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Hildebrando Aldobrandeschi
En cierta ocasión, en algún café central, interrogué a un amigo sobre la posibilidad de trabajar, de obtener un empleo cualquiera para mitigar el hastío que producen nuestras muchas y muy diversas transmigraciones, a esto "...contestó Samuel Tesler que el trabajo no era una virtud "esencial" de la naturaleza humana -ya que el todopoderoso Elohim había creado al hombre sólo para el ocius poeticus- sino un menoscabo "accidental" introducido en ella por obra de la indócil "costilla separada"; y que siendo él, Samuel Tesler, un hombre afirmado en las esencias, mal podía condescender al azar de un accidente que le recordaba el ingrato episodio del Paraíso."(1). Y por esa rara invocación de aquél mayestático nombre, no pude más que creerle... Ahora mi inmortalidad fruto del ocius poeticus ha asegurado la pervivencia incorrompible de Samuel y de su sabio principio... (1) Marechal, Leopoldo; Adán Buenosayres; Madrid; Alcca XX; 1997; p. 25,26