Tut-Anj-Amon, Mensajero del Egipto Milenario

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DOSSIER Tut-Anj-Amon, la maravilla Isabel Prieto pág. 58

El Faraón pudo ser asesinado Teresa Bedman pág. 63

TUT-ANJ-AMON Mensajero del Egipto milenario

Máscara de Oro de Tut-Anj-Amon (El Cairo, Museo Egipcio).

Su reinado fue breve, pero el descubrimiento de su tumba intacta, hace ahora 80 años, ha convertido a Tut-Anj-Amon en uno de los faraones mejor conocidos. Su fabuloso tesoro, su misteriosa muerte y la maldición asociada a su nombre han hecho del joven rey un mito, que aún sigue guardando incógnitas y despertando pasiones. Pero ello no impide la alarmante degradación de su tumba y el deterioro de las joyas halladas en su interior

Era inimaginable semejante tesoro Federico Lara Peinado y la colaboración de García Rueda pág. 69

Poca investigación, mucho deterioro Francisco J.Martín Valentín pág. 73 1


MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

Tut-Anj-Amon, la

MARAVILLA

El cuerpo de Tut-Anj-Amon estaba dentro de tres sarcófagos antropomorfos, guardados en cuatro capillas. La fotografía recoge el momento de la apertura de los contenedores, por primera vez desde la muerte del joven faraón.

Hace 80 años, Howard Carter descubrió la tumba de un faraón desconocido de la XVIII dinastía. Isabel Prieto cuenta la maravillosa experiencia del más brillante hallazgo de la historia de la Arqueología

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or fin hemos hecho maravilloso descubrimiento en el Valle; tumba espléndida con sellos intactos. Hemos vuelto a cubrir la excavación hasta su regreso. Enhorabuena…” telegrafiaba el arqueólogo Howard Carter a su patrocinador, Lord Carnarvon, el 6 de noviembre de 1922. El más brillante descubrimiento de la egiptología había comenzado dos días antes, cuando uno de los obreros de Carter, tratando de colocar una jarra de agua, hizo un pequeño agujero en el suelo y halló una piedra perfectamente tallada. Excavó un poco más y, de inmediato, advirtió que estaba en el arranque de una escalera. Aquel 4 de noviembre de 1922, con el descubrimiento de la tumba de Tut-Anj-Amon, cambió la historia de la Arqueología.

“El Valle está agotado” Las excavaciones arqueológicas eran en aquélla época una fuente de ingresos, que las autoridades inglesas apreciaban, en su justa medida, como una contribución que llenaba las arcas de la hacienda pública. La incontrolada concesión de permisos había convertido el Alto Egipto en una especie de gran queso de Gruyère. En este alocado panorama se produjo el fascinante descubrimiento de Howard Carter. Gaston Maspero, el gran mito de la ISABEL PRIETO es arqueóloga en el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. 2

Pendiente de Tut-Anj-Amon, con forma de halcón, de oro, esmalte y piedras preciosas (El Cairo, Museo Egipcio).

egiptología francesa, nunca consideró que la Arqueología fuese una ciencia. Para él sólo era una técnica auxiliar de la investigación histórica. Su objetivo, era recuperar objetos y textos enterrados y perdidos entre el polvo y las brumas del tiempo. Mientras estuvo al frente del Servicio de Antigüedades de Egipto, concedió numerosos permisos de excavación, a veces demasiado alegremente, facilitando un sinfín de dudosas ventajas a los beneficiarios, en detrimento del patrimonio arqueológico de Egipto. El descubrimiento de la tumba de un rey perfectamente desconocido provocó un cambio definitivo, no sólo en el método de trabajo arqueológico, sino también en el siste-

ma de emisión de permisos para excavar en el país. Ese cambio de época había estado precedido por la prodigiosa sucesión de descubrimientos, que en buena parte se debieron a Theodor M. Davis, el voraz abogado americano dedicado a la arqueología egipcia (ver La Aventura de la Historia, nº 43, “El enigma de la momia sin rostro”). Tras sus últimas campañas poco fructíferas, escribió, pesimista: “Temo que el Valle de los Reyes está ya agotado”. Sin embargo, la realidad era que su corazón estaba ya cansado. El fracaso en la identificación del cuerpo hallado en la KV 55, que siempre creyó era el de la reina Tiy, le abocó a la muerte, en medio de la locura. Davis falleció en 1915 y con él terminó la edad dorada de la arqueología egipcia anterior a la Primera Guerra Mundial. Otro personaje fundamental de aquella época de la Arqueología, Maspero, también desapareció de la escena. Dejó la dirección del Servicio de Antigüedades, pero, curiosamente, una de sus últimas actuaciones fue firmar un contrato por el que se otorgaba un permiso de excavación, por diez años, en el Valle de los Reyes a Lord Carnarvon, bajo la férrea dirección de Howard Carter. En verdad, los tiempos estaban cambiando y esta nueva concesión era la prueba. El contrato incluía una cláusula nada corriente sobre el reparto de lo que pudieran aparecer: los enterramientos reales intactos pasaron a ser 3


TUT-ANJ-AMON, LA MARAVILLA MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

vió unas lajas de piedra y un poco de tierra... El hallazgo del escalón permitía aventurar que se trataba del arranque de una escalera que bajaba a una tumba.

Temores y esperanzas

Lord Carnarvon y su hija, recibidos por el gobernador de la provincia de Qena en la estación ferroviaria de Luxor; a la izquierda, Howard Carter.

propiedad del Gobierno egipcio, aunque se estipuló una compensación monetaria para Lord Carnarvon, en concepto de los gastos ocasionados. Este acuerdo pareció en aquel momento un simple trámite, pero cambiaba muchas cosas y ninguno de los firmantes pensó que se convertiría en una pieza clave, en una prueba concluyente ante los tribunales.

La última campaña En el verano de 1922, Carter estaba en Inglaterra, pesaroso porque que Lord Carnarvon no quería asumiría el costo de una nueva campaña de excavaciones en el Valle de los Reyes. En aquel momento, el aqueólogo tenía cuarenta y

tructivos de las tumbas reales. Por tanto, hizo un último intento por persuadir a Carnarvon, que, con cincuenta y seis años y enfermo, no tenía ningún deseo de proseguir la aventura. Finalmente, el tozudo excavador logró convencerle para realizar una última campaña en el centro del Valle, en ese pequeño lugar, que él consideraba privilegiado. En noviembre de 1922, se dio inicio a la excavación, retirándose escombros, para descubrir los niveles más antiguos. Carter hizo constar en su diario: “1º noviembre, 1922. Empieza la campaña 1922-1923: Excavaciones delante de la tumba de Ramsés IV (cadena L. M. 16) en lecho de roca, curso de agua descubierto 4 noviembre”.

Al último intento, Carter persuadió a Carnarvon para que financiara sólo una búsqueda más en el Valle de los Reyes ocho años. Si vemos sus cuadernos y fichas de esa época parece que estaba resignado a tomarse un descanso y escribir sobre sus trabajos en Egipto. Entre los que había realizado, había un mapa del Valle, verdaderamente interesante, fruto de sus detallados estudios de los niveles de estratos que podían corresponder a la dinastía XVIII. El mapa situaba exactamente las tumbas de los reyes y explicaba la relación que existía entre ellas. Esa investigación le inducía a excavar en centro del Valle, cerca de la tumba donde Davis había encontrado los restos de un enterramiento de personajes de El Amarna. Pensaba que el lugar podía proporcionarle mucha información sobre los artesanos y los métodos cons4

Carter sabía perfectamente que la mayor parte de las tumbas se encontraba en la parte baja del uadi; pero allí el deterioro estaba garantizado porque padecía las riadas e inundaciones ocasionadas por las tormentas que, de tarde en tarde, descargaban su furia sobre el desierto. Por otro lado, a esas alturas todos los arqueólogos sabían que llegaban tras los pasos de los ladrones de tumbas, los de la antigüedad y los contemporáneos, que trataban de vender objetos, e incluso momias, a los turistas. Recordando las palabras de Davis, “el Valle está agotado”, pensaba que sus sueños eran casi inalcanzables. Fue entonces cuando aquel obrero egipcio que buscaba un hueco para asentar en el suelo su jarra de agua, mo-

La anarquía y la irregularidad eran las características dominantes en la disposición de las tumbas reales en el Valle. No cabe duda de que la experiencia adquirida por Carter en sus anteriores trabajos, que habían descubierto tumbas de importancia, fue de gran ayuda para comprender la naturaleza del nuevo hallazgo, permitiéndole identificar adecuadamente el pozo que se abría ante él, aquel 4 de noviembre de 1922. Por eso, el diario de las excavaciones revela el escepticismo del descubridor en los primeros momentos del hallazgo: “Entrada a la tumba”, consignaba lacónicamente. Pero el pesimismo de Carter desapareció un día después, cuando vio ante él doce escalones de cuidadosa factura, altos y muy semejantes a los del escondrijo de la KV 55 y a los de la tumba de Yuya y Tuya. Si no se trataba de una tumba, desde luego era un escondite real. Dio orden de desescombrar los peldaños. A su término había una puerta, tapiada, con el enlucido de yeso original y en él, estampado, se veía el sello de los guardianes de la necrópolis: el dios chacal Anubis, tumbado sobre nueve prisioneros atados, dentro de un óvalo mágico. Carter reconoció inmediatamente el sello, que había visto –casi siempre roto– en numerosas tumbas del Valle. Podría ser la tumba de un rey o la de algún allegado a la familia real y, pese al sello, podría estar intacta o, por el contrario, haber sido violada. Entre el marco de madera de la puerta y la pared existía una grieta. Carter acercó una vela al hueco y pudo contemplar que, a continuación, se abría un pasillo. Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la penumbra, distinguió un pequeño espacio cubierto de escombros y se llenó de esperanza, porque nada parecía haber sido tocado desde el sellado de la puerta tres mil años atrás. Al terminar el día de trabajo, adoptó precauciones y dejó al capataz de guardia. Al día siguiente, redactó el histórico telegrama a Carnarvon: “Hecho por fin maravilloso descubrimiento en el Valle. Una tumba magnífica con sellos

El sarcófago interior de la tumba de Tut-Anj-Amon, una pieza hecha totalmente de oro macizo, en cuyo interior se encontraba la momia.

intactos. Vuelta a cubrir para su llegada. Enhorabuena”. Enviado el cablegrama, ordenó a los obreros rellenar la entrada de la tumba de nuevo, rogando a su amigo Callender que se quedara de guardia, mientras él se trasladaba a Luxor para solicitar un destacamento de soldados que hiciera guardia ante la puerta para evitar el pillaje. El último preparativo antes de partir hacia El Cairo, para recibir a su mecenas, fue colocar una piedra encima de los escombros que ocultaban la escalera y, sobre ellas, colocó el escudo de armas de Lord Carnarvon. Lord Carnarvon llegó a Luxor el 23 de Noviembre de 1922. Carter se había adelantado para descubrir la entrada antes

de la llegada de su patrocinador. Al proceder a la limpieza de la puerta, apareció un cartucho que no se parecía a los que había visto. Se trataba de un cartucho real, en el cual se leía el nombre del personaje aparentemente enterrado en aquella tumba. Se trataba de un rey del final de la dinastía XVIII muy poco conocido: Tut-Anj-Amon Neb-Jeperu-Ra. Bajo los cartuchos del rey, la puerta mostraba indudables signos de reparación de unos agujeros realizados, con toda probabilidad, por ladrones de tumbas. Carter no se sorprendió. Hasta entonces, nunca se había encontrado una tumba intacta en el Valle. Esas pequeñas restauraciones de los guardianes de la necrópolis le eran muy familiares. Sin

el dibujante afortunado

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acido en 1873 en Norfolk (Inglaterra), Howard Carter llegó a Egipto con 17 años, como integrante de una misión arqueológica británica. De 1893 a 1899 trabajó haciendo dibujos de las esculturas e inscripciones halladas en el templo de la reina Hatshepsut, en la antigua Tebas. En 1902, descubrió la tumba de la propia Hatsehpsut y de Thutmosis IV. Cinco años después conoció a Lord Carnarvon, un coleccionista que le encargó que supervisara excavaciones en el Valle de los Reyes y bajo cuyo patrocinio hizo el sensacional descubrimiento de la tumba de Tut-Anj-Amon. La obra más conocida de Carter es El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, escrito junto con A. C. Mace. En ella describe los diez años de trabajos que costó trasladar los tesoros de la tumba a El Cairo. Carter falleció en Londres en 1939.

embargo, no pudo evitar que el hallazgo enfriase su emoción inicial. Pero, por otra parte, ¿y si, después de la reparación, la tumba hubiera quedado olvidada bajo las casas de los obreros que él había ordenado derribar al inicio de la búsqueda?. Para salir de dudas desmontó y abrió la primera puerta, tras la que aparecía el pequeño corredor visto en la penumbra al inició de la excavación. Diseminados por el suelo, aparecían cerámicas rotas, trozos de resina y fragmentos de pastas vítreas. También había un escarabeo perteneciente a Thutmosis III, tatarabuelo del rey. Este revoltijo de objetos hizo pensar a Carter que se encontraba en otro escondrijo como el de la KV 55. Se continuó vaciando el pasillo de escombros y objetos, entre los que destacaba una cabeza de un joven, realizada en estilo Amarniense, emergiendo de una gran nenúfar. Carter no pudo reprimir en aquél momento la emoción al contemplar el bello rostro adolescente, surgiendo como el mismo dios Ra, de la flor primordial, símbolo de la eternidad. ¿Se trataría del retrato de aquel misterioso Tut-Anj-Amon nombrado por el sello?

Un silencio sobrecogedor

Caricatura de Howard Carter, durante sus últimos años de vida en Londres.

Dos días después llegaron frente a otra puerta, semejante a la primera, pero esta vez sellos y cierre estaban intactos. La inquietud era insoportable. Carter decidió practicar un pequeño orificio en la nueva puerta. Miró, pero no veía nada. Tomó una barra de hierro y la introdujo por el agujero, moviéndola de un lado a otro: aparentemente, nada había al otro lado. No tenía más remedio que agrandar el orificio. Encendió una vela y comprobó que el aire no estaba contaminado. Los segundos fue5


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lla, pues el hilo que los unía estaba destrozado por el tiempo: si se fallaba en su traslado, se encontraría con una buena colección de bolitas de colores sin forma ni concierto. Estos problemas cotidianos se agrandaban en la imaginación del arqueólogo, que sopesaba la repercusión periodística de un fallo.

La catastrófica humedad

Desmontaje de una de las arcas que contenían los sarcófagos de Tut-Anj-Amon. Carter temía siempre que las poleas se rompieran y se destruyeran las piezas del tesoro.

ron siglos para los allí presentes, que guardaban en un sobrecogido silencio. Carter comprendió en ese instante que no estaba ante un escondrijo. La pobre luz despertó fascinantes siluetas de una masa de animales fantásticos que despedían destellos de oro. Era una tumba intacta, sin duda la de un rey, que tras su enterramiento había reposado en paz hasta la llegada de los arqueólogos europeos. “Veo cosas maravillosas”, fue lo único que acertó a decir Carter, respondiendo a las ansiosas preguntas de Lord Carnarvon. La edad dorada de la Arqueología Egipcia fue una etapa de aventura, romanticismo y búsqueda de tesoros perdidos. Los arqueólogos que entraban por primera vez en un templo o en una tumba, meditaban que ante ellos se abría un espacio suspendido en el tiempo. Era una especie de experiencia mística, el investigador normalmente entraba en comunión con su descubrimiento.

Howard Carter no tuvo esa oportunidad. El pequeño rey Tut-Anj-Amon, le había hecho la jugada completa. Aquélla tumba estaba intacta. Nunca había sucedido nada igual antes. De repente, el Valle se inundó de curiosos. Vinieron las primeras presiones de los medios de comunicación: la gente quería saber, tenía derecho a conocer. Autoridades, turistas, aristócratas, snobs... Todos escribían solicitando un permiso para poder contemplar la hermosa tumba intacta de ese desconocido faraón. El relieve informativo dado al hallazgo sumió al arqueólogo en todo tipo de compromisos, retrasos, molestias y temores. Sobre todo, miedo: ¿y si, al levantar los diferentes paneles que componían las capillas que protegían los sarcófagos del rey, fallaban las poleas, precariamente colocadas en un espacio reducidísimo? Los maravillosos collares de cuentas que llevaba el faraón sobre su momia fueron también una pesadi-

En recuerdo de Carter

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os turistas se amontonan hoy delante de las vitrinas que contienen las piezas del ajuar funerario de Tut-Anj-Amon. Pocos conocen las dificultades que rodearon los trabajos de vaciado, catalogación, conservación, consolidación, embalaje y traslado al Museo Egipcio de El Cairo de todo el contenido de la tumba. En estas líneas solo hemos mostrado la punta del iceberg. En general, se ha criticado la dura labor de Howard Carter. Sin embargo, existe una detallada documentación sobre sus trabajos

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en la tumba, que demuestran su cuidadoso y metódico trabajo: una magnifica documentación fotográfica, una extensa serie de notas en sus diarios de excavación y una enorme cantidad de fichas descriptivas de las piezas. Todavía no se ha llevado a cabo la recopilación completa de estos valiosísimos documentos. Howard Carter falleció sin recibir ningún honor ni reconocimiento público. A los ochenta años de su extraordinario hallazgo, ya es hora de agradecerle su aportación a la cultura y la Historia.

Un problema de difícil solución fue el propio aislamiento milenario de la tumba. Allí se había creado un ambiente en el cual los objetos y los materiales orgánicos –madera, cuero, frutas y otros elementos– allí depositados habían perdido su humedad, adaptándose a la sequedad ambiental. Tras la apertura de la tumba, esos materiales comenzaron a deteriorarse rápidamente: “Parece que todo va a ser perfecto, pero de repente, cuando casi lo tienes todo, se escucha un crujido, se desprenden pedazos de la ornamentación. Los nervios se tensan tanto que te duelen [...] miras el espacio y esta todo ocupado por gente, ¿se puede remediar la catástrofe?...” refleja Carter, angustiado, en su Diario. La presencia de Howard Carter al frente de todo este delicado trabajo, hasta que la tumba fue totalmente vaciada, fue una gran suerte para el futuro de los tesoros allí acumulados. Sir Flinders Petrie, el respetado arqueólogo y egiptólogo británico, manifestó que los conocimientos de Carter garantizaban la perfecta conservación de los objetos encontrados en la tumba. Pero, ¿sería suficiente su competencia para salvar aquellos tesoros de la continua procesión de notables, autoridades y curiosos en general? Mientras les dedicaba su atención, los objetos que no entendían de horarios ni de protocolos, se deterioraban por segundos, ante la desesperación del arqueólogo. Peor fue lo que ocurrió luego: Lord Carnarvon falleció pocos meses después en El Cairo y Howard Carter quedó temporalmente apartado de la dirección de los trabajos en la tumba, de los que se hizo cargo Pierre Lacau, un personaje nefasto para su contenido. Las piezas se embalaron con excesiva rapidez y sin cuidado alguno. Fueron trasladadas sin las imprescindibles medidas de seguridad y hasta es posible que alguna de ellas “se perdiera” en los circuitos del trafico ilegal de antigüedades. n

Tut-Anj-Amon pudo ser asesinado

CONSPIRACIÓN Fue elegido para liquidar las consecuencias de la herejía amarniana. Teresa Bedman expone los muchos misterios que rodean a este faraón, juguete de los intereses de su tío-abuelo Ay, que le sucedió en el trono

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a tres veces milenaria historia de Egipto posee pocos ejemplos tan patéticos como la historia de un niño que fue hecho rey de las Dos Tierras, en medio de las dramáticas circunstancias provocadas por un torbellino pasional como no hubo otro. Este personaje salió de las brumas de la historia –donde le habían colocado sus inmediatos sucesores– por obra y gracia de la obsesión de Howard Carter: Tut-Anj-Amon. El niño Tut-Anj-Aton (La Imagen Viviente del Aton) –ese era su nombre de nacimiento– surgió de la bruma y entró en la Historia rodeado de misterios: ¿Quiénes fueron sus progenitores?, ¿Dónde nació?, ¿Por qué fue él el elegido para ser el rey que llevó a cabo la restauración del culto a los dioses después de la persecución amarniense?, ¿Cómo murió?, ¿Fue asesinado por orden de su sucesor en el trono, el Padre Divino Ay?, ¿Es cierto que en su tumba se han hallado gran cantidad de objetos propiedad de otros reyes del período amárnico, como si hubiesen sido enterrados allí como objetos malditos? La realeza egipcia, surgida de la guerra de liberación nacional contra los

TERESA BEDMAN es egiptóloga en el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.

Hicsos, hacia 1550 a. C., había llevado a Egipto a las más altas cotas de poder e influencia de su historia. Por el Este, las fronteras se extendieron probablemente hasta el mismo curso del río Éufrates, en el Norte de Siria, mientras que, por el Sur, sus tropas y factorías

alcanzaron la quinta catarata del río Nilo, en el corazón del actual Sudán, poco antes de la confluencia entre los cauces del Nilo Blanco y el Azul. Las riquezas afluyeron a Egipto como el limo que el propio río traía en su crecida. La tierra amada se convirtió en el centro del mundo conocido. El poder de sus reyes era inmenso. Pero la construcción de este inmenso edificio político y económico tenía su principal fundamento y apoyo en una gran idea religiosa que daba su alma al país mismo: la sombra del poderoso dios Amón se cernía sobre todo este complejo entramado de poder y de gloria. Los reyes de la nueva dinastía creada por Ahmosis habían sido apoyados desde el principio por el clero del dios tebano. Desde su ciudad de Karnak, el dios gobernaba el mundo a través de su hijo, el faraón. El rey era el encargado de administrar todo ese inmenso patrimonio, pero debía rendir cuentas y beneficiar al poderoso clero del dios. Esta situación fue provocando una serie de tensiones entre la Casa Real y la jerarDurante años se pensó que la reina Tiy, esposa de Amen-Hotep III, era la madre de Tut-Anj-Amon. Hoy se sabe que no es así.

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TUT-ANJ-AMON PUDO SER ASESINADO, CONSPIRACIÓN MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

A favor de la tesis de la paternidad de Aj-en-Aton testifica el hallazgo de un bloque en Hermópolis, probablemente procedente de un edificio construido por este rey, que habla de que el príncipe, es “hijo de su cuerpo” –sin que conste el nombre del rey que lo declara como tal–, lo que equivalía en la mentalidad egipcia a declararlo su hijo biológico. Pero una inscripción igual se encuentra recogida en un arquitrabe de la gran columnata del Templo de Luxor –esta vez, referida a Amen-Hotep III–, por lo que ambos datos deberían ser descartados. Debido a su posible naturaleza propagandística, que alteraría la realidad histórica, no se suelen admitir las diferentes inscripciones halladas en templos, en las que Tut-Anj-Amon se declara continuador de las obras de su padre, Amen-Hotep III.

La viva imagen de su padre

Estatua de Amen-Hotep III, el probable padre de Tut-Anj-Amon. En su reinado comenzó la tensión entre Palacio y los sacerdotes de Amón.

quía amoniana que, finalmente, desembocarían en la ruptura provocada bajo el reinado de Amen-Hotep III, y consumada bajo Aj-en-Aton.

Rebedía contra Amón El que, probablemente, fuera abuelo de Tut-Anj-Amon, Thutmosis IV, inició ya un decidido alejamiento de la asfixiante tutela de Amón. Activó el movimiento que trataría de colocar al rey de Egipto bajo la protección del dios solar, Ra HorAjty (Aton) para hacer frente al insoportable poder del dios Amón. Su hijo y sucesor, Amen-Hotep III, se convirtió, él mismo, en el Atón viviente, es decir, en la expresión divinizada del Sol sobre la Tierra y, finalmente, el hijo de éste y de la reina Tiy, Amen-Hotep IV, llevó esta revolución hasta sus últimas consecuen8

cias, cerrando los templos de Egipto y tratando de imponer un solo culto a un solo dios, Atón, manifestado en el disco solar que cruza el firmamento. La primera cuestión en esta historia es averiguar de quién fue hijo el príncipe Tut-Anj-Aton. No hay ningún acuerdo entre los especialistas. Unos lo declaran hijo de Aj-en-Aton y de una reina secundaria llamada Kiya; otros, del padre del anterior, Amen-Hotep III y de la reina Tiy, pero lo cierto es que ninguna de ambas propuestas se ha impuesto definitivamente. Una tercera posibilidad es que fuera hijo de Amen-Hotep III y de la Gran Esposa Real, Sat-Amón, la primogénita habida con Tiy y desposada por su propio padre en el año treinta de su reinado, durante la celebración de la primera fiesta jubilar del rey.

Sin embargo, sí hay otras observaciones, tales como que el nombre que se le impuso al nacer significa “La Imagen del Atón Viviente”. Es probable que sea una clara referencia a su padre carnal: él era la viva imagen de su padre. El único “Atón Viviente” que conocemos fue el rey Amen-Hotep III, que se divinizó a sí mismo como tal durante su primer Jubileo, celebrado en el año treinta de su reinado. Se sabe que, por aquellas fechas, el futuro Aj-en-Aton celebró en honor de su padre, Amen-Hotep III, el “Atón Viviente”, otra extraña fiesta jubilar destinada a reforzar la imagen divina solar del primero. Otro importante dato a tener en cuenta para tratar de conocer la paternidad del pequeño rey reside en el hecho de que, entre su ajuar funerario, se halló un collar del que pendía efigie de Amen-Hotep III, todo ello de oro. Finalmente, parece lógico pensar que, cuando se produjo el retorno al régimen ortodoxo bajo la tutela del dios Amón, se eligió para llevar a cabo la restauración de los cultos de los dioses a una persona en la que tenían que confluir las condiciones de sucesor legítimo del último rey, reconocido por la ortodoxia e hijo de una Gran Esposa Real. Además, ninguno de éstos podrían ser, evidentemente, ni Aj-en-Aton, ni Nefert-Ity, personajes altamente indeseables para el clero de Amón. Todas estas circunstancias apuntan a

Relieve en la tumba de Maia, en Sakara. La inscripción la identifica con el título de Nodriza de Tut-Anj-Amon.

considerar al rey Amen-Hotep III como el verdadero padre del príncipe. Pero ¿y su madre? El primer impulso fue declarar a la reina Tiy como la mujer que dio la vida al infante Tut-Anj-Aton. Un mechón de cabellos hallado junto a la estatuilla de oro de Amen-Hotep III en la tumba del pequeño rey dio una posible pista en tal dirección. Al parecer, la estructura del cabello hallado coincidía altamente con la del existente en la cabeza de una momia de mujer, hallada en el cachette de la tumba de Amen-Hotep II, en el Valle de los Reyes. La propuesta de identificación de dicha momia con la reina Tiy podría confirmar que los cabellos del relicario hallado entre el ajuar funerario de Tut-Anj-Amon, podrían haber sido de Tiy y, por tanto, que Tiy hubiera sido su madre. Pero se impone la evidencia biológica: difícilmente podría

Los Vasos Cánopos de la tumba de Tut-Anj-Amon contenían las vísceras del rey. El joven murió tras recibir un fuerte golpe en el occipucio, que abrió una agonía de dos o tres meses.

reina Tiy, que fue desposada por su padre Amen-Hotep III al ser divinizado como el “Aton Viviente”. He aquí el círculo cerrado. Un príncipe, hijo directo del gran Amen-Hotep III, último rey reconocido en las listas reales que excluían el proceso amárni-

Tut-Anj-Amon era el príncipe elegido por los sacerdotes de Amón para cerrar la crisis abierta por la herejía de Aj-en-Aton

La razón por la cual no se ha encontrado ni un solo objeto con el nombre de Sat-Amón, su probable madre, en la tumba de Tut-Anj-Amon, habría que explicarla por la aversión que ella despertaba en el sucesor del rey difunto, el Padre Divino Ay, encargado de organizar todo lo relativo al enterramiento del joven rey. Sat-Amon ya habría muerto años antes y, simplemente, se decidió desvincular su memoria de la de su hijo.

Una nodriza de Menfis ser fecunda una mujer de más de cuarenta y cinco años en aquélla época. Por otra parte, si había una mujer que pudiera haber sido Gran Esposa Real y estar en edad fértil, era la reina SatAmon, hija de Amen-Hotep III y de la

co, e hijo de una Gran Esposa Real, también del último período legítimo a los ojos de los sacerdotes de Amón, fue elegido para ocupar el trono y ceñir la Doble Corona en nombre del poderoso dios Amon: éste fue Tut-Anj-Amon.

Se ha manejado la idea de que Tut-AnjAton nació en El Amarna, la ciudad del Horizonte del Disco “El Ajet-Aton”. Esta teoría se apoya en la interpretación histórica del período, a la vista de aquellos que han venido negando la 9


TUT-ANJ-AMON PUDO SER ASESINADO, CONSPIRACIÓN MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

existencia de una corregencia entre Ajen-Aton y su padre, Amen-Hotep III. Admitido que ambos reyes pudieron tener cortes paralelas y reinados conjuntos durante un período mínimo de once años, la forzada hipótesis de que el príncipe debió nacer en El Amarna pierde mucha fuerza. De hecho, no se ha encontrado allí ningún dato probatorio de la mera presencia del príncipe Tut-Anj-Aton. Se conocen improntas y anillos con el nombre de Tut-Anj-Aton hallados en la ciudad de Aton, pero no son pruebas concluyentes de nada, al tratarse de elementos fácilmente transportables. Otra pregunta sin respuesta surge en la investigación: si Tut-Anj-Aton hubiera sido hijo de Aj-en-Aton, habría sido el único hijo varón del rey. ¿Es posible admitir que se encuentren por toda la ciudad numerosas alusiones y representaciones de todas las hijas del rey y se omita la mención del único varón nacido del soberano?. Sin embargo, en los últimos tiempos, se ha descubierto una circunstancia que podría resultar definitiva. Se trata de una tumba hallada por Alain Zivie en 1997, en el Bubasteion de Sakara que, conforme a sus relieves e inscripciones, perteneció a una mujer llamada Maia, la cual fue nodriza del rey Tut-Anj-Amon.

Coloso de Aj-en-Aton, el faraón que se enfrentó al poder de los sacerdotes de Amón y trató de imponer el culto a un sólo dios, Atón (Luxor, Museo de Arte Egipcio).

La pista de Menfis

Reyes de la Dinastía XVIII Ahmosis ……………………………… 1543-1518 Amen-Hotep I ………………………… 1517-1497 Thutmosis I …………………………… 1496-1483 Thutmosis II …………………………… 1483-1480 Hatshepsut …………………………… 1479-1457 Thutmosis III ………………………… 1479-1424 Amen-Hotep II ………………………… 1424-1398 Thutmosis IV ………………………… 1397-1387 Amen-Hotep III ……………………… 1387-1348 Amen-Hotep IV /Aj-en-Aton ………… 1348-1331 Nefer-Neferu-Aton Se-Menej-Ka-Ra (¿) Tut-Anj-Amon ………………………… 1328-1318 Ay ……………………………………… 1318-1314 Hor-em-Heb …………………………… 1314-1292 Se-Men-Ka-Ra y Merit-Aton.

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Sakara era la necrópolis de la ciudad de Menfis, la gran capital del Norte, y el cargo de nodriza real no tenía, en el caso de las mujeres que lo llevaron, ninguna implicación simbólica. Normalmente, cuando nacía un príncipe real y la madre no podía, por alguna razón, amamantarle, se encargaba de esta tarea nutricia a una dama de alto rango, que hubiera tenido un hijo recientemente. Eso proporciona dos conclusiones: primero, que una mujer residente en la ciudad de Menfis fue la nodriza del príncipe Tut-Anj-Aton y, segundo, que para ejercer tal función debió ser elegida para amamantar a un recién nacido que, forzosamente, había visto la luz en la ciudad donde la nodriza vivía: la misma Menfis. En suma, podría admitirse que Tut-Anj-Aton nació en Menfis, la gran capital del Norte de Egipto. Por tanto, el joven príncipe habría sido criado en el mismo Menfis o, a lo más, en la ciudad-Palacio de Mi-Ur, cerca de

El primer acto que se le conoce al rey fue dictar un decreto –que sería expuesto en las principales capitales del país y denominado por los egiptólogos la Estela de la Restauración– en el que se reinstauraba el culto al dios Amón y de los demás dioses y se ordenaba la reapertura de los antiguos templos. Después, siguió una formidable campaña de obras por todo Egipto para reconstruir los templos abandonados y erigir otros nuevos. Es asombrosa la actividad constructiva que se desplegó por todas partes durante la corta duración de su reinado. El ejército emprendió enérgicas expediciones contra hititas, beduinos y nubios. En suma, restauró la influencia egipcia en sus áreas de dominio tradicional: el Pasillo sirio y Nubia. El resto de los acontecimientos de su reinado está oculto a nuestros ojos. Si la tumba de Tut anj-Amon ha entregado una enorme cantidad de preciosos objetos que permiten conocer minuciosamente el arte de la época, apenas ha facilitado datos acerca de su vida.

El Fayum. En cualquier caso, lejos de Tel-El Amarna. Por tanto, las convulsiones de los últimos momentos del período amárnico sucedieron mientras el príncipe se encontraba en lugar seguro, a salvo de la tragedia, como recambio y garantía de la reinstauración del régimen ortodoxo, para cuando los excesos del llamado rey hereje y su familia hubieran pasado.

Un niño en el trono La idea más admitida por los egiptólogos respecto del ascenso o designación de Tut-Anj-Aton para ocupar el trono de Egipto es que habría sucedido al rey llamado Anj/(Anjet)-Jeperu-Ra NeferNeferu-Aton –esto sucedió algunos años después de la muerte de Aj-enAton– y con el apoyo de una serie de personajes de alta influencia política en ese momento, tales como el Padre Divino Ay y los generales Hor-em-Heb y Najt-Min, los dos primeros, también, futuros faraones. La promoción del príncipe a la función de rey de Egipto tuvo todas las características de una restauración política en medio de una crisis formidable: reinaba la anarquía interna y las fronteras de Egipto y sus posesiones sirias estaban amenazadas. En este contexto, los notables debieron calcular las consecuencias de un golpe institucional. Lo primero era buscar una reina que, con arreglo a las costumbres y tradiciones, fuera adecuada para desposarse con el nuevo faraón: se eligió a la princesa Anj-es-en-pa-Aton, hija del rey Aj-enAton y de la Gran Esposa Real NefertIty. Por tanto, con arreglo a la tradición poseía las condiciones para entregar el trono al elegido para ser futuro rey. Esta elección deja entrever los futuros planes de Ay, su tío-abuelo, con quien debieron llegar a un acuerdo el general Hor-em-Heb y el clero de Amón. Se trataba de llevar a cabo un enlace de compromiso entre el candidato de la ortodoxia para ser faraón y la reina que debía compartir la corona con él. Se observa claramente cómo los dos grupos de poder, el amoniano y el que salía del naufragio amárnico, cada uno con su apoyo militar, jugaron la partida por el trono. Tut-Anj-Aton no tendría más de diez

Actores en una tragedia

Nefert-Ity, esposa de Aj-en-Aton, era otro personaje indeseable para los sacerdotes de Amón (Berlín, Museo Egipcio).

u once años; Anj-es-en-pa-Aton sería acaso tres o cuatro años mayor. Nada más ser coronados, o simultáneamente, cambiaron sus nombres. El rey se llamaría en adelante Tut-Anj-Amon y la reina, Anj-es-en-Amon. La restauración había comenzado.

Ocaso dinástico Con el reinado de Tut-Anj-Amon comienza el llamado período post-amarniense. Los datos arqueológicos indican que Tut-Anj-Amon reinó durante nueve o diez años, es decir, que al morir, tendría entre diecinueve y veinte años. ¡Corta vida para un faraón que tenía tanto por hacer! Fue la suya una época de reconstrucción y de vuelta a las estructuras anteriores, incluso, a los tiempos del propio Thutmosis IV.

La carrera por el poder se había desatado: Ay y su hijo, el general Najt-Min por un lado y Hor-em-Heb –con el apoyo mayoritario del ejército y del clero de Amón– por el otro. En medio de esta vorágine de intrigas palaciegas estaban los dos jóvenes soberanos. Quizás ajenos a lo que se tramaba, sus vidas siguieron el curso marcado por el tenebroso guión que les había tocado interpretar. Podemos advertir la auténtica prisión dorada en la que los dos adolescentes se hallarían: los sacerdotes, los ministros, los generales, todos ellos controlando a la pareja real a través de los cortesanos y servidores del rey y de las damas de la reina. Al mismo tiempo, los dos partidos vigilándose estrechamente. Hor-em-Heb pasó a gobernar el Norte del país, al mando de todos los ejércitos del Delta y el Pasillo sirio, al tiempo que llevaba a cabo campañas en Nubia, por el Sur. Mientras, Ay permanecía siempre cerca del rey y de su esposa, para poder ejercer más fácilmente su influencia. Cuando se llevó a cabo la autopsia de la momia del rey, en el año 1925, por Douglas Derry, se indicó que podría haber fallecido de muerte natural, qui11


MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

zá de tuberculosis. Sin embargo, en 1969, el doctor R. G. Harrison solicitó y obtuvo un permiso de las autoridades egipcias para hacer un examen del cadáver de Tut-Anj-Amon con rayos X. El estudio del cráneo denunció la existencia de una mancha oscura en su base. Los estudios anatomo-patológicos indicaron que eran los restos de una bolsa hemorrágica, situada bajo las membranas que recubren la masa cerebral. Los investigadores advirtieron la posibilidad de una nueva y verosímil causa de muerte: el rey habría recibido un fuerte golpe en el occipucio, que le condujo a un largo proceso agónico de no menos de dos meses de duración. Un prolongado estado comatoso que se fue agravando conforme el hematoma iba presionando más y más la masa cerebral contra el cráneo. Las conclusiones forenses de esta gravísima lesión se orientaron hacia un homicidio como causa de la muerte del joven rey. La lesión no podía haberse producido de modo casual a causa de una caída, por ejemplo; era más plausible que la hubiera provocado un golpe de maza u otro objeto contundente. Por tanto, podría haber sido asesinado.

¿Quién asesinó al rey? Si se observa atentamente la decoración de la cámara sepulcral de la KV 62, la tumba de nuestro pequeño rey, rápidamente se percibe una característica sospechosa en la primera de las tres escenas de la pared norte: El Osiris-rey Tut-Anj-Amon recibe los ritos funerarios de la apertura de la boca de manos de otro rey, ya coronado, cuyos nombres están rodeados con los habituales cartuchos. Se trata del Padre Divino Ay, convertido en Señor de las Dos Tierras. Esta representación es absolutamente única en todo Egipto. Es claro que Ay tenía especial necesidad de proclamar su condición de heredero y sucesor del rey difunto y de hacerlo como faraón coronado. Sabemos que la coronación del rey sucesor se llevaba a cabo durante los 70 días del embalsamamiento, pero también, que ningún otro rey se hizo hecho representar en tal situación, ni antes ni después, en la tumba de su antecesor. Por lo que cabe deducir que Ay no estaría desvinculado de la causa homicida que costó la vida a Tut-Anj-Amon 12

El Padre Divino Ay, sucesor de Tut-Anj-Amon y vinculado a su muerte violenta (El Cairo, Museo Egipcio).

La tumba en sí misma es otro indicio de las extrañas circunstancias de la muerte del rey. Según todos los indicios parece que Tut-Anj-Amon se había hecho excavar una tumba en el llamado Valle Occidental, también conocido como Valle de los Monos, donde estaba enterrado Amen-Hotep III, su probable padre. Esa tumba, hoy numerada como la WV 25, fue finalmente ocupada por Ay. Para Tut-Anj-Amon se habilitó con extrema urgencia una pequeña tumba en el Valle de los Reyes que, por las casualidades del destino fue prontamente olvidada, lo que le valió la preservación hasta su descubrimiento por Howard Carter. En el ajuar funerario del monarca presuntamente asesinado se encontró gran cantidad de objetos con las inscripciones retocadas, que demostraban

Cabeza de niño, probablemente de Tut-Anj-Amon, saliendo de una flor de loto.

que sus dueños anteriores habían sido el rey Anj-Jeperu-Ra Se-Menej-Ka-Ra, un posible hermano de Tut-Anj-Amon y el mismísimo Aj-en-Aton. A todo ello, se unió el hallazgo en Bogaz-Köy, Turquía, de una tablilla de barro cocido muy reveladora: era una carta enviada por una reina egipcia, al parecer Anj-es-en-Amon, al rey de los hititas en la que comunicaba al tradicional enemigo de Egipto que estaba aterrorizada, pues su esposo había muerto y no tenía hijos que le sucedieran en el trono. La reina egipcia pedía al soberano hitita que le enviase un hijo suyo para hacerle ¡nada menos que rey de Egipto!

Una muerte sospechosa Es fácil componer la escena. Después de cometerse el magnicidio, Anj-es-enAmon, conocedora de los planes de su tío-abuelo Ay, trató de buscar ayuda exterior, pues sabía que, dentro de Egipto, nadie la ampararía ya a ella, última descendiente viva del rey herético de Tel Amarna. La princesa tuvo una respuesta positiva: fue enviado a Egipto el príncipe hitita Sennansa, pero murió extrañamente en el camino, antes de alcanzar su destino. Superado ese problema, se sospecha que Ay debió desposar a la reina viuda, a pesar de que tenía ya esposa conocida y se sabe que, después de estos terribles y dramáticos acontecimientos, la desgraciada Anj-es-en-Amon desapareció de la historia para siempre. Ay tuvo un efímero disfrute de sus conspiraciones: su reinado duró poco más de cuatro años. Con él desapareció el último actor del drama amárnico. A su muerte, el ejército tomó el poder, de acuerdo con el clero de Amón. El general Hor-em-Heb puso los cimientos de la XIX dinastía y se ocupó de borrar la memoria de sus antecesores, usurpando sus monumentos y poniendo en orden un país en ruinas, sumido en la anarquía y corrompido por las conspiraciones palaciegas. Según las listas reales oficiales, su reinado fue el que siguió al del gran Amen-Hotep III... Pero, para acceder al poder, debió casarse con una mujer que, probablemente, era hija de Ay, la reina Mut-Nedyemet, la única que podía entregarle la legitimidad recibida del último rey de la dinastía. n

Era inimaginable que hubiera allí semejante

TESORO En la pequeña tumba improvisada, la más modesta del Valle de los Reyes, se acumulaban millares de piezas maravillosas, que describe FEDERICO Lara

C

uando el arqueólogo Howard Carter y su mecenas Lord Carnarvon abrieron la tumba del casi desconocido faraón Tut-Anj-Amon, su primera impresión fue la de acceder a un escondrijo que tal vez contuviese materiales regios de el-Amarna. A los excavadores no se les pasó por alto que la tumba había sido violada como mínimo dos veces, quizá en época del faraón Ay, sucesor de Tut-Anj-Amón: la primera buscando metales preciosos, telas y cosméticos y la segunda, joyas y vasos de metales nobles; tras esas violaciones la tumba fue nuevamente sellada. Lo que pudieran robar no debió ser mucho, dado el abarrotamiento de lo hallado, pero si algo se llevaron los ladrones, aún habría que aumentar el inmenso tesoro encontrado hace ahora ochenta años. Para que el lector pueda hacerse al menos una pálida idea, baste decir que el vaciado de la tumba y la catalogación y conservación de los objetos antes de su traslado a El Cairo supusieron un arduo trabajo de casi una década de esfuerzos.

Una tumba insignificante La tumba de Tut-Anj-Amon, conocida según la nomenclatura técnica como KV 62, no era un morada eterna propia de la realeza, sino, más bien, un sepulcro privado, adaptado a toda prisa, para recibir el cuerpo del joven faraón, FEDERICO LARA PEINADO es profesor titular de Historia Antigua, Universidad Complutense de Madrid.

La Máscara de Oro de Tut-Anj-Amon es la mejor pieza del tesoro y una de las obras maestras de orfebrería universal. Pesa diez kilos y está adornada con incrustaciones de lapislázuli.

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ERA INIMAGINABLE QUE HUBIERA ALLÍ TAL TESORO MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

Segundo ataúd de la momia, de madera forrada de oro, con incrustaciones de cristal y piedras semipreciosas. De los tres que encerraban el cuerpo, sólo el interior es de oro macizo.

Carter en España

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l 4 de noviembre de 1922, se produjo un acontecimiento que conmocionó no sólo a los arqueólogos, sino también a la opinión pública de todo el mundo: el hallazgo de la tumba de Tut-Anj-Amon. España no fue una excepción y la prensa fue informando de los sucesivos descubrimientos que produjeron en ella con una cierta regularidad. La primera noticia del descubrimiento de este sepulcro real que hemos encontrado publicada en la prensa española data de casi dos meses después de producirse, el 30 de diciembre de 1922, y se publicó en la revista Alrededor del Mundo, con el titular: “La tumba de Tutankhamen”. Más atrayente es el artículo que A. R. escribió en La Esfera del 20 de enero de 1923, con el título “El descubrimiento arqueológico más importante de los tiempos modernos”. Recordemos que el 9 de enero de 1923, lord Carnavon firmó con The Times una exclusiva para que las informaciones de los detalles de los descubrimientos que se iban haciendo en esta tumba se canalizaran a través de este periódico. Este acuerdo pareció una afrenta no sólo para la prensa del resto del mundo en general, sino para la egipcia en particular. Sin embargo, este acuerdo no fue obstáculo para que la prensa periódica y las revistas de información general españolas publicaran habitualmente noticias sobre este asunto. Ante la fascinación del mundo entero por los ricos objetos encontrados, su descubridor se vio en la obligación de darlos a conocer a través de unas charlas en diversos países. Así, Howard Carter dio su primera disertación en Londres, el 21 de septiembre de 1923. Invitado por el duque de Alba, llegó a Madrid el nuboso lunes 24 de

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noviembre, con el proposito de dar dos conferencias sobre “El descubrimiento de la tumba de Tutankhamen”. Su primera alocución tuvo lugar el mismo día de su llegada, en un salón de la Residencia de Estudiantes, que ya se había llenado antes de que comenzara. El público que se congregó para escucharle fue muy heterogéneo y estaba compuesto por diplomáticos, intelectuales y estudiantes. Sus palabras fueron acompañadas por la proyección de numerosas diapositivas. Ante la gran expectación que despertó, su segunda conferencia se celebró en el Teatro Fontalba, el miércoles 26, a las seis de la tarde. La sala del teatro se llenó media hora antes del comienzo. En un palco frente al escenario estuvieron los Reyes de España, acompañados por el duque de Alba y las duquesas de Parma y San Carlos. Al igual que la

Este pequeño recipiente está decorado con oro, cristal y lapislázuli.

anterior, sus palabras fueron completadas con abundantes diapositivas. Ambas conferencias fueron calificadas por algunos diarios (La Época y El Imparcial) de “verdadero acontecimiento científico”. Y, ya durante su ausencia, la prensa española continuó dando noticias sobre Tut-Anj-Amon y/o su tumba. Otra vez invitado por el duque de Alba, la mañana del sábado del 19 de mayo de 1928, Howard Carter llegó a Madrid para otras dos disertaciones. La primera tuvo lugar en el salón de conferencias de la Residencia de Estudiantes, el domingo a las siete de la tarde. Al igual que ocurriera cuatro años antes, ya estaba lleno media hora antes de que comenzara el acto. Entre los concurrentes estaban la reina Victoria y las infantas Beatriz y Cristina, junto a una abundante representación del mundo diplomático y aristocrático del momento. Debido al interés suscitado por la segunda conferencia, ésta se celebró en el Teatro de la Princesa, el martes 22, a las siete de la tarde. A las 6,30 la sala ya estaba completamente llena y poco antes de la hora fijada para el comienzo llegaron los infantes don Juan y don Gonzalo. Estas disertaciones no contentaron a todos y así, un periodista de la revista Blanco y Negro escribió que la primera de ellas “se reduce, casi enteramente, a una lección de cosas. Comprando un libro (...) seríamos servidos de igual modo”. Después de la marcha del arqueólogo inglés, diferentes trabajos, bien sobre el joven faraón, bien sobre objetos hallados en su sepulcro, vieron la luz en diferentes publicaciones periódicas españolas durante algún tiempo. García Rueda

Anexo del tesoro, tal como lo halló Carter. En primer plano, Estatua de Anubis sobre un palanquín y, detrás, cofre con los vasos Canopos.

porque todavía no se había acabado de construir su eterna morada oficial. Esta tumba, la más famosa del Valle de los Reyes, es, paradójicamente, la más modesta, algo insignificante ante las grandes tumbas de los faraones que le precedieron y de los que le siguieron. Mide tan solo 20 por 15 metros. Su planta es simple: una escalera de 16 peldaños conduce a un corredor que desemboca sobre una antecámara rectangular. A su vez, ésta cuenta con un pequeño anexo. Tan sólo el tercer y principal habitáculo, la llamada Cámara de Oro, en donde reposaba la momia, se halla decorada con pinturas –de calidad mediana– en las que figuran varios dioses (Anubis, Hathor, Isis) y diferentes personajes. Entre ellos se halla Ay, cumpliendo el rito de la apertura de la boca, el propio Tut-Anj-Amon y su ka, sus dos visires y otros cortesanos transportando el sarcófago real. La Cámara de Oro contaba, también, con un pequeño anexo, conocido como Cámara del Tesoro, repleto de objetos maravillosos. En todas sus estancias se efectuaron

El Trono de Oro es uno de los muebles más hermosos del antiguo Egipto. El respaldo muestra a la reina aplicando perfume a Tut-Anj-Amon.

importantes hallazgos. En el corredor, varias navajas de bronce y frutos secos. En la antecámara, repleta de numerosos objetos dispuestos en un verdadero caos, sobresalían dos figuras ka del rey (conocidas como los Guardianes), de tamaño natural, tres lechos decorados y un confuso montón de carros desmontados, amén de raras cajas de forma ovoide que contenían alimentos variados (pan, pasteles, legumbres, carne de buey, patos, gansos, miel, dátiles, uvas, jínjoles, higos de sicomoro, almendras y pepitas de sandía). En la cámara sepulcral se localizó la momia, dispuesta en el interior de tres ataúdes encerrados en un sarcófago de cuarcita, fijado a su vez dentro de cuatro sepulcros dorados. En la Cámara del Tesoro aparecieron más de 500 piezas importantes, entre ellas, numerosas esculturas, así como el famoso Chacal de Anubis, componente de un hermoso cofre portátil, la Cabeza de Vaca, de madera dorada y con estilizados cuernos cubiertos de cobre, un sinfín de cajas, cofres, arcones, modelos de barcos, así como la

Capilla Canópica, montada sobre trineo, dos fetos momificados, correspondientes a dos hijas de Tut-AnjAmon, y varios lechos. En el anexo a tal cámara se recogieron materiales diversos: jarras de cerámica que habían contenido vino, vasijas de alabastro, cestos de fruta, muebles apilados, taburetes, armazones de cama y centenares de ushebti.

Desfile de belleza En una selección de todo lo hallado cabe resaltar estas piezas: La Máscara de Oro. Dispuesta directamente sobre la momia como protección mágica, presenta los rasgos idealizados del joven faraón y constituye hoy el centro del espacio reservado por el Museo de El Cairo a Tut-AnjAmon. Se trata de una de las obras maestras de la orfebrería universal: está trabajada con hoja de oro –metal que simbolizaba la carne divina incorruptible–, con un peso de 10´23 kilogramos, y tocada con el nemes o pañoleta real, incrustada con lapislázuli dispuesto en franjas. En la frente se hallan 15


MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

la uraeus y el buitre, símbolos de las diosas Uadjet y de Nekhbet, respectivamente. El rostro del rey, de gran belleza, porta la barba osírica trenzada, con oro y fayenza. Los ojos son de cuarzo y de obsidiana, aportando al hermoso rostro una gran vivacidad. Los lóbulos de las orejas aparecen horadados. Un trabajado collar usekh, de doce vueltas, incrustado de pedrería variada, completa esta máscara, cuya parte posterior –grabada interiormente– contiene un texto jeroglífico con una versión del Capítulo 151 b del Libro de los Muertos. El Sarcófago y los tres Ataúdes. Un hermoso sarcófago de cuarcita roja, con la figuración angular de diosas, –estaba protegido externamente, a su vez, por cuatro sepulcros de madera cubierta con lámina de oro– encerraba otros tres ataúdes antropomorfos, acomodados uno dentro del otro, todos de gran calidad artística. Si los dos más externos eran de madera forrada de lámina de oro, el interno fue confeccionado totalmente en oro, alcanzando los 110´40 kilogramos de peso. Este ejemplar presenta magnífica decoración cincelada, tipo rishi (de plumas) en no pocos sectores y embellecida con incrustaciones de piedras semipreciosas. Los tres ataúdes figuran al rey tocado con el nemes y portando en sus manos cruzadas sobre el pecho el cayado heqa y el látigo nekhekhu. La Capilla Canópica. Este hermosa capilla, montada sobre trineo, presenta una original decoración externa, consistente en las figuras de las diosas Isis, Nephtys, Neith y Selkis, que realzan los cuatro lados de la misma. La capilla contenía en su interior un estuche canópico, labrado en calcita, dispuesto también sobre otro trineo, en donde se depositaron las vísceras del rey. Con toda probabilidad, si se atiende a razones estéticas y estilísticas, esta pieza no fue preparada para Tut-Anj-Amon. Los ushebti. Tut-Anj-Amon fue enterrado con numerosísimas estatuillas de madera, cuarcita, caliza, granito, fayenza, de variadas iconografías, dimensiones y calidad plástica. Las mismas venían a ser los representantes del faraón difunto para hacerse cargo en el Más Allá de cuantos trabajos tuviese que realizar el rey. Estos respondones alcanzan los 413 ejemplares; estaban 16

Una de las dos estatuas de madera pintada con resina negra y oro que protegían al rey.

obligados a prestaciones personales: 365 de ellos eran obreros, para trabajar uno cada día; 36 eran capataces, para controlar a los obreros durante otras tantas semanas de diez días; 12 eran capataces que controlaban los trabajos uno cada mes. Todos ellos presentan el nombre del rey y su títulos. Junto a tales ushebti, se localizaron casi dos mil herramientas agrícolas en miniatura, fabricadas de fayenza, madera y cobre. El Trono de Oro. Constituye uno de los muebles más hermosos del antiguo Egipto. Se trata de una silla de brazos, forrada con lámina de oro y plata y realzada con inscrustaciones de piedras semipreciosas. Las patas tienen forma de garra de león. Los brazos consisten en paneles calados en forma de uraei, tocados con alas, con el nombre del rey en su modalidad de Tut-Anj-Amon. El interés del trono se centra en el respaldo, realzado por una escena de gusto amarniano, y en la cual se ve a la reina Anj-es-en-Amon, aplicando perfume a su esposo, escena protegida por los rayos del dios Atón. La Caja Pintada. La totalidad de cajas halladas en la tumba KV 62 fueron violadas. Sin duda, la más hermosa es la que muestra pinturas en miniatura, ejecutadas al temple sobre una base de

yeso, presentes en toda su superficie. La principal escena figura al rey en una batalla contra los sirios y nubios, a quienes derrota desde su carro de combate. La escena de la arqueada tapa lo representa cazando leones y gamos en el desierto. En los extremos aparecen sendas imágenes del faraón a modo de esfinge. La caja contenía diversas ropas del rey. Otros objetos. No podemos, en esta apretada síntesis, pormenorizar otras piezas dignas asimismo de mención. Pero hay que citar, aunque sea a vuela pluma, un pequeño cofre de oro con 18 escenas repujadas, centradas en la figura de la reina; los tableros y fichas de juegos senet y tjau; diferentes instrumentos musicales (claquetas, sistros y trompetas militares); seis carros oficiales, desmontados; diferentes armas –había un hermoso puñal con lámina de hierro, metal entonces de extraordinario valor, ver La Aventura de la Historia, “Puñal de rey”, nº 9–; diferentes abanicos; tejidos y vestidos, entre los que sobresale una dalmática bordada con temas sirios, aparte de un curioso maniquí de madera con el rostro del rey; 27 guantes y 97 fragmentos de calzado, bastones, banquetas, espejos y navajas de afeitar, herramientas, lámparas y material escriturario. Todo ello, junto a variadas joyas y amuletos de hermoso diseño.

Valoración del Tesoro Los egiptólogos han evaluado positivamente el contenido –aunque aún falta un estudio minucioso de buena parte de las piezas y materiales– de la tumba, que probablemente se prepararó apresuradamente, recogiendo objetos de aquí y de allá, ante la inesperada –¿o planeada?– muerte del rey. Eso denota que, aunque su acceso al trono cerrase la herejía amarniana, sus efectos no se habían extinguido totalmente: a la muerte de Tut-Anj-Amon persistían numerosos planteamientos artísticos de altísimo nivel estético y técnico. Es verdad que con Tut-Anj-Amón se volvió a lo tradicional, a una nueva fase de gran vitalidad artística en todo el país, en la que Tebas recuperó su tradicional importancia. Tras la muerte del joven rey, la experiencia plástica surgida en tiempos de Amenofis III volvió a resurgir, si bien con un nuevo formalismo. n

Howard Carter y un ayudante egipcio limpian de resina el sarcófago de oro, que contiene la momia de Tut-Anj-Amon.

Poca investigación, mucho deterioro

ALARMA A ochenta años del hallazgo, Martín Valentin destaca que la investigación tiene mucho camino por andar y llama la atención sobre el deterioro de la tumba, el martirio de la momia y la degradación del Tesoro

H

acia las 10 de la mañana he descubierto, casi debajo de la primera choza derruida, el primer rastro de la entrada de la tumba. Se trata del primer escalón del rincón N. E. (de la escalera subterránea). Ha bastado muy poco tiempo para mostrar que se trata del comienzo

FRANCISCO JOSÉ MARTÍN VALENTÍN es director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.

de una excavación en pendiente tallada en el lecho de la roca, aproximadamente a unos cuatro metros de la entrada de la tumba de Ramsés VI y con una similar profundidad bajo el presente nivel del valle. Se trata de una escalera subterránea, entrada a una tumba del tipo de la Dinastía XVIII, pero no se puede decir nada más al respecto, hasta que la gran cantidad de escombro que hay encima sea apartada de dicho lugar”.

Así empezaba la aventura arqueológica más espectacular de la Historia. La noticia del descubrimiento, en un seco y pedregoso uadi del Alto Egipto, de la tumba de un rey casi desconocido saltó a los periódicos de todo el mundo. La comprobación, el día 26 del mismo mes, de lo que se hallaba dentro, sobrepasó todos los límites de la imaginación. Tras el muro sellado, se encontraba un Egipto hasta aquel momento 17


POCA INVESTIGACIÓN, MUCHO DETERIORO: ALARMA MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

Detalle de uno de los lechos que se encontraron en la tumba del joven rey. En este ejemplar, las patas tienen forma de buey.

ignoto, que superaba con mucho cualquier idea que se hubiera tenido con anterioridad respecto de lo que realmente habría sido la antigua civilización egipcia. En las cuatro salas que componen la tumba, con la misma atmósfera que se respiró el día en que se depositó la momia en sus sarcófagos, se halló una ingente cantidad de objetos, que representaban los restos milagrosamente salvados del naufragio de un mundo alejado en el tiempo, que había quedado prisionero en aquellos escasos metros cuadrados bajo el suelo. Era como la presencia de un increíble insecto fosilizado en medio de una dorada gota de ámbar primigenio. Allí se encontraban los cuerpos del faraón, un casi ignoto monarca del final de la Dinastía XVIII, y los de dos hijos malogrados. Allí había tronos, altares con múltiples divinidades, carros, joyas con diseños nunca pensados, armas, plantas, frutos. Allí estaban todos los objetos usados por el rey en su vida cotidiana, sus sillas, sus prendas de vestir, su misma ropa interior, ¡incluso sus juguetes! Todo estaba amontonado, en un aparente desorden concebido con un ordenado método. Desde entonces, Egipto y el mundo de la egiptología no volvieron a ser iguales. Desde todo el orbe se quiso 18

acceder al “Universo Tut-Anj-Amon”. España también obtuvo su pequeña muestra de manos de la Casa de Alba, cuando Howard Carter fue invitado a exponer en Madrid, el 24 de noviembre de 1924, las maravillas de su increíble hallazgo y el avance de sus trabajos en la tumba. Desde entonces han visto la luz, más de ochenta películas sobre la vida del rey, cerca de quinientos libros sobre la tumba y los tesoros, y alrededor de dos mil artículos científicos en relación con el tema. Pero, ¿cuál es la trascendencia real del hallazgo, ochenta años después de haberse efectuado? ¿Cuáles los enigmas persistentes en la vida del pequeño rey? Y, principalmente ¿cuáles los problemas de la conservación de todo su tesoro, incluido su propia momia?.

La Cumbre de Highclere

Guante de Tut-Anj-Amon. Algunos de los tejidos de la tumba llevan inscripciones con el nombre de Aj-en-Aton, su antecesor.

Un par de calzoncillos procedente del ajuar funerario de Tut-Anj-Amon, que incluía numerosas prendas de vestir del faraón.

El penúltimo conde de Carnarvon organizó unas Jornadas, bajo el título de After Tut’ankhamun, para conmemorar los setenta y cinco años del inicio de las campañas arqueológicas financiadas por su antepasado, que desembocaron en el hallazgo de la tumba de Tut-Anj-Amon.

to astronómico perteneciente a Tut-AnjAmon, que existe en el Instituto Oriental de Chicago y hace referencia a esta relación familiar entre ambos reyes. En esa cumbre de egiptólogos se propuso reconocer en realidad, desde el punto de vista biológico, en la momia

gran debate entre especialistas, todavía no concluido, es esencial para aclarar el término de la Dinastía XVIII y el final del periodo post-amarniense. En relación con todo ello quedaría por practicar la prueba del análisis comparativo del ADN de las momias reales para situar de manera indiscutible el orden de las mismas, utilizándose la de Tut-AnjAmon como referente fijo, puesto que fue encontrada inviolada en su tumba. Otra de las comunicaciones de Hihgclere hacía referencia a la abundante presencia en el ajuar funerario de TutAnj-Amon de objetos que, en realidad, debieron haber pertenecido a Aj-enAton y a un rey/reina llamado NeferNeferu-Aton. La personalidad de este rey Nefer-Neferu-Aton, probablemente Se-Menej-Ka-Ra, está presente en muchos objetos de la tumba. Se ha propuesto reconocer su rostro en el del segundo de los sarcófagos que encerraban la momia de Tut-Anj-Amon. Igual sucede con los pequeños sarcófagos donde están depositadas sus vísceras. La máscara que cubría la momia también ha desvelado su secreto a la luz de los rayos X: en realidad se trata de una pieza reutilizada. El rostro de Tut-Anj-Amón ha sustituido al de otro personaje, probablemente también SeMenej-Ka-Ra, su hermano y antecesor en el trono. El sarcófago de piedra, que alberga-

La Máscara y el sarcófago de piedra parecen haber sido usurpadas a Se-Menej-Ka-Ra, su hermano y antecesor Durante dos días, a mediados de junio de 1990, se reunieron en el castillo de Highclere centenar y medio de expertos para debatir las cuestiones pendientes de resolución en la gran zona arqueológica del Valle de los Reyes, en la que se halla la tumba descubierta por Carter. En esa ocasión se desveló que el cuerpo de la KV 55 (ver La Aventura de la Historia, nº 43, “El enigma de la momia sin rostro”) y el de Tut-AnjAmon tenían una morfología cráneo-facial muy semejante, quedando igualmente demostrado que la momia clasificada hasta ahora como la de Thutmosis IV y la de Tut-Anj-Amon podían ser relacionadas biológicamente como padre-hijo o abuelo-nieto. El parentesco abuelo-nieto está históricamente confirmado por la inscripción del instrumen-

considerada hasta ahora como la de Amen-Hotep II, el cuerpo verdadero de Thutmosis IV, y en la que se pensaba de Thutmosis IV, la de Amen-Hotep III. Ambos reyes habrían sido objeto de un defectuoso reacondicionamiento llevado a cabo por los sacerdotes de Amón cuando todas las momias reales fueron sacadas de sus tumbas violadas para ser vueltas a empaquetar y depositadas en diversas cachettes o escondrijos. Estas conclusiones venían a apoyar la tesis propuesta por algunos investigadores a favor de la presentación de AmenHotep III como padre del joven rey. También allí se propuso la novedosa hipótesis de que el padre de Tut-AnjAmon pudiera haber sido un hijo varón de Thutmosis IV y la madre, una hija de Amen-Hotep III. Toda esta problemática, objeto de un

Pata de una cama del Tesoro de Tut-Anj-Amon. El estudio de los muebles hallados en la tumba prueba que hubo una gran precipitación en la preparación de su entierro.

ba los otros tres antropoides con la momia del rey, también parece haber sido usurpado a otro personaje. Igualmente, aparece en este caso Se-MenejKa-Ra como el más probable dueño original. Así pues, el estudio detallado de los objetos de la tumba ha aclarado que hubo una gran precipitación en la preparación del enterramiento del rey. Ello parece indicar que murió de manera inesperada y que los objetos reutilizados pudieron haber sido sacados de otra tumba, quizá preparada para SeMenej-Ka-Ra, o de los almacenes donde estuvieran depositados. Se cambiaron los nombres y se los utilizó para dar sepultura a Tut-Anj-Amon. Todos estos extremos, más el hallazgo en la tumba de tejidos con inscripciones que llevan el nombre de Aj-en-

Aton –presente también en muebles y otros lugares– muestran que el período de El Amarna aún seguía vivo y palpitante cuando el joven rey murió. Aunque siempre se ha dicho que el contenido de la tumba no ha aportado ninguna evidencia documental que arroje luz específica sobre el reinado y las circunstancias personales de Tut-AnjAmon, en esa magna reunión se dejó claro que aún no se ha hecho el estudio detallado de todos los objetos. Se trata de una inmensa colección de opciones para llenar los vacíos que existen en el conocimiento de este turbulento periodo de la historia de Egipto. Por el momento, ciertos aspectos de la investigación han sido seriamente abordados. Por ejemplo, la arqueobotánica se ha empleado a fondo para analizar las plantas, flores y todos los restos 19


POCA INVESTIGACIÓN, MUCHO DETERIORO: ALARMA MENSAJERO DEL EGIPTO MILENARIO

la construcción de la Gran Presa de Asuán, afecta también a la tumba. Desgraciadamente, éste no es el único caso; estos problemas están afectando también muy seriamente a otras muchas tumbas del Valle.

La maldición de Tut-Anj-Amon

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Las piezas de varios carros de guerra desmontados se apilaban en una esquina de la tumba del faraón.

vegetales hallados en el interior de la tumba, lo que ha proporcionado riquísimas informaciones sobre la flora egipcia de aquel periodo.

Hallazgos colaterales Antes de que la tumba fuera descubierta, el rey Tut-Anj-Amon era poco más que un nombre hallado casualmente en una serie de monumentos dispersos que hacían suponer su existencia, sin poder confirmar mucho más acerca de su reinado. De hecho, es sorprendente para muchos que existan restos con las efigies y los nombres del rey, al margen de los hallados en su tumba. Sin embargo, hay una larga relación de monumentos y documentos pertenecientes a su reinado, muchos de los cuales fueron usurpados por sus sucesores en el trono, los reyes Ay y Hor-em-Heb. El estado fragmentario y disperso de los restos encontrados aquí y allá, antes del descubrimiento de la tumba, deja entrever que la memoria del pequeño rey debió ser objeto de una discreta marginación, que culminó con la elaboración de las listas reales, en las que fue omitido, como en el caso de las dos de Abidos. Pero, al final, todo termina apareciendo. Las entrañas de las necrópolis y las ruinas de las ciudades aún guardan en Egipto muchos secretos por desvelar y, sin duda, algunos serán de suma im20

os 130 bastones encontrados en la tumba de Tut-Anj-Amon tenían un fin que acaba de ser descubierto gracias a un nuevo examen de la momia del faraón con nuevas tecnologías: sostener a un adolescente afectado de escoliosis desde los ocho años, junto a una infrecuente enfermedad de la columna vertebral, el síndrome de Klipell-Feil, que le tenía casi paralizado desde el cuello. Éste y otros datos nuevos sobre el rey se han dado a conocer en la exposición que se celebra estos días en el Museo de la Ciencia de Londres, coincidiendo con la reconstrucción de su rostro, difundida por un documental de la cadena británica Channel 5. El investigador Robin Richardson, especialista de cirujía máxilofacial del University College de Londres, estudió las radiografías del cráneo, las

portancia para el conocimiento de TutAnj-Amon, como lo han sido muchos datos aparecidos tras el descubrimiento de la tumba. Por ejemplo, el ya mencionado descubrimiento de Alain Zivie en Sakara: la tumba de Maia, la “nodriza del rey”. La máxima importancia del hallazgo residía en un relieve existente dentro de la cámara funeraria que mos-

comparó con las de adolescentes de la misma edad y el mismo grupo étnico, las superpuso a modelos de simulación ofrecidos por los ordenadores y ha logrado reconstruir un rostro casi infantil de expresión melancólica para reflejar la tristeza de un joven enfermizo, incapaz casi de moverse por sí solo, a pesar de estar al frente del mayor Imperio de su tiempo.

El repaso a las condiciones de conservación de los tesoros de Tut-AnjAmon en el Museo Egipcio de El Cairo requeriría por sí solo un profundo estudio. Sin necesidad de mayores datos técnicos, es bien conocido el deterioro de las superficies estucadas sobre los objetos del Tesoro que, como consecuencia de las alteraciones medioambientales y de la humedad del aire, están saltando, hechas añicos, sin que los conservadores y restauradores puedan hacer nada efectivo para evitarlo. Análogos daños se observan a simple vista en los tejidos expuestos en las vitrinas del Museo. Si se quisieran extraer las prendas de lino de su lugar actual para trasladarlas, probablemente se desharían entre las manos, por muy cuidadoso que fuera el método empleado. Por lo dicho, ochenta años después del gran hallazgo de Carter, resulta evidentre que queda mucho por investigar y, sobre todo, es imprescindible un gran trabajo de conservación para que las futuras generaciones puedan disfrutar del más brillante hallazgo de la egiptología. n

Reconstrucción informática del rostro de Tut-Anj-Amon y de su columna, donde se aprecian varias vértebras deformadas.

el contenido de la tumba de Tut-AnjAmon, existe el pesar por los daños producidos en el ajuar y, sobre todo, la preocupación por el estado de conservación de este inconmensurable patrimonio arqueológico e histórico. Son constantes las denuncias sobre el lamentable estado de conservación de los restos de la momia de Tut-Anj-

El estado de la momia, la única de un faraón que descansa en su tumba del Valle de los Reyes, es lamentable traba al rey en las rodillas de Maia, luciendo la corona azul Jeperesh, con el ureus real en ella y su nombre enmarcado dentro de cartuchos reales. Esta era la primera vez que se descubría, después del hallazgo de la tumba, una representación de Tut-Anj-Amon, en otro monumento funerario y, decididamente alejado de los lugares tradicionalmente vinculados al faraón, Tebas o El Amarna. Aunque aún no se haya publicado el resultado de las investigaciones sobre esta mujer y su tumba, parece más que probable que Tut-Anj-Amon pudo haber nacido en Menfis, la capital del Norte, donde residía la nodriza... Junto a la fascinación producida por

Tejidos de lino en peligro

Amon que, por otra parte, es la única de un monarca que sigue descansando en su tumba, en el Valle de los Reyes. Es sabido que Douglas Derry, el anatomista a quien Howard Carter confió la manipulación de la momia del rey para realizar la autopsia, actuó con su cuerpo de una manera descuidada, torpe y terrible: la cabeza fue separada del tronco, las extremidades fueron descoyuntadas y fracturadas y el pene desapareció después de aquélla intervención. Todos estos extremos fueron lamentablemente comprobados por G. Harrison cuando, en 1969, fue autorizado a realizar nuevas radiografías de los restos del rey, lo que se llevó a cabo en el

Tumba del Tut-Anj-Amon en el Valle de los Reyes. La veta cristalina que cruza una pared de la cámara se ha convertido en una entrada de aguas pluviales, que a veces empapan la pared.

mismo interior de la tumba. ¿Cómo se encontrarán los restos del cuerpo actualmente?. No nos consta que hayan sido sometidos a ningún proceso de consolidación o restauración para detener su deterioro y dejarles definitivamente en paz. Hoy es una evidencia que la tumba y todos los tesoros hallados en ella se están deteriorando a pasos agigantados. La tumba está perdiendo sus pinturas. El revestimiento que cubre los muros de la cámara donde se insertaron las escasas pero soberbias representaciones de los funerales del rey, se está deshaciendo; las pinturas se encuentran manchadas y descoloridas. Hiperactivas colonias de hongos y bacterias

se están comiendo los pigmentos que, cuando la tumba fue descubierta, se podían contemplar como el primer día que se hicieron. La existencia de una veta cristalina en la cámara del sarcófago, que fue desprotegida por Carter –al desmontar las capillas del sarcófago– del yeso con el que había sido tapada en la Antigüedad por los canteros que la excavaron, se ha convertido en una peligrosísima entrada de aguas pluviales que llegan a empapar las paredes del monumento. La alteración que permanentemente está soportando la estructura geológica del Valle de los Reyes, como consecuencia del cambio climático que sufre todo Egipto, principalmente a partir de

PARA SABER MÁS BRIER, B., El asesinato de Tutankamón. Barcelona, 1998. CARTER, H., La Tumba de Tutankhamón. Barcelona, 1976. DESROCHES NOBLECOURT, CH., Vida y muerte de un faraón. Tutankhamen. Barcelona, 1989. DONADONI, S., El arte egipcio, Madrid, 2001 REEVES, N. & TAYLOR, J. Howard Carter Before Tutankhamun. London, 1992. REEVES, N., Todo Tutankamón. El rey. La tumba. El tesoro real. Barcelona, 1991. _ After Tut’ankhamun, London, 1992. REEVES, N., Y WILKINSON, R. H., The Complete Valley of the Kings. Tombs and Treasures of Egypt´s Greatest Pharaohs, London, 1996 ROMER, J. & E. La violación de Tutankamón. Barcelona, 1994. THE GRIFFITH INSTITUTE, Tut’ankhamun’s tomb series. Oxford, 1963-1990. ZIVIE, A., À propos de la Tombe de Maïa, nourrice de Toutânkhamon. Égypte Afrique & Orient nº 13, 9 et ss., Avignon, 1999. www.institutoestudiosantiguoegipto.com

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