por el cuello de la camisa del hombre dejando al descubierto su cuello y sacando un dedo para mostrarme una cadena de oro y una cruz sobre la piel bronceada.

—No quiero que alguien más coja el olor de su sangre y se lo meriende — dije mientras daba la vuelta y me marchaba. Una vez más, acuné mi brazo contra mi estómago, el dolor comenzaba a desaparecer. El hueso se estaba reparando, pero el proceso era más lento que la curación de una herida superficial.

—¿Por qué le enviaría Jabari? —Preguntó Danaus, viniendo detrás de mí.

—No sé.

—Pero el Naturi…

—No sé, Danaus. No sé lo que están planeando, pero estoy empezando a preguntarme si Jabari tiene algo más en el almacén para mí —le admití en voz baja. Si era necesaria para proteger y hacer el sello que unía a los Naturi, significaba que el Aquelarre no podía matarme. Sin embargo, después del intento de Nicolai, esto significaba que, o bien Jabari finalmente hizo su sustitución o el Aquelarre ya no quería proteger el sello. O Jabari tenía planes para mí, que no incluían al Aquelarre o a los Naturi.

De pie en el suelo al lado del lancha, miré a través de la laguna hacia las brillantes luces de San Marco. Bienvenida de vuelta a Venecia, Mira. En esta

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ciudad la muerte, el dolor y el horror se escondían en cada sombra y alrededor de cada esquina, escondidos bajo un barniz de antigua y elegante belleza mundial y civilización.

Danaus estaba detrás de mí y de forma inesperada puso su mano sobre mi hombro derecho. Mi cabeza se volteó a mirar la gran mano mientras su calor se filtraba a través de mi carne fría. Al mismo tiempo, metió dos dedos de su mano libre en mi bolsillo delantero izquierdo. Traté de alejarme de él en estado de shock, pero fui atrapada entre su cuerpo que era más grande y el canal abierto. Mi mirada se dirigió bruscamente a su cara. Danaus sonrió de nuevo y balanceó las llaves delante de mi cara.

—No estás en condiciones de conducir —dijo, y luego entró en el barco. Fruncí el ceño y no dije nada mientras me subí a la pequeña lancha y me instalé en uno de los asientos. Mi brazo estaba curado en su mayoría, pero no me importaba. Me sentía rota y desgastada por el encuentro.

El motor cobró vida cuando Danaus nos condujo fuera de la isla de regreso a la Laguna, se dirigió a Guidecca, a nuestro hotel. El sonido del viento y de las olas era relajante, eliminaba la tensión de mis hombros. Pensé en Nicolai por un momento, preguntándome qué era lo que Jabari pretendía conseguir con el hombre lobo.

Sacudí la cabeza, sin importarme que no hubiera nadie cerca para verlo, me perdí ante mis propios pensamientos. Jabari estaba jugando un juego. No entendía su objetivo. El mío era inconfundible. Proteger la paz. Y la única manera de hacerlo era destruir los negocios del Aquelarre con los Naturi. Tenía que averiguar cómo.

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CAPÍTULO 12

Traductora.- Trinity Correctora.- Angeles Rangel

ualquier indulto que pensé que podría haber ganado después de noches corriendo y luchando por mantenerme con vida había sido adecuadamente acabado. Ahora solo quería unos pocos minutos de quietud para pensar y anticipar el próximo movimiento de Jabari. Un suspiro golpeó contra la parte posterior de mis dientes, pero nunca logró escapar, Danaus y yo entramos en la suite del Cipriani. En vez de encontrarme con la mimosa, dulce escena de Sadira y Tristan, las habitaciones estaban vacías. No les había dejado ordenes explícitas de quedarse en las habitaciones, pero no los sentía cazando en las calles cuando escaneé en el área del hotel antes de dejar Torcello.

Una pesada tensión colgaba desagradable en el aire, presionando contra mi pecho. Parada en medio del salón negro y gris, luché por evitar apretar mis puños. La hermosa habitación con sus elegantes muebles y brillantes pisos de mármol estaba intacta, indicando que ellos habían salido por su propia voluntad.

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Empecé poco a poco, vacilante. Los poderes se expandieron de mi cuerpo en un círculo, llegando al exterior hasta cubrir todas las principales islas de Venecia. No estaban ni Tristan ni Sadira.

De mala gana, presioné a través de la laguna hasta San Clemente, donde encontré a Sadira en el Gran Salón. Ella no estaba sola.

Sus emociones eran claras. Estaba calmada, pero triste. Yo aún no sentía a Tristan, pero sabía que él estaba ahí también. Alguien bloqueaba mi habilidad para sentirlo, y había una sola persona que podía hacerlo: la amada creadora de Tristan, Sadira. Un Nightwalker podía protegerse a sí mismo y a sus niños de ser sentido por otro Nightwalker como un mecanismo de defensa. Sólo los más antiguos como Jabari podían mantenerlo por la noche hasta su fin, a lo mejor Sadira podía mantener la barrera durante un par de noches, pero no necesitaba esconderlo por demasiado tiempo. Solo estaba consiguiéndole al resto un poco más de tiempo. Y tal vez también Nicolai. De seguro Jabari no creyó que el hombre lobo podría matarme, pero sabía que Nicolai me mantendría ocupada por un rato.

—¿Puedes ir a una iglesia? ¿A una que aún esté funcionando? —le pregunté a Danaus. Mi voz fue sigilosamente baja a través de aire tenso que llenaba la suite. Permaneciendo al lado del sofá, me incliné para que mi mano derecha se agarrara firmemente de la esquina de una de las mesas de terminaciones oscuras, haciendo que mi recién curado antebrazo doliera. Danaus se mantuvo detrás de mi hombro izquierdo cerca de la puerta doble de la suite. No me molesté en ocultar mi frustración y enojo. ¿Cuál era el punto? Él podía sentir mis emociones si quería.

—Sí —dijo él—. ¿Qué está pasando? —Sus pesados pasos cruzaron la habitación para detenerse ante su bolso de armas, que estaba cerca del sofá.

Colocando el bolso de lona gastada en la mesa de café, lo abrió sin mirarme y

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comenzó a hurgar buscando por el artículo apropiado para destruir a su enemigo.

Mis labios se abrieron pero mi voz no pudo pasar el nudo de mi garganta. Lamí mis labios y traté nuevamente, forzando a mis dedos para que soltaran su mortal agarre en la mesa porque ellos comenzaban a vibrar y no quería astillar la madera. —Hay algo de lo que debo encargarme. —Las palabras salieron planas e inexpresivas a pesar de la confusión en mi pecho. Debía regresar a San Clemente.

Mirando sobre mi hombro a mi oscuro acompañante, encontré que su dura mirada nunca vaciló del destello del acero y cuero mientras hurgaba en su bolso de implementos.

—¿Dónde están Sadira y Tristan?

Ignoré su pregunta y me paré recta nuevamente mientras finalmente levanté mis dedos de la mesa. Silenciosamente, me quité el collar y los aretes que llevaba, metiéndolos en mis bolsillos delanteros. Ellos solo estorbarían. —Hay una pequeña iglesia a tan solo un par de cuadras al sur de aquí. Ve hacia allá y permanece allí hasta el amanecer.

—Voy contigo.

Volteé para encarar a Danaus, que ahora estaba a tan solo unos pasos. Sus cejas negras estaban fruncidas sobre su nariz, y los músculos de su quijada se endurecieron cuando apretó los dientes. Sus dedos hábilmente tocaron la funda de cuero para cuchillos en su cinturón mientras se preparaba para la próxima pelea. Había tomado su decisión de seguirme en cualquier lucha que yo supiese que enfrentaría. Mi propio ceño fruncido se alivió de mis labios y algo liviano se me inflamó en el pecho, empujando a un lado el enojo y el miedo que había sido un peso para mi durante las noches pasadas. Él no sabía

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a que nos enfrentábamos o que tan malas eran nuestras posibilidades, pero me seguiría.

Desafortunadamente, él no podía venir conmigo esta vez. —Esa no es una opción —dije con un suave sacudimiento de cabeza—. Nuestro propósito es deshacernos de los Naturi. —Mi voz se tornó tan fría e inflexible como la Tundra rusa. No podía dejarlo acompañarme; por el bien de Tristan y el mío—.

Este es un asunto de Nightwalker. Tú no vas a ir. Ve a la iglesia. No quiero preocuparme de que alguien venga por ti mientras no estoy. Él se rehusó a ser disuadido por mi tono, y toscamente me tomó por la muñeca cuando traté de alejarme. —¿Qué está pasando? Mirarme. Primero Nicolai, y ahora esto. ¿Dónde están Tristan y Sadira?

Mi mirada se cruzó con sus estrechos ojos azules y por un momento deseé hundirme en su fresca profundidad. Quería olvidar todo esto y volver a jugar al gato y al ratón con él en el histórico distrito de Savannah. Sabía que el voluntariamente caminaría por el pasillo principal y me protegería con su último aliento.

Por supuesto, su protección no tenía que ver conmigo de por sí, si no con la protección de la raza humana. Yo era la llave, el arma que derrotaría a los Naturi. Durante medio aliento me pregunté si él me odiaba más por eso. Una criatura que él percibía como completamente malvada, ahora salvadora de la raza humana. Un cazador de vampiros forzado a proteger a su presa elegida.

—Sadira ha llevado a Tristan al Aquelarre —susurré.

—¿Por qué? —su profunda voz había descendido, como si estuviéramos compartiendo secretos. Pero habíamos hecho eso ya esta noche, y la mayor

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parte lo habíamos dicho gritando al máximo de nuestros pulmones para que todo el cielo lo oyera.

—Castigo —murmuré, forzando la palabra más allá por el nudo en mi garganta—. Le robé a Tristan, así que ella debe devolverme el golpe.

Mi mirada vaciló y cruzó la habitación, para detenerse en la ventana que daba a la plaza San Marco. La tibia luz ámbar brilló intensamente en la calle, llamando a los parranderos de última hora.

—¿Lo matarán?

—Sí, pero no hasta que llegue. —Mi voz se endureció y mis manos se convirtieron en puños mientras miraba ciegamente por la ventana—. Ella querrá que lo vea; para que sepa que fallé en protegerlo.

El pulgar de Danaus frotó el interior de mi muñeca en una suave caricia, volviendo mi mirada a su rostro. —¿Tratarán de matarte?

Media sonrisa se formó en la esquina derecha de mi boca, haciendo a un lado la preocupación que se había formado indudablemente en mi rostro.

—Pueden intentarlo, pero lo dudo. —Es hora de que el Aquelarre me traiga a talón—. Intentarán romperme y recordarme que yo les sirvo.

—No puedo ir —susurró Danaus, liberando mi muñeca. Su mano cayó suelta de vuelta a su lugar. Finalmente entendió que tenía que probar mi fuerza. Era una prueba. Si él entraba y cuidaba mis espaldas, sería tomado como un signo de debilidad de mi parte. Cualquier ayuda que él pudiera ofrecerme haría más daño que bien.

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—No. —Caminé hacia la puerta, rehusándome a mirar a mi compañero en el crimen. Ellos iban a hacerme daño. Iban a hacer que deseara estar muerta, pero no me matarían. Esta noche era solo un poco de diversión. Si de alguna manera me las arreglaba para sobrevivir las próximas noches y detenía el plan de Rowe de liberar a los Naturi, entonces sería temporada de caza por mi cabeza.

Con una mano en la puerta abierta, miré sobre mi hombro hacia la habitación repentinamente odiando su opulencia. Mis ojos aún se negaban a encontrar su cara. —Esto se acabará antes del amanecer.

No estaba muy segura de lo que era ―esto‖, pero estaba segura que antes de que llegara el amanecer alguien estaría muerto. Sabía que Sadira me la devolvería. Más allá de que era su modo, era el modo de todos los Nightwalkers. Había robado algo que le pertenecía delante de un miembro de la corte. No habría sido deferente si le hubiese escupido en la cara. Por supuesto, el rumor de mi hurto se había esparcido como reguero de pólvora a través de las legiones de los Nightwalkers.

Pero, estúpidamente, pensé que tendría más tiempo. Sadira usualmente era una criatura increíblemente paciente. Ella jugaba con su presa por décadas si el tiempo lo permitía, dejándolos pendiendo de un delgado hilo de esperanza por años antes de que finalmente los acabara. Pensé que ella esperaría hasta que finalmente derrotáramos a Rowe. Aparentemente no creyó que tendría otra oportunidad así que apresuró las cosas. Eso, o alguien más estaba tirando de los hilos.

Crucé el lago en tiempo record. Conocía esta agua. Tal vez no tan bien como las calles de mi querida Savannah, pero lo suficiente como para poder empujar forzando el bote hacia los límites de la isla. Circulando alrededor de un pequeño, atractivo aterrizaje de piedra cercano al salón principal, desaceleré la

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pequeña lancha cerca del puerto. Estaba lleno de botes de diferentes formas y tamaños, pero todavía había un espacio. Ellos estaban esperándome.

Aún en el bote, antes de pararme en el puerto de piedra escaneé la Isla una última vez. Todos estaban reunidos en el gran salón del Aquelarre. Vagamente Podía distinguir a Elizabeth en niveles más bajos en las habitaciones diurnas.

Macaire también estaba ahí, pero él se estaba moviendo, yendo hacia niveles más bajos. Jabari, por supuesto, no estaba en ninguna parte donde pudiera encontrarlo. Han pasado años desde la última vez que fui capaz de sentirlo. Él mantenía puesta su capa protectora constantemente ahora, escondiéndose de algo.

Cuando me retiraba, un grito de dolor rasgó a través de mi cerebro, enviándome sobre mis rodillas. Un dolor abrasador rasgaba mi carne como si las garras de mil gatos me estuviesen usando como un poste de arañado. Los músculos temblaban y mi estomago se cerraba y abría, estremeciéndose bajo la embestida de dolor sin fuente. Me agarré fuertemente del volante, tratando de recuperar el equilibrio mientras la última ola de dolor y terror barría a través de mí.

Había encontrado a Tristan.

Un nudo de miedo torcido en mi pecho, pero se estaba derritiendo bajo el calor de la rabia que se construía mis venas. Sadira había retirado el velo que bloqueaba a Tristan de mis sentidos. Habían estado torturándolo, esperando por mi inminente llegada. Pude sentir el dolor que corría por su delgado cuerpo y el agotamiento paralizante mientras su cuerpo era forzado a sanar la variedad de heridas que le habían infringido. Salté fuera del bote y caminé rápidamente hacia la sala principal. No había necesidad de correr. Los vampiros de la asamblea habían detenido sus diversiones mientras esperaban por mí.

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El mismo par de humanos de antes en la tarde abrieron las grandes puertas, sus músculos saltando bajo el esfuerzo que requería mover la densa combinación de hierro y madera. Una mirada nerviosa bailaba en sus ojos oscuros, que me miraron brevemente antes de volver a mirar al fijamente el suelo. Sabían que algo estaba pasando dentro, algo espantoso. Habían escuchado los gritos de Tristan incluso a través de las gruesas puertas y estaban simplemente agradecidos de que no ser el centro de esta macabra actividad. Aún así, faltaban bastantes horas hasta que la noche terminara, bastante tiempo para que ellos completaran.

Las lámparas de lágrimas que colgaban sobre mi cabeza habían sido apagadas, el largo pasillo escasamente iluminado con candelabros de hierro esparcidos sostenían densas velas amarillas. Incluso después de vivir en la gloria de la era electrónica, habían ciertas cosas que no serían reemplazadas, particularmente en el Gran Salón. Las pequeñas llamas danzaban en sus precarias perchas, lanzando largas sombras que se congregaban en los profundos rincones, planeando sus propias conspiraciones secretas.

Ante mí las puertas a la habitación principal de audiencia se abrieron silenciosamente, empujadas desde el interior. No pude ver quien las abrió, pero no importaba. Mi mirada no se movió de Tristan, quien estaba arrodillado en medio de la habitación. Desnudo y sangrando, tenía un gran grillete alrededor de su cuello, con una pesada cadena atada de este a un aro de hierro en el suelo. Sus brazos y piernas no estaban encadenados, para que así pudiese defenderse, pero la cadena atada a su cuello era tan corta que ni siquiera podía ponerse de pie completamente.

Tristan

levantó

la

cabeza

cuando

escuchó

mis

pasos

haciendo

eco

pesadamente en el suelo de mármol, su cuerpo atemorizado por el sonido como si las vibraciones se adhirieran a su dolor. Su hermoso rostro estaba

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cubierto de sangre y su nariz estaba rota. Pude ver marcas de mordidas en su cuello y dentro de uno de sus brazos. Ellos se habían tomado el tiempo de drenarlo antes de darle una paliza para que su cuerpo no pudiera curar las heridas.

Como sea, fueron sus ojos los que sacaron de mí un siseo furioso. Esos orbes azules angustiados me perseguirían por el resto de mi existencia. El no me estaba rogando por ser salvado, si no que acabara de una vez con su dolor. El dolor físico era mínimo comparado con lo que habían hecho con su mente.

Tuve el presentimiento de que Macaire tuvo algo de diversión con él antes de entregar al joven Nightwalker al resto de la corte.

El movimiento finalmente sacó mis ojos de Tristan y capturé la imagen de Sadira. Ella estaba sentada en la escalera frente la silla en la que Macaire se había sentado en la tarde. Su rostro estaba inexpresivo y quieto, como si estuviese tallado en mármol blanco. Apretando mis dientes, arrastré mis ojos de su delgada figura y miré alrededor de la habitación. Cerca de una docena de otros Nightwalkers estaban reunidos. Sillas de madera con respaldo alto y un par de tumbonas ahora se alineaban en las paredes; una pequeña comodidad mientras observaban el espectáculo.

Tristan era la obertura, y yo era la atracción principal. Volviendo mi atención a Tristan, forcé mi furia a enrollarse en la boca de mi estómago mientras me paraba frente a él. Me encargaría de ellos. Les enseñaría a temerme. Mis días enfrentando a los miembros de la corte por mi supervivencia estaba siglos atrás durante el tiempo que pasé con Sadira. La mayoría de estos vampiros aún no habían renacido. Para ellos yo era un mito, un fantástico cuento basado en un hecho muy pequeño. Les recordaría que yo era una pesadilla.

Con mis manos descansando lánguidamente sobre las caderas, miré a Tristan.

El frío suelo de mármol alrededor de él estaba cubierto con su sangre. De

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alguna manera me tragué la rabia y repulsión, aligerando mi voz a una de irritado aburrimiento. —¿Qué estás haciendo aquí?

—Se me dijo que viniera —jadeo. Su hermosa voz estaba ronca por sus gritos.

—¿Quién te dijo?

—Sadira.

—Yo soy tu señora ahora —le dije, sorprendida de cuan calma sonaba mi voz.

En el interior, mis músculos estaban temblando y mi garganta se había contraído. Yo tenía la mitad de su edad cuando hice mi primera aparición como el entretenimiento de la tarde que debía ser llevado a cabo. El sueño dominó mis noches por más de una semana mientras mi cuerpo luchaba por recobrarse. Nunca perdoné a Sadira por mi tiempo con el Aquelarre. Muchos creían que ser parte del entretenimiento de la corte era un rito de travesía. No solo se suponía que hacía al Nightwalker más fuerte, sino que también le enseñaba obediencia. A mí me había enseñado a odiar.

Mirando a Tristan sabía que él era solo la carnada. No se suponía que viviese una larga existencia y se volviera fuerte. Sadira lo había debilitado y lo había mantenido débil para mantenerlo encadenado a su lado. Yo había eliminado a más fuertes que él porque crecían sin cuidado y no podían cuidarse a sí mismos. Sin Sadira, él se habría convertido en uno de esos Nightwalkers, y estaría yo acosándolo como un ángel oscuro de la muerte. Pero no dejaría que Tristan le pasase eso. Él ahora me pertenecía.

Puede ser porque algo en sus ojos me recordaba a Michael. Puede ser por el hecho de que hace dos noches fallé en proteger a Thorne y a Michael. O quizás era que vi mucho de mí en esos ojos llenos de dolor. Yo conocía los horrores que él había encarado y el dolor que aún le esperaba. Pero las razones no eran importantes.

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Por una vez, quería salvar a alguien en vez de destruirlo. No iba a dejar que estos monstruos tuvieran a Tristan. Pero, desafortunadamente, todos teníamos una parte que jugar, una pequeña apariencia que representar antes de que todos nosotros pudiéramos separar nuestros caminos. Y tenía que estar segura de que tenía la obediencia absoluta de Tristan.

—Yo no te mande que vinieras —dije. Mis manos se deslizaron de mi cadera para colgar sueltas a los lados, incluso cuando la tensión zumbaba como una corriente eléctrica a través de mi cuerpo tenso—. Debería dejarte aquí como castigo por tu desobediencia.

—¡Por favor, no! Mira, ¡por favor! Ella es mi creadora. Tuve que obedecer, — me rogó. Su suave voz apenas se escuchó sobre el susurro. Él se tambaleó hacia delante, agarrando mis piernas, un llanto escapándose de sus labios partidos. Cuando él se inclinó hacia delante, vi que su espalda era un desastroso tejido ensangrentado. Ellos habían pelado la piel de su cuerpo.

Me incliné y puse mi mano gentilmente bajo su mentón, forzándolo a mirarme.

—Después de esta noche, ella no será nada para ti. Después de esta noche, yo seré todo tu mundo —dije fríamente.

—Sí, Señora, —él se atragantó.

Acunando su rostro con mis dos manos, limpié sus sangrientas lágrimas con mis pulgares mientras bajaban por sus mejillas. —Ahora dime quién te tocó.

Lentamente levanté mis ojos para barrer las masas de la asamblea mientras Tristan permanecía en silencio. Ni un nombre salió de los agrietados y temblorosos labios de Tristan, pero no esperaba que él dijera quienes eran sus

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atormentadores. Todos sabíamos que podía tomar los rostros de su memoria cuando quisiera. Pero no necesitaría hacer eso.

No me molesté en mirar a Sadira. Ella no lo había tocado. No importaba si no lo había hecho. Era suficiente que lo hubiese traído a la corte para su diversión. Echándole una ojeada a las caras, noté a Valerio sentado en una de las sillas de espalda alta, sus largos dedos pálidos entrecruzados sobre su estómago. Una esquina de su elegante boca elevada en una sonrisa, retándome a enfrentarlo, pero sus ropas estaban inmaculadas, a diferencia de alguno de sus acompañantes. Él había visto el espectáculo. Era una estancia neutral, no un reto, pero tampoco estaba de mi lado. Era lo mejor que obtendría por el momento.

—Pensé

que

él

era

bastante

delicioso

—anunció

Gwen,

levantándose

grácilmente desde una de las sillas a mi izquierda cerca del estrado al final de la habitación. Su camiseta azul pálido y shorts blancos estaban salpicados con la sangre de Tristan. Ella luciría como una turista de vacaciones si no fuera por la sangre y el brillo en sus ojos estrechos.

—Esperaba que dijeras eso —dije, las palabras se mantuvieron adheridas a una oscura risa. Rodeé a Tristan para estar así entre él y Gwen—. Creo que dije que él no podía ser tocado.

—Los Ancianos nos lo prometieron —dijo ella. Su sonrisa era triunfante, iluminando su cara manchada de sangre.

—Te lo advertí —anuncié cuidadosamente en italiano. El italiano vino a mí sin pensarlo mientras mi mente se deslizaba fácilmente en antiguas memorias de luchas peleadas mientras los Ancianos miraban. La violencia, la brutalidad, la salvaje necesidad de desgarrar y despedazar que se había acumulado en el aire mientras se convertía en una criatura que vivía, y que respiraba.

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Mientras hablé, las velas alrededor de la habitación se encendieron con vida.

Las pequeñas lágrimas de fuego llamearon a la vida, enviando las sombras a los rincones más alejados.

—¡La palabra del Aquelarre es ley! —gritó Gwen, su mirada alejándose de mí cuando notó el aumento de las llamas. Líneas de tensión se estiraron desde las esquinas de su boca mientras luchaba por mantener el ceño fruncido—. Tú no estás sobre ellos, Fire Starter.

—Una Señora tiene el derecho de negar el uso de sus mascotas si así lo desea —dije, citando la vieja ley.

—Su creador lo trajo —argumentó Gwen, señalando a Sadira. Su sonrisa se desvaneció de alguna manera y no había duda del temblor que se extendía de su dedo índice. Nadie alguna vez negó el uso de su mascota cuando un Anciano quería usar la pobre alma como entretenimiento. Si un maestro lo hacía, tendría que defenderlo contra todos los asistentes. En todos mis años, había escuchado que esto fue hecho una sola vez. Jabari se había negado cuando Macaire hizo la petición por mí, haciendo la cuña incluso más lejana entre ellos. Tampoco ayudó que durante ese tiempo no era la acompañante de Jabari ni tampoco él se reconocía como mi maestro.

—Yo soy su señora. Te lo advertí —repetí. Mis palabras eran bajas y parejas, engañando en su calma, pero Gwen no cayó.

—¡Tú no eres nada! —gritó ella, sus manos convertidas en puños a sus lados.

Me reí, mi voz cada vez más baja, en una profundidad sensual. El sonido extraño se extendió a través de la habitación, haciendo eco en las paredes mientras me acercaba a ella. Mi puño se encontró con su quijada incluso antes de que dejara de moverme. Ella trató de esquivarlo pero su reacción era un

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pelo más lenta. Sentí el hueso rompiéndose bajo mi mano mientras su cabeza retrocedía, la fuerza del golpe tirándola contra la pared.

Gwen trató de volver sobre sus pies rápidamente, la sangre brotando desde la esquina de su boca, pero yo ya estaba ahí. Agarrándola por la garganta, la levanté sobre sus pies. Era fácil considerando que ella era varias pulgadas más baja que yo. Sus largas uñas clavadas en mis manos y bajo mis brazos mientras luchaba por liberarse. Pequeños ríos de sangre salían a la superficie y bajaban por mi blanca piel. Le sonreí, tirando lo suficiente de mis labios para exponer

mis

colmillos

antes

de

tirarla

a

través

de

la

habitación.

Con un ruido sordo de huesos crujiendo, ella cayó no lejos del centro de la habitación, cerca de los pies del estrado. El sonido de su clavícula aplastándose cuando ella aterrizó rompiendo el aire, seguido por el chillido bajo de su piel deslizándose

un

par

de

pies

por

el

brillante

suelo

de

mármol.

Me detuve y miré a la línea de vampiros que observaban la lucha. Se habían levantado de sus sillas y me estaban mirando intensamente, tratando de decidir si me lanzaría sobres ello después o terminaría con mi presa. Gruñí bajo en el fondo de mi garganta, advirtiéndoles que se mantuvieran alejados.

Un par siseó de vuelta pero retrocedieron unos cuantos pasos, dándome suficiente espacio. Valerio me miró con ojos interrogantes desde su silla.

—¡Elizabeth te va a destruir! —gritó Gwen histéricamente, su quijada había sanado lo suficiente como para maldecirme.

—¿Dónde está ella, Gwen? —inquirí, dirigiéndome hacia ella mientras luchaba por sentarse. El dolor en su hombro izquierdo donde ella había golpeado contra el suelo entorpecía sus movimientos. Los Nightwalkers tienen la capacidad de curar a una velocidad sorprendente, pero eso no significa que no sentíamos el

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insoportable dolor tal y como cualquier otra criatura—. Ella debe saber ahora mismo que tienes dolor. —Esperaré hasta que la llames.

Me mantuve cerca de ella y pretendí inspeccionar mis uñas. Con un aullido de pura rabia ella empujó el suelo con su mano derecha, lanzándose contra mí.

Se movía más rápido de lo que había anticipado, golpeándome contra el suelo con ella encima. Sus largas uñas rastrillaron mi rostro y arranco un trozo grande de carne de mi garganta, la empujé con mi puño derecho, quitándomela de encima para así rodar y quedar en mis rodillas.

—Ella te abandonó a tu suerte —la provoqué, levantándome fácilmente mientras se retorcía. Se había alimentado de Tristan, pero su sangre no era lo suficientemente fuerte para sanarla. Debió haberse alimentado de un humano o dos antes de enfrentarme, no desperdiciar su noche con él. Sus huesos rotos la hacían lenta, y disloqué su quijada cuando la empujé.

Mantuve mi mano izquierda presionada a mi cuello mientras caminaba hacia ella. La sangre se escurría por mis dedos y goteaba sobre mi pecho empapando mi camiseta. —Te lo advertí.

Sin vacilar, me acerqué a ella y la golpeé en el pecho. Mi mano rasgó la piel y el músculo quebrando su esternón. Tomó tan solo un segundo abrir mi mano en su pecho y cerrar mis dedos alrededor de su inmóvil corazón. Ella tuvo el suficiente tiempo para pronunciar la palabra No, antes de que lo arrancara de su pecho. Su cuerpo se desplomó inerte en el suelo, los remanentes de su alma rozándome flotando en el éter.

Apreté con fuerza su corazón con mi mano derecha, la sangre escurrió por el brazo goteando por mi codo. El tibio músculo exprimido en mi puño, estrujado entre mis dedos. Una amplia sonrisa se extendió en mi pálido rostro mientras dejaba el corazón en la silla de Elizabeth, un regalo mío para el Aquelarre.

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CAPÍTULO 13 Traductoras.- ♫♪madeleine♫♪ y eli25 Correctoras.- Lily*~

l monstruo rugió en el pecho, el sonido hizo que mi alma temblara en el frágil caparazón de mi cuerpo. La misma sensación que se apoderó de mí en el callejón de Londres apretó los músculos de mi delgado cuerpo, gritando de libertad. No tenía hambre, pero el aire estaba cargado con el olor de la sangre. Mi cuerpo estaba salpicado con ella y el único sonido en la amplia sala fue el suave golpeteo de la sangre goteando de mis dedos al negro piso de mármol brillante.

Pero fue más que eso. Matar a Gwen despertó algo en mí, y quería más. Un inesperado calor se precipitó a través de mí como si yo estuviera todavía viva y tomara el sol de verano. Mis colmillos latían, necesitaban ser enterrados en tierna y blanda carne.

Mi cabeza cayó hacia atrás y una risa brotó de mi pecho. Cuando golpeó el aire, el sonido fue similar a la escarcha de hielo y completamente vacío de todo sentido del humor. El mundo se deslizó y el tiempo cedió a una cojera paralizándolo. Sólo estaban los Nightwalkers en la sala y yo.

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Perezosamente, mis ojos cayeron sobre la dispersión a mi izquierda. Varios pares de ojos brillantes se encontraron con los míos y sonreí. Estaban barridos por la misma ola primordial de sangre y violencia. Estaba más que feliz de hacerlo. Esta noche, el monstruo fue desatado.

Nos movíamos al mismo tiempo. Tres Nightwalkers se abalanzaron hacia delante de la pared mientras yo daba mis primeros pasos hacia ellos. Sólo tenía una vaga idea de los demás, a la vez que se deslizaban hacia las salidas.

La ola había lavado a través de estos jóvenes Nightwalkers, y ahora sabiamente dieron marcha atrás, dispuestos a conseguir su sangre y violencia desde una fuente más segura que yo.

La danza era elegante, llena de movimientos fluidos, pero una imagen borrosa para cualquier ser humano que nos hubiese visto. No lo pensé más. Sólo la necesidad de matar. O morir. El primero era joven, apenas a través de su primer siglo. Sus grandes ojos verdes brillaban en mí como esmeraldas brillantes antes de que le arrancara el corazón del pecho. El segundo fue en una forma muy similar, pero me gané un conjunto de marcas de garras en mi estómago por mi trabajo. Me volteé para encontrar al tercero restante cuando fui tirada al suelo duro, estrellas explotaron ante mis ojos. Apretando los dientes por el dolor que amenazaba con robar la conciencia lejos de mí. Medio aliento después, una silla de roble cayó en el lugar exacto en el que había estado, dejando grietas en el piso de mármol. El alto respaldo quedó destrozado, enviando fragmentos de dardos por el aire con la intención de que fuera arrojada al suelo. Instintivamente, protegí mi corazón de los escombros, aunque ninguno de ellos tenía suficiente fuerza como para penetrar en mi esternón.

Girando sobre mi espalda, miré hacia mi agresor. A poco más de cinco pies, la Nightwalker con el pelo rubio arena y brillantes ojos azules sostenía una de las patas rotas de la silla. Le sonreí y la pata de la silla estalló en llamas. Toda la

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madera de la silla se esparció por el suelo al instante, consumido por las llamas. La Nightwalker gritó con sorpresa, dejando caer la pata y un dando par de pasos lejos de mí.

El fuego y el dolor me limpiaron, lavaron la sed de sangre y la necesidad de matar. El monstruo había crecido en silencio, satisfecho con mi ofrenda. Mi visión era borrosa y mi espalda protestó contra cualquier movimiento, rogándome que permaneciera inmóvil, pero no pude. Quedaba una. Me levanté del suelo con la mano izquierda, y me puse de pie. El Nightwalker hizo una pausa, me miraba, esperando mi próximo movimiento.

Poco a poco, la saludé con la mano derecha, tragándome el quejido de dolor que atravesó mi espalda. Las llamas surgieron alrededor de la Nightwalker, rodeándola completamente. Sus ojos azules se ampliaron, perdiendo su brillo natural. Frunciendo el ceño, fácilmente atravesé las llamas y la agarré por el cuello, pero apenas se fijó en mí a pesar de que mis largas uñas estaban cavando en su carne fresca. Sus ojos estaban fijos en el fuego que bailaba a menos de un palmo de su cuerpo. Fue sólo después de que le diera una sacudida, que por fin me dirigió una dura mirada.

—¿Quién soy yo? —Espeté, apretando mis manos sobre la Nightwalker. Sus ojos me miraban, confundidos y asustados. Había una mancha de sangre en su pequeña barbilla. Se había alimentado de Tristan también. Ella merecía morir, consumida por las llamas que la confundían, y ella lo sabía.

—La Fire Starter —sollozó con voz ahogada.

Mi gesto se endureció en una fría sonrisa. —Diles lo que he hecho —le ordené en voz baja, susurrando—. Diles que si alguien toca lo que me pertenece, voy a darles caza y recoger sus corazones para mostrarlos en mi dominio.

Recuérdales quien soy.

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Sin dejar de sonreír, la empujé lejos de mí hacia la puerta del fondo en el lado izquierdo de la habitación. Un grito de terror escapó cuando ella levantó los brazos para protegerse la cara, esperando a ser devorada por el fuego. Pero al llegar el anillo de fuego, lo apagué para que ella pudiera pasar sin tocarlo.

Tropezó y se cayó sobre su culo. Rápidamente, dándose cuenta de que había escapado sin ser quemada, se levantó y desapareció por la puerta lateral.

Mi mirada tropezó con lentitud por la habitación mientras mis ojos se acostumbraban a los niveles inferiores de luz. Mi cerebro se detuvo en los cuerpos destrozados y en cada uno de los charcos de sangre que se extendían por la habitación como pequeños lagos de color negro. Después de casi un minuto, llegó a mis ojos el estrado. Sadira permanecía en las escaleras ante el asiento de Macaire, sin movierse del lugar que había ocupado cuando entré en la sala principal.

Mi rostro estaba desprovisto de toda emoción y mis pensamientos eran una pizarra en blanco. Ni siquiera fui consciente de que me acercaba a ella, hasta que oí el grito de Tristan.

—¡No, señora! —exclamó, girando dolorosamente para poder verme, la cadena seguía estando alrededor de su cuello. La hemorragia se había detenido, en su mayor parte, pero estaba débil—. Ella es nuestra madre.

—Mi madre murió hace siglos. ¡Ella no es nada para mí! —Grité. La ira pronto floreció de mi pecho y corrió por mis venas como el magma en busca de una abertura. Me acerqué a ella, enfrentándola una vez más empapada con la sangre de otros.

—No puedes tocarme — anunció Sadira con confianza—. Soy parte de la tríada.

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Lamí mis labios como una sonrisa triste. —Si he aprendido algo durante las últimas noches, es que eres reemplazable. Van a encontrar otro.

La tríada habían sido los que crearon el sello que mantuvo a los Naturi bajo llave. Y con los Naturi amenazando con romperlo, necesitábamos la reforma de la tríada, teniendo en cuenta que Tabor había sido destruido hace casi cincuenta años. Aunque nadie parecía contento con la elección, Danaus se había convertido en el sustituto de Tabor. No tenía duda de que pudiera encontrar un sustituto para Sadira, si fuera necesario.

—No hay tiempo suficiente. —La confianza todavía llenaba su voz, pero se puso de pie—. La luna nueva y la fiesta de la cosecha son en cuatro noches, y las usarán para romper el sello. No puedes destruirme si es que esperas detener a los Naturi.

—¡Por favor, señora! —rogó Tristan—. Es culpa mía. No debería haber dejado la habitación. Castígueme. —Hice una pausa, con los dientes apretados por la frustración. Tenía razón en que no había tiempo suficiente para encontrar un reemplazo. Y con suerte, podría llegar a ser otro fiasco como Thorne. No podía correr el riesgo, no importaba cuánto la detestase.

—¿Por qué? —Las palabras salieron estranguladas y fracturadas desde la parte posterior de mi garganta.

—Él es débil. Se le tiene que enseñar lo que significa ser un Nightwalker. — Enderezó sus hombros mientras hablaba, confiada en sus razones para torturar a uno de sus preciosos hijos propios.

—¿Es esto lo que significa ser un Nightwalker? —Exigí, tendiendo las manos ensangrentadas hacia ella.

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—Sí —dijo entre dientes, su compostura se estaba rompiendo. Sus manos delgadas y huesudas estaban en puños apretados sobre su estómago. Un resplandor saludable se levantó de sus grandes ojos marrones—. Se trata de poder y de no doblegarse a los más débiles que tú. Amo a Tristan, pero tuvo que aprender eso. —Aspiré, de mis dedos temblorosos cayeron gotas de sangre en el negro suelo de mármol.

—Si piensas que de eso se trataba lo de esta noche, eres una tonta. Él era un aperitivo y dejaste que sucediera. Confió en que lo protegerías y lo traicionaste. Esta noche se trataba de venganza. Se trataba de devolverme el golpe a mí porque eres demasiado cobarde para enfrentarte a la corte.

—Ellos me habrían matado —argumentó, con voz temblorosa.

—No todavía. Como dijiste, eres parte de la tríada. Ellos habrían jugado contigo, pero habrías sobrevivido. Desafortunadamente, Tristan no valía la pena para ti. Era más fácil entregarlo. —Volviendo con fuerza el talón, aceché por encima de Tristan, que había estado observando en silencio la petite tête— à—tête entre madre e hija. Quería que atacara mi espalda. Deseaba una pequeña razón para arremeter en su contra, sólo para que la pequeña voz de mi maltratada conciencia pudiese utilizar la excusa de la defensa propia, cuando arrancase su cabeza. Sadira no se movió.

—No vuelvas a la suite —la grité de nuevo sin volverme—. Si alguna vez te veo de nuevo después de que Rowe sea derrotado, te mato. Y créeme, voy a estar esperando ese día.

—Tú no estás libre de mí, mi Mira —dijo Sadira, su dulce voz melodiosa cavó su camino dentro de mi piel: Tú me perteneces. Tristan me pertenece. Soy vuestra creadora. Era casi hipnótico, la forma en que derivaba a través de mi cerebro. No había muros de protección que pudiese poner a la guardia en

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contra de su intrusión en mi mente. Ella fue mi creadora, ella tendría acceso mientras siga sobreviviendo.

Giré sobre mis talones para gruñirle, pero cuando me volví, el Gran Palacio desapareció de mí alrededor. Las paredes de piedra y el negro suelo de mármol fueron sustituidos por un piso de madera usado y muros de piedra irregular. Sadira había hecho el mismo truco antes cuando estuve gravemente herida. Estaba en la pequeña granja que había habitado brevemente de nuevo en Grecia antes de que Sadira me secuestrara.

Un pequeño gemido se me escapó cuando miré alrededor de la casa que me había dado tanta alegría por un período muy corto de tiempo. Durante algunos años había vivido en un hogar, era muy querida por mi esposo y adorada por mi dulce hija Calla.

—¡Basta, Sadira! —ordené con la voz más firme que pude. Luchaba por aferrarse a la rabia y la violencia que me habían conducido a través de mi anterior pelea.

—Aquí es donde todo empezó, hija mía —respondió con paciencia. Se puso de pie delante de mí en la puerta abierta, aunque no estaba segura de si era realmente ella o simplemente parte de la ilusión. Detrás de ella, la negrura de la noche se extendía en todas las direcciones—. Este lugar era simplemente un sueño. Se escondían. Yo te liberé.

—Tú me secuestraste —grité—. No tuve elección. —Di un paso adelante y juro que escuché el suelo crujir bajo mis pies.

—Mamá —gritó una voz baja y con sueño.

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— No —grité, dando otro paso hacia Sadira, mis brazos envolvieron fuertemente mi estómago. Me aparté del suave golpeteo de las pequeñas pisadas de la habitación de al lado—. No hagas esto, Sadira. Ella no es real.

Ella ha muerto. Ha estado muerta durante siglos.

—Ya lo sé, Mira, pero te niegas a dejarla ir,—dijo Sadira suavemente. Su voz era la luz, una caricia, un toque suave en la mejilla. Esta es tu oportunidad de decir adiós y luego puedes comenzar de nuevo conmigo y Tristan. Seremos tu familia. No tendrás este horrible peso colgando de ti.

Intenté cerrar mis ojos pero todo estaba en mi cabeza. No había escapatoria de las imágenes que ella quería que viera. —No es real. No es real. No es... — pero mis palabras fueron detenidas en mi garganta cuando una niña de tres años entró en la sala. Llevaba una camisa blanca larga que sólo caía hasta sus pies pequeños y desnudos. Una riqueza de pelo negro de ensueño enredado caía por su espalda. Me miró con los ojos marrones de su padre. Gracias Dios, ella había heredado más de la mirada de su padre, y estaba agradecida por eso. No quería que mi hija fuera maldita como yo; sería perfectamente normal como su padre.

—Mamá —repitió ella, estirando sus brazos hacia arriba, sus ojos suplicándome levantarla y tenerla cerca. Mis brazos dolían por cogerla, finalmente llenó el vacío que me había angustiado durante siglos. Quería sentir su calidez contra mi cuerpo y respirar su olor para que pudiera tenerlo para siempre en mis pulmones. Quería sostener a mi hija una última vez.

Dolorosamente, me alejé otro paso, intentando encontrar el centro de la tierra entre la imagen de Sadira y la imagen de Calla. Quería levantar a mi hija, abrazarla tensamente en mis brazos, y huir de este lugar. Quería huir de Sadira, del Aquelarre, y de todos los Nightwalker. Quería volver a la vida que podía haber tenido hace siglos en la luz del sol.

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Pero esa oportunidad se había ido para siempre. Eso me estaba destrozando por dentro, dejándome temblando. Mis piernas se sacudían y mis rodillas amenazaban con torcerse. Me negué a rendirme ante Sadira. Ella no me tendría otra vez.

—No iré contigo —gruñí, tensando los músculos de mis piernas y apretando mis dientes—. Calla está muerta. Esa vida que tuve está muerta por ti. Por ti y Jabari. No volveré a ti.

—Lo harás o mataré ahora a Tristan —dijo ella tranquilamente, cambiando las tácticas cuando las imágenes de Calla no pudieron hacer que me derrumbara.

—Es ridículo. No lo harás.

Sadira rió ligeramente, recordándome débilmente la canción de un pájaro. — Por supuesto que lo haré. Eres de lejos más valiosa para mí de lo que él podría ser.

—¿Mira? —La voz era suave y frágil, alcanzándome desde más allá de la pesadilla en la que estaba atrapada. Era Tristan. Me había olvidado de él.

Nosotros estábamos realmente en el Gran Vestíbulo, y por ahora Tristan estaba vivo y aún era mío.

De repente, cayó en mi cuenta abrir completamente mi mente en lugar de cerrar todo en un esfuerzo por bloquear a Sadira. El dolor de Tristan y el miedo me inundaron instantáneamente. Eso era más de lo que Sadira podía bloquear efectivamente. La imagen de mi casa en Grecia se desintegró. Calla se fue apagando hasta ser sólo un recuerdo fantasmal.

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Me arrodillé en el suelo al lado de Tristan, quién aún estaba encadenado al suelo. Alcanzándolo, tomé sus manos y gentilmente las apreté cuando lentamente reduje nuestra conexión mental. Su dolor me estaba drenando y necesitaba ser brusca contra Sadira.

La rabia de mi lucha de antes saltó a mis venas otra vez, y un nuevo enfado llenó mi ánimo tembloroso. Había empaquetado mi pasado y había dejado que cogiera polvo en la esquina de mi mente, pero Sadira lo sacó como una manera para controlarme. Ella había profanado la memoria de mi hija; ella había mancillado esos preciosos pocos momentos en mi vida cuando me había sentido humana, completa y feliz. No necesitaba al monstruo morando dentro de mí para encender mi necesidad de violencia. Sadira ya había hecho eso.

—Ahora soy libre —dije, poniéndome de pie—. Y Tristan me pertenece.

No puedes tenerlo, gruñó ella en mi mente. La sentí empujando otro velo sobre mi mente, así que abrí mis pensamientos a Tristan otra vez. Atrapando mi mente entre dos realidades, apartando mi sentido del equilibrio. No tenía ni idea de donde estaba Sadira. Desesperada, lancé un anillo de fuego alrededor de Tristan y de mí.

Los gritos de Sadira sonaron a través del vestíbulo. Ella había estado cerca y quedó atrapada en el fuego. Con ella fuera de mi mente, extinguí las llamas, pero ella ya estaba ennegrecida como una patata.

Con un pequeño esfuerzo, rompí la cerradura que se anclaba alrededor del cuello de Tristan y la tiré con un golpe seco. Tristan se apoyó pesadamente sobre mí cuando nos movimos, sus dedos se clavaron en mi antebrazo cuando él luchó por mantenerse de pie.

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El olor a carne quemada llenó la habitación, sofocando el olor de los Lagoon y exuberantes jardines que venían a través de las puertas abiertas. Tristan luchó contra mi agarre, intentando mirar atrás a la criatura que nos había creado a ambos, pero no le permití dejar de seguir adelante.

Sadira no murió esa noche, pero todos los Nightwalker pudieron sentir su dolor. Al amanecer ella caería en su profundo sueño abrazada por ese dolor, y mañana cuando se levantara estaría ahogada en él. Incluso si ella se atiborraba de sangre, aún le llevaría varias noches recuperarse de las quemaduras.

Sólo

necesitaba

mantenerla

viva

hasta

que

nosotros

derrotáramos a Rowe. Nadie había dicho nada sobre la condición en la que ella estaría. Tristan y yo paramos delante de las puertas lo suficiente para que él se alimentara de los dos porteros. Sabía que nos echarían una mano antes o después. Tomando prestado un par de pantalones de uno de los hombres inconscientes, lentamente caminamos de vuelta al bote. Mi espalda dolía y mi cabeza latía con fuerza donde había sido golpeada con la cadena. Por la manera en que mi visión se emborraba de vez en cuando, parecía que los Nightwalker me habían fracturado el cráneo con la cadena. Necesitaba alimentarme y dormir un par de días, pero dudaba que consiguiera semejante lujo.

Tristan se movía más fácilmente cuando su cuerpo se curó con la infusión fresca de sangre, pero nuestro progreso era lento. Nosotros estábamos a varias yardas de los muelles cuando vi a Nicolai caminar hacia nosotros por el camino. Empujé a Tristan para que parara, mi cuerpo entero estaba tenso. Si el hombre lobo atacaba ahora, sabía que lo mataría. Mi cuerpo zumbaba con rabiosa energía de la lucha. No tenía intención de hacerlo, pero le mataría.

—Aléjate, Nicolai —le dije. Ahora no era el momento para reanudar nuestra pelea. Jabari le había ordenado matarme, y sólo podía asumir que Nicolai perseguiría esa tarea hasta que finalmente él la completara o estuviera

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muerto. El dorado tramoyista había parado en medio del camino a más de veinte pies de distancia, observándome—. Date la vuelta, regresa en un bote, y vete.

—¿Por qué no me mataste? —La pregunta fue suave y me alcanzó en la parte de atrás de la brisa que cruzaba la isla.

—Mi lucha no es contigo —dije. A mi lado, Tristan tensó su agarre sobre mi brazo. Él iba a buscar más soporte a la vez que me estaba preguntando, buscando seguridad. Situé mi mano derecha sobre la suya y gentilmente la apreté. Él había pasado bastante por una noche. Nicolai vio el movimiento y frunció el ceño ante nuestras manos. —Él es la razón por la que fui enviado a matarte —dijo él, las palabras casi salieron por sus dientes apretados—. ¿Una distracción?

—Posiblemente.

Nicolai apartó sus ojos de nosotros una sarta de maldiciones rusas sonaron de su pecho como un tren de carga a través del desierto. Sus puños estaban cerrados a sus lados, temblando. Él había sido usado para que otro pudiera ser torturado, y ahora él lo sabía.

—Por favor, Nico… —comencé a decir, esperando que el apodo consiguiera consentir mi petición—. Apártate. Necesito llevarlo a algún lugar donde pueda descansar y recuperarse.

Frunciendo el ceño, Nicolai caminó hacia nosotros. Yo caminé hacia delante, poniéndome a mí misma entre el hombre lobo y Tristan. Su expresión inmediatamente se suavizó cuando vio mi mirada agresiva y él se detuvo a unos pocos pasos de nosotros.

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—Sólo quiero ayudarte en el bote —dijo él, levantando sus manos en rendición.

Asintiendo, me giré y puse la mano de Tristan de vuelta sobre mi brazo izquierdo. Nicolai tomó la otra mano de Tristan y la situó sobre su brazo derecho. El hombre lobo tuvo una mirada de la espalda de Tristan y maldijo suavemente, su mandíbula se tensó hirviendo en enfado.

—Esto no tiene nada que ver contigo —murmuré un poco después, rompiendo el tenso silencio.

—Pero no ayudé en el asunto. Te retrasé cuando pudiste haberlo rescatado antes —refunfuñó él.

No dije nada porque era cierto. Él no sabía cómo estaba siendo usado. No sabía que estaba ayudando a la tortura de otro. Me pregunté si él hubiera seguido las órdenes si hubiera sabido cuales eran los planes. Por el doloroso enfado que llenaba sus ojos marrón cobre, lo dudé.

Nosotros no hablamos otra vez hasta que alcanzamos el pequeño bote. Nicolai me ayudó a bajar a Tristan. El Nightwalker suspiró profundamente cuando se tumbó a través del banco sobre su estómago.

—Podía haberte matado —dijo abruptamente Nicolai, empujando mi mirada de vuelta a su encantadora cara. Él estaba de pie en el muelle con sus manos metidas en los bolsillos de sus sucios pantalones. Su mejilla izquierda estaba manchada con polvo, y una sombra de barba rubia bordeaba su dura mandíbula. Una mancha de sangre manchaba su sien donde le había golpeado con la roca, pero no había bulto u otra decoloración. Su mirada era intensa, me agarró en silencio durante un momento, incapaz de leer las emociones que estaban justo más allá de la superficie.

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—Tuviste la habilidad —concedí, con una sonrisa acechando sobre mis labios—.

Pero no podías haberme matado esta noche. No tenías una razón lo bastante buena, y necesitas una razón para matar. —Eso era una suposición, pero dudé que estuviera lejos de la meta.

Nicolai bufó y abrió su boca para discutir, pero levanté mi mano y continué antes de que pudiera hablar. —No vuelvas al vestíbulo hasta después del alba.

No dejé a sus ocupantes de muy buen humor.

—Gracias por el aviso —dijo él con una media sonrisa.

Con un asentimiento, me giré y salí del muelle de piedra, ansiosa por llevar a Tristan de vuelta a la relativa seguridad en nuestra suite. En el momento que volvimos a entrar en la Laguna, lo peor de sus heridas se había curado y él estaba empezando a relajarse.

Mis músculos estaban maltratados y el viento estaba secando la sangre que cubría mi cuerpo. Cruzamos esas aguas oscuras en silencio, perdidos en nuestros propios pensamientos. Incluso ahora aún podía oír los gritos de Sadira, sentir la calidez del corazón de Gwen caminando entre mis dedos. El suave toque de cada alma cuando dejaban los cuerpos de los Nightwalker que había matado esta tarde brincó a través de mi mente, y sonreí. Me sentía más viva con cada existencia que había extinguido, y lo amaba.

Quizás hubiera estado equivocada sobre lo que le dije a Danaus. Quizás era malvada. Podía discutir que había matado a esos Nightwalker de la corte del Aquelarre para detenerles de herir a otro vampiro. Podía discutir que lo había hecho para proteger a Tristan. Pero eso habría sido una mentira. Lo hice para probar mi propio poder y ejercer mi propio control sobre ellos. Los maté simplemente porque podía.

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CAPITULO 14 Traductoras.- dani.prmr y Anne Iris Heaven Correctora.- Virtxu

noche me rodeaba de cerca, caliente y húmeda como los labios de un amante en el frente de mi pecho. Pero quería lavar el sentimiento hacia fuera. No quería ser tocada. No quería sentir ningún otro latido o sentir el corazón de otro ser humano. No quería mirar hacia arriba y ver la mirada cansada de Tristan, haciendo preguntas que ni siquiera yo misma me podía responder.

Por primera vez en lo que pareció una eternidad, estaba sola. Gabriel, mi ángel guardián, estaba a millones de millas más lejos, y Danaus se mantenía a salvo escondido en una iglesia, protegiéndome a mí y a los de mi tipo. Tristan estaba acurrucado en su cama, después de un rápido y refrescante baño para quitar el fresco recubrimiento de sangre. Me deslicé por el muelle.

Mientras volaba a través de la laguna, el rugido de un motor de una pequeña lancha se elevó y pude sentirlos retumbando a través de mis huesos. Las olas golpeaban la embarcación a los lados, y el viento tiraba de mi pelo, enredándolo. La oscuridad estaba más cerca, dirigiéndome lejos de las luces y del vivo corazón de Venecia.

Necesitaba estar lejos del pulso de la humanidad. Así, podría pensar. Todavía, algo en mi estaba asustada de sondear los espacios oscuros que mantenían

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mis sentimientos bien enterrados. No estaba arrepentida de la destrucción que yo traje al gran salón. No estaba arrepentida de las vidas que tomé y de la sensación de disfrute que sentí con ello. Y no era el acto en si lo que me estaba carcomiendo por dentro, sino el no sentir remordimiento alguno. No sé si era algo de mi permanente humanidad o si yo en realidad lo creía, pero algo estaba gritando dentro de mí que debería estar horrorizada por el baño de sangre que desaté. Pero no lo estaba.

Más allá del grito, otro, una voz más profunda se burlaba de mí. Cerca de dos centurias atrás, Valerio me advirtió que no había escape sobre lo que yo era— sin corazón, cruel, y violenta. Había dejado Europa profesando que podía ser diferente, que podía evitar lo que él creía que estaba predestinado. En menos de 24 horas de regresar a Venecia estaba cubierta de la sangre de mis compatriotas, disfrutando de su terror, y riendo como una mujer demente golpeada por la luna.

Mientras me acercaba a la oscura isla, apagué el motor y dejé al pequeño bote guiándose hacia el muelle. Había ido a una isla donde sabía que estaría completamente sola. Ningún humano vivía allí, y ningún vampiro debería encontrar descanso debido al constante tráfico humano durante las horas del día. Había ido a San Miguel—la isla cementerio.

La isla entera estaba amurallada con una enorme pared de ladrillos rojos, con un par de unas elegantes escaleras blancas y puertas que llevaban al santuario. Las sombras eran profundas en la isla, proyectadas por los cipreses que se alzaban más allá de las murallas.

Gran parte de isla estaba densamente llena de tumbas, piedras decoradas a mano, con variaciones en el tamaño y la decoración, del tradicional blanco de las más elaboradas familias. Las calles estaban colocadas en una cuadrícula ordenada, pero debido a la necesidad de espacio, eran estrechas, forzando a los habitantes a caminar en fila en la mayoría de los lugares.

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Con mi cabeza baja, me moví camino hacia el este. Había pasado un tiempo desde la última vez que visité el lugar, pero recordaba una pequeña sección que fue dejada como un parque. El aroma a jazmines y rosas colmó mi nariz.

El aire, espeso y húmedo, me dejó la sensación de que era empujada por un húmedo algodón.

Cuando doblé en la última esquina, me permití a mi misma lanzar un suave suspiro mientras mi mirada se posaba en un pequeño trozo de tierra que aún no se había convertido en un lugar de descanso para los muertos. El parque había encogido su tamaño, pero era suficiente para poderme sentar en silencio, rodeada por cipreses y lo que aparentaban ser híbridos de álamos.

Todavía, algo estaba mal. Me sentía como si no estuviera sola, aunque sabía que lo estaba. Ningún humano vivía aquí y los Nightwalkers no tenían razón para visitar este lugar.

Descarté mi lógica, seguí escaneando la isla entera con mis poderes, pero no sentí a nadie. Pasando los dedos por mi pelo, sacudí la cabeza y me forcé a mi misma a caminar hacia la claridad. Estaba agotada por la larga noche y las interminables batallas con la Naturi. Me senté en la tierra y pasé mis dedos por la hierba fresca, deseando que el silencio de la isla se filtrara dentro de mi espíritu y alejara el pánico causado por la dulce memoria de Calla.

En medio de las paredes de piedras, podía sentir no muy lejos, las olas del lago y los sonidos de la boya en el agua. Éramos solo yo, el viento y los muertos.

—Estoy muy cansado de ti, pequeña princesa –anunció alguien por encima de mí.

Girando el balance de mis manos y pies alcé la vista hacia los álamos que estaban a mi espalda. Pero no necesitaba verlo. Lagrimas de frustración brotaron de mis ojos por el sonido de la voz burlona de Rowe. Estaba muy cansada en cuerpo y espíritu para pelear con el Naturi ahora.

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—Vete de aquí —gruñí. Los músculos de mis pantorrillas temblaban debido a la incómoda posición—. No vine aquí buscándote. Él resopló y se quedó fácilmente en la rama en la que había estado sentado.

Sus largas y negras alas cepillaban y raspaban contra las hojas.

— Vete tú. Yo llegué aquí primero. ¿Era eso tan simple? No estaba sorprendida de verlo en Venecia después de haber visto a la Naturi hembra en el Gran Salón. Diablos, estaba segura de que había algunos otros Naturi errando por la ciudad o nadando en el lago. Pero el no parecía honestamente estar aquí por mí, desde que su mejor maniobra era la sorpresa.

Dejando mis rodillas caer de modo que quedé arrodillada en el suelo, miré rápidamente sobre mi hombro en la dirección en la que Rowe miraba. Por mi mejor estimación, él estaba mirando a través de San Clemente y el Gran Salón.

Tenía que salir de la isla y encontrar alguna manera de alertar a Jabari o Macaire. Detener al Naturi, significaba detener a Rowe, pero no podría lograr aquello sola. No tenía idea de lo que el clan del viento era capaz de hacer, pero estaba

segura

que

era

mucho

más

que

solamente

aletear.

Desafortunadamente, había conseguido agobiar a todos en el Consejo, así como enfadar y/o asustar a todos los lacayos.

No podía llegar a Jabari, Elizabeth prefería verme muerta a manos de Rowe después de lo que le hice a Gwen, y Macario… bueno. La única manera de llegar a Macario era por medio de sus lacayos y eso no iba a pasar. Mi único y—potencial—contacto en el Consejo era Sadira. Podría haber gritado. Sin importar lo que hiciera, seguiría cayendo cada ver más y más en la mira hasta qué simplemente no hubiera escape. Encogiéndome de hombros, hice un show de sacudirme las manos mientras me ponía de pie. Iría por mi cuenta.

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—Bien. Puedes tener la isla. Estoy segura de que esta es la única manera en que toleras estar cerca de los humanos.

—Tengo que saberlo, Mira —Comenzó Rowe, sobresaltándome antes de que pudiera dar el primer paso—. ¿Te arrepientes de tu decisión?

—No —dije, demasiado rápido para ser convincente.

Rowe emitió una fuerte risita mientras negaba con la cabeza hacia mí. No pregunté sobre a que decisión se estaba refiriendo. Él me había dado la oportunidad de cambiar de bando, de ayudar al Naturi a cambio de mi protección. Elegí mi lado (Nightwalkers) sin vacilación, pero en cuestión de minutos me pregunté si fue la decisión más inteligente. De cualquier forma, me di cuenta que debería haber estado buscando una tercera opción mientras trataba de descifrar qué lado era el menos vil.

—¿No estás contenta, pero te escapas al único lugar en esta miserable ciudad donde no hay un único vampiro que te pueda encontrar? —Dijo. Rowe se apartó un mechón de cabello de la cara evitando así, que le bloqueara su ojo bueno. Entre su largo pelo negro y el parche de cuero negro, todavía me recordaba a un pirata de una novela romántica.

Una sonrisa torcida se formó en mis labios mientras alzaba la vista para mirar a mi enemigo.

—Me gusta la vista de la ciudad desde aquí.

Su cabeza se levantó para mirar a través de la Isla. Otra fuerte risa bajó desde el árbol hacia mí. Desde el suelo, la única cosa que podía ser vista en todas las direcciones era la masiva muralla que rodeaba la Isla como una pieza de encaje industrial. Quería mantenerlo riéndose. Me refiero a que así no trataría de matarme. El Rowe que reía era mejor que Nerian. La risa de mi viejo torturador me alcanzó, saltando de nuevo a los lejanos recuerdos sellados bajo

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bloques de acero y hormigón. La risa de Nerian era el sonido de la locura y el dolor.

—Cometí un error contigo. –Anunció Rowe inesperadamente, deteniéndome de nuevo de caminar hacia la entrada que yo había usado para entrar al cementerio.

—¿Qué? ¿Cuándo ayudaste a Nerian a torturarme? ¿O cuando trataste de agarrarme en Egipto? –Dije con indiferencia, con un tono seco—. ¡NO! Espera. ¡Cuando me amenazaste de poseerme en Londres!

—No, ninguno de esos fue un error. —Respondió agitando su mano—. Me refiero a cuando nos conocimos por primera vez.

—Machu-Picchu –recordé. Honestamente no me acuerdo que él estuviera ahí, pero había dicho en más de una ocasión que si estuvo. Había un montón de cosas que estaban borrosas acerca de mis dos semanas de cautiverio en las montañas. Yo podría haberlo bloqueado.

Rowe saltó del árbol en el que había estado apoyado, cayendo solo unos pies más lejos de donde yo estaba. Inmediatamente retrocedí, poniendo más de veinte

metros

entre

nosotros,

y

aún

así,

lo

sentí

demasiado

cerca.

Sorprendentemente, levantó ambas manos, con las palmas hacia fuera, dando intencionalmente la señal de: todo está bien. Por supuesto, esperaba que el gesto significara lo mismo para el Naturi.

—Realmente no te acuerdas de mí —dijo en voz baja, mientras me miraba con una extraña intensidad. Sus grandes alas negras se ocultaban ahora, y vagamente me recordaba a un musculoso elfo, sin las orejas puntiagudas, por su puesto.

—No, no te recuerdo —le espeté, cambiando el peso de mis piernas de una a otra. El terreno estaba inclinado y el pasto resbaladizo bajo mis pies. No era la

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mejor ubicación para una pelea—. Hay mucho sobre Machi—Picchu que no me importa no recordar.

—Nos conocimos en España —dijo Rowe, corrigiéndome.

Me paralicé, con mis labios despidiendo oxigeno por la inesperada y repentina noticia. ¿Había sido uno de los que me secuestraron desde España para llevarme a Perú?

—Han sido más de seis siglos —continuó–. Me parecías diferente, pero no has cambiado mucho. Tu cabello parecía y era, más humano. Más o menos.

—Estás mintiendo —dije en voz baja, con mi alma sacudida. Me conocía desde que yo era un ser humano. Eso no era posible. ¿Era yo un imán para criaturas deformes? Sadira me había encontrado en una pequeña granja de Grecia, el pueblo más cercano, caminando, estaba a más de un día de viaje. Y ahora Rowe me conocía durante mis días como humana.

—Eran cuatro horas pasada la puesta del sol. Estabas sentada cerca de la orilla de un lago –dijo Rowe. Su voz se hacía más dura y fría con cada nuevo detalle.

Sus manos cayeron desmayadas a sus lados—. Estabas sentada usando un vestido verde. Un collar de perlas negro se enrollaba a través de tu pelo…

Aunque mi recuerdo de aquel día se había desvanecido durante todos estos largos años, se mantuvo fresco y dulce. Pero no se trataba de que estuviera recordando ese día. Me había puesto el vestido una sola vez y luego lo quemé, destruyendo las últimas cosas de mi vida humana. Rowe me había conocido en el último día que yo había sido humana.

Un temblor comenzó en mis dedos, y un nudo apretado tironeaba en la boca de mi estómago.

Empecé a menear la cabeza, negando lo que estaba diciendo, cuando la niebla alrededor de mi propia memoria comenzó a aclararse. Un hombre había caminado hasta de los bosques cercanos. Era un hombre alto y delgado, con

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brillantes ojos verdes, del mismo color que la hierba húmeda después de una tormenta de verano. Su pelo hasta los hombros era de un rubio pálido, casi como la luz del lechoso sol.

—Te lo advertí... que el terrateniente no…

—Al igual que los intrusos —dijo Rowe terminando. Se apoyó contra el árbol en el que había estado posado en momentos antes. Una risa suave se le escapó mientras inclinó la cabeza hacia atrás, mirando hacia el dosel—. Nunca hubiera imaginado que fuera a discutir sobre una bandada de vampiros.

—Yo solo estoy tratando de evitar que tú seas la cena —le contesté. No pude levantar la voz más que un susurro, mientras mi mente se esforzaba por entender esta información.

—Te permití deslizarte entre mis dedos —murmuró, mirándome de nuevo—.

Salí de los bosques porque yo te sentí. Algo extraño sentado a la orilla del Lago. No Naturi. Pero no completamente humano. Un paquete de energía, cálido y dulce como una brisa.

—Humana —dije con firmeza—. Era un ser humano.

Rowe encogió sus anchos hombros ante mi comentario.

—Tal vez. —Sus labios se redujeron a mí y un leve gesto tiró de sus labios—.

Tú lograste convencerme en aquel entonces. ―Quería ver el sol por última vez”—. Dijo en una voz que no se parecía en nada a la mía.

—Fue la última vez que vi el sol –confirmé.

—Pensé que te estabas muriendo –gritó, empujando el árbol, pero no acercándose a mí. Me miró con los puños apretados a los lados—. Los seres humanos caían muertos por todo el país. ¡Pensé que tú también serias uno!

Eso era en parte por lo que Sadira se había ofrecido a cambiarme. La Peste Negra había recorrido Europa por muchos años, y ella empezó a temer que yo

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no fuera capaz de evitarla. Y si cogía la enfermedad, ella no podría transformarme y tendría que verme morir. Entonces me ofreció transformarme en un Nightwalker. He descubierto recientemente que había mucho más en ello, por supuesto, pero ninguna parte de eso venía de mis propios recuerdos, por eso Sadira me recordó mi única marca.

—No, tuve otro tipo de muerte en mi cabeza –murmuré —¡Aaargh! – Rowe exclamó, empujando las manos furiosamente a través del pelo. Dio un paso hacia mí. Después de nuevo hacia el árbol—. Si hubiera hecho algo aquel día—cualquier cosa—tantas cosas podrían haber sido diferentes. —se quejó.

Era un interesante punto de vista que yo no había considerado. Si no hubiera estado en Machu—Picchu, lo más probable hubiera sido que el Naturi hubiera abierto la puerta y entrado, de nuevo, a la tierra. Las cosas habrían sido mucho más diferentes si no hubiera vivido. Después de mirar hacia muchas de mis decisiones aparentemente inofensivas que habían salido terriblemente mal durante los últimos días, era agradable saber que me enfrentaba a alguien que trataba con el mismo horror.

Seiscientos años antes, si Rowe hubiera matado a algún extraño humano, su esposa—reina estaría caminando sobre la tierra a su lado con el resto de la horda de los Naturi. Ellos no estarían enfrentándose a la batalla que se avecinaba ahora. Una amplia sonrisa bailó por mis labios y mis ojos brillaron.

No era la única que soberanamente metió la pata sin darse cuenta de ello hasta que no fue lo demasiado tarde como para arreglarlo.

— Seremos libres –dijo él, en voz baja con melancólica nostalgia.

Mi sonrisa se marchitó.

—Y yo estaré muerta. Innumerables humanos y Nightwalkers y Licántropos estarán muertos. Los Bori serán libres. La vieja guerra volvería a empezar. —le

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dije, con mi voz cobrando fuerza por primera vez desde que había visto a Rowe.

—¿Crees que los bori serían libren si los Naturi regresaran? —Contestó, apoyándose en el árbol. Parecía haber superado su momento de frustración, pero bien, él había estado lidiando con ese pequeño trozo de verdad por más de quinientos años.

—Por supuesto. Es la única opción que cualquier no… Naturi habría dejado. — Di un par de pasos más cerca de él, empujando mis dedos en los bolsillos delanteros del pantalón de cuero—. Cuando los Nightwalkers descubran que no tenemos manera de derrotarte, encontraremos una manera de liberar a los bori, los únicos que os igualan en poder.

—Es un triste futuro el que visualizas. —dijo Rowe con un movimiento de su cabeza.

—No tiene que ser así —dije, con una amplia sonrisa regresando a mi rostro—.

Podrías retirarte ahora. Renunciar a estos planes de romper el sello para siempre y dejar que los Naturi regresen a la oscuridad.

Para mi sorpresa, Rowe resopló de nuevo y cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Me protegerías de mi especie?

Sonreí. Era la misma oferta que me había hecho noches atrás. Cambiar de bando. Traicionar a su propia gente.

—Por supuesto.

—Hablaba en serio, Mira. Tu lugar no está con ellos.

—Soy Nightwalker, Rowe. Es el único lugar al que pertenezco.

Suspiró, y luego me frunció el ceño como si estuviera decepcionado.

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De todas formas, deshacerte de mí no va a resolver tus problemas. —Me di cuenta de que, mientras hablaba, sus ojos se precipitaban hacia la pared por encima de mi hombro. Hacia el Aquelarre y el Naturi femenino en el Gran Salón.

—Probablemente no, pero sería un gran punto de partida –reconocí—. Por supuesto, estoy comenzando a pensar que debería comenzar con la hembra en esa isla que sigues mirando. ¿Amiga tuya? O tal vez ella te mantiene caliente en la noche, considerando que tu pequeña mujer está atascada en el otro lado.

No había ninguna duda en el gruñido que saltó de la parte posterior de la garganta de Rowe. La broma ligera que habíamos gozado más temprano había acabado y ya era hora de ponerse a trabajar. Sólo esperaba sobrevivir a los próximos minutos. Mientras podía afirmar con comodidad que matarlo detendría los intentos de los Naturi por romper el sello, mi muerte también garantizaría que los Nightwalkers no tenían manera de reformar el sello o cerrar la puerta si los Naturi realmente tenían éxito.

—¿Sabes de ella? —Exigió, con lo que mi sonrisa sólo creció. Rowe dio un par de pasos hacia mí, y yo lo igualé dando un par de pasos hacia atrás. El aire parecía llenarse de energía. El viento se levantó, provocando que los árboles se mecieran violentamente. Aventuré una mirada hacia el cielo nocturno para ver las nubes agitándose y burbujeando como el brebaje de una bruja. Las estrellas habían sido borradas y el bajo sonido de un trueno rugió en la distancia.

—Puedo sentirla en la isla, pero no puedo llegar a ella —admitió, y fue más que un poco tranquilizador descubrir que al menos la Naturi no podía romper nuestras barreras de protección—. Los Nightwalkers controlan esa isla.

—Venecia nos pertenece —le dije—. Nos ha pertenecido durante siglos y seguirá siendo nuestra. ¿Te sorprende que haya lugares en este mundo a los

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que no podáis ir? —Jugaba con fuego cuando trataba de burlarme de Rowe, pero jugar con fuego era lo que mejor hacía.

—¿Así que la mantenéis en esa isla? —Exigió, haciendo caso omiso de mis observaciones—. Ella es una cautiva.

Algo en su voz me dio que pensar. Una leve vacilación o una pausa para tomar aliento que podría pasarse por alto fácilmente. Se había propuesto que sonara como una afirmación, pero no lo hizo. No sólo no estaba seguro de quien estaba en la isla, sino también de si ella era en realidad un rehén.

—Ahora

esa

es

una

pregunta

interesante

—dije

lentamente—.

Desafortunadamente, eres el único Naturi con vida que conozco. El resto tienden a morir rápidamente al conocerme.

Un trueno resonó de nuevo, esta vez más fuerte, dibujando la tormenta más cerca. Rowe gruñó cuando su brazo se disparó en el aire. Menos de un segundo más tarde, un rayo cayó al suelo, golpeando no más de a tres pies de distancia de donde estaba. Salté lejos, aterrizando en una pila antes de ponerme sobre mis pies. El aire aún vibraba con la electricidad colgando en la atmósfera, junto con el olor de ozono quemado.

La Mano de Rowe se sacudió ligeramente al bajar de nuevo a su lado. No había perdido la atenta mirada en su rostro mientras me miraba. Me estaba dando una mirada de primera mano de los poderes de los Naturi del viento. No sólo podían volar, sino que al parecer también podrían controlar el clima. Yo nunca hubiera sobrevivido a un rayo, y sabía que podía matarme antes de que pudiera incinerarlo.

—Hmmm —me burlé, tratando desesperadamente de ocultar mi creciente miedo detrás de sarcasmo—. Matarme puede resolver algunos de tus problemas, pero no te ayudará a descubrir la identidad de la Naturi que está escondida en la isla.

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—¿Escondida? ¿A que te refieres con "escondida"?

Me reí, pero me tragué el sonido cuando Rowe comenzó a levantar el brazo de nuevo. Un rayo se precipitó entre las nubes laminadas, iluminando a cada gigante negro en un abrir y cerrar de ojos, antes de caer todos de vuelta en la oscuridad. Apretando los dientes, tomé una oportunidad desesperada. Corrí directamente hacia Rowe. El aire se estremeció y la tierra tembló a la vez que otro rayo golpeó el suelo directamente detrás de mí.

Azotando su espalda contra el árbol, envolví mis puños en su camisa roja y me incliné de forma que mi nariz casi tocaba la suya.

—Puedes ser capaz de controlar los rayos, pero estoy dispuesta a apostar que no puedes sobrevivir a un rayo. Entonces la pregunta es, ¿hasta qué punto quieres verme muerta?

—Esa es una apuesta interesante —respondió. Sus ojos verdes se estrecharon en los míos y una sonrisa torció sus labios.

No había ninguna duda en el aumento de la energía que crujía y rompía a nuestro alrededor. Estaba tirando de la energía de la tierra y pude sentirlo, algo que no debería estar sucediendo. Los Nightwalkers perdíamos toda relación con la tierra, cuando renacíamos.

La sensación de la creciente electricidad era a la vez sorprendente y dolorosa, mordiendo mi carne y royendo mis huesos. La energía estaba tratando de encontrar un camino dentro de mi cuerpo, pero estaba en desacuerdo con lo que era. Los Nightwalkers eran criaturas de sangre mágica. No podíamos hacer magia con la tierra. O al menos eso es lo que siempre me habían enseñado a creer.

—Por supuesto, los dos sabemos que matarme, no te llevará más cerca de averiguar acerca de tu mujer desaparecida —dije, tratando de ganar unos pocos segundos—. Y ambos hemos visto lo que supone bromear conmigo.

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—Estoy seguro de que puedo idear algunas otras opciones.

—Mientras estás en ello, ¿por qué no pensar en una razón por la cual un Naturi pueda ser instalado en una isla llena de Nightwalkers y no verse amenazado?

—Alejé mi cara de la suya para poder claramente mirarlo a los ojos sin ponerme bizca. Parte de la ira se había deslizado de sus rasgos mientras me miraba

pensativamente.

Tan

cerca,

que

pude

ver

las

cicatrices

que

serpenteaban por el lado derecho de su rostro y desaparecían detrás de su parche en el ojo. Me acordé de que cuando nos conocimos hace años, sólo había un par cicatrices débiles a lo largo de su cuello, pero nada más. Esa vez, estaba pálido y rubio y casi perfecto, pero ahora estaba de pie delante de mí oscuro y lleno de cicatrices. ¿Por qué habría pasado, que podría dañar permanentemente a un Naturi como este?

—Creo que tienes problemas más grandes que yo —le dije, liberando lentamente mis manos en su camisa. Sabía que el Naturi en San Clemente no era un rehén, sino parte de un pacto en el que el Aquelarre estaba trabajando.

Mientras tanto, Rowe sabía que había un Naturi en la isla, pero no tenía idea de quién era o por qué estaba allí, lo que indicaba que no le habían enviado. Él no era parte de lo que los otros y el Aquelarre estuvieran tramando. No era la única que estaba siendo traicionada en Venecia.

Le guiñe el ojo una vez más mientras retrocedía, esperando que por fin le hubiera dado suficiente en que pensar para que yo pudiera escapar a un lugar más poblado.

—Sólo un consejo —le dije—. Yo pondría todos tus patos en una fila antes de volver a intentarlo de nuevo en cuatro noches.

Antes de que pudiera escapar, Rowe agarró mis dos hombros bruscamente, sosteniéndome a pocos centímetros de su cuerpo. Una sonrisa maliciosa dividió su boca y la risa bailó en su único ojo bueno.

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—Dices que no recuerdas que yo hubiera estado en Machu Pichu –murmuró—.

Déjame ver si puedo ayudarte a refrescar tu memoria.

Para mi total sorpresa, se movió cerca de mí y apretó sus labios contra los míos. Me quedé helada, mi cerebro completamente encerrado en una mezcla de incredulidad y rechazo. Y algo aún peor que eso pasó. Me di cuenta de que su tacto, su olor, su gusto eran demasiado conocidos. Lo empujé con violencia, tirando fuera de su abrazo mientras me tambaleaba hacia atrás. Su risa burlona me siguió, pero yo sólo era vagamente consciente de esto mientras mi mente volaba de regreso a mi tiempo en Machu Picchu.

—Estabas en la cueva —se me atragantó un nudo en la garganta.

—Aún pensabas que era humano —se burló Rowe.

Había estado agotada, agobiada por el dolor y el hambre después de haber sido torturada durante más de una semana. Una hora antes del amanecer, me trajeron de vuelta a las cuevas que componen el Templo de la Luna. Sólo que esta vez había un pálido hombre rubio allí. No pensé acerca del cómo ni el por qué. A través de la niebla de dolor, sólo vi al hombre que había conocido en el lago.

—Dijiste que te matarían —gemí, provocando una risa oscura en mi compañero.

Rowe, me había dicho que lo matarían si no hacía lo que los Naturi le habían ordenado. Él me suplicó para salvar su vida, pero yo no podía traicionar a mi pueblo para salvar la vida de un ser humano. Cuando vinieron a buscarlo, me tiró de las cadenas que me ataron las manos detrás de mi espalda. Traté de prenderles fuego, pero estaba demasiado débil. Todo lo que podía hacer era gritar y patear a medida que los Naturi se acercaban, las lágrimas corriendo por mi sucia cara.

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A medida que agarraban a mi rubio compañero, él se había inclinado y me había besado. Me acordé de la suavidad de sus labios, el sabor de la dulzura en su boca como cerezas maduras. Podía olerlo, una mezcla de tierra y desesperación. Él me suplicó por última vez que lo salvara, pero todo lo que podía hacer era llorar por él cuando lo sacaron, con las palabras atascadas tras el nudo en mi garganta.

Me quedé horrorizada ante Rowe ahora, todos los recuerdos precipitándose con una claridad sorprendente. Había llorado muchísimo por él, la culpa me carcomía como el ácido. Me había obligado a olvidarme de él, porque su recuerdo casi me destruyó. Pensé que había sacrificado a un inocente para salvar a mi propia clase del exterminio.

—Es posible que te hayas olvidado de mí, pero nunca he olvidado el sabor de las lágrimas que lloraste por mí —dijo en voz baja.

Envolví mis brazos alrededor de mi cintura, casi encorvada por el dolor. Casi me habían destruido con un truco, estaba a punto de romperme. Incluso ahora, después de tantos siglos, el dolor se sentía tan fresco.

Rowe, simplemente me sonrió, sin hacer ningún movimiento para detenerme mientras yo retrocedía, alejándome de él.

—Fue la voluntad del destino que sobrevivieras a nuestros dos primeros encuentros hace tantos años. Tu vida me beneficiaria algún día.

Sacudiendo la cabeza, no había nada que pudiera decir. Parpadeé lágrimas de humillación mientras caminaba lentamente hacia la entrada. Esa noche en el Machu Picchu reproduciéndose en mi cabeza una y otra vez con cada paso, aumentando mi odio sin fin para toda la raza.

Un rumor sordo de un trueno me siguió de nuevo al barco, pero el rayo se mantuvo encerrado en las nubes. Rowe se seguía riendo de mí.

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CAPÍTULO 15

Traductoras.- Strella, Trinity y Virtxu Correctora.- María José

sol se deslizó debajo de la tierra, sus largos rayos de luz se aferraban al cielo en una tentativa desesperada de encontrar un poco de un último momento. El mundo suspiró y se estremeció, quitándose el asimiento apretado del día. No vi la pendiente estable del sol en la oscuridad, pero podía sentir el nacimiento de una nueva noche. El cambio sutil del mundo nocturno cuando bostezó y se estiró, preparado para una noche de caza, rizada por mí.

Tristan se mantenía en silencio desde que volvimos del Aquelarre, perdido en algún sitio entre la traición de Sadira y mi fracaso de protegerle. Estaba seguro de que su mente había vuelto a jugar su tiempo en el tribunal con todo detalle sangriento. Él había estado tan cerca de morir en aquel lugar anoche.

Nunca

debí

de

haberlo

dejado

en

paz

con

Sadira,

completamente

subestimando su necesidad de arremeter contra mí. El tribunal podría haberlo destruido fácilmente, y Sadira había demostrado ya que él resultaba imprescindible si esto significara destruirme. Proteger a Tristan iba a ser más difícil de lo que yo había esperado, y él había pagado el precio de mi tontería y

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ego. Su encuentro en el Gran Pasillo era mi falta. Ambos sabíamos ahora, que ninguno de nosotros estaría completamente libre alguna vez, hasta que Sadira muriera. Pero en estos momentos, él dormía profundamente a mi lado en la cama, enroscado en posición fetal con las mantas enroscadas alrededor de su desnudo cuerpo.

Irresolutamente, alcancé y alisé algunas cerraduras suaves de su cara. La oscuridad completa estaba a una hora de distancia. Él fue sumergido a un sueño profundo, que curaba a nuestra gente. La dichosa oscuridad consumió sus pensamientos y durante un rato la memoria de la traición de Sadira y mi fracaso sin duda fueron borrados. Él tendría que enfrentar esas memorias otra vez pronto, pero por el momento sólo eran nada.

Me obligué a apartar la vista de su hermosa y blanda figura. Un nudo se alojó en mi garganta y parpadeé tras un oleaje de rasgones que enturbiaron mi visión. Mi agradable Tristan, hermoso con su frágil y juguetona sonrisa. En él vi tanto a un niño como a un hermano. Traído de la oscuridad por un Nightwalker, éramos de la misma línea de sangre. Aún él era más joven y débil. Su misma existencia parecía tan tenue.

Jabari me había salvado hace 500 años de Sadira, trayéndome de la desesperación y el dolor de la sombra. ¿Era hora que trabajara para salvar a Tristan? ¿Cómo podía hacerlo cuando apenas podía protegerme? Tanto Michael como Thorne habían muerto mientras yo miraba ¿Sería el joven Nightwalker el siguiente a pesar de mis mejores esfuerzos?

Tocando su cabello otra vez deseé que su paz durara. Deseé curar sus heridas, tanto las del exterior como las interiores, pero temí que eso no fuera todo.

Sólo hace unas noches yo había afirmado a James que los Nightwalker eran más que monstruos. Le dije que nosotros sentimos alegría y que amamos ¿Aunque no tenía el sangriento lío que ellos habían creado con la espalda de Tristan cuando ellos pelearon con la piel de su cuerpo probando lo incorrecto? ¿No tenía el hecho de que me deleité con la matanza que creé probando lo

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incorrecto? ¿Cómo podría alguna vez un monstruo tener éxito en la protección de otro monstruo?

Ahorrando un vistazo encontré

su espalda curada del fracaso de la noche

pasada, salí de la cama. Nunca en mi larga existencia me había levantado tan temprano. Alguien me había llamado. Podría sentir a Valerio en mi cabeza y el segundo conocimiento llegó a mi desbordándose en mi cerebro, y luego él lo arrancó dejando una débil impresión en mis labios, como si él me hubiera besado. Estando silenciosamente de pie en el cuarto inhalé profundamente, esperando a medio agarrar un olorcillo de su aroma, y mi cerebro me dijo lo que había hecho, pero sabía que él no había estado en el cuarto. Su presencia en mis pensamientos había sido tan fuerte que dejó una señal en todos mis sentidos.

Pero era Valerio, tan silencioso como una sombra y tan ubicuo como el viento. Él era un fantasma de mi pasado que yo nunca había podido sacarme completamente. Pero entonces estaba la pregunta de si realmente quise mudar su toque por mucho tiempo.

El sonido del cierre de la puerta del hotel me sacudió de mis pensamientos.

Agarré el traje de seda que me llegaba hasta el tobillo de la silla en donde la había dejado anoche y rápidamente me la puse. Todavía estaba atando la faja del traje mientras iba al salón principal. Danaus empujaba un carro cubierto de una tela

blanca, cargado

de

platos

escondidos

bajo

tapas de

plata.

Una docena de olores de salsas ricas, carne cocinada, y café caliente de pronto llenó el aire. Era el tiempo para la comida o desayuno. Por el olor de ello, fui convencida que el cazador se permitía ambos.

Danaus repentinamente se paró, sus ojos se lanzaban de mí a la bahía de ventanas que revelaron la distante puesta de sol. El cielo fue pintado de profundas sombras rojas, de naranja y un morado pesado. Habían pasado siglos desde que consideré tales colores en el cielo.

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—¿Tuviste algún problema anoche? —Pregunté rígidamente. Con mis armas dobladas sobre mi estómago, cerré las ventanas, no haciendo caso a la pregunta silenciosa que descansaba en sus estrechados ojos. La luz del sol desapareciendo hizo que mis ojos ardieran y parpadeé dejando rasgones sangrientos, pero no me moví. No estaba segura si volvería a ver la puesta de sol otra vez y quise penetrar los colores mientras pudiera.

—No ¿tú?

—Nada importante —Traté de parecer despreocupada e indiferente sobre la noche pasada, pero fallé. Aquellas dos palabras parecían haber salido pareciendo cansadas e iguales. Mi encuentro con Rowe y la matanza en el Gran Pasillo me habían rasgado en dos.

—¿Mira? —No había oído que él se hubiera movido, pero pareció más cercano.

A sólo unos pies de distancia, estando de pie directamente detrás de mí. Su olor era fuerte, una mezcla calmante de jabón y sol, con una indirecta de colonia o loción para después de afeitar. Una parte de mi quiso tirar su cabeza hacia atrás y descansar mis hombros contra su fuerte pecho mientras compartíamos la puesta de sol con un incómodo silencio.

—Todo está bien —dije apartando el tonto impulso.

—Sería más fácil protegernos el uno al otro si yo entendiera lo que pasa —dijo firmemente—. ¿Quién tomó a Sadira y a Tristan?

Abrí la boca para decir que no era de su incumbencia y que yo tenía todo bajo control, pero otro juego de palabras empezó a caer. —Sadira tomó a Tristan en el tribunal del Aquelarre para castigarme. Él fue torturado hasta que llegué.

—¿Destruiste a Sadira? —Las palabras salieron de su garganta, pareciendo normales, sus palabras no sostenían ninguna emoción o inflexión. No pude decidir si él me elogiaría o condenaría por mi acción.

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—Ella todavía existe, pero estoy segura de que lamenta que lo hizo — contesté finalmente.

—¿Y el Aquelarre?

—¿Quién sabe qué es lo que ellos piensan? No estuvieron presentes entonces, sólo actúan cuando es a su ventaja. —Cortando un suspiro usé mi tobillo derecho desnudo para estar en frente de él. Tenía que conseguir el movimiento. Valerio me había despertado por algunos motivos. Él quiso algo y no

se

lo

mostré

allá

arriba.

—Tengo

otra

reunión

esta

noche.

—¿Sola?

—Naturalmente —dije con una pequeña sonrisa satisfecha, que se descoloró tan rápido como apareció —¿Y el Aquelarre y su asunto con los Naturi? —Preguntó Danaus—. No lo he olvidado. Tenemos que pararlo o esto significaría la guerra entre todas las razas, junto con unos enfrentamientos contra una guerra contra los Naturi.

Nadie sobreviviría a tal cosa.

—¿No encuentras raro que Jabari exigiera que viniéramos hasta aquí arriesgándonos a descubrir un magnífico complot?

Una sonrisa aclaró mis rasgos y expuso mis colmillos brevemente. —Sí, lo hago —dije casi riéndome entre dientes—. Comienzo a pensar que cada uno no es de una mente en el Aquelarre.

—Y es nuestro trabajo destruir el trato —Terminó Danaus con una cabezada.

—Destruir a los Naturi que tratan de romper el sello. Destruir el trato del Aquelarre con los Naturi.

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—Hacemos todo lo posible —dijo Danaus. Una breve sonrisa bajó a través de su cara.

—La verdad es que podemos pero vamos a necesitar un poco de ayuda, de ahí la reunión. —Eché un vistazo sobre mi hombro, los colores del cielo seguían descolorándose—. Permanece cerca de Tristan mientras me voy. No lo alejes de tu vista. —Mandé no preocupándome de porque el cazador asentía a mis órdenes aunque era una criatura de más de tres veces mi edad.

—¿Piensas que ellos vendrán después de la otra vez?

Amartillé a mi cabeza cuando un pensamiento raro saltó a mi cerebro. —¿Lo protegerías si ellos lo hicieran? —Pregunté suavemente, mis ojos viajaron a la deriva sobre sus difíciles rasgos. Los ojos de Danaus se lanzaron a través del cuarto y su ceño fruncido se hizo más profundo cuando él marcó sus pasos lejos de mí. Dudé que cualquiera de nosotros supiera la respuesta a aquella pregunta. Abrí mi boca para seguir adelante cuando de repente él habló, su voz como un estruendo distante de truenos en el tranquilo cuarto—. Yo lo protegería

contra

las

criaturas

que

le

hicieron

daño

anoche.

No entraría en detalles sobre lo que le pasó al joven Nightwalker anoche. Era la opción de Tristan. Pero sin duda sabía que Danaus sintió mi dolor y rabia. No había intentado protegerle.

Una sonrisa lenta creció en mis labios, y mis ojos brillaron de lavanda oscura con la memoria de la matanza. —Aquellas criaturas ya no existen —ronroneé.

Danaus saludó con la cabeza, su ceño fruncido se desintegró en su cara. Me sorprendí. No había ninguna repugnancia o desilusión en sus ojos cuando él me miró. Todo lo que podía sentir de él era paz y calma.

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Parpadeé y el brillo desapareció de mis ojos, el oleaje de poder bajó en mí alcanzado por una ligera brisa. —No, no es por eso quiero que te quedes con Tristan. Temo que el tribunal pueda venir después —¿Y esperas que él me proteja? —Preguntó incrédulamente.

—No. —Una sonrisa tembló en mis labios—. Tristan y yo estamos relacionados.

Puedo sentir sus emociones y ver por sus ojos. Así sabré sí está preocupado.

—¿A diferencia de nuestra conexión? —Él preguntó arqueando una gruesa ceja hacia mí.

—Nuestra conexión se debilita con el tiempo y la distancia —contesté bruscamente—. También es una conexión que no deseo cultivar y preferiría que muera completamente. —Todavía tenía miedo por como su mente que había tocado la mía anoche, despacio explorando mi cuerpo en busca de la herida que tenía. Pero ahora el contacto se había disipado, y yo era sólo vagamente consciente de sus emociones, como la mayor parte de la gente.

Danaus simplemente saludó con la cabeza, sabiamente absteniéndose de comentar sobre el hecho de que no había sabido que Tristan estaba en problemas anoche hasta que fue demasiado tarde. Pero entonces otra vez, yo había tenido cuidado. Sadira no causaría ningún problema por mucho tiempo.

Cuando di la vuelta para volver al dormitorio en busca de alguna ropa, Danaus indicó una caja grande que había sido entregada en el cuarto unas horas antes. Afecté a mi cabeza mientras llevaba la caja conmigo al dormitorio.

Sabiendo sin abrirlo quién lo mandaba. Valerio creyó que el aspecto era todo en la continuación de una fachada.

Puse la caja en la cama y la abrí. Dentro encontré una camisola de seda negra y un abrigo blanco hecho de cordón antiguo. La falda negra caía y fue cortada en la espalda. Y por supuesto un par de tacones con amplias cintas negras que

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se abrigaban alrededor de mis tobillos. Rápidamente me vestí y decidí a último momento llevar el pelo suelto. Tomé un último vistazo en el espejo y no pude aguantar una pequeña sonrisa que se elevó en mis labios. El equipo era elegante y apropiadamente conservador, y aún también lograba ser atractivo y seductor con sus diminutos detalles en mi piel pálida. Si Valerio pudiera invertir mucho de su tiempo en la moda y guardar apariencias, él podría ser una figura peligrosa.

Todavía sonreía mientras andaba a zancadas por la suite y montaba en el montacargas abajo hacia el vestíbulo. Había estado en la punta de mi lengua advertir a Danaus que Rowe estaba en el área cuando resbalé en el cuarto, pero sabía que si mencionaba al Naturi, nunca podría asistir a esta reunión sin su oscura sombra. Además, sentía menos al Naturi lo que le hacía estar más protegido. Él no necesitó mi advertencia.

Cuando entré en el gran vestíbulo de mármol del hotel, el sol había terminado su pendiente en el horizonte y la noche lo asumió. Mis pasos casi tropezaron con la oleada de poder repentina que se rizó en el aire. Por un breve momento mi cuerpo se sentía más despierto y vivo, conectado a algo más grande que yo. Pero así como vino la sensación de repente se desvaneció, dejándome consciente

y

tranquila.

Estaba

de

vuelta

en

mi

elemento.

Una sonrisita suave se dibujó en mi mirada a través del cuarto casi vacío.

Valerio dobló el periódico que él pretendía leer y lo dejó a un lado cuando él empujó la silla.

Valerio era la imagen clásica de un vampiro. No la pudrición, el cadáver que anda arrastrando los pies con el aliento oliendo a muerte, sino la versión de Hollywood con cabello castaño y ojos azules claros como un glaciar besado por el mar. Su piel blanca cadavérica estaba estirada sobre el magro músculo, creado por una vida humana gastada en el difícil trabajo manual y una existencia no muerta llena de la actividad física constante. Él era más bajo que

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yo, pero no por mucho, no era algo que se notara fácilmente tampoco. Cuando el Nightwalker entró en la habitación, su presencia la llenó de un modo tan aplastante que no podría ser consciente de alguien o algo más. Él se hizo todo y estaba en todas partes. Generoso no era una palabra apropiada para describirlo. Él era hermoso de la misma moda que David de Michelangelo o Venus de Milo. Él poseía el mismo tipo de belleza que una puesta de sol en verano en el mediterráneo con una luna llena que se eleva en la distancia. Sobrecogedor.

Impresionante. El tipo de belleza pacífica, exquisita que te hacía querer creer en Dios o que había sido bien dejado en el mundo. Era la clase de belleza que te convencía de agarrarte sólo durante un día más.

Pero era más que su aspecto lo que formaba la imagen que los humanos tenían de los vampiros. También era su actitud. La confianza tranquila y firme se filtraba en cada poro y controlaba los músculos de su magro cuerpo. Era su caminar y la manera en la que permanecía de pie, equilibrado y siempre consciente de sus alrededores. Él poseía la misma belleza seductora de un jaguar durmiente. Hermoso e infinitamente mortal cuando es despertado.

Sadira me enseñó conceptos de poder y control cuando entré en el mundo de los Nightwalkers. Jabari me dio los conceptos de lealtad y honor, que infundieron dentro de mí un sentido de historia para mi clase. Pero Valerio me enseñó a vivir como un Nightwalker y a vivir conmigo misma. Él abrió mis ojos al mundo del placer y la alegría. Aprendí a reírme otra vez. Valerio dio a los de mi clase otra nueva razón de temerme. Aprendí a jugar con mi presa, tanto física como mental, infundir la felicidad y el miedo a parte iguales.

Cuando abandoné tanto Sadira como a Jabari, no había mirado atrás. Salí de su sombra y perseguí mi propia vida, en una moda. Pero aún tenía completamente a Valerio. Los años se marchitaron lejos y me encontré otra

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vez asentada en un salón elegante o paseando en un callejón infestado de ratas con Valerio riendo a mi lado. Lo dejé con palabras tácitas como ―Nunca más‖ equilibrando en la apunta de mi lengua, pero sabía mejor que lo decía: nuestros caminos siempre terminaban cruzándose.

No tenía ni idea de que tan viejo era. Lo suficientemente mayor. Él tenía tal tranquilidad, una discreción que no podía suponer la extensión de sus poderes, pero nadie se atrevía a cruzarse con él, y él daba unas cuantas razones para hacer eso. ¿Nació como compañero, o como un Primera Sangre? No podía ni imaginarlo.

No le temía, y sabía que ese podría ser mi más grande error. No confiaba en él y era extremadamente cautelosa a su alrededor, pero mi falta de miedo podía llegar a ser mi final. Si algo me enseñó Valerio, fue a temerme a mí misma.

Caminando hacia donde yo estaba, una sonrisa paternalista se levantó en sus labios, revelando una pista de sus dientes blancos. —Cara Mira —rió, con un tenue acento italiano enlazando sus palabras—. Había olvidado que sueles dormir hasta tarde, perdiéndote el nacimiento de la noche.

—¿Para que querías verme? —demandé, cubriendo mi sorpresa momentánea de que él había elegido hablar en inglés. Fue un esfuerzo atenerse a cruzar los brazos sobre mi pecho, no quería que viera que tan tensa estaba, pero no dudaba de que podría leerlo en mis hombros tiesos y el desapruebo que tiraba de las esquinas de mis labios.

—¿Dónde está tu acompañante? ¿El cazador? —preguntó, metiendo las manos en sus bolsillos.

—En la suite. Asumí que querías un encuentro en privado.

—Oh, lo quiero —dijo él, su sonrisa se amplió. Valerio tomó un último paso adelante, las solapas de su chaqueta cepillaron mis pechos brevemente. Su mano izquierda agarró mi manó derecha que colgaba a mi costado, y puso su

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mano derecha en mi cintura y me forzó en un rápido vals alrededor del lobby.

Si no hubiésemos estado ocultos de la vista de la gente que permanecía en la cara entrada, estoy segura de que habríamos ganado más de una mirada extraña—. Esperaba discutir unas cosas contigo, dulce Mira.

Incliné la cabeza levemente para poder verlo a los ojos, Valerio tomó ventaja de nuestra cercanía y presionó sus labios en los míos. Mi cuerpo reaccionó al familiar contacto antes de que mi cerebro tuviera la oportunidad de oponerse.

Dejamos de movernos y me acerqué a su duro torso, relajándome a su contacto mientras mis ojos se cerraban. Su mano derecha se deslizó de mi cintura a mi espalda, empujándome firmemente contra su pecho. Su familiar contacto calmó la tensión de mis hombros y la drenó de los músculos de mis extremidades. Su aroma invadió mi nariz como si intentara evocar todos los buenos recuerdos que había guardado sobre él. Por una extraña razón, el Nightwalker olía a canela.

Pero estaba mal. Mis pensamientos finalmente se pusieron por encima de la vibrante sensación en mi pecho. Valerio significaba problemas. Él era otro manipulador y asesino. Y el beso no era diferente del que había recibido de Rowe, dejándome usada y sucia. La mayoría de mis noches con Valerio habían sido empapadas en sangre, más que todos mis años con Sadira o Jabari. La única diferencia es

que Valerio

lo

había

hecho divertido, donde

sus

predecesores lo habían convertido en una pesadilla.

Rompiendo el beso, empujé su pecho. El Nightwalker no luchó contra mí, permitiéndome alejarme unos cuantos pasos de su abrazo. Frotando mis ojos, sacudí mi cabeza, maravillándome por cuán rápido me había arrastrado por él.

—No me toques —dije en voz dura y fría.

—Te he extrañado, Mira —murmuró, devolviendo mi mirada a su cara.

Resoplé, reteniendo la risa amarga que casi se me escapa. —Y la otra noche tú me llamabas traidora, no soy idiota, Valerio.

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—Necia, a veces, pero nunca idiota —dijo él. Su sonrisa se ensanchó para revelar un par de perfectos colmillos blancos.

Agitando mi mano con desdén hacia él, me volteé para alejarme cuando el sonido de pisadas sordas llamó mi atención. Miré abajo a la mullida alfombra blanca en el suelo. El lobby del hotel estaba completamente cubierto de mármol. Mi mirada se sacudió para encontrar que ya no estaba parada en el lobby del Cipriani, si no que en un salón con muebles antiguos.

—Maldición, ¡Valerio! —rugí, mientras miraba hacia una de las ventanas con cortina en la pared lejana—. ¿Dónde demonios estoy? —la decoración no era nada como lo que hubiera visto en el Cipriani. De hecho no me recordaba a nada que hubiese visto en Venecia.

—En un lugar privado —replicó.

Ignorándolo, agarré las cortinas con mis puños y las abrí de un tirón revelando concreto donde una vez hubieron canales. Miré la calle de arriba abajo pero no reconocí ninguno de los edificios. Un nudo de pánico se apretó en mi estómago y me forcé a soltar mi agarre de las cortinas antes de las prendiera en llamas.

—¿Dónde diablos estoy? —rugí, volteándome para encarar al Nightwalker. Él aún estaba en medio de la habitación, con sus manos en sus bolsillos nuevamente. La llamarada de mi temperamento no tuvo efecto en su semblante de perfecta calma.

—En mi apartamento privado en Viena —dijo con un leve encogimiento de hombros.

—¿Viena, Austria? —grité—. Mándame de vuelta ahora. —Estaba furiosa con él y conmigo misma. Él me había besado para que yo no notara el empujón por el espacio, y lo dejé pasar, esperando por un momento que borrara el beso de Rowe. Quería preguntar cuando había adquirido a habilidad de desaparecer y reaparecer a través de vastas distancias como Jabari. Esta era una habilidad

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que nunca antes le había visto hacer, y me tenía más que un poco nerviosa.

Sólo los Ancianos tenían este tipo de habilidad, y Valerio nunca había admitido tener más mil años de edad.

—Necesitamos hablar Mira y no podemos hacer eso en Venecia —dijo calmadamente.

—No dejaré que la corte hiera a Tristan nuevamente o amenacen a Danaus.

Mándame de vuelta ahora —dije con mis dientes apretados—. Primero Nicolai, y ahora tú. Siempre pensé que el rol de distracción estaba por debajo de ti.

—No estoy actuando a favor del Aquelarre o de sus mascotas —continuó, impasible por mi rabia—. Dejé la isla la noche pasada un poco después de que tú lo hicieras y no he regresado a San Clemente. No sé que es lo que planea el Aquelarre para ti esta noche, pero prometo que el traerte aquí esta noche no es un intento de amenazar a aquellos que te pertenecen.

—Mándame de vuelta —repetí obstinadamente. Mi enojo estaba bajando, pero mi frustración aún era evidente en mi voz. Tenía miedo de que Jabari o quien sea del Aquelarre sintiera que yo ya no estaba en Venecia. Ellos saltarían a la oportunidad de atacar a Danaus o Tristan. Tenía que protegerlos, pero no podía

hacer

eso

cuando

estaba

a

países

de

distancia

de

ellos.

—No puedo, debemos hablar, y no me siento seguro haciéndolo en Venecia — admitió finalmente. Me detuve, notando por primera vez la tensión en las esquinas de sus ojos y su sonrisa inusualmente amarga—. Extiéndete y toca la mente de Tristan. Ve que él está a salvo. Toca la mente del cazador.

Fruncí el ceño, pero no dije nada. Tocar la mente de Danaus era engañoso y dudé que pudiera hacerlo desde esta distancia. Como sea, toqué la mente de Tristan. Él estaba recién despertando de su sueño diurno. Sus pensamientos eran perezosos y confusos, pero estaba calmado.

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Cuando me encontré con la mirada de Valerio, mi ceño se relajó un poco. Los hombros

del

abandonara

Nightwalker su

cuerpo.

se —Así

relajaron que,

levemente

¿Ahora

me

como

crees?

si

la

—me

tensión preguntó

gentilmente, una suave sonrisa obsesionando sus labios nuevamente.

—Por el momento —resoplé caminando lejos de él. La puerta entre mi mente y la de Tristan dejada levemente abierta. No estaba en su mente leyendo sus pensamientos porque quería darle algo de privacidad, pero la conexión constante me permitiría saber al instante si algo estaba mal.

Volví a la pared lejana y abrí las cortinas de tres de sus ventanas, dándome la oportunidad de mirar a la magnífica ciudad antigua. Ha pasado mucho desde la última vez que estuve en Viena, y mi razón para dejarla había sido sombría.

Aún así, los largos, interminables años habían desafilado el dolor y callado las memorias. Estaba más perturbada ahora por el hecho de que el dolor que creí que debería sentir era un poco más que un dolor vacío.

—No te he mentido Mira —continuó Valerio. Había un susurro de tela frotándose mientras caminaba hacia mí—. Te he extrañado.

—Tú no eres de los que mienten, Valerio. Tú prefieres omitir información crucial —dije, sin molestarme en voltearme para mirarlo, sino que continué mirando por la ventana. Mis manos descansaban en el suave alfeizar de la ventana, dejando que la punta de mis dedos trazaran ausentemente las finas líneas creadas cuando la pintura blanca se secó.

Colocando sus manos en mis hombros, sus fuertes dedos amasaron mis músculos tensos, llevándose varios días merecedores de tensión. Lentamente, él dejó sus manos deslizarse por mis brazos, tirando del lazo atado a los hombros desnudos. —Éramos tan buenos juntos —susurró, presionando un beso gentilmente en mi hombro derecho—. ¿Recuerdas la diversión que tuvimos en Moroco? No creo que nos moviéramos de ese apartamento por alrededor de dos semanas.

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—O los bares después de las corridas de toros en Pamplona —sugerí con una pequeña risa—. Fue una pena lo del matador. No creo que se haya recuperado apropiadamente.

—¿Cuál es ese dicho Americano? El pudo haber sido un gran oponente —se rió, presionando otro beso en mi piel desnuda, sólo que esta vez un leve susurro de dientes acarició mi carne. Sólo después de sus risas murieran habló nuevamente. Su voz era dolorosamente suave, como un ex amante tocando mi mejilla—. Desde que te fuiste al nuevo mundo, no has vuelto para visitarme.

—Pudiste haber ido a los Estados Unidos —contrarresté, girando delicadamente para así mirarlo a los ojos—. Tú obviamente tienes la habilidad de hacer un viaje rápido.

—Tú nunca me invitaste.

Mi ceño se frunció y mis ojos se estrecharon por su extraño comentario.

—Mi dominio es una sola ciudad en todo el país. Eso es todo. No necesitas que te invite al país que quieras visitar.

—La mayoría cuestionaría tal declaración de tu parte. Es bien sabido que los Nightwalkers en ese país difieren de tu juicio en la mayoría de los asuntos, particularmente si desean continuar con su existencia. No me mientas y no te mientas. Tú sabes que tu alcance se extiende más allá de los límites de tu pequeña ciudad.

Volteándome completamente para encarar a Valerio, caminé lejos de su toque.

La fresca sonrisa en mis labios se marchitó y murió en un suspiro.

—Conozco la pregunta sin leer tu mente: ¿Planeo tomar el puesto vacío en el Aquelarre? Te diré lo que le he dicho a todos los demás. No. No quiero el puesto. No quiero nada que tenga que ver con el Aquelarre.

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Valerio echó su cabeza hacia atrás y rió. El sonido parecía hacer eco y saltar mientras él se apuraba a echarse en una cómoda silla al otro lado de la habitación.

—Mira, mi querida luciérnaga, quizás debieras preguntarte el porqué tanta gente te hace esa pregunta —sugirió con una risilla—. Tú has armado un pequeño reino propio en el nuevo mundo.

—Mi dominio es sólo la ciudad de Savannah —interrumpí.

—Pero has cazado y destruido a Nightwalkers que han amenazado al secreto de una costa a otra en ese encantador país —contrarrestó Valerio. Él dobló sus manos sobre su estómago y colocó su tobillo izquierdo sobre su rodilla derecha.

—Por petición del Aquelarre.

—Un grupo por el cual tú nunca has ocultado la falta de respeto. Y ahora estás de vuelta en Venecia después de estar ausente por más de cincuenta años…

—Nuevamente por petición del Aquelarre —intervine, pero mi voz estaba perdiendo fuerza y mis dedos temblaban. Estaba empezando a ver mis acciones bajo una horrible luz nueva.

—Puede ser, pero entraste con tu cabeza en alto y un asesino de Nightwalkers a tu espalda, sin ocultar que él está bajo tu protección. —No tenía ningún argumento en contra de sus palabras, así que él continuó, diversión llenando su voz—. Luego, como si fuera poco, la pieza de resistencia, robas el niño de uno de tus propios creadores y presentas un baño de sangre como no he visto en más de unos cuantos siglos en el Gran Salón. Diablos, tal vez no desde que tú apareciste frente a la corte por última vez.

—Valerio —susurré, sus palabras chocando mi garganta—. No quiero un asiento en el Aquelarre. Sólo intento sobrevivir.

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—¿Sobrevivir? —jadeó, enviándolo a nuevos picos de risa incrédula—.

Sobrevivir sería mantener la cabeza gacha y tu boca callada, sobrevivir sería permitir a la corte que se entretengan con Tristan y el cazador, sobrevivir es no enfurecer a tus creadores ni a los miembros del Aquelarre. Él se puso de pie y en un destello estuvo a mi lado. Sus grandes manos acunaron mis mejillas y sus pulgares secaron las lágrimas que no me había dado cuenta que caían. —Siempre me ha maravillado el modo cauto en que vives tu vida —empezó nuevamente, su dulce voz una gentil caricia en mis raídos nervios y pensamientos fracturados—. Pero recientemente has actuado impulsivamente. No puedo desentrañar el porqué has actuado de modo tan suicida a menos que quieras morir.

Levanté mis ojos asombrados para encontrar su mirada confusa, humedecí mis labios y forcé dos palabras por el nudo de mi garganta. —Los Naturi.

Pude sentir el tirón de sus músculos cuando él se estremeció a mis palabras sollozadas, pero sus manos no cayeron de mis mejillas mientras su mirada se estrechaba en frías rendijas de hielo azul.

—Los Naturi vienen —continué.

—¿De que estás hablando querida? —demandó. Su profunda voz era firme, pero no estable como yo hubiese preferido, mientras sus manos se alejaban de mi cara.

Cerrando mis ojos, inhalé profundamente, captando una pista de canela mezclado con el aroma de las rosas en el jarrón cristal al otro lado de la habitación. Cuando miré de nuevo a Valerio, empecé con mi historia, empezando por Nerian en mi propio dominio y continuando por los ataques en Egipto y Londres. Le conté de la masacre en Themis y el descubrimiento de que Danaus no sólo sería parte de la triada que enviaría de vuelta a los Naturi, sino que también que yo era el arma que ellos usarían para hacerlo. Incluso le conté de la mujer Naturi que caminaba libremente por el Gran Salón. Hablé

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hasta que mi garganta estuvo rasposa y ahogada en lágrimas que ya no deseaba derramar. Hablé del miedo y del dolor cegador y noche tras noche de muerte hasta que estaba segura que la misma parca vigilaba cada paso que daba.

Hablé hasta que no quedaron mas palabras y estaba en mis rodillas, temblando y exhausta tan solo por la memoria de todo lo que había pasado y el horror que aún tenía que venir. Levantando la mirada, encontré a Valerio parado al lado opuesto de la habitación, con una mano apoyada en la pared como para estabilizarse. Su hermoso rostro estaba en blanco excepto por la mirada de horror que no podía sacar de sus ojos. La distancia entre nosotros me hizo sentir como si mi presencia llevara con ella una pestilencia que podía destruir a cualquiera de nuestro tipo, y quizás podía. Aquellos que me rodeaban no solían tener largas vidas.

Repentinamente se me ocurrió que tal vez él no me creía. Si no lo hubiera vivido yo misma, lo declararía una locura. Los Naturi no habían sido vistos en siglos, pareciendo conformes con desvanecerse en el olvido.

—Puertas —dijo repentinamente, la palabra salió sin aliento y rasposa. Valerio giró sus ojos para por fin encontrarse con los míos y él lentamente se alejó de la pared. Se acercó un par de pasos hacia mí pero mantuvo una larga distancia—. En los niveles más bajos, bajo el salón, grandes puertas de hierro fueron colocadas en frente de una de las habitaciones, y hay guardias frente a ellas a toda hora. Nadie se atrevió a preguntarle al Aquelarre el porqué las puertas fueron adheridas, pero todos saben que el hierro afecta a solo una criatura. Estuve todo un día en el Gran Salón. Al amanecer ya no encontré descanso en el amparo ofrecido por el Aquelarre. Si el Aquelarre no se siente seguro en San Clemente, entonces ni uno de nosotros lo está.

—Los Naturi vienen. La próxima luna nueva es tres noches, tal como una antigua fiesta pagana. Creo que los Naturi intentarán nuevamente romper el sello para entonces —expliqué. Colocando mi mano derecha aplastada en el

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suelo, traté de encontrar la fuerza para volver a mis pies, pero no pude—. No puedo ni imaginar lo que el Aquelarre planea. Tú eres mayor que la mayoría.

Asumí que sabrías más.

—No sé nada —admitió sacudiendo su cabeza—. La mayoría en la corte es un puñado de tontos, propenso al rumor. Si cualquiera de ellos supiera lo que está pasando, creo que ya habría escuchado algo.

—Macaire tratará de encontrarse pronto conmigo en privado —murmuré, llevando mi mirada de vuelta a su rostro. Sus labios se fruncieron, dibujando profundas líneas de preocupación en sus mejillas. Esto de alguna manera le agregó años a su aspecto.

—Más juegos —murmuró, paseándose perdido, de un lado para otro por la habitación. Tuve la impresión de que se estaba hablando a sí mismo y no a mí.

—Jabari y yo hemos… peleado —dije, buscando una expresión que abarcara mi odio por la criatura que una vez había amado y respetado. Todo se cada corto para lo que necesitaba, pero no era importante.

—Más juegos —repitió Valerio, sonando más seguro.

—No seré un peón del Aquelarre —declaré firmemente.

Valerio dejó de pasearse y me miró, una pequeña sonrisa triste se deslió por su boca y brilló en sus ojos. —Luciérnaga, eso es todo lo que siempre has sido.

—¿Incluso para ti?

Su sonrisa se agrandó y me avergonzada de mi pregunta. Extendiendo su mano hacia mí, la ignoré hasta que finalmente habló.

—Yo nunca te he usado como tal, pero eso no significa que no lo haría si se me presentara la oportunidad.

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Odiaba su respuesta, pero era la verdad, que fue más de lo que estaba recibiendo de los demás. Luchando para no apretar los dientes, puse mi mano izquierda en la suya para que me ayudara a ponerme en pie. Sin embargo, se detuvo de forma inesperada, con la vista fija en mi mano. Fue entonces cuando sentí su pulgar sobre el dedo anular, me di cuenta que estaba mirando el anillo que me había dado hace algunos siglos. Era una banda de plata con las

olas

del

mar

inscritas

en

él

en

un

antiguo

estilo

griego.

—Aún lo tienes —susurró, tratando de no demostrar sorpresa en su voz.

—Me gusta el recuerdo —admití cuando finalmente me puse en pie.

—¿Y

la

criatura

a

la

que

están

ligados

esos

recuerdos?

—Él es tolerable algunas noches —me burlé, dándole un beso en la mejilla cerca de su oído.

—Creo que me encontrabas más que tolerable algunas noches —me recordó, con un tono de voz ronco. Todavía tenía mi mano en la suya, aumentando la presión ligeramente. Estaba siendo atraída de nuevo hacia él, a su encanto, su promesa de felicidad lejos de todo el caos que parecía normal actualmente en mi vida.

—Valerio... —Empecé, pero me detuve cuando mi voz amenazó con quebrarse.

Cuando por fin pude volver a hablar, las palabras que salieron no superaron el susurro—. ¿A qué estás jugando?

El Nightwalker me miró de nuevo con una sonrisa en los labios, pero de alguna manera esta no pudo llegar a sus ojos. —Sólo estoy tratando de sobrevivir. Él inclinó la cabeza hacia atrás y le dio un beso a mi mandíbula justo debajo de mi oreja. —No tenemos que regresar —me susurró, con los labios rozando mi carne fresca—. Quédate conmigo. Lejos de los Naturi.

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—¿Y seguir huyendo del Aquelarre? —Le pregunté, cerrando mis ojos. Por un momento la idea fue realmente tentadora; más tentadora que la fantasía que Sadira había colgado delante de mí la noche anterior, porque ésta era real.

Volver a mis noches de caza placentera y con Valerio a mi lado. No más Naturi.

No más Aquelarre de Ancianos. No más preocupaciones acerca de si un Nightwalker podía protegerse a sí mismo sin mí. Sin el horrible peso de la responsabilidad aplastándome.

—Con el tiempo, se olvidarán de ti.

Con un suspiro, di un paso lejos de él, y parpadeé algunas lágrimas inesperadas. —No, no lo harán. Y los Naturi no van a desaparecer porque yo me oculte contigo.

—Culpo a Jabari por poner esa nobleza tan tonta en ti. Ciertamente, no vino de mí —bromeó Valerio antes de juntar sus labios con los míos—. Pero la oferta sigue en pie.

—No puedo pasar el resto de mi existencia huyendo de Jabari.

—Si te enfrentas a él sólo acortaras tu existencia.

—Yo… ¡Mira!

El grito repentino e inesperado de Tristan en mi cabeza casi hizo que me volviera a caer. Estaba empezando a preguntarme si alguna vez conseguiría acostumbrarme a tantas criaturas pisando fuerte en mi cerebro.

No grites, por favor. Brevemente me pregunté si el sarcasmo se traduciría de esta forma. Nunca pasé una gran cantidad de tiempo hablando con otros

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Nightwalkers de esa manera. Nunca me sentí segura de que podrían ver o escuchar sólo lo que yo quería, y me gustaba mi privacidad.

Los Naturi. ¡Están aquí!

No le pregunté. En cualquier otro momento me habría reído y lo habría llamado loco, pero no ahora. Un Naturi ya estaba descansando en las catacumbas de la Gran Sala y Rowe estaba enfurruñado en San Michele. ¿Por qué no podía haber más paseando por las fracturadas aceras de Venecia?

—Tenemos que regresar —le dije, volviendo mi atención de nuevo a Valerio.

—¿Qué tiene de malo?

—Los Naturi están en Venecia. —Esas palabras efectivamente causaron que el vampiro diera marcha atrás alejándose un par de pasos de mí, y yo sinceramente no le culpaba. Un Nightwalker no iba caminando por una zona donde sabía que había algún Naturi. Es por eso que nunca has oído cuentos sobre vampiros deambulando solos por los bosques en una noche sin luna.

—No —espeté, acortando al momento la distancia entre nosotros. Envolví mis puños en las solapas de su chaqueta, sosteniéndolo cerca de mí—. Tú y yo iremos de nuevo a Venecia ahora o te haré una desagradable quemadura. Hay que verlos. Es necesario para comprender.

—Mira.

—¡Ahora, Valerio!

No tuve oportunidad de hacer otro argumento cuando sentí el impulso de la magia, ya que tenía sus manos por todo mi cuerpo. Sólo hubo tiempo para abrir y cerrar los ojos cuando de pronto nos encontramos de pie en mi suite del Hotel Cipriani. Abrí la boca para darle las gracias pero Valerio me rodeó con sus brazos, apretándome contra su cuerpo a la vez que él se inclinaba hacia

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delante. Un segundo después estaba el delator testigo de un cuchillo golpeando la madera.

Valerio de pie, tiró de mí de nuevo para levantarme. Ambos miramos al alrededor para encontrar un cuchillo de plata con un mango negro incrustado en el marco de la puerta de uno de los dormitorios. Nuestros ojos se desplazaron hacia Danaus, que estaba frunciendo el ceño ante nosotros.

—¿Siempre trata de matarte cuando entras en una habitación? —Se burló Valerio, sacándome poco a poco de mi ensimismamiento.

—Tenemos una relación especial. —Me alejé del Nightwalker. No le tenía que decir nada a Danaus. El cazador había sido sorprendido por nuestra súbita aparición y reaccionó. Era ese tipo de velocidad lo que le había mantenido con vida durante tanto tiempo. Yo estaba aún seriamente complacida con ese hecho, obviamente, Valerio tenía la capacidad de ir y venir a donde él quería.

Siempre había pensado que había reglas y limitaciones en ese tipo de viajes.

Por desgracia, preguntar directamente a Valerio fue una pérdida de tiempo.

Esa no era el tipo de información que se daba voluntariamente.

—Mira. —La frágil voz de Tristan me llevó de nuevo a la razón por la que había corrido hasta Venecia en primer lugar. El joven Nightwalker se hallaba frente a la ventana de la bahía vestido sólo con un par de jeans que eran demasiado grandes para él. Sus talones estaban pisando la parte inferior de las piernas del pantalón y la cintura colgaba bajo sus caderas. Brevemente me pregunté si pertenecían a Danaus, teniendo en cuenta que él y yo éramos los únicos que traían una muda de ropa, pero decidí no preguntar. Mis ojos brevemente recorrieron la espalda de Tristan para encontrar sólo unas pequeñas y tenues marcas rojas.

Fruncí el ceño y me uní a él en la ventana, con Valerio de pie detrás de mí. No necesitaba que Tristan me señalara nada. Las tres formas negras se distinguían a pesar del oscuro cielo mientras se dirigían hacia la isla de San

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Clemente. Las criaturas parecían murciélagos volando, moviendo rápidamente sus alas en lugar de deslizarse en el aire. Sin embargo, eran demasiado grandes para ser cualquier cosa que los humanos estaban acostumbrados a ver. Esas figuras de pesadilla eran los Naturi.

—¿Qué son? —Le pregunté, incapaz de apartar mi vista de ellos a medida que se acercaban a la lejana isla. Las tres figuras formaron un circulo, finalmente, se dirigieron a un hueco entre los árboles. Se dirigían a la Gran Sala. Puse mi mano sobre el hombro de Tristan, con ese gesto trataba de tranquilizarle, pero lo quité cuando lo sentí estremecerse con el contacto. Su miedo me recorrió, minando mi propia reserva de fuerza, que me había mantenido en marcha durante las últimas noches. Todos estábamos agotados y su danza estaba lejos de terminar.

—No estoy seguro —admitió Danaus, aprovechando que le miré. Estaba de pie a un par de metros de mí, su rostro estaba tenso y demacrado. Después de un par de segundos me miró—. Pero sé que esto no es bueno.

—Estoy de acuerdo. Tenemos que salir pronto de Venecia. Si van a hacer otro intento por romper el sello, van a tratar de hacerlo durante las vacaciones de la cosecha y la luna nueva. Esto es solo dentro de un par de noches, y no tenemos ni idea de dónde va a ser el sacrificio. Los retrasos no son buenos.

Una parte de mí quería saber dónde sería el sacrificio del día, para poder agarrar mi jet privado y dirigirme a ese lejano lugar. Podríamos parar a los Naturi que estaban en ese lugar, pero eso no impediría que llegaran más de otras partes del mundo. Sería una batalla sin descanso durante las próximos tres noches. Si uno o ambos moríamos antes de la luna nueva rosa, no habría forma de detener a los Naturi de hacer el sacrificio.

—Pero... —Una sonrisa lenta se dibujó en mi cara mientras miraba el cazador— . Podríamos pasar por el Aquelarre y ver qué pasa. —Jabari nos había llevado hasta allí por una razón, y me negué a creer que era porque quería que los

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Naturi nos destruyeran. No renunciaría a la oportunidad de matarme el mismo, si estaba tan empeñado en que muriera. Danaus y yo teníamos que estar en la isla para perturbar lo planes que el Aquelarre y los Naturi estaban tramando.

Una extraña sonrisa tembló en los labios de Danaus y saltó hacia sus ojos azul profundo, riéndose de mí. —Arriesgado, ¿no te parece?

—Oh, sin duda es arriesgado, pero no tanto como piensas. Además, también puede ser divertido. —Me reí.

—¿Más arriesgado que estar cerca de una docena de Naturis en un bosque? — Preguntó Danaus, levantando una gruesa ceja.

—No —dije, mi sonrisa disminuyó con el recuerdo. Mirando hacia atrás al asalto lanzado a toda prisa en el bosque, no lejos de Stonehenge, me di cuenta de que el plan había sido altamente estúpido y defectuoso. Había reaccionado guiada por el miedo y la ira. Sabía que no debía lanzar un ataque contra los Naturi en el bosque con un Nightwalker sin experiencia a mi lado. El hecho de que nosotros tres no hubiéramos sido destruidos era un milagro en sí mismo.

Negué con la cabeza, apartando los recuerdos y la necesidad de reprenderme a mí misma por mi impulsiva estupidez. Esto no haría ningún bien ahora, y me aseguraría de que esta vez fuera diferente. —El Aquelarre aún nos necesita vivos.

Ese

es

nuestro

as

en

la

manga.

¿Estás

con

nosotros?

—Definitivamente. ¿Las armas? —Preguntó, deslizando su mano derecha hasta el cuchillo que estaba atado todavía a su cintura.

—Cárgalas. —Mi mirada se deslizó hasta encontrar a Tristan que me miraba con una expresión en blanco. Estaba esperando a ver si yo le mandaba que nos acompañara a Danaus y a mí. Y lo haría si se lo exigía, sin importar el miedo

que

aún

temblaba

en

su

interior—.

No

vienes.

No

eres

lo

suficientemente mayor. —Me burlé.

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—Mira, yo puedo…

—No —le interrumpí antes de que pudiera continuar, con mi mano apretando su hombro—. Danaus y yo somos los únicos que vamos. Eso hará más fácil que salgamos vivos otra vez.

—¿De verdad piensas que no te van a matar por esto? —Preguntó Valerio.

Se me había olvidado que el Nightwalker todavía estaba en la habitación.

Mirando por encima del hombro, me sorprendí al ver su hermoso rostro demacrado buscándome. Sus labios carnosos formaban una línea dura, delgada y surcos poco profundos se extendían ahora desde las comisuras de los ojos y surcaban su frente.

El Naturi se había convertido en una historia de fantasmas chillones que le contábamos a todos los nuevos Nightwalkers y que les daba escalofríos, pero ahora estábamos despertando todos, descubriendo que esta especie que estaba casi muerta de repente nos atacaba. Nuestras pesadillas amenazaban con convertirse en reales y nos exponían al sol. Una vez más.

—Esa es otra pregunta de la que estoy esperando la respuesta, —admití con una sonrisa—. ¿Verdaderamente soy tan irremplazable? ¿Estarían dispuestos a arriesgar la apertura de la puerta para matarnos a mí o a Danaus? ¿Les importan a ellos todos los Nightwalkers que protegen su conspiración? ¿O este fue su plan en primer lugar?

—No eres tan importante, Mira —le reprendió Valerio, profundizando su ceño.

Eso probablemente era cierto, pero yo no estaba pensando en dejarme asesinar con tanta facilidad. Todavía tenía un as o dos en la manga en forma de Danaus. Por supuesto, este plan podría fácilmente tanto abrir mi propia garganta como salvarme de esto, si yo leía mal las intenciones de Jabari.

—Necesito tu ayuda —comencé, dirigiéndome a Valerio. Rápidamente me

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agarré a la manga de su chaqueta, a pesar de que no podría retenerlo aquí, aunque quisiera.

—No voy a ir contigo al Aquelarre. Ellos me necesitan vivo aunque menos de lo que te necesitan a ti.

—Es verdad, pero necesito que vivas —repliqué. Tomé su mano izquierda con las dos mías—. Ve hacia el este. Busca a otros que sean más viejos que yo.

Diles todo lo que te dije. Si el Aquelarre tiene éxito con lo que ha planificado con los Naturi, nuestra gente tiene que estar preparada.

—Quieres que te levante un ejército —dijo Valerio, tratando de liberar su mano.

—No, si el Aquelarre y los Naturi triunfan, será tu ejército. Alguien tiene que proteger a los Nightwalkers del Aquelarre.

—Mira, yo no soy un líder.

—Y una mierda. Uno nunca quiere esa responsabilidad. Bien. Luego encontraré a alguien mejor para darle el trabajo. No dejes que la información se quede contigo.

Frunciendo el ceño, Valerio me apretó la mano. —Puede que no quieras un puesto,

pero

tú

eres

la

única

que

merece

estar

en

el

Aquelarre.

—Por nuestro bien, espero que estés equivocado.

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CAPÍTULO 16

Traductora.- Genesis_480 Correctora.- Amelie22

na vez que regresé con unos pantalones de cuero negro y uno de los pocos tops de algodón que habían sobrevivido a mis viajes, Danaus y yo agarramos rápidamente una lancha y salimos apresurados hacia la isla. El cazador dirigió el bote, sus grandes manos agarrando firmemente el volante de dirección. Su cabello negro bailaba con el viento, revelando su mandíbula apretada y sus ojos estrechados. La tensión zumbaba a través de su cuerpo musculoso y la energía golpeaba en silencio a su alrededor. Yo quería permanecer en el rincón más alejado del bote lejos de él, pero no era una opción. Teníamos que hablar, llegar a algún tipo de entendimiento antes de que bailáramos en el gran salón.

Descansé en la otra silla a su lado, con mis ojos fijos en la isla a medida que se acercaba. —¿Tienes alguna conjetura en cuanto a lo que voló hacia la isla? —le pregunté.

—Grandes murciélagos —murmuró.

—Genial. ¿Son los únicos?

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Hubo una pausa mientras sus poderes saltaban desde su cuerpo y se esparcieron hacia los confines de la zona. Ellos me bañaron como una ola cálida. Era un sentimiento del que no estaba segura de que alguna vez me acostumbrara, y siempre me dejaba deseando poder envolverme por un minuto más antes de enfrentarme a la cruda realidad de lo que se alzaba delante de nosotros.

—No voy a ser capaz de sentir lo que está en la isla hasta que la alcance, pero no son los únicos Naturi —anunció. Su voz tenía un carácter distante, de ensueño, como si su atención se estuviera centrando en un punto lejano.

Resistí el impulso de quitarle el volante y permanecí sentada—. Hay otros seis Naturi en el continente, no lejos de Venecia. Es difícil determinar con precisión.

Tal vez en alguna parte alrededor Padua o Verona. Y hay uno solo en Venecia.

Pero no conozco el área, no puedo decirte qué isla.

Un escalofrío se deslizó por mis brazos. —Rowe —susurré, hablando conmigo misma, pero sabía que Danaus había oído el nombre en el momento que salió de mi boca. Ocasionalmente olvidaba su audición más que normal.

—¿Crees que él está aquí? —Exigió Danaus. El cazador volvió la cabeza brevemente para mirarme antes de volver su mirada al mar abierto ante nosotros.

—Lo sé —admití—. Me encontré con él la noche anterior después de que instalara a Tristan en el hotel. Él sabe que hay un Naturi en San Clemente, pero no sabe quién es o por qué está allí.‖ —¿No cree que ella es una cautiva?

—Puedo que lo haya desengañado de esa idea —dije con una risita al recordar su expresión aturdida la noche anterior—. Por lo menos, sabemos por él lo que sea que el Aquelarre está planeando.

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Danaus desaceleró a medida que nos acercábamos a la isla. —¿Cómo es que eso nos ayuda?

—Crea confusión dentro de su propia especie. Es posible una distracción, una debilidad que más tarde podemos explotar —dije, empujando algunos de pelo de mi cara—. Creo que los otros seis en el continente son para servir como respaldo en caso de que algo vaya mal. Junto con los tres que vimos desde la ventana del hotel, estos nueve, o fueron enviados por Rowe para reclamar al Naturi faltante o se encuentran fuera de los planes de Rowe y alineados con la Naturi que ya están en San Clemente.

—¿Debería preguntarte si nosotros si quiera tenemos un plan?

—Salir con vida —le contesté secamente, doblando las manos sobre mi estómago. La declaración me ganó un ceño fruncido mientras Danaus se concentraba en tirar de la lancha hacia la base. No fue la más difícil de las tareas, teniendo en cuenta que sólo había un barco atado a la pequeña estructura de piedra. Al parecer, la casa había sido vaciada por el tribunal antes que los invitados del Aquelarre llegaran. El cazador también había elegido el muelle más alejado de la Gran Sala. Con el tribunal fuera, rápidamente podríamos viajar a la sala y aún me daría tiempo suficiente para establecer un par de reglas básicas. No estaba segura de que Danaus iba a ir por ella, pero tenía que intentarlo.

Por supuesto, había prometido mantenerlo con vida mientras que estábamos en Venecia, así que tenía que protegerlo, no importa lo que pasara con el Aquelarre. Sin embargo, en ninguna parte de ese acuerdo dije en qué condición teníamos que estar. Si él se convertía en demasiado riesgo, drenaría su culo obstinado en un latido del corazón y lo mantendría inconsciente hasta que estuviéramos fuera de Venecia.

—Necesitamos la información —le dije—. Necesitamos saber qué es lo que el Aquelarre está planeando, por qué los Naturi están apareciendo en Venecia, y

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lo que han acordado. Para obtener cualquiera de esta información, significa que no mataremos.

Danaus apagó el motor y me miró como si yo hubiera balbuceado en celta antiguo. —¿Tus muy llamados líderes están haciendo tratos con el enemigo y no quieres matarlos? ¿Después de que estabas tan ansiosa de acabar con ellos anoche? —Preguntó, empujando las llaves en su bolsillo. Sus manos ausentemente tocaron el par de cuchillos sujetos en el cinturón en varios lugares y la espada atada a su espalda. Como último recurso al parecer, un arma de fuego estaba en una funda en la parte baja de su espalda.

—Me entendiste mal —me reí entre dientes, levantándome sin huesos a mis pies. Por desgracia, el movimiento no fue tan agraciado como yo esperaba, mi repentino cambio en el peso hizo que el barco se moviera, y no había tenido en cuenta eso. No tenía pensado estar en un barco durante largos períodos de tiempo. Estabilizándome a mí misma con una mano en el respaldo de la silla en que me había sentado, continué—, Quiero a cada uno de ellos retorciéndose de dolor insoportable, su carne lentamente despojada de sus viejos huesos polvorientos, sus ojos derritiéndose y segregando de sus órbitas mientras ruegan por su muerte. Quiero la muerte del Aquelarre y de los Naturi de la peor manera, pero ahora no es el momento. Si el Aquelarre es destruido, sus secretos mueren con ellos, y eso no ayuda a nuestros planes.

—Eso no te lo impidió tratarlo anoche —me recordó Danaus con aspereza de nuevo al salir de la embarcación y pisar el muelle.

—Eso fue un error —reconocí, saltando al muelle junto a él—. No estaba pensando con claridad y dejé que mi ira sacara lo mejor de mí. Esta vez es diferente. Voy a necesitar tu ayuda, pero necesito que me prometas que no vas a tratar de acabar con el Aquelarre y los Naturi sin mi acuerdo.

—Mira…

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—No, lo digo en serio —dije rápidamente cuando sonó como si fuera a discutir—. ¿Crees que matar esta noche al Aquelarre realmente detendrá a los Naturi de entrar en nuestro mundo? ¿Matar a estos monstruos alados detendrá el sacrificio? Si somos asesinados esta noche, ¿crees sinceramente que Ryan será capaz de detener a los Naturi en tres noches?

—Entonces, ¿cómo evitar que nos maten al segundo de que entremos en el Gran Salón? —preguntó.

—Miedo. —El cazador resopló y empezó a caminar por el muelle hacia el camino que se abría paso a través del pequeño bosque al Aquelarre. Corrí hacia él y me puse en su camino, deteniéndolo de nuevo—. Ellos están asustados, o por lo menos son cuidadosos conmigo, y están aterrorizados de ti.

Danaus se burló una vez más, tratando de pasar alrededor de mí, pero me trasladé y lo bloqueé, poniendo una mano en su amplio pecho. Bajo mi punta de los dedos podía sentir su latido del corazón golpeando a mil por hora. Fue un poco sorprendente encontrarlo tan ansioso cuando nada de eso se filtró en su voz o expresión. —Has matado incontables Nightwalkers, y estoy segura que más de uno de ellos era un antiguo. Jabari también ha visto de primera mano lo que podemos lograr juntos. En estos momentos, los Naturi ya habrán escuchado lo que sucedió en Inglaterra. Ambas partes pueden estar dispuestas a darnos un poco de espacio.

—No tienes miedo de mí —dijo Danaus, agarrándome con la guardia baja por su comentario.

Miré a sus intensos ojos cristalinos, forzando una sonrisa en mis labios.

—Eso es porque sé que eres un gran gato con corazón. No podrías herir ni a una mosca —me burlé y luego me volví y caminé por el camino antes de que pudiera responder. Menos mal que me puse mis botas, porque se estaba poniendo profundo. ¿Miedo de Danaus? Estaba aterrorizada. Trataba de no

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rodearme de criaturas que me podían destruir con un pensamiento. O peor, destruir mi tipo entero con un pensamiento mientras me utiliza como un arma.

El paseo al Gran Salón transcurrió sin problemas, pero estuvimos preparados todo el tiempo con armas en mano. Agarré el pequeño puñal que había llevado con tanta fuerza que mis nudillos dolían cuando las grandes puertas dobles, finalmente aparecieron a la vista. Sosteniendo mi mano, le hice señas a Danaus para que me siguiera hacia la línea de árboles. Los dos guardias humanos que estaban en las puertas delanteras estaban desaparecidos, y yo podía sentir sólo un puñado de Nightwalkers en toda la isla. A pesar de que no estábamos en ningún modo ocultos, me sentí un poco mejor sabiendo que no estábamos a la intemperie.

—¿Quién está en la isla? —Le pregunté, mirando en torno a un gran roble para mirar el edificio de piedra opresivo.

—Cinco vampiros —comenzó antes de que yo lo sintiera llegar con sus poderes—. Una dispersión de los humanos y cuatro miembros de los Naturi. ¡Espera! El hombre lobo también está aquí.

—¿Nicolai? —exigí, mis ojos girando alrededor para mirar al cazador mientras buscaba en las tierras otra vez con mis poderes. Había chequeado hace sólo momentos antes de preguntarle a él, y reconocí los vampiros y los humanos, pero Nicolai estaba allí ahora. Un poco ligero, pero definitivamente presente. ¡Maldita Jabari! ¿Cuál era el punto de tener esta habilidad si no podías obtener una

cifra

exacta

cuando

uno

realmente

lo

necesitas?

—¿Por qué todavía está aquí? — preguntó Danaus, mirando el edificio.

—Oooh —le dije mientras que las piezas empezaron a encajar poco a poco juntas en mi cerebro—. ¿Crees que podría ser el próximo sacrificio? —Le sugerí, tirando de los ojos de Danaus de nuevo a mi cara. Con una ceja arqueada en pregunta, mientras el examinaba la idea—. La luna nueva no va a

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estar trabajando en su favor cuando sea necesario realizar este sacrificio bajo la luna llena. Pero apuesto a que tú conseguirías probablemente una explosión de energía agradable procedente de matar a un hombre lobo. Suficiente para reventar a través de un sello mágico que esté sosteniendo una puerta entre dos mundos.

—Es posible.

—Y ¿no sería una vergüenza si perdían su sacrificio para mí?

Una amplia sonrisa crecía en mi cara cuando se volvió sobre la idea.

—¿Planeas robar otra mascota? —le pregunté, acordándome cómo limpiamente robé a Tristan mientras Sadira miraba. Si robaba a Nicolai, podría convertirse en un trabajo a tiempo completo mantener al hombre lobo vivo, pero eso era más una preocupación a largo plazo. Ahora mismo mi principal preocupación era conseguir salir fuera de la isla con vida.

Nicolai era la clave para cualquier negociación que el Aquelarre había levantado. Explicaba por qué Jabari lo había enviado en pos de mí, en primer lugar. Tenía la oportunidad de alterar el plan.

—Vamos a ir por mi premio —anuncié, saliendo de detrás del árbol y poniéndome en marcha por la ruta de acceso.

—Ellos saben que estamos aquí —declaró Danaus, pero tuve la sensación de que estaba destinado a sonar más como una pregunta.

—Sin lugar a dudas.

—Nunca vamos a pasar por la puerta.

—Entrar no va a ser el problema. —Me obligué a poner el pie en el primer peldaño que conducía a las puertas dobles. Salir con vida iba a ser el verdadero problema.

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CAPÍTULO 17

Traductoras.- Virtxu y Silvery Correctora.- Ángeles Rangel

había nadie esperando para rasgar nuestras cabezas cuando abrimos las puertas dobles del Gran Salón. Traté de tomar esto como una buena señal. Pasando las puertas abiertas de hierro, centramos nuestra atención en el otro juego de puertas que cerraban el paso a la sala del trono.

Las velas en candelabros de hierro chisporroteaban y bailaban con la ligera brisa, unas pocas se apagaron con una voluta de humo gris. Ausentemente agité mi mano en su dirección, haciendo que las llamas en forma de lágrima se estabilizaran y crecieran más brillantes a medida que yo escaneaba las oscuras y sombrías esquinas buscando a atacantes potenciales. Habíamos sentido sólo a cinco vampiros y a unos cuantos seres humanos, pero no quería correr ningún riesgo.

Estábamos a punto de pasar a la sala principal de audiencias cuando una de las puertas se abrió y Elizabeth se deslizó por la delgada rendija. Rápidamente cerró la puerta detrás de ella otra vez antes de que ninguno de los dos pudiera echar un vistazo a la habitación. Su vestido amarillo pálido con una cintura del alto imperio le hacía parecer un tulipán en primavera. Ella me recordó 248 Foro Purple Rose

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vagamente a Josefina de Napoleón, serena y majestuosa, con su pelo largo y oscuro peinado artísticamente sobre la cabeza y con brillantes diamantes alrededor de su cuello.

Me detuve, resistiendo las ganas de coger la daga que había puesto de nuevo en la funda de mi cintura. Esta era la primera vez que había visto a Elizabeth desde que sacrifiqué a Gwen y dejé su corazón en el trono de los Ancianos.

Hechos como ese no hacían que te ganaras la simpatía de los Ancianos, y yo no

había

contado

exactamente

con

una

confrontación

directa

con

la

Nightwalker.

—No tienes nada que hacer aquí —dijo ella secamente en Inglés con un ligero acento que no pude identificar. Posiblemente francés, pero del más antiguo.

Era una figura diminuta, de sólo cinco pies, su cabello se amontonaba sobre su cabeza en una serie de giros y rizos. Sus manos se cerraron a los lados, pero no cerradas en puños. Tenía en la punta de mi lengua el hacerle algún comentario sobre que había sido enviada como una mensajera para detenerme antes de que entrara en la habitación, pero ya tenía suficientes problemas. ¿Por qué ir en busca de una pelea pequeña y mezquina, cuando podía meter la nariz en todo el Aquelarre a la vez?

Le di una leve inclinación de la cabeza. La cual no fue del tipo de servilismo habitual al que estoy segura que ella estaba acostumbrada, pero al menos no traté de ignorarla. —Tengo negocios con Jabari —anuncié.

—Y yo todavía tengo negocios contigo —dijo, levantando el mentón para poder mirarme a los ojos—. Destruiste mi propiedad.

—Tu propiedad estaba advertida de que se mantuviera alejada de mi propiedad. —Le piqué, dando un paso más cerca, cerniéndome sobre ella—.

Tu propiedad fue advertida de las consecuencias. Si no querías que tu propiedad fuera dañada, debiste haberla controlado mejor.

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Con mis tacones, yo tenía cerca de diez pulgadas más que esta mujer, y sin importar el poder que yo sabía que ella manejaba, mi presencia física y tal vez mi reputación fueron suficientes para

hacerla dar un paso atrás. A nuestro

alrededor, dejé que la luz de las velas parpadeara un poco, con algunas de las velas meciéndose, dando nueva vida a las sombras. Yo odiaba hablar de Gwen como una pieza de mueble. Pude haber despreciado a la criatura, pero ella había sido un ser vivo, una criatura sensible.

—Me lo debes, Fire Starter —continuó Elizabeth. Cada palabra salió de sus labios, fuerte y firme, como si las triturara entre sus dientes antes de liberarlas.

—Entonces te sugiero que establezcas una cuenta, porque va a empeorar antes de que salga de aquí esta noche —le respondí, disfrutando de la sonrisa que se curvó en la esquina izquierda de mi boca.

Cuando traté de pasar a su alrededor, vi que osciló su mano izquierda hacia mi espalda con la esquina de mi ojo. Girando sobre mi talón derecho, desenvainé el puñal de la funda en la cadera y le corté en la garganta. No había esperado que me atacara directamente. No era el estilo típico de los Ancianos. Tenían lacayos a su alrededor para hacerles el trabajo sucio. Por supuesto, no sabía absolutamente nada acerca de Elizabeth, eso la hacía tan peligrosa como Macaire y Jabari.

Sin embargo, Danaus se había acercado, agarrando la muñeca de la Nightwalker manteniéndola inmóvil sobre su cabeza antes de que mi cuchillo tocara la lisa piel del Anciano.

—¿Debo matarla ahora? —Preguntó simplemente, con el rostro blanco. Miré a Elizabeth, cuyos ojos se movían de mí a Danaus. Si ella se revolvía, Danaus le

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apretaría la muñeca sin pensárselo. Y si yo le decía una palabra, él haría hervir la sangre de sus venas hasta que su piel se ennegreciera y sus órganos se volvieran un charco de baba hedionda.

Puse el cuchillo en la funda. —Más tarde —le dije con el ceño fruncido. Si pensaba que habíamos salvado su vida ahora, podríamos ser capaces de comprar su ayuda más adelante. Además, no estaba convencida de que Danaus pudiera destruirla tan fácilmente. Él asintió con la cabeza y la soltó, dando a la Nightwalker un ligero empujón para que nos precediera hacia las puertas que llevaban al Gran Salón. El Anciano no dijo nada, pero con frialdad caminó hacia las puertas, y las abrió sin tocarlas cuando nos acercamos. Era una de las habilidades que más envidiaba. Los Nightwalkers por lo general no alcanzaban la capacidad de telequinesis hasta aproximadamente los mil años de vida. Tenía la esperanza de hacerlo un poco antes. Por el momento lo mejor que podía hacer era repiquetear una taza de té y un plato—algo que no era útil o intimidante.

La enorme sala de tres pisos brillaba con la luz de las velas, como si alguien tuviera miedo a los monstruos que acechan en los rincones oscuros. A lo largo del este y las paredes del oeste, cerca de veinte candelabros de pie parpadeaban, con más de una docena de grandes velas amarillas en cada uno.

Los candelabros de arriba también brillaban, iluminando las distintas banderas y estandartes que colgaban del techo. Incluso el suelo de negro mármol reflejaba la luz.

Sólo la tarima, con los asientos para el Aquelarre y nuestro señor, se mantenía rodeada de sombras. Elizabeth regresó a su asiento en el estrado junto a Macario. Jabari se sentó en el tercer asiento del Aquelarre, y el cuarto estaba aún vacante, junto con el sitio de nuestro señor. Solo parecían estar los tres Nightwalkers, pero Danaus sentía la presencia de la Naturi por lo que tenían

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que estar al acecho en alguna parte. ¿Habían salido de la sala cuando aparecimos?

—No recuerdo haber convocando tu presencia —declaró Macaire cuando Danaus y yo llegamos al centro de la habitación. Dejamos de caminar, prefiriendo mantener una pequeña distancia entre nosotros y el Aquelarre, no es que eso nos mantuviera más seguros. Sólo estaba esperando tener un extra de dos segundos para reaccionar.

—He venido a reclamar algo que me pertenece —le respondí, metiendo mis dedos en los bolsillos traseros del pantalón, como si fuera una postura casual.

No sabía si eso funcionaría, porque estaba segura de que todos en la sala podían oler mi miedo.

—Un vampiro está aquí y no estamos de acuerdo —dijo una voz hipnótica en algún lugar cerca del techo. El sonido melodioso era como un sueño en el sentido de que rebotaba en las paredes antes de finalmente desviarse hacia mí—. Un extranjero que no tiene ningún valor aquí. ¿Deberíamos volver con la amenaza del amanecer cuando no nos podamos encontrar con odios indeseados?

—El hombre lobo con el que vinimos está cerca —respondió una segunda voz, no muy lejos de la ubicación de la primera. Ésta fue significativamente más suave, pero igual de seductora que su compañera—. Sabes que despedirte no es algo con lo que nosotros disfrutaríamos hasta que ellos te hayan dicho las palabras que queremos escuchar, y luego de vuelta a casa podremos coger al chico lobo.

—Oh, perdón —respondí rápidamente, dando una gran y profunda reverencia a los tres miembros del Aquelarre ante mí—. No tenía ni idea de que tenían invitados. Estaré feliz de dejar una de las manos de Jabari sobre Nicolai.

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—¿Por qué iba a hacer tal cosa? —Preguntó Jabari lentamente, sus ojos oscuros se fijaron en mí mientras sus largos dedos apretaban los brazos de su trono. Yo casi esperaba oír la madera agrietándose y gimiendo bajo la fuerza de su agarre.

—¿Niegas que lo enviaste con la orden de matarme? —Le pregunté, con un tono de voz dulce. Ladeé mi cabeza hacia la izquierda y le dediqué una sonrisa.

Sabía que había entendido exactamente lo que estaba haciendo, porque al menos uno de los brazos de madera hizo un sonido de agrietamiento. Alguna pequeña parte de mí oró porque todo esto fuera un acto de todo el Aquelarre o estaría en graves problemas.

—Fue enviado por tu corazón —admitió Jabari. Su creciente ira estaba causando que su acento se espesara, empujándolo más cerca de su tradicional egipcio. Se deslizó hacia delante, sentándose encaramado en su asiento como si se dispusiera a saltar sobre mí.

Fue una lucha para mí el no dar un paso atrás. Los pelos de la parte trasera de mi cuello se erizaron. Frente a Jabari parecía el cebo de un tigre iba a tener suerte si no me rasgaba la cara si estaba equivocada.

—Entonces, he venido a reclamar los despojos de la lucha. Yo le perdonó la vida, por lo que ahora me pertenece —le dije, forzando una sonrisa. Era una tradición muy antigua de mi clase y no se utilizaba con frecuencia, simplemente porque solíamos matar a quien nos atacaba.

—No le puedes tener— gruñó Jabari.

—¿Qué significa esto? —Exigió Macaire. Una arruga empañaba sus distinguidos rasgos, mientras sus ojos se precipitaron entre mí y el Anciano.

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—Envió al licántropo para matar a Mira —respondió Danaus, dando un paso adelante por lo que se puso directamente a mi lado. De ninguna manera trataría de ocultar su antagonismo a todo el grupo, su mano derecha descansaba casualmente en el mango de uno de sus cuchillos en su cintura.

—Mira —exclamó una de las voces femeninas por encima de mi cabeza.

Hubo un rasguño repentino de movimiento a lo largo del techo como si garras rascaran las piedras encima de nuestra cabeza. Hubo un murmullo de voces, palabras que no pude distinguir a pesar de mi audiencia entusiasta. Di un paso hacia atrás y estiré la cabeza en un intento de ver a las criaturas que acechaban en el techo, pero estas permanecían ocultas tras la dispersión de banderas y estandartes. Dando otro paso hacia atrás, choqué intencionalmente mi hombro con el del cazador. ¿Qué demonios está allá arriba? Envié la pregunta directamente a su cerebro, luchando

para

que

no

sonara

tan

aterrorizada

como

me

sentía.

No tengo ni idea.

Rápidamente me alejé de él ante el sonido de alas y una mancha de sombras.

Una de las criaturas se abalanzó desde el techo y aterrizó suavemente en el suelo directamente entre yo y el Aquelarre. Tuve que morderme la lengua para que no se me escapara un grito cuando mis ojos vieron claramente al monstruo, por primera vez.

Tenía cerca de cinco pies de altura, la criatura parecía casi una mujer, aunque con mucha imaginación. Y eso si borrabas las alas de murciélago que se extendían desde el interior de sus delgados brazos y hacia abajo a lo largo de su cuerpo. El final de las alas eran tres dedos largos y huesudos, con uñas

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negras en las puntas. Su piel era de color carne y parecía como papel fino cubriendo su espigado cuerpo. Sin embargo, sus pies terminaban en largas garras que repiqueteaban ominosamente sobre el suelo de mármol lo que finalmente desencadenó un recuerdo en mi mente. Esta criatura era lo que en la

mitología

de

la

antigua

Grecia

se

conocía

como

arpía.

Después de encontrarme a las dos mujeres Naturi del clan del viento en los bosques de Inglaterra, había asumido que todos eran del tipo de cuento de hadas—enanos con características élficas y alas de mariposa. Claro, que Rowe era diferente, pero todo lo relacionado con Rowe era diferente, desde el cabello negro a sus cicatrices en las negras alas.

Nunca esperé encontrar un Naturi tan horrible de ver.

—Este es el monstruo que domesticó la llama y nos redujo a cenizas polvorientas —dijo la Naturi, dando un paso vacilante hacia mí. Ella envolvió sus alas a su alrededor para que sus manos ligeramente agarraran sus hombros huesudos, ocultando su cuerpo desnudo—. Una vez más encantada de conocerte. Sin embargo, detrás de ella se esconde un poco de basura. —La criatura entornó los ojos amarillos volviéndolos hacia Danaus inspeccionándolo y dio un paso más cerca.

—¿Qué es él? Por favor, dime —pidió una tercera voz desde el techo. Esta parecía más joven, casi infantil en su tono y por la urgencia impaciente—.

Huele a sudor y débil carne humana, pero lleva detrás la sombra de la muerte.

No nació humano.

—Tampoco fue hecho vampiro —intervino un segundo desde arriba.

—Ni vuelto lobo por la luz de la luna —finalizó el otro Naturi de pie a unos metros de distancia.

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—Y él no está a la venta, así que no le des importancia —espeté, su extraño ritmo me puso de nervios. Di un paso al lado, para interponerme entre Danaus y la Naturi. La criatura me miró y retrocedió un paso, manteniendo una distancia cómoda entre nosotros. Me sorprendió que no pudiera identificar el origen de los poderes del cazador. La Naturi y el bori están peleados a muerte, aparentemente desde el principio de los tiempos. Uno pensaría que tendrían que reconocer la presencia de un bori no importa cuán débil fuera. Por otra parte, habían pasado siglos desde la última vez que se vio a un bori vagando por la tierra. Tal vez se olvidaron de cómo se sentían ante uno.

Luchando para quitar los ojos de la criatura con el grueso pelo gris, miré hacia arriba al Aquelarre y dije: —Sólo tienes que enviar a Nicolai, y estaremos fuera de vuestro camino.

—No podemos —dijo Macario—. Tenemos otros planes para él.

—Es hora de cambiar sus planes. —Sonreí, haciendo resbalar la daga de mi cintura. Llevé la mano izquierda libre detrás de mí hacia el cazador, ofreciéndosela—. O Danaus y yo convertiremos a la apestosa Naturi en cenizas. Envía al lobo.

El caos estalló. Primero la arpía se lanzó por el aire con una velocidad y gracia impresionantes, desapareciendo entre las banderas que colgaban por encima.

Una vez más sus voces se escucharon mientras discutían algo en su propio idioma que no podía descifrar. O bien no les importaba ser amenazadas o justamente habían planeado que el lobo que yo demandaba fuera su próximo sacrificio.

Cuando levanté los ojos para tratar de localizar a los tres Naturi que estaban aferrados al techo, como murciélagos, mi cerebro se llenó de dolor. Al principio

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Jabari había sido la única presencia que empujaba contra mis pensamientos, pero Danaus rápidamente se metió de camino al interior. La energía de las dos criaturas subió a través de mi cuerpo, luchando por la dominación. El cazador estaba ganando la batalla, pero tuve la sensación de que era sólo porque en realidad tenía contacto físico conmigo, sujetando mi mano, mientras Jabari seguía sentado a varios pies de distancia en el estrado. Mi grito rompió el aire, mientras el dolor doblaba mis rodillas. Sólo tuve una vaga idea del sonido de mi cuchillo golpeando el suelo de mármol, al mismo tiempo que mis rodillas entraron en contacto con la fría piedra.

Mis huesos se sentían como si fueran tierra en polvo mientras Jabari y Danaus luchaban por el control. Danaus todavía me cogía la mano y traté de sacarla en un esfuerzo ciego para detener el dolor. Por supuesto, si él me soltaba, había una posibilidad de que Jabari ganara el control y el cazador iba a morir. No había voces en mi cabeza en este momento. Sólo el poder en bruto, enojado.

Grité de nuevo, deseando que hubiera una manera de que pudiera empujar a los dos fuera de mi cabeza, pero no había nada a lo que agarrarse, nada con lo que empujar en contra. Los dos estaban en todas partes, por separado pero casi indistinguibles en los diferentes matices de dolor que me causaban.

Cuando estuve segura de que no podría más, Danaus finalmente ganó la batalla, expulsando a Jabari de mis pensamientos. Por desgracia, había demasiada energía fluyendo en mi doloroso y tenso cuerpo. No podía dejarla ir.

Un anillo de fuego de cerca de doce pies de diámetro cobró vida. Las llamas crepitaron por un segundo en color amarillo brillante y naranja antes de establecerse en un color azul pálido en silencio. Nadie había puesto la necesidad de crear fuego en mi cerebro, esto acababa de suceder.

Pero el anillo de fuego de dos metros, no era todo lo que se encendió. La luz de las velas alrededor de la sala llamearon, las pequeñas lenguas de fuego se estiraban y alargaban hasta que pareció que tenían vida propia. Dos de las

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banderas estallaron en llamas encima de nosotros, haciendo a un lado la oscuridad en la que se encontraba la habitación. Una de las sillas que sobrevivieron a la lucha de la noche anterior también se incendió, crepitando con un gruñido que parecía imitar a la propia rabia que fluía a través de mi alma. Las llamas fueron suaves a pesar de que Danaus merodeaba alrededor de mi cerebro como si fuera suyo, parecía esperar que Jabari atacara de nuevo.

En lugar de eso, el ataque vino desde arriba. Oí el cercano aleteo silencioso como de alas de cuero sólo unos segundos antes de ser sacudida hacia atrás.

La mano de Danaus soltó su agarre cuando fue alzado del sus pies.

Retorciéndome desde donde yo estaba sentada en el suelo, vi a dos de las arpías alzándolo por el aire, con sus garras hincándose en sus anchos hombros. Cuanto más cerca estaba él del techo, más débil era su presencia en mis pensamientos, permitiendo a Jabari que se abriera camino a la fuerza a su manera otra vez.

Desesperada,

traté

de

construir

rápidamente

barreras

mentales,

sin

importarme quien estuviera siendo empujado. Con ambas manos plantadas en el suelo delante de mí, apreté los dientes y empujé contra todo lo que yo estuviera segura que no era mi propio pensamiento, pero incluso esa diferencia iba creciendo poco definida. Un gruñido se abrió paso desde mi garganta cuando a duras penas suprimí el deseo de arrojar bolas de fuego a las arpías, pero no podía correr el riesgo. Había una gran probabilidad de que golpeara a Danaus también.

—Mira… —La voz de Jabari en mi cabeza fue clara y aguda cuando me arrodillé en el suelo. Ya no era fuerte, pero él tenía el poder de debilitarme.

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—Dame a Nicolai y retira a las arpías —Mi petición sonó derrotada y sin aliento incluso para mí cuando empujé ese pensamiento hacia Jabari, deseando poder hacer que se ahogara en él.

—Permíteles que se diviertan. —Podía imaginar fácilmente el encogimiento de hombros cuando me envió ese pensamiento. Había una risotada tejida alrededor de cada palabra que danzaban a través de mi cerebro—. Además, ¿no crees que has recogido tantas mascotas que no puedes protegerlas?

Entonces me percaté de sus pensamientos desprovistos del enfado o la frustración que habían mostrado sólo unos momentos antes cuando estábamos hablando. ¡Maldito sea! Me había manipulado. Sabía que yo vendría a por Nicolai, pero, ¿cuál era su objetivo? ¿La muerte de Danaus? ¿La mía? ¿O me estaba manipulando para que matara a los Naturi por él? No entendía su juego.

—Este trato con los Naturi no se puede permitir —le dije.

—Secuestrar a Nicolai no lo va a detener —admitió.

—¿Ayudará? —esperé su respuesta. Después de todo lo que había pasado, me sentí como si estuviera extendiendo una mano desesperada hacia él, suplicándole ayuda después de que él me hubiera manipulado hasta esa posición en primer lugar. Odiaba lo que él pudiera hacerme, y lo odiaba más porque lo necesitaba.

—Ellos te temerán todavía más —dijo finalmente.

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En lo alto, la voz de una mujer cortó a través del silencio con un grito que rompía el corazón. Otra voz fue aumentando de dolor un segundo después, seguida por un sonido de tela rasgada.

Levanté la mirada a tiempo para ver a Danaus caer al suelo. Aterrizó tan ligeramente como un gato, con su cuchillo en la mano, teñido de sangre negruzca. Uno de los tapices se agitó en el suelo detrás de él, descosido donde lo había agarrado en un intento de ralentizar su caída.

—Si vuelves a luchar con Danaus por tener el control sobre mí, eso destruirá lo poco que queda de mi mente y puede que de mi cuerpo. Eso no puede ayudar a tu objetivo. —Envié el pensamiento atacando a Jabari cuando Danaus se acercó—. Entréganos a Nicolai y nos iremos. —Sólo tuve unos segundos para conseguir que Jabari accediera. El anillo de fuego no detendría a Danaus de volver a mi lado. Si el cazador me tocaba de nuevo, sabía que no sobreviviría.

Mis brazos estaban temblando y mi estómago se sentía como si lo tuviera del revés y se sumergía en ácido.

—Estamos cerca.

Quise preguntar qué quería decir con eso, pero no había tiempo. A decir verdad, no importaba lo que yo entendiera. Yo sólo era el arma, no el guerrero.

—¡Suficiente! —rugió Jabari poniéndose de pie. Lo que parecía ser el llanto de dolor de un niño era el único sonido que había en la habitación. Al parecer, Danaus había causado algún daño grave a una de las arpías. Hubo unas breves rascaduras y unos chasquidos de garras en la piedra y entonces el llanto se volvió más atenuado y más débil.

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Con vacilación, aminoré las llamas de tal modo que sólo fueron de medio metro de altura y me rodearon más estrechamente, en un círculo de un diámetro de unos dos metros. Danaus. Se paró a medio metro de mí por fuera de las llamas, con su cuchillo todavía en la mano, como si esperáramos a oír lo que Jabari tuviera que decir.

—Mátala, Jabari —ordenó Macaire. Sus brazos temblaron allí donde se agarraba fuertemente a los brazos de la silla, y apenas se las arreglaba para mantenerse en su sitio. Una horrible luz verde resplandecía en sus ojos, escarbando dentro de mí a través de las llamas titilantes.

Una profunda risa entre dientes retumbó desde Jabari y una fría sonrisa reptó por sus delgados y duros rasgos. Había visto esa expresión una vez antes. La cálida y compasiva máscara había caído en el Complejo de Themis cuando me dijo que yo era el arma empuñada por la tríada para detener a los Naturi. Al menos esta vez su gélida diversión estaba dirigida a Macaire y no a mí.

—Has clamado por su muerte desde el instante en que volvió a nacer.

Las palabras de Jabari reptaron como una serpiente venenosa en mis oídos a través de las células de mi cerebro, enviando un incontrolable temblor a todo mi exhausto cuerpo. Había cambiado a nuestro propio idioma; el primer idioma hablado por los Nightwalkers, que fue escrito con nuestra propia sangre. No había aprendizaje. Un vampiro renacía con la lengua ligera y atemorizada.

Nadie lo hablaba sin una Buena razón. Jabari probablemente tenía algo que decir que no quería que los Naturi entendieran.

—Sí deseas su cabeza, debes ensuciarte las manos, porque yo no voy a ir a por ella. —Continuó Jabari, volviendo a sentarse airosamente en su silla—.

Pero recuerda el baño de sangre de la pasada noche. No es que no tenga sus

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propias habilidades. Y además, mantiene a un cazador experimentado de los tuyos.

—Suena como si tuvieras miedo de atacarla. —Recriminó Macaire, usando también el mismo idioma. No fluyó de su lengua con la misma elegancia, y me pregunté si era porque nos tenía miedo a Jabari y a mí.

—No. Y eso fue todo lo que tenía que decir. Jabari podía destruirme sin levantar un dedo y todos nosotros lo sabíamos. No había miedo, ni vacilación. Él me mataría cuando me hubiera utilizado.

—Pero lo que ella quiere decir es que se lleva a tu mascota —dijo Macaire. No faltaba la desesperación que teñía cada palabra. No sería capaz de convencer a Jabari para que hiciera algo que no quería hacer. Si Macaire quería matarme, iba a tener que hacer lo que fuera él mismo.

—Para mí, él estaba perdido a pesar de las consecuencias —dijo Jabari encogiendo los hombros con indiferencia. Él había enviado a Nicolai sabiendo que yo lo mataría o lo reclamaría. Maldito Jabari. Después de vivir conmigo durante casi un siglo, había llegado a conocerme demasiado bien.

Con un movimiento de su mano, una de las puertas de los lados se abrió de golpe, chocando con la pared. Nicolai caminó por la habitación, con sus ojos posándose rápidamente en todos los presente. El apuesto hombre lobo estaba alerta, pero el agotamiento estaba empezando a pasarle factura. Sus ojos marrones estaban rodeados con sombras oscuras y tenía una barba incipiente de varios días en la mandíbula y el mentón. Se quedó de pie cerca del estrado, no muy lejos de Jabari, luchando por mantener la Mirada vacía hacia delante.

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Sin embargo, podía sentir y oír a las arpías por encima, y sus ojos se dirigían ocasionalmente hacia las oscuras sombras cerca del techo.

Sólo había el suave goteo de la sangre filtrándose desde una de las arpías como si golpeara el suelo de mármol. Los latidos del corazón de Nicolai y Danaus retumbaban en mi cabeza cuando de repente comencé a tener conciencia de mi propia hambre creciente. Mi lucha con Jabari y los otros Nightwalkers

durante

las

pasadas

dos

noches

me

habían

presionado

demasiado y necesitaba alimentarme de nuevo.

De mala gana, extinguí la última de las llamas, pero permanecí arrodillada en el suelo, conservando la última de pizca de mi energía que pudiera necesitar para escapar de esta pesadilla.

—Si puedes protegerlo, puedes tenerlo. —Concedió Jabari. No faltaba un aire de condescendencia en su tono. Ya había fallado al proteger a Tristan y por supuesto no creía que fuera capaz de proteger a Nicolai cuando los Antiguos decidieran atacarlo.

Poniéndome de pie, me sorprendí cuando no me tambaleé al levantarme otra vez, a pesar del hecho de que mis pensamientos estuvieran revestidos de una fina capa de niebla y dolor y mi cuerpo gritara con cada movimiento. Si hubiera habido una última gota de sangre dentro de mi cuerpo, al parecer lo habría arrojado al suelo. Quería enrollarme en una pequeña bola y rezar para que el amanecer despejara mi mente.

En lugar de eso cuadré mis hombros y asentí. Ambos sabíamos que sin levantarse de su silla, Jabari me había vencido porque tenía la capacidad de controlarme. Iba a conseguir a Nicolai porque era lo que Jabari quería, no porque yo hubiera ganado.

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Me sonrió ampliamente, revelando un atisbo de colmillos blancos, e indicó con un par de dedos a Nicolai para que caminara hacia mí. Los ojos del licántropo se apartaron del Antiguo y me miro confuso y en shock antes de dar un par de pasos lentos y

vacilantes hacia mí. Mis músculos se tensaron, esperando a

que uno de los del Aquelarre se moviera hacia adelante y atacara al hombre lobo, pero ninguno de los tres lo hizo.

Sin embargo, la comprensión finalmente emergió en los Naturi que se agarraron al techo. Hubo un rápido aleteo de húmedas y carnosas alas cuando miraron a Nicolai de pie a mi lado.

—¿Qué es esto, Nightwalker? —exclamó una de las arpías en un improperio melodioso.

—El licántropo no formaba parte del acuerdo original —dijo Jabari con una voz áspera que me hizo sobresaltarme.

—¡No! —El chillido reverberó a través de la habitación cuando una de las arpías se precipitó en picado desde el techo con sus garras extendidas para agarrar al hombre lobo por los hombros. Sin vacilar, lancé una bola de fuego al monstruo atacante al mismo tiempo que una mano invisible se cerraba de golpe sobre la criatura, aplastándola contra la pared del fondo. La arpía gritó y se impulsó sobre la pared, volviendo a la relativa seguridad de las sombras que se amontonaban en las esquinas del techo.

No tuve que buscar en el estrado para saber que Jabari había protegido a Nicolai. No había estado seguro de si yo tenía la energía para hacerlo después de mi pelea con él.

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Volviéndome para mirar hacia el arañado y ensangrentado Danaus, propulsé una orden. Sácalo de aquí. El cazador fue lo suficientemente inteligente para no discutir conmigo. Sabía que yo estaba funcionando en vacio. No podía seguir luchando con las arpías toda la noche y sostener mi propia batalla contra el Aquelarre. Danaus agarró al conmocionado Nicolai por los hombros y lo empujó hacia la puerta, con los ojos moviéndose continuamente desde el estrado hasta el techo, esperando otro ataque.

En todo caso, el hecho de que Danaus y yo estuviéramos saliendo con Nicolai indicaba que el Aquelarre todavía nos necesitaba vivos fuera el que fuera el oscuro plan que tenían en mente. Hasta el momento no había dado un paso demasiado alejado de la línea. Es más, había completado potencialmente una tarea que Jabari siempre daba a entender que era para yo la cumpliera.

Bastardo. Hubiera preferido enterarme de lo que el Aquelarre estaba planeando con los Naturi, pero me sentía afortunada de estar saliendo de allí al fin y al cabo. Todavía quedaba algo de tiempo para descubrir los planes de los Antiguos.

Mi mirada se volvió hacia el estrado y a los Antiguos, quienes estaban tramando mi propia muerte a su especial manera, estaba segura. Macaire no tenía ninguna expresión cuando me miró fijamente, pero no podía esconder sus nudillos blancos y su forma tensa. Estaba menos que satisfecho con Jabari y conmigo. Sólo en ese punto no estaba seguro de cuál de los dos era más fácil de matar. Además, yo aún estaba dispuesta a apostar que quería reunirse conmigo. Macaire era de los que te manipulaban mentalmente; intentar ganarte con ―lógica‖ y montones de promesas seductoras. Él no estaba dispuesto a ensuciarse las manos del mismo modo que lo estaba Jabari.

Elizabeth había estado en silencio durante todo nuestro encuentro, lo cual me puso más nerviosa que cuando aconsejé a Macaire. Podía adivinar los motivos de Macaire y Jabari, pero no sabía de que lado estaba ella o si tenía su propio

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objetivo. Considerándolo todo, no tenía ninguna duda de que prefería verme en una estaca al sol que ocupando un lugar en el Gran Salón de nuevo.

Al final, mi mirada se posó en Jabari, que estaba mirándome con una diversión danzante en sus oscuros ojos. Hice una inclinación con la cabeza hacia él, ya sin desear saber sus planes que me involucraban y sin una pizca de pena.

Estaba a punto de volverme y salir a zancadas de la habitación cuando mis ojos captaron el asiento vacío a la derecha de Jabari. El asiento de Tabor.

Un asiento en el Aquelarre. Pero ser miembro del Aquelarre significaría ser la marioneta de Jabari. Hubo una vez en que habría seguido los deseos del Antiguo simplemente porque creía en él.

Ahora lo haría porque no tenía elección.

Mi mirada fija se volvió torpemente hacia Jabari, para encontrarlo sonriéndome socarronamente, adivinando mis pensamientos. Me daría la bienvenida al Aquelarre con los brazos abiertos, como si eso hiciera más fuerte su poder sobre los otros dos miembros. Le sonreí antes de girar sobre mis talones y abandonar rígidamente el Gran Salón. Mi corazón estaría en la mano del cazador antes de que yo ocupara un asiento en el Aquelarre.

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CAPÍTULO 18

Traductoras.- anelisse, Genesis_ 480 y Virtxu Correctora.-Lily*~

irando de las pesadas puertas se cerraron detrás de mí, me detuve en la parte superior de la vieja escalera de granito e incliné la cabeza hacia las estrellas que parpadearon como si disfrutaran de una broma cósmica. El aire era cálido y húmedo, y el viento había comenzado a moverse, susurrando promesas oscuras de una tormenta de verano que dejaría a la Piazza San Marco en un pie de agua. La inundación se suele reservar para más adelante en la temporada, pero no era algo inaudito a finales de julio.

Estando sólo de pie en el aire de verano me di cuenta que tenía frío. El frío que había mordido mis miembros, finalmente comenzó a permear en los achaques y dolores latentes que dominaban mi conciencia. No podía recordar la última vez que me había alimentado. ¿Había sido cuando estaba en Londres? Parece que todo fue hace mucho tiempo, pero sólo habían pasado un par de noches. A pesar de ello, tenía que comer otra vez, y pronto.

Con el ceño fruncido, me puse a bajar las escaleras cuando mis rodillas decidieron no obedecer a mis deseos. Mis piernas se hicieron de algas y

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completamente inútiles. Extendí los brazos para atraparme, preguntándome por un breve momento si mis brazos funcionaban si quiera, cuando me encontré en los fuertes brazos de Danaus. No lo vi moverse. De hecho, no había estado enterada de que él estaba tan cerca, pero no me importaba.

Tenía suficiente de que preocuparme.

Danaus envolvió cuidadosamente mi brazo izquierdo alrededor de sus hombros luego me arrastró sin decir nada en sus brazos. Su paso era firme y sin prisas, mientras se dirigía de regreso al bote. Mis ojos se cerraron mientras su calor me envolvía, ayudando a borrar algunos de los dolores y molestias que llenaban mi cuerpo. Al lado de nosotros oí a Nicolai caminar a la derecha de Danaus.

—Mi héroe —murmuré en voz baja, apoyando la cabeza en el hombro de Danaus. Él resopló con disgusto, ganando una sonrisa de mí. No me cabía duda de que le hubiera gustado dejarme caer de culo y dejar que me arrastrase hasta el barco, pero eso no nos haría irnos de esta isla miserable más rápido.

—¿Valió la pena? —Me preguntó. Pude sentir su confusión y preocupación luchando contra mí como si fueran mis propias emociones. Nuestra conexión era todavía fuerte desde temprano y no tuve la energía de repuesto para tratar de poner cualquier pared mental para mantenerlo fuera, no es que me hubiese hecho mucho bien. Danaus y Jabari podrían entrar tan frescos cada vez que quisieran.

—Sí —suspiré. Mi mano derecha se deslizó de su hombro hasta el pecho, y pude sentir sus latidos por debajo de la palma—. Sabemos que la secta no es de una sola opinión acerca de sus planes y que Nuestro Señor no sabe nada de los planes de los Ancianos. También sabemos que Jabari nos mantendrá con

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vida hasta después de haber destruido todo lo que está cocinando con los Naturi. Por lo menos, quiere mantener la puerta cerrada.

—A menos que estés equivocada con Jabari —intervino Danaus —Gracias por la feliz idea —me quejé, abriendo una grieta en los ojos para mirarlo. No sería la primera vez que había estado horriblemente equivocada sobre Jabari y pagado un alto precio por ello.

—¿Qué pasa con él? — le preguntó el cazador, moviendo la cabeza hacia Nicolai—. No era el sacrificio.

—Tal vez lo fue, en un cambio de última hora —sugerí.

—¿Sacrificio? —intervino Nicolai finalmente—. ¿De qué diablos estás hablando?

—¿Sabías que ibas a ser entregados a las arpías? —Le pregunté, dejando que mis ojos a la deriva se volvieran a cerrar. La agitación de Nicolai había causado que sus propios poderes se agitasen y rozaran mi piel. No eran tan suaves como los de Danaus, y me encontré a mí misma tratando de acurrucarme más cerca del cazador.

—¿Arpías? —La voz de Nicolai saltó de su usual profundidad, a los tonos ásperos—. ¿Eso es lo que estaba en la habitación con nosotros? No, yo no sabía nada al respecto.

—¿Por qué decirle cuando podría dar la batalla por delante de su llegada? —me dijo Danaus—. El Naturi no podría haber estado interesado en los bienes dañados.

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Retuve una risita mordiéndome el labio inferior. Era una forma fría y cruel de decirlo, pero probablemente era también muy precisa. —Creo que lo que Jabari dijo era cierto. Nicolai no era parte de su acuerdo original. Tal vez se decidió más tarde que actuaría como un depósito contra cualquier daño causado a la mujer bajo la custodia del aquelarre. Tal vez fue un regalo. No lo sé. Al final, lo importante es nuestra aparición y nosotros saliendo con Nicolai. Implicaba que la secta no podía detenernos. El Naturi ahora tiene una nueva razón para temernos. Nicolai era sólo un peón.

—Gracias —Gruñó el lobo.

—Míralo de esta manera —repliqué, volviendo la cabeza para poder mirarlo—.

Si hubieras sido verdaderamente importante para los planes de la secta, yo nunca habría llegado a salir de allí. Y no te preocupes. Una vez que este levantamiento de Naturi se haya presentado, Jabari vendrá a reclamar tu cabeza en la primera oportunidad que tenga.

Era una verdad triste y fea. A lo mejor extendía la vida de Nicolai por una cuestión de días. Si estaba bien escondido, tal vez le diese unos cuantos meses. Pero al final los dos sabíamos que Jabari finalmente iría a darnos caza.

Volviendo la cabeza hacia atrás en el pecho Danaus, estuve abrumada de repente por el olor de su sangre. No era sólo el olor de cómo palpitaba por debajo de su piel, sino que estaba seca en su piel y se impregnan en la camisa desde donde las arpías habían abierto sus hombros con sus garras. Apretando los dientes, su calor y ritmo en la sangre contra mí, me tentaba. La bestia dentro de mi pecho se movió y empujó mi alma hacia abajo en las oscuras sombras de mi cuerpo, luchando por la dominación. La necesidad de sangre se hinchó dentro de mí hasta que casi borró todo pensamiento. Mi cabeza cayó hacia atrás, mis labios se abrieron para que pudiera sentir un pincel de aire a

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través de la lengua. Sólo entonces me di cuenta que estaba perdiendo la lucha para mantener el control.

Me empujé con violencia contra el pecho de Danaus, cayendo fuera de sus fuertes brazos. El suelo me golpeó con un ruido de huesos discordante, que ayudó a aclarar mis pensamientos. Acurrucada en la hierba al lado de la vereda que conducía al Aquelarre, clavé los dedos en la tierra y la apreté con los ojos cerrados. Yo no mordería a Danaus. No bebería de él ni aunque fuera la última criatura que caminara sobre la tierra ¿No era suficiente que él y Jabari tuvieran el control sobre mí? No sería controlada por el hambre también.

—¡No me toquen! —Grité cuando me enteré de que los dos hombres se acercaban a mí—. Yo… Yo sólo necesito un par de segundos. —Con los ojos bien cerrados, saqué mi dolor y a mi cuerpo protestante en una estrecha pelota—. Vayan a la embarcación. Estaré allí en un minuto.

—No voy a dejarte, —respondió Danaus con firmeza—. Es demasiado peligroso.

—¿Qué pasa? —Preguntó Nicolai. Podía sentir al hombre lobo a un par de pies de distancia frente a mi derecha.

—Está muerta de hambre —respondió Danaus antes de que pudiera abrir la boca—. Ella necesita alimentarse. —Sus palabras me sorprendieron en el silencio. Me olvidé de que podía sentir mis emociones. Leí las suyas tan claramente, pero olvidé que la mía vierte en su mente con la misma facilidad. Él sabía que estaba luchando contra el hambre y tuve la oportunidad de dejarme llevar de todos modos. ¿Me estaba probando? No tenía duda de que hubiera limpiado mi reloj si hubiera tomado un trago de él.

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Empujando hacia abajo el hambre a niveles más controlables, las emociones de Danaus se arrastraron de nuevo en mi cerebro. Podía oír su corazón en el pecho, como si hubiera corrido un maratón, sus emociones de una mezcla caótica de miedo y... algo más. ¿Adrenalina? ¿El hambre? Su temor primordial y la frustración estaban aplastando la otra emoción, por lo que claramente no lo conseguía. Y en verdad no creo que ninguno de nosotros quiso saber todavía la otra emoción que sentía Danaus.

—Mira, ¿puedes beber de licántropos? —Preguntó Nicolai, de rodillas junto a mí en la hierba. Algunos Nightwalkers pueden beber de licántropos. La mayoría no podía. Yo podía. Tuve algunas conjeturas de por qué podía, pero las consecuencias no eran el tipo de cosas que me ayudarían a extender mi vida; no mucho a este punto.

—Vete, Nicolai —dije, lentamente tensando los músculos de los brazos para que pudiera alejarme de él rápidamente si me buscaba. Estaba mejor controlada que hace un par de minutos, pero sería demasiado fácil volver sobre ese borde—. No arriesgué mi cuello al salvar tu trasero sin valor sólo para drenarte a unos pocos cientos de metros del vestíbulo.

—La oferta sigue en pie —dijo Nicolai, y luego regresó a sus pies sin tocarme.

Temblando, aflojé los dedos y me puse de pie también. El hambre aún latía en mi pecho, pero estaba bajo control de nuevo. Mientras pudiese mantener una distancia física de los dos hombres, podría luchar contra las ganas de alimentarme hasta que llegásemos a las principales islas de Venecia. Allí, podría mezclarme con la multitud y elegir mi presa de las hordas que llenaban la ciudad.

El viaje de regreso al hotel fue rápido y silencioso, con Nicolai y Danaus manteniendo la mayor distancia entre mí y ellos mismos tanto como fuera humanamente posible. Casi doy suspiro de alivio cuando llegamos al muelle al

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lado de Cipriani, pero Nicolai no me dio oportunidad. El lobo se paró frente a mí mientras trataba de salir del barco, tomando mis brazos en sus manos grandes. Mi cuerpo inmediatamente cobró vida con su energía y contacto físico. Estaba sosteniéndome de un hilo, sólo vagamente consciente de lo que estaba diciendo.

—¿Honestamente puedes cazar esta noche sin matar a tu presa? —Preguntó, su fue voz como el granito. Sus grandes manos aflojaron su dominio sobre mí cuando ya no trataba de zafarme de su agarre.

—Sí —susurré, apretando los dientes. Era todo lo que podía hacer para evitar que se hundieran mis colmillos en su cuello allí mismo. Estaba tan caliente, con su vida y esencia palpitando contra mí en ondas sin fin. Danaus y Nicolai poco a poco me volverían loca.

Necesitaba alimentarme antes de que hiciera algo realmente estúpido.

—Me has salvado la vida dos veces —dijo con firmeza—. Lo menos que puedo hacer es ofrecer mis servicios. —Antes de que pudiera llegar a alguna respuesta ingeniosa, el licántropo se inclinó y me lanzó por encima del hombro. No recuerdo a Danaus pasar, caminado por el vestíbulo, o incluso el ascensor hasta la suite. Mi mente estaba ocupada con el trasero apretado y se preguntaba si valía la pena tratar de hundir los colmillos en una de sus mejillas. Decidí que no lo era, los pantalones vaqueros probablemente absorberán la mayor parte de su sangre antes de que pudiera hacerlo por mi garganta.

—¡Mira! —La voz sorprendida de Tristan me arrancó de mi preocupación por el tiempo suficiente para mirar al joven Nightwalker a través de las líneas gruesas de mi pelo rojo al entrar en mi habitación.

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—Estoy bien —dije, mientras Nicolai se dirigía a uno de los dormitorios—. Vete a jugar con Danaus. Hablaremos antes del amanecer. —Mi última palabra fue cortada por la puerta al cerrarse.

Nicolai intentó empujarme a la cama y dar un paso de distancia, pero no se lo permití. En el segundo que mi espalda golpeó la cama, tendí mi mano y tomé un puñado de su camiseta oscura. Apenas me escabullí fuera del camino a tiempo antes de que él cayera de espaldas sobre la cama con un rebote. En un abrir y cerrar de ojos estaba a caballo entre sus caderas, con una mano enredada en sus cabellos largos y rubios, tirando de su cabeza a un lado para exponer su hermoso cuello.

Quería preguntarle una vez más si eso era lo que quería. Quería darle una oportunidad de echarse atrás, pero no pude. Sólo estaba la niebla roja de hambre que llenaba mi cerebro. Bastante de mí estaba de lado para estar consciente del hecho de que estaba en un lugar seguro con una fuente de sangre. Dispuesto o no ya no era importante. Me consolaría pensando más tarde con la idea de que al haberme traído hasta allí, supuestamente sabía en lo que se estaba metiendo.

Los segundos en los que su sangre caliente golpearon mi lengua, el mundo se desvaneció. No había nada más allá del cuerpo caliente que se extendía debajo de mí, y su corazón latiendo. Todos los dolores disminuyeron y la bestia dentro de mi pecho dio un suspiro de alivio. Me relajé en su contra, mi agarre gentilmente sobre su cabeza. Uno de nosotros se quejaba mientras envolvía sus brazos alrededor de mi cuerpo, me oprimía contra su dura longitud.

Bebiendo su sangre, me deslicé en su mente, enviando un centenar de los sentimientos de placer a través de su cuerpo. Esta vez estaba segura de que era Nicolai quien lloraba, sus dedos deslizándose por mi espalda mientras buscaban el borde de mi camisa.

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El primer toque de sus manos en mi piel me envió luchando fuera de su cuerpo. Gateando a la parte superior de la cama, me senté con la espalda contra el cabecero de madera. Con la cabeza inclinada hacia atrás, me encontré con mi lengua por los dientes, saboreándolo. Su ritmo cardíaco y su respiración pesada eran los únicos sonidos en la habitación. No había tomado mucha sangre de de él, ni de lejos tanto como necesitaba. Tendría que comer otra vez más tarde, pero su sangre se llevó el borde de mi hambre y me devolvió una medida de control.

Nicolai se movió en la cama, y abrí los ojos para encontrarlo acostado boca abajo mirándome, una amplia sonrisa jugando en sus labios. Mis ojos se dirigieron a su cuello para encontrar que la herida ya estaba curándose. Esa era una de las cosas buenas acerca de la alimentación en licántropos—se curaba tan rápido que había pocas posibilidades de dejar cualquier evidencia de que alguna vez estuviste allí.

—No te has alimentado lo suficiente —dijo con una voz baja, ronca y ronroneante.

Empujando mi mano derecha por mi cabello, volviéndolo de donde cayó alrededor de mi cara, le sonreí a mi compañero. —He tenido suficiente para llegar a mi próxima comida —murmuré, sintiéndome un poco más relajada por primera vez en varias noches—. No voy a drenarte para satisfacer mis deseos.

Nicolai se rió. —Tampoco te estoy ofreciendo toda mi sangre —dijo, con una sonrisa aligerando sus características, calmando de nuevo algunas de las preocupaciones que acechaban alrededor de sus ojos desde que me había encontrado con él. Deslizó su mano derecha a la ligera envoltura alrededor de uno de mis tobillos—. Pero puedes tomar más que ese pequeño aperitivo.

—Por alguna razón, tengo la impresión de que se te ofrece algo más que una comida —señalé, con los ojos deliberadamente resbalando a mirar los largos

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dedo alrededor de mi tobillo. Esto no había sido parte de mi plan, cuando se hundieron mis dientes en su cuello.

—¿Y te opusiste a la oferta? —Me preguntó, sin hacer ningún esfuerzo para mantener el sarcasmo en su voz. Empujando hacia sus rodillas, Nicolai se sentó y se sacó la camiseta por sobre su cabeza, revelando hectáreas de piel bronceada y músculos pulsando con calor y vida. Creo que dejó caer la camisa por el lado de la cama, pero sinceramente no podía arrastrar los ojos de su pecho o sus brazos.

Había estado con mi parte de hombres guapos en mi vida extendida; humanos, licántropos, y Nightwalker. Había estado con los suficientes como para pensar que mi cabeza no podía convertirse en un buen cuerpo o una cara hermosa. Sin embargo, Nicolai estaba poniendo mi determinación a prueba. Él no tenía la misma belleza, la belleza casi aterradora que Valerio poseía. Nicolai tenía sus defectos. Había una cicatriz blanca en el pecho, que se extendía por encima de su corazón. Su estómago parecía demasiado delgado para su cuerpo, lo que hizo que me preguntara si sus comidas recientemente habían sido demasiado escasas o poco frecuentes. Pero fue esta combinación perfecta de fragilidad y fuerza que lo hacía embriagador.

Con un esfuerzo considerable, cerré los ojos, pero la imagen de su pecho, parecía que ya se había quemado en el interior de mis párpados. —No quiero tu cuerpo a cambio de tu vida. —Tuve que forzar las palabras de mi boca porque algo en mí simplemente dolía en el funcionamiento de mi lengua.

Su risa hizo que mis ojos se abrieran y que se concentraran en su hermoso rostro nuevo. Lentamente, se agachó y tomó mis dos tobillos en sus manos, me hizo sentir muy pequeña. Con un rápido movimiento me deslicé sobre la cama hacia él, así que estaba en posición plana sobre la espalda con las rodillas rozando sus caderas. Plantando sus manos a cada lado de mi cabeza,

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se inclinó hacia abajo hasta que sus labios estuvieron a centímetros de los míos.

—La sangre fue en agradecimiento por mi vida —susurró, con los labios rozando los míos con cada palabra. Movió la cabeza, corriendo los labios a lo largo de mi mandíbula mientras hablaba—. El sexo es tanto para mí como lo es para ti. Los dos hemos tenido suficiente de muerte y violencia durante los últimos días como para que dure toda una vida. Y esto no ha acabado, ¿verdad?

Su pregunta me dio que pensar, despertándome del hechizo que su voz ronca estaba tejiendo. Me miró a los ojos y encontré los orbes marrón grande de cobre haciéndome la misma pregunta que había visto en los ojos de Tristan, Sadira, James, Alexandra, e, incluso por un momento fugaz, de Danaus. ¿Vamos a sobrevivir? ¿Iba a protegerlos? ¿Había una esperanza de la que aferrarse? Y por alguna razón, todos me miraban a mí para ser su salvadora.

Un paria entre los míos. El anatema del Aquelarre.

Enredando los dedos de mi mano izquierda a través de la onda de oro de pelo que caía sobre su rostro enmarcándolo, lo acerqué hacia mí para que mis labios rozaran los suyos. —No importa. Sólo existe el ahora —le susurré.

Nicolai sonrió contra mis labios mientras se inclinaba para besarme.

Mis ojos se cerraron y sólo hubo la sensación de sus labios y su envoltura de calor a mi alrededor como un capullo maravilloso, sofocando todos los pensamientos del resto del mundo. Mi lengua se deslizó fácilmente entre sus labios entreabiertos, y el gusto de él me recordó a miel y pan fresco, los recuerdos de un hogar que me vi obligada a dejar demasiado pronto. Mis dedos dejaron su cabello para deslizarse hacia abajo a lo largo de sus enormes hombros, tocando la piel que parecía imposiblemente suave. Volví la cabeza y arrastré a lo largo de su cuello besos, mientras corría mis manos por su

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espalda, ligeramente rascándole con las uñas mientras arrastraba mis manos de vuelta a sus hombros.

—¿Todavía buscando una mordida? —Se rió entre dientes, acariciando mi cuello antes de que sus labios por fin se posaran en mi oreja. Un suspiro se me escapó a medida que la punta de la lengua corrió a lo largo del borde de la pieza de carne sensible. La tensión que había zumbado por todo mi cuerpo por tantas noches interminables estaba comenzando a desentrañar cada uno de mis músculos.

—Hmmmm... Hay muchos lugares más interesantes que yo podría merendar — bromeé. Sembrando mis talones en la cama y envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, nos di la vuelta por lo que estaba acostado sobre su espalda y yo estaba montada entre sus caderas.

La sorpresa iluminó sus ojos, pero se recuperó rápidamente. No parecía dispuesto a ceder el control tan fácilmente. Su mano salió disparada como una serpiente en la parte trasera de mi cuello, tirando de mí hacia abajo de modo que su boca pudiera reclamar la mía en un beso largo y profundo. Su lengua se deslizó a lo largo de uno de mis colmillos hasta que finalmente lo punzó. No hubo lucha contra el gemido que se hinchó en mi garganta por el sabor de su sangre. Estirando mis piernas a cada lado de él, presioné la longitud de mi cuerpo contra el suyo mientras chupaba la sangre de su lengua hasta que la pequeña herida se curó por sí sola.

Mientras un escalofrío me recorrió el cuerpo, rompí el beso y deslicé hacia abajo mi boca a lo largo de su mandíbula hasta acercarla a su oído. —Has hecho esto antes —ronroneé.

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—¿Qué si he estado con un vampiro? —Preguntó, pasando sus manos por mi espalda hasta mi trasero. Mientras él me apretaba más a su cuerpo, arqueó las caderas,

aplastando

su

cuerpo

endurecido

contra

el

mío—.

Oh,

sí.

¿Sorprendida?

—No —me reí, empujando hacia arriba con mis manos apoyadas a cada lado de su cabeza para poder mirarlo hacia abajo. Pero la risa murió cuando pensé en ello. Él había estado al lado de Jabari, mientras estaba en la corte. Yo conocía los horrores que los de la corte del Aquelarre eran capaces de hacer—. ¿Mientras estabas aquí?

Nicolai ahuecó mis mejillas con sus dos manos y trató de tirar de mí hacia él, pero todos los músculos de mi cuerpo se habían puesto rígidos y no podía moverme. —No —dijo en una firme pero suave voz—. Nadie me ha tocado mientras he estado aquí. Mi experiencia fue mucho antes de Jabari.

Tomé un aliento de aire limpio, tratando de borrar el momento de tensión.

Estoy de acuerdo en que ambos necesitábamos sanar, y el sexo por lo menos nos daría un momento de eso. Pero hacer algo que reflejara todo lo que pudo haber sido obligado a hacer con otro Nightwalker no le ayudaba.

Nicolai me tiró de nuevo hacia abajo y nos perdimos en otra serie de besos adictivos y relajantes que sólo nos dejaron con la necesidad de más, necesitando estar más cerca. El olor de su sangre justo por debajo de su piel caliente me atraía. Su sangre era maravillosa, mejor que la humana. Era más rica y más potente, pero mi sed de su sangre estaba siendo abrumada constantemente con la necesidad de conocer cada centímetro de su largo cuerpo.

Nicolai no tuvo ningún problema con mis intenciones, y ya estaba sacando mi camiseta de paisana hecha de algodón sobre la cabeza mientras me sentaba.

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Otra vez montada sobre sus caderas, estiré mi mano hacia atrás para desabrochar mi sostén negro de encaje. Él me arrebató la oportunidad y, sentándose, jaló el sostén para liberar mis pechos.

Mis párpados se cerraron mientras su lengua hacia círculos lentamente en mi pezón izquierdo antes de llevárselo a la boca. Los dedos de mi mano derecha fallaron dos veces con el cierre antes de que finalmente utilizara ambas manos para deshacerme del sujetador. El maravilloso calor húmedo en mi seno izquierdo y los dedos fuertes, amasando el derecho habían dispersado con éxito mis pensamientos hacia el viento. Mis manos fueron hacia sus hombros, a continuación, por su propia voluntad fueron hacia el pelo, sosteniendo su cabeza encarcelándola, mientras arqueaba mi espalda, para acercarme más a él. Levantó la boca de mi pecho, su aliento rozó mi carne húmeda, enviando un escalofrío por todo mi cuerpo antes de que él pasara al otro pecho, hizo una breve inmersión con la lengua en el valle entre ellos.

Un suspiro suave salió de mis labios entreabiertos. Sólo estaba Nicolai y sus manos suaves y su boca exploradora. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había sido tocada así? ¿Semanas? ¿Meses? Por un latido del corazón el recuerdo de la última vez que había tenido un momento como éste derivó a través de mi cerebro, pero rápidamente se hizo a un lado. Así como los numerosos errores cometidos. Al igual que muchas mentiras y negaciones que sólo terminaron con la muerte. Necesitaba esto ahora, un descanso de los fantasmas que me perseguían, para escapar del dolor que me esperaba.

Regodeándome de unas manos gentiles que no quieran golpear, apuñalar, o desgarrar.

Le obligué a que levantara la cabeza, le besé profundamente mientras lo empujaba a la cama. —Necesito otro aperitivo —murmuré cuando por fin levanté mi boca de la suya. Acerqué lentamente mi labio inferior, le besé y lamí su largo camino por el pecho hasta la cintura de sus pantalones. Besé el

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bulto duro en la ingle mientras mis dedos desabrochaban el botón de sus vaqueros. Le di un beso de nuevo, pero esta vez mis dientes rasparon ligeramente contra la tela gruesa. No me atrevería a morder a un hombre ahí.

Cualquier hombre sensato caería desmayado en un santiamén, pero la broma fue suficiente para aumentar las pulsaciones del corazón de Nicolai.

—Mira —me dijo con voz una ronca que mostraba advertencia.

—No sueño con eso —le susurré, desabrochando sus pantalones. —Tengo otro lugar determinado.

Deslizando mis dedos dentro de la cinturilla de sus pantalones y calzoncillos, poco a poco tiré de ellos hacia abajo, bajándolos por la cama, mientras me alejaba. Me detuve el tiempo suficiente para quitarle los zapatos y los calcetines antes de dejar que mis ojos viajaran de regreso a su cuerpo. Nicolai ahora yacía tendido frente a mí, con su piel bronceada y musculosa. Pelitos rubios rizados iban a lo largo de sus piernas, y recorrí con mis manos hasta sus pantorrillas mientras me posicionaba entre sus muslos. Lo besé en la cara interna del muslo derecho, dibujando un signo de infinito con la punta de mi lengua.

—Mira. —Mi nombre se le escapó en un susurro sin aliento, conteniendo un tono casi suplicante. Él sabía lo que estaba buscando, la vena grande que corría por su cara interna del muslo, pulsante de vida. Cuando mis colmillos traspasaron la piel, envolví mis dedos alrededor de su dura longitud, acariciándolo

mientras

él

se

arqueó

contra

mi

mano,

manteniéndolo

fuertemente sujeto mientras tomaba un trago rápido.

Cerré la herida después de un par de segundos, yendo hacia arriba. Le besé la parte interior de la cadera, pasé mi lengua sobre la tierna y suave carne de allí. Estaba borracha del poder que ejercía sobre él. Por una vez, no se trataba

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de la fuerza física o del poder que había adquirido como Nightwalker. Se trataba solamente de ser mujer y Nicolai me quería como mujer de la misma manera que yo quería cada centímetro de él, porque él era un hombre muy atractivo.

Me permitió pasar mi lengua a lo largo de su pene antes de entrelazar sus dedos en mi pelo y arrastrarme hasta su boca. Manteniendo su boca en la mía, me tumbó sobre mi espalda para que pudiera besarme con más facilidad al tiempo que me quitaba el pantalón. No tenía un recuerdo claro de esto, sólo su empuje de la lengua en mi boca mientras él intentaba desabrocharme el botón.

Al segundo siguiente, simplemente no llevaba los pantalones puestos. Sólo estaba el roce de su caliente y suave piel contra la mía, su cuerpo duro presionando contra mi entrada.

—¿Mira?

Parpadeé y me obligué a mirarlo a los ojos, que ahora eran más cobre que marrón. Su voz era espesa y ronca, pero no perdí el tiempo allí. Se estaba sosteniendo perfectamente inmóvil, esperando por mí. No estaba segura de si él me estaba dando una última oportunidad de retirarme o si lo que necesitaba saber era si yo estaba lista. No importaba. Estaba mucho más allá de esos pensamientos.

—Por favor. Ahora, —fueron las únicas palabras que pude decir, y se me escaparon como una temblorosa súplica desesperada. Era suficiente.

Nicolai se clavó en mí, arrancando un grito de mi garganta. Él era más grande de lo que esperaba, y mi cuerpo no había estado tan listo como yo pensaba, me ahogué en el placer y en el dolor a partes iguales. No importaba. En su siguiente empuje estaba arqueando mis caderas a su encuentro, cogiendo cada centímetro de él que pude obtener. Fuimos más allá de toques suaves y

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caricias suaves. Ahora esto era duro y rápido, con manos fuertes y duras empujando y llevándonos cerca de ese olvido de placer que había más allá del horizonte.

Mi mente estaba sobrecargada de sensaciones. Su corazón latía con fuerza en mi cerebro, mezclándose con el sonido de su pesada respiración y ese suave gruñido cuando él se metía en mí. Yo inhalaba, captando su olor único, junto con el olor de su sudor y del sexo, manteniéndolo en mis pulmones. Me incliné y le pasé la lengua por el cuello hasta la oreja, necesitaba que su sabor me impregnase.

Nicolai se agachó y me cogió por el trasero con sus dos grandes manos, cambiando el ángulo ligeramente, introduciendo su cuerpo profundamente en el mío. El placer finalmente superó al dolor en mi cuerpo. Un último grito fue arrancado de mis labios mientras mi cuerpo explosionaba con la fuerza del orgasmo que estrechaba cada músculo. Por un momento sólo hubo la cegadora luz de las estrellas y un intenso placer que llenaba todos mis poros. Dios, nunca dejes que esto acabe...

Fue minutos después, cuando mi cerebro empezó a funcionar que me di cuenta de que Nicolai yacía encima de mí, con su cuerpo aún temblando dentro de mí con las secuelas de su orgasmo. Una sonrisa tonta levantó mis labios, brevemente me pregunté si era posible destruir las células del cerebro con un buen orgasmo. Probablemente no, pero ciertamente mi cerebro no se sentía del todo inteligente mientras luchaba por reunir una serie de pensamientos coherentes.

Poco a poco, comenzó a agitarse, enterrando su cara en mi cuello. Él mordió el lóbulo de mi oreja, ganándose una risa por mi parte antes de que finalmente levantara la cabeza. Sus grandes ojos habían vuelto a su sombra normal de color marrón, con sólo un toque leve de cobre. Mirando las sombras

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aferrándose a su rostro sonriente, me di cuenta que ninguno de los dos se había molestado en encender una luz. Por supuesto, ambos teníamos la visión nocturna de los gatos, así que ¿por qué molestarse?

—¿Te sientes mejor? —Preguntó, con un tono lleno de una linda petulancia.

—Mucho. —Sonreí, dándole un suave beso en los labios—. Gracias.

—Gracias —respondió, besándome la espalda—. Hacemos una buena pareja.

—Querrás decir cuando no estás tratando de matarme, —bromeé.

Una sonrisa tolerante se escapó de sus carnosos labios. —No tenía otra opción —dijo con firmeza antes de rodar conmigo. Luego se tendió sobre su espalda en silencio, pasando sus manos por la cara un par de veces, como si eso pudiera ayudar a aclarar sus pensamientos. Por último, dejó caer las manos de nuevo a su lado, mirando hacia el techo—. Además, no soy aparentemente el primer acosador asesino al que has domesticado.

—No interpretes mal mi tregua con Danaus —dije, volviéndome hacia mi lado.

Apoyándome en un codo, me aparté un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Si él tiene la oportunidad, me matará cuando todo esto termine. Eso no ha cambiado.

—¿A pesar del hecho de que lo has protegido?

—Tenemos una relación especial. —Le dediqué una amplia sonrisa, dejando que mis colmillos asomaran por debajo de mi labio superior antes de salir de la cama.

—¿Te gusta?

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No pude reprimir la risa que manó de mí mientras cogía la bata de seda negra que yacía encima de una de las sillas del dormitorio. —No, acordamos una tregua hasta que podamos encontrar el momento adecuado para matarnos el uno al otro. —Me puse la bata mientras me acercaba a la ventana y abría de golpe las pesadas cortinas. La ventana daba a la Plaza de San Marcos y al Gran Canal. El gran campo estaba radiante con las luces brillando, mientras que las estrellas parpadeaban sobre él. Las olas en la laguna habían crecido durante los últimos minutos y venían con espuma blanca mientras la tormenta soplaba.

—Hablando de relaciones especiales —comencé lentamente, sin molestarme en mirar a mi compañero—. ¿Qué mantiene a Jabari sobre ti? —Esperé su respuesta, pero sólo hubo silencio. Con el ceño fruncido, me aparté de la ventana y caminé hasta el extremo de la cama con los brazos cruzados sobre el pecho. Nicolai estaba tan quieto como la muerte, su dorado cuerpo brillaba con las estrellas que se filtraban por la ventana.

—Antes del Aquelarre, te tuve bajo mi poder. Te reclamé a los Ancianos —le dije, subrayando cada palabra—. He prometido protegerte de todos y cada uno de los que te quieran hacer daño, incluido el Aquelarre. No sé si los licántropos tienen un equivalente de esa promesa, pero no es algo que se tome a la ligera entre los Nightwalker. Cuando Jabari venga a reclamar tu cabeza y me sacrifique para detenerlo, me gustaría saber exactamente por qué se está rasgando mi corazón.

Cuando Nicolai finalmente habló, su voz era baja y carente de emoción, pero sus palabras casi me hicieron caer de rodillas. —Los miembros de mi manada estaban ayudando los Naturi.

—No —jadeé, con voz ronca. Mi mente tropezó, tratando de entender el concepto. ¿Por qué alguien ayudaría al Naturi? Eran criaturas horribles, cuyo

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único objetivo era destruir a todos lo que no eran de su clase—. ¿De buena gana? ¿Ayudaban al Naturi de buena gana? —Le pregunté, agarrándome a mi última esperanza para entender lo que estaba diciendo. Tal vez se habían visto obligados, el control mental había eliminado toda elección.

—Sí.

Me moví sin pensarlo. Un segundo estaba parada al pie de la cama, y al siguiente estaba de rodillas junto a él, mis manos estiradas hacia su garganta, mis colmillos salieron. Nicolai me agarró la muñeca en el último segundo y se esforzaba por retenerme. —¿Lo hacías tú? ¿Ayudabas a los Naturi? —Gruñí.

—¡No!, —gritó—. Nunca ayudaría a los Naturi. Sé lo que han hecho. Sé de lo que son capaces.

—¿Entonces, por qué te quiere Jabari? —Exigí, sacando mis muñecas de su agarre.

Nicolai las soltó mientras se apoyaba en sus antebrazos y sus codos.

—Había tres simpatizantes de los Naturi en la manada. De alguna manera Jabari se enteró y los amenazó con delatarlos ante las otras manadas. Todo el mundo en mi manada podría haber sido asesinado, sin hacer preguntas. En cambio, mataron a dos de los simpatizantes de inmediato y quisieron mantener al tercero como una mascota. Negocié con Jabari que me escogiera a mí en lugar de a ella.

Me senté de nuevo sobre mis talones, odiando sus palabras, menospreciando el hecho de que simpatizaba con él. Por supuesto, si yo hubiera estado en el lugar de Jabari, no tengo ninguna duda de que habría destruido a la manada entera sin pensármelo dos veces, y no sentiría un ápice de remordimiento por

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el hecho. En esta guerra, éramos nosotros contra los Naturi. No había lugar para la simpatía o la traición. Pero la traición parecía rodearme cuando se trataba de los Naturi. La confianza era un cadáver abrasándose en el sol.

Vampiros y licántropos estaban del lado de los Naturi. Brujas y licántropos estaban con la Coalición de la luz del día. Y me quedé a solas con una medio raza-bori a mis espaldas.

—¿Tu novia? —le pregunté después de un largo momento de silencio, reflexionando sobre los "ella" que había mencionado.

—Era mi hermana —respondió en voz baja.

Con un gruñido, me bajé de la cama y me dirigí de nuevo a la ventana, con los brazos cruzados fuertemente bajo mis pechos, como para protegerme contra la idea misma. No cuestioné el "era" en su declaración. Los dos sabíamos que su ex manada habría matado a su hermana, al segundo en el que Jabari se había marchado con él. Ella había traicionado no sólo a su propia especie, sino también el pacto hecho por todas las otras criaturas para luchar contra los Naturi. Cuando le dieron la posibilidad de elegir entre lo que podría ser una existencia larga y dolorosa bajo la servidumbre de un Nightwalker y una muerte rápida, Nicolai intervino para darle la opción más misericordiosa. ¿Perdonaría yo a alguien a quien amara?

A duras penas pasé la mano derecha por mi pelo, empujándolo lejos de mis ojos, tratando de no pensar en la respuesta que llegó rápidamente a mi mente.

A pesar de mis—por así llamarlas nobles acciones, en lo que respecta a Tristan, no me gusta mucho cuando esto se inmiscuía con mis relaciones con los Naturi. La sangre fluía con demasiada facilidad y la alegría era demasiado dulce.

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Lo que también me corroía era la idea de que Jabari había descubierto esta traición dentro de los Estados Unidos. No era mi dominio, pero se sentía demasiado cerca. Los Ancianos nunca venían al Nuevo Mundo, y había sólo un puñado de Ancianos en la región. La idea de que Jabari había ido y venido sin mi conocimiento me había hecho sentir... violada. Tal vez los otros tenían razón. Tal vez había empezado a ver todo el Nuevo Mundo como mío. O por lo menos, a salvo de la interferencia directa del Aquelarre.

—Lo siento —le susurré. Los dos sabíamos que la traición de ella la había dejado sin otro destino, pero ese conocimiento no hacía mucho para aliviar el dolor de la pérdida—. Tengo que llegar a mi dominio, —le dije cuando el silencio comenzó a crecer entre nosotros otra vez. Aparté la vista de la ventana, me acerqué a la mesa de noche junto a la cama y cogí mi teléfono móvil. Nicolai cubrió mi mano con la suya antes de que pudiera levantar el teléfono, arrastré mis ojos hacia su cara.

—¿Aún me proteges? —Preguntó, frunciendo el ceño con confusión.

—Te prometí que te protegería. Mantengo mi palabra, —dije solemnemente con una inclinación de cabeza—. Pero no puedo hacer eso aquí. Tú y Tristan tenéis que venir a mi dominio en los Estados Unidos. Como pago a esta protección, debes cuidar a Tristan durante las horas de luz en el viaje a mi casa. Debes prometerme que lo protegerás con tu vida.

—Te juro que lo haré. Nadie le dañará. —Nicolai me apretó la mano cuando hizo su promesa. Traté de sonreírle, tranquilizarle, pero no pude. Le creía. Él moriría antes de permitir que cualquier persona pusiera una mano sobre Tristan, y eso era tranquilizador. Sin embargo, cuando lo miré, mi mente ahora se preguntaba si había sabido lo que su hermana estaba haciendo. ¿Trató de ocultar sus acciones? ¿Protegiéndola de la misma manera en que la protegió de Jabari?

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—Duerme un poco. Tengo que hacer algún preparativo. Volarás por la mañana.

—Recogiendo mi teléfono, sin decir palabra salí de la habitación en la sala principal y cerré la puerta detrás de mí.

Faltaban cuatro horas para el amanecer y necesitaba cada minuto de ellas para realizar mis planes. Me pasé casi una hora al teléfono discutiendo con Barrett, el Alfa de la manada de hombres lobo en Savannah. Estaban menos que encantados con la idea de que llevara un licántropo desconocido a su territorio; no es que pudiera culparlo. Naturalmente, no podía decirle la verdadera razón en cuanto a cómo Nicolai llegó a estar bajo mi cuidado. No ayudaba en nada que la manada de Savannah fuera muy peculiar ya que la mayoría de estos estaban relacionados en realidad por sangre o matrimonio, y los forasteros eran muy raramente permitidos en la región. Creo que Barrett finalmente cedió a mi solicitud sólo porque le prometí que no sería un acuerdo a largo plazo.

Aparte de la breve discusión, con acalorados argumentos, se sintió bien hablar con él. Desde que había salido de Savannah hacía una semana, los Naturi habían desaparecido por completo de mi dominio. No hubo más ataques, ni más muertes. Antes de mi viaje a Egipto con Danaus, los Naturi habían atacado una discoteca humana y un club privado de los Nightwalker, dando como resultado varias muertes—algunas a manos de hombres lobo siendo controlados por los Naturi. La tensión seguía siendo alta, pero la zona estaba en cierta manera tranquila.

Con Barrett tranquilizado, llamé entonces a mi asistente humana Charlotte, para que hiciera los arreglos para el vuelo privado desde Venecia a Savannah.

Ella ya había recibido varias extrañas llamadas telefónicas como esta para saber que no tenía que preguntar demasiado. Después de hablar con ella, me comuniqué con mi guardaespaldas Gabriel, que todavía estaba recuperándose en Inglaterra después de nuestra última batalla con los Naturi. Un bulto creció

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en mi garganta con el dulce sonido de su voz familiar. Cerré los ojos y pude ver su sonrisa torcida. Gabriel me había protegido durante años, sabía mis secretos. También cogía un vuelo esta noche y estaría esperando en Savannah cuando Tristan y Nicolai llegaran. Mi ángel se encargaría de que Tristan fuera debidamente atendido cuando llegara a mi dominio.

Quería llamar a Knox. Aunque era relativamente joven, había demostrado ser capaz y lo suficientemente inteligente como para manejar la región cuando estuve fuera de la ciudad. Quería escuchar su voz, el toque de humor seco que entrelazaba cada comentario. Necesitaba que me dijera que todos los Nightwalkers que había dejado atrás en mi dominio todavía estaban a salvo.

Pero Tristan y Danaus regresaron cuando terminé mi llamada con Gabriel y se hundieron en los blandos almohadones del sofá, obligándome a dejar de lado mi teléfono.

El Nightwalker había sido lo suficientemente considerado como para ir a cazar mientras yo me ocupaba de Nicolai. Tampoco dijo nada acerca de cómo había pasado la noche, porque a Tristan se le metió en la cabeza discutir conmigo durante una hora acerca de si iba a viajar o no conmigo al lugar del sacrificio y a la próxima batalla con los Naturi.

Al final gané y accedió a viajar a mi dominio. Ya había sufrido bastante, y no estaba dispuesta a perderlo contra los Naturi. Rogué que este fuera el comienzo de una serie de decisiones inteligentes de mi parte.

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CAPÍTULO 19

Traductoras.- Trinity, aLeBeNa y flochi Correctora.- María josé

hubiese sido humana, hubiera dado vueltas, girando las suaves sábanas de algodón. Hubiera mirado fijamente al techo mientras los minutos se arrastraban, imaginando los cientos de amenazas y peligros que Tristan podría potencialmente enfrentar mientras yacía indefenso durante las horas de día. Habría establecido no odiar a Danaus y Nicolai, temiendo que traicionaran

mi

desesperada

confianza.

Demonios,

si

fuera

humana,

acompañaría a Tristan al aeropuerto y me aseguraría personalmente de que entrara en el jet privado.

Pero no era humana, y a veces me preguntaba si alguna vez lo había sido, considerando mi horrible pasado. Yo era un Nightwalker. Cuando el sol finalmente se asomaba por el horizonte y la noche daba su último tembloroso respiro, la conciencia me abandonaba sin importar cuán duro intentara mantenerme despierta. No había pensamientos de Tristan, ni un poco de seguridad que yo pudiera ofrecerle. Sólo había una desolada oscuridad y vacío del cual no podía salir. En esos últimos segundos, odiaba el amanecer y mi debilidad, y no por primera vez desde que renací.

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Aún así, mis horas de luz diurna no estaban repletas de una nada inalterada.

En mi hora final antes de despertar, imágenes de Tristan llenaban mi cerebro, destellando en mi mente como en un espectáculo de imágenes demoníacas.

Esto no era como las pesadillas que había tenido en Egipto e Inglaterra. Esos espeluznantes espectáculos habían sido una mezcla de mis propias memorias y mis crecientes temores.

Estas llamativas imágenes pertenecían a la memoria de Macaire de la noche cuando Tristan fue torturado por la corte. Pero no había orden en las imágenes, no había una progresión lineal. La memoria de los ancianos parpadeaba en mi cerebro como un carrete de película que había sido mal empalmado. En un momento Tristan estaba encorvado cubierto en sangre, con su espalda herida y sus extremidades temblando por el dolor. Sin embargo, al momento siguiente, él estaba de pie sin heridas, rodeado por su especie mientras anticipaba su destino.

La única cosa en el sueño que era lineal eran los pensamientos de Tristan.

Ellos susurraban en mi cabeza como una pista de sonido fantasmal, yendo desde la incredulidad de que su querida creadora lo abandonara a su suerte, a la súplica rota para que ella lo salvara. Lo salvara del dolor. Lo salvara de la oscuridad que se tragaba su esperanza. En el final su frágil, fracturada mente se aferró a una sola palabra inquebrantable: Mira. Él sabía que yo llegaría y acabaría con su dolor.

Cuando fui finalmente liberada de la infernal pesadilla y desperté, mi cuerpo comenzó a temblar y ahogué un sollozo. Rodando en mi lado de la cama, me curvé en posición fetal mientras esperaba que el sacudimiento pasara. Mis pensamientos eran perezosos, como si una densa capa los cubriera, un asqueroso residuo dejado por el toque mental de Macaire.

Cuando por fin pude aflojar mis dedos, que estaban envueltos en las sábanas, alcancé mentalmente a Tristan, pero encontré solamente aire muerto.

Instantáneamente luché por sentarme en la cama, con las piernas dobladas

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frente a mí y los ojos fuertemente cerrados, me concentré nuevamente. Toda mi energía concentrada en el simple acto de tocar sus pensamientos, ser capaz de sentir su presencia. Necesitaba saber que él estaba a salvo.

Cuando el sol se había elevado esa mañana, Tristan yacía a mi lado. Danaus y Nicolai habían acordado llevarlo de forma segura a bordo del jet alquilado.

Ambos tenían oportunidad de sobra para estacarlo mientras dormía.

No. Sacudiendo mi cabeza al pensamiento, sabía que Danaus no mataría al Nightwalker mientras él o ella dormía. El cazador podría odiar a mi especie, pero su sentido del honor corría más profundo que eso. Si él quería a Tristan muerto, se haría cargo del asunto mientras el Nightwalker estuviera despierto y fuera capaz de defenderse.

No confiaba en Nicolai. Él podía estar mintiendo, quizás el simpatizaba con los Naturi y había dejado a Tristan a su merced. ¡Maldición! Era una idiota.

Rodando en la cama, alcancé mi teléfono móvil de la mesita de noche y llamé a Gabriel. Mi guardaespaldas contestó después del segundo tono, y algunos de los nudos de tensión en mi estómago se soltaron inmediatamente al sonido de su voz.

—¿Tienes a Tristan? —demandé rápidamente, haciendo una mueca interna ante la dureza de mi voz.

—Sí. ¿Estás en problemas? —preguntó.

Ignoré su pregunta. Estaba en todo tipo de problemas, pero no había nada que él o Tristan pudieran hacer sobre ellos. —Déjame hablar con él.

—Mira —comenzó Gabriel vacilando—, él aún está durmiendo. Son alrededor de las dos y media de la tarde.

Cayendo sobre mis almohadas, di una risa sin aliento, riéndome de mi propia estupidez, todo el caos sobre volar había esparcido mis pensamientos. Estaba

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tan preocupada por la seguridad de Tristan que me había olvidado de las seis horas de diferencia.

—Perdón —murmuré.

—Él está a salvo —me aseguró Gabriel, suavizando su voz—. Ambos, él y Nicolai aterrizaron a eso de la una.

—¿Está Nicolai contigo?

—No, tú no dijiste nada sobre él quedándose contigo, así que lo dejé en tu casa en el pueblo. Él no estaba feliz sobre eso.

La idea trajo una débil sonrisa a mis labios. Posiblemente Nicolai no confiaba en Gabriel para proteger a un Tristan vulnerable, pero yo le había dicho al licántropo que Gabriel era mi guardaespaldas.

—Tuve que acordar que Tristan llamaría a Nicolai al momento en que despertara —continuó.

—¿Has visto a Tristan?

—Abrí el cajón después de entrarlo en tu garaje. Está encorvado con la cabeza y el corazón en los lugares correctos —se burló, y no podía culparlo. Mi paranoia estaba peor que lo usual—. No lo dejaré hasta que esté en la casa y sepa como encender las alarmas.

—Gracias, mi ángel —suspiré, dejando mis ojos cerrarse. El sistema de seguridad de mi casa no era exactamente como la del Fort de Knox, detendría a la mayoría de los humanos y le daría a Tristan una advertencia suficiente si otra criatura estaba cerca durante la noche. También había una cámara en el sótano con un sistema de seguridad separado, que lo mantendría a salvo durante las horas de día. Ni siquiera Gabriel sabía cómo desarmar los bloqueos en la cámara. Le había dado esos códigos a Tristan antes de que se durmiera esta mañana.

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—¿Qué tan malo es? —inquirió Gabriel cuando un cómodo silencio creció entre nosotros.

—Lo suficientemente malo. —No quería decir más. Tomaría demasiado y no servía para ningún buen propósito—. ¿Has sanado? —pregunté cambiando el tema. La última vez que lo vi tenía una herida a su costado y en su muslo, y aún estaba sanando de un brazo herido en una pelea en Egipto.

—Lo suficiente para ser una amenaza. —Podía imaginar una de sus escasas sonrisas asomándose en sus labios mientras hablaba.

Mientras mi propia sonrisa desaparecía, le di la instrucción de contactar a mi asistente, Charlotte, y que haga que arregle un jet alquilado que abandone Venecia esta misma noche. La luna nueva era en dos noches. Teníamos suficiente tiempo para estar en cualquier lugar donde fuera el próximo sacrificio. Tiempo suficiente para enfrentar a los Naturi por lo que esperaba fuera la última vez.

Rodando fuera de la cama, me di una ducha y me vestí. Desafortunadamente estaba debajo de mi última ropa limpia, un vestido sin mangas que me llegaba a los tobillos. Había esperado usarlo en Egipto mientras paseaba alrededor de los decadentes monumentos, escuchando el Nilo salpicando su orilla. La vivaz, falda azul marino sólo me estorbaría en una pelea, pero sabía que no lucharía con Macaire cuando decidiera finalmente aparecer. El Anciano podría estar seriamente molesto conmigo, pero él también entendía el valor de una buena arma. Y si había probado algo durante todos estos años, es que era una asesina muy eficiente.

Esperaba salir de la habitación sin ser detenida, pero Danaus estaba sentado en la sala de estar bebiendo café. Los restos de su cena estaban en un carrito traído por el servicio al cuarto. El fantasma de una sonrisa flotaba en mis labios mientras miraba al cazador instalado cómodamente en el sofá. Siempre me sorprendía cuando lo miraba haciendo cosas tan mundanas como comer o

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disfrutando del calor de una buena taza de café. Mantenía mi mente luchando por agarrase a él, mientras cambiaba constantemente en mis pensamientos de asesino despiadado a humano. Él estaba vestido con una camisa de lino azul marino de manga corta, que revelaba sus profundamente bronceados y musculosos brazos. Sus cabellos estaban echados hacia atrás, dejando a mis ojos acariciar sus fuertes rasgos.

La barba que le comenzaba a crecer había sido removida de su barbilla, pero no hacía nada por reducir las sombras que colgaban en los huecos de sus mejillas. Danaus lucía como un caballero italiano adinerado de vacaciones, pero había una seriedad, una oscura sombra en sus ojos zafiro, que ninguna cantidad de ropas costosas ocultaría.

Si las circunstancias fueran diferentes, habría estado feliz de pasar la noche contemplándolo,

lentamente

memorizando

sus

rasgos.

Habría

pasado

felizmente la noche sentada en una silla discutiendo filosofía, mitología y nuestro lugar en el universo con él.

—Te has despertado temprano —dijo él, colocando su taza en la mesa frente a él. Se levantó del sofá, deslizando sus manos dentro de sus bolsillos.

Nuevamente tenía un cuchillo atado a su cintura, y estaba usando una muñequera de cuero duro en su brazo derecho. El armamento y defensa eran extravagantes con su ropa, recordándome que no había escape de lo que él era, un cazador.

—Otra reunión, supongo —dije. Estaba muerta por dentro después de todo lo que había pasado las últimas noches. Caminando hacia la pared de las ventanas, me apoyé y crucé mis brazos sobre mi estómago.

—¿Cómo la noche pasada?

—No. —¿Sola?

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Miré por la ventana, admirando la paleta de colores que lavaba el cielo. Desde que me había convertido en un Nightwalker, mis cielos se habían reducido al negro tinta y enfermizas sombras de gris. Sin embargo, en Venecia había tenido dos oportunidades de adherir un poco de color a mis cielos. Esta vez, el cielo estaba bañado en rojos profundos y anaranjados mientras el sol se escondía en el horizonte.

—No —dije, con una sorpresiva sonrisa amaneciendo en mi rostro. Danaus sabía casi tanto como yo sobre este punto. ¿Por qué debería tratar de esconder esto? Él también era parte de la triada. Si Macaire quería hablarme de los Naturi, entonces tendría que decirle a Danaus también.

—Debemos irnos esta noche —me recordó Danaus. Sabía eso. La luna nueva estaba a dos noches. También era Lughnassadh, el festival pagano de la precosecha. La antigua tradición decía que la celebración era en honor de la boda del dios Lugo y la Madre Tierra. Mientras que no puedo decir que pongo muchos valores en los viejos cuentos paganos, habría sido más apropiado si los Naturi se las arreglaran para romper el sello en esa noche, borrando la única cosa que bloquea la unión de ambos mundos.

—¿Sabes donde será el próximo sacrificio? —pregunté, volviéndome para mirarlo. Él sacudió su cabeza, una severa sonrisa levantándose en las esquinas de su boca. —Iba a hacerte la misma pregunta.

—Genial —murmuré, caminando y echándome en una de las sillas al lado del sofá—. Estamos fuera de tiempo.

—Nunca debimos haber venido aquí. Debimos haber buscado por la próxima localización, o al menos tratar de cazar a Rowe —gruñó Danaus, pero para mi sorpresa, él lucía tan frustrado consigo mismo como lo estaba conmigo.

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—No recuerdo que tuviéramos muchas opciones en el asunto —dije, arreglando mi oscura mirada en el cazador—. O al menos, yo no la tenía. Jabari me quería aquí, no habría sido capaz de ir en su contra. Soy una marioneta, ¿recuerdas?

Danaus se sentó nuevamente en el sofá, inclinándose hacia adelante para así colocar sus codos sobre sus rodillas. Él miró al espacio perdido en sus pensamientos. Desafortunadamente, esta discusión no nos llevaría a ninguna parte.

—Los Naturi no pueden hacer nada hasta dentro de dos noches —dije con un suspiro—. Si no hubiéramos venido aquí, habríamos estado saltando de lugar en lugar, persiguiendo cualquier cosa que pareciera sospechosa. Eso habría sido una pérdida de tiempo y extremadamente peligroso. Rowe pudo habernos atacado en cualquier momento del día. Al menos aquí estamos protegidos.

Ese comentario hizo que Danaus levantara la cabeza finalmente, frunciendo la boca. En este caso, ―protegidos‖ simplemente significaba que estábamos a salvo de los Naturi porque esta área estaba controlada por Nightwalkers. Y aparentemente porque el Aquelarre había hecho una especie de trato con los Naturi.

—Míralo de esta manera, si no hubiéramos venido, Tristan y Nicolai estarían prácticamente

muertos.

No

hubiésemos

sabido

que

el

Aquelarre

está

planeando algo con los Naturi, y no hubiésemos sabido que Rowe estaba inadvertido sobre esta alianza. Una vez que sepamos que es lo que el Aquelarre planea, será más fácil detenerlos —Argumenté.

—Pero eso aún nos deja con un problema muy grande —contrarrestó Danaus.

El cazador tomó nuevamente su taza de café y bebió lo último de su contenido.

Usando de apoyo los brazos de la silla me senté derecha. —Pienso que tenemos más que eso, pero ¿A cuál es al que te estás refiriendo?

—¿Dónde es el próximo sacrificio?

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—Deberíamos saberlo esta noche. Pienso que Macaire nos lo dirá —dije haciendo que la expresión de Danaus se revolviera en confusión.

—¿Y por qué crees que él haría eso?

—Llámalo una corazonada. —Me encogí de hombros ante el cazador mientras le sonreía—. ¿Has hablado con Ryan recientemente? ¿Está tu gente buscando también?

El hechicero era la cabeza de Themis, un grupo de investigación que había gastado siglos observando Nightwalkers, licántropos y cualquier otra criatura extraña de la cual la raza humana no era consciente. Su número era lo suficientemente grande como para vigilar los doce llamados sitios santos, y reportar cualquier tipo de actividad. Y una de las mayores ventajas que ellos tenían sobre los Nightwalkers es que podían vigilar las cosas durante el día.

Mientras yo esperaba totalmente que Macaire nos dijera el sitio del próximo sacrificio, quería que Ryan confirmara la información por mí. Macaire nos diría el lugar; yo sólo quería estar segura de que era el verdadero lugar.

—Ryan está pendiente de ello —replicó Danaus—. Ni una palabra aún sobre el lugar.

—Gabriel está contactando a Charlotte. Ella arreglará el vuelo para esta noche —dije poniéndome de pie. Forzando una sonrisa en mis labios, apunté hacia la puerta con mi cabeza—. ¿Listo?

El cuerpo muscular del cazador estaba casi zumbando de energía mientras nos dirigíamos al piso principal. Haciendo una pausa cerca del canal, deseé que mi cuerpo se relajara, empujando la tensión de mis brazos y mis piernas hacia abajo hasta que fluyera fuera por mis pies. Una ligera brisa de verano se agitó, bailando hacia abajo por los canales y enrollando su camino por entremedio de los edificios. Las lámparas de la calle se estaban encendiendo y el brillo de la Piazza San Marco estaba empezando a aumentar.

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—¿Les gustaron sus cuartos? —inquirió una suave voz detrás de mí con un extraño acento inglés. Me volteé, impresionada de encontrar a Macaire sentado en una banca a pocos pies de nosotros. No lo había sentido ahí hace unos momentos, ni siquiera había sentido su cercanía, pero supongo que eso es lo que lo hacía un Anciano.

Danaus instintivamente alcanzó su cuchillo, pero gentilmente puse mi mano en su muñeca deteniendo su movimiento. Macaire aún no había hecho nada para amenazarnos. Deseaba parecer serena por ahora. No había razón para iniciar una pelea. Habría bastante tiempo para eso después.

—Están impecables, particularmente la gran muralla de ventanas hacia el este —respondí. Su cara se partió en una amplia, casi maliciosa sonrisa—. ¿Cuándo adquirió el Aquelarre el Cipriani?

—Hace unos pocos años —dijo poniéndose de pie y acercándose a nosotros. Su inglés era perfecto, pero el acento era extraño. Sabía que él no era tan viejo como Jabari, haciéndome dudar que su gente fuera una civilización muerta.

Eslavo, europeo del este o tal vez ruso, pero incluso eso parecía estar equivocado.

Macaire estaba usando una camisa de botones menta claro que contrastaba agradablemente con sus ojos café oscuro. Sus pantalones de lino blanco y mocasines café claro lo hacían lucir tan malditamente apetecible y placentero. Él debería lucir más como un depredador; algo que indicara al mundo que él era uno de los Nightwalkers más poderosos del planeta.

Cuando estuvo a mi lado, él me ofreció su brazo. Con un gran esfuerzo, me las arreglé para mantener mi rostro inexpresivo mientras deslizaba mi mano en la curva de su brazo mientras dejaba caer mi otra mano de la muñeca de Danaus.

—El salón estaba recibiendo demasiados visitantes, haciendo el acuerdo del sueño incómodo —continuó, complacido de ver que yo deseaba seguirle la

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corriente. Sus ojos por un breve momento pasaron sobre Danaus, como si estuviera midiendo algún pensamiento—. Pensamos que era sensato si empezábamos a tener a alguno de nuestros invitados fuera de la isla.

—Es hermoso. Siempre me ha gustado la tranquilidad de Guidecca —dije, paseando por la calle a su lado. En los ojos del mundo, éramos un trío de turistas en una caminata en la tarde a lo largo de la estrecha calle de la isla, no enemigos tratando de encontrar una manera de lograr nuestras metas individuales sin morir en el proceso.

—¿Cómo está Tristan? —preguntó abruptamente Macaire cuando cruzábamos un pequeño puente, en la parte más profunda de la isla Guidecca.

—Me imagino que está mucho mejor que Sadira. —No pude parar la sonrisa que se deslizó por mis labios. Sus gritos hacían eco a través de mi memoria por un pequeño momento, fueron lo suficientemente fuertes como para sentirlos en mis músculos en los brazos de Macaire. Me imaginé que él estaba escuchando algunos de mis pensamientos.

—Sí, temo que sentirá dolor por un tiempo más —dijo él, con voz dura—. No es exactamente una elección sabia, considerando que ella debe ser fuerte para ayudar al Naturi.

—Ni fue su propia elección del sabio enemigo — intervino Danaus.

Estaba

complacida

con

los

comentarios

del

cazador,

pero

no

quería

preocuparme por intentar separar al Anciano y a Danaus mientras intentaba conseguir

información—.

¿Estás

preocupado?

—pregunté

rápidamente,

arqueando una ceja mientras lo miraba.

Macaire se detuvo y se volteó, entonces su cuerpo me enfrentó. Extendió una mano a la mía, la cual estaba ligeramente recargada en su brazo. —Por supuesto que estoy preocupado.

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—Tenía mis dudas —dije con el ceño fruncido—, considerando tu nuevo compañero de trabajo, estaba con la impresión que tal vez el Aquelarre no era tan fuerte para mantener la puerta cerrada.

—Ahh —dijo Macaire, rehaciendo nuestro camino a través del barrio—, entendiste mal, mi pequeña. —Su tono condescendiente hizo que apretara mis dientes, pero por ahora sabía que debía ser tolerante.

—No puedo imaginar porque. —Oculta por el material de mi ropa, mi mano libre se cerró en un puño a mi costado—. ¿Qué pasa Macaire? ¿Qué hizo el Aquelarre?

—Hemos alcanzado un negocio único.

—¿El Aquelarre decidió destruirnos?

Macaire volvió a detenerse. Él alzó sus manos y las colocó en mis mejillas, sus ojos eran suaves con una mirada de preocupación. El camino se veía más viejo que muchos otros. Parecía que fue nuevo en los 40 o comienzos de los 50. El cabello café oscuro estaba salpicado de gris, dándole un aspecto sabio y distinguido. Había una grieta en su barbilla y líneas profundas en su boca y ojos. Era raro. Parecía como si fuera el doble de viejo que Jabari, pero el Egipcio era el más viejo de los dos. —Lo que hemos hecho es para proteger a nuestra clase —me tranquilizó. Sus ojos deliberadamente pasaron de mi cara a la de Danaus, quien estaba detrás de mi hombro derecho—. ¿Qué has hecho tú para proteger a nuestra especie?

Me quité de su toque, mis cejas se juntaron airadamente sobre el puente de mi nariz. —No soy una tonta. No puedes hacer tratos con los Naturi y esperar que vivan agradecidos —Algunos dirían lo mismo de ti —dijo tristemente, viendo de Danaus a mi otra vez.

—¡Suficiente! ¿Qué pasa aquí?

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Sonriendo, Macaire levantó su brazo, esperando pacientemente para que pusiera mi mano en la parte posterior de su codo. Le gustaba la farsa, y sé que él no diría nada hasta que se cumplan sus deseos. Casi aullando de frustración, puse mi mano en su brazo y continuamos caminando.

—Varias décadas atrás. El Aquelarre era tranquilo y abordado por Naturis — empezó, sonando como si estuviera contando una historia de desgracia en su oficina—. Nos dijeron que su reina tenían planes para abrir la puerta entre dos mundos. Parecía como si se hubiera vuelos felices con el camino que las cosas estaban tomando desde que empezaron a separarse del resto de los huéspedes. Este pequeño grupo vino a nosotros requiriendo que no cerráramos la puerta, pero eso también mataría a Aurora.

Mis piernas se detuvieron mientras oía esas palabras, como si la idea hubiera cerrado mi cerebro. Me quedé plantada, ciegamente viendo hacia adelante a la plaza en la que habíamos entrado. —Mataría a Aurora —repetí tontamente.

—Ellos querían regresar a la paz que habían encontrado. Aurora no podía permitirlo. Ella continuaría con sus planes de separar a los humanos y a los Nightwalkers —No lo puedo creer —sacudí mi cabeza, como si tratara de limpiar las preguntas que se habían agolpado en mi cerebro. Macaire intento seguir caminando, pero yo no me movía.

—No tienes que hacerlo —dijo pacientemente— Los ancianos lo harán.

—Para matar a Aura, ella tiene que venir por la puerta, lo que significa que nosotros debemos detener que la abran — recordó Danaus—. Esto podría ser seguro si los detenemos antes de que abran la puerta. Podrían ser siglos antes de que ella tenga otra oportunidad para abrirla de nuevo.

—Lo consideraremos, pero hay un problema... —Macaire se detuvo, moviendo su mirada de Danaus a mí—. Tú.

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Me incliné hacia atrás, poniendo un poco de distancia entre nosotros. La acera parecía haber encogido, dejando que me sintiera atrapada entre Danaus y Macaire. Esta conversación había tomado un extraño, e inesperado camino.

—¿Qué quieres decir?

—Eres lo que se necesita para cerrar la puerta y sellarla. También creemos que eres

nuestra

mejor

oportunidad

para

destruir

a

Aurora

—dijo—.

Desafortunadamente, considerando tu estilo de vida y tu inexplicable alianza, el Aquelarre no se siente seguro de que puedas sobrevivir lo suficiente para detener a Aurora si intenta eso dentro de un par de siglos.

—La mejor oportunidad... ¿no quieres decir la mejor arma? —dije irritada.

—Sí. —Dijo en un lento silbido—. Eres un arma exquisita, independientemente de que actuaras sola o estuvieras trabajando con alguien más. El Aquelarre piensa que eres nuestra mejor oportunidad para detener a Aurora de una vez por todas. Para terminar esto. Y no estamos seguros de que volvamos a tener una oportunidad como esta.

—Por lo que la traeremos por la puerta, la cerraremos, y después la asesinaremos —dije en un susurro oscuro—. Después de eso, los Naturi se volverán libres.

—Regresándolos a su vida tranquila —dijo con un guiño cuando cruzaba un dedo por detrás de su espalda y continuaba caminando por la calle hasta que se volvió una gran plaza.

—¿Cómo

conseguimos

salir

de

aquí?

—demandé,

sin

poder

parar

el

escepticismo en mi voz. Doblé mis brazos sobre mi pecho y empecé a mirar feo al Anciano, pero ignoró mis malas miradas.

—¿Además de la posibilidad de destruir a su reina esto paralizaría a su raza?

—Sí. Somos los que arriesgamos todo.

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Macaire sonrío y se paseó por el centro del lugar, sus manos estaban juntas detrás de su espalda. A regañadientes, Danaus y yo lo seguimos al centro de la plaza. El lugar estaba mayormente vacío. A lo lejos, al final del campo una parte estaba llena por personas. Parecía como si estuvieran preparándose para un festival, sólo que no estaba segura de cuál de ellos. En el escenario había 5 sillas con espaldas altas, recordándome vagamente al centro de un salón.

Obviamente, Macaire tenía planeado caminar a esa parte del lugar. Tenía algo más en su mente.

—¿Qué sabes del gran despertar? —preguntó, su tono sonaba como si hubiera preguntado como estaría el clima mañana.

—Un esquema general del plan ¿por qué? No se supone que sea hasta dentro de 50 años y aun así se puede debatir.

—Debatir es lo que hacen los Ancianos —dijo. Sus manos se pasaron por su espalda y colgaron a sus costados. Miró al rededor, tomando una cadena de pequeñas luces y tablas que se alineaban al borde del cuadro. Mañana probablemente se desbordarían con alimentos mientras que la plaza se atestaba de conversaciones y risas—. Parece que desean cambiar la fecha del despertar.

—¿Para cuándo?

—El próximo año.

—¿Están locos? —dijo Danaus, causando que me contrajera de dolor por el volumen de su tono. No era el tipo de cosas que alguien se atrevía a decir sobre nuestra liga. Nunca sabrías quien estaba escuchando. Siempre me habían descubierto, pero había algunas líneas que yo estaba renuente a pasar.

—Esa no es la palabra que yo usaría —dijo Macaire, su voz sombría era adecuada para el impropio estallido de mi compañero.

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—Es demasiado pronto —le dije al Anciano, resistiéndome a la urgencia de mover mi mano del brazo de Danaus al mío. Mi mundo se estaba saliendo de control y yo estaba desesperada por correr lejos de ellos—. Tal vez los humanos se pueden adaptar a esto, pero todavía hay algunas etapas que se supone todavía no se han implementado. Eso haría la transición más fácil. El plan fue hecho para proteger a nuestra especie. No puedes dejarlo a un lado.

—No me estás diciendo nada que el Aquelarre no haya discutido. —Macaire agitó una mano hacia mí. Un ceño apareció en las líneas más profundas de su cara.

Caminé para pararme frente a él, bajando mi voz. Nuestra conversación agitada estaba confundiendo a aquellos que estaban en el escenario a lo lejos del cuadro.

—¿Qué hay sobre las otras razas? ¿Qué han dicho ellos?

—Desean mantener el plan.

Cerré mis ojos, sin querer escuchar algo más, pero había otra cuestión que debía preguntar. —¿Nuestra liga procede sin el resto de las demás razas?

—Es la intención.

—Entonces esto sería una guerra —dije lacónicamente. Las demás razas atacarían a los Nightwalkers de todo el mundo para evitar que el velo que protege nuestro secreto sea revelado. Si sobrevivía del plan asesino de Aurora, podría estar encabezada en una guerra entre criaturas con las que he estado en paz por siglos. Y al final, los humanos descubrirán nuestro plan. Nosotros no seríamos capaces de ocultar la guerra por siempre, y ellos podrían descubrirnos de la peor de las maneras.

—Entonces ahora entiendes nuestro dilema —el Anciano sonaba cansado, como si el peso de los siglos estuviera en su voz.

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—¿Cuál es el plan del Aquelarre?

Otra vez Macaire me sonrío, enviándome un escalofrío por mi piel. Los Nightwalker no pueden renacer siendo malos, pero había momentos en que pensaba que algo malo había en el pecho de Macaire. —Los Naturi podrán moverse durante el día. Podrían pasar como guardaespaldas.

—Planeas...

—¡Ni siquiera puedo susurrar las palabras! —dijo bruscamente. Incluso el poder de Macaire no podía con sus temores. Sabía lo que planeaba. El Aquelarre planeaba tener a los asesinos Naturi en nuestro equipo mientras dormía todo el día.

—¿Y todo el Aquelarre está de acuerdo con el curso de los actos?

—Por supuesto.

—¿Incluso Tabor?

La mirada del Anciano fue hacía Danaus antes de poder detenerse y después se quedó callado por mucho tiempo. Casi podía ver sus pensamientos saltando por su cabeza, pensando en mi pregunta. Sus labios sonrieron. No era una sonrisa tranquilizante, pero era algo. Tal vez una palabra que detuvo en el último segundo.

—Esa es una pregunta interesante —dijo por fin—, creo que tiene que estar de acuerdo si quiere seguir viviendo.

—Pero no lo hizo al principio —propuse. Algo todavía no se sentía bien sobre esto. Tal vez era mi instinto de supervivencia diciéndome que no confiara en las palabras de Macaire. Creía que había algo de verdad en la historia, pero también sabía que había algunas otras cosas importantes que no estaba diciéndome.

Nunca

había

conocido

a

nuestro

equipo

y

no

se

sentía

particularmente una lealtad con los Nightwalker. Tanto como yo sabía, no

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había hecho nada por mí y eran por lo general indiferentes con mi existencia.

La verdad, nuestro equipo y el Aquelarre tenían un efecto en el pasar de noche en la vida de un vampiro.

—Él tiene sus dudas —dijo Macaire—. ¿Por qué lo preguntas?

—Solo curiosidad —dije encogiéndome de hombros.

Anduve por el campo entonces al mirar hacia el escenario, me detuve abruptamente, mis ojos se clavaron en las 5 sillas. Las personas que estaban colgando la última parte de tela morada para ocultar los apoyos de las vigas de madera habían terminado en la plaza. Danaus y yo estábamos solos con el Anciano.

—¿Otra pregunta que quieras responder? —dije a través del aire, tratando de aclarar mi voz del miedo que estaba atravesando todo mi cuerpo.

—¿Qué pasa por tu mente, querida? —dijo Macaire, acercándose a mí. Su voz era dulce e indulgente. Él ya sabía que estaba rondando por mi mente.

—Suponiendo que nuestro equipo desapareciera prematuramente a manos de los Naturi. Entonces nuestra clase estará sin un líder por primera vez en un milenio. Eso no puede ser lo mejor para nuestro pueblo.

—No, no lo sería —dijo con un solemne movimiento de cabeza—. Pero nuestra raza no estará sin un guía. El Aquelarre será remplazado.

—Entonces la regla de uno y cuatro será remplazada por la regla de tres —dije.

Eso no se sentía mejor.

—Hasta que alguien tenga el poder para reclamar el trono, y un cuarto lleno de asientos vacíos en el Aquelarre.

Tenía el ceño fruncido otra vez. El Aquelarre no era una mejora con respecto a Nuestro Señor si uno usa la corte como una clase de ejemplo de lo que el futuro le depararía a mi raza. Los Ancianos hicieron lo que quisieron, pero

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Nuestro Señor mantuvo su correa colectiva. No podría haber estado demasiado entusiasta sobre su plan de tirar la agenda y empezar una guerra, pero no estaba encantada con mi otra opción tampoco.

Sombras gruesas y pesadas se habían movido en la gran plaza, y después las voces de las personas se habían acallado. La noche había nacido por completo.

Para mi sorpresa, Macaire saltó sobre el escenario. El Nightwalker se sentó en la silla del centro, equilibrando su tobillo izquierdo sobre su rodilla derecha.

—Hay una creencia entre nuestra clase de que tomarás el asiento disponible en el Aquelarre —comentó él casualmente, moviéndose hacia el asiento que hubiera sido de Tabor.

Fue una lucha para no apretar los dientes. Estaba condenada a escuchar esta cuestión repetirse hasta que me volviera loca. —No soy un Anciano —dije cuidadosamente.

—Es más una tradición que una ley —dijo él con una agitación despectiva de su mano. Permanecí callada, esperando para que él finalmente dijera qué estaba pasando por su mente, pero debería haber sabido que no sería tan fácil—. El rumor ha comenzado a ganar fuerza desde que volviste a Venecia y tu pequeña exposición la otra noche con Gwen. Nunca fuiste alguien de adoptar mascotas. También escuché que le dijiste a Valerio la otra noche sobre escoger bandos. Se podría pensar que estás empezando a hacer seguidores. —Todo esto lo dijo con una gran cantidad de indiferencia y una mezcla de aburrimiento, pero no me engañaba. Había algo que quería escuchar de mí, y estaba esperando cada palabra mía.

—Mis acciones durante los últimos días no tienen nada que ver con el Aquelarre y todo que ver con derrotar a los Naturi. Eso es todo —dije bruscamente, doblando mis brazos sobre el estómago.

—¿Incluso Nicolai?

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Una amplia sonrisa se extendió a través de mi cara, exponiendo mis colmillos.

Me preguntaba cuando preguntaría sobre lo que había pasado con las arpías.

—Eso fue sólo un poco de diversión.

—Como quieras. Pero la pregunta sigue…

— Ser parte del Aquelarre significa ser capaz de defender tu posición, y no soy lo suficientemente fuerte para hacer eso —eludí.

—Esto, viniendo de quien trató de destruir a los tres miembros del Aquelarre hace solo unas noches —se burló, poniendo su pie de vuelta en el escenario con un ruido sordo mientras se inclinaba hacia delante.

—Ese fue un movimiento estúpido de mi parte. Perdí mi temperamento y no pensé —concedí. Mis ojos cayeron para mirar la plaza de adoquín, una postura adecuada de sumisión. No sentía todo el asunto. De hecho, si Danaus no me hubiera detenido, podría haber sido capaz de arrancarle una de la suyas antes de que mi cabeza fuera arrancada.

—Verdad, pero tienes un pasado desagradable con el Naturi. Era comprensible y te he perdonado.

Quería decirle que se atragantara con su perdón pero pensé mejor no fastidiar a Macaire, ya que actualmente nos estábamos llevando muy bien. Decidí sabiamente ignorar el comentario y seguir adelante.

—Independientemente de los recientes eventos, sé que al menos hay un Anciano que no apoyaría mi ascensión al Aquelarre —evadí cautelosamente, curiosa por saber su opinión—. Y después del fallecimiento de Gwen, he conseguido molestar a otro. Incluso pidió por mi muerte la pasada noche.

Macaire suspiró dramáticamente, sacudiendo su cabeza ligeramente mientras sonreía para sí mismo.

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—Tienes una habilidad especial con la gente —murmuró, sentándose de vuelta en su silla—. Actué precipitadamente anoche. El acontecimiento con Nicolai fue inesperado. Elizabeth no está contenta contigo, pero tú advertiste a Gwen. Ella tuvo que luchar sus propias batallas. Elizabeth acepta eso.

—¿Y Jabari? —preguntó Danaus, mientras llegaba a mi lado. Colocó su mano sobre mi hombro, pero no pude sentir su presencia en mis pensamientos. De repente estaba cautelosa sobre su repentino interés. ¿Él podría quererme honestamente en el Aquelarre? Quería sacudir mi cabeza para aclararla de ese pensamiento. El único lugar que Danaus quería para mí era estacada y sin cabeza. Sin embargo el nuevo pensamiento se clavó como un gusano en el corazón de una manzana.

—No, Jabari se propone tener la cabeza de Mira después que la puerta esté cerrada —Macaire dijo tristemente mientras regresaba su rodilla a su tobillo opuesto.

—No puedo derrotarlo. —No hubo emoción en esa declaración. Era un hecho simple que yo había conocido durante el tiempo que había sido una Nightwalker. Como Jabari siempre pudo controlarme, era imposible para mí destruirlo. E incluso sin esa habilidad, Jabari era extremadamente viejo y poderoso. No estaba segura de que alguien pudiera derrotarlo.

—Creo que subestimas tus poderes. —Abrí mi boca para discutir, pero Macaire levantó su mano, deteniendo mis palabras en mi garganta—. Si la mitad de lo que el Sr. Brooks describe es verdad, creo que podrías triunfar fácilmente con la ayuda de tu cazador.

—Pero no sería yo sola.

—Nadie más lo sabría. —Sus palabras escaparon de sus delgados labios como un susurro, una sonrisa reapareciendo sobre su cara.

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—Nadie más que tú —corregí. Muy bien hecho. Él había encontrado no sólo una manera

de

deshacerse

de

Nuestro

Señor,

sino

de

Jabari

también.

Desafortunadamente, para él, no podía dejarme ser usada por él—. No seré tu marioneta.

—¿Cómo es eso posible? Estoy seguro que has adivinado ya, que no puedo usarte de la manera que Jabari lo hace —dijo Macaire, no sin una pequeña cantidad de amargura.

—No lo haré.

—Leal hasta el final —se mofó, su boca torciéndose por lo que vi un destello de sus colmillos—. Incluso después de todo lo que te ha hecho. Incluso aunque él quiere terminar con tu vida.

—Si derroto a Jabari será por mi cuenta. Además, no quiero un puesto en el Aquelarre. —No quería nada que ver con este grupo. Solo quería volver a casa y olvidarme de todos ellos. Por supuesto, si lograra de alguna manera matar a Jabari después de derrotar al Naturi, significaría dejar dos asientos libres en el Aquelarre y a Nuestro Señor en permanente peligro. Sería demasiado fácil para Macaire tomar el trono y crear su propio Aquelarre.

—Si eso es lo que quieres —dijo él suavemente. Se levantó de la silla y saltó al suelo. Me volví de espaldas a él y me alejé de Danaus mientras dejaba a mi mirada deslizarse sobre la plaza. Las luces de las tiendas y de las casas lanzaron un desajuste de cuadrados dorados sobre la plaza. Dentro de las paredes podía sentir a los seres humanos hacer sus tareas, preparando la cena y hablando con sus seres queridos. Solo a unos pocos metros sus vidas pendían de un hilo, siendo decididas por criaturas que ellos ni siquiera sabían que existían.

—¿Estás preparada para ir? —Macaire preguntó, retornando mis problemas al problema más urgente.

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—Un jet estará listo para salir a la medianoche. ¿A dónde vamos? —Pregunté, tragando algo del horror y la ira que todavía se estaba agolpando en mis pensamientos. Este era el por qué había sido traída a Venecia. No tanto para mi protección, sino para que entendiera que estaba en el juego.

Para Macaire, había sido llamada para una última misión en nombre del Aquelarre. Cuando el momento llegó, él esperó que matara a Aurora como si ella fuera una Nightwalker granuja haciendo estragos en una pequeña ciudad medio olvidada por el mundo. Sin embargo, parecía que Jabari quería algo más de mí. Me había traído con el solo propósito de descubrir el acuerdo, y quería que el Naturi me temiera. Pero no tenía idea de cuál era su objetivo final.

Después

de

la

terrible

historia

que

Macaire

dijo,

¿podía

Macaire

verdaderamente querer que desbaratara este acuerdo cuando se podían detener dos guerras?

—Creta, —Macaire respondió a mi pregunta.

Un balbuceo de risa se escapó de mí mientras sacudía mi cabeza. Oh si, podía empeorar. No había estado en Creta desde que escapé de esa miserable isla como una mujer joven con la esperanza de eludir a la multitud gritando por mi cabeza. Más de seiscientos años habían pasado desde que toqué esa isla, y no tenía ningún deseo de regresar y los fantasmas esperaban por mí.

Danaus dio un paso más cerca. No me tocó, pero pude sentir el roce cálido de sus poderes contra mis brazos desnudos. Era como un abrazo tranquilizador.

—¿Qué es exactamente lo que quieres que haga? —Me mordí para finalmente conseguir el control de mis emociones nuevamente.

—Permitir que los Naturi completen el sacrificio —respondió Macaire—. El sello debe estar roto para que puedan ser capaces de abrir la puerta.

—Entonces, ¿por qué me envían? —demandé, dando un paso más cerca. Su tipo de lógica única estaba empezando a volverme loca—. ¿Por qué no mandan

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a alguien más? Si nos enfrentamos a los Naturi de nuevo, hay una buena oportunidad de que acabemos muertos.

Una sonrisa severa agració sus labios, dio un paso más cerca, de ninguna manera intimidado por mí o por mi reputación. —Porque necesito que mates a Rowe. Él es su líder. Él tiene más oportunidad de detenernos cuando ataquemos a Aurora. También tiene mejor oportunidad de mantener a los Naturi organizados. El resto de los Naturi lo más probable es que se dispersarán y se extinguirán sin un líder fuerte como Aurora o Rowe.

—¿Tus nuevos socios comerciales saben acerca de esta parte del plan? — pregunté dulcemente.

—No, pero han estado conscientes de que es muy probable que muchos morirán durante esta campaña.

Asentí con la cabeza y retrocedí un paso, topándose mi hombro contra el pecho de Danaus. Muy bien hecho. Tenía dudas para creer que el Aquelarre estaría de acuerdo en hacer algo que permitiría a los Naturi alejarse y vivir en paz. La esperanza era que si aniquilábamos a aquellos que componían su monarquía, eventualmente resultaría la completa destrucción de su raza.

—¿Jabari y Sadira se unirán a nosotros en Creta?

—No. — ¿Algunos más serán enviados?

—Algunos otros han sido convocados y se han adelantado. Llegarán esta noche. Han recibido instrucciones de permanecer lejos del lugar del sacrificio y mantenerse ocultos hasta que los hayas puesto al corriente del plan de ataque.

Recuerda, no puedes actuar hasta que completen el sacrificio —ordenó.

Fruncí el ceño, mirando fijamente la oscuridad. Todavía no sabía lo que iba a hacer. No es que tuviera muchas opciones sobre el asunto. Solo era el arma.

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Mientras coincidía en que todos estaríamos mejor con Aurora muerta, era un gran riesgo permitir que la puerta se abriera. El único otro comodín en este desastre anunciado era Danaus, y todavía no podía empezar a comprender cuales serían sus pensamientos sobre esta situación.

—Haz que el cazador te obedezca, Mira —dijo Macaire, sin que le preocupara el hecho de que Danaus estaba detrás de mí. Obviamente él había estado escuchando. Quería reír. Danaus no era controlado por nadie, sobre todo por mí.

—Haré lo que pueda. Danaus hace lo que le place — advertí.

—No podemos permitirnos errores.

—Lo sé —susurré, pero cuando alcé la vista, descubrí que se había ido.

Bastardo. Odiaba cuando los Ancianos hacían cosas como esas.

Mientras empecé a caminar fuera de la plaza, me detuve y miré atrás al escenario donde las cinco sillas estaban amontonadas sobre la gran piedra cuadrada. Jabari mantiene el equilibrio en el Aquelarre, protege la calma. Si lo mato, no habría nada que detuviera a Macaire, excepto posiblemente Elizabeth. Desafortunadamente, no sabía nada sobre ella. En mi experiencia, ella siempre ha sido como Tabor, una compañera silenciosa que disfrutaba de un poco de entretenimiento de vez en cuando pero se mantenía en las sombras la mayor parte. ¿Realmente ella creía que este esquema funcionaría, o ella estaba preocupada por si podría ser aplastada como Tabor?

Deseaba poder hablarle por unos minutos; averiguar si ella estaba con Nuestro Señor o con Macaire. Pero después de jugar al médico con Gwen, no preveía que la conversación fuera particularmente productiva. También temía que ella no estuviera dispuesta a hablar por temor de ser escuchada por Macaire.

Después de ver la buena voluntad de Jabari de cambiar el acuerdo con los Naturi la noche pasada, sabía que él no estaba demasiado interesado en este plan

tampoco.

También

eso

explicaría

por

qué

Jabari

permanecía

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constantemente escondiéndose. Eso significaría que ni Macaire ni los Naturi podrían encontrarlo.

Suspirando suavemente, crucé mis brazos sobre mi pecho. ¿Qué hago? Dejar que Jabari me mate cuando finalmente me sienta inútil así el balance en el Aquelarre continuaría. No era exactamente mi primera opción. Si mato a Jabari, ¿voy a tener que tomar su asiento, y pasar el resto de mi existencia en desacuerdo con Macaire hasta que finalmente me haya matado? ¿Debería tratar de advertir a Nuestro Señor? Aparte del hecho de que ahora estaba tratando de destruirnos a todos, él era una mejora con respecto a Macaire. Por supuesto, toda la historia podría ser una mentira.

Para sumar a todo el asunto, nunca conocí a Nuestro Señor. No sabía dónde estaba y como contactarlo si quería advertirle. Por no mencionar que él no iba a creer un cuento tan ridículo. Como se ha señalado en más de una ocasión, no soy la criatura más popular entre los de mi clase.

Pero todo eso era secundario al problema mayor, y más inmediato: ¿qué voy a hacer cuando llegue a Creta? La orden de matar a Rowe no era un problema.

No podía ver ningún beneficio dejarlo vivo, desde que él quería utilizarme o matarme. Sin embargo, permitiéndoles completar el sacrificio les permitiría abrir la puerta más adelante. Si hay cualquier error cuando la puerta esté abierta, todos los Naturi podrían regresar al mundo con Aurora. Algo muy malo.

Por otra parte, si la puerta no se abría Aurora nunca podría ser asesinada, entonces el Naturi nunca cumpliría su promesa de matar a Nuestro Señor. No es que yo lo quisiera muerto, pero definitivamente no quería que nos enviara a una guerra con las otras razas sólo para hacer que el Gran Despertar sucediera antes de lo previsto. Otra opción muy mala.

Parecía que sólo tenía dos opciones: guerra con los Naturi o guerra con las criaturas que una vez llamé amigos.

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Arrastrándome de regreso al hotel con un silencioso Danaus, mi mente era un revoltijo de pensamientos y me di cuenta que extrañaba mi plan original.

Había sido un plan sólido y bueno.

1. Matar a Nerian.

2. Hallar a Jabari o algún otro Anciano.

3. Contarle al Anciano el plan de los Naturi.

4. Volver a casa.

Oh, y matar a Danaus.

Pero incluso ése habría tenido fallas a lo largo del camino. Al diablo con los planes. En menos de veinticuatro horas iba a estar en los restos de un lugar que una vez llamé casa, rodeada por Naturis. Dudaba que otro de mis brillantes planes fuera a servir de algo. Que Dios me perdone, lo que necesitaba era hablar con Jabari.

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CAPÍTULO 20 Traductora.- Virtxu Correctora.- Amelie22

piel se arrastraba. Salí al asfalto de la pista en el aeropuerto de Nikos Kazantzakis en Heraklion y mi estómago se sacudió y revolvió dentro de mí. Apretando los dientes, me detuve al pie de las escaleras que bajaban desde mi jet y envolví mis brazos alrededor de mi cintura, como si pudiera protegerme de los recuerdos que parecían surgir de entre los muertos en el fondo de mi cerebro.

Nunca podría haber vivido en esta ciudad—mi familia había vivido en una pequeña casa al sur de Chania, una ciudad al oeste del puerto de Heraklion— pero estaba en casa. Aunque había permanecido en la pista menos de un minuto, el familiar olor ya se burlaba de mi mente. El viento lo llevó desde el sur, corriendo sobre la isla antes de que finalmente me alcanzara. La cálida brisa había pasado casi rozando el valle y sobre las sierras que dividían en dos la isla, llevando con ella los olores ricos de Jerusalén como por ejemplo, las abejas de orquídeas de Creta, el ébano oscuro de Creta que se aferraba bajo las rocas en Siteia. La mezcla embriagadora de cordero asado y las aceitunas en un asador. Oh Dios, yo estaba en casa.

Desde que abandoné Creta como una mujer joven, nunca había mirado hacia atrás, jamás había puesto un pie en su playa arenosa. Mi madre murió cuando yo tenía doce años y mi partida hacia el continente dejó a mi padre solo en

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Chania. Acostada bajo las estrellas en Grecia, me maldije a mí misma más de una vez por dejar a mi padre, con el deseo de haber tenido la fuerza y el coraje para convencerlo de que viniera conmigo. Haberle pedido que dejara Creta y se uniera a mí en el continente. Ninguno de los dos dejaba nada en esta isla. Pero él volvió. Volvió a la misma casa en la que había nacido, la casa en la que él había nacido, porque era el único lugar al que él podría llamar a casa.

—¿Mira?

—Estoy bien —le espeté a Danaus antes de que yo llegara a pensar en lo que estaba diciendo. Enderecé mi columna, reajusté mi bolso en el hombro izquierdo y di unos cuantos pasos alejándome de la boquilla para terminar descendiendo las escaleras—. ¿Tenemos compañía?

—Hay un vampiro aquí, pero aparte de eso, no he sentido a nadie más en el área —respondió Danaus, poniéndose a mi lado. Con su bolsa de ropa y las armas colgando de su hombro derecho. Ninguna de sus habituales armas estaba a la vista, pero sabía que él tenía algo letal a lo que accedería rápidamente.

Durante el corto vuelo, habíamos discutido los posibles escenarios que podrían ocurrir en el aeropuerto al llegar a tierra. Los Naturi esperaban que nosotros apareciéramos en el Palacio de Knossos, después de que los hubiera dejado en Stonehenge hace apenas un par de noches. Seguiríamos frustrando todos sus movimientos hasta que finalmente se rindieran, o hasta que todos estuvieran muertos. No estaba de humor para contemplar lo que pasaría primero.

El aire de la noche estaba muy tranquilo. Esperaba que nos atacaran tan pronto cómo bajáramos del avión. El vuelo nos había dejado un poco rígidos y desorientados así que tendríamos que esforzarnos en familiarizarnos con nuestro nuevo entorno. Ese era una de sus mejores oportunidades. Por supuesto, el horario de máxima audiencia para atacar iba a ser la salida del

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sol, y todavía tenía que elaborar un buen plan para esa eventualidad. Una parte de mí deseaba poder volver a montarse en el avión y volar a Grecia, donde podría pasar mis horas de sol en paz. No quería dormir aquí. ¿Había historias sobre mí en Creta? ¿Antiguas historias del nacimiento de una niña demoniaca con el pelo del color del fuego infernal? ¿Se les enseñaba a los niños a temerme al igual que a otras criaturas de pesadilla? ¡Maldita sea, quería desaparecer de esta isla y sus recuerdos!

Me obligué a mi misma a concentrarme, recorrí la zona y capté a dos Nightwalkers, pero sólo uno venía hacia nosotros. Esto no era lo que yo había esperado. Sólo había dos en toda la región. El palacio no estaba lejos de la ciudad. Toda la zona debería haber estado llena de Nightwalkers. ¿Dos vampiros era todo lo que el Aquelarre había pensado enviar? Bastardos. Cada uno de ellos.

El Nightwalker paseaba lentamente por la pista del hangar cercano, sus tacones resonaban con fuerza contra la superficie dura. Una gran cantidad de pelo negro se derramaba sobre su hombro izquierdo y su espalda mientras una reservada sonrisa se dibujaba en su boca. Mientras se acercaba, sus ojos nunca dejaron a Danaus. No sabía qué le había llamado la atención: su oscuro porte atractivo o cualquiera de los rumores que se habían filtrado desde Venecia.

—¿Quién te envió? —Exigí antes de que ella pudiera inhalar la suficiente cantidad de aliento para hablar. Yo ya estaba a las afueras de Creta, y todavía tenía que hacer un plan para derrotar a los Naturi. Se nos estaba acabando el tiempo. Nuestro vuelo de Venecia se había retrasado, y ya eran cerca de las 4 a.m. El amanecer se aproximaba.

—El Aquelarre —dijo, torciendo los labios en una mueca mientras ella me miraba. Mi ropa estaba arrugada y rugosa, que parecía como si yo las hubiera arrugado en una bola antes de tomarme la molestia de ponérmelas. Me veía

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como un vagabundo perdido en comparación a sus pantalones claros de color crema y su blusa de color azul pálido.

—Mi nombre es Penélope. Macario me pidió que viniera a buscaros y os ayudara contra los Naturi.

—¿Dónde están los otros? —Apenas resistí el impulso de correr mis manos sobre mi vestido en un intento sin sentido de suavizar algunas de las arrugas.

—Hugo espera un poco más lejos, observando para asegurarnos de que estamos a salvo —respondió ella.

—¿Y eso es todo?

—Sí.

Tenía algunas cosas que decir acerca de Macaire y del resto del Aquelarre.

Aquello era ridículo. No había forma de que Danaus, un par de Nightwalkers, y yo pudiéramos derrotar a todos los Naturi que acechaban esta isla. Con oportunidades como estas, los Naturi tendrían pocos problemas para romper el sello, e iba a tener que estacarlos en el proceso. Sin embargo, antes de que pudiera ventilar mi creciente irritación, Danaus habló.

—Tenemos que empezar a movernos. —Su profunda voz dejó a un lado mi enojo. Estaba en lo cierto. Éramos blancos fáciles de pie en medio de la pista de aterrizaje.

Sin más discusión, Penélope abrió el camino para dejar el aeropuerto y tuvimos que esperar a un taxi. En un momento u otro, los tres mirábamos por encima del nuestros correspondientes hombros. Esto colgaba sin palabras en el aire. Los Naturi estaban allí y nos estaban mirando. No estaba segura de por qué no habían atacado aún, y una parte de mí no quería saber la respuesta.

Penélope nos llevó a una pequeña casa en la plaza que ella había alquilado. El exterior estaba pintado de blanco y el techo era plano. Parecía que podría

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haber algún tipo de toldo que cubriera una parte del tejado, los inquilinos ofrecían un lugar para descansar al final del día y dando a la ciudad. Incluso después de todos los siglos, la influencia veneciana era todavía visible en la mayoría de los edificios. Durante un tiempo, Creta había sido controlada por los venecianos, que dejaron su arte y forma de arquitectura como una influencia omnipresente. Las ciudades como Chania y Heraklion todavía brillaban con la agonizante belleza de esa ciudad.

El interior de la casa era la típica estructura de Creta, con ventanas solamente a lo largo de la pared frontal, mientras que las otras paredes estaban cubiertas por telas con colores muy vivos y platos pintados. Un arco redondeado dividía la sala principal de la cocina y el comedor, mientras que los dormitorios estaban en la parte posterior, frente a la cocina de la casa. Una unidad de aire acondicionado ocupaba una de las pocas ventanas, gruñendo suavemente mientras expulsaba un flujo constante de aire frío. El aire se había enfriado por la noche hasta los setenta, pero la casa conservaba la mayor parte del calor de la tarde balsámica.

Era una casa considerablemente mayor que en la que yo había crecido, y obviamente, más moderna, pero había demasiadas similitudes en el diseño y el uso

del color.

Me

temblaban

las

manos

y

un

nudo

pareció

quedar

permanentemente atrapado en mi garganta.

Dejando caer mi bolsa de ropa al suelo, una vez más traté de empujar el pequeño recordatorio de que estaba en Creta fuera de mi mente y concentrarme en por qué había venido a la isla ahora.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Le pregunté, tratando de sonar amable a pesar de mis incipientes nervios y mi creciente frustración.

—Llegué a la isla unas pocas horas después de la puesta del sol —respondió Penélope. Ella me miraba con cautela desde el lado opuesto de la habitación.

Se puso de pie debajo del arco, con los brazos cruzados sobre el pecho—. He

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estado viviendo en Atenas durante casi un siglo y vengo a Creta durante la temporada de verano por los turistas.

—¿Perteneces a Hugo o Macaire lo envió a él también? —Me acerqué a un sofá que se enfrentaba a la esquina de una chimenea hecha de piedras pequeñas colocadas en un interesante mosaico. Sentándome en el respaldo del sofá para poder enfrentar al Nightwalker, crucé el tobillo izquierdo por encima del derecho.

—Macaire lo envió —respondió Penélope—. ¿Es cierto que detuviste a los Naturi en Stonehenge? —Ella no hizo ningún intento de ocultar su escepticismo cuando me disparó eso antes de que pudiera seguir interrogándola.

La sonreí y me froté los nudillos de mi mano derecha en la parte delantera de mi vestido, como sacando brillo a mis uñas. Sosteniendo mi mano delante de mí, mis dedos fueron envueltos instantáneamente en fuego azul.

—Tengo un par de trucos en la manga. —Como esperaba, Penélope dio un paso hacia atrás, pero se detuvo y regresó rápidamente al lugar en el que había estado de pie, decidida a no dejarse intimidar.

—Vas a necesitarlos —comentó Danaus.

—¿Cuántos? —Le pregunté, extinguiendo el fuego al instante. Mi diversión había terminado. Teníamos que volver a trabajar. Teníamos que averiguar dónde estaban exactamente nuestros adversarios y la forma de derrotarlos.

El poder de Danaus pasó más allá de mí, mientras se movía fuera la casa y a través de la isla. Sus ojos permanecían abiertos mientras buscaba en Creta, pero su enfoque no estaba en nadie en la habitación.

—Un par de docenas. Menos que en Inglaterra —dijo.

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Dayhunter

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Jocelyn Drake

Me sorprendió. Ellos habían puesto en escena un enorme ataque en Themis, enviando más Naturi contra nosotros de los que pensábamos que habitaban la tierra entera. ¿Habríamos reducido seriamente sus números hasta el punto de que podrían correr el riesgo de no hacer un importante asalto, sin tener en cuenta la importancia del evento? Uno puede tener esperanza.

—¿Dónde están?

La mirada de Danaus se enfocó mientras dirigía sus ojos azules hacia mí.

—No conozco esta isla.

—¿Ayudaría un mapa? —Preguntó Penélope con una voz tan dulce que me puso de los nervios.

—Sí —espeté antes de que pudiera responder Danaus—. Encuentra uno.

Después de lanzarme una mirada desagradable, Penélope se precipitó fuera de la sala, desapareciendo en la cocina mientras se dirigía hacia la parte posterior de la casa. Un resoplido de Danaus me hizo volver la vista atrás hacia él.

—¿Qué te pone en tal estado de ánimo? —Preguntó.

—Sólo quiero hacer esto y largarme de aquí —gruñí, ya ni siquiera trataba de controlar mi temperamento.

Para mi sorpresa, su expresión se suavizó. Esto me molestó. No quería ver la simpatía o la piedad de los cazadores. Lo quería enojado o molesto, o cualquiera de los otros estados de ánimo que me había acostumbrado a ver en su rostro. Un momento después sentí un toque leve en mi cerebro, como una mano tentando a ciegas en la oscuridad.

Quizá sea hora de que te enfrentes a tu pasado. El sonido de los pensamientos de Danaus hizo eco en mi mente, él se estaba haciendo bastante bueno en hablarme telepáticamente. Habían pasado un poco más de veinticuatro horas desde la última vez que había empujado sus poderes en mí, pero se hacía más

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Dayhunter

fuerte

nuestra

Saga Dark Days

conexión

cada

vez

Jocelyn Drake

que

lo

hacía.

Al diablo con mi pasado. Este no es el momento para todo este freudanismo.

Encontremos a los Naturi y detengámoslos. Eso es todo, le lancé mentalmente.

Danaus no respondió, pero pude sentirlo riéndose de mí, algunos silenciosos ruidos de risa pasaron a través de su mente y cayeron en la mía.

Pero la sensación cesó ante el sonido de movimiento de la manilla de la puerta delantera. Un cuchillo pareció aparecer mágicamente en la mano Danaus mientras él se volvió para enfrentar al que estaba entrando en la casa. Me levanté, con mis rodillas ligeramente flexionadas, lista para cualquier cosa. Los dos escaneamos la casa al mismo tiempo para encontrar a un Nightwalker. Sin embargo, ninguno de los dos se relajó cuando entró en la habitación con las manos y las palmas hacia arriba y extendidas.

Hugo fue construido como un refrigerador monstruoso. El Nightwalker podría haber causado un eclipse lunar si por casualidad pasara por delante de la luna.

Sus hombros eran anchos, adelgazándose hasta una cintura y cadera estrecha antes de dividirse en las piernas que parecían troncos de árboles. Podría palmear fácilmente una pelota de baloncesto con una de sus grandes manos.

Hubiera dado un paso atrás si mi muslo izquierdo no estuviera ya contra el respaldo del sofá de color amarillo pálido. Nunca había visto un vampiro tan grande como Hugo. El único alivio que sentí fue el hecho de que no era muy viejo, menos de un siglo.

—¿Hugo? —Pregunté con voz dura.

—Ja —[N.t: significa ―Sí‖ en alemán.] gruñó, bajando las manos.

Una maldición se levantó en la parte de atrás de mi garganta, pero me la tragué de nuevo. Hablaba sólo una pizca de alemán y había pasado mucho tiempo desde que había intentado hablarlo.

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—¿Sprechen Spanisch Sie?— [N.t: en alemán: ¿hablas español?]

—Ja —me respondió, para mi alivio inmediato—. ¿Mira?

—Ja —dije, tratando de igualar su gruñido y no consiguiéndolo del todo.

Estuve de acuerdo en que necesitaba ensayar.

—Cazador. —La boca de Hugo se retorció en una mueca mientras miraba a Danaus.

—Me alegro de que hayamos hecho las presentaciones. Ahora, si podemos volver al trabajo, nosotros…

El sonido de los tacones de Penélope cliqueando en el piso mientras regresaba a la cocina me detuvo. Ella abrió lo que parecía ser una guía de viajes para la isla de Creta y desenrolló un colorido mapa de la parte posterior.

—¿Alguno de vosotros había visto o encontrado algún Naturi desde su llegada a la isla? —Les pregunté mientras caminaba hacia el lugar donde había extendido el mapa sobre la mesa.

—No, pero ninguno de nosotros ha estado en la isla mucho tiempo —dijo Penélope, sacudiendo su cabeza, su pelo negro cayó hacia abajo alrededor de su cara, casi tapándole los ojos. Por primera vez desde que nos encontramos con ella, vi un destello de miedo cruzarle la cara.

—Danaus —llamé, mirando por encima del hombro hacia el cazador, así no tenía que mirar a Penélope por más tiempo. Puse mi dedo sobre Heraklion, que estaba en la parte noreste de la isla—. Aquí es donde estamos. ¿Dónde se esconden los Naturi? ¿En la ciudad o más lejos? Él se movió detrás de mí para poder ver el mapa, pero al mismo tiempo no estaba completamente dada la vuelta hacia Hugo. No tenía especial interés en dar la espalda a vampiros tan enormes, pero si Hugo sabía que estaba

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nerviosa por su descomunal grandeza masiva, nunca seguiría mis órdenes. Y ahora yo lo necesitaba para que me siguiera sin lugar a dudas.

Una vez más los poderes de Danaus fluyeron de su cuerpo, pasando a través de mí como un viento cálido, amenazando con barrer mi alma de mi cuerpo y arrastrarla por toda la isla.

—Más

allá

—murmuró—.

Ninguno

está

en

la

ciudad

en

este

momento.

—¿Él… Él puede sentirlos? —Preguntó Penélope con voz vacilante.

—Mmm... él sabe todo tipo de trucos ingeniosos. —Una sonrisa oscura se levantó de las comisuras de mi boca. El Nightwalker dio un paso atrás de la mesa, con los dedos de la mano izquierda encrespados en un puño. Miró por encima del hombro a Hugo, pero no cogí su expresión. Danaus había levantado su mano derecha, moviéndola de Heraklion hacia el oeste.

—Están todos reunidos en un solo lugar —continuó, con su mano cerniéndose sobre una parte relativamente amplia de la isla.

Me apoyé más cerca para leer la letra pequeña en el mapa.

—¿Puedes tener una idea de la región? ¿Tiene una sensación de verde? ¿Montañosa?

—Mira, mis poderes no son tan exactos —continuó, mientras la mano se movió un poco hacia atrás, hacia el oeste—. No percibo la tierra, sólo al Naturi.

—¿Qué pasa con los seres humanos? —Preguntó Penélope, dando un tentativo paso más cerca de nuevo—. Si están en el valle de Amari, hay otros pueblos allí. La gente estaría cerca de los Naturi.

—No, no hay seres humanos. No por un buen trecho.

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—Entonces ellos están en el monte Idi —dije, enderezándome de donde yo estaba inclinada sobre la mesa. Miré a Penélope mientras ella se enderezó y, frunciendo el ceño juntó sus labios en una delgada línea.

—Toda esa zona está salpicada de cuevas —dijo ella, agitando una mano sobre esa parte del mapa—. Los Naturi podrían estar escondidos en cualquier parte y nos llevaría varias noches eliminarlos a todos.

—No tendrás que hacerlos salir —le dije—. Estarán en el Palacio de Knossos en dos noches.

—¿Quieres que esperar dos noches y luego coger a todos los Naturi a la vez?

—Preguntó Hugo de donde aún estaba de pie en la sala de estar—. Me dijeron que matara a un Naturi llamado Rowe. ¿Cómo voy a llegar a él si está rodeado de sus hermanos? Sólo somos cuatro.

El acento alemán de Hugo era muy espeso y no ayudaba su creciente ira.

Además, había tardado un par de segundos en averiguar lo que estaba diciendo.

—¡Espera! ¿Quieres decir solo somos estos? ¿Nadie más va a venir? —Gritó Penélope, golpeando sus dos palmas abiertas sobre la mesa—. Nunca estuve de acuerdo en una misión suicida. Los cuentos de la batalla del Machu Picchu, hablaban de cientos de Nightwalkers. ¿Por qué somos los únicos?

—No lo sé. ¿Cabreaste a Macaire o al resto del Aquelarre recientemente? —Le pregunté. Iba a decir algo más, pero mi teléfono móvil comenzó a sonar, todo el mundo guardó silencio impresionantemente.

Abandonando al resto del grupo y entrando en la sala de estar, me subí mi vestido y cogí mi teléfono de donde lo había atado en la pierna. Sin bolsillos.

La pequeña pantalla LCD reveló que era mi número de teléfono de mi casa en Savannah. Sólo había un par de personas que podrían llamarme desde ese número.

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—¿Quién es? —Exigí.

—Gabriel ha dicho que querías que llamara —respondió una voz suave que hizo que inmediatamente mis manos comenzaran a temblar. Era Tristan. Estaba despierto y seguro. Por una vez, algo había salido bien.

Le di la espalda al grupo y encorvé de hombros como si pudiera desaparecer de su vista. Incluso fui tan lejos como para bajar la voz, aunque sabía que todos podían oírme con claridad. No importaba. Necesitaba este momento privado con Tristan para resolver mis propios nervios.

—¿Estás bien? ¿Viste a Gabriel? —Le pregunté, muerta de vergüenza por mis propias preguntas. Sonaba como una madre preocupada, sobreprotectora.

Sonaba como Sadira.

—Dijo que después de te llamaría. ¿Sigues en Venecia? ¿Y los Naturi? Todavía puedo…

—No, estoy en Creta —le interrumpí, y al instante deseé no haber usado un tono tan áspero—. Deberíamos haber limpiado todo esto en un par de noches.

Estaré en casa en tres o cuatro noches, y entonces podremos... encontrar una solución más permanente para tí...

Un pesado silencio llenó el aire. No podía adivinar lo que estaba pensando. O bien dudaba de que fuera a volver, o se sentía insultado por la idea de que ya estuviera buscando deshacerme de él como un montón de equipaje no deseado.

Nunca había querido a una familia por esa misma razón. No quería a nadie bajo mis pies y no sabía qué hacer con alguien una vez que estaba en mi vida.

—Debo dejarte —murmuró Tristan.

—¡Espera! Yo... Si no sabes de mí en la próxima semana, yo... quiero que busques a un Nightwalker llamado Knox. El... me ha ayudado alguna vez y...

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—tartamudeé con torpeza. Era como decirle a mi pariente más cercano donde encontrar mi voluntad. No tenía dispuesto nada, no había hecho preparaciones para Tristan si algo me ocurriera. Estaría por su cuenta en un país extranjero.

Pero al menos por ahora estaría lejos de Sadira y del Aquelarre.

—Lo entiendo. Voy a estar bien. Ten cuidado de Rowe —dijo, y colgó antes de que yo pudiera decir algo verdaderamente estúpido.

Después de regresar el teléfono a su lugar en mi pierna, me di la vuelta alrededor para encontrar a todos mirándome. Hugo parecía un poco aturdido, mientras que Penélope estaba pura y simplemente con aire satisfecho. Por otro lado, la expresión Danaus estaba en blanco. Pero claro, él sabía quién había llamado. Sabía por qué Tristán estaba al otro lado del mundo.

—Como iba diciendo —dije, tratando de ignorar el rubor que estaba segura manchaba mis pómulos—, no necesitamos a nadie más. Los números de los Naturi son menores. Estamos saltando lejos en sus filas y continuaremos haciéndolo hasta que finalmente lleguemos a Rowe.

—Pero…

—Vamos a planificar una serie de incursiones para mañana por la noche en base a su ubicación —presioné, cortando a Hugo antes de que pudiera discutir—. Podemos tratar de acabar con ellos antes de la luna nueva.

—Puedo hacer algunas de exploración durante el día —se ofreció Danaus. Abrí la boca para discutir cuando el teléfono volvió a sonar.

—Por los dioses, Mira —se burló Penélope—. Contrata a una niñera.

Me volví de espaldas a ella, negándome a hacer comentarios mientras agarraba mi teléfono. Sin embargo, el número era diferente esta vez, ya que no recordaba haberlo visto antes. Pocos tenían mi número, y los que lo conocían sólo llamaban en caso de emergencia.

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—¿Quién es? —Exigí.

—¿Mira? —Respondió una voz asustada—. Soy James. James Parker. Nos reunimos unos cuantos días... er... Hace noches. Estando en Themis.

—Sí, me acuerdo de ti, James —le dije mientras me volví a mirar al único otro miembro Themis en la sala. No tuve que preguntar cómo James había conseguido mi número. Danaus había utilizado el teléfono para llamarle hace días—. Estoy un poco ocupada ahora mismo.

—En realidad, estoy buscando a Danaus. Ya ves, estamos aquí y tenemos que saber dónde…

—¿Qué? —Exclamé, mis pensamientos que se detuvieron en seco—. ¿Qué quieres decir con ‗aquí‘? ¿Dónde es ‗aquí‘? ¿Y quién es ese 'nosotros'? —Fue entonces cuando lo sentí. La primera lágrima de la noche. Teníamos menos de una hora antes del amanecer y todavía necesitaban un lugar seguro en contra de la luz del día y los humanos—. No importa. —Caminé indignada a través de la habitación, poniéndole de un golpe en la mano el teléfono abierto a Danaus.

Apoyada en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho, observé mientras él se paseaba lentamente lejos de nosotros. El cazador rápidamente dio a su asistente las instrucciones de establecerse en un hotel y le dijo que iría allí después del amanecer. Todos estábamos escuchando a escondidas

la

conversación. No había tal cosa como la privacidad cuando un Nightwalker estaba en la habitación.

Me sorprendió escuchar que James había viajado a Heraklion con la intención de ayudar a Danaus. Habíamos tenido contacto con él antes de salir de Venecia, esperando en Themis para confirmar que Creta sería el siguiente lugar del sacrificio, ya que no confiaba en que el Aquelarre nos dijera la verdad. Esa era parte de la razón por la que habíamos retrasado el vuelo, esperando a que la pequeña sociedad investigadora se pusiera en contacto con todos sus agentes de campo en las doce localidades.

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Pero me quedé sin palabras cuando James reveló que Ryan había venido a Creta también. El brujo de los ojos dorados era un problema. Podría haber escapado temporalmente de las intrigas y la tortura de la secta, pero tenía que enfrentar ahora con un ser humano muy poderoso con una agenda que todavía tenía que entender.

—¿Qué es eso de Themis? —Preguntó Penélope en voz baja, dando un par pasos más cerca de mí.

—La ayuda que estabas buscando. —Mi mirada volvió a Danaus cuando terminó la llamada. Había estado con el cazador cada momento desde que había hablado con Macaire, oído ambas de sus conversaciones con James. Él aún no había hablado del pacto del Aquelarre con los Naturi. Pero ahora había previsto reunirse con Ryan sin mí. ¿Se

lo

dirás?

Le

pregunté

cuando

sus

dedos

rozaron

mi

mano,

al

regresarme mi teléfono.

Tengo que hacerlo.

No lo hagas. Todavía no. Decirle eso sólo iniciará una guerra.

Y si no, todos podríamos estar en peligro, agregó, frunciendo el ceño.

Sin embargo, la mirada de sus ojos me dijo una historia diferente. Estaba preocupado e inseguro. Lo pude ver y sentir en las emociones luchando entre nosotros.

Sólo dame una noche más. ¿Por qué?

Necesito más tiempo para pensar. Tiene que haber una manera mejor. Por favor.

Aplazarlo no nos ayudará.

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Compraríamos una noche más sin una guerra entre todas las razas. ¿No es suficiente que estemos luchando contra los Naturi?

Después de un momento, en voz baja Danaus gruñó y se alejó de mí. Había comprado una noche más. Confiaba en él para que mantuviera su palabra, a pesar de que en realidad no habíamos hablado en absoluto. El caos estaba girando alrededor de nosotros y teníamos que andar con cuidado si teníamos la esperanza de proteger todo lo que habíamos llegado a valorar en este mundo.

Y yo tenía una oscura sospecha de que iba a recibir un solo disparo en todo esto.

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CAPÍTULO 21

Traductoras.- Rihano, ♫♪madeleine♫♪, Virtxu y Eli25 Correctora.- Virtxu

adie

estaba

feliz

la

noche

siguiente

cuando

finalmente

abandonamos el hotel de Ryan. Danaus no quería dejarme sola con Ryan; este no quería a Danaus emparejado con Penélope; ella no quería que la dejaran sola con el cazador; y James no quería que le dejaran en el hotel. Solo Hugo no expresaba su molestia, pero por su expresión, podía decir que no quería irse después de todo. Por el momento la discusión se había detenido, estaba lista para dejarlo todo atrás. Sin embargo, aún no estaba tan loca.

Después de esperar a que Rayn cambiara sus pantalones de vestir por un par de vaqueros gastados, tomamos un diminuto taxi al Palacio de Knossos.

Danaus ya había confirmado que los Naturi dejaron las montañas y se aproximaban a la ciudad. No obstante, debido a su falta de familiaridad con el área, aún no podía decir si ellos habían llegado a las ruinas minoicas.

Froté mis ojos, tratando de empujar a un lado algo de la tensión que zumbaba a través de mí. No me sentía descansada. Creta estaba acabando con mi paz mental. Mi sueño había estado lleno con pesadillas sobre escapar de una mafia furiosa, mi padre peleando para salvarme, solamente para ser asesinado.

Añadido a esto, conocía muy poco acerca del brujo que se sentaba junto a mí.

Nos habíamos conocido solo hace unas pocas noches al regresar al Complejo

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de Themis en Inglaterra. De seguro, técnicamente estábamos del mismo lado ahora, pero le había ordenado a Danaus matarme hace algún tiempo. No estaba completamente segura si la orden simplemente había sido suspendida hasta que este pequeño problema de los Naturi fuera solucionado.

Estaba más que curiosa por descubrir porque Ryan había venido a Heraklion.

Por supuesto, desde que me había reunido durante mi breve visita al complejo, Themis no estaba exactamente haciendo progresos con los usuarios mágicos. Él podía haber sido el único con suficiente poder y habilidad para ser de ayuda… no que esto me hiciera sentir mejor. Pero por ahora tenía una presión más con las preguntas golpeando contra la parte de atrás de mi cerebro.

—¿Qué se adueñó de ti para traer a James? —le pregunté, tratando de no sonar demasiado casual.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ryan, positivamente rezumando inocencia.

Su perpetua sonrisa creció en sus labios, burlándose de mí.

—Él no es como nosotros. Estás poniendo en peligro su vida. —Solté en voz baja. No había duda de que el conductor del taxi podía escucharnos, solo esperaba que su inglés no fuera bueno. O al menos, que pensara que éramos un par de turistas locos—. Él no necesita estar aquí.

—Eso es sorpresivamente dulce de tu parte, Mira —dijo, su fachada de inocencia nunca cedió—. No hubiera esperado eso.

—¡Oh, presiona, Ryan! —gruñí, enseñándole mis dientes apretados—. Tú no eres tan denso.

La sonrisa permaneció en su cara delgada y sin edad, pero se fue apagando de sus dorados ojos mientras bailaban sobre mis rasgos. Me observó con una escalofriante intensidad antes de finalmente tomar aliento para hablar.

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—Lo traje por tres diferentes razones. Primero, es el asistente de ambos, de Danaus y mío. Nos ayudará en cualquier asunto que nosotros no seamos capaces de abordar mientras estamos investigando nuestro problema actual.

Era una razón. No creí que fuera una razón particularmente buena. Charlotte Godwin era mi asistente humana en Savannah y cuidaba de los problemas diarios de manejar mis intereses financieros y los preparativos de mis viajes, que generalmente necesitaban ser abordados durante las horas del día.

—Segundo, James ha estado con Themis durante varios años —continuó—, pero ha tenido muy poca experiencia de campo. Pensé que ésta sería una buena oportunidad.

—Podrías haberlo involucrado en algo menos peligroso —critiqué, sacudiendo mi cabeza hacia él. Mientras nos deteníamos en una intersección, me moví hacia delante en mi asiento con el fin de poder dirigirme al taxista—. ¿Qué tan lejos está Knossos? —pregunté en un entrecortado griego cretense. A pesar de todos los años que había estado fuera, mi conocimiento del lenguaje no se había desvanecido de mi cerebro, o así había esperado. Sin embargo, mi dialecto estaba arcaico. Era poco probable que cualquiera fuera capaz de entenderme. No obstante, después de escuchar a otros, había aprendido lo suficiente para conseguirlo. Indudablemente, sonaba como una turista.

—Menos de un kilómetro —dijo el taxista, mirándome sobre su hombro. Era un caballero anciano con cabello blanco y una cara marcada por el tiempo y el sol.

—Déjenos aquí —dije, sacando unos pocos euros del bolsillo frontal de mis pantalones de cuero. Había cambiado lo último de mis libras egipcias en euros en el Cipriani antes que Danaus y yo voláramos. No tenía mucho conmigo pero suponía que conseguiría más durante el próximo par de noches. Más allá de eso, yo tendría que sobrevivir a nuestro siguiente encuentro con los Naturi antes de preocuparme por mi flujo bancario.

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El conductor parecía querer discutir, pero se tragó su comentario cuando escuchó como Ryan salía del carro. Él no había estado demasiado seguro sobre llevarnos al palacio a esta hora tan tarde, pero con un ligero empuje mental, lo manejé

para

convencerlo

de

que

nos

llevara

de

cualquier

forma.

Habíamos dejado la ciudad de Heraklion detrás y entramos en el lado montañoso del país lleno con viñedos y huertos de olivos. De un rápido vistazo a la región, estaba aliviada de encontrar muy pocos humanos en el área. No tenía que preocuparme demasiado acerca de ser descubierta o encontrarme con alguien en una batalla mortal. El problema con muchos de los tan llamados lugares sagrados, era que ellos eran ahora en su mayoría atracciones turísticas, dejando el área profusamente rodeada por tiendas, restaurantes y hoteles para cansados viajeros cargados con demasiado efectivo.

Ryan y yo esperamos silenciosamente en la oscuridad hasta que vimos al taxista dirigirse hacia Heraklion y a la relativa seguridad de la ciudad antes de regresar y dirigirnos al camino vacío hacia las ruinas Minoicas. Danaus y Penélope habían agarrado un taxi diez minutos antes que nosotros, para dirigirse al sur del palacio antes de salir y caminar de regreso hacia las ruinas.

Hugo tomó un taxi solo y estaría llegando al palacio desde el este. Si no los podíamos detener, nuestro objetivo era al menos conducir a los Naturi de regreso hacia las cuevas del Monte Idi y lejos de cualquiera de las grandes ciudades y pueblos en el área inmediata. Era una solución temporal en el mejor de los casos si no podíamos destruirlos a todos.

Por primera vez desde que me convertí en un Nightwalker, sentía la oscuridad como un peso físico presionando sobre mis hombros, más que la presencia calmante que siempre había sido, la violenta Oscuridad recuerdos de miedo y odio ocultos detrás de cada árbol. La muerte de mi madre, los hombres que asesiné… todos como fantasmas esperando por un momento de debilidad antes de golpearme. Con mis puños apretados a mis costados, luchaba por mantenerme concentrada en la tarea que se me presentaba y en el potencial oponente a mi lado.

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—Dijiste que había tres razones para traer a James —le dije a Ryan, resumiendo nuestra conversación más temprana en el carro después de que habíamos caminado en la oscuridad por unos pocos minutos—. ¿Cuál era la tercera razón?

Permaneció en silencio por un largo tiempo, hasta que estuve segura de que no iba a decírmelo todo. Soltó un profundo suspiro y sus manos pararon de balancearse perdidamente a sus costados. —Algo ha sucedido, y James, siendo el compañero responsable que es, siente que debería ser él quien te lo diga.

—¿Por qué tengo la sensación de que no quiero que me lo diga?

—Por lo menos, mejor que no te lo dijera en persona. Temo que eres del tipo que dispara al mensajero —indicó Ryan, ladeando su cabeza a un lado mientras me miraba.

—No maté a Danaus cuando me dijo lo de los Naturi. Pensaría que sería prueba suficiente. —Introduje mis manos en mis bolsillos traseros, mis ojos se deslizaron lejos del brujo a mi lado, hacia las líneas de árboles y colinas que crecían alrededor del tortuoso camino. Tenía la Browning que Danaus me había dado en una pistolera en la parte baja de mi espalda, y estaba lista por si cualquier cosa tan siquiera cambiaba. Lo único en el área inmediata que podía sentir era a Ryan, y esto me estaba volviendo loca. El aire aún estaba, con el olor a tierra y flores silvestres. Se sentía como si el mundo estuviera conteniendo su respiración en anticipación a la inevitable batalla.

—Necesitas a Danaus vivo —respondió—. Además, no estoy completamente seguro de que puedas matarlo.

Me tragué el primer comentario mordaz que me nacía para guardarlo y seguir adelante sin parar. Él estaba tratando de distraerme, pero no había razón para no dejar escapar el cebo. —¿Vas a decirme o vas hacer que tenga que dirigirme a donde James más tarde esta noche?

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—Michael está desaparecido —dijo suavemente.

Suspiré, el sonido se oyó apenas por encima del rasgado de mis botas por alguna grava suelta sobre el camino. —Michael no está desaparecido. Está muerto.

—Sí, lo sé. Gabriel nos lo dijo. —Ryan se paró y lo miré. El cabello blanco del hombre enmarcaba su cara delgada, creando un extraño contorno para las sombras que llenaban los huecos de sus mejillas—. No pudimos encontrar su cuerpo.

Mi temperamento instantáneamente estalló y di un paso hacia él. Era un esfuerzo mantener mis manos lejos de su garganta, pero tuve éxito. Había un hormigueo de magia en el área viniendo desde mi poderoso compañero, y no tenía duda que podía enviarme volando a través del camino sin parpadear.

Pero esta horrible noticia disminuía el peligro del brujo. Michael había sido uno de mis ángeles guardianes por varios años. Había sido un capaz y dedicado guardaespaldas; un dulce caballero y amante considerado. Había cuidado de mí durante mis horas de día y hecho frente conmigo contra los Naturi, quiénes había tomado su vida físicamente. Recientemente, me di cuenta que lentamente había estado robando su vida a otro nivel, y los Naturi habían robado mi oportunidad de arreglarlo con él alguna vez. ¿Pero ahora esto? ¿Perdido? ¿Un cadáver perdido?

—¿Qué significa? La noche del ataque, lo dejé en el salón del frente. ¿Qué hicieron con él? —grité, sin preocuparme de si llamaba la atención de cada Naturi en el área. Michael se merecía algo mejor que esto. Necesitaba llevarlo a casa donde finalmente pudiera descansar.

—No pudimos encontrarlo. Lo conocía. James lo conocía. Gabriel estaba allí.

Buscamos en cada pulgada de la mansión y toda el área alrededor del Complejo. No estaba allí. —Dijo Ryan calmadamente. Colocó sus grandes

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manos sobre mis hombros, apretando suavemente. El pequeño consuelo alivió algo de la tensión entre ellos, pero no podía destrabar mi mandíbula.

—¿Quién? —susurré con una voz estrangulada—. ¿Quién era él?

—Mira… —se detuvo de nuevo y lamió sus labios resecos—. El Naturi estuvo sobre todo el primer piso de la mansión…

—¡No! —Salté alejándome de él, caminando hacia el otro lado del camino mientras agitaba mi cabeza negando. Mis manos estaban agitándose. La sola idea de cualquier Naturi tocando el cuerpo sin vida de Michael me llenaba de un fuego sin sentido e irracional—. ¡Absolutamente no! ¡No! No necesitan su cuerpo. ¿Por qué lo harían?

—Para atraparte.

—No, no te creo. Tú lo tienes.

—¿Por qué? ¿Así puedo señalar a los Naturi y conseguir que los odies más? — agregó, con su voz aumentando—. Eso es imposible. De acuerdo a Danaus, tu odio a los Naturi es sin límites y eterno. No hay nada que pueda hacer para incrementar eso.

Regresé cruzando el camino hacia Ryan, con mis dedos apretados en temblorosos puños. El deseo de incendiar los campos aledaños me estaba abrumando, como una tetera de agua hirviendo pidiendo disminuir algo del vapor antes de que este rebose.

—¿Por qué? —gruñí.

—No sé quien tiene a Michael, pero no importa. Como dices, está muerto. No hay nada que puedan hacerle ahora.

Sí, la lógica decía que Michael estaba en un mejor lugar y que su cuerpo vacío no era importante. Pero lo necesitaba. Necesitaba enterrarlo en la parcela de tierra que había sido reservada a mis guardaespaldas. Durante mi siglo en los

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Estados Unidos, había sobrevivido a otros pocos guardaespaldas y asistido a sus entierros ya que no habían tenido otra familia. Michael pertenecía a ellos y a mí, de regreso a casa en Savannah. En el único lugar donde podía velar por él.

Volviéndome, reanudé nuestro camino hacia el palacio. Ryan me alcanzó después de un par de segundos. No sabía si creerle. No tenía sentido para mí que cualquiera en Themis o cualquier Naturi tomara a Michael, pero sabía que esto regresaría a atormentarme algún día.

Habíamos estado caminando colina arriba y podíamos ver ahora el valle esparcido alrededor nuestro, salpicado con granjas y viñedos en la distancia.

Mientras el camino se curvaba a la izquierda, la línea de árboles se separaba ante nosotros, revelando el primer atisbo de las ruinas del palacio. De lo que podía

ver,

era

enorme.

Como

una

ciudad

dentro

de

otra.

Pero algo faltaba. Unos pocos minutos más tarde mis pasos se volvieron más lentos mientras nos aproximábamos a las ruinas Minoicas. Sostuve mi mano derecha delante de mí con mi palma abierta. Había una energía creciendo en el aire, diferente al hormigueo eléctrico que sentía emerger de Ryan. Esto era diferente; caliente y espeso, como si fuera una cosa viva creciendo en estatura y sustancia.

—¿Puedes sentir eso? —susurré, arrastrando mis pies hasta finalmente detenerme. Mantuve ambas manos delante de mi cuerpo, sintiendo el aire como si presionara contra una criatura sólida, aunque el área, delante de mí, estaba vacía.

—Sí, una energía —respondió. Parado al lado mío, su mano izquierda ondeaba lentamente a través del aire ante él—. ¿Sentiste esto en Stonehenge?

—¿Sentí esto en Stonehenge? —Cuando llegué al antiguo lugar, mi cuerpo aún estaba dañado por el dolor de Danaus apropiándose de mis habilidades y de mi cuerpo para sus propios propósitos. No podía pararme y cada pulgada de mí

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había gritado en agonía. Hubo un nivel de dolor en el aire, pero mis sentidos estaban tan nublados que no estaba segura de cuál de los sentimientos estaba relacionado con Stonehenge y el aumento de poder de la tierra.

—Creo, no estoy segura —contesté evasiva, forzando a mis pies finalmente a reanudar su firme aproximación. Mi mano cayó a mi costado donde flexioné mis dedos ansiosamente unas pocas veces como si relajara los músculos. El poder en el aire estaba construyéndose—. ¿Puedes sentir si la energía alcanzará el máximo esta noche o mañana en la noche? —pregunté lanzándole una mirada.

—Ni idea —alzó sus amplios y estrechos hombros antes de mirarme—. No soy un usuario de la tierra.

Frunciendo el ceño, me detuve ante un tramo de escaleras agrietado y desmoronado que subían al palacio. Esencialmente habían dos tipos de magia: tierra y alma, a lo cual también se referían como magia de sangre. La mayoría de los usuarios mágicos trabajaban ambas, pero todos eventualmente se especializaban en una o en otra.

Ambos lados podían hacer las mismas cosas, pero cada estilo de magia tenía sus propios requerimientos y limitaciones.

Y además estaba Rowe. Como un Naturi, naturalmente era un usuario de magia de tierra fuerte, pero igualmente parecía experto tejiendo magia de sangre, dado que había resuelto el problema de organizar una cosecha en Egipto hacia menos de una semana. Esto habría sido mucho más fácil si el Naturi retuviera la magia de tierra y el bori la magia de la sangre. Entonces una persona sabría exactamente donde estaba parada cuando la mierda salpicara.

Con un pie en la escalera, extendí la mano y escaneé la zona. Danaus y Penélope estaban aproximadamente al sur de nosotros, aproximándose lentamente, mientras que Hugo estaba en posición hacia el este.

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Lamentablemente, de nosotros cinco, solamente Danaus podía sentir a los Naturi. Estábamos esperando a que disparara la señal de que estaban aquí si nadie reaccionaba primero.

Subida en lo alto de la escalera, me detuve, agazapada, presionando las manos contra las piedras desgastadas. El palacio fue construido por encima de la colina sobre la que estaba. Si yo caminaba sobre las ruinas, me destacaría como un objetivo fácil para cualquiera de los Naturi. A pesar de la oscuridad de la noche, pude ver fácilmente entre las espesas sombras. Las únicas formas que podía distinguir eran las columnas y trozos de piedra rota. El área parecía un

lugar

abandonado,

pero

yo

lo

conocía

mejor.

Enderecé mis hombros y apreté los dientes. El impulso de la energía en la zona había crecido un poco más fuerte mientras subía las escaleras. Un latido se había iniciado en mis sienes y pude sentir la presión de la construcción en la base de mi cráneo. Por una razón totalmente nueva, había empezado a esperar que esta batalla no fuera demasiado larga. El dolor comenzó a ser una distracción, y no estaba segura de cómo iba a afectar a mi capacidad de controlar mis poderes.

Ryan estaba hacia abajo de modo que estuviera sentado frente a mí en la escalera, su cuerpo se mantenía

abajo en el suelo. No estaba segura de lo

bien que su vista estaba en el terreno de juego-negro, pero supuse que conocía a un hechizo o dos para que fueran mejor que los del humano promedio.

—¿Danaus te ha dicho algo sobre Rowe? —Susurré, llamando la atención del brujo de cabellos blancos de nuevo a mi cara. Él asintió con la cabeza, así que seguí caminando lejos al pensar que le molestaba. ¿Con qué frecuencia me encontraba en compañía de un brujo antiguo con montones de información mágica hacinados en su cerebro?— Él es diferente. Marcado. Cabello oscuro, ojos oscuros. A diferencia de los otros Naturi. ¿Es por la magia?

Ryan pareció dudar un momento antes de que asintiera con la cabeza.

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—Está contaminando la magia por lo que se está contaminando a el mismo — finalmente respondió en voz baja—. Está usando el poder de la tierra para alimentar los hechizos de sangre.

Me miró fijamente en silencio durante un largo minuto—tenía en el pelo blanco como la nieve y los ojos dorados, características que nunca había visto en otro ser humano en todos mi seiscientos años—finalmente expresó el pensamiento que los dos sabíamos que estaba flotando a través de mi la cabeza.

—Lo contrario de lo que has hecho tú. Ha manchado la tierra, alimentando los hechizos con magia de la sangre.

La sonrisa perpetua que parecía perseguir la cara de Ryan se desvaneció y su expresión se volvió completamente ilegible. No había leyes contra lo que él y Rowe estaban haciendo. Sin embargo, tenía entendido que la mezcla de estilos era peligroso y mal visto.

—Este no es el momento de esta conversación —dijo Ryan en un tono frío.

—En realidad, lo es —le corregí, con una amplia sonrisa. Me incliné ligeramente más cerca y puse la mano sobre su muñeca—. Sabes de hechizos sobre la tierra. Tienes abundante energía fluyendo de la tierra. Úsala. Haz algo aquí y ahora. Lo que sea. Él se echó atrás, con su boca formando una línea. —Los hechizos de la tierra que sé no son para ser utilizados a la ligera, y mi fuerza no está en utilizar la energía de la tierra. Sería demasiado peligroso.

—¿Más peligroso que permitir que los Naturi completen su sacrificio aquí mañana por la noche? —Exigí, mi voz brevemente más alta—. ¿Si votas aquí algo ahora, no lo desviara parte del poder? ¿No podría alterar su capacidad para romper el sello?

El brujo miró hacia otro lado, la mirada perdida a través de las ruinas. Su ceño fruncido en el pensamiento como se dio la vuelta ante mi argumento. Mi

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comprensión de cómo la magia era bastante rudimentaria trabajado, parecía encajar lógicamente. Si usamos la magia aquí antes de los Naturi, el poder de la tierra se disiparía y pasaría a la siguiente ubicación. Es sumamente improbable que los Naturi fueran capaces de encontrar la ubicación siguiente antes de la luna nueva de mañana por la noche. Tendrían que esperar hasta el equinoccio de otoño de más de un mes. Eso nos daría tiempo suficiente para cazar a Rowe y destruirlo.

—Hay otro problema —afirmó Ryan después de un par de minutos—.

Independientemente de la explicación de la tierra que he hecho, yo tendría que empezar con la magia de sangre y luego cambiar a la magia la tierra.

—¿Puedes hacer eso? —Le pregunté, ganando una sonrisa petulante mientras la risa bailaba en sus ojos entrecerrados. Rodé los ojos en respuesta— ."Entonces, ¿cuál es el problema?

—Yo no uso mi propia alma para alimentar mi magia —admitió, su sonrisa nunca vaciló.

Por supuesto que no. Ese tipo de tonterías era para los novicios. ¿Por qué malgastar la energía de su propia alma cuando se puede drenar la energía de alguien más que pasara cerca de ti? No es de extrañar que estuviera tan cómodo como jefe de Themis. No sólo fue golpeado ligeramente en una excelente fuente de información sobre todas las otras razas, sino que estaba constantemente rodeado de una amplia fuente de energía. Al igual que los Nightwalkers, la sangre de los brujos siempre ha estado cerca de las ciudades, mientras que las brujas prefieren las regiones boscosas. Tienes que quedarte cerca de su fuente de alimento. O en el caso de los usuarios de magia, tu fuente de combustible.

—Repito: ¿Cuál es el problema?

—No hay ninguna persona cerca.

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Tuve en la punta de mi lengua el recordarle que Danaus no estaba lejos, pero me tragué el nombre del cazador. Ambos sabíamos que Danaus no era del todo humano, aunque me pregunté si Ryan era consciente de que Danaus tenía algún tipo de conexión bori. Obviamente, el cazador estaba fuera de límites, lo que era probablemente lo mejor para todos los involucrados.

—¿Se puede utilizar a un Nightwalker? —Le pregunté. No estaba precisamente cómoda con la idea de Ryan secuestrando parte de la energía que me mantiene viva, pero tenía más miedo de enfrentar a los Naturi aquí, en otra batalla para proteger el sello.

—No puedo. No tienes una al…

—Eso es mentira y lo sabes —susurré, apretando más mi apretón en su muñeca—. Los Nightwalkers tienen alma. Además, tenemos magia de sangre pura. Es la forma en que vivimos.

Movió el brazo, retorciéndolo para que lo pusiera en libertad. —Puedo intentarlo. Nunca he hecho esto así que no puedo estar seguro…

—Estaré bien —le dije, interrumpiéndolo. Volviendo la atención hacia las ruinas, miré por encima de la zona, en busca de cualquier señal de los Naturi.

Estaba tranquilo, con sólo el sonido del viento ligeramente haciendo crujir las hojas de los árboles circundantes. Antes de movernos, busqué y mentalmente le dije a Penélope y a Hugo sobre nuestros planes. Ellos nos cubrirían mientras Ryan lanzaba su hechizo.

Me empujé fuera del terreno con ambas manos, subiendo el último par de escaleras, y cruzando el piso de piedra, adentrándome más profundamente en las ruinas. Dado que Danaus aún no había disparado ni un solo tiro, Ryan y yo supusimos que los Naturi no estaban actualmente en las ruinas. Por supuesto, lo comprobé más de una vez para asegurarme de que Danaus todavía estaba vivo y consciente. No es que yo pensara que Penélope podría matar a Danaus,

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pero definitivamente no me fiaba de ella. Necesitaba el cazador vivo mucho más que a ella en este momento.

—¿Dónde vamos? —Susurró Ryan, inclinándose cerca de mí mientras hablaba.

Me pareció una tontería. Estábamos completamente al descubierto, objetivos fáciles. Si los Naturi no podían vernos, desde luego no iba a preocuparme de que ellos nos oyeran. Por supuesto, cuando le contesté, susurré también. Hay cosas que desafían la lógica cuando el miedo se está retorciendo como un nudo en tú estómago.

—Hay un gran patio en el centro del palacio. Estoy dispuesta a apostar que la magia es más fuerte allí —le contesté. Danaus y yo habíamos pasado la mayor parte del vuelo a Creta estudiando mapas del Palacio de Knossos. Había más de un lugar que los Naturi podrían utilizar para ser el sitio del sacrificio, lo que podría ser problemático con sólo cinco de nosotros allí. Sería mejor si simplemente nos deshiciéramos de la magia ahora y arruináramos sus planes.

Haciendo una pausa en los bordes alrededor de la esquina de una de las pocas paredes que aún estaba de pie, vi a Ryan examinando de cerca el débil mural que había sobrevivido a través de los siglos. Incluso en la oscuridad me di cuenta de que los colores eran relativamente suaves a pesar del desgaste de los siglos. Me hubiera gustado haber tenido tiempo para pasear por las ruinas y maravillarme de lo que había sido, obviamente, una estructura asombrosa.

Pero

por

ahora

los

Naturi

dominaban

mis

pensamientos.

—Mira —dijo, poniéndome la mano en el hombro antes de que pudiera alejarme de la pared—. Los viejos mitos sobre el laberinto...

—El laberinto fue encontrado supuestamente en el palacio.

—¿Y el minotauro?

Una de mis cejas se alzó por la sorpresa de su pregunta. Sinceramente, no sabía si hablaba en serio o en broma. ¿El minotauro? Una criatura mitad

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hombre, mitad toro que se suponía que se encontraba en cautividad en el centro del laberinto.

—Ellos hicieron a los licántropos —Ryan me recordó cuando el silencio se hubo extendido por más tiempo de lo que era cómodo.

—Eso nunca ha sido probado —murmuré, sacudiendo la cabeza. Me costaba trabajo aceptar el supuesto mito que rodea a los Licántropos y los Naturi porque este tenía una segunda mitad que me parecía desagradable y que tenía que ver con los orígenes de mi propia raza—. No hay tal cosa como el minotauro. Sólo es un fantástico cuento humano.

Seguimos por otro par de minutos antes de llegar a un gran claro en el centro del palacio. El espacio era rectangular, con los bordes marcados por fragmentos de rocas de lo que habían sido las paredes, columnas y techo construidos hace siglos. Había oído antiguos cuentos del Palacio de Knossos, mientras crecía en Chania, pero nosotros nunca viajamos lejos de nuestro hogar.

—¿Tienes un hechizo en mente? —Le pregunté, dando la espalda a Ryan el cual se encontraba en el centro del claro. El poder en el aire era increíble, empujaba contra mí como si pudiera abrirse paso a través de mi piel y de mis órganos. Pero al mismo tiempo, la energía se sentía lenta y pesada. Las moléculas eran demasiado grandes para hundirse en mí, pero esto no impidió que lo intentaran.

—Sí —contestó. Hasta su voz parecía más apagada aquí, como si el sonido estuviera peleando para pasar a través de la energía—. Voy a crear una tormenta.

De repente me di la vuelta para hacer frente al brujo, mi boca se abrió ante su anuncio. —¿No es un hechizo bastante grande? Con tanta potencia en el aire, podrías destruir la mitad de la isla, sin mencionar a nosotros.

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—En realidad, si no soy extremadamente cuidadoso, podría destruir no sólo esta isla, sino varias zonas de otras —dijo. Su voz era tranquila e incluso, como si la noción de poner fin a un sinnúmero de vidas, no despeinara su pelo en lo más mínimo—. Esto es lo que querías.

—Quería que hicieras un hechizo, no que provocaras una destrucción masiva. ¿Por qué un hechizo tan grande? —No sabía mucho acerca de la magia, pero sabía que manipular el tiempo era extremadamente complicado y tomaba una gran cantidad de energía. Muy pocos podrían incluso hacerlo, y aquellos que podrían, no solían ser capaces de controlarla una vez que la iniciaron.

—Te lo dije, no soy un usuario de la tierra. No sé un montón de hechizos de la tierra y los pocos que sé son muy peligrosos. ¿Quieres hacer esto? —Exigió.

Ambas manos se plantaron a sus costados, con las palmas hacia afuera. Era como si estuviera a punto de coger el aire a su alrededor y tirar de él hacía su cuerpo.

Para mi sorpresa, vacilé sólo un momento. Esto era una estupidez. Esto era peligroso. Y esto podría ser nuestra única oportunidad para detener a los Naturi en Creta. Si pudiéramos pararlos esta noche, pensé, podríamos pasar las podríamos semanas cazando a Rowe, nuestro objetivo principal.

—Hazlo.

Ryan respiró profundo, limpiamente, mientras sus ojos se cerraban. Estaba dándole la espalda de nuevo cuando un disparo sonó. Maldita sea. Teníamos compañía. El brujo no sería de ninguna utilidad para mí ahora. No podía ser distraído del complicado hechizo que estaba haciendo, y yo tenía que protegerlo a toda costa.

Al sacar la pistola de la funda en la parte baja de mi espalda, me volví lentamente alrededor, sosteniendo el arma delante de mí con las dos manos

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mientras escaneaba la zona. No vi ni oí nada. Sonó un segundo disparo, la bala rebotó en una piedra detrás de mí.

Mi estómago se sacudió y me di la vuelta a tiempo para ver a un Naturi corriendo hacia mí con una corta espada levantada sobre su cabeza. Disparé tres veces antes de que finalmente lograra dispararle una bala en el pecho. El Naturi hizo un movimiento brusco ante el impacto antes de tropezar con algunos fragmentos de rocas, haciéndolo caer sobre sus manos y rodillas. Con un ruido fuerte, la espada chocó contra el suelo, mientras que el Naturi emitió un suave gemido.

Una sonrisa cruzó a través de mis labios, y entonces caí inesperadamente de rodillas. Mis brazos cayeron y el arma casi me escapó de los entumecidos dedos. Nada me había golpeado. Desde mi espalda vino una sensación de tirón, como si algo dentro de mí hubiera sido enganchado o atrapado. Mi visión borrosa y cansada pesaba sobre mis hombros.

Ryan había tenido éxito al aprovechar mi energía. Dudaba que la mayoría de los seres humanos lo hubieran detectado incluso, tal vez sólo una pausa y un bostezo por la repentina ola de fatiga y después hubieran seguido adelante con sus días. Sin embargo, mi existencia era la energía pura del alma, no podía generar la mía, era por eso qué tenía que alimentarme de la sangre de otros.

Si Ryan no me liberaba pronto, podría necesitar alimento o dormir. No es una opción en este momento. Por mucho que quisiera drenar el seco gemido del Naturi, su sangre era venenosa para todos los Nightwalkers.

Una raspadura de piedras y una nueva voz sacudió mi atención de mi propia fatiga. Un segundo Naturi se arrodilló junto al que yo había disparado hace sólo unos segundos. Con su mano derecha, le ayudaba a sentarse, a la vez que sostenía una espada en la izquierda.

Empujé mis pies al mismo tiempo, que él levantó los suyos. Apretando los dientes, me preparaba para atacar cuando vi a Danaus y a Penélope que salían

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de las sombras a mi derecha. Habían llegado finalmente a unirse a la diversión.

Me di cuenta entonces de que los Naturi atacaban desde el este. Habían dado la vuelta alrededor para sorprendernos. Pero eso también significaba que se habían deslizado, ya sea sin ser detectados por Hugo o que silenciosamente habían matado al Nightwalker antes de llegar al palacio. Desafortunadamente, no podíamos ir en su busca hasta que no nos ocupáramos de los Naturi.

Volviendo a Ryan, encontré al brujo de pie donde lo había dejado. Sus manos se extendían sobre su cabeza, apuntando al cielo que él trataba de controlar.

Sus labios se movían rápidamente, pero no pude oír nada de lo que estaba diciendo. El viento se había recogido, dejando caer varios grados la temperatura de la zona. Arriba, oscuras nubes se revolvían en el cielo antes claro, borrando las estrellas. Una enorme tormenta se estaba formando.

El peso sobre mis hombros se levantó de pronto y el cansancio se escabulló como una ola retrocediendo hacia el mar. Ryan había liberado mi energía y comenzó a utilizar la energía de la tierra elevándola desde debajo de nuestros pies. El brujo gruñó, dirigí mi mirada hacia él. Las líneas de tensión eran más profundas en su cara. Por encima de él, sus largos dedos temblaban. Quería preguntarle

si

estaba

bien,

pero

sabía

que

no

debía

distraerlo.

Independientemente de lo que su respuesta hubiera sido, no había vuelta atrás.

Un susurro de tela que erizó los pelos en la parte trasera de mi cuello—fue mi única advertencia. Di la vuelta sobre mi tallón izquierdo, levantando el arma con ambas manos al mismo tiempo. Descargué cuatro tiros en el Naturi antes de que finalmente cayera al suelo muerto. Apretando los dientes, me apresuré y recogí la corta espada que había dejado caer.

De pie sobre el Naturi muerto, me llevó un momento extra cortarle la cabeza.

Sin razón para tomar ridículas oportunidades. No era muy buena disparando una pistola. Extrañamente, esta Naturi había sido del clan de la tierra. Por mi experiencia, ellos no eran un tumulto luchador. Eso era dejado para los

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miembros del clan animal. El clan de la tierra prefería usar la magia, permitiendo a la tierra y a las plantas luchar por ellos.

Los Naturi no estaban usando la magia. ¿Era por miedo de explotar la magia de la tierra que permeaba el área? Una sonrisa levantó mis labios cuando giré alrededor de donde Danaus y Penélope estaban luchando con cuatro Naturis.

Mi pregunta podía probar que tenía razón.

Grandes gotas de lluvia helada comenzaron a caer del cielo, aterrizando sobre mi cabeza como pequeños guijarros e inmediatamente mojando mi camiseta.

Un destello de luz dividido atravesó el cielo, lanzado de una masa negra a la siguiente antes de ser seguido por una fuerte bang de trueno. La tormenta se estaba construyendo aún.

El viento sopló, levantando mi pelo delante de mi cara, momentáneamente cegándome. Lo empujé hacia atrás en el momento justo para ver otro Naturi de tierra corriendo hacia Ryan y yo, con la espada levantada.

Devolviendo la pistola a la funda de mi espalda, golpeé a la criatura de vuelta con la pequeña espada en mi mano derecha. No pensé que el tiempo empeoraría para ayudarme a apuntar, y necesitaba guardar las últimas balas que tenía para una emergencia.

Hubo un forcejeo en la lucha con el Naturi mientras la tormenta continuaba construyéndose. El viento rugió mientras la lluvia caía en implacables sábanas, cegándonos. Los látigos iluminaban el cielo, iluminando el área como una luz estroboscópica en un club cargado de humo. Después finalmente despaché a mi oponente sumergiendo mi espada a través de su corazón, girándome hacia Ryan, presioné mi mano izquierda en mi muslo izquierdo en un esfuerzo por contener la hemorragia. El Naturi había tenido suerte golpeándome antes de que le matara. El dolor solo era una pálida pulsación en la parte de atrás de mi mente.

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La lluvia estaba comenzando a caer tan fuerte que no podía ver más allá de Danaus y Penélope. Todos los sonidos de la batalla habían cesado por la lluvia y los truenos. No podía ver a Ryan tampoco. Él había estado sólo un par de pasos detrás de mí. Di unos frenéticos pasos hacia delante, aspirando a pleno pulmón el aire gritando su nombre cuando casi tropecé con sus pies. El brujo estaba sentado en el suelo, sus brazos descansaban sobre sus rodillas dobladas delante de él.

Me arrodillé a su lado, agarré su hombro deprimido. Ryan saltó, su cabeza se movió bruscamente. La tensión instantáneamente suavizó sus hombros cuando se dio cuenta que era yo. —Está hecho —anunció él, limpiando algo del agua de sus ojos. Sus ropas estaban empapadas en su inclinado tórax y estaba temblando, o por el frío o por el agotamiento.

Levanté la mirada hacia el cielo. La tormenta aún se estaba formando a nuestro alrededor. Las luces que habían estado contenidas saltaron de nube a nube golpeando la tierra con una frecuencia incrementada. Un par de árboles ya habían explotado en una ducha de chispas y maderas afiladas cuando fueron golpeados.

—¿A que te refieres con ‗está hecho‘? —Grité sobre la lluvia. El agua nublaba mi visión y goteaba desde la punta de mi nariz. Si aún respirase, habría tenido miedo de ahogarme—. La tormenta está empeorando.

—La tormenta está consiguiendo la energía de este punto. Continuará formándose hasta que la energía se agote —gritó de vuelta Ryan.

Instantáneamente le liberé y casi perdí mi equilibrio, como si el mundo hubiera cambiado debajo de mí. La tormenta aún estaba dibujando su poder de la tierra. Esta o huiría. —¿Estás herido? —Grité—. ¡Tienes que detenerlo! —Si esta tormenta dejaba Creta, barrería a través del Mar Egeo, aplastando una isla tras otra antes de atacar violentamente al continente. Cientos de personas iban a ser asesinadas.

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Él me miró, su boca silenciosamente se abrió y cerró un par de veces. —No puedo —dijo él finalmente cuando pudo usar su voz otra vez—. Liberé este hechizo, no puedo llamarlo de vuelta o controlarlo.

—¿Estás herido? —Repetí. Era todo lo que podía pensar en decir. El miedo había bloqueado mis pensamientos.

—Dijiste que querías usar la energía —gritó él furiosamente de vuelta hacia mí.

—Sí, pero no destruir todo el sur este de Europa en el proceso. —Agarré tensamente sus hombros y le sacudí—. ¡Tienes que detener esto! —Por el peso aún en el aire, el hechizo no había afectado al poder de la tierra. Ryan tenía que detenerlo antes de que fuera algo peor.

El dolor explotó en mi mejilla y mi mandíbula cuando fui tirada hacia atrás, los hombros de Ryan se liberaron de mis manos. Me deslicé de vuelta a través de la roca rota hasta que golpeé en una roca más grande e inamovible. El borde afilado se hundió en mi espalda, intentando insertarse entre las vértebras de mi columna.

Con un gemido, levanté la mirada para encontrar a Rowe de pie cerca de un confuso Ryan. Empapado, pero completamente sin perturbar por la creciente tormenta, el Naturi me sonrió cuando él levantó al brujo al lado. Plantando sus pies abiertos, Rowe casualmente levantó su mano izquierda sobre su cabeza, sus ojos nunca titubearon cuando me puse de pie.

Sobre la cabeza, la tormenta se calmó. La aporreante lluvia se aligeró a una constante caída y el viento paró intentando empujarme a través del claro.

Rowe había tenido control de la tormenta con un pequeño esfuerzo y tensión.

No debería haberme sorprendido. Él había demostrado su habilidad para manipular el tiempo cuando le conocí en Venecia. Solo que no esperé que fuera tan fácil para él. Sin lucha. Sin tensión. Él simplemente levantó su mano y la furia de los dioses resbaló en su palma. Mientras el Naturi calmaba la

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enfurecida tormenta, yo rápidamente miré alrededor. Aún no había humanos, lo cual significaba que ellos no pudieron completar el sacrificio. Y entonces mi mirada tropezó de vuelta al brujo, quién se había puesto de pie. Ellos no podían completar el sacrificio a menos que tomaran a Ryan. Necesitaba sacarle de allí. No pensaba que Rowe intentaría romper el sello esta noche, pero no quería tomar mis oportunidades y probar que estaba equivocada.

—Me alegro de encontrarte aquí —dije, limpiando mis manos sobre las piernas de mis pantalones de cuero. Mi cuerpo estaba maltratado, con moratones, y minuciosamente helado. Lo que necesitaba era un buen baño de agua caliente con espuma de jabón. En su lugar conseguí a un Naturi con una aptitud.

—Ruinas antiguas. En medio de la noche. Es donde todos los enamorados se encuentran —se burló, su sonrisa de amplió maliciosamente.

Lentamente caminé a mi izquierda, acabando cerca de Ryan. Quería estar entre él y Rowe, pero el Naturi adivinó mi plan. Con un ligero movimiento de dedos, un fogonazo golpeó en la tierra entre Ryan y yo. Ambos nos tiramos en la dirección opuesta, el aire a nuestro alrededor chispeaba con energía.

Cuando miré a Rowe cuando me puse de pie otra vez, él estaba observando detenidamente a Ryan. El brujo estaba preparándose para lanzar algo; no tenía ni idea de qué. Sólo estaba preocupada de que él sacara la energía de mí, dejándome débil y vulnerable.

—Estúpidos humanos —gruñó Rowe, dejando su brazo caer a su lado—. Nunca ganareis la habilidad para controlar el tiempo. La tierra está más allá de vuestra comprensión.

—¡Wow! —Me burlé, atrayendo su mirada de vuelta hacia mí—. Nunca habría adivinado que fueras un gilipollas elitista. —Reuní mi energía antes de que Ryan pudiera intervenirla, creé una bola de fuego en cada mano. A causa de la lluvia incesante, puse un poco más de energía detrás. Pero algo inesperado ocurrió. La energía que había estado presionando contra mí finalmente

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encontró un camino dentro de mi cuerpo. Las bolas de fuego del tamaño de pelotas de fútbol que había intentado crear aparecieron en mis manos más grandes que pelotas de baloncesto, chisporroteando y escupiendo en horrorosa furia. Ambas las lancé hacia Rowe antes de que pudiera contemplarlo a cualquier distancia. De alguna manera, una vez la energía encontró un camino en mi sistema, no tuve modo de detenerla. El poder continuó fluyendo dentro, caliente y cortante.

Pestañeé, luchando por montar sobre el flujo de poder, observando como Rowe se apartaba de las bolas de fuego. Con la energía llenándome, no tuve elección sino continuar lanzando bolas de fuego al oscuro Naturi con la esperanza de dejar al bastardo en llamas. No es una tarea más fácil con la energía fluyendo libremente. Tenía una fuente de poder alucinante, pero no tenía el mismo nivel de control que había perfeccionado durante los largos siglos.

Cuando Rowe golpeó el suelo, él osciló un brazo hacia mí. Un disparo luminoso descendió del cielo, golpeando a pocos pasos de donde yo estaba de pie. Me tambaleé hacia atrás, mi ataque de fuego se detuvo. Rowe tomó la ventaja de la pausa para causar que la tormenta se formara otra vez. Los fueron rayos conducidos de vuelta hacia mí, lejos de él y del centro del claro.

Evitar huir era todo lo que me detuvo de usar el poder que se formaba dentro de mi cuerpo. No podía forzarlo a salir. No podía detenerlo. El único alivio que pude encontrar era usar la energía, pero no podía concentrarme en usar mi habilidad si estaba esquivando los rayos lanzados.

Mira.

El alivio que sentí al sonido de la voz de Danaus dentro de mi mente fue instantáneo. Había estado tan concentrada en eliminar a Rowe, que había olvidado que el cazador estaba acechando en algún lugar. ¿Qué necesitas que haga?

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Consigue sacar a Ryan de aquí. Ellos pueden usarle, ordené en un breve respiro entre golpes. Rápidamente lancé otra bola de fuego hacia Rowe, pero la apartó y golpeó a otro Naturi, bañándole en líquidas llamas naranjas. No había tenido bastante tiempo para concentrarme y apunté.

Otro rayo. Golpeó demasiado cerca. Salté pero mi miré a donde aterrizaría. Mi pie derecho cayó en un gran pedazo de roca y me caí hacia atrás, aterrizando pesadamente sobre mi espalda. Grité cuando el dolor se disparó a través de mi columna y costillas. Mi control se deslizó sobre la energía que estaba vibrando a través de mi cuerpo. Una pared de fuego se levantó a mi alrededor con un furioso rugido.

Me tumbé sobre mi espalda, levanté la mirada para encontrar un círculo de fuego a mi alrededor, levantado más de diez pies en los cielos. El chasquido naranja y amarillo de las llamas me recubrieron como un horno, secando mis ropas y pelo, apartando el frío que me había helado hasta los huesos. No había pensado en la pared de llamas. Después de más de seiscientos años, era un movimiento reflexivo, como levantar mi mano para proteger mis ojos de una luz brillante. ¡Mira! El frenético grito en mi cabeza fue solo mi advertencia. Danaus estaba allí. Más que solo una presencia en mi cabeza, él estaba dentro de mí, su poder excavando dentro de mí hasta que no pude separarme más de él. El dolor explotó en mi tórax. Pensaba que mis huesos iban a estallar bajo la fuerza de la energía que él estaba empujando dentro de mí.

Casi le grité para que me liberara cuando me di cuenta que cuando su energía me llenó, la energía fluyó de mí a la tierra que empujaba. El círculo de fuego estaba reduciéndose hacia la tierra. Yo aún tumbada, dejé que mis ojos se cerrasen cuando me concentré en la guerra que estaba luchando en mi interior, pero sin mi influencia.

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—¡Mira! —Gritó Danaus. Él aún estaba dentro de mí, pero ahora me estaba llamando. Él estaba cerca.

—Estoy bien —murmuré, pero eso era cuestionable. Mi cuerpo dolía en cientos de maneras diferentes, haciéndome desear que Rowe me golpeara con un rayo. No podía imaginarme a un Nightwalker sobreviviendo a algo semejante.

Por supuesto, sería una suerte si lo hacía. Libérame, le dije a Danaus, usando nuestra conexión privada. Sin razón para dejar a alguien dentro de nuestro pequeño secreto. Nosotros teníamos bastantes problemas. Lentamente, le sentí sacar sus poderes de mi cuerpo, haciendo que me sintiera más fría y más vacía. Inmediatamente noté que el poder que había sentido saliendo de la tierra dentro de mí no regresaba, pero volvía a empujar contra mi piel. Una lluvia ligera salpicó sobre mi cara y el refunfuño de trueno giró en la distancia, poniéndome de vuelta en el presente. Me tambaleé a una posición incorporada, estremecida por el dolor en mi espalda y en mi cabeza. Rowe había estado disparando rayos hacia mí solo hace unos momentos. Pero ahora se había ido.

Todos los Naturi se habían ido.

—¿Dónde…? —Susurré confusa, apartando algún pelo que había caído alrededor de mi cara.

—Se fueron —respondió Penélope mientras ella se acercó dudosa—. Cuando la pared de fuego se levantó, ellos huyeron. —Brevemente me pregunté si esta nueva aptitud precavida era el resultado de la confusión que Danaus y yo habíamos creado cuando destruimos tantos Naturi cerca de Stonehenge.

—¿Deberíamos seguirles? —Preguntó Danaus. El cazador me extendió una mano, ofreciéndome ayuda para ponerme de pie. Dudé solo un segundo, frunciendo el ceño a su mano. Antes cuando él había empujado sus poderes en mí, él necesitaba estar tocándome. Pero, como Jabari, Danaus había aprendido a hacerlo sin tocarme. No quería saber lo lejos que él había estado esta vez.

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—No —dije, sacudiendo mi cabeza mientras me ponía de pie con su ayuda.

Tuve

el

sentimiento

de

que

nosotros

teníamos

nuevos

problemas—.

Necesitamos averiguar lo que le ocurrió a Hugo primero.

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CAPÍTULO 22

Traductora.- dani.shawn Correctora.- Angeles Rangel

enélope y yo nos quedamos al otro lado del claro, nos movimos a través de los restos del derrumbe de las ruinas hasta que llegamos a la orilla más oriental del Palacio de Knossos. Todavía podía sentir el alma del Nightwalker, pero era débil y filiforme. Él no iba a durar mucho tiempo a no ser que recibiera ayuda muy pronto. La lluvia se había reducido a una ligera llovizna, mucho más molesta que otra cosa, ya que añadió un escalofrío al aire que no se debería haber sentido en una noche de tardío verano.

Deslizándome en un parche de barro, por fin localicé a Hugo yaciendo bajo un par de árboles, cubierto de sangre. No me había gustado dejarlo solo para enfrentar a los Naturi, pero también yo había estado corta de ayuda. Tenía la esperanza de que su enorme tamaño incrementara la amenaza y el Naturi disuadiera de él sin tener que levantar una espada o una pistola. En su lugar, se había aprovechado de hecho de que estaba solo y abrumado.

Me arrodillé junto al Nightwalker herido. Sus parpados revoloteaban mientras trataba de abrir los ojos. No había hecho ningún ruido para que pudiera

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enfocarme, pero él podía sentirme. Puse una mano en su pecho, y se estremeció ante mi contacto. Había un largo corte en su cuello y otro en la cintura. Sus brazos y piernas estaban cubiertos por cortes. Tenía la cara mallugada, con su ojo izquierdo casi cerrado por la hinchazón. Tuvo la suerte de que no le cortaran la cabeza o se hubieran hecho con su corazón. Habían dejado que sufriera mientras cascadas de sangre brotaban de su cuerpo.

Estaba perdiendo sangre demasiado rápido para que su cuerpo pudiera curar las heridas y mantener la sangre en el interior.

Mirando por encima del hombro a Penélope, que miraba con cara pálida hacia Hugo, le ordené ir a buscar un coche. Teníamos que mover al gigantesco vampiro. Si íbamos a tener la suerte de salvarlo, no íbamos a hacerlo aquí.

—¿Qué deberíamos hacer? — inquirió Ryan, tomando el lugar de Penélope a mi lado.

Apreté los dientes, capturando el olor de su sangre en la ligera brisa. No ayudaría a Hugo. Ryan no era candidato para una donación. La sangre de brujo no siempre iba bien con todos los Nightwalkers, y no veía a Danaus permitiendo eso incluso si Ryan estaba de acuerdo.

—Ir a recoger a todos los Naturi muertos —dije, poniendo mi mano sobre la herida en el estomago de Hugo, en un intento desesperado por frenar algunas de las hemorragias. Él dejó escapar un gemido por la presión aplicada, enviando una nueva ola de dolor a través de su cuerpo—. Ponerlos en un solo lugar. Tengo que disponer de ellos antes de irnos.

Esperé hasta que el sonido de los pasos de Danaus y Ryan se perdieron en la distancia antes de poner mi atención enteramente en Hugo. Su cuerpo estaba frio al tacto, y si no hubiera sentido la actual presencia de su alma a lo largo de todo mi cuerpo, hubiera asumido que estaba muerto.

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Me deslicé dentro de su mente e inmediatamente fui absorbida por un remolino de pánico. Actualmente no podía sentir su temor. Llegó a mí en un negro caos que impregnaba cada pensamiento y memoria. Era difícil de localizar a Hugo en

todo

este

caos,

y

no

ayudó

el

que

todo

viniera

en

alemán.

—¿Puedes decirme que sucedió? —pregunté, finalmente encontrando a Hugo no sin el haz de pánico y necesidad.

Naturi… por todos lados. Hubo una gran pausa y pude sentí como el empujaba el pánico, luchando por enfocarse en sus pensamientos. Escudé algo. Rocas golpeando. Giré y ellos estaban a mi lado. Demasiados. Muy cerca.

Está bien, murmuré en su cabeza, deseando poder transmitirle algo de mi fuerza.

Vinieron del… suroeste… pensé que te habían matado antes de que llegaras a mí.

No. No los vimos. Cerré mis ojos, tratando de ignorar el olor de su sangre.

Estaba en todos lados, cubriendo mis manos, llenando el aire con su—oh— dulce sabor. Yo todavía estaba adolorida y cansada por nuestro encuentro con los Naturi. Necesitaba alimentarme, pero tendría que esperar.

Mi mente fue a la deriva. No sabía cómo salvar a Hugo. Teníamos que conseguirle sangre, mucha sangre. Habría que mantener el bombeo en él hasta que finalmente se cerrara y la sangre se mantuviera dentro de su cuerpo. Las heridas tendrían que cerrar antes de la salida del sol o la sangre saldría durante todo el día y no se despertaría cuando el sol se escondiera.

El sonido del motor de un auto acercándose me sacó de mis pensamientos.

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Jocelyn Drake

Un rápido vistazo reveló que era Penélope y que no estaba sola. Estaba trayendo dos humanos con ella. No había pensado en pedirle a ella que reuniera algo de comida rápida para Hugo, sólo algo para darle un poco más de tiempo. Por supuesto, sin importar mi condición, tendía a ser un poco selectiva en cuanto a la comida. Mirando hacia abajo a Hugo y su pálido semblante gris, dudé de ser exigente si estuviera en su mismo estado.

Penélope estacionó el auto no muy lejos de la ubicación de Hugo y caminó hacia nosotros tan rápido como le fue posible. Un oscuro entrecejo tiró de la comisura de mis labios al ver a la pareja de ancianos caminar detrás de ella.

No sobrevivirán una pérdida importante de sangre, pero estaba dispuesta a apostar que ella simplemente agarró a los dueños del coche. No había tiempo para ir de caza por jóvenes que podían aportar mucha más sangre cada uno.

El silbido de una espada deslizándose fuera de su vaina me produjo un escalofrío me que recorrió la espalda. Con mi mano aún presionando el estómago de Hugo, me volví para ver a Danaus señalando con la espada a Penélope, que había dado un paso delante de los humanos para protegerlos del cazador.

—¡Mira! —La fuerte voz de Danaus aterrizó fuerte en mis hombros.

—Danaus, ¡espera!

—Hugo necesita sangre —Penélope urgió, levantando su labio superior en una mueca que reveló dos pares de colmillos perfectos. Era una advertencia.

—Hugo no aguantará demasiado si no introducimos algo de sangre en su sistema —dije, tratando de mantener mi voz calmada y uniforme. El sonido de los corazones de Danaus y Ryan latiendo parecían hacer eco a través del área

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arbolada, elevándose por encima del murmullo de las hojas. Todo el mundo estaba tenso por la lucha con los Naturi y los temperamentos estaban quebrados. No podía permitirme el lujo de tener a alguien introduciendo presión.

—Ella quiere decir, matar humanos para él —dijo Danaus, tomando un paso más cerca. El cazador levantó la espada al nivel de la garganta de Penélope.

—Libera a los humanos.

—¡No, Hugo los necesita! —gritó Penélope—. Mira, compruébalo, Hugo necesita sangre.

—Danaus, baja la espada.

—No voy a dejarte matar humanos —dijo Danaus. Su agarre sobre la espada se intensificó.

El tiempo se detuvo y me senté en el suelo, con una mano en Hugo, congelado. Danaus blandió su espada dos veces: primero hundiéndose en el pecho de Penélope, y a continuación moviéndola en un amplio arco, cortando su cabeza para eliminarla. Lo vi pasar, sin poder siquiera dar una palabra en protesta mientras él se movía impecablemente, fluido. Callando cualquier idea útil.

En un lapso de tan solo un segundo todo sucedió en un espiral fuera de control. El chorro de sangre de Penélope nos bañó a todos. Con su muerte, el control que había tenido sobre los seres humanos se deshizo. Sus gritos resonaban por el valle, saltando por las montañas cercanas mientras mis propios pensamientos mórbidos se despertaban. El anciano y la mujer se quedaron mirando la sangre que los cubría, manos, ropa, gritando y agitándose. Se habían despertado para verse en otro lugar, con los dos cuerpos cubiertos de sangre en el suelo empapado, y las niveles del miedo

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aumentando. Mirando los grandes ojos aterrorizados, brevemente me pregunté lo que el señor estaba pensando al dirigirnos al Gran despertar. Era una locura.

—Ryan —grité, mi voz era temblorosa. Hugo se movió, un gemido sordo a través de su cerebro. Danaus le estaba negando su única oportunidad de sobrevivir. El miedo se había apoderado del Nightwalker, y yo no quería intentar moverlo, y volver a abrir las heridas que habían comenzado a sanar.

—Ya lo tengo —La voz del brujo sonaba demasiado tranquila a pesar de la locura que nos rodeaba. Con un gesto de la mano, los dos seres humanos cayeron en silencio. Una mirada opaca y desenfocada volvió a sus rostros. Ya no eran conscientes de donde estaban o que estaba pasando. Yo había pensado que Ryan sabría algún truco. Todos tuvimos que aprender a ocultarnos y a controlar las mentes de los demás si íbamos a sobrevivir en un mundo que exigía mantenernos en secreto masivamente.

Con un gruñido, finalmente dirigí mi atención a Danaus, que estaba envainando su espada nuevamente. —¿Qué diablos estabas pensando? Ella solo estaba tratando de salvar a Hugo. ¿Cómo has podido matarla, hijo de puta sin corazón? —Mi voz se ahogó y rompió, luchando por deshacer un nudo en mi garganta.

—Ella iba a dejarlo matar a los humanos —dijo Danaus—. Sabes que lo haría.

Estaba por sacrificar a dos humanos con esperanzas de salvarlo. —Levanté la mirada de nuevo, para encontrarlo mirando hacia mí, sus ojos celestes centrados en mi cara—. No voy a dejarte matar humanos para salvarte a ti misma.

—¡Si, ella lo haría! ¿Pero me preguntaste sobre lo que yo estaba planeando? ¿Te has preguntado si alguna vez en el mundo permitiría que algo así sucediera? —Había cerrado los ojos para impedir que las lagrimas cayeran. No fue hasta ese momento que me di cuenta de lo mucho que había llegado a depender de Danaus.

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Había pensado erróneamente que él había comenzado a confiar en mí, que creía en mí para hacer lo correcto.

Pero incluso la idea de que estaba bien había empezado a desdibujarse. ¿Sacrificar dos seres humanos era tan malo cuando se trataba de salvar a toda la raza humana de los Naturi? Mantener vivo a Hugo nos daría un combatiente más contra los Naturi. Tal como estaba ahora, Penélope estaba muerta y era muy poco probable que Hugo durara toda la noche. Cualquier otro Nightwalker no habría pensado dos veces en drenar a esos dos humanos hasta dejarlos secos, pero yo había dudado. Ahora no tanto.

—Yo no mato humanos cuando me alimento —dije en una voz que sonó rota y agotada—, y no voy a dejar a los que me rodean hacerlo. Pensé que lo sabías.

No pensaste y nos condenaste a todos nosotros. —Sacudiendo la cabeza, miré a Ryan, que estaba de pie junto a los humanos—. Tú y Danaus tomen a los humanos. Limpien sus memorias y envíenlos a casa. Déjenme el coche. Yo me hago cargo de Hugo.

—Pero...

—Solo váyanse —interrumpí a Ryan antes de que pudiera agregar más—. Yo limpio aquí.

Todavía seguía sentada en el suelo al lado de Hugo, podía sentir a la noche empujando en mi estómago como si fuera mi único anclaje de cordura en este mundo. Por primera vez desde que me convertí en Nightwalker, pude sentir la noche tirar a mí alrededor y un gran vacío llenando mi pecho. Incluso cuando estuve cautiva por los Naturi, no había perdido la esperanza de que Sadira u otro Nightwalker viniera en mi rescate. Pero con un Nightwalker muerto por la mano del hombre del que yo había llegado a depender, y otro muriendo en mis brazos, no pude encontrar ninguna esperanza a la cual aferrarme. Los Naturi nos aplastarían a todos.

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CAPÍTULO 23

Traductora.- Anne Iris Heaven Correctora.- Cāяσl ...♥

senté con la espalda apoyada contra la pared de piedra del mausoleo donde me escondía durante las horas de sol. El agotamiento se había instalado en lo profundo de mis huesos, haciendo que incluso moverse fuera difícil, y mucho menos meterse en la cripta para que pudiera esconderme de la aurora. Había pasado demasiado en las últimas horas, lo que me había dejado luchando por encontrar algo bueno a lo que aferrarme al final.

Cuando moví a Hugo al coche, descubrí que también había sido apuñalado por la espalda, perforando el corazón, lo que explicaba por qué estaba tan débil. Al detenernos en el borde de Heraklion, convoqué una docena de sus habitantes, de sus cómodas y calientes camas. Hugo se alimentó brevemente de cada uno de ellos antes de que les enviara a ciegas a la cama otra vez. El desgaste de mis poderes era enorme, obligándome a alimentarme también, antes de poder depositar a un dormido Hugo en una cripta oscura en un cementerio entre Heraklion y Knossos. Cuando lo dejé, sólo la peor de sus heridas estaba filtrando sangre lentamente. Esperaba que sobreviviera al día.

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Después de dejarlo, volví a las ruinas del palacio, donde quemé los cuerpos de los Naturi y de Penélope. La culpa me corroía por quemarla junto a los Naturi, pero ya no tenía fuerzas para mantener varios incendios, y no quería correr ningún riesgo estando tan cerca del flujo de energía levantándose desde la tierra. Me habían quemado una vez, no me podía permitir que sucediera de nuevo. Los huesos que no pude destruir fueron enterrados en una tumba poco profunda. Era lo mejor que podía hacer. La luz del día se acercaba.

Con todas las pruebas de nuestra existencia eliminadas de Knossos, limpié la sangre y las huellas dactilares del coche y lo dejé en el corazón de Heraklion.

Revisé a Hugo una última vez antes de encontrar mi propia cripta, no lejos de la suya.

Ahora, mientras me sentaba en la oscuridad, con mi mente adormecida, sentí que alguien se acercaba. Tiré la Browning de su funda en la base de mi espina dorsal y la dejé en el suelo a mi lado, parcialmente oculta en las sombras de mi cuerpo. Un rápido examen reveló que mi visitante era Danaus, pero me sorprendí cuando descubrí que no quería apartar el arma. Ya no confiaba en él.

Si el momento se diera, sabía que no trataría de matarlo con una pistola. Solo trataría de frenarlo lo suficiente para poder arrancar su corazón con mis propias manos.

—No deberías estar aquí —murmuré con cansancio cuando el cazador finalmente se dejó ver. Todavía estaba a varios metros de mí, pero su oído era casi tan bueno como el mío. Él me escuchaba.

—Vine a hablar —dijo en voz baja, como si tuviera miedo de despertar algunos de los otros ocupantes del cementerio.

Aspiré, pero aún así no aflojé mi apretón a la pistola a mi lado. Mis dedos no se desenrollaron completamente de toda la culata, pero se quedaron cerca por si acaso.

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—No puedo imaginar que tengamos mucho de qué hablar. Todo ha sido limpiamente ejecutado.

Danaus rodeó el último árbol que nos separaba en el jardín salpicado de cruces, haciéndose completamente visible. Por lo que pude ver, él estaba completamente desarmado. Tanto sus armas habían desaparecido, junto con la espada en la espalda y los dos cuchillos usualmente atados a su pierna y cintura. Incluso sus muñequeras de cuero habían desaparecido. Se puso de pie frente a mí tan vulnerable como le era posible ser. ¿Podría todavía matarme en un santiamén? Sin lugar a dudas. Él podría hervir mi sangre tan rápido como podía prenderle fuego, pero estaba tratando de llegar a mí, sin armas.

—Yo… yo vine a pedir perdón —admitió.

Me senté aturdida y en silencio por un momento antes de finalmente sacudir mi cabeza para despejarla.

—No es a mí a quien le deberías pedir perdón. Deberías disculparte con Penélope por quitarle la cabeza. Deberías disculparte con Hugo por quitarle su única posibilidad de sobrevivir —le espeté con amargura.

—Estoy pidiéndote disculpas porque debí confiar en ti —corrigió, de pie ante mí con las piernas abiertas, las manos metidas en los bolsillos. Miré para arriba, encontrando nuestras miradas—. Te conozco. No habrías dejado a Hugo matar esas dos personas. Pero Penélope lo habría hecho. Hugo lo habría hecho. No lo hubieran pensado dos veces, y no puedo perdonarlos por eso.

—¿No puedes perdonarlos por querer sobrevivir? —Exigí, mi mano apretando reflexivamente en torno a la pistola mientras la otra mano se apretaba en un puño en el suelo.

—No puedo perdonarlos por matar a gente inocente —dijo. Toda la simpatía y la compasión que él pudo haber sentido desapareció de su voz, dejándola fría y dura como el permafrost siberiano.

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—Pero no te molesta para nada que mueran por estas personas que proteges —le dije, apretando los dientes mientras me erguía—. Estamos autorizados a luchar por ellos y morir por ellos, pero no estamos autorizados a hacer nada que pueda salvar nuestras propias vidas.

—No es así —dijo, vacilante. Dio un paso vacilante hacia atrás con un pie y luego se desplazó hacia adelante de nuevo.

—Sí, lo es. —Me puse en pie de una manera deshuesada, con mis poderes en lugar de mis músculos con el único propósito de desconcertarlo. No hice nada para ocultar el acto de poner la pistola en la funda de mi espalda—. Tú y yo hacemos un gran trabajo juntos siempre y cuando se te olvida lo que soy.

Cuando somos sólo tú y yo contra el mundo con la espada en la mano, trabajamos muy bien juntos. Pero si necesito alimentarme o darte algún pequeño recordatorio de que soy otra Nightwalker, entonces enloqueces. No puedes

entender

que

soy

algo

más

allá

de

lo

que

soy.

— ¿Olvidar? —Dijo en voz más alta—. ¿Cómo sería posible que olvidara lo que eres? Te percibo con más claridad con la que haya sentido a cualquier vampiro.

Cuando tienes hambre, la sensación quema a través de mí como fuego en mis venas. Al utilizar tus poderes, es como una brisa fresca en un caluroso día de verano. Estás en mi cabeza y estoy en la tuya. ¿Crees que no sentí tu horror y decepción esta noche? ¿Qué se supone que debo hacer? ¡Soy un cazador! Se supone

que

debo

proteger

a

la

humanidad

de

amenazas

como

los

Nightwalkers.

—Tal vez es hora de conseguir un nuevo trabajo —dije, sintiendo que me ablandaba hacia él. No me había dado cuenta de lo fuerte que nuestra conexión había sido para él. No quería perdonarlo. No quería entender su punto de vista. Quería aferrarme a la ira para poder desentenderme fácilmente de él cuando por fin termináramos nuestros negocios con los Naturi.

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—Basta, Mira —dijo con disgusto. Le había dado un consejo similar en el pasado, pero esta vez iba en serio.

—¿Crees en el destino?

—¿Qué?

—El destino. Esa gran fuerza cósmica que nos lleva por determinados caminos durante nuestra existencia a…

—Sí, ya sé lo que es el destino. No, no creo en eso.

—Tal vez deberías — sugerí, deslizando mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón de cuero—. Estoy empezando a preguntarme a mí misma. Tal vez el destino te trajo a este punto para que en lugar de ser un cazador Nightwalker seas un cazador de Naturi. Tienes la fuerza, la velocidad y la habilidad de sentirlos. Tienes una ventaja sobre todos los Nightwalker que existen. Tal vez sea hora de dejar de salvar a la humanidad de mi clase y comenzar a salvarla de los Naturi —¿Y quién va a proteger a la humanidad de ustedes? —Preguntó, moviendo la cabeza hacia mí.

Una débil sonrisa torcida se formó en una esquina de mi boca mientras miraba hacia él. Su cabello cayó hacia adelante en torno a su rostro, ocultando su rostro entre sombras oscuras. —¿De los Nightwalkers? Nadie necesitará hacerlo. Parece que estamos en el camino a la extinción sin yu ayuda en absoluto.

De hecho, mi gente estaba en la vía rápida a la extinción. Sólo en la remota posibilidad de que tuviéramos éxito en detener a los Naturi de abrir la puerta e inundar el mundo con su clase para que pudieran comenzar una guerra masiva, todavía estaba el plan de Nuestro Señor. Impulsar el Gran Despertar antes de lo previsto iba a empezar una guerra con todos los licántropos, brujos, y brujas en el planeta. La guerra se filtraría y los seres humanos nos

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descubrirían antes de lo previsto en la luz más oscura. Ellos se unirían a Danaus en la búsqueda de Nightwalkers. Nuestras noches estaban contadas.

Danaus me sorprendió cuando se acercó y movió con suavidad un poco de cabello que había caído sobre mi cara. Miré hacia arriba para encontrarlo sonriéndome débilmente, mientras dos de sus dedos frotaban un mechón de mi cabello como si quisieran memorizar la sensación. —Rowe no vendrá por ti.

Recuerda, aún tenemos que terminar nuestro juego. No voy a dejar a un sucio Naturi matarte cuando me he prometido a mí mismo ese honor.

—Ya es tarde para ese juego —le dije, sonriéndole.

Se encogió de hombros y dejó caer el cabello, dejando caer su mano sin fuerza de nuevo a su costado. —Las cosas se han entrometido en el camino. Todavía hay tiempo.

—¿Lo hay? ¿Qué le has dicho a Ryan sobre la negociación? —Pregunté, cambiando bruscamente de tema. Sabía que esta podía ser mi única oportunidad para interrogar al cazador Mientras estábamos completamente solos. Tenía que saber si el brujo estaba buscando una manera de clavarme un cuchillo en la espalda en la primera oportunidad.

—En contra de mi buen juicio, no le he dicho nada a él.

—¿En serio? —No había forma de ocultar mi sorpresa. No podía empezar a comprender a Danaus. Él confiaba en mí de alguna extraña manera, sólo no cuando se trataba de controlar las necesidades más básicas de mi especie.

Estaba empezando a preguntarme exactamente lo que sentía cuando sintió mi hambre.

Danaus metió las dos manos entre su cabello mientras se paseaba a pocos pasos de mí. —Pensé que podrías tener un plan para evitar que esto se convierta en una guerra entre razas. Ryan es admirado entre los brujos. Si él

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dice una palabra sobre lo que está pasando en Venecia, no habrá forma de parar la guerra.

—He estado pensando en ello, y no importa lo que hagamos, estamos jodidos.

Si dejamos la puerta abierta, para que poder tener una oportunidad en Aurora, Los Naturi se regarán. No habrá forma de ocultarlos a ellos o a la guerra que comenzarán. El Gran Despertar ocurrirá independientemente de los deseos de nadie. —Me recosté contra la pequeña cripta, plegando los brazos sobre mi pecho.

— ¿Y si rompemos el pacto?

—Asumiendo que podemos, detenemos el sacrificio y matamos a Rowe. Una vez hecho esto, me imagino que Macaire me cazará y me cortará la cabeza después de torturarme. El Gran Despertar sucederá el próximo año y habrá una guerra entre las razas, pero bien, creo que estamos llegando, teniendo en cuenta que vimos a una bruja y un licántropo viajando con un miembro de la Coalición.

—Una guerra o dos. Eso es a lo que nos enfrentamos. Luchando una guerra en un frente o en dos.

Mi cabeza despertó y lo miré en silencio. No necesitaba leer su mente para saber que estaba pensando en lo mismo que yo. En algún momento la guerra nos iba a poner en lados opuestos. Él pelearía con mi índole contra los Naturi, pero lucharía contra los Nightwalkers si eso significaba proteger a las personas de nosotros.

Nos habíamos acostumbrado a estar en el mismo bando. Habíamos luchado bien juntos, como dos bailarines en un intrincado tango.

—Rompemos el pacto —dije al fin, rompiendo el creciente silencio—. Ningún trato debe hacerse con los Naturi. Todavía podemos encontrar una manera de detener a Nuestro Señor de tirar el velo tan temprano. El único problema es,

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¿cómo podemos convencer a la facción Naturi de que la negociación se ha roto?

—¿Además de impedir que rompan el sello? —Dijo Danaus, caminando de vuelta hacia mí.

Negué con la cabeza, pasando de un pie al otro. La noche se marchitaba y yo estaba agotada. Me había alimentado lo suficiente, pero necesitaba mi reposo.

Por desgracia, teníamos que tener esto resuelto antes de ir a la batalla de mañana. — Tiene que ser más que eso. No puede haber ninguna duda en su mente de que somos el enemigo y que no pueden permitir que la puerta se abra por ningún motivo. Ellos necesitan saber que no vamos a permitir que le pase nada a Nuestro Señor.

—Podrías matar al Naturi que vimos en Venecia — sugirió Danaus—. Eso podría ser muy convincente.

—Un poco tarde para eso ahora que estamos en Creta. No puedo volver corriendo…

—Ella está aquí —Danaus me interrumpió—. La vi esta noche y me di cuenta de que ella no estaba entre los muertos. Ella está aquí con Rowe. Al parecer, está aquí para asegurarse de que todo va según lo previsto.

—Suena como un buen plan para mí. —Asentí con la cabeza, luego moví mi cabeza hacia un lado, haciendo sonar mi cuello—. Ahora sal de aquí para que yo pueda descansar un poco. Vamos a presentar un plan más definido mañana, cuando tengamos a Ryan con nosotros.

—¿Hugo? —preguntó vacilante.

—Descansando por ahora. Si tiene suerte, sobrevivirá el día, pero él no estará con nosotros mañana.

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Danaus asintió con la cabeza pero no se movió de donde estaba mirándome. — Puedo quedarme.

Y una parte de mí deseaba desesperadamente que se quedara. Mientras estábamos atrapados en Themis, se había sentado fuera de la habitación donde dormía impotente durante todo el día rodeado de sus hermanos. Había rondado cerca en tantas ocasiones mientras yo dormía que ahora odiaba la idea de que él no estuviera allí cuando el sol rompiera por encima del horizonte. Danaus era mi única sensación de seguridad en este mundo que estaba cambiando demasiado rápido. Él amenazó con destruir todo lo que yo creía y todo lo que protegía. Pero al mismo tiempo, parecía ser el único que quedaba tratando de protegerme.

—Fuera de aquí. Atraes demasiada atención. Voy a estar bien —le dije, despidiéndolo.

Vaciló un instante antes de darse vuelta y vagar fuera del cementerio por el mismo camino por el que había llegado. Me concentré en él con mis poderes hasta que lo sentí justo en el borde de la ciudad, bien lejos del cementerio.

Todo mi cuerpo me dolía y se sentía como un moretón gigante. Necesitaba descansar un poco, pero incluso ahora con el amanecer que se acercaba, no estaba cansada. De hecho, estaba despierta con un nuevo y terrible pensamiento.

Matar al Naturi no iba a ser suficiente para convencer a la facción que algunos Nightwalker delincuentes tenían el poder de romper una promesa hecha por el Aquelarre. Sabía lo que debía hacerse. El único problema era, que necesitaba la ayuda, ya fuera de Jabari o de Macaire para lograrlo.

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CAPÍTULO 24

Traductora.- aLebEna Correctora.- María José

quería que se pusiera el sol. Finalmente, el amanecer había traído una paz maravillosa, sacudiéndome lejos de la muerte, de la traición de Danaus, y de las guerras que se estaban haciendo. En el momento en que entré a la cripta sin ventanas, estaba temblando del cansancio que me había alcanzado.

Estando en la cripta al caer la noche, ignorando el sonido de locos llamándome, traté de centrar mis pensamientos. Necesitaba saber que tan avanzada estaba la noche. Necesitaba un plan para tratar de lidiar con los Naturi. Pero en lugar de eso, sentí que no estaba sola en mi pequeño panteón.

Busqué en la zona inmediatamente pero no sentí a nadie—humano, vampiro o brujo. A pesar de todo, no podía quitarme el sentimiento.

Mi mano derecha estaba tensa al rededor de la pistola que había dejado en mi estómago mientras dormía. Con la otra mano, empujé la pesada piedra que servía como tapa de la cripta y que me había protegido del sol. No era la primera vez que dormía en un cementerio, y no importa lo desagradable que lo encuentre, deduje que sería la última vez. Aunque desesperado, demostró ser

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uno de los más seguros lugares para ocultarse sin miedo de ser expuesta al sol.

Sentándome, apunté el arma frente a mí, meciéndola hacia atrás y adelante, intentado encontrar la criatura por la cual mis instintos gritaban que estaba cerca. El miedo y la ira aumentaban en mi estómago y apreté mis dientes. La visión del arma vaciló cuando mi mirada se posó en Jabari que estaba apoyándose contra la pared de la puerta. Todavía no podía sentirlo, pero sabía que estaba allí. Todo lo que pude imaginarme fue que había aparecido en el momento que desperté por la noche, y sentí el cambio de energía en el aire.

—Puedes bajar el arma ahora —dijo, con sus oscuros ojos posados en mi cara.

—¿De verdad? Eso no me parece una buena idea —dije, irritada por el hecho de que no podía manejar mi mano para que dejara de temblar.

Jarabi arqueó una ceja burlonamente cuando su mirada se dirigió a la pistola.

No tenía que decir nada. Los dos sabíamos que podía hacer que dejara el arma en cualquier momento. O si era particularmente mala, podía hacerme elevar el arma a mi cabeza y apretar el gatillo.

Con un gruñido que no pude retener, devolví el arma a la funda en mi cadera y salí de la cripta. —¿Qué haces aquí? Pensé que nadie venía.

—Vine para ver tu progreso —dijo—. Las cosas no parecen ir bien. Hugo apenas se aferra a la vida.

—¿Lo hizo durante el día? —demandé antes de poder detenerme a mí misma.

La presencia de Jabari me sorprendió bastante, tanto que me había olvidado de vigilar el cementerio para ver si todavía podía sentir al gran Nightwalker.

—Sí, pero él estará ocupado esta noche. Necesitará alimentarse y dormir por un par de noches más y por días antes de poder estar con alguien. —Se detuvo

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ante la tapa de la cripta y cerró otra vez—. Y ya no puedo sentir a la Nightwalker que fue enviada contigo...

—Penélope —murmuré. Mi cabeza cayó y me pasé una mano a través del cabello. Todavía tenía presente la pesadilla que andaba por mi cabeza como un registro roto—. Fue asesinada. Danaus la mató. Para detenerla de matar a dos humanos.

Esperé para que el Anciano me golpeara, de una manera dolorosa y horrible porque había fracasado controlando al cazador. Pero eso nunca pasó. Después de unos segundos levanté la cara para encontrarlo mirándome desde donde estaba cerca de la puerta.

—No pude controlarlo —empecé, hablando simplemente para detener el silencio—. Nunca pretendí controlarlo, pero lo necesitábamos vivo. A pesar de cómo nos sentimos todos sobre él, lo necesitamos.

—Pero te sientes traicionada por él —dijo Jabari, dando un paso adelante. Yo di un paso para atrás, mi columna vertebral golpeó la pared que estaba en la parte de atrás del panteón. Sólo a unos pocos pies de separación entre Jabari y yo. El Anciano cerró más la distancia mientras más me encerraba—. Puedo sentir el dolor que te invade. Él te traicionó. Confiaste en él y pensaste que él confiaba en ti.

Una sonrisa amarga cruzó mis labios mientras miraba arriba a una de mis tres marcas. —Se podría pensar que había aprendido a no confiar en las criaturas poderosas.

Jabari se acercó más, sus ojos brillaban ligeramente en la oscuridad absoluta como los ojos de un gato bajo las luces de un coche. No había manera de ocultarle mi miedo. Mi estómago se cerró y mis manos temblaban a pesar de estar apretadas al borde la cripta. Él me necesita viva, pero podría causarme horribles cantidades de dolor.

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—Todavía confías en mí —susurró, su voz fue baja e hipnótica.

Cerré mis ojos por un segundo, tratando de calmar la agitación que pasaba por mis manos abarcando a todo mi cuerpo. No podía estar en lo cierto. No lo dejaría. Apretando ese pensamiento entre mis dientes, abrí mis ojos para encontrarlo en la puerta, al lado opuesto del pequeño cuarto. Ni siquiera lo había escuchado moverse.

—¿Por qué estás aquí? —demandé, envolviéndome de nuevo en mi ira. Sabía que era mejor eso que creer su discurso de que solo estaba revisándonos.

Estaba sorprendida de su apariencia, pero no debí estarlo. La última vez que había aparecido fue en el Complejo de Themis, la noche del ataque y del sacrificio

de

Stonehenge—.

¿Tienes

miedo

de

perder

otro

sacrificio?

Jabari sonrío esta vez, una cosa malvada y oscura. —Sólo perdí a la última. — La sonrisa onduló por su cara y se puso serio otra vez—. Sabes por qué estoy aquí. Es la misma razón por la que te mandé a Venecia. El único lugar en el mundo donde podías probar que eras la mayor molestia.

—Por los Naturi en el Gran Salón —dije.

Jabari sólo asintió, la sonrisa regresó a sus labios.

Mis manos cayeron a mis costados y me apoyé en la tumba que había servido como mi cama. —Honestamente, viejo amigo, ¿es por qué Macaire me dijo la verdad? Solo entre tú y yo y las arañas.

—No lo sé, pero encuentro demasiado raro que Macaire hablé de la verdad. — Replicó Jabari coincidiendo con mi tono burlón.

—¿De verdad el Aquelarre hizo un trato con los Naturi?

—Con un pequeño grupo de Naturi, sí —corrigió Jabari.

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Mordí mi labio por un segundo, tratando de ocultar una sonrisa, cuando él los cubrió cuidadosamente. —Nos quieren para matar a Aurora.

—Eso es correcto.

—Y los del Aquelarre los quieren a ellos para matar a Nuestro Señor.

Ante

esto,

Jabari

no

dijo

nada,

pero

sólo

asintió

una

vez.

Sí, yo era la única Nightwalker lo suficientemente loca para decir esas palabras en voz alta. Pero otra vez, tenía a mucha gente intentando matarme ¿qué más daba una más? —Y esto es porque está tratando de adelantar El Gran Despertar.

Otra vez Jabari asintió.

—¡Esto es ridículo! —Grité, apenas resistí el impulso de empezar a caminar por la pequeña cripta—. Esto no es nada más que el poder de Macaire. El debía saber lo que conllevará para el Gran Despertar si abren la puerta. No habrá lugar para esconderse en una guerra entre los Naturi y los humanos.

—Eso es verdad, pero es la prueba efectiva. Tabor estaba vocalmente en desacuerdo, amenazando con ir a Nuestro Señor.

—Y terminó muerto —dije, terminando el pensamiento—. Asumo que esa es la razón de que nadie ha podido sentirte en los últimos años.

—Prefiero mi privacidad, sí —murmuró Jabari, como si esto fuera un alegre juego. Se apoyó contra la pared, cruzando una pierna. Su oscura piel le dejaba mezclarse con la oscuridad, dándole a la noche una textura aterciopelada donde él se encontraba.

—Pero no entiendo. —Pasé una mano por mi cabello enmarañado y sucio por pura frustración—. ¿Por que me arrastraron a esto? Matar a Macaire y terminar el trato. No me necesitabas en Venecia para eso.

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—Te necesitaba causando caos en Venecia, amenazando con difundir nuestro secreto e interrumpiendo nuestras reuniones con los Naturi. Les hacia meterte miedo, y necesitamos que nos temas. Además, nunca debes sobreestimar a Macaire. Él ha estado en el Aquelarre más tiempo que yo. Es más difícil de matar de lo que piensas.

—¿Entonces fui enviada a Venecia para descubrir el secreto?

—Con el cazador a tu lado, era inevitable.

—¿Y Nicolai?

—Lo ofrecimos como sacrificio.

—Entonces se supone que debía salvarlo...

—No, se supone que lo mataría, pero toda salió mal al final. —Admitió Jabari con una sacudida de hombros.

—¿Cuál es el próximo paso de tu plan maestro? —Demandé, mi temperamento estalló. Había sido usada y manipulada desde el momento en que entré a Venecia. Jabari no tenía que usar sus poderes para controlarme. Podía hacerlo yo misma, creando caos a donde fuera que estuviera.

—El mismo plan que estoy seguro que ya has hecho con el cazador. —Dijo Jabari, empujando la pared. Lentamente caminó para sentarse frente a mí.

Sólo una delgada columna de aire nos separaba cuando volvió a hablar—.

Matar al Naturi llamado Rowe. Detener el sacrificio y proteger el sello.

Debemos dejar claro que es algo entre Nightwalkers y Naturis.

—La Naturi de Venecia. La del salón. Esta aquí con Rowe. —Dije, tratando de tragarme el miedo. Mi ira se había ido lejos y ahora sólo estaba el frío de la cripta en la que estaba sola con uno de los creadores, y uno de mis grandes traidores. Una vez más nos encontramos como aliados cuando sabía que esto

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sólo sería un problema y que con el tiempo nos encontraríamos en bandos diferentes.

—Entonces la mataremos. Si las arpías aparecen, también las mataremos.

—Jabari, yo... yo... —dudé. Tenía algo de miedo con el plan, pero no quería darlo a entender más de lo necesario—. ¿Todavía quieres matarme?

Levantando una mano, ahuecó mi mejilla mientras se apoyaba hacia adelante y pasó sus labios por mi otra mejilla. Sus labios fueron hacia mi cuello desnudo, enviándome un escalofrío por todo mi cuerpo. —Mi flor frágil de desierto —murmuró en mi oído—. Te quiero muerta de la peor manera. Pero por ahora tengo que usarte, entonces vivirás.

Eso era lo que pensaba. Estaba atrapada, rodeada por criaturas que me querían muerta, pero por ahora parecía que todas tenían que usarme como un arma contra los Naturi. Excepto por Rowe. Él quería usarme como un arma contra los Nightwalker.

El perverso gran Aciano podía hacer sonar fácil lo que él quería, pero yo sabía la verdad. Cuando camináramos en las ruinas de Minoan esa noche, los Naturi iban a arrasar con todo lo que teníamos para completar el sacrificio. No había manera de que nos dieran una segunda oportunidad.

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CAPÍTULO 25 Traductoras.- dani.shawn, Silvery y Trinity Correctora.- Virtxu

yan y Danaus estaban esperando por nosotros a lo largo de borde del Palacio de Knossos. Los dos parecían sorprendidos de ver a Jabari caminando a mi lado, pero ninguno preguntó por Hugo, lo cual era, probablemente, la mejor manera de actuar. Su ausencia indicaba también que él no había sido capaz de atravesar el día o que estaba muy débil para ayudarnos esta noche.

Antes de la anormal tormenta de la pasada noche, el verano había regresado a la isla, dejándolo pesado y espeso como una manta empapada de sudor. El viento era silencioso, permitiendo que cualquier ruido viajara fácilmente por nuestras destinadas presas. Pero actualmente no tenía muchas esperanzas de acercarme a alguna de ellas de todas maneras.

Al caminar a lo largo del camino, con los sonidos de la grava rompiendo entre mis pies, completé el control de mis armas por segunda vez. Las armas que Danaus me dio cuando volábamos hacia Venecia habían sido organizadas en pares por la inesperada llegada de James y Ryan. Una de mis armas se había quedado con James, quién sospechaba estaba solo en la habitación del hotel haciendo pucheros. Mi espada había sido reemplazada con un par de cuchillos

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que descansaban en fundas que rodeaban mis piernas. Tenía más experiencia con la pelea de cerca, mano a mano, y mi velocidad me hacía más letal con un chuchillo. La espada había sido cogida por Danaus.

Sin embargo, seguía teniendo una de las detestables armas que el cazador me había dado. Saqué el Browning de donde descansaba en mi baja espalda y expulsé

el cargador

por

la

culata

del

arma.

El cargador

no

estaba

completamente lleno.

—Aquí —dijo Danaus, caminando hacia mí.

Miré hacia abajo a la carga que extendía en mi dirección. Con un gruñido, la acepté, deslizándola en mi bolsillo trasero. No lo había perdonado. Quería pasar demasiadas noches golpeándolo sin sentido por lo que había hecho. Una parte de mi también quería enroscarme en una pelota y llorar. Pero los Naturi se estaban reuniendo y no tenía tiempo para ello, por eso acepté las balas y seguí caminando.

—¿Cuál es el plan? – inquirió Ryan desde la parte posterior de la fila.

—Jabari –dije rápidamente, deseando que el Nightwalker entrara felizmente en la conversación. Él era, después de todo, un Anciano y un antiguo miembro del Aquelarre.

—Este es tu baile, Mira. Tú debes encabezarlo. Yo estoy aquí solo para llenar el lugar

de

los

Nightwalkers

caídos

–dijo

Jabari

detrás

de

mí.

Podría

prácticamente escuchar la burla en cada silaba. Rata bastarda.

Dudé, resistiendo la urgencia de mirar en la dirección de Danaus. ¿Le había contado él a Ryan el acuerdo del Aquelarre con los Naturi?

—Tenemos que enfrentar el hecho de que es muy improbable que el humano que han seleccionado para ser su sacrificio sobreviva –comencé lentamente. Mi estómago se retorcía con cada fea palabra que pronuncié–. Incluso si rescatamos a esta persona, de cualquier lugar en el que ella o él esté en el

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palacio, ellos pueden ser usados como sacrificio. El único modo de eliminar el riesgo es eliminar a todos los humanos del área.

—Estás diciendo que matemos al humano antes de que los Naturi? –dijo Ryan.

No había sorpresa o disgusto en su tono de voz. Él había preguntado elproblema-del-hecho, tan simple como confirmar lo que yo había dicho.

—Nuestro objetivo principal es eliminar la amenaza de los Naturi –repliqué, consciente de Danaus y evadiendo una respuesta directa–. Jabari y yo nos ocuparemos de Rowe. Vamos a necesitar que ustedes dos mantengan a los Naturi alejados de nuestras espaldas.

Si cualquiera estaba planeando comentar sobre mi habilidad de planificar, perdió la oportunidad, porque ya habíamos llegado al borde del palacio. Con la pistola apretada sobre mi mano derecha y con un cuchillo en la izquierda, moví el primer paso conduciéndome al palacio y me detuve. No había tiempo para miedo o cólera. Era hora de preocuparse por solo matar y sobrevivir a Rowe la siguiente hora o más.

La energía que había sentido la noche pasada no fue nada comparada con la sensación que golpeaba contra mí en estos momentos. Ryan había creado una tormenta con la fuerza no solo para destruir toda Creta sino para inundar severamente otras islas de la región, e incluso eso no había detenido la energía. Ahora me sentía vibrando con el aire. Empujaba contra mi piel, determinado a encontrar la entrada a mi cuerpo. Anoche no pude usar mis poderes, esa energía me despedazaría.

—Están aquí –murmuró Danaus.

Mi cabeza giró hacia el cazador, forzando a salir de mis oscuros pensamientos.

—¿Cuántos?

—Una docena. La mayoría está centrada en el claro principal, pero hay algunos que están en dirección al sur. Dos más están en el aire.

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Antes de cambiar mi peso para tomar el siguiente paso, escaneé el área, buscando por la localización exacta del humano que estaba siendo retenido.

Los Naturi deberían esperar hasta que la noche llegara a su punto más alto, pero deberían estar preparando al humano. Estaba dispuesta a suponer que Rowe estaba cerca del humano como debía ser. Pero el Naturi me había sorprendido de nuevo.

—Maldición –solté en voz baja. Volví mis pasos hacia atrás y bajé el arma.

—Allí hay tres –dijo Jabari detrás mío, poniendo en palabras lo que yo acababa de descubrir. Caminé unos cuantos pasos lejos de la entrada a las ruinas, empujando de un tirón el seguro de arma a su lugar original para evitar balearme el pie en un momento de frustración. Había tres humanos en el centro de las ruinas. No uno. Tres.

—¿Señuelos? —preguntó Danaus, aproveché para mirar su rostro por un instante. Aparté la vista con la misma rapidez, pasé los ojos como dardos de Danaus a Ryan antes de que finalmente se asentaran en Jabari–. Sí, tal vez – dije en voz baja, manteniendo los ojos en los del Anciano.

—Y uno de los señuelos es James –anunció Ryan.

—¿Qué? ¿Cómo? –jadeé, sintiendo la necesidad de apuntar mi arma hacia el brujo. Teniendo en cuenta que un humano capturado siempre había sido algo que me atrapaba estando viva, ahora el joven había sido atrapado.

—Fue atrapado durante la mitad del día –respondió Danaus–. El corrió sobre la esquina de la tienda y nunca volvió.

Quería pegarles a los dos por haber dejado a James salir de su vista. ¿No había aprendido nada de mi propio error al permitir a Michael estar involucrado en una pelea contra los Naturi? Los humanos terminaban siempre muertos cuando los Nightwalkers y los Naturi se relacionaban.

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Necesitábamos apurarnos ahora. Ya había sido de noche por más de una hora.

Ellos podrían haber empezado el proceso. Aunque no completarían el sacrificio hasta el punto más alto de la noche, los Naturi podían pasar muchas horas en el ritual, removiendo los variados órganos humanos y quemándolos. Podrían mantener a James vivo y consciente justo hasta el final. Pero no teníamos ninguna esperanza en salvarlo si ellos ya lo habían abierto.

—Nuevo plan –anuncié, deseando insanamente poder convencer a Danaus y Ryan de seguirle la corriente a mi reciente ataque de locura–. Allí hay tres humanos pero solo uno es el verdadero sacrificio. Voy a ir a por Rowe y a mantener al bastardo ocupado. Danaus se enfocará en liberar a James y pasárselo a Ryan. Una vez que Ryan tenga a James, los dos volverán al Heraclion.

—Mira, pienso que yo puedo… —empezó Ryan, pero lo corté rápidamente.

—No, no puedes. Sigues siendo un humano, Mir. Warlock, y puedes ser usado como sacrificio. Los dos, James y tú, tienen que estar lejos del lugar. Jabari se enfocará en los otros sacrificios. Ryan, necesito que te mantengas atrás hasta que James haya sido liberado. Si Rowe o cualquiera de los otros Naturi, quiebra en el tiempo de nuevo, necesito que lo detengas.

—Mira, esa es magia terrestre. No mi fuerte –protestó él.

—Tienes que intentarlo –tiré del seguro del arma nuevamente y tomé un paso hacia la entrada–. Haz lo que puedas para interferir con algún hechizo. Vamos a tratar de que no se te acerquen y mantenerlos alejados así podrás trabajar.

Girando, caminé hacia la entrada y subí las escaleras sin mirar atrás a ninguno. Sabía que ninguno de los humanos eran señuelos. Rowe no estaba tomando precauciones. Lo detuvimos una vez, y ahora él estaba apostando a que no podríamos detener los tres sacrificios.

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Cuando llegué a lo alto de las escaleras, un chillido estridente rasgó el silencio de la noche. Me acobardé, bajando la cabeza como si esperara que la ira de los cielos cayera sobre mí en ese instante. No del todo. Dos de las arpías de Venecia habían venido hasta Knossos para ayudar a Rowe con el sacrificio. Y obviamente nos habían localizado.

Mirando furtivamente a una de las paredes que quedaban, una sonrisa alcanzó mis labios. La idea era permitirme que protegiera el sello y matara a Rowe. La parte positiva del plan era que yo podía matar a cada Naturi que se interpusiera entre él y yo. Sabía que encontraría un resquicio de luz en algún sitio dentro de esta pesadilla.

Bordeamos más cerca del centro del patio. Sólo un puñado de Naturi se adelantó

para

asediarnos.

Con

Jabari

apuntando

a

lo

largo,

fueron

despachados rápidamente como un pequeño problema antes de que cualquiera de ellos pudiera activar sus poderes especiales. No me sorprendía. La fuerza principal de los Naturi había sido retirada para defender los sacrificios.

De repente el viento se levantó, cambiando dos veces de dirección antes de soplar en mi espalda, empujándome hacia delante. Trepando a un bajo muro derribado que rodeaba el patio, apreté las manos agarrando el cuchillo y la pistola. Rowe se quedó de pie a unas pocas yardas, con las piernas extendidas y las manos en sus caderas. Me sonreía. Detrás de él más de una docena de antorchas titilaban y bailaban con el viento. Esparcidos delante de nosotros por todo el ancho patio, estaban los tres humanos; dos hombres y un niño pequeño.

Los sujetaban, con sus cuerpos extendidos de este a oeste. Justo como lo hicieron en Stonehenge no hacía mucho.

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—¿Esto es todo lo que has traído? —preguntó Rowe, arqueando la ceja de su único ojo sano—. Pensé que la última noche fue una pequeña fiesta de exploración. ¿Pero esto?

—¿Por qué malgastar la mano de obra cuando cuatro es todo lo que necesitamos? —me burlé—. Terminaremos con esto esta noche.

—Estoy de acuerdo.

Un dueto de grito llenó el aire por encima de mí. Reticente a posar mis ojos en Rowe, miré hacia arriba a tiempo para ver a las dos arpías bajando en picado hacia mí, con sus alas carnosas presionando sobre sus cuerpos para aumentar la velocidad de su caída. Arremetí golpeando ruidosamente contra el suelo de roca mientras Danaus y Jabari se tiraban de cabeza en direcciones opuestas. El dolor explotó en mis costillas cuando golpeé el suelo, pero me aparté a un lado y me mantuve en movimiento. Rodando sobre mi espalda, alcé mi pistola, buscando en los negros cielos a las pesadillas de los mitos. Pero se habían ido.

Rodando sobre mis rodillas, mi cabeza restalló hacia atrás cuando el dolor explotó en mi mandíbula y pegué un grito cayendo sobre mi espalda. Rowe estuvo sobre mí en un segundo. Su puño golpeó mi mejilla, y ahora ambos lado de mi cara palpitaban de dolor. El Naturi se puso a horcajadas sobre mí, con sus rodillas aprisionando contra mis caderas.

—Deberías haber cogido mi oferta —gruñó, y golpeó su puño en mi estómago—. Ahora habríamos estado en el mismo bando.

Hice girar mi mano derecha hacia arriba, intentando apuntarle con la pistola.

—Nunca —gruñí.

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Rowe golpeó fácilmente mi mano, pero yo contaba con ello. Alcé mi mano izquierda, hundiendo mi cuchillo hasta la empuñadura en su costado. Gritó, dándome un revés cuando calló hacia atrás. Su sangre cubría mi mano, provocando que el cuchillo se me resbalara cuando él dio un traspié.

Me puse de nuevo en pie, con el dolor de mi cara comenzando a remitir. Traté de mantener la posición cuando Rowe se apresuró a sanar la última herida que le había infligido. Pero no tuve oportunidad. Atacaron silenciosamente esa vez y yo no estaba mirando a los cielos.

Los Naturi alados bajaron en picado con una ráfaga de viento, borrando la pobre luz de las estrellas. Había dado medio paso atrás cuando unas garras increíblemente largas se hincaron en mis brazos y mis hombros. Un grito salió de mi garganta cuando mis pies abandonaron el suelo, acompañado de los suaves sonidos de sus risotadas cuando me alzaron.

Intenté retorcerme de sus zarpas, pero las garras sólo se clavaron más hondo en mi carne y mis músculos hasta que pude sentirlas arañando el hueso. La sangré manó de mis hombros, empapando mi camisa de algodón, todavía manchada de la batalla de la última noche. Alzando la mano con la que sostenía la pistola, intenté apuntarla hacia cualquiera de mis dos captores al tiempo que ascendíamos más alto en el negro cielo. Me las arreglé para soltar dos disparos antes de que me arrancaran la pistola de la mano, y miré hacia abajo a tiempo para verla caer a plomo al suelo, que cada vez estaba más y más lejos. Las ruinas se iban alejando demasiado cuando el par de Naturi me llevaron hacia el norte, hacia Heraklion y hacia el mar.

Con cada aleteo de sus poderosas alas, una ráfaga de viento me golpeaba. Un escalofrío se transmitía por todo mi cuerpo, enfriando la sangre que avanzaba lentamente a través de mi estómago en un flujo creciente. Un susurro pensativo

me

sacudió,

causando

que

sus

garras

se

clavaran

más

profundamente. Tenía que liberarme. Danaus y los otros eran muy numerosos.

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James tenía que ser salvado. Rowe completaría el sacrificio pronto, y el poder…

No pude sentir el poder por más tiempo. Las arpías Naturi me había llevado lo bastante lejos.

Mi cabeza se echó hacia atrás y un borboteo de risotada saltó desde mi garganta un segundo antes de que los dos Naturi que me agarraban, estallaran en llamas. Sus gritos resonaron a través del cielo cuando sus garras de los pies se abrieron, soltándome. Me moví deprisa, aprisionando un tobillo de cada Naturi antes que pudiera caer de vuelta a la tierra. El dolor me quemó en los hombros, amenazando con perder mi agarre, pero apreté fuerte. Si los perdía de vista o perdía el contacto, no sería capaz de mantener el fuego encendido.

Las llamas se comían su carne, quemando agujeros en sus carnosas alas hasta que nos desplomamos sobre el suelo en un espantoso cúmulo abrasador, derritiendo la carne. Los Naturi que tenía agarrados se contorsionaron y gritaron, no intentando luchar conmigo, si no simplemente tratando de escapar del dolor. Finalmente liberé mi agarre de sus piernas cuando el suelo se acercaba con sorprendente velocidad. Había cometido ese error antes, no prestando atención de hacia dónde estaba cayendo. La última vez que pasó, me habían empalado en una rama de un árbol y por poco no sobrevivo al enfrentamiento. Y Sadira ahora no estaba por ahí para salvar mi lamentable culo.

Cayendo a plomo hasta el suelo, miré hacia abajo para descubrir que había caído dentro de un huerto. Mierda. Estacas listas y preparadas. Perdí de vista a los dos Naturi, así que el fuego que había creado se extinguió al momento.

Cruzando los brazos sobre mi pecho en un desesperado intento de proteger mi corazón, choqué directa contra las ramas superiores más pequeñas. Mis pies golpearon una rama enorme, pero justo cuando me deslizaba aterricé a lo ancho.

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Algo se partió. Si fueron mis costillas o la rama, no lo sé, pero sólo un instante después tanto la enorme rama como yo estábamos tendidos en el empapado suelo.

Quería permanecer allí algún tiempo. El dolor palpitaba en mi cuerpo en media docena de sitios, y quería recopilar mis pensamientos antes de incluirlos a la maraña de cortes y heridas que me cruzaban de lado a lado. Pero un par de bajos gemidos me hicieron volver en mí. Los dos Naturi del viento habían chocado contra el árbol justo detrás de mí.

Usando el tronco del árbol en el que había caído para ponerme de pie, cojeé hacia donde estaban los Naturi retorciéndose en el suelo. Sus pieles rosado pálido estaban ahora negras y descamándose en pequeños trozos de ceniza.

Sus alas se habían quemado, dejándolas hundidas. Para entonces, todos sabíamos que ellos no volverían a volar, incluso si yo no hubiese destruido sus alas.

Sus gritos duraron menos de un minuto una vez que los encendiera en brillantes

llamas

naranjas

una

vez

más.

No

sentí

remordimiento,

ni

arrepentimiento, ni duda. Los Naturi pretendían hacerle lo mismo a toda criatura muy pronto.

Cuando fueron destruidos, sus cenizas quedaron para danzar en el viento.

Invoqué mis poderes nuevamente y busqué en la isla a Danaus. Tenía la vaga idea de donde me encontraba, pero no podía perder el tiempo deambulando en la oscuridad. Encontré al cazador con facilidad. Él era mi baliza en la noche.

Cruzando por las abiertas tierras de cultivo, corrí tan rápido como mi herido cuerpo me lo permitía. Había perdido sangre y mi cuerpo estaba tratando de curarse, pero no era un trabajo fácil, ya que me negaba a detenerme y

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descansar. Llegando al camino nuevamente, aceleré, y regresé a las ruinas en cuestión de minutos.

En el patio principal, encontré a Jabari en el sacrificio occidental. Él estaba rasgando fácilmente un Naturi tras otro mientras cada uno se enfrentaba valientemente al Anciano.

Danaus estaba al este, sosteniéndose con una espada en mano mientras los Naturi formaban un semicírculo a su alrededor. James aún estaba estacado al suelo, a pesar de que una de sus manos estaba suelta, y estaba forcejeando para liberar su otra mano.

Ryan era mi más grande preocupación. El hechicero estaba frente a Rowe.

Mientras me acercaba a ellos, me detuve lo suficiente para recoger una corta espada del suelo. Un arma perdida de un Naturi muerto. No era mi primera opción, pero había perdido uno de mis cuchillos antes con Rowe y las arpías habían robado mi arma. Sólo me quedaba un cuchillo, y lo iba a necesitar si Rowe me cubría de nuevo.

Sobre nuestras cabezas, el cielo comenzó a agitarse y el viento soplaba, azotando mi cabello en mi rostro. Rowe estaba invocando otra tormenta. La tierra alrededor de Ryan brillaba con un extraño azul pálido. El hechicero había creado una especie de círculo protector para mantener a los Naturi físicamente a raya. Pero sabía que no lo protegería del voltaje de un rayo. Al menos, no por demasiado tiempo.

—¡No hemos terminado! —Grité a través del patio. La cabeza de Rowe se levantó, y por un momento él realmente lucía sorprendido. Entonces la sorpresa desapareció, la fugaz emoción fue reemplazada por una mueca que me recordó a mi antiguo tormento, Nerian.

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—Que bueno es verte en una pieza —Replicó Rowe. Su ojo bueno saltó de mí a Ryan y de vuelta, mientras se esforzaba por mirar al hechicero y a mí al mismo tiempo.

Estaba por arremeter en su contra cuando alguien mucho más interesante llamó mi atención. —Rowe, tú una vez dijiste que debía haber una gran razón del por qué fui dejada con vida ese día. Un rol que aún tenía que desempeñar —grité sobre el agitado viento—. Llama a esto, yo devolviendo el favor.

Rowe lucía genuinamente confundido mientras me deslizaba junto a él y me movía hacia la mujer Naturi que estaba cerca. Ella era la que se había aparecido en el Gran Salón. Ella había sido con quien se había hecho el trato.

Ella sostenía una espada en una mano y sus labios estaban presionados en una línea de preocupación. Ella sabía que la reconocía a pesar de que ahora ella usaba un par de jeans y una camiseta sin mangas negra.

—Puedo ver que tienes a tu compañera de juego de vuelta —me burlé—. ¿Disfrutó ella su estadía en el Salón?

La punta de la espada de Rowe bajó mientras miraba de mí hacia el otro Naturi a su lado.

—Ella está loca —Dijo rápidamente la mujer, sacudiendo su cabeza—. Está mintiendo. No sé de lo que está hablando.

—Hmmm… —dijo Rowe, alejándose un paso de ella—. Tal vez. Pero aún así, Mira no es de las que mienten.

—¡Jabari! ¿Es ella? —grité a través del campo, esperando captar la atención del Anciano mientras desgarraba a otro Naturi. El Anciano se volteó, con su túnica empapada en sangre. Él casualmente se detuvo un momento y miró al Naturi que había indicado.

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—Sí —dijo él con un asentimiento—. Mátala. El trato se acabó.

—¡Tú no puedes anular el trato! —gritó sin pensar—. Un solo miembro del Aquelarre no puede anular el trato. ¡Nos lo prometiste!

No pensé que ella caería así de fácil. No estaba segura de cuantos de los Naturi restantes en la región eran parte de esta fracción que quería a Aurora muerta.

Necesitaba no solo convencer a Rowe que había un acuerdo, pero esa fracción de miembros también tenían que creer que el acuerdo se había acabado. Había temido este momento, pero ahora que estaba aquí, no sentía el pánico que había anticipado. La adrenalina fue bombeada por mi cuerpo y mi mano se apretó en la empuñadura de la corta espada que sostenía. Estaba lista para finalmente tomar el asunto en mis propias manos, lista para tomar una cantidad de control de mi vida.

—Reclamo el puesto vacante en el Coven —anuncié enderezando mi postura—.

Jabari, ¿reconoces mi reclamo?

La sonrisa creció en su rostro y pude escucharlo reírse en triunfo.

—Reconozco tu reclamo —contestó solemnemente con una inclinación de cabeza. Entonces su voz cambió a algo más oscuro, más insidioso, mientras terminaba—. Bienvenida al Aquelarre.

—Ahora, como estábamos diciendo —continué, volviendo mi atención al Naturi que estaba frente a mí con su rostro cada vez más rojo por el enfado—. El trato se terminó. Si quieres a Aurora muerta, puedes hacerlo por ti misma. La puerta se mantendrá cerrada.

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—¡No! —gritó ella. Vino corriendo hacia mí con su espada elevada sobre su cabeza.

Agarrando un cuchillo de mi lado con mi mano libre, me arrodillé y lo lancé directo a su pecho. El pequeño cuchillo se enterró justo en su corazón. Ella se detuvo, aún de pie, lo suficiente como para que me pusiera de pie y removiera su cabeza con un fluido movimiento.

Su sangre se esparció por todas partes, salpicándome en la cara. La limpié con el dorso de mi mano mientras vertía toda mi atención en Rowe.

—Obviamente no tenías a todos los patos alineados, pero ahora los tienes.

—Lo mismo puedo decir de ti y tu jovencito —contrarrestó Rowe, señalando con su espada hacia Danaus.

James estaba sentado ahora, pero los Naturi se estaban acercando. Danaus estaba siendo dolorosamente superado en número, mientras que Jabari trataba de defender a los otros dos humanos al mismo tiempo. El trato se había acabado, pero estábamos dando demasiado de nosotros mismos para detener el sacrificio. Además, esta vez no habría combinación de poderes.

Danaus y yo estábamos desesperados, pero lo que habíamos hecho la última vez era demasiado horrible como para repetir. Habría otra manera.

—Yo… Lo que sea que fuera a decir Rowe fue interrumpido cuando otro Naturi lo llamó. Todo su cuerpo se puso rígido al sonido de su voz. Él rápidamente retrocedió, dejando distancia entre él y Ryan. Pero también noté que se posicionó entre el recién llegado y yo.

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Puse mi atención en ella. Era más baja que yo y su cuerpo era increíblemente delgado, como si fuera solo un esqueleto animado cubierto en suaves ropas grises. Una masa de cabello negro y liso colgaba por su espalda. Ella me miró con sus enormes ojos que parecían ser del mismo tono gris pálido de sus ropas. De hecho, la única cosa que parecía no ser monótona en esta delgada criatura era su boca rojo rubí, que en este momento no tenía ni una sonrisa ni una mueca. La miré hasta que Rowe se puso en mi línea de visión, pensando insanamente que ella parecía familiar.

Rowe le gritó algo y ella respondió. Ellos hablaron en su propio idioma, el cual no podía entender. Excepto por el lenguaje corporal y el tono de voz de Rowe. Él me apuntó con la espada de su mano derecha y movió su mano izquierda hacia ella, señalándole que se mantuviera alejada. Tenía los ojos estrechados y su cuerpo curvado hacia adelante, él estaba listo para atacarme en caso de que yo me acercara tan solo un paso hacia ella.

Nuevamente él gritó en dirección a ella de modo que yo no pudiera entender… justo sobre su hombro, la vi mirar al cielo una vez. No había luna que ver, pero sabía lo que ella estaba haciendo. No estaba mirando un cuerpo celeste o a un Naturi alado que los ayudara. Conocía esa expresión, ella estaba midiendo la noche. Estábamos fuera de tiempo.

Algo se apretó en mi estómago y mis manos comenzaron a temblar. Ahora era el momento, y me sentía atrapada. Estaba asustada de usar mis poderes.

Podía matarnos a todos. Había demasiada energía en el aire y no sería capaz de controlarlo.

—¡Danaus! —grité. Esperando que el cazador me escuchara. Esperaba que entendiera por la desesperada suplica en mi voz lo que le estaba pidiendo, porque no había más tiempo para planes y explicaciones—. ¡Mata a la mujer!

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¡Detenla! —mi voz sonó sobre la pelea, haciendo eco a través del valle. Jabari, Danaus, y Ryan me escucharon. Ellos la detendrían si yo no podía.

La cara de Rowe se retorció en ira con mis palabras, girando todo su cuerpo para enfrentarme. Él levantó su espada y vino hacia mí. Lo encontré y su espada chocó con la mía una y otra vez, el impacto hacía que chispas volaran a su alrededor. Los dos estábamos desesperados, pero Rowe también estaba asustado de algo, lo que lo hacía algo descuidado. Esquivando un golpe que se suponía que me cortaría la cabeza, lo golpeé en la cara, haciendo que retrocediera unos pasos. Para mi sorpresa, él calló de espaldas sobre un pedazo de roca rota y no se volvió a levantar.

Me rodeaba el caos. Dejando caer la corta espada, me extendí en mi interior y toqué mis propias habilidades. Estaba lista para convocar a todos los fuegos del infierno. Nadie abandonaría las ruinas con vida. El sacrificio debía ser detenido. El sello debía ser protegido.

Con el primer parpadeo de fuego, la energía vino rápidamente hacia mí, viva y crepitante. Por primera vez en mi vida, estaba completamente en contacto con los poderes de la tierra. No había calma, ni dulce paz. Ni un sonido del balbuceo, ni el murmullo del viento. Solo una crepitante rabia y la furia de un poder sin usar por demasiado tiempo. La Madre tierra estaba malditamente molesta, y era hora de que saliera.

Cada Naturi que se me acercaba se prendía en llamas instantáneamente, pero no era suficiente para liberar la presión que aumentaba en mi cuerpo. Las antorchas se envolvieron en llamas mientras bolas gigantes de fuego, como de basketball rondaban por el aire, alumbrando el campo de modo que parecía que el alba había llegado finalmente. Localicé a Danaus y a James y rápidamente los encerré en una muralla protectora de fuego. Hice lo mismo con Jabari, pero no era suficiente.

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El poder crecía en mi cuerpo. Éste iba a destruirme, y no podía encontrar a la mujer de gris que Rowe pretendía proteger. El poder iba a matarme antes de que pudiera detenerla.

Danaus. Extendí la mano. Mi voz en mi cabeza parecía un pequeño susurro comparado al poder que rugía dentro de mí. Ya no me podía concentrar. Los fuegos se estaban volviendo más grandes, brillantes y fuertes. Iba a matar a la misma gente que trataba de proteger.

Estoy aquí. Su voz en mi cerebro era un frío bálsamo sobre las quemaduras en mi interior.

No me puedo concentrar. No la puedo encontrar. No sé tras que sacrificio va ella.

Ella está aquí.

—¡No! —grité. ¡James!

El dolor explotó dentro de mí. Ni siquiera tuve la oportunidad para reaccionar.

Todo mi cuerpo fue echado hacia atrás. Volé por el aire por lo que sentí que fueron yardas en una terrorífica mancha de movimiento antes de que mi espalda se azotara en la dura roca del suelo. Un incoherente grito de dolor salió de mi garganta mientras me retorcía. Algo estaba siendo rasgado profundamente dentro de mí, como si alguien o algo estuviese atacando los frágiles jirones de mi alma, tratando de arrancarlos de mi cuerpo. Me curvé en posición fetal, desesperada por sujetar mi alma dentro de mi maltratado torso.

El dolor quemaba en mi interior. Las terminaciones nerviosas temblaban y se retorcían. Los órganos chisporroteaban. El agonizante dolor rasgó mi cerebro hasta que no quedó ni un solo pensamiento.

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Y entonces se filtró la oscuridad. Ésta lo consumía todo, el dolor, la sensación de lagrimeo en mi pecho, el mundo exterior. La oscuridad lo borró todo y luego me robó a mí.

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CAPÍTULO 26

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incorporé de golpe y sin aliento, lo que envió cuchillas hasta mi garganta que

atravesaron mis pulmones antes de que el primer

pensamiento claro sonara en mi cerebro. No necesitaba respirar, pero había algunos instintos que incluso la muerte no podía eliminar. Cuando me despertaba cada noche con una pesadilla, mi primera reacción era siempre boquear en busca de aire. Pero esto no era una pesadilla.

Parpadeando como si intentara aclarar mi visión borrosa, sentí una mano en mi espalda y en mi hombro como si alguien me volviera a poner con cuidado en el suelo. Tosí e intenté rodar hacia un lado cuando expulsé el aire innecesario de mi cuerpo. Algo dentro de mí me dolía. Mis pensamientos estaban borrosos cuando intenté recordar lo que había pasado. Nadie me había tocado, pero el dolor había explotado en mi interior, friendo cada órgano y cada célula de mi cerebro.

—Descansa, Mira. —La profunda voz de Jabari pasó rápidamente sobre mí desde mi derecha. Estaba tumbada sobre mi espalda y entorné los ojos. Ryan estaba arrodillado a mi lado a mi izquierda, y una de sus manos asía la mía.

401 Foro Purple Rose

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Jabari estaba arrodillado también. Sus ropas estaban desgarradas y estaba cubierto de sangre, pero una suave sonrisa revoloteó en sus labios. Había ganado. Yo estaba en el Aquelarre, lo cual sólo lo beneficiaba a él porque era capaz de controlarme.

—¿James? —pregunté, temiendo la respuesta cuando miré a Ryan. El hechicero

asintió

con

la

cabeza

pasando

por

encima

de

Jabari.

Contorsionándome, vi al joven sentado contra la pared, ensangrentado, magullado, e hinchado, pero todavía respirando.

—Pero Danaus… —empecé, pero entonces sacudí lentamente mi cabeza como si intentara despejar la niebla de mis pensamientos—. Dijo que los Naturi estaban tras él. ¿Aún está el sello a salvo?

—El sello está roto —confirmó Jabari, con su sonrisa volviéndose un ceño fruncido.

—¿Cómo? —Exigí saber con una voz abrasiva.

—El humano que yo liberé. Saltó a través del anillo de fuego que creaste y a los brazos expectantes de los Naturi. Sólo les llevó un segundo doblegarlo y completar el trabajo.

—¿Y el chico? —susurré.

—Duerme —dijo Ryan—. Lo llevarán de vuelta a la cuidad esta noche y no recordará nada de esto.

Presioné mi mano derecha contra el centro de mi pecho. ¿Era el sello respirando lo que había sentido? ¿Había estado el sello unido a mi alma? El dolor había sido insoportable, como si algo estuviera siendo arrancado de mí.

Incluso ahora había un vacío, una sensación de derrota palpitando en mi interior.

—Siento…dolor —dije. Mi voz vaciló y sonó áspera para mis oídos.

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Jabari asintió. Su gran mano pasó rápidamente por mi frente y bajó cuando descolocó el pelo hasta mi cara en un sorprendente gesto reconfortante.

—Tú creaste el sello. Es natural que sientas su destrucción.

La mano de Ryan se tensó con las palabras de Jabari.

—¿Tú creaste el sello original?

Retiré mi mano de su agarre y la hice rodar lejos de él. No podía mirar al hechicero. Colocando las rodillas debajo de mí, me senté lentamente. Sin embargo, todos mis pensamientos de mantenerme inmóvil me abandonaron cuando miré alrededor. La masacre era como para vomitar. La sangre y los cuerpos estaban esparcidos por todas partes, trayendo de vuelta imágenes de la batalla en el Complejo de Themis no hacía ni una semana antes. No había ningún sitio al que pudiera ir. La destrucción parecía seguir la pista de cada uno de mis pasos. El caos me seguía en mi despertar.

Y ahora el sello estaba roto. Los Naturi pronto decidirían la hora de abrir la puerta entre nuestros dos mundos, y la guerra empezaría oficialmente. Lo que se extendía ante mí era una batalla menor.

—Soy un monstruo —susurré, sacudiendo la cabeza cuando las lágrimas resbalaron sin control por mi sucia cara arañada.

Cadáveres ardiendo llenaron la zona, con el humo todavía subiendo desde sus cuerpos. —Soy un monstruo con este tipo de poder y a pesar de todo fracaso.

—La negociación se ha roto. Nuestro Señor está a salvo —me recordó Jabari pacientemente—. Hemos ganado.

—No, el sello está roto —me lamenté.

Arrodillado ante mí, colocó sus manos a cada lado de mi rostro y me obligó a encontrarme con su oscura mirada.

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—Fracasamos porque no trabajamos juntos. Nos separamos cuando nuestra mayor fuerza reside en trabajar juntos a través de ti. Esa es la única manera para terminar con esto definitivamente. Mataremos a Aurora y destruiremos a los Naturi para siempre. No más sellos y no más puertas a otros mundos.

Terminaremos con esto para siempre.

—Pero…

—Para proteger nuestro modo de vida, para proteger a los humanos, tenemos que destruir a los Naturi. Y la única manera de hacer eso es destruir a su reina.

Quería creer a Jabari. No podía recordar que quisiera algo más. Y puede que él estuviera en lo correcto, la única manera de acabar con los Naturi podría ser a través de Aurora. Pero todo lo que yo podía ver era la negra sombra de la muerte alargándose a lo largo de la Tierra. Para llegar hasta Aurora, muchos tendrían que morir; vampiros, licántropos, y humanos.

Pero al menos ahora teníamos algo de tiempo. Teníamos tiempo para trazar un plan. Teníamos tiempo para cazar.

Me retiré hacia atrás, alejando mi cara de su dominio.

—Tienes que estar en lo cierto.

Me puse de pie dolorosamente. El sonido de Jabari y Ryan levantándose también llegó hasta mis oídos, pero mi atención estaba en la masacre a mi alrededor. Danaus se estaba acercando lentamente. Estaba cubierto de sangre y rasguños. Un largo corte corría por el lado derecho de su cara, y la sangre le chorreaba hasta la barbilla. Sus profundos ojos azules brillaron intensamente a la luz mortecina de las antorchas.

—¿Rowe? —pregunté.

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—Desaparecido —dijo Danaus con un leve movimiento de cabeza—. Estaba gravemente herido. Lo llevaron fuera de aquí.

Sabía que era mejor que la esperanza. Siglos atrás había abandonado a Nerian a la muerte en lo alto de Machu Pichu, confiando en que los Naturi nunca serían capaces de volver a poner sus entrañas en su cuerpo antes de que muriera desangrado. Había estado equivocada. No creería que Rowe estaba realmente muerto hasta que viera su frío cuerpo sin vida descansando en el suelo delante de mí. E incluso entonces lo incineraría hasta convertirlo en blancas cenizas ardientes sólo para estar segura.

Pero por ahora quería a Rowe con vida. Él sabía que había un bando dentro de su feliz familia que quería a su reina-esposa muerta. Esa división dentro de los Naturi podía trabajar a nuestro favor en las noches próximas. Rowe se vería obligado a dirigir una caza de brujas dentro de su propia gente para encontrar a quién quisiera ver muerta a Aurora. Eso crearía un caos, y crear caos era lo que yo mejor hacía.

Volviéndome, miré hacia uno de los Nightwalkers que se rumoreaba que me había creado. Algo en lo profundo de mi interior odiaba a Jabari por usarme, por hacer de mí su propio juguete de poder. Pero no tenía los recuerdos de esos horribles momentos para mantener las llamas del odio ardiendo resplandecientes. Todos los recuerdos que tenía de él eran de compañerismo afectivo y confianza. Incluso ahora, sabiendo la verdad acerca de mi creación y del pasado, alguna parte de mí todavía confiaba en él, necesitaba creer que lo que él me había contado era la verdad.

A pesar de mis sentimientos por Jabari, no quería estar en el Aquelarre, pero por ahora, mi presencia repercutía en la balanza contra Macaire y quizás incluso contra Elizabeth. Y hasta que Macaire estuviera destruido o muerto, Jabari estaría complacido de dejarme con vida. Me había comprado a mí misma y a Nuestro Señor otra vez.

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—Me marcho —anuncié.

—Vas a volver al Aquelarre —ordenó Jabari—. Perteneces al Aquelarre.

Le sonreí.

—No —dije simplemente—. Voy a ir a donde me necesiten. Voy a casa. Cuando llegue la hora de luchar contra Aurora y los Naturi, ya sabes dónde encontrarme.

Caminé hacia la entrada norte, pero me paré después de unos pocos pasos.

Mirando por encima de mi hombro, miré directamente a Danaus durante unos cuantos segundos en silencio. Tantas preguntas sin respuesta, emociones confusas, y errores desagradables. Un bori envuelto en adornos humanos. Un cazador que ya no estaba seguro de quién era realmente el enemigo. Y una Nightwalker que ya no estaba segura de dónde residía su lealtad. Sólo había una única cosa que sabía con seguridad cuando me volví a Danaus: no habíamos acabado todavía.

—¿Vas a venir? —pregunté.

Curvó una delgada ceja negra hacia mí. Sus labios se torcieron y un extremo de su boca se dobló de pronto en una sonrisa burlona.

—Será más fácil matarte si no tengo que darte caza —dije, respondiendo a su silenciosa pregunta, ¿por qué?

Sin una palabra, Danaus deslizó su espada empapada de sangre dentro de la vaina en su espalda y me siguió fuera de las ruinas de Minoan. Por ahora, podíamos decir que al infierno con el Aquelarre, con Themis y con los Naturi.

Me dirigía a casa, donde Danaus y yo podríamos centrarnos en cosas más importantes. Como intentar volver al asunto de matarnos entre nosotros.

FIN DEL LIBRO

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Biografía del Autor

Jocelynn Drake La mayor de tres niños, jocelynn creció y sigue residiendo en Cincinnati, la región del Ohio.

Ella comenzó a escribir cuando ella tenía 12 años, pasando todo un verano rescribiendo la historia de Robín Hood en los restos aporreados de un cuaderno.

Mientras la vida ha traído muchos cambios y sorpresas, el amor de escritura y una historia buena ha sido una constante. Cuando no está escribiendo, ella puede ser encontrada con su nariz enterrada en un libro bueno, que vaga por los bosques con su cámara cradled de manera protectora contra su cuerpo, viajando a ubicaciones interesantes, o relajándose con su familia, quien también ha permanecido en el área Cincinnati

Saga Dark Days 3 Dawnbreaker en el Foro

Sinopsis: El amanecer trae un nuevo terror a las criaturas de la noche...

Aquellos de su raza tienen miedo a Mira por el fuego letal que ella controla a su voluntad—un poder unico entre los Nightwalkers, tanto un regalo... como una maldición.

Los Naturi desprecian a Mira por lo que es—mientras se preparan para el sacrificio

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final que destruirá las barreras entre los mundos. Y una vez que los Naturi hayan desencadenado, sangre, caos y horror reinaran sobre la Tierra.

Mira solo puede confiar en Danaus, el más que mortal cazador de vampiros, aunque él ha jurado destruir a su especie. Y ahora, cuando se aproxima el día en el que fuerzas titanicas se batan en duelo al amaparo de la oscuridad, el destino les lleva hacia una confrontación apocaliptica en Machu Pichu. Pero no todo está perdido, porque una absurda

carta

les

ha

sido

repartida:

una

pícara

princesa

enemiga que puede cambiar la balanza de poder y el temeroso rumbo.

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