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BDSM y Lollipop

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Pop

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Montserrat De Aguilera Flores @MonkyDraco

Cuando de pop se trata no hay nada cursi o soso, si no todo lo contrario; el pop se disfraza en envolturas de celofán de color pastel y caramelo sabor vainilla, para hablar de emociones agridulces y temas picantes; lograr este balance requiere maestría y talento.

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Al mismo tiempo, el pop es muestra de la búsqueda inherente al ser humano de sentirse bien y ser feliz, y aunque de forma discreta, habla con honestidad sobre las enfermedades que nos aquejan como cultura global. El pop como arte performativo, define una era en la historia de la humanidad y genera un diálogo en el cual todos podemos participar, ahí reside su poder.

Encuentro fascinante que aunque existen artistas pop de género masculino, quienes causan más impacto en la sociedad son las artistas pop femeninas. Son presentadas como semidiosas que imprimen hipersexualidad en su performance poniendo como ofrenda de sacrificio sus propios cuerpos y vidas privadas, despertando sentimientos pasionales que aluden a la barbarie del pueblo que ama con locura la delicioso dicotomía de idolatrarlas y flagelarlas al mismo tiempo. Es tan fascinante como es triste, porque en este juego de poderes, pasiones y castigo no hay equilibrio ni respeto al humano que está detrás del performance, como colectivo cruzamos las líneas de respeto, imponiéndoles destinos en donde se les castiga por ofrecer eso mismo que amamos consumir, se nos olvida que en este juego se necesita siempre del consentimiento de ambos.

Mientras escribo esto no puedo dejar de pensar en el ejemplo de mi semidiosa de cabecera, Rihanna, una performer que ha manejado con maestría y estilo este baile entre semidioses y mortales del que hablo.

Ilustración: Jessicartica, 29 años, CDMX. “Queen Riri” @jessicartica

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