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La educación y su continuo sufrimiento de una adaptación

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Notas

Notas

Por Mtro. Luis Acuña Rodríguez*

El presente de muchos jóvenes se vio repentinamente transformado ante una pandemia sin precedentes; ¿es este el sector que más ha luchado por adaptarse?

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La situación actual tiende a suscitar la cuestión de si la educación es la que ha sufrido más con la pandemia, o colocándolo en otras palabras, si la educación es la que más ha tenido que adaptarse a las nuevas condiciones del mundo.

Pero antes de desarrollar tal planteamiento habría que desglosar varios supuestos que surgen al momento incluso de cuestionar, generando por eso, algunas veces, preguntas con errores o sesgos que determinarían ya la respuesta o el enfoque. De tal manera, hay que cuestionar si hay una cualidad de adaptarse o qué se entiende por ella.

La cualidad de adaptarse se ha presentado como una virtud –sobre todo– en tiempos escabrosos o nublados para encontrar esos nuevos horizontes siempre frescos, aunque en otras ocasiones más bien ha denotado una supervivencia natural. Y es cierto que algo de esto último contiene la supuesta adaptación, pero tal actitud no sólo corresponde a la época actual sino a cualquiera, por eso mismo reluce que la adaptación que en esta época se pregona no está relacionada totalmente con ese instinto de supervivencia. Por ejemplo, en la Grecia antigua había un personaje llamado Diógenes, el kyniko, que se autoproclamó como “ciudadano del mundo” (Laercio, 1987). Con esta expresión Diógenes renunciaba a ser determinado por un sitio o esclavizado por un tiempo, elevaba su autarquía, su amor a su singularidad y su ser (su ethos) por encima de cualquier época. ¿Eso implicaría que no podría vivir en ninguna circunstancia distinta o adversa? Al con-

trario, él sabiendo lo que era podía vivir en cualquier situación, podía tener y no tener, podía comer y gozar o ser un asceta, su adaptación no consistía en aceptar las reglas de un mundo, sino que él siendo lo que era sería así en todos los sitios, pues lo adverso siempre lo vivía y siempre seguía siendo él.

Pero qué entiende la época actual como cualidad de adaptarse: la capacidad de querer (o poder) aceptar los cambios y abrirse a los nuevos retos, podría esto aplaudirse y verse como algo maravilloso, pero no es así, porque de fondo está la ignorancia de sí mismo, la renuncia de sí y la aceptación ipso facto de lo ‘nuevo’. No hacer esto implicaría ser obsoleto, por ende, quien rechaza lo ‘nuevo’ es un ser obsoleto e incapaz de abrirse. Si se observa detenidamente hay un mecanismo extraño en ese razonamiento: se dan por hecho ciertas cosas, he ahí los supuestos que es necesario distinguir. En esta ocasión sólo se revisarán dos supuestos íntimamente relacionados.

El supuesto de lo ‘nuevo’ se instaura como lo mejor, lo apetecible por conseguir, lo bueno. Y ¿quién ha lanzado eso ‘nuevo’? Estas condiciones nuevas no las manda un fenómeno como tal, las cosas nuevas presentadas efectivamente ante situaciones continuas de la vida (como enfermedades, catástrofes, etcétera), ya han sido construidas por el mismo mundo establecido de una época, que para algunos podrían ser los comandantes de la economía mundial. De tal manera que el beneficiario de lo ‘nuevo’ contra lo obsoleto es quien ha construido la nueva vía, no es la persona en sí, es decir, no es la persona a quien le han ofrecido o vendido la cualidad de adaptarse. Esta persona entonces tiene como necesidad aceptar la adaptación a lo ‘nuevo’ (o venidero), si no quedaría fuera de ese mundo, así esto implique olvidarse de sí o negarse a sí. En esto último ya pueden visualizarse dos acciones que transitan de la valoración alta por lo ‘nuevo’ a la necesaria adaptación a éste; en dicha relación resalta el otro supuesto que centralizará el rumbo de este texto: la cualidad de adaptarse, a éste se le llamará más puntualmente la falacia de la cualidad de adaptarse, entendiendo que la falacia equivale a “[…] argumentos inválidos que tienen la apariencia de ser válidos y los argumentos que no prueban y parecen probar […] se disfrazan de validez, y con ello el engaño que producen se vuelve más difícil de detectar y evitar” (Beuchot, 2013).

Pero si la cualidad de adaptarse es una falacia ¿se concluirá que se intenta señalar que no hay que adaptarse? No es así, negar algo no implica aceptar lo contrario, sino entender o interpretar de otra manera las cosas. Recordando el ejemplo de Diógenes, ¿acaso él no se adaptaba? Claro, era el más adaptable y al mismo tiempo el que más enfrentaba las situaciones dominantes de su mundo. Su adaptación no consistía en aceptar los discursos y reglas de las épocas sino en seguir viviendo él dentro de éstas. Se

podría decir que esos discursos pasarían, vendrían otros, y él seguiría todavía ahí.

Esa es otra cuestión que la falacia de la cualidad de adaptarse no deja ver, no permite entender las épocas, sólo es un imperativo de adaptarse a lo ‘nuevo’

“la educación siempre ha sufrido una especie de continuo castigo por tener que adaptarse a lo llamado ‘nuevo’, no en el sentido de supervivencia sino en el sentido de domesticación”

que se está generando; en pocas palabras, acepta esto o muere. Diógenes para vivir aceptaba primero lo de él y rechazaba lo otro que quería imponerse, pero aun haciendo eso podía vivir en cualquier sitio porque los comprendía. Ya también lo decía Nietzsche: para comprender la propia época es necesaria la distancia y no el arrojo inmediato a lo nombrado ‘nuevo’.

Hay grandes ventajas en retirarse completamente de su época, y por decirlo así, en dejarse arrastrar por su corriente sobre el océano de las concepciones pasadas del mundo. Desde allí, mirando hacia el río, abraza uno por primera vez la configuración del conjunto, y cuando se acerca a ella tiene la ventaja de comprenderlo mejor que aquellos que jamás lo han dejado. (Nietzsche, 2018, p. 288).

O bien: […] ¡vive oculto, de manera que puedas vivir para ti mismo! ¡Vive en la ignorancia acerca de lo que tu época estima como lo más importante! ¡Coloca entre ti y tu hoy por lo menos la piel de tres siglos! ¡Y el griterío de hoy, el ruido de la guerra y las revoluciones deben ser para ti un murmullo! (Nietzsche, 1985, p.198).

La distancia no implica la cerrazón o no adaptación, implica más bien saber vivir desde uno mismo partiendo de la comprensión auténtica del mundo, no arrojándose a todo lo que se presenta o se vende como necesario para la vida. Esta distancia no cae en la falacia de la cualidad de adaptación, navega desde la mirada del sí para vivir en cualquier condición de mundo.

Al visualizar estos supuestos se puede ya girar hacia la educación y entonces revisar si tiene el mismo sentido preguntar: si la educación es la que más ha sufrido o la que más ha tenido que adaptarse en esta pandemia. Más bien podría apreciarse que la educación siempre ha sufrido una especie de continuo castigo por tener que adaptarse a lo llamado ‘nuevo’, no en el sentido de supervivencia sino en el sentido de utilización, imposición, y domesticación. La educación no ha sabido reconocerse qué es para sí misma y, de esta forma, vivir siendo lo que es en cada época.

La tragedia de la educación es afirmar que debe adaptarse para ser útil a su mundo actual, es decir, aceptar la adaptación para la domesticación y dogmatización. Esto implica que la educación al aceptar el supuesto de lo ‘nuevo’ y la falacia de la adaptación tiende a la dogmatización de su gente, a la domesticación del estudiantado, y esto es el ejemplo claro que la educación no observa las cosas desde sí, sino desde el mundo que cada época le ha impuesto. La educación evalúa y orienta de acuerdo a lo ya establecido de antemano, a eso ‘nuevo’ que se ve como necesario y válido. Además el blindaje de lo ‘nuevo’ es que se salta la sospecha y la indagación, su etiqueta lo coloca en la cúspide de la aceptación indudable.

Por tal motivo es que la educación en esta época no es que sufra por haberse rezagado, sufre como siempre ha sufrido la exigencia de una adaptación no por vivir sino para ser útil y servidora de una época. Y esto es el gran triunfo de la época sobre la educación, al hacerla dependiente de su mirada lo que la época juzgue como válido será lo que deba ser presentado o desarrollado en sus programas o campos. De tal manera, la educación pierde su propia óptica, a diferencia de Diógenes y Nietzsche que proclamaron como punto de partida la propia visión para comprender y vivir en cualquier mundo o época, la educación tiende a olvidar el mundo fenoménico humano, es decir, las infinitas y verdaderas experiencias humanas. Ante esto la educación cae, a través de la cualidad de adaptarse en una simpática paradoja: queriendo ‘cultivar’ a la persona al abrirse al mundo y arrojarse a lo ‘nuevo’, se aleja rotundamente de la persona misma, hace que ésta pierda sus propias cualidades o capacidades e inadvertidamente el ingenio comienza a olvidarse.

En cambio si la educación se afirmara a sí misma, podría observar al mundo mismo a pesar de su aceleración, crisis, y pandemias, pues como dice Matthai (2002):

El acelerado ritmo del desarrollo de la humanidad, observable en casi todas las áreas de actividades, exige, de manera concomitante, una más rápida maduración del proceso mental […] dada la dinámica extraordinariamente compleja –a parte de la acelerada como antes dicho–, de la realidad humana contemporánea, las situaciones dadas requieren de pensamientos creativos, fuera de toda rumia de patrones establecidos previamente (p.89).

Esto explica la paradoja antes mencionada: la educación al no ver desde sí queda incapacitada para auxiliar al individuo y se torna en servidora y repetidora del mundo, de la aceleración, cuando tendría que ejercitar esos procesos mentales; es decir, ante ese “mundo transformante” el individuo se transformaría desde sí

mismo y como sí mismo, pues ya contiene en sí su dinamismo para comprender ese mundo; esa precisamente sería la adaptación natural y no domesticable. Sin embargo, en eso radica la paradoja de la educación: le quita tal impulso al individuo, los pensamientos creativos terminan siendo sofocados por la exigencia de lo ‘nuevo’, por la falacia de la cualidad de adaptarse, la cual se convierte en esa rumia de patrones establecidos previamente por ese mundo. El individuo pues, no se transforma o trasciende, simplemente se amolda a lo ‘nuevo’.

Lo ‘nuevo’ no es precisamente lo creativo, no es la ejercitación de un proceso mental individual para comprender el mundo, es la domesticación y dogmatización de la persona a través de una educación, que previamente ha sido domesticada por tales exigencias del mundo.

Cabe resaltar que rechazar la falacia de la cualidad de adaptarse no implica que la educación desechará la tecnología y la ‘experiencia online’, implica que la educación podrá pensar al mundo y cada época desde sí misma, entendiendo el pensar no como un acto pasivo sino como una experiencia, una acción, un encuentro fortuito, o como lo mencionado por Kohan (2004): “el pensar no está dado. Nace, se genera, se produce, a partir del encuentro contingente con aquello que nos fuerza a pensar, aquello que instala la necesidad absoluta de un acto de pensar, de una pasión de pensar” (p. 249).

En ese sentido la educación requiere pensar desde sí su condición ante ese mundo, encontrarse con este, pensarlo y no dejarse seducir por la falacia de la cualidad de adaptarse.

Por lo tanto, la educación no ha sido establecida para asumir dócilmente la adaptación domesticable, es ahí donde la educación tendría que encontrarse a sí misma para hacer frente a cada época y liberarse de ese sufrimiento constante por tener que adaptarse, cuando realmente no es una adaptación por vivir sino más bien para ser utilizada dogmáticamente por una época.

Como epílogo un episodio más de la vida de Diógenes: el oráculo en sus inicios le indicó que cambiaría las leyes, transmutaría los valores, y alteraría el valor de la moneda (Laercio, 1987), y es precisamente lo que Diógenes realizó durante su vida. Y para la educación, ¿cuál podría ser la sentencia que le dictaría el oráculo? Lo que está claro es que jamás sería el adaptarse al mundo, que implicaría pregonar y establecer sutilmente un ‘nuevo’ dogmatismo.

*Docente de Preparatoria Xochicalco. Bibliografía: Beuchot, M. (2013). Argumentación y Falacias en Aristóteles. Tópicos, Revista De Filosofía, 12(1), 9 - 18. Disponible: https:// revistas.up.edu.mx/topicos/article/view/435/399. Kohan, W. (2004) Infancia. Entre educación y filosofía. España: Laertes. Laercio. D. (1987) Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. España: Alhambra. Matthai Quelle, H. (2002) Textos filosóficos. México: UABC. Nietzsche, F. (2018) Humano, demasiado humano. Madrid: Verbum. Nietzsche, F. (1985) La ciencia jovial. Venezuela: Monte Ávila Editores.

Estimular y reinventar la educación en el siglo XXI

Por Natalia Melero Sanz*

La actualidad demanda al docente no sólo la capacitación en cuestión tecnológica, sino un compromiso mayor por motivar al alumno en su propia formación.

Seguramente la educación es la profesión más vieja del mundo y la que más importancia tiene, incluso se da en otros seres vivos que crían a sus hijos y los educan. En muchas ocasiones no nos percatamos de todo lo que enseñamos a nuestros alumnos de manera inconsciente y de las miradas que les transmitimos, creando un sentimiento de valía en su aprendizaje. Esa socialización que se da en el aula es de suma importancia y desafortunadamente con la nueva modalidad educativa ésta se escapa.

La educación se ha desarrollado a lo largo de la historia en diversos medios; en el siglo XXI hemos perdido momentáneamente el espacio del aula y con ello se perciben otras pérdidas en el pensamiento del alumnado: el aislamiento social es el hecho más destacado y la socialización e interacción con la comunidad educativa.

En el momento en que vivimos habrá que preguntarse a qué problemas se está enfrentando el sistema educativo, debido a que la sociedad y el sistema no saben qué hacer con la escuela. En la actualidad esta institución se ha convertido en una guardería para niños y adolescentes con un horario establecido durante el cual aprenden un plan de estudios con los libros de texto que el gobierno de turno propone, sin que desarrollen aprendizajes significativos y funcionales para la vida.

La educación es de gran ayuda en el desarrollo de las capacidades humanas en su totalidad, su objetivo es formar ciudadanos que sepan vivir en convivencia mediante aprendizajes socioemocionales, y promueve aprendizajes que harán del individuo alguien productivo; por lo tanto, la educación está unida al capitalismo en esta sociedad, a la producción en masa, razón por la cual debe tomar otros caminos.

Debemos reflexionar sobre el hecho de que la escuela es un espacio vacío y deteriorado por la no asistencia al salón de clases; el alumnado ha perdido su espacio de encuentro con sus iguales, de intercambio de cultura, de emociones y socialización, y existe una pérdida del rumbo hacia donde va la educación, porque está basada en las normas formales establecidas por el currículo y la evaluación. En el ámbito educativo nos olvidamos que la función de la educación es educar y formar; se vuelve más importante cumplir un horario, pasar lista, tomar apuntes, que los alumnos entreguen las tareas, clases magistrales, y presentar exámenes. La escuela ya no es el lugar donde el alumno investiga y analiza las vicisitudes de su realidad, ni comparte ideas con sus iguales, ni argumenta, o utiliza el razonamiento, la indagación, y la discusión; por el contrario, nuestros alumnos continuamente nos hablan de los problemas existentes para continuar con el curso escolar, de la monotonía y rutina de la información que les presen-

tamos, se quejan de que en las clases se dejan lecturas y cuestionarios a resolver. En esta nueva realidad debemos basarnos en otros aprendizajes y otras maneras de aprender.

Si bien el modelo de escuela ayuda en la regulación social porque dice cómo utilizar el tiempo durante el día, marca las vacaciones, cuida al alumnado mientras sus familiares o tutores realizan sus labores, ofrece titulaciones y mediante esa labor muchas personas reciben ingresos, y delimita periodos etarios; también es cierto que esta forma de regular la sociedad facilita el hecho de que el sexo femenino ingrese al mercado laboral y contenga el patriarcado. Y en ese mismo modelo educativo los infantes y jóvenes tienen espacios propios con sus iguales y sin sus padres, desarrollando la interacción y socialización entre coetáneos. Pero con la cancelación del espacio escolar desapareció su lado creativo, aun cuando se pretendía ‘salvar’ el ciclo escolar y certificar que se obtuvo mediante calificaciones de tareas realizadas.

La escuela era un lugar de autoridad pero ahora ya no hay distinción entre lo público y lo privado. El tiempo escolar se ha ampliado debido a la cantidad de tareas, invadiendo el entorno familiar; nos metemos en la casa de nuestros alumnos y vemos los abismos a nivel digital. Los docentes han tenido que ampliar su horario laboral, cumplen sus funciones a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana. Para las madres se han triplicado sus funciones debido a que aparte de realizar las labores de la casa y el trabajo, también deben ayudar a sus hijos de diferentes ciclos escolares con las tareas que les piden en la escuela.

Han surgido nuevas relaciones educativas por medio de la pantalla, que son más distantes y a veces están mediadas por los padres para ayudar a sus hijos en las tareas y a que sean más autónomos e independientes.

Si la familia cuenta con conexión a Internet y existen suficientes computadoras para cada hijo, el trabajo de los cursos en línea funcionará. Pero a nivel mundial se ha visto la realidad de la brecha digital (término acuñado en los años 90 en referencia a la desigualdad en el acceso a las TIC) y en estos tiempos en los que la economía se tambalea ésta se ha convertido en un abismo.

En México, según datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (2019) se pone en duda su globalización en el territorio nacional. En 2019 44.3% de los hogares contaban con computadora, 56.4% tenían acceso a Internet y 44.6% usaban la computadora como apoyo escolar. Un 92.5% contaba con televisión y un 45.9% con televisión de paga. Un 50% no tiene acceso al programa ‘Aprende en casa’. El Consejo Nacional para la Evaluación de la Política del Desarrollo Social (Coneval) también ve la existencia de carencia social. En 2018 en México 11.1% carecía de calidad y espacios para la vivienda, y 19.8% denotaba falta de acceso a los servicios básicos: agua, drenaje, energía eléctrica, además del uso de leña o carbón sin chimenea para cocinar; esto era más determinante en los estados de Guerrero, Oaxaca, y Chiapas.

De acuerdo con una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, 2019), 73.1% de la población tiene Internet en las zonas urbanas, mientras que en las rurales sólo el 40.6%. El 92.9% tiene televisión, el 52.9% tiene acceso a Internet, y el 44.9% dispone de una computadora. A nivel geográfico la situación nacional es muy heterogénea comparando el Norte con el Sur. Los estados más desfavorecidos en cuanto a Internet son Chiapas, Oaxaca, Tlaxcala, Guerrero, y Veracruz; mientras que Sonora, Baja California Sur, Quintana Roo, Baja California, y Nuevo León, tienen mayor conexión a Internet con un 60%.

En este panorama vemos que con la educación digital hay una gran desigualdad social. Por lo tanto, como educadores debemos plantearnos desarrollar habilidades y capacidades para la autogestión del conocimiento, para que los jóvenes trabajen de manera independiente, autónoma, y amen su aprendizaje, exploren su creatividad, y potencien la solidaridad, la participación y la responsabilidad social; además, dentro de todo esto también es necesario enseñarlos a no depender de la tecnología, que aprendan a desconectarse. La función primordial de la escuela no es impartir la mayor cantidad de contenidos, sino crear ambientes para el buen desarrollo del alumnado, enseñarles a ser personas. En el siglo XXI disponemos de mucha información en las escuelas porque éstas cuentan con enciclopedias y materiales digitales, pero hay que instruir al estudiantado en el trabajo investigativo a partir de información amplia y diversa. Además de la brecha digital debemos enseñar a los alumnos a desarrollar competencias para obtener información de calidad, que comprendan, aprendan a criticar y reflexionar sobre la información recibida de distintos medios. Habrá que capacitar a docentes y estudiantes en la formación de conocimientos y productos culturales propios mediante investigación cualitativa o cuantitativa, que participen a través de la innovación educativa para conformar una sociedad de la información y el conocimiento mediante la unión del docente como guía del aprendizaje y de los alumnos como constructores del mismo.

Es importante conseguir una escuela que sea comunitaria en un círculo cercano, y solidaria a escala nacional. Debemos pensar la introducción de tecnologías en el salón como un recurso didáctico, enriqueciendo el aula con otros saberes, otras sensibilidades que aporten a la vida personal de los alumnos y los lleve a replantearse diferentes cuestiones para traspasar el currículo escolar.

Hay que retomar temas que despierten emoción en el estudiante para lograr un grado mayor de atención y mayor facilidad para el aprendizaje y retención del mismo; motivar al alumno hacia el aprendizaje y despertar la curiosidad por la investigación.

Debemos estar preparados para la nueva realidad en México porque el acceso del espacio escolar disminuirá, el alumnado tendrá días escolarizados en casa y días escolarizados en la escuela. En los recreos se prohibirá el contacto físico, y este espacio será sumamente importante a nivel social. Se suscitará una inclinación a apartar a las mujeres del mundo laboral confinándolas en casa para que eduquen a su prole; esto a su vez traerá nuevos retos por la indefensión ante la prohibición de salir en ciertos momentos. Tenemos que estar preparados para esa desmotivación nueva del alumnado y la angustia por la situación existente.

Para concluir, hay que decir que los estudiantes del siglo XXI necesitan apoyo para diferenciar información poco confiable y que conozcan la ética en información rigurosa; necesitan el acompañamiento de un adulto que reconozca sus rasgos sin prejuicios y acompañe su desarrollo como soporte de su crecimiento intelectual y personal. Esto debe basarse en la actitud del adulto frente a la tecnología digital, apoyando a no sólo consumir los contenidos de la red, dada la importancia de establecer confianza y compromiso con los que le rodean. Debe existir seguridad entre discente y docente para lograr el proceso pedagógico, un gran problema de la educación online porque interactuamos mucho menos, razón por la cual hay que replantear la interacción en la didáctica, pensar en cómo crear un clima adecuado para generar aprendizajes.

Los educadores debemos asumir la docencia como profesionales de la formación y del aprendizaje; no somos colaboradores de una universidad sino profesionales en la materia. Debemos formar a los jóvenes en el desarrollo de valores, respeto a los demás, cultura ciudadana, y construcción de su futuro. Es decir, mientras uno sea alumno la responsabilidad de formación y aprendizaje siempre será del docente, quien debe crear estrategias pedagógicas y plantear problemas que impulsen la motivación que surge en el alumno.

*Docente de la Licenciatura en Psicología de Universidad Xochicalco campus Mexicali. Bibliografía: Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2019), “Diez años de medición de pobreza multidimensional en México: avances y desafíos en política social. Medición de la pobreza serie 2008-2018”, México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, 2020), “Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Cuarto trimestre de 2019. Principales indicadores laborales de las ciudades”, México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, 2019), “Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, 2019”, México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, 2019), “Estadísticas a propósito del día mundial del internet. Datos nacionales”, México. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2015), “Se necesita un nuevo enfoque para materializar el potencial de la tecnología en las escuelas”, septiembre.

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