el joven y el caballero

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Ferrán era un joven que entró al servicio de un importante caballero. Un día, durante una conversación, el dueño de la casa se enteró de que el chico era aficionado a escribir. - ¿Y de qué escribes, muchacho? – le preguntó - Sobre cualquier cosa señor. - ¿Me dejarás leer tus escritos? - Por supuesto señor. Unas horas después, el caballero tenía en sus manos la libreta de Ferrán. Desde ese momento, el caballero se acostumbró a leer sus escritos de vez cuando en cuando. Una tarde, el caballero recibió la visita de un desconocido y, tras hacerle varios cumplidos, le propuso un hecho. - ¿De qué se trata? Supongo que habrá oído hablar de la piedra filosofal, esa sustancia maravillosa que, entre otras cosas, es capaz de convertir cualquier metal en oro. Los mayores genios, las mentes más insignes, están tras ella. El caballero, que escuchaba, preguntó con interés: - ¿Y dónde podría hallarse la piedra filosofal? ¿Sé sabe algo? - Solo algunos tenemos acceso a la información fiable. Yo entre ellos. - ¿Usted? - Así es. ¿Me quiere acompañar? Mañana salgo para Italia. Tengo otras personas a las que realizar este ofrecimiento, si no está interesado usted. - Espere. Dígame, ¿a cuánto ascendería mi aportación? - Se trataría de 500 ducados solamente. - Bueno… es una cantidad considerable para mi patrimonio, aunque puedo permitírmelo. Pasó el tiempo. Un buen día, el caballero dijo a su criado: - Ferrán, hace mucho que no leo ninguno de tus escritos, ¿podrías traerme tu libreta? - Por supuesto señor. El caballero iba pasando páginas, cuando de pronto, leyó estas líneas: Ayer, mi señor hizo una gran necedad. Vino a verlo un alquimista y, para mi sorpresa, le entregó 500 ducados. Ese hombre, que en mi opinión no era más que un embaucador, iba a hacer un viaje a Italia con el fin de encontrar una piedra que convertía en oro cualquier metal, y le ha engañado. En seguida, llamó al joven y le dijo: - ¿Y si te equivocas y regresa? Ya sabe señor. Rectificar es de sabios. Así que, si volviese, tendría que corregir lo que he escrito, porque entonces, quien me parecería un necio sería el alquimista El caballero se echó a reír con la ingeniosa respuesta del joven. 2


FINALES Si quieres que el señor descubra al caballero

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Si quieres que Ferrán siga siendo escritor

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Si quieres que venga un amigo del caballero

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Si quieres que regrese el embaucador

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Si quieres que encarcelen al embaucador

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Si quieres que el alquimista sea capturado

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Si quieres que el alquimista vaya a la cárcel

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Si quieres que se hagan el caballero y el alquimista

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Si quieres que el alquimista rectifique y sea buena persona

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Si quieres que el embaucador se marche con el dinero

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Si quieres que el caballero no se quede solo

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Si quieres que el timador vuelva

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Si quieres que el timador no vuelva

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Después de que Ferrán le contara al caballero que el señor posiblemente le engañaria, el caballero cogió los 500 ducados. El caballero escapó con Ferrán y canceló con el hombre el trato pero el señor no le devolvió el dinero. El señor pensaba que tenía el dinero pero no era así. El señor lo descubrió y empezó a buscar al caballero y pasaron días, semanas, y meses pero él seguía buscándoles y mientras tanto ferrán y el caballero encontraron la piedra filosofal y se hicieron ricos.

EDUARDO CABELLO Otro final

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Un mes después el alquimista fue a visitar de nuevo al caballero. Ferrán tenía un diario en el que escribía detalladamente cada momento con el caballero. Al día siguiente el caballero quiso leer los estupendos textos de Ferrán. El caballero los leyó y le encantó. Pasados unos años Ferrán, dejó de ser siervo para el caballero y se convirtió en un famoso escritor. Publicó muchos libros y además se hizo rico y se fue a vivir a Hawai. Cuando Ferrán se hizo viejo y decidió volver a su país y quería darle gracias al caballero por haberle cuidado toda su infancia pero el caballero había fallecido por un infarto. Fue a su tumba y dejó unas flores encima, pero del susto Ferrán falleció de un infarto.

RUBÉN VALBENY

Otro final

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Al cabo de unos meses vino un amigo del caballero a cenar a su casa. El amigo le dijo que le iba a contar una historia que le había pasado: -Vino un desconocido y me pidió 500 ducados para un viaje a Italia para encontrar una sustancia que convierte un metal en oro. -Tú ¿qué opinas? Eh. Dijo el caballero: -Bueno y se puso rojo como un tomate. El joven que estaba escuchando la conversación detrás de la puerta, sonrió para si mismo y más tarde por la noche escribió en su famosa libreta: “Al final creo que tenía razón sobre el alquimista”

ANA CEJUDO Otro final

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Cuando regresó el embaucador de Italia le dio parte de su piedra, Fernán escribió en su libreta lo que había ocurrido. Pasados unos días, el jefe de Fernán se enteró de que el embaucador le había engañado pidiéndole 100 ducados más y también la piedra era falsa. El jefe de Fernán llamó a la policía para denunciar al embaucador y que le devolviera los 600 ducados que le había robado el embaucador. Cuando la policía iba tras de él, el caballero dio las gracias a Fernán por avisarle de todo. Para premiarle, le subió el sueldo y le proporcionó todas las libretas y toda la tinta que el joven necesitó. Fernán se lo agradeció y se ocupó de hacer saber al pueblo que habían atrapado al embaucador. Y todos fueron felices.

ALBA MARCO Otro final

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A los tres días el hombre aún no había llegado de Italia y el caballero comenzó a preocuparse. - Me dijo que tardaría pocos días. ¿Tú qué crees joven?dijo el caballero. -Tranquilo señor, – lo consoló el jovencito- tal vez yo me equivoco y viene. Los días pasaban y pasaban, pero el hombre no volvía. Dos años más tarde el hombre volvió y las cosas se pusieron feas. -Hola señor, le traigo una propuesta. ¿Conoce la piedra filosofal? -Sí, usted fue una gran ayuda para conocerla mejor, pero me dijo que volvería y no lo hizo. -Pero, pero… yo… no sabía que… -¡Guardias! ¡Venid!- Gritó el joven mandado por el caballero. Los guardias arrestaron al timador y el caballero le dio la enhorabuena al joven Ferrán. En el pueblo, todos se enteraron de lo sucedido y se alegraron tanto que celebraron una fiesta.

ANA FLORES Otro final

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Pasaron unos meses y el caballero le dijo a Ferrán: -Discúlpame, pensé que el alquimista no era un timador. –Y Ferrán le contestó: - No pasa nada señor, esto puede pasar. –Al caballero se le ocurrió una idea, ir a buscar al alquimista que le había timado y Ferrán quiso ir con él. Cuando llegaron a Italia vieron muchos carteles en los que ponía: “Se busca un timador, la recompensa son 100.000 ducados, tiene el pelo negro, ojos azules, es de estatura media y tiene unos 38 años”. El caballero y Ferrán dijeron a la vez: -Es el que buscamos. –Así comenzaron su búsqueda. Cuando paseaban por el mercado vieron al timador y avisaron a toda la gente de que estaba allí, así que, lo consiguieron capturar y le dieron la recompensa a Ferrán y al caballero y la repartieron entre todos a los que habían timado y los que le ayudaron a capturarlo.

IVÁN CALVO Otro final

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Cinco meses después el caballero estaba preocupado, porque el alquimista no volvía. Un día el caballero y Ferrán salieron a dar un paseo con los caballos. Cuando llegaron al pueblo se encontraron con un grupo de gente que escuchaba a una persona. Al acercarse al grupo se dieron cuenta que la persona que hablaba era el alquimista. Cuando acabó de hablar, el caballero se acercó y le preguntó por la piedra filosofal. Él no sabía que responder y se fue corriendo, el caballero le persiguió y lo atrapó. Le volvió a preguntar que dónde estaba la piedra filosofal. Como el alquimista no sabía que responder, le pidió que le devolviera los 500 ducados. Él se negó, y lo metieron a la cárcel y vivieron felices para siempre.

ÓSCAR LOSTAL Otro final

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Ferrán y el caballero esperaron 2 años y entonces vieron al alquimista diciéndole si le daba 500 ducados más y dijo: -Vale, pero solo 500 ducados más porque es para la causa que si no. - Bien, muchas gracias no se arrepentirá de lo que has hecho. El caballero y Ferrán lo pusieron en su escrito pero no cambiaron nada y tuvieron que esperar. Al cabo de 3 años el caballero y Ferrán se miraron con cara de decirse que no vendría. Así vinieron muchos alquimistas pero no se fiaron de ellos hasta que uno también dijo lo de la piedra y este a Ferrán sí que le pareció convincente y al caballero también le parecía bien, entonces le dio 500 ducados y se marchó. Este muchacho llamado Rubén les decía de todo en las cartas; que estaban muy cerca, aun más cerca hasta que al final la encontraron y al caballero le dio lo que le debía y más y así lo pusieron en los escritos de Ferrán. Encontraron a un alquimista bueno y ganaron mucho dinero.

RUBÉN ORDOVÁS Otro final

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Cuando pasó aproximadamente un mes el caballero se disculpó ante Ferrán y le dio la razón porque el desconocido no había llegado todavía. Al cabo de casi seis meses se presentó el desconocido en la puerta del caballero. El desconocido alquimista le devolvió los 500 ducados que le había quitado y le explicó porqué. Lo que pasó fue que el desconocido era un embaucador que se fue a Italia solo. Cuando hizo el negocio ganó muchos ducados entonces pensó en ser una buena persona y devolver el dinero que le había quitado a muchas personas. Y en adelante el desconocido se hizo amigo de Ferrán y del caballero y además nunca más volvió ha hacer timos.

DANIEL OLMOS Otro final

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Pasó el tiempo y no se recibían noticias de nada. Ferrán iba escribiendo sobre lo que le ocurría día a día. El joven seguía pensando que el alquimista era un embaucador y que no regresaría. Sin embargo el caballero pensaba que regresaría, pasaron los días y el caballero le pidió la libreta. Le dijo al joven: -Me gusta mucho lo que escribes cada noche. Un tiempo después, se rumoreó por el pueblo que un alquimista estafó a diez caballeros llevándose quinientos ducados de cada uno. El caballero al ver lo ocurrido se quedó muy enfadado. Al final, el caballero se quedó sin quinientos ducados. El joven le explicó que era imposible que una piedra convirtiese el metal en oro. El caballero se dio cuenta de que había cometido un error y nunca más le estafarían.

AITANA PÉREZ Otro final

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El tiempo pasó y no volvió. El criado tenía toda la razón El caballero no quería reconocerlo así que lo despidió. Ferrán se echó a llorar para intentar dale pena al caballero, pero no fue así. Después de unos días el caballero se sentía solo y se compró un perro. Se pasaba todas las horas con él enseñándole trucos. Al cabo de unos años el perro tenía más y más arrugas y ya no le gustaba. Y al final se le escapó, el caballero estaba una vez más solo. Cuando fue a dar el paseo matutino. Vio a Ferrán y le dijo que si quería trabajar y la casa ya no estuvo más sola.

ÚRBEZ MODREGO Otro final

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Pasado el tiempo (un año) volvió y el caballero cuando se enteró de que había venido. Corrió a Ferrán a contárselo y el caballero le dijo: - No, lo ves Ferrán, te dije que iba a volver y que no era un embaucador. El caballero esperándolo con entusiasmo en el salón, se disgustó al ver que no llegaba su oro. Ferrán se escondió para ver que decía. Ferrán descubrió que las obras estaban parando porque les faltaba dinero, así que había venido para pedirle 500 ducados. Pero ahora le pedía 1000 ducados. El caballero se lo pensó y decidió que sí se los iba a dar, pero con una condición, y dijo: - Que me dupliques la cantidad de oro. Y de nuevo aceptó (el tunante). Ferrán, que se enteró de todo, lo escribió. Pasados 5 años no volvió, es más, nunca lo vieron pasar por ahí, así que un día el caballero le pidió perdón a Ferrán y decidió no dar más dinero a nadie, a no ser que lo conocieran.

PABLO ORDOVÁS Otro final

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Pasaron los años y el timador no llegaba. Una mañana el caballero admitió que ese señor no venía, que el niño tenía razón. Pero en ese momento llamaron a la puerta, con mucho entusiasmo. El caballero abrió la puerta y, resultó que era el cartero, que traía un paquete. Entonces el joven dijo: - Lo ve señor, como tenía razón. El caballero comentó: - Lo reconozco. Ahora vamos a abrir el paquete. El joven dijo: - ¡Anda si hay un mensaje del señor que se fue a por ese material! - Aquí dice que se quedó atrapado en una cueva y no puede salir. - Lo siento mucho, señor. - No importa. Ves como yo tenía razón. - Y toda la razón del mundo, señor. Desde entonces continuaron su vida de forma normal. Por supuesto el caballero siguió leyendo sus escritos y el joven continuó sirviendo al caballero.

MARÍA ROY Otro final 16


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