Manual 2

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Ravazzola, María Cristina Mujeres participando en la democratización de las familias / María Cristina Ravazzola, Emma María Reyes Rosas, Gisela Sánchez Díaz de León ; [presen.] Beatriz Schmukler, Xosefa Alonso. – México : Instituto Mora, 2010. 114 p. ; 26 cm. – (Manuales construyendo alternativas de convivencia familiar ; 2) Serie coordinada por Beatriz Schmukler Scornik Bibliografía: p. 111-112 1. Mujeres – Identidad. 2. Familia – Estructura – Modificación. 3. Roles sexuales. 4. Familia. 5. Identidad de género. 6. Democracia I. Reyes Rosas, Emma María, coaut. II. Sánchez Díaz de León, Gisela, coaut. III. Schmukler Scornik, Beatriz, coord. IV. Alonso, Xosefa, prol. V. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (México, D.F.). VI. t. VII. ser.

Obra publicada con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

Primera edición, 2010 D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac, 03730, México, D. F. Conozca nuestro catálogo en <www.mora.edu.mx> ISBN: 978-607-7613-43-5 obra completa ISBN: 978-607-7613-45-9 vol. 2

Impreso en México Printed in Mexico


ÍNDICE 5 Agradecimientos Beatriz Schmukler 9 11 14

Introducción general Beatriz Schmukler y Xosefa Alonso ¿Por qué proponemos una democracia familiar? Estructura de los manuales

17 Presentación 21 CARACT ERÍSTICAS Y DESEMPEÑOS CULTURALES ATRIBUIDOS A LAS MUJERES Y LOS HOMBRES EN LAS FAMILIAS MEXICANAS 22 De jerarquías desiguales a la construcción de relaciones cada vez más democráticas 25 Características que las culturas atribuyen a las mujeres 26 Características negativas atribuidas a las mujeres 28 El ciclo de vida de las mujeres 30 Las necesidades de las mujeres y las políticas públicas

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SOCIALIZACIÓN Proceso de socialización en la infancia Mandatos sociales del ser mujer Aspectos e ideas clave LAS MUJERES SE REAPROPIAN DE SUS CUERPOS Cuerpo propio y cuerpo enajenado Construyendo el bienestar de mi cuerpo y de mi vida: un compromiso individual, colectivo y social Sexualidad Cuidado de sí mismas


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ORGANIZACIÓN DE LA VIDA DOMÉSTICA Y LA VIDA FAMILIAR Construcción de la conciencia doméstica y familiar La salud de las mujeres Dificultades para registrar deseos propios Conciencia de los propios recursos, capacidades y competencias

74 RELACIONES AFECTIVAS, ESPACIOS PROPIOS Y ESPACIOS COMPARTIDOS 74 Reencuentro con nosotras y nosotros mismos 80 Mensajes que se inscriben en nuestro ser 83 Necesitamos estar atentos a nuestros propios procesos y aprender a escuchar nuestra propia voz interior 87 MUJERES: PODER Y AUTORIDAD 89 La autoridad de las mujeres 93 El lugar de las mujeres en las acciones comunitarias y en la participación política. Redes de apoyo 99 Hacia una visión positiva del poder 104 Algunas dimensiones del poder de las mujeres 108 Explorando formas de ejercer el “poder con”, superando la tendencia a ejercer el “poder sobre” 109 Condiciones culturales que operan en el empoderamiento de las mujeres 111 BIBLIOGRAFÍA 113 SOBRE LAS AUTORAS


Agradecimientos Beatriz Schmukler Estos manuales están dedicados a la memoria de nuestra queridísima compañera Martha Acosta Ruiz, quien nos sigue acompañando en toda nuestra lucha por las transformaciones familiares. Quiero dar las gracias a todas las personas que participaron con nosotros y nosotras en la creación del enfoque de democratización familiar, especialmente a Clemencia Muñoz por su apoyo intelectual y capacidad creativa en la búsqueda de nuevas modalidades de convivencia familiar. Clemencia respaldó esta iniciativa cuando fue representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el año 2000 y luego cuando fue directora de la Fundación Kellogg. Agradezco el auspicio y la asistencia intelectual y técnica del PNUD en la ejecución del proyecto Propuestas para una Convivencia Democrática en la Familia, núm. 00013567, entre los años 2001 y 2004. Vinculado con dicho proyecto agradezco el apoyo del INMUJERES nacional para realizar la prueba piloto del enfoque. A los institutos o programas estatales de la mujer y de equidad de género de los diez estados participantes: Baja California Sur, Distrito Federal, Querétaro, Guanajuato, Puebla, Monterrey, Sonora, Sinaloa, Veracruz y Yucatán. Los primeros borradores de estos manuales se construyeron en esos años bajo el trabajo editorial de Xosefa Alonso Sierra, con los aportes de las y los participantes de estas experiencias, los equipos estatales, las promotoras y promotores de los programas sociales, y asesores en la revisión de las versiones sucesivas de los diversos temas que abordan los manuales. Paco Cervantes y Roberto Garda del Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias (CORIAC) ayudaron también a enriquecer estos manuales con sus sugerencias y críticas constructivas. Le damos un especial reconocimiento al equipo Salud y Género, A. C., por la autoría de tres manuales y su lectura detallada; sus comentarios fueron muy importantes para la concreción y enriquecimiento de estos trabajos. Agradezco en especial al equipo de investigadoras, investigadores, directoras de institutos y consejos estatales de las mujeres y de equidad y género, así como a directores y profesionales de programas gubernamentales que participaron en     5


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esta primera etapa de construcción del enfoque y creyeron en su importancia para prevenir la violencia de género. Nombro aquí a las personas más cercanas y sé que podré olvidar muchas, a quienes les debo también gratitud: Tatiana Ramos, Maribel Arellanes, Margarita Ortega, Elia Cervantes, Rafael Uro, Cecilia Zermeño e Irene Victoria López, de Guanajuato; Milagros Herrero Buchanan y Karla Hernández, de Yucatán; Claudia Hernández, Thelma Pedroza, Erika Meza Rosas, Mónica Díaz de Rivera y Angélica de Lara Herrera, de Puebla; María Cristina García Quintana y María Pilar Sáinz Reyes, de Querétaro; Noemí Ales Gatti, Eduwiges Vega Padilla y Columba Norzagaray Gámez, de Sinaloa; Patricia López Navarro, María Teresa García Pelayo y Elizabeth Anayensi Alvarado Palacios, de Baja California Sur; María Antonieta Margot Loustaunau, Rosario Román Pérez, Teresa Caraveo Galindo e Icela Moreno, de Sonora; Martha Patricia Colorado y Maricela Cienfuegos, de Veracruz; María de Lourdes Montes de Oca, Thelma Vilchis García, Heddy Mayanin Villaseñor Hernández, Isabel Ramos Alvarado, Georgina García Reyes y Luz Rosales Esteva, del Distrito Federal; Blanca Guerra, María Elena Chapa y Francisco Gallo Granados, de Nuevo León. A los queridos y queridas compañeras(os) del proceso de fundación del enfoque de democratización: María del Rosario Campos Beltrán, Xosefa Alonso Sierra, Nury Escobedo, Gloria Cardona González, Marcelo Carrillo Babani y Loreto Bravo. A mi querida compañera de ruta, María Jiménez, con quien todavía seguimos desbrozando malezas para la prevención de la violencia de género en las familias. A Carolina Coppel, de la Fundación Kellogg, quien participó con todo su amor y entusiasmo en el programa de capacitación en Oaxaca, y a los queridos compañeros y compañeras de Sinergia, con quienes nos transformamos juntos en los años 2006-2007. Gracias a Carolina por su apoyo en el desarrollo del programa en Morelos, Yucatán y Distrito Federal de 2007 a 2008 y en la producción del primer Manual para la prevención de la violencia familiar, con el enfoque de democratización en programas sociales. Agradezco a las y los participantes durante el seguimiento de la aplicación del enfoque de democratización en las comunidades con las que trabajan en Morelos y Oaxaca. En Oaxaca a Teresita de Jesús Santaella, Adriana Cointa, Araceli García, Leonor Zárate, Rebeca Ramos y Edith Juárez, de Centéotl, y a Luis Cervantes, de CENTRARTE; en Morelos a todas las y los integrantes de las organizaciones que participaron en los talleres, especialmente a Magdalena Esperanza Solano de Autonomía, Libertad en Movimiento (ALEM), a Cecilia Mendoza de la Unidad Central de Estudios para el Desarrollo Social (UNICEDES), a Mariana Barreda del Centro Cultural el Callejón en Cuautla, a Arlette Michán de Caminando Unidos, a Elsa Román de los Centros de Integración Juvenil, a Leticia Ramírez de la fundación A Cambio de Nada, a María del Carmen Conde, Yanet Rosales y Carlos de la Mora.


Agradecimientos    7

A cada alumno y alumna del programa de formación en el Estado de México por las experiencias compartidas y los aprendizajes construidos como “agentes de desarrollo local para la prevención de la violencia de género”, en el proceso de cogestión de convivencias democráticas vivido este último año. A las compañeras y compañeros que decidieron constituirse en una red permanente de democratización familiar y que organizaron el Primer Foro de Democratización Familiar: Género y Violencia. Oriente del Estado de México, especialmente a Martha Martínez, Sergio Hernández, María Esther Peña, María de los Ángeles Salazar, Araceli Corona, Odeth Trejo, Áurea Hernández, Abigaíl Bazán, Yeny Díaz, Sandra González, Roxana Andrade, Lourdes Marroquín, Alejandra Oyosa, Carmen Zamora, Eva López, Ma. Elena Torres, Lorena García, Hortensia Ponce, Victoriano Martínez, Rocío Román, Lucero Chávez, Hugo Neri, Estíbaliz Vera, Nora Cinco y Francisco Morán. A las y los docentes del diplomado y el curso: Trinidad Gutiérrez, Juan Guillermo Figueroa, Marcos Zenteno, Etelvina López, María Jiménez, Hugo Rocha, Pilar Lomelín, Prudencio Mochi, Cristina Girardo, Lourdes Morales, Raquel Marchetti, Yolanda Corona, Mirta Blostein y Elizardo Rannauro, y a los docentes de la UAEM que apoyaron el desarrollo del diplomado: María Luisa Quintero, Carlos Fonseca y Juan Manuel Sánchez. A Milagros Herrero Buchanan, Etelvina López y al Fondo Intersectorial INMUJERES-CONACYT por su reconocimiento del enfoque de democratización y el apoyo brindado durante 2009 y 2010. A Dolores Manjarrez y Martín Winocur de la Dirección de Vinculación del CONACYT, por el apoyo brindado para el desarrollo del Programa de Formación de Agentes de Desarrollo Local para la Prevención de la Violencia de Género, en el 2010, y la producción de esta serie de manuales. Al grupo de docentes de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), con quienes estamos organizando un programa para la prevención de la violencia de género y la democratización familiar, estableciendo un diálogo paritario e interdisciplinario, que nos permite enriquecer y profundizar el enfoque. Especialmente a Patricia Palacios, Edita Solís, Oliva Solís, Blanca Isela Gómez, Sulima García y Miriam Herrera, responsables de desarrollar la guía de trabajo para el programa de la especialidad. A Luis Gerardo Ayala Real y a Patricia Aguilar, por sus contribuciones que nos hacen abrir nuestras mentes y corazones. A cada participante con quienes revisamos, cuestionamos, transformamos y mejoramos el enfoque en estos últimos tres años: Lizzy Palencia, Hugo Rocha, Olga Murguía, Mónica Morales y Maricela Martínez. Estos manuales que publicamos ahora son producto de diez años de gestación, ensayos y errores, y de procesos de transformación colectivos en nuestras familias y las familias que fantaseamos para un camino constante de construcción de alternativas de convivencia.



Introducción general Beatriz Schmukler Xosefa Alonso La serie que presentamos forma parte de una estrategia de trabajo para integrar el enfoque de democratización familiar en programas de capacitación en instituciones de gobierno y académicas, y en organizaciones de la sociedad civil. El objetivo de estos manuales es ofrecer herramientas para los promotores que trabajan en dichos programas, creando conciencia y recuperando vivencias sobre los malestares que sentimos en las relaciones familiares actuales. La posibilidad de reflexionar colectivamente en torno a dichas molestias nos permite buscar alternativas para prevenirlas o ponerles fin. El reconocimiento de los malestares que vivimos en las familias permite prevenir la violencia de género al poner en entredicho los conceptos y las vivencias de las actuales relaciones de género. Estas se basan en formas de dominación construidas socialmente desde los orígenes de la humanidad y que son cuestionadas por las mujeres desde los inicios del movimiento feminista en el siglo XIX. En el siglo XX, desde la primera Conferencia Internacional de la Mujer en 1975, se empiezan a deconstruir esos vínculos de dominación. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) es el primer tratado internacional que reconoce de manera expresa, desde 1979, los derechos humanos de las mujeres; México forma parte de ella desde 1981. Los países que han ratificado la CEDAW se comprometen a adoptar las medidas necesarias para erradicar todas las formas de discriminación contra las mujeres, ya que a través de sus 30 artículos establece las bases para el logro de una verdadera igualdad entre mujeres y hombres, tanto en el ámbito público como en el privado. La Convención de Belém do Pará, realizada en Brasil, fue adoptada el 9 de junio de 1994 por 31 de las 34 naciones que integran la Organización de Estados Americanos (OEA). México la aprobó en 1996. Ese reconocimiento ha significado un avance sustancial en relación con la protección de los derechos humanos de las mujeres, ya que califica la violencia contra la mujer como un delito y una violación a los derechos humanos.     9


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• Define la violencia contra la mujer como “cualquier acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como privado”. • Comprende la violencia dentro de la familia o unidad doméstica, en cualquier relación interpersonal, la que tenga lugar en la comunidad y la que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes. • Su aprobación fue fruto del esfuerzo sostenido del movimiento de mujeres en los ámbitos mundial y regional, y logró colocar en la agenda pública el tema de la violencia basada en género. Con estos manuales nos proponemos tender, sobre las relaciones familiares, una mirada que nos permita ver la realidad sin idealizaciones y sin normas rígidas que se conviertan en camisas de fuerza. Implica continuar con el proceso de deconstrucción de los vínculos de dominación de género en la familia e ir construyendo socialmente un concepto de democracia familiar que tenga su base en la equidad de género y en la construcción de un vínculo democrático de autoridad entre las generaciones. Supone un reconocimiento equitativo de la autoridad de hombres y mujeres, padres y madres, así como la participación de niños(as), jóvenes y miembros de la tercera edad en las decisiones familiares. No desconocemos la necesidad de autoridad en los grupos familiares; nos proponemos reconstruir significados y prácticas de autoridad basados en la corresponsabilidad, respeto a la diversidad y a los derechos humanos en las familias y de las familias. Nos proponemos tomar conciencia de nuestros deseos diferenciados y ser capaces de resolver conflictos de modos negociados; pero, al mismo tiempo, reconocer las creencias que nos impiden resolverlos con libertad; visualizar los prejuicios sobre lo que deben ser las mujeres y los hombres, sobre la disciplina de las hijas e hijos y sobre las maneras de vivir de otras personas, ancianas y ancianos, jóvenes, niñas y niños. Nos preguntamos qué podemos hacer para aceptar esas diferencias, siempre y cuando no lastimen los derechos individuales. Consideramos sustantivo reconocer nuestros prejuicios y autoritarismos, así como los obstáculos que tenemos que superar para poder cambiar. Queremos construir nuevas miradas y vivencias para situaciones nuevas que nos ayuden a superar la dominación de género mediante propuestas alternativas elaboradas con los grupos de trabajo en los talleres. Estos, a su vez, se constituyen dentro de los procesos de capacitación que forman parte de la construcción de nuevos significados de familias basadas en la equidad de género. Los procesos de capacitación son simultáneamente procesos de construcción social de significados y de articulación de actores que pueden impulsar procesos de transformación de la cultura de género. Estos manuales fueron conformándose colectivamente a partir de los temas más habituales que surgían en los talleres con las y los promotores. Dichos temas


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constituyen la base de las dinámicas que proponemos en ellos. Por ejemplo, aspectos que tenemos en común las madres y los padres cuando nos sentimos dueños de la vida de nuestras hijas e hijos y queremos imponerles conductas mientras ellos ya desean su libertad. ¿En qué consiste nuestra función en ese caso?, ¿cómo podemos, sin imposición, facilitarles también a ellos sus vidas?, ¿cómo ayudarlos sin permitirles transgresiones que vulneren los derechos de los demás?, ¿cómo pueden las y los jóvenes ser sujetos de su propia vida y llegar a acuerdos con sus madres, padres, compañeras y compañeros?, ¿qué hacer para que las niñas y los niños sean escuchados en un clima donde los adultos los respeten y a su vez les puedan pedir su participación en la vida del grupo?, ¿cómo resolvemos, a su vez las dificultades de padres y madres al poner límites a los hijos(as)?, ¿cómo resolvemos la desaparición de una autoridad clara para los adolescentes en tanto los viejos parámetros de autoridad se están debilitando? Queremos reemplazar el autoritarismo por una autoridad democrática basada en el respeto a la diversidad y al mismo tiempo rescatar valores de corresponsabilidad y compromiso afectivo: ¿cómo se construye cotidianamente una autoridad basada en la negociación y el consenso donde hombres y mujeres sean reconocidos como autoridades equitativas? Las mujeres estamos aprendiendo a reconocer nuestros deseos y nuestros derechos. ¿Cómo plasmar esta nueva manera de vivir al negociar con las otras personas y, al mismo tiempo, poner límites claros cuando necesitamos defendernos? También los hombres se están transformando, comienzan a reconocer los alcances del machismo y a reflexionar sobre “¿qué es un hombre de verdad?”, como se dice en el manual de Hombres participando en la democratización de las familias. ¿Acaso habrá un hombre de verdad, podremos ser individuos en relación, ser recíprocos y responsabilizarnos por nosotras, nosotros y las demás personas?

¿Por qué proponemos una democracia familiar? Esta democracia no implica anarquía, ni la necesidad de votar para tomar decisiones, tampoco significa debilidad respecto de los deberes familiares. Implica “aceptación de las obligaciones, además de derechos protegidos ante la ley”. Implica la protección de niñas y niños, de ancianas y ancianos y de las personas con discapacidad. No significa “falta de respeto y ausencia de autoridad”, sino equidad en las decisiones, en la distribución del bienestar y en la libertad de pensamiento y acción, así como “la posibilidad de réplica” y de disentir, de ser diferentes. Algunos de los criterios que supone la democracia familiar son: la posibilidad de compartir la autoridad y el poder entre los adultos a cargo y hacer partícipes a los demás miembros de las decisiones que afectan al conjunto.


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Ello conduce a propiciar consultas entre quienes ejercen el poder y la autoridad –así como con los otros miembros del grupo– para que surjan a partir de la reflexión nuevas preguntas y se llegue a soluciones de respeto y de mayor consenso y negociación. Planteamos problematizar las relaciones de género existentes y las maneras actuales de “resolver” conflictos. La propuesta es que –mediante el trabajo con los manuales en los talleres– se elabore, dialogue y reflexione colectivamente acerca de formas de respeto y equidad entre los géneros y entre adultos y niños. Se requieren metodologías para superar de manera conjunta las trabas que nos impiden imaginar nuevas salidas a nuestros conflictos, salidas que implican descubrir barreras emocionales y culturales. La reflexión supone encontrar en nosotras y nosotros mismos el cúmulo de obstáculos culturales para pensar. Para construir una vida democrática en las familias es necesario repensar la cultura de género y descubrir nuestras barreras emocionales para pensar. ¿Por qué hablamos de género en esta construcción?, y ¿por qué poner el acento en la necesidad de que mujeres y hombres revisemos en la vida de todos los días las modalidades habituales de ser mujer y de ser hombre? El enfoque de género es una manera de mirar las diferencias entre las mujeres y los varones y las relaciones que establecen; es un concepto que ayuda a pensar que el conjunto de atributos y expectativas que atribuimos a las personas de cada sexo biológico son características definidas y construidas por el conjunto de los miembros de cada sociedad en cada época histórica. Entonces, todas y todos somos sujetos activos de esa construcción conjunta y podemos generar cambios benéficos. La vida cotidiana es el escenario en el que se produce y reproduce la desigualdad entre los géneros. Esa desigualdad aparece en el día a día, de tal forma que las mujeres quedan al servicio de las necesidades domésticas, como personas vulnerables y altamente emocionales. Padres, maridos, hijas e hijos tienen derechos sobre las mujeres, mientras que los hombres quedan como los sujetos de autoridad y mando, con derechos y capacidad para tomar decisiones por todos. Esta forma de organización cotidiana construye la desigualdad entre los géneros y da lugar a dificultades de negociación que pueden traducirse en situaciones violentas cuando las mujeres no están dispuestas a aceptar pasivamente sus lugares subordinados y cumplir con el papel que se espera de ellas. La tendencia a transformar las diferencias en litigios, lamentablemente ha favorecido controversias y enfrentamientos más que conversaciones fructíferas entre quienes sustentan puntos de vista diferentes. Con el objetivo de adquirir habilidades en este tipo de conversaciones, estos manuales proponen entrenamientos y prácticas que intenten reforzar participaciones democráticas en las decisiones, que incluyen sugerencias, y a través de diálogos abiertos y continuos.


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Proponemos que los manuales nos permitan trabajar con nosotras(os) como personas, que no nos dé pena encontrarnos con los mismos problemas que la población a la que queremos ayudar. Ayudar es dialogar, escuchar y cooperar con las soluciones de los otros, tener una actitud de apertura hacia las diferentes alternativas. En este sentido, proponemos la reflexión, la comunicación y los recursos para la democratización familiar como ejes transversales presentes en cada manual. a) la reflexión es útil para realizar una revisión crítica de nuestras vivencias y actitudes, examinar problemas y modelos hegemónicos que se sostienen en relaciones de poder asimétricas. Nos permite preguntarnos cuáles son las causas de este tipo de relaciones, cómo se manifiestan, cómo se sostienen y cuáles son los costos y consecuencias para el individuo, para el grupo familiar y la comunidad. b) la comunicación se plantea como una herramienta para la convivencia y la solución de conflictos de una forma pacífica. Es una manera de percibir las diferencias que existen entre hombres y mujeres, distintas generaciones, experiencias, historias y culturas, aprendiendo a respetarlas sin juzgar negativamente lo diferente. Nos permite establecer maneras de comunicación que propicien acuerdos y prácticas para el bienestar de cada persona y del conjunto familiar, manifestar lo que sentimos y pensamos mientras que, a la vez, nos disponemos a escuchar y considerar la opinión de las otras personas. c) los recursos para la democratización familiar son herramientas, habilidades y un potencial individual y colectivo para la transformación de las relaciones familiares. Se trata de una búsqueda individual y grupal para acceder a alternativas posibles dentro de valores democráticos, de equidad, cooperación y solidaridad. Si bien estos principios se plantean como básicos y fundamentales para alcanzar relaciones democráticas, no se proponen como modelos a seguir, en tanto que cada persona, cada familia tienen experiencias y particularidades diferentes y, en consecuencia, ha de decidir y elegir la opción que más le ayude en cada momento. Nos preguntamos cómo podemos participar todos los miembros de una familia en decisiones, de acuerdo con nuestros recursos, como personas con derechos iguales; cómo podemos ir desarrollando acuerdos en función de las necesidades y los deseos de las personas sin seguir mandatos sociales que nos impidan ser y crecer a cada uno según nuestros deseos; cómo podemos las mujeres ser sujetos que nos autoricemos a crecer con autonomía y a remover de nuestros cuerpos las culpas del placer; cómo podemos sentir y entender las dificultades que tenemos para relacionarnos, hombres y mujeres, haciendo arreglos de corresponsabilidad que sirvan para cada una de las etapas de nuestras vidas. Debemos solucionar nuestros conflictos de manera negociada y rechazar las creencias que nos impiden


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resolverlos con libertad, visualizar los prejuicios sobre lo que deben ser las mujeres y los hombres, en cuanto a la disciplina de las hijas e hijos y las maneras de vivir de otras personas, ancianas y ancianos, jóvenes, niñas y niños. Nos preguntamos finalmente cómo podemos hacer para aceptar esas diferencias, siempre y cuando no lastimen los derechos individuales. Los manuales son una herramienta para establecer distintas formas de conversación. Esta nos sirve para reconocer nuestros miedos al fracaso en los vínculos que establecemos, nuestras dudas sobre los cambios que hemos experimentado nosotras, nosotros, nuestras hijas e hijos, nuestras parejas y los individuos involucrados en nuestras relaciones. Asimismo, los manuales constituyen un instrumento para auxiliar a las y los promotores en esta labor social que los convierte en líderes de relaciones humanas; para ayudarlos, en fin, a acompañar el proceso de transformación de las personas con quienes trabajan, con manuales enriquecidos con todas estas experiencias y aprendizajes a lo largo de estos diez años. El apoyo del CONACYT para publicarlos nos indica un interés por transmitir los productos de nuestras investigaciones a las políticas sociales y programas de prevención de la violencia de género y convertirlos en herramientas para la transformación de la cultura de género en una cultura de equidad. Recibimos retroalimentación de muchas personas que contribuyeron a enriquecer estos manuales con sus ideas y sugerencias, especialmente de los equipos estatales de coordinación y de las promotoras y promotores de los programas sociales que participaron en la revisión de las diferentes versiones de los manuales; sus ideas y experiencias fueron de mucha ayuda para lograr que estas herramientas se adaptasen a sus realidades. Consideramos de primordial importancia poder reconocer nuestros prejuicios y autoritarismos, así como los obstáculos que tenemos para cambiar. Nos referimos a las nuevas situaciones que estamos viviendo en nuestras familias y a la necesidad de construir nuevas miradas y vivencias para situaciones nuevas. En última instancia, estamos revisando el concepto de amor. Nos preguntamos si el acuerdo amoroso con el que nos constituimos como pareja y luego procreamos ha cambiado y si las necesidades y deseos que fueron surgiendo y transformándose tienen lugar en el amor de hoy; cómo conjugamos en ese amor los deseos individuales y los objetivos de los otros y las otras; cómo construir vínculos amorosos sin cercenar a ninguno de los miembros.

Estructura de los manuales Los seis manuales responden a una misma estructura. Se presentan primero los apartados “Agradecimientos” e “Introducción general”, que son comunes a todos


Introducción general    15

los manuales. Cada uno de estos cuenta con una “Presentación” donde se realiza un breve diagnóstico de la situación específica del grupo al que va dirigido. Por ejemplo, cuál es la problemática que viven las niñas y niños, los jóvenes, las mujeres, los hombres, etc. En función de esta descripción general de la realidad social de este grupo y en relación con los demás miembros de una sociedad, se plantea una serie de temas que se analizan en los capítulos de cada manual. Cada capítulo responde a un objetivo específico que remite a su vez al objetivo general del manual; los capítulos contienen varios apartados en los que se presenta una reflexión teórica y una o dos actividades como herramientas para las y los promotores en el trabajo con grupos. Dichas actividades son de carácter participativo, tienen el fin de hacernos reflexionar sobre nuestras propias vivencias y nos invitan a buscar caminos de cambio para aquellos aspectos que deseamos modificar de nuestro comportamiento en las relaciones laborales, familiares y personales, especialmente. Además de estas actividades o ejercicios para generar conocimiento y análisis, existen otras para dinamizar grupos de cooperación, comunicación, relajación, etc. Todas ellas se presentan como herramientas para lograr un proceso de aprendizaje. La serie de manuales “Construyendo alternativas de convivencia familiar” consta de los títulos siguientes: 1. En Hacia la democratización familiar en México, por María Cristina Ravazzola, se propone una reflexión acerca de las familias mexicanas, analizando cuáles son los cambios que están experimentando en las últimas décadas. A partir de visualizar cómo hemos ido transformando nuestras relaciones familiares, desde nuestros antepasados hasta la actualidad, se analiza la familia como un ente social en continuo cambio y evolución. En este texto se reflexiona sobre qué tipo de familia queremos y asimismo se proponen valores de equidad, respeto, solidaridad y cooperación como un camino para la conformación de familias más democráticas. 2. En Mujeres participando en la democratización de las familias, por María Cristina Ravazzola, Emma María Reyes Rosas y Gisela Sánchez Díaz de León, se reflexiona acerca de la educación y formas de socialización tradicionales que viven las mujeres. Contiene un replanteamiento sobre las relaciones autoritarias justificadas por el género y se propone fomentar procesos de empoderamiento y autoestima de las mujeres a través del conocimiento de sus derechos y el reconocimiento de sus deseos y valores, en armonía con la sociedad de la que forman parte. Asimismo, se consideran las formas de relación de las mujeres con las demás personas de la familia en vínculos de paridad y negociación. 3. En Hombres participando en la democratización de las familias, por Benno De Keijzer y Luis Gerardo Ayala Real, se plantea reflexionar sobre la participación de los hombres en sus relaciones de pareja y familia; el ejercicio


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de su paternidad, las creencias acerca de los significados de ser hombre en nuestra sociedad y las formas de ejercer la autoridad. La meta es acompañar a los hombres en la transformación de sus relaciones familiares y personales, así como reconocer y desarrollar recursos individuales y colectivos para la negociación de conflictos en la familia, con miras a vivir relaciones de equidad más justas que permitan el desarrollo pleno de hombres y mujeres. 4. Mujeres y hombres jóvenes hacia la democratización familiar en México, por Olivia Aguilar Dorantes y Silvia del Pilar López Hernández. El propósito de este manual es repensar nuestras concepciones de la juventud, y que las y los jóvenes examinen sus relaciones de familia, interpersonales y de pareja. Para ello se revisan las relaciones de autoridad y abuso de poder que pueden sufrir las y los jóvenes en los diferentes ámbitos de su vida y se cuestionan las funciones de género en nuestra sociedad. Partiendo de la reflexión sobre los principales ejes de conflicto, se plantea la construcción de alternativas para establecer relaciones que promuevan la solidaridad, la cooperación, el respeto y la equidad entre hombres y mujeres. 5. En Madres, padres, hijas e hijos hacia la democratización familiar en México, por María Jiménez Díaz, se propone problematizar los diferentes contextos familiares en los que se da la crianza de un ser humano, identificando y cuestionando los procedimientos autoritarios que pueden existir en las relaciones familiares, especialmente en la relación madres, padres, hijas e hijos. El objetivo es lograr una convivencia en donde las niñas y los niños recuperen sus derechos y responsabilidades de acuerdo con su nivel de madurez; se invita a conformar relaciones democráticas partiendo de la confianza, el respeto, la empatía y la conexión de la madre y el padre con sus emociones, primero, y con las de sus hijas e hijos, después. 6. En Niñas y niños hacia la democratización familiar en México, por Hugo Rocha Pérez y Yolanda Corona Caraveo, se expone la construcción de una visión distinta sobre las niñas y los niños, reconociéndolos como sujetos de derechos y deberes. Se trata de una visión alejada del enfoque de considerar a las niñas y los niños como objetos que han de ser controlados, manipulados y reprimidos. Se pretende generar en los adultos una sensibilidad hacia las niñas y los niños para comprenderlos, contar con ellos como aliados en la búsqueda de formas para mejorar nuestras relaciones familiares y contagiarnos de sus capacidades creativas, lúdicas, inventivas y de alegría.


Presentación Este manual se refiere en particular a la construcción social del género mujer, y su objetivo es buscar formas de desarrollo y socialización más amplios y más plenos tanto para mujeres como para hombres. La elaboración del manual está destinada a contribuir al trabajo que realizan promotoras y promotores, coordinadoras y coordinadores de programas que llevan adelante políticas públicas para impulsar la democracia en el ámbito familiar. El concepto de género es una manera de mirar las diferencias entre las mujeres y los hombres así como las relaciones que se establecen entre ambos. Nos permite visualizar cómo las diferencias sexuales se traducen en desigualdades, dando pautas para que se instauren relaciones de poder asimétricas. Es decir, da por resultado la reproducción de un poder que se impone sobre otro ser y que cruza la dinámica que se establece en las familias. Define lo que la cultura les atribuye a estas como sus rasgos psicológicos, sus derechos y deberes, sus funciones dentro y fuera de la familia; así como las conductas que deben seguir en cada situación según su sexo biológico. De esta manera, la construcción colectiva establece pautas sobre las oportunidades, las libertades y las restricciones al potencial de cada persona, diferenciadas y desiguales, en las que prevalece una cultura discriminatoria hacia las mujeres, que da como resultado menores oportunidades de desarrollo y asunción de autoridad. Puesto que quienes construyen esas características son los miembros de cada sociedad en la época histórica respectiva, todas y todos somos entonces sujetos responsables de esa construcción conjunta y podemos producir cambios beneficiosos en ella si reconocemos las diferencias y, al mismo tiempo, la igual dignidad de mujeres y hombres, así como la misma autoridad para gobernar en el ámbito público y privado. Por medio de este manual pretendemos encauzar procesos que permitan transformaciones positivas en las formas subjetivas de ser y sentirnos mujeres. Buscamos la ampliación de nuestro potencial mediante procesos de toma de conciencia de nosotras mismas en cuanto a ese potencial que a veces desconocemos. Para esto necesitamos abrir espacios propios de reflexión, de acrecentamiento     17


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de la confianza en nosotras, de conocimiento de nuestros derechos, y de reconocimiento de nuestros deseos y nuestros valores. Esos procesos de conciencia incluyen apropiarnos de la propia vida, del cuerpo propio, de proyectos y recursos propios, compartiendo con los hombres y con las instituciones del Estado las funciones de cuidado y protección de todos los miembros del núcleo familiar, en especial de los más vulnerables. Además queremos enmarcar dichos procesos, habitualmente llamados de “empoderamiento” de las mujeres, dentro del objetivo central de estos manuales, que es el de promover la democratización de las familias. Para esto es preciso tener en cuenta a las mujeres, no como seres aislados sino en su posición de participantes del conjunto de la sociedad. A pesar de que han ocurrido grandes cambios y avances en la emancipación de las mujeres, y aunque es visible su mayor participación en la vida pública como ciudadanas y como trabajadoras remuneradas, es evidente que todavía, mujeres y hombres, estamos lejos de alcanzar un nivel equitativo en esta dimensión. Asimismo, en el ámbito íntimo de las familias, aun cuando muchas mujeres han aumentado su conciencia de la autoridad que tienen sobre sí mismas y su familia, y encontramos múltiples ejemplos de mujeres como líderes de la democracia en el ámbito público y privado, las desigualdades de poder siguen siendo una constante y se establecen relaciones alejadas de modos democráticos de funcionamiento. Resulta entonces importante analizar y cuestionar el papel de las mujeres en las distintas esferas de la vida, tomando como eje central la organización de la vida cotidiana y revisando en conjunto las ideas que, acerca de las mujeres y los hombres, sostienen las personas encargadas de definir las políticas públicas cuyos destinatarios son las familias. Esto nos permitirá reflexionar acerca de la medida en que muchas veces reproducimos creencias que avalan modos autoritarios o, por el contrario, vamos construyendo nuevos significados de ser mujeres y hombres y actitudes más equitativas que propician relaciones familiares democráticas, lo cual redunda en el bienestar y desarrollo de todos sus integrantes. Comenzamos en el primer capítulo por poner la mirada sobre las imágenes y los significados que compartimos acerca de las mujeres. Queremos ampliar la perspectiva, revisar prejuicios e idealizaciones y debatir sobre nuestras diversas realidades de mujeres y las expectativas que despertamos. Incluimos en este tema nociones de las diferentes imágenes de las mujeres en relación con sus capacidades productivas y reproductivas y cómo eso tiene repercusiones a lo largo de nuestro ciclo vital. De qué manera las creencias sobre el “deber ser” de las mujeres en el ámbito familiar favorecen o limitan nuestro desarrollo como seres humanos que ejercen, entre otros, sus derechos a la salud mental, sexual y reproductiva, a la educación, al trabajo, a la participación social y política, a la recreación, a la cultura y a ser corresponsables en la autoridad familiar.


Presentación    19

El segundo capítulo está destinado a conocer pautas propias de nuestra socialización y los contrastes con la socialización de los hombres. Necesitamos darnos cuenta de la forma como hemos sido condicionadas a cierto tipo de pensamientos, de ideas, de emociones y acciones. También es necesario reflexionar acerca de cuánto podemos estar reproduciendo esos condicionamientos cuando limitamos nuestro desarrollo y criamos a nuestras hijas e hijos, o sea, darnos cuenta de cómo lo que hemos aprendido afecta y repercute en nuestra propia vida. Esta reflexión nos puede llevar a descubrir pautas que favorezcan más nuestro propio desarrollo y crecimiento y el de los miembros de nuestras familias. El tercer capítulo está dedicado a trabajar con nociones de identidad, aprecio, cuidado y apropiación de nuestro cuerpo, tema que ha sido un pilar en la construcción y recuperación de sensaciones ligadas a nuestra identidad positiva y nuestro propio poder en acción. Saber, descubrir y respetar quiénes somos y a qué queremos dedicar nuestra vida; aprender a decidir por nuestro bienestar, nuestra salud, nuestra sexualidad y desarrollo es aprender a tener autoridad sobre nosotras mismas en primer término para luego poder compartir la autoridad en la toma de decisiones que afecten a nuestras familias. El cuarto capítulo se refiere a la vida doméstica y a la vida familiar. En este apartado reflexionaremos en qué consiste la diferencia, ya que muchas veces se confunde en la vida diaria aquello que se requiere en cuanto al mantenimiento de la casa y los requisitos afectivos, de cuidado para cada una de las personas integrantes de la familia. También se reflexiona sobre el papel que las mujeres desempeñamos, como si estuviéramos predestinadas a la vida doméstica y como si estas tareas y estas conciencias fueran ajenas a la vida de los hombres. Procuraremos reubicar de manera valorativa esta categoría de la vida que nuestras culturas suelen desvalorizar haciendo invisible el enorme aporte afectivo y económico de las mujeres, a veces en dobles o triples jornadas. Así, podremos “remirar” de una manera más equitativa la distribución de responsabilidades y corresponsabilidades. En el quinto capítulo –sobre relaciones afectivas y espacios propios y compartidos– haremos un recorrido por nuestra historia para identificar de qué manera hemos aprendido a relacionarnos con nosotras mismas y con las personas que nos rodean. Reflexionar críticamente sobre las concepciones de amor y pareja con las que formamos y construimos nuestras familias nos permitirá revisar los acuerdos con los que establecemos vínculos afectivos, de manera que en el núcleo familiar se facilite la escucha y se respeten las necesidades de todos sus miembros. Tomamos como uno de los temas centrales del manual el poder y la autoridad de las mujeres –desarrollado en el capítulo sexto– porque lo consideramos esencial para la superación de las relaciones desiguales en general y en las familias en particular. La socialización de las mujeres nos prepara para complacer y obedecer pero no para ejercer nuestras capacidades de autoridad y liderazgo, de las


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que terminamos por no ser conscientes. Tampoco se legitima culturalmente la autoridad de las mujeres y se ve como natural que, en nuestras sociedades, sean los hombres quienes estén en esas posiciones. El poder se puede entender como una cualidad negativa cuando se asocia con dominio, fuerza o violencia que alguien ejerce sobre otras personas. Por empoderamiento entendemos el desarrollo de un poder positivo para transformarnos a nosotras mismas y a nuestro entorno, no es un poder sobre los otros sino con los otros. Se refiere el conjunto de capacidades para decidir sobre nuestra propia vida y nuestros recursos sin dañar a los otros. Tener autoridad sobre nuestra vida y detentar una figura de autoridad en nuestra propia familia es un poder legítimo El último capítulo nos posibilitará la reflexión acerca de las diferentes situaciones que viven las mujeres dentro de las familias según los diferentes contextos; por ejemplo: qué pasa con la autoridad materna en condiciones de extrema pobreza, o en situaciones donde las familias son recompuestas, con hijas o hijos de otras parejas; cómo se establece la autoridad materna de las madres adolescentes que dependen de las mujeres adultas (o de las familias), la autoridad materna de las mujeres indígenas que viven en sus comunidades o aquellas que migran junto con sus familias, de la autoridad de abuelas que vuelven a ejercer autoridad materna con los nietos porque sus hijas trabajan, etc. De esta manera se abrirá la reflexión sobre las diversas formas de familia, de autoridad materna y de opresión y empoderamiento, lo cual permitirá descubrir no sólo conflictos sino las distintas formas de solucionar estos problemas.


CARACTERÍSTICAS Y DESEMPEÑOS CULTURALES ATRIBUIDOS A LAS MUJERES Y LOS HOMBRES EN LAS FAMILIAS MEXICANAS Como expresamos en la Presentación de este manual, consideramos importante que las y los promotores de programas sociales revisen y puedan reconocer con qué ideas –aquellas que les surjan automáticamente acerca de las mujeres– se manejan en las situaciones que se les presentan.1 Buscamos aquí proporcionar sugerencias que les ayuden a ampliar, complejizar y flexibilizar esas ideas, teniendo en cuenta que se trata de nociones que nos acompañan continuamente en nuestras realidades cotidianas y nos influyen a la hora de nuestro desempeño profesional. Sin duda, escuchamos y participamos de definiciones y discursos sobre qué es ser MUJER y qué es ser HOMBRE. En general, casi de manera mecánica, nos aparecen ideas, imágenes y discursos acerca del “deber ser” tanto de un hombre como de una mujer: de las funciones que “tienen” que cumplir, de los comportamientos que “corresponde” tener, etcétera. Para comenzar, vamos a referirnos a las diversas realidades de las mujeres en su vida cotidiana –en las familias, en el trabajo, en la participación comunitaria, etc.– y a las relaciones que mantienen entre sí y con los hombres en todos estos ámbitos, y luego vamos a confrontar estos conocimientos con las ideas estereotipadas2 que a veces sostenemos. Una de las ideas que nos surgen en forma automática es la concepción de las mujeres y los hombres en relación de oposición, como polos de una dicotomía.3 Aunque es obvio que los hombres pertenecen a un sexo y las mujeres a otro, y parece simple referirse a dos sexos cuya diferencia biológica es observable (el

1  También

que registren cuáles son las ideas automáticas que les surgen acerca de los hombres. estereotipos son imágenes rígidas, muy definidas e inamovibles, acerca de alguna característica que describimos. En el tema del género se usan para dar idea de una caracterización de género muy fija, rígida y restrictiva. 3  Las dicotomías son formas de clasificar que suponen siempre la existencia de dos categorías que son diferentes, opuestas, que no se combinan. Es una concepción rígida que se vuelve automática cuando no se reflexiona sobre las diferencias. 2  Los

21


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cuerpo humano presenta características visiblemente diferenciadas por sexo, con diferencias de papel en la reproducción), esto no explica que se instalen estas dos categorías (femenina y masculina) en términos de oposición, ni explica diferentes jerarquías de una y otro, ni da cuenta de diferencias exageradas e injustificadas.

De jerarquías desiguales a la construcción de relaciones cada vez más democráticas A pesar de que estamos en un periodo socio-histórico de transición hacia organizaciones más democráticas que sostienen la intención de lograr relaciones cada vez más equitativas entre mujeres y hombres, tendemos a imaginar que el género masculino está ubicado en una posición jerárquica superior. Esta imagen no sería un derivado “natural” de las diferencias anatómicas y fisiológicas, sino una construcción cultural. Hay trabajos de historiadoras4 que sustentan la hipótesis de que esta dominación masculina no fue siempre tal y que existieron sociedades en que no existía. Dichos trabajos explican la dominación masculina por la necesidad y la voluntad de control de un poder especial que posee la mujer: la reproducción. Las desigualdades siguen siendo una constante en las organizaciones familiares y sociales aún no suficientemente democráticas. A pesar de los compromisos de todos los gobiernos en las conferencias mundiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)5 para impulsar un desarrollo con equidad, se calcula en cientos de años el acceso a la igualdad de género, lo que quiere decir que aún no se han reparado en la medida necesaria las injusticias hacia las mujeres. Por citar un ejemplo, en una noticia de la agencia informativa CIMAC se dice: Sin importar el estado civil, el lugar de residencia, ni el nivel de estudios o salarial, las mujeres siguen llevando las tareas domésticas sobre sus hombros. A este trabajo las mexicanas le dedican entre 12 y 18 horas cada día, sin derecho a salario, vacaciones o días de descanso. Lograr que la sociedad haga conciencia de la aportación de este trabajo extraordinario a las economías domésticas y nacionales es el objetivo del Día Internacional de Trabajo Doméstico, que el 22 de julio se recordará por 19 años consecutivos. En México, nueve de cada diez mujeres

4  Eisler,

Cáliz, 1990; Rubin, “Traffic”, 1975; Scott, Gender, 1988. las conferencias mundiales más importantes estarían la IV Conferencia Mundial de Población y Desarrollo, efectuada en El Cairo en 1994, y la de Mujeres, en Beijing, en 1995. Posteriormente se desarrolló Beijing + 5 en el año 2000 como un proceso de revisión de los objetivos de Beijing. Actualmente se realizan los preparativos para Beijing + 15, que se dedicará a revisar el establecimiento de la Declaración y la Plataforma para la Acción de Beijing 1995.

5  Entre


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realizan trabajo doméstico. En contraste, cuatro de cada diez hombres destina tiempo a estas actividades.6 Según el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), a pesar de que hoy hombres y mujeres comparten el rol de proveedores, no se ha generado un cambio similar en la redistribución de la carga de tareas domésticas. Como demuestran las encuestas del uso del tiempo realizadas en México, los hombres dedican en promedio 9.5 horas semanales al trabajo doméstico y las mujeres 42.5.7 Somos las mujeres y los hombres quienes sostenemos este orden jerárquico desigual. Si queremos cuestionarlo, necesitamos confrontarnos a nosotras y nosotros mismos con nuestras contradicciones, revisar los significados de “lo femenino” y “lo masculino”, considerar y aceptar las particularidades de cada persona y aceptar que mujeres y varones podemos tener comportamientos de los llamados femeninos y masculinos, sin que eso nos disminuya ni nos desnaturalice. Pensemos cuántas veces hablamos de un hombre como “mandilón” o de una mujer como “marimacha” o “machorra” y por qué. Las historias que nos contaron y nos cuentan en nuestras familias o en las escuelas, por ejemplo, reducen muchas veces los modos posibles de ser para las mujeres. También reducen las posibilidades de los varones al prohibirles expandirse fuera de las áreas de poder, reconocer su ternura, su vulnerabilidad, sus necesidades.8 Entre todas y todos podemos contribuir a la construcción de otras narrativas en las que las mujeres se constituyan como personas plenas, partícipes del orden social, con poder de decisión, dueñas de destinos variados, con múltiples capacidades, entre las que está la de procrear, pero no como única ni como indispensable para definirlas. Por ahora, las definiciones acerca de las mujeres, especialmente en el ámbito de la familia, las reducen a las funciones que se supone que ellas “deben” desempeñar para ser aceptadas (tareas domésticas, atender, cuidar, servir, dejar de lado otros intereses en bien de las necesidades del marido y de las de hijas e hijos).

6  Huerta,

“Dedican”, 2010. Incrementa, 2010. 8  Historias que consideramos propias de narrativas patriarcales y que también aparecen en canciones, refranes, etcétera. 7  Inmujeres,


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Actividad Tipos de creencias que reproducimos acerca de las mujeres Objetivo

Darnos cuenta de qué tipo de creencias se generan y reproducimos acerca de las mujeres, y cuáles refuerzan patrones restrictivos en cuanto a cómo deben ellas ser y comportarse. Entrenar para “leer entrelíneas” en las formas de hablar sobre las mujeres en los ámbitos de las profesiones y las instituciones. Tarjetas impresas con las frases que aparecen más adelante.

Material Desarrollo 1. Se forman pequeños grupos y se distribuyen en cada uno cinco tarjetas con frases de “uso o escucha corriente”. Luego se propone que cada grupo comparta con sus compañeras y compañeros aquello que las frases les sugieran. • Si la mujer no es madre no es suficientemente mujer. • Las mujeres son las responsables y quienes deben velar por la salud del marido y los hijos. Si los hijos muestran conductas indeseables, tienen problemas o enferman, las madres deben haber hecho algo mal. • El ámbito propio de la mujer es el doméstico. No es bueno que trabaje fuera de su casa ni que intervenga en política. Cuando participe en algún campo fuera de su casa, conviene que lo haga en niveles auxiliares o en trabajos correlativos a funciones maternales: maestra, enfermera, etcétera. • Las mujeres no son agresivas por naturaleza. Para defenderse, necesitan protección de algún hombre. • Las mujeres deben complacer a los demás, especialmente a los hombres. • Las mujeres son temperamentales y no se les puede confiar tareas que exijan distancia afectiva, serenidad y reflexión. • La mujer es valiosa si sacrifica sus proyectos personales al bienestar de su familia. Ella es quien debe cuidar de los niños, enfermos y ancianos. • Las madres son responsables de dar un padre a sus hijos. • La mujer es la heredera de Eva, quien indujo al hombre al pecado. Fue creada para que el hombre no esté solo, es decir, para cubrir una necesidad del hombre como protagonista. • La mujer es un hombre deficitario. Tiene menos calor intrínseco, vital, que el hombre. Aporta al embrión la materia mientras que el hombre aporta la forma. • Las niñas bonitas no se enojan. 2. La facilitadora o facilitador comparte con las personas del grupo las siguientes preguntas ampliatorias: ¿ Escuchaste estas frases alguna vez? • ¿Cómo te sientes como mujer o como hombre cuando las escuchas?


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• ¿Por quién o quiénes podrían ser dichas? Nos interesa identificar qué dicen los médicos (especialmente los pediatras), los representantes judiciales, escolares, religiosos, etcétera. • ¿Qué efectos crees que tienen estos discursos? • ¿Podríamos aceptar las frases, reemplazarlas o cuestionarlas? En caso de reemplazarlas, ¿por cuáles te gustaría hacerlo? ¿Por qué? 3. Finalmente, se comparten los análisis y comentarios efectuados en los grupos y se comentan algunas reflexiones. Seguramente cada participante podrá realizar un listado de frases de “escucha corriente” o ampliar el que le hemos propuesto incorporando otras vigentes en su comunidad y replicar el ejercicio en diferentes ámbitos de trabajo. A modo de recuperación y para nuevas aperturas cognitivo-conceptuales: ¿Pueden pensar en algunos argumentos que expliquen por qué las diferencias de sexo se transforman en desigualdades de género? ¿Pueden imaginar y relatar escenas de la vida familiar que convaliden o cuestionen esas desigualdades?

Características que las culturas atribuyen a las mujeres Las culturas proponen estereotipos de género que atribuyen a las mujeres algunas características (son pasivas, románticas, altamente emocionales, suaves, maternales, poco objetivas, poco racionales, expresivas, etc.). Estas características no son atributos naturales ni esencias femeninas sino conductas aprendidas a través de los procesos de socialización, que son procesos de aprendizaje, pertenencia e integración a la cultura, mediante los cuales nos convertimos en personas mujeres y personas hombres.

Actividad Características y atributos de mujeres y hombres Objetivo

Tomar conciencia de las consecuencias que se derivan de las características atribuidas automáticamente a las mujeres y a los hombres. Una hora.

Tiempo Desarrollo 1. Se divide al grupo en tres y a cada subgrupo se le propone que espontánea y rápidamente llene una cartulina con las características y atributos que corresponden a cada una de las frases siguientes:


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• Las mujeres son: • Los varones son: • Las personas adultas son: 2. Se leen y se comparan los componentes de cada una de las construcciones. Se analizan los significados de esos resultados. Se propone una reflexión sobre esos significados.9 Se alienta una discusión grupal acerca de: ¿Qué creen que aporta esta actividad para la construcción acerca de la salud mental y el estatus de “normalidad” de las mujeres?

Características negativas atribuidas a las mujeres Cuando se habla acerca de las mujeres, muchas veces se les atribuyen desbordes, poderes sobrenaturales, misterios. Tal vez esto sea debido a que se las identifica con la naturaleza, dejando para los hombres la identificación con el orden racional y la cultura, y quizás también tenga que ver con la experiencia que hemos tenido como bebés, criaturas muy indefensas de las que las mujeres son cuidadoras primarias, para las que sus madres aparecen como todopoderosas. Desde esta perspectiva, las mujeres son admiradas y temidas. Esa admiración mezclada con temor explica que se pueda pasar rápidamente de la reverencia a la agresión hacia ellas. Las mujeres se han convertido en víctimas indefensas de grandes movimientos sociales (cazas de brujas) y también de otros menos visibles como son los maltratos y los confinamientos cotidianos a sólo ocuparse de lo doméstico. En esta línea, ellas serían peligrosas si se las habilitara para que ejercieran poder, ya que según estas creencias se les atribuyen distintos déficit: de racionalidad, de objetividad, de distancia emocional para determinar acciones con criterio, etcétera. Esta supuesta calidad deficitaria de las mujeres explica además la idea de que ellas necesitan de legitimaciones provenientes de los varones. Una de las figuras más típicas de la mujer deficitaria, peligrosa y nefasta para el orden social es la de la “pros-

9  Hace

varias décadas un grupo de investigadores e investigadoras (Broverman, Broverman y Rosenkranz) aplicó este ejercicio a un grupo de estudiantes de ciencias psicológicas en una universidad de Estados Unidos. Sus resultados fueron muy alarmantes, aun para los mismos investigadores, ya que las características femeninas casi no coincidían con los atributos de un ser humano adulto. La alternativa posible para las mujeres era, entonces, ser adulta o ser mujer. Dicho de otro modo, o ser poco femenina o ser poco adulta. Esperamos y deseamos que el resultado del ejercicio no sea el mismo hoy en día. Según el resultado, sugerimos a la facilitadora o facilitador del ejercicio que destaque las características atribuidas o comparta con el grupo los avances culturales que están presenciando.


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tituta”, a la que se condena y margina sin que se tome conciencia de que son mujeres que responden a clientes hombres, y que representan aspectos de las sexualidades femeninas y masculinas que habitualmente no se debaten. Estas imágenes de mujeres “malas” (putas, brujas, locas) están en la base de las ideas circulantes acerca de que las mujeres necesitan tener a su lado una figura masculina que las legitime y les garantice un lugar social respetado que, de lo contrario, les sería negado. Las mujeres solteras, divorciadas, madres solas, viudas, y las mujeres que se prostituyen, no son mujeres que el orden social considere como ejemplo de ejercicio de la feminidad.

Actividad Ideas negativas y prejuicios acerca de las mujeres Objetivo

Registrar nuestras propias ideas negativas y prejuicios acerca de la valorización cultural de las mujeres, cómo esos prejuicios nos producen “cegueras” perceptivas que perjudican a las mujeres.

Desarrollo 1. Comentamos en conjunto generalidades acerca del argumento de la conocida película “Mujer bonita” (protagonistas: Julia Roberts y Richard Gere). 2. Invitamos a reflexionar en pequeños grupos, para lo cual aportamos estas preguntas guía: ¿Recuerdan la película? ¿Les gustó? ¿A todas y a todos? ¿Cómo comienza? ¿Cuál es la ocupación de él? ¿Qué necesita él y para qué?10 ¿Cuál es la vida y la ocupación de ella? ¿Qué papel juega él en la vida de ella? ¿Por qué piensan que la película es tan idealizada por las mujeres y considerada como una historia tipo la Cenicienta actual? ¿Cuál es la propuesta tan “buena” para ellas? ¿Por qué creen que en general nadie recuerda el principio de la película? ¿Cómo influyen estas imágenes de las mujeres cuando ellas necesitan cambiar pautas en sus relaciones familiares?

10  Por

si no lo recordaban, el señor es un ejecutivo que tiene que desarrollar una actividad “dura” (cerrar empresas luego de comprarlas baratas) en una ciudad en la que conoce a poca gente y quiere que su novia lo apoye. La llama por teléfono desde una fiesta de recepción, pero ella se niega a acompañarlo. Entonces sale a la calle y es ahí donde se encuentra a la prostituta y la invita a ser su acompañante.


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El ciclo de vida de las mujeres Se llama ciclo de vida a una categoría propuesta para describir la serie de etapas que atraviesa el sujeto humano a lo largo de su vida. Estas etapas van desde el nacimiento, la infancia, la pubertad, la adolescencia, la juventud, la madurez, hasta la vejez y la muerte. Las descripciones de las etapas han ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad. Por ejemplo, cuando la Biblia habla de los ancianos, estos tenían alrededor de 40 años. Al alargarse la posibilidad de vida, en la actualidad una mujer o un hombre de 40 años es todavía bastante joven. Sin embargo, encontramos que las etapas descritas son diferentes para las mujeres. Identificadas con las funciones reproductoras, las mujeres, que ya no procrean cuando tienen más de 40 años salvo excepciones y con gran costo, se ven influidas por esta condición biológica. Son consideradas valiosas mientras son “deseables” para los hombres, con cuerpos jóvenes y todavía ligados a factores reproductivos. Después de los 40 años, son muchas las mujeres (de clase media y alta) que se someten a cirugías mutilantes y dietas para no sentirse obsoletas, ya sin poder dar un sentido productivo a sus vidas. Así, hasta no hace mucho, los conocimientos acerca de la etapa de la menopausia femenina eran escasos y se le atribuía consecuencias que ahora están en franca revisión.11

Actividad Ciclo de vida y desempeños atribuidos a las mujeres Objetivo

Revisar supuestos atribuidos a las mujeres y relacionarlos con las distintas etapas de la vida familiar. Tiempo Una hora. Desarrollo Se trata de relatar y dramatizar escenas familiares conflictivas en las que mujeres de distintas edades reaccionan de diferentes maneras frente a mandatos de subordinación. La mamá y los hijos terminan de almorzar juntos. La mamá desde la cocina le pide a la hija (de diez años): Alicia, levanta la mesa. Eduardo (de doce años) y Luis (de nueve años) están mirando la televisión. Alicia los

11  Si

bien se conocen y se conocen efectos de la disminución de las hormonas sexuales (osteoporosis, aumento del riesgo de enfermedades cardiacas), también se suponía y resultó falso que la menopausia disminuía el deseo y el interés por la vida sexual, que decaía el ánimo y que las mujeres se deprimían por no poder procrear ya más.


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ve y se queda también mirando televisión. La mamá viene de la cocina y se enoja con Alicia. La niña le replica, también enojada. Lucía está embarazada, con una complicación por la que debe guardar reposo. Ella y Manuel, su marido, tienen otro hijo de un año. Manuel está decidido a asistir a la boda de un amigo y los miembros de la familia extensa no están disponibles para ayudarlos. Lucía y Manuel necesitan coordinarse en las horas de la tarde y de la noche porque Lucía no puede cargar al niño ni cambiarlo, puede acompañarlo pero está limitada en cuanto a asistirlo. Emma recibe una oferta de trabajo interesante por la que estaría fuera de su casa tres días a la semana. Su marido ha viajado mucho mientras estuvo en actividad pero ahora se ha jubilado y quiere armar proyectos con Emma para actividades deportivas, salidas, etc. Ella está muy dedicada a su carrera, en la que tiene mucho prestigio, pero él se siente muy defraudado de que ella prefiera aceptar la oferta de trabajo a los programas con él. También los hijos de Emma la critican porque mantiene el interés por su carrera y sus proyectos en lugar de estar más disponible para atender a los nietos cuando los hijos la necesitan. 1. Releer las escenas planteadas referidas a distintas etapas del ciclo de vida, en función de los ejes que nos preocupan (definiciones de las mujeres según sus funciones familiares, temas de autoridad, de género, de la organización de la vida doméstica). 2. Formar equipos y asignarles al azar alguna de estas escenas. Pedir al grupo que proponga distintas pláticas y dramatizarlas. Tal vez decirles que, para facilitar su trabajo, se imaginen cómo sería la situación que les tocó representar en un ambiente desde el más rígido hasta otro que pueda mejorar las relaciones y producir efectos deseables; que hagan el contraste, que distingan y actúen el de mayor rigidez. No tienen que escribir los guiones; que elijan qué personaje va a representar cada cual y dejen que los diálogos salgan espontáneamente. Cada grupo tiene 20 minutos para prepararse. 3. Se presentan cada una de las escenas. Cada grupo tiene diez minutos para presentar. Se menciona al grupo que quien no esté en escena juega el papel de observador; mientras vemos lo que nos presentan pondremos atención a lo que surge internamente: qué nos hace sentir y pensar cada una de estas escenas; al final vamos a comentar. 4. Al finalizar las presentaciones se invita a la reflexión grupal; podemos apoyarnos en las preguntas siguientes:


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• ¿Qué les llamó más la atención? • Lo que presentamos ¿en qué se parece a la vida diaria? • En nuestra sociedad ¿qué se espera de las mujeres en cada una de las distintas etapas de desarrollo en el ciclo de vida? • ¿Cuál se “supone” que es el destino de una mujer desde que nace, en la infancia, adolescencia, juventud, edad madura hasta la vejez, ahora llamada tercera edad? • ¿Este supuesto “destino”, quisiéramos, podríamos? • ¿Qué acciones individuales y colectivas podríamos impulsar? • ¿Cómo serían los discursos, los diálogos, en un ambiente más flexible, que apoye el progreso e impulso de las mujeres en todas sus etapas de desarrollo?

Las necesidades de las mujeres y las políticas públicas Lo cierto es que la noción de ciclo de vida es importante para tener en cuenta que las mujeres nos enfrentamos a necesidades diferentes de acuerdo con la edad y las condiciones de vida y de trabajo. Aunque muchas políticas sociales y de salud enfocan sus acciones a mujeres preferentemente en edad reproductiva, tanto en la infancia como en la adolescencia, la juventud, la menopausia y el climaterio existen problemáticas generales para todo el ciclo de vida, y particulares de cada etapa, que es necesario reconocer. Tal vez a partir del desarrollo de actividades como las que planteamos a continuación, las mujeres podamos, en el ejercicio de nuestra ciudadanía, proponer políticas que apoyen el reconocimiento de nuestras necesidades diferentes en cada etapa de la vida, como sujetos activos de nuestra cultura más allá de las funciones maternales con las que se nos identifica.

Actividad Problemática de las mujeres Objetivo

Material Tiempo

Reconocer los principales problemas de las mujeres en las diferentes etapas de la vida y reflexionar acerca de lo que se ha hecho y lo que falta por hacer. Guía de preguntas, hojas y plumones. Una hora 15 minutos.


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Desarrollo 1. Se forman grupos que comprendan a mujeres en diferentes etapas: niñas, adolescentes, mujeres jóvenes, mujeres en la menopausia, climaterio y mujeres adultas mayores. 2. Cada grupo anotará en su hoja una lista de los principales problemas en esa etapa; una lista de las acciones que se están emprendiendo para resolver cada problemática; y por último ¿qué propondrías y harías tú para ayudar a solucionarlos? Tiempo: 30 minutos. 3. Se presentan en plenaria las hojas y se distinguen problemas comunes a todas las etapas y problemas particulares de cada una de ellas. Tiempo: 20 minutos. 4. Al final, se expone el ciclo de vida sistematizado por Family Care12 y se dialoga con las personas integrantes del grupo sobre la manera en que los cambios económicos, sociales y culturales propios de su región han contribuido a aumentar o disminuir los problemas de las mujeres en cada etapa de la vida, así como las nuevas políticas y programas tendientes a resolverlos. Tiempo: diez minutos. 5. ¿Que podríamos sugerir sobre lo que falta por incluir y hacer? Tiempo: quince minutos.

12

Family Care International, “Enfoque”, 2000.


SOCIALIZACIÓN Las autoras de este manual pensamos que las y los promotores de programas sociales necesitan conocer cómo se producen los procesos por los cuales nos convertimos en mujeres y hombres, y reconocer que en dichos procesos los profesionales tenemos un papel que muchas veces puede reforzar estereotipos y la reproducción de relaciones asimétricas, o bien ayudar a que las mujeres actúen más en consonancia con su poder y capacidades y que los hombres puedan aceptar no ser el único centro y autoridad en sus familias. Para esto es preciso asumir que los procesos de socialización se inician antes del nacimiento y se desarrollan en los primeros años de vida en el ámbito familiar, pero no se agotan en la infancia, sino que se producen y reproducen a lo largo de toda la vida de las personas, especialmente en el seno de las relaciones familiares.

Proceso de socialización en la infancia Las acciones, los pensamientos y sentimientos que las mujeres y los hombres experimentamos frente a cada circunstancia que vivimos los entendemos como reacciones “naturales”, propias de nuestro sexo biológico. Difícilmente rescatamos en nuestra memoria las formas como se fueron gestando y armando esas actitudes y sensaciones desde que éramos niñas y niños, en las pláticas con los miembros de la familia, en los juegos, en la escuela con maestras y compañeros. Necesitamos recuperar en reflexiones conjuntas la memoria y la conciencia acerca de las experiencias de las que provienen, darles un nuevo significado a la luz de nuestras experiencias actuales como adultas y adultos.

32


Socialización    33

Actividad Procesos de socialización y educación de género Objetivo

Reflexionar acerca del proceso de socialización y educación de género de las mujeres en la infancia, las reglas morales y de conducta, lo permitido, lo prohibido y su repercusión en la conformación de identidades y maneras de relacionarse en sus familias actuales. Tarjetas tamaño media carta y plumones de colores. Dos horas.

Material Tiempo Desarrollo Trabajo individual. Tiempo: una hora. 1. Se reparten una tarjeta y plumones a cada participante y se indica que se dibujen siendo niñas y que luego dibujen a su familia de origen. En el caso de los participantes hombres, se les pide que dibujen una niña, pensando en alguien significativo para sus vidas y que imaginen que toman ese lugar. 2. Enseguida se les pide que miren un momento a cada una de las personas que dibujaron como integrantes de su familia; ahora, poniéndose en el lugar de esa niña que dibujaron, pedirles que escuchen, recuerden qué les decía cada una de esas personas sobre: Cómo debía comportarse una niña o un niño; qué reglas morales y de conducta debía observar; qué estaba permitido y qué estaba prohibido. 3. Luego se solicita que hagan una lista con los mandatos, los mensajes que recibieron de cada una de las diferentes figuras familiares. Trabajo en parejas. Se solicita que elijan a una persona del grupo con quien quieran compartir. Tiempo: una hora. 1. En grupos pequeños (máximo de seis personas), comparten lo discutido agregando una guía para la reflexión: • ¿Cómo repercutieron positiva y negativamente estos mandatos en tu desarrollo como niña? • ¿Qué mandatos dificultan que tengas mayor autonomía, independencia en el manejo de tus propios recursos; conocimientos para tener autoridad en la toma de decisiones sobre tu persona, para reivindicar tu palabra, tu autoridad y participar en las decisiones familiares acordes a ese momento de tu vida; para participar con mayor libertad en actividades educativas, comunitarias, políticas; para defender tus necesidades individuales?


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2. En los subgrupos se registra lo significativo que van mencionando las personas integrantes del equipo. Se puntea y se enlista. 3. En plenaria: compartir comentarios significativos.

Mandatos sociales del ser mujer En especial las mujeres hemos recibido mensajes que han formado parte de nuestra educación y que tienden a conformar una “manera” de ser mujeres aceptada por la cultura a la que pertenecemos. Para ser aceptadas –y la necesidad y la dependencia a esta aceptación también está condicionada por estos mensajes–, hemos debido renunciar a desarrollar numerosas actividades rotuladas como “no femeninas” (participar en tareas vistas como “masculinas”, como las ligadas a la construcción, desde plomería, albañilería, carpintería, herrería hasta ingeniería, electromecánica, etc., en las decisiones políticas, como jefas en la conducción de tareas, por citar sólo algunas). Curiosamente, en momentos críticos –en las guerras, por ejemplo–, ellas han sido convocadas para desempeñar justamente aquellas tareas que les están expresamente vedadas en la vida habitual. Ellas ocuparon en las fábricas puestos dejados vacantes por los hombres, y esa participación fue aceptada en la medida en que la cultura la consideraba necesaria. También debieron volver a sus hogares porque “se las encontró” imprescindibles y las más adecuadas para la crianza de los hijos, una vez que la guerra terminó. Esto nos hace pensar que todas estas supuestas especializaciones son construidas a través de mensajes socializantes que necesitamos revisar.

Actividad Mandatos de lo que “debe” ser y hacer una mujer Objetivo

Registrar cambios y continuidades en la valoración de las mujeres en relación con los hombres, así como los mandatos que aceptamos, aquellos que quisiéramos flexibilizar, y cómo hacerlo. Cuadro de mensajes-mandatos. Aproximadamente dos horas.

Material Tiempo Desarrollo 1. Iniciar reflexionando acerca de cómo los mensajes que recibimos en la infancia, sobre ser mujer u hombre –retomando el ejercicio anterior–, de alguna manera se parecen; si se han preguntado: ¿Por qué a pesar de que venimos de familias, de lugares diferentes, parecería que se hubieran puesto de acuerdo las mamás y los papás en comunicar mensajes parecidos, de tal forma que las historias individuales se vuelven historias colectivas?


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2. Para enmarcar la lectura del cuadro de los mandatos, sugerimos abrir el debate entre las y los presentes invitando a enriquecer con algunos otros mensajes que localmente se refuercen, explícitos o implícitos, y en plenaria analizar si en la actualidad persisten o hemos cambiado los modos de valorar y definir a las mujeres. Cuadro mensajes-mandatos Mandatos acerca de lo que deben hacer las mujeres:

Mandatos acerca de cómo deben ser las mujeres:

Agradar, complacer, sostener, aceptar, contener, apoyar, cuidar, aguantar, silenciarnos, confirmar, crear climas emocionales estimulantes y tranquilos, olvidarse de sí mismas, acoger, conformar, confortar, no tener deseos, necesidades ni proyectos propios, sino en función de otros (la familia), obedecer.

Ser “naturalmente” eficaces, discretas, generosas, atractivas y recatadas, dulces, perceptivas, positivas, reservadas, humildes, incondicionales, protectoras, abnegadas, heroicas, sencillas y grandiosas, obedientes.

3. Conversen en subgrupos sobre cuáles mandatos agregarían, cuáles suprimirían y por qué. Les proponemos que hagan una lista de las que suponen son conciencias que la cultura promueve en las mujeres y conciencias que la cultura promueve en los hombres. Por ejemplo: las mujeres habrían aprendido a tener conciencia de la necesidad de cuidados de las personas más desvalidas como las criaturas pequeñas y las personas ancianas o enfermas, mientras que los hombres han aprendido la conciencia de la necesidad de aprovisionamiento económico para sus familias. 4. En el grupo, en plenaria, la persona facilitadora propone leer y ordenar las listas de conciencias en un cuadro como el anterior para compararlas en conjunto y sacar conclusiones. Especialmente buscamos pensar cuáles de esas conciencias sería útil que compartiéramos mujeres y hombres sin confinarlas a un solo género. 5. Ahora tomemos un momento para que reflexionemos acerca de lo siguiente: • ¿De qué manera están presentes estas conciencias, mensajes y/o mandatos en mí como mujer adulta o como hombre?


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• ¿Cómo influyen en mi vida diaria y en las relaciones que establezco con personas del otro sexo y con las personas de mi mismo sexo? • ¿Cómo influyen en mi vida laboral? • ¿Cómo influyen en mi vida familiar? • ¿Qué mandatos he cambiado a lo largo de mi vida? • ¿Cuáles sigo reivindicando como positivos y acertados? • ¿De qué manera hago uso de mi poder? ¿Es para discriminar e imponer o para construir desde lo positivo? • ¿De qué manera me hago copartícipe de la reproducción de estas conciencias, mensajes y/o mandatos que nos limitan a mujeres y hombres para establecer relaciones democráticas? 6. Si desean, pueden comentar el ejercicio en parejas o bien pasar directamente a la socialización plenaria. 7. Socialización plenaria. Reforzar con ideas y aspectos clave para este momento del proceso.

Aspectos e ideas clave En México, sobre todo a partir de las graves crisis económicas, las mujeres nos enfrentamos en las últimas décadas a procesos de transformación de nuestra identidad; requerimos características de género modernas y vivimos la experiencia de haber sido socializadas en la infancia con características de género estereotipadas y tradicionales. Tras haber sido educadas prioritariamente para ser madres y amas de casa, cada vez somos más las mujeres que trabajamos fuera de casa, con lo que contribuimos a la economía familiar y participamos en el desarrollo social. Esto lo vivimos como un gran conflicto, pues seguimos siendo las principales responsables de los hijos y la casa, a la vez que adquirimos nuevas responsabilidades. Cuando nuestra identidad de género es estereotipada, tradicional, es difícil modificar las relaciones que establecemos, pues uno de los mandatos tradicionales es obedecer a quien creemos que tiene autoridad, Esto quiere decir que si les otorgamos a otros de nuestra familia la autoridad para decidir sobre nuestras vidas, nuestras posibilidades de desarrollo se limitan. Muchos intentos de las mujeres por arribar a nuevos desafíos educativos y de desarrollo son frustrados por la imposibilidad de revertir formas tradicionales de organización familiar basadas en estereotipos de género, aceptando como “natural” la jefatura masculina y supeditándose a ella en la vida familiar. Las familias y las escuelas son los ámbitos primarios de socialización y allí comienzan aprendizajes que van señalando para las mujeres y los hombres aquello


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que sí pueden y deben hacer, y también lo que les está prohibido. Las comunidades, las colonias, los amigos y vecinos, los pares, las instituciones, desempeñan también un papel en cómo se van conformando estos aprendizajes, con sus posibilidades y restricciones para sentir, pensar y actuar. Esos aprendizajes forman parte de los mandatos acerca de cómo debemos ser, y tienen costos y repercusiones en la vida cotidiana, para nosotras y para el establecimiento de vínculos en nuestra familia. Es muy importante reconocer qué aprendizajes refuerzan el estereotipo de mujer sumisa, incondicional para otros, y cuáles favorecen nuestro desarrollo, para ubicarnos en donde nos valoremos primero nosotras mismas, valoremos nuestras necesidades e intereses y nos relacionemos de una manera más justa y democrática para nosotras y los demás miembros del núcleo familiar. Recordemos que transgredir estos mandatos tradicionales trae aparejadas sanciones sociales descalificadoras muy intensas que tienen consecuencias muy dolorosas de exclusión y vacío social. Por eso necesitamos apoyarnos y dialogar entre mujeres, para buscar entre nosotras las mejores maneras de avanzar en nuestro desarrollo con mucho cuidado, sin ponernos en riesgo. Y también buscar los modos para que las instituciones sean copartícipes en crear condiciones favorables que apoyen los procesos de desarrollo de las mujeres como personas, siendo entonces fundamental que sus profesionales no refuercen inadvertidamente estereotipos de género limitantes para mujeres y varones.

Actividad Creando otras condiciones Objetivo

Construir en conjunto alternativas para transformar estas conciencias, mensajes y/o mandatos que nos marcan las pautas para ser mujeres y hombres. Material Cada una de las escenas en tarjetas diferentes para el sorteo; plumones, hojas y masking-tape. Tiempo Dos horas. Desarrollo Tomando en cuenta los temas de la socialización de conciencias y mandatos, les proponemos que analicen las siguientes escenas y busquen en conjunto modos de resolverlas. Se pueden sortear y cada grupo abordar sólo una escena de cada historia. Cada grupo tendrá 30 minutos para preparar su escena, y la presentará en quince minutos. No es forzoso que se presenten las cinco escenas; se sugiere que se rifen sólo cuatro de las escenas más representativas para el grupo. Tiempo: una hora. Se asignarán 30 minutos para la reflexión plenaria con los elementos más significativos, enfocando el manejo y expresión de poder y autoridad en las familias


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según los mensajes interiorizados y aprendidos como mujeres y hombres en el proceso de socialización a lo largo de todo el ciclo de vida. Escena 1: Carmen, una escultora, necesita terminar unas obras para exponerlas la semana siguiente en una galería. Para eso cuenta con horas del día domingo, antes de que vengan sus pequeños nietos a cenar. Pero su marido, que tiene que enfrentar una situación laboral muy crítica (es profesional y no está siendo reconocido en todo su valor), está muy deprimido y ella no se anima a ir a su taller y dejarlo solo. 1. Representar la familia a través de una plática entre los personajes. ¿Qué hace Carmen? ¿Qué, cómo y con quién o quiénes platica? ¿Con qué consecuencias? ¿Qué otras cosas hubiera podido hacer? 2. La escena anterior remite a una familia de clase media profesional. Les pedimos que piensen en escenas similares en clases populares y se planteen una actividad análoga. • ¿Son los mismos mandatos de género para las diferentes clases sociales? • ¿De qué manera creen que estos mandatos, u otros, afectan las conformaciones familiares en las diferentes clases sociales? En las siguientes escenas planteamos otros ejemplos con preguntas más abiertas y con mayor libertad para presentar los problemas y soluciones, considerando diferentes contextos y situaciones que nos permitan dar cuenta de la manera como se relacionan el género, la clase, la etnia y las diferentes composiciones familiares en las condiciones y situaciones de vida de las mujeres en México. Escena 2: Lupe, una mujer de 28 años, tiene tres hijos, Fernando de doce años, Paty de diez y Paco de cuatro. Lupe está actualmente embarazada y se dedica a criar a sus hijos y a las labores de la casa. Su marido trabaja en actividades de la construcción, es albañil y ahora no le ha ido bien en el trabajo. A él le gusta tomar bebidas alcohólicas, llega tarde a casa sintiéndose mal porque no consigue otro trabajo. Lupe le dice que quiere trabajar, que tiene una buena amiga que la invita a trabajar con ella y que le darían oportunidad de ir a su ritmo por ser una mujer embarazada. Su marido no acepta, pelean mucho y, ya ebrio, él la insulta. El o la nueva integrante de la familia está por nacer y la situación económica se pone más difícil. 1. Representar a la familia a través de una plática entre los personajes. • ¿Qué pasa con Lupe, de qué manera reacciona y actúa ante la situación? • ¿Qué pasa con el marido, qué lo impulsa a pelear e insultar a Lupe?


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• ¿Qué pasa con Fernando, Paty y Paco, como hijos, ante la situación que viven como familia? • ¿De qué manera piensan que se resolvería este dilema en una familia más autoritaria y, también, en otra más democrática? 2. La escena anterior remite a una familia de clase popular. Les pedimos que piensen en una escena similar en una familia en donde se dé la vivencia de migración y que se planteen una actividad análoga. Escena 3: Planteen una situación común de una familia en donde no esté presente el padre. La ausencia puede ser por divorcio, separación, por muerte, etc., y la responsable de la familia es la mujer. ¿Qué pasa; cuál es la situación que viven; a qué dificultades, limitaciones familiares, sociales se enfrentan y cómo las resolverían en un ambiente familiar autoritario y/o en un ambiente familiar democrático? Escena 4: Planten una situación común en una familia amplia, integrada por la pareja, hijos, suegra, tíos y tías, que vivan en un área indígena del país. ¿De dónde son, de qué etnia, cuál es la cultura que los rodea? ¿Qué hace cada uno de los personajes? ¿Qué pasa con las mujeres en esa familia? ¿Qué pasa con los hombres de esa familia? ¿Qué situación están viviendo como familia? ¿De qué manera se enfrentan a sus problemas? ¿Cómo los resolverían en un ambiente familiar democrático y, también, en un ambiente familiar autoritario? Escena 5: Es una familia de las llamadas reconstruidas; es decir, ella viene de otra relación de pareja y tiene dos hijas o hijos pequeños y él viene de otra relación de pareja y tiene tres hijas o hijos. Una hija adolescente y un hijo de diez años viven con él en su nueva familia y su hijo pequeño se quedó viviendo con su madre. ¿Quiénes son los personajes? ¿A qué se dedican? ¿En dónde viven? ¿A qué clase social pertenecen? ¿A qué problemas se enfrentan? ¿Cómo dialogan? ¿Qué pasa con cada uno de los personajes? ¿Qué tipo de autoridad tiene la mujer en esa familia? ¿Cuál es el papel y el tipo de autoridad que tiene el hombre en esa familia? ¿Qué les permitiría resolver los conflictos de una manera democrática?


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Actividad Cuento: Rosa caramelo Objetivo

Favorecer la reflexión y un primer análisis acerca de los diferentes elementos y mecanismos de la socialización femenina. Plumones, papel para papelógrafo, masking tape. Una hora.

Material Tiempo Desarrollo 1. En plenaria, se pide al grupo prestar especial atención pues se va a leer un cuento; se proporcionan los datos del mismo y se comienza la lectura con voz clara y elocuente. 2. Al término de la lectura se forman pequeños grupos y/o se trabaja en plenaria dependiendo el tamaño del grupo. 3. Se inicia su reflexión con la siguiente guía de preguntas: • ¿Qué sintieron al escuchar este cuento? • ¿Qué fue lo que más les llamó la atención del cuento? • ¿En qué se parece a la realidad? • ¿En qué se parece a nuestro proceso de socialización y conformación como mujeres? • ¿De qué manera este tipo de educación afecta nuestro proceso de desarrollo y maduración en el nivel individual y de manera colectiva como mujeres, al conformar las familias que tenemos? • ¿De qué manera influye sobre la forma en que aprendemos a relacionarnos con las demás personas que nos rodean, con otras mujeres y los hombres? • ¿De qué manera aprendemos a colocarnos para participar, decir lo que sentimos, pensamos y sobre la forma en que tomamos decisiones y actuamos en nuestra vida como mujeres en relación con la pareja, la familia, en la crianza de las hijas/hijos? • Esta educación que recibimos ¿en qué forma nos enseña a vivir y a ejercer nuestro poder como mujeres y de qué manera nos enseña cuál debe ser la vivencia y ejercicio del poder desde los hombres? • ¿Qué de esta educación que recibimos nos gustaría que cambiara para las futuras generaciones?


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Rosa caramelo1 Autoras: Adela Turín y Nella Bosnia. Había una vez en el país de los elefantes... Una manada en que las elefantas eran suaves como el terciopelo, tenían los ojos grandes y brillantes, y la piel de color rosa caramelo. Todo esto se debía a que, desde el mismo día de su nacimiento, las elefantas sólo comían anémonas y peonias. Y no era que les gustaran estas flores: las anémonas –y todavía peor las peonias, tienen un sabor malísimo. Pero eso sí, dan una piel suave y rosada y unos ojos grandes y brillantes. Las anémonas y las peonias crecían en un jardincillo vallado. Las elefantitas vivían allí y se pasaban el día jugando entre ellas y comiendo flores. “Pequeñas –decían sus papás–, tenéis que comeros todas las peonias y no dejar una sola anémona, o no os haréis tan suaves y tan rosas como vuestras mamás, ni tendréis los ojos tan grandes y brillantes y, cuando seais mayores, ningún guapo elefante querrá casarse con vosotras”. Para volverse más rosas, las elefantitas llevaban zapatitos color rosa, cuellos color rosa y grandes lazos color rosa en la punta del rabo. Desde su jardincito vallado, las elefantitas veían a sus hermanos y a sus primos, todos de un hermoso color gris elefante, que jugaban por la sabana, comían hierba verde, se duchaban en el río, se revolcaban en el lodo y hacían la siesta debajo de los árboles. Sólo Margarita, entre todas las pequeñas elefantas, no se volvía ni un poquito rosa, por más anémonas y peonias que comiera. Esto ponía muy triste a Mamá elefanta y hacia enfadar a Papá elefante. “Veamos, Margarita –le decían–, ¿por qué sigues con ese color gris, que sienta tan mal a una elefantita? ¿Es que no te esfuerzas? ¿Es que eres una niña rebelde? ¡Mucho cuidado, Margarita, porque si sigues así nunca llegarás a ser una hermosa elefanta!” Y Margarita, cada vez más gris, mordisqueaba unas cuantas anémonas y unas pocas peonias para que sus papás estuvieran contentos. Pero pasó el tiempo, y Margarita no se volvió de color de rosa. Su papá y su mama perdieron la esperanza de verla convertida en una elefanta guapa y suave, de ojos grandes y brillantes. Y decidieron dejarla en paz.

1

Turín, Rosa, 1976.


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Y un buen día, Margarita, feliz, salió del jardincito vallado. Se quitó los zapatitos, el cuello y el lazo color de rosa. Y se fue a jugar sobre la hierba alta, entre los árboles de frutos exquisitos y en charcos de barro. Las otras elefantitas la miraban desde su jardín. El primer día, aterradas. El segundo día con desaprobación. El tercer día, perplejas. Y el cuarto día, muertas de envidia. Al quinto día, las elefantitas más valientes empezaron a salir unas tras otras del vallado. Y los zapatitos, los cuellos y los bonitos lazos rosas quedaron entre las peonias y las anémonas. Después de haber jugado en la hierba, de haber probado los riquísimos frutos y de haber dormido a la sombra de los grandes árboles, ni una sola elefantita quiso volver nunca jamás a llevar zapatitos, ni comer peonias o anémonas, ni vivir dentro de un jardín vallado. Y desde aquel entonces, es muy difícil saber, viendo jugar a los pequeños elefantes de la manada, cuáles son elefantes y cuáles son elefantas. ¡Se parecen tanto! Puntos para profundizar. Las preguntas y el manejo de la escucha son clave para favorecer el cuestionamiento de lo obvio de manera sutil pero directa (sobre esto último, en el apartado de metodología, se ofrecen más elementos para la persona facilitadora del trabajo grupal).


LAS MUJERES SE REAPROPIAN DE SUS CUERPOS Uno de los factores que más influyen para que las mujeres no contacten con sus necesidades, no construyan emocionalmente el derecho a tener derechos ni pongan en práctica sus capacidades, es la experiencia permanente que ellas viven de no poseer un “saber” sobre sus cuerpos ni llegar a ser dueñas de sus sensaciones corporales. Es frecuente que se adoctrine a las mujeres acerca de lo que es bueno para ellas, no desde la legitimación de sus vivencias sino desde “saberes” médicos y psicológicos que les señalan los estrechos caminos que pueden transitar sin ser sancionadas socialmente.1 Creemos que las y los coordinadores de programas sociales tienen que conocer esta historia de malentendidos y enajenaciones en las relaciones de las mujeres con sus cuerpos para ayudarlas en este proceso de “apropiación” de sus sensaciones y legitimación de sus experiencias corporales. Las funcionarias y funcionarios de las instituciones desempeñan un papel importantísimo para que las mujeres se apropien de su derecho a tener derechos y sentirse como ciudadanas. Proporcionar a una mujer toda la información pertinente sobre algún procedimiento que la afectará (por ejemplo: toma del Papanicolau, anticoncepción, etc.) y darle la opción de que ella consienta informadamente, es tratarla como una persona, una ciudadana.

Cuerpo propio y cuerpo enajenado Tradicionalmente, las mujeres han experimentado como “natural” que su cuerpo sea nombrado, apropiado y definido por otros. Las culturas toman decisiones con respecto a los cuerpos de las mujeres en aspectos estéticos y funcionales, lo cual lleva a que ellas no experimenten sensaciones de ser las dueñas de sí mismas, a

1  Sigmund

Freud, creador del psicoanálisis, sostenía que las mujeres más inmaduras o masculinas tenían orgasmos por estimulación del clítoris, mientras que las mujeres más evolucionadas podían experimentar orgasmos por estimulación vaginal. Según el conocimiento actual sobre la sexualidad femenina, las contracciones vaginales están estrechamente relacionadas con la onda de movimiento que comienza en el clítoris y que se difunde hacia toda la vagina.

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que sientan sus cuerpos como “ajenos” y a que estén permanentemente disconformes consigo mismas y con sus cuerpos. No han sido ellas quienes han determinado las políticas de población por seguir, sino que quedan alienadas de sus propias capacidades reproductivas, sin experimentar la sensación de ser dueñas de sus propios cuerpos, lo que las ayudaría a experimentar una mayor afirmación de sí mismas y a participar de prácticas más asertivas. La reapropiación del cuerpo pasa por conocerlo y reconocerlo para desmontar ideas negativas que sobre él se poseen, y para identificar malestares, enfermedades actuales, dolores y/o conflictos inscritos durante la historia personal de cada una de las mujeres y a la vez de la historia colectiva. También pasa por identificar sensaciones, sentimientos y necesidades para actuar en la búsqueda de la satisfacción.2 La mirada machista que existe sobre el cuerpo de las mujeres provoca malestares tanto físicos como emocionales3 y limita el movimiento libre y expansivo. Los medios de comunicación colaboran para cosificar el cuerpo de las mujeres al promover modelos estereotipados; así, vemos cuerpos con delgadez anoréxica, hipersexualizados, o para la maternidad. En todos los modelos, es un cuerpo para los otros, para la maternidad o para el placer erótico de los otros. Se promueve poco que las mujeres cuiden su cuerpo para su propio bienestar.

Actividad Mirada machista Objetivo

Reflexionar sobre cómo la mirada machista puede limitar el movimiento del cuerpo de las mujeres.

Desarrollo 1. Solicitar once voluntarias(os) (según el tamaño del grupo) para representar una escena. 2. Se les describe la escena: una mujer joven camina por la calle dirigiéndose a su trabajo y en una esquina se encuentra con diez hombres que al verla pasar dirigen sus miradas hacia ella, algunos chiflan, otros le dicen piropos o groserías y otro, inclusive, al chiflar intenta tocarla. Los voluntarios se preparan y comienzan la dramatización. 3. Al terminar la escena se interroga: • ¿Cómo se sintieron los observadores, los que actuaron de hombres y la

2  Reyes,

“Nuevos”, 1999. basta mencionar los problemas de obesidad y anorexia. En nuestro país cada vez más se presentan estos problemas, que incluso llegan a poner en riesgo la vida de las mujeres en todas las edades.

3  Sólo


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mujer joven? (Hay que poner atención en lo que dicen las mujeres y los hombres, para poder hacer el cierre del ejercicio.) 4. En plenaria, se pregunta: • ¿Cómo se sintieron al estar viendo esta escena, qué sensaciones, sentimientos y pensamientos les surgieron? • ¿Tienen las mujeres poder en relación con su propio cuerpo? ¿Cuál es el cuerpo de la mujer que no le es propio? • ¿Qué pasaría si las mujeres tomaran poder desde su propio cuerpo?

Actividad Relación de las mujeres con su cuerpo Objetivo

Estimular entre las y los promotores sociales un debate acerca de las mujeres y la relación que ellas tienen con su cuerpo; conocer y desnaturalizar las afirmaciones que nos surgen sin darnos cuenta. Como en esta actividad van a participar mujeres, sugerimos que ellas se contacten con sus propias vivencias y las comenten con sus colegas mujeres y hombres. Desarrollo La coordinación comenta: Una investigadora, Mary Gergen, escribió acerca de las concepciones sobre las mujeres (visualizadas sólo en su potencial sexual y reproductivo), y su artículo se llamó “Terminadas a los 40”.4 1. Proponemos que se discuta en pequeños grupos este título del artículo y se reflexione en torno a las preguntas siguientes: ¿Es verdad que las mujeres terminan a los 40? ¿Por qué creen que es así o por qué no? ¿Por qué tienen tanta importancia los determinismos biológicos sólo para las mujeres? ¿Por qué no es igual para los hombres? ¿Cuáles son las características que intervienen en esta manera de considerar a las mujeres? ¿Para qué se las prepara? ¿De qué manera podemos contribuir a otras miradas que faciliten la apropiación del cuerpo, del cuidado a sí mismas desde la infancia? Nuevas aperturas: En algunos países está reconocido el derecho legal de las mujeres para realizar un aborto cuando la gestación supone un peligro para la vida de estas mujeres.

4  La investigadora Mary Gergen es psicóloga social. “Finished at forty: Women’s development within the patriarchy”,

Psychology of Women Quarterly, núm. 14, 1990, pp. 451-470.


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Actividad Derecho de las personas a decidir sobre el propio cuerpo Objetivos Sensibilizar sobre el derecho de las personas a decidir sobre el propio cuerpo. Reflexionar acerca de las condiciones existentes en nuestra sociedad para que las mujeres y los hombres cuidemos, respetemos y nos responsabilicemos de nuestro propio cuerpo. Reconocer cuáles son los límites sociales y culturales que se tienen al respecto, así como sus costos y consecuencias. Desarrollo 1. Se representa la historia de Xavier. Él tiene 35 años y le acaban de diagnosticar un tumor en la columna vertebral; se trata de un quiste sacro-coccígeo con restos embrionarios que incluyen pelos y dientes. El tumor está a punto de invadir la médula espinal, con riesgo de que quede paralítico. Xavier no puede tomar la decisión de someterse a una cirugía que extraiga el tumor, pues en su estado existe una ley que protege a cualquier producto embrionario con el derecho a la vida. 2. ¿Qué experimentan los actores? 3. Se propone reflexionar con la compañera o compañero de al lado. 4. En grupo amplio, ya en plenaria, se reflexiona sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre el propio cuerpo.

Construyendo el bienestar de mi cuerpo y de mi vida: Un compromiso individual, colectivo y social ¿Te has preguntado, alguna vez: de quién es mi cuerpo? ¿De quién ha sido mi cuerpo? ¿Cómo habito mi cuerpo? Estas son preguntas básicas para dar pasos hacia la apropiación de nuestros cuerpos, desde y para la autonomía. Aprender a escucharnos, reconocer nuestro cuerpo, cuidarlo, amarlo y respetarlo son las bases del amor a una misma.5

5

Lagarde, Memoria, 1992; Reyes, “Nuevos”, 1999; Sanz, Psicoerotismo, 1999.


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Actividad Recuperando el cuerpo: autoconocimiento para el cambio Objetivos Integrar la dimensión de la responsabilidad individual y colectiva para la apropiación corporal de las mujeres. Facilitar el ejercicio de la toma de conciencia corporal para encauzar el proceso de resignificación de la historia propia y hacer posible la toma de decisiones. Propiciar la reflexión de los y las participantes acerca de la manera en que cada cual asume o no su responsabilidad para reconocer, poner atención y cuidar de su cuerpo e identificar cuándo, cómo y con quién pedir ayuda; y así ejercer su derecho a tomar decisiones sobre su cuerpo y su vida. Material Grabadora, música suave. Tiempo 45 minutos. Desarrollo 1. Se pide a las participantes del grupo que se coloquen todos en círculo, de pie, con sus piernas un poco separadas y con las rodillas un poco flexionadas de manera que no estén tensas y se puedan sentir cómodas. A partir de este momento se hablará en primera persona para facilitar la autoexploración de cada una de las mujeres participantes. 2. Ahora te voy pedir que respires, tomes aire por la nariz y lo dejes entrar en tu cuerpo lo más profundo que puedas; detenlo un rato y luego déjalo salir por la boca, a la vez que emites un sonido (uuuuuuu). Se repite tres veces. 3. A tu ritmo, vas a seguir con tu respiración normal y empezarás a caminar por el espacio tomando conciencia de tus movimientos, escuchando la música, sin hablar y haciendo contacto visual con todo lo que te rodea, como si fuera la primera vez que observas los objetos, la primera vez que ves a tus compañeras. 4. Ahora caminarás recargando el peso de tu cuerpo en las puntas de tus pies; luego en los talones; sigues caminando a tu ritmo normal, tomando conciencia de dónde recargas tu peso. 5. Sigue respirando, inhala, exhala, a tu ritmo, y vas a escoger un lugar donde quieras sentarte en silencio; ponte cómoda, cierra los ojos y prepárate para hacer un recorrido por tu cuerpo; mientras lo haces, toma conciencia de cómo está tu cuerpo, inhala y exhala; date cuenta en dónde acumulas tensión, qué partes de tu cuerpo están rígidas, qué partes de tu cuerpo están olvidadas o poco vistas. Inhala/exhala. 6. Visualiza tus pies y empieza ahora a recorrer cada uno de los dedos de tus pies; sigue respirando y sube por tus piernas, por los muslos; sigue en contacto, sigue subiendo; ahora por tu vulva, tu cadera, por tus glúteos/ nalgas, por tu vientre; ahora por tu cintura, tu pecho, por tu espalda; baja


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por tus brazos, por tus manos, por cada uno de tus dedos; vuelve a subir por tus brazos hasta llegar al cuello; ahora sube por tu nuca, hasta tu frente, y empieza a bajar por tu cara. Toma conciencia de cómo está cada músculo de tu cara. Escucha qué te dice tu cuerpo; toma conciencia de cómo percibes, escuchas y pones atención en tu cuerpo. 7. Ahora toma conciencia de dónde está tu centro de energía, tu fuerza, tu energía positiva para accionar. Fíjate si tu centro de energía tiene algún color; ahora vas a expandir esa luz por todo tu cuerpo y mientras se expande, toma conciencia de tu respiración y de las sensaciones que surgen. Ya nos vamos preparando para regresar al aquí y ahora; cada cual a su ritmo se va incorporando. 8. En plenaria se comparte la experiencia. La facilitadora o facilitador se puede apoyar en la siguiente guía de preguntas: • ¿Cómo nos sentimos? • ¿Quién quiere compartir qué sucedió con este ejercicio? • ¿Alguien no pudo relajarse, centrarse en sí misma y hacer el ejercicio? ¿Hubo algo que les resultó difícil hacer en el ejercicio? • ¿Qué descubrieron de sí mismas? • ¿Cómo habitan su cuerpo? • ¿Qué necesitamos integrar las mujeres para apropiarnos de nuestro cuerpo y ejercer nuestro derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestras vidas? En plenaria, para el cierre, reforzar con ideas clave. Es importante tomar en cuenta los siguientes aspectos para poder resignificar la relación con nuestro cuerpo: Deconstruir y analizar las formas en que el ejercicio de poderes marca nuestra propia historia corporal y propicia la expropiación de la capacidad de ser y de decidir sobre sí. Ubicar vacíos, disociaciones y contradicciones que están presentes en nuestro proceso de apropiación corporal. Partir de qué miradas tenemos sobre el cuerpo nos permite visualizar de qué manera hemos interiorizado los mandatos, normas, discursos, creencias, representaciones, símbolos que delinean nuestra manera de sentir, pensar, actuar, mirar, valorar y aceptar, de cuidar o no nuestro cuerpo.


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El propiciar otras miradas y formas de elegir sobre nuestro cuerpo, sexualidad y vida pasa por conocer e interpretar “la subjetividad de los sujetos”, para comprender el punto de vista de los actores de acuerdo con el sistema de representaciones simbólicas y significados en su contexto particular. Por ello, estos acercamientos privilegian el conocimiento y la comprensión del sentido que los individuos atribuyen a sus propias vivencias, prácticas y sus acciones. El supuesto fundamental consiste en considerar que los comportamientos humanos son resultado de una estructura de relaciones y significaciones que operan en la realidad, en un determinado contexto social, cultural e ideológico. Esta realidad es estructurada o construida por los individuos pero a su vez actúa estructurando su conducta No hay que olvidar que la percepción de imagen corporal está muy influida por la ideología dominante en una sociedad y en un periodo histórico determinados. Y sí se puede cambiar por una visión positiva que tenga en cuenta la propia capacidad de desarrollo, goce y comunicación. Es como un sentido vital, como una energía positiva que trasciende a todos los niveles de la vida. Todo cuerpo es capaz de dar caricias, bienestar; y, a la inversa, puede también sentir, recibir placer por todos sus sentidos, todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Cuando nos sentimos bien con nosotras mismas, eso nos ayuda a establecer mejores relaciones. Se pueden establecer relaciones de igual a igual, para vivir en equidad. Si una parte se desprecia, automáticamente coloca a la otra parte como superior o inferior, que es la base de las relaciones de poder. Una clave para trascender estas situaciones es adquirir el compromiso, cada cual de manera individual, para no permitir que nadie nos coloque abajo y, a la vez, no colocar a nadie en un lugar de superioridad. Existen muchas prácticas mediante las cuales podemos expandir el movimiento y bienestar de nuestro cuerpo: el baile, algunos deportes, la práctica de yoga, Tai-chi y otras artes orientales.


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Sexualidad En la vida de las mujeres, la tensión entre el peligro sexual y el placer sexual es muy poderosa. La sexualidad es, al mismo tiempo que un terreno de constreñimiento, de represión y de peligro, un terreno de exploración, placer y actuación.6 Durante siglos los hombres fueron considerados los expertos en el conocimiento acerca de la sexualidad de las mujeres, tanto en tratados médicos como en textos psicológicos. Esas descripciones omitieron al clítoris como fuente de orgasmo femenino y describieron casi exclusivamente a la vulva, la vagina y los órganos relacionados con la reproducción. Apenas con la publicación de la tesis de Shere Hite7 en 1974 aparece un cuestionario realizado a un importante número de mujeres acerca de sus experiencias en cuanto a la sexualidad. Las respuestas muestran que ellas no siempre disfrutan los actos y caricias que responden a las necesidades sexuales masculinas, sino que necesitan de otros estímulos; cuestionan la importancia de la penetración en la sexualidad de las mujeres y cambian la valoración negativa de la masturbación, que incluye una actividad franca de frotamiento del clítoris, pero también una independencia de la estimulación del pene para la satisfacción. Vemos así que la sexualidad de las mujeres ha quedado, por siglos, más ligada a la fecundidad y el placer masculino que con la conexión de las mujeres con el placer. La sexualidad es inherente al ser humano y no hay una sola definición válida. Esta área del conocimiento es todavía un campo virgen para explorar y crear. Las estructuras sociales a las que pertenecemos, las ideologías, permean las identidades femenina y masculina; delinean límites y alcances individuales y colectivos. La apropiación del cuerpo, de la sexualidad, de la salud, depende del acceso a la educación, la información y los servicios de salud, así como de las condiciones adecuadas para ejercer nuestro poder positivo, para tomar decisiones libres de cualquier tipo de coerción, cimentadas en el respeto a la diferencia, a la diversidad, en la equidad. En México, la educación sexual se agregó a la educación pública apenas en la década de los ochenta y, a pesar de los beneficios que ha demostrado, aun hay sectores muy conservadores que se oponen a ella. Así, las mujeres siguen padeciendo una gran cantidad de problemas relacionados con la falta de información y servicios de salud sexual y reproductiva: embarazos en la adolescencia, infecciones de transmisión sexual –entre ellos el Virus del papiloma humano, precursor del cáncer cervicouterino–, abortos, violencia sexual, etc. Por eso, todavía es necesario reflexionar críticamente acerca de la sexualidad de las mujeres y la manera en que pueden aprender a tomar decisiones sobre su propio cuerpo. 6  Vance, 7

Placer, 1989. Hite, Informe, 2002.


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Actividad La sexualidad en los diferentes momentos del ciclo de vida Objetivo

Reflexionar la experiencia vivida en torno a la sexualidad en diferentes etapas de la vida, principalmente el aprendizaje sobre la toma de decisiones que se pueden compartir. Tarjetas media carta y plumones. Una hora quince minutos.

Material Tiempo Desarrollo 1. Se forman grupos pequeños (máximo de seis personas; si hay hombres, se forma un grupo). Se ofrece la siguiente lista de temas y se pide que cada persona elija un tema y lo plasme en un dibujo: Primera menstruación, primera eyaculación, masturbación, primera relación sexual, virginidad, iniciativa sexual, anticoncepción, aborto, negociación de sexo seguro, orgasmo, pornografía, fidelidad, infidelidad, celos, perversión, erotismo, menopausia, climaterio. Tiempo: quince minutos. 2. Se comparte en grupo los principales aprendizajes en torno a la toma de decisiones. Tiempo: 30 minutos. 3. En plenaria, socializar aprendizajes significativos. Preguntas guía para apoyar la reflexión. Tiempo: 30 minutos. • ¿Qué aspectos conoces acerca de la sexualidad de las mujeres y de los hombres? ¿Qué conoces acerca de las fuentes de placer y los orgasmos de las mujeres? ¿Sabías cuándo aparecieron los primeros estudios acerca de la sexualidad femenina realizados por mujeres? ¿Qué piensas acerca de eso?

Actividad Lo que siempre queremos saber y no nos animamos a preguntar Objetivo Material

Revisar en conjunto algunos temas relacionados con la sexualidad y reflexionar sobre ellos. Tarjetas con los textos sugeridos. (Pueden agregarse otros significativos para la cultura mexicana, como letras de canciones, lemas publicitarios, etcétera.) 40 minutos.

Tiempo Desarrollo 1. Les proponemos que conversen en pequeños grupos acerca de distintos temas, tabúes y mitos en la sexualidad. 2. Entre otros: pasividad de las mujeres, eyaculación precoz, relaciones homosexuales, combinación de intereses sexuales e intereses maternales,


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relación sexualidad–fecundidad, definiciones de los orgasmos femeninos, primacía de la descarga sexual masculina, etcétera. 3. Continuamos con algunas lecturas para tener en cuenta y “hacer nuestra la sexualidad”, distribuidos en tarjetas. 4. Reflexionar en grupo acerca de lo que nos sugirió la lectura. En plenaria se puede profundizar con las siguientes preguntas: • ¿Es habitual que en las parejas se platique acerca de las necesidades y deseos de cada uno? • ¿Consideramos lo que necesitamos como un derecho legítimo? ¿Podemos gestionarlo? ¿Cómo? • ¿Qué esperan las mujeres de un compañero sexual? • ¿Qué esperan los hombres de una compañera sexual? • ¿Se tienen en cuenta puntos cómo: consentimiento (que ambos acuerden qué quieren de sí y del otro), mutualidad (que se consideren uno al otro en sus necesidades), respeto (que se tenga en cuenta al otro como diferente de una misma, diferencias de tiempos, conocimientos, experiencias, clases de placer)? No es fácil que sea visible y aceptable la sexualidad en la edad madura porque desafía la supuesta ecuación sexualidad-fecundidad Yo pertenezco a la generación del “ahí abajo”. Es decir, esas eran las palabras –pronunciadas rara vez y en voz baja– que las mujeres de mi familia usaban para referirse a todos los genitales femeninos, ya fuesen internos o externos. No es que desconocieran términos como vagina, labios, vulva o clítoris. Por el contrario, estudiaron magisterio y probablemente tenían más acceso a la información que la mayoría. No obstante, no oí palabras que fueran más precisas, y mucho menos que denotaran orgullo. Por ejemplo, ni una sola vez oí la palabra clítoris. Transcurrirían años hasta que aprendí que las mujeres poseíamos el único órgano en el cuerpo humano cuya función exclusiva era sentir placer. (Si semejante órgano fuese privativo del cuerpo masculino, ¿pueden imaginarse lo mucho que oiríamos habla de él y las cosas que se justificarían con ello? Así pues, ya fuese mientras aprendía a hablar, a deletrear o a cuidar de mi propio cuerpo, se me decía el nombre de cada una de las asombrosas partes de mi anatomía, menos el de una zona innombrable. Ello me dejó desprotegida frente a las palabras vergonzosas y los chistes obscenos que oiría en el patio de la escuela y, más tarde, frente a la creencia popular de que los hombres –ya fuesen amantes o médicos– sabían más acerca del cuerpo de las mujeres que las propias mujeres.8 8

Texto de la obra teatral de Eve Ensler, Monólogos de la vagina (parte del prólogo escrito por Gloria Steinem).


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Actividad Contacto, cuerpo y sexualidad Objetivo

Propiciar que las personas participantes contacten con su propia suavidad, su propia fuerza, con su potencial creativo para explorar diferentes posibilidades de movimiento del cuerpo, desde cada una de las partes de este; y todas sus capacidades para sentir, vivir su cuerpo y su sexualidad. Ampliar su concepción sobre la sexualidad. Material Grabadora, seleccionar música de diferentes ritmos –de música suave a música más rítmica–, música afrobrasileña, caribeña o africana, de tambores; ir graduando y cambiando. Tiempo 45 minutos. Desarrollo En esta actividad, se sugiere a quien facilita invitar al grupo a hacer un círculo, pedirles que estiren las partes de su cuerpo que necesiten mover, que respiren y se preparen para bailar con diferentes ritmos. Es importante mencionarles: • No importa si sabemos bailar o no; lo importante es darnos la oportunidad de sentir la música y de descubrir nuestros recursos para contactar con nuestro cuerpo y, de esta manera, descubrir sensaciones, emociones que nos hagan sentir bien y desde ahí vivir nuestra sexualidad, desde nuestra integridad. • Quien no quiera participar puede no hacerlo; y se les pide guardar silencio para que quienes sí participan lo hagan a gusto. • A partir de que oigan la música, escucharán hablarles en primera persona para facilitar el contacto de cada cual. 1. Comenzar con música suave, varios ritmos; pueden ser cinco o seis músicas diferentes (dos minutos con cada una y cambiar), y terminar con música de tambores. Es importante crear un ambiente lúdico. Escucha la música y baila para moverte en libertad; si deseas, cierra los ojos, céntrate y déjate llevar. Mientras se danza, puedes decir al grupo con voz suave: “Siente tu cuerpo, deja que tu cuerpo siga la música, siente el movimiento; explora y deja que el movimiento surja desde tu potencial creativo, la expresión de tu ser, para sentir, explorar; contacta con cada parte de tu cuerpo, siente tus posibilidades; contacta con tu parte sabia que sabe cuidarse, gozar; respira, inhala/exhala.” 2. Con cada cambio de música, puedes decir: “inhala y exhala, contacta con tu cuerpo, siente la música, date cuenta qué experimentas ahora; inhala y exhala, permítete vivir la experiencia”.


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• Con la música de tambores afro-caribeña: “Siente tu fuerza; contacta con tus pies, tus piernas, con tus caderas; date cuenta de qué manera vives tu sexualidad; de qué manera eliges lo que deseas vivir; cómo tomas decisiones; de qué manera te permites disfrutar; cómo te vives, te permites sentir, pedir, dar y recibir; qué te significa vivir tu sexualidad sin riesgos y placenteramente; respira, inhala y exhala; sigue en contacto; sigue la música.” Poco a poco se va bajando el volumen y se les pide que cada cual tome su lugar. 3. Posteriormente, invitar a expresar sensaciones despertadas en el ejercicio. Preguntas para abrir el diálogo al grupo: • ¿Qué experimentamos al danzar? • ¿Qué sucedió en este ejercicio y de qué nos dimos cuenta? • ¿Qué fue más fácil: contactar con la suavidad y/o la fuerza? • ¿De qué manera contactaron con el disfrutar? 4. Reforzar algunas ideas clave para integrar: • Nuestra vida se desarrolla en una combinación de lo llamado femenino y lo llamado masculino. La fuerza y/o la suavidad no es exclusiva de uno de los dos sexos. Mujeres y hombres, podemos sentir e integrarlas a las dos, ambas necesarias para vivir y ejercer nuestra sexualidad. • Un buen contacto es un contacto respetuoso de las necesidades en cada etapa de la vida y según cada momento. Desde que nacemos y durante la infancia se conoce al mundo a través de los sentidos. Se vive desde el cuerpo global, se vive como totalidad. Conforme crecemos, se van reduciendo estas posibilidades ya que vivimos en una sociedad que valora lo genital, lo cual no apoya la integridad. La sexualidad se identifica con ese periodo reproductivo y con la genitalidad (con el acto sexual o coito). Se pierde de vista que la sexualidad es inherente al ser humano y se vive en todas las etapas de la vida. • Una tarea en el plano educativo sería aprender a modular y vivirlas de modo integrado con la globalidad corporal, en donde podemos intervenir tanto mujeres como hombres. • La recuperación del cuerpo implica el desarrollo de sus distintas sensaciones eróticas, que combinan los sentidos, la piel y todo el cuerpo, desde un desarrollo autocrítico y progresivo en mujeres y hombres, para ir creando otro tipo de relaciones humanas en donde el respeto y la cooperación sean valores entre las personas. • Contactar con nuestro erotismo supone: Estar disponible para la escucha de lo que nos rodea y de lo que acontece en nuestro interior; abrirse a la vida, a lo externo y a lo interno.


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Un proceso para desarrollar la capacidad de comprensión y de autoconocimiento. • El erotismo: Es una capacidad de vivir subjetivamente el placer en nuestro cuerpo. Es la facultad de procurarse el ambiente que nos haga sentir a gusto, la creatividad más allá del individuo. Es un poder energético, una sensación de placer vinculada con lo sexual, que puede ser vivido no sólo en las relaciones sexuales sino también fuera de ellas, trascendiéndolas.

Cuidado de sí mismas Buscamos generar en las y los promotores sociales formas de ayudar a las mujeres para que desarrollen actividades de cuidado de sí mismas y para que no sean siempre cuidadoras de los demás. En la tradición del cuidado de los otros, las mujeres no han cultivado la capacidad de cuidar de sí mismas. La percepción de las necesidades de los otros y la habilidad para satisfacer esas necesidades suponen para las mujeres un aprendizaje importante de las conductas y de la moral referida a los cuidados, lo que no les garantiza una habilidad semejante para desarrollar funciones de cuidado para consigo mismas. El cuidado del propio cuerpo, el reconocimiento de los propios deseos, el desarrollo de actividades de su interés, el registro de malestares y la programación de su resolución, el cuidado de su autoestima, etc., son prácticas necesarias para asegurar el autocuidado de las mujeres. Si no te cuidas tú primero, mal podrás estar en condiciones de alimentar y enseñar prácticas de cuidados (lecturas de riesgos y medidas de consecuencias, conciencias de daños, etc.) a tus hijas e hijos.

Actividad La madre cariñosa interior Objetivo

Ayudar a que las y los coordinadores de programas den importancia al hecho de que las mujeres desarrollen acciones positivas para consigo mismas y busquen formas adecuadas para ello. Tiempo 40 minutos. Desarrollo Consignas (para esta consigna, cada una y cada uno debe imaginar que es una mujer que conoce y quiere solucionar un problema): • Cerrar los ojos y percibir algún malestar en la vida cotidiana. (Deben asegurarse de identificarse plenamente con la mujer que han imaginado.)


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• Si te hablara tu madre cariñosa interior, ¿qué te diría que hagas para cambiar la situación que te molesta? (Detenerse el tiempo necesario para poder registrar los puntos anteriores.) • Comenta con la persona de al lado algo de lo que te ha provocado el ejercicio. • Apertura en plenaria para compartir algunos de los ejercicios proponiendo como refuerzo teórico inscrito en el marco del Programa de Democratización, preguntas como: ¿De qué manera podrías hacer tu vida más placentera? ¿Qué quieres profundamente? ¿Qué cuidados requieres en tu cuerpo, tu salud, tu desarrollo, tu trabajo, tus relaciones? ¿De qué manera podrías hablar con tu familia –marido, hijas e hijos, hermanas/os, madre, padre, etc.– para que te ayuden y respeten lo que necesitas para cuidarte?


ORGANIZACIÓN DE LA VIDA DOMÉSTICA Y LA VIDA FAMILIAR Nos proponemos en este capítulo reflexionar sobre un tema que muchas veces se confunde: por un lado, todo aquello que se requiere para el mantenimiento de la casa en la vida diaria; y por el otro, los requisitos afectivos y de cuidados necesarios para cada una de las personas integrantes de la familia. Asimismo, reflexionaremos sobre el papel que las mujeres jugamos en este campo, como si estuviéramos predestinadas a la vida doméstica y como si estas tareas y estas conciencias fueran ajenas a la vida de los hombres. También procuraremos recuperar el valor de este aspecto de la vida, que nuestras culturas generalmente desvalorizan, con lo cual queda invisible el enorme aporte afectivo y económico de las mujeres, realizado a veces en dobles o triples jornadas. Así, podremos volver a apreciar, evaluar y reorganizar de una manera más equitativa la distribución de responsabilidades y corresponsabilidades en el sostén de la vida cotidiana. La inequidad entre los géneros se construye y se reproduce en el escenario cotidiano. También en lo cotidiano encontramos que este orden tiene la posibilidad de ser cambiado. En este capítulo podremos examinar cómo se han construido y se siguen construyendo en las familias formas de organización cotidiana que perpetúan valores, ideas y pautas de conducta que muchas veces son obstáculo para el desarrollo y el acceso de las personas a uno de los derechos más esenciales: el bienestar integral. El objetivo que nos planteamos es que las y los agentes de programas sociales puedan ser quienes acompañen procesos más democráticos de organización de la vida doméstica de las personas para quienes trabajan. Es en el escenario cotidiano donde se va gestando y poniendo en práctica una creencia personal y social, sostenida por mujeres y varones, según la cual las mujeres son “naturalmente” quienes tendrían que estar totalmente a cargo del cuidado doméstico. Esta creencia se completa con la supuesta idea de que las mujeres son personas “débiles”, que no saben manejarse, a las “que hay que proteger”, “sobre las que se tienen derechos”; y también de que los hombres son personas “a las que hay que servir”, “los que tienen la autoridad de mando y to    57


58   M. C. Ravazzola E. M. Reyes Rosas G. Sánchez Díaz de León

dos los derechos”. Al menos fue así, en la gran mayoría de los casos, como fuimos creciendo y construyendo las familias en todo el país. Vemos que en la vida privada y en la organización de los “quehaceres domésticos” se recrean expectativas que también existen en el mundo social, con creencias y mandatos limitantes para ambos géneros. Allí se producen, se fortalecen y legitiman las concepciones de lo que es y debe ser una mujer y un hombre. Allí es donde cada uno de nosotras y nosotros nos apropiamos de modelos, reglas y requisitos de comportamiento y allí es donde se interioriza la justificación de una desigualdad jerárquica basada en el género. Por otro lado, el efecto de cotidianeidad nos acostumbra a vivir como “naturales” las distribuciones de tareas por género y por generación. En este contexto, a las mujeres nos pasa que dejamos de escuchar a nuestro cuerpo, nos volvemos inhábiles para reconocer sensaciones como por ejemplo el cansancio, lo que limita nuestros aprendizajes y contactos con nosotras mismas y el mundo que nos rodea. Si la organización nos abruma y no nos satisface, vamos experimentando malestares y desesperanza, desconociendo y desperdiciando nuestras habilidades. Todo ello, nos hace perder nuestra integridad y el respeto por nuestra dignidad, ya que dejamos de ser conscientes de cómo se gesta esa situación y los inconvenientes que resultan de esa distribución inequitativa. Nos preguntamos ahora, mirándonos a nosotras y nosotros mismos: ¿Cómo organizamos nuestra vida cotidiana? ¿En esa organización, cuál es el lugar de la mujer y cuál el del hombre? ¿Cómo se organizan las tareas en mi familia actual y cómo se organizaron en mi familia de origen? ¿Quién o quiénes deciden esa distribución de tareas y responsabilidades? ¿Tiene alguna importancia el sexo-género en esa decisión y esa distribución? Como ya dijimos: El sexo se refiere a las características biológicas de los hombres y las mujeres, vinculadas con su morfología corporal, caracteres genitales secundarios y capacidades en el proceso reproductivo. El género se refiere al conjunto de ideas y creencias culturales que simbolizan la diferencia sexual. También es en la organización de la vida cotidiana donde hombres y mujeres nos enfrentamos a dilemas: entre el poner en primer lugar “ser para sí” y poder entonces tener proyectos propios, o el “ser para otras y otras”; y también a los dilemas entre lo que se “es”, lo que se “desearía ser” y lo que se “cree que debería ser”. Es allí donde muchas veces las mujeres nos enfrentamos a malestares, a problemas de relación y a formas de manifestarlos que nos enferman. Podemos a veces anestesiar los malestares (dejar de sentirlos), y expresar que estamos viviendo experiencias negativas o dolorosas a través de problemas de salud. Inter-


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pretamos este enfermar como una vía de denuncia, una solicitud de ayuda y/o una manera de intentar “resolver”, con un costo personal demasiado alto, el conflicto que genera vivir con tantas demandas contradictorias (sentir que tenemos que complacer las necesidades de todos aquellos con los que convivimos, aunque no siempre podamos hacerlo).

Actividad Necesidades cotidianas Objetivo

Tomar conciencia sobre la importancia de realizar tareas específicas y asumir conciencias concretas en cuanto a las necesidades cotidianas y la posible distribución más equitativa de las mismas.

Desarrollo 1. Incluimos aquí una encuesta sobre las tareas cotidianas de organización doméstica (con algunas diferencias según diferentes sectores sociales). Sugerimos leerla con atención, contestarla individualmente, ampliarla si es necesario, y al final las respuestas. Hemos tratado de consignar todas las que pudimos para darnos idea de su magnitud. 2. Les pedimos que registren cuáles son las emociones y sensaciones que aparecen en su cuerpo y que, por último, hagan un esfuerzo por compartirlas e interpretarlas con sus compañeras y compañeros asistentes a los talleres. 3. Conversen en plenaria sobre lo que les produjo el ejercicio de completar y visualizar globalmente la encuesta. 4. Relacionen lo sucedido con la posibilidad concreta de democratizar el escenario de la vida cotidiana. Encuesta sobre el trabajo doméstico en los hogares (el ejemplo es sólo una guía y corresponde a clases sociales medias). Aquí tienen ustedes una lista de actividades que se realizan en una casa (algunas son diarias, otras semanales, otras mensuales): marquen con una cruz cuáles se hacen en su casa y quién las hace. Agreguen las que se nos hayan olvidado. Dejen en blanco lo que en su casa no se haga. Pongan una cruz en “profesionales” cuando esa actividad la realice alguien de fuera de la familia a cambio de dinero. En la última columna, marquen quién es responsable de esa actividad, aunque no la realice personalmente.



Tender la ropa

Guardar la ropa planchada

Planchar la ropa personal

Lavar la ropa personal

Lavar la ropa de la casa

Limpiar balcones o terrazas

Limpiar la fachada

Limpiar cristales y persianas

Limpiar patios, entrada/estacionamiento, banqueta/calle

Limpiar baĂąos

Limpiar armarios/roperos

Limpiar mantas

Airear la ropa de cama

Limpiar cortinas

Limpiar alfombras

Limpiar los pisos

Barrer

Sacudir las alfombras

Pasar la aspiradora

Quitar el polvo

Hombre

Mujer

Ambos

Profesional

Encuesta sobre el trabajo domĂŠstico en los hogares Responsable


Cuidarlos/as cuando están enfermos

Participar en la Asociación de padres y madres

Ayudarlos/as en los deberes

Entrevistar al maestro/a

Traerlos/as de la escuela

Llevarlos/as a la escuela

Bañarlos/as

Cambiarlos/as

Prepararles la comida

Darles de comer

Cuidar que no se lastimen los niños/as

Estar con ellos, atenderlos

Jugar con los hijos/hijas

Limpiar el refrigerador

Limpiar los armarios de la cocina

Limpiar la cocina

Secar los trastes

Lavar la vajilla/trastes

Sacar la basura

Limpiar y lustrar los zapatos

Llevar la ropa a la tintorería

Recoger la ropa

Hombre

Mujer

Ambos

Profesional

Responsable


Poner la mesa

Hacer la comida los días libres

Hacer la comida a diario

Comprar la comida

Hacer la lista de las compras

Planificar el menú

Reparar el coche, llevarlo al taller

Cambiar el aceite

Cambiar una rueda

Limpiarlo por dentro

Lavar el coche

Clavar clavos para colgar cuadros o percheros

Pintar o empapelar

Arreglar grifos cambiando el empaque

Cambiar focos de luz

Arreglar contactos de luz

Reparar electrodomésticos

Destapar caños

Llevarlos/as y traerlos/as de actividades extraescolares

Llevarlos/as y traerlos/as de casa de amigos/as

Llevarlos/as y traerlos/as del dentista, pediatra

Comprarles ropa, material escolar


Recoger lo que se cae al suelo

Hacer camas

Mantenerlos organizados

Organizar armarios, cajones, archivos

Hacer pagos

Cuidar de los animales domĂŠsticos

Cuidar de las plantas

Solucionar papeleos

Ir al zapatero

Ir al correo

Ir al banco

Coser cortinas, manteles

Tejer

Confeccionar trajes, faldas

Reparar bastillas descosidas

Remendar

Poner cierres

Coser botones

Elaborar mermeladas, conservas

Hacer reposterĂ­a

Hombre

Mujer

Ambos

Profesional

Responsable


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Construcción de la conciencia doméstica y familiar Creemos que es importante que todos los miembros de la familia compartan lo que llamamos conciencia doméstica,1 ligada con la conciencia sobre las relaciones familiares y con la conciencia acerca de la importancia de las otras personas. Esto implica no sólo la realización concreta de las tareas que, como ya hemos visto, se necesitan para hacer funcionar una casa y sostener la convivencia de todos los días, sino un grado más de compromiso y responsabilidad en cuanto a efectuar todo lo necesario para lograr una buena calidad de vida para todos. Quiere decir: ver lo que está sucio, roto o desordenado; sentirse mal si las cosas no se hacen ni se arreglan; conocer la calidad de la comida y la dedicación en general que debe darse a las hijas e hijos; recordar lo que falta; pensar y programar para el día, la semana y también el mes. En nuestras culturas persiste la idea de que todas estas tareas tienen que ser relevadas y llevadas a cabo sólo por las mujeres, como si existiera una “predisposición genética u hormonal” para el cumplimiento de las mismas. Como sabemos, no existe tal predisposición, pero en verdad el ejercicio práctico de estas tareas aumenta estas conciencias acerca de los otros. Ya sea por distribuir en forma más justa las cargas domésticas, o por aumentar los registros y las conciencias de las que hablamos, es deseable que todos los miembros de las familias, sean varones o mujeres, puedan coparticipar y ser corresponsables en la organización de la vida doméstica, cumpliendo cada uno con las actividades y responsabilidades que entre todos han decidido que son necesarias. Nos preguntamos y les preguntamos: ¿Cómo haríamos para ayudar a hacer crecer la conciencia doméstica en los diferentes miembros de las familias? ¿Cómo crear conciencia del bienestar familiar? ¿Cómo escuchar y tener presentes las necesidades y deseos propios, y también las necesidades y deseos del otro? Algunas sugerencias para facilitar cambios en la organización doméstica, para que las tareas no queden sólo sobre las espaldas de las mujeres. • Dejar en claro que la construcción de una relación de equidad en la vida doméstica es una meta que puede beneficiar a todas y todos. • Iniciar una primera ronda de pláticas respecto a la división de responsabilidades. Conviene hacer una lista de las tareas y establecer acuerdos en los que todas y todos participen. • Comenzar la 2ª, 3ª, 4ª rondas de pláticas, de redefiniciones, de clarificaciones, de elaboración y limitación en cuanto a la definición de tareas, con pa-

1

Denominación aportada por Marianne Ault-Riché, autora de artículos sobre el tema.


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ciencia y sin olvidar que esta conciencia no se desarrolla natural ni fácilmente. Si el otro está teniendo éxito, elaborar en conjunto la definición de tareas y apreciar los logros; si el otro está teniendo dificultades, limitar o parcializar las tareas. Por ejemplo: si “él sacar la basura” demuestra ser demasiado ambicioso como meta, la podemos partir en: 1) ver la basura, 2) embolsarla, 3) sacarla, 4) poner nueva bolsa en el bote. Trabaje en lograr primero la tarea número 4), 3), luego la número 2), y sólo por último la número 1). (Recuerde que la tarea número 1, ver la basura, refleja el más alto nivel de conciencia.) • Encontrar maneras creativas de ayudar a los otros a realizar las tareas domésticas sin criticar, culpar, predicar, insistir, etcétera. • Seguir la pista de las realizaciones del otro a fin de dar reconocimientos cuando sea posible, por ejemplo: agradecer, aunque sabemos que en el fondo es una tarea que se hace para todos. • Entablar pláticas clarificadoras cuando el otro no esté haciendo sus labores. El desafío es aquí tener datos exactos sin que parezca que se ha estado observando. Esto es virtualmente imposible, pero es bueno intentarlo. • Iniciar pláticas sobre la igualdad, el ser equitativo, la conciencia doméstica, la conciencia del cuidado del grupo familiar, etc., en la teoría y generar ideas en forma mancomunada sobre cómo lograr metas. Tales pláticas son más productivas cuando el otro ya se está encontrando con sus responsabilidades tal como se las definió en forma general y cuando no se está enfrentando un conflicto concreto. • Gradualmente, volver a trabajar sobre la lista de tareas para destacar “la responsabilidad para”, así como también “la realización de”. Esto provoca que puedan asumirse las responsabilidades del otro (además de cumplir con sus propias tareas), cuando el otro esté enfermo o tenga que responder a una obligación laboral. • Disfrutar juntos de la intimidad experimentada cuando las personas tienen la habilidad para relacionarse con el otro sin sacrificarse a sí mismos. Es paradójico que las mujeres, que nos dedicamos a preservar la vida de los otros, a veces olvidemos hacernos responsables de preservar nuestra propia vida. Cuando tenemos conflictos no resueltos en la vida cotidiana, todo se trastorna, nuestra vida privada y nuestra vida pública. Puede ser un conflicto de pareja, un embarazo inesperado, la enfermedad y muerte de los padres o alguien en el núcleo familiar. Algo grave nos pasó y tuvimos que hacer un gran esfuerzo vital para preservar nuestra vida. Entonces nos damos cuenta de que nos educaron y adiestraron para ser buenas trabajadoras, madres, servidoras, eficientes; pero no nos educaron para ayudarnos a nosotras mismas. Y de pronto nos enfrentamos al reto de ser las principales protagonistas de nuestra propia vida, y empezamos a buscar todo aquello que nos preserve y nos mantenga vivas. Cuando las mujeres


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enferman, es muy frecuente escucharles decir que quieren estar bien por sus hijos. Como quiera que fuere, la conciencia de vulnerabilidad de los otros, de las necesidades de apoyo y cuidados especiales de las y los otros, mayor en las mujeres por la socialización en la maternalización permanente de los otros, no nos prepara para tener esa experiencia de cuidado hacia nosotras mismas.2 La propuesta desde la equidad es, entonces, democratizar el cuidado de sí y de los otros, apoyar los esfuerzos de cada mujer por preservar su vida, eliminando el exceso de trabajo, organizando el cuidado de la vida cotidiana entre todos los que viven en la casa y, sobre todo, apoyando en ella la construcción de su autoestima y su autocuidado.

Actividad Necesidades del otro Objetivo

Reflexionar sobre cómo podemos crear condiciones que favorezcan procesos de construcción de una conciencia acerca de las necesidades del otro, especialmente cuando el otro tiene grados importantes de vulnerabilidad y dificultades para exigir sus derechos (niños, ancianos, mujeresmadres). También reflexionar sobre cómo crear condiciones para que estos últimos puedan tomar conciencia de necesidades y deseos propios. Desarrollo Proponemos algunos ejercicios de inversión de funciones, que consisten en ponerse “en la piel” del otro, en el lugar de la otra persona. Podemos leer juntos la historia de Adela. De allí, representar la escena de una plática en que una madre de adolescentes se queja, molesta, porque los hijos no se hacen cargo de su ropa y sus objetos. Los hijos no encuentran que eso sea un problema, y el padre considera que es tarea de la madre ocuparse de atender a sus hijos. Para esta dinámica, es importante incluir la observación de quienes escuchan y miran a los protagonistas de la escena. Como estas negaciones operan “a doble ciego”,3 sólo alguien desde afuera puede interpretar deseos no registrados por los protagonistas (es probable que si se trata de mujeres, desde afuera se “vea” más la negación de los deseos propios).

2  Basaglia,

Mujer, 1983; Sanz, Vínculos, 1995. Cristina Ravazzola, una de las autoras de este manual, está investigando especialmente este punto en relación con el protagonismo de las mujeres en sus propias vidas, y las crisis que se generan en las relaciones familiares y de pareja cuando alguna circunstancia grave estimula a las mujeres a reflexionar acerca de esta dedicación a otros de la que han quedado excluidas. 3  Lo que quiere decir que no sabemos, que no nos damos cuenta de algunas realidades. Sólo lo ve alguien de afuera que percibe nuestras negaciones.


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Insistimos en reflexionar acerca de estas conciencias que mencionamos, puesto que tienen una base común, que es la conciencia relacional o familiar, que no puede ser reducida a meras funciones. Pensamos que las funciones de proporcionar cuidados, de proveer suministros y de ejercer autoridad desde la experiencia son fundamentales en las familias. Estamos hablando de la capacidad para poner en juego una gran inversión emocional que expande las obligaciones y responsabilidades más allá de los límites de cada persona y la compromete en el destino y los estados de bienestar de quienes componen su familia. La Historia de Adela Adela, una profesional de alrededor de 40 años, cuenta que no tiene energía, que está permanentemente triste, muy afligida porque siente que su familia está quebrada y que ella es la responsable de ese desastre. El hijo mayor de Adela está también deprimido y ella cuenta que habla con odio de su padre. Federico, el menor, se comporta a veces despóticamente, de modo semejante a la conducta de Pablo, el marido de Adela y el padre de sus hijos. Actualmente, ella trabaja en su profesión y es parte importante del sustento de su hogar, mientras que Pablo dirige la edición de una revista. Se han mudado hace pocos meses a una buena vivienda, cerca de la escuela a la que van los hijos, dentro de la misma colonia en que han estado antes de los problemas. Para Adela, las dificultades comienzan cuando Pablo, quien ganaba mucho dinero, no vio venir las consecuencias de algunas maniobras financieras y ellos pasan de una situación holgada a perder incluso la vivienda de la familia. Entonces Adela pide ayuda a su madre y comienzan a convivir con ella, viuda, que, a su vez, tiene a su cargo a dos adolescentes, hijos de una hermana de Adela fallecida hace tres años por una enfermedad aguda. Adela critica airadamente a su madre, a quien describe como una persona muy poco cuidadosa, que dice lo primero que le viene a la cabeza sin medir las consecuencias de lo que produce en los demás. Y atribuye gran parte del desastre que dice que ha sobrevenido en su familia a su mala idea de convivir con la madre, porque se metía con los nietos y maltrataba a todos. Piensa que ya no se van a sobreponer a esos momentos amargos que vivieron. Agrega que, para el tiempo en que se mudaron con la madre de ella, Pablo venía repitiendo que estaba harto de todo, que quería tomarse un tiempo lejos de la familia, que no aguantaba más estar al lado


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de ella, ya que ella no lo atendía ni se ocupaba de él. Sólo si se le hacen preguntas, Adela registra que, en ese tiempo, era ella quien mantenía la familia con su trabajo, ya que él había perdido todo; era ella la que se ocupaba de los hijos porque él no les prestaba atención; y era ella quien ayudaba a su madre con las tareas domésticas. Los reclamos de Pablo no habían comenzado allí, sino que venían desde la época del fallecimiento de la hermana de Adela, seguido poco después por el de su padre. Como pasó un tiempo deprimida, Adela cuenta que descuidó a Pablo. Él quedó muy enojado con ella por esto y propuso irse, porque le pareció justo que ella sintiera lo que él había sentido. Una vez al mes, Adela viaja a otra ciudad, donde permanece alrededor de cinco días, en los que ella se siente plena, alegre, segura, reconocida y eficiente en el desempeño de su trabajo. Ella misma se sorprende de encontrarse allí de modo tan diferente al que experimenta en su vida habitual. Desde una perspectiva de género, más que solucionar o disminuir su malestar, es importante revisar con Adela aquellos elementos que pueden ayudar a entenderlo y considerarlo como una señal que orienta los cambios que ella debe introducir en la organización de su vida. De más está decir que resulta necesario explorar con ella las condiciones de su vida cotidiana, así como sus ideas acerca del papel de la mujer en la familia y en la pareja, que pueden estar contribuyendo a sus molestias. Por ejemplo, Adela y Pablo pueden creer que es obligación de ella como esposa atender a su marido, aunque esté sumida en la tristeza por la pérdida de su hermana y de su padre, y que no se le ocurra que, en una relación más igualitaria, quizá hasta podría haber esperado consuelo y apoyo de parte de él hacia ella. Ella puede creer que sus necesidades no pueden ocupar un primer plano, sino que tienen que estar siempre supeditadas a las de su marido y sus hijos. Desde esa mirada idealizadora de la mujer en la familia, Adela se muestra muy crítica en sus juicios acerca de su madre, y estas mismas críticas pueden en parte estar ejerciendo un efecto negativo sobre ella misma. La madre estaría atreviéndose a reclamar lugares más protagónicos que los que Adela le concedería de acuerdo con su función de “criadora” de adolescentes. La organización de la vida cotidiana en la casa de Adela muestra muchas creencias de la familia y de ella misma que también estarían formando parte de su malestar. Cuenta que le molesta tener que quedarse despierta de noche esperando a Pablo, que llega a veces muy tarde, cuando ella tiene que levantarse muy temprano a la mañana siguiente para despertar y dar el desayuno a sus hijos. Aunque acepta que el menor se pone su despertador y que el mayor se despierta solo


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para ir al club a hacer deportes los fines de semana. También acepta que Pablo se arregla perfectamente bien con los niños cuando ella está de viaje, y reflexiona acerca de los esfuerzos que ella misma se impone, tal vez porque “trabaja y no está con ellos todo lo que cree que sería bueno”. De estas reflexiones surge una nueva escena que sorprende a Adela: Estando los cuatro en una plática, ella habla con los hijos y, cuando quedan solos, Pablo le hace algunas observaciones acerca de lo que ella no dijo y debería haber dicho y también al revés, criticando lo que sí dijo. Adela percibe su propio malestar frente a este comentario y le pide a Pablo que deje de someterla a examen porque eso la cansó y, sin esperar su respuesta, sale de la habitación. En el próximo encuentro, comenta haberse sentido mucho mejor y, muy asombrada, relata que Pablo no sólo no se enojó sino que estuvo especialmente amable y cuidadoso más tarde.

La salud de las mujeres Las mujeres piden ayuda a las instituciones sociales para ellas y para asistir a los miembros de su familia, aunque en general predomina el segundo de los casos. Los temas que las preocupan consisten primordialmente en ayudas económicas y profesionales para su familia, con fines concretos (alimento, vivienda, medicamentos), y en problemas de rendimiento escolar o de conducta de las hijas e hijos, en especial si son adolescentes. En cuanto a ellas, los problemas se relacionan con enfermedades físicas (dolores de cabeza, articulares y musculares; problemas ginecológicos y otros), con malestares que pueden definirse como depresiones (falta de entusiasmo, de energía), con dificultades para tomar decisiones, con adicciones (alcoholismo y consumo de fármacos), con indefensión frente a la violencia física, emocional y sexual, y con problemas que se asocian a dificultades para asumir y ejercer derechos a una vida mejor y más plena, aunque difícilmente estas últimas situaciones se expresen en sus peticiones. En relación con la salud de las mujeres queremos también referirnos a una curiosa condición que presentan las mujeres maltratadas, aunque no acudan a consulta por ella, y que se estudió en víctimas de torturas por causas políticas, a la que llamamos “lavado de cerebro”. Consiste en una serie de manifestaciones por las cuales las personas victimizadas comienzan a pensar y a funcionar como si tuvieran su cerebro “tomado” por su torturador, de modo que no pueden pensar ni mirarse a sí mismas fuera de los criterios de este. Algunas de las manifestaciones del “lavado de cerebro” de las mujeres generalmente son: • No registran del todo el maltrato. • No cesan de creerle a su maltratador aunque este les mienta muchas veces.


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• • • •

Suponen que lo necesitan como a un nutriente. Cuentan dramas con indiferencia o con risas, “trivializan” lo que les pasa. Una parte de ellas funciona como abogada y delegada de él. No pueden enojarse con él. Engañan y traicionan a quien las está asistiendo (creen que esas personas lo atacan a él y buscan ayudarlo). • Piensan que sus problemas se acabarían si “pudieran ser capaces de complacerlo a él”. • Muestran lentitud de respuesta. Obran como si estuvieran en un trance. • Muestran bloqueos “lagunas”, olvidos, inseguridad.

Preguntas y pequeña actividad: ¿Cuáles creen que son los problemas más comunes en las solicitudes de ayuda de las mujeres que acuden a los centros de atención a la violencia? ¿Cuáles piensan que son los problemas que intercambian cuando tienen oportunidad de platicar en grupos?

Actividad Pedidos de ayuda de las mujeres 1. Cada participante elabora una lista en plática con su compañera o compañero más próximo. 2. ¿Qué piensan que podrían hacer ellas para cambiar su situación?

Dificultades para registrar deseos propios Debido a los mandatos y componentes en los aprendizajes inherentes a la socialización de las mujeres, no es común que ellas ejerzan en forma fluida el registro, la expresión, la afirmación y el cumplimiento de sus propios deseos. Los mensajes en los que se las aprueba y entrena para no contrariar el deseo del otro (imágenes de la “mala mujer”, quien debe sufrir castigos como por ejemplo la pérdida de los hijos si deja que sus deseos guíen sus conductas) las llevan a tener poco contacto con sus propios deseos o a renunciar a ellos. Ellas aparecen entonces dubitativas cuando están frente a decisiones en las que tienen libertad y panoramas amplios para armar proyectos propios. Si tomamos en cuenta el tema del poder por la negación, es más probable que las mujeres puedan registrar aquello que no quieren, aunque aquí también encuentren problemas para manifestarse.


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Actividad Relato y revisión Un ejemplo: En un episodio de una telenovela, vemos que una joven mujer está perdidamente enamorada de un conductor de camiones y va todos los días a la parada para intentar seducirlo (ya antes lo había conseguido alguna vez, pero ahora él quiere estar bien con su esposa y la rechaza). Ella le lleva cacahuates que vende y él se burla y regala los cacahuates a todos sus amigos, quienes también se burlan. Otras escenas muestran que la joven “debería” haber estado más en su casa, con sus hijos, que están muy abandonados y hacen travesuras pesadas bajo la crítica mirada del padre de ella, quien trata de aconsejarla mientras ella se dedica a buscar algún remedio que le devuelva el amor del camionero. En una de las salidas de la madre, los hijos se meten en un problema con riesgo de sus vidas, lo que es interpretado como consecuencia de la actitud de la madre. Este sería un ejemplo de las culpas de la “mala” mujer que tiene deseos, los registra y les da amplio espacio, por encima del espacio que da a sus hijos, a los que descuida y pone en riesgo. No se habla de las responsabilidades del padre de los muchachos (ni figura en la telenovela), ni de que ellos ya no son criaturas y bien podrían responsabilizarse de sí mismos. ¿Cómo ayudarían a estas personas? ¿Cuáles son los riesgos a que ellas se enfrentan? ¿Qué tipo de pláticas deberían suscitarse para plantear relaciones más igualitarias? ¿Quiénes podrían ayudar? ¿Cuáles son los recursos con que cuentan estas personas? Otro ejemplo: El marido reprocha a su esposa que ella nunca decida el plan para salir por la noche y que no exprese ninguna preferencia al momento de escoger cuál película ir a ver. Revisemos ambos ejemplos: Uno muestra a una mujer que se conecta con sus deseos pero se deja gobernar por ellos y es condenada como mala madre. El otro es sobre una mujer que no está entrenada para identificar sus deseos ni para darles importancia.


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¿Qué podría pasarle a esta mujer si así lo hiciera? ¿Está acostumbrada a hacerse cargo de decisiones y sus consecuencias? ¿Qué pasa si van a ver la película que ella finalmente eligió y a su marido no le gusta?

Actividad Decir no 1. Las y los participantes buscan situaciones en que los familiares le propongan a una mujer (esposa o madre) una actividad que a ella no le gusta. • ¿Cómo dice que no? 2. Ejercicio en parejas. Explorar cómo se siente la persona que debe decir no y cómo se siente quien la escucha.

Conciencia de los propios recursos, capacidades y competencias No creemos que las capacidades, recursos y competencias que se atribuyen a las mujeres sean propios de ellas como género, pero sí que hay algunos que la cultura propicia para que sean sólo ellas quienes los pongan en práctica. Nos referimos a la capacidad de ubicarse en el lugar del otro, aceptarlo y comprenderlo, apreciarlo y apoyarlo; a la competencia de proporcionar cuidados a quienes los necesitan; a los recursos para generar redes de apoyo y contención cuando existen situaciones críticas que resolver; a la capacidad de, acompañar procesos liderados por otros, brindar ternura, mostrar paciencia, abnegación, altruismo, valentía, etcétera. Nada indica que estas cualidades sean patrimonio de las mujeres, y los testimonios acerca de hombres que comparten y practican estas características son cada vez mayores. A su vez, tampoco las mujeres están privadas de ejercitar acciones que son recursos habitualmente atribuidos a los hombres, como el liderazgo, la autoridad, la firmeza, la capacidad de gestión pública, la autonomía, el desarrollo responsable de un oficio o una profesión, el ejercicio en general de un poder de gestión, etcétera. Queremos mencionar estas posibilidades de las mujeres porque la conciencia de las propias capacidades y la sensación de ser valiosas, que deriva de esa conciencia, son parte importante de la construcción de autoestima en las mujeres.


RELACIONES AFECTIVAS, ESPACIOS PROPIOS Y ESPACIOS COMPARTIDOS Reencuentro con nosotras y nosotros mismos En este capítulo haremos un recorrido por nuestra historia: un recorrido de reencuentro con nosotras y nosotros mismos para identificar de qué manera hemos aprendido a relacionarnos. Podremos darnos cuenta de la forma en que aprendimos a poner límites,1 cómo abrimos o cerramos los espacios para estar con nosotras y nosotros mismos o para compartir con las personas que nos rodean. También podremos reconocer cómo hemos aprendido a establecer vínculos afectivos con las mujeres y hombres con los que nos relacionamos.2 Este reencuentro con nosotras y nosotros mismos es muy importante para poder resignificar y transformar nuestra vida personal, familiar y social, descubrir nuestras habilidades y recursos propios, y expandirnos hacia el exterior desde el bienestar, la armonía y la sabiduría. Tomar decisiones y construir espacios propios y compartidos es vital para reconocer que somos diferentes, que cada persona tiene su lugar en el mundo y que es posible aspirar a vivir formas de relacionarnos más democráticamente en las familias. En este recorrido proponemos abrir un espacio para reflexionar críticamente sobre las concepciones de amor y de pareja con las que formamos a nuestras familias. Ello nos permitirá revisar los acuerdos mediante los cuales establecemos vínculos afectivos de manera, que en el núcleo familiar se facilite escuchar y respetar las necesidades de todos sus integrantes. Para iniciar este recorrido, como facilitadoras y facilitadores, necesitamos tener en cuenta y recordar lo siguiente:

1  Puesta

de límites: acciones propias de la capacidad de discernir, es decir, la capacidad de las personas para diferenciar qué quieren para sí mismas y qué no. 2  Pendzik, Manual, 1992.

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a) Acerca de los distintos tiempos de las personas para el cambio: es importante reconocer que cada persona tiene su ritmo y requiere distintos tiempos en sus procesos como mujer u hombre, para encontrar su propia forma de contactar consigo mismo y el mundo que lo/a rodea. b) Acerca de los procesos de aprender a ser mujeres u hombres: no hay una escuela que nos permita reconocer la historia de opresión de las mujeres ni que nos enseñe a diferenciar nuestros propios deseos de los deseos de los demás. En los procesos de aprender a ser mujeres u hombres, muy difíciles para ambos, cada cual hace su camino y va “eligiendo” de alguna manera, consciente o no, hacia dónde seguir; algunas veces con mayor claridad que otras; hay periodos en los que se avanza y sentimos que nos vamos acercando a nuestro objetivo, mientras que otras veces parecería que nos atoramos, que no podemos avanzar, que no hay salidas y que retrocedemos. Sin embargo, esto es parte de los procesos y no necesariamente significa retroceso; también puede significar que se requiere hacer una pausa en el camino para transformar problemas en oportunidades y crear las condiciones para una nueva posibilidad. En la vida hay un continuo de posibilidades y todo depende de cómo la enfoquemos y de cómo cada cual va encontrando lo que le da sentido;3 de las circunstancias y condiciones del contexto individual, familiar, comunitario, social económico y político en el que nos desenvolvemos.4 Todas las personas somos copartícipes de crear condiciones que nos permiten vivir otras formas de relacionarnos afectivamente, sin comprometer la integridad de nuestro cuerpo físico, emocional, mental y espiritual. c) Acerca de las manifestaciones de la falta de sentido de la vida y de la desesperanza: muchas veces la falta de sentido de la vida se manifiesta a través de la desconexión. Una de sus expresiones es el cansancio prolongado, el desgaste, que incluso llega a la enfermedad y a actitudes de abuso emocional hacia sí y/o hacia otros. Se da a veces una falta de conexión entre las experiencias y la capacidad para percibir y sentir las sensaciones. Se eluden entonces los conflictos y

3  Víctor

Frankl profundiza en este tema y en sus obras menciona que la pérdida del significado de la propia existencia lleva al ser humano a experimentar sentimientos de soledad, vacío y de falta de empatía hacia otros seres humanos. El sentimiento de vacío y desconexión es muy común en las mujeres que viven situaciones de maltrato y que están expuestas a situaciones de tensión por periodos prolongados. Los sucesos traumáticos rompen el sistema de creencias que los seres humanos desarrollamos para facilitar nuestra supervivencia en el mundo de las relaciones interpersonales. Toda persona se relaciona con el mundo guiada por tres supuestos fundamentales: el mundo es un lugar benevolente; el mundo tiene sentido, y el ser humano es valioso, capaz y bueno. Estos supuestos son cuestionados con cada vivencia de violencia. 4  Claramunt, Ayudándonos, 1999.


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se puede llegar a la fatiga extrema y a la enfermedad.5 “Sé que estoy exhausta, pero es una situación temporal, lo único que necesito es una buena noche de sueño y me encontraré bien.” La pérdida de energía afecta a su vez la motivación, las actitudes y el comportamiento, y disminuye el significado mismo de la vida. Las exigencias internas y externas llevan al poco cuidado, a la pérdida de intimidad hacia nosotros y quienes nos rodean. Para las mujeres, es importante que nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, nuestro tiempo, nuestros recursos en general sean cuidados en primer lugar por nosotras mismas, desde lo que es nuestro propio sentido de la vida. Les proponemos ahora realizar una actividad de autoconocimiento para ser retomada (o re-mirada) luego, a la luz de todos los contenidos teóricos que veremos en este capítulo en particular y en el manual en general.

Actividad Un cartel de mí misma Objetivos Facilitar el autoconocimiento de las personas participantes; su propio contacto y su compromiso consigo mismas para autocuidarse desde la integridad y dar sentido a sus vidas. Encauzar otro tipo de guiones que apoyen el respeto a la diferencia y el lugar de cada persona en el mundo. Tomar conciencia de la excesiva dependencia de las miradas de los otros y buscar formas de ayudarnos a quitarle peso. Material Cartulinas u hojas, colores, gises de colores, masking-tape. Tiempo Una hora. Desarrollo 1. Se pide a las personas participantes que se pongan cómodas, pues se trata de que cada una, con creatividad, haga un cartel de sí misma. Se aclara que no se va a calificar el dibujo como tal y que pueden utilizar símbolos. 2. Se les solicita que debajo de su cartel escriban un pensamiento que diga algo de sí mismas, algo que revele cómo se sienten consigo mismas, del compromiso que hacen consigo para cuidarse. Las frases podrían comenzar así:

5  Freudenberg,

Puedo, 1998. Fatiga, cansancio extremo. La persona puede intentar recuperar la energía perdida recurriendo a falsas curas para recobrar su fuego interno y su ánimo original.


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Yo soy _________________________, (poner su nombre y alguna cualidad significativa positiva de sí misma). Lo que le da sentido a mi vida es _________________ y me llena de amor, fuerza y alegría. Mi contrato interior es ___________________ (se refiere al contrato que cada cual hace para consigo misma, después de haber escuchado y focalizado alguna de sus necesidades o cambios que desee realizar y que apoyen su autocuidado). 3. Al terminar, cada una pega su cartel en la pizarra o en una pared. 4. Se solicita que vean todos los carteles; pedirles que cada cual elija dos de los que más les gusten, sin quitarlos; decirles que se tomen unos momentos para darse cuenta de lo que les atrajo más de ellos. 5. Cada una de las personas participantes elige una pareja con la cual comenta su propio cartel y lo que más le atrajo de los otros dos que escogió. 6. Se cambia el papel. Al terminar se agradece por la escucha y por haber compartido su experiencia. 7. En plenaria, el grupo reflexiona cómo se sintió en el ejercicio, qué descubrió con esta actividad. 8. La facilitadora o facilitador puede recurrir a las siguientes preguntas sintetizadoras: • ¿Qué facilita el descubrir otras miradas de sí mismas/os? • ¿Qué ayuda a darle sentido a sus vidas? • ¿Qué puede fortalecer sus contratos consigo mismas/os? • ¿Qué tipo de mensajes podrían impulsar para crear coherencia, compromiso y cuidado en sus vidas? • ¿De qué manera pueden pedir lo que necesitan sin hacerse daño a sí mismas/os y a las personas que les rodean? 9. Continuamos describiendo algunos de los puntos imprescindibles que las personas facilitadoras tienen que conocer para poder seguir recorriendo este camino. d) Acerca de las condiciones que dificultan que las mujeres y hombres tengamos la capacidad de poner límites y diferenciar espacios propios y compartidos. En nuestra cultura hay limitadas posibilidades para que mujeres y hombres aprendamos a darnos permiso de disfrutar, de celebrar y de darle la bienvenida a cada ser humano desde que nace. Existen diversos mecanismos de sanción, de castigo moral que ejercen control sobre las vidas de mujeres y hombres a través de las diversas tradiciones que nos van guiando en nuestro sentir, pensar y actuar. Uno de estos mecanismos está presente a través de sistemas de creencias que nos llevan a experimentar culpa, vergüenza, sobre todo en el caso de


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las mujeres, toda vez que no cumplimos con los mandatos asignados socialmente; muchos de estos mandatos se inspiran en principios de las religiones judeocristianas, entre otras.6 Se genera una cultura de doble moral que diferencia la norma por seguir según sea el sexo al que pertenecemos. Dada esta situación, el establecimiento de vínculos afectivos constituye uno de los graves problemas a que nos enfrentamos mujeres y hombres para poder vivir relaciones libres de desigualdad, opresión y maltrato.7 e) Qué implica para nosotros crear otras condiciones para nuestras relaciones. Crear otras condiciones implica aprender a reencontrarnos con nosotras y nosotros mismos, aprender a reconocernos en nuestras particularidades, aprender a reconocer las diferencias desde el respeto, la disposición a escuchar a las otras personas, el acompañamiento y el amor. Para las mujeres en especial esto conlleva promover el amor a sí mismas: reconocerse valiosas y eliminar de sus vidas la violencia y la subordinación, cuidarse, conocer los riesgos, tener la osadía de emprender acciones que les generen mayor bienestar, tras haber construido los soportes para ello. Implica “día a día recontratar con la vida; [...] romper viejos planteamientos, iniciar ilusiones, hacer aquello que deseas y no has podido hacer anteriormente, encontrar tu lugar en el mundo, reconocer a gente que te quiere y que te ayuda a crecer como persona”.8 f) Acerca de cómo encontrar nuestro lugar en el mundo. Desde que nacemos se van grabando en nuestro interior mensajes que nos llevan a formarnos una idea, una imagen de lo que creemos que somos; se va integrando una conciencia de lo que está permitido y lo que no está permitido; sobre cómo hay que comportarnos, pensar, sentir y expresar. Vamos incorporando órdenes que en un momento dado no requieren refuerzo del exterior para funcionar, ya que se activan automáticamente. Se estructuran entonces “guiones de vida” a seguir, pudiendo o no estar conscientes de ellos. Es como nuestro libreto en este escenario de la vida, en el que se inscriben esquemas, patrones familiares y sociales que guían el papel que nos toca representar. Eric Berne9 dice que sería similar a una obra de teatro: “Se pueden considerar los

6  Tanto

la culpa como la vergüenza se relacionan con el pensamiento de “ser mala”, “pecadora”, “merecer lo que le pasa”, haber hecho algo “erróneo e imperdonable”. Ambas emociones promueven la incapacidad de detener una situación que puede poner en riesgo la integridad. A veces las mujeres maltratadas experimentan la vergüenza que debería sentir el maltratador y a eso lo llamamos vergüenza ajena. 7  Ravazzola, Historias, 1997. 8  Sanz, Vínculos, 1995. 9  Berne, Dice, 1977.


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acontecimientos más complejos de la vida como una obra de teatro que está verdaderamente representándose, dividida en escenas y en actos, con un ascenso dramático y un desenlace final”. E incluso podemos haber rechazado y olvidado el drama original sobre el que se apoya nuestro guión. Sin embargo, continuamos representando adaptaciones a nuestra vida cotidiana, sin reflexionar sobre la validez de esos papeles. g) Acerca de cómo crear conciencia de estas situaciones para reencontrarnos con nosotras y nosotros mismos como personas. Los/as invitamos a hacer una pausa y reflexionar: ¿Qué tipo de personas hemos formado, estamos formando y queremos formar? ¿De qué manera estamos contribuyendo a crear seres autónomos y a la vez con conciencia de la importancia de las otras personas y las relaciones que tenemos con ellas en nuestras comunidades? ¿Cómo estamos participando mujeres y hombres en la crianza de nuestras hijas e hijos y cómo nos hacemos responsables de las personas que estamos formando? ¿Nos hemos preguntado qué pasa cuando una persona maltratada va inscribiendo en todo su ser mensajes verbales, no verbales, a través de lo que escucha, lo que ve, lo que percibe y/o siente? Pues resulta que interpreta el mundo y las relaciones personales cuestionando los supuestos básicos que guían nuestra forma de relacionarnos y, en su lugar, emergen creencias tales como: el mundo es un lugar peligroso y debemos estar alertas para cualquier amenaza; el mundo no tiene sentido, ya que no logramos encontrarle significado a las vivencias que nos vulneran, que traducimos como peligrosas y de las cuales tenemos que cuidarnos.10 Recordemos que nuestro sistema de creencias y nuestros guiones de vida pueden variar según la identidad genérica y acorde con la edad, raza, clase social, etnia, etcétera.

10  Claramunt,

Ayudándonos, 1999.


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Mensajes que se inscriben en nuestro ser A continuación encontrarán un cuadro de alguno de los mensajes que se van inscribiendo en nuestro ser. Presten atención para ver si les suenan: “Para ser amada tienes que dar todo sin recibir.”

“Para ser aceptada tienes que ser obediente y no quejarte.”

“Cuidado te vas a caer, pórtate bien.”

“Es que eres tan descuidada.”

“Las mujeres tienen que estar en su casa y cuidar de sus hijas e hijos.”

“La calle es de los hombres.”

“Las mujeres, como las escopetas: cargadas y atrás de la puerta.”

“Tienes que tener los hijos que Dios te dé.”

“Las niñas buenas son bonitas.”

“Las mujeres, entre más calladas, más lindas se ven.”

“Los niños no lloran.”

“Las niñas que se enojan son malas.”

“Los dos somos uno.”

“El hombre llega hasta donde la mujer quiere.”

“Encontrarás a tu media naranja.”

“Si piensas en ti, eres una egoísta.”

“Como te ven, te tratan.”

“El hombre que te quiere, te hará sufrir.”

“Ese ayuda a su mujer, es un mandilón.”

“La noche se hizo para los hombres.”

“Atrás de un gran hombre hay una gran mujer.”

“Tú tienes la culpa de lo que te pasa.”

“Sólo los cobardes sienten miedo.”

“Debería de darte vergüenza.”


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“No mires a los ojos a tus mayores.”

“No causes problemas, el conflicto es malo.”

“Sólo las mujeres son vulnerables y débiles.”

“Tú qué vas a saber de la vida.”

“Si cuidas a otras u otros, te amarán.”

“Tener necesidades es muestra de debilidad.”

“La intimidad sólo produce infelicidad”

“Desconfía de los demás; que tu mano derecha no sepa lo que sabe la izquierda.”

“No digas nada que pueda incomodar a los demás.”

“No seas diferente, qué van a pensar de ti.”

“Chín, fue vieja.”

“Sólo los hombres pueden garantizar la seguridad económica.”

“Tienes que ganarte el pan con el sudor de tu frente.”

“Juntos, hasta que la muerte los separe.”

Y así podríamos enlistar mil frases más, mil mensajes que se van grabando, que nos van moldeando para la limitación, para aprender patrones, respuestas no coherentes que nos alejan de nuestra propia verdad, que nos inhabilitan para reconocer las fuentes potenciales de peligro, reconocer qué está pasando para tomar decisiones y visualizar las fuentes de ayuda, apoyo y cuidado. Los mensajes y las experiencias nos llevan a interiorizar cuáles espacios podemos ocupar y cuáles no, la distribución de tiempos, las posibilidades de movimiento, de comunicación y de expresión que tenemos. A su vez, las experiencias y mandatos nos marcan pautas que moldean sentimientos. En ocasiones, si sentimos vergüenza, culpa, dolor, desamor, exigencia, sensaciones de estar incompletas, tenemos la creencia de que alguien más nos tiene que completar, lo cual nos lleva a establecer relaciones de dependencia, de desigualdad. Desde esta gama de experiencias y sensaciones podemos también aceptar jerarquías que no serían justas. Muchas veces podemos participar en relaciones sin advertir que se establecen desde el chantaje y sin ver la trampa de los dobles mensajes. Ello no nos exime de responsabilidad en los casos en que somos nosotras o nosotros quienes aceptamos entrar en competencias, someter o ser sometidas/ os, sin poner límites a aquello que nos daña o no nos gusta. Esto nos conduce a


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reconocer la importancia de saber qué necesito, qué quiero para mí, cuál es mi propio espacio personal,11 cuál es el que quiero compartir, cuáles son los acuerdos básicos que necesitamos establecer con nosotras y nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Participamos en una cultura en la que lamentablemente se crean y se sostienen relaciones de desencuentro con una misma, con uno mismo, con la pareja, en las familias, desde modelos que fomentan la dependencia y visiones idealizadas del amor. Para dar un ejemplo: a las mujeres se nos enseña a vivir desde la fusión12 y a los hombres para la separación,13 con lo cual se contribuye a enseñar que las mujeres carecen de espacios propios y que es normal que los pierdan en función de las necesidades del otro, y que, desde la carencia, quieran llenar sus vacíos a través de los otros. Así, vemos afectada la posibilidad de poner límites saludables que nos hagan sentir bien con nosotras mismas y con las personas que nos rodean; y aprendemos a atender a los demás y a situar nuestras necesidades en último lugar o a negarlas. Una ética del cuidado sólo a los otros lleva a las mujeres a descuidarse a sí mismas. Según Lagarde,14 para lograr también el autocuidado necesitamos reconocer nuestros espacios, nuestra autonomía, hacer planes y trasladarlos al plano de la experiencia y la acción posible, considerando lo siguiente: • Desde una mirada del reencuentro, es fundamental lograr una comunicación que implique un nuevo lenguaje con una misma, con uno mismo, en las relaciones, en lo comunitario y en lo social. Significa un reencuentro con la vida; con la creatividad; con la escucha interior y exterior; darle un nuevo sentido a lo que es el amor, la autonomía, la satisfacción de las necesidades propias; aceptar los límites propios y de las demás personas; reconocer nuestras necesidades y expresarlas; aprender a cuidarse y dejarse cuidar; construir una interdependencia equitativa.

11  Espacio

personal (E.P.): Concepto que forma parte de las relaciones personales que permite ubicar e identificar el espacio que cada persona ocupa en un grupo determinado, y cómo cada individuo estructura su mundo; es decir cómo se sitúa frente al exterior y frente a sí misma. Otros conceptos que subyacen en esta mirada sobre las relaciones son: fusión, separación, distancia, límites. En sí mismos forman parte esclarecedora de los procesos de autoconocimiento y comprensión de las dinámicas relacionales. 12  Fusión: se experimenta como una sensación de unión total que borra los limites personales, produce la pérdida de identidad y disuelve el yo. El estado permanente de fusión sólo es posible durante la gestación. Después del nacimiento, ya no puede volver a darse y sólo puede ser reencontrado en determinados momentos y situaciones de nuestra vida. 13  Se experimenta como lo opuesto a la fusión: total o parcialmente se ponen limites, se refuerzan las diferencias, se reafirma el sentido de identidad, de individualidad y de afirmación del yo. Está en relación con el pensamiento racional, el control, lo voluntario y la diferenciación. 14  Lagarde, Memoria, 1992.


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• Incorporar el cuidado mutuo es imprescindible para sostener relaciones de pareja, familiares, amistosas y humanas más justas, solidarias y placenteras. • Necesitamos: Reconocer nuestro espacio personal. Saber estar en soledad y saber compartir. Asumir que los cambios y las crisis tienen su evolución. Saber crear un sentido de apoyo mutuo y solidario. Encauzar procesos para ser personas con autoridad y autonomía.15 Construir nuestra autonomía como interdependencias recíprocas. Aceptar que nuestros procesos subjetivos incluyen a los otros.

Necesitamos estar atentOs a nuestros propios procesos y aprender a escuchar nuestra propia voz interior

“Estoy dándome cuenta de que la voz que le habla a mi cabeza con mayor autoridad es la de mi papá: si algo pasa tú tienes la culpa. Estoy impactada de mi capacidad de aguante, también de ver, de escuchar y sentir mi cansancio, de sentir mis pies adoloridos, cansados. De darme cuenta de mis excesos y de sus resultados, de tomar conciencia de que aunque ya estoy haciendo cosas para mí, no es suficiente, ya no me repongo fácilmente. Mi voz interna dice: para, alto, distribución, redistribución, soltar, reposar, estar.” La misma mujer, tiempo después, comenta: “Estoy firmemente arraigada, aterrizada y en equilibrio, lo cual me permite organizar y coordinar mi pensamiento y los movimientos de mi cuerpo y de mi vida, así como desplazarme desde mi centro con seguridad para entrar en mi potencial creativo.” Los ejercicios que proponemos a continuación pueden llevarse a cabo en varias sesiones y es importante leerlos antes con detenimiento para trabajar en el grupo.

15  Se

refiere a la capacidad de las personas para tomar decisiones, para darse su lugar en el mundo; para hacerse responsables de sí mismas y de su vida.


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Actividades Concepciones de amor y de pareja. Mi canción de amor favorita Objetivos Visualizar las concepciones de amor y pareja que hemos incorporado y que limitan nuestro potencial creativo para establecer relaciones y vínculos afectivos democráticos. Tomar conciencia de esos patrones limitantes y conjuntamente buscar alternativas de transformación. Reflexionar sobre cuánto influyen estas concepciones en nuestro guión de vida. Material Hojas, plumas. Tiempo Una hora. Desarrollo 1. De manera individual, cada integrante del grupo escribe la letra de su canción de amor favorita. 2. En grupos pequeños se comparte lo que cada cual eligió. 3. Cada grupo reflexiona con la siguiente guía de preguntas: • ¿De qué manera se habla del amor en las canciones que elegimos? • ¿Qué ideas, comportamientos, nos aportan acerca de cómo vivir el amor, las relaciones con el otro u otra? • ¿Qué guiones de vida facilitan para las mujeres y los hombres? • ¿Qué tipo de relaciones amorosas se espera que se den con este tipo de mensajes? • ¿Podríamos identificar algunos elementos de “riesgo” o ideas que se promuevan en relación con el autoritarismo y la violencia? • ¿Qué elementos de protección se promueven para establecer relaciones placenteras y equitativas? • ¿Qué podría ayudarnos a transformar aquello que nos limita en la construcción de relaciones de pareja, familiares, amistosas y humanas más justas, solidarias y placenteras?

Actividades Mi mundo, tu mundo y nuestro mundo Objetivo

Material Tiempo

Ejercitar la negociación y la toma de acuerdos en la relación de pareja; respetar el espacio personal de cada cual y decidir conjuntamente qué quieren compartir. Hojas, plumas, lápices de colores. Una hora.


Relaciones afectivas, espacios propios y compartidos    85

Desarrollo 1. Pedir a cada participante que dibuje una balanza y solicitarle: en un plato de la balanza escribe una lista de todo lo que te gusta de la relación de pareja y en el otro, una lista con lo que no te gusta en la relación de pareja. 2. Ahora fíjate ¿qué lado pesa más? 3. Vuelve a dibujar otra balanza y de un lado escribe una lista con aquello que necesitas para estar con bienestar en la relación y en el otro lado qué estas dispuesta/o a dar en y para la relación y lo que no puedes dar; ¿cuál pesa más? 4. Ahora elige una pareja y compartan sus balanzas. 5. Cada pareja ensaya el acuerdo que podrían construir y que beneficie a ambos lados. 6. En plenaria se socializan los aprendizajes significativos de la experiencia. 7. Reflexionar acerca de: ¿Qué fue lo más difícil en la negociación y qué lo más fácil? ¿Qué podemos hacer para superar las dificultades, para apoyar el cuidado mutuo y la comunicación clara, directa y respetuosa?

Actividades Mis espacios propios y espacios compartidos Objetivos Apoyar la delimitación de espacios propios y compartidos en el ámbito familiar. Visualizar en los diferentes tipos de familias qué facilitaría la expresión de lo que nos gusta y no nos gusta. Identificar qué espacio ocupa cada cual dentro de las familias y cuáles son los compartidos. Material Hojas, lápices de colores. Tiempo Una hora. Desarrollo 1. Los participantes realizan un dibujo de su familia. Se les pide que tomen un momento para pensar, sentir y expresar; si quieren pueden cerrar los ojos y visualizar: cómo es su familia, qué les gusta, qué no les gusta, qué espacio físico y emocional hay para cada integrante de la familia, de qué manera se establecen los vínculos afectivos entre todos los integrantes, con la pareja (si la hay), con las hijas e hijos (si existen), qué de aquello que comparten les da bienestar y qué no, qué tipo de acuerdos existen para la convivencia familiar; qué ambiente necesitan para sentirse integradas/os y respetadas/ os. Cuando estén listas y listos expresen todo eso en su hoja. 2. Se forman grupos de trabajo para compartir los dibujos y las experiencias de realizar este ejercicio.


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3. ¿Qué les llama más la atención de lo que se compartió en el grupo con este ejercicio, aspectos comunes, las diferencias? • ¿Qué aspectos nos ayudarían a ejercer el derecho a la intimidad, a poner límites saludables, que nos hagan sentir bien con nosotras mismas, con nosotros mismos, sin afectar a terceras personas? • ¿Qué nos ayudaría a crear un ambiente de intimidad para establecer vínculos amorosos y equitativos en donde se respete el espacio personal y el espacio compartido? • ¿Qué tipo de acuerdos podríamos explicitar para convivir en un ambiente democrático? Una vez finalizados los ejercicios, les sugerimos a cada uno de los participantes que examinen de nuevo sus ejercicios a la luz de los contenidos enunciados en el capítulo.


MUJERES: PODER Y AUTORIDAD En este capítulo plantearemos tres objetivos decisivos en la vida de las mujeres y de quienes se relacionan con ellas: uno, reflexionar acerca de qué significa, para las mujeres y los hombres, el poder y la autoridad de las mujeres; dos, comprender cuáles factores facilitan el empoderamiento de las mujeres en los espacios privados y públicos, y tres, brindar elementos teóricos y metodológicos para facilitar el tema. Revisar el tema del poder y la autoridad de las mujeres puede generar, en mujeres y hombres, sensaciones de ansiedad y provocar ciertos temores, ya que son temas que vinculamos con experiencias no gratas, situaciones de autoritarismo, exclusión, marginación, discriminación o de abuso. No obstante, queremos invitarlas/os a reflexionar para resignificar positivamente la visión que se tiene acerca del poder y la autoridad, para ampliar las miradas y las formas de sentir, pensar y actuar en cuanto a esto en la vida cotidiana y, desde ahí, establecer para las mujeres otro tipo de relación con nosotras mismas y con las personas que nos rodean.

Actividad Poder: ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Por qué hablar de empoderamiento? Objetivo Reflexionar hombres y mujeres sobre el poder y la autoridad. Tiempo Una hora Desarrollo 1. Se entrega una copia de las frases a cada participante. • Es una persona que reflexiona acerca de sus necesidades y toma decisiones sobre su cuerpo, su salud, su trabajo, su tiempo, sus recursos, sus relaciones afectivas, su sexualidad y su reproducción. • Su cuerpo está en el centro de sus intereses, se cuida física, emocional, mental e intelectualmente. • Pone límites (pinta su raya) y no permite ser dañada, disminuida, descalificada.     87


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• Valora su persona, su historia, lo que hace, y es su principal autoridad para tomar decisiones; vive con su propia visión de las cosas, con conocimiento y juicios propios y no con prejuicios, sin por eso dejar de escuchar las opiniones de otros. • Controla en lo posible su vida y su existencia, desde su propio sentido de la vida. • Valora lo que es justo para ella y para otros. • Elabora el valor de vivir situaciones injustas transformándolas en acciones para eliminar lo que la somete, lastima, oprime. • Desarrolla capacidades para la autopreservación y desarrollo de sí misma. • Construye condiciones para acceder a los recursos necesarios que promuevan su desarrollo, su bienestar, su afecto por sí misma. • Se conmueve consigo misma y ya no aguanta todo; busca activamente resolver conflictos en la vida familiar. • Distribuye su tiempo en favor de sí misma; construye un modo de vida para acercarse cada vez más a SER LA QUE QUIERE SER. • Se quiere, se acepta, se aprueba; reconoce sus capacidades y sus deseos y trabaja por ellos. • Establece relaciones respetuosas de colaboración y reconocimiento hacia otras mujeres; no es misógina1 consigo misma ni con otras mujeres. • Se relaciona con los grupos y personas que apoyan su desarrollo y elimina las relaciones que la debilitan y dañan. • Es capaz de apoyar y ser apoyada por otras mujeres. Aprende a ser socia de otras mujeres en proyectos que las beneficien. • Limita el exceso de trabajo y la triple jornada organizando la vida cotidiana, distribuyendo tareas entre todos los que viven en casa. • Reconoce y apoya la autoridad de otras mujeres. • Es capaz de sentir amor y gratitud por lo que hace por sí misma y por otros. Es creativa. 2. Se les pide que lean y que posteriormente señalen cuál de estas características son las más importantes para sí mismas para sentirse empoderadas. En el caso de haber hombres, pedirles que señalen cuáles de estas características son las más importantes para que las mujeres cercanas a él –por ejemplo una hermana, una hija– puedan apropiarse de su poder, y como podrían apoyar su desarrollo y/o potenciar sus recursos, habilidades, destrezas y saberes.

1

Misoginia: tendencia cultural a opinar negativamente acerca de las mujeres y actuar en contra de ellas.


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3. Ahora se les pide se tomen un momento para reflexionar acerca de qué podría apoyar su desarrollo y/o potenciar sus recursos, habilidades, destrezas y saberes. 4. Socializar en plenaria. Una vez que se haya expresado la opinión del grupo, preguntar: • ¿Que sintieron al hacer este ejercicio? • ¿Podríamos imaginar una sociedad con mujeres y hombres que establezcan relaciones de ayuda mutua? • ¿Qué se podría hacer colectivamente que tienda a crear las condiciones para que las mujeres y los hombres nos apropiemos de otras formar de sentir, pensar y actuar el poder de las mujeres?

La autoridad de las mujeres2 Quien detenta la autoridad en un sistema social es aquel que, desde la aceptación de los miembros de su sistema, organiza sus pautas y sus reglas, define funciones y relaciones, prioridades, obligaciones y responsabilidades, otorga derechos, permisos y castigos. Proponemos buscar formas de compartir y definir por consenco el ejercicio de la autoridad en la familia; no obstante, para lograrlo es necesario analizar algunas pautas de relación que legitiman sólo la autoridad masculina. La vinculación entre las relaciones de género y el sistema de autoridad familiar hace suponer que esas funciones sólo pueden ser ejercidas por los hombres, los únicos que detentan una autoridad legítima. Ese concepto de autoridad patriarcal es, lamentablemente, muchas veces compartido por todos los miembros de la familia, tanto mujeres como hombres, y reforzado por desarrollos que señalan, a partir de teorías psicológicas, la necesidad de una “autoridad del padre” en las familias como la práctica que asegura que en ese sistema se respete una ley social. La cultura tradicional propone una autoridad moral, social y económica “masculina”. Se basa en la capacidad que tendría el hombre de proveer económicamente al grupo y de proteger a sus miembros, moral y físicamente, de los posibles peligros del mundo externo. Se le asigna también al hombre una función intermediaria entre la familia y el exterior: Se supone que quien la ejerce debe cuidar la respetabilidad familiar y ejercer una protección económica. Desde esa visión tradicional, el hombre tendría conocimiento del mundo extrafamiliar y podría manejarlo frente a crisis económicas como la desocupación de algún miembro, reducción

2

Tomado y adaptado de Graciela Di Marco (Di Marco, Convivir, 2003).


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de ingresos, problemas de vivienda, etc. Esta autoridad, al interpretarse como “masculina”, se supone que será ejercida por un varón: el padre, en las familias formadas por parejas heterosexuales, o por algún otro varón de la familia. Existe otra vertiente de la autoridad ligada con las funciones de cuidado, que es la que habitualmente ejerce la madre o alguna mujer adulta. Es la que vela por la unión del grupo, la autoridad nutricia, la que brinda protección afectiva por medio del contacto y las acciones de solidaridad. Tradicionalmente estas funciones se consideran relacionadas con las mujeres, sobre todo en lo que se vincula al cuidado de los niños, de los ancianos y quienes sufren discapacidades, pero no suelen asociarse con la idea de autoridad. Ninguna de estas funciones tiene que ver con genes o con hormonas que determinen lo masculino y lo femenino. Esto quiere decir que esa atribución de cada vertiente de la autoridad a sólo uno de los géneros es una construcción arbitraria que dificulta la adopción de ambas funciones por mujeres y por hombres. Cuando la madre es jefa de hogar, ella puede y suele cumplir con ambos tipos de autoridad. Pero no siempre puede, y además no se siente autorizada a hacerlo. Muchas veces, cuando aparece otro hombre adulto, como por ejemplo un nuevo compañero de la madre, esto trae conflictos porque se refuerza la creencia de que la madre debería supeditar su lugar de autoridad familiar ante ese nuevo compañero. También ocurre que, en ausencia o defección del padre, si predomina la creencia de que esa función de autoridad debería ejercerla un varón, las madres solas suelen recurrir a un pariente varón, como un tío o un abuelo, para que desempeñe la autoridad “masculina”. Le “entregan” en ese caso una rienda que les corresponde a ellas. También pediatras, educadores y otros funcionarios de instituciones sociales son llamados a cubrir esa función, supuestamente faltante, porque no se acepta con facilidad la autoridad ejercida por una mujer. Las creencias y prácticas patriarcales influyeron para construir esa correlación entre la identidad masculina y la autoridad considerada como “más jerarquizada”, y la identidad femenina y el ejercicio del otro tipo de autoridad, afectiva, vista como “menos importante”. Estas creencias siguen influyendo aun cuando las funciones de autoridad puedan estar repartidas entre varias figuras e incluso cuando entendamos que los papeles materno y paterno remiten a desempeños que no están necesariamente ligados ni con sexo ni con la “persona madre” o “persona padre”, sino con quien desempeñe esta función en cada grupo familiar. Nos preguntamos cómo serían las prácticas de autoridad en la familia si estas fueran compartidas. Pensamos que, en ese caso, sería escuchada y respetada la opinión y los criterios de todos y cada uno; y finalmente se tomarían decisiones por consenso, para establecer algún tipo de acuerdo en el que todas y todos se sientan representados.


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Especialmente, entendemos que es cada vez más necesario promover cambios en la situación concreta de las mujeres, en cuanto a su lugar de autoridad en las familias y su confianza en sí mismas en el ejercicio de acciones de liderazgo, autonomía y desarrollos creativos, de modo que se produzcan otros equilibrios en las relaciones de poder entre los géneros. En los hogares en que las madres son jefas de familia, las consecuencias negativas de la persistencia del lugar de la mujer como perteneciente a un género subordinado se producen cuando los hijos varones llegan a la adolescencia. Muchas veces los adolescentes creen que son ellos, como varones, quienes deben constituirse en la autoridad familiar, por encima de la autoridad de sus madres, lo cual los coloca en serios riesgos de conductas descontroladas. Por otra parte, aunque el padre no esté o no ejerza funciones de autoridad, o sea demasiado autoritario, las madres pueden creer que es muy importante que ese padre sostenga su lugar de autoridad en la familia. Todos estos factores contribuyen a que las madres queden inhibidas para ser ellas mismas quienes se asuman como la figura de autoridad en sus familias. Respecto a las adolescentes mujeres, mientras sus madres abdiquen de su autoridad, las alternativas que se les plantean pueden ser seguir reproduciendo los esquemas de sus madres o, a veces, cuestionar esas conductas de subordinación. Muchas de ellas experimentan un gran malestar, pero no saben cómo plantearlo ni cómo actuar para cambiar estos patrones en sus vidas. Se producen abiertos conflictos entre madre e hija, porque las hijas recriminan a las madres el modelo que les ofrecen y a veces, para diferenciarse de sus madres, también incurren en conductas de trasgresión social (drogadicción, fugas del hogar) con un costo muy alto para ellas. Vemos entonces que esa lectura de la autoridad, entendida como masculina, deja impotente a la madre, como adulta, para hacer cumplir a sus hijos, leyes sociales de convivencia y esos adolescentes pueden pasar fácilmente a la acción con conductas de excesos y violencia.3

Actividad Socio-drama. En mi familia, mi lugar de autoridad es... Objetivo

3

Visualizar el papel de autoridad de las mujeres en diferentes tipos de familias. Reflexionar acerca de los aspectos más comunes que limitan el ejercicio de autoridad de las mujeres dentro de las familias y sobre qué se podría hacer colectivamente para trascenderlos.

Ravazzola, Poder, 2001.


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Material Los disponibles en el lugar para las representaciones. Sugerencias para quien facilita: Se puede pensar en problemas concretos, entre los más comunes –bajo rendimiento escolar, drogadicción, delincuencia, alcoholismo, etc.–, o bien dejar que el propio grupo elija qué situación enfrenta la familia, según el momento de crianza que les haya tocado como subgrupo. Ponemos el foco en el papel de autoridad que ejercen las mujeres dentro de las familias. Es importante mencionar que no se dice si hay padre presente o no, por lo que se debe detectar qué realidad refleja el grupo que presenta. En este ejercicio, el papel de observación de las dinámicas en las familias que se representen puede aportar muchos otros aspectos para debatir posteriormente en el grupo. Tiempo Una hora 30 minutos. Desarrollo 1. Formar tres equipos: Equipo 1: Representará una familia con hijas o hijos pequeños. Equipo 2: Representará una familia con hijas o hijos adolescentes. Equipo 3: Representará una familia en donde hay hijas o hijos de la primera relación del lado de la mujer y/o del lado del hombre, y/o de ambos lados, además de hijas o hijos de la pareja. 2. A cada equipo se le pide que imagine una familia como la más típica que conozcan, según sea el caso que les tocó, en donde el papel de la mujer como autoridad no sea respetado. 3. Se les dice que van a presentar un socio-drama, para el cual tendrán 20 minutos para preparar y 10 minutos para presentar. Antes deberán esbozar: cómo es esa familia, cuál es su contexto, por quiénes está integrada, a qué se dedica cada uno de sus integrantes, cuál es su situación actual, cómo se enfrentan a las conflictos, cómo toman acuerdos, cómo se reparten las tareas de la casa. 4. Cada grupo presenta. 5. Reflexión en plenaria: • ¿Qué papel representó cada cual y cómo se sintieron en esa función? • ¿Cómo se sintieron en esa familia? • ¿Cómo era el ejercicio de poder de cada una de las personas integrantes? • ¿Quién tenía la autoridad? • ¿Qué identificaron como limitaciones para tomar decisiones? • ¿Cuáles son las consecuencias de estas limitaciones? • ¿Qué les llamo más la atención de las obras presentadas y cuáles situaciones les parecieron iguales, independientemente de la situación concreta? • ¿Qué pasaba con el papel de las mujeres en cada una de las representaciones? • ¿Qué se podría hacer para que las mujeres sean reconocidas como autoridad dentro de las familias?


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• ¿Qué se podría hacer para que las familias desarrollen habilidades, destrezas y saberes que apoyen el desarrollo de familias más democráticas?

El lugar de las mujeres en las acciones comunitarias y en la participación política. Redes de apoyo Para analizar las dificultades específicas que tienen las mujeres para participar en la actividad comunitaria y en las decisiones políticas, proponemos comenzar con las reflexiones siguientes: La idea de mujer “pública” es deshonrosa y se vincula con la mujer que se prostituye y se relaciona con muchos hombres, o que se mueve más allá del ámbito que “le corresponde”, que es el doméstico; en cambio, el hombre “público” es honrado por desempeñarse en el área extradoméstica y difícilmente es identificado por sus atributos corporales (el gordo, el pelado), sino que lo relacionan con su desempeño. No resulta entonces fácil para las mujeres tener acceso a la acción y la intervención en la vida pública, en las decisiones de las políticas, aunque conciernan a sus intereses y a los de su familia. Se hace necesario reflexionar sobre las posibilidades y los obstáculos en este camino para las mujeres. Y es también evidente que todas y todos debemos pasar por procesos que nos lleven a tener en cuenta las necesidades de las familias como grupo y a construir en conjunto organizaciones domésticas adecuadas para apoyar la participación de las mujeres en su comunidad, y para que ellas puedan expandirse, crear y desarrollarse plenamente. Si la responsabilidad por el cuidado de todos y cada uno recae sólo sobre las mujeres, estamos excluyéndolas de una participación activa en las decisiones de su comunidad, lo que de hecho sucede todavía en la actualidad. Asimismo, a fin de que se produzca una distribución diferente de responsabilidades, de tareas y de conciencias de cuidados, debe reconocerse la autoridad de las mujeres dentro de sus familias, así como la importancia de sus gestiones en el mundo público.4 Este giro de conciencia requiere que comencemos por nosotras y nosotros mismos.

4  Baste recordar la enorme gesta de las Madres de Plaza de Mayo (madres de jóvenes desaparecidos) para terminar con la dictadura militar en 1983 en Argentina.


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Actividad El lugar de las mujeres en las acciones comunitarias y en la participación política Objetivo

Reflexionar en conjunto acerca de las posibilidades que existen en nuestra cultura para que de manera equitativa tenga lugar la participación comunitaria y política de las mujeres y los hombres, con reconocimiento social y económico. Construir propuestas colectivas que favorezcan esta posibilidad. Una hora 30 minutos.

Tiempo Desarrollo 1. Se comienza dando lectura a la siguiente historia:

Mi abuela me contó que a su abuela le contó su abuela que hace mucho, mucho tiempo Las mujeres salían de sus casas sólo para casarse o para ir al convento. Pero... Otras muchas se resistían y no, no, decían... Y se hacían las muy brujas. Arreglaban huesos. Atendían nacimientos. Eran dueñas de su cuerpo. Disfrutaban de su sexualidad. Cuestionaban la autoridad masculina. Vivían autónomamente y se reunían en grupos, COMO NOSOTRAS!!!!!!!!!!!!!!!!! UY!!!!!!!!!! COMO NOSOTRAS!!!!!!!!

Entonces, nosotras también somos brujas. Porque desde hace 18 años nos juntamos. Porque queremos disponer de nuestro cuerpo. Porque somos luchadoras en nuestras familias, en nuestra comunidad. Porque somos desocupadas y recuperamos fábricas. Porque nos reunimos en asambleas. Porque nos desangramos en abortos clandestinos. Porque buscamos que nuestras hijas e hijos tengan educación. Porque buscamos que no se maltrate a otras mujeres. Porque no nos violen impunemente. Porque golpeamos cacerolas. Porque cortamos frutas y ahora,


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Ahora, somos nosotras las que encendemos hogueras. Y no para quemarnos sino para exigir lo que es de TODAS. Versos De e Para Mulheres; Abertura do xviii Encontro Nacional de Mulheres em Rosario. Comissão de Cultura.

Persecución de brujas (léase en género femenino). Características que hacían que una mujer fuera considerada bruja: mujeres que salían del estereotipo marcado por el poder secular y religioso; eran pobres, viejas, sin prestigio social, marginales; tenían conocimientos diferentes a los aceptados, y además los transmitían.5 2. Comenta con tu compañera o tu compañero más próximo qué reflexiones te despierta esta historia de las brujas y este poema. 3. En plenaria, buscar diferencias y similitudes con las oportunidades que tienen actualmente mujeres y hombres para desplegar su potencial dentro y fuera de la comunidad y las consecuencias que consideren se derivan de esas comparaciones. 4. A continuación se comenta lo siguiente, a modo de tema para representar: Una señora es invitada a participar en las reuniones o asambleas de su barrio, colonia y/o comunidad y muestra capacidad para asumir algunas responsabilidades, como el control de gestión de alguna institución o la organización de una negociación en la escuela. • ¿Cómo debe ella negociar con los miembros de su familia esta actividad? • Imaginemos una plática de ella con su marido y con sus hijos/as mayores, con sus vecinas/os. Pensemos en cómo podrían influir en ella y en su marido los temas que aparecen en los comentarios trabajados anteriormente. Imaginemos formas de plantear esta negociación que puedan abrir nuevos caminos para las mujeres en esa familia. • ¿Qué apoyos consideran que requiere la señora? • ¿Cómo debería pedirlos? • ¿Cómo piensan que se relaciona la vivencia emocional con las ideas que prevalecen en la familia, en el ámbito institucional y con lo político? 5. Plantear cómo sería esta negociación si en esa familia la autoridad fuera compartida, y cómo sería si la autoridad fuera la tradicional. Pedir que se represente la escena.

Tomado y adaptado de Mabel Burín (Burín, “Familia”, 1998).

5


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• Considerar en la negociación los siguientes aspectos: distribución de tiempos, espacios de pareja, familia, para la recreación, tareas domésticas, el cuidado de las hijas e hijos, el aspecto económico, el manejo del dinero. 6. ¿Qué propuestas podríamos plantear para que cada generación pudiera abrir sus alas y volar cada vez más? En otras palabras, en los procesos de transformación personal y de las familias, imaginen cómo podríamos: • Reorganizarnos. • Apoyarnos para que todos los integrantes de la familia se desarrollen al máximo, en la vida íntima y en los espacios públicos con las mismas oportunidades y equitativamente. • Qué tipo de acuerdos se tendrían que tomar. • Visualizar el trabajo de equipo dentro de las familias y, en el exterior, en la comunidad. • Crear instancias comunitarias que consideren la participación masculina para el cuidado de las hijas e hijos. ¿Cómo creen que sería el valor y el reconocimiento social a ese trabajo que aporta al bien común? • Crear puentes para contrarrestar los desfases que se dan en la vida diaria y buscar la corresponsabilidad y el establecimiento de compromisos equitativos. • Establecer las redes necesarias de apoyo en el nivel familiar, social e institucional. • Organizarnos para obtener lo que se requiere y ejercer nuestros derechos como ciudadanas y ciudadanos. Actividades opcionales según los tiempos disponibles y la conformación de los grupos

Actividad Y ahora quién hace qué, a quién le toca qué… Objetivo

Material Tiempo

Reflexionar sobre las necesidades de las familias como grupo y la reorganización necesaria para apoyar la participación de las mujeres en su comunidad; que ellas puedan expandirse, crear y desarrollarse plenamente. Papel y lápiz. Una hora.


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Desarrollo 1. Cada participante elabora una lista de todas las tareas domésticas que deben realizarse cada día en las familias: • Al lado de cada tarea, anoten quién la ejecuta actualmente. • Ahora, imaginen que la mujer –madre, esposa, ama de casa, trabajadora– tiene otras responsabilidades fuera de casa. ¿Cómo tendrían que reorganizarse familiarmente? Elaborar otra lista. • En una tercera columna poner cuál podría ser la nueva distribución de responsabilidades que involucre a cada integrante, incluyendo a las hijas e hijos de acuerdo con su edad. 2. Elegir una pareja y compartir el cuadro. 3. En plenaria, socializar y luego invitar a la reflexión: • ¿Qué les deja este ejercicio? • ¿Qué SÍ sería posible y qué NO? • ¿Qué apoyos necesitaríamos de las redes sociales y/o de las instituciones?

Actividad Mi red de apoyo Objetivo

Apoyar la visión del trabajo en red y la construcción de redes familiares y comunitarias; que cada participante contacte con su propia fortaleza y sus potencialidades para construir redes de apoyo que faciliten el desarrollo de las mujeres en la comunidad. Despertar la imaginación de que otro mundo es posible. Material Grabadora y música suave –no es indispensable este material–, una red (puede ser de cabello, una bolsa), lápices de colores y hojas blancas. Tiempo Una hora 30 minutos. Sugerencias: Es importante crear un ambiente tranquilo. Mencionar que se va a realizar un ejercicio de visualización que les permitirá explorar sus propios recursos para ampliar sus posibilidades de desarrollo. Expresar que si alguien no quiere hacer el ejercicio está en libertad de no hacerlo. En el caso de que haya hombres en el grupo, pedir que se imaginen a una mujer significativa, cercana. Los puntos quieren decir que hay que hacer pausas breves antes de seguir con la siguiente frase. Tal vez haya personas que no sepan qué es una red. Podrías mostrarla para que sea más fácil imaginarla durante el ejercicio. Desarrollo 1. Se les pide a las personas participantes que se pongan cómodas, que respiren y cierren sus ojos. 2. Se lee lo siguiente con voz suave:


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Respira profundo, relájate... y escucha: Las mujeres hoy... activas, adentro y afuera... acordes con la modernidad ... trabajadoras, amas de casa... dicen por ahí que a eso se le llama doble y/o triple jornada... ¿te suena?... sigue respirando a tu ritmo... Ahora te voy a pedir que te visualices a ti misma... llena de luz y energía con todo lo que haces desde que te levantas en un día... un día de los más comunes que tienes... Ahora... te tomas un momento, haces una pausa y visualizas que te pones cómoda... te estiras, te vez alegre, animada... te sientes apoyada... al fijarte en tus pies, te das cuenta de que desde dentro de ti nace una red de apoyo... de que esta red es flexible, fuerte... y te da sostén... que surge desde la madre tierra... y sube desde las plantas de tus pies... y que va subiendo por todo tu cuerpo hasta tu cabeza... y sale hacia al exterior... ya ahí se va entretejiendo con otras redes... que son flexibles, que apoyan y dan sostén... dan posibilidad de movimiento, te dan la posibilidad de actuar en tu mundo... hacer todo lo que haces... te permite lograr tus deseos, tus sueños como mujer activa en tu familia y comunidad... te hace sentir respetada en tu integridad... te das cuenta de que hay otras formas de ser, de vivir en el mundo... te das cuenta de que hay soporte... adentro y afuera de ti... Ahora fíjate... cómo es esa red... de qué material es... qué consistencia tiene... fíjate si tiene algún color en particular... Ahora te vas a preparar para volver al aquí y al ahora y, a tu ritmo, abres los ojos y te incorporas en silencio. 3. Se da un tiempo para que todas las personas participantes estén listas. Se les pide que sigan en silencio, en su propio contacto, y se les solicita que tomen una hoja y expresen con un dibujo cómo visualizaron su red. 4. Colocar todos los dibujos en un circulo y, en silencio, observar. 5. Pedir que elijan una pareja y que compartan cómo fue su experiencia. 6. En plenaria, comentar aquello que les fue más significativo e invitar a la reflexión con la siguiente guía de preguntas: • ¿Se imaginan que otro mundo fuera posible? • ¿Qué recursos personales tenemos que nos den sostén, armonía? • ¿Qué recursos podríamos ampliar? • ¿Qué recursos familiares podríamos poner en práctica para crear esta red de apoyo? • ¿Qué recursos sociales podríamos poner en práctica para crear esta red de apoyo? • ¿Que podría ayudar para que estas redes de apoyo se mantengan y tengan continuidad?


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El “empoderamiento” de las mujeres se refiere al poder y la autoridad de una mujer para tomar decisiones sobre su propio territorio: su cuerpo, su subjetividad, su sexualidad, su tiempo, su trabajo, sus recursos, su placer. Este aspecto del poder es entendido como capacidad para la autopreservación y el desarrollo. En ese sentido, es legítimo y necesario que las mujeres nos “empoderemos”, que desarrollemos y reconozcamos capacidades, destrezas y habilidades que nos sirvan para tomar decisiones sobre nuestra vida y que tengamos acceso y control de nuestros recursos. Es de vital importancia para las mujeres impulsar la construcción del poder desde nuestro propio centro, desde el respeto y la aceptación de nosotras mismas, desde la voluntad individual y colectiva para la construcción de nuevas identidades femeninas que impulsen las habilidades para transformar el entorno sociocultural, político y económico; es decir, desde una visión positiva y propositiva del poder.6 Lamentablemente, muchas mujeres no se relacionan bien con el poder a causa de la experiencia del poder ligado a la dominación y es necesario, de alguna manera, reivindicar la importancia del ejercicio del poder como desarrollo del potencial, las capacidades, y como poder con otras u otros, muy diferente del poder de la dominación, que se ejerce sobre otras u otros. El empoderamiento implica procesos en tres dimensiones: la primera, con nosotras mismas; la segunda, relacional, es decir, qué lugar ocupamos y nos damos o nos dan en relación con las personas que nos rodean; y la tercera, hacia el exterior, en relación con lo social, teniendo en cuenta que todas estas dimensiones están interrelacionadas.

Hacia una visión positiva del poder La manera en que las mujeres aprendemos a “tener” o “no tener”7 poder nos lleva a vivir situaciones de malestar, de enfermedad y/o de riesgo, y repercute también en los espacios que ocupamos, en el movimiento en que nos permitimos y nos permiten, en la distribución de tiempos, la asignación de funciones, la manera en que expresamos nuestras necesidades y sentimientos, valoramos y cuidamos nuestra vida y nuestro cuerpo, y también cómo vivimos la sexualidad y las relaciones afectivas.

6  Reyes,

“Nuevos”, 1999. La visión positiva y propositiva del poder de las mujeres se refiere a una manera de expresar el poder mediante propuestas positivas que lleven al ejercicio del bien propio para las mujeres y del bien común; es decir, con el cuidado de que lo que proponga no me haga daño de manera personal, ni a las personas que me rodean. 7  Nos referimos a cómo nos permitimos usar nuestras capacidades.


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El poder puede tener diferentes significados e intenciones. El poder para la acción propositiva respeta la diversidad, crea nuevas posibilidades de encauzar procesos de transformación individuales y colectivos para apropiarnos del mundo que nos rodea y construir colectivamente formas de ser y de estar en la vida que nos permitan vivir con justicia y equidad. A su vez, la autoridad se basa en el saber, en la capacidad de diálogo y de negociación positiva de los conflictos, en la creación y recreación de prácticas que faciliten el crecimiento de la persona misma y del medio que la rodea.8 Nuestra intención es acompañar a las y los profesionales en la reflexión acerca del ejercicio de la autoridad por parte de las mujeres, en el espacio público y privado. Nuestras culturas no estimulan ni validan a las mujeres en prácticas de autoridad, aunque contradictoriamente, en el espacio privado o núcleo familiar, se espera de ellas que críen y eduquen a sus hijos e hijas, obligación que requiere que asuman funciones de autoridad. Así es como las madres quedan responsabilizadas por las conductas transgresoras de sus hijas e hijos en la infancia y en la adolescencia, sin contar con un aval social que las respalde en el cumplimiento de sus funciones de educación y formación de los hijos/as. En el espacio público, la presencia y la autoridad de las mujeres es más reciente, más bien minoritaria y poco reconocida. Aunque en las leyes se dice que hombres y mujeres somos iguales, es necesario reivindicar que somos iguales en dignidad, reconociendo nuestras diferencias: las mujeres somos diferentes por biología, por historia y por experiencia. Somos la mitad de la población, tenemos necesidades e intereses diferentes a los de los hombres, que muchas veces no son contemplados en las políticas públicas. Si consideramos las políticas de salud, vemos que no hay presupuesto suficiente para solucionar problemas prioritarios de salud de las mujeres, como el cáncer cervicouterino y los problemas de violencia, como por ejemplo los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Nos corresponde a las mujeres realizar nuestros propios intereses. Asimismo, sirve a toda la sociedad que estemos en espacios públicos donde se toman decisiones que nos afectan. Nos empobrece a todos y es una amenaza para la misma democracia que persistan irresueltas estas necesidades entre más de la mitad de la población; por lo tanto, es necesario apoyar la autoridad de las mujeres desde el espacio público y familiar. Nos parece entonces importante respaldar los procesos de “empoderamiento” de las mujeres.

Reyes, “Nuevos”, 1999.

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Actividad Mi visión del poder y la autoridad Objetivo

Material

Reflexionar sobre las concepciones de poder y de autoridad que hemos aprendido y sus repercusiones en los diferentes ámbitos de la vida diaria; debatir sobre las creencias que afectan el empoderamiento de las mujeres. Plumones, tarjetas blancas, masking-tape, semillas (pueden ser frijoles y/o cualquier otra semilla disponible). Una hora 30 minutos.

Tiempo Desarrollo 1. En plenaria, se coloca al frente una tarjeta con la palabra PODER y otra tarjeta con la palabra AUTORIDAD, con letras mayúsculas y grandes. 2. Se reparten al grupo tarjetas en blanco, cuatro tarjetas para cada uno de los participantes, a quienes se pide que se tomen un momento para escribir dos palabras que les surjan ante la palabra PODER, una en cada tarjeta, y otras dos que les vengan a la mente al pensar en la palabra AUTORIDAD. 3. Se hace una ronda de socialización. Cada persona lee cada una de sus tarjetas, que luego se van colocando alrededor de la palabra correspondiente. 4. Ahora se les pide que se tomen un momento para mirar lo que salió del grupo e iniciar la reflexión, que se fijen en qué les llama más la atención. 5. Sigue la reflexión con la siguiente guía de preguntas: ¿Qué les sugieren estas asociaciones acerca de cuál es la idea de poder y cuál de autoridad que tenemos como grupo? 6. Cada cual escribe en una frase breve: “para mí, autoridad es”. 7. Forman parejas y comparten sus frases. 8. Forman cuartetos y comparten sus frases. 9. Forman dos grupos y resumen las frases del grupo en una sola idea. 10. Señalan qué encuentran de propositivo en esas ideas. 11. Se leen las ideas en plenaria. Posteriormente se invita a reflexionar sobre lo que se leyó con la siguiente guía de preguntas: ¿qué les hace sentir?, ¿de qué manera afecta o no en los distintos ámbitos de nuestra vida esta manera de relacionarnos con el poder y la autoridad?, ¿de dónde vienen estos aprendizajes? 12. Se reparte una semilla a cada uno de los participantes y se les dice que esa semilla representa la niñez: las niñas y los niños que mañana serán mujeres y hombres en diferentes ámbitos. Cada cual se toma un momento y reflexiona: ¿qué me gustaría transformar?, si me dieran la oportunidad de aprender nuevamente, ¿qué me gustaría aprender?, ¿qué me gustaría que se impregnara en esta semilla?


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13. Se hace una ronda y se elabora una lista. 14. Se retroalimenta al grupo con otras formas/visiones acerca del poder y la autoridad. Nuevas aperturas En algunos países está reconocido el derecho legal de las mujeres para realizar un aborto cuando la gestación supone un peligro para la vida de estas mujeres.

Actividad Lo que sí quiero y lo que no quiero Objetivo

Abrir el espacio para que cada una de las personas participantes reflexione sobre lo que sí quiere y lo que no quiere que suceda ahora en su vida, respecto al manejo del poder y la manera de establecer vínculos con las personas que las rodean, sean mujeres u hombres, en las familias y en su entorno. También sobre aquello que sentimos, cómo lo respetamos y cómo lo hacemos respetar. Plumones, hojas. 45 minutos.

Material Tiempo Desarrollo 1. Se forman grupos pequeños y se le pide a cada una de las personas que se tome un momento para reflexionar y que luego escriba en una hoja lo que “sí quiero que suceda“ y, en otra hoja, lo que “no quiero que suceda” en mi vida, respecto al manejo del poder y la manera de establecer vínculos con las demás personas, sean mujeres u hombres, en sus familias y en su entorno. 2. Se solicita que escojan una pareja y compartan lo que han escrito. Cada cual se vuelve a tomar un momento y reflexiona sobre: ¿qué puedo hacer para que suceda lo que sí quiero que pase en mi vida? 3. Ahora, ambos se retroalimentan y comentan qué es posible de todo lo planteado, de acuerdo con las circunstancias y las posibilidades reales de cada uno. 4. Agradecen este momento y se abre el círculo para plenaria. 5. En plenaria, cada pareja comparte sus conclusiones y se reflexiona sobre lo más significativo de esta experiencia. Se retoma en una cartulina lo que sí se puede hacer para que suceda aquello que se quiere que ocurra y qué se puede llevar a cabo de manera individual y de manera colectiva.


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El poder de las mujeres. Dato sorprendente: las mujeres pueden votar en Francia apenas a partir de 1944. En México, las mujeres obtienen el derecho al voto en 1953. Si el poder se asocia con la capacidad de tomar decisiones, las mujeres han estado tradicionalmente alejadas de la esfera pública y de las decisiones políticas Para nuestra cultura, el prototipo “natural” de sujeto o persona9 es EL HOMBRE. Automáticamente se piensa en él como en la representación del SER HUMANO. Casi por consecuencia, la mujer, como sujeto, es otra, un ser distante del prototipo “natural” de sujeto-persona. En la tradición de la lógica dicotómica hay un Uno central y lo que no es ese Uno, es Otro. Desde sus orígenes hasta nuestros días, la política se ha desarrollado en oposición a lo privado, entendido como lo doméstico. Lo que ha caracterizado a la política, antes y ahora, ha sido el lugar de lo público y que ha marginado al silencio lo privado. Así se ha creado una falsa dicotomía como la del siguiente esquema: Público (polis)

Privado (oikós)

Razón Igualdad Participación Presencia

Naturaleza Diferencia Exterioridad Ausencia

La separación entre lo público y lo privado, la falsa dicotomía resultante de este modo de pensamiento, ha excluido a las mujeres, pero también a los proyectos sociales que se derivan de las actividades privadas. Ha excluido a los seres humanos reales que son razón y sentimiento, iguales y diferentes, participantes y excluidos, presentes y ausentes, voz y silencio.10

9  Persona

que actúa, que elige, que define, “sujeta” de derechos y responsabilidades, ciudadana, participante de una ciudad. 10  Católicas por el derecho a decidir, “Libertad”, 2003.


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Desde hace dos siglos y medio las mujeres comenzaron a luchar por su reconocimiento como personas, con derechos humanos (civiles, sociales, políticos). Las últimas luchas fueron por el derecho al voto. En México se cumplieron apenas 50 años del ejercicio de este derecho en el año 2003. Las mujeres somos herederas de sueños, deseos y luchas políticas de nuestras abuelas y madres. El voto femenino es regalo de un amor persistente y probado que aprendió a “sacar la voz y las garras” para defender nuestros derechos políticos. El derecho al voto de las mujeres es como el aire delgado, como claro viento que nos viene de esfuerzos del pasado y que nos anima a lograr otras conquistas. Desde hace 50 años las mujeres ejercemos nuestro derecho a votar y a ser electas en las elecciones federales. Estos son algunos de los pasos que nuestras madres y abuelas dieron para lograrlo.11

Algunas dimensiones del poder de las mujeres En la esfera política, una lucha más reciente tiene lugar por el respeto a sus derechos reproductivos. Esta última lucha muestra claramente el derecho a ser iguales12 a la vez que diferentes de los hombres. En el campo de la sexualidad, entre las décadas de los sesenta y los ochenta del siglo pasado, las mujeres han adquirido nuevos poderes: el ejercicio concreto y personal de la contracepción; la consideración de la violación como un atentado violento hacia la integridad de la persona; el derecho a disponer del propio cuerpo, etc. Pero, en las prácticas, muchas veces estos progresos son negados. No se difunde suficiente información o se prohíben algunos sistemas anticonceptivos y, en algunos países, persiste la obligación para la esposa, más allá de su deseo, de acceder a mantener relaciones sexuales con el esposo. En las diferentes regiones del país se pueden escuchar testimonios como los siguientes: “Mi marido me usa”. “Fue un infierno mi embarazo, él se disgustó porque no quiero tener otro hijo, no le pude decir ‘no quiero‘, no sé cómo decirle sin mentársela.” “En mi casa siempre me dijeron que tenía que obedecer a mi marido; ahora tengo miedo de decir cualquier cosa.” “En mi último embarazo me puse muy mal, el médico me dijo que mi vida podía ponerse en riesgo, me recomendó operarme después del parto, mi marido no me creyó.”

Sánchez, Feminismo, 2003; Monroy, “Voto”, 2003.   En equidad, en simetría.

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Asimismo, para algunos ejercicios jurídicos, sigue lamentablemente en pie la suposición de que, cuando la mujer sufre una violación, es porque ella tuvo alguna participación, como la “provocación” al violador, etc. Así vemos que en México, aunque hay avances en favor de los derechos de las mujeres, la vida de estas puede todavía ponerse en riesgo por no contar con el acceso a los servicios de salud en situaciones como la interrupción de embarazos en condiciones seguras. Aun cuando en las leyes ya se acepta esa interrupción en algunas situaciones concretas, en los hechos se impide que las mujeres tengan autonomía en decisiones sobre su sexualidad y reproducción. Por otro lado, algunos funcionarios limitan las opciones de solución ante problemas que las mujeres puedan vivir, sin considerar las circunstancias ni las condiciones concretas a que se enfrentan. A continuación podrán apreciar un cuadro que proporciona un panorama sobre los avances legislativos. Si bien no es nuestro campo, nos conviene contar con información para ampliar nuestra mirada y posibilidades prácticas. También es conveniente tener información sobre los avances legislativos en relación con otros problemas, como la violencia doméstica, y saber qué códigos e instituciones son vigentes en nuestros estados. En este punto cabe resaltar la promulgación de la “Ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia” en 2007. “Su importancia radica en que establece los lineamientos jurídicos y administrativos con los cuales el Estado intervendrá en todos sus niveles de gobierno para garantizar y proteger los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia”. Esta ley es el resultado de un proceso en el que, desde finales de los setenta, diversos grupos de mujeres impulsaron la concepción de que la violencia contra la mujer no es un asunto del ámbito privado sino un problema social que requiere de acciones por parte del Estado para prevenirla y sancionarla. En nuestra Constitución, la igualdad en dignidad sí está reconocida tanto para hombres como para mujeres libres, para consentir o disentir de cualquier hecho que afecte a su cuerpo. ¿Y cuál es esa larga costumbre que predispone a las mujeres para no ser, para no existir como ciudadanas? La costumbre de no gobernarse ni gobernar, de no ser consideradas como sujetos, como ciudadanas activas, una costumbre que data de hace milenios. Desde los orígenes de la ciudadanía en la Grecia antigua,13 hace más de dos mil años, las mujeres carecían de tal estatuto. No eran consideradas personas libres. La ciudadanía era la cualidad de la persona en cuanto participante de una ciudad (polis), que tenía como sustento el bien común. Hasta 1953, en México las

13  Para entender por qué las mujeres han estado ausentes de la política, conviene recordar el desarrollo de la ciudada-

nía: en la sociedad griega había una clara división entre la polis, sede de la política y la actividad pública, y el oikós, el ámbito doméstico. El ciudadano libre era aquel que podía realizar actividades políticas sin ataduras “naturales”. Las mujeres, cautivas en el mundo de la necesidad y la naturaleza, no podían, por lo tanto, participar en la polis.


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mujeres también carecían formalmente de tal estatuto (más de 20 siglos de desventajas). Y ¿qué pensamos que ocurre más allá de lo formal? En el siglo XVIII surge la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que sigue vigente hasta nuestros días. En el siglo XIX, la ciudadanía se amplía a los trabajadores y en el siglo XX a las mujeres. “Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor.”14 Cuando las feministas manifiestan que “lo personal es político”, habría que plantear que es así sólo si las mujeres intervienen en el ámbito público. En estos días, la ciudadanía de las mujeres se encuentra en esa transición: de excluidas a constituirse, como mujeres, en sujeto político. Podemos pensar, como plantea la antropóloga Françoise Héritier,15 que existen ejercicios concretos del poder de las mujeres que, en algunas organizaciones, se expresan obstaculizando los proyectos que las involucran. Cuando no están de acuerdo con el proyecto (una guerra, por ejemplo), se niegan a suministrar bienes que ellas producen. Pueden impedir el funcionamiento de ciertas instituciones y la realización de grandes proyectos masculinos. Este poder implicaría una capacidad de resistencia (que sí conocemos las mujeres): es generalmente el poder de los débiles, el de los oprimidos, el de las huelgas, el del NO; más cerca de una abstención con efectos inhibidores que de una participación activa.16 ¿Cómo podemos integrar este poder de resistencia con expresiones de capacidades positivas, como un poder propositivo? ¿Cómo podemos, promotoras y promotores sociales, dar nuestro apoyo para que las mujeres resignifiquemos positivamente nuestro poder, parte de nuestro proceso de “empoderamiento”?

Actividad Dónde están las mujeres Objetivo

Material

14  María

Visualizar a las mujeres como personas y facilitar la toma de conciencia de las desigualdades de género, así como su repercusión en la dificultad de “empoderamiento” de las mujeres. Reflexionar acerca de qué pasa con los hombres cuando las mujeres van ocupando espacios no tradicionales en lo público. Hojas y plumones, copias de las frases para los grupos y/o parejas según elijan.

Elena Walsh es una poetisa argentina, autora además de numerosas canciones para niños que se han vuelto muy populares. Su poema Orquesta de señoritas fue musicalizado por Chico Novarro e interpretado por Joan Manuel Serrat, y es cuando se le añade el párrafo mencionado arriba. 15  Héritier, “Masculino”, 1996. 16  Ibid.


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Tiempo Una hora 30 minutos. Desarrollo 1. Trabajar en grupos pequeños y/o en parejas según el número de participantes. Solicitar al grupo que lea atentamente las frases siguientes y que, en relación con las mujeres y el poder, y los hombres y el poder, escriban individualmente qué les sugiere cada una de ellas: • En el siglo XVIII surge la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que sigue vigente hasta nuestros días. • La propuesta de igualdad de la democracia griega no incluía a las mujeres ni a los esclavos. • Cuando las situaciones son muy peligrosas es importante que un hombre esté al mando, porque las mujeres pueden ponerse nerviosas y no tomar las decisiones adecuadas. 2. Comenten lo que escribieron. 3. Reflexionen con la siguiente guía de preguntas y anoten en hojas para posteriormente compartir sus respuestas con todo el grupo: • ¿En el mundo público, qué lugar ocupan las mujeres y qué lugar ocupan los hombres? • ¿A qué se debe que, a pesar de que hay declaraciones de los derechos humanos de las mujeres, ellas sigan buscando ser nombradas y vistas en sus características específicas? • ¿De qué manera repercuten este tipo de situaciones en las mujeres y en los hombres? • ¿Qué les pasa a las mujeres y a los hombres cuando una mujer ocupa un lugar de poder que tradicionalmente era un lugar sólo de los hombres? • ¿Qué tipo de actitudes se observan cuando las mujeres ejercen su poder? • ¿En qué se parece y/o diferencia el poder cuando es ejercido por hombres? • ¿Qué lograría que las mujeres se sintieran más a gusto ejerciendo su poder? • ¿Qué les permitiría a los hombres no sentirse incómodos y/o amenazados con el poder de las mujeres? • ¿Cómo podemos intervenir para que estas pautas se revisen y se modifiquen? • ¿Cómo crear las condiciones para que mujeres y hombres tomemos decisiones sobre el tipo de sociedad y de familias que queremos y así tener relaciones equitativas? 4. Socializar en plenaria. Después de hacer la ronda, reflexionen acerca de qué les llama más la atención; qué pasa en nuestro país, en sus lugares concretos en donde viven. 5. Reforzar las reflexiones con aspectos de la introducción a este capítulo.


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Explorando formas de ejercer el “poder con”, superando la tendencia a ejercer el “poder sobre” Lamentablemente, cuando los papeles se invierten, es decir, cuando una persona deja de ser sumisa y asume poder, suele suceder que, en vez de buscar relaciones de equidad, repita con los otros exactamente las mismas relaciones de poder, aun después de haber pasado por situaciones que consideró injustas. Es muy importante destacar este aspecto. Como educadoras o educadores, podemos destacar el papel que los patrones culturales y sociales tienen sobre las mujeres y los hombres, y que los lleva a repetir las relaciones de jerarquía y a establecer relaciones de “poder sobre” la vida de las personas. En nuestra cultura, las mujeres y los hombres tenemos pocos modelos de referencia para ejercer la autoridad, por lo que es importante explorar conjuntamente otras formas de apropiación del poder y construir relaciones equitativas.

Actividad Personas y cosas17 Objetivo

Facilitar el reconocimiento de las relaciones de poder e identificar los códigos de comunicación que se utilizan en estas relaciones. Analizar cómo las relaciones de poder influyen en la negociación de los espacios que ocupan las mujeres. Sensibilizarnos para poder sentir los diferentes grados de opresión. Recomendado una hora.

Tiempo Desarrollo 1. Dividir al grupo en dos con una línea imaginaria. Cada parte debe tener un número igual de participantes. 2. Informar que el nombre de la actividad es: Personas y cosas. Se escoge aleatoriamente un grupo para que represente las “cosas” y otro grupo para que represente las “personas”. 3. Se leen las siguientes reglas para cada grupo: • Cosas: las cosas no pueden pensar, no sienten, no pueden tomar decisiones, no tienen sexualidad, deben hacer todo aquello que las personas les ordenen. Si una cosa quiere moverse o hacer algo, tiene que pedir permiso a una persona. • Personas: las personas piensan, pueden tomar decisiones, tienen sexualidad, participan activamente en las diferentes áreas de la vida privada

Tomada y adaptada de Salud y Género, “Guía”, 2010.

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y pública, sienten y, además de eso, pueden manipular y controlar las cosas que quieran. 4. Solicitar al grupo Personas tomar al grupo Cosas y hacer con ellas lo que quieran. Podrán ordenar que hagan cualquier actividad. 5. Se concede al grupo Cosas de 15 a 20 minutos para realizar los papeles y las actividades que les designaron dentro de la sala. 6. Solicitar a los grupos que regresen a sus lugares e invitarlos a reflexionar sobre las siguientes preguntas: • ¿Cómo fue tu experiencia? • ¿Cómo fue estar en el grupo Personas? • ¿Cómo fue estar en el grupo Cosas? • En nuestra vida cotidiana, ¿nosotros tratamos a las otras personas “como cosas”? • ¿A quién? ¿Por qué? • ¿Cuáles son los efectos que este tipo de manejo del poder tiene en la vida de las personas? • ¿Cómo podemos modificar esta forma de trato? Cierre. A partir de los sentimientos generados por el ejercicio, pregunte ¿cómo y por qué se manifestaron así las relaciones de poder? Por lo general, surgen sentimientos de rebeldía frente a sumisión, agresión, dependencia, rabia y resentimiento. Alertar sobre el hecho de que siempre hay una relación y que las fronteras no están bien delimitadas.

Condiciones culturales que operan en el empoderamiento de las mujeres En el proceso de negociación de los espacios que ocupan las mujeres, así como de los que ocupan los hombres, están implícitos aspectos como simbolismos, sentimientos, necesidades y deseos. En la negociación de los espacios privados y/o públicos, es habitual que la mujer tenga que demostrar que es capaz de enfrentarse a críticas que limitan su participación o la llevan a participar desde un poder delegado. En muchos casos, su intervención se ve limitada por un “techo de cristal”18 construido por las relaciones de poder que socialmente se entretejen

Mabel Burín utiliza el concepto de “techo de cristal” para nombrar la red invisible de valores, actitudes, palabras, gestos, mandatos, mensajes que estructuran un modelo de ser mujeres y de ser hombres, un modelo de sociedad que se construye socialmente y que contribuye a la discriminación de las mujeres en sus carreras laborales. Lo define como una superficie superior invisible en la carrera de las mujeres, que les impide seguir avanzando.

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y que suelen tener una base en el imaginario social del sacrificio y del supuesto destino no protagónico de la mujer. A pesar de los avances logrados, “sigue persistiendo la noción de que el eje del proyecto vital de las mujeres está alrededor de la formación de la familia y que su inserción laboral será secundaria a su carrera principal: la carrera maternal”. La propuesta de equidad entre los géneros implica la participación equivalente de mujeres y hombres en el trabajo, la educación, la vida sociopolítica y la familia; supone que ambos lados se apropien de capacidades, habilidades y destrezas para asumir riesgos, tomar decisiones y participar activamente, con autonomía y juicio crítico, en todas las acciones que conciernen al bien común.19

Actividad Claves de empoderamiento de las mujeres Objetivos Reflexionar críticamente sobre el tipo de condiciones que se requiere construir socialmente en las familias, en las diferentes instituciones públicas y/o en los diferentes ámbitos de la sociedad para que las mujeres realmente se apropien de su poder. Conocer algunos aspectos clave que nos permitan reconocer algunas señales del empoderamiento de las mujeres en el ámbito individual y colectivo, para impulsar su participación y poder en los espacios públicos. Material Copias de las frases tituladas “Una mujer ‘empoderada’”. Tiempo Una hora. Una mujer “empoderada”: • Maneja y expresa su poder sin dañarse a sí misma o a otras personas. • Se quiere a sí misma y se reconoce. • Puede decir quién es, qué hace, a qué dedica su vida, qué quiere profundamente.

Burín, “Familia”, 1998.

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SOBRE LAS AUTORAS María Cristina Ravazzola Nació en Buenos Aires, Argentina. Es médica, especialista en psiquiatría, terapéuta familiar sistémica con estudios de posgrado en Terapia Familiar en Palo Alto, California, y en Roma, Italia. Desde hace 20 años trabaja temas de diversidad, género y violencia familiar. Asesora en relaciones familiares, género y violencia a equipos de asistencia y prevención en problemas de abusos. Es docente de posgrado en la Universidad de Buenos Aires. Ha dado cursos y conferencias en países de Latinoamérica (Argentina, Uruguay, Chile y Brasil) y también en Oslo, Nueva York y Roma sobre terapia familiar, violencia doméstica y resiliencias en las relaciones familiares. Es autora de artículos y libros sobre estos temas. Es fundadora y directora de PIAFF (Programa de Investigación, Asistencia y Formación en Familias), Buenos Aires, Argentina, y fundadora y supervisora general de la Fundación Proyecto Cambio (Programa ambulatorio de rehabilitación de la drogadicción), asociaciones que ya tienen más de quince años de funcionamiento. mravazzo@fibertel.com.ar

Emma María Reyes Rosas Emma es originaria de la ciudad de México. Es bióloga (1979-1983, UAM-Xochimilco), con estudios en Desarrollo Rural (1987-1990, UAM-Xochimilco); es psicoterapeuta Gestalt (CEIG, maestría en Psicoterapia Gestalt Adultos. 1994-1996); facilitadora certificada en el Método de Transformación Resonancias (Resonance Repatterning 2000-2003). Es especialista en autoconocimiento, sexualidad y relaciones humanas en terapia de reencuentro y coordinadora de grupos comunitarios de terapia de reencuentro en el Instituto de Terapia de Reencuentro, Valencia, España (2000–2005). Docente universitaria e investigadora en temas de género y salud, sexualidad, violencia de género, salud mental, salud sexual y reproductiva, derechos sexuales y reproductivos, terapia Gestalt y terapia de reencuentro; autora de artículos y libros sobre estos temas; facilitadora, asesora y coordinadora de grupos. Fundadora e     113


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integrante del Consejo Coordinador en Salud y Género A.C.; integrante de redes feministas y de la sociedad civil en México y Latinoamérica. Fue Consejera por México en la RSMLAC – Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe. Actualmente es integrante del Consejo Consultivo. salygen@prodigy.net.mx

Gisela Sánchez Díaz de León Licenciada como Médica General y Partera, egresada de la Universidad de Guanajuato. Tiene estudios de diplomado en Género y Sexualidad realizados en el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, en Pobreza y Desarrollo por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y estudios de maestría en Psicología Educativa en la UAQ, así como de doctorado en Ciencias Sociales en la UAM-Xochimilco. Es integrante fundadora de Salud y Género A.C, coordinadora del área educativa y coordinadora del diplomado “Equidad de género y salud”, auspiciado por el área de Salud Reproductiva del Colegio de México y la Facultad de Filosofía de la UAQ. Es educadora en salud; desde 1985 ha trabajado con grupos de mujeres en áreas urbana, rural e indígena. salgens@prodigy.net.mx


Mujeres participando en la democratización de las familias se terminó de imprimir el 9 de diciembre de 2010, en los talleres de Opción Gráfica, Lago Tláhuac Nº. 4 Local C-12 Col. Anáhuac, Delegación Miguel Hidalgo 11320, México, D. F. Diseño de portada: Factor:02 Edición realizada a cargo de la Subdirección de Publicaciones del Instituto Mora. En ella participaron: corrección de estilo, Gabriela Montes de Oca; formación de páginas, Factor:02; corrección de pruebas, Alberto Cue, Gustavo Villalobos, Estela García y Javier Ledesma; cuidado de la edición, Yolanda R. Martínez y Hugo Rocha. La edición consta de 100 ejemplares.



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