Estreno en América
Proyección contínua de 5 capítulos domingo 6 de mayo 10 a 18 hrs., Cine Capitol Ciudad de Guatemala Más funciones en Guatemala y Quetzaltenango visite nuestra página www.muestracineguatemala.blogspot.com
La Bestia Verde
Melodrama histórico sobre el derrocamiento del gob
República Alemana Democrática 1962, 360 min. en 5 capítulos Dir. Rudi Kurz Con Jürgen Frohriep (Sargento Morena) y Kati Székely (Chabelita) Una historia de lealtades y traiciones, donde la verdad y la mentira sostienen una guerra a muerte, cuyas cicatrices permanecen en la piel del continente. Producir películas sobre la historia de un país distante e inaccesible implica grandes desafíos, sobre todo si se parte de una novela. Por un lado están los problemas de producción realista y “creíble” del entorno (por ejemplo, convertir un callejón de Potsdam, Alemania, en una avenida céntrica de Guatemala). Por otro, solucionar con diálogos también creíbles, la capacidad de generalización del idioma escrito y encontrar actores capaces de representar con naturalidad personajes de una cultura extraña. Imagínen a 2 anticomunistas chapines, hablando alemán como lengua materna, en un hotel de Tegucigalpa… ¡Que viva Cuba libre, que viva la libertad! No por casualidad, la película comienza en Cuba, poco tiempo después del triunfo revolucionario. Por encima de las dificultades y de acuerdo al realismo cinematográfico de la época (carácter melodramático de las actuaciones, puesta en escena teatral, etc.), Rudi Kurz salió bien librado y consiguió narrar en 5 capítulos, una historia que comienza en la Habana con un diálogo que desplaza el relato hacia Estados Unidos, lo continúa en Honduras, Guatemala y México, y lo termina de vuelta en Cuba, con un final esperanzador. Hay de todo en este antecedente de las mini-series: una montaña como símbolo de lucha y triunfo popular; un bar sureño norteamericano, con prostitutas, apostadores y afiches de Lucky Strike, donde el personaje principal se oculta, en fuga ante una acusación malintencionada. En pocas palabras, es la historia de Antonio Morena, ex-sargento de la Fuerza Aérea Alemana, aventurero, que cae víctima de un chantaje y se involucra sin querer como piloto mercenario en la intervención norteamericana contra el gobierno democrático de Jacobo Arbenz. Steve Baxter, viejo amigo alemán que trabaja para Don Miguel (un mafioso que hace negocios turbios con la CIA), lo obliga a secuestrar a Luis Guerra, periodista guatemalteco honesto, y a su hija Chabelita, de quien no tardará en enamorarse. Más adelante, Steve será asesinado en Tegucigalpa, por órdenes de un coronel golpista. Vemos un fallido intento de fuga en una pista clandestina bajo la tormenta; penetramos en los secretos de la conspiración y la disputa por el poder entre generales golpistas, que recuerdan a Idígoras y Castillo Armas… Morena y Chabelita viajan a Guatemala y paran en una finca de café, cuyo propietario alemán ve con buenos ojos la invasión mercenaria. Morena recibe un disparo, pero huye con Chabelita caminado hacia la capital, y se alojan en el Hotel Palace. Poco a poco, la película evoca el amor en medio de la guerra y describe momentos y personajes importantes del país. Aparece por ejemplo el embajador norteamericano Puerifoy (que representa a la United Fruit Company, cuyos intereses motivaron en parte la intervención), mientras que el Dr. Guerra sobrevive al cautiverio y la tortura. Al final huyen en avión hacia México, donde fundan un periódico en el que Morena trabajará como investigador, y el amor encontrará en su vida el lugar que merece en sus vidas.
Rudi Kurz filmando La Bestia Verde en Bulgaria, 1961
La llegada de los invasores a Esquipulas; el relato conmovedor de Chabelita sobre el Quetzal como símbolo de libertad; las típicas discusiones de pareja (¿quién no las ha tenido?); la persecución, captura, huida y liberación definitiva de un aventurero, que se convierte en héroe involuntario de la revolución latinoamericana. Además de contar con actores y actrices destacadas, La Bestia Verde es un ejemplo de la facilidad del cine para mezclar la ficción con la realidad, la proyección autobiográfica con la crítica social, la proclama política con la literatura, el “cine de la memoria” con el “cine de los sentimientos”. Se le pueden criticar varias cosas, empezando por el abuso del “flash back” (recuerdos o escenas que pertenecen al pasado). No obstante, además de sus méritos, La Bestia Verde influyó la forma en que Europa veía a América Latina y a sí misma, en tanto continente desarrollado. Este clásico socialista nunca visto en Guatemala, nos recuerda que somos seres esencialmente históricos, y nos invita a renovar el entendimiento que tenemos sobre un episodio clave de nuestra vida política. (Sergio Valdés Pedroni)
Guatemala en la RDA Uli Stelzner
I Con Wolfgang Schreyer, autor de la novela La Bestia Verde. Enero 2012 en Berlin. Ùltimos preparativos para salir hacia Guatemala, a organizar la III Muestra MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA, y presentar La Bestia Verde, producción de television de la extinta República Dempocrática Alemana, en 1962. He pasado 2 años solicitando los derechos para subtitularla al castellano, tratando de convencer a los archivos que no es un asunto comercial, sino un gesto decolonizador para regresar las imágenes a Guatemala. Un argumento no muy común en una sociedad capitalista, donde cada imagen tiene un valor y se cobra al contado. Con terquedad, a finales de 2011 consigo un acuerdo justo. Pasaron meses de gestión, cientos de correos electrónicos, cartas y decenas de llamadas por teléfono buscando fondos. La producción cansa. Cierto día, antes de partir, amanezco y decido conocer a los autores. Me parece absurdo haber lidiado con tanta burocracia sin conocer a quienes escribieron la novela y dirigieron la película. Pasan algunos días para ubicarlos y emprendo el viaje. Wolgang Schreyer, que escribió la novela, tiene hoy 85 años y vive a orillas del Mar Báltico, a 300 kms. de Berlin. Llego a Ahrenshoop, un pequeño poblado de casas antiguas, con techo tradicional de castañuela, mezclados con casas no tan bonitas, para el turismo estival. Territorio de la ex RDA, que después de 20 años de reunificación todavia siento como un país extraño. Schreyer me recibe cordialmente, sabe que
bierno democrático de Jacabo Árbenz Guzmán en 1954
Podía trabajar, crear y la gente lo leía. Vivía con sencillez, criticaba al sistema y el Estado lo observaba. Pero eso no le importaba y seguia escribiendo. El tiempo pasa rápido. Está contento que La Bestia Verde se exhiba en Guatemala. “Dile al público guatemalteco que uno de los propósitos de mis libros era contar lo que pasó de terrible e injusto en su país. Y la literatura es el método más eficiente para ello. Sobrevive los tiempos.” Antes de subir al tren nos abrazamos y me siento contento de haberlo conocido. Este hombre que vivió el siglo XX con intensidad, escribió tantos libros, aportó a la memoria histórica de Guatemala y que hoy vive olvidado, pero feliz. Desde la ventana del tren, la orilla del mar desaparece. Pienso que si fuera editor de literatura guatemalteca, traduciriá sus libros, Schreyer díjo al respeto: “Con mucho gusto y sin costo alguno.” No quiero omitir que cuando hicimos contacto por carta y le conté sobre las dificultades de encontrar fondos para subtitular La Bestia Verde, de inmediato y con pocas palabras me transfirió la mitad de su humilde jubilación mensual para que el traductor empezara a trabajar. Eso me dio ánimo para seguir buscando, y superar las dudas de la Embajada de Alemania en Guatemala y el Instituto Goethe en México. Dijeron que seguramente nadie en Guatemala se interesaría por esa vieja película…
La virgen,Marx y Huracán
¿Florecerá de nuevo la semilla de Moscú en Guatemala? RFA 1962, 50 min., Dirección: Carsten Diercks y Peter Schmid
llevo años trabajando en Guatemala, le encanta la pasión por el arte y le gustan mis películas. Sobre todo Testamento, sobre Alfonso Bauer Paíz, a quien conoció en los años 60. Schreyer fue uno de los novelistas más exitosos de la RDA, con más de 60 libros publicados. La Bestia Verde se vendió como ninguno. Me cuenta que cuando la escribió en 1959, se inspiró en el derrocamiento de Arbenz: “Investigué varias fuentes, incluidos periódicos de las dos Alemanias, y en 3 meses estaba lista la novela. Sentí que sabía poco de la realidad guatemalteca, por eso los personajes tienen rasgos de sátira y exageración. Pero los hechos son reales. No es mi mejor libro, los otros sobre Guatemala me gustan más.” Se levanta y empieza buscar en cajas. A principios de los 70 escribió El secuestro y me da un original. La portada es una placa de automóvil que dice “FA-R 1966” con impactos de bala. Me dice que en 1966 estuvo 3 meses en Cuba y conoció a Alfonso Bauer Paíz: “Era muy distante, hasta que le conté que había conocido a Árbenz en 1961 y que había escrito La Bestia Verde y una trilogía sobre el dictador Trujillo de Santo Domingo. Entonces tomó confianza y me dio un documento de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes), en el cual se discute a nivel interno la práctica de los secuestros. Lo convertí con libertad en novela y se vendió muchísimo.” Me entrega Diciembre Negro, escrito en 1973 y situado en tiempos de Mario Méndez Montenegro, a finales de los 60. Un equipo alemán de cine viaja a Guatemala para rodar una película sobre un guerillero agonizante en la frontera con México, se compone de personajes muy distintos: una publicista de 30 años en busca de aventura, un productor que quiere hacer dinero, un director de cine, emigrado politico de la RDA en el Oeste, y un jóven idealista de izquierda. En las dificiles circunstancias políticas de Guatemala, el equipo se desgasta por sus diferencias y la situación escala por un atentado durante el rodaje de un secuestro. Días después leo esos libros y me encantan. Schreyer tiene talento y habilidad para mezclar la ficción con la realidad. Le interesan los procesos políticos ajenos y los narra con personajes que permiten la identificación del lector, en este caso del cuidadano alemán. No es literatura reconocida mundialmente, sino obras escritas con inteligencia e imaginación, dirigidas al pueblo. Novelas basadas en hechos. Después de la reunificación, autores como él desaparecieron de la superficie: “A partir de 1990 ninguna editorial quiso publicarnos. Nuestra obra fue negada”. Pero cuenta con orgullo que sus libros todavía se difunden por internet y que con frecuencia llegan a su casa personas pidiendole un autógrafo. Seguimos platicando en presencia de su esposa, mucho más jóven que él. Schreyer peleó los últimos años de la II Guerra Mundial, tenía 15 años. Vive la muerte, la derrota, las ciudades devastadas, y cae prisionero de los norteamericanos. En 1946 camina a pie 600 kms. de regreso a su casa. Cuando Alemania se divide, permanece en el Este “para construir un país mejor”. Su primer libro narra el levantamiento de los judíos en el campo de concentración de Varsovia. Luego se interesa por Centroamerica y el Caribe, y escribe sobre Santo Domingo, Guatemala y El Salvador. Schreyer evoca su vida de escritor en un país socialista con nostalgia y anécdotas maravillosas.
La voluntad del documentalista por representar la realidad y proponer su mirada como referencia para comprender la vida y la historia, está sujeta a su ideología y a las determinantes económicas de la producción. La virgen, Marx y Hurracán, producida por el gobierno de la Unión Cristiano-Demócrata en Alemania del oeste en 1962, adopta una perspectiva donde Guatemala aparece como “cabeza de puente de Moscú en el hemisferio occidental”. Tras una marcha militar frente al Palacio Nacional “para honrar al presidente” (preámbulo de actualidades destinado a legitimar la voz en off de los realizadores), se construye poco a poco, desde los callejones oscuros de la ciudad, un recuento glorificador de “las razones de los libertadores apoyados por Estados Unidos para derrocar al gobierno comunista de Árbenz”. Un mitin del MLN, Castillo Armas suprimiendo las reformas sociales de la revolución, un comerciante que sale de la pobreza gracias a un milagroso programa de vivienda financiado por Estados Unidos. Una a una, se suceden imágenes que dan cuenta de una Guatemala que pierde a pasos agigantados el sentido de su historia. Y en medio de todo esto, los alemanes residentes en Guatemala, expropiados en la II Guerra Mundial, que aparecen como víctimas inocentes de la historia, mediante el testimonio ejemplar de un empresario que reclama créditos bancarios y la devolución inmediata de sus propiedades. Es la única secuencia con sonido directo sincrónico, a modo de prueba irrefutable de la verdad. Al final del montaje, reaparecen las imágenes de las Fuerzas Armadas, mientras en la banda sonora el narrador concluye con una advertencia amenazadora: “El que gane a la juventud, ganará el futuro”. Una mirada sobre la Guatemala contrarevolucionaria, con imágenes que aguardan el momento de una nueva interpretación crítica, desde el presente. (Sergio Valdés Pedroni)
Guatemala en la RDA Uli Stelzner
II Con Rudi Kurz, director de la película La Bestia Verde. Me dirigo a la perifería sur-oriental de Berlin, territorio de la ex RDA, nada que ver con mi barrio multicultural, alternativo y lleno de vida. Aquí es tranquillo, un lago con mucho verde, casas de los 70, tipo “Eigenheim” (casa propia). Rudi Kurz me espera en la puerta y nos sentamos. Con 90 años, es tan ágil que aún juega torneos de ténis de mesa. Nos acompaña su esposa, mucho más jóven que él (me pregunto entonces porqué los artistas, con muchos años vividos, son tan atractivos para las mujeres jóvenes, y no puedo dejar de pensar en mi propio destino…). Le hablo sobre el propósito de presentar La Bestia Verde 50 años después de su estreno y sobre el contexto político-cultural de la Muestra, pero me interrumpe con voz definida y toma las riendas: “Mira, no me gusta tanto la idea y te digo porqué: la película se rodó con pocos recursos. Además, como no pudimos filmar en Guatemala por falta de recursos y limitaciones políticas, fuimos a Bulgaria a buscar un ambiente trópical. Los actores eran alemanes y blancos, nada que ver con los guatemaltecos y el entorno centroamericano. Fue una película de tensión y aventura para el público de acá”. Le explico que eso no importa. Que los Italo-Western tampoco fueron rodados en las sierras de Estados Unidos, y que es la única ficción sobre la caída de Arbenz, época clave para Guatemala, y que cualquier interpretación visual ayuda a revisar la historia oculta del país. Es hasta cuando menciono que también soy cineasta, que Rudi Kurz reflexiona, da un giro en su actitud y comienza a contar: “Kathy Székely fue la mejor solución para “Chabelita”: jóven, ingenua, hermosa, con mágia adolescente y un lenguaje alemán-judío-húngaro. Jürgen Frohriep, protagonista masculino, ya era una estrella consagrada. Y me junté con un excelente camarógrafo y un buen equipo, ya que era la primera serie para televisión en la RDA. Para sopresa de todos, La Bestia Verde consiguió vaciar las calles del país durante los 5 días seguidos de su exhibicion. Lo mismo pasó en la URSS, con millones de espectadores. Rudi se levanta y trae un imenso álbum de fotografías en blanco y negro, con La Bestia Verde escrito a mano en la portada, lleno de imágenes del rodaje en 1961. Cuenta anécdotas, por ejemplo, “para que el escenario pareciera exótico, y como no había mucho que hacer en aquellas montañas, por las noches todo el equipo se ponía a fabricar en papél maché los cáctus y palmeras que vemos”. Y en otro momento dice: “Fijate que la ficción se convirtió en realidad. Durante el rodaje, lejos de su país y sus amores, Kathy y Jürgen se acercaron y se enamoraron de verdad. Tanto así que al volver a Alemania, se separaron de sus parejas, se casaron y tuvieron un hijo hermoso”. Hablamos de cine y menciona las 20 películas que lo convirtieron en un director exitoso de la RDA. Todas reflejan su amor a la vida y su pasión por el ser humano en épocas decisivas del Siglo XX. Se autodefine como creador de consciencias: “Aquí filmamos muchas películas buenas y la gente se veía reflejada en ellas. Es una lástima que hoy no formen parte de la cultura de la Alemania unificada. Menos mal que ustedes le dan sentido a lo que hicimos. Y me gustaría estar presente para el estreno en Guatemala, Pero con 90 años no viajo tan lejos. Además, en mayo hay importantes torneos de tenis de mesa y tengo que defender mi título”. Me despido de estos hombres viejos y jóvenes a la vez, con la sensación de haber encontrado amigos o cómplices de visones y convicciones. Los pasajes urbanos desde el antiguo metro de la RDA, se convierten en un tunél de tiempo. Regreso del Este –visible en las calles y edificios que dejó el tiempo– hacia el centro de la urbe donde toca el tambor de la modernidad. Berlín sigue siendo una isla rodeada por un país que ya no existe. Pero ahí están sus habitantes con sus historias, entre ellos novelistas y cineastas como Schreyer y Kurz, a quienes en algún momento se les ocurrió contar una historia sobre Guatemala. Y fuera de la pesadilla que implica producir una muestra tan lejos, me siento satisfecho de haber excavado su obra, para que finalmente llegue a las pantallas de la Zona 1, a sorprender. Y no importa que haya pasado medio siglo. El tiempo es como la historia o el cine: incalculable.
El cine y la memoria, en una Muestra que está haciendo historia Sergio Valdés Pedroni
• ¿Qué función cumple el cine en la reconstrucción de la memoria histórica? • ¿De qué manera se produce en la pantalla el reconocimiento entre personas y países distantes? Más de 100 años después de su aparición pública, el cine se ha consolidado como vehículo de mensajes históricos y recurso eficaz para la reinvención incesante de la vida. Junto con los distintos medios audiovisuales, conforma una gigantesca maquina cultural que incide en la construcción de la “memoria” y la “identidad” de los individuos y los pueblos, es decir, en la conciencia y la imagen que la población tiene de su pasado -y de sí misma en el presente. Si la historia humana es el recuento ordenado de los hechos en el desarrollo de una sociedad (sus impulsos, sus avances, sus retrocesos), la memoria histórica abarca tanto la capacidad de las personas para informarse y conocer las circunstancias de su trayectoria, como las condiciones para retener ese conocimiento, y extraer de allí enseñanzas útiles para avanzar en la construcción de formas atinadas de convivencia y desarrollo. Y es en torno a ésa capacidad que el cine acude en nuestro auxilio, como ventana abierta a la historia. Un país que carece de cine nacional, es decir, que no produce imágenes y sonidos propios, es presa fácil de manipulación y pérdida de su identidad. Digamos que el cine es una “sede” de la memoria histórica, un recurso para reflexionar sobre la realidad propia y ajena. Y también un territorio idóneo para la fantasía y la imaginación. Ahora bien, el cine y la memoria puede ser algo descriptivo y repetitivo. Una forma pasiva y aburrida de recordar el pasado o retratar el presente. O por el contrario, un ejercicio activo, crítico, cargado de imaginación y voluntad, que nos ayude a entender el significado de nuestras huellas y luchas en el tiempo. Que produzca rabia o alegría, y que le devuelva el amor perdido por la vida a quienes lo perdieron en el camino. La Muestra de 2011, con las películas de Mikael Wahlforss sobre las masacres del ejército en contra de la población en los 80, modificaron la memoria pública sobre un capítulo trágico de la historia nacional. Y matizaron la imagen pre-electoral de Otto Pérez Molina, actual “presidente minoritario” del país, que aparece en Titular de hoy, Guatemala (1983), junto a un militar norteamericano, justificando la represión y la intervención extranjera para frenar un movimiento masivo que nació de la pobreza y el despojo, no de la influencia comunista, como ha hecho creer la historia oficial y algunos medios de comunicación. Eran películas censuradas que auxiliaban la memoria y abrían cauces nuevos a la interpretación compartida del pasado. Hoy el cine utiliza tecnologías impensables hasta hace poco y retrata la vida desde ángulos renovadores, con estéticas próximas a las generaciones cuya existencia comenzó durante el largo entierro del siglo XX. En este sentido, la Muestra 2012 es muy rica. En conjunto, sus 19 películas producen una historia plural, o si se quiere, un extenso mosaico de relatos, memorias e identidades, algunas de las cuales se originan en la realidad de los pueblos, y otras en la imaginación de los cineastas. Es posible que el cine no sirva gran cosa para cambiar el mundo o superar las inequidades sociales. No obstante, dada su aceptación unánime y su gran influencia en la vida de millones de personas alrededor del planeta, el esfuerzo de quienes producen la Muestra (y el nuestro de asistir a las proyecciones) se justifica plenamente. Recurso contra la ignorancia, remedio eficaz para el desaliento y alternativa democrática frente a la manipulación de la opinión pública. El cine es un espejo para vernos a nosotros mismos y descubrirnos en la mirada de los otros. Una conjura contra el aburrimiento.
Edición y textos Sergio Valdés Pedroni Diseño artenativas - III Muestra Agradecimiento Mauricio Armas Tiraje 10,000 ejemplares, Impreso en La HORA, Guatemala, mayo 2012