El sentido del final en los libros para niños

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BENEMÉRITA ESCUELA NORMAL “MANUEL ÁVILA CAMACHO” Quinto semestre Literatura infantil

“Evidencia

de lectura”

¿FUERON FELICES Y COMIERON PERDICES? El sentido del final en los libros para niños Hasta la década de los años setenta del pasado siglo lo que se esperaba de los cuentos infantiles era que las historias acabaran «bien». Actualmente, ya no es así: abundan los libros para niños pequeños que no acaban bien, o que ofrecen un final «abierto» , o que, directamente, acaban «mal» Si referimos estos interrogantes a los libros infantiles, aparecen aparejadas algunas cuestiones sobre las que puede resultar interesante reflexionar: 1. La primera es que los cuentos acompañan a los niños en la construcción de su sentido de final narrativo durante los primeros años de vida. Tiene que ver con la resolución de la trama. 2. La segunda es que el desenlace de estos cuentos va ligado a una propuesta moral, y la educación moral va íntimamente asociada al discurso que los adultos dirigimos a los niños. Tiene que ver con la resolución del sentido de la historia. 3. La tercera es que el tipo de desenlace evoluciona según los parámetros educativos y artísticos de cada época. Tiene que ver con el «aire de los tiempos» La psicología cognitiva se ha esforzado en explicar la necesidad humana de dotarlo todo de inicio y final incluyéndola en la narración como forma de pensamiento. Así, por ejemplo, nos pensamos a nosotros mismos en forma narrativa desde el nacimiento hasta la muerte y, si bien la literatura no puede dar sentido a nuestras vidas La categorizaron en seis etapas —de la capacidad de establecer una simple estructura asociativa entre los elementos narrativos al dominio de una estructura basada en «un personaje al que le pasan cosas» (una estructura que predomina a los cinco años y que ya integra los eventos en una línea cronológica)—, hasta que finalmente se establece una estructura narrativa del tipo inicionudo-desenlace Los estudios sobre anticipación en historias incompletas muestran que, a los seis años, lo más frecuente es formar expectativas sobre las últimas líneas del texto más que sobre toda la narración, por lo que sólo a los once o doce años los niños son capaces de construir finales consistentes. La mayoría suele recurrir a algún tipo de cierre «débil» como, por ejemplo, dormirse, que es el final por excelencia de los libros para pequeños. Más tarde, los niños serán capaces de seguir una narración completa, con un conflicto inicial que termina resolviéndose.


En los últimos tiempos han proliferado otro tipo de estructuras que podríamos llamar catálogos. No son propiamente narrativas, ya que debilitan el final en favor de series imaginativas inconexas, como cosas que me gustan o colecciones de objetos fantásticos. Mientras los niños no dominan el esquema narrativo, esta falta de intriga se acomoda a sus capacidades, como acabamos de señalar. Pero pronto necesitarán textos ricos en tensión, aquellos en los que la distancia entre el punto donde se encuentra la lectura y la capacidad para prever cómo terminará la historia es grande. El final supone, pues, un elemento decisivo para otorgar sentido a la narración y para provocar la reacción emotiva del lector. Este inmenso poder hace que los finales hayan ensayado caminos diversos. el desenlace positivo de los cuentos populares fue uno de los aspectos más valorados por los psicólogos que se dedicaron a analizar la literatura infantil a lo largo del siglo XX. Así, el psicoanálisis puso tanto énfasis en las virtudes de los finales felices que rechazó rotundamente los escasos desenlaces de la literatura infantil que no resultaban nítidamente positivos. Antiguamente los libros infantiles se dirigían sólo a los niños que ya sabían leer. Mientras no sabían, mientras estaban aprendiendo en las cartillas y abecedarios, se suponía que las historias las leerían y narrarían los adultos. Pero cuando la forma de enseñar a leer cambió, surgió la necesidad de utilizar cuentos «de verdad» y no sólo materiales didácticos.


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