La Despedida Henry Padilla Londo単o
Era preciosa su mirada, serena y clara, con la fuerza de la inocencia que anuncia audacia. No era consiente de todo lo que pasaba, solo miraba a su abuelo que parecĂa sonreĂr.
No podía haber imaginado algo mejor que esto para este momento. Su mirada es como ver un nuevo comienzo, es como la esperanza de lo que no veré, pero que sé… vendrá. Tu mirada habla de mis sueños, de hermosos paisajes en mi pensamiento, que ahora me ahogan, como queriendo escapar todos al tiempo. Lo que hice, lo que vi, y lo que ame. Eso es lo que queda, lo que uno ama, eso me acompaña aun en este momento, cuando las fuerzas me dejan.
Cuanto la ame, la veo en tu ojos, esos ojos hermosos con los que soñé, que me sacaban de mi y me llevaban a lugares donde todo era posible. Su hermosa mirada, con que aprendí a ver el mundo de otra manera. El día que descubrí que éramos dos. Y yo volé en su mundo, mostrándole también mi mundo, uniéndonos en un poderoso nido de amor, que nos arrastró por los caminos de la vida.
Pero ya las fuerzas me dejan, y tú no lo sabes, pero me estoy yendo, mientras tú ríes mi pequeño, mi copo de amor. Tus manitas me recuerdan esos momentos, que andamos juntos, amándonos, viviendo, soñando. Cuando sus caricias tocaban mi alma, y me dejaban impotente, como una hoja arrastrada por el viento, solo ahí… esperando.
Ha llegado la hora de partir, y quien mejor para despedirme que tu, mi copo de amor. Tu inocencia fue la perfecta compañía, tu amor el apoyo cuando las fuerzas me faltan, y tu mirada… tu mirada es mi alegría. Adiós mi pequeño, lleva tu alegría al mundo, déjales ver lo que yo veo, siembra en los corazones ansiosos de amor, la verdad y el calor del amor, mientras andas por la vida llevando al Señor siempre en tu corazón. Henry Padilla Londoño