Anatomías invisibles

Page 1

Anatomías invisibles, la ciudad amanece JHONATAN MACÍAS TORRES


Aníbal Gaviria Correa Alcalde

Jhonatan Macías Torres Autor

Alexandra Peláez Botero Vicealcaldesa de Educación, Cultura, Participación, Recreación y Deporte

Isabel Orozco Álvarez Fotografías

María del Rosario Escobar Pareja Secretaria de Cultura Ciudadana

Arbey Salazar Blandón Editor

Luis Fernando Hoyos Estrada Director Técnico y Administrativo

Henry Álvarez Durango Diseño y diagramación

Alejandra Múnera Benthan (Coordinadora de Estímulos) Fernando Arcángel Aristizábal Posso (Interventor) Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo Secretaría de Cultura Ciudadana

ISBN: 978-958-46-7535-4 Alianza Gráfica S.A.S. Impresión

Este proyecto se realiza con recursos públicos, priorizados por las y los ciudadanos de la Comuna 1 - Popular, en el Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo de la Secretaría de Cultura Ciudadana del Municipio de Medellín. Carátula: Vista de Medellín desde Santo Domingo Savio / Fotografía análoga / 2015


Agradecimientos Al Eterno, que me ha dado la vida y me ha dado la posibilidad de caminar con curiosidad esta ciudad. A mis padres, que me han apoyado en todo lo que emprendo; aunque a veces teman los caminos que tome. A Isabel Orozco, que por fortuna me la presentaron una noche recitada de música, pude conocer sus experiencias artísticas y ahora la hago partícipe de éste proyecto. A mis maestros promotores de lectura: Julio Maya, Arbey Salazar Blandón, Marcial Aguirre, Augusto Cano, que han acompañado diferentes tramos de mi vida literaria. En especial, agradezco en éste momento a Arbey, por haberme apoyado en la revisión de los textos. A Tomas Castaño, quien también ha sido un gran maestro, amigo y consejero en temas de literatura y vida. A todos aquellos que no menciono acá, pero que saben que han estado cruzándose en mi camino de vida y hemos intercambiado algunas experiencias. A mi ciudad, Medellín, en especial a ella es a quien dedico esta obra; ella que me ha despertado diferentes pasiones.



La ciudad amanece Desde mis doce años me ha gustado caminar la ciudad, sea para ahorrar pasajes, hacer ejercicio o para simplemente disfrutar del camino y sus paisajes. Puedo decir que he habitado gran parte de la ciudad pero que me falta mucho por conocer y reconocer de ella. A partir del año 2013 hice un ejercicio de escritura automática (inconsciente) acercándome a los ejercicios que hacían los surrealistas, pero no desde la escritura a mano como tal, sino realizando grabación de audios, seguidos estos de su transcripción. Este ejercicio partió del título “la ciudad amanece”. Así, sin pensar a Medellín, pero luego ella fue analizándose y descubriéndose en mis palabras, en la posibilidad que tuve de mirarla a partir de sus formas de vida. Ese fue el primer paso de éste ejercicio inicial. Ese escrito quedó guardado hasta inicios del año 2015 donde di mi siguiente paso, fue darme cuenta de la posible profundidad que podría tener mi caminar, mis observaciones y mis palabras. Empecé a concurrir la ciudad un poco más como “flâneur”, concepto que había escuchado meses atrás en el programa radial de Memo Ánjel “La otra historia”. Recorrer la urbe con mis cuadernos de apuntes, andando el centro, adentrándome a barrios como La Sierra, montando en Metro, observando a la gente.

Anatomías Invisibles, la ciudad amanece, son ochenta poemas que hacen alusión al juego numérico de la exploración de Verne; no siendo esto ya un viaje culminado, es más bien una iniciación resplandecida de búsquedas personales. Ochenta observaciones de la ciudad: calles, barrios mal vistos, personajes poco observados de la ciudad, edificaciones dejadas de paso por los transeúntes, por el tiempo, por el afán, por la indestructible indiferencia que nos ciega. De igual modo, los poemas son una invitación a abrir los ojos a la ciudad y contarla; por tanto el poemario es elaborado a través de la exploración poética de esas cosas de la ciudad a las que se le prestan poca atención.


Por ellas me hago preguntas, me pierdo y me voy encontrando entre las pasiones contrariadas que despierta ella en mí, como Gonzalo Arango en Medellín a Solas contigo. Por eso, con ojos reflexivos la muestro por medio de la poesía, la muestro desde sus caminos, en sus edificios, sus lugares, en los personajes. Cuando hablo de anatomías es porque, en sí, desde lo poético, concibo la ciudad como un cuerpo vivo que tiene distintos ritmos de vida, palpitaciones, así es su manera de expresar los sentimientos, sus distintas formas de pensar, sus dolores, así yo también la voy pensando: como alguien que se expresa por medio de movimientos, voces, temperaturas; y que además, tiene lugares que esconde por dolor, miedo, o falta de exploración de los que en ella viven. Con esto digo que la ciudad tiene partes invisibles y que al caminarla, esos lugares se develan, es decir, de alguna manera, ellos se alumbran con mi caminar, y en esto, el elemento de la luz hace visible las imágenes con sus distancias, colores, formas, que son la silueta de un cuerpo llamado Medellín. Los poemas son acompañados principalmente por diez fotografías que reflejan la naturalidad al ver la ciudad, enfatizando en las propiedades de la luz, porque más que planos iconográficos o planos de detalle, son fotografías que muestran el panorama general del cual el ojo que ve la fotografía puede tener su propia interpretación. Es importante, no sólo tener la Medellín que otros cuentan y muestran, es necesario pensarnos la ciudad desde lo primero, que es entender el lugar de nacimiento, que es también mi tiempo y mi espacio, para luego configurarme como sujeto y así poder recorrer otras ciudades y países que al igual que el lugar con el que me identifico hablan, sienten, escuchan, sufren y olvidan. Por tanto, al encontrarme ante otro mundo comienzo a llevar mi esencia de Medellín a esos lugares, contándole a otros imaginarios acerca de ella. Este proyecto es una invitación a los habitantes de Medellín a reconocerse como parte de ella.


Vista de Medellín desde Santo Domingo Savio / Fotografía análoga / 2015


I Salgo de mi casa entre la noche última, entre el secreto entrañable de los amaneceres, antes de la revelación de lo invisible que es apertura de los ojos de luz que miran cada día nuevo. La mirada ciega de la noche se esfuma como neblina entre las manos, se descubren amaneceres rotos bajo la niebla y bajo los edificios de una ciudad baldía que lleva tu nombre. Digo, Ciudad, que nadie te recorre entre las noches y que en la mirada del Sol empezarán los caminos en tu cuerpo. Pero, ¿Realmente nadie te recorre a oscuras, tal vez con pasos frágiles, quizá entre rutas innombradas?


II Hay una mirada de antojos que posa sobre un amanecer que se descubre olvidado por una ciudad que no sabe mirar que no ve la diferencia entre un amanecer y otro.


III Tu piel está fría. Lento abrir de ojos en la fila del Metro, en los que se puede sentir el instante último del sueño que yo como hombre palpo mis manos frágiles y pequeñas como de recién nacido, no tengo fuerzas para agarrarme de nada y podría llorar como niño que ha perdido el sueño entre abismos de la muchedumbre, en medio de una calle abandonada por el invierno. En esta ciudad que ya no se sabe cuándo lloverá.


IV Ventanales y espejismos: Desde Santo Domingo veo en las ventanas de las casas facciones de hombres futuros, atardeceres que romperĂĄn el dĂ­a y en ti, Ciudad, una sombra de luz.


V Al borde de abandonar las horas nocturnas no puedo pensar como quien no quisiera nada, como quien s贸lo quisiera ser, quien abandona toda pretensi贸n para ser encarnado en palabras vivas que camina por las calles, salvador del mundo; y no puedo decirme que soy un aparecido entre las sombras transe煤ntes de seres que no conozco. Pero s铆 creo ser poeta: profeta de un nuevo amanecer de pan y vino en la ciudad.


VI ¿Y si llueve? Entre la lluvia seguiría inventando la palabra. En la acción que queda grabada en las paredes de mi cuerpo como si fueran sumergidas en brisas bautismales, formando una silueta húmeda por signos y señales que golpean y quedan impregnadas con tizas de agua, tizones que tejen abrigos húmedos abrazan y mojan, abrazan y avivan. La lluvia derramada mostraría el reflejo de los rostros los abrigaría en mi mente para luego llevarlos a que habiten mi ciudad del sueño.


VII Intento una mirada plena. Me niego a m铆 mismo para reconocerme en el otro. Voy en el metro y me vac铆o y en el despojo hay llenura, una mirada sacrificial que es c贸mplice con aquel que ha visto la muerte con aquel que viaja conmigo entre el vag贸n.


VIII Estoy a un lado de la travesía a la espera del cambio de señal a la espera del cambio del semáforo desearía hallar una sonrisa que converse conmigo, unos buenos días que inventen la palabra, allí, en medio de calles donde soy la mirada sensible de mi alma que ve la desgracia cotidiana y lagrimea, allí, soy otredad, miseria en la garganta, intento de amor. Si alguien me notó, seré, tal vez, un rostro que su sueño forme como presencia y en esto sabré que no moriré en la noche porque seré en el recuerdo de alguien diferente a mí, un rostro invisible e impotente.


Mirada de Medellín desde el Metro Cable Línea K / Fotografía digital / 2015


IX ¿Por qué soy uno de los pocos que te sienten propia? ¿Por qué vuelvo a ti cuando otros lugares me llaman suyo? ¿Por qué no soy alguien más que anda siempre sobre la prisa? ¿Quién más podría ser si no yo, un abismo entre otro abismo que siente pétalos rotos pegados a su figura de cemento, unidos como masa que sufre junta, marcha, muere junta; que resucita cada mañana como un cuerpo completo de cara al espejo de la ciudad que le mira? Soy un hombre entre la multitud que corre; un tipo que va en metro o entre las calles, que los mira a todos pero que nadie le ve.


X Allí, sobre el cuerpo de la ciudad recuerdo que no soy más que un fragmentado descubrir de historias de infancia, el descubrir de amaneceres en los ojos de primeras palabras. Los primeros deseos las primeras cosas observadas: madre, padre, sueño, cuna, cielo, ciudad. Ciudad invisible que camino y se alumbra.


XI Yo ya amanecí. Mientras el sol sueña con tierras lejanas a la mía cantamos victoria en sus sueños, levantamos las manos y despertamos con ellas cargadas de esperanza renovadas Pero cuando la anatomía del asfalto se nos muestra real ¿Qué concurre en nuestra alma?


XII ¡Pasos! Ya se empieza a clarear la complejidad. La ciudad se mueve entre rituales que cada vez son más solitarios. Entre prisas, nacimientos y muertes. ¡Pasos! La ciudad amanece y parece abandonada… empiezan a aparecer las voces. ¡Pasos! Corren ataúdes metálicos bajando el valle tirados por caballos de fuerza atiborrados de gentes adormecidas como si estuvieran en la continuidad del arrullo. ¡Pasos!...


XIII Antes de entregarme al sueño grabo mi voz. Encuentro las palabras recitadas de música que esconde mi mente entre las calles y entre ellas me duermo. Pensar dónde dejé el recuerdo de cada cosa, cada persona; se van cerrando las puertas de mis ojos. Dicto todo lo que viene a mi mente, ejercicio de descubrimiento de las anatomías invisibles en el sueño, que muestra la marcha incorpórea que la ciudad hace en mí como si ella tuviera cuerpo. Mientras la camino ella me habita, me alumbra; ahora me habita en sueños, ella me descubre, al igual que yo a ella.

“He recorrido cada rincón de esta ciudad durante años. He visto llegar la noche miles de veces sobre sus montañas.” Pedro Arturo Estrada


XIV Soy un poeta en el silencio de la ciudad la hora de la Velada PatafĂ­sica se acerca y la luz tenue de la sala del teatro deambula entre el sonido del piano pregrabado.


XV Hay lugares que quedaron mal nombrados y con malas rese単as, rincones, centros, calles, escondites, secretos visibles de la ciudad que no se transita.


XVI Me duermo en la ciudad. Me duermo en mi cama, en un bus, en una sala de esperas, en una larga procesión del metro. Me duermo en mi ciudad como si su suelo fuera todo un sólo rastro de piel, me abrazo a ella como si sólo tuviera un cuerpo y una respiración; me entrego a la ciudad como amante y prisionero, como si ella sólo fuese un sueño; despierto a mi ciudad dentro del sueño como si fuere sólo mi ciudad y la camino como sin miedo alguno que recorre mi alma mientras transito cada calle, cada ser. Vivo sensaciones vivas de su cuerpo. Soy con ella una sola existencia que estando quieto en una banca del parque veo toda mi ciudad. La invento.


Casas Barrio Héctor Abad Gómez / Fotografía digital / 2015


XVII Despierto en mí, en mi habitación. Veo el tacto de todos, siento el miedo que transita como alma del mundo entre la ciudad. Camino los pasos verdaderos, fuera del sueño, me encuentro con cuerpos vivos, me la encuentro de frente y ella cierra sus ojos queriendo ocultar sus sueños adentro.


“Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.” Jorge Luis Borges

XVIII El que escribe algunos de estos poemas es otro que me habita, otro que ve la ciudad y muestra el dolor bañado de deseo. Uno que vivió en mí desde el principio, que recuerda los años-muerte de mi ciudad.


XIX Me encuentro con la ciudad nocturna mientras duermo sólo escucho su voz recorro sus calles entre presencias humanas señales proféticas esculturas sentidas edificios sin adentros conocidos una iglesia un cementerio un hospital un barrio. Una persona camina por ahí.


XX El horizonte es oscuro, mi cuerpo brilla. La ciudad se va alumbrando, hay lugares que son estatuas arquitectónicas, sombras, siluetas. El ejercicio del caminante: recorrer la ciudad que él alumbra. Si no se sigue transitando vuelve a ser sombra, silueta, sueño borroso.


XXI 多Es la ciudad invisible como la luz que apenas la toca? La luz la muestra con color y proximidad, forma y tacto. Transito la ciudad invisible, invisible para el ojo, para otros sentidos que en la prisa no logran abrigarla. Vivo mi ciudad, ella me alumbra, cada paso es una huella de luz, un descubrir, cada mirada que cruzo con el otro cada territorio lleno de fantasmas lo habito y lo nombro. La ciudad amanece o por lo menos va abriendo los ojos.


XXII Me encuentro con alguien del ayer recuerdo su rostro y algunos hechos. Me cruzo por la calle con los seres del ahora y no les conozco mucho, en la mayorĂ­a de los encuentros me paso de acera, o cuando me transporta el tren de la distancia, me hago el dormido o el que leo. Pero siempre me vivo encontrando con seres del futuro que al no conocerles no hay miedo, pena o palabra que salga fĂĄcil.


XXIII Los fantasmas que veo en mi cuarto cuando estoy entre sombras son los mismos que veo en ella. No debemos temer pues un fruto valioso del รกrbol es la sombra: sombra viva que es buena y pasajera, escondite de la luz. La ciudad necesita de รกrboles vivos: nidos habitados por esencias invisibles que se mueven entre la noche y el viento y hacen ver fantasmas que dan vida. Sombras vivas.


XXIV Algunas tardes de la ciudad son de mucho calor y llega el sueño, el deseo de volver a casa e hibernar, no del frío sino del infierno en la mitad del cielo; pero antes de volver a las casas algunos se llevan el aroma vegetal de la Minorista, el fuerte sabor crudo de los peces en las calles de Prado, el olor a café, sahumerio y flores de Junín; múltiples aromas que recuerdan el centro de la ciudad.


Vagones del antiguo tren del Ferrocarril de Antioquia / FotografĂ­a digital / 2015


XXV Ritual de acercamiento. Si me acerco al dolor que algunos callan y palpo con mis pasos las cicatrices secretas los hombres ciegos podrán acercarse a la lectura braille con las huellas que dejé y caminar por la ciudad invisible, y ser allí, de alguna manera, mis pasos, una caricia de sanación.


XXVI Hay una tensi贸n en mi ciudad. Los dolores en c贸digo son cantados por los venteros, las campanas de las iglesias, las voces de los carros. Trancones ambulantes de voces necesitadas que hacen doler la garganta. Gritos que callan los verdaderos gritos. Gritos de gente muda, gente que no piensa en lo intangible.


XXVII Cambia el semáforo a rojo. Los automóviles se detienen, los pasos cuentan la ciudad con los pies, con el ritmo, con el rumbo. Cambia de nuevo el semáforo, sigue la tensión. Los pasos siempre cargados de resistencia. Sigue la tensión, trato de caminar lento. Sigue la tensión, trato de pensar que estoy entre la ciudofonía. (Orquesta instrumental de la urbe).


XXVIII Resplandor gradual para no dejar ciego al otro, conocimiento gradual de una persona, de una ciudad. Aún no emprenderé la huida, muchos huyen a otros mundos. ¿Qué buscan si no han encontrado la ciudad? ¿Acaso buscarán su ciudad?


XXIX Hay dolores que pueden ser dulces al caminar por la ciudad aunque llegue como de golpe, algĂşn lugar maravilloso, una persona por conocer, un sensible y nuevo camino.


XXX Hace tiempos vi a una mujer extranjera montarse descalza al metro; no vi que le dijeran algo, ella dejaba algo al mover sus pies. En aquel momento vino a mĂ­ una nueva consigna ciudadana: caminar descalzos por la ciudad. Dejar huella. Caminar descalzos por la ciudad. Dejar huella. Caminar descalzos por la ciudad. Dejar huella. Interminablemente.


XXXI En mi cuarto como en mi casa he dejado cosas olvidadas: un libro, unos zapatos, una nota de recordatorio. ¿Qué he dejado en alguna calle, en algún vagón, en un café, en alguna banca de parque, en alguna persona?


XXXII La ciudad precisamente no amanece con el sol sino cuando creemos que la vemos y esta se ilumina gradualmente en continuo nacimiento. ¿Qué clase de apagón disfrutaría más: el del sol, el de la energía eléctrica o el de mis ojos? Tal vez el de mis ojos, pues siendo ciego vería otras luces sensibles.


Parque de Aranjuez / FotografĂ­a digital / 2015


XXXIII Siempre hay un camino joven, siempre nuevo, tal vez porque el dĂ­a nunca es el mismo, o la hora, o las presencias humanas que encuentro, o el lugar por el que abordo el tren, o el lugar hacia donde me dirijo o la mirada con la que miro.


XXXIV Me siento a tomar café en algún lugar de la ciudad y la observo mientras pasa. Las preguntas se le hacen a lo imperceptible y ya lo invisible verá cómo responde a mi voz que es una mirada atenta, una sed de tacto, un hambre de sabores, un hambre y una sed de lo impalpable posándose en todo hombre sensible.


XXXV ¿Y si me pierdo? Encontraré otro rumbo, hechos, gestos, algunas expresiones que me guíen para encontrarme cara a cara, cuerpo a cuerpo con mi lugar imaginado: la Medellín que mi apetito me cede.


XXXVI ¿Y si encuentro un gesto distante al lado de la calle, al lado de la ventana, al lado de la caja registradora, al otro lado del gesto, al otro lado de mí? Pasaré la calle, tocaré la puerta, sonreiré mientras pago indagaré en su secreto, me pensaré en los zapatos del otro y lo haré sentir bien llegado.


XXXVII Somos siempre primavera. Aunque llueva, truene o relampaguee siempre somos primavera. La ciudad no tiene las cuatro estaciones pero las vive. Hay breves otoños en algunas hojas que caen, sean de árbol, de papel o persona. Hay días en que llueve y luego nace un gran sol, hay días en que viceversa pero siempre somos primavera.


XXXVIII Quedar ciego para no correr, para ver lo que es verdaderamente necesario en la quietud o en la lentitud; y regresar a la vista para hablarlo. El ritmo de la ciudad como imágenes que van entre la prisa y desparecen estando allí para el que desee ver. Me quedo como estatua en un rincón del vagón y después de un rastro desaparezco, aparece lo invisible en un breve descuido y los pasajeros se muestran como en el secreto. Sigo allí; quieto.


XXIX Anonimato. Hemos desterrado a la mirada de nuestras vidas, cada vez menos miradas se cruzan, cada vez más escondites y un montón de gente anónima va por ahí. Lo que pasa a la distancia se desaparece, aunque sea esta distancia sólo el afán, la imposibilidad de detenerse por un segundo y descubrir.


XL Vagón del éxodo o el retorno: cuerpos hacinados. Milagrosamente alguien sale de algún lugar. Da el puesto en el transporte, dice la hora o indica la dirección que se le pide espera el cambio del semáforo y pasa por la señalización, mira a los ojos y dice buenos días, hace la fila, sino es con paciencia, por lo menos con respeto, sin meterse. Hay una amabilidad desentendida, sobre todo en algunas horas del día donde los trabajadores van de un lado para otro perfumando el vagón; en horas del día con el sueño y en otras con el sudor y el cansancio.


Iglesia del SeĂąor de Las Misericordias, Manrique / FotografĂ­a digital / 2015


XLI He oĂ­do que para ser ciudadano se debe vivir la ciudad. Yo soy uno de los que han corrido por la ciudad y en el afĂĄn perdido mi vida de ciudadano.


XLII ¿Cuántas veces tiene que amanecer sobre ella para verla completa? En cada hora del día la ciudad es diferente. Ella permanece fresca como pintura recién hecha, su cuerpo está siempre húmedo. Durante el tiempo de claridad cada habitante lleva diferente ruta, un trazo diverso, cada quien camina su propia ciudad, los lienzos que conocen, las rutas iluminadas, porque el resto del paisaje ni se nombra.


XLIII ¿Cuál es el lugar más inocente de la ciudad? Cuando los párpados se cierran los ojos no ven y callan, la ciudad parece dormida pero ella nunca duerme completamente. Nunca alguien, en realidad, llega a cerrar los dos ojos.


XLIV -Caricias en tramos cortos¿Cuál es la piel más sensible de ti, Medellín? (Cartografía erótica).


XLV ¿De qué color es la ciudad nocturna? La ciudad empieza en la noche, en medio del frío y entre los pasos de caminantes secretos. No conozco la ciudad de las tres de la mañana, no la he recorrido, los noticieros no la cuentan, pero le siento el aroma nocturno que se ve en cada despertar. La ciudad nocturna se me entrega como el aroma del cansancio, como ropa húmeda o sudada, y es una esencia oscura de incertidumbres.


XLVI Cada poema muestra una parte de la ciudad, me hago preguntas y me muevo, cada poema no es un paso sino una espera de contemplación. En cada poema hay una vida escrita, dice mi hermano de trece años. En cada poema un paisaje aparece otro poema y camino La Playa, no me mojo pues la marea está oculta. Otro poema y voy de prisa por el Puente del Mico, y no quisiera la prisa. Uno más, un poema más, y ahora me encuentro recostado en la piel del Jardín Botánico donde aún se respira verde.


XLVII Si mi corazón pensara como quien piensa una sola cosa a la vez es posible que te miraría a los ojos y a los ojos miraría todo el universo que despierta, ciudad amada, que me dueles.


XLVIII Puedo sentirme insomne a esta hora de la madrugada pero puedo tambiĂŠn decir que es un sueĂąo con ojos abiertos, con palabras abiertas. Ojos parlantes que en la vibraciĂłn evidencian lo invisible.


Iglesia JesĂşs Nazareno, Avenida Juan del Corral / FotografĂ­a digital / 2015


XLIX Los horizontes panorámicos advierten desconocimientos pero así mismo pasos de revelación, dan voces y las voces van formando siluetas, siluetas que desfilan como ríos ondulados que entre sueños las manos se toman y al despertar de los afectos se encuentran unidas.


L Un corazón maúlla afuera de mi puerta, un llanto desgarrador de bebé en mi oído. Las gatas gimen llanto infantil, huérfano. Nunca he visto uno de esos maullidos ¿serán sutiles o ese acto de amor y dolor las transparenta?


LI Te he mirado mientras duermes como cuando alguien tiene en sus brazos al ser amado y éste ha cerrado los ojos porque ha muerto. El recuerdo me acusa, el deseo me hace culpable, cuando quiero adelantar el tiempo éste se predispone en contra mía para andar muy lentamente y enfrentarme a tu mirada. Es casi imposible no mirarte. Tu sonrisa dormida me acompaña como un fiel retrato de todo tu ser. Ciudad que duermes, a veces te veo muerta; a veces, sólo dormida.


LII Veo la soledad, palpo el silencio, miradas perdidas, que se van a caminar las sendas de otros lugares, tiempos de otros seres. Mi sombra es desértica en las horas de la tarde en que se escucha un bullicio sinfónico, siempre como a la distancia, una bulla regada como lluvia pobre. Y por ahí, los seres que caminan como perdidos, como al encuentro de algún otro ser, aquellos que miran siempre la espera, miran de nuevo el reloj y esperan ¿Será que miran el momento preciso? O ¿Aguardan de nuevo regresar a la oficina y al tedio? Llega la hora de las soledades.


LIII Por la ciudad, 9:30 de la noche, un hombre afro con traje canta sin voz una canción, espera el tren en dirección a la estación Niquía. Norte. ¿Qué dirección busca el hombre libre?


LIV Tengo cientos de voces en mi cabeza, es la hora de la multitud y el cansancio (la hora pico) el cansancio no los calla, suena la voz electrónica del tren, “próxima estación San Antonio, estación con transferencia a la línea B del Metro en dirección San Javier”, la mayoría de voces se bajan y hay una breve paz, se monta un nuevo rebaño de voces al tren. Se monta un nuevo rebaño de voces a mi cabeza.


LV Pisemos blando y fuerte los diferentes caminos que ofrece su cuerpo, porque parece con frecuencia como si algunos caminaran sin tacto Pues hay una diferencia entre los que entienden c贸mo acariciarla y los que van de af谩n.


LVI La ciudad parece un verso interminable pero se está quedando sin árboles. La ciudad parece el verso interminable del alma que se está quedando sin miradas. La ciudad me refleja, me reflexiona y desaparece en su interminable envolvimiento de calles y sus infinitos cruces peatonales donde la gente parece programada y pagada para llenar el centro de la ciudad todo el día. La ciudad parece un verso interminable de mi deseo.


San Antonio / FotografĂ­a digital y anĂĄloga / 2015


LVII La hora se puede ver en el hombre que sujeta su mano a la baranda del tiempo mientras se deja llevar por el tren, Se puede ver en los ojos, Y en la conversaci贸n del sol y la noche. Trato de caminar lento, pero llegar puntual, trato de repetirme cada segundo que nunca llegas tarde a tus lugares, que nunca llegas tarde a tus personas.


LVIII Siento el olor de sus paisajes bifurcados, Algunas veces escucho en inglĂŠs el aliento de su conciencia en el metro, desde aquel lugar, distingo las banderas en lo alto del Coltejer, se ondean como soplando alguna esencia, Veo sus flores con piel, caminando por su cuerpo interrumpirse por el humo de sus calles y carros; Las ciudades que son ella en sus diversas caras.


LIX Soliloquio mudo: ceremonia del desencuentro. Viajes en el silencio algún movimiento nervioso con un llavero, una multitud alucina mirando el teléfono celular, algún ser que lleva en sus ojos una mirada desorientada, desentendida. Lo invisible siempre hablándole a lo evidente.


LX Cuando paso la puerta de mi casa ÂżEntro a la ciudad o salgo a la ciudad? Muchos creen que la casa no hace parte de la ciudad y se esconden allĂ­, ancianos olvidados por el mundo pero que han despreciado la ciudad y ella tambiĂŠn a ellos.


LXI Batallo con el alma de la ciudad Aunque a veces pase entre semáforos no como automóvil sino como hombre apresurado llega el momento de la calma logro observar un lugar sin reloj ¿Será éste un lugar sin tiempo? ¿Será un lugar para el encuentro? Doy, allí, mérito al silencio también a la palabra pero a lo que doy verdadero honor es a ese encuentro pausado sea que se habite entre el silencio o el murmullo, la palabra o el grito solidario, al encuentro siempre lo veo fascinante, pues es muestra de la negación a quedarse adentro de uno mismo. Seguramente ya pasará alguien con esa tensa calma pegada a su muñeca con un cansado caminar llevando a cuestas su propio cuerpo de Atlas. El tiempo es alguien que va por ahí y pocos se detienen a verlo.


LXII Me detengo afuera del tiempo para darme a la bĂşsqueda de quĂŠ presencias conocidas hallo a la salida de la estaciĂłn del metro. Soy ciudad y he visto una multitud de rostros nuevos.


LXIII C贸ncavo, convexo. Las formas se dejan llenar, dejan rozar sus mont铆culos, habitar de tacto.


LXIV Servirte un café apenas abras los ojos en la mañana. Abriré las ventanas para verte clara. Abriré la puerta de mi casa para que entres.


San Antonio / FotografĂ­a digital y anĂĄloga / 2015


LXV Ciudad ¿Qué parte de tu cuerpo te gusta más? ¿Tocar el alma de los que habitas? ¿O el poeta quien te toca? -Lo que la ciudad toca.


LXVI ¿Me estoy buscando a mí mismo? ¿Estoy en la ciudad? ¿Me estoy buscando a mí mismo en la ciudad? ¿Y si me encuentro conmigo mismo al otro lado de la calle? ¿Y si mientras camino, buscándome, lo que estoy es indagando sobre otro alguien? ¿Hay alguien ahí?


LXVII Se siente el deseo de caminar tus calles pero se siente tambiĂŠn una incertidumbre de rapto o despojo. Me gustarĂ­a caminarte despacio para sentir tus lugares indescifrables y estar en la quietud para palpar los lugares abandonados.


LXVIII Voz que clama en el desierto de la ciudad. Voz invisible, voz que tiene la Ăşnica piel que alcanza a hurgar el alma.


LXIX Aquí trazo las rutas que sigo de mi ciudad: Seres, cafés, músicas, libros, presencias, montañas, lentitudes. Reflejos. Sabores. Lenguajes.


LXX Aunque recorro mucho la ciudad hay ciertos personajes que o me rondan o los rondo, no sĂŠ el orden de ĂŠste juego de encuentros. En la estaciĂłn del metro, viendo pasar a una joven gitana digo creo que siempre vuelvo a los mismos personajes.


LXXI (Esto corresponde al día 11 de septiembre de 2014) Al iniciar el amanecer un pájaro astuto de Castilla que decía ser poeta se me acercó usando por contraseña una pregunta de logia: -¿Poeta? Quiso legitimar su título mostrándome dos poemas con su nombre divulgados en un libro que cargaba en su lomo, Andamos por ahí los que olfateamos el alma los que nos acercamos a las esencias invisibles o tan siquiera tenemos el deseo de lucha. El pájaro buscaba aliados, yo hasta ahora lo entiendo.


LXXII Donde inicia el RĂ­o de AburrĂĄ nace el azul pero donde muere el azul nace la ciudad con su alcantarilla. Amada, te pregunto ÂżTe duelen las venas de agua?


Avenida Oriental / FotografĂ­a anĂĄloga / 2015


LXXIII Camino Niquitao en dirección al sur siento sed, veo sospechosos con dudas de ropas sucias con una sed más profunda que la mía pero menos consciente.


LXXIV La mucha y pronta luz enceguece. Hay seres y lugares que se mantienen ocultos e innombrados y que al caer lo innombrable de la noche son habitantes y due単os.


“En lo alto del cielo, todo se apacigua: el rumor de la ciudad, los sauces, el viento, mientras la noche cruza silenciosa sobre este universo puro y sin memoria. Mi corazón enamorado cesa de latir para que lo poseas con tu gloria, ¡oh cielo sagrado!” Gonzalo Arango

LXXV Dejo de querer besar tus calles para morder tus montañas pero igual me sabes gris y polvorienta, voy hasta tu silueta más verde pero ahí vas perdiendo tu nombre, voy encontrando otros cuerpos y lo que quiero es respirar el tuyo. Me mata tu cáncer gris y tu antaño verde que es también mi esperanza, desfallece contigo.


LXXVI La ciudad que camino es humo, ceniza, gesto breve que me resisto a dejar morir. Trato de habitarla reconciliarme con ella en cada paso aunque me llegue a poseer, con frecuencia, una mirada paranoica, una palabra, un intento de apresurar la marcha.


LXXVII Hay fariseos de megáfonos en los parques mientras yo me siento con Dios en algún lugar a disfrutar de lo que no se ve. Las Áfricas en las cuevas salseras de Medellín, los filósofos griegos en parques y plazas de mercados, los seres bendecidos que recorren el cuerpo invisible de la ciudad entendiendo el espíritu de esta.


LXXVIII Hallazgos: Toda huella forma un camino. Monedas extranjeras, hollar de otros lugares. Edificios viejos: las capas de piel.


LXXIX ¿La calle es un lugar para transitar o para detenerse? ¿Son los lugares o los seres la ciudad? ¿A qué me atrevo a llamar cuerpo? ¿A qué me atrevo a llamar intangible? ¿A qué me atrevo a llamar ciudad?


LXXX ¡Mi Medellín onírica!: ¿Cuántas noches he dormido en ti? ¿Cuántos sueños recrean un lugar de tu cuerpo? ¿Cuántas esculturas de ti acompañan mi mente como sombra? ¿Qué calles te he caminado de noche? ¿Qué noches te he caminado en mis sueños? Armo un mapa onírico de ti, Medellín, y te habito.



Este libro se termin贸 de imprimir en noviembre de 2015. Medell铆n, Colombia.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.