Cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada, Años 1638 - 1660

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l a compañía de j esús se ha caracterizado por la comprensión del valor y la importancia de la correspondencia epistolar. Por ello, desde muy temprano reguló las formas de contacto que debían mantener todos los domicilios del mundo y sus perso-

cartas anuas

neros con la sede central de Roma.

de la provincia del

Este intenso comercio epistolar consta de tres grandes categorías. La prime-

nuevo reino

ra, destinada a los superiores, es la correspondencia oficial y suele ser la más

de granada

explícita e instructiva; la segunda, oficiosa-informativa, tiene por objeto comunicar a las autoridades romanas la historia local de manera cíclica; y la tercera, dirigida al gran público, tiene como características la factura más

años 1638 - 1660

esmerada y el contenido más erudito, y la podríamos designar como “literatura curiosa”. La segunda categoría, una especie de “literatura corporativa”,

cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada

es distinta de la oficial y de la crónica. Con el correr de los tiempos fue dando lugar a un género epistolar que se materializó en las Cartas Anuas que

años 1638 a 1660

presentamos en esta colección. Las Cartas Anuas de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada son un interesante proyecto de historia local e interna de la institución.

No dudamos que serán de gran utilidad para los estudiosos de la sociedad

josé del rey

colonial neogranadina del siglo xvii. Somos conscientes de que esta serie

fajardo, s. j.

abre nuevos horizontes en la historiografía colombiana y que su publicación

-

contribuirá a una mejor intelección de las sociedades cerradas y sus luchas

alberto

por construir una mejor identidad. ¶

gutiérrez, s. j. Editores

Paupertas ſapiens.

archivo histórico juan manuel pacheco

Colección archivo histórico javeriano

jo sé del r ey fa jar d o , s . j. al b erto gu t i ér r ez , s . j. edi tor es

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J.

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Gran Canciller P. Adolfo Nicolás, S. J. Vice-Gran Canciller P. Francisco de Roux Rengifo, S. J. Rector P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S. J. Vicerrector Académico Luis David Prieto Martínez Vicerrectora de Investigación Consuelo Uribe Mallarino Vicerrector de Extensión y relaciones interinstitucionales P. Luis Fernando Álvarez, S. J. Vicerrector del Medio Universitario P. Luis Alfonso Castellanos, S. J. Vicerrectora administrativa Catalina Martínez de Rozo Secretario General Jairo Humberto Cifuentes Madrid Director del Archivo Histórico Javeriano P. Jairo Bernal Parra, S. J. Subdirectora del Archivo Histórico Javeriano Alma Nohra Miranda Leal


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada años 1638 a 1660 • José del Rey Fajardo, S. J. • Alberto Gutiérrez, S. J. editores Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.


Paupertas ſapiens.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José del Rey Fajardo, S. J. © Alberto Gutiérrez, S. J. isbn: 978-958-716-696-5 Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia | Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 nº 37-25, oficina 1301 Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Primera edición: julio del 2014 Bogotá, D.C. Transcripción y paleografía | José del Rey Fajardo, S. J. Corrección de estilo | Rodrigo Díaz Lozada Diseño de páginas interiores | Julián R. Triana Diagramación y cubierta | BOGA: Julián R. Triana y Diego Cortés Guzmán Impresión | Javegraf Cartas anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada : años 1638 a 1660 / editores José del Rey Fajardo, S.J. y Alberto Gutiérrez, S.J. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana : Archivo Histórico Javeriano, 2014. 411 p. ; 24 cm. Incluye referencias bibliográficas (p. 391-411). ISBN: 978-958-716-696-5 1. JESUITAS – HISTORIA – COLOMBIA – 1638-1660. 2. COLOMBIA - HISTORIA - COLONIA, 1550-1810. I. Rey Fajardo, José del, S.J., 1934-, Ed. II. Gutiérrez Jaramillo, Alberto, S.J., 1935-, Ed. III. Pontificia Universidad Javeriana. IV. Pontificia Universidad Javeriana. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. CDD  271.53 ed. 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ___________________________________________________________________________________________ dff. Julio 10 / 2014

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.


Contenido

13

Introducción

55

Carta N.° 7 (Carta Anua 1638-1643)

53

Primera parte

61

De lo general de la Provincia, sujetos, colegios, fundaciones y misiones de nuestra Compañía en la provincia toda Capacidad inmensa para misiones y empleos loables de nuestra Religión en multitud grande de gentes bárbaras, en dilatadas Provincias descubiertas de nuevo y en numerosos pueblos antiguos que yacen en extrema necesidad Calamidad de la peste que cundió en el Reino y lo que en ella obraron los nuestros con gran caridad y ejemplo

64

82

92 92 101 104 114 119 122 124 129 130

Segunda parte del annua Colegio de Santa Fe Colegio de Quito Casa de Probación de Tunja Colegio de Panamá Colegio de Pamplona Fundación del Colegio de Popayán Fundación del Colegio de Cuenca Colegio de Mérida Colegios Seminarios de San Bartolomé, de Santa Fe, de San Luis, de Quito, y de San Francisco de Asis en Popayán


131 170 179

Colegio de Cartagena Ministerio de los negros Misión de Mompox

188

Tercera parte

188 189 195 198 198

De las residencias o doctrinas. Colegio Incoado de Honda Doctrina o residencia en el Real de las Minas de Santa Ana Residencia o doctrina de Fontibón y Tunjuelo Doctrina de Tunjuelo Residencia y doctrina del Pueblo de Tópaga

205

Cuarta parte

205

De las misiones, entradas y descubrimientos de nuevas provincias Misión dilatada que se hizo en la comarca de Santa Fe y distrito de su Arzobispado para disponer los indios a la comunión en los pueblos, doctrinas y repartimientos Esta es la patente honorífica que dio el señor Arzobispo a los dichos padres misioneros, los cuales ya embacados en la misión, enviaron esta petición al Señor Provisor del Arzobispado, que fue desta manera Misión a las ciudades de Palma, Muzo y distrito de su gobierno Misión a los Remedios y a las ciudades y pueblos de su jurisdicción Ministerios de la Compañía en la gobernación de Santa Marta, Valle de Upar, Río de el hacha y en las ciudades de Sevilla y nombre de Jesús y Nevadas Sierras Misiones a las ciudades de Pasto, Popayán, Cali y Buga Empleos nuevos en las Provincias de los Paeces y Guanacos, en la jurisdicción y gobierno de Popayán

205

216

223 225 228

238 246


273

Carta N.° 8 (Carta Anua 1642-1652)

275

Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Provincia del Nuevo Reino y Quito a a. M. R. P. General de la Compañía de Jesús [Goswino Nickel]

275 276

Introducción Estado universal de la provincia

279

Parte Primera de la annua de la Provincia del Nuevo Reino de Granada

279 296 299 302 305 310 316 323 331 335

Capítulo 1. Colegio de Santafé Capítulo 2. Residencia de Fontibón Capítulo 3. Colegio y Casa de Probación de Tunja Capítulo 4. Residencia de Tópaga, mejoras de esta doctrina y adelantamientos de sus naturales Capítulo 5. Colegio de Cartagena Capítulo 6. Misión de Santo Domingo Capítulo 7. Colegio de Pamplona Capítulo 8. Colegio de Mérida Capítulo 9. Colegio de Honda y doctrina de Santa Ana Capítulo 10. Colegio de Mompox

341

Carta N.° 9 (Carta Anua 1655-1660)

343

Relación annua de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año de 1655 hasta el de 1660

343 345

1. Del número de sujetos y de sus ocupantes 2. De algunos bautismos que han administrado los de la compañía 11.


347 351 354 356 361 362 364 367 368 369 372 375 377 379 381 383

389

3. Entrada de un embajador de Arda al puerto de Cartagena, su bautismo y el de otros negros de su nación 4. En que se prosigue la materia del bautismo de dichos negros 5. Conversiones de moros 6. Vocaciones de algunos que entraron en nuestra sagrada religión 7. De la caridad que han usado los nuestros con los apestados 8. Sucesos ocasionados del jubileo centésimo 9. Algunos casos de la confesión sacramental 10. Prosigue la materia de el pasado 11. Ejemplo de la sagrada comunión 12. Desagravio hecho al santísimo sacramento del altar 13. Fervor y fruto de nuestros misioneros 14. Favores de la virgen y de otros santos a sus devotos 15. Milagros de nuestro padre San Ignacio 16. Misericordias de nuestro señor con pecadores 17. Castigos que ha hecho la divina justicia en pecadores 18. Volcán con que Dios asombró a la ciudad de Quito y la redujo a penitencia Archivos y Bibliografía


INTRODUCCIÓN La Compañía de Jesús desde sus orígenes entendió la importancia y valor de la correspondencia epistolar y por ello pronto regularizó las formas de contacto que debían mantener todos los domicilios del mundo y sus personeros con la sede central de Roma. Esta exigencia comunicacional trazó un mapa documental basado en el esquema estructural ejecutivo de la Compañía de Jesús y sobre ese basamento se estableció la interrelación que debía darse entre sus diversas jerarquías de mando a través de los “sistemas de comunicación”.

I. El complejo mundo epistolar jesuítico Y para una mejor intelección de las funciones de la estructura tanto personal como institucional recogemos la siguiente síntesis. El gobierno jesuítico descansa sobre tres pilares fundamentales: el General de la Orden, con poderes amplios con respecto al cuerpo; los Provinciales, máxima autoridad en las diversas demarcaciones regionales o nacionales donde actúan los miembros de la Compañía de Jesús; y los Rectores o Superiores de cada casa, con jurisdicción restringida a los súbditos y a las obras de su domicilio concreto1. Desde el punto de vista institucional, la orden fundada por Ignacio de Loyola se regía también por tres tipos de asambleas: la Congregación Provincial, la de Procuradores y la General. En este intenso comercio epistolar podemos distinguir tres grandes categorías. La primera, destinada a los superiores, forma parte de la corres1  Ignacio de LOYOLA. Constitutiones Societatis Iesu latine et hispanice cum earum declarationibus. Romae (1937) IX, pars. 256-286.

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pondencia oficial y suele ser la más explícita e instructiva; la segunda, oficiosa, tiene por objeto informar a las autoridades romanas de la historia local de manera cíclica; y la tercera, dirigida al gran público, tiene como características la factura más esmerada y el contenido más erudito y a la que podríamos designar como “literatura curiosa”2. Así pues, de acuerdo con los antecedentes señalados, se dio un triple tipo de correspondencia jesuítica: la literatura oficial, la oficiosa-informativa y la tercera, que ha recibido el nombre general de cartas edificantes y curiosas. La literatura oficial se regía por rígidas prescripciones organizativas de la Compañía de Jesús. El alto control romano de las personas y de las obras de cada una de las demarcaciones geográficas se llevaba, por una parte, por los catálogos anuales y trienales, y en segundo lugar, por las cartas, relaciones de visitas, informes que obligatoriamente tenían que remitir los superiores —mayores y menores— según normas muy concretas y exigidas rigurosamente desde la Ciudad Eterna3. La correspondencia oficioso-informativa viene a ser una especie de “literatura corporativa”, distinta de la oficial y de la crónica. Con el correr de los tiempos fue dando lugar a un género epistolar distinto que se materializó en las Cartas Annuas. Más adelante trataremos con detención este interesante capítulo que constituye el objetivo principal del presente estudio.

2  Una interesante visión la ofrece Guillermo ZERMEÑO. “Entre el saber y la edificación: Una relación inestable”. En: Guillermo ZERMEÑO (Edit.). Cartas edificantes y curiosas de algunos jesuitas misioneros del siglo xviii. Travesías, itinerarios, testimonios. Selección e introducción por Guillermo Zermeño. Ciudad de México, Universidad Iberoamericana (2006) 17-55. 3  Para una información general, véase: José Manuel AICARDO. Comentario a las Constituciones de la Compañía de Jesús. Madrid, V (MCMXXX), 950-1025. Las obligaciones reglamentarias se expresan claramente en: Constitutiones Societatis Iesu et Epitome Instituti. Romae (1943) 429-433. “Avise a los superiores de esa Provincia y colegios, así de la Provincia como de los Colegios la obligación que tienen de escrivirnos todos los años...” (APT, leg. 132, fol. 167. Tamburini a Pedro Calderón. Roma, 15 de septiembre de 1703).

14.


• introducción

Las cartas edificantes y curiosas Hemos juzgado oportuno dedicar este acápite a este interesante género epistolar jesuítico, a fin de clarificar su verdadero sentido e influjo en el mundo cultural europeo del siglo xviii y para marcar las diferencias con las Cartas Anuas. El concepto de cartas edificantes y curiosas se impone a comienzos del siglo xviii y el ámbito de su contenido se extiende a las cartas, informes y relaciones escritos por los misioneros de la Compañía de Jesús, tanto desde los países considerados de misión como desde las partes civilizadas de África, Asia y América. La génesis de esta colección es curiosa y compleja. El más remoto origen habría que buscarlo en el éxito que levantaron las cartas de San Francisco Javier en la segunda mitad del siglo xvi a lo largo y ancho de Europa4. En el siglo xvii, las Relations de la Nouvelle France invaden, a su modo, el mundo católico francés5 pero su contenido, aunque de interés para la americanística de Canadá y Estados Unidos, desborda nuestros propósitos. Desde 1685, el P. Carlos de Gobien comenzó a publicar diversos escritos sobre las misiones de Asia6. En 1690 se había presentado a la Asamblea del clero de Francia un tomo sobre Memorias del Oriente y cinco años más tarde un segundo volumen que motivó el deseo de la Asamblea de perpetuar esta obra de interés apostólico7. En 1702 aparecieron las Lettres de quelques missionnaires de la Compañía de Jesús, éscrites de la Chine et des lndes Orientales. A través de la revista

4 Félix ZUBILLAGA (Edit). Cartas y escritos de San Francisco Javier. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, t. 101 (1979) 50-34. Georges GOYAU. A la conquête du monde païen. Mane (1934) 60. 5 León POULIOT. Étude sur les Relations des Jesuites de la Nouvelle France. Montreal-París, Desclée de Brouwer (1940). 6 Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jesús. Bruxelles-Paris (MDCCCXCII) III, 1514. 7  L’ami de la Religion et du Roi. t. 21 (1819), 321-328. Citado por André RéTIF. “Brève histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 (1951) 40.

15.


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Mémoires de Trévoux, se puede ir siguiendo la opinión y el desarrollo de la colección8. El éxito fue tan inesperado que el editor, P. Carlos de Gobien, se decidió a continuar la obra en cuadernos anuales con el título de Lettres édifiantes et curieuses9. De 1703 a 1776 aparecieron en París 34 tomos, de los cuales los ocho primeros estuvieron a cargo del P. Carlos de Gobien y los siguientes se debieron a los PP. Juan Bautista du Halde, Luis Patuillet y Nicolás Maréchal10. Antes de entrar a la valoración histórica conviene establecer la estructura y esencia de la colección.

8  Mémoires de Trévoux (mayo de 1705) 729: “Esta colección (la 5a) es una de las más curiosas y más edificantes que haya ofrecido al público el P. Gobien”. En junio de 1708 se palpa un sentimiento en la verificación de que la 8ª entrega sea un recuento de piedad, pero al menos allí se encuentra algo de historia (p. 982). En la 1ª, noviembre de 1713, se descubren tres razones de interés: el cristianismo, la ciencia y las variables bellezas de estilo (p. 1834). La 11ª, julio de 1715, es “tan curiosa, tan edificante, escrita con la misma pureza y la misma elegancia que las precedentes” (p. 1133) (citado por André RÉTIF, art. cit. 38). Para las opiniones del Journal des Savants nos remitimos a las entradas: Le Gobien, du Halde, Maréchal y Patouillet, de la Bibliothèque de la Compagnie de Jesús de Carlos Sommervogel. 9  a) Para la historia de esta colección: André Rétif. “Brève histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 (1951) 37-50; Victor Hugo PALTSIST. “Data concerning the Lettres édificantes”. En: Reuben Gold Thwaites. The Jesuit Relations and Allied Documents. Travels and Explorations of the Jesuit Missionaries in New France 1610-1791, Cleveland, Burrows Bros. Co. (1896-1901) 298-334. b) Acerca del contenido, véase: Rob STREIT. Bibliotheca Missionum (1927) N.os 754756, 761, 766, 768, 770, 777, 790, 795, 805, 811, 814, 820, 827, 831, 839, 850, 855, 866, 879, 885, 899, 909, 920, 948, 987, 1024-1025, 1029-1030, 1036-1037. c) Los editores fueron: volúmenes 1- 8: Charles Le Gobien; 9-26: Jean Baptiste du Halde; 27-28, 31 y 33-34: Louis Patouillet; y 29-30 y 32: Nicolas Maréchal. d) Otras ediciones: J. Yves de Querbeux y Brotier publicaron una nueva edición en veintiséis volúmenes (1780-1781). Otras realizadas por no jesuitas: 1819, 1829-1831, 1838-1843. Una edición reducida estuvo a cargo de Aimé Martín (1834-1843) con el título de Pantheón Littéraire. Ludwig KOCH. Jesuiten-Lexikon. Lowen-Heverlee, Bibliothek S.I. (1962) II, 1838. 10  Ibidem. 16.


• introducción

Y ante todo conviene establecer una premisa fundamental que, si se desconoce, puede dar lugar a una óptica desorbitada de lo que fueron y de lo que aspiraban a ser estas cartas. Estrictamente, se puede afirmar que no se trata de informes técnicos ni de memorias exclusivamente científicas. Nos encontramos ante escritos de unos misioneros —de profunda formación humanística y en casos científica— que describen un mundo exótico en el que se insertaron libremente, se adaptaron a su cultura con el deseo de llevar el Evangelio a todas esas naciones y pueblos con un sentido de inserción y perpetuidad. Además, respondía al espíritu de los tiempos y dentro del ambiente cristiano de la época se procuraba dar respuesta a una religiosidad que gustaba de lo piadoso y de lo edificante. Desde el punto de vista de su valoración crítica, conviene dilucidar dos puntos claves: la fidelidad textual y su cualificación histórica. Respecto al texto, no creemos oportuno entrar en la polémica establecida por M. Pinot y Saint-Simon sobre la tesis de que las cartas edificantes eran “relaciones artificiosas”. Nos remitimos a la contestación del P. Brou en la que de forma pormenorizada responde a los argumentos aducidos por dichos autores11. En esencia, el editor se permitió alterar —o mejor, corregir— el estilo de algunas cartas que, por llevar los autores tanto tiempo fuera de Francia podían aparecer de redacción dura y poco atildada. Ya el 2 de febrero de 1705, el Journal des Savants apuntaba sobre el P. Gobien: “Él ha procurado hacer la lectura agradable; los misioneros le han suministrado las ideas; pero el giro, la expresión, la gracia del estilo provienen indudablemente de él”12. Es posible que haya pasado en el contexto ideológico y religioso el tratamiento de problemas tan delicados como el de los “ritos chinos”13, pero como demuestra Brou las mutaciones son intrascendentes. En todo caso hacemos nuestro

11 Augustin BROU. “De certaines conflicts entre missionnaires au XVIIe s”. En: Revue d’Histoire des Missions (1934) 187-202; y “Les jésuites sinologues de Pékin et leurs éditeurs de Paris”. En: rev. cit. 551-566. 12 Véase: Journal des Savants (2-02-1705) 106. 13 André RÉTIF. “Les Jésuites français en Chine d’apres les Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 3 (1948) 175. 17.


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el criterio del P. Rétif: “Científicamente hablando, un moderno puede desecharlas; pero, si no se quiere caer en la injusticia y en ser mal historiador, se deben reubicar estos hechos en el contexto del tiempo y de las circunstancias y considerar en particular el género literario de estas relaciones y el público al que se dirigían”14. Consecuentemente, el valor intrínseco ha padecido sus apreciaciones. Rétif dirá que constituyen “un testimonio de la amplia cultura de los jesuitas del siglo xviii”15. En 1927, Radek, rector de la Universidad de Moscú se gloriaba de mostrar en una colección china de ochenta mil volúmenes, una colección especial: “las obras escritas sobre China por los jesuitas del siglo xviii (sic), superiores en cien codos a todo lo que los sabios modernos han escrito y que testimonian una competencia del alma china, que jamás ha sido igualada”16. El P. Diego Davin, traductor de la edición española, escribía: “Me atrevo a decir que debe la geografía su mayor perfección a los misioneros de la Compañía de Jesús. Sin ellos poco o nada se sabría de la mayor parte del Asia y quedarían inmensos países de la América expuestos a conjeturas de los geógrafos de profesión, como ellos mismos lo reconocen o confiesan”17. Su contenido se orienta muy especialmente al gusto francés fascinado por el Oriente; mas aporta datos interesantes para la Guayana francesa y las islas gálicas caribeñas. Son escasas las noticias que aportan sobre lo que constituyó el área geográfica de la Provincia del Nuevo Reino. Con todo, un índice del influjo ejercido por las lettres édifiantes lo constituye el sinnúmero de ediciones, traducciones, adaptaciones, extractos e imitaciones llevados a cabo. Frente al desprecio de Saint-Simon hay que resaltar el interés de Montesquieu por el estudio de estas fuentes, aunque ponga en duda las conclu14 André RÉTIF. “Brève histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: rev. cit. 45. 15 André RÉTIF. Art. cit. 45. 16 Jules SAUERWEIN, en Le Matin (París, marzo de 1927). Citado en: Leopold LEVAUX. L'orient et nous. Lovaine, Éditions de l´Aucam (1932), 40. 17 Diego DAVIN. Cartas edificantes y curiosas escritas de las misiones extranjeras y de Levante por algunos misioneros de la Compañía de Jesús. Madrid, XVI (1757) XXVI. 18.


• introducción

siones sacadas por los misioneros. Y así se podrían multiplicar los ejemplos contrapuestos. Lo cierto es que forman parte de la literatura y de la historia del siglo xviii francés. Como su temática se orienta hacia un campo muy lejano al venezolano, nos remitimos a la extensa síntesis que el P. André Rétif dedica al influjo que ha ejercido —fundamentalmente dentro de la literatura francesa— esta colección18.

El Welt-Bott alemán

También los jesuitas alemanes ingresaron con fuerza al mercado cultural centroeuropeo con su serie Welt-Bott. Hay que resaltar que en parte del pueblo cristiano teutón existía una conciencia de participación en el apostolado universal de la Iglesia, no sólo a través de sus limosnas sino también por medio de sus hombres; en menos de un siglo (1670-1767) sólo la Compañía de Jesús destinó a las misiones de ultramar ochocientos miembros de su orden19. Pero ya los franciscanos les habían precedido y una especie de literatura misional había inundado las apetencias de las comunidades cristianas20. Por otro lado, el ejemplo y estímulo de las cartas edificantes motivó al P. José Stöcklein21 a pensar seriamente en la edición de una obra que vino 18 André RÉTIF. Art. cit. 46-50. 19 Anton HOUNDER. Deutsche Jesuitenmissionäre des 17. und 18. Jahrhunderts. Freiburg im Breisgau, Herder (1899). 20 Rob STREIT. Bibliotheca Missionum (1927) I, 1051 y ss. 21  Para la biografía del P. José Stöcklein: a) Necrologio. En: ARSI, Austria, 190 (1733) fols. 286-304. b) Franz KELLER. “Leben und Taten, Reissen und Missionen R.P. Josephi Stöcklein der Gesellschaft Jesu, österreichischer Provinz, in dem kaiserlichen Kiregsheer in Reich un Ungarn Missionarii un Ober-Feld-Kaplans, Urhebers der deutschen Verfassung des Neuen Welt-Bottes”. En: Joseph STÖCKLEIN. Der neue Welt-Bott. Ausburg-Graz-Wien (1726-1761) parte 29, N.o 527. En adelante todas las referencias a esta obra se escribirán como Welt-Bott y a continuación se indicará el numeral correspondiente. c) Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott, ein Vorläufer der Katholischen Missionen im 18 Jahrhundert”. En: Katholischen Missionen, t. 33 (1904) 19.


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a ser, no una traducción, sino una visión nueva y específica de la Compañía de Jesús alemana: Der neue Welt-Bott22. No era la primera en su género y por eso conviene llamar la atención sobre una obra anterior, aparecida en Leipzig entre 1688 y 1690, editada por Christ Thomasius: Freimutige, lustige und ernshafte, jedoch vernunft-und gesetzmassige Gedanken und Monastsgesprache uber allerhand, vornehmlich über neue Bücher23. La definida personalidad del editor jesuita imprimió, sin lugar a dudas, un sello a la obra que conoció la luz pública en 1726 y extendió sus 1-4, 30-33, 80-83, 103-107. d) Bernhard DUHR. Geschichte der Jesuiten in den Länder deutscher Zunge im 18 Jahrhundert. Munchen-Regensburg, Herder (1928) II, 155-158. 22  a) Para la historia de la colección: Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's Neuer Welt Bott, ein Vorläufer der Katholischen Missionen im 18 Jahrhundert”. En: Die Katholischen Missionen, 33 (1904-1905) 1-4, 30-33, 80-83, 103-107. Charles G. HERBERMANN. “Der neue Welt-Bott. Introduction”, En: Historical Records and Studies, 8 (1915) 157-167. b) Para el contenido, véase: Rob STREIT. Bibliotheca Missionum. t. 1, Nos: 845, 872, 942, 976, t. XXII, N.º: 63. c) Editores: vol. I-III: Joseph Stöcklein; vol. IV/1, Peter Probst; vol. IV/2 y V: Franz Keller. d) Título completo: Der neue Welt-Bott. Mit allerhard Nachrichten der Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr als geistleiche Brif, Schriften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus bayden Indien und andern uber Meer gelegenden Lander... in Europa angelant seynd. Jezst zum erstenmal, theils, aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes verteustcht und zusammen getragen. Cinco volúmenes que corresponden a cuarenta tomos, organizados de la siguiente manera: ________________________________________________________________________________ Volumen Tomo Año ________________________________________________________________________________ I 1- 8 1726 II 9-16 1729 II/1 17-20 1732 III/2 21-24 1736 IV/1 25-28 1748 IV/2 29-32 1755 V/1 33-36 1758 V/2 37-40 1761 ________________________________________________________________________________ 23  Band I: Januar-Juni 1688. Band V: Januar-April 1690.

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• introducción

entregas hasta 1761. El P. José Stöcklein nació en Oettingen, condado bávaro (Kreis Schwaben-Neuburg) el 31 de julio de 1676. Cursó sus estudios superiores en la Universidad de Viena donde obtuvo el doctorado en Filosofía y el bachillerato en Teología. El 9 de octubre de 1700 ingresaba en la Compañía de Jesús en el noviciado de Santa Ana en la capital austriaca. Tres etapas bien diferenciadas estructuran su biografía. Como capellán militar acompañó a las tropas imperiales tanto en la guerra contra los turcos como contra los principados del oeste que adversaban la casa real. En la segunda fase de su vida se consagró a los ministerios sacerdotales en el colegio de Pressburg, y más tarde en la casa profesa de Viena, llegando a desempeñar el rectorado del colegio de la ciudad nueva de la capital imperial. Los nueve últimos años de su existencia transcurrieron en Graz, ciudad en la que le sorprendió 1a muerte el 28 de diciembre de 173324. La estancia en Graz significa el nacimiento del Welt-Bott, mientras las enfermedades debilitaban su cuerpo. En el mes de enero de 1728 escribía: “apenas puedo estar parado; mi vista me desampara de tal manera que apenas con la ayuda de los mejores anteojos puedo ver lo suficiente como exige la elaboración de mi Welt-Bott”25; si a esto añadimos el mal de piedra, cólicos y otras enfermedades se entenderá mejor la entereza de ánimo del P. Stocklein. Sin embargo, se puede afirmar que reunía las características ideales para emprender una obra de la envergadura del Welt-Bott. A su preparación universitaria vienense unía el conocimiento de idiomas, de los que llegó a dominar, además del alemán, el latín, el francés, el griego y el hebreo26. Y la preocupación teológica le llevó a redactar una serie de escritos catequéticos y un pequeño tratado de Teología27. Pero su obra indiscutible es el Welt-Bott. 24  ARSI. Austria. 190, fol. 286. 25  Welt-Bott, N.º 572, 153. 26 Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott, ein Vorläufer der Katholischen Missionen im 18 Jahrhundert”. En: Katholischen Missionen, t. 33 (1904) 3. 27 Anton HUONDER. Ibidem. El P. Keller, su primer biógrafo, conoció al P. Stöcklein mientras estudiaba Teología en Graz y afirma que los estudiantes visitaban al Padre para conversar sobre diversos problemas científicos y sobre sus dificultades en las aulas. Siem-

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Acerca del objeto y objetivos de la obra, se expresa largamente el autor en la introducción al primer tomo: Es sin duda su más noble objeto la obra de las Misiones, y los sufrimientos y consuelos de los misioneros. Trae además variados y útiles conocimientos y como en una gran feria encuentra aquí cada uno lo que le interesa especialmente. Los teólogos obtuvieron instructivas informaciones sobre falsas religiones; los jurisconsultos sobre la organización de su incumbencia de la esencia del derecho y de la justicia en pueblos extraños; los médicos experimentaron algo sobre los medios de salud y métodos curativos; los naturalistas y filósofos descubrirán no solamente meteoros y fenómenos hasta ahora desconocidos (esto es, el milagro, aire, fuego, tierra y agua) sino también una cantidad de efectos raros de la naturaleza, como yerbas, plantas, árboles, peces, pájaros, fieras, gusanos, culebras, piedras, minerales y otras casi innumerables cosas pertenecientes a diversas ciencias hasta ahora desconocidas. A los matemáticos y sobre todo a los astrónomos, agrimensores y navegantes les sacarán de muchas dudas las cartas de los misioneros puesto que se encuentran entre ellos excelentes especialistas. Ricas enseñanzas encontrarán particularmente los geógrafos que recibirán aquí las primeras noticias fidedignas y buenos mapas de ciertos países. Los éticos podrían establecer provechosas comparaciones sobre los conceptos morales de los pueblos mientras que a los historiadores se les ofrece un espléndido material sobre la historia del estado y la cultura de imperios lejanos.28

pre los acogía benignamente y respondía a sus preguntas como si acabase de concluir su carrera o toda su vida hubiere ocupado la cátedra de Teología (ibidem). 28 Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott…”, 30-31. A veces el autor intercala frases textuales, razón por la cual traducimos los verbos en el tiempo que les corresponde en el sentido global.

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Pero tampoco perderá el carácter de “cartas de edificación”; el mismo Stöcklein nos dirá que “en una palabra, me he propuesto deleitar, edificar e ilustrar al lector sin peligro de escándalo o de amargura”29. Sin embargo, es necesario afirmar que el Welt-Bott no fue una traducción de las cartas edificantes y curiosas, sino una versión genuinamente alemana y con predominio de los jesuitas alemanes30. Muy interesante nos parece la metodología planteada por Stöcklein sobre los criterios que deberían regir toda su obra y que fundamentalmente aparecen expuestos en las introducciones a las tres primeras partes. No se trata de ediciones críticas, por eso se permite suprimir las repeticiones, omitir lo superfluo y lo íntimo y personal de algunas cartas, criterios que a veces le llevan a resumir los materiales para ofrecer al lector una lectura más directa31. Quizá podría sorprender esta actitud si no se conociesen los otros criterios del autor que, podríamos afirmar, lo acercan al de casi un severo editor crítico. Stöcklein se esforzó siempre por buscar las cartas originales o copias fidedignas, y por supuesto acota: “Y mejoraré aquellas noticias en las que no estén indicados: el título, la firma, la fecha o día exacto, mes, año y lugar”32. Pero en los artículos importantes es donde más aplica su criteriorología científica: siempre precede una introducción orientadora en la que manifiesta su pensamiento sobre ciertos pasajes aclarando lo dudoso y cubriendo las lagunas con el fin siempre de conseguir el mejor texto33. Junto al 29  Welt-Bott. Vorrede de la 2.ª parte. Véase: Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott…”, 82-83. 30  Basta observar la estadística: en el tomo I de 216 cartas 106 eran alemanas; en el II, de 128, 31; en el III, de 65, 28; en el IV, de 114, 67. 31  Así nos indica que de 32 partes que tenía para el primer fascículo las redujo a ocho (véase: Introducción a la Primera Parte del Welt-Bott). Y de veintiséis cartas del P. Gerstes, escritas en México, las ensambló en una sola relación (Welt-Bott, N.º 31). 32  Welt-Bott. Introducción a la Tercera Parte. 33  Ejemplos típicos nos los ofrece, por ejemplo, en: “Beschreibung des gegenwartigen Zustandes der griechieschen, armenischen und koptischen Kirchen” (Welt-Bott, Tiel 23,

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cuidado por la cronología hay que destacar el empeño por la topografía y el estudio minucioso de los mapas que le llegaban de todas partes del mundo y a los que aplicó los mismos criterios de minuciosidad, exactitud y dilucidación de nombres a través de los informes correspondientes34. Añade a cada tomo un índice exhaustivo cuya magnitud da clara idea del valor de su contenido: el tomo I abarca 66 páginas, el II, 64; el III, 36 y así sucesivamente. El Welt-Bott se divide en cinco tomos con un total de cincuenta partes y cada una de ellas consta de cien a ciento veinte páginas en folio. Hoy en día es un libro difícil de encontrar completo, aun en las bibliotecas alemanas35. Al sorprenderle la muerte al P. Stöcklein en 1733, había logrado ver publicados los tres primeros tomos. Sobre las misiones americanas aporta valiosas y minuciosas informaciones. No dudamos en adherirnos a la opinión del P. Koch: “El Neue Welt-Bott se cuenta entre las más originales y difundidas obras del siglo xviii. Es un género insuperable. Para la Historia de las Misiones mantendrá durante mucho tiempo el valor de fuente de primer rango”36. A la muerte del editor-fundador le siguieron en la dirección de esta interesante empresa los PP. Karl Mayer, Peter Probst y Franz Keller37. Como fuente ha sido ampliamente utilizada por escritores alemanes como Anton Huonder. Al respecto puede verse Deutsche Jesuiten-missionäre

N.º 454-520), en donde establece una crítica de textos entre el Sr. de la Croix, el sinólogo P. Premaré y los conocimientos que tenía el mismo Stocklein de las conversaciones sostenidas en Viena con el teólogo del Patriarca maronita en 1699. Igualmente, podríamos citar el caso del artículo: “R. P. Judae Thaddaei-Krusinki’s S.J. und des Herrn Durri Effendi Nachricht von der letzten Unruhe in Persien” (Welt-Bott, N.º 394-407). 34  En los cuatro primeros tomos contiene treinta mapas. 35  En la Biblioteca de la Philosophische-Theologische Hochschule Sank-Georgen (Frankfurt/M) reposa el repositorio de los jesuitas alemanes de Valkenburg, entre otras bibliotecas. La colección está incompleta, al menos cuando estudiamos en dicha facultad (1960-1964). 36 Ludwig KOCH. Jesuiten-Lexicon. Lowen-Heverlee, II (1962) 1838. 37 André RÉTIF. “Breve histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 (1951) 45. 24.


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des 17 und 18 Jahrhunders. Ein Beitrag zur Missionsgeschichte und zur deutschen Biographie, publicado en Freiburg im Breisgau por Herder en 1899. En Hispanoamérica, que sepamos, ha sido parcialmente traducida: en la Argentina por el P. Juan Muhn quien publicó La Argentina vista por viajeros del siglo xviii en Buenos Aires durante 194638, y por Vicente D. Sierra, quien en 1944, también en Buenos Aires, publicó con la editorial Siglos Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispanoamérica. Siglos xvii y xviii. En Chile el benedictino, profesor de la Universidad Católica de Chile, P. Mauro Matthei ha publicado cuatro volúmenes de Cartas e informes de misioneros extranjeros en Hispanoamérica. Selección, traducción y notas, que fue editado en Santiago de Chile durante 1970 39. En relación con el Nuevo Reino hemos traducido también todo lo relativo a las misiones llaneras y orinoquenses en nuestro tomo III de Documentos jesuíticos40.

II. Las Cartas Anuas del Nuevo Reino de Granada El concepto de carta annua Las cartas annuas o litterae annuae constituyen un balance cíclico de las actividades de cada provincia jesuítica que debía ser enviado a Roma para informar a las autoridades centrales y, de esta suerte, poder colaborar como un criterio más en la redacción de la Historia de la Compañía de Jesús41. 38  El P. Muhn publicó también parte de estas cartas en la Revista del Instituto Histórico y Geográfico de Montevideo. No hemos podido precisar las fechas. 39  Originalmente, estos libros fueron publicados como artículos de la Revista Anales de la Facultad de Teología, desde el volumen XX (1968-1969). El primer tomo recoge las cartas de 1680 a 1699; el segundo, de 1700 a 1723; el tercero, de 1724 a 1735; y el cuarto, de 1731 a 1751. 40 José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de Historia (Fuentes para la Historia colonial de Venezuela, vol. 119) (1974) III, 275-347. 41 Francisco MATEOS. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1944) I, 83.

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Hoy día podríamos afirmar de este documento que vendría a ser lo que en la sociedad moderna se califica como la “Memoria y cuenta” de lo realizado en un trienio en cada circunscripción de la Compañía de Jesús dispersa por todo el mundo. Su estructura está inspirada en la concepción cronical patrocinada por el General de los jesuitas, P. Claudio Aquaviva42: 1. Fundaciones de los colegios y casas. Nombres de los fundadores; progresos y crecimientos de ellas. 2. Aprobación y favor de las ciudades y pueblos. 3. Bienhechores insignes y favorecedores. 4. Sucesos prósperos y adversos de la Compañía. 5. Virtudes y hechos de varones ilustres que han muerto en la Compañía. 6. Vocaciones ilustres y extraordinarias. 7. Mudanzas y conversiones notables logradas con nuestros ministerios. 8. Sucesos desastrosos de personas que han salido de la Compañía43. Como es lógico, esta estructura no era determinantemente férrea sino que admitía las particularidades de las regiones, de las personas y de los tiempos y, de esta forma, se generaron tanto los nuevos métodos históricos como las concepciones elaboradas dentro de las modernas historiografías44.

42 Mario FOIS. “5. Aquaviva, Claudio”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.a DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) II, 1614-1621. 43 Francisco MATEOS. “Introducción”. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. 1, 83. 44  Un modelo de adaptación es el desarrollado por Dante A. ALCÁNTARA BOJORGE. “El proyecto historiográfico de Claudio Aquaviva y la construcción de la Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España a principios del siglo xvii”. En: Estudios de Historia Novohispana. Ciudad de México, 40 (2009) 57-80. Como marco de referencia para la evolución que sufrió la que denominaríamos “escuela histórica jesuítica”, nos remitimos a: Francisco de Borja MEDINA. “La historia de la Compañía de Jesús en la Biblioteca de la Academia Javeriana de Santa Fe de Bogotá, 1622-1767” (2008). En:

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Con respecto al fondo documental, es necesario afirmar que hasta el momento sólo conocemos las cartas anuas relativas al siglo xvii. Sin embargo, del xviii no se ha podido rescatar ninguna carta annua habitual aunque nos consta algunas referencias45. Con todo, podemos atestiguar que la producción epistolar tuvo que someterse a las disposiciones normativas de la Orden, que siempre se mostró exigente en la reclamación de este tipo de documentos46. Por razones meramente editoriales presentamos hoy las cartas n.º 10, 11 y 12 con las que se cierra el ciclo de este interesante proyecto de historia local e interna de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada y no dudamos que será de gran utilidad para los estudiosos de la sociedad colonial neogranadina durante este lapso temporal comprendido entre 1604 y 1698. Estamos conscientes de que esta serie abre nuevos horizontes en la historiografía colombiana y que su publicación contribuirá a una mejor intelección de las sociedades que podríamos calificar como cerradas y sus luchas por buscar una mejor identidad. Y antes de seguir adelante queremos dejar constancia del elenco documental conocido hasta el presente, que es el siguiente: José DEL REY FAJARDO y Myriam MARÍN CORTÉS (Edit.). La biblioteca colonial de la Universidad Javeriana comentada. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Archivo Histórico Javeriano 559-636. 45  1700-1703: Enrique TORRES SALDAMANDO. Los antiguos jesuitas del Perú. Lima, Imprenta Liberal (1882), 275. 1711-1720: ARSI N.R. et Q. 1730: Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid, Imprenta y Librería de Manuel Fernández (1741). 46  APT. Leg. 132, fol. 30r: “Ruego a V. R... que los Superiores de las Misiones que embien cada año relazion de todos los sucesos de las Misiones que están a su cuidado, de sus aumentos, esperanzas de nuevas conversiones, porque sirva para la edificación y para la historia” (González a Altamirano. Roma, 25 de octubre de 1689). Y el 29 de febrero de 1692 volvía a insistir al P. Altamirano el General de los Jesuitas: “embien cada año al Provincial el annua del año inmediato antecedente, y que todos estos se guarden en el archivo de Provincia, y después se entreguen al que hubiere de formar las annuas de toda la Provincia que han de traer a Roma los Procuradores; a V. R. estimo el cuidado en que queda de hacer formar annuas siquiera desde el tiempo, en que termina su historia del Padre Pedro Mercado” (APT. Leg. 132, fols. 42-42v).

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1. 1604-1605 Anónima47. 2. 1605 P. Diego de Torres48. 3. 1609 P. Gonzalo de Lyra49. 4. 1613 P. Gonzalo de Lyra50. 5. 1616 P. Manuel Arceo51. 6. 1619-1621. P. Florián de Ayerbe? 52. 7. 1642-1652 P. Gabriel Melgar53. 8. 1645 P. Sebastian Hazañero54. 9. 1655-1660 P. Hernando Cavero55. 10. 1684-1690 P. Juan Martínez Rubio56. 11. 1691-1693 P. Juan Martínez Rubio57. 12. 1694-1698 P. Juan Martínez Rubio58.

47  ARSI. N. R. et Q. 12-1. 48  ARSI. N. R. et Q. 12-1, fols. 1-23. 49  ARSI. N. R. et Q. 12-1. 50  ARSI. N. R. et Q. 12-1. 51  ARSI. N. R. et Q. 12-II, fols. 111-190. 52  Archivo de la Academia de la Historia. Madrid, t. 129, fols. 257-289. 53  ARSI. N. R. et Q. 12-1, fols. 1-22. 54 Sebastián HAZAÑERO. Letras anuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año 1638 hasta el año de 1643. Zaragoza (1645 [impresa]). 55  APT. Fondo Astráin. Leg. 4, 56  ARSI. N. R. et Q. 13-1, fols. 1-26. 57  APT. Fondo Astráin. Leg. 5, fol. 1-47v. 58  APT. Leg. 26, fols. 1-251. ARSI. N. R. et Q. 13-II.

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El marco histórico (1638-1660) Para una mejor intelección del marco histórico (1638-1660) al que se refieren las tres cartas anuas que hoy presentamos al público colombiano, es necesario ubicarlas en un esbozo de esos veintidós años de actividad en los terrenos de la gran Provincia del Nuevo Reino y Quito que se extendían por las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá, Venezuela y República Dominicana. Para ello señalaremos tres núcleos históricos que enmarcan esta etapa de la Provincia del Nuevo Reino y Quito.

1. El proceso fundacional. El proceso fundacional iniciado en 1604 se incrementaría en esta nueva etapa con las siguientes fundaciones. Desde sus inicios, diseñaron los jesuitas santafereños los enclaves que consideraban vitales para su acción en el Nuevo Reino. Progresivamente irían asegurando la ruta del río Magdalena con puntos terminales de Cartagena y Bogotá en 1604 y los intermedios de Honda en 1620 y Mompós en 1643.59 También abrirían hacia el oriente dos rutas estratégicas: la búsqueda de territorio venezolano y el insular de Santo Domingo, con la apertura de Tunja en 1611,60 Pamplona en 1625 y Mérida en 1628.61 Y hacia la gran provincia de Guayana y el Atlántico establecerían el camino de Chita en 1625 y llegarían hasta Santo Tomé de Guayana en 1646.62 Las vías del sur hacia Quito se instaurarían con 59  José del rey fajardo y Felipe gonzález. Los jesuitas en Mompox 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013). 60  José del rey fajardo y Felipe gonzález. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial. Bogotá-Tunja, Pontificia Universidad Javeriana y Academia Boyacense de Historia (2010). 61  Edda Samudio, José del rey fajardo y Manuel briceño jaúregui. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes. Mérida, Universidad de los Andes (2003) 8 tomos. 62  José del rey fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 62-79.

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la fundación de Popayán en 1640.63 Mas, en la época que estudiamos se impone la visión continental y las demandas del corazón de América que golpeaban el imaginario jesuítico. De esta forma, la Provincia del Nuevo Reino y Quito decidió asumir sus responsabilidades en dos frentes distintos en los espacios profundos del subcontinente: en 1638 penetraba en el área denominada Misiones de Mainas64 y en 1646 exploraba Santo Tomé de Guayana, capital de la Provincia de Guayana, con la intención de remontar aguas arriba el Orinoco y establecer contacto con su misión hermana de Mainas.65

2. Demografía y expediciones desde Europa Una consideración especial amerita el tema de la demografía jesuítica en la época que estudiamos. Si recogemos la información de los catálogos de la Provincia obtendremos la siguiente información: 1642: 240 sujetos66 1649: 22067 1651: 20568 1655: 16769 63  Juan Manuel pacheco. Los jesuitas en Colombia. Tomo I. Bogotá, Editorial San Juan Eudes (1959). 64  Para una visión general véase: Ángel santos hernández. “Actividad misionera de los jesuitas en el continente americano”. En: José del rey fajardo (Ed.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica de Táchira (1992) I, 40-47. 65  José del rey fajardo. “Introducción al estudio de la historia de las misiones jesuíticas en la Orinoquia”. En: José del rey fajardo (Ed.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal (1992) I, 406-411. 66  arsi. N. R. et Q. 3, fol. 63v. 67  arsi. N. R. et q. 3, fol. 93. 68  arsi. N. R. et Q. 3, fol. 119. 69  arsi. N. R. et Q. 3, fol. 145. 30.


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1657: 20570 1660: 22771 De inmediato, el lector observa una quiebra fundamental en el año 1655 pues el número de jesuitas baja repentinamente a 167, de los 240 que recoge el Catálogo de 1642. Este frío dato estadístico nos asoma a un grave problema que vivió la región del Nuevo Reino en la década 1650-1660. En efecto, el horizonte de la parte neogranadina se vería ennegrecido con una situación insólita. Entre marzo de 1650 y abril de 1657 la Compañía de Jesús neogranadina había perdido 63 jesuitas por muerte y 13 más inutilizados por achaques y ancianidad.72 Esta verdadera tragedia supuso una agobiante reinterpretación de todas las obras que los jesuitas hacían en su circunscripción quiteña y neogranadina. Sin embargo, como en la estadística global se incluía la región quiteña los montos totales salen mejorados. Sin embargo, el problema demográfico se incrementó porque de forma inesperada se prohibió tajantemente el paso de los jesuitas no españoles a América en las décadas comprendidas entre 1640 y 1670.73 El que las autoridades españolas cerraran la posibilidad de que los extranjeros pudieran vincularse a las labores culturizadoras y evangelizadoras en Indias, provocó una parálisis de la mayoría de los proyectos que los jesuitas llevaban a cabo en toda América. 70  arsi. N. R. et Q. 3, fol. 169v. 71  arsi. N. R. et Q. 3, fol. 196. 72  Representación del P. Gaspar Cujía a la Audiencia de Santafé. Santafé, 12 de abril de 1658. Al final de esta representación se encuentra “Memoria de los sujetos de la Compañía que han muerto en esta provincia del Nuevo Reino y Quito desde veinte y cinco de marzo de seiscientos cincuenta”. En: agi. Santafé, 247. Véase también: Juan Manuel pacheco. Los jesuitas en Colombia. Tomo II. Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez (1962) 63. 73  Lázaro de aspurz. La aportación extranjera a las Misiones españolas del Patronato regio. Madrid, Publicaciones del Consejo de la Hispanidad (1946) 206 y ss. Pablo hernández. Organización social de las doctrinas guaraníes de la Compañía de Jesús. Tomo II. Barcelona, Gustavo Gili Editor (1913) 75 y ss.

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Larga y angustiante sería esta lucha, pues aunque una real cédula del 10 de diciembre de 1664 reabría los caminos de Ultramar a los vasallos del rey y de los Estados hereditarios de la Casa de Austria, con todo, los candidatos debían obtener la aprobación del general de la orden religiosa, y una vez en España debían vivir un año en la Provincia de Toledo “para que estando a la vista conozcan sus costumbres y procedimientos e informe de ellos el provincial, y con estas noticias los apruebe el Consejo”.74 De facto, habría que esperar en Tierra Firme hasta el año 1681, fecha en que el bávaro P. Gaspar Beck llegaría a Cartagena con una expedición compuesta por ocho miembros, de los que siete eran extranjeros.75 En cuanto a las expediciones misioneras –sin extranjeros– solamente tenemos noticia de tres durante el período de las cartas anuas que presentamos: 1647, 1648, 1658. La primera tuvo lugar el año 1647 y estuvo formada por tres integrantes,76 de los que para la región quiteña solo quedaría el P. Luis Centellas (c.1621-1672) quien desarrollaría una gran labor misional entre los paeces y guanacas y en la Misión del Marañón.77 La segunda se llevaría a cabo el 13 de enero de 1648 y tendría como jefe al P. Juan de Toro Zapata (c.1596-1654),78 acompañado de otros seis correligionarios:79 el P. Francisco Jimeno (1621-1670), quien fungiría como secretario de Provincia

74  agi. Indiferente General 2871, X, fols. 20-23. Texto reproducido en: Lázaro de aspruz. La aportación extranjera, 328-329. 75  Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 273. 76  agi. Contratación 5539. Agustín galán garcía. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767, 250. 77  José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 208-209. 78

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 685-687.

79  agi. Contratación 5539. Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla, 252. 32.


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y rector del Colegio de Cartagena80 y los hermanos coadjutores Juan de la Fuente (1595-1669)81 y Diego Molina (1595-1669),82 que se desempeñarían en el Colegio Máximo de Bogotá como boticarios. No tenemos noticia de Gregorio López ni de Pedro de Mendoza, ni tampoco de Francisco Monzón. La tercera iniciaría la travesía del Atlántico el 16 de septiembre de 1658 a cargo del P. Hernando Cabero y estaba formada por 23 jesuitas.83 Aunque el responsable de la expedición era el P. Hernando Cavero, sin embargo se unió a ella el P. Cristóbal de Acuña (1598-1670),84 veterano misionero que acababa de publicar en Madrid su obra Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas85 y, como es natural, siguió su viaje hacia Ecuador. De este grupo sobresaldría por su actividad gerencial tanto en tierras del Nuevo Reino como en las quiteñas el P. Juan Martínez Rubio (16271709),86 y junto a él deberíamos hacer referencia a Fernando Cavero (c.16401698),87 que siempre utilizó su segundo apellido (Monterde) para distinguirse de tu tío Hernando Cavero. 80

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 360-362.

81

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 475-476.

82

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 475-476.

83  agi. Indiferente General 2871. Agustín galán garcía. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla, 256-257. 84  Enrique fernández G. “Acuña, Cristóbal de”. En: Charles E. o’neill y Joaquín M.ª domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) I, 13. 85  Cristóbal de acuña. Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas. Al cual fue y se hizo por orden de su Magestad, el año de 1639. Madrid, en la Imprenta del Reybno (1641). Véase: José Eugenio de uriarte y Mariano lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Tomo I. Madrid, Imprenta de la Viuda de López del Horno (1925). I, 33-35. 86

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 426-430.

87  José del rey fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, CEJA (2002) 247-248.

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Pero sin lugar a dudas, el principal aporte de esta expedición lo significaría el elenco de hombres que se destacarían tanto en la estructuración de las misiones de Casanare en 1661: Ignacio Cano (c.1616-1686)88, Alonso de Neira (1635-1706)89 y Juan Fernández Pedroche (1630-1713),90 así como también los inmediatos colaboradores: Antonio Castán (1633-1670)91 y Pedro Ortega (1637-1704).92 En otros campos también destacarían: en el área de los estudios eclesiásticos, Juan Calvo (1632-1713),93 Bernardo Riera (c.1630-1686)94 y Bernardo Estela (c.1630-1686);95 en su labor con los esclavos negros de Cartagena, Baltasar Felices (1638-1722).96 Para el área misional quiteña hay que tomar nota de Jerónimo Álvarez que era de Valladolid, había ingresado en la Compañía el 8 de junio de 1652 y era estudiante de Teología cuando atravesó el Atlántico.97 Falleció en Mainas el 11 de enero de 1661.98

3. El ensayo francés en el río Guarapiche En la historiografía misional neogranadina ha pasado con tintes muy borrosos la experiencia de los jesuitas franceses en la fachada oriental de Venezuela

88

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 176-177.

89  José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 506-511. 90

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 268-271.

91

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 199-201.

92

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 521-523.

93

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 168-171.

94

José del rey fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial, 282.

95

José del rey fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial, 107-108.

96

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 266-268.

97  Agustín galán garcía. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla, 256. 98  arsi. Historia Societatis 48, fol. 60. 34.


• introducción

(1651-1656), a excepción del P. Pedro de Mercado.99 Este insólito acontecimiento capta el impulso ignaciano que se centraba en las islas antillanas y su deseo de vincularse a la Tierra Firme, de acuerdo con los planes expansivos del cardenal Richelieu que concluirían con la fundación de la Misión de Guyana, en tierras conquistadas por los galos en la cornisa atlántica.100 La aventura venezolana la llevarían a cabo tres hombres: el amigo de Descartes, Denis Mesland, el autor de la primera obra histórica de este ensayo, Pedro Pelleprat, y el gran organizador de las misiones llaneras en su primera etapa, Antonio Monteverde. Una de las posiciones más sensatas sobre este tema es la que ofrece el investigador de la Universidad Central de Venezuela, Miguel Ángel Perera, en su último estudio sobre la Provincia de Guayana. Ciertamente, se muestra benevolente con los tres miembros de la Compañía de Jesús involucrados en el experimento misional, pero a continuación establece “lo que no quita que para las autoridades españolas fue técnicamente un infiltrado desplegando actividades ilegales”. Y más adelante añade que el abortado proyecto es “como un episodio más y de muy poca importancia de la larga lista de intentos franceses por ocupar las inmediaciones del delta del Orinoco tenidas como terra nullius”.101 La fe en un ensayo modelo en el continente la asoman tanto Mesland como Monteverde en su correspondencia con las autoridades españolas y jesuíticas. En 1654 Mesland escribía refiriéndose a la alternativa que ofrecía la Misión del Guarapiche: “… y habiendo regresado al mismo lugar 99  Pedro de mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia. II, 343-366. Este libro afronta la historia de este ensayo a través de las biografías de Denis Mesland y Antonio Monteverde. 100  Paul duclos. “Guayana francesa”. En: Charles E. o’neill y Joaquín M.ª domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) II, 1830-1832. 101  Miguel Ángel perera. La provincia fantasma. Guayana siglo xvii. Ecología cultural y antropología histórica de una rapiña, 1598-1704. Caracas, Universidad Central de Venezuela (2003) 161.

35.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

con orden oral de pasar a Guyana, es decir, entre el Orinoco y las riberas del Amazonas si era posible, y por escrito de separarnos el uno del otro con consentimiento mutuo para este fin. El proyecto consistía en ir a los indígenas de los ríos intermedios [Orinoco y Amazonas] donde todavía no existían ni colonos ni cristianos.102 Y ese mismo año explicitaba su tesis a las autoridades españolas: “Las condiciones que demando son: la dependencia de mis superiores franceses como la tienen los Padres de Francia /ilegible/ y Borgoña, la comunicación con ellos por medio de barcos que puedan ir venir y transportar de allí a las islas lo que nos fuere necesario y de las islas una buena limosna a los comienzos. El Presidente y Gobernador del Nuevo Reino de Granada se ha encargado de conseguir esto del Rey para que nuestros Padres franceses que vayan allí sean la mayor parte borgoñones y otros vasallos del Rey de España. Bajo la tutela de los superiores franceses tendremos aquí libertad para algunas cosas más. En espera de que esto se efectúe y que el permiso venga en la debida forma, de lo cual dudo un poco, estaré allí con los indígenas gentiles para instruirlos y fundaré siempre una parroquia de aquellas que en el peor de los casos otros mantendrán”.103 En 1669 Monteverde, a su vez, escribiría: “Y créame, mi Reverendo Padre, que si en lugar de ir al Guarapiche hubiéramos ido a donde yo quería que yo persuadí con razones tan fuertes y convincentes según la experiencia que hoy tengo, la Misión de Tierra Firme sería una de las mejores y más considerables de todas las Indias”.104 En conclusión, tanto Denis Mesland105 como Antonio Monteverde106 enriquecerían la historia misional de Casanare. 102  arsi. Gallia 103, fols. 292-293. 103  Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santafé, [octubre] 1654. En: arsi. N. R. et Q. 14, fol. 169. 104  arsi. Fondo Gesuitico vol. 757, n.º 244. 105  José del rey fajardo y Germán marquínez argote. Denis Mesland: amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, CEJA, 2002. 106  José del rey fajardo. “Antoine Boislevert (1618-1669) fundador [de las Misiones] de los Llanos de Casanare”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. 36.


• introducción

Los autores En primer lugar, es necesario precisar que los verdaderos autores son anónimos ya que cada domicilio tenía que remitir a Bogotá una relación detallada de los hechos más significativos que se hubieren realizado en un período de tiempo determinado, que solía ser un trienio. En un segundo paso, una vez reunida toda la documentación, esta pasaba bien a un solo redactor, o bien a un equipo que trataba de sintetizar y unificar todas las informaciones para de esa forma poder redactar el texto definitivo. En el tomo que presentamos serían tres los responsables de la tríada de cartas anuas de la redacción del documento correspondiente a los años comprendidos entre 1638 y 1660: Sebastián Hazañero, Gabriel Melgar y Hernando Cabero. Sebastián Hazañero (1575-1645)107 vivió una vida dedicada al estudio y a los cargos gerenciales, tanto en la Provincia del Perú como en la del Nuevo Reino de Granada. Considerado un excelente latinista, enseñó en primer lugar gramática en Huamanga y a continuación filosofía y teología en el Colegio de San Pablo de Lima.108 Tuvo que abandonar la cátedra para dedicarse a las actividades administrativas, al frente de instituciones educativas como El Callao, el Cuzco y el noviciado de Lima. Nombrado Provincial del Nuevo Reino de Granada, se embarcó en mayo de 1642 en El Callao con destino a Quito.109 Asistió en Santafé a la 7.ª Congrega­ción Provincial en noviembre de 1642.110 Después de visitar su ex­tensa provin­cia, le sorprendió la muerte en Quito el 19 de marzo de 1645.111 Caracas. Tomo LXXVII, n.º 308 (1994) 81-104. 107  José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 347-348. 108

Juan Manuel pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 465.

109

Juan Manuel pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 466.

110  arsi. Congregationes Provinciales t. 71, fol. 186. 111

aiul. Papeletas: Hazañero, Sebastián. Juan Manuel pacheco. Los jesuitas en 37.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Dos razones nos inducen a pensar en el parentesco de la obra de Hazañero con el movimiento publicitario desplegado por la Compañía de Jesús a raíz de su primer centenario. La primera, que es la única publicación impresa de la naciente Provincia del Nuevo Reino112 al margen de la que realizaron los jesuitas franceses sobre la zona misional oriental de Venezuela del P. Pedro Pelleprat en 1655.113 Y la segunda, la misma estructura panegírica e informativa de los seguidores del de Loyola en las difíciles tierras de las hoy repúblicas de Colombia, Ecuador, Venezuela y Dominicana. El segundo cronista de esta época (1638-1660) es el P. Gabriel Melgar (1590-1669).114 Como su antecesor, provenía de la Provincia del Perú a la que había servido en muy diferentes campos de apostolado: fue profesor de latín, obrero de indios y españoles en el colegio de La Paz, para culminar a partir de 1630 en el rectorado del noviciado de Lima y de los colegios del Cuzco y Arequipa.115 En 1651 era nombrado Provincial del Nuevo Reino y su gestión se llevó a cabo hasta el 8 de enero de 1653 en que fue nombrado el P. Pedro de Varáiz.116 El 23 de octubre de 1652 suscribía la Carta Anua (16421652), en la que ofrecía una visión de toda la Provincia a él encomendada.117

Colombia, I, 466. 112  Sebastián hazañero. Letras anuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Desde el año de mil y seyscientos y treinta y ocho hasta el año de mil y seys cientos quarenta y tres. Zaragoza, Impressas con licencia de los Superiores (1645). 113  Pierre pelleprat. Relation des Missions des PP. de la Compagnie de Jésus. Dans les isles et dans la terre ferme del’Amérique meridionale. Divisée en deux parties, avec une introduction à la langue des galibis sauvages de la terre ferme de l’Amerique. Paris, Sebastien Cramoisy et Gabriel Cramoisy, rue S. Iacques aux Cicognes (1655). 114  José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 447-448. 115  Enrique torres saldamando. Los antiguos jesuitas del Perú. Biografías y apuntes para su historia. Lima, Imprenta Liberal (1882) 208-210. 116  Pedro de mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, III, 421. 117  arsi. N. R. et Q. 12-I, fols. 191-238v. 38.


• introducción

Habiendo regresado al Perú, regentó el provincialato de 1658 a 1661 y falleció en Lima el 30 de noviembre de 1669.118 Hernando Cabero (1599-1697)119 es una de las grandes personalidades jesuíticas, no solo dentro del Nuevo Reino de Granada, sino también en México120 y Perú.121 En tierras neogranadinas se puede afirmar que fue actor principal en casi todos los frentes de apostolado de esta circunscripción territorial de la Compañía de Jesús: profesor de humanidades en la Universidad Javeriana, párroco de indios en la residencia de Fontibón, a partir de 1640 se dedica al cursus hororum: secretario de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, rector del colegio de Panamá (16471651), procurador ante las cortes de Madrid y Roma (1652-1658), provincial del Nuevo Reino (1658-1661), visitador (1661-1664) y provincial de México (1664-1665), segundo provincialato en el Nuevo Reino (1666-1668), rector de la Universidad Javeriana (1668-1671), visitador (1672-1675) y provincial (1675-1678) del Perú. Sus últimos años los pasó en el Colegio Máximo de Santafé de Bogotá.122 Aunque su producción escrita que ha llegado hasta nosotros es generalmente administrativa, en el terreno histórico debemos mencionar la Relacion Annua de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año de 1655 al de 1660, Santa Fe, 20 de febrero de 1661.123 Existe otra Carta Annua del Nuevo Reyno del año 1668, del P. Hernando Cabero siendo segunda vez

118  Javier baptista. “Melgar, Gabriel de”. En: Charles E. o’neill y Joaquín M.ª domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) III, 2614-2615. 119

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 152-159.

120  Francisco zambrano y José gutiérrez casillas. Diccionario bío-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México. México, Editorial Jus (1965) V, 113-143. 121

Enrique torres saldamando. Los antiguos jesuitas del Perú, 214-215.

122

José del rey fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 152.

123

apt. Fondo Astráin. Leg. 4. 39.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Provincial, a cuyo conocimiento llegamos por testimonios indirectos.124 De su estancia en tierras peruanas también dejó un documento similar: Letras Annuas de la Provincia de el Peru de la Compañía de jhs. Desde el año 1667 asta el de 1674, Lima, 30 de enero de 1675.125

La temática En líneas generales, podemos afirmar que la estructura de las cartas anuas que estudiamos se adecúa totalmente al esquema que hemos referido anteriormente, pero como es natural, la crónica de la vida diaria de cualquier institución se ve a veces alterada por hechos que rompen su cotidianidad. El marco temporal en el que se desarrolla la historia que recogen las cartas inicia en 1638 y concluye en 1660. Además, siempre se establece, de entrada, un balance general como introducción al documento. La de 1643 anotará que la Provincia dirige ocho colegios, una casa de formación y un colegio incoado amén de seis residencias y doctrinas, y a continuación especifica: En tres partes se enseña filosofía y en dos la teología con sus academias bien dispuestas en que por particulares indultos y privilegios concedidos de Su Santidad a la Compañía se gradúan de maestros y doctores nuestros estudiantes, con todo el aparato y ceremonias acostumbradas, gozando los honores y exenciones de universidad; enséñanse en las nueve casas las

124  “Trae la sustancia de ella el P. Manuel Rodríguez en las ps. 163-166, con la vida del P. Jerónimo Álvarez en las pp. 157-162, y las del P. Francisco de Figueroa en las pp. 278-286 de El Marañón y Amazonas”. José Eugenio de uriarte y Mariano lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Tomo II. Madrid, Imprenta Gráfica Universal (1929-1930). En la cita se hace referencia a: Manuel rodríguez. El Marañón y Amazonas. Historia de los descubrimientos, entradas y reducción de naciones, trabajos malogrados de algunos conquistadores y dichosos de otros, así temporales como espirituales, en las dilatadas montañas y mayores ríos de la América. Madrid, Imprenta de Antonio González (1684). 125  José Eugenio de Uriarte y Mariano Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesus. Tomo II, 5: “En fol. 83 hs.”. 40.


• introducción

letras latinas y dos de ellas se extienden hasta la consumación de la retórica y preceptos del bien hablar procurando en todo que la juventud se críe con todas enseñanzas de virtud y letras, que después sean el ornamento de sus patrias, el lustre de sus repúblicas, el consuelo de sus padres y aun los que pueblen las demás religiones quedando siempre reconocidos a los resplandores que bebieron en nuestras escuelas, y porque toda enseñanza se deba a la Compañía desde las primicias de la tierna edad. Hay también su escuela de niños en un colegio nuestro donde aprenden el leer y escribir y otros preceptos de que son capaces aquellos tiernos años. Hay en dos partes cátedra de lengua de los indios para hacer aptos así a los nuestros como a los seglares, a los curatos de los repartimientos donde es imposible asegurar las conciencias si se ignora la lengua de los naturales; si bien ésta es tan diversa a cada paso que a pocas jornadas, aun a pocas leguas, se tropieza en variedad de lenguajes, artificio único del demonio para desmayar a los varones evangélicos en la empresa haciendo más difícil con este embarazo la conversión del gentilismo y la cultura de los nuevamente bautizados.126

La Carta de 1652 anota: Tiene pues hoy esta provincia once colegios con las casas de probación; tres residencias; cuatro hospicios; tres misiones y tres colegios seminarios dependientes de nuestra educación. Derrámanse estos puestos en un mil doscientas y sesenta y dos leguas, que según la obligación de los provinciales se deben [re]correr. Están comprendidos en cuatro Reales Audiencias: de Santafé, Quito, Panamá y Santo Domingo, o Isla Española; en dos arzobispados Santafé y Santo Domingo; cuatro obispados, Quito, Cartagena, Panamá, y Popayán; cuatro gobiernos o gobernaciones: Cartagena, Popayán, Mérida y Jaén, y mu126  Sebastián hazañero. Letras anuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Desde el año de mil y seyscientos y treinta y ocho hasta el año de mil y seys cientos quarenta y tres, 6-7. 41.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

chos corregimientos.127

La Relación de 1660 es más escueta en su visión general y se contenta con señalar que la Provincia consta de 221 jesuitas, distribuidos de la siguiente manera:128 En el Colegio de Santa Fe, residen sujetos En el Colegio de Tunja En el de Pamplona En el de Mérida En el de Honda En el de Mompox En el de Cartagena En el de Panamá En el de Quito En el de Cuenca En el de Popayán En la Residencia de Mainas En la de Noanamas En la de Tópaga En la de Fontibón En la de Santo Domingo

65 10 6 6 4 4 16 16 68 4 8 9 2 2 3 4

La estructura interna de los documentos podemos afirmar que se rige por los principios generales que hemos anotado más arriba. Sin embargo, alertamos al lector que la carta 7 es la única de la colección que presentamos que conoció la luz pública, en 1645, y es muy superior a las otras dos subsiguientes, tanto por la riqueza de su estructura como por las noticias que aporta. 127  arsi. N. R. et Q. 12-I. Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Prouincia del Nueuo Reyno, y Quito a A. M. R. P. General de la Compañía de Jesús [Goswino Nickel], fol. 1v. 128  apt. Fondo Astráin. Leg. 4. Relación Annua de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año de 1655 hasta el de 1660, fol. 1. 42.


• introducción

Las cartas anuas del P. Hazañero hay que situarlas en el contexto de lo que significó la celebración del primer centenario de la fundación de la Compañía de Jesús, que también ha sido designada como la “edad de oro” de la obra de Ignacio de Loyola (1540-1640). En 1640 se publicaba en Amberes la Imago primi saeculi,129 una preciosa edición, en todos los sentidos de la palabra, que trataba de recoger los ideales y los éxitos alcanzados por la orden ignaciana en su primer siglo de existencia. No es propiamente una obra histórica, pero sí constituye un documento importante sobre la autovaloración y autosatisfacción de la Compañía de aquel tiempo. El libro celebra la gloria de la Compañía, sobre todo en sus santos y mártires, y da mucho espacio a la extensión de la orden fuera de Europa. Dios ha llamado a la Compañía por estas tres razones: para llevar al pueblo a la virtud, para enriquecer a la iglesia con nuevos caminos de santidad y para combatir a los herejes, como Francisco y Domingo. En el fondo es una refutación a los ataques jansenistas.130 Más allá del tono encomiástico de la obra, su mensaje es claro: las huellas de las generaciones que habían levantado ese gran proyecto universal debían convertirse en una incitación a respetar la fragilidad de la utopía. Y ese optimismo juvenil de la Compañía de Jesús lo expresaba la Imago en una de sus ilustraciones, de esta manera: “unus non sufficit orbis”, no basta un solo mundo. Para una visión más completa de estas antinomias recomendamos al lector la obra de Javier Burrieza, Jesuitas en Indias: entre la utopía y el conflicto.131 129  Ioannes bollandus. Imago primi saeculi Societatis Iesu a Provincia Flandro-Belgica eiusdem Societatis repraesentata. Antverpiae. Ex officina Platiniana Balthasaris Moreti (1640). 130  Lydia salviucci insolera. L’Imago Primi Saecoli (1640) e il significato dell’immagine allegorica nella Compagnia di Gesù. Genesi e fortuna del libro. Roma, Editrice Pontificia Università Gregoriana (2004). Es interesante el libro además por los numerosos emblemas en los que se representan de manera simbólica las virtudes de la Compañía de Jesús y también por sus magníficas ilustraciones. 131

Javier burrieza sánchez. Jesuitas en Indias: entre la utopía y el conflicto. Trabajos y 43.


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Es digna de mención la descripción que el autor realiza de toda la Tierra Firme, en sus variadas facetas etnológicas, geográficas y culturales, en donde desarrolla la Compañía de Jesús todas sus actividades civilizadoras. En 1607 –tres años después de haber pisado territorio neogranadino– el primer Superior Martín de Funes132 delineaba los trazos del primer mapa geográfico-conceptual que debía orientar el desarrollo de la naciente entidad jesuítica. En el caso específico de Tierra Firme, su visión futurista se extendía hasta el Amazonas, a la vez que preveía la importancia del Mediterráneo caribeño e incluso fijaba un enclave en las Islas Canarias.133 En 1645 Sebastián Hazañero trazaba una nueva cartografía de las inmensas regiones en las que la orden de Ignacio de Loyola desplegaba sus más variadas actividades misionales, docentes, artísticas, económicas y sociales.134 El mapa geográfico recoge el recorrido que tenían que realizar los jesuitas para atender las demandas de su compromiso con los hombres de toda la región. El itinerario comienza en Cartagena para dirigirse a Panamá, tras tocar en Portobelo. De allí, por el mar del Sur, llega a Guayaquil y prosigue por Quito y Cuenca para llegar a las Misiones de Mainas. Continúa por el río de las Amazonas hasta llegar a las costas del Brasil para enrumbarse después al mar Caribe y fondear en La Guayra y transitar por el Lago de Maracaibo, Río Hacha, Santa Marta y concluir en la Perla del Caribe. También describe la geografía humana de Cartagena y de sus regiones anexas, con sus toques en las islas de Cuba y La Española. El mismo criterio aplica a Panamá, Popayán y las poblaciones sitas, tanto en el río Cauca como

misiones de la Compañía de Jesús en la América Moderna. Valladolid, Universidad de Valladolid (2007). 132  Alberto gutiérrez. “Gloria y tragedia del primer rector de Santa Fe”. En: Theologica Xaveriana. Bogotá. N.º 152 (2004) 629-649. 133  José Luis sáez. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 5-156. Para el caso que nos ocupa, véanse: 7-10. 134  Sebastián hazañero. Letras anuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Desde el año de mil y seyscientos y treinta y ocho hasta el año de mil y seys cientos quarenta y tres, 10-25. 44.


• introducción

en el Magdalena. Se dirige después a Santafé de Bogotá y su radio de acción a los centros urbanos más importantes de todo el corazón del Nuevo Reino de Granada, haciendo hincapié en la ruta que se inicia en Tunja para pasar a las misiones de Casanare y Orinoco. De este modo, recoge abundante información sobre Mérida y el lago de Maracaibo y todo el trayecto que extiende hasta la ciudad de Caracas. Con respecto al reino de Quito, vuelve a esta ciudad con reportes sobre Latacunga, Ambato, Riobamba y Guayaquil para pasar después a la Gran Cocama y dejar abiertos los retos que le plantea el Amazonas. La carta 8 se estructura totalmente al modo tradicional del género cronical de estos documentos. La descripción se ciñe a lo obrado durante el período 1642-1652 en cada uno de los domicilios que estudia. Se deben destacar dos aportes interesantes: los acápites que dedica a la Misión de Guayana (fols. 6v-7v.) y a la fundación de la isla de Santo Domingo (fols. 13-14v). Y como una constante, se reitera en las misiones populares que desarrolla cada uno de los colegios. La carta 9 parece ubicarse en un contexto histórico muy neogranadino y a la vez muy del gusto del espíritu devoto de la época. La historiografía de ese tiempo hace referencia a una serie de puntos temáticos que levantaron la preocupación tanto de las autoridades eclesiásticas como de las civiles. Naturalmente, sería el Tribunal de la Inquisición de Cartagena uno de los protagonistas de lo que podríamos designar como la limpieza doctrinal.135 En esencia, la actividad contralora trataba de perseguir la magia negra, el auge “religioso” del culto hebreo y algunos errores dogmáticos.136 Desde el punto de vista eclesiástico, nos remitimos a la síntesis que ofrece sobre el tema Juan Manuel Pacheco.137 135  Manuel tejado fernández. Aspectos de la Vida Social en Cartagena de Indias, durante el seiscientos. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos (1954). José Toribio medina. La imprenta en Bogotá y la Inquisición en Cartagena de Indias. Bogotá, Editorial A. B. C. (1952). 136  Manuel lucena salmoral. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo II: Presidentes de Capa y Espada (1628-1654). Bogotá, Ediciones Lerner (1967) 128-134. 137  Juan Manuel pacheco. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de 45.


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La carta en estudio dedica gran parte de su contenido al tema de los bautizos “válidos”, preocupación persistente entre los jesuitas tanto de Cartagena como de Sevilla.138 De igual forma, hay abundante información sobre los demás sacramentos y sobre las devociones practicadas en la época. Es interesante anotar que en la última parte recoge la erupción del volcán de Quito, con las consiguientes reflexiones piadosas y milagrosas atribuidas a la Virgen de Guapulo.

Los géneros literarios Fundamentalmente, pensamos que se pueden señalar dos grandes géneros literarios como parte del texto de las Cartas anuas: la crónica y la literatura devota, y más exactamente la literatura de “edificación”139 que constituía una especie de divulgación popular de la devota. Todos los relatos históricos pertenecen al género cronical, y es evidente esta afirmación, pues el fin primordial de estos documentos es informar de lo sucedido en los tres últimos años y, por ende, es imposible pensar en una metaestructura que filosofe sobre la simple narración de los hechos. Los largos capítulos que le dedican a las “misiones entre gentiles” han pasado

la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 206-230. 138  Francisco de borja medina. “La experiencia sevillana de la Compañía de Jesús en la evangelización de los esclavos negros y su repercusión en América”. En: Aurelia martín casares y Margarita garcía barranco (comps.). La esclavitud negroafricana en la historia de España. Siglos xvi y xvii. Granada, Ediciones Colmenares (2010) 75-94. 139 El Diccionario de autoridades especifica el sentido de “edificar”: “Metafóricamente vale dar buen ejemplo, componer y ordenar la vida y costumbres de otros con su buena y ejemplar vida y costumbres cristianas”. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modo de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Madrid, en la Imprenta de la Real Academia Española, (1732) III. Utilizamos la edición facsimilar. Madrid, Editorial Gredos (1969) II, 369.

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• introducción

casi en su totalidad a las historias oficiales posteriores de Juan Rivero140 y Joseph Cassani141. Sin embargo, en lo que podríamos designar como “crónica funeraria” (cartas necrológicas) se pierde en parte el sentido de crónica para adoptar el de la literatura “edificante” , cuya lectura se torna empalagosa para el lector moderno; es más interesante para el investigador que analiza las formas de pensamiento de una sociedad local barroca142. Pero si dejamos de lado la pulcra y preciosista descripción de la iglesia de San Ignacio de Bogotá y el proceso seguido por el P. Gabriel Álvarez en su divorcio con la Compañía de Jesús, el resto del texto lo absorbe la literatura piadosa que podríamos visualizarla como todo lo que significa la predicación, la praxis de las virtudes y las interpretaciones sobre los fenómenos paranaturales. La literatura devota inundó los mercados del libro a lo largo del siglo xvii. Se debe entender en su propio contexto143. Reconocemos que su 140 Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 283-338. 141 Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey Fajardo, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) 262-295. 142  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 334-398. Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesus del Nuevo Reyno de Granada en la America, Descripción, y Relacion exacta de sus gloriosas Missiones en el Reyno, Llanos, Meta, y Rio Orinoco, Almas, y Terreno, que han conquistado sus Missioneros para Dios, Aumento de la Christiandad, y Extension de los dominios de su Mag. Catholica. Su autor el Padre Jospeh Cassani, Religioso de la misma Compañía. Que la dedica, y ofrece a los Reverendos Padres, y Hermanos de la misma Provincia del Nuevo Reyno. Con Licencia. En Madrid: en la Imprenta, y Libreria de Manuel Fernandez, frente de la Cruz de Puerta Cerrada. Año de M.DCC.XLI. Todo el segundo libro está dedicado a lo que se denominaba “Varones ilustres”. 143  Véase: Fermín de los REYES GÓMEZ. El libro en España y América. Legislación y censura (Siglos xv-xviii). Madrid, Arco-Libros (2000) 2 vols. Y para el caso concreto del Perú: Pedro M. GUIBOVICH PÉREZ. Censura, libros e inquisición en el Perú colonial, 1570-1754. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios 47.


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lectura no es fácil para el lector moderno, porque sus valores se distancian mucho de los actuales. Pero esos textos piadosos eran leídos con reverencia porque llegaban al alma y, como es natural, no es lo mismo el de los grandes maestros de la vida espiritual que los devocionarios o biografías de santos que constituían el placer del hombre del barroco. Para poder comprender este género literario dentro de la Compañía de Jesús, hay que remontarse al concepto que desarrolló Michel de Certeau: el “humanismo devoto”, que en definitiva es el producto de una técnica: la retórica144, pues la convirtieron en la “ciencia del ornato”. Su objetivo se centraba en producir “efectos de estilo” que intentaban producir “sentimientos” (amor, reverencia, etc.) y “acciones” (adhesión, prácticas religiosas…) en los destinatarios. En otras palabras, se trataba de una técnica de la persuasión145. La vitalidad del humanismo devoto creó toda una producción escrita que podríamos denominar como la “literatura piadosa” y debemos confesar que fue de “una abundancia desconcertante”146. En el Nuevo Reino de Granada la figura más representativa de esta corriente ascética es el P. Pedro de Mercado y para poder tener una idea de la riqueza de esa inspiración religiosa, nos reduciremos a una breve referencia a su libro: El cristiano virtuoso147, redactado en la capital boyacense. Hispano-Americanos, Universidad de Sevilla y Diputación de Sevilla (2003). León Carlos ÁLVAREZ SANTALÓ. Así en la letra como en el cielo. Libro e imaginario religioso en la España moderna. Madrid, Abada Editores (2012). 144  Michel de CERTeAU. “Le 17e. siècle français”. En: André DERVILLE. “Jésuites”. En: Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, doctrine et histoire. París, Beauchesne (1974) VIII, 996-997. 145  Michel de CERTeAU. “Le 17e. siècle français”, 997. 146  José de GUIBERT. La espiritualidad de la Compañía de Jesús. Santander, Editorial Sal Terrae (1955), 223. 147  Pedro de MERCADO. El cristiano Virtuoso. Con los actos de todas las virtudes que se hallan en la santidad. Por el Padre Pedro de Mercado de la Compañía de Jesús, Rector del colegio de Tunja, que lo dedica a su fundador y patrón el Señor Licenciado D. Sebastián Merchán de 48.


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Por el estudio de sus adjetivos podemos llegar a vislumbrar el contenido. El autor se siente estrecho en el castellano y tentado por el latín, como finamente observa Rodríguez Castelo. Y así, al catalogar los rasgos del cristiano ideal, nos lega los siguientes epítetos: además de “ubiquista”, “esperante” y “silenciario”, deberá ser meditativo, contemplativo, despreciador del mundo, puro de corazón, abnegado, confiado en Dios, caritativo, celoso, espiritual, alegre, gozoso, misericordioso, benéfico, pacífico, prudente, discreto, dócil, circunspecto, solícito, diligente, fervoroso, justo, penitente, piadoso, observante, obediente, agradecido, verídico, sencillo en su proceder, afable, liberal, fuerte, magnánimo, magnífico, paciente, longánime, perseverante, manso, clemente, templado, abstinente, sabio, casto, púdico, pobre de espíritu, entretenido, estudioso y humilde148. En el caso concreto de las “misiones circulares”, remitimos al lector para lo relativo al estilo oratorio utilizado a la obra de Félix Herrero Salgado149.

La literatura curiosa Más allá de la insistencia de las cartas anuas en “edificar” a los lectores jesuitas, también debemos hacer alusión a un nuevo elemento como es lo “curioso”. Y así surge una sección que recoge narraciones vinculadas a la cultura popular y, por ende, coexisten el mito y las creencias a él vinculadas porque fructifican en medio de sociedades agrícolas y en general incultas en las cuales la intervención de los santos y los milagros constituían la solución feliz a los problemas del alma y también del cuerpo. Así se explican, como veremos a lo largo del texto, la novena a S. Francisco Javier con relación a los poderes idolátricos, o el “agua de San Ignacio” para curar determinadas

Velasco y Monsalve, Cura Beneficiado de Oicatá (Viñeta) con Privilegio. En Madrid: por Joseph Fernández de Buendía. A costa de Lorenzo Ibarra, Mercader de libros; en la calle de Toledo. En 16º, 215 folios (la fe de erratas está fechada en Madrid, octubre de 1673). 148 Hernán RODRÍGUEZ CASTELO. Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo xvii. Quito. Edición del Banco Central del Ecuador (1980) 217. 149 Félix HERRERO SALGADO. La oratoria en los siglos xvi y xvii. La predicación de la Compañía de Jesús. Madrid, Fundación Universitaria Española (2001) 378-439. 49.


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enfermedades; o las penitencias de S. Francisco de Borja en orden a la humildad frente al vano honor de este mundo. Sin embargo, más allá del estilo cansón, devoto y milagrero de estas lecturas, el estudioso de la realidad social podrá asomarse a las tragedias de las sociedades neogranadinas a través de las enfermedades individuales, familiares y colectivas que eran habituales en el tejido social de las ciudades así como también a las dolencias del alma. Pero también debemos destacar un apartado que recoge los problemas metanaturales o preternaturales en el que entran en escena una gran variedad de demonios que no sólo discuten con los jesuitas temas teológicos, sino que además ejercen su influencia sobre los seres humanos a los que torturan y atormentan mediante la posesión diabólica. Y en verdad, desde el punto de vista de la historia de la espiritualidad, es bien sabido que, después de la Vita Antonii de S. Atanasio de Alejandría150, todo el monacato egipcio atribuía a cada uno de los ocho pecados capitales (en Occidente son siete porque no tenemos en cuenta la acedia) una jerarquía de demonios dotados de armas específicas (los logismoí) y sumamente especializados. La Iglesia, por su parte, ha retenido la cuestión de los pecados capitales pero ha dejado caer en el olvido la demonología adyacente. De entrada queremos dejar sentado que esta temática desborda los límites de esta introducción, pero sin embargo señalaremos los estudios que pueden ayudar a su mejor comprensión. En este ilimitado terreno de lo preternatural151 se pueden dar fe-

150  Atanasio de ALEJANDRÍA. Vida de San Antonio. Introducción, traducción y notas por los monjes de isla Liquiña (Chile). En: Cuadernos Monásticos. Revista trimestral de espiritualidad monástica 
de la Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur, año 10, número 33-34 (1975) 171-234. 151  Fabián Alejandro CAMPAGNE. Homo catholicus. Homo superstitiosus. El discurso antisupersticioso en la España de los siglos xv a xviii. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Miño y Dávila Editores (2002).

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nómenos reales como las visiones y las revelaciones152 y las apariciones153. En otro plano distinto se pueden ubicar: la brujería154 y la piachería155, que indiscutiblemente están íntimamente relacionados con la demonología156. Como es natural, amén de las posesiones diabólicas se erigen los trastornos psiquiáticos e incluso las pseudoposesiones diabólicas. En síntesis, en este complejo mundo Jean-Claude Larchet distingue las siguientes categorías: la primera sería la referida a los trastornos mentales, que son enfermedades en sentido estricto, es decir, con causa orgánica. La segunda sería la causa diabólica que el autor defiende contra la impugnación moderna. Y la tercera sería la espiritual, que son los vicios y que correspondería a la mayor parte de las neurosis de la psicopatología actual157. Esta serie de cartas anuas que presentamos hoy al público ofrecerá para los estudiosos interesantes problemas sociales y humanos que es necesario estudiar. Antes de concluir queremos dejar nuestro expreso testimonio de gratitud al Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J. por su cordial colaboración en la elaboración de este primer tomo de Cartas Anuas de la 152 Ermanno ANCILLI. “Visiones y revelaciones”. En: Ermanno ANCILLI (Edit.) Diccionario de espiritualidad. Barcelona, Herder (1987) III, 608-612. 153 Juan GUITÉRREZ GONZÁLEZ. “Las apariciones marianas en la vida de la Iglesia en y en la vida del Cristiano”. En: SOCIEDAD MARIOLÓGICA ESPAÑOLA. Apariciones marianas en España. Entre la fe, la historia y la teología. Salamanca, Sociedad Mariológica Española, vol. LXXV (2009) 417-438. 154 Julio CARO BAROJA. Las brujas y su mundo. Madrid, Alianza Editorial (2006). 155  Ariel José JAMES y David Andrés JIMÉNEZ (Coords.). Chamanismo. El otro hombre, la otra selva, el otro mundo. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (2004). 156 René LAURENTIN. El demonio ¿símbolo o realidad? Bilbao, Desclée de Brouver (1998). Es interesante también: Alejandro MARTÍNEZ SIERRA. Antropología teológica fundamental. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (2002) 143-224. 157 Jean-Claude LARCHET. Las enfermedades mentales según los Padres de la Iglesia. Madrid, Fundación San Pablo (2009).

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Provincia del Nuevo Reino de Granada y así deseamos manifestarla a la subdirectora Alma Nohra Miranda y al joven historiador Sergio Méndez por su eficaz empeño en la elaboración de muchas notas de pie de página. De igual forma, agradecemos al historiador catalán Ignacio Vila por sus puntuales observaciones. Finalmente, no podía faltar nuestra secretaria Marleni Lozano, tan puntual como eficiente transcriptora del texto que hoy presentamos.

Caracas-Bogotá, 1.º de mayo de 2013 Los editores •

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ş ş LAS CARTAS ANUAS



Carta n.ยบ 7 [CARTA ANUA 1638-1643]



Anuas de la Provincia del nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús (1638-1643) 1

[pág. 3] Algunos años ha que no se han escrito a V. P. letras anuas de esta provincia2 con agravio cierto de las noticias que merecían los sudores de nuestros padres en la cultura de estas almas y con sentimiento y dolor de los de Europa que han carecido de muy vivos ejemplos que podrían ser motivos a su buen celo y despertadores a tan apostólicas empresas cuales son las que encierra en todo su distrito esta provincia. Ahora que ofrece la ocasión mejor despacho verá V. P. sucintamente algún rasguño de los aumentos loables de nuestra religión y no poco de las penalidades que se padecen en el ejercicio de los empleos continuos de nuestra Compañía, en lo cual para que se pueda venir con mayor claridad en la noticia que pretendemos, se dividen estas letras anuas en cuatros [sic] partes. 1 Sebastián HAZAÑERO. Letras anuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Desde el año de mil y seyscientos y treinta y ocho hasta el año de mil y seys cientos quarenta y tres. En Zaragoza, Impresas con licencia de los Superiores, año de 1645. 2  Las últimas que conocemos son las de 1619/1621 del P. Florián de Ayerbe (Real Academia de la Historia. Madrid, t. 129, fols. 257-289).


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En la primera se escribe lo que es común a toda la provincia de los sujetos que encierra, colegios y residencias en que habita, seminarios que enseña, doctrinas que cultiva misiones donde se aleja y ministerios loables en que se ocupa. Descúbrese aquí también la capacidad inmensa para misiones en gran multitud de bárbaras gentes en gentilismos descubiertos de nuevo, en antiguos repartimientos de indios y en pueblos numerosos, que viéndose en extrema necesidad, justamente demandan una gran copia y fre [pág. 4] cuencia de sacerdotes. Dícese algo de los trabajos que todos en general hemos padecido con mil pérdidas de la hacienda y del honor, queriendo Dios por este camino acrisolar nuestra paciencia a vista de unos empleos insignes, que merecían de los seculares todo linaje de gratitud, en especial en unas contagiosas pestes que abrasaron el Reino con mortandades, miserias, donde los nuestros acudieron con todo ejemplo de caridad, expuestos a toda la batería de la dolencia; bien pudiéramos aquí añadir en esto general y común el rigor de los temples e inclemencias en que se vive para salvar las almas; las asperezas de montañas que se atraviesan para ir a misiones y a colegios; los páramos crecidíssimos donde al pasar se quedan yertos los hombres y animales; los peligros de ríos que se navegan; los mares tempestuosos que se surcan; los despeñaderos de picachos y caminos fragosos por do se anda, acechanzas frecuentes de indios caribes y riesgos de el vivir que ocasionan animales ponzoñosos de víboras, sierpes y sabandijas llenas de veneno de que abundan algunas de estas partes y se hallan en nuestras casas, descolgándose a veces de los techos hasta deslizarse sobre las camas y enroscarse en los brazos de sillas y bufetes. De todo esto no se hace mención por no alargar historialmente esta carta, aunque fuera acertado, para que se reconociesen los trabajos inmensos a que estan destinados nuestros padres en la labor y cultura de las Indias del Occidente. En la segunda parte se trata de los colegios y seminarios los que de nuevo se han fundado y los que están en próximas esperanzas de fundarse, asimismo las pérdidas o aumentos temporales de cada uno, los empleos y ministerios de todos en especial entre indios y morenos, sus congregaciones frecuentes, sus cofradías lucidas, adornos de iglesias, frutos de sus almas y cumplimiento de todo lo que es espiritual y divino. 58.


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[Pág. 5] Y en la tercera parte entran las residencias y dotrinas, ministerios de los más ilustres que tiene la Compañía en las Indias donde son indecibles los frutos que se hacen en las almas destos necesitados naturales y la gran gloria que de todo se recrece al común Señor. Aquí los informan desde niños, los cultivan en lo político, los defienden del español y les enseñan en lo espiritual, en lo temporal los socorren, desarraigándolos de los vicios y con grande caridad les administran los divinos sacramentos y dan a beber las enseñanzas santas del cristiano y como en nuestras dotrinas toda la renta y estipendio se gasta en la congrua sustentación de los padres, y lo demás que sobra se consume en el adorno de las Iglesias y en la limosna continua de estos pobres. Es de ver por la misericordia de Dios todas nuestras iglesias alhajadas, los templos aseados, los indios socoridos y tan bien dotrinados que aun los vecinos pueblos dan mil gracias a Dios por el buen nombre que aun por estos tristes redunda a nuestra Compañía. Algunos no sé si discretamente pretendieron que se dejasen estas dotrinas con título de que los padres que en ellas se ocupaban entendiesen en continuas misiones; el fin era bueno, el medio no era proporcionado, porque de verdad según el parecer de muchos entendidos y según informaron a Su Majestad algunos señores oidores y presidentes, para el buen gobierno destas provincias, útil de los naturales, policía de indios, y adelantamiento de la cristiandad, dijeron no hallar otro mejor remedio sino que si ser pudiese se diesen a la Compañía todas las dotrinas de este Reino. En la cuarta parte se dicen las misiones, entradas y descubrimientos de nuevas provincias: éste es el utilísimo ejercicio para las almas y lustrosísimo a la religión, el cual ha sido continuo en este Reino por la capacidad que hay en él para semejante ministerio; diránse aquí algunas misiones que se han hecho por las cuales se conocerá la necesidad de dotrina en estas tierras, los trabajos que [pág. 6] se padecen en la cultura; advirtiendo que son muchas más las que se han hecho que las que aquí van escritas porque de muchas misiones no se dieron a tiempo las noticias, o dadas se perdieron. Éstas que se dejan de escribir son las misiones que se hicieron en la Isla de Cuba y al Puerto de la Habana, otra 59.


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a Puerto Belo [Portobelo], a Gibraltar otra, y otra a Trujillo, y a Caracas y á Guayaquil, y Latacunga: de ninguna destas se hace mención sabiendo solamente que fue en todas singular el fruto y en casi todas ellas ofrecieron fundar colegios de la Compañía, ansiosos de tener consigo a tales padres para gozar del consuelo que en sus almas habían experimentado.

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PRIMERA PARTE Parágrafo 1 De lo general de la Provincia, sujetos, colegios, fundaciones y misiones de nuestra Compañía en la provincia toda Hállanse en esta dilatada provincia hasta doscientos y veinte y cinco, de los cuales el número de los sacerdotes llegará a noventa, treinta estudiantes y poco más de cien hermanos coadjutores; de todos éstos la mayor parte se llevan dos principales casas que están situadas en la ciudad de Santa Fe y Quito, quedando los demás distribuidos en el resto de la provincia toda3. Hay en ella ocho colegios, una casa de probación, otro colegio incoado sobre tres seminarios de mancebos seglares que en crecidos números parte alimentan las catredales iglesias, parte estudian a expensas de sus padres de donde salen eminentes en facultad y muy bien instruidos en sanas y virtuosas enseñanzas. Son seis las residencias y doctrinas a que asisten [pág. 7] padres sacerdotes hechos curas de almas, catequizando a los indios, formando su rudeza, ministrándoles los divinos y santos sacramentos y sufriendo con invencible paciencia mil necesidades por llevar sus almas a los cielos. En tres partes se enseña filosofía y en dos la teología con sus academias bien dispuestas en que por particulares indultos y privilegios concedidos de Su Santidad a la Compañía se gradúan de maestros y doctores nuestros estudiantes, con todo el aparato y ceremonias acostumbradas, gozando los honores y exenciones de universidad; enséñanse en las nueve casas las letras latinas y dos de ellas se extienden hasta la consumación de la retórica y preceptos del bien hablar procurando en todo que la juventud se críe con todas enseñanzas de virtud y letras, que después sean el ornamento de sus patrias, el lustre de sus repúblicas, el consuelo de sus padres y aun los que pueblen las demás religiones quedando siempre reconocidos a los deba a la 3  Para una visión casi contemporánea a los hechos, véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) 4 vols.

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Compañía desde las primicias de la tierna edad. Hay también su escuela de niños en un colegio nuestro donde aprenden el leer y escribir y otros preceptos de que son capaces aquellos tiernos años. Hay en dos partes cátedra de lengua de los indios para hacer aptos así a los nuestros como a los seglares, a los curatos de los repartimientos donde es imposible asegurar las conciencias si se ignora la lengua de los naturales; si bien ésta es tan diversa a cada paso que a pocas jornadas, aun a pocas leguas, se tropieza en variedad de lenguajes, artificio único del demonio para desmayar a los varones evangélicos en la empresa haciendo más difícil con este embarazo la conversión del gentilismo y la cultura de los nuevamente bautizados. En todas las ciudades donde hay colegios nuestros se ven empleos varios así para acudir al consuelo del español como del moreno y del indio, porque en todas partes hay copioso número de gentes españolas, mestizos, indios y negros, [Pág. 8] que se traen de Guinea, comprados para el beneficio de la frutificación de las haciendas. A este paso en nuestras casas se tienen congregaciones muy lucidas y cofradías muy plenas; a unas acuden solos españoles y gente grave, a otras oficiales y mestizos, otras son de indios muy frecuentes y otras de morenos muy devotos; predícase siempre a unos y a otros, y a todos generalmente se confiesa; demás que en las doctrinas de los nuestros sólo se atiende a cultivar al indio, a catequizarle, enseñarle, prevenirle y darle en continua solicitud todo lo que es remedio de su miseria e ignorancia; insigne trabajo verdaderamente por la rudeza de su barbaridad y la poca consistencia en su obligación. Otros ministerios hay a los ojos humanos menos plausibles pero a los divinos muy gloriosos cuales son los catecismos de los negros bozales que vienen de Angola recientes y de los partidos y términos de su jurisdicción; en esto sólo la caridad puede emplearse sufriendo entre las ardientes llamas del sol los ascos de su enfermedad y lo infestivo de su mal olor para informarles en la cristiana doctrina y examinarles en sus bautismos, revalidando la nulidad que se halla de tan necesario sacramento a cada paso en inumerables cautivos que desembarcan. Dejo ya lo que en puertos de mar es utilísimo empleo, como acudir a la frecuencia de las armadas y varias veces vencer en disputa al holandés y hereje prisionero; dejo también el confesar en cárceles, 62.


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visitar hospitales, platicar en las plazas, doctrinar a los niños, que si bien son empleos del común son las obras muy lustrosas en lo particular. El ejercicio más frecuente que tenemos, es la continuación de las misiones donde forman los seculares un sublime concepto de la Compañía rindiéndonos sus afectos tanto más desinteresados cuanto más han concebido las experiencias de los internos bienes que por medio nuestro el Señor se ha servido comunicarles. Unas de estas misiones han sido a puros indios y a domésticos entre españoles para disponerles a [pag. 9] recibir el sacramento santo del altar; negocio arduo y lleno de mil dificultades que todas se vencieron con la paciencia incontrastable de nuestra solicitud. Otras misiones fueron a españoles pero tan profundamente necesitados de la enseñanza cristiana que solo en el nombre podrían diferenciarse de los bárbaros. Otras se hicieron a Islas del mar Océano donde fue el fruto consumado a vistas de tormentas de la navegación y desiertas montañas que se pasaron con consuelo por la salud del hombre. Otras entradas fueron a tierras desconocidas de gentiles, formando iglesias y penetrando bosques para atraer a indios, como si fuesen fieras, o animales del campo. Hanse hecho nuevos descubrimientos de naciones dilatadas de provincias ignotas y tan frecuentes, de chusmas infinitas, cuales nunca reconoció la América a ver en los pasados siglos descubierto. Y quién dirá el exceso de los trabajos que en semejantes acciones se atraviesan los ríos crecidos, los montes peligrosos, los caminos cerrados, los riscos a los cielos, las montañas incultas, desiertos rígidos, páramos dilatados, animales ponzoñosos sobre atrevidos. Todo esto se ha pasado llevando la desnudez y la hambre, y las inclemencias del cielo, y los destemples desazonados de las tierras por ganar almas distituidas de remedio, expuestos a un ejercicio de peligros certísimos de la vida o despeñaderos auténticos de la muerte; para que el Criador sea conocido en tantas partes como el día de hoy reinaba vigorosa la idolatría. Entre el fruto copioso de este divinísimo ejercicio de misiones, es deber, cómo dejaban los nuestros la tierra, toda espiando no se qué santificaciones de virtud, afectos ya los fieles a tan honrado ejemplar de sus costumbres y a lo loable de su edificación. Casi en todas partes desearon 63.


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fundaciones de la Compañía, en otras la pidieron con efecto ofreciendo grandes contribuciones a sus principios y a ser así que abundase de sujetos la provincia y tuviesen alguna más comodidad, tierras tan desviadas y desiertas; hubiéramos abrazado [pág. 10] muchas fundaciones de los colegios; dos de ellos se han fundado nuevamente4 y otros están con próximas experanzas de fundarse, y de otros no vivimos distituidos de ellas, pues es certísimo que en la tierra que la Compañía pone lo pies, por singular providencia de los cielos y beneplácito de la bondad eterna, se ve a las claras la obligación grande en que nos pone Dios de corresponder a nuestro glorioso llamamiento para que cooperemos hidalgamente en la reformación de las costumbres de los fieles.

Parágrafo 2 Capacidad inmensa para misiones y empleos loables de nuestra Religión en multitud grande de gentes bárbaras, en dilatadas Provincias descubiertas de nuevo y en numerosos Pueblos antiguos que yacen en extrema necesidad Juzgarán algunos por ventura que la estrechura de esta provincia es tanta que le faltan los materiales al buen celo, los campos abiertos a una alentada y perseverante misión, en lo cual se engaña porfiadamente la ignorancia porque a la verdad aunque es esto del occidente lo más vecino a la noticia de Europa que esconde en sus senos lo más ignoto de una frecuencia inumerable de sus habitadores, bien podemos decir sin recelos algunos de la reprehensión que toda la América junta no encierra tanto escua[Pág. 11] drón de gentes bárbaras, ni tanto pueblo de ya domesticadas naciones cuantas se han declarado ya por todos sus rincones y senos en la esfera de toda esta provincia en cuyo empeño se pudieran desafiar los ánimos a una auténtica demostración para que se viese al discurso claro que a sus dilataciones inmensas, ni el Brasil, ni el Paraguay, ni Chile, ni el Perú, ni las extensiones 4

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Posiblemente se refiere al Colegio de Pamplona (1625) y al de Mérida (1628).


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de la Nueva España, no tienen que igualarse con la multitud de aquesta jurisdicción; y porque no se parezca en esto querer colorear tan peregrino asunto iremos declarando y demarcando por mayor el español que encierra, el mestizo que habita y el indio doméstico que alberga, el gentil que se conquista y el bárbaro que se extiende por inmensos campos y llanuras5. Es así que tomando lo primero desde el colegio nuestro de Cartagena, que es el puerto de Tierra Firme donde desembarcan los padres que de la Europa vienen para ir a nuestro colegio de Panamá, se pasan de travesía por el mar del Norte como ochenta leguas a Puerto Velo [Portobelo], desde allí son diez y ocho por tierra a Panamá, luego se corre por el Mar del Sur, como trescientas leguas a Guayaquil y desde allí al colegio de Quito ciento y treinta. Súbese luego como sesenta leguas al colegio de Cuenca que alinda con los términos de la provincia del Perú; ya de allí se desciende por más de trescientas leguas a Jaén de Bracamoros, a la angostura del celebrado Pongo en la misión y doctrina de Mainas y Geberos y a los indios recién descubiertos de la gran Cocama. Luego por un río famoso se baja a la corriente caudalosa del nombrado Río de las Amazonas que demarcaron poco ha nuestros padres de Quito6 en cuyas ondas se navegan más de mil y cuatrocientas leguas hasta verse en las costas del Brasil, presidios del gran Pará y espumas del Mar del Norte. Y de aquí revolviendo a las costas de Tierra Firme encontramos con los ríos de Casanare, Pauto y Orinoco que desembocan con plenitud

5  La visión geopolítica del P. Martín de Funes de lo que él denominaba “Provincia de Tierra Firme” abarcaba desde Panamá hasta Canarias (de donde esperaba conseguir vocaciones para tan magna empresa); también se incluían todos los llanos hasta el Brasil; por el norte comprendía las islas de la Española y Cuba. José Luis SÁEZ. “La visita del P. Funes a Santo Domingo y sus memoriales sobre las Indias (1606-1607)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 14 (1995) 605-606. Prácticamente se visualizaba todo el gran rectángulo comprendido entre el Pacífico y el Atlántico, teniendo como frontera al sur el río Amazonas y al norte, desde Panamá, las islas caribeñas dependientes de España. 6  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional. Edición, prólogo, notas y cronología por Alfredo Pareja Diezcanseco. Caracas, Biblioteca Ayacucho (1981) 464-470. Véase: Hernán RODRÍGUEZ CASTELO. Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo xvii. Quito, Banco Central del Ecuador (1980) 131-199.

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de aguas y descienden de los Llanos, antigua residencia que fue de nuestros padres, y costeando siempre en [Pág. 12] adelante, topamos con la Guayra, puerto de la ciudad de Caracas, que dista del Gran Pará como doscientas y cincuenta leguas. De Caracas se corre luego el mar y pasando a vistas de la gran Laguna de Maracaibo, el Río de la Hacha, las nevadas Sierras, Puerto de Santa Marta y la boca del Río Grande de la Magdalena, se surcan treinta leguas de mar hasta ponerse otra vez en el Puerto de Cartagena, en lo cual se ve cuánta sea la circunferencia de los términos dilatados de esta provincia, pues llega de sus espacios a igualar casi tres mil leguas de circuito, sin que en esto entre toda aquella demarcación de tierras que está de la otra banda de el Río de las Amazonas y mira hacia las partes del Brasil, del Cuzco, y Potosí, y las Cordilleras vecinas al Perú; toda esta tierra ha sido penetrada de nuestros misioneros en varias ocasiones. Y si bien en algunos distritos por ser de indios Caribes7, no sujetos aún al español, no han puesto las plantas nuestros padres; en todo se han visto bien cerca de sus riberas, habitando sus playas, tratando por intérprete con sus moradores y cobrando las noticias ciertas de los ritos y costumbres de sus naturales. Ya de esto se comenzará a barruntar cuánta sea la capacidad de tierras y cuánta la multitud de gentes. Hállanse dentro del contorno de esta provincia tres cancillerías o Audiencias con sus presidentes y oidores: la de Santa Fe en el Reino, la de Panamá en el Mar del Sur, la de Quito en los linderos del Perú. Tiene también siete prelados con sus jurisdiciones muy extensas: en Santa Fe un señor arzobispo, obispo de Cartagena, de Santa Marta, de Caracas, el de Popayán, el de Quito y el de Panamá; y llegando a las ciudades de españoles fuera de los corregidores que las rigen, se aumentan doce gobernadores con títulos y preeminencias grandes, que fuera de ser generales capitanes, tienen juntamente por cédulas reales facultades amplias de dar encomiendas de indios y por el patronazgo real asistir con los prelados a las colaciones de los beneficios y 7 Antonio tOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur. Madrid, Gredos (1984) 135-145. José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. (Indios y jesuitas en la Orinoquia). Caracas, Academia Nacional de la Historia (2011) 414-440.

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[Pág. 13] curatos; estos gobiernos son el de Cartagena, el de Santa Marta, el del Río del Oro, el de Mérida, el de Caracas, el de Cumaná y Cumanagoto, el del Pará, el de la Guayana, el de Muzo, el de Zaragoza, el de Popayán, el de los Quijos, el de Jaén de Bracamoros y Santiago de las Montañas. Pero dejando a un lado todo esto llegamos ya a descubrir los campos de esta mies y los numerosos ejércitos de almas que cada colegio tiene a la disposicion de su buen celo; y comenzando por el colegio de Cartagena, no digo de la frecuencia de las armadas, ni de los soldados de su presidio, ni de la multitud de negros que la ciudad encierra, ni de aquel ejército innumerable que cada día desembarca de cautivos traídos de Angola y de las partes de Guinea, donde los nuestros con fervor indecible se ofrecen a catequizarles, enseñarles, y examinarles en sus bautismos: ministerio el más glorioso que se celebra entre todas las misiones del universo8. Dejo todo esto y vamos a la esfera que pertenece a aquel colegio. Desde allí salen a las misiones de la ciudad de Santa Marta y su gobierno y pasando las nevadas Sierras se da vista a las faldas de el Monte a los Aruacos9 y en el Valle de Upar que está tendido por sesenta leguas, las ciudades de Sevilla10 y del nombre de Jesús; allí viven en las laderas de una Sierra más de dos mil indios, que se llaman Tupes11 [Tupíes]12, y en la otra parte de aquel monte, mirando

8  Alonso de SANDOVAL. De instaruranda æthiopum salute. El mundo de la esclavitud negra en América. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, (1956). Esta obra fue publicada por primera vez en Sevilla, en 1627. 9

Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 120-134.

10  INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, sitios y accidentes geográficos de Colombia. Bogotá, IGAC (1995) 187. 11  Según Antonio Tovar es lengua de difícil clasificación: se designa Haqe-Aru o Cauqui y se ubica en el complejo problema quechua-aimara. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 72-73. Sobre el mundo arahuaco, véase: Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia. Bogotá, Academia Colombiana de Historia y Ediciones Lerner (1966) 169-193. 12  Pensamos que el texto se refiere a los tupíes que según Fernando Campo del Pozo eran guahivos. Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1979) 72.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

a la Laguna de Maracaibo, se levantan más de cuarenta mil caneyes o casas de gentiles indios, que llaman Crotomos13 nunca conquistados del español. Camínase luego al Río de la Hacha donde hay multitud de negros y buzos, pescadores de perlas; y los indios Guajiros14, gente belicosa y alentada, que viven en las llanuras del Erino, y en aquella costa de la pesquería de las perlas. Deste mismo colegio de Cartagena se ha ido a misión por la costa que se extiende a Puertobelo y se ha entrado en la provincia tendida de los indios recientes de Urabá, donde estuvieron nuestros padres misioneros como cuatro meses; también se ha navegado a misiones gloriosas en la Isla de Cuba, y de la [pág. 14] Habana15, isla tendida en en [sic] más de trescientas leguas de circunferencia donde algunas estancias, hatos con gentes desamparadas del remedio, han pedido padres. De la Isla de Santo Domingo16 fuera sin duda la misión ilustre si hubiese sacerdotes suficientes a tanto ministerio. Y así venimos al colegio de Panamá17: tiene en aquella ciudad para empleos de los ministerios de la Compañía un numeroso estado de todas gentes, de mercaderes, tratantes, soldados del presidio y gente que va y viene

13  Opinamos que se trata de un error de imprenta. Su nombre correcto debe ser Orotomos, así se desprende de la lectura de los estudiosos del tema: “Dialecto Praujano (cl. Makro-Arawak) con influencia del Chibcha y del Guajiro”. Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 48-49. “… mientras unos los consideran del grupo motilón y por tanto chibcha, otros afirman ser de filiación caribe”. Buenaventura de CARROCERA. Lingüística indígena venezolana y los misioneros Capuchinos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1981) 311-312. 14  El guajiro es una sección del grupo arahuaco insular de las Grandes Antillas (Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 121-126. Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia, 171-175. Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1979) 59. 15 Pedro M. PRUNA GOODGALL. Los jesuitas en Cuba hasta 1767. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales (1991). 16 Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950). 17

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Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 261-376.


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en las armadas por el Mar del Sur; por ser aquel puerto, donde desciende la mayor riqueza del mundo de los Reinos del Potosí, de Lima y del Cuzco, y de toda la opulencia del Perú; hay en este paraje gran multitud de negros que son buzos en la pesquería de las perlas de aquellos mares; ultra de esto como está el colegio situado en esta ciudad donde hace la tierra la mayor estrechura de ambos a dos mares, pueden salir los nuestros a misiones a Puerto Velo [Portobelo], que está en el Mar del Norte, y a las poblaciones de españoles que llaman de la Villa; Pueblo Nuevo; y Natá, que están por la Mar de el Sur, corriendo arriba las costas, que se enderezan a la Nueva España; y todo esto es cosa de importancia en comparación de la numerosa gentilidad que se extiende entre ambas a dos costas de uno y de otro mar que ni hay lengua bastante al referirlas, ni pluma diligente al explicarlas. Aquí se ha comenzado a conquistar los indios del celebrado y rico Dariel, provincia dilatada y de gran suma de bárbaros gentiles. Pocos años ha que salieron de paz algunos de ellos, indios de gallarda disposición, dispiertos y entendidos; ofrecieron a la Compañía las primeras doctrinas que entablaban y no se pudo salir a ello por ser grande la falta de sacerdotes que tenía el colegio y provincia para tal empresa. Y en esta tierra a dentro de tan numeroso gentilismo están dos padres misioneros más ha de nueve años en un paraje que llaman Barbacoas, catequizando a bárbaros y rigiendo iglesias y doctrinando las pobla[Pág. 15] ciones de indios que se forman. Vengamos al colegio de Popayán cuya ciudad es lustrosa, cabeza de gobierno, donde residen señor obispo con su catedral, tiene en su distrito cantidad de indios y morenos que en parte viven entre españoles y la mayor parte entre montes y cerros sin conocimiento alguno del Criador. Unos de ellos se llaman los Sindaguas18 a cuya conquista salen hoy cuatro capitanes a rendirlos a la corona de España y a darles el conocimiento de la cristiana ley; son gentes éstas de las más sangrientas y crueles que encierra el occidente.

18  Pertenece al grupo macro-chibcha. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 176-177.

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A este colegio está sujeta la doctrina o misión de los Paeces19 y Guanacos20, gente feroz y bárbara, donde al presente andan con mil sudores trabajando dos padres21 de los nuestros para reducirlas a las aguas santas del bautismo; escriben de ella que según lo que tienen descubierto les ha cabido a cada uno doce iglesias, doce caciques y son provincias doce; deste colegio se puede ir a misión a la ciudad de Pasto, que es de las mayores y más alindadas que reconoce el gobierno de Quito y tiene en su distrito más de veinte mil indios tributarios situados en diferentes pueblos. De aquí también es fácil la salida a las misiones de las ciudades de Cali y de Buga y de Anserma, donde ya los nuestros han corrido y ejercitado los altos ministerios de nuestra Compañía, que todas ellas están sedientas de la palabra de Dios y muy sembradas de indios ya domésticos y muy afectos a los españoles. Más abajo si decendemos hacia Mompox por las corrientes doradas del río Cauca se encuentran, tras las ciudades de Buga, Cali y Anserma, otras riquísimas ciudades que llaman los Remedios, Antioquia y Zaragoza y Cáceres, y entre éstas el famoso Valle de Aburrá, las pesquerías, y por despoblados de montes y de valles gran número de cuadrillas de negros destinados a la labor de las minas y otros muchos indios en servicio del español. A todas estas partes se han hecho misiones de de [sic] mucha utilidad. Partiendo dos padres del colegio de Santa Fe que está en el Reino, allí vieron que a espaldas de

19  Sobre la misión de los paeces, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Editorial San Juan Eudes (1959). I, 60-370. Sobre los paeces: Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 176-177; Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia, 63-64. 20  Guanaco: vease Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian Languages. Los Angeles, Latin American Center-University of California (1968) 246. 21  Fueron los PP. Francisco Ignacio Navarro y Juan Rivera. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 362-370.

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[Pág. 16] estas ciudades por espacio de trescientas leguas se estienden los indios Guatiles, que llaman Chocoes y Sitayrabirapes, y Puraraizes22 y otras diez o doce provincias que contienen infinito número de bárbaros; de suerte que descendiendo desde Guayaquil por las playas y riberas del río Cauca hasta los linderos de la jurisdicción de Cartagena, todo lo que se encierra entre estos términos y las costas del Mar del Norte, donde está lo de Urabá y el Darién, y juntamente las costas del Mar del Sur, mirando a la Gorgona hasta topar otra vez con Guayaquil: está ese distrito atestado de provincias varias de gentes idólatras, nunca conquistadas y apenas descubiertas. Ya que hemos llegado por estas playas del río Cauca que desemboca en el gran Río de la Magdalena será bien decir otra misión a la ciudad de Mompox que está no lejos de Cartagena donde nuestros padres entran hoy a predicar y confesar y con esperanzas grandes de fundar un colegio. Es ciudad ésta de mucha contratación y cada día viene en aumentos muy crecidos porque allí desembarca todo lo que baja y sube para Quito y a los términos del Nuevo Reino de Granada; está cercada de grandes chusmas de negros, beneficiadores de las haciendas, puede allí salirse a las Sabanas de Tolú, a la ciudad de Tenerife, al Guamoco, y al puerto de Ocaña. Navegando arriba el Río de la Magdalena damos en el puerto de Honda; es colegio incoado en doctrina, o residencia antigua nuestra, en que se emplean los padres con todos los que navegan las dulces aguas de aquel famoso río, demás de cuidar de la enseñanza y costumbres de los indios y negros que bogan en las embarcaciones y canoas; más arriba está el Real de las Minas de Santa Ana, doctrina también nuestra donde los padres que allí asisten tienen empleos de una continua misión en los millares de indios que cada dos años se conducen para el trabajoso martirio de las minas a quien enseñan, favorecen y ayudan así en lo temporal de sus [pág. 17] hambres y dolencias como en lo espiritual de los sermones, de catecismos y santos sacramentos, que les ministran y desde allí como si no fuese ex22  No hemos podido identificar esta familia de los guatiles. Únicamente los chocóes: Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian Languages, 255-258.

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cesivo su trabajo van a misiones a la ciudad vecina de Mariquita, que es también de minas de plata y oro, acudiendo a ministerios de españoles, indios y morenos. Súbese luego desde el Río grande de la Magdalena a la ciudad de Santa Fe que es cabeza del Reino y lo primero que se encuentra ya vecinos a ella en las celebradas llanuras de Bogotá, es una doctrina o residencia nuestra23, que en un pueblo de indios de la Real Corona doctrinan nuestros padres y puede ser lustre de un buen cuidado y ejemplar de la mayor solicitud y atención en todo loable para la cultura y enseñanza de indios. Otra doctrina hay nuestra poco más de media legua de Santa Fe que llaman de Tunjuelo, un pueblo no muy frecuente donde le hace mucho servicio en indios y españoles estancieros, que distribuidos en los campos se dan a la labor y cultura de ellos. De Fontibón a Santa Fe habrá como dos leguas de distancia; esta ciudad es la corte de todo este distrito, lugar opulento, mucho lustre, y mucha gente, el caballero, el oídor, el español, el oficial, el indio y el moreno, encierra en su jurisdicción en pueblos y repartimientos señalados más de treinta mil indios, adonde se va a misiones con aprovechamientos señalados y utilidad de tanto pobre, que con estar entre los sacramentos y resplandores de nuestra santa fe, tienen grave necesidad de ser enseñados en los documentos del cristiano. Vase de aquí a misiones a algunas ciudades, como la de Muzo y de la Palma que en su extensión encierran cantidad de indios y morenos, que sirven a los obrajes y beneficios de sus haciendas. A espaldas de éstas viven gentiles Carares24, nación metida entre las montañas y las selvas, donde viviendo como salvajes jamás se han reducido al español antes con asaltos que han dado en peligrosas acechanzas, han procurado salir de emboscada a las canoas que navegan el Río

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Se refiere a Fontibón.

24  Lengua conexa con las tribus caribes del Magdalena (Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 144. Véase: Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia, 226-231; Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian Languages, 220.

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[Pág. 18] Grande. Desde este mismo colegio a los insignes valles de Ibagué y a la ciudad de la Concepción de Neiva, camino que se trilla a las provincias del Perú y de aquí salen a las que ya dijimos ciudades de los Remedios, Antioquia y Cáceres, a donde si el cielo abre la puerta será patente la numerosa gentilidad de los indios Chocoes25 y de otras inmensas gentes y naciones que se extienden por más de seiscientas leguas hasta dar en los que habitan las costas de ambos mares. A tres jornadas de Santa Fe está nuestra casa de probación de Tunja en una que fue grande e ilustre ciudad pero ya con los contagios y las pestes que años ha cundieron por el Reino siente notable menoscabo en sus habitadores y vecinos y en lo opulento de sus haciendas. Con todo son graves los concursos, moradores no pocos y los indios y morenos muchos; su distrito está lleno de más de veinte y cinco mil indios en poblaciones y doctrinas, gente afecta al trabajo y bien disciplinados en la labor del campo. A estos indios se sale a predicar y estando en sus partidos, vienen a veces a frecuentar la ciudad de Tunja teniendo en nuestra casa su hermandad y cofradías lucidísimas. A esta ciudad están sujetas la de Vélez, la Villa de Leiva y otros puertos que están sembrados del indio y del español y son materia para los ministerios de los padres que en misiones andan. A día y medio de camino en la corona de los montes que ciñen el utilísimo valle de Sogamoso hay una dotrina recién fundada nuestra26 que por el lucimiento de su iglesia y la apacibilidad de los Padres que allí asisten se trae a sí gran parte de las encomiendas vecinas, que ocupados en multitud de poblaciones, servidas de varios sacerdotes seculares, reconocen nuestra doctrina por ejemplar a las suyas, de aquí pues se hace gran beneficio a las almas de tanto estanciero como cultiva el valle de tanto indio como habita el monte.

25  Tronco lingüístico independiente quizá con influjos del chibcha. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 149-151. Véase: Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian Languages, 255-258. 26  Se hace referencia a Tópaga.

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Desde aquí tomando el camino de Pamplona y dejando da una y otra parte varios pueblos de indios, antes de enderezarnos al colegio que en aquella ciudad tenemos, en [pág. 19] pocos días de jornada se pone por otras sendas en la doctrina de Chita, que fue antiguamente nuestra y es la llave de aquella gran llanura que se alzó con el nombre de los Llanos, paraje siempre habitado del gentil e infelizmente ocupado del español. Tienen de ancho estas llanuras como cuatrocientas leguas castellanas y de longitud quinientas; suben sus términos a las vecinas tierras del Perú y descienden al Mar del Norte por el grande y caudaloso Orinoco que desemboca en el océano con setenta leguas de amplitud hacia la parte de la Isla de la Trinidad. De esta banda tiene por frontera al Nuevo Reino, por la otra unas eminentes cordilleras que la dividen de las extensiones que miran al caudaloso río de las Amazonas. Toda esta tan dilatada llanura es habitada de numerosa multitud de bárbaros y una espesa gentilidad de chusmas infinitas, algunos pueblos hay reducidos ya al español en que están sacerdotes doctrinando. Ésta fue antigua feligresía nuestra en pueblos de Chita y Támara, Pauto y Morcote, donde habían ya formado nuestros padres algunas iglesias y traído el culto del soberano Dios variedad de familias de gentiles; y cuando se caminaba con prosperidad entre aquella espesura de naciones se nos levantó una tormenta sediciosa que fue negocio forzoso, y acordado desamparar los sitios27 por falta así de padres sacerdotes como por otras siniestras informaciones que alteraron los ánimos del señor arzobispo del Reino28. Confiamos que con el tiempo se mejorarán nuestras esperanzas para que se consiga con perfectos fines lo que tantos ánimos desearon y tantos celos ansiosos apetecieron.

27  José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones. Germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 30-50. 28  El arzobispo era Julián ce Cortázar. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. Boogotá, Editorial San Juan Eudes, I (1959) 401-404. Su pontificado corrió desde 1627 hasta 1630.

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Es sin duda ésta una de las soberanas misiones que las Indias tienen, las tierras tendidas, las naciones copiosas, la pobreza grande, los trabajos inmensos, los ríos caudalosos, los caminos ciegos y todo ello convidando a los ánimos y corazones alentados para el empeño de la salvación de tan numerosa gentilidad. Vase por uno de estos ríos que llaman Casanare a Santo Tomé de la Guayana29, presidio del Rey de España, que poco ha fue asal[pág. 20] tado del holandés y de los indios caribes de Amacuro, quemando las casas, robando el fuerte y llevándose sacrílegamente hasta la custodia del santísimo sacramento el altar. Entre Casanare y Orinoco y las costas del Brasil hasta verse con el gran Pará, tiene el holandés algunas fortificaciones, en especial en los ríos de Esequivo, de Berbis, y de Mirare, y trabada amistad con los indios caribes de la provincia de Barina [Barima?], y de los Tibitibes30 y Chaguanes31 y otros indios que yacen en aquellas antiguas madrigueras. Volvamos algo atrás a nuestro colegio de Pamplona, tierra de las más ricas de minerales, de oro y plata que sustentan las Indias de Occidente. Fue esta ciudad muy populosa en los corridos tiempos y ya con los sucesos de mortandad y pestes contagiosas ha venido en notable diminución. Pocos son los de la Compañía que allí asisten pero a la carestía de nuestros sacerdotes es mucha la gente en que pueden emplearse así de los españoles como indios; pero donde puede tener empleos considerables es en la comarca y esfera de su jurisdicción. Tiene a la banda del Oriente infinidad de bárbaros

29  FUNDACIÓN POLAR (Ed.). “Santo Tomé de Guayana”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, (1997) III, 1091-1092. 30

Tibitibes: habitantes del delta del Orinoco.

31  Lengua perteneciente al grupo warao. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 165-166). Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian Languages, 227.

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y gentiles, los Tunebas32, Gibaras [Giraras]33, y Catatios [Cacatíos]34 y de otros appellidos y nombres nunca conquistados. Al Occidente residen los Yerguíes [Yariguíes] y Carares35 que han dado bien en qué entender a los soldados de Europa aunque éstos con las frecuentes baterías han ido resolviéndose a notable mengua y así sus tierras se pueden habitar seguramente y nosotros hemos fundado una residencia en el río del Oro, que es en la Provincia que llaman de San Juan Girón, el cual se navega con embarcaciones de canoas a las aguas del río caudaloso de la Magdalena para ir a los comercios de Cartagena y de Mompox. Aquí se han enviado nuestros padres a fructificar almas, un pueblo que se llama Bucaramanga donde se cogieron provechosos frutos para el cielo. Tiene también como quien mira Norte, declinando la vista hacia la ciudad de Santa Marta36, otra indecible multitud

32  Los tunebos pertenecen al grupo chibcha. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 172-175; José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia, 553-557; Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 71-72. 33  Giraras y también jirajaras. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 167; José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia, 466-469; Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 61; Buenaventura de CARROCERA. Lingüística indígena venezolana y los misioneros capuchinos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1981) 135. 34  También llamados caquetíos. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 121-126; José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia, 411-412; Buenaventura de CARROCERA. Lingüística indígena venezolana y los misioneros capuchinos, 122. 35  Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian languages, 220; Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia, 226-231. 36  INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 187.

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[Pág. 21] de indios, los más vecinos se llaman Motilones37, que son menos revoltosos y atraidorados; otros hay que se llaman Chinatos38, atrevidos en gran manera, gente bandolera y montaraz, que infestando los caminos hacia Mérida quitan la vida y roban los pasajeros, cubren estos las tierras y el monte, y se ven de cerca sus candeladas que se hallan tan vecinos que han intentado varias veces quemar la villa de San Cristóbal39. A esta villa y a La Grita40 se han hecho misiones utilísimas de aquel colegio con grande provecho de sus almas. No muy lejos de aquesta villa en el Valle de Quemba se ha comenzado a navegar un río por nombre Zulia que solía ser infestado de los crueles indios Quiriquires41 pero ya es libre por valor de ciertos capitanes que le desembarazaron de esta gente. Por este río puede también el colegio de Pamplona enviar a misiones a la Laguna de Maracaibo de quien haré presto mención. Caminando de Pamplona doce días por ásperos y peligrosos montes se viene a la ciudad de Mérida donde hay un colegio nuestro con tres o cuatro Padres y algunos ocho hermanos que no es capaz su renta de sustentar más sacerdotes. Hay en Mérida una bien poblada ciudad, un hermoso y regalado temple cuyo distrito está sembrado de indios; no faltan a esta casa dilatados campos para misioneros porque a pocas jornadas tiene a Gibraltar y a Maracaibo, puertos famosos en la tendidísima laguna que de Maracaibo tomó el nombre. 37  Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 143-144; Buenaventura de CARROCERA. Lingüística indígena venezolana y los misioneros capuchinos, 317-319; Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 62-63 38  José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. (Indios y jesuitas en la Orinoquia), 446. Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 55-56. 39 Aurelio FERRERO TAMAYO. “San Cristóbal”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 1049-1050. 40 Álvaro GARCÍA CASTRO. “La Grita”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 1877-879. 41  Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 66-67. Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian languages, 215.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Es la Laguna tan fondable que se navega de bajeles grandes, sujeta a horribles y espantosas tormentas, con tanta amplitud de esfera que tiene ochenta leguas de circunferencia, desciende al mar por una barra peligrosa, sólo a los marineros expertos segura y a las embarcaciones pequeñas menos embarazadas42. En el fondo de esta gran laguna se hallan algunos pueblos de indios cristianos: llámanse las Barbacoas43 que viven a maravilla encima de las aguas donde tomó el nombre la Provincia cercana que se llama Venezuela o pequeña Venecia. Clavan en el fondo del are[Pág. 22] na unos troncos de árboles como un estado sobreminente a las olas y allí fundan un suelo de picadas cañas y luego, fijando sus estantes y tijeras, cubren de paja la habitación; aquí nacen, aquí viven, aquí mueren, aquí tienen sus casas y familias, sus puerquecillos, gallinas, perros y todo lo que es sustento de su gente; enseñan desde niños a nadar a sus hijos y son unos peces ligeros en las aguas. Por bajo de las casas se comunican los vecinos a las otras enbarcaciones tan pequeñas que parecen artesillas; suele a veces bramar la laguna, enfurecerse el viento, herir las aguas y sacudirse todo en tan fiera tormenta, que se entra el mar por dentro de las casas y ellos ya enseñados a semejante apoyo no por esto abominan de su habitación. Tiene este colegio también donde poder extender sus términos a un pueblo de españoles de Barinas la ciudad de Trujillo, a Barquisimeto, a Carora, a Coro, a Caracas y toda la jurisdicción de este gobierno: y a los indios desnudos que habitan en las Provincias de Tapara, Cesaria, y Barao, a la nueva Valencia y al pueblo valiente de los Mulatos, y a San Sebastián de los Llanos que alinda con los ríos que descienden de las extensiones inmensas, que 42  Marco Aurelio VILA. “Maracaibo, lago de”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 38-39. 43  El término de Barbacoas tiene varios sentidos, pero pensamos que en este lugar pretende referirse a los indígenas que vivían en palafitos en la laguna de Sinamáica. De facto el lugar fue habitado por los aliles, toas, zaparas y otros. Los barbacóas más famosos son los que habitaron al oeste de la cordillera de los Andes, entre los río Iscuandé y Patía, por un lado, y el Cayapas y Esmeraldas, por otro. (Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 176-178).

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arriba contamos y otras innumerables poblaciones que por allí se mezclan y serán materia abundantísima a los varones de fervor y celo. Volviendo otra vez por Panamá navégase por el mar del Sur como trescientas leguas hasta entrar por el río de Guayaquil, donde se toma puerto para caminar por tierra al colegio, abundante y descansado de la ciudad de Quito. Es este colegio de muchos sujetos y de mucho lustre, la ciudad es copiosa de vecinos españoles y mestizos, hay un número grandísimo de indios. Dicen los que bien saben que en esta ciudad y en los términos de ella, y en sola la comarca que hacen las cinco leguas, son más de cien mil indios tributarios, materia grande para alentados y celosos misioneros. Tiene fuera de esto ciudades de españoles, Latacunga, Ambato, Riobamba, Guayaquil44, todas bien pobladas del español y el indio tan afectos a la Compañía que en todas ellas han [Pág. 23] pedido fundaciones de colegios y algunas de ellas confiamos se afectuarán sin dilación. Hiciéronse en ellas varias misiones y la comarca clama, y los indios suplican por los Padres, los cuales están inmensamente dilatados por todos sus contornos y distritos, que como allí es abundante la tierra y los temples amigables, y el servicio personal de los Indios no es tan urgentemente trabajoso en obrajes de paños y telares como lo fuera en minas de metal. Viene a ser, que crece como espuma la multitud y están las comarcas arrestadas y los pueblos viciosamente llenos de gente doméstica y serviciales, aptísimas sin duda para los empleos del cielo por ser ellos de naturales dóciles, indios de fuerte y capacidad, doctrinados ya de muchos años. Y para facilitar los ministerios usan todos una lengua común que llaman del Inga. De este Colegió de Quito habrá como sesenta leguas de distancia a otro colegio, que recién fundado en la ciudad de Cuenca45 donde tienen los Padres bastante materia de indios y españoles. Hanse hecho misiones a la 44  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 338-362 y 379-384. 45  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 391-396. Sobre la fundación del Colegio de Cuenca en 1637, véase: José Félix HEREDIA. La antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus Misiones entre infieles. Quito, Centro Ignaciano Pedro Arrupe (2001) 29. El primer rector del Colegio de Cuenca fue el P. Cristóbal de Acuña.

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ciudad de Loja46 donde al presente piden fundación, a Zaruma y otros lugares que en todas hay abundante multitud de gentes y más si descendemos a Jaén de Bracamor que es puerto famoso al Marañon por donde han entrado ahora tres misioneros. Y navegando la Angostura del celebrado Pongo se han visto en la ciudad nueva de San Francisco de Borja a guarnición de unas difusas Provincias que se pueblan de innumerables gentiles. Allí han entrado en un nuevo mundo de naciones bárbaras, allí los Mainas y los Geberos [ Jeberos]47, allí los Micuras [Macunas] y Zuires48 y los Coronados49; allí los Barbudos50 gente de gran valor y terror de la tierra, que crían poblada la barba y sus mujeres son tan blancas que parecen flamencas o españolas; allí los Guallagas y Moniquis51 y otras populosísimas gente [sic] y sobre todo la anchurosa laguna donde habitan los indios de la gran Cocama52 con multitud de indios en Pro[Pág. 24] vincias tendidas, con policía y gobierno53. 46  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 364-368. 47

Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 186-187.

48  Grupo Tukano. Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia, 131. 49  Coronados. Según Juan de Velasco hablaban un dialecto de la lengua matriz romanina. Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 548. Véase: Francisco de FIGUEROA, Cristobal de ACUÑA et álii. Informes de jesuitas en el Amazonas, 1660-1684. Iquitos, IIAP-CETA (1986) 121, 226-227, 235-238, 240, 247 y 259; José Félix HEREDIA. La Antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús, 17. 50  Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 113. 51  Guallagas y moniquis. Véase: Francisco de FIGUEROA, Cristobal de ACUÑA et álii, Informes de jesuitas en el Amazonas. Se nombra a los Guallagas (128) y a los “Muniches” (198-201, 203-204 y 238-240. Juan de Velasco no los nombra en el listado de las naciones del Quito. Véase: Juan de VELASCO, Historia del Reino de Quito en la América meridional. 52  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 491. Ĉestmír LOUKOTKA. Classification of South American Indian languages, 117; José Félix HEREDIA. La antigua Provincia de Quito, 30. 53  Para las lenguas de la región, véase: Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 545-549.

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Pues que si llegamos a la copia inmensa de una gentilidad nunca vista que descubrieron nuestros Padres de Quito, demarcando el Río celebrado de las Amazonas; aquí no hay lengua que baste a significar tanto gentil, ni pluma que numere tantos bárbaros, pasando de ciento y cincuenta las Provincias de gentiles indios que yacen tristemente en la sombra de la muerte, sin conocimiento del Criador, tan pobladas de vecinos y moradores que parecen enjambres y hormigueros. Están unas con otras continuadas y a veces con tan íntima e inmediata vecindad que los últimos pueblos de las unas casi tienen por linderos los primeros umbrales de las otras. Es cosa averiguada que no se abrió jamás tan anchurosa puerta como ésta para ejercitar las celestiales y divinas enseñanzas, pues como afirman los varones expertos en estas tierras, todas las naciones juntas que desde sus principios se manifestaron en la América no llegan a este nuevo mundo de gentiles. Es la circunferencia de las naciones que están en la demarcación de este gran Río como de cuatro mil leguas y la tierra toda está poblada de los naturales, los cuales como no cabiendo en tan espacioso campo se vierten e inundan por las Islas del Río y por las orillas todas de los que desaguan en este piélago de las Amazonas, cuyos pueblos son tan dilatados que en muchas horas de navegación no se les halla fin a sus rancherías. Para toda esta gran multitud de gentes bárbaras no son bastantes aún los sacerdotes que en toda la América se hallan. De lo cual se verá atentamente cuánta multitud encierra esta Provincia del Nuevo Reino y Quito, cuánto número de ciudades, cuánta frecuencia de moradores, cuántos presidios de soldados, cuántas poblaciones de indios ya domésticos, cuántas estancias de mestizos, cuántas rancherías de mulatos y negros, cuántos repartimientos de naturales, cuántas extensiones de gentiles, cuán inmen[Pág. 25] sos campos de idolátras y cuán nuevos descubrimientos de numerosa gentilidad que por todos sus términos vemos expuestos a las miserias lamentables de la inmortal perdición.

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Parágrafo 3. Calamidad de la peste que cundió en el Reino y lo que en ella obraron los nuestros con gran caridad y ejemplo Sobre las calamidades que estos pasados años sobrevinieron en estas occidentales Indias tienen el primer y último lugar las aflicciones extremas con un memorable contagio a las ciudades y pueblos del Nuevo Reino54. Envióla Dios o por castigo de nuestros desafueros que cometía la licenciosa libertad en el vivir, o para despertador de tanto olvido de la justicia del cielo, o para el ejercicio del sufrimiento o paciencia a sus electos, o para nuevos empleos a los fervores de los hijos de la Compañía. Fue ésta una peste contagiosa de tanto más trabajo cuanto por mucho tiempo la ignoró la medicina no alcanzando a conocer qué género de enfermedad podía ser éste, porque sus accidentes eran singulares, los médicos de estas tierras poco expertos, las medicinas extragadas con el pasaje de los mares y los destemples de estas regiones. Con esto, lo que en uno servía de remedio en otros apresuraba la muerte; en nadie hubo seguridad alguna de escaparse con acierto su vida porque en todos se conoció desatentado peligro de la dolencia. El principio era lo común de [Pág. 26] fríos y calenturas y a dos días de enfermedad hacía rapto a la cabeza privando totalmente de juicio a las personas. Dejó el postrarse de suerte que se hacían ineptos para ayudarse, las desganas de comer, ciertos hastíos, horribles vómitos y ansias, el cuerpo estropeado, la cabeza condolida sin poderse ni aun volver en la cama, descaecimientos del corazón, molidos los huesos, la garganta llagada y los dientes y las muelas danzando, y todo el hombre ardiendo con la fiebre y loqueando con notables frenesíes, estando las casas con tantos locos como había enfermos, incapaces de curar el alma, inútiles para admitir la medicina al cuerpo. Esto venía a ser lo que más se temía porque faltando a los primeros lances la razón no había gobernalle para regir al enfermo, ni 54  Se hace referencia a la peste de Santos Gil. Véase: José Manuel GROOT. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, escrita sobre documentos auténticos. Bogotá, Casa Editorial de M. Rivas y Cía. (1889) I, 286 y ss; Pedro María IBÁÑEZ. Crónicas de Bogotá. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional (1913) 172 y ss.

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para animarle, ni para corregirle, ni para que estimase su vida y dejase poner en las manos de la cura. Y a vueltas de estas incorregibilidades era un tropel de desvaríos y locuras, saliendo a luz cada cual con su inclinación y muchos con las pasiones encubiertas del alma. Si alguno escapaba de estos rigores quedaba por muchos meses lisiado de los sentidos sin poder hallar convalecencia; algunos tullidos, otros contrechos, muchos sordos y los más sin memoria alguna de las cosas de la vida olvidándose hasta de las oraciones comunes, del padre nuestro y del avemaría. No había contagio como éste; pegábase de sólo llegar al enfermo, de tocarle, de respirar el aire de la sala y aun de la cuadra en que estaba, los vestidos, las camisas, las camas, la ropa y platos de su comida, todos quedaban infestos. Con esto venía a ser certísimo el caer si alguno se venía a aventurar y llegó a tanto el riesgo que el Superior del principal colegio del Reino quiso poner en tela de juicio para averiguar si había obligación de exponer a tan evidente riesgo de la vida a los Padres y hermanos de los colegios; o si la extrema necesidad que tenían los enfermos inducía a ser obligados a la asistencia de su trabajo. Claro [Pág. 27] estaba que no había que resguardar la vida en algodones cuando todo prójimo padecía tales embates del espíritu y cuerpo, fuera de que aunque se escondiesen los hombres en las montañas, o se guareciesen en los más íntimos retiros no había reparo para no ser poseídos de este grave mal y porque el aire estaba corupto y las exhalaciones intermedias encendidas y alguna grave congelación influía por entonces terribilidades en los cuerpos y afliciones inmortales en las almas. Vieron caer las aves muertas y las gallinas que eran bien necesarias para el socorro de los dolientes; a bandadas perecían quedando todo como asolado. Duró este contagio algo más de dos años y se tendió por las principales partes de este Reino en ciudades, en pueblos, en villas, en estancias, en valles, en montes y en todas suertes de personas; nadie se escapaba de su rigor, ni el pobre, ni el rico por el regalo, ni el poderoso por sus resguardos, ni al pobre sirvió su pobreza, ni al religioso clausura, ni al trabajador la carne hecha a mal pasar, todo estado tuvo que padecer y toda suerte de gentes que llorar. 83.


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Comenzó salpicando en algunas casas así de Santa Fe como de Tunja, y cual y cual de Pamplona, en la villa de Leiva y pueblos vecinos; pero donde más se encendió el fuego y descubrió de repente la llama fue en la famosa doctrina de Fontibón55, encomendada a la Real Corona y cultivada con el cargo de los nuestros que allí residen; aquí se trabajo con un indecible fervor sin perdonar fatigas consagrando la vida a la caridad porque no muriese nadie sin confesión. Los Padres doctrineros enfermaron del cansancio continuo y del aliento de los apestados después de haber sacramentado a innumerables indios sus feligreses, enterrando a muchos y a muchos ayudando en la vida y en la muerte. Adoleciendo éstos acudieron otros de Santa Fe a suceder en el trabajo y ministerios porque se salvasen tantos como morían; salían por la mañana y confesaban cada uno, sin desayunarse, cincuenta y oleaban otros tantos, y a la tarde daban [Pág. 28] el viático a más sin otras atenciones que ir a morir gallardamente entre gloriosos ministerios. Ya los difuntos no se enterraban en la iglesia capacísima porque ya no había lugar a las sepulturas y era fuerza acudir a los cementerios y lugares cercanos a la Iglesia y a la Plaza que se extiende hasta sus umbrales. Todo lo sembraban de difuntos porque faltando los vivos no había lugar para los muertos. Acudíase con gran caridad a lo temporal de los pobres porque teniendo ellos tan poco regalo y tan cortas sustancias para disponerlo, y estando los de la familia caídos no había consuelo con que poder occurrir a la enfermedad y así los Padres de la doctrina acudían a darles de comer y llevarles el regalo, gastando cuanto había en la casa porque no muriesen de hambre aquestos tristes indios, y aun porque en sus casas no había comodidad de guisar la comida se aderezaba en casa del Padre doctrinero y con grande amor y caridad se distribuida [sic] por el pueblo, que siendo tantos era el trabajo insigne y el

55  “La peste fue particularmente severa en Fontibón. ‘Los padres doctrineros, dice el padre Pacheco, hubieron de convertirse en enfermeros y aun en cocineros de los pobres indios. Al enfermar los dos Doctrineros, otros dos padres del Colegio de Santafé vinieron a reemplazarlos. Aceptaron además los Jesuitas encargarse, en esta difícil ocasión, de otras doctrinas cuyos padres habían muerto o enfermado’” Soriano Lleras, Andrés. La Medicina en el Nuevo Reino de Granada durante la Conquista y la Colonia. Bogotá. Imprenta Nacional. 1966. p. 70.

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gasto mayor. A esto se juntaba el traer los barberos de la ciudad y buscarles las medicinas y otras cosas que eran bien necesarias; con que en la noche y en el día agravados, sin treguas algunas de la enfermedad, se rendían a las calenturas los nuestros y era necessario que sucediesen otros. Esto mismo dispuso el cielo en algunos pueblos de la comarca que faltando los curas propios, o muertos, o apestados, rogaban a la Compañía que acudiesen a sacramentar a sus indios pareciéndoles que otros ningunos pudieran con su caridad abrazar tan loable ministerio. Y así algunos Padres que andaban pidiendo limosna por lugares del distrito de este Arzobispado hicieron oficios de curas en varios pueblos de clérigos y frailes, sacrificándose a padecer con lindos corazones por la salud de innumerables que perecían si no fuesen de ellos socorridos. Lo cierto es que en semejante tiempo no fue la vida de estimación cuando sólo se estimaba el morir intrépidamente en la demanda. [Pág. 29] Qué diré de la ciudad de Santa Fe, cabeza del Reino, donde está la Audiencia, el Presidente, el Arzobispo y la Catedral, y gran frecuencia de gente, y nuestro Colegio Máximo donde viven setenta y más de los nuestros. Aquí fue conocidamente el estrago mayor de la pestilencia por haber en ella mayor número de personas con quien poder cebarse. Cundió dilatadamente y no hubo casa ni convento en quien no se empeñase muy de asiento: entraba en las familias y fuera de llevarle la mayor parte, la demás la dejaba tal que ni estaba para servirse sino para llorarse; unos caídos, otros convalecientes y todos impedidos para poder socorrerse unos a otros y lo que es de admirar que algunas familias las dejaba totalmente yermas, sin habitadores, ni vivientes y raras las que quedaban sin despoblarse. Era ver a los padres en una cama y los hijos en otra y la gente de servicio tendidos por las salas; y los otros que quedaban en pie con la falta del sueño de tantos días y con amortajar unos y velar a otros, y andar entre las manos de la misma muerte, que no podían tenerse en pie. Y entre tanta multitud de enfermos graves cesaba ya el llanto de los moribundos y aun se perdía el miedo a los peligros. Dudo que haya quien pueda declarar el número de los muertos porque eran tantos que no había lugar en las parroquias para sepurtarlos y amontonando a muchos en los se85.


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pulcros, y confundiendo los entierros de las casas llegó a tanto la falta de los vivos que por no poder acompañar al funeral echaban de noche los difuntos en la calle, exponiéndolos a la misericordia de los piadosos. No amanecía día que no se hallasen a las puertas de las iglesias, parroquias y conventos y monasterios de cinco a seis amortajados; y a veces sucedió hallar todos los de la familia difuntos, y todos los cuerpos de ella llenos de corrupción sin haber en toda la casa quien diese aviso de la mortandad. De esta suerte crecía el daño; ya para consuelo de los restantes no se clamoreaba con las campanas, ni se hacia señal para [Pág. 30] saliese el Santísimo Sacramento, el cual se administraba sin más acompañamiento que una linterna y un quitasol por no haber quien llevase las hachas, el guión y el palio. Acrecentó esta gran calamidad una grande hambre y falta de lo necesario porque como los pueblos vecinos de los indios estaban tan dolientes, no había quién socorriese con lo necesario. Faltaba la leña, el pan, la carne, las aves y los comunes y ordinarios bastimentos de los vivos; y como duró este contagio por más de dos años, no había quien sembrase, ni quien cogiese; los hombres flacos, macilentos, descoloridos, hechos una estampa de la muerte que no parecía sino que sentían en sí las vecindades del día último de los tiempos. Aquí fue donde dejaron nombre eterno los hijos de la Compañía con el ejemplo de su perpetua caridad y un ánimo intrépidamente glorioso porque no hubo hermano, ni padre que no se le dicase a servir apestados y dejó lo que se padecía dentro de nuestra casa y colegio donde casi todos cayeron en manos de la peste; y unos a otros se sirvieron con grande asistencia sin que nadie se excusase, ni aun temiese el peligro; era para alabar a Dios ver a los nuestros infatigables en los empleos de su ardiente caridad despreciar generosamente la vida por acudir a todos56. No sé qué estímulos traían, ni qué valor era el que engendraban en tiempo tan calamitoso cuando veían

56  Así lo reconoce Pedro de SOLÍS Y VALENZUELA. Epitome breve de la vida y muerte del ilustrissimo doctor Don Bernardino de Almansa. Lima, por Pedro de Cabrera en el portal de los escribanos (1646) Capítulo 8.

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que los que tenían obligación de asistir dejaban sustitutos en sus iglesias por no perecer a manos de la común dolencia. Porque se pudiese acudir a todos los enfermos distribuyó el Superior de nuestro colegio a los Padres y a los hermanos, a unos a las parroquias, a otros a arrabales, otros a tales y tales barrios de la ciudad; los más viejos y ancianos andaban a caballo porque no era posible sustentarse en los pies tanta fatiga; los más mozos discurrían por una y otra parte. De esta suerte, en diciendo misa, salían por la mañana cada uno a su parte y distrito señalado, y ya no [Pág. 31] iban a casas señaladas porque todas ocupaba el mal y en muchas no tenían quién pudiese dar aviso al confesor. Oh cuán gloriosa fue esta misión? Cuán miserable esta calamidad? Entraban en las casas, visitaban a los enfermos, sacramentaban a uno y a otros ayudaban a morir, y a todos eran remedio y alivio de sus males; unos volvían a casa a mediodía, otros a la noche porque no daban más lugar las apresuradas correrías. Después a la tarde volvían a salir a las dos y estaban en la misión hasta las ocho de la noche, cruzando con sus linternas por las calles y así se juntaban en nuestra portería más de catorce de vuelta a deshoras. Duró esta distribución mucho tiempo y si bien a los primeros meses a la noche y al día era el continuo golpear de nuestra portería para llamar confesores pero reconocióse luego que trabajando de día tan incansablemente y luego la noche, cuando se había de recobrar con un leve descanso, no era posible mantenerla por mucho tiempo. Y así se asignaron unos confesores para los días y otros para las noches. Y no era pequeña tarea ésta para los porteros y Superiores que a cada paso habían de ser llamados para entregar las llaves de las puertas. Ni fue menor en esta ciudad la caridad corporal a que se destinaron los nuestros porque como era tan extraordinaria la carestía de las cosas padecían falta de regalo y aun de lo necesario; por esto, los nuestros a remediar estos defectos salían cargados con alforjas de pan y de conservas de carnero y de azúcar y otros regalos para los enfermos, llevándoles frutas que apetecían para abrir las ganas de comer y juntamente entraban en las

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casas a ver si tenían necesidad de mantenimientos, o medicinas y también a consolar sus almas. Nuestra casa de Santa Fe gastó en esta ocasión gran suma de ducados en limosnas y estuvo nuestra botica patente a los pobres; y no solo esto, pero el Padre de la cofradía de los indios puso despensa pública en que se daba lo necesario a los de el pueblo y a esto acudían [Pág. 32] algunos piadosos del lugar con limosnas más que medianas. En esto se ocupaban gran parte de los de casa pero advirtiendo que la atención a esta caridad era de algún embarazo para acudir a lo más útil de las confesiones y sacramentos, se procuró dejar pero no haciendo falta a los pobres. Para esto por orden de la Compañía se metió petición en el Real Acuerdo de esta Audiencia alegando la extrema necesidad que padecían los enfermos y los Señores del Consejo mandaron que la ciudad señalase diputados que atendiesen. Así se hizo y con unos jumentillos se acudía por los barrios de la ciudad a las personas enfermas y necesitadas y a los monasterios y conventos. Porque de verdad todo estaba hecho un hospital de dolientes. Con esta disposición podían los de el colegio emplearse más liberalmente en los ejercicios espirituales de sacramentar y ayudar a morir y todos eran necesarios y aun si hubiera más sacerdotes no sobrara ninguno para el empleo presente. Los Estudios y Escuelas así de Gramática como de Artes y Teología se cerraron por muchos tiempos, parte porque no había estudiantes que lo oyesen ni que asistiesen los hermanos y Maestros, unos enfermos y otros confesando. Lo que más fue de reparar fue el amor con que se emprendió esta causa y el valor con que se despreció el peligro porque a nadie se le dio nada de morir en la demanda. Con esto no había resguardo, ni pavor, ni miedo que se ofreciese en orden a ser estorbo. Tal vez era necesario llegar muy junto a la cama del apestado y echarse en los suelos el confesor para oír muy de cerca al enfermo, porque el que estaba en la misma cama doliente no oyese la confesión del vecino. Y fue cosa que notaron muchos que los Padres que acudieron a los enfermos en el mayor rigor y braveza de la pestilencia, con andar de noche y de día sumer88.


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[Pág. 33] gidos en el contagio a unos de ellos no les tocó, a otros solamente cuando parece que había amainado la gravedad. Murieron en este lance dos o tres de los nuestros en Santa Fe57, si bien después enfermaron casi todos y como cursó el mal por más de dos años hubo lugar de convalecer y así, medio recobrados, como si no hubiesen experimentado nada de sus rigores volvían gallardamente a la ocupación como deseando que Dios se los llevase en tan feliz empleo. Esta caridad de los nuestros fue muy notoria porque no hubo familia que no reconociese en nosotros, Padres, hermanos, amigos, médicos, confesores, curas y benefactores de sus extremas y últimas afliciones. A vueltas de estas acciones se obró gran restitución de honras y haciendas, muchos casamientos revalidados, desarraigadas las ocasiones escandalosas y otros que vivían en mal estado unidos en matrimonio. Quedará inmortal la memoria en el Reino de lo que trabajaron aquí los hijos de la Compañía y en el libro de los cielos sus empleos santos con mucha copia de almas que por su medio llegaron a salvamento. Esto mismo que acaeció en Santa Fe y en su partido sucedió en la ciudad de Tunja58 y su comarca y cuanto allí eran menos los de la Compañía 57  Nos consta del P. Diego de Acuña, fallecido el 6 de junio de 1633. Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 343. 58  “En 1630-1633 hubo en Sudamérica una epidemia de tifus exantemático que tuvo consecuencias especialmente devastadoras en la población colombiana. Comenzó en Santa Fe de Bogotá; murió un tercio de la población india de la zona y la mortalidad total de la región ascendió a una quinta parte de sus habitantes. El tifus llegó a Nueva Granada en 1629, a través de esclavos contagiados desde el Puerto de Cartagena de Indias. La epidemia se extendió con mayor rapidez en las tierras altas, en parte debido al frío. Hay que tener en cuenta que en los distritos tropicales más húmedos la ropa es más ligera y gracias a los baños frecuentes, disminuyeron el número de piojos corporales y también las posibilidades de contagio. Para 1630 la epidemia alcanzó los alrededores de Bogotá. Allí se conoció como la “Peste de Santos Gil”, haciéndose referencia al notario que preparó muchos de los testamentos de aquellos que habían caído enfermos. En Santa Fe de Bogotá, un cura llamado Haxareño describe los síntomas con gran detalle ‘Al principio era común los fríos y calenturas, y a los días el paciente empezaba a delirar, privando totalmente el juicio a las personas. Todos cayeron en coma, de modo que no se podían ayudar entre sí, las desganas de comer, ciertos hastíos, horribles vómitos y ansias, el cuerpo estropeado, la cabeza condolida, sin poderse ni aun volver en la cama, decaimientos del corazón, molidos los huesos, la garganta llagada, y los dientes y muelas danzando, y todo el hombre ardiendo en fiebre y loqueando con notable frenesí’. La mortandad era alta y se calcula que la mayor parte de las familias que

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en aquel colegio tanto más trabajados anduvieron en la ocasión. Todos cuantos hubo en la casa adolecieron de Padres y hermanos y los indios y negros que servían. Llegó punto que apenas unos Padres a otros se pudieron confesar: dos Padres murieron de confesar y servir apestados59, los demás se vieron en las manos de la muerte. Y aunque no fuera por el rigor del mal penetrante, por la miseria y necesidad de las cosas hubieran fallecido porque para tanto enfermo no había con qué acudir cuando para cada uno era menester una suma de medicinas y regalos. Pero quiso premiar Dios tan insignes trabajos y en tiempos tan menesterosos acudimos por medio de piadosas personas, no [Pág. 34] por uno ni dos días sino por meses enteros dando todo cuanto era necesario a nuestras casas. Aquí fue donde el Vicario de la ciudad se partió a otra tierra y los sacerdotes casi huían todos. Así de conventos y monasterios, como pobres, pedían cuanto apetecían en sus casas porque sabían de hallar el socorro en las nuestras. Murió mucha nobleza en la ciudad y los Padres no sabían de los hijos, ni los maridos de sus mujeres hasta que pasando el furor del tiempo entendieron que ya habían muerto sino que por no darles congoja en medio de tantas molestias ocultaban el suceso de los suyos hasta que fuesen capaces de recibir la mala nueva. De aquí fue talando la tierra y llegó a los términos de una doctrina que estaba cerca del Valle de Sogamoso60 donde los Padres insignemente trabajaron por socorrer a los suyos y a los ajenos pueblos en lo temporal y en lo espiritual quedando las poblaciones, las estancias, las villas y las casas, y la ciudades edificadas de tan socorrida caridad como en las apretadas ocasiones usa la Compañía.

fueron víctimas de la epidemia quedaron mermadas a la mitad o incluso más. Aunque, como solía ocurrir, los más desfavorecidos sufrieron un mayor impacto, la epidemia afectó a todas las clases sociales, Soriano calcula que el 80% de los indios de la Sabana de Bogotá murió a causa de la epidemia”. Cook Noble, David. La conquista biológica, las enfermedades en el Nuevo Mundo. Madrid. Siglo XXI Editores de España (2005) 192-192. 59  Se hace referencia a los PP. José Tobalina y Esteban Solano. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 488. 60  Se puede referir bien a Duitama, bien a Tópaga.

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Alguna cosa de este contagio se fue poco a poco deslizando a Pamplona donde hicieron los nuestros el deber y conforme al ejemplar que tenían en los demás hermanos suyos. Algunos años después se vio en Cartagena la general dolencia y en medio de sus ardientes calores acudieron a emplear la vida y la salud y todo el consuelo que puede imaginarse en servicio de tanto enfermo que como allí citan tan ensayados a sufrir males, acudiendo al hospital, a los negros y a las armadas que vienen achacosas ya han perdido el miedo a la muerte y se entretienen con el aseo de podridos y saben tolerar graves exhalaciones de los hospitales y consagrarse a las armazones de los de Guinea. Este es el calamitoso contagio que estragó el Reino, ésta la general aflicción de tantos días, ésta la muerte que dejó despobladas las casas, yermas las ciudades y todo con luto y viudez con menoscabo de la hacienda y lucimiento [Pág. 35] y ésta la caridad auténtica de la Compañía que grangeó el amor de todos los moradores y solicitó para sí tantos espirituales frutos y para la Religión tanta alabanza y para los venideros tan loable ejemplo y para los cielos tanto número de almas.

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SEGUNDA PARTE DEL ANNUA Colegio Santa Fe Es este colegio, el Máximo de la Provincia, aunque no el más descansado de ella en lo temporal61. Los sujetos que sustenta llegarán a número de setenta, cerca de veinte Padres Sacerdotes, once hermanos estudiantes y treinta hermanos coadjutores. Sus haciendas han tenido los balances que en las Indias se experimentan: unas veces caídas, otras levantadas, que como los años han sido por la mayor parte trabajosos y la tierra expuesta a mortandades, pestes, secas y siniestros sucesos de lo humano. Ha llegado el colegio a tener en esto su variedad, con todo, el día de hoy se ve en más desahogo que otras veces. Acabóse el cuerpo de nuestra Iglesia que es de los mejores templos que las Indias tienen, muy capaz, muy hermoso, muy bien dispuesto y edificado, alegre y vistoso, y de una techumbre o bóveda de artificiosas molduras y artesones guarnecida. Labróse en él un retablo costosísimo y doróse lucidamente disponiendo en sus nichos doce cuerpos de santos ricamente estofados. A los lados del cuerpo de la Iglesia para su mayor vistosidad y mejor asiento de los que acuden a nuestras fiestas se dispusieron unos corredores, o tribunas coloridas de oro y azul que agracian vistosamen[Pág. 36] te el templo. Los ornamentos y riquezas de la sacristía es de lo mejor que goza la América, mucha tela y mucha lana y los más finos brocados y damascos escogidos que tejo [sic] la Europa. Con esto es para alabar a Dios ver el aseo de nuestros altares, el lucimiento de la Iglesia, la alegría del templo, el concurso de los fíeles, la celebridad de nuestras festividades. También de cuatro años a esta parte se han pagado algunas deudas sueltas, ya con limosnas, ya con inteligencias y se han minorado los censos de la casa. No tiene hasta ahora el colegio fundación pero sí comodidad para el sustento de los sujetos que en él habitan porque las haciendas son crecidas (en nombre pero no en provecho) pero ayudadas al presente con una donación que nos hace una Señora piadosa que nos deja treinta mil pesos de su hacienda, será esto lo más descansado de la Provincia. 61

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Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 26-217.


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Léese en este colegio la Gramática, la Retórica62, las Artes63 y la Teología Escolástica y Moral64. Y hay en estos empleos ocupados seis Padres Sacerdotes con notable lucimiento de nuestra Religión y utilidad de las Repúblicas, que acudiendo a nuestras escuelas de todas las ciudades del Reino, mozos hábiles y de buenas prendas salen consumados en la ciencias que profesan y vienen después a ser religiosos de letras y virtud, o clérigos ejercitados en el saber. Cosa es notoria en estas tierras que antes que la Compañía entrase en ellas no se veía un hombre que supiese ni aun los primeros rudimentos de la Gramática; ya gracias a Dios, con la solicitud de los nuestros, se ve que están pobladas las villas y los pueblos y las Religiones de hombres sabios y letrados insignes. Tenemos aquí por privilegios concedidos de Su Santidad una Academia que aunque no tiene el nombre de Universidad goza las exenciones de ella donde después de bien probados nuestros estudiantes y en examen rígido ejercitados se gradúan de Maestros y Dotores. Es cosa lucidísima y digna de nuestro sudor y desvelo. Junto con esto tenemos una Cátedra de lengua65 de los [Pág. 37] indios en la cual se enseñan los preceptos para hablarla y entenderla, negocio tan necesario para salvar las almas de estos pobres que sin esta satisfacción de saber su lengua no es posible dar paso que sea de provecho en su salvación. Los ministerios de esta casa son siempre estimables a los ojos de Dios y de los hombres: acúdese a las cárceles a confesar y hacer plazas y varios días del año se les lleva el sustento y la comida. Los hospitales se visitan con notable fruto de los enfermos. Hácense pláticas en las casas los advientos 62  José DEL REY FAJARDO. La Facultad de Lenguas de la Universidad Javeriana colonial y la República de las Letras neograndinas. Bogotá, Editorial El Búho (2010). 63  José DEL REY FAJARDO y Germán MARQUÍNEZ ARGOTE. La enseñanza de la filosofía en la Universidad Javeriana colonial (1623-1767). Bogotá, Editorial Pontifica Universidad Javeriana (2010). 64

José DEL REY FAJARDO. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, CEJA (2002).

65  José DEL REY FAJARDO. La Universidad Javeriana, intérprete de la “otredad” indígena (siglos xvii-xviii). Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2009).

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y las cuaresmas, y a la entrada de cada mes, para ejercitar la memoria del Jubileo del mes en nuestras iglesias que está muy bien recibido y los fieles de la ciudad se renuevan con la frecuencia de este divino Sacramento. En la Iglesia Catedral predica todos los domingos del año un Padre a los indios y morenos a las siete de la mañana; los niños de las escuelas son traídos a nuestra casa cada ocho días a ser enseñados en el catecismo y doctrina cristiana. Hay tres congregaciones66 muy lucidas a cargo de nuestros Padres y muy bien entabladas. Una de españoles y sacerdotes, otra de mestizos y oficiales, otra de indios y morenos; todos los domingos se hace pláticas en tres diferentes partes porque los indios tienen para sí una iglesia que está vecina a la nuestra, muy capaz, llena de altares y retablos y adornadas de excelentísimos lienzos de pinturas. En especial hay en ella una capilla de Santa María la Mayor, imagen de gran primor y devotísimo afecto que lleva los ojos de toda la ciudad. Aquí celebran sus fiestas los morenos y indios y tienen sus cofradías asentadas, sus congregaciones dispuestas, sus comuniones, repartidos sus entierros y exequias funerales, y son enseñados en todo lo perteneciente a sus almas de manera que vivan con gran pureza de vida acudiendo a la frecuencia de los santos sacramentos con singular piedad y devoción. El Padre que aquí asiste es el único consuelo de esta gente, el que ataja sus discordias, compone sus pleitos, alivia sus trabajos, socorre sus necesides y todos los días es llamado pa[Pág. 38] ra sus confesiones. No digo del aparato con que solemniza sus devotas procesiones y la advocación de su iglesia, llenando de arcos las calles y agedrezando de frutas y ramilletes el templo suyo, estrenando aquellos días ricos frontales y casullas de que está la sacristía de su iglesia muy bien alhajada. Págales Dios a estos pobres su buen deseo y entre los trabajos de su vida gozan más sin embarazo de las purezas de la virtud.

66  Para ampliar la información sobre las congregaciones, véase: Patrick O’SULLIVAN. “Congregaciones Marianas (=CC. MM)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) I, 914-918. Para una visión de la cofradía neograndina: María Lucía SOTOMAYOR. Cofradías, caciques y mayordomos. Reconstrucción social y reorganización política en los pueblos de indios, siglo xviii. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (2004).

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Murió aquí una morena llamada Felipa Guillén de cuya virtud se podía hacer un tratado cumplidísimo. Muchos años ha que se redujo de veras a un estado de vida perfectísimo, de excesiva penitencia y oración. Enfermó del mal de la peste que cundió en el Reino [y] estando un día velando en San Diego de los descalzos de esta ciudad, en ayunas todo el día, cargada de cilicios [y] cadenas. Al cuarto día de la enfermedad le quitaron un saco de cilicio y cadenas quedando ocultamente con las cadenas puestas, hasta que advertiéndose en ello los médicos y el confesor la desnudaron de aquellas asperezas, no pudiendo empero quitarle una argolla de hierro bien pesada que había puesto en la pierna porque la había soldado para ir con ella a la sepultura. Pidió que la dejasen sola tratar con nuestro Señor y cerrando la puerta se levantó y se dio más de quinientos azotes. Murió con gran paz de su alma diciendo que no estaría en el purgatorio sino sólo dos días. Hallaron su cuerpo rajado [de] azotes y lleno de hoyos de las cadenas y todo él exhalando una suavísima fragancia de los cielos. Enterróse en la iglesia nuestra de los Indios con el mayor concurso y aparato que se ha visto, sintiendo todos su muerte por ser de la gente principal y común tenida y venerada por grande santa. Púsose una caja de cedro en su sepulcro y en ella escrita la vida ejemplar e inmaculada de esta morena que era una de las que enseña la Congregación de nuestra iglesia. La otra Congregación de esta ciudad que es de Oficiales y mestizos está insignemente entablada67. Son en ella más de trescientos y cincuenta hombres en los cuales es [Pág. 39] tanto mayor el fruto cuanto mayor la libertad a que podían declinar. Los domingos todos se recogen a una bellísima capilla suya que está a lado de nuestra Iglesia. Hay en ella una muy hermosa imagen de escultura de la Virgen de la Asunción.

67  La Congregación de Nuestra Señora de la Asunción fue fundada en los inicios de la Compañía de Jesús en Bogotá y reunía a lo más selecto de sus estudiantes. Sebastián HAZAÑERO. Letras Annuas de la Provincia del Perú desde el año de 1607. El documento se encuentra en: ARSI. Perú, 13. Sin embargo, pronto debió de evolucionar, pues la Congregación de la Inmaculada Concepción parece reservada a los estudiantes universitarios y la de la Asunción para la gente principal y los comeciantes.

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Debajo de su amparo estudian hacer su fiesta con el mayor lucimiento que decir se puede porque como son ellos tantos, y todos oficiales en la ciudad a quien los señores y los grandes han siempre menester alguna vez, fácilmente les franquean láminas y colgaduras, telas y joyas, y lo que es vistoso para el adorno del templo y otros repartidos en la disposición de las encomiendas que se les encargan. Con toda diligencia atraviesan el mundo para no faltar a su reputación: unas veces adornan la iglesia tan grande, tan capaz, como ella es de ramilletes, flores y azucenas, que cuantos de Europa vienen, aún después de haber andado la mayor parte del mundo, se quedan embelesados y admirados de ver tanto diluvio de flores bien dispuestas y tantos claveles y azucenas a montones, otras veces componen de láminas el cuerpo, otras de ricas colgaduras, otras de flores artificiosas, otras de mazetas de azucenas. Todo esto vestido después de plata y oro, a vueltas de inumerables perfumes que se exhalan, ya sobre todo más de ciento y cincuenta libras de cera que arden en los altares; la noche antes la previenen con fuegos y luminarias; el día con músicas y saraos, y en todo esto con una grande significación de sus corazones a la Virgen comulgando éste y otros días señalados con piadosas demostraciones de su afecto. Acude a esta Congregación un Padre muy celoso que tiene ganadas las voluntades de estos mozos haciendo en ellos extraordinario fruto. Había en esta Congregación un hombre que había más de once años que estaba con una mujer, ambos a dos casados y amancebados, con escándalo de la ciudad; no quería oír las pláticas del Padre; tenía también un amigo de malvivir. Almorzaron un día y salieron a pasearse y recrearse y en [Pág. 40] la calle el amigo se cayó muerto sin dar muestras de algún dolor. Con este suceso el mozo sobraesaltado de la justicia de Dios se resolvió en mudar de vida, confesóse con grandes muestras de arrepentimiento y vive loablemente. A otro se le exhortó mucho que entrase congregante; él resistiendo hacía burla y donaire de la Congregación. Vivía en mal estado y un día jugando con dos amigas suyas se quedó muerto entre sus manos. Con las pláticas deste año último se ha servido la Virgen de que se hayan casado más de catorce con las personas con que vivían escandalosamente. Entre estos podemos contar de un mancebo que oyendo una plática 96.


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de la Congregación, después de ella se fue al padre y se puso a sus pies pidiéndole que le oyese de confesión que había cuatro años que no se confesaba, había dejado los ayunos y no rezaba ninguna Avemaría, ni oía misa, y cuando entraba en la iglesia le sacaban de ella como por violencia, había arrojado el rosario y a su mujer y hijos les estorbaba que no rezasen. Habiendo oído una plática a la noche entre sueños le parecía que le arrebataban los espíritus infernales; despertó dando voces, gritos horrendos, determinó venir a buscar al Padre, entrando en la iglesia le sacaron otra vez de ella y se le quitó la voluntad de confesarse. Hasta que en la congregación acabó la Virgen de reducir aquel hombre y componer su alma por medio de la plática que había oído. Memorable es el caso que voy a decir y digno de reparo en el suceso. Faltaba un mozo platero de la Congregación algunos días; con avisos de el Padre decretó de venir sino que el domingo a la hora de la plática en la Congregación se arrepentió y dijo a un hijo suyo que previniesen un caballo que tenía y subiese en él a las ancas; y vamos, dice, por Arena de Forjar que esto nos inporta más que el ir a la Congregación. Llegaron a una barranca que hacía una quebrada muy profunda y cuando sacaban el arena sintió abrirse la barranca y que despeñándose iba tras él. Dio [Pág. 41] gritos al muchacho para que se salvase pero fue tan impetuoso y presto el derrumbarse que ambos a dos los cogió la tierra, mas fue de suerte que estando sepultados en la quebrada sólo la cabeza tenían descubierta y lo demás de el cuerpo hecho pedazos. Daban voces y como era parte profunda y descaminada no se oían, ni había quien los sacase de tan molesto y trabajoso suceso. Cuatro horas habían pasado en esta sepultura, perdida la voz de gritar, fatigados de el tormento, congojados de que llegaba la noche imposibilitados del remedio. Quiso Dios socorrer a estos afligidos. Habíase el caballo desmandado por aquellos campos y un congregante que hacía viaje, perdiendo el camino, reconoció que era de su amigo la bestia y como la vio con freno y silla concibió algún desastrado suceso. Fuese empeñando hacia la quebrada y vio que a un quejido lastimoso revolvía el eco de los que buscaba. Llegó adonde estaban y lastimado de tal ruina dio vuelta a la ciudad para traer instrumentos que ayudasen a sacar a los tristes de tal cuidado y peligro. En

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fin, dándose buena diligencia los desembarazaron aunque recibiendo los Sacramentos acabaron la vida con brevedad. La otra Congregación de los españoles y sacerdotes es más grave. Tiene por advocacion a nuestra Señora de Loreto68, a quien ha labrado un hermoso retablo en una de nuestras capillas y acuden con asistencia y amor. Su fiesta es la Natividad de la Virgen, la cual solemnizan con todo el aparato posible, esmerándose en todas las muestras de su devoción poblando los altares de rosas, de flores, de macetas, de cera, de perfumes, de mil adornos agradables a la vista y plausibles a la solemnidad. Con el mismo lucimiento se celebran las fiestas de la Circuncisón y de nuestro Santo Padre Ignacio y la de San Francisco Javier que corre por cuenta de los estudios y los Jubileos de las carnes tollendas [carnaval] que es cosa notoria, que en ninguna parte se ve el culto divino más en su lustre y [Pág. 42] resplandor, ni la piedad de los fieles más ostentosa en piedad. Llegando fuera de los ministerios referidos a la cuaresma es de saber que los lunes, miércoles y viernes se cuentan los ejemplos y hay su diciplina con un Miserere devotísimo en que es grande el bien que se recibe a todos dejando bañada la iglesia y capillas en sangre. Los lunes se platica en la plaza y casi los demás días en las parroquias y conventos. Luego, en nuestra casa, se convocan los indios y morenos para ser enseñados en nuestra Iglesia el catecismo y doctrina cristiana para lo cual son prevenidos los fieles con auto de el Señor Arzpobisbo a que remitan a esta pobre gente a nuestra casa a ser catequizados, donde hay cuatro Padres Sacerdotes dispuestos para doctrinar esta pobre gente desvalida y examinarles a la comunión. También miércoles y viernes en la iglesia de los indios les predica el Padre que tiene a su cuidado aquel templo. Hay los jueves unos concursos grandes y los domingos, donde se amontona la gente de la ciudad a oír en nuestra casa la predicación. A este mismo paso la semana santa casi todos gustan de confesar en nuestra

68  Libro de la Congregación de Nuestra Señora de Loreto que por autoridad apostólica está fundada en este colegio y casa de la Compañía de IHS desta ciudad de Sancta Fe de Bogotá. ANB. Curas y obispos, 19, fols., 325 y ss. Los Estatutos se encuentran en los folios 358-360v. Sus anotaciones comienzan el 2 de agosto de 1637 y llegan hasta el año 1727.

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casa donde veinte sacerdotes no son bastantes para desde que nace el sol hasta que se pone dar suficiente despacho a tanto oleaje de pueblo come [por como] acude. En estos años se han bautizado muchos morenos que se averiguó no lo estaban y vivían entre cristianos como tales y confesaban y comulgaban. Hanse hecho varios casamientos de gente perdida de que se ha seguido gran gloria de Dios y a estos pobres gran paz de sus almas. Salen de este Colegio a misión a la ciudad de Musso [Muzo] y la Palma, a la comarca de Santa Fe, a los Remedios, a Antioquia, al Valle de Neiva con utilidad conocida de los vecinos, de los cuales se dirá más dilatadamenre en sus lugares. Iba un Padre a una de estas misiones y ya cuando daba la vuelta a casa, bien cerca del puesto donde había descansar la noche, que reció en aquel tiempo una que[Pág. 43] brada que fue imposible badearse. Con esto el Padre se vio obligado a buscar el abrigo de unos ranchos de indios y entrando en uno de ellos halló una vieja y un viejo que había muchos años que no se confesaban; la india estaba en los últimos términos de la vida. Deseando el Padre confesarla y prevenirla, la preguntó los misterios de la fe y descubrió que ninguno sabía y también que cuando adulta la bautizaron, la echaron el agua sin saber el sacramento que recibía. Era ésta de muy buen corazón y quiso Dios socorrerla en este lance; instruyóla el Padre en aquellos días y bautizándola con gran consuelo la dejó llena de alegría y paz y serenidad de su alma. Hecha la diligencia bajó la quebrada sin embarazo y ella dispuesta para correr a los cielos a ver a Dios. Salen de aquí frecuentemente a serrezuela una continua misión donde con los sermones de los Padres se han quitado muchos ídolos y arruinado los lugares donde estaba destinada su adoración. Un indio estaba enfermo en una cama había ocho meses, llegándole a ver trató de confesarse; después de acabada la confesión le preguntamos si sabía de algún ídolo y aunque del modo de confesar la verdad se coligió que tenía noticias algunas, se encubrió por entonces pero después de mucha instancia, dijo, que aunque no sabía cosa cierta pero por tradición de sus antepasados tenía y veneración a un guate y a un cute que estaba junto a él; así llaman los indios en su lengua a los santuarios de sus ídolos: unos que son decollados pequeños y otros en 99.


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forma llana. A éstos entra a ofrecer el Geque (que es su Mohán, o Sacerdote) gateando y dando vuelta a la bóveda, o profunda gruta, ofrece entre cuatro pilares de barro los embustes, o sacrificios, o víctimas de su idolatría. El indio después de hecha esta declaración se confesó generalmente con grande copia de lágrimas que le salían de lo íntimo del cora[Pág. 44] zón, y recibidos los sacramentos murió. Entráronse después en aquellos y otros santuarios y sacaron muchos ídolos de barro de latón y algunas piedras con que el demonio los traía en un enorme engaño. En este mismo lugar después de confesada una india enferma, acabada la confesión, preguntó el Padre si tenía otra cosa, o si había callado algún pecado; díjole esto con las ponderaciones que se suelen traer a la materia y estando en esto, vio el confesor que hacía un visaje cruel sacando la lengua. Llamó el Padre el dulce nombre de Jesús y volviendo en sí el doliente dijo al Padre: Ay mi Padre, de este rincón salía una mano que me apretó la garganta y me quiso ahogar porque yo no dijese este pecado que ha tantos tiempos que callo. Aquí fue llamado un Padre de un indio para confesarse que estaba enfermo y concluída la confesión salió el Padre y llevado de moción interior dio la vuelta por una tierra yerma y entrándose en una casa pajiza halló una india que se estaba muriendo, y al punto que la acabó de absolver vino a morir. Al salir de sus umbrales trajeron un niño enfermo y dada el agua del bautismo expiró. Vino una india a confesarse con grande deseo de salvar su alma; preguntada qué la movía, respondió que se le había aparecido un Padre que andaba en la misión y que la había reprendido de su descuido ásperamente. También aquí se le apareció el demonio a una india y la amenazó que la había de matar si entraba en la Compañía; después la tentó de desesperación y estando para ahorcarse entró su amo y la desvió de tal intento trayéndola a nuestra casa, donde confesada, salió de aqueste aprieto. A otro hombre que llamó el demo­nio ansiosamente, afligido con las prisiones de la cárcel; se le apareció y le dijo que ya estaba a su voluntad. El hombre volvió en sí y haciendo llamar a un Padre de los nuestros se consoló con él.

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Colegio de Quito Hay en este colegio de Quito69 hoy más de sesenta sujetos, veinte Padres Sacerdotes, once Hermanos estudiantes, veinte y siete Hermanos coadjutores. Es el más descansado y abastecido de toda la Provincia porque es su renta como de treinta mil pesos cada un año y las deudas y censos que paga son pocos en esta proporción. Con estas sus rentas ha labrado un cuarto de casa muy capaz y una iglesia vistosa, puesto en ella bellísimos retablos y en cada capilla echado el resto la arquitectura. Es la sacristía recién edificada una pieza que puede servir de iglesia con riquisímos ornamentos y alhajas necesarias al divino culto70. Los estudios de esta casa están floridísimos; en ellos se leen todas facultades, los estudiantes son muchos y de ingenios lucidos; la Academia que tiene fueros de Univerdad populosa, con sus maceros, con muchos maestros y doctores, que es de grande alegría cuando se da un grado y se hace el paseo por la ciudad. Hanse en ella incorporado muchos religiosos de varias Religiones, estimando más el grado en nuestra casa que todos los honores que habían grangeado por otros títulos y claman todos que la Compañía ha dado la gloria de la ciencia a su República71. El seminario que allí tenemos es de más de noventa convictores72. El curso a que ahora se dio principio en artes fue numeroso sobre los demás pues llegaban los estudiantes de la patria a ciento. 69  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, III, 7-257; José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana (1941) I, 41-47, 56-59, 91-97 70  David ANDRADE AGUIRRE (Ed.). La Compañía de Jesùs en el V centenario de San Ignacio de Loyola. Quito, Museo Jacinto Jijón y Caamaño de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (1991); Alfonso ORTIZ CRESPO. “La iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, cabeza de serie de la arquitectura barroca en la antigua Audiencia de Quito”. En: Alexandra KENNEDY (Ed.). Arte de la Real Audiencia de Quito, siglos xvii-xix. Donostia, Nerea (2002) 86-97; José Luis MICÓ BUCHÓN. La iglesia de la Compañía de Quito. Quito, Fundación Pedro Arrupe y Fundación Iglesia de la Compañía (2003). 71  Miguel SÁNCHEZ ASTUDILLO. Textos de catedráticos jesuitas en Quito colonial. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana (1959). 72  Sobre el Seminario de San Luis: José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, I, 60-67.

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Aquí son los ministerios muy bien recibidos73: casi toda la gente se confiesa en nuestra casa y sola la Compañía da más despacho que todo el resto de parroquias y conventos. De indios y de esclavos es un numeroso escuadrón de gente pues de solo indios tiene la ciudad más de veintemil y es cosa de ver que todos aspiran [Pág. 46] por frecuentar nuestros umbrales y acudir en los aprie­tos y necesidades a buscar el remedio en nuestros confesores de tal suerte que no hay día que no salgan Padres a confesar enfermos más de veinte veces. Las Congregaciones de esta casa son muchas y en ellas el fruto es a la medida de el deseo. Hay una de estudiantes, otra de españoles y personas graves, otra de mestizos, otra de indios ladinos, otra de morenos e indios chontales, otra de nuestra Señora de Loreto a que acuden todos los sábados cuantas señoras tiene el populoso lugar, a quien se les hace una plática y conferencia y comulgan cada ocho días. Hay entre ellas personas de purísima y perfectísima vida y una con quien Dios hace continuo milagro74; otra murió a quien la Virgen Santísima se le apareció a la hora de la muerte: mujer casada, noble y con hacienda y hijos que vivía como un ángel de el cielo. En este colegio falleció el señor Juan de Clavería75, fundador de él, de edad de 72 años y natural de la villa de Tortosa en el Reino de Aragón donde tuvo su casa sola­riega, de que fue noble mayorazgo. Dio a este colegio la mayor parte de su hacienda que fue de cantidad y de la poca que para su

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José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, I, 68-73

74  Casi con toda seguridad se hace referencia a la virgen seglar Mariana de Jesús Paredes y Flores, la “Azucena de Quito”, beatificada por Pio IX en 1853 y canonizada por Pio XII en 1950. Fue terciaria franciscana, asistía regularmente a la iglesia de la Compañía y fue dirigida espiritualmente por dos jesuitas, un sacerdote y después un hermano coadjutor. Véase: Aurelio ESPINOSA PÓLIT, Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús. Quito, La Prensa Católica (1956); José JOUANÉN. Vida de la bienaventurada Mariana de Jesús llamada la Azucena de Quito. Quito, La Prensa Católica y Editorial Ecuatoriana (1941). José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, I, 257-265. Acerca del segundo y último director espiritual de la santa quiteña, el hermano jesuita Hernando de la Cruz, pintor de gran talento, véase: Teresa LÓPEZ DE VALLARINO. La vida y el arte del ilustre panameño Hernándo de la Cruz S. J. Quito, La Prensa Católica (1950). 75

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José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, I, 121.


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estado sustento había reservado lo dejó por su universal heredero; porque aunque nos puso en obligación estrecha de perpetua gratitud y reconocidas memorias, mucho más lo consiguió por el cordial afecto y ánimo desinteresado con que la dio, pues, a trueque de que a título de fundador hubiese quien franquease a la Compañía más gran limosna, dejó abierta la puerta para que gozase de título y honras de fundador. Creció esta obligación por el ejemplo de toda virtud y perfección con que nos edificó los seis años que entre nosotros vivió, en los cuales de tal manera se ajustó a los fueros y procederes de un perfecto religioso, sin profesarlo, que sin exageración se lo podían proponer por ejemplar y modelo [Pág. 47] de religiosas acciones los más aventajados. Levantábase con la comunidad a las cuatro de la mañana sin que le retardase ni la incomodidad del tiempo ni su ancianidad. Tenía su hora de oración en la Iglesia aun con el desabrigo que causa el frío y molesta a las mañanas; perseveraba así de rodillas oyendo muchas misas con singular reverencia y atención. Desta suerte gastaba otros ratos después de comer y a la noche en oración bocal y mental, y en ejercicios loables con la Madre de Dios, Señora Nuestra, de quien fue muy devoto. Asistía los domingos y fiestas a las vísperas en San Francisco. Oía los sermones del lugar. Comulgaba con gran frecuencia y veneraba con lágrimas y suspiros el Santísimo Sacramento del Altar en cuyo culto y ornato se esmeró, empleando la parte de su renta, que para si reservó: ya en hacer ricas lámparas y dotarlas de aceite con que alumbrarle; ya en comprar cera para solemnizarle con mayor aparato sus fiestas y poner renta para un cirio que en todas las ardiese en su presencia; ya en una grande y costosa campana y otros arreos y ornatos con que le sirvió en la pureza de su alma y cuerpo y justamiento estrecho de su conciencia. Afirman los que general y particularmente le confesaron que parecía más ángel del cielo que hombre de la tierra pues las más veces no hallaron materia en sus reconciliaciones para ser absuelto. Todo esto era fruto de su circunspección y retiro y logro de su perpetuo silencio a que se destinaba con una exactísima suspensión de todo trato. Añadía a esto una singular modestia con que gobernaba sus acciones que parecían dignas de loa y admiración. Juntó en la comida la sobriedad y 103.


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templanza que era parquísima; en el trato de su persona y vestido, que jamás consintió, que se le diese algo más de la comunidad y en el traje siempre se contentó con lo más llano; jamás consintió que otro que él barriesse su celda ni hiciese la cama sino él; en todo siguió las partes [Pág.48] de la comunidad y de la humildad. A este paso era su mansedumbre y paciencia y aquella igualdad de ánimo que en todas partes conservaba sin que jamás se le viese movimiento de menos conformidad y paciencia. Fuera negocio prolijo proseguir en todas las virtudes que ejercitó: basta decir que fue un ejemplar en todas, vivió santamente y acabó con felicidad.

Casa de Probación de Tunja En esta casa de Probación76 que está en una muy noble y antigua ciudad se crían los novicios con espíritu y recogimiento a que convida el sitio, la ciu­ dad devota, el silencio de la casa y la habitación cómo­da. Hay ahora en él seis novicios estudiantes, mozos de buenas esperanzas y tres coadjutores que prosiguen su probación con mucho fervor y ejemplo. Fuera de esto, se hallan aquí seis o siete Padres Sacerdotes y casi otros tantos hermanos coadjutores que ayudan en la casa y a la cultura de las haciendas. En esta casa hay cátedra de Gramática a que asiste un Padre con cuidado de donde salen a facultades mayores y personas de importancia que unos en la República, otros en las Religiones siempre reconocen deber a la Compañía los primeros resplandores de su buen ser. Lo temporal de esta Casa ha tenido sus disminuciones como también la tierra porque con enfermedades contagiosas, con muertes universales, con años infelices, ha venido este partido en graves menguas; pero quiera ya el cielo que se mejore el estado de esta casa donde verdaderamete se sirve mucho a Dios en la ayuda de los prójimos.

76  José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial. Bogotá-Tunja, Pontificia Universidad Javeriana y Academia Boyacense de Historia (2010). 2 vols.

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Allí habrá como tres años que se ha comenzado a disponer una hacienda nuestra en un valle, que llaman Lengupá77 [Pág. 49] gunpa, puesto hasta ahora habitado de gente forajida y de poca cristiandad. No había en él cura, ni sacerdote, ni iglesia, ni ley que se guardase, ni Rey que se obedeciese. Todo se confundía el viernes con el sábado y así el viernes comían carne y los domingos no oían misa. Con nuestra entrada a entablar la hacienda se han logrado dos cosas de importancia: la una, el remedio del colegio, y la otra la medicina de gente tan miserable que había en el valle. No es cosa que da lugar a encarecimiento sino que la tierra es la más abundante que las Indias tienen para ganados, para sementeras, para algodonales y trapiches y todo género de legumbres; y si como ella es de suma utilidad tuviese fácil camino para sacar los géneros, fuera sin duda la riqueza y descanso de este colegio y aun de la tierra toda. Y así se ha principiado a recoger las primicias de sus frutos que juntos con los que ofrecen otras heredades podrán ser de consuelo a los que allí viven. Asimismo con la entrada nuestra (que siempre con dificultades estorbó el demonio) se han hecho mudanzas grandes de la vida, en conversiones de hombres y mujeres que olvidados de Dios corrían sueltamente a su eterno daño. Dos veces han entrado dos Padres Rectores en el Valle y otros Padres que en la hacienda asisten con amplias licencias y facultades del Ordinario [Obispo] para cualesquiera casos que se ofrezcan. Hanse casado muchos, hanse dispuesto todos, hase edificado casa y fabricado iglesia y conocen ya a Dios los que antes en el nombre solo parecían cristianos. Tanbien han sido de alguna consideración algunas limosnas que nos han ofrecido en lugares y pueblos de la comarca. Está toda ella dada a las sementeras y labor de el campo cuyos frutos abastecen el Reino. Por este partido con título de pedir algunas limosnas se han socorrido muchas almas de indios, morenos, de mulatos, mestizos y estancieros, y de españoles no po77  Lengupá. Véase: INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 60; Giandomenico COLETI. Diccionario histórico-geográfico de la América meridional. Bogotá, Banco de la República (1974) 224. Original publicado en 1771.

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[Pág. 50] cos, quedando los pueblos edifícados, los curas agradecidos y nosotros con algunos socorros temporales. Quien en estas limosnas se ha esmerado con liberalidad conocida y muy continua ha sido un caballero de esta ciudad y su mujer, cuyo nombre por justos respetos se calla hasta que Dios sea servido de concluir ciertas disposiciones forzosas, que entonces mostrará á todos cuánto ha sido su amor a la Compañía, cuánta su largueza, cuánto su ejemplo y cuánta la estimación de nuestro estado. Tienen por ahora hecha donación de el quinto de sus bienes y si otras obligaciones se desenbarazan tienen muy en su ánimo el dedicar sus haciendas a una fundación y a la Religión sus personas. Increíbles son las persecuciones que han padexido sobre esta causa y sobre el amor a nuestra Compañía y en todas ellas han experimentado la asistencia de el favor divino. Son el ejemplo de la tierra y aun la confusión de nosotros mismos; entre otras mil liberalidades con que regalan y acuden aquella casa y a sus enfermos y a sus huéspedes. Dio la Señora muchas alhajas a la Sacristía y hizo ornamentos a nuestros altares y cada un año hacen la fiesta de nuestro Padre San Ignacio, adornan nuestra iglesia y hacen arder mucha cera y muchas lumbres, y dan alguna presea memorable al Santo en retorno de los beneficios que de nuestro Santo Padre reciben, regalando aquel día a su costa a toda nuestra comunidad con un expléndido y magnífico convite. Con las ayudas de costa de este caballero, las [li]beralidades de los vecinos, las limosnas de la comarca y nuestras propias inteligencias, va muy adelante la Iglesia nuestra cuya capilla mayor, crucero y lanterna es de los más perfectos de las lndias y pudiera ser muy lucido entre los templos afamados de Europa. A esto mismo hace una campana que ahora se acabó de hacer y se tasa en ochocientos pesos. Llegando ya a nuestros ministerios que hemos mereci[Pág. 51] do el afecto de toda la ciudad, de grandes y pequeños y de todos estados en tal manera que no sé si en las Indias todas se hallan a una mano personas que tan cordialmente nos estimen. Este agrado se solicitó en especial en el tiem­ po de una gran peste que cundió por todas las ciudades y villas. Vieren [por vieron] entonces nuestro ejemplo, nuestra caridad, la continua asistencia y perseverancia en acudirles sin rece­los algunos del morir. Vieron que todos 106.


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en aquel colegio enfermaron de los trabajos de las confesiones y que dos Padres de los nuestros acabaron gloriosamente entre los apestados y los demás se hallaron en peligro; pues desde entonces comenzaron más expresamente los ánimos a declararse por amadores nuestros y estimadores verdaderos de la Compañía, cuyos sujetos tan animosamente se exponían sin más interés que de salvar las almas. Aquí fue donde aquel caballero, que dijimos arriba, pretendió entrarse en la Compañía y su mujer y hijas en un convento de religiosas para emplearse todas en nuestro servicio y hubiérase efectuado ya si la desazón de algunas cosas no lo hubiese impedido. A una mano es gente recogida y devota la de esta ciudad y muy frecuente en nuestra casa a las confesiones y comuniones. Muchas personas hay de oración, muchas de grandes favores del cielo, muchas de vidas ejemplares, muchas dadas a espirituales ejercicios y a una vida inculpable y perfecta, reconociéndose en todo esto que del acudir a nuestras casas y tratar devotamente con los nuestros participan de lo que Dios se sirve infundir en sus corazones por el magisterio de los varones espirituales que allí han tenido. Danse en esta casa los ejercicios espirituales de nuestro Santo Padre Ignacio y personas muy metidas en el mundo los tienen cada año con singulares edificaciones; otros clérigos y mozos seculares de buena suerte y nacimiento noble han dado en seguir este partido desengañados grande[Pág. 52] mente de las locuras del mundo. Los mismos ejercicios dan los Padres ancianos de aquel colegio a las religiosas comunidades que en dos conventos viven celestialmente en la ciudad. Hase entablado con extraordinario fruto cada mes el Jubileo nuestro y declaradamente se reconoce el provecho espiritual de la tierra que se ocasiona con la frecuencia de el divinísimo Sacramento del Altar y la fortaleza que influye para resistir a las ocasiones y lazos de pecar. Hase visto en varias suertes de mancebos; unos, que siendo combatidos de sus amigos antiguos para que dejasen la buena forma de vida que entablaban, en singulares asaltos resistieron y en muchos baldones y injurias callaron con victoria. Otros aún más porfiadamente seguidos de sus amigas torpes que habían de sí desterrado en medio de llamas de fuegos, de ruegos, de amenazas, de regalos, y deleites, y otros perniciosos halagos que la deshonestidad en tan malas hembras 107.


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ofrecía, fueron rocas inmobles y duros perdenales a sus voces, fortalecidos del Señor en tiernos años cuando más ferviente seguía la sangre su fla­queza. Fuera de lo que es común a todos los colegios en razón de ejercicios y ministerios nuestros, tiene esta casa dos congregaciones, una de españoles, de indios y morenos otra; es la una de la Advocación de la Asunción de Nuestra Señora; la otra, la cofradía del Niño Jesús. La de los españoles ha crecido en número, en devoción, en asistencia estos años y han celebrado sus fiestas y comuniones con fervor singular y gastos bien crecidos. La cofradía de indios y morenos es de las más lucidas que tienen los partidos de las Indias porque aunque solos los naturales son los que tienen los oficios pero también se asientan en ella muchas personas españolas; ni solos los indios de la ciudad sino los indios de los repartimientos y doctrinas de el partido se asignan en ella. Hállase ésta tan bien entablada que movidas de celo y caridad se averiguan los enfer[Pág. 53] mos de la confradia y se les asiste, y se visita, y les dan rega­los y socorros temporales; cuando mueren se les acude al entierro con misas, con cera y lo demás que es necesario. En vida, si alguno no procede ajustadamente se le da en rostro con que no es aquel modo de vivir de uno que es hermano del Niño Jesús; y para sacarlos del mal estado y peligroso escándolo [sic] el medio eficaz es que entren en esta cofradía que el estar en ella es un entable de estado de perfección. Tienen sus días en el año en que hacen sus comu­niones generales a que se convocan los de la ciudad y los indios de los pueblos aun distantes y es tanto el número que días antes de la fiesta no pueden los Padres de la casa despachar con tantas confesiones. Estos días señalados son el día de los Reyes, otros de carnes tollendas, día de Pascua, de Espíritu Santo y día de la Asunción de Nuestra Señora cuya fiesta previenen y días antes con un novenario de misas solennes les hace el Padre en cada uno la plática disponiéndolos a la festividad. Fuera de estos días hacen estos indios y morenos su fiesta en el día de la Circuncisión; es día muy célebre en aquella tierra en que todo se convoca previniendo para ello lo costoso de altares y el aseo y adorno de las calles. Y es de ver que recogen todo género de caza y montería que encierran las 108.


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montañas y los bosques; y trazando una selva por la cuadra de nuestra casa, por una y otra parte, la enredan de alcones, tígueres, venados y otras fieras, de ellas muertas y de ellas vivas, entregiriendo a esto variedad de frutas, de ramas y de flores y todo linaje de pájaros pendientes de unos arcos. Sale a mediodía la procesión del Niño Jesús por nuestra cuadra que está dividida en sus altares a que cada cual de los indios acude con su pobreza. Va el Niño Jesús vestido a mil primores y cada año a su traje y gala, que se lleva los ojos de la gente, lo cual está tan adelantado que en la co­fradía se hallan ornamentos preciosos de albas, casullas, de [Pág. 54] paños, telas riquísimas y albas de mucho costo y artificio. El día del Corpus van todos los indios y morenos a dar de comer a los pobres de la cárcel con una gran comida que después de una plática que el Padre hace les ofrecen; y a la tarde, por evitar las borracheras que suelen ser frecuentes aquel día, se juntan en nuestra casa a tratar de cosas espirituales. Cada domingo se convocan en nuestra iglesia, oyen su plática y rezan la letanía; de estos hay gente muy aprovechada que comulga cada ocho días y que trata de servir a Dios con perfección dándose a ejercicios santos y a loables penitencias. Nuestros Padres les acuden con buena voluntad porque es gente miserable y necesitada, acuden en sus enfermedades, defienden en sus pleitos, componen sus contiendas, acuden a sus cárceles y con esto recaban de ellos el amor y buena voluntad; y allí a una mano indios, morenos y españoles tienen grande aprecio de nuestra Compañía y grande y crecido afecto a nuestras enseñanzas y celebridades. Experiencia tenemos de esto en todos tiempos y más en particular en ocasión que se trasladó un cuadro de San Francisco de Borja78, Patrón de todo este Reino y defensor que se tiene contra los temblores, de quien se ha experimentado el patrocinio. El caso es de esta manera. Había un caballero de esta República, encomendero de un pueblo llamado Chitagoto, que está anejo a la población de Satiba, dotrina de Padres Franciscos. Asistía este ca78  Cándido de DALMASES. “Borja, Francisco de”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001). II, 1605-1611.

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ballero en sus haciendas donde por compra que hizo a un español tenía en su poder un lienzo de San Francisco de Borja79. Colgó la imagen con singular piedad en la iglesia de sus aposentos donde fomentó la devoción de su casa y de aquel partido haciendo el Santo Padre muchos prodigios milagrosos que están examinados y aprobados con informaciones jurídicas que se hicieron por orden de los Señores Arzobispos. Fuese divulgando por todos aquellos partidos y sus vecinos sin que ninguno hubiese que no fue[Pág. 55] se testigo de los milagros que el santo obraba. Lo más admirable de aquella imagen era que sudaba frecuentemente; hiciéronse grandes experiencias y siempre se reconoció que era sudor milagroso, el cual recogían en algodones y lienzos delicados, que aplicados a varias dolencias obraban maravillosos efectos. Pasó con esto en aquellos montes la devoción al santo y los vecinos trataron de hacer una cofradía y fundarla en la advocación suya. Venían allí a pedir socorro de sus necesidades y en el tiempo de secas acudían a pedir agua para la fructificación de sus campos y conocían luego el favor divino por su intercesión socorriéndoles Dios con las lluvias a su tiempo, cuando en esto se hallaba esta Santa Imagen adoleció de muerte el caballero y pareciéndole que después de sus días no estaría con la decencia que merecía en aquel destierro, dejó en su testamento que se nos entregase a la iglesia de Tunja y que en ella se colocase por cuanto legítimamente es suya y que él la había comprado a la corona que ésta era su voluntad. Con esta declaración deseó toda esta ciudad de Tunja que se tratase de traer la imagen; para esto salió el Padre Rector de esta casa y otros Padres con él y los hijos y herederos de aquel difunto caballero y llevando licencia de el Padre Provincial de los Padres de San Francisco y consentimiento del Padre doctrinero [ilegible] con toda la decencia posible y la convocación de los pueblos intermedios. Al alzar la imagen concurrieron las gentes de aquel partido y muchos españoles y llenos de dolor y lágrimas clamaban: Por 79  Manuel de VARGAS. Relación de los milagros que por una imagen del Beato Francisco de Borja obra Nuestro Señor en el Nuevo Reino de Granada. Madrid, por Andrés de Parra, 1629 . Citado en: Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VIII, 462. También dice el bibliógrafo que hay una traducción en italiano aparecida en Nápoles en 1629.

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tan gran reliquia. Hubo aquí una secretísima mudanza en corazones, todos tiernos, todos devotos, todos con contrición de sus culpas, cantáronse dos misas a la solennidad de la partida y fue de ver el variar los colores la imagen con tan gran copia de sudor que distilaba que se turbó el Padre doctrinero de aquel pueblo que era el celebrante. Por dos veces interrumpió la misa [Pág. 56] sin poder pasar adelante declarando al pueblo las maravillas que obra Dios por sus santos. Luego, recobrándose más, apenas acertaba a hacer las ceremonias, hasta que corriendo el velo al lienzo del Santo, pudo concluir con la celebración. Hízose aquí la notificación de la cláusula del testamento y la donación de la imagen en nombre de el Vicario para que nadie nos impidiese. Con lo cual saliendo por aquellos ásperos caminos y montes y quebradas, se hizo una procesión llena de júbilos y llantos al llevar la imagen del Santo. Hundíase la tierra con muchos juegos de chirimías y los niños indios iban cantando, llorando, repitiendo mil ecos en los montes vecinos. Cada pueblo por donde se traía, salía a su recibimiento. Iba en su compañía lo mejor de la tierra y lo más principal de la comarca. Llegamos a Duitama, antigua residencia que fue nuestra, a que salió el pueblo con sus chirimías, procesiones y imágenes a recibir al Santo y le colocaron tres días en el Altar Mayor, ardiendo muchas lumbres en su presencia y celebrándole con misas y con mucha piedad, reverenciando todos aquellas santa imagen que es de verdad venerable tosta [por toda] ella, señalados los hilos y listas de sudor que concilia [ilegible] en quien la mira. De allí salieron con acompañamiento de hombres y de mujeres españolas una legua del pueblo donde ya estaba otra multitud de indios y de gentes, con un Cura de un repartimiento cercano a nuestra hacienda, que con música y lumbres encendidas le llevaron en hombros a una casa de una heredad que está cercana a Tuta. Los indios de aquel Partido enviaron al Padre Rector a pedir encarecidamente les dejase llevar a su pueblo la santa imagen. Concedida la licencia y derramando ellos tiernas lágrimas de devoción le festejaron algunos días que allí estuvo, recibiendo del Santo muchas mercedes. Fue así que estaban

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sus sementeras casi perdidas de tan gran seca y por intercesión de el Santo les vino gran multitud de agua con que recobra[Pág. 57] ron agradecidos ellos a este beneficio. Enviaron esta embajada a los Padres que atendiendo que todos los indios de aquel pueblo eran criados de los Padres que tantos años servían en haciendas de la Compañía y por el amor que tenían a sus cosas, les suplicaban les dejasen tener la santa imagen en su pueblo de quien ya habían recibido tanto bien que prometían cien pesos de limosna a la casa de Tunja, que le labrarían en su Iglesia una capilla que con el sudor de su rostro comprarían adornos y ricas telas para el aseo de ella y la servirían toda la vida. No pudo tener efecto el amor de los indios por ser así que ya intentaba la ciudad su recibimiento, la cual salió a una legua de distancia a caballo y a pie, y tomando los alcaldes y personas de más estimación la imagen de el Santo sobre sus hombros, caminaron hasta los umbrales de la ciudad de Tunja. Aquí en unas lucidas andas, muy llenas de joyas y riquezas, a vista de gente innumerable, con gran pompa de luces que a la boca de la noche entró haciéndose una solemne procesión. Entregóse a los venerables Sacerdotes de aquella República que enderezaron al convento del Señor San Francisco donde nos recibieron el Padre Provincial y Guardián y la santa y venerable comunidad, colocando en su breve altar por un breve espacio la Santa Reliquia que todos veneraban con entrañable devoción. Pasó después desde aquí con lágrimas de el pueblo y regocijo de los corazones a un convento devotísimos de las monjas de Santa Clara que se ardía en luces, en luminarias, música y celebridad. Hicieron las Señoras Religiosas instancia que aquella noche se quedase la imagen en su convento y fueron tantas las súplicas y lágrimas que se hubo de efectuar. Así estuvo toda aquella noche llenando la comunidad santa de piadosa alegría. El día siguiente era víspera de la fiesta del mismo Santo que para su mayor festejo se trazó en su día su colocación. Llevóse desde aquí [Pág. 58] con igual procesión a la Iglesia mayor de la ciudad donde el Padre Provincial de los Franciscos cantó las vísperas con igual solennidad; el día siguiente predicó un Padre de los nuestros y a la tarde para traer el Santo a nuestra Casa 112.


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a petición de otro convento de Religiosas se dejó ver el Santo de su comunidad cantándole mil motetes y encendiendo gran copia de luces y luego con procesión piadosa se fue enderezando a nuestra casa donde entró el Santo y fue colocado con religioso culto en el Altar de las Reliquias, curiosamente aseado para el intento. Aquí quedó la imagen debajo de sus velos; y después acá apenas ha habido día en que la devoción de el pueblo no le haya visitado, dicho misas, encendido luces y hecho novenas, y ofrecido votos que se han cumplido con asistencia de todo el día pidiendo a Dios por su intercesión el buen despacho a sus cosas. Víspera del Santo sucedió un año de estos que vino nuevo cura a la ciudad tratándole de que viniese en procesión a nuestra Iglesia el día de el Santo, pues era electo Patrón del Reino y era voto el venir en procesión. Lo rehusó hacer. Aquella noche hubo un gran temblor de tierra y el Cura lo sintió más por vivir en casa alta y a voces comenzó a decir: Ah Santo mío San Francisco de Borja, perdonadme, no sólo procesión sino misa, y cuanto fuéredes servido. Con esto, el día siguiente vino a casa y dio las demostraciones que pudo para honor de el Santo. Entre las maravillas que Dios obra por medio del Santo es más señalada la de el sudor de sus imágenes. Dir con brevedad lo que sucedió en un pueblo llamado Siachoque, dista de Tunja como dos leguas, de que fue testigo todo el pueblo, el Cura, y el Corregidor cuya es la Carta del tenor siguiente: A 23 de Abril del año de 1643 entre ocho y nueve horas de la noche sucedió un temblor en aquella tierra. Viéndose apurados del susto el Corregidor y su mujer acudieron a una Imagen del Santo a pedir favor, prome[Pág. 59] tiéndole una Misa el día siguiente. Cesó el temblor y al amanecer se cantó la misa llevando al Altar de la Iglesia un cuadro de San Francisco de Borja, que tienen aquellos señores en su casa. Advirtiendo el Cura que sudaba el cuadro y llamando al Corregidor, se lo dijo y repararon ambos en que era así, y que el sudor era en la mano que tenía el Santo Cristo pintado, y se formaba una Cruz de las gotas del sudor. Vieron esto muchos españoles y el pueblo todo de los indios, durando el milagro hasta las cuatro horas de la tarde. El Padre Cura advirtió esto al tiempo de la consagración en que dice que sintió tan celestial fragrancia que juzgó que no podía ser cosa de 113.


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la tierra. Movidos pues de esto, pretendieron hacerle el domingo una fiesta a que acudieron los indios ostentosamente con arcos de flores y de frutas y mucha piedad.

Colegio de Panamá En este colegio tiene la Compañía80 hasta doce o catorce sujetos, seis o siete Padres y los demás hermanos. Léese en él una cátedra de Gramática y otra de Moral y también una escuela de niños donde se les enseña con mil primores a leer y escribir y a vueltas de esto las divinas enseñanzas que en tiernos años se les entrañan más siendo estos niños ejemplo de compostura y virtud. No saben los padres cómo agradecer a la Compañía tan alto ministerio y tan gloriosa acción y más cuando los ven en tan pequeña edad y ternura celebrar nuestras fiestas y otras de recibimientos de Señores Obispos y Presidentes, con coloquios y recitaciones graciosas. Está la escuela florida y la ciudad grata a la atención de tan útil crianza. El colegio ha ido en acrecentamientos de un cuarto de casas, la Iglesia de retablos dorados, la sacristía de or[Pág. 60] namentos; lo espiritual ha sido de crecidos frutos. Es allí la ciudad abundante de gentes, presidio de soldados, armadas del mar de el Sur, tratantes de la tierra, negros muchos que trabajan en la labor de los amos, de sus haciendas, en la pesquería de las perlas; a todo se acude y se coge el fruto deseado. La congregación está muy cumplida de gente, el jubileo de los meses bienen [por bien] entablado, las cuarenta horas se disponen con lustre, con asistencia de la ciudad. Son nuestros sermones los que se llevan tras sí a la República y los ejemplos de la noche bien oídos. Sálese a misiones a Puerto Velo [Portobelo] en el mar del Norte y a los pueblos de Nata y Villa, y otros que están en el mar del Sur y en la Villa desean ansiosamente una fundación. Entre todo esto es insigne el trabajo que se tiene en la asistencia a los hospitales; es la tierra muy enferma y muchos dolientes en ella en particular en la gente de las Españas que sube a los términos del Perú. Es certísimo allí el enfermar y peligrosísimo el morir. 80

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Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 261-376.


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Acuden pues nuestros Padres a los hospitales sin embarazo ni recelo al remedio de tanto pobre como cae en contagiosas; y no sólo consuelan sus almas con la disposición de sus cosas, recibo de Sacramentos sino también regalan en lo temporal con medicinas y socorros de frutas y dulces y de aves. Es ésta una misión tan continua y de riesgo por mandar en tierra tan enferma casi metidos entre dolientes apestados. Con nuestros sermones se han remediado usuras, logros, tratos ilícitos, se han fecho amistades entre graves personas que estaban discordes con escándalo. En especial sucedió que predicando uno de los nuestros de el perdón de los enemigos en la Catedral fue mucho lo que se movió el auditorio al deseo de tan noble y real virtud que una persona grave de toda autoridad y preeminente oficio, vino al Padre y rindiéndole las gracias, le dijo; que le había tanto conquistado el sermón que he venido en deseos de que me hagan agravios aunque sea darme de bofetadas por [Pág. 61] remitirlos por el amor de mi Señor Jesu Cristo. En este mismo sermón había una persona de toda estimación y calidad; estaba esta enemistada con otra y la iba diversas veces acechando para quitarle la vida por haberlo lastimado vivamente en el honor. Vino pues aquel mismo día a nuestra casa y le pidió que le reconciliase con su enemigo porque de todo corazón le perdonaba. Más admirable fue el suceso de la noche en un ejemplo en nuestra casa. Era éste un capitán antiguo, venerable y muy anciano y del más lustroso de la República y venticuatro de ella, el cual oyendo el ejemplo en nuestra casa e iglesia, se hincó de rodillas a una persona muy inferior en puesto y aun en sangre y le dijo: hermano y amigo, perdonadme por amor de nuestro Señor Dios el enojo que con vos he tenido y todo aquello en que os puede haber agraviado porque Dios también os perdone. Quedó este contrario en aquel presente lance tan confuso que en grande espacio de tiempo no pudo formar palabra, todo turbado y absorto y corrido de ver una persona tal a sus pies y que le pidiese perdón, estando tan agraviada de el caso. Fue de grande edificación, en el pueblo y a su ejemplo muchos que estaban encontrados se redujeron a una amistosa paz y concordia amigable. Y es cosa digna de repararse que desde este día parece que echó Dios su bendición en todas las cosas de este caballero efectuando luego un casa115.


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miento de una hija suya en Guatemala con una persona noble y con más de trescientos mil pesos de hacienda, estando casi imposibilitado de darla estado por sus muchos hijos y por su caudal corto. Después de esto tuvo grandes herencias con que dará al resto de sus hijos el estado honroso que merece su calidad y su virtud; y él mismo reconoce estos beneficios por demanantes de aquella su virtuosa acción que aun en esta vida premia el cielo semejante piedad; y ha quedado tan afecto a ella que en las veces que ofrecido de recibidos agravios, pudiéndose vengar fá[Pág. 62] cilmente, todo lo ha remetido por amor de el Señor. Esta amistad y reconciliación contaré que fue ejemplar en esta República. Un caballero poderoso se sintió agraviado del Gobernador y de otros dos Señores de la Real Audiencia; quejóse al Consejo de su Majestad, pidió Juez pesquisidor contra ellos. Concedióle el Rey y estando ya en la ciudad de Cartagena para venir a su comisión se tuvo noticia en nuestra casa y deseando que no se aumentasen alborotos y desconsuelos a la República por ver a unos y a otros empeñados, se tomó la mano para componerlos representando tantas razones de conveniencia que vinieron en ello. Hallábase en esto gran dificultad en los medios que los mismos que deseaban la paz desesperaban de conseguirla porque cada una de las partes pretendía que las escrituras que se habían de otorgar de concordia no cediesen una tilde en su descrédito; adelgazando en esto los discursos y hallando en todo materia de quiebras y desazones, parecía esto invencible y desviaban al Padre del remedio. El Padre que intervenía en ellos no por esto perdía el ánimo antes juzgando que eran espantos de el demonio, autor de guerras y enemistades, emprendió con más calor a llanar dificultades haciendo que cada una de las partes nombrase su letrado con los cuales se pudiese ajustar lo que tuviese bien al crédito de todos. Pero éste fue el embarazo mayor de la causa, que como letrados comen de pleitos y mueren sin ellos de hambre, pareciendoles que les faltaba la ganancia si cesaba aquella comisión, ofrecían otro tropel de imposibles a la concordia que era confesarse por reos, que nadie entendería que era por la paz, que pensarían que era por huir la probanza de los delitos.

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En fin, quiso el cielo que la Compañía halló sin discrédito de ninguno y en amistad de todos, se dispusiese el camino para otorgar las escrituras de la paz y con esto se obvió que no pasase el Juez a la ciudad quedando todos agradecidos sobre manera a la Compañía, edificado el pueblo, en amistad [Pág. 63] los vecinos, y nosotros con gozo de tan buen suceso. No ha sido menos grato al Señor el fruto de confesiones generales. Entre otros diré: envió un enfermo a llamar a un Padre para confesarse; fue y hallóle desahuciado de los médicos y en las palabras conoció que era aun mayor la enfermedad del alma que de el cuerpo. Comenzóle a animar que no le espantasen pecados aunque fuesen más que las arenas de las playas y más enormes que los demonios, que para todos tenía medicina la católica Iglesia, que considerase que había de decir los pecados a un hombre como él y no a un ángel y que bien reconocía cuál era la flaqueza humana y que si Dios apartara un poco su mano no había nadie que no cometiese más maldades que el infierno junto, que no perdiese tan buena ocasión como le ofrecía el Señor y mirase que se le iba cerrando el espacio de la vida, que con decir solo sus culpas a un confesor que le amaba y quería y se condolía de él, estaba a el remedio dispuesto; que no despreciase en aquella hora la sangre de el Señor que por su salvación había padecido, que atendiese al premio que le esperaba en su gracia y el castigo que merecía si salía del mundo en su desgracia. Todo esto fue menester para que el enfermo se alentase y dando un gran suspiro, dijo: Ah Padre, que ha cuarenta años que no hago confesión de provecho porque en todas ellas he callado enormes pecados sin que el rigor de enfermedades haya podido recabar de mí que se alzase la confusión que tenía en declarar mis culpas; ya es ya tiempo de volverme a Dios que me ha esperado tantos años; ir comenzando la confesión y diciendo sus culpas todas que le agrababan y recibiendo la saludable penitencia y absolución de ellas con grandes muestras de predestinación acabó la vida. Diré también otro caso en que se muestra el castigo de Dios y juntamente la espera que hace su misericor[Pág. 64] dia. Vino una mujer a un padre, era de vida muy perdida y venía con grandes aflicciones porque por una parte se veía muy temerosa de los castigos de 117.


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Dios y por otra sumergida en ocasiones que quisiera dejarlas pero faltábale el valor a ello por juzgar que si las dejaba le faltaría el sustento necesario. Estaba ella mal amistada con un sacerdote que le ofrecía todo aquello que era necesario a su persona; fuera de este clérigo tenía otro mancebo seglar muy alindado que pretendía desposarse con ella; no le faltaba voluntad mas dejábalo por no descontentar al sacerdote. Con todo le dio el sí pero el seglar no quiso ejecutarlo hasta que dejase la ocasión antigua de catorce años y para cobrar experiencia se mudó a la casa de ella. El Padre le puso el riesgo de su vida, el castigo del cielo, el enojo, tanto escándalo y tantos pecados, sus obligaciones y sus prendas, lo que su divina Majestad la había esperado como a otros tenía en el infierno por menos culpas que las suyas, que se corrigiese y enmendase. Salió compungida y dio palabra de mejorar la vida. En este mismo tiempo acudió al Padre el proprio mancebo seglar y proponiéndole ante los ojos el estado miserable que traía, le exhortó que concluyese el casamiento, o que dejase la casa de la mujer. Salió a una de las dos cosas prometiendo la ejecución presta. Apartábanse algunos días mas luego volvían a la amistad. Ofrecióse en medio de los debates si se casaría o no, que partiese del pueblo a unos negocios; cuando volvía se avalanzó a unos intentos de matar al sacerdote si le hallase con ella. Entrando de repente y sin avisar en la casa en estos pensamientos, iba pasando un río rápido y caudaloso y juzgando que su ánimo y brío podría sacarle de la corriente, fue tan grande el tropel de las aguas que le anegó y le tragó de manera que hasta hoy no se ha sabido de su cuerpo. La mujer a la nueva se ha[Pág. 65] lló muy afligida y veniendo al Padre, fue exhortada para que mirase a su salud y remedio si no que podría temer semejante castigo. Hizo varios propósitos pero con todo perseveró sumergida en el escándalo de su amistad con el antiguo sacerdote. En este mismo tiempo le dio a él una enfermedad mortal y llegó a estar oleado, pero volviendo a cobrar salud y hallándose ya con moderadas fuerzas hizo llamar a un barbero para que le afeitase quizá con intento de ir a ver a su amiga; y estando puesto en la silla, sin demostración alguna de sentir la muerte, se halló fuera de este mundo cayendo su difunto cuerpo a los pies del oficial. La mujer viendo tantos castigos 118.


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se fue a nuestra casa y mudando de su mal vivir se vino a casar dando mil gracias a los cielos por las mercedes tan singulares que había recibido de la mano de Dios.

Colegio de Pamplona Siempre los celosos de la gloria de Dios se prometieron que en la ciudad de Pamplona cogería la Compañía muchos espirituales frutos si en aquella ciudad fundase81. Y aunque el demonio, como suele, pretendió estorbar la fundación por caminos varios, oposiciones de personas no afectas; mas habiéndose venido con la paciencia y perseverancia, se veía en la ciudad notable aumento en todo. Porque en razón de letras, donde apenas se hallaba un sacerdote que supiese gramática ya tiene muchas personas graduadas de Maestros y Doctores. Donde era la frecuencia de tarde en tarde es muy ordinario el acudir a nuestra casa a confesar y comulgar. Los sermones de entre año y de la cuaresma los tienen los de la Compañía con el concurso mayor de la ciudad y a los ejemplos de la noche antes de la disciplina en nuestra iglesia, donde están fundadas dos Congregaciones. Y aunque por la cortedad [Pág. 66] del templo, que era pequeño, había incomodidad para nuestros ministerios se edificó una capaz iglesia, pero sucedió que cuando ya estaban dispuestas las cosas para servirse de ella, cubierta y aseada, se vino abajo la Capilla mayor, negocio que hubimos nuevamente de costear por espacio de cuatro años hasta volverla a rehacer, reedificando con nuevo fundamento lo que había caído por los suelos. Quiso Dios que el año de cuarenta y dos se acabó de aliñar y colocamos el Santísimo Sacramento en ella con aplauso, alegría, y fiestas de la ciudad toda. Hay en aquella ciudad un convento religiosísimo de monjas donde en adviento y cuaresma los Padres hacen pláticas y dan los espirituales ejercicios con aprovechamiento conocido de la santa comunidad. Son los naturales desta ciudad apacibles, buenos entendimientos, apreciadores de nuestra Compañía, tanto más cuanto experimentan en las 81  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 115-175; Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 188-193.

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cosas espirituales, que se les acude con puntualidad y amor y que en los trabajos somos alivio de todas sus familias así en la general peste del Reino que también alcanzó a esta República y en ella los nuestros se enplearon con insigne constancia en servicio de los apestados. Sustenta este Colegio como diez o doce y tiene comodidad para ello porque sus haciendas del campo son de trigo, maíz y otras legunbres, caña dulce, tabaco y ganado de todo género. El sitio es saludable y es ameno, las aguas frescas (por ser la tierra la más alta del Reino) y saludables y en muchas partes medicinales mucho por pasar por vetas de riquísimos metales de todo género. Es opinión de muchos entendidos que en las Indias del Occidente no hay tierra más rica de minas de plata y oro, de cobre y piedras preciosas, de que hay señas evidentes. Es tierra capaz de aumentos grandes y más con una navegación que se ha descubierto para pasar por el Río del Oro al Río Grande de la Magdalena. [Pag. 67] Tiene este colegio en su jurisdicción una gran multitud de gentes bárbaras, de ciudades y de villas vecinas donde puede enviar a Padres misioneros como ya dijimos arriba. A una de ellas que es la Provincia de San Juan Girón y villa rica de cañaverales, se envió un Padre una cuaresma de estas y en la parte más poblada de un pueblo llamado Bucaramanga. Fuera de la mies ordinaria de confesiones, quietud de conciencias, amistades entre discordes, restituciones, casamientos por evitar escándalos y todo lo que en misiones sucede, aconteció un caso raro y fue que uno de aquellos neófitos casado con una virtuosa mujer de su nación había vivido trabajosamente en vicios muchos años: llevábala el mal natural y la poca enseñaza la ayudaba. Éste habiendo estropeado unas dos cuñadas suyas de poca edad y amancebádose con una tía que tenía mucho tiempo, oyó los sermones que predicaba el Padre y en vez de moverse a contrición se estaba burlando de ellos y de todo lo que decía porque en su corazón sentía una secreta voz que le estaba diciendo: No le creas que es un mentiroso y embustero. Y lo que sacó de la doctrina y divina palabra fue, en vez de aprovecharse, hacer un horrible propósito de cometer todos los pecados que pudiese y supiesse, por ir en contra de lo que decía el predicador.

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Puso a esto el pensamiento en las mujeres más cercanas en parentesco y propuso de amancebarle con ellas porque había oído decir que el pecado de la carne entre parientes era el mayor y el miserable ponía la mira en que sus pecados fuesen los más enormes. También porque había oído decir que era grande pecado el desacato a la Iglesia y cosas sagradas y el usar mal de los Sacramentos, como confesarse mal y recibir la santísima eucaristía en pecado. Hizo luego propósito de perder el respeto a las iglesias, de nunca confesarse bien y de ir engañando al Padre y fingiendo ser buen cristiano para recibir por este medio la comunión y con este camino procuró con [Pág. 68] hipocresías engañar el Padre. Sucedía por este mismo tiempo que delante de los de su casa y su mujer decía, que el Padre era un embustero; la mujer buena cristiana le iba a la mano encargándole que temiese a Dios; respondía él triste que para qué había de temer a Dios, que callase, que él sabía muy bien quién era Dios; y blasfemaba horriblemente. Estando pues una noche con su mujer dormiendo se le apareció el demonio, fiero en el aspecto, terrible en el semblante y asiéndole de la garganta, le apretó fuertemente de modo que agonizando y luchando con la muerte despertó a la mujer con gran temor. Viendo ella que su marido hería, de pies y manos, como quien luchaba sin ver ella otra cosa invocó el santísimo y dulcísimo nombre de Jesús y de María y echó mano de una cruz de madera que tenía y se la puso en la mano con que le soltó el demonio. Con esto quedó el resto de la noche lleno de sobresaltos y temores y haciendo propósitos de verse con el Padre y descubrirle toda su conciencia. Sentía que el demonio le decía como antes que no hiciese tal porque si iba al Padre, aunque estuviese a sus pies, le había de ahogar. Sin embargo de esto, animado de la buena mujer, luego que amaneció se fue al Padre y le dio cuenta de lo que había pasado y el Padre le recibió con mucho amor y dispuso para recibir los santos sacramentos, diciendo el neófito que nunca cesó la voz del enemigo de solicitarle con amenazas hasta que hubo acabado de confesar.

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Fundación del Colegio de Popayán La fundación de este colegio82 se debe a algunos Padres que en los pasados años trabajaron en misones en aquella ciudad y su comarca y granjearon la [Pág. 69] gente de manera que todos ofrecían sus casas y haciendas a la fundación. La misión fue una el año de 21 [sic] y otra el año de 37; en estas ocasiones entre otros que ofrecieron de ayudar la fundación fue el Señor Deán D. Francisco Vélez de Zúñiga, que deseando acudir a aquella casa nos dejó veinte negros de mina y minas y agua para su beneficio. Son estas minas de oro y en grano en polvo muy provechosas y nada ruidosas, donde removiendo la tierra de quebradas, o lomas de montecillos, después con el agua purifican el oro de la arena y gozan con poco trabajo de riqueza suma. Toda aquesta tierra está llena de ricos minerales así se prometen los moradores que en pocos años ha de ser de lo más opulento de todas estas partes porque como no depende esta grancería de tiempo y labores de un cansancio moderado y el logro es cierto, en entablando sobre las minas mayor cantidad de negros será crecida la riqueza de las minas. Fundóse el colegio el año de cuarenta, viven en él seis de la Compañía: tres Padres y tres Hermanos; dejó la renta el Señor Deian [sic] con obligación de una cátedra de Gramática. Los naturales de la ciudad son buenos, discretos y apacibles; es grande su nobleza. Vive allí con su catedral un Señor Obispo y un Señor Governador a que están sujetas otras ciudades ricas y populosas. Tienen todos crecido afecto a la Compañía y andan a porfía sobre quién ha de ser el que dé más demostraciones de su estimación. Ayudaron ellos y los de otras ciudades con estancias de pan y con ganados y otras alhajas a nuestra fundación en la cual ya hemos trazado casa para vivir y aseado una capaz iglesia para los ministerios de la Compañía que fuera de los que en nuestra casa ejercitamos acudimos a predicar a la Iglesia mayor porque todos los sermones que en ella se predican le han dado que corran por nuestra cuenta. Hanse entablado con gran aprovechamiento de todos los 82  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, IV, 7-143; José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 141-147

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[Pág. 70] Jubileos del mes, en que se comulga frecuentemente siendo así que los españoles apenas, si no era de año a año, comulgaban. Con el Jubileo de cuarenta horas han cesado locuras y demasías y ofensas de Dios en que estaba viciada la tierra; y finalmente, con los ejemplos de las noches, sermones de día, agrado de los Padres, se ha conseguido un notable fruto así en aquella ciudad como en las vecinas tierras con que los ánimos sobre aprovechados están gozosísimos que en sus tiempos haya la Compañía entrado en aquella ciudad para que todos participasen del general consuelo. Espérase sin duda que ha de ser cosa considerable para el servicio de Dios, para las almas y para el lustre de la Compañía el haber fundado casa en aquella ciudad. Ahora nos ha hecho una buena señora donación, para fin de sus días, de un solar de mucho provecho, cuatro cuadras distante de nuestro colegio. Hase comenzado a leer gramática y este año de 43 se comienza un curso de artes donde por lo menos tiene diez y ocho o veinte colegiales en un Seminario83 que allí hemos fundado. De esta casa se ha ido a misiones a las minas de negros y también a Anserma donde gastó el Padre once meses con insigne útil de las almas. Hubo en todas partes gran frecuencia de Sacramentos y lo que es común a las misiones. El principalísimo fruto que ha cogido la Compañía en su entrada es el siguiente; pocos eran los que comulgaban cada año aun de los españoles y se ha visto que siendo las comuniones ahora tres años no más que trescientas, el siguiente llegaron a setecientas y ahora pasan de mil y quinientas. Asimismo a los morenos y indios no se daba en estas partes el Santísimo Sacramento del Altar negándoles a ciegas tan gran Señor, no sólo en la cuaresma sino en el artículo de la muerte. Este abuso se ha procurado quitar y así al Señor Obispo se pidió que abrazase bien este empleo pues lo uno era de precepto divino darles en la [Pág. 71] hora del morir por viático el Sacramento de la Eucaristía y en lo otro hacía instancia el eclesiástico precepto para que una vez al año comulgasen a los 83  Pedro VARGAS SÁEZ. Historia del Real Colegio Seminario de S. Francisco de Asís de Popayán. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, 1945; Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 212-218.

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capaces de recibir al Señor como con los morenos e indios se tuviese un leve trabajo en enseñarles los documentos necesarios. Por estas causas y otras vivas razones que ofrecieron los Padres salió auto del Señor Obispo en que mandó a los curas se les administrase por viático a los morenos e indios en las enfermedades peligrosas y de riesgo del morir y así también se ha conseguido que una vez al año comulguen los dichos, por lo menos, para el remedio de sus almas y fortaleza en la fe.

Fundación del Colegio de Cuenca En años pasados se hizo una misión a la ciudad de Cuenca84. Fueron nuestros Padres muy bien admitidos y el fruto de las almas de los vecinos, la serenidad de sus conciencias y el consuelo que experimentaron en sus corazones les obligó a pedir otra y otra vez Padres de la Compañía que viniesen a predicarles en las cuaresmas, deseando todos vivamente tener una fundación en su ciudad para gozar de continuo de tantos bienes como reconocían con su venida. Instaba el pueblo a que fundásemos los de la Compañía. Ya casi ha percibido todo en próximas esperanzas de disponerse, no sé qué tormenta se levantó sediciossa que alteró los corazones y turbó los ánimos del pueblo siguiéndose uno como universal alzamiento de aquel espíritu, devoción que mostraban tener a la Compañía porque los Regidores en nombre de la ciudad trataron de enviar un procurador a las Españas pidiendo en el Real Consejo cédula de Su Majestad para que los [fol. 72] Padres de la Compañía en ningún tiempo pudiesen fundar en la ciudad de Cuenca ni casa, ni residencia, ni otra cosa. Propuso el Procurador en el Consejo Real de Indias su demanda, leyóse la petición y no consiguió nada de lo que pedía remitiéndose el examen de todo a la Audiencia de Quito. Volvió el Procurador a su patria y con su vista y poca consecución de sus negocios se alteraron nuevamente los ánimos para a no dar lugar a la fundación85.

84  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 379-438; José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 147-150. 85 José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 132.

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Con esto segunda vez nombraron Procurador a la Audiencia de Quito, contradiciendo la fundación que los Padres de la Compañía pretendía. No nos acobardamos con estas contradicciones, oíamos cada día en el Tribunal dar voces que se suspendiese la fundación por causas que representaban para ello todas siniestras y mal fundadas. Se deshizo todo presentando una cédula de Su Majestad que se había ganado en el Consejo para que pudiese tener un colegio en aquella ciudad y para esto las razones todas que había, las cuales miraban notoriamente al servicio de Dios, del Rey y de los fieles. En esta conformidad los Señores Oidores decretaron se sustanciase la causa y que el Corregidor y Cabildo de la ciudad de Cuenca en la plaza pública, con asistencia de todas las Religiones y vecinos dijesen sobre este negocio su parecer. Quién dirá lo que pasó en este lance? el vulgo ciego y monstruos, los ánimos turbados, el enemigo que atizaba y todos compelidos de la ceguedad, decían unos que no convenía que fundasen porque era muy conocida su codicia; otros, que habían de vivir de sus limosnas y que siendo corta la tierra, serían cargosos a sus familias; otros, que fundasen con condición o sin ella. Con estas razones estaban allí los ánimos de todos. Dos Padres que asistían avergonzados y mortificados hasta que de repente se levantó un ciudadano, tenido de todos por ejemplar, vestido de un sayal tosco por ser tercero de la orden de San Francisco y dijo así con lágrimas en los ojos y levantando las manos a los cielos: Qué hacéis Se[Pág. 73] ñores? Qué es esto que decís? Cómo no considerais que se os abren las puertas de los cielos en admitir la Compañía de Jesús en vuestra ciudad. Aquí habeis conocido con experiencia cierta las misiones de cuaresma, qué han hecho estos santos Padres, el fruto de vuestras almas, el consuelo de vuestras conciencias, el amor de los vecinos y el amparo de los pobres; cómo ahora os cegáis tan fuertemente que vais en todo contra la claridad del sol y contra Dios y contra la razón misma. ¿No veis lo que obran en las ciudades la juventud bien criada, los niños con policía, los mayores con letras, los vicios atajados y la virtud crecida?. Todos los capítulos que me poneis son nacidos de la pasión y de la ignorancia y que sólo son calumnia de gente perdida y mal intencionada. Mirad, no sea esto para acabar de destruir vuestra ciudad, cuya culpa vengue el cielo en nuestros hijos y nuestras familias. Sabeis qué 125.


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cosa es tener un colegio de la Compañía de Jesús? es un bien universal que encierra en sí una multitud que todas redundan en útil de los vecinos; y si no pongo los ojos en las Repúblicas y pueblos que gozan de la presencia de estos santos Padres; veis sus moradores virtuosos, los ánimos consolados en vida con noticia de lo espiritual en la muerte, con socorros a lo eterno; reparad bien en los agravios que han fundado vuestras lenguas y enmendad el yerro con una suma gratitud. A estas voces dichas con lágrimas y con valor y espíritu se oyó un general aplauso en los rostros de todos, dando al cielo alabanzas y gritando en porfiados ecos: Viva la Compañía de Jesús. Quedaron corridos y afrentados de los que antes se habían dejado decir y tomando en pleno concurso a los Padres, se fueron a la casa de su hospedaje y erigiendo un altar se dijo misa, tomando posesión del colegio con aplauso y lágrimas de la ciudad. En estos debates de la fundación había un Sacerdote que se particularizaba contra la Compañía insistiendo que no [Pág. 74] se fundase; decía en público: No veré en mis días fundado colegio en la ciudad. Luego que dijo esto partió a Quito y a la vuelta cuando ya en la República de Cuenca se efectuaba la fundación, le dio el mal de la muerte en el camino y le despachó brevemente para que no viese en sus días lo que él mismo se había anunciado. También el Procurador que fue a España para resistir a que no se fundase, después de gastada su hacienda y su vida y padecido grandes trabajos, pasando en una balsa un río se fue a pique y se anegó. Un religioso por fin de quitar los sermones de nuestra casa y llevarse la gente, que venía a ellos dió en abrir las puertas de su iglesia y entablar ejemplos y sermones, y al fin de uno de ellos dijo: que su Padre y fundador no era como los teatinos86 que sólo abrían 86  Esta congregación religiosa fue fundada en 1524 por Gaetano de Thiene (1480-1547) y por Juan Pedro Carafa (1476-1559), obispo de Chieti (Theatinus en latín, ciudad que dio su nombre a la congregación). Este instituto nuevo pretendía la renovación de la vida apostólica, la celebración comunitaria de la liturgia eucarística y coral. Uno de sus fundadores, Juan Pedro Carafa, llegó a papa con el nombre de Paulo IV (1555-1559). La congregación se extendió fundamentalmente por Italia, sur de Alemania y España. Agnès GERHARDS. Dictionnaire historique des Ordres Religieux. Poitiers, Fayard (1998), 572; Marcella CAMPANELLI. I Teatini in l’inchiesta di Innocenzo X sui regolari in Italia. Rome, Edizioni di Storia e Letteratura (1987). Fue frecuente apellidar a los jesuitas “teatinos”.

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la puerta a los de capa negra y que para esto venían de la suerte que él predicaba. Diole a este una recia enfermedad que le puso en los trances últimos y no pudo predicar en toda la cuaresma y daba después reconocido voces que el oficio de Predicador era muy proprio de la Compañía. Entrado que hubo la Compañía en Cuenca con tres Padres y dos hermanos se dieron al ejercicio de nuestros ministerios. Entablaron primero las Congregaciones de españoles, una de estudiantes, otra de esclavos y de indios otra. Todos los domingos se predica a los naturales a la primera misa, a las dos de la tarde a los niños la doctrina, a las tres la plática a españoles; más adelante a los morenos y últimamente a los indios. Hay en este pueblo muchas confesiones en nuestra iglesia y aunque hubiese más Padres tendrían bien en qué ejercitarse y más con los sermones a que nos convidan para que en sus festividades prediquemos. Es común voz que después que residimos los Curas y Vicarios de tres parroquias viven descansados en las cuaresmas y mucho más en sus conciencias descargados siendo así que toda la gente se viene a confesar a nuestra casa y así los clérigos hicieron un ruego a la iglesia ma[Pág. 75] yor que para los Padres de la Compañía se diese de limosna por estar pobres unos quinientos pesos, puesto que ellos tenían sobre sí el trabajo de toda la ciudad y era razón que se mostrasen todos agradecidos. Entre la obra de la predicación y el fruto han sucedido algunos casos memorables. Vivía un hombre sin Dios y sin ley de más de treinta años amancebado fuera de la ciudad; vino a oír un ejemplo que contaban los nuetros en el cual sacaban un Cristo por pedirlo así la narración; entendiólo por sí y cayendo en la cuenta de su mala vida se vino con muchas lágrimas a confesar y entabló nuevas costumbres y piadosa restitución de vida. Otro también entró en la iglesia cargado de horrendas culpas y de enormes sacrilegios y oyendo tratar de la fealdad del pecado y de sus graves y terribles daños se cayó casi muerto sobre una columna de la iglesia; y volviendo en sí volvió a oír al predicador repitiendo en los desmayos y apreturas que lo causaba el haber ofendido a Dios tan a riendas sueltas. Lleváronle a su casa y llamando al Padre se confesó declarando una vida de todas maneras abominable y con tanto dolor y arrepentimiento que era necesario que el confesor le consolase porque no acabase a sus pies la vida. 127.


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Una mujer había de ruin trato; deseaba por una parte dejar semejante ruindad y por otra parte la pobreza se le ponía delante. Al fin el temor de Dios y peligro de su alma le obligó a rendirse a Dios y a padecer inmensos trabajos. Un día descuidada llegó un mancebo a su puerta y le dio una gran limosna; preguntó la mujer le dijese quién se la enviaba; respondió el mancebo que no era necesario saberlo; replicó que lo deseaba saber para rendirle las gracias. A esto dijo él: pues dáselas a Dios que él os la envía y volviendo las espaldas, caminando la calle abajo, a pocos pasos desapareció. Dos esclavos llegaron de Cartagena a esta ciudad y con [Pág. 76] nombre de cristianos estuvieron mucho tiempo en el cual padecieron grandes trabajos de un mal que a manera de mal de corazón les cogía a veces y les hacía dar y herir de pies y manos dejándolos como muertos por mucho espacio. Claramente se conoció que era un espíritu maligno a quien ellos se habían ofrecido por verse fuera de su tierra cautivos. Bautizáronlos de bajo de condición por algunas razones que había para dudarse en el bautismo y de allí adelante se hallaron libres de aquellos accidentes. A una india dio aquí en perseguir el demonio el cual se le aparecía ya en figura de cordel, ya de culebra, otra vez en forma de un negrito que le comenzó a decir: Acaba ya, qué haces? No comas, ni bebas, date a gustos, no llames a Dios, para qué trabajas? De qué te sirve esta tarea de vida? La india engañada comenzó a no comer, ni beber y andaba como suspensa y loca; sus parientes la trajeron a que se confesase. Apareciósele el demonio y le mandó que no se confesase. Con esta resolución no había remedio de hablarnos; dímosla una medalla de nuestro Santo Padre Ignacio y a pocos días vino y se confesó con mil consuelos suyos y de todos, libre ya de aquellas ilusiones en las cuales el demonio la quería despeñar. Tenía una señora principal de toda verdad y crédito un niño que se estaba muriendo. Púsole en la cuna y ofrecióle a nuestro Santo Padre Ignacio, pidiéndole que si convenía le alcanzase salud. Miraba la madre al niño y juntamente a un cuadro de nuestro Santo Padre a los pies. Era como el mediodía claro y vio que el Santo Padre tendía los brazos para el niño lleno de mil resplandores; y el niño desde la cuna tendía sus bracitos y abrazándose el uno al otro expiró. La madre en vez de llorar la muerte de su hijo comenzó a 128.


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dar voces de alegría y de consuelo anunciando la buena suerte de su infante que después de muerto quedó con el rostro como de un serafín. Sucedió aquí un caso bien lastimoso. Pasó a estas [Pág. 77] partes un hombre de Castilla y en un pueblo llamado Gualasco se amancebó con una india, estando en su amistad como diez y ocho años. Ya estaba cargado de hijos y su alma de culpas (negocio en el pueblo escandaloso) pasaba éste a caballo el río de aquel pueblo y su manceba iba en otro caballo; la corriente que era furiosa arebató a la india y entre remolinos y olas, turbada y sin sentido, la iba revolcando. A esta sazón había llegado el hombre a la ribera y volviendo los ojos, mirando lo que le sucedía a su manceba, determinó con velocidad sacarla del peligro. Para esto, lo que daba el tiempo [y] lugar, se quitó la capa, el sayo, la espada y el sombrero y se avalanzó a la corriente abranzándose con la mujer para traerla fuera. Fue uno y otro vencido de las olas y entre uno y otro remolino anegados, perdieron juntos la vida temporal y eterna. Mirando este espectáculo mucha gente que estaba a la playa sin que nadie se ofreciese a favorecerlos en lance tan apretado y necesitado de remedio y favor humano.

Colegio de Mérida No ha muchos años que se fundó esta casa87. Hay en ella siete sujetos: tres Padres y cuatro Hermanos coadjutores. Léese una cátedra de Gramática y salen de allí mozos hábiles para facultades mayores. La gente toda es de lindos naturales y agudos entendimientos, muy queredora de la Compañía. Toda ella acude a nuestra casa a los sermones y a recibir los Sacramentos del confesar y comulgar. Hay entabladas tres Congregaciones: de indios, de morenos y de estudiantes en que se hace utilísimo fruto. No es muy crecido lo temporal de la casa pero bastante para sustentar los pocos sujetos que encierra. El año de treinta y nueve sucedió el siguiente caso. 87  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 7-111. Edda SAMUDIO, José DEL REY FAJARDO y Manuel BRICEÑO JÁUREGUI. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes. Mérida, Universidad de los Andes (2003) 8 vols.

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[Pág. 78] En un pueblo que está poco distante de Mérida vivía un hombre vecino a nuestra hacienda que era gran jugador y gran blasfemo. Tenía éste dos hijos de diez y siete a diez y ocho años, de las costumbres de su padre, también jugadores como él. A este hombre le quisieron matar unos sus contrarios y cargándoles de heridas le pusieron en el lance último; recobróse en la salud pero no de la antigua y envejecida costumbre. Por lo cual permitió el Señor darle otros sentidos golpes porque el día de año nuevo le mató a un hijo suyo un negro que le topó en compañía de su mujer entre las espesuras de un arcabuco. El Padre, lastimado por la muerte del hijo, se fue en busca del negro que había huido y al fin de quince días, él y su hijo le encontraron en los senos de un cañaveral y queriéndole allí matar, arrojóle el hijo una lanza y habiéndole herido el golpe sobrevino también el negro y le quitó la vida; ya los dos hijos muertos, acudió al Padre y fue malamente herido. A estos ruidos, voces y desgracias acudió la justicia y los prendió. Y ha venido a ser que sobre tantos trabajos ha llevado el jugador mucha pérdida de haciendas y vive desastradamente para que siempre se cumpla, que en casa del jugador nunca faltarán desgracias.

Colegios Seminarios de San Bartolomé, de Santa Fe, de San Luis, de Quito, y de San Francisco de Asis en Popayán En el Colegio Seminario de Santa Fe88 hay dos Padres, un Hermano estudiante y dos Hermanos coadjutores. Lo mismo en el de Quito89; en el de Popayán90, [Pág. 79] que es recién fundado se hallan un Padre y un Hermano. Son estos Seminarios de gran lucimiento a la Compañía y a las Repúblicas de utilidad y

88  Daniel RESTREPO y Guillermo y Alfonso HERNÁNDEZ DE ALBA. Bogotá, Sociedad Editorial (1928); William Jaramillo mejia. Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Santafé de Bogotá, Instituto colombiano de cultura hispánica (1996). José DEL REY FAJARDO. Jesuitas, libros y política en el Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Publicaciones Editores (2004). 89 José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 318-319. 90  Pedro VARGAS SÁEZ. Historia del Real Colegio Seminario de S. Francisco de Asís de Popayán.

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nombre porque allí se crían los estudiantes con ejemplo, con virtud, con letras y salen en todo bien aprovechados. Comulgan frecuentemente y con la enseñanza que tienen de la oración y el recogimiento en que se crían vienen a ser mozos de prendas y que logran sus dotes y habilidades, ya en Religiones donde después se acogen, ya en empleos espirituales que ejercitan. Hay en el Colegio de Santa Fe casi cincuenta colegiales entre los que sustenta la Catedral y convictores que a expensas de sus padres son en toda cultura doctrinados. En el Colegio de Quito es más la comunidad. Hállanse en él casi noventa estudiantes que con veras se dan a letras y virtud. En el de Popayán es el número más corto por ser la capacidad de la tierra más estrecha; llegarán como a veinte entre convictores y los que la iglesia sustenta para servicio de los divinos oficios y asistencia de las misas.

Colegio de Cartagena En el colegio que tiene nuestra Compañía de Jesús en la ciudad de Cartagena, una de las más principales, lucidas y pobladas de todo género de gente que hay en toda esta Provincia y aun en estas Indias (como en otras letras annuas se ha dicho) de ordinario residen veinte y cuatro de los nuestros: los diez Sacerdotes y los demás Hermanos coadjutores91. Va en lo temporal prosiguiendo en su probreza y empeños ordinarios que han crecido estos años a causa de lo muy caro de la tierra y de haberse edificado un cuarto muy capaz, parte por no perder la ocasión del sitio en que había manifiesto riesgo y peligro en la dilación; y parte por la inco[Pág. 80] modidad grande de habitación y casa que había así para los moradores de ella como para los huéspedes que son tantos y tan ordinarios en este colegio por los tiempos de las armadas que llegan a este puerto de España y que como nuevos en la tierra sentían y extrañaban lo excesivo de estos calores,

91  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 227-346; Ana María SPLENDIANI y Tulio ARISTIZÁBAL. Proceso de beatificación y canonización de San Pedro Claver. Bogotá CEJA (2002); Tulio ARISTIZÁBAL. Bajo la sombra de Claver. Memoria de los jesuitas en Cartagena de Indias. Cartagena, s/e (1998); Tulio ARISTIZÁBAL. El templo de San Pedro Claver en Cartagena. Cartagena, Edit. Kimpres, 1999; José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004).

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bien a costa de su salud y de la vida de los unos y de los otros que sobre estrechura e incomodidad ordinaria, era fuerza experimentarla mayor por acomodar a los huéspedes. Pero aunque es verdad que por esta parte ha redundado esto en nuevo empeño y mayor pobreza, mas por otra ha sido bien considerable aumento en lo temporal y bien necesario para la salud y consuelo de los que aquí viven para emplearla en el servicio del Señor y mayor ayuda de los prójimos; porque aunque el dicho cuarto atendiendo a la edificación, a evitar gastos y a no ser precisamente necesario no proseguirle según la planta y parecer de los arquitectos y amigos seculares; queda empero bastantemente capaz aun para comprender en sí las oficinas todas por tener de latitud 46 pies y cuatrocientos y setenta y seis de longitud. También se ha aumentado en un algibe de que no menos necesitaba este colegio por ser la falta de agua en esta ciudad muy grande y por esto la más común la que envía con sus lluvias el cielo. No tiene esta casa más de una hacienda o estancia en el campo considerable la cual asimismo ha tenido de aumento más de veinte esclavos que se le han añadido a los que tenía con lo cual y con el gran cuidado, trabajo, e inteligencia del Hermano que la tiene a cargo se puede confiar que será en adelante el sustento y aun buena parte de el desempeño de ella. La otra hacienda, o casa de recreación, que es para los asuetos de los nuestros y algún corto alivio entre tantas penalidades y continuos trabajos está muy reformada y mejorada, así en lo que tiene de útil por haberse reedificado lo que ya no servía por muy antiguo y caído, como en lo poco o nada que tenía de recreación [Pág. 81] solicitando el Padre Rector que se hiciese en ella una huerta de frutales, que ha tenido y tendrá no menor utilidad que recreación religiosa. A lo cual dando en todo nuestro Señor las gracias se llegan las gruesas limosnas que ha sido Su Majestad divina servido de aplicarnos para algún desempeño de tantas deudas y necesidades, pues si se lograsen y consiguiesen algunas mandas que andan en pleitos, llegarían a cuarenta mil pesos, las que en solos estos años de 41 y 42 nos han hecho personas pías, movidas del celo y desengaño que tenían y hoy tienen de la necesidad de esta casa. 132.


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En estos años ha sido servido N[uestro] S[eñor] de ejercitar y probar a este colegio con los golpes y calamidades comunes de enfermedades, pobreza y guerras y con bien penosas persecuciones y calumnias de alguna y algunas personas poderosas, que han usado mal de su poder, en las cuales pudiendo en muchas causas y ocasiones hacer lícita defensa, y más siendo casi impelidos de Jueces Superiores suyos, siempre se ha procurado excusar la menor sombra de venganza y dar con el favor divino muy repitidas demostraciones de la modestia religiosa que tanto nuestra madre la Compañía aprecia y procura y dar con el favor divino muy repetidas demostraciones de paciencia remitiendo a ambas Majestades el desagravio y el volver por sus siervos, que lo han hecho con señales tan manifiestas que no han podido dejar de verlas y confesarlas aun los más ciegos con su pasión. Pues el Rey nuestro Señor, que Dios guarde, mostrando la piedad de su religioso cuanto real pecho, mandó a sus Jueces y Ministros que averiguasen y castigasen las molestias hechas a este colegio, significándoles su Real pesar y sentimiento. Hase servido Dios de que crezca por esta causa la estimación y amor que nos tenían todos los más de esta ciudad, así pequeños como grandes; así plebeyos como nobles; y vecinos como forasteros; [Pág. 82] que siempre ha sido muy crecida de que pueden ser bastantes argumentos el caso que para sus consultas y negocios más graves ha hecho el Santo Tribunal de la Inquisición de nuestros pareceres, haciendo en él muchos días a un Padre de los nuestros el oficio de Ordinario y de algunos meses a esta parte el de Inquisidor en interim por especial mandato y comisión del Supremo Consejo. Y no menos el que siempre hace el Señor Obispo con su Cabildo y clerecía consultándonos las cosas de más importancia y dándonos en su Catedral los sermones más señalados y de concurso y lo mismo de Cabildo secular y demás personas principales, pidiéndonos consejo aun en las cosas más menudas, componiendo por nuestro medio e intercesión sus disgustos, pleitos y disensiones siendo entre los de mejor juicio proverbio, que se estima en poco el que estima por amigos y consejeros a los de la Compañía. De adonde nace no sólo en los vecinos sino en los que alegan de todas partes a este tan frecuentado puerto, que siendo tanta la repugnancia y dificultad de los nuestros conforme a nuestras reglas el admitir el ser alba133.


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ceas y testamentarios sean tantos sus ruegos y instancias y tal la calidad de las personas y circunstancias que no pocas veces nos obligan a serlo por ver el desconsuelo grande que muestran si lo repugnamos y el extraño amor y confianza con que nos entregan sus últimas voluntades en prendas ciertas de la que nos tienen y la disposición de sus haciendas con ser bien gruesas, dando grandes señales del consuelo y gusto con que mueren por ver dejar en nuestras manos sus conciencias y haciendas y la disposición de sus cosas. Y esto muchas veces algunas personas que no habían tenido más noticia ni comunicación en la Compañía que la de los pocos días que había estaban huéspedes y pasajeros en esta ciudad, informados de los vecinos de ella con los deseos que les da el Señor en aquella hora de no errar y dejar sus negocios y cosas con seguridad posible, Mas, como dije, esta esti[Pág. 83] mación y amor tan antiguo hemos visto renovado y aumentado estos años por confesión de los mismos, al paso que nuestros perseguidores y émulos han querido afligirnos y pretendido el común enemigo sacarnos del paso de la Religión, tolerancia y modestia que con el socorro del cielo se ha procurado conservar y llevar adelante y volviendo bien por mal. No menos habrá fomentado este amor y buen nombre el haber visto estos años (como en los pasados) las especiales muestras que ha dado esta casa de tener y mirar como proprios todos los buenos y los males sucesos de esta ciudad acudiéndoles sobre nuestras fuerzas en sus trabajos y necesidades espirituales y corporales. También se buscan limosnas entre los de fuera para algunas personas vergonzantes y virtuosas que no se atreven a pedirlas de puerta en puerta, ni a manifestar a todos su probreza. Danse en nuestras porterías a todos pobres que llegan a ellas todos los días y años, pero estos últimos han sido con mayor abundancia por ocasión de la gruesa armada de castellanos y portugueses, que derrotada del Brasil, tomó aquí puerto porque en ella llegaron toda suerte de personas, muchísimos soldados con casi extrema necesidad, a quienes acudimos con la piedad y misericordia que pudimos, no midiendo nuestros deseos (comunicados del Señor) con nuestras flacas fuerzas sin reparar a lo alcanzado y empeñado de este colegio, cosa que no sólo causaba amor y edificación en los que agradecidos recibían el socorro sino también 134.


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en todos los demás que tan de cerca los consideraban y sabían los nuevos alcances en que por las razones arriba dichas venía cada día esta casa, siendo asimismo consideración de no pocos que por esta causa tan pía y confianza en el remediador de sus siervos nos acudió tan de contado su divina Majestad en el ciento por uno, en las limosnas que ya apuntamos, sin las cotidianas que recoge el hermano limosnero. Que aunque es [Pág. 84] verdad que todas estas apenas llegan a suplir una corta parte del gasto ordinario pero también lo es que le dan a él más limosna que a otros muchos limosneros juntos de otras Religiones y hospitales, que confirma aún más este amor para con esta casa. Por la misma ocasión de tantos soldados se dieron órdenes ya en esta ciudad, ya en la corte, para que se echasen de una Isla que está aquí cerca, llamada Santa Catalina92, unos enemigos intrusos que se habían poblado y fortalecido en ella para infestación de toda esta costa. Y en las dos veces que salió nuestra armada a la dicha facción no sólo fue continuo el trabajo y cuidado de todos los Padres en acudir a oírles de confesión (de que diremos en su lugar) sino que desde que salía de este puerto hasta que volvía a entrar en él, que fue por espacio de más de dos meses, se decía en nuestra iglesia todos los días una misa y descubría en ella el Santísimo Sacramento con decencia de luces y se decían letanías y hacían rogativas por la victoria y buen suceso con gran consuelo, edificación y agredecimiento de todos. Y cuando entraron victoriosos el General y Capitanes se singularizó la Compañía en las demostraciones de alegría y contento del bien común recibiéndoles con un coloquio hecho al intento de la victoria que re92  La expedición a Santa Catalina fue realizada por el capitán Francisco Díaz Pimienta en 1641 con el objetivo de expulsar a los ingleses de Santa Catalina y San Andrés, quienes interrumpían el tráfico marítimo con Portobello y Cartagena. La expedición estaba compuesta por mil cuatrocientos soldados embarcados desde Cartagena en siete galeones y cuatro pataches, que al llegar a Santa Catalina derrotaron la guarnición inglesa y se hicieron con un importante arsenal, sesenta piezas de artillería, tanto ligera y gruesa, mosquetes, carabinas y munición. Tras la reconquista de la isla el general Pimienta dejó una guarnición de ciento cincuenta hombres, lo cual fue comunicado al Rey con el ánimo de proteger el comercio marítimo de los ingleses y otras naciones enemigas de España. En Lucena Salmoral, Manuel. Historia Extensa de Colombia, Real Audiencia y Presidentes, Presidentes de Capa y Espada 1628- 1654, Tomo II. Bogotá, Ediciones Lerner. 1967. pp. 235-237.

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presentaron nuestros estudiantes muy a su sastisfacción y gusto, diciendo a muchos el General cuando le fueron a dar el bienvenido los nuestros, que reconocía deber la victoria (después de Dios) a las frecuentes oraciones y plegarias de la Compañía. Y a este mismo tono ha ya más de un mes desde los últimos de abril de este presente año de cuarenta y dos que comenzamos semejantes letanías y rogativas que se continuarán por los meses siguientes del verano con el favor de Dios, suplicándole por la paz y felices sucesos a nuestro Católico Rey y Señor en estas guerras. Todo lo cual sin lo más oculto y secreto, aunque es tan conforme a nuestra obligación y estado, ha sido causa de mayor edificación y estima por la bondad del mis[Pág. 85] mo Señor para quien sea la honra y gloria Para el aprovechamiento y socorro espiritual de los prójimos, enseñanza y educación de la juventud, léese lo primero en este colegio la gramática adonde acuden no sólo los estudiantes de esta ciudad sino los de todo este distrito y comarca; adonde se les enseña desde los primeros principios y rudimentos hasta que salen consumados retóricos; estando siempre bien llenas de buen número de estudiantes las clases. Y para que en tan tierna edad tome con las letras posesión del alma la virtud, devoción y temor de Dios se les ha instituido y fundado una Congregación de Nuestra Señora que tiene a cargo un Padre, en la cual más a fuerza de su devoción que de apremio se juntan todos los domingos a su lección, pláticas y otros ejercicios espirituales. Todos los meses del año se confiesan con grande exacción y reciben de mano del Padre Prefecto o de otro Sacerdote el Santísimo Sacramento en su capilla, muy biena aderezada y compuesta, adonde en estas ocasiones para más mover a reverencia aprecio y estima se dice la misa cantada y con solemnidad, de diácono y subdiácono, habiendo música de instrumentos y canto de órgano. Pero adonde crecen más estas tiernas plantas en devoción y demostraciones de su piedad, es, las festividades de su Madre y Patrona la Virgen Santísima y en la del santo ejemplo de estudiantes B. Luis Gonzaga porque todas ellas las celebran con novenarios, colgando los nueve días antes de la fiesta la clase mayor que sirve de capilla y aderezando rica y costosa136.


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mente el altar en que todos los nueve días se les dice su misa; y el último, que es de la comunión, su misa solemne y plática que se procura la haga uno de los Padres más graves de la casa cuando por sus ocupaciones no pueden ni el Padre Rector, ni el Padre Prefecto de los estudios. Aquí es de admirar la santa competencia y emulación que en tan tiernos años traen entre sí los de la menor clase [Pág. 86] con los de la mayor sobre quién se esmera más en el adorno, gastos y ostentación cristiana, en la piedad y devoción a las fiestas que les pertenecen y se les reparte, siendo necesario irles a la mano y ponerles tasa para que por niños no pasen los límites de la discreción. Y aunque en todos tiempos se buscan tantas invenciones y nuevos modos de adelantar una obra tan importante para que no se menoscabe este afecto y santo tesón. Pero con particular cuidado estos dos años últimos ha procurado el Padre, su Maestro y Prefecto, despertarles a más devoción y santa competencia con algunos coloquios o certámenes literarios poéticos en las festividades de la Natividad y Concepción, siendo el asunto las alabanzas de su Reina y Señora y la ponderación de lo que favorece y ampara a los que desde sus tiernos años se consagran a su servicio congregantes y la eligen por Patrona y Abogada, proponiéndoles premios curiosos competentes a sus poesías y a los que más se adelantasen en mostrar con la virtud de las letras. Del gran fruto que esto haya hecho y de lo bien logrado de este trabajo y fidelidad de esta gran Señora en pagar liberalísimamente y de contado pequeños servicios en los que se precian de devotos y hijos suyos, pueden ser muy bastantes muestras: lo primero, la pureza de sus conciencias y reformación de sus travesuras y costumbres para de esta edad. Lo segundo, el haberse observado que los que faltan de nuestros estudios son de ordinario aquellos solos que no tratan de reformarse o no pueden sufrir tanto ejercicio de buenas obras y tanto unir letras con virtud. Lo tercero, que los que hoy los han dejado por haber subido a ciencias mayores o estar ya ordenados de sacerdotes, no por esto olvidan la Congregación, ni dejan de acudir a ella como si actualmente fuesen estudiantes de nuestros estudios. Lo cuarto, (dejando otros) que casi todos los que han dejado nuestros estudios y clase de Retórica son hoy religiosos y han despreciado la loca vanidad 137.


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[Pág. 87] del mundo en que los más de ellos pudieran tener muchas esperanzas bien fundadas, ya en sus buenos principios y habilidades y otras partes naturales de calidad y sobrenaturales de virtud y en sus copiosos y ricos patrimonios. Hay lo segundo tan bien fundada otra Congregación para los mercaderes y personas principales la cual está a cargo de un Padre grave y de los más antiguos destas partes que con mucho celo y puntualidad les asiste todos los domingos desocupados del año y les platica con no menor celo y espíritu que talento; pláticas tan espirituales y a propósito a las necesidades de sus almas que no se oculta el patente fruto que hacen, pues de ellas resulta muy gran reformación de vidas, ejemplo de temor de Dios y frecuencia de sacramentos, que suele ser bien rara en gente principal ocupada y en los que tratan y contratan, ocupándose en todas obras de piedad y misericordia y mostrándose muy finos devotos y verdaderos hijos de María Santísima en la solemne celebración de sus fiestas y no menos en desocuparse de tantos cuidados e impedimentos que siempre siguen a tales personas para acudir los días de entre año a tomar los santos del mes y oír las pláticas y sermones espirituales sin que les sea de estorbo la incomodidad del tiempo y lo penoso de tan grandes calores y de calidad tan mala y relajante de los cuerpos humanos. Causa ordinaria de que en todo lo más del año sean poco frecuentados los templos aun de personas pías y cristianas que les parece hacen harto en vivir ahorrados de ropa en los retiros de sus casas teniendo por casi insufrible el estar mucho tiempo en las iglesias vestidos con la honestidad y decencia que ellas piden. Por esta y otras causas no se había podido entablar en esta ciudad que nos enviasen los Padres y los Maestros a los niños de las escuelas, cosa que tanto deseábamos por ser tan de nuestro santo Instituto para que desde tan tier[Pág. 88] nos años se fuesen criando con la leche de la doctrina cristiana y fundándose en los principios, luces y verdades de nuestra santa fe católica y ley divina. Pero ya con no pequeña diligencia, industria y santo celo de la Mayor gloria de Dios y bien de toda esta República y sobre todo con el favor del mismo Señor se han vencido dificultades e instituídose una decuria que tiene a su cargo, con un hermano, el cual con gran cuidado y solicitud, si138.


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guiendo el ejemplo del Padre Rector que había ido antes en persona, acude a las escuelas todos los sábados previniéndoles y avisándoles para que se junten todos los domingos como se juntan en una sala bien capaz de este colegio con admiración de los que les parecía imposible se lograse este trabajo. Con no pequeña confusión de sus padres por haber sido antes de ahora tan remisos en cooperar a obra tan santa e importante, igual al consuelo que hoy sienten en sus almas y no menos agradecimiento y edificación por ver a sus hijos ocupados en tan diferentes ocupaciones de las que solian tener, jugando y traveseando en sus casas y calles y lo a pechos que la Compañía toma el no perdonar a trabajo, ni ocupacion, por humilde y penosa que sea, siendo en servicio del Señor, bien de las Repúblicas y de las almas. Aquí se les enseñan varios catecismos de los misterios, obligaciones y verdades de nuestra santa fe y católica religión; y lo que más es se van aficionando y perdiendo el miedo al santo Sacramento de la penitencia, cosa que tanto horror les suele causar a los niños. También se les enseñan tonadas de endechas y canciones devotas que juntamente deleitan y aprovechan con las sentencias que van en los versos cuya materia son alabanzas de la Virgen, de los Santos y de sus principales virtudes, y los motivos para aborrecer el pecado y tenerlo por el mayor mal de los males, y como con sus buenas habilidades es tan natural en la niñez la vehemencia y aplicación [Pág. 89] a lo primero que se les imprime han tomado tan a pechos estos santos cantares que no sólo van totalmente desterrando los que antes se solían oír por las calles causando escándalo y horror aun a los oídos menos castos sino que como ángeles y predicadores a todas horas van por las calles, día y noche, despertando en los corazones buenos pensamientos y temor de las culpas y amor a la virtud a la manera que se refiere en la vida del Santo Apóstol San Francisco Javier, lo hacían los indios Malabares cantando con gracia bien del cielo, las oraciones que el Santo Padre en sus decurias les enseñaba. Este tercero medio ha dado gran ser y realce al medio cuarto que para el aprovechamiento de las almas y bien de los prójimos tiene este colegio, que es el de las doctrinas públicas y sermones que llaman de las cuatro calles; porque aunque es verdad que este ministerio ha estado siempre muy 139.


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acreditado en esa ciudad pero no se puede negar que ahora lo está más por la dicha causa, pues muchos de los que por ventura no acudían antes, convidados de la buena doctrina y talentos de los predicadores, acuden ahora compelidos del amor de sus hijos y deseosos de ver los premios y de gozar de la gracia con que cantan y responden a las preguntas del catecismo; porque estas pláticas se hacen con la forma y exacción precedente. Júntanse primero en nuestra iglesia todos los niños de la dicha decuria con los estandartes y cruces que traen de las escuelas, a los cuales puestos en gran orden en procesión siguiéndolos todos los estudiantes de nuestros estudios, por medio de la cual para más orden y concierto van de ordinario cinco o seis de los nuestros, entre Sacerdotes y Hermanos coadjutores, sin designarse de esta acción tan propria de la Compañía. El primero el Padre Provincial, cuando se halla visitando en este colegio, al fin de todos va entre algunos sacerdotes seculares y devotos, el Padre que ha de predicar, el cual se procura que sea [Pág. 90] el de más pecho, espíritu y talento que hay en la casa, por ser grandioso el concurso de estos sermones y lo bien entablados y recibidos que están en esta ciudad. A cuya causa se comienzan desde el primer viernes de setiembre hasta el viernes más inmediato al Santo. Siendo así que en las otras partes adonde hay colegios de la Compañía, y esta especial ocupación, se da principio a ellos en el viernes primero de adviento. Con este orden va la procesión discurriendo por las calles más públicas y principales hasta el puesto en que se ha de predicar, adonde se junta no sólo lo más del vulgo sino todo lo más lucido de la ciudad, milicia y plaza, ocupando balcones, ventanas y calles, adonde anticipadamente envían todos sus escaños y asientos con non [sic] menos cuidado y afecto que suelen tener los más mundanos en enviarlos a los puestos de comedias. Antes de comenzar el sermón toma la mano uno de los nuestros y hace varias preguntas del catecismo y de los cantares arriba dichos comúnmente a los niños. Quedan las personas más principales que allí asisten tan alegres cuanto admirados de verlos responder tan bien y tan prestos, sin turbarse, a vista de tanto concurso y auditorio, mostrando lo católico de sus pechos en tener por favor que saquen a sus hijos a plaza, bien instruidos y enseñados, en los misterios y artículos de la fe católica, diciendo algunos que estiman en más verles 140.


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premiados por esta causa con una estampita y medalla que si por sus muchos servicios y méritos les premiara Su Majestad con hábito a los pechos. Con esta buena disposición y como sainete celestial se empieza el sermón. Es grande el fruto y provecho que por la bondad y gracia del Señor se hace con este medio curando llagas bien antiguas y vicios bien escandalosos, sin haber apenas allí alguno que no se afee y reprenda en especial aquellos que se entiende estar más arraigados y haber cundido más su peste en las almas y corazones de los circunstantes; o se puede [Pág. 91] debe temer cundan en puerto de mar, presidio de soldados, ciudad de tratos y contratos y de las calidades arriba dichas. Hay lo quinto otro medio más general que es el incansable cuidado en nuestra iglesia de acudir a los confesonarios y al púlpito supliendo los pocos sacerdotes que hay por los muchos que eran menester para un vulgo tan numeroso y populoso de vecinos y forasteros y para una ciudad tan lucida, poblada de todo número de gente, siendo comúnmente la más bien necesitada de enseñanza y remedios para la salud de sus almas. Y aunque la iglesia es también pequeña y de prestado por razón de los empeños grandes y pobreza de este colegio y carecer de fundador, mas no por eso dejan de ejercitarse en ella todos los ministerios que la Compañía acostumbra como si fuera la más capaz, valiéndonos de un patio de la casa que tiene junto a sí, el cual sirve como de templo en las ocasiones de grandes concursos y auditorios de los sermones, poniendo sus asientos en él los hombres, dejando libre y desembarazada la iglesia para mujeres. Entre año, por la causa de los calores que ya apunté, no es tan frecuente ni tan grande el concurso de la gente que en otras casas y colegios de otras ciudades más templadas; pero es cierto que sólo a nuestra casa acuden más a confesar y a comulgar que a casi todas las otras partes con haber en esta ciudad demás de la Iglesia mayor y otra parroquia cinco casas de religiosos, adonde se predica y confiesa. Y es notorio y observado de muchos cuerdos que por la mayor parte todas las personas que tienen algún desengaño de las cosas del mundo y ponen cuidado en su salvación, frecuentando entre año los Santos Sacramentos, acuden siempre a nuestra iglesia; y que se retiran de ella como de nuestra comunicación los que no se sienten con aliento de dejar 141.


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las locas vanidades del siglo, ni de tratar con veras de la salud espiritual de sus almas y reformación de sus costumbres. Celébranse con toda solemnidad y luci[Pág. 92] miento religioso todas nuestras fiestas y con mayor las más principales así de música e instrumentos como del adorno de los altares con que ya de la piedad y devoción, ya de la curiosidad y ornato acuden movidos y convidados muchos centenares de personas a ganar nuestros Jubileos y oír los sermones, volviendo a sus casas con nueva edificación y estima de la Compañía y de sus santos ministerios y fervorosos operarios admirándose de que puedan, siendo tan contados y pocos, acudir a tanto número sin número de ocupaciones y confesiones como suele haber tales días y en tierra en que las fuerzas corporales son tan cortas y en que lo dejativo y ahogado de los cuerpos necesita bien de aquel espíritu doblado que al celosísimo Profeta Elías le pedía su santo discipulo Eliseo cuando le contempló en una silla, púlpito, o carrozza tan fogosa en que ardía más la llama de su caridad y de su ardentísimo celo de la gloria de Dios y bien de los prójimos. Y con ser tanto lo que con los alientos del Señor se trabaja entre año en la continua ocupación de nuestros ministerios no parece que es comparable este trabajo con el que se tiene en el tiempo de las cuaresmas y en los inmediatamente antecedentes y subsecuentes a ella; y en especial estos dos años últimos de 41 y 42 que como se dijo tomaron puerto en el de esta ciudad aquellas armadas del Brasil y de España y se hicieron las dichas dos salidas para echar de la Isla de Santa Catalina al enemigo porque en cada una de ellas se confesaron los soldados todos (como en riesgo y peligro de muerte) y casi los más en nuestra Iglesia a la cual de ordinario acude (demás del concurso grande de vecinos y moradores ricos y temerosos de Dios) casi toda la gente desvalida y pobre y la gente de mar y guerra, los forasteros y los de las estancias y casas de campo pudiendo con verdad afirmarse que de esta gente acude a sola nuestra Iglesia mucha más que a las otras siete juntas por ver el agasajo que se les hace y lo dispues[Pág. 93] to que se hallan para recibirlos nuestros confesores y los asistentes e incasables a todas horas para oírlos de penitencia y consolarlos con toda piedad y 142.


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caridad; viniendo muchos conmovidos y aun compelidos de las buenas nuevas que los otros sus compañeros les dan de lo bien recibidos y remediados que habían sido de los nuestros. Y diciendo no pocos de ellos que no se habían confesado en muchos años con haberse visto en gravísimos riesgos, ni se hubieran resuelto a hacerlo si no fuera atraídos de las buenas nuevas y del agasajo y santo cariño que veían en los confesores y del consuelo con que reparaban y sabían se levantaban de sus pies otros muchos a quienes tenían por no menos perdidos y de costumbres y almas tan estragadas y trabajosas como ellos; y que con solo haber reparado o imaginado en otras ocasiones y tierras algún género de exasperación y menos sufrimiento en los confesores, se habían arredrado a no se confesar en muchos años; y como el ser tantos y entre ellos muchos necesítadisimos y de vidas tan muertas y llenas de encanceradas llagas cuales suele ser la gente de milicia y de mar, y la humilde y baja entre tanta libertad y ocasiones, obliga casi todos los años a un infatigable trabajo. Bien se deja entender cuál sería en estos últimos en que por espacio de seis meses parecía tiempo de cuaresma en los concursos de gente pobre y desvalida que acudía por el remedio de sus almas a nuestros confesonarios. Lo que se puede sin exageración decir es que si como eran los sacerdotes solos diez fueran treinta tuvieran todos muy bien que hacer y que repartir entre sí de ocupaciones y de cuidado que les ocupase. Pero era servido el Señor que triplicándose el trabajo supliesen los pocos por muchos asistiendo en los confesonarios, no ya de sol a sol, sino desde el alba a la noche que no pocas veces se continuaba encendiendo lumbres en algunos puestos porque no fuesen tantos pobres desconsolados de no haber podido confesar, si bien no quejosos pues veían con sus ojos que [Pág. 94] quedaba por los que incansables dejaban de parecer hombres y parecía constar solo de espíritu no teniendo, ni librando para su descanso en todo el día otra parte de él que el precisamente necesario para la refección corporal, bien religiosa por dar a todos la espiritual de sus almas. Constara aún más lo excesivo de tanto afán si se pondera que a ocupación de confesar en los tales tiempos no es la principal y sola, sino como la accesoria entre otras muchas de los dichos Padres porque habiendo en este 143.


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colegio casi los mismos oficios y ministerios que en los mayores viene a ser que le quepan muchos y que estén repartidos entre pocos los que vienen a estar entre muchos en otras casas y en otros colegios. A las cuales ocupaciones ya domésticas, ya de puertas afuera es fuerza acudir también y haciendo a dos y a cuatro manos pasar del gobierno y de la cátedra y oficio de cuidado al confesonario y de éste al púlpito y de éste volver sin dilación a los otros, sin que lo mucho que hay que hacer deje lugar, ni aun para la excusa de cualquiera ocupación y oficio por incompatible que parezca con los de operario y predicador siendo así verdad que respecto de lo muy riguroso del temple tenían bien que hacer los pocos sacerdotes que hay en solos los sermones que predican, desechando o no admitiendo muchos por no ser posible acudir a tanto sin faltar a lo más obligatorio y preciso. Porque demás de los muy frecuentes que predican entre año, dentro y fuera de casa y de los extraordinarios que en la misma cuaresma se ofrecen los ordinarios de ella son todos los domingos por la tarde en nuestra Iglesia no podiendo ser mayores los auditorios y concursos que a ellos acuden por no ser más capaz la iglesia y el patio en que los oyen. Y porque en semejantes días con haber sermón casi en todos los conventos, calles y plazas, gente vagabunda y perdida, [Pág. 95] cuanto desganada del manjar de la palabra divina, sale por ellas un Padre y recogiéndoles hasta un puesto que se señala para una plática con que por lo menos se excusan del continuar la culpa de la ociosidad y emplean en mejores ocupaciones la tarde. Los lunes, miércoles y viernes por la noche también en nuestra Iglesia son muy numerosos los auditorios de todo género de gente que acude a los ejemplos, leyéndoles antes media hora de lección espiritual. Es de aventajada utilidad y muy conocido provecho y fruto el de estos ejemplos que se procura los prediquen las personas de más autoridad y espíritu y mejores talentos por la larga experiencia que hay de cuán bien se logran estos trabajos y de que es el tiempo en que más se suelen sazonar las mieses del Señor y disponerse los corazones y mover los más obstinados y duros a raras conversiones y frecuencia de sacramentos y a dejar todas las ocasiones de caer en sus antiguos vicios y pecados contra los cuales oyen decir tantas cosas buenas, 144.


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morales, espirituales y sólidas en los dichos ejemplos. Después de los cuales se canta un Miserere con instrumentos, canto de órgano que despierta gran compunción y devoción por espacio del cual se continúa una rigurosa disciplina dejando en muchas partes la sangre (claras demostraciones del su santo rigor). Aquí se oyen grandes clamores y gemidos acompañados de muchas lágrimas, afecto y actos fervorosos de contrición que fomenta el Predicador desde el púlpito, saliendo a pausas con eficaces motivos y razones de ella con el mucho espíritu y fervor que el Señor es servido de dar, comunicar abundante en tales tiempos. Los viernes por la tarde son los sermones más oídos y celebrados y de concurso que hay en la Iglesia mayor y de ordinario los Señores Obispos los encargan a la Compañía movidos (según dicen) a instancia y clamor de [Pág. 96] el pueblo y por tener a los de ella por predicadores apostólicos y verdaderamente predicadores de la palabra divina y celosos del bien de los oyentes. En la otra parroquia que hay en la segunda parte de la ciudad predican también otros de los nuestros los mismos viernes por la tarde sin que por eso se deje de acudir a los sermones de tabla que se reparten entre los nuestros y demás Religiones a la dicha Catedral; ni cesen como ya se notó los sermones de las cuatro calles y plazas, procurándose en todos ellos con el favor del Espiritu Santo tener leguas de fuego que cautericen llagas y no las enconen, que alumbren y no abrasen y que conste aún a los más ciegos y menos afectos, que sus llamas suben como a su propria esfera a los intereses del cielo y no se abaten a los de la tierra, ni se mueven por respetos, ni por sentimientos humanos, ni tanto a mover y persuadir, deleitando con palabras limadas, compuestas cuanto con fuerza de razones y desengaños santos y espíritu, correspondiendo a las obligaciones de hijos verdaderos de Santo Ignacio, enviados en su Compañía al mundo contra los ejércitos de los pecados y vicios y para apostólicos predicadores de estas partes adonde aun el mismo sol muere como corrido de alumbrar tantas sombras obscurecidas y tinieblas como en su ocaso y occidente causa la culpa y libertad. No menos procuran corresponder a las obligaciones de hijos verdaderos de la Compañía los de este colegio y acudir con todo fervor, edificación y perseverancia a lo que es tan propio de su santo instituto y de que 145.


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tanto y con tanta razón se precia, como es a las confesiones de enfermos, pobres y al hospital en que no son menos las enfermedades y necesidades espirituales que las corporales. Son éstas muchas a causa de lo enfermo de el temple y sitio y de los muchos forasteros y naciones y de tanta gente que de tantas partes del mundo y climas, y de mantenimientos tan diferentes acuden a este puerto, en especial solda[Pág. 97] dos y gente de mar bien faltos de lo necesario con que en esta tierra son casi anuales las pestes y cotidianas las enfermedades y el trabajo de los operarios que se emplean con desvalidos y menesteros tras ordinario y muy continuo. A esta causa hay para todos en esta ciudad un famoso hospital que está a cargo de los Hermanos Religiosos del S. B. Juan de Dios93 que con su acostumbrada caridad, aseo, piedad y cuidado haciendo cuanto pueden, mas como son pocos para tanta multitud de enfermos necesitan harto de la ayuda de la Compañía, la cual desembarazándose cuanto puede de las demás ocupaciones envía a ésta, como muy suya, algunos de sus hijos los cuales en primer lugar acuden al remedio de las almas y en segundo al descanso y regalo posible de los cuerpos enfermos haciéndoles las camas, barriéndoles las salas y aposentos, llevándoles algunos regalos y acudiéndoles a todas horas y necesidades de día y de noche, siendo muy rara la que alguna o algunas veces no dejan el preciso y corto reposo los nuestros y salen a las confesiones de enfermos apretados, sin que el proverbio de bástale al día su trabajo se entienda con ellos porque en llegando la noche, no parece que para los pobres y humildes reconoce la piedad y afecto que nos tienen otros confesores, ni curas, que a los de la Compañía pagándoles su sastifacción y confianza con que ninguno vaya desconsolado y sin el confessor que pide, aunque no haya en casa otro, que el Superior. En estos años últimos (poco de semejantes a los demás por las causas dichas, con la nueva ocasión del mal tratamiento, suma pobreza, e incomodidades de los soldados que vinieron en las armadas de que ya hicimos 93  Véase: Luis ORTEGA LÁZARO. Para la historia de la orden hospitalaria de san Juan de Dios en Hispanoamérica y Filipinas. Madrid, Secretariado Permanente Interprovincial (1992) 249; Tulio ARISTIZÁBAL. Iglesias, conventos y hospitales en Cartagena colonial. Bogotá, El Áncora (1998) 117-123.

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mención) se encendió en los más de ellos el fuego de una peste que en pocos días cundió en los vecinos de la ciudad sin perdonar casi a ninguna familia, si bien su mayor fervor y contagio se empleaba en la infantería y gente po[Pág. 98] bre, que por serlo y fuera de sus patrias se veían obligados a experimentar la misericordia y caridad grande del dicho hospital, el cual con ser tan capaz y socorrido no fuera posible el poder recoger a tantos como a él acudían a no ser tanto lo riguroso de la enfermedad y tantos los difuntos que desocupando los puestos y las camas daban lugar a que otros las ocupasen estando casi penetradas para no enviar desconsolados a muchísimos. Duró este rigor por espacio de muchos meses94 en todos los cuales (avivándose mucho más el fuego de la caridad que el de la peste) emplearon muy bien las fuerzas que el Señor daba a los nuestros acudiendo de día y de noche a las confesiones de innumerables que nos llamaban sin que el superior, ni el súbdito más ocupado se excusase nunca, ni perdonase a trabajo alguno porque no se hiciese falta a las almas por mínimo y desdichado que fuese el que llamasse; viendo la fe y afecto tan cordial con que las tales llegan a nuestras puertas pues aunque les digan tal vez que los Padres todos andan fuera acudiendo a enfermos apretados no por eso se van sino que aguardan a que vuelva alguno como si no hubiera para ellos otros confesores de pobres en toda la ciudad y es cierto que en toda ella era precisa nuestra asistencia y tras ordinario el trabajo y ocupación. Pero la mayor necesidad obligaba a oír las instancias y ruegos que nos hacían los piadosos Hermanos y Religiosos del Hospital rogándonos que no les desamparásemos porque todas las esperanzas que tenían de poder acudir y socorrer a gente tan necesitada y sin número era fundadas en el único amparo de nuestra Compañía, por no tener a quien después de Dios volver los ojos y sentirse muy sin fuerzas y rendidos al grave peso de cargo tan exorbitante. Y así los pocos Padres que se hallaban en casa acudieron con todas veras y puntualidad a este puesto sin negarse a los demás del pueblo cuando duplicando el trabajo se podía acudir a todos. 94 Jairo SOLANO ALONSO. Salud, cultura y sociedad en Cartagena de Indias. Siglos xvi y xvii. Bogotá-Barranquilla, Editorial del Fondo de Publicaciones Universidad del Atlántico (1998).

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[Pág. 99] Fue servido N. S. de darnos milagrosa salud contentándose con los sacrificios y deseos en oferta de la vida que andaba bien expuesta al tablero entre el contagio y bien despreciada por su servicio y por el remedio de tantas almas; pues solo uno volvió con los acidentes mortales de la peste y llegó a estar oleado ocasionándose de la cercanía grande a un enfermo que para poderle confesar, estando tan juntas las camas, sin que los demás oyesen la confesión, fue necesario que el Padre fuese casi otro Eliseo con el hijo difunto de la viuda porque el espacio entre una y otra cama o era ninguno o muy poco, con que el trabajo y riesgo era conocido sí poco temido. Tal vez servían los manteles de tabiques y de cortinas para el secreto de las confesiones obligando a santas trazas e invenciones la multitud grande de enfermos apestados a los cuales por la necesidad extrema e instancia de los curas y dichos religiosos no sólo administraban los nuestros el santo Sacramento de la penitencia sino también el Santísimo de la Eucaristía y el de la extrema Unción sin los cuales murieran muchos pobres si nuestros operarios no se los ministraban. Mañana hubo que dieron el viático a más de cuarenta enfermos juntos con gran consuelo y reconocimiento de todos los demás que luego que veían entrar por las salas a algunos de la Compañía, mostraban con señas los que no podían con palabras el gozo que sentían sus almas y la dilatación que experimentaban en sus corazones quedando los que escaparon del peligro con las memorias y agradecimientos que hasta hoy nos significan. Queriendo el Señor que aun en esta vida gocen premios y parabienes de su trabajo los que en empresas tan de su servicio generosamente con su gracia la despreciaron y sacrificaron. Y si como en las referidas ocupaciones, medios, ministerios y oficios ha habido en cada uno de los Padres y de los Hermanos el cuidado y santo fervor de acudir a las obligaciones de hijos de la Compañía le hubiera habido en hacer memo[Pág. 100] rias y notar los casos más particulares y raros, y de edificación y ejemplo, que cada hora se les ofrecen no dudo que pudiera alargarse esta Anua relación (aun siguiéndose tan en compendio) más de otro tanto, pero sin 148.


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embargo, de los muchos que no se han podido ocultar después que fueron las Annuas últimas diré algunos más averiguados y ciertos sin tocar a los varios sucesos de los esclavos negros por tener su lugar aparte después, como cosa y ocupación tan especial de este colegio y tan digna de ponderación y de estima cuanto despreciada del mundo y de los hijos de este siglo. Entró un día en nuestro colegio un hombre el cual dio en pasearse mucho tiempo de una parte a otra cerca del patio; en ocasión que pasaba por cerca de él a las ocupaciones de su obediencia y de su oficio el hermano sacristán, el cual reparando en lo pensativo de su semblante y melancólico de su rostro, se resolvió a preguntarle el fundamento y causa que tenía en su corazón que tan al rostro le salía. Respondió el hombre que ni tenía pena ni tristeza ni causa de ella. A este tiempo le mandó el superior al hermano que fuese fuera con que se olvidó por entonces de este hombre pero volviendo a casa le encontró que salía por la portería para irse a la suya. Detúvole y movido con impulso del cielo, le dijo, que le quería hablar una palabra antes que se fuese. El hombre se excusaba con que era ya muy tarde y se quería ir a recoger. El hermano le replicó y hizo apretados ruegos con que vino a salir con la suya más a fuerza de porfía que por voluntad de el que tenía poca de curarse y sanar, pues se iba sin querer manifestar su llaga. Alcanzando el sí le volvió adentro y con el amor y agrado posible le fue haciendo preguntas y comenzó a decirle y rogarle que le manifestase su pecho para ver si le podía servir en algo y que no le ocultase más la causa de su aflicción porque había reparado en los largos espacios de tiempo que había estado en nuestra casa y que [Pág. 101] según le parecía por el semblante de su rostro salía sin el consuelo que suelen salir los que le buscan en las casas de la Compañía, cosa, que a él le causaba desconsuelo y novedad grande. Apenas, después de muchos ruegos, le pudo sacar otras palabras a este hombre sino que le dejase ir a su posada porque era ya tarde y él se hallaba libre de causas y pasiones, de la tristeza y pena que había adivinado por su cara. Pero replicándole el hermano que advirtiese sería la culpa suya si habiendo venido a nuestra casa por medicina de algún achaque espiritual y por alivio para su alma se fuese sin él y que le había dado al corazón, le había sucedido algún trabajo y que el demonio 149.


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viaba [vivía] con él de su común astucia y ardid proponiéndole motivo de desesperación, cerrándole la boca para que no le manifestase a quien con el ayuda del Señor pudiese remediarle y sacarle de él, pero que advirtiese y mirase que Dios le quería y estimaba mucho y así que no diese oídos al demonio, ni a sus imaginaciones. Dio por respuesta un gran suspiro y tras él, dijo: Yo, Padre, le quiero referir lo que me pasa ya que Dios a lo que presumo le ha movido a que así me haya preguntado, consolado y hablado. Ha de saber que yo salí desta ciudad esta mañana como un hombre desesperado, acompañado de solos deseos de acabar de una vez con tantos trabajos como tengo, quitándome con mis propias manos la vida y para mejor ejecutarlo me fui entrando por lo más escondido de un monte. Luego que comencé a entrar por él se me puso delante una persona que no conocí ni jamás había visto /ilegible/ peso del monte, entre espinos que iban despedazando el vestido como lo puede ver por sus ojos (mostróle rasgado y destrozado por muchas partes) con lo cual lleno de pavor y de asombro, le dije: IESVS, a dónde me llevas por esta soledad y espesura? A esta voz desapareció la guía y me hallé tan solo y medroso que el corazón no [Pág. 102] me cabía en el pecho y santiguándome una y muchas veces, procuré salir al camino con la brevedad que pude y con la prisa que me daba, y apenas me hallé en el camino cuando se me volvió a parecer la misma persona y a llamarme haciéndome señas con las manos para que le siguiese. Mas yo huyendo de una guía tan sospechosa me vine corriendo a esta santa casa, como a sagrado, pues pasando por un convento y una parroquia no entré un ninguna de ellas trayéndome Dios sin duda a donde me aguardaba mi remedio; y queriendo después salir fuera de los muros se me volvió a poner delante, llamándome a gran prisa para que fuese a donde estaba. Con lo cual determiné volverme a sagrado, retirarme a esta santa casa hasta que el sobresalto y susto me dejase. Esto es, oh Padre, lo que tengo, ésta es la causa de mi pena y de lo melancólico de mi semblante. El hermano entonces le consoló cuanto supo y pudo y le dijo se encomendase a Dios y que el remedio único para quedar sano de una vez sería hacer una confesión que se dispusiese para ella y que él le llamaría médico espiritual muy a pro150.


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pósito para la cura de sus llagas. Vino el hombre sin dificultad en el buen consejo y quedóse aquella noche en nuestra cassa con licencia del Superior y la mañana después de haberse confesado muy a su sastifacción se fue contento y lleno de alegría, dando gracias infinitas a Dios de haberle dado quien así remediase su enfermedad en la casa que había elegido por sagrado y defensa contra el enemigo común de las almas. En otra ocasión entró en nuestra casa un hombre en cuyo aspecto y traje se manifestaba ser persona principal y de partes. Éste se halló un día de concurso en el patio a donde de ordinario suelen los nuestros oír de confesión a los hombres. Aquí parece que aguardaba su vez para confesarse, sacó la espada de la cinta (como se acostumbra) para arrojarse a los pies de uno de los Padres que confesaban, y aunque hizo este amago debió de arrepentirse pues [Pág. 103] no puso en ejecución lo que parece deseaba sino que volviéndose a ceñir la espada comenzó a retirarse del patio. Advirtió todo esto un hermano y haciéndose encontradizo con él, mansa y cortésmente, le dijo: Pues, Señor, no se confiesa Vuestra merced? No Padre, respondió. Es acaso (replicó el hermano) por falta de confesor? No Padre, dijo el hombre, sino porque se han quitado totalmente las ganas que traía de confesarme. Entonces el hermano le exhortó a que no se dejase vencer de una tan conocida tentación del demonio, ni por ella volviese atrás en el buen propósito con que Dios le había traído a su casa y que lograse bien las inspiraciones santas que el Señor le daba sin dar oídos al común enemigo que solicitaba apartarle de la medicina y remedio eficacísimo de toda enfermedad. Contóle al proposito un breve ejemplo y concluyó diciendo: Créame Vuestra Merced, y no se vaya sin confesarse pues no tiene hora segura ni sabe lo que de una a otra hora le puede suceder. Reconoció el hombre su facilidad en dejarse rendir a tan conocida tentación y díjole al hermano: que supuesto se le había deparado Dios para su consuelo y hecho con el oficio de ángel quería ejecutar luego lo que con caridad le rogaba y que así con diligencia le llamase un confesor. Púsola el hermano muy grande en traérsele temiendo su facilidad en arrepentirse. Confesóse con gran consuelo y especial júbilo de su alma que le brotaba al 151.


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rostro. Y volviendo en busca de su buen consejero para darle las gracias del beneficio que le había hecho, le dijo: Ha de saber, Padre, que lo que me iba sucediendo esta semana santa me ha sucedido otras muchas en las cuales nunca pude acabar conmigo el confesarme y tengo para mí que menos lo hubiera podido acabar en ésta si no me le hubiera deparado Dios y por medio de su ejemplo y palabras puesto en mi pecho un dolor y miedo terrible y una resolución sumísima de confesarme muy de corazón. [Pág. 104] Otra persona de esta ciudad rica y principal y de puesto vino a confesarse y buscando quién le llamase un Padre Confesor encontró con un hermano y díjole a lo que venía. Fue sin alguna dilación a llamar a un Padre Confesor pero detúvole el penitente con ocasión de que se quería disponer y preparar algo más. Respondió el hermano que le parecía esto muy bien. Fueron trabando plática y después de algunas razones y preguntas vino a colegir el hermano que la dicha persona no traía verdadera resolución de confesarse sino un horror y temor grande a la confesión por los pecados que había cometido. Animóle el hermano y díjole entre otras cosas que cual habría sucedido en el mundo que cuando a fuer de hombres, por favorecidos del Señor, no la hubiesen experimentado en sí mismos los confesores, a lo menos no hubiese llegado a su noticia y a sus pies y oídos, o sabídolo por los libros y ejemplos de los Santos que dejaron espirituales medicinas y remedios del cielo contra todo género de pecados y vicios sin perdonar a los más atroces y escandalosos, señal de que en sus tiempos se cometían los mismos que ahora. Alentóse mucho el temeroso y llevándole el hermano a donde estaba un Padre confesando, se confesó con él muy despacio. Después de lo cual volvió en busca del dicho hermano y con los brazos abiertos se fue para él y abrazándole agradecido le dio una y muchas veces las gracias del bien que por su medio había recebio [sic]; y estaba tan fuera de sí y tan arrebatado del gozo que experimentaba en su alma que se hincaba de rodillas para besarle las manos al hermano, diciéndole que era tan extraordinario el consuelo y gusto de su corazón que no sentía el movimento de los pies cuando caminaba. Diole los brazos el hermano y volviendo a hacer memoria del temor y enpacho que le había significado tener poco antes con tales raíces en su152.


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pecho que le había ocasionado muchos meses a no confesarse. Y añadió el personaje: De qué se espanta Padre? que mi empa [Pág. 105] cho y vergüenza haya sido tan grande y tan perseverante si eran mis pecados de esta calidad? Atajóle el hermano luego que sin poder prevenirle oyó lo atroz y la enormidad del primero dando muchas gracias a nuestro Señor porque así había dispuesto y tocado el corazón de tal hombre para que no saliese de su casa tan incurable como había entrado en ella otras muchas veces, el cual ha quedado hasta hoy tan reconocido al hermano que siempre que le encuentra le agradece la parte que en este beneficio tuvo. Ya dije cómo en los domingos de la cuaresma por las tardes sale un Padre de los nuestros acompañado de niños de la escuela recogiendo por todas las calles a los negros y gente ociosa que dejando a sus amos en los sermones de las Iglesias se van a perder tiempo a aquellas horas. Llégase con esta procesión ordinariamente a una plazuela que llaman de la Yerba, puesto en que asisten todas las negras a vender y hacer su mercado. Aquí, después de haberles enseñado la doctrina cristiana, hace púlpito el Padre de una de las mesas, o bufetes, que halla más a mano y les platica un largo rato. Cúpole esta suerte un domingo de la de cuaresma del año de cuarenta a un Padre de los más graves de la Provincia que acababa de ser Viceprovincial y Rector, el cual con santo celo, espíritu y gran fervor comenzó a reprender en general los vicios y pecados del mundo, y descendiendo en particular al de la deshonestidad y torpeza y probar la mancha de la infamia que sacaban los hijos habidos de actos torpes pues a tantos les priva la Iglesia de poder aspirar a la dignidad ecclesiástica. Vino a hacer esta pregunta: Podrán hijos de tales padres tener dignidad en la Iglesia? A la cual (caso raro) respondió un niño que por serlo estaba en los brazos de una negra: No, No, repetiendo clara y distintamente por dos veces la dicha respuesta con nota y admiración grande de los circunstantes y de los hombres y hermanos que habían acompañado al Padre. [Pág. 106] Aunque se ha dicho que para la copiosa mies que hay en esta ciudad tuvieran bien que hacer duplicados operarios y sujetos de este colegio, con todo eso en los tiempos menos ocupados del año, o cuando la necesidad de 153.


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otras partes parece más precisa y extrema, no se estrecha la caridad a estos muros si no que fuera de ellos hasta llegar a los lugares más remotos. En esta costa hacen los nuestros algunas salidas y misiones en que había bien que referir si (como he dicho) hubiera sido igual la curiosidad en apuntarlos al desvelo y cuidado de los que los obraban contentándose con ver los escritos en el libro de los ojos de Dios; y así sólo referiré un caso de los muchos que en semejantes ocasiones se suelen ofrecer. Fue, pues, que hallándose un Padre misionero en una ciudad de este distrito, día de la Porciúncula, le convidaron los religiosos del convento de San Francisco que allí había para que les ayudase a confesar y entre otros muchos penitentes que le cercaron fue un pardo o mulato a quien el dicho Padre, después de otras varias preguntas, le preguntó si había nacido en estas partes, o allá en las tierras habitadas de los portugueses. Respondió que en éstas y examinándole con más cuidado en las cosas de la fe y sacramento del bautismo no sin particular impulso del cielo, vino a sacar con claridad que no era bautizado aunque tenía cuarenta años de edad viviendo siempre con falsa presunción de que lo era, confesando y comulgando sin ser cristiano. Hizo el Padre las diligencias que debía para la disposición y bautizóle dando muchas gracias al Señor de que por su medio se hubiese servido de traer al gremio y rebaño de su iglesia aquella oveja que tan sin remedio parecía caminar perdida, pues se juzgaba entre luces de católico cuando iba más entre sombras y tinieblas de su ignorancia en muchos pecados. No son menos singulares y admirables los casos que han sucedido a los nuestros estos años con las naciones extranjeras y los herejes que han llegado a este puerto en las ar [Pág. 107] madas que dijimos arriba. Vino una cargada de ingleses herejes que fueron sacados de la Isla de San Cristóbal por orden de Su Majestad, que Dios guarde. Era excesivo el número y a esta causa estaban repartidos y divididos en varios navíos con apretadas órdenes de que ninguno saltase en tierra, prevención no solo prudente y política militar para cuando reconociese el enemigo las fuerzas y disposición de este ilustre presidio; pero católica porque no escupiesen el veneno de la herejía con algunos simples y flacos. 154.


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A esta nueva juzgó el Superior de este colegio que no se cumplía con las obligaciones de hijos de tal Padre cuyo espíritu y fervor le parecía corto espacio y término, el de un mundo para reducirle al conocimiento de la verdad. Y así ordenó que no contentándose con el fruto y gloriosos trabajos de las puertas adentro de esta ciudad saliesen algunos de los nuestros en un esquife, o faluca, y fuesen a ver si echando en nombre de Jesús, como pescadores de su Compañía, la red de la doctrina que enseña la Iglesia Católica y Romana, tan aborrecida de los tales herejes, tuviesen la suerte que San Pedro y sacasen el nanichuelo cargado de las almas desengañadas. Convocaron para el dicho fin algunos intérpretes y fueron por toda la bahía de navío en navío a ver si hallaban a donde pudiesen con buena suerte echar la red. Con estos fervorosos deseos llegaron a una urca que era la que tenía más herejes juntos: pasaban de seiscientos y estaban a cargo de solos diez y seis soldados españoles de guarda, los cuales luego que vieron a los nuestros en el conves (¿?), les rogaron que les dijesen misa porque no tenían orden, ni licencia y por esta causa había muchos días que carecían del consuelo del santo sacrificio del altar. Sacó el Padre el ornamento y armó un muy capaz altar con todo aderezo posible por si acaso movido de esto alguno de los herejes se aficionase a nuestra santa fe católica y romana. Estaban todos ellos con particularísima atención y curiosidad desde los puestos que [Pág. 108] podían registrar algo por no saber a qué se podía enderezar aquella prevención. Dijo el Padre la misa y por ser más del mediodía, cuando la acabó le rogaron los soldados españoles que se quedase a comer con ellos. Aceptó el convite su pretensión por dejarle para la postre el plato, que más deseaba. Le preguntaron al fin de la comida, que si deseaba ver al Obispo de toda aquella chusma. Venía entre los demás un hereje que decían era el arcediano de Londres y como a tal le respetaban los demás. Significó el Padre es grande gusto que recibiría en verle y trajéronle en su presencia a un viejo venerabilísimo, muy modesto y de buenos respectos y cortesía. El Padre después de haberle saludado cortés y religiosamenre le brindó a instancia y consejo de los soldados españoles, en señal de benevolencia y amor, de lo cual quedó el Obispo hereje tan agradecido y pagado 155.


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que hablando en latín le pidió al Padre le diese audiencia a solas y sin que alguno de los suyos le oyesen. Bajáronse los dos a la cámara de popa y solos estuvieron allí encerrados largo espacio de tiempo, platicando y confiriendo sobre varias cosas de la verdadera fe y salvación. Y habiendo tenido en la conversación y conferencia varios dares y tomares, le vino al Padre a la memoria que aquel día era de Santa Úrsula, la cual siendo inglesa y habiendo abrazado la fe católica y romana hasta dar la vida por ella, le sería de grave y eficaz ejemplo para persuadir y convencer al falso Obispo y hereje verdadero. Con esta consideración y ayudado del cielo le dijo con espíritu y energía grande que mirase, cotejase bien cuán contraria y opuesta era la fe y doctrina que él profesaba a la que profesó y por la que murió Santa Úrsula y a la que tan de corazón abrazó el Santo Lucio, primero Rey Católico en Inglaterra, el cual por la estimación y veneración singular que tenía a la Silla Apostólica y al Romano Pontífice le presentaba cantidades grandes de plata y oro para el adorno y culto de Santa Iglesia de San Pe [Pág. 109] dro siendo así que estaban ellos tan lejos de imitar a tan buen Rey que quitaban las rentas y posesiones a las Iglesias y los adornos de ellas. A estas y otras razones respondió el dicho Obispo que todo cuanto le había dicho conocía que era verdad y que desde aquel día le daba palabra de que a la hora de la muerte echaría de sí como peste la profesión y religión que entonces tenía y de allí adelante tendría no en el corazón sino solamente en lo exterior por conservar con esta ceremonia y apariencia alguna hacienda que tenía y llevaba para el sustento de su mujer y de sus hijos. Bien se holgara el celoso operario ver totalmente reducida a esta alma desde luego a un verdadero desengaño de su obligación, mas contentándose por entonces con la palabra que le había dado, librando todos los demás a Dios cuyo es todo lo bueno y la perfección de sus obras fue servido el mismo Señor de darle en breve el cumplimiento de sus buenos deseos, pues habiendo sucedido esto el día de la gloriosa Santa Úrsula (como queda dicho) se halló el mismo Padre en el hospital de esta ciudad la víspera de todos los Santos, en ocasión que vio venir una gran multitud de herejes que venían acompañando a un enfermo, que traían en una silla de manos, la cual puesta en el patio, sacaron de ella con grandes muestras de veneración y respeto 156.


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una persona respectiva y anciana y careándose con el Padre conoció era el Obispo y se abrazaron con mucho y singular consuelo de ambos corazones. Luego hizo el buen viejo mención de la palabra que pocos días antes le había dado al Padre y así le dijo: Tempus est adimplendi vota mea, quae tibi, et Deo meo promisi, convertendi cor meum ad veram et Catholicam Religionem, patrum meorum, et Sanctae Romanae Ecclesiae95, etc. Y que en fe de esto le rogaba instantísimamente no le desamparase en aquella hora sino que siempre le asistiese hasta la última de su vida. Así lo hizo el Padre reconciliándole con la católica iglesia romana y absolviéndole de las [Pág. 110] censuras y pecados de los cuales confesado y absuelto, murió con todos los Sacramentos y muchas prendas de su predestinación y salvación. Fue importantísima una tan notoria y verdadera conversión de persona tal para la reducción de otros muchos que murieron en esta misma ocasión los cuales pedían con voces a los nuestros que los perdían de vista, les favoreciessen y amparasen en aquel trance; y en señal de la fe y afecto con que morían, solían repetir hasta que les faltaba la habla, estas palabras: Santi de España, Santi de España, sed conmigo, y amparadme causando un gozo inexplicable en todos los circunstantes. Un día de Pascua de Navidad en que el adorno de las iglesias, y especialmente en las nuestras, es tan superior al de otras fiestas saltaron en tierra los más de estos herejes (que ya por este tiempo tenían licencia para venir en tropas en la ciudad) con ocasión de buscar algunos sustentos entre los fieles; y lo primero que solicitaron ver fue la Iglesia de los papistas (nombre que comúnmente dan a los jesuitas) por habérsela alabado tanto cuando conversaban con ellos a fin de que aborreciesen las suyas, tan inmundas y descompuestas, y se aficionasen a sola la católica romana. Prevenido este lance se esmeró más del ordinario el hermano sacristán en aderezar con todo primor, cuidado y arte nuestra Iglesia, y si bien no la pudieron ver cuando llegaron a nuestra casa por ser en tiempo de concurso y en que se celebraban y decían las misas pero recibiéronlos en los patios 95  “Ha llegado el tiempo de cumplir mis votos que a ti y a mi Dios prometí de convertir mi corrazón a la verdadera y católica religión, la de mis padres y la de la Santa Romana Iglesia”.

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de ella en el zaguán, o anteportería, y en la capilla de la Congregación hasta que la Iglesia se desocupase de mucha gente de la ciudad y se acabasen los divinos oficios. Acabados y cerradas las puertas, entraron todos por las interiores en la capilla mayor y demás capillas y altares para que muy de cerca viesen la diferencia grande, aun en lo material y culto exterior, que hace la Iglesia verdadera a la supuesta y con mentizia que estos ciegos desventurados [Pág. 111] siguen y apoyan. Aquí hincados de rodillas se les hizo por medio de intérprete un razonamiento procurando les convenciese y sacase su ceguedad la vista de sus ojos con lo que veían y tenían delante de ellos; díjoles cómo todas aquellas colgaduras e imágenes y joyas de oro y plata que componían aquel adorno, sin los cálices, ornamentos y demás cosas ricas pertenecientes al culto divino, las quitaban de sus casas y haciendas y las ofrecían con gratis liberalidad, quitándoselos aun de sus mismas personas los católicos romanos, y verdaderos fieles, teniéndose por felicísimos de que cosas suyas sirviesen a la veneración y adorno de las casas de su Dios y Señor; y que esto hacían antes de Anabolena sus Reyes y antepasados pero que ellos lo hacían todo al contrario pues quitaban las lámparas, los cálices y los demás adornos de sedas, plata y oro a las lglesias para atavío de sus personas y usos profanos en sus casas. Mostráronse despues del dicho razonamiento tan desengañados de la verdad y tan gozosos de oír y ver aún más de lo que antes les encarecía la fama. No quisieron volverse aquella noche a sus navíos a tomar la ración que en ellos daban sino que instaron por quedarse en tierra y así fue forzoso acudirles con todo lo necesario, lo cual se hizo con toda puntualidad y solicitud por ver si por el cebo y socorro de los cuerpos podíamos pescar y ganar sus almas. Costó este preciso empeño no poco trabajo a los nuestros por ser tantos los necesitados y tan general en esta ciudad las faltas de los bastimentos, y lo subido de los precios, en tiempo de estas flotas y armadas, pero alentados del Señor sus siervos facilitaron y vencieron con celo santo y gran diligencia todas dificultades valiéndose de algunos piadosos ciudadanos, personas ricas, cuyas personas fueron bastantes a sustentar toda esta gente el tiempo que estuvieron en tierra.

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Halláronse por una parte tan admirados de lo que experimentaban en el agasajo y caridad de los católicos verda[Pág. 112] deros y por otra tan obligados que les pareció no cumplían con su obligación a los nuestros, ni con su amor y fidelidad a los suyos, sino daban parte a los compañeros y compatriotas que quedaban en los navíos de lo que ellos habían gozado, visto y oído. Vinieron todos en varias veces a ver y tocar lo que sus compañeros les habían referido y fue el mismo Señor servido que movía los corazones a sus siervos de que tuviesen tan buenos sucesos y logros estas diligencias en las muchas y continuas conversiones de estos herejes que admirado el General de España (a cuyo cargo estaba esta Armada) de los muchos que cada día se convertían a nuestra santa fe y se reconciliaban con la verdadera y única Iglesia católica romana determinó apartar a los reducidos de los obstinados y hacer de aquellos unas muy lucidas compañías que como de verdaderos católicos sirviesen a nuestro Católico Rey y Señor de España, ganando sueldo de su Real hacienda para que con eso se evitase el riesgo de la comunicación entre los reducidos y protervos y no necesitasen de volver a su tierra, expuestos a baterías de sus almas que les obligasen a prevaricar y volver al vómito de sus errores y pecados. Y así apartados de los no convertidos les señaló navíos en que estuviesen con seguridad y comodidad reconociendo todos deberse buena parte destos buenos sucesos al fervor y celo de los nuestros y a la asistencia grande con que los acudían y agasajaban en orden a ganarlos para el Señor. Sin duda que nacían también estos triunfos y frecuentes victorias contra el común enemigo de la continua asistencia que por este mismo tiempo hacían otros de los nuestros en el hospital a donde se hallaban más de cuatrocientos herejes enfermos según decían los enfermeros y hermanos Religiosos del Santo Juan de Dios. Aquí era el trabajo más excesivo por estar mezclados algunos medio convertidos con otros tan endurecidos y obstinados que ni la conversión de los amigos, ni la muerte de los parientes que [Pág. 113] cada hora veían era bastante para ablandarse y abrir algún resquicio a la luz de la verdad. 159.


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El primero a quien comenzaron los de la Compañía a tratar de su reducción y salvación hubo de ser uno de los más duros y protervos de cuantos venían en la armada, y diciéndole si pretendía descanso para su alma en la otra vida había antes en ésta de entrar por las puertas de la verdadera Iglesia militante, reconociendo en todo caso por su cabeza al Romano Pontífice que tiene las llaves de ella, como sucesor de San Pedro, y creer que para la remisión de las culpas había Sacramento de la penitencia, &c. Volvió las espaldas y se tapó los oídos quedando en el color y rostro mortal; preguntóle el Padre al intérprete la causa de aquella novedad y respondió no ser el tal accidente de algún dolor y pena corporal que le hubiese sobrevenido sino del odio indecible que tenían al oír el nombre del Romano Pontífice que tanto aborrecen. Mas la eficacia de la gracia divina y el tesón y santo celo de sus siervos sirvió de bara para que a uno y otro golpe se ablandasen semejantes corazones de piedras, sacando de ellas fuentes de lágrimas, de dolor y de contrición con que confesaban sus engaños y culpas y morían con tales afectos y disposición que causaban no menos confusión que envidia a los verdaderos católicos de muchos años. De estos sucesos se experimentaron no pocos en aquellos prisioneros ingleses que se trajeron de la Isla de Santa Catalina (como ya dijimos). Vino entre otros uno muy mal herido y ya desahuciado de los cirujanos; se redujo a nuestra santa fe por medio de uno de los nuestros, el cual le acudió con todos los sacramentos sin dejarle hasta que murió con muchas prendas de su eterna salud. Y por ser el primero que moría católicamente solicitó el dicho Padre que se le hiciese un entierro solemne para lo cual fue convidando a muchos nobles y gente lucida que muy acompañada de vulgo acudió sin resistencia alguna. Fue [Pág. 114] también la música de la Catedral, la de nuestra casa, causando en todos grande edificación y conocido fruto de los herejes así sanos como enfermos, advirtiendo que al que moría sin reconciliarse con la Iglesia Romana le daban sepultura en el campo y la distinta sepultura y entierro del que había muerto convertido y católico; se compadecían de sus almas y se volvían de corazón a Dios antes de morir (y algunos en entera salud) recibiendo los santos sa160.


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cramentos que podían pidiendo con ansias a los nuestros que les sacasen de entre los suyos no convertidos y les pusiesen entre los verdaderos católicos para morir en su compañía y en su fe. Compúsose un altar muy aderezado y recibieron el santísimo sacramento de la Eucaristía y algunos el del santo bautismo con grande concurso del pueblo y con la música de nuestros ministriles y esclavos. Era de singular edificación y consuelo ver la porfía entre los fieles sobre quién había de ser el padrino de los que se bautizaban, de los cuales pedían algunos señaladamente por padrinos a los religiosos enfermeros, movidos de las grandes caricias y demostraciones de caridad con que aquellos benditos Padres acuden a los enfermos de su hospital. Hecha esta diligencia se hacía otra con los demás enfermos españoles para que sirviesen de guarda e impidiesen a los herejes que viniesen a visitar y comunicar con los reducidos y recién convertidos en conformidad de lo que ellos habían tanto encargado. Sucedió aquí también un caso como los referidos que dio principio un Padre de nuestra Compañía a catequizar y convertir a uno de estos herejes que estaba sin pies, sin brazos, tan a riesgo de la salud del cuerpo como del alma, por extremada su rebeldía y ceguedad. Estuvo batallando con él hasta algunas horas de la noche, cansados y rendidos el Padre y el intérprete y mostrando enojo y enfado de su obstinación, le volvieron las espaldas por emplear mejor el tiempo con otro hereje enfermo que estaba en la [Pág. 115] siguiente cama, no menos apretado de la enfermedad, si bien no tan duro y rebelde. Decíale a éste el Padre lo que le convenía creer y obrar en aquel último trance, cuando el que tenía a sus espaldas comenzó a tirarle del manteo con la una mano y llamar con la otra al intérprete. Juzgábase al principio no ser más que acción natural, ocasionada de las ansias de la muerte con quien ya luchaba pero lo repetido del acción obligó al Padre a volver la cara y reparar en lo claro y amoroso de los ojos con que le miraba el enfermo, bien diferentes de lo que antes mostraba. Espantóse grandemente el intérprete de una tan repentina mudanza juzgando que sin duda alguna había oído las razones y cosas que le decían a su compañero en orden a su conversión y salvación. Y viendo la ternura y afecto con que ponía los ojos en un crucifijo 161.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

que tenía en su mano el Padre y que suplía con el semblante y señales lo que no podía explicar con palabras por tener trabada la lengua, se fueron hincando todos de rodillas para más moverle a devoción, gozosísimos de lo que veían [y] destrabándose casi repentinamente la lengua pidió perdón a los presentes y ausentes y fue dando tan conocidas muestras de la bondad y misericordias de Dios omnipotente que sin alguna dilación trató de revestirse el Padre para bautizarle con la mayor decencia y solemnidad que se pudo y administrarle, por haber de ser el Bautismo condicional, todos los demás Sacramentos para lo cual demás de nuestros privilegios, en tantos aprietos y pestes y desamparos, tenía amplia licencia de los párrocos, y aun apretados ruegos y acabado de dar el de la santa Extrema Unción dio su alma al Señor que con tan infinita liberalidad y benignidad le había abierto los oídos a la verdadera fe que tan obstinado cerraba a la verdad resarciendo en sus compañeros con el ejemplo de su conversión los daños que en sus almas hacía con su dureza y rebeldía. No será de pequeño apoyo y confirmación de la estrella [Pág. 116] grande que por su bondad ha comunicado el Señor a su Compañía en la conversión de los infieles y salvación de las almas el caso siguiente no menos lastimoso que raro. Entró en esta ciudad una urca de extranjeros piratas que infestaban toda esta costa y entre los prisioneros vino uno, que era el piloto, muy mal herido y no menos ciego de la pólvora en la refriega que tuvieron con algunas fragatas nuestras que ciego y obstinado en sus errores, mostrando la gran fealdad de su alma en lo horroroso y abominable de su rostro que traía abrasado del fuego que fue a encender contra los nuestros cuando peleaban. Acudieron a él (viendo el riesgo de ambas vidas temporal y eterna) algunas personas eclesiásticas y religiosas por ver si le podían reducir y ganar para Dios. Mas él no daba oídos a ninguno antes bien los cerraba más por no oírlos. Aguardaron su vez los nuestros que con no menor deseo y diligencia habían acudido a lo mismo y no desconfiando del poder y misericordia de Dios, probaron ventura hablándole con una energía tan suave y con una suavidad tan activa que el pedernal hereje se ablandó un poco y mostró gustar de lo que le decía el papista Jesuita y para conocer 162.


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mejor el que le agradaba más en sus razones y palabras hizo ojos del tacto por no fiarse sólo de los oídos y le cogió al Padre las manos, tocóle los brazos, registróle el hábito y vestido, contentándose por entonces con aquellas muestras de no aborrecer ya tanto a nuestra santa fe católica romana, ni estar tan férreo en su falsa creencia, sin resolverse totalmente a dejar el error en que había vivido y vivía. Fueronse los Padres acompañados de temores entre esperanzas aguardando nueva y mejor ocasión en que pudiesen hablarle más a solas y descansado. Apretóle la enfermedad apresuradamente y conoció el desdichado cuán cercana estaba su muerte y juzgando tener presentes a los predicadores de que había gustado comenzó a llamarlos. Acercáronsele otros religiosos que allí estaban y en to[Pág. 117] cándoles las mangas y hábitos, decía, que no llamaba ni quería aquellos. Llegáronsele algunos clérigos, y haciendo la misma diligencia, los echaba y apartaba de sí diciendo que no eran aquellos los que buscaba. Entendieron los circunstantes por el intérprete y acciones que buscaba y llamaba a los de la Compañía y respondiéndole enfadados: Conviértase si quiere y trate de la salvación de su alma que tan sacerdotes y letrados somos nosotros como los jesuitas. Mas perseverando en este yerro y deseo el infeliz, lo que había perseverado en su ceguedad, le salteó la muerte sin haber querido lograr las ocasiones de su remedio cuando se le ofrecían bien a tiempo, o a lo menos puso muy a riesgo y en duda su eterna salud y salvación. Siendo en estos semejantes acaecimientos y conversiones lo que más cuidado daba a los nuestros (como tan experimentados en la ocupación y revalidación de Sacramentos en los negros según diremos luego) el examen de los bautismos de estos herejes fue servido el mismo Señor que tiene a muchos de estos predestinados por su infinita misericordia, no sólo para que a este fin viniesen en las manos de su altísima providencia y no de la falsa y varia fortuna como piensa el vulgo a este puerto, en que tantas almas se reconcilian con la Iglesia católica por medio de la Compañía de Jesús sino también de darnos nueva luz sobre la que dan los doctores para lo que debemos hacer en orden a sus bautismos con el caso siguiente, bien extraordinario y notable. 163.


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Había en la ciudad de Londres (cabeza de Inglaterra y seminario de herejías y errores) un hombre con ocho hijos, todos ellos famosos predicantes y de autoridad entre los demás herejes por sus muchas partes y mal empleados talentos, por los cuales ocupaban en varias ciudades los mejores puestos de aquel Reino empleándose en predicar y establecer su perjudicial y venenosísima doctrina contra el Pontífice Romano y su Iglesia. Estando [Pág. 118] pues en el mayor fervor, no de caridad sino de odio verdadero contra la verdadera fe, arrancó el Señor con su poderosa mano a uno de ellos y dio con él en esta ciudad de Cartagena. Llamáronle al Santo Tribunal y hecha experiencia por los Señores Inquisidores de la gran capacidad, fondo y noticia, que en todas las materias controversas de las herejías nuevas y antiguas tenía le mandaron retener seis meses para informarse de varios puntos inportantes tocantes a herejías, a sus autores, fundamentos, razones, y cosas necesarias para tantos casos, en tan santo, celoso y vigilante Tribunal. Después de estos seis meses que hubieron concluído con él, se le entregaron al Padre Rector de este colegio como a Calificador de ésta y de la suprema Inquisición con orden de que le tuviese recluso otros seis meses por no gustar el Gobernador que hombre y enemigo tan capaz anduviese por la ciudad registrando sus fortalezas y pertrechos de guerra y por el riesgo que podía haber de que se introdujese predicante y engañase con sus ardides y aparentes razones algunos simples e ignorantes. Ejecutólo así el dicho Padre Rector y en el dicho tiempo le concedió algunos de nuestros autores controversistas96, por haberlos pedido con instancia para estudiar y ver en ellos los apoyos y fundamentos de nuestra santa fe y doctrina católica, y como era de agudo ingenio y mucha erudición en breve tiempo los vio y comprendió con el especial socorro que tuvo del cielo y entre otras cosas, se puso atentamente a considerar y cotejar los ministros

96  Para el tema de las controversias, sobre todo con el protestantismo, véase: Gustavo GALEOTA y Mario ZANFREDINI. “Teología. Controversias teológicas: VIII, 1”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) IV, 3760-3763.

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que elige la verdadera y única Iglesia para administrar los sacramentos tan acompañados de letras y adornados de religión y vida ejemplar con los ministros que se escogen en Inglaterra llenos de ignorancia y de vicios, de adonde le vino un grande escrúpulo y duda grande de si él estaba legítimamente bautizado, en lo cual se fue confirmando cuanto más notaba y advertía que el valor del santo bautismo tenía depen[Pág. 119] dencia de la intención del ministro y que éste se confirmaba con la de su Iglesia. Fue de aquí discurriendo con la luz que le daba el Señor cuán adulterina y sospechosa sería la intención de unos ministros herejes que no conocían otra cabeza de la Iglesia que a Anabolena, o al Rey de Inglaterra, ni otra Iglesia que una quimérica y sin pies, ni cabeza, que ellos habían fingido de algunos años a esta parte y que aborrecían con tanto extremo a la católica romana de cuya necesaria y sana intención estaban ellos tan lejos por no haber oído desde que nacieron, otra Iglesia digna de estima que la suya, tan alabada de sus predicantes y arraigada en los corazones de todos ellos. A cuya causa cuando bautizaban no era posible que abstrayesen de la Iglesia falsa, o verdadera, ni tuviesen la debida y recta intención para su valor y más siendo de suyo estos ministros tan ignorantes y tan sin luz y tan dejados de la mano de Dios (a quien toda aquella nación tiene tan ofendido, hoy desobligado). Con estos y otros semejantes discursos vino tocado de la luz del cielo a inferir que su bautismo había sido totalmente nulo, y por lo menos muy dudoso, con lo cual se fue al Padre Rector y le suplicó que le bautizase de nuevo porque deseaba asegurar su salvación y salir de la ceguedad y engaños en que había vivido. Dio infinitas gracias a Dios el Padre Rector y habiéndole oído sus razones y fundamentos, conferídolos con algunos Padres doctos de este colegio, y visto la instancia y perseverancia en su petición le dió el sí con igual gozo y alegría de ambas partes y universal consuelo de esta casa y ciudad, en que luego le divulgó el caso para mayor gloria de Dios. Y después de haberle dispuesto con algunas nuevas preguntas sobre la mucha disposición y noticia de nuestra santa fe que debía creer y obrar que él tenía ya en sí mandó el Padre Rector un Padre que con todas las ves165.


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tiduras necesarias y ricas se fuese desde la sacristía al aposento de Tomás de Londres (nombre que se le confirmó en el bautismo) para [Pág. 120] cumplirle sus ardientes deseos, pues, atendiendo a estos y a lo bien fundado de sus dudas y eficaces razones no se le podía negar el agua del santo Bautismo que pedía; sino decir a todos los que lo contradijesen, o admirasen lo que en otra ocasión el Príncipe de los Apóstoles cuando bautizaba al centurión, Cornelio, y a su familia: Nunquid aquam, quis prohibere potest?97. Obedeció el Padre sin alguna dificultad antes bien con singular gozo y alegría reparando en que no le hubiese advertido el Padre Rector que le bautizase sub conditione, como suponiendo la nulidad de su bautismo sino solo que lo ejecutase con toda diligencia porque el día siguiente que era el Jueves Santo le había de reconciliar con la Iglesia santa y darle de su mano la Eucaristía para lleno de su complemento, consuelo y gozo espiritual. Y como Dios N. S. era el obrador de este prodigio como de todos los demás y había dispuesto este para los fines de su altísima providencia y predestinación de muchos de estos miserables fue servido de comunicar nueva luz a sus obreros y ministros y nuevo aliento para que sin reparar en otros respetos humanos, ni en que estos recién convertidos hayan sido herejes y criados en universidades y Reinos de hombres eminentes en letras, les pregunten ante todas cosas de la materia de su bautismo y duden más del valor de él después de haber considerado que un hombre tan docto, entendido y versado en todas materias y errores que tenía tan bien penetrados los fundamentos y ministros de una Iglesia y de otra dudó tanto del valor de su bautismo, o por mejor decir, tuvo por sin duda ser nulo por la falta de cosas necesarias y de intención debida en los ministros herejes; con la cual diligencia y duda han experimentado nuestros sacerdotes remedio de muchas almas que conocidamente se perdían o con grave duda se salvaran, a no reparar en una cosa tan digna de reparo porque luego que llegan navíos de herejes a este puerto se trata de convertir algunos se les hace muy estre97  Hechos de los Apóstoles 10, 47: “…tunc respondit Petrus numquid aquam quis prohibere potest ut non baptizentur hii qui Spiritum Sanctum acceperunt sicut et nos”. (…entonces respondió Pedro: ¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que, como nosotros han recibido también el Espíritu Santo?).

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[Pág. 121] cha inquisición de los bautismos para ver si es necesario el revalidarlos, y en el que dijimos entró aquí con los vencidos de Santa Catalina. Se confirmó aún más este escrúpulo y duda porque no contentos los de nuestra Compañía con las experiencias pasadas, ni con la teórica y especulaciones de las razones y fundamentos precedentes, quisieron informarse más en particular de la práctica que había en Inglaterra acerca de los bautismos para los casos de su revalidación que se les ofreciesen y se valieron para el intento de una mujer inglesa católica romana que venía entre ellos, persona, al parecer, capaz y fidedigna. A ésta le rogoron los Padres que les dijese el modo que los ministros herejes tenían en bautizar a los suyos y para que explicase mejor por la obra lo que no podía con las palabras la pusieron delante un jarro de agua y un niño hincado de rodillas; ella alargó la mano una vez y metiendo solos tres dedos en el agua, le salpicó y roció con algunas gotas a la manera que cuando con mucho melindre solemos coger agua bendita y otra mojando sólo el dedo pulgar, le hizo con él una cruz en la frente, diciendo, que aquellos eran puntualmente los modos con que había visto bautizar a los ministros de Inglaterra y cuando venía de tres a tres años y no antes a bautizar a los que no estaban bautizados. Con que se deja claro entender que moralmente hablando, o no puede haber aquí ablución rigurosa y consiguientemente, ni bautismo válido y verdadero, o a lo menos muy escrupuloso y dudoso; en fe de lo cual se fueron reiterando, o revalidando sub conditione comúnmente los bautismos que quedan referidos por no perdonar a diligencia ni a trabajos los verdaderos hijos de Ignacio en la reducción de los herejes y mayor seguridad de las almas. Pero dejando (por no ser más largo) otros casos del servicio de nuestro Señor y gloria de Su Majestad, honra de su misma Compañía que se han ofrecido estos años y cada hora se ofrecen en las naciones extranjeras a cuyo [Pág. 122] remedio y servicio nos aplicamos con particular afecto, será bien volver porque no se pasen en silencio los más y así diré otros casos raros y señalados que en estos mismos tiempos acaecieron a otras personas españolas. 167.


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Estaba un hombre ofendido de otro y aborrecíale de manera que de noche y de día buscaba ocasión para vengarse dándole muerte. Gastó algunos días en esta dañada intención y odio mortal sin poder poner su mal deseo en ejecución por falta de oportunidad para ello, ni querer rendirse a los inportunos ruegos de un Padre de este colegio que sabía sus cosas. Hallábase este mismo Padre en esta razón y discurso de tiempo batallando en el hospital con un rebeldísimo hereje sobre su reducción y conversión sin que las grandes delingencias que hacía surtiesen efecto por no querer el hereje obstinado dar oídos a las razones y argumentos de que el Padre se valía para convencerle de su error y miserable ceguedad. Continuóse esta fervorosa conquista por muchos días y en uno de ellos se halló presente aquella persona que con no menor obstinación buscaba ocasiones de vengarse, la cual había concurrido con otras en el hospital movido de la curiosidad y había sido, sin entenderlo él, llevado de Dios que deseaba su remedio. Este día estuvo el Padre con el rebelde hereje hasta muy tarde y volviéndose a casa bien desconsolado por ver tan frustrados sus intentos como en lo demás días se volvió al vengativo que le venía acompañando por no perder lance de ganar algún alma para Dios y ver si podía restaurar con éste el tiempo que había perdido con el otro, si bien no el mérito de su buen deseo y trabajo. Díjole que no prosiguiese en su mal intento si no que temiese la divina justicia porque eran muchos los ejemplos y casos lastimos con que la divina indignación se había mostrado contra los vengativos y homicidas. A lo cual respondió sonriéndose el hombre: Padre, no se canse porque no he de dejar este pensamiento hasta [Pág. 123] que aquel hereje se convierta; conviértale y deme a mi por reducido y obediente a sus buenos consejos porque le hago saber que estando con toda atención reparando en la dureza y rebeldía de aquel inglés, dije en mi corazón: yo daré de mano a mi venganza cuando éste se convierta porque juzgo tan imposible lo uno como lo otro. Apenas había dicho esto el hombre y salido el Padre de las salas de la enfermería cuando a toda prisa vinieron a llamarle de parte del enfermo hereje. Oh bondad y poder de Dios: volvieron a su llamamiento y halló cuando menos pensaba, temblando y desengañado 168.


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al rebelde que luego al punto se redujo y reconcilió con la santa Iglesia y acabó en breve como verdadero católico y Dios nuestro Señor perfectamente como suele sus obras, pues al mismo punto mudó el vengativo de parecer y de ferocísimo león se puso como cordero manso en las manos del Padre para que le reconciliase con su enemigo como fuese servido y más conveniente para la quietud y bien de su alma. Otro hombre que en los tiempos antecedentes se había visto tan abundante y tan sobrado de bienes temporales cuanto en el presente se hallaba falto de ellos llegó tan a lo último de un desmayo y descaecimiento de corazón, originado de la pena de verse tan pobre que más parecía un cadáver con alma que un hombre animado. Sobre este achaque tan mortal para los hijos de este siglo amadores de riquezas y que se han visto en prosperidad le sobrevino aún otro más penoso y ésta fue una voz que con sus pausas se le acercaba a los oídos y le decía: Ahórcate; Ahórcate; consumió esta voz a este desdichado y pusilánime más de lo que él se estaba; y era lo peor, que como hombre absorto y fuera de sí, no trataba de buscar remedio y defensa a riesgos tan graves de alma y cuerpo. Pero el Señor que no se olvida jamás de sus criaturas le deparó a este descuidado una persona pía y muy devota de la Compañía, la cual viendo tan acabado y consumido a este hombre, le [Pág. 124] hizo con traza y santo engaño salir de su casa y se vino con él a la nuestra, adonde preguntó por un Padre conocido suyo y le dijo que allí le traía para que le curase y consolase a un hombre, retrato de la muerte y homicida de sí mismo, que se iba acabando y dando armas al demonio con una desordenadísima tristeza y vanísima melancolía. Era el dicho Padre el mismo que el pasado [y] valiéndose de las medicinas espirituales experimentadas, le dispuso a una muy buena confesión y le dio por patrón y amparo a Nuestro Padre San Ignacio, el cual le alcanzó del Señor tanta mejoría en el cuerpo y en el alma que en quince días se desconoció y halló tan otro que no cesaba de dar afectuosas gracias al consejero, rindiéndoselas adonde quiera que le encontraba sin poder disimular el afecto tan excesivo con que había quedado a su Santo Patrón Ignacio y a su mínima Compañía de Jesús.

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Ministerio de los negros Uno de los empleos y ministerios de más gloria y servicio de Dios, bien y provecho de innumerables almas y aumentos grandes del crédito y buen nombre de la Compañía que hay en este colegio de Cartagena98 y que se ejercita con especialísima exacción, trabajo y cuidado es el ministerio de los negros, en el cual si bien se emplean todos los nuestros cuando es necesario pero comúnmente han estado dos Padres99, obreros fervorosos y de singular caridad y celo de la salvación de estos pobres, tan despreciados y desamparados, los cuales se ocupan en acudir a todos sus achaques, enfermedades y necesidades espirituales y no pocas veces a las corporales por ser en todo casi extrema la pobreza de muchos y esto a costa de indecibles trabajos, aflicciones y dificultades que se vencen ofreciéndolas atropelladas y continuas el común enemigo, por sí y por sus ministros, contra los del santo Evangelio, por imposibili[Pág. 125] tar la salvación de tantos ciegos y miserables. Uno de sus más principales desvelos y cuidados es, y ha sido, el aclarar y desenmarañar y examinar con exactísima inquisición los bautismos, demás de veinte o treinta naciones de negros que llegan a este puerto, adonde por ser la descarga de todos ellos y el emporio y como aduana en que se juntan y de adonde se distribuyen y reparten por todos estos Reinos y Provincias. Fue servido el Señor que en ésta del Nuevo Reino tuviese nuestra Compañía este colegio de Cartagena para que como piedra del toque diese quilates a este oro celestial, donde se inquiriesen, averiguasen y apurasen las propriedades y condiciones, circunstancias en la prácti­ca del santo batis98  Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 239-299. 99 José DEL REY FAJARDO. “El ‘Operarius Aethiopum’ en el Colegio de Cartagena de Indias”. En: José J. HERNÁNDEZ PALOMO y José DEL REY FAJARDO. Sevilla y América en la historia de la Compañía de Jesús. Córdoba, CajaSur (2009) 195-221; Jakob BAUMGARTNER. “P. Alonso de Sandoval, S. I. und Negerscklaverei. Die Missionspastoral ‘De instauranda aethiopum salute’ von 1627”. En: Vermittlung zwischenkirlicher Gemeinschaft (1971) 409-448; Juan Antonio EGUREN. “Sandoval frente a los esclavos negros (1607-1652)”. En: Montalbán. Caracas. 1 (1972) 405-432; Vincent P. FRANKLIN. “Bibliographical Essay. Alonso de Sandoval and the Jesuit Conception of the Negro”. En: Journal of Negro History, 58 (1973) 349-360; Jean Pierre TARDIEU. “Du bon usage de la monstuosité: La vision de l’Afrique chez Alonso de Sandoval”. En: Bulletin hispanique, 86 (1984) 164-178.

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mo que se les administra a estos pobres esclavos en las Provincias de África, puertos de Santo Tomé, de Caboverde, Cacheó, de Angola, y otros examinando con el debido celo y prudencia a todos, confirmándonos cada día más el Señor en este santo escrúpulo y justo recelo, con las experiencias de maravillosos frutos y sucesos rarísimos. Topando a muchos que habían leído, ya cátedra de ladinos y sido priostes de sus cofradías, confesado y comulgado con más frecuencia, que píos españoles ya casados de muchos años, cuyos bautismos en unos eran conocidamente nulos y en otros muy dudosos y escrupulosos, para lo cual me contentaré con lo que se irá diciendo de algunos casos y razones particulares. Siendo la propiedad de Dios el dar con lo principal lo accesorio ha concedido primeramente Su Majestad a este colegio, desde sus principios, para este santo ministerio obreros, fieles e incansables cuales se requerían para tan excesivo trabajo y para vencer dificultades que desmayaran al más gigante empleando no sólo sus años, vida y salud en estos trabajosos cuanto gloriosos empleos sino también sus buenas letras y desvelos en componer un libro100 que como de Maestros tan prácticos enseñase a todos los Prelados, Curas y Obreros apostólicos no sólo a imitar[Pág. 126] les en su celo y amor cordial a estas miserables y desamparadas almas y muchedumbre de naciones sino la práctica que se debe tener en la revalidación de sus sacramentos y examen exactísino de sus bautismos, pareciéndole al autor del que no empleaba bien los años últimos de su vida si no los gastaba en añadir, perfeccionar y adelantar esta obra para darla segunda vez a la estampa101 en servicio de sus amados morenos, gloria del Señor y provecho de los que los tratan y enseñan y de los que desean salvar todo género de gentes y almas. 100  Alonso de SANDOVAL. De instaruranda æthiopum salute. 101  Alonso de SANDOVAL. De Instauranda Æthiopum salute. Historia de Ætiopia, naturaleza, Policía sagrada y profana, constumbres, ritos y catechismo evangélico, de todos los aetíopes con que se restaura la salud de sus almas. Dividida en dos tomos ilustrados de nuevo en esta segunda impresión con cosas curiosas y provechosas y índice muy copioso por el Pe. Alonso de Sandoval de la Compañía de Jesús, natural de Toledo. Madrid, 1647. Seis tomos divididos en dos volúmenes. Sobre las ediciones , véase: Eduardo RESTREPO. “De instauranda æthiopum salute: sobre las ediciones y características de la obra de Alonso de Sandoval”. En: Tabula Rasa. Bogotá, n.º 3 (2005) 13-26.

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Lo segundo que ha concedido al mismo intento este benignísimo Señor a este su colegio han sido muchos y muy buenos intérpretes que llegan casi a diez y ocho en estos años entresacándolos de aquellas naciones y gentes incultas y bárbaras y aplicandonóslos para que nos sirviesen y ayudasen a catequizar, enseñar y reducir a sus compañeros, y dándoles tal capacidad y don de lenguas que sobre estar muy bien fundados y despiertos en las cosas de nuestra santa fe y en los engaños, errores y supersticiones de sus gentiles, saben unos a tres y a cuatro lenguas, y otros a seis y a ocho, y uno de ellos alcanzó el nombre de calepino102 por saber once, en que conocidamente campea la providencia paternal de Dios y lo mucho que estima y ampara esta ocupación y santo ministerio, dándosele como por singular divisa y honor a este colegio, el cual por esta causa y glorioso empleo ha granjeado también nombre y fama en la dicha materia, no sólo en toda esta Provincia pero en las demás que en constándoles que algunos de los negros que van a ellas han pasado por el crisol y examen de este colegio, luego al punto, sin más preguntas le confiesan y tienen por bien bautizado y capaz de otros sacramentos, seguros e informados del trabajo y solicitud que se tiene con ellos antes que salgan bautizados de nuestras manos, o admitidos para otros sacramentos, lo cual no sabemos se haga con los aprobados por otros, aunque sean de nuestra misma Compañía en otros [Pág. 127] colegios, despertándonos y obligándonos esto mismo a la vigilancia y exacción viendo que tantos otros descargan sus conciencias, fiados de nuestra rectitud y cuidadosa práctica. Hacen más gloriosa esta ocupación las dificultades y trabajos que en ella se padecen con esta miserable gente porque de ordinario con la variedad de los temples, mal olor y peor tratamiento de los caminos suelen llegar apestados, enfermos, o muertos de hambre y de sed, con tanta desnudez en sus cuerpos cuanta es la que traen en sus almas, sin noticia alguna o muy confusa de nuestra santa fe y sin bautismo, o muchas dudas de su valor.

102  El famoso Dictio­narium octo linguarum de Calepino se trataba del tesoro de la cultura latina, quecida con dicciones en hebreo, griego, francés, italiano, alemán, español e inglés.

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A esta causa no suele ser menor el trabajo en acudir al remedio de sus necesidades y enfermedades del alma que a las del cuerpo buscándoles entre los fieles caritativos algunos regalos, medicinas y vestidillos viejos con que enhechizados a lo divino y ganada la voluntad, reciben a los de la Compañía con el amor que pudieran en sus tierras a sus padres; y así los tienen y los miran como si fueran padres suyos, siendo éste un medio importantísimo para su reducción y salvación y con que se edifican grandemente los españoles y se vencen cosas que de otra suerte parecían imposibles. Y porque ya de estas dificultades, penalidades y trabajos, como del número sin número que por nuestras manos y medios se bautizan en esta ciudad y de otros buenos efectos y servidos de Dios que se experimentan cada hora en éste su ministerio y obra se ha dicho otras veces, me contentaré ahora con sólo referir y tocar algunos de los casos que en estos años se han ofrecido que el querer apuntarlos fuera nunca acabar. Con las noticias y común fama de los sudores grandes y pestilenciales olores que salían de los cuerpos y de los lugares comúnmente apestados en que están ya casi sin alma estos miserables morenos, se le excitó un deseo y curiosidad a otro Padre de acompañar al que de ordinario los tra[Pág. 128] ta y catequiza por ser testigo de vista y no sólo de oídas. Llegó a la puerta solamente de la pieza y sala de los negros enfermos y viendo aún desde lejos aquellos cuerpos tan llagados, hechos manantiales de podre y de materia, y sustento de moscas y gusanos, y que para haberlos de disponer para el bautismo o sacramento de la penitencia era necesario que su compañero se llegase a ellos como a los muy sanos españoles, llenos de ámbar y confortativos olores, quedó tan asombrado y fuera de sí, que ayudándole el mal olor que se difundía y penetraba hasta los patios de la casa, no pudo salir en mucho tiempo de un penosísimo desmayo, acompañado de bascas, ni recabar consigo el volver otra vez a verlos, contentándose de allí adelante con admirar el esfuerzo que comunica Dios a estos sus obreros y ser predicador de estos tan gloriosos trabajos por todas las partes que llevado de la santa obediencia corría hasta España, Roma e Italia. Salió el Padre con quien había ido de este martirio y ejercicio santo a las once del día habiendo ido antes de las seis y cuando venía a recogerse y 173.


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descansar le llamaron para otro enfermo. Fue al punto y hallóle casi comido de unas moscas carniceras que se habían encanirzado en él sin que tuviese a uno quien las quitase dejándole como a perro desamparado. Recogió el Padre su bonete y haciendo de él abanico se las fue quitando y juntamente confesándole con gran trabajo y penalidad. Acabada la confesión, porque no muriese sin el viático, partió de allí en busca del cura que estaba sentándose a comer y era día de ayuno. Rogóle que acudiese primero a la necessidad espiritual de aquel pobre negro y llevóle consigo a la iglesia y de allí a casa del enfermo. Fue tanto lo que le revolvió al buen cura el estómago, sólo con parte de el mal olor, que en dos días no pudo atravesar bocado y le rogó instantísimamente al Padre que excusase llamarle otra vez si no quería que enfermase gravemente y que se muriese él por un negro. Esto mismo le sucedía [Pág. 129] a los Padres cuando llamaban a otros curas quejándose que los Padres de la Compañía los martirizaban y deseaban quitar las vidas entre apestados insufribles. Hasta que el Padre Provincial les mandó que de allí adelante llevasen consigo lo necesario para la santa extrema Unción por ser tan extrema la necesidad y concedida de los curas con hacimiento de gracias la licencia y su beneplácito, cosa de que se siguieren grandes bienes para sus almas porque se morían innumerables sin este sacramento por falta de ministros despreciadores de sus vidas temporales por más asegurar las eternas, pues hubo entre otros días uno en que olearon solos dos Padres operarios a quince enfermos de armazones y casas a cuyos esclavos había salpicado el contagio. En otra ocasión vino en un navío de negros una negra enferma de un carbunco que tenía en la mejilla, en la cual se le había abierto una boca disforme; respiraba por ella, como si fuera chimenea, un anhélito a manera de espeso humo, con un tufo tan pestilente que sólo para ella se había reservado una sala grande porque no inficcionase a todos los demás. Acudió el Padre a visitarla llevándola para su limpieza y salud corporal cantidad de vinagre rosado y acudiendo a la cura espiritual, catequizándola y disponiéndola para asegurarla en el santo bautismo. Salió de esta obra de caridad tan heróica herido del contagio que le obligó a rendirse enfermo en la cama, en la cual hacía continuas memorias 174.


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de las veces que otro Padre antiguo en el ministerio y el primero que tuvo a su cargo esta conquista celestial, le solia decir: que cuando le avisaban que llegava un navío de negros al puerto le sobresaltaba un sudor frío y mortal, acordándose de las fatigas inexplicables y trabajos indecibles que le había costado el acudir a los antecedentes sin que la experiencia y ejercicio de tantos años se le hubiesen facilitado disponiéndolo así el Señor para que con más evidencia reconociese la virtud de la divina gracia en esorzar [sic] a nuestra flaca naturaleza para esta ocupa[Pág. 130] ción tan sobre sus fuerzas. Cúpole a este mismo Padre la suerte de acudir a la dicha enferma y luego al punto enfermó también gravemente con riesgo de perder la vida; mas no por eso la dejaron de aresgar [sic] otros generosamente, no sólo en esta ocasión llevando hasta el fin la empresa de la salvación y consuelo de esta pobre desamparada morena sino en otras innumerables en mucho tiempo que anduvo una peste de viruelas y sarampión en que se enviaban al cielo cosechas copiosísimas de estas almas porque apenas llegaba navío que no viniese inficionado. Eran las casas de armazones de negros más de veinte y cuatro en las cuales entraban unos y salían otros, todos necesitadísimos de la mortificación, celo y caridad de los nuestros porque ni sus amos podían acudirles, ni sus curas se atrevían, ni bastaban para tanta multitud de enfermos chontales. A esta causa tenían nuestros Padres y operarios distribuída su ocupación en estas casas por lo días de la semana, confesando en cada uno de ellos de veinte a treinta de los más necesitados, oleando a los que ya estaban cercanos a la muerte, catequizando a los más bozales e ignorantes, bautizando a los catequizados y dispuestos, revalidando matrimonios y bautismos, poniendo a todos sus señales distintas por evitar la confusión y administrándoles por la extrema necesidad los sacramentos de que necesitaban sin que el empleo principal de las almas les hiciese olvidar el de los cuerpos, buscándoles entre los misericordiosos algunos regalos y medicamentos que les aplicaban no pocas veces con sus proprias manos. Había en esta ciudad una negra que tenía casi cien años de edad y era tenida no sólo por cristiana sino por muy católica; frecuentaba las iglesias y sacramentos y no había quien soñase de poner duda en su bautismo; y lo 175.


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peor es que ella menos que todos porque entre otros ardides y engaños con que tiene el demonio ciegos a muchos de estos miserables, es, con que se corran y afrenten de que en [Pág. 131] siendo antiguos en la tierra y algo ladinos o bachilleres, se les ponga duda en si son cristianos o no; por lo cual, cuando se descubre el engaño, cuesta no poco el persuadirles y mucho el buscar trazas y maneras de secreto y recato para que se quieran bautizar de nuevo. Siendo así que suele acontecer escapársenos algunos de los que llegan a este puerto sin que los podamos haber a las manos para examinarles y catequizarles cuando chontales y recien venidos de su gentilidad. Inspiróle pues el Señor a un Padre que sin embargo de haber pasado por tantas manos y pies de confesores la dicha negra, ni de su ancianidad y ladinez, la examinase con buen modo de su bautismo. Ella le salió luego al encuentro, diciéndole: Ha de saber, Padre, que he venido a contarle lo que me pasa y es, que estando durmiendo, me pareció veía a la santísima Virgen vestida de blanco y su bendito hijo Jesu Cristo en la cruz, desde la cual me reprendía y decía ásperamente que cómo me atrevía a comer el pan de mi amo no teniendo el agua del bautismo? Prosiguió en fe de esto con su examen el Padre y halló que real y verdaderamente no estaba bautizada, sí con muchas prendas de predestinada y elegida de aquel Señor que con tan particular providencia y modo le había alumbrado y desengañado en su presunción y ceguedad. Reprendióla por ventura las negligencias y resistencias que había tenido a sus divinas inspiraciones no dando oídos a las dudas de su bautismo en que tenía por afrenta dudar. Haciendo viaje para uno de los puertos en que se embarcan para éste estos esclavos, uno de sus armadores, capitán y mercader, se llegó a él uno de los Padres sus operarios y le dió un pedazo de oro que le habían dado de limosna para que le emplease en algunos géneros y mercadurías de las que corren en Cacheo, le trajese dos negros a propósito para intérpretes de los de sus naciones. Al tiempo de entregarle el oro, le dijo, que tuviese grandísima [Pág.132] fe en aquella encomienda para el buen suceso de su viaje, pues pendía de ella la salvación y remedio de más almas que tenía cabellos en la cabeza, 176.


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porque sin los tales intérpretes no era posible lograr su trabajo en los catecismos y exámenes. Sucedióle una rigurosa tormenta en que perdió toda su hacienda escapando apenas con la vida y con el poco oro de la dicha encomienda [y] escribiéndole al Padre el maravilloso suceso, le dice así: En el punto y tiempo que todos se iban ahogando así navíos como hombres, me faltó la memoria de todo y sólo me acordé de la encomienda de V. P., la cual amarré a un paño y ciñéndome con él los calzones blancos, que solos me habían quedado, me arrojé a la mar fiado en esta encomienda y de las muchas almas que dependían de ella. Fue cosa milagrosa que no estando seguros los galeones del Rey, al punto me deparó Dios, o las dichas almas, una concha grande de tortuga que me sirviese de esquife; entréme en ella y bien aferrado a sus bordos, me sacó Dios a tierra con vida, si bien desnudo y sin más hacienda que los calzones blancos y el paño en que llevaba guardado el poco oro. Hasta aquí la carta. Después de este fracaso y borrasca fue a los Ríos de Cacheo y le trajo al Padre tres negros intérpretes y lenguaraces que le sirvieron y sirven de ganar muchas almas para el Señor que tan impensadamente le escapó cuando los demás padecieron naufragio. Aunque es verdad que no sólo por estas partes sino por las más principales del mundo se ha divulgado la opinión de lo que nuestros Padres gloriosa e incansablemente han trabajado por tantos años y al presente trabajan en servicio de Dios y remedio de estos esclavos. Pero quien más de cerca toca con sus manos y admira este trabajo son los mismos capitanes y dueños de estas armazones, cobrando tanta estima y veneración de los hijos de la Compañía y en particular de este colegio, como lo muestran por la confianza grande que hacen de nosotros manifes[Pág. 133] tándonos todos sus esclavos, todos sus escrúpulos y dudas, haciéndose lenguas en nuestro abono, obedeciéndonos en cuanto acerca de estos pobres morenos y su salvación y buen tratamiento les rogamos y acudiéndonos con ellos mismos cuando los habemos menester para intérpretes; y a las veces con muy liberales limosnas para que compremos y criemos los que juzgamos ser más a propósito y de mejores naturales e inclinaciones para enseñar con obras y palabras a los demás y ayudarnos a disponerlos y encaminarlos para el cielo. 177.


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Siendo así que a los principios de este ministerio y trato celestial, como faltos de la experiencia y del desengaño que hoy tienen, eran ellos los más opuestos, y difíciles de vencer y los que más contradicción nos hacían después de los curas y personas ecclesiásticas que mutua y recíprocamente se fomentaban contra los que sólo deseaban ayudarlos a cumplir con su obligación y salud temporal y eterna de tantos millares de esclavos permitiéndolo así el Señor para que redundase el fin en mayor gloria y servicio suyo y en opinión y crédito de nuestra sagrada Religión. Consta y es comúnmente habitado de estos pobres negros el hospital que llaman de San Lázaro, no menos cargado de pobreza, desdicha que de pobres desdichadísimos y así como parte de la ocupación, trato y ministerio de los morenos será bien que digamos algo del empleo que los mismos Padres sus operarios tienen en él que podía ser bastante ocupación ella sola de dos fervorosos y trabajadores obreros. Son tantas sus miserias y faltas de lo temporal como de lo espiritual; y así en todos tiempos andan solícitos y ocupados los nuestros en buscarles regalos y limosnas para su consuelo y sustento, pero con más comodidad cuando después de las cuaresmas hacen correrías y misiones por todas las estancias de esta comarca, en las cuales después de haberle confesado y dispuesto a que cumplan con la Santa Iglesia (con [Pág. 134] la cual no cumplieran en muchos años sin esta diligencia y cuidado) les ofrecen para los pobres de Santo Lázaro algunas limosnas de maíz, plátanos, aroz, miel y cantidad de tamarindos que son provechosísimos para su mal y así de otras cosas que necesitan y que agradecen grandemente y causan mucha edificación. Este año se les estaba cayendo la casa sin que hubiese quién se la levantase y animase a repararla, Diole cuenta el Padre que más los asiste desta necesidad al Padre Rector, el cual luego al punto dio orden para que un hermano de cassa con todos sus negros y oficiales fuesen a aderezarla, como se hizo, gastando en ella todo el tiempo que fue necesario para que quedase habitable con seguridad. En este mismo año les ha repartido el dicho Padre veintecinco vestidos y catorce toldillos o pobres tiendas y pabellones y está solicitando los que faltan para que todos los enfermos 178.


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tengan uno con que cubran sus camas y se defiendan de los mosquitos y pasmos y de la indecencia que tanto se introduce entre enfermos llenos de llagas y más siendo tan pobres. Con la misma y mayor diligencia se les acude por los nuestros a sus enfermedades y trabajos del alma para que salgan Lázaros del sepulcro de las culpas y sean llevados de los ángeles a la compañía de Abraham, pues porque no anden mendigando también confesores se les visita muy a menudo y se les confiesa,y da la Eucaristía ya por devoción, ya por viático, ofreciéndose a todos estos los de la Compañía con toda caridad y voluntad, de lo cual se muestran todos tan satisfechos que dejando otras qualesquiera puertas sólo acuden con frecuencia a las nuestras por el consuelo, remedio y socorro en sus peligros, necesidades y aflicciones. [Pág. 135]

Misión de Mompox 103 Este año de 1643 salió de este Colegio de Cartagena para la Villa de Mompox un Padre104 y un hermano105 para predicar la cuaresma y hacer una Misión que fue de mucha gloria de N. S. y no poca honra de nuestra Compañía. Es esta villa la garganta de este Reino por donde van y vienen todos los que habitan estos Reinos porque por la frente le baña el Río de la Magdalena que es de los más caudalosos que entran en el mar; navégase río arriba con suma dificultad nacida así de las muchas aguas y corrientes como del género de embarcación que es muy penoso pero preciso para subir al Nuevo Reino de Granada y a la Provincia de Quito. Por las espaldas le baña el Río Cauca, no menor en grandeza ni corrientes, por donde se navega a las 103  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 151-175; José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ MORA. Los jesuitas en Mompox 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013). 104  Marcos González (Valladolid, c. 1603-Bogotá, 1651). Ingresó a la Compañía el 9 de octubre de 1618. Atravesó el Atlántico en 1625. Fue catedrático de Artes en la Universidad Javeriana y dedicaría su vida a Cartagena y Mompox. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 140-141. 105  Francisco Martín (Lagos [diócesis de Braga] c. 1588-Honda, 1674). Ingresó en a Compañía el 19 de marzo de 1609. Durante su estancia en Cartagena debió aprender algunas lenguas de los africanos. Vivió además en Mompox y Honda. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 204-205.

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Provincias dilatadas de Zaragoza, Cáceres, Remedios, Guamocó, &c. bien conocidas por la fama del mucho oro que en sus entrañas crían y con poco beneficio, aunque no con poca ventura le sacan sus vecinos. Por una y otra parte son muchos los pasajeros que llegan al puerto de esta villa y ella muy populosa así de vecinos españoles como de gente morena, de que hay mucho número y harto necesitado de toda buena doctrina. Allégase a esto ser la comarca muy poblada de naturales de suerte que tiene todo lo que es menester para los gloriosos empleos de nuestra sagrada Religión que mirando lo mucho que este pueblo iba creciendo, porque cuando los demás van a menos ha ido muy en aumento siendo el emporio de todos estos Reinos y por donde pasa todo el oro y plata que en ellos se beneficia. Hase deseado hallar en muchas ocasiones, ocasión para entrar y morar en ella, siquiera por vía de hospicio y aunque se ha intentado no se [Pág. 136] ha conseguido. Esta cuaresma me pareció probar ventura y envié (como tengo dicho) un Padre y un hermano, encargándoles empresa tan gloriosa. Y gracias a Dios, la misión tuvo tan buenos principios como medios y fines porque a los primeros sermones se conmovió tanto esta República que se echaba de ver había llegado el tiempo y la sazón. Estaba esta villa muy llena de bandos y todos han cesado: el primer viernes de cuaresma predicó el Padre el sermón del amor de los enemigos; procuró cumplir con la obligación de su oficio y de aquel día y diole Dios muy buenos sucesos porque las cabezas que estaban encontradas se unieron y juntos salieron a pedir una limosna que el Padre les mandó pedir. Cosa que viendo los de la villa comenzaron a dar mil gracias a Dios porque había muchos años que andaban muy encontrados y sin esperanzas de paz. Luego [el] sábado delante de la Virgen Santísima se hicieron otras paces no de menos inportancia y como la Virgen fue la fiadora han correspondido todos muy bien; con esto los demás se compusieron de suerte que ya esta República está muy otra. Publicó el Padre el jubileo de las misiones y fue con tanta moción de todos que pareció una semana santa; hubo de cargar todo el peso a nuestro religioso porque les parecía que no quedaban confesados si no los confesaba él. Hubo muchas confesiones generales y mucho fruto que quiera Dios colmar con la perseverancia. 180.


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Dos veces en la semana se hacía doctrina y procesión los jueves en la tarde para los españoles y acudieron con tanto fervor que no faltó de la clerecía (que es mucha y muy autorizada) persona y de los seglares los mas principales y los demás republicanos iban a la procesión en orden, como si fueran niños y de la misma suerte iban cantando por las calles las oraciones. Los domingos a la tarde se hacía para la gente de servicio. Fue indecible la muchedumbre que acudía y no sólo gente morena sino la española. Hacíase una [Pág. 137] procesión de mucho gusto para Dios y para los hombres. Iban lo primero los niños de la escuela con los pendones y un santo Cristo, luego se seguían los morenos que eran muchísimos; después iba el Padre acompañado del Vicario y clerecía y de los republicanos del pueblo; y después de todos iban las morenas y indias, tantas en número que quitaban la vista con el polvo que hacían de manera que no bastando la iglesia para los muchos que acudían, se hubo de escoger la plaza. Aquí se le enseñaba a esta gente de lo que a su salvación convenía, el hermano sabía la lengua principal de los morenos y en su lengua les hacía las preguntas y era tanto el júbilo que los pobres negros sentían que era menester reñirles severamente para templarles su gozo. Preguntábaseles quién era Dios y decían que aquellas preguntas no se usaban antes de venir nosotros, que cómo queríamos las supiesen ellos. Era muy para alabar a N. S. ver a los negros tan ansiosos de saber las cosas de Dios y a los amos de enseñárselas. Y así todas las noches no se oía otra cosa sino cantar la doctrina y los niños para lisongear a los Padres les andaban rondando la puerta cantándoles la doctrina sabiendo que no se les podía dar música de más gusto. Así se prosiguió y se fueron ganando con la predicación y trato afable las voluntades de manera que los más adversos antes estaban ahora trocados y muy de diferente parecer. Sucedió con uno que había sido antes de los que contradecían entrarse por las puertas de la casa del Padre y puesto delante de un Cristo, que allí tenía, decir con hartas lágrimas y sentimiento: A aquel Señor que está en aquella Cruz pido perdón de haber estorbado muchas veces que no hayan quedado en esta villa los Padres pero ahora no será así porque con todas veras he de procurar y ayudar para que no se nos vaya tanto bien. Otros decían que no era cristiano quien 181.


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resistía a que viniesen predicadores tan del cielo. Otra persona que antes (decía) que primero quisiera ver galgos [Pág. 138] en aquella villa que Padres de la Compañía quedó tan trocada que ninguna hizo mayores diligencias para nuestra estancia, ni mostró más afecto. En fin, todos estaban tan uniformes en hacernos bien, que si alguno resistiera pudiera temer no le apedrearan y así aunque algunos Religiosos quisieran oponerse de ninguna manera se atrevieron viendo la devoción y fervor del pueblo. No fue poca parte para esto ver en los principios las ansias que los nuestros tenían de que se administrasen los Sacramentos. Sucedió con una persona principal, muy anciana darle un accidente repentino fundado más en el desmayo que causaban sus muchos años que no en calenturas. Y como en aquella edad cualquier accidente parece que adormece los sentidos, juzgándole por falto de ellos, le habían condenado a no recibir el viático; ya le habían dado la extrema Unción y confesádole; el Padre le dijo que pues le hallaban apto para confesar, que bien podía comulgar pues no tenía vómitos ni otro achaque que pudiese ser causa de alguna indecencia. Hizo el dicho Padre traer el viático que recibió muy bien aunque con la sequía que padecía se le pegó la forma en el paladar y cuando los presentes vieron que el Padre metía el dedo en la boca y le despegaba y que con amor le daba el agua para que tragase la forma, como cosa nunca vista, la admiraron y comenzando por admiración, pararon en venerar y cobrar grandísimo afecto porque ofreció Dios otros lances muy del servicio de su Divina Majestad con que les confirmó más. Entre ellos fue uno muy notable que sucedió a un sacerdote que es como la cabeza de esta República a quien todos estiman y veneran porque Dios N. S. le ha dado mu­chos bienes de fortuna y a todos hace mucho bien. Éste pues antes no era muy afecto a nuestras cosas pero con el trato y agrado del Padre, lo ha quedado mucho y ha sido el primer [Pág. 139] moble de nuestra entrada en esta villa. Con los muchos años que tiene se juntan no menos achaques y de grave consideración, causa de no repararse en sus aumentos tal vez por la continuidad de padecerlos. Víspera de la santa Cruz de Mayo se vio más 182.


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afligido que nunca y desabrido con los nuevos accidentes de mal que nadie recelaba; con todos reñía y se desgustaba. El Padre que estaba recogido para predicar otro día, como a las nueve del día, tomó el manteo y quiso salir fuera; reparó el compañero que a tales horas salíase (porque el sol es muy ardiente en aquella villa) y preguntó al Padre a dónde iba. El Padre dijo: No sé hermano donde voy porque no tengo quehacer pero me ha dado gana de ver al Padre que ayer no le vi y creo importará mi ida. Fue, y llegando a la puerta, dijeron los que estaban dentro que no entrase porque no querían le perdiese el respeto y le dijese alguna palabra como decía a todos los demás. Nuestro religioso no reparó en eso, satisfecho del mucho amor y respesto que siempre le había tenido, y así entró; y después de las salutaciones corteses reparó en el modo de hablar y en las razones todo daba indicios de falta en la parte superior que es la razón y de mayor en la salud. Tomóle el pulso, confirmóse en la gravedad de su mal y con buenas razones le exhortó a la confesión, a que respondió: Qué quiere Padre, que me confiese, si ya estoy muerto. A que nuestro religioso le replicó amorosamente: aun por eso Padre y Señor mío se debe confesar, pues está y se siente tan mortal que ya se cuenta por muerto; ahora mejor que nunca porque para este tiempo, en especial es la sangre de Jesu Cristo y el favor de la Virgen Santísima, pues para el tiempo de la cosecha son los cuidados y desvelos del labrador. Con estas y otras razones se enterneció el buen sacerdote y siendo sus ojos dos ríos de lágrimas se comenzó a confesar; con pocas razones se contentó el Padre para absolverle pareciéndole que iba acabándose la vida muy por la posta; [Pág. 140] mandó que le llevasen a la cama y apenas (óh providencia de Dios misericordioso) le pusieron en ella cuando le sobrevino un accidente terrible de perlesía, hiriendo de pies y manos y haciendo tan descompasados meneos con cuerpo y rostro que quebrara el corazón al más bárbaro. Con ser este accidente tan trabajoso fue peor el que causó el mucho amor que su familia, mucha le tenía porque desolados corrieron a echarse sobre el cuerpo y con piedad cruel le cerraban la boca para que no quedase muerto con alguna disposición indecente. El Padre era solo a la defensa del 183.


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enfermo y con crueldad piadosa a voces, y a golpes, apartó los que con amor le hacían tanto daño; hizo traer la extrema Unción y porque no faltase tiempo, se le dio debajo de una señal y luego prosiguió con las demás. Duró este accidente como media hora y robado el juicio y los sentidos no daba esperanza ninguna de su vida. Acudió la justicia, tomó las llaves de todo y los médicos le dejaron como sin remedio; vinieron religiosos de otras Religiones y como no entendía, ni oía, parecióles que su estada era sin provecho y así se fueron. Solo el Padre de rodillas a su cabezera aguardó el fin y después de largo espacio le sobrevino el mismo accidente con mayor gravedad y mayores ansias y al Padre se le repitieron los cuidados y trabajos de antes. Díjosele la recomendación del alma, cantádosele el credo, púsosele la vela de bien morir en las manos y el accidente siempre a más hasta que después de media hora sosegó y como a las dos de la tarde; compadecido el Padre de tanta necesidad, se estuvo a su lado. Compadecido nuestro gran Dios de sus dolores y premiando las buenas obras que ha hecho, le retuvo los sentidos y poco a poco volvió en sí. El Padre que no aguardaba otra cosa logró el tiempo y le confesó y hizo que le trajesen el Santísimo Sacramento y hizo su testamento, y hechas todas las cosas y concluí [Pág. 141] das a satisfacción de todos, el enfermo quedó descansando y el Padre se puso a comer a las cuatro de la tarde, bien cansado y sudando. Pero fue de grande importancia el suceso para que cobrasen confirmación en los deseos que podíamos tener. Y así ha sucedido y el buen Sacerdote quedó reconocido que debía a nuestro religioso la salud, la hacienda y la salvación. Dios sea bendito que así nos honra sin merecerlo. Todo esto sucedió víspera de la Santa Cruz de Mayo, fiesta principal de esta villa, por haberse conquistado este día. Había de predicar el Padre a la festividad deste día y llegándose el tiempo fue a cumplir con su obligación y quitándose el manteo en la sacristía para ponerse la sobrepelliz oyó muy grandes voces y ruidos en la iglesia y viéndola toda alborotada fue precisso salir corriendo a sosegar una inquietud muy grande que pudo ser seminario de gravísimos encuentros.

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La causa de este alboroto fue que un mozo se había casado contra la voluntad de sus padres y por el caso no le podía ver, ni le habían hablado más había de un año. Éste por inadvertencia o por ver el semblante que su padre le hacía se sentó delante de él para oír el sermón y el padre irritado, se levantó contra el hijo y allí mismo le dio muchos porrazos con el puño. Estaban presentes los parientes de la mujer y los de la otra parte y unos y otros se trabaron de suerte que en la iglesia se desenvainaron muchas espadas y hubo notables descomposturas. El Padre trabajó mucho para sosegar los que estaban alborotados y no menos a los jueces que por competencia de jurisdicción se habían trabado también porque el Vicario quería conocer de la causa por ser el delito en la iglesia. El Alcalde ordinario porque lo era y el Comisario de la Santa Inquisición porque el principal era familiar del Santo Oficio. Todo esto se compuso con que el Vicario prendiese sus sacerdotes, el Alcalde a los seglares y el Comi [Pág. 142] sario a sus familiares. En esto quedó la iglesia sosegada y presos seis que eran los más culpados; y esto era lo menos porque se temían mayores enojos. Subióse el Padre al púlpito después de esto y procuró cumplir con sus obligaciones. Otro día tomó la mano para componer tantos enconos y dio Dios tan buen suceso que el padre e hijo se reconciliaron y luego todos los parientes quedando muy contentos que por tal modo se hubiese conseguido la paz que tanto se había deseado y pretendido. Con estas cosas el pueblo estaba más enamorado cada día; llegábase a esto el cuidado que el Padre tenía de acudir a los enfermos y así si daban el viático alguna persona y no le llamaban él se iba allá, aunque fuese el más pobrecito indio y con eso la gente lloraba de contento y daba mil gracias a Dios por tanto bien. Por todo lo cual, sin dificultad ninguna (donde tantas había habido antes) porque ahora se había llegado la hora de Dios. Dieron la licencia cuanto era de su parte todos los Regidores para que se fundase y ganase cédula de Su Majestad, o si la había ganada (como la hay) se presentase. Viendo esto el Padre procuró sitio y hallóle tan acomodado y tan en medio del lugar que todos confiesan que Dios le tenía guardado para nuestra Religión 185.


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porque mirando los muchos que habían pretendido el sitio y las muchas difícultades que había habido, viendo al presente la facilidad con que se había dado a nuestros religiosos, quedaban todos atónitos. Luego se mostró la piedad de la Villa, pues, costando el solar dos mil reales de a ocho ofrecieron de limosna los particulares casi tres mil con que sin dificultad ninguna se pudo comenzar luego a edificar y hoy están sacadas diez y ocho varas de cimientos. Como fue forzoso venir el Padre a esta ciudad de Cartagena no se ha podido proseguir pero hay muchas esperanzas de mucho bien. Ofrecen liberalmente los de la Villa el sustento para un Padre que lea Gramática y un hermano que enseñe a los niños de [Pág. 143] escuela y por lo menos darán quinientos pesos de renta. Y hay también principios razonables para fundar un hato con la legítima de un hermano que de aquella villa entró en nuestra Compañía de Jesús. Hay también otra manda de tres mil reales de a ocho que nos mandó un Padre Sacerdote que murió en el Guamocó, fuera de otras cosas de no tanta consideración. Hay mucha capacidad para bienes raíces y para que tengan aquí los nuestros con qué sustentarse y más estando tan cerca la hacienda de la Provincia, en cuya compañía puede tener este puesto mucha comodidad para tener un trapiche y mucha caña que es muy importante para tener con qué vivir y todo se puede hacer sin ofensión ninguna que es lo que más se puede desear. En este punto quedábanse las cosas antes de la semana santa y en ella se grangeó tanto con el sermón de la pasión que cuando no hubiera habido otro logro de la misión bastaron los indecibles llantos y moción de aquella República para que nuestro Señor quedase muy agradado y nuestra Religión acreditada. La gente que acudió fue sin número. La devoción con que oyó no se puede decir; sólo diré que por espacio de media hora ni el Predicador le oía, ni otra cosa que llantos y voces grañidísimas con que todos pedían perdón a Dios de sus pecados; todos decían que tales hombres no se habían visto y que no eran hombres como los demás; que ellos habían de morirse luego para irse al cielo; y sólo aquellos que tal bien hacían habían de vivir para que siempre creciese el fruto espiritual de tantas almas. Así queda ganada y dispuesta aquella tierra para recibir la palabra divina y las inspiraciones del 186.


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celo; y aunque con la ausencia del Padre se han levantado algunas contradicciones no es cosa que dé cuidado que con solo saber que ha de volver están ya sosegados. Dios nuestro Señor que ha dado tan gloriosos principios, dé los medios y fines convenientes para que sea más servido.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

TERCERA PARTE De las residencias o doctrinas Colegio Incoado de Honda Es esta residencia y doctrina de Honda106 de toda suerte de gentes, de españoles, mestizos, mulatos, indios y negros, y de cuantos suben de España a estas partes y cuantos descienden del Reino y los términos del Perú al comercio de Cartagena. Es el puerto de toda la embarcación de este Río Grande de la Magdalena que se navega hasta Mompox y de allí a la Barranca, cerca del Océano. Por esto es utilísima residencia para el ejercicio de nuestros ministerios donde hay dos Padres y dos hermanos. Hacen aquí oficio de curas por ser doctrina de indios y morenos que bajan y suben en canoas sirviendo de bogas en la navegación. Hase incoado colegio por algunas buenas haciendas que se van agregando. Pásase aquí descansadamente porque el estipendio es muy congruo, las obvenciones muchas, los sujetos pocos; ayúdanse de las haciendas que van entablando y con el buen agasajo que hacen a los que navegan este río son recompensados con algunos frutos de las Españas y del Reino que a menos costo pueden haberse en aquel puerto. La iglesia es muy capaz, los ornamentos muy ricos y de todos colores para los días que la santa Iglesia señala. Tienen dos cofradías: una de las ánimas y otra del Santísimo Sacramento a que acude todo número de linaje de gente que allí se [Pág. 145] hallan celebrando a sus tiempos, con grande aparato y devoción lo que les es asignado para sus festividades. Cuando no hubiese la Compañía venido sino para entablar con su maloa las comuniones de indios y morenos, era negocio de grande edificación y que le ha ilustrado magníficamente porque como estaba tan introducido entre los pueblos vecinos que al indio y al moreno no se le había de dar la comunión venía a ser que jamás recibían el cuerpo santísimo de Jesús y así andaban siempre sumergidos en un abismo de torpezas, borracheras, idolatrías y otros indecibles males que ya se han ido cortando con la frecuencia de este divinísimo Señor. 106

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Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, 179-233.


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Bien conocen los chontales indios este útil y así, entre otros, llegó uno al Padre doctrinero y díjole: Padre cuánto te daré porque hagas que mi mujer comulgue? El Padre a la pregunta se sonrió [y] dijo al indio: Por qué quieres que comulgue tu mujer? Dice, porque está amancebada y no hace vida conmigo y para que se aparte de ese pecado y sea buena, quiero que comulgue que yo he visto entre mis parientes que en comulgando son buenos los indios. Siempre hay mucho en qué entender en esta doctrina: en enseñar a los niños del pueblo, a los indiezuelos y morenitos y otra chusma de muchachos que a mañana y a tarde se juntan y como es costumbre en las residencias cantan las oraciones diciendo el catecismo y los misterios de la fe. Fuera de esto, es grande el concurso de españoles y gente forastera, pasajeros que bajan y suben navegando el río, el cual pasa besando los umbrales del puerto de Honda. Por este río suben y bajan las mayores riquezas del orbe y así vienen al puerto de Honda a embarcarse de todo este Reino los mercaderes que en él habitan y otros muchos de Popayán y Quito que no queriendo ir por el mar del Sur a Panamá descienden por el Valle de Neiva hasta Mariquita y Hondanda, con que en este puerto nunca fal[Pág. 146] ta una misión continua para predicar y confesar a mercaderes y tratantes, a vecinos y moradores, a negros e indios que son los que bogan en las flotas y canoas y tienen aquí sus rancherías donde muchos tercios del año están de asiento porque no todos los meses del año navegan el río. Padécense aquí excesivos calores que no son menores que los de Europa en el tiempo de los caniculares, mas cuando corren los aires que llaman de Neiva que abrasan cuanto encuentran, todo lo hacen inhabitable.

Doctrina y residencia en el Real de las Minas de Santa Ana Es la doctrina de Santa Ana107 una como congregación de todo pueblo y un empleo con todo indio porque aquí se agregan a la carcelería de las minas de la plata de los indios que se conducen del Reino nuevo y así ésta es una misión continua, un trabajo a pie quedo insuperable, una misericordia 107  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, 188-194; Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 322-328.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

perpetua a gente infeliz y desdichada y un ministerio loabilísimo en el acatamiento de el Señor y de los hombres. Tienen aquí los Padres que residen una capaz y bien acomodada iglesia con los ornamentos necesarios. La habitación nuestra bastante para pasar la vida aunque con las incomodidades que lleva la tierra caliente de mil sabandijas ponzoñosas y frecuentes culebras que se crían por los campos. Son en esta residencia los ordinarios ministerios de la Religión en confesar, comulgar, predicar, enseñar a los rudos la doctrina cristiana, dar los sacramentos a los feligreses y a los hospitales, fomentar las congregaciones y alentar a la gente los días del Jubileo y servir a mineros, mayordomos, criados, morenos y a la gran chusma de indios que de todo el Reino cada dos años vienen violentados [Pág. 147] a la molestia penosísima de sacar el metal; a los cuales, como a gente desvalida y desventurada, acuden los Padres especialmente con socorros espirituales y temporales para que en medio de tan crecido trabajo no les falte el consuelo y entre tanta agonía no se pierdan sus almas. Y porque se vea mejor cuál sea la caridad de los nuestros será bien se entienda sumariamente el estado de su felicidad a que son destinados aquestos pobres. Es cada dos años la conducción de los indios de este Reino para los Reales de las Minas de Santa Ana, de las Lajas y de Mariquita, entresacándose o por suerte, o por distribución de cada un pueblo treinta o cuarenta indios, que vendrán a ser todos como mil y quinientos a quienes acompañan la chusma de sus hijos y mujeres. Cuando ya es el tiempo de asignarlos muchos de ellos se suelen ir al monte andando desterrados de sus familias por no verse expuestos a ir a tantos trabajos cuales se presumen en las minas y algunos ha habido que han querido morir hechos pedazos antes que volver otra segunda vez a la conducción. Y a la verdad no hay en esto que espantar porque ven a los que han ido que unos de ellos se han muerto, otros huído a los arcabucos donde jamás los hallen y otros que llegan de vuelta a las doctrinas estropeados, ciegos, o mancos, o bubosos, o con perpetuas enfermedades después de haber estado dos años en la misma tahona del infierno. 190.


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Pero ya que es forzoso el caminar y que no pueden valerse, ni excusarse, lo primero es dejar sus pueblos, sus casas y vender sus trapos y sus alhajas y sementeras que tenían para coger y cargados de su mujer y de la chusma de sus hijuelos, gastando lo poco que tenían en el viaje, caminan más de setenta leguas con un palo en la mano, con la mayor miseria y desventura que se puede imaginar [y] para cuyo alivio luego que llegan a los Reales de Minas les acuden los Padres de esta doctrina incansablemente; porque lo primero les procuran persuadir a que no hagan fuga sino que trabajen lo que pudie[Pág. 148] ren el tiempo de la conducción. Ayúdanles en sus hambres y enfermedades con mantenimiento del maíz y carne siendo nuestra casa una despensa siempre abierta a su necesidad gastando en socorrerles todo cuanto estipendio se da y las obvenciones de la doctrina; si bien cuando enfermos se les trae al hospital que está junto a nuestra casa. Allí los sirven y dan los sacramentos y les buscan medicinas y regalos, haciendo que las justicias acudan con el dinero que está asignado para semejantes gastos y en esto se padece lo que Dios sabe porque unas veces es poco lo que ha caído; otras lo aplican para sí, o lo consumen en cosas diversas. Y así viene a ser que los Padres doctrineros sean el principal abrigo y sustento de los indios y si ellos les faltaran acabaran de morir de el hambre y de la miseria. Con estas obras de caridad [y] misericordia les grangean el amor y cuando dan la vuelta a los pueblos (aunque son bárbaros) publican las misericordias que los Padres les hicieron en lo temporal y espiritual de sus almas haciendo que comulguen y sepan los misterios que en su propria doctrina no aprendieron. Es puesto éste muy apto para trabajar la Compañía y mostrar en el celo y caridad lo que debe a Dios y a los prójimos porque entre tantas diferencias de indios de varios pueblos, siempre hay cuatro o cinco lenguas totalmente diversas, si bien las más son algo desemejantes y así ha menester el cura y doctrinero saber lenguas, tener catecismos y confesonarios en todas y para darles la debida enseñanza.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Aquí se verá la necesidad extrema de lo espiritual porque como en sus pueblos el cura no supo la lengua, o no les asistieron para enseñarles y cultivarlos, o ellos no se ayudaron, viene a ser que preguntándoles los misterios de la fe y las cosas que son precisamente necesarias para su salvación, responden que sus curas no les enseñaron. Con esto hay un buen empleo en catequizarlos e intruírlos, lo cual se hace venciendo infinitas difi[Pág. 149] cultades porque no todos pueden acudir las fiestas, a la misa por estar en ellas trabajando sin cesar y en la cuaresma y semana santa es limitadísimo el tiempo que se les da para el negocio de su alma porque no se dejen las minas. Para suplir todo esto vamos a sus rancherías, otras veces en la iglesia, otras cuando les sobra algún poco de tiempo se les enseña el catecismo y se les instruye en los misterios de la fe; y con esta frecuencia (aunque son rudos) se hace grande fruto en ellos porque la dependencia que tienen de nosotros, que somos el socorro de su necesidad y el amor que nos tienen por el sustento y limosna temporal y el abrigo que experimentan en este destierro de sus repartimientos, estando como están más dispuestos con el trabajo y más desviados de sus vicios por falta del tiempo y del maíz, reciben la enseñanza mejor y frecuentan los sacramentos y muchos que en su patria no habían comulgado, aquí comulgan y vuelven industriados a los suyos diciendo, que los Padres de la Compañía son sus Padres y que les favorecen y enseñan a recibir a Dios en el Santísimo Sacramento del Altar. En todas ocasiones, doctrinas, cofradías y residencias se procura que los indios entablen la comunión porque se experimenta el bien que en esto reciben sus almas y cuán poderoso medio es para el destierro de sus vicios e idolatrías. De lo que en esta doctrina sucedió en esta parte diré tres o cuatro advertencias, dejando lo demás para cuando lleguemos a la misión que se hizo por orden de su Ilustrísima el Señor Arzobispo por todo el Reino. Entre la gran multitud de indios que vienen a sus minas llegó uno a confesarse y preguntado si estaba amancebado, respondió que allí no estaba pero que en su pueblo lo estaba. Preguntóle el confesor si tenía intento de volver al pecado cuando diese la vuelta a su tierra; respondió que no porque aun antes de venir a las minas la había dejado y fue la ocasión de apartarse para siempre 192.


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[Pág. 150] de ella haber hallado en una ausencia, que cuando los Padres andaban en misión habían comulgado aquella india y juzgó por gravísimo pecado llegar a ella habiendo recibido en su cuerpo al grande y sumo Dios. Otra india chontal habiéndose confesado varias veces le dijo el Padre que para tal día veniese a reconciliar, comulgaría; ella vino y en el discurso de la reconciliación, dijo (después de las culpas ligeras) horribles maldades. Pensó el Padre que lo hacía por disponerse mejor a la comunión [pues] que algunos aunque han confesado ya los pecados de su vida cuando quieren recibir al Señor suelen repetirlos; pero en ésta no fue así sino que había callado todos aquellos pecados en las antecedentes confesiones y preguntándole el Padre qué era la causa de haberse movido, respondió que tenía grande miedo de llegar a comulgar sin decir sus pecados, que no podía recibir a tan gran Dios llevando el alma manchada con tantas culpas. Otra india de edad se confesó con los Padres, la cual se volviendo a su tierra y cayendo enferma de el mal de que murió, llamó a su hija (mujer casada) y le mandó que si fuese alguna vez con su marido a las Lajas y minas de Santa Ana que luego fuese a confesar con los Padres de la Compañía, que eran buenos Padres, enseñaban a comulgar a los indios. Luego sucedió que la hija vino a las minas y preguntada del Padre si quería comulgar respondió que sí de muy buena gana, que con este deseo había venido de su tierra y que por esta causa había venido a confesarse con el Padre que su madre a la hora de la muerte se lo había pedido y rogado con extremo. A otra india de buena alma y sana conciencia habiéndola dispuesto para la comunión le dijo el Padre que comulgase; ella respondió que no podía y alegaba que era un Dios muy grande y que podría ser que ella cometiese después algunos pecados y que no era bien comulgar. No la pudo vencer el Padre con ningunas razones y [Pág. 151] díjole que todos los días viniese a oír misa y que cuando alzasen la hostia pidiese a Dios que le diese buen corazón para comulgar. Hízolo la buena india y le tocó Dios el alma de manera que no podía ya contenerse sino que se abrasaba en ansias de la comunión, la cual recibió con mil consuelos espirituales.

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No dejaré dos casos que sucedieron en esta gente que aunque tan incapaz en confesando y comulgando les comunica el Señor un valor grande para hacer resistencia a los vicios. Un español había muchos años que estaba amancebado con una india y aunque se confesaba ella y recibía el cuerpo de el Santísimo fue solicitada del español. Resistió ella y él quiso con violencia procurarla y entre esta demanda y batería se le cayó el español muerto a los pies de la pobre dando ella infinitas gracias a Dios que le había librado del hombre y del pecado. Otro hombre español había muchas veces felicitado [solicitado] a una india de buen parecer y siempre frustrado en sus deseos; vino ocasión en que iba la india al campo a buscar leña y no pudiendo conseguir sus intentos con halagos, ni con amenazas, la desnudó y la ató fuertemente a un madero encima de un manantial de hormigas muy grandes caribes que se comían a la india a bocados y en este estado la dejó. Pero quiso el cielo que pasando por allí cerca un hombre y oyendo voces y sentimientos que hacía la india, se entró a la montaña y se admiró de ver tal estrago y tiranía de hombres desalmados; quitó a la india, desatóla y diole con qué cubrirse que estaba toda atenaceada de las hormigas que la iban haciendo pedazos. Hay en esta residencia dos cofradías: una de Santa Bárbara de los indios a quien hacen su fiesta con adornos, aseos y ricos ornamentos de los altares acudiendo con su pobreza a celebrar su día; otra cofradía hay de los morenos cuyo Patrón es San Juan Bautista. Hay como cuatrocientas piezas en ella que asisten con cuidado que no es poco [Pág. 152] fruto en medio de tantos trabajos como los pobres tienen. Es el moreno más flaco y delicado que el indio y como están perpetuamente sin remudarse en los ingenios de metal a doce o diez años, no son ya de provecho por los achaques y enfermedades que se recrecen. Es ordinariamente gente ruda estos morenos y saben poco de rezar y de las oraciones y misterios de nuestra santa fe porque luego que vienen de Angola los entran en el trabajo de las minas donde si no es en las fiestas y domingos no hay quién los enseñe y entonces en la lengua Angola o de su nación. Por un cartapacio se les enseña y aun en esto hay otra grave dificultad porque como sus amos les dan escasamente lo necesario para vestir y comer acuden las fiestas a hacer algunas rozas de maíz 194.


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y de arroz y éstas cogidas las van a vender en las ciudades vecinas; con esto las fiestas y los domingos apenas se hallan en las iglesias y faltando no pueden ser enseñados. Por esta causa, muy de mañana los domingos los Padres les dicen una misa y para ella les avisan entre semana que no falten, que después irán a lo que hubieren menester para sus comodidades. Qué diré del trabajo que se padece en ir a las rancherías de indios y de negros a ver los enfermos, a evitar borracheras, a velar sobre ellos, a confesarlos y sacramentarlos. Están estas rancherías muy desviadas unas de otras y en cuestas y laderas, ya de lajas y peñas lisas como el jabón, ya de lodo y pantanos que como casi todo el año allí llueve se van los pies con facilidad y apenas se puede ir a caballo. Aquí es fuerza el caer, rodear y levantar y pasar molestias porque el sacerdote lleva muchas veces de noche el Santísimo Sacramento con una lanterna delante y la hostia en un reliquario de plata en el pecho y la luz se apaga y el Padre resbala y rueda por aquellas cuestas, lozadares, aunque no con peligro ninguno de la indecencia. Todo esto es inabitable y así dice un Padre doctrine[Pág. 153] ro en una carta desta manera: Cuando más riesgo se corre es en la noche si se ofrece acudir a las confesiones de los enfermos, porque suele haber grande obscuridad y los caminos y cuestas son de jabón, el agua que cae del cielo apaga la luz y fuera imposible dar con el camino, ni la casa del enfermo si no fuese por la providencia de los relámpagos que son tantos y tan frecuentes entre los horrendos truenos de lugares de minas que se pueden caminar grandes espacios con tanta claridad como si fuesen alumbrados de un farol luminoso. En fin, el cielo que nos quita la luz de nuestras lanternas suple con las luminarias sucesivas de las nubes y con esto caminamos entre mil peligros de hacernos pedazos y de enlodarnos hasta los ojos.

Residencia o doctrina de Fontibón y de Tunjuelo Dos leguas antes de llegar a Santa Fe en una gran llanura está situada la residencia o doctrina de Fontibón108 donde asisten dos Padres de los nuestros: 108  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, 106-118; Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 311-316.

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el uno que hace oficio de cura, nombrado por el Ordinario y colado por el Patronazgo Real; el otro que sirve de compañero y acude en su ayuda enseñando a los niños la doctrina. Tienen allí los nuestros una lucidísima Iglesia que se acabó el año de treinta y dos, y es de las mejores de este Reino. Es ella muy capaz, con capilla mayor, labrada costosamente de artesones dorados bien dispuestos en arte y hermosura. El altar mayor tiene su retablo hecho una ascua de oro con imágenes de bulto muy bien acabadas; demás de este altar hay otros cuatro de imágenes de excelente primor que en las ciudades del Reino no se conocen mejores. A un lado de la puerta de la [Pág. 154] Iglesia se levanta una torre ochavada con cuatro campanas de alegre y dilatado sonido. Hácense aquí los divinos oficios con notable aparato y el culto divino está adelantado con tanta devoción que puede competir con cualquiera perfección de catedrales [e] iglesias porque en un coro bien artificiado, tiene un sonoro órgano y en una capilla de ocho y más indios cantores que a este título tienen reservados del tributo el Señor Presidente del Reino, sin las chirimías y bajones y cornetas y muy buenos tiples. Están ellos muy diestros y todas las semanas cantan tres misas al canto de órgano; los domingos la mayor a que acude el pueblo; los lunes la de las benditas ánimas del Purgatorio con su procesión por el cementerio; y los sábados la de nuestra Señora en sus altares. Para todo esto tiene la sacristía riquísimos ornamentos, frontales y casullas de las mejores telas que vienen de Europa. Los demás ministerios nuestros se ejercitan porque todos los adultos indios confiesan aquí por la semana santa que es cosa nueva en este Reino por haber tan pocos que tengan cuidado de instruirlos y enseñarlos para que sean capaces de comulgar. Aquí pasan de seiscientas las comuniones sin otros muchos que cada mes comulgan y otros cada semana. Procúrase porque no sea tan escesivo el trabajo y sea más el tiempo llamarlos por decurias y sus listas con que no queda ninguno sin cumplir con la Iglesia. Todos los domingos hay sermón por la mañana en su lengua a los indios en el tiempo de la misa mayor, habiendo precedido el rezar y enseñar las oraciones y el catecismo a todos los viejos; y a los niños a la primera misa que para ellos se dice al entrar el día. A la tarde se les hace una plática a los 196.


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de la cofradía del Santísimo Sacramento y después se reza el rosario de la Virgen a coros entre los niños de la doctrina y se canta con mucha orden y buena música la Salve. La cuaresma se predica los viernes y se refiere a la no [Pag. 155] che un ejemplo después de una devota procesión; acabado esto, se entona el Miserere a canto de órgano a que se sigue la disciplina. Acudiendo a ella con mucho fervor los indios no sólo de ese pueblo sino muchos otros de los repartimientos circunvecinos llevados del fervor de los nuestros. Los oficios de la semana santa se celebran aquí con notable silencio, devoción y aparato como en cualquiera catedral. Dícense a canto de órgano los maitines, son ricos los ornamentos, la cera que arde en el Santo Monumento, macha [sic] las producciones [¿?] de sangre (es especial el viernes grandes) donde se lleva un sepulcro el mejor del Reino. Todos los meses se descubre el Santísimo Sacramento mientras se canta la misa mayor y después se hace una procesión con muchas lumbres en nuestra Iglesia; es cosa de gran devoción y de edificación mucha ver a los indios que con singular afecto acuden a todo esto. Tócase todos los días dos veces la campana, por la mañana y por la tarde, para recoger los indezuelos a la doctrina a que acuden más de trescientos de ambos sexos; enséñaseles las cuatro oraciones así en español como en su lengua y junto con éstas la doctrina cristiana. Está puesto este pueblo en el mismo Camino Real de todo el Reino y aunque es grande el trabajo y costo que hay en hospedar a tantas personas como pasan especialmente siendo el estipendio corto y moderado; con todo se experimenta que se ganan muchos amigos para la Compañía con el agasajo y caridad de los Padres y se hacen muy buenas limosnas a pobres necesitados que pasan y se hospedan en nuestra casa que para todo es capaz. La renta que se paga en la Real Caja es muy poca para los gastos crecidos que esta doctrina tiene en hospedar a tantos pasajeros; las obvenciones son casi ningunas, sólo lo que tiene de pie de altar son dos cofradías que rentan muy poco; hase procurado, para que estén en pie, que tengan algunos bienes raíces y así se han comprado dos estancias que 197.


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[Pag. 156] administran los mismos indios y cultivan a dirección del Padre doctrinero; de lo que resulta de ellas se compran ornamentos para la iglesia con que los tiene riquisímos de telas, y bordados, con muchas piezas de lámparas, vinajeras, salvillas, incensario y naveta. Crece con el cuidado de los nuestros cada día esta iglesia y se adelanta en todo y en particular en lo espiritual de estos pobres que viene a ser el dechado de todas las demás. Admíranse los Señores y Arzobispos, y todas las gentes que al Reino pasan o visitan los curatos, del aseo, de la riqueza, de la solicitud, de la música, de la devoción de la doctrina de este pueblo que está a nuestro cargo y no acaban de dar gracias a Dios que en bárbaros tan sin cultura y en gente de tan corta capacidad hayan podido los nuestros adelantar tanto el culto del soberano Dios y hacer que los niños indios aprendan algunas cosas para celebrar las fiestas que en muchos españoles fuera sumamente difícil.

Doctrina de Tunjuelo Casi por la misma forma que se procede en Fontibón se administra la doctrina de Tunjuelo109. Ésta es doctrina en un valle media legua de Santa Fe; no es tan rica, ni tan poblada de indios, si bien de españoles estancieros que tratan de la labor del campo. Es aún más frecuente que la doctrina de Fontibón a quienes los Padres acuden con toda solicitud como en otras residencias en quien universalmente casi se tiene una misma distribución y un mismo empleo. [Pág. 157]

Residencia y doctrina del Pueblo de Tópaga Muchos años vivieron los nuestros en la doctrina de Duitama110, pueblo encomendado a la Real Corona donde los ministerios eran plausibles y ejemplares, con una iglesia capacísima y lustrosa, mucha música de cantores y de instrumentos que con diligencia de los Padres habían los indios aprendi-

109

Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 320-322.

110  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 316-320; Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 138-139.

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do. Aquí se doctrinaba esta población con toda la asistencia que es costumbre y la puntualidad que se requiere teniendo los curas vecinos el socorro de nuestros Padres y los vecinos estancieros el consuelo de sus familias. Pero con la venida del Padre Visitador al Reino pareció conveniente el dejar esta doctrina de Duitama y permutar con otra de un gran caballero, buen cristiano, de noble y edificativo proceder, que ha más de diez años que pretendió entrar en la Compañía y por justos respetos no llegó a ejecución. Y ya que el cielo no le concedió tan alto beneficio lo procuró con ajustar en lo secular un modo de vida ejemplarísimo, ayudándonos al sustento con crecidas limosnas y con un afecto verdadero de su mujer y de su familia toda que se emplean en servicio de nuestra Religión. Este caballero tiene una encomienda en la corona del Valle de Sogamoso que tendrá en ella como hasta mil personas: indios de naturales buenos y rendidos y más sujetos que otros a la enseñanza. Deseando, pues, que tuviesen la cultura de la Compañía y que su casa y familia, sus esclavos e indios encomendados, gozasen del bien que el en sí experimentaba pretendió con suma diligencia, que pues la Compañía desamparaba a Duitama, se encargase de enseñar los indios de su encomienda. Con esto los indios aprenderían a servir a Dios, [Pág. 158] los vecinos de aquel distrito tendrían consuelo con tener a la Compañía y se podrían hacer en aquel tendido valle misiones espirituales; y ellos también por haber de estar en el campo gran parte del año en sus haciendas tendrían cerca de los Padres con cuya compañía siempre serían estables en su loable modo de proceder y frecuencia de Sacramentos. Es este valle de Sogamoso de dos leguas en parte de ancho y como cinco de largo, con muchas ensenadas que forman laderas de los montes que por todo su sitio le coronan. Aquí viven muchas poblaciones de indios, estancias de españoles, familias de encomenderos, unos en las cimas de los montes, otros en las faldas hacia el valle, cruzándole dos ríos de poca o ninguna amenidad porque pasando por salitrales recobra el agua la calidad salada, que sí es a propósito para muchos ganados que se crían en sus riberas no es útil para el servicio de las gentes que a estas dan saludable vida, alegres y cristalinas aguas, que a cada paso descienden de los riscos y peñas vivas. 199.


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Éste es el valle celebrado que se ve en estos climas pues todo él por una y otra parte, por cerros y por laderas y llanuras y por montes y por valles se siembra de trigos, maizales y cebadas: y como la tierra es de lindo migajón y ellos diestrísimos labradores, viene a ser que fructifica fecundamente el grano y se dan cosechas que llenan el Reino de mantenimientos y regalos. De aquí es de donde se sacan las cargazones de harinas, de quesos y jamones, cordobanes y otros géneros para casi todo el Reino, para Tunja, para el Río del Oro, a Pamplona, a Santa Fe, Puerto de Honda, a los Remedios, a Mompox y a Cartagena; y sólo él basta para desterrar las hambres y es tanto que si acaso en Sogamoso sucedió el año malo se siente en todas partes la general carestía y calamidad, porque si bien es verdad que en las Indias hay gran socorro de raíces y otros géneros con que se supla el sustento y la di[Pág. 159] versidad de temples, a cada paso hace fáciles al año las sementeras varias. Con todo no se harta ni satisface el Reino, si acaso en Sogamoso las sementeras fallecieron. Aquí, pues, en la doctrina de Tópaga111 entraron los Padres halláronla casi sin iglesia porque una muy capaz que se había comenzado más había de veinte años no habían los doctrineros puesto esfuerzo para acabarla, y así estaba el templo en una derribada casita de paja y toda ella para dar en tierra. Pasóse a los principios los primeros meses con incomodidad pero luego con el [sic] ayuda de los indios, con limosnas crecidas del encomendero y diligencia y solicitud de los Padres, se fabricó una muy linda casa con capaz vivienda; y se hizo dentro una huerta para el ordinario sustento suyo y de aquellos pobres, y todo ello con una muy alta cerca para la clausura de la habitación. También dieron luego los indios las maderas que faltaban y se concluyó con el Templo, de los más curiosos, capaces y alegres que tiene toda esta comarca en pueblos de indios112.

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Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 138.

112  Felipe GONZÁLEZ MORA. “La doctrina jesuita de Tópaga: Antecedente espacial de las capillas Posas en la Reducciones del Casanare, ss. XVII-XVIII”. En: Allan R. BREWER-CARÍAS, et álii. Libro homenaje al Padre José del Rey Fajardo S. J. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana (2005) 113-139.

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Aquí es donde se admiraron todos los vecinos de ver una cosa tan sobre excelente y digna de alabanza, que lo que los corregidores, vecinos, indios, encomenderos y Padres curas que habían pasado, no habían podido vencer. Ahora en moderado tiempo lo allanaron los Padres venciendo en orden a esto un ejército de dificultades y no parece sino que lo mismo fue entrar y poner los pies en aquel sitio y de repente hallarse con casas y edificios hechos. Y quién creerá lo que adelantaron el culto divino y lo que a ello conducía con limosnas del encomendero, con ayuda del indio, con sus obvenciones y estipendio? Pusieron luego un rico sagrario en la Iglesia, llenáronla de imágenes y cuadros de los santos de la Compañía, una bellísima escultura de la Madre de Dios de la Concepción, un Niño Jesús, palio rico, vasos sagrados, ornamentos, casullas, frontales, doseles y una lámpara crecida y candeleros de plata, incensarios, que de todo carecía aquel templo. [Pág. 160] Fuera de lo que se ha dicho se dispuso un coro lucidísimo que a mucha costa tiene todo género de instrumentos músicos y los indiezuelos del pueblo aprendieron a cantar y en breve espacio salieron tan diestros y aventajados que son los que acuden a las fiestas de los vecinos pueblos y aun son solicitados para la celebración de sus festines113. Las cosas se habían dispuesto bien para el año de cuarenta y dos, por el mes de marzo, para la dedicación de la Iglesia y con la ocasión de una imagen de bulto de la Santísima Virgen, cuyo recebimiento fue solemne en el pueblo, hallándose en la entrada más de doscientos españoles y todo lo ilustre de la ciudad de Tunja, con más de veinte y cuatro sacerdotes de los vecinos pueblos y un vulgo de indios innumerable que habían concurrido a la voz de las fiestas. Fue la procesión primera con seis juegos de chirimías; las vísperas con toda solemnidad del altar que se estrenó con un cielo de adornos ricos, ardiendo en él más de cien velas de a libra de cera blanca. Salieron después diez y seis indios pequeños galanamente aderezados, naturales del pueblo que danzando y cantando al son de instrumentos que ellos mismos tocaban dejaron los presentes admirados, por ser cosa que en aquella tierra no había 113 Hipólito JEREZ. Los jesuitas en Casanare. Bogotá, Prensas del Ministerio de Educación Nacional (1952) 81-87.

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visto. El domingo siguiente hubo una bien trazada procesión en que salió el Santísimo Sacramento por la plaza, que estaba cumplida de adornos, triunfales arcos, todos de flores, pendiente mucha caza y diversidad de animales que la tierra lleva. De esta suerte se prosiguieron las fiestas por espacio de siete días en que se cantaron las misas solemnemente y se predicaron sermones en todos ellos. Cada día se veía una especial gala y regocijo porque un día se trajo alarde de los españoles, otro un coloquio de los mismos y otro la comedia de San Patricio. A la noche acompañó un castillo de fuego y muchas ruedas y montantes de las más ingeniosas. También se corrió un cartel de sortija con buenas invenciones, premios [Pág. 161] costosos y unos niños hicieron un sarao con piezas de cuenta, festejando la tarde con un coloquio graciosamente dispuesto. No faltaron conclusiones de unos niños que había estudiado en servicio de los Padres y salieron muy dignas de loa. Y dando fin con toros y cañas y libreas lucidas a la festividad, todos alabaron Dios en los empleos de la Compañía, que en parte tan desierta y encima de un monte donde tantos años se vio sin aliño el templo, sin casa los curas, sin doctrina los indios y el español sin ejemplo. Ahora en cuatro días diesen los ecos tan memorable fama de sus lustrosas acciones que entre todos los ministerios en que se ha dado a conocer la familia de San Ignacio ha sido una la permuta de Duitama con la doctrina de Tópaga. Ayudando el cielo a los intentos de los Padres y favoreciendo a las claras la solicitud de este noble encomendero que tantas alegrías cobraba viendo en su doctrina la enseñanza cumplida de sus deseos. Con este aplauso y noticia auténtica que a vista de ojos fue patente a la comarca toda de la solicitud, edificación, fama y nombre de la Compañía, es mucho el lucimiento del pueblo y el concurso de los españoles que del valle suben es grandísimo; lo cual también se ha facilitado porque con ayuda de los doctrineros se aderezó una puente [sic] con buenos estribos para una rápida quebrada, en la cual peligraban todos al vadearla y era impedimento para no frecuentar la casa y la doctrina. Aquí se ha entablado el jubileo del mes por ver que de muchas leguas y de los retiros del Valle, de las estancias vecinas y otras partes de la comarca 202.


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acuden españoles y indios a confesar y comulgar; cosa que ha sido en aquel partido de utilidad grande de las almas, lo cual se reconoce, pues, aun en tiempo de lluvias, de pantanos, de quebradas crecidas y de otras inclemencias que son de impedimento, acuden siempre por gozar de tan loable comodidad para sus conciencias. Esta fiesta, porque no sea cargosa, se reparte entre los naturales [Pág. 162] cada mes y estancieros y vecinos y otros que de lejos vienen, que asean la iglesia y la adornan con mil primores y con variedad de músicas se hace una procesión al Santísimo Sacramento en lo interior del Templo. En la semana Santa se celebran los divinos oficios con gran piedad porque como hay música y las lamentaciones y se predica la pasión y el mandato y se hacen diciplinas de sangre entres [sic] procesiones. Acude mucha gente de los pueblos vecinos y por no ir y venir a sus casas se están más de ocho días con todas sus familias en esta población, gozando de la palabra divina y de los Sacramentos y del sosiego y devoción con que autorizan todas las cosas de estos días. Y es para alabar a Dios ver los indios e indias que comulgan en estos días para cumplir con el precepto. Todo lo cual se debe a los Padres, que antiguamente raro o ninguno comulgaba, no por falta de capacidad sino por un general abuso introducido en este Reino que poco a poco, en estos últimos años, han ido deshaciendo los de la Compañía a costa de mucho trabajo, de sermones, de pláticas, de enseñanza y misiones. Hácense en este pueblo tres fiestas con gran frecuencia de gente y aplauso de los pueblos, que es la del Corpus Christi, la de la Concepción de Nuestra Señora y la de Nuestro Padre San Ignacio, que tomaron los naturales por Patrón para las aguas y temporales y han experimentado con evidencia su protección y amparo. Lo que más se ha procurado es que en estas celebridades no haya juntas para borracheras en los indios y lo demás que está anejo a la enbriaguez porque como los indios son inclinadísimos a estos vicios no miran sus fiestas a otra cosa, sino a la licenciosa bebida y al convite de sus amigos donde suele haber infinitos males; pero aquí, por la bondad de Dios, como los indios son de mejor natural y están obedientes a los Padres procuran no darles disgusto en esto fuera de que las justicias del pueblo rondan y los Padres tienen vigilan203.


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[Pág 163] cia y al que hallan culpado, castigan. Todos los días a mañana y tarde se juntan los niños y niñas del pueblo y los viejos y viejas de él y se les enseña la doctrina cristiana en su lengua y en la española para que de una y otra suerte la entiendan y la sepan. Lo mismo es en el catecismo y otras cosas para declaración de los misterios de nuestra santa fe, lo cual hacen con notable presteza y habilidad porque son de ingenio y fuerte notable. Esto es lo que para honra de Dios, en breve tiempo, ha trabajado en este pueblo la Compañía, lo cual le ha dado lustrosísimo nombre en toda la comarca y es de edificación a los vecinos pueblos que con envidias santas quieren imitar el aseo de nuestra iglesia, el aparato de nuestras músicas, el concurso de nuestros sermones y el cuidado de nuestra doctrina en lo cual no tiene pequeños merecimientos el caballero a quien pertenece la encomienda porque con su ejemplo y limosnas, y con animar y exhortar a sus indios que tiernamente le aman se han dispuesto con linda sazón los ánimos al servicio de N. S. y honor de los Padres de la Compañía.

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CUARTA PARTE De las Misiones, entradas y descubrimientos de nuevas Provincias Ya se sabe que uno de los principales empleos de la Compañía es el ejercicio de las misiones, utilísimo para las almas y lustrosísimo a la Reli[Pág. 164] gión. Éste ha sido continuo en esta Provincia por la capacidad que en ella hay para ministerios. Diremos pues algunas de las misiones que se han hecho por las cuales se reconocerá la necesidad de doctrina en estas tierras y los trabajos que padecen los nuestros en su cultura advirtiendo que son muchas más, sin comparación, las que se han hecho que las que aquí van escritas porque de muchas no le dieron a su tiempo las noticias, o dadas, se perdieron. Éstas que no se escriben son las misiones, que se hicieron a la Isla de Cuba, otra al puerto de la Habana, otra a Puertovelo [Portobelo], otra a Gibraltar, y otra a Trujillo, y a Caracas otra; también al Río del Oro, otra a Anserma, y otra a Riobamba, Guayaquil y Latacunga. De ninguna de éstas se hace mención sabiendo solamente que fue en todas singular el fruto y en casi todas estas partes ofrecieron fundar colegios de la Compañía, ansiosísimos de tener consigo a tales Padres para gozar del consuelo que en sus almas habían experimentado.

Misión dilatada que se hizo en la comarca de Santa Fe y distrito de su Arzobispado para disponer los Indios a la Comunión en los pueblos, doctrinas y repartimientos Demos principio a las Misiones con la que se hizo en la comarca de Santa Fe y parte de su Arzobispado que duró algunos años por ser mu[Pág. 165] chos los pueblos que se anduvieron y la enseñanza pública en que se gastaron dos venerables Padres114 diestros y sabedores de las lenguas cuyo fin princi114  Los PP. José Dadey y Juan Bautista Coluccini. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 346347. Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 123-126.

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pal fue disponer a los indios a que se hallasen aptos a la comunión del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, negocio arduo y lleno de mil dificultades y trabajos que se vencieron con el ayuda de Dios entre los cuales no se cuentan las necesidades que llevaron los misioneros en la comida, la aspereza de los caminos, el peligro de las quebradas, el raudal de los ríos, los atolladeros de pantanos, variedad de temples y destemples, el desabrigo de la hambre y el penoso pasar con los aguaceros y lluvias que se atraviesan: que todo esto es el pan cotidiano de los que hacen misiones en estas partes. La mayor dificultad era vencer el abuso general en que están los curas y doctrineros, los clérigos y religiosos de no querer dar la comunión a los indios del Reino diciendo que son incapaces para recibir el divino Sacramento del altar, abuso cierto bien perjudicial en toda buena inteligencia de enseñanza cristiana que tan sin consideración priva del soberano pasto a las almas que por derecho de Dios están obligadas a recibirle; y sin diferencia ninguna, sin examen ni conocimiento, le niegan a todas estas naciones para que no gocen de la suerte de la divina gracia; siendo así que se hallan millares de ellas que son más ladinos que ellos mismos los españoles y otras que fueran capacísimas a costa de enseñanza moderada. Si fuera este dictamen de no comulgarles a los principios, recién entrada la fe en el occidente, estaba razonable la disposición pero es de saber que ha ya más de cien años que la fe entró con los españoles en el Reino y con todo son muy pocos los indios que reciben el cuerpo del Señor en comparación del ejército numeroso de los que no comulgan; y aun los pocos que le reciben ha sido a costa y trabajo y enseñanza de los Padres de la Compañía porque está tan arraigado este abuso en los corazones de[Pág. 166] los que asisten al gobierno de las almas que no quieren conceder la comunión ni aun en el artículo de la muerte dejándoles en aquel trance destituidos de su bien tan necesario y tan eficaz para el consuelo de sus almas para el remedio de sus violencias, para ahuyentar los demonios y dar luz a los corazones y acompañarles en el camino de la otra vida.

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Con razón dijo el Padre Acosta en la Historia del nuevo orbe115 que era éste un abuso perniciosísimo introducido en las partes del occidente contra toda razón y ley, quitando a los tristes indios el medio saludable con que destierren los vicios en que se hallan y acaben de abrir los ojos para penetrar más profundamente los misterios santísimos de la fe cristiana. Experiencia tienen ya los nuestros de que muchos de estos indios son muy aptos para la comunión y que con el Señor que reciben se mantienen en piedad siendo puntuales en acudir a sus cofradías y congregaciones y muy devotos en la frecuencia de los sacramentos y apenas hay quien si los industriasen no les hiciesen aptos para este santísimo ejercicio sino que echan la culpa a su incapacidad y no es sino culpa de nuestro descuido y fastidio de grave achaque el que vemos y topamos en las doctrinas, repartimientos y curatos de estos desdichados que admitiéndose más con deseos de pasar la vida y de enriquecer se ve muy flaco el partido de la enseñanza y el celo de la religión y utilidad del prójimo. Raros son los que aspiran diligentes al beneficio de sus almas. Va eso muy sobrepeine y muy a la superficie y la corteza. Conténtanse con que acudan los muchachos a la doctrina y los demás a misa los domingos; en lo que es confesarlos, instruirlos y doctrinarlos se vive con grave descuido y pernicioso cargo de las conciencias que se agravan con la desatención con que estos pobres son cultivados a los cuales es queja y agravio común que tirando todos a beber la sangre y despojarles el sudor del rostro dejándolos en lo demás desamparados del mejor remedio. Cuán [Pág. 167] pocos son los que se sientan con algún espacio a enseñarlos? Cuán raros los que una y otra vez les catequizan? Quién les hace a menudo exhortaciones? Quién los prepara? Quién los dispone? Quién los oye? De año llegan a confesarse de repelón y con prisas y a carrera suelta y muchas veces sin entenderse ni entenderlos porque algunos hay que tienen cargo de estas almas y no saben la lengua y es lo mismo que confesar y doctrinar en griego. Éste es el 115  José de ACOSTA. De natura Novi Orbis. De promulgatione Evangelii apud barbaros, sive de procuranda Indorum salute. Salamanca, Apud Guillelmum Foquel (1588).

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achaque de su incapacidad, ésta su inaptitud en que no se cuida de disponer estos pobres, ni se trata de enseñarles. Vese claro por qué desde los principios después que la Compañía entró en este Reino pusieron los nuestros en él la proa en desterrar estos abusos; y así en todas sus doctrinas, colegios y partes por donde han sido repartidos han entablado comulgar los indios; y se ha visto que son muy capaces y devotos y que en las cofradías y congregaciones que tienen entabladas es para dar mil alabanzas a los cielos en verles celebrar sus comuniones con el silencio y devoción posible que ojalá los españoles tomasen de ellos el ejemplo que debían darles. Con la gran experiencia confirmada con tantos ejemplos de la materia no ha habido Padre ninguno de los nuestros que no sienta y publique que los indios son capaces de la comunión y que a muchos es grave pecado el negarla y que muchísimos con mediana diligencia en disponerlos sean aptísimos para recibir al Señor de los Cielos. Habrá unos treinta años que entró la Compañía en Tunja y no comulgaban sino dos o tres indias y después que se dispuso allí una cofradía del Niño Jesús apenas hay india en la ciudad que no comulgue y las más de ellas cada semana y con su ejemplo la gente de varios pueblos se asientan en la cofradía y vienen sus días a confesar y comulgar. Lo mismo se experimenta en el colegio de Santa Fe que en la cofradía del niño Jesús y de Santa María la Mayor hay gran frecuencia de indios y de indias que reciban el cuerpo de [Pág. 168] Jesús con gran loa de la ciudad. Esto propio se ve en el colegio de Quito cuya ciudad está poblada de innumerables indios; lo mismo sucede en todas nuestras residencias y doctrinas en las cuales antes que fuesen de la Compañía raro ó ninguno de los indios comulgaba y después que los Padres las tomaron a su cargo han hecho notable fruto en ellos con la santísima comunión; de aquí ha venido a ser que reconociendo los nuestros el abuso entrañado en la contraria parte, unos en las cátedras, otros en púlpitos, otros en sus doctrinas, otros en los colegios, otros en misiones y otros contratados doctos de la materia han procurado desterrar esta ignorancia y desquiciar el abuso anhelando con el esfuerzo a desengañar al occidente para que disponga a los indios y no a ciegas y sin consideración les nieguen el divinísimo cuerpo de Jesús Sacramentado. 208.


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Con estas y otras razones, autoridades y ejemplos y discursos apenas se venció la dificultad hasta que con ocasión de una octava que se hizo en Santa Fe al Santísimo Sacramento donde se predicaba todos los días a la Audiencia y Presidente, al Arzobispo y Prebendados, al resto de la ciudad y pueblo subió uno de ellos al púlpito un Padre de toda autoridad y letras y tratando del misterio y del asunto que pertenecía a la celebridad enderezó a los fines del sermón toda la proa a apoyar la comunión de los indios y habiendo trabado con el lugar del evangelio de San Juan, otro de la Sabiduría en los Proverbios 9. Sapientia aedificavit sibi domum116, cuando explicó aquellas palabras, Si quis est parvulus veniat ad me117, habló dice la Sabiduría y convidó no a reyes, ni a grandes, ni a presumidos del saber, si no a pequeñuelos, a pobres, a negros, a indios desarrapados: O res mirabilis manducat Domnum pauper servus et bumilis118. De aquí volviéndose el Padre Predicador al Señor Arzobispo que tenía presente que se llama Don Cristóbal de Torres119, explicando la etimología de su [Pág. 169] su nombre Cristóbal, que en griego es Christoforus, el que lleva a Cristo, que en latín est Christifero: dijo, que era para explicar las obras de San Cristóbal porque en hecho de verdad llevó a Cristo por medio de la gentilidad convirtiendo como dice San Ambrosio a cuarenta y ocho mil gentiles a nuestra santa fe. Oh Señor, qué grande dicha y felicidad fuera si hubiese Dios hecho lección de las grandes letras, espíritu y valor de Vuestra Señoría Ilustrísima y de 116  Proverbios 9, 1: “Sapientia aedificavit sibi domum excidit columnas septem”. (La sabiduría se fabricó una casa o palacio a cuyo fin labró siete columnas). 117  Proverbios 9, 4: “Si quis est parvulus veniat ad me et insipientibus locuta est”. (Quien sea párvulo o sencillo véngase a mí y a los que no tienen juicio les dijo…). 118  Himno de laudes de la solemnidad de Corpus Christi “Panis Angelicus” (estrofa): Panis angelicus / fit panis hominum; / dat panis coelicus / figuris terminum. / O res mirabilis! / Pauper, pauper, / servus et humilis. 119  Sobre Cristóbal de Torres: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 115-143.

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sus hombros de gigante para entrar en las conquistas de esta gentilidad y que cuando Dios le llevase de esta vida en sus honoríficas exequias se publicase que acudiendo cuando entró en este Reino unos pocos indios que comulgaban en sus repartimientos los dejase todos dispuestos y reducidos y que comulgasen ya veinte y cuatro mil indios sin memoria de idolatría, observantes en la ley y conocimiento más vivo y piadoso del Criador y Señor nuestro. Entonces hubiera sido Vuestra Señoría Ilustrísima el Christifero, el Cristóbal, el conquistador del gentilismo; y no sé yo qué trabajos le pueden costar a Vuestra Señoría si no mandarlo a los curas y doctrineros, a sus visitadores que lo entablen; que a quien costó el trabajo fue a Cristo que a costa de su vida y sangre nos dio este pan de vida para que le den a estos pobres que están pereciendo de hambre: Parvuli petierunt panen y cierto que no costando trabajo al pastor si por culpa de no darle el pasto muriese el ganado y se condenase, qué cargo sería éste tan terrible? Dígalo el gran Padre San Ambrosio, canonizado en el derecho canónico, cap. Pasce 21. De si non pavisti, occidisti120. Con estas razones dichas con celo apostólico y con un fervor divino se movió tanto el Señor Arzobispo que sudaba en la silla deseando ya que se acabase la fiesta de aquel día para poner en ejecución su pensamiento y fue que llamó a los hombres más doctos y graves de esta República y les propuso su resolución que era de que los indios comulgasen y que para esto se [Pág. 170] pedían medios más conformes a la razón, más eficaces para el afecto; varios pareceres se ofrecieron en la consulta y lo que en fin determinó su Ilustrísima fue que dos Padres venerables de la Compañía prácticos en la lengua de los indios, experimentados en las doctrinas y enseñanzas de ellos, doctos y graves para los casos que se habían de ofrecer partiesen en misión por el arzobispado en la comarca de Santa Fe enseñando a los indios, disponiéndolos para comulgar y entablando este tan santo y religioso ejercicio. Para esto sacó Auto del tenor siguiente: Nos el Maestro Don Fr. Cristóbal de Torres. Por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo de este Nuevo Reino de Granada, de la orden del glorioso patriarca Santo Domingo, Predicador de las Majes120

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El texto admite dos traducciones: “si no tuviste miedo, mataste” o “si no tuviste miedo, moriste”.


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tades Católicas de las Españas Felipe Tercero y Cuarto y de su Consejo, &c. A nuestro Provisor y Vicario General, a los demás Vicarios foráneos, curas y doctrineros y los otros fieles de nuestro arzobispado, Salud en el Señor, que es verdadera salud. Por cuanto sabemos que una de las primeras y mayores obligaciones del pastor es cuidar del pasto conveniente de las ovejas y que entre los sagrados y abundantes pastos de la ley de gracia para el lucimiento y multiplico del ganado de Cristo Señor nuestro que son las almas redimidas a costa de su preciosísima sangre y vida, no había en las divinas letras profetizado, ni la experiencia y razón ilustrada con la lumbre de la fe llegado a conocer otro pasto tan a propósito de su necesidad como el Santísimo Sacramento del altar. Dándonos su divina Majestad deseo cordial y entrañable de la reformación y espirituales medras del rebaño que ha sido servido de encomendarnos; juntamente nos le ha dado de introducir mayor re[Pág. 171] verencia y frecuencia de este divino sacramento en todo este Reino y Arzobispado de que nos prometemos con la divina gracia copiosos frutos. Ha llegado a nuestra noticia el abuso tan pernicioso que está entablado en las Indias, principalmente en este Reino, de negar la comunión a los indios, casi generalmente aun en la hora de la muerte, cuando era necesario obedecer el precepto divino, estribando en una tan falsa como nociva aprehensión de mayor respeto al Santísimo Sacramento, siendo contra toda justicia y caridad el hacer juicio y dar sentencia tan a carga cerrada contra una nación sin haber precedido examen, ni averiguación de los méritos y capacidad de cada uno haciéndolos totalmente incapaces de la sagrada comunión y privando a cristianos de tan dóciles naturales del mayor bien que dejó Dios en su Iglesia que es el Santísimo Sacramento, contraviniendo en lo principal a lo que dejó dispuesto Inocencio cuarto y el gran Concilio Lateranense121 sub Inocencio tercero y el santo Concilio Tridentino122 y el tercero mandamiento de nuestra santa madre Iglesia, si bien a los principios 121 Alfred VACANT y Eugene MANGENOT (Dirs.). Dictionnaire de théologie catholique. Contenant l’exposé des doctrines de la théologie catholique, leurs preuves et leur histoire. Paris, Letouzey et Ané (1908). Tomo III, Parte I. Véase también: Giuseppe ALBERIGO (Edit.). Historia de los concilios ecuménicos. Salamanca, Ediciones Sígueme, (1993). 122

Alfred VACANT y Eugene MANGENOT. Dictionnaire de Thélogie Catholique, 636-676.

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con algunos estorbos abría congruencias bastantes para ir poco a poco los prelados en esta materia. Ya la larga experiencia ha mostrado en el buen suceso que en algunas partes se ha visto cuán conveniente es que todos los indios capaces comulguen. Y el santísimo y gravísimo pontífice Clemente Octavo123 de feliz recordación con espíritu (a lo que entendemos) del cielo, dijo: que estos indios no acabarían del todo de ser cristianos si les negaban la sagrada comunión. Y aunque podíamos temer que el demonio que tan fuerte se ha hecho con posesión tan antigua ha estado encastillado en esta tierra, venerado y adorado del gentilismo, haga de las suyas y por medio no sólo de su ministro sino de píos y católicos se oponga a tan santa y necesaria [Pág. 172] empresa. Fiamos de la divina providencia que nos ha movido a ella que ninguno que tenga obligaciones de católica quiera por ninguna vía embarazarla antes todos, tomando cada uno la causa por suya, nos han de ayudar a desterrar este pernicioso abuso. Y así os mandamos en virtud de santa obediencia, para que esto venga a noticia de todos y cese el vano escándalo de hasta aquí, convoquéis y hagáis junta como día de edictos en algún domingo o fiesta a todo el pueblo en la Iglesia mayor y le hagáis saber estas nuestras letras en que les amonestamos por la sangre de Nuestro Señor Jesucristo a los que se sirven de indios o negros, no se muestren inhumanos con estos pobres miserables de quien se sirven sino como fieles y píos tengan cuidado muy particular desde luego los tales que se sirven de algunos indios o negros de catorce años arriba de enseñarles las cuatro oraciones, mandamientos de la ley de Dios y principales misterios de nuestra santa fe católica y muy en particular se les declare cómo han de conocer y reconocer al verdadero Dios, criador de todas las cosas y a Nuestro Señor Jesucristo, cuyo verdadero cuerpo está en el santísimo sacramento y dejar idolatrías y supersticiones acostumbrándose a frecuentar el sacramento de la confesión de que nace el apetito y hambre de este divino manjar con que se recibe dignamente y con pureza de corazón. Y en las doctrinas y repartimientos de los indios donde hay tantos chontales todos 123 Alfred Vacant y Eugene Mangenot. Dictionnaire de Thélogie Catholique, 76-86..

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los domingos en su misma lengua los curas por sí o por intérprete les vayan enseñando y dando a conocer en conformidad de lo que manda el santo Concilio de Trento. Porque el principal fundamento para que queden bastantemente instruídos es que el que los doctrina sepa su misma lengua, mandamos en virtud de santa obediencia a todos los curas y doctrineros que dentro de seis meses después de la publicación de estas letras acaben de aprender la lengua de sus pueblos y entretantos tengan sus ayudantes intér.[Pág. 173] pretes, para descargar sus conciencias y la nuestra. Con apercibimiento que pasados los dichos seis meses les hemos de hacer venir ante nos y examinar en dicho idioma con toda exacción y hallándoles insuficientes hemos de dar por vacas las doctrinas y removerlos de ellas en conformidad de cedulas apretadísimas de su Majestad con que tiene descargada su real conciencia. Y rogamos y encargamos a los venerables Padres Provinciales de las Religiones de este Arzobispado manden hacer saber estas nuestras letras a sus doctrineros y se pongan desde luego en ejecución porque en las visitas que hiciéremos ha de ser éste el punto más sustancial que se les ha de encargar a nuestros visitadores para que por todos los medios y caminos posibles se lleve a debida ejecución pues pende de él la salvación de esta gente pobre; y despacheis estas nuestras letras a todos los doctrineros seculares de vuestra vicaría para que hagan las mismas diligencias, publicándolas en día festivo y dándoles a entender a los indios en su lengua. Y porque habemos tomado resolución (habiéndolo consultado y deliberado sobre ello con personas doctas y de buen celo) de enviar predicadores así religiosos como seculares por todas las doctrinas de esta diócesis, peritos en la lengua de cada repartimiento, sujetos de toda sastifacción en materia de letras y virtud y capaces de las mayores honras que les pudiéramos hacer así en nuestro Arzobispado como con informes para el Real Consejo, los cuales han de procurar arrancar de raíz la idolatría y extirpar los vicios ordinarios de borracheras y amancebamientos a que esta gente flaca está más sujeta, enseñándoles los principales misterios de nuestra santa fe y disponiéndolos principalmente para la sagrada comunión.

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Nos dareis luego aviso de las personas que conociéredes de estas buenas partes y calidades y por la importancia del a materia y necesidad de que estas letras se cumplan y ejecuten y para que los presentes y sucesores no pre[Pág. 174] tendan ninguna ignorancia en algún tiempo mandáreis fijar y fijareis un tanto de este edicto autorizado en pública forma en todas las sacristías de las parroquias y doctrinas de vuestra vicaría y de su cumplimiento nos daréis luego aviso. Fecho en Santa Fe a 25 de Noviembre de 1636 D. F. Cristóbal de Torres Arzobispo de Santa Fe De mandamiento de su Ilustrísimo Miguel Guerrero Secretario Esta fue la resulta de la consulta de los hombres doctos, nacida toda del sermón que se predicó y la continua batería de los nuestros en razón de que se comulgase a los indios; con lo cual se resolvió el Señor Arzobispo de enviar dos Padres de la Compañía a esta misión dándoles la licencia siguiente para que predicasen en los pueblos y casasen los indios, que dice así: Habiendo considerado y conferido con los principales de nuestro Cabildo y Teólogos de este Reino que el principal fin que la Iglesia (y especialmente el Concilio Tridentino, con las visitas eclesiásticas fue introducir y conservar la sana y católica doctrina en los pueblos de los fieles desterrando supersticiones, errores e idolatrías, inponiéndolos en las buenas costumbres de la Religión cristiana y observancia de los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia por medio de pías y santas exhortaciones y sermones, lo cual es inposible conseguir en este Reino, que duran dos o tres días especialmente en pueblos de indios, que comúnmente es gente poco diciplinada y enseñada en los misterios de nuestra santa fe y costumbres cristianas, por el poco ejercicio que han tenido de oír la divina palabra en su lengua y descuido de muchos doctrineros en enseñarles, siendo como es extrema la necesidad que tienen de instrucción, especialmente para acabar de extirpar de sus corazones las idolatrías y resabios del gentilismo y disponerlos a que reciban el Santísimo Sacramento si quiera para cumplir con el precepto [Pág. 175] divino a la hora de la muerte, el eclesiástico cada año una vez, como Su Majestad del Reino nuestro Señor [ilegible] incitabais, para descargo de su real 214.


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conciencia nos lo tiene tantas veces avisado; hemos determinado de enviar Padres de la Compañía de Jesús, peritos en la lengua de los indios de toda satisfacción a esta santa empresa y fiamos de la divina Bondad que les dará particular gracia para ejercitar este oficio apostólico, que parece está vinculado a tales misiones: Quomodo predicabunt, nisi mitantur124. Y porque en los Padres Juan Bautista Coluccini125 y José Dadey126 de la Compañía de Jesús concurren estas buenas partes, repartiendo, como repartimos en ellos nuestras cargas es conveniente repartamos también de nuestra autoridad y así se la damos cumplida. Lo primero para juntar la gente de cada pueblo los días que pareciere conveniente con facultad de discernir censuras y fulminarlas contra los que embarazaron y pusieren estos bos [sic]. Iten, para dispensar en las amonestaciones cuando convenga con que preceda una amonestación aunque no sea en día festivo como se haga estando junto el pueblo y no se omitan después de casados las restantes según derecho. Iten, para hacer informaciones de la libertad de los vagos y otros que se hubieren de casar de cualquiera género de personas que sean. Iten, les damos nuestra facultad para examinar en suficiencia de letras y el idioma de los indios a los dichos doctrineros dejándoles la aprobación por escrito cuando los hallaren idóneos, o avisándonos de su insuficiencia para que proveamos de remedio. Iten, para dejar en cada pueblo catecismos en la lengua de los indios y oraciones con instrucción y orden de que se les vaya enseñando según la forma que se les diere. Iten, para que con todo cuidado examinen los que se bautizaron adultos si tenían noticia, 124

Cómo predicarán si no son enviados.

125  Juan Bautista Coluccini (Luca de Toscana, 1569-Bogotá, 1641). Ingresó a la Compañía en 1602. Atravesó el Atlántico en 1604. Fue científico, arquitecto, lingüista, músico y cultivador de la astronomía. Fue el arquitecto de la iglesia de San Ignacio de Bogotá. Se desempeñó como Rector de la Universidad Javeriana y se dedicó a los indígenas de la Sabana bogotana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 216-219. 126  José Dadey (Mondovi [Piamonte], c. 1576-Bogotá, 1660). Ingresó a la Compañía en 1593. Atravesó el Atlántico en 1604. Se dedicó a la evangelización y al estudio de las lenguas indígenas en la Sabana bogotana así como en otras regiones de Colombia. Rector de varios colegios. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 236-240.

215.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

por lo menos confusa, del sacramento que recibieron; y si a los párvulos los ocultaron y han dejado de manifestarlos para que se bautizasen a su tiem[Pág. 176] po temiendo no les pusiesen en lista para la demora o tributo, o sacasen a servir a encomenderos y se bauticen los que se hallaren sin verdadero bautismo validando también con ellos los sacramentos que fueren necesarios. Por tanto exhortamos, rogamos y encargamos por la sangre de Jesús Cristo a los curas doctrineros de los pueblos adonde llegaren los dichos Padres, los reciban y traten con toda caridad y den su favor y ayuda para tan apostólicos ministerios; y aunque de justicia se les debía a tales varones el sustento y avío por encaminarse sus pasos y solicitud santa a cumplir con la parte precisa de obligación que a los doctrineros les toca y así les pudiéramos mandar con precepto y censuras que acudieran a esto. Mas por la suavidad del gobierno y por la estimación que hacemos de sus pechos católicos y celo santo de la fe [y] reformación de sus ovejas cuya pedicion [sic] no puede dejar de lastimar nuestros corazones, viendo que no les aprovecha más la sangre de Jesu Cristo que si no se hubieran bañado en ella por el bautismo, faltándoles después de cristianos la noticia y aplicación necesaria para su salvación, Nos contentamos con rogárselo y encargárselo por la misma sangre de Jesu Cristo Nuestro Señor. Ofreciéndonos de nuestra parte el esmerarnos en sus aumentos como ellos se esmeraren y trabajaren en agasajar los dichos Padres y darles toda la ayuda necesaria para tan santa empresa. Fecho en Santa Fe a 14 de Febrero de 1637 años Doctor Fray Cristóbal de Torres Arzobispo de Santa Fe Ante mi José de Ribera escribano de Su Majestad

Esta es la patente honorífica que dio el Señor Arzobispo a los dichos Padres Misioneros, los cuales ya embarcados en la misión, enviaron esta petición al Señor Provisor del Arzobispado, que fue desta manera: Los Padres Juan Bautista Coluccini y Joseph Dadey de la Compañía de Jesús, decimos que para el descar216.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

[Pág. 177] go de la conciencia de su Ilustrísima, bien de las almas de sus súbditos, que con tanto celo nos tiene encargadas en nuestras misiones, conviene que tengamos licencia y plena jurisdicción de poder asistir como Párrocos a los matrimonios de todo género de personas, así españoles como otros y que podamos dispensar en el fuero exterior en los impedimentos públicos del matrimonio que puede el Ordinario por nuestros privilegios. Porque muchos en particular en estas tierras calientes, por no ir a la Ciudad de Santa Fe unos por temor, otros por pereza y otros por no gastar y otros finalmente por vivir a sus anchuras, libres de casamiento, viven amancebados. Los cuales con nuestras pláticas, avisos y exhortaciones, convertidos como en tiempo de Semana Santa se casarían si tuviésemos para ello licencia y así a Vuestra merced pedimos y suplicamos, por ser obra de tanta gloria de Dios, nos mande de despachar la licencia que pedimos, en que recibiremos toda merced , &c. A lo cual el Señor Provisor respondió así: Doy comisión a los dichos Padres y a cada uno in solidum para dispensar cien veces en el fuero exterior sustituyendo la persona del Ordinario y siendo asesor el uno, cuando el otro dispensare en los impedimentos que pueden por Bulas Apostólicas y para asistir como párrocos a los matrimonios que juzgaren convenir no se hagan delante de sus párrocos, dando después cuenta a los dichos párrocos para que escriban los tales matrimonios en sus libros y hagan las amonestaciones que se omitieron, o los velen según el uso de a Santa Madre Iglesia que para todo se les concede licencia y da comisión en forma, y este decreto sirva de mandamiento y así lo mandó y firmó el Señor licenciado Don Alonso de la Cadena Juez, Oficial, Provisor y Vicario general de este Arzobispado en Santa Fe127, primero de Junio de mil y seiscientos y treinta y siete, por su mandado Gerónimo Leal Notario128. Salieron los Padres a la Misión por los pueblos de la 127  “Alonso de la Cadena y Sandoval, Letrado y últimamente clérigo y Provisor de este Arzobispado de Santa Fe”. Flórez de Ocariz, Juan Libro Segundo de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá Instituto Caro y Cuervo - Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1990. Árbol XIII, página 246 128

Gerónimo Leal: Notario.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

[Pág. 178] comarca de Santa Fe y el primero por donde comenzaron fue en nuestra Residencia y doctrina de Fontibón, en la cual como ya enseñados los indios de nuestros Padres que allí les enseñan, no fue tanto el trabajo pero fue mucho el fruto. Publicóse el Jubileo de la misión que vino a ser un domingo primero del mes en que también se tenía asignada la comunión general, día en que se celebraba la fiesta de nuestros Mártires del Japón129. Con esto fueron muchísimas las confesiones y comulgó casi todo el pueblo llegando las indias e indios de dos en dos con sus velas encendidas al altar y entretanto resonando la música que tienen muy dispuesta en aquella iglesia los nuestros de órgano y de otros instrumentos. Y escribiendo el Padre el consuelo que había recibido dice así: Hoy se celebró la fiesta de nuestros Mártires del Japón, los cuales hemos tomado por Patrones de la Misión y a nuestra Señora de la Candelaria por capitana y antorcha. Pasaron después a un pueblo cercano que se llama Ingativá130 donde con la ocasión de la fiesta que hace una cofradía, echado ya el Jubileo, dice el Padre desta manera en su carta: Con el sermón que se hizo exhortando a los indios a comulgar, con elegancia de su lengua, fue tanta la moción del pueblo que infundió en sus corazones que confesamos más de trescientos y comulgaron el día de Nuestra Señora más de doscientas almas y quedan para comulgar más de cincuenta, los cuales no quisieron comulgar por no haber ayunado antes de la comunión y confesado otra vez, cosa que nos dio tanto consuelo espiritual que cuando nosotros en esta misión, y en todo el resto de nuestra vida no tuviésemos otros, estarían bien pagados los trabajos que se pasan en estas misiones. Hasta aquí los Padres.

129  Mártires del Japón. Se refiere a Pablo Miki quien fue crucificado en Nagasaki el 5 de febrero de 1597 y varios compañeros más. 130

218.

Engativá. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 106.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

De allí vinieron a otra doctrina nuestra llamada Tunjuelo131 donde también confesaron y comulgaron los Indios de la doctrina y los españoles de las estancias. Dieron luego en el pueblo de Usme132 que serán de confesión [Pág. 179] entre indios e indias como hasta doscientos y setenta. Allí se juntaron todos los del pueblo unas siete veces, y sin faltar nadie, y con los sermones en lengua se encendieron los corazones de manera en el amor de la virtud que confesaron más de doscientos y comulgaron más de ciento y cincuenta dejando a los demás dispuestos para que de allí a poco cumpliesen con el precepto de la Iglesia. Aquí dicen los Padres en sus cartas: Tuvimos del Demonio un batallón que animando a los indios a que comulgasen con el ejemplo de las comuniones que habían hecho los del pueblo de Engativá. Respondieron que aquellos indios eran santos y lo decían irónicamente y burlándose de ellos. Lo mismo pasaba en sus juntas dando vaya a los que recibieron a Cristo Nuestro Señor, diciéndoles: Váyase el santón y la santona. Y poco antes que llegasen los Padres, habiéndose juntado en casa del cacique a cubrir una casa, los principales del pueblo traían por mofa y escarnio diciendo unos a otros: Mirad, que comulguéis? hasta un mestizo hijo de español y de india llegándole a exhortar que comulgase, rerpondió riéndose que no podía porque era goloso. Así andaba todo y el demonio muy entronizado hasta que en el sermón [que] predicó el Padre con tanto espíritu contra el demonio y los indios que les seguían que se mudaron todos, a minimo vsque ad maximum, de suerte que el domingo siguiente se hizo una procesión con todo el pueblo. Iban los muchachos de la doctrina con cruces en las manos y guirlandas en la cabeza, llegaron a una plaza del pueblo delante de una Cruz grande y allí divididos los hombres de las mujeres, y los muchachos a otra parte, que parecía un ejército. El Padre con espíritu fervoroso les rezó las oraciones en su lengua y declaróles la fuerza de ellos y fue tanto lo que se movieron que pare-

131

Tunjuelo.

132

Usme. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 108.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

cía les salía llamas de amor de Dios del rostro, como se vio en el efecto pues el día siguiente se confesaron todos y ayunaron para comulgar el martes, como lo hicieron con mucha reve [Pág. 180] rencia y amor al Santísimo Sacramento, recibiendo esto con ánimo de llevarlo adelante los del pueblo y clamando a voces que los Padres eran santos; y fue tal la voz que cundió por aquellas rancherías que más de cincuenta enfermos salieron de sus casas y de sus camas y vinieron a comulgar; tanto puede el ejemplo y la palabra de Dios! Habiendo de pasar a otro pueblo que se intitula Une133 el dotrinero lo sintió y dijo que no era tiempo oportuno porque los indios estaban ocupados en llevar a la ciudad dos mil caballos de leña; fuera de que él sabía la lengua y que para que los indios cumpliesen con el precepto, él sabía ayudarles; y finalmente, que si los Padres iban a espaciarse y regalarse que entonces podrían ir, que él como discípulo suyo podría recibirlos. Esto escribió en billete el clérigo y partió al Arzobispo a informarle y hacerse exento desta juridicción en lo cual hubo sus demandas y respuestas corteses, hasta que al fin con el ayuda de los Padres, en Santa Fe, se venció la dificultad; y entrando los misioneros en su pueblo, dicen en las cartas: Ayer domingo entramos en el pueblo de Une en el valle de Ubaque; donde habrá en el dicho valle como dos mil indios que puedan comulgar; y la lástima es que de todos estos que son capaces de la comunión solo serán tres o cuatro los que comulgan. Ya ha echado de ver el Padre doctrinero que era engaño del demonio el no aprovecharse de la ocasión porque reconoció el espíritu de Dios que iba en nuestra Compañía conmoviendo el pueblo en los sermones y haciendo que confesasen y comulgasen casi todos los indios e indias. Y diciendo los Padres que era para dar mil gracias a Dios ver que al uno le comunicó el Señor el hablar en su lengua con tanta elegancia y tan linda pronunciación que los mismos indios se admiraban y los lenguaraces famosos le reconocían; y al otro Padre tanta facilidad en confesarlos en su lengua como si los confesara en la española.

133

220.

Une. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 101-102.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

[Pág. 181] Aquí venían con un gusto increíble a comunicar sus necesidades y miserias como si los hubieran tratado toda la vida y los muchachos y muchachas de la doctrina, preguntados qué quieren, responden, confesar Padre. Confesaron aquí los Padres más de 35 de a doce y catorce años que jamás habían confesado. Después enderezaron por aquel anchuroso valle a otro pueblo que se llama Fosca134 adonde su ida [fue] de suma importancia porque son los indios los más necesitados de bienes temporales y espirituales de cuantos tiene el Reino, con los cuales trabajaron de manera que quedaron confesados y comulgados y casi todos. Aquí, dicen los Padres, hubo muchos sermones en lengua y catecismo continuo que se ha hecho casi todos los días; ha habido muchas dispensaciones in petitione debiti135; hanse compuesto con sus mujeres indios amancebados apartándose unos y otros de los amancebamientos; y personas impedidas se casaron conforme a nuestros privilegios. Se han rebautizado unas viejas que había duda si lo estaban; se han hecho amistades; y se ha restituido el gobierno al gobernador que se lo habían quitado por un testimonio que levantó a su cura, al cual le volvió la honra. De aquí les llamó un venerable Padre Agustino que se llamaba Fray Gaspar de Párraga136 a su doctrina con una carta llena de mil cortesías y estimaciones que es del tenor siguiente: Reverendos Padres de mi alma: gozosísimo estoy de que Vuestras Paternidades se ocupen en una cosa tan esencial y de tanta gloria del común Señor y de tanto útil y consuelo de las almas; el que yo tengo en la mía no sé explicar con palabras ningunas, solamente les ofrezco mi casa y voluntad en retorno de tan noble ocupación; reconociendo la merced, que me hacen en llegar a mi pueblo donde todos esperan su santa y loable doctrina. El Señor acompañe a Vuestras Paternidades y los traiga con bien de Cáqueza. Fray Gaspar de Párraga. 134

Fosca. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 111.

135  in petitione debiti. 136  Fray Gaspar de Párraga fue el fundador de Cáqueza y desempeñó varios cargos en la Orden, incluyendo el del Provincial.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Con esta buena acogida y disposición bajaron a Cáqueza donde [Pág. 182] fue Dios servido que no pasando los indios que comulgaban de diez a doce, en un pueblo de más de setecientas almas, que confesaron y llegaron a comulgar las dos partes del pueblo; y era de ver que los indios que en los pueblos pasados no habían recibido al Señor ahora se venían deslizando de los montes como venados a recibir el cuerpo del Señor y así decían los Padres estas palabras. No podemos dejar de dar la gloria a Dios de tanta moción como se ha visto no sólo en los indios sino en sus curas, los cuales al tiempo que dan la comunión a los indios están sus ojos hechos unas fuentes de lágrimas de ver una cosa tan desusada. Hanse confesado casi todos los del pueblo que serán 700 y de éstos llegarán las comuniones a quinientas; cosa grande y de la virtud de Dios que así dispone que se vea esta frecuencia donde apenas había diez que comulgasen. Al pasar a otras doctrinas aquí cercanas se atravesaron algunas dificultades porque algunos quizá no gustaban de que reconociesen los nuestros la falta de la lengua para enseñar a los indios que afirmaron personas de todo crédito que en tiempo de la peste general de aqueste Reino por aquel partido murieron más de cuatrocientos indios sin confesión y muchos de ellos por no querer confesarse por intérprete, morían sin ella. Dióse aviso a su Ilustrísima de lo que pasaba y respondió así: De sumo consuelo fueron para mi las cartas de Vuestras Paternidades viendo en ellas como prospera Dios su obra por mano de tales ministros no mirando a mis deméritos. Háseme quebrado el corazón de ver la poca doctrina que tiene ese valle y que por falta de ella hayan de perecer tantas almas. Suplico yo a Vuestras Paternidades me avisen el modo que tomaremos para remediar tanto daño y pues el remedio será tanto más suave y eficaz cuanto más singular. Me mande avisar qué doctrineros no saben la lengua y a quién de esas partes les podemos dar por coadjutores que la sepan en el ínte [Pág. 183] rim que les mandamos comparecer y tratamos de poner más fuertes remedios. El despacho remito a Vuestras Paternidades para que le manden ejecutar con efecto, tope donde topare. Hasta aquí el capítulo de la carta del Señor Arzobispo. 222.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

Con estas ayudas y alientos de Su Ilustrísima caminaron los Padres por los pueblos de esta comarca haciendo inmenso fruto en todos los repartimientos de los indios dando la comunión en todos ellos a muchas almas, disponiéndolas, catequizándolas; parecía en el fervor con que solemnizaban los empleos de la misión una Semana Santa en todos ellos dando gracias a Dios los curas y doctrineros que se hubiese experimentado en sus tiempos que estos pobres con mediano trabajo que se ponga en su cultura son capaces de tan divinos Sacramentos.

Misión a las ciudades de la Palma, Muzo y distrito de su gobierno Son ambas ciudades de españoles Muzo137 y Palma138, cercadas de poblaciones de indios que alindan con poblaciones de indios Carares139 que infestan las navegaciones del Río Grande. Muzo es cabeza de gobierno y de las más ricas en los años pasados que mantuvo la India Occidental por la abundancia de minas de esmeraldas de que está dotada en los vecinos montes. Entre sus moradores unos son mineros, otros tratantes, otros lapidarios y otros benefician algodón que es muy recibido en este Reino. Están los Reales de minas de esmeraldas como una legua en distancia de la ciudad y a ellas se pasa un río caudaloso y de raudal intrépido y arrebatado que por su latitud no tiene puente, ni por su profundidad y tropel no sufre el badearse; proveyó solo [la] naturaleza una puente de bejucos que atraviesa en el río; puente espantosa, y [Pág. 184] que pone grima a los pasajeros por el embarazo y peligro con que se va por ella: es así que entre los árboles que hay a las orillas de una y otra banda se encadenan y traban unos berdugones al modo de sarmientos correosos 137

Muzo. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 274-275.

138

La Palma. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 270-271.

139  Indios Carares. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 144.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

largos y flexibles, los cuales engazados entre sí, se llegan a tramar de manera que forman en el aire un enredo a manera de arco, capaz de una persona, por donde con embarazo y sobresalto camina el pasajero arrastrando el pecho por la puente y cosido con ella porque con el bambaleo de los bejucos y la altura del sitio no se desvanezca y descienda precipitado abajo. Por aquí se va a las minas y por aquí pasa una de las mayores riquezas que ha tenido el mundo. Son indios y morenos los que trabajan en estos minerales pero no con tanta molestia como en los socavones y minas de plata y oro; atento, que en el monte y el cerro de esmeraldas, no socava en lo profundo, ni se cava en bóveda, ni concabidades, ni parecen en senos lóbregos de la tierra. Cavan en el monte no muy lejos de la superficie hasta encontrar con la última cría de las piedras donde suelen hallarse las bolsas de esmeraldas; y cuando está desmontado y descubierto abren un tambre, que es un estanque de copiosa agua que baja de lo alto, llevándose con el raudal toda la tierra y piedras que han removido, [así] dejan abierta y cavada la matriz de la mina. Allí asiste entonces el Veedor, sácanse las bolsas y suelen ser tan copiosas y ricas que en un momento aciertan a hallarse con diez o doze mil ducados de rica pedrería. Casi en el mismo paraje, aunque algunas jornadas de distancia, está la ciudad de La Palma bien mantenida y regalada, tierra que tuvo gran fuerte en los pasados tiempos en el labrar la pita delicada; ahora su comercio es en pañetes, frezadas, lienzos, jerguetas y medias excelentes en que emplean gran número de esclavos y de Indios encomendados. También tiene mucho trato en azúcares y conservas de que abastece el Reino. A estas dos ciudades y a los pueblos vecinos que son [Pág. 185] muchos, y a los obrajes y rancherías de negros de que está sitiado aquel paraje, llegaron dos Padres y predicaron fervorosamente en tiempo de cuaresma y fuera de ella. Movióse la tierra toda y fueron sin número las confesiones generales porque tocando especialmente en los sermones y ejemplos la materia horrenda de callar vicios y la terribilidad del sacrilegio, acompañando esto con la benignidad del confesor y mostrándoles cuán fácil cosa era el descubrirse en fuero tan secreto y barrer de una vez la conciencia y limpiarla para poder recibir la divina gracia y estar aptos para entrar en el cielo. 224.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

En este tiempo se abrió el corazón y la puerta al remedio de muchas personas de toda suerte y estados para que desembaracen sus conciencias y se pusiesen en amistad de Dios porque había veinte, treinta, cuarenta y cinquenta y más años que no se confesaban bien sino que amontonaban sacrilegios con sacrilegios y crecían como desesperados en vergüenza y empacho licencioso porque como en estas tierras no hay más que el cura y cual o cual sacerdote, emparentados todos, creciendo la licencia con falta de doctrina crece después la vergüenza a descubrirse a los proprios con quien viven y son sus moradores. Aquí se remediaron muchos pecados, aquí también se aliñaron muchas almas que lo más de su vida habían gastado en torpes apuntamientos con todos animales y el hábito les tenía rendidos, con una como imposibilidad de su costumbre arraigada, para no salir de la envejecida bestialidad. Fueron necesarias no pocas dispensaciones para vivir y cohabitar en buena conciencia los casados. A los indios se les dio la comunión: cosa que tanto siente el demonio, pues, a un indio se le apareció y con gran fuerza de espantos y malignas razones le persuadió que no comulgase. El recibir el Santísimo fue único remedio para que una persona que mataba a sus hijos se le quitase aquella tan inhumana tentación; y también para que otra se sosegase a quien el demonio la traía inquieta [Pág. 186] para que se acabase de ahorcar; y después que recibió al Señor ya no oía las voces de su enemigo que con tanta batería la solicitaba a desesperada precipitación. Cayó un rayo y abrió una casa en un momento donde estaban cinco personas que acababan de confesar y comulgar y fue tanta la providencia del cielo que peligrando todas las alhajas salieron sin detrimento las personas.

Misión a los Remedios y a las ciudades y pueblos de su jurisdicción Dio el colegio de Santa Fe dos Padres para la misión de los Remedios y a los pueblos y lugares de su distrito que estaba tan necesitado en lo temporal cuanto la tierra es abundante, rica y opulenta de oro. Es aquí donde se verifica lo que de ordinario sienten de las Indias que de la tierra que sacan cuando barren las casas, las calles y las plazas se viene a sacar en los lavaderos oro 225.


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subido de quilates. Los minerales son a cada paso y en cada monte y cerro se descubre oro: oro en las playas y en los campos, finalmente toda la tierra que se extiende entre las orillas del Río de la Magdalena y el Río Cauca que es espacio de leguas dilatadas, son tierras fecundísimas de oro sobre todo lo que se ha descubierto. Llegando pues a la jurisdicción y gobierno de los Remedios140 es tierra caliente, fatigada de los ardores del sol, si bien no dañosa a la salud, aunque si descendemos a Zaragoza141 es el temple enfermo y malsano que todos los que en él entran peligran de calenturas y muchos fallecen, y muchos salen estropeados pagando con la vida o con la [Pág. 187] salud las codicias desenfrenadas del oro. Todo este distrito, aunque es opulento de riquezas y fecundo de minerales de oro, carece en gran parte de lo necesario para el vivir queriendo Dios balancear estos bienes y darle a cada tierra con los beneficios la pensión. Llévanse del Nuevo Reino continuas cargazones de mantenimientos y de vestidos y géneros que son menesterosos para el pasaje humano. Aquí se vive con gran falta de lo que es doctrina porque como están las letras tan metidas en el corazón de este occidente y es tanta la falta de lo necesario, aunque sea mucha la abundancia del oro, son pocos los que llevados de la gloria de Dios y celo de las almas se entran a esas tierras a enseñar las obligaciones del cristiano. Verdad es que algunos clérigos o religiosos entran a predicar algunas cuaresmas en partes de este distrito pero como no van movidos sino del interés y estipendio, ni se fatigan mucho, ni hacen el provecho que pedía tan última necesidad. Desayudan también los caminos que son de los intolerables e inaccesibles que el mundo ha descubierto; llégase el estar ausentes del ejemplo de las Religiones y de las visitas de sus Prelados, Obispos y Arzobispos; tener muy pocos que les hablen al alma y descubran los misterios de la fe de Dios. Y como allí entran las gentes forajidas y desalmados anhelando

140  Los Remedios. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 261-262. 141  Zaragoza. Basilio V. de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 263-264.

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al oro, creciendo cada día la libertad y su malicia, pasan cosas en razón de enormidades inauditas; y el extremo de las desdichas es que muchas cuadrillas de indios y negros y estancias de españoles viven en despoblado donde casi nunca gozan de misa, ni sacramentos, ni sermones. Salieron pues los Padres con una patente honrosa del Señor Arzobispo en que les daba todas sus veces y comisiones para hacer y deshacer en aquellas partes y se extendía hasta poder quitar los curas y doctrineros si se hallasen dignos de ser privados de sus doctrinas y beneficios. Y saliendo de Mariquita para tomar camino, a dos días de [Pág. 188] despoblado, hallaron unas rancherías de indios que huyendo de las conducciones de las minas voluntariamente se desterraron por no caer en manos del maltratamiento del español. Ni oyen misa, ni tienen iglesia, ni sacerdote, ni tratan más de escapar con la vida pero dan los tristes en manos de la eterna muerte. Vinieron a los Padres y confesáronlos y sucedió una gran providencia del Señor para la salvación de unos de estos, que cuando allí estaban los Padres cortando árboles de un monte cayó un palo crecido y le dio a uno fuertemente y confesado vino a rematar la vida con felicidad. Luego pasaron adelanten más de veinte y siete días de camino de la mayor aspereza y montaña que decir se puede. Es tierra toda doblada de montes y cerros insuperables, arcabucos y bosques espesisímos donde los pasajeros no tienen a donde poder ranchear, ni las mulas y recuas no hallan pasto, y siempre abriendo casi camino nuevo, desmontando árboles, rozando carrizos y subiendo y bajando cuestas peligrosas, y sobre todo esto, ni venta, ni casa, ni lugar alguno en donde descansar un poco de tiempo para reparar el desconsuelo de tan penoso viaje; y para decir en una palabra, lo que es la soledad de este camino, que siendo así que todas estas tierras están habitadas de frecuentes animales aquí no se ven si no es a maravilla. Aquí es donde se pasa dos veces el fuerte y escandaloso Páramo de Ruiz142 y trece veces el arrebatado Río Gualí143 y luego otros tres ríos peli-

142  Páramo de Ruiz. 143

Río Gualí. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 271.

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grosos hasta verse en la Ciudad de Anserma144, ciudad que antiguamente fue famosa y ahora ha llegado a tales términos que apenas puede sustentar un sacerdote que les diga misa. Confesaron y predicaron a sus vecinos y consolaron sus almas que tanto tiempo había que estaban con una insaciable sed de oír la palabra de Dios. Luego, por cinco días de un despoblado, dieron en tres ríos caudalosos hasta llegar al río que llaman Negro145 donde hay muchas cuadrillas de morenos y algunos españoles sacando146 [fol. 191] estas tierras, que aquel día pudiera haber hecho un grave daño si el cielo no dispusiese el diviertimiento al tiempo de esta amenaza; le arrojaron el perrillo y el tiguere [sic] cuando le vio se fue a él y cogiéndole entre las uñas y los dientes le hizo pedazos y se fue a lo alto de aquel monte.

Ministerios de la Compañía en la Gobernación de Santa Marta, Valle de Upar, Río de la Hacha y en las Ciudades de Sevilla y nombre de Jesús y Nevadas Sierras Salieron del colegio de Cartagena unos Padres para ejercitar los ministerios de nuestra Compañía en toda la gobernación de Santa Marta, Provincia bien necesitada de la enseñanza divina por haber sido raros los varones celosos que allí han pasado y pocas las misiones que en ella se han dispuesto. Al dejar los nuestros el puerto de Cartagena se levantó una tan cruda y horrible tenpestad que cuando navegasen con bageles grandes hubieran corrido manifiesto peligro de anegarse; así lo juzgaron aun los que vieron desde tierra el fuerte temporal en especial los Religiosos Padres de S. Francisco, que persuadidos ser aquella suerte sin remedio vinieron el siguiente día a nuestra casa a celebrar las misas de difuntos por los que ya juzgaban por perdidos. Porque

144  Ciudad de Anserma. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 76; Giandomenico COLETI. Diccionario histórico geográfico de la América meridional, 55. 145  Río Negro 146  En el original salta de la página 188 a la 191.

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navegando en una fragatilla poco más anchurosa que las canoas que se usan en las pesquerías de las perlas y verla su [Pág. 192] mergida entre la furia de vientos incontrastables y espumas que subían al cielo, el mar sobre lo que decirse puede bramando en un linaje de braveza y cólera (cuales en tormentas deshechas se experimenta) no pudiera ser menos que hundirse el barquillo si el cielo no fuese tan clemente a lo manifiesto del socorro; pasaba la mar toda por encima de la fragata y ella como si fuese un pecezuelo navegaba por el corazón de las aguas: de esta suerte las vidas expuestas, la muerte a los ojos y el perderse a la vista allegaron no sé cómo a salvamento atribuyéndose esta providencia especialísima a la intercesión de nuestro Santo Padre Ignacio, cuya carta y firma llevaba el Padre queriendo el Santo sin duda favorecer con su patrocinio los empleos de la misión que tanta gloria dan a Dios, lumbre a las almas y a la Compañía un resplandor divino. Así fue en la Ciudad de Santa Marta147 donde se predicó por toda una cuaresma y no es decible el fruto que se cogió. Casi desde el principio comenzó con fervores de semana santa y toda la cuaresma lo parecía según el ansia de los sermones, las confesiones generales, las diciplinas de sangre que certifican personas que se hallaron presentes, que se hacían pedazos dándose al llanto y a un crecido rigor de penitencias. En esta tierra se quitaron mil idolatrías de los indios en que estaban viciados grandemente como también en hablillas y consultaciones con el demonio, que raras veces se les borra del todo cuando tantos años han estado envejecidos en semejantes ritos y costumbres. De aquí se tendió el camino a la ciudad de Sevilla148 tan opulenta en el nombre como en mosquitos, que pertenece a esta gobernación donde también se experimentó lo que es común a las misiones todas, frecuencia de Sacramentos, quietud de conciencias, restituciones de honras, concordia entre enemistados, conocimiento nuevo del Señor, aprecio de lo divino, desengaños de lo temporal y mentiroso.

147

Santa Marta. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 184.

148

Sevilla. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 187.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Pásase aquí por unas tierras altas que tocan con su emi[Pág. 193] nencia al cielo, blancas todas y cubiertas de antigua nieve, donde los aires son tan penetrantes y delicados que a cuantos por ellos caminan ensordecen hasta que decendiendo al Valle de Upar149, con los calores y benignidad del temple, se quita la sordera. Este valle de Upar es uno de los más hermosos, más ricos, más abundantes y de más fructuosa dilatación que se descubre en todo el occidente. Hay en él dos ciudades: una que del Valle se llama, otra del nombre de Jesús, de tan lindo cielo, tan puros aires, tan agradables vistas, tan amenos campos que no parece sino que recogieron las delicias del mundo, y en unas frescas y deleitosas primaveras está tendida por más de sesenta leguas; y una parte le ciñen las nevadas sierras de Santa Marta, donde en sus faldas viven los árabes indios150 [sic], que se conducen para beneficio de los trigos. A la otra parte se levantan las serranías de los Indios Tupes151, gente bárbara y cruel, que por ligeras y menudas causas atropellan con el español y se le comen. Es grande el número de la gente pero mucho más sin comparación de la otra parte de esta serranía por donde miran la laguna de Maracaibo: están poblados los indios Orotomos152, naciones idólatras, jamás de los españoles conquistadas. Es sin número la frecuencia de esta Provincia; cubren los campos, laderas y los montes y entre estas dos naciones tan vecinas de Tupes y Orotomos arden mortales guerras que alternándose a veces la fortuna en los sucesos de la victoria, los vencedores se comen a los vencidos. Tienen los Tupes en la eminencia de la tierra alta un templo a sus vanos dioses 149

Valledupar. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 114.

150

Árabes indios.

151  Indios tupes. Pensamos que el texto se refiere a los Tupíez que según Campo del Pozo eran Guahivos. Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 72. 152  Indios orotomos. “Dialecto Praujano (cl. Makro-Arawak) con influencia del Chibcha y del Guajiro”. Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 48-49. “(...) Mientras unos los consideran del grupo motilón y por tanto chibcha, otros afirman ser de filiación caribe”. Buenaventura de CARROCERA. Linguística indígena venezolana y los misioneros capuchinos, 311-312.

230.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

consagrado a cuyos umbrales siempre por reverencia y culto de su idolatría, arde una luminosa lámpara que es una grande hoguera inextingible que con perpetuos ardores están cebando para significaciones de su adoración. Es la tierra famosa por los minerales, codiciada por la plata y oro y digna de estimación por la muchedumbre del plomo y la abundancia del cobre. Hacia la parte de [Pág. 194] Sevilla se sacó años atrás una punta de oro neto, purificado en la misma mina, que ensayado y pesado, se abaluó en más de mil y ochocientos ducados. Pero la mayor grangería de la tierra es la de las mantas de algodón y pita, digna de todo precio por la delicadeza del hilado y que tanto en estas Indias se apetece y aun en las Españas se desea. Tiene el Valle de Upar una suma de quebradas, todas abastecidas de pescado, que van a desaguar en el Río Cesareo153, que por cinco bocas se junta con el grande de la Magdalena cuando va a desaguar en el Océano. La Tierra goza de lindísimas frutas así de las que le van de las Españas como de las que son propias de las Indias, y del maíz que es principal sustento de estas naciones. Es tan pródiga allí naturaleza, que de una fanega que se arroja en las laderas se multiplica hasta más de trescientas. No hay que ni con qué poder exagerar el ganado vacuno y caballar, que parecen ejércitos que corriendo a tropel de numorosas huestes tardan los días enteros en pasar las manadas y llenan los campos, se cubre el valle y las laderas de los montes se pueblan de inumerables yeguas y caballos, de novillos y reses vacunas; a este mismo tono son los venados que a tarde y mañana salen a pacer al valle como si fuesen manadas de cabras: de estos se sustentan los indios Tupes con gran regalo, por ser animal ligero y entender ellos que con su plato se han de embeber de su misma velocidad y por la misma causa no quieren comer morrocoy por ser tardo (al modo de terribles tortugas) y comiendo de ellos piensan serán participantes de su tardanza inútil. Las dantas son frecuentes de quien quitan la uña, que llaman de la gran bestia y tienen ya certísimas especies que es a propósito al mal de corazón. También aquí se hallan los puercos espines pero ni son tan grandes como los de África, ni tienen gruesas las puntas. 153  Rio Cesareo. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 109.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Todos estos indios bebían de hayo [haya] y de una cal que hacen de los caracoles de la mar, la cual traen de ordinario [Pág. 195] en la boca y es cosa constante que en ella consultan al demonio. Hallan estos el ambir que es la quinta ciencia [quintaesencia] del tabaco, fortísima y vehemente medicina; estímanla los indios para sus enfermedades y por esto la traen comúnmente en unos calabacitos pendientes de la garganta. Toda esta gente es traidora que esto significa en su lengua el indio Tupe y a esta causa, cuando trazan una de sus facciones lo primero que disponen es la huida, que sea sin detrimento de sus personas. No hay quien doctrine esta gentilidad, ni dé noticia del verdadero Dios a esta ignorantísima barbaria a la cual, entrando los Padres, significaron por intérprete algunas cosas del cielo y de la fe de Jesu Cristo Señor nuestro a los capitanes de los Tupes y con lo que oían se enternecieron tanto que pedían al Padre con instancia que se fuese con ellos a su tierra, que les enseñaría las cosas de Dios y de la otra vida, que mirarían por él, que le guardarían y buscarían su regalo, le darían su sustento necesario, y finalmente, que el Padre les sería para ellos su Santa María (que Santa María llaman a todas las cosas dedicadas a Dios y a su divino culto) y así que le rogaban que se partiese a sus poblaciones y lo harían luego su Santa María, que era la iglesia. Notable modo de hablar de aquestos indios que todo aquello que está vecino a Dios, que conduce a la reverencia de su bendito nombre, que tiene alguna conexión con cielos y con gloria, a todo esto llaman Santa María: como significando aun entre los redobles de su ceguedad y tinieblas que en Santa María esta vinculado el camino de la tierra y con ella la reverencia familiarísima de Dios, la fundación ejemplarísima de las iglesias, el destierro de la malicia, la senda segura para llegar al cielo y la divisa y marca de toda buena y estimable felicidad. En estos deseos se gastaban los indios gentiles para que con ellos se partiese el Padre y casi las súplicas granjearan la partida si no fuesen estorbo ochenta españoles que en aquella [Pág. 196] ocasión habían entrado a castigar unas violentas muertes de ciertos castellanos y con esto estaban los indios medio alzados en aquella razón; cuando [el] Padre viendo la cruel matanza que amenazaba pacificó la nación y dio 232.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

los medios que fueron posibles a un negocio bien desesperado; y cuando ya estaban las cosas más corrientes, volvieron a instar a que con ellos se fuera el Padre para saber las cosas de los cielos, pero no pareció convenir recelándose de su turbulento natural no quitasen al Padre la vida y ocasionasen con esto que todas las ciudades se pusiesen en arma hasta talar de raíz aun las últimas reliquias de aquellas dilatadas Provincias. Con esto, predicando el Padre y confesando, ejerciendo estos ministerios en las ciudades de aquel Valle dejó tan gran nombre de la misión que Su Majestad envió cédula a la Real Caja de Cartagena para que de sus haberes se diese lo necesario a los Padres de la Compañía [para] que entrasen para los ejercicios de la predicación en aquellas partes. Concluído el partido del Valle y sus tierras tomaron el camino para el nombrado Río de la Hacha en cuya sazón sucedió que con lo que el Padre dijo a los seis capitanes de los Tupes, partiendo a sus tierras; fue tal el ruido que en ellas hicieron y tanto lo que sembraron de la pequeña noticia de las cosas del cielo y anuncios de un Padre Santo (que así le llamaban) que una mujer entre ellos poderosa, casada con el cacique Tiracayno, Señor del Valle de Bunihaymo, que pone en campo hasta mil flecheros, trató mal de palabra a los seis capitanes diciendo que eran para poco, hombres afeminados, viles guarichas, sin valor, ni corazón; todo esto, porque no habían llevado a sus tierras al Padre, pues tanto bien interesaban con su venida que si habían de vivir como los animales del campo sin conocimiento de Dios? sin costumbres honradas? Que hasta cuándo habían de ser venados y novillos? que si ya había por allí quién diese luz a los ojos y conocimiento del alma, [Pág. 197] que esperaban? Por qué no llevaron al Padre Santo para saber de él cosas tan grandes? Siempre (decía) hemos de ser caballos y yeguas? No más que sembrar y coger el maíz? Qué comer y beber? Siempre el arco y la flecha para matarnos unos a otros? Decidme, dónde dejáis ese Padre? Que yo misma, inferior a vuestro sexo y naturaleza, romperé con los lazos de mi familia y casa y atravesaré a los montes y valles por darle algún alcance; ni me atemorizarán los españoles (aunque en mi vida los he visto), ni otro algún peligro será parte para que yo estime mi vida en tanto que prefiera el vivir como bestia a ser mujer varonil que goce del conocimiento del Dios del español. 233.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Decidme viles hombres? Cuál de vosotros me quiere seguir? Cuál acompañarme? Yo seguiré las pisadas de ese hombre que sabe del Dios verdadero y aunque esté en las entrañas de la tierra abriré camino para solicitarle en la venida; ofrecerle las casas, las sementeras, el oro y la plata de nuestros campos y cuanto se trajina de nuestros umbrales a las cercanas Provincias y no dejaré disposición alguna para que su voluntad se incline a enseñarnos el camino cierto de los fieles. No venía él para predicar y desterrar nuestra ignorancia? Para alumbrar nuestras tinieblas? Pues quién le detuvo que con vosotros no arribase a nuestras naciones? Qué me decís hombres maricas? Para qué nacisteis si habeís dejado perder esta solemne felicidad? Dejadme estar, que ansiosamente muero, por ver a ese Santo Padre que me decís; yo no quiero ser cacica, ni señora, ni todo el descanso de mi patria ni cuantas drogas preciosas se crían en este monte si ha de ser parte para estorbar el verle, el traerle, el conquistarle a que sea nuestro Padre, nuestra enseña y luz. Conmovióse a este razonamiento la tierra toda y no aguardando más dilación, con sesenta indios valientes, lo mejor de la patria, se puso en camino apresurado y se entró por las ciudades españolas del Valle extrañando todos tan peregrina venida y mu [Pág. 198] cho más el celo tan singular que la traía de ver al Padre, de tratarle, de rogarle que los enseñase: pero frustráronse sus deseos y esperanzas porque ya había algunos días que cogiendo la derrota del Río de la Hacha había hecho ausencia del Valle de Upar; y con esto desabrida grandemente la buena india y ocupada de mortales tristezas, volvió la rienda al camino de su nación llena de desconsuelos inexplicables que con suspiros ansiosos que arrojaba del pecho, daba bien a entender cuántas eran las fatigas del alma; quizá entonces no era conveniente que allí se enderezase la misión reservando el cielo con la providencia inescrutable del Señor para mejores oportunidades la predicación y enseñanza de aquellos indios. Llegóse después de un penoso camino al Río de la Hacha, célebre por la pesquería de las perlas. Es aquí donde los españoles que tratan en esta mercancía noble ocupan cantidad de negros en la pesca. Sale al amanecer una distribución de barcos la mar adentro a los placeres, que llaman de las perlas, una legua comúnmente distantes de la tierra 234.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

poco más o menos; en cada canoa van como hasta veinte negros buzos y estando en los puertos reconocidos con unas taleguillas de red pendientes al cuello, que llaman chinchorro, se arrojan a la mar y se zabullen cinco y seis estados hasta topar con las conchas. Allí con la presteza que se requiere, reteniendo el resuello y la respiración, procuran llenar el chinchorro de conchas y luego suben a lo alto a la barca o canoa echando las conchas en ella y entretanto respiran, recobrando el aliento, y luego al punto otra y otra vez a bucear pescando; gastando en este ejercicio como ocho horas del día sin que nadie en ellas esté ocioso porque el canoero está sobre ellos. Ya de tarde, cuando a la tierra vuelven, vienen desbullando, que es lo mismo que abriendo conchas y sacando perlas, de las cuales a vista del sobreestante y a los ojos del mismo dueño con extraña destreza esconden la mejor en la boca [Pág. 199] para que el sábado, que llaman de cacona, den aquellas mismas perlas a sus amos por precio de dineros, de vestido y de rescate; y lo tienen por bien los pescadores porque no ferien a extraños lo que puede ser de grande estimación entre sus perlas. Aquí es de admirar un arbitrio en que dio la codicia que a los negros buzos no se permite que anden vagueando a su libertad, ni que tengan mujeres, ni que se casen porque si tratan de esto con cualquiera cohabitación pierden las fuerzas y el siguiente día son del todo inútiles para el empleo. A esta causa los negros en llegando a tierra son luego encerrados en unos caserones o carcelerías donde de noche viven en la tierra y de día bucean el mar. Con esto los pobres, fuera de pasar una vida triste y desventurada, están ajenos de toda la enseñanza del cristiano poco menos que si se hallasen en su misma patria. Llegó aquí el Padre y aunque con dificultad de los dueños hizo sus dotrinas, sus sermones, confesó aquellos cautivos morenos y catequizó y examinó sus crismas, y revalidó muchos bautismos, y dio un agradable pasto a sus almas que con instancia y lágrimas le pedían que no se ausentase, que ellos mismos le servirían; y aun los españoles (a quien alcanzó gran parte de los frutos espirituales) prometían al Padre que cada semana le darían un día feriado de todas sus canoas y sus negros para que con ellos, y en su nombre, 235.


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fuese a pescar perlas para que tuviesen en esto una congrua sustentación del cuerpo, pues, que con su venida tanto regalo recibían sus almas. Sucedió aquí diciendo misa un Padre que a un mancebo de hasta quince años, llamado Fabián, su madre difunta se le apareció en la iglesia saliendo del sepulcro. El mozo lleno de espanto se fue a la sacristía, siguiole la madre y emparejando con él le dijo que mirase, que era su madre y que padecía graves penas en el purgatorio, que por qué tenía tanto descuido con su alma y que era la causa de no haberle dicho una misa para aliviar sus tormentos, que se [Pág. 200] la pidiese al Padre de la Compañía. Replicó el mozo que no tenía plata para la limosna de la misa. Entonces la mujer le respondió que le pidiese la misa por su alma que los Padres de la Compañía eran tan desinteresados que aun por misas no querían limosnas ni llevaban estipendio por ellas. A este mismo mozo le siguió un demonio que decía él que era al talle de un mono ardiendo en vivientes llamas; y aunque no lo poseyó, sólo estar a su lado, le hacía ejercer cosas terribles pues a cuatro y seis hombres de valor y fuerzas los arrastraba; a quien lo detenía y lo abrazaba deshacía a bocados y quebraba con facilidad las maderas fuertes. Para apartarle de aquel espíritu se le aplicaron muchas reliquias, dijeron evangelios, hizo el Padre que le trajesen la carta de nuestro Santo Padre San Ignacio, y cuando entró en el aposento dijo al demonio que dejase aquel hombre libre por los méritos de San Ignacio. Al punto, sin más dilación, con espanto de todos se fue desviando el demonio de tal manera que el mozo se avalanzó a las manos del Padre y cogiendo la carta, decia: qué es esto, mi Padre, que tiene aquí? Qué reliquia es ésta que el demonio va huyendo a toda prisa? quedando tan seguro con la carta en la mano, con tanta paz y serenidad como si jamás hubiese padecido la molestia. Decía este mozo que el demonio se le aparecía desde lejos y le amenazaba que le había de matar si no dejaba la carta y reliquia de San Ignacio. Exhortóle el Padre a su devoción y aunque los extremos y amenazas del enemigo insistieron por tres continuados días fue el cielo servido que absolutamente le dejase; y reconocido el mozo a San Ignacio, quiso ser de la Compañía pero atendiendo a la pobreza de unas hermanas suyas no tuvo efecto su buen deseo. 236.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

En esta misma misión favoreció el Señor a dos mujeres que se hallaron con evidentes riesgos de la vida en sus partos por medio de una estampa de nuestro Santo Pa[Pág. 201] dre, la cual se dio como en depósito a una señora para que la prestase a las que tuviesen recios partos y la partera la escondió para llevarla en las ocasiones que la llamasen y decía que ella llamando al Santísimo Sacramento aplicaba la estampa y que luego tenía felicísimos partos. De estas cosas pudiera recogerse gran suma de singulares sucesos, todos bien afortunados en las mujeres de parto, porque medallas, estampas y sumas de nuestro Santo Padre en toda esta Provincia han escapado milagrosamente de peligros auténticos de la vida. En este Río de la Hacha asisten los Guajiros154, indios valientes y belicosos, cuyas fuerzas han experimentado los españoles. Habitan estos indios las sabanas de Orino y costa de la pesquería de perlas, desde el Río de la Hacha a la Laguna celebrada de Maracaibo. No tienen poblaciones de asiento sino como los gitanos en la Europa andan vagueando ya por tierra, ya por la costa del mar. Son sus camas do duermen unos chinchorros, o redes, que pendientes a dos arboles sirven a su descanso. Otros toman el sueño entre conchas de tortugas que son como adargas y éstas les defienden de los aguaceros; échanse en el duro suelo y ponen dos a los lados, dos por una parte por cubierta una a los pies y otra a la cabecera y de esta suerte con notable disposición trabadas se defienden entre las conchas guarecidos de las mayores inundaciones y diluvios del cielo. No es gente que hila ni usa de mantas, ni vestido alguno, desnudos viven como desnudos nacen. Solo las mujeres con alguna muestra de su vergüenza y honestidad usan de guayaco, o pampanilla; hacen un linaje de pan de raíces amargas y tanto que no se puede explicar con acíbar, o con otra que se significa y aprehende la amargura.

154  Guajiros. Antonio TOVAR y Consuelo LARRUCA DE TOVAR. Catálogo de las lenguas de América del Sur, 120-126; Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela, 59; Benson SALER. “Los Wayú (Guajiro)”. En: Walter COPPENS (Edit.). Los aborígenes de Venezuela. Caracas, Fundación La Salle de Ciencias Naturales, Instituto Caribe de Antropología y Sociología y Monte Ávila Editores (1988) 25-145.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Las flechas en la guerra van tocadas con veneno mortal que en sacando una gota de sangre es certísimo el morir. Son diestros en sus tiros y tiran tan industriosamente que tienen por afrenta matar la caza estando parada. [Pág. 202] Son de condición maligna y bandolera, matando cada día a los españoles que pasan a la Laguna de Maracaibo haciendo ocho mil traiciones aun quitando la vida a sacerdotes. Vienen luego a suplicar las paces las cuales es fuerza conceder por no haber de estar siempre con las armas en las manos y las heridas en la cabeza. A este género de indios acariciaron los Padres y les dieron algunas cosillas que llevaban que ellos suelen tener en estimación; mostráronse afables y fueron a un principal Señor a quien pertenecen por encomienda suplicando con notables instancias que tratase con el Padre que se quedase con ellos y si él se quedaba en su compañía luego al punto se poblarían juntos y tendrían sus casas como el español. Pretendióse esto con grande fuerza pero con la falta de tantos sujetos no fue posible el concederlo los Superiores quedando tanta muchedumbre de almas en poder de el demonio por no haber abundancia de obreros que puedan acudir a tan extremas necesidades en que se atraviesa el perder a Dios y la eterna felicidad.

Misiones a las ciudades de Pasto, Popayán, Cali y Buga Es Pasto155 una ciudad de buen temple que declinando a frío goza de puros aires y ofrece salud constante ordinariamente, cuyo cielo, si bien alegre, no deja de turbarse por un volcán156 que junto a ella respira y le suele ser ocasión de fragosas tempestades. Es de las mayores y más lindas que cuenta el Reino de Quito, tierra fértil, poblada de más de veinte mil indios tributarios, situados en diferentes pueblos; tiene con su Vicario lucida clerecía y cuatro religiosos conventos: uno de observantes, monjas de loable fama de santidad. Fue

155

Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 219-229.

156

El volcán Galeras, situado a siete kilómetos al occidente de Pasto.

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• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

[Pag. 203] esta ciudad en común poco devota de nuestra Compañía de quien conoce que con ignominiosa ignorancia como suceder suele, se retiraba aplaudiendo con menos afecto la doctrina y costumbres de nuestros Padres (ardid antiguo que el enemigo usa para abrigar las dolencias del alma) no dando acogida a la medicina que por medio de la predicación se experimenta. Deseando pues conquistar la gente montaraz y esquiva y granjear aquellos pueblos para la eterna salud se enviaron unos Padres misioneros y aunque a los principios hubo sus dificultades por la desazón de personas menos afectas, con todo, con paciencia y tolerancia se vencieron y se dio principio a la misión gloriosa. Y para que se vea que siempre las cosas espirituales y divinas se entablan con trabajos, molestias y oprobrios, después de tantas murmuraciones como se sembraron y se oyeron los sermones y los púlpitos hablaron y la palabra divina fervorosamente se divulgó y en conversaciones particulares conocieron la edificación del proceder tan religioso, commota est tota Civitas, toda la ciudad se conmovió; y con ocasión del Jubileo fue tan crecido el número de generales confesiones que no se puede significar. De noche y de día asistían al confesonario sin dar vado a tanto tropel de penitentes. Consultaban los remedios de sus conciencias, componían sus negocios, hacían a tiempo sus descargos y testamentos. Aquí se desarraigaron los amancebamientos profundos, enemistades continuas se deshicieron; y concordes ya, vecinos y moradores daban gracias al cielo que tan desconocido bien había arribado a sus umbrales. Lo que les enternecía el animo era ver en sus tierras llamar los niños con campanilla a la doctrina cristiana y predicar a los indios en su lengua y acudir al pobre, al triste, al desventurado con tan lindo semblante como al principal caballero. Entre los demás casos que sucedieron en esta ciudad al tiempo de la predicación de los Padres sólo eligiré al [Pág. 204] presente, por ser más memorable en que se muestra la gran paciencia y misericordia de Dios en sufrir a hombres perdidos y desalmados hasta traerlos a la verdadera y sana penitencia. Había aquí un hombre de vida y de costumbres impías que después de casado dio en aborrecer su mujer a quien, fuera de maltratamiento de pa239.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

labras injuriosas, determinó matarla. La mujer era virtuosa, buena cristiana, de grande ejemplo, sufridora y benigna; acudía al cielo por el remedio único de sus trabajos que le acudió notoriamente a pesar de la malicia y disposición atrevida de su marido, el cual, para ejecutar su intento con el color menos ruidoso que posible fuese, se partió a la provincia de unos indios, grandes hechiceros, pidiéndoles algún veneno para su inicua pretensión. Diéronle un linjge de gusanos tan venenosos y pestilenciales que en tocando la carne la abría hasta los huesos y si llegan a los dedos y mano, la derriba. Envolvió destos tres en un pan que comió la buena señora en su inocencia y cuando el mal hombre entendió que reventase o cayese muerta, vio, que sin lesión alguna se conservaba; quedó admirado reconociendo que sin duda la ayudaba el cielo; pero revolviendo más en sus pensamientos, segunda vez atizado del demonio, propuso de quitarle la vida. Estaba en esta sazón la mujer en una heredad, algo lejos de Pasto; parecióle buen lance, previene dos bocas de fuego, una para sí, otra para un amigo; dícele que le ayude en aquella disposición y si no que le mataría primero. Ya por los fueros de su dañosa amistad, ya por temer algo, tomaron dos caballos valientes y saliendo cerca de la media noche, a buen espacio del camino que estaba recién llovido y pantanoso, oyeron unos lamentables gemidos en el desierto, que como eran a tan desusada hora, les solicitó el temor; mas como eran dos hombres animosos y armados, exhortándose el uno al otro allegaron a un pantano y en él hallaron un religioso lego de la orden del glorioso Padre San Francisco y junto a él un caballo [Pág. 205] bien flaco y macilento, ambos empantanados hasta los hombros en un barro pegajoso. Ayudáronle a salir compadecidos de su trabajo en una edad tan anciana y en un aprieto tan sin socorro y subiéndole a las ancas de un caballo que era más valiente, al proseguir el viaje el religioso, oliendo la pólvora y viendo las escopetas y por aquel desierto, y en aquella hora, recelando algún mal pensado caso, comenzó a disuadir los pasos que llevaban diciéndoles, que advirtiesen en el peligro de su vida y más de sus almas que no encubría la noche las culpas tan manifiestas a los divinos ojos, que Dios que disimula [y] castiga al fin, que la cuenta estrecha y la muerte es certísima. 240.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

Enfadado el hombre de los consejos, sobre decirle injuriosamente que callase, arrojó al anciano religioso del caballo y encaró la escopeta para quitarle la vida, cuando al mismo tiempo se le cayó al hombre el caballo muerto y la escopeta se le desvió, quitada ocultamente de las manos y rodando por los suelos, estuvo casi sin pulso hasta que desahogándose del espanto echó de ver que aquellos eran suaves avisos de Dios. Desistieron de lo pensado y dejando al fraile volvieron segunda vez a la ciudad con propósito de enmendar la vida. Con esto se fue a dar cuenta de sus derrotados intentos a los Padres y con sus saludables consejos se recobró algún tanto pero no de suerte que el demonio no le borrase de la memoria el bien que había concebido; y poco a poco, llevándole con unas profundas tristezas y mortales melancolías, le solicitó a que se ahorcase para dar fin a las congojas que traía represadas en el alma. Y así, habiendo caminado algunas horas para la ejecución desesperada, alumbrado de la luz del cielo, volvió sobre sí, ¿qué es esto que hago? ¿Qué pretendo? ¿Qué locura es la mía? ¿Dónde voy precipitado? ¿Así me despeño a un mal que no tiene fin? Con esto dio la vuelta al Padre lleno de arrepentimientos, consolóle, diole ánimo para resistir, avisos para mejorar descubriendo el lazo que se [Pág. 206] armaba y la tragedia en que se metía; y mezclado el amor con alguna severidad, reprendió sus locas imaginaciones de un hombre cristiano que tan fácilmente concedía con ilusiones de su enemigo, que le perdía por eternos espacios. En esta ocasión lloraba y gemía haciendo deliberaciones de ayudarse a ser salvo, mas como las antiguas costumbres y los hábitos de las sendas viciosas y el enemigo antiguo poseedor revuelve contra los que se le van de sus manos; y así, obstinados combates de fieras tentaciones, le persuadieron segunda vez a despeñarse en un río arrebatado que dista como cinco leguas de la ciudad. Para esto pues salió a los campos y robando a un indio el caballo que traía en breve se le cansó y lleno de desesperación comenzó a echar juramentos y reniegos y ofrecerse al demonio, invocando todos los espíritus del infierno. Con todo, le pareció remediaba el desatino con quitar a otro indio su caballo; y haciéndolo así en jornada de un cuarto de legua se le cansó de manera que no era factible el pasar adelante. Aquí se ejercitó más 241.


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la impaciencia y entre blasfemias contra Dios y los santos, dando mil palos a la bestia a quien Dios detenía para que no le llevase a su despeño, la dejó en fin; y tercera vez tomó otro caballo, al parecer muy bueno, y habiendo repechado en un altillo donde ya el río de su sepulcro se divisaba, atajándole Dios los pasos que tan sin discurso daba a su perdición, y mirando a sus antiguas misericordias, levantó un viento recio de un huracán furioso y en una nube negra, cercando a este hombre desalmado, le derribó con gran violencia del caballo y del crecido golpe, perdiendo los sentidos, estuvo por tres horas enajenado hasta que pasando el tiempo, abrió los ojos, hallóse tendido en los suelos, acordóse de lo pasado y echó de ver que Dios clementísimo le daba aquellos golpes para que volviese en sí y reconociese el estado de su vida perdida, de su tiempo mal gastado, de sus dañados intentos, de sus ingratitudes, de su obstinada per[Pág. 207] severancia en tan locos despeñaderos. Diole el cielo un rayo de su luz y atinando con aquella verdad de la pacífica vida que gozaba el justo, dio vuelta a los Padres y refiriendo sus desmanes, se rindió a Dios muy de su voluntad y mudó totalmente la vida con conocidas muestras de verdadera penitencia. De esta ciudad a la de Popayán157 dieron los pasos los Padres antes que allí hubiese fundación de su colegio que en ella está hoy158. Es ésta la cabeza del gobierno de este obispado; está fundada en una gran llanura ceñida de varios ríos de quien el principal es el famoso Cauca. Es el temple de los más regalados y apacibles de las Indias todas porque sin diferencia de tiempos se entabla en una primavera perpetua, sin experimentar los fríos, ni molestarse de excesivos calores. Toda la tierra en el contorno está lastrada

157  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, IV, 7-143; Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 255-298; José JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 141-147; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 200-218; Becerro o Sumario de la fundación, principios, progresos y otros acaecimien[tos]… Colegio de Popayán de que consta por su Archivo, por Leonardo Deubler. El manuscrito original que reposa en el Archivo de la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús, Bogotá. 158  El 16 de diciembre de 1640 los PP. Pedro de Varáiz y Bartolomé Vásquez tomaron posesión de las casas en donde funcionaría el Colegio de Popayán.

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de oro subido y de ricas y opulentas minas. Dase con abundancia el trigo, el maíz, las frutas de las Indias y otras de España. Viven en su distrito gran cantidad de morenos e indios159 en Provincias varias: parte en los cerros y montes como bestias del campo, sin conocimiento alguno del criador. Unos de ellos se llaman los Sindaguas160, a cuya conquista salen cuatro capitanes para rendirlos a la nación española y darles el conocimiento y cultura de la fe cristiana. Son ellas gentes de las más crueles y sangrientas que encierra el occidente. Comen carne de hombres. Andan totalmente desnudos sin empacho de los humanos ojos. Unos a otros se matan y se comen, en sus juntas y borracheras usan una de las más significativas crueldades que jamás los hombres inventaron porque cuando están más poseídos del vino y más llenos de la furia de la embriaguez que les ocasionan sus bebidas, eligen uno de los presentes y plantándole en medio vivo como está le dan tan fieros bocados que ensangrentando sus bocas le arrancan las carnes como con tenazas con los dientes; vanle comiendo unos y otros y le dejan tan mon[Pág. 208] do que no restan sino los huesos puros como si cayese en manos y garras de tigueres [tigres] y leones; donde es de advertir que en aquel horrendo espectáculo ellos le comen con gusto y él se da de buena gana para que le coman pareciéndole que a su Dios hace un especial servicio y a su nación un sabroso plato. Esta es la gente que vive en estos cerros y pasa la vida desdichada en estas cordilleras tan sin lumbre del discurso humano que no parecen sino fieras de la montaña en sus costumbres. Sólo a los Padres de la Compañía estiman y sólo a ellos admiten; y luego en viendo religioso o clérigo preguntan si es de los Padres santos; y algunas veces no han querido admitir a otros doctrineros por no ser de la Compañía de Jesús. Merced que Dios nos hace,

159  El P. Juan de Velasco trae la tabla de las antiguas naciones de Popayán. Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 297-298. 160  Sindaguas. Su verdadero nombre era Malla. Véase: Sergio Elías ORTIZ. Prehistoria. Tomo 3: Lenguas y dialectos indígenas en Colombia Bogotá, Academia Colombiana de Historia, Ediciones Lerner (1966) 301-311.

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obligación grande en que nos pone para que seamos tales cuales a una los más bárbaros nos publican. Diose principio a la Misión en esta ciudad, asistió el Obispo y Gobernador a los sermones autorizando con su presencia los ministerios santos. El pueblo que tiernamente nos ama, nos seguía, la moción era mucha, la frecuencia grande, las confesiones sin número, de noche y de día no cesaban de pacificar discordes y dar amistad a desavenidos, con que el fruto fue singular y la honra de la Compañía crecidísima y la gloria del Señor aventajada. Aquí conocieron manifiestamente cuánto importaba a su República tener un colegio de la Compañía fundado que fuese el alivio de sus desconsuelos, el aliento de sus trabajos, la enseñanza de sus hijos, el consejo de sus determinaciones y el buen regimiento espiritual y temporal de sus negocios. Con esta voz la gente se animó tanto que cada cual quisiera ser el benefactor de tan insigne obra. Ofrecieron liberalmente los vecinos de sus haciendas, en especial el Señor Deán de aquella Catedral161 que se ha mostrado el más aficionado de nuestra Religión; el mismo intento siguen las ciudades vecinas por el bien que [Pág. 209] se merecen participar. El Señor Obispo162 y Gobernador lo fomentan y no tienen otros pesares sino que se hayan volado los tiempos sin que se haya puesto la mano a la ejecución mostrando claramente el consuelo y gozo que tienen concurriendo a una obra universal en los bienes divinos cual es fundar un colegio de la Compañía de Jesús de donde han de manar crecidísimos bienes a sus vecinos y moradores. No fueron estas atenciones solas de la presencia humana que con los tiempos se acaban y con las mudanzas de la vida se envejecen porque de tales principios se fue la causa solicitando hasta que el día de hoy, con aplauso común tiene la Compañía colegio fundado en la ciudad famosa de Popayán. De aquí tomaron los nuestros el camino a las ciudades de Cali y Buga, las cuales hicieron tan grande aprecio de la venida de los Padres que

161

Francisco Vélez Zúñiga. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 208-209.

162

Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la iglesia. 200-202.

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así como tuvieron noticia que estaban cerca los misioneros se anticiparon con las honras en el recibimiento autorizado de lo más lucido de las ciudades; cosa, que pareció admitir, aunque no decía tanto con lo humilde de la profesión, porque de verdad, en estas tierras donde no se ha visto nuestra Religión es necesario dar lugar a estas honras porque el aparato de este exterior aplauso abre el camino para el interior aprecio y más entre gente plebeya y entre morenos e indios que tanto se dejan llevar del concepto de estas cortesías magníficas, que sin ellas no estiman las sólidas enseñanzas. Lindos sitios de temple algo caliente si bien acariciado de caudalosos ríos que abundan de nobilísimos pescados, todo grano se ve en aquella tierra y todo género de excelentes frutas. Con esta abundancia y con tan poca doctrina bien se deja entender que en las ciudades dichas sería grande la necesidad de la predicación y fervor de nuestros Padres. Entraron, pues, y en ambas se confesó casi toda la gente generalmente y venían con tanta devoción a los pies de los [Pág. 210] Padres que lo primero era bañarse de lágrimas admirándose de que se hallasen con tanto bien como era verse con confesores de la Compañía. Unos decían, es posible, que el deseo que he tenido cuarenta años, se me ha logrado? Otros, hoy empezamos a ser cristianos. Otros, qué dichosos somos en gozar de nuestros amados Padres. Y a vueltas de estas y semejantes razones, el llanto tan copioso y abundante que en grande espacio no podían principiar la confesión y los gemidos tan grandes del corazón que se oían en la Iglesia toda y provocaban a llorar a los que aguardaban su vez para confesarse. Con esta buena disposición se hicieron importantísimas confesiones de más de treinta años, algunos matrimonios se revalidaron y casados muchos tuvieron paz y entre muchas discordias envejecidas y de muchos enredos se hallaron las amistades loables y cristianas. Y no es menor el fruto que se cogió en desterrar ignorancias y supersticiones que con falta de hombres doctos se habían con los tiempos introducido y quedó la tierra edificada de la religión de los nuestros, consolada con sus sermones, enseñada con sus doctrinas, alumbrada con sus ejemplos y todos bendiciendo la felicidad de los que tienen en sus tierras fundados colegios de la Compañía de Jesús.

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Empleos nuevos en las Provincias de los Paeces y Guanacos, en la jurisdicción y gobierno de Popayán Hay unas Provincias casi al oriente que se intitulan Paeces163 las cuales divide de la ciudad de Popayán una eminente cordillera de sublimes riscos [Pág. 211] que dicen atraviesa esta América. Es el nombre general. A todas que les dio el famoso Páez, río caudaloso y apacible que las riega y las baña. Tiene su nacimiento en un volcán de nieve a cuyas faldas se muestran ruinas antiguas de la ciudad de San Vicente, asolada con un alzamiento de los gentiles. Bebe este río las aguas de muchos de no pequeño caudal, rápidos algunos, otros prodigiosos y profundos, que al entrar en él pierden su nombre y apellido y sólo el Páez le conserva hasta llegar al Río Grande de la Magdalena. Los principios son el río de las Moras de la Zambla, el de Olloraz, el de la Plata, Narváez y otros de menor porte en cuyas playas, cerros y quebradas y faldas de la cordillera viven los indios salpicados por extensión de leguas y el temple de la tierra es frío por las vecindades de la nieve; la que tiene el abrigo de los cerros las orillas del Páez es caliente, la intermedia templada. Viven en estos montes osos, tígueres, leones, dantas, venados, armadillos y otros géneros de animales exquisitos, menos conocidos por sus propios nombres. Son varios los frutos que se cogen; los comunes son del maíz, de la yuca, la batata y alguna caña dulce, pepinos y otros linajes de sustento humano. Algunos de los indios van desnudos y otros mal vestidos y lo común son pobres cifrando todo el regalo de la vida en el beber y en el mascar la coca. No se sienten en aquella tierra tempestades, ni las nubes granizan, ni despiden rayos; sino que gozan lo más del año de algunos páramos leves y aguaceros con que puedan con facilidad hacer sus rozas y sementeras. Es la gente de esta provincia bien proporcionada164, indios de valor y de buen cuerpo que usan cabelleras tendidas por la espalda, traen las cabezas atortadas por ostentar mayor ferocidad para lo cual las madres, cuando son 163  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 360-370. 164  Indios paeces. Véase: Horst NACHTIGALL. Tierradentro. Archäelogie und Ethnographie einer kolumbianische Landschaft. Zurich, Origo Verlag (1955); Graciliano ARCILA VÉLEZ. Los indígenas paez de Tierraentro, Cauca, Colombia. Medellín, Universidad de Antioquia (1989).

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niños, apremian con dos tablas las cabezas por muchos meses hasta que van creciendo. Así también, heridas de los dolores del parto escogen las orillas del río: allí paren, [Pág. 212] allí se lavan, allí luego en las aguas frías bañan a sus criaturas para que comiencen a curtirse en los trabajos de la vida. El traje es casi el común que usan los naturales del occidente, solo las mujeres y aun los hombres llevan en vez de sombreros contra el sol y el agua unas cestillas labradas de las cañas de la tierra, del tamaño de una escudilla, que pendientes de la garganta sirven de medida o de espuerta en sus mercados. Labran el rostro de varios matices y toda su gala la cifran en dibujar sobre lo negro muchas listas de amarillo y de colorado ofreciendo a la vista semblantes fieros y monstruosos. Añaden a sus fiestas guirnaldas de vistosas plumas sobre cierta felpa que forman de los cabellos que se quitan dejando caer unos capellares hasta la cintura con borlas de cascabeles y caracoles. Son sus casas de estos ovaladas, vienen a ser como los sepulcros porque encierran dentro del corazón de una casa (que es sin salas y sin aposentos) las camas, las cocinas, los perros, los gatos, los niños, chusma y la familia toda. Bien se deja entender cuán lejos estará de la limpieza y cuán ocupadas de intolerable hedor. La cama de estas naciones es el suelo duro. Sus frezadas y sabanas, la camiseta que visten; y su colchón unas tristes pajas donde si a caso el viandante pasajero se hospeda tiene para la noche un insufrible ruido de flautas y atambores fatigándole la respiración y vista del humo de sus candelas con un enjambre de niguas y pulgas que martirizan los cansados huéspedes. El mayor sustento (como ya he dicho) de esta gente es el beber y el mejor regalo borrachear; el plato les hace la yuca y el maíz el brindis; y a vueltas de esto guiando en una rueda una mal compasada zambra de bailes disonantes; silba una flautilla al sonsonete del tambor; con esto acompañan un tropel de superticiosos devaneos. Hay unas pequeñas chozas en donde apenas cabe una persona sentada y tiene la compuerta como la boca de los hornos: aquí encierran las mujeres cuando padecen la mi [Pág. 213] serable servidumbre de su ordinaria y común dolencia. 247.


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Otro rito es muy observado de los caciques cuando quieren emprender las jornadas ambiciosas de su fiereza, salen al monte y en la eminencia de los peñones que miran a los ríos se dan por meses enteros obstinadamente a rigidísimos ayunos; y también a sus juegos que llaman guaches donde a vueltas de flechazos se sueltan las hondas y cruge la piedra. Preceden sus ceremonias el día antes: van las mujeres a llevar las piedras y en lugar del festivo palenque las dejan por las espaldas caer sin que les toque la mano. El Mohán sacerdote las bendice y ellos durmiendo aquellos días fuera de sus casas llenan de alaridos y vocería los montes, que es verlos a la manera del fuego, todos plumas, todos colores, con la flecha, con el arco, la rodela, la honda, gritando y bailando al compás de la flauta y el tambor. En viéndose en la plaza se disparan lluvias de flechas y granizan nubes de piedras: unos saltan, otros gritan, unos mueren, otros caen heridos y todos heridos y matadores son triunfantes poniendo por cláusula del festejo tres días de borrachera y bailes. En los entierros no les falta por una parte su compasiva disposición y por otra su bárbara fiereza. Donde uno muere, primeramente se pega fuego a la vivienda y a las alhajas como ya tocadas de la mortalidad juzgando, que pues faltó el principal dueño, no es razón que se reserve de las cenizas y polvos lo menos digno. Luego amortajan el cuerpo doblándole en los hilos artificiosos de una red y ocultan en el monumento cavado en la tierra porque no se oprima; y a los caciques y capitanazos de sus ejércitos los ponen en unas tinajas sentados y a las manos el cuento de una lanza y así encerrado en la bóveda que fabrican para el efecto la llenan de calaveras en señales auténticas de sus vencimientos. Dejo los abusos del gritar cuando padece la luna sus eclipses. Dejo el silencio que observan al pasar los páramos165. Dejo las divinaciones que forman a las vistas de culebras, cantos de tór [Pág. 214] tolas, encuentros de animales que todo es un manantial de fantasías diabólicas. En medio del golfo de esta obscuridad es muy antigua la lumbre que les amanece del Criador; sienten del cielo bajamente, nada esperan de sus 165  Leyenda del Juantama. Georg BÜRG. “Beitrag zur Ethnographie Südkolumbiens auf Grund eigener Forschungen”. En: Ibero-amerikanisches Archiv, vol. XI, núm. 3 (1937) 333-375.

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premios, nada recelan de sus castigos, que todo lo confunden imaginando a sus almas como las de los brutos sin que acaben de atinar con la inmortalidad de su hidalguía y con el beneficio de la resurrección. De esta suerte viven sin noticias del Hacedor, sin observancia alguna de la buena ley, sin sujeción a sus caciques, rebeldes obstinados al español, conservando las cenizas calientes de un alzamiento antiguo de más de 80 años a esta parte. Estaban ya más suspensos estos indios el día de hoy y ya han vuelto a refrescar sus guerras [y] matanzas. Usan de flechas y dardos que tiran diestramente y lo más ordinario lanzas de a veinticinco palmos con las cuales se ayudan a subir los montes y bajarlos con tanta destreza y velocidad que no parece sino que van volando los riscos sin que nadie les pueda dar alcance. Éste es el estado de esta gente, el rito y costumbre de su nación y el aparato con que enviciados en sus supersticiones miserablemente padecen acabando en la idolatría que viven sin que haya habido remedio de conquistarlos. Verdad es que diez leguas más arriba de este río Páez estuvo antiguamente fundada una ciudad que se llamó Segovia166 y cerca de los indios Quincihances167 hay en un cerro labradas muchas bóvedas y aunque el cerro se ha hundido a plomo quedan rastros que aquellas molduras y colores; no eran artificio de indios sino que, como ellos dicen y es tradición de padres a hijos, que aun antes que entrasen españoles vino un hombre que vestía así como ellos y queriéndoles predicar como indio, viendo su terquedad y división, se partio sin hacerlo. Debía de ser uno de los Apóstoles del Señor de quien hay por estas partes algunas noticias de haber pasado predicando a sus moradores168. 166  Ciudad Segovia. INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Los nombres originales de los territorios, 28. 167

Indios quincihances.

168  Esta leyenda era común en tiempos coloniales. Cuando Pedro de Mercado trata de la yuca dice: “Su pan lo hacen de unas raíces que los españoles llamamos yucas, y es tradición y sentir común que la plantó en estas Indias el apóstol Santo Tomé, cuando las honró con sus sagradas plantas”. Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, II, 260. Es interesante conocer el capítulo XLIV de la Historia de los Abipones, que el P. Dobrizhoffer dedica a la presencia de Santo Tomás en América: “El Padre Antonio Ruiz de Montoya, compañero de los Padres Cataldino y Mazzeta, tan célebre por las tareas realizadas como

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[Pág. 215] Después de esto han entrado por aquellas tierras algunos Padres de la Compañía y entre ellos el Padre Gerónimo Navarro169, varón apostólico, que pasando aquellos crueles páramos y calurosos temples vino a enfermar de venenosa calentura y llegando a la tierra de estos bárbaros, agravándosele la enfermedad labró una pequeña choza y capilla y haciendo que le llevasen a la Iglesia, allí, con sumo desamparo de las cosas de esta vida dio el alma a su Criador en demanda tan gloriosa. El cuerpo le enterró el cacique y los indios bárbaros en la iglesia y le tiraron con una soga y dejándole caer con su vestido y alhajas en el hoyo vino a hacerse con el tiempo aquel lugar una montaña.

por sus virtudes, en su libro que tituló La Conquista Espiritual del Paraguay expone argumentos, y no pocos ni fútiles, con lo que demuestra que Santo Tomás Apóstol predicó la ley de Cristo no sólo en las Indias Orientales, sino en algunas provincias de América. Con éstas y otras pruebas acerca de este tema nuestros confiados belgas se atrevieron a decir en el libro titulado Imagen del Primer Siglo de la Compañía de Jesús, hoja 68: ‘In remotissimis illis Paracuariae provinciis tantum ubique inter Barbaros memoriam, vestigiaque sancti Thomae Apostoli invenere socii ut dubitare non possit, Apostolum istic olim fuisse’. Y es cierto que no queda ningún engaño ni lugar a dudas, afirman los buenos varones, pese a que críticos e historiadores europeos lo niegan a una voz […]. Y no pienses que sólo los indios y los Jesuitas enseñados por ellos afirman que Santo Tomás fue huésped y maestro en América. Ilustres historiadores, tanto españoles como portugueses sostienen esa opinión y la hacen verosímil con argumentos no despreciables. Entre muchos, tomo unos pocos: Antonio de la Calancha, en la Historia del Perú, libro 2, capítulo 2; Juan Torquemada en la Monarquía Índica, parte tercera, libro 15, capítulo 49; el ilustrísimo Obispo Piedra Hita en la Historia del Nuevo Reino; Bartolomé de las Casas, Obispo de Chiapa, en la Historia Mejicana; el Padre Alfonso de Ovalle en la Historia del Reino de Chile, libro 8, capítulo I, último parágrafo. En la Historia Peruana que escribió Garcilaso de la Vega, nacido en el Perú de madre descendiente de los incas y de padre español, consta que aquellos 384 reyes peruanos conservaron con gran veneración en la ciudad de Cuzco una Cruz en el lugar del palacio real que llaman Huaca. Del admirable culto a esa Cruz algunos historiadores argumentan que la religión de Jesucristo fue traída por Santo Tomás al Perú, a Chile y a las provincias limítrofes; pero la mayoría de los historiadores se ríen. De mayor autoridad para mí en este asunto es nuestro Padre Antonio Vieira, portugués, orador real de Lisboa y apóstol en Brasil”. Martín DOBRIZHOFFER. Historia de los Abipones. Traducción de Clara Vedoya de Guillén. Resistencia, Universidad Nacional del Nordeste (1970) III, 382-383. 169  Gerónimo Navarro. Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, IV, 366-374.

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Muerto este Padre tan lejos estuvieron de desmayar los nuestros que luego por los años de 36170 se animaron los Padres y discurriendo la tierra, trabajaron por espacio de un año en estas Provincias interiores traduciendo el catecismo y oraciones en la lengua natural, erigiendo algunas iglesias y reduciendo los indios a poblaciones. Solo hubo un embarazo para la continuación que acedó todo el empleo, que viendo así los Padres missioneros como los Superiores que el Señor Obispo de Popayán y Gobernador que entonces eran171, no les querían dar estas doctrinas en propiedad, ni que bautizasen sino que juntasen los indios y los dispusiesen para dar el fruto de los trabajos a otros. Reparando en esto y que en otras partes había ocasión sazonada para misiones donde el fruto sería más cierto y el agradecimiento mayor, determinaron de dejarlas y salieron de aquellas Provincias los Padres hasta que estos años últimos por nuevas súplicas del Señor Obispo de Popayán y de otras personas celosas del honor divino y de la salud de las almas se encomendaron gozosamente estas reducciones a la Compañía de Jesús172. Lo primero en que insistieron los Padres fue en explorar todas las Provincias de aquel partido pasando cordilleras, subiendo los páramos, sufriendo los soles, padecien[Pág. 216] do hambres, tolerando las haberías que entre montañas espesas y caminos cerrados se pueden imaginar. Al repechar la Provincia de Taravira173 vieron venir a ellos un hombre feroz, que se deslizaba con una lanza la cuesta abajo con toda velocidad; era el aspecto de los más feroces que se habían visto, ya cano en la barba, ahumado el rostro, el cabello desgreñado con un sombrerito de palma de copa levantada, 170  En 1636 entraron los PP. Gaspar Cujía y Nicolás Maldonado pues el P. Gerónimo Navarro había fallecido en 1633. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 362. 171

El obispo era don Diego de Montoya y el gobernador Lorenzo de Villaquirán.

172  En 1640 el obispo Francisco de la Serna nombró doctrineros de los paeces a los PP. Francisco Ignacio Navarro y Juan Rivera. 173

Provincia de Taravira

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atortada la frente, y en el senblante lleno de arrugas, la boca denegrida con la continua coca y cal que mascan, mal formadas y desentonadas palabras, ojos pequeños y encarnizados, las uñas crecidas y todo el pavor a los que le miraban. Emparejó con los Padres y cierto no dejó de causarles gran recelo especialmente cuando supieron de la guía que llevaban que era un cacique llamado Paimoco, tenido de todas aquellas naciones por famosísimo hechicero; y más, cuando llevándolos a su casa los saludó diciendo fuesen bien venidos que si muriesen los enterraría como al otro Padre (era éste el que enterró al Padre Gerónimo Navarro). Después, con las pláticas se templaron los temores de los nuestros: ofrecióles su casa pero como estaba llena de trastes, de humo y de mujeres, se fueron a una choza; y los días siguientes dando vuelta a otras Provincias, caminaron a Tobayma174 donde en casa de un cacique más amigable había un indio ladino. Allí comenzaron los Padres a hacer catecismo y tomar noticia de la lengua de suyo bien difícil de pronunciar y más de escribir. Nadie podrá entender cuanto le pasa en esta traducción de molestia y trabajo porque el indio intérprete se enfada a cada pregunta y apenas percebía él la propriedad de la lengua española, ni era capaz de distinguir los misterios; con que todo era confusión en las respuestas y en las preguntas. Con estos desproporcionados aparatos no se perdía el ánimo sino que fiados en Dios que los llevaba y por cuyo amor se exponían a tan auténticas molestias y peligros, se derrotaron la tierra más adentro [Pág. 217] hasta llegar divertidos a las orillas del río Páez, encontrando un español práctico en aquella tierra con cuya diligencia y ayuda de los indios que agasajaron comenzaron unos a traer palos, otros a desmontar y otros a descubrir la antigua ermita y a llanar el suelo dando principio a la iglesia y enarbolar la Cruz el día del Apóstol San Francisco Javier. Aquí trabajaron los Padres como si fueran albañiles en la fábrica de las iglesias, trayendo piedra, amasando el barro, cortando maderas y abriendo cimientos y cuando ya se suspendía el trabajo del edificio trasnochaban en aprender la lengua, traducir catecismos y oraciones y liquidar preguntas 174

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Tobayma.


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que no era pequeña la molestia, por no poder distinguir nombres, verbos y tiempos de este idioma, para reducir al método la enseñanza. En este tiempo se dividieron los Padres, el uno se partio a la Provincia de los Guanacos otro quedó en los Paeces175 y así dividieron entre sí las Iglesias de aquellos montes y cada uno según lo descubierto, le cupo la enseñanza de doce caciques o Provincias, campo ameno para trabajar si la salud fuese estable y las fuerzas alcanzasen a tan inmenso trabajo. Pero como el pasar cada día por tan diversos temples, ya rígidos con los fríos y páramos, ya calientes con el calor excesivo, ya sumidos en lagunas, pantanos y quebradas, mal vestidos, casi sin camisas, siempre mal sustentados, siempre hambrientos, durmiendo en los suelos entre mil animales ponzoñosos y a bien librar en una red pendiente de unos árboles por evitar el veneno de las culebras, o cuando mucho en unas barbacoas formadas como zarzos de carrizos. Con tanta incomodidad es fuerza que la naturaleza descaezca y se rinda a los achaques penosos y fiebres malignas como acaeció a uno de los Padres Misioneros176 que en medio de tanto tropel de desventuras humanas enfermó gravemente en el mayor desamparo que pensar se puede. El otro compañero, aunque muy distante, luego que cobró [Pág. 218] noticias de la enfermedad se dio a salvar las montañas para ir a socorrer a su dolencia con el mayor regalo que ofreció la tierra que venía a ser raíces de monte y frutas amargas y silvestres que arrojan los peñascos, que estos son los alivios después de tan crecidos trabajos y tantos que no hay reducirlos a cuenta, ni exagerarlos con algunas plumas de elocuencia aventajada. Pero todo esto es momentáneo y levísimo por acudir al desamparo de estos tristes y desventurados indios y lograr en ellos la sangre del Señor que los crió, redimió tan a costa suya. Ni esto es aún la mayor penalidad porque en la enseñanza y la cultura de esta gente se atraviesan tantas otras penas que es necesaria una paciencia grande y tolerancia consumada con estas desconocidas naciones llevando su ingratitud y esperando a que de la peñadura broten aguas dulces y cristalinas.

175

Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América Meridional, 276-278.

176  El P. Francisco Ignacio Navarro.

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Es la tierra esparcida y la gente vive sin pueblos, una casa tiene en un cerro y otra en la quebrada, en la montaña otra; la cual división acrecienta la dificultad de enseñar y más cuando las quebradas crecen, o las lluvias son muchas que entonces ni al llamamiento de los Padres obedecen, ni a las voces de sus caciques; los más lejanos apenas quieren venir y se excusan con sus labranzas y sementeras y otras veces con enfermedades fingidas y así huyendo de nosotros en muchos días no se dejan ver, ni tratar. Todos estos estorbos y malignos embarazos se han de llevar con grande aliento del corazón y una divinísima paciencia que pensar que se han de plantar iglesias y reducir a gente tan poseída de el demonio desde sus antiguallas sin pasar graves dificultades es crecido engaño. La ignorancia de la ley nueva les acobarda y el pavor del español les contradice. Con todo eso, como Dios es el que autoriza esas misiones y la buena ejecución y la salida de tanto embarazo depende de la disposición de su santísimo poder se allanan las más crecidas dificultades y en las incultas selvas se da [Pág. 219] la mies copiosa y en la enferma gentilidad la verdadera salud. Con esta ayuda los dos Padres han levantado en estas Provincias doce iglesias y han lavado con el santo bautismo muchas almas y han traído al conocimiento de Dios buen número de gentiles y llamado a la doctrina los indiezuelos que con algunos diges y premios han grangeado y con un linaje de música y danzas amansado su esquivez. Dios dé la luz consumada a estas gentes bárbaras y aliente tan loables principios con enviar varones santos y celosos del divino honor y que aspiren ansiosamente a socorrer tan extremas necesidades cuales son las que padecen estas miserables naciones.

Entrada de los nuestros a los Mainas por la angostura del celebrado Pongo y descubrimiento de la gran Cocama Veintiuno se contaron del mes de octubre por el año del Señor de 1637 cuando se dió principio a la gloriosa empresa de los Mainas177 y Giberos 177  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 471-540; José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 341-348; Sandra NEGRO. “Maynas, una

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[ Jíbaros]178 y a los vecinos de la gran Cocama179. Tuvo mil ansias consagradas de los nuestros a esta dichosa Misión que desearon el empleo de la salud de tantas gentes como habitan pasando la Angostura tan temida de Pongo, a un lado de las riberas apacibles del Marañón. Vino a conseguirse con la solicitud de Don Petro Baza de la Cadena, Gobernador y Capitán general de la ciudad de San Francisco de Borja180, cabeza de gobernación de los Mainas, caballero a quien debe nuestra Religión crecido afecto y esta misión. Salieron pues dos Padres para ella del co[Pág. 220] legio de Quito, acompañados de los demás con el deseo y tardaron en el viaje tres meses y medio ya por forzosas ocupaciones del Señor General, ya por la espera de canoas en Jaen de Bracamoros que es puerto del Río Marañon por aquella banda. No fue la detención inútil porque mientras se vencían dificultades y se atropellaban estorbos y otras cosas útiles se prevenían publicaron los Padres el Jubileo de la misión en las dos ciudades, de Loja y Jaen de Bracamoros; hicieron muchos sermones en el día, muchos ejemplos en la noche, donde eran más sin número los concursos de la gente pobre y necesitada,

misión entre la ilusión y el desencanto”. En: Sandra NEGRO y Manuel María MARZAL. Un reino en la frontera. Las misiones jesuitas en la América colonial. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú (1999) 269-299 ; José Félix HEREDIA. La antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus Misiones entre infieles, 27-29. 178  Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 427-436; José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 361-372. 179  Juan de Velasco establece la siguiente visión de la zona. Fueron siete los partidos: “1.º, del Marañón alto o propio Mainas, con sus dilatadísima nación; 2.º, del Pastaza con seis menores provincias; 3.º, del Sur del Guallaga con dos grandes provincias, por 150 leguas; 4.º, del Norte del mismo Guallaga, con cuatro Provincias; 5.º, del Marañón bajo con tres provincias; 6.º, de la Gran Cocama; 7.º, del bajo Ucayale” (Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 481. Véase: José Félix HEREDIA. La antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus Misiones entre infieles, 22, 30 y 35. 180  Sobre la ciudad, véase: Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 471-473. Sobre la fundación de San Francisco de Borja, véase: José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, 336; José Félix HEREDIA. La antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus Misiones entre infieles, 22 y 29.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

que por falta de vestidos y adornos, no podían con decencia gozar los sermones de el día; el aplauso era común, la admiración mayor de ver el tesón tan infatigable de los nuestros que entregados desde nacer el sol hasta ponerse, en oír confesiones y predicar; pasaban la noche en continuas vigilias porque el rico se aprovechase y no careciese el pobre del remedio del alma. Nunca vio aquella tierra tan desusada piedad, ni tal desengaño de lo visible, ni tal aliento a lo permanente y a lo eterno. Decían a voces por las calles que el cielo se había abierto, que Dios había entrado por sus puertas, que la misericordia les había buscado, que se había acordado de ellos y el Señor llevándonos a sus tierras para bien suyo. Apenas hubo persona que no ganase el Jubileo teniendo gran aprecio de nuestros ministerios; y con haber otros sacerdotes religiosos a porfía nos buscaban en el día y en la noche pareciéndoles que de nosotros pendía solamente su consuelo. Personas en quien vive el celo de la virtud y cristiandad nos daban los parabienes alabando al Dios de los Santos que así se servía de los trabajos de la Compañía de Jesús. Aquí se vio un fervor tan crecido cual nunca oyeron sus moradores en los días de la Semana Santa no sólo por la frecuencia de las comuniones y de las confesiones (entre ellas más de doscientas generales) muchas de personas muy necesitadas sino también por la piedad de [Pág. 221] muchos, se adelantó públicamente a penitencias. Quién dirá la estirpación de vicios y el plantel de la virtud? Pecados públicos y escándalos se quitaron, acabaron del todo amancebamientos arraigados, hubo mudanzas de vida y del estado huyendo del siglo y pasando a religión; los antiguos rencores se apagaron y se firmaron paces entre enemigos que con mortales odios se persiguían bajándose ante escribano de las querellas que tenían dadas unos contra otros. Éste fue el primer paso de la jornada y las primeras entretenidas de la Misión cuando ya a los 6 de Febrero el año de 38 se arrojaron los Padres al río en unas bellísimas canoas de vara y media de ancho y más de 80 pies de largo, todas de una pieza, árboles crecidos de que las montañas abundan. Navegando el río abajo se viene a dar en la angostura celebrada de Pongo, garganta estrecha del famoso Marañón y llave segura de todas las Provincias que se dilatan casi debajo de la línea hacia el oriente; es de ver aquí un raudal del mayor de los ríos que reconoce el mundo antes de ceñirse 256.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

en lo angosto de unos cerros tendido como el mar sin playas ni riberas, profundo y esplayado con los tributos caudalosos de las cabeceras de Quito y de las altas vertientes del Perú. Éste pues, el grande de los Ríos, se abrevia entre unos picachos ciñendo la inmensidad de sus aguas a una cárcel de cuadra y media y a veces de media cuadra, pasando tan picadas las corrientes de la velocidad que como cosa no oída, ni vista, a la manera de un rayo corren las embarcaciones tres leguas de longitud que tiene la angostura no sin peligro de la vida manifiesto que sólo por la salud del hombre y la gloria de tan gran Señor, fiados en su santa providencia, se podían acometer tan evidentes riesgos. De esta cárcel se vuelven las aguas a su libertad y desahogándose de la apretura forman unos tendidos y dilatados mares y lo primero con quien se topa, dejando la canal de Pongo, es la [Pág. 222] ciudad de San Francisco de Borja, guarnición de aquellas difusas Provincias que se pueblan de innumerables gentiles. Son los Mainas181 los primeros que reducidos ya del español viven por las riberas del río Pestaza en varias quebradas y lagunas, tendidas por espacio de sesenta leguas. Descúbrense luego otras naciones de Roamainas, Vrrarinas, Miscuaras, Cuires, Coronados de los cuales dice la fama auténtica que son de inumerable gente182. Treinta leguas más abajo del mismo Río, a la mano derecha, entra en el Marañon el río que llaman de Guallaga que es por donde bajó el traidor Aguirre183 con el General Ursúa y donde fabricaron los bergantines; y son tan manifiestas las señas que se dan que no ha lugar alguna leve dubitación, especialmente, que lo testifica una nación que llaman los Barbudos184, que sospechan ser mestizos, gente de grande valor, terror de la 181  José Félix HEREDIA. La antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus Misiones entre infieles, 27-29 y 31. 182  La descripción de estas naciones puede verse en: Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 490-492. 183

Astrid AVENDAÑO VERA. “Aguirre, Lope de”. En: Diccionario de historia de Venezuela, I, 93-94.

184  Sobre los Barbudos, véase: José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570, 1774, 389.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

tierra, hombres que crían poblada la barba, el color tostado por andar a los ardores del sol y desnudos a las inclemencias del cielo. Las mujeres son tan blancas que parecen españolas o flamencas: crían el cabello tan madejoso y largo que esparcido pueda servir de vertido. Tiénese por cierto que de mano esta casta de más de doscientos soldados, que por espacio de nueve meses se alojaron en la Provincia de los Aguanos185 esperando a su General y atendiendo a la fábrica de los bergantines. Estos barbudos con sus parientes los aguados ocupan de la tierra más de ciento y cinquenta leguas a lo largo y gente sin número, que en todas partes de aquellas riberas se oyen sus griterías. En frente de estos, a la otra banda del Río, se hallan los Guallagas; y en unas islas en medio los Cocamillas y en una quebrada arriba los Giberos. Aquí, no muy distantes, se ven los Cutinanos, Churitunas, Muniches, Tabalosos y otras populosísimas naciones por el Marañón abajo; antes de juntarse con el caudaloso río del Cuzco, viven los Ugiaras, Aunaras, y Uñonos; y en el mismo río sobre una anchurosísima laguna se descubren [Pág. 223] los indios de la gran Cocama con multitud de pueblos con policía, con gobierno, gente que se sujeta a sus caciques y respeta sus gobernadores. Más allá se extienden los Chitius, los Chays [Chayavitas] y los Aguanagas186 sin otras estendidas naciones que cubren las cabeceras de los montes. Son por la mayor parte los bárbaros de estos ríos187, ateistas que no conocen a Dios que a ese extremo de brutalidad les han traído sus culpas y abominables vicios y borracheras, oscureciendo la lumbre de la razon para que no vean aquel Señor que toda la naturaleza como un alentado clarín de

185  La descripción de esta provincia se encuentra en: Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 481. (Véase más arriba la nota nº. 169). 186  La descripción de estas naciones puede verse en: Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional, 490-492. En esta descripción faltan los tabalosos, uñonos y los chitios. 187  Para una mejor visión de estos indígenas remitimos al lector a: Mario CICALA. Descripción histórico-topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús. Quito, Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Polite Instituto Geográfico Militar (1994) 2 vols.

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tanto tropel de criaturas está proponiendo por único Hacedor del universo. Lo que más de admirar es que con hallarse en sus lenguas todas propio nombre con que significan un Dios no le reverencian con algún aparato. Las ceremonias y ritos que se ven en ellos parecen hechicerías, embustes y supersticiones para sus encantos y matanzas. Algún conocimiento se descubre en ellos de la inmortalidad de nuestras almas de que hay otra vida y el vocablo con que nombran a Dios es argumento que sus antepasados tuvieron noticias algunas del Criador de los cielos. Temen al demonio estas naciones como a enemigo común y muchos de sus hechiceros le consultan para el buen suceso de sus matanzas que es adonde enderezan la superstición. Los principales caciques conservan un linaje de ídolos de barro cocido, o de piedras cuya forma, ya es de hombre, ya es de sabandijas. Éste es el mayor patrimonio que los hijos heredan de sus padres; guardánlos en una cestillas muy bien aforradas y sírvense de ellos en esta forma. Al tiempo que han de ir a sus malocas o matanzas (que, como después diremos, es su más ordinaria ocupación) los desenvuelve el hechizero en su casa y con los colores que usan estas Provincias para pintarse por regocijo y gala, que son de jagua y janbo (frutas silvestres de estos montes), los tiñen a veces de negro y a veces de lo colorado y engalanados así los entronizan por su orden en unas dispuestas mesillas y el hechicero los vela [Pág. 224] aquella noche haciendo sus encantos con tabaco en humo, que es el ordinario instrumento de sus abominaciones; entre sueños y dispiertos les habla el demonio por aquellas figuras de ídolos y les anuncia el suceso de sus guerillas aunque las más veces les advierte mentiroso. Con todo respetan sus sueños como infalibles y según el anuncio se avalanzan a la precipitación de la conocida temeridad. Para estas sus guerrillas la preparación es de ver cómo se previene el hechicero, que es el capitán de la invasión con el inviolable rigor del ayuno por tres lunas continuas, o tres meses se abstienen de tratar con mujeres, de verlas, de hablarlas en su retiro, en unas chozuelas que forman para este efecto; allí guardan la clausura indispensable, pues, ni ven al sol, ni gozan de la luna sino que envueltos en tinieblas espesas maceran su cuerpo entretenidos 259.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

en los fingimientos de su alma. No comen en los tres meses ni sal, ni ají, ni carne, ni pescado, ni plátanos, ni el maíz, ni guisados de yerbas, ni frutas del monte; sólo se mantienen de las raíces de yuca (que es el pan cuotidiano de estas Provincias) y tan escasamente que en espacio de veintecuatro horas no pasa el mantenimiento de veinte y cuatro onzas. En los tres meses de su diabólica penitencia sólo conversan con un indio que sirve de explicar a las gentes sus devaneos; si sueñan tígueres es señal que han de matar a muchos; si muy feroces y bravos, juzgan que los difuntos han de ser muy valientes. Y en estas fantasías supersticiosas, enajenado entre tanta acerba prisión de voluntaria acerbidad, consume lo precioso de los días y de las noches hasta que cumplidos los tres meses, sale el hechicero hecho una sombra o estampa de muerto, flaco, macilento, consumido, lleno de amarillez como si saliera dotado de la amarillez de algún sepulcro. Así le encierran de nuevo en sus canoas, ligado por otro mes entero a la abstinencia y sujeto a una suspensión austera del silencio; y entonces en tropas de gente enderezan la proa a los fines del enemigo. Es el hechicero el [Pág. 225] capitán pero no va a la pelea que solo con las atenciones del ayuno se queda alojado en la embarcación. Cuantas piezas se cogen vivas son suyas por derecho de sus naciones; premio único de sus penitencias. A él le ofrecen también el corazón de los muertos y los hígados para su plato y el asimismo los presenta a los más alentados de los suyos para infundirles como piensan todo el valor y esfuerzo de los difuntos; de donde así como le atribuyen el buen suceso de sus jornadas, así también le achacan el trágico fin de sus infelices guerrillas; y como culpando la poca observancia de sus ayunos, ya de palabra, ya de obra, desvergonzadamente le maltratan de palabra, perdiendo en adelante el crédito y reputación para semejantes empresas. Es el mayor trofeo de sus guerrillas el traer las cabezas de los muertos que para cortarlas usan de unas hachuelas de cobre, galanas y afiladas; desolladas pues con este instrumento las calaberas, las cuecen para sacar las muelas y dientes que cuelgan por gala en las camisetas o ensartan por cadenas en sus festines. La piel de la cabeza y rostro van tostando con piedras ardientes, distinguiendo en ellas los bultos y formas de los rostros 260.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

humanos y quedando formados unos mascarones, los guardan en ollas nuevas, sacándolos a veces al sol, peinando sus cabellos y engalanando el rostro con los matices del color del bambo. Éstas son las que sirven en sus bailes y fiestas donde a vueltas de mil oprobios que les dicen, representan con palabras y ademanes el valor con que acometieron sus vidas. Éstas son las que clavan en las vigas para significación de sus triunfos. Éstas son también las que sirven en sus encantos por donde el demonio les suele escupir los devaneos de su mentira. En una ocasión que mataron dos españoles llevaron la cabeza de uno de ellos en una armadilla hacia la gran Cocama. Sucedió, pues, que en el silencio de la noche y en lo más suspenso de sus tinieblas, dio la calavera tan grandes y temerarias voces que dispiertos al ruido y ocupados de asombro [Pag. 226] y temblor, la bestiaron al río arrojando con ella sus despojos por el recelo de mayor daño. Por ventura quiso Dios que aquella cabeza por ser de bautizado no sirviese a sus encantos y abusiones o lo trazó el demonio para impresionarlos más contra el español impidiendo con estos pavores y espantos la entrada del Sacramento santo del bautismo. Tan viciadas se ven esta naciones en las matanzas y bailes de las cabezas que recién entrados los Padres en Geberos, uno de los principales que acabado de llegar de una guerrilla en señal, amor y afecto, vino a pedir licencia para bailar ocho cabezas y comer sus corazones y asaduras. Tanta es la ceguedad de esta gente, tanta su barbaria con que se ensangrientan degenerando de lo amable de la condición humana. Pero ya, gracias a los cielos que con la asistencia de los Padres, lo suave de sus reprensiones, el respeto con que los aman, por no darles disgustos van saliendo de tigueres para volverse hombres; aunque el demonio como enemigo declarado nuestro, por medio de sus hechiceros, ha querido persuadir que nos destierren de sus provincias pues con nuestras presencias se acaban sus glorias, perecen sus borracheras y se ven los bailes de sus cabezas desterrados. Anda este monstruo tan licencioso entre los bárbaros que en los caminos y navegaciones se aparece en varias formas y figuras, unas veces a lo español desnudo, otras de indio en altura desmesurada, otras de etíope disforme, a veces en forma de animales, papagayos, culebras, sabandijas y 261.


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tal vez en la proa de la canoa en figura de un mono monstruoso y de cola tan dilatada que de una colada derriba todos los indios de la canoa en el río. También esta fiera olvidada de los resplandores primitivos de su pureza angélica, vistiendo formas humanas, se vicia con los indios y con las indias haciendo oficio de demonio incubo y subcubo; pero la Majestad divina ha enfrenado esta abominable desenvoltura por medio del sa [Pag. 227] crificio santo de la Misa, que después que se celebra este misterio de nuestra fe en estas partes, se descubre pocas veces en las dichas figuras y muy raras las que comete estas sucísimas maldades. Entre las barbaridades de estas gentes tiene no pequeña parte la falta de policía y gobierno. Tienen caciques pero no les obedecen que solo sirven de capitanerar a las malocas. Todo su gobierno viene de estribar en sueños y cifrar en adivinaciones de cantos de pájaros y encuentros de culebras. Tienen mancebas cuantas pueden y no reparan en que sean hermanas si bien una es siempre la principal con quien se casan con particulares ceremonias y los hijos de ésta suceden en las preminencias titulares del Padre. Viven todos en una casería labrada con aseo y trazada con espaciosidad. Su dormir es siempre en barbacoas y a veces en hamacas, tejidas curiosamente de algodón; y porque los mosquitos no les sean molestos usan de unos delicados toldos, hilados sutilmente de cogollos de unas palmas altísimas. Andan estas naciones comúnmente vestidos de lienzos de algodón, tan curiosos y galanes que ofrecen a la vista una hermosísima primavera de varios matices y colores; naciones hay entre ellos más salvajes que unos a otros se comen y por holgazanear sin sembrar ni coger andan desnudos. La costumbre de sus entierros es diabólica, cuando el doliente esta en riesgo, cuando vecino al morir, cuando ya desahuciado entran los amigos y parientes a visitarle, y la salutación es gritos y voces desentonadas que ellas sobraban para quitar la vida. Callan unos y suceden otros y cuantos salen y cuantos entran vocinglean y entre los horrores de tantos aullidos hablan lastimosamente con el moribundo: que cómo los desampara ¿qué dónde va? ¿que dónde camina? ¿Quién ha de pelear por ellos? ¿Quién los ha de sembrar? ¿Quién coger? ¿Quién comer lo sembrado? que no se parta, ni se deje morir; como si el morir estuviera en su voluntad 262.


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[Pág. 228] del hombre. Boqueando está y entonces le visten la camiseta nueva y por candela de bien morir el hijo mayor le ponen en la mano derecha y la hachuela de cortar cabezas para que en la otra vida le respeten como a valiente matador; luego, sin acabar de morir le encierran en una gran tinaja y allí le acaban miserablemente de matar; y hecho un hoyo en el corazón de la casa hacen en él las exequias lamentables del entierro, poniendo a la cerca palos y dejando una puertecilla donde soplan fuego continuamente y dicen que este fuego, es, para que el demonio que tiene frío se caliente en compañía del alma de el difunto. A la entrada del cercadillo está pendiente una hamaca en que duerme la principal mujer y las demás concubinas en el suelo, las cuales tres veces al día, por espacio de un continuado mes [y] por más de una hora, se dan al llanto y le excitan a voces y gritos tan desmesurados que son señales para que los del pueblo en sus casas correspondan en las demostraciones del sentimiento y el clamor. Es rito universal destas naciones enterrar los difuntos en su casa y están tan fijos en la costumbre que viendo que los Padres enterraban a los niños ya bautizados en las iglesias los escondían cuando caían enfermos porque no diésemos sepultura fuera de sus familias. Como viven mueren y donde mueren viven. Vez hubo que algunos adultos no quisieran las aguas del bautismo por no querer desviarse del sepulcro de sus antiguos padres, ni carecer de tanta ceremonia supersticiosa. La nación de los Mainas se ahorra de semejantes trabajos pues, aun antes de morir, por no curar ni servir a sus dolientes los lanzan y precipitan en los ríos, aunque sean padres a hijos, los maridos a sus mujeres; tan ajenos viven de la piedad y tan llenos de la superstición. Es la tierra centenares de leguas muy difusa, cruzada de ríos de mucho caudal de aguas en quien se descubren vistosas y apacibles islas; atraviesan estos casi toda la tie[Pág. 229] rra del Pará y son como las venas de su crecido cuerpo, desembocando al fin todos en el celebrado y majestuoso Marañón. Abundan los ríos de muchas especies de peces grandes y pequeños, de notables figuras y de singular grandeza, muy sabrosos para el vivir huma263.


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no. Son varias las castas de tortugas y a veces tan grandes que la concha sirve de artesón, o de una grandiosa adarga. Es sin número la multitud que de ellas hay, cuya carne es semejante a la de la vaca, sacan de ella cantidad de mantecas y es al paladar gustosa y sirve para todo linaje de guisados. Otro pez se halla en abundancia, que llaman los indios annanes, de la figura de un ternero, carne limpia y sabrosa. Hay copia de lagartos o caimanes disformes y son apetecidos del indio que flechados le hace un banquete y regaladísimo plato. También se halla a cada paso en las lagunas donde viven otro género de otro pez, del grueso de un muslo, largo en tres varas, en el sabor y en la forma muy semejante a las anguilas de España; es muy sano, pero de tal calidad que cuando el indio alcanza, éste parece en forma de culebra y luego les acude tan espantoso temblor que si los compañeros no le favorecen le derriba al agua y le hace pedazos y le come. Danse también unas que llaman gamitanas del grandor y forma de los bonitos. Este pescado habita en las lagunas que en tierra baja y anegadiza suelen ser profundas y anchurosas. Aquí es de ver una cosa bien digna de reparo y curiosidad, que a quien no sabe el origen de ella le será el efecto de admiración. Hay en estas lagunas muchas poblaciones de naturales y viven en sus islas, las cuales se mueven y pasean como si fuesen países navegantes, o primaveras portátiles, o pueblos nadadores de las aguas. Ocasionan aquesta novedad las crecientes de los ríos que arrinconando cantidad de palos en las lagunas con el arena y tierra que recogen llegan con el tiempo a formar islas, donde se crían árboles altísimos y eminentes bosques. Sucede pues a veces con las avenidas recias y furiosas inundaciones que los palos [Pág. 230] de la primera fundación, ya podridos, se quiebran; [y] faltándoles las anclas o raíces a las islas andan sus arboledas y poblaciones navegando por los tendidos estanques del agua dulce. Las orillas de estos ríos se ven abastecidas de cacao en tanta abundancia que pudieran cargar muchos bajeles. Son los cedros altísimos de que está llena la montaña ofreciendo maderaje para las canoas que surcan estos ríos. Las cordilleras de todas estas Provincias están cumplidas de caza. El aire de variedad de aves, de paugíes, piures, perdices, faisanes y otras muchas especies. Hay en la tierra mucha caza del monte como son saynas, dantas, 264.


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armadillos, conejos, venados y varias castas de puercos monteses; inmensa diversidad de monos seguidos a porfía de los indios que se saborean en sus carnes más que en otras. Para derribar las aves y matar la caza usan de unas cerbatanas que cavan en palos recios y las forman en prodigiosa longitud; por ellas despiden con el soplo y aliento unas flechillas que ungidas con veneno, siendo acertadisímos en el golpe, cazan inevitablemente las aves y animales que desean. Qué diré de las frutas de las montañas? Silvestres son empero de buen gusto, muchos géneros de cocos comestibles, muchas plantas agradables y de sustento; cantitad grande de caña fístola, canela en capullo, granadillas de los quijos y otra variedad de frutas que sirve de mantenimiento y de bebida. Aquí se coge copiosamente la miel de abejas, la cera negra, el copal, el bálsamo y otros géneros de resina; brea mucha y buena de que sirven para alumbrarse y para solidar embarcaciones. Toda la tierra es fértil ofreciendo el maíz a cuatro meses; la caña dulce al año, cógese mucho aroz, muchísimo maní, todo género de frijoles y toda fruta de tierra caliente. Aquí es la abundancia del barbasco, raíz tan eficaz y venenosa que con pequeña cantidad se emborracha el pescado de los ríos, ordinario instrumento de las pesqueñas. El temple de la tierra es algo cálido, en unas tierras más [Pág. 231] que en otras si bien por la mayor parte son las noches apacibles; son los géneros de mosquitos muchos que dimanan de los pantanos y lagunas y la plaga general de las culebras. Hay tígueres ferocísimos en los montes, leones, osos y otras especies de animales de los que se crían en la Europa. Ésta es la multitud de gentes, estos los ritos y costumbres suyas, ésta la calidad uniforme de la tierra donde los Padres Misioneros entraron dando principio a sus fervorosos empleos en la ciudad de San Francisco de Borja, cabeza de la gobernación de los Mainas, corrida ya la angostura del Pongo. Pero quién dirá el calamitoso estado en que se hallaba aquella ciudad en lo espiritual de sus almas. Era el más lastimoso y triste que imaginar se puede porque había más de tres años que no tenían sacerdote, ni oían misa, ni se confesaban, ni cumplían con la Iglesia. Y no era esto solo en la ciudad de San Francisco de Borja sino en las vecinas de Santiago de las Montañas y Santa María de Nieva; con que se podrá colegir qué vida sería la de esta gente 265.


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sin sacerdotes, sin sacramentos, sin usos de cristianos. Vivían como querían sin más rastro de la ley de Dios como sino lo fuesen porque con la libertad y licencia que suelen ofrecer las tierras nuevas y montañas incultas y por ser de ordinario la mayor parte de esta gente que la puebla bahuna y la que no cabe en el mundo, como escoria de la holgazanería y ociosidad. Eran los pecados muchos, los amancebamientos públicos, las codicias ardientes, sin sacerdotes que los medicinasen y pusiesen freno, ni justicia temporal que tuviese valor para conquistar excesos y demasías. Con esto se había perdido el temor al cielo y a los hombres; hacían donaire del vivir con licencia y libertad. Fue el Señor servido que con la entrada de los Padres en aquella tierra se acobardase algún tanto la malicia. Porque visto tanto extremo de peligrosa necesidad y tan estragadas las conciencias, negociando con Dios primero, valiéndose de las armas de los ministerios de la Compañía, [Pág. 232] ya con suaves medios eficaces, ya con blanduras y terrores, ya en el púlpito, ya en el confesonario, ya en particulares visitas y conversaciones, ya por amigos se fueron poco a poco ganando para Dios; con que en breve con la divina gracia se mejoró la tierra y se mudó aquel calamitoso y miserable estado de perdición. Publicóse al fin el Jubileo de las Misiones que ganaron todos haciendo las ordinarias diligencias de confesiones generales, de comuniones devotas, con que el vicio perdió poco a poco su partido con admiración de los más cuerdos y cristianos. El aplauso a la entrada de los Padres en aquella Provincia fué general porque fueron recebidos de todos los españoles e indios como ángeles de la paz, con singular aprecio de la Compañía y estimación grande de sus ministerios, reverencia y respeto a los Padres teniéndolos por dueños suyos, llamándoles generalmente los Padres santos. Con la mudanza de la vida y reformación de las costumbres, tomando estado muchas personas que vivían con escándalo y otras totalmente desviándose de la perdición, fue la Majestad divina servida se trocase el estado miserable que en lo temporal padecían porque cesaron las hambres y la peste y plaga de varias sabandijas que talaban cuanto sembraban ellos y la tierra se entabló con una razonable pasadía más cómoda y abundante que la mejor que gozaron en la pujanza antigua atribuyendo todos a nuestros ministerios y a su reformación los beneficios grandes que liberalmente les comunicaba el cielo. 266.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

De los naturales de aquella Provincia no fuimos tan bien recibidos porque el enemigo común de nuestro bien, receloso de nuestras entradas y de la guerra que ya le aparejábamos. En los engaños y encantamientos que son sus aplaudidos oráculos les persuadió que venía con los Padres un Dios a quemarlos y consumirlos todos por haber muerto los españoles. Esto divulgaban sus ministros, esto decían sus hechizeros con que nos temían grandemente y se recelaban [Pág. 233] de nosotros. Aquí en breve conocieron su engaño y mudando su aprehensión nos cobraron afecto valiéndose de nosotros; y no sólo conocieron esta piedad los indios Mainas sino también las vecinas naciones como son los Giberos, los Guallagas, los Cocamillas que azorados con el rumor de las crueldades que se ejecutaban en sus vecinos, estaban ya para retirarse la tierra adentro donde no oyesen jamás el nombre del español. Mas visto el agasajo y amparo de los Padres luego desistieron y se sosegaron, y cobraron tanto amor a los nuestros que luego les convidaron con sus tierras para que fuesen a predicarles la ley de Dios y los llevaron a ellas y recibieron los caciques más principales con muestras de toda afición ofreciendo liberalmente los dones que su tierra produce, y con tanto rendimiento que reduciéndoles a que para enseñarles bien hiciesen un pueblo donde viviesen juntos y se doctrinasen. Luego por solo mandamiento nuestro se juntaron y comenzaron los Giberos una razonable reducción que tiene ya más de cien casas y va creciendo cada día más, apiñándose los de su nación misma; y no es pequeña significación del amor que nos tienen el reducirse a vivir en compañía unos de otros porque en estas gentes les lleva la naturaleza a vivir muy solos y desviados, teniendo las rancherías dos y tres leguas, unas distantes de las otras, de caminos perversos, de muchos pantanos y lodazales, de espinas y raigones y otras malezas que producen estas tierras, desollando los pies, descostrándolos con ampollas y llagas perpetuas. Dejaron pues estos retiros a petición de los Padres para estar más cerca de ellos, quemando sus casas antiguas por no tener ocasión de volver a ellas. Grandemente sintió el demonio este amor que los indios tenían a los nuestros y el verlos tan rendidos, tan sujetos a su voluntad y querer y reduci267.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

dos a poblaciones para ser doctrinados en las enseñanzas de la ley cristiana, persuadiéndoles de nuevo por medio de sus encantadores y hechiceros que el reducirlos los Padres a po[Pág. 234] blaciones era para darles la muerte. Con estos asombros que el enemigo iba sembrando trataban de volverse a sus retiros donde nadie les diese alcance. Con todo, antes de irse, dieron parte a los Padres quejándose amorosamente de su trato y que los engañaban para quitarles la vida. El Padre a quien se dio la queja les aplaudió sus justos temores a los de Europa diciéndoles, que si ellos iban también él se iría con ellos a las partes donde quisieren retirarse para defenderlos siempre de su tiranía y que allí les enseñaría la ley de Dios y llevaría al cielo que era lo que deseaba y que se huyesen luego que luego al punto los acompañaría. Viendo ellos las veras con que el Padre hablaba se sosegaron tanto que desengañados de la falsa sospecha perseverasen quietos quedando el demonio confuso y sus intentos mal logrados. En una ocasión que sospecharon que querían los Padres desamparar su tierra salieron de la suya los caciques más principales y caminando diez leguas o doce, con trabajos grandes vinieron a pedir con lágrimas y con vivas y apretadas razones que no los dejasen, que atendiesen que les habían hecho dueños de sus tierras, que éramos sus Padres y por nuestro respeto se habían juntado en pueblos, que nos tenían labrada iglesia y casa, que estaban dispuestos para hacer lo que les mandasen, que si se iban ellos volvían a vivir entre las fieras de los montes, que para qué habían venido si los habían de dejar tan presto, que si ellos gustaban de recibir la ley de su Dios y volar al cielo, que quién les había de enseñar, que en qué habían pecado y delinquido. Instaban en esto con tantos sollozos y ternuras que todos los presentes lloraron y el Señor General se alegró grandemente de ver estas muestras cordialísimas del corazón con que veneran a los Padres y se confirman las esperanzas de la reducción a la fe verdadera de estos pobres. Pero volviendo a la entrada de los Padres, después de reformar la vida y costumbres del español, luego se ocuparon con los naturales, gente de servicio y más ladina que

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• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

[Pág. 235] vivía en la ciudad. No es decible cuán bárbaros estaban, sin saber qué cosa era [ser] cristianos, no sabían las oraciones, ni el catecismo, ni la señal de la Cruz, ni cosa alguna de nuestra santa ley. Nadie había de estos que hubiese jamás confesado con haber más de diez y ocho años que vivían entre españoles. Con esto eran sus vicios muy arraigados, sus costumbres como si todavía se hallasen en medio de su gentilismo. Vista pues esta precisa necesidad, lo primero procuraron los Padres que sus amos no estorbasen el que asistiesen a la enseñanza; fue así que dos veces al día se juntaban a oír la doctrina y catecismo a que ayudó mucho el Señor General obligando a que viniesen todos y sirviendo este Caballero de lengua e intérprete, por no estar aún los Padres diestros en ella, para explicarles los misterios de nuestra santa fe con que en breve supieron todos persignarse y rezar las oraciones y el catecismo y se les dio a entender las obligaciones de cristianos y enseñados a confesarse, comenzaron con singular devoción y los más capaces a recibir el santísimo Sacramento del altar. Con esta misma diligencia y cuidado se acudió a la enseñanza de los demás indios Mainas que vivían en sus pueblos y repartimientos, administraron el santísimo sacramento del bautismo a los niños de los cuales fueron más de 300 los que recibida el agua volaron al cielo labados en la sangre de el Cordero. Aquí se descubrió la nulidad de una infinidad de bautismos de personas adultas que por el poco saber de los que primero entraron sin preceder enseñanza, ni reconocimiento de lo que recibian, ni para qué servía, ni su libre y espontáneo consenso, les echaban el agua como si fuese a los troncos de un árbol. Advertidos tales daños en los cuales muchos perecían se buscaron lenguas a propósito de fieles naciones y bien instruídos por nosotros en los misterios de la fe, sirviendo de intérpretes, se les dieron a entender los divinos sacramentos y los misterios necesarios de su salvación que ellos aprendían bien y da[Pág. 236] ban puntual cuenta preguntados y con esto y de los demás requisitos bien dispuestos se avalidaron los bautismos de más de mil y seiscientos adultos. También se casaron muchas personas que para todo llevaban amplísima jurisdicción y veces todas del Señor Arzobispo de Quito en cuya diócesis caen todas estas Provincias. 269.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

En muchos destos Mainas, Geberos y Guallagas se han echado de ver claros efectos de la divina Providencia porque muchos adultos y otros, ya en la extrema vejez [y] envejecidos en maldades, bastantemente instruídos y dispuestos, acabando de recibir el agua del santo bautismo, razonable número de ellos, a lo que piadosamente podemos creer, volaron a los cielos. Parece, que también el Señor ha querido favorecer la predicación y ministerios de nuestros Padres en la enseñanza del catecismo en casos particulares. Una india ya de muchos días que había muchos meses que padecía crueles dolores en el pecho y se le iba encancerando, pasando un Padre por su casa cuando iba a la Provincia de Guallaga, el cacique principal de aquella nación que le acompañaba le pidió con lágrimas que se apiadase de aquella pobre enferma; llegóse el Padre donde estaba echada y diciéndole un evangelio, le hizo la señal de la Cruz sobre el pecho encancerado con que luego sanó. También mostró el Señor cuánto le agradaba la ocupación de revalidar los bautismos en el caso siguiente. Había una india Maina con quien el demonio tenía maltrato muchos años había con tanta desvergüenza que no la dejaba en parte alguna que no la molestase; el mismo día de cuya revalidación de su bautismo parió un monstruo a manera de sapo de muchas manos y pies, asquerosísimo y sobre manera fiero quedando la india más muerta que viva; apareciósele después el demonio incubo, aunque de lejos, espantándola y riñéndola mucho, la dijo que después del agua que la habían echado no podía ya llegar a ella con que la pobre quedó libre de aquella infernal bestia. [Pág. 237] San Francisco Javier nuestro Padre ha mostrado patentemente cuán agradables les son las correrías que los nuestros hacen en busca de los indios para reducirlos a nuestra santa ley. Yendo un Padre en compañía de algunos soldados en demanda de los indios Roamainas, después de haber caminado con excesivos trabajos y crueles hambres, andando a pie y fuera de camino por pantanos, zarzales y lugares de inumerables espinas y atolladeros tan hondos, que en entrándose lo más del cuerpo es bien necesaria el ayuda de los compañeros, saliendo de ellos tan lastimado el Padre que en la pierna izquierda tenía catorce llagas. En esta ocasión, pues, habiendo caminado sin topar gente alguna después de tan excesivos trabajos, receloso el Padre si aquel viaje y empleo 270.


• carta n.º 7 [carta anua 1638-1643]

era del agrado de Dios, y ofreciendo a San Francisco Javier algunas oraciones y celebrando en su octava la misa, de allí a dos horas, prosiguiendo su viaje, vino nueva que los compañeros habían tomado el rastro de los indios y cogido personas que fuesen guías. Tras estos otros y adelante más chusmas, apellidando todos el nombre de San Francisco Javier, patrón de las jornadas donde también es de notar que caminando uno de los soldados adelante y mirando entre las ramas halló como unos bultos a su parecer de indios y pensando que sería alguna emboscada, caló la cuerda y dio con dos balas en un soldado que pasándole un jubón de algodón que llevaba no le hizo más daño que le hicieran dos ovillos de lana, atribuyendo todos esta maravilla a la devoción de San Francisco Javier. No ha costado pequeños trabajos, incomodidades [y] peligros lo que se ha entablado en la misión porque el temple caliente, el andar casi siempre mojados, el modo de vivir tanto diverso del nativo, la falta de muchas cosas necesarias, la sobra de otras molestias solicitan mil incomodidades; las comidas son tan contrarias a lo acostumbrado y a veces tan asquerosas que es imposible arrostrarlas; no hay [Pág. 238] sabandija que no se coma; caimanes, culebras, monos, ratones y aun de estos géneros suele haber falta en las correrías y viajes. Las hambres que se han padecido han sido muchas y muy crueles; vez hubo que después de haber trabajado muchos días se cayó el Padre desmayado y medio muerto de la hambre, no teniendo la mañana de la Pascua de Resurrección, después de la confesión de tantos, mejor desayuno que una mano de perico ligero, casta de monos hedionda y asquerosa. Éstos son los regalos de estas correrías cuando se va en busca de los indios porque como se suele acabar el sustento y se tarda más en la jornada de lo que se pensó, obliga la necesidad a comer unas frutas silvestres, amargas, desabridas, que más son palos disimulados que sustento de la vida humana. Dejo los riesgos de la vida en estas salidas y aun en los pueblos que son siempre continuos por andar y vivir siempre entre bárbaros infieles que al menor desabrimiento se alborotan y tratan de matarnos, velándonos las noches unos a otros por el riesgo de los enemigos, los peligros de los ríos bien conocidos son. 271.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

Un Padre trastornada la canoa en un raudal vehemente estuvo buen espacio debajo de las aguas que si uno de dos muchachos que llebava no le ayudase perecía sin duda, escapando sólo el ornamento y alhajas de decir misa que dispuso la divina Majestad le sacase un mono negro que acaso estaba atado en la barqueta que iba. En los caminos por tierra se padece mucho yendo metidos en lodos y empantaños largos espacios de leguas; muchas veces llenos de abrojos y espinas que caen de las palmas y lastiman grandemente, quedándose los alpargates en el lodo y prosiguiendo descalzos el viaje, desollándose los pies con los raigones que están sembrados por los caminos; y porque la tierra abunda de quebradas es necesario entrar muchas veces al día con el agua a los pechos y proseguir el camino, mojados los vestidos, cargando a veces por no [Pág. 239] perder la misa, el ornamento, el misal, y otras alhajuelas a los hombros. Pero entre todo este ejercicio de molestias sabe el Señor consolar a sus siervos, interiormente les da en el alma tan cumplidas alegrías que apenas sienten los rigores que padece el cuerpo; que no hay gozo tan sólido y verdadero como el que se coge en las aflicciones del padecer por el amor del Dios que nos crió y por la salud de las almas que tanto estima Jesús. Pues porque llegasen a gozar de la inmortal dicha se entregó a tanto tropel de dolores y tormentos, enseñandonos con este santísimo ejemplo de su vida y muerte que no podemos hallar mejor logro de nuestros empleos que sacrificarnos por la salud del hombre para llevarle a Dios. Éstos son los trabajos y desvelos de los hijos de Vuestra Paternidad. Éstos los empleos y ocupaciones de los pocos que hoy tiene esta dilatada Provincia, los cuales remito en esta ocasión a los ojos de V. P. para se sirva de echarnos su santa bendición y encomendarnos a su divina Majestad que nos le guarde como se lo suplico para consuelo de todos sus hijos. Cartagena y Mayo 30 de 1643. Sebastian Hazañero. • 272.


CARTA N.ยบ 8 [CARTA ANUA 1642-1652]



Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Provincia del Nuevo Reino y Quito a a. M. R. P. General de la Compañía de Jesús 1 [Goswino Nickel 2] Introducción Luego que obedeciendo al mandato de V. P. me hallé en esta Provincia de el Nuevo Reino y Quito para cuidar de ella, apliqué toda mi intención a mis obligaciones y porque de ellas no es la inferior dar cuenta de lo que se obra en esta Provincia en servicio de Dios Nuestro Señor y ayuda de los prójimos, había asentado fuese ésta de las primeras acciones de mi cuidado; pero por providencia de Dios la dilación inexcusable de esta carta annua ha sido para que V. P. tenga las noticias de esta Provincia después de haberlas tenido yo

1  ARSI. N. R. et Q., 12-I. Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Prouincia del Nueuo Reyno, y Quito a a. m. r. p. General de la Compañía de Jesus [Goswino Nickel]. 2  George BOTTERAU. “Nickel, Gosvino [Goswin]”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) 16311633. Décimo General de la Compañía de Jesús (1652-1664).


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

evidentes de lo más de ella en espacio de casi dos años que la gobierno3; habiendo corrido más de seiscientas leguas, las más por tierra, con que muchas cosas que se referirán en este escrito serán de relaciones tales que no se pueda temer de su puntualidad; las más han pasado por el registro de mis ojos sino en los sucesos determinados en los puestos donde acontecieron.

Estado universal de la Provincia Han sido muy desiguales en lo pasado los de esta provincia porque tuvo sus principios siendo parte de la de el Perú, tanta fue su infancia a los principios de sur ser; fue luego vice provincia de ella; ya daba indicio [fol. iv] de lo que había de ser con los tiempos. Dividióse después que tuvo colegios bastantes para empleo de un provincial. Llegó a ser tanta su extensión si no en número de colegios en la dilación de las leguas que la repartió en provincia y vice provincia el padre Rodrigo de Figueroa4, Visitador. Ya tuvo para dos cuerpos distintos, en menos de cuarenta años, la que antes no podía vivir por sí. Tres años estuvo esta división en pie con no poca conveniencia de el provincial de el Nuevo Reino, vice provincial de Quito y de sus súbditos. Pues aún hecha la división tenían provincial y vice provincial cada uno en la parte que le pertenecía más de quinientas leguas que correr con sus visitas, concediendo así más tiempo de asistencia a cada colegio que hoy abrevia la atención a perpetuos movimientos por haberse deshecho la vice provincia y reducídose a lo antiguo habrá espacio de trece años. Tiene pues hoy esta provincia once colegios con las casas de probación; tres residencias; cuatro hospicios; tres misiones y tres colegios seminarios dependientes de nuestra educación. Derrámanse estos puestos en un mil doscientas y sesenta y dos leguas, que según la obligación de los provinciales se deben [re]correr. Están comprendidos en cuatro Reales Audiencias: de 3  El P. Gabriel Melgar inició su provincialato en el año 1651. Para su biografía, véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 447-448. 4

José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 283-286.

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• carta n.º 8 [carta anua 1642-1652]

Santafé, Quito, Panamá y Santo Domingo, o Isla Española; en dos arzobispados Santafé y Santo Domingo; cuatro obispados, Quito, Cartagena, Panamá, y Popayán; cuatro gobiernos o gobernaciones: Cartagena, Popayán, Mérida y Jaén, y muchos corregimientos. Hay entre estas ciudades comprendidas en las audiencias, arzobispados, obispados, gobiernos y corregimientos muchas que en su lustre, opulencia, edificios y culto de la gente remedan a las más políticas de Europa; de estas hay otras especiales, con prendas de continuos adelantamientos que los géneros de el trato de las provincias dan licencia para que conforme a la inclinación una misma [sic] de los hombres se pronostiquen los futuros. Hay otras que habiendo tenido sus principios en grandes esperanzas de su crecimiento han descaecido y van desmayando no sólo de lo que se esperaba sino aún de el estado antiguo que tuvieron. Con que se conoce que si en esta América ha sido a muchos de admiración ver en menos de ciento y cuarenta años tanta policía que parece le amaneció muchos años atrás la razón y lumbre de la fe y con ella la cultura en las costumbres. También se ven en breves tiempos tan descaecidos desmayos de repúblicas en su opulencia que parece empezaron muchos siglos atrás sus acabamientos. Hay también dilatadísimas provincias de gentiles que unas se permiten a la frecuencia y trato de [fol. 2] el español (con harto dolor) solo atento al interés; otras, que aunque llegan a confinar con el católico y aun a tratarlo en lo civil que pertenece al católico; o las retira el temor de la servidumbre violenta, o el freno de la ley de Dios que ha de ceñir su licencioso y bárbaro desahogo en el vivir. Otras hay finalmente, que aunque se daban a temer su fiereza y retiro y que por faltarles a sus tierras incultas la opinión de el oro (que ha sido frecuentemente el reclamo de el español en sus conquistas) han sido poco buscadas, se han dejado comunicar de nuestros operarios dando amorosa acogida en sus retiros a los que enviaba Dios para el cumplimiento de los decretos ocultos de su divina predestinación. En aquellas ciudades populosas y cultivadas con esperanzas de mayores crecimientos, en las segundas descaecidas de sus principios, en las naciones bárbaras que recentan al Evangelio, en las otras que se muestran más 277.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

dóciles a la enseñanza; tiene la Compañía divididos sus hijos y derramados sus operarios. Pocos labradores para tanta mies, pocos operarios para tanto trabajo, pocos maestros para tanta rudeza; veintisiete han sido los difuntos de esta provincia en el breve tiempo que la gobierno: ciento y ochenta y tres todos los sujetos que estamos repartidos en provincia de más de mil leguas de distancia. Dividiráse su relación en dos partes: la primera contiene lo que toca a este nuevo Reino (que fue la provincia en la división); la segunda lo que toca a Quito (que fue su vice provincia.) Los colegios particulares irán por capítulos y los mayores, porque no parezcan dilatados en demasía, se dividirán en parágrafos.

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• carta n.º 8 [carta anua 1642-1652]

PARTE PRIMERA DE LA ANNUA DE LA PROVINCIA DEL NUEVO REINO DE GRANADA Capítulo 1. Colegio de Santafé & 1. Situación de la ciudad, número de sujetos deste colegio y vivienda del Como el corazón de esta provincia, como el centro de ella, previno Dios en medio casi de sus dilatadas playas la situación de su Colegio Máximo5. Es corazón dando vida a los demás colegios que se sustentan de los hijos que en él se han criado y crían desde la niñez y aun para sí mismo y para su mismo lustre los ha alimentado tales que los ha podido desconocer hijos por haberlos experimentado padres. Es centro no sólo por el [fol. 2v] medio que ocupa la ciudad de Santafé respecto de las demás que pertenecen a esta provincia, sino más, porque de él nacen como líneas los órdenes de el provincial para el resto de la provincia para su mayor observancia y a él mira toda ella como lugar más asistido de los provinciales para los recursos, para el socorro de sujetos y para todas las congregaciones tempestivas provinciales que se han celebrado desde su división. Tiene hoy cuarenta y un sujetos, de ellos los catorce sacerdotes, los demás hermanos estudiantes y coadjutores; de los catorce sacerdotes, uno gobierna el colegio como rector, otro es su ministro, otro prefecto de estudios mayores y menores, otros tres leen las cátedras de prima, vísperas, y teología moral; otro los cursos de filosofía; otros dos desde la retórica hasta 5  Mario HERRÁN RAQUERO. “Fundación del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús y el Colegio de San Bartolomé en el Nuevo Reino de Granada”. En: Revista de Historia de la Educación Colombiana. Tunja. Año 1, n.º 1 (1998) 9-35.

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los primeros rudimentos de la gramática; ocúpanse los demás en ministerios de congregaciones, de púlpito y confesiones. Siendo tan buscados nuestro templo y portería que es frecuentísima queja sobrepujar la mies a los operarios y faltar ministros a tanta carga de concursos. Aquí no hay ocupación, aunque sea la más embarazosa de el gobierno ni la más metafísica de escuelas que sirva de escuela para librarse de el púlpito y para huir el confesonario; la misma necesidad, cuando no la virtud (que debemos juzgar mueve los ánimos) reduce a nuestros operarios a ser ambidiestros. Es la gente de la ciudad mucha, la población la mayor de todo el Nuevo Reino de Granada; muchos los advenedizos que unos para conclusión de los pleitos que se apelan recurren a la Real Audiencia, y a su Presidente Gobernador y Capitán general, (que frecuentemente es un señor titulado de España), otros para solicitar órdenes y beneficios eclesiásticos por asistir comúnmente el arzobispo en esta ciudad, por ser la Metropolitana de este Reino. Hay también otras causas, que la hacen muy buscada, como son tener Tribunal y Caja de Cuentas, donde se fenecen las de todo el Reino; Tribunal y Caja de Cruzada, Casa Real de Moneda, donde se acuña plata y oro y como a corte donde son mayores los gastos de mantenimientos y demás géneros acuden con los diferentes frutos que lleva cada parte de el Nuevo Reino tributando a su cabeza en géneros lo que revuelven en monedas. Desde la última Annua que se escribió de esta provincia se ha adelantado mucho este colegio en su vivienda; derribáronse cuartos antiguos para que nuevamente edificados ajustasen a la planta que es conforme a la Casa Profesa de Sevilla, de cuartos dobles de vi [fol. 3] vienda, corredores por medio y patio capaz con corredores inmediatos, se las desató y espaciosa escalera para la subida a los altos: tiene el cuarto sus galerías que se enseñorean de casi toda la ciudad; y en lo edificado tiene bastante habitación para más sujetos de los que hoy permite la provincia.

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& 2. Ministerios ordinarios Por lo populoso de la ciudad se deja entender el grande, aunque común ejercicio de ministerios, porque tiene cinco congregaciones6 y la esclavitud de el Venerabilísimo Sacramento, todas con pláticas cada ocho días y fiestas anuales. Todas las demás tienen el séquito que en otras ocasiones se ha avisado, no habiendo descaecido de sus antiguos fervores la de Nuestra Señora de la Asunción7 que es mucho conservarse en demostraciones que pocas de su condición se celebrarán por raras. Foméntase continuamente la piedad de los ánimos de los congregantes, ya con los concursos, ya con las pláticas comunes y familiares que introduce la frecuente comunicación de los padres que las tienen a su cuidado, ya las visitas que les hacen cuando enferman. Pero no se puede omitir por más reciente el fervor de uno de nuestros operarios (que lo ha sido de españoles y con más afecto de indios, y capellán antiquísimo de Santa María la Mayor en su diferente templo) mereció sin duda con especial ilustración de el cielo una invención sagrada de Hermandad de Nuestra Señora de el Socorro8. Ésta la podemos llamar la Universalísima y transcendente congregación, no pide, ni tiene más cuidados que decir (si fueren sacerdotes) dos misas en cada un año, o hacerlas decir los que no lo fueren: una por los vivos, otra por los difuntos de la misma hermandad. Esta sagrada invención, 6  Congregaciones. Véase: Patrick O’SULLIVAN. “Congregaciones Marianas (=CC. MM)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín Mª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Comillas, I (2001) 914-918. 7  La Congregación de Nuestra Señora de la Asunción fue fundada en los inicios de la Compañía de Jesús en Bogotá y reunía a lo más selecto de sus estudiantes. Sebastián HAZAÑERO. “Residencia de Santafé del Nuevo Reino”. En: Letras Annuas de la Provincia del Perú desde el año de 1607. El documento se encuentra en: ARSI. Perú, 13. Sin embargo pronto debió de evolucionar pues la Congregación de la Inmaculada Concepción parece reservada a los estudiantes universitarios y la de la Asunción para la gente principal y para los comerciantes. 8  Fue fundada por el P. Francisco Varáiz en 1649 a favor de las almas del purgatorio. Véase: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Editorial San Juan de Eudes (1959) I, 349-350; Memorial del P. Juan Martínez de Ripalda sobre la Hermandad de Nuestra Señora del Socorro (1698).

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este nuevo hechizo de voluntades ha sido tan piadosamente recibido y tan universalmente aplaudido que apenas se sabe haya habido persona a cuya noticia haya llegado que no haya entregado con su nombre su corazón a esta hermandad. Al menos en estas Indias no se ha entendido que Hermandad alguna haya sido de condición que los ánimos más distantes y los que habitan diferentes reinos hayan solicitado ser escritos en ella y en la dichosa matrícula de siervos de Santa María de el Socorro. Los señores arzobispos, los presidentes y oidores, los eclesiásticos así seculares como religiosos, los nobles y plebeyos, ricos y pobres han concurrido a hacerse participantes de sus bienes, que por ser tan universales y tan comprehensivos en lo comunicable, se puede sin temeridad afirmar ser los mayores. Más de veinte mil misas (como consta de la lista y catálogo) se dicen cada año en esta provincia por sus vivos y difuntos: fuera de las muchas de otras provincias al mismo intento. [fol. 3v] Inviolablemente se publica el Jubileo de el mes con plática en la plaza, y se logra este cuidado en populosos concursos a ganarle, repitiéndose plática al culto de el divino Sacramento el domingo que se celebra. Predícase todos los domingos por la mañana en su materno idioma a los indios así en nuestra casa como en la Catedral. Las festividades de María Santísima (de que se celebran algunas en nuestra iglesia) tienen como de obligación por la piedad de el pueblo asentada la frecuencia de los sacramentos. Las de la circuncisión y felicísimo blasón de nuestra familia Jesús. La de nuestro glorioso Patriarca San Ignacio (que está bastantemente dotada para su lucimiento). La de su compañero el apóstol de la India San Francisco Javier se celebran con tan grandes aparatos en lo lustroso, con tantos esmeros en la música y tan varios adornos de nuestro templo que cuando no la piedad cristiana (que principalmente mueve los ánimos católicos) la curiosidad los arrebatará a los concursos. Ha menester muy bien este colegio las dos iglesias que tiene para acudir con desahogo a los ministerios. Es la una consagrada a nuestro santísimo Patriarca9 (que da también su nombre a este colegio) de las más hermosas y 9  Véase: Patricia RENTERÍA SALAZAR. Arquitectura en la iglesia de San Ignacio de Bogotá. Modelos, influjos, artífices. Bogotá, CEJA (2001).

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aseadas que hay en las Indias (ni se hace su descripción por haberse hecho otra vez); en ésta se ejercitan los ministerios de españoles. La otra (por más antigua y por dedicada a Santa María la Mayor, merecía primero nombre) menor en la grandeza y muy hermosamente adornada de aparatos, es donde concurre la plebe de los indios, morenos y mulatos, aquí saben que tienen el socorro de sus almas no sólo estos miserables sino todos los demás de la república; que donde no se escasea el remedio para el desvalido le hallará también el poderoso; aquí se hacen deprecaciones ordinarias a la Santísima Virgen debajo de el nombre de Santa María la Mayor con tan buen logro en los ruegos de los necesitados como lo indican las señales de sus cumplidos botos en diferentes bultos de cera que penden de sus aras, trasuntos de sus beneficiados dueños. De aquí finalmente y de su operario y capellán nació la Hermandad sobre dicha de Nuestra Señora de el Socorro y se puede pensar que esta invención tan provechosa a lo común (como arriba se dijo) ha sido retorno de Dios a la complacencia que le han causado las constancias fervorosas y ayuda de los más desvalidos de este Reino. Para todas las fiestas sobredichas, para otras muchas que omite el recelo de la prolijidad, tiene este colegio muchos y diestros ministriles de música con todos géneros de instrumentos, órgano de los mejores que tiene la ciudad, chirimías, flautas, bigolones, harpas, bigüelas, discantes, rabeles, [fol. 4] y los demás que ha inventado el arte. Estos demás de el lustre que dan a las festividades y a la decencia de los divinos oficios de nuestra iglesia, adelantándose siempre en la suficiencia de el arte música y enseñando a otros han ahorrado considerables gastos a este colegio por ser el frecuente oficio suyo la carpintería.

& 3. Ministerios cuaresmales y extraordinarios Las vísperas de cuaresma (conforme al universal uso de la Compañía) se celebran en las cuarenta horas de carnestolendas en este colegio, con más lucimiento y menos costa, que se podrá en muchos porque desde que se descubre el Señor hasta que se encierra no cesan los ministriles (de que poco 283.


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ha se hizo mención) de variar instrumentos músicos con que de más de el culto de el Señor que se venera se consigue el honesto divertimiento de los bacanales desahogos. Predícase a mañana y tarde con populosos concursos; están frecuentemente ocupados estos días los confesonarios y lo más de las mañanas franqueándose a los fieles el pan de ángeles. Y quedando piadosamente dispuestos los ánimos con este sagrado entredicho de deleites se ingenian nuestros operarios a la cosecha espiritual de la cuaresma, predicando en las plazas, en las parroquias, en los conventos de religiosas, en nuestras iglesias y en la catedral muchísimos sermones y pláticas. Y es así que aunque la ciudad como numerosa tiene para llenar a un mismo tiempo muchas iglesias y que tienen las otras sagradas religiones numerosos concursos no puede la nuestra ni sus hijos formar quejas de menos seguidos en la predicación pues aunque es bastantemente capaz nuestra iglesia, con tribunas, coro y capillas, rebosan a los pretiles los auditorios. Son conformes a la aceptación los frutos en el provecho de las almas. Almas se reconocen en las públicas demostraciones de frecuencia de sacramentos, de piadoso proceder que las señalan por despojos de nuestra predicación. De que no se puede negar que aunque es grande la conveniencia en los sermones públicos se experimenta mayor en los ejemplos de las noches, pues demás de enderezarse determinadamente a penitencia, conceden en el tiempo de la disciplina un rato de tinieblas en que libres de el empacho clamen al cielo por misericordia. Y entre las voces de el predicador que los afervoriza la experimentan con notables mudanzas de sus vidas. Y que éstas se hayan reconocido, aun en personas conducidas de sola curiosidad de lo historial de el ejemplo, es lo que más confirma conseguirse los efectos de la divina predestinación por nuestros ministros. No olvidan [fol. 4v] éstos lo ínfimo de la república, así en edad, como los niños en las doctrinas, como la gente humilde de servicio que se recoge en una parroquia de esta ciudad todos los domingos de cuaresma para su enseñanza. Las cárceles de corte y de la ciudad, el hospital de San Juan de Dios experimentan la piedad así de nuestra religión como de nuestras congrega284.


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ciones en su socorro. Pues previniendo su miseria para aliviarla se buscan estos miserables, ya para platicarlos con las amonestaciones, ya para oírles sus confesiones, ya para socorrerles sus hambres. No pide especial ponderación el ser los nuestros los continuamente llamados para las concordias entre los desavenidos, para las resoluciones de las mayores dudas, para las confesiones de día y noche en lances más peligrosos de la vida, para revalidar matrimonios, dispensar impedimentos y consolar a los más angustiados. Pero se puede hacer algún reparo en que aun a la vista de ajenos cuidados se hagan los nuestros tanto lugar que sin emulación se merecen los mayores aplausos de los pobres. Así sucedió el año pasado de cincuenta y uno en la peste de viruelas de que padecieron más contagio los miserables; y no sólo se les acudía a lo preciso de las confesiones, sin perdonar a ocupación doméstica y riesgo de la infestarse por lo asqueroso de la peste, a cualquier hora de el día y de la noche sino que a los enfermos se acudía con el socorro de sus hambres, visitándolos en su soledad, consolándolos en su aflicción, ayudándolos en el peligro de la muerte, de que no se singularizan los sucesos por no hacer prolija la relación.

& 4. Misiones ordinarias y dos casos extraños No se contiene el deseo de el provecho de las almas de los pobres indios en los límites de el colegio. Tienen ellos sus repartimientos derramados en pueblos en que viven separados de españoles en la miseria de su condición. Y aunque sus curas cuidan de sus almas en cumplimiento de su obligación no sé que se tienen los cuidados de aquellos que reconocen los mismos indios que los buscan; no con mira de estipendios en su bien sino con sola atención de su provecho; por el grande fruto que se ha experimentado de correrías que hacían más antiguamente padres ancianos de este colegio por todos los pueblos de los indios de cuando en cuando (porque de el todo no se borre costumbre tan provechosa) suele ir el padre, que habitualmente cuida en esta ciudad de los indios, a un modo de abreviada misión a sus pueblos y es de ver el alborozo de sus ánimos en las demostraciones festivas de sus recibimien-

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tos, pues son las mismas que las que se hacen a los señores arzobispos en sus visitas, con repique de campanas, [fol. 5] con la gente en procesión y con cuantos halagos alcanza su posible; y lo que más se debe estimar es que al tiempo que llega el padre, aunque sea el más divertido en sus celebridades (que frecuentemente se acompañan con mucha destemplanza), renuevan semana santa con la numerosidad de sus confesiones y comuniones; tanto que amenazando el término de la vuelta de el padre a su colegio, le niega el fervor de los indios el tiempo para el descanso que se usurpa para la quietud de sus conciencias. No hay cosa que tan vivamente los atraiga como el ver que sin otras atenciones, apenas se apea el padre de la bestia en que hizo su jornada cuando luego o se asienta en el confesonario, o los agrega para su enseñanza y los amonesta a la comunión. En el uso de este sacramento se ha trabajado mucho porque con pretexto de incapacidad (quizá efecto de sus pocas enseñanzas) privaban a los indios universalmente de la comunión (sin duda de que sin este mantenimiento de vida se hallasen estos miserables flacos en la fe). Pero ha sido Nuestro Señor servido (que como en esta materia fueron de los nuestros los primeros empeños en descaecer el título de incapacidad)10 así se daba a los mismos la frecuencia que en muchos pueblos por medio de estas misiones se experimenta. Ni viene a ser maravilla que cuando vuelve el padre y sale de el pueblo todo él le salga siguiendo los pasos y llorando su ausencia, y pidiendo con instancias vuelva otras veces a fomentar el bien que crió en sus corazones. Y cuando les parece tarda se vienen ellos a buscarle a la ciudad. Y es más de estimar en la cortedad de sus condiciones que aun cuando otros títulos los traen a la república es su primera estación la de la Compañía y primera visita la de su padre misionero. En esta misma ciudad experimentó este mismo padre un efecto especial de la divina providencia y una prueba de lo mucho que Dios aprueba las determinaciones de conservar la honestidad. A la enseñanza de la Compañía debió una india haber criado una hija suya con atenciones de la eternidad y con amor de su pureza; peligraba mucho esta en el siglo porque con reco10  Véase sobre este tema: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 344-347.

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mendación de su hermosura padecía mucha pobreza en el caudal con que se hallaba expuesta a los asaltos del apetito y a las conquistas casi inevitables de las dádivas. Ofrecióse a la muchacha el único medio de librarse de el peligro entrándose a servir a un convento de religiosas y aunque pudiera estorbar esta determinación la madre con la soledad en que quedaba (pues no tenía otra persona que la acompañase) dispuso el cielo que no se le ofreciesen las incomodidades para estorbarlo sino solas las conveniencias para ejecutarlo. Ejecutóse en fin y apenas se halló la hija en el convento cuando a la madre en la soledad mortalmente congojaba el dolor de sus ausencias. Y aunque por al [fol. 5v] gún tiempo procuró divertir la pesadumbre la venció ésta de suerte que juzgando sus tristezas por irremediables sin la compañía de su hija se determinó a sacarla de el convento religioso. Ya tenía en sus ofrecimientos vencidos los inconvenientes que la habían movido a su clausura y se persuadía que el acompañar a una madre en tan huérfano desamparo no sería ocasión de ruinas en la hija. Ya iba a sacarla y en una calle se encontró con un hombre para sí desconocido, que mirándola tan fijamente que le causó extrañeza, la obligó a preguntarle: Señor qué me quereis? Él respondió, si se acordaba de una hija que en mucha terneza de sus años se la habían hurtado de su lado. Era así que otra hija suya se la habían hurtado tan niña que aunque la antigüedad de el suceso la había borrado el sentimiento, con el presente dolor se le renovaron las lágrimas; y preguntó por ella. Entregósela el hombre y aunque la hallada hija, sin conocimientos de su madre se extrañó a los principios, después con su trato se reconoció que venciendo al parecer imposibles, Dios la había restituido sus ojos porque hurtada había parado en provincias donde acomodada al uso y trato de ellas había andado desnuda y a todas aventuras. Y la trajo Dios para que su hermana continuase el propósito de la honestidad y ella con su madre frecuentase los sacramentos como lo hacen ambas con mucha edificación. Llamaron también a cierto padre para una confesión en nuestra portería; salió éste con su compañero, no halló quien le guiase porque no pareció el que había llamado, y llevado de el destino de Dios llegó a cierta casa donde halló un enfermo de catorce años de cama y de otros tantos de 287.


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obstinación, tan resistente a las vocaciones de Dios que había sido tanto el número de sacrilegios en confesiones y recibos de el viático, cuanto el de los años /ilegible/. Y dispuso el ánimo de esta dureza Dios con la venida casual de un ministro de nuestra religión que con tantas de propósito no se había moderado, ni quiso su Majestad se prevaricase con el tiempo lo que había logrado con su industria, pues el que catorce veces había recibido el viático con muchas premisas de su muerte y todas ellas se libró de ella, esta vez, que pareció la casual o contingente, por bien dispuesto lo aseguró su Majestad con llevárselo con mucha esperanza de su salvación.

& 5. Ministerios de Letras Refiérense al principio los que frecuentemente se ejercitan en este ministerio, que como tan propio de la Compañía se abraza con todo conato de nuestra parte, mucho séquito de estudiantes y aplauso universal así de los [fol. 6] que han asistido las mejores universidades de España como de las otras sagradas Religiones, que aunque en sus conventos tienen estudios y logran en sus hijos su enseñanza, muy sin contradicción puede afirmar nuestro colegio de Santafé, que en cincuenta años, poco más o menos, que ha se fundó ha dado más hombres sabios que juntas las demás familias y que ha sido el mejor emporio de letras de este Reino; no sólo porque en demanda de su enseñanza le buscan de más de trescientas leguas de distancia, sino principalmente porque después que la Compañía asentó sus estudios públicos se desterraron las ignorancias de este Nuevo Reino y se empezaron a poblar sus ciudades y pueblos de gente capaz y docta11. Los grados que se dan en nuestra Academia (que está muy lustrosa de doctores, y maestros) califican los estudiosos y son tan preferidos en el aprecio que algunos (mirarán nuestras cosas con afecto) tienen por addito diminuente ser doctores, o maestros con otra aprobación que la de la Compañía. Puede ésta blasonar que muchas catedrales de las Indias, muchas re11  José DEL REY FAJARDO. Los precursores de la ‘Sociedad del conocimiento’ en la Javeriana colonial. Bogotá, Editorial El Búho, 2010.

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ligiones en ellas, o todas universalmente, todos los curatos de españoles y de indios, están honrados con los que desde su niñez debieron sus enseñanzas a nuestra educación. Que como se acompaña con la institución en la virtud, echando en ésta las zanjas para el edificio de el saber, es de ver muchos curas de almas, clérigos seculares, discípulos e hijos de nuestro cuidado, tan celosos de la honra de Dios, como si vistiesen nuestro hábito12. Pocos días ha se tuvo noticia de el Doctor Don Joseph Méndez Cabrita13 discípulo de nuestra Academia, cura y vicario que fue de la ciudad de Maracaio [Maracaibo?], que entendió se había encendido la peste en su ciudad, estando ausente de ella, y con mayor incendio de caridad para sus feligreses que para su propia vida, dijo; quiero ir a morir con mis ovejas. Llegó y cuando todos se retiraban él solo se entregó tan de veras al socorro de los enfermos, como quien imitando a Cristo, daba su vida por sus ovejas; rindióla en fin con tan dichoso logro que demás de el aplauso de varón justo que tenía granjeado aun antes de la peste, no dejó casi duda de su salvación. Otros hay tan modestos en sus procedimientos, tan templados en las costumbres, tan fervorosos en la predicación que verifican en sí las bendiciones que Dios emplea en los hijos y sucesión de la rectitud. Críanse desde los primeros rudimentos con la leche de la devoción de la Santísima Virgen María Señora nuestra en su congregación con pláticas, con confesiones y comuniones continuas y es servido Dios de conservar en las edades más adultas, los resabios de la niñez y adolescencia sujeta a nuestras enseñanzas. Conocida cosa es, que si en estas Indias hubiera cátedras y prebendas de oposición, como hay curatos, se mostraran tan aventajados en aquellas nuestros discípulos como en éstos. Pues ha habido ocasiones de beneficios pingües en que habiendo numeroso concurso [fol. 6v] 12  Véase: José DEL REY FAJARDO. Los precursores de la ‘Sociedad del conocimiento’ en la Javeriana colonial. Bogotá, Editorial El Búho, 2010. 13 José DEL REY FAJARDO (Ed.). Libro de grados de la Universidad y Academia. Actas de la Universidad Javeriana colonial. Libro I: 1634-1685. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013) 287. El 23 de septiembre de 1634 Joseph Méndez Cabrita recibió el grado de Maestro en Artes.

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de opositores, han llegado a desear y aun a proponer fiados en la suficiencia, se hiciese en la misma forma la oposición que se hace en las universidades de cátedras y en las iglesias de doctorales y magistrales prebendas. Pero aunque falten estas publicidades para la aprobación de nuestros estudios, no se menoscabará el crédito de los suficientes.

& 6. Misión de Guayana La Misión de la Guayana14 se juzgó por informes había de ser de grande servicio de Dios, grande gloria suya en conversión de mucha gentilidad y en dirección de muchos católicos destituidos de doctrina con que se determinó fuesen dos Padres15 a Guayana16. Eligiéronse estos tales como los necesitaba tan dilatada peregrinación y tan inculta plaga; hicieron su viaje desde este colegio de Santafé, haciendo la costa Don Martín de Mendoza Gobernador y Capitán General de esa Provincia17; hubo muchas dificultades en los principios ya en la quiebra de la salud de los misioneros, por la diferencia de temples que pasaron por tierra, ya en la falta de los avíos que por ser muy larga la embarcación pide grandes prevenciones en su entrada. Todas estas dilaciones en el despacho, sin embargo que lastimaban, daban mayores esperanzas de el logro de los misioneros. Que en fin se llegaron a embarcar en piraguas, mayores vasos18 que canoas, aunque casi de la 14  Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones. Germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 62-68. 15  Fueron los padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández. 16  Álvaro GARCÍA CASTRO. “Guayana, provincia de”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 594-597. 17  María Elena PARRA PaRDI. ”Mendoza y Berrío, Martín”. Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 127. 18  El Diccionario de autoridades dice: “Vaso. Significa asimismo el buque, y capacidad de las embarcaciones; y figuradamente se toma por la misma embarcación”. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de Autoridades. Madrid, Editorial Gredos (1969) III, 427. Edición facsimilar del Diccionario de la lengua castellana... Madrid, Imprenta de la Real Academia Española en 1737.

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misma forma y que permiten una vela que ayude con el viento a más prisa en el viaje. Trescientas leguas corrieron de ríos diferentes con tantas incomodidades como se dejan entender en desiertos incultos y despoblados, surgiendo las noches a las playas de los ríos y a los montes que los cercan y asentando los pies y las manos en el agua, que resultaba de los esteros. Todas estas tierras se hallaron tan desiertas de gente y habitadores que hacían compañía las fieras que tal vez se divisaban por las orillas de los ríos. Después de muchos que se fueron diferenciando entraron en el poderoso de Orinoco a quien los demás reconocen superior y en quien ahogan sus corrientes con sus nombres. Todavía a sus orillas se descubrían tal vez algunos indios, tan brutales en su trato que éste si no la naturaleza (aunque ajena de toda policía) los diferenciaba de los irracionales. Llegaron a la ciudad de Guayana, donde el Gobernador Don Martín de Mendoza recibió a los padres con las demostraciones cariñosas que debe a su cristiana piedad y a su generosa sangre. Lo mismo hicieron los pocos vecinos de la ciudad con que, aunque obligados a la buena aceptación de sus personas se hallaron los padres desconsoladísimos con la ninguna mies a sus cuidados. Este desconsuelo con las fatigas e incomodidades de el viaje causó una grave enfermedad al Padre Andrés Ignacio19, superior que era de la Misión. Era en tierra que no podía tener más remedio que la paciencia, ni más alivio que la compañía de el otro misionero, a quien también comprendió el mismo mal tan fuerte que de ambos se desesperaba la vida y se temía por instantes la muerte y estando de los dos [fol. 7] averiguado el riesgo, dudosamente se temía cuál de ellos acabaría primero. Los mantenimientos de la tierra eran ningunos, la gente pobrísima y ya con la costumbre bien avenida con la miseria, el sustento ordinario unos

19  Andrés Ignacio (Sevilla, 1599-Guayana, 1648). Ingresó en la Compañía en Tunja en el año de 1618. Estudió en la Universidad Javeriana de Bogotá. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 263-264.

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bledos cocidos en agua que llaman Pira; la carne ninguna, si no se montea con grandísimo trabajo por la aspereza de la tierra y con mucho riesgo de la vida por los caribes20 (así llaman los indios que se sustentan de carne humana) mortales enemigos de los hombres. Creció con estas circunstancias la enfermedad de el Padre Andrés Ignacio de suerte, que juzgando por algunos indicios complicados era pasmo, que también lo daban a creer las continuas mojadas de el río. A los primeros remedios que le hicieron contra este mal, encontró muriendo el bien de la eternidad en cuya demanda no sólo para sí sino para muchos por su medio se había empeñado obediente en esta Misión. Era este Padre muy obediente religioso profeso de cuatro votos y que en el colegio de Santafé y Tunja había trabajado loablemente así en el oficio de ministro como en sustentar dos congregaciones que en su tiempo tuvieron mucho adelantamiento. Conocióse en él siempre un vivo amor a la Compañía y a sus ministerios cuyos afectos lo movieron a dejar a Sevilla su patria y empeñarse en este nuevo mundo. Fue el primero que pareciéndole se abría grande campo para el bien de las almas en esta trabajosa Misión se ofreció para ella con tan heróica resolución que aunque hubo duda de quién le acompañaría no dio lugar su determinación a los superiores para que dudasen de su ida. Y admitió Nuestro Señor sus deseos tan por cuenta de ejecuciones alentadas que antes que experimentase la actividad necesaria de el puesto a que había ido se los quiso premiar dándole por hospedaje de el término de su jornada la enfermedad y la muerte por descanso. El Padre su compañero21 quedó con doblado riesgo de perder la vida porque demás de ser el mismo el mal de que adolecía que el que había acabado al primero, la soledad, la pena, la destemplanza de el sitio y todas las circunstancias eran reclamo de la muerte, pero fue Dios servido que provocada con tantos accidentes no acabase a quien la esperó por mucho tiempo que le duró la enfermedad. 20  Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. (Indios y jesuitas en la Orinoquia). Caracas, Academia Nacional de la Historia (2011) 414-440. 21  Alonso Fernández (Sevilla, 1617-Panamá, 1654). Ingresó a la Compañía en marzo de 1634 y estudió parte de la teología en la Universidad Javeriana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 187-188.

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Ni le fue ésta estorbo para que de el todo se negase a los ministerios porque primeramente intentó todos los medios posibles para ver si se podían conquistar los gentiles que están derramados por aquellas provincias22 y halló tanta imposibilidad para esto, como la que se deja entender por la poquedad de vecinos de Guayana (que apenas llegan a cuarenta), por la pobreza de su moradores y falta de los bastimentos; pues en cualquier empresa era preciso morir los que la intentasen antes al rigor de las hambres que a las manos de el caribe. Predicó varias veces esforzando la flaqueza de su salud que le negaba las fuerzas para todos ministerios, o vio algunos inconvenientes que amenazaban en matrimonios que como en aquella tierra no hay religiones y los sacerdotes y curas (que son al número de los pueblos) los hace más la necesidad que la suficiencia ape [fol. 7v] nas saben decir una misa, hay gravísimos yerros y ninguna enseñanza de costumbres cristianas. Procuró cierta vez en un sermón afear a un vecino (en doctrina común) el escándalo que daba con cierta amistad torpe y aunque al principio le causó la reprehensión (nunca usada en esa tierra de los vicios) tanto desabrimiento que amenazó al Padre con un puñal desnudo. Se sirvió Nuestro Señor que templado el rigor de la desordenada indignación y oídas las amonestaciones en más sosiego se quitase la ocasión de el reparo público. Por modo de Misión se determinó a pasar a la Isla de la Trinidad23, que dista casi cien leguas de Guayana en compañía de el Gobernador y no se puede decir para hiperbólica ponderación de la destitución total de doctrina más que la halló en este sitio el padre pues el cura y vicario de dicha Isla de la Trinidad, que era un hombre anciano, había un año o más que no se confesaba por falta de confesor. Y padeció dicho cura una enfermedad en el tiempo de la asistencia de nuestro misionero en que si éste no le hubiera favorecido con el sustento que tenía en casa de el Gobernador muriera al

22

Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente, 478-480.

23  Jesse NOEL. “Trinidad, isla de”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) IV, 100-103.

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rigor de el desamparo de la tierra. Aquí también predicó y confesó la gente con grande consuelo de los que quizá en su vida no habían oído explicada en púlpitos la doctrina de el evangelio. Cuanto pudo obró en la corta mies que ofrecía la tierra. Y viendo que muerto el compañero ni a la decencia religiosa estaba bien tan dilatada asistencia fuera de los suyos y que no se podía aumentar el número de la gente para los ministerios de la religión alargándose por años la falta de comunicación y correspondencia se determinó a salir de esta Provincia de Guayana y dar razón a los Superiores de lo desaprovechado de su asistencia en ella, como lo hizo padeciendo grandes trabajos en subir trescientas leguas ríos arriba y granjeando de las incomodidades [y] achaques que hasta hoy padece sin que la bonanza de los temples la haya mejorado. Pero en esta Misión (aunque malograda en los grandes intentos que emprendía) manifestó la Compañía el grande celo de su espíritu pues aunque se reconocieron sus dificultades no recataron los empeños exponiendo a sus hijos al riesgo de la vida y haciendo asentasen las plantas en tierra donde jamás habían llegado religiosos de los nuestros, que si no hallaron bastante empleo de su fervor ni para con Dios, perdieron el logro de sus deseos y dieron a conocer que nuestra vocación es de más de nuestra salvación el anhelo de las de los prójimos24.

& 7. Colegio Seminario de San Bartolomé 25 Tiene hoy cinco de los nuestros, tres sacerdotes y dos hermanos; uno de los sacerdotes rector que cuida de el gobierno de el colegio y colegiales ayudándole los demás a lo mismo y teniendo repartido el trabajo de pasantes26 entre 24  Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones. Germen de la nacionalidad, 67-68. 25  William JARAMILLO MEJÍA (Dir.). Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Nobleza e hidalguía: Colegiales de 1605 a 1820. Santafé de Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (1996). Daniel RESTREPO y Guillermo y Alfonso HERNÁNDEZ DE ALBA. El Colegio de San Bartolomé. Bogotá, Sociedad Editorial (1928) Dos tomos; José DEL REY FAJARDO. Jesuitas, libros y política en el Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Publicaciones Editores (2004). 26  La figura del “pasante” en la Universidad Javeriana tuvo vigor durante toda su existencia colonial. El

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sí para que desde el gramático más principiante hasta el teólogo más aprovechado tengan a quién recurrir en sus dificultades. En el mismo colegio tienen determinadas horas de conferencias en todas facultades y sus conclusioncillas públicas para que [fol. 8] no quede por nuestro cuidado el conseguirse el fin que pretenden los padres de familias en recoger sus hijos debajo de nuestra educación. Cuyo norte principal es fundarlos en el temor santo de Dios, para que en cualquier estado, que se hallen tengan memorias de la enseñanza que tuvieron. Son frecuentemente los colegiales, así seminaristas (llámanse así los que sirven de acólitos y turibularios a la Iglesia catedral de esta ciudad y se sustentan a sus expensas) como convictores, cincuenta y algunas veces más. Y se puede afirmar que desde la fundación de este colegio y entrega de él a la Compañía (que fue en tiempo del Ilustrísimo Señor D. Bartolomé Lobo Guerrero27, verdaderamente padre de nuestra religión) ha sido este seminario en quien logra Dios sus bendiciones; pues lo más que se ponderó en los ministerios de letras se halla verificado en los hijos de este colegio; habiendo sido este plantel florido el almácigo de donde se han derramado los hombres más importantes de el Reino; y con ellos como frutos de él crece su crédito y se mueven de las provincias más distantes los padres a privarse de el lado y cercanía de los hijos de más esperanzas para que vuelvan a sus ojos en todas prendas mejorados como cada día sucede criándose en este colegio muchos desde muy tiernos años hasta el sacerdocio que consiguen en la misma beca que tuvieron sus primeros rudimentos. Pudiéndose sólo sentir en nuestro afecto que no tengamos en nuestra mano premios para los que hace dignos de nuestra industria y su cuidado, fuera de los grados literarios en que con toda atención se observa la justicia distributiva prefiriendo los más suficientes a los que no lo son tanto. Si bien puede este colegio de San Bartolomé tener por blasón de la dicha de sus hijos y de el lo“pasante” o “recolector” venía a ser como un profesor adjunto al catedrático de Artes y eran estudiantes de Teología que se habían distinguido en los estudios filosóficos. 27  Luis Carlos MANTILLA. Don Bartolomé Lobo Guerrero, inquisidor y tercer arzobispo de Santafé de Bogotá (1599-1609). Santafé de Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1996).

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gro de su buena enseñanza la felicidad que aun fámulos suyos han obtenido en puestos de mucha consideración así en religiones como en catedrales de importancia de estas Indias, verificándose que por la virtud los novisímos en el aprecio de el mundo son primeros en las disposiciones de la divina Providencia28.

Capítulo 2. Residencia de Fontibón & 1. Ministerios ordinarios Dista esta residencia de la ciudad de Santafé solas dos leguas29 y es en un pueblo de indios de cuyas almas cuidan dos sacerdotes de los nuestros con tan notorias mudanzas en la medra de sus costumbres que sin duda fue efecto de la diestra de Dios el haber tenido a los de la Compañía por sus padres. Tuvieron estos indios antiguamente tan depravada su opinión que se juzgaban los peores de este Reino quizá porque de la vecindad de Santafé se aprovechaban no para la piedad cristiana como pudieran, sino para ser más resabidos en la maldad. El Señor Don Juan de Borja Presidente Gobernador y Capitán General30 que fue de [fol. 8v] este Nuevo Reino quiso hacer experiencia en la gente más desaforada de remedio de la eficacia de nuestros ministerios en su reformación y ha sido Dios servido que en más de treinta años que tienen los nuestros esta doctrina se haya siempre adelantado la mejora de la gente que desde los principios se reconoció. 28  Nicolás de BARASORDA Y LARRáZABAL. Relacion de los svgetos, qve se han criado en el Colegio Seminario, y Mayor de San Bartolomé, fundado en la Ciudad de Santa Fé, Nuevo Reyno de Granada… Madrid (1723). Daniel RESTREPO y Guillermo y Alfonso HERNáNDEZ DE ALBA. El Colegio de San Bartolomé; William JARAMILLO MEJíA (Dir.). Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. 29

Roberto VELANDIA. Fontibón, pueblo de la Real Corona. Bogotá, Imprenta Distrital de Bogotá (1983).

30  Don Juan de Borja (2 de octubre de 1604-Santafé, 12 de febrero de 1628). Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 399-401; Manuel LUCENA SALMORAL. Nuevo Reino de Granada, Real Audiencia y presidentes. Tomo I: Presidentes de capa y espada (1605-1628). Bogotá, Editorial Lerner (Historia extensa de Colombia, III) (1965) 27-489.

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En la constancia se ha conocido la virtud y en el adelantamiento la especial gracia de Dios que en este Pueblo más que en otro de este Reino se halla en mayores cultos venerado son los adornos así ordinarios de la iglesia (que como otras veces se ha dicho, es de las más bien acabadas de pueblos de naturales) como los extraordinarios de sus fiestas, tan lucidos, tan costosos que pudieran parecer muy lustrosamente en opulentas catedrales. La música y coro de los indios es el mejor que hay en el Reino con órgano y los demás instrumentos que siendo ordinarios en Fontibón, son los extraordinarios lucimientos de las mayores fiestas de Santafé. Hay cofradías y congregaciones muy piadosas acudiendo a las pláticas y a las comuniones asentadas que puede ser gloria grande la Compañía que no habiendo en este pueblo en su entrada uno que comulgase no hay, muchos años ha, uno que no comulgue. Y se pueden juntamente gloriar los fervorosos padres que han cultivado esta viña de Dios de que tan santa costumbre y tan inviolable obligación, no conocida en este Reino, se ha derramado para su observancia en el resto de los pueblos para la vida espiritual de sus moradores. Lógrase muy bien el continuo cuidado de los nuestros en las doctrinas a mañana y tarde en la escuela, donde desde niños aprenden a leer y escribir, los que se crían para cantores, en las visitas frecuentes de los enfermos; en el socorro con lo que necesitan los más desamparados, en el sustento de los que ya reservados de el trabajo por ancianos, ni para los tributos, ni para su comodidad están de provecho.

& 2. Cosas extraordinarias Débese tener por tal el haberse reducido a ser efecto de la piedad de los indios e indias de este pueblo el que muchos años ha se tenía por glorioso triunfo de sus operarios. Trabajaban mucho éstos en descubrir los idolillos que restan de su antigüedad que yerros de tantos siglos no es maravilla sean dificultosos de arrancar. Ahora pues tienen (bendito sea Dios en los efectos de su divina gracia) tan bien asentada la fe que si sucede alguna vez en sus peregrinaciones, o en sus labranzas, o en antiguos lugares destinados para idolatrías hallar algunos de estos idolillos ellos mismos los traen a los padres haciendo ascos de lo que engañosamente tenía cautivos a sus antepasados. 297.


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Ni se debe celebrar menos, que tenían en este pueblo, desde antes de su conquista los fontibones, dos pilares de piedra de más de dos estados de alto y aun [fol. 9] más gruesos que pedía su proporción; estos (que conservaba como por grandeza en la cerca de su casa el cacique) se puede dudar poco sirviesen a sus bárbaras supersticiones; aunque declaradamente no se ha averiguado fueron a propósito para labrar una Cruz de piedra a la puerta de la iglesia y aunque se receló, que por lo que son observadores de sus antigüedades habían de resistir, se hallaron tan rendidos que con sumo gusto los mismos indios desbaratados los pilares trajeron sus piedras al lugar de donde a beneficio de canteros se borraron las memorias de su antigüedad y se labró una Cruz, precioso estandarte de nuestra fe, de tan hermosas labores, tanto primor, y tan varios relieves que pareció obedecer la dureza de la piedra, más fácil a la mano de el artífice que pudiera la cera. Por este tiempo no solo se reconocieron efectos ordinarios en la piedad de los indios para lo que toca a la eternidad sino aun para esta vida dilatándola maravillosamente, como esperamos, para logro mayor de los méritos de la redención. Enfermó una hija del cacique de cristiano proceder, apretóla la enfermedad de suerte que fue necesario administrarla los Sacramentos de la eucaristía y extremaunción; después de confesada piadosamente asistíanla esperando por instantes su muerte. El padre que la había confesado y sacramentado y continuado asistirla desde que se reconoció su peligro, viendo la buena disposición de la enferma para el trance peligroso de la muerte, se hallaba glorioso de el buen empleo que habían tenido sus enseñanzas así en su salud como en la hora en que aprovechan los buenos procedimientos de la vida. Hallóse ésta tan a sus fines en esta enferma que de el todo le faltó el habla, se le levantó el pecho, se le quebraron los ojos y se le suspendieron los sentidos y le pareció al padre que siendo ya deshora de la noche podían aprovechar nada sus asistencias y trató de recogerse, cierto a su parecer, conforme el estado de la agonizante sería muy bueno su despacho a la eternidad. A la mañana cuando esperaba el doble por la difunta se halló con un recado de casa de el cacique con que le llamaban y llegado a ella (notable cosa) 298.


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halló a la que había dejado por muerta, tan viva y tan convalecida que el rostro y toda exterior apariencia no era mejor en la más robusta salud de la que tan poco antes agonizaba, hablaba con sumo concierto y sin desmayo alguno en las palabras. Y disimulando por los presentes la admiración (que confiesa haber sido grande la que tuvo) le preguntó la causa de su mejoría. La convalecida enferma para responder le pidió al padre quedarse solo (que a ninguno antes había declarado el suceso) y le declaró que en uno de que los asistentes habían tenido por parasismo (si bien tan dilatado que trataron de amortajarla) en la realidad había muerto y sido llevada al purgatorio, no a padecer sino a tener conocimiento de la gravedad de sus penas cuyo temor la había movido a implorar instantemente el amparo de la Santísima Virgen María (de quien había siempre procurado la devoción) y que esta Señora a qui [fol. 9v] en con suma dicha suya la parecía haber visto) la había conseguido la restitución de su alma al cuerpo para que, aunque antes la había servido, se adelantase en su devoción; al tercero día de su muerte se levantó de la cama que antes pudiera y como si en la enfermedad y muerte hubiera ganado nuevos alientos fue a rendir las gracias a la imagen (que en veneración de su Concepción Purísima) tiene este Pueblo, prosiguiendo en vivir tan piadosamente como quien experimentó los rigores de el morir y como quien conoció las penas con que se purifican las almas para llegar sin mancha a la celestial Jerusalén.

Capítulo 3. Colegio y Casa de Probación de Tunja & 1. Ministerios y ocupaciones ordinarias Diecisiete de los nuestros sustenta hoy este colegio: cuatro sacerdotes con el rector y los demás hermanos, de ellos son los ocho novicios31. No obstando la flaqueza de esta ciudad (que habiendo sido como de la gente más ilustre, la más opulenta de el Reino, ha llegado a mucha po31  Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial. Bogotá-Tunja. Pontificia Universidad Javeriana y Academia Boyacense de Historia, 2010.

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breza) para que nuestro colegio no haya tenido sus aumentos. Pues en los mismos tiempos en que con el menoscabo de los indios le han padecido los vecinos en sus haciendas, se ha mejorado su templo y sus adornos; acabóse el crucero y solo él es suficiente para los concursos de el pueblo; aunque es muy devoto y acude puntual a gozar el ejercicio de nuestros ministerios, hase disminuido la gente con la pobreza de la ciudad y, como de ordinario acontece, ayudan mucho las necesidades de el cuerpo a que se procuren los socorros de el espíritu. Solicitan estos los moradores de esta república con la frecuencia de los sacramentos, con la piedad en sustentar la congregación de la Asunción de la Santísima Virgen María Señora nuestra y la cofradía de el Niño Jesús: aquella pertenece a los españoles, ésta a los indios, morenos y mulatos de toda la tierra. Ambas tienen sus pláticas los domingos en la tarde; ambas sus festividades anuales y aunque en el lustre de la que celebran los españoles manifiestan su devoción, es la de los indios el día de la Circuncisión de el Señor más majestuosa en aparatos de iglesia y de públicos adornos en nuestra calle (por donde da vuelta la procesión). Hácense las comuniones mensuales con sus pláticas; celébranse las fiestas de Nuestro Padre San Ignacio, de San Francisco Javier y de San Francisco de Borja con mucho lustre. Predícanse las cuaresmas sermones en la plaza, en la parroquial de esta ciudad y en nuestra iglesia los de historia: ni se falta a los ejemplos, por reconocerse su provecho; edifícase mucho el pueblo con la modestia de nuestros novicios y sus públicas mortificaciones en desprecio de el mundo; acreditan la elección de el estado que reconocen recibieron de Dios, moviéndose muchos al aprecio de nuestra religión.

& 2. Trabajos de los Nuestros en especiales ocasiones No era para breve relación lo mucho que Dios se sirve en esta ciudad y en sus [fol. 10] vecinos pueblos por los nuestros en confesiones de muchos años, en conversiones de almas obstinadas pero antes que en esta materia singularicemos algunos efectos de la divina Providencia, diré brevemente lo mucho que se

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manifestó se agradaba nuestro Señor de el cuidado de nuestros operarios en dos pestes que se padecieron en esta ciudad. Comprendió la una solos dos conventos religiosos con tanta infestación que se juzgó conveniente desamparasen su convento las personas que veían libres de el contagio para que de el todo no pereciesen a su rigor. Llegose éste a temer tanto que aun los mismos a quien competía por obligación el administrar los sacramentos se eximían de el cuidado por defender sus vidas que juzgaban exponían a evidente riesgo de perderlas. En esta ocasión (que por reputarse extrema necesidad no pareció lícito el eximirnos) se encomendaron los nuestros de el amparo de las muchas personas que perecieron y de las que peligraron con tan glorioso trofeo en este empeño que después de haber arriesgado sus vidas ni padecieron achaques, ni tuvieron quien entrase a la parte de sus méritos en la administración de los sacramentos y en la asistencia a los agonizantes, conservando por la gracia de Dios el buen nombre que ha sido Nuestro Señor servido haya tenido nuestra religión en las calamidades públicas y comunes que se adelantó en la peste de viruelas, que se derramó en la ciudad con mayor carnicería de los pobres e indios que reconocieron también que de la misma suerte que en sus comunes necesidades tienen el socorro en nuestra casa, no les falta éste en la mayor: pues con la confianza de esta prontitud a ninguna familia religiosa acudieron tanto como a la nuestra ya para el regalo en sus hambres, ya para el desahogo de sus conciencias que confesaban deber a nuestra religión, esmerándose ésta en que aunque fuese a costa de el descanso de sus hijos no se negasen éstos a ningún llamamiento de los miserables. Y fuera de algunos sucesos que en estas ocasiones parecieron maravillosos fue notable el que sucedió a un padre operario nuestro. Llamóle una persona que enfermaba no con poco riesgo de el cuerpo y aunque se confesó en apariencias de penitente, apretándole el peligro de la muerte repitió el llamarle, más al parecer para que atestiguase el estado miserable de su desesperación que para su remedio porque decía que el cielo y la bienaventuranza no era dicha que pudiese conseguir ella con tantas miserias como la rodeaban en la gravedad de sus culpas. Tenía el remedio presente en el confesor y le desviaba pareciéndole imposible le hubiese para su dureza. Representábale el padre el abismo 301.


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inmenso de las misericordias de Dios y de la sangre de Cristo y su desperdicio le parecía le excluía de su participación. Parécese que competían las amonestaciones de el padre con las réplicas desordenadas de el enfermo; y alumbrando Dios su entendimiento fue servido se rindiese la obstinación a los llamamientos de su gracia por medio de su ministro que le dijo tales razones que últimamente le redujo a que vencido el empacho y alentada la esperanza, declarase su conciencia que en comuniones sacrílegas tenía muy embarazada; y fue esto con tan heróica reso [fol. 10v] lución, tanta abundancia de lágrimas y tan repetidos actos de dolor, que demás de la esperanza de su salvación que dejó muriendo se pudo presumir había querido Nuestro Señor que se recobrase más con la penitencia y su perdón que se había prevaricado por la flaqueza humana.

Capítulo 4. Residencia de Tópaga, mejoras de esta doctrina y adelantamientos de sus naturales Prometido tiene Dios [en]muchos de sus profetas que las tierras que jamás sintieron el diente de la arada se habrían de ver en la dichosísima Ley de Gracia tan fecundas que habían de rendir los géneros de plantas que son el mejor testimonio de su fertilidad. Y aunque en la gentilidad reducida por sus ministros apostólicos sea la principal inteligencia y cumplimiento de estos pronósticos de mudanzas ha sido tan extremada la que ha habido en este pueblo de Tópaga32, que se puede igualar con las mayores. Cuando entró en él la Compañía estaba el pueblo y sus moradores indios tan incultos que apenas tenían el conocimiento de el Dios a quien adoraban. Pero qué maravilla si los templos y decencias públicas con que se reverencia Dios son las exteriores recomendaciones de su grandeza como de

32  Véase: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 328-331; Felipe GONZÁLEZ. “La doctrina jesuita de Tópaga: Antecedente espacial de las capillas posas en las reducciones del Casanare, ss. XVII-XVIII”. En: Allan R. BREWER-CARÍAS et álii. Libro homenaje al Padre José del Rey Fajardo S. J. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana (2005) I, 113-139.

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las humanas majestades sus opulentos tratamientos. Y era tal el templo que tenía Tópaga que se desechara (perdónese el decirlo) a un de pesebre de brutos y le pareció a un señor arzobispo (visitando este pueblo) más decente se dijese la misa en los días festivos en la plaza con algún seguro en el altar que en la que halló canonizada por la iglesia. Los indios (aunque de mejor natural, que muchos de el Reino) estaban tan poco cultivados que debiendo ser templos vivos de Dios se puede sin temeridad afirmar se asemejaban al material de su pueblo. Conociérase lo que en este beneficio ha trabajado la Compañía con haber dado vista a lo que fue y ponerla en breve descripción en lo que es. Tiene una iglesia hoy de las mayores y mejores que hay en todo el Reino en repartimiento de indios, toda cubierta de teja con división de capilla mayor por el arco toral que la reparte; a este arco adornan hermosos bultos de la querubines, de grande estatura y de media talla, que incluye aquí el sagrario. Es éste alma de un tabernáculo muy hermoso y que guarnece la frente toda de el altar mayor; adornan al retablo muy especiosas imágenes en los nichos y en especial una bellísima de la Virgen María Señora nuestra con advocación de su pureza en su Concepción Inmaculada en el superior nicho, dando nombre a este pueblo y mereciendo por su hermosura muy devotos recursos de sus alumnos. Tiene un bulto esta iglesia de el príncipe de los apóstoles San Pedro con retablo particular. La sacristía (que es bastantemente capaz para la iglesia) tiene de todos los colores eclesiásticos doblados y ricos ornamentos con abundante y aseada ropa blanca para muchos años33. No sólo al culto divino han atendido nuestros operarios en esta iglesia sino a introducir en estos miserables lo más que se puede la policía y decencia en los concursos públicos. Porque debiendo preferir los caciques e indios principales en lugares y puestos se les han hecho en la Capilla mayor divisiones de asientos y en el cuerpo de la iglesia están de suerte divididos los de los varones que no se confunden con las mujeres. Tiene también la i 33  Un personaje clave para entender la trascendencia de esta parroquia lo ofrece el P. Francisco Ellauri (1602-1665). Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 252-254.

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[fol. 11] glesia sus tribunas, una que se manda por lo interior de nuestra casa para el recurso a Dios de los nuestros; otra para los cantores en la frecuente celebración de las misas que es tal que puede ser extraordinaria y festiva en cualquier parte. En este artículo se conoce con evidencia lo que obra el cuidado en la enseñanza y la atención al adelantamiento de la mayor rudeza; teníanse los indios de Tópaga por los menos capaces de la tierra, situólo su destino en uno de los puestos más desapacibles de todo el Reino, tan frío el temple y los aires tan recios y desabridos y las tierras tan estériles que todos ya por lo esquivo de los mismos indios, ya por la indigestión de el lugar huían de ellos. Entró la Compañía y echando las primeras zanjas de el edificio que han logrado sus cuidados en el templo material se luce en los espirituales su apostólico celo que es ver en los que apenas pronunciaban las oraciones tanto adelantamiento en las noticias que hay eminentes cantores y músicos de todos los instrumentos que ilustran las mayores fiestas de el contorno y acuden a las de Tunja para su mayor celebridad que es haber experimentado en un muchacho, atendido con amor y enseñado con alguna más vigilancia tan grande habilidad que obligaron sus tempranas noticias de la música y otras artes a que le llamasen Salomón. Siendo no sólo novedad en este pueblo este ejercicio, sino en todo el Reino que muchacho de tan pocos años tuviese la destreza de este en el punto de órgano, en el manoseo de instrumentos, tañido de chirimías, flautas y clarín. Con esto se halla ya tan diferente en lo cristiano y piadoso la gente de este pueblo que los que apenas lo parecían, pueden ser en otras partes modelo de bien vivir. Son muchas las confesiones y comuniones, grande la puntualidad al acudir a las cofradías, congregaciones, y pláticas. Todos los días se recoge mucha parte de el pueblo a rezar a coros el rosario a la Santísima Virgen y el pueblo que todos huían por su desaseo y desapacibilidad de la gente es hoy el de más concursos entre los demás sus vecinos.

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Capítulo 5. Colegio de Cartagena34 & 1. La Ciudad con su entrada, sujetos de nuestro Colegio y frecuentes ocupaciones Es la ciudad de Cartagena de las principales de esta América por ser el Puerto más famoso de toda ella donde surgen en primera instancia las armadas de galeones y flotas de España. Concurren aquí con frecuente comercio muchos vasos de Barlovento y muchos mantenimientos así de el Nuevo Reino por el río de la Magdalena y por tierra como de la Isla de Cuba, Santo Domingo, Jamáica y de Nueva España. Eran en esta ciudad los mayores y más cuantiosas armazones de negros, desembarcando en ella los navíos que venían de Guinea y Santo Tomé. Y por ser el Puerto prin [fol. 11v] cipal de las Indias y por eso más codiciado de los enemigos de la corona española, le tiene su Majestad ennoblecido con un Gobernador que de ordinario es persona de grandes servicios y noticias de guerra, con Sargento Mayor y capitanes vivos de milicia con presidio constante. Está murada toda la ciudad costosamente, tiene a trechos sus plataformas y castillos con centinelas continuas y con grande fuerza y número de artillería. Ha hecho aquí creíble para las relaciones de los que lo leyeren o oyeren la evidencia un extraño prodigio en la naturaleza. Tenía la Bahía de esta ciudad dos diferentes entradas: una que por más espaciosa era la más frecuentada en el trato y la llamaban Boca grande. Otra llamaban Boca chica. Así se diferenciaban en los nombres como en el servir porque por Boca grande eran las entradas y salidas de las armadas y de los demás vasos de comercio apelando a Boca chica los que derrotados no podían arribar a esta

34  José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004); Tulio ARISTIZÁBAL. Bajo la sombra de Claver. Memoria de los jesuitas en Cartagena de Indias. Cartagena, s/e (1998). Es interesante para el investigador: Miguel CAMACHO SÁNCHEZ, Alberto Zabaleta Lombana y Pedro C. Covo Torres. Bibliografía general de Cartagena de Indias. Desde el siglo XV hasta 2007. Cartagena de Indias, Ediciones Pluma de Mompox (2007) 3 vols.

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otra. Este caño de mar (que por partes tendría media legua) poco a poco fue cegándose de arenas y causando a los principios recelo de la entrada, ha venido finalmente a cerrarse de modo que por donde antes entraban los navíos de alto borde con muchas brazas de agua sobradas al sustentarse andan hoy los coches, las mulas y los hombres a pie enjuto. Y los mismos sitios donde azotaban los oleajes se ven poblados de incultas ramazones siendo caminos ya en tierra firme los que antes eran trasiego de galeones. Con que todas las entradas a la Bahía se han reducido a Boca chica. Y ha experimentado esta ciudad en la evidencia lo que de otras gentes se hiciera quizá increíble en relaciones. Es esta ciudad cabeza de obispado y tiene el Santo Tribunal de Inquisición35 con dilatadísima jurisdicción de el Nuevo Reino, Islas de Cuba, Española, La Margarita, Gobernación de Venezuela y Tierra Firme. Muchos conventos de religiosos, maravillosos edificios por ser muchos y muy baratos los materiales de mejor arquitectura36. Nuestro colegio37 ha tenido desde los principios de su fundación muy glorioso nombre ya por los grandes religiosos que han edificado la ciudad con sus santos procedimientos, ya por el ministerio de los negros a que con suma vigilancia y mucho fruto han atendido sus principales operarios. Es mucho lo que en esta materia se ha dicho, ya en libros que se han escrito determinadamente de ella, ya en anuas más antiguas. Con que ahora habiendo en mucha parte cesado el trato de cargadores negros apenas hay novedad que decir sino que los pocos que llegan a este puerto experimentan el celo que en más mies experimentaron los pasados38.

35  José Toribio MEDINA. Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias. Bogotá, Publicación de la Biblioteca Nacional de Colombia (1952). 36  Enrique MARCO DORTA. Cartagena de Indias; La ciudad y sus monumentos. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos (1951); Juan Manuel ZAPATERO. Historia de las fortificaciones de Cartagena de Indias. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica (1979) 37  El permiso de fundación se fundamenta en una Real Cédula del 25 de octubre de 2003. José URUETA y Eduardo G. de PIÑERES. Cartagena y sus cercanías. Guía descriptiva de la capital del departamento de Bolívar. Cartagena, Tip. de Vapor “Mogollón” (1912) 175. 38

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José DEL REY FAJARDO.“El ‘Operarius Aethiopum’ en el Colegio de Cartagena de Indias (1604-1767)


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Tiene hoy este colegio solos doce de los nuestros: siete sacerdotes con el rector, cinco hermanos coadjutores y bien se deja entender cuánto deba vencer el celo al número y flaqueza de los operarios pues siendo los más de ellos los ancianos y decanos de esta provincia, han menester acudir a muchos llamamientos y asistencias de la Inquisición, a tanta vecindad, tan opulento presidio y tan gran número de esclavos como tiene esta ciudad no habiendo casi indios en ella para el servicio. Al hospital y cárcel en que aunque hay mucho número de gente entre año es mucho mayor al tiempo de las armadas. Léense en una cátedra39, o en una aula con mucho provecho de nuestros discípulos todos los pri [fol. 12] meros rudimentos hasta retórica disponiéndose en nuestras escuelas muchos para poblar las religiones de sujetos hábiles, para pasar a las universidades de Salamanca y Alcalá y para subir a nuestro colegio seminario de Santafé para oír facultades de artes y teología hasta conseguir los grados de maestros y doctores con que vueltos a su patria son en los púlpitos predicando y en las réplicas que se ofrecen el crédito de aquellos primeros rudimentos de su ciudad y de nuestros estudios mayores de Santafé. La congregación de los caballeros y ciudadanos tiene grandes pruebas de la piedad de sus alumnos en los concursos a las pláticas y a las misas de cada ocho días en su altar. La de los estudiantes los alimenta con la leche de la devoción de la Santísima Virgen para el crecimiento de su edad. Tienen tambien los morenos sus concursos experimentando en la piedad de nuestros operarios lo que Cristo dijo por divisa de su mesiazgo que se evangelizaban los pobres. Con estos medios que en la aplicación son comprehensivos de todo género de gente de la república está asentado ser nuestra casa la colonia de los recursos de todos los necesitados: los pobres acuden por el sustento de (195)”. En: José HERNÁNDEZ PALOMO y José DEL REY FAJARDO (Coords). Sevilla y América en la historia de la Compañía de Jesús. Córdoba, Caja Sur (2009) 195-221. 39  Para el funcionamiento del colegio se debió solicitar un permiso expreso del Consejo de Indias, expedido el 21 de octubre de 1603. AGI. Santafé, 1, n.º 271.

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sus cuerpos a nuestra portería, los discordes a buscar medianeros en sus discordias, los afligidos por consuelo y finalmente ni se excusa trabajo de los que ofrecen las ocasiones, ni permite ocio el limitado número de operarios que en especial las cuaresmas en los muchos sermones que se predican y en las innumerables confesiones que se hacen, ha menester cada uno trabajar por muchos porque de ordinario predican los nuestros los viernes en la catedral, inexcusablemente en las cuatro calles, (que así llaman el lugar de más frecuencia de trato); en nuestra casa historia, ejemplos y payón: a que se llegan otros sermones, que o la devoción, o la costumbre hacen inevitables. Con que se da ha entender que creciendo la necesidad y aumentándose la miseria pública será mayor el desvelo de los nuestros al amparo público.

& 2. Peste de Cartagena fervor de los nuestros en el socorro y muerte de nuestros religiosos Experimentóse así el año pasado de cincuenta y uno en que, o por común infestación de las costas de estas Indias, o por algún pestilencial aire, o por alguna ropa que traía oculto el contagio (que determinadamente ninguno conoció su origen) se derramó en esta ciudad tan sangrientamente que fueron muchísimos los que acabaron a su rigor40. Y no reconociéndose el origen de el mal sin se pudieran prevenir los remedios de su malicia, ni cautelarse en la ciudad de su comprensión. Perdían los [fol. 12v] médicos en la misma diferencia de los pulsos que manoseaban, los propios (como dicen) no hallaban, ni en los libros de su estudio, ni en los años de su experiencia ejemplar de achaque tan nocivo. En sus mismas confusiones con el yerro experimentado en el uno que murió, querían enmendar el des-

40  “En octubre de 1651 se desarrolló en Cartagena otra epidemia de fiebre amarilla, que duró cuarenta días y produjo muchas muertes. En el colegio de los jesuitas murieron nueve, de los cuales seis eran sacerdotes. San Pedro Claver fue uno de los enfermos y cuando mejoró quedó afectado de parálisis agitante. Andrés SORIANO LLERAS. La Medicina en el Nuevo Reino de Granada durante la Conquista y la Colonia. Bogotá. Imprenta Nacional (1966) 77.

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acierto con la opuesta medicina en otro que estaba tocado de la enfermedad cuando en los efectos se reconocía no había de ceder su rigor a las medicinas. Embargábase con la fuerza de la calentura el rigor de la naturaleza en el más robusto y el ceso en la cordura más constante de tal manera que sucedió tal vez ser necesaria una firma de quien adoleció el día antes y hacerla tal que no hubiera quien la juzgase de el [que] la firmaba. Tan de corrida andaba la muerte que no sólo igualaba al grande con el pequeño, al poderoso con el pobre, al que ocupaba gran puesto con el más miserable en la sustancia de acabar, sino que dejando la diferencia para el mérito y para Dios, no daba lugar a la distinción de las exequias apresurándose tanto los entierros que apenas había uno muerto cuando estaba en el sepulcro, o ya porque se juzgaba que el cadáver podría infestar las casas de habitación, o porque el cuidado de otros que peligraban en la vida como más piadoso socorro los desviaba de la asistencia de los muertos. Qué de puestos quedaron vacantes con el fin de los que muchos años los pretendieron! Qué de esperanzas frustradas con cortar Dios en su verdor el hilo de las vidas! Muchos que vinieron de España y libraron de naufragio en el océano en el mismo puerto encallaron con sus vidas, otros naufragaron antes de el riesgo de los mares. Yo había bajado al despacho de el Procurador General a Roma41 y a la visita de este colegio de Cartagena y como tuve la evidencia de el estrago de la muerte me tocó también el horror de sus rigores y la compasión de los pacientes. Todos los domésticos andábamos de la misma suerte tan llenos de pavor de el contagio que amenazaba a cada uno como lastimados de la plaga que a tantos cortaba de la vida. Pero como el temor de la muerte le apaga la caridad y se llega a hacer familiar muy repetida en otros, atropellados los miedos resplandecía el celo en nuestros operarios y por asegurar en los prójimos la dicha de el morir bien no los recataba el cierto riesgo de acabar. Expusieron sus vidas al peligro y se puede juzgar piadosamente las mejoraron muriendo. Fueron nueve religiosos nuestros los que se llevó Dios en esta cruel carnicería de la muerte: seis sacerdotes, tres hermanos

41  El procurador principal era el P. Andrés Artieda y el suplente el P. Hernando Cavero.

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coadjutores42. Toda esta pérdida de sujetos fue en poco menos de un mes. Qué de años se afanará esta provincia para tener iguales sujetos a los que perdió en esta [fol. 13] peste de Cartagena. Quedó con esto el colegio de Cartagena tan lastimado que por muchos años le durará el sentimiento de la pérdida de hijos de la Compañía confirmados con la muerte de constantes y tan falto de operarios que hubiera flaqueado en acudir al clamor de los necesitados si con la muerte de los nuestros no se hubiera abreviado el contagio para el común. Pero Dios que se sirvió de dar el golpe en la muerte de tantos siendo más piadoso para el reparo que ejecutivo de el rigor tiene al cuidado de su divina Providencia el remedio de esta falta.

Capítulo 6. Misión de Santo Domingo 43 & 1. Ocasión desta Misión y viaje de los padres hasta Santo Domingo Por los años de seiscientos y cuarenta y ocho nos hizo un caballero vecino de la ciudad de Santo Domingo, cabeza de la Isla (que llaman) Española, ha tomado el nombre de su principal ciudad, una manda muy cuantiosa por el

42  El 12 de abril de 1658 se dirigía el P. Gaspar Cujía a la Audiencia para informar que habían fallecido desde el 25 de marzo de 1650: 37 sacerdotes y 26 hermanos coadjutores, a los que había que añadir 12 por enfermedad o ancianidad. ANB. Curas y obispos, 36, fol. 317. 43  Andrés SOLÍS. Informe sobre la fundación de nuestra Compañía de Jesús en la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española. Santo Domingo, 1º de agosto de 1650. El documento reposa en: ARSI. N. R. et Q., 17. Fols., 118127). Lo publica: Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950) 323-339. Véase también: Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico; José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 5-156; José Luis SÁEZ. “Universidad Real y Pontificia Santiago de la Paz y de Gorjón en la Isla Española (1747-1767)”. En: José DEL REY FAJARDO (Ed.). La pedagogía jesuítica en Venezuela. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira (1991) I, 175-224.

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testamento debajo de el cual falleció44. Tanto más digno de agradecimiento este beneficio cuanto se halla distante este puesto de los lugares que en nuestra Compañía ejercita sus loables ministerios. Pero es condición de el bien obrar tener los ecos muy distantes aunque parezcan sordos a los presentes los golpes continuados de labenefierencia [sic]. Diose aviso a esta provincia de la manda y testamento y aunque no a fundar determinadamente, ni a ser posesores de los bienes que se nos habían dejado (que antes se envió orden no se tomase posesión de ellos) a que por modo de misión se diese a conocer la Compañía y a que con la inspección cobrasen más noticias, fueron enviados el Padre Damián de Buitrago45 y Padre Andrés de Solís46 a esta facción; ambos eran personas de mucha importancia en esta provincia: Eran ambos padres tan religiosamente urbanos y apacibles que ninguno los comunicó que no quedase rendido a su benevolencia. A estos padres destinó Dios para esta dilatada peregrinación en compañía de un hermano coadjutor47. Desde que salieron de Cartagena que fue el año de cuarenta y nueve les dio a entender Nuestro Señor cuánto les importaba padecer por su santísimo nombre que como a su hijo en la escuela de paciencia, a sus más parecidos y amigos los lleva por la misma. Las navegaciones que para otros suelen ser de veinticuatro horas pasaron 44  El 8 de julio de 1648 otorgaba su testamento Don Juan Jerónimo de Ribera y Quesada, ante el escribano público Francisco Facundo Carvajal, por el que designaba a la Compañía de Jesús como universal heredera de todos sus bienes muebles y raíces para fundar un colegio en la ciudad de Santo Domingo. El texto reposa en: ANB. Miscelánea, 23. Sanlúcar de Barrameda, 16 de junio de 1674. Transcripción íntegra en: Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico, 346-352. Véase la explicitación en: Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico, 68-71. 45  Damián de Buitrago (Toledo, c. 1596-Santo Domingo, 1650). Ingresó a la Compañía en 1612. Atravesó el Atlántico en 1618. Catedrático de la Universidad Javeriana. Desempeñó diversos cargos de importancia. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 146-149. 46  Andrés de Solís: Córdoba, c. 1605-Santo Domingo, 1651. Ingresó en la Compañía en 1620. Ocupó varios rectorados en el Nuevo Reino. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 655-656. 47  Juan Días (Peniche [Lisboa], c.1608-Santo Domingo, 1690). Véase: José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 30.

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de días de este número. Y si en diferentes veces que se hicieron a la vela no padecieron naufragios repetidos, como el apóstol, tuvieron los riesgos tan presentes de zozobrar que se puede juzgar les daba Dios multiplicados los méritos de el morir, conservándoles milagrosamente la vida para acabar holocaustos de caridad. En Santa Marta, en el Río de la Hacha, en Maracayo [sic] [Maracaibo] puertos de las costas de Cartagena (donde llegaron con la derrota de su viaje) obraron como imitadores de los apóstoles, manifestando en su celo no tenían más ansias que las de el bien público, predicando, confesando, haciendo doctrinas y captando de manera las veneraciones de todos, que el Señor obispo de Santa Marta Don Fray Juan de el Espinar y Orozco48 los regaló amorosísimamente sintiendo mucho [fol. 13v] fuesen pasajeros por su obispado, los que juzgaba serían provechosísimos con su asistencia a la grey que había Dios entregado a su cuidado. Y estando detenidos en su despacho en el Río de el Hacha don Gabriel de Mencos49 Caballero de el orden de Santiago, Gobernador y Capitán General de esa provincia, se dispuso a hacer viaje a ella con destino de su mejor navío. Que tuvieron después de ejemplares procedimientos y de algunas acciones en los ministerios que bastaron a que se complaciesen de verse peregrinos. De ellas fue una que habiendo flechado los indios de guerra a un mulato y habiéndose confesado para morir, supieron los padres de su riesgo y sin más reclamo que el de su necesidad le buscaron para su mejor disposición. En su vida había comulgado, de la confesión que había hecho no estaba satisfecho, hízola de nuevo con el padre Damián de Buitrago que trabajando muy poco con su capacidad (dice el mismo Padre en una carta suya era tan ladino como él) lo habilitó para el viático que recibió con grande devoción y con tan buen 48  Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Editorial Lerner (Historia extensa de Colombia, XIII) (1975) 176; José Nicolás DE LA ROSA. Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta. Barranquilla, Publicaciones de la Biblioteca Departamental del Atlántico (1945) 87. 49  Gabriel de Mencós. Gobernador hasta 1653. Manuel LUCENA SALMORAL. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y presidentes. Tomo II: Presidentes de Capa y Espada (1628-1654), 322-333.

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efecto en el agonizante que, recobrando nuevo vigor para los temores de la muerte, logró la virtud de la fortaleza con morir con grandes esperanzas de su salvación y en grandes agradecimientos de sus últimos bienhechores. Llegaron en fin al término de su peregrinación vencidos muchos riesgos de la vida y habiendo siempre a sus compañeros de viaje dado muchas enseñanzas de el santo temor de Dios y de el cuidado de su salvación. Diéronse a conocer en la ciudad de Santo Domingo no en las introducciones con los soberanos, no en el ejercicio de las letras de que tanta suficiencia tenían aunque hay universidad en esta ciudad, no en el manejo de las haciendas de que era heredera la Compañía, sino en la pública beneficencia visitando el hospital, acudiendo a los enfermos y necesitados, oyendo confesiones, predicando con ardentísimo celo de las almas tanto, que eran ya el blanco de las veneraciones, y el primer ejemplar de las costumbres. Para que los de la ciudad se mejorasen con sus enseñanzas les dieron los más y mejores sermones de la cuaresma de el año de cincuenta en que fue maravilloso el fruto que se reconoció de su predicación en la penitencia pública, en numerosísimas confesiones, en muchas de grandísimo servicio de Dios, en la agregación de los niños para la doctrina y mucha gente ruda para su enseñanza. Daban gracias a Dios los curas de almas, de ver tan crecidos los concursos a las comuniones cuando antes de la venida de los padres eran aun las confesiones limitadas. Reparaban que con menos trabajo suyo era mayor el logro de sus cuidados y reconocían que ellos tenían el fruto de lo que incansablemente trabajaban los padres. Por este tiempo llegaron a esta ciudad el ilustrísimo Señor Don Francisco Pío arzobispo de ella50 y el Señor Don Luis Fernández de Córdoba51,

50  Francisco Pío de Guadalupe Téllez (1649-1660) arzobispo. Vidal GUITARTE IZQUIERDo. Episcopologio español (1500-1699). Españoles obispos en España, América, Filipinas y otros países. Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica (1994) 179. 51  “Don Luis Fernandez de Córdoba del avito de Santiago, general de Flota de Tierra Firme que avía sido año de 1643, su teniente General, el Licenciado Don Gonzalo Ximenez Coronel y por averse casado, depuestolo y nombrado en su lugar a Don Francisco Rexe Corbalan”. Flórez de Ocariz, Juan. Libro primero de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá Instituto Caro y Cuervo, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1990.

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Presidente, Gobernador y Capitán General de la Isla de Santo Domingo y aunque las relaciones que tuvieron por la voz común de los padres y de sus procedimientos fueron grande recomendación para su buena aceptación, creció ésta con la evidencia de su incansable trabajar porque no cesó éste con la cuaresma que había pasado ya antes se solicitó con el fervor de los padres se conservase la piedad que Dios había obrado por su medio en los vecinos de la ciudad. Mostró ésta con sus cabezas grandes deseos de que luego fundase la Compañía su colegio y aunque de la conveniencia pública se habían escrito aun antes de llegar los padres cartas al Real [fol. 14] Consejo de las Indias se reforzaron con clamor público después de la experiencia que aumentaba la opinión sola que antes los movía. El ilustrísimo Señor Arzobispo Don Francisco Pío ajustando sus obras a su nombre consultaba frecuentemente a los padres los medios para la reformación de las costumbres de su arzobispado, hallando en su dirección acertadísimos consejos para el logro de sus intentos. En las visitas que por su dignidad y obligación hizo de la catedral y parroquias quiso siempre acompañarse de ellos gustando le sirviesen a su publicación, predicando el fin a que se enderezan las visitas de los prelados eclesiásticos. Y como en esto no obraban movidos de ambición sino solicitados de el celo de el prelado, de el amor de Dios y deseo de el provecho público, no los hacía el valimiento con el príncipe aborrecibles, ni emulados, mas amables si la ansia de mediar por todos.

& 2. Peste de la Isla de Santo Domingo, ayudan a los apestados los padres, mueren en la demanda de su piedad Con esta grande aceptación, con este común aplauso estaban vistos los venerables padres Damián de Buitrago y Andrés de Solís cuando quiso Dios se purificase más su caridad en el crisol encendido de la peste. Encendióse esa antes que en Cartagena en esta ciudad de Santo Domingo y aunque reconocieron los padres su riesgo no rehusaron el peligro; empeñáronse valerosamente a ayudar a todos los enfermos; no esperaban a ser llamados para el socorro sino que prevenía su ardimiento la necesidad; de casa en casa 314.


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buscaban los necesitados, confesándolos y disponiéndolos para la muerte y mostrándose tan despreciados de la vida propia como amantes de la salvación ajena. Crecía con esto el amor de los padres y la estimación de nuestra religión y todos universalmente los aplaudían por apóstoles en el celo y por fervorosos caritativos en su obrar. Que es verdad que ninguno merece tan ajustadamente la alabanza de deseoso de el bien ajeno como el que se muestra despreciador de la comodidad propia. Ésta les esperaba a los padres a costa de afanes dilatados en esta vida en la eternidad porque entre las mismas fatigas de ayudar incansablemente a los apestados tocó la peste primero al padre Andrés de Solís, que aprovechando en sí las advertencias que a los otros daba en sus amonestaciones murió con suma paz de su espíritu y con pública edificación de todos y con ciertas esperanzas de sus descanso. La ciudad toda obligada de sus trabajos, la catedral y los mayores dignidades de ella quisieron pagar su celo y manifestar su sentimiento en la ostentación de sus exequias. Templó la demasía de sus intentos el padre Damián de Buitrago que aunque más estimador de su compañero y más lastimado con su falta no asentía a las demostraciones opuestas a nuestra templanza. Pudo estorbar la ostentación de el entierro en lo demasiado, aunque no las aclamaciones de la virtud de el difunto de cuyo espíritu pareció heredero porque en lo que le restó de vida trabajó al doble su constancia. Ya estaba conocida la muerte que se ganaba en el afán de ayudar a los moribundos y con ser tan amable la vida le era más apetecible el cuidado en que la [fol. 14v] arriesgaba. Y quiso Dios perdiese el vivir que despreciaba por que encontrase la eternidad que pretendía. Y para que los que fueron tan unidos en los ministerios no fuesen distintos en la muerte presto sobresaltó ésta al padre Damián de Buitrago, que habiendo tenido toda su vida ternísimo el afecto para con Dios y su santísima Madre, con grande abundancia de lágrimas en las misas que celebraba, tendría sin duda en su muerte el gozo que le merecieron sus ternuras y el premio que le ganaron sus trabajos. Ni quiso Dios corriese la paga de ellos solo por su mano, pues, la opulencia y ostentación de entierro que estorbó su modestia a su compañero 315.


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tuvo logro en su difunto cuerpo; sin duda queriendo Dios que después de muerto hubiese los honores (aunque moderados para el crecimiento de su virtud) que también tuvo merecidos en su vida. Al mismo tiempo que Dios abreviaba en la peste los méritos de los Padres para que tuviesen el premio de la bienaventuranza enviaba yo a llamar a cualquiera de los dos que estuviese más desembarazado para rector de el colegio de Cartagena y quiso su Majestad estuviesen ya premiados en la gloria de su mano los que aunque tuvieron los méritos para puestos en esta vida superiores se anticiparon a aprender el de la eternidad. A costa de estas dos vidas tan dignas de toda estimación tiene en la ciudad de Santo Domingo muy asentado su crédito nuestra religión y muy aumentados los deseos de fundación en ella y sin duda se puede espera que dos granos muertos en esta tierra son premisa de muy crecidos multiplicos. Ni decrecerán estos en la esperanza porque asiste en esta misión otro padre52 en compañía de el hermano coadjutor, que con sus loables procedimientos, muchas letras y celo de el bien de las almas, adelantará lo que con pérdida de sus vidas zanjaron sus antecesores; pero no se dice de el logro de su llegada porque hasta hoy no nos han llegado cartas de la conclusión de su viaje.

Capítulo 7. Colegio de Pamplona 53 & 1. Estado de este colegio y sus frecuentes ministerios Tuvo este colegio por su fundador al señor licenciado Pedro Esteban Rengel54, beneficiado y vicario de esta ciudad y comisario de la Santa Inquisición por

52  P. Juan Camacho de Sierra [Díaz Camacho] (Cádiz, 1602-Quito, 1664). Ingresó a la Compañía en Sevilla en 1617. Laboró en Quito, Cuenca, Bogotá, la Misión del Marañón y Santo Domingo. Véase: José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”, 25-27 53  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 115-148; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 188-193. 54

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Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 189-190.


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muchos años. El amor de su república le movió a fundar la Compañía porque le pareció que perpetuaba su nombre con nuestra común beneficencia. Fue bastante la donación de sus bienes para que tuviese el colegio grandes progresos en el crecimiento mas en los mismos deseos de sus aumentos tuvieron los rectores que le gobernaron muy sensibles mortificaciones. Porque después de tener por dos veces edificada con la iglesia la capilla mayor se vino al suelo de romanea teniendo en lo mismo en que se desveló su cuidado la humillación. Perdióse con estas ruinas no sólo mucha hacienda sino aun la esperanza de poder reedificar lo que repetidamente levantado segunda vez se desoló. Y aun parece que Nuestro Señor ha indicado que para el número de los vecinos de esta ciudad es bastante la iglesia que tiene levantada. Pues habiendo sido los temblores de el año de cuarenta y cuatro tan grandes y tan repetidos que no quedó en toda la ciudad templo alguno en pie, solo el cuerpo de la iglesia de nu [fol. 15] estro colegio se libró de caer, siendo la más alta de todas y por esto más peligrosa para ruinas cuando sin temblores la primera y la segunda con ellos se arruinó la capilla mayor. Experimentáronse en estos temblores55 extrañas maravillas de Dios en librar a muchos de evidentes riesgos de la vida (de que se pudiera hacer dilatada relación). Experimentóse también en ellos el caritativo trabajo de los nuestros ya en que se conociese que el peso de nuestras culpas era el que ocasiona vaivenes a la tierra, ya en mover a penitencia a los ciudadanos, ya en alentar a los desconsolados, ya en oír las confesiones a los penitentes en las plazas. En ellas, en pabellones armados, se plantaron no sólo las moradas de los vecinos sino los sagrarios de el Santísimo y las imágenes de más devoción de este lugar; a cuyas asistencias solicitaban los ánimos de el confuso pueblo; fomentaban con su fervor los ánimos para conciliar la piedad irritada de Nuestro Señor con procesiones, penitencias públicas, muchas confesiones y comuniones y de más que muchos obraban por el terror que concibieron en los riesgos de la muerte de que libraron; y otros por el que por instantes 55  Belisario MATOS HURTADO. “Don Martín de Saavedra y Guzmán”. En: ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA. Curso Superior de Historia de Colombia. Bogotá, Editorial A. B. C., (1951) 111-114.

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causaban los nuevos terremotos no se puede negar, sino que o la la sustancia de la piedad cristiana, o a las circunstancias ayudaron mucho nuestros fervorosos operarios. Con cuya ayuda, y con las demostraciones públicas se experimentaron las paternales entrañas de nuestro Señor en cesar tan repetidos vaivenes de tierra, que de milagro quedó algún edificio, aunque muy maltratado en la ciudad. Habiéndose observado que se vieron cimientos escupidos por más de vara de espacio de el centro que ocupaban. Nuestra casa de habitación quedó por todas partes maltratada que en no haber venido al suelo parece que dobló el trabajo de reedificarla pues fue necesario derribar mucho de lo que quedó en pie para ponerla en modo que sirviese. En un rancho pajizo levantado de varas en tierra acomodaron cuatro de los nuestros su vivienda sustentando en el rigor de las humedades de esta ciudad con milagro la salud y vida de los que tan fervorosos le sirvieron en la pública calamidad. Hase vuelto a reedificar la casa con religiosa moderación más en atención de asegurarla para otros temblores (si viniesen, que no quiera Dios tal) que en reparo de su hermosura y opulencia. En que se conoce el celo de los nuestros, pues habiendo quedado casi hasta hoy lo restante del pueblo que cayó por los suelos, pudo más el cuidado de los nuestros para el reedificio que el posible de otros para su remedio. Susténtanse hoy en este colegio ocho de los nuestros, cuatro sacerdotes con el rector, un hermano teólogo que lee todas las aulas menores en una y tres hermanos que acuden a ministerios temporales. Es la gente de la ciudad de piadosos naturales y que aunque tienen en su vecindad las mayores y más ricas minas de oro y plata que casi se conocen, se halla con la falta de gente de servicio y de labor, tan flaca de caudales en la hacienda que se puede decir que de los más ricos que hubo en este Nuevo Reino han llegado a ser los más necesitados. Tradición es fueron siete millones de pesos de oro los que se sacaron de un puesto, que llaman Páramo rico tan de la superficie [fol. 15v] que lo más que se cavaba era una vara de tierra para tanta máquina de hacienda. Entonces eran muchísimos los indios para el trabajo que no era tan necesario y ahora que en otro puesto que llaman Montuosa se han descubierto muy sólidos minerales en vetas firmes falta la gente para el trabajo. Quiere 318.


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Dios sin duda a los vecinos de Pamplona pobres de lo temporal para que se abastezcan de bienes de el espíritu y es así verdad que parece corresponden a este deseo de su Majestad porque tienen en ellos muy felices empleos nuestros ministerios. Entre año en las comuniones y jubileos mensuales que se celebran con mucho concurso de confesiones. En las congregaciones con sus pláticas cada ocho días; en la satisfacción que tienen de los nuestros acudiendo a ellos en cuantos negocios importantes se les ofrecen en que puedan emplear su celo así en las discordias personales como en los pleitos civiles que pueden admitir medios de composición sin queja de las partes. En la cuaresma encomendando a nuestra religión los sermones de mayores concursos y más devoción de que se recogen con abundancia los frutos en los confesonarios, haciéndose confesiones de muchos años. Hay personas de tanta piedad en esta república que comulgan dos y más veces en la semana con tanto acrecentamiento en la virtud que son veneradas por ejemplo en el vivir en que hace Nuestro Señor tan singular merced a la Compañía que las que tratan de este género de perfección sólo a nuestra casa tienen sus concursos ordinarios y ha sucedido tal vez venirse de muchas leguas de distancia una persona principal a sólo comunicar su conciencia con los nuestros y continuar sus asistencias mudando vecindad por las medras que conoció interesaba en su espíritu.

& 2. Misiones y sucesos extraordinarios En espacio de un año se han hecho de este colegio dos misiones (que como la ciudad es corta y la desampararon los vecinos por asistir a sus haciendas se puede sin faltar a los frecuentes ministerios acudir a otros más necesitados de doctrina). Fue la primera misión a la ciudad de Salazar de las Palmas56 por ocasión de dos fiestas que se celebraron para que no había predicadores y se valieron de los nuestros. Fue de tanto servicio de Dios esta peregrinación aunque trabajosa a los misioneros como indicarán los sucesos siguientes. Pasaron por puesto no 56  Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 194-195.

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veinte leguas distantes de esta ciudad de Pamplona donde en años enteros ni habían oído misa, ni confesádose sus moradores, procuraban reducirlos a que se confesasen en todas partes (como tan desiertas de devociones cristianas). Para que quedase rastro de que lo eran entablaban se agregase la gente a rezar el rosario a coros admitiendo amorosamente el consejo los que por falta de doctrina se hallaban al parecer tan faltos de piedad. Y hallándose cebados en la conversación de los padres pedían se les contasen ejemplos para su enseñanza. En más de cuatro familias opulentas (que son muchas para la cortedad de la tierra) fuera de otras menores quedaron como de tarea forzosa las devociones de el rosario y letanía cantada de la Santísima Virgen. Y en la misma ciudad de Sala [fol. 16] zar, reconociendo no se debían emplear los sermones (en parte donde en muchos años no se predica) en lo exornativo que deleita sino en lo eficaz de lo moral que mueve, trataron de disponer los ánimos con ejemplos que predicaron y de sembrar en los corazones el temor de Dios en los sermones. Y es cierto que cooperó con sus auxilios Nuestro Señor al fervor de los padres pues no parece creíble que en solo espacio de ocho días se moviesen tanto los vecinos y advenedizos a las fiestas que fueron solo tres los que quedaron sin confesar y comulgar siendo voz común de esta república que no se había visto en ella, desde su fundación que ha cuarenta años, semejante concurso de confesiones aun en las mismas cuaresmas en que insta el precepto de la Iglesia. Que tal vez mueve Dios más a sus fieles con el fervor de sus ministros que con el aprieto de sus mandatos. Muy inclinado quedó un vecino de esta ciudad de Salazar a hacer limosna de su hacienda a la Compañía. Y aunque para la ejecución le movía que asistiese en Salazar la Compañía (en que sin embargo de que el manifestase su voluntad no tuviera conveniencia la religión) aun sin esta condición (tanta fue la estimación que cobró de nuestros ministerios) se espera obrará mucho en nuestro bien. Tuvieron aquí muy bien en que emplear las gracias de nuestros privilegios en dispensaciones secretas, en obviar graves inconvenientes que amenazaban para la ejecución si no hubiesen llegado los padres. Dios Nuestro Señor ha [de] entender el agrado que había recibido en esta misión con el favor que 320.


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hizo a sus ministros en la conservación de su salud porque siendo necesario para ida y vuelta pasar grandísimos ríos y correr temples tan peligrosos que los que nacieron y se criaron en ellos padecieron gravísimas calenturas, habiéndose mojado muchas veces así con grandes aguaceros como en el vadear los ríos (cierta disposición en todos para la enfermedad) y pasado con la incomodidad de pobres ni peligraron en los ríos, ni sintieron destemplanza en la salud. La otra misión fue en el Valle de Surata (que es en el distrito de esta ciudad y demás de vecindad propia tiene otros pueblos cercanos). En la iglesia principal de él y las demás de su contorno predicó muchas veces un sacerdote nuestro y demás de la buena aceptación en todos y de las confesiones numerosas que por su exhortación se hicieron. Predicó el día o domínica de el demonio mudo (sin duda inspirado de Dios) la malicia de el sacrilegio de callar pecados en la confesión y aquella misma tarde fue llamado nuestro predicador a la iglesia y entre otras oyó confesión de un hombre anciano que desde la primera que hizo en muy tiernos años todas las había hecho sacrílegas. Y se descaró [tachado descargó] a decir su flaqueza porque sin duda en su vehemente dolor (que fue mucho con el que se declaró) quiso Nuestro Señor satisficiese sus sacrílegos silencios y que empezase a vivir bien cuando a lo natural se hallaba muy en vísperas de su muerte. Más había de cuarenta años que una persona se había casado en buena fe con parienta en grado que anulaba el matrimonio y se declaró porque se hiciese diligencia secreta de el remedio. Ni en esta ciudad de Pamplona han dejado de suceder algunos [fol. 16v] casos que pasan de ordinarios. Cierta persona llamó a un sacerdote nuestro estando con achaque muy peligroso y aunque se empezó a confesar al parecer con demostraciones de dolor, Dios movía el celo de nuestro sacerdote a los que era necesario para el desahogo de su penitente. Muy de veras tomó a su cargo el persuadirle no ocultase cosa de su conciencia la persona que se confesaba, afirmaba no tenía más que declararle y continuándose los impulsos de Dios en el ánimo de el confesor no se satisfacía, hasta que en repetidas aseveraciones de el penitente llegó a formar escrúpulo el sacerdote de temeridad en sus aprietos. Y dio la absolución procurando lo más que pudo mover a piedad al paciente peligroso. Creció el mal y llego a término que quitada el habla repentinamente e imposibilitado el recibir el viático, llamaron al cura los presentes para que le 321.


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diesen la extrema unción. Como en un tronco se hicieron las unciones pero con ellas fue servido Dios se recobrase no sólo al sentido sino a perfecta libertad. Pidió le llamasen su primero confesor que era el sacerdote nuestro y a éste declaró había ocho años callaba en todas confesiones un pecado y que se había hallado con tan grande empacho que se determinaba a morir en su desesperado silencio; declaró más que dos años antes de su achaque por un grave sentimiento que había tenido se determinó a quitarse la vida y que cantidad de solimán molido se le había bebido resuelto en agua sola, habiendo hecho la misma impresión en su salud y vida que pudiera el agua sola. Conoció con esto el confesor habían sido de Dios los vehementes impulsos con que persuadió a su penitente la sincera declaración de su conciencia. Y dando mil gracias a Dios por la certidumbre de el cumplimiento de sus providencias en el número de sus predestinados, absolvió y dispuso para el viático a quien tan a las puertas estuvo de su eterna condenación y a quien quizá la gracia de ser predestinado libró de la muerte y el veneno. Al mismo sacerdote llamaron a que confesase a un indio, que aunque ladino, o él mismo por falta de reparo, o sus señores por inadvertencia se habían descuidado en que comulgase (es casa piadosa en la que pasó este suceso y no se puede presumir fuese malicioso este descuido). El padre dispuso al enfermo, confesóle y con poco trabajo le dispuso para la comunión que recibió la primera vez en su vida por último viático y con demostraciones de devoción. Desde que recibió el Señor se empezó a enajenar de juicio y de sentidos y cuando se hallaba con los exteriores de un cadáver y sin sentido para humanas comunicaciones, tenía alientos para levantarse de su pobre lecho y con un palo, o tizón en la mano, hacía ademán de que echaba o perro, o otra cosa de el aposento de su vivienda. En esta forma de enajenación, aunque siempre más descaecido, se conservó el indio ocho o nueve días haciendo, cuando por la flaqueza no se podía levantar, acciones notables que a los presentes parecían de espanto los cuales padecieron en el espacio de estos días los mismos dueños de la casa. El mismo día que había de morir este miserable llegó su amo después de muchos de ausencia y mostrando sentimientos de ver tan cercano a la muerte a quien había experimentado muy leal en su servicio decía algunas de sus virtudes, de su fidelidad dijo mucho, 322.


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[fol. 17] de su veracidad notables ponderaciones. Y entre estas pláticas se acordó la suegra de el hombre a quien había servido, de el lugar de el nacimiento de el indio agonizante que era un monte desierto. Llegó a formarse duda de su bautismo y se adelantó con tantos fundamentos que en buena salud era lícito su bautismo condicional; consultaron al padre que le había confesado, bautizóle y fue Dios servido se quietase el enfermo en sus espantos y en grande serenidad muriese dentro de hora y media. Con tanta admiración de los moradores de la casa que si en vida de el difunto oyeron golpes y vieron bultos que buscados se desvanecían; después de muerto no sintieron horror alguno. Habían enviado a llamar algunos días antes que muriese a la madre de el indio ya difunto (es una india de más de cien años) llego ésta, a quien trajeron atada sobre un caballo y la preguntaron dónde se había bautizado su difunto hijo y respondió que en el mismo sitio de su nacimiento y que el ministro del bautismo había sido un mestizo, tan inútil y rudo, que ha sido tenido frecuentemente por incapaz de trato humano. Con que manifiestamente parece quiso Nuestro Señor con la dilación, casi milagrosa, de la muerte de este indio, con los espantos antecedentes a ella, con el ofrecimiento de la duda de su bautismo dar a entender le faltaba el baño de este sacramento para que con él se lograse el decreto de su feliz predestinación.

Capítulo 8. Colegio de Mérida 57 & 1. Estado presente de este colegio y aceptación de sus ministerios Es la ciudad de Mérida lugar ordinario de la asistencia de su gobernador, donde también viven los que hacen rica la iglesia de Gibraltar58 en los tratos 57  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 7-111. Véase: Edda SAMUDIO, José DEL REY FAJARDO y Manuel BRICEÑO JAUREGUI. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes. Mérida, Universidad de los Andes (2003) 8 tomos. 58  Luis Alberto UNCEIN TAMAYO. “Gibraltar”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 495-496.

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de cacao y tabaco, géneros tan válidos que llegan en su busca trayendo muy nobles géneros y monedas de España y México muchos navíos. Y que si se diese entrada a comercio universal tuviera este puerto de Gibraltar concurso de el mundo todo. Porque aunque el género de los frutos es tan estimable es calidad especial ser el cacao de Gibraltar y el tabaco de Barinas, ambos puestos de esta jurisdicción. Con esto los vecinos de esta ciudad que serán como doscientos viven en perpetuos cuidados de el interés, mirando siempre al aumento de sus frutos para mayores ganancias en la feria. Y en medio de las espinas de sus cuidados temporales no tienen tan buena acogida las semillas sagradas de el evangelio. Empezó aquí nuestro colegio con mucha pobreza, tuvo por benefactor insigne al licenciado Ventura de la Piña [por de la Peña]59 clérigo presbítero, que le hizo donación de una hacienda de cacao60, que con la industria de los nuestros ha tenido algunos aumentos, pero tan expuestos a la contingencia y variedad de los tiempos que cuando se piensa hay bastante principal para descanso de el colegio, con una seca, o falta de aguas prolongada, se pierden cuatro mil y más árboles en [fol. 17v] cuya cultura, y crecimiento se trabajaron muchos años. La casa de vivienda de los nuestros, aunque capaz en el sitio, es limitada en lo edificado. La iglesia (que ha de ser la perseverante para nuestros ministerios) se va edificando que como depende de los frutos la venta y de el valor de ellos (que nunca es constante) lo que un año se puede hacer otro se suspende en el obrar. Son hoy seis solos los nuestros que habitan este colegio: tres padres con el rector, y tres hermanos coadjutores. Otro de los padres lee todos los estudios menores en un general y todos tres acuden a los ministerios de confesonario y púlpito, siendo oídos con buena aceptación en el aplauso de su ejemplo.

59  Ventura de la Peña. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 194-195. 60  Edda SAMUDIO. Las haciendas del Colegio San Francisco Javier de la Compañía de Jesús en Mérida. 1628-1767. Mérida, Universidad de Los Andes (1985).

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Antes que entrase la Compañía pegándose de los mayores de la república a los inferiores de ella la indevoción, todos se contentaban con la confesión y comunión anual que entre tantos cuidados de hacienda sería dicha se hiciesen como convenía. Hoy (aunque no con tan grandes concursos, como en otros pueblos, en que parece congénita la piedad) hay algunas demostraciones de ella en las comuniones y jubileos mensuales a que acuden personas principales, pero más los pobres, gente plebeya y de servicio, que como más libres de cuidados temporales pueden atender con mas desembarazo a los eternos. Es la gente de esta república naturalmente presuntuosa y como muchos de los vecinos se hallan fomentados con el caudal se aumenta la presunción. Con que ha habido muy escandalosas quiebras de la concordia y paz cristiana. Puede la Compañía blasonar que en estas quiebras ha sido la principal medianera de la paz procurando aplacar a los indignados y moderar la irritación de los ofendidos. Ni le faltan a Dios medios para morigerar los ánimos al parecer más rebeldes pues habiéndose encendido (como en las demás costas) en el puerto de Gibraltar al mismo tiempo de la feria la peste con muchas muertes de vecinos así de esta ciudad como de el mismo puerto y se introdujo con el miedo de la muerte tal devoción y deseo de conciliar la voluntad de Dios irritada por sus culpas que se hicieron numerosas confesiones y comuniones, procesiones y penitencias públicas y tantas demostraciones de piedades cristianas que parecía Mérida haberse mudado en Nínive convertida. Y en todas estas acciones tubo mucho que estimar a nuestra religión la ciudad el afecto con que la predicaba, el amor con que la confesaba y consolaba en sus apremios y temores. Los estudios que aquí tiene la Compañía son muy buen medio parar criar la juventud en piedad y para conciliar los afectos de sus padres que cobran grande aprecio de nuestra religión con las medras que por nuestro cuidado reconocen en su hijos, ya en la virtud por el trato con sus maestros, ya en la letras; habiéndose enseñado aquí algunos en la latinidad de suerte que venidos a Santafé han tenido muy lucidos aprovechamientos en las mayores facultades.

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Más obran algunos en lo menos que otros en lo más (como lo decía nuestro santísimo Patriarca) pues se deben pesar las acciones no sólo por lo que son sino por lo que vencen en sí para ejecutarlas sus autores. Más debe la Compañía a Mérida en las demostraciones de cariño, aunque parezcan pocas, viviendo en sus vecinos vigorosa la estimación de sus ministerios que a otros lugares en mayores. Ha tenido y tiene este colegio personas muy ejemplares [fol. 18] en sus procedimientos que han sido los que han conservado el crédito de sus santo nombre, no habiendo faltado ocasiones vehementes en que manifestar el fondo de su virtud. Cuidó por muchos años y siempre con aplauso de santo el hermano Pedro de Valdivieso61 de la hacienda de Gibraltar; adelantóla con sus cuidados y defendió un gran pedazo de tierra que nos quisieron quitar. Lo primero con ajustamiento a la razón y justicia; lo segundo, y lo más, con modestia y sufrimiento. La parte que litigaba contra dicho hermano delante del juez (que obligaron los lances a este recurso) lo maltrató ásperamente de palabras y aun de amenazas con harto escándalo de los presentes; el anciano hermano y humilde religioso con ochenta años de edad y con más de cincuenta de religión, muy observante, no sin alientos en sus bríos que los conservó hasta morir y los había tenido grandes en el siglo, aunque con más munición en su virtud, se arrodilló a su agraviador (que era eclesiástico) y dijo: Padre hiérame en este rostro si con eso se ha de moderar su rigor y crea padre que no es mi ánimo irritar su paciencia sino defender la verdad con justicia. Fue de tanta eficacia esta demostración que demás de quedar blandamente reprehendido con ella el litigante, movió al juez a que le dijese: padre no se canse que estos padres rezan mucho y así los ayuda Dios. Con esta y semejantes acciones se reconoce la templanza de los nuestros y ha sucedido en pleitos graves de intereses escogerlos por jueces árbitros en que aunque en una ocasión pareció conveniente admitir el nombramiento en persuasión que en breves días se compondrían por nuestro medio los 61  Pedro de Valdivieso (Coca [Castilla la Nueva], c.1556-La Ceiba, 1649). Ingresó a la Compañía en 1600. Estuvo en Lima, Quito, Bogotá, Tunja y Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 545-546.

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interesados, reconocida su dureza, se desistieron los nuestros porque se conociese, que en fomentos de paz no rehusaban tener acción excusándola de el todo en lo que puede desayudar a la concordia.

& 2. Misiones a Trujillo y sucesos en ella Cerca de esta ciudad de Mérida, aunque perteneciente al gobierno y obispado de Caracas está la de Trujillo62, de vecinos muy principales y piadosos que con la opinión de los loables trabajos de la Compañía pidieron con instancia fuese un padre a hacer misión a su república la cuaresma de cuarenta y nueve. No pareció conveniente negar lo que tan conforme a nuestro instituto y lo que se debía presumir en tan instantes demandas disponía Nuestro Señor para que se diese en mayor gloria suya. Siendo cierto que los nuestros obran más con su celo donde los acredita la opinión con los ministerios que donde los ha reducido el trato a familiares. Habiendo ido el padre fue recibido cono un ángel en su entrada y oído como un apóstol en su predicación porque demás de el fomento de la virtud (que en las personas, que trataban de ella fue mucho), los concursos a los sermones fueron grandes, los efectos que se reconocieron de ellos tan notables que según lo que sentían en sus conciencias, muchas personas le repetían al padre esta misma proposición: Por mí, padre, os trajo Dios a esta tierra pareciéndole a cada uno tan proporcionada la doctrina a su necesidad que a su juicio se excluían otros de la conveniencia. Pero se reconoció esta tan grande en lo común que se juntaron los capitulares de la ciudad a tratar con esfuerzo [fol. 18v] de fundación de la Compañía63 y de mandas para ella por haber reconocido en la utilidad pública era verdadera una proposición, que favoreciendo

62  Ramón URDANETA. “Trujillo”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) IV, 104-106. 63  Véase: José DEL REY FAJARDO. La República de las Letras en la Venezuela colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia y Universidad Católica Andrés Bello (2007) 321-325.

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a nuestra religión había dicho un señor obispo de Caracas que afirmaba: se había de huir la ciudad donde no había padres de la Compañía. Con esta experiencia y con esta buena reputación no previó mucho que el año siguiente hiciesen los de esta ciudad de Trujillo mayor empeño para que se reiterase la misión por la cuaresma. Escribieron en forma de ciudad carta, habíase reconocido el efecto de la misión pasada muy glorioso, había esperanzas lo sería mayor sobre aquel fundamento el de la que de nuevo se pedía y se acordó volviese el mismo padre que continuando su fervor en los sermones, su ordinaria asistencia en los confesonarios, su ejemplo en los procedimientos ayudó a que se viesen en ejecución las esperanzas que se habían tenido de el adelantamiento en su vuelta. Pero aunque es tan crecida la veneración y voluntad que tiene a la Compañía la ciudad de Trujillo, aunque tanta la experiencia de el fruto de nuestros ministerios en su piedad y mayores las esperanzas de lo que obrará la religión con su asistencia habitual, la cortedad de los sujetos limita igualmente el ánimo de los superiores a nuevos empeños y niega el consuelo a los que nos desean. Dos casos sucedieron en estas misiones que por parecer extraños se refieren. Fue el primero que con los sermones de el padre se determinó tan valerosamente una india a las observancias cristianas y a excusar toda culpa en servicio de Dios, que llegando un hombre a solicitarla primero con cariños y hallándola a ellos incontrastable, se determinó a que fuese triunfo de la fuerza su liviandad que no había podido lo fuese de sus ternuras. Pero quien temerosa de Dios ensordeció a los halagos, se endureció a las crueldades que con ella usó el desapiadado amante suyo y fue tan heróico el valor de su resistencia que triunfó de la vida muriendo y de los cariños y mal tratamientos no habiéndose rendido a la torpeza. Fue el otro suceso que una mujer oyó a su marido (que indignado con un hijo suyo porque se le había ahuyentado de su casa), le echaba gravísimas maldiciones y repetía en particular: Plega a Dios que me traigan nueva de que moriste ahogado en un río en que insistía, mas movida de piedad cristiana la madre e impresionada de el temor de un infierno y de amor de la bienaventuranza le decía a Dios: No sea así Señor, peligre la ropa para el escarmiento no la vida para la perdición de su alma. Y la oyó Dios tan eficaz328.


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mente que volvió el hijo escarmentado, desnudo de todos sus vestidos, a la fuerza de un río que lo arrebató y lo despojó de ellos.

& 3. Sucesos en personas inconstantes en su vocación Ni será razón negar a este escrito la noticia que debe haber de lo que sucedió primeramente en un hermano teólogo que pasó el año de veintisiete a esta provincia de la de Toledo64. Amistóse con otro, cuya inquietud le hizo perder el amor a su vocación y como a quien no la estimaba le negó Dios el don de la perseverancia. Vínose a [fol. 19] esta gobernación donde casó con una persona humilde de nacimiento aunque con buena dote en su remedio. Tuvo extraños acaecimientos. Por dos veces se libró su persona de el naufragio y pérdida que padecieron sus bienes todos. Una estuvo cautivo en Holanda por dos años; otra fue arrebatado de la corriente de un precipitado río y ahogada la mula en que pasaba, libró la vida de milagro. Y finalmente en cierta oposición que emprendió, no valiéndole la justicia que tenía, fue tan mal visto que se halló por cuatro meses aherrojado en un calabozo con grillos y cadenas entre negros y ascosidades que padecen semejantes lugares. Y aunque se halló amparado con una provisión real, se halló obligado a retraerse a nuestra casa (donde de limosna fue sustentado) porque le amenazaban semejantes apremios a los pasados. Con que sin consecución de su justicia se determinó a recogerse ocultamente a su casa y de el rigor de los páramos, de los achaques granjeados en los apremios de la cárcel y de las malas fortunas que padeció, murió habiendo reconocido eran todas ellas leve castigo de haber dejado la casa de Dios. Otro (que tomó el nombre de su patria) Bernardo de la Palla, aunque tuvo buenos principios en su noviciado, (que fueron en este colegio de Mérida) pareció conveniente fuese a Tunja para que a ejemplo de los demás novicios, rindiese el juicio a la obediencia a que se mostraba capitoso. Despidiéronle por no ajustarse a nuestro modo y volviéndose a esta gobernación, en Pamplona empezó a sentir el azote de Dios, pues le seguían los mucha64

Diego de los Llanos. Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 14-15.

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chos como a loco; pero más le siguió el castigo de Dios a su inconstancia, pues dentro de los breves días que salió de Pamplona y entró en la jurisdicción de el gobierno de Mérida, lo hallaron muerto a las orillas de el río de la Villa de San Cristóbal65, o ya porque se ahogó en él, o ya porque después de no se qué desafueros que pretendió contra unos indios ellos después de azotado (que esto se averiguó) le quitaron la vida. A otro novicio despedido en Tunja sucedió igual tragedia en esta misma jurisdicción porque lo hallaron muerto y a medio comer de aves carniceras. Pero merece más temerosas atenciones lo que sucedió a un mozo que movido de Nuestro Señor se vino a esta ciudad de Mérida, donde comunicó tenía cinco años había hecho voto de ser de la Compañía66. Probada su vocación, conocida por entonces su firmeza, quedaron dispuestas las cosas para que vuelto de Trujillo (a donde tenía necesidad de hacer viaje) fuese recibido. Ausentose de esta ciudad y encontró a quien debiéndole esforzar en sus intentos le divirtió de su ejecución. Y como estos divertimientos vienen aunque alguna vez paliados de piedad (como sucedió en esta ocasión) que con pretexto de descalzez más apretada se hizo la persuasión dando también largas al desahogo fácilmente se disuadió nuestro obligado pretendiente. Y para hacer tiempo y ganar algún caudal para los otros intentos que tenía, se concertó por mayordomo de una hacienda. Y estando un día entre cuatro o cinco españoles, sin duda en lo interior batallando con su conciencia, muy fuera de el propósito de la conversación que se seguía repitió esta proposición: En la Compañía no se permite que sus religiosos traten y contraten: Entre la pronunciación de sus palabras cayó muerto sin que se le oyese otra palabra que pareciese de piedad. No había dos meses que se le había abierto puerta para el remedio de su alma, negóse a su entrada, [fol. 19v] ojalá no le negase Nuestro Señor los brazos de su misericordia.

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El río Torbes.

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Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 13-14.

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Capítulo 9. Colegio de Honda y Doctrina de Santa Ana & 1. Estado del colegio de Honda y sus ministerios A este puesto de Honda67, ha pocos años, que su Majestad hizo merced tuviese nombre de villa; es (como otras veces se ha escrito) puerto donde se embarcan y surgen todos los que van y vienen de Cartagena para este Nuevo Reino y para otras provincias más altas. Está fundado a las riberas de el famoso río de la Magdalena. Tienen aquí los dueños de canoas (que así llaman a los vasos en que se trasiega el río) la gente para sus remos aunque éstos no son de banco y unidos como de galera sino divididos que llaman canaletes y a los que los ejercitan, bogadores; de éstos se poblaba principalmente este pueblo y como de ordinario los que son puertos están expuestos a mucho trato y da este tanta mano al interés principal sino primer moble de los de el siglo. Se fue, fuera de los señores de canoas, agregando mucha vecindad en este sitio. Y aunque con ella había la Compañía por muchos años gozado pacífica su asistencia en él sin que la divirtiesen ni otras religiones con pretexto de hospicio (porque en nosotros tenían caritativo hospedaje todos los religiosos) ni otros eclesiásticos con título coloreado de curas. Ni fue mucho pues por pública conveniencia se encomendó el beneficio curado de este pueblo de Honda a la Compañía y se adelantó tanto que a voz común era el pueblo donde mejor y más ajustadamente a toda piedad cristiana, se administraban los sacramentos y se acudía a toda obligación de nuestros ministerios. Señuelo, que fue a muchos de más de el interés para que se sitiasen en este lugar. Ya pues, que se había multiplicado la gente, ya que por ella fue menester que hubiese más de los nuestros en Honda y que por algunos años había tenido título de colegio porque demás de las doctrinas de obligación, administración de sacramentos a los feligreses, era mucho el concurso de pasajeros para los ministerios.

67  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 179-233; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 180-187; Roberto VELANDIA. La villa de San Bartolomé de Honda. Tomo I: Épocas de la Conquista y de la Colonia. Bogotá, Editorial Kelly (1989).

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Empezaron las perturbaciones de nuestra paz y querer gozar otros el fruto de lo que la Compañía se había afanado en este puesto. Ella con su agrado, con su benevolencia, deseo manifiesto de socorrer a todos, condujo la gente, agregó vecinos, pobló la tierra, dio a conocer su celo, que no era de medras propias en el interés sino de las ajenas en sus almas. Y cuando sin duda tendría más méritos para con Dios en sus cuidados y para con los hombres con su piedad, le levantó (permitiéndolo la divina providencia) o la emulación de nuestra quietud, o el deseo de propia comodidad, aunque con pretexto de religión, una de este Reino la primera tempestad edificando casa con nombre de hospicio, e intentando poco a poco hacer convento religioso con campana e iglesia la que se había insinuado con tanta templanza en sus principios. Y aunque en esta ocasión pudiera nuestra religión haber hecho mayores empeños pues se le divertía la quietud y aun se daba ocasión para que entre los feligreses hubiese discordias, como en efecto se experimentaron, hubo de ceder en mucha parte de sus conveniencias. No paró en esta la perturbación. [fol. 20] Adelantóse a más; trataron que no éramos curas de españoles y esforzóse tanto esta voz que para fabricar la comodidad de un discípulo de la Compañía se puso en ejecución el despojarla de el curato de españoles y mestizos. Hubo recurso al Real Consejo de las Indias (que como amparados en nuestra primera entrada y posesión por el Real Patronazgo, nos fue necesario este recurso). Y aunque la resolución de su Majestad fue cual se debía esperar de su católico celo mandando (con vista de autos y noticia de lo acá sucedido) nos dejasen en pacífica posesión de nuestro curato, sin que se tratase de dividirlo o desmembrarlo. Sirvió esta real determinación para que se conociese la justificación de nuestro derecho y no para que tuviese la debida ejecución el decreto de nuestro Católico Rey porque como en tierras tan distantes de sus ojos, muchas determinaciones pasadas por últimas en su resolución se sobreseen acá por sus ministros en la ejecución. Cuanto más brevemente se ha podido se ha dado razón de prolongados años de paciencia en este colegio de Honda. Dos solos Padres hay hoy en este colegio, uno con título de rector, que lo es también de la residencia de Santa Ana (de que se dirá en el & si332.


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guiente); otro, juntamente con el rector, cura de almas que atienden a las doctrinas, declaraciones de el santo evangelio, administraciones de los santos sacramentos en que hay más que hacer que lo que congruamente pueden dos operarios. Es este temple riguroso todo el año en calores por ser muy baja y ahogada la situación de el pueblo; dóblase con esto el trabajo de los que asisten y el mérito para su aprecio. Las casas de los morenos e indios bogadores son conformes a su pobreza, pequeñas, pajizas y libres de el todo de los alivios que necesitan tierras semejantes. Y sucede frecuentísimamente ser una choza de éstas el lugar de el descanso de muchas cuadras que se anduvieron para una confesión. Pero entre estas incomodidades se logra dichosamente el celo de nuestros religiosos porque se hacen muchas de grande gloria de Nuestro Señor que también resulta de otras confesiones que se hacen de advenedizos.

& 2. Residencia de Santa Ana y sus ministerios 68 Como otras veces se habrá dicho está esta residencia en el Real de Minas69 más famoso de este Nuevo Reino y aun de toda esta América si se atiende a los quilates y condición de la plata que de sus minerales se ha sacado, pues a juicio de los mayores ensayadores de los indios es la mejor y más acendrada que se saca de betas. Es de los puestos en que la Compañía de Jesús más provechosamente puede ejercitar sus ministerios porque demás de los españoles dueños de minas y mayordomos de ellas y de otros aventureros, que al olor de la plata, se conducen a hacer dilatadas asistencias en el Real; las conducciones de los indios de cada año dan bastante mies a nuestros operarios. Son hoy tres sacerdotes los que aquí residen; uno superior y todos subordinados al rector de Honda de donde dista seis o siete leguas. Tienen los dos sacerdotes títulos de curas y otro operario. 68  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 322-328. 69  Real de Minas de Santa Ana. Real de Minas de Santa Ana. Jurisdicción de Mariquita. Véase: Giandomenico COLETI. Diccionario histórico-geográfico de la América meridional. Bogotá, Banco de la República (1974) 246. Original publicado en 1771.

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Hácense las conducciones de todo casi el Reino sacándose indios de los pueblos por sus turnos, para la labor de las minas que es trabajosísima por [fol. 20v] que demás de ser hondísimos los socavones debajo de tierra han tenido pensión estos minerales de dar en agua a pocos estados de labor, con que los miserables que trabajan no tiene solo de afán el quebrantar los pedernales que atesoran la plata y estar enterrados en vida debajo de tantos estados, que fuera grima el numerarlos sino el estar día y noche metidos en el agua trabajando también en achicar la que dan perennemente sus manantiales: que a no menguarse así se imposibilitara de el todo la labor. Aquí se conoce lo que obra la codicia de el dinero y los imposibles que vence la mal canonizada hambre de plata. Expónense las vidas de los miserables indios y negros a casi evidentes riesgos de su pérdida porque sepultados (como se dijo) en vida, los puede acabar una piedra que se desuna de lo superior en tanta profundidad, que aunque este peligro, se estudia mucho se asegure con los bancos no se pueden de el todo remediar las contingencias. Pierden los indios la asistencia de sus pueblos desnaturalizándose no sólo en los temples porque aunque es benigno éste no es conforme a los que dejan. Los mantenimientos son aquí todos de acarreto y les quitan a los desdichados indios los pocos jornales que ganan con su mortal trabajo. Sucede muchas veces (y es lo frecuentísimo que se experimenta) que por no dejar a sus mujeres e hijos a las aventuras de un desamparo en sus tierras, cargan de todas sus familias. Y en Santa Ana y las Lajas (que es parte de este Real y pertenece a clérigos su curato) viven las desventuradas mujeres y desdichados hijos, en tanta miseria, que apenas alcanzan el sustento. Han sido estas Minas la principal causa de la mengua de indios en todo el Reino. Pero lo que tienen ellos de miserias tienen los nuestros de materia para la beneficencia porque demás de ser un beneficio, que es agregado de muchos pueblos que concurren, ha menester un operario de indios que con inteligencia de su lengua materna los confiese y administre los sacramentos. Esta doctrina, no sólo por lo dicho de ser agregación de muchos pueblos, ha sido lugar de beneficencia común sino porque siendo doblado su estipendio por sustentar dos curas. Se movió un padre de los nuestros, ya con su industria, ya con lo que pudo cercenar de gastos a entablar un principal de çe334.


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riso de buena cantidad para que de sus tributos se puedan sustentar en este Reino continuas misiones en aprovechamiento espiritual de las almas. Porque se emplee en beneficio común lo que resultó de el pueblo, o puesto más universal. Está entre Honda y Santa Ana la ciudad de Mariquita70 poblada de muy principales y ricos vecinos que la hacen ilustre en este Nuevo Reino, tienen en esta ciudad muy devotas y célebres festividades entre año y aunque hay algunos conventos religiosos en ella con muy buenos predicadores y sujetos de mucha cuenta, mueve a los vecinos el afecto que tienen a nuestra religión y la opinión buena de los nuestros a convidarlos a que les vayan a predicar, lo cual hacen frecuentemente adelantando con el celo de su predicación, asistencia al confesonario y buen ejemplo en sus procedimientos, el crédito y buen nombre de nuestros ministerios.

Capítulo 10. Colegio de Mompox 71 &1 No se puede dudar sino que visto el lugar por sí y el grande empleo que en él hubieran nuestros ministerios fuera grande conveniencia que tuviera en él una buena fundación nuestra religión. En breve tiempo han sido grandes los crecimientos de esta villa, se ha avecindado de mucha gente poderosa, hay muchísima de servicio que con el desahogo de tierra caliente necesita más de el freno de la doctrina. Es paso o garganta común de cuantos suben de Cartagena y bajan a esta ciudad. Cuantos van de este Reino al gobierno de Zaragoza y Guamoco, cuantos de él vuelven o vienen a esta corte llegan a Mompox. Hácense aquí los avíos de todas las flotillas (llaman así la compañía de muchas canoas que se juntan por el recelo de los indios de guerra). A las riberas de el río Grande de la Magdalena, más caudaloso que en Honda, está sitiada [sic] esta villa; siendo muy continuo el trasiego de ella y entradas en

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Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 258-259.

71  José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ MORA. Los jesuitas en Mompox 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013).

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su albarrada (que así llaman la última cuadra de el pueblo que hace frente al río). Todos los bastimentos de harinas y los demás que lleva el Reino, todos los géneros de ropa de la tierra que se llevan para vestir la gente de servicio en Cartagena, Zaragoza, Guamoco y otras partes besan en Mompox, con que es el pueblo más abastecido de el Reino de cuantos tienen el mantenimiento de acarreto. Y sucede estar la ciudad de Cartagena faltísima de sustento y Mompox muy sobrado de mantenimientos; ni sucede diferentemente en los géneros traídos de España, pues demás de haber mercaderes muy gruesos ha acontecido enviar la ciudad los que juzgaban bastantes hasta la ocasión de flota y galeones y estar todavía muy llena de ellos esta villa. Fue recibida aquí la Compañía con grandes demostraciones de voluntad aunque jamás las fortunas dejaron de tener su pensión en otras oposiciones; padeciólas también la Compañía y no tuvieron de nuestra parte más desquite que la paciencia y procurar vencer en el bien obrar el mal de la impugnación. Poníanse mayores esfuerzos en la predicación, estudiábase más la asistencia en los confesonarios; remirábanse las acciones públicas en la modestia que siempre tuvieron los empeños de importancia en sus principios iguales las impugnaciones. Y como es pusilanimidad desmayar en ellas, se arguye de la tolerancia en los pacientes las especial providencia de Dios en sus amparos. Ayudóse con limosnas la primera entrada nuestra en esta villa y las que sin impugnaciones se emplearan en una fundación y bienes que durasen, como casa e iglesia, se consumieron en el forzoso sustento de los nuestros remediando con las piedades de unos lo que otros embarazaban en nuestros aumentos. Con que hoy [fol. 21v] es tan limitada la pasadía de tres de los nuestros que asisten en este colegio que demás de la incomodidad en la vivienda, en lo que más esmero pone la Compañía que es en sus iglesias y culto divino tiene estrechísimo el pasar. Y lo que más se debe ponderar es que estando un hermano teólogo cuidando de la enseñanza de la juventud y de la niñez de el pueblo, aun este ejercicio, que ha tenido en otros remuneración de esta villa no se deja estimar para que sienta algún socorro la familia religiosa que le fomenta. Con que el gracioso servicio que nuestro glorioso Patriarca deseó hiciésemos a las repúblicas se halla cumplido en ésta de Mompox. 336.


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Pero indican estos principios la contradicción que hace nuestro común enemigo a esta fundación quizá porque previene las muchas almas que nuestros ministerios, con la gracia de Dios, han de sacar libres de su dominio; y aunque por indicios de estos trofeos futuros de la gracia se pudieran decir algunos singulares en confesiones de grande servicio de Dios que se han hecho, en discordias que se han obviado, en escándalos que se han excusado mas ha dado a entender la providencia de Dios omnipotente en dos sucesos ambos maravillosos, que han pasado por un padre de los nuestros asistente en esta villa.

& 2. De dos riesgos de la vida libra Dios a un padre de los nuestros No sólo a los ministerios que tocan inmediatamente al espíritu, a los económicos que se enderezan a él es necesario atiendan los de la Compañía. Así lo hacía, siendo superior de la casa nuestra de Mompox un padre, que con celo de edificar se desvió de el pueblo en busca de maderas a propósito hacia el monte y distando no mucho de el lugar, la misma seguridad le empeñó de suerte por su aspereza que cuando trató de salir de ella eran sus diligencias nuevos embarazos en su rigor. Llegó la noche entre las confusiones de su pérdida e imposibilitáronle más con nuevo título sus tinieblas. Amaneció el día y como fue para quien no tenia norte determinado que seguir en su derrota le sirvió sólo la luz para tener los riesgos a la vista72. Desmayaba el afligido padre y cuatro días pasó entre estas congojas tan a los ojos la muerte como imposible a sus diligencias la salida. En ellos se habían hecho grandes en orden a descubrirlo de su perdida: ya le juzgaban muerto. Fue pues Dios servido de que al quinto día guiando Dios los pasos de el perdido padre, saliese a parte donde lograron su caridad los que le bus-

72  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 161-162. Se hace referencia a José Alitrán (Urgel [Cataluña], c. 1592-Cartagena, 1661). Ingresó a la Compañía en 1610 en Tarragona y atravesó el Atlántico en 1612. Hizo sus estudios eclesiásticos en Bogotá. Dedicó gran parte de su vida a la parroquia de Honda. También se desempeñó como rector del colegio de Mompox. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 81-82.

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caban hallándole tan desmayado en las fuerzas, tan demudado en facciones, tan desnudo de vestiduras y desgarrado de carnes que manifestaba bien le habían sobrado causas para acabarlo y que sólo de milagro podía tener la vida delicadísima que le quedaba. Lleváronle a casa más para que muriese entre los suyos que con esperanza de la vida. Pero Dios que le sacó de el primero riesgo conservándosela con maravilla quiso obrasen los reparos de la caridad de suerte que [fol. 22] en breves días se halló convalecido. Y en quien tanta misericordia había usado en el elemento de la tierra quiso también se ejercitase en el de el agua. Embarcóse este mismo padre en una canoa para ir a una estanzuela nuestra (que para las que están a las riberas de el río no hay otro género de caminar); iban los negros bogando y el padre sentado al borde de la canoa; con la fatiga en el bogar, no atendían a cuidar de el padre, demás que cada uno debe cuidar de sí, mayormente, donde es sobrado todo otro cuidado que el conservar el puesto de la embarcación. Y después de más de media hora larga de haber subido río arriba echaron de menos al padre en ella. Entró el susto juntamente con la certidumbre en los bogadores de que en río tan hondable y poblado de caimanes estaría ahogado y aun comido de tan carniceros animales. Con todo se determinaron a volver río abajo en su busca y a mucho espacio que anduvieron descubrieron el sombrero de el padre sobre aguado con que creció la certidumbre de su ahogo. Ya no era el deseo de los negros hallar al padre vivo, holgáranse de volver muerto a casa a quien sin temeridad juzgaban comido de caimanes. Determináronse con todo a que no quedase por diligencia del descubrir el cuerpo. Y Dios que deseaba en ambos elementos mostrar su poder en el padre movió a un negro a que buceando las aguas se fuese a lo profundo, donde (caso raro) halló sentado al padre y echando mano de él lo sacó fuera vivo y sano y tan ajeno de el peligro en que se había hallado como si fuera otro tercero a quien hubiese sucedido; y hoy se ocupa más fervoroso en los ministerios y agradecido a Dios por los beneficios pasados y por el presente de ayer escapado de la peste

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• carta n.º 8 [carta anua 1642-1652]

que ha hecho gran destrozo en los de Mompox, llevándose con los muchos de el pueblo al Padre Cristóbal de Cotrina73 rector de aquel colegio. [Sigue la parte de Quito] Estos han sido muy Rdo. Padre Nuestro los trabajos loables de los hijos de V. Paternidad en esta Provincia del Nuevo Reino y Quito. Éstos los puestos que tiene y los ministerios en que se ocupan. No dudo quedarán en silencio otras muchas cosas que merecieran ir en esta relación pero como se obran sin ambición, se ocultan con silencio de los que se fatigan. Mucho cuidado ha costado el recoger los puntos que contiene esta Annua y aun se pudiera quejar el brazo de los superiores, de la modestia de sus súbditos que teniendo tanta mano para aumentar los ministerios sólo parece que les falta para escribir lo que les sucede. Ya consta a V. P. muy Reverenda cuán pocos sujetos están derramados en una de las provincias más dilatadas que tiene el orbe y cuán justísimamente debo estimar súbditos que tanto edifican y trabajan representándolos al amor y los ojos de V. P. pues a ellos después de los de Dios miran las atenciones de todos los de la provincia suplicándole nos guarde a V. P. M. R. con la vida y entera salud que deseamos para bien de nuestra Compañía, logro, y aumento de sus ministerios. Santafé, [2] 13 oct. 1652. Gabriel de Melgar74 •

73  Cristóbal Arias Cotrina. Se había formado en Lima a donde había acompañado a su tío el arzobispo don Fernando Arias de Ugarte. Habiendo regresado al Nuevo Reino pensamos que fue buen conocedor de la lengua chibcha y así acompañó a uno de los mejores conocedores de este idioma, Francisco de Varáiz, en la zona bogotana. Quizá su educación refinada y sus conexiones familiares le llevaron al Colegio de Mompox en el que sólo pudo demostrar su voluntad de servir a los demás . La peste lo llevó al sepulcro el 5 de mayo de 1652 mientras ejercía el cargo de rector. 74  Gabriel de Melgar (Madrid, 1590-Lima, 1669). Ingresó a la Compañía en el Perú en 1607. Tras gobernar los colegios de Cuzco y Arequipa fue nombrado Provincial del Nuevo Reino de Granada. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 447-448.

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CARTA N.ยบ 9 [CARTA ANUA 1655-1660]



Relación Annua de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año de 1655 hasta el de 16601 20 de febrero de 1660 1. Del número de sujetos y de sus ocupaciones La gente que tiene alistada para sus espirituales empresas la Compañía llega en esta Provincia a número de 221 sujetos. Destos los 96 son Sacerdotes, los 52 Hermanos estudiantes, los 69 Hermanos Coadjutores y los 10 Novicios. Están estos sujetos repartidos en once colegios y cinco residencias. En el Colegio de Santa Fe, residen sujetos 65 En el Colegio de Tunja 10 En el de Pamplona 6 En el de Mérida 6 En el de Honda 4 En el de Mompox 4 En el de Cartagena 16 En el de Panamá 16 En el de Quito 68 En el de Cuenca 4 En el de Popayán 8 1  APT. Fondo Astráin, leg. 4.


• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

En la Residencia de Mainas En la de Noanamas En la de Tópaga En la de Fontibón En la de Santo Domingo

9 2 2 3 4

Todos estos sujetos según su estado y vocación han acudido estos años a los ministerios que ejercita la Compañía habiéndose portándose [sic] en el día con la solicitud y edificación que otras an [Fol. 1 vto.] nuas se ha referido pero no por eso déjase de decir aquí algo por mayor, reservando algunos casos especiales para lo restante desta relación. Enseñan los nuestros en todas las partes donde asisten la doctrina cristiana a los niños y a la demás gente ignorante. Catequizan a los infieles y a su tiempo los bañan con las aguas del santo bautismo en el puerto de Cartagena y en las residencias de los Mainas y Noanamas. Leen la gramática a los muchachos plantando en ellos la virtud y las letras con tan buen logro que muchos dellos han repudiado el mundo y acogídose así a las demás Religiones como a la nuestra. En los Colegios de Santa Fe y Quito leen también las Artes y la Sagrada Teología graduando en cada curso muchos de Maestros y no pocos de Doctores2. En los confesonarios hacen cruda guerra a los demonios quitándoles de las garras muchas almas que tenían presas con amancebamiento y abominables pecados y para confirmarlos en sus buenos propósitos y ver en ellos la perseverancia en el bien comenzado les administran con frecuencia el Santísimo Sacramento del altar, siendo nuestras iglesias un continuo cenáculo donde se come el Cordero de Dios3. 2  Juan Manuel Pacheco. “La Universidad Javeriana de Santafé de Bogotá durante la época colonial”. En: José DEL REY FAJARDO (Ed.). La pedagogía jesuítica en Venezuela. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira (1991) I, 7-111. Miguel SÁNCHEZ ASTUDILLO. Textos de catedráticos jesuitas en Quito colonial. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana (1959). 3  Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) 4 vols. Para la historia de la Compañía de Jesús en Colombia, véa-

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• CARTA N.º 9 [CARTA ANUA 1655-1660]

Qué diré de los que trabajan en el ministerio de la divina palabra. Predican en las ocasiones oportunas en las iglesias y en las plazas y calles. Platican los domingos a las cogregaciones que tienen en nuestras casas y a las veces salen fuera a platicar a las cárceles donde suele haber presos no menos en el alma que en el cuerpo. La última caridad que ejercitan con los prójimos es en los trances de muerte previniendo para ella: así a los ajusticiados como a los otros moribundos. Basta esto dicho en común y vamos a la relación de algunos sucesos particulares que se les han venido a las manos a los de la Compañía de Jesús desta provincia en la administración fervorosa de sus ministerios4. [Fol. 2]

2. De algunos bautismos que han administrado los de la Compañía Doy principio a esta narración con el Santo Bautismo por ser la primera puerta de la salvación que con tanta solicitud abren los de la Compañía a las almas así entre fieles como entre gentiles, no malogrando ocasión que se les ofrezca antes andando en busca de ellas. Grandísimo es el número de niños y de adultos que han introducido en una y otra iglesia, militante y triunfante, con este sagrado baño y para su prueba referiré tal o cual caso que les ha sucedido dejando otros muchos por sinónimos, estilo que observaré en todas las materias de los parágrafos siguientes. Estando en Quito uno de los nuestros confesando a un enfermo español diéronle voces los de la casa pidiéndole que se llegase a un aposento

se: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Tres tomos: I. Bogotá, Editorial San Juan Eudes (1959). Tomo II: Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez (1962). Tomo III: Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, (1989). Para el Ecuador, véase: José JOUANÉN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana. Dos tomos: I (1941), II (1943). 4  Pareciera que el contexto de toda esta carta anua fuera el mundo pseudorreligioso que atormentaba a la Inquisición de Cartagena y sobre todo la brujería y artes afines. Véase: Manuel TEJADO FERNÁNDEZ. Aspectos de la vida social en Cartagena de Indias durante el seiscientos. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos (1954); José Toribio MEDINA. La imprenta en Bogotá y la Inquisición en Cartagena de Indias. Bogotá, Editorial A. B. C. (1952).

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

donde acababa de parir una india para que bautizasse la criatura que se le estaba muriendo. Acudió el Padre con toda presteza y en el patio se encontró con las que sacaban ya la criatura pareciéndoles que ya era muerta. Lo mismo entendió el Padre cuando llegó a verla. Ya se volvía a continuar su confesión cuando un impulso interior le movía apretadamente a echarle el agua del bautismo. Pareciéndole al padre que aquel repetido impulso era de Dios y que no podía, ni debía resistirle la bautizó sub conditione y luego se volvió a proseguir la confesión del enfermo. No se pasó mucho rato cuando con sumo alborozo entraron las personas que se habían hallado al suceso diciendo a voces que el niño estaba vivo y que meneando pies y manos acababa de expirar. Confirmóse el Padre en que había sido impulso del cielo y dio gracias al Señor. [Fol. 2v] Habiendo pasado una negra de su tierra a la ciudad de Panamá5 tuvo su asistencia en ella por espacio de 56 años. Era muy inclinada a todo género de devoción y en especial se esmeraba en la de Nuestra Señora cuyo rosario rezaba todos los días, ayunaba casi todas las semanas, los miércoles y sábados en honra suya y todas las veces que con su industria y trabajo adquiría algún dinero lo empleaba en comprar algunas velas que encendía ante su imagen. En este tenor de vida le asaltó la última enfermedad y recibidos ya los últimos sacramentos la apretó de suerte que ya la asistían y velaban como a moribunda. Diez y seis días estuvo luchando con las agonías de la muerte y al cabo dellos, reparando una persona que aquello no podía ser sin particular misterio, le preguntó si tenía alguna cosa que le agravase la consciencia? Respondió que no sentía otra cosa sino el no haber recibido el bautismo y que ella lo había callado siempre hasta aquella hora en que lo manifestaba. Pidió el agua santa y bañóle con ella un sacerdote de los nuestros y luego expiró dentro del espacio breve de una Ave María. Pero, qué mucho si había sido su devota? Tanto tiempo la conservó Dios con vida entre las agonías de la muerte porque no se perdiese un alma que había sido aficionada de su Madre purísima.

5

Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 261-376.

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• CARTA N.º 9 [CARTA ANUA 1655-1660]

3. Entrada de un Embajador de Arda al puerto de Cartagena, su bautismo y el de otros negros de su nación Muchos años había que con el alzamiento de Portugal6 no entraban armazones de negros en el puerto de Cartagena hasta que fue nuestro Señor servido que entrasen tres o cuatro navíos desta pobre gente cautiva cuyos bautismos declararon había trazado la divina Providencia su venida para que no pereciesen en la gentilidad muchos que tenía escogidos para el cielo. [Fol. 3] Entre estos dichosos uno fue el Embajador de Arda7, que venía con embajada de su Rey bárbaro para el nuestro católico. Llegó en un navío de mercaderes que traían gran suma de negros para vender en estos Reinos y a la fama de los muchos enfermos que venían fueron dos de la Compañía al navío. Diéronle la bienvenida al Embajador por medio de un intérprete que buscaron para el efecto. Presentáronle algunos regalos de los que da la tierra con que le ganaron la voluntad y así la tuvo de desembarcarse en compañía de los nuestros no habiendo querido el día antecedente saltar en tierra con los oficiales reales. Al fin desembarcaron al Embajador haciéndole salva real de artillería a cuyo estruendo se alborotó toda la ciudad y casi toda ella concurrió al recibimiento. Llevábanle los nuestros en medio con mucho concurso de gente y llegaron al colegio de la Compañía donde le hospedaron y le fueron a dar la bienvenida el gobernador y las personas más grandes de la ciudad. Y no faltaron algunos que haciéndose jueces temerarios calunniasen la piadosa acción de la hospitalidad que ejercitaba la Compañía con el Embajador atribuyén6  Al independizarse Portugal de la Corona española en 1640. el monopolio esclavista que manejaba los inmensos contingentes de negros hacia América se suspende. Esa determinación supuso consecuencias laborales como la incorporación del mundo indígena en los trabajos mineros. En 1654 el Consejo de Estado autorizó de nuevo el tráfico de esclavos, pero no a los portugueses sino a los holandeses. 7  La historia del Embajador de Arda la ha tomado por completo el historiador Pedro de Mercado del texto de estas Cartas Anuas. Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, I, 243-246.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

dole sin menos reto pero el tiempo y la experiencia mostró ser temerario al juicio y santa la acción del hospedaje8. Habiéndose pasado algunos días que gastaron los nuestros en catequizar y bautizar la muchedumbre de los negros, intentaron el bautismo del Embajador que apenas había vuelto en sí del almareo [sic] y de las incomodidades del mar. Preguntáronle que cuándo quería que le diesen noticias de nuestra santa fe y viendo que lo dilataba acordaron los Padres de catequizar en su presencia un criado suyo mozo para ver qué juicio había de la fe divina y si [Fol. 3v] a caso se movía a no dilatar de tiempo en tiempo su mayor bien. Hízose así y no salió mal la traza que entre todos se acordó y se dispuso pues teniendo un día el criado en las manos una imagen del Salvador que le dieron los Padres se movió tanto a su vista el Embajador que arrodillado en el suelo la besó amorosamente y dijo que quería ser hijo de aquel Señor, creer en su santa fe y recíbir su sagrado bautismo. Mostráronle después una figura de un alma condenada, cercada de demonios y pareciéndole horroroso el espectáculo le escupió aseverando que no quería ir donde aquella miserable había ido, ni seguir el camino por donde se había precipitado a los abismos eternos. Acabado ya con el catecismo y bastante instrucción del criado dicho, se bautizó en presencia del Embajador; pusiéronle el nombre de Antonio y quedó con tal gozo en el alma que redundaba a lo exterior del cuerpo haciendo muchas demostraciones de alegría y abrazando al Padre Rector9 (que fue quien hizo el oficio de ministro de su bautismo) y a su compañero y a todos los demás, así eclesiásticos como seculares que a este apostólico acto concurrieron. A vista de él se movió de suerte el corazón del Embajador que pidió le catequizasen y bautizasen los Padres. Lleváronle para el efecto a nuestra iglesia adonde concurrió mucho número de gente de lo noble y de lo plebeyo a verle, admirando todos la modestia y compostura con que estaba sin 8  Para una mejor intelección de la acción jesuítica con el mundo de la negritud, véanse: Ángel VALTIERRA. El santo que libertó una raza. San Pedro Claver S. J.: Esclavo de los esclavos negros. Su vida y su época (1580-1654). Bogotá, Imprenta Nacional (1954); Ángel VALTIERRA. Pedro Claver S. J. El esclavo de los esclavos, el forjador de una raza, el hombre y la época (1580-1980). Bogotá, Banco de la República, 1980. 9

Se hace referencia a Diego Ramírez Fariñas. Véase nota 11 en la siguiente página.

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• CARTA N.º 9 [CARTA ANUA 1655-1660]

movimiento de pie, ni mano, oyendo atento la explicación de nuestra santa fe y la de los mandamientos de la Ley que en adelante había de observar y de cuyas transgresiones se había de doler antes de recibir el bautismo. Aprendió todos los misterios de fe y las oraciones ordinarias con suma presteza y especificáandose en algunos de los mandamientos dijo que nunca los había quebrantado, siendo así que a la sazón sería de más de cuarenta años. [Fol. 4] Habiendo precedido estas cosas, se trató de su bautismo y llegando a noticia del Señor Don Pedro Zapata10, Caballero del orden de Santiago, gobernador y capitán general de Cartagena, se ofreció (con la piedad que acostumbra) a ser su padrino. Señalado el día sacaron los nuestros al Embajador desde su colegio para la Iglesia Catedral donde no cabía la gente de todos estados que había conducido el deseo de ver bautizar un Embajador que de tan distantes partes había venido a conseguir tan saludable dicha. Estaban a las puertas de la iglesia en sus hileras las compañías del presidio armadas y aprestadas para hacerle la salva al entrar y salir de la iglesia. Entró en ella bien acompañado de lo más lucido de la ciudad y estuvo sumamente atento a las ceremonias eclesiásticas y con tanta devoción que la pegaba a los que le miraban. Aquí, al ungirle el pecho, se le halló un santo crucifijo de vulto pequeño que llevaba pendiente del cuello y dio ocasión a todos para que con ternura y admiraciones celebrasen su devoción. Administróle el bautismo el padre Diego Ramírez Fariñas11 predicador de su Majestad y Rector entonces del colegio de Cartagena, a quien todos daban los parabienes de ver logrado su santo celo y él se daba asimismo el pláceme de haber dejado la corte de Madrid y venídose a emplear a las Indias en tan glorioso ministerio. No quisieron dejar de preguntar el Embajador (ya que le veían cristiano y afable con todos) el motivo que le había obligado a navegar tantos 10 Julia HERRÁEZ SÁNCHEZ DE ESCARICHE. Don Pedro Zapata de Mendoza, Gobernador de Cartagena de Indias. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos (1946). 11  Diego Ramírez Fariñas (Madrid, 1595-Cartagena, 1662). Ingresó a la Compañía de Jesús en 1614. Atravesó el Atlántico en 1654 y después ocupó el rectorado del colegio cartagenero. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 255-256.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

mares. Respondió que había mucho tiempo que en su Reino morían mozos todos los reyes y que éstos les tenía con cuidado y pena porque temían no se les acabase la real sucesión y que estando sobresaltado con estos temores llegó a noticia de su rey que muchos reyes cristianos morían de anciana edad y [Fol. 4v] que para conseguir esta dicha trataban de recibir su fe y su ley, por lo cual habían determinado enviar embajador al Rey de España pidiéndole su amistad y que en señal de ella les enviase sacerdotes que les predicasen y enseñasen la ley santa que él guardaba, porque esa querían y no otra. Y añadió que aunque se habían ofrecido otros para la legacía le había caído a él la buena suerte de venir a tierras de cristianos y en ellas ver y comunicar a los de la Compañía. A estos les pidió varias veces que se fuesen con él para enseñar a su rey como a él le habían instruído y enseñado. A que respondieron que le acompañaran de muy buena gana si a la sazón tubieran Superior que les diese licencia sin la cual no les era posible partirse. Entonces dijo él que le había de pedir esta gracia al Rey Nuestro Señor. Con estos buenos deseos trató de su viaje a la Habana donde el Gobernador noticioso de la santa empresa que llevaba le hizo (según dicen) muchas honras y favores. No se contentaron los Padres con haber cogido esta presa para Dios sino que a manera de hidrópicos mientras más almas ganaban, anhelaban por más y más. Trataron con celo santo de catequizar a los otros que venían de Arda con el Embajador que serían más de seiscientos; primero a los varones que con grande silencio y atención escuchaban la doctrina cristiana y estando ya muy bien instruídos en ella les dijo uno de los nuestros que parecía que estaban tibios y que la fe se había de recibir con fervor, que otro día volvería y si estuviesen para ello, los bautizaría. Aquí fue de ver cómo [tachado todos] se pusieron en pie todos y asiéndole al Padre de la sotana le dijeron que luego había de ser y no otro día porque ellos estaban firmes en lo que se les había dicho y propuesto y que creían en los misterios de la fe y detestaban los delitos pasados. Viendo el Padre en estas demostraciones el fevor que con su razonamiento había pretendido, los bautizó y quedaron gozosísimos de haber conseguido el bien que [Fol. 5] tanto habían deseado. 350.


• CARTA N.º 9 [CARTA ANUA 1655-1660]

Después se siguió el catecismo de las mujeres que como más piadosas excedieron a los varones en demostraciones de piedad, ya detestando la vida y vicios pasados, ya adorando la imagen de nuestro Salvador que les mostraban, ya afirmando que no habían de tener otro Dios, ni habían de amar cosa alguna que se opusiese a sus preceptos y esto decían no sólo con los labios sino también con señas y elevación de sus manos. Y fue de notar que habiendo algunas enfermas que no podían levantar las manos se las alzaban las que estaban sanas para que aquella acción exterior fuese señal de su interior intención. Finalmente, las bautizaron y blanquearon con el baño del agua sagrada con gran consuelo dellas y de los que se hallaron presentes, pues viendo tan devotas demostraciones de aquella pobre gente, si bien dichosa, celebraban las aguas de sus bautismos con lágrimas que derramaban de sus ojos. Doce negros destos Ardas se habían quedado en el navío para guardarle y habiendo oído lo que había pasado por sus compañeros, envidiando su dicha, se encendieron de suerte en deseos de bautizarse que acometieron por tres veces a irse a nuestro colegio, dejándose la nave (que guardaban) sola, hasta que movidos de su fervor les dieron grata licencia. Y como tan espontáneamente les había picado en el corazón este santo deseo recibieron muy alegres el baño saludable del santo bautismo. Todo este suceso es del año de mil seiscientos y cinquenta y siete dichoso por haberse ganado en él tantas almas para la iglesia militante y triunfante. Y porque no callamos este número digo que fue de dos mil ciento y diez y nueve y son otros ochenta que se estaban catequizando para que se bauticen. [Fol. 5v]

4. En que se prosigue la materia del Bautismo de dichos Negros12 Habiendo llegado al puerto de Cartagena otro navío de mil negros Carabalies tan bárbaros y feroces que se comen los unos a los otros; trataron de su remedio los Padres pero faltóles el principal medio que era un intérprete 12  Véase: Alonso de SANDOVAL. De instaruranda æthiopum salute. El mundo de la esclavitud negra en América. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956). Original publicado en Sevilla en 1627.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

y aunque hicieron apretadas diligencias no le hallaban por haber ya treinta años que no traían a Cartagena morenos de esta nación. Pero la lástima de ver que perecerían sin bautismo tantos pobres les dictó a los Padres una traza y fue enviar por todas las estancias de la comarca para ver si se hallaba en alguna negro desta nación. Halláronle muy viejo y para que hiciese con gusto el oficio de intérprete le acariciaron y regalaron con que consiguieron su intento catequizando y bautizando toda aquella multitud. Y no sólo miraron por sus almas (que es lo principal) sino también por sus cuerpos procurándoles la comida y el vestido porque es gente tan desdichada que ni aun hilo de ropa traían sobre sus carnes. Pocos años después entró otro navío de morenos de Castalida, a los cuales se acudió con mucha presteza por haber entre ellos muchos enfermos y sobra también de muchos intérpretes. Recibieron el santo bautismo con grandes muestras de fe y devoción y quedaron con notable alegría y extraordinario regocijo. Y cuando los de la Compañía entraban o salían de la casa de su morada los salían a recibir y los acompañaban con grande algazara de que se alegraban los dueños afirmando que desde que los poseían no los habían visto zanos tan contentos y regocijados. De un navío de los que llaman negros de Ley compró un mercader una negra Nalú la cual padecía tan grande melancolía que tocaba en desesperación. Ni comía, ni bebía, ni había remedio de hacerla trabajar, ni poner mano en cosa de servicio. Andávase escondiendo y retirándose de todos para sa[Fol. 6] tisfacer a solas su tristeza. Una vez la hallaron debajo de una tina al cabo de dos días que gastaron en buscarla y aunque la regalaron y acariciaron, no fueron medios bastantes para alegrarle el corazón. Otra vez en tiempo muy lluvioso se metió en el caño por donde desaguaba el patio de la casa y se estuvo tres días en él. Rebalsóse el agua de las lluvias y yendo a quitar el impedimento en el caño reconocieron que era la negra que en él estaba atorada y casi muerta así de la falta de mantenimiento como de la sobra de la humedad y frío. Hiciéronle algunos medicamentos con que volvió en sí y luego su amo se fue desconsolado al colegio de la Compañía y dio cuenta de lo que pasaba; a que le respondieron que no debió estar bautizada la negra (persuasión que tenía en su pecho su mismo dueño) y que la hiciese traer a 352.


• CARTA N.º 9 [CARTA ANUA 1655-1660]

la iglesia. Hízolo así y habiéndola examinado reconocieron que había sido verdadera la sospecha de que no estaba bautizada y así la instruyeron y cristianaron con el santo bautismo dándole por nombre el de Teresa. Y fue caso notable que apenas recibió el sagrado baño cuando se le quitaron todas las melancolías y en adelante dio mucho gusto a su amo. Sería cosa larga y más dilatada de lo que pretendo el referir todo lo que pasa con las Armazones de Negro habiendo recibido el bautismo se les han quedado muertos entre las manos. Llévanles intérprestes para hablarlos y los regalos que pueden para socorrerlos y aganarles la voluntad para mayor bien de sus almas. Muchas veces se quitan los manteos y cubren su desnudez con ellos sin reparar en el contagio e inmundicias que se les pegan, porque su religiosa modestia [Fol. 6v] no puede sufrir la indecencia de su desnudez y para cubrirlos les dan también la ropa que pueden. De ordinario toleran el asco y fastidio del mal olor que despide de sí esta miserable gente de lo cual quiero referir aquí solamente un caso singular. Llegó al puerto una grande embarcación de negros. Fuelos a visitar el Padre Rector del colegio de Cartagena [y] halló que casi todos estaban bautizados pero muy enfermos y porque no muriesen sin la extrema Unción envió a avisar al cura que trajese el santo óleo a la casa que en ella le aguardaba con intérpretes para que les hiciesen saber lo que recibían. Fue el Cura en compañía de otro clérigo y en llegando a la puerta del aposento a donde estaban los nuestros con los moribundos se taparon las narices y dando arcadas les dijeron que allí estaba el santo óleo y que ungiesen con él a los enfermos porque ellos no tenían revuelto el estómago y no les era posible asistir, conque el Padre Rector hizo el oficio del cura que se estuvo con el otro clérigo su compañero en el corredor de la casa admirándose de que hubiese hombres que pudiesen tolerar tan pestilencial hedor como despedían los que estaban en aquel aposento. Y que fuese insufrible el mal olor bien se ve pues había en él; lo uno muchos enfermos de asquerosas postemas y cursos13 [ilegible]; lo otro tres cuerpos muertos tendidos en el suelo. 13

Diarreas.

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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1638 a 1660

5. Conversiones de Moros Para convertir moros a nuestra santa fe no han necesitado de ir a la África los sujetos desta Provincia porque en las ciudades de Cartagena y de Panamá les ha ofrecido ocasiones la divina Providencia; sólo referiré algunos casos, los más singulares. En la ciudad de Cartagena hirieron en un brazo a un moro de las galeras antiguas; fue creciendo el mal de suer[Fol. 7] te que se le acercaba ya el último término de la vida. Acudiendo los nuestros para que la rematase en gracia por medio del santo bautismo, pero él había estado y estaba al presente obstinadamente pertinaz en su secta mahometana; mas, sin embargo, fue mayor la celosa perseverancia de la Compañía persuadiéndole recibiese la fe de Nuestro Señor Jesu Cristo, sin desistir del intento, aunque tantas veces lo resistía, sin huir de él aunque el pestilente olor de la herida encancerada parece que los despedía. Al fin, la porfía santa mató la caza, o por mejor decir, le dio la vida porque convencido con la multitud de razones que le decían y con las instancias que hacían a sus respuestas vino en que se bautizaría con tal que el Señor Gobernador Don Pedro Zapata fuese su padrino. Gustosos oyeron los Padres esta respuesta porque hallaban muy fácil en la piedad deste caballero el cumplimiento de la condición que el moro ponía. Fuéronle a dar parte del caso y al punto se fue al hospital y hablándole al moro con muy benignas palabras le dijo el gusto que recibía en que quisiese hacerse cristiano y que venía muy gustoso a ser su Padrino. Entonces el moro le suplicó que lo llevase a su casa; vino también en esto el gobernador diciéndole que como se volviese cristiano le acomodaría no sólo en su casa sino también en su misma cama. Hízolo llevar a su casa donde le tenía un muy buen lecho prevenido. Allí le asistieron los nuestros y habiéndole instruído bastantemente, le bautizaron con que quedó por una parte muy gozoso y por otra muy animado a padecer los dolores del cáncer que al fin le quitaron la vida y el Señor Gobernador honró a su ahijado en la muerte haciéndole ver muy lucido entierro.

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[Fol. 7v] A otro le sucedió en la misma ciudad que habiendo estado obstinadísimo en su secta por más de treinta años se movió a detestarla por un acto de caridad que vio ejercitar a uno de la Compañía de Jesús. Fue el caso que por falta de verdugo le obligaron a este mozo a que ejecutase la sentencia de muerte que se había fulminado contra un alevoso. Y como jamás había ejercitado el oficio se desmayó al tiempo de dar garrote al delincuente. Entoces uno de los nuestros le dio con mucho agrado y compasión un bizcochuelo y un trago de vino con que volvió en sí y concluyó con el oficio de verdugo que le habían dado; y lo que es más: quedó tan edificado de aquella caridad que había usado con él [el] religioso de la Compañía que se fue a ella el día siguiente y le pidió con grandes instancias el bautismo que en tantos años no había querido recibir sin haber hecho mella en su dureza gran número de persuasiones. Otra conversión notable de otro moro pudiera escribir aquí pero déjola por estar ya auténticamente escrita en el processo juridico que estos años se ha hecho en dicha ciudad de la vida y virtudes del V. Padre Pedro Claver14. Pero no dejaré de referir un caso raro sucedido en la ciudad de Panamá donde vivía un moro de hasta treinta años, esclavo de una persona principal que aunque hizo apretadas diligencias para que se cristianase fueron todas sin el deseado fruto. Estando el moro una víspera de San Juan, sentado a la puerta de un caballero donde en la ocasión asistía en visita su amo, se halló con él en el mismo puesto una morena dando el pecho a un niño de pocos meses. Pasando a caso por aquella calle un mancebo conocido del moro, se llegó a él y le dijo: Ven acá Hamet, por qué no quieres ser cristiano? Por qué no te quieres bautizar? Para qué bautizarme! [Fol. 8] (dijo el moro) anda, déjame. Replicó el mancebo. Mira Hamet, que Dios quiere que seas cristiano y que seas como este niño sin pecado. A esto respondio Hamet seguro a su entender del imposible que proponía. Si niño deci, que Hamet hace cristiano, yo luego cristiano; y así, él mismo le pregun14  Ana María SPLENDIANI y Tulio ARISTIZáBAL. Proceso de beatificación y canonización de san Pedro Claver. Bogotá CEJA, 2002.

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tó: dici chiquito: Dios quere que Hamet ser cristiano? El niño dejando el pecho se volvio a él y con toda claridad y expresión le dijo. Sí. Quedó algo turbado con la inesperada respuesta y volvió a hacerle otra pregunta con palabras opuestas a las pasadas: Dici. Dios quere que Hamet estar moro? El niño con la misma claridad que antes, dijo No. Quedó el moro aunque convencido no reducido. Concurrieron a la fama del prodigio otras personas y pareciéndoles buena ocasión le dijeron que ya no tenía excusa pues sabía lo que le importaba y cuál era la voluntad de Dios y apretándole le preguntaban cuándo se quería bautizar? Él por librarse de los que así le inportunaban dijo que el día siguiente por ser de San Juan pero no lo cumplió. Hízose amigo suyo uno de los nuestros (que fue el último instrumento de que Dios usó para su reducción); llamábale y agasajábale de cuando en cuando, proponíale con suavidad y destreza los misterios de nuestra santa fe. Respondíale a las obligaciones que le hacía y últimamente no paró hasta que consiguió la libertad de su alma por el bautismo y la de su cuerpo por la piedad de su amo a petición del Padre. Mucho sentía el demonio que esta alma se le fuese de las garras y así al entrar en el templo para recibir el bautismo sintió que asiéndole de la ropa fuertemente le tiraba para que retrocediese y con tanta violencia que tuvo necesidad de desasirse con todas sus fuerzas para pasar adelante; al fin entró porque pudo más el auxilio eficaz de Dios y se bautizó con mucho gusto. Llamáronle Juan y con el nombre recibió la gracia santificante. Pasemos ya a referir las conversiones a [Fol. 8v] mejor vida, no de un moro, sino de algunos cristianos que entraron y murieron en la Compañía de Jesús.

6. Vocaciones de algunos que entraron en nuestra sagrada Religión Fue el Doctor Don Juan de Morales Arámburu natural de la ciudad de Lima, corte de los Reyes del Perú. Honró su Majestad así su calidad como sus letras haciéndole su Oídor en la Real Audiencia de Quito donde tam356.


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bién por oídor más antiguo sucedió en el oficio de Presidente a Don Martín de Arriola del orden de Calatrava después que murió. A este caballero le dio nuestro Señor una enfermedad en que hizo voto de entrar en la Compañía si Dios le daba vida; pero siendo ya muy poca la que le quedaba pretendió con grandes ansias del corazón que le recibiesen por uno de los hijos de San Ignacio. Consiguiólo y pienso que fue premio de la gran devoción que en vida le tuvo porque todos los años hacía y celebraba su fiesta. Él mismo asistía a que se colgase la iglesia, él convidaba al Señor Obispo, a la Audiencia, a las Religiones, Cabildos y a toda la nobleza para que en todo fuese lucida la fiesta. Era tan devoto que en cosas que tocan al culto divino acudía el primero. No sólo confesaba y comulgaba las fiestas de Cristo y su Madre sino los más domingos del año; fue piadoso y limosnero para con los necesitados y despachaba siempre con más brevedad a los más desvalidos. Tan limpio de moros fue que jamás quiso recibir dádiva ninguna, por pequeña que fuese, afirmando que el juramento que había hecho sobre los santos evangelios le obliga a no recibir ni aun una manzana. Fue sepultado su cadáver en la bóveda de nuestro Colegio de Quito entre los cuerpos de nuestros Padres y Hermanos [tachadas tres líneas]. [Fol. 9] Entre las vocaciones de veinte y cinco sujetos que en estos años se han recibido en el Colegio Máximo de Santa Fe sobresale por singular la vocación y perseverancia del Hermano Gaspar Navarro15. Trájole de Zamora su patria a las Indias el deseo de adquirir riquezas y diose tan buena maña que en breve tiempo allegó razonable caudal y como le picaban los deseos de acrecentarlo no malograba ocasión. Túvola de ir a emplear a la ciudad de Santa Fe y sabiendo que dos estudiantes naturales de Antocha [Antioquia] querían entrarse en la Compañía se fue al Colegio Seminario de San Bartolomé para visitarlos por ser sus conocidos. Procuró saber la causa que les movía a dejar el mundo y dándole por respuesta que los ejercicios que usa la Compañía, cobró alguna noticia dellos pero no fue tanta que no quedase con muchas dudas de lo que significaba y picado con el deseo de saber lo que 15

Gaspar Navarro. Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 120-122.

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eran volvió en otras ocaciones a informarse; y las personas que respondían a sus preguntas le persuadían a que pidiese a los Padres unos ejercicios para hacer una confesión general y que podría ser que con ellos se moviese a entrar en la Compañía; pero él estaba de tan distinto parecer que hacía chanza de ello y decía que no le cogerían a él los Teatinos16; pero aún no se pasaron ocho días sin que pidiese tener los ejercicios. Entró en ellos y aunque al principio fue grande la batería que le dio el demonio para que los dejase, salió victorioso por medio de la oración en que gastaba muchos ratos delante del Santísimo Sacramento. Determinóse a entrar en la Compañía dando de mano al mundo y del pie al empleo que tenía ya hecho del caudal y dinero que había adquirido. Sentido con esta resolución el demonio, le asaltaba fuertemente asestándole muchos tiros para que descaeciese de sus propósitos pero pudo más el favor de la gracia para hacerlos eficaces que la tiranía del común enemigo para malograrlos. Al fin en [Fol. 9v] tró en la Compañía para Hermano Coadjutor con grande consuelo de su alma y con no menos admiración de los que veían un mozo que poco antes trasegaba el mundo por adquirir hacienda, la dejaba tan repentinamente en lo más florido de sus años y esperanzas. Tuvo su noviciado con mucho fervor y edificación de lo cual se daba por muy sentido Satanás y para vengarse de él solicitaba con todos sus ardides y máquinas [para] sacarlo del presidio y fuerte muro de la Religión para habérselas con él a solas y vencerle; pero nuestro Hermano Gaspar como valeroso soldado de la Compañía de Jesús se defendía con destreza valiéndose de las armas que nos dejó nuestro gran caudillo San Ignacio. Daba menuda cuenta al Superior de cuanto pasaba por su alma para que le ayudase a triun16  Teatinos. Esta congregación religiosa fue fundada en 1524 por Gaetano de Thiene (1480-1547) y por Juan Pedro Carafa (1476-1559), obispo de Chieti (Theatinus en latín, ciudad que dio su nombre a la congregación). Este instituto nuevo pretendía la renovación de la vida apostólica, la celebración comunitaria de la liturgia eucarística y coral. Uno de sus fundadores, Juan Pedro Carafa, llegó a papa con el nombre de Paulo IV (1555-1559). La Congregación se extendió fundamentalmente por Italia, el sur de Alemania y España. Véase: Agnès GERHARDS. Dictionnaire historique des Ordres Religieux. Poitiers, Fayard (1998), 572; Marcella CAMPANELLI. I Teatini in l’inchiesta di Innocenzo X sui regolari in Italia. Rome, Edizioni di Storia e Letteratura (1987). Fue frecuente apellidar a los jesuitas “teatinos”.

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far con sus oraciones, dirección y santos consejos. Hacía penitencias rigorosas de disciplinas, silencios, ayunos y vigilias, durmiendo a veces en el duro suelo y viéndose una vez muy apretado de su mortal enemigo con la porfiada batería que le daba en orden a que se saliese de la Compañía (donde no había más que dos meses que militaba) se dejó llevar de su fervor y sin dar parte a nadie, un día de San Francisco de Asís, después de haber recibido el pan soberano del altar que fortalece los corazones, se sacó de sus venas la sangre y con ella hizo un papel firmado de su nombre. Lo que la escritura contenía era que con voto se obligaba a perseverar en la Compañía hasta la muerte y en caso que por algún accidente fuese expelido della, de pedir ser recibido por Donado y cuando esto no alcanzase, de que instaría servir en ella como mozo y criado secular hasta morir. Con esta resolución vivía cuando se le cumplió el plazo de hacer los votos de la Religión y fue para él el tiempo de la mayor guerra que le hizo el demonio; pero no salió con la suya porque nuestro hermano le cerró valerosamente las puertas de su corazón, ofreciéndole a Dios con los tres votos y dándole muchas gracias porque le había sacado del si[Fol. 10] glo y traído a su Compañía. Mas, al paso que crecía su estimación se aumentaban los temores de perderla y así encendido en deseo de la perseverancia le pidió a nuestro Señor que asegurase su vocación llevándole desta vida y fue tan agradable su petición que habiéndola presentado una mañana luego a la tarde le dio ciertas señales de que se la había otorgado porque le asaltó un cruel tabardillo que le acabó la vida a los 23 de octubre de 659, cogiéndole bien prevenido la muerte a los 26 años de su edad. Con este caso me ha parecido hermanar otro de un novicio que fue recibido para hermano Coadjutor en el colegio de Cartagena y murió por este tiempo a los tres meses de su noviciado. Llamábase Juan. Era muy devoto y el tiempo que le sobraba de las ocupaciones de la obediencia lo gastaba en oración delante del Santísimo. Habiendo ido algo enfermo en una ocasión a un Tejar para recrearse algún tanto con los demás religiosos le dijo el Padre Ministro por modo de gracia (que le permitía el tiempo de recreación). Hermano Juan, mire que los que vienen aquí la primera vez porque la tierra no les haga 359.


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daño han de traer un puño della en la boca. Al inocente novicio le pareció mandato lo que fue meramente dicho de pasatiempo. Cogió la tierra, metióla en la boca y trájola por largo tiempo en ella hasta que no pudiendo tenerla más, le fue a preguntar el Padre Ministro hasta cuándo había de tener la tierra en la boca y entonces le mandó que la arrojasse al punto. Que no se lo había dicho con intención de que lo hiciese. Prosiguiendo el Hermano con grande fervor su noviciado se le llegó la última hora y poco antes de expirar dio mil gracias al que había sido instrumento de su entrada en la Compañía, pidiéndole a Dios que le pagase el bien que le había hecho y prometiéndole que haría sus causas con su divina Majestad cuando se viese en su presencia. [Fol. 10v] Algunos varones ilustres nos ha quitado Dios de los ojos y llevádolos para sí en el espacio destos cinco años. Los que más sobresalieron en virtud y forma de santidad fueron el Padre Juan Pedro Severino17 en Quito, el Padre Francisco Varaiz18 en Santa Fe, el Padre Pedro Navarro19 en Hontibon [Fontibón], el Hermano Francisco de Bobadilla20 en Cartagena y el Hermano Joseph Valerio21 en Mérida. De estos y de otros sujetos insignes 17  Juan Pedro Severino: (Cingoli [Macerata], 1585-Pichincha, 1657). Jorge VILLALBA. “Severino, Juan Pedro”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. RomaMadrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) IV, 3562. 18  Francisco Varáiz Villaguarda: (Onteniente [Valencia], c. 1580-Tunja, 1658). Ingresó a la Compañía en Tarragona en 1597. Atravesó el Atlántico en 1607. Toda su biografía transcurrió en la Sabana bogotana y fundamentalmente fueron los indígenas los que absorbieron sus inquietudes. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 712-714. 19  Pedro Navarro: (Totana [Murcia], c. 1581-Fontibón, 1659). Ingresó a la Compañía en 1597. Atravesó el Atlántico en 1607. Su biografía estuvo dedicada a los indígenas neogranadinos y transcurrió en: Bogotá, Tunja, Duitama, Minas de Santa Ana, Tunjuelo y por supuesto Fontibón. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 502-503. 20  Francisco Bobadilla (Granada, 1583-Cartagena, 1658). Ingresó a la Compañía en Cartagena en 1606. Toda su vida la dedicó a este colegio. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 76. 21  José Valerio (Ripatranzone [Italia], c.1560-Mérida, 1655). Ingresó en la Compañía en 1601. Laboró en Cartagena y Bogotá, pero la mayor parte de su vida la dedicó al colegio de Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 326-327.

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que han fallecido en otros años dará largas noticias la historia general desta Provincia que ahora no se dan porque no lo permite la brevedad que pide esta annua relación.

7. De la caridad que han usado los nuestros con los apestados Lastimosamente se ha infestado estos años pasados con pestes contagiosas la ciudad de Quito y el año de cincuenta y nueve hubo una inmediata tras otra de sarampión, alfombrilla y viruelas. Era cosa lastimosa lo que pasaba. Echábanse de noche a las puertas de la iglesias los cuerpos muertos de cinco en cinco y se enterraban de veinte en veinte en más de catorce templos por espacio de dos meses que duró el contagio y según el cómputo de los que menos se alargan llegó el número de los difuntos a quince mil. En quienes más se cebó este contagio fue en los miserables indios. El amor con que los de la Compañía acudieron al socorro de los apestados fue indecible, el tesón infatigable. Todos se ofrecieron con amor y celo santo al bien de las almas. Atropellando los recelos y temores de la muerte que verdaderamente amenazaba a todos salían todos los días nuestros sacerdotes, corrían los barrios y las calles, entrábanse por las casas (que ya no se aguardaba a que los llamassen, ni la violencia del mal daba lugar a eso) para confesar los que tuviesen necesidad. Sucedía muchas veces encontrar en alguna casa diez, veinte y más enfermos, tendidos [Fol. 11] por el suelo, sin que quedase alma que pudiese ni aun darles de comer. Llevábanles los nuestros algunos regalos y alguna medicina de nuestra botica. Dos hermanos señalaban todos los días para cada barrio que con una olla grande iban repartiendo de comer por todas las casas. Toda la comunidad cedió el primer plato, que solían dar en el refectorio todo el tiempo que duró la peste (que fueron dos meses) porque se diese a los pobres para que no pereciesen por falta de sustento. Lo que fue particular Providencia de Dios en esta ocasión es que entre tantos dolientes y en tan riguroso contagio no peligró ninguno de los nuestros siendo tan continua asistencia y tan inmediata la comunicación con tantos apestados. 361.


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Algunos hubo que considerando cuán solícita andaba la muerte robando las vidas determinaron prevenirse con confesiones generales en buena salud porque no le cogiese de repente tan cruel enemiga y fue esto con tan feliz acierto que a algunos le daba el mal de la muerte el último día que acababan de hacer sus confesiones como lo han atestiguado algunos operarios nuestros que tan cuidadosos trabajaron en aquel fatal contagio.

8. Sucesos ocasionados del Jubileo centésimo No se puede bastantemente declarar el celo que ardió en los hijos de San Ignacio de los colegios de toda esta provincia en orden a que los fieles ganasen el Jubileo centésimo22 que se publicó en todas las ciudades y pueblos de su distrito. Se nos daba la noticia en las casas particulares exhortando a que lo ganasen. Otros en las calles y plazas yendo en procesión cantando la doctrina xptiana con los niños de la escuela. Otros en los púlpitos declarando las diligencias necesarias para la consecución del Jubileo. Con estas diligencias se encedió un fervor grande en los corazones de los fieles. Se convirtió el tiempo en Semana Santa haciéndose innumerables cofesiones generales, dejando el mal es[Fol. 11v] tado en que sus almas perecían y reduciéndose a bien vivir. Este fue el suceso común y general del Jubileo en toda partes donde llegó su publicación. Veamos ahora a algunos casos especiales. Una mujer hacía años que se excusaba de confesar y comulgar por faltarle el vestido con que poder salir en público pero movida con la novedad de el jubileo centésimo y picada con el deseo de grangear sus gracias rompió con las dificultades que tantos años antes la habían detenido en el retiro de su casa que salió de ella rebozada con un paño que pidió prestado a una negra. Postróse a los pies de un sacerdote de los nuestros declarándole la causa de su venida y el impedimento de su grande pobreza. Movido a compasión 22  Para tener una imagen de lo que fue el primer centenario de la fundación de la Compañía de Jesús, véase: Ioannes BOLLANDUS. Imago primi saeculi Societatis Iesu a Provincia Flandro-Belgica eiusdem Societatis repraesentata. Antverpiae. Ex officina Platiniana Balthasaris Moreti. Anno societatis saeculari, 1640.

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el confesor dio orden de que se refiriese el caso a una señora de caudal y sabiéndolo se afervorizó de suerte que le envió la mejor camisa que tenía de rico y delicado lienzo con curiosas labores, botones y alamares de perla. La pobre recibió con gratitud la limosna, dando gracia a Dios, que así la había socorrido por salir de su casa a ganar el Santo Jubileo. Saliendo un operario de la Compañía por algunas estancias a publicar este Jubileo a los que no habían acudido a la ciudad para ganarlo encontró en un puesto con un hombre de quien había tenido noticia que vivía en mal estado; amonestóle se apartase de sus culpas, propúsole los castigos que Dios ejecuta en los pecadores si sordos a sus inspiraciones no las obedecen y si obstinados a sus amenazas no las temen. Él lo estuvo en su delito no queriendo apartarse de él ni corregir su perversa vida. Dentro de muy pocos días le echaron menos los vecinos sin saber qué se había hecho y luego se supo que cogiéndole un caimán, animal feroz, se lo había tragado y esto se conoció como evidencia porque cogido el caimán y abierto se hallaron al hombre en su vientre ya dividido en pedazos. Con que este miserable sirvió de escarmiento a otros muchos que aprendieron en su cas[Fol. 12] tigo lo que les importaba apartarse de sus culpas. Como el buen ejemplo es semilla que prende en los corazones; a vista de las muchas confesiones y comuniones que se hacían para ganar el Santo Jubileo se movió a hacer una confesión general un hombre desalmado que viéndose en una ocasión apretado de la necesidad y de su natural inclinado a lucir con galas, le había entregado la propria alma al demonio con cargo de que le había de dar dineros para sus galas y sustento. Sintieron mucho los demonios que aquel hombre quisiese por medio de los sacramentos escaparse de sus garras, fueron a buscarle a su posada en figura de hombre de extraña fiereza, preguntaron por él a los dueños de la casa los cuales se atemorizaron de manera que se les despelucaron los cabellos de la cabeza, y según decían, no les cabía el corazón en el pecho. Respondieron que no estaba en casa. Apenas llegó a ella el huesped cuando le preguntaron si había encontrado con unos hombres que le buscaban y le traían dineros y añadieron que no quisieran volverlos a ver porque su vista los había sobresaltado el alma y asustado el corazón. Entonces el hombre 363.


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entendió que sin duda eran demonios los que le buscaban, volvió sobre sí y conociendo el mal estado de vida en que se hallaba y cuán expuesto estaba a perder el alma quien había hecho dueño de ella al demonio trató de recobrarla y para el acierto de este efecto se fue a la Compañía y pidió un confessor diestro por cuyo medio se libró de tan ruin dueño como había escogido y pasó de esclavo miserable de Sataná[s] a la nobleza de hijo adoptivo de Dios. Otros casos han sucedido en esta provincia acerca de la confesión pero por no haber acaecido [Fol. 12v] con ocasión de el Jubileo sino en otras diferentes los pondremos con distinción debajo del título que se sigue.

9. Algunos casos de la confesión sacramental Estaba en la ciudad de Pananá herido de la peste un hombre, persuadíanle los de su casa se confesase y muriese como cristiano pero él no daba oídos a tan saludable consejo. Viendo su terquedad llamaron un Padre de la Compañía pero apenas supo el enfermo que estaba ya el confesor en su casa, cuando dijo con enfado: Por ventura tengo de confesarme? A qué viene ese Padre? Disimuló prudente el confesor lo que había oído decir al enfermo. Entró al cuarto donde estaba, saludóle con afabilidad, cogióle el pulso, significó cuánto le dolían sus males y que tan por la posta le encaminasen a la muerte. Persuadióle con las palabras más cuerdas que le dictó la razón a que se confesase pero terco y obstinado sólo respondía que no se podía confesar porque no estaba preparado. Pero el Padre persistiendo con su natural agrado le dijo resuelto que no se había de ir sin haberle confesado y que él tomaba a su cargo el examinarle y que cualquiera defecto que tuviese en su disposición corriese por su cuenta con tal que el se ayudase con fervorosos actos de dolor y propósitos de la enmienda. Riéndose [sic por rindióse] al fin el obstinado doliente y confesóse con no pequeño consuelo suyo y muy a satisfacción del confesor que habiéndole prevenido con fervorosos actos a propósito para la última hora de la vida se despidió de él juzgando que a lo más se dilataría su muerte hasta la tarde. Pero el día siguiente ya bueno y sano se fue a ver al confesor afirmando que sin duda no 364.


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había pretendido Dios de él (para darle salud y vida) sino sólo que se confesase y que así primero a Dios y después a su Paternidad le rendía las gracias, pues co[Fol. 13] nocía que por su consecucón (¿?) había escapado de la muerte temporal y eterna que hubiera experimentado si no se hubiera confesado con que quedó en adelante más frecuentador de los sacramentos. Yendo de camino para la ciudad de Cuenca uno de los nuestros le llamaron en un pueblo ya noche para confesar un enfermo de riesgo. Hízolo el Padre con todo amor y despidiéndose se recogió a su posada; pero no se podía sosegar porque sin tener fundamento para presumir que el penitente no se hubiese confessado bien se hallaba con repetidos impulsos de volver y exhortarle a que se dispusiese mejor. Fue y díjole cómo su riesgo le solicitaba a asitirle en aquella hora y que escudriñase su conciencia y mirase si tenía qué reconciliar pues tan en breve se había de ver en el tremendo tribunal del Supremo Juez. Respondió que no tenía cosa que le diese cuidado. Volvióse otra vez a su posada el confesor, acostóse luego por estar cansado y haber de hacer viaje el día siguiente. Pero sintióse más sobresaltado que la primera vez y con tan vehementes impulsos que se hubo de vestir y volver a casa del enfermo; hallóle ya casi en las últimas agonías de la muerte aunque con buen acuerdo. Díjole el Padre lo mucho que Dios estimaba su alma pues interiormente le inspiraba que le asitiese. Propúsole la divina misericordia advirtiéndole que aunque hubiese sido el mayor pecador del mundo y aunque hubiese cometido los más enormes delitos los perdonaría como se confesase arrepentido de ellos. A esto abrió los ojos que hasta aquel punto los había tenido cerrados y dijo, Padre qué importa que sea tan grande la misericordia de Dios si no puedo confesarme a satisfacción de mis culpas por ser ya breve el tiempo de mi vida, habiendo callado pecados desde la primera confesión que hice en mi niñez. Entonces el padre le animó, hízole descubrir primero las culpas que había callado, confesóse con gran dolor de todas y habiendo recibido la abso[Fol. 13v] lución della y hecho muchos actos fervorosos de contrición expiró dejándole al Padre muy ciertas esperanzas de su salvación juntamente con mucho gusto de haber logrado los impulsos que le movían a la asistencia del moribundo. 365.


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Llegóse a confesar una mujer con un operario nuestro y a pocos lances conoció su mal estado y que vivía de las puertas a dentro de su galán. Entonces el Padre le advirtió que el sacramento de la penitencia sólo aprovecha a los bien dispuestos y que ella no tenía disposición para recibir el beneficio de la absolución. Díjole más: que si sabía a donde caminaba con sus torpezas y que si en aquel punto la cogiese la muerte, qué otro paradero podría tener sino las llamas de infierno. Que en qué confiaba? Si en su juventud? Advirtiese cuántas morían de pocos años. Si en la misericordia de Dios? también era justiciero y si sufre misericordioso al pecador al cabo le castiga severo si no se corrige. Quiso despedirla de sus pies pero ella llorosa le pidió que se compadeciese de su alma porque estaba con propósitos de perder mil vidas antes que volver a sus culpas. Díjole el Padre que dejase la casa que de otra manera era casi imposible no caer reiteradamente en la culpa. Respondió que por entonces no era posible pero que le prometía a Dios y a su Madre santísima dejarse atravesar el pecho con un puñal antes que consentir ni aun con el pensamiento. Juzgó el Padre por su fervor y lágrimas que no eran de cumplimiento sus promesas y así la confesó y absolvió dándole los documentos necesarios para la perseverancia en la gracia recibida. Reconocióse en breve que el propósito de la mujer había sido verdadero, pues llegándola a solicitar de nuevo el mancebo le respondió que primero dejaría la vida que rendirse otra vez a su gusto; que ella había dado palabra a Dios y a su confesor y la había de cumplir aunque fuese a costa de su sangre. Hizo donaire de la respuesta al mozo y valióse de otros medios para atraerla a su gusto; pero viendo que conquistaba un mármol se acostó en la cama y fingiéndose [Fol. 14] enfermo, la llamó para que le aplicase algunas medicinas a que acudió sin recelar dobles en su achaque y teniéndola cerca quiso alcanzar por fuerza lo que no había podido de grado; pero ella se resistió tan valiente que dejó burlados sus intentos. Esto sucedió el sábado y el domingo se fue al campo por divertir los pesares que le había ocasionado la mundanza de su amiga. Pero Dios que le había puesto un ejemplar de arrepentimiento en aquella mujer por el sexo más flaco, viendo que no se había aprovechado del buen ejemplo le atajó los 366.


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pasos quitándole repentinamente la vida sin que diese demostración alguna de morir como cristiano.

10. Prosigue la materia de el pasado La cuaresma de el año de 58 predicando con el colegio de la villa de Honda uno de los nuestros el domingo de el demonio mudo ponderó que la causa porque algunos se hallaban a la hora de la muerte mudos y sin habla para confesar sus pecados era porque entre años huían mudos sin cuidar de la frecuencia de el sacramento de la confesión. Confirmó nuestro Señor su doctrina para corrección de los oyentes porque luego después de la pascua, uno que no había cumplido con el precepto de la iglesia, ni frecuentado entre año los sacramentos enfermó y se le quitó el habla y murió sin confesión. Y pasados algunos días murieron otros con la misma desgracia, los cuales como el primero no trataban de frecuentar los sacramentos. Y viendo estas desgracias los de la Villa hacían memoria de los que el Padre les había predicado. Llamaron muy de prisa en nuestra portería de Pamplona a un Padre para una enferma que estaba fuera de la ciudad. Era hora de comer y no faltó quien le dijese al Padre que comiera primero; pero él respondió que no porque no [Fol. 14v] le sucediese por su tardanza, cosa que después le causase escrúpulo. Partióse al punto a confesarla y hallóla ya difunta y a la [ilegible] muy triste al amigo con quien torpemente había tratado muchos años. Bien al contrario le sucedió a otro Padre de los nuestros en el colegio de Honda donde son ardentísimos los soles. Llamáronle en el rigor de la siesta para confesar un [ilegible], y viendo que el calor era insufrible y más para un achacoso como él lo estaba, preguntó si el enfermo estaba de riesgo y si podía aguardar que corriesse un poco el sol. Casi casi determinaba dilatarlo hasta la tarde pero con una inspiración secreta dio en temer no se le muriese el doliente sin confesión y se determinó a ir aunque fuese con trabajo y llegando a la casa halló al enfermo sentado en una silla con semblante de más sano que el Padre que lo iba a confesar. Sin embargo, le pareció acertado 367.


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consejo que se confesase y habiéndolo hecho muy a su gusto y satisfacción se le quitó luego la habla y el juicio y dentro de pocas horas expiró dando el Padre mil gracias a Dios de no haber dilatado la confesión y dando por bien empleado el trabajo que tuvo en ella. En cierta ciudad de este Reino Nuevo de Granada vivió un hombre más de siete años obstinado en sus culpas y cuando más entretenido en sus deleites quiso nuestro Señor apiadarse de él sacándole de el mal estado en que vivía y sacólo con un modo espantable. Vio pues posiblemente que venían hacia él unos hombres agigantados que en su horrible ferocidad daban a entender que eran demonios que sueltos de el infierno se lo venían a llevar. El pobre hombre entonces no tuvo otro remedio más que dar voces. Al ruido de éste, despavorida su mujer, le preguntó la ocasión del alboroto. [Fol. 15] Él se lo gritaba en que le llamasen un Padre de la Compañía de Jesús. Fueron a llamarlo con toda prisa y llegando el Padre le halló sudando del terror tan copiosamente que parecía que habían vertido cántaros de agua sobre su cuerpo. Entre esta congoja solo decía: ¡Ay Padre! aquí estan los demonios con unas palancas amenazándome, que me quieren llevar. Alentó su temor el Padre diciéndole que pidiese a Dios misericordia y se confesase con verdadero dolor de sus culpas y propósito firme de la enmienda y que sin duda el Señor le perdonaría y los demonios no le llevarían. Con estas esperanzas empezó su confesión asustado, transudando y mirando siempre a la parte a donde estaban los demonios amenazándole. Recibida la absolución sacramental se sosegó quedando libre de las congojas pasadas sin temor a la amenaza que el demonio le había hecho.

11. Ejemplo de la Sagrada Comunión Después de los casos referidos acerca de la confesión, de qué cosa se podía más consecuentemente tratar que de la Sagrada Comunión. Acerca de ésta era muy perjudicial el error que se había introducido entre muchas personas que sentían que los indios no eran capaces de comulgar. Lo cual ha improbado la Compañía con mucho esfuerzo y hecho demostración con la experien-

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cia de que si se pone cuidado en su enseñanza son capaces y se aprovechan mucho de la frecuencia de este soberano Sacramento. En un pueblo cercano a la ciudad de Pamplona en donde estaba asentado este error hizo misión un Padre de nuestra Compañía y exhortó a los indios a que comulgasen sin embargo de que según decían les negaban esta licencia por sus borracheras. En esta ocasión se le vino al Padre una india chontal de más de setenta años que hasta entonces no había comulgado. Confesóla y díjole que viniese algunos días en que la fue instruyendo y preparando par que co[Fol. 15v] mulgase. Señalóse el día en que había de comulgar y la víspera de la comunión se fue donde estaba el Padre y le dijo que venía a confesarse de veras porque aunque se había confesado con él y con otros muchos sacerdotes había callado muchos pecados de vergüenzas pero que ahora habiendo de comulgar no se atrevía a hacerlo sin confesarse bien porque no quería enojar a un Dios tan grande como el que había de recibir. Confesóla muy agusto y dióle el Señor con mucho cunsuelo de su alma. Al mismo Padre le sucedió confesar a un indio y preguntarle si acaso estaba amancebado. Respondióle que no estaba allí amancebado. Esta repuesta le dio cuidado y así le replicó preguntándole si en otra parte tenía manceba. Sí (dijo el indio) en mi tierra tenía una mujer por amiga pero mucho tiempo ha que la he dejado. Entonces el Padre le preguntó la causa por qué la había dejado. Y el indio le respondió que habían llegado a su tierra unos Padres santos como él y que habían confesado y comulgado muchos indios y indias entre las cuales había comulgado también la que era su manceba y que desde entonces no se había atrevido a tener maltrato con ella porque le parecía gravísimo desacato el tocar torpemente a la que había tocado el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo.

12. Desagravio hecho al Santísimo Sacramento del Altar Sacó el Santo Tribunal de la Inquisición de Cartagena a penitencia un judío y parece que visitados algunos de los de su nación manifestaron su senti369.


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miento rabioso con un desacato que sólo su infernal malicia pudiera hacerlo intentado23. Y fue que una noche envistieron con un rótulo que sobre una puerta de la ciudad estaba escrito en alabanza del Santísimo Sacramento y asquerosamente le infamaron con inmundicias tan indecentes que aborrece la pluma el nombrarlas. Llegó el caso a noticias de un Hermano de la Compañía y picado su celo con tal agravio [Fol. 16] halló traza con qué mover al pueblo al desagravio de nuestro Señor ofendido. Llegóse a un Padre de los nuestros y le rogó hiciese una copla que devotamente tratase el caso sucedido. Hízola muy al intento y luego convocó a los niños de la escuela y habiéndoles contado el suceso les pidió que las tomasen de memoria y las cantasen por las calles para desagraviar la Majestad de nuestro Dios ofendido con tan escandaloso desprecio. Los niños lo tomaron tan a pechos que antes de salir de allí lo supieron casi de memoria y como unos ángeles salieron cantándolas por la ciudad y la conmovieron a devoción. No paró aquí el celo de los nuestros sino que pasando adelante dispusieron que aquella noche en el mismo lugar adonde se había injuriado el Rótulo Santo amaneciese otro más bien gravado que el antecedente, sobre una rica colcha, en la que pusieron coplas que alababan con devoción al Santísimo Sacramento y vituperaban con donaire al agresor del desacato. Y agradaron de suerte que iban muchos a pedir traslados a la Compañía y hubo ocasión en que diez estudiantes que la trasladaban no podían satisfacer la sed de tantos como las pedían que la lograban porque entonces no se oían de noche ni de día otra música en las casas y calles que alabanza del Santísimo Sacramento. Esta armonía llegó a los oídos del Señor Obispo el cual sabiendo que en el colegio de la Compañía trataban de hacer fiesta en desagravio de Cristo nuestro bien sacramentado, dijo que en ninguna parte se había de hacer primero que en su Iglesia Catedral y así empezó con una bien lucida fiesta de muchas luces con sermón y lo demás que conduce a un aparato 23  Para la persecución de los judíos, véase: Manuel LUCENA SALMORAL. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y presidentes. Tomo II: Presidentes de capa y espada (1628-1654). Bogotá, Ediciones Lerner (1965) 132-134.

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solemne. Pusiéronse muchos versos en las paredes de la Iglesia y en la puerta de la calle, rótulos con variedad de letras que decían Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar. A su imitación se siguieron todas las otras Religiones. Quedóse para lo último la Compañía y hizo una de la más solemnes fiestas que se ha visto en Cartagena. Llenáronse de versos las paredes, ilustráronse con gran número de luces los altares lle[Fol. 16v] vándose la gala el mayor donde puestos en proporción los bultos de Nuestro Padre San Ignacio y San Francisco Javier se formaba del uno al otro Santo un arco bien aliñado de pedrería preciosa donde estaba escrito: Alabado sea el Santísimo Sacramento y debajo de este rótulo y en medio de los dos Santos el Señor descubierto en un rico trono y en una custodia sembrada curiosamente de diamantes. A la fama de la fiesta, al ruido de las campanas concurruió innumerable gente que asistió así a la Missa como al sermón que fue excelente con que salieron estos alabando al Santísimo y a la Religión de la Compañía porque tan plausiblemente volvía por el honor de su Capitán Jesús. Entre en cuenta del desagravio hecho ante Dios Sacramentado un caso que sucedió el año de mil seiscientos y cincuenta y cinco en un pueblo de indios que está una legua de la ciudad de Quito. Tiene el contorno muchas heredades de españoles. En una de ella, vecina al mismo pueblo, enfermó una señora noble de suerte que pareció conveniente darle el sagrado Viático. Fueron por él al pueblo y al remate mismo de su calle sobre un árbol estaba un halcón despedazando una tórtola la que había hecho presa. Mas apenas vio venir al Santísimo Sacramento del altar cuando soltó de la garra el ave y recogiendo las alas abatió el vuelo sobre el palio y a vista de todos los que acompañaban el Señor se fue confesándole y haciendo escarceos en solo el espacio que ocupaba el palio. De esta suerte llegó hasta la estancia y casa donde llevaban el Santísimo y cuando entró el Señor en ella levantó el vuelo y se puso sobre el techo. Los que le acompañaban estuvieron alerta a ver el fin de esta maravilla y repararon que en acabando de darle a la señora el viático y que ya no quedaba sacramento a quien asistir remontó el vuelo y se perdió de vista 371.


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[Fol. 17] dejando a todos sumamente admirados y confirmados en la fe de este soberano misterio y en especial a los indios a quien hizo grande extrañeza el caso. Bendito sea Dios que así le veneran las criaturas irracionales cuando los hombres desconocidos le agravian.

13. Fervor y fruto de nuestros Misioneros A varias partes han ido a hacer apostólicas misiones los nuestros: a los Asientos de La Tacunga y Ambato, a las villas de Riobamba y San Miguel de Ibarra, a las ciudades de Pasto y en la Provincia de los Quijos, a las ciudades de Ávila, Archidona, Baza y puerto de Napo. En estas partes los ministerios de los nuestros fueron los ordinarios de confesar, predicar y enseñar la doctrina cristiana. Los sucesos aunque muchos, no tienen especiales circunstancias que los singularicen pero no por eso dejaré de decir algo por mayor y de especificar también lo que pareciere más singular. Confesáronse algunos que había años que no lo hacían. Revalidáronse las confesiones defectuosas. Reconciliáronse algunos que estaban enemistados y también se deshicieron algunas amistades que por torpes no convenían su continuación. Salieron muchos de las ignorancias en que vivían con la enseñanza y doctrina de los Padres que bien era necesaria en todas partes pero principalmente en aquellas retiradas ciudades de la Provincia de los Quijos. Su Teniente y sus más principales vecinos escribieron al padre Rector de Quito cartas de agradecimiento y cada una era un panegírico de lo mucho que trabajaron los cuatro operarios que emplearon su grande fervor y celo ardiente en la cultura de su almas. Predicando en la Villa de San Miguel de Ibarra uno de los misioneros trató de la brevedad de la vida, la incertidumbre de [Fol. 17v] la hora de la muerte y la prevención que debíamos tener para cualquier instante en que llegase, cuán acertado era confesarnos luego sin diferirlo al día de mañana, porque ignoramos si nos hallaremos asaltados de una muerte repentina. Y volviéndose al auditorio repitió algunas veces qué sería si alguno

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de vosotros experimentase antes de mucho lo arrebatado y repentino de la muerte sin tener lugar de confesarse!. Parece que fueron profecía sus palabras porque el día siguiente, estando un hombre bueno y sano hablando con otros se cayó de repente muerto. Asustó notablemente el caso a los de la dicha Villa y con la muerte de éste se consiguió el remedio de muchos, pues aquel mismo día se confesaron no pocos, pero entre ellos se experimentó con especialidad la eficacia deste aviso en una persona cuyas lágrimas y sollozos fueron tantos al confesarse que demás de interrumpirle las palabras le obligaban a levantarlas de suerte que podían oírle los circunstantes sus pecados. Y advirtiéndoselo el confesor, tan ajeno estuvo de moderarse y bajar la voz que le instó por dos veces que le diese licencia para confesar a gritos sus culpas. Vivía un hombre mal amistado en el Asiento de La Tacunga con una mujer de cortas obligaciones. Llevóle su dicha a oír un ejemplo a un predicador nuestro en el cual con vivas y eficaces razones afeaba el vicio de la torpeza ponderando los acerbos castigos que tiene Dios vinculados a sus deleites. Tan trocado salió del sermón y habiendo hecho una muy buena confesión se resolvió de veras a no reiterar en su delito. Pasada la cuaresma procuró la mujercilla con todos los halagos que pudo atraerle otra vez a su amistad pero él con pecho cristiano la despidió constante. Ella viendo frustradas sus trazas se quiso valer de las del demonio y convocando algunas hechiceras, les descubrió su intento pidiéndoles remedio para rendirlo otra vez a su [Fol. 18] gusto. Ellas se la prometieron y aplazada la noche se juntó ella con las demás a mascar la coca diciendo algunas palabras dirigidas a que el demonio avasallase el pecho inexpugnable del hombre. Pasaron algunas horas en estos embelesos y como a la media noche, apartándose de las otras se saliese al patio esta miserable mujer, estuvieron aguardándola y advirtiendo que en grande rato no volvía, juzgaron que arrebatada de la pasión del amor se había ido en busca de su cuidado. Llegóse la mañana y al salir de aquel infame ejercicio en que habían gastado toda la noche vieron aquella infeliz mujer muerta y arrojado su cuerpo sobre unos grandes espinos (que en aquella partes sirven de cercas a las 373.


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casas), atravesada por todas partes de las espinas, con aspecto terrible, la boca llena de la coca que es una yerba de que usan para estas marañas. Quedaron las compañeras harto asustadas con el pavor que las ocasionó su vista y plegue a Dios hayan quedado enmendadas. Yendo el Padre Lucas de la Cueva24 a Archidona en compañía de algunos indios cristianos nuevos de la misión de Mainas llegó a un paraje donde lo profundo de un gran pantano no daba lugar a que los enfermos que llevaba lo pudiesen pasar a pie y así fue fracaso el irlos pasando en un machuelo en que llevaba alguna ropa suya (porque su estilo es caminar a pie aunque se halle con comodidad de bestias). Al segundo viaje se quedó empantanado que pareció con el trabajo el macho. Entonces dándole al Padre fuerza de gigante su abrasada caridad pasó a sus hombros por tan peligroso paso a los que quedaban hecho por [ilegible] asistido de el cielo porque siempre tiene quebrada la salud y donde rindió la vida un bruto, superior en fuerzas por su naturaleza, no haberse rendido el Padre con la carga que llevava a los hombros excede toda admiración pero qué mucho que se expusiese a este trabajo si en su misión tenía a los ojos el ejem[Fol. 18v] plar del buen Pastor que por riscos y montes no dudó llevar sobre su hombros la perdida a lejos. Estando el dicho Padre en Archidona (puerta al presente de las misiones de Mainas) le llamaron el año de sesenta para que confesase una india; llovía intensamente y distaba su casa dos leguas. Todos juzgaron que no era tiempo aquel para que el Padre caminase a pie pasos tan arduos de montañas y tan peligroso por su continuados barriales. Pero sintiéndose movido interiormente no dudó atropellar todos los riesgos; llegó a la ranchería de la miserable pero ya muy dichosa y después de haberla confesado muy a su satisfacción y administrado el Sacramento de la Extrema Unción, entregó a su vista el espíritu a su criador con harto gozo del alma de nuestro apostólico operario pagándole Dios su trabajo con tan dichoso logro. 24  Lucas de la Cueva (Cazorla [Jaén], 1606-Quito, 1672). Véase: Julián B. BRAVO. “Cueva, Lucas de la”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) II, 1020-1021.

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Dio la vuelta a su casa pero tan pasado del agua, tan cubierto de barro con las repetida[s] caídas que había dado en el camino que a todos movía a compasión su vista, regalándole de contado el Señor con unas calenturas y fríos que le pusieron a lo último de la vida. De esta manera trabajan y aprecian los hijos de la Compañía aquellos que por miserables y desdichados están olvidados del mundo y así labra el Señor las coronas de sus siervos para que sean más preciosas en la gloria.

14. Favores de la Virgen y de otros Santos a sus devotos Quién hay que tenga una centella de amor y devoción con la emperatriz de los cielos, María, que no haya experimentado favores de sus liberales manos? Muchas historias hay que lo acreditan y en ésta sólo referiré un caso que ha llegado a mi noticia. Enfermó una mujer de un achaque, al parecer de poca importancia, pues se hallaba sin calentura y sin aprieto que [fueran] indicios de peligro de muerte. Una noche de las de su achaque le pareció que vio una Señora hermosísima, la [Fol. 19] cual con voz apacible y semblante agradable le dijo: por qué no te confiesas. Ella discurrió sería la Virgen María, con quien no había perdido la devoción aun en medio de sus pecados. Luego que amaneció hizo instancias en que le llamasen a un Padre de la Compañía a quien ella nombró. Fue el Padre y entrando en la casa preguntó a una persona de la casa qué achaque era el de la señora y respondiéndole que no era ninguno, pues no tenía calentura. Entró al cuarto de la enferma y hallóla con semblante alegre y al parecer sin peligro. Refirióle ella lo que le había pasado y empezándola a oír de penitencia le pareció dilatar la confesión para que se previniese mejor pero ella se afligió de suerte que hubo de proseguirla ayudándola con preguntas. Hizo su confesión muy a gusto del confesor y de la penitente mujer y habiéndola dispuesto con actos de fe, esperanza y caridad la absolvió y de ahí a poco expiró burlando la muerte a todos los que pensaban que no estaba en peligro próximo della. Y el Padre 375.


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quedó atónito dando gracias a Dios que tales favores hace a los devotos de la Reina de los ángeles. El Arcángel San Miguel que tan esforzado se mostró en el cielo en la batalla con Lucifer ha querido también mostrar en cierta tierra destas Indias cuán poderoso es su intercesión. Una mujer devota suya había muchos años que vivía en una mala amistad y ocho días antes de la fiesta deste soberano Príncipe de la milicia celestial le pareció entre sueños que veía un mancebo hermosísimo y que en las insignias que traía (por ser aquellas con que le pintan) manifestaba ser su devoto arcángel a quien cada día se encomendaba. Acercóse a la mujer y con rostro severo le dijo: Por qué no deja esa torpe amistad? Mira que si no te apartas della has de experimentar el castigo de Dios y si la dejas yo te ayudaré. Con esto desapareció el hermoso mancebo y ella despertó asaltada de un furioso [Fol. 19v] dolor de costado en que conoció estaba cerca de partirse a la otra vida. Llamó sin dilación a un sacerdote de la Compañía y bien dispuesta hizo una confesión general y muchas particulares con muestras de verdadero dolor. Recibió los demás sacramentos y murió el mismo día de San Miguel. En la villa de San Bartolomé de Honda hubo una grande seca por el año de 1659. Corrían unos aires (que llaman Neivas) tan furiosos que suelen derribar las tejas de las casas y volar la paja de los techos, tan cálidos que la ropa se saca de las casas como si se quitara de un calentador, tan dañino que muchas veces han ayudado a una leve centella para abrasar en incendios lo más del pueblo. Estos estragos se tenían por este tiempo porque los Neivas se enfurecieron mucho y dieron algunos malos días y peores noches a los vecinos. Viendo esto uno de la Compañía trató de que se cantase una misa y se sacase en procesión al glorioso Apóstol San Bartolomé, Patrón de la dicha villa, y señaladamente escogido contra los incendios que suele causar el viento Neiva. Cantóse la misa, hízose la procesión y fue cosa maravillosa que al punto cesaron los aires, se anubló el cielo, cayeron algunas gotas de agua y en adelante hizo un tiempo apacible y templado en vez del riguroso verano. Un hombre que vivía estragadamente yendo de camino una noche se despeñó y cuando entendió que se hacía pedazos se le apareció en la mitad 376.


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del riesgo el gloriosísimo San Antonio de Padua, que librándole del peligro le dijo: Yo soy el abogado y patrón de las cosas perdidas; tu alma lo está tanto que iba a dar a los infiernos si Dios nuestro Señor no usara de piedad con ella. Anda al colegio de la Compañía de Jesús (era en la ciudad de Quito) y confiésate que allí te enseñarán cómo has de vivir. Hízolo así el hombre confesándose generalmente y bien instruído se levantó de los pies del confesor con firme resolución de enmendar su vida. [Fol. 20] Había muchos años que un hombre estaba amancebado. Estando una noche durmiendo al lado de la manceba le arrebataron los demonios y arrastrándole por la sala de la casa le sacaban afuera. Acordóse en medio del sobresalto de unas reliquias que traía al pecho y pidiendo a los santos que le libraren de tamaño peligro prometió a Dios la enmienda muy de veras a cuya causa le dejaron aquellos malignos espíritus y el día siguiente vino a nuestra Iglesia y bien prevenido se confesó y apartó de la ocasión.

15. Milagros de nuestro Padre San Ignacio Tiene nuestro glorioso Patriarca San Ignacio en la Iglesia mayor en la ciudad de Cuenca, en la jurisdicción de Quito, una capilla de mucha devoción donde las mujeres de parto alcanzan buen alumbramiento y muchos enfermos salud enciendiéndole algunas luces en honor de su imagen y demostración de su necesidad. Tenía una señora (cuyo marido estaba ausente) una niña de cuatro años muy al cabo. Hallábase notablemente afligida no sólo por el sentimiento que como a madre le atormentaba pero también por el que tendría su marido con la pérdida de prenda que tanto estimaba. En este aprieto la fue a visitar uno de la Compañía y la exhortó a que la encomendase muy de veras a nuestro padre San Ignacio y le ofreciese encender una vela delante de su imagen y decirle una misa. Hizo la señora la promesa con todo afecto y sintióse luego la mejoría en la salud de la niña que estaba ya casi muerta y reconociendo el favor de la vida y salud de su hija cumplió su promesa.

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Hay una religiosa en el convento de la ciudad de Cuenca cuyos padres fueron muy afectos a nuestra religión y lo mostraban asistiendo y regalando a los de la Compañía todas las veces que iban a misión a la dicha ciudad. Heredó [Fol. 20v] la hija con la sangre el afecto a la Religión y a su fundador y escogiéndole por su patrón y abogado quiso llamarse de su nombre en el día de su profesión pidiéndole la ayudase a cumplir con las obligaciones de su estado. A pocos días que emprendió la vida religiosa dio en apurarle un accidente del corazón que de repente la asaltaba y privaba de sus sentidos. Veíase afligida por serle estorbo para acudir a sus comunidades y ejercicios espirituales. Había solicitado su remedio no sólo con medicinas corporales pero con otras de novenarios a la Virgen y a otros santos sin que en todo este tiempo se acordasse de su particular patrón y abogado San Ignacio, permitiéndolo así Dios para que mejor se conociese la eficacia de su intercesión y para darle a su siervo esta gloria accidental. Al cabo de tantas y tan repetidas diligencias se acordó de quien tan cerca tenía del corazón y como corrida de su descuido le pidió perdón y remedio alegándole que desde sus tiernos años le había escogido por su abogado y había querido ennoblecerse con su nombre, teniéndole en la Religión por apellido y que sus achaques le estorbaban el acudir a los ejercicios virtuosos de su comunidad. Acudió nuestro gloriosos Padre a su demanda y estando una noche durmiendo se le apareció y la miró con rostro alegre, concedióla lo que le pedía dándole muy entera salud de que ahora goza y muestra su agradecimiento porque le ayuna todas las vísperas de su fiesta y en su día ella es la que acude con ramilletes y olores enviando también aquel día la comida a nuestro refectorio. Repetidos son los beneficios que nuestro Padre San Ignacio hace en la villa de Ríobamba a las mujeres que están de parto pero el modo singular con que sucedió este caso es digno de memoria. Avisó tres días que estaba una mujer con tan terribles dolores que la tenían en los remates de la vida. Lastimado un pariente suyo cogió la pluma y escribió de su mano el nombre de San Ignacio, aplicó el papel a la afligida mujer, la cual con no pequeño assombro parió una criatura que bautizada expiró luego. 378.


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[Fol. 21] Dos mujeres virtuosas pobres vivían en su casa tan acosadas de un duende que no sabían qué hacerse, ni de qué medio valerse para verse libres de las repetidas vejaciones que les hacía. Quitábales la ropa que vestían, matábales los aves que criaban colgándolas muertas por los alares de la casa y en conclusión, ni comer, ni dormir, ni vivir con sosiego les permitía. Dieron parte de su desosiego al Padre Rector del Colegio de Quito, el cual envió un sacerdote con dos estampas de Nuestro Santo Padre y colocándolas en los dos aposentos de las dos mujeres les dijo que tuviesen ciertas esperanzas de que Dios por intercesión del glorioso Santo las libraría de la penosa inquietud que padecían y vióse tan presto el remedio que desde aquel mismo día se sosegó la tormenta y volvieron a gozar la serenidad pasada en que hoy viven. Juntemos a estos casos de nuestro Señor Padre otro de un hijo suyo que es el B. Luis Gonzaga25. Una mujer era notablemente combatida de pensamientos torpes y asistiendo un día a un sermón que predicaba en nuestra casa de Quito un religioso le oyó ponderar la pureza del B. Luis y que en toda su vida le había acometido pensamiento menos puro. Hizo desde aquel punto la afligida mujer propósito de tenerlo por su patrón y comulgar todos los días de su feliz tránsito si se libraba de batalla tan porfiada. Comenzó a cumplir su promesa y con tanta felicidad que ya su alma era un vergel de pensamientos castos y si alguna vez le asaltaba alguno inhonesto sin dificultad alguna se burlaba de él. Hállase cada día más reconocida y más devota del B. Luis, continuando con más fervor en su día las confesiones y comuniones prometidas.-

16. Misericordias de nuestro Señor con pecadores Ordinario estilo es de la divina providencia retraer a los hombres del vicio con castigos y atraer a la virtud

25  Gualberto GIACHI. “Gonzaga, Luis (Luigi, Aluigi)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II, 1779-1780.

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[Fol. 21v] con favores. Y como noto San Basilio el de Selencia primero usa de su misericordia y después de su justicia: ante iudiciun misericordiam diligit. Por lo cual siguiendo en el escribir el estilo que Dios guarda en el proceder referiré primero algunos favores de su misericordia y luego algunos castigos de su justicia. Muchos años había que una mujer cometía un delito de tal malicia que era juntamente adulterio, incesto y sacrilegio. Dábale Dios muchas inspiraciones para que dejase el mal trato en que vivía. Ella, ya con la mala costumbre, ya con la ocasión, ya con la propensión que tenía el vicio resistía fuertemente a las divinas inspiraciones y cuando quería obedecerlas se lo impedía el pariente galán diciéndole que había de descubrir el caso a su marido (como si él no se hubiere de descubrir con riesgo a sí mismo) y además no permitía que pusiese los pies en el colegio de la Compañía de Jesús porque recelaba que alguno de los Padres había de cortar la maroma de sus torpes amores. Al fin ella hurtándole al galán el cuerpo lo mejor que pudo se fue a uno de los nuestros y le contó el suceso todo. El Padre empleó su santo celo en librar aquella alma de tan penoso cautiverio; fuele dando varios medios así especulativos como prácticos y el que para ella fue más eficaz que todos los días se encomendase a la Santísima Trinidad rezando algo en reverencia deste santo misterio de nuestra fe católica. Por fácil tomó ella la devoción, ejercitábala todos los días y por medio della fue sintiendo fuerzas en el alma para resistir a los halagos y violencias del amor sensual para no temer las amenazas del consorte de su delito y últimamente para salir de aquel (a su parecer) imposible laberinto dejando del todo su torpe amistad. Así lo ejecutó. Hizo [Fol. 22] una confesión general y después frecuentó gustosa y agradecida cada ocho días los sacramentos de la confesión y comunión. Otra persona del todo entregada a pasatiempos, viviendo en las espesas tinieblas de sus mortales delitos, sólo tenía una centella de devoción a la Santísima Trinidad. Llegóse el día que dedica la iglesia católica a la celebridad deste inefable misterio y estando rezando una devoción que acostumbraba todos los días en honor y reverencia de nuestro Dios Trino y Uno, 380.


• CARTA N.º 9 [CARTA ANUA 1655-1660]

oyó una voz clara que le decía: qué aguardas que no te entras en tal Religión? Señalándole por su nombre la Religión en que había de entrar. Esta voz no sólo le ilustró el entendimiento sino que también le movió el corazón para que hiciese una confesión general de toda su vida y sin dilación repudiase el mundo y entrase en la Religión que le señaló la voz celestial. Hoy vive perseverando en santos ejercicios que adelanta con deseos fervorosos de agradar más y más a nuestro Señor que tan grande merced y beneficio le hizo en vez de arrojarlo a las llamas eternas del infierno.

17. Castigos que ha hecho la divina Justicia en pecadores Después de las piedades refiramos los castigos que a entrabas manos hace Dios para reducirnos porque no le quede diligencia que hacer para salvarnos. Deseando una mujer hacerle a la Virgen María algún obsequio agradable a sus ojos prometió de ayunarle los nueve días en que se celebran las misas de Aguinaldo. Empezó [Fol. 22v] su devoción y cansóse a los tres o cuatro días de su ayuno. Quebrantóle un día ya la noche cuando se hallaba más profundamente dormida le asaltó un negro agigantado de aspecto feroz que echándole mano de la garganta la pretendía ahogar y cuando ella abría la boca para respirar se arrancaba el negro los cabellos y se los metía en ella diciéndole: No cumpliste tu promesa? Eres amiga de comer? Pues come come. Viose sumamente afligida y volviéndose de corazón a la Virgen le prometió de cumplir su promesa. Desapareció la visión dejando señales de que no había sido sueño vano. Confesóse el día siguiente y prosiguió con su ayuno según lo había prometido. A una niña de hasta catorce años le sucedió que llevada de una golosina que deseaba comer le hurtó (para comprarla) un real a su madre la cual echándolo [de] menos le preguntó con insistencia si lo había tomado. Ella negaba el hurto y llegó a tanto que juró por vida de la Virgen que no lo había tomado. Con esto se sosegó la mujer y pareciéndole a la muchacha que ya podía seguramente usar del real hurtado fue a sacarlo del lugar donde lo tenía escondido y hallólo convertido en carbón y no creyera la tal conversión 381.


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si no hallara en el carbón impresos los sellos y marca de la moneda. Atónita con la evidencia del caso se arrepintió y confesó luego su culpa. En cierta ciudad del Nuevo Reino de Granada vivían tres hermanas en mal estado cada una con su galán. Previniéronlas ellos para que estuviesen despiertas una noche porque en el mayor silencio della les habían de ir a dar una música. Estuviéronla ellas aguardando hasta que fatigadas del sueño se durmieron todas tres. En este tiempo, cuando más descansadas y olvidadas de la muerte, soñaron que la veían [Fol. 23] vian [sic] entrar por las puertas de la sala, armada de arco y flechas como la suelen pintar y puesta en medio del aposento disparóla una flecha contra la una dellas y luego flechó con una saeta a otra y cuando acestaba el tercer tiro contra la que quedaba, antes de lograr el golpe, despertaron a un tiempo todas tres despavoridas y dando gritos preguntáronse las unas a las otras la causa y hallaron que todas juntas habían tenido un mismo sueño y una misma pesadilla. Dicha fuera haber corregido las vidas dando crédito al estado infalible del morir aunque entonces era soñado. Mas no lo hicieron así y lo que pasó después mostró que era verdad el sueño, porque la promesa (a quien la muerte tiró la primera flecha) murió de repente sin sacramento ninguno; la segunda padeció una apoplegía que sólo le dio luego que recibiese la extremaunción; la tercera (a quien sólo amagó la muerte con el tiro) más cuerda que las otras, escarmentó en cabeza de sus hermanas, trató de veras de hacer nueva vida y contó a un Padre de la Compañía todo el caso referido. En la ciudad de Cartagena un mancebo estudiante de nuestras escuelas pretendía el año de 651 ser recibido en la Compañía. Tuvo su madre noticia de la pretensión y para estorbársela lo despachó al retiro de una estancia; pero ya que no quiso darle el hijo de grado a Dios trató su Majestad de quitárselo a su pesar. Llenólo de postemas asquerosas y apretólo con calentura maligna. Así le volviera a su hijo de la estancia a su casa y la madre cuando le vio cayó en la cuenta de lo mal que había hecho en estorbarle sus santos intentos y arrepentida envió a llamar a los de la Compañía y delante de muchos religiosos y seculares les pidió perdón prometiendo que si el Señor le daba vida a su hijo lo ofrecería por suyo a Nuestro Padre 382.


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[Fol. 23v] San Ignacio a quien pedía perdón y en su nombre a sus hijos para que nuestro Señor se apiadase della y sus castigos no pasasen adelante. Pero el achaque del mancebo no volvió atrás antes bien se agravó de suerte que le dieron los santos sacramentos y murió quedándose la Madre sin el hijo que no quiso dar a Dios. Una mujer ofuscada con la pasión de los celos levantó un grave testimonio a otra diciendo della que trataba de hechizos y encantos. No se puede creer fácilmente el desasosiego que causó este deshonor a la persona ofendida; pero obstinada la celosa hembra en su dicho de nada trataba menos que de la restitución y por imposibilitarse más a hacerla se ausentó de la ciudad de Quito donde vivía. Dios que nada deja sin justa pena se la dio conforme su mérito, pues estando un día de fiesta en la iglesia se le travó de repente la lengua y los miembros se le valdaron de suerte que ni hablar, ni moverse pudo. Algunas personas temerosas de Dios y que les constaba de su delito emprezaron a persuadirla que se desdijese pues aquel era manifiesto castigo del cielo en pena de la honra que había quitado. Mas ella en oyendo nombrar a su enemiga se enfurecía. Después de algunos días la volvieron a la ciudad de Quito a donde trataron del bien de su alma; decíanla que se confesase como pudiese, pero ella con el ceño del rostro y con ademanes daba a entender lo que le molestaban estas pláticas y las de la restitución del honor quitado. Pusiéronle un Santo Cristo en las manos y apenas le cogió cuando dio con él en tierra y con su alma en los infiernos expirando impenitente y desdichada en manos de los demonios.

18. Volcán con que Dios asombró a la ciudad de Quito y la redujo a penitencia Es Pichincha un cerro en cuyas faldas está fundada la ciudad de Quito26. Es un agregado de muchos collados pero tres se descuellan entre todos divi26  Véase: Juan de VELASCO. Historia del Reino de Quito en la América meridional. Edición, prólogo, notas y cronología Alfredo Pareja Diezcanseco. Caracas, Biblioteca Ayacucho (1981) 325.

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diéndose en profundos valles. En sus entrañas y senos incluyen mucho fuego porque es un volcán furioso co[Fol. 24] mo lo ha mostrado en otras ocasiones y más espantosamente en este año de 1660. El domingo que se contaron 24 de octubre comenzó Pichincha a mostrar como dolores de parto o de aborto con algunos estruendos y bramidos. Los mismos prosiguieron el lunes pero el martes en la noche dio más repetidos estallidos continuados por toda la noche, los cuales fueron prosiguiendo hasta la mañana del miércoles en que se reconoció que había abortado el volcán aquella noche del martes. Comenzó el miércoles a oscurecerse el aire con unas espesas nubes de suerte que se vio toda la ciudad en horrorosas tinieblas tanto que a las nueve del día apenas se podían divisar los unos a los otros y apenas verse las manos. Y los que en esta ocasión andaban caminos afirman que sabiéndolos muy bien se perdieron porque no veían y de un pobre indio dicen que se despeñó porque no pudo ver dónde ponía el pie. Dos nubes (que se formaron en el aire y oscurecieron el sol); cayó mucha piedra pómez y hacía tanto ruido en los tejados y patios como lo suele hacer el más furioso aguacero. Algunas horas duró lo molesto desta nube sucediéndole la segunda de arena y la tercera de ceniza que duró continuadamente todo el día y noche del miércoles hasta el jueves por la mañana. Las casas, las calles y los campos se llenaron de la ceniza sin que se hallase yerba que pudiese pacer el ganado con que era forzoso que pereciese por falta de sustento. A las aguas que entran en la ciudad les embarazó la ceniza el paso segándoles los arcaduces y las que por resguardadas llegaban estaban tan retintas de la ceniza que a la vista y aun al sabor parecían lejía. La oscuridad, la piedra y la ceniza se acompañaban con truenos, con estallidos y relámpagos que se formaban de unos riscos encendidos que arrojaba el volcán y volaban por el aire impelidos de la violencia del fuego. De más a más se entreveraban algunos temblores de la tierra que aunque no duraban mucho asustaban no poco. Mirar de día el cielo tan oscuro era asombro. Oír los estallidos y truenos era

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[Fol. 24v] horror. Ver los relámpagos, o riscos encendidos que escupía el volcán era susto. Sentir los temblores de la tierra era espanto. Caer la piedra y ceniza era temor. Pero quién no había de asustarse y temer con tales demostraciones de la ira de Dios? Procuraron desenojarle los vecinos por los caminos que pudieron. Acogiéronse a los templos a pedir misericordia y hallarla en las entrañas paternales de Dios. Fue notable el tropel de hombres y mujeres que concurrieron a confesarse. Llegábanse muchos juntos a los confesores a pedir absolución diciendo casi a voces sus pecados. Sólo se les pedía materia en alguna culpa para acudir a todos y por dar desahogo a tanto aprieto. Eran repetidos los actos de contrición que hacían a voces los gemidos, los llantos y las lágrimas eran continuas reforzándose estas y aquellos cuando se estremecía el templo con algunos temblores y cuando más se estremecía el volcán con los bramidos y relámpagos persuadiéndose todos que había llegado el último fin de sus vidas. Descubrióse en nuestra iglesia el Santísimo Sacramento; tocóse a plegaria, lo mismo hicieron las demás iglesias. Y por ser el dicho miércoles un día de ayuno casi las más de las personas comulgaron durando las comuniones desde las nueve del día hasta más de la una. Perseveraron en nuestra iglesia hasta el jueves siguiente sin querer irse a sus casas y muchas personas sin pasar bocado siendo su pan las lágrimas de sus ojos. Y aunque los nuestros les dieron el mantenimiento que había en nuestra casa era tanta la gente que no hubo para todos. La misma piedad se practicó en los demás conventos. Subiéronse aquel día cuatro padres de los nuestros al púlpito y en sus sermones exhortaron al pueblo al mayor dolor y contrición de sus pecados declarándoles cómo todo lo que pasaba al presente eran demostraciones del justo enojo de Dios y otras cosas propias de la ocasión. Y para que todos gozasen de la doctrina se predicó en lengua española y tambien en la del inga. Fue mucho el fruto porque las palabras dichas en tal tiempo movían [Fol. 25] más que en otros a la contrición, al dolor y sentimiento de las culpas pasadas.

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Con estas penitencias se ablandó algo la divina justicia, y digo algo, porque no fue del todo. Amaneció el jueves 28 de octubre, en que se gozó de la luz, pero envuelta siempre en otras nubes de ceniza por menos densas no embarazaban del todo sus rayos. A este modo prosiguió los días siguientes hasta el de todos Santos viéndose a ratos de descubierto el sol y otros perturbándose con las nubes de cenizas que se levantaban a cualquier viento y parece milagro (o por mejor decir) misericordia divina que no se hayan caído las casas con las muchedumbres de cenizas y piedras pómez que han llovido sobre ellas. También se fueron continuando los temblores, unos más violentos que otros, habiendo día de tres y de cuatro. Repitiéronse también los estallidos de los nuevos abortos de volcán pero no con aquel rigor del día del miércoles. Con estas treguas de benignidad que concedió el cielo a los vecinos tuvieron lugar de hacer más diligencias para grangear del todo la divina misericordia. Hicieron todas las Religiones sagradas por sus antigüedades muy devotas procesiones. Era de ver la modestia y silencio con que tanto número de gente iba en ellas sin que se oyese una palabra y algunos se atreviesen a levantar desmedidamente la vista. Las penitencias eran muchas. Unos llevaban cruces en los hombros, otros iban derramando con disciplina su sangre, otros iban ligados los cuerpos y brazos con fuertes sogas y desnudos de la cintura para arriba y todos universalmente descalzos de pie y pierna. Unos arrastraban grillos y cadenas. Otros sogas que llevaban pendientes del cuello, que pisadas era fuerza les diesen congoja y dolor al pasar adelante con tanto tropel de gente. Otros iban aspados y puestos en cruz. Y no sólo hacían estas penitencias los hombres sino también las mujeres, no sólo los plebeyos sino también los nobles. Muchos sacerdotes iban descalzos sin sombreros, ni manteos. Y finalmente todos dieron demostraciones de su dolor y sentimiento y el cielo les llenaba las cabezas y vestidos de cenizas para que no faltase a su espíritu [Fol. 25v] esta demostración de su penitencia. De esta manera, este año de 1660 parece que tuvo segunda Semana Santa pero más devota y más fervorosa que la primera y que otras antecedentes. Los que no se habían confesado en muchas cuaresmas lo hicieron 386.


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en este tiempo. Reformaron las confesiones que en lo material quedaron no enteras el miércoles dicho por la prisa y muchos no se contentaron con hacer las confesiones desde la última sino generales de toda la vida. Los que antes huían de los sacramentos, se confesaron seis y ocho veces y comulgaban muchos casi todos las días. De suerte era esto que veinte sacerdotes que había en nuestro colegio de Quito asistían por este tiempo en el confesonario desde las seis de la mañana hasta la noche sin que casi se pausase en dar la sagrada comunión en las misas que se decían en el altar mayor hasta las once o doce del día; y así hubo día en que llegaron las comuniones a más de mil y ciento. Esto digo de lo que pasaba en nuestra iglesia que a las demás acudían también mucha gente a confesar y comulgar. Prosiguiéronse en nuestra iglesia las rogativas, descubierto el Santísimo Sacramento a que asistía toda la comunidad rezando la letanía de los Santos y otras oraciones muy de la necesidad y del tiempo. Luego que dio lugar el tiempo llevaron de su iglesia a la catedral la imagen de Nuestra Señora de Guápulo, que es el refugio general de toda la ciudad de Quito en sus aprietos y la que con más milagros les socorre con sus tribulaciones. Muchas vidas se reformaron estos días, (plegue a Dios dure para siempre su enmienda) porque las cenizas del volcán sirvieron de colirio a los ojos y los bramidos del Pichincha fueron voces de Dios que despertaron las almas del letargo en que miserablemente yacían. Personas hubo que buscaron a sus enemigos y se reconciliaron con ellos cuando antes no podían verles ni aun oír sus nombres sin rencor y enfado. Muchos torpemente amistados con mutuo consentimiento se despidieron y del todo se apartaron y con más veras aquellos a quien la noche del miércoles cogió con el hurto en las manos, reconocidos de que Dios pi[Fol. 26] diendo haberles quitado repentinamente la vida les dejó con ella para la enmienda. No pocas personas espontáneamente quemaron algunos instrumentos supersticiosos de que usaban para sus aventuras (o por mejor decir) desventuras. Y por concluir en una palabra los sucesos de estos días digo que todo fue asombro y temor, todo penitencia y devoción. Esto es lo que he podido recoger en el tiempo de mi gobierno y porque de los trabajos y sudores de los hijos de Vuestra Paternidad en esta Pro387.


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vincia del Nuevo Reino. Si bien lo principal que toca a las misiones no [ha] llegado hasta ahora por ser tan distantes procuraré remitir cada ocasión que hubiere a Vuestra Paternidad a quien suplicamos nos eche a todos su bendición y guárdese como dejo Santa Fe y febrero 20 de 1660. Siervo de Vuestra Paternidad en el Señor. Hernando Cabero •

388.


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Paupertas ſapiens.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

SAPIENTIA ÆDIFICAVIT SIBI DOMvM


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