DOSSIER Magnicidios en el Egipto faraónico
CONJURA
EN EL HARÉN
Nefertiti y Aj-en-Atón (París, Museo de Louvre).
El antiguo Egipto no fue una excepción en las luchas por el poder habituales a lo largo de la Historia en todas las civilizaciones. La restauración de la tumba de Sen-enMut, arquitecto y personaje clave en el reinado de Hatshepsut, proyectada por el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, de Madrid, trae a colación las conspiraciones que elevaban y derribaban tronos hace más de tres mil años
Amenemhat I, víctima de parricidio
Las intrigas de Tiy: un trono para Aj-en-Atón
Medinet-Habu, la conjura de la reina madre
Federico Lara Peinado
Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman
pág. 94
pág. 84
Jesús Trello
pág. 87 83
Amenemhat I, víctima de
PARRICIDIO Sesostris I, su hijo y sucesor, encargó la Instrucción de Amenemhat. Federico Lara comenta la sospechosa pieza literaria en la que el faraón, consciente de que iba a ser asesinado, le daba consejos y le exculpaba del delito
T
ut anj-Amón fue, probablemente, asesinado; Aj-en-Atón accedió al trono gracias a la eliminación de su hermano; Ramsés III murió a consecuencia de una conjura tramada en el harén para cambiar la sucesión al trono; Amenemhat I fue, quizás, víctima de su hijo, que aceleró el proceso sucesorio... El Antiguo Egipto, estable, sereno, trascendente... según la imagen más superficial que desprenden sus formidables construcciones, pensadas para la eternidad, no fue diferente a la de los demás reinos de su época y posteriores: allí también anidaron la ambición, la violencia, la codicia, la envidia y el odio; allí se dieron golpes de Estado, se tramaron conspiraciones para alzarse con el poder y conjuras para eliminar a los enemigos políticos o, incluso, al faraón, Horus en el trono de Kemet, hijo de dios... Hasta hoy llegan los ecos de terribles magnicidios de hace cuatro milenios, como el del rey Teti I de la dinastía VI (hacia el 2333 a.C.), asesinado por su guardia personal... lo que demuestra que la sucesión al trono de Egipto, a lo largo de más de tres mil años, estuvo jalonada de continuos pulsos para obtener el poder. Ante la imposibilidad de abordar todas las conspiraciones y magnicidios conocidos, en este Dossier se tratará de tres casos, relativamente bien documentados, diferentes en su gestación y FEDERICO LARA PEINADO, profesor titular de Historia Antigua. U. Complutense, Madrid, es autor de El Egipto faraónico. 84
El dios Montu, con cabeza de halcón, conduce al faraón Sesostris I ante el dios Amón (relieve de un pilar de la Capilla Blanca de Sesostris I, hacia 1925 a.C.).
CONJURA EN EL HARÉN
todos ellos con grandes repercusiones. Primero, uno de los más antiguos, el del rey Amenemhat I, fundador de la dinastía XII, víctima de sus servidores (hacia 1964 a.C.) o, quizá, de su propio hijo y sucesor.
Silencio protector La investigación de estos casos ha sido –y es– extraordinariamente ardua y compleja. Parece que los egipcios pusieron un especial empeño en no dejar testimonio escrito de sus debilidades políticas, sobre todo cuando podían constituir un mal ejemplo para el futuro o un descrédito. Se trataba de proteger la mismísima naturaleza divina del poder real. Buena prueba de ello es la frecuencia con la que se destruyeron las pruebas de toda clase cuando los acontecimientos políticos se desviaban de la ortodoxia tradicional. Sólo el azar de los descubrimientos arqueológicos ha permitido levantar indirectamente el velo de alguno de estos acontecimientos. No obstante, ¿por qué razón los egipcios iban a escapar a la práctica de este inevitable hábito de lucha política? Técnicamente hablando, el antiguo Egipto desconoció la palabra asesinato, pero no así la voz matar, para la cual se dispuso de los términos sma, mds, npdj y, tardíamente, khdb. Tal vez, para rellenar la ausencia del sustantivo, en los contextos donde aparecen esos verbos su significado no equivalía solo a matar, sino que podía hacerse extensivo a asesinar. Mediante el giro sma m nf (matar sin razón) los egipcios traducían la idea de asesinato. Sin embargo, dicho giro aparece muy raramente en los textos literarios. La primera fuente citada, conocida más popularmente como Instruccióndel rey Amenemhat I a su hijo Sesostris, recoge de modo muy vívido uno de los primeros asesinatos conocidos de un faraón. Ocurrió en el año 1962 a. C. y la víctima fue Amenemhat I. La Instrucción del rey Amenemhat I es el testamento político de este faraón, fundador de la dinastía XII, en un contexto inicial de intrigas políticas e, incluso, criminales. El relato deja entrever las dificultades que se vivieron en su reinado y, sobre todo, intenta librar de toda sospecha a su heredero Sesostris, ausente de Egipto cuando se planificó el asesinato y
llegado a la Corte el mismo día en que tuvo lugar el hecho. El texto –y de ahí arrancan las suspicacias– no lo ordenó escribir Amenemhat, sino su hijo, siendo ya faraón, por lo que es posterior al magnicidio. La circunstancia de que sea el propio faraón quien narre su asesinato constituye un caso único en toda la literatura egipcia. Aparte de ello, el texto deja claro que los monarcas no sólo eran hombres, sino que también se lo creían, laminando así la teoría de la naturaleza divina del faraón.
Nueva dinastía Amenemhat, hijo del sacerdote Sesostris y de Neferet, originaria de Elefantina, fue visir del faraón Mentuhotep IV, último rey de la dinastía XI. Fallecido éste, se planteó una sucesión complicada, puesto que existían dos pretendientes al trono: Antef, en Tebas y Segerseny, en Nubia. Ambos fueron eliminados en el transcurso de la lucha por el poder, cuyo desarrollo se presupone, lo cual permitió que el visir Amenemhat aprovechara la ocasión y asaltara el trono. En su titulatura, el nuevo faraón se acogía al patrocinio de Amón, frente al de Montu, rompiendo con la tradición de la dinastía. Al tiempo, y por razones políticas, abandonó Tebas y situó su capital en Ittauy, en las cercanías del actual ElLisht... Y para difundir las pruebas de su legitimidad al trono, recurrió a la literatura, ordenando escribir la que sería denominada Profecía de Neferty. Fue redactada por un famoso sacerdote de Heliópolis, de ese nombre, y en ella, a modo de profecía pronunciada ficticiamente en tiempos del faraón Esnefru, de la dinastía IV, se anunciaba que un día llegaría un salvador para Egipto... Ese salvador, obviamente, sería Amenemhat, llamado Ameny en el pretendido relato profético. “Un rey vendrá del sur, llamado Ameny, justo de voz, es el hijo de una mujer de Ta-Seti, es un hijo de Khennekhen, recibirá la corona blanca, llevará la corona roja. ¡Alegraos, gentes de su tiempo!” Tras ello, el sacerdote Neferty alude a la actuación del rey, gracias a la Sesostris I hizo escribir la Instrucción del rey Amenemhat I, legitimación y exculpación en el asesinato de su padre.
85
Capilla Blanca de Sesostris I, joya del Imperio Medio, en Karnak. Fue desmontada y sus materiales, reutilizados en el Imperio Nuevo; la reconstrucción se ha hecho con las piezas originales.
cual volvería la prosperidad a Egipto y retornaría la justicia. Amenemhat I manejaba bien la propaganda política. Una vez controlado el poder, Amenemhat se preocupó de restablecer las fronteras y reorganizar la administración, recompensando a los nomarcas (gobernadores de la provincias) que no habían cuestionado su ascensión. Tras ello, efectuó varias campañas militares en el sur, hacia el Uadi Hammamat y Elefantina, fortificó las defensas del lado oriental del delta (a él se le debe el famoso Muro del Príncipe), fundó templos, mantuvo la explotación de las minas periféricas (Serabit el-Khadim, por ejemplo), renovó el catastro e hizo reformas militares. No está probado que asociase a su hijo Sesostris como regente en el año 20
de su reinado. Por tal fecha, sus tropas efectuaron incursiones en Palestina, Nubia y Libia. El propio rey acudió a Uauat, un año antes de su asesinato, a someter a los nubios (inscripciones de El-Girgaui, cerca de Korosko).
El asesinato A mediados de octubre del año 1962 a.C. y mientras preparaba la celebración de la fiesta jubilar, (heb sed) estalló una crisis, durante la cual algunos de sus allegados tramaron su eliminación. Su hijo y heredero, Sesostris, acababa de llegar de una campaña que había dirigido más allá del Uadi Natrun. Amenemhat I fue asesinado el séptimo día del tercer mes de la estación akhet. El recitado de aquel regicido, narra-
El asesinato en la literatura
E
ntre las fuentes literarias que se refieren a crimenes, se hallan algunos cuentos, como Los dos hermanos, El príncipe predestinado, La verdad y la mentira, Setne Kaemuiset, y el conflicto de Horus y Seth, por citar algunos de los más conocidos. Otros relatos presentes en papiros (por ejemplo, el Papiro BM 10052, que se refiere a los robos en las tumbas tebanas), algunas admoniciones e instrucciones (Admoniciones de Ipwer, Instrucciones para el rey Merikare), textos funerarios (Libro de los Muertos), estelas (Estela del Destierro) y otras narraciones recogen el tema de los asesinatos, los castigos o los avisos de lo que podría ocurrirles a los transgresores. La información conservada sobre regici-
86
dios es muy limitada, lo que no quiere decir que no se cometieran en los muchos períodos de inestabilidad política. Se conocen la Instrucción de Amenemhat I (del que se ha extraído la información para este breve artículo) el Papiro judicial de Turín y otros, sobre la conspiración contra Ramsés III y la Instrucción de Ankhsheshonqy. El texto con la Instrucción que Amenemhat I (1991-1962 a.C.) dirigió a su hijo Sesostris fue redactado por el escriba Khety y ha llegado a través de numerosas copias en papiro (Papiro Millingen, papiros Sallier I y Sallier II, Papiro Berlín 3019), de un rollo de cuero (hoy en el Louvre), de tablillas de madera (en Brooklyn) y numerosos ostraca (arcilla cocida) del Imperio Nuevo.
do por el propio rey en la Instrucción es impresionante: “Fue después de la cena, cuando ya había caído la noche. Me estaba tomando una hora de descanso, tumbado en mi lecho. Estaba relajado y mi corazón comenzó a seguir mi sueño. Entonces las armas que debían protegerme fueron vueltas contra mí. Yo actué como una serpiente en el desierto. Me desperté con la lucha, hallándome solo y descubrí que se trataba de una pelea con la guardia. Si hubiera agarrado rápidamente mis armas con mi mano, podría haber logrado que aquellos cobardes se retiraran deprisa; pero nadie es bravo en la noche. Nadie puede luchar solo y ningún éxito puede obtenerse sin ayuda. “Mira, el crimen ocurrió mientras estaba sin ti, antes de que la Corte hubiese sabido que te transmitiría el poder y antes de que hubiera tomado asiento contigo en el trono”. En este relato –totalmente oficial y post eventum– hay palabras exculpatorias hacia el heredero Sesostris, pero aquel hecho hubo de ser mucho más oscuro de lo que las palabras dejan entrever. La posibilidad de otro complot contra el mismo rey, mientras su hijo Sesostris se hallaba guerreando en Libia, aparece en el cuento de Sinuhé. Él mismo narra las tribulaciones de un funcionario de la Corte de Sesostris que escuchó, accidentalmente, el anuncio que se le hacía al príncipe del asesinato de su padre. Conocedor de aquel crimen, Sinuhé huyó de Egipto, atravesó el delta y arribó a Siria, en donde lo acogió un beduino.
La sucesión: Sesostris I Al día siguiente del magnicidio, su hijo Sesostris subió al poder (1964-1928 a.C.). Es probable que Sesostris I vengase a su padre, eliminando a los asesinos. Pero la rapidez en asumir el poder y tomar represalias contra los presuntos culpables, ¿no podría interpretarse como el deseo de echar tierra sobre el regicidio y borrar las huellas? ¿A qué se debió el temor y la huida de Sinuhé? ¿Conocía, acaso, que Sesostris I estaría al corriente del complot? Estas preguntas no han sido todavía desveladas por la Egiptología. El Egipto faraónico no fue una excepción entre los diversos reinos de la Tierra, ni en los magnicidios, ni en los misterios que quedaron sin resolver. ■
CONJURA EN EL HARÉN
LAS INTRIGAS DE TIY
Un trono para Aj-en-Atón
Príncipes, nobles y clero de Amón fueron eliminados para cambiar de heredero y eliminar el poder del sacerdocio tebano. Teresa Bedman y Francisco Martín desentrañan la conspiración que llevó al poder a la familia de la esposa real, suscitando la fascinante herejía amarniana
E
l príncipe Thutmosis, primogénito de Amen-Hotep III, fue asesinado; lo mismo que el hombre fuerte de ese reinado, Amen Hotep, hijo de Hapu; igual que visir del Sur, Ra-Mose su pariente, el mayordomo real en Menfis... Todos ellos y muchos otros nobles tebanos fueron sacrificados en la conspiración de Tiy, la primera esposa real, que se alzó con el poder absoluto tras el triunfo de su conjura, con la que eliminó todos los obstáculos para instalar en el trono a su hijo Amen-Hotep IV y anular el poder de los sacerdotes de Amón en Tebas. Este terrible conspiración político-religiosa dio paso a uno de los períodos más atractivos de la historia del antiguo Egipto: el amárnico, tiempo de herejía y turbulencias. Sin embargo, apenas fue un suspiro en la Historia: se gestó, triunfó, llegó a su cénit y se desintegró en un lapso de tiempo de unos setenta y cinco años: 1399-1325 a.C. Hasta no hace mucho tiempo, se ha contemplado el fenómeno de El Amarna como algo aislado, sin antecedentes ni, casi, consecuentes. En suma, como una suerte de “seta de la Historia”. Sin FRANCISCO MARTÍN VALENTÍN es autor de Los magos del Antiguo Egipto y TERESA BEDMAN, de Reinas de Egipto. El secreto del poder.
Tiy, gran esposa de Amen-Hotep III, llevó al trono a su hijo Aj-enAtón, arrinconó al sacerdocio de Amón, purgó al alto funcionariado e instaló a su familia en el poder
87
Amen-Hotep III, el faraón que llevó el Imperio Nuevo a su máximo explendor, pero abrió paso a la decadencia al enfrentarse con el culto de Amón y al eliminar a sus mejores colaboradores.
embargo, el estudio en detalle de este curioso proceso evidencia la existencia de una gran conjura. Hoy se puede seguir el plan urdido desde dentro de las estructuras de la familia reinante, planeado y ejecutado desde el corazón de la mismísima casa real, para llevar a cabo lo que podría llamarse “golpe de Estado institucional”.
Días de esplendor El Imperio Nuevo egipcio (1543-1080 a.C.) conoció uno de los más brillantes momentos de la historia de aquella civilización. La dinastía XVIII (1543-1292 a.C.) fue, sin duda, la más importante de cuantas forman parte de aquel período. Sus faraones heredaron un país que había superado una gran guerra de liberación nacional frente a los invasores hicsos, gracias a la tutela y protección del gran dios Amón de Tebas. La admirable combinación de madurez cultural y nuevas influencias asiáticas y mediterráneas, que en aquellos momentos florecieron de un modo especial, habían dado como resultado el nacimiento dentro de Egipto de un proceso civilizador sin parangón. Las actividades cultural, artística y econó88
mica, desarrolladas durante los primeros decenios de este período, habían tenido su principal apoyo en dos pilares fundamentales: el poder religioso del dios Amón y las campañas militares emprendidas por los soberanos de esta dinastía fuera de las fronteras de Egipto para crear zonas de seguridad, comercio y vasallaje. La actividad militar alcanzó su máximo desarrollo en el reinado de Thutmosis III (1479-1424 a.C). Sin embargo, durante los reinados de
El príncipe Amen-Hotep (Aj-en-Atón) era un enfermo, cuyas deformaciones físicas se debían al síndrome de Frölich o al de Marfan.
La paz, la amplitud territorial, el progreso y la riqueza de Egipto llegaron a su cénit durante el reinado de AmenHotep III (1387-1348 a. C). No había sido empresa fácil: ese faraón era un niño cuando falleció su padre, Thutmosis IV, pero el país se mantuvo en paz y fue ejemplar la estabilidad política, gracias a los pactos establecidos entre las fuerzas solares de Atón y las del todopoderoso sacerdocio amonita (del dios Amón), dominador de Tebas.
Amen-Hotep III llevó a Egipto al mayor poder, pero no advirtió que los manejos de su mujer terminarían con la xviii dinastía sus sucesores, Amen-Hotep II y Thutmosis IV, el número de las expediciones militares exteriores fue decreciendo a medida que se afianzaron los intereses egipcios en sus zonas de influencia. Los tratados de paz sustituyeron a los enfrentamientos bélicos. Comenzaron a establecerse alianzas de familia por medio de matrimonios del faraón con las hijas de los reyes de los principales Estados que rodeaban el Valle del Nilo.
Hasta ese momento, los antecesores de Amen-Hotep III, habían oscilado en su relación con los poderes religiosos desde la sumisión a la tutela del dios Amón de Tebas, hasta la franca hostilidad hacia ese dios y su clero, amparándose en los antiguos cultos solares egipcios. Ese distanciamiento era ya palpable en época de Thutmosis IV y aumentaría durante el reinado de Amen-Hotep III.
LAS INTRIGAS DE TIY CONJURA EN EL HARÉN
En este contexto se produjo el enfrentamiento entre los dos grandes poderes del momento: el del clero tebano de Amón y el de la casa real.
Un príncipe casi desahuciado Amen-Hotep III, hijo y sucesor de Thutmosis IV, fue el noveno faraón de la XVIII dinastía. Estaba casado con Tiy, hija de Tuia, que llevó el título de Ornamento real, lo que implicaba una posible relación familiar con Thutmosis IV. Tiy, pues, quizá fue hija biológica de ese soberano y, por tanto, medio-hermana de su futuro esposo, Amen-Hotep III. Oficialmente, sin embargo, los padres de la reina Tiy fueron la noble dama Tuia y Yuia, general de los carros del faraón. Este, según todas las evidencias, era de ascendencia extranjera, mientras que Tuia pertenecía a la nobleza del Egipto Medio. Estas especiales características en los representantes de la dinastía debieron influir notablemente en las relaciones familiares y en la personalidad del futuro heredero del trono. Amen-Hotep III y Tiy, primera gran esposa real, fueron los padres del príncipe Amen-Hotep, cuya fecha de nacimiento se ignora. De su niñez se conoce sólo un documento donde se le cita como príncipe: un tapón de jarra que lleva la inscripción “Dyeda (grasa) del dominio del Hijo Real Verdadero Amen-Hotep”. No es raro: las fuentes egipcias no solían ocuparse de vicisitudes de los príncipes reales antes de que alcanzaran la condición de herederos al trono. Es posible que naciera en el palacio real que entonces existía en las cercanías del actual Medinet Abu Ghurob o, quizás, en el palacio real de Malkata, en la orilla occidental de la ciudad de Tebas. Es de suponer, a partir de las muchas imágenes conocidas de este personaje –reinó como Amen-Hotep IV y, al final, como Aj-en-Atón– que fue un niño enfermizo y débil. Se ha supuesto que padecía el síndrome de Frölich, trastorno endocrino que altera las características sexuales de los individuos. Recientes investigaciones suponen, sin emAmón, el dios arrinconado por la herejía amarniana (estatuilla de oro, Nueva York, Metropolitan Museum).
bargo, que la enfermedad congénita que delatan sus imágenes sería el síndrome de Marfan, lo que explicaría que sus descendientes también padecieran los mismo problemas deformantes, tal como muestra la iconografía de la familia real de Amarna. Parece más lógico asumir la hipótesis de una tara física que la de una simple moda de representación estética para explicar el anormal aspecto físico de Aj-en-Atón. Así pues, y habida cuenta que la tasa de mortalidad infantil en el Egipto faraónico era muy elevada, la supervivencia de este príncipe debió estar siempre en peligro. En cualquier caso, no era un asunto de Estado relevante, pues el enfermizo príncipe Amen-Hotep no estaba destinado a ocupar el trono. En los planes de sucesión, el heredero era el príncipe Thutmosis, posiblemente fruto de la unión de AmenHotep III con Kilu-Hepa, hija del rey de Mitanni. La primogenitura de Thutmosis, junto con la poderosa influencia que los pactos de familia con Mitanni tenían en aquel momento, eran razones sobradas para que este príncipe fuese el llamado a ocupar el trono de Egipto. Sin embargo, existe un detalle desconcertante: los nombres impuestos a los príncipes. Durante la dinastía XVIII, Thutmosis fue el patronímico tradicionalmente otorgado a los príncipes reales hijos de mujeres que no eran la primera gran esposa real. Amen-Hotep, por el contrario, parece haber sido el nombre impuesto a los príncipes que, por su ascendencia materna o por otras circunstancias, estaban destinados de antemano a la sucesión al trono. Es curioso que, en este caso, se modificó la regla tradicional: el varón primogénito, aparentemente destinado a suceder a Amen-Hotep III, no era hijo de Tiy, la primera gran esposa, en tanto que el segundo hijo varón de AmenHotep III, a pesar de llevar el nombre de su padre y de ser hijo de la primera esposa real, no estaba destinado a ocupar el trono de Egipto.
¿Crimen de Estado? Tiy no debía encontrarse especialmente feliz, dado que no había podido dar al rey el primer hijo varón, aunque de ella había nacido la princesa real Sat-Amón, la primogénita de los hijos reales. El príncipe 89
Thutmosis estorbaba sus planes... hasta que falleció. Esa muerte debió acontecer en torno al año 26 del reinado de su padre. Aunque falten evidencias precisas, todo hace sospechar que se trató de un crimen de Estado. Muerto su hermano mayor, AmenHotep se convirtió en heredero del trono. Por entonces, no se sabe si antes o después de esos acontecimientos, fue instruido en la ciudad santa de Heliópolis acerca de las antiquísimas doctrinas solares que hacían del dios AtumRa el creador del mundo. A la muerte de Thutmosis es probable que su hermanastro heredase todas las funciones y cargos que habían pertenecido al príncipe muerto. Basándose en estas consideraciones se supone que Amen-Hotep habría ocupado también el puesto de Sumo Sacerdote del clero del dios Ptah de Menfis, lo que le otorgaba el título de “El más grande de los artesanos”, que le responsabilizaba del diseño o supervisión de trabajos artísticos de todo tipo. Durante su estancia en Heliópolis debió estar bajo la tutela de un cortesano de toda confianza, como era tradicional; éste pudo haber sido un tal May, Escriba Superior de las Tropas e Inspector jefe del ganado del Templo de Ra. Es obvio, por todo ello, que la muerte de Thutmosis desvió absolutamente la trayectoria de los acontecimientos
Amen-Hotep III terminó siendo un juguete en manos de la reina Tiy y de su enfermo sucesor, Amen-Hotep IV (Aj-en-Atón).
políticos y religiosos de Egipto. El partido de la ortodoxia del dios Amón se quedó sin representante, frente a los designios de la reina Tiy y su familia.
Atón se impone Las investigaciones más recientes dejan claro que el acceso al trono del príncipe Amen-Hotep tuvo lugar en pleno incremento de la influencia de los cultos solares que habían comenzado a
introducirse durante los dos reinados anteriores y estaban incidiendo profundamente sobre la situación religiosa. Amen-Hotep III y su entorno familiar habían otorgado, ya a partir de una iniciativa de su padres, un predominio al culto solar, en detrimento de los intereses del clero tebano del dios Amón. Se estaban imponiendo, también, como política de Estado las ideas de universalidad y asimilación del rey con el propio dios Amón-Ra. Esta teología del poder, recogida en unas inscripciones existentes en la cara este del tercer pílono del Templo de Karnak y denominada doctrina del Amón imperial, aumentó progresivamente durante el segundo decenio del reinado de AmenHotep III. Pero dentro de esa deificación faraónica, todavía dentro de influencia oficial atoniana, se constata la creciente importancia del Atón (o Disco Solar), como objeto de culto. Por ejemplo, el texto del escarabeo conmemorativo del undécimo año de AmenHotep III, consigna que “... Su Majestad celebró el Festival de la apertura de los lagos en el tercer mes de Ajet... (cuando) Su Majestad paseaba dentro de la barca solar Atón Resplandece”. Para referirse a Amen-Hotep III, las inscripciones hablan de Neb-Maat-Ra: “El Disco (Atón) Solar Resplandeciente”. Incluso en el Templo de Luxor, el rey se hacía llamar “Soberano como
El poder del harén
L
a mujer era la madre divina que había dado vida al Horus reinante. Sin ella no habría reyes; sin embargo, no se le permitía exhibir su condición de poseedora del poder real”. Teresa Bedman acaba de publicar una obra de sumo interés para la legión de los amantes de la egiptología, en la que desvela no sólo la naturaleza del poder en el antiguo Egipto, sino el extraordinario papel desempeñado en él por la mujer: la reina como transmisora de herencia, pero, también, como faraona, aunque cuando se ceñía la corona surgían los problemas: una veces era aceptada, pero su nombre sería borrado posteriormente de las listas reales, como le ocurrió a la soberana Meryt-Neith, de la I dinastía; otras terminaron arrojadas del trono, como le sucedió a Hatshepsut, nieta de reina, hija y
90
clásica, juicio que la autora rechaza, pues la considera rey por derecho propio–. Y fue a partir de su reinado, en la dinastía XVIII del Imperio Nuevo, cuando se instauró el harén real, que satisfacía las necesidades de las esposas y concubinas del faraón y la educación de sus hijos. En esos gineceos fermentaron todo tipo de pasiones, ambiciones y, finalmente, conspiraciones, como la de Tiy y la de Tiyi, tratadas en este dossier. Un libro fascinante para conocer los mecanismos del poder en el antiguo Egipto y el papel de la mujer dentro de él. DAVID SOLAR
esposa de reyes, que accedió al trono mediante un golpe de Estado matriarcal –según según ha considerado la historiografía
TERESA BEDMAN Reinas de Egipto. El secreto del poder Madrid, Oberon, 2003 256 páginas, 20 €
LAS INTRIGAS DE TIY CONJURA EN EL HARÉN
Atón, duradero como Atón es duradero, corredor veloz como Atón.” Esta divinización de Amen-Hotep III alcanzó su punto culminante con motivo de la celebración de su primera Fiesta Jubilar en el año 30 del reinado. A partir de ella se convirtió, definitivamente, en una nueva y poderosa divinidad: “El Atón Resplandeciente” o “El Gran Atón Viviente, el que está en la Fiesta Sed”.
Aj-en-Atón, considerado como el faraón místico o el primer monoteísta de la Historia, debió el trono a las intrigas de su madre; el monoteísmo atoniano ya estaba en marcha cuando él nació (El Cairo, Museo Egipcio).
Asociado al trono Esa era la situación cuando accedió al trono de Egipto Amen-Hotep IV, como corregente junto a su padre. No debía tener más de quince o dieciséis años cuando fue coronado en Hermonthis, la llamada “On del Sur”, ciudad solar del Alto Egipto, tal como parece indicar el contenido de su titulatura real: “Aquel que lleva puesta las Coronas en On del Sur”, que hace referencia a tal acontecimiento. En Hermonthis se rendía culto a Montu, dios guerrero tebano, que tenía en su conformación teológica grandes implicaciones solares. Obviamente, fue utilizado por la casa real en el desarrollo de su estrategia de aislamiento del dios Amón y de su clero. La artífice de la conspiración parece haber sido la reina Tiy, que había infiltrado a sus parientes en todas las esferas del poder civil y religioso. Así logró que se designara a su hermano Aanen, que ya era Sumo Sacerdote del dios Montu, para ocupar el cargo de Segundo Sacerdote del dios Amón. Fue precisamente este Aanen el encargado de dirigir los oficios religiosos de la coronación de Amen-Hotep IV, en el templo del dios Montu. Todo quedaba en la familia. Al tiempo, su labor política respecto a Amón debió es-
blemente, también intervenían otros poderes desde las sombras) estaba a punto de lograr sus objetivos. No es demasiado complicado suponer cómo se había ido tejiendo silenciosa y lentamente el entramado de la revolución religiosa que, finalmente, estallaría de forma incontrolada. Su desarrollo obe-
La reina Tiy llevó al trono a su hijo y logró el poder para su familia, eliminando competidores con pretextos religiosos tar en abierta oposición a los intereses del clero de este dios, tanto que sería cesado en tales funciones sacerdotales muy poco después... La confrontación interna por el poder religioso y político hacía saltar chispas. Con la coronación de su hijo, la conspiración de Tiy (aunque, proba-
deció a un proyecto perfectamente coherente. Thutmosis IV, abuelo de Ajen-Atón, había sido elegido por el dios solar Ra-Hor-Ajty para reinar, según él mismo declara en las inscripciones de sus monumentos. En consecuencia, su hijo Amen-Hotep III procedía de la sangre de un elegido del
dios sol y se convertía en el disco solar resplandeciente. En virtud de tal principio, podía divinizarse a sí mismo como imagen del sol. A su vez, su hijo y sucesor, el futuro Amen-Hotep IV –Aj-en-Atón–, sería el hijo en la tierra del propio disco solar resplandeciente hecho hombre y, además, su Sumo Sacerdote. Es seguro que la persona o personas que diseñaron esta estrategia político-religiosa para alcanzar el poder absoluto poseían una mentalidad divorciada de la tradición egipcia... Debe recordarse que por las venas de la reina Tiy corría sangre extranjera.
Jubileo antagónico Con motivo del trigésimo aniversario del reinado de Amen-Hotep III, el clero de Amón decidió organizar la celebración de la primera fiesta jubilar del rey, su primer Heb-Sed. Con esa fiesta, dentro de la mejor tradición faraó91
nica, se regeneraría mágicamente el poder y la vitalidad del viejo rey, para seguir rigiendo las Dos Tierras. En la misma fecha la familia real decretó la celebración de otro Festival Sed, éste dedicado por el rey corregente, AmenHotep IV, a su nuevo dios y padre, el Atón viviente. Esta Fiesta Sed era de una naturaleza especial, puesto que Amen-Hotep IV no había llegado, obviamente, al término de los treinta años en el trono que tradicionalmente se necesitaban para proceder a dicha celebración. Coincidiendo con ella, se acordó inscribir el nombre del nuevo dios Atón en un cartucho real: “El Viviente Ra Horus de los Horizontes que se regocija en el horizonte en su nombre de luz (Shu) que está en el disco (solar), el Viviente, el Grande, Aquél que está en Jubileo, el Señor del Cielo y de la Tierra”. Dichas ceremonias se celebraron en la zona este del templo Karnak y en alguna otra edificación construida al efecto en las cercanías de aquél lugar. Con este motivo se ordenaron impuestos extraordinarios a todos los cultos y templos de Egipto para pagar los gastos de las fiestas. Así pues, al mismo tiempo que viejo el rey era rejuvenecido y renovado por el oficial “sistema amoniano” para seguir reinando bajo la protección del dios tebano, la reina Tiy, su hijo y el resto de sus familiares y allegados organizaron una ceremonia paralela para consagrar al anciano rey como el propio dios Atón viviente, para sustraer al soberano del influjo de los sacerdotes del dios Amón.
Deificación solar El viejo Amen-Hotep III debía estar plenamente de acuerdo porque después de la celebración de este jubileo gustó autonombrarse como Iten Tchehen (El disco solar resplandeciente). Así sería un dios y, por tanto, no necesitaría de la ayuda divina de ningún otro. La confirmación de esta idea la proporcionó el hallazgo, a finales de enero de 1989, de una magnífica escultura de cuarcita roja en el ángulo suroeste del patio solar del templo de Luxor. La estatua, datable en el primer jubileo del rey, muestra a Amen-Hotep III viviente y bajo el aspecto de dios 92
dos debían deshacerse de los servidores de Amen-Hotep III que se contaran entre los seguidores del dios tebano. En primer término, del hombre clave: Amen-Hotep, hijo de Hapu, eminencia gris de aquel reinado, que representaba el poder de Amón frente a los designios de Tiy y su familia. El día 26 del primer mes de la estación Ajet (inundación) del año 31 del rey (hacia finales de nuestro mes de agosto del años 1357 a.C), cuando aún no habían transcurrido tres meses desde el Jubileo de Amen-Hotep III, una trágica noticia sacudió Tebas y todo Egipto: El sabio Amen-Hotep, hijo de Hapu, ojos y oídos del faraón, corazón latiente de la Tierra Negra, había muerto.
El triunfo de la conspiración
Amen-Hotep, hijo de Hapu, el sabio que había gobernando a la sombra del faraón, fue eliminado por Tiy (El Cairo, Museo Egipcio).
solar Ra-Hor-Ajty-Atum. Es decir, al faraón convertido en el propio dios Ra. A pesar de que el texto inscrito en la estatua está dirigido a honrar al dios Amón-Ra, puesto que fue elaborada, para alzarse en su templo de Luxor, todas sus características evidencian muy claramente la identificación del soberano con el dios solar, en cada uno de sus diferentes aspectos teológicos.
Aunque el propio rey asistió a las honras fúnebres de su leal consejero y dictó personalmente el solemne decreto fundacional del templo funerario de Amen-Hotep, fue inevitable que se esparciera por todo el país, de boca a oído, la terrible sospecha de que el honorable y poderoso anciano había sido traidoramente asesinado. Egipto quedó paralizado y el presentimiento de que nada ni nadie sujetaría ya la maligna fuerza que amenazaba con destruir “la tierra bien amada” atenazó las gargantas y los corazones. Todas la miradas se volvieron entonces hacia los oscuros perfiles de la primera gran esposa real Tiy y su enfermizo y enloquecido hijo. Desaparecido el sabio Amen-Hotep,
En aquellos momentos, todo estaba dispuesto para asestar el golpe de gracia a la estructura de poder amoniano La coexistencia de los dos mundos antagónicos, el de la reforma solar propiciada por la reina Tiy y su hijo AmenHotep IV, y el tradicional del dios Amón, que pujaban por obtener el monopolio del poder religioso de Egipto, no podría sostenerse por mucho más tiempo. Todo estaba dispuesto para asestar el golpe de gracia a la estructura del poder amoniano. Para ello, los conjura-
hijo de Hapu, el país del Nilo cambió de rumbo. Con él fueron enterrados los poderes del clero de Amón y se quebraron las relaciones entre la Casa Real y el clero amoniano. De inmediato comenzaron las persecuciones contra algunos altos funcionarios de la corte. Fue cesada en sus puestos una serie de nobles cortesanos que habían estado unidos al viejo gobernante y que habían participado en
LAS INTRIGAS DE TIY CONJURA EN EL HARÉN
Nefer-Ity, sobrina de Tiy, esposa de Aj-en-Atón. Su boda fue un escalón más en la conquista del poder por aquella familia extranjera.
la celebración del Festival Sed del faraón. Uno de ellos fue el visir del Sur, Ra-Mose. Probablemente, ambos personajes estaban unidos por lazos de parentesco. La destitución de Ra-Mose debió producirse durante los mismos funerales de Amen-Hotep hijo de Hapu. De hecho, ya no era visir cuando se otorgó el decreto de la fundación funeraria de su protector y amigo. Su muerte debió producirse inmediatamente después: su tumba en Gurnah (TT 55) hubo de habilitarse rápidamente para su enterramiento, a pesar de que no estaba concluida. Otro importante personaje, medio hermano de Ra-Mose y también llamado Amen-Hotep, fue destituido como mayordomo del rey en Menfis. Se sabe que su hijo Ipy ocupaba sus puestos en la corte antes de que concluyera en el año 31, por tanto, debió fallecer casualmente entre los años 30 y 31 del reinado del faraón. Durante la celebración del segundo y tercer jubileos de Amen-Hotep III, en los años 34 y 37 de su reinado, se sucedieron nuevas persecuciones de no-
bles tebanos. Sus tumbas fueron asaltadas y borrados los nombres de los dioses Amón, Mut, su esposa, y Jonsu, el hijo de ambos. En el año 36 del reinado parece que el viejo Amen-Hotep III se encontraba muy enfermo y ya apartado de todo en sus aposentos, bajo la vigilancia de su esposa, la reina Tiy. Se le envió una imagen de la diosa Ishtar de Nínive con pretendidas propiedades curativas, que no pudo obrar milagro alguno contra la verdaderas causas del mal que le aquejaba. Amen-Hotep III murió, probablemente al inicio de su año 39 de reinado, coincidiendo con el duodécimo año del de su hijo, que ya para entonces había cambiado de nombre y se llamaba Aj-en-Atón “El espíritu luminoso de Atón”. La conspiración había triunfado. La familia de Tiy, de evidente origen extranjero, se había instalado en el trono de Egipto. Desde esta atalaya había colocado a sus miembros en los más importantes puestos de la realeza, el clero, el ejército y la administración,
Aj-en-Atón y Nefer-Ity. La esposa viste al faraón-dios, bajo la protección de Atón (Berlín, Museo Egipcio).
llevando a cabo una auténtica purga en las estructuras de poder del dios Amón, a quien la dinastía debía las victorias sobre los extranjeros y su grandeza. Así se sustrajo al faraón del poder tutelar del dios y de su clero, poniendo el destino de la Tierra del Nilo en manos de gentes ajenas al mundo egipcio. Las consecuencias de la conspiración están a la vista: Tiy hizo casar a su hijo, Amen-Hotep IV –Aj-en-Atón– con su sobrina Nefert-Ity, que era, hija de otro hermano de la reina, el Padre Divino Ay. Este proceloso personaje probablemente se implicaría en el posible asesinato del joven rey TutAnj-Amón, sucesor de los monarcas heréticos, y se apropió sin legitimidad alguna del trono de Egipto (ver La Aventura de la Historia, nº 49, “El misterio de Tut Anj-Amón”, noviembre, 2002). El circulo estaba cerrado. Se hizo necesaria la intervención de un general, el futuro faraón Hor-em-Heb, para restaurar el orden vulnerado de Egipto. Como puede verse, nada nuevo bajo el sol. ■ 93
MEDINET-HABU Ramsés III estaba enfermo y la situación económica de Egipto era caótica. Jesús Trello desenmaraña la conspiración tramada en el harén para cambiar de heredero, lo que precipitó la muerte del faraón y abrió un proceso que implicó a las más altas jerarquías políticas, militares y religiosas
L
a puerta fortificada de la fachada oeste del Palacio de Medinet Habu se abrió sigilosamente y por ella penetró un grupo de conspiradores que se desplegaron por las dependenciales palaciales. Sabían adónde iban, pues algunos conocían el edificio y, además, contaban con guías y cómplices situados en el interior. Era el 15 del 2º mes de shemu del año 32 del reinado de Ramsés III (1153 a.C.). ¿Qué ocurrió después? ¿Lograron los conjurados llegar hasta el faraón o fueron interceptados por la guardia? Estas incógnitas no han sido desveladas por la documentación disponible, pero se conocen numerosos datos precisos: falleció el faraón Ramsés III, cuya precaria salud debió quedar mortalmente afectada por aquellos graves sucesos, en los que estaban implicados familiares, amigos e importantes funcionarios reales. Le sucedió su hijo, el príncipe Ramsés, el indudable beneficiado por aquella crisis, que reinaría como Ramsés IV. Hubo un sonado proceso, en el que fueron acusadas 38 personas del harén, de la familia real, de la administración, del ejército y del sacerdocio y 34 sufrieron la
JESÚS TRELLO, egiptólogo, es autor de Ramsés III: Un faraón guerrero a finales del Segundo Milenio a.C. 94
pena capital. Aquellos sucesos precipitaron el declive ramesida. El Imperio Nuevo llegaba a su ocaso.
Situación explosiva ¿Cómo se llegó a una situación en la que se cuestionaba al faraón, Horus sobre el trono de Kemet, hijo de dios?, ¿Por qué fue apoyada por altos cargos de la administración que habían servido fielmente al rey durante más de un cuarto de siglo? La respuesta habría que buscarla en el deterioro económico y la corrupción que habían llevado al país a una situación social explosiva, cuya manifestación más evidente fue la huelga (la primera conocida y perfectamente documentada) de los trabajadores de la tumba del faraón. Con esta crisis como telón de fondo, tuvo lugar la gran Conspiración del Harén, que se saldó con el fracaso de los conjurados, pero el bando vencedor no logró frenar el caos económico ni las altísimas tasas de inflación. La crisis se complicó con una quiebra social y moral, que dio lugar a actos escandalosos e impíos (como el saqueo y violación de las tumbas de los reyes). El deterioro político llevó a la fractura del país, al ocaso de la XX dinastía, dando paso a la etapa de inestabilidad conocida como Tercer Período Intermedio. ¿Qué hubiera ocurrido
Escena del Harén de Ramsés III. Dibujo realizado a partir de los relieves de Medinet Habu (por Carlos Fernández).
CONJURA EN EL HARÉN
La conjura de la reina madre
95
enterramiento se desconoce, aunque se ha especulado sobre si la inacabada tumba nº 41 del Valle de los Reyes, pudo ser su última morada.
Los hijos del faraón
Sala de Audiencias del Palacio de Ramsés III en Medinet Habu. El palacio se encontraba adosado al lado sur del templo (foto, Jesús Trello).
si hubiese triunfado la Conspiración del Harén? Nunca lo sabremos.
El príncipe maldito Parece que el propósito de la conjura era elevar al trono a Pentaur, un personaje del que se sabe muy poco. Para empezar, Pentaur no era ni su auténtico nombre. La información recogida en el Papiro Judicial de Turín dice: “… Pentaur, al que se le ha dado este otro nombre…”. Lo que se interpreta como una condena al eterno olvido, al perder su auténtico nombre; es decir, la muerte también en el Más Allá. Pero cabe otra interpretación: su otro nombre, que no se menciona, podría haber sido el elegido para su coronación como nuevo rey de Egipto cuando triunfara la conjura. Sea como fuere, se desconoce su nombre y su cargo. Sólo se sabe que
era un personaje importante, hijo de Tiyi y esto porque fue acusado de estar confabulado con ella cuando conspiraba con las mujeres del harén, preparando la rebelión contra el faraón, su señor. La participación de Pentaur podría haber consistido en franquear el camino a los conspiradores hacia el faraón, dada su alta posición y su proximidad a Ramsés III. Y su meta sería, en último termino, alcanzar la corona del Alto y del Bajo Egipto. Evidentemente los textos ni lo dicen ni hubieran podido decirlo, puesto que, en el orden de sucesión al trono divino –redactado por quienes ganaron la partida– no cabría ni plantearse tal posibilidad. El tribunal lo encontró culpable. Pero tuvo en cuenta su alto rango. Y así “… le dejaron donde estaba; él tomó su propia vida…” Se suicidó. El lugar de
Hablan los papiros
E
l azar ha permitido que llegaran hasta nosotros varios documentos relativos a la conspiración: el Papiro Judicial de Turín; dos partes de otro documento conocidas como Papiro Lee o Papiro Rollin, que refieren las prácticas mágicas utilizadas; el Papiro Rifaud, que confirma que la conjura fue contra Ramsés III y el Papiro Varzy, donde hay tres líneas referidas a la acusación contra uno de los procesados, posiblemente Shadmesedjeret. No obstante, la relación de este último documento con la
96
conjura, está en discusión actualmente. Todos los documentos están escritos en hierático. El grueso de la información acerca de esta conspiración está contenida en el llamado Papiro Judicial de Turín. A pesar del nombre, este documento no parece que fuese un texto judicial. Quizá se trataba más bien de un texto que tenía como función proteger al rey en el Más Allá contra una eventual venganza de los condenados. Era un texto “sacralizado”, que debía surtir “eficacia” mágicamente.
No se ha hallado documentación que permita conocer la voluntad de Ramsés III respecto a su sucesión. En el relato de acontecimientos políticos y bélicos que figura en los muros de Medinet Habu, se hace referencia al príncipe coronado, pero no se da el nombre. Aparece junto a su padre, pero sin título alguno que le presuponga heredero oficial o su orden de sucesión. En Karnak aparecen dos hijos de Ramsés III, con sus nombres y títulos: “El escriba real, comandante en jefe del ejército, hijo del rey, de su propio cuerpo, Ramsés, justo de voz” que reinará después como Ramsés IV, y “el escriba real, general del ejército de carros, hijo del rey, de su propio cuerpo, Ramsés Amonherjepeshef, justo de voz”, que accedió al trono como Ramsés VI. El cargo de comandante en jefe del ejército, en esta época de permanente conflictividad, era habitualmente desempeñado por un príncipe destinado al trono. Por tanto, esto podría ser una buena pista acerca del proyecto sucesorio del faraón. En cualquier caso, Ramsés IV no parece ser el hijo primogénito de Ramsés III, pues su padre había preparado una tumba para él (la QV 53) en el Valle de las Reinas, donde, además de las esposas reales, solían enterrarse los príncipes no reinantes. Por tanto, cuando se excavó la tumba no estaba prevista su ascensión al trono. Eso plantea un sinnúmero de hipótesis: ¿Era Pentaur el hijo primogénito y Ramsés IV usurpó su puesto apoyado por una parte de la elite dominante? ¿Estaba Pentaur casado con una de las princesas del harén, lo que le haría idóneo para la sucesión? Fue acusado de participar en la conspiración junto con su madre; por ello, algunos autores presuponen que era un niño que aún vivía en el harén. Pero esta razón no es muy consistente, pues los príncipes egipcios no eran separados de por vida de sus madres, sino que tenían libertad para visitarlas. Tampoco puede afirmarse que Pentaur fuera el primogénito, puesto que hubo tres príncipes que murieron antes
MEDINET-HABU CONJURA EN EL HARÉN
Relieves en el Templo de Medinet Habu, probable escenario donde se desarrolló la Conspiración del Harén (Foto: J. Trello).
incluso que su propio padre, Ramsés III; en la tumba de uno de ellos, Paraherunemef, se puede leer el de “Carrero del Gran Establo de Ramsés Heqaiunu, de la corte de Ramsés Heqaiunu, Primer hijo del Rey, de su Majestad”.
Pasión de madre ¿Y Tiyi? ¿Quién era este personaje?. Tiyi aparece citada dos veces. La primera, cuando se condenó al Jefe de la Cámara, Paybakkamen, por haberse confabulado con ella. La segunda, cuando se condenó a su hijo, también por haber conspirado con ella. Ambos, Paybakkamen y Pentaur, murieron por la misma causa. Toda la conspiración parece girar en torno a esta mujer, de la que no se sabe casi nada. Se supone que fue una esposa secundaria, pero también pudo ser la madre o la suegra de Ramsés III. Se sabe que fue acusada, pero se ignora su condena, si es que la hubo y no se conoce con seguridad su tumba. Pero, ¿qué fue lo que permitió que abrigara esperanzas de éxito en su complot? El complejo templo-palacio de Medinet Habu podría proporcionar alguna pista: allí hay varias representaciones de una reina participando en fiestas y ceremonias. Por ejemplo, en los relieves grabados en piedra correspondientes a las fiestas del dios Min, en las que era necesario el concurso de una reina. Parece lógico que Ramsés III hubiese inscrito el nombre de su esposa favorita, como lo habían hecho faraones anteriores: Ramsés II con Nefertari o Amenhotep III con su esposa Tiy... Sin embargo, en los relieves se observa que el cartucho donde debía aparecer el nombre de la reina ha sido intencionadamente raspado, eliminando los jeroglíficos hasta el punto de hacer
Ramsés III presenta ofrendas al dios Amón, en Medinet Habu. El clero, especialmente el vinculado a las prácticas mágicas, estuvo directamente implicado en la conspiración.
imposible su lectura. Evidentemente, se trata de la condena al olvido de una reina maldita. Y nadie tuvo más probabilidades de ser considerada maldita que la derrotada Tiyi, pues creyó que podría usar su posición junto al rey para legitimar como nuevo faraón a un hijo. Se desconoce cuántas esposas tuvo Ramsés III, pero existen referencias de al menos, dos: Isis y otra cuyo nombre se ignora. La gran esposa real Isis tiene su nombre grabado en la base de una estatua situada en el lado oeste de la entrada del templo de Ramsés III, en el recinto de Mut. Otro monumento que asocia a esta esposa real con Ramsés III, de
forma indirecta, es la tumba QV 51, que Ramsés VI, preparó para su madre, la reina Isis, en el Valle de las Reinas. La segunda esposa real podría haber sido la reina Tyti, quizás madre de Ramsés IV, enterrada en el Valle de las Reinas (tumba QV 52) junto a varios de los hijos de Ramsés III, con un programa iconográfico y estructural muy semejante al de ellos. Esta Tyti también pudo haber sido hija-esposa de Ramsés III, pero no es seguro. Y, por último, quedaría Tiyi, cuyo nombre fue, quizás, el destruido en los muros de Medinet Habu; debió ostentar el título de Gran Esposa Real, lo que explicaría el gran nú97
Puerta este de Medinet Habu, a la que se podía acceder por medio de una escalinata desde el Nilo. Similar a ella era la del oeste, por la que penetraron los conspiradores en el palacio.
mero de personajes de alto rango que se unieron a su conspiración. El enigma de este personaje ha suscitado gran interés, por lo que muchos prestigiosos egiptólogos se han lanzado –hasta hoy, infructuosamente– a releer de nuevo los textos de los papiros, los relieves de Medinet Habu y los programas decorativos de las tumbas del Valle de las Reinas, tratando de reconstruir quién era y cuál fue su puesto dentro de la familia real.
Los conspiradores del harén La conspiración parece que estaba dirigida desde el harén real –una gran institución que daba cobertura a las necesidades de reinas y príncipes– con participación de la alta administración del Estado, del ejército y del clero. Pero, ¿de qué se trataba? ¿Qué hicieron los conspiradores y cómo lo hicieron? La principal acusación asevera que el Jefe de la Cámara, Paybakkamen, se había confabulado con Tiyi y las mujeres del harén para sublevar al pueblo contra el rey. En la primera lista de acusados, es identificado Paybakkamen, el Jefe de la Cámara, como principal encausado y líder de la conspiración, confabulado con la reina Tiyi. Es el personaje más citado en el sumario. Posiblemente, formaba, junto con Payiri, hijo de Ruma, el núcleo principal de los conspiradores dentro de la administración civil. También fueron encausados los más altos 98
funcionarios del harén, que apoyaron a Tiyi: el Director, llamado aquí Panik (el demonio), y dos de sus inmediatos colaboradores. Además fueron castigados el Subdirector y siete funcionarios más por no haber informado, a pesar de tener conocimiento de los planes de los conspiradores. Los conjurados habían conseguido la colaboración de personas del interior, las cuales tendrían como misión facilitar información a la gente del exterior y franquear la entrada al palacio. Los agentes del exterior debían aprovechar
País (El calvo), y también el jefe de arqueros del Kush (el ejército de Nubia), Beyenemwese, hermano de una de las mujeres del harén. Beyenemwese fue quien recibió la señal para el inicio de la rebelión: “Levantad al pueblo, suscitad disturbios para hacer la rebelión contra nuestro señor”. El clero también participó activamente en la rebelión, fundamentalmente por medio de sus habilidades y conocimientos de magia. Participó Parekamenef, “…el cual era mago”; también estuvo implicado Iroi, Supervisor de los Sacerdotes Puros de la diosa Sejmet y dos escribas de la Casa de la Vida, Messui y Shaaedmasdjer. Las prácticas mágicas parece que se concretaron en la utilización de figuras de cera y textos escritos. De la lectura de los Papiros Lee y Rollin se deduce que, aparentemente, sólo se utilizó la magia en una parte de la operación: la que debía neutralizar la guardia a fin de abrir el acceso hasta el rey. Y esto lo lograron los conspiradores, que consiguieron franquear la entrada y desplegarse por el interior del palacio. Por tanto, parece que la magia fue eficaz, pero ningún documento dice que fuese utilizada para asesinar al rey. En cuanto al poderoso clero de Amón, se sabe que el principal acusado de la conspiración era Paybakkamen, un mote que significa el servidor ciego. Algunos autores creen que tras él se esconde un nombre bastante co-
La conspiración de Tiyi contó con muchos cómplices en el harén, la administración, el ejército y el clero, pero fracasó la congregación de la multitud que acudiría a la celebración de la Bella Fiesta del Valle (Ver “Fiestas Tebanas” en La Aventura de la Historia nº 23) para ponerla a favor de la causa de los conspiradores. Un grupo de mujeres –seis, en total– muy activo, fue el de las esposas de los Hombres de la Puerta del harén. Se desconocen sus nombres, pues son mencionadas colectivamente, pero se sabe que también fueron castigadas. Una parte del ejército estaba de acuerdo con los conspiradores y presta a intervenir. La mandaba el general
rriente (Pa)-Bakenimen, es decir el servidor de Amón. De ello se deduce que, probablemente, una parte del clero de Amón también apoyaba la conspiración sucesoria que acabó derrotada. La administración del Estado tenía un importante representante entre los implicados: Payiri, hijo de Ruma, el constructor de la Casa de Millones de Años del Rey Ramsés III, ‘Unida con la Eternidad’ en el Dominio de Amón, es decir lo que hoy conocemos como Medinet Habu. Payiri era Director del Tesoro en aquella época y había servido fielmente al rey durante más de 25
MEDINET-HABU
años ¿Por qué conspiraba contra él?. También estaba implicado Penhuybin, un colaborador de Payiri, que ocupaba el puesto de Director del Ganado y varios mayordomos reales; es decir, hombres de la más absoluta confianza del rey ¿Por qué iban a serle infieles después de tan dilatada lealtad?
Lucha sucesoria Aún no se ha hallado documento alguno que aclare el propósito de la conspiración, pero cabe construir una hipótesis lógica. Si el golpe lo tramaron parientes y amigos del faraón y si no trataron de matarle, pude suponerse que los conspiradores únicamente deseaban acceder hasta él para convencerle de que cambiara su testamento y evitara el ascenso al trono del príncipe Ramsés. Querrían persuadir a Ramsés III de que era mucho más conveniente designar como heredero al príncipe Pentaur. Esto debía ocurrir cuando el rey era ya anciano, con unos 65 ó 70 años y se encontraba muy enfermo (el análisis de la momia de Ramsés III revela que el rey sufría una severa arterioesclerosis). La enfermedad del rey y la incertidumbre sucesoria se unirían así a la pésima situación socio-económica, lo que permite suponer que la corte y la familia real debían vivir sumidos en la incertidumbre y la angustia, lo que facilitaría mucho la captación de voluntades en pro de la conspiración. Ese clima de conjura y sospecha provocó una situación de acoso en torno al rey, al punto de que se temiera por su vida. Eso parece desprenderse de las fuertes medidas de seguridad adoptadas en torno al rey. Precisamente, muchos condenados lo fueron por vulnerar esas medidas. Los conspiradores tenían que franquear la puerta oeste de Medinet Habu. Ha desaparecido, pero se sabe bien como era, por su similitud con la que actualmente existe en el este. Cerca de ella se encontraba el harén del palacio. El golpe tuvo lugar durante la Fiesta de la Llegada del Dios, en la celebración de La Bella Fiesta del Valle, que era el momento en el que el dios Amón visitaba Medinet Habu. Esto permite una datación precisa: el 15 del 2º mes de shemu (Smw) del año 32 del reinado de Ramsés III. La Bella Fiesta del Valle era motivo de gran conmoción en la vida de Tebas: afluencia de forasteros, ruptu-
Escena íntima de Ramsés III con una princesa en el harén, según relieve del Migdol de Medinet-Habu. En otras escenas, acaricia a las princesas en la barbilla y es acariciado por ellas, o juega una partida de senet con las jóvenes, mientras es obsequiado con flores y frutas.
ra de la rutina habitual, músicas, movimiento de gentes a horas intempestivas... Todo ello facilitaría la congregación de un mayor número de conjurados y un más fácil acceso al interior del palacio. El rey debía confiar más en los extranjeros que en los nativos. Su guardia personal era de mercenarios shardana, y la persona que supuestamente condujo a los conspiradores por el interior del palacio fue el llamado Idereme (Idrm), un término geográfico relativo a una ciudad palestina. Los conspiradores traspasaron las puertas, pero se ignora si llegaron hasta el rey y lo que hicieron en este caso, puesto que no le causaron la muerte inmediata. ¿Acaso intervino la guardia personal cuando estaban a punto de llegar hasta el rey? ¿Quizás se apoderaron de él, pero fueron interrumpidos por los guardias sin acabar su misión?. La momia de Ramsés III no presenta heridas de arma, lo que indicaría que no le ocasionaron daño físico alguno. Sin embargo, es difícil desligar la conju-
ra de la muerte del rey, que pudo ocurrir el 15 del tercer mes de shemu de ese mismo año, es decir aproximadamente un mes después de los hechos. Eso abre la hipótesis de que la terrible situación planteada pudo acelerar su final o haber sido la causa directa del mismo. Otras interpretaciones buscan explicar esta diferencia de fechas en errores de los escribas o en atribuir sentido metafórico a determinados textos. Sea como fuere, Tiyi fracasó. Los dos príncipes Ramsés (a continuación, Ramsés IV) comandante en Jefe del Ejército y su hermano Amonherjopeshef (futuro Ramsés VI) general del ejército de carros, parece que estuvieron de acuerdo en abortar la conspiración. Los conjurados fueron encausados y llevados ante un tribunal para ser juzgados. Los escribas que redactaron el Papiro Judicial de Turín parecen escribir al dictado de Ramsés III en el comienzo del proceso: “…Yo he confiado a (aquí se cita a los jueces) ... la siguiente misión: (en este apartado se describen las 99
El poder de la palabra
L
os egipcios contemporáneos de Ramsés III estaban tan convencidos del poder de la palabra escrita que se ordenó fuese destruido el nombre de cada uno de los culpables allí donde estuviese registrado. Esta sentencia se cumplió llegando hasta los sitios más inverosímiles, como es el caso de la destrucción del nombre de uno de los implicados, Payiri, llamado Sutejemheb, el constructor de Medinet Habu. Su nombre fue borrado en un texto existente en las canteras de Gebel el-Silsilah, donde este funcionario había dejado una inscripción, veinticinco años antes, informando de su expedición para conseguir la piedra necesaria que permitiría construir el Templo de Millones de Años de Ramsés III en el Occidente de Tebas. Efectivamente Payiri, llamado Sutejemheb, hijo de Ruma, fué el constructor del Templo de Millones de Años de Ramsés III, en el Occidente de Tebas. Tenemos una inscripción en Gebel el-Silsilah, en la que Payiri informa que fue a aquellas canteras, con 3000 hombres y 44 barcos para recoger la piedra necesaria para la construcción del templo. En Gebel el-Silsilah, hay tres inscripciones (con textos que denominamos A, B y C). La primera de ellas, situada en la entrada principal tiene machacado el nombre de Sutejemheb. La segunda también está en la entrada principal, y tiene el nombre de Payiri sin borrar. Quizá el encargado de ejecutar la orden de destrucción del nombre no identificó éste. Sin embargo, en la tercera inscripción, el nombre Sutejemheb aparece dos veces, una en el dibujo (escena D) y otro en el texto (texto C), en ambos casos sin machacar, al fondo de una galería. Posiblemente, el ejecutor del mandato no localizó estas inscripciones en la cantera o era un tanto negligente en el cumplimiento de sus obligaciones. En esta escena, aparece Sutejemheb adorando al rey contra el cual iba a conspirar, según los documentos oficiales, veinticinco años después.
100
tareas) …” No obstante, cuando comenzó el proceso, Ramsés III ya había fallecido, puesto que se le menciona constantemente como “el gran dios”, calificativo que en esta época solo se aplicaba al rey fallecido. Más claro aún: El Papiro Judicial de Turín, en el párrafo correspondiente al nombramiento del tribuna, dice “… Mientras yo estoy entre los reyes justos, que se encuentran ante Amón-Ra, rey de los dioses, y ante Osiris, gobernador de la eternidad…” Es decir, Ramsés III aparece dictando sus instrucciones desde el Más Allá.
La venganza del heredero Se trata, probablemente, de un mero artificio literario o, quizás, de una argucia del ya reinante Ramsés IV para no cargar con la impopularidad que, sin duda, desataría el baño de sangre que implicó la ejecución de las sentencias, que alcanzó a personas muy reputadas y conocidas.El nuevo faraón trataba de desviar el odio que generaría tan extraordinaria purga como la que se llevó a cabo: 38 personas entre las más altas jerarquías del Estado fueron encausadas; 34 de ellas, condenadas a muerte. Tanto si el enjuiciamiento fue ordenado por Ramsés III, como si lo fue por Ramsés IV escudándose en su padre, el rey se limitaba a nombrar al tribunal y a exhortar a los magistrados a ser rigurosos, tratando de distanciarse de las consecuencias del proceso. El Papiro Judicial de Turín distingue cinco listas de acusados. Las tres primeras corresponden a implicados en la conspiración; en las dos últimas figuran jueces acusados de corrupción. Por su tamaño y disposición, parecen haber sido elaboradas para ser expuestas públicamente como advertencia para todos aquellos que supieran leer hierático, obviamente, miembros de las elites sociales. El resto de los documentos (papiros Lee, Rollin y Varzy, y textos de Rifaud) parecen estar destinados al archivo. De los 38 hombres y mujeres encausados, más de la mitad lo fueron por estar enterados y haber guardado silencio, aunque no participaran en los hechos. ¿Hubo más acusados? Probablemente sí, pero los documentos hallados son sólo fragmentos de otros más amplios. Hay muchos condenados, como
Ramsés III, estatua de granito de 140 cm de alto, hallada en un escondrijo de Karnak (El Cairo, Museo Egipcio).
el primero de los inculpados, cuya falta parece haber sido facilitar el acceso al rey. Habría entregado una especie de salvoconducto, puesto que él jura que “Yo no he dado ningún escrito a ninguna persona de la oficina en la cual yo estaba, a ninguna persona del país”. Todo parece indicar que se trata de Payiri, hijo de Ruma, quién pudo facilitar estos salvoconductos. No deja de ser paradójica la participación de este personaje en la conjura contra el rey, dada la fidelidad que le había demostrado durante toda su dilatada carrera. Ha de suponerse que los procesos judiciales, cuya fecha de celebración se desconoce, se desarrollaron en diferentes momentos o, al menos, alguno de ellos, puesto que –como ya se ha adelantado– en el cuarto proceso aparecen encausados dos jueces comisionados inicialmente por Ramsés III; y en el
MEDINET-HABU CONJURA EN EL HARÉN
cétera. Hasta tal punto se estaba convencido de la fuerza de la palabra escrita que, además, se ordenó que fuese destruido el nombre de cada uno de los culpables allí donde estuviese escrito.
Jueces prevaricadores
Ramsés III en la Ventana de las Apariciones, entregando el oro de la recompensa, ceremonia de carácter excepcional que premiaba lealtades y buenos servicios (por Carlos Fernández).
quinto proceso, un juez también comisionado por el mismo rey. En todos los casos, el acusado es calificado de “gran criminal”, se menciona el cargo que ocupa, las faltas de las que se le acusa, se dice que el tribunal lo ha examinado y se comunica el veredicto y el castigo que corresponde al delito, según la tipificación establecida por los dioses desde el principio de los tiempos. También, cómo y dónde ha de ejecutarse la sentencia. Todos los acusados de participar en la conspiración por acción u omisión, es decir las tres primeras listas, fueron condenados a muerte. Unos fueron ejecutados directamente y a otros se les permitió suicidarse. La sentencia de muerte no era formulada por los jueces, puesto que no entraba dentro de su jurisdicción humana, dado que los acusados habían ofendido a los dioses. La fórmula es
otra: el acusado se reconoce culpable y merecedor de la pena de muerte por lo que ha hecho; los dioses ordenan que se ejecute la pena tipificada. Pero hay un castigo –quizá el mayor de todos, según las creencias de los antiguos egipcios– que no se aclara en el documento: la eliminación del nombre, que los condenaba eternamente, les destruía como seres humanos. Para que el procedimiento judicial quedara completo, con el nombre de los encausados y, al mismo tiempo, el nombre de los malditos se perdiera para siempre, idearon un ardid, consistente en cambiar los nombres de los inculpados, sustituyéndolos por motes tales como “Ra le ciega” (Parakamenef), “el servidor ciego” (Paybakkamen), “el malvado de Tebas” (Binemuaset), “Ra le odia” (Mesedsura), “Penhuy el malvado” (Penhuybin), “el demonio” (Panik), et-
Un indicador más de lo complicado del momento es la propia composición del tribunal, que hubo de ser modificada porque prevaricaron tres funcionarios relacionados con la administración de justicia, nombrados jueces por Ramsés III o Ramsés IV especialmente para este juicio. Los magistrados Paibese y Mai fueron acusados en el cuarto proceso de haberse corrido una juerga (literalmente de haber “hecho una sala de cerveza”) con las mujeres, posiblemente encausadas, que fueron a su domicilio y se divirtieron con ellos. El corruptor parece que fue el general País, con la complicidad de dos personajes encargados de la custodia de los acusados: el oficial de infantería Taynajti y el jefe de policía Nanay. También fueron incluidos en la cuarta lista de acusados, pues participaron en la juerga con el general País, los jueces y las mujeres. La francachela costó la vida a alguno y las orejas y la nariz a otros. El magistrado Hori fue el único encausado en el quinto proceso descrito por el Papiro Judicial de Turín, que no fue castigado. El hecho de que fuese acusado y se librara con sólo una reprimenda, hace suponer que fue el delator del intento de corrupción. Todavía quedan muchas preguntas sin respuesta, pero es indudable que la Conspiración del Harén fue la causa directa o indirecta de la muerte del último gran faraón de Egipto, Ramsés III. ■
PARA SABER MÁS BEDMAN, T., Reinas de Egipto. El secreto del poder. Madrid, 2003. GRIMAL, N., Historia del Antiguo Egipto, Madrid, 1996. KOENING, Y., A propos de la conspiration du harem, Bulletin de l’Institut Française D’archéologie Orientale, 2001. LARA PEINADO, F., El Egipto faraónico, Madrid, 1991. MARTÍN VALENTÍN, F. J., Amen-Hotep III, el esplendor de Egipto. Madrid, 1998. REEVES, N. Akhenaton, el falso profeta. Madrid, 2002. TRELLO, J., Ramsés III: Un faraón guerrero a finales del Segundo Milenio a.C. Gladius, C.S.I.C., 2000.
101