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ESTADO

MAYOR

SERVICIO

CENTRAL

DEL

HISTORICO

EJERCITO

MILITAR

REVISTA DE

HISTORIA

Aiío IX

MILITAR

1965

Núm.

18


REVISTA

DE

HISTORIA

MILITAR

PUBLICADA POR EL

SERVICIO

HISTORICO DEL ESTADO

CONSEJO

MILITAR

MAYOR

CENTRAL

DE LA

REVISTA

D. Francisco Dans Losada, Coronel de Caballería del Servicio de Estado Mayor. JEFE DE REDACCIÓN: D. Juan Priego López, Coronel de Estado Mayor. REDACTOR: D. José Manuel Martínez Bande, Teniente Coronel de Artillería. Y D. Juan Manuel Zapatero López-Anaya, Capitán y Doctor en Historia. DIRECTOR:

REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: MARTIRES

DE

ALCALA,

9

-

MADRID

-

TELEFONO

Precio del número: 75 pesetas.

247-03-00


SUMARIO Págs. La

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Lu enseííanza de la Artillería en España hasta el Colegio de Segovia.. I., .. por JU.OI BARRIOS GUTIÉRREZ .. . . . . .<. . .. . El Marqués de la Ensenada y su política exterior, por CARLOS IBi+ DE IBERO _____. _._ .__ __ ___ . .. _.. ,.. . __. ._ ,., ._. _.. . _. .. . ,.. Las invasiones inglesas 3 Buenos Aires, por BERNARDO N. RODR~GLEZ F.ZKIS.I EaS

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¡V. B.-Las ideas expuestas en los artículos publicados en esta Revista reflejan tinicamente la opinión persa@ de sus respectivos autores.


Esta revista invita a colaborar en ella a los escritores militares 0 civiles, españoles 0 extranjeros, que se interesen por los temas históricos relacionados con la profesión de las armas. En las páginas de la misma encontrarán amplia acogida los trabajos que versen sobre acontecimientos bélicos, destacadas personalidades del mundo militar e instituciones, usos y costumbres del pasado del Ejército, particularmente si contienen enseñanzas o antecedentes provechosos para el militar profesional de nuestros días. Los trabajos serán retribuidos coñ generosidad, según la extensión acostumbrada en revistas de este tipo y carácter.

Depósito

TALLERES

URkFICOS

VDA.

DB C. BERMEJO.-J.

Legal

M. 7.667.-1968.

GARCfA

YORATO,

I22.-TEL.

233-06-I’+-MADRID


LA

GUERRA por ANGEL

Y LA

HISTORIA

GONZALEZ DE MENDOZA Teniente General

Los espíritus cultivados y formados en las disciplinas militares, conocen todo el valor del adagio latino «si vis pacem para bellum», que los espíritus ligeros creen que se limita a formar un copioso arsenal de armas, cuanto más modernas mejor, preparar los técnicos especialistas en su manejo, y lanzarse a la guerra alegremente, bajo la dirección de ((aficionados» que la han preparado, sin prepara,rla ni prepararse.

ESTUDIO

Y MEDITACIÓN

Y para no ser solamente nuestra afirmación la que cuenta, diremos que preparar la guerra requiere preparar los mandos superiores, y éstos se preparan con el estudio y la meditación de la historia militar, como dice el escritor m.ilitar suizo Haüer, cuando escribe: «El estudio de la historia militar es útil y hasta necesario a la formación de los Jefes de orden superior ; no es ella, sin embargo -aunque esto disguste a los historiadores-, sino el destino, el que los hace surgir un poco al azar». Queda no obstante, que el temperamento de este hombre pre,destinado no se des&de en la meditación de los grandes ejemplos del pasado, sino que éstos mismos trasciendan a su persona de grado en grado y de mando en mando. ((Esta meditación de la historia militar no debe ser ni diletante, ni desordenada, como lo fue en Adolfo Hitler ; para ser aprovechado, ese estudio debe ser sistemático y programado».


8

PERVTVEXCIA

DE

LOS

ESTUIIIOS

CLÁSlCOS

«;Pero es que todavía vamos a tener que estudiar a Alejandro, Aníbal, César o Escipión?)), dirán algunos. Pues sí. Una sola respuesta basta. Las dos últimas guerras mundiales, en Europa: se han caracterizado por una maniobra de ala, llamada vulgarmente «Plan Schelieffem ; y hasta se dice que éste murió murmurando : « i Reforzar el ala derecha ! » Y recientemente calificaba yo la invasión marxista de la Peninsula Ibérica, en 1936, como «gigantesco Camîas político de Europa». Porque no es seguro que la guerra de masana sea exclusivamente un cambio de missiles de calibre megatónico, para reducir cada uno a cenizas las ciudades de SLI enemigo y su industria, y aniquilar de 75 a 100 millones de habitantes de la coalición contraria. Pues, aunque así fuera, ya decía Mao-Tse-Tung que si la energía nuclear enemiga elimmara 300 millones de chinos, siempre quedarían otros 300 millones que habría que derrotar. Esto tal vez no pase de una bravata, pero la realidad es que plantea una especie de final lógico de un supuesto duelo nuclear. Como no es de creer que ninguno de los adversarios, pese a SU desgaste, se diera espontáneamente por vencido, al haber consumido las armas nucleares, de larga s«stitución, y aniquilado la gran industria militar, tratarían de seguir la guerra para conseguir la victoria por los medios clásicos a su alcance, y volveríamos a necesitar gente adoctrinada en la guerra de siempre. <Tendrán, pues, todavia vigencia Jomini, el Marqués de Santa Cruz de Marcenado, Clausewitz, Villamartín, Almirante, Foch, Douhet, Mahan, Fuller o Liddel Hart? Cuando el explosivo físico -yclesto que no es más que la explosión del átomo- ha sustituido al explosivo químico, que llevaba prácticamente seis siglos reinando en el campo de batalla ; cuando la que pudiéramos llamar velocidad militar de propulsión, comparándola con el ((Arma Rápida» clásica, que era la Caballería, se va multiplicando por 2.000, ya que ese es el factor si consideramos a una Caballería que ha marchado diez horas en el día a una velocidad de nueve kilómetros por. hora para dar al final de su jornada una carga de cinco minutos de duración a una velocidad de 60 kilómetros por hora, y comparamos su velocidad media con la de un proyectil de


L.A GUERRA

Y L.t EiSTOIiIA

9

gran alcance (10.006 kilómetros), que recorre la semicircunferencia terrestre en una hora ; cuando todo el mundo piensa en una guera de ((apretar botones», parece inocente querer sacar enseñanzas de una historia militar que narra acontecimientos y sucesos, estrategia y combates, que parecen de la Edad de Piedra por comparación con los satélites y proyectiles enviados a la Luna y a Marte, y que mandan su información y fotogra.fías casi como si fueran seres ra cionales.

Pero no nos dejemos impresionar demasiado por este progreso técnico, que no debe confundirse con la civilización. Hay un matiz diferencik, que equivale al que puede haber entre los conceptos de aristocracia y nobleza, que conviene tener en cuenta, aunque no sea más que para dejar sentado que el prog-reso no puede ni debe eliminar la cultura. Además, lin fenómeno parecido de estupor ante la sorpresa técnica, ya lo experimentó la humanidad a la aparición de las armas de fuego en el campo de batalla, que, por muy rudimentarias que fueran, eliminaron de él al Caballero y su armadura, como registran, con gran escAndalo, los cronistas militares de la época. Incluso Cervantes, que, en el famoso discurso de las Armas y las Letras, de ((Don Quijote», llega a desear que no se hubiera inventado ese artilugio del demonio, con el que, opina, que un villano que acaso huyó despavorido al disparar, puede cortar la vitda de un cumplido caballero. 3 la crónica de Alfonso X,I en el sitio de Algeciras, que parece que, al relatar los disparos de los moros, está reseñando, en pequeña proporción, los estragos de una bomba atómica. Porque la Historia Militar, mal estudiada y mal comprendida, deteniéndose en lo acci,dental y perecedero sin penetrar en lo fundamental y permanente, llega a perder de vista su principal objetivo, razón fundamental de estudio, que es, a través de las fricciones inteinvestigar la evolución de las esriores y exteriores de los Estados, tructuras sociales. Pues no cabe dudar que entre los factores fundamentales determinantes del progreso humano y de la evolución las instituciones militares cecial, figuran, en lugar muy destacado, y Ià guerra, con todas sus consecuencias técnicas, sociales, políticas y eco&micas. Y si esto ha sido así en más de dos mil años de his-


10

Á?,GEL

GONZÁLEZ

DE

MENDOZA

toria, rebasando con Alejandro y Roma el ámbito local y el nacional, no hay motivo aparente para que en nuestra época cambie el signo !del acontecimiento bélico. Como he dicho otras veces, es sin duda exagerada la frase del General fiillalba en la Táctica de lns tres .~YIIW, que estudiábamos en la Academia, cuando decía : «La espada tinta en sangre y coronada por el laurel de la victoria, es el único emblema del progreso». Pero no cabe dudar que la guerra, tanto para el victorioso como para el derrotado, impone una indudable evolución de las estructuras sociales, a la que no cabe escapar. Este tema ha sido objeto de un profundo estudio en el XIV Curso de Problemas Militares de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander, y la consecuencia no ha podido ser diferente de la espuesta.

EL

DETERMINISMO

HISTÓRICO

Porque el que no sabe estudiar la historia y no alcanza su finalidad, cree que es sólo narrativa, enumerativa, y únicamente ve en ella batallas, tratados de paz, emperadores, reyes, diplomáticos, generales, héroes , guerrilleros, ministros, víctimas y mártires ; reprochan que en ella ccno sale el pueblo». Sin contar que el pueblo es objeto y no sujeto de la historia --pues una de las muletillas de los prohombres que dicen representarlo, en cuanto se les ocurre algo que no es una vulgaridad, es decir que «están haciendo historia»-, no puede !deiar de calificarse de pedantería la moderna teoría histórica de algunas Universidades «avanzadas)), entre las que no puede desecharse a la Sorbona, que tratan de sentar que la evolución de las estructuras sociales es independiente del acontecer histórico -por lo que llaman a su teoría, «historia no acontecional»-, teniendo como origen un determinismo histórico que, por lo menos, contrasta con la negación permanente del determinismo geográfico y de la geopolítica, como su pariente más cercano. Acaso fuera maligno suponer que el primer ,determinismo se acepta por SLI parentesco próximo con el «materialismo histórico» propugnado por Moscú, y el segundo, y su consecuencia lógica, se rechaza por SLI patrocinio germano. Lo que no podrán negar ni unos ni otros es que la derrota de Alemania y el haber figurado Rusia entre los aliados vencedores, ha he-


1


Re del


LA GUERRA

11

Y LA HISTORIA

cho «evolucionar la estructura social» de 17 millones de habitantes de la Alemania Oriental y de todos los demás países satélites.

LA REVERSIÓN DE LA HISTORIA

Sin embargo, a la hora de celebrar los triunfos del imperialismo marxista, no hay inconveniente en invertir el concepto de la Historia Militar. Hay que buscar entonces un historiador del partido que redacte la Historia Militar de la Gran Guerra patriótica (concepto antes prohibido), para demostrar que el arte militar soviético es el primero ; que el Generalísimo Stalin, Mariscal de Rusia por la gracia «del dedo», era el artífice de la victoria aliada, hasta que le destronó Kruschef ; que los ejércitos soviéticos eran muy superiores a los de los países burgueses y capitalistas. Pero esto es la Historia al revés. Si el estudio de la Historia tiene alguna utilidad, es a condición de hacer un relato objetivo ‘del que sacar consecuencias. No escribir unas premisas obligasdas para deducir de ellas un relato. LA DOCTRINA FRASCESA DE LA SEGUNDA GUERRA

MUNDIAL

La segunda Gran Guerra, con eI triunfo fulminante, inicial, de los ejércitos alemanes y la derrota francesa en los campos de batalla, con el relevo del General Gamelin, ha hecho que se haya reprochado a la F-scuela de Guerra francesa haberse quedado, entre 1930 y 1939, con una guerra de retraso ; y algunos han llegado, en la exageración, hasta decir que después de la primera Guerra Mundial se formó el Ejército francés en los métodos de la guerra de Crimea. Positivamente todo ello es incierto. El Reglamento para el empleo táctico de las grandes unidades que en 3936 promulgó el Ejército francés, preveía perfectamente lo que iba a acontecer en la guerra subsiguiente, y preconizaba tres órdenes ,de defensa contra-carros, incluso en los servicios y en los puestos de mando. El General Tremeau, Comandante en 1935, que fue mi profesor de Táctica de Caballería en la Escuela de Guerra de París, en sus estudios sobre lo que él Ilamaba «Brma Rápida)) ---en definitiva, las Grandes Unidades Acorazadas-, ponía en guardia al Ejército francés sobre lo que luego le sorprendió en el campo : la acción fulminante *del blindado apoyado por una potente aviación. El Coronel Bregeault, el Teniente Coronel De Saint-Remy, el


12

ÁKGEL

GOKZ.\LEZ

DE

M’ESDOZ.4

Comandante Klein, por no citar más que los profesores más destacados de aquella época, no nos han explicado nunca la guerra de Crimea, sino una guerra, entonces futura, muy bien vista, y estudiada con un método tan ordenado como acertado y lógico. Si, pese a las advertencias, luego ha habido puestos de mando que los carros alemanes han hecho prisioneros ; posiciones defensivas que sólo contaban con un embrión de zanja que apenas cubría la pantorrilla ; carros tripulados por obreros movilizados, en tan deficiente estado de conservación que casi eran objeto de combustiones espontáneas ; unidades de reservistas que huían aterradas ante las sirenas de los «stukas», no es a causa de la doctrina francesa, sino «pese» a la doctrina francesa, porque los oficiales de las tropas no habían asimilado las predicciones y doctrinas de la Escuela de Guerra.

PRINCIPIOS

Y

J’ROCEDIMIEXTOS

Porque tanto en cuestiones de doctrina como de estudio de la historia hay que saber distinguir y separar, los principios de los procedimientos ; las normas de empleo, de la calidad de los instrumentos. Las ideas no admiten ingerencias de procedimientos. La doctrina es una selección de ideas que sirven de base a la redacción de los Reglamentos. La Kstoria, mejor el estudio de .la Historia, tiende a una selección de ideas que sirva de base a la conducta de los futuros mandos superiores. Ambas selecciones son, en cierto modo, independientes de los procedimientos. Cuando se dice en la doctrina que la defensiva estática no puede llevar a la victoria, pero que, como no se puede ser fuerte en todas partes, hay que ponerse a la defensiva en la mayor parte para poder practicar la ofensiva en la menor, se están formulando principios independientes de los procedimientos. Cuando sacamos consecuencias de principio de tres de las más típicas batallas de Napoleón, lo hacemos con abstracción de los procedimientos de la época, que no incluían más que el fusil de chispa y el cañón de bronce. Y así, podemos decir : Marengo. Fundamental la conducta que se ha llamado «acudir al ruido del cañón», como hizo el General Dessaix. La que el Capitán General Muñoz Grandes definía con la frase : «Allí puede ocurrir, pero aquí ya está ocurriendo». Ulm. Maniobra de ala d: feliz resultado, porque el enemigo no


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Y LA HISTORIA

ny aprovec;ló-

de la debilidad de esta maniobra

cuando se deja al descubierto el eje de la conversión. Austerlit,-. Brilló el sol de hwtcrlitz, como se ha dicho, porque

está bien y es de gran importancia la norma de «ia conservación del contacto». Pero no hasta el extremo de abandonar una posición defensiva ‘de capital importancia para perseguir una fracción que se repliega, dando lugar a que la ocupe otra fracción enemiga preparada al efecto. VERDY

IXJ VERKOIS,

PECKER,

WILLISEM

Y Focn

Deliberadamente, en todos los ejemplos aducidos, no hemos rozado nada que pueda parecer medios o procedimientos. Y, en estas condiciones, no puede negarse que sigue siendo útil para los mandos el estudio de la Historia Militar, a condición de extraer de ella los principios que rigen la acción, des,deñando el estudio detallado de unos procedimientos que ya no tienen vigencia. Cierto que este estudio tiene que sedimentarse de modo que a la hora de la acción la aplicación de principios sea un reflejo, y no la inútil búsqueda de precedentes en un archivo mental e incompleto. Recuérdvse la frase famosa de Verdy du Vernois : «Al diablo la historia y sus principios ; despu& de todo, : aquí de qué se trata ?N Que es la pregunta esencial que hay que hacerse en cada caso, para profundizar en su conocimiento, para adquirir esa tranquilidad a que se refería el General alemán Pecker, cuando decía : K.. .esa tranquilidad que da el saber». El sucesor de Clausewitz en la Academia de Guerra de Berlín, el GcncraI prusiano WiIlisen, cuando expIicaba a sus alumnos la aplicación práctica de los principios, formuló una regla que hizo suya el Mariscal Foch, el Generalísimo aliado de la primera Guerra Mundial, único que hasta ahora registra la Historia, cuando siendo profesor de la Escuela tde Guerra de París escribió su libro, en cierto modo y por esta misma razón inmortal, Les Phcipes de la Guewe. Esta regla del General Willisen, que en definitiva es la misma afirmación de! General Pecker, pero formulada ya, claramente, como norma de conducta, la enunció así : ((Entre el conocimiento y la posibilidad hay siempre un salto ; pero este salto ha de darlo el saber y no la ignorancia)). Esa famosa posibilidad que distingue el saber, es la que busca, en su raíz, el famoso «<de qué se trata?)), de Verdy du Vernois.


EL

PENSAMIENTO

Teniente

MILITAR EN DE MIO CID,

EL

por JOSE M.a GARATE CORDOBA Coronel de Infantería, del Servicio Histórico

*CANTAR

Militar

Cuando Menéndez Pida1 ponía prólogo a la última versión del sintetizó sus profundos estudios Mio Cid, que hizo Martínez Burgos, del Cantar para definirlo como un evangelio de la vzesurn, la lealtad y la cordialidnd. Consideraba que el Poema nos muestra el carácter integral del Cid, mucho más animado que en la Historia, al ensab zar su acción guerrera de inagotable energía, su fe religiosa y su inconmovible fidelidad hacia su patria y hacia el injusto Rey que le destierra. Pero además se fija el historiador en su templada modestia, SU benignidad con los moros y, sobre todo, su amor familiar, elevado a inspirador de conducta y estímulo del valor heroico, pues el Cid se exalta en la batalla al saberse contemplado por su mujer y sus hijas. El insigne crítico resume su idea diciendo que el Poema nos ofrece un retrato del Cid, idealizado, pero auténtico. En ese cuadro, poético realista, está pues el retrato del Cid, con su espíritu y sus hechos ; está sobre todo, su carácter. Porque sería pobre pretensión glosar ahora sólo sus virtudes, cuando tan magistralmente se analizaron en La EspaGa. del Cid hace más de treinta años. Pero acción y carricter, gesta y gesto, van impulsados por el motor de un pensamiento, aue en el caso ~del Cid es visiblemente militar a poco que se busque en el Poema. Hay cn tal pensamiento influjos del ambiente de la época, pero destaca sobre todo un ideal cidiano, muy personal, que tiene el doble valor de ser testimonio de una oscura época castrense y ejemplo para el militar de hoy, como lo fue para el de ayer. Porque el Cid, ya para las <generaciones inmediatas fue «catedrático de valentía» según el feliz apotegma de Juan Rufo, remo-


to antecedente del «profesor de energía» que fue Sapoleóil. El rey Jaime 1 empuñó con orgullo la Tkójz, porque consideraba gran ventura poseerla, y fray Gil de Zamora nos decía en su crónica que la vida de Rodrigo Díaz era en su tiempo excitadora de hazatlas. En la Crónica General, la biografía cidiana ocupa cuádruple extensión que la de Alfonso VI, y su lectura fue ejemplo educador de todo caballero novel, lo mismo del joven Alfonso XI -futuro vencedor del Salado, que llevó a sus batallas la Cruz del Cid con gran consuelo--, que del aventurado Pero Niño, en cuya crónica se lee: (CTomad ejemplo del Conde Fernán González e del Cid Rui Dáz, que siendo un pequeño caballero, peleando por la fe e por la verdad, e por la honra de su rey e del reyno, venció muchas batallas, e le fizo Dios tan grande e honrado, e fue temido de sus comarcanos». Era que las Partidas, recogiendo una vieja tradición hispanogótica, mandaban que mientras comían los caballeros, se les leyesen historias de los héroes. La tradición databa desde tiempos de San Isidoro, en que se mandaba alegrar las marchas de los guerreros con los cantares de las gestas góticas. La actitud militar que el Cid mostró en su tiempo no está toda en el ayer del linaje, ni en el ahora del ambiente, sino en la trascendencia al futuro de la energía heroica, que crea linaje y supera la opresión y aún la hostilidad del ambiente. En otro caso cae, como el héroe de la tragedia, luchando contra el sino, algo que para SéL neta era digno de la admiración de los dioses. Porque el Cid -en frase de Menéndez Pidal-, «afirmó la nobleza de las obras sobre la del linaje)). Frente al antiguo concepto del hombre como «yo y mi linaje)), o el actual de «yo y mi circunstancia», el Cid se manifiesta como «yo y mis obras», independientes del linaje y por encima de las circunstancias. Así pudo escribirse con razón: «Por mí los reyes reinan)) en la di\-isa que enarbola su estatua de Cardeña.

El asombro DDE fray Martin de Sarmiento ante aquéllos que él llamó «versos bárbaros», dió título al Cantar cuando escribió : «No hay plana que deje de repetir dos y tres veces Mio Cid». ¡Yo le van a la zaga Criador consonando con Campeador, y aún «Padre EspiritaI», sin exigencia alguna de la rima. Acabo de recontar los nombres de Dios en el Cantar de Mio Cid,


y en menos de una página figuran cuatro veces en treinta versos de la tirada 40; otras cuatro, en veintidós versos de la 66, y cinco, en veinte versos de la 134. Por cada hecho de armas hay cuatro y cinco invocaciones o acciones de gracias al Criador, al Padre o a Santa María. En total suman más de 400 expresiones piadosas en los 3.730 versos del Poema, casi a razón de una cada ocho versos, con la particularidad de que el Cantar Segundo, el de la Afrenta, apenas las contiene, porque el Cid interviene poco en el eposodio. No creo que haya equivalente religioso, en extensión ni en profundidad en el Poema de Fernán González, ni en otro cantar alguno aunque. como éste, sea monje 0 clérigo su autor. Si valorásemos la intención del Mío Cid segcn esa estadística gramatical hoy tan en boga, encontraríamos que la primera atención es al caudillo, la segunda a la fe y la tercera a la gnnancia. El poeta canta, pues, al héroe leal y comedido, al héroe cristiano y al héroe necesitado. Pero el Cid asoma por encima de la intención del autor para mostrarse a sí mismo con las miras puestas en Dios, en su rey y su tierra, y en el botín que hace posible la posterior campaña. Ese es el orden que vamos a seguir en nuestro estudio, dejando aparte la estadística gramatical. Atendiendo a la justa ordenación de valores, primero es lo divino, luego lo heroico, y en último lugar lo material. Exactamente como lo entendió el Cid y como nos lo hubiera explicado en sus memorias.

1.

CUANDO LAVOLUNTAD

DE VENCER SE LLAMA PROVIUE~TIALISMO

Destaca sobre todo en el Cantar, la piedad y el providencialismo con que el poeta retrata a un héroe coetáneo, para cantarlo a un ptiblico, que lo ha visto y ha llegado a convivir con él, del que habla de continuo en sus recuerdos próximos. Es decir, cuando el falseamiento de la figura no tiene posibilidad de aceptación. El poeta, reflejando sin duda’ una realidad próxima y conocida, hace que cuando el Cid va a iniciar su campaña, se le aparezca el arcangel Gabriel para excitarle a cabalgar y predecirle continuas victorias. Es un recurso poético que se repetiría mucho desde entonces. Pero no vamos a descubrir ahora la religiosidad del Cid en el


JOSÉ

18

M.*

CARATE

CÓRDOBA

Cantar, que está ya descubierta. Podemos destacar, sí, versos particularmente hondos y significativos, para señalar, más que eso, una base espiritual de la voluntad de vencer, que está en el convencimiento de la justicia de la causa. Es también al principio del Cantar cuando -4lvar FáÍíez anima al Cid diciéndole: ((Dios, que nos dió las almas, consejo nos dará», centrando en una sola idea su voluntad de vencer y providencialismo unificados. No sé por qué relaciono siempre este verso con aquél: «Dios no nos ha de faltar)), que siendo de Don Quijote podría ser del Cid, tanto como lo que le sigue: ((1’ más, andando tan en su servicio como andamos». Y no deja de ser sugerente esta continuidad sdel pensamiento militar expresada por dos poetas entre los que hay cinco siglos de distancia y enorme variación histórica. (1) La voluntad de vencer impregna todas las arengas y frases de Rodrigo Díaz, aunque revertida siempre a su seguridad en la ayuda divina. Basten como muy gráficos dos conocidos versos. En uno, el Cid, alzando los hombros y vibrando la cabeza, se dirige a su primer caballero : ,« i Albricias, Alvar Fáñez, que echados somos de tierra, mas a gran honra tornaremos a Castiella». En otro es -4lvar Fáñez quien trata de sacar al Cid de su concentración en el recuerdo de la despedida familiar, asegurándole : «Aún todos estos duelos en gozo se tornarán)). Optimismo de desterrados con fe y esperanza, ejemplar para tanto angustiado de estos días. Pero todo ello se basa en el más puro providencialismo. Que va desde aquél : ,«Grado a Dios que del mundo es Señor, antes fuí menguado y ahora rico soy» (v. 2.493). «Venzo las lides como place al Criador» (v. 2.497). -4mbas frases concuerdan exactamente con las del discurso de Valencia recogido por el enemig-o Ben hlcama : «Ei día que yo llegué para sitiar Jubala no tenía más que cuatro panes y me ha hecho Dios tal merced que gané Valencia y soy de ella dueño». El poeta, inmerso en esta reahdad del espíritu cidiano, plasma el providencialismo en el mismo hecho táctico, al ligar la ayuda divina a la supuesta decisión de Alvar Fáfíez, cuando planeando la batalla del Cuarte, dice al Cid : «Entraré yo de la otra parte, y de ambas o de una. Dios nos valdrá (v. 1.696). Cuando han vencido, Rodrigo les interpreta la victoria : «Esto, Dios se lo quiso, con todos los sus san-

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CAKTAR

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MIO

CID

19

tos)) (v. 1.7.X). Poco después, en el segundo relato de la misma batalla, es también Airar Fáfiw quien da la expresión más acabada de la espiritualidad del Campeador, diciendo : ((Esta batalla, ei Criador nos la hará, y vos, tan digno que con El tenéis parte, mandhdnoslos herir del lado que os pareciere» (v. 3.3G2). Lo corrobora Ia Historia iioderici, contemporánea del Cantar, y ajena a él por completo, recogiendo la arenga de Rairén, cuya traducicín directa del latín es ésta: «So desaniméis ni os asuste su multituá, porque hoy Suestro Seííor Jesucristo los pondrá en nuestras manos». La superposición entre \-oluntad de vencer y providenciakxno coincide aquí plenamente con el Cantar y aún brilla más si cabe. E: realismo de ambas fuentes resulta así indudable.

Cruzada

dc Orcidmte.

El profundo sentido religioso de las campaíías del Cid se muestra también en actitudes personales pre\-ktas. El voto de Rodrigo cuando aterran a Jimena los tambores almorávides del Cuarte: «Aquel!os atamhores col,,o.îrlos han en Santa María, Madre del Criador)) (v. 1.666), se compagina bien con la T.igiIia del Cid y sus leales t‘n San Serrando de Toledo, cuando pasan la noche (cal Cria<!or rogando y secretamente hablarldot) (‘v. 3.0X), antes de reclamar por su honor en las Cortes, con peIigro de las vidas. Hay en ello un recuerdo de vela de armas caballeresca, anticipo de su concreción en posteriores ritos, como las de San Fernando y San Ignacio, para armarse caballeros ante la imagen de la Virgen, descritos en Ias i’artidas y en los libros de caballerías. Tampoco es preciso insistir en el carácter de Cruzada que tienen las campn!ias del Cid. Cruzada de España, anticipada a las Cruzxlns de Europa. Basten unos versos como testimonio del pensamiento del Campeador, que por ser militar antes que político, y por no ser monarca como otros cruzados, tiene especial valor para nosotros. En ellos aparece el ideal de Cruzada concreto y hermanado con los de Reconquista y Unidad Sacional, pues de los tres es el Cid paladín anticipado. Ya en la segunda acción del Poema, en la batalla de Alcocer, (;Ios moros gritan Mahoma y los crirtianos Santiago» (v. 732). Es la casprimera vez ?tte se registra este grito de guerra en la literatura tellana. Ei grito se repite en el Cuarte: «En nombre del Criador y


20

JOSi

M.a

G.\RATE

C6RDOBA

del apóstol Santiago, heridlo-, caballeros, de amor y de voluntad)) (v. 1.138). Con las misma palabras aparece después en la segunda versión de la batalla (v. 1.690 b). Entre ambas figura el pregón que anuncia el ataque a Valencia para darla a los cristimos (v. 1.189) y en consecuencia con ello, «muchas gentes se le acogen de la buena cristiandad» (v. 1.199). Por ese carácter de Cruzada puede decir el Obispo don Jerónimo con la mayor seguridad: «Al que aquí muriere lidiando de cara, tómole yo los pecados y Dios le tomará el alma» (v. 1.704). Tenía juntamente las dos razones que distinguiría el Rey Sabio dos siglos después, haciendo una distinción que en la Cruzada es ociosa: ((Pues cierta cosa es que el que muere en servicio de Dios y por la fé, que pasa desta vida al paraíso, también que el que muere por defendimiento de su seiíor natural, Ilace lealtad y múdase de las cosas que cambian cada día...». Con sólo el último de los motivos y no menor razón teológica -aunque condicionadaaseguraría Churruca en Trafalgar, siete siglos después de muerto el Cid : «En nombre del Dios de los Ejércitos prometo la bienaventuranza eterna al que muera cumpliendo con su deber)).

El monje guerrero. Una de las más curiosas figuras del Poema del Cid y de la realidad histórica es don Jerónimo de Perigord. El belicoso y santo obispo de Valencia aparece en el canto 78 como llegado de la parte de Oriente, cuándo en realidad venía del monasterio de Cluny con otros compai3eros que llamó Alfonso VI para recristianizar la España conquistada a los moros. A partir del verso 1.292 vemos su ardor b& lico. Las proezas de Mo Cid -- andábalas demandando, suspirando por verse con moros en el campo, que si se hartase lidiando e hiriendo con sus manos, en los días del siglo no le llorasen cristianos. Por si queda alguna du’da, el mismo don Jerónimo lo certifica después de la acción que el Cantar le concede en el Cuarte. Solicita las primeras heridas a!egando que sólo por ello vino junto al Cid,


EL

PESSAMIENTO

MXITAR

EN

EL

como para corroborar la presentación el pUblic0. La intención está clara :

CAKTAR

DE

MiO

ClI>

que el poeta le ha hecho ante

2.371.

Por eso salí de mi tierra y os vine a buscar, por ganas que tenis de algtin moro matar; mi orden y mis hábitos querríalos honrar, y a estas heridas yo quiero ir delant.

2.377.

34i corazón

-

que pudiese

21

holgar.

Es la segunda batalla donde lo solicita, en el Poema, como un honor que disputa a otros tres. El Cid se lo concede a 61, porque con esa condición les ha cantado la misa de Santa Trinidad a toda la hueste formada, una misa especial, para estas ocasiones, como hoy se celebra la del Espíritu Santo antes de comenzar una empresa espiritual. Este es el primer monje guerrero del que nos da alguna noticia extensa la literatura española con valor histórico. La influencia gótica de los tiempos hace que su figura no qwcle exenta de cierta dureza, al menos en la expresión del poeta. Uniendo 10 religioso y 10 militar, lo divino y lo humano, hasta en su más ruda expresión, la estampa del santo obispo resulta extrañamente agria Tampoco es muy real, pues puso mucho en para nuestra mentalidad. él, como en Alvar Fáñez, la imaginación del refundidor de Medinaceli : 2.385.

Por su ventura y Dios que le amaba, dos moros mataba. a los primeros golpes -y metió mano a la espada. El astil ha quebrado iDios!, que bien lidiaba! Esforzábase el obispo, dos moros mató con lanza y cinco con la espada.

1.794.

con ambas las sus manos. Cuando es harto de Gdiar los moros que ha matado. no tiene en cuenta

Desde los primeros tiempos de la Reconquista había aparecido esta rara figura religioso-militar. El monje guerrero tiene en don Jerónimo no sólo su primera expresión literaria, sino su exponente más expresivo y belicoso. Habían existido claras muestras cuando Urbano TI excitó a varios condes de la Marca Hispánica y a todo el


clero y fieles de la Tarraconense para hacer de Tarragona un ants mural de la Cristiandad ofreciéndoles las mismas indulgencias que a los peregrinos de Jerusalén. Ya habían acudido clérig-os con los caballeros de Italia y Francia a la batalla de Sagrajas, convocados por Alfonso VI y con los franceses de Tudela, todo ello por 1086 y 1087, antes que don Jerónimo. Después proliferaban las Ordenes Militares y acompañaban los obispos a San Fernando en Sevilla y los frai!es a Jaime 1 en Valencia. Había tenido en las Kavas su punto culminante cuando va con el Rey el arzobispo de. Toledo, que le infunde valor con su pronóstico, y se cuenta entre los héroes del día el canónigo don Domingo Pascual. Después, ya en las Partidas í1263), se prohibe a los clérigos intervenir en hechos de armas, con muy pocas salvedades;. Pero. a pesar de ello se hará famoso luchando en Antequera el obispo de Palencia, y en la toma de Toro intervendrán juntos el cardenal llendoza, el arzobispo de Toledo y los obispos de Avila y Evora. Cisneros en Cw.ín iniciará el declive de la figura, que renace en la Independencia y en la guerra Carlista, donde otro Jerónimo, el U!timo, hará su nombre tan legendario como el del primero, pasando a la historia como «el cura Merino». Aún, en un epílogo, brotará en la Cruzada Española de 103G, el capellán que recoge los restos de un batallón yir? :wndos y se lanza con él a la conquista de una posición. Todo LID germen de pensamiento militar, típico muchos año% en España, está en ese don Jerónimo que nos canta el poeta del Cid. En él SC vislumbra ya la España de Cruzadas y Caballerías. fundi. das en órdenes militares mrís sobrias y clural)les que las extranjeras. Es un tipo que se inicia en el monje cluniacense, y obispo de Valencia, esculpido en Burgos con la espada en la mano. enterrado en Salamanca, su tiltimo obispado, con general opinión de santidad.

Tal continuidad en lo religioso, la altura teológica de akunos pasajes, y las particularidades de la regla benedictina de Cardena, me hicieron sospechar, de acuerdo con numerosos comentaristas -Azorín, y Pérez de Urbe1 entre los más recientes-, que el autor primitivo del cantar fuese monje de la abadía burgalesa de Cardeña, que bien pudo nacer en San Esteban de Gormaz como acaba de Sefialar Menéndez Pidal, e incluso haber sido mozárabe o cristiano


entre moros, aunque últimamente el maestro cidiano no insitiese más en ello. También era sugestiva la idea de que el poeta formase parte de la hueste de Rodrigo, a juzgar por la precisión de sus datos militares y bélicos -como en otro trabajo examinéy aún por los que atañen a la personalidad del Cid y sus caballeros. Ahora, recién aparecida la teoría del insigne historiador sobre los dos poetas del Mio Cid, se renueva mi creencia, y aún espero ver pronto nuevos puntos de apoyo para concluir que uno fuese soldado y otro monje, y aún ambas cosas el primero, el coetáneo de Rodrigo, lo cual no era raro en aquel tiempo. Hubiera querido yo que la película que ha llevado el nombre de8 Cid por todo el mundo -ya que maltrate un tanto la Historiamostrase el profundo sentido religioso de sus campañas, que el obispo antes ,de absolver a la hueste para entrar en batalla, «les cantase la misa de Santa Trinidad», y llevase consigo el Cristo de 1~s Katallas, y los cabal!eros tcsantig?:üa7en» las sillas al montar a caballo y besasen la cruz de la espada al atacar.. . En ese sentido religioso de guerra de Cruzada, donde voluntad de vencer y providencialismo van identificados. está el segundo motivo ,del Cantar de Mío Cid, entre el heroísmo y la ganancia, según el saldo de la estadística gramatical. Que es el primero si atendemos a la intención del Cid y a la ética militar en la tabla cristiana de valores.

II.

Er,

HÉROE

LEAL

Y COMEDIDO

Con unos gzdince, n tiewn se tiró. Analizar las características del heroísmo cidiano sería empresa tentadora y fructífera como para reclamar por sí sola un trabajo especial. Aquí estaría un tanto fuera de lugar, ya que nuestro propósito se limita al estudio de su pensamiento militar. Examinamos los aspectos espirituales del héroe cristiano, y dando por conocidos los presupuestos generales del heroísmo del Cid, a través del Cantar, toca ahora examinar sus dos adjetivos más salientes, la fidelidad y la mesura, o la lealtad y el comedimento, que vie ne a ser argumento principal del Poema. Atin dentro del cuadro sería interesante ~111 examen paralelo de Fernán González y Rodrigo Díaz, a través de sus cantares respectivos, donde veríamos que si aquél se


24

JOSÉ

M."

GARATE

C¿'RDOBA

perfila como rebelde y antileonés, éste es fiel y nacional a ultranza, coincidiendo ambos en la mesura personal, tanto como en los extremos de la espiritualidad y el afán de botín. Su lealtad no es sino un hito de aquella «fides» celtibérica que admiraron los romanos en Espaíía como característica de nuestro pueblo, sino que en el Cid presenta quizá el caso más extremo y constituye un paradigma humano. La lealtad del Cid se ha hecho ya tópica, por eso no vamos a describirla ahora en el Cantar, pero en nuestro examen es inevitable hacer un alto en ella, porque es esencial muestra del pensamiento militar. Sólo en esa «fidelitas» se explica aquel verso tan significativo «con Alfonso, mi señor, no querría lidiar» (v. 53%) cuando el Fuero del desterrado se lo concedía. Pero no es preciso un examen extenso de esta virtud cidiana, mejor dicho sería de este ideal, cuando un solo verso, el más popular de su epopeya, sintetiza una serie muy larga de ejemplos y actividades, al expresar por sí sólo la opinión que el pueblo castellano tiene de la relación entre monarca y súbdito, y de las calidades comparadas de ambos : «Dios, que buen vasa!lo, si oviese buen señor» (v. 20). Hemos dicho que la lealtad, o mejor, la fidelidad, en cualquier ámbito, es el tema principai del poeta clel Cid, sin distinguir entre los dos autores del Cantar. Y es curioso observar que fue nervio mismo de la gesta primitiva para el poeta de San Esteban de Gormaz, el coetáneo de Rodrigo, que escribió hacia 1105, dejando tan manifiesta y atractiva esta virtud del héroe, que el refundidor de Medinaceli se siente atraído a reforzarla, cuarenta afíos después, en sus ampliaciones, lo que le lleva hasta incluir una alabanza de Alfonso VI al Cid, claramente opuesta a la constante ((invidencia» y recelo de este rey, patente en las crónicas y aún en otros textos del Poema, no menos expresivos por respetuosos al monarca. Es que el poeta segundo, contagiado por la lealtad que emana del Campeador, no sólo la destaca a cada paso, sino que leal él a su vez y contagiado de grandeza de alma, se resiste a mostrar la mezquindad de un Rey perpetuamente desagradecido, es decir, infiel hacia SLI súbdito. Así llega un momento en que presenta a Alfonso en la superación del ideal del Cid, poniéndose por inferior al héroe: «Aunque a algunos les pese, mejor sois que nos» (v. 3X6), donde el poeta mejora mucho al Rey, incapaz de tanta humildad. Con la intercalación de este verso en el texto primitivo, el segundo poeta hace decir al Rey lo que el primero puso en boca del pueblo al comparar el buen vasallo con el mal señor.


Arriba, el códice de n4io Cid, copiado en I 304 por Per Abat. A la izquierda, último folio de la copia del anterior, hecho por Ulibarrien 1596yque quedó en Vivar, sustituyendo a la de Per Abat. Ambas se encuentran actualmente en la Biblioteca Nacional


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EL

PENSAMIEP\TO

MILITAR

EN

EL

CANTAR

DE

MIO

CID

25

Anotemos también cómo el Cid, que sólo llora en despedidas y reencuentros familiares , gime excepcionalmente cuando el Rey le devuelve su afecto. Es el punto culminante en la épica del Poema. Aquí cargaría el juglar la emoción de su voz al cantar, quizá más que en la afrenta de Corpes, el verdadero nudo de la obra, porque éste es un motivo más encarnado en el argumento y constituye una cumbre histórico-militar : En el verso 2.019 y los que con él forman la estrofa, se admira en forma plástica el punto culminante de la humildad del Cid : Con unos quince a tierra se tiró, los hinojos y las manos en tierra los hincó, las yerbas del campo a dientes las tomó, llorando de los ojos tanto había el g-020 mayor. Supremo signo de humildad ese ponerse a gatas en ademán de triscar la hierba, para presentarse con la fidelidad de un animal doméstico. En esa actitud simbólica se remata la continuidad de reservar a su ingrato Rey el quinto de cada botín, el repetido envío de caballos escogidos y espadas valiosas. Tan bien y tan mesurado. Ateniéndonos a los creíbles datos del Cantar, observábamos que el Cid contagia a sus poetas su preocupación por la justicia y la mesura. El poeta exagera cierta afrenta sufrida por el Cid en las personas de sus hijas y supone la reacción del héroe. Su actitud no puede ser más eipresiva, parece que el poeta está viendo lo que imagina, porque sin duda conoce bien la psicología del Campeador y le ha visto en reacciones semejantes. Todo 10 que provoca la noticia es esto: «Una gran hora pensó y comidió» (v. 2.828). Tras ello emprende la reclamación jurídica, por su cauce legal. iQué lejos queda la venganza privada, arraigada y admirada entonces como para ser tema habitual de la epopeya europea! i Qué actitud tan distinta la del Alcalde de Zalamea, cinco siglos después, y celebrada desde entonces hasta ahora! La reacción que el poeta imagina y considera normal en el Cid, rompe con todo lo previsible en las costumbres de la época, cuando prefiere la reparación legal a la venganza por su mano. Los dos autores del Mio Cid admiran en su héroe esa constante


26

JOSÉ

kC.& CAK.\TE

CóiZDOl?.\

moderación, inusitada en la época, porque ese «comedimento» es propio de un tipo caballeresco muy posterior al violento de los cantares de gesta primitivos. Menéndez Pida1 encuentra en la mesura del Cid un retrato, idealizado perc auténtico, que recuerda la «modestia principis moderatioque)), con que Plinio hacía el panegírico de Trajano, otro héroe espaííol. KO está de más recordar que tiempos después el tratamiento de «Serenísimo sefior» y el de «Su Majestad Serenísima», sería la más alta ponderación para un príncipe cristlano y SLI mayor distinción. Por eso el poeta admira como un rasg-o de heroísmo esa abstención de la violencia, esa templada modestia que es propia de espíritus fuertes. Poesía e Historia convienen en destacar la «invidia)) de los cortesanos y del Rey en su doble acepción de ceguedad y recelo (1) propio5 de quienes no aprecian las virtudes por cebarse en los defectos. El ilustre historiador cidiano nos recuerda que Gracián lo seííaló bajo otro aspecto y otro nombre: «Aunque seguro el héroe del ostracismo de Atenas, peligra bajo el criticismo de Espafía». El Cid real sufrió criticismo y ostracismo, pero respondió con vasallaje fiel a las injusticias del Rey, rehusando su derecho a guerrearle, como históricamente lo usaron otros sin ningún reproche. Mientras los cantares españoles glorifican al desterrado rebelde, y en la leyenda de Bernardo del Carpio lucha el héroe contra Alfonso ITI, reconocien’do el Rey ((ca facíades en ello derecho y lealtad», según amparaban el Fuero de los Fijosdalgos, y el Fuero Viejo de Castilla, con leyes recogidas en las de Partisda, mientras en las «chansons» francesas el desterrado atropella por todo y llega al cuerpo a cuerpo con el Rey, inspirándose en una realida,d que rebasaba el límite de los fueros hispanos, el poeta del Cid, coincidiendo con la Historia Roderici, admira en él la constante mesura que es reflejo de SLI concepción de la vida. El CPd del Cantar es comedido en todo. En los más duros trances de la adversidad nos dice su poeta al recibir las nuevas desgracias, «una gran hora pensó e comidió». Y aún ante la inmediata impresión de una injuria, habla siempre ((tan bien e tan mesurado». Es la templanza cristiana del héroe, que no está reñida con la acometividad ni con la audacia en el combate, pero que le hace calcular bien su decisión y ser piadoso con el vencido. Templanza cristiana que sitúa al héroe tan cerca de la moderación del príncipe ad(1) Aún

por

odio la traduce

Kienast


LIL PESSAAIIEXTO

MILITAR

!3

EL

C<Ah-l'AR

DE

MIO

CID

27

mirada en los clásicos, como de esa sobriedad moderna que hoy prometen ios muchachos de la Organización Juvenil: «Ser para con todos sobrios en el uso de nuestros derechos y generosos en el cumplimiento de nuestros deberes». Porque aquí la caridad se confunde con la grandeza de alma y no hay distinción en ello de clásico y moderno. Por eso el Cid es caballero templado y tolerante, que renuncia a los pesados derechos del vencedor y sustituye la venganza homicida de otros poemas, la justicia privada, por una reclamación legal ; opone la dura ley de conquista a la benignidad y propone la mesura como doctrinal de la victoria en un mundo violento y crue1 hacia enemigos y vencidos. KO mucho después inventarían los poetas un Cid de las «Mocedades» insolente y desconsiderado, más al gusto vulgar, quien ante una imaginaria afrenta al padre reacciona con la venganza en duelo personal que no usó en el Poema para vengar la honra de sus hijas, cuando la afrenta imaginada por el primer poeta. La diferencia entre ambos, separados por un par de siglos, si no más, de distancia, estriba en que el primero veía reaccionar al héroe con realismo en un hecho supuesto, conociendo su mesura y comedimiento, habituales en casos semejante, mientras que el segundo vulgarizaba su personalidad en un prntotipo cualquiera de apasionado caballero medieval.

EI

héroe

necesifndo.

Cuando llega el momento en que el Campeador ha de reclutar gente para emprender su campaña valenciana, el juglar imagina o reconstruye la inevitable propaganda de alistamento. Y el pregón que el Cid manda cantar por todos los pueblos de la zona ~LI’: domina reviste esta forma cn la pluma del poeta: V. I.189.

Quien quiere perder cueta e venir a rritad, viniesse a mío Cid que a sabor de cabalgar ; Cercar quiere a Valencia pora cristianos la dar (1). -Quien quiera olvidar cuitas y a riqueza llegar, v6~1pse a mío Cid, que eusta de cabalgar; cercar quiere a Valencia y a cristianos la va a dar.


Es casi un pasquín de enganche legionario, con los tres elementos clásicos de atractivo hacia el riesgo : 1-a riqueza, el ideal y la aventura, o el honor de cabalgar combatiendo al enemigo, que es mezcla de 10s dos últimos. I-Insta ese «perder cuita» -olvidar penases anticipo, a nueve siglos vista, del «nada importa mi vida anterior)). Ante todo, el bando deja bien claro que lo que el Cid pretende es dar Valencia a los cristianos. Para ellos la cerca, y para cercarla busca caballeros y peones que, de paso, pueden enriquecerse. Américo Castro tiene plena razón cuando nos dice: «Si situásemos la realidad del Poema del Cid dentro de un esquema de penuria, de codicia y de reparto del botín, entonces también sería lícito explicar como un juego de hormonas sexuales la poesía de Safo, la Celestinn o Romeo y Julieta» (1). Pero no es posible disimular !a importancia que en aquellas duras necesidades y aquellas duras guerras se concedía a las riquezas y el botín. Después del heroísmo y la fe, la preocupación por (cla ganancia» es el móvil más repetido del Poema. Lo percibió y lo inmortalizó Fernández y González en su célebre cuarteta que COmienza definiendo al Cid : ,«Por necesidad batallo.. .». El Cid combate ((para ganar el pan», en frase del Cantar. No es que si el pan le sobrase no combatiría, sino que el Cid no tuvo nunca ese ideal pacifista que le puso el director Anthony Man. Es más, ha de buscar la guerra donde haya enemigo para poder subsistir con los suyos, como explica el viejo juglar en el verso 834: «Por Iancas e por espadas - avernos de guarir» -por lanzas y por espadas hemos de viviralgo bien claro. No hay tiempo de refutar aquí -ni hace faltala idea del Cid condottiero y mercenario, que aún anda suelta. Basta leer Ln España del Cid donde está bien explicado. Pero en el verso anterior hay cierto sello de lo profesional, evocador de la. frase que Vigny pone en boca de Napoleón cuando finge humilda,d ante el Papa: «Yo soy un obrero en batallas, a los treinta y cinco años he fabricado dieciocho que llaman victorias». Pero la más clara expresión de profesionalismo y necesidad es aquella brevísima arenga del Campeador en el verso 1.126 : «Allí parecerá - el que mereî;e la soldada» -allí se verá quien merece la soldadao cuando advierte a Berenguer, conde de Cataluña, que con su liberta’d no le devolverá del botín «ni un mal dinero», porque (1) AMÉRICO 1959, pág. 111.

CASTRO:

Origen,

ser y existir

de los españoles.

UT~UIIIQ.

Madrid,


EL

PENSAMIENTO

MILIT,\R

EH

EL

CANTAR

DE

MIO

CID

29

dice: «ca huebos me lo he pora estos - que conmigo andan lazrados» -pues me hace falta para éstos, que conmigo van necesitados(1.014), con Ióg-íca militar aplastante.

El tema del pan es significativamente reiterativo. Combate el desterrado «para ganarse el pan». De su lucha con los moros nos explica el pacta: ‘«En cada uno destos aííos, mío Cid les quitó el pan» (v. 1.173) y el mismo Campeador comprende que le vengan a atacar, porque «de ninguna parte que sea no les venía pan» (v. 1.175) y entrando en sus tierras «les bebemos su vino, les comemos su pan» (v. 1.104) y quiere que Jimena con sus damas contemple la batalla de1 Cuarte desde la torre del Alcázar, porque así: «Harto verán por los ojos como se gana el pan)) (v. 1.643). Y por si acaso alguno de los oyentes, que rodean al juglar en la plaza, no ha sentido nunca ese roer gástrico del hambre, volviéndose al supuesto público -lector en nuestro casoel poeta lo dice: «mala cuita es señores, tener mengua de pan)) (v. 1.178j. En la descripción de la bodas, el juglar no puede reprimir un alarde oratorio para hacer la boca agua a los oyentes. Adivinando que se sienten «metidos en la acción)), como cualquier ingenuo eso pectador de cine en nuestros <días, se vuelve a ellos diciendo : t( i Qué gusto os daría comer en el palacio» (v. 2.208). El comer medieval tiene gran importancia. Se observa en la huelga del hambre del conde Berenguer -la primera de nuestra literatura-, y se ve también en las consecuencias de esa alegría de la reconciliación con el Rey, que hace esmerarse al Cid en la comida con que obsequia a Alfonso y su corte. Un gran banquete, donde: «Todos eran alegres -y acuerdan a una sazón, que desde hacía tres añosno comieran mejor)).

El riesgo

3’ el botin

Al acabar aquellos quince días de bodas, aún añade el poeta un nuevo sensacionalismo : «Quien auiso tomar dinero bien era abastecido. iRicos tornan a Castilla los- que allí habían ido! » (v. 2.260). La ambición está dentro del Poema y tuera de él. Está también en ese auditorio boquiabierto ante el juglar que describe golosamente


presas y riquezas, banquetes y tesoros. Está en Martín Antolínez, que primero fomenta la avaricia de los judíos, diciendo que los cofres contienen lo mejor de las parias que el Cid cobró en Sevilla, aprovechando la calumnia y sin reparo en fomentarla, pero que una vez consumado el trato, pide a los judíos como «comisión», el arreglo de unas calzas, cosa usual y preciada entonces. Luego, Rodrigo le promete doblarle la paga, lo mismo que a los que le acompafian al destierro abandonando sus propiedades y contribuyendo a la hIleste con caballos y armas: «Esto que perdéis doblado vais a cobrar» (v. 303). Tal preocupación económica llega a ser obsesiva y molesta para cualquier sensibilidad militar de hoy, pese a la proletarización que ataca por todas partes a las instituciones : pero hay que saber situarse en la época. Como antes prometió el Cid enriquecer a quien concurriese al cerco de Valencia, el poeta generaliza la idea del pregón, una vez ocupada la ciudad, como para predisponer el reeng-anche : «l)uièn a buen I . .i en delicia» (v. SSO). La frase parece 1111resenor sirve, siempre vire clamo positivista redactado ayer tarde. Pronto llega la riqueza : ((Del castillo que tomaron, todos ricos la primera operación de guerra se van» (v. $kO). Era en Castejón, que describe el Poema. La riqueza, un tanto relativa, tal vez sblo asombra a un jug-lar que haya hecho voto de pobreza. Otra vez «a los de a piè y a caballo por igual ha hecho ricos» (v. 848). Pero el botín más extraordinario es el de la batalla del Cuarte, donde, según el poeta, hubo 600 marcos de plata para cada uno de los que intervinieron. Eran por lo menos cuatro mil hombres -pero dejemos hoy 1;~ estadística-. y los infantes de Carrión ((se vieron ricos para siempre» (v. 2.470). Poco después, cl Cid les anade nuevos regalos de boda, y el poeta le atribuye la única ufanía que el Cantar pone en boca dei héroe. Han de ser versos del refundidor, aunque lo hace con ánimo de ponderar la esplendidez del héroe : 2.379.

Que lo sepan en Galicia y en Castilla y en León, con que riqueza envío mis yernos, ambos a dos.

Versos ,de contraste en la general espiritualidad cidiana y que quizá sólo concuerden con otros, harto extraños, por mostrar al Cid demasiado codicioso, sin la esencial distinción que cualquier militar establece en su escala de valores. cuando lamenta la pérdida de sus regalos al conocer la afrenta de Corpes :


2.912.

Mis

caudales

se han lle\,ado, que cuantiosos con el otro deshonor.

son;

eso me pesa también

Es sin duda una imperfección del segundo autor, que 110 comprende al héroe como el primero. pero con ella trata de recordar una vez mis esa ((razón de necesidad» por la que guerreaban los castellanos del desterrado. El Cid no deja de cobrar su parte del botín y el poeta no desdeña presentárnoslo ocupado en venderlo, porque no lo considera deskollroso. Así, malvende a los moros de Hita y Guadalajara su quinto de la batalla de Castejón (v. SIC), y a los de Ateca, Terrer y Calatayud, el Castillo de hlcocer, cuando se ve obligado a abandonarlo (v. SG). En la toma de Valencia el Cid manda tomar su quinto y «en dinero amonedado, treinta mil marcos le dan)) (v. 1.217). Cuando, más tarde, va a cercar la ciudad una muchedumbre de moros, ante los asombrados ojos de Jimena, Kodrigo la consuela diciendo : «Es riqlrezü que nos crece, maravillosa y grande)) (v. 1.64S). Luego ce cifraría en un mote heráldico famoFo : KA más moros, más gan;1!1cla». Si en el Pinar de Tébar gana el Cid la Colada, el poeta pondera más el precio que la gloria del trofeo, porque «vale más de mil marcos» (v. 1.010). También «mil marcos de oro vale)) la Tizona, ganada al rey Búcar en el Cuarte (v. 2.326). Y si allí, cosa extraña, no hay valoración de Btr hiecn -botín de la misma batalla-, se hace en los escasos versos sáfico-latinos del «Carmen Campidoctoris», coetáneo del Cid, al decir de su caba!lo: «Xo lo daría por mil sueldos, que corre como el viento y salta más que un gamo».

IHemos apmado el «crematismo)) del Cid y sus caballeros en el Cantar. Queda anotado ta.11 sólo COLIJO muestra de esa «razón de necesidad» que a veces es origen de las más altas empresas -el hambre aguza el ingenio-, pero no podemos olvidar la magnificencia del Campeador, la esplendidez de que hace gala en las bodas de las hijas, la generosidad que ascma en sus continuos regalos a amigos y vencidos : dentro los han tornados, 801. A so castiello a los moros aún que les diessen algo. mandó mío Cid -


32

JOSÉ

bs.a

G.~RATE

CÓRDOBA

Era el reparto de la ganancia después de la batalla de Alcocer. También sus caballeros tienen gestos gallardos : Minaya no acepta el quinto del botín que Kodrig-o le ofrece por su algara en Guadalajara, y promete a Dios que, no siendo presa de lucha, nunca to. mará nada en pag-o. El poeta nos presenta LIII~ definitiva actitud de los caballeros de la hueste tras su primera acción de armas : 474.

Sos caballeros déxanla a mío Cid

llegan con la ganancia, todo este no preqian nada.

2 Pues qub. aprecian? El honor y la gloria por encima de todo.

Iv.

A MÁS MOROS

MÁS

í:ANANCCA:

LOS

MOROS

Los prisioneros de una y otra fe. El autor del Mio Cid idealiza seguramente al héroe cantado. No en vano está manifiesta su gran admiración por el Campeador. Así se encuentra cierta divergencia entre el indudable realimo de los versos y el no menor verismo de las prosas cronísticas, entre la benevolente actitud del Cid hacia el enemigo que nos muestra el Cantar, y los inevitables rasgos de crueldad medieval -aunque breve y contenidade las crónicas árabes. El tono de la templanza y ia moderación predominará en toda la conducta del Cid con el enemigo, sea moro o cristiano. De los segundos no hay muchos ejemplos, pero sí suficientes para introducirnos a un paralelismo con el trato a los moros prisioneros, vasallos o invasores, mucho más significativo por pertenecer a otra raza y otra religión. La Crónica de Veinte Reyes contiene una prosificación muy fiel del texto del Cantar de Mio Cid. A ella se acude para cotejar textos perdidos o dudosos, y en ella identificamos con gran exactitud el contenido de la primera hoja, que falta al manuscrito del Poema. AX se cuenta la prisión por el Cid de don García Ordóñez, conde de Nájera, después de enfrentarse en Cabra las fuerzas de ambos. La prosa dice que el Cid aprisionó al conde y a otros muchos caballeros, y tanta gente de menos monta que no podía contarse; y «túvolos el Cid presos tres días, y luego dióles libertad a todos». Más adelante presenta eI Cantar otro prisionero del Cid, el conde Berenguer de


Cataluna, en el Pinar de Tébar. Berenguer preso, vencido por la deshonra, busca la muerte en la huelga del hambre, y el Cid le hace una promesa : 1.030.

Si vos comiéredes libraros he los cuerpos

como yo sea agradado, y daros he de mano.

Y lo cumple. I,a Historia Koderici coincide con el Cantar plenamente en estos datos de la prisión del Conde Berenguer : da la libertad a todos mediante promesa de rescate y entrega de espadas antiguas y valiosas. La crónica leonesa aún agrega nuevos datos mag-nánimos del Cid, pues dice que volvieron los caballeros con sus rescates y los que no podían pagar traían hijos y parientes cn rehenes, según LISO de entonces, pero el Campeador se conmovió, 5; después dc consultar con su mesnada, les perdonó y dejó libres. Al recordarlo Menéndez Pidal, no puede fienos de añadir un cocuando en la guerra mementario sobre esta admirable genrrosidad, dieval se procuraba más que matar enemigos, hacerlos prisioneros para conseguir rercntes. Entre una y otra actitud con sus prisioneros, el Cid ha sufrido la prueba del destierro. Y c«aur!o Íe destierran de la corte, tan sólo por calumnias de los cizañeros -los ,«mestureros» del Cantar-, el héroe se limita a decir : ((Esto me han vuelto mis enemigos malos», resignado con el destino pro;,idencial, anticipándose en muchos años a perfecciones cristianas militares, alcanzadas sólo por espíritus grandes. distinguir en su trato a 14 Cid, con gran visión política, supo los moros españoles de los africanos, usando de la atracción protección y respeto para con los primeros, y haciendo guerra a muerte a los segundos. La distinción se refleja también en el Cantar. Con ello no hacía sino reconocer que había españoles de dos creencias, patriotas todos n su modo, pese a su diferente religión y cultura, Era nn reconocimiento manifiesto ya en Alfoso VI, al llamarse «Empecon el mismo espíritu de atracción que rador de las dos religiones», el Campeador No hacía falta ‘demasiada perspicacia para ello, ni se trataba de algo tan sutil como para que lo descubriésemos nosotros ahora de la mano de Americo Castro. El Cantar refleja fielmente siste en los rasgos de piedad

esa radical diversidad de trato, e incidiana para con los moros españoles


34

JOSÉ

Y.=

GARATE

CúRDOBA

vencidos. Por eso, según el poeta, al abandonar el Campeador villa ,de Castejón, «los moros y las moras bendiciéndole están», poco después se repite la escena con muestras más emotivas: 855.

Cuando dejó Alcocer moros y moras -

la Y

mío Cid el de Vivar, comenzaron a llorar.

La fuerza de los versos arcaicos hacen ocioso todo comentario. Pero en el castillo hay presos que no pueden llevar consigo y decide dejarlos en libertad ; 533.

Mas el castillo no lo quiero asolar cien moros y cien moras quiero ahí liberar.

Es una clara decisión respecto al trato a prisioneros. Siete siglos después Napoleón se encontraría en Jaffa con una situación así y diría en su descargo : «No hubo más remedio que fusilarlos». Y siglo y medio más tarde, Rommel, en el desierto, decide libertar a sus prisi~oneros, si la falta de agua pone en peligro de morir de sed a sus soldados. Más adelante, cuando al Cid se le enfrenta la oponión de los violentos en otra situacion de gran apuro, explica así las razones de su condocta para con los moros que están .a su merced : 619.

Los moros y las moras si los descabezamos metámoslos aSdentro moraremos en sus casas

-

venderlos no podremos, nada ganaremos ; su señorío tenemos; y de ellos nos serviremos.

Y cuando por razones de segurida.d, para celar el secreto de sns disposiciones defensivas, se ve obligado a encerrar de nuevo a los prisioneros que liberó, al conseguir la victoria les hace partícipes deI botín, como antes señalamos.

Conz~rensión

del enemigo

Aún va más lejos el Campeador magnánimo. El Cantar nos dice que una vez cercada Valencia «púsola en plazo, por si acaso la viniesen a ayudar)). Las crónicas revelan que lo hizo también frente a Sa-


Caballeros

lorigados

de la época

dzl Cid, Oviedo.

con ancha espada acanalada (Fotos cedidas al autor pw

y gran escudo triangular, en don Gonzalo Menéndez Pídal!.

los capiteles

de la Cámara

Ssnta

de


Jinetes

y peones

moros

andaluces

(Foto

al aufor

XI, en el códice cedida

del siglo

por

don

Inidal).

de 1047, MenCndez

de Liébana, Gonzalo

del Beato

conservado

en la Biblioteca

Nacional.


EL

PEKSAMIENTO

MILITAR

EK

EL

CANT.4R

DE

MIO

36

CID

gunto. La noticia requiere explicación. Era norma caballeresca muy antigua conceder un plazo prudencial al enemigo apurado, cuando tenia esperanzas de 1111posible refuerzo, concediéndole incluso la salida del Castillo sitiado a mensajeros en demanda de ayuda. EI Campeador lo practica, aunque era extraordinario con los moros, para mostrar así mayor seguridad en sí mismo y en la justicia de SU causa, dando al combate cierto carácter de Juicio de Dios. Con tal sensación de dominio, claro está que se minaba la moral adversaria. Hasta aquí se ve cómo la actitud del Cid está en contraste con ei rigor de la época hacia enemigos sometidos o prisioneros. Se manifiesta la posibilidad de venderlos en la reflexión, puramente material, que ha de hacer a sus hombres sobre la utilidad de matarlos o no. E! Cid intuye, en su ética de guerrero cristiano, algo que aún no se ha hecho ley ni costumbre: la general piedad. Pero hay en el Poema un momento de extrafia comprensión hacia el enemigo que hace pensar en ciertos pacifismos de hoy, en actitudes mentales que tanto daño vienen haciendo al mundo últimamente, inconvenientes para el político, pero mucho más paligrosas para el guerrero. Cnando anuncian al Cid la proximidad de los moros atacantes, él reconoce la razón que asiste al enemigo en 10s siguienter términos : 1.103.

En sus tierras estamos y hacérnosles todo bebemos su vino comemos su pan; si a cercarnos vienen con derecho lo harán, con menos de lid esto no acabará.

mal,

La expresión nos trae el recuerdo de una reciente novela francesa, Retrato de IUZ oficial, donde el protagonista dice: «Desde el punto de vista de su raza ellos tenían razón: desde el nuestro la teníamos nosotros» (1). Tras esa frase, el oficial desemboca en el «rompan filas» de su moral y su espíritu militar. Pero eso que hoy puede ser pacifismo suicida y cruento, en el caso del Cid habría que interpretarlo benévolamente como misericordia y comprensiva carídad, que no mermaría en nada el ardor combativo de sus hombres. Más lógico uerá pensar, de todos modos. que la paternidad de la frase esté exclusivamente en el posible poeta-monje que escribía, y (r)

Piet-re-h’etwi

Sidn.

Ed. Dinor 1961.


36

JOSÉ

M."

C.\RATE

tiRDOB.4

aunque para Menéndez Pida1 la estrofa pertenece al poeta primitivo, conociendo sus aciertos en todo, cabe la sospecha de que el texto se deba el refundidor de Medinaceli, tan propenso a errores y desviaciones. De todos modos, el pensamiento libre de uno u otro poeta, quiere llevar a los oyentes del Cantar hacia esa idea militar cristiana que hoy se sintetiza en la máxima de ((Apuntad bien, pero tirad sin odio)). Jdea del poeta, que el Cantar no es texto taquigráfico cidinno.

Así es el trato del Cid a los moros españoles, los que, en cierto modo, están en su propia tierra, ‘y por eso tiene hacia ellos una actitud magnánima y una política de atracción. Frente a los almorávides de la «guerra santa», nuevos y sanguinarios invasores, su actitud es muy otra, de castigo implacable, de escarmiento ejemplar, sin piedad ni cuartel. Por eso el Cid es «terror de moros», Está en el ambiente de todo el Cantar y la tradición ; lo cxprcsan los historiadores árabes en SLIS crónicas, como los cristianos en sus documentos ; lo saben como un tópico los oyentes del juglar. Aunque el poeta no tiene ningún interés en descubrir crueldad alguna en SLI héroe, al que ejemplariza hasta límites de panegírico realista, asoma ese concepto público en ciertas reflexiones del buen amigo del Cid, Abeng-albón, el moro que dio nombre a Puerto Mingalbó : 1.524.

Aunque

mal le queramos

-

mucho le tengo por torpe -

no se lo podremos

hacer.

a quien no conoce esta verdad.

Hay en esta advertencia cierta intención de guerra psicológica por parte del poeta, al llamar ,c(torpes» a quienes no vean inútil toda resistencia. Con tal idea nos presenta a Abengalbón en su calidad de moro amigo. La técnica es la misma de un autor contemporáneo con pretensiones de imparcialidad al juzgar nuestra última CrLtzada, que en su prólogo tacha de ((fanáticos» por adelantado a quienes no guste su novela. Sólo hay un momento donde el Cid define por sí mismo el terror que causa a sus enemigos. Por algo será:


37 2.498.

Moros y cristianos de mí tienen gran pavor. Allá dentro en Marruecos -do las mezquitas que habrán de mi asalto quizá alguna noch dios lo temen que no lo pienso yo.

son,

Temores de que la campalla nacional del Ci,d alcance dimensiones imperiales muy semejantes a la referencia que Ben Alcama dejaba por entonces en su crónica: «Allegóse a él un gran gentío, porque oyeron decir que quería entrar en tierra de moros». La otra fuente árabe fundamental, crónica de Ben Bassam, resume la opinión de los moros en forma más gráfica y más impresionista : «Llenó de pavor así a los de cerca como a los de lejos. Hin. chó de espanto los corazones)). Es la visión de un Cid invicto e implacable con los inrasores almorávides, a !a vez que clemente y benigno con los moros españoles. IJna vez más el Poema es verista e histórico.

Aunque rl nudo dramático del Cantar de Mío Cid está en las bodas de las hijas, FLI tesis se centra en la intimidad del protagonista, un héroe humano como pocos en la literatura de cualquier tiempo y país,, que se anticipa a su época en su conducta privada, pública y familiar. Se hace patente en él un sentido caballeresco neto, aunque cristiano, que vale la pena rsankar por lo que refleja de su pensamiento familiar. El autor del Cantar nos descubre la rivalidad latente entre las dos ramas de la nobleza: Los ricos-hombres, cortesanos, y los hijosRivalidad que se duplica si éstos son castellanos mdalgo, cawpendol*es. -0 de SLI extremadura, como el poetay aquéllos leoneses, identificados eg el ‘Poema como nobles «mestureros», y aún catalanes, a los que el poeta llama «francos» en el verso 3..002, tachando de «muy follón», al conde Berenguer que les gobierna. E! autor del Cantar, claramente democrático y antileonés, pinta y reprobables :I todos los cortesanos de la alta con trazos din-os nohieza. El conde de Sájera, lleva el burlesco mote de «el de Cabra», en atención a SLI vergonzosa derrota allí sufrida, donde el Cid


38

JOSÉ

M.”

GARATE

Ci)RDOB.\

le mesó las barbas. Es el antagonista del Cid. Los condes de Carrión son cobardes y viles con las hijas. El conde Berenguer, aun siendo catalán, cierra el tríptico confirmando la visión hostil. Entre los caste!Ianos no hay ninguno de la alia nobleza en toda la narración. Llega un momento en que el conde de Nájera, García Ordóñez, comenta con ironía Ias noticias que llegan sobre el Cid: «Parece que en tierra de moros, hombre vivo no dejb)) (v. 1.315), pero el Rey le corta con una hiriente réplica: «En todas guisas, mejor me sirve que vos». Había hablado el conde contra cl infanzón, la alta nobleza contra la baja? el leonés contra el castellano, y ahora el rey, por obra del poeta refundidor sale en defensa del segundo, con un espíritu de justicia y sana democracia, extraño en él, aunque norm,;I en otros reyes, tan ejemplar como olvidado por los demócratas modernos quz ignoran los orígenes de la monarquía castellana y democrática. Tal rivalidad la recogerá luego el Romancero, aunque muy falsificada, enfrentando al Cid, no ya con el histórico conde de Nájera, sino con un fantástico don Gome de Gormaz, conde Lozano, de trazo muy simplists, tan popular como irreal, nacido en el Cnqztal de las Mocedades o El Rodrigo, y repetido numerosas veces hasta nuestros días a tra\-éL; de Guillén de Castro. C’orneille y Escobar, a base casi siempre de fijar los dos ramas de la nobleza en dos estereotipos de personalidad lineal y pobre psicolog-ía. Más tarde también Cervantes sugeriría el mismo enfrentamiento al describir la vejación que el hidalgo manchego sufre con las burlas de los duques. La afrenta de los duques a Don Quijote es como una reminiscencia de la, afrenta de los condes al Cid.

Deshow<r

y dcslronor.

Ei sentido caballeresco se muestra en el Cantar muy original y primitivo. Su expresión más completa y avanzada corresponde sin duda al refundidor de Medinaceli, con espíritu menos depurado. Destacan en primer lugar el sentldo del honor y la galantería. En la hoja inicial, perdida, del códice de Per Abatt. estimaba el Cid «que perdería honra, si no fuese a acometerlos», frase netamente caballeresca, que incluso resulta moderna para ei Cid. En esa época, como aím en Ia actual, se delimitan mal los conceptos de honor y casi se tiene en más aprecio la ajena opinión honra, pero ademas,


EL

PENSAMIENTO

MtLITAR

EN

EL

CANTAR

DE

MIO

CID

39

de la dignidad que la dignidad misma. Así, en la huelga del hambre del conde Berenguer, motivada «porque tales wzrrlcalzados le vencieron» (v. 1.023), cuando, por decidirse a comer, el Cid le deja libre: abandonará el campamento volviendo de continuo ia cabeza a ver si el vencedor se arrepiente de su generosi,dad. Por si el espectador tuviese alguna duda, nos aclara el juglar que «el cabal Campeador no hizo jamás una deslealtad, ni la haría por cuanto hay en el mundo» (v. 1.080). Ya en la batalla del Cuarte, Pero Bermudo regala al infante de Carrión ~111 caballo tomado al enemigo, para que exhibiéndole como trofeo, oculte su cobarde conducta. Y Bermudo guarda el secreto, para «evitar deshonra)), hasta el momento en que se ve obligado a revelarlo en Cortes. Tiay toda una teoría de la deshonra, muy original, que sigue caminos más cerebrales y jurídicos que los del canon calderoniano. Cuando la afrenta de sus hijas, el Cid recuer,da que sólo a petición de SLI padrino el Rey fueron casadas, y razona así el caso : 2.906.

Desta deslaonrn que me han hecho infantes de Carrión. que le pese al buen rey de alma y de corazón. El casó mis hijas que no se las di yo ; cuando las han dejado -a gran deshonor, si des!cor:rn ahí cabe alguna contra nos, toda es de mi Señor. la poca y la grande

Creo que no se ha reparado en una fina ,distinción entre deshonra y deshonor en el pasaje, corroborada en varios versos más. Parece que hay en el autor un mterés moralista en matizar la afrenta de las hijas -que llama deshonor-y la que del hecho trasciende al Rey, más que a su padre el Cid, que el poeta llama deshonra. ?rTo es exacta la distinción, según nuestra actual terminología, pero sí marca esa mayor hondura que tienen los ataques públicos a la honestidad ,de la mu,jer, que aún siendo inocente, siente a veces sobre ella la vergiienza social de un reparo, cuando no una repulsa, pese a su inocencia, que predispone a identificar deshonra y deshonor.

El femenino

estimulo

La ,galnnteria cesos romancescos

del guewero.

tiene en el Poema su expresion. pero frente a e’xde libros de caballerías, hay a.quí un aire realista


JOSÉ

40

11."

GABATI:

CúRDOB.4

que quiere hacer partícipe a la dama de la alegría del rriunfo, aunque también de la fatiga del combate, en un raro pasaje que podria llamarse de anticaballerías : 1.641.

Mis hijas y mi mujer harto verán por sus ojos

xrme han lidiar ; como se gana

el pan.

Poco después el verdadero sentido caballeresco tiene su expresión galante más alta e insospechada. Ha subido a Jimena y sus hijas a la torre del alcázar para que gocen viendo la victoria desde el planteamiento mismo de la batalla. Muestra a la esposa el campamento enemigo y se lo brinda doblemente a la mujer y a las hijas. En gesto magnífico les hace saber que con su presencia In crece el corazón : 1.6-I-9.

X poco que vinisteis para casar vuestras

1.6.55.

Créceme

el corazón

presente os quieren dar : hijas, os traen ajuar. -

porque

estáis

delant.

Tañen los tambores almorávides, ponen pavor en Jimena, a la que ((qui&-esele quebrar el corazón)) y en las dueñas y las dos hijas, que desde que nacieron no sintieran tal temor. Estampa clásica de la dama medieva!, y aím moderna en el cine americano, sintiendo la angustia por la suerte del héroe mientras sigue las incidencias de la lucha. El Cid promete trzer los tambores y ponerlos ante Jimena para que vean bien cuáles son, y despk colgarlos como trofeo en la catedral valenciana, a los pies de Santa María. Entra el Cid en Valencia, como entró ya en Castejón -primera y última batallas del Poema-, erguido en «Rabieta», con la espada en la mano y la cara descubierta. Cien caballeros le escoltan. Se para ante las dueñas, que le esperan a la entrada, y las dice cahallerescamente : 3.74P.

A vos me humillo, dueñas, --- gran prez os he ganado : vos teniendo Valencia y yo vencí en el campo. Rogad al Criador que os viva algún ario,

1.754.

entraréis en prez - y besarán vuestras manos. Esto dijo mío Cid descendiendo del caballo


EL

I’ESSA1IIEXTO

MILITAR

EX

EL

CANTAR

DE:

MIO

CID

41

Cuando le vieron de pie que era descabalg-ado, las dueñas y las hijas y la mujer hijadalgo, delante del Campeador los hinojos hincaron. 1.-Í-64. Estas dueiks que trajisteis que os sirven tanto, quikrolas casar con de aquestos mis vasallos ; a cada una de ellas doyle doscientos marcos. Levantáronse todas y besáronle las manos. ‘fa1 es la escena típica caballeresca del Poema, con una cortesía juntamente galante y patriarcal, de mutua reverencia entre el héroe y las damas, empapada de sentido cristiano y castellano. Es quizá ra másima aproximación a los libros de caballerías y al sentido feudal de la familia, tan distinto en realidad, porque en España -y menos en Castilla- nunca hubo propiamente feudalismo. Hay otro momento con un nuevo contacto caballeresco, que a nosotros nos recuerda acentos del Quijote. Es en el juicio de Dios, donde después del desafío oficia! por declaración de «menos valer» ritual, formulado en triple reto al enemigo ; cl vencido ha de confesar su derrota y su traición para que la lid se dé por terminada : 3.346.

y vos sois varón, Ellas son mujeres más valen que vos. en todas guisas Cuando fuere la lid. -- a guisa de traidor ; de cuanto he dicho verdadero seré yo.

Tal es el reto de Pero Bermuda, alférez nando de Carrión. El de Martín Antolínez fórmula : 3.368.

del Cid, al Tnfante Fera Diego sigue la misma

Hij2s del Cid porque vos las <dejasteis! más que vos valen. en todas guisas -41 acabar la lid por tu boca lo dirás, que eres traidor y mentiste de cuanto dicho has.

Los breves gritos de «vencido SOR--» y <(váleme Dios glorioso» que dat: los infantes. representan esa confesión de traidores previamente convenida !’ los retadores hacen buena su acusación con la victoria.


42

JOSÉ

Id.*

GARATE

CÓRDOBA

El aspecto caballeresco está claramente dicial, que es un juicio de Dios.

Signos

y símbolos

reflejado

en el duelo ju-

de ~ín.tiwiidad.

T,a amistad y la fideliáad se muestran en sentimientos y en símbolismos harto manifiestos. Una escena de las más expreGvas, aunque imaginaria y debida al refundidor de Medinaceli, es aquella en que se escapa el león. Tema, este del león, muy literario desde Sansón hasta Don Quijote. Incluso hay cierta semejanza plástica entre la actitud del caballero de la ~Iancha y los del de Vivar, estéticgl y estática, a la espera ante el león que no acomete. Pero aquí noi interesa el otro aspecto, el de los cabalieros del Cid rodeando presurosos a su seÍíor para proteg-erle, del mismo modo que después, en el desafío. cada uno de sus tres más ímimos, retará a cada uno de los tres ofensores: 2.250.

Salióse de la jaula y desatosé el león. En gran miedo se vieron por medio de la cort ; embarazan los mantos los del Campeador, y cercan el esca.50, = y fincan sobre su seííor.

Luego, el hecho simbólico de la entrega de las propias espadas, como prenda de amistad o parentesco. Al prometerse los de Carrión con las hijas del Cid, cambia éste sus espadas con cada uno de ellos ante el rey. Más tarde, en las bodas, les da Colada y Tizón. que recuperadas en reclamación judicial por la afrenta, las regala el Cid a los que van a ser sus adalides en el duelo. «Tomadla, sobrino, que mejora en señor», dice a Pero Bermudo, dándole la Tizón en el verso 3.190, y al entregar la Colada a Martín Antolínez, le dice a continuación: ((Con ella ganaréis gran prez y gran valor». Aún quisiera señalar un tercer momento, el más emotivo si sabemos verlo con ojos medievales. El Cid despide a sus hijas casadas que parten hacia Carrión con SLIS esposos. Hay como un mal presagio en el ambiente. El padre las encomienda a Dios y a su sobrino Félez Muñoz : grandes fueron los duelos de la despedida: 2.635.

El padre con las hijas lloran de corazón, así hacían -los caballeros del Campeador.


EL

PE?.-SAMIENTO

MTLITAR

EN

EL

CANTAR

DE

MIO

CID

43

EI? el Cantar de Roldán lloran cien mil guerreros la muerte de su caudillo ; porque todo es grande y sensacionalista ; yo no sé si al Iector francés de hoy le inspirará respeto tanto llanto ; pero éste contagio de los caballeros del Cid, familiares suyos muchos de ellos, es aún hoy fácil de comprender, teniendo en cuenta la sencillez castellana medieval, y la posibilidad de que el hombre llore entonces sin desd.oro, como en la Biblia, cuyas figuras tienen tanta semejanza con las de nuestra Reconquista en algunos aspectos. En rápido recuento vemos al Cid llorando seis veces en el Cantar, y el poeta no lo presenta así más que para dignificarlo a nuestros ojos, en plena humanidad.

Estamos concluyendo las pinceladas caballerescas de la épica cidiana en eI Cantar. Se ha hablado mucho de los agüeros del Cid. Los enemigos coetáneos los temen ; los cidófobos se lo reprochan. Los agüeros son una superstición militar muy medieval. El Cid es muy aficionado a ellos, concretamente a interpretar el vuelo de las aves, pero mucho temenos que no con tanta fe como aparenta, pues suclc utilizar los agiieros sólo cuando son en su favor. Parece que los siniestros no los ve o los interpreta como buenos con un pequeño giro, con un cuarto de vuelta en la aplicación del maleficio. No podía menos de mostrarnos el Cantar algún indicio dc crueldad medieval, aunque el autor cuida tanto de borrar en su héroe toda posible mancha -aún las tenidas por buenas en la épocaque apenas hay una nota de castigos crueles. Históricamente conocemos los que se le han imputado en el castigo a los que salían del cerco de los perrosel suplicio de tántalo en Ben Valencia --la hoguera, Jahaff, reales y normales entonces, hasta legales entre moros y cristianos. En el Poema sólo encontramos una breve alusik a la dureza de los castigos impuestos por el Cid. al recoger un dato sobre la deserción de las tropas en nciuellos sistemas de reclutamiento, que el Cid trata de perfeccionar y reglamentar. Es en Valencia, cuando tomada la ciudad, dicta un bando contra los desertores, previniendo el castigo de quienes, perdiendo todo control, se entreguen a las delicias de la capital arabizada, poniendo en peligro a la hueste cristiana. Según el poeta había prevenido mío Cid:


44

JO$É

l%l.

31."

GARATE

CÓRDOBA

Que ningún hombre de los suyos - que con él ganaron algo que no se le despidiese o no le besase la mano, si le pudiesen prender -o fuese alcanzado, tomásenle el haber y pusiésenle en un palo.

Este empalamiento del desertor es la única expresión de crueldad medieval que el poeta se atreve a señalar en cl Cid, fuera del mesar las barbas al conde de Xájera en la hoja inicial perdida. La única, frente a la amenaza del Rey a los burgaleses que le acojan, los cuales perderían los haberes, los ojos, los cuerpos y las almas. Esta sabia prevención contra los desertores, tan necesaria como eficaz entonces, debió de ser una novedad cidiana, pues las crónicas cuidan de r,ecogerla. El caballero medieval solía gritar su nombre a las mesnadas al iniciar la carga contra el enemigo. El nombre del caudillo infundía valor. Se ve así muchas veces en Fernán González, algunas menos en el Mio Cid, pero una de ellas suficientemente clara como para atender su realismo caballeresco 1, 1.139.

iHeridlos, caballeros, que yo soy Roy Díaz

-

de amor y de voluntad, mio Cid el de Vivar!

Esa es toda su arenga, en este caso, para la conquista del Puig de Cebolla: su nombre, precedido de una invocación a Dios y al patrón de la Cruzada, es como un santi~uarsc antes de la empresa, al decir : «En el nombre del Criador y del apóstol Santiago». Su nombre era ya famoso como pocos en la historia. ((Bastará el terror de mi nombre»t solía de& Napoleón. y su nombre resana. ha de boca en boca por toda Europa. También el Cid en su tiempo. Lo recoge por dos veces su poeta y es como un eco que amplía la fama del Campeador a lo largo del Poema, que lo lleva desde la historia hasta la leyenda de lo inverosímil, que hará del héroe de epopeya un héroe de caballerías, aureclado por el pueblo y no más grande por ello qr le en su real dimensión. pues 1~ hace menos humano y menos creíble con eXo:


1.15&

Las nuevas de mío Cid Sonando van sus nuevas -

í.207.

Sonando

van

sus nueva?

sabed, sonando van. allende parte del mar andan. V

todas

a todas

‘LI ese verso final (3.7%), no por tan repetido menos nos hace partícipes a todos de la gloria del Campeador: cm211 11011rfl- ~OI- rl qur r71 hke9ifl unció.

partes. valioso, que A todos al-


LAS

HERMANDADES

1. HASTA

LOS REYES

Por

FRANCISCO J. AGUADO Comandante de la Guardia Jefe del Negociado de Estudios Histhicos

CATOLICOS SANCHEZ Civil de la Guardia

Civil

JUSTIFICACIbN

Equivocadamente se cree que la fundación de la Guardia Civil parte de la Santa Hermandad Nueva o de los Reyes Católicos, dándole con ello una solera institucional que no le pertenece Clj. Pero no es menos equivocado ignorar que la dicha Hermandad tiene un origen mucho más antiguo, que se acerca al milenio. La confusión es, por otro lado, razonable. Las Hermandades, según veremos más adelante, tuvieron su nacimiento justificado, para defenderse los honrados vecinos de villas y ciudades de las correrías y devastaciones de los malhechor,es que alteraban su paz, despojaban sus arcas y ponían en peligro sus vidas. Considerado así, fueron las «primeras fuerzas de orden público». Sin embargo, al ser utilizadas por los reyes, muchas veces con carácter permanente, como lo más escogido de sus tropas, siglos antes de existir los ejércitos regulares, se las puede considerar -aunque disentamos de otros autores (2)--, como la semilla que fructificara luego en el Ejército institucionalizado que dio lugar al profesionalismo militar. El período en que existieron hermandades en España fue suma(1) La Guardia Civil fue creada por RR. DD. de 28 de marzo y 13 de mayo de 1844. Su nacimiento 4se debió al’ partido liberal moderado y tuvo como má,s calificado protect,or al ‘General Narváez. Su creador y sorganizad,or fue e! tsegundo duque de Abnmada. Fir.maron como Presidentes dlel Gobierno : el *primer d~ecreto, don CLuis González Bravo, y el segundo, el General Narváez, duque de Valencia. (2) JOSÉ ALMIRAY~E TORROELLA : Bosquejo de In II&oria. Militar de Espnña, tomo J. pág. 175.


mente amplio. Comprende desde ia toma de Toledo en 1083 por Alfonso VI, hasta que se decretó su total extinción en 15 de enero de lY35, durante la minoría de Isabel II (3). Es natural, que en siete siglos y medio *de existencia, experimentasen alternativas de las más diversas ; siendo ya poderosas, ya combatidas, a veces influyentes, a veces menospreciadas ; pero siempre, con su concurso pn los hechos históricos más variados. Por otra parte, las causas de su origen, llevan anejo el que estas instituciones, cuya historia es de grandioso interés --imposible de plasmar en pocas líneas--, es& sustentadas por razones tan genuina.mente españolas, que profundizando en sus múltiples ordenamientos, fueros y privilegios, no sean sólo el antecedente de la Guardia Civil y del Ejército permanente, sino de otras muchas organizaciones estatales encaminadas al buen gobierno del país y custodia de los eternos valores patrios. Sólo nos queda agregar que SLI creación y naturaleza no ofrecen similitud con otros países y reinos. De aqui su autenticidad tan española, de la que nos debemos sentir orgullosos.

1.

LA

COFRADíA

E;i feudalismo espaiíol tuvo sus características propias, siendo muy diferente ai del resto de Europa. La nobleza y el clero de Castilla y León no gozaron de la independencia ni del poderío que hubo en Francia, Ttalia o Suiza. «Un obispo de Auxerre (Francia) hizo crucificar a un infeliz que había espantado un pájaro ; Bernabé Visconti en Italia, obligó a comerse una liebre cruda con piel y hueso, al que la había matado ; cerca del lago Ginebra, en Suiza, los vasallos hacían la guardia en los estanques con palos largos, para im. pedir que las ranas cantasen y que con SLIS graznidos perturbasen durante la noche el sueño del caballero)> (%). En verdad los nobles y prelados españoles, aunque habían co:?seguido de los reyes derechos «jurisdiccionales y dominicales». nun(S) Durante la Regencia de Procuradores la extinción dos de .las mkmas’.-Gaceta ción del decreto se publicó (4)

C~mú,

Cltsnn

:

Historia

de María Cristina se puso a discusión en el Estamento de la Santa Hermandad y de los Tribunales privi!egiade Madi<d del viern,es 16 de enero de 12&5.-La aprohael 7 de mayo. Um’ve~sal.


ca alcanzarou el ejercicio de la Autoridad suprema. 1~ admillistra. ción de justicia, la acuííaci6n de moneda, la posesión de castillos ) fortalezas que habían pertenecido a rebeldes, eran atribuciolles únicamente reales. Además, todos tenían obligación de asistir ai rey en las guerras. La jucha entre el feudalistno y los propios monarcas quedó decijdida en favor de éstos con el Conde de Castilla, don Sancho García, el de los ((Buenos Fueros». Paladín de la cristiandad, derrotó en Calataííazor (.lOOlj al célebre caudillo moro Almanzor, que durante veinte años había sido azote de castellanos. Con su muerte en la famosa batalla, el Conde de Castilla a4 dilatar sus fronteras, se propuso emancipar a los pueblos del poder del feudalismo. Como recompensa dotó a los villanos de fueros propios para que ellos mismos se gobernasen y no reconociesen atro sefior que su Rey, ni otra autoridad que su Concejo. En aqueiios primeros «cuadernos de leyes)), predomik la exencion de tributos y el no hacer la guerra sin paga (5). Según don Rodrigo Jiménez, arzobispo de Toledo, con la concesión de estos fueros se «dió mejor nobleza á los nobles y templó en los plebeyos la dureza de la servidumbre». Los demás reyes y príncipes imitaron el ejemplo del Conde de Castilla, siendo aquellos fueros municipales ejemplo de nuestra legislación, que se anticipó en varios siglos al resto de las monarquías europeas. Con la dotación de estos derechos y libertarle< comunales, 10s pueblos experimentaron notables mejorías. Se sintieron libres, sin otra sumisión que la debida a los reyes. Yo obstante, como la lucha era continua, ya contra los árabes, ya contra la nobleza o ya, en fin, contra la plaga considerable de malhechores que, amparados er: bosqlles y accidentes del terreno tan profusos en España, acometían en los caminos a los viajeros, devastaban las haciendas o robaban ganados, ligados por «SUS atributos comunales buscaron en la llnií?n la fortaleza, y de esta manera nació dentro de cada localidad la co-

(G) P. BBRGAXA : Aufigiiedades de Esfmria, tomo II : «Heredado é enseñoreado el nuestro señor Conde D. Sancho del Condado d#e Castiella fizo por ley é fuero que todo home que quisicw partir con él á la ,gucrra á vengar la mzertz de FU padre en Ipe.lea,que a todos facía I’ibres, que no pechasen el feudo é tributo que fasta allí pagaban, é que non fuesen á la guerra sin soldada)).


50

FKASCíSCO

J. AGUADO

ShCHEZ

fradía (reunión de todos íos que tenían una misma ocupación o trabajo), acogiéndose cada una de ellas a la protección de un santo, a quien comenzaron a rendir culto como Patrono» (6). Siguiendo el proceso evolutivo natural, cuando el peligro era comun a varios Concejos, éstos se unían entre sí para combatirlo, estando temporalmente ligados por determinados juramentos derlvacios de la situación, tales como el de empuf?ar las armas hasta conseguir la tranquilidad. La unión temporal de varios Concejos vecinos dio lugar a la Hermandad, que en ocasiones tuvo carácter permanente, redactando leyes, celebrando Cortes con asistencia del Rey o tomando las armas para las empresas de Reconquista. En la ilisto?-in del Real Monaterio de Sahagún (7) puede leerse acerca de la formación de una hermandad en los comienzos del siglo x11: ((En este tiempo todos los rústicos, labradores é menuda gente se ayuntaron, faciendo conjuración contra sus señores, que ninguno de ellos diese á sus seííores el servicio debido. E á esta congregación llamaban hermandad ; é por los mercados é las villas andaban pregonando : Sepan todos, que en tal lugar, tal día señalado, se ayuntará la hermandad, é quien fallesciere, que no viniere, su casa se derrocará».

Los primeros testimonios referentes a la creación de las hermandades par perseguir malhechores, son del reinado de Alfonso VI, a finales del siglo XI. La conquista de Toledo por los cristixms, cambib totalmente el panorama del poxderío árabe, marcando su dPca. dencia. Más de seis años de asedio costó a Alfonso VI la conquista de la ciudad, donde estuviera refugiado gracias a la hospitalidad del príncipe árabe Aben-Dylnum (Al-Mamun) cuando fue derrotado por su hermano don Sancho. Con la ocupación de Toledo, quedaron desocupados grandes contingentes que, entregados a la ociosidad, merodeaban por las inmpdiaciones, entonte; cubiertas de bosques. En la zona conocida por Sis-

(6)

F.

J.

ciiioCo.-Rev. (7) Escrita

SíxctEz: kas Fuev~as tEjército», núm. 2%. ‘por el padre FRAY JOSÉ PEREZ

AGCADO

de

Orden

y co:ltinuada

Psíhlico; pal- el

instifuciones

PADRE:

ESCALONA.

de


1; Mayor o hlontiña (S), quedaron pretegidos en su fragosidad restos de huestes y mesnadas que carecían dc alguna ocupación útil, siendo un constante peligro para viajeros y caminantes, pues por aquella zona discurría la antigua vía Calatrava. No puede precisarse con exactitud cuándo surgió la primera idea de esta Hermandad (9), ni de sus terrenos, hasta el año 1246 (lo), que fueron vendidos por Fernando III a la ciudad de Toledo en 45.000 maravedises para bienes del común. Por otro lado (.Il), se asegura que la más antigua fue la formada entre aragoneses y navarros contra los salteadores de caminos, en el aiio 1204. Sin embargo, en el Archivo de la Santa Hermandad de Toledo se conservó hasta su extinción un privilegio en pergamino y escrito en latín, Jada por el Rey Santo el día ,? de marzo de ï220, a favor de los colmeneros de Toledo, confirmándolos en el derecho de cazar en los montes de dicha ciudad como había hecho su abuelo Alfonso (12). Dicho documento, reputado como el más antiguo y que a continuación transcribirno:: en castellano (.L3), aunque no precisa fecha exacta, nos demuestra que la Hermandad de Colmeneros y Ballesteros de Toledo, también Ilamada de San Martin ‘de la Montiña, fue la más antigua : «Sepan todos los presentes y venideros, como yo Fernando, por la gracia de Dios, Rey de Castilla y de Toledo, en unión de mi mujer doña Beatriz y con mi padre don Alfonso, y con el consentimiento y beneplácito de la Reina Doíía Rerenguela mi madre, hago carta de donacijn, libertad, concesión, confirmación y estabilidad, á vosotros los Colmeneros de T’oledo, presentes y futuros, para q11e lo goceis perpetuamente. Y, por tanto, os doy y concedo que absolutamente vosotros ande& por los montes y caceir conejos, según, teníais por costumbre en aquellos lugares en que lo ejecutábais en tiempo de mi abuelo el Rey D. Alfonso, y tengais aquellos fueros

(8) Dehesa en la provincia, partido te con encinas,alguna tierra labrantía (9)

Biblioteca

Si.

RODRÍGUEZ:

Naciocal.

(10)

Ob.

cit.,

(11)

Jo&

M.

Menzohzs

1854.

fara

in

y término olivos.

Sda

de Toledo

; es de moro

Rey

Smzto

Fewlando

DD.

134 -Rib!ioteca

del

0.

111.

Madrid. pág.

4332.

VADILLO

:

Discursos

,(12) Privilegios Rcnles, t. IIT, (1:;) Segil Ia f.e;i.r~ació~znziíitar Madrid,

judicml y 2.000

politice-eco?iómicos. pág.

‘7.

Códice

Nacional.

del Coronel Voliecillo, tomo III, pág. XX-


y aquellas costumbres que tenían en su tiempo : e~tabkciendo y pro. hibiendo firmemente que ninguno sin mi mandato intente oponerje a ello, excepto aquellas cosas que ya estableció mi mencionado abllelo, ni aquellas que él mismo amplió más. Si alguno tratase de infringir esta carta, o de amenguar los derechos en ella concedidos, incurra en toda la ira de Dios Omnipotente, y vaya a sufrir las penas dei Infierno con el traidor Judas vendedor de su Señor y Maestro ; pague al Rey 1.000 marcos de oro y a vosotros os restituya doblado todo el daiío que se causare. Fecha esta carta en Toledo...)) Como podemos deducir, el rey, afanoso de intensificar la agricultura y caza, animó a los labradores y les otorgó un privilegio para que formasen hermandad. Una vez constituida, consiguieron defend,erse de. los merodeadores y transformaron aquel paraje en psis ubérrimo. La hermandad, desde un principio, fijaba penas muy severas y era la propia administradora de las sentencia< : sus mi.smos jefes hacían justicia por delegación del rey. En los casos de robo, la pena aplicada era la de muerte, que se hizo extensiva a otros reinos. «Si algún cofrade topare al salteador en el malhecho, lo prenda luego, y no esperen al Rey ni al Señor del pueblo, para que sea luego ahorcado)) (14).

3.

HERMAKDAD DIO VILLA RE.~L Y ‘TALAVEI~A

En el privilegio transcrito anteriormente, Fernando III hace referencia a su abuelo Alfonso, que fue el VIII, es decir, el de 1.~ Navas (15), pero no expone que fuera el que concediera el citado privilegio. En el preámbulo de las Ordenanzas de la Santa Hermanda,d aprobadas por Felipe V (.lf.i), la hermandad estaba «comprobada ya en el tiempo del Sr. Don Alfonso el Emperador», VII de la cronología, aunque en verdad el primero que tomó aquel título fue el VI, después de su conquista de Toledo. Hecha esta aclaración,

estudiaremos a continuación

las herman-

.

(15) LOI% 1)E VEG.\ : Los dos bandos y iu fundació~~ de la Santa Hermandad, comedia escritn h::cf:r 1UC-I. En !a primera parte hace resferencia a los hechos de Alfonso VIII. ,(16) O,%ma?zzas del ilustre Cabildo de la S. Hermandad Vieja, de esta Imperial ciudad de Toledo, hechas por Jv.tì; ORTIZ nl‘: ZÁRATE.


LAS

53

HERMAX>DADES

dades de \t’illa Real y Tala\-era, que uni(ja~ ;L la de Toledo, lug-Ir a la Yanta Hermandad Vieja.

dieron

Las hermandades de Villa Ke:dl y Talavera, íueron fu:ldadas por Fernando 111. el Santo. Su abuelo -Alfonso VII¡, poco antes de morir en 1214, ya había dado algunas leyes respecto a la organización de las hermandades que sirvieron después al Rey Santo. Cuando se organiza!,an ios ejércitos para empresas de Reconquista, gran parte de los mismos estaban integrados por milicias concejiles mandadas por Alcaldes y Cuadrilleros. En ia traducción (17) de un fuero dado en 1180 después de !a toma de Cuenca por Alfonso VII, se expone, ci>mo los Cuadrilleros eran los dedicadoa recoger las presas del enemigo, para repartirlas como botín. Poseían unos cuadernos donde quedaban registrados los prisioneros, ganados, armas, etc. También cuidaban del estado de los heridos e imponían y cobraban multas a los incump!idores y rezngados en las marchas. En resumen, además del mando de sus ,((Cuadrillas>,, ejercían una gestión fiscalizadora y administrativa en el buen mandar y «policía de las huestes». En 122.5, Fernando 111 inició sus grandes campafias contra los moros, que comenzando con la toma de Baeza, finalizaron con la conquista de Sevilla, Jerez y otras ciudades. Cuando iba a comenzar el invierno de 1242, se encontraba en Córdoba preparando un ejército que había de tomar Jaén. Supo entonces que su madre doria Berenguela (1s) había partido de Toledo con ánimos de sostener una entrevista, para que la relevase de las tareas de gobierno que ejercía en sus ausencias. Fernando III salió al encuentro con el fin de ahorrarle mo!estias de viaje, avistándose ambos en un lugar manchego conocido con el nombre de P’ozuelo seco de don Gil. Era este pc-to y SLIS tierras aledañas propiedad de un ((rico-orne» llamado don Gil Turra (Turro) Ballestero, natural de Marcos, que tras la derrota de los cristianos y destruccibn de la villa, se había refugiado en sus tierras. Unas seis semanas se calcula que estuvieron alojadas ambas comitivas en las posesiones de don Gil. Como zona fronteriza, las luchas entre moros y cristianos tan continuas dieron lugar al nacimiento de considerables partidas de malhechores y bandidos que tomaron el nombre de K~ 0.olfines~, teniendo LHI jefe, temi’ble,

(lí)

Reco:GKla

por

ilSj JIjAN DE DIOS tugal. Barce!ona, 18G?

el

Coronel

~ALLECI-J-LO,

UE LA RAD.~ Y DEXGADO:

t.

III, &.

Mujeres

253. célebres

de E.rpat?a

y Por-


I;KANCISCO

64

J. AGGADO

SÁXCHEZ

apellidado Marchena (19). sus devastaciones constituían un azote, «incendiaban. montes, saqueaban aldeas, forzaban a las mujeres y asesinaban a los hombres». Don Gil, ausiliado por sus dos hijos (Miguel y Pascual) y otros caballeros, labradores y colmeneros. habían formado nermandad para defenderse de Carchena, que a veces se presentaba con partidas superiores al centenar de hombres. Con motivo de tener alojado al Rey en sus lares don Gil, pidióle susilio y confirmaciin para proseguir en la persecucibn de los «golfines)), haciéndolo en lo sucesivo de forma regular y ordenada. Sc: formaron tres ctCuadril!as de Eermandad» con carácter permanente, que estuv!eron mandadas por Miguel Turra establecido en Talavera; Pascu4, en Ventas con Peña y Aguilera, y don Gil, jefe de la más importante, en sus posesiones de Pozuelo. Porteriormerite .\lfonso X el Sabio, para dar perpetuidad al lugar, trazó el recinto de una ciudad que en 1273, bajo su reinado? recibió el nombre 1e Villa Real y posteriormente en tiempos de Junn II el de Ciudad Real que actualmente tiene (20). Como la persecución de «golfines», or.ganizada y activa, fue muy beneficiosa, convencidos los pastores, ganaderos y porqueros de In necesidad de que la hermandad continuase, contribuyeron económicamente para su mantenimiento con el tributo de la asadura (cl), una res al aíío por cada rebaño. Los baque consistía en entregar llesteros y demás componentes de la hermandad quedaron libres de libertad para el eiercicio de la caza ciertas obligaciones y tributos, y exención de portazgos donde vendían ésta.

Dada !a proximidad y similitud de las tres hermandades sesaladas, en tiempo del Rey Sabio se unieron, formando una común que recibió el nombre de Hermandad de Toledo, Talavera y J’illa Real. En la 2.” Partida, Ley 1.2, título 26, ya se establecen las condiciones

de

(19)

Qummo

(20)

Ordenanxas

: Ob. del Tribtmul

Y SIDRO

Ciudad Real.-Biblioteca

cit., 1pá.g. 53. de la Sanfa Hermandad

Real

y Viejo

de

la chdad

Nacional. Madrid.

(21) PreámbuEo de las Orderuznzas del Trihcnl C?P la S. Hermandad R. y Vieja de Toledo, uprobadas pou S. M. y Se+iores de szt Suprenao Corhsejo de Cus~llr, el TZ.5 de junio de lW6. Fueron redactados tpor don ALVARO Tiúú5~z DP: TERUEL., Alcalde MayoIr &e noche de la S. H.


LAS HEiliMAli!J,ADES

55

que debían de reunir cdos Oficiaies a quien llaman Cuadrilleros)) (22). Sancho IV el Bravo, no sólo impulsó la Hermandad, sino que rogo al Papa Celestino V para que ésta no se disolviese, cuando se solicitó del rey, quien consiguió que no sólo continuase, sino que por Bula expedida en 1294, recibiera el nombre de «Santa Haec Sancta Vestra );raternitas», eximiéndola de los diezmos de la miel y cera. Durante la minoría de Fernando IV, ccpor las ciudades, villas y lugares, en poblados y despoblados, se cometían a cada paso mil maldades, robos, latrocinios y muertes, quien con deseo de vengarse de sus enemigos, quien por condición, que se suele ordinariamente acompaííar con crueldad. Quebrantaban las casas, saqueaban los todo andaba lleno de tristeza y llanto ; bienes, robaban los g-anados ; miserable avenida de males y daños» (23). Dona María de Molina tuvo que desarrollar no poca diligencia para entregar a su hijo los reinos ; de aquí que el verdadero fundador de la Santa Hermandad fuese este Rey, que durante su niííez viviS las alteradas circunstancias de los Lara, el infante de la Cerda y su tío el infante don Juan. Aunque muriese a los veinticinco años en misteriosas circunstancias, gobernó con acierto. Tomó Gibraltar y puso sitio a Algeciras. Pero donde destaca la íabor fue en robustecer las hermandades. Una de sus primeras cartas dadas en Toledo en 25 de septiembre de 1304 (24), es un compendio cle medidas para e! orden público : K... á los Colmeneros de la Hermandad de Toledo é de Talavera é de Villa Real salud et gracia. Sepades que me ficieron que cuando voy ayunta,das a vuestra Hermandad por razón de echar los Golfines de la Xara, et de los matar, que acaescen...» Señaló un principio de subordinación, para cuando haya dos o más Cuadrilleros empeñados en la misma empresa, creando los cargos de Regidores, superiores al de Cuadrilleros, que recaerían en (22) Código de las Siete Partidas del Rey Sabi,o... : & estos han de ser tomado,s, é de Ia caual’~adn. é exoyendo de cada quatro faziendo tquatro partes de la hueste. un bueno, que sea atal que sepa temer a Dios. e auer et1si verbuenza. E sin todo este tuvieron por bien los Antiguos, que cada uno de estos Quadrilleros oviesse en sí tres cosas. La primera. qua fuessen leales. I,a segunda. que fuessen de buen enque non !es faga ia tendimiemo. 1-a tercera, asfrido. Ca Ia lealtad los guardara, cobdicia errar. E el buen entendimiento les fará dar a cada uno su derecho...)) (23) PADRE MAHIAXA: Historia Gweral de Espacia, libro XV, cap. 1. (24) 13ibbotecn Nacional. Madrid: Colección del Padre l?urriel, Códice DD, fol. 49.


«omes-bo:iost), quienes debían tomar el mando. se dieron instrucciones a Concejos, -ilcaldes , hlerinos y Jueces para que no se pudiera eiuáir el tributo de la asadura ; penas a los encubridores de golfines ; conducta de 10s escribanos al tomar testimonio de! cumplimiento dc las autoridades, etc. El año 1312 fue el fijado para disolver la Santa Hermandad, pero anticipándose a ello Fernando IV dio en 13 de julio en Toledo un importante documento (%j, mandando continuar en su humanitaria tarea, no apartándose de su peculiar servicio. Durante el reinado del Emplazado, la Santa Hermandad intervino en el asedio de Gibraltar. También su actuación fue decisiva en favor del Rey cuando la subievación de la Orden de Calatrava, consiguiendo por tan señalado servicio el uso de sello. Si la anarquía imperó durante la niííez de Fernando IV, aumentó con su hijo Alfonso SI. Nuevamente fue puesta a prueba la habilidad de doña María de Molina. La tutela del Rey fue disputada .sntre don Juan y don Pedro, tíos de Fernando IV, los infantes don Juan Mam:el y don Felipe y la Casa de Lara, siempre dispuesta a las revueltas. La tutela se acordó en las Cortes de Pa!encia en 131.3. La nobleza y los caballeros vivían del latrocinio consentido por los que ejercían la tutela del Rey, que así tenian apoyo. (<Et algunas villas que non tomaron tutores, los que habían el poder tomaban las rentas del Rey, et apremiaban a los que poco podían, et echaban pechos desaforados. Et en nenguna parte del Regno SC facía justicia can derecho; et legaron la tierra á tal estado, que non osaban andar los ornes por los caminos si non armados, et muchos en unn compaña, porque se pudiesen defender de los robadores)) (26). Al comenzar Alfonso XI en 1325 su reinado personal, dotado de una gran energía, se dedicó a remediar aquella anarquía aplicando una radical justicia a todos Ics que vivían fuera de las leyes y buenas costumbres, aunque se tratase de nobles y señores poderosos. Para ello, sirvióse, cómo no, de la Santa Hermandad. Su principio fue aprobar la carta de Hermandad dada en Burgos el 2 de julio de 1335: por la que se formó una general, extensiva a todo el reino y en la que las ya unidas de Toledo, Talsvera y Villa Real también habían entrado en concurso. En su contenido se determina la forma (25)

VALLECILLO,

(26) JUAN fonso Onceno,

N6k.z c+p.

tomo

IV,

DE

VIILG&,

SI..

pág. 232. Alguacil

Mayo:

de Enrique

II,

CrdGca

de

AG




de perseguir

y castigar

se refugiaban

en algíul

a los ladroiles castillo,

; 12s medidas a tomar si éstos iiîdenlllizacioiies a percibir para re-

paración de los daliox, N... é si lo non quisiere fazer, que peche lo ‘que fue rovado ó furtado con el doblo por cuanto oviere así por el mueble como por la heredad que oviere al querelloso...» (17). Los componentes de la Santa Hermandad quedaron facultados para embargar bienes por valor de la pena en que incurriesen o multa de mil maravedises. Los kkllesteros de la Santa Hermandad tuvieron parte destacada en la Batalla del Salado jl&kO). En cartas dadas en Madrid y Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en Z-XI-1345 y 9%III-1349 (28) por Alfonso XI, se fija en la primera el número de 110 ballesteros por hermandad (antes 150), de los que 12 eran de Caballería, siendo su Cuadrillero para Talavera el Alférez Gonzalo Gil. Quedaban exentos de cargas concejiles y sus mujeres si enviudaban por causas de servicio, lo mismo que 105 hijos hasta los dieciocho años. Alfonso XI intervino1 personalmente en acciones de limpieza y policía al frente de la Santa Hermandad, citándose el asalto al dastillo de Valdenebro, donde se albergaban bandidos de clase noble. Otorgó otras cartas en Madrid, Soria y Valladolid (29), por las que: mandaba procesar a los Alcaides y Sefiores de castillos que ;Ilbergaran malhechores y no quisiesen entregarlos a las justicias de la Hermandad. Con Pedro 1, la Hermandad de ‘Toledo consigue el privilegio de no hacer servicio fuera de su ciudad, fijando los ballesteros su residencia. En 1351 (30), en las Cortes de Valladolid da un ordena4 miento para el cumplimiento de las leyes: ((Los ministros de Justicia o las personas que reciban la noticia del crimen cometido, mandarán repicar campanas y enseguida saldrán a somatén». Más adelante, ordena ((que las ciudades y villas de más vecinos debian de dar 20 hombres de a caballo y 50 de a pie, y las mis lwqueíias la cuarta parte.» Cuando Enrique II consigue ser coronado Key en las Huelgas en 3366, la Santa .Hermandad era muy famosa, tanto por los muchos y decisivos servicios prestados en guerra, como en paz, gozando en -4cademia de la Historia, Madrid. Colecckjn de Cortes, Cuaderno27. (28) Biblioteca Nacional, Madrid. Colección del Padre Burriel ; Códice DD, 121, pág. 1. (29) Ordenanzas Reab de Castilla. títu!o XVI, leyes 2 y 4. (30) Academia de la Historia, Madrid. Colección de Cortes, Cuaderno 32. (25)


FRANCISCO

68

J.

AGUADO

SÁXHEZ

justo premio de privilegios y exenciones de tributos al Rey y a la Iglesia. Cada monarca respetaba por lo general las conce,siones de su antecesor y a la vez hacía otras nuevas. En las Cortes de Toro, de 1 de diciembre de 1369 (31), se da un Ordenamiento donde aparece por primera vez el cargo de Juez y después el de Tribunal de la Santa Hermandad (recuérdense los dos «ornes-bonos» en tiempo de Fernando IV), quienes juzgarían a los bandidos y ladrones, actividades hasta entonces desarroiladas por los Cuadrilleros. Para ser Merino, Adelantado o Pertiguero, ad,emáj de persona competente, había que depositar 10.000 maravedís de fianza en la cabecera ,de la merindad o adelantamiento, para responder a posibles ,excesos. E,n el Ordenamiento de iToro, nace también la Real Audiencia. Las penas se aplicarían sin distinción social, ya.,. «que qualquier orne de qualquier condición que sea, quier sea fijodalgo, que matare ó feriere ó en la nuestra Corte ó en nuestro rastro, que! maten por ello ; é si sa,care espada ó cochiello para pelear, que1 cortrn la mano...» (32). Para remediar la anarquía social y combatir ei latrocinio incre,mentado por íos aventureros que a sueldo había traído Enrique 1.1 para luchar contra su hermano Pedro 1, muerto en Montiel (Ciudad Real), los hombres de Duguesclín se dedicaron al pillaje, teniendo E’nrique II que dar un nuevo Ordenamiento, por el que la Santa Herr;,andad tomó aún más influencia. Fue dado en Medina del Campo en 13 ,cle abril de 13’70 (33) y estableció las siguientes conclusiones : - Se hará Hermandad en todos mis reinos. - Cada monarca o merindad, dará los hombres de a caballo y los’ necesarios de a pie para guardar campos y caminos. - Habrá un Alcalde por comarca (bien del Rey o de la ciudad) que irá con los d,e la Hermandad para administrar justicia. - Los hombres de a caballo, servirán un compromiso de cierto tiempo y estarán pagados por las villas y ciudades. Por otro Ordenamiento dado en Toro en 15 de septiembre de 1371, referente a los bienes de la Iglesia, los Adelantados (primera+ autoridades provinciales en lo militar. civil y jurídico), Merinos o Alcaldes, harían con los bienes del inculpado por delito de robo sa-. crílego tres partes, a distribuir de la manera siguiente : una para (31) (32) (33)

Idem, Idem, Idem,

ídem, íbem, ídem.

íd.. 4. íd., 29. tomo IV,

@g.

3%.


L.4S

59

HERMAXDADES

el Key, otra para las obras de la Catedral del Obispado donde se hubiese cometido ei delito, y la última para quien hubiese apresado 31 autor. Enrique: ll dio todavia tres cartas a la Santa Hermandad en Orgaz (1X4), S evilla (1375,) y iTilla Real (137ci), confirmando las ya otorgadas por sus antecesores. Juan 1 en 1~s Cortes de Burgos (1379) y Soria (1X%) (34) dedica atenciGn a perseguir el delito de rapto de mujerea, m:ly extendido en la época. Este delito, practicado y protegido por los sefiores feudales, ofrecía serios inconvenientes, llegando al asalto de castillos, verdaderas operaciones de guerra, para recuperar a las doncellas y esposas raptadas. También confirmó ias cartas dadas por Alfonso SI y Pedro 1, pero Enrique III anuló la concedida por éste a los Rallesieros de Toledo, sobre hacer servicio sólo en la ciudad donde residían (25). Con don Fernando de Antequera SC da un gran paso en la organiznción, reg-lamento y distintos servicios que debería prestar la Santa Hermandad. Este Príncipe, de esclarecido talento, al medio aíío de haberse encargado de la tutela de su sobrino Juan II, que contaba dos aSos de edad, dio una carta en T,os Yébenes (Toledo) el 16 de mayo de 140’7, de gran trascendencia (3G). Dicho documento es, por decirlo así, un verdadero reglamento, haciendo referencia a la forma de prestar toda clase de Servicios polickdes para esclarecer los sobos, homicidios, asesinatos, etc. ; el auxilio en incendios, avenida de rios y otras calamidades, y creando lo que hoy llamamos un fondo de confidencias..., ((porque los Quadrilleros que están en los dic!los montes han menester dineros para seguir los dichos malfechorez, et mi merced que de aquí en ar!elante que dén a cada uno de los siete Quadrilleros 200 maravedís para que los tengan... E despendidos estos dichos maravedís que así dieren á los otros Quadrilleros, et dada quenta por ello que les de más porque ellos siempre tengan dineros para el seguimiento de los dichos malfechores...» Otros extremos consignados en el Ordenamiento de Los Yébenes fueron las normas para nombrar Alguaciles, Mayordomos y Cuadrilleros entre los «hombres buenos» de Toledo, forma de celebrar las Juntas Generales, compuestas por 12 hombres de a caballo y 26 de a pie, cinco Cuadrilleros y tres hombres de cada Cuadrilla. El (34 Id-, (33) (.36)

ídcm, íd., 10 y 11. Expedida en ‘Iladrid en 30.X11-1379. Idem, ídem (241.

CT. Abella,

to&mo

XIX


60

FRAKCISCO

j.

AGUADO

SÁSCHEZ

hombre de a caballo Ikvaba un lancero y un ballestero. La f!ermandad suministraría para los de a caballo 1-O maravedises y a los Cuadrilleros 20 de sobresueldo. La Junta sc celebraba en Toledo el día reuniéndose previamente en lina po.sada de la Virgen de agosto, llamada Valdelagua. Desgraciadamente para Castilla, don Fernancío de Antequera fue nombrado Rey de Aragón (Compromiso de Caspe), abandonando Ia tutela de su sobrino. Muerta después su madre, se produjeron luchas civiles para apoderarse de su persona. Tuvo que refugiarse en eí castillo de iulontalbán, y tras veintitrés días de asedio, salió liberado por más de tres mil hombres de armas, en su mayoría de la Santa Hermandad. Entre las muchas mercedes que concedib, fue la de dar el dictado de ciudad a Villa Real (37). Para concluir, Enrique IV, sabiendo que las I-i erinandades eran e! más firme pilar de los reyes -por su carácter popular-, par:1 oponerse a la nobleza, comisionó a doctos letrados (38) en ías Cortes de Toledo (146%) para acometer la reorganización total de la Sants Hermandad, destacando los siguientes argumentos : - Que los hidalgos llevasen por los caminos cargadas en acémilas cuando fuesen a reunirse robo de armas sería «caso de hermandad».

sus armas liadas y con su hueste. El

- Cuando las Justicias de los pueblos no pudiesen mantener el orden por negligencia, la Hermandad debía intervenir para castigar a los culpables. - En todas las ciudades que hubiese Hermandad, de una cárcel y un carcelero ejecutor de sentencias. - ITodas las ciudades y villas tendrían los hombres y a pie necesarios para sus «casos de hermandad». nizase sería multada con 20.000 maravedises.

se dispondría

de a caballo T,a que no los erg::-

- En cada villa y ciudad, sería Capitán de ia fuerza mandad uno de los Alcaldes, elegido por los Diputados.

de la Her-

- Los ‘Diputados de cada provincia elegirían un Capitán para la misma y por Junta General, sería elegido el Jefe Supremo (Capitán General) de todas las fuerzas de la Santa Hermandad. En 147.3, en una reunión (.V) (38)

Crhicn Biblioteca

generaí

de Procuradores

de nm .It,m II. /.a». cccs‘(1v. Nacioxl. .\la<li-id. Códice F,

fol.

10.l.

de la Santa


LAS

61

HERbf.\.WI~.\DliS

Hermandad celebrada en Villacastín (Segovia), se estudiaron las bases para formar la «Hermandad Nueva General del Reino», antecedente próximo de la Santa Hermandad sueva o de los Reyes Católicos.

El psis vasco formó Hermandades: a finales del sig!o XIII v prinmeditadas que fueron cipios del XIY. .Son de destacar las ordenanzas luego base de la legislación foral de estas provincias. El punto de arranque fue la Cofradía del Campo de Arriaga, compuesta por hijosdalgos, infanzones y ricos-homes ; caba!leros y escuderos ; clérigos, arcedianos y el obispo de Calahorra (Logroño). La Junta, que se celebraba mediante pregón, elegia cuatro Alcaides. Uno de ellos hacía de Justicia Mayor. El jefe militar recibía el nombre de Conde. Entre los vecinos de Vitoria y Arriaga surgieron rivalidades, y Alfonso XI envió al merino Martínez de Leiva, deshaciendo la Cofradía de Arriaga en 1332. La ciudad de Vitoria (SS) formó hermandad con Haro, Logroño, Nájera, Santo Domingo, Treviíio, Puebla de Arganzón, Santa Cruz de Campezu y otras. Estas hermandades se unieron en ocasiones a la Santa Hermandad Vieja (Toledo, Talavera y Villa-Real) y otras veces adoptaron el nombre de Hermandades de los Reinos de Castilla. Y Leó11. Enrique IV las confirma en Madrid ( 22-III-1438), haciendo algunas innovaciones. En 1463, se llevó a cabo una importante reorganlzación (40) por Pedro Alonso de Vald:vieso, Diego Gómez Zamora y Fernán González de Toledo. De SLI investigación resultó : .- Las hermandades (dp Alava, GuipC~zcoa y Vizcayxj no e.qtaban bien gobernadas ni se administraba justicia debidamenk, venir personas infIuyentes en beneficio propio. - No se observaban ías Ordenanzas de Hermandad. -

Los pueblos era malversada.

padecían

(39) Archivo de Ah-a.-Documento (443,) V.u,~xCI~o : kg. hl.-Leyes (7-V-t GXj .

tributos

arbitrario<

y

SLI

por inter,

recalidación

fechado en Haro en CVII-135%. imyesas ,por la Junta de Alsra,

Gew-al


FRAXCISCO

62

J. AGUADO

SÁKCHEZ

Por carta dada en Fuenterrabía (4-V-146:3), el Rey concedió plenos poderes a los informadores, que en unión del licenciado Juan G. de Santo Domingo, dieron un nuevo reglamento para que las Hermandades fuesen ((esforzadas y obedecidas». Las !eyes, en número de 60, ordenaban que el servicio era «en bien de Dios y del Rey» ; número de Hermamiades que habían de formarse por provincia ; prohibición de ligas, parcialidades y monipodios ; delitos en que la Hermandad debía intervenir ; nombramiento de un Alcalde por pueblo ; ídem de d.os Comisarios para vigilar a los Alcaldes ; formas de proceso y castigo ; celebración de Juntas anuales, haciendo una por lo menos en Vitoria ; cualidades de los escribanos ; pago de los salarios a los componentes de Hermandad por las ciudades donde ha.cían sus servicios ; libros de registro de servicios que habían de abrirse; pago de costas en juicios; castigos, etc. (41).

6.

LA

HERMANDAD

EX

htiiGh~

En los primeros años del siglo XIII: comenzaron a unirse nlgunos pueblos, resktiéndose a los abusos de los señores feudales. La alianza de más fuerza fue la aglutinada, gracias al llamado «Privilegio de la Unión», pero SLIS fines fueron más bien políticos. Para el mantenimiento del orden, la primera Hermandad se formo en Jaca en 13 de noviembre de 12X, uniéndose a ella Zaragoza y Huesca. En 1260 el robo y el crimen afectaron la zona de Jaca, Sobrar-be y Ribagorza. Se formó Hermandad por cinco años, acordando en Ainsa (Huescaj las medidas necesarias. Las partidas de bandidos se nutrían de «peones y lacayos)) desertores. que abandonaban las huestes llevándose las armas. Aunque se refcrmaron las Ordenanzas, Aragón ofrecía un caso singular, pues la administración de justicia siguió aferrada a sus tradicionales convicciones, que tuvieron como pensamiento más generalizado ser preferible dejar un delito sin esclarecer, antes que, condenar a un inocente, opuesto al sentido practicado en Castilla. ‘Desde la fundacihn del Reino de _4ragtin, éste se dividió en Juntas. con~prendien~do cada una su comarca. El jefe se llamaba Capitán


LAS

HLRMASID‘mES

63

o Sobrejnntero, y sus atribuciones quedaban limitadas a la parte militar y apresamiento de los delincuentes. Es decir, carecía de autoriúad para aplicar penas como en Castilla (42). En mayo de 1486, el prior de los Jurados de Huesca requirió a los de Zaragoza pw-a que los de esta ciudad, como cabecera del reino, convocasen Junta General. En ella se acordaría procedimiento para combatir el latrocinio y bandolerismo, muy perjudicial en las margenes del Gállego. Consultado el Arzobispo de Zaragoza, Lugarteniente General del Reino, en 4 de septiembre se redactaron las ordenanzas de una Hermandad por tres años. Fue jurada en 26 de octubre (43), entrando todo el reino menos Ribagorza, que se gobernaba siguiendo las leyes catalanas de Veguerías (44). Sin embargo, el espíritu de hermandad era tan acusado, que .en 1488, el Arzobispo de Zaragoza envió a aquella zona cuadrillas de la IIermandad para cooperar en la captura de un temible bandido llarnaldo Guiralt de Bardaxi. La Hermandad en Aragón, se formó por fin en diciembre de 1457 Teruel, Calatayud y Daroca ; las comunidades de con Zaragoza, Borja y Alharracín ; las villas de Alcañiz, Monzón, ! aca, Barbastro, Alagón y Alquézar, y las aldeas de Egea, Tauste, Uncastillo, Saritena, Almudévar, Fraga, etc. Toda la Hermandad comprendía tres Capitanías de a 50 lanzas. Los Capitanes fueron nombrados por eI Rey entre los naturales de Aragón. El Oficial Superior, elegido por el sistema de terna, tenía que ser hijo de Zaragoza, con nombramien:o también ‘del Rey. Fueron elegidos por el Cabildo y Consejo, el: \‘icecanciller Alfonso de la Cavallería, Gaspar -4riño y Juan López de Alberuelo. Don Guillén de Moncada, después Obispo de Vich y Tarazona, recibió el nombramiento de Oficial Mayor. La nobleza aragonesa fue enemiga irreconciliable de la Hermandad. En su deseo de anularla para gozar libremente de influencia, usó cuantos medios pudo hasta conseguir suspenderla por diez años en las Cortes de Tarazona (1493) ; y en las de Monzón (1510) disolverlas para siempre, quedando las ciu,dades en libertad para organizar y establecer sus partidas armadar. í42‘) Las Juntas estaban en Zaragoza,

Huesca, Egea, Tarazona, Sobrarbe. RiLitera y Almacellas. :13) En 1487, con ocasión d,e estar 10,s Reye,s Católicos en Zxagoza, la Hermandad de prorrogó dos añoSs I&s.-ZVRITA: Amzles de Aragón, tomo VI. (44) Veguer (lugarteniente).-Itagistrado que en Aragón, Cataluña y Mallorca e:~ Castilla.-Veguería era eI tewitoejercia la misma jur:zdiccii>-1 Que f1 Co;.rz$do:rio o dkt:ito r!:l ~íegucr.--niccio:iar’o -4. Erí>,IAoia, pagina 1277.

ha,rrorza,


64

La más antigua se cree fue fundada en 1201 (J-5) entre los pueb!os con reunión de sus diputados en fronterizos de Aragón y Navarra, La Estaca (castillo de Las Bardenas) (46). Por Savarra entraron, las ciudades de il%dela, Fa!ces, Caparroso, Carcastillo y 1’illafrancx, entre otras, y por Aragón, como más calificadas, Tauste, Luesia, G-la y Luna. En 1258 ocurrieron graves desórdenes en el sur del Navarra y el Senescal del Uuno estableció ((Hermandad)>, prohibiendo fuesen por los caminos más de tres caballeros reunidos. Cuando llamase a «Orde» (similar a somatén), todo el que no saliese, seria multado con 20 sueldos, la mitad de ellos para el Rey (47). Digno es de destacar en Navarra dos clases de hermandad: WXL dedicada a la tranquilidad de los pueblos fronterizos (cobertura), 3 otra para la seguridad interior. En sus Ordenamientos, dados en 7107 por Carlos III de Navarra, destacan las severas penas a los blasfemos. Estas consistían en multa de 10 sueldos jaqueses a los bla.;femos de Dios; 7 a los de la Virgen María y 5 a los de los Santos. Si no pagaban, se les conmutaba por cárcel, a razón de un sueldo jaqués por día. Si renegaban de Dios o de la Virgen, se les «clavabn la lengua)) en un lugar público. Los forzadores de mujeres casadas, viudas o doncellas, sufrían la pena capital. La Hermandad de Navarra perduró con una fuerza de 60 hombres de a caballo hasta 1510, en que «después de haber mucho platicado sobre el negocio de la Hermandad, conosciendo aquélla ser sin ningún fruto ni provecho para el Regno» (-1-8)Z se disolvió.

8.

12.4

HERXAND.4D

DE

hóN

Y

~ALIC1.4

Fue organizada en la minoría de Fernando IV el Emplazado y logró consolidarse, emulando en su rectitud, influencia y buen gobierno? a la Santa Hermandad de Toledo, Talavera y Villa-Real. Su (43) (46) (47)

Véase (11). JOSÉ YAA-CUAS MIRAND.~ Ibíbem.-;Caj. 2, núm

(48)

Ibídem.

: L?ic&nurio

10.

de

Autigüedudes

de +Vazlawa,

tomo

II.


LAS

título genérico fue: licia» (49).

HEKMA!WADES

65

«Hermandaú de los Reinos de León et de Ga-

Se integró con pueblos y ciudades de León, Zamora, Salamanca, Oviedo, Astorga, Ciudad Rodrigo, Badajoz, Tineo, Rivadavia, Colunga, Vivero, Puebla de Cangas, Rivadeselia, Pravia, Betanzos, Lugo, Orense y Valderas, entre los más importantes. Celebrada Junta de Procuradores en Valladolid en 1295, acordaron: - Pagar al Rey sus contribuciones en forma usual. - Si Reyes, Alcaldes, Merinos y señores feudales quebrantaban sus fueros, se unirían todos los pueblos y ciudades para defenQerse. - Si las sentencias dadas por los Jueces no eran justas y lesionaban los fueros, el perjudicado podia querellarse contra el Consejo. Si esta demanda era justa, el Concejo acudiría al Rey hasta conseguir revocacibn de la sentencia. Los gastos originados, se pagarían del fondo de bienes propios. - Cuando a!gún infanzón, <(rico-heme» o eclesiástico se apoderase con violencia de bienes, se levantarían contra él, el Concejo del pueblo, y si no fuese bastante, los de los pueblos vecinos, para ,«derribar su casa y talar sus bosques». - Si algún señtor mataba sin motivo a un miembro de la Hermandad, con sujeción al fuero, todos los Concejos se levantarían contra .51para quitarle la vida donde lo encontraran. Sus propiedades serían destruidas. - Igual pena se aplicará ai Juez que, sin previo juicio, condenase abusivamente rin tener en cuenta los fueros y a cualquier persona que con «carta del Rey» aplicase la justicia en beneficio propio exigiendo diezmos ((desaforados». - Los Diputados serían elegidos entre los hombres más celosos del Rey y de los derechos de los pueblos. - Cada dos años los Concejos elegirán sus representantes para las ,Tuntas de León. Si algún Concejo faltaba, sería multa,do con mil maravedises, la primera vez, y dos y tres mil la segun~day tercera, además de la pena de perjurio. -- J,os vecinos que faltaren a juramento de Hermandad, serían

(49)

Espaîia Sugru&,

tomo XXXVI,

apénd. 72.


66

FRANCISCO

J.

AGUADO

SÁNCHEZ

declarados enemigos y prendidos donde se encontrasen, salvo en la casa del Rey, para «ajusticiarlos como perjuros e infractores delE homenajeu. Fara dar legalidad a todos los documentos, se mandó grabar un sello (50), que en el anverso tenía la figura de un león, y al reverso la imagen d,el Apóstol Santiago con la leyenda: «Sello de la Hermandad de León et de Galicia.»

$4)

SAMPER:

Historia

del

Derecho

esfiañol,

pág.

216.


ORGANIZACION

MILITAR ESPAÑOLA DE AUSTRIA (SIGLO por

General

JOAQUIN de Caballería,

1.

DE

LA

CASA

XVI)

DE SOTTO del Servicio

Y MONTES de Estado

Mayor

INTRODUCCION

La dinastía de los Austrias permaneció sobre el trono español casi dos siglos, tiempo lo suficientemente prolongado para que resulte aconsejable no tratar en un solo trabajo las vicisitudes orgánicas experimentadas por nuestras Fuerzas Armadas. Don Gregorio Marañón en su prólogo a un texto histórico de don José Deleito Piñuela dedicado al reinado de Felipe IV (1) sefíala que durante el reinado en España de la Casa de Austria pueden contemplarse tres grandes etapas históricas, de indudable influencia para nuestra nación : El reinado del Emperador Carlos V, de tipo constituyente. Los gobiernos de Felipe II y Felipe III -este último apéndice insípido, del de su padre-, ambos representativos de la consolidación de la vitalidad española. El largo reinado de Felipe IV, que constituye el brote supremo de la referida vitalidad. Por estar el presente trabajo circunscrito al siglo XVI, tan sólo nos referiremos a los gobierno s del Emperador Carlos V y al de su hijo Felipe II, sobre los cuales y a título de antecedentes, cabe decir : En la etapa inicial de la dinastía austriaca, una vez conseguida por los Reyes Católicos la unificación nacional, apaciguados los espíritus y casi eliminadas las prácticas feudales de la Edad Media, nues-(1)

La mala vida en /a Espaik de Felipe Z Jr.


68

JOAQUÍN

DE

SOTTO

Y MONTES

fro Emperador Carlos V orientó su política decididamente hacia el exterior en busca de ampliar la hegemonía política española con idea de Imperio y, también, no exento de romanticismo, con deseos de poner en orden a la Europa de aquellos tiempos, tan dolorida, desunida y arruinada material y esperitualmente, dadas sus continuas luchas internas. Cuando Carlos V tomó posesión del trono de España, todos los Estados europeos parecían tender a mantener el citado ambiente bélico, dando la sensación de querer perpetuar el desorden destructor a costa de la cultura moral y física de las gentes oprimidas. La guerra, que en última instancia no es más que la manifestación externa de un desequilibrio entre las sociedades, por aquella época tenía carácter permanente y endémico. Si se extiende una mirada sobre el panorama político de Europa a comienzos del siglo XVI, es posible contemplar: a los Estados de Flandes, Artois, Henao y Luxemburgo, ardiendo en guerra, aunque deseando sus gentes la paz con igual vehemencia que aquellos otros territorios del Utrech, Oberyssel y Frisia, que también se desangraban en continuos conflictos. Por otra parte, los límites fronterizos entre Francia y la antigua Borgoña, Artois y Picardia, continuaban sin definir, siendo en consecuencia, lugares de violentas fricciones. Lo mismo ocurría en la frontera hispano-francesa, con sus zonas de litigio de Navarra y Rosellón. En cuanto a Italia, cuyas aspiraciones territoriales venían siendo desoídas, el descontento cundía entre sus gentes y preconizaba graves sucesos. En el norte de Europa, el desequilibrio también era manifiesto ante las grandes desavenencias sobre el poder y la administración política entre Inglaterra y Escocia. A todo ésto, es preciso añadir la situación inestable en el Mediterráneo, ante la presión de los turcos. En resumen, Carlos V al escalar las gradas del trono español, encontró en el gran tablero europeo una serie de focos febriles que fácilmente podían degenerar en hogueras y éstas extenderse en forma imprevisible. Si de lo político se pasa al aspecto militar, el referido desconcierto igualmente se refleja, ya que el citado estado anárquico permitía, e incluso hacía posible, la intervención de lo grande y lo pequeño, uniendo en un extraño maridaje lo fundamental con lo insignificante y produciéndose fenómenos tan singulares como los de ser factible poder contemplar la aplicación de sistemas tácticos un tanto raros y desconcertantes. Por ejemplo : que en dctcrminadas cam-


ORGAXIZACIOP;

MILITAR

ESPAROLA

DI; LA CASA

DE AUSTRIA

69

paíías SC veían a la par de espectaculares choques en gran escala de nuestra Infantería y las compactas formaciones de lasquenetes de la Alta Alemania y Suiza, ridículas escaramuzas y golpes de mano de muy escaw rendimiento militar, en los que participaban en forma inexplicable e inadecuada, castillos y ciudades de mínima importancia táctica o estratégica. En resumen, con arreglo a aquellas circunstancias, el Emperador Carlos V se vio precisado a darlo todo, a gastar generosamente el oro y la sangre de su Imperio, no tan sólo en beneficio propio, sino en el del mantenimiento del equilibrio europeo. Corresponde la segunda etapa a la consolidación de la vitalidad espafiola, realizada principalmente bajo el gobierno del Rey D. Felipe II. En esta fase imperial ya no se trata de crear un sistema político orgánico ; su orientación se inclina hacia la conservación en todo su esplendor de la hegemonía política de España en el concierto europeo, así como a dar el mayor impulso factible al desarrollo del Yuevo Continente. Ciertamente que es época de grandeza hispana, pero no es menos real que también lo es de grandes sacrificios de todos los órdenes y muy en particular para sus Fuerzas Armadas nacionales, que se ven obligadas a combatir en múltiples teatros de operaciones y a derramar generosamente su sangre por casi todas las regiones de Europa.

11.

EI,

ARTE

%~ILIT.&R

Durante el reinado en España de la Casa de Austria, en particular en el siglo XVI, nuestra Nación prácticamente regía los destinos de gran parte de Europa y de casi todo el Suevo Mundo. La amplia política exterior española extendía su influencia a través del orbe y, naturalmente, su acción armada -complemento de la poiíticaforzosamente tenía que despleg-ar g-ran actividad y energía. En España, por esta época y muy especialmente durante los reinados del Emperador Carlos V y de su hijo Felipe 11, el Arte &Tilitar se adornaba con particular esplendor, representado por la «Escuela YIilitar Española», cuyas doctrinas -las más avanzadas de aquellos tiemposse apoyaban y fundamentaban : en el compendio de las brillantes enseñanzas guerreras de Gonzalo de Córdova legadas a sus lugartenientes ; en el influjo -con la debida pondera-


70

J~AQUÍK

DE

SOTT~

y

MOXTES

ción- de la antigüedad clásica y la tradición guerrera hispano-árabe, y en los nuevos elementos de lucha aportados por las nacientes sociedades modernas que reflejaban los progresos sociales y culturales de los españoles de aquella época. Por último, el espíritu de colectividad de la Edad Moderna, que había venido a sustituir al individualismo medieval, también tuvo gran influencia en el Arte Militar. Como es sabido, en el Arte de la Guerra, tres son los factores que precisan ponderarse, a saber: A)

El hombre, en su calidad de combatiente.

B)

1,os Awzamentos,

como medios materiales de acción? y

C) Los Ordenes tácticos, como sistema orgánico,, eficaz y ar mónico para agrupar a los guerreros y moverles en el campo de batalla, con arreglo a una idea estratégica preconcebida. A tales elementos básicos nos referiremos seguidamente, a fin de esbozar las características más sobresalientes de nuestro Arte Militar durante el siglo XVI, verdadero «Siglo de Oro» áe nuestra Milicia.

A)

El combatiente del siglo XVI.

La declinación universal del feudalismo y ios nuevos y más amplios conceptos de nación que caracterizan a la Edad Moderna, entre otras cosas, trajo consigo la idea de Ejército nacional, como sustitituvo de las antiguas mesnadas del medievo. Tal modalidad, militares, tuvo indudablemente beneficiosa para las intituciones grandes repercusiones sobre la orgánica de las fuerzas armadasF los cuadros de mando y las tropas en general. En lo referente a los mandos, en la época a que nos venimos refriendo, se inicia una práctica de gran interés y de influencia determinante en el reclutamiento y selección de los jefes de unidad. Como es sabido, en la Edad Media, la sociedad normalmente se articulaba en dos clases : la noble y el pueblo llano ; tal estricta discriminación social igualmente repercutía sobre las fuerzas armadas feudales, en las que los mandos siempre recaían sobre la nobleza y, por tanto, con escasas posibilidades de una selección apoyada en las virtudes militares y en los conocimientos técnicos ; has-


ORGANIZACIÓK

MILITAR

ESPAZOLA

DE

LA

CAS:\

UF, AUSTRIA

71

taba haber nacido en distinguida cuna, para poderse instituir en conductor de tropas, aunque se careciera de la más mínima instrucción cívico-militar. En el siglo XVI en que se inicia la Edad Moderna, debido a anteriores sabias fórmulas sociales del g-obierno de los Reyes Católicos, ya es posible contemplar en la sociedad española una tercera clase: la que viene denominándose media o burguesa que constituida, unas veces por comerciantes y otras por intelectuales (bachilleres y licenciados), su conjunto presenta un conglomerado de formación liberal, aunque siempre -pese a su carácter, por entonces novelde gran arraigo tradicional en espíritu y costumbres. Enriquecida, pues, la antigua discriminación social Con dicha clase intermedia entre la nobleza y el pueblo llano, el campo de selección de los mandos militares aumentó ostensiblemente de superficie, aportando innumerables ventajas al Ejército. Ya no constituye circunstancia determinante y única para obtener un mando de tropas el factor procedencia social. Son admitidas otras gentes, siempre que acrediten dotes militares y determinados conocimientos técnicos, y, como natural consecuencia, se esboza ya para adquirir en el transcurso de los siglos siguientes mayor importancia, la «carrera militar» con todas sus peculiares características de estudios, práctica, escalafones? haberes, etc. El antiguo mando, que pudiéramos definir como ((amateur», se orienta hacia ei profesionalismo, con todas las ventajas inherentes de este último en cuanto a eficacia. En lo relacionado con el soldado, debe recordarse que en las centurias iniciales de la Edad Moderna, la transmisión de las herencias a los primogénitos obligaba a los otros hermanos a buscar acomodo bien en el Ejército o en la Iglesia ; de aquí que aquellos jóvenes que no se sentían inclinados hacia los hábitos monacales, buscaran en la espada -por entonces el comercio no gozaba de gran estimación socialsu medio de existencia. Resultaba, pues, hasta cierto punto natural que las familias espaiíolas -en general lo mismo ocurría en el resto de Europa-, empujaran a sus hijos hacia las armas, tanto más, si se tiene en cuenta el «climax» heroico y aventurero de la época, y .la posibilidad de hacer fortuna o cobrar gloria, ya en Europa o en Ultramar, dada la cantidad de conflictos bélicos a los que tuvieron que atender nuestros monarcas. Las fuentes de reclutamiento durante el siglo XVI en nuestra nación, fueron las siguientes : Voluntnriado, de tipo mercenario ; la


72

JOAQUÍX

DE SOTTO

Y NIONTES

leva. de carácter forzoso al estilo de la implantada por el Cardenal Cisneros en el anterior siglo ; los penados, usualmente orientados hacia la Marina de guerra, y las Milicias No biliarias de carácter circunstancial. Así como la leva por su carácter forzoso fni- Iln tanto impopular, si bien acreditaba número de soldados aunque no calidad, el primero de los sistemas indicados, el volunta&ado, en cambio, siempre gozó de gran estimación entre las gentes, acudiendo a él no tan sólo jóvenes desheredados de la fortuna o de escasa significación, sino, también personas de las mejores familias españolas o de gran cultura. Soldados de los tercios españoles fueron Cervantes, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega y otras grandes mentes de la literatura española. Y también acudieron a los ejércitos de nuestros monarcas, descendientes de las principales familias, tales como la de Pastrana, Osuna, Frigiliana, etc. ; de aquí el origen de aquellos «Señores-Soldados» de inolvidable recuerdo. En resumen, el combatiente de aquella época se nos presenta con acusados caracteres -algunas veces contradictoriosde gran personalidad, fundamentada en una serie de virtudes y defectos, cuyo maridaje en ocasiones sorprende, si bien refleja de modo fiel el esfado de la sociedad española de aquellos tiempos y el carácter internacional de la política de nuestros monarcas. Como la cada vez más apremiante necesidad de soldados no facilitaba la discriminación de los valores humanos y sus procedencias, resulta posible contemplar agrupados en una misma unidad a hombres de gran cultura y honestas costumbres con pillastres y aventureros de casi todos los países, que ponen sus méritos de espadachines sedientos de botín al servicio de un gran e invencible Ejército. Tal heterogéneo cong-lomerado tan sólo podía ser mandado, como así ocurrió, por aquellos aguerridos y extraordinarios Capitanes de nuestros gloriosos tercios españoles.

53) Los armamentos. Un moderno tratadista militar, e! General del Ejército francés Ailleret, en un estudio sobre el Arte de la Guerra y la Técnica (2), señala -estimamos que acertadamenteque basta fines del si(2)

Ediciones

Ejército.

Año 1954.


3RGA~IZACIóN

MILITAR

ESI>A%OLA

DE L:\ C.\S.\

DE :\USTRIA

73

g-10 XIX, las personalidades a quienes correspondía la misión de dirig-ir la guerra no necesitaban preocuparse de la evolución del armamento. E igualmente afirma, que tampoco precisaban activar la producción de material de guerra, ya que el estado rudimentario de las industrias mecánicas -reservada la fabricación de armas y municiones a obreros o artesanos especializados- no hacía suscepMe una mutación o ampliación rápida, que permitiese aumentar considerablemente las existencias de armamento. T,a cantidad que de éste disponían los Estados al comienzo de la guerra, se hallaba determinada, CGgrosso modo, por la superficie territorial del país, y sólo podía ser acrecida sensiblemente durante el desairo110 de las operaciones por las presas de guerra o, mediante la ocupación de nuevos territorios con sus correspondientes medios de producción. Las armas disponibles constituían, pues, un factor muy poco variable para la iniciati\-a de los jefes militares, cuya misión a tal respecto, se reducia a poner en acción y utilizar lo mejor posible el armamento a su disposición. Y termina, dicho autor, asegurando : «Se puede, por tanto, afirmar que hasta fines del siglo XIX las cuestione!: referentes al estudio y fabricación del material. no influían en el Arte Militar». Si el presente trabajo tan sólo se refiriera a un estudio técnico del Arte Militar durante el siglo XVI, con los anteriores párrafos nos encontrarímos lo suficientemente respaldados para cerrar este apartado sin mayores comentarios. Pero la realidad es que la orientación que hasta ahora nos hemos impuesto es totalmente histórica, por lo que resulta imposible silenciar antecedentes de dicho tipo, todos ellos referidos a los armamentos de la referida centuria. En la época a que nos estamos dedicando, es posible contemplar cierto progreso en los armamentos, singularmente en Artilleextremo éste, que forzosamente tenía que inría y en Fortificación, fluir en los órdenes tácticos (pérdida de profundidad en beneficio de la extensión y la aptitud de movimiento), y, en general, en el Arte Militar. T,a nrtillería, y muy especialmente la A1,cnbucel-ín espafiola, había tronado victoriosa en Ceriñola, Seminara, e! Garellano (1503) y en Orán en 1509, pero SU progreso en nuestro país no resultaba evidente. Pasando por alto el movimiento de las Comunidades en Castilla (1020), en que la embarazosa, o quizá desleal artillería de Padilla contribuyó poderosamente a la sangrienta rota de Villalar (23 de


74

JOAQüÍX

DE

SOTTO

Y MOSTES

abril de X21), el fuego del Ejército español aún dejaba mucho que desear, a pesar del curioso antecedente de que con Artillería guarneció su casa de Toledo, como si fuera un reducto, la interesante y esforzada doña María, viuda del infortunado comunero y que con ella se sostuvo desde el 25 de octubre de 1521 hasta el 3 de marzo de 1522. Las armas de fuego, en particular el cartón, empiezan a tomar importancia en España a partir de Pavía, en donde truena con eficacia el 24 de febrero de 1525, publicando la derrota y prisión de 1111 Reu caballeresco : Francisco 1 de Francia. Por largo tiempo sigue retumbando en Italia el cañón espaííol ; pero entiéndase bien, no siempre fundido en España, ni aún manejado muchas veces por españoles, sino por alemanes, a los que en el y conducción de siglo XVI era costumbre militar confiar la guwda las artillerúzs. A comienzos del siglo XVI empezó a fundirse piezas de bronce y de hierro, no sólo en España, sino en casi todos los países. Igualmente en la referida centuria y la siguiente se apunta una determinada ordenación artillera, basada en distinguir con claridad las piezas destinadas a tirar desde lejos sobre objetivos varios, las encargadas de batir desde cerca fortificaciones, las ligeras contra pewonal y las de tiro curvo. Sin embargo, las referidas clasificaciones aún eran un tanto inciertas y arbitrarias, siendo necesario esperar al siglo XVIII para poder contemplar una adecuada articulación con la llamada ((Artillería de Ordenanza». Como al tratar por separado las Armas Combatientes, se habrá de insistir sobre los materiales, se da por concluido este apartado, indicando que el progreso de los armamentos de fltcgo durante el Siglo de Oro coadyuvó a mejorar las posibilidades del Arte Militar, aunque en virtud de la debilidad del concepto táctico se hace preciso llegar al siglo XVIII para poder kíalar un avance digno de mención en el referido Arte de la Guerra.

C)

Los órdenes tácticos.

Con el Renacimiento hubo una resurrección, una recrudescencia de «clasicismo latino» y las voces Orden, Ordemzmiento y singuhrmente Ordenama, tomaron un sentido militar, especialmente táctico, como es posible deducir de los siguientes textos, uno de principios


ORGAXIZAClih-

MlLITAR

ESPAl?OLA

DE

LA

CASA

DE

AUSTRIA

75

del siglo XVL y el otro de sus finales. El primero de los citados, dice: «Mo se puede hacer fundamento sobre otras armas que sobre las propias; y las armas propias no se pueden ordenar por otra vía que por una ordenanza, ni por otra manera introducir forma de ejercicio, ni por otro modo ordenar una disciplina militar ; y si vos habeis leído aquellas ordenanzas que hicieron los reyes de Roma, y mayormente Servio Tulio, hallareis que el orden de la clase no es otra cosa, que una ordenanza, para poder ahuyentar de súbito un ejército para d.efensa de aquella unidad» (Diego Salazar, L)e re wklitnri. lib. 1, 1536). El segundo escrito, debido a la pluma de Coloma (Guerra de Flandes, lib. 5.“) nos dice: «La vanguardia y por consiguiente el cuerno derecho, tocó aquél día a la Caballería espanola y a los Capitanes D. Carlos de Coloma y D. Diego de Avila Calderón, a quien en ordenanza estrecha, seguían las demás compañías de dos en dos... TI como desde un collado desta parte de Humala, vió la ordenanza del ejército católico y las tropas de caballos que se venían mejorando la vuelta de él, conoció que era perdido si la Caballería católica cargaba de yeras.» Verdaderamente, hasta el siglo XVI no había podido existir una Ordenmnn o un Orden táctico en el sentido completo que actualmente damos a tal expresión militar, por la simple razón de que hasta entonces, al menos en España, no existían «Eiércitos Permanentes», hin que ésto quiera decir que se niegue la existencia de Tropas más o menor allegadizas y disciplinadas, e, incluso, organizadas, que llevaran a cabo -singularmente en nuestro paísinauditas empresas y gloriosos hechos militares. Ya a comienzos del Siglo de Oro son aprovechadas las enseñanzas del Gran Capitán y aparece en los campos de batalla, bastantes numerosos por cierto, la Escuela Militar Española, cuyos principales fundamentos, entre otros, fueron : Preponderancia del Arma de Infantería, cuya unidad táctica era el escuadrón de efectivos variables, que en ocasiones llegó a sumar hasta 10.000 hombres. Mezcla en las referidas unidades, de armas blancas y de fuego --espadas y picas, fusiles y mosqueteslas cuales combatían en formaciones compactas y geométricas, que aunque convenientes como la de los suizos para arrostrar el empuje de la Caballería, ihan siendo cada vez más peligrosas y vulnerables ante el creciente poder destructor del fuego.


La Caballería a la antigua usanza, cuyo declive iniciado durante el reinado de lo.3 Reyes Católicos se va acentuando cada vez más, se ve obligada a cambiar de fisonomía, trocar la lanza por el arma de fuego y encargarse de misiones específicas de exploración y seguridad de las distintas columnas. En el combate formaba, generalmente, a los flancos de las tropas a pie -;lrticulándose en organizaciones profundas hasta de veinte filasy cuando entraba en acción efectuaba la «carga» al trote hasta corta distancia del enemigo e iban por filas sucesivas disparando sus armas y despejando el frente para volverse a reorganizar a retaguardia. En cuanto a la Artillería, cuyo prestigio como arma zomhatiente aumenta en la misma proporción que se incrementa y perfecciona la fundición de las piezas, en general. en un principio marcha a la zaga de las artillerías extranjeras. El lugar de combate de la mencionada Arma solía ser el centro del orden de batalla, a menos que el terreno aconsejara otra zona de despliegue. Los Servicios, casi eran inexistentes. Los ejércitos vivían sobre el país, lo que explica -dada la hostilidad de éste, en muchos casos-, la crónica falta de recursos de nuestras tropas en aquellos tiempos, y también los excesos y tropelías de la soldadesca que, como es lógico, contribuían a acrecentar la continua hostilidad de las regiones invadidas. E igualmente explica, aunque no lo justifique, el numeroso personal de vivanderos y mujeres que acompañaban a las tropas en operaciones, con las consiguientes dificultades de todos los órdenes.

Para darse una sucinta idea del orden táctico de los ejércitos durante la época que se trata, debemos indicar que éstos en sus avances se articulaban del siguiente modo: Una vanguardia formada por arcabuceros a pie y a caballo, con sus correspondientes gastadores. Un grueso con fuerzas de Caballería al frente, seguidos por un «trazo» de Infantería, detrás de él la Artillería, y cerrando filas otro «trozo)) de infantes. Detrás de dicho grueso, la impedimenta, que era seguida por el rwto de la Infantería, y ya más a retaguardia, la Caballería ligera. Normalmente no se utilizaba el servicio de protección a los flancos, aunque en ocasiones para tal fin se emplearon los carros de la im-


ORCASIZACIÓ~

pedimenta, formando culaba la columna.

MILITAR

ESPA~0I.A

con ellos

un

UE L., C.\S.\

doble muro

DI-. AUSTRIA

por entre

77

el cual cir-

A la inmediación del enemigo se adoptaba el orden de batalla, y en esta disposición se esperaba el ataque o se continuaba el avance. Pese a que la Escuela Militar Española en los tiempos a que nos estamos refiriendo, tuvo un gran renombre, la realidad fue que en general el Arte Militar, aunque acusando cierto progreso, no llegó a tener un gran esplendor, por lo que vamos a decir. Como es sabido, tanto en el Arte de la Guerra como en otros adelantamientos humanos, su desarrollo se ha llevado con cierto ritmo discontinuo y por medio de sacudidas parciales, que luego ha sido preciso referir a una general. La primera fue el progreso de las cualidades militares del individuo ; en ella todo se sacrificaba a él ; armas, tácticas, organización, etc. En la segunda, cuando los Estados se crean -que es el caso de la época que ahora se estudia-, los eiércitos se nos presentan como unidades de fuerza, hay rudimentos de organización y estrategia, y armas imperfectas para la masa, porque todavía el individuo conserva influencia sobre la colectividad. En la tercera fase -para llegar a ella es preciso esperar al siglo XVIII-, se organizan ya los ejércitos, presintiendo la gran guerra en la que son indispensables vastos planes estratégicos, y la ind:vidualidad desaparece. En la época correspondiente a nuestro Siglo de Oro había llegado a todo su apogeo el poder real, y los dos grandes aliados: el puchlo y cl trono, no teniendo ya delante como enemigo común una poderosa aristocracia, empezaban a discutir en el modo de considerar a ésta, que sin fuerza propia ya se cobijaba en las gradas del trono y unía con él sus intereses. El Ejército no estaba constituido sino en virtud de privilegios de clase y de cuerpo ; el servicio del soldado era forzoso para el pueblo, y los oficiales se sacaban de la nobleza, y entre unas y otras jerarquías militares, unos y otros institutos, existía latente una guerra continua de envidias y rivalidades que perjudicaba a la acción general. De los tres factores fundamentales en el Arte de la Guerra durante el Siglo de Oro español, y particularmente en el XVII, mucho se adelantó en los armamentos y en la fortificación, pero el movimiento, al no resultar parejo en los órdenes tácticos, dejó LU tanto cojo al Arte Militar, que precisaba con urgencia nuevas formaciones y organizaciones! así como rejuvenecer los movimientos tác-


78

JOAQUíX

DE

SOTTO

Y MOi?TES

ticos en armonía con una nueva estrategia, a fin de revalorizar las armas recién aparecidas. En resumen, dentro de la centuria en que se enmarca este trauna marcadísima importancia en la bajo, es posible contemplar: historia de las Armas ; el ordenamiento alcanza su apogeo en España durante los reinados de Carlos V y Felipe II ; la Literatura y las Ciencias experimentan las evoluciones más trascendentales en la Historia de la Humanidad ; el Arte Militar las experimenta igualmente, ya que aunque la pólvora hacía casi dos centurias que había hecho su aparición, hasta finales del xv no se estudió su empleo, si bien las armas y maquinaria de guerra que la empleaban eran de construcción tosca y de difícil manejo y transporte.

111;.

ORGANIZACIÓN

MILITAR

Al iniciarse la dinastía de los Austrias en España, el antiguo Ejército de los Reyes Católicos, creado y estructurado para respaldar la unificación nacional, dar la batalla al feudalismo, y llevar a feliz término nuestra Reconquista, forzosamente -una vez cumplidos tales objetivostenía que mostrarse anticuado y poco apto para hacer frente a otras misiones exteriores de mayor alcance. Por otra parte, la declinación universal del antiguo concepto feudal y la propagación simultánea del caGón y del arcabuz, contribuyeron en forma determinante a preparar en los albores de la Edad Moderna la presencia de tres grandes acontecimientos de indudable importancia militar. Tales acontecimientos, fueron : Un nuevo concepto de las fuerzas armadas, basado en el Ejército nacional, El advenimiento de la Tnfantería como arma fundamental en el campo de batalla, y La importancia creciente del arma de fuego. Tales circunstancias, no cabe duda que entrañaron una verdadera revolución, no tan sólo en la esfera militar, sino también en la social. Por lo que respecta al primero de los acontecimientos indicados, cabe decir que, desaparecido el individualismo medieval y el limitado concepto de las operaciones militares, las nuevas nacionalidades que dieron carácter a la Edad Moderna, trajeron consigo que los antiguos ejércitos «particulares» de la nobleza y alto clero,,


LAMINA

Tropas

españolas

en

aunque

aparece

en el libro

el

siglo

XVI.

alemán

Un

soldado

a pie.

Das Lhsche su uniforme

Se trata

Volk (Leipzig,

y porte.

de

un

Ig37),

1

piquero,

que,

es español

por


Tropas

españolas

ea el siglo XVI. Soldados a caballo: un porta-estandarte ile Za Cab~lIel-ía espa&~h, del teniente coronel Conde

y un trompeta, hacia de Clonard. Madrid,

el afro 1861).

I 525.

(UeL

Albztm


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAhTOLA

DE

LA

CASA

DE

AUSTRIA

79

ya no tuvieran razón de existencia, debiendo orientarse a lo nacional, dado que a la Patria es a quien tenían que defender, debido a que las guerras en lo sucesivo -salvo algunas excepciones-, no volverían a desarrollarse entre castillo y castillo, o de provincia a sino entre Estados, con el natural aumento de extenprovincia, sión en la superficie de 10s campos de batalla y, en consecuencia, el correspondiente incremento de efectivos militares. La importancia cada vez más creciente del fuego como elemento de lucha, aconsejó la articulación de los ejércitos por armas combatientes y que la preponderancia entre ellas se inclinara -en razón de su menor vulnerabilidadhacia la Infantería. Por último, como no era aconsejable -cosa fácil de comprenderafrontar una campaña de las características antes expuestas, con tropas de tipo «allegadizo», débilmente disciplinadas e instruidas en los nuevos sistemas de lucha, se impuso la idea de Ejército, como anticipo de la «Sación en armas». En resumen, tres fueron las ideas fundamentales en la organización militar de la Casa de Austria, a saber : Ejército Nacional y permanente, Preponderancia de la Infantería, y Lfayor empleo de las armas de fuego. Dado que las organizaciones militares, en síntesis no son más que el instrumento necesario para hacer frente a las situaciones de emergencia que pudieran presentarse a la Nación, seguidamente, y como antecedente, se incluyen los principales acontecimientos bélicos de la época en que se enmarca este trabajo.

Guerras

exteriores

Tres fueron los conflictos de mayor influencia para España: las campañas de Carlos V y SLI hijo Felipe II contra Francia ; el llamado de la Reforma o de Smalkalda (versión alemana), y la lucha sostenida casi durante cien años contra los turcos. En las primeras de las acciones citadas, en particular en Italia (1523-25), aún fueron utilizados los combates en compactas formaciones cerradas de los hombres de armas ; es decir, el empleo de la Caballería como elemento principal de lucha aún era mantenido, si bien ya se venía presintiendo la gran eficacia de los arcabuceros de a pie. La -4rtillería fue desplegada en gran escala (acciones de


80

JOAQUÍX

DE

SOTTO

Y MONTES

Pavía y Rosellón), pero aún estaban un tanto indefinidas sus posibilidades e importancia orgánica. En la llamada guerra de Alemania, de la Liga o Smalkalda, ya es posible contemplar una nueva versión de la evolución de los armamentos y de la táctica. Cada vez son empleados con mayor frecuencia los arcabuceros de Infantería ; la Caballería paulatinamente deja de ser Arma principal, para encajar sus misiones en la exploración, la seguridad y la explotación del éxito. En cuanto a la Artillería, busca en la masa de piezas sn fuerza destructura, iniciándose en estos tiempos los primeros estudios sobre balística y fortificación. KO ohstante las escasas condiciones técnicas de aquellos cañones, todavía no permitieron a tal Arma adquirir la importancia que más tarde ad. 1, quino. Por último, la tenaz y prolongada lucha contra los turcos, por ser más bien de tipo naval, pocas experiencias pudo aportar a las fuezas militares de tierra.

Cowstitución

del Ejército

nacional.

Una vez ambientada la Organización Militar de España, seguidamente se exponen sus particularidades más sobresalientes. Vista por el Cardenal Cisneros la imperiosa necesidad de crear un Ejército nacional y permanente, en el año 1516 encargó al Coronel Rengifo estudiara una reorganización que cumpliera las referidas necesidades militares. En la Memoria elevada el 27 de mayo de dicho aiío, el mencionado e ilustre militar propuso que no era adecuado un armamento general del país, dado que las armas en manos de las masas, podían contribuir a desórdenes, según antiguas experiencias. Se debía, pues, reducir el armamento de las gentes, a los límites más indispensables para hacer respetar los actos de gobierno. Las fuerzas armadas que se organizaran deberían buscarse en las provincias inmediatas al lugar en donde radicara la Autoridad Superior, debiendo rodearse a la profesión militar de privilegios y ventajas, a fin de que fuera ambicionada por los hombres honrados y de posición social, previa selección. Una vez reclutado el ejército, sus componentes deberían permanecer en sus respectivos pueblos, a la disposición del Gobierno, ejercitándose en el manejo de las armas y en las maniobras de ordenanza los domingos y días festivos.


ORGANZACló3

XIILITAR

ESPAÑOLA

DE

LA

CASA

DB

81

AUSTRIA

Instituidas talcs fuerzas militares de tipo nacional y permanente, con misión de hacer respetar el trono, el resto de la defensa nacional, esto es, la cobertura de costas y fronteras, debería quedar encomendada a la juventud de las referidas zonas exteriores.

Aprobado el proyecto por el Cardenal Cisneros en su calidad de Regente de Espaíía en nombre de sus Soberanos doña Juana de Castilla y don Carlos 1 de España, se ordenó el alistamiento sobre la siguiente base :

Zonzas Marquesado de Villena, Alcaraz, Requena, Utiel y Huete. Logroño, Alfaro, Calahorra, Santo Domingo de la Calzada y su Merindad con la de Nájera _.. . .. . .. .. . .. . Avila y Segovia . .. . .. . .. . . . . .. ... . .. .. . . .. . .. .. . .. . ... .. . Jaén, Andújar, Ubeda, villas y lugares del Maestrazgo de Calatrava .. . .. . .. . . .. . .. <.. .. . . .. . . . ... .. . . .. .. . Soria, villas de Agreda, Aranda, Sepúlveda, Molina, Atienza y la Merindad de Santo Domingo de Silos . .. Medina del Campo, Olmedo, Arévalo, Madrigal y Santa María de Nieva . .. . .. .. . ... ... .. . .. . . .. . .. ... . .. .. . León y los Argüelles, con Pravia de Abajo en el Principado de Asturias .. . . .. .. . ... .. . ... .. . . .. . .. .. . . .. . . . Toledo y Ciudad Real . .. . .. . . . ... . .. .. . . .. . .. ... ... . .. . .. Córdoba y Ecija ... .. . . .. .. . . .. .. . .. . . .. . .. ... ... . .. . .. Sevilla, Jerez, Cádiz, Puerto Real y Carmona . .. .,. . .. Murcia, Lorca y Cartagena . .. ... ... . .. .. . .. . . . .. . . .. .. . Burgos, Merindades de Castro, Villadiego, Candamuño y Abadía de Covarrubias . .. .. . . .. . . . ... . .. . .. . .. Carrión, Sahagún, Becerril, Palencia y Behetrías de Campos .. . .. . .. . . . . .. . . .. .. . ... . .. .. . . .. ... ... .. . . . .. . Madrid . .. . .. . ._ _.. . .. ... .. . ... . .. .. . . .. . .. ... ... . .. .. . Salamanca, Toro y Zamora . .. .. . . .. ... .. . .. . . . .. . .. . Trujillo, Cáceres, Plasencia y Badajoz .. . . .. .. . ..~ ... .. . Ponferrada y Abadengo de su comarca .. . .. . ... .. . ... .. . Valladolid e inmediaciones .. . . .. .. . ... . .. .. . . .. .. . . .. . .. Las cuatro villas y Merindades de Transierra y villas de Becio, Mena y Peñamelera . .. .. . . .. .. . . .. ... ... ... . ..

de reclutas _-

IY úwl..

2.100 2.000 2.000 3.000 1.200 LOO0 1.000 1.000 2.500 3.500 2.000 1 .ooo 1.000 500 3.000 2.000 500 1.000

1.500 -_-Totales efectivos ... . . . ... ... .. . .. . 31.500


82

JOAQUiN

DE

50110

Y MONTES

Al objeto de armar debidamente a tal Ejército, se ordenó que los almacenes reales facilitaran los coseletes, armaduras y demás elementos indispensables. Al mismo tiempo, como elemento de fuerza cerca de su persona, mandó organizar un Cuerpo especial, cuyo nombre corriente era el de ~10s Pardos», posiblemente debido al color de sus uniformes, compuesto por mil hombres de toda su confianza y puestos bajo el mando de don Gregorio de Urruñuelo. Dicho Cuerpo se articuló en cuatrocientos escopeteros y seiscientos piqueros. Unidad que mucho nos recuerda a los antiguos <(continuos» de otro tiempo. También fueron reorganizados y mejorados los lasquenetes que habían venido a España acompañando a don Felipe el Hermoso. Estimando -muy justamenteel Cardenal, que toda organización militar debe estar respaldada por !a adecuada instrucción y disciplina, dispuso se tomaran las medidas necesarias para ensanchar la esfera de conocimientos de los cuadros de mando. Las enseñanzas que se pusieron en vigor han quedado plasmadas, entre otros documentos, en un escrito que bajo el nombre de «Avisos para las cosas de guerra», redactó por entonces el Capitán Hernández Pérez, y que en síntesis, comprendía: Definición

de la guerra y sus modalidades.

Condiciones que debía reunir trucción. Comportamiento Artillería

el hombre

de guerra y su ins-

de la Oficialidad.

(que era ,4rma nueva) y su empleo.

Caballería y su empleo, a base de ser articulada en Hombres de Armas (pesada) y Caballos Ligeros. Empleo de la Infantería. Condiciones de empleo de las minas, puentes, fortificaciones, cétera.

et-

Normas sobre administración de las tropas. Con el transcurso del tiempo las fuerzas armadas fueron aumentando y mejorando, llegando en 1525, según una Ordenanza de dicho año, a tener los siguientes efectivos :


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESP.dOLA

LA

CASA

DE

85

AUSTRIA

INFANTERÍA

Española Cuerpos :

Efectivos

i-Una Coronelía ordinaria . .. ... .. . ... . .. ... .. . ... .. . ... Alabarderos de la Guardia de la Reina .. . ... . .. ... .. . ... Guardia . .. ... .. . ... .. . . .. ... . .. . .. ... .. . .. . . .. . .. ... .. . . .. Escuadra de Fuenterrabía ... .. . .. . . .. .. . . .. . .. . .. .. . ... Peones de Galicia .. . . .. . .. ... .. . .. . .. . ... ... ... . .. ... .

1.000 50 100

9 14 1.173

Efectivos Veintiuna banderas de Nápoles y Sicilia .. . .. . ... . .. . .. Once Compañías de españoles nuevos . .. .. . . .. . .. .. . . .. Siete banderas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

5.000 2.850 2.000 9.850

Alemana Cuerpos : - .

Efectivos

Veinte banderas de la Coronelía de Maximiliano ... . .. .. . Nueve banderas de Gaspar (en Turín) ... . .. . .. .. . . .. ... Doce banderas de dicha Coronelía (en Fosán) .. . . .. ... ... Quince Banderas de Chamisa .. . . .. . .. .. . ... . .. . .. ... ...

8.800 3.700 4.580 7.000 -24.080

Cu erp os : De Fabricio P\iíaramalo . . . . .. . .. .. . . .. ... . .. . .. ,.. . .. ... De Gerónimo Ursino .. . . .. ... .. . .. . . .. .. . . .. .. . .. .. . De Julián Cesarino .. . . .. ... .. . . .. . .. .. . ... . .. . .. . .. ... . .. De Juan Martín de Padua . .. .. . ... .. . . .. ., , .. . .. . . .. De Juan Prieto Agoíía .. . . .. .. . . .. . .. ... ... .. . ... .. . . .. T>el Conde Filipo Cornielo ... .. . ... .. . ... . .. ... . .. . .. .. . De Juan Baptista Castaldo . .. _.. . . . .. ... . .. .. . . . ...

Efectivos 1.800

750 1.000 150

500 000 600


84

JO-\QUíN

DE

SOTTO

Y MONTES

Efectivos De Ludovico Vistarín . . . . . . . . . . . . . . . . . . ._. . . . . . . . . De Francisco Carrafa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De Luis Gonzaga .. . ... .. . . .. . . . ... . .. .. . . . . ... . .. .. . . . Del Marqués de Silucio ... .. . ... .. . . .. .. . .. . ... . .. .. . De Paulo Chasco .. . .. . .. . .. . . .. .. . . . . .. . . .. ... .. . .. . De Cesáreo Palavecino . .. . . . . .. . .. .. . .. . . .. ... . .. . .. .. . Del Conde Peco Vizconde . .. . .. . .. .. ... . .. .. .. . .. .

650 203

1.000 1.200

500 100 100 9.703

Del Príncipe Andrea Doria Cuerpos : De Agustín Spínola . .. _.. .. . . _. .._ _.. .. . . .. ... ... .. . .. . Del Conde de San Segundo .. . . .. ... ... . .. .. . ,.. . . .. .. . De Hipólito de Correzo . .. .. . .. . ... . .. .. . . .. ... .. . . .. Del Conde de Sala ... . .. .. . ... . .. ... .. . .. . . .. . .. .. . .. ..: De Juan Tomás de Galera . .. . . . . .. .. . .. . .. . .. . . .. . . ...

Efectivos 2.700 1.500 600 300 1.800

-

6.900

Del Estado de Milán Cuerpos : Del Conde Pedro de Beljoyoso . .. . .. ... .. . . . ... . . .. De Juan Baptista de Médicis . .. .. . . ._ .._ ... . .. .. . . .. ... Guarnición de Lodi . .. .. . . . . .. . ... . .. . .. .. . ... .. . .. . . .. Guarnición de Pavía . .. . .. . .. . .. .. . . .. .. . ... ... . .. . .. Guarnición de Alejandría .. . .. . . .. . . .. . .. . .. . . .. . .. .. . . .. Guarnición de Como .. . ., . . .. .. . . ,, . ,. .. . ” .. .. . . .. .. . .. .

Efectivos 800 500 200 400 200 100 2.200

Del Estado de Turín Ctberpos : Del Marqués de Mariñán .,. . .. .. . . .. ,.. . .. . .. . .. .. . ... De Escalenga . .. . .. . .. . ,. . .. ... .. . . .. .. . . .. . .. . . . ..

Efectivos 1.500

1.500


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAh‘OLA

DE

LA CASA

DE

85

A‘LTSTRIA

Efectivos

Cuerpos:

800 800 600 GOO 1.000 300 4.000

Del Conde Maximiliano Stampa . .. .. . .. . .. . . .. .. . . .. . .. Del Conde Claudio de Lando . .. . .. . .. ... .. . .. .. . . .. . .. Uel Conde Camilo Borrimeo ... .. . .. . . .. . .. .. . .. . ... .. . . De Cesáreo de Nápoles .. . ... ... . .. . .. . .. . .. . .. ... . .. ... De Aníbal de Genaro . .. ... . .. ... . .. . .. ., . ... .. . . .. . .. De Gerónimo Saca .. . . .. . . . .. . . .. ... .. . . .. ... .. . . .. . .. .. Nueve banderas de Gaspar ... . .. . .. .. . .. . .. . . .. . .. . ..

11.100

CABALLERÍA Gente de Armas Efectivos

Compañías del Duque de Alba, de D. Antonio de Ipar y Príncipe de Piamonte . . . ... .. . . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. . .. .

580

Cabaìlos ligeros Efecti-zas Compañías de Moncaller, Gerónimo Ursino, Luis Gon... ... zaga y D. Diego de Carvajal .................. Compañías de D. Antonio de Leiva ..................... Compañía del Duque de Florencia ........................ Compañía de Juan de Vega .............................. Compañía del Barón de la Serra ..................... Compañía de Paulo Lochasco ........................... Compañía de Ludovico de Porto ........................ Caballos alemanes de Monseñor Sistan ............... Caballos del Duque de Baviera ........................ Caballos del Duque de Bruswick ........................ Compañías de Aste .................................... Caballos del Marqués Salencio ........................... Caballos del Conde Hipólito ..............................

830 1.106 150 30 100 100 100 1.050 150 60 800 120 50 4.700


86

.

JOAQUÍh;

DE

SOTTO

Y MONTES

Efcctkos Infantería española ......... ... ............ ......... Infantería alemana .................................... Infantería italiana ........................ ............ Gente de armas ....................................... Caballos ligeros ....................................... Caballos de artillería ................................. Gente de corte a caballo y a pie ........................

9.850 21.080 23.903 580 4.740 2.000 -

Al escalar las gradas del trono español el Rey D. Felipe II, tuvo como principal preocupación la de aumentar el rico patrimonio heredado. Como ya se indicó, la fase constituyente de nuestro Imperio seguida por el Emperador Carlos V, fue prolongada por otra de conservación, cuyo principal paladín fue el citado Monarca Felipe II. Por entonces nuestras fuerzas armadas, desgastadas en múltiples acciones, precisaban urgente reorganización, y muy principalmente las unidades destacadas en la Alta Italia. Por ello, en fecha 24 de diciembre de 1560, en la ciudad de Toledo, el Monarca decretó una iInstrucción, cuyo contenido en síntesis fue fijar en 3.000 hombres los efectivos de Infantería que debían guarnece; el Piamonte y Lombardía. Tales tropas deberían quedar encuadradas por un Maestre de Campo, diez Capitanes y los correspondientes mandos subalternos. Se ordenaba, igualmente, que fueran licenciados dados inútiles, así como todos los extranjeros.

todos

los sol-

Quedó señalado, como efectivos máximos pal’a cada Compañía, la cifra de 300 plazas, e, igualmente, se ordenó que las diez Compañías que habían de constituir el Ejército de la Alta Italia, se distribuyeran en dos Compañías de arcabuces y las ocho restantes de piqueros. Autorizó el enganche de 1.200 coseletes. En cuanto a los haberes de tales tropas, quedaron fijados en las siguientes cuantías :


ORGAXZAClóN

Maestre

de Campo

MILITAR

ESPA‘;:OLA

... .. . . .. . .. .. .

Capitanes .. . . .. . . .. . .. . . . .. Alféreces . .. . .. . ... ... .. . . .. . .. Sargentos . .. . . .. .. . .. . . .. . .. Cabos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Coseletes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pífanos y -4tambores . . . . . . . . .._ Soldados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

DE

LA

C.ZS., DE

AUSTRIA

87

40 escudos mensuales, más otros 24 para el pago de 8 alabardederos de escolta, a razón de 3 escudos por mes. 40 escudos mensuales. 12 escudos de ventaja. 5 escudos de ventaja. 3 escudos de ventaja. 10 escudos de ventaja. 1 escudo de ventaja. 3 escudos mensuales.

En virtud de las referidas órdenes, los mandos de las Companías debían recaer entre aquellos Capitanes de mayor práctica y experiencia en la guerra, y que además contasen con algunos años de efectivos servicios. La minuciosidad de las órdenes del Rey D. Felipe II también llegó a seííalar aspectos tan interesantes como el de la uniformidad, la cual quedó establecida del siguiente modo: Arccrbuceros y jubón.

: medias calzas, calzas acuchilladas.

Piqueyos : medias calzas, jubón, capotillo y gorra.

calzas

acuchilladas,

zapatos

de hebilla

zapatos

de hebilla,

El armamento de los primeros consistía en arcabuz, mecha, espada, frasco de pólvora, sarta de cargas y morrión ; y el de los segundos, pica o alabarda y espada. En los últimos aííos del reinado de Felipe II, se trató de simplificar los uniformes en busca de mayor economía. Para ello se dispuso que no debía ser superior a los noventa reales y medio el coste de las prendas del vestuario del soldado, que consistía en : un capotillo, un calzón zaragüelle de paño, un sombrero de fieltro negro, unas medias calzas de cordellate, unos zapatos de cordobán de dos suelas, dos camisas de lienzo y un jubón. Sin embargo, tal uniforme no llegó a generalizarse hasta el ex. tremo de ser el único admitido en el ejército. Las Ordenanzas dejaban en esta parte demasiada libertad a los jefes para que prevaleciese en todos los Cuerpos el principio de rig-urosa uniformidad.


88

JOAQLís

DE

SOTTO

Y MOXTES

AI tomar el Rey Felipe IJ las riendas del Estado, el Ejército permanente en España no era numeroso ; reducíase a las guarnieiones fijas, denominadas ,«presidios», de las ciudades fortificadas y fronterizas. Ante tal debilidad armada, el referido Monarca consultó a su Consejo de Guerra, el cual emitió el siguiente informe: «Memorial de lo que el Consejo de Guerra parece que su Magestad debe mandar proveer para defensa de las fronteras destos Reinos de la Corona de Castilla así por mar y por tierra y para un egército con que resista á los Reyes y potentados contrarios que quisieren entrar en ellos en que placiendo á Dios su Magestad se ha de hallar en persona... (3).

Infanteria

Guarniciones:

Para defensa de Pamplona y sus pasos a sostener . . . . . . . . . . . . ..* . . . . . . . . .

Gente a caballo

6.000

500 hombres

de Fuenterrabía

. . . . . . . . . 2.000

500 jinetes.

de Pasajes,

alguna

Fzcenterrabia: Para defensa Fasajes

:

Para

defensa

artillería

con

además.. . . .. .. . . .. ... . ..

500

San Sebastih : Para defensa de San Sebastián .... .... .

1.500

Gu;etarZa: Para defensa de Guetaria, con alguna artillería además . .. . .. .. . ... .. .

400

Laredo: Para defensa de Laredo, con alguna artillería además ... .. . . .. .. . .._ . .. .. . (3) Archivo

General de Simancas:

Guerra,

500 Mar

y Tierra,

núm.

70.

de armas.


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPtiOLA

t%arniciones:

DE

LA

CASA

Infa7ztería

Para Santander .*. .. . ... .. . . . . .. . .. . ...

500

Para los puertos del Principado de Asturias y San Vicente, hasta Rivadeo.

3.000

Resto de la costa, Coruña y Bayona...

4.000

Para defensa de Cádiz, con alguna artillería además . . . . .. . .. . .. . .. ...

500

DE

89

AUSTRIA

Gente a caballo

200.

Gibraltar : Para defensa de Gibraltar

.. . .. ... .. .

500

Reino de Gran.ada: 600 lanzas-jinetes.

Para defensa de Granada ._. ... .. . ,.. Cartagena. Para defensa de Cartagena, con alguna artillería además . .. . .. .. . . ..

Ejército

500

100 lanzas-jinetes.

con que su S. M. SC ha de por?,ev á resistir y ofender a los contrarios :

Tres mil hombres de armas, de los cuales S. M. tiene 1.000 con los que tiene repartidos en las fronteras ... . .. ... . .. . .. .. . ... .. . . .,

2.000

4.000 jinetes

Treinta mil infantes . .. .. . . .. . .. . .. 30.000 El gasto de artillería y los gastos extraordinarios del ejército se acostumbran contar el tercio de lo que montan la gente a caballo é infantería.» De la lectura del anterior documento, que tan sólo se ha hecho figurar su extracto, puede deducirse la existencia de un Cuerpo de tropas permanente, además de las guarniciones fijas citadas. Este


90

JOAQEÍX

DE

SOTTO

Y MO‘iTES

Cuerpo era el de los guardas de las costas de Granada, cuya misión era impedir las correrías que solían hacer los moros de Berbería. Para sostenerlo se repartía una contribución llamada Ful-da, por todo el territorio sometido a su vigilancia, siendo sus haberes en el reinado de los Reyes Católicos y en el de Carlos V, 25 maravedíes diarios ; posteriormente este haber alcanzó la cuantía de 31.

Iv.

LAS

ARMAS

COMBATIESTES

La Infanterín Al escalar las gradas del trono español el Emperador Carlos V, la organización de nuestra Infantería estaba fundamentada en unas formaciones de tropas llamadas «Colunelas» o «Coronelías)), que agrupaban en su seno unas veinte compañías de Infantería, armadas con picas o armas de fuego (arcabuces o mosquetes). En síntesis, el armamento individual de dichas unidades, era : Ofensivo: Unas picas llamadas ((picas-lanzas)) o lanzas de mano, de unos siete pies de longitud, que llevaban en su extremo una moharra muy larga. También utilizaban -según la unidad a que perteneciera el soldadoballestas y arcabuces, y desde luego: espada y puñal. Defemivo : Celada, gola, peto, espaldar, escarcelas y brazaletes. En el transcurso del siglo XVI tales defensas se fueron simplificando hasta llegar a su supresión, salvo el casco o, morrión. Con arreglo al armamento que las tropas empleaban, éstas se di(llamados Piqueros secos cuando no se protevidían : en Piqueros gian con armaduras, y Coseletes si portaban peto y celada), BallesteYOS, que como su nombre indica, combatían utilizando la ballesta, y Arcabuceros o Mosqtieteros cuando su armamento era el arcabuz o el mosquete. Pese a que el arma de fuego era utilizada progresivamente en el campo de batalla, no cabe duda que en el siglo XVI las unidades de piqueros tuvieron gran eficacia. Sin embargo, las picas cada vez fueron usadas en menor cuantía, hasta quedar por completo en desuso en el siglo XVIII, dado que la invención de la bayoneta, al poder ser calada en las armas de fuego individuales, hizo innecesario el empleo de la pica. En cuanto ã los ballesteros, cabe indicar que tuvieron particular


ORG.4SIZ.4CIó%-

MILITAR

ESr,A~OLA

DE

L.\

C.4S.4

DE ACSTRIA

91

significación en los ejércitos del siglo XVI. Aquellos descendientes de los antiguos arqueros de épocas anteriores, encontraron en la ballesta, que a la larga no era más que un perfeccionamiento del arco, una arma no sólo de más fácil manejo, sino también más potente y de mayor alcance en su tiro. Tal fue la importancia de dicha arma de guerra, que aun tres siglos después de la aparición de la pólvora, se seguía utilizando la ballesta tanto para la guerra como para la caza. Según antecedentes históricos, parece ser que la ballesta quedó en desuso muy a finales del sig-lo XVII. En cuanto al arcabuz, armamento al que sin duda debe la Infantería de aquellos tiempos su aumento de importancia como arma combatiente, su utilización cada vez fue más en aumento, llegando a tener España en la época de Carlos V, unas tropas de arcabuceros muy buenas y numerosas. A título de ejemplo, debe señalarse que durante la persecución del Ejército de la Liga, las tropas imperiales contaban con unos 10.000 a 12.000 arcabuceros, de los cuales 8.000 eran españoles, siendo el resto italianos, flamencos y tudescos. Igualmente existen antecedentes de un encargo en 354-3, de 15.000 arcabuces al armero Juan de Ermúa, vecino de Eíbar, por el Gobierno español. En resumen, nuestras unidades armadas del siglo XVI, cada vez se fueron orientando hacia las armas de fuego, así como -por natural consecuencia-! al aumento de importancia de sus formaciones de jinetes de tipo medieval, cuya ineficacia ante la acción destructora de los explosivos, se fue haciendo más patente. Sin embargo, en tiempos de Carlos V su Caballería aún siguió siendo importante.

Las tropas del tal Arma que existieron en la Organización Militar de España en el siglo XVI, se distribuían en: Aldic~as, con misión de mantener la tranquilidad interior de la Nación, y Tercios, verdaderas unidades de ejército de maniobra, con el que los monarcas atendían a las necesidades bélicas exteriores.

M ilicins

Pt-ovincinles.

Ya desde antiguo los reyes españoles venían manteniendo la idea de completar la Organización militar con otras fuerzas arm; das de


92

tipo regional del país.

JOAQUíN

o provincial,

DE

SOTTO

Y MONTES

que se encargaran

de la defensa

interior

En, el reinado de los Reyes Católicos y también durante el gobierno del Emperador Carlos V, se hicieron varios intentos para organizar tales tropas. Ciertamente que no faltaron órdenes y disposiciones destinadas a dicho fin, pero la realidad fue que por distinlas Milicias Provinciales no putas causas no siempre convincentes, dieron ser creadas con la rapidez deseada. En el año 1562 y con la misma aspiración de sus antecesores, el Rey D. Felipe II dictó una Ordenanza encaminada a formar las referidas Milicias, disposición que también fue incumplida, debido en parte a la oposición de las altas clases sociales, que temían ver mermadas sus atribuciones y, también, y ésto fue el factor determinante, a causa de la falta de datos estadísticos, que hacía imposible, o al menos difícil, confeccionar un censo de vecinos, para de él sacar los reclutas de dichas Milicias. En resumen, al parecer siete años después de la citada Ordenanza Real, aún eran prácticamente inexistentes en España las Milicias Provinciales. Con motivo de un alzamiento insurreccional de los moriscos de Granada, ocurrido en el año 1569, quedo plenamente probada la urgente necesidad de contar con tropas para la defensa del interior, a fin de evitar -como hubo de hacerseel traer a Espafía tropas veteranas que se encontraban guarneciendo localidades fuera del país (Lombardía, Nápoles y Sicilia). Debido a tales causas y también a que la tenacidad de Felipe II era muy superior a la de ws predecesores, dicho Monarca ordenó a su Consejo de Guerra estudiara sin dilación la nueva organización de Milicias, con idea de implantarla con carácter de urgencia. El informe que tan alto organismo elevó a S. M. fue el seguiente : «Que ante todas cosas se había considerado si por la opinión que había habido de que no era bien armar el reino, convendría tratar de formar Milicia con él, y que después de haber discurrido y platicado sobrello, pareció que según el estado presente de las cosas podrían suhceder mayores inconvenientes de que el reino estuviese desarmado que de lo contrario, presupuesta la fidelidad, y que los enemigos de la grandeza de S. M. le habían de procurar inquietud y deservir por todas las vías posibles, y que en fin, no se sabia daño notable que hubiese sucedido de hallarse España armada, y ser tan notorio y memorable el que recibió por estar sin armas ni platica del ejer-


LAMINA

III

Armas det tiempo de la Cisa de Austria: espadas, mazas y rodelas, del siglo XVI. (Del Museo Español d, hfiCyCedades, escrito bajo la dirección de don Juan de Dios de la Rada y Delgado, tomo X, Madrid, 1680).



ORG.ASIZ~ACIóN

MILITAR

ESP.tiOL.4

DE LA

CASA

DE

AUSTRIA

93

cicio dellas cuando los moros de Africa pasaron a ella. Por lo cual, y porque el haber en cada pila un hombre armado seria de efecto para el fin que se pretendió de tener gente cierta y segura siempre que fuese menester y no podría ser daño en ningún movimiento que subcediese estando tan dividido, resolvió el Consejo que convenía al servicio de S. M. que la dicha materia se apurase y llegase a cabo, pero antes de pasar adeIante se diese cuenta a S. M. para, que con suma prudencia lo considerase y mandare lo más conveniente á su servicio» (4). Aprobada la propuesta, y decidido el Rey Felipe II a llevar a cabo la organización de las Milicias, ordenó se escribiese a los prelados, a fin de que cada uno de ellos «enviase relación de pilas que había en su diócesis, del número de vecinos que tenían y de sus calidades y substancia», a fin de poder confeccionar las relaciones necesarias para un posterior alistamiento de reclutas. Por distintas causas tales órdenes no fueron debidamente cumplidas, ya que existe constancia que en el año 1588 nuevamente acudió el Consejo al Rey para informarle l«que los diocesanos no habían cumplimentado el mandato de remitir las relaciones de sus distritos, y que para obviar esta lentitud, aconseja el Consejo someter el negocio al Contador D. Francisco de Guernica, hombre inteligente en este ramo estadístico, el cual podría asimismo proporcionar arbitrios de que los pueblos podían valerse para sacar las sumas necesarias para pagar a los milicianos». El Monarca con arreglo a tal propuesta, encargó al Presidente de Hacienda, que averiguase ,«con todo sigilo», por los libros ordiel número de vecinos que había y que de narios y extraordinarios, ello se le diese cuenta con toda urgencia. Tras muchas vicisitudes, al fin el día 30 de enero de 3590 se pudieron organizar las referidas Milicias Provinciales, que bajo la denominación de Milicias de la Corona de Castilla, congregaban a 60.000 hombres útiles para el ejercicio de las armas.

Tercios. Con la creación inicial de cuatro Tercios de Infantería, que recibieron la denominación de ((Grandes Tercios Viejos de Sicilia, Mi-


jOAQCiN

94

DE

SOTTO

Y MONTES

lán, Lombardía y Nápoles», el Arma de Infantería año 1534, una profunda reorganización.

experimentó

en el

A iniciarse el reinado del Emperador Carlos V, nuestras tropas a pie estaban organizadas a base de «Colunelas» o «Coronelias», ya que por ambas denominaciones eran conocidas dichas formaciones de tropas. Aunque tales unidades, que agrupaban en su orgánica a veinte compañías, cumplían las condiciones tácticas para las que fueron creadas, ésto es: armonía entre la unidad de mando y la potencia combativa, a juicio del Duque de Alba, para las guerras exteriores se precisaban unidades más potentes que sin perder homogeneidad fueran de fácil mando. En síntesis: al parecer, la idea que presidió la nueva organización se orientó a constituir unas subdivisiones dentro del Ejército de maniobra, reprcscntadas por fuertes núcleos de combate, hasta cierto punto autónomos y en número suficiente para hacer frente a las necesidades de la campaña ; tales subdivisiones o agrupaciones -con las naturales salvedades de pertenecer a distintas épocasnos recuerdan las antiguas brigadas de cazadores de Infantería de principios del siglo xx. Las anteriormentes citadas agrupaciones recibieron el nombre de Tercios. Como en un anterior artículo publicado en esta Revista (5), se dió amplia información sobre los referidos Tercios, ahora tan sólo se indican algunos pormenores de tipo orgánico, cual son que los primitivos Tercios fundadores (Sicilia, Milán, Lombardía y Nápoles), se articulaban en: Un Mando,

a cargo

de un Maestre

de Campo.

Una Plam ildayo~ de Mando y Admikstrntiva, compuesta por: un Sargento Mayor, un furriel mayor, un municionero, un tambor general, un capitán barrichel de campaña, un teniente barrichel de campaña, un médico doctor, un cirujano, un boticario, un capellán y ocho aIabarderos alemanes de escolta del Maestre de Campo, Un núcleo de tropns a base de tres Coronelias, cada una compuesta por cuatro compafiías de arcabuceros o piqueros, o también tres de piqueros y una de arcabuces. En resumen, los Tercios disponían de posibilidades de fuego, movimiento y choque, mediante el empleo de arcabuces y tropas de picas.

(5)

Número 11 de la

REVISTA

DE HISTORIA

MILITAR.

Aíio

1962.


ORGANIZACI6N

Ordenanm

MILITAR

ESPtiOLA

DE

LA

CASA

DE

AUSTRIA

95

de 1536

Con idea de mejorar la organización de la Infantería, el 5 de diciembre de 1536, en la ciudad de Génova, el Emperador Carlos V publicó las correspondientes órdenes, de cuya lectura se pueden extraer algunas ideas acerca de la estructuración definitiva de los cuatro Tercios departamentales de Lombardía, Nápoles, Sicilia y Milán. Sobre esta Ordenanza, el Conde de Clonard en su Historia .Orgánica, seÍíala «que sobresalen dos pensamientos rectores que desgraciadamente no guardaban la debida armonía» ; en efecto, al propio tiempo que el Emperador pretendía introducir un espíritu saludable de reforma en el Cuerpo orgánico del Ejército mediante la institución de Cawilleres, se advertía también el afán de contemporizar con los envejecidos hábitos de aquellos Tercios que, aunque muy aguerridos y gloriosos, tenían una disciplina un tanto baja». Con arreglo a lo que se preceptuaba en la citada Ordenanza, se aumentó al haber de los coseletes hasta cuatro escudos, al parecer como justa compensación debida a tales tropas, que con su esfuerzo y sacrificio habían afianzado sobre las sienes de Carlos V la diadema tan disputada por todos. Igualmente las mencionadas órdenes concedían tales ventajas económicas a los jefes de compañía, que ocurrió el caso que algunos Coroneles, menos afortunados financieramente, «solicitaron descender de categoría militar para encargarse del mando de dichas compañías con el empleo de Capitán». En síntesis, en virtud de la Ordenanza que ahora se comenta, en la Infantería para el mando de los referidos cuatro Tercios, se nombraron a los siguientes Maestres de Campo : D. Gerónimo de Mendoza,, D. Alfonso de Grado, Capitán Arce (en sustitución de Rodrigo de Ripalda) y a D. Juan de Vargas ; asignándoles como sueldo mensual 40 escudos, más otra cifra igual por su Capitanía así como 15 escudos de ventaja para el pago a dos aguaciles, un tambor general, un verdugo y un carcelero. A los Sargentos Mayores que fueron D. Cristóbal Arias y D. Juan Navarro, se les asignó 20 escudos de haber mensual, y a los m«furridos» o furrieles aposentadores se les concedían 6 escudos de sueldo. En cuanto a efectivos, se dispuso que los de cada compañía no’ excedieran de las 300 plazas, debiendo haber en cada una de ellas un Canciller (para evitar robos y fraudes) con un haber de 8 escu-


JOAQUÍU

96

DE SOTTO

Y MOXTES

dos mensuales. Además de tal personal de justicia en las unidades, hubo uno o dos Barricheles de campo para asegurar el orden público. En el año 1567 apareció en las filas de los Tercios un arma de que hasta entonces no había hecho uso la milicia española más que en ia defensa de las plazas, montándola sobre caballetes (6) ; el mosquete, implantado por el Duque de Alba para prevenirse contra los bruscos ataques de ía Caballería. La orgánica que tal armamento trajo consigo, fue la de armar en cada compañía quince hombres con mosquetes, los cuales se situaban en primera fila, desde donde hacían fuego, colocando el arma sobre horquillas de madera, cuya longitud era de siete palmos, incluido el posado?* y el ka-Romero de hierro, debiendo esta última pieza tener un codo de largo con el remate bien agudo para clavarlo en el suelo. A tal fuerza se le dió el nombre de «guarnición». El mosquetero, que debía ser rehecho, doblado y gallurdo (í’), llevaba una bolsa de cuero con 25 balas ; esquero con con recado para encender lumbre, dos frascos forrados de terciopelo, con cordones y bellotas, colocando el mayor de ellos desde el hombro derecho al costado izquierdo, y el polvorín o cebador asegurado por medio de un muelle en el cinto. Estaba además provisto de una sarta-de cargas de hoja de lata y un rollo de cuerda-mecha.

Tercios

creados

durante

el sQ$o XVI.

Aparte de los cuatro grandes Tercios fundadores, que como se indicó tomaron los nombres de Sicilia, Milán, Nápoles y Lombardía, ya más avanzada la referida centuria y durante el reinado de Felipe II, fueron organizados los siguientes : AG0 de creación

Espafioles

De D. Pedro

de Padilla

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .._ . . . 1566

De D. Gonzalo de Bracamonte .. . . .. .. . . .. ... . . . ... .. . ... De D. Julián Romero .. . .. . . .. .. . . .. .. . . .. .. . .. . ... . .. .. . (6)

BERNARDINO

DE

(7)

EGU~LUZ:

Milicia

MENDOZA:

Comentarios

y RegZa militar.

de la

Guerra

de Flandes.

1565 »


ORCASIZACIÓ~

MU.zITAR

ESPA$OLA

DE

LA

CASA

DE

97

AUSTRIA

Año de meación De D. Francisco Valdés ................................. De De De De De De De

D. D. D. D. D. D. D.

1574

Rodrigo de Zapata ................................. Luis Enriquez ....................................... Gabriel Niño de Zúñiga (fijo de Lisboa) ............ Francisco Valencia ................................. ... ... ... ... ... ... Martín de Argote ............... .................................... Antonio Moreno Pedro de Ayala .......................................

1580 » )) )) » » »

De D. Cristóbal de Mondragón ........................... De D. Pedro de Paz .......................................

1551 »

‘De D.

Francisco de Bobadilla ..............................

1582

De De De De De

Luis de Queralt ....................................... Antonio de Zúñiga ................................. Sancho Martínez de Leyva ........................... Juan Manrique de Lara .............................. Manuel Cabeza de Vaca ...........................

1586 In )) N ))

D. D. D. D. D.

De D. Juan de Tejada ....................................

1595

De D. Gabriel de Andrada .............................. De D. Juan de Velasco .................................... De D. Pedro de Morejón ..............................

1597 » »

...

1 talianos De César de Napoli ....................................... ............... De Vicente Vitelli ........................ De Alfonso Appiano ....................................... De Pedro Antonio Luna110 ................................. De Sigismundo Gonzaga ................................... Del Conde Sforsa Morone .............................. De Lelia Grifoni De Tiberio De Héctor

..................

........................

Brauccacio ........................... Spínola .................................

1571 ... ... ... ... ...

Del Duque de Parma .................................... De Próspero Colonna .................................... De Carlos Spínelli ........................ De Carlos Carafa ..........................................

156 » » » » ))

1574 » 1578

’ ..............

1580 >) »


98

JOAQUÍN

DE

SOTTO

Y MONTES

Año de creación De Mario Cardoyno ....................................... De Camilo degli Monti .......................................

1581 »

De Pirro

1588

Malvesi

De Alfonso

..........................................

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1596

Dávalos

Regimiewtos

extranjeros

Walones 1566,

De Mr. de Liques ....................................... ........................ De Giles de Barlaimont de Hierges De Mr. de Bournonville ................................. De Juan de Croix, Conde de Reulx ........................ Del Conde de Mansfeld .......... .1 ........................ De Mr.

de Noirkermes

. . . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1567

De Mr. de la Mothe ....................................... De Gaspar de Robles .................................... . ........................ De Mr. de Blondeaux .............. De Mr. de Lalain ....................................... .............................. De Cristóbal de Mondragón .................................... De Mr. de Montigny ............................................. De Verdugo *. .... ... ...... Del Conde de Egmont ...... ...... Del Conde de Bossu ....................................... Del Conde de Meghen .................................... ... ............ >. .......... Del Barón de Chevreaux De Mr. de Billy .............................................. Del Conde de Bonguoy

» » »

... ... ... ... ...

1568 » » » )) » N » » » Y N

. . . . . . . . . . . . _. . . . _ . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1595’

Alemanes De Mr.

Madrucho

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1555.

.............................. Del Conde Alberick Lodron ................................. Del Conde de Arembergh ‘.’ ............ Del Conde de Mequen ..................... ................................. Del Conde de Everstein ................................. De Bernardo Schombourg

1566; » » » )P,


ORGAXIZ.4CIóX

MILITAR

ESPAROLA

DE

LA

CASA

DE

99

AUSTRIA

Año de creación -1568 )) » )) » » »

Del Barón de Polwisler .................................... Del Barón de Fronsbergh ................................. De Othón de Everstein ....................................... Del Conde de Vinceguerra ................................. DC Gerónimo Lodrón ....................................... Del Conde de Ens ....................................... De Carlos Focher .......................................... ......... De Juan Manrique ... ............... De Félix Lodrón .......................................... De Mr. De Mr.

......

......

1574 »

Emmerich ....................................... de Senef .............................................

1586 »

Del Marqués de Burgavv .................................... De Carlos de Austria .................................... Del Conde de Eghembergh ...... ...... ............ De Felipe de Bentingh ............... ............... ... ...... De Mr. de Swartzembourg ...... ......... Del Conde de Bye .......................................

1586 » » » » »

......... ... ... ... ......

De Mr. de Lanswemberg .................................... De Mr. de Furstemberg .................................... De Mr. de Surtz .......................................... De Mr. de Brendelt .......................................

1591 » » »

Del Marqués de Baden .................................... Del Marqués de Schleghel ................................. Del Barón de Fresnes ....................................

1596 » »

La Caballería En la Edad Media, e incluso durante el reinado de los Reyes Católicos, e inicio del de Carlos V, la Caballería constituyó el Arma principal y verdadero nervio de aquéllos ejércitos. A tal extremo fue su predominio con respecto a las demás fuerzas combatientes, que la potencia de las organizaciones militares de entonces se calculaba con arreglo al número de lanzas de que se disponía ; dichas lanzas normalmente estaban representadas por un Hombre de Armas o LaóaZEero, el cual solía ir acompaîiado por cuatro o cinco sirvientes, denominándose el conjunto «Lanza Fornida o completa», or-


fo0

JOAQWÍX

DE SOTTO

ganización elemental de que más tarde yores detalles sobre ella.

Y MOXTES

se hará mención,

dando ma-

La venida a España de tropas borgoñonas y flamencas, que a título de escolta acompañaron al Rey D. Felipe el Hermoso con motivo de su matrimonio con doña Juana de Castilla, produjo en nuestro país una recrudescencia, debido a las magníficas armaduras que portaban, muy similares a otras que siglo y medio antes habían producido las bandas inglesas y francesas que, respectivamente, llevaban los cabaIleros que vinieron a auxiliar a D. Pedro el Cruel y a su hermano y enemigo D. Enrique de Trastamara. Sin embargo, pese al esplendor de aquella Caballería extranjera y a que inicialmente el Ejército del Emperador Carlos V aún persistía en fundamentar su potencia en sus Hombres de Armas, la realidad fue que debido al cada vez más creciente empleo de las armas de fuego? aquella Caballería ,ctbardada» al estilo del medievo se fue mostrando cada vez más ineficaz y paulatinamente desapareciendo como Arma principal de los campos de lucha. Aunque durante el siglo XVI la fama aureoló al Ejército español, invicto en todos los teatros de operaciones, no debe ocultarse que en tal época el nombre de la Caballería no sobresalió tanto como el de los gloriosos Tercios de la Infantería ; incluso existe constancia que en ocasiones las fuerzas montadas fueron acusadas de «inoportunas)) por su impaciencia en entrar en combate o, también, por su tardía entrada en acción. Ahora bien, es justo señalar que si aquellas fuerzas de Caballería no actuaron a la altura de su fama, fue debido a que nunca estuvieron representadas en las zonas de guerra en número suficiente para constituir una verdadera Arma combatiente dentro del natural Y simple concepto orgánico que en todo tiempo ha existido. El vulgar y conocido dicho de «Poner una pica en Flandes», como ejemplo de las dificultades de transporte que los reyes de la Casa de Austria padecieron durante sus campañas en el exterior, prueban claramente y justifican la casi inexistencia de tropas montadas españolas en el Ejército de Maniobra de Carlos V y de su hijo Felipe TI, cuyas imperfectas Administraciones no facilitaban los desplazamientos de sus tropas fuera de los límites nacionales. Así pues, si gran embarazo producía el envío a Flandes de unas simples unidades de Infantería, fácil es adivinar la imposibilidad insuperable de transportar en los barcos que entonces se utilizaban, una adecuada y bien dotada organización de jinetes


ORGAXIZACIÓX

MILITAR

ESPAÑOLA

DE

LA

CASA

DE AUSTRl.4

101

militares espafioles. En síntesis, por dichas desfavorables circunstancias logísticas, resultaba más obvio y más económico, aunque desacertado en lo militar, utilizar en Flandes tropas de Caballería alemanas, flamencas o itaiienas, que fueron las que verdaderdmente -salvo algunas excepciones-, ccnstituyeron la Caballería imperial expedicionaria en Flandes. î,!go simiiar ocurri6 con la iirtilleria y con !cr; Ingenieros. Volviendo sobre la Caballería espafíola del ciglo XVI, es preciso Pellalar que ni las Guardas Viejas de Castilla ni los Cuantiosos de _\ndalucía (9), 5 aigún otro Cuerpo de jineteo dn redcridos efectipodían ser considerados como tropas vos y empírica organización, regulares de un Ejército de tipo permanente. Por tanto, la verdadera Caballería orgánica espaííola de aquel tiempo quedab;) reducida a dos clases de formaciones articuladas en compañías, a saber: Hombres de Armas y Caballos ligeros. Los primeros se formaban a base de jinetes fuertemente protegidos con armaduras, teniendo como principal misión la de actuar como fuerza de choque contra las unidades de piqueros de Infantería. Los Caballos ligeros, eran tropas menos protegidas y se solían emplear cn servicios de campaña: exploración, cobertura, golpes de mano, etc. Los efectivos normales de las referidas compañías, oscilaban entre los 35 a 45 ji netes en las unidades de Hombres de Armas, y de unos 50 en las de Caballos ligeros.

F?ni!r bres

de A ~TKLY.

Según Eguiluz, el Hombre de Awnas o Caballero era «un jinete con lanza, la cabeza armada de celada con visera, el pecho de peto doble. el superior llamado zlohnte. Los muslos protegidos por Wxotos. las piernas por ‘qf*evns y los pies con malla de acero o zapato (8j Los

antiguos

Caballeros, en varios actos no militares, tomaban califica-

tivos distintos : Noveles. Bachilleres, de premio, Mesnaderos. etc. Unos Caballeroc de «cunntíaa o «cuantiosos», es decir, jinetes mantenidos psr propietarios de Andalucía. vigilaban las costas y fronteras en el siglo XVII. Según el Conde de

Clo~~ard. tales «CahaIIeros de cu;mtia», en i\ndalucía y Mwcia, base de aquellos propietarios que poseían Estos caballeros estaban obligados a servir guerra que emprendía su Señor o &$onarcn

se reclutaban B

un capital superior a los 4.000 ducados. con su persona y armas en las acciones de (Dirr.

.&f&hw

ALMIRANTE).


102

JOAQUÍN

DE

SOTTO

Y AIOKTES

de hierro. Los c.aballos cubiertos de hierro o ante doble ; las ancas, pecho, cuello y testeras por cubiertas que se llaman bardas, y por eso eran bardadas las cabalgaduras que así se armaban, y de las cuales habían de tener dos cada Hombre de Armas : la principal muy poderosa y gallarda se llamaba «Corser» y el otro caballo se le denominaba «Dobladura», el cual también debía ser muy bueno, porque a necesidad había de hacer la facción que el otro. La lanza era en ristre (en las armaduras existían una especie de apoyo sobresaliente para la lanza, cuyo nombre era «ristre)), de aquí el nomhre de ((en ristre») y descansaba en la cz~ja, bolsa de cuero unida a la silla del caballo por el lado del muslo derecho, donde se metía el cuento de la primera. También solía llevar estoque, maza o hacha el Hombre de Armas...». Para el tratadista militar Alava y Viamont, dichos Hombres de Armas eran soldados de primera calidad. que debían haber servido previamente durante dos años en los Arcabuceros montados, otros dos en tropas de ctEstradiotes», y nn número igual de años en los Caballos ligeros. El tipo de Caballería que pudiéramos llamar «pesada», que ahora se comenta, no tuvo gran preponderancia en nuestra nación, aunsn equivalente «les que desde luego existió. En cambio, en Francia. Hommes d’armes», tuvieron mucho auge a base de «Lanzas Forfian nidas o Completas». Estas en general y bajo la denominación se componían de: un Hombre de Armas cesa de «Lance-fo«rnie», o Caballero, tres arqueros o ballesteros. un «coutelier» 0 &cuyer» con daga al cinto y encargado de conducir el cahallo de bagaje. y por último un «varlet», paje, o verdadero escudero que guardaba o presentaba a su señor el caballo de batalla. El rey francés Luis XII, elevó el cortejo antes citado a siete hombres, y más tarde Francisco 1 de Francia, a ocho. Así p«do OCUrrir, que cuando en la batalla de Cerisoles se indica que tomaron parte 2.000 lanzas, los efectivos de combatientes reales, fueron unos ‘16.000. Por último, debe manifestarse que según el citado escritor Alava Viamont, los Reitres LI Hombres de Armas alemanes, comparados con los de otras naciones, dejaban mucho que desear, por encontrarse deficientemente equipados. Al parecer no portaban más de la coraza y el «pot-entete», y sus cabalgaduras no estaban harbadas o encubiertas. Almirante en SLI Diccionn,~io Militnr recoger la Casa de Austria la sucesión

(año lS69), comenta que al de la de Borgoña. adquirió


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAf+OLA

DE LA CASA

DE AUSTRIA

103

al mismo tiempo la famosa «Ordonnance» de este Estado, la cual según antecedentes era tan brava como la francesa y estaba mejor equipada que ésta. Tales tropas de Borgoña o de los Países Bajos estaban compuestas primitivamente por 1.200 lanzas y más tarde llegó a ser fuerte en 3.000.

Cn brillos

liegeros.

Estos se encontraban en mayor proporción que ía Gendarmería o Caballería armada de punta en blanco (Hombres de armas). Los referidos caballos ligeros, que no eran fuerzas despreciables, combatían casi siempre a la usanza morisca y muy desplegados. Por lo demás, aún a pesar de ser las unidades montadas nacionales tropas muy selectas, debe señalarse que verdaderamente fue sobre la Infantería en donde radicaba la verdadera potencia y gloria del Ejércinto imperial de Carlos V y de su hijo Feiipe II.

Al heredar el trono de España el Rey Felipe II, entre otras medidas de orden militar, tomó la de transformar sus Cuerpos de Caballería de «Estradiotes» (9) en otros que tomaron el nombre de «Herreruelos» (lo), los cuales estaban armados de pistolas de arzón y espada. La misión de tales tropas era siempre de vanguardia, estando encargadas de las tomas de contacto con el enemigo. Para ello utilizaban además del movimiento rápido, sus armas de fuego por nombre conocido era el de «rociada» ; medio de descargas, cuyo después utilizando la espada, cargaban contra el adversario. Comunmente por aquellos tiempos se encargaba a los Herreruelos el servicio de noche por medio de Grandes Guardias. es decir : cobertura y protección de 10s campamentos, vivaques, etc. Por el día. tales cometidos de avanzada correspondían a las tropas de Caballos lige(9) Viene de la voz italiana rStrada», que significa camino. En el siglo XVI se asignó tal denominación al soldado de Caballería ligera. batidor. explorador, etcétera. (Dice. AL~~IRANTE.) (10) Antigua variedad de Caballería ligera. El nombre de Herreruelo o Ferreruelo no proviene del mucho hierro que llevaban encima, sino de la capa Q esclavina que portaban y que se llamaba así. (f?icc. .L\LwRANTE.>


101

jOhQUiS

DE SOTTO

Y XOSTES

ros, que también contaban con pistolas de arzón. Tanto unas como otras unidades de jinetes, combatían desplegadas sobre amplios frentes y en general en orden disperso, dejando las formaciones compactas y monolíticas, el orden cerrado y la acción de masa, a los pesados Hombres de Armas. En el siglo XVI era costumbre utilizar en el servicio de exploración a tropas ligeras mandadas por Capitanes muy curtidos en las prácticas de guerra, muy conocedores del terreno y duchos en toda clase de ardides ; estos oficiales eran conocidos bajo el nombre de ((Despepitadores)). En un tratado de Teoría y Práctica, cuyo autor fue D. Bernardino de Mendoza, en su página 100 se puede leer: ((Mandará a la cavallería que estuviese más a mano cierre resueltamente mezclándose con ellos : cosa que se ha de encargar á Capitán de los que llaman despepitadores.. .». El Conde de Clonard en el tomo IV, página 157, dc su .Yisto& Urgánic~ de las Arwzas de Infmzteria JI Caballeria, dice textualmente : «Empleabase también los arcabuceros a caballo en el servicio de exploradores al mando de Capitanes prácticos en el terreno, a quienes se llamaban «despepitadores».

Lanzas de los Gralrdes, Señores y Prelados. Los citados generalmente tenían armerías unidas y vinculadas a sus mayorazgos, y cuando la Corona les pedía SLI cooperación para alguna empresa militar, armaban inmediatamente en sus Estados la gente que se les pedía, poniéndola a disposición del Soberano. Mas se echa de ver fácilmente que no siempre reunían tales Cuerpos todas las condiciones orgánicas ; además, no todas las armerías particulares estaban provistas de los elementos precisos. En cuanto al ganado, el número de caballos que suministraban, era muy variable según las circunstancias. Antiguamente acudían a campaña con crecidos refuerzos, pero más tarde fueron entrando en el servicio del palacio, y con este motivo se excusaban de la obligación de pagar su tributo de lanzas. En 1535, dieron (11) :

(ll)

Archivo

de Simancas.

Mar

y Tierra,

legajo

804.


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAÑOLA

DE

LA

CASA

Hombres Los Grandes ... .. . .. . ... ... . .. . .. .. . Los Títulos 1.. . . . 9.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los Seííores .. . .. . . . . . .. . .. .. . . .. .. .

105

DE AUSTRIA

de armas

Jinetes

190 60 »

720 480 320

250

1.520

En 1542 suministraron los Grandes, Títulos y Señores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los Prelados . . . . . . . . . . . . . . . . . . .~. . . . , .

1.450 caballos 410 »

Lanzas

de los Comendadores

y Ordenes Militares.

Estos daban igualmente, como carga afecta a sus encomiendas, cierto número de caballos, y hubo tiempo en que concurrieron a los campos de batalla con poderosos escuadrones; pero en la época de Felipe TT, por ser numerosos los que se encontraban al servicio de Su Majestad en palacio, apoyados en esta circunstancia, eludían tal obligación.

Lanzas de Caballería de cuantia

de Andalucía

y Murcin.

Los caballeros que poseían un capital superior a los 4.000 ducados, que vivían en Andalucía y Murcia, se llamaban «de cuantía)) y estaban obligados a servir con su persona, caballo y armas en ocasiones de guerra. Inicialmente su fuerza ascendió a los cinco o seis mil hombres, pero ésta decayó considerablemente por el desgaste SUfrido en ocasión del levantamiento insurgente de los moriscos. Al finalizar el año 1571 se mandó a los corregidores y justicias que fueran nuevamente llamados a un alarde que tuvo efecto en el mes de marzo.

Coballe~ía extranjera. Existían ción es :

algunas

compañías

alemanas contratadas,

cuya

rela-


106

JOAQUiN

DE

SOTTO

Y MOSTES

AiZo de contî’atnción

c‘onzp añías : Del Barón

de Wolchestein

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .,. . . .

1353

Del Conde de Issembourg .............................. De Othon de Schawenbourg ...... ............ ......... Del Duque de Brunswick ................................. Del Duque de Sajonia ................................. De, Mr. Schenech .................................... De Mr. de Hanstenrode .............................. De Ernesto Mansfeld .................................... De Mr. Lowestein .................................... Del Duque de Hostein ............... ... ............ De Mr. de Helch ................................. ... De Mr. de Hanswalhen ................................. Del Barón de Santenbourg ... ........................

1368 )) )) » N 1) 1) )) )) )) )) N

De Mr. de Lancelot .................................... De Mr. de Hoyon ....................................

1574 ))

De Mr. de Eckemhourg ....................... De Mr. de Scheyhel .............................. De Mr. de Saint Ballamont ...........................

........ ...

15!)6 )) )i

La Artilloria Por lo que se refiere a la época que se comenta, debe sefialarse como ya se indicó, que el cañón español y muy especialmente la arcabucería nacional, tronó victoriosa en Ceriñola, Seminara y el Garellano en 1503, así como en Orán en 1509. En Pavía nuestra Artillería en fecha 24 de febrero de 1.025, mediante su fueg-o publicaba al mundo la derrota y prisión de aquel Rey Caballero Francisco 1 de Francia. Hay algo aquí -dice Almiranteque parece «destino», y que conviene hacer notar: «Aquellos franceses de las 140 piezas de 1494; quz habían sido vencidos, dos siglo.3 antes, por los arquero? ingleses en Crecy, Poitiers y Azincourt, y llevaban ahora larga serie de descalabros, singularmente éste de Pavía, debido en gran parte a los terribles arcabuces españoles, todavía cultivaban rutinarios la espada y lo que es aún más singular, la ballesta. Esto no lo decimos nosotros, lo dice Montluc: «Il faut noter que la troupe que j’avais que d’arhaletriers...)).




ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAÑOLA

DE

LA CAS.4

DE

ACSTRIA

107

En 1532 es posible contemplar a nuestras famosas ((puntas» xfuando en ~Iungría y amagando a la misma Constantinopla, en donde los ((cuadros de infantería española» a la moderna, con su artillería en los ángulos, se enfrenta gloriosamente a la Caballería turca. Manteniendo el orden cronológico, seguidamente, en el año 1535 se nos aparece la conquista de Túnez, época de apogeo de nuestro Emperador Carlos V y, también, tiempos en que dicho Monarca mandó fundir las célebres piezas que fueron conocidas bajo el nombre de 10s «Doce Apóstoles)), para llevarlos en la referida expedición de ultramar. En 1.540 y mientras el turco saqueaba Gibraltar, un Cuerpo c-spañol ayudaba al Emperador a subyugar a sus reyoltosos vasallos y compatriotas de Gante (24 febrero 1%2). 7’ en 1X,1 la Artillería española se cubre de gloria con la defensa de Perpiñán, atacada por 10s franceses. Por entonces el monarca español? en la c.iudad de Cremona, en fecha IS de junio de 1543, nombró para el cargo de Capitán General de su Artillería al Marqués de Marifias. Otros hechos notables de nuestra Artillería, fueron sucesivament!e el célebre cañoneo -así lo llama la historiade Ingolst?&t (1516) y la decisiva victoria de M~ühlberg (24 abril 1X7), que además de traer consiglo la disolución del Ejército colectivo de los protestantes, arrojó un botín de 500 piezas de artillería, que fueron reparti, das en lotes iguales entre los Países Bajos, Italia y España. En resumen, es en la época de Carlos V en la que mayor arraigo tomó no sólo la Artillería, sino en general toda la Milicia espaííola. En cambio, en la de su sucesor el Rey Felipe II, aunque su reinado se abra con las gloriosas páginas de San Quintín y Gravelinas, aunque en SLI larga duración se desarrolle el drama sangriento y conmovedor de nuestra guerra de Flandes, tal época no nos ofrece tantas virtudes castrenses como la anterior. Ciertamente que el .gobierno de Felipe TT refleja una época de gran interés político-mili: tar, pero igualmente es real que ésto no repercute en un progreso Similar en las armas de fuego. Durante dicho reinado tan sólo puede anotarse como incidente, la invención de las bolas ?xensnjeras duranie el sitio de Stenonwick (lZ%) y el de las bombas en el de Wattendock (1588), perfeccionadas en el de Lamothe (1633), se@ Maizoroy.


108

Los materiales

JOAQCÍS

DE

SOTTO

Y MOSTES

de Artillería.

A finales del siglo xv, e incluso aún a principios de la siguiente centuria, las bocas de fuego de la Artillería eran casi en su totalidad de hierro, sin que en su fabricación interviniera la fundición. El medio usual para obtenerlas se fundamentaba en el empírico sistema de construir los tubos a base de barras de hierro forjadas, las cuales se sujetaban -como las duelas de los tonelesutilizando aros también de metal férrico, colocados en caliente. La pólvora necesaria para la carga de proyección se alojaba en otro tubo de menor diámetro ilamado recánzura n sewidov, el que a su vez se unía a la pieza, acuñacdo esta sobre la fusta o montaje por medio de cordajes. Naturalmente, las posibilidades balísticas de tales bocas de fuego eran muy modestas, siendo su empleo lento e incluso, a veces, peligroso. Ya en el primer tercio del siglo XVI, se inició la fundición de piezas de bronce, cosa natural y lógica, dado que hasta el descubrimiento del alto horno, las cantidades de hierro que podían suministrar, las forjas artesanas de la época, eran muy limitadas y no permitían 12 obtención de grandes bloques del citado metal. En cambio, la fundición de grandes bloques de bronce, ya era conocida desde antiguo (12). Durante el siglo que ahora se comenta las piezas de fundición ya fueran construidas con bronce o con hierro, llevando una g*CcáVIUTCI unida a la caña del arma, formando un solo cuerpo, con lo que fue posible dar mayor facilidad y rapidez a los ejercicios de tiro. Además -según el tratadista militar Martínez Rande (13)-, «las referidas piezas podían disparar más rápidamente, a la vez que permitir mayores alcances». «He aquí -dice dicho autordos notables adelantos cuya repercusión fue inmediata ; ya no se limita la función de la pieza a «ser plantada» muy cerca de las murallas a hatir, para lueg-o realizar en toda la jornada un exiguo número de disparos. La idea de llevarlas en los ejércitos, a fin de que presten un fue‘(12) En las antiguas Grecia y Roma la practicaron, e inclcso eskter! autores que mantienenla creenciade que los chinos fundieron grandesgongs y campanas2.000años antesde la Era Cristiana. (13) Hisforin de In Arfifiuin.


ORGAKIZACIÓN

MILITAR

ESPAROLA

DE

LA

CAS.1

DE AUSTRI.1

109

go considerable y eficaz, donde las tropas lo reclamen, se va haciendo posible». Sin embargo, aquella Artillería buena para actuar en acciones de sitio, aún resultaba extremadamente pesada para acompañar a las tropas durante sus movimientos tácticos, por lo que se hizo necesario aligerar su peso y dotarla luego de un adecuado montaje, ligero y ágil, ésto es, orientarse hacia la Artillería de campaña, cosa que no fue conseguida íntegramente durante la centuria que ahora se comenta. Volviendo sobre la Artillería de principios del siglo XVI, existen antecedentes de que al Emperador Carlos V le suministraban las piezas de artillería las renomhradas fundiciones alemanas de Halut y Popperinter. 3~: la ciudad de Malinas, y Löefler. de Ausburgo. Incluso es factible suponer que dichas fundiciones extranjeras le facilitaran gran parte de las bocas de fuego que el referido Monarca utilizó en la Guerra de Alemania ; tal supuesto Fe fundamenta en que en nuestro Museo del Ejército aún se conserva una culebrina fuad.ida en 1545 por el maestro Löefler. Ahora bien, no todas las piezas de artillería del Ejército imperial debieron ser de fabricación extranjera, ya que existe constancia que en tiempos de los Reyes Católicos comenzaron a funcionar las fábricas de Baza, Málaga y Rledina del Campo, a las que es preciso añadir las creadas más tarde por el nieto de dichos monarcas, en las ciudades de Pamplona, Barcelona, Burgos y Perpiñán, las cuales, aunque dedicarían sus mayores trabajos a la arcabucería y armas menores, posiblemente también fundirían algunos cañones o bombardas.

0 rqmi,-acih

de la. Artille&.

Puede afirmarse que la organización de tales tropas fue naciendo y haciéndose al compás de las necesidades. Inicialmente el citaverdaderamente era inexistente, dado que sus compodo Cuerpo, nentes no se agrupaban en conjuntos homogéneos y orgánicos, sino en núcleos de soldados más o menos expertos en el manejo de los cañones. A medida que nos adentrarnos en el siglo XVI, ya es posible contemplar cómo va dibujándose la fisonomía de dicho Cuerpo aunqUe, naturalmente, con grandes defectos -que más tarde se mencionarán-, debido sin duda B su juventud como tropas combatientes y también.


110

JOAQcíX

DE

SOTTO

Y MO?iTES

y en forma determinante, a los escasos conocimientos balísticos de las gentes en aquella época. De tiempos anteriores al siglo XVI, se dispone de muy pocos datos relacionados con las tropas de Artillería. Se sabe que en el siglo xv existía en España el cargo de General de Artillería, uno de los cuales fue don Fernando Gutiérrez Vega, ilustre militar. También se conoce que en 14% existió un Maestre Mayor de Artillería, Micer Domingo Zacarías, que debió ser uno de los primeros proyectistas o ingenieros. Por último, no debemos silenciar a don Fernando de Antequera ; sin embargo, es posible pensar que verdaderos jefes de Artillería, en su amplio sentido de la expresión, hasta el siglo XVI no debieron existir. ; Fué la Artillería un Cuerpo Real..., esto es, una Organización militar exclusiva tan sólo de los Monarcas? Todo parece orientarse al sentido afirmativo, ya que en el siglo XVI y siguientes, cuando se empieza a dibujar con alguna claridad la orgánica artillera, se nos aparece como «Cuerpo Real», título exclusivo suyo, y también a sus componentes se les puede contemplar gozando de ciertas ventajas, que los de las demás Armas no disfrutaban. A nuestro entender, sea cual fuere la consideración de abolengo que se le quiera conceder, lo que no cabe duda es que tal Cuerpo, pcsiblemente en razón de ser un poderoso y nuevo elemento de fuer.za, fue muy estimado y cuidadosamente atendido por la Corona ; además, la Artillería era arma cara y por tanto, relativamente innacesible a las arcas de los grandes señores que, salvo excepciones, disponían de menores riquezas que sus reyes. ?+*+ Continuando con la organización de la Artillería española del siglo XVI, debe indicarse que en tiempos de Carlos V, el referido Cuerpo se articulaba dentro de las siguientes jerarquías militares: Capitanes Generales : había uno en la Península, otro en Italia y el tercero en Flandes. l’enientes de Capitán General, en número variable, generalmente dos o tres por cada ejército. Gentiles-Hombws, empleo similiar al de oficial, también en número variable, a base de uno por cada tres piezas. Condestables, grado semejante al de sargento y cabo, uno por cada pieza.


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAfiOLA

DE

LA

CASA

DE AUSTRIA

111

Artilleros y Bombarderos ; estos últimos servían en los morteros y pedreros. Con.ductores de Cuerpo de Tren. Mnr~~zeros y Calafates, encargados del tendido de puentes militares y su entretenimiento. Minadores, equivalentes a los actuales zapadores. Como personal administrativo,

figuraba

el siguiente :

Pagadores, Jilnyordornos, Contadores, Fuwieles aposentadores, y Tenderos, encargados de armar las tiendas de campaña destinadas a capilla, depósito de municiones y alojamiento de Oficiales superiores. En cuanto al personal técnico, el normal fue: ingenieros, que trazaban y construían las piezas. 0 bveros de diferentes especialidades. Petorderos, que confeccionaban los fuegos de artificio. Que nuestra Artillería debió tener crédito por aquellos tiempos, no cabe lugar a duda, ya que al parecer tan sólo la alemana se encontraba en condiciones de competir con ella. Consecuencia de ta1 fama fue que ‘en aquella época nuestros tratados sobre Artillería fueran muy solicitados por los artilleros europeos y el léxico artillero se llenara de voces españolas, Tiempos en los que en Francia, por ejemplo, se decía: «Chambres à l’espagnole», ((demi-canon à l’espagnole», etc. Anteriormente se mencionó que las tropas de Artillería de los tiempos que ahora se comentan, ofrecían algunos defectos substanciales. En primer lugar, la base de la recluta de los soldados de Artitillería era mucho más limitada que en el resto de las Armas. Posiblemente no resultase erróneo decir que los artilleros de entonces, quizá fueron los primeros soldados contratados a sueldo, en busca de llevar a filas determinado personal que reuniera ciertas condiciones y cualidades de aptitud para el manejo de aquel pesado y por en-


112

JOAQUÍN

DE

SOTTO

Y BIOSTES

tonces peligroso armamento. Aunque no resulta fácil determinar con exactitud en qué consistían las servidumbres que se imponían a dichas tropas, dadas las anomalías e irregularidades de los ejercitos del siglo XVI, sí es posible vislumbrar algunas, las cuales posiblemente tuvieron influencia. Por ejemplo, era costumbre en aquella época señalar los habres y gratificaciones del personal militar, a voluntad de los Señores que lo contrataban, enganche que además no tenía carácter permanente, sino tan sólo por la duración de una determinda campaña ; con lo que resultaba, que al ser licenciado dicho personal, prácticamente desaparecía la casi organización artillera o que también, al engancharse los licenciados en otra Arma, quedaban desaprovechados sus conocimientos y prácticas en el manejo de las piezas. Tal falta de permanencia, ciertamente no podía beneficiar al Cuerpo de Artillería. Por otra parte, como el material que por entonces se usaba, por su volumen y peso, y también por la falta de mecanismos mecánicos auxiliares. hacía muy penoso el trabajo con las piezas, los artilleros precisaban unir a ciertos conocimientos más o menos técnicos, una gran corpulencia y fuerza, factores ambos que al no poderlos encontrar reunidos siempre en una misma persona, dificultaban el reclutamiento de los servidores de artillería. si a ésto se une el complicado manejo de la pólvora y la no menos delicada operación de la carga de piezas, amén de las dificultades de puntería y corrección de tiro, resulta posible aceptar la conclusión de la necesidad de buscar la recluta de aquellos artilleros entre los soldados de otras Armas mejor instruidos y más prácticos en la guerra. La veteranía, pues, debió ser factor determinante. Las dificultades técnicas más sobresalientes fueron de dos órdenes ; una de tipo balístico, como resultado de lo poco que se conocía a la joven Arma ; el otro, debido a la extraordinaria cantidad de calibres en aquella época existentes. Según Tartaglia (14), en Italia existían hasta diecisiete calibres distintos, sin contar las bombardas ; de ser ésto exacto, es fácil figurarse las complicaciones de municionamiento. En cuanto a las denominaciones que recibían las bocas de fuego, eran por demás curiosas y pintorescas ; existían las llamadas pelicnnos,

(14)

La Nomva Scientia,

editada en Venecia en 1538.


ORGANIZACIÓN

MILITAR

ESPAÑOLA

DE LA

CAS:\

Di2

AUSTRIA

113

salvajes, bujantes, trepantes, verracos, etc., así como también se tiene referencia de otros nombres en virtud de su adornos, en general, con motivos religiosos : los «San Mateas», «San Migueles)), «Serafines)), «Querubines», etc., fueron cañones de dicha época. A fin de paliar en parte el estado de anarquía con respecto a los materiales artilleros, el Emperador Carlos V, de acuerdo con una propuesta elevada a Su Majestad por el Capitán General de Artillería. don Miguel Herrera, fijó en el año 1534 que en lo sucesivo no debería existir en su Ejército más que las siguientes siete clases de piemedias culebrinas, sacres, zas : cañones, medios cañones, culebrinas, falconetes y medios falconetes. Tal nueva clasificación coincide con un estado de armamento y material confeccionado en el aíío 1546, que copiado textualmente del Apéndice número 5 de un texto sobre e-1 Armamento de los Ejércitos de Carlos V en la Guerra de Alemala&, editado por nuestro Servicio Hist&ico Militar, dice: «ReIación sumaria de las cosas que tuvieron a cargo los Mayordomos de la Artillería del Ejército de Su Magestad en las jornadas de Alemania, los años 1546 y 1547, para que así mismo vean los muchos caballos que se habían acordado para ellos, para que no parezca muchos la mía (16) : . .. .. . Cañones reforzados Medios cañones . . . . . . . . . Culebrinas . .. ... ... ... . . . Medias culebrinas .. . .. . Sacres . . . . . . . . . . . . . . . . . . Falconetes . .. ... .. . .. Medios falconetes . .. .. . Balas de caííón . . . . . . . . Balas de cañón tiradas por los enemigos en Igelftad (sic) y recogidas por nuestra gente... . . .

10

12 4 17 7 16 2 3.993

568

Balas de medio cañón . . Balas de culebrina.. . . . . . . . Balas de media . . . . . . . . . Balas de sacre . . . . . . . . . . . . Balas de medio . . . . . . . . . Ba!as de falconete . . . . . Pólvora de cañón (Qnt.) Pólvora de arcabuz (íd.) Salitre (libras) . . . . . . . . . . . . Azufre (íd.) . . . . . . . . . . . . Cuerda de arcabuz (Qnt.) Plomo (Qnt.) . . . . . . . . . . . .

4.243 380 2.154 1.768 360 2.350 2.759 1.000 396 650 276 286

(15) El esta.do anterior se hizo por una persona que hizo contrato para el transporte de la artillería del Emperador en 1546 y que encabeza diciendo: upara servir con 4.000 cabaIIos para tirar la artilIería y cosas tocantes a eIla, con caballos y carros, en la jornada que el Emperador Nuestro SeÍíor hizo en A!emnnia».


114

JOAQUÍN

Picas ..................... Lanzas .................. Cabrias .................. Carromatos ............ Carros .................. Hoces

DE

SOTTO

10.540 3.047 3

..................

1 2O í’50

Y MONTES

Palas .................. Hachas .................. Picos ..................... Azadas ............ ...... Herraduras ... ...... ... Zapas ............ ... ... Guadañas ...............

4.871

510 2.762 2.790 3.600 5.561 1.50

En el estado anterior no se incluye el total de partidas, que asciende a 140, por no. ser de tanta importancia y no hacer interminable este apéndice. Las partidas están con respecto a las dotaciones de las piezas y de las armas portátiles, y que eran: para cada caííón, 4.000 balas ; medio cañón, 8.000; cuarto de cañón, 10.000; culebrina, 2.000 ; media culebrina, 4.000; cuarto de culebrina, 8.000. La pólvora necesaria : mitad del peso de bala en los cañones y dos tercios en las culebrinas. Incluimos a continuación un estado de los caballos necesarios para el arrastre de las piezas : Veinte cañones en los carromatos, 21 caballos cada uno ...... Para 16 medios, a 15 cada uno ................................. Para seis cuartos, a 9 .......................................... Para 50 cajas (cureñas) con 10 de repuesto, a 9 ............... Para 10 carromatos de respeto, a 9 ........................... Para 20 barcas, en otros tantos carros, repartidos en ellas lo necesario a la puente, a 15 ........................ ......... Para dos pontones, a 21 ............ ...........................

Características de la Artillerin

en el siglo

420 240 54

450 90 300 42

XVI.

Las que a continuación se indican, figuran en el tratado 7-n _Yow .Ccimfk, de Tartaglia, obra a que ya se ha hecho referencia en páginas anteriores (16). 710

,(lG) Arntnwwzio de los Ejércitor 1347 (Servicio Histórico Militar).

de Carlos

b’ en /n Guerra

de Alemmia

2.5,$6-


ORGANIZACIh

MILITAR

ESPAÑOLA

DE

LA

CASA

3 (plomo) Falconete ..... .’ Falconete ...... 6 ( >f ) Aspid. ........ 12 ( B ) 12 ( » ) Sacre .......... Sacre .......... 12( 1, ) Culebrina ...... 16 ( » ) Pasavolante. ... 16 (hierro) Culebrina ...... 14 ( u j Culebrina ...... 20 ( » ) 20 ( >r) ) Cañón ......... Cañón., ....... 20 ( » ) 30 ( B ) Culebrina. ..... 30( B ) Cañón ......... Culebrina ...... 50 c s ) Culebrina ...... 50 ( » ) 50 ( » ) Cañón ......... Cañón ......... 100 ( s ) Cañón ......... 120 ( * ) Culebrina ....... 120 ( P ) Bombarda ...... 250 (piedra) 150 ( * ) Bombarda ...... Bombarda ...... 100 ( » 1 45 ( >P ) Cortaos. ....... Cortaos ........ 30 ( » )

595 7 5,5 8 9 7">" 12 8,5 40 7 8

115

AUSTRIA

Peso de la

Longitud de la pieza (en pies)

PIEZA

DE

Ganado de arrastre

pieza (en libras) I

400 890 1.300 1.400 2.150 1.750 2.740 2.233 4.300 2.200 2.500

1

1 caballos

2 » 3 » 4 B 5 2 435 B 5 bueyes 5

;B

7 5 506

» 3 »

8

10,5 12

815 9,5

10

1.5 10,5 10 10 8,5 7,5

5.387 6.600 4.000 8.800 12.459 13.000 8.900 6.146 5.500 4.500 1.600

6 12 14 9 :8 28 19

12 ll 9 3

De su contemplación se desprende que la orientación de aquella época se inclinaba hacia las piezas largas y de gran tamaño, cuestión ésta que fue criticada por el citado tratadista, por considerar que su manejo hacía necesario más hombres y más ganado para su arrastre.

Estudios

y

publicacio~~cs

R últimos del siglo XVI tos, técnicos o científicos,

sobvc

Art~iilcria.

comenzó a publicarse tratados ya diãktidebidos a plumas de artilleros españoles.

Según antecedentes, rompió marcha el conocido tratadista militar don Diego de Alava y Viamont (nacido en Vitoria en 1557), con su texto del (cPerfecto CapitStn». En sus teorías, dicho autor corrigió,


116

JOAQUÍN

DE

SOTTO

Y MONTES

y mejoró notablemente las ideas del célebre veneciano Nicolás Tartaglia, del que ya se hizo mención. Otro autor de conocido mérito de la época, fue don Luis Collado, del cual no se sabe ciertamente si era un español de Italia o un italiano de España. Su libro Plática Manual, impreso al castellano en la ciudad de Milán en 1592, tuvo gran interés para la Artillería. Lázaro de la Isla publicó en Madrid en 1595 su Breve tratado de Ar¿$ZerZa, por el cual se vulgarizó en nuestra Península cuestiones relacionadas con Artillería y Pirotecnia. Don Cristóbal Lechuga, mediante sus escritos, fue un reformador de la Artillería de entonces, en particular en la parte referente a calibres, cuyo estado era un tanto anárquico.

BIBLIOGRAFÍA ,IBARRA Y RODRÍGUEZ: España bajo los Austrias. BERTRAND: Historia de España. MARTÍNEZ BANDE: Histotia de la Artillerict. CONDE DE CLONARD: Historia Orgánica de las Arwms de Infante&

y Caballerk. DE MEXÍA: ,H&ovia del Emperador Cartas V (Crónicas espafiolas). BRANDI : Carlos V.. VILLAMART~N : 0 brm selectas. SERVICIO HISTÓRICO MILITAR : Armamento de los Ejércitos de Carlos V e?t la guerra de Alemania. ALMIRANTE : Diccionario Militar. PEDRO


LA ENSENAN24 HASTA

DE LA ARTILLERIA EN ESPARA, EL COLEGIO DE SEGOVIA Por

Comandante

JUAN BARRIOS GUTIERREZ de Artillería, del Servicio Hist6rico

Militar

1 La historia de nuestras instituciones militares (decía Groizard) (l), como las de las administrativas, judiciales y políticas de la Edad Media, está aún entre nosotr,os por hacer. Hoy, cincuenta y cinco anos más tarde, se han cubierto muchos huecos de entonces, pero queda todavía bastante por realizar (2). Así, por ejemplo, el estudio de la enseñanza militar, tema que sugestiona desde hace algún tiempo nuestra atención, tanto por su importancia intrínseca como porque nos parece percibir ciertas dificultades de información para quienes se interesen por su consulta sólo de forma esporádica. Y al decir dificultades de información, queremos referirnos, no exclusivamente al hecho de encontrar obras que traten sobre esta materia, sino también y principalmente, a la circunstancia de que tales obras sean realmente representativas. Creemos, en efecto, que al tocar esta fa(1)

Las

locales en la Edad Media. La compañía de ballcsteros dc CaY CORONADO, CARLOS. Putiicado en el «Boletín de la Real Academia de la Historia», 1999, tomo 55, pág. 353 y siguientes. (2) Recordemos, como con,firmación, lo que dnice en su Hktoria de la Artillería Espafiola el General VIGÓN: «Si se ha de acometer algún. día la tarea de escribir la historia de nuestro Ejército...>. Claro que lo dice en e! momento edificante de publicar una espléndida obra que contribuye a que tal dweo sea realizado algím día. También PEREZA .RUIZ, en su encomiable Biografia del Colegio-Academia de Artille& de Segovia, obra ya de 1960, ha.ce aiusión a cue la ,historia de la enseñanza militar en España está por hacer y reproduce acertadamente el juicio que sobre el particltlar habia emitido CARRASCO Y SAYZ d’e que daría dama a quien la llevase a cabo y que seria timbre de unperecedera gloria ipara el Ejército español. Hay otra vertiente que es esperanzadora. EJ Servicio Hktórico Militar obtuvo en 221X-1961 la aprobación de una Ponencia que ,se denominó aHistoria Orgánica del en la cual se trabaja ininterrumpidamente, Ejército y de las Instituciones Militaresa, dcsdle aquella fecha. lahOrra.-GRoIzmD

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ceta, autores justamente calificados en otros trabajos, no han sido en éste igualmente afortunados (3). Es quizá por esto, por lo que Carrasco y Sayz sentenció que daría fama a quien la lkvasc a cabo, y sería timbre de gloria imperecedero para el Ejército espaaol. [‘alga la cita para estímulo de los capacitados y estudiosos. Expuesto lo anterior, suponemos adivinado que nuestro trabajo se encuadra en unos límites discretos de modestia forzada; que no pretenderá ser exhaustivo ni de investigación, sino simplemente com pletivo y de recopilación. Un trabajo en suma que, renunciando dc antemano al laurel implícito en los esfuerzos profundos y en las aportaciones personales de verdadera calidad, sea, no obstante, iltil para las consultas de menor cuantía, al presentar en un todo rtlativamente conexo lo que hoy anda en dispersión, habiendo procurado cribar de ese conjunto alguna de las inexactitudes que por diversas circunstancias han venido a parar en habituales. En líneas generales hemos procurado seguir un orden cronológico, aunque se comprende fácilmente que el propósito no haya sido posible mantenerlo con absoluto rigor. En cuanto al método, hemos adoptado el dicotómico, con una primera parte que comprende los .centros de enseñanza y una segunda circunscrita a la enseííanza en sí. P.asamos por alto el detalle de discriminar entre las denominaciones de colegio, academia o escuela, de importancia relativa y que, en todo caso, ofrece la ayuda fácil del Diccionario de la Real Academia ; haciendo sólo hincapié en que Almirante define el primero (3) Nos refwimos principahnente al conde de CLOMRD y a ALACIRAXTE, autores de los más coasultado<, en el tema que nos ocupa, Conste que. como dice CERVANTES, de 1~ bueno,s historiadores, nosotro,s creem0.s d,e ellos que .«quisiceronser pun‘nsi el miedo, ni el rencor ni la tuales, verdaderos y no apasionados, y ni el interés, dición le,s hici.eron torcer el camino de la ve,rdad». Si acaso sus fuentes no fueran siempre lo bastante sólidas y puras, el mismo CERVANTES nos alecciona Uobre que no se deben llamar engaño,s los que ponen la mira en virtuosos fines. A pesar de todo, debemos dejar consta.ncia de lo que CARRASCO Y SAYZ escribió sobre las dos osbras más conocidas de &OxAR» ,(o sean la Historia Cwgónica de las Armas dr Tnfanterla y Caballería y la Memoria sobre Academias y Escuelas Militares de Espati...), qne fue e#sto : E[... e,stán impregnados de los errores e inexactitudes de las fuentes de ,que se surtieron, y sólo skven para wministrar materiales más o mena.provechab!e.sn (Apusrtes Históricos sobre la Artilleria Espafíola, por el Comandante don JOSÉ ARÁNTF~UI v SANZ. Corre,spondient,e de la Real Academia de la Historia, por D. ADOLFO CARRASCO Y SANZ. Imyenta del Cuerpo de Artillería. 1891 Respecto a ALMIRANTE, aduciremos razones a io largo de este trabajo.


LA

ENSE.\-A.vZA

Dli

LA

ARTILLERíA

EN

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como reunión de nifios en régimen clausural, más b.ien doméstico que disciplinario. Y pensando, sobre todo que, lo que en algún momento pudo enzarzar notable polémica, no ea matiz que hoy quite el sueño a nadie. LOS

CESTROS

DE

ESSE+AMZA

Si en algún punto del tema que vamo; a tratar puede afirnllarse que existe unidad de criterio entre !os autores, éste es sin duda el de considerar nuestro primer centro de enseñanza militar, al que se denominó Escuela de Artillería, de Burgos (4). La uniformidad de criterio se rompe, no obstante, inmediatamente, como podemos comprobar interesándonos por la fecha en que varios de ellos sitúan cl origen de la Escuela. Clonard (U), por ejemplo, asegura que fue creada en el año 1559, tras la paz de Chateau Cambresis. Pérez Ruiz (ô), dice que sus estatutos se dieron en 1543. Carrasco y Sayz ($), le supone, en cambio, mayor antigüedad, basándose en que ((por documentos de 1542 consta que en aquel tiempo se observaban ya entre estos artilleros la regla de pasar cuatro meses del año instruyéndose en Burgos» ; mientras Vigón (8) se limita a decir que en 1342 existe ya en Burgos esa Escuela, que «según Carrasco, estaba situada en la calle de San Juan, en utl paraje donde luego se edificaron algunas casas)). (4) La importancia de Burgos en relación con la Artillería debió ser notable en la época, a juzgar por la frecuencia con que l,os escritos hacen alusión a ello. En tiempos de Felipe II figura como la primera entre las «casas de munición» de las fronkras ; de recurre continuamente a Burgos cn so!icitud de artilleros, etc. COLLADO cita su ,escuela «camo cosa muy aeiialada)~, según veremo> más adelante. (5) Memoria Histórica’de las Academias y Escuelas iMilitares de EspaGa, coa la creación y estado presente del Colegio Getreral MiEitar establecido e?L la ciwdad cEe Toledo. Madrid, 1847. Imprenta de don José María Gómez Colón y Compañla. Calle de 1a.s Pozas. número 2. (0) Biografk del tColegio-Academia de Artillería de Segovia, por PeoRó AXTOFXO PÉREZ (7)

RUIZ. Segovia. Apurltes sobre

Imprenta de xEl Adelantado». 1960. 10s sistemas y Pnectios de instrucciórc,

‘por

D.

ADOLFO

CARRAS-

CO Y SAYZ. Publicadas ten el <rMamorial de Artilleríau (tomos XVI, XVII, XVIII, XIX, etc.). Constituyen el trabajo más concienzudo y comjpleto c;ue hemos encontrado ,sobre nuestra mat,eria, #hasta el día de la fecha, por cuyo motivo nomsapoyamo,s en él con más drecuencia y confianza. (8) Histovti de la Artilkria Espartola, por D. JORGE Vmh. Consejo Superior Instituto aJBeró:Gmo Zuritar. Madrid. 1947. Diana. d,e Investigaciones Científicas. Artes Gráficas.


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Párrafo aparte nos merece Almirante (9). Su bien cimentada fama, la calidad indiscutible de su obra en conjunto, incluso la simpatia personal que en nosotros despierta, no pueden, a pesar de todo, impedirnos considerar que en lo que a Escuelas militares se refiere, estuvo muy por bajo de su propia talla. Véase, en efecto, cómo nos Informa de nuestra Escuela : KY es preciso saltar al último tercio del siglo xv1 para encontrar en la península un rastro, un conato de Escuela o ,Colegio. Tal quiere llamarse una Escuela de Artillería que Felipe II estableció en Burgos y que se pretende hacer rival de la que hubo en Milán y en Venecia.» Y no. Porque la Escuela existe ya en la primera mitad del siglo XVI y no es ningUn conato, pues en ella se da una enseñanza suficientemente compleja como para comprender los procedimientos de «hacer la pólvora», probar y experimentar las piezas y conocer las fundiciones. Xo es, sin embargo, Almirante el único clás.ico que incuwe en error. Xi Clonnrd y Mellado (10). En los consagrados podemos encontrar deslices como éste: Salas (Ilj asevera que los estatutos de ía Escuela de Burgos «pueden verse en Luis Collado a la página 384 ragionamento áécimo» (12). Pues bien,

(9)

Diccionario Militar fitiuzoiógico, Histórico, ‘Tcc77ológico, por D. JOSÉ AG Madrid, 1869. Imprenta y Libgrafía del Depósito de la Guerra. (10) Enciclopedia Moderna. Diccionario Universal de Literatura, Ciencias, Artes, Agricultura, Industria y Comercio, por FRANCISCO DE P. MELLADO. Madrid, 1852 Establecimiento Tipogrkfico de Mellado. Calle de Santa Teresa, número 8, y del Príncipe, númer,o 25. Sigue a ICLONARD con fidelidad exagerada, ,salvo rara excepción, de que haremo,s alguna referencia. (ll) Memorial Histórico de la Artilleh EspaGola, por D. R.wóóN DE SALAS. Madrid y noviembre de 1831. Imprenta que fue de García. Calle de Jacometrezo, mim. 15. Repitamw que señalar errores en la obra de un autor no ea ni condenar la obra, compatible, incluso con el a)plauso, como ni juzgar a éste. Es, por el contrario, coincide en 1~s autores apuntados. Y con las citas, como la siguiente, que hacemos de esta misma obra : UA mediados del &glo XVI 6e in&tuye.ron escueIas de artille& donde be enseñaba por cprincipios su manejo, limitándm<hse a dos la6 entrada6 para los arti,llerw ; la ‘una, de pakanos y fmi1itare.s cumplidos que podían sufrir el examen, la otra, entrando de alumnos en la escuela y, desde luego, LW Ies sentaba su plaza; d:e artiillwía, donde .se les enseñaba, per,o no, tkaban sueldo en tiempo de paz y Sólo disfrutaban I’a libertad de Usar armw, la eaención (sic) de alojamientos, etc., común a los demk. Estando, die.stros, eran admitidos a plaza y goc,e de eueldo; y QI ein estaban obligados a servir en ella, dándoles, por estar!0 del todo había una guerra, 6upuest0, la paga>. (12) SALAS: Obra ci&a, página 136. Dice: &n los reinados de Felitw 11 Y Felipe III tuvo Burgos esa afamada s.wuela, cuyos estatutos >pueden verse en LUG COLLADO, a la página 344, ragionam.ento dCcimo>. MRANTE.


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lo que se puede leer en tal autor y obra es precisamente su deseo de conocer cómo funciona dicha Escuela, que no es lo mismo sino más bien todo lo contrario. Es cierto que Collado menciona en el rügionamento (siesta) unos estatutos, pero éstos son los «más principales» de cuantos rigen las Escuelas de artillería en general (o lo de Venecia a que antes se ha referido, si así quiere interpretarse, en particular), pero en modo alguno los de la Escuela de Burgos que, evidentemente, no conoce (13). Registramos estos hechos, no por un afán de señalar errores ajenos, sino sencillamente para poner de manifiesto la anfractuosidad (13) LUIS COLLADO, que llegó a serî Generai de arti~llería de nuestro ejército de Lombardía y Piamonte, escribió una obra sobre artillería, escrita en italiano (Pratica manzdale di artigleria. V,enecia, 1586), que es a la que SALAs se refiere. Nosotros vamos a hacerl’o a Ia edición española, que ampliada y mejorada, se ,publicó en l592. En ella figura un examen de artilleros en forma dialogada, sencilla y amena, que, cosmo podrá apreciame, Uirve de contraste para los e’fectoa que pretendemos, aun siendo dos ediciones distintas. Transcribimos : «Sie~sta ,X, fen la ,qual el Lugartiheniente prosigue en el horden que ,se deue tener en !a Ekcuela del Artfleria, para que ella sea d,euidamente gouen-nada, etc.... G. En la ciudad de ,Burgos, según yo he oydo tiene, y sustenta Su Magestad una Escue!a que me dizen que es cojsa muy senalada. T. Hauialo d eeer si no lo e,s, y aun muy celebrada, por ser cosa de la Magestad Cath., y allí delante de sus reales ojos exercitada, Yo para dezir à V. S. Ia verdad la de BU? ‘gas no In he uisfa, y holgaria de saber el horden q en gouernarla tiene el maestro, y si es tan sufficiente, y platico que de la Escuela de vn tal Rey se halle digno. Pero tornando a lo por V. S. preguntado, que es si tienen reglas, y estatutos, torno a dezir que si. G. Y cuales son ellos? 1. Muchos, Señor, como arriba dixe he visto, y los mejores de ellos he notado, y aquellos se pueden añadir muchos de nueuo, según que a los ministros paresceri conuenir mas en aquel caso. Pero primeramente se pone una tabla quadrnda muy bien acepillada, y lisa, y bien cornichiada, y en lo alto de ella he visto pintada la gloriosa Sancta Barbara, como abogada que es de los Artilleros en qualquier empresa. Y mas abaxo en un pergamino se escriuen los estatutos de la Escuela, y esta se tiene allí colgada, para que de todos sea vista. Y los estatutos mas principales son ios que siguen: »Que ningun Discipulo de la Escuela blasfeme en ella el nombre de nuestro Señor, ni de nuestra Seiiora, ni de algun sancta, ni santa so pena de tres tratos de cuerda.» A continuación de éste primero, los restantes estatut,a que más de un autor acreditado ha reproducido como de la Escuela d.e Burgos. aPlatica Manual de Artilleria, en la iqual’ se tracta de la excelencia de el arte militatr, y origen de ella, y de 1% maquina.s con que los antiguos comentaron a usarla...3 Po,r aLuys Collado, natural de Lebrixa, Ingeniero del Real Exercit,o de Lombardia, y Piamonte... En Nlilán. Por Pablo Gotardo Poncio. Stampador de la Real Cámara, el año 1592: H.oja 104.


del tema, que hace propicia la ocasibn de cometerlos. Y para poner de manihesto, simultáneamente, lo errátii de ciertas fuentes muy comúnmente recurridas. La Escuela recibe en 15X3 la ((orden que habían de guardar los artilleros», cuyo número se infiere que por entonces viene a resultar insuficiente, puesto que SC resuell-e admitirlos «extraordinarios». Indicio asimismo de que debe existir un tono de exigencia es que, señalado en un año el tiempo en que han de haber asimilado las eweñanzas, los que no cumplen este requisito, son despedidos. Es creencia extendida que la Escuela declina hacia finales del siglo, aunque no esté claro que antes de 1591 muriera de inanición, como afirma Almirante (14). Decimos esto porque en mayo de 16O=l el Rey restwlve que SC ponga cn perfección y se introduzca otra, y, en agosto del mismo año «está dada la orden que conviene para que se ejerciten aquellos artilleros y los que de nuevo se asentaren)). V aunque de todas formas en marzo de 1605 el Consejo de Guerra quiere que «se ponga Escuela en Burgos», no creemos en todo caso que el numero de sus alumnos fueran !os tres artilleros y un cabo de que habla híeNado, sino más bien (como toma Carrasco de la consulta del Consejo), que residiera en Burgos ccuna escIladra de las tres que hay, con un cabo». Lo que, por otra parte, atestigua una existencia real, aunque pudiera no tenerla oficial. En lG26 se ordena que la Escuela sea reformada. Entonces sí que podría no haber en Burgos más que tres artilleros porque, cuando llegados los franceses a Guipúzcoa se piden artilleros a la Escuela, según era costumbre en casos similares de necesidad, yon, efectivamente, tres artilleros (y el Capitán Ruiz de Ballesteros) los que pueden enviarse. Esta falta patente renueva la conveniencia de que la Escuela se ponga en normal estado. Hecha la propuesta. es aprobada por el Consejo, resolviendo que sean dos, y no en Burgos ninguna de ellas, sino en Guipúzcoa y en Cataluña. El proyecto fracasa por falta de alumnado, por lo que se vuelve a la propuesta inicial, encargando de su ejecución al marqués de Castrofuerte, en septiembre de 1640. Nuevo resultado adverso, aunque esta vez no (14j Dice ALMIRANTE: rLa Escuela de Artillería de Sevilla, inaugurada en febrero de 1591 bajo la dirección del célebre Julián Firrufino, italiano contratado con’ pequeño sueldo, que ya vio morir de inanición la Escuela de Burgos, moría a SU vez en 1595 bajo la pad,erosa rivalidad de otra .ZCscuela de Artillería de marina meada con singular tim en el mismo Sevil1a.o 0 bra citada, Voz rhstrucciónn.


LA E?;SE?;;AKZA

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se origine en la falta de alumnos, sino en el hecho de que las justicias 110 guardan a éstos las preeminencias a que como tales alumnos de artillería. tenían derecho concedido. Todavía, en 1672, ~1 veedor general D. Antonio de Frías se lamenta de que 10s reiterados deseos de los Capitanes Generales por la restaurxión de la Escuela, hayan resultado baldíos ; sobre cuya representación D. Diego de Sarmiento comenta que es cosa muy repetida, sin que haya logrado nunca tomar forma. E$s decir; que aun cuando se comprueba el buen deseo de unos y la preocupación de no pocos ante el riesgo que entraña la falta de artilleros formados en Escuelas, puede darse por cierto que la de Burgos no volvió a restaurarse. Volvemos ahora atrás, a 1542, para dejar constancia de otra Escuela de artillería contemporánea de la primera, que existió en Barcelona. Varias serán las que mencionemos en la misma ciudad en difc-rentes épocas. De la que ahora nos ocupa sólo diremos con Vigón que «en las Cortes celebradas en Monzón en 1542 se destinó parte del subsidio concedido por los catalanes a gastos de artillería, de los cuales, «por no haber aún entonces formado S. M. oficiales de artillería en Barcelona (que los creó de ahí a poco), quedaron en Ic Tesorería» (15). Pasamos a continuación a la ciudad de Sevilla, en donde hubieron no una sino dos, d’enominadas por Carrasco y Sayz (a quien, fundaEscuela de Sevilla para la carrera de mentalmente, seguiremos), Indias, y, Escuela de Julián Firrufino, en Sevilla, respectivamente. La primera de estas Escuelas debió su creación al Consejo de Indias, decisión nacida de la falta de artilleros para la flota (18). Se puso el centro bajo el cuidado de la Casa de Contratación. La enseñanza en él, bajo el mando de Andrés Espinosa, «artillero mayor de dicha carrera» (17) ; dándosele las instrucciones para regularla, en (1.1) VIGÓN : Obra citada, torno 1. (10) Las flotas de Indias tienen su sorigen en 1522, cuando se ordena formar una armada que guarde los mareas de Poniente contra los corsarios franceses. Por no ser eficaz, en 15% ste dispu,so que 1.0s barco.s navegaran en convoy o flota (convoyes de éstas con sólo artillería y su naos umerc~hantesa. acompañadas de naos d,e armada, personal). En 1522 se previno que todas las naos fueran artilladas, llegandoasí a conbstituir,se las Armadas de Guarda de la Canrera. Tanto unas como otras naos llevaban parn servicio de la artillería personal contratado al que se exigía un nivel d.e conocimiento,s muy estimables. Vrcó‘r : Obra ciS@da. (1’7) El nArtiKero Mayo?-» fue creado en 1576 para cuidado de la Escuela. Todos los día,s, mañana y tarde, debía aenseiíar allí con demostración de su oficioa. VIcO++, 0 bra citada.


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1576. Dieciséis años más tarde y al parecer por muerte del catedrático, cerró la Escuela, para renacer al año siguiente fusionada con la de Firrufino (que era para artilleros de tierra). No obstante, esta situación no es prolongada, pues suspendida a su vez la de Firrufino, cesa también aquélla. En 1593, persistiendo la urgencia de disponer de artilleros para la flota de Indias, decide el mencionado Consejo nueva apertura, recayendo la tarea sobre íos hombros del Capitán de la artillería embarcada Francisco de Molina, junto con la misión tie resclver las admisiones, exámenes de los artilleros, como también el concederles o no la carta de preeminencias. Rigieron en esta etapa las mismas instrucciones dadas anteriormente a E.spinosa, sin otra salvedad que la de permitir que el nuevo maestro pudiera introducir algunas modificaciones si así lo creía conveniente. Por Real ‘Cédula de 18 de septiembre de 1600, sabemos que en la fecha es maestro mayor Andrés Muñoz el Bueno, y que hasta entonces ha habilitado a unos 1.500 artilleros. En la misma línea de aperturas, cierres y dependencias, marca un hito el año de 1605, en el cual y debido a ciertas irregularidades, se resue!ve que cda Escuela de Sevilla quede sujeta al Capitán General de la -4rtil!erín, por cuya sola mano es S. M. más bien servido, y que cese lo que dispuso el Consejo de Indias, y con ello cesarán las dificultades que se han ofrecido y que han embarazado dicha Escuela». La medida no garantizaría el perfecto funcionamiento que con ella se esperaba, puesto que el Capitán General de la Artillería se sintió obligado en 1608 a elevar escrito a la Junta de Guerra de Indias, como consecuencia del cual se vino a disponer que el mismo Capitán General (por entonces Juan de Mendoza), diese nuevas instrucciones, como así lo hizo a Juan Pkrez de -4rgarate para su cumplimiento en colaboración con Andrés Muñoz, ya que éste era quien había enseñado y habilitado a los artilleros ; funciones para las cuales no se introducían modi(ficaciones, como no fuera, la de que Juan Pérez hiciera preguntas, además de las que hubiera estimado Muñoz. Debían prek-irse como alumnos a los marineros, sobre cualquier otro tipo de aspirantes, dada la finalidad de la Escuela. ,En 1633 se hace necesario cubrir la pla.za que ha dejado vacante Andrés Muño’z, por fallecimiento. Decide el Rey que, por la importancia del puesto, haga la propuesta el Capitán General de la Artillería, quien envía una en la cual figuran varios nombres, pero con brioridad de colocación y preeminencia de opinión para Gaspar Gon-


LA EXSE;.uAXZ,4

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zalez de San Millin, que había interinado el cargo desde la muerte de -Munoz a satisfacción tanto del Capitán General de la Artillería, como del iTeniente de ,Capitán General de Sevilla. Pese a todo, no se sabe si fue elegido el propio Gaspar o alguno de los otros que integraban la propuesta: Gabriel de Oliveras, Pedro Ruiz de Ballesteros (Capitán de ballesteros y Cabo de artilleros de Burgos, con cuarenta años de servicios), y un hijo de Diego Ruiz de Avendafio (que había adquirido el puesto en propiedad, dejándolo interinamente a Gaspar, para incorporarse al ejército de Perpiñán, donde murió). A partir de este momento no hay noticia cierta sobre la Escuela, excepción hecha de una referencia que aparece en un escrito del Capitán General de la Artillería, fechado en 1663 ; escrito en que, a propósito de ser necesario el envío a Puerto Rico de artilleros, se insinúa la existencia de ellos en la Casa de Contratación de Sevilla, así, también, como una Escuela para habilitarlos ; Escuela que resulta lógico identificar con la que venimos tratando. En todo caso, esta Escuela, que evita durante cerca de un siglo la inconveniencia de que en nuestra flota ‘de Indias hubieran artilleros extranjeros (alemanes, franceses, flamencos), no tardaría mucho en desaparecer definitivamente, pues desde que la Casa de Contratación, junto con la Universidad de Mareantes de Sevilla, instituyen el Seminario de Pilotos, conocido más tarde como de San Telmo (una de cuyas misiones era enseñar artillería), no se vuelve a tener noticias sobre ella ; apoyando la hipótesis de que fuera absorbida por el Seminario el hecho de que pasaran a éste las lecciones de artillería de Juan de Elche, que habian sustituido a las de Muñoz. Anotemos antes, de retirar nuestra atención a esta Escuela de Sevilla para la carrera de Indias, que si bien su creación es del otigen que anteriormente se expresó ; su enseñanza, para conseguir habilitar artilleros para la flota; su dependencia administrativa, de la Casa de ,Contratación; no obstante, la faceta que para nosotros es particularmente interesante, cual es la direccicin y enseñanza profesional, específicamente, ésta correspondió siempre al Cuerpo de Artillería. Tal es la razón de que, pese a los mencionados pesares, la hagamos figurar en nuestro resumen La creación de la Eswela de Julián Firrufino en Sevilla, es un punto inconcreto de nuestro relato. En 15’7’7una representación relativ,) al establecimiento de la Marina a cargo de Espinosa, habla


de lo conveniente que sería el que habilitasen cu2ntos así lo desearan (concurriendo en ellos las calidades necesarias) ((para que cuando fuese preciso, como lo habrá de ser, acrecentar y poner artillería en Cádiz, Gibraltar y Cartagena, por sus nuevas fortificaciones, y para los otros presidios de Berbería y de las Indias, de que hay tanta necesidad, hubiese recado bastante de artilleros españoles)). Estos alumnos estarían, como los ya existentes, con sus gastos a carg-o d:: los mercaderes de la Cámara de Indias, de lo cual surgieron las discrepancias ; pues queriendo éstos que fueran también marineros, se argüía que tal cosa sería estancar la enseñanza, que, dejando aprender a cuantos quisieran, se podrían sustituir a los españoles que servían la flota, etc. Kepresentación de la cual se sabe que pasá al Consejo de Indias, pero no los efectos que produjo ni aun si produjo alguno. En’wtro escrito (éste de X59), se dice que el Capitán General de b Artillería tenía orden para asentar Escuela de artillería en Sevilla y otras partes, y se creía que lo había ejecutado por ser la ordenmuy anterior a la fecha en que el escrito se redacta. Este aí?o de 1559 es el mismo en que viene a Espafia un italiano que va n representar notable papel en la enseñanza artillera espa6ola: el doctor Firrufino. Venido de Milán para habilitar en Burgos doscientos artilleros de que había urgente precisión, SLI itinerario fue cambiado por el Capitán General Acuña (que lo llevó con él a la fundición de MáJaga), quien, sin embargo, era partidario de que tomase a su cargo la instrucción de artilleros en Sevilla. Así lo hizo al fin por Real Cédula de 1590 ; fecha, como vemos, en que hay testimonio de existir la Escuela de Sevilla, pero que, sin embargo, debió instaurarse mucho antes ; pues si bien en la época son frecuentes las dilaciones, si tenemos en cuenta el anteriormente mencionado escrito de 1577, son demasiados aSos de retraso con respecto al momento en que Firrufino se encarga de la dirección. Lo que, unido al papel de 1559, nos lleva a pensar que la Escuela se creó mucho antes, aunque no podamos demostrarlo por ahora. Recibió Firrufino instrucciones para admitir a cuantos quisieran recibir sus enseñanzas (a condición de que pertenecieran a oficios que ofrecieran utilidad para el servicio del arma) y se decretaron las preeminencias y ventajas de que gozarían cuantos se alistasen. En 1592 se mandaron fundir en !Uálaga dos falconetes expresamente para esta Escuela de Firrufino, quien desempeña SLI misión COQ 1~


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eficacia suficiente para que en 15’33 sean casi doscientos los artilleros habilitados. Es el alio en que, como se recordará, se refunde con esta Escuela, la de 3larina, para la carrera de Indias. Pues bien ; abstracción hecha de lo ya conocido de Firrufino, por lo que al tratar de esta última Escuela dijimos, sólo podremos añadir que en lU$% iue nombrado para ensefiar matemáticas en la Corte, nombramiento que nos permite apreciar su vocaciGn por la enseñanza y cariño hacia la Escuela, ya que en enredada problemática que surgió de la dualidad, SUPO elegir siempre el camino difícil de atender ambas enseñanzas independientemente de la remuneración que percibiera y en ocasiones hasta contra la disposición de emplearse en una sola. J& sión pedagógica en que permanece hasta su muerte, ocurri,da en 30 de octubre de 1604. Reemplazó al doctor Firrufino en el puesto vacante su propio hijo Julio César. Entretanto, la Escuela debió estar suspendida, como induce a creer la Real Disposición (14-III-lGO!í), por la que se ordena restituirla, a petición del conde de Villalonga ; lo cual concuertia con el hecho de que el doctor Firrufino hubiera ensenado a los artilleros de la costa cantábrica, misión de la que hablan algunos escritos de ese tiempo. La Escuela fue reformada, según Carrasco, en 162, ; hipótesis discutible, porque la basa en un escrito del Consejo de Guerra fechado en 1663, y en su parte que dice : «... que desde que se reformaron las escuelas de Artilleros que había en Burgos y en .SeviIla no las hay en EspaÍía, y ahora se reconoce de ésta falta muy perjudiciales consecuencias, que se continuarán mientras no se vuelvan a introducir», dato del que no vemos cómo llega a la exactitu,d de que fuera reformada precisamente en 16%. Sea como quiera, el juego de propuestas, decretos de ejecución, de realidade: renace con vigor en esta época, induciendo pecuniarias insuficientes, a pensar qu’e ninguna realización notable pudiera ser llevada adelante. Como debió ocurrir en nuestro caso, ya que el Teniente General de la Artillería D. Jerónimo Reynaldi, único profesional auténtico del momento en 1671 (según decía el propio Consejo en septiembre de dicho año), afirmaba no existir en toda España hombre alguno que supiese, con fundamento, disparar una pieza. Y aunque debe agregarse que en 1672 el Consejo propone el restablec;miento la dilución progr.esiva de node las Escuelas de Sevilla y Burgos, ticias referentes a la que ahora tratamos, llega al límite de carencia. absoluta. Por 10 cual pasaremos a ocuparnos de las de matemál-icas


y artillería, no sin antes resumir, para completar el ambiente, io que Carrasco y Sayz nos informa sobre las dificultades pua el planteamiento de las Escuelas de artilleros. Dice Carrasco que cuando el conde de Villalonga restauró la Escuela de Sevilla, recibió también autorización para abrir otras dos, una en Avila y otra en Bilbao, sobre cuyas mismas bases debían reestructurarse las que al parecer existían en Navarra, Cataluña, Murcia, Andalucía, Galicia y Portugal; y que en 1600 el Consejo de Guerra (a instancias del Capitán General de Artillería) propuso 4 obtuvo aprobación a la propuesta de que, sin perjuicio de continuas la Escuela de Sevilla y las demás que habían habido, se instaurasen’ otras dos donde pareciera oportuno. Cuatro anos más tarde Villalonga comunica que S. M. ha resuelto que la de Burgos se ponga en perfección y se habiliten dos más en los lugares convenientes. Contesta el Capitán General (Acuña), que desde su nombramiento en 1586, ha tenido preocupación contínua porque en España haya Escuelas de Artillería, sin haber conseguEdo esto, ni tampoco duplicar el número de artilleros de las fortalezas, a pesar de que así estaba ordenado. El mismo Acuña, ~2 coronarse nuevo Rey (Felipe III), Feitera sus representaciones sobre la necesidad de escuelas, que hacz ektensiva a la falta de oficiales de maestranza y gente de artillería en general, 1,ogrando entonces que se nombre una Junta para resolver en concreto. La Junta acepta sus razones como buenas, pero no se pronuncia por la! ejecución. Insiste Acuña en que son menester las de Sevilla, Valladolid, Granada y Avila (las tres primeras por su población; la cuarta por abundar en ella hombres de oficios aprovechables para el servicio de la artillería). Esto convence al Consejo y lo mueve a propugnar el restablecimiento de las de Sevilla y Burgos, a&í como la instauración de otras escuelas en Avila, Vnlladolid y Bilbao : consulta en la que también da a entencier que las de Cataluña, Navarra, Galicia, Portugal, C&diz y Gibraltar, no son en rigor tales escuelas, sino presidíos en los que se da enseiianza. Repite el Consejo su propuesta por dos veces en el año de 1606, y aunque la primera tentativa resulta frustrada, la segunda consigue tin decreto donde se dice: «Está bien lo que parece que haya escuelas en España y en particular donde pueda haber ejercicio, que es lo principal de las artes... » Sin embargo, excepción hecha de lo visto para Sevilla y Burgos, no parecen seguirse de tales disposiciones otro fruto que los cien artilleros mandados levantar en Cantabria




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~1 1611, y que éstos fueran examinados primero después, por Julio Cesar Firrufino,

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testimonio del Consejo expresando que desde la reformación de las escL&ts de Sevilla y Burgos no hay artilleros en España (y que se debía poner otra vez la de Sevilla]. En ~‘71, una carta del Teniente d,e Capitán General de Artillería D. Jerónimo ReynaIdi a su Capitán C;eneral, después de insistir en la falta de artilkros y el perjuicio de que 1x1 existan escuelas donde formarlos, como ocurre en los demás reirlOS y repúbkas, que sólo confían tan delicada e importante misibn a sus vasallos, tiene un párrafo de lo más ilustrativo : «... todos, pueden ser soldados, mas no todos artilleros, de cuyo conocimknt0 se originó el que Carlos V y Felipe iI y todos los otro5 prkcipes del mundo los procuraron conservar, aun en la mayor tranquilidad de la paz , guardándoles preeminencias y dándoles lo necesario para sustentarse, y con este cebo se llenaba el número de los que! iban faltando ; de modo que no sucediese ío que en la pasada gnerrx de Extremadura, Galicia y Ciudad Rodrigo, a donde se llevaron por tres veces artilleros de diversas naciones, a los cuales se daban anticipadamente siete pagas y a los quince días se huian los más aI enemigo, y los que se quedaban eran los que no lo entendían e insiendo así que los que se aplicaron capaces de que se les enseñara; entre los españoles han aventajado a los holandeses, ingleses y franceses de quienes por la falta ha sido forzoso servirse». Terminando, ciespu& de dar su opinión de que la falta de escuelas se debe a haber empleado en ellas hombres desconocedores de la artillería (y que, por tanto, no pueden enseñar lo que no saben), por proponer una escuela en la Corte, donde él ensenaría y de la cual se podría proveer Ias necesidades, sin tener que recurrir a valerse de extranjero?. Acogida la propuesta con entusiasmo por el Capitán General ?’ real (a! reiterar la propuesta, por el Consejo, obtiene la aprobación pues la primera vez queda sin contestación). Esta escuela debía nude entre cuyos soldados estrirse del regimi’ento de la Guardia, se aplicarían a la enseñanza; pero peraba Reynaldi que muchos oorque el propio Reynaldi los cslc!!ln~ no d~l)i~ron ser correctos,, informa que se está lejos de lograr los resultados previstos, precisamente por el número escaso de los que se han ofrecido. Unase a las fortificaciones de Aragón esto que la obligación de reconocer lo que origina una mayor dificultad 1~ hace abandonar su magisterio,


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BARRIOS

GUTIkRREZ

no subsanada al parecer ni aun siquiera por el interés del Rey, que cn 1672 ordena que se piense «en otro sujeto a propósito, para que corriese» con la enseñanza,, sin que haya indicios de que pudiera conseguirlo. Persiste, pues, la falta de artilleros, no sólo para la península, sino para Indias y presidios africanos. Debido a esto último se dispuso en 1673 que los artilleros de Cádiz fueran a Orán y al Peñón de Vélez de la (fomera. El Gobernador de Vélez sugiere suplir la falta con la creación de una escuela, repitiéndose una vez más el pereg-rinar a que ya nos hemos acostumbrado. Se consulta al Capitán General de Artilleria, éste accede, y sigue la exposición de ser conveniente practicarlo asimismo en todos los puertos de mar, especialmente en San Sebastián, Coruiia y Mallorca. Pide informe ei Consejo para el supuesto de bastar las que hubiera en Barcelona, Cádiz y San Sebastián. El Capitán General, en lo que a alumnos se refiere, Indica cuarenta para Barcelona y veinte para cada una de las otras dos. Conformes Consejo y Rey, pide éste noticias dt: lo necesario para llevar a !a práctica lo propuesto. Surgen nuevamente las dificultades dinerarias y por fin se decide: «He mandado que lo que toca a Cádiz se sitúe en aquella ciudad y la de San Sebastián en sus cercanías, y en cuanto a Barcelona, no habiendo rentas, verá el Consejo qué forma podrá dar para asegurarlo y me consultará sobre cllo.» En 1678 (siempre por el corto mímero de artilleros disponiblesj surge nuevo y prolijo papeleo, como consecuencia del cual se traen de Milán cuarenta y ocho artilleros, una de cuyas mitades hay constancia de que se distribuyen así: tres, al Peñón; dos, a Cartagena ; tres, a la Escuela de Cádiz, y, dos a la de San Sebastián. ¿os tres del Peñón, terminadas sus enseñanzas, irían a darlas a Ceuta, ((_41arache», y San Miguel de Ultramar. Entendemos que la mejor demostración del aludido estado de cosas nos lo ofrece la Escuela de San Sebastian, cuya primera arduidad es su origen. Se sabe que el año 1679, exponía el conde de Fuensalida el obstáculo que para formar la E,scuela había de salvar el sin cuya ayuda no podría llevarse a efecto. Consejo de Hacienda, Otros inconvenientes eran el de que los almacenes no disponían de fa cantidad de pólvora que iba a ser necesaria para los ejercicios y eI temor ,de que la Administración se resintiera y de que faltaría la asistencia del Capitán General, que no 10 tenía en aquella plaza. Se representan estos problemas al Capitán General de la Artillería de


LA EXSEÑASZA

DE

LA .4RTILLERiA

EN ESPI\:,,

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i-lspaña, quien resuelve que se haga como está mandado (.y no en Pamplona, como se le proponía), porque en San Sebastián aprenderian el uso de la artillería también para mar, «en que hay gran di+ fyrencia» ; que el ITeniente General que allí había se cuidase de la Escuela y que en cuanto a estar parada la fábrica de pblvora de la ciudad, igual ocurría en las restantes de Espafia, «por no poders= cobrar un solo real de las consignaciones)). Confirmada la anterior opinión por el Consejo y decretado en igual sentido por el Rey, Fuensalida dio la ordelz ai Keniente General de la Artillería de la provincia (D. Juan Bautista .kanguren). Puso Aranguren unas prevenciones que se aceptaron (tener la asignación antes de convocar las plazas, tener la munición, etc). Un mes más tarde pregunta el Rey por la Escuela, recibiendo la contestación dr que ni esa ni la de Cádiz se han podido plantear, por falta de las consignaciones. Reitera el monarca sus órdenes a la Hacienda, pone ésta reparos, y en la continuación del embrollo aún seguía el Rey teniendo la misma respuesta cuanto preguntaba por las Escuelas en julio de 1684. Dado el estado de cosas expuesto, hemos de decir que, pese a él, se daban clases de artillería en los presidios y en los Ejércitos, si bien en lo que podríamos llamar tono menor. Tales aprendizajes y ejercicios estaban encomendados en las instrucciones que recibían los Tenientes Generales de Artillería al tomar posesión de sus cargos. Así, en la que se da a D. Juan Martín de Ruano para el de Iktremadura (4-VII-1680) : «.. . cuidará.. . con particularidad de que los artilleros y ayudantes de ellos, se habiliten los domingos y días de f:esta en el manejo de la artillería, asistiendo a ello con un cabo)). Había, si no verdaderas escuelas, sí al menos maestros. Constan, entre otros, el maestro de Escuela de ArtiIlería César Rampín (cuya sustitución se encarece a su muerte, ocurrida en 1691. Pedro Pino (<<maestro de escuela», como figura en propuesta de recompensa por el sitio de Gerona, hecha en 1684), ‘Salvador Romano, Capitán de Artillería (que en 1660 solicita la efigie de S. M., «como se había dado a otros») y quienes se brindaban para abrirla, como quiere hacerlo en Madrid (agosto de X86), Nicolás de Monforte, ((ingeniero de la artillería y fuegos de artificio». Con todo ello, parece lo más probable que tales escuelas quedaran reducidas a la de Barcelona, y n la enseñanza que en las fortalezas se daban a los artilleros que las guarnecian.


Estamos liegando a finales del siglo XVII. y como no pensamos referirnos a ningún otro centro de enseííanza, consideramos obiigado dejar constancia de los que cita Clonard (~7 repite Mellado). Dice ,este autor que al sustituir el conde de Vilialoilga a Juan de Apuña en el carg-o de la Artillería peninsular, logró que se establecieran escuelas en Barcelona, Pamplona, La Coruña, Lisboa, Cádiz, Gibraltar, Málaga y Cartagena, todas escasamente dotadas, y sólo la de Lisboa, con fundidor e:~ ía Maestranza, hasta 1602, en que propuso aumento notable en la dotación y que se trajeran de Flandes y Alemania fundidores que mostraran su oficio. Ante el curioso dictamen real de que su propuesta era oportuna, pero no el gasto (por el momento), el de \‘illalonga reduce su petición a establecerlas en Valladolid, Granada: Avila, y rehabilitar la de Sevilla (de que ya hemos hablado) ; resolviéndose esta vez (1605), que primero se perfeccionase la de Burgos y restaurase la de Sevilla, y concediendo para después la creación de una en Avila y otra en Bilbao ; mandándose también que las existentes de Cataluña, Navarra, Galicia, Portugal, Andalucía alta y baja, y Murcia, se montasen sobre iguales bases que aquéilas. Y por último (1608), que la de Valladolid se trasladase a Madrid, quedando bajo la dirección de «don Julián César Firrufino». Er&=ecomillanos el nombre del director que habría de tener la Escuela de Valladolid una vez trasladada a Madrid, como dato justificativo del valor tan secundario que hemos atribuido a las noticias de1 conde de Clonard. Pensamos, en efecto, que su estudio no alcanza el grado de severidad necesario para crear una disposición de confianza en él, y ofrecemos como muestra señalada este hecho concreto de formar una sola persona (Julián César Firrufino), con quienes en realidad fueron dos: Julián Firrufino y su hijo Julio César Firrufino (error que por cierto no comparte en esta ocasión su, en dicha materia, fidelísimo seguidor, D. Francisco de P. Mellado). Puede, sin embargo, admitirse la posibilidad de un simple lapsus rnIn& en tal afirmación ; pero donde hay un lapso claro es en la equiparación de Ias que fueron Escuelas permanentes, con las que sólo alcanzaron a serlo ocasionales para cubrir los huecos que aquéllas dejaban. Pasamos ahora a las denominadas genérica1nent.e por Carrasco «Escuelas de matemáticas y artillería)), estudio este de las matemáticas que, al decir de D. Ramón de Salas, «siempre fue mirado por nuestros artilleros como muy principal para la inteligencia de su arte» ;


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entre cuyas escuelas nos ocupamos, en primer lugar, de la que existib en Iiadrid. Su nacimiento es un punto en que reina desacuerdo, pero (una vez más) nos inclinamos del bando de Carrasco y Sayz. Llice este autor que en 1.33 fue creada la cátedra en Madrid, no Ileg-ando a tener efecto hasta IWO, con el nombre de «Real Academia de Matemáticas» y bajo la dirección del doctor Firrufino, a las órdenes de Acufia. La Academia se resintió de la falta dc alumnos, puesto que «llPo .-bó por falta de oyentes a tener que reclutarlos entri: los expósitos y desa:nparados de Madrid». En 1604, por muerte del doctor Firrur Tillo, ìc enLL,. ----ga de su cktedra su hijo Julio César. En l(í-19 el Consejo quiere que se traslade a Palacio, «con lo que se irían introduciendo sujetos que podrían ser de provecho en los ejércitos». Firrufino hijo, queda imposibilitado para el ejercicio de la docencia en 1650, muere a mediados de este ar?o y en junio del mismo solicita su plaza Luis Carducci (matemático y arquitecto militar, que tenía escuela particular de artillería), solicitud que aprovecha el Consejo para insistir en la conveniencia de que la enseiíanza se diera en Palacio («para que ocupasen el tiempo en ella los soldados que asistían a sus pretensiones, y muchas personas que por ociosidad acudían a sus patios»), Carducci obtuvo su pretensión y se le seííaló Palacio como lugar de: enseííanza, si bien no es seguro que esto último se hiciera realidad.. En 25 de noviembre de .1656 se ordenó hubiera dos cátedras: una,, por la mañana, en el Hospital de Desamparados, y otra, por ía tarde, en F’alacio ; aumentándosele el utensilio y dotándose de una pieza de la Real Armería. La Academia prosigue su vida bajo las siguientes sucesivas direcciones : P. Jerónimo María -4ffitto (1658 ; regentándola desde 1663 en propiedad) ; D. Jerónimo de Soto, ingeniero militar (1665, hasta fines de año, en que murió) ; D. Juan de la Rocha, maestro de los pajes del Rey (1666, año en que también murió) : Jorge del Pozo (a la razón maestro de los pajes del Rey, que fue examinado y aprobado para el puesto por el P. Martínez, S. J.) ; Juan Asensio (í678, interinamente ; 1681, en propiedad) ; Julio Bamfi, Teniente de biaestre de Campo General (16<%). En 1696 se abrió informe Tobre la utilidad de la escuela, a la vista del cual se decretó su extincijn y pase a Cataluña. Había durado, con algunas interrupciones, más de un siglo ; siendo, como de costumbre, ,cu mayor enemlgo, la falta de asistencias económicas. H ab’la, pese a todo, contribuido a la extensi& en España del estudio de las matemáticas, totalmente descuidados por las Universidades de la época. de


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LtRRIOS

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En 16’75 se ordena al Capitán General de la Artillería, D. 1u2n Pacheco, informe sobre dónde poner escuelas de artillería, emitiendo éste el juicio de ser Zaragoza, Valencia, Castilla, Vizcaya, Galicia y especialmente Barcelona, los lugares más adecuados. Se decretó que se establecieran en Madrid, Cádiz y Barcelona. Sobre la segunda se dispuso la ejecucicjn en 1683, encargando de la misma al Capitán General de Andalucía, y la dirección del centro a don Manuel Manrique de Lara, dando orden simultáneamente a Vespasiano Gonzag-a para la fabricación de dos piezas para «la escuela de matem2itica.s de los almacenes del presidio de Cádiz)). Surgió de los gastos en obras una poiémica iniciada por el veedor y el contador del presidio, basada en que el conde de Aguilar había dispuesto para el empeño, de fondo con otros destinos, y elevado los gastos a 9.650 reales, en vez de los 1.000 estqmadox (y que por voluntad real debió pagar la Armada). Tomó el Consejo en consideración la queja (no sin señalar que debió producirse a tiempo), dispuso de recursos y ordenó la pronta restitución a la Armada, pero resolvió que continuase la obra y aprobó los gastos realizados. En 3692 tomó plaza de maestro en la escuela el P. Francisco Blanco, S. J. ; y aun antes se extendió despacho al P. Diego Cieza (S. J. tambien) para la cátedra de matemáticas de la Armada del océano. Sin que los datos disponibles permitan asegurar, ni que ei P. Cieza fuera profesor precisamente de la Escuela de Cádiz, ni tampoco la fecha exacta en qur ésta abrió las puertas a la enseñanza. La Escuela, en finY sufrió, como tantas instituciones, el impacto de la Guerra de Sucesión. Al trasladarnos al estudio de la Escuela de Barcelona, hemos de hacer un distingo entre la, en cierta forma opinable de que inmediatamente nos vamos a ocupar, y la que, ya dentro del siglo XVIII mencionaremos, a cargo de ingenieros del Ejército, El duque de Bournoville escribe en 1686 que habia puesto Academia de arquitectura militar a sus expensas y trataba de abrir otra de artillería «para disparar y manejar bien los caîiones, para instruir bombarderos, y algo de fuegos artificiales», menester para el cual entendía que debía prestarle ayuda el General de la artillería de España (es decir, el Jefe superior del Arma). El Consejo estimó el proyecto ((conveniente y preciso para la guerra, pero sin medios nada tendrá efecto y todo se malogrará», y el Rey decretó, «como parece)), redacciones de las cuaks poco concreto se puede sacar. Un año más tarde, el Capitán de caballos D Juan Antonio Piceii, ingeniero del E:jército de Cataluña,


LA EXSE:sAX?,A

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EN ESPAÑA

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que desde hacía tiempo venía dedicándose espontáneamente a la enseñanza de matemáticas, fortificación, náutica, artillería y máquinas de fuego, tuvo análoga pretensión CLIC el Duque, y con esas miras solicitó que le fuera entregado un material de enseñanza que encontró en el hospital de los italianos, a cambio de unas limosnas que el Rey hiciera en compensación, al benéfico centro. Cuatro años después Piceli reproducía su petición, adquiriéndose los instrumentos «con destino a la Academia de Barcelona)). Parece, por tanto, que, efectivamente, hubo por esas fechas *Academia en Barcelona, pudiendo ser debida, tanto al de Bournonville, como a Piceli. En el decreto que se siguió al juicio de D. Juan Pacheco, a que nos habíamos referido, se decía textualmente: «Consulta: que se pondrán escuelas en esta Corte, Cádiz y Barcelona...» Pues bien; por Real Despacho de 9 de agosto de 1697, se informaba al Capitán General de Cataluíía sobre 10 ya conocido de la cátedra de matemáticas de Madrid y que su estado de ineficacia aconsejaba suprimirla. en ia Corte y pasarla al Principado, donde se esperaba obtener mejor resultado de la ensefianza, con cuyo fin debía dar las órdenes oportunas. Apenas diremos nada más sobre esta Academia, sino que duró hasta la entrada de las tropas del archiduque en Barcelona. Pero vale la pena relatar la solución dada a un problema de sueldos. Consistió éste en que el veedor D. Roque Vilialba consultó si los alumnos debían ser militares de aquel ejército, en concepto de ventaja de sueldo. como parecía natural. Consultado el marqués de Leganés, Capitán General de la artillería de España, se manifestó conforme con el trasla’do y en desacuerdo con el aumento de sueldo, aduciendo el ejemplo de Milán y estimando que además no debían estar dispensados de eiercicios ni de guardias. A la vista de lo cual, el Consejo dispuso q-ue 10~ alumnos (soldados y oficiales vivos y reformados de todos los Cuerpos sin otra limitación que la voluntariedad y capacidad) lo fueran sin ventaja tie sueldo, y (aquí lo inesperado)? que los maestros tampoco lo percibieran ; como así fue aprobado. Dado por acabado lo relativo a centros militares de en5eñånza de artillería (y la de matemáticas) citamos de pasada una Academia no propiamente castrense, pero en la que se dieron enseñanzas de este militares como el marqués de tipo y que tuvo entre sus miembros, Moya. y el conde de Puñonrostro : la Academia Real de Ciencias de Madrid, fundada por Felipe II en su propio Palacio, el año l%W. El siglo

SVIII

se presenta para España como hito que «grosso


inodo)) marca el propósi;o real (del Rey Sol, por supuesto), de suprlmir moralmente los Pirineos. Después de infructuosa lucha, la co. rona de ,Carlos II va a reposar en la cabeza de Felipe V el Animoso que, con una admisible buena voluntad, va a íratar de lerantar una uación caída, al tiempo que va a favorcccr 1:n afrancesamiento dc nuestra lengua, literatura, indumentaria, costumbres y, en fin, de nuestras instituciones. Afrancesamiento del que el Ejército no logra ser excepcih. Por tanto, ni la Artillería ni su enseñanza (18). Efectivamente ; aún no acabada la Guerra de Sucesión, aparecio (.2-V-1710) (10) un Cuerpo de Ordenanzas para la artillería, en cuyo nímiero 15 se ordenaba crear Escuelas de artillería y bombas en .4ragón, Extremadura, Andalucía y Galicia, (origen de las escuelas prácticas que tanta raigambre llegaron a tener,). El alumno es verdadero soldado encuadrado y disciplinado, cuyos maestros son al tiempo sus superiores jerárquicos y uniforman la instrucción. Otra prescripción de aquellas Ordenanzas fue que los fusileros del regimiento Real de Artillería (creado por las mismas) fueran aprendiendo en las Escuelas para que los que se distinguiesen, previo e.xamen y aprobación, pasasen a ocupar las plazas vacantes de artilleros y bombarderos. Disponiéndose en las mismas Ordenanzas que, aparte de las citadas Escuelas de Artillería y bombas, se creasen otras tres Escuelas o Academias militares, respectivamente, en Aragón, Extremadura y Anlucía, donde se enseñasen, entre otras materias, matemáticas, forti(1%) E,s ,lxe&o hacer un aito p dedicar algUn renglón a la clase dc cadete, uno de los elementos de afrancesamiento que la casa de Borbón traía en su bagaje. ALMIR.~TE fustiga, más que enjuicia, la clase. !Lr\ I.LA~E (de espíritu más ecuánime quizi). los JUZga, diciendo que en cuanto a formación de espíritu y educación militares, ;xclría ser suficiente el ejemplo de los superiores, el servicio cotidiano y la vida en cuarteles y campamentos ; pero que, en cambio, la instrucción que recibieran debía ser precaria, por la misma oposición entre el movimiento y actividad del servicio y la tranquilidad de espíritu necesaria para un estudio concienzudo. Dificultad que extiende a los locales de clase, material de enseñanza y a los propios profesores, los asi Ilamad,os nmaestros de cadetes», qae no estaban rehajad,os de guardias. semanas, ni e,jercicios, por lo que no podían dfedicarse a la ,enseíianza con el debido afán. (La E?ueknza Militar eu España de 175S a 1823. D. JOAQUÍN DE LA &Ave Y GARCÍA. Madrid. Imprenta de Eduardo Arias. San Lorenzo, km. 3. 1911). (19) F’or ellas se dio una nueva y mejor forma al pexonal del Cnerpo, creando ui?a p!ana mayor competente... y se creó un regimiento con el título de aRea htilleria d,e Españan, con treinta y sebs compañias en tres batallones de a doce cada uno, siendo d,e estas doce :as tres de artillera, una de minadores y ocho de fusileros)). SALAS : Obra ritada.


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ficación y lo concerniente a ataques y defensa de plazas. Debe indicarst’ que, aunque los artilleros, bombarderos y demás soldados de la ;lrtillería eran los alumnos de estas últimas escuelas, sus profesores fueron ingenie;os, que el Ingeniero general m-oponía al Capitán General de Artillería, y éste, al Rey. So debieron dar muy buen juego estas escuelas, pues en 1722 se ordena que haya ((escuelas de matemáticas y enseñanza de artillería» t;l &~rcelona, Pamplona, Badajoz y Cádiz, (bajo la direccibn 8.k oficiales dc artiiiería). Por cierto, que estos directores fueron a su vez ;iumnos de D. Pedro dc Enguera, maestro de los pajes de S. M., lo cual nos sirve para apuntar que la Academia de matemáticas de Madrid (reorganizada en Barcelona, como qued6 indicado), siguió existiendo después de ordenada la supresión, durante la vida de D. Tulio Banfi. Purs bien ; D. Pedro Enguera, en el mismo escrito que se decía profesor de !os directores nombrados, pedía ocupar el puesto de Banfi, alegando que desde 1600 hasta 1713 habían existido cerca del Capitán General de Artillería personas dedicadas a la enseñanza de las matemáticas, geometría y fortificación en la Corte. Este escrito (de 1726), junto con lo s informes que se extendieron sobre el Centro, originaron su restablecimiento en 1’730, con el nombre de «Academia de Matemáticas y Fortificación de iMadri,d», con Enguera de catedrático y la obligación de enseñar a los oficiales de artillería, artilleros y demás personas que se inclinaran a su estudio, «guarciándosele las preeminencias y exenciones que están concedidas a todos los que sirven en la artillería». En 1757 se reorganizó, dotándola de más medios y dedicándola a oficiales de todas las armas. En 1760 se suprimió, pasando sus libros y efectos (con los de la también extinguida de Guardias de Corps), a las que en Cádiz y Barcelcnn. tenía el Cuerpo de Artillería. En 1732 seguían funcionando los Centros de enseííanza artilleros, dado que al crearse en este año el cargo de se le ‘daba la misión de «inspección Inspector General de Artillería, de las academlas y escuelas de artillería para examinar, tanto el celo y asistencia de los directores, cuanto la aplicación y progreso de los oficiales y demás in,dividuos». En 1%~ cl Rey Carlos (luego Carlos III de Espaîia), dio en Nápoles una Real «Institución sobre el pie en que había de subsistir la Academia y Escuela de Matemáticas...», destinada a instruir a los oficiales y soldados de los dos Cuerpos de la Real Artillería (Carrasco entiende que quiere decir Regimiento y Estado Mayor) de aquel


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GUTIÉRREZ

reino ; instrucción que tiene el doble valor de haberse hecho bajo la inspiración del futuro Carlos III y de haber probablemente inspirado nuestra Ordenanza de 1X1, de que más tarde hablaremos. S,e inicia así una nueva tendencia del estudio especial de la artillería, que va a tener lucida expresión en nuestro «Colegio» de Segovia. El camino por recorrer va a ser espinoso, pero la meta se alcanzará. Comentaremos de entre los entorpecimientos rnk empecinados, el concepto mantenido por no pocos, de que los conoci-mientos especiales de los artilleros debían reducirse a los que se dieran en las Escuelas prácticas, dejando e! común de las enseñanzas militares al Cuerpo de ‘ngenieros. Apoyábase este criterio en la Ordenanza de 1739, Ordenanza que por otros se interpretaba en el sentido de que lo estipulado en ella común, era el reglamento sobre que se levantasen las futuras Academias ; alegándose por alguno el escaso rendimiento que habían tenido las tres Academias cn 1~ que el régimen por ellos perseguido tuvo realidad. En esta situación, no puede sorprender que cuando en 17-1-6 el Cuerpo de Artillería formuló un proyecto para escuelas de matemáticas peculiares del arma, surgiera prontamente la enemig-a. Esta estuvo personificadn en D. Juan Martín Cermeño (Mariscal de campo: que acababa de ser puesto al frente del Cuerpo de Ingenieros), quien debió arremeter con tal ímpetu, como para suspender la ejecución, y con tan pocas razones como para que la Junta de generales que se formó para dirimir la cuestión, califícase de (coficioso» el recurso interpuesto por Cermeño contra esas escuelas. Así, pues, su acción se limitó 3 ser retardadora, y el 13 de julio de 1731 se establecieron en Cádiz y en Barcelona. Pero antes de decir dos palabras sobre ellas, permítasenos dedicar unos renglones a la Real Ordenanza de 21 de octubre de 1751, «sobre lo que se ha de observar en las Escuelas de Matemáticas que con el título de Artillería ha mandado S. M. erigir en las plazas de Barcelona y Cádiz, bajo la dirección del Cuerpo general de ella». En su texto (de grata y halagadora lectura para todo militar’), aclara que además de esas «Escuelas formales de ;Teórica, con título de Artillería» (20), se crearán Escuelas de compañías provinciales

(m) Sobre las Escuelas cLa dirección d,e la escuela de profesores y ayudantes,

Teóricas, afirma S.~LAS, en su citada obra ;pág. 143): estaba confiada a un inspector y el núme~ro competente todos oficiales de artill.erku.


LA ESSESASZA

DE LA ARTILLERÍA

ES ESPA$A

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(en caso de hallarse en ambas plazas), donde ((uniendo las t&ricas lecciones a las prácticas, que de ellas resultan, se enteren de los fundamentos y consecuencias de es& facultad en todas sus partes principales y adherentes». Volveremos a estas Ordenanzas al ocuparnos de la enseñanza; pero ahora daremos unas breves notas curiosas sobre eilas. Al Inspector no se le seííala gratificación alguna, porque se considera «ese mérito digno de mi Rea! agrado» ; sí a los otros profesores en escala decreciente (dos mil doscientos reales de vellón anuales al primer profesor) ; se admitirán también los sargentos, cabos y artilleros de talento, buenas costumbres, conducta y aplicación, pero que no sirvan por tiempo limitado ; podrá haber en cada escuela cinco Caballeros particulares que, teniendo sobresalientes talentos y aplicación, no pudieran estudiar por no poder probar su hidalguía (aunque no dispensados de la limpieza de sangre y oficio) ; habrán Caballeros de ilustre nacimiento (a los que sólo se exigirá dedicarse al estudio) ; los Capitanes Generales de Cataluña y Andalucía dispondrán con tiempo lo necesario para que los regimientos de sus provincias nombren los oficiales y cadetes que juzguen de inclinación a las matemáticas (no exceptuándose los que pasen de treinta años «respecto a haberse visto muy buenos progresos en esta edad))). Los oficiales y cadetes ingresados estarán exentos de todo servicio en sus Cuerpos. Los Académicos, en fin, que «si llegare el caso tan arduo» perdiesen el respeto a sus profesores, serían castigados «en cualquier número qusesean», con seis meses de prisión en un castillo y pérdida de curso. Son, en definitiva, 51 ordenanzas que, pasando del nombramiento de protector de la escuela al de portero («con la obligación de tenerla aseada y limpia»), no pueden estar mejor aprovechadas. Complementaria de la anterior, la «Ordenanza de ejercicio para cailk, mortero y cabria, mandada observar por Fernando VT en 18 de jcnio de 1753, constituye, más exactamente hablando. un verdadero programa de instrucción de afortunadísima redacción e impregnado de unas tendencias unificadoras y orgánicas que le hacen ser de tan gran importancia como dignas de encomio. En su artículo 1.” se manda que haya en los cuarteles «escuelas de primeras letras y aritmélica, para enseñar a los aplicados y para que se perfeccionaran los que ya tuviesen principios» (donde se originan, según Carrasco, las escuelas teóricas de tropa). D,esde ei sargento mayor abajo (Pasando por todos los oficiales del Estado Mayor de artikría o verda-


140

JT2.U

EARKIOS

GCTIÉRBEZ

deros oficiales del arma), habían de ejercitarse, no ya en el mando de las baterías de cañones y morteros, sino en la puntería e inciuso (ciertos días) en su propio manejo. Existía un? tabla de premios par:k los buenos tiros (desde 4 a 40 reales), para apreciar los cuales, se efectuaban éstos sobre blancos formados por círculos concéntricos. U por si alguno «estimara más la perpetuidad de sus aciertos que el dinero», se acullaron monedas de plata de valor equivalente a los premios. Todas tenían en su anverso la efigie del Rey; en su reverso: grabadas, las iniciales del premiado. En las de caííón, ese reverso llevaba un caiión y encima de él? regla, nivel y el mote «Recte» ; en las de mortero, esta pieza y su bomba, describiendo la trayectoria, y la inscripción «:Uniformitas». Fue modificada esta Ordenanza, en lo concerniente a ejercicio, en l’ií’i, y mandaba cumplir la modificación el 21 de septiembre de Ii%. Reinte,orándonos ahora a nuestro relato sobre las Escuelas :lti nl2atemáticas de Barcelona y Cádiz, digamos sobre ellas las dos palabras prometidas, empezando por señalar que ambas se establecieron por disposición de 31 de julio de 1751. El 27 de octubre del mismo año fue nombrado Protector de las Escuelas (como Inspector General que era de Artillería, por no haber Dir,ector General), el Secretario del Despacho Universal de la Guerra, marqués de la Ensenada, quien a su vez y debidamente autorizado, delegó poco más tarde (7-XII-1iOl) en el Capitán General de Cataluña (marqués de Mena) y en el Gobernador de Cádiz (don Juan de Villalba), respectivamente. Para la Academia de Barcelona se nombró Director a don Juan Rafael Silvi ; Subinspector, don Jacobo de Valladaros, y primer Profesor, don Francisco Domínguez ; relevado éste a causa de su salud, a principios de 1’734, por don Antonio Zini. El curso no pudo comenzar hasta el 3 de octubre de 1752, siendo de 68 el número de alumnos y sus procedencias las siguientes : capitanes, tenientes, suhtenientes y cadetes, sargentos, cabos y soldados del regimiento Real de Artillería ; oficiales y cadetes de Infantería y caballeros particulares; oficiales del Estado Mayor de Artilleria. Todo según tres relaciones nominales de que hay constancia, que hemos extractado para que se pueda comprender el trabajo que debió suponer para los profesores, la enseííanza a un alumnado tan heterogéneo. Simultáneamente en la de Cádiz y siguiendo el orden de diferentes relaciones, encontramos como alumnos : cadetes, comisarios delineadores,


L.\

ESSE%lsZA

DE

L.i

AI<KLLL;RíA

141

EN ESPA%A

voluntxrinsZ stlhtenientes (de Infalztcría y Artillería), cabos l.“, artilleros, segundos cabos y condestables, cabos 1.” y bombarderos (de Marina). Visto lo cual es mris digno de aprobación que de sensura, saber que ambos centros tuvieran viyencia hasta el 12 de mayo de 1’760 (2,l). En esta fecha fueron suprimidos estos centros, bien por no satisfacer en demasía tal sistema clc enseñanza, bien simplemente porque se empezaba a planear el «Colegio)) de Segovia (21). Entretanto, en Cádiz, había sido nombrado en su día primer Inspector, don Juan Manuel de Porres, Comisario general y Director de in Escuela práctica ; primer Profesor, D. Marcos -4ntonio Gigli, Comisario ordinario ; Segundo, D. Antonio Zim, también Comisario ordinario ; tercer Profesor, D. Gabriel Martínez, Comisario estraordinario, y Director de dibujo, el de igual graduación, D. Agustín de Hervás. Para sustituir a De Porres en enfermedad o previsibles ausencias, se comisionó al Capitán del segundo batallón del regimiento Real de Artillería, D. Juan de la Cuesta. Y como Gigli causara pronto vacante, por lo que ocupó su puesto Zini (quien, como hemos visto, pasó en 1754 a sustituir en Barcelona al primer Profesor de aquélla, 1). Francisco Domínguez), pronto hubo que ascender a los mencionados profesores e ingresar otros nuevos, quedando así el cuadro general : primer Profesor, D. Gabriel Martínez (a la sazón Comisario ordinario) ; segundo, D. Lorenzo Lasso de la Vega, Co: misario extraordinario ; tercero, D. Pedro Varela, Comisario delineador. Cuando por Real Decreto de 12 de mayo de 1’760, se suprimieron estas academias, la de Cádiz siguió funcionando, pero para acxdémicos que pretendieran ingresar en Ingenieros ; según lo cual el Cuerpo de Artillería quedó sin centro propio de enseñanza hasta la apertura del «Colegio», en 1764. Durante ese tiempo sus oficiales se formaron simultáneamente con los de Ingenieros en las .4cademias de Matemáticas de Barcelona (que quedó sola en esta ciudad) y la de ICádiz, aquélla a cargo de Ingenieros y ésta a la de Artillería ; produciéndose más tarde la natural separación y quedando la de Cádiz para la enseñanza de los que quisieran ingresar en Artillería. Fue, pues, Cádiz la ciudad en que estuvo !ocalizada la enseñanza (21) En realidad. posteriormente. (22) El cc.Colegio» Portugal no zc p’;do

la de Cádiz

continuó,

pero

con

misión

distinta,

se mandó formx en 1462, pero por razón Ilrvsr a efecto hasta dos años despuès.

según

se verá

de la guerra

con


142

JUAN

BARRIOS

GUTIÉRREZ

artillera hasta el momento de inaugurarse rí «Colegiou, al cw11 y como era natural, traspasó tanto su material de enseñanza como sus libros, extremo confirmado por tener etiqueta de la Academia de Cádiz cierto número de los que fig-uraron en el «Colegio» de Segovia. El <Cuerpo de Artillería se manifestó en oposición de aquel paso atrás en la enseñanza, solicitó la continuación de sus centros específicos, y apoyado en su petición por la Junta de Guerra, fue probablemente por lo que consiguió la solución que se acaba de indicar. Hay en efecto constancia documental de que la Academia de Cádiz continuó bajo la dependencia de Artillería, servida en su totalidad por artilleros e incluso con textos distintos de los que tuvieron las otras militares a cargo de Ingenieros. Hemos ya terminado, en lo que concierne a centros militares de enseñanza anteriores al «Colegio». Hubo, sin embargo, otro centro que si bien no similar a los anteriores, si puede considerarse conexo y por ello queremos nombrarlo: «La Sociedad Militar de Matemñticas», creada en Madrid el 23 de octubre de 1756. Su finalidad eran los estudios físico-matemáticos aplicados a la milicia: su compo,sición, de cinco ingenieros y cinco artilleros, elegidos entre los más destacados en Matemáticas, maquinaria y fortificación, uno de cuyos primeros trabajos consistiría en escribir una obra nacional de matemáticas. La Sociedad, que constituyó realmente un ensayo de «Academia de ICiencias Militares» y que en tal sentido hubiera podido prestar al Ejército y a la nación servicios incalculables, fue extinguida el 1’7 de noviembre de 1760.


EL

MARQUES

DE

LA ENSENADA EXTERIOR

Y SU

POLITICA

por

CARLOS IBAÑEZ DE IBERO Marqués de Mulhacén Académico Correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas

No son muchos los datos fidedignos que se refieren a los orígenes del primer Marqué; de la Ensenada, D. Zenón de Somodevilla v Bengoechea. Hasta el lugar de SLI nacimiento se discute. Según ; os unos, nació en Hervás ; según los otros, la villa de Alesanco le dio el ser el 2 de junio de 1702, siendo esta afirmación la más acertada a juicio nuestro. El futuro Marqués de la Ensenada se formó en un ambiente de guerra y de luchas intestinas. Siendo aím muy niño asistió al contiIILIO vaivén de tropas y forcejeo entre bandos opuestos, pues era España teatro de la guerra de Sucesión, que dejó al país exhausto, sin marina, sin ejército, sin hacienda. Cuando adelantó en años dióse cuenta la Ensenada de los daños causados, y no parece exagerado presumir que nuestro cuadro de principios del siglo XVIII influyera categóricamente sobre el curso de sus ideas, pues bien sabido es con qué fuerza imprimen su sello las primeras impresiones al albor de Lma vida ; aunque más adelante se dedicara con provecho al ramo de guerra, siempre abogará por la paz, fundamentando su parecer en atinadas consideraciones. No puede considerarse a la Ensenada como hombre de profundos conocimientos ni de superior ilustración, siendo más bien indiriduo de tipo práctico y de notable entendimiento en materia de gobierno. Uno de sus rasgos más salientes fue siempre el distinguir a los colaboradores por sus condiciones intrínsecas, sin parar mientes en detalles ni en mezquinas envidias, absorto como estaba en cumplir


CARL9à

144

IBÁÑEZ

DE

IBERO

sus obligaciones y en servir al Rey. Siempre utilizó con provecho a los hombres de más preclara inteligencia, como Jorge Juan y Ulloa ; en ,el orden secundario tuvo colaboradores como Agustín Pablo Ordeñana, que desempeñó la Secretaría del Consejo de Estado : D. Facundo Mogrovejo, muy entendido en cuestiones de política internacional; D. -4lonso Pérez Delgado. Oficial Mayode la Secretaría de Marina, y D. José Banfi, de la de Indias. Despachaban, informaban, aportaban datos e interpretaban el pensamiento del Ministro ; rápido éste y certero en el ‘juicio, pero prudente en la determinación : ClY extremo laborioso ; despierto y hábil en la negociación, se adelantaba en suma a los demás gobernantes de su época en varios aspectos de su personalidad. Es de creer que los viajes que tuvo que hacer a Italia, como Ministro de la Escuadra y Secretario del Infante Don Felipe, contribuyeran al pleno desarrollo de sus facultades, haciéndole ver nuevos horizontes. ***

Principió Somodevilla sus actividades en Cádiz, empleado en una casa de comercio, siendo aím muy joven. El Intendente Patiño confírióle su primera credencial nombrándole oficial supernumerario del Ministerio de Marina; después pasó a la categoría de segundo el 15 de junio de 1724 y el aíío siguiente a oficial primero ; posteriormente fue ascendido a Comisario de Matrículas en la costa cantábrica. En li26 se le destinó a las órdenes de José del Campillo, siendo promovido a Comisario de Gcerra el 10 de agosto de 172s ; dos años después se le encomendó la Contaduría principal del Departamento de Cartagena, y posteriormente la Comisaría de El Ferrol. A principios de 17% principian en EspaÍía grandes apresto? marineros ; destinábanse a la recuperación de la plaza de Orán ; lleva-ba Somodevilla en esa expedición el encargo de Comisario de las Fuerzas de Mar. Tomó el mando de la Armada el General D. Francisco Cornejo, y el de la tropa el Conde de Montemar. El 15 de junio se hizo la escuadra a la mar y a final de mes principió a desembarcar la tropa en el lugar denominado Las Aguadas, a corta distancia de Mazalquivir. Mientras

desalojaban nuestras fuerzas los mon!:culo,

inmediatos,


otra columna se apoderaba de la montaña que domina el castillo de Mazalquivir, obligando a sus defensores a rendirse. Entre los agraciados por la toma de Orán, hallábase Somodevilla, ascendi,do a Comisario Ordenador: con destino al Departamento de E.1 Ferrol (1). Era opinión generalmente admitida que los grandes aprestos, en vista ,de la expedición a tierras de Africa, no eran sino pretexto para encubrir empresas de mayor cuantía ; algo de eso había. En efecto, como es sabido, era preocupación dominante en la Reina Isabel de. España conseguir Estados para sus hijos. Cuando la muerte del Rey de Polonia, Augusto II (1.” de febrero de 1733), pensó la Reina prePatiño tender aquella corona para su hijo D. Carlos, disuadiéndola de empresa tan temeraria; en cambio, hizo ver la posibilidad de Ilevar a buen término otro proyecto más asequible, por tener el Emperador las miras puestas en Polonia y fuerzas imperiales en aquella nación: tratátjase de la conquista de Nápoles y de Sicilia. Accedió la Reina con entusiasmo y principiaron las negociaciones encaminadas a conseguir alianzas con ese fin; culminaron las pláticas en un tratad,o negociado en París por el Marqués de Castelar, hermano de Patiño ; conforme a ese trato concertado entre España, Francia y Cerdeña, invadiría España los Reinos de Nápoles y Sicilia, mientras Francia operaría una ‘diversión en el Rhin ; las tres potencias unirían sus esfuerzos para expulsar de Italia al Emperador (1733). Invadió a Italia el Ejército francosardo, y el cspafíol, al mando del Conde de Montemar, salió de Antibes en dirección a Siena. lugar de concentración de las fuerzas aliadas. El Conde rias fragatas,

de Clavijo, capitaneando dieciséis navíos zarpaba de Barcelona para Liorna.

de línea y va-

Desencadenada la guerra entre franceses, saboyanos y alemanes, ~1 Conde de Clavijo se adueñaba con su escuadra de las islas de Ischia y Prócida, y el Infante D. Carlos entraba en San Germán, en el reino de Nápoles ; el 10 de mayo de 1734 el Infante operaba su entrada en la ciudad del Vesubio y tomaba posesión del reino en nombre de Felipe V de España. A los pocos días, el 25 de mayo de aquel año, ganábamos sobre el adversario la batalla de Bitonto, en la que aquel fue por completo deshecho. (1)

Según Orden de 29 de septiembre de 173%


CARLOS

146

IBÁi?EZ

UE

IBERO

.Sometido el reino de Nápoles, quedaba por ocupar Sicilia, y con ese fin salió para Solanto una escuadra española, llevando a su bar. do 18.000 hombres al mando de Montemar. En muy poco tiempo quedó la isla entera sometida a D. Carlos, cumpliéndose en esa forma las aspiraciones de la Corona de España. Somodevilla, quien había desempeíía,do en aquella campaña su cometido d,e Ministro principal de la Armada a completa satisfacción de la Superioridad, se vio honrado por el nuevo Monarca con el título de Marqués de la En‘;enada y prosiguió sus servicios en las expediciones de Lombardía y de Saboya. A poco. tiempo del fallecimiento de Patiño, acaecido el 3 de no.viembre de 1736, acordó el Rey crear un Consejo del Almirantazgo y nombró al Infante D. Felipe, SLI hijo, Almirante general de Espafis e Indias y presidente de la Junta de Marina, cuyos vocales eran los Y’enientes Generales Marqués de Mary, D. Francisco Gornejo, y el Marqués de Matallana. Somodevilla fue elegido para Secretario del. Almirantazgo y ascendií, poco despu& a Intendente de Marina. A partir de aquel día principió a actuar en los asuntos públicos y a 61 se debió la Cédula de formación de las Matrículas de Mar, de su alistamiento, privilegios y obligaciones, dada el 18 de octubre de 1737; la Ordenanza general de Arsenales, de 17 de diciembre siguiente ; el reglamento de sueldos, gratificaciones, prest y raciones de la Armada de 3 de febrero de 1738 ; la Institución de Inválidos ; el fomento de la fábrica de buques en América (Z), y diversas disposiciones en vista de la creación del arsenal de Cartagena, cuyas obras principiaron en 1740, siendo Ministro Somode\illa.

Surgieron dificultades y competiciones entre España e Tnglaterrn respecto al comercio de América, privilegios de la Compaííía del Sur, derecho de visita, cuestión de límites y otros varios. El Ministro inglés Walpole no era partidario de zanjar esas divergencias por medio de las armas, y tampoco sostenía tal empeño : mas no cesaban en el Parlamento inglés los ataques contra Walpole. No obstante, el II de enero de 1739 se firmó, entre España e Inglaterra, la Convención del Pardo, conforme a la cual dehían reunirse (2)

el Estado

hlu.Tíx

FEKS.~NDI:Z

de ia Armada,

nr

NA\..~RRETE:

de 1829.

Biografía

del Marqués

de io Ensenada

en


EL MARQUÉS

DE

LA BNSEKADA

Y

SU POLiTICA

EXTI;RIOR

147

en el plazo de seis meses los plenipotenciarios de ambas part.es y en el de dos meses ponerse de acuerdo respecto al derecho de comercio y navegación en América y Europa, a los límites de la Florida y la Carolina, etc. Mas no pudo mantenerse entre Espafía e Inglaterra el tenor pacífico de a,quellos conciertos. El 23 de octubre de 1739 principiaba la contienda entre Ecpañn e Inglaterra (3). Se apoderó el Almirante inglés Vernon de la plaza de Portobelo, pero fue rechazado en su intento contra Cartagena de Indias, defendida por el heroico marino Blas de Lezo. 30 dieron mejor resultado las diferentes tentativas de la Armada inglesa en las costas del Nuevo Mundo y en la isla de Cuba.

El 20 de octubre de li40 fallecía el Emperador Carlos VI y ocupaba el poder SLI hija María T,eresa de Austria. Varias potencias, entre otras España, aspiraban a la sucesión de Posteriormente limitó Felipe V sus aspiraciones aquellos Estados. a los Estados del Emperador en Lombardía. El 11 de octubre de 1741 se confirió el mando de las fuerzas que habían de pasar a Italia al Duque de Montemar ; llevaba el título de Generalísimoi $de la expedición el Infante D. Felipe, en favor de quien había renunciado Felipe V a sus pretensiones sobre el Estado de Milán. El Marqués de la Ensenada acompañaba al Infante en calidad de Secretario de Estado y Guerra, y de Intendente del Ejército y Marina. Proseguíase la campaña de Italia cuando ocurrió la muerte de don José del Campillo (ll de abril de 1743), Secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias. Atendiendo el Rey a las especiales condiciones de Somodevilla, acordó conferirle las tres Secretarías de Estado, y poco después los cargos de: SuperinZendente General de las renks de Millones de1 Reino, la gerencia de la Comkión pnrn enten,der e?l el resgzlaydo de las rentas del Cnmfio y jmertas de Madrid, así como la S?periintendewcia de rentas genevales 3’ distribuc& de caudales ; en suma, la inspección sobre toda materia de Hacienda y gastos. (3)

Duró

esta

guerra

de.&

1739 hasta

1741


148

CAX¿OS

IBÁhZ

DE

IBERO

Posteriormente se designó a Somodevilla para ostentar la Lugartenencia General del Almirantazgo, en ausencia del Infante Almirante, y el Notariado de los Reinos de España, En 176 fu,e agraciado con el cargo de Consejero de Estado, con el de Secretario de la Reina en 1747, y en 1750 le hizo merced el Rey del Toisón de Oro. A partir del año 1743 se extiende su actividad a los diferentes ramos de la administración ; está en la fuerza de la edad: unos cuarenta y un años. Su complexidad es robusta ; corto de talle pero ágil y despierto, presenta su semblanza rasgos fuertes : la nariz algo gruesa, la boca grande ; los ojos pardos ; la frente alta del pensador. De su aspecto físico se desprenden algunas características de su personalidad: ante todo, la facultad de meditar ; no era brillante, su fuerza residía en el poder de profundizar y de abarcar los asuntos para después ponerlos en práctica con las máximas posibilidades de éxito. Aunque Somodevilla no regentara la Cartera de Estado, en manos de D. José Carvajal y Lancaster, todo su plan de gobierno descansaba sobre el criterio que sustentaba en materia de Asuntos Exteriores. El fin perseguido era de hacer del Rey de España el árbitro de Europa, mediante una política de paz armada equidistante de Francia e Inglaterra. «Proponer que Vuestra Majestad tenga iguales fuerzas, de, tierra y mar, que Inglaterra -decía Somodevillaa Fernando VI en 1751 (4), sería delirio, porque ni la población de España lo permite, ni el !Erario puede suplir tan formidables gastos ; pero proponer que no se aumente el Ejército y que no se haga una decente Marina, sería querer que la España continuase subordinada a In. Francia, por tierra, y a la Inglaterra, por mar.» «Consta el E.jército de V. M. de los 123 batallones (sin 8 de Marina) y 68 escund:ones, que expresa la relación número 3 ; y por la número-4, la distribución en guarniciones, en plazas y costas que se hace en ella, de que resulta que sólo vienen a quedar para campaña 57 batallones y 49 escuadrones. La Francia, como se ve en la relación número 5, tiene 377 batallones y 255 escuadrones, de que se infiere que ew’el tiempo de paz se halla con 244 batallones y 1.67 escuatlrones II& que V. NI. y abundancia de gente inclinada a la Milicia para (4)

El

11 de julio

FernandoVI.

de 1746

había

fallecido

el Rey

Feiipe

V y ocupado

el Trono


El Marqués

de la Ensenada,

por Jacobo

Amiconi.

(Museo

del Prado,

A4advid).



EL YARQL;ES

DE

LA

EñSEXADA

Y

SU

POLíTICA

EXTERIOR

149

levantar prontamente cantidad considerable de tropas, pues a principios del aíío 1’728, llegaba su Ejército a 435.000 infantes y 56.000 caballos.» «La Armada Varal de V. M. sólo tiene presentemente 18 navíos y 15 embarcaciones menores, que menciona la relación número 6, y la Inglaterra los 100 navíos y 188 embarcaciones de la numero 7.1) «Yo estoy en el firme concepto de que no se podrá hacer valer Vuestra Majestad de la Francia, si no tiene 100 batallones y 100 escuadrones libres para poner en campaña, ni de la Inglaterra si no hay la Armada de 60 navíos de línea y 65 fragatas y embarcaciones menores que expresa la relación número 8.)) «Con estas fuerzas de tierra, plazas competentes y buena amistad con Portugal, puede V. NI. defenderse de las poderosas amenazas de la Francia, sin que una o dos campañas hagan progresos muy sensibles y en el intermedio puede V. 31. mover sus aliados, que UO le faltarán, para que hagan diversión por otras partes, que contendra y confundirá a Francia.» «La Armada propuesta es cierto que no puede competir con la de Inglaterra, porque ésta es casi doble en navíos y más en fragatas y embarcaciones menores ; pero también lo es que la guerra de V. M. ha de ser defensiva, y en sus mares y dominios necesitará toda la suya la Inglaterra para lisonjearse con la esperanza de conseguir alguna ventaja, sea en América o en Europa.» «Por antipatía y por interés serán siempre los franceses e ingleses enemigos, porque unos y otros aspiran al comercio universal, y el de Francia, y el de España y el de América, es el que más les importa.» «Seguiríase a esto que estén pocos años en paz y que V. M. sea galantead.0 de la Francia, para que unida su -4rmada con la de España, sea superior a la de Inglaterra y pierda ésta el predominio del mar, y de la Inglaterra, porque si V. M. con ‘LOObatallones y 100 escuadrones ataca a la Francia al mismo tiempo que los ingleses y sus aliados por las Flandes, no admita duda que la Francia no po.drá resistir y perderá la superioridad de fuerzas de tierra con que se hace: temer en Europa.» «En este caso, que precisamente ha de suceder, será V. M. el árbitro de la paz y de la guerra; y muy natural que la Inglaterra compre a V. M. la neutralidad restituyendo a Gibraltar, y la Francia,


150

CARLOS

IBá%Z

UE IBERO

devolviendo a Bellaguardia y cediendo parte de su5 privilegios sobre el comercio de España» (5). Lograda la paz, y mediante la política de neutralidad, pretendía Som,odevilla impulsar las fuerzas productoras de la nación y con los recursos naturales de ésta, crear la fuerza para defender aquéllas y proteger el comercio.

Somodevilla pretendía la paz ; pero la quería con decoro y por eso entendía que no había modo de poner térrnino a la contienda mientras no se hubiera afianzado al Infante D. Felipe en los ?%tados de Italia. La guerra comenzaba, como se hn dicho, en 1741, seguía su curso, apoderándose nuestras fuerzas de toda Saboya en sane1 año. El Ej’ército de Italia, al mando de D. Juan Ventura Gages (6). ganaba las acciones de Bomparto y Campo Santo ; pero habiendo recibido refuerzos el adversario, fue preciso retirarse a Rimini. La Corte de Francia, siguiendo la política irresoluta del Cardenal Fleury, impidió mover de la Provenza y Delfina’do las tropas que había de mandar el Infante D. Felipe, hasta que sorprendió a los aliados el triple concierto ‘de Worms, firmado el 2 de septiembre de 1743 entre Inglaterra, Austria y Cerdeña. La Emperatriz María Teresa de -4us-. tria proporcionaría a Carlos Manuel, Rey de Cerdeña, 170.000hombres para combatir a nuestras fuerzas en Italia ; Inglaterra por su parte ofrecía a tener fuerte escuadra en el Mediterráneo. España y Francia opusieron a los tratos de Worms la alianza de Fontainebleau, conforme a la cual el Rey de Francia apoyaría a Carlos en las Dos Sicilias, ayudaría a conquistar el Milanesado para ‘el Infante D. Felipe con los duca,dos de Parma y Plasencia y, por otra parte, cooperaría a la recuperación de Menorca y no dejaría las armas hasta que fuese restituida la plaza de Gibraltar. La muerte del Cardenal de Fleury y el ascenso al poder del Cardenal de Tencin, más firme en sus propósitos, contribuyó a mover ia empresa. (5)

tado drid,

Repre.sentación dkigida al Rey, en 1751, por el Marqués de !a Ensenada por R. VILLA, en DOB ZemAz de SomodevilCa, Marqîtés de la Ensenada, 1878, págs. 111 y siguientes. (6) El mando había pasad.0 de Montemar a Gages.

ciIvfa-


EL

MARQUÉS

DE

LA

EBSESAD.4

Y SC

POLÍTICA

151

EXTERIOR

Se proponía aquel Ministro fomentar la guerra civil en Tnglate. rra y destrux la Armada británica, oponiéndole las de España y Francia. La escuadra inglesa bloqueaba desde tiempo el puerto de rol&., impidiendo salieran fuerzas para Italia en ayuda del Infante. Componíase la flota aliada de veinticuatro unidades al mando de don José Navarro (C), las españolas, y del Almirante de Court, 13s francesas. La escuadra inglesa comprendía veintinuevr navío; de línea y diez, fragatas capitaneadas por el Almirante Matthews. Zarparon las fuerzas combinadas buscando las de Inglaterra, trabándose vivísimo combate, en el que los ingleses, maltrechos y con muchas averías, tuvieron la peor parte, retirándose a la postre. ,Tuvo la victoria de Tolón consecuencias de importancia, pues sin estorbo pudieron salir nuestras fuerzas para Italia, y el Rey Carlos de Nápoles, a quien Inglaterra impusiera neutralidad, la rompió a favor de su padre el Rey de España y de su primo el Infante D. Felipe (8). Corriendo el año de 1’745 se agrupó a la alianza la República de Génova y penetró el Infante en Lombardía, al mando del Ejkcito aliado. Se tomó en dicha campaña a Serravelle, Tortona, Alejandría, Valencia del Pó, Casole, Asti, Acqui, Plasencia, Parma, Pavia y Milán. En la campaíía del año siguiente se perdió Asti, Casole y Valencia del Po, con las guarniciones prisioneras de guerra; siguieron a esos reveses la desgraciada acción de Parma y la retirada de Castelar ; la batalla de Codogno, victoria de nuestras armas ; la pérdi,da de Arsolengo, Rivalta, Montechiaro ; el ataque del campo enemigo delante de Plasencia, y, por fin el combate del 10 de agosto sobre el ITidone. Con todo esto quedó muy mermado nuestro Ejército y hubo menester retirarlo de las inmediaciones de Génova y después pasarlo a Niza. Los austríacos se adueñaron de todos los puertos del genovesado, cortando las comunicaciones por mar con el reino de Nápoles.

(7)

Después,

Marqués

(8j

MARQUÉS

DE

siglo

XVIII

hasta

de la Victoria. : Historia días. Madrid,

MULHACÉX

nuestros

de la Marina 1939, págs.

de Gzlerra Espaiiola. 201 y siguientes.

Desde

e’b


152

CARLOS

IiI.&EZ

DE

IBERO

En el aiío de 1746 fue preciso permanecer 3 la defensiva en Saboya y .condado de Niza. Por fin, el 18 de octubre de 1748 firmábase la Paz de iiquisgrán ; conseguíamos no tan sólo afianzar en el trono de Sápoles a D. Carlos, sino asimismo el tan anhelado establecimiento del Infante D. Felipe, ya que no en ,el ducado de Milán, como en un principio se pretendió, al menos en los de Parma, Plasencia y Guastola (9). Era este el momento adecuado para que pudiera Somodevilla fomentar sus planes de gobierno con mayor amplitud. Como se ha dicho, su idea central era la paz nnlwdn y para lograrla precisaba ordenar la Hacienda. Las rentas de la Corona se hallaban en manos de arrendadores que anticipaban fondos al Estado en los momentos de apuro, practicando la usura en gran escala y agobiando a la nación. Para remediar tales exacciones, puso en obra Somodevilla múltiples disposiciones : se mejoró la constitución de las provincias, se abolieron los impuestos que se exigían por el transporte de los granos de unas a otras, se simplific8 la recaudacion de las rentas... Su fin esencial era sustituir los impuestos sobre los artículos de primera necesidad por unn. sola contribución directa sobre las utilidades. Procuró In Ensenada imponer un orden riguroso en la administra.ción. Prefería esta medida a la de exagerar las economías o de aumentar los impuestos ; y los hechos diéronle la razón, porque Ias tres principales contribuciones que existían, de Aduanas, el Monopolio del rabaco y el de la Sal, aumentaron los rendimientos de, modo tal que, a pesar de la supresión de otros impuestos, creció; en cinco años la recaudación en una mitad más de la que se obtenia cuando ascendió al poder Somodevilla. No se limitó a tales actividades el incansable Ministro: fundó un Hanco para el giro de letras al extranjero, institución desconocida en aquellos tiempos ; derogó los decretos que prohibían la exportación de la plata y procuró hacer desaparecer las restricciones sobre el comercio de América, creando los buques llamados regisAYOS,que llegaban allí independientemente de las flotas y galeones ; y con éstas y otras provi,dencias consiguió en 1750 un aumento de 6.117.020 escudos de vellón en las rentas reales sobre las del año 1742, -(9j MARQUÉS p siguientes.

DE MULHA~N

: A~mi~a,des

y hombres

de mar.

Cádiz,

1942, págs.

207


EL MARQZUÉS

DE LA

E.2‘îI:ShDA

Y SU

POLíTICA

EXTEKIOK

153

que fue el más próspero de los anteriores. El giro de letras había ganado hasta el fin del mismo ai?o 1.831.91.1 escudos. Para fomentar la agricultura, el comercio y la industria, precisaba atender a las vías de comunicación, y con este fin se emprendib las obras del canal ‘de Castilla, las del camino del puerto de Guac!arrama, concluido en menos de cinco meses, las del Puerto del Rey y otros varios. Se preocupó Somodevilla por el progreso de las Ciencias : mandó publicar la Relación del viaje al Perú y las 0 bservaciones astros& kas, del insigne Jorge Juan, y, asesorado por éste, fundó el Observatorio Astronómico de la Marina, en San Fernan~do (20) ; se or. ganizó, protegida por él, la Academia Médica de Cádiz, cuyas enseknzas fueron de gran provecho en aquellos tiempos ; enviáronse misiones al extranjero, editáronse obras selectas y trajéronse a España especialistas de valia, como Le Maure, Luis Godin y Guillermo Bowle. En cuanto a la LMarina, la colocó a gran altura y la hizo respetar. Contaba la Marina española de guerra en 1.746, 24 ukdades de fuema ; mas conforme a la relación dirigida al Rey por Somodevilla, en 1751, sólo existían en ese año 18 navíos y 15 embarcaciones menorcs ; precisaba, pues, rehacer la Armada, y era propósito suyo construir 60 navíos de línea y 65 fragatas y buques menores. i,a falta de marinería era uno de los obstáculos para cumplir el plan en cuestión ; se preocupó Somodevilla en tal sentido ; foment0 la industria de pesca y el comercio marítimo, y fue tan eficaz su gestión, que al abandonar el Ministerio, en 1.754, había ya matriculado hasta 40.000 marineros. De’dicó su mayor afán a la preparación de la proyectada armada ; comisionó a Jorge Juan para que trajera de Inglaterra especialistas en la materia; fuer,on éstos, Rooth, Edward Briant, William Richard, Sotnel y Journell, a quien se encargó poner en obra cuatro navios, una fragata y un paquebote, para que hechas las pruebas y oída a una Junta de Generales, se procediera a la construcción de dichas unidades. Mientras esto se hacía, se preocupaba Somodevilla por la creación de los arsenales ; diéronse órdenes para comenzar el de la Ca-

(10)

Se fundó

en Cádiz

y se trxiadó

después

a San

Fernando


154

CARLO3

,-

IBAHEZ

DE

IBERO

rraca (ll) y los de El Ferrol (l.2) y Cartagena. Mandó hacer gradas para construir, simultáneamente hasta 20 navíos. Se fundó una fábrica de cañones en la Cava’da... *Cuando ,dejó el Ministerio Somodevilia, se hallaban dispuestos para hacer servicios 45 navíos de línea y 19 fragatas, todas de excelentes condiciones, satisfecho su importe y asegurada su conservación. En 1748 mandó publicar la Ensena,da las ordenanzas generales de la Armada, modelo de precisión, y mientras tuvo la confianza del Rey juntó sus energías encaminándolas al progreso e incremento de nuestras fuerzas de mar. Pero, como casi siempre sucede con los hombres de talento, era su gestión objeto .de la más tenaz envidia. Inglaterra, por su parte, trabajaba con empeño para derribar ai Marqués de la Ensenada. El Embajador de Gran Bretaña en Ma,drid. Sir Benjamín Keene, llevaba el juego y dirigía el partido inglés, cuyas personalidades más destacadas eran el Duque de Huéscar (después de Alba) y el Conde de Valparaíso. Era propósito dominante en unos y otros eliminar al Marqués de la Ensenada, para colocar en el Gobierno personas adictas a Inglaterra. Muerto Carvajal, Ministro del despacho de Estado, quiso Keene aprovechar la oportunidad para separar a Somodevilla ‘e introducir en el Ministerio al General D. Ricar.do Wall, irlandés de nacimiento y gran amigo de Inglaterra. Consiguió su propósito valiéndose del Duque de Huéscar y ,del Con,de d,e Valparaíso. La causa ocasional de la caída d,e La Ensenada fue lo siguiente: en la embocadura del río de la Plata tenían los portugueses la Colonia del Sacramento, origen de continuos litigios entre Espaiía y Portugal. Influido por Inglaterra propuso el Rey de Portugal al de España ceder la mencionada Colonia a cambio de territorios situados a la orilla septentrional del río de la Plata, lindantes con el Brasil y además la plaza de Tuy en Galicia. El Embajador de Gran Bretaña en Madrid y la Reina Doña Bárbara procuraban inclinar al Consejo n favor de aquel trato tan contrario a los intereses de España. Cuan.do se enteró el Marqués de la Ensenada ya estaba a punto el acuerdo, y no se le ocurrió otro recurso para desbaratarlo, que el (ll) .Lae o.bras principiaron en 1752 y terminaron en 1777. (12) Duraron las obras desde el año 1749 hasta 1.782 y costaron 112.302.296 reales y 13 mrs.


EL

MAKQrÉS

DE

LA

ENSENADA

Y SU

I’OLÍTICA

EXTERIOR

155

de poner en antecedentes al Rey de Nápoles, presunto heredero de la Corona; protestó éste ante Fernando VI, y todo quedó por tierra, siendo grande la confusión de los que habían participado en ese enredo. Mas se sospechó de Somodevilla, y averiguada la exactitud del hecho, se acordó su inmediata destitución.

El 20 de julio de 1’734, a las dos de la madrugada recibió el Alcalde de Corte, D. Luis de Rozas, orden de personarse en el domicilio del Marqués de la Ensenada. y luego entregarle la Real Carta de exoneración de todos sus empleos, trasladarlo escoltado a Granada. Así se hizo ; soportó el caído Ministro su suerte adversa con la mayor entereza. ‘Tampoco se inmutó lo más mínimo cuando sus enemigos celebraron su desgracia con júbilo y le hicieron blanco de sus más soeoes injurias. En Granada vivió apaciblemente el Marqués de la Ensenada hasta que su salud le obligó a pedir el traslado al Puerto de Santa María, lugar de su residencia hasta la muerte de Fernando VI. scaecida el 10 de agosto de 1’759. Solicitó de su sucesor Carlos III venía para trasladarse a Madrid, y se le concedió permiso. El Rey le recibió en Aranjuez el 2’1 de mayo de 1’760 y le trat6 con distinción ; mas no fue de larga duración ese nuevo favor de la Fortuna. En sus Apuntaciones yesemadas sobre la Pida del Rey nuestro Scíior Don Cai-los IlI, hace alusión el Conde de Fernán Núñez a la estancia de Somodevilla en la Corte, y dice con evidente injusticia : «Falta de subalternos, y del poder, que eran los medios que le hacían brillar, y reducirdo a sí solo, se limitó a hacer una corte servil a su) bienhechor y amigo el Duque de Losada, sumiller d,el Rey, y a acreditar a S. M. por medio de una corte asidua y molesta, la lealtad y el reconocimiento de su buen corazón. Se le entretuvo en alguno$ asuntos, pero corzo rinda ern por si (13), no satisfizo lo que se esperaba. Así pasó sin faltar ningún día a la mesa del Rey, en que se ocupaba en hacer fiestas a los perros.» Como re ve, el que escribía esas líneas era incapaz de discernir las altísimas condiciones que adornaban a tan gran Ministro. (13)

Subrogado

por

el autor.


166

CARLOS

IEifiEZ

UE

IBERO

Según pretenden algunos autores, presumió Somodevilla, tal vez con el apoyo del Duque de Losada, sustituir tarde o temprano al Marqués de Esquilache, Ministro de Hacienda, muy combatido en aquellos días. Lo cierto es que envuelto el Marqués de la Ensenada, sin que hubiera pruebas, en el liamado Motín de Esq&lnclze, recibió. con fecha 18 de abril de 1766, orden del Rey para salir desterrado a Medina del Campo, y en ese lugar consumió el resto de sus días. Quizás con testimonio de su refinada y cruel ironía, envió el Ministro Roda la siguiente epístola al desgraciado Somodevilla: ((Ex.. c,elentísimo Sr. mío y mi duefio : Al paso que tengo el debido sentimiento por el lance que sucede a V. E. he r,ecibido mucho consuelo con su carta que he leído al Rey y ha estimado la ciega y puntual obediencia con qu,e, a la más leve insinuación ha sacrifica’do V. E. su libertad, poniéndose arrebatadamente en viaje parn Castilla. Su Majesitad me ha confiado la causa de su resolución, pero sin duda puede V. E. estar asegurado de que S. M. está persuadido del amor, fidelidad y honor de V. E. y asi no ha hecho más que lo que V. E. sabe y se le ha insinuado, sin que sea ni tenga la menor apariencia de estar V. E. en su Real desagrado.. .)) Sin rencores de ninguna clase ; sin amargura, por lo menos aparente, seguía correspon8diendo S.omodevilla con el Duque de Losada, a sabiendas del Rey, y recibía con frecuencia consultas particulares sobre asuntos de Gobierno. El 2 de diciembre en 1781, casi al cumplir los ochenta aííos, dejaba de existir el Marqués de la Ensenada. Sus contemporáneos le trataron con notoria parcialidad, y la envidia, prosiguiendo su obra nefanda más allá de la muerte, continuó zahirien.do su memoria. H,oy afortunadamente ya no es así, pues no hay quien le niegue preclaras dotes de gobernante, unidas al más acrisolado amor a España.


LAS

INVASIONES SU por

Miembro

de número

INGLESAS CRITICA

BERNARDO del Instituto

A BUENOS

AIRES

ULTERIOR

N. RODRIGEZ FARIRA Bonaerense de Numismática

y Antigüedades

El éxito es, a veces, en la Historia, el único justificativo de utr atropello. Se pretende con aquél convertir la fuerza en razón y el jefe afortunado es, en consecuencia, considerado un valiente y un patriota. Pero i guay de él!, si el éxito no le acompaña. Habrá jugado su. destino a cara o cruz. Tiene que tener hados afortunados para salir libre del evento. La historia de Inglaterra, desde los viejos tiempos del pirata-caballero, tiene en su haber muchos ejemplos de acciones individuales que dieron fama a quienes las ejecutaron, y otros en que los autores tuvieron que pagar con la vida o su deshonor, la falta de éxito y el error de sus cálculos. Nos referiremos aquí a uno de ellos : las invasiones a Buenos Aires en los comienzos del siglo XIX (1). Si bien puede decirse que la primera invasión inglesa a Buenos Aires fue hechura del Comodoro Popham, y, por lo tanto, una eventual’actuación individual, lo cierto es que tal intento maduraba desde mucho tiempo atrás en las mentes de los estadistas del Reino Unido. En efecto, casi un siglo ant,es, en 1711, se publicó el famoso y ahora titulado Proposal por Izwmbling muy ,raro ejemplar bibliográfico, Spain, cuyas intenciones están claras en su título, Propuesta parí2 Izwnillar a España, y que sug-ie& ya el envío de una fuerza expedicio(1) Conviene cecordar la cita de Pascal que dice : «Justo es que lo justo wa obedecido, y es necesario obedecer a lo más fuerte. La justicia sin fuerza es impotente, la ,fueirza ûin justicia es tiránica. La justicia se presta a ser discutida; Ea fueY e-s muy evidente y 1zo se discute. Por comGguieltte, mo pwi&%dose hacer de modo que lo jus:o sea fam.f?ifn io fuerte, se ha hecho que lo fzlerte resulte ser jzcsto».


168

BERNAKDO

K. RODRiGL-TEZ

FARICA

naria a Buenos Aires considerando, además, que la plaza no se defendería, o, por lo menos, que no lo haría con el mayor denuedo. Saltando a 1732 encontramos el libro de Pullen cuyo título, que damos al pie (Z), es muy ilustrativo y que ofrece una rica sugestión, por el mbdico precio ‘de un chelín y seis peniques. Luego, casi a las vísperas de la invasión, en ISOõ, se publican Los considcmfions for and aga.inst a South Amcrica~a Expeditiorh: Comideraciones en PYO y m contra de una expedición CCSud Ambica. Sin embargo, razones de alta política internacional hacían aconsejable no irritar a España y posponer la invasión para épocas más propicias, e hizo falta, por lo tanto, una iniciativa personal. En este caso, la del Comodoro Sir Home Popham. (2) MtEMOIRS/OjF THE/1\I~ARITIME AFFAIRS/OF/Great Britain/Especially in Relations To o~ur Concerns/in the West-Indies/To which is prefix’d/The Otriginal letter of the Author/to (and by the Command uf) the Earl of Oxford/when High Treasmer od England, in Relation to/the South-Sea Company, and. the Trade they were/designed to carry on; in which the Consequences/of/an ill Managment in that Respectare fully/laid open, and the true Nature ohf suah a Com/merce explain’d (raya) By the late John Pull’en, Esq :/Governoir of Bermudas/ (raya) To which is added,[Capt Pain’s Short View of Spanish America :/Containing a *succint Deduction o’f Navigation,/from its original to the Dii;covery of the New World ;jand an -4ccount od the Extent, Quality, Riches and Trade/ol his Catholick Majesty’s Dominions/there, in a M(et,hod wholly New, and from .4utho/ritie,s never yet known to the Publick/ (raya). London :/Frinted for T. Astley in St. Pau!‘s Clhurch Yard :/and Sold by E. Nutt, ‘at the Roya1 Eschange ; A/Dodd without Temple-Bar : J. Isted at the Golden Ba11 St. Jame’s Street lZO./(Price one Shllling and Six in Fleetstreet ; an J. Jolhffe,/ Pence./ TRADLCCI~N

Memoria de los/Negocios Marítimos/de/Gran Bretaña/Especialmente en relación a nuestros intereses ,en las Indias Occidmentale.s/a la cual precedejla carta original del autor/para (y por orden de) el Conde de Oxford/lCuando era gran Tesorero de Inglaterra, tn re,lación eon/la Compañía del Sud, y el comercio para el cual/fue designada para llevar a cabo ; el cual <por con,secuencia/de un mal mane~jo a este respecto está ,completament,e/inactivo y la verdadera naturaleza de tal com,ercio explicada (raya) por el difunto John Pullen, Esq/Gobernad,or de Bermudas/a lo cual se agrega/el breve estudio de America Española d.el Cap. Pain/;Contenie,ndo una sucinta deducción sobre Navegación/de !os originales del Descubrimiento del Nuevo Mundo/con una relación de la Exten,sión, calidad, ,riquezas y comercio/de los Dominios de BU Majestad Católica/SegGn un ‘método totalmente nuevo y de autori/dades nunca conocido hasta ahora por el ipúblico/ (raya) Londres :/Im,preso .por T. Astley en IR Plaza de la Iglesia de San Pabio/ y vendido por E. Sutt, etc., etc. 3733 (Precio 1 chelin y 6 peni,ques)


LAS

IKVASIOKES

IXGLESAS

A

BUENOS

AIRES

169

A este último, que, eventualmente, actu¿! bajo las órdenes del General Beresford, sólo le sirvió el éxito un breve lapso, pero fue lo suficiente, junto con los antecedentes citados, para salvarlo, cuando, luego de ser arrojada la fuerza invasora por la reacción viril del un pueblo en armas, fue sometido a juicio. Pudo, entonces, citar en su brillante defensa, precedentes como el ataque de Xelson a Tenerife y el del Almirante Rooke apoderándose de Gibraltar. Como dijo el Dr. Zorraquin Becu, en una conferencia pronunciada en Ruenos Aires, su decisión tal vez no fuera legítima, pero era explicable y totalmente ajustada a lo que podía esperarse de un jefe inglés en esa época (3). Por otra parte, es cierto que había sido derrotado, pero hay que pensar que en el juicio que se le siguió (por el delito de perder), debió ’ haber influido el hecho de que cuando llegaron a Londres, el 25 de enero de 1807, las noticias de la Reconquista de Buenos Aires, había transcurrido sólo un breve lapso desde que el 20 de septiembre del año anterior, las calles de la capital vieron desfilar por la City, entre fanfarrk y banderas, los tesoros conquistados en su camino hasta el Banco de Inglaterra (4). Y éstas eran razones para perdonar y... para volver a tentar. Se produjo entonces la segunda invasión y también el mismo fallo. Las críticas fueron tremendas. No puede perdonarse esta doble falta de éxito ; sólo el fin justifica los medios. La justicia se descargó aquí con toda su fuerza contra el culpable, como veremos en detalle más adelante, pero como ahora estaba comprometido, además, el honor del Imperio y el apetito se había despertado, se proyecta una tercera invasión. Su jefe iba a ser esta vez nada menos que el General Wellesley, el futuro Duque de Wellington, Inglwa de Buenos Aires el 10 (3) Conferencia leída en el Itxstituto d e Cultura de agosto de 19.56. (4) Es curioso que, a un afro de ld fracasada expedición, informó el Thkezes acerca del reparto realizado entre los oficiales generales, de la parte de «presax que Ie cor:espondia del tesoro - de la disputa entre ellos que esto provocó. _41 General Baird (que *no ,se movió dei Cabo, pero facilitó las fuerzas) le tocaron 3O.000 £; a Beresford, Comandante en Jefe 12.000 & y a Popham (verda’dero’ inspirador y Comandante de la fuaerza nava:) la cola del león, 6.000 £. Hay que tener en cuenta que Popham tenía cierto derecho a aspirar al Comando en Jefe, pues era él quien había sometido el plan de Miranda a Pitt en octubre de 1804 y se cree que en la decisión tomada en aquella oportunidad de enviar una e.xpedición, se le daba el Comando General. La diferencia era gran.de, de 30.000 a 6.voO £. Cómo, pues, no inritarse y disputar sobre el tema?.


BERNARDO

16f~

-i.

I<ODWíGUSZ

FARISA

el &ón Duke», y su propósito declarado (ila piel de la o\-eja ?) era sólo el de «colaborar en nuestra independencia». Su destino fue, en cambio, colaborar en otra Guerra de Independencia : la que los españoles libraban contra el invasor napoleónico. Canning, al decidir colaborar con España, desvió hacia !a Península las tropas que debían consumar la tercera invasión. Los caminos del SeÍíor son a veces insondables (5). Volvamos a las críticas provocadas a posteriori por la falta de éxito de estas invasiones, que no sólo fueron expresadas en su momento, sino que persisten a través del tiempo en acerbos términos. Citaremos aquí algunas para referirnos luego, en especial, al juicio seguido al jefe de la segunda. General Whitelocke, y a su sentencia. Uno de los comentarios más curiosos se debe a la pluma de Walter Scott (6). Sus apreciaciones y críticas, ásperas y exageradas, dan al relato un sabor particular, dejando entrever en aquellas un íntimo homenaje al concepto de la libertad que poseían los habitantes de Buenos Aires. Dice el párrafo inicial: «Nuestros principales mercaderes e industriales, entre sus sueños co,merciales, habían imaginado como un mercado ilimitado para ellos las inmensas llanuras que rodean Buenos Aires, pobladas en realida,d por unu suerte de crzXunos salvajes llamados Guachos (sic), cuyo principal moblaje consiste en cráneos de caballos, cuyo único alimento es carne cruda y agua, cuyo único empleo es atrapar ganado salvaje, enlazándolo por medio del lazo del gaucho (guacho’s noose), y cuya diversión máxima es cabalgar los caballos salvaj,es hasta matarlos (7). Infortunadamente, encolztraron que ellos prefedan su independencia nncional a los nlgodones 3’ muselinas». Agregando: (3) Dicen que Wellington, a quien Castlereagh le había encomendado la misión de informar a Miranda .sobre el cambio de decisión, temeroso de la explosivä y previsible reacción del venczo:ano (quien deseaba ardiente~mente la invasión con vktas a la Independencia) decidió invitarlo a camiuar para decírs,elo en público. Pero aún a,sí, tanto se enojó y gritó, que Wellington cruzó la calle para no llamar la atención de ias gentes (citada por el Dr. Zorraquin Becú en la conferencia apuntada). (6) Tke Life of Napoleón Bzlonaparte, Emperov of the F~ewck wa’th a Preliv&ary view of the I+e.nch Revolution. Ereter 1836. La vida de Napoleón Bonapnrte, Empedador de los franceses, colt una vkta Preliminar de la Revolución Francesa. Exeter 1836. (7) Nota del texto. Ver el extraordinario relato de las Pampas, del Capitán Head, del ICueTo

de Ingenieros.


LAS

((Dos

intentos

ni en honor

ni

INVASIVNES

se hicieron en

ventaja

IXGLESAS

A BUENOS

en este miserable

pava

AIRES

161

psis y no redundaron

el Imperio.»

Más adelante, refiriéndose a Whitelocke, expresa su juicio, diciendo que era un hombr,e de representación ficticia y que se había elevado alto en el Ejército sin haber sido visto mucho en servicio ; terminando que esta persona se mostró como un tonto y un cobarde (8). El autor de Waverly, como hemos visto, se limita a la persona de Whitelocke, pero otros lo hacen también y especialmente con Popham, a pesar de no ser el Comandante, aunque sí inspirador de la primera expedición, a las órdenes de B,eresford. Ambos tuvieron ulterior actuación en la península en la Guerra de la Independencia (9). En efecto, dice al respecto la obra Proud Heritage, historia del Regimiento 71.” de Highlanders (lo), publicada hace pocos años : «Empleando varios subterfugios, al General Beresford había ocultado con éxito la pobreza de su fuerza, hasta casi al final, y cuando aquéllos (los argentinos) descubrieron que el «Ejército» que había invadido su país, captura’do su capital, saqueado su tesoro y costado muchas pérdidas de vi’das, sumaba poco más de mil hombres, se les reveló la naturalezu pirática de la empresa misma y el pueblo argend tino se sintió sumamente afectado». Agregando más adelante : «Es (8) Incluyo parte de la traducción que publiqué en el Boletin del Ijz~tituto Bonaerense de Numismútica y Antigüedades, núm. 5. Buenos Aires, 1958. (9) En una acotación a la obra de Walter, publicada por Parkinson, se lee (ver mi trabajo : aInva.si,one,s Iaglesas», separata del BoLetin núm. 8 del Instituto B~naerense de Numismática y Antigüe,dades. Buenos Aires, 1960) : aPopham era anatema para todos los oficiales navales ortodoxos y especialmente para los más antiguos que él. Todo en él esa irregular. Había naci.do en Tetuán y había .recibi,do parte de su educación en Cambridge. Comandó un buque de la E&t India Company, pero no al servicio de la Honorable Comp&ía, sino uno que, navegando de.sde Flandes con bandera del Emperador, ûe había convertido en presa de fue promovido para servicio,s en tierra ; una fragata británica. Luego; en la Marina, por lecom,e.ndación’ del Duque de York. Había sido armado caballero pero por el Zar de Rusia y como Caballero de Malta. Conocía un cierto número de idiomas y Inti’mo de 1.w políticos, era detestado en el klfue miembro de la Roya1 Society. mirantazgo». (10) La bandera de guerra de este Regimient.0, cuyo co,ronel honorario actual fue tomada y se encuentra depositada en !a es S. A. R. la princesa Margarita, Iglesia de Santo Domingo en Buenos Aires. Como en realidad su co~mpotiamie.nto en aquella emergencia fue heroico, a su regrea,o a Inglaterra Ue le dio un nuevo pabellón.


BERSARDO

162

N.

RODRÍGUEZ

FARIh

una gran pena, como recalca Sir John Fortescue, no hayan captwado y colgado a Sir Heme». En otro libro reciente (ll) leemos:

que los argentinos

<cEn lSO6, el 71.” (Infantería Highlanders) se vio envuelto en un muy elaborado esquema, imaginado por Sir Home Popham, Comodoro de la Escuadra Naval en el Cabo (de Buena Esperanza), descrito por Fortescue como una (cimbecilidad criminal». Era un plan, reminiscencia de los tiempos del bucanerismo de Drake y Raleigh, para capturar la colonia española del Río de la Plata y usar su tesoro para ayudar al esfuerzo de guerra (incidentalmente se registra que la .Marina hizo una especialida,d en organizar expediciones que eran uiables para proveer ‘útiles cantidades de presa en moneda y que los oficiales escoceses eran más expertos que la mayoría en preparar tales esquemas). Así los buques salieron de la Bahía de la Mesa (Table ISay) hacia. Jamestown, el atractivo pequeño puerto situado entre las colonias de Santa Helena, donde tomaron unos insuficientes refuerzos y se dirigieron a través del Atlántico Sud. Las tropas desemharcaron cerca de Buenos Aires, una ciudad que tenía una población. de. ‘70.00~0 habitantes, derrotaron a una fuerza española organizada euentualmente y aceptaron la rendición de la ciudad. En adelante todo fue maravilloso, pero el 71.“, de sólo 800 hombres, fue dejado ocupando la ciudamd y la tarea de controlar un cuantioso número de orgullosos españoles hábiles en manejar el puñal, que podían armarse u organizarse en el país circundante, fue obviamente impracticable. Siguiendo el curso de los hechos, el 71.“, luego de tener 65 bajas, fue forzado a rendirse». Terminando : «Pero eventualmente esta loca ,empresa envolvió a aigo así como a 10.000 hombres (segunda invasión) y se derramó mucha sangre en un ataque en gran escala a Montevi,deo (anterior al segundo ataque a Buenos Aires). Todo terminó en completa futilidad, excepto que los términos de la evacuación (en ese entonces familiar en este tipo de guerras) incluyó la libertad de los prisioneros británicos. Whitelocke, a su regreso a Inglaterra, fue sometido a juicio». Daremos ahora inculpado, tomados 1Vhitelocke/Commander (ll) Barnes

ne uniforms en colaboracid:~

la transcripción de los cargos de que fue de la obra &‘rial/of/Lieutenant General/John in Chief/of/the/ExpeditionjAgainst/Buenos & Hktory co:, C.

of the Scoct8his Regimenb - Mayo~r Kennedy Allen - Londres, 1960.

R.

Money




LAS

IhVASIOSES

I@GLESAS

A BCESOS

AIiIES

163

Ayres/By Court Martial Held in Chelsea College,/In Thursday, the 28 th Janusry, lSOS,/aud Succeading days/raya/Taken verbatim in short hand,/By a Stndent,/of Xiddle Temple.» Sigue la sentencia que decía : cbThis is not the case of an officer on hij trial by Court IVartiaI for any one particular fact alledged against him, but-is the first Trial by Court Martial, instituted to investigate into the condnct of a General officer having the comand of an Expedition against a foreing Province «judge advorcate».» Editado en Londres en 1508 (12). Phner car-go.-Que el Teniente General Whitelocke, habiendo recibido instrucciones del principal Secretario de Estado de Su #Majestad, para proceder a reducir la provincia de Buenos Aires, empleó métodos mal calculados para facilitar tal conquista ;, que cuando el Comandante español había mostrado síntomas de una disposición ‘a tratar, tal como expresa el deseo de comunicarse con el Mayor Ge-’ neral Gower, segundo en el mando, sobre las condiciones ,de los términos, el dicho Teniente General Whitelocke devolvió un mens.aje, en el cual demandaba, entre otros artículos,, la ,rendición de las personas que ostentaron cargos civiles en el Gobierno de Buenos .Aires, como prisioneros de guerra. Que el dicho Teniente General VVhited locke al hacer esta ofensiva y no usual demanda, tendiente a exaspe-. rar a los habitantes de Buenos _4ires, produciendo y animando el es+ píritu de resistencia a las armas de Su Majestad, excluyendo la esperanza de un arreglo amigable y acrecentando las dificultades del servicio para el que habia sido designado, actuó de manera inconveniente con sus deberes como oficial, perjudicial a la disciplina militar y contraria a los artículos de guerra. Segundo cargo.-Que el dicho T:eniente General Whitelocke, después de desembarcar sus tropas en &nsinada» (Ensenada de Barragán) y durante la marcha desde ahí hasta la ciudad de Buenos Aires, no tomó las medidas militares mejor calculadas para asegurar el éxito de la operación contra la ciudad, ya que, a pesar de haber sabido (12) xjuicio pcdición/contra

del teniente Genera:/Jhon Buenos -4ires/Por la Corte

~Sì;~ite20cke/Con~a~~~a~~te en Jefe/de la ExMarrcial reunida en el Colegio de Cheleea,/ el jueve,s 28 de enero,18#3y díasaucesiv&/raya/Tomadade la palabra en taquigrafía :/por un estudiante de Mid.dle. Templje/sigue una sentemcia que dice : “éste no es e! caso de un of,icial en su juicio por Corte Marcia.1 por algún heoh. juicio por una Corte Marcial, particular ajegado contra C!, sino que es el p&nw instituida para investigar en la conducta de un oficial General teniendo el Comando de una expedición contra’ una provincia estranjera. Juez Letrado.


164

BERNARDO

S

RODRíGUEZ

FARINA

previamente a su ataque sobre la ciudad de Buenos Aires, el 5 de julio de X307, como aparece en su despacho de julio 10, que el enemigo pensaba ocupar las azoteas de las casas, en el citado ataque, dividió sus fuerzas en varias brigadas y partes y ordenó al tota1 no cargar las armas, no permitiendo, bajo ningún concepto, y con estas órdenes, marchar hacia las principales calles de la ciudad, no proveyendo los suficientes y adecuados medios para forzar las barricadas, de donde las tropas fueron innecesariamente expuestas a su destrucción, sin posibilidad de hacer oposición efectiva ; tal conducta significa gran incapacidad profesional por parte del dicho Teniente General Whitelocke, tendiente a disminuir la confianza de las tropas en la conducta de sus oficiales, siendo derogativo del honor de Ias armas de Su Majestad, contrario a su conducta como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina militar, y contrario a los artículos de guerra. <Tercer cargo.-Que el dicho Teniente General Whitelocke no hizo, a pesar de estar en sus manos, ningtín intento efectivo, por su intervención directa o de otra manera, para cooperar o apoyar las diferentes divisiones del ejército bajo su mando, cuando se empeñó con el enemigo en las calles de Buenos Aires el 5 de julio de 1807, donde sus tropas, después de haber encontrado y superado un bien dirigido fuego, y habiendo efectuado lo correspondiente a sus ór,denes, fueron dejadas sin ayuda ni órdenes posteriores y considerables destacamentos a las órdenes del X’eniente Coronel Duff y Brigadier General Craufurd, fueron entonces obligados a rendirse; tal conducta, de parte del ‘Teniente General Whitelocke, tendiente a la derrota y deshonor de las armas de Su Majestad, ‘disminuye la confianza de las tropas en la hahilida,d y coraje de sus oficiales, siendo indecoroso g desgraciado para su carácter como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina, y contrario a los artículos de guerra. Cuarto cal-go.-Que e! dicho Teniente General Whitelocke, a continuación del ataque sobre Buenos Aires y en eí momento en que las tropas bajo su mando estaban en posesión de puntos en cada flanco d,e la ciudad, y del principal arsenal, con comunicaciones ahiertas con la flota y teniendo una fuerza efectiva de unos cinco mil hombres, comenzó y finalmente concluyó un tratado con el enemigo, dond.e reconoce en el público despacho del 10 de julio de 1807 que «resolvió aprovechar las ventajas que la bravura de sus tropas había obtenido y las cuales ventajas le habían cojtado cerca de dos mil


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IXVASIOSES

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A BCEP;OS

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quinientos hombres, entre muertos, heridos y prisioneros)) y que por tal tratado innecesaria y vergonzosamente vendió tales ventajas, evacuando totalmente la ciudad de Buenos Aires y, consecuentemente, libró al enemigo la importante fortaleza de Montevideo, la que había sido entregada a su cargo, y que en el periodo del tratado y abandono estaba bien y suficientemente guarnecida y preparada contra cualquier ataque, y que no estaba en dicho período ni en estado de bloqueo ni de sitio ; tal conducta de parte del Teniente General Whjtelocke, es tendiente al deshonor de las armas, contraria a sus deberes como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina militar y contraria a los artículos de guerra». Después de la lectura de estos cargos, el juez letrado preguntir a IVhitelocke, de acuerdo con la ley inglesa, si se consideraba o n’o! culpable de los mismos, a lo que contestó el citado Teniente General : «Not guilty» (no culpable). Las actuaciones y la defensa, hicieron que este juicio, iniciado el 28 de enero, durara treinta y un días de sesión, leyéndose la sentencia el martes 18 de mayo. Dicha sentencia decía:

Guardias Montados,

marzo 24, 1808.

En la Corte hfarcial general, de la cual el General 1Ll«y Honorable Sir William Meadws, K. B. fue presidente, reunida en virtud de un rescripto especial de Su Ilajestad (que lleva fecha 25 de enero, de X308), en el Real Hospital de Chelsea, el 28 del . mismo mes, y continuando con interrupciones hasta el 18 de mayo siguiente, el Teniente General John Whitelocke fue juzgado bajo los siguientes cargos (los ya citados). 5’ e FI t e 12c i a La Corte Marcial, habiendo considerado exahustivamente las evidencias provistas en apoyo de los cargos contra el detenido, Teniente General Whitelocke, su defensa, y los descargos que él ha aducido, es de opinión, que es culpable de todos los dichos cargos, con ex-


cepción de la parte del segundo cargo que se relaciona con la orden «de que las columnas deben ir con las arma;: descargadas, na permitiendo disparar bajo ningún concepto». La Corte tiene especial interés de que sea bien entendido, que ella no emite censuras contra las precauciones tomadas para prevenir innecesario fuego, durante el avance de las tropas hacia los propuestos puntos de ataque y que, por tanto, libera al Teniente General Whitelocke de esa parte del citado cargo. La Corte juzga que el dicho Teniente General John Whitelocke bebe ser degradado y lo declara totalmente inepto e indigno para servir a Su Majestad en cualquier cargo militar. El Rey ha tenido a bien confirmar la citada sentencia, y Su Alteza Real el ‘Comandante en Jefe, ha recibido la orden de Su hrajertnd de que ella sea leída a la cabeza de cada Regimiento de su servicio, e inserta en todos los libros de órdenes, con vistas de que sirva de memoria sobre las fatales consecuencias a las cuales los oficiales se exponen, cuando en el cumpli.miento de los importantes deberes que le son confiados a ellos, son deficientes en el celo, juicio y ejecuc:ón personal, que su Soberano y su País tienen el derecho de esperar de oficiales investidos con alto mando. Para Su Majestad, que siempre se ha tomado el más vivo interés en la conducta, el honor y la reputación de sus tropas, el reciente fallo en Sud América, ha probado ser objeto de su más profunda pesadumbre, pero ha sido de gran consuelo para él, y Su Majestad ordena que sea comunicado al Ejército que, después de las más minuciosas investigaciones, Su Majestad ha encontrado amplias cauFas de satisfacción, en la intrepidez y buena conducta desplegadas por. sus tropas, Gltimamente empleadas en ese servicio, y particularmente en aquellas divisiones del Ejército que personalmente se empeñaron con el enemigo en la ciudad de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807 ; y Su Majestad no alberga dudas, qu,e si la acción de sus tropas en Sud América hubiera sido dirigida con la misma habilidad y energía que eminentemente ha distinguido a sus comandant,es en otras partes del mundo, el resultado de la campaña habría sido igualmente glorioso para ella y beneficioso para el país. Por

orden

de Su Alteza HARRY

Real el Comandante

en Jefe,

COLVERT.-M ayor General oe las Fuerzas.»

Ay. General


LAS

IXVASIONES

IX,GLESAS

A

BUEKOS

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La ira popular también se desató contra Whitelocke, y una de sus expresiones, la impresa, sé caracterizó por la abundancia de dibujos alusivos. Entre ellos se destaca la serie que ahora llamaríamos de «humor negro», publicada por S. W. Fores, de Picadilly, 50, en marzo de 1808, cuyas componentes llevan por título Symptozs of Courage!, Tlze Ghost of Byng, Wittgizg n .Sh.y Cook, A Stal~ding Tonst in the Army y Tlze Hellwether ami tlle Bellhanger or t,‘ze Claesnut Blacksmith, crtwe Story, debidas a diferentes dibujantes. Para dar una idea de las mismas, reproducimos aquí la tercera de ellas, en la que aparece el ,diablo ofreciendo al avergonzado gallo («Shy cok» = Whitelocke) al que están desplumando (degradando) dos soldados, una pistola para que use de ella «si aún le queda una pizca de coraje», a lo que responde el incitado diciendo : ((2 Le habéis quitado el pedernal ?N Quizás estas reacciones populares hayan herido más profundamente al General de ayer y prisionero de hoy que la propia sentencia de la CorteAMarcial. Que todo ello sirva de ejemplo y de recuerdo.


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BRIGADAS CRONICA por

CARLOS

DE NAVARRA

ARTILLERA

(1937)

MARTINEZ DE CAMPOS Teniente General

Segundo año de guerra. Santander acaba de caer, y las «Brigadas de Navarra», a las órdenes del general Solchaga, quedan libres para seguir en dirección a Asturias (1). De Este a Oeste, dos directrices paralelas: la carretera de la costa, y la que va a Cangas de Onís. San Vicente de la Barquera, Unquera, Llanes..., que jalonan el avance, se han tomado fácilmente. La cuenca del Nansa está rebasada ; pero a medida que la linde entre Santander y Asturias se aproxima, cada vez son más agrestes las montafias, más pedregosas y empinadas. Un paisaje impresionante, que sólo se aprecia en época de paz. La Sierra de Cuera está situada entre aquellas directrices. Abajo, la entrada al largo e impresionante desfiladero que va hacia Cangas, está duro de pelar. ((Quinta» y «Sexta» rivalizan a ambos lados del camino, con sus vanguardias a la vera de unas rocas imponentes ; y, desde la altura, cerca de Panes, que termina, como todas, en gigantesca mole de granito, Quique Torres, con ocho obuses de quince y medio y algunas piezas más de cknfo CZWO, procura hacer lo que no logran los cañones de montana, que, en pos de su columna, se han enfrascado en un terreno intransitable. Con los prismáticos, se sigue bien la operación. Se ve la situación de cada grupo ; pero es difícil determinar por qué razones no (1) Toman pectivamente, tista Snchee

parte en esta operación las brigadas 1. IV, V y VI, mandadas, respor los entonces coroneles García-Valiño, Alonso Vega, Juan Bauy Abriat (reemplazado este último por Tella en el tiltimo período).


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CARLOS

MARTiXEZ

DE

CAY?OS

se avanza, cuando todo está de acuerdo con lo dicho y previamente convenido. i Prepavacioh sobre el objetivo 5 de la cota JOO! Esa preparación tiene lugar a la hora establecida; dura lo concertado, y se desarrolla en excelentes condiciones. Los proyectiles caen muy cerca de los nuestros, que no parecen inmutarse. Pero el fuego se concluye sin que veamos desplazarse a los de, arriba. Y es que no es posible esclarecer la situación: las rocas son inmensas, y sus paredones, verticales. La senda divisada es única, y hay que andarla paso a paso ; y cuando está batida por una o, varias armas automáticas, no hay más remedio que pararse a meditar sobre lo conveniente, o esperar que un incidente imprevisible dé lugar a un cambio radical. Los recovecos de la sierra son algo serio en esta zona. h veces, una hilera se detiene a pocos metros de la «máquina» que estorba, sin hallar el modo de evitarla, ni poder solicitar de retaguardia un fuego más certero o más potente. Entonces, el que manda se hastía de observar v escudriñar. Con frecuencia, da con el obstáculo ; pero está tan cerca de la gente -aquel obstáculo-, que el jefe está obligado a no hacer fuego, y a armarse de paciencia. de un incidente aislado. Pero, entretanto, Se trata, sin embargo, en zona oculta, hay otros hombres que trabajan, que se mueven, que van y vienen, que descubren otro paso o que se aventuran por el mismo hasta el instante en que una bala -maldita e inesperadaatraviesa el pecho del primero, o hasta que al fin ese valiente halla un sendero más cubierto que los otros o en mejores condiciones para aceptar la ayuda -0 el «apoyo»de sus propias baterías. Un episodio semejante se repite en varios sitios, a lo ancho del sector que las vanguardias cubren. No cabe darse cuenta del detalle, desde la orilla opuesta del barranco. Desde abajo, menos aún. Sólo es posible, al cabo de minutos -0 de algunas horas-, advertir que el enemigo se retira de la «cota 400», y ver -entoncesal requeté de la bandera, que salta de risco en risco, lo mismo que un rebeco saltáría.

Llanes se halla en punta. La «Cuarta» cubre su frente, en áspero contacto con los rojos. Se diría que está engranada con los mismos. En cambio, la «Primera», después de haberse apoderado de unos redientes de la interminable sierra de Cuera, intenta, ahora, efectuar


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BRIGADAS

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XAVARRA

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su envolvimiento ; y, a ese efecto, se desplaza de norte a sur, siguiendo el gran desfiladero de iMazuco. En medio, Germán Castro, con ocho obuses de quime y medio, doce de ciento y diez y seis caííones de setextn 31COZCO,atiende, por separado y alternadamente, a las Grandes Unidades en cuestión, prócurando, por supuesto, no abusar de variaciones. La «Cuarta» está inmovilizada ; así es que todo el fuego -0 casi todo al menos-, queda a disposición de la ((Primera». Pero, la subida al puerto de Mazuco está muy dura. La posición del enemigo es excelente. Los peííascales, aquí también, se prestan a efectuar una defensa firme ; y1 a C~LKI de esto, cada pequefío avance se realiza con auxilio de otra ((preparación de artiilería». Al empezar las baterías de ciento y de quince 31 medio aciertan siempre a concentrar su fuego sobre el punto más neurálgico ; pero, a medida que la columna comienza a penetrar en el terreno pedregoso no sólo es más difícil acertar con el barranco inobservable, sino que fallan muchas espoletas por su aplastamiento contra la piedra. Surge, entonces, de retaguardia, el mejor «apoyo» de los Flnc : dos baterías de 88, que tienen la misión de’ proteger el ((campo de aviación» de Llanes, más cuyo alcance y precisión cooperan a un tiro impecable contra los obstáculos que encuentran las vanguardias. Los dias $ al 12 ,de sentiembre transcurren en continua lucha destinada a la conquista del Mazuco. La operación es dura; pero hay que dominar la situación para tomar el último peldaño de la Sierra. Con ese fin, el 13, la artillería de cuerpo es reforzada con varias baterías que vienen de la zona de la ,«Quinta», que avanza por las cumbres sin poderse aprovechar del fuego realizado desde el camino en hondo. El 14, se alcanza «Peña Labres», después de una preparación que dura casi toda la jornada, y en la que intervienen trece unidades. El 15, empieza la ascensión a «Peñas Blancas» ; y el 22 se llega arriba, ,después de siete días de un incesante esfuerzo de la «Primera» y ((Sexta», y de emplear varios millares de granadas rompedoras.

Cuera, el contrafuerte más avanzado de los Picos de Europa, está en nuestro poder. Sus tremendos peñascales van quedando atrás, y las aristas por las cuales se arrastraban, cuerpo a tierra, los infantes que


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CAMPOS

llegaban a la altura, no parecen, desde lejos, tan imponentes como son en realidad. Los capitanes de las baterías de montaña que, a fuerza de perder mulos, siguieron a los infantes, contemplan desde abajo la cordillera conquistada, sin coordinar a fondo los recuerdos de su larga pesadilla. Ahora, no hay tiempo que perder. Hay que mirar hacia vanguardia, y estudiar lo nuevo, y lo nuevo nos parece medio mundo. En plena guerra, lo conquistado se empequeñece. Más lo que hay delante se agiganta. Los batallones turnan para subir a cada objetivo ; y las agrupaciones se relevan para estar en primera línea. Pero, las baterías, con menos bajas, están continuamente al pie del yunque, disparando sin cesar; y, cuando no disparan, se están moviendo con objeto de acudir a otro sector que las reclama con urgencia.

Septiembre ya decae, y el campo toma un tinte algo rojizo. Esen zona más despejada. Hay mucho observatorio ; mas cuando se avanza y las columnas se destacan, no hay tiempo de elegir. Es necesario resolver rápidamente, a fin de que las transmisiones estén montadas cuando llegue el material. Luego, si el observatorio es defectuoso, habrá que limitarse a aprovecharlo poco rato, y desplazarse pronto en busca de otro más perfecto. tamos

Las «Brigadas» continúan ganando tierra hacia Gijón, donde se halla el corazón de la defensa. Avanzan paraleías. Van en línea de columnas de brigada. La «Cuarta)), junto a la costa, marcha con paso lento y muy seguro, hasta ocupar Ribadesella, que está sin puente, a fin de recordar la presencia y el trabajo de los «dinamiteros». La «Quinta», al Sur, sigue la carretera que va a Cangas. En fin, la «Primera», en medio, se enfrenta con un cerro -el monte Benzúa-, que es difícil de escalar. En el Benzúa hay menos piedras que en la Sierra de Cuera, pero sus laderas son muy pendientes. Sólo arriba, cerca de la cumbre, parece haber unos rellanos de escaso fondo en los que acaso sea posible reafirmarse. La preparación es larga. El tercio de Lácar la aprovecha con un brío extraordinario. Su vanguardia alcanza el último rellano ; se apoya en él, y trata de aferrarse. Pero los rojos se echan fuera, y, utili-


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BRIGADAS

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NAVARRA

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zando su postura ventajosa, arrojan a los nuestros a bombazos y a pedradas por la cuesta abajo vertical. Benzúa, no obstante, se toma al otro día. Al tiempo que sus flancos son rebasados por algunos batallones, el tercio de Navarra elije la subida más desconcertante ; la directa, que no dispone de rellanos. Díez de Rivera ha consumido lo preciso ; y las explosiones continúan cuando los requetés se acercan a la cumbre. Los defensores no pueden ver lo que sucede. Están agazapados ; y, de este modo, las bombas de mano de los nuestros dan principio a su trabajo cuando callan los cañones. El éxito es completo ; pero una gran desgracia aterra a los que vencen. Villanova, que estaba al frente de Navarra desde Oyarzun, y que es el hombre de las grandes ocasiones, es gravemente herido y fallece al poco tiempo. Uno más, de 10s mejores. Uno más de aquellos que lograron la victoria, y no gozaron de ella. 1Dios lo tenga en su eterna Gloria!

Con esta operación, las 1 y IV, quedan desplegadas sobre el bajo Sella. La V está en prolongación. Pero la VI ha entrado en línea; con lo que V y VI están a caballo del camino que va a Cangas, y ambas tratan de acuñarse en la zona contraria. No hay bastantes baterías para todo, y un dilema surge : iesperar que esta segunda operación se verifique, para que las fuerzas adversarias que se hallan ante el bajo Sella se c-omprendan mal situadas, y retrocedan..., o preparar la travesía a fin de no perder la alineación de las brigadas, ganando, de este modo, un par de días? Se piensa un poco, y se discute; mas como la segunda solución no exige un «alto» de las «Quinta» y «Sexta», don Juan Vigón decide proponer que estas brigadas sigan avanzando con SLIS medios en tanto que se monta la operación del paso. Los grupos libres van entrando en batería. Despliegan frente al Sella. La posición es buena, aunque ~111 poco dominada. Es fácil de ocupar ; y esto permite simultanear la entrada en posición con las demás operaciones. Se forman dos agrupaciones, frente a los mejores vados. Matías con la artillería de la brigada 1 y las Zaragoza manda la primera, piezas de ciento ; y la segunda queda a las órdenes de Castro, con las baterías de la IV, los «tigres» y lo que hay de quince y medio y


.más pesado. Se proyecta luego el plan de fuegos : el din D, los tiros de demolición indispensables para desalojar las obras que hay en frente, y el D más uno, un «rastrilleo» previo de la zona y el ((apoyo» necesario a las columnas que vadeen. Al Sur, las disposiciones artilleras no varían ; pero los elementos motorizados de «Quintas y ((Sexta» y las unidades de refuerzo que se hallaban agregadas, quedan bajo un sólo mando. Torres, en competencia con los «Flac», atiende a los dos lados. Está en constante acecho y en contacto con los jefes laterales de ambos núcleos artiileros de brigada ; y, a medida que éstos solicitan más ayuda, él les proporciona todo el fuego disponible. Los «grupos)) cambian de posición por escalones. Siempre están en condiciones de hacer fuego. Disparan sin cesar ; p, mediante la adopción de zonas preferentes y de zonas secundarias, acaban dando un rendimiento extraordinario. El resultado es un nuevo avance de la cuña modelada por las brigadas V y VI. La «Primeras, la aprovecha ; y las tres brigadas juntas se internan francamente. El día uno de octubre, la «Quinta» se descuelga desde el norte sobre el Santuario de Covadonga. La «Sexta)), da unos, cuantos empujones que no rinden. Pero, entretanto, la «R-imera» avanza montc’arriba, por la sierra de Santianes, para acercarse 3 Arriondas, y así libera el frente de la «Sexta». kriondas cede el 11. Pero sus puentes han volado -arrancados de cuajo los asientos-, y todo se entorpece por la lluvia de otoño, que incesantemente cubre el horizonte. El Sella crece, y es necesario compensarlo. Un puente de barcas y otro de circunstancias facilitan el avance de ,c(Primera» y «Quinta», despliegan hacia el Oeste y Norque, apenas rebasada la corriente, te, en abanico. La «Primera» recomienza su interrumpida marcha el 16, y el 17 alcanza lo más alto y más agreste de la Sierra de Sueve con la ayuda de una buena agrupación de quince y medio. De este modo, el bajo Sella queda un poco menos guarnecido ; y, en vista de ello, el 17 mismo, de madrugada, comienza el plan previsto para el antes mencionado dia D. La acción dura bastante. Gente sale de las obras enemigas, y todo hace creer que las reservas se han marchado. El 18, en efecto, la «Cuarta» pasa el río fácilmente. Entretanto, la «Primera» la desborda, y entra en Colunga, y la «Quinta» -en la otra zonase mueve rauda, en dirección a Infiesto. En todas partes,- el adversario cede. Sus reacciones son más sua-


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ves. Los prisioneros nos refieren que se hallaban simplemente contenidos por los propios comisarios, que, pistola en mano, les obligaban a luchar. Cada vez son más los que «se pasan» ; pero, al tiempo que unos llegan satisfechos de su hazaña, otros dan una tremenda sensación de angustia. Se alcanza pronto Villaviciosa e Infiesto. No obstante, las batp rías contrarias siguen tirando. Lo hacen con desorden, y en diversas direcciones. Baten, sobre todo, los cruces de caminos. Tratan de retrasar nuestra ofensiva ; más logran sólo acelerarla con el fin de rebasar su fuego o de apoderarnos de sus piezas. El 21 de octubre, surge un emisario de los rojos. Por su aspecto y su bandera, suponemos lo que quiere, y no nos equivocamos. Ofrece la entrega de las fuerzas que aún se encuentran en Gijón. Más pide que se avance muy de prisa con objeto de cortar el gran desorden y anarquía que ha empezado en la ciudad. A las cuatro de la tarde, la <(Cuarta» hace su entrada. El mismo día se desmorona el cerco establecido alrededor de Oviedo, y la guarnición que estaba dentro o defendía su pasillo, queda libre al cabo de doce meses de una labor brillante y de muchas privaciones. La campana ha terminado. En recuerdo de ella, guardo un cañón de bien escasas dimensiones, que unos cuantos artilleros de las «Brigadas de Navarra» me entregaron, cuando llegué a Gijón. Había pertenecido a Belarmino Tomás, que dirigió las baterías halladas en el campo y en la plaza.


I - Peña Labres 2-W Mazuco 3-Peñas Blancas

M

A R

CANXABRI

4

C 0


BIBLIOGRAFIA (Ramón) : h Epopeya Castellana a través de la Litev-atura Universal. Espasa Calpe, S. A. Segunda edición. Madrid, 1959, 245 páginas.

MENÉNDEZ

PIDAL

La obra tuvo su origen en una serie de conferencias pronunciadas en francés por Menéndez Pida1 en la Universidad de Baltimore en 1909 y publicadas en París en 1910 por Mérimé, quien llevó a cabo la traducción francesa. Durante medio siglo ha estado pendiente de editarse la versión española de La Epopeya Castellana, demorada por las múltiples actividades investigadoras del autor, que al fin encontró un espacio para revisar su texto y ponerlo al día en lengua castellana. En La Epope,ya Casteilana atiende Menéndez Pida1 a seguir la evolución literaria que a través de los siglos sufren los temas heroicos tradicionales, Inicialmente recogidos en gestas, romances y crónicas, que se bifurcan luego por los diversos caminos de la Literatura y de la Historia. Algunos temas se van a la poesía sin dejar huella histórica, o al menos sin que ésta llegue a nuestros días. Tales son en buena parte varios episodios de los poemas del Cid y de Fernán González. cuya historicidad, negada mucho tiempo, se comprueba o se desmiente al compás de fortuitos hallazgos documentales o lapidarios del carácter más diveros y a veces desviado. Pero no es esa la intención del libro, sino la opuesta, es decir, la de examinar los injertos que con el tiempo van introduciendo en los temas heroicos la imaginación del escritor y el gusto de la época, hasta traerlo a nuestros días, si no con calor de actualida,d, sí con una problemática humana actualizada, incluso sirviéndose de la antigua gesta para enmascarar en ella problemas palpitantes de nuestra época. Menéndez Pida1 mismo nos explica en el texto la perennidad de los temas heroicos: «La materia heroica, vivida con pasión de actualidad y poetizada en los siglos que vieron los orígenes de la nación,


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no murió con los intereses y gustos de esas remotas edades. Cuenta la tradición que los antiguos héroes castellanos se removían inquietos en su tumba cuando la guerra del Islam ponía en peligro a Europa ; cabalgaban de nuevo y acudían misteriosos a los campos de batalla de las Navas o de Viena. Esto fue realidad en el arte ; e! alma poética de estos héroes fue la que siempre acechó las luchas literarias)). Revisa el autor el carácter nacional de la poesía heroica castellana, examinando lo que hay de francés y visigótico en los orígenes de nuestras’ gestas. Entre luchas ‘con moros y cristianos, presenta la figura de Fernán González a través de su poemaj el cual deja paso aJ del cerco de Zamora y los dos,del Cid -el de las Mocedades de Rodrigo y el Mío Cid-, en los que se ,detiene ampliamente, para localizar luego sus episodios en el ‘romancero, base de una dramática europea a la que da la. vuelta de’ horizonte, y volviendo a España, reencuentra los viejos temas en modernos poetas. Zorrilla, Blasco Ibáñez, Marquina, demuestran la permanencia .del tema heroico espáñol a lo largo de nuestra literatura y ‘lo ancho de la europa, en el siglo de oro francés y en el romanticismo general. Tal es el panorama general de la obra en superficie: Su fondo nadie mejor que el autor puede explicarlo. Son éstas sus palabras al concluir el trabajo : «Hemos enumerado las diversas fuentes de inspiración donde vivió la epopeya para expresar por vez primera el alma del pueblo espaííol : las turbulencias y venganzas sanguinarias de una Europa aún bárbara, transformada después en más nobles pasiones ; el hervidero de discordias entre León y Castilla, que precedió a la unión fraternal de las partes integrantes de la nación; ìa glorificación de la lealtad, la hidalguía y el individualismo castellanos; los azares de las desbandadas guerrillas fronterizas contra los moros ; las últimas victorias de la reconquista, que coinciden con la constitución definitiva de la nacionalidad española». Quizá no queda claro aun el interés historiográfico del libro. Ya seria argumento suficiente saber que Menéndez Pida1 debió gran parte de SLIS descubrimientos a aplicar a la historia métodos filológicos, buscando sabiamente en la literatura herramientas y materiales para la historia. La obra ofrece con ello un interés especial al historiador. Diríamos que es un tratado de historiografía «ad absurdum», por reducción al absurdo, pues mostrándonos cómo un hecho histórico va siendo retorcido, reformado, vestido y adornado en cada


BIBLIOGRAFíA

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época, pone en guardia al historiador ante esa guardarropía literaria, especializándose como detector de artificios, de modo semejantr a como sólo el médico militar especializado en simulaciones distingue perfectamente dónde hay un enfermo real y un enfermo fingido. Eso, de la mano de Menéndez Pidal, es una lección de ciencia histórica, que se une al atractivo del examen de la epopeya castellana, del tema heroico en sus diversas formas, desde la más remota hasta la más actual, desde la más histórica a la más literaria. Si como dice el autor al comenzar su obra: «La Edad Media ha cesado definitivamente de ser considerada como una época bárbara, como una solución de continuidad abierta en la historia de la cultura entre la Antigüedad clásica y el Renacimiento», buena parte de ello .se debe a SLI incansable actividad investigadora por las vías paralelas de la literatura y la historia medie\-ales.-J. M. G. C.

BARÓN DE MARBOT: Mcmorins. Cam~aEas de A’a,poledn en la Peni?zsula Ibérica.-Traducción espaííola de José Ramos. Editorial Castalia, Madrid 1965. Un volumen en cartoné (24 ix 16 centímetros) con sobrecubierta en color ; 271 páginas, con 1’7 grabados fuera de texto y dos planos.

GESERAL

La edición francesa de esta obra (impresa en París por Plon Nourrit) constaba de tres volúmenes en octavo, de los cuales sólo el segundo (que es el que ahora se publica en espaííol) se relaciona con nuestra Guerra de Independencia. Acerca del valor histórico de las Memorias de Marbot se han formulado graves reparos, porque en ellas no se transcriben ni se citan documentos que corroboren los asertos del autor, quien se limita a narrar los hechos de que fue testigo directo o indirecto según los recuerda buenamente, adornando su relato con detalles pintorescos y .a menudo imaginarios. E, incluso, en ocasiones, falta conscientemente a la verdad, como cuando se atribuye el mérito de haber llevado de Madrid a Bayona el parte de Murat anunciando al Emperador los sucesos del «Dos de Mayo»; siendo así que quien desempeñó tal misión fue el Capitán D’Hanneucourt, según consta documentalmente en la Correspondwzce de Napoléon 1”’ (Tomo XVII, núm. 13.813). Por todo ello, no han faltado críticos que equiparen en fantasía a Marbot con el barón de Münchhausen. Pero tal conclusión resulta


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exagerada. Si en el relato de los hechos incurre a veces Marbot en inexactitudes y hasta en mentiras rotundas, su descripción de los personajes, el ambiente y las circunstancias que en ellos influyeron tiene el sabor de las cosas vistas y se ajusta bastante a la verdad, tal como puede deducirse de otras fuentes más seguras. He aquí la opinión que la obra de Marbot ha merecido a dos críticos de indiscutible valía, nuestro ilustre escritor militar Ibáñez Marín y el historiador francés Grasset : El primero (en su Bibliografi’a de Ea Guerra de la Independencia, Madrid, 1908) nos dice : KA Marbot hay que leerle siempre, aunque siempre con cuidado.. . Escritor de cepa, injerto en conten de buen gusto, soldado brioso y audaz, su libro da idea de lo brillante de la vida militar del Imperio, vista desde los Cuarteles Generales, cosa que pudo él hacer muy bien por haber estado en los de Massena, Augereau y Lannes, y haber asistido a las campañas más importantes de su tiempo, desempeñando además misiones difíciles y variadas, que sabe realzar con arte literario». Y el segundo (en su obra La gtaewe d’Espagne, Tomo 1, París í.914, Bibliographie, p. LIV) formula sobre las citadas memorias el siguiente juicio : ((Esta obra, de gran interés, sacrifica demasiado a menudo la verdad histórica a las necesidades del aparato escénico. Y aun resulta, en algunas ocasiones, conscientemente inexacta. Leyéndola entre líneas y atribuyendo siempre una gran parte a la imaginación de Marbot, cabe formarse, sin embargo, una idea de los caracteres de sus personajes, que dibuja a lo vivo de un modo sobresaliente». De este modo, las Memorias de Marbot vienen a constituir un complemento necesario de otras fuentes documentales o bibliográficas más serias y objetivas ; pues permiten reconstruir imaginativamente los hechos escuetos que tales fuentes nos ofrecen y alcanzar ,asi una visión más animada de los mismos. Conviene no olvidar tampoco, en disculpa de las exageraciones del autor, la intención patrió; tica que le movió a escribir en defensa del honor de las armas francesas y que le mereció ser recordado en el testamento de Napoleón con un legado de cien mil francos. Por lo que interesa especialmente a nuestra Guerra de Independencia, el relato de Marbot resulta incompleto y fragmentario ; pues sólo combatió en la Península durante períodos intermitentes, el más largo de los cuales (de 1810 a 1811) coincide con la estancia en nues-


BIBLIOGRAFÍA

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tro suelo del Mariscal Massena, de quien fue ayudante de campo, como antes lo fuera de Murat (marzo-julio de 1808) y de Lannes (noviembre de 180%abril de 1809). Asistió, por tanto, a la jornada del «Dos de Mayo» ; a las batallas de Burgos y Tudela ; al paso del Guadarrama por Napoleón; a la persecución del ejército de Sir John Moore hasta la plaza de Astorga; al segundo sitio de Zaragoza ; al de Ciudad Rodrigo y a la campaña de Massena en Portugal. De los demás acontecimientos de nuestra guerra sólo nos habla por referencias. Al enjuiciar tales acontecimientos, reconoce que la conducta de K’apoleón con nuestro pueblo fue indigna de un hombre tan grande como él ; aunque intenta explicar el comportamiento de su Emperador recurriendo al axioma de que «el fin justifica los medios». Reconoce también el valor derrochado por los españoles durante la lucha, si bien los tacha de crueles e indisciplinados, opinando que sin el apoyo de las tropas inglesas no hubieran podido resistir jamás al ejército francés. Juicios evidentemente parciales, pero que resultan útiles para conocer el punto de vista del contrario. Las Memoritrs ded Burh de Mnl-bot encajan así perfectamente en la colección ((Viajes por España)), con que la Editorial Castalia se propone dar a conocer al lector español las impresiones que nuestra patria ha suscitado en la mente de diversas personalidades extranjeras (Regnault, Guicciardini, Latour, Teste, etc.) que nos visitaron en diferentes épocas. La traducción española de tan importante obra se halla, además, muy bien presentada, con excelente tipografía e ilustraciones selectas (algunas de ellas inéditas o casi inéditas, como el retrato del Príncipe de la Paz que figura frente a la página 32). Por lo que la Editorial Castalia merece un cálido elogio de los aficionados a la lectura dee sta clase de obras.-J. P. L.

PARÓN (Jesús) : 1-n Real Acndenzin de Zn Historia y la producción cZnemntográfira de asuntos IdstóGcos, publicada en el «Boletín de la Real Academia de la Historia», tomo CLIII, cuaderno 1. Septiembre, 1!)63. El tema de la historia en el cine tiene especial aplicación a lo militar, ya que la historia española que nuestras películas suelen presentar es bélica en un gran porcentaje. Por eso el planteamiento


que don Jesús Pabón hizo de la posible relación entre las películas de tema histórico y la Academia de la Historia, puede traspasarse sin variación a sus posibles relaciones con el Servicio Histórico Militar. Al mero espectador de cine le parece muy justo qtle en ciertos temas históricos asesore la Real Academia, más, si ha de salir al extranjero. Pues bien, con mucha más razón se le ocurre a la ,qdrn& nistración nacional, que ha de permitir la película, y aún a algún productor que otro, preocupado por la fidelidad histórica. En cambio, nunca partió de la Academia la iniciativa de ese asesoramiento. Lo que preocupa do su actitud. Unas seja.

a Pabón es que la Academia aún no haya definiveces se inhibe, otras dictamina y algunas acon-

La Academia obra así porque conoce sus muchas limitaciones en la cuestión. El guión que constituye su elemento para juzgar la película, es sólo una parte de ella. Quedan fuera caracterizaciones y vestuarlo, paisajes e interiores, movimiento y sonido, expuesto todo ello a grandes sorpresas ; otra limitación es el conocimiento histórico. El cine ha de dar una visión terminada, cerrada, del pasado y la historia está siempre abierta a la investigación del nuevo documento. El cine ha de revivir cuanto ocurrió en la Historia. La obra en que se basa la película suele ser literaria y no histórica. La novela y el drama llamados históricos, acortan el camino al guión de cine, dándole resuelto un problema con apertura suficiente y las variaciones que su técnica exija. Esa base literaria, limita la crítica, pues el guión no trata de ser fiel a la Historia, sino a la literatura, sin más variaciones que los propios desvíos literarios, que por sí solos ya significan un buen alejamiento histórico. Pero además la intervención de la Academia ha de circunscribirse a su ámbito propio. En lo negativo, ha de excluirse todo que no es Historia de España, por serlo de otros paises, por ser literatura, más o menos histórica, o por ser aún vida próxima, sin la indispensable perspectiva. Erz lo positivo, la Academia no puede garantizar una pelicula #dondejuegan tantos elementos que escapan a su examen. Pero pongámonos en el caso del examen de un guión por una ponencia académica para analizar sus posibles cuadros de estimaciones. Estos serán fundamentalmente cinco : Errores admisibles, errores inmorales, lo absurdo o anacrónico, lo defectuoso y 10 verosímil. Y


BZ3LIOGRAFÍA

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don Jesús Pabón los define claramente, acudiendo a ejemplos filmados, para reforzar su exposición. Este análisis de factores era elemento previo para definir las ac-‘ titudes de la Acadamia y dentro de ellas la más aconsejable. Siguiendo el importante estudio de Pabón, encontramos unas premisas en la realida,d del sistema que regula la producción cinematográfica española, donde la administración previamente autoriza, condiciona o prohibe el rodaje de una película, basándose a veces, entre otros informes, en el de la Academia. Las actitudes de ésta no pueden ser más que tres : La negativa razonada ; el dictamen favorable, o adverso ; el consejo o recomendación sobre ciertos aspectos del proyecto. La zegativn.-En principio no parece posible dejar sin respuesta una consulta. Sin embargo? cabe abstenerse de opinar sobre una película o su guión, basándose en que los fines y tareas de la Academia, sobre la Historia ‘de España, no tienen relación alguna con el cine, cuyos móviles son artísticos y comerciales. La interferencia de ambos sólo produciría entorpecimientos a cada entidad. Pero también pesarían en la decisión las grandes dificultades que harían la labor casi imposible. Habría que pronunciarse sobre una película sin conocer más que el guión, idea parcialísima de lo que aquélla será. El auténtico conocimiento de la Historia, por ser relativo, progresivo y problemático, no puede aplicarse a la exposición completa y terminada que el cine exige. Pero además, la película se basa normalmente en una creación literaria y no rigurosamente histórica. Sólo la negativa puede evitar con seguridad el grave riesgo de que, contra su propósito, su opinión avale en una u otra forma la película juzgada. Ei dictamm.-No faltan razones para la actitud contraria, la de emitir un dictamen firme. Bastaría con tener en cuenta aspectos niuy atendibles de la cuestión. El primero de ellos es el requerimiento formal de la Administración pública para que la Academia emita su juicio sobre una película que ha de prohibir o condicionar, o también el noble afán de la empresa productora por respetar la historia en su película. Claro es que como muy bien estima Pabón, el dictamen debe concluir en una apreciación de conjunto, favorable 6 no, que a veces se reducirá a la repetida frase: «No hay inconveniente por parte de la Academia», o bien: «La Academia lo estima inaceptable». Tal dicta-


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men, unido a otros, servirá de base a las decisiones de la administración o de la empresa, pero no deberá po,der ser alegado como razón de censura ni como apoyo de la película. L,a recowendación es la tercera actitud, a la que conducen los inconvenientes observados en las otras actitudes extremas. Se trata simplemente de recomendar, indicar o aconsejar en pro o en contra orientando a la administración que ha de permitir o no el rodaje de la pe!ícula, o a la casa productora que aspira a mejorarla. El ponente o la Academia adoptarían el criterio que el guión aconseje : subrayar lo histórico del hecho, los errores inadmisibles y 10 anacrónico, lo verosímil 0 inverosímil. Ni el examen ni la recomendación pueden pretender ser exhaustivos. Bastará con una selección y destacar seguidamente tales limitaciones. La recomendación por su mismo carácter y por la realidad a que se atiene, no tiene ni aparenta fuerza coactiva alguna. Son simples opiniones que quien las solicita puede aceptar o no, aunque su decisión influya en la futura conducta de la Academia. Con este tipo de respuestas se ve claramente que no pueden exhibirse públicamente como razón de censura ni en apoyo de la película. De las tres actitudes parece ya clara cual es la aconsejable. El señor Pavón no se inclina por el dictante~z. Sería inevitable el equívoco de unos pronunciamientos que no proceden de ciencias exactas, ni cdel Dogma o la Moral. Una resolución así, total y terminante, sería finalmente exhibida en pro o en contra de la película. La 1zo intervención, atractiva en abstracto, sería insostenible al presentarse un caso concreto. El requerimiento ,de la administración hace difícil la negativa, preocupan los extravíos de que, tal vez interesa un guión de tema importante, y surgirirían discrepancias académicas sobre la inicial abstención. Con ello Ias exigencias del caso concreto se abrirían paso por sí mismas. Está claro que procede la ~ecomwzdacio’n, dadas las dificultades anteriores. Más adecuada a la realidad, la respuesta sería &w&da a algunos aspectos del guión y así se haría constar expresamente. En ella se dan sólo las indicaciones oportunas, sin agotar el tema, ni caer en 10 terminante, salvo en casos excepcionales y con plena advertencta de la excepción. La actítud de la Academia en el razonable plan de don Jesús Pabón ha de reducirse, pues, a pronunciar algunos elementos de juicio entre IOS varios que han de tenerse en cuenta al decidir sobre la película


BIBLIOGRAFÍA

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quienes tienen atribuciones y medios para ello. Unas recomendaciones o consejos, que por venir de tan docta y prestigiosa institución, tienen el más alto valor de asesoramiento. El lema académico, &zpia, fija 3’ da espZendor, se refleja en este caso en la historia, y su brillo beneficiará también al prestigio del cine nacional. Por eso deseamos que el proyecto del señor Pabón sea pronto una realidad lo más amplia posible.-J. M. G.

FERRARI (Angel) : El cluniacewse Pedro de Poitiers y la «crónica Adefonsi Inzpemtoris y Poema de Albner2a», «Boletín de la Real Academia de la Historia)), tomo CLIII, cuaderno II, octubre-diciembre, 1.963. El autor atribuye ambas obras a Pedro de Poitiers, analizando pruebas heurísticas y hermenéuticas, que senalan una tipología cluniacense, y dentro de ésta el pensamiento de Pedro de Poitiers disiáente del de Pedro el Venerable, colaborador suyo. Ambos huéspedes de Alfonso VII se muestran con distintos modos de pensar (al menos evolucionado en el curso del tiempo) en su juicio sobre las rebeliones, su pensamiento sobre los musulmanes, las guerras contra éstos, y los métodos persuasivos a seguir con ellas. El robustecimiento de Ia autoridad regia, por infIujo del romanismo renacido y las sublevaciones, como ejercicio del derecho de resistencia, de origen germánico, son motivos antagónicos. Distingue Pedro de Poitiers en las sublevaciones y rebeldías variadas formas de : banderías o confabulaciones, pillajes, traiciones, depredaciones, meras devastaciones, e intencionados incendios, levantamientos de Iesa majestad, pertinaces resistencias y reincidencias. Con estas formas, muy bien definida y caracterizada cada una, no se corresponden en el autor (por lo precario de su saber penalista), ni las calificaciones de los delitos, ni las modificaciones de éstos por sus agravantes, ni los castigos o los perdones que, si competen a la realeza, como es lo genérico en casi todas sus exposiciones, tampoco se ejercen de manera uniforme. El códice de Pedro el Venerable y las notas de Pedro de Poitiers -al menos la mayoría de éstasse escribieron es España, lo más probablemente en Toledo, pero no en un tiempo tan sólo, sino en períodos ,diversos y a partir, con toda seguridad, de 1142 y hasta 1151,


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años en los que fue afirmándose la conciencia entre los gobernantes españoles, y en Alfonso VII, sobre todos, la convicción de que la cohexistencia de musulmanes y cristianos desembocaba forzosamente en la debilitación ,de estos últimos y en el fortalecimiento musulmán, al que sólo una guerra decidida y abierta podía liquidar, frente a la guerra santa almorávide, con éxito para la causa hispana. De ninguna forma podían conducirse en la guerra con dureza dice Pedro de Poitiers, porque según afirmaba San Bernardo, la crueldad imposibilita el acercamiento a la inteligencia necesaria para la unión cristiana de los cruzados, razón por la cual (y porque (el propósito del Batallador en Fraga fue pasar a cuchillo a nobles musulmanes cautivos, incluidas mujeres entre ellos), consintió Dios, no obstante la piedad ostensible del aragonés, que éste y sus hombres fuesen derrotados por los almorávides y agarenos unidos. La obra apologética sobre Alfonso VII fuc redactada evidentemente para tipificar y mostrar a dicho monarca y su remo, como ejemplo universal de gobernante y país cristianos, y no hay que decir que su estimación de cruzado para la guerra de España contra los musulmanes es la directriz más general de la obra. Conforme a ello, Alfonso VII es un héroe de Dios. Su conducta en la guerra contra los musulmanes es la propugnada por los cluniacenses tras la desaparición de Pedro el Venerable, estimación firme, que por ello tampoco deja de concebirse casuistica y discriminatoria. En la empresa de Almería, no son posibles los matices con excusa alguna y se justifica como santa la guerra porque vengan con ésta las ofensas perpetradas por los cananeos al Rey de Israel. Era la guerra de la ira celestial ((celestis dira super hos dimittitur ira» (v. 23). Los matices y las discriminaciones inspiradas en la toleran-. cia cluniacense, atañían a las guerras anteriores a la de Almería. La conquista del orden y la justicia por la guerra y no por una conversión casual, que distinguió como digna Oderico Vitale, es también el móvil de Alfonso VII en su guerra contra los musulmanes españoles, idea ésta cambiante en su obra apologética, como fue dis-. tinta la de Pedro el Venerable respecto de su notario Pedro de Poitiers, a pocos años del fallecimiento del abad de Cluny. Agotados así los supuestos heurísticos, la última aproximación atribucional de la obra apologética alfonsina a Pedro de Poitiers, la facilita la prueba hermenéutica del propio texto con las ocultaciones


EIBLIOGRAFiA

deliljeradas que en él existen, las cuales se verifican entre una vez que se ponen de manifiesto todas sus conexiones.

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sí mismas

La obra apologética de Alfonso VII y su gobierno es, a la vez que una detallada narración histórica de hechos auténticamente comprobados por documentos, una extraordinaria obra tipológica de carácter artificioso, basada a tal respecto en la aritmología trinitaria, que es quintuplicista y septuplicista indiferentemente, aunque esta ordenación última sea ella la más ostensible. Como tal obra artificiosa está escrita conforme al duplicismo de su lectura «para los sentidos» y ((para el espíritu»! según la teoría de semejante labor teológica propugnada por Gilbero de la Porrée. En una epístola, Pedro el Venerable llama a Pedro de Poitiers, «bueno y pacifico anciano)) «hermano e hijo Pedro de San Juan)), y debió escribirle hacia 1122. La carta tiene su tema ((contra aquellos que dicen que Cristo nunca se llama abiertamente Dios en el Evangelio». Por entonces Pedro de Poitiers, prior del cenobio de ilgustinos regulares de San Juan Evangelista en Foitieres y su amigo FTate, deán en Seus, estaban inclinados por los cluniacenses y por Pedro el Venerable, en la oposición entre éste y San Bernardo que se inició a partir de esa fecha. Las tres partes de la obra, dos en prosa y una en verso, representan cada una sucesivamente el poder, el querer y el saber trinitarios, atribuciones definidoras de cada persona de la Trinidad cuyas esencias caracterizan, respectivamente, la labor y la personalidad de Alfonso VII. Como innovador de un estilo por septenarios heptaléxicos para escribir cuestjones históricas, de forma idéntica a como la prosa rimada servía para las epístolas o el verso para sublimar ideas, se vio a Pedro de Poitiers preocupado en hallar una adecuación del estilo con los asuntos a narrar como verdad sublime. Igualmente la atribución respecto a Pedro de Poitiers de las apostillas coránicas, se ha seííalado que gravita en el hecho de considerarlas autógrafas y que los nombres divinos musulmanes que figuran en el manuscrito homilítico parisino, no son sino los mismos atributos revelados en el texto joánico. En el manuscrito citado, Pedro de Poitiers traduce y explica en latín igual número de nomiaciones árabes, sin atenerse, ni al orden con que se van sucediendo en el texto evangélico, ni a las definiciones de! símbolo trinitario, como pudiera serlo la de San Juan Damasceno, entre los muchos comentarios medievales que se conocen de éste.


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En la «Chronnica Adefonsi», lo mismo que en las apostillas nomológicas del Corán, los nombres divinos y su orden joánico son por igual artificio y juego del objetivo de anteponer los atributos de las Personas trinitarias a una finalidad semejante, a saber : en el caso de la obra apologética de Alfonso WI, para mostrar a este como héroe de Dios, tínico y universal de cristianos y musulmanes, y en el de apostillas coránicas para representar las Personas trinitarias, sin diferencia alguna entre los creyentes de ambas religiones. En este sentido puede decirse que las ‘dos obras de Pedro de Poitiers se complementan entre sí, siendo ambas expresión de un solo e ingenioso juego, a la vez de apologeta e historiador cristiano. Es cierto que muchos escritores trinitarios de la época hubieran podido proceder de igual forma, sobre todo en lo tocante a humanizar el joanicismo ejemplarizante. Pero a Pedro de Poitiers se le ha visto repetidas veces ser el más familiarizado con la técnica septenaria, y con dicho modo de pensar y proceder, ingenioso y recóndito, entre los próximos a Pedro el Venerable, cuyo círculo tantos motivos de admiración y gratitud tenían en Alfonso VII. Si la obra encomiástica de éste fue el resulta,do de un mecenazgo o labor encargada, como tantas otras que se señalan entonces en la publicística europea, el estado de las investigaciones de estos móviles tan diversos no permiten aún una conclusión ,definitiva. El estudio de Ferrari es muy meticuloso e importante para que podamos dar cuenta paso a paso. Encierra un análisis del pensamiento teológico, político y filosófico sobre aquella época de la Reconquista, importantísimo porque la actitud crítica de Pedro de Poitiers se balancea un tanto, entre la blandura de San Bernardo y Pedro el Venerable, por un lado, y el sentido de guerra santa y la justificación del monje armado, vigente aún, por otro. Pese a una indeterminación, visible algunas veces, el cluniacense adopta un criterio equilibrado, no exento de graciosas interpretaciones, muy de la época. Sobre todo interesa señalar, que pese al innegable interés que el estudio de Ferrari supone para la interpretación de las obras en función de su autor, punto importantísimo en la modena historiografía, no es menos importante la antología crítica que de las mismas obras nos presenta, no sólo como pruebas de su acierto, sino como visión del pensamiento militar de la época.-J. M. G.


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HISTORICO

MILITAR

BIBLIOTECA CENTRAL MILITAR Relación de las obras mes de abril de 1965:

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esta Biblioteca

a partir

del

CYRIL FALLS : Grandes Batallas Militares. JOSÉ SAN MARTÍN LÓPEZ: Almanaque del milita,r, 196’5. ANDREW TULLY: La batalla de Berlin. OTTO SKORZENY: Vive peligrosamente. ROBERT PAYNE: Lawrence de Arabia. Pío BAROJA: Obras completas (tomos VI y VII). ANDRÉ MAUROIS : Napoleón (biografía ilustrada). THEO SOMMEK: Por un powenir atlántico. M. PATO MOVILA: La. subversión y las fuerzas armadas. ELIZABETH ANN COOPER: Contra la ley de Dios. LUIS BONILLA: Historia de las peregrinaciones elz el mwdo. DIRECCIÓN GENERAL DE PROTECCIÓN CIVIL: Cartilla Rural de Protección Civil DG-3. UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA: Defema nacional (vol. IV). EMBAJADA DE LOS ESTADOS UNIDOS: El Presidente habla. MANUEL. FRAGA IRIBARNE : Zociednd, politica y gobierno de Hispanomnérica. DIRECCIÓN GENERAL DE 1. Y hl. : Herramientas y material del arma de Ingenieros del Ejército. KONSTANTIN SOMONOV: La batalla de Moscú. GRAHAM GREENE: El Poder y la Gloria. ASAMBLEA DE LAS NACIONES CAUTIVAS DE EUROPA: munrsta.

en la Europa

EMBA.JADA DE LOS ESTADOS Uxrnos: del Presidente

DIRECCIÓN gación.

El régimen

cc-

central-oriental.

Biscwso

sobre

CIVIL:

Conferencias

derechos

civiles,

Johnson.

GENERAL DE PRoTEccIÓN

de divul-

C. D. 5.

J. F. LIZCANO DE LA ROSA: Soluciones al protocolo. E. GONZÁLEZ JIMÉNEZ: Por la unidad de Europa. JUAN MANUEL ZAPAERO: La guerra del Caribe en el siglo XVIII. Grnn Enciclopedia del Mwndo (tomo XX).


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ALEXANDER MARS.TTACK: El ?Iaundo e,z el espacio. IiURT LONDoS: La crisis pernzanente. JOIIX LEWELLEN : Poder atómico. LEÓN

H~ITARD:

D. G. &'U'S&JLAS:

DIRECCCI~N

La iiteratura y la. tradición norteamericana La, clave del progreso económico.

GENERAL DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS:

íTuia del ArchG

VO de Simamcas.

IZR&WO‘.GENERA\L DE SIMAXCAS: Guía* del inzgestigador. PATRONATO NACIOXAL DE ARCEIIVOS: Cdálogo ,kXII ,.del Archivo de Simancas. Hojas de Servicio

SERVICIO DE tiT,oRMALIZAcIóN.

de Amérwa.

Catúlogo

de la coleC&%

de

hormas

Españolas de obligado ,cumplimiento en el Ejercito. GIL AKMENG& Ríus: Gibraltar y los españoles.

L. MABT~NEZ CALI-O: L%ccio?lario Ruso-Español. ROMÁN O~ARZUN: Pretendientes al trono de España. ACADEMIA DE CIENCIAS DE ZARAGOZA: Discurso heido por el Teniente General Amado Lóriga y contestación de D. José Esteban (27-II-64). JOHN W. CLIIF'F'ORD, S. J. : ,Ante la pvesefzcia de nris enemigos. DONALD BARR CHIDSEY: La independencia norteamericana. S. Al : El c6Eonialisnzo soviético en ia teoría y en la práctica. HENRY BRANDO: Asi somos. A. DOCK BARNETT: Perspectiva histórica de la China comunista. FRANK FREIDEL: Los Estados Unidos en el siglo XX (2 tomos). J. WILLIAM FULBRIGHT : Politica occidental. ADOLF A. BERLE: América latina (Mitos y realidades). ARTIIUR 'JI'. HADLEY: The nations safety and arms control. GEORGE BRAZILLER : Arms control disarmament, and ational security.


OBRAS

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HISTORICO

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DE

HISTORIA

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Tomo ? y Carpeta de mapas: América en general. El tomo, de 495 páginas, tamaño folio mayor, lt%i,GO pesetas. (Agotado.) Tomo 1’ y Carpeta de mapas: Estados Unidos y Canadã. El tomo, de 598 páginas, en folio mayor, 641,33 pesetas. (Agstado.) Tomo III. y Carpeta de mapas : Méjico. El tomo, de 399 páginas, en folio mayor, 74’7,45 pesetas. Tomo IV y Carpeta de mapas: América Central. El tomo, de 286 páginas, en folio mayor, 656,35 pesetas. iolecckín hktórica dencia.). Tomo Tomo Tomo Tomo

1: Letras 11: Letras III : Letras IV: Letras

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PUBLICACIONES

DEL

Diccionario Bibliográfico la (1808-181~).

SERVICIO

HISTÓRICO

de la Guerra

193

MILITAR

de la Independeacia

Españo-

1: Letras A a la H, 345 páginas, 20 pesetas. Tomo Tomo II : Letras 1 a la 0, 270 páginas, 20 pesetas. Tomo III: Letras P a la Z, 341 páginas, 20 pesetas. Ilustrados los tres con grabados y fotografías, en color negro.

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tomos y Zona

1 y II de esta obra., de nuestro Protectorado

titulados, respectivamente, en iMarrwcos y Estudio

Mawecos particular

ett gede las


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194 regiones

naturales

de la

zona,

DE HISTORIA

plazas

de

MILITAR

soberania

espaíiola

y

vida

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fueron publicadas, en 1935 y 1936, por la suprimida Comisión Histórica de las Campañas de Marruecos. El primero se agotó, y el segundo únicamente está 2 la venta en el citado Servicio Geográfico, al precio de 24.30 pesetas.

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La guerra y la Historia, por Angel González de Mendoza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 El pensamiento militar en el “Cantar de Mío Cid”, por José Gárate Córdoba . . . . . . . . . . . . . . 15 Las Hermandades. I., hasta los reyes Católicos, por Francisco J. Aguado Sánchez . . . . . . . . . . 47 Organización militar de la Casa de Austria (siglo XVI), por Joaquín de Sotto y Montes . . . . . . 67 La enseñanza de la Artillería en España hasta el Colegio de Segovia. I., por Juan Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 El Marqués de la Ensenada y su política exterior, por Carlos Ibáñez de Ibero . . . . . . . . . . . . . 143 Las invasiones inglesas a Buenos Aires, por Bernardo N. Rodríguez Fariña . . . . . . . . . . . . . . 157 Las Brigadas de Navarra (Crónica artillera, 1937), por Carlos Martínez de Campos . . . . . . . . 169 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177


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