Nuestra Tierra Vol 5

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Hablemos de cocido Sumercé

Pero por supuesto. El mismo nombre de este plato habla por si sólo ya que Boyacá por ejemplo, es una de las regiones del país que se caracteriza por ser dependiente de sus propios recursos, tales como el cultivo de tubérculos y entre ellos: la papa, los cubios, las jibias y las chuguas que son precisamente los ingredientes que lleva tan suculento plato.

En Colombia, cada región esta representada no solo por su etnicidad, sus costumbre y su cultura, también se representa por su amplitud exquisita en cuanto gastronomía se refiere. Al llegar el departamento de Boyacá, esta no es la excepción. Venga sumercé. Entre, que por aquí le tenemos la arepa, el queso, el bocadillo, el chorizo y la longaniza, la sopa chiquita, los indios, el sancocho de gallina, el infaltable caldo de papa, las almojábanas y entre otros: el cocido Boyacense.

¡A preparar se dijo!

Para hablar de su preparación, que mejor voz que la de la gente que viene de la tierra, de la tierrita sumercé de donde nace todo lo que ponemos cada mañana o a la hora del almuerzo sobre la mesa. Entonces está el chef especializado en gastronomía típica de la región, orgullosamente oriundo de esta fría tierra. Ismael, él muy moreno, donde sus rasgos físicos no nos engañan. Donde sus manos nos confirman que aun cultiva, y que con un morral, grande, estrecho y viejo nos demuestra que como buen estudiante del Sena está bien preparado y aun más importante que la edad no es impedimento para lograr sueños… que nunca es tarde.

En un articulo encontrado en la web sobre la historia del Cocido boyacense, realizado y publicado en 2010 por Cecilia Restrepo Manrique, dice que, “como su nombre lo indica, este plato viene de la región de Boyacá donde se ubica la población de Villa de Leiva. Esta provincia es considerada como una de las más antigua y bonita del país. Fue fundada en 1572, por orden del presidente del Nuevo Reino de Granada Andrés Díaz Venero de Leyva de ahí el nombre del pueblo. Luego surgió en Segovia en el siglo XV la olla podrida que en su definición por la RAE, esta es una vianda preparada con carne, tocino, legumbres y hortalizas, principalmente garbanzos o patatas y todo junto se cuece y se sazona. En España es este el plato principal de la comida diaria.”

-“Eso a la primera la gente sí sabia. Eso es una alimentación que a uno ¡juuum! No le da hambre.” Ahora le pedimos que nos hable de este plato, de lo que contiene. –“Sí señor. Papas, nabos, ibias, rubas, papas criollas, carne de cerdo o de res. Luego se le hace su guiso, su fondo pa’ especializar en eso y ahí le queda su buen cocido boyacense.

Finalmente, cualquier tunjano o boyacense ratificará que el plato es de toda la región y que muy seguramente el plato entro primero a Villa de Leiva y de ahí fue extendido al resto del departamento. Según el articulo anterior, dice este que por ejemplo en Villa de Leyva fue preparado y que gracias a esto fue premiado en el 2010 como uno de los mejores platos durante el Festival Gastronómico de allí. Donde dicho Festival es realizado desde el 2004 con el propósito de rescatar y exponer, los platos típicos no solo de Villa de Leyva ni Boyacá sino de toda Colombia.

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“A eso se le puede echar carnecita de la que a usted le provoque y encima eso se entiende ahí así y ¡póngala! Y después de que eso esté: repartir. Y eso es muy rico.” Su expresión lo dejo todo bien claro. Don Manuel Ibáñez, hombre de 78 años, más tunjano que cualquier otro.

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Ya dentro de una preparación encontrada en cualquier libro de gastronomía boyacense, esta dicta lo siguiente: la cocción se inicia agregando principalmente la mazorca seguida del pollo y la sal. Luego de un rato (15 – 20 min) se añade la papa, las habas y se deja hervir por 30 minutos. Posteriormente se le agrega la papa criolla los nabos y las ibias. En cuanto al guiso, este se prepara con cebolla en trozos, el condimento, la sal, migas de pan y leche al gusto.

plato o bandeja sino sobre hojas abiertas algo así como un tamal; su color no es muy vivo, al contrario es algo así como el amarillo de la papa criolla o la mazorca. Termina siendo “un plato exótico” indefinible, no de todos los gustos y hoy en día, tampoco es de todos los estratos. Dentro de las formas de preparación, los abuelos siempre han recalcado que no hay mejor comida que aquella que se prepara en fogón de leña, tal como lo hacían los indígenas hace cientos de años. Tradición que ha perdido su costumbre en las mayor parte de las regiones.

Por lo general, este plato no requiere de ningún acompañamiento aunque en algunas recetas muestran que puede adicionarse el queso campesino en una porción muy personal. En Tunja, en el restaurante al que llegamos tras la busca del plato, allí encontramos por ejemplo, que el cocido se ofrece junto a una jarra de chicha, la chicha muy fría, apetitosa y provechosa.

El plato de casa.

“Yo en los años que tengo lo conozco y todavía. Este era siempre la comida y la alimentación de los abuelos. Yo me acuerdo que siempre al almuerzo no había más que un cocido boyacense. No había un arroz, no había una pasta ni nada.”

Ya servido el plato, a primera vista nos encontramos con una nueva experiencia que difícilmente puede ser similar a algo ya conocido. Hablamos entonces de tubérculos, raíces, y semillas que en conjunto con un buen pedazo de carne, son servidas en un mismo plato, bajo una misma preparación y que en presentación resalta por su variedad de formas, colores y texturas. La sensación del alimento ya estando en la boca seguirá siendo inexplicable, simplemente hace falta probarlo para saber qué se siento todo esto en conjunto. Pero no es de afanarnos y esto nos lo confirma don Luís quien con unas cuantas jarras de chicha dice: -“¿sabe para qué sirven los cubios? Para el cutis, eso es tan rico en vita mina que para las mujeres y los hombres vanidosos funciona a 1A” y asiente el pulgar y extiende su enorme sonrisa ya desgastada por el peso de sus años.

Cuenta doña María Excelina Ibáñez saboreando todavía los platos de aquella época que tanto le hacían sus abuelos. “No se comía nada más qué eso al desayuno al almuerzo y a la cena. Ahora no, ya ni una sopa se sabe hacer, todo eso se perdió” Ella es hija de Don Manuel. También tunjana que es seguramente una de esas pocas personas que aun trae las tradiciones tan presentes, que las trae en su diario vivir. A ella se le en las tardes sentada en la entrada a su tienda junto a su padre, labrando lana virgen, desgranando mazorca o tostando habas. “Hoy en día ya no encontramos quién prepare un buen plato de esos y si hay, ya no son de la misma manera. Ya no lo hacen igual, ni con todas las cosas que debe traer porque ya ni se consiguen en el mercado. Toca ir al campo para conseguir los ingrediente y si quiere para comer cocido. Las personas que realmente sabían hacerlo eran las abuelas”. Dice don Manuel Ibáñez quien concluye que aquellas abuelas son las que mueren y se llevan con ellas las recetas, las historias y los tantos secretos de cocina.

Para contextualizar e intentar hacer una idea de ello, este plato es presentado como un piquete, pero ahora, quítele el chorizo, la longaniza, la rellena y ponga en su lugar unas cuantas rúbas, unos nabos y unas ibias. En algunas partes, por ejemplo, se sirve ya no en

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particularmente en las tiendas o casas: fondo azul, cabeza inclinada, ojos brillantes y trigueños, barbudo y con una manta blanca. Este Jesús es privilegiado porque reposa sobre un marco particular que muy seguramente fue elaborado por la niña de la casa. Ella muy robusta y con sus cachetes perfectamente colorados, unos ojos brillantes y una compostura que nos ratifica que lo que le dan de comer es bueno para la salud rico en proteínas vitaminas, calcio lo que sea pero de que es bueno, es bueno.

En la búsqueda del plato.

Tras la recomendación de don Manuel, quien además de ser criado con el cocido boyacense también fue de aquellos chiquillos de los que tomó chocolate puro, de aquel chocolate casero hecho con bolitas llamado popularmente “chocolate de 7 granos” de aquel que impregnaba a toda la vecindad con su aroma. Él nos lleva ahora al sur de la ciudad de Tunja. No es fácil llegar y cualquiera que pase por ahí sería incapaz de resaltar esa pequeña casa verde, atrapada entre unos cuantos talleres de mecánica y una enorme casa esquinera. Así es, es una fachada engañosa. Sólo quien sabe que se cocina dentro de su fogón, puede dar certeza de que este es uno de esos lugares donde todavía se puede saborear y deleitar un buen cocido boyacense, uno auténtico de la región con sabor a casa.

A esta hora, uno a uno empiezan a llegar los mecánicos y conductores de camiones y mulas. No hay un menú, no hay protocolo. En esta casa ya se sabe cuál es su única especialidad y lo único por lo que van los clientes. “A las personas que frecuentan, ya les sabemos cuál es su presa favorita y cómo les gusta más el plato y de qué cantidad. Ya son clientes fijos” Dice ella, la señora de la cocina, la encargada de traer todos los días, a la misma hora a las mismas personas. El que llegue allí ya saben lo que se les viene por delante.

“Ya desde hace mucho tiempo que yo sé que aquí lo preparan, siempre he venido y cada que vengo ya saben que mi plato me lo sirven con un pedazo de carne especial: con un pedazo de geta”. Dice con gusto el señor Luis quien procura venir más de una o dos veces por semana desde el centro de la ciudad, sólo para darse el placer de comer este plato y tomarse sus

“¡Juuuum!. Con un plato de estos uno ya esta pa’ tener el resto de día, uno al desayuno y otro al almuerzo. ¿Pa’ qué más?”. Escasamente puede hablar el señor Cristóbal, mecánico, lo sé por el overol que lleva recogido a la cintura, un tanto manchado de aceite y grasa y con uno que otro parche para remendar sus huecos nacientes del trabajo.

respectivas jarras de chicha. Luis es un hombre de unos 50 años, es grande de contextura boyacense, cabello grueso y aun sin canas, un bigote cortado perfectamente sobre su labio superior. Ya no trabaja y vive con sus hijos ya adultos. Sin tener nada que hacer, don Luis decide venir cada que puede a comer un poco de cocido y tomarse unas cuantas jarras de chicha.

Finalmente no se sabe si existe algún significado de por qué toda esta conglomeración de tantos ingredientes en uno sólo. Quienes comen el Cocido deducen que es por esa misma producción propia de la región.

Son las 10 de la mañana en aquel lugar, ya es la hora de almuerzo. Hay 5 mesas cuadradas en una sala medianamente proporcional, cada una con 4 sillas; de no ser por las mesas y una nevera de Postobón al lado, el ambiente tampoco se asemeja a que allí se venden piquetes, chicha y guarapo. En una de sus paredes cuelga el infaltable cuadro de Jesús, es un Jesús muy común, de ese que vemos

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Puede ser entonces esa conclusión la que arroje una connotación más, que sea este plato ese reconocimiento a tanto esfuerzo del campesino para sacar su cultivo; que sea este el plato la recopilación de todo ese trabajo de campo. Celebración o no de esas co

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sechas, el Cocido Boyacense termina siendo eso, la agrupación de todos los frutos de nuestras tierras con el todo el trabajo de nuestros campesinos, abuelos e indígenas. Queda claro que este plato tan original en su forma, en su presentación en su sabor y aroma inexplicable, no huele a papa ni mucho menos a carne, es algo así como simple, sabe un poco a las habas que contiene y a mazorca. No cualquiera sabe llegar a él, no cualquiera sabe qué contiene ni cómo se hace. No todo hijo boyacense ha probado tan “exótico plato”. Lamentablemente, el Cocido se deshizo cuando remplazamos las coladas, mazamorras y sopas por platos atrayentes, reforzados y llamados de nombres impronunciables. Este plato fue demeritado cuando el “Chef” de aquel restaurante con etiqueta no hacia otra cosa que preparar el mejor y más caro plato. -“Sino que ya lastima” dice don Manuel, ya lastima que aquel le gado no solo de nuestros abuelos sino de nuestros indígenas ya no exista. Es como si se hubieran ido y con ellos, se hubiera ido toda esta riqueza gastronómica, toda esta historia, toda esta tradición. Quedan entonces retoños, retoños que no saben que es un cocido ni mucho menos que viene de Boyacá y que de allí mismo viene toda nuestra gastronomía. Que triste. Pobres abuelos, pobres indígenas. Se remorderán todos ellos quienes con tanto esfuerzo, creatividad, ingenio, dedicación y hasta amor se encargaron de hacer un legado que hoy es raro recordar y es raro encontrar. Hoy en día lo que es el cocido boyacense es algo que se descoció… que se olvido.

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Una mordida una sonrisa Por: Tania Velandia Trejos

Fotos: Tania Velandia Trejos


“ Salí de mi casa apenas cuando tenía trece años, porque yo sentía que mi mamá no me quería, sino que defendía y apoyaba solo a mis hermanos” mientas las palabras de Sandra Milena Rubio Suarez, se perdían en el viento, su mirada se quedaba fija viendo una familia entrar al centro comercial Carrefour chévere de Sogamoso, reflejando, tristeza, angustia y desolación, delatando que su vida no ha sido fácil, pero que hoy está feliz porque persevero dejando el trago y las fiestas a un lado para dedicarse al oficio sencillo y hermoso de vendedora ambulante de obleas. Se fue de su casa tan joven pero siempre consciente de que su vida a partir del momento daría un cambio radical. Oficios varios es uno de los empleos que ayudan a sobrevivir en este mundo a gran parte de la población de mujeres colombianas que se encuentra en una situación difícil, y ella no sería la excepción, atender una familia era lo que la mantenía económicamente en aquel momento, hizo todo tan bien, que la familia le cogió mucho respeto y cariño, sin embargo eso no impidió que al notarse una barriga de cuatro meses fuera despedida.

se da por enterado de que tiene una criatura a la que debe darle alimentación, desaparece.

Su físico la hacía ver como una mujer inocente, pero su sabiduría y madurez era lo que la mantenía fuerte, su novio había sido parte de su motivación para irse de ese lugar en el que no encontraba esperanzas, ella confiada de que iba a estar junto a él, pero apenas éste

Sandra con su conducción no tenía la capacidad física de realizar acciones fuertes, gracias a Dios su amiga la cuida durante éste tiempo sin ningún costo, y tiene un parto con éxito. En llanto suelto pasaba las noches su hija y ella, era muy duro creer que el hombre que amaba tanto la

“En medio de tanto trabajo tuve una amiga que vivía en Moniquirá, allá como se vende bocadillo me dediqué a hacer y vender quesadillas”.

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hubiese dejado sola. Milena después de haber pasado tanta depresión decide seguir adelante, coge a su hija, utiliza una cangurera para llevarla en el pecho y sale con ella todas las mañanas caminando por las calles de Moniquirá gritando “ ¡quesadillas, ricas quesadillaS, pruébelas!”, con el fin de ganar dinero para su bebé y colaborar en la casa que vivía hacía dos meses. Un día Milena recibe una llamada inesperada en la que su ex novio le decía que la amaba, que deseaba formar una familia, aun enamorada, acepta, abandona aquel lugar, debido a que él trabajaba en Sogamoso, además que ella decía que no le gustaba el calor que hacía en Moniquirá.


Personas vienen y van , y un domingo se detienen aproximadamente cincuenta personas en la cera de la entrada principal del Metro en Sogamoso al escuchar con voz fuerte, inspirando ternura y confianza, que decía: “ vecino siga, a mil a dos mil, ricas, siga”, la Señora Sandra atiende con paciencia, pero al mismo tiempo es bastante ágil. Se ubica un pequeño grupo de personas alrededor del puesto ambulante conformado por una mesa pequeña blanca con una sombrilla de colores insertada en el medio. La curiosidad mata al gato y una que otra persona se une al grupo preguntándose, ¿Qué es lo que están vendiendo?, se encuentran con diez tarritos que suelen usarse para agregar salsa de tomate en un restaurante de

hamburguesas, la diferencia y lo curiosos es que estos tarros al ser blancos se puede ver que dentro tiene un dulce liquido de color de chicle, piña, limón, mora, crema de leche, maracuyá, durazno, el más curioso pepitas de colores. En la parte izquierda de la mesa hay un tarro que se diferencia mucho más que los otros por su gran tamaño con una pala de madera insertada en medio, conocido como arequipe, siendo éste uno de los ingredientes más importante para la preparación del postre de media tarde aplicadas sobre una galleta redonda que deleita a más de un colombiano. Un mes y medio antes de que la Señora Milena siguiera desempeñándose en su trabajo se situaba en una clínica de dicho municipio, ella contaba: “llegue a la clínica, la bebé venía en tres, y allá me dijeron que debía tenerla pero durante diez horas, me fui a caminar, pero regrese porque me dolía mucho el estómago, al llegar estaba una muchacha y desesperada le dije que me sacara a la bebé que ya aguantaba más, me fui al parto, y me jaló la niña;

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todo iba bien, hasta que la niña casi todas la noches estaba enfermita y lloraba mucho, además que a mí me dolía mucho el estómago, pues claro luego me hicieron unos exámenes y salió que me habían dejado placenta y a mi bebé lo que paso es que le cortaron tan corto el cordón umbilical que se le formo una hernia. Yo llena de rabia fui a reclamarle a la que me había hecho la cirugía y lo único que hizo fue decirme que eso le pasaba a muchas madres y se disculpó conmigo”, su rostro demostraba derrota, y pocos ánimos de solucionar este problema, a causa de que no tiene dinero para pagar un abogado; pero por Dios, ¡qué putas le pasa a este país, ¿cómo puede ser cierto que un profesional tenga ese tipo de respuesta, al cometer un error tan grave?!. .-“Veci y a como me deja la oblea”. -“tengo de mil con ariquipe y dos salsas, de mil quinientos con queso, maní o coco con tres salsas y de dos mil con todo” - deme dos de mil para los niños Sus guantes de plástico delatan su higiene en el trabajo, coge con su mano izquierda el molde de icopor liso redondo y sobre éste coloca una galleta, mientras con su mano derecha saca con su pala de madera del recipiente una buena porción de ariquipe, ella la aplica en el centro y la desliza rápidamente sin dejar espacio. -“¿emm, con mora, piña, durazno o chicle bebé?- Pregunta la señora Milena - “quiero de este y este”, el niño señala la salsa de chicle y de mora con una gran emoción viendo fijo las manos de la vendedora ambulante. Ella oprime el tarro y lo mueve de forma circular, dándole forma de caracol, el niño con la ansiedad de comer su oblea se sube a la silla de cemento que se ubica al lado izquierdo de la mesa estirando su brazo con el fin


de cogerla lo más pronto posible, Milena antes de tapar la oblea le muestra al niño las salsas y le pregunta- “¿así la quieres bebé?, el niño le señala la galleta que tiene Milena en la mano derecha y le dice: ”no, tapada”, ¿Con pepitas?- pregunta Milena, “si, con pepitas”. Su hermanito emocionado ve la oblea e inocentemente piensa que es para él y le grita: “¡yo quiero con pepitas!”, la señora Sandra echándole las pepitas le responde con ternura: “bueno mi amor”.Une las dos galletas, el niño de inmediato estira su brazo y la coge, ella le pide que se espere y termina colocándole una servilleta para que el niño pueda limpiarse una vez que se ensucie, si es el caso por el dulce, empieza prepararle al hermanito del niño su oblea, sólo con la diferencia de que éste la prefiere con crema de leche en vez de salsa de chicle, ambos felices ‘le pegan un mordisco’ y se van con cara alegre. Después de atender se sienta en la silla de cemento, su cansancio es reflejado en las horas de la tarde “tengo que estar con un ojo en el trabajo y el otro con mis hijas”, cuando no hay clientela se dedica a dar de mamar a su bebé de un mes, a cambiarle los pañales si la situación lo requiere mientras dice: “a la orden, obleas”, y a gritarle a su hija mayor de cuatro años “¡ Michael Johana, quédese quieta, venga para acá, coja el cuaderno y me hace la

o, la a, la e, no se ensucie!”, llegan personas que desean ser atendidas, ella deja a su bebé y continua con su labor.


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La industria lechera rumbo a la decadencia Fira Boyacá

Por: Paula Ximena Orozco Sonia Espitia Coy es una mujer joven, de contextura delgada, pelinegra, morena de ojos café clarísimo y unas pecas diminutas, oriunda del municipio de Firavitova, quien incursionó en el negocio de la industria lechera, hace aproximadamente siete años, comenzó vendiendo treinta botellas de leche al día. Con ayuda de un hermano, adquirió una cuadra en el barrio manantial en la ciudad de Sogamoso, con su pequeño Renault cuatro, color azul, se estacionaba a las diez de la mañana en la calle designada, ella hacia pitar su carro, esperaba minutos enteros con la puerta de su baúl abierta y con la tapa de la cantina en la mano, pero la gente no venía hacia ella, estas escenas se repitieron muchos días, los habitantes del barrio pasaban, pero cada cual metido en su cuento, a veces ni una mirada le regalaban, ni un “buenos días”, hasta que por fin, su leche empezó a ser solicitada, un señor, una joven, una niña llegaban con sus ollas o vasijas de plástico a pedir dos o tres botellas de leche, al cabo de unos días 30 botellas, no fueron suficiente. Fuente imagen: Paula Ximena Orozco

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Sonia decidió comprar más leche a los pequeños ganaderos para distribuirla no sólo en esa cuadra, sino en varias panaderías, cafeterías, a personas conocidas y así llegar a otros barrios de la ciudad, “en el primer año la ganancia no era buena, en vista de esta situación empecé a vender entre 3 y 4 cantinas, cada cantina con 58 botellas, ahí sí se veía la plata” comento Sonia.

Lastimosamente para ganaderos y como es costumbre para entidades del gobierno, nunca hay respuestas, no hay nadie a quien acudir, mucho menos existe una posible solución para esta época de ruinas, lo que estos sujetos gubernamentales responden es: “el único vocero oficial para prensa es el doctor Luis Alejandro Perea Albarracín, entonces no puedo dar entrevistas sin su autorización, el problema es que se encuentra viajando y no se sabe cuando llegue” comentó Lilian Soraya Moreno, directora de desarrollo agropecuario en la gobernación de Tunja.

En esa época ella como intermediaria, compraba la leche a $400 y la vendía a $700, el pequeño negocio fue creciendo y las condiciones económicas la favorecieron y logró comprar un tanque para almacenar y vender más leche, en poco tiempo construyo una enfriadora llamada AFC, esta sigla en compañía de su socio Martin Ayala quien afirmó: “el negocio era rentable, porque Peslac y Algarra nos compraban bastantes litros de leche, y eso nos dejaba ganancias mayores a $900.000”. La ganancia era quincenal, la leche la recogían todos los días, pero como nada dura para siempre, el negocio después de un tiempo fue desmejorando, las fábricas les hacían llegar cartas cada semana en donde le bajaban el precio a la leche, por lo tanto si las empresas pagaban $700 por litro, terminaron pagando $610 o menos a la enfriadora de Sonia y Martín.

Luis Antonio Mariño es un pequeño ganadero que sale sagradamente a las seis de la mañana todos los días, para ir al potrero en donde tiene sus cuatro vacas de ordeño, él vende la producción a Martín y a Sonia. “Antes por lo menos pagaban $480 o $500 y ahora ya ni $400 dan por cada botella de leche”. Quincenalmente Luis recibe su paga, que corresponde a $30.000, lo que le alcanza para un pequeño mercado, apenas lo indispensable para las personas que viven con él, su mamá y sus dos hermanas.Para que la leche de Antonio sea aceptada por la enfriadora, es necesaria una buena alimentación para las vacas, como explica el ganadero: “la comida de los animales tiene que ser concentrado y sal y las pastadas deben ser nutritivas y abundantes”, la leche tiene que estar sana, con buenas condiciones higiénicas, libre de parásitos y otras enfermedades, “además es necesario estar atentos de que las vacas no tengan mastitis, que la leche no contenga antibióticos, ni agua, porque hay algunos que no son honestos y venden la leche así y ahí es cuando las fábricas grandes se decepcionan de uno y acaban los contratos” dice Martín.

“En el 2012 todavía teníamos contrato con Peslac pero no era fijo porque venían cada tres días o cada semana y la leche se ponía ácida y ya no servía” dice Sonia quien está muy preocupada por la situación por la que está pasando esta industria, ya que el TLC no ha intervenido para beneficio de muchos.

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Vale la Pena por nuestra Historia

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Jimena Pe単a

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EL PRECIO DE HOY, AL PRECIO DEL MAÑANA. Editorial

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Las empresas del sector lácteo del departamento de Boyacá están siendo afectadas por la competencia y la presencia de los productos extranjeros, el precio ha despertado una vos de inconformidad por parte de los productores y comercializadores que hoy buscan una solución por parte del gobierno, la inversión no está dando fruto; los gastos están aumentando para el ordeñero el distribuidor y empresarios de leche en el departamento. Foto: Andrés Fagua

“Salgo a las cuatro de la mañana de la casa a recoger leche desde el municipio de Oicatá, y luego paso al municipio de Chivatá recogiendo por las veredas, en Tunja le entrego a otro carro para llevarla a las empresas que con ésta, hacen yogurt, queso, panelítas, caramelos, y claro; con lo del tratado de libre comercio, ya nos está afectando, le bajaron ochenta pesos al litro; ahora lo estoy vendiendo a setecientos y seiscientos ochenta pesos, dependiendo la cantidad, hay más rebaja en el precio” afirma José Antonio mientras va al timón de su carro, realiza una serie de paradas para recoger y vender el producto a los habitantes que salen a la vía con cantinas cargadas de leche, y recipientes a punto de llenar.

_Para Omar Quintero director de la empresa “lácteos los ángeles”, con sede en Sogamoso; Es muy preocupante el momento que esta por pasar, “mi producto principal es el queso doble crema y campesino, estamos atravesando en éste momento una crisis con el tratado de libre comercio, se ha estado afectando la producción, los bajos precios que se les está pagando a los distribuidores, en cuanto a la industria que es en la que me ocupo, vemos que están llegando quesos a Bogotá a precios muy bajos, de diferentes departamentos, de Arauca, de Caquetá, de Nariño, y sabemos de buenas fuentes que está ingresando queso de contrabando, de Venezuela por Arauca, y de Ecuador por Nariño, esos quesos están llegando a Bogotá a un precio, que de tal forma nosotros no tenemos como hacerle competencia”. Editorial

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Una Producto Sin Precio Fijo Y Con Gastos Fijos Manear la vaca, es la pieza clave para que la Señora Elsa Sánchez pueda ordeñar sus tres bovinos. “Prefieren el producto de otros países y la leche de aquí de Colombia la dejan a un lado, y eso que es buena calidad de leche, con buen cuidado y buen aseo, lo del tratado de libre comercio nos ha afectado porque antes nos pagaban más de lo de ahora, la realidad es que ser productor de leche hoy no deja mucho, pero si se hace de manera correcta todavía puedo hacerlo.

Foto: Andrés Fagua


Lo que pasa es que la mayor parte de las ganancias se las quedan los intermediarios”, cuenta ella que se ha dedicado la mayor parte de sus 42 años a la producción de leche y a la agricultura; está dejando a seiscientos ochenta pesos el litro de leche, y aproximadamente recibe un total de: siento cuarenta y dos mil ochocientos pesos al mes. “Eso no alcanza para nada, hay veces es mayor la inversión que se hace antes de sacar la leche al carro; y todo lo que se necesita para comprar por hay una y otra cosita, además ya no la reciben por botella, ahora compran es el litro, y como no hay casi pastos, no se le puede dar buen concentrado a las vacas, la leche está muy barata y los animales producen poquita; Estoy sacando siete litros cada día al carro, antes doce o quince y hasta veinte litros”.

marchas, reuniones; el movimiento de la asociación de lecheros ésta despertando incertidumbre al país, “La idea es hacer un comité para llevar nuestras inquietudes ante el gobierno y crear soluciones a todas estas problemáticas que estamos viviendo, el sector lácteo es una cadena y se ve afectada desde el pequeño productor que tiene una o dos vacas, hasta las industrias. Las grandes pasteurizadoras ya no le interesa comprar la leche que produce la región, del exterior es muchísimo más barata casi un treinta por ciento menos, entonces a ellos le queda más fá

Es el momento para que doña Elsa recoja sus cantinas. ¡Viene el lechero! exclama ella, agilizando con su producto hacia la vía principal. La leche es un producto que para los colombianos se ha vuelto como un pan de cada día, una de la regiones con mayor producido es el departamento de Boyacá, las firmas de los tratados de libre comercio ha reflejado una afectación a ésta población, la queja se está notando con las posibles

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cil trabajar productos de otros lados” “llevo cuarenta años trabajando en esta labor, un poco de leche va para Viracacha, otra para Motavita, y la otra se queda en Tunja y termino a la una de la tarde. Según dicen, cuando comience en forma lo del tratado de libre comercio, el litro o la bolsa de leche va a quedar a quinientos pesos. Y así como están las cosas y con lo del paro agrario, pareciera que el gobierno prometiendo cosas a los campesinos los sacara de taquito, si no se ven los resultados de esas promesas otra vez aremos paro y esta vez será más dura la situación”


Y el resultado de nuestro esfuerzo A la empresa le estoy dejando doscientos o doscientos cuarenta litros, y a otra empresa cuatrocientos o trecientos litros, me estaban pagando la cantina a treinta y cinco mil, y ahorita le bajaron a treinta y dos mil pesos, cada cantina trae cuarenta litros” El mismo lechero que popularmente dice la gente. Realiza una serie de cuentas que a la hora de la verdad no es muchas las ganancias sin contar el combustible que emplea en las nueve horas de cada día, pues los setenta y dos mil pesos que aproximadamente se gana, le alcanza para el sustento de cada día. La respuesta que falta Aunque al momento de ir a preguntar a las entidades gubernamentales se encuentra con una respuesta como estas, “El único vocero oficial para prensa es el doctor Luis Alejandro Perea Albarracín, entonces no puedo dar entrevistas ni nada sin autorización de él, el problema es que se encuentra viajando y no sabemos cuándo regrese” Confiesa Lilian Soraya moreno, directora de desarrollo agropecuario. Este es uno de los ejemplos que están pasando en el campo de los campesinos que después de más de veinte días de paro y ya casi un mes de las promesas por parte del

Foto: Andrés Fagua

gobierno pues no se ha visto los resultados, los precios siguen siendo los mismos, y los tratados de libre comercio se benefician cada vez más, las empresas igual, y los campesinos que con su azadón salen cada día, agachan la cabeza y a trabajar se dijo en el surco hasta culminar el día. Pues la leche es uno de los productos que se saca del campo, y ni hablar de la papa que es el alimento más consumido por los colombianos, pero para el campesino es más la inverpara sacar sus productos hacia las cabeceras municipales, la escases de pastos, los gastos constantes de cada familia campesina Editorial

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y para rematar, la importación de productos agrícolas por parte de las empresas que en los últimos tiempos ha incluido el Gobier sión que el resultado, los altos costos de los insumos para la ganadería, la falta de vías para sacar sus productos hacia las cabeceras municipales, la escases de pastos, los gastos constantes de cada familia campesina y para rematar, la importación de productos agrícolas por parte de las empresas que en los últimos tiempos ha incluido el Gobier no nacional en el marco de los Tratados de libre comercio; ha hecho que el campo tenga un fuerte desplazamiento al olvido.


Marfil Vegetal En el departamento de Boyacá, Chiquinquirá es uno de sus municipios más importantes y conocidos de la región. Se distingue por ser un municipio de gran tradición católica devoto a la Virgen de Chiquinquirá, pero también es importante este bello municipio porque durante la época de 1970 era una de las dos partes donde se trabajaba la tagua en Colombia, la primera parte era en el departamento de Nariño en límites con el Ecuador. La tagua crece en selvas húmedas, en Colombia crece en las zonas del pacifico, Urabá y el Magdalena Medio, llego a Boyacá tal vez de casualidad. En los años 90 Horencio Bonilla un trabajador de madera, viajo a la región del Magdalena Medio a trabajar reparando un trapiche. En medio del camino en una zona selvática húmeda, tomo su machete y lo apunto contra unas “pepas” que vio en el suelo


Su sorpresa fue que estas semillas habían soportado en filo del machete, quedaron intactas, razón por la cual don Horencio Bonilla tomo unas cuantas y las trajo a su taller de madera en Chiquinquirá. Un día Horencio mientras lanzaba estas semillas de arriba abajo con su mano, escucho que dentro de esta pepa sonaba algo. La curiosidad fue tanta que busco de diferentes maneras abrir esta semilla, la solución estaba en las manos de él, su torno abrió la pepa y encontró unas semillas, las cuales trabajo para crear figuritas decorativas. María del Carmen Martínez junto con su esposo e hijo, son una familia de Chiquinquirá que desde hace 40 años trabaja la tagua, como empresa familiar y fuente de sustento. Los años que tiene la señora Carmen no son notables, tal vez el trabajo que ha tenido con la tagua la mantiene conservada, vigorosa y amable. Son años de lucha, aprendizaje, victorias y derrotas. Editorial

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Antes de invitarnos a su taller la señora María del Carmen nos recibe en la sala de su empresa, la cual a la vez es su casa, y nos cuenta una de las anécdotas más difíciles que han pasado, una desilusión de esas que uno se dice entre sí “No es justo”. Durante 7 años consecutivos María del Carmen fue seleccionada para participar en la feria más grande de artesanías en Colombia que se celebra en Corferias en Bogotá, cuando ella ya tenía su maleta lista para su octava participación con los diferentes productos que iba a mostrar y vender, recibió una llamada que la dejo desilusionada. Era uno de los organizadores del evento, quien sin rodeos comunico a María el Carmen que su participación en Corferias había sido cancelada, porque según ellos sus piezas de tagua no contaban con el trabajo de un diseñador profesional. Valla sorpresa, cualquiera diría que esto más que un requisito sonaba a excusa a exclusión. La perseverancia de la mujer boyacense llevo a María del Carmen a no desfallecer en el arte de la tagua, durante 5 años se capacito empíricamente en diseño del marfil vegetal. Observaba videos, leía manuales, veía y preguntaba a los expertos de diseño del pueblo como podría ser sus piezas de arte. Editorial

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María del Carmen junto con su esposo e la mañana de trabajo seleccionando las se tén en buen estado. Maicol su hijo luego seleccionadas se sienta frente al torno, tom derecha la semilla, prende el torno y con la cadeza pasa la semilla por el borde en el to a poco desvestir su cascara y darle vida al La cascara de tagua cae circularmente, mien se pule y se forma en el torno, para luego em jarla en los diferentes motivos que María y su desde pesebres hasta porta palillos y mu ductos nacen en este taller artístico llamad

La tagua o marfil vegetal es una buena op plicio de marfil animal causante de la ter de tener a punto de desaparecer al elef María del Carmen en este momento luego espera y luchas, prepara su colección artís decorativos a base de tagua, para exponerl ferias más importantes de artesanía en Col tagua paso de ser una semilla de selvas a eng y convertirse en un accesorio de moda pa Editorial

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