La Vampiresa

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sacerdotisa de sangre La gran

M

Magdalena Solís

agdalena Solís fue una asesina en serie y líder sectaria mexicana, conocida como “la Gran Sacerdotisa de la Sangre”. Fue responsable de por lo menos ocho asesinatos —según algunas fuentes, su número real de víctimas asciende a 15—, cometidos en la pequeña comunidad de Yerba Buena, cerca a la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Es uno de los pocos casos documentados de asesinas en serie (mujeres) que tuvieron una clara motivación sexual (era una criminal sexual). Era una asesina organizada, visionaria, sedentaria, depredadora sexual que mataba en grupo. Magdalena provenía de una familia de escasos recursos, y muy probablemente disfuncional. Aparentemente comenzó a ejercer el oficio de la prostitución a temprana edad, en el que laboraría hasta su unión, junto con su hermano Eleazar Solís (quien también fungía como su proxeneta), a la estafa y secta de Santos y Cayetano Hernández, en 1963. Tras su ingreso a la secta, Magdalena Solís desarrolló una grave psicosis teológica (Era una fanática religiosa, sufría delirios religiosos y de grandiosidad, además de una marcada perversión sexual que se expresaba en el consumo de la sangre (vampirismo) de sus víctimas y en el terrible sadismo con el que perpetró sus crímenes. A finales de 1962 y principios de 1963, los hermanos Santos y Cayetano Hernández, un par de delincuentes de poca monta, idearon una estafa que creyeron era brillante y sería la solución a todos sus problemas monetarios. Llegaron al pequeño pueblo de Yerba Buena y se autoproclamaron profetas y sumos sacerdotes de los poderosos y exiliados dioses incas. Les dijeron que los dioses incas, a cambio de adoración y tributos, les otorgarían tesoros escondidos en las cuevas de las montañas aledañas al poblado (lugar donde también realizaban sus ritos) y que pronto vendrían a reclamar la potestad sobre su antiguo reino y castigarían a los incrédulos. Así, los Hernández pasaron de ser unos simples ladronzuelos a estafadores y esclavistas sexuales, pues organizaban orgías durante las cuales usaban narcóticos. El culto permaneció funcionando sin problema durante un tiempo, después del cual los creyentes comenzaron a impacientarse al no cumplirse las promesas. Entonces, idearon un plan. Fueron a Monterrey en busca de prostitutas que quisieran formar parte de la farsa, ahí contactaron a Magdalena y a su hermano, quienes accedieron. Durante un ritual presentaron (con ayuda de un truco de magia barato:

una cortina de humo) a Magdalena Solís como la reencarnación de una diosa. Con lo que nadie contaba es que Magdalena se lo creería. Poco después de entrar a la secta, Magdalena tomó el mando. Posterior a sus dos primeros asesinatos, como es característico de los asesinos en serie, sus crímenes evolucionaron, se tornaron más violentos. Aburrida de las simples orgías, comenzó a exigir sacrificios humanos. Ideó un “ritual de la sangre”: el sacrificado (que era siempre un miembro disidente) era brutalmente golpeado, quemado, cortado y mutilado por todos los miembros del culto. Posteriormente, se le practicaba una sangría (la víctima era desangrada hasta morir). La sangre se depositaba en un cáliz y se mezclaba con sangre de pollo. Solís bebía del cáliz, después daba a beber a los sacerdotes (los hermanos Hernández y Eleazar Solís) y finalmente a los demás miembros, supuestamente esto les otorgaba poderes sobrenaturales. Las carnicerías duraron seis semanas continuas del año de 1963, periodo en el cual cuatro personas murieron de esta terrible forma. En los últimos sacrificios se llegó a disecar el corazón de las víctimas. Era una noche del mes de mayo de 1963, cuando un joven de 14 años, vecino de la localidad, Sebastián Guerrero, deambulaba por las cercanías de las cuevas donde la secta de Solís realizaba sus ritos. Atraído por las luces y los ruidos que salían de una de las cuevas, entró a husmear y encontró un terrible espectáculo, en silencio observó la atroz masacre que sufrió una pobre y desconocida víctima. Aterrado, corrió más de 25 kilómetros desde Yerba Buena hasta la localidad Villa Gran, lugar donde se encontraba la estación de policía más cercana. Exhausto y todavía en estado de shock, no acertó en dar ninguna otra descripción del “grupo de asesinos, que presas del éxtasis, se aglutinaban para beber sangre humana”, como vampiros. Los oficiales se rieron de las declaraciones balbuceantes de Guerrero las tomaron como los delirios de un muchacho perturbado o drogado. A la mañana siguiente, un oficial (el investigador Luis Martínez) lo escoltó a su casa y de paso le pidió le mostrara “dónde había visto a los vampiros”. Ese fue el último día que Sebastián Guerrero y Luis Martínez fueron vistos con vida. La policía, consternada por las desapariciones de Guerrero y Martínez, tomó el caso en serio; se comenzó a hablar de abatido por las balas de la policía al resistirse al arresto y una secta satánica. El 31 de mayo de 1963, la Cayetano Hernández fue vícpolicía, junto con el Ejército, tima de sus propias mentiras: desplegó un operativo en Yer- fue asesinado por uno de los ba Buena. Detuvieron a Mag- miembros locos de la secta, dalena y Eleazar Solís en una llamado Jesús Rubio, que ante la crisis quiso poseer una parte finca de la localidad. Tenían del cuerpo de un sumo saceren su poder una considerable dote para protegerse. cantidad de mariguana. En pesquisas posteriores se Santos Hernández murió

Dos adeptos (sus primeras víctimas), hartos de los abusos sexuales, quisieron abandonar la secta. La condena de Solís fue clara: pena de muerte por linchamiento

DISEÑO

encontraron los cadáveres descuartizados de Sebastián Guerrero y Luis Martínez, cerca a la finca donde fueron detenidos los hermanos Solís (a este último se le había extirpado el corazón, al estilo de los sacrificios aztecas), después fueron hallados los cuerpos, también descuartizados, de las otras seis personas, en las inmedia-

ciones de las cuevas. Magdalena y Eleazar Solís fueron condenados a 50 años de prisión por tan sólo dos homicidios (los de Guerrero y Martínez). No se les pudo comprobar su participación en los otros seis asesinatos, porque todos los miembros del culto detenidos se negaron a declarar.


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