Lecci贸n 9 para el 27 de agosto de 2011
A diferencia de otras religiones, la Biblia enseña (en ambos Testamentos) que la salvación es solo por gracia. Nada que hagamos puede lograr que seamos aceptados por Dios. Nuestras buenas acciones, por bien intencionadas que sean, aunque inspiradas por el Espíritu, nunca podrían salvar el abismo que el pecado provocó entre Dios y la humanidad. Solo la muerte de Jesús acreditada a nosotros por fe, solo la justicia de Cristo, que él logró en su vida, y que es dada a todos los que la aceptan, puede salvar al pecador. ¿Significa esto que nada de lo que hacemos, decimos o pensamos tiene que ver con nuestra relación con Dios?
¿Qué dicen respecto a esto los profetas?
Dios ordenó al pueblo de Israel un sistema de adoración a través de sacrificios, fiestas, ofrendas, diezmos y ayunos. No obstante los profetas del Antiguo Testamento tuvieron palabras muy duras respecto a este sistema ritual. “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?...” (Miqueas, 6: 6-7) “No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este” (Jeremías, 7: 4)
“No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes” (Isaías, 1: 13)
¿Por qué hablan los profetas contra los ritos ordenados por Dios?
¿Qué hacía el pueblo para Dios, pero que no agradaba a Dios? Miqueas, 6: 6,7 Le ofrecía holocaustos. Sacrificaba becerros de un año. Mataba millares de carneros. Libaba diez mil arroyos de aceite. Estaban dispuestos a hacer cualquier tipo de sacrificios. ¿Cuáles eran las condiciones bajo las cuales Dios se agradaría con estos sacrificios?
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“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: Podemos adorar correctamente a Dios, solamente hacer justicia, siguiendo con exactitud lo que Él nos ha pedido. y amar misericordia, Pero Él nos pide además que actuemos con
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y humillarte ante tu Dios”
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justicia, misericordia y humildad.
(Miqueas, 6: 8)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo, 23: 23)
“El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas, 7: 19)
¿Qué hacía el pueblo para Dios, pero que no agradaba a Dios? Isaías, 1: 11-14 Sacrificaba holocaustos de carneros. Quemaba sebo de animales gordos. Derramaba sangre de bueyes, ovejas y machos cabríos. Daba ofrendas para el templo. Ofrecía incienso. Guardaba las lunas nuevas, los sábados y las fiestas solemnes. ¿Cuáles eran las condiciones bajo las cuales Dios se agradaría con estos sacrificios? “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; Aunque Dios instituyó un buscad el juicio, sistema para adorarle, lo que Él restituid al agraviado, más valora es nuestra actitud haced justicia al huérfano, hacia los demás. amparad a la viuda” (Isaías, 1: 16-17) “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1ª de Juan, 4: 20)
¿Qué hacía el pueblo para Dios, pero que no agradaba a Dios? Isaías, 58: 2-3 Buscarle cada día. Estudiar Sus caminos. Pedía juicios justos. Quería acercarse a Dios. Ayunaba. Humillaba su alma. ¿Cuáles eran las condiciones bajo las cuales Dios se agradaría con esta adoración? “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?... Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida…” (Isaías, 58: 6-10)
“Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí… en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan” (Isaías, 58: 8-11)
¿Qué hacía el pueblo de Israel, que NO agradaba a Dios? Jeremías, 7: 8-10 Confiar en palabras de mentira. “No fiéis en palabras de Hurtar. mentira, diciendo: Templo Matar. de Jehová, templo de Adulterar. Jehová, templo de Jehová Jurar en falso. es este” (Jeremías, 7: 4) Incensar a Baal. Andar tras dioses extraños. Pensaban que les bastaba con asistir al templo, para ser salvos. ¿Cuáles eran las condiciones bajo las cuales Dios se agradaría de ellos? “Pero si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro” (Jeremías, 7: 5,6) No pensemos que por asistir al templo o estar inscrito en los registros de la iglesia ya podemos vivir como queramos el resto de la semana, aunque la salvación es solo por gracia, toda nuestra vida debe ser consecuente con lo que creemos.
“Ponte a la puerta de la casa de Jehová, y proclama allí esta palabra, y di: Oíd palabra de Jehová, todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar a Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar… os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre” (Jeremías, 7: 2-3,7)
¿Qué hacía el pueblo de Israel, que NO agradaba a Dios? Isaías, 44: 9-20 Adoraban ídolos.
“Parte del leño quema en el fuego; con parte de él come carne, prepara un asado, y se sacia; después se calienta, dice: ¡Oh! me he calentado, he visto el fuego; y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra delante de él, lo adora, y le ruega diciendo: Líbrame, porque mi Dios eres tú” (Isaías, 44: 16-17)
¿Cuáles eran las condiciones bajo las cuales Dios se agradaría de ellos? “Acuérdate de estas cosas, oh Jacob, e Israel, porque mi siervo eres. Yo te formé, siervo mío eres tú; Israel, no me olvides. Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías, 44: 21-22) “Como adoradores del Dios verdadero y viviente llevaremos el fruto correspondiente a la luz y a los privilegios que disfrutamos. Muchos están adorando ídolos en vez de adorar al Señor del cielo y de la tierra. Todo lo que ame y en lo que confíe el hombre en vez de amar al Señor y confiar totalmente en El, se convierte en un ídolo, así es registrado en los libros del cielo” E.G.W. (Reflejemos a Jesús, 6 de abril)
Dios es el Creador; él es nuestro único Redentor; él puede salvarnos y, por eso, solo Él es digno de nuestra adoración y nuestra alabanza. Isaías se burla de los que crean ídolos con sus propias manos, y luego se inclinan y los adoran, algo que “para nada es de provecho”.
Y, por necio y ridículo que nos parezca esto, ¿no estamos en peligro de hacer algo similar, al dedicar nuestras vidas, tiempo y energía a cosas que, al fin, “para nada es de provecho”, que no satisfacen las necesidades más profundas del alma ahora, y que no pueden redimirnos al final del tiempo? Cuán vital es que velemos y oremos.
Al comparar la experiencia de adoración del rey Uzías y el profeta Isaías podemos comprender cuál es la actitud personal que Dios requiere del que le adora.
El rey Uzías entró en el templo para ofrecer incienso a Dios aunque este papel solo le correspondía a los sacerdotes.
Estando en los atrios del templo, Isaías recibió una visión del trono de Dios.
Uzías pensó que era digno de estar ante el Dios Santo.
Isaías se sintió completamente indigno, por ser pecador, de estar ante la presencia del Dios Santo.
Dios castigó a Uzías con lepra (símbolo del pecado) y quedó incapacitado a partir de ese momento para seguir desempeñando su puesto como rey.
El pecado de Isaías fue perdonado y Dios le preparó para llevar Su mensaje a partir de ese momento.
En el ejemplo de Isaías vemos una actitud de arrepentimiento, una disposición a reconocer la pecaminosidad propia y su necesidad de gracia.
Piensa cómo serían nuestros servicios de adoración si los adoradores sintieran haber estado en la presencia del Dios santo, quien nos hace conocer nuestra propia pecaminosidad, y la necesidad de su gracia salvadora y su poder purificador. Imagínate si los cantos, la liturgia, la oración y la predicación actuaran juntos de una manera que nos condujera a la fe, al arrepentimiento, a la purificación y a estar dispuestos a clamar: “Heme aquí, envíame a mí”. De eso se trata la adoración.