Recuerdos de un viaje al Adriรกtico
ร ndice El recorrido Los pilotos Etapa 1: Autopista y manta Etapa 2: El Verdon y la Bonette Etapa 3: Puertos a gogรณ Etapa 4: El corazรณn suizo Etapa 5. La vuelta a los puertos Etapa 6: Italia!!! Etapa 7: Aventura Austriaca Etapa 8: El mar Adriรกtico Etapa 9: Mostar y Dubrovnick Etapa 10: No risk, no fun (Roma) Etapa 11: Etapa final Conclusiones El blog del viaje al Adriรกtico Perfiles alpinos MIicrodatos
El recorrido La cosa es que, en el otoño anterior, no había nada previsto sobre vacaciones moteras. Teníamos el recuerdo de las inolvidables pasadas en el 2.003, pero, aunque siempre pensamos en repetirlas, nunca nos lo planteamos en serio. De repente, el Chivi se saca el carné de moto. Roberto le pasa la suya. Lalo se la pasa a Roberto y se compra una nueva, igual que Diego. Diego me propone vender mi moto, o entregarla a cambio de la suya nueva, y yo heredar su vieja GS. Aunque ya la había probado y visto su mucho mejor conducción, al final decido comprarme yo también una GS nueva. Por fin, en las numerosas visitas al concesionario, acabo tomando la sabia decisión de que sea una R, en vez del monstruo de la GS, con sus tres pisos y azotea por encima de mi nivel. Inmediatamente, surge el proyecto de un viaje, para dar un estreno adecuado a semejante parque de vehículos. Modestamente, uno tiene un prestigio ganado en cuestión de recorridos moteros europeos, y surge un interés en mi criterio. Tras el recorrido del 2.003, proyecté otro, con menos montañas, que llegaba a las costas croatas del Adriático. Como nuestro entusiasmo quedó un poco mermado, ese viaje esperó dormido hasta otra ocasión. Pensaba haberlo realizado yo pero, como ya se ha dicho, mi fiebre motera había remitido un tanto. Al final, lo que tenía pensado era hacerlo en coche. En estas nuevas circunstancias, apunté la posibilidad de ir allí con las nuevas monturas. Enseguida parece que la idea ilusionó al grupo. Con varias de las nuevas motos entregadas, hicimos alguna salida de las de los viernes y, como es natural, el tema de conversación central era el viaje del verano. Los que no tenían una experiencia previa en los Alpes, se interesaban por si el recorrido incluía puertos míticos como el Stelvio y otros. Como no era así, propuse reformar el recorrido e incluir algunos, sometiendo el nuevo proyecto a su aprobación. Total que, me lié la manta a la cabeza, y amplié considerablemente el trazado, convirtiendo el anterior Adriático 2.008, en el actual Adriático XXL. La nueva versión entusiasmó enseguida al personal. Yo, sinceramente, nunca creí que lo completaríamos, debido a su extensión. Cuando ya empezamos a hablar de fechas, aún lo vi más difícil, por los pocos días con los que contábamos. Como se verá, subestimé nuestra capacidad devoradora de kilómetros y, ahora que estamos recordando lo vivido, sabemos que, por lo único que no se han completado algunos tramos, ha sido por causas imponderables.
Los pilotos
La peña iba a ser numerosa. Alrededor de 10, algunos con más seguridad que otros. Poco a poco, la cosa se fue decantando y nos quedamos 5 seguros. Entre ese grupo fue necesario ajustar las fechas de salida y llegada, debido a los días que cada uno tenía de vacaciones. Al final, se decidió salir el 29 de Julio, martes. Pero, hete aquí que Lalo da un mal paso de los que suele, y se jode una rodilla pocos días antes de esa fecha. La primera cosa que se nos ocurre es que tendrá que quedarse en casa y esperar la operación que requiere su lesión. Sin embargo, a todos nos duele dejar a uno en
tierra. Al que más le duele es a él, claro. Total que, en asamblea gastronómica extraordinaria, celebrada en casa de Roberto, decidimos trasladar la fecha de salida a finales de Agosto. Esperamos que, para entonces, su rodilla esté recuperada (aunque no es eso lo que opina el médico, pero… ¡qué coño saben los médicos!). Además, estas fechas se acomodarían a las necesidades de Sergio, que aunque le gustaría mucho acompañarnos, no se lo permite el trabajo si salimos en Julio. Quedamos en eso y ganamos un expedicionario más.
Sin embargo, en una revisión preoperatoria en Barcelona, le dan un achuchón a la rodilla y se la dejan nueva. Que no hay problema. Que con esa pata se pueden hacer varios miles de kilómetros. Que vaya con cuidado y que ya lo operarán a la vuelta. Así que cambiamos de nuevo a la fecha que había prevista en principio. Sergio ya había comprado una pantalla pero… Total que, al final, nos quedamos: Diego, Roberto, Chivi, Lalo y yo.
Montpellier
Zaragoza
Etapa 1
Autopista y manta 29 de julio de 2008 597 km Las pijadillas que habíamos pedido a Wunderlich, llegaron unos días antes y anduvimos montándolas. En especial, el soporte de la cámara de vídeo para la moto de Diego, nos dio algunas pejigueras. Distintas gestiones de trabajo de Diego, obligaron a estar la mañana del día de la salida, de aquí para allá, con las motos y el coche. Cuando ya sólo quedaba una hora para la salida, me encarga ir a comprar cintas de vídeo para la cámara. Total: habíamos quedado a las 4 en casa de Lalo, pero llegamos tarde. Por fin, a las 4 y 25, arrancamos con un calor de justicia.
La salida, a su hora. Los naturales agobios previos a la salida de un viaje de estos, se multiplicaron por distintas causas: La moto de Lalo, que ya había fallado antes de la primera revisión, volvió a pararse la víspera de la salida y hubo que llevarla al taller.
O máááááás! ?
!
Autopista a Francia Habíamos pensado dormir en el área de descanso de Le Village Catalan, pero como íbamos por autopista, decidimos continuar hasta Montpellier y, al día siguiente, empezar ya por la carretera normal. A las 9 y 21 estamos en la estación de servicio de La Junquera. Hacemos parada técnica, repostamos, vemos y grabamos a unas jamonas que nos hacen un pase en el
“El Chivi hincha su flamante colchón y soporta la rechifla general ante semejante refinamiento, impropio de un rudo motero. La verdad es que, la rechifla, se la suda bastante”.
aparcamiento, y nos buscamos un sitio para cenar. Damos buena cuenta de las tortillas de patatas y las pechugas de la Rosa (pechugas de pollo rebozadas, entiéndase bien). Ambas fiambreras obtuvieron un aplauso general. Algo después, le encargaremos un palé de empanadillas (que también las trabaja bien) para que nos las envíe a Briançon por Seur, pero no traga. Queda tortilla, que irá consumiéndose a lo largo de día siguiente. A dormir al raso. A las 10, cruzamos la frontera y seguimos hasta un área de descanso a unos 45 kms antes de Montpellier, donde hemos de salir. Nos buscamos un sitio alejado del ruido de la autopista y extendemos los sacos. El Chivi hincha su flamante colchón y soporta la rechifla general ante semejante refinamiento, impropio de un rudo motero. La verdad es que, la rechifla, se la suda bastante. Tras unas llamadas de teléfono para decir que hemos bajado de la moto y otras para vender alguna bici, nos encamamos. Dormitorio en área de servicio en Montpellier
Amores
Preparados, listos...
Dormir al raso
Compañeros de “suite”
Ca帽贸n del Verdon
Barcelonette
Montpellier
Etapa 2
El verdón y la bonette 30 de julio de 2008 581 km ningún tropiezo, hasta el final. No en vano dediqué muchas horas a refinar las rutas, para asegurarme de que no incluían puntos en el lado equivocado de la autopista, o en calles adyacentes en las que entrar y volver a salir. Por unas insulsas carreteras entre las marismas de La Camarga, vamos ganando terreno hacia los Alpes de Provenza, entre las nieblas del litoral.
Primer madrugón A las 7 menos cuarto nos levantamos, recogemos el tenderete y vamos a desayunar al bar del área de servicio. Terminado el desayuno, cerramos las maletas y seguimos hasta la salida de Montpellier prevista en el navegador. Enseguida, llegamos a Palavas-les-Flots, un pueblo en la orilla del mar con urbanizaciones de apartamentos. En una rotonda, me da la impresión de que, el navegador, me está dando una indicación falsa y hacemos una parada para pelearme con él. Decido no hacerle caso y volvemos a una salida de la rotonda que él había desdeñado. Una vez encaminados por ella, nos va llevando, ya sin
El cañón del río Verdon Por fin, llegamos a Moustiers Sainte Marie, puerta del Verdon. Parece un sitio precioso y hay muchas actividades de turismo de aventura para practicar en el lugar, pero… Sarajevo aún queda lejos, así que seguimos ruta. Enseguida, llegamos a las orillas de un lago, donde hay un tentador ambiente playero. Con la que está cayendo, bien a gusto nos quedaríamos un rato a remojo. Un par de curvas más adelante, entramos en el desfiladero del Verdon. Aunque la ruta la tracé por aquí al tuntún, no pudo ser mayor acierto. Resulta que, a ambos lados de este tajo, hay sendas carreteras. La nuestra tiene un trazado perfecto para nuestro oficio: muchas curvas y excelente piso. Eso sí, cuidadín con la cuneta izquierda. Si te sales… a cenar con Jesucristo. Hay unos precipicios que encojen el escroto. Coronamos en el col d’Illoire y nos apartamos en una zona de paro.
Nos desperdigamos por los alrededores haciendo fotos del precioso paisaje. Lalo nos da la mala noticia de que la moto se vuelve a parar y que no puede seguir. Que se vuelve. Intentamos disuadirle diciéndole que siga y que, si acaso se para del todo, siempre los podrán repatriar a él y a la moto. De mala gana sigue adelante. Poco después, nos detenemos en una curva y hago unas tomas con la cámara de vídeo. Seguimos con una borrachera de curvas trazadas en una media ladera de un aéreo subido. Al rato, a la salida de una, vemos un tremendo puente de hormigón sobre el que han instalado un chiringuito de goming.
“A ambos lados de este tajo hay sendas carreteras. La nuestra tiene un trazado perfecto para nuestro oficio: muchas curvas y excelente piso.” Paramos en el apartadero de al lado y decidimos comer, que ya es hora. Sacamos los restos de la tortilla, y Lalo extrae de sus pertenencias un hermoso morcillón de lomo que, inmediatamente, queda bautizado: “el guijuelo”. Unas buenas lonchas de lomo embuchado y unos cafés (bueno, eso que por aquí llaman así) y emprendemos de nuevo la marcha. Salimos de este precioso paraje, que bien merecería una segunda y más detenida visita, y nos adentramos en una larga travesía de un terreno mixto, de media montaña, que, con el calorazo que está
haciendo, se nos hace muy largo. En particular, se me hace largo a mí, que creía mucho más cercano el empalme que remonta el valle de la Tinée hasta su terminación en el Col de La Bonette. Las gargantas de Daluis Camino de Guillaumes, en plena canícula, paramos en un pueblecillo a echar gasolina. Hemos consultado el mapa y nos parece que vamos hacia Valberg. Lo confirmamos con el personal que atiende el surtidor y nos dicen que sí. Mirando el mapa veo el nombre de Daluis y recuerdo unas gargantas preciosas de roca roja que pasé hace unos años, que tenían ese nombre. El de la gasolinera nos dice que sí, que se pasa por ahí. Tras otro arreón más, nos presentamos allí. Una parada, unas fotos y una grabación de “la crónica de la jornada”. Roberto explica a la cámara que ya hemos entrado en los Alpes y que estamos lanzáos. En la sombra en la que nos hemos cobijado, debatimos el asunto de la reparación de la moto de Lalo. Él tiene claro que así no se puede seguir, pero continuamos adelante con la decisión de acercarnos a un servicio oficial para que la vean. Reemprendemos la marcha y entramos en una zona de curvas que nos pega un palizón del 15, sin poder disfrutar de ellas, ya que el suelo es muy irregular y el radio muy cerrado. Por fin, tras un último col que yo desconocía y que se llama de la Couillole, desembocamos en Saint Sauveur de Tinée. Terreno conocido, ya era hora, y, además, aventurero. Paramos en un velador y descansamos un rato. Yo estoy para el arrastre, sobre todo en la zona de la L4. Son alrededor de las 8 de la tarde, y debatimos sobre si sería conveniente buscar alojamiento y dejar La Bonette para mañana, o bien pasarla y alojarnos en Barcelonette. Lalo, sabiamente, advierte de las nefastas costumbres de los Grasas de alargar la jornada hasta que canta el lucano. ¡Qué exageráo! Se queda en minoría y arreamos al alto.
El col de la Bonette Tras un tramo, más o menos civilizado, se entra en la parte superior del puerto, que tiene un paisaje lunar, con gleras de alta montaña y algún que otro tomillo. El firme está como un cristal, seguramente recién renovado para el paso del Tour, de hace una semana. Enseguida, el ritmo se hace inasequible para mí, a pesar de haber sorprendido al grupo, durante todo el día, con mi mejoría del dominio de la nueva moto, con respecto a la anterior. Así que los dejo ir y me quedo a lo mío. Ochocientas curvas por detrás de ellos, los veo disfrutar como energúmenos, con un puerto inacabable, de miles de curvas, sin un solo bache y en la más completa soledad vespertina. El Chivi sorprende a todos: no se despega ni con agua
Después de atravesar el cañón del Verdon y las gargantas de Daluis, la guinda la puso el mítico col de la Bonette, la carretera más alta de Europa. caliente. Córcega ha obrado milagros. Cuando llego al collado, antes de la subida a la cima, me paso y enfilo por el tramo de bajada. Retrocedo como puedo y subo por el sitio correcto. Al llegar arriba veo que ellos han subido por el otro. Comentándolo, me hacen notar que, las antiguas señales que lo indicaban, ahora no están. No sé si lo habrán cambiado o bien las quitaron para el paso del Tour, que lo subió al revés. En fin, unas fotos, y un buen rato de contemplación del precioso atardecer, desde la cima de las carreteras de Europa, y emprendemos el descenso. Tras el tramo primero, relativamente llano, les digo que me den ventaja para hacer unas tomas, antes de las curvas que bajan al cucharón de abajo.
Horarios “europeos ” Desde unas ruinas de antiguos caserones, que parecen de uso militar, los grabo hasta que se me pierden de vista. Nos reunimos más abajo y, ya casi de noche, seguimos hasta llegar a la base del puerto. Diego había sugerido que acampásemos en el camping de La Condomine, en el que estuvimos hace años. Yo, creyendo que bajábamos a Barcelonette, le dije que mejor allí. Sin embargo, al llegar abajo, veo que estamos en Jausiers y que nos conviene más ir adonde decía él, ya que así no retrocedemos. Sin embargo, al llegar al camping, resulta que lo han cerrado. Tras preguntarle a una individua que sale a un balcón, retrocedemos a Barcelonette y, buscando, buscando, llegamos al que dormí yo hace unos años. Es tarde y la recepción está cerrada, pero nos ponemos a acampar. En esas, sale una agüela y nos dice que sí, que mañana pagaremos. Cogemos las máquinas y nos vamos al centro del pueblo a cenar. Se nos acerca un elemento con aspecto pintoresco, que nos aconseja ir a reparar la moto de Lalo a Gap. Se ve que nos ha oído hablar del asunto y le gusta pegar la hebra con los guiris. Agradecemos el consejo pero, al rato, comienza a hacerse pesado y empezamos a pasar de él. Damos buena cuenta de unas pizzas y pedimos unos cafelitos “noisette” y las gachís nos preguntan la traducción al español: “cortao” como suena, con acento en la “ao”.Nos lo agradecen. El pelma se había marchado pero, en la sobremesa, vuelve a la carga. Esta vez, coge una silla y se nos sienta al lado, intentando entrar en la conversación. Al ir a pagar, les dice algo a las gachises que no interpretamos bien. ¿Nos querrá invitar? Una oportuna seña de Diego a la camarera y el tío se queda al margen. Pagamos y nos vamos a la piltra, con la decisión tomada de ir mañana a Gap y ver lo de la moto. Volvemos al camping y nos empiltramos.
Grabando la cr贸nica en las gargantas de Daluis
Vistas desde la Bonette
Atardecer en la Bonette
Refrigerio en el Verd贸n
La cima de la Bonette
Campamento en Barcelonette
La Casse Désserte
Disfrutando del Izoard
La Casse Désserte
Col de l’Iseran
Col de l’Izoard
Barcelonette
Gran San Bernardo
Etapa 3
Puertos a go-gó 31 de julio de 2008 482 km sitio que esté en la ruta que hemos de seguir. Así, no perdemos tiempo en retroceder sino sólo en esperar la reparación. Miramos en Briançon que es nuestra próxima ciudad grande. Nada, no hay concesionario. Siguiente opción: Martigny o Sion, ambas un poco lejos. Lalo no lo ve muy claro pero accede.
La amenaza fantasma del condensador de fluzo Amanecemos y desmontamos los chalés. Después de pagar, volvemos a la plaza a desayunar en algún garito. Diego enchufa el aparato dentro del bar y se pone a buscar un concesionario de BMW. Dándole vueltas al asunto, hemos pensado sugerirle a Lalo ir a algún
El inicio de un gran día alpino Salimos hacia nuestra próxima cuesta: el Vars. Un poco más allá de Jausiers, empieza la cosa. Enseguida, pasamos por el hotel donde preguntamos en el 2.003, a las tantas, y temimos que los perros nos masticaran los fémures. Continuamos puerto arriba y nos lo ventilamos en un santiamén. Diego va delante y, a mi seña interrogativa, contesta también por señas, que “p’alante”. Seguimos hacia abajo y, en las amplias lazadas de la vertiente norte, vemos a la izquierda los primeros glaciares, que corresponden a los picos de 4.000 metros del macizo de los Ecrins: el Ailefroid y la Barre des Ecrins. Animados por esas vistas, continuamos bajando hasta Guillestre. En la rotonda de entrada al pueblo, le pregunto a Lalo si quiere ir a Briançon, pasando el Izoard con nosotros, o prefiere ir por el llano para evitar las curvas, debido a la ñapa de la moto. Opta por la opción divertida. La emprendemos con el segundo coloso del día. Tras las primeras lazadas, entramos en la recta del pueblo de Arvieux, que tantos sudores cuesta subir en bicicleta. Al final del pueblo, más lazadas. Éstas, terminan en la desolación de La Casse Déserte. Paramos Roberto, el Chivi
y yo, para hacer fotos y vídeo. En este inhóspito lugar, hay un monumento a Fausto Coppi, il Campionissimo, que no he conseguido ver desde la moto (o la bici) las otras veces que he pasado. Esta vez me propongo encontrarlo y me subo por una trocha que hay en la cuneta derecha. Llego arriba pero… Que si quieres… Tampoco lo veo en esta ocasión. Descarto la opción de preguntarle al numeroso público presente, que está dándole al botoncito de la cámara. Sólo faltaría… un experto en Alpes y, para más inri, ciclista, preguntando por el monumento a Coppi. Así que cabalgamos de nuevo y… p’arriba. En la siguiente curva aparece el monumento. Nueva parada. Nuevas fotos, esta vez sí. Por fin, llegamos al collado, donde ya están los demás. Lalo algo impaciente por lo “suyo”. Visita al museo de ciclismo y lectura apresurada de las gestas de los españoles en ese lugar. Compra de una buena provisión de golosinas del consabido chiringuito del collado. Al final, Lalo nos tiene que montar en la moto tirándonos de las orejas. Bajamos a Briançon, llenamos los depósitos y ponemos proa al Montgenevre. Mi mala relación con las tornanti se reproduce, a pesar de la facilidad de la nueva máquina. En fin, resignación y esperanza en que no baje alguno demasiado fuera de su carril. Coronamos y entramos en la estación de esquí del collado, en busca de algún supermercado. Decidimos que ya buscaremos más abajo. El descenso es latoso, puesto que hay raya continua desde arriba hasta abajo. Pero… como estamos en la Italia del “ma, que cosa…”, de repente nos adelanta una furgonetilla y, de paso, se fuma también al vehículo que llevamos delante. La cosa
está a punto de costarle un disgusto, puesto que se pasa de frenada y, el bólido, le hace un gesto que, seguro, seguro, que le ha hecho manchar. Estos italianos… Bajamos hacia Susa por una carretera recién renovada, muy ancha y con la pintura aún sin hacer. Cunde bastante y, en un momento, estamos enfilando la siguiente faena: el Montcenis, o Moncenisio, como aquí se le conoce. Es muy umbrío y con excelente asfalto. Como no sube casi tráfico, gozamos bastante. Bueno, todos no gozamos: Lalo sufre lo suyo porque la moto cada vez se para más y cada vez va menos redonda. Diego y yo nos vamos por delante y coronamos. Sobre la orilla del enorme lago que llena este collado, buscamos un sitio a propósito y nos apostamos con las cámaras al acecho del resto. La espera empieza a ser excesiva y recelamos que algo no va bien. Sospechamos de la moto y abrimos el teléfono.
un atajo que nos evita bajar hasta el empalme de la carretera del Iseran. Salimos más arriba y comenzamos la subida que, hasta Bonneval, es bastante civilizada. Una vez en este pueblo, tomamos el primer tramo salvaje de este puerto salvaje. Es una ladera que gana una altura horrorosa sobre Bonneval. En un apartadero paramos a hacer unas fotos del valle y de los glaciares que se ven en su fondo. Seguimos puerto arriba y, a los expedicionarios primerizos, empieza a quedárseles la mandíbula colgando, a la vista de semejantes parajes.
“Con su excelente firme y el trazado tortuoso, pero noble, de sus innumerables curvas, disfrutamos de lo lindo.”
pero noble, de sus innumerables curvas, disfrutamos de lo lindo. Bueno, hasta a mí se me dan bien sus tornanti. En La Thuile, paramos a echar unas Cocacolas al cuerpo pecador. En una terraza, a la misma orilla de la carretera, acomodamos las motos como podemos (mal acomodadas) y descansamos un momento, atendidos por unas italianas muy agradables, en todos los aspectos. Tras instalar la cámara en la moto de Diego, seguimos el descenso hacia el valle de Aosta. Por fin, aterrizamos en Prè-Saint-Didier, cerca de Courmayeur, y buscamos el acceso a la autostrada. La carretera de descenso hasta Aosta es de raya continua y con mucho tráfico. Los italianos tienen permiso para fumarse las rayas, pero nosotros no y, además, y sobre todo, está el asunto del Piccin, que se me manifiesta en cuanto paso esta frontera.
La amenaza se hace realidad Efectivamente, Lalo no puede seguir más y han parado más abajo en una zona de descanso, que sirve de acceso a las orillas del lago. Bajamos hasta allí, y él ya está hablando con el servicio de asistencia de BMW, quien le proporciona la dirección de un taller en Turín. Así que, un poco escachufláos por perder un miembro de la expedición, nos despedimos, recibimos los consejos de prudencia de Lalo, y vemos como da la vuelta. Como las penas, con pan son menos, investigamos el interior de mi mochila naranja. Nos preparamos unos bocatas del 15 con el pan que hemos comprado en un alimentari de Susa, donde había un cachondo de tendero que nos hablaba en español, respondiendo al francés de Roberto, que no sabía que habíamos cambiado de país. Y es que, esto de cruzar varias fronteras al día, desestabiliza sicológicamente un poco, la verdad. Tras tomar café en un chiringuito que hay allí mismo, seguimos la jornada. Afilando neumáticos en las grandes cimas Bajamos la otra vertiente y caemos al valle de la Maurienne. Por las calles de Lanslebourg, cogemos
Tras una parada para grabar al grupo a mitad de puerto, sigo solo, y me uno a los demás que ya están en la cima, contemplando el grandioso espectáculo de los 2.770 metros de esta bestia. Tras un buen rato en el alto, tomamos el descenso hacia Val d’Isere y Tignes primero, y Bourg Saint Maurice después. Tras la interminable bajada, sin entrar en Bourg, nos desviamos por la carretera del Pequeño San Bernardo. Negociamos (en mi caso, es un decir) las innumerables lazadas de la primera parte del puerto, hasta la estación de esquí de La Rosière. Pasada ésta, nos paramos en el mirador que da vista a Bourg St. Maurice, el valle de la Tarentaise y la garganta por la que baja el Cormet de Roselend. Unas fotos y nos vamos a Italia, que ya la vemos a la salida de la curva siguiente. Efectivamente, en cinco minutos estamos en el collado del Pequeño San Bernardo. Otra parada, como no podía ser menos. Lalo, Diego y yo, presentamos debidamente el Mont Blanc y las agujas Noire y Blanche de Peuterey a los dos novicios. Hechas las pertinentes fotos, emprendemos el fabuloso descenso del puerto. Con su excelente firme y el trazado tortuoso,
El regreso de Lalo Entramos en la autostrada y descendemos a buen ritmo, aunque respetando la limitación de 100. En un momento nos plantamos en Aosta y paramos a echar gasofa. Aprovechamos para hablar con Lalo. ¡Buenas noticias!. Resulta que, al tío, lo han atendido cojonudamente, le han cambiado los condensadores (no llegamos a averiguar si eran los de fluzo) y la moto va como dios. Que nos espera en el alto. Al final, y suponiendo que vamos a llegar algo tarde, le sugerimos que baje hasta el Napoleon y que vaya reservando habitaciones. Después de recibir tan agradables nuevas, salimos por la indicación del Gran San Bernardo, que es nuestro próximo enemigo. Bueno, salir, salir, lo que se dice salir… Resulta que, en la barrera del peaje, en lugar de haber una italiana que pestañee, hay una máquina borde, que no quiere tratos con las tarjetas. Yo, que llego primero, rebusco en el monedero y encuentro dinero de curso legal. Los demás no llevan monedas y recurren a los billetes. Nastis de plastis.
La Maurienne desde l’Iseran
Vistas de Bonneval Valle de La Maurienne
El piloto revelación
Preparadas para un nuevo día de curvas Montcenis
Paradita en el Pequeño San Bernardo
En el alto del Izoard Atardecer en el Gran San Bernardo
A la máquina no le gusta el billete que le pone Roberto en la boquita, y eso que prueba con todo, excepto con lo de: “que viene el avioncito…”. Diego está ya estudiando una nueva estrategia, consistente en tapar la oportuna cámara de vídeo que vigila nuestra operación, y pasar los tres la barrera, haciéndole luego el gesto del dedo corazón y una jaculatoria a Berlusconi, por si graba sonido. Pero, hete aquí, que debe de interceder San Bernardo, y Roberto descubre otra boca más arriba para los camioneros. ¡Coño!, por esta sí que traga. ¡Menos mal! Hacia el Paso del Gran San Bernardo. Está anocheciendo y baja la temperatura. Nada más entrar en la carretera del collado, dejando el túnel para las personas normales, Roberto y el Chivi deciden abrigarse con las chaquetas de hombre, y todos nos ponemos algo más de ropa. Cuando salimos a la parte alta del puerto, ya sin vegetación, entramos en la zona de obras que llevan emprendidas desde hace ya varios años. Esta vez, han
cogido más tajo que antes y los últimos kilómetros están hechos un barranco y con semáforos de paso alternativo, que no sirven para nada, puesto que ya ha anochecido y somos los únicos en el universo universal, o eso parece en esta soledad alpina. Por fin, coronamos y grabamos un vídeo bajo la realización del maestro de la cosa: el Rober. Pasamos bajo el corredor de la Hostería de los perritos del collado y nos tiramos a Suiza. A mitad de puerto, nos paran con unas porras, de esas luminosas, y la Polizei interroga al que abre la marcha que, en ese momento es Diego. Como suelen hacer en estas fronteras, se interesan por nuestro itinerario, advirtiéndonos de que, si vamos por la Autobahn, tenemos que comprar la “vignete”. Son perfectamente informados en francés, por el políglota del grupo, de que las autopistas son una mariconada y que lo que nosotros buscamos son tornanti, y cuantas más mejor. “Alles in ordnung. Fahren Sie nach unter, bitte”. Eso hacemos, seguir p’abajo. En un momento, pasamos por delante de Lalo, que ha subido un poco hacia arriba a nuestro encuentro.
Llegamos al Napoleon y aparcamos junto a su moto, que está en los mismos bungalows que ya ocupamos la vez anterior. En ese momento, se nos ocurre una diablura que, al final, no resultó ser buena idea: le desconectamos un inyector para esperar su reacción a la mañana siguiente al arrancarla. Una vez instalados, nos vamos a cenar pero… pintan
“...ya ha anochecido y somos los únicos en el universo universal, o eso parece en esta soledad alpina.” bastos. Con mala cara, nos ofrecen unos sangüiches, y prétate la frente. Si no queda más remedio… Una vez los sangüiches entre pecho y espalda... a la piltra.
Coronando el Izoard
Etapa 4
Gran San Bernardo
Interlaken
El corazón suizo 1 de agosto de 2008 597 km
Nuevo madrugón A las 6 me despierto. Un cuarto de hora después, a pesar de las protestas de mi pareja, me meto a la ducha. A las 7, investigo en la habitación del trío. Diego y Roberto están rodeados de desorden y veo que falta el Chivi. Me informan de que está cagando. Le toco en la puerta, pero descubro que, en ese momento tan íntimo, no admite interrupciones: “… dejad viviiiiiiir…”. En fin, me voy a lo mío. A las 8 y cuarto están los bártulos cargados en las motos. Llega el momento que todos estamos esperando, cruzándonos miradas cómplices a espaldas de Lalo. Con la cámara en la mano, acecho el momento del contacto. Al primer intento, la moto ratea sin arrancar. Reventando
de risa, vemos como lo intenta otra vez. Nuevo fracaso. En el tercer intento las carcajadas las oyen ya en Garrapinillos. Por fin, acabamos con su angustia y le decimos lo que hay. Me acerco y le enchufo el conector culpable. Lo intenta ahora pero… ¡rediós!, ¡tampoco arranca!. Las carcajadas se nos congelan. Supongo que se ha ahogado y lo intento yo de nuevo, esta vez con el acelerador a tope. ¡Bruuuuummmm! ¡Uf!... Lalo se queda aliviado pero no contento. Aquella tarde, ya en Interlaken, nos hará saber que la broma fue excesiva. Tenía razón y se la damos. ¡Va, Lalo, pelillos a la mar, hombre!, que, a estas horas, cuando estoy escribiendo esto, ya estás pensando en otra moto que te proporcionarán los de Goya, y que te resarcirá de las calamidades de ésta.¿Amigos? Bueno pues, tras llenar los estómagos de nuestras monturas en la gasolinera frente al hotel, iniciamos la jornada. El valle del Ródano Descendemos la última parte del puerto, de todavía 23 km, tal y como decía Lalo. En Martigny, volvemos a entrar por el túnel ese del que aún no
tengo claro si es Autobahn o carretera normal. Estamos tentando tanto la suerte que, una de estas veces, nos va a coger la Polizei sin vignete y nos van a joder bien. Salimos a la carretera normal y empezamos la travesía del largo y soso valle del Ródano. Como la velocidad está limitada constantemente, da tiempo a ir contemplando los frutales de ambos lados de la carretera que maduran con la gran cantidad de sol de este valle. También, la ladera que queda a nuestra izquierda, con las cimas de los Diablerets, al principio, y el gran circo elevado de Crans Montana después. Pasamos por Sion y, Diego y yo, buscamos el concesionario de Ferrari, donde siempre hay unos fenomenales bugas en sus escaparates y en su aparcamiento. En la próxima parada, Diego nos interroga para saber si hemos visto un Enzo amarillo. No, no lo hemos visto nadie. Escandalizado, casi nos hace dar media vuelta para verlo y rendirle la pleitesía merecida. China chana, llegamos a Sierre. Lalo, guiado por el navegador, va a atravesar el casco urbano. Lo adelanto para conducir al grupo por la circunvalación, evitando el cruce del pueblo. Salimos al exterior pero, mira por dónde, hay algún
“Da tiempo a ir contemplando los frutales de ambos lados de la carretera que maduran con la gran cantidad de sol de este valle. También la ladera que queda a nuestra izquierda, con las cimas de los Diablerets, al principio, y el gran circo elevado de Crans Montana después”.
Sobre el valle del Ródano
Fotografiando el Valle del Matt
acontecimiento que ha bloqueado los accesos, bloqueo que controlan unos gachós con banderitas y chalecos. Vuelta otra vez al punto de partida y, esta vez sí, a atravesar el casco urbano, con algún rodeo además, ya que también esto está restringido. En fin... Llegamos a Gampel, y tomamos el desvío a Steg y Goppenstein. Atravesamos estos dos primeros pueblos, que ocupan todo el ancho del valle, y tomamos la fuerte subida hacia Hohten y Goppenstein. Nos ventilamos las lazadas primeras y, justo antes de entrar en el túnel, me detengo para que podamos contemplar el valle del Ródano desde esta altura. La verdad es que no es el mejor sitio, ya que la vegetación
y la propia ladera, lo ocultan bastante. A pesar de todo, hacemos alguna foto y nos fumamos un cigarro. O una golosina de las que todavía quedan del Izoard. Después de la pausa, nos metemos en el túnel que nos deja en la estación de Goppenstein. Aparco la moto y los demás me imitan. Les explico que, la parada, tiene por objeto ver los trenes de la BLS y, entre otros, las lanzaderas portacoches que nos van a pasar a Kandersteg dentro de un rato, con motos y todo. Se me hace entender que, entusiasmo, entusiasmo, lo que se dice entusiasmo por la cosa del ferrocarril... Otro túnel y entramos en el valle de Lötschen, que recorremos hasta el final, en Fafleralp. Al pasar por Blatten, la carretera tiene un trazado de esos
Cima del Breithorn
bordes, que parece que sigue recta, cuando resulta que, esa recta, sólo es el acceso a un hotelillo que hay allí. Total que, el Chivi, que debe de ir mirando a alguna gachí, como siempre, casi embiste a la moto de delante. Luego me dice que yo tenía que haber dado el intermitente. Siempre es bueno que haya chicos. Otro cigarro, unas fotos a los glaciares que parece que se nos van a caer encima, y desandamos lo andado de vuelta a la estación de Goppenstein. El tren, como mejor, en moto Nos acercamos a la ventanilla de peaje y el Rober gestiona la operación. Con nuestro “fahrschein” en la mano avanzamos hasta
el muelle de embarque. Nos conducen hasta la puerta del coche piloto, que es el que lleva las motos. Resulta que nos juntamos con unas cuantas más, lo que complica un poco las maniobras pero, al final, todo encaja. Entre ellas, una Condor (¿) del año de la tos, que la lleva un gicho alemán con casco militar. A la primera y docta mirada, el Chivi la califica: “¡Vaya puta mieeeeerda!” Acomodamos las motos y, tras tranquilizar las inquietudes de los expedicionarios sobre su estabilidad, cuando el tren ande, nos vamos a los asientos y abrimos la mochila naranja con... sí, con el guijuelo. Unas lonchas y unas frutas después, estamos en Kandersteg. Resulta que, en la curva de la entrada a la estación, mi moto, que ya he bajado del caballete, está a punto de írseme de la mano. Ya detenido el tren, abren la puerta frontal y arrancamos los motores. La “Puta Mierda”, resulta que arranca a pedal y se demora un poco pero, al final, todos recorremos la superficie metálica de los vagones hasta llegar al muelle. En lugar de salir a la carretera, conduzco la caravana hacia el interior del pueblo, con intención de que nos sentemos delante de unas Cocacolas contemplando la belleza del lugar. Veo que ganas, ganas... lo que se dice ganas de parar... En un lateral de la calle, decidimos seguir camino, mientras Diego da vueltas con la moto alrededor del grupo, quedándose con el personal y haciendo méritos a que lo fusile la Polizei. Bajamos valle abajo y llegamos a Frutigen, donde confluye la carretera que recorrimos en el otro viaje y que discurre por los Diablerets hasta llegar a Aigle. Unos kilómetros más abajo y estamos en Spiez, a la orilla del lago de Thun. Desde aquí, es cuestión de seguir su orilla, hasta llegar a Interlaken. Entretanto, el cielo se ha ido poniendo de color hormiga, haciéndonos temer un aguacero del copón.
El tradicional silencio suizo Nos metemos en Interlaken, mientras, mire usté por dónde, se celebra la Fiesta Nacional Suiza y tiene los accesos a la Höhewegstrasse cerrados, lo que nos obliga a arrastrarnos por un tráfico lento hasta la primera rotonda, para desviarnos hacia la parte vieja y buscar un sitio para parar y comer. Entretanto, se está preparando la del pulpo. Hacemos un primer intento en una zona peatonal, justo
“Ya detenido el tren, abren la puerta frontal y arrancamos los motores. La “puta mierda” resulta que arranca a pedal y se demora un poco...” debajo de una señal que prohíbe dejar allí las motos. Como los suizos son “muy civilizados y tranquilos”, no queremos perturbar su orden y hacernos multar, así que, Diego, se acerca a un restaurante enfrente e interroga a una camarera, que viste ceñida como una Wurst. Ésta, le indica una zona de aparcamiento, justo detrás, que aprovechamos. Cogemos los bártulos “volátiles” y nos vamos a comer allí mismo donde atiende la salchicha de rojo y negro. El cielo sobre nuestras cabezas Mientras decidimos la comanda, el cielo se rompe y empieza a caer una tormenta del 15. A pesar de todo, no se les moja la pólvora a los cohetes que están constantemente explotando los “tranquilos”, para celebrar su fiesta de mierda. La madre que los parió... La cosa se resuelve con unas Wurstsalat para los otros y un Wiener Schnitzel para mí, que es algo que no me puede traer sorpresas de cebolla o así. Llegan los cafés y los helados y la cosa del clima no mejora. Al revés, parece que se estabiliza. Nuestro proyecto era hacer alguno de los puertos del Gotardo,
antes de ir a dormir, pero, tal como pinta la cosa... En fin, decidimos aceptar que éste será el día borde que debe tocar en todas vacaciones, y nos vamos a buscar alojamiento. Probamos con el Park Hotel, en el que estuvimos en el 2.003, la víspera del encojamiento de Lalo pero... esta cerrado. Seguimos hacia las afueras de Interlaken sin éxito. La cosa está bastante completa. Por fin, encontramos sitio para dos en un hotel, y para tres en otro. Nos quedamos. Yo me quedo con Lalo, ya que nuestra relación de pareja parece funcionar bien. Pasando la tarde en Interlaken Al rato, nos vamos de nuevo a Interlaken a matar la tarde. Debido a un incidente que no mencionaré, para no abrir heridas sin cicatrizar, Lalo va por un lado y nosotros por otro. Nos encontramos frente al Hotel Victoria y nos damos un paseo bajo la lluvia, tomándonos un brebaje y unos bollos que vemos en un bar. Pasamos también por el local de unas sudamericanas que también tienen Internet y que ya visité en un viaje anterior. Pasamos una tarde deambulando bajo la lluvia, de garito en garito, hasta la hora de la cena. En un italiano, cenamos y nos vamos a dormir. Al ir a por la moto de Lalo, nos llevamos la desagradable sorpresa de que se la han quitado de la plaza de aparcamiento en la que estaba, y la han dejado cruzada encima de la acera, obstruyendo la circulación peatonal. El cabreo es monumental. Si hubiéramos sorprendido a los culpables en plena faena, hubiera habido más que palabras. En fin, la moto no tiene ningún desperfecto así que damos el asunto por zanjado. Eso sí, no sin antes tener que aguantar alguna pulla del Chivi, acerca de mi opinión sobre el civismo de los europeos en general, y de los suizos en particular. Bueno, nos vamos a la cama, con la decisión de huir mañana hacia el este y dejar la vuelta a los puertos del Gotardo para una ocasión en la que el clima sea más favorable.
Pico sobr el L眉tschine
La tormenta acecha en el Brienzersee
El vag贸n de las motos...
Diluvio en Interlaken
...y el de los moteros
Atravesando el tren sobre las motos
Ambiente motero en el Nufenen
Cigarrito camino del Nufenen
Posando en el Nufenen
Interlaken
Temú
Etapa 5
La vuelta a los puertos 2 de agosto de 2008 408 km
Zeus nos sonríe en los colosos alpinos Salimos hacia el Grimsel con unas nieblas sobre el lago de Brienz, que nos auguran malas perspectivas para el paso. En la gasolinera de Meiringen, donde repostamos, vemos que parece que el día tira a mejor. Igual sí que podemos hacer los puertos... Esta mañana, mientras me vestía, me ha parecido ver en la tele una información que decía que el Sustenpaß
estaba cerrado por algo que no pude descifrar. Antes de salir de la gasolinera, le pregunto al gicho pero no está muy seguro. Sin embargo, otro cliente que está pagando me lo asegura rotundamente: “Ja, Ja. Der Sustenpaß ist geschlossen”. O sea que, ese hay que borrarlo de la lista. Montamos la cámara en la moto y arreamos hacia arriba. Efectivamente, según subimos, se va aclarando la
cosa. Remontamos el Grimsel por entre las enormes y verticales paredes de granito en las que está trazado este salvaje recorrido. Como me imagino que el grupo tiene unas enormes ganas de conocer cómo era el puerto hace un par de siglos, me meto por uno de los tramos de adoquines que, efectivamente, todos agradecen mucho. Llegamos al primer embalse y alcanzamos a otras motos. Poco a poco nos las vamos ventilando. En los últimos tramos antes del collado, se nos echa la niebla que pasa desde el valle del Ródano. Llegamos arriba y aparcamos para ponderar el recorrido unos a los otros con la “discreción y moderación” que nos caracterizan. Un motero alemanuzo que hay allí nos mira con curiosidad. Debe de creer que, de un momento a otro, vamos a empezar a darnos de hostias. Si es que esta gente son unos sosos... Atravesamos el collado entre la niebla y preparamos una toma de la bajada. Hasta un par de curvas más abajo no se despeja. Los novicios ven la subida del Furka que tenemos enfrente y alucinan. El Chivi sugiere que la grabe también, pero le informamos de que ese no toca ahora, ya que vamos primero al Nufenen. Hago la toma y seguimos bajando hasta Ulrichen, lugar de comienzo de la siguiente tachuela: el Nufenenpaß. Me pongo delante y parece que no “tornanteo” demasiado mal, ya que me dejan seguir. En el collado, la vista es cojonuda. El día se ha despejado y sólo quedan unos restos de nubes que todavía adornan más el paisaje alpino que se ve desde aquí. Rememoramos la batallita de cuando el Lalo confundía el Finsteraarhorn con el Cervino.
Esta vez no tengo que subir a la mesa de orientación a confirmarlo. Menos mal. Aunque no nos bajaríamos de aquí en todo el día, hay que seguir. Nos despedimos de las 3.000 motos que hay en el collado y emprendemos la bajada. Coge la tornanti, coge la tornanti En una de las primeras tornanti, se me cae la moto hacia adentro de la curva y me pisa el pie, supongo que con el reposapiés o el caballete. El caso es que, aunque me hace algo de daño, la moto no va por los suelos. Joder con las tornanti... Seguimos hacia abajo y paramos en una zona recta, como lo es casi toda esta vertiente que recorre un valle recto como una vela. Al ir a arrancar miro por el espejo y empiezo a soltar embrague pero, resulta que la rueda cae en un agujero y me la para. Lo intento de nuevo muy despacio y salgo. Sin embargo, para entonces, ha llegado a nuestra altura un Volvo que habíamos pasado antes y, el muy hijo de la gran puta, me pasa a dos dedos tocando el pito. El despiste es mío pero él tenía toda la carretera para haberse orillado. Ojala se haya muerto de diarrea. Una vez abajo, en Airolo, echamos gasofa y hay que esperar un buen rato, debido a que sólo hay un surtidor y, además, como es de los de tarjeta, estamos esperando a que termine de hablar por teléfono el gasolinero para preguntarle si nos podrá cobrar en la caja, que esas maquinotas nos dan mal rollo. Al final, como la conferencia parece que va para largo, nos aventuramos a echar. Entretanto ha llegado un elemento, más largo que un mallo, subido en una Ducatona hipermotard a la que no le quitamos ojo. ¡Cómo debe de disfrutar el tío por estos sitios con esa máquina!. El dulce sabor añejo de los adoquines de la Via Tremola Tras repostar, le pregunto a Diego si subimos por la Via
El espectacular paso de la Via Tremola
Tremola de adoquines o por la carretera normal. .– “Hay que subir por donde cunda, por donde cunda”. En fin, parece que no hay unanimidad total y, al final, subimos por los adoquines. A mí me emociona mucho pisar este mítico puerto por los mismos adoquines que lo hacían los pioneros, en el momento de su construcción, en 1.830. Bueno, en realidad no son los mismos o, al menos, no todos, ya que la carretera está en restauración desde hace años. A pesar de todo, me parece un trazado precioso y que da idea de los esfuerzos que tuvieron que realizar para abrir pasos como estos con los escasos medios de la
época. Bueno, pues nos ventilamos la Via Tremola y paramos en el alto, bajo un monumento que conmemora el accidente mortal que tuvo allí un aviador. Nos hacemos unas fotos y le pedimos a un guiri que nos haga otra a todos. Como suele ocurrir, la caga. La parada es breve. Las preguntas al lehendakari de la ruta, sobre lo que falta para Los Dolomitas y el Adriático son cada vez más frecuentes, y... al buen entendedor... Bajamos a Andermatt y, esta vez, ni se me ocurre sugerir la ruta de adoquines que también hay por esta vertiente.
Alto del San Gotardo
La verdad es que, por aquí, es bastante sosa. Así que bajamos por la ruta actual que, aunque no es la más moderna tiene un firme y unas curvas perfectas para disfrutar... si no fuera por el abundante tráfico que hay. Para más joderla, la diligencia de caballos que hace el recorrido desde Andermatt a Airolo, igual que hace años, está subiendo también. Es un espectáculo precioso, excepto para los que están soportando la monstruosa caravana. El puerto termina en Hospental, en el alto y plano valle de Urseren, que queda entre el Furka y el Oberalp, los dos
pasos que poco vamos a tardar en hacernos. Llegamos a la rotonda de Hospental y el Lalo se columpia y se va a salir hacia el Furka. Lo bueno que tienen las rotondas es que con una vuelta más se soluciona. Al momento estamos en el pueblo más bonito de los Alpes. Bueno, eso me parece a mí. Andermatt mon amour Recorremos su calle adoquinada y aparcamos ¿cómo no? en la plaza donde están las terrazas. Yo creía que íbamos a cumplir con la consabida ceremonia de sentarnos un rato a ver pasar las motos y
los descapotables, pero no. En lugar de eso, el Rober y yo nos acercamos al Supermarket a por viandas. Una vez conseguido el condumio, Diego decide que no necesitamos subir el Furka y que tenemos que ir directamente al Oberalp. Amén. Lo que yo decía, que Sarajevo tira mucho. Así que, allí mismo, en el centro del pueblo, cogemos la primera tornante del Oberalppaß y empezamos a disfrutar de sus excelentes lazadas, en medio de preciosos prados y cogiendo una enorme altura sobre Andermatt. No sé si he dicho que es el pueblo más bonito. Terminamos la subida al Oberalp en su enorme collado, cubierto por un lago, al que bordean la carretera y la vía del tren, por el que circula la línea Furka Oberalp y el Glacier Express, el expreso más lento del mundo, que el año pasado nos hicimos. Nos buscamos un sitio apartado del bullicio del collado, y sacamos el guijuelo. El guijuelo y lo demás. Nos hacemos unos bocatas con lo que el Rober ha seleccionado en el súper, con su dominio de la cosa culinaria. Hay allí también unos guiris consultando mapas, que no dicen ni mu. Pero qué sosos son esta gente... A mitad de la comida, se acerca un elemento que ha visto las matrículas, e intenta pegar la hebra, con la media docena de palabras que conoce de nuestro idioma. Tras dar buena cuenta de la pitanza, nos acercamos a uno de los restaurantes y nos pedimos unos cafelitos. Al rato, arreamos a Chur, por el largo valle del Rin abajo. Este descenso está lleno de incidentes, afortunadamente sin consecuencias graves. En una zona donde la carretera es estrecha y colgada en la ladera, vamos detrás de un Mercedes. A Diego le parece que nos está dando paso pero, de repente, se para del todo en un apartadero y lo coge desprevenido, de forma que le da con la rueda en el paragolpes. Yo, que veo la jugada desde atrás, me creo que la cosa es más grave y llego hasta allí con la atención puesta en ellos, sin ver una R que sube a toda hostia.
Al gachó se le deben de poner los ojos como platos, pero, al final lo veo y nos cruzamos bien. Como patos en la Autobahn Rin abajo, llegamos a Reichenau. En la rotonda de entrada está el desvío hacia Sankt Moritz, a través del Julierpaß. Veo que Lalo va a tomar esa salida y, en una fracción de segundo, supongo que me equivoqué al trazar la ruta en el navegador en lugar de poner la de Lenzerheide, que sale desde Chur y que es la dirección que indica la salida siguiente. Toco el pito y lo adelanto siguiendo hasta la otra. Cagada. En el momento de tomarla, veo que, efectivamente, es la de Chur, pero por la Autobahn. Y yo sin vignete. Entro en la autopista y arreo a toda hostia. Como Chur está ya a un paso, espero llegar antes de encontrarme con una patrulla. Miro por el espejo y, como no los veo, supongo que ellos han visto mi metedura de pata y no han entrado. Bueeeeno, menos mal. Así que, en un momento, desemboco en el casco urbano de Chur y me orillo, esperando que ellos tardarán un poco, al ir por la carretera normal. Casi no he parado la moto, cuando los veo por el espejo. Mala hostia en Chur
Además, veo que vienen por el mismo sitio que yo. Me imagino que la carretera normal y la autopista se han juntado en algún sitio sin darme cuenta y por eso estamos en la misma ruta. Si todavía faltaba algo para liarme más, cuando llegan me dicen que el Chivi ha continuado por la autopista. No entiendo nada. ¿Cómo ha entrado el Chivi a la autopista, si ya no había más entradas que la que yo he tomado?. Así que intento informarme, pero el horno no está para bollos y ninguno entendemos el error del otro. Desisto y, luego, dentro de la soledad de mi casco, consigo entender el lío. Esperamos allí, en la solana de la isleta, a que el Chivi dé señales de vida. La espera se nos hace más llevadera viendo el fabuloso parque móvil de esta gente. Entre otros, vemos un Ferrari Fiorano que nos para el corazón. El muy suizo, nos hace una arrancada del semáforo, que
“Al llegar a los miradores de Morteratsch, hacemos un alto para deleitarnos frente a los glaciares de Bernina y el Palü” debe de ponerlo a 15.000 vueltas en primera. Por fin, el Chivi nos dice que está en la Ringstrasse. Vamos hasta allí, nos abrazamos, lloramos de emoción y volvemos a la ruta. Próximas citas: el Lenzerheidepaß y el Albulapaß Entre ambos puertos, la carretera pasa por Surava y Filisur. Un poco antes de llegar a este último lugar, vemos desde lejos el Landwasserviadukt o, dicho más claro, “mi superpuente”. Como voy delante, lo señalo, pero no todos ven el gesto. Al llegar al apartadero que hay para acercarse a su base, consulto con Diego si paramos. ¡Nein!. Categórico. El Albulapaß, tiene el gran aliciente de los numerosos viaductos por los que el tren cruza el desfiladero por
Pajaritos en el Albula
encima de la carretera, entre Bergün y Preda. Les sugeriría parar para verlos con detenimiento y, con suerte, ver cruzar el tren a la salida de alguno de los famosos túneles en espiral del Albula. Como ya me ha parecido detectar que no comparten mi entusiasmo por el tren, y dadas mis naturales y conocidas prudencia y ponderación, no digo ni pío y continúo por la sinuosa y agreste carretera, hasta culminar en el caserón del alto. Allí, hacemos una parada para comentar lo salvaje del puerto, realizar una crónica de la jornada, y tomarnos unos cafelitos. Por cierto que, casi tenemos que descascarillar un poco a un estúpido, al que le molestaban el casco y la cámara en su mesa de dos metros de largo. Le enseñamos los caninos mientras gruñimos y quitamos los bártulos de allí. Por cierto que, esa actitud germánica, generó un animado debate, días después, en Dubrovnik, donde todos estaban equivocados al contradecirme... Bueno, dejaremos el asunto... Bajamos hacia la Alta Engadina y llegamos al final del puerto en La Punt-Chamues, a un paso de Sankt Moritz. Como siguen las prisas, no entramos a saludar a los jeques y a la flor y nata del mundo mundial que, sin duda, se molestarán por el desplante. Atravesamos Pontresina
Morteratsch
Iluminaci贸n divina Riscos sobre el Albula
Pensando en los siguientes puertos
Cinco años después. Lástima de los amigos que no pudieron venir.
y empezamos la suave subida al Berninapaß. Al llegar a los miradores de Morteratsch, hacemos un alto para deleitarnos frente a los glaciares del Bernina y el Palü. Dedicados también a la contemplación, están los felices poseedores de un Porsche 911 Turbo Cabrio que admiramos sin rubor. Estando en estas, oímos un chirriar de ruedas y nos volvemos a la carretera. Un Vectra viejo, toma la curva a ritmo de Gran Premio y entra en el siguiente cambio de rasante del que despega 30 centímetros del suelo. ¡Virgen santa, cómo están las cabezas!. Hacemos cábalas de la cara que se les habrá puesto a los que estaban saliendo de la curva siguiente, al verlo llegar planeando. En fin, tras felicitar al dichoso poseedor del Porsche, continuamos la subida. En un momento, tras los aparcamientos de la zona de esquí de la Diavolezza, llegamos al collado, a las orillas del Lago Bianco. Aparcamos en la amplia zona al lado de la carretera y disponemos las cámaras para hacernos una foto todos juntos, rememorando la que tenemos igual del año 2.003. Tras las fotos, nos vamos a Italia, disfrutando de la increíble bajada del Bernina. Al atravesar un pueblo, me arreo un susto de infarto. Los de delante, toman la curva de entrada a buen ritmo, pisando las rayas de un paso de cebra. Yo me confío al ver que ellos pasan bien y, además, porque en este país civilizado, la pintura de estos pasos es rugosa. Pues, o esa no lo era, o mi rueda no se ha agarrado lo mismo. La cuestión es que se me mueve de atrás un poco, pero lo suficiente para que el esfínter se me ponga como el acero de Bilbao.
¡Vaya susto!, para mí y para Diego que va detrás y contempla la jugada. En fin, seguimos viaje y, un poco después, paramos a echar gasofa en un surtidor automático. Comentamos el incidente y continuamos. Un poco más abajo, al llegar ya a la frontera, voy mirando con atención para ver el viaducto de Brusio. Un viaducto ferroviario muy característico que hace una espiral muy cerrada. Aunque hay innumerables fotos de él por ahí, yo me lo pasé de largo sin verlo, cuando estuve por aquí, y me gustaría tener las mías propias. Dejamos las motos apartadas y yo me voy por el prado a hacer el reportaje. El paredón del Mortirolo En mi ausencia y a mis espaldas, se confabulan para
“Tornante tras tornante, seguimos subiendo por una cuesta que hay que verla para creerla” eliminar el Mortirolo de la ruta. A la vuelta, me abordan con toda delicadeza, diciendo que, como se nos hará de noche si lo subimos, que podíamos dormir antes y, al día siguiente, decidir si lo hacíamos u no. Les informo de que: - No se nos hará de noche, puesto que estamos a un paso. - El puerto es un cerro de media montaña, a todo tirar, y nos costará muy poco subirlo. - Que, por mí, podemos dejar el Mortirolo. Que yo ya lo
Vistas del Lago Bianco
he subido en bici, en moto y en coche. Por fin, deciden que lo hagamos antes de buscar alojamiento o camping. Terminamos la fenomenal bajada del Bernina en Tirano. Atravesamos el pueblo, con dirección a Bormio, buscando el desvío en Mazzo de Valtellina para atacar el Passo Mortirolo. En una rotonda de entrada, el Lalo interpreta mal las instrucciones del navegador y se pasa el desvío. Yo me meto por la salida buena y arrastro al resto, así que tenemos que parar a esperar a que vuelva Lalo. Inmediatamente soy reprendido por Roberto que dice, con buen sentido, que hay que seguir al primero, acierte o yerre, para evitar la pejiguera del reagrupamiento. En éstas, Diego, sin encomendarse a nadie, se pira carretera adelante, suponemos que en busca de Lalo. Nada más hacerlo, éste aparece porque ha dado la vuelta. Vuelta a esperar, ahora a Diego. Por fin, nos juntamos y entramos en Mazzo. Seguimos las indicaciones que marcan hacia el passo, así como las del navegador. Nos metemos en una red de callejuelas en el pueblo, que hacen dudar al grupo de que vayamos por buen camino. Yo veo que no es la misma entrada que yo tomé, pero que la dirección coincide. Los otros, pitan por detrás y hay un momento de titubeo. Le pregunto a Lalo si estamos siguiendo al navegador y me dice que sí. Hago señas de que sigamos. Por un repechón de tres pares, vamos ganando altura. Por fin, un trecho más arriba, salimos a la carretera que me es familiar. Tornante tras tornante, seguimos subiendo por una cuesta que hay que verla para creerla. El firme es nuevecito y se rueda bien. Las curvas las tomo en primera, aunque otros mantienen
Viaducto de Brusio
Cumbre del Pal端
Atardecer desde el Mortirolo
la segunda. Tras los 11 o 12 primeros kilómetros, la cuesta cede y, al poco, salimos a la zona sin bosque que marca el final de la agonía a los que suben en bicicleta. Ganamos el alto, donde confluyen las carreteras que suben desde Aprica, Monno y la que nosotros hemos traído que es la de Mazzo. Nos quitamos los cascos y todos tienen los ojos desorbitados. Como dice Diego: !vaya breva¡. Al Chivi creo que no consigo convencerlo de que esta animalada la he subido en bici. En un precioso y tranquilo atardecer, tiramos unas fotos y emprendemos la bajada hacia Monno, en el valle que conduce a Ponte di Legno y a los pasos de Tonale
y Gavia. Este último nos lo haremos al día siguiente de buena mañana. Esta bajada no es tan fuerte como la de Mazzo, pero también tiene lo suyo. Por fin, llegamos a la carretera del valle y empezamos a remontarla. El amable Tiziano Me parecía recordar que fue en ese pueblo en el que yo acampé, pero me equivoco. Vamos subiendo y, en Vezza d’Oglio, preguntamos por campeggio. Nos dicen que subamos hasta Temù, unos 5 kilómetros más arriba. Así lo hacemos. Un poco antes de llegar, vemos un albergo y paramos a preguntar: 25 lerulos por barba. No se hable más. Aquí nos quedamos. Son las 9 y media.
Tiziano, el hostelero, y su mujer, son gente muy amable y nos instalamos. A nuestra pregunta sobre sitio para cenar, se ofrece a subirnos hasta el pueblo cercano con su furgoneta. Tras aparcar las motos en el garaje y extender la impedimenta por las habitaciones, nos vamos a cenar. Enseguida, reconozco el pueblo en el que yo acampé. Lo recordaba más abajo. Nos lleva a un restaurante en el que me dieron una lasagna asquerosa. Sin embargo, esta vez cenamos bien. Fin de la jornada. A la piltra, que mañana subiremos al cielo en el Stelvio.
Impresionante ambiente en el Stelvio
Temú
Canazei
Italia!!!
Etapa 6 3 de agosto de 2008 299 km
Una de Gavia para colazione Empaquetamos todo, desayunamos, le pagamos a Tiziano y nos vamos con la amable despedida de los hosteleros. Hace un día claro y de sol que da gusto. En un momento nos plantamos en Ponte di Legno, una localidad de montaña, de esas que denotan tradición de lugares de veraneo, de cuando sólo lo hacían los ricachones. La rodeamos por la circunvalación y tomamos la ruta que marca al Tonale. Enseguida, se bifurca hacia el Gavia, que es la nuestra. La cogemos y salimos del pueblo. Los primeros 2 kilómetros son de carretera ancha y de pendiente
normal. Al poco, tras una curva a derechas, empieza el infierno. Al menos para los que suben en bicicleta. La pendiente es muy parecida a la de ayer del Mortirolo, igual que la anchura. Afortunadamente no nos cruzamos con nadie ya que, cuando he pasado otras veces, la cosa se pone fea para el que le toca al lado del valle y se le ponen los ojos con venillas rojas, pues, aunque el bosque tapa el patio, la ladera no tiene fin y no hace falta verla para imaginársela. Tras muchas lazadas entre el bosque, salimos a la parte en la que ya no hay vegetación alta. Hemos llegado a una enorme altura sobre el valle. Nos hacemos a algunas motos que también suben y seguimos ruta. Llegamos al túnel de reciente construcción que, hace unos años, era de un lóbrego que daba miedo. Tras el túnel, ya se da vista al último tramo cuyo ambiente es de alta montaña total. Un par de curvas más y estamos en el alto, rodeados de motos, bicicletas y gente. Allí, a dos pasos por delante, tenemos dos cimas que los planos marcan de altura superior a los 3.000. Qué barbaridad de puerto. Tras un rato en el alto disfrutando de la preciosa mañana
que hace, así como del parque de motos paradas, nos ponemos las nuestras entre las piernas y nos vamos en busca de la segunda mole. Esta vertiente que bajamos ahora, es más bucólica de aspecto pero, la pendiente, aunque lo aparenta menos, es muy parecida. Ganamos Santa Caterina de Valfurva con las lazadas a través de los prados que hay sobre el pueblo y seguimos hacia abajo, ahora por una carretera más ancha y acorde con el tráfico que llega a este lugar para disfrutar del esquí y de los deportes de montaña en general. El mítico Stelvio Un poco más abajo entramos en Bormio. “Disfrutamos”
Passo di Gavia
del permanente zurriburri que tienen aquí y del calor que ya hace en el valle a estas horas. Tras un bosque de semáforos, salimos por la otra punta con dirección al Stelvio. A la salida, dejamos a la izquierda el desvío a Livigno que, a buen seguro, nos trae recuerdos a Diego, a Lalo y a mi. Puerto arriba, nos mezclamos con otro grupo de R’s que suben. Yo pretendía grabar a los otros en las lazadas que salvan el circo que tenemos delante, pero se me van muy lejos para poder avisarles. Salvamos el circo y entramos en la zona superior de prados antes de los repechos finales, que ya alcanzamos a ver desde aquí. De repente, llegamos a un tapón en la carretera. ¿Que leshes pasa aquí?. Una multitud, muchos de ellos con gorritos tiroleses, con pluma y todo, invade la carretera entre un caserón y un monumento. Están allí formados y, la orquestina que llevan, ataca el himno de la nación. Como es tan pachanguero y el Chivi tiene tanto sentido del ritmo, no puede contener las piernas y se arranca con unos pasos de bachata. Menos mal que no nos ven los de la celebración. Como es una conmemoración a una trágica gesta militar, podrían habernos fusilado un par de veces, por lo menos. Cuando los de los gorritos se quitan las ganas de cantar, tocar y salmodiar, se van carretera adelante con los estandartes y las plumas tirolesas. ¿Serán capaces de seguir desfilando hasta el collado?. Menos mal que, un poco más adelante, se meten en el prado, camino de unos barracones que, según he podido leer en una placa, es donde les dieron bala en no sé qué guerra. Nos abrimos paso entre la comitiva que los sigue y nos vamos hacia arriba. A la altura del desvío a Suiza por el paso Umbrail, me paro y les digo que me den ventaja para grabar desde arriba, ya que se domina mucho terreno. Arreo pensando que voy solo. Cuando llego a un sitio que me gusta, orillo la moto y me pongo en un lugar estratégico. Espero a que salgan... y espero... y espero... Pero ¿qué coño pasa?. Al final me parece ver que sale Diego, pero no los otros. Lo intento tomar a él pero, al acercármelo, lo pierdo y me quedo con una R, que no es de nuestra guerra. Vaya mierda. Resulta que no han entendido bien la maniobra y han salido detrás de mí. Cuando yo me he parado, ellos han seguido
Vistas desde el Stelvio
Algunas de las míticas 48 curvas
para arriba. El único que ha esperado es Diego. En fin, recojo los trastos y termino de subir. Nada más llegar, aparco la moto en medio de esa aglomeración que siempre hay en este lugar de cita de todas las motos de Europa. Como ellos ya llevan allí un rato, me dicen que nos vamos ya. Avanzamos hasta un par de curvas más abajo, donde se domina toda la espectacular zona última del puerto con sus enrevesadas tornanti. Desde ese mirador hacemos unas cuantas fotos y yo me quedo para grabarles la bajada. Tras la toma, voy hasta donde me esperan: el hotel, que han reconstruido desde el año pasado que estaba quemado cuando pasamos. Una vez allí, nos tomamos unos capuchinos y seguimos para abajo, puesto que nos quedan aún por negociar la mayoría de las 48 famosas tornanti de este monstruo. A partir del hotel, se entra ya en la zona del bosque. La bajada es muy divertida pero hay que ir con bastante ojo, ya que el personal de las motos se emociona y adelanta a los coches pensando que sólo están ellos allí y confiando demasiado en la aceleración de las máquinas. Constantemente nos cruzamos tres en la carretera. En fin, los moteros somos “mu majos” pero... Rumbo a los Dolomitas Llegamos a Pratto allo Stelvio y, tras una recta, a Spondinig, en la carretera que nos llevará a Merano y Bolzano, en los Dolomitas. Esta carretera es una maldición por el calor que hace, el tráfico, y lo poco que cunde. Una parada en un alimentari nos provee de lo necesario para la comida que pensamos hacer ya en Dolomitas. Sin pena ni gloria llegamos a Bolzano a mediodía. Siguiendo las instrucciones del señor Tom-Tom, salimos de la ciudad y buscamos la carretera que nos llevará a Canazei. La cosa ha cambiado mucho desde que pasé por aquí y han añadido rotondas y accesos nuevos. Entre el navegador y los carteles, damos con la carretera que nos llevará a Vigo di Fassa. Cuando hice las rutas, me aseguré de que tomábamos la carretera que pasa justo debajo de las agujas de Vaiolet. Sin embargo, nada más entrar veo que es la otra, más transitada y civilizada. Mala suerte. Al final no vemos las agujas. Arriba comentamos que quizá volvamos desde Campitello para
hacerles fotos. Coronamos por el paso Costalunga, en lugar del Nigra. Nada más coronar, vemos un área de descanso muy chula y nos parece la mejor ocasión para sacar el guijuelo. Le damos un repaso a la mochila naranja y contemplamos la
“Contemplamos la interminable procesión de motos que pasan y traspasan por delante de nosotros. No hay duda, estamos ya en el paraíso de los moteros: los Dolomitas interminable procesión de motos que pasan y traspasan por delante de nosotros. No hay duda, estamos ya en el paraíso de los moteros: los Dolomitas. Sobre las 5, bajamos al valle di Fassa en busca del camping del que ya somos clientes. Nos registramos y edificamos. Descargamos las motos y nos vamos a darle la vuelta al Gruppo Sella. Momentos críticos Ganamos Canazei, que está a un paso de Campitello y, allí mismo, empieza la ruta que, hasta unos kilómetros más arriba,
Sobre Corvara
es común para los Passos Sella y Pordoi. Al contacto con el increíble trazado de estas curvas, su excelente piso y el peralte favorable que tienen la mayoría, se desata la fiebre. Yo hago todo lo que puedo y me doy una sudada del 15 negociando curvas. En estas, alcanzamos a un A-6 ranchera. Busco el momento y lo adelanto. El muy hijo de 14 padres, no se deja y, cuando estoy a su altura, tengo que abrir el grifo a muerte. Me meto en la curva siguiente a pasos agigantados así que, en cuanto dejo de ver su aleta con el ojo derecho, me apropio de la calzada y me tiro hacia adentro, empezando a negociar ya la curva. Todo esto, no sin que se me apriete un poco el ojo, ya que me entra la duda de si no se habrá resignado y habrá seguido con el pie a fondo, y lo tendré aún en el sitio que pretendo ocupar. Afortunadamente no es así y tomo la curva. Estoy seguro de que, los de atrás, han tenido que ver la faena. Mira por dónde, llegamos al desvío Pordoi - Sella donde el ceda el paso nos hace parar. Miro por el espejo y lo veo detrás. Me fijo a ver si los otros hacen ademán de parar a escacharle la cabeza pero veo que no, y sigo. De todas formas, observo un poco de confusión que no interpreto bien, pero seguimos hacia arriba. Controlando por los espejos, veo que Lalo y Diego no vienen. Me huelo que ellos sí se han parado y le están sacando los ojos al indeseable ese. Paro a la derecha y esperamos.
Passo Gardena
No suben... Hay que volver. En estas que aparecen. Nos pasan como una exhalación, sin decir ni mu. Seguimos subiendo, yo a todo lo que doy. En el alto, parada. Nos sentamos a tomar unas cosas y, allí, se aclara todo. Resulta que, en la maniobra que me ha hecho a mí, se conoce que le ha cogido con una marcha larga y lo he superado, pero, al ver que venían más, se ha preparado mejor y, a Roberto, lo ha dejado en el carril izquierdo tomando la curva, a merced del tráfico de bajada que, afortunadamente para nosotros (y, desde luego, también para él), no venía. Qué ocasión hemos tenido, en el ceda el paso, de hacerle entender contundentemente que eso no se hace, que está muy, muy feo. Claro que, el tío, ya sabía lo que se había ganado con semejante acción y, al ver que Roberto bajaba la pata de cabra, ha visto desfilar su vida ante sus ojos, tal como dicen que ocurre cuando vas a palmarla, que es lo que ha estado a punto de pasarle a él. En fin, bien mirado, igual fue mejor así. Bueno, hay que olvidar al hijoputa ese y seguir disfrutando, que a eso hemos venido. Mientras nos tomamos las cosas, salen a atendernos, una tras otra, todas las gachises del parador. Sin duda, las carantoñas que le ha hecho el Chivi a la primera, y su porte rompedor, con la chaqueta de motero quitada, han hecho que circularán las hormonas con profusión. Bajamos a Arabba. A mí se me da fatal y el pobre Roberto aguanta detrás queriendo, sin ninguna duda, estar delante con los otros fieras. ¡Las tornanti... ya se sabe!
Descenso a Val di Fassa
El nirvana motero Reagrupados de nuevo, cogemos el siguiente, bastante más corto y bastante más franco de trazado: el Campolongo. La bajada a Corvara es más retorcida y pierdo rueda de nuevo. Tras Corvara, el siguiente es el Gardena. Aquí, el grupo se supera y, el ritmo, por lo que cuentan arriba, es ya insuperable. Como los primeros tramos son un poco más rectos, los tengo un poco a tiro y veo una jugada simpática:
Camping de Canazei
Atardecer sobre Val di Fassa
Camping de Canazei
Ellos adelantan a un quad con ruedas de carretera y, sin duda, con un motor “tocado”, ya que se me queda delante y, cuando abre el grifo, tiene casi el mismo repris que mi máquina. El tío, ve la pasada, que casi lo tira del aire, y arrea detrás de ellos. No puede alcanzarlos pero se me queda ahí doblado. En el primer tramo no puedo con él. Cuando me preparo a la salida de la siguiente curva para hacérmelo, se va por la cuneta a sabe dios dónde, por su ruta particular. Llegamos al collado y, entre jolgorios y elogios a esta locura de curvas, hacemos un montón de fotos a la luz de este atardecer que ya toca a su fin. En la bajada me quedo a hacer unas tomas y nos juntamos en el cruce con la carretera a Val Gardena y al paso del Brennero. Nosotros salimos hacia la izquierda y emprendemos la subida al último de la jornada: el Passo Sella. En el alto, nueva sesión de fotos, ya con escasa luz, pues tenemos la justa para bajar a Canazei y al camping en Campitello. Yo me quedo a mitad de bajada para hacer fotos y bajo yo solo hasta Canazei. Allí nos paramos un
“Tras Corvara, el siguiente es el Gardena. Aquí, el grupo se supera y el ritmo, por lo que cuentan arriba, es ya insuperable. () Llegamos al collado y, entre jolgorios y elogios a esta locura de curvas, hacemos un montón de fotos a la luz de este atardecer que ya toca a su fin” rato y actualizamos las batallitas del recorrido. Sobre todo Roberto que está que no tiene palabras. Esta vuelta le ha marcado. En fin... los Dolomitas... Volvemos al camping y, tras la ducha, nos acercamos a cenar a un restaurante próximo, donde los tagliatelle con pomodoro hacen chuparse los dedos a todos menos a mí que pido distinto. A la piltra. Mañana a Austria y, con suerte, a la playa.
Descenso a Val Gardena
Batallitas
Bajo las paredes del Sella
Descenso a Val Gardena
Camino a Zoldo Alto
Canazei
Trieste
Etapa 7
La aventura austríaca 4 de agosto de 2008 479 km
La marcha de Lalo Mientras empaquetamos todo, el Lalo nos dice que se marcha, que la rodilla le preocupa y que, la moto, otra vez empieza a pararse. ¡Vaya hombre!. Hacemos lo que podemos para convencerle de seguir, puesto que lo peor que le puede ocurrir es tener que
volver en brazos del seguro. No hay nada que hacer. Lo tiene claro. Se vendrá con nosotros a pasar los puertos de salida de los Dolomitas y se volverá desde allí. Tomada la decisión irrevocable, pagamos en el camping y nos acercamos a desayunar a Canazei. Allí, nos sentamos enfrente de la gasolinera en la que acabamos de repostar y le pedimos a la camarera “colazioni” para los cuatro. Cuando llega la hora de elegir los cafés, la volvemos loca. Y eso que no está Javier con su “allongé” que sino, se le funden los plomos. Al final nos pregunta por nuestro origen y nuestro destino y entramos en tertulia sobre cómo los trata el Berlusconi y las diferencias de belleza entre el Piamonte y el Trentino, que ella ve a favor del Trentino, naturalmente. De todas formas, estamos de acuerdo. Terminado el desayuno, nos largamos. Allí mismo en Canazei, empezamos el Passo Fedaia o Marmolada, que se resuelve con unas cuantas tornanti antes de llegar al inmenso collado con un lago represado, todo ello bajo la mole de la Marmolada, sobre la que alguno de los
presentes ha esquiado en invierno. Unas fotos después, descendemos hacia Malga Ciapela y Caprile. En Sottoguda me paro a un lado y les pregunto si tenemos ganas de entrar a ver el desfiladero que hay en este pueblo y sobre el que la carretera acaba de pasar a una altura de cojones. Me dicen que sí y damos la vuelta. Al llegar adentro vemos que Lalo no está. Pues... si ha dado la vuelta también. En fin, tras esperar un rato, suponemos que no ha querido perder más tiempo y, como ya nos habíamos besado todos en las encías... Ya en Zaragoza, aclarará que, una agresiva agüela, le impidió el acceso con amenaza de hostias. Bueno, pues nosotros entramos al desfiladero y hacemos unas tomas.
“Empezamos el Passo Fedaia o Marmolada, que se resuelve con unas cuantas tornanti antes de llegar al inmenso collado con un lago represado, todo ello bajo la mole de la Marmolada” Regreso a Zoldo Alto De nuevo en las máquinas seguimos hacia Caprile, donde hemos de tomar el desvío al Passo Giau. Sin embargo, se me pasa Caprile y arreo hacia Alleghe en dirección contraria. Al final, y ya embarcados, decido tirar hasta Agordo e ir por el Passo Duran y Zoldo Alto,
Desfiladero de Sottoguda
I Cinque Torri
Amici de Zoldo Alto...
...y de Madrid
Vista de las Tres Cimas
donde estuvieron esquiando Diego y el Chivi en invierno. Subimos por el Passo Duran que resulta ser una tachuela del copón para subirla sin motor. La bajada todavía es peor, con mucha pendiente y con una carretera muy estrecha. Parece que había un 15%. ¡Vaya tela! En el cruce, al final del puerto, cogemos hacia Zoldo Alto. Al llegar, hacemos una parada en el hotel Cristellin, donde ellos estuvieron hospedados. Enseguida los reconoce el baranda. ¡Qué fechorías harían por aquí! Nos tomamos unas cosas e intentamos comprar viandas, pero está cerrado. Seguimos camino. Al rato, pasamos el Passo Staulanza, al pie del Monte Pelmo, que tiene una perspectiva sobre el collado que acojona. Lástima que vamos un poco pillados con el tiempo, porque merecería la pena parar un rato. Nivelazo en Cortina Bajamos a Selva di Cadore y cogemos el Giau. Aquí sí que paramos a contemplar la tremenda mole de I Cinque Torri y el hoyo en el que está asentada Cortina d’Ampezzo. Haciendo fotos y alcagüeteando la consabida parva de motos del collado, Diego se encuentra con unos amiguetes que también van en moto. ¿Y en qué sinó?. Terminada la charrada, nos tiramos a Cortina. Una vez allí buscamos algún sitio para dejar las motos y comprar comida. Vamos a un aparcamiento pero, al final, no nos gusta. Diego
gira en la misma calle y vuelve sobre sus pasos. En esas, sale un coche de la esquina y casi se dan. Diego le da unos gritos y el gachó no cede. Yo giro también y me acerco para ver si hay que arremangarse, pero uno que ha visto la jugada, me hace indicaciones aparatosas que, al final, comprendo. Resulta que es dirección prohibida. Menos mal que no le hemos tirado los incisivos al del monovolumen... En el buen sentido de circulación, nos acercamos a una plazoleta y nos quedamos de guardia Diego y yo mientras el Chivi y Roberto van al supermercado. Vuelven alucinados del nivel de ese pueblo. Gucci, Bulgari, Armani... en fin, lo que se te pueda apetecer... si llevas la Visa Platino, claro. Empaquetamos todo en la mochila naranja y nos vamos a Österreich. Las Tres cimas de Lavaredo Entre medio tenemos el Passo Tre Croci y el lago de Misurina, al pie de las Tres Cimas de Lavaredo. Al pasar por el lago, alcanzamos a verlas entre nubes, por su lado menos espectacular. Ya habíamos decidido que no iríamos hasta el refugio Locatelli, debajo de la cara norte de las agujas. Hay que dejar la moto en el de Auronzo, y dar una calcetinada de unos 20 minutos en cada sentido. Aunque el espectáculo es inolvidable, con
“Vuelven alucinados del nivel de ese pueblo. Gucci, Bulgari, Armani... en fin, lo que se te pueda apetecer... si llevas la Visa Platino, claro”
Camino de Grossglockner Hochalpenstrasse
la ropa de moto y las cosas que hay que arrastrar para no dejarlas en el aparcamiento, no trae cuenta. Una vez pasado el Tre Croci, voy mirando para localizar un área de descanso donde se ve la cara buena de las Cimas, aunque, naturalmente, desde mucho más lejos. Al llegar, nos parece el mejor sitio para darle al guijuelo. Además, tenemos enfrente un restaurante en el que podemos tomar café después. Nos metemos unos bocatas entre pecho y espalda y pasamos a tomar café. Aquí, tenemos un rifi-rafe con la agüela que regenta el bar. Resulta que, por preguntarle si tiene helados, mientras nos está marchando los cafelitos, se agarra un choto del copón y me larga una filípica en italiano que me deja de un aire. ¡Vayan usted y los helados a la Scheiße, señora mía!. Llegamos a la conclusión de que, aunque aún no hemos pasado la raya, estos son ya medio austriacos y tienen la mala hostia de los del carácter germánico. (Conste que, de todas formas, no me apeo del burro, respecto de la discusión de Dubrovnik. ¡Faltaría más!). Una vez tomado el café (que se nos cae por encima de la mesa, sin lamentarlo) nos vamos de Italia. La tarde está un poco gris pero no parece amenazar lluvia. Gatillazo en el Grossglockner Enseguida salimos de los Dolomitas y, en Dobbiaco, tomamos la carretera de Lienz, ya en Austria. Repostamos y buscamos la Grossglockner la Hochalpenstrasse que es nuestra última subida alpina. Una vez en ella, empezamos a ganar una altura enorme sobre el valle y la ciudad de Lienz. Según subimos, la cosa se va poniendo más negra y, enseguida, me doy cuenta de que no podremos llegar, ya que, aun dispuestos a mojarnos, no veríamos nada de las cimas, por la tremenda altura a la que llega esa animalada de carretera. Al rato empiezan a caer unas gotas como huevos fritos. Sigo hasta Heiligenblut pero sabiendo ya que hay que darse la vuelta. Al llegar y parar, me dicen que no podemos seguir subiendo, suponiendo que yo aún tenía la intención.
En fin, una pena, ya que hace años subí por la vertiente norte y, cuando me disponía a bajar hasta aquí, me di cuenta de que iba escaso de gasolina y no sabía cuánto habría hasta la próxima estación, por lo que me tuve que volver. Bueno, espero que no se lleven el Gossglockner (Gran Campanario) de aquí, mientras yo no regrese... Volvemos a bajar y la tormenta se queda allí, aunque no el nublado. En Lienz, continuamos hacia el este, pero buscando ya el desvío hacia el sur y hacia el pueblo de Oberdrauburg, en dirección al mar.
“Una vez pertrechados y en una soledad que parece que estamos en Marte (pero lloviendo), emprendemos la bajada” Adiós a los Alpes, por esta vez. Volveremos. En busca del mar... agua Poco más allá de Lienz, llegamos al cruce donde marca Italia, Oberdrauburg y el Plöckenpaß. Resulta que aún nos quedaba otro “paß”. Tomamos la carretera con dirección a Trieste y comenzamos a hacernos el Plöcken que, al lado de lo que llevamos ya encima, nos parece una mariconada. El cielo cada vez tiene peor pinta. Cuando ya parece que estamos cerca del collado, que lo tapa un ventilador de esos generadores de “luz”, entramos en un túnel. A la salida, cae un agua del copón. A abrigarse. Estando allí, se para un Fiat Multipla, con matrícula de Lituania. Comentamos que, si nosotros estamos desplazados tan lejos de casa... anda que estos... Se baja un tío con un mapa de carreteras y, como puedo, le indico adonde le lleva esa carretera. Una vez pertrechados y en una soledad que parece que estamos en Marte (pero lloviendo), emprendemos la bajada.
¡Joooodeer!. Las primeras curvas son cerradas de cojones y con túnel de entrada y paredón de salida, construido con sillares en el acantilado, para sostener la carretera. Igualico, igualico que el Splügenpaß. Bueno, casi igualico. Aquel tiene más trozo así, y es más vertical aún que éste. Después de esos primeros tramos, la cosa se civiliza un poco, pero el aguacero sigue igual. Vamos haciendo camino y llegamos ya al valle, que está flanqueado por montes bastante altos, pero que ya van dando idea de que dejamos atrás los Alpes. Eso sí, atravesamos dos cuencas con unas ramblas anchísimas que, si alguna vez llegan a llenarse en las avenidas, serán unas riadas temibles. Pernocta en Trieste Al rato, entramos en la autopista, ya anocheciendo, con la intención de continuar hasta Trieste. Las prisas por la conclusión del viaje van siendo evidentes, debido a la faena que nos queda aún y la cercanía de las fechas en las que alguno tiene que volver a trabajar. La ruta prevista iba siempre hacia el sur, hasta Grado, donde tocábamos el mar. Desde allí, por la orilla, llegábamos a Trieste y rodeábamos la península hasta Rijeka, donde cogíamos la carretera de la costa de Croacia. A estas horas, ya hemos decidido acortar la cosa sensiblemente, dejando Grado y yendo directamente a Trieste. Además, tampoco mañana rodearemos la península, sino que iremos directamente a Rijeka. Ya de noche, llegamos y, en la misma salida de la autostrada, encontramos un camping en el que nos quedamos. Aunque es un poco tarde, nos dicen que todavía podremos cenar. Unas pizzas y a la cama. Como la noche es buena y las nubes han quedado atrás, decidimos no plantar las tiendas y salir mañana cagando hostias.
La belleza de la costa del Adriรกtico
Trieste
Podgora
Etapa 8
El mar Adriático 5 de agosto de 2008 557 km gasolinera a la salida a la autovía desayunamos. Nos informamos sobre la ruta con unos camioneros con ganas de cascar que hay en el bar. Nos dicen que
“La carretera que llevamos en Eslovenia me hace viajar en el tiempo hasta mi infancia, cuando las de aquí de España, tenían árboles en los lados, eran estrechas y con el firme lleno de parches puestos sobre otros más viejos”
Otra vez al alba Yo me despierto a las 5 y media. A las 6 me levanto y me doy una vuelta por el camping. En un sitio con mesas, me ordeno las notas que voy tomando para escribir esto al llegar a casa. Al rato reviven también los demás y nos vamos a los baños. Una vez todo empaquetado nos acercamos a la puerta, pero la socia que controla la cosa todavía no ha venido. Nos sentamos por allí y esperamos. Poco después aparece, se disculpa y pagamos. En una
tengamos cuidadín con circular por autopista sin la vignete, porque a él lo han multado. Que no paremos a auxiliar a nadie ni a nada, no sea que nos den un disgusto. Luego resultó que, según otras informaciones, esto último eran exageraciones. Desde luego, no tuvimos el menor problema ni vimos nada sospechoso en todo el trayecto por esos países. A las 9 menos cuarto empezamos la ruta. Aquí ya, como ninguno tenemos experiencia, yo me quedo al margen y son Roberto y Diego quienes toman el control de la expedición. Al principio resulta un poco complicado y damos bastantes tumbos hasta que retrocedemos por el camino que vinimos ayer, y entramos de nuevo en la autovía que nos trajo. Una vez allí, cogemos dirección Rijeka y Split. Al momento, me llevo una sorpresa: llegamos a la frontera de Eslovenia y la cruzamos. Yo creía que la península de Trieste era Italia. Resulta que una franja en el norte es Eslovenia y después, más al sur, Croacia. Cómo está ya de oxidada la geografía... La carretera que llevamos en Eslovenia me hace viajar en el tiempo hasta mi infancia, cuando las de aquí de España,
¿Qué te juegas a que cierro las maletas con todo dentro?
Fundidos en la autopista a Split
Motocampismo en Triestre
tenían árboles en los lados, eran estrechas y con el firme lleno de parches puestos sobre otros más viejos. El trazado se adapta a la forma natural del paisaje con curvas trazadas donde hoy día se tiraría recto. De todas formas, enseguida atravesamos la franja de Eslovenia y entramos en Croacia. El relieve es suave con colinas. Los Alpes están ya muy lejos y todavía no hemos llegado a lo más alto de los Balcanes. Tras un tramo de autopista, volvemos de nuevo a las carreteras con árboles. Llegamos a las inmediaciones de Rijeka y después a Bakar. En un alto, vemos ya el Adriático. ¡Qué emoción!. Tantos meses soñando con él... Chicharra day Enseguida, entramos a una autopista recién estrenada, que nos hace ganar terreno rápidamente hacia el sur y Split. Volvemos a salir a la carretera normal y la vamos siguiendo ya por la orilla misma del mar. Tiene muchas curvas y el firme no es especialmente bueno. El paisaje es de colinas poco elevadas y con escasa vegetación. Cada poco, hay aldeas y zonas de playa, tipo Salou. La verdad es que yo me imaginaba otra cosa al ver la carretera en el mapa y al leer sobre el desarrollo turístico que estaba teniendo esta zona. Paramos en un chiringuito y nos tomamos unas cosas. El
calor, a estas horas, empieza ya a ser de órdago. El tema de conversación casi siempre es el de las fechas y los posibles cambios a realizar en la ruta, para adaptarnos a ellas. Además, estamos pensando en modificar el recorrido de vuelta. Estos días atrás, cuando intentábamos convencer a Lalo para que siguiera viaje, Diego le propuso venir hasta aquí, tomar el ferry a Ancona con nosotros, y después, él solo, cruzar la bota y coger otro hasta Barcelona, en lugar de acompañarnos a través de la Toscana, hasta Grenoble y
“En un alto vemos ya el Adriático. ¡Qué emoción! Tantos meses soñando con él...” Valence. A mí se me ocurre que también nosotros podíamos hacer eso, ya que la travesía de Italia hacia el norte promete ser bastante monótona y, además, alguno ya ha dicho que, ganas, ganas, lo que se dice ganas, de ver las fábricas de Ferrari, Maserati y Ducati... Así que empezamos a darle vueltas a esa posibilidad. Claro que, eso tiene unas dificultades logísticas importantes:
El ferry a Ancona sale de Split y pensábamos cogerlo de vuelta de Dubrovnik y Sarajevo, pero no sabemos si tenemos tiempo de hacer todo el recorrido para llegar hasta esas poblaciones. Además de andar escasos de tiempo para eso, también tenemos que gestionar aún la compra de los billetes para esa travesía y para la segunda, si al final decidimos hacerla. Así que, con estas motivaciones, vamos bajando orilla abajo con dirección a Split. En un momento determinado, los lehendakaris de esta parte de la ruta, deciden que hemos de ganar tiempo y espacio más rápidamente y, a la altura de Zadar, entramos de nuevo a la autopista. La recorreremos hacia el sur hasta algún lugar cercano a Split. A las 6, a unos 30 kilómetros de Split, paramos en una de las desiertas áreas de descanso que tiene esta autopista. No hay otro equipamiento que una garita que parece ser un retrete y que no debe ni de estar abierto. Nos tumbamos un rato y despejamos la modorra. Salimos de nuevo a la carretera de la costa. Aquí, la carretera es de mucho mejor trazado y las curvas más amplias y rápidas que el tramo anterior más al norte. Disfrutaremos mucho los kilómetros que todavía tenemos que hacer por aquí, que aún no sabemos cuántos van a
Jabalíes a remojo
Croacia
Atardecer en el Adriático
ser, pues siguen las gestiones de los embarques. El tráfico no es muy denso, pero la constante raya continua dificulta bastante la marcha y no nos deja disfrutar. Ya en el tramo anterior de costa, antes de la autopista, hemos empezado a fumarnos las rayas olímpicamente. Yo, al principio, he seguido la corriente, pero después he pensado que nos podría costar un disgusto. No por tener un accidente, cosa que controlamos bien, sino por encontrarnos con la policía de tráfico y amargarnos las vacaciones. El “efecto Piccin”, que se hace notar mucho. Así que empiezo a esperar detrás de los coches y los demás también lo hacen. No obstante, de vez en cuando, si la espera es muy larga... A pesar de todo, en los tramos frecuentes en los que, o no hay tráfico delante, o no hay raya continua, la carretera es una gozada de curvas. Entre parada y parada, los responsables de logística, localizan a Rubén y le encargan investigar cómo está la cosa de las plazas en el ferry de Civitavecchia a Barcelona y en el de Split a Ancona. Según bajamos hacia el sur, la costa va ganando algo de belleza. Los montes que tenemos a nuestra izquierda se van volviendo más agrestes y, como consecuencia, las calas que originan en su entrada al mar son más salvajes. Al mismo tiempo la vegetación es más densa.
De vez en cuando, a la salida de una curva o de un cambio de rasante, damos vista a una zona de costa, más parecida a lo que yo esperaba encontrar por aquí. La explotación turística también parece de más calidad. Poco a poco vamos acabando con el día y empezamos a buscar alojamiento. El merecido baño en el Adriático Hemos pasado ya Makarska, que parece una bulliciosa población de vacaciones.
“Según bajamos hacia el sur, la costa va ganando algo de belleza” Al final, paramos en Podgora, donde nos alquilan, a buen precio, la planta inferior de una casa en construcción. Son las 8 menos 7 minutos de la tarde. Observamos la forma apresurada y bastante desordenada de construir casas para alquilar al turismo en expansión. Nos resulta bastante familiar la cosa. Nos instalamos y, naturalmente, bajamos a la playa, aunque ya es de noche. Llevamos todo el día deseando meternos a remojo en ese mar que nos acompaña hace ya cientos de kilómetros. Tenemos ganas por dos motivos. Uno, que venimos desde el otro lado del mapa para hacerlo y, el otro, que hace un
calor de tres pares de cojones. ¡Ay, el fresquito de los Alpes alpinos!. Así que, después de un baño, regresamos a casa a adecentarnos y nos vamos a cenar. Bajamos a las concurridas calles que bordean la playa y nos metemos en una terraza. Nos pedimos unos risottos que harán las delicias del personal. Entretanto, resulta que ya tenemos plaza en un ferry desde Civitavecchia a Barcelona, pero... ¡¡¡no la tenemos aún para cruzar el Adriático!!!. Yo les hago partícipes de mi acojono. Mira que si tenemos que ir a Civitavecchia en moto... Después de la cena, nos vamos a buscar un cyber, tal como habíamos previsto, para intentar contratar el puto ferry a Ancona. Como el sitio es incómodo de cojones, llevamos el consabido y diario palizón, y hemos ingerido nuestros buenos tanques de cerveza, a los operadores del ordenador se les ponen los ojos como los del gato Garfield y no ven si contratan pasajes de ferry o morcillos de guijuelo, así que nos vamos a la cama. En fin, decidimos que mañana iremos a Mostar y, según veamos la ruta, y según se dé la compra del embarque que nos falta, tiraremos hasta Sarajevo. O no.
El viejo puente de Mostar
Podgora
Dubrovnik
Etapa 9
Mostar y Dubrovnik 6 de agosto de 2008 284 km Rumbo a Mostar Madrugamos, según lo previsto, y a las 6 y media estamos en la ruta con dirección a Sarajevo. Siguen las incertidumbres sobre hasta dónde vamos a internarnos en los Balcanes y, sobre todo, cómo vamos a cruzar este mar que dejamos a nuestra espalda. Descendemos por la costa hasta Opuzen, donde cogemos la carretera hacia Bosnia. Esta ruta va siguiendo el cauce del río Neretva, al menos hasta Mostar, que es hasta donde nosotros vamos a llegar. En Metkovic, está la frontera con Bosnia i Herzegovina. Nuestro lado está despejado pero, los que vuelven tiene una cola del 15. Tras dejarnos inspeccionar por una policía que está más buena que el copón, entramos en otro país nuevo. Y van... Las carreteras aquí son muy mejorables, cosa natural. Antesdeayer andaban a hostias entre ellos. Por un paisaje de media montaña, sin ningún aliciente, nos plantamos en Mostar. Atravesamos parte de su casco urbano, bastante rural, y paramos tras pasar un puente. Resulta que, al atravesarlo, ellos han visto el puente restaurado que es el símbolo de la ciudad pero yo no, y no sé porque paran. Me lo explican. Nos hacemos unas fotos desde allí y vemos la manera de acercarnos hasta la base del monumento para seguir el reportaje. Una vez en las cercanías del puente, vemos que la zona está totalmente restaurada. Da la impresión de que no quedó
La mezquita de Mostar
Casco antĂgui de Mostar
Posando con orgullo
mucho cuando decidieron parar las hostias. Hacemos abundantes fotos y... seguimos con las llamadas y las gestiones. Pues nada... que no hay manera de cerrar lo del billete para cruzar el Adriático. La cosa empieza a estresar hasta a los que llevan la gestión, que son los que más confianza tienen. Así que... la pregunta es: ¿seguimos hasta Sarajevo, o damos la vuelta desde aquí hacia el Picarral? Yo me pido dar la vuelta. Nos damos la vuelta. Qué pena no ver Sarajevo, que era el punto final del recorrido, pero la realidad se impone: seguir hacia el este, cuando aún no sabemos cómo cruzaremos el mar que dejamos al oeste, es un poco loco. Rubén no consigue lo del primer ferry. Hasta aquí hemos llegado Damos la vuelta a las motos y consideramos concluido el viaje de ida. Volvemos a la carretera y desandamos el camino. Al llegar a la frontera, la cola ha aumentado de longitud. Menos mal que vamos en moto. Sin ningún rubor, nos fumamos la cola hasta llegar a 50 metros de la raya, donde nos hacemos sitio, no sea que nos vean los polis y tengamos un disgusto en idioma bosnio. Paramos y vamos avanzando al ritmo de los trámites que realiza la poli de fronteras. Desde luego, no parece que los estrese la enorme cola de coches y camiones guisándose en su jugo bajo el sol de justicia que tiran desde el cielo. Al final nos toca y nos dejan pasar sin mirarnos casi. Yo sí que miro bien a una poli que está en la ventanilla y que tiene unos rasgos eslavos y unos ojos claros que me aumentan el ritmo cardiaco. Bueno pues... otra vez en Croacia. Paramos en Metkovic y buscamos un cyber. La cosa está ya adquiriendo caracteres dramáticos. Entramos en un distribuidor de Telecom y nos hacemos con un portátil con conexión que parece ser por la patilla. Diego localiza la página de los barquitos pero... ¡¡mecagüendios!!, cuando le das a comprar el billete, se atasca. Parece que las
“Eran exageraciones. Desde luego, no tuvimos el menor problema ni vimos nada sospechoso en todo el trayecto por esos países” funciones de compra están deshabilitadas. No obstante, se anota un número de teléfono y nos vamos. Yo llevo toda la mañana aconsejando ir al chiringuito de ferries más próximo y gestionarlo allí, con personas que pestañeen. Como las infinitas islas que pueblan este mar, están enfrente, hay anuncios de ferries por todos lados. Seguro que no hacen la ruta a Ancona pero, probablemente, nos darán información útil, o la buscarán ellos mismos con sus contactos. Por fin, cuando estamos cargando de nuevo los bártulos “volátiles” en las motos, Diego, que está hablando por teléfono desde el otro lado de la calle, nos dice que: “¡yatá!”. Que tenemos un ferry en Dubrovnik. Que sale a las 11 de la noche. Que hay sitio seguro. Que nos lleva a Bari. Bueeeeeno, menos mal. No es lo que buscábamos, pero... No es lo que buscábamos porque Bari está más al sur que Ancona y Civitavecchia muy al norte, lo que nos obliga a hacer una diagonal de unos 600 kilómetros de autopista, a través de la bota, para alcanzar el otro ferry. ¡Joder que estrés!. El lado bueno es que así vamos a visitar Dubrovnik que lo teníamos ya olvidado porque suponíamos que embarcaríamos en Split y no podíamos bajar tanto, para después subir de nuevo. Así que, otra vez rumbo al sur. Volvemos a salir a la carretera de la costa y seguimos disfrutando con las curvas. Según avanzamos, el tráfico es más llevadero y disfrutamos más. A unos 150 kilómetros al sur de Opuzen, a la salida de una curva... ¡Dubrovnik!.
Sobre el puente de Mostar
La perla del Adriático La aparición es espectacular, ya que la entrada a la población se realiza cruzando una ría mediante un moderno, audaz y elevadísimo puente colgante. Justo antes de cruzarlo, hay un apartadero en el que nos detenemos a llenar algo más las tarjetas de memoria de nuestras cámaras. Entusiasmados con el aspecto que tiene la ciudad desde aquí, bajamos en busca de nuestro barco. De cabeza a la oficina del puerto, donde nos atiende una agüela muy amable, pero que, según veremos horas después, omite una importante información. Ya con nuestros billetes en el bolsillo, relajamos los esfínteres y nos disponemos a disfrutar de la ciudad lo que queda del día. En el aparcamiento, nos quitamos los uniformes de trabajo y nos ponemos en pantalón corto y chanclas, estibando como podemos el equipaje sobre las motos. Estando en la faena, paramos atención en un engendro de moto que también está aparcada allí. Al vernos, el que resulta ser el dueño, nos atiende en alemán. Es un vejete gordo y algo zarrapastroso, que nos informa de que, la moto en cuestión, es... ¡¡DIÉSEL!! No te jode. Pues sí. Nos dice que es un cuadro fabricado en Enfield que lo envían a la India y, allí, le acoplan un motor de apisonadora. Acojonante. Le pedimos que la ponga en marcha y... ciertamente, es una apisonadora con manillar. Nos pregunta que dónde vamos y se lo decimos. Resulta que él también va en ese barco. Luego, por la noche, ampliará la información. Viene de un recorrido por Europa pero se le ha jodido el embrague y ha tenido que darse la vuelta. Lo que inventan... Bueno pues, ya fresquitos, nos vamos en busca del pienso, que ya es hora. Justo al otro lado de la rada en la que estamos, encontramos un restaurante, con una terraza en el piso superior, que nos parece el mejor lugar para comer. Dejamos las motos en el muelle y nos pedimos
“Es una ciudad amurallada, totalmente restaurada y que conserva la vida en su interior, al parecer igual que hace siglos, cuando se disputaba con Venecia la primacía del mayor puerto del Mediterráneo” unas cosas. Mientras lo traen, el Chivi se da un chapuzón. Será el único que se habrá bañado en Dubrovnik. Somos atendidos por una asquerosa, que nos trata a patadas. Ojala se la folle un pez. Si es posible, que sea espada. La ciudad vieja Después de comer, nos ponemos las máquinas debajo del culo y preguntamos a unos dubrovnikeses dónde coño está la ciudad vieja, ya que, ni desde el puente que está muy elevado hemos conseguido verla. Nos encaminan y la descubrimos al otro lado de un cabo en promontorio que nos la ocultaba. Llegamos al aparcamiento y decidimos hacer la visita por turnos, por aquello de los bultos volátiles, que ahora aún son más numerosos. La visita, aunque breve y muy apresurada, nos deja boquiabiertos. Es una ciudad amurallada, totalmente restaurada y que conserva la vida en su interior, al parecer igual que hace siglos, cuando se disputaba con Venecia la primacía del mayor puerto del Mediterráneo. Tras una colección abundante de fotos, nos damos un paseo por una circunvalación elevada sobre la ciudad, intentando hacer alguna foto decente del atardecer. El primer plano de unas horrorosas torres de apartamentos, al más puro estilo de la costa de Alicante, nos lo impide, casi por completo. ¡Que atentado en un entorno tan bonito! Bajamos de nuevo al aparcamiento del puerto y nos acercamos a un Konzum a comprar comida para el konzumo. Hacemos la compra el Rober y yo, lo que parece que se ha
Vistas de la Bahía de Dubrovnik
Muralla de la ciudad vieja
Inmortalizando el momento
Las angostas callejuelas de Dubrovnik
Atardecer sobre Dubrovnik
convertido en norma. La verdad es que, a lo único que yo puedo ayudar es a llevar las bolsas, ya que... costumbre, costumbre, lo que se dice costumbre, de comprar en el súper...
tarjetas de embarque. La puta de la momia esa que nos ha vendido los billetes no nos lo ha dicho. Cuando el pez espada termine con la asquerosa del restaurante, que coja a la agüela ésta y que se la haga también. Entonces recuerdo que, a un motero que había en la cola hace mucho rato, otros le han visto el billete y le han dado unas indicaciones. El gachó, ha cogido la moto, se ha ido un momento y ha vuelto al aparcamiento. Se ve que era la puta tarja ésta.
nos apartemos de donde estábamos, para que él haga la maniobra. Casi hay que meterlo con calzador y vaselina, pero al final entró, entró. A continuación lo hacemos todos los moteros. Nos acomodan las motos (es un decir) en unos pasillos ¡Marineros a cubierta! laterales, junto al casco, con el suelo bastante inclinado y La intención era comer en el barco pero, como no hay resbaladizo como si tuviera jabón. nada que hacer y hay un poco de gusa, nos hacemos los Da un yuyu dejar allí a las pobrecicas, que pa’qué. consabidos bocatas y nos ponemos ciegos. En fin, como decían los parvulitos, no quedan más cojones Así que, ahora, sólo queda esperar a embarcar. Hay un señora. autobús con gente española y una cuadrilla de A la mañana siguiente veremos, con horror, que meapilas que deben dirigirse a besarle la polla nos las han atado con cuerdas, acercándolas al Santo Padre. peligrosamente a las cariñosas aristas de las Poco a poco se va llenando el aparcamiento “Nos acomodan las motos en unos pasillos laterales, chapas del casco. En fin, más vale no mirarlas. de vehículos y, al rato, vemos que llega el que Cogemos ahora nuestros enseres más precisos y junto al casco, con el suelo bastante inclinado y subimos a la cubierta. Allí se trata de pillar sitio. suponemos es nuestro ferry. Nos lo dejan allí mismo y esperamos a que den El personal ya se ha hecho fuerte en las mejores resbaladizo como si tuviera jabón” las 11. zonas. Nos acomodamos en una cubierta Dan las 11 y... no parece que el embarque sea superior pero corre un gris que, aunque ahora se inminente. soporta bien, nos hace temer tiriteras a lo largo de Las 11 y media y... que si quieres arroz. Diego y yo cogemos los cuatro billetes y nos vamos echando la noche y a lo ancho del Adriático. Sobre las 12 empieza el movimiento. Nos vamos acercando hostias a la oficina. Suponemos que nos esperarán de Así que, Diego y el Rober, se van de prospección y a las fauces del monstruo y, cuando estamos ya casi en todas formas pero no hay que tentar la suerte. encuentran otro lugar mejor donde situar las polveras. puertas, se acerca un propio y nos pide lo que suponemos La cosa se soluciona en un santiamén y volvemos a la Nos trasladamos, extendemos los sacos, el Chivi hincha que serán los billetes. cola. Resulta que nos sobra aún mucho tiempo, puesto su supermegacolchón y nos empiltramos. Cuando los ve, parece que no le gustan. Nos manda a que tienen que entrar primero los de 4 ruedas, entre ellos, Yo duermo regular tirando a malamente. unas oficinas cercanas, donde hemos de conseguir las el autobús de los meapilas, que obliga a que las motos
Atardecer sobre el Adriรกtico
Durmiendo en la cubierta
Campamento indio en Bari
ยกEnteros!
Mรกs pajaritos
Dubrovnik
Roma
Etapa 10
No risk, no fun (Roma) 7 de agosto de 2008 568 km Obligo a hacer dos paradas y, a la segunda, parece que me espabilo definitivamente. Por último, al llegar a Nápoles, el Chivi que va delante, no ve el desvío a la circunvalación hacia Roma y arrea derecho al Vesubio. En la primera estación de servicio lo esperamos. Cuando llega, estamos llamándole papafrita hasta que el gasolinero se aprende la expresión. Por alguna razón que no entendemos, él no le ve la gracia al asunto. Al final, nos recuerda que habíamos quedado en seguir al que va en cabeza, aunque éste se tirara al mar. Tiene razón, pero no se nos pone en los güevos dársela. Unos arrumacos de reconciliación después, seguimos ruta. ¡Tierra! Llegamos a Bari a las 8 y media. Una hora y media más tarde de lo previsto. ¡Y con lo lejos que está Civitavecchia!. Sin perder ni un minuto, nos ponemos la ropa de trabajo y arreamos a la autopista. El siguiente embarque es a las 7 de la tarde y debemos estar en el muelle a las 5. El viaje hasta Civitavecchia va a resultar algo angustioso porque, aunque tenemos un margen de tiempo aparentemente suficiente, la distancia de 552 kms que hay desde aquí nos hace pensar en Murphy y en los inconvenientes que pueden surgir a lo largo de todo este recorrido. Encima, yo me voy durmiendo de una manera insoportable, hasta el punto de que me quedo frito por dos veces, con la moto en la mano.
No risk, no fun Según nos acercamos a Roma, Diego va cogiendo confianza y se le pone en la pija hacerse una foto junto al Coliseo de Maximo Decimo Meridio, capitán de las legiones Fenix y general de los ejércitos del norte. Vaya caprichito. Yo, como persona más sensata del grupo, intento convencerlos de que, sumergirnos en las procelosas aguas del tráfico de Roma, con dos horas de tiempo para la cita del embarque, es tentar excesivamente la suerte. Vano intento. Cogemos la entrada a la ciudad desde el periférico y nos metemos en el horno que es Roma a las tres de la tarde, y más con los abrigos de pieles puestos.
Circulando en Roma
Según nos vamos acercando al centro, vamos confirmando las peores cosas que hemos oído sobre la forma de conducir de esta gente. ¡Qué razón tenía Asterix!. Los coches son medianamente previsibles, pero los escúter... ¡ay, los escúter!.
“El suelo, en una gran parte, es de adoquines pulidos que parece que les hayan dado cera”
Unos mecagüendios más allá, Diego empieza a preguntar a los romanos cómo se llega al circo. Por fin, desembocamos en él. Mi referencia era la que se ve en, por ejemplo, “Vacaciones en Roma”, de casi los tiempos de cuando estos tenían aún el pecho de hojalata. En esa película, el Gary Cooper rodea el Coliseo en Vespa igual que el resto de la circulación. O ha cambiado esto mucho, o yo no recuerdo bien la peli. La cuestión es que accedemos al monumento por una calle lateral en cuesta, que nos deja a unos 30 metros de las paredes. Dejamos las motos a un lado y nos hacemos unas fotos desde la calzada, aprovechando las pausas que impone al tráfico un semáforo próximo. Tiramos la foto y corremos a las aceras para ponernos a salvo de la estampida inmisericorde que sube por la calle entre latido y latido del rojo. Una vez cumplida la misión de dejar constancia fehaciente de nuestro paso por la Roma de César, nos enfrentamos a la ardua tarea de volver a encontrar la salida al periférico. No hacemos mas que arrancar, y vemos otra fachada del Coliseo, donde la perspectiva es más alejada y más parecida a mis recuerdos. Para la visita próxima. A la primera, no cogemos la salida buena pero, enseguida, enchegamos bien. La circulación es esquizofrénica, como ya se ha dicho. Además, para más joderla, el suelo está lleno de vías de tranvía, seguramente en desuso, y que quitarán cuando vuelvan a mandar los césares. El suelo, en una gran parte, es de adoquines pulidos que parece que les hayan
dado cera. Así que llevo el esfínter anal que no me entraría un clavo a martillazos. Y la caló... Cogemos todos los semáforos cerrados, sin excepción. En las paradas, noto perfectamente cómo me corre el sudor a lo largo de los brazos y la espalda. Diego y la puta foto del Coliseo. En fin, cuando ya parece que vamos dejando el casco urbano más compacto, nos paramos en una gasolinera y repostamos. Desde aquí, en un momento, estamos ya en el periférico y, poco después, en la autopista que conduce a Civitavecchia y Fiumicino. Otra vez al mar Vamos haciendo kilómetros a buen ritmo y devorando los ¡¡80 kms!! y no 30, como nos habían dicho. Aun quería Diego, antes de salir de Roma, ponerse de corto y en camiseta, para acercarnos al puerto. Por fin, en plena canícula, llegamos al aparcamiento de los muelles, que estos idiotas llaman “banquinas”. Primera labor, ir a canjear los billetes. Llevamos impresas sólo las reservas y, además, estamos escarmentados con lo de las tarjeticas de Dubrovnik. Nos quedamos Diego y yo de guardia y se van a la cosa, Roberto y el Chivi. Tardan muchísimo y, entretanto, me cambio de ropa. Me acerco al edificio que se ha tragado a los otros y veo que ya están casi en la taquilla. En un momento, vuelven con la documentación y nos acercamos a que nos engulla el cachalote de acero. Viajamos ahora con la compañía Grimaldi. Este apellido lo asociaba yo con algún naviero, de esos podridos de duros. Ya en casa, la Rosa me aclara que es el de la familia de los que mandan en Mónaco. Sí hombre, el mariquita ese que estuvimos a punto de casar con nuestro príncipe. En fin que, a lo mejor, hemos contribuido a aumentar un poquitín su cuantiosa fortuna. Este barco tiene una pinta cojonuda. Es mucho mayor que el anterior y sus instalaciones son bastante nuevas, lo mismo las destinadas a las máquinas que las de las personas. A la voz de ya, subimos las motos por una rampa del copón,
El Coliseo
que nos conduce a la segunda cubierta de garaje. Nos las mandan poner en una zona central con el suelo perfectamente plano (menos mal) pero casi igual de resbaladizo que el del barco anterior. Según estamos sacando los bártulos que nos llevaremos arriba, extienden unas cadenas por debajo de nuestras compañeras, a las que suponemos que después las sujetarán. Efectivamente, después de estar en el camarote, vuelvo a por algo que había olvidado y el personal ya ha tensado las cadenas en unos amarres del suelo, y dispuesto unas cinchas entre éstas y las motos. Aquí tenemos camarote, como unos señores. A pesar de todo, yo me llevo el saco. Arriba nos atiende un camarero bastante oscuro, que nos indica cómo encontrar el camarote 7.025 que es el nuestro. Abrimos la puerta con la tarjetita de embarque, tras numerosos intentos. El camarote es pequeño pero coqueto y con un baño con ducha y todo. ¡Esto es viajar! Definitivamente, una vez aquí embarcados, con los agobios de la autopista ya tras de nosotros, y
también el caos de la ciudad eterna, con los trajes de la moto empaquetados, y vestidos con pantalón corto y chanclas, disfrutando de la brisa marina, empezamos a hacernos a la idea de que la parte “anfibia” del viaje va a culminar con éxito. Es más, las mentes calenturientas de los “jovenzanos”, ya están elucubrando sobre las enormes y múltiples posibilidades, que abre este medio de transporte, para viajes a través de Turquía, los Dolomitas, Marruecos... Están locos, estos zagales. El Chivi y yo, nos subimos a la cubierta superior de proa, y contemplamos un rato la maniobra de salida del puerto y el alejamiento de Italia por la popa. Después, nos bajamos con los otros, a matar estas 20 horas de travesía que tenemos por delante. Nos tomamos unas birras al lado de la piscina que, ¡rediós! está vacía y le impedirá al Rober solazarse al día siguiente con un refresco en la mano y la atención puesta en el control del ganáo, tal como tenía pensado. Se hace de noche y ya hemos dado mil vueltas a las
zonas de paseo. El palizón cotidiano de la cabalgada se hace notar, y nos quedamos medio traspuestos en el sofá que hay delante de la pista de baile, en la que el músico atecla los artilugios con los que luego va a amenizar la cosa. Dicidimos cenar en el autoservicio, a pesar de que aún nos dura el escozor producido por el precio de las cervezas. En fin, como dice el Doc, ¡qué demonios!. Para una vez que estamos de crucero por el Mediterráneo... O por el Tirreno, que para el caso... Así que nos acercamos al autoservicio, al que hay que acceder cuando te autoriza una socia de uniforme, que organiza la cola. Cenamos con la música del baile que está a nuestra espalda. El vocalista desgrana canciones de la época en la que yo utilizaba peines y champú. Casi ná. Después de la corta sobremesa, nos retiramos a nuestro aposento.
Etapa 11
Roma
Zaragoza
Etapa final 1 de agosto de 2008 320 km
En manos de Neptuno El Rober se levanta primero y sale del camarote. Al rato, le sigo yo. Me lo encuentro sentado al lado de la piscina. Resulta que el día ha empeorado mucho con respecto a la víspera. De hecho, antes de levantarnos, ya hemos notado que la cosa se movía un poco y, al mirar por la ventanilla (o como güevos se llame eso en un barco) hemos visto que había crestas blancas sobre las olas. Intento subir a la cubierta superior de proa, donde ayer se estaba de cine y, tal como ya me ha advertido Roberto, es poco menos que imposible subir la última escalera. Me da miedo que el viento se me lleve las gafas a Milán y desisto. A pesar de todo, en esa cubierta hay unos gichos dentro de los sacos que, aunque están refugiados detrás de las mamparas que limitan la zona transitable, deben estar muy bien ventilados. A lo peor no es que sean valientes, sino que les ha cogido la marejada dormidos y no tienen cojones de salir del saco.
Y es que todo el mundo no ha viajado en camarote. Seguramente serán pobres. ¡Jodese! Así que vuelvo de nuevo abajo y a oír una y otra vez las noticias en italiano que repite el canal de todonoticias que tienen sintonizado en los televisores. Vemos que se ha organizado una ensalada de hostias en Rusia pero no acertamos a entender dónde. Luego, en casa, nos enteramos de que es en Osetia y Georgia. Nosotros hemos debido de llegar cerca. Menos mal que no nos ha cogido el merdé. Tras meditarlo un rato, llegamos a la conclusión de que allí no pinta nada nadie, ni siquiera el Chivi que se dedica a eso. Así que... otra vez al sobre. Dicho y hecho. Pasamos la mañana dando cabezadas y haciendo risas. Conocemos el estado de la mar por el meneíto que lleva la cosa. El Rober saca el ordenador y, nada más poner las manos en el teclado se coge un mareo que se va a llevar hasta casa. En uno de los ratos que despertamos, también el Rober, nos hace un pase con un chaleco salvavidas por toda indumentaria y, además, colocado en las formas más eróticas imaginables. Dado que está en pelotas vivas, y
“Me doy unos garbeos por las zonas que aún me quedaban por alcagüetear y me empollo los carteles que enseñan cómo echar al agua las barcas salvavidas”. que llevamos muchos días de convivencia monosexual, se apercibe de la peligrosidad de esa actitud, recoge el salvavidas y se vuelve a emplitrar, no sin antes ser fotografiado por Diego. A ver si podemos echar mano a esas fotos y van al youtube escapáo. En otra de las maniobras en el estrecho camarote, se atiza un golpe en el cerebro, que seguro que el capitán creyó que habíamos colisionado con el iceberg del Titanic. No es que a nosotros no nos de lástima, no. Lo que pasa es que nuestra lástima, es perfectamente compatible con las carcajadas que casi nos hacen mojar las sábanas. En fin, al cabo de un rato, notamos que la cosa se ha quedado quieta. Se ve que el movimiento estaba localizado en el mar de Liguria y, al acercarnos a la costa catalana, se tranquiliza el asunto. Salimos del camarote y vemos que la vida ha vuelto al barco. Todo el personal se ha echado a las cubiertas y ya se puede subir con comodidad a pasear por ellas. Me doy unos garbeos por las zonas que aún me quedaban por alcagüetear y me empollo los carteles que enseñan cómo echar al agua las barcas salvavidas. Incluso
levanto la cubierta de una de ellas y me hago una idea del clima que reinara dentro, cuando estén los ciento y pico que caben, dando brincos entre el temporal que acaba de hundir el barco y vomitándole al vecino en el escote. Enseguida, empezamos a ver ya la costa, aunque ningún marinero ha gritado aquello de “¡Tierra a proaaaaaa!” Se ha perdido todo ya. Rumbo a casa Bueno pues, al rato, vemos como Montjuich empieza a acercarse. En un momento estamos en el garaje desatando las motos y haciendo el equipaje de nuevo. Las pobres están hechas una pena. El temporal, no solo las ha mojado, sino que además, tienen una capa de algo baboso por encima, que no sabemos qué es. En fin cosas de la mar salada. A las 3 y media nos abren la puerta del barco. En un momento desembarcamos y cogemos la ronda litoral. Hemos de parar un momento a limpiar los espejos, que se han quedado totalmente opacos. En esa parada, el Rober se va por delante y ya no lo volveremos a ver. Luego nos dijo que se despistó y tardó a salir a la autopista. Bueno pues, ya desde allí, el regreso a casa, a través de la autovía primero, y de la autopista después, no tiene ningún aliciente digno de ser reseñado. A media tarde estamos en casa y, una vez la moto aparcada en el garaje, se puede decir que nuestra aventura ha culminado con el mayor de los éxitos. Lastima que, los inconvenientes de la moto y la rodilla de Lalo, no le hayan permitido acompañarnos durante todo el viaje. Eso le ha restado diversión a él y, consecuentemente, a todos los demás. Pero... hay más días que longanizas. Si se me apura, incluso más que guijuelos. Pues eso es todo. ¡Volveremos a los Alpes!
Conclusiones
Este viaje ha sido una aventura que empezó mucho antes del 29 de Julio. Desde el momento en el que comenzamos a pensar en cambiar de motos y, a renglón seguido, en organizar un viaje a los Alpes con ellas, las satisfacciones que nos ha dado han sido constantes: Nuestras continuas conversaciones haciendo planes, los numerosos cambios sobre la ruta prevista, la creación y actualización de nuestro blog, por parte de Roberto, la integración de nuevos miembros al grupo, que después, lamentablemente, iban abandonando por distintos motivos. Todas estas razones nos han mantenido ilusionados durante 8 meses, como pocas cosas pueden hacerlo. Realmente, para quienes gustan de montar en moto y si, además, como es nuestro caso, son aficionados a la montaña, y a la naturaleza en general, es absolutamente imprescindible que hagan una visita a los Alpes. En nuestro caso particular, todavía hay un aliciente más. La afición al ciclismo que todos compartimos, nos hace conocer, más o menos de cerca, muchos de los puertos más famosos de la cordillera en su zona francesa, debido a la difusión que el Tour de France hace de ellos. Así que, razones para la enorme ilusión con que hemos esperado el momento de la partida no faltaban. Ya en la ruta, aunque hemos tenido el percance de la avería de la moto de un componente del grupo, y el empeoramiento de su lesión, al menos ha podido completar la parte alpina del recorrido. Por lo demás, afortunadamente, no hemos sufrido ningún accidente, aunque, a veces, hayamos estado próximos. El clima nos ha respetado. Sólamente dos días nos ha llovido, impidiéndonos completar la etapa. Otro día, también tuvimos lluvia durante un rato, pero sin ninguna trascendencia en nuestro itinerario ni en su duración. El objetivo era muy ambicioso para las fechas que disponíamos y, a pesar de todo, lo hemos cumplido razonablemente. De haber conseguido nuestros billetes de los ferries con anticipación, incluso podríamos haber llegado hasta Sarajevo, empleando el mismo número de días. Sin embargo, esto no debe entenderse como una mala planificación. Haciendo tantos kilómetros diarios y por recorridos tan difíciles, no puede preverse con exactitud la extensión de las etapas y, consecuentemente, las fechas en las que necesitaríamos esos billetes. Existen otras formas de viajar más pausadas, con menos kilómetros en cada jornada, lo que permite aventurar con exactitud el lugar de las pernoctas y los días a emplear para llegar a cada una de ellas. Esto tiene sus ventajas, pero nosotros valoramos más otras, como son disfrutar de la moto cuantas horas permita el día y, asimismo, llegar lo más lejos posible de nuestro punto de partida. Esta filosofía de viaje que todos compartíamos, impedía salir ya de casa con todas las reservas hechas. Llegados ya hasta aquí, la satisfacción que todos tenemos por haber pasado 11 días disfrutando de nuestra afición, en la mejor de las compañías, hará de estas vacaciones algo inolvidable en el sentido más literal y menos retórico de la palabra. Amigos, gracias por vuestra compañía. (1) 1) Menos risitas. En fin, uno ya es mayor y, a veces, se pone sentimental, ¿qué le vamos a hacer?
El blog del viaje al Adriático
http://adriaticsea2008.blogspot.com Desde que decidimos que viajábamos hacia el mar Adriático, contamos con este elemento que permitió contar y difundir cómo se desarrollaban los prolegómenos de nuestra aventura. Con el transcurrir de los días fue un poco más allá y se convirtió en un elemento aglutuinador de nuevos amigos que compartían con nosotros su pasión por las motos.
También nos ha permitido contar, una vez en ruta, cómo transcurrían las etapas y el día a día de este espectacular viaje. Como resultado, 1.800 usuarios distintos, de 55 países diferentes han registrado en estos meses más de 6.000 entradas. Y el número sigue subiendo. Nunca imaginamos llegar tan lejos.
Vistas del macizo de Sassolungo
0
Lugares Trieste
Cruce Plöcken
Giau 2218 Tre Croci 1784
Staulanza 1531
Duran 1638
Fedaia 2042
Sella 2206
Gardena 2106
Campolongo 1897
Pordoi 2223
Costalunga 1750
Plöcken 1400
Stelvio 2757
Gavia 2607
Bernina 2314
Albula 2313
Mortirolo 1870
Lenzerheide 1551
Oberalp 2039
S. Gotardo 2093
Nufenen 2480
Grimsel 2168
G. S. Bernardo 2473
P. S. Bernardo 2188
Fafleralp 1757
Heiligenblut 1309
1500
Lienz
Cortina
Selva di Cadore
Dont
Agordo
Canazei
Cruce Sella
Corvara
Arabba
Canazei
Spondinig Bolzano
Bormio
Monno Ponte di Legno
Tirano Mazzo di Valtellina
La Punt Chamues
Tiefencastel
Chur
Andermatt
Airolo
Ulrichen
Interlaken
Martigny Gampel
Pre Saint Didier Aosta
Iseran 2725
Montcenis 2066
Montgenevre 1839
General
Bourg
Lanslebourg
Susa
La Bonette 2802
Izoard 2344
Vars 2087
3000
Briançon
Guillestre
Coulliole 1674
2500
Jausiers
Illoire 851
2000
S. S. de Tinée
Guillaumes
1000
Palavas-les-Flots S. de Provence
Altura del paso
Perfiles alpinos
500
0
Illoire 851
2000
Coulliole 1674
2ÂŞ etapa: el Verdon y la Bonette
2500
La Bonette 2802
3000
Lugares Jausiers
S. S. de TinĂŠe
Guillaumes
S. de Provence
Palavas-les-Flots
Altura de los Pasos
Perfiles alpinos
Vistas desde la Bonette
1500
1000
500
0
Lugares Interlaken
Gampel
Martigny
Aosta
Pre Saint Didier
3000
Fafleralp 1757
G. S. Bernardo 2473
P. S. Bernardo 2188
Iseran 2725
3ª etapa: Puertos a gogó
Bourg
Lanslebourg
Montcenis 2066
Montgenevre 1839
2000
Susa
Briançon
Vars 2087
Izoard 2344
2500
Guillestre
Jausiers
Altura de los Pasos
Perfiles alpinos
Vistas desde el Iseran
1500
1000
500
0
Lugares
Monno
Mazzo di Valtellina
Tirano
La Punt Chamues
Mortirolo 1870
Bernina 2314
Albula 2313
Oberalp 2039
S. Gotardo 2093
Lenzerheide 1551
2000
Tiefencastel
Chur
Andermatt
Airolo
3000
Nufenen 2480
Grimsel 2168
2500
Ulrichen
Interlaken
Altura de los pasos
Perfiles alpinos
Vistas del Finsteraarhorn
4陋 etapa: El coraz贸n suizo
1500
1000
500
0
Lugares
Canazei
Cruce Sella
Corvara
Arabba
2000
5ÂŞ etapa: La vuelta a los puertos Stelvio 2757
Gavia 2607
Sella 2206
Gardena 2106
Campolongo 1897
Pordoi 2223
Costalunga 1750
2500
Canazei
Bolzano
Spondinig
Bormio
Ponte di Legno
3000
Monno
Altura de los Pasos
Perfiles alpinos
Grupo Sassolungo
1500
1000
500
0
Lugares
Trieste
Plöcken 1400
Heiligenblut 1309
1500
Cruce Plöcken
Lienz
Giau 2218
Tre Croci 1784
Staulanza 1531
6ª etapa: Italia!!!
Cortina
Selva di Cadore
Dont
2000
Duran 1638
Fedaia 2042
2500
Agordo
La Marmolada
Canazei
Altura de los Pasos
Perfiles alpinos
1000
500
Microdatos 4.763 km recorridos 11 Jornadas sobre la moto 433 km de media diaria 8 paĂses visitados
EspaĂąa Francia Suiza Austria Eslovenia Croacia Bosnia y Herzegovina Italia
Vistas sobre Corvara