l a compañía de j esús se ha caracterizado por la comprensión del valor y la importancia de la correspondencia epistolar. Por ello, desde muy temprano reguló las formas de contacto que debían mantener todos los domicilios del mundo y sus perso-
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neros con la sede central de Roma.
de la provincia del
Este intenso comercio epistolar consta de tres grandes categorías. La prime-
nuevo reino
ra, destinada a los superiores, es la correspondencia oficial y suele ser la más
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explícita e instructiva; la segunda, oficiosa-informativa, tiene por objeto comunicar a las autoridades romanas la historia local de manera cíclica; y la tercera, dirigida al gran público, tiene como características la factura más
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esmerada y el contenido más erudito, y la podríamos designar como “literatura curiosa”. La segunda categoría, una especie de “literatura corporativa”,
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es distinta de la oficial y de la crónica. Con el correr de los tiempos fue dando lugar a un género epistolar que se materializó en las Cartas Anuas que
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presentamos en esta colección. Las Cartas Anuas de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada son un interesante proyecto de historia local e interna de la institución.
No dudamos que serán de gran utilidad para los estudiosos de la sociedad
josé del rey
colonial neogranadina del siglo xvii. Somos conscientes de que esta serie
fajardo, s. j.
abre nuevos horizontes en la historiografía colombiana y que su publicación
-
contribuirá a una mejor intelección de las sociedades cerradas y sus luchas
alberto
por construir una mejor identidad. ¶
gutiérrez, s. j. Editores
Paupertas ſapiens.
archivo histórico juan manuel pacheco
Colección archivo histórico javeriano
jo sé del r ey fa jar d o , s . j. al b erto gu t i ér r ez , s . j. edi tor es
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J.
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Gran Canciller P. Adolfo Nicolás, S. J. Vice-Gran Canciller P. Francisco de Roux Rengifo, S. J. Rector P. Jorge Humberto Peláez, S. J. Vicerrector Académico Luis David Prieto Vicerrectora de Investigación Consuelo Uribe Mallarino Vicerrector de Extensión y relaciones internacionales P. Luis Fernando Álvarez, S. J. Vicerrector del Medio Universitario P. Luis Alfonso Castellanos, S. J. Vicerrector administrativo Roberto Enrique Montoya Villa Secretario General Jairo Humberto Cifuentes Madrid Director del Archivo Histórico Javeriano P. Jairo Bernal Parra, S. J. Subdirectora del Archivo Histórico Javeriano Alma Nohra Miranda Leal
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada años 1684 a 1698 • José del Rey Fajardo, S. J. • Alberto Gutiérrez, S. J. editores
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
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Paupertas ſapiens.
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José del Rey Fajardo, S. J. © Alberto Gutiérrez, S. J. isbn: 978-958-716-679-8 Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia | Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 nº 37-25, oficina 1301 Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Primera edición: abril del 2014 Bogotá, D.C. Transcripción y paleografía | José del Rey Fajardo, S. J. y Alberto Gutiérrez, S. J. Corrección de estilo | Rodrigo Díaz Lozada Diseño de páginas interiores | Julián R. Triana Diagramación y cubierta | BOGA: Julián R. Triana y Diego Cortés Guzmán Impresión | Javegraf Cartas anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada : años 1684 a 1698 / editores José del Rey Fajardo, S.J. y Alberto Gutiérrez, S.J. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana : Archivo Histórico Javeriano, 2014. 716 p. ; 24 cm. Incluye referencias bibliográficas (p. 693-[716]). ISBN: 978-958-716-679-8 I. JESUITAS – HISTORIA – COLOMBIA – 1684-1698. 2. COLOMBIA - HISTORIA - COLONIA, 1550-1810. I. Rey Fajardo, José del, S.J., 1934-, Ed. II. Gutiérrez Jaramillo, Alberto, S.J., 1935-, Ed. III. Pontificia Universidad Javeriana. IV. Pontificia Universidad Javeriana. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. CDD 271.53 ed. 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ___________________________________________________________________________________________ dff. Abril 08 / 2014
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
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Contenido
Introducción 51
Carta n. o 10 (Carta Anua 1684-1690)
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Se da noticia en general de la parte de la Provincia que lleva el nombre de Santa Fe Se refiere en particular lo que es de cada colegio Se enseña todo lo pertinente a los demás colegios de esta parte de la Provincia y a las residencias Se refieren las misiones sagradas llevadas a cabo por los nuestros entre los idólatras de la región del Orinoco: la muerte violenta de tres de los nuestros por esa causa y cuál es el estado de los asuntos de esa misión Se presentan las sagradas misiones que dirigimos en ciudades y pueblos habitados por españoles Se narra dos fundaciones de gimnasios con los cuales se ha incrementado recientemente esta Provincia Se narra cuántas congregaciones hay en los mencionados colegios y con qué cuidado son cultivadas Del culto y veneración tributado por los pueblos donde trabajamos a los santos de nuestra Compañía y de algunos milagros de estos en beneficio de aquellos Se refiere con cuánta solemnidad se celebra el natalicio del santo apóstol de las Indias y qué milagros han acaecido con su invocación Se narran algunos prodigios más recientes de San Francisco Javier
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Se narra el culto con que se celebra la festividad de San Francisco de Borja y algunos sucesos maravillosos que han sucedido Un cierto portentoso ruido se escuchó en Santa Fe, de lo cual se narran cómo muchos, saliendo de su letargo, abrazaron una vida virtuosa Se refieren algunos hechos singulares que sucedieron con intervención de los nuestros
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Carta n. o 11 (Carta Anua 1691-1693)
202 204
Estado de la Provincia y sujetos que hay en ella Empiézase de nuevo la Misión de Orinoco y la fundación de la casa de la Isla de Santo Domingo La enseñanza de las ciencias lo mismo que el año pasado de 90 Uso continuo de los sacramentos de la confesión y eucaristía Asistencia a moribundos y ajusticiados Asistencia del Colegio de Santafé en una peste que hubo Diligencia en la predicación y congregaciones Visitan y socorren a los enfermos los congregantes de Cartagena Fúndanse dos congregaciones en Mompox Pláticas en la congregación de Pamplona y ejercicios de humildad Dos conversiones singulares Dos amistades compuestas en Pamplona Sucesos de Cartagena en sermones que hizo el Padre Pedro Calderón Fruto de los ejercicios de nuestro Padre Señor Ignacio Casos singulares de San Francisco Javier.
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Favor de San Francisco de Borja con uno que perdió el juicio. Lo que se ha mejorado en lo temporal esta Provincia. Cantidad de pesos que se quitaron en Cartagena. Mejoras del Colegio de Tunja. Mejoras en el Colegio de Santafé Mejoras de el Colegio Seminario. Misiones que se han hecho estos tres años. La misión del partido y jurisdicción de Tunja Misión por el Obispado de Popayán Misiones en otras ciudades de este reino Misión en Salazar y una hacienda de casa que hay junto aquella ciudad Misión en la ciudad de La Grita Misión en la ciudad de Mérida Misión en unas haciendas de Mérida Misión hecha en la ciudad de Maracaibo Caso raro del Santo Cristo de Maracaibo Aprecio de la Compañía en la gobernación de Maracaibo Temblor espantoso que hubo en tiempo de uno de los sermones Misiones hechas en los contornos de Santafé. Misión publicada en la Palma. Misión por la Gobernacion de Neiva Misión del Orinoco Difuntos de la Provincia
295
Carta n. o 12 (Carta Anua 1694-1698)
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Estado común de la Provincia Trátase del Colegio Máximo de Santa Fe De las otras casas que tiene la Compañía en esta ciudad
218 219 219 219 221 223 224 225 229 232 233 235 236 238 239 242 244
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Trátase del Colegio de Cartagena y de la invasión que hicieron en ella los franceses De los colegios de Tunja y Pamplona Del Colegio de Mérida Trátase del Colegio de Honda Del Colegio de Mompox y algunos prodigios de san Francisco Javier obrados en varias partes deste reino. Trátase de algunas residencias de esta Provincia Prosigue la materia de el pasado y dase cuenta de la residencia de Santo Domingo De las residencias y misiones de los llanos Algunas misiones en que han corrido los nuestros estos años. Varias providencias de este reino Algunas virtudes de los sujetos que han muerto estos cinco años en esta Provincia Archivos y Bibliografía
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INTRODUCCIÓN La Compañía de Jesús desde sus orígenes entendió la importancia y valor de la correspondencia epistolar y por ello pronto regularizó las formas de contacto que debían mantener todos los domicilios del mundo y sus personeros con la sede central de Roma. Esta exigencia comunicacional trazó un mapa documental basado en el esquema estructural ejecutivo de la Compañía de Jesús y sobre ese basamento se estableció la interrelación que debía darse entre sus diversas jerarquías de mando a través de los “sistemas de comunicación”.
I. El complejo mundo epistolar jesuítico Y para una mejor intelección de las funciones de la estructura tanto personal como institucional recogemos la siguiente síntesis. El gobierno jesuítico descansa sobre tres pilares fundamentales: el General de la Orden, con poderes amplios con respecto al cuerpo; los Provinciales, máxima autoridad en las diversas demarcaciones regionales o nacionales donde actúan los miembros de la Compañía de Jesús; y los Rectores o Superiores de cada casa, con jurisdicción restringida a los súbditos y a las obras de su domicilio concreto1. Desde el punto de vista institucional, la orden fundada por Ignacio de Loyola se regía también por tres tipos de asambleas: la Congregación Provincial, la de Procuradores y la General. En este intenso comercio epistolar podemos distinguir tres grandes categorías. La primera, destinada a los superiores, forma parte de la corres1 Ignacio de LOYOLA. Constitutiones Societatis Iesu latine et hispanice cum earum declarationibus. Romae (1937) IX, pars. 256-286.
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pondencia oficial y suele ser la más explícita e instructiva; la segunda, oficiosa, tiene por objeto informar a las autoridades romanas de la historia local de manera cíclica; y la tercera, dirigida al gran público, tiene como características la factura más esmerada y el contenido más erudito y a la que podríamos designar como “literatura curiosa”2. Así pues, de acuerdo con los antecedentes señalados, se dio un triple tipo de correspondencia jesuítica: la literatura oficial, la oficiosa-informativa y la tercera, que ha recibido el nombre general de cartas edificantes y curiosas. La literatura oficial se regía por rígidas prescripciones organizativas de la Compañía de Jesús. El alto control romano de las personas y de las obras de cada una de las demarcaciones geográficas se llevaba, por una parte, por los catálogos anuales y trienales, y en segundo lugar, por las cartas, relaciones de visitas, informes que obligatoriamente tenían que remitir los superiores —mayores y menores— según normas muy concretas y exigidas rigurosamente desde la Ciudad Eterna3. La correspondencia oficioso-informativa viene a ser una especie de “literatura corporativa”, distinta de la oficial y de la crónica. Con el correr de los tiempos fue dando lugar a un género epistolar distinto que se materializó en las Cartas Annuas. Más adelante trataremos con detención este interesante capítulo que constituye el objetivo principal del presente estudio.
2 Una interesante visión la ofrece Guillermo ZERMEÑO. “Entre el saber y la edificación: Una relación inestable”. En: Guillermo ZERMEÑO (Edit.). Cartas edificantes y curiosas de algunos jesuitas misioneros del siglo xviii. Travesías, itinerarios, testimonios. Selección e introducción por Guillermo Zermeño. Ciudad de México, Universidad Iberoamericana (2006) 17-55. 3 Para una información general, véase: José Manuel AICARDO. Comentario a las Constituciones de la Compañía de Jesús. Madrid, V (MCMXXX), 950-1025. Las obligaciones reglamentarias se expresan claramente en: Constitutiones Societatis Iesu et Epitome Instituti. Romae (1943) 429-433. “Avise a los superiores de esa Provincia y colegios, así de la Provincia como de los Colegios la obligación que tienen de escrivirnos todos los años...” (APT, leg. 132, fol. 167. Tamburini a Pedro Calderón. Roma, 15 de septiembre de 1703).
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• introducción
Las cartas edificantes y curiosas Hemos juzgado oportuno dedicar este acápite a este interesante género epistolar jesuítico, a fin de clarificar su verdadero sentido e influjo en el mundo cultural europeo del siglo xviii y para marcar las diferencias con las Cartas Anuas. El concepto de cartas edificantes y curiosas se impone a comienzos del siglo xviii y el ámbito de su contenido se extiende a las cartas, informes y relaciones escritos por los misioneros de la Compañía de Jesús, tanto desde los países considerados de misión como desde las partes civilizadas de África, Asia y América. La génesis de esta colección es curiosa y compleja. El más remoto origen habría que buscarlo en el éxito que levantaron las cartas de San Francisco Javier en la segunda mitad del siglo xvi a lo largo y ancho de Europa4. En el siglo xvii, las Relations de la Nouvelle France invaden, a su modo, el mundo católico francés5 pero su contenido, aunque de interés para la americanística de Canadá y Estados Unidos, desborda nuestros propósitos. Desde 1685, el P. Carlos de Gobien comenzó a publicar diversos escritos sobre las misiones de Asia6. En 1690 se había presentado a la Asamblea del clero de Francia un tomo sobre Memorias del Oriente y cinco años más tarde un segundo volumen que motivó el deseo de la Asamblea de perpetuar esta obra de interés apostólico7. En 1702 aparecieron las Lettres de quelques missionnaires de la Compañía de Jesús, éscrites de la Chine et des lndes Orientales. A través de la revista
4 Félix ZUBILLAGA (Edit). Cartas y escritos de San Francisco Javier. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, t. 101 (1979) 50-34. Georges GOYAU. A la conquête du monde païen. Mane (1934) 60. 5 León POULIOT. Étude sur les Relations des Jesuites de la Nouvelle France. Montreal-París, Desclée de Brouwer (1940). 6 SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jesús. Bruxelles-Paris (MDCCCXCII) III, 1514. 7 L’ami de la Religion et du Roi. t. 21 (1819), 321-328. Citado por André RéTIF. “Brève histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 (1951) 40.
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Mémoires de Trévoux, se puede ir siguiendo la opinión y el desarrollo de la colección8. El éxito fue tan inesperado que el editor, P. Carlos de Gobien, se decidió a continuar la obra en cuadernos anuales con el título de Lettres édifiantes et curieuses9. De 1703 a 1776 aparecieron en París 34 tomos, de los cuales los ocho primeros estuvieron a cargo del P. Carlos de Gobien y los siguientes se debieron a los PP. Juan Bautista du Halde, Luis Patuillet y Nicolás Maréchal10. Antes de entrar a la valoración histórica conviene establecer la estructura y esencia de la colección.
8 Mémoires de Trévoux (mayo de 1705) 729: “Esta colección (la 5a) es una de las más curiosas y más edificantes que haya ofrecido al público el P. Gobien”. En junio de 1708 se palpa un sentimiento en la verificación de que la 8ª entrega sea un recuento de piedad, pero al menos allí se encuentra algo de historia (p. 982). En la 1ª, noviembre de 1713, se descubren tres razones de interés: el cristianismo, la ciencia y las variables bellezas de estilo (p. 1834). La 11ª, julio de 1715, es “tan curiosa, tan edificante, escrita con la misma pureza y la misma elegancia que las precedentes” (p. 1133) (citado por André RÉTIF, art. cit. 38). Para las opiniones del Journal des Savants nos remitimos a las entradas: Le Gobien, du Halde, Maréchal y Patouillet, de la Bibliothèque de la Compagnie de Jesús de Carlos Sommervogel. 9 a) Para la historia de esta colección: André Rétif. “Brève histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 (1951) 37-50; Victor Hugo PALTSIST. “Data concerning the Lettres édificantes”. En: Reuben Gold Thwaites. The Jesuit Relations and Allied Documents. Travels and Explorations of the Jesuit Missionaries in New France 1610-1791, Cleveland, Burrows Bros. Co. (1896-1901) 298-334. b) Acerca del contenido, véase: Rob STREIT. Bibliotheca Missionum (1927) N.os 754756, 761, 766, 768, 770, 777, 790, 795, 805, 811, 814, 820, 827, 831, 839, 850, 855, 866, 879, 885, 899, 909, 920, 948, 987, 1024-1025, 1029-1030, 1036-1037. c) Los editores fueron: volúmenes 1- 8: Charles Le Gobien; 9-26: Jean Baptiste du Halde; 27-28, 31 y 33-34: Louis Patouillet; y 29-30 y 32: Nicolas Maréchal. d) Otras ediciones: J. Yves de Querbeux y Brotier publicaron una nueva edición en veintiséis volúmenes (1780-1781). Otras realizadas por no jesuitas: 1819, 1829-1831, 1838-1843. Una edición reducida estuvo a cargo de Aimé Martín (1834-1843) con el título de Pantheón Littéraire. Ludwig KOCH. Jesuiten-Lexikon. Lowen-Heverlee, Bibliothek S.I. (1962) II, 1838. 10 Ibidem. 16.
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• introducción
Y ante todo conviene establecer una premisa fundamental que, si se desconoce, puede dar lugar a una óptica desorbitada de lo que fueron y de lo que aspiraban a ser estas cartas. Estrictamente, se puede afirmar que no se trata de informes técnicos ni de memorias exclusivamente científicas. Nos encontramos ante escritos de unos misioneros —de profunda formación humanística y en casos científica— que describen un mundo exótico en el que se insertaron libremente, se adaptaron a su cultura con el deseo de llevar el Evangelio a todas esas naciones y pueblos con un sentido de inserción y perpetuidad. Además, respondía al espíritu de los tiempos y dentro del ambiente cristiano de la época se procuraba dar respuesta a una religiosidad que gustaba de lo piadoso y de lo edificante. Desde el punto de vista de su valoración crítica, conviene dilucidar dos puntos claves: la fidelidad textual y su cualificación histórica. Respecto al texto, no creemos oportuno entrar en la polémica establecida por M. Pinot y Saint-Simon sobre la tesis de que las cartas edificantes eran “relaciones artificiosas”. Nos remitimos a la contestación del P. Brou en la que de forma pormenorizada responde a los argumentos aducidos por dichos autores11. En esencia, el editor se permitió alterar —o mejor, corregir— el estilo de algunas cartas que, por llevar los autores tanto tiempo fuera de Francia podían aparecer de redacción dura y poco atildada. Ya el 2 de febrero de 1705, el Journal des Savants apuntaba sobre el P. Gobien: “Él ha procurado hacer la lectura agradable; los misioneros le han suministrado las ideas; pero el giro, la expresión, la gracia del estilo provienen indudablemente de él”12. Es posible que haya pasado en el contexto ideológico y religioso el tratamiento de problemas tan delicados como el de los “ritos chinos”13, pero como demuestra Brou las mutaciones son intrascendentes. En todo caso hacemos nuestro
11 Augustin BROU. “De certaines conflicts entre missionnaires au XVIIe s”. En: Revue d’Histoire des Missions (1934) 187-202; y “Les jésuites sinologues de Pékin et leurs éditeurs de Paris”. En: rev. cit. 551-566. 12 Véase: Journal des Savants (2-02-1705) 106. 13 André RÉTIF. “Les Jésuites français en Chine d’apres les Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 3 (1948) 175. 17.
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el criterio del P. Rétif: “Científicamente hablando, un moderno puede desecharlas; pero, si no se quiere caer en la injusticia y en ser mal historiador, se deben reubicar estos hechos en el contexto del tiempo y de las circunstancias y considerar en particular el género literario de estas relaciones y el público al que se dirigían”14. Consecuentemente, el valor intrínseco ha padecido sus apreciaciones. Rétif dirá que constituyen “un testimonio de la amplia cultura de los jesuitas del siglo xviii”15. En 1927, Radek, rector de la Universidad de Moscú se gloriaba de mostrar en una colección china de ochenta mil volúmenes, una colección especial: “las obras escritas sobre China por los jesuitas del siglo xviii (sic), superiores en cien codos a todo lo que los sabios modernos han escrito y que testimonian una competencia del alma china, que jamás ha sido igualada”16. El P. Diego Davin, traductor de la edición española, escribía: “Me atrevo a decir que debe la geografía su mayor perfección a los misioneros de la Compañía de Jesús. Sin ellos poco o nada se sabría de la mayor parte del Asia y quedarían inmensos países de la América expuestos a conjeturas de los geógrafos de profesión, como ellos mismos lo reconocen o confiesan”17. Su contenido se orienta muy especialmente al gusto francés fascinado por el Oriente; mas aporta datos interesantes para la Guayana francesa y las islas gálicas caribeñas. Son escasas las noticias que aportan sobre lo que constituyó el área geográfica de la Provincia del Nuevo Reino. Con todo, un índice del influjo ejercido por las lettres édifiantes lo constituye el sinnúmero de ediciones, traducciones, adaptaciones, extractos e imitaciones llevados a cabo. Frente al desprecio de Saint-Simon hay que resaltar el interés de Montesquieu por el estudio de estas fuentes, aunque ponga en duda las conclu14 André RÉTIF. “Brève histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: rev. cit. 45. 15 André RÉTIF. Art. cit. 45. 16 Jules SAUERWEIN, en Le Matin (París, marzo de 1927). Citado en: Leopold LEVAUX. L'orient et nous. Lovaine, Éditions de l´Aucam (1932), 40. 17 Diego DAVIN. Cartas edificantes y curiosas escritas de las misiones extranjeras y de Levante por algunos misioneros de la Compañía de Jesús. Madrid, XVI (1757) XXVI. 18.
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• introducción
siones sacadas por los misioneros. Y así se podrían multiplicar los ejemplos contrapuestos. Lo cierto es que forman parte de la literatura y de la historia del siglo xviii francés. Como su temática se orienta hacia un campo muy lejano al venezolano, nos remitimos a la extensa síntesis que el P. André Rétif dedica al influjo que ha ejercido —fundamentalmente dentro de la literatura francesa— esta colección18.
El Welt-Bott alemán
También los jesuitas alemanes ingresaron con fuerza al mercado cultural centroeuropeo con su serie Welt-Bott. Hay que resaltar que en parte del pueblo cristiano teutón existía una conciencia de participación en el apostolado universal de la Iglesia, no sólo a través de sus limosnas sino también por medio de sus hombres; en menos de un siglo (1670-1767) sólo la Compañía de Jesús destinó a las misiones de ultramar ochocientos miembros de su orden19. Pero ya los franciscanos les habían precedido y una especie de literatura misional había inundado las apetencias de las comunidades cristianas20. Por otro lado, el ejemplo y estímulo de las cartas edificantes motivó al P. José Stöcklein21 a pensar seriamente en la edición de una obra que vino 18 André RÉTIF. Art. cit. 46-50. 19 Anton HOUNDER. Deutsche Jesuitenmissionäre des 17. und 18. Jahrhunderts. Freiburg im Breisgau, Herder (1899). 20 Rob STREIT. Bibliotheca Missionum (1927) I, 1051 y ss. 21 Para la biografía del P. José Stöcklein: a) Necrologio. En: ARSI, Austria, 190 (1733) fols. 286-304. b) Franz KELLER. “Leben und Taten, Reissen und Missionen R.P. Josephi Stöcklein der Gesellschaft Jesu, österreichischer Provinz, in dem kaiserlichen Kiregsheer in Reich un Ungarn Missionarii un Ober-Feld-Kaplans, Urhebers der deutschen Verfassung des Neuen Welt-Bottes”. En: Joseph STÖCKLEIN. Der neue Welt-Bott. Ausburg-Graz-Wien (1726-1761) parte 29, N.o 527. En adelante todas las referencias a esta obra se escribirán como Welt-Bott y a continuación se indicará el numeral correspondiente. c) Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott, ein Vorläufer der Katholischen Missionen im 18 Jahrhundert”. En: Katholischen Missionen, t. 33 (1904) 19.
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a ser, no una traducción, sino una visión nueva y específica de la Compañía de Jesús alemana: Der neue Welt-Bott22. No era la primera en su género y por eso conviene llamar la atención sobre una obra anterior, aparecida en Leipzig entre 1688 y 1690, editada por Christ Thomasius: Freimutige, lustige und ernshafte, jedoch vernunft-und gesetzmassige Gedanken und Monastsgesprache uber allerhand, vornehmlich über neue Bücher23. La definida personalidad del editor jesuita imprimió, sin lugar a dudas, un sello a la obra que conoció la luz pública en 1726 y extendió sus 1-4, 30-33, 80-83, 103-107. d) Bernhard DUHR. Geschichte der Jesuiten in den Länder deutscher Zunge im 18 Jahrhundert. Munchen-Regensburg, Herder (1928) II, 155-158. 22 a) Para la historia de la colección: Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's Neuer Welt Bott, ein Vorläufer der Katholischen Missionen im 18 Jahrhundert”. En: Die Katholischen Missionen, 33 (1904-1905) 1-4, 30-33, 80-83, 103-107. Charles G. HERBERMANN. “Der neue Welt-Bott. Introduction”, En: Historical Records and Studies, 8 (1915) 157-167. b) Para el contenido, véase: Rob STREIT. Bibliotheca Missionum. t. 1, Nos: 845, 872, 942, 976, t. XXII, N.º: 63. c) Editores: vol. I-III: Joseph Stöcklein; vol. IV/1, Peter Probst; vol. IV/2 y V: Franz Keller. d) Título completo: Der neue Welt-Bott. Mit allerhard Nachrichten der Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr als geistleiche Brif, Schriften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus bayden Indien und andern uber Meer gelegenden Lander... in Europa angelant seynd. Jezst zum erstenmal, theils, aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes verteustcht und zusammen getragen. Cinco volúmenes que corresponden a cuarenta tomos, organizados de la siguiente manera: ________________________________________________________________________________ Volumen Tomo Año ________________________________________________________________________________ I 1- 8 1726 II 9-16 1729 II/1 17-20 1732 III/2 21-24 1736 IV/1 25-28 1748 IV/2 29-32 1755 V/1 33-36 1758 V/2 37-40 1761 ________________________________________________________________________________ 23 Band I: Januar-Juni 1688. Band V: Januar-April 1690.
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entregas hasta 1761. El P. José Stöcklein nació en Oettingen, condado bávaro (Kreis Schwaben-Neuburg) el 31 de julio de 1676. Cursó sus estudios superiores en la Universidad de Viena donde obtuvo el doctorado en Filosofía y el bachillerato en Teología. El 9 de octubre de 1700 ingresaba en la Compañía de Jesús en el noviciado de Santa Ana en la capital austriaca. Tres etapas bien diferenciadas estructuran su biografía. Como capellán militar acompañó a las tropas imperiales tanto en la guerra contra los turcos como contra los principados del oeste que adversaban la casa real. En la segunda fase de su vida se consagró a los ministerios sacerdotales en el colegio de Pressburg, y más tarde en la casa profesa de Viena, llegando a desempeñar el rectorado del colegio de la ciudad nueva de la capital imperial. Los nueve últimos años de su existencia transcurrieron en Graz, ciudad en la que le sorprendió 1a muerte el 28 de diciembre de 173324. La estancia en Graz significa el nacimiento del Welt-Bott, mientras las enfermedades debilitaban su cuerpo. En el mes de enero de 1728 escribía: “apenas puedo estar parado; mi vista me desampara de tal manera que apenas con la ayuda de los mejores anteojos puedo ver lo suficiente como exige la elaboración de mi Welt-Bott”25; si a esto añadimos el mal de piedra, cólicos y otras enfermedades se entenderá mejor la entereza de ánimo del P. Stocklein. Sin embargo, se puede afirmar que reunía las características ideales para emprender una obra de la envergadura del Welt-Bott. A su preparación universitaria vienense unía el conocimiento de idiomas, de los que llegó a dominar, además del alemán, el latín, el francés, el griego y el hebreo26. Y la preocupación teológica le llevó a redactar una serie de escritos catequéticos y un pequeño tratado de Teología27. Pero su obra indiscutible es el Welt-Bott. 24 ARSI. Austria. 190, fol. 286. 25 Welt-Bott, N.º 572, 153. 26 Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott, ein Vorläufer der Katholischen Missionen im 18 Jahrhundert”. En: Katholischen Missionen, t. 33 (1904) 3. 27 Anton HUONDER. Ibidem. El P. Keller, su primer biógrafo, conoció al P. Stöcklein mientras estudiaba Teología en Graz y afirma que los estudiantes visitaban al Padre para conversar sobre diversos problemas científicos y sobre sus dificultades en las aulas. Siem-
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Acerca del objeto y objetivos de la obra, se expresa largamente el autor en la introducción al primer tomo: Es sin duda su más noble objeto la obra de las Misiones, y los sufrimientos y consuelos de los misioneros. Trae además variados y útiles conocimientos y como en una gran feria encuentra aquí cada uno lo que le interesa especialmente. Los teólogos obtuvieron instructivas informaciones sobre falsas religiones; los jurisconsultos sobre la organización de su incumbencia de la esencia del derecho y de la justicia en pueblos extraños; los médicos experimentaron algo sobre los medios de salud y métodos curativos; los naturalistas y filósofos descubrirán no solamente meteoros y fenómenos hasta ahora desconocidos (esto es, el milagro, aire, fuego, tierra y agua) sino también una cantidad de efectos raros de la naturaleza, como yerbas, plantas, árboles, peces, pájaros, fieras, gusanos, culebras, piedras, minerales y otras casi innumerables cosas pertenecientes a diversas ciencias hasta ahora desconocidas. A los matemáticos y sobre todo a los astrónomos, agrimensores y navegantes les sacarán de muchas dudas las cartas de los misioneros puesto que se encuentran entre ellos excelentes especialistas. Ricas enseñanzas encontrarán particularmente los geógrafos que recibirán aquí las primeras noticias fidedignas y buenos mapas de ciertos países. Los éticos podrían establecer provechosas comparaciones sobre los conceptos morales de los pueblos mientras que a los historiadores se les ofrece un espléndido material sobre la historia del estado y la cultura de imperios lejanos.28
pre los acogía benignamente y respondía a sus preguntas como si acabase de concluir su carrera o toda su vida hubiere ocupado la cátedra de Teología (ibidem). 28 Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott…”, 30-31. A veces el autor intercala frases textuales, razón por la cual traducimos los verbos en el tiempo que les corresponde en el sentido global.
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Pero tampoco perderá el carácter de “cartas de edificación”; el mismo Stöcklein nos dirá que “en una palabra, me he propuesto deleitar, edificar e ilustrar al lector sin peligro de escándalo o de amargura”29. Sin embargo, es necesario afirmar que el Welt-Bott no fue una traducción de las cartas edificantes y curiosas, sino una versión genuinamente alemana y con predominio de los jesuitas alemanes30. Muy interesante nos parece la metodología planteada por Stöcklein sobre los criterios que deberían regir toda su obra y que fundamentalmente aparecen expuestos en las introducciones a las tres primeras partes. No se trata de ediciones críticas, por eso se permite suprimir las repeticiones, omitir lo superfluo y lo íntimo y personal de algunas cartas, criterios que a veces le llevan a resumir los materiales para ofrecer al lector una lectura más directa31. Quizá podría sorprender esta actitud si no se conociesen los otros criterios del autor que, podríamos afirmar, lo acercan al de casi un severo editor crítico. Stöcklein se esforzó siempre por buscar las cartas originales o copias fidedignas, y por supuesto acota: “Y mejoraré aquellas noticias en las que no estén indicados: el título, la firma, la fecha o día exacto, mes, año y lugar”32. Pero en los artículos importantes es donde más aplica su criteriorología científica: siempre precede una introducción orientadora en la que manifiesta su pensamiento sobre ciertos pasajes aclarando lo dudoso y cubriendo las lagunas con el fin siempre de conseguir el mejor texto33. Junto al 29 Welt-Bott. Vorrede de la 2.ª parte. Véase: Anton HUONDER. “P. Joseph Stöcklein's, Neuer Welt-Bott…”, 82-83. 30 Basta observar la estadística: en el tomo I de 216 cartas 106 eran alemanas; en el II, de 128, 31; en el III, de 65, 28; en el IV, de 114, 67. 31 Así nos indica que de 32 partes que tenía para el primer fascículo las redujo a ocho (véase: Introducción a la Primera Parte del Welt-Bott). Y de veintiséis cartas del P. Gerstes, escritas en México, las ensambló en una sola relación (Welt-Bott, N.º 31). 32 Welt-Bott. Introducción a la Tercera Parte. 33 Ejemplos típicos nos los ofrece, por ejemplo, en: “Beschreibung des gegenwartigen Zustandes der griechieschen, armenischen und koptischen Kirchen” (Welt-Bott, Tiel 23,
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cuidado por la cronología hay que destacar el empeño por la topografía y el estudio minucioso de los mapas que le llegaban de todas partes del mundo y a los que aplicó los mismos criterios de minuciosidad, exactitud y dilucidación de nombres a través de los informes correspondientes34. Añade a cada tomo un índice exhaustivo cuya magnitud da clara idea del valor de su contenido: el tomo I abarca 66 páginas, el II, 64; el III, 36 y así sucesivamente. El Welt-Bott se divide en cinco tomos con un total de cincuenta partes y cada una de ellas consta de cien a ciento veinte páginas en folio. Hoy en día es un libro difícil de encontrar completo, aun en las bibliotecas alemanas35. Al sorprenderle la muerte al P. Stöcklein en 1733, había logrado ver publicados los tres primeros tomos. Sobre las misiones americanas aporta valiosas y minuciosas informaciones. No dudamos en adherirnos a la opinión del P. Koch: “El Neue Welt-Bott se cuenta entre las más originales y difundidas obras del siglo xviii. Es un género insuperable. Para la Historia de las Misiones mantendrá durante mucho tiempo el valor de fuente de primer rango”36. A la muerte del editor-fundador le siguieron en la dirección de esta interesante empresa los PP. Karl Mayer, Peter Probst y Franz Keller37. Como fuente ha sido ampliamente utilizada por escritores alemanes como Anton Huonder. Al respecto puede verse Deutsche Jesuiten-missionäre
N.º 454-520), en donde establece una crítica de textos entre el Sr. de la Croix, el sinólogo P. Premaré y los conocimientos que tenía el mismo Stocklein de las conversaciones sostenidas en Viena con el teólogo del Patriarca maronita en 1699. Igualmente, podríamos citar el caso del artículo: “R. P. Judae Thaddaei-Krusinki’s S.J. und des Herrn Durri Effendi Nachricht von der letzten Unruhe in Persien” (Welt-Bott, N.º 394-407). 34 En los cuatro primeros tomos contiene treinta mapas. 35 En la Biblioteca de la Philosophische-Theologische Hochschule Sank-Georgen (Frankfurt/M) reposa el repositorio de los jesuitas alemanes de Valkenburg, entre otras bibliotecas. La colección está incompleta, al menos cuando estudiamos en dicha facultad (1960-1964). 36 Ludwig KOCH. Jesuiten-Lexicon. Lowen-Heverlee, II (1962) 1838. 37 André RÉTIF. “Breve histoire des Lettres édifiantes et curieuses”. En: Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 (1951) 45. 24.
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des 17 und 18 Jahrhunders. Ein Beitrag zur Missionsgeschichte und zur deutschen Biographie, publicado en Freiburg im Breisgau por Herder en 1899. En Hispanoamérica, que sepamos, ha sido parcialmente traducida: en la Argentina por el P. Juan Muhn quien publicó La Argentina vista por viajeros del siglo xviii en Buenos Aires durante 194638, y por Vicente D. Sierra, quien en 1944, también en Buenos Aires, publicó con la editorial Siglos Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispanoamérica. Siglos xvii y xviii. En Chile el benedictino, profesor de la Universidad Católica de Chile, P. Mauro Matthei ha publicado cuatro volúmenes de Cartas e informes de misioneros extranjeros en Hispanoamérica. Selección, traducción y notas, que fue editado en Santiago de Chile durante 1970 39. En relación con el Nuevo Reino hemos traducido también todo lo relativo a las misiones llaneras y orinoquenses en nuestro tomo III de Documentos jesuíticos40.
II. Las Cartas Anuas del Nuevo Reino de Granada El concepto de carta annua Las cartas annuas o litterae annuae constituyen un balance cíclico de las actividades de cada provincia jesuítica que debía ser enviado a Roma para informar a las autoridades centrales y, de esta suerte, poder colaborar como un criterio más en la redacción de la Historia de la Compañía de Jesús41. 38 El P. Muhn publicó también parte de estas cartas en la Revista del Instituto Histórico y Geográfico de Montevideo. No hemos podido precisar las fechas. 39 Originalmente, estos libros fueron publicados como artículos de la Revista Anales de la Facultad de Teología, desde el volumen XX (1968-1969). El primer tomo recoge las cartas de 1680 a 1699; el segundo, de 1700 a 1723; el tercero, de 1724 a 1735; y el cuarto, de 1731 a 1751. 40 José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de Historia (Fuentes para la Historia colonial de Venezuela, vol. 119) (1974) III, 275-347. 41 Francisco MATEOS. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1944) I, 83.
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Hoy día podríamos afirmar de este documento que vendría a ser lo que en la sociedad moderna se califica como la “Memoria y cuenta” de lo realizado en un trienio en cada circunscripción de la Compañía de Jesús dispersa por todo el mundo. Su estructura está inspirada en la concepción cronical patrocinada por el General de los jesuitas, P. Claudio Aquaviva42: 1. Fundaciones de los colegios y casas. Nombres de los fundadores; progresos y crecimientos de ellas. 2. Aprobación y favor de las ciudades y pueblos. 3. Bienhechores insignes y favorecedores. 4. Sucesos prósperos y adversos de la Compañía. 5. Virtudes y hechos de varones ilustres que han muerto en la Compañía. 6. Vocaciones ilustres y extraordinarias. 7. Mudanzas y conversiones notables logradas con nuestros ministerios. 8. Sucesos desastrosos de personas que han salido de la Compañía43. Como es lógico, esta estructura no era determinantemente férrea sino que admitía las particularidades de las regiones, de las personas y de los tiempos y, de esta forma, se generaron tanto los nuevos métodos históricos como las concepciones elaboradas dentro de las modernas historiografías44.
42 Mario FOIS. “5. Aquaviva, Claudio”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.a DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) II, 1614-1621. 43 Francisco MATEOS. “Introducción”. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. 1, 83. 44 Un modelo de adaptación es el desarrollado por Dante A. ALCÁNTARA BOJORGE. “El proyecto historiográfico de Claudio Aquaviva y la construcción de la Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España a principios del siglo xvii”. En: Estudios de Historia Novohispana. Ciudad de México, 40 (2009) 57-80. Como marco de referencia para la evolución que sufrió la que denominaríamos “escuela histórica jesuítica”, nos remitimos a: Francisco de Borja MEDINA. “La historia de la Compañía de Jesús en la Biblioteca de la Academia Javeriana de Santa Fe de Bogotá, 1622-1767” (2008). En:
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Con respecto al fondo documental, es necesario afirmar que hasta el momento sólo conocemos las cartas anuas relativas al siglo xvii. Sin embargo, del xviii no se ha podido rescatar ninguna carta annua habitual aunque nos consta algunas referencias45. Con todo, podemos atestiguar que la producción epistolar tuvo que someterse a las disposiciones normativas de la Orden, que siempre se mostró exigente en la reclamación de este tipo de documentos46. Por razones meramente editoriales presentamos hoy las cartas n.º 10, 11 y 12 con las que se cierra el ciclo de este interesante proyecto de historia local e interna de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada y no dudamos que será de gran utilidad para los estudiosos de la sociedad colonial neogranadina durante este lapso temporal comprendido entre 1604 y 1698. Estamos conscientes de que esta serie abre nuevos horizontes en la historiografía colombiana y que su publicación contribuirá a una mejor intelección de las sociedades que podríamos calificar como cerradas y sus luchas por buscar una mejor identidad. Y antes de seguir adelante queremos dejar constancia del elenco documental conocido hasta el presente, que es el siguiente: José DEL REY FAJARDO y Myriam MARÍN CORTÉS (Edit.). La biblioteca colonial de la Universidad Javeriana comentada. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Archivo Histórico Javeriano 559-636. 45 1700-1703: Enrique TORRES SALDAMANDO. Los antiguos jesuitas del Perú. Lima, Imprenta Liberal (1882), 275. 1711-1720: ARSI N.R. et Q. 1730: Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid, Imprenta y Librería de Manuel Fernández (1741). 46 APT. Leg. 132, fol. 30r: “Ruego a V. R... que los Superiores de las Misiones que embien cada año relazion de todos los sucesos de las Misiones que están a su cuidado, de sus aumentos, esperanzas de nuevas conversiones, porque sirva para la edificación y para la historia” (González a Altamirano. Roma, 25 de octubre de 1689). Y el 29 de febrero de 1692 volvía a insistir al P. Altamirano el General de los Jesuitas: “embien cada año al Provincial el annua del año inmediato antecedente, y que todos estos se guarden en el archivo de Provincia, y después se entreguen al que hubiere de formar las annuas de toda la Provincia que han de traer a Roma los Procuradores; a V. R. estimo el cuidado en que queda de hacer formar annuas siquiera desde el tiempo, en que termina su historia del Padre Pedro Mercado” (APT. Leg. 132, fols. 42-42v).
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1. 1604-1605 Anónima47. 2. 1605 P. Diego de Torres48. 3. 1609 P. Gonzalo de Lyra49. 4. 1613 P. Gonzalo de Lyra50. 5. 1616 P. Manuel Arceo51. 6. 1619-1621. P. Florián de Ayerbe? 52. 7. 1642-1652 P. Gabriel Melgar53. 8. 1645 P. Sebastian Hazañero54. 9. 1655-1660 P. Hernando Cavero55. 10. 1684-1690 P. Juan Martínez Rubio56. 11. 1691-1693 P. Juan Martínez Rubio57. 12. 1694-1698 P. Juan Martínez Rubio58.
47 ARSI. N. R. et Q. 12-1. 48 ARSI. N. R. et Q. 12-1, fols. 1-23. 49 ARSI. N. R. et Q. 12-1. 50 ARSI. N. R. et Q. 12-1. 51 ARSI. N. R. et Q. 12-II, fols. 111-190. 52 Archivo de la Academia de la Historia. Madrid, t. 129, fols. 257-289. 53 ARSI. N. R. et Q. 12-1, fols. 1-22. 54 Sebastián HAZAÑERO. Letras anuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año 1638 hasta el año de 1643. Zaragoza (1645 [impresa]). 55 APT. Fondo Astráin. Leg. 4, 56 ARSI. N. R. et Q. 13-1, fols. 1-26. 57 APT. Fondo Astráin. Leg. 5, fol. 1-47v. 58 APT. Leg. 26, fols. 1-251. ARSI. N. R. et Q. 13-II.
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Los autores En primer lugar, es necesario precisar que los verdaderos autores son anónimos ya que cada domicilio tenía que remitir a Bogotá una relación detallada de los hechos más significativos que se hubieren realizado en un período de tiempo determinado, que solía ser un trienio. En un segundo paso, una vez reunida toda la documentación, pasaba ésta a un equipo de redacción que trataba de sintetizar y unificar todas las informaciones para de esa forma poder redactar el texto definitivo. En el tomo que presentamos cada comité de redacción estuvo compuesto por cinco escritores que tenían buen conocimiento de la vida interna de lo que sucedía en cada domicilio y sus repercusiones en las sociedades que les rodeaban. Los redactores de la trilogía documental que hoy presentamos: (1684-1690), (1691-1693) y (1694-1698) fueron los siguientes: Juan Martínez Rubio y Pedro de Mercado aparecen como autores principales para los tres lapsos arriba indicados. Los coautores para la carta n.o 10 fueron José de Casses, Hernando Cabero y Martín de Eusa. Para la 11, Andrés de la Barrera, Francisco Daza y Fernando Monterde. Para la 12 se repiten Andrés de la Barrera y Francisco Daza y se les une Sebastián Yépez. Juan Martínez Rubio (1627-1709), por los cargos ocupados en la gerencia de las obras jesuíticas del Nuevo Reino, se puede afirmar que las conocía perfectamente. Su marco histórico lo podemos sintetizar de la siguiente manera: regentó el colegio de Popayán (1667-1672) y la Universidad Javeriana (1677-168l) y culminó esta etapa con su primer mandato al frente de la Provincia del Nuevo Reino (1681-1684). En 1684 se reinicia el ciclo rectoral casi con el mismo trazado geográfico. Rector en la Universidad Gregoriana de Quito (1684-1689), se traslada a la capital neogranadina para dirigir la Universidad Javeriana (1689-1695) y para asumir el provincialato del Nuevo Reino por segunda vez (1695-1700)59. Pero además era buen conocedor de los anales de la Compañía de Jesús en esta demarcación geográfica. Según los bibliófilos Uriarte y Lecina, 59 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 426-430.
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escribió una Historia de la Provincia de Santafé desde el año 1684 (Colegio de Santafé, abril 1.º de 1691)60, en el año 1800 reposaba el manuscrito en poder del jesuita zuliano Alejandro Mas, residente en Roma, y en sus notas añaden: “Es continuación de la del P. Mercado”61. Sin embargo, la afirmación de Uriarte y Lecina nos abre una duda sobre la paternidad literaria de una relación latina que reposa en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús: Commentarii eorum quae gesta sunt a Patribus Societatis Jesu Provinciae Novi Regni Granatensis ab anno millesimo sexcentesimo octogesimo quarto ad annum millesimun sexcentesimun nonagesimum62. En un principio podría pensarse que se trata de un mismo documento, dados la similitud del título y sobre todo los años historiados, pero las fechas de redacción no corresponden63. No nos atrevemos a aseverar la supuesta similitud, sobre todo por la seriedad con que los dos bibliófilos españoles transcriben los títulos y extreman las referencias que puedan ilustrar la descripción de cualquier documento. Con todo queda abierta la posibilidad de que Martínez Rubio pudiera ser no sólo el autor de ambos escritos, sino que también los Commentarii y la Historia sean una misma cosa. También es autor de la Relatio de statu praesenti missionum quas Planorum et Orinoci vocant, occasione capta ab eo quod P. Vicentius Loverso infidelium manibus sit interemptus. Santafé, 13 de diciembre 169264. A todo 60 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 428. 61 Archivo inédito Uriarte-Lecina. Madrid. Papeletas: Juan Martínez Rubio. 62 ARSI. N. R. et Q. 13-1, fols. 37 y ss. Comentarios acerca de las realizaciones de los Padres de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año 1684 hasta el año 1690. 63 El primer documento está fechado el 1.º de abril de 1691 y el segundo: “en este Colegio de Santa Fe, el día 2 de abril del año 1692”. 64 Giuseppe ROSSO. “Il contributo di un missionario gesuita italiano alla conoscenza della geografia e dell’etnologia del Sudamerica”. En: Annali Lateranensi. Roma, 4 (1940), 117-158. José DEL REY FAJARDO. Documentos Jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela I, 145-168: “Relación del estado presente de las Misiones 30.
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ello podríamos añadir las cartas necrológicas de los PP. Vicente Loverzo65 y Juan Quintero66. El segundo escritor que firma ambas cartas anuas es el riobambeño Pedro de Mercado (1620-1701), quien a su vez es el primer historiador jesuita que escribe en castellano la historia de la Provincia del Nuevo Reino de Granada67, a pesar de que su manuscrito ha permanecido inédito hasta 1957. Para la mejor comprensión de la biografía de Mercado anotamos una serie de bloques cronológicos. De sus 65 años de vida religiosa (16361701), 31 años dedicados al cursus honorum (1657-1688); 23 transcurren en la Sabana de Bogotá (1678-1701); 21 se reparten entre las ciudades de Honda y Tunja (1657-1678) y alrededor de 10 en Quito (1636-1646?); y como infraestructura subyacente a este devenir histórico, 45 años de fecundo e inagotable trabajo literario68. Sin embargo, dentro del estudio bibliográfico hay que tener siempre muy presente la doble faceta que presenta Pedro de Mercado: el autor ascético y el historiador. Este dualismo de la producción mercadiana es fundamental para interpretar la doble reacción que ha tenido la historiografía, pues mientras su perfil ascético se remonta incluso a los primeros años del jesuita riobambeño, su faceta de historiador no se perfila sino a finales del siglo xix. El tema central de la Historia de Mercado es la actividad interna de la Compañía de Jesús en el marco geográfico del Nuevo Reino (es decir, Colombia, Ecuador, Venezuela, Panamá y República Dominicana).
que llaman de los Llanos y el Orinoco, con ocasión de que el Padre Vicente Loverzo fue muerto allí a manos de los infieles”. 65 APQu leg. 6. Carta de edificación del P. Vicente Loverzo, 19 de abril de 1693. 66 APQu leg. 6. Carta de edificación del P. Juan Quintero, Santafé, 25 de abril de 1695. 67 Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia. (1957), 4 vols. 68 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 451-459. 31.
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José de Casses (1644-1698)69 garantiza la presencia de los territorios quiteños en la historia común con el Nuevo Reino. Fue ante todo un misionero popular y por lo tanto conocedor de los hombres y de las regiones que pertenecían a la circunscripción de Quito. En 1691 fungía como secretario del visitador Diego Francisco Altamirano. Fue rector y maestro de novicios en Latacunga70. La Congregación provincial que se llevó a cabo en Bogotá el año 1695 lo eligió como procurador ante las cortes de Madrid y Roma, pero falleció en Cartagena el 19 de marzo de 1698 cuando se dirigía a cumplir con la misión que se le había confiado. Hernando Cabero (1599-1697)71 es una de las figuras jesuíticas más representativas del siglo xvii americano. Personalidad plurifacética, se distinguió en todas las actividades que se le encomendaron, desde párroco de la residencia indígena de Fontibón hasta la de visitador de las Provincias de México (1661-1664)72 y del Perú (1672-1675 y 1675-1678)73. Y en el ínterin fue Provincial del Nuevo Reino (1658-1661)74 y (1666-1668)75. Fue rector del 69 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 198-199. 70 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez (1962) II, 219. 71 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 152-159. 72 Synopsis Historiae Societatis Jesu. Lovanii (1950) col. 556; Gerard DECORME. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial. 1572-1767. México, I (1941) 161-162, 368 y 384. Una detallada descripción de su actividad en México se encuentra en: Francisco ZAMBRANO. Diccionario Bio-Bibliográfico de la Compañía de Jesús en México. México, V (1965) 119-131. 73 Synopsis Historiae Societatis Jesu. Col. 538. 15 de noviembre 1672. Amplia información sobre esta etapa en: Antonio ASTRáIN. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Razón y fe (1920) VI, 522-526, 547-549 y 735-737. F. ZAMBRANO. Ob. cit. V, 131-133. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. II, 85-86. E. TORRES SALDAMANDO. Los Antiguos jesuitas del Perú. 214-215. Funda la misión de los Mojos: ASTRáIN. Ob. cit. VI, 547 y ss. 74 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 83 y ss. 75 ARSI. N. R. et Q. 5, fol. 8. Catálogo Breve de 1667; (Idem, fol. 12), Catálogo de 1668.
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colegio de Panamá (1647-1651)76 y del Colegio Máximo de Bogotá (16681672)77 y secretario de la Provincia durante los provincialatos del P. Gaspar de Sobrino (1639-1642) y del P. Sebastián de Hazañero (1642-1645)78. Se distinguió durante su manadato neograndino por los esfuerzos por reglamentar y coordinar la Provincia, como lo demuestra su extensa bibliografía79. La muerte le sorprendió en Bogotá el 10 de abril de 1697. Martín de Eusa (c. 1631-1693)80. Nacido en Bogotá en 1631, se distinguiría tanto como catedrático de la Universidad Javeriana (1661-1680), en la que recorrió el currículum completo teológico81 e incluso llegó a sustituir al Pedro de MERCADO, Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 164. El año 1668 reunió la Congregación Provincial (ARSI. Congregationes Provinciales. t. 77, fols. 267 y ss.). Juan Manuel PACHECO. Ob. cit. II, 81, 171. 76 Carta del P. Rodrigo Barnuevo al P. Hernando Cavero, Rector del Colegio de Panamá. Santafé, 16 de septiembre de 1647. En: José Eugenio de URIARTE y Mariano LECINA. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús. Madrid, Vda. de López del Horno. (19251930), I, 433. Cuándo comenzó el Rectorado, no lo sabemos. Las Letras annuas (APT. Leg. 26, fol. 212) dicen: “Gobernó después seis años el Collegio de Panama...”. El Catálogo del 1651 (ARSI. N. R. et Q. 3, fol. 111v) dice: “Bis Rector Panamá”. 77 Libro de la Universidad y Academia (Archivo de San Bartolomé, Bogotá. Fols. 350365v). Carta del P. Rector de Llerena al P. Hernando Cavero. Llerena, 18 mayo 1669 (APQu leg. 4). Catálogo Breve 1671 (ARSI. N. R. et Q. 5, fol. 20). Juan FLÓREZ DE OCARIZ. Libro primero de las Genealogías del Nuevo Reyno de Granada. Madrid (1674). Utilizamos la edición facsimilar. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo e Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (1990), 125. Juan Manuel PACHECO. Ob. cit. II. 85. 78 Juan Manuel PACHECO. Ob. cit. II, 76. Catálogo, 1642 (ARSI. N. R. et Q. 3, fol. 49v). Letras annuas (APT. Leg. 26, fols. 211v-212). 79 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 152-159. 80 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 260-263. 81 APT. Fondo Astráin. Leg. 5. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contienen los años de 1691, 92 y 93. Fol. 43: “Volvio a esta corte donde acabada su tercera [probacion] lo pusieron a leer la 3ª catedra de Teologia, q. es la de moral y prosiguio leyendo las otras hasta la de prima”.
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más ilustre maestro de esa Academia: el P. Jerónimo Escobar, en su cátedra de Prima82. El 28 de junio de 1680, festividad del Corpus Christi, predicó un sermón en la catedral y como se sintiera aludido el presidente don Francisco Castillo de la Concha, éste lo desterró a Cartagena83. En la ciudad caribeña residió pensamos que hasta 168684. En esta misma urbe medió en un ruidoso conflicto entre el obispo don Miguel Antonio Benavides y Piédrola85 el Gobernador y los Inquisidores86. En 1687 residía de nuevo en Bogotá87. De 82 Germán MARQUÍNEZ ARGOTE. Breve tratado del cielo y los astros del maestro javeriano Mateo Mimbela (1663-1736). San Cristóbal-Santafé de Bogotá, Universidad Católica del Táchira y Pontificia Universidad Javeriana (1999) 28: "[tras la muerte del P. Jerónimo Escobar] El P. M.º Martín de Eusa ascendió a la cátedra de Prima”. 83 AGI. Santafé, 531. Real Cédula de 18 de junio de 1683. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II (1962) 268. 84 Don Francisco Castillo de la Concha falleció el 6 de noviembre de 1685 y fue enterrado en la Iglesia San Ignacio de Bogotá (Juan Manuel PACHECO. Ob. cit. II, 188). 85 Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia, XIII) (1975) II, 291-314. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 137-154. 86 Para la historia del conflicto: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 137-154. 87 ARSI. N. R. et Q. 3, fol. 379. Catálogo de 1687. Al parecer el clima de Cartagena le había afectado y el catálogo citado habla ya de “Vires: Debiles”. Sin embargo, es muy importante la opinión del P. General de la Compañía de Jesús sobre este asunto: “3. Aprueba lo escrito al Rey por el P. Eusa. He visto la Cedula del Rey nuestro Señor de 26 de marzo de 87 que V. R. inserta en su carta en que su Mag. Mandaba que se sacase de Sta. Fe y Cartagena al P. Martín de Eusa el tiempo que durase el govierno y Presidencia de don Francisco Castillo de la Concha: Y también la respuesta de VR a la Real Cedula: está la respuesta muy prudente y también lo a sido la resolución de dexar al P. Eusa en Sta. Fe donde ya se hallaba y no dudo que en Madrid, aviendo ya muerto dicho Presidente y con el bueno y verdadero informe que VR hace de la innocencia del Padre assí en el caso del sermón predicado en Santa Fe como en los disturbios de Cartagena aprobarán la resoluczión; y más viniendo su respuesta de VR acompañada con el informe del nuevo Presidente de Santa Fe Don Gil Cabrera Davalos del porte religioso y cuerdo del Padre. Hasta aora no me a avisado nada el P. Espinar del modo con que la resolución
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• introducción
1689 a 1692 rigió por segunda vez los destinos del Colegio San Bartolomé88. Falleció en Santafé el 31 de enero de 169389. El tercer redactor común a las cartas 11 y 12 es el P. Andrés de la Barrera (1641-1701), eminente catedrático de la Universidad Javeriana y escritor de teología escolástica90. Su prolongada estancia en la capital neogranadina, amén de sus rectorados en el Real Colegio Seminario de San Bartolomé (1685-1691)91 y en la Academia de San Francisco Javier (1695-1699)92, significan la visión serena de un científico perfecto conocedor de los acontecimientos que se desarrollaron en Santafé de Bogotá durante esos años. se a tomado en Madrid pero me persuado con correrá sin tropiezo y con aprobación” (APQu leg. 15. Cartas de los Padres Generales. 3ª Carta. Roma, 29 de octubre de 1689). 88 José RESTREPO POSADA. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá XXXVIII (1952) 96. Pero este rectorado no satisfizo en Roma. El 15 de agosto de 1693 le escribía el General de la Orden al Visitador del Nuevo Reino: “Muy mala satisfacción es la que ha dado el P. Martín de Eusa en el gobierno del seminario de seglares, pues según el sumo desgobierno que V. R. halló en todo, parece que en todo el tiempo únicamente atendió a cuidar de si mismo y descuidar de todo lo demás, sin asistir a los seminaristas ni en lo espiritual, ni en el aprovechamiento en letras, ni en lo temporal, tratándoles tan escasa e indecentemente. Hizo V. R. bien en quitarle el oficio luego que cumplió el trienio” (APT. Leg. 132. Carta del P. Tyrso Gonzalez al P. Altamirano. Roma, 15 de agosto de 1693. fol. 87). José Ortiz Morales apunta: “… y siendo Rector en el año 1692 celebró la Compañía de Jesús la canonización de San Francisco de Borja, su tercero General, y el Colegio de San Bartolomé, cooperando al suntuoso desempeño de los Reverendos Padres, dispuso dos comedias; y en la primera que se titulaba La virtud al uso, tuvimos mi hermano D. Pedro y yo papeles”. Germán MARQUÍNEZ ARGOTE. Breve Tratado del Cielo y los Astros del Maestro javeriano Mateo Mimbela (1663-1736). San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1999) 26. 89 APT. Fondo Astráin. Leg. 5. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contienen los años de 1691, 92 y 93, fol. 43. Gozó de gran reputación entre los jesuitas del Nuevo Reino. 90 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 129-132. 91 José RESTREPO POSADA. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá, XXXVIII (1952) 96. 92 Ver las presentes cartas anuas, capítulo 3º.
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El cuarto autor es el P. Francisco Daza (1647-1723). De este jesuita podríamos decir que es la continuación de Andrés de la Barrera, pues goza de las mismas prerrogativas que hemos descrito en el anterior profesor de la Universidad Javeriana y rector del Colegio Seminario de San Bartolomé de 1691 a 169593. A ellos debemos añadir otra nueva pluma: la del P. Fernando Monterde para las de 1691-1693. Con Fernando Monterde (c.1640-1698) se hacía presente la visión provinciana del Nuevo Reino, pues vivió en la ciudad venezolana de Mérida de 1668 a 1680. Después rigió los destinos del colegio de Tunja en dos oportunidades: 1681-1684 y 1689-1692. En el intermedio de esas fechas se desempeñó como secretario de la Provincia durante el provincialato del P. Juan de Santiago (1684-1688), circunstancia que le llevó a tener una percepción de las obras jesuíticas neogranadinas desde una posición privilegiada. Y para las fechas que nos interesan fue superior de la Misión de Los Llanos (16921696) y rector de la Universidad Javeriana de 1696 al 15 de abril de 1699, año en que le sorprendió la muerte en el ejercicio de su cargo94. Pero si pasamos a la Carta 12 debemos señalar al P. Sebastián de Yépez (c.1633-1711) como complemento a los cuatro escritores citados. La vida de este jesuita cartagenero se desarrolló prácticamente toda en la sabana bogotana como profesor de Gramática en la Facultad de Lenguas de la Universidad Javeriana95, pero sus enfermedades lo apartaron de la docencia y se dedicó a laborar como operario y a dirigir la Congregación de los indígenas, hasta que le sorprendió la muerte en Bogotá el 21 de enero de 171196.
93 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 240-243. 94 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 486-487. 95 ARSI. N. R. et Q. 3, fol. 224. Catálogo de 1664 y seguía en 1667 (N. R. et Q. 5, fol. 8). 96 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 339.
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• introducción
La temática En líneas generales podemos afirmar que la estructura de las cartas anuas que estudiamos se adecúa totalmente al esquema que hemos referido anteriormente pero, como es natural, la crónica de la vida diaria de cualquier institución se ve a veces invadida por hechos que rompen su cotidianidad. Mas, antes de entrar a señalar los grandes bloques temáticos que integran el contenido de las cartas, es necesario dejar constancia de la estructura interna del documento. Y de entrada aclaramos al lector que las cartas 10 y 12 son más completas y mejor estructuradas que la 11 y, en consecuencia, son mucho más ricas en su entramado discursivo. En todos los casos la información se inicia con una escueta visión del estado de la Provincia al momento de redactarse la carta, en la que se refiere el número de sujetos de la entidad y su distribución de acuerdo con cada uno de los domicilios que integraban la Provincia del Nuevo Reino de Granada97. En un segundo paso, el texto recoge casa por casa los acontecimientos que han hecho historia y son dignos de mencionarse. Se completa este recorrido con aquellas acciones que han sido más generales y que desbordan la historia local para convertirse en regional. Y concluyen siempre con las biografías de los difuntos. Pero si de la estructura pasamos a la temática podemos resaltar los siguientes bloques: en ambos textos adquieren singular relevancia las denominadas “misiones circulares” y con igual significación tanto la crónica de las misiones en la gran Orinoquia así como también los necrologios de los jesuitas fallecidos en cada período. Entre las reseñas específicas son de interés las siguientes: la peste que en 1692 invadió la ciudad de Bogotá98 y la toma de Cartagena por los franceses99. En el orden interno adquieren gran relevancia todos los pleitos que tuvo que enfrentar el Colegio Máximo de Santafé por la salida de 97 Carta N.º 11, fols. 1-2v; Carta N.º 12, fols. 1v-3v. 98 Carta N.º 11, fols. 3v-4. 99 Carta N.º 12, fols. 76-82v.
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la orden del P. Gabriel Álvarez100 y el apoyo descarado del arzobispo fray Ignacio de Urbina, que estuvo a punto de hacer quebrar económicamente a la Universidad Javeriana101. En el ámbito del mundo artístico, se debe consignar la reconstrucción de la Iglesia de San Ignacio de Bogotá y las solemnes festividades que celebró la capital neogranadina con ocasión de este acontecimiento102. Sin lugar a duda, una de las inspiraciones principales que recoge el período que estudiamos es la que se refiere a las “misiones populares”. Las “misiones circulares”, como se las designaba en el Nuevo Reino, o las “misiones populares”, como se las conocía en España, estaban diseñadas para llegar a la conciencia de los cristianos mediante la predicación de las verdades fundamentales de la religión, con el fin de ordenar la vida interna y externa de las personas y, en consecuencia, de la armonía social. Mas sería el General Claudio Aquaviva quien codificaría en una Instrucción las experiencias, hasta el punto de dejar para toda la Compañía este plan fundamental de las misiones103. En este sentido hay que subrayar que, de forma institucional, fue diseñando su propia metodología y adaptándola a cada una de las regiones donde actuaba104. Y de esta forma se fue enriqueciendo este interesante experimento social-religioso, y entre sus forjadores podemos citar a Jerónimo López105,
100 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 97-100. 101 Carta N.º 12, fols. 13-29. 102 Carta N.º 12, fols. 33v-55v. 103 Institutum Societatis Iesu. Florentiae, Ex Typographia a SS. Conceptione (1893) III, 365-368. 104 Cecilio GóMEZ RODELES. Vida del célebre misionero P. Pedro Calatayud de la Compañía de Jesús y relación de sus apostólicas empresas en los reinos de España y Portugal (16891773). Madrid, Sucesores de Rivadeneyra (1882) 499-523, donde se ofrece una visión resumida del tema aquí tratado. 105 José ESCALERA. “López, Jerónimo”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. III 2415. 38.
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• introducción
Pablo Señeri106, Antonio Baldinuci107, Tirso González108 y Pedro Calatayud109, entre otros. Y en el Nuevo Reino sería el visitador Diego Francisco Altamirano110 quien diseñaría las pautas para cumplir con esa vocación de acercamiento a las masas tanto agrarias como urbanas111. Y, en este sentido, el mapa geográfico trazado para dar cumplimiento a este mandato se resume de la siguiente manera: Vélez, Güepsa, Platanal, Chanchón, Guane, Guarigua, San Gil, Charalá, Cite, La Capilla, Suaita, Chitaraque, Villa de Leiva, Muzo, las minas de Muzo, Turmequé, Chiriví, Tibaná, Tenza, Nuestra Señora de Tenza, Sogamoso, Tota, Paipa, Tuta, Firavitoba, San Benito y Cravo. Para no seguir enumerando poblaciones, podemos afirmar que recorrieron gran parte de Cundinamarca, Boyacá, Antioquia, Tolima, Huila y poblaciones venezolanas como La Grita, Mérida, Maracaibo, Trujillo y otras. El objetivo final de la misión aspiraba a que en las poblaciones se diera una verdadera reforma de costumbres y, además, que la reforma fuera duradera. Por ello pensamos que este ministerio se convirtió en una excelente profilaxia social, efectiva para reconstruir las familias, componer matrimonios, pacificar las discordias, corregir maldades, en fin, volver a los criterios de una república auténticamente cristiana.
106 Giuseppe MELLINATO. “Segneri, Paolo (senior)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV, 3547-3548. 107 Gualberto GIACHI. “Baldinucci, Antonio”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, I, 329. 108 Isidoro PINEDO. “González de Santalla, Tirso”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II, 1644-1650. 109 Eusebio GIL. “Calatayud, Pedro Antonio de”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, I, 599-600. 110 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 83-95. 111 APQu leg. 6. Carta circular del P. Diego Francisco Altamirano. Santafé, 21 de noviembre de 1695.
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Mas para lograr estas metas, los jesuitas tuvieron no sólo que estudiar los recursos que les suministraba la psicología social, sino que paulatinamente fueron mejorando las técnicas adecuadas para garantizar el éxito. El análisis y la experiencia les indicaron cómo concatenar los sermones y las doctrinas de forma tal que el corazón humano sintiese la impotencia de resistirse a la gracia de Dios. También estaban previstos todos los movimientos de las multitudes así como los espacios idóneos para los sermones, las procesiones, los auditorios y aún las luces nocturnas. El punto de partida era la realidad moral de la población que solicitaba la predicación de la misión, pues desde ese análisis había que atacar directamente los elementos que constituían la raíz de la inmoralidad de las acciones individuales y sociales. El anuncio del acontecimiento llamado “misión” revestía una gran solemnidad y se hacía en las diversas iglesias de la ciudad. Llegada la fecha anunciada, se procuraba vincular y comprometer a las principales personalidades presentes en la urbe. La “misión” se iniciaba por la noche con la procesión del acto de contrición. El Cristo que la presidía era llevado por alguna persona principal de la localidad. Mientras caminaban repetían en silencio algunos dogmas de nuestra fe y también “en saetillas hacían tres o cuatro actos de contrición”, y luego el flujo humano regresaba a la iglesia de donde había salido y con un sermón se ponía fin a la apertura. El ritmo de los días siguientes consistía en una serie bien escalonada de sermones a los que precedían siempre unas pláticas de doctrina en las que se insistía en los modos de una buena confesión. Tras el último sermón del día seguían las confesiones hasta bien entrada la noche, pues como dice el cronista para que “no se entibiase con la dilación el buen deseo”112. Generalmente, la misión duraba ocho días y dentro de la concepción religiosa de entonces el arrepentimiento se mostraba de forma pública y con procesiones de penitencia para grabar individual y colectivamente el desarreglo en la conciencia entre el ideal y la vida real de cada uno. 112 Véase: APT. Fondo Astráin. Leg. 5, fols. 12, 12v y 18. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contienen los años de 1691, 92 y 93. 40.
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• introducción
Desde otro punto de vista, debemos reconocer que nos encontramos ante una predicación eminentemente pedagógica, encaminada a penetrar en las masas, y por ello se entremezclan el sentido discursivo de la plática con jaculatorias y saetas113, porque su objetivo consistía en llegar a los oyentes e incluso en transformarlos como interlocutores de ese discurso espiritual que maneja el predicador. La forma predominante en estos textos, cumplida más como principio que como aplicación rigurosa de ejecución, es la del romance. Como es sabido, los cantares de gesta estaban versificados en segmentos asonantes de dieciséis sílabas que, en su aspecto romanesco, pasaron a constituir versos octosílabos. Sin excepción, los versos revisados se acoplan a estos patrones, produciendo grupos asistemáticos de cuartetas y tercetos. Temáticamente, claro está, los tópicos desarrollados por estas poesías se distancian de la simiente propia del romance (leyendas de amor, el amor cortés, gestas caballerescas, etc.). Otro elemento que se debe destacar en el conjunto de estos textos, es la variación métrica que exhiben como patrón estructural. Se trata de un deliberado conjunto de opciones métricas que adquiere entidad en la medida en que combina distintos tipos de estrofas (quintetos, quintillas, cuartetos, tercetos y dísticos), fenómeno propio de las líricas medievales, barrocas y románticas114. El núcleo conceptual de los sermones era similar en todos los predicadores; lo que variaba era la aplicación concreta a cada auditorio. Así, el esquema del P. Señeri era: 1. Correspondencia al llamamiento divino. 2. Dignidad del alma. 3. Enemistad con Dios que se contrae con el pecado mortal.
113 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de autoridades. Madrid, Editorial Gredos (1969) III, 16. Edición facsimilar de Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modo de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Madrid, en la Imprenta de la Real Academia Española, 1732: “Saeta: Por alusión se toma por el objeto que hace impresión en el ánimo, como hiriendo en él”. 114 José DEL REY FAJARDO y Luz María CABARCAS SANTOYA. El archivo espiritual del maestro javeriano Francisco Javier Trías. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2008) 38-39.
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4. Contra el pecado de la carne. 5. Perdón de los enemigos. 6. Infierno. 7. Consecuencias del abuso de la misericordia divina. 8. Perseverancia115. Para las poblaciones colombo-venezolanas tenemos el testimonio del P. Francisco Javier Trías que nos habla claramente del diseño en el que se desarrollaban las “misiones populares”116; así lo confirman las pláticas sobre la peligrosidad del pecado mortal117, sobre el no dilatar el sacramento de la penitencia118, a las que se unen las referidas al acto de contrición119, para concluir con un horizonte de optimismo como es la importancia de mirar al cielo120. Y desde un punto de vista de pedagogía popular, enriquece estos apuntes con interesantes jaculatorias que tienen su impacto en las prédicas callejeras121. Ciertamente, constituyen un mundo sugerente para el investigador social que busca el penetrar en las mentalidades de la época.
115 Cecilio GÓMEZ RODELES. Vida del célebre misionero P. Pedro Calatayud de la Compañía de Jesús y relación de sus apostólicas empresas en los reinos de España y Portugal (16891773), 511. 116 Francisco Javier TRÍAS. Libro de Noviciado. Expectaculo del santo cristo (fols. 1022). Expectaculo del alma condenada (fol. 22-32). En: José DEL REY FAJARDO y Luz María CABARCAS SANTOYA. El archivo espiritual del maestro javeriano Francisco Javier Trías. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2008), 81-263. 117 Francisco Javier TRÍAS. Libro de Noviciado. Platica del peccado mortal (fols. 299312). En: loc. cit. 118 Francisco Javier TRÍAS. Libro de Noviciado. Platica de no dilatar la penitencia (fols. 208-299). En: loc. cit. 119 Francisco Javier TRÍAS. Libro de Noviciado. De actos de contricion (fols. 150-191). En: loc. cit. 120 Francisco Javier TRÍAS. Libro de Noviciado. Platica del camino del cielo (fols. 313328). En: loc. cit. 121 Francisco Javier TRÍAS. Libro de Noviciado. Xaculatorias (fols. 192-207). En: loc. cit.
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• introducción
Los géneros literarios Fundamentalmente, pensamos que se pueden señalar dos grandes géneros literarios como parte del texto de las Cartas anuas: la crónica y la literatura devota, y más exactamente la literatura de “edificación”122 que constituía una especie de divulgación popular de la devota. Todos los relatos históricos pertenecen al género cronical, y es evidente esta afirmación, pues el fin primordial de estos documentos es informar de lo sucedido en los tres últimos años y, por ende, es imposible pensar en una metaestructura que filosofe sobre la simple narración de los hechos. Los largos capítulos que le dedican a las “misiones entre gentiles” han pasado casi en su totalidad a las historias oficiales posteriores de Juan Rivero123 y Joseph Cassani124. Sin embargo, en lo que podríamos designar como “crónica funeraria” (cartas necrológicas) se pierde en parte el sentido de crónica para adoptar el de la literatura “edificante” , cuya lectura se torna empalagosa para el lector moderno; es más interesante para el investigador que analiza las formas de pensamiento de una sociedad local barroca125.
122 El Diccionario de autoridades especifica el sentido de “edificar”: “Metafóricamente vale dar buen ejemplo, componer y ordenar la vida y costumbres de otros con su buena y ejemplar vida y costumbres cristianas”. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modo de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Madrid, en la Imprenta de la Real Academia Española, (1732) III. Utilizamos la edición facsimilar. Madrid, Editorial Gredos (1969) II, 369. 123 Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 283-338. 124 Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey Fajardo, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) 262-295. 125 Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 334-398. Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañia de Jesus del Nuevo Reyno de Granada en la America, Descripción, y Relacion exacta de sus gloriosas Missiones en el Reyno, Llanos, Meta, y Rio Orinoco, 43.
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Pero si dejamos de lado la pulcra y preciosista descripción de la iglesia de San Ignacio de Bogotá y el proceso seguido por el P. Gabriel Álvarez en su divorcio con la Compañía de Jesús, el resto del texto lo absorbe la literatura piadosa que podríamos visualizarla como todo lo que significa la predicación, la praxis de las virtudes y las interpretaciones sobre los fenómenos paranaturales. La literatura devota inundó los mercados del libro a lo largo del siglo xvii. Se debe entender en su propio contexto126. Reconocemos que su lectura no es fácil para el lector moderno, porque sus valores se distancian mucho de los actuales. Pero esos textos piadosos eran leídos con reverencia porque llegaban al alma y, como es natural, no es lo mismo el de los grandes maestros de la vida espiritual que los devocionarios o biografías de santos que constituían el placer del hombre del barroco. Para poder comprender este género literario dentro de la Compañía de Jesús, hay que remontarse al concepto que desarrolló Michel de Certeau: el “humanismo devoto”, que en definitiva es el producto de una técnica: la retórica127, pues la convirtieron en la “ciencia del ornato”. Su objetivo se centraba en producir “efectos de estilo” que intentaban producir Almas, y Terreno, que han conquistado sus Missioneros para Dios, Aumento de la Christiandad, y Extension de los dominios de su Mag. Catholica. Su autor el Padre Jospeh Cassani, Religioso de la misma Compañía. Que la dedica, y ofrece a los Reverendos Padres, y Hermanos de la misma Provincia del Nuevo Reyno. Con Licencia. En Madrid: en la Imprenta, y Libreria de Manuel Fernandez, frente de la Cruz de Puerta Cerrada. Año de M.DCC.XLI. Todo el segundo libro está dedicado a lo que se denominaba “Varones ilustres”. 126 Véase: Fermín de los REYES GÓMEZ. El libro en España y América. Legislación y censura (Siglos xv-xviii). Madrid, Arco-Libros (2000) 2 vols. Y para el caso concreto del Perú: Pedro M. GUIBOVICH PÉREZ. Censura, libros e inquisición en el Perú colonial, 1570-1754. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Universidad de Sevilla y Diputación de Sevilla (2003). León Carlos ÁLVAREZ SANTALÓ. Así en la letra como en el cielo. Libro e imaginario religioso en la España moderna. Madrid, Abada Editores (2012). 127 Michel de CERTeAU. “Le 17e. siècle français”. En: André DERVILLE. “Jésuites”. En: Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, doctrine et histoire. París, Beauchesne (1974) VIII, 996-997.
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“sentimientos” (amor, reverencia, etc.) y “acciones” (adhesión, prácticas religiosas…) en los destinatarios. En otras palabras, se trataba de una técnica de la persuasión128. La vitalidad del humanismo devoto creó toda una producción escrita que podríamos denominar como la “literatura piadosa” y debemos confesar que fue de “una abundancia desconcertante”129. En el Nuevo Reino de Granada la figura más representativa de esta corriente ascética es el P. Pedro de Mercado y para poder tener una idea de la riqueza de esa inspiración religiosa, nos reduciremos a una breve referencia a su libro: El cristiano virtuoso130, redactado en la capital boyacense. Por el estudio de sus adjetivos podemos llegar a vislumbrar el contenido. El autor se siente estrecho en el castellano y tentado por el latín, como finamente observa Rodríguez Castelo. Y así, al catalogar los rasgos del cristiano ideal, nos lega los siguientes epítetos: además de “ubiquista”, “esperante” y “silenciario”, deberá ser meditativo, contemplativo, despreciador del mundo, puro de corazón, abnegado, confiado en Dios, caritativo, celoso, espiritual, alegre, gozoso, misericordioso, benéfico, pacífico, prudente, discreto, dócil, circunspecto, solícito, diligente, fervoroso, justo, penitente, piadoso, observante, obediente, agradecido, verídico, sencillo en su proceder, afable, liberal, fuerte, magnánimo, magnífico, paciente, longánime, perseverante, manso, clemente, templado, abstinente, sabio, casto, púdico, pobre de espíritu, entretenido, estudioso y humilde131. 128 Michel de CERTeAU. “Le 17e. siècle français”, 997. 129 José de GUIBERT. La espiritualidad de la Compañía de Jesús. Santander, Editorial Sal Terrae (1955), 223. 130 Pedro de MERCADO. El cristiano Virtuoso. Con los actos de todas las virtudes que se hallan en la santidad. Por el Padre Pedro de Mercado de la Compañía de Jesús, Rector del colegio de Tunja, que lo dedica a su fundador y patrón el Señor Licenciado D. Sebastián Merchán de Velasco y Monsalve, Cura Beneficiado de Oicatá (Viñeta) con Privilegio. En Madrid: por Joseph Fernández de Buendía. A costa de Lorenzo Ibarra, Mercader de libros; en la calle de Toledo. En 16º, 215 folios (la fe de erratas está fechada en Madrid, octubre de 1673). 131 Hernán RODRÍGUEZ CASTELO. Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo xvii. Quito. Edición del Banco Central del Ecuador (1980) 217.
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En el caso concreto de las “misiones circulares”, remitimos al lector para lo relativo al estilo oratorio utilizado a la obra de Félix Herrero Salgado132.
La literatura curiosa Más allá de la insistencia de las cartas anuas en “edificar” a los lectores jesuitas, también debemos hacer alusión a un nuevo elemento como es lo “curioso”. Y así surge una sección que recoge narraciones vinculadas a la cultura popular y, por ende, coexisten el mito y las creencias a él vinculadas porque fructifican en medio de sociedades agrícolas y en general incultas en las cuales la intervención de los santos y los milagros constituían la solución feliz a los problemas del alma y también del cuerpo. Así se explican, como veremos a lo largo del texto, la novena a S. Francisco Javier con relación a los poderes idolátricos, o el “agua de San Ignacio” para curar determinadas enfermedades; o las penitencias de S. Francisco de Borja en orden a la humildad frente al vano honor de este mundo. Sin embargo, más allá del estilo cansón, devoto y milagrero de estas lecturas, el estudioso de la realidad social podrá asomarse a las tragedias de las sociedades neogranadinas a través de las enfermedades individuales, familiares y colectivas que eran habituales en el tejido social de las ciudades así como también a las dolencias del alma. Pero también debemos destacar un apartado que recoge los problemas metanaturales o preternaturales en el que entran en escena una gran variedad de demonios que no sólo discuten con los jesuitas temas teológicos, sino que además ejercen su influencia sobre los seres humanos a los que torturan y atormentan mediante la posesión diabólica. Y en verdad, desde el punto de vista de la historia de la espiritualidad, es bien sabido que, después de la Vita Antonii de S. Atanasio de Alejandría133, todo el monacato egipcio atribuía a cada uno de los ocho 132 Félix HERRERO SALGADO. La oratoria en los siglos xvi y xvii. La predicación de la Compañía de Jesús. Madrid, Fundación Universitaria Española (2001) 378-439. 133 Atanasio de ALEJANDRÍA. Vida de San Antonio. Introducción, traducción y notas por los monjes de isla Liquiña (Chile). En: Cuadernos Monásticos. Revista trimes46.
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pecados capitales (en Occidente son siete porque no tenemos en cuenta la acedia) una jerarquía de demonios dotados de armas específicas (los logismoí) y sumamente especializados. La Iglesia, por su parte, ha retenido la cuestión de los pecados capitales pero ha dejado caer en el olvido la demonología adyacente. De entrada queremos dejar sentado que esta temática desborda los límites de esta introducción, pero sin embargo señalaremos los estudios que pueden ayudar a su mejor comprensión. En este ilimitado terreno de lo preternatural134 se pueden dar fenómenos reales como las visiones y las revelaciones135 y las apariciones136. En otro plano distinto se pueden ubicar: la brujería137 y la piachería138, que indiscutiblemente están íntimamente relacionados con la demonología139. Como es natural, amén de las posesiones diabólicas se erigen los trastornos psiquiáticos e incluso las pseudoposesiones diabólicas. tral de espiritualidad monástica de la Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur, año 10, número 33-34 (1975) 171-234. 134 Fabián Alejandro CAMPAGNE. Homo catholicus. Homo superstitiosus. El discurso antisupersticioso en la España de los siglos xv a xviii. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Miño y Dávila Editores (2002). 135 Ermanno ANCILLI. “Visiones y revelaciones”. En: Ermanno ANCILLI (Edit.) Diccionario de espiritualidad. Barcelona, Herder (1987) III, 608-612. 136 Juan GUITÉRREZ GONZÁLEZ. “Las apariciones marianas en la vida de la Iglesia en y en la vida del Cristiano”. En: SOCIEDAD MARIOLÓGICA ESPAÑOLA. Apariciones marianas en España. Entre la fe, la historia y la teología. Salamanca, Sociedad Mariológica Española, vol. LXXV (2009) 417-438. 137 Julio CARO BAROJA. Las brujas y su mundo. Madrid, Alianza Editorial (2006). 138 Ariel José JAMES y David Andrés JIMÉNEZ (Coords.). Chamanismo. El otro hombre, la otra selva, el otro mundo. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (2004). 139 René LAURENTIN. El demonio ¿símbolo o realidad? Bilbao, Desclée de Brouver (1998). Es interesante también: Alejandro MARTÍNEZ SIERRA. Antropología teológica fundamental. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (2002) 143-224. 47.
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En síntesis, en este complejo mundo Jean-Claude Larchet distingue las siguientes categorías: la primera sería la referida a los trastornos mentales, que son enfermedades en sentido estricto, es decir, con causa orgánica. La segunda sería la causa diabólica que el autor defiende contra la impugnación moderna. Y la tercera sería la espiritual, que son los vicios y que correspondería a la mayor parte de las neurosis de la psicopatología actual140. Esta serie de cartas anuas que presentamos hoy al público ofrecerá para los estudiosos interesantes problemas sociales y humanos que es necesario estudiar. Antes de concluir queremos dejar nuestro expreso testimonio de gratitud al Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J. por su cordial colaboración en la elaboración de este primer tomo de Cartas Anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada y así deseamos manifestarla a la subdirectora Alma Nohra Miranda y al joven historiador Sergio Méndez por su eficaz empeño en la elaboración de muchas notas de pie de página. De igual forma, agradecemos al historiador catalán Ignacio Vila por sus puntuales observaciones. Finalmente, no podía faltar nuestra secretaria Marleni Lozano, tan puntual como eficiente transcriptora del texto que hoy presentamos.
Caracas-Bogotá, 1.º de mayo de 2013 Los editores •
140 Jean-Claude LARCHET. Las enfermedades mentales según los Padres de la Iglesia. Madrid, Fundación San Pablo (2009).
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Comentarios acerca de las realizaciones de los Padres de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año 1684 hasta el año 1690 1 §1 SE DA NOTICIA EN GENERAL DE LA PARTE DE LA PROVINCIA QUE LLEVA EL NOMBRE DE SANTA FE [36r-38v] [36r] [Objeto y motivación de la carta] Toda la Provincia del Nuevo Reino de Granada está dividida como en dos partes: la primera toma el nombre de la ciudad de Santa Fe; a la otra el nombre se lo da el Colegio de Quito. Como todo lo que ha sido digno de anotarse en esta última ha sido labor de otro el narrarlo en orden y separando lo que le es propio, nos dedicamos a lo que en aquella ha sucedido o es digno de tenerse en cuenta. En verdad, si se analiza cada acontecimiento en su 1 ARSI. N. R. et Q. 13-I, fols. 36-103. Texto original latino: Commentarii eorum quae gesta sunt a Patribus Societatis Jesu Provinciae Novi Regni Granatensis ab anno sexcentesimo octogesimo quarto ad annum millesimum sexcentesimum nonagesimum [Traducción de Alberto Gutiérrez].
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momento, dada su importancia, merecería, parece, que se deban consignar todos. En efecto, se cree que, desde el año 143 después del 1500 [1643], no se han enviado a Roma informes de esta Provincia por lo que muchas cosas que convenía conservar para la memoria de la posteridad, quedaban condenadas al olvido o al desconocimiento2. En efecto, la última carta enviada para la posteridad fue la anua del Padre Sebastián Hazañero que en ese tiempo regía [todas] las Provincias. A todos se les daba noticia de lo acaecido entre el año 38º [1638] hasta el 43º [1643]3. Del resto del tiempo que va entre el 43º y el 90º [1690], en el que estamos actualmente, tenemos que lamentar que no tenemos ninguna carta anua ni se ha escrito [mandado a imprenta] ningún testimonio de esos años. No me meto a averiguar sobre lo mucho que nuestros Padres que tenían el gobierno de toda la Provincia o de cada casa recibieron de quienes en ese tiempo tenían el gobierno de toda la Compañía. [36v] Pero es necesario que por lo menos tuvieran la intención de informar a los Generales sobre aquellas cosas que fueran de uso corriente en lo tocante a la recta administración de esta Provincia. Sin embargo, esos informes son tan breves, incompletos e indigestos que no sirven para suministrar material histórico confiable. Esto ayuda a comprender la situación y a echarle la culpa a la negligencia de quienes debieron enviar sus muy cuidadosas relaciones escritas a Roma. Aunque, por otra parte, no es motivo exagerado de admiración el ver que toda la Provincia aplica su vigor y todos sus trabajos y empeños para que los infieles, que mueren en la ignorancia de las cosas divinas, llevados por el demonio a religiones nefandas, sean introducidos en los sagrados misterios 2 Desde esa fecha se escribieron la siguientes cartas: Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Prouincia del Nueuo Reyno y Quito a A. M. R. P. General de la Compañía de Jesus [Goswino Nickel]. Santafé, 13 de octubre de 1652. ARSI. N. R. et Q. 12. Y Relación Annua de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año de 1655 hasta el de 1660. Santafé, 20 de febrero de 1660. APT. Fondo Astráin, leg. 4. 3 Sebastián HAZAÑERO. Letras anuas de la Compañía de Jesus de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año de mil y seyscientos y treinta y ocho hasta el año de mil y seys cientos quarenta y tres. Publicada en Zaragoza año de 1645.
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y sean purificados por el santo bautismo; y para que los fieles, que han manchado el nombre de cristiano con pecados graves, sean conducidos a una vida honesta. Porque resulta evidente que todo esto no es conocido por los compañeros del mundo entero por una vía distinta a la consignación de los hechos en el registro de las Provincias de la Compañía. [Solución del problema por la ausencia de informes] En parte, sin embargo, explica las quejas anteriores el hecho de que el Padre Juan Martínez Rubio, promovido al mando de toda la Provincia por Nuestro Padre General el 1.º de julio del año octogésimo primero después de 1600 [1680], empezó a fungir como Provincial4. Cuando él se dio cuenta de que había una falta por negligencia ya que, por 38 años, no se había escrito nada, se dedicó con toda fortaleza, diligencia y eficacia a sacar de las tinieblas del silencio y del olvido todos los hechos esforzados y los padecimientos de los nuestros que estaban sepultados para que, salidos a la luz pública, se tuviera noticia de ellos. Se enteró, al considerar el cálculo numérico [de la Provincia], que lo escrito por nuestros Padres a este propósito no había sido comunicado a los miembros de las otras Provincias ya que se echaban de menos los documentos de donde se debían extraer los datos, hasta el punto de que la Provincia era desconocida para si misma. Y esto porque, aunque existe memoria, tanto de la actividad de las casas y de las misiones emprendidas en las cuales nuestros Padres se han empeñado estrenuamente, como de los varones ilustres que en esas regiones han llevado una vida virtuosa o han consagrado a la religión sus sudores y su sangre, sin embargo todo quedaba cubierto por la sombra del archivo. Los resultados responden francamente a la diligencia. [37r] Seleccionados, por tanto, los acontecimientos notables del pasado y comenzando por aquella tempestad con que los nuestros que vinieron a es-
4 Juan Martínez Rubio (La Roda [Albacete], c. 1627-Tunja, 3 de septiembre de 1709). Ingresó en la Compañía el 19 de marzo de 1647. Atravesó el Atlántico en la expedición del 16 de septiembre de 1658. Ocupó los más altos cargos tanto en la zona de Quito como en la del Nuevo Reino. Su primer provincialato se extiende de 1681 a 1684. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 426-430.
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tas regiones se encontraron por múltiples circunstancias, parece que habría que decir que no caben dentro de los límites de una carta pues necesitarían una prolija historia. La Provincia se la encomendó al Padre Pedro Mercado, el cual, una vez recibió los documentos de manos del Padre Rubio y con el conocimiento que como súbdito y como superior de obras y comunidades había adquirido, en breve tiempo escribió una historia completa en todos los aspectos. Esta fue enviada a Europa para que fuera editada; por ahora solo algunos la conocen, sin que se sepa nada más del asunto. Sin embargo, esperamos que pronto saldrá a la luz y estará en manos de los compañeros5. Por esta razón juzgamos inútil repetir el trabajo y llegamos a la decisión de presentar en estos comentarios solamente lo que va del año 84 (porque toca ligeramente la historia de Mercado) hasta el año 90. Y, como ya lo dijimos al inicio, solo trataremos lo que pertenece a la parte de la Provincia que toma el nombre de Santa Fe. Lo anterior porque la Provincia del Nuevo Reino, aunque todavía no está dividida en dos (lo que muchos han deseado)6, sin embargo el Padre Diego Altamirano7 las ha recorrido ambas y, una y otra, se dicen de la Provincia. [Personal y obras de la provincia] Comencemos entonces por las personas. En esta parte de la Provincia se cuentan 109 miembros: de ellos, 57 son sacerdotes, estudiantes 23 y 5 Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) 4 vols. Para la historia de este manuscrito, véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo I: Las fuentes. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2006) 247-269. 6 En 1611 el General Claudio Aquaviva aprobaba la Provincia del Nuevo Reino y Quito y así permanecería hasta el año 1696 en que ambas se dividieron. Véanse: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Editorial San Juan Eudes (1959) I, 149 y José JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana (1941) I, 113 y ss. Para la división: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 228-234. José JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774, I, 299-305. 7 Diego Francisco Altamirano (Madrid, 26 de octubre de 1623-Lima 12 de diciembre de 1715). Ingresó en la Compañía de Jesús el 27 de marzo de 1642. Desempeñó los más altos cargos en la Provincia del Paraguay, Visitador de la Provincia del Nuevo Reino, Visitador de la Provincia del Perú. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 83-95.
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coadjutores 30. Los novicios son 12, en total. De estos, la gran mayoría vive en el Colegio de Santa Fe que es la metrópoli de todo el Nuevo Reino de Granada; los demás se distribuyen, según las necesidades de cada obra, en los otros Colegios, Casas y Residencias; la Provincia tiene 7 Colegios, una casa de Probación, un Seminario, en el cual convictores y alumnos son educados en ciencia y virtud; al mismo tiempo, 5 Residencias (entre las cuales no contamos la de la isla de Santo Domingo que va a ser dejada por los nuestros). En estas Residencias hay sacerdotes de nuestra Compañía que desempeñan el oficio de curión (predicador) a quienes corresponde el oficio de purificar a los niños con el agua lustral, [37v] , enseñar el catecismo a los rudos cada semana, oír las confesiones, distribuir la comunión al pueblo, atraer a los extraviados al recto camino de la salvación y proporcionar a los demás lo que es esencial para una verdadera vida cristiana. En todos estos ministerios apenas se puede decir cuánto trabajo realizan, cuánto tienen que padecer de parte de los indígenas y con cuántas angustias económicas se encuentran. Sin embargo, todo esto lo reciben con ánimo dispuesto y con la esperanza de que aquellos a quienes procuran la salvación, van a conseguir una vida beata y plenamente feliz. [Colegio de Honda] Además de esto, al Colegio de Honda le ha sido agregada la Parroquia de la misma población, una parte de cuyos habitantes son españoles, otra de nacidos de padres, uno español y uno indio (aquí llamados comúnmente mestizos) o de padre español o indio y madre negra [etíope] (a quienes se les llama mulatos); finalmente, otra que tiene su origen etíope, pero ha recibido la libertad de sus amos. El mismo Colegio mantiene continuamente por lo menos tres sacerdotes, de los cuales uno tiene el título de párroco que le da el Sr. Arzobispo. De esto hablaremos más largo en otro lugar. [Colegio de Santa Fe] En el Colegio Máximo de Santa Fe se imparte públicamente la enseñanza de filosofía y teología. En él se ha erigido la Academia en la cual, según los privilegios concedidos a la Compañía por los Sumos Pontífices se confieren los grados de maestro y de doctor a quienes siguen nuestros cursos y presentan los exámenes de ingenio y aplicación; a quienes han sido 57.
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promovidos a tales grados, se les reconocen los honores e inmunidades que las demás Universidades han solido conferir8. En todos los Colegios de la Provincia los muchachos son introducidos en los preceptos de la gramática9. Pero, en el Colegio de Santa Fe se han establecido dos Gimnasios: en el primero, se enseña la preceptiva a los estudiantes de segundo grado; en el otro, a los de primer grado10. Para los profesores no hay nada más importante que lograr que los adolescentes se dediquen con suma diligencia tanto a la ciencia como a la piedad; tienen como propósito firme el formar hombres que sean ornamento de la Patria y consuelo de sus padres. [38r] Hay en tres Colegios maestros para enseñar a los alumnos a leer y a tomar correctamente notas; y, como no se exige por ello ningún estipendio (como es la costumbre de la Compañía), su pago es el progreso de aquellos en la virtud y en las bellas artes. Apenas es posible llevar la cuenta de los que acuden para dedicarse con asiduidad a tal aprendizaje; los que lo han recibido, pasan luego a la gramática y luego a los cursos de filosofía y de Teología. Además de lo mencionado hasta aquí, los nuestros se dedican también a otras obras pías y su intención siempre la tienen puesta en los bienes futuros para consolar a los que viven en angustias, sean ellos españoles o indígenas o mestizos o esclavos, porque a todos sirven con el mismo amor, y para que aprovechen la doctrina cristiana. Por esta causa, en nuestros colegios se suelen tener diversas capillas dignas de verse, en las cuales se congregan varios géneros de nativos del país: en unas se congregan las personas de linaje noble; otras están destinadas a los trabajadores, otras a los esclavos. A estas reuniones acuden, ya para saludar a Dios o hacerlo propicio con oraciones prolongadas; en determinados tiempos para lavar el alma, por medio de la
8 José DEL REY FAJARDO. Los precursores de la ‘Sociedad del conocimiento’ en la Javeriana colonial. Bogotá, Editorial El Búho (2010). 9 José DEL REY FAJARDO. La enseñanza de las humanidades en los colegios jesuíticos neogranadinos (1604-1767). Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2005). 10 José DEL REY FAJARDO. La Facultad de Lenguas de la Universidad Javeriana colonial y la República de las Letras neograndinas. Bogotá, Editorial El Búho (2010).
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
confesión, de las inmundicias contraídas y renovar las fuerzas por medio de la sagrada comunión; ya también para escuchar al director de la Congregación que les habla desde el púlpito. Y en verdad, muchísimas veces el fruto deseado responde al trabajo realizado. Lo dicho hasta aquí es común para todos los Colegios. A eso común, cada Colegio añade lo propio de acuerdo con la propia característica. Para poner un ejemplo del trabajo de nuestros operarios que trabajan en ciudades que son puertos, de los hechos se deduce que, cuando llegan allí extranjeros, los nuestros salen del templo y acuden a ayudar con celo y caridad a los enfermos y a estos y los sanos los exhortan para que, confesados los pecados, se fortalezcan con el pan celestial. Así mismo, polemizan con los herejes, moros y judíos que vienen con frecuencia en calidad de cautivos; cuando se declaran vencidos, o los reconcilian con la Iglesia o los orientan hacia el bautismo instruyéndolos antes en la ciencia divina. Según el parecer común no cosechamos tan ubérrimos frutos ni en los xenodoquios [hospitales] a los cuales acudimos, ni con los sermones que hacemos en momentos difíciles por las plazas públicas, ni con el catecismo a los niños, que los que conocemos de las sagradas misiones, las cuales, por ese motivo, se han incrementado no hace muchos años. Aseguran que con este motivo muchos que se habían dejado llevar de sus voluptuosidades o de sus malos hábitos y se hallaban ligados al yugo perverso, se habían visto libres de la inicua posesión diabólica. [38v] Este fruto ha atraído hacia los nuestros una grande veneración porque la gente ve que ellos se preocupan más por la salud de las almas que de la propia comodidad lo cual, sin ninguna remuneración a sus muchos trabajos y angustias, les produce una gran felicidad. En todas las ciudades, pueblos y parroquias se hace abundante fruto de lo cual se ha derivado un tan grande amor del pueblo que, al fin de la misión, brotándole las lágrimas y a veces con llanto copioso, despiden a quienes llaman los padres de sus almas. Luego se hacen insistentes peticiones al Padre Provincial por parte de cada pueblo con el fin de poder tener Colegio asistido por los nuestros, a lo cual siempre respondemos que ello no es posible por la escasez de personal.
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§ II SE REFIERE EN PARTICULAR LO QUE ES DE CADA COLEGIO [38v-44v] En el parágrafo anterior narramos lo que se refiere, en general, a todos los Colegios y a todas las personas que trabajan en ellos. En el presente hacemos mención de cada uno de ellos, y pensamos que vamos a hacer algo muy importante ya que no todo se puede aplicar a cada Colegio ya que no tienen el mismo número de personas ni pueden ejercer los mismos ministerios. Sin embargo, puesto como fin de todas las obras la mayor gloria de Dios al cual tienden todas ellas, cada una lo busca por sus propios medios según la índole de las regiones y de sus habitantes y según las necesidades y posibilidades. En este orden de ideas, presentamos el dato básico de los sujetos que viven en cada Colegio; cuáles son sus cuentas, cuáles sus gastos, los cargos que desempeñan y lo demás que parezca pertinente. [El colegio de Santa Fe] Empecemos por el Colegio principal11: el Colegio de Santa Fe, que es el máximo de toda la Provincia. Alberga 47 sujetos: de los cuales 22 sacerdotes, en proceso de formación 9 y los hermanos coadjutores son 16. Entre los coadjutores hay 6 que viven fuera del reducto del Colegio dedicados a dirigir la administración de las posesiones rurales. Parece que este Colegio tiene un patrimonio abundante si se consideran solo los predios; pero si se analizan sus réditos, se ve que son muy escasos debido a que se han sucedido frecuentes infortunios en el tiempo anterior al de esta narración y han dejado al Colegio sumido en la estrechez, sumándose a los malos tiempos el hecho de que cada año son gravados con censos de no pequeña cuantía. [39r] Hace poco se tuvo una buena cosecha de lo cual se siguió que, aunque las fincas produjeron abundante grano y todo lo referente a la alimentación, sin embargo, ha debido venderse a menor precio no fuera que otros nos quitaran los compradores y, quedando sin negociantes, dejáramos que se dañase lo almacenado en los graneros. 11 José DEL REY FAJARDO. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, CEJA (2002).
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[El caso desgraciado del Padre Gabriel Álvarez] Un más fuerte dardo fue lanzado contra el Colegio y abrió viejas cicatrices con nuevas heridas el Padre Gabriel Álvarez12, el cual cuando dio su nombre a la Compañía hace 23 años y hace 4 años hizo el cuarto voto [la profesión solemne]; sin embargo, habiendo recorrido en la Compañía con malos pasos, al fin alegó, con falsos argumentos, que sus votos habían sido nulos. Fue consciente del voto. El Arzobispo que regía por entonces esta Iglesia declaró la profesión nula e írrita. El dicho Padre, colocándose al margen del instituto de la Compañía, reclamó del Colegio lo que le había donado. El veredicto nos fue adverso por lo que fuimos obligados a pagarle veinticinco mil quinientos pesos ($25.500). Esto ha acarreado el aumento de las deudas y nos encontramos en el aire por causa tan desfavorable. En su lugar, escribiremos más sobre este tema y ampliaremos más profusamente los argumentos. [El templo de San Ignacio] El templo de este Colegio aun no se ha terminado y solamente se ha techado el pronao (la parte de la entrada); falta todavía todo lo que pertenece a la capilla principal: hace 12 años se echaron los cimientos de esta capilla y en todo este tiempo solo se ha podido llevar a término el techo de la bóveda; todo lo demás está por terminar. El trabajo es eterno si se tiene en cuenta la solidez de las paredes; ciertamente admirable si se somete a juicio la estructura, acomodada a todas las leyes de la simetría. Y ciertamente una tal obra parecía demandar un tal pronao que por cierto no solo puede compararse con las edificaciones de las Indias, sino también, y con sobrado mérito, con las de Europa. Por esa causa no se ha podido poner punto final a la obra ya que nos ha faltado el dinero; un tan enorme edificio y de tal calidad ha ido saliendo a la luz, más con las limosnas que nos han dado donantes piadosos que con los dineros del Colegio. Poco después de esta etapa todas las paredes del pronao se han revestido de cuadros que representan a los fundadores de las Órdenes religiosas, tanto mendicantes como monacales, que no poco han adornado todo el templo. De manera semejante, todas las áreas del pór12 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 97-100.
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tico en las paredes exhiben cuadros de mayor dimensión en los cuales se exhiben hechos destacados de la vida de San Ignacio. A la lado de las anteriores otras pinturas más pequeñas que representan retratos de personas ilustres de nuestra Compañía, de algunos que murieron en esta Provincia o fueron ornamento de otras13. [39v] [Educación impartida: gimnasio] En este Colegio hay dos sujetos que enseñan a los muchachos los principios de la gramática; presentan públicamente el arte de la oratoria14, interpretan a Aristóteles15 y leen Teología, tanto escolástica como moral16: en estas enseñanzas se ocupan seis de tiempo completo para beneficio de los asistentes, utilidad de la República y gloria de nuestra Compañía. Uno de nuestros hermanos coadjutores temporales enseña a los niños a leer, escribir, trazar los signos aritméticos, sumar y todo el artificio de los números. Además de lo anterior está el catecismo y la enseñanza de las oraciones con las cuales se satisface a Dios cuando se le ha ofendido o se busca la protección divina, para que, nutridos con todo ello sean miembros útiles de la República. [Los grados de la Academia] Además de lo anterior, nuestros Gimnasios están dotados de la Academia, la cual (como ya dijimos) tiene privilegios semejantes a los de las Universidades. Los que son instruidos por los nuestros, si recibieron los votos positivos de su aprovechamiento, presentan un examen de dos horas con voto positivo, reciben la laurea de Maestro y de Doctor. En la colación 13 Véase: Patricia RENTERÍA SALAZAR. Arquitectura en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá. Modelos, influjos, artífices. Bogotá, CEJA (2001). 14 José DEL REY FAJARDO. La “Facultad de Lenguas” en la Javeriana colonial y sus profesores. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana. Archivo Histórico Javeriano (2004). 15 José DEL REY FAJARDO y Germán MARQUÍNEZ ARGOTE. La enseñanza de la Filosofía en la Universidad Javeriana colonial (1623-1767). Bogotá, Editorial Pontifica Universidad Javeriana (2010). 16 José DEL REY FAJARDO. Los precursores de la ‘Sociedad del conocimiento’ en la Javeriana colonial. Bogotá, Editorial El Búho (2010).
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de tales grados se procede con extraordinario aparato: todos los Maestros y Doctores con sus respectivas insignias engalanan el teatro; de primeros los canónigos de la Iglesia catedral ya que casi todos recibieron su grado en nuestra Academia17. No ciertamente de últimos muchos religiosos de la familia sacra del Padre y Doctor de la Iglesia Agustín, todos doctores de la misma Academia que siempre nos han distinguido con unas especiales muestras de benevolencia. Para decir la verdad los nuestros con tal intención se dedican a la labor docente que nada dejan a un lado que pueda echarse de menos. Esto lo comprueban todos los que en este Reino tienen el estipendio como eméritos de diversas disciplinas tal y como corresponde a formados por los nuestros. No resulta un despropósito traer aquí el testimonio del Ilustrísimo Doctor D. Melchor de Liñán y Cisneros18, en estos tiempos dignísimo Arzobispo de Lima. Éste, cuando vino de Popayán cuya sede regía por entonces y hasta el advenimiento del nuevo presidente regía el regio Tribunal, habiendo visto que nuestros alumnos no se quedaban en las generalidades, sino que lo que estudiaban lo tomaban hasta lo más profundo, solía decir con frecuencia: que “el no podía dar crédito a lo que veía con sus ojos, pero que tenía que expresar la opinión de que nuestra Universidad no tenía que envidiar a las Academias de Salamanca y Alcalá”. [40r] Este preclaro juicio de un varón tan ilustre nos muestra claramente con cuanto cuidado asumen los nuestros la promoción de los estudios literarios. [Ministerios apostólicos] Los oficios piadosos de este Colegio son dignos de alabanza y honor tanto delante de Dios como delante de los hombres. Estamos en 17 Véase: José DEL REY FAJARDO. La Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Javeriana 1706-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Jurídicas (2012) 170-196. 18 Hermano JUSTO RAMÓN. “Don Melchor Liñán y Cisneros, Obispo-Presidente y Arzobispo-Virrey”. En: ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA. Curso Superior de Historia de Colombia (1601-1700). Bogotá, Editorial A. B. C. (Biblioteca Eduardo Santos) (1951) 199-227. Sergio Elías ORTIZ. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de capa y espada (1654-1719). Bogotá, Academia Colombiana de Historia y Ediciones Lerner (1966) 159-168.
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estos lugares entre seres humanos, cuando alguno advierte que ha llegado el momento decisivo de su vida, solo quieren acudir a los nuestros para limpiar su alma con el sacramento de la penitencia y de allí nace para nosotros trabajo de día y de noche; se siente casi un infeliz el que, en trance de entregar su alma, al morir no encuentra presentes a los nuestros. De aquí nos resulta más trabajo que a los demás sacerdotes, tanto religiosos como seculares. Con frecuencia visitamos en las cárceles a los reclusos a quienes exhortamos para que lleven con paciencia sus desgracias, los consolamos y escuchamos sus confesiones; todos los meses les llevamos algo de alimento y bebida. En los tiempos de adviento y cuaresma hacemos frecuentes sermones en las plazas adonde llegamos en procesión: adelante van los estudiantes que están bajo nuestra dirección e inmediatamente después los nuestros. Mientras avanzamos, unos entonan oraciones y después todos entonan un canto popular. Una vez llegados al lugar, el Padre Rector o alguno de los profesos de votos solemnes presenta una síntesis doctrinal de los artículos de la fe. Se interroga a los presentes y a los que responden adecuadamente se les da un donecillo; de esa manera, una vez que están imbuidos en la doctrina, los amonestamos a cumplir los deberes de cada uno. [Las Congregaciones] En este Colegio hay cinco Congregaciones19 de las que hablaremos por extenso en otro lugar. Cuando conmemoramos la memoria solemne de un Santo, lo hacemos con toda solemnidad para suscitar la devoción. Entre las más solemnes fiestas están la del día dedicada a la Circuncisión del Señor, la del día en que se celebra la Concepción de la Virgen, su Natividad y la Asunción (estas tres fiestas de la Virgen coinciden con tres de las Congregaciones); también el día consagrado a recordar los dolores de la Madre de Dios; además aquellos en que hacemos memoria del Santo Padre Ignacio, Javier, Borja; y el de la institución del santo Sacramento. Además en los tres días de carnaval, por la mañana y desde el almuerzo se 19 Congregaciones. Véase: Patrick O’SULLIVAN. “Congregaciones Marianas (=CC. MM)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) I, 914-918.
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expone el Santísimo para la adoración y se hace un sermón al pueblo. En todos estos días de fiesta llega un gran concurso de gente y participa en el solemne culto. [Diversos ejercicios apostólicos durante el año] A los ejercicios que durante todo el año se suceden se añaden otros particularmente frecuentados durante el tiempo del ayuno cuaresmal. [40v] En efecto, además del sermón que se hace todos los primeros domingos del mes en las horas de la tarde delante del Santísimo expuesto, con ocasión del Jubileo, todos los días lunes, miércoles y viernes, a la caída de la tarde, se propone a solo hombres un ejemplo con gran concurso: se los excita a la contrición, con voz apropiada para el dolor de los pecados se recita el salmo cuarto de los penitenciales mientras los presentes se flagelan pidiendo la reparación por sus culpas; de tal manera se torturan que las paredes aparecen siempre salpicadas con manchas de sangre. De la misma manera, todos los lunes, al ocaso, en la calle del mercado se tiene una plática a los comerciantes que asisten en gran número. Los martes se tiene el catecismo para los pobres, esclavos e indígenas contando con el permiso de los amos para ese día. Los jueves, delante del Santísimo expuesto, se narra un ejemplo del cual se sacan las consecuencias que estimulen a la práctica de los deberes o muevan a la rectitud y laboriosidad a las mujeres que vienen a nuestra iglesia y a las cuales, en ciertos días, no les es permitido asistir con los varones. Los domingos se toman algunos historias de la Sagrada Escritura a cuya exposición asiste un gran número de hombres, sobre todo, de la gente principal. A los sermones al pueblo que se tienen en casa, se añaden no pocas oraciones, panegíricas unas, parenéticas otras, que los nuestros hacen en la iglesia principal o en los conventos de monjas; en esas ocasiones acude tanto el pueblo, sediento de escuchar a los nuestros, que todos los que presiden alguna iglesia desean con toda vehemencia algún predicador de los nuestros en sus púlpitos con motivo de las fiestas principales.
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[Jubileo de la doctrina cristiana] Sin embargo, hay que confesar que no parece que haya nada que se reciba más clamorosamente como el Jubileo20 que llaman de la Doctrina Cristiana. Este ejercicio lo promovió e institucionalizó el P. José de Madrid21 en el año 78 de este siglo cuando visitaba esta Provincia. Él consagró la comunión eucarística de ese día bajo la advocación de San José. Ese día quedó instituida la rogativa llamada de la Doctrina Cristiana a la cual asiste la mayor parte de la población: mientras avanza la procesión, en voz alta todos van repitiendo las oraciones que entonan los nuestros. Cuando se llega a la Plaza principal, uno de los nuestros hace un sermón acerca de los preceptos de la Religión Cristiana. [41r] Hecha la rogativa, de nuevo se regresa a nuestra iglesia y se hace otro sermón al cual se añade la narración de algún ejemplo que tenga que ver con el tema tratado. Por ocho días, el que preside el día dedicado a la rogativa, en nuestro templo, desde el púlpito, hace dos exposiciones de los misterios de nuestra fe; una vez la hace en la iglesia catedral y una vez también en cada uno de los conventos de monjas y en las dos parroquias. El ejercicio es verdaderamente apostólico y de gran provecho para el pueblo porque los fieles, debidamente instruidos, entran dentro de sí mismos y, convertidos en sus propios jueces, examinan sus actos: lo que hay que limpiar lo expían por la penitencia y hacen propósito de llevar en adelante una vida perfecta. En un mismo día todos acuden a la Sagrada Mesa, alimentados con la esperanza de lucrar el Jubileo anunciado. Hay una cosa que todos admiramos y es que
20 Jubileo. Es una indulgencia plenaria solemne que el Sumo Pontífice concede a veces a todos los fieles con la obligación de practicar ciertas obras de piedad, dando a la vez a los confesores especiales facultades para absolver pecados y censuras reservadas y para conmutar la mayor parte de los votos. El fin principal del jubileo es obtener el cielo con tantas oraciones y obras de piedad, un cúmulo de gracias para reforma del pueblo cristiano y bien general de la Iglesia Católica. Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. Bilbao-MadridBarcelona, Espasa-Calpe (1926) XXVIII/II, 3053-3054. 21 José Madrid (Sevilla, 1614-Sevilla, 11 de diciembre de 1688). En febrero de 1677 llegaba al Nuevo Reino como Visitador de la Provincia y allí permaneció hasta 1682. José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. 405-407.
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como suele suceder que se entibien los ánimos de los hombres y que, a veces, padezcan una cierta saciedad del ejercicio, sin embargo, año tras año vemos que crece la inclinación de los ánimos hacia tan pío ejercicio. En todas partes y en todos los períodos del año se celebran comuniones y, sobre todo, en los días dedicados a nuestro Redentor y a la Madre de Dios; así mismo en el carnaval, en los días domingos y viernes; y en los días en que conmemoramos la memoria de alguno de los santos de nuestra Compañía. [Misiones, Ejercicios ignacianos, Buena muerte] El ejercicio de las sagradas misiones lo realizamos dos veces en esta ciudad y no es fácil establecer el número de los que acudían al templo durante el día y, que durante la noche, cuando ya se recogían a su hogar, se sentían excitados a la contrición. Sin embargo, de esto hablaremos por extenso en su lugar. No pocos de los alumnos de nuestro Seminario y varones piadosos practican cada año las meditaciones propuestas por nuestro santo Padre: con gran espíritu religioso se encierran durante el tiempo que duran en nuestra casa. La novena que cada año se hace para recordar la memoria de S. Francisco Javier se celebra con afluencia de pueblo y, desde hace dos años, en alguno de los días de la novena, se presentan las virtudes y prodigios de tan santo varón; esto por mandato del P. Diego Altamirano que desde hace poco visita esta Provincia. Con parecida afluencia y devoción acude el pueblo al ejercicio llamado de la buena muerte, por medio del cual se enseña a llevar una buena vida para poder afrontar una buena muerte22. Este ejercicio fue establecido el año pasado con máxima aceptación de todos y no menos [41v] fruto ya que con él se expulsan los vicios y la vida honesta se hace más expedita. [Noviciado de Tunja] La Casa de probación de esta Provincia está situada en Tunja: allí hacen el noviciado23 los que dieron su nombre a la Compañía y allí de nuevo 22 Para la Congregación de la Buena Muerte, véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) I, 125-131. Texto castellano de la bula. 23 Novicio: el candidato a ingresar en la Compañía de Jesús debía permanecer dos años en una etapa de prueba al final de los cuales, si demostraba aptitudes para la Orden, pronunciaba los Votos del Bienio. Duran-
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son probados los que terminaron los estudios [Tercera probación24]. En este tiempo, el Señor ha bendecido esta Casa de manera que la Provincia espera recibir una gran ayuda de quienes entran a nuestro Instituto y que después han de llegar al sacerdocio. En efecto, muchos de ellos tienen una naturaleza más que inclinada a las virtudes; están dotados de espíritu entusiasta: de ellos, algunos están haciendo los estudios de Filosofía; otros de Teología; en el ánimo de todos, desde el tiempo en que se dedicaron a los estudios de humanidades, está vivo el cuidado de promover la gloria divina. Tales son los frutos que recogemos de nuestro Seminario y Gimnasio por los cuales en la mente de todos surge como consecuencia que todos nuestras obras y trabajos no caen en el vacío. Viven también en esta Casa algunos novicios que se orientan a ser hermanos coadjutores; y además algunos Sacerdotes y Coadjutores que ya hace tiempo hicieron los votos. Uno de los Sacerdotes es profesor de gramática; de los Coadjutores, uno enseña a escribir y otro a leer. Lo hacen todos con suma diligencia que es correspondida por los jóvenes con puntualidad y aprovechamiento25. [Templo de Tunja] El templo de esta casa echaba de menos el que se le echara una última mano porque, aunque todo lo que pertenece a la nomenclatura de la capilla principal parece está ya terminado y la obra presenta una finalización armónica en su simetría, sin embargo a una cabeza tan magnífica discrepa el cuerpo del templo. El pronao es demasiado angosto, y está erigido sin arte. El año pasado empezó a surgir un pronao digno para la capilla principal con la ayuda de los habitantes y, sobre todo, de un noble señor muy aficionado a nuestra Compañía. te ese tiempo debía estudiar las Constituciones y las Reglas y sobre todo adiestrarse en la práctica de la vida espiritual propia de la Compañía de Jesús. 24 Tercera probación: todo jesuita, una vez concluidos sus estudios y antes de dedicarse a la misión a la que estuviera destinado, tenía que realizar un año de probación. Constituía un verdadero noviciado en el que debía el joven sacerdote adiestrarse en la teoría y la praxis de la genuina ascética de la Compañía de Jesús. Este tercer año se realiza una vez concluido el ciclo de estudios. 25 José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial. Bogotá-Tunja, Pontificia Universidad Javeriana-Academia Boyacense de Historia (2010).
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El presupuesto es apenas el suficiente para alimentar a los novicios porque, aunque se poseen varios predios, sin embargo estos tienen muy bajo precio en el mercado; además la Casa está gravada con muchas deudas, de las cuales debe pagar no pocos intereses. Los oficios que desempeñamos en esta Ciudad nos han merecido la benevolencia popular; tanta que si quisiéramos valorar con justicia, [42r] comparando este pueblo con los demás en donde estamos establecidos, no encontramos otro en las Indias que nos demuestre una simpatía tan estrecha y leal. [Diversos ministerios apostólicos] Aquí los que están enfermos y saben que su vida llega al momento de entregar el espíritu, solicitan la presencia de los nuestros, de día y de noche; si se advierten culpables de alguna suciedad de pecado grave, demuestran inclinación a lavarse por el sacramento de la penitencia. Los sanos acuden con frecuencia a nuestra iglesia y se nutren con frecuencia con el divino manjar. En la recurrencia de las fiestas más solemnes el concurso se aumenta con la máxima devoción. Las monjas, en diversas ocasiones durante el año, son instruidas por los nuestros para que practiquen las piadosas y saludables meditaciones del Santo Padre Ignacio. Estas religiosas están divididas en dos conventos, uno bajo la advocación de la Concepción de María y el otro lleva el nombre de Santa Clara. [Con los sentenciados a muerte] En servicio de todos sin ninguna discriminación, realizan diversos apostolados. Los que por sentencia del juez están condenados a muerte, nuestros sacerdotes los asisten día y noche, los consuelan, escuchan sus confesiones y los animan a sobrellevar su suerte con paciencia. Una vez que el verdugo los ha ajusticiado, se hace una reflexión a los espectadores (ministerio que es común a todos los nuestros en todos los Colegios). [Congregaciones] Hemos suscitado dos congregaciones en esta casa: una bajo el patrocino del Niño Jesús frecuentada por indios y esclavos; otra puesta bajo el patrocinio de la Virgen asunta dedicada a los españoles. Bajo esta misma advocación se ha vuelto costumbre muy común el ejercicio encaminado a la 69.
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preparación de la buena muerte, ejercicio que los hombres practican todos los viernes. De esto y de las congregaciones se hablará después por extenso. Ya llevamos cinco años celebrando el que llaman Jubileo de la Doctrina cristiana, siempre con el mismo cuidado y fruto que en el Colegio de Santa Fe. El año pasado, en presencia del P. Diego Altamirano celebramos las sagradas misiones de cuyo fruto hablaremos más adelante al referirnos al tema de las misiones. En Cuaresma muchas veces entre semana nuestros sacerdotes predican desde el púlpito: algunas veces el día domingo se explican historias del Señor tomadas de la Sagrada Escritura, siempre con la asistencia del magistrado de la ciudad y una innumerable muchedumbre. Los lunes se tiene la catequesis para los indios y esclavos, a la cual no solo asisten estos, sino que muchas veces asisten damas distinguidas y [42v] muchos españoles para escuchar lo que allí se dice. El martes, todos los nuestros con los novicios y los estudiantes en orden estricto van por las plazas recitando oraciones en voz alta. Cuando llegan a la plaza principal, se explican las verdades que tocan a los cristianos y, para que lo que se dice llegue más profundamente al alma de los oyentes, los novicios interrogan a los niños entre quienes están sentados como señal de humildad. El miércoles y viernes por la noche se propone un ejemplo a los hombres reunidos en nuestra iglesia; al ejemplo sigue el salmo Miserere recitado con voz apropiada a suscitar penitencia, mientras los presentes se flagelan. Además de esto, en los últimos días del carnaval, después del almuerzo se expone la sagrada Hostia y se hace una exhortación al pueblo para que se acuerde de las obligaciones en medio del libertinaje. [Ministerios en otras iglesias y en la nuestra] Hasta ahora hemos descrito las predicaciones que los nuestros, por costumbre, hacen. Sin embargo, no queremos excluir los numerosísimos sermones que predican en iglesias ajenas y, sobre todo, en los conventos de monjas quienes siempre reciben con ansiedad la predicación de los nuestros. El miércoles de la semana mayor, al caer la tarde, se exponen los sufrimientos de Nuestro Redentor; inmediatamente después se organiza la procesión a la que dio el nombre la sábana santa que se lleva. A medida que se avanza crece el número de asistentes y la devoción; algunos portan las esferas con las peticiones, los medallones sagrados y las cruces de las cuales pende la 70.
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sagrada imagen de la sábana; al mismo tiempo se van cantando los salmos penitenciales. Durante el año se suceden las cinco festividades que se celebran usualmente con mayor solemnidad y concurrencia; a saber: la fiesta en la que se recuerda la Circuncisión del Señor, la de la Asunción de la Madre de Dios y en las fechas en que se conmemora el natalicio de nuestro santo Padre Ignacio, de san Francisco Javier y Borja. En esos días, además del ornato festivo de la iglesia, se tiene la oración panegírica. Cada año se hacen dos novenas en honor de san Francisco Javier: una en preparación del día en que fue colocado en el catálogo de los santos; otra en el tiempo que precede al tres de diciembre en que se celebra su fiesta. Estas novenas comenzaron a celebrarse por parte de esta Ciudad en el año 86 de este siglo [1680] y cada año crece la devoción y frecuencia de la gente. [43r] [Colegio de Pamplona] Viven en el Colegio de Pamplona26 dos Sacerdotes además de 3 Coadjutores para los oficios domésticos. Uno de estos vive en las fincas con los colonos ya que el Colegio no puede sustentar más por falta de rentas. Las fincas, aunque son extensas y lo que se siembra produce abundante fruto, sin embargo no se pueden arar por lo cual resulta inútil sudar para recoger una cosecha que no encontraría compradores. En efecto, el pueblo vive oprimido por la pobreza y algunos, para ocultar su mísero estado, se retiran a los suburbios y allí viven separados de los demás una vida miserable. Por tanto, los nuestros soportan la penuria de su presupuesto y, sobre todo, en lo que tiene que ver con el vestido experimentan estrechez no pequeña. Uno de los nuestros lee la gramática, no solo a los adolescentes de la Ciudad, sino a muchos otros de los alrededores de Pamplona que acuden allí para su educación. Teniendo en cuenta el número, es mucho lo que se esfuerzan los nuestros para reconciliar las almas con Dios por el sacramento de la penitencia. De día y de noche asisten a los que están en el último trance con toda caridad. En este Colegio se ha construido una capilla dedicada al Niño Jesús, en la cual se reúnen en los días de fiesta tanto los españoles como los criollos [indohispanos], tanto los indígenas como los esclavos. De la misma manera, 26
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se exhorta a todos a que lleven una vida cristiana y se les instruye. Los días que se celebran con mayor concurso son aquellos en que se hace memoria de la Circuncisión del Redentor, de nuestro patriarca san Ignacio y de san Francisco Javier, en los cuales días, para llevar al pueblo a la veneración y estima se predica al pueblo desde el púlpito. Cada mes se dedica uno de los domingos al Jubileo mensual con una asistencia mayor de lo que permite la estrechez del lugar. Hace poco tiempo se ha establecido la novena dedicada a san Francisco Javier con gran devoción y cumplimiento de los habitantes. En los domingos del tiempo de Cuaresma, se escoge una historia de la Sagrada Escritura y se propone al pueblo, ocasión en que casi todo el pueblo se hace presente para escucharla. Los martes se establecen diálogos sobre los dogmas cristianos y se termina con un sermón. Los miércoles por la noche, después de la presentación de un ejemplo, [43v] los presentes se flagelan y con voz suplicante cantan un salmo en señal de penitencia. Aunque es pequeño el número de actividades aquí, sin embargo apenas se cubre el ingente número de sermones que hay que hacer a los cuales hay que añadir todavía una cantidad no despreciable de pláticas, panegíricos y sermones, tanto para inducir a las buenas costumbres como los que tienen por fuera en los templos de los conventos de monjas o en la iglesia parroquial. Cada viernes en que se tiene el ayuno de la Cuaresma, después del sermón (que casi siempre hace uno de los nuestros) en el templo que, en la lengua vernácula, se llama el Humilladero, todos se dirigen a nuestra casa para allí, ante el altar dedicado a nuestro Salvador y a la Virgen de los dolores, elevar plegarias con el fin de obtener una buena muerte; mientras elevan las preces sagradas, uno de los nuestros asiste revestido de sobrepelliz; cuando terminan, se expone el fragmento de la Santa Cruz y el pueblo la adora con grandes muestras de respeto. Por todo el tiempo cuaresmal, los nuestros oyen muchas confesiones de lo ciudadanos [de Pamplona] y de los que concurren de la vecindad. [Colegio de Mérida] En el Colegio de Mérida viven 6 sacerdotes y dos coadjutores. Todos los sacerdotes son de edad avanzada y entrados en la vejez. De ello se sigue 72.
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que, por estar ya muy gastados y ser de salud endeble, tienen que estar alejados de los ministerios ordinarios que los nuestros ejercitan con esfuerzo y asiduidad en el púlpito y en el confesionario; sin embargo, hacen lo que pueden según sus fuerzas. Según recordamos, este Colegio gozaba de tantos recursos cual no había otro en la Provincia; sin embargo, de 14 años para acá la decadencia ha sido notable, de manera que en escasez de recursos no haya otro igual en la Provincia. Dos factores llevaron a ese aprieto: la primera, el precio ruinoso con que se negocia el cacao que llaman, que era la entrada más fuerte de este Colegio; no hay quien lo compre desde que las naves ligeras y las de carga de Nueva España no atracan en nuestros puertos. La segunda, los continuos terremotos que en el año 74 de tal manera azotaron las ciudades y los campos que casi todos los árboles que aun estaban en pie, golpeados por el aluvión que los precipitó en la vorágine, confundiéndose con los árboles que se devolvían, terminaron por ser abatidos y tragados por el torbellino27. [Situación actual del Colegio] Aunque, después de tantos infortunios, se añadieron nuevos predios a los antiguos, [44r] en los cuales se estableció un molino para moler la caña de azúcar y se sembraron muchos árboles de cacao, nunca se logró la antigua prosperidad. Estos predios los destinaba el Presbítero Alejo Rodríguez Luzardo28 como patrimonio para fundar el Colegio de Maracaibo, su ciudad natal, pero, como no fue posible fundarlo, él mismo donó al Colegio de Mérida todo lo que se pensaba entregarle a manera de dote. Al principio retornó la esperanza
27 Edda SAMUDIO, José DEL REY FAJARDO y Manuel BRICEÑO JAUREGUI. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes. Mérida, Universidad de los Andes (2003) 8 tomos. 28 ANB. Temporalidades, t. 1, fol. 673v: Alejo Rodríguez Luzardo. Testamento del presbítero Alejo Rodríguez Luzardo en que manifiesta su voluntad de donar a la Compañía de Jesús su hacienda de la Ceiba para la fundación de un colegio en la ciudad de Maracaibo. Maracaibo, 25 de noviembre de 1661. También puede verse en: ANCh. Jesuitas, 420. El último testamento, datado el 5 de mayo de 1679, reposa en: AHEM. Mortuorias. Tomo XIV. Expediente n.º 6, fols. 143-163v. Testimonio de los autos originales fechos por fin y muerte del Licenciado Alejo Rodríguez Luzardo, presbítero en esta ciudad de Maracaibo, año de 1679. Maracaibo, 5 de mayo de 1679.
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que todo volvería a ser como al principio porque los comerciantes de Nueva España volvieron a comprar las cosechas en los barcos que de nuevo atracaron en nuestros puertos. Esto trajo gran beneficio al Colegio cuyos predios eran mayores que los de los demás y eran tierras mejores para la siembra. Sin embargo, aunque en este tiempo sea tan oprimente la inopia, quedan señales evidentes de la anterior fortuna. La capilla está muy bien dotada de ornamentos preciosos, sobre todo algunos laboriosamente recamados en plata. [Apostolado educativo y otros] En este Colegio son introducidos en la gramática los niños de la Ciudad y también algunos que viven en ciudades y pueblos circunvecinos. Hay en él dos congregaciones establecidas, una dedicada al Niño Jesús, la otra al nombre del Salvador. Aunque la una está dedicada a los indios y la otra a los esclavos, sin embargo, muchos españoles las frecuentan. En ninguna época del año se interrumpe la labor de oír confesiones pues, aun en los días que son de trabajo, los nuestros deben acudir al sagrado tribunal. De aquí podemos medir cuánto sea el trabajo en tiempo de Cuaresma, de Jubileo y en los días de fiesta. Grande es el concurso de gente que acude a los nuestros pues conocen muy bien los ciudadanos con cuánta caridad son atendidos si les sucede alguna situación dura o peligrosa: acuden a los nuestros, ya en busca de consuelo o de dirección. Hay en esta Ciudad un gran número de mujeres, la mayor parte de ellas muy dada al cultivo de sus almas por la virtud y al trato espiritual: a ellas se acude con diversos ministerios piadosos. Son frecuentes los sermones para el pueblo, tanto en el tiempo dedicado a las fiestas del carnaval (tiempo en el cual se expone la Santa Hostia para la adoración) como en el tiempo del ayuno cuaresmal en el cual todos los domingos se propone al pueblo la Historia Sagrada. Los lunes se organiza una procesión por las plazas [44v] y, en voz alta, se proclaman los dogmas de la fe. A quienes se van uniendo al cortejo, al llegar a nuestra iglesia, se les hace una plática. Los miércoles y viernes por la tarde se instruye al pueblo por medio de ejemplos; y para no excluir a las mujeres ni mezclarlas con los hombres se coloca el púlpito en la puerta: los varones ocupan la nave y las mujeres colman el propileo [atrio]; de esta manera se logra la presencia masiva de ambos. El jueves de la Semana
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mayor en que se conmemora la pasión de nuestro Redentor todos con una sin par devoción acuden a escuchar la sagrada narración. Las fiestas que aquí se celebran con mayor solemnidad por los nuestros son la de la Circuncisión, la Transfiguración, la del santo Padre Ignacio y de Javier. Los nuestros se han propuesto, a no ser que lo impida la penuria de personal, visitar cada año todas las ciudades y poblaciones circunvecinas para allí realizar los ministerios de las misiones, sobre todo en Maracaibo29 ya que los nuestros tienen una obligación especial desde que Alejo Rodríguez los ligó al trasladar al Colegio de Mérida todo lo que había alistado para iniciar el Colegio de Maracaibo. A nuestros padres les consultan, no solo los que viven cerca, sino los que habitan en regiones muy lejanas ya que nunca creen estar libres de error en sus negocios de compra y venta si no consultan con los nuestros. Si alguno está torturado por la duda o atormentado por un escrúpulo, no descansa hasta no conferir con alguno de los nuestros; en síntesis, no se toma ninguna decisión trascendental sin el parecer de los nuestros y tantos que acuden a los nuestros lo hacen, tanto por los servicios y benevolencia con que son recibidos por parte de los nuestros, como ( y no hablemos de envidia) porque la opinión es que poco se puede confiar en la sabiduría y prudencia ajena tratándose de los negocios.
29 Germán CARDOZO GALUÉ. “Maracaibo”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 31-37.
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§ III SE ENSEÑA TODO LO PERTINENTE A LOS DEMÁS COLEGIOS DE ESTA PARTE DE LA PROVINCIA Y A LAS RESIDENCIAS [44v-57v] [Colegio de Las Nieves] Además del Colegio Máximo, en Santa Fe hay otro Colegio edificado en el suburbio que en idioma del país se llama de las Nieves30. En este Colegio solo viven dos Padres, contando al Rector y un Hermano coadjutor para los asuntos temporales. [45r] Habría dificultad en este Colegio para sustentar a más con tan escasos recursos, siendo así que el trabajo en la periferia exigiría muchos ya que, como hay gran afluencia de habitantes, se necesita quienes escuchen las confesiones de quienes padecen un mal grave o están atacados por la calamidad de una enfermedad letal, una vez recobren la salud. Los nuestros, en verdad, de tal manera ajustan su modo de ser a la caridad y al humanismo y cultivan en los demás el deseo de la virtud en medida acomodada al provecho de los demás, que con facilidad cautivan los ánimos y las voluntades de los vecinos; de allí que deseen ardientemente que los nuestros sean los directores de sus espíritus. De día y de noche están tocando a nuestra puerta y el Rector se ve obligado a distraer su oficio de Superior con trabajo adicional. A este Colegio todos le dan el nombre de casa de formación y, volviendo atrás, en la pública opinión no fue otra la intención de quienes lo pusieron en el catálogo de nuestras obras según consta por el hecho de que allí los nuestros pusieron el primer Noviciado. Este hecho no dejó de tener efecto ya que el P. José de Madrid cuando visitó la Provincia en el año 77 de este siglo [1677], trasladó los novicios a esta casa desde Tunja en donde estaban establecidos. Sin embargo, cuando el inmediato sucesor del P. José vio mejor las cosas y que el Colegio no tenía las rentas suficientes para sustentar
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Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 25-29.
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a los novicios, los volvió a llevar a Tunja y convenció al P. General quien estuvo de acuerdo con su decisión31. Los trabajos a que se dedican los dos Padres son estos: asistir a quienes están en trance de muerte e impartirles el perdón de sus pecados por medio de la penitencia; en nuestra iglesia oír las confesiones de los que quieren purificar sus almas de las culpas; distribuir el cuerpo del Señor; y son tantos los que acuden, que los nuestros apenas pueden atenderlos a todos. En tiempo del ayuno cuaresmal se envían dos Padres del Colegio Máximo para poder bastar a las necesidades de todos los que quieren confesarse. En esta época, dos veces cada semana se hace plática desde el púlpito los días martes y jueves; este día se hace una procesión con los niños que recorren todo el barrio; a los asistentes se les hace una explicación dialogada de los preceptos de nuestra fe. El Jubileo de la doctrina, como lo llaman, es algo que está muy en el corazón de los habitantes del suburbio. A este Jubileo se dedican los 8 días que preceden a la festividad de San José, día en el cual todos celebran la Cena Sagrada. En ese tiempo, los fieles son instruidos en los dogmas de nuestra fe. [45v] Es tal la cantidad de los que, por medio de la penitencia, expían los pecados cometidos, que, no bastando los nuestros para tantos, es necesario y permitido que se unan al trabajo muchos sacerdotes seculares (que para ello son formados en toda piedad). Por la tarde del viernes de la semana mayor, se traen a la memoria los dolores de Virgen con gran afluencia de pueblo y con no pocas demostraciones de conmoción interna. Después del sermón, se organiza la procesión en la cual se lleva la Sábana santa que recuerda la que sirvió de mortaja a nuestro Salvador en el sepulcro y se canta, con tono lúgubre y con acompañamiento de órgano, un salmo penitencial. [Seminario de San Bartolomé] En el Seminario de Santa Fe están tres Padres, de los cuales, el primero desempeña el cargo de Rector, el segundo de Ministro y el tercero de Académico. Además de estos, un Coadjutor para los asuntos temporales. Este Seminario (en lo tocante a rentas) está libre de cuidados por lo que toca a aluviones, 31 Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) I, 127-130.
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tempestades, o incomodidades de otra naturaleza a que suelen estar sometidos los predios, pero se da el temor de que se sostiene dependiendo de la renta que pagan cada año los internos que viven en comunidad. Cada uno paga al año más o menos 80 pesos de plata, aunque no hemos podido cumplir esta meta. Se recuerda que la costumbre era que los convictores pagaran 100 pesos de plata como pensión. Pero, como la situación de este Reino está atravesando un período de penuria, ha sido necesario contemporizar con la situación no fuera que los padres, excluidos por la pobreza, no enviaran a sus hijos a educarse aquí. [Los estudiantes] Los adolescentes que aquí se forman casi todos, según sus fuerzas, cultivan tanto las virtudes como los estudios: vienen de casi todos los rincones de este Reino y sobre todo los que gozan de alguna distinción y honor desean enviar a sus hijos a estudiar en este Seminario. Al presente, son en total 80, de los cuales unos acuden a las clases de Teología, otros de Filosofía (aunque en los años anteriores casi siempre el número superaba los 100). De estos, hay algunos que estudian a expensas del Rey católico de la mesa capitular. A estos les toca, en algunas ocasiones de fiestas durante el año, acudir a la Iglesia catedral para participar en los oficios y servir en ellos revestidos de sobrepelliz. Otros se sostienen con el pago de una pensión y son el mayor número. A cuatro se les llama alumnos del Rey: para estos el Rey estableció una renta en el año 76 del presente siglo (1676). De aquí todo el Seminario tomó el nombre del Rey [Real] y los contubernales adornan la beca con la borla dorada que tiene las insignias reales32. [46r] [Marcha del Seminario] Este es el Seminario que fundó el Señor Bartolomé Lobo Guerrero33, arzobispo de esta Metropolitana y colocó bajo el patrocinio de San Barto32 William JARAMILLO MEJíA. Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (1996) Daniel RESTREPO y Guillermo y Alfonso HERNÁNDEZ DE ALBA. El Colegio de San Bartolomé. Bogotá, Sociedad Editorial (1928) Dos tomos. 33 Bartolomé Lobo Guerrero (28 de marzo de 1599-6de enero de 1609). Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 49-29. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 118-124.
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lomé. Para mostrar los frutos que se obtienen en este Seminario, no omitiremos, en razón de ser breves y sucintos, lo que es la realidad, sino que la resumiremos a lo esencial. Así pues, este Colegio entrega a todo el Reino los adolescentes que le han sido confiados convertidos en hombres formados en toda piedad e instruidos en todo género de letras. De estos, entregamos al magisterio algunos que puedan interpretar a Aristóteles; a muchos les conferimos la laurea del doctorado en Teología: estos, diseminados por todo el Reino ocupan los mejores beneficios ya de las canonjías, ya de las curias. Y ciertamente en la Iglesia metropolitana de Santa Fe todos los prebendados en el pasado siempre han sido de los que exalumnos de este Seminario y, en la actualidad, en que el número de los prebendados es de solo 10, siete son de los formados allí. Ni qué decir que ha contribuido a acrecentar el personal de las familias de vida consagrada con varones religiosos. No son pocos los que han dado su nombre a la Compañía y, para no mencionar otros casos, de los que hacen el noviciado actualmente, son 12 los educados en el Seminario. Ni tampoco que muchos [de nuestros exalumnos] tuvieron cabeza digna de una mitra y muchos fueron los adornados con la toga senatorial no pocos de los cuales viven en la actualidad. [Método educativo] La disciplina con que son educados los adolescentes consta, en parte, de las instrucciones que el propio [prefecto] animador del Seminario les da para su observancia y, en parte, de las ordenaciones que, como fruto de la experiencia, los que han regido la Provincia han prescrito para el futuro. Entre estas se les impide que tengan tiempo de vagar en cavilaciones que no tengan la luz de lo divino; y, en vez de eso, hay un tiempo en que se reúnen en la capilla en común todos; allí toman parte en la meditación; por la tarde, así mismo en la capilla, practican la oración vocal. Todos los domingos, el Rector les expone la Hostia sagrada y, en ciertas ocasiones, reciben el sacramento de la eucaristía con los demás alumnos en el templo del Colegio Máximo; en esa ocasión, el celebrante es el Prefecto de estudios34. 34 José DEL REY FAJARDO. Jesuitas, libros y política en el Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Publicaciones Editores (2004).
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En los días de Cuaresma, casi siempre asisten al sermón en nuestra iglesia. Los días miércoles y viernes se hace la exhortación [46v] parenética, después de la cual se recita el salmo penitencial en un tono adaptado a la ocasión, al tiempo que se flagelan. [El edificio] En lo que toca al edificio: es amplio y acomodado en todo para los que lo habitan; aunque era viejo y amenazaba ruina, no hace muchos años que fue reparado: algunas partes han sido levantadas desde sus cimientos, según se juzgó necesario de acuerdo al uso que tenían; entre estas, la capilla, edificada con tanto cuidado que no se debe a ninguna iglesia, el comedor y la cocina; uno de los sectores del edificio ha sido bien acondicionado para las habitaciones: todo edificado para siempre [para la eternidad]. [Ayuda de los Padres en la iglesia] Los Padres, a cuyo cuidado está el Seminario, en los días de jubileo o de semana santa, acuden a nuestra iglesia (que está cerca del Seminario) y allí oyen confesiones u algunas veces predican; aunque, para que no se perjudiquen sus oficios con los sermones, lo hacen rara vez ya que sus deberes los tienen muy ocupados con la educación de los adolescentes. [Festividad de San Bartolomé] Todos los años, con ocasión de la memoria de San Bartolomé, se celebra el culto de la fiesta con la presencia del Arzobispo, el Presidente, oidores, prebendados y religiosos representantes de sus respectivas comunidades; además, el magistrado de la Ciudad y muchas personas notables. Ese día celebra solemnemente el Deán y un invitado de los concurrentes tiene el panegírico. Por la noche se encienden antorchas por todo el vecindario y se echan al vuelo las campanas; resuena la música de trompetas y flautas y se practica todo aquello que contribuya a recordar la fiesta que se celebra. Todos los alumnos internos dan su nombre a la Congregación de la Inmaculada Concepción erigida en el Colegio Máximo: todos los domingos se dirigen en común para cumplir la obligación de recitar las preces establecidas a la Virgen y para escuchar la predicación del moderador de la Congregación. 80.
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[Colegio de Honda] El Colegio hondano alberga 3 padres y ningún hermano, pero de los asuntos domésticos se encarga un donado de la Compañía. Uno de los padres ejerce el cargo de representantes de la Curia [officium curionis] en la Ciudad; este oficio ha sido encargado a la Compañía desde que el báculo arzobispal de este Reino llegó a manos del Señor Fernando Arias de Ugarte35, obispo dotado de todas las virtudes y [47r] de todo género de ciencias. De hecho, en tiempos pasados, este beneficio curial estuvo anexo a la parroquia de la Ciudad de Mariquita distante 6 horas de la Ciudad de Honda. Lo que llevó al óptimo prelado a tomar tal decisión consta por carta que envió a la Ciudad de Mariquita en la cual consta el alto concepto que tiene de nuestra Compañía. Dice, en efecto, que ha visto y lo sabe por experiencia que es conveniente para gloria de Dios que los Padres de la Compañía desempeñen este cargo de representantes de la Curia en la Ciudad de Honda porque, como allí está el principal puerto del Río que baña este Reino, fácilmente pueden establecerse allí, no solo idólatras y moros, sino herejes y judíos; de esto se deduce ser necesario que allí haya sacerdotes expertos en las controversias y doctrinas teológicas y en quienes esté vivo el celo por la gloria de Dios, de manera que puedan y tengan la voluntad de desenmascarar los fraudes de los que llegan y prevenir a los rectos, no sea que sea sembrada la semilla diabólica en el campo del Señor. [Ministerios] Dependientes de la Curia hay españoles, indios, mestizos y esclavos del África, lo que hace que los nuestros deban ejercitar muchas funciones para atenderlos a todos y no menor es el trabajo en razón de la caridad con la que los nuestros procuran la salud espiritual de los demás que cuando se añade la obligación de justicia. De allí que el sumo cuidado de los nuestros consiste en dedicar largo tiempo a escuchar confesiones y 35 Hernando Arias de Ugarte (agosto de 1618-30 de julio de 1625). Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII, 63-84. José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus prelados. Tomo I: 1564-1819. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1961) 49-56.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
a administrar los demás sacramentos y así, aunque hay que afrontar con entereza la diferencia, hemos asumido con ánimo generoso el hacer para los fieles más de lo que sería suficiente. Casi 30 veces al año los nuestros hacen sermones desde el púlpito para enseñar al pueblo e instruirlo en todo género de piedad. Además en ocasiones especiales, predican en los templos de otros religiosos que estiman mucho la labor de los nuestros. Además, con frecuencia se desplazan hasta la Ciudad de Mariquita con el mismo propósito. Cuando hay un día destinado para ganar el jubileo, acuden muchos a expiar por la penitencia los pecados cometidos y para fortalecerse con el cuerpo del Señor. [47v] Cada semana durante el tiempo del ayuno de Cuaresma se enseña a los niños el catecismo. Cuando algunos indígenas habitaban en la Ciudad era costumbre que todas las semanas se les introdujera en los preceptos de nuestra fe. [Informe económico. Cuidado de los pobres y los huéspedes] Los réditos de este Colegio están de tal manera que los Padres se pueden sustentar con comodidad (cada año, en efecto, suman casi 700 pesos de plata) y cubrir los demás gastos que, por la naturaleza del lugar, se añaden, ya que, además de lo que se gasta en limosnas a los pobres que siempre acuden a la portería de nuestra casa, también se gasta mucho dinero ayudando a gente necesitada y a los religiosos venidos del Reino [Santa Fe] y de las demás provincias, camino de Cartagena o de regreso de Cartagena (Como ya se dijo, todos confluyen en este puerto: los que deben embarcarse en el río que llaman de la Magdalena y los que regresan a él después de la travesía), o en dar hospedaje a los arzobispos y obispos de estas provincias, presidentes, senadores (oidores) y demás personas honorables constituidas en dignidad, de todos los cuales los nuestros ganan el afecto con sus muestras no pequeñas de caridad con que los atienden y con la singular modestia que es usual en la Compañía. A este Colegio llegan también y, en el intervalo hasta la continuación del viaje, reposan un poco su espíritu y rehacen sus fuerzas los nuestros que vienen de Europa; entre tanto, se arregla en Santa Fe la licencia para continuar el viaje; en todo esto se demuestra la misma caridad. 82.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
[Colegio de Mompox] En la mitad del camino entre Honda y Cartagena la nueva está la población de Mompox donde viven 3 Padres nuestros y dos laicos en el Colegio allí erigido. La pobreza de bienes que lo acosa es de tal medida que los Padres apenas tienen para vivir. Los predios que posee no son despreciables, pero en años anteriores defraudaron a los nuestros pues no rindieron lo que se esperaba. Si embargo, en breve se augura que el Colegio volverá a estar como antes36. [48r] [Ministerios] Los ministerios que desempeñan los nuestros aquí son: enseñar los preceptos de la gramática a quienes se confían a la disciplina de los nuestros; adoctrinar al pueblo con frecuentes sermones desde el púlpito; intervenir a favor de [los moribundos a] quienes el espíritu los abandonará en breve y, si acaso hubieren faltado, purificarlos por el sacramento de la penitencia; conservar en el cumplimiento del deber por medio de exhortaciones y motivar el deseo de practicar las virtudes. Y ciertamente todo lo hacen con tanto cuidado y tal caridad que no es fácil encontrar alguno que no pida con instancia la presencia de los nuestros en el trance de morir. Las celebraciones eucarísticas, según los tiempos, se celebran en nuestro templo con gran afluencia de pueblo, en los días señalados para el jubileo o con ocasión de la celebración de la memoria de algún misterio, como la Natividad del Señor o de algún santo conspicuo. Durante el tiempo del ayuno cuaresmal, muchísimos, tanto de la población como campesinos de las aldeas acuden a nuestros compañeros para obtener la absolución de los pecados cometidos. Cada año se tiene el jubileo llamado de la Doctrina Cristiana. En esa ocasión se permiten las necesarias predicaciones en determinadas iglesias y el día dedicado al jubileo muchísimos se acercan al pan sagrado. Este jubileo lo estableció en la población el P. José de Madrid que, por entonces, gobernaba la Provincia. El año pasado 1689, cuando vino de Cartagena el Padre Diego Altamirano, aprovechó la ocasión para visitar el Colegio y, con los Padres que allí estaban, 36 José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Los jesuitas en Mompox, 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013).
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
predicó los sermones de la sagrada misión al pueblo el cual correspondió a la labor en la población. [Congregación de la Virgen Auxiliadora] Además de lo expuesto, no parece que haya habido ninguna congregación establecida; sin embargo, ha sido erigida una para los hombres bajo la advocación de la Virgen auxiliadora, llamada comúnmente del Socorro, la cual contó como promotor al propio Padre Altamirano. Y no terminó la labor allí como lo demuestra el catálogo que consigna los nombres de muchos gracias a los cuales se celebra con solemnidad el día consagrado a la Virgen auxiliadora y lo principal es que todos, ese día, lavan sus almas [48v] por la penitencia y se alimentan con el pan celestial. Este Colegio tiene las mismas incomodidades que el de Honda: son frecuentes los huéspedes que viajan por el Río, pero todo son recibidos con grande caridad y benevolencia. [Colegio de Cartagena la nueva] El Colegio de Cartagena la Nueva actualmente alberga 5 Sacerdotes y 3 Coadjutores. La escasez de patrimonio es máxima actualmente para sostener los miembros de la comunidad cuando en otro tiempo sobresalía entre los demás Colegios de la Provincia, tanto por el abastecimiento como por el número de socios ya que los Superiores solo destinaban a este Colegio a Padres probadísimos de toda la Provincia seleccionados por su celo. Siendo este el principal puerto y guarnición regia de españoles, adonde confluyen muchas naves comerciales y muy diversas personas y extranjeros de todas partes37. Por entonces y teniendo en cuenta todo este trabajo, la Compañía procuraba colocar allí varones ya maduros, conspicuos, probados en virtud y letras, para que entonces se conociera toda la Provincia por la es como vestíbulo de ella: porque los comerciantes conducidos por las experiencias, servicios y benevolencia que experimentan de los nuestros, acuden siempre a ellos; y también cuando, por el contrario, con mente torva se desempeñan 37 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004). Tulio ARISTIZÁBAL. Bajo la sombra de Claver. Memoria de los jesuitas en Cartagena de Indias. Cartagena, s/e (1998).
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
en las ventas y en el ejercicio de los negocios se encuentran agitados por los escrúpulos; y, finalmente (lo que es más importante), a esta Ciudad de casi todas las naciones vienen pérfidos sectarios extranjeros de diversas religiones; unos herejes, algunas veces mahometanos y judíos y otros de la misma calaña, todos inficionados de diversos errores y crímenes que tienen que ver con el Sagrado Tribunal de la Inquisición, facinerosos más que condenados. En esta materia, no hay nada más pasado de moda para los censores de la fe que confiar a cada uno de los nuestros y a su destreza el arrojar una serpiente tan pestífera usando los remedios para expulsarla, es decir, arguyendo en un debate formal con los que son letrados, instruyendo a los rudos por medio de la catequesis, haciendo volver al buen camino a los que andan errados e infundiendo la noticia de los misterios de la fe y buenas costumbres. Ni al menor de la Compañía ni desde hace tiempo por la estimación que nos tienen los mismos censores consultan [49r] a los nuestros sobre los asuntos pertinentes a la fe y no indican que carecen de una sentencia definitiva mientras se pase por alto el juicio de ellos. Esto lo hemos experimentado suficientemente y cada vez más. [Enseñanza] La enseñanza de la gramática se hace pública en este Colegio y a ella asisten muchos de la diócesis de Santa Marta y otros proceden de poblaciones vecinas. Además, uno de nuestros Hermanos coadjutores dedica todo su tiempo en la enseñanza de los niños, a los cuales enseña desde el principio a leer, a escribir las letras, aritmética y a tomar notas, con no menos laboriosidad que cuidado. Los domingos, con celo no menor, los niños, a quienes se les estimula con pequeños regalillos, reciben instrucción sobre los preceptos de la fe. [Congregaciones] También aquí se tienen dos Congregaciones, de las cuales, la primera, a la que se inscriben nuestros estudiantes se fundó bajo el patrocinio de la Virgen purísima, cuya fiesta de la Inmaculada Concepción la celebran todos los años. Los domingos, después de mediodía, todos los estudiantes que he mencionado acuden a nuestra iglesia y allí se les hace un sermón parenético; en las fiestas dedicadas a la Virgen pura, una vez 85.
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purificados por la confesión, se alimentan con el pan sagrado. La segunda Congregación, que toma el nombre de nuestro Salvador, está dedicada exclusivamente a los negros [etíopes] y a los mezclados (comúnmente mulatos), esclavos o libres, los cuales celebran cada año el día ya establecido con gran pompa. También los domingos, congregados después de almuerzo en la iglesia, asisten casi todos a la exhortación establecida y se les forma en los misterios de la divina fe. Los domingos, a la caída de la tarde, en el tiempo propicio de la Cuaresma, se tiene un sermón, con base en un ejemplo sacado de la Sagrada Escritura adaptado al tiempo y el cual le sirve de materia, al cual asiste multitud de gente reflexionando con grande atención en su propio provecho. Los miércoles en las horas posmeridianas, después de haber instruidos a los fieles, todos los nuestros van por las plazas de la Ciudad recitando diversas clases de oraciones [49v] a las cuales los niños que se educan con nosotros se unen repitiendo lo entonado. Una vez que se llega a un sitio prefijado, un cruce de calles (llamado Las cuatro calles), a partir del largo diálogo iniciado sobre la Doctrina Cristiana delante de una casi innumerable multitud de oyentes y, después de las respuestas de los niños a las preguntas sobre los misterios, se señala uno de los Padres dotados del don de la palabra, para que claramente de su parecer sobre el tema. [Ministerios con los apestados] Los ministerios diarios de los nuestros que allí viven son notables. En los hospitales y en toda la Ciudad acuden sacramentalmente, de día y de noche, a los enfermos y asisten a los moribundos. Cuando, en el año pasado de 1690, la Armada Regia procedente de España llegó a Cartagena, se presentó la contingencia de que una peste atacó a una gran cantidad de hombres, a saber, de los navegantes y pasajeros, contagiando a los ciudadanos. En tal circunstancia se echó de ver con cuanto celo nuestros Padres se ocuparon en favor de los apestados. Ni uno solo, por Hércules (caramba), ni de los ciudadanos, ni de los extranjeros que quisiera purgar sus pecados por la penitencia, dejó de ser asistido por los nuestros; ni moribundo alguno a quien no atendieran.
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Siendo esto así, no es menos admirable que, cuando las naves procedentes de Europa regresaron trayendo como pasajeros a quienes iban a ocuparse del cuidado de los indígenas infieles, 20 de la Compañía de los cuales 11 sacerdotes (contando a dos procuradores que regresaban a la Provincia): todos los cuales, con la atención debida, deteniéndose por algunos días para recobrar sus fuerzas, mientras podían embarcarse en el Río de la Magdalena para llegar, después de una larga y difícil navegación, al interior de la Provincia, se dedicaron a ayudar a los nuestros de casa en ministerios que tomaban para sí. Porque, siendo tan pocos en número, pronto no dieron a basto para tan grande multitud de contagiados38. [50r] De los Padres que vinieron de las Provincias de Europa, uno merece ser recordado, el Padre Diego Zagué, español39, varón dotado de mucha virtud, de espíritu ferviente y notable por su celo en pro de la salvación de las almas; éste, en el ministerio de oír las confesiones fue tan asiduo que parecía vivir en los hospitales, que no en casa, ya que no daba lugar ni a las horas nocturnas, ni al descanso, ni al sueño, estimulado por el celo de los prójimos. Pero sucedió lo que era pensable: no bebió agua del filtro, por lo que este celo de ganar almas quiso el generoso Señor compensarlo con la palma incruenta de la verdadera caridad cuando, por beneficiar a los apestados, infectado por la peste que pululaba en los hospitales por dar su vida por sus amigos, en solo tres días terminó su vida. [Ministerio con los esclavos] Entre los demás ministerios de esta casa, el más glorioso es el que asumió la Compañía, desde hace muchos años, de mirar por la salvación de los etíopes [esclavos negros] que, por primera vez, llegan de los regiones africanas; a estos hay que introducirlos, desde los inicios, primero de 38 La expedición se hizo a la vela el 10 de enero de 1690. Los dos Procuradores a los que hace alusión el texto eran Juan de Segovia y Mateo Mimbela. Véase: Agustín GALÁN GARCÍA. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 280. 39 Se refiere a Diego Gutiérrez Yaque. Era natural de Anchuela (Guadalajara). Agustín GALÁN GARCÍA. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, 280. Falleció en Cartagena el 22 de mayo de 1690. ARSI. Historia Societatis, 49 fol. 58v.
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la catequesis, luego en los preceptos cristianos y luego en un estilo de vida más civilizado; si se ofrece la ocasión de que todos los Padres ofrezcan sus recursos, uno de nuestros Sacerdotes está del todo dedicado a procurar una buena organización40. [La conversión de los herejes] Y no hay que pasar por alto lo que ya indicamos más arriba sumariamente tanto con respecto a la discusión y explicación de sentencias más difíciles ante la balanza del juez, que superan el trámite de la fe, como con respecto a ayudar a los reos condenados al suplicio, oficio bastante difícil impuesto por mandato del censor [fiscal]. Y ciertamente este ministerio lo han vuelto a colocar tan en el corazón del pueblo que nuestra Compañía cada vez es más estimada y, en cuanto al celo ardiente de las almas y en procurar la salud de los prójimos, es tenida en máximo concepto entre los de fuera. Lo que todos captamos por experiencia desde hace mucho tiempo, sin embargo, de una manera más luminosa y evidente, en la contingencia del hecho, el año 1688, muchos lo pudieron ver por sus propios ojos. Los sacros censores (jueces) de la fe, profiriendo sentencia en el tribunal, dictaminaron que tres herejes, [50v] reos de múltiples crímenes, debían ser quemados en la hoguera. Lo más doloroso fue que (con excepción de uno que se movió a la penitencia), persistieron con mente de plomo en su obstinación desde el día en que se dictó sentencia hasta el día de la ejecución del triste espectáculo, sosteniendo los errores más tenaces. De ellos, uno llevaba una vida más austera y ya de tiempo cubierto de un hábito religioso había profesado errores terribles de una religión falsa; era antisofista poseedor de un ingenio falaz y con una cierta malicia de mente era muy instruido en los artificios literarios. Por eso, se escabullía fácilmente eludiendo la eficacia de los argumentos, por lo demás validísimos, que esgrimían los nuestros, los de razón y los de autoridad de los Evangelios. En consecuencia, uno de los nuestros, viendo lo funesto del 40 Véase: José DEL REY FAJARDO. “El ‘Operarius Aethiopum’ en el colegio de Cartagena de Indias (16041767)”. En: José J. HERNÁNDEZ PALOMO y José DEL REY FAJARDO (Coord.). Sevilla y América en la Historia de la Compañía de Jesús. Córdoba, Caja Sur (Colección Estudios) (2009) 195-221.
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testimonio del pertinaz religioso y la obcecación de su mente, movido por el ferviente celo de las almas que poseía, no pudo aguantarse mucho tiempo para hacer el sacrificio de su propia vida por aquel hombre desgraciado. De allí que, sabiendo que perdería el trabajo y el tiempo anunciando una victoria sobre los testimonios del hereje mientras actuaba como doctor con más eficaces razones, el buen Padre cayó en la cuenta de que podría cautivar la voluntad de aquel con un método más persuasivo con atractivos y actuando como padre. Y no se detuvo. El mismo día señalado para la muerte fatal, el buen padre se fue a la prisión donde estaba detenido aquel hombre miserable, con una peluca negra; allí, cerrada la puerta tras de si, solo él con solo el otro, empezó audazmente a orar y, puesto de rodillas llorando, abrió completamente su alma diciendo con cuanto dolor del alma se sentía afectado por el testimonio tenaz de su propia sentencia y por haber experimentado la dureza del corazón impenitente. Después de dicho esto, añadió el Padre: Ay de ti, hijo digno de compasión, a quien es más que cierto que conozco ahorcado con el propio yugo de su herejía y condenado por su obstinación a las penas que va a sufrir por los suplicio del Dios vengador! Luego de esto, pasando a la blandura de un verdadero padre que desea la salud de su hijo, con palabras, halagos y otras expresiones de piedad paterna censuró la fealdad de la herejía a quien había sido ganado. [51r] Ya no reprendía al obstinado por sus oídos sordos, porque el hereje se alejó del ánimo obstinado en su sentencia para darse por vencido y, vuelto en si, para regresar del todo a la fe ortodoxa abjurando de sus errores; además, para que el que necesitaba hacía poco de doctor, convertido de Saulo en Pablo, hiciera ya las veces de doctor, no solo por el ánimo penitente, sino por la verdadera conversión; y además, por la reiterada confesión de la verdadera fe, por los actos de contrición y por otros actos de virtud con los que se mostraba a todos cuando era conducido al suplicio. Más aún, con exhortaciones ajustadas a la verdad católica, queriendo llevar a su compañero de suerte, le decía cuanto se había apartado por contumaz de la verdad y para animarlo para que asumiera ahora el propósito de abrazar la verdad, le objetaba con su ejemplo y su conversión. Al principio, todo fue en vano. Y ciertamente que, llegada la turba al lugar donde estaba encendido el lu89.
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gar del suplicio, fue objeto de admiración de todos el deseo encendido de los nuestros de convertir al hereje contumaz procurando con gran esfuerzo lograr la salvación de un pobre condenado a la hoguera hasta hacer que no temiera el ser quemado por las llamas. Pero, queriendo condescender con la escasa inteligencia del otro, joven ignorante, o, como se cree, instruido suficientemente por los errores del príncipe de la tinieblas que se viste de ángel de la verdadera luz, para aparecer como maestro de un discípulo ignorante al que impregna de una especialísima herejía. Desesperado del remedio de lo hecho, impenitente, arrojó su alma del cuerpo, quemado en pocas horas, al fuego eterno. Y [este suceso] no sirvió de impedimento a los espectadores para que creyeran que solo se debían doler por el engaño de aquel hombre infeliz debido a la cerrazón del corazón, sino para darse cuenta que el celo por las almas de los prójimos que arde en los nuestros es más digno de reconocimiento, teniendo en cuenta que ahora no exaltan a nuestra Compañía con su aceptación y alabanza. Los que están en este Colegio, cuando salen a misión, no van más allá de las murallas de la Ciudad. Las causas son varias, entre ellas, la penuria de medios materiales. Aquí, nuestra casa, en otro tiempo abundante en recursos, en no muchos años se ha convertido en casa de miserias por la gran cantidad de dinero que se gastó en la construcción de un muro de gran altura y ello por mandato del Gobernador de la Ciudad41 que se dejó llevar de tanta malevolencia que ni gratis consultaba a la Compañía en las peores circunstancias. El hecho es que, enardecido por un odio de mala ley, el buen Gobernador llegó a tan extrema determinación que pretendía derribar nuestra casa movilizando muchos cañones, si no se precedía a construir el tal muro por aquel lado del muelle que da al mar, con los propios recursos e inmediatamente. Como consecuencia, ante la inminencia de tal calamidad, con razón temida, queriéndose librar, con grandes costos, de tal coacción, tuvieron que empeñarse en construir la mole desde los cimientos. Sumaron los gastos más de 80.000 pesos de plata y es forzoso conseguir más de 3500 filípeos como interés anual.
41 El gobernador era Miguel de Aguilera. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 446-450.
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[51v] [Residencia de la isla de Santo Domingo] De los Colegios pasemos a la descripción de las Residencias que tiene la Provincia. Parece que el primer lugar lo reivindica la Residencia establecida en la Isla de Santo Domingo (aunque con más propiedad podría llamarse colegio incoado) de la cual Isla el arzobispo es el primado de las Indias. No obstante que los que gobiernan toda la Provincia ordenaron que los nuestros dejaran esta obra por justas y rectas razones, se han opuesto el Arzobispo, la Audiencia real, el Magistrado urbano, los Canónigos y los demás habitantes que llevan muy a mal el que se vayan los nuestros. Por esta razón, nuestros superiores estuvieron de acuerdo en acatar una tan general solicitud. Los que nos llamaban a aquella Isla, aunque muchas esperanzas ofrecieron de un buen patrimonio, sin embargo, sobre aquello que nos asignaron hay una infinidad de pleitos ya que los herederos del difunto fundador reclaman para sí la herencia. A esto se añade lo largo de los viajes por mar y tierra que hay entre la Provincia y la Isla; por esta causa y porque, estando la Isla fuera de la ruta del comercio, muy raramente los barcos se hacen a la vela desde el continente hacia allá; por esta razón los que habitan en esas regiones ignoran con muchísima frecuencia quienes son los que gobiernan la Provincia y a quién deben obedecer. Y no es menor problema el gran número de socios que la Provincia debe enviar a esta Residencia ya que muchos una vez llegados sucumben ante alguna enfermedad contra la cual no tienen defensas; y los ingentes recursos que debe llevar cada uno cuando va de la Provincia a la Isla o traer cuando es destinado a otro Colegio42. [Afición de los isleños por la Compañía] Todos los isleños nos tratan con tal benevolencia y nos rinden tanto honor que impiden la partida o no permiten que alguno de los que con ellos están parta, a no ser que sea reemplazado por otro. Por tanto, si por casualidad sospechan que uno de los nuestros recibe el mandato del supe-
42 Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950). José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 5-156.
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rior, desde la iglesia, amenazándolo con un castigo, impiden que el piloto admita a los nuestros [52r] y así hacen inútil la orden de los Superiores; y mientras los vientos despliegan las velas, custodian a los nuestros haciendo turnos aun por la noche, no sea que se escapen. Y con mayor vigilancia después de aquella tempestad, teniendo en cuenta que, una vez que se vayan, van a desaparecer para siempre. Y esto lo hemos conocido por experiencia ya que cuando, en el año 1682, el Padre Provincial43 (para no omitir algo fruto de su inexperiencia), interponiendo mandatos y censuras, ordenó a los nuestros que cuanto antes, en cualquier nave que afondara en el puerto, se hicieran a la mar, confiando que los isleños, teniendo conocimiento de las órdenes y censuras, dejarían partir a los nuestros. Nada, en verdad, más fallido. Porque de los dos sacerdotes que allí vivían y uno que otro coadjutor, solo permitieron que se embarcara un Padre y un Hermano, quedando el otro Padre y el otro Coadjutor en custodia con impedimento para viajar44. Y ni con moderación, arte o astucia pudieron librarlos de las manos y custodia de aquellos. Perdió también su trabajo el Padre Francisco Altamirano que visitó esta Provincia: habiendo coaccionado el Padre que allí quedaba con un nuevo mandato para que se hiciera presente en el continente y fuera a regir el Colegio de Mérida, le fue imposible abandonar la Isla por causa de los isleños que ahora, con más instancia, reclamaban los Padres y movían todas las piedras para que los nuestros, a poder ser con mayor magnificencia, abrieran un Colegio. En esta situación están nuestros asuntos en la Isla. [El arzobispo Navarrete y la Compañía] Lo que se puede decir, en general, de la Residencia es que, en todo este tiempo en el cual han vivido los nuestros allí siempre han sido muy estimados por los ciudadanos; a ellos siempre les consultan: tanto los Oidores regios, el Arzobispo, los Prebendados y los religiosos; así mismo, los demás,
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Juan Martínez Rubio (1681-1684).
44 Salió el P. Francisco Moreno y un Hermano Coadjutor que no hemos podido identificar y tuvo que quedarse el P. Francisco Cortés (Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 53).
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así habitantes de la Isla como extranjeros y viajantes. El Ilustrísimo Señor Domingo Navarrete45 siempre rodeó a los nuestros de una muy singular estima y los trató con eximia caridad. [52v] Fue promovido de la familia sagrada de Santo Domingo para regir el curso de aquella Iglesia Arzobispal. De él recibimos todos los favores que se pueden recibir de un padre al mismo tiempo magnífico y amantísimo. Nada de lo que proyectaba (aunque se tratara de cosas minúsculas) lo emprendía sin el consejo de los nuestros; y se había convertido en veneración su amor hacia nosotros y hacia nuestro Instituto y juzgaba que todo estaba dentro del buen camino si estaba de acuerdo con el parecer de los nuestros, dejando a un lado su pensar y querer. Tenía como uno de sus mayores deseos que nosotros fundáramos un Colegio para la educación de los adolescentes e intentó por todos los medios para que ello se realizara y lo hubiera logrado si las rentas eclesiásticas no fueran tan escasas que, a duras penas, alcanzaban para sustentar, con algo de comodidad, al Arzobispo. [Residencia de Fontibón] De la Ciudad de Santa Fe hasta las montañas, se extiende una planicie continua a la cual los habitantes bautizaron como La Sabana de Bogotá. En esta planicie está situada una población en lengua de la región llamada Fontibón, distante dos leguas de Bogotá46. Allí está una de nuestras Residencias en la cual viven dos Padres de los cuales el que hace de Superior ejerce el oficio de curión, representante del Arzobispo, que es beneficio curial nombrado por el Rey en virtud del derecho de patronato. El otro compañero dedica su trabajo a enseñar el catecismo a los niños y colabora con todas aquellas obligaciones anejas al beneficio curial. El templo de la Residencia es muy amplio y en él se han instalado altares no ciertamente ordinarios. En este templo se celebra el culto divino con egregio aparato. Las fiestas se celebran con magnificencia y piedad.
45 Domingo Fernández de Navarrete. Arzobispo de Santo Domingo del 20 de septiembre de 1677 al 16 de febrero de 1686.. 46
Roberto VELANDIA. Fontibón, pueblo de la Real Corona. Bogotá, Imprenta Distrital de Bogotá (1983).
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[La música] El coro, laboriosamente construido, está dotado de un órgano. El coro de cantores está compuesto por 8 personas de los cuales uno es el director musical; todos son indígenas y, como están dedicados a la música de la iglesia, [53r] no pagan impuesto al Rey. El conjunto de instrumentos músicos va más allá de lo común porque en él hay flautas, liras decumanas, zampoñas, cornos, secundanos, laúdes, órgano de gran registro, liras, cítaras y los demás instrumentos para conformar una orquesta. El director del coro tiene muchas poesías a las que ha puesto música que se cantan en los días festivos que están entre los más celebrados; las preces vespertinas se cantan con acompañamiento de música y, cuando es el día de los hombres, tanto la misa como las vísperas se celebran con música. [Apostolados parroquiales] Ciertamente los ministerios establecidos para atraer a los fieles los desempeñan los Padres con la mayor diligencia que pueden. Todos los fieles, no solo en el tiempo prescrito por la iglesia lavan los pecados por la confesión y reciben el alimento celestial, sino que en los días en que se celebra, con especial regocijo, la fiesta anual de algún santo de la Compañía o cuando acaece alguna de las festividades principales, casi todos acuden a la Mesa sagrada. Algunos de los habitantes de la población que desean llevar una vida más austera y más piadosa lo hacen cada semana. Para no descuidar a los fieles que quizás viven de manera más relajada, usan del siguiente ardid: todos los habitantes están divididos por decurias de manera que, cuando en los días de fiesta deben asistir a la misa o a confesarse (durante la Semana Santa), todos se unen en su propia decuria y, una vez completo el grupo, van al templo. De esta manera, si alguno falta a la decuria, el párroco se entera y reprende al que ha faltado y así, al tiempo que se quita una carga de encima, al mismo tiempo todos se preocupan con atención por su propia salvación. Todos los domingos, dentro de la misa solemne, se tiene la predicación al pueblo. Los niños, por su parte, (para cuidarlos mientras sus padres asisten a la solemne 94.
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[53v] y regresan a sus casas) asisten a la misa que se hace temprano y recitan de memoria los textos de las oraciones sagradas y luego continúan con el catecismo. Durante el tiempo del ayuno cuaresmal, todos los viernes, los fieles son instruidos por medio de la predicación. Además, al caer de la tarde, se propone a los hombres un ejemplo que los mantenga en el cumplimiento del deber; después del ejemplo, los asistentes se flagelan y se recita el salmo penitencial con acompañamiento de órgano; los oficios rituales de Semana Mayor se celebran de la manera más solemne en gran silencio y devoción. La oraciones de la mañana según el ritual se recitan y cantan con acompañamiento de órgano. Cuando se reserva el Cuerpo del Señor en el monumento, se encienden ceras con grande profusión. Visitan entonces el templo divididos por grupos en perfecto orden y el viernes se organiza una rogativa en la cual los asistentes se flagelan hasta derramar sangre. El jueves, desde un lugar alto, se recuerdan los padecimientos del Señor para librarnos de la antigua esclavitud; la narración arranca copiosas lágrimas a los asistentes. Cada mes, en la solemne celebración del sacerdote, se expone el sacramento en la custodia para la pública veneración y, con toda pompa, se hace la procesión por el templo que tiene el nombre de su patrono, el apóstol Santiago, el hijo de Zebedeo. [Fiesta patronal] El día de Santiago, su patrono, lo celebran los pobladores con gran solemnidad: se celebra la rogativa sacra y por las diversas plazas el Santísimo es llevado procesionalmente para su veneración (para este día la trasladan pues con la memoria de la institución del Sacramento de gentiles se forman fieles) y, al mismo tiempo, una imagen con maestría del santo patrono Santiago. Con esa ocasión, las plazas aparecen adornadas con arcos de flores y ramos; [54r] por doquiera se levantan altares en los cuales, deteniéndose la procesión, se tienen cantos compuestos con acompañamiento de instrumentos músicos e interpretados a toda orquesta. Mientras se avanza, los indios ejecutan danzas ante el Santísimo a la manera de David, lanzan flores y ejecutan una serie
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de acciones que parece que contribuyen, tanto a expresar la alegría de la fiesta como a la devoción. [Catequesis a los niños] Todos los días, al amanecer y otra vez al anochecer suenan las campanas; los niños y las niñas acuden al templo para recibir la formación inicial: se les enseña el modo prescrito para expiar los pecados por el sacramento de la penitencia; para recibir el Cuerpo Divino de Cristo; Se les expone todo lo que debe creer y esperar el que es cristiano y todo aquello que necesitan los niños teniendo en cuenta su edad. Los fiscales instituidos para llevar la cuenta del número, si alguno falta, lo avisa al Párroco quien impone la pena por la negligencia. [Otros apostolados] Con mucha frecuencia los nuestros dan vuelta por la población para oír en confesión a los enfermos graves en peligro de muerte que no son pocos, ya porque viven de los habitantes viven en un medio insalubre, ya porque en ellos está acendrado el temor de morir sin sacramentos de manera que cuando se sienten enfermos, aunque no sea asunto grave, solicitan los sacramentos de la iglesia. Y no menor trabajo acarrea a los nuestros la reverencia que tienen por ellos de manera que, si se origina alguna disputa entre ellos, al punto acuden a los nuestros para que la arreglen y, hasta ahora, no ha habido ninguno que no haya aceptado su veredicto. El amor va parejo con la reverencia que tienen a los nuestros: por experiencia conocen que no pueden recibir tantos beneficios de los padres que les dio la naturaleza como los que reciben de los nuestros siempre: porque los que están en extrema angustia económica, son mantenidos por los nuestros y, con sumo cuidado ciertamente, cuando están enfermos. De allí ha sucedido que, cuando los nuestros repetidas veces han pretendido dejar el beneficio curial, ya que de ello [54v] se sigue poco beneficio y sí muchos inconvenientes, no ha sido posible obrar conforme a su parecer ya que los ciudadanos han presentado súplicas, tanto al Arzobispo como al Regio senado para que no se les prive de sus padres y protectores y para que no se atendiera nunca a las solicitudes de los nuestros. Esta parroquia está situada a todo lo largo de la vía militar de todo el reino, de lo cual se sigue que los que van hacia Cartagena o toman cualquier otra 96.
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vía tengan que pasar por ella por lo cual nuestros Padres deben recibir allí muchos huéspedes. De allí se nos siguen muchas incomodidades ya que la paga es demasiado exigua, aunque los frutos que conseguimos por nuestra humanidad compensan las cargas y trabajos porque luego que han experimentado los ministerios de la Compañía nos siguen con mucha caridad. Y no son solo las personas distinguidas por su linaje las que son recibidas con amor, sino también, y con mayor afición, se presta el servicio a los pobres. Además si los Presidentes, si los Arzobispos, si los Senadores están en camino hacia Santa Fe el día anterior a su llegada se detienen en esta Ciudad y se sirven de nuestro hospedaje, con la condición de que tanto los Presidentes como los Arzobispos permanecen aquí tres días para recibir las visitas y los saludos tanto del Senado [Audiencia] como de los canónigos, los superiores de las familias religiosas y de todos los pertenecientes a la clase de los caballeros; al fin, recibidas las congratulaciones, entran en la Ciudad. [Las reducciones de Los Llanos] Además de lo dicho con respecto a esta residencia hay otras 4 en la región que se llama popularmente Los Llanos. Son llanuras que se extienden en un espacio inmenso de donde su nombre. Viven en algunos poblados que se yerguen en ellas multitudes de indios que, por fin, han aceptado que se les cultive y se les reduzca a vivir en común (porque los indios suelen vivir errantes por los montes [55r] y llevan una vida casi de irracionales)47. El primer pueblo lleva por nombre Pauto y es el que tiene más habitantes. Los campesinos de allí son de más ingenio que los demás y mucho se acercan a los europeos. Además de los indios, muchos españoles habitan en la vecindad y se sirven de la misma parroquia que los indios. El pueblo está habitado por tres tribus, de las cuales, a la primera llaman Catatíos; la segunda Ipuyes y la tercera Gasparicos. Al segundo
47 Para el estudio de las poblaciones indígenas remitimos al lector a: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) 2 vols. Y para la descripción de las naciones indígenas encomendadas a los jesuitas recomendamos: José DEL REY FAJARDO, Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2011.
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poblado le dieron el nombre de San Salvador de Casanare aunque ahora lo llaman comúnmente El Puerto porque está situado a orillas del río Casanare. A este puerto llegan todas las embarcaciones comerciales que navegan por el río. El grupo étnico que vive por allí es llamado en lengua vernácula los Achaguas. Al tercer poblado le han dado el nombre de Tame y como ha sido puesto bajo el patrocinio de la Virgen Madre de Dios recibió de ella el nombre y se le conoce como el Pueblo de la Virgen de Tame. A este poblado suelen confluir muchos de la tribu llamada Giraras. El último poblado, cuyo nombre es San Javier de Macaguane, tiene pocos habitantes ya que surgió no hace muchos años. Sus habitantes son llamados en su lengua Airicos, nombre que en nuestra lengua quiere decir montícolas ya que se trata de hombres que vagan perpetuamente por los montes. En estos 4 pueblos trabajan 7 de nuestra Compañía. En Pauto vive el Superior al cual acuden todos cuando ha lugar y a cuyos mandatos obedecen. Este Padre tiene el oficio curial de vicario episcopal y comisario del Santo Oficio para que a él puedan acudir los habitantes de esas regiones en todo lo que acaezca en lo referente a uno y otro foro. No mucho antes en nuestra narración hacíamos mención de un quinto poblado al cual llamábamos Patute, habitado por los más salvajes de los indígenas, los cuales nunca pudieron ser completamente pacificados pues siempre añoraban [55v] la libertad en que vivían, eran glotones hasta la saciedad y, no contentos con tener una mujer, tenían muchas según su capricho y pasión. En definitiva, cuando quieren satisfacer sus caprichos se sustraen a la tutela de los nuestros y se marchan a los montes y no hay poder humano ni método o arbitrio capaz de hacerlos regresar a su anterior sede ya que no oyen los consejos de los nuestros ni con los oídos del alma ni con las orejas. [Pauto] El pueblo pautense48 está habitado por 700 indígenas a los cuales visitan con asiduidad alrededor de 600; los españoles y los mestizos que ocu48 Situado al poniente de los ríos Purare y Tacoragua, afluentes del Casanare. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 253-258.
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pan las regiones suburbanas, alcanzan un número entre 200 y 300. Preside el lugar uno de nuestros sacerdotes, el cual, aunque se dedica con la mayor intensidad a la enseñanza de los principios sagrados de la religión, sin embargo muchas veces se nota su ausencia porque solo los nuestros solo pueden, en la medida de sus posibilidades, atender con dificultad a los que pueden acudir, sobre todo, el primer domingo de cada mes y en los días consagrados al Salvador y a la Madre de Dios, a practicar el sacramento de la penitencia. El año anterior se establecieron dos congregaciones, de las cuales, la primera tomó el nombre del Niño Jesús y la segunda el de la Concepción de María. Ambas congregaciones han entusiasmado notablemente a los que viven en el pueblo y en los alrededores lo que han aprobado obra tan pía. Si no fallan las esperanzas, se espera de ellas mucho fruto. El año pasado, por orden del Padre Diego Altamirano, los indígenas comenzaron a ser motivados a la contrición pública durante el tiempo de Adviento. Se organizaba una procesión presidida por la imagen del Salvador crucificado el cual se trasportaba a algunas capillas situadas en el pueblo (estas capillas determinan como sectores del pueblo donde colocan las diversas estaciones) donde el pueblo que practicaba tales ejercicios durante una quincena ganaba la indulgencia49 [56r] de las sagradas misiones y el llamado jubileo de la doctrina cristiana. El día dedicado a la Concepción de María, purificados por el sacramento de la confesión de todos los pecados, practicaron la comunión, tanto los habitantes del pueblo como los de las zonas suburbanas y lo hicieron unos 900 como se pudo colegir del número de hostias que ese día se consagraron. [Casanare] Los habitantes del poblado de Casanare50 son casi 800, exceptuados los españoles y mestizos que no son pocos en la vecindad que tienen indios 49 Véase: Karl RAHNER. “Indulgencias”. En: Sacramentum Mundi. Barcelona, Editorial Herder (1973) III, 872-886. 50 Pueblo situado en la banda del río que mira al Nuevo Reino, a 12 o 14 leguas de Pauto. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) I, 205-209.
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a su servicio. A estos aldeanos los atienden dos sacerdotes de nuestra Compañía y en verdad que los profundos dogmas de nuestra fe han ido echando muchas raíces, pero principalmente son venerados por ellos los misterios eucarísticos, tanto que no hay día en que no acudan a la misa a no ser que tengan que excluirse de asistir por tener que cumplir con las obligaciones del campo. De lo que primero se acusan en la confesión es de negligencia al oír la misa en los días de fiesta; y se fortalecen en la fe con tanta frecuencia a los sacramentos como al sacerdote le es permitido que así se haga, procurando distinguir los días festivos por la solemnidad de la misa, los días de la semana santa y cada uno de los viernes del año. El pueblo concurre a la iglesia donde entonan en canto llano el cuarto de los salmos penitenciales, luego la meditación privada y finalmente la oración vocal. El sacerdote desde el púlpito hace a todos un comentario cada día, al caer de la tarde, pero en la casa, dividida la servidumbre en dos coros, recitan alternativamente el rosario. Esto se graba en los ánimos cuando ven que a en la casa del superior se practica tal género de oración vocal. Tienen establecidas algunas congregaciones y cuando acaece la fiesta del santo patrón de la confraternidad, lo celebran con la mayor solemnidad que les es posible; nada dejan que pueda echarse de menos; [56v] todo lo hacen con entusiasmo, piedad y observancia; y, sobre todo, cuando se celebra la misa en honor de Cristo Señor bajo la advocación de Salvador que es el nombre que lleva la población. [Tame y Macaguane] Las aldeas de la Virgen de Tame51 y de San Francisco Javier de Macaguane52 (en la primera viven 900 y en la segunda casi 600) han causado a los nuestros no pocas dificultades pues sus habitantes que son de los que viven vagando por los montes, son salvajes, dados a las armas y de ánimo tan 51 Pueblo situado entre los ríos Tame y Ele en la parte superior de la orilla oriental del río Tame. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 219-222. 52 Pueblo situado a 4 leguas de Tame, entrada la montaña. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 23-24.
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soberbio como para no aguantar ningún tipo de dominación, aunque esta sea suavísima. Si algo se establece contra sus deseos, los Padres han aprendido por la experiencia a seguirles las huellas por entre las selvas y los montes que están muy cerca de los poblados y se extienden por muchas leguas al interior de las cadenas de montañas. Estos alturas escarpadas sirven de asilo y lugar de refugio de muchos criminales por lo que los encargados del cuidado de aquellos no se pueden dedicar a delincuentes, por eso no esperan que los que huyen se corrijan. En ambos poblados permanece uno de nuestros sacerdotes libre de cualquier otra obligación distinta de su cuidado; sin embargo no es suficiente para todos los sufrimientos que debe padecer así tenga el ánimo preparadísimo para cualquier adversidad. [Hechiceros y hechicería] Los nuestros se entregan al trabajo en la medida de sus fuerzas para procurar erradicar los vicios y maldades con los que el demonio esclaviza a estas gentes y sobre todo para que no le atribuyan culto idolátrico haciendo pactos con él o usando sus maleficios e imposturas. Estos maleficios impiden que la fe se fortalezca porque los indios por esta razón viven llenos de temor de los hechiceros. Estos ejercen sus prácticas curanderas atribuyéndolas a Cristo para evitar su ruina total por causa de las artimañas de su hechicería. En consecuencia, los nuestros están persuadidos de que nunca conducirán a estos bárbaros a nuestra fe si no se arranca de raíz esta hierba diabólica. [57r] Sin embargo, no faltan muchos entre los malos que se obstinan aun reteniendo la fe cristiana que han abrazado: estos con frecuencia limpian las maldades contraídas por la penitencia y se nutren con el pan celestial, mientras que, según testimonio de los nuestros de lo que es claro para ellos, los indígenas no siempre están firmes en sus pasos porque, defeccionando lamentablemente del Cristianismo, se acogen al poder del demonio por lo que los nuestros no se muestran fáciles en administrarles los sacramentos. El execrable pacto con el diablo fomenta continuas peleas y disensiones entre las gentes; porque cuando alguien por desgracia cae muerto, al punto todos los que estaban ligados con el difunto por algún grado de consanguinidad empiezan a cavilar de diversa manera y si alguno se acuerda que alguien ha demostrado enemistad al difunto, al punto comunica a los demás lo que ha 101.
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pensado y entonces estos quedan convencidos de la invención y atribuyen la muerte al sospechoso, lo llenan de maldiciones y lo persiguen a muerte. Los nuestros trabajan incansablemente por refrenar estos que se generan por sospechas y, sin embargo, por muy poco tiempo ceden los odios que vuelven a encenderse por cualquier causa baladí. Era ya una costumbre que los indios, cuando algo sucedía contra su parecer, inmediatamente cogían camino de los montes o de los desfiladeros; pero de dos años para acá las fugas no son tan frecuentes. La causa de esto fue algo que sucedió en el año 88 [1688]. Habiéndose marchado al monte muchos de ellos, por algunos meses estuvieron esperando a los demás que debían huir en su compañía; furiosos por la incertidumbre de sus compañeros, concibieron en su mente la creencia de que los que habían permanecido en los pueblos habían cambiado de parecer, y entonces decidieron bajar de los montes, irrumpir por sorpresa en los poblados e incendiar los templos y lo que había en ellos. [57v] Hacia allá se dirigieron para cumplir su plan. Pero, cuando ya llevaban dos días de camino, de repente todos los que tenían el nefando propósito, preocupados por la muerte de su cabecilla, al tiempo que sus mujeres también fueron difuntas, no les quedó capacidad ni siquiera para enterrar los cadáveres. Una cierta mujerzuela que tenía el mismo propósito y que había sido excluida de la incursión por alguna causa, en el mismo lugar en que se ocultaban los que regresaban, mordida por una serpiente, murió herida por el rigor del veneno. Los que sobrevivieron, de tal manera quedaron atemorizados, que cambiaron de pensamiento y, conocida la animadversión divina hacia los que maquinan maleficios, volvieron a los pueblos y siguen a los nuestros con grande ánimo llevando una vida libre de culpas y contentos con su trabajo aunque movidos por el temor que todavía los trastorna.
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§ IV SE REFIEREN LAS MISIONES SAGRADAS LLEVADAS A CABO POR LOS NUESTROS ENTRE LOS IDÓLATRAS DE LA REGIÓN DEL ORINOCO: LA MUERTE VIOLENTA DE TRES DE LOS NUESTROS POR ESA CAUSA Y CUáL ES EL ESTADO DE LOS ASUNTOS DE ESA MISIÓN [57v-60v] No mucho tiempo antes y con perspectivas favorables los nuestros habían comenzado a trabajar en pro de los casi innumerables indios que viven a orillas del río Orinoco53 o en los montes y desfiladeros que frecuentan para sacarlos de sus mitos e impuras supersticiones y llevarlos a la verdadera religión. Como ejemplo, los indios que se llaman caribes (estos la mayor parte del año satisfacen su hambre comiendo carne humana, raza de hombres bárbara y cruel) [58r] hicieron irrupción en aquellas regiones: cayeron de pronto sobre los pueblos que hicieron evacuar, todo lo que quedó lo incendiaron y pusieron sus manos criminales en tres de los cuatro sacerdotes que trabajaban por imbuir a los indígenas en los preceptos cristianos; con lo que una misión que había comenzado con tan prósperos exordios padeció un tan infeliz resultado. [Preparación del apostolado en el Orinoco] Pero vale la pena que, así sea resumiendo brevemente, volvamos atrás un poco: los sacerdotes que trabajaban en las residencias antes citadas, sea para que reinara una disciplina cristiana entre los indígenas que antes dominados por el inicuo se habían comprometido con las palabras de Cristo, sea para instruir en la fe a los que no la conocían, habían sabido por firmes testimonios que en el interior de aquellas regiones habitaban innumerables indios. A partir de allí se apoderó de sus mentes el celo por llevar a esos indios al recto camino de la salvación librándolos de la oscuridad y de la ceguera de los errores que los llevaban a la muerte. La decisión 53 Marco Aurelio VILA. “Orinoco, río”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 436-438.
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fue realizar el propósito y así inmediatamente se embarcaron río arriba en pequeñas barcas. Después de algunos días de navegación encontraron una inmensa provincia en la que podrían ejercer su apostolado: por todas partes naciones innumerables y, lo que no dejaba de ser muy favorable para su propósito, todos hablaban el mismo idioma. Servía de aliciente a los nuestros, no solamente el fruto que al punto podían empezar a recoger en aquella provincia, sino también el fácil acceso que esta se aseguraba tener con el llamado gran Airico limítrofe con el cual está. Esta región del Airico54 es accesible viajando por él varios días sin trabas y está habitada por un sin número de gentes bárbaras. De esa provincia, con la ayuda de Dios y con los recursos que daría el Rey, se esperaba una mies abundante si llegaba a realizarse el cultivo. Realizada la exploración a lo largo del río, regresaron por el mismo camino que habían hecho y como para publicar algo que estaba en la sombra, comunicaron al Senado real [Real Audiencia] y al Arzobispo lo que habían conocido por propia experiencia para que ellos movieran el asunto en orden a su realización. Acerca de esto se dividieron las opiniones hasta que, por fin, [58v] tomaron la decisión unánime de que cuatro de nuestros sacerdotes arremetieran con tan ardua labor55.
54 Gran Airico o Barragua era una gran serranía que distaba de Pore entre 13 o 14 días de camino. Según Rivero “tiene su origen de muy arriba y desciende hasta la Guayana” y por sus faldas corre el río Orinoco. Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 27-28. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) I, 61-63. 55 En 1679 se organizó una expedición exploratoria de las regiones sureñas del Orinoco y fue llevada a cabo por los PP. Ignacio Fiol y Felipe Gómez. Realizada la tarea investigativa el P. Fiol regresó a Bogotá para informar a las autoridades santafereñas. Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 259-260.
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[Organización de la expedición misionera] Como delegado para la región fue nombrado el Padre Fiol56, natural de la isla de Mallorca quien era profeso de 4 votos y que fue nombrado superior de la expedición. De ella formaban parte: el Padre Julián (de) Vergara, de Valencia en España, también profeso de votos solemnes57; el Padre Gaspar Bec, nacido en la Germania Superior, también profeso de votos solemnes de nuestra Compañía58; el Padre Ignacio Tuebasth [Toebast], belga, vio la luz en Gante59. Todos ellos fueron despedidos en medio de deseos de buen suceso y de felices ovaciones de parte de sus compañeros y, después de muchas una penalidades en el camino, llegaron a la región elegida. Allí emprendieron los trabajos con gran energía para arrebatar al dominio del demonio tantos salvajes y llevarlos bajo las banderas de Cristo60. A estos los trataron de manera tan maravillosa y tan pacíficamente se acomodaban a las múltiples necesidades que tenían, que, poco tiempo después de su llegada, ya habían levantado 7 pueblos habitados por una gran multitud de indios.
56 Ignacio Fiol (Palma de Mallorca, 18 de julio de 1629-Asesinado por los caribes a orillas del Orinoco, 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía de Jesús el 30 de marzo de 1652. Atravesó el Atlántico en junio de 1678. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 286-290. 57 Julián de Vergara (Alcira [Valencia], c. hacia 1632-Cartagena, 1701). Ingresó en la Compañía el 20 de mayo de 1655. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1663. Estuvo en la ciudad de Guayana hasta 1682, cuando fue destinado al Orinoco. Ante la invasión caribe huyó el 10 de octubre de 1684. Los últimos años de su vida transcrurrieron en Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 728-731. 58 Gaspar Beck (Rottemburg am Neckar, 6 de enero de 1640-Asesinado por los caribes a orillas del Orinoco, 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía de Jesús el 14 de abril de 1662. Atravesó el Atlántico el 15 de junio de 1681. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 138-168. 59 Ignacio Toebast (Gante [Bélgica], 28 de noviembre de 1648-Asesinado por los caribes a orillas del Orinoco, 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía el 26 de septiembre de 1667. Atravesó el Atlántico en junio de 1678. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 681-682. 60
El 21 de diciembre de 1681 llegaban al Orinoco. A partir de octubre de 1684 serían víctimas de los caribes.
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[Organización de los pueblos] Estos fueron los nombres que les pusieron a los pueblos: al 1.º, Tabaje61; al 2º, Adúles62; al 3º, Peruma63; al 4º, Cusia64; al 5º, Mazaiva65; al 6º, Duma66; y, al último, Catarubén67. Éstos fueron los nombres de los pueblos, según era el nombre que tenían por el grupo que poblaba cada uno. En cada uno se plantaba por parte de los nuestros la señal de la cruz salvadora, se levantaban las casas y se edificaban los templos; se labraban los campos en los que se sembraban las semillas, se cultivaban las hortalizas, los tubérculos y todo lo que podía hacer más llevadera la vida. Además, las pesebreras para el ganado que estaba compuesto por un número no despreciable de vacas. Cuando ya las cosas funcionaban adecuadamente y muchos habían dado su nombre a las huestes cristianas, nuestros sacerdotes se preocupaban en el poblado por que los salvajes procedieran según las normas de humanidad y racionalidad que iban aprendiendo, luego de lo cual los iban informando de los mandamientos cristianos, administraban a los infantes el santo bautismo, al cual también
61 Pueblo situado debajo de los raudales de Tabaje. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 307. 62 La isla de Adoles distaba poco más de un día de la confluencia del Meta en el Orinoco. La lengua de sus indios era catalogada como caribe. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topohistoria, I, 32-43. 63 El pueblo se llamaba Peruba y fue misionado por el P. Ignacio Toebast. Situado en el alto Orinoco. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia, II, 259. 64 Debía estar situada en la confluencia del río Cusia con el Dubarro. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia, I, 359-362. 65
No hemos podido identificar su ubicación pero pertenecía al alto Orinoco.
66 Situada en la confluencia del río Duma con el Dubarro. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia, I, 362-364. 67 Ubicado en el alto Orinoco y distaba de Tabaje 4 días y de Catarubenes a Adoles 5 días. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia, I, 210-211.
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[59r] eran estimulados los adultos que ya conocían suficientemente los misterios de la fe. [Distribución de labores] Así se dividieron los Padres los trabajos: al Padre Ignacio Fiol le correspondió el pueblo de Catarubén; el Padre Ignacio Tuebasth se ocupaba de los Dumanos; del trabajo entre los Cusianos se encargaba el Padre Gaspar Bec; por su lado, el Padre Julián de Vergara tenía el cuidado del ganado y de los campos pues era el que mejor conocía estos menesteres y, al tiempo que los introducía en los misterios de nuestra fe, les enseñaba a trabajar. [Martirio de los Padres] Las cosas funcionaron bien por algunos años, cuando, en el año 1684, el día quinto de las nonas de octubre (3 de octubre) saltaron de sus barcas a las playas del río Orinoco casi 200 de esos indios que llaman caribes e irrumpieron en los tres pueblos más cercanos, en los cuales habitaban nuestros sacerdotes, a saber, en los pueblos Catarubén, Duma y Cusia. Entonces, sin que los Padres pudieran salir de su asombro, con suma barbarie y crueldad les propinaron múltiples heridas. Los mataron en las nonas (7) de octubre y no por otro motivo que el odio grande que tiene este género de gente al nombre cristiano, odio que es implacable contra aquellos que trabajan por llevar a los indios de las tinieblas de la idolatría a la luz de la fe como es el caso clarísimo de los nuestros. No es pequeña prueba de ese odio la sevicia ejercida contra nuestros Padres porque, con pompa salvaje, arrastraron sus cuerpos alrededor de los templos y las casas y luego arrancaron los brazos y las piernas de los Padres Bec y Tuebasth y se los llevaron consigo, dejando insepultos los restos y el cuerpo del Padre Fiol para que sirvieran de alimento a las bestias salvajes y a las aves de rapiña. La misma suerte sufrieron muchos tanto españoles como indígenas que vivían en los pueblos con los Padres y cuyas casas fueron destruidas y los templos incendiados68. Sin embargo, la barbarie no pudo saciarse con tales actos. Todo lo contrario: las casullas
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[59v] y los demás ornamentos sagrados que sacaron de la sacristía los convirtieron en objeto de ludibrio, burlándose uno vestido con el alba, otro con la casulla, otro con el amito. Al mismo tiempo algunos libertinos profanaban los cálices y patenas haciendo la pantomima, unos de pedir que les llenaran las copas de una bebida embrutecedora con la cual se embriagan continuamente, y, otros, que les sirvieran en los platillos su alimento de casi siempre que es la carne humana. Las cosas que juzgaban de valor las juntaron para llevárselas; lo demás lo entregaron a las llamas. [El éxodo del Padre Vergara y sus compañeros] El Padre Julián Vergara, a quien habían llegado los rumores de lo que los salvajes habían perpetrado, sospechando que seguirían con el pueblo donde él estaba para someterlo, a él y a sus compañeros, al mismo suplicio, tomó la decisión de inmediata, en espera de una decisión más pensada de abandonar la región, de trasladarse a aquellos pueblos que ocupamos en los llanos. Los que se pusieron en camino eran 24 y llevaron consigo todos los objetos de culto y algunos alimentos para el camino en el cual emplearon 115 días porque emprendieron el viaje el día sexto de las idus de octubre (10 de octubre) y llegaron al puerto de Casanare el día 11.º de las kalendas de febrero (22 de enero). Durante 60 días viajaron a pie en medio de incomodidades que se juntan unas a otras, unas veces por los lugares desiertos que se extienden hacia el llano, o por las aguas estancadas que sueltan humedad en un suelo siempre pantanoso, otras veces por gargantas que se estrechan entre vastas prominencias. El resto del viaje lo hicieron en embarcaciones mal equipadas para atravesar los ríos, en cuya ocasión varias veces estuvieron a punto de naufragar. A todos estos inconvenientes se añadían otros no menores, como la amenaza de los salvajes que habitaban esas regiones o las fieras que salían de la selva y los atacaban. Y no en menor escala los acosó el hambre por espacio de 90 días ya que los alimentos que habían traído consigo los habían consumido en los primeros días del viaje. [60r] Lograron acallar un poco el hambre comiendo todo el tiempo raíces de arbustos; luego empezaron a acumularse las penalidades: ya la fiebre continua, ya la podagra (gota) que sufría continuamente el Padre Vergara y que 108.
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le impedía caminar, viéndose obligado a hacer la mayor parte del camino en los hombros de sus compañeros69. [El consuelo de la misa diaria] En medio de tantas calamidades había algo que servía de consuelo y era que el Padre Vergara ningún día dejó de celebrar la misa y lo que es admirable y hay que atribuirlo a intervención divina es que no obstante que la magnitud y la furia de la corriente volteó la barca en que iban y la cajita donde iban las hostias se llenó de agua y las mojó casi todas, se salvaron solamente las que el Padre necesitó para celebrar todos los días hasta que llegaron al puerto donde pudo celebrar en un altar. La Providencia de Dios se comprobó con lo sucedido con la botella del vino: cada día se pudo sacar lo necesario y, el último día, solo quedó una gota. [El futuro de la Misión del Orinoco] Desde entonces, los nuestros abandonaron aquellas regiones que de manera tan abundante habían respondido a la siembra evangélica; sin embargo, estamos esperanzados en que una tierra regada con la sangre de tan gloriosos atletas finalmente resurgirá para una siembra abundante y se recogerá una no despreciable cosecha de almas. Y esta esperanza se funda sobre un no débil fundamento y es que los que asumirán el mando de esas regiones sabrán por experiencia que no se puede esperar ningún progreso en aquellas regiones si es con la ayuda militar que controlen a los salvajes. Que eso se lleve a cabo lo han solicitado en repetidas cartas al Regio Senado (Real Audiencia) sin que haya sido posible convencerlo a aceptar esta propuesta pues responde que no aceptaría el Rey católico enviar soldados a ese lugar. Por tanto, la decisión de nuestros gobernantes es que [60v] ninguno de los nuestros vaya a cultivar aquellas gentes. Esto lo hacían movidos por una mentalidad errada de oponerse a que vayan nuevos compañeros a trabajar entre los antropófagos a partir del año entrante, no sea que estos devoradores de carne humana los empleen en sus comidas nefandas,
69 Es una carta escrita por el P. Julián de Vergara que reproduce Mercado: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. II, 394-398.
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quedando por esta razón sin esperanza ninguna de que lleguen los mensajes salvadores a sus mentes o, al menos a sus oídos. No obstante lo anterior, cuando ya habíamos perdido toda esperanza y sin nuevas intervenciones nuestras, el Regio Senado (Real Audiencia) en nombre del Rey exhorta a nuestros Superiores para que, con toda diligencia, nombren algunos compañeros para que acudan a las gentes del Orinoco para librarlos de las abominables supersticiones y conducirlos a la fe de Cristo porque se dispondrá de un grupo de soldados pagados de los fondos reales. Los Superiores, aprovechando esta ocasión propicia, vivamente deseada por todos de tiempo atrás, designaron 4 Padres, de los cuales 2 eran de los que acababan de llegar a América de Europa y los otros de los que ya trabajaban en los pueblos de los Llanos, aprovechando que ya saben la lengua de la gente. Los nombrados se dirigieron cuanto antes a aquellas regiones y todos esperamos que los nuestros cosecharán frutos ubérrimos70.
70 La restauración se llevó a cabo el 29 de noviembre de 1691 y los cuatro jesuitas fueron: Alonso de Neira, José Cavarte, Vicente Loverzo y José de Silva. Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 283-284.
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§V SE PRESENTAN LAS SAGRADAS MISIONES QUE DIRIGIMOS EN CIUDADES Y PUEBLOS HABITADOS POR ESPAÑOLES [60v-63r] En las kalendas de septiembre del año 84º de este siglo (1 de septiembre de 1684) arribó de Europa a la Nueva Cartagena el Padre Diego Altamirano enviado como Visitador de la Provincia y para que ejerciera el cargo de Provincial71. Él traía como compañero de viaje y trabajo un sacerdote de la Compañía aún en la flor de la edad, pero ya dotado de todo género de virtudes y sobre todo de ingenio y arte. Éste venía destinado a la Provincia del Paraguay habida cuenta que solo a Altamirano se le confió el cargo. [61r] Inmediatamente se aplicó a organizar la actividad de las sagradas misiones y afianzarla en todos los sitios en donde vivían los españoles ya que, por el uso y los frecuentes experimentos, había aprendido que no había ningún ejercicio más a propósito que este para erradicar los vicios, y para sembrar o renovar las virtudes. [Misiones iniciales del Padre Visitador Altamirano] Para comenzar cuanto antes, el buen Padre se dedicó, con vigor y esfuerzo, a organizar la misión en Cartagena (primer puerto de entrada de los que vienen de España a estos Reinos y primera plaza comercial). Sin embargo, no pudo realizar lo que quería porque los que se esperaba que habrían de promover tan santo ejercicio cambiaron de parecer con no poco dolor del Padre. Echando río arriba hacia este Reino, se dirigió a Mompox en donde sucedió lo que él deseaba porque tuvo la posibilidad de ejercitar las sagradas misiones entre el pueblo, con la predicación, con breves exhortaciones por la noche que hacían que los que vivían en la suciedad salieran del fango del pecado. Lo cierto es que las intenciones y los trabajos empleados no fueron en vano porque muchos fueron restaurados 71 El P. Diego Francisco Altamirano llegó a Cartagena el 30 de agosto de 1688. AGI. Santafé, 260. Carta del P. Diego Francisco Altamirano al Rey. Cartagena, 18 de octubre de 1688.
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en su salud expiando sus pecados por medio de la confesión y reformando su mentalidad y sus costumbres. Feliz por el éxito logrado, finalmente llegó a Santa Fe y no fue mucha la demora para que empezara a trabajar con sus habitantes por medio del ministerio de las misiones, pero para que todo se hiciera por consenso, no quiso imponer su parecer a los Padres de este Colegio ni establecer el modo y los medios, sino oyendo el parecer de aquellos con el fin de que los que tenían experiencia de muchos años expusieran lo favorable y lo perjudicial para que las sagradas exhortaciones tuvieran acceso fácil a las almas de los oyentes. [61v] [Misión en Santa Fe–Centro] Una vez que todos estuvieron de acuerdo, comunicaron su parecer tanto al Presidente de esta Provincia, Señor Gil de Cabrera y Dávalos, caballero de la Orden de Calatrava, al Señor Pedro Moraeu y Montaña72, canónigo de esta Iglesia catedral y Vicario del Arzobispo para que su buena voluntad y su participación en las actividades de tan piadoso ejercicio no se echaran de menos. Las personas mencionadas siguieron al punto el consejo de los Padres y, para poner en práctica lo que se había acordado, con insistencia solicitaron que, con tan felices auspicios, se pusiera manos a la obra: el cuarto día de las idus de Marzo [12] del año 89 [1689] todo quedó dispuesto. Desde el comienzo hasta bien entrada la noche se estableció la procesión de rogativa: la precedía la Santa Cruz y a su lado el Presidente. Dispuestos en estricto orden, primero iban los Senadores (Oidores), luego los Prebendados, Canónigos y personas de la nobleza, todos los cuales con antorchas encendidas permitían ver en la oscura noche. La marcha de la procesión la regulaba el Padre Altamirano con otros Padres de nuestro Colegio. Cuando se llegó al cruce de la plaza pública se detuvo el sagrado desfile y con breves moniciones se disponían los ánimos de los presentes y de los que se marchaban a sus casas. Luego, con una fórmula ritual, se impulsaba a todos a la contrición. Al fin, una vez llegados a nuestro templo, se tenía la predicación 72 Pedro Moraeu y Montaña. Vicario Capitular a la muerte del obispo Antonio Sanz y Lozano. José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo IV. Cabildo Eclesiástico. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1971) 71-72. Falleció en 1698.
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del Padre Altamirano, luego de la cual se disolvía la procesión. En los ocho días que siguieron a esta noche, después de almuerzo, el pueblo se ejercitaba bajo la dirección del mismo padre Diego con la materia que el Santo Padre Ignacio pone para ser expuesta en la primera semana [de los Ejercicios]. El día octavo estaba dedicado a la comunión general y entonces, lavadas las suciedades del alma [62r] por la Penitencia, diez mil [10.000] hombres se acercaron al sagrado banquete73. [Misión en Las Nieves] El día siguiente se dedicó a realizar el mismo ejercicio en el suburbio que llaman de la Virgen de las Nieves, en el cual, como ya dijimos, estaba establecido otro Colegio nuestro. Seguimos las huellas del anterior. El primer día por la noche organizamos dos procesiones de rogativas, una que salió de nuestro templo y otra del templo parroquial. Todo el suburbio fue recorrido y todos los oyentes, motivados con oportunas amonestaciones, se iban moviendo a la contrición; eran casi incontables y daban muestras singulares de dolor y devoción, entre las cuales no faltaron las lágrimas. Los ocho días siguientes, en el templo parroquial, se tuvieron los sermones al empezar a extenderse las tinieblas de la noche para que los campesinos y obreros pudieran estar presentes sin tener que dejar sus labores. Al celo apostólico respondió el fruto cuanto se podría desear74. [Repetición de la misión en diciembre] Cuando el Padre Diego [Altamirano] vio la Ciudad bien preparada y comprometida con grande empeño en el ejercicio de la piedad, ordenó a los nuestros que, en diciembre del mismo año, de nuevo repitieran los ejercicios. Él, por su parte, se marchó hacia Quito. Las órdenes dejadas para ser ejecutadas y el ejercicio para el pueblo de los provechosos y píos sermones fueron asumidos por los Canónigos de la Iglesia principal y llevados a la práctica. Como la experiencia lo aconsejaba, los sermones nocturnos que se
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Sobre la misión de Bogotá: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 210-211.
74 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 211.
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acomodaban tanto a los ciudadanos como a los canónigos que, por otra parte se veían obligados a cambiar la distribución del Coro, se tuvieron por la noche. La noche del quinto día antes de las idus de diciembre [9 de diciembre] fue iniciada con una procesión de rogativa y con las fórmulas rituales de contrición. En los días siguientes se tuvieron los acostumbrados sermones al pueblo del cual logramos una gran audiencia y un fruto no inferior al obtenido antes. [62v] [Apostolado en Tunja] El mismo año, en Tunja, se tuvieron los sermones sagrados. En efecto, como el Padre Diego Altamirano valoraba todo lo pertinente a esa casa, por su amor ardiente hacia los prójimos se resolvió a cultivar a los ciudadanos con píos ejercicios. Por ocho días, a partir de las kalendas de junio [1 de junio], él mismo hizo los sermones desde el púlpito y dedicó largas horas a escuchar a los penitentes en el tribunal de la Confesión. Los sermones tuvieron lugar en el templo dedicado a Santiago que es el principal y el más capaz de albergar una multitud llegada de todas las parroquias de la Ciudad. En la noche anterior a las kalendas de junio [julio dice el texto aquí] se organizó la procesión de rogativa y se emitían breves exhortaciones por las plazas; en todos los barrios se detenía la procesión y se motivaba a los asistentes a la contrición con diversas fórmulas rituales; y, en verdad, que las mociones de ánimo, los lamentos y las lágrimas superaron las expectativas. Fue muy grande el fruto que se sacó de esas misiones y se podría resumir en un solo ejemplo: un cierto caballero, aunque no era demasiado rico, sin embargo, conmovido por la piedad, el esfuerzo y el fruto con que eran ejercitados sus conciudadanos por nuestros Padres, donó al Colegio de Tunja 2.000 pesos de plata con el propósito de que con los réditos anuales se ofreciera la posibilidad a dos de los nuestros para que fueran alternativamente, de nuevo a Tunja y a las ciudades circunvecinas a ejercitar en esos lugares el sagrado ministerio de las misiones75. Los nuestros, aprovechando tan favorable coyuntura, el cuarto día de las nonas de agosto [2 de agosto] 75
El otorgante fue el capitán José Téllez.
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del mismo año 1689, recorrieron, no solamente las Ciudades circunvecinas, sino muchas otras hasta llegar a la Ciudad de Muzo. Cuánto fruto se logró de los habitantes de esa población y de los campesinos con estos ejercicios, el Padre Altamirano [63r] lo puede decir al Padre General. Sería labor inútil repetir lo mismo.
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§ VI SE NARRA DOS FUNDACIONES DE GIMNASIOS CON LOS CUALES SE HA INCREMENTADO RECIENTEMENTE ESTA PROVINCIA [63r-66v] [63r] En el Colegio de Santa Fe se ha puesto en funcionamiento un Gimnasio76 y otro en Tunja77, ambos últimamente erigidos y muy bien dotados. En estos Gimnasios los niños, tanto hogares pobres como ricos, reciben instrucción de dos de nuestros hermanos coadjutores temporales en la lectura, escritura de notas, trazado de los números, suma y resta; además, por medio del catecismo, se les inculcan las virtudes cristianas y, al mismo tiempo, los dogmas. Y ya que en su origen se dieron algunas circunstancias dignas de mención, sobre todo en el de Santa Fe, vale la pena que, aunque sea de manera resumida, todo aquello que las ocasionó. [Pleito del Padre Gabriel Álvarez de Velasco] Corría el año 86 del presente siglo [1686], año que nunca se borrará de la memoria de los nuestros. En ese año, por un incalificable delito, la Compañía fue privada del derecho que tenía con respecto a uno de sus miembros y con enorme injusticia se vio obligada a pagar 25.500 pesos de plata, asunto que ya mencionamos antes brevemente. Gabriel Álvarez y Velasco78 se había incorporado a la Compañía hacía tiempo, habiéndose despedido de los bienes perecederos legítimos. Hechas todas las probaciones, había hecho voto
76 El fundador fue don Antonio González Casadiego. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 124-125. 77 El fundador fue el capitán Francisco Niño y Alvarado. Para más información: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 166. 78 Gabriel Álvarez de Velasco (Bogotá, 1641-Bogotá, 28 de enero de 1702). Ingresó en la Compañía de Jesús el 15 de julio de 1657. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 97-100. Para el pleito del P. Gabriel Álvarez y la Compañía de Jesús, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 106-119.
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de obediencia en rito solemne al Instituto de la Compañía; sin embargo, poco a poco después de la profesión solemne, fue cayendo en la apatía [63v] y le faltó constancia en la observancia de los votos, de manera que nada lo tenía más agitado en su ánimo que poder encontrar un ardid para no permanecer en lo prometido. [Sanción del Arzobispo] El Arzobispo79 estaba del todo por Gabriel, pero el Rector argumentaba que las propuestas eran nulas y que estaba obligado por los votos que había emitido. No obstante los argumentos expuestos, el Arzobispo dio su veredicto y declaró a Gabriel libre de todo voto y obligación con la Compañía; ateniéndose a la sentencia, Gabriel depuso la sotana de jesuita y vistió la de sacerdote secular. Consciente de lo que significaba la decisión arzobispal, dio un siguiente paso: como, al pronunciar los votos debía renunciar al patrimonio y a las demás cosas que le pertenecían por la herencia paterna según disposición de derecho, todo lo donó a este Colegio, añadiendo la condición de que, con aquel dinero, se levantara aquella parte del templo que faltaba desde el pronao hasta la capilla principal y se realzara con techo abovedado. De los padres se recibieron 20.000 pesos de plata que fueron colocados para hacer la edificación. Una vez que dejó de pertenecer a la Compañía, como no estaba obligado por el voto de pobreza, reclamó lo que había donado. Se instauró el proceso y por espacio de 5 años se contendió esperando una sentencia, pero finalmente, estando todo a favor de los nuestros, sin tener en cuenta de las leyes del derecho, el óptimo Arzobispo dictaminó que el Colegio estaba debiendo. No solamente los 20.000 pesos de plata, [64r] sino también todos los intereses derivados de la suma originaria después de la sentencia de nulidad de los votos. Elevando con escrúpulo los cálculos, determinó que a Gabriel se le debían 25.000 pesos de plata y 500 de plata filipeos. [Dificultades para pagar la deuda] El Colegio no tenía con qué pagar ya que su capital actual no pasaba de 4.000 y no tenía con qué respaldar un préstamo de dinero; por todo lo 79
Antonio Sanz y Lozano.
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cual, no podía cumplir con lo mandado con la celeridad pretendida por el buen Arzobispo. Este decretó que se vendieran en pública subasta tres de nuestros predios; anunciada la subasta varios días por medio de pregoneros, no se pudo conseguir un comprador; finalmente, algunos ofrecieron una cantidad miserable. A estos se les adjudicó y, aunque el Colegio reclamó por procurador, se hizo el traslado de dominio por medio de la fuerza. Además de eso, el Arzobispo amenazó con excomunión y censuras a quien se opusiera a la posesión del nuevo dueño. El mismo camino siguió el Senado regio [la Real Audiencia] sancionando castigos. Viendo a donde habían llegado las cosas, nuestros Superiores solicitaron que se le concedieran a la Compañía algunos días después de los cuales, si no se pagaba el dinero, se tendría por válidamente ejecutada la venta de los predios. A pesar de lo justo de la petición, todo fue oídos sordos; afirmado en su ánimo, el Arzobispo se mantuvo en su sentencia. Al fin, movido por las reiteradas súplicas, aceptó conceder un breve espacio de tiempo para mostrar el dinero, y, si no, los compradores se posesionarían de los predios con justo título. A esto aplicamos todos nuestros esfuerzos con el fin de reunir el dinero y, siendo tan difícil reunir una suma tan considerable en tan poco tiempo, fue necesario pignorar todos los objetos preciosos de la Iglesia. [64v] Reunido todo: candelabros, ostensorio del lignum crucis, tecas sagradas, custodia, incensarios, navetas para el incienso, cálices, acetre e hisopo, lámparas, vinajeras de plata, tecas para las reliquias, cruces: todo de plata finamente labrado; en total fue sellado alcanzando los 6.000 pesos de plata. Mientras todo permaneció en depósito, usamos candelabros de madera y jarras de barro, con no pequeño dolor de quienes conocían la inicua causa. Por entonces el templo cuyo esplendor era lo primero para los nuestros, lo veían todos como saqueado. [Actitud del exjesuita] Gabriel Álvarez, que veía abatidas las mentes de los ciudadanos con su notable acción, para quitarles el horror y librarse de la antipatía y el crimen de que era acusado, con una sonrisa sardónica y con sátiras claramente despectivas se burlaba de nuestras necesidades y de muchas maneras propagó que los nuestros habían procedido con astucia para infundirle temor de hacer valer 118.
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sus derechos, una vez dejada la Orden; sin embargo, ignoramos con qué tipo de verdad lo hacía aparecer aquel varón magnífico, ya que él conocía perfectamente en qué lugar del Colegio estaban las cosas. Pero dejemos este tema. Al fin, para poder entregar todo el dinero hasta el último óbolo, y restituir a la Iglesia toda su ajuar, acudimos a muchos que nos prestaron su dinero a manera de mutuo o de préstamo. [El caso del caballero que prestó un dinero] Uno de los aquellos a quienes acudimos, fue un cierto ciudadano rico que nos ofreció 4.000 filipeos de plata, precio futuro de una casa que había sido donada al Colegio en años pasados. Ante notario, nos comprometimos con él a la venta de la casa. De pronto, he aquí que al comprador se le metió en la cabeza la creencia de que los nuestros querían apoderarse de su dinero y de ninguna manera querían ceder el dominio sobre la casa. Movido por esta opinión, escribió una carta al Padre Rector80 en la cual le expresaba sus quejas (por no decir sus insultos y contumelias). Habiendo leído la carta, viendo el Rector que era correspondido [65r] con tales insultos, que si no lo viera con sus ojos no podría creerlo, pidió consejo al Procurador de la Provincia con el fin de que encontraran la manera de poder justificarse él y calmar los ánimos del caballero enfurecido. Con el parecer de ambos, se llegó a la decisión de devolver su dinero a aquel ciudadano mentiroso, rescindiendo el contrato. Hecho el giro del dinero, al poco tiempo se le entregó completo al hombre con una carta del Rector, de la cual un párrafo (oh varón magnífico): Respuesta a tu magnánima carta la suscribirán los 4.000 pesos de plata que entregará el portador. Dios te premie por la molestia que por nosotros asumiste y te colme de sus dones divinos. Cedió entonces la obstinación del hombre, tanto por la carta, tan libre de ornato y de mordacidad, como por ver la entrega del dinero; fue así como empezó a cambiar su ánimo. En primer lugar, concibió el propósito de llevar al Rector a juicio para obligarlo a cumplir el contrato; luego, dejándose llevar de consejos más sensatos y repensando los insultos con que había ofendido al Rector y la equidad con que este había respondido; y, lo más 80
El Rector era el P. Pedro de Mercado y el caballero, Antonio González Casadiego.
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importante, moviendo Dios su inteligencia para que pudiéramos tener un alivio en medio de tantas angustias, determinó que algunas personas cercanas a la Compañía interpusieran sus buenos oficios para que, perdonadas las ofensas, rehicieran la prístina voluntad de los nuestros hacia él. [Dotación del gimnasio] A estos les rogó que dijeran al Rector que él miraba a los nuestros con la mejor buena voluntad y que para que eso fuera patente, había llegado a la decisión de donar al Colegio 8.000 filipeos que servirían para levantar un Gimnasio en el cual se diera educación a la niñez; que, al instante, giraría 4.000 y, el resto, después de dos años; que este decisión la había tomado hacía años [65v] y que el tiempo era oportunísimo para hacer efectivo lo que había destinado para ello. Con agrado respondió el Rector y, sin darle largas al asunto, al punto se ocupó para que una parte de la edificación que tenía puerta de entrada a la calle militar se adecuara para uso [del Gimnasio]. El mismo que dio el dinero, de tal manera puso su entusiasmo para que lo iniciado llegara a buen fin, que todos los días por largas horas vigilaba los trabajos y animaba a los constructores de los muros para que adelantaran la obra con la máxima rapidez posible; y muchas veces, quitándose la capa y deponiendo la espada, desplegaba la plomada o pasaba ladrillos al obrero. Una vez terminada la obra, decoró la escuela con una gran pintura sobre madera de excelente estilo con un coronamiento grabado con mucho arte y dorado; y adornó el cuadro con una cortina cuidadosamente elaborada. Además de todo lo anterior, dotó el aula de clase de todo lo que creyó necesario para el uso futuro, tanto de los profesores como de los alumnos y para la ornamentación de ella. Esto fue lo que dispuso quien todo lo previó amablemente para que surgiera el nuevo Gimnasio en el que se formaran tantos pobres como son los que a él asisten y nosotros pudiéramos tener una ayuda entre tantas angustias. Y ciertamente no fue de despreciar el premio a la modestia y tolerancia que recibimos ya que quien antes aparecía como hostilísimo contra nosotros, ahora lo tenemos cercanísimo de manera que ahora no anhela más que poner toda su diligencia y actividad al servicio de lo nuestro, tanto en las cosas privadas, como en su extensión. 120.
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De gran ayuda fue el Gimnasio creado en Santa Fe para el que se iba a surgir en Tunja. En efecto, cierto piadoso y noble caballero, de manera semejante, atraído hacia nosotros con una gran caridad, habiéndose enterado por la fama y los rumores divulgados de que ya se había iniciado en Santa Fe una Escuela para educar a los niños, concibió el propósito de ver si en Tunja [66r] era posible abrir un Gimnasio con el mismo propósito. Finalmente llegó a la convicción de que se derivarían grandes beneficios de ello para la Ciudad; entonces se preguntó a quién se podría confiar su realización; no encontró contradicción a que fueran los nuestros. Una vez que quiso realizar lo que debía hacerse, empezó a dar los pasos para lograrlo. Expresó sus ideas a nuestros Superiores y les solicitó que le concedieran la autorización de fundar un nuevo Gimnasio81. Obtenido el consentimiento, inmediatamente donó un predio (era el año 88 de este siglo [1688]) que no estaba muy lejano de la Ciudad y que tenía un considerable huerto; además, una procesadora de cueros dotada con todos los instrumentos necesarios para la curtiembre. Formaba parte de la posesión suburbana una casa muy amplia y en ella varios sectores de habitaciones decoradas con repisas alrededor, una capilla decente y elegante para celebrar y muchas barracas pintorescas donde viven los trabajadores del cuero. A este lugar suburbano van los novicios y demás miembros de la comunidad (más raramente y solo unas pocas veces al año) para apaciguar los ánimos con un honesto descanso. La comodidad de la mansión, la amenidad del lugar y la cercanía convidan a ir con más frecuencia. Aceptada la dote, inmediatamente nos dedicamos a organizar el Gimnasio. Dos cuartos situados cerca de la portería del Colegio, eliminada la pared intermedia la convertimos en un solo salón cuya puerta da al mismo vestíbulo del Colegio entre la puerta principal y la puerta interior. A este noble señor, el Padre Altamirano le dio licencia de vivir dentro del recinto de la casa y se le habilitó una parte bien dotada, adyacente al templo, separada del resto de la casa en que viven los nuestros. Por tanto, aunque estamos unidos en la misma edificación, nuestros asuntos son del todo independientes. Por 81
El capitán Francisco Niño y Alvarado.
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muchas razones, el Padre Altamirano vio claramente que podía fijar su habitación en nuestro edificio y principalmente, tanto por las muchas virtudes de que está dotado [66v] y por su anhelo de soledad que le ha hecho renunciar a su propia casa sin igual entre las casas de la Ciudad para vivir para Dios y para sí mismo y para alejarse del trato con los hombres, como por el amor que siempre lo ha unido a los nuestros, cuya mentalidad comparte, de tal manera que cuanto más rápido pueda solucionar algunos asuntos que necesitan su intervención, dejados todos los asuntos mundanos, dé su nombre a la Compañía, nombrándola heredera universal de una fortuna en verdad no despreciable.
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§ VII SE NARRA CUÁNTAS CONGREGACIONES HAY EN LOS MENCIONADOS COLEGIOS Y CON QUÉ CUIDADO SON CULTIVADAS [66v-71r] Entre los medios que nuestra Compañía emplea para promocionar la gente, tiene el primer lugar con todo derecho el de las congregaciones ya que de ellas siempre se logran los mejores frutos82. En este trabajo los nuestros dedican su esfuerzo en casi todos los Colegios; cuál sea ese esfuerzo es lo que ahora mostraremos. En el Colegio de Santa Fe se cuentan 5 congregaciones principales (no mencionamos aquí otras que son menos importantes). [La congregación de la Asunción en Santa Fe] La 1ª bajo el patrocinio de la Asunción de la Virgen a la cual está dedicada una capilla adyacente a nuestra Iglesia; en esa capilla, en el altar principal, se ha colocado una imagen de madera de la Virgen asunta; el resto de la capilla se ha decorado con cuidado y se ha dotado muy bien la sacristía83. A esta congregación se afilian españoles y mestizos, pero el mayor número, según consta por las listas, lo ocupan los trabajadores y comerciantes. Todos cultivan su espíritu, en la medida de sus fuerzas, con el ejercicio de las virtudes y la piedad y cumplen con dedicación [67r] las obligaciones que les impone su condición de congregantes. Todos los domingos por la tarde acuden a la capilla y allí asisten a la lectura de algún libro ascético que les hace uno de nuestros escolares por espacio de media
82 Para una visión de las Congregaciones Marianas, véase: Patrick O’SULLIVAN. “Congregaciones Marianas (=CC. MM)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) I, 914-918. 83 La Congregación de “Nuestra Señora de la Asunción” fue fundada en los inicios de la Compañía de Jesús en Bogotá y reunía a lo más selecto de sus estudiantes (Sebastián HAZAÑERO. Letras Annuas de la Provincia del Perú desde el año de 1607. “Residencia de Santafé del Nuevo Reino”). ARSI. Perú, 13. Sin embargo pronto debió de evolucionar pues la “Congregación de la Inmaculada Concepción” parece reservada a los estudiantes universitarios y la de la Asunción para la gente principal y para los comerciantes.
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hora. El resto del tiempo hasta completar la hora lo dedica el director de la congregación a hacer una plática. Cuatro veces al año, en ceremonia especial, reciben la sagrada comunión. Todos los días del año dedicados a la Virgen asisten con muestras de gran devoción a la misa solemne en la capilla, con música de órgano. [Celebración de la navidad] Cuando se celebra la memoria del nacimiento de Nuestro Salvador, los nueve días anteriores se hace la novena del Niño Dios y cada día se celebra la misa en la que se pide al Niño un don. Esta fiesta se celebra en la Ciudad con tanta magnificencia y aparato que ninguna otra la supera en entusiasmo y solemnidad. De cuatro años para acá, los prefectos de la congregación, no contentos con imitar a sus predecesores, han procurado emularlos con nuevas prácticas para honrar a la Madre de Dios. [Número y estatutos] El número de los congregantes ha llegado a 400, entre los cuales muchos de la nobleza. Se rigen por unos estatutos muy claros cuya observancia es obligatoria con sanciones para la inobservancia. Hay un director de la congregación, al cual se le nombran dos asistentes. Hay cuatro consiliarios que se ocupan de la organización de las festividades, de la ampliación de actividades y aumento de miembros de la congregación. Uno está nombrado para la sacristía con dos que lo asisten en el cuidado y los trabajos de ella. Dos están destinados para hacer de ostiarios (porteros) los cuales cuando algo se echa de menos en algún congregante, le avisan al prefecto cuándo debe venir para que le aplique la debida sanción. Hay dos a quienes se destina para que visiten la cárcel con el fin de que, si algún congregante está preso, [67v] le presten en privado todo el auxilio caritativo y hagan lo posible por lograr su liberación. Hay dos nombrados como enfermeros los cuales, si algún congregante se enferma de fiebre u otro mal, deben avisar al Padre y a los demás congregantes para que visiten al afectado de mala salud. [Con los congregantes difuntos] A la solicitud de los anteriores también se confía el que, si algún congregante muere, lo hagan saber de todos y se preocupen por que se hagan las oraciones prescritas por los reglamentos de la congregación; además que se 124.
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haga la colecta para la celebración de las misas por el difunto, colecta que, según la costumbre, debe aplicarse toda como sufragio por el difunto mientras no muera otro. Todos los días lunes se ofrece un sacrificio para pedir por la remisión de los pecados de los congregantes difuntos y una vez al año, de manera solemne, se celebra una misa por todos los congregantes difuntos, por los cuales además se celebran varias sin canto en el altar dedicado a los difuntos. [Es la congregación más importante] Estas y muchas más obras pías y dignas de alabanza se realizan con el estímulo del sacerdote de nuestra Compañía que hace las veces de director de la congregación. Y si queremos decir la verdad, no hay en la Provincia otra congregación que pueda compararse con ésta; porque miradas una por una las actividades que se llevan a cabo, ninguna celebra los acontecimientos con un culto tan grande y solemne, ninguna con tanta asistencia, ninguna fomenta el cumplimento al pie de la letra de los estatutos, ninguna goza de tantas indulgencias concedidas por los sumos Pontífices. Y lo que no se puede dejar de lado, el Papa que agregó esta congregación a la del Colegio Romana (prima primaria), en el breve emanado con tal ocasión hace referencia al número de los congregantes, lo cual no es pequeña gloria de esta congregación. [Sodalicio de la Virgen de Loreto] El 2º sodalicio, que tiene lugar en el mismo Colegio, está dedicado a la Virgen de Loreto y dirigido tanto a sacerdotes como a damas de la nobleza84 (y quizás esta es la causa de que no florezca un culto como el de la congregación arriba descrita); aunque los sacerdotes nuestros que hasta ahora han sido los moderadores han procurado con todas sus fuerzas promover el culto y su decoro, nunca han podido lograr la realización de sus deseos [68r] y ni siquiera sacarla de cierta mediocridad ya que los congregantes no tienen intereses comunes. Los domingos a mediodía, algunas mujeres que frecuen-
84 ANB. Curas y obispos, 19, fols. 325 y ss. Libro de la Congregación de Nuestra Señora de Loreto que por autoridad apostólica está fundada en este colegio y casa de la Compañía de IHS desta ciudad de Sancta Fee de Bogotá. Los Estatutos se encuentran en los folios 358-360v. Y sus anotaciones comienzan el 2 de agosto de 1637 y llegan hasta el año 1727.
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tan el sodalicio, pocas en número y de condición humilde, dedican media hora a la lectura de un libro y otra media hora a escuchar un sermón; luego de este se recitan las letanías según la fórmula lauretana ante el altar de la Virgen en el cual se ha colocado su imagen según se describió hace poco con detalles. [Celebraciones especiales] Los sábados, en el mismo altar, el sacerdote celebra la misa durante la cual se suena la música de órgano y se quita el velo con que las imágenes sagradas estaban cubiertas; entonces se encienden muchas velas y con un gran ceremonial y aparato de la capilla se ofrecen sacrificios a la Virgen para impetrar sus dones; en esta ocasión el altar se adorna originalmente y se acompaña la ceremonia con música de órgano, razón por la cual muchos se sienten atraídos a participar en las misas. La sacristía posee frontales magníficamente elaborados para vestir el altar en el cual se ha entronizado una imagen artísticamente tallada de la Virgen con el Niño; también una gran cantidad de ornamentos confeccionados en seda, recamadas de oro y plata y en colores variados para usar de acuerdo con las prescripciones litúrgicas de la Iglesia en los diversos tiempos del año. La fiesta principal de la congregación, que se celebra con gran solemnidad, es la que recuerda el nacimiento de la Virgen, imagen preciosa que adorna el ornamento. Después del almuerzo, con gran acompañamiento de órgano y orquesta, se cantan, en nuestra iglesia, las letanías de la Virgen con su antífona y al canto están presentes todos los congregantes en comunidad y no poco externos. Con el mismo propósito se recitan las horas litúrgicas postmeridianas igual que los de la congregación de la Asunción de la Virgen. Como ya lo dijimos antes, todos los que se forman bajo según nuestro método hacen sus celebraciones con especial solemnidad. [Congregación de estudiantes] La congregación en la cual entran los estudiantes de gramática, filosofía y teología y sus compañeros del Colegio de San Bartolomé, está erigida bajo la advocación de la Virgen Inmaculada. En ella nada se echa de menos
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[68v] pues está dotada de abundantes indulgencias85 y está muy bien organizada. Cada domingo todos los que pertenecen a la congregación se reúnen en un aula grande cabe un número grande donde el moderador les hace una exhortación para que dominen las pasiones en medio de sus deberes y no se permitan salirse de los barreras de la razón y de la justicia. En uno de los domingos de adviento (aunque casi siempre en el día en que se celebra el natalicio de Santo Tomás apóstol) se celebra la fiesta titular de la congregación en honor de la Purísima Concepción, en cuyo día se rinde el mismo culto que se usa para la misa del día de la Asunción de la Virgen. [La congregación abierta a todos] Hace poco se estableció un nuevo sodalicio en nuestra iglesia dedicado a la Virgen de los Dolores; en él se inscriben, sin otro criterio de selección, tanto hombres como mujeres, ricos o pobres, casados o solteros. Es admirable cómo y cuánto ha progresado esta congregación en tan breve tiempo, todo ello atribuible al cuidado y diligencia de un cierto señor que dedica todo su trabajo a extenderla. Él ya está anciano y, por orden del Padre Diego Altamirano pasa el resto de su vida en nuestra casa con traje de seglar, en nada desdiciendo de las virtudes de un religioso. Se le ha asignado una habitación de las que están situadas cerca del solar, donde se dedica con toda diligencia a decorar una de las capillas de nuestra iglesia que ha sido dedicada a la congregación y que, parte con limosnas que consigue y parte con su propio dinero (que no era mucho y por eso es más admirable la generosidad de ese señor) ha llevado la capilla a tal sitio en cuanto a magnificencia y culto que nada falta que se eche de menos.
85 César VIDAL MANZANARES. Diccionario histórico del cristianismo. Estella (Navarra), Editorial Verbo Divino (1999) 172. El Concilio Vaticano II por la “constitución Indulgentiarum doctrina del 1 de enero de 1967 no las suprimió, pese a la opinión de algunos renombrados teólogos en ese sentido, pero sí las limitó e insistió en que su finalidad no era tanto ayudar a los fieles a realizar la satisfacción por sus pecados cuanto inducirlos a un mayor fervor en la caridad”.
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[Dotación de la capilla de los Dolores] En el frente interior de la capilla, se ha colocado un estrado para las sagradas imágenes, el cual está adornado en el centro con un retablo pintado al óleo, verdadera obra de arte, que representa la Virgen que tiene reclinado en su brazo izquierdo el cuerpo del Salvador muerto. La sacristía de la capilla está muy bien dotada de ornamentos; [69r] la imagen de la Virgen que está en el estrado se adorna con telas recamadas de oro y plata y el expositorio que guarda el retablo, tiene puertas realizadas en plata sólida, obra realizada en medio relieve (dimidium anaglyphum). Dichas puertas solo se abren los viernes durante la ceremonia que preside el sacerdote a la cual asisten muchos. Sobre el altar está colocado el tabernáculo de perfecto acabado y enchapado en oro en el cual se guardan el copón y la píxide en los cuales se conserva el cuerpo del Señor para fomentar la devoción de los que en los viernes y demás días, ante el altar de la Virgen, fomentan su deseo de recibir el sacramento de la Eucaristía. Los viernes, después del almuerzo, se ejercitan los congregantes y muchas personas más en impetrar una buena muerte, ejercicio que fue instituido el año anterior y al cual asisten muchos ciudadanos; estos se reúnen con el Padre moderador de la congregación, el cual les hace una plática algunas veces con exposición eucarística; ese día muchos reciben la comunión, lo mismo que durante la novena que precede a la navidad del Señor. Durante este tiempo se celebra solemnemente y con órgano y cantos el santo sacrificio para pedir los dones del Divino Niño. [La fiesta patronal] La fiesta principal de esta congregación se celebra el día de la Virgen de los Dolores. Desde el año pasado se introdujo la costumbre de colocar en el altar mayor de nuestra iglesia el retablo que dijimos se conserva en la capilla (eso por prescripción del Padre Altamirano) y allí se celebra la fiesta con gran culto y solemnidad debido al esfuerzo de aquel señor a cuyo cuidado hemos visto que está el cuidado de la capilla de la Virgen. En las horas de la mañana se tienen diversas pláticas; por la tarde se tiene de nuevo un sermón con el tema de la fiesta, seguido del canto de las letanías con su antífona. A estos actos, además de los congregantes, asisten los nuestros en comunidad. 128.
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[3 Congregaciones para indios, esclavos y niños] Además de las congregaciones mencionadas que se han organizado en nuestra iglesia, [69v] hay otras tres que funcionan en el antiguo templo que está adyacente a la nueva iglesia de nuestro Colegio; a ellas asisten los indígenas que viven en esta Ciudad, divididos en tres sodalicios: el primero toma el nombre del Niño Jesús Salvador y en él se inscriben no solo los indios, sino los esclavos; el segundo lleva el nombre de la imagen de la Virgen que se venera en Roma en la basílica Liberiana; la tercera tiene como patrona a la Virgen comúnmente llamada del Socorro. [Elogio de las congregaciones] Todas estas congregaciones han recibido de los papas tantas y tan importantes indulgencias, que un romano pontífice, muchísimos cardenales, arzobispos, obispos, príncipes de las dinastías reinantes, tanto de Italia como de Alemania y príncipes tanto de España y de casi toda Europa, presidentes y nobles que viven en las Indias se han inscrito como congregantes. [Métodos catequéticos] Todos los domingos después de almuerzo, convocados por el toque de campana, se reúnen muchos esclavos, siervos y todos los niños que se acogen a nuestra organización. A todos los presentes se les exponen los misterios de nuestra fe y en forma de preguntas y respuestas los niños repiten lo que han aprendido para que los esclavos comprendan mejor lo que es más complicado y lo conserven en su memoria. Luego, el Padre Director del sodalicio los instruye sobre la manera de confesar los pecados al sacerdote, de recibir la sagrada eucaristía, les propone lo que se debe aceptar y lo que se debe rechazar para alcanzar la felicidad que todos deseamos. Con el fin de que los esclavos puedan hacerse presentes a tan saludable ejercicio, se nombran fiscales que los congregan porque los tales esclavos son de tal índole que, solo coaccionados por la fuerza y el temor, aceptan lo que es bueno movidos por lo que ven. [Congregaciones de Tunja: la de la Asunción] En el Colegio de Tunja se han erigido dos sodalicios, de los cuales, el primero, está dedicado a la Asunción de la Virgen y lo frecuentan los espa129.
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ñoles y los que estudian en nuestro Colegio. Los domingos se reúnen todos los congregantes y el Padre Moderador les hace una plática y luego se recitan las letanías según la fórmula [70r] lauretana, durante lo cual se quita el velo que cubre la estatua con la imagen de la Virgen. Todos los días entre el año dedicados a la Santísima Virgen se celebran con el santo sacrificio de la misa y el altar se engalana con multitud de velas que arden en honor de la Virgen y muchos ramos de flores laboriosamente confeccionadas en cera y plata; y se emplea todo lo que se juzga a propósito para la celebración del culto festivo. Con un culto parecido se celebran los ocho días que preceden a la fiesta de la Asunción. La congregación escogió este día para celebrar su día principal. [Congregación del Niño Jesús] La otra congregación está dedicada al Niño Jesús y es para los indios que viven en la Ciudad y en sus alrededores; esclavos y mucho español sobre todo entre las mujeres se han afiliado a esta congregación. En verdad, se trata de uno de los sodalicios más connotados por su ornato en el culto y el número de asistentes de los que existen en esta parte de las Indias. Se ha dedicado a esta congregación una capilla de nuestra iglesia dedicada al Niño Jesús, cuya imagen colocada sobre el altar tiene sus vestidos entretejidos con oro y plata. El altar esta dotado de abundantes ornamentos, tanto para la celebración de la misa como para el culto en los días festivos, la mayor parte de los cuales están recamados en plata. De entre los congregantes se nombran algunos para que desempeñen los cargos de los que ya hemos hablado más arriba. De esa manera la congregación se organiza bien y se da ocasión al ejercicio de la mutua caridad. Los días de la Epifanía de Cristo, de la institución del Sacramento, el dedicado a todos los santos y uno de los días del carnaval son los establecidos para la celebración solemne de la eucaristía y son innumerables los que de la Ciudad y de los pueblos vecinos acuden a recibir el pan divino: es tal la afluencia que nuestros sacerdotes, aunque en los días precedentes se han sentado al confesionario, apenas logran escuchar a todos los penitentes. Cuando se acerca el día de Navidad, se ofrecen muchas misas para que los dones
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[70v] natalicios sean concedidos por el Niño Salvador. [La fiesta patronal] El día que los congregantes celebran con mayor solemnidad es el de la Circuncisión del Señor; ese día, en el cual se recuerda la institución de la Eucaristía, es de admirar el cuidado con que organizan en las plazas altares, adornados maravillosamente, lo mismo que las calles que se visten de flores y las fachadas con ramas y matas frescas. Para que sea más vívido el ambiente de selva, en las ramas colocan aves y animales silvestres; y ciertamente logran recrear la amenidad de la selva, logrando que la gente se una al espectáculo y que también los habitantes de los pueblos circunvecinos vengan a ver la selva instalada y a asistir a las sagrada rogativa. El día en que la Iglesia celebra la solemnidad del Cuerpo de Cristo, los congregantes van a la cárcel a visitar a los presos y llevarles un opíparo banquete. Cada domingo, al caer la tarde, los congregantes se congregan para escuchar una plática del moderador y luego honran a la Virgen con las letanías lauretanas; algunos lunes ofrecen un santo sacrificio en sufragio por los difuntos y una vez al año en el mes de noviembre se celebran exequias solemnes a favor de los congregantes que están en el purgatorio; ese día asisten muchos congregantes de los de la Ciudad y también de los que habitan en los alrededores. Se contratan de los pueblos vecinos músicos que canten, por la mañana y por la tarde, los cantos penitenciales de la liturgia y motetes apropiados durante la celebración de la misa. También se invita a muchos sacerdotes seculares y de las familias religiosas para que celebren misas por los difuntos por lo cual ese día los altares están muy frecuentados. Ya han pasado 5 años desde que el pueblo empezó a realizar el ejercicio llamado de la buena muerte (cuyo nombre vindica el sodalicio con justo título)86 y, en verdad, que todos lo han acogido con gran devoción. Para él ha sido erigida una capilla cuyo interior
86 “Congregación de la Buena Muerte”. Esta confraternidad había sido adoptada por todos los colegios del Nuevo Reino antes de 1690 pues la Carta Anua de 1690-1693 es taxativa al afirmar: “También de pocos años a esta parte se fundó en este Colegio de Santafé como en los demás de la Provincia la Congregación de la Buena Muerte; tiene de esta materia su plática cada mes con asistencia de muchos a tan loable ejercicio”. APT. Fondo Astrain. Leg. 5. Annuas, 1690-1693, fol. 4v.
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[71r] está decorado con las sagradas imágenes según los cánones arquitectónicos; en la mitad del frente está la imagen del Redentor crucificado, a la derecha la imagen de Dios Padre y a la izquierda la de San Juan Evangelista. En esta capilla, todos los viernes, a partir de mediodía se reúnen los caballeros a meditar en la muerte del cristiano; además, cada mes en el día domingo dedicado a ganar las indulgencias por los pecados, muchos reciben la eucaristía por la mañana y, después de mediodía, se tiene la plática, retirado el velo que cubre siempre la imagen del Salvador; ese día se consumen muchos cirios. El altar está adornado con ramos de cera que imitan flores verdaderas y que es obra de nobles y pías damas. Después de la plática, todos los nuestros entran en comunidad al templo y con un propósito muy loable ejercitan al pueblo según el ritual descrito en un folleto editado con tal fin. [Congregación en Pamplona] El Colegio de Pamplona tiene una congregación dedicada al Niño liberador. Muchos escogieron ese nombre de entre los españoles, mestizos y también esclavos. No se ocurre ningún particular respecto a este sodalicio que participa de todos los medios usados en los ya descritos. El día de la fiesta patronal es el de la Circuncisión del Señor. Ese día se organiza una solemne procesión de rogativa en la cual se llevan tanto la santa hostia como la imagen del Niño Jesús alrededor de la plaza principal que se adorna con varios altares erigidos para la ocasión. [Conclusión] Habría que decir muchas cosas de las congregaciones establecidas en los demás Colegios, pero las dejamos sin tratar porque no hay nada que las diferencie de las ya presentadas y porque queremos evitar el exceso.
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§ VIII DEL CULTO Y VENERACIÓN TRIBUTADO POR LOS PUEBLOS DONDE TRABAJAMOS A LOS SANTOS DE NUESTRA COMPAÑÍA Y DE ALGUNOS MILAGROS DE ESTOS EN BENEFICIO DE AQUELLOS [71v-75v] [71v] Los que realizan acciones en honor de los bienaventurados, sólo esperan sus beneficios. Por tanto, ya que en los capítulos anteriores hemos mostrado repetidas veces con cuánta devoción y singular fervor los pueblos donde trabajamos veneran a los santos de nuestra Compañía, resta ahora que hablemos de los beneficios que estos conceden a los devotos. Muchas cosas habría que contar, pero de ellas seleccionaremos algunas que, según opinión común, son más notables y de conocimiento más universal. Y como es lógico comenzamos con nuestro Santo Padre Ignacio. Cuando celebramos el aniversario de su natalicio, lo hacemos con un culto solemne. Acuden a las iglesias que tenemos en este Reino los religiosos de todas las órdenes (siguiendo una vieja costumbre establecida en esta parte del mundo de que, cuando se celebra la memoria de alguno de los Patriarcas de las familias religiosas, las demás asisten al templo donde se celebra la fiesta para venerarlo), tanto la víspera para participar de las vísperas, como en la mañana del día del santo para asistir a la santa misa y escuchar el panegírico. [La fiesta de San Ignacio] El pueblo asiste en gran número, y no solo las mujeres y gente humilde, quienes parecen estar más inclinados a los ejercicios devotos, sino también los nobles, los Magistrados urbanos y los que ejercen la autoridad en la república. [72r] En el Colegio de Santa Fe nunca faltan a la fiesta el Arzobispo y los Canónigos, el Presidente, los Senadores (Oidores), y los Magistrados. El rogativa pública hace especialmente solemne la fiesta de nuestro santo Padre, acto solemne que ha sido establecido cada año para recordar la memoria de la institución del Sacramento y que, por orden del Padre Altamirano, desde 133.
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hace dos años se realiza el día de la fiesta del santo Padre. Luego del almuerzo se organiza el sagrado desfile, y los nuestros, revestidos de sobrepelliz si no son sacerdotes o con los ornamentos sacerdotales si lo son (estos en sus manos llevan lipsanotecas [relicarios]). Procede la procesión por las naves laterales de la iglesia en la cual se han adornado los altares que sirven de estación; mientras tanto el coro, acompañado del órgano y de la orquesta, canta motetes y diversos cantos; después, una vez terminado el sermón, se recitan las vísperas tomadas de la solemnidad del Cuerpo de Cristo. Todas estas celebraciones hacen más solemne la fiesta y atraen al pueblo a nuestra iglesia con una cierta pía violencia. [Intercesión de San Ignacio en los partos] En este Colegio de Santa Fe se conserva una carta que nuestro santo Padre envió a San Francisco de Borja, por entonces duque de Gandía87. En la casa de probación de Tunja se venera una estola que usaba el santo Padre. Con estas dos reliquias recabamos no pocos beneficios del Omnipotente; y sobre todo las mujeres embarazadas que, en el trance de dar a luz, se esforzaban por lograr que les impusieran las reliquias del santo Padre. Y a la verdad son tan continuos los prodigios que Dios obra por este medio que ya se ha perdido la cuenta. Sin embargo el hecho de que ya no se tiene memoria de muchos prodigios, no puede hacer que se omita el tema de que, no solamente las mujeres que empiezan a sentir los dolores de parto, sino también las que ya están en el trance de dar a luz, inmediatamente piden la carta o la estola del santo Padre y, algo que no se puede dejar de lado, [72v] muchas veces sucede que, cuando una ya dio a luz, otra le pida la reliquia y así sucesivamente. Por esta razón, los nuestros se deben privar de las reliquias por muchos días y, en definitiva, contando los hechos y razones, consta que le han dado la vuelta a la Ciudad. Y ciertamente no hubieran acudido a tal recurso con tanta solicitud si no fuera porque vieron lo que les había
87 Francisco de Borja (Gandía 28 de octubre de 1510-Roma, 30 de septiembre de 1572). Tercer General de la Compañía de Jesús. Véase: Cándido de DALMASES. “Borja, Francisco de”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S.I. Comillas (2001) II, 1605-1611.
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servido a otras. No obstante la frecuencia de los hechos prodigiosos, hay algunos que resaltan más, hasta el punto de no haber podido desaparecer de la memoria, por disposición del Dios todopoderoso para que se den gracias rendidas al santo Patriarca que, por la gracia divina y movido por las oraciones, ha realizado acciones tan admirables. De entre ellas, narramos algunas que hemos conocido están probadas con el común consenso. [1er caso] A finales del años 83 (1683), una mujer en Santa Fe sufrió por ocho días continuos un delicado estado de salud con motivo del puerperio, hasta el punto de hallarse en peligro de muerte. El feto había muerto desde el primer día del puerperio y, como no podía ser extraído, los médicos tenían serios temores de que el útero de la madre se infectara con la sangre del niño difunto. En todo este tiempo, ni la mujer ni los que la rodeaban se acordaron de las reliquias de San Ignacio (piadosamente se creyó que Dios Óptimo Máximo así lo había dispuesto para librar al prodigio de cualquier interpretación). El octavo día, por divina iluminación, se le ocurrió a la paciente solicitar que se le aplicase a su vientre la carta del santo Padre. Hecho admirable! Apenas la tocó, inmediatamente arrojó el feto muerto en pedazos ya infectados con la sangre corrompida y la que estaba en peligro de muerte, inmediatamente sanó. Los presentes prorrumpieron en acción de gracias al santo Patriarca a quien atribuyeron la vida y la salud de la mujer y confesaron que se habían verificado dos milagros: la salud repentina de la mujer y el no menos admirable de haber arrojado el feto cuando, en el trance de dar a luz, había quedado reducida a los nervios por la enorme cantidad de sangre perdida durante 8 días. [73r] [2º caso] Cierto día del año 88 (1688) muy de mañana fue llamado uno de nuestros sacerdotes del Colegio de Tunja para que fuera a la casa de una cierta mujer para que la confesara. Estaba en las últimas porque por cinco días había trabajado en vano para expulsar el feto y, como todo esfuerzo era inútil, oprimida por dolores más temía la muerte que esperaba dar a luz. Inmediatamente el Padre voló llevando consigo la sagrada estola del santo Padre. Encontró a la mujer enloquecida de dolor y lo único que emitía eran 135.
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gemidos entrecortados. El Padre le mandó que tuviera buen ánimo y, como primera medida, procuró curarla en su espíritu por medio de la penitencia, lo cual hizo en medio de gritos de dolor que interrumpían la confesión, la cual terminada, el sacerdote colocó sobre la mujer la estola del santo Padre e, imponiéndole las manos, recitó un trozo evangélico con una oración a nuestro Patriarca; luego la motivó a que tuviera fe y solicitó la autorización para marcharse a casa. La parturienta elevó insistentes oraciones para que el Padre intercediera a favor de su salud y pusiera por intercesor a San Ignacio. Inmediatamente el Padre se fue a la iglesia para satisfacer a tan justas peticiones. Apenas había salido de la sacristía, cuando he aquí que se presenta el esposo de la enferma para devolver la estola diciendo que su mujer, sin dolores y con suma facilidad ya había dado a luz. Estos basten para comprobar los milagros que el santo Padre ha impetrado de Dios por medio de la estola y de la carta. Bajemos ahora a los que los fieles cristianos han conseguido de Dios omnipotente usando las imágenes del santo. [3ª Intervención prodigiosa] Uno de los nuestros que ejercía su apostolado en una de las poblaciones de los Llanos (de los que hablamos antes) pasaba alguna vez por delante de la casa de uno de los habitantes y le fue preguntado si no llevaba a mal el entrar ya que una mujer estaba en inminente peligro de vida: sufría tan agudos dolores en el trance de dar a luz que parecía que iba a morir; el sacerdote inmediatamente le administró los sacramentos [73v] y luego la animó a invocar el patrocinio de San Ignacio cuya sagrada medalla que portaba se la dejó para que se la aplicara en el útero. Apenas la colocó allí pudo parir de su cuerpo un niño ya muerto; y no solamente el inesperado parto fue atribuido a milagro, sino el hecho de que, estando atravesado el feto muerto, a juicio de los obstetras era imposible que pudiera ser sacado de modo natural y, por tanto, amenazaba de muerte a la madre. [El poder de San Ignacio contra los malos espíritus] Y no solamente a las parturientas se limitan los beneficios que todos los días se derivan de nuestro santo Padre a través de sus imágenes, sino que también esa misma eficacia tienen cuando se trata de expulsar a los demonios y destruir los maleficios que obran. Esto lo comprueban dos hechos 136.
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que aquí se narran. Hace 8 años cierto religioso de la sagrada orden de Santo Domingo llegó a nuestro Colegio de Santa Fe con el fin de visitar a uno de los nuestros con el cual tenía una gran amistad; después de saludarse, pidió de manera insistente a nuestro compañero o alguna estampa o alguna medalla en que se representara la imagen de San Ignacio. Entre muchas imágenes que sacó, no encontró la deseada medallita. A todos el Dominico les mandó decir que no buscaba cualquier imagen, sino solo la del santo padre Ignacio la cual necesitaba en el momento presente. Un deseo vehemente de saber por qué prefería la imagen del santo Padre a las demás se apoderó de nuestro compañero y le preguntó con modestia para qué la necesitaba. Esta fue la respuesta: «Un portento singular, aunque frecuentemente repetido, se ha verificado en nuestro cenobio al usar las imágenes de San Ignacio. El hecho es que la celda de uno de nuestros frailes era invadida por espíritus que producían grandes ruidos; el dicho Padre vivía con los pelos de punta horrorizado hasta el extremo de no atreverse a entrar en su cuarto sin la compañía de otro; aun así los espíritus dañinos perturbaban la paz de ambos; en vano se usaron muchos tipos de exorcismos; los espíritus seguían perturbando la celda y todo lo revolvían de arriba abajo. [74r] Al fin, el perturbado Padre se acordó que él siempre había oído de muchas personas que las reliquias e imágenes de San Ignacio eran un maravilloso exorcismo contra el influjo de espíritus y demonios. Inmediatamente se puso en la empresa de usar ese remedio y, habiendo conseguido una imagencita de papel del Santo, la fijó a la pared cerca de su habitación. El efecto de tal diligencia empleada fue inmediato porque el inicuo dominador desde ese mismo momento fue expulsado de allí. Sin embargo, invadió la habitación contigua, la cual se liberó usando el mismo exorcismo que lo puso en fuga cuando el primero colocó la imagen. El mismo sistema se usó para librar todos las celdas de semejante problema. Desde hace algunos días ya no se experimentan los ruidos de antes y toda la casa goza de absoluta paz. Sin embargo, a mí me ha parecido necesario impedir el ingreso a huésped tan indeseable y por eso me he decidido a defender la habitación con la imagen de San Ignacio. Esta es la razón de venir a solici-
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tarla con tanta insistencia». Esto prueba con suficiencia cuánto poder tiene nuestro Padre contra los [malos] espíritus88. [Otro hecho maravilloso en Mompox] Y no fue menos admirable lo que sucedió en Mompox en el año pasado 89 (1689). Un cierto ciudadano se empezó a dar cuenta de que frecuentemente era atacado por acción de maleficios que lo mantenían despierto debido a que no podía respirar libremente ya que sentía que los demonios soplaban tan fuerte contra él que se ahogaba al impedirle la respiración. Cuando amanecía, cuando estaba por levantarse y antes de tocar el suelo, sentía un dolor tan terrible en los pies como si lo estuvieran quemando con carbones encendidos. Su espíritu estaba tan lleno de temor que ya casi no se atrevía ni a volver a su casa. El Dios tres veces santo le inspiró el acudir al consejo de uno de la Compañía. Inmediatamente acudió a uno de los nuestros y le contó todo lo que le sucedía. El sacerdote lo convenció de que no debía desanimarse y le prometió que pronto algo sucedería. En primer lugar, le ordenó que limpiara su alma por la confesión y recibiera la comunión. Luego le entregó unas reliquias del santo Padre Ignacio para que las llevara consigo. El obseso obedeció a lo dicho y el Santo Padre justificó la confianza en él depositada. [74v] En efecto, en la primera noche lo sobrecogió un moderado frío exterior (que no podía pasar por alto ya que Mompox goza de altas temperaturas a toda hora). Lleno de gozo, comunicó al Padre tan feliz suceso y le rogó instantemente que le permitiera las reliquias por algunos días más. Condescendió el Padre y el que antes era molestado por el demonio de muchos modos, no sintió en adelante ningún efecto maléfico. [La renovación de una imagen de san Ignacio] Lo que hasta aquí hemos relatado son algunos de los milagros impetrados por muestro santo Padre de la munificente bondad divina en beneficio de los demás. Pero ahora añadamos, lo que el divino Hacedor de mila88 AA.VV. “Exorcisme”. En: Dictionnaire de Spiritualité ascetique et mystique, doctrine et histoire. París, Beauchesne (1961) IV, 1995-2026. Carlos GARCÍA HIRSCHFELD. “Espíritus”. En: José GARCÍA DE CASTRO (Dir.) Diccionario de espiritualidad ignaciana. Bilbao-Santander, Ediciones Mensajero y Sal Terrae (2007) I, 820-826.
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gros ha obrado y sigue obrando en honor de la imagen del mismo Santo. No hace mucho tiempo, un jovencito, siervo de un noble, encontró una tabla botada en el patio central de la casa y, como es propio de loa niños, la recogió y, para pasar el rato, empezó a jugar con ella: muchas veces intentó partirla en pedazos, pero su esfuerzo fue en vano. Cuando ya había empleado mucho tiempo y esfuerzo procurando partirla, los demás criados, admirados de la dureza casi férrea de la tabla la tomaron de manos del niño para tratar de averiguar la causa de tanta grande resistencia. Vieron que tenía vestigios de trazados antiguos, pero tan borrosos que apenas se descubría que estaban coloreados con pigmentos al óleo; sin embargo, por más que se esforzaron no pudieron hallar rastro de ninguna imagen que representase a alguien; por esa causa, en honor del posible santo desconocido que antiguamente estaba representado en la tabla, y para librarla de las veleidades infantiles, la colocaron en un lugar elevado. Pero, oh hecho admirable!: pocos días después, la tabla que antes parecía de un solo color, apareció a los ojos de los domésticos de variados colores y con reflejo y perspectiva de luces y sombras apareció la figura primigenia que era la del Santo Padre Ignacio. El portento fue divulgado por los domésticos, de manera que el amo, conocido el hecho, tomó la tabla de sus subalternos y la colocó en la capilla privada con lo que, [75r] desde entonces, fue objeto de grande veneración. Lo que es más admirable aun es que, con el paso de los días, los colores aparecen más vivos y espléndidos. Muchos de los de nuestra Compañía, con admiración, pudieron ver por sí mismos la imagen. El hecho lo atestiguan, bajo la gravedad del juramento, todos los que visitan aquella casa. Pongamos punto final a esta narración con el prodigio que, sin duda, no puede omitirse porque se apoya en la autoridad del Arzobispo89 por
89 Don Antonio Sanz Lozano (22 de febrero de 1681-28 de mayo de 1688). José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus prelados. Tomo I (1564-1819). Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1961) 111-117. Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 250-256. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 180-182.
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quien fueron recibidas las declaraciones de quienes lo testimoniaron bajo juramento. El año cuarto después del octogésimo (1684), en la Ciudad de Santa Fe, una mujer estaba aquejada por terribles dolores en el trance de dar a luz y no podía parir a la criatura por más que hacía esfuerzos supremos. Cuando ya los domésticos vieron que los remedios naturales de nada servían, resolvieron acudir a la intercesión de muestro santo Padre y, así, colocaron su carta sobre el vientre de la parturienta. Oh prodigio! Al punto cesaron los dolores y la mujer dio a luz un niño con gran facilidad. Sin embargo la muerte del niño recién nacido empañó la felicidad del parto. Angustiaba sobre manera a los padres el que ni siquiera hubieran podido administrarle el bautismo; sin embargo surgió en sus ánimos perturbados la esperanza de que el niño pudiera vivir por intercesión de San Ignacio. En efecto, colocaron la carta sobre el cadáver haciendo voto de que, si el niño vivía, se llamaría Ignacio, en testimonio de agradecimiento, y lo ofrecerían ante el altar del Santo en homenaje a él. Apenas hicieron el voto, Dios los escuchó: en un instante el bebé, con un vagido y un movimiento de su cuerpo mostró que estaba vivo. Los que estaban presentes, en voz baja, empezaron a proclamar el milagro hasta llegar a llenar de esa creencia a toda la vecindad. Los nuestros captaron el rumor del milagro e inmediatamente, por medio del Procurador de la Provincia, solicitaron al Arzobispo, en petición documentada, que se solicitara a los presentes que dieran su testimonio para conocer el hecho y saber a qué atenerse. Los presentes al milagro, citados a dar su testimonio, afirmaron que ante sus ojos y por haberlo penosamente experimentado la mujer había parido un cadáver y que, luego de hacer un voto, [75v] empleando la carta, había revivido, por un claro milagro de San Ignacio. Los padres del niño inmediatamente cumplieron su voto y, en consecuencia, propagan en toda ocasión el beneficio recibido. El niño vive y goza de óptima salud; y no se puede negar que el nombre que lleva le acrecerá la vida para vivir bien y le servirá de estímulo continuo para complacer a Dios que le dio la vida.
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§ IX SE REFIERE CON CUÁNTA SOLEMNIDAD SE CELEBRA EL NATALICIO DEL SANTO APÓSTOL DE LAS INDIAS Y QUÉ MILAGROS HAN ACAECIDO CON SU INVOCACIÓN [75v-81r] El apóstol de las Indias, San Francisco Javier90, goza de tanta veneración en todas partes de la humanidad que nada hay que en este punto que se eche de menos. Y con toda razón; porque como todos buscan desde la cuna su propio beneficio y a ello se aplican con toda diligencia, cuando ven que alguien les es favorable o esperan que les será de provecho, no pueden menos que poner atención con todo fervor a nuestro Apóstol del cual consiguen cada día mayores beneficios. Este Nuevo Reino ha recibido de él tantas muestras de su espíritu generosísimo como para creerse, con razón, que se halla entre sus predilectos; de allí que siempre está dispuesto a complacerlo tratando de superar siempre las obras en su honor. Cuando se conmemora el feliz aniversario en que el santo salió de su cuerpo y voló al cielo, este se celebra con especial solemnidad, especialmente en aquellos sitios en que tenemos Colegios y, ni siquiera el natalicio de nuestro santo Padre se celebra con mayor solemnidad. Para sufragar los gastos se reúne todo el dinero ofrecido por los devotos. [Patrono de Mérida y de la Academia Javeriana de Santa Fe] La Ciudad de Mérida lo ha escogido como su patrono. Es el protector de los estudios y [76r] de la Academia de Santa Fe, títulos estos que hacen que, en estos sitios, el culto sea mayor en los días de su fiesta. En Santa Fe, tanto a la recitación de las vísperas, como a la misa del día de la fiesta acuden a nuestra Iglesia, como comunidad universitaria, todos los doctores, maestros y bachilleres,
90 Francisco de Javier (Javier [Navarra], 7 de abril de 1506-Shangchuan [Guangdong, China] 3 de diciembre de 1552). Misionero del oriente asiático. Jesús LÓPEZ-GAY. “Javier, Francisco”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S.I. Comillas (2001) III, 2140-2141.
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cada uno con sus propias insignias; entre estos, muchos prebendados de la Iglesia Catedral: preside la ceremonia el Rector de nuestro Colegio que es, al mismo tiempo, quien rige la Universidad. Luego viene el Prefecto de estudios. Todos toman asiento para el panegírico mientras se entona una oración en alabanza de Javier. Esta la hacen alternadamente los maestros de nuestra Compañía o algún prebendario o algunos religiosos de la Orden de San Agustín, graduados en nuestra Universidad. En esos sitios se hace, en el mes de marzo, la novena dedicada a San Francisco. En algunos lugares se hace dos veces, la segunda en el mes de diciembre. En esos días el pueblo asiste a nuestro templo para oír la misa que se hace con acompañamiento de órgano y músicos. Después de la misa, el sacerdote celebrante entona las preces rituales y sigue todo el pueblo cantando. Desde hace dos años, en el Colegio de Santa Fe se antepone a las preces un sermón en el cual se exaltan las virtudes y hechos del Santo. En esos días se adorna especialmente la capilla en la cual se halla la magnífica imagen del apóstol de las Indias, copia de la que se venera en Potamo (Lisboa). [Algunas manifestaciones de la devoción al Santo] Alrededor del retablo mayor de la capilla penden tablas votivas que los fieles colocan allí para testimoniar su agradecimiento por beneficios recibidos. Y en verdad que la devoción es tan grande que, si la iglesia estuviera siempre abierta, muchos aprovecharían todo el día para venerarlo, de rodillas ante el altar. Y no solamente se hacen novenas en los días antes señalados, sino en cualquier época del año cuando acaece algo grave para pedir, en el templo por nueve días, la ayuda del Santo; por la misma intención ofrecen una limosna y encienden velas [76v] que arden durante todo el día en su honor. Con igual devoción algunos dedican diez viernes seguidos para honrar al santo apóstol de las Indias de manera que en esos días, desde el alba hasta medio día se celebran misas en el altar dedicado al Santo a la hora en que cada sacerdote quiere. Muchos sacerdotes de las diversas órdenes frecuentan el altar, destacándose los Padres dominicos. De estos, algunos celebran allí casi todos los días y otros según el turno establecido; y llega a tanto la devoción al Santo que en los días de la novena, para que ninguno pueda sentirse excluido, se ha dedicado otro altar 142.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
a San Francisco Javier en el cual celebran los que presiden los ejercicios de la novena. [Altar de San Francisco Javier en la catedral] Un argumento de la veneración que se profesa a nuestro apóstol es que los canónigos le han dedicado un altar en la catedral en el que han colocado un cuadro bien elaborado que representa a Javier peregrino en medio de una serie de 5 imágenes sagradas de varios estilos arquitectónicos que están debajo de ella y toda ella plateada. En esta capilla, los Prebendados (cuya devoción al Santo Patrono es tan grande que apenas se puede imaginar) celebran la novena acostumbrada y, para que nada falte de pulcritud y ornato, han encomendado la capilla a un activo y devoto sacerdote que le dedica todo su esfuerzo a mantenerla en su magnificencia; todos los días enciende los cirios que ofrecen caballeros devotos para honrar al Santo. [La prodigiosa salvación de un devoto en viaje a España] Habiendo resumido los actos de devoción que en consideración del Apóstol de las Indias realizan sus devotos, ahora es preciso gustar los continuos beneficios con que él responde a tan diligentes seguidores. [77r] En la Ciudad de Santa Fe, cierto administrador de los bienes reales era tan adicto al santo Apóstol que juzgaba que lo más importante de su vida era su veneración. El tiene en su casa una capilla dotada de todo el ajuar necesario para satisfacer su devoción. Entre muchas imágenes, él posee una a la que dedica especial devoción y es la que tiene la imagen de Javier, pintura miniata realizada con lujo de arte. Tiene frecuentes coloquios con esta imagen; si algo le sucede que requiere un consejo, a ella acude; si algo duro le viene, en ella busca el consuelo y el remedio. Y siempre confiesa que para él es claro que nunca ha fallado en una causa desde que se confió a semejante patrono, lo cual puede asegurar que siempre ha sucedido hasta en los más pequeños detalles. Sería demasiado molesto narrar todas lo que él cuenta; pero vale la pena traer a la memoria dos muestras de la protección que él ha dejado escritas en las tablas votivas que penden en la pared de nuestro templo para perpetua memoria. El primero es que, no mucho antes del presente, cuando viajó a Cartagena la Nueva, camino de España, ya próximo a abordar la 143.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
nave con vientos favorables, no quiso abordar sin antes hacer la novena a San Francisco. Durante todo el tiempo de la novena le pidió con súplica ferviente que lo recibiera entre sus devotos y que le dijera qué debía hacer. Al llegar al noveno día, cuando se dirigía hacia nuestra casa desde el templo después de haber orado largamente, se encontró delante del capitán de una de las naves al cual nunca había tratado antes; hechas las debidas presentaciones como es de rigor entre gente educada, el capitán le dijo que tenía conocimiento de que él estaba de viaje para España, que tenía una nave muy bien aperada y que no vería mal que se hiciera a la mar en ella. Nuestro noble caballero le dio las gracias con toda decencia, pero le dijo que le apenaba mucho no poder aceptar los servicios de la nave y la amistad brindada, porque ya había llevado su equipaje a la nave llamada Teresa que era nueva y bien equipada; [77v] además ya había pagado el flete y habían cargado todas sus mercancías y no le parecía bien rescindir el contrato ya hecho con el capitán del Teresa. A todo lo anterior añadió que muchos conciudadanos que con él venían desde Santa Fe se embarcaban también en el mismo barco y ya estaba todo dispuesto para partir. Sin embargo, todos sus argumentos cayeron en oídos sordos porque el capitán con quien hablaba le dijo que el haría trasladar inmediatamente su equipaje a su nave y daría orden a los marinos que hacían el traslado que lo hicieran delante de un notario. Sin tener cómo responder, el pasajero aceptó de mala gana, pero para su gran bien: porque, cuando ya la flota había desplegado las velas a los vientos rumbo a España, de repente el aquilón (viento del norte) levantó una gran tempestad, levantando unas olas enormes que levantaban las naves a los astros y las hundían hasta el abismo. La nave Teresa, en su lucha con los vientos y el mar, no pudo mantener su ruta: el oleaje la llevó hacia la costa poco profunda donde encalló y se anegó ante el ímpetu del mar; solo tres se salvaron, los demás fueron arrebatados por las olas. En cambio, la nave que había abordado nuestro pasajero atravesó felizmente al océano y arribó a Cádiz. Tuvo no solamente un feliz viaje, sino un éxito en los negocios que lo llevaban a Madrid y todo lo atribuyó a su Patrono, San Francisco Javier.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
[El milagro del caballo desbocado] Otro favor recibió del Apóstol de las Indias en el año 1685. Una vez, por motivo de negocios, viajaba con algunos nobles caballeros y ministros del tesoro público a un sitio donde se halla el puente sobre el río Bogotá; cuando ya había cumplido su cometido y quería emprender el regreso, pretendió montarse en el caballo, pero, apenas introdujo su pie en el estribo, el animal corcoveó impidiéndole el dominio de las riendas, de manera que, cuando pretendía erguirse, con los pies solo se daba contra el aire y contra el puente, [78r] sin poder zafar su pie para poderse sentar en la silla; el caballo asustado no obedecía al freno y comenzó a lanzar coces. Los compañeros de viaje ya no solo temían la muerte de su compañero, sino que se lamentaban de verlo hecho pedazos. Finalmente el caballo se detuvo por el cansancio de la carrera y los compañeros volaron a donde estaba el herido, y encontraron con la mente perdida a quien había sufrido golpes y patadas mientras era arrastrado por el caballo. Una vez recuperado el aliento, supo de sus compañeros el serio peligro de muerte en que se había encontrado y les dijo que más patente que ese peligro era el milagro con que San Francisco Javier le salvó la vida porque, cuando era zarandeado por el caballo, había invocado con toda devoción al Santo e inmediatamente perdió el sentido sin que se diera cuenta de nada más. Con dificultad regresó a casa y todos narraron el favor realizado por el Apóstol. De todo se siguió que la pierna y el metatarso se le hincharon tanto que no se podía quitar las polainas. Echando tijera se las quitaron y apareció un morado impresionante por efecto de las contusiones; pero lo admirable es que el resto del cuerpo en el que, por efecto de los golpes, debería haber por lo menos rastros externos de sangre no tenía ni vestigio de contusiones. A todo se unió que, mientras algunos decían que iba a perder la pierna, algunos, menos pesimistas, creían que duraría mucho en recobrar su prístina salud. Sin embargo, el que se por su intercesión lo había librado de la muerte, le restituyó la salud en breve tiempo de manera que pudo caminar libremente en pocos días. Él lo testimonió con ánimo agradecido poniendo una placa de madera ante el altar de San Javier. 145.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
[Una extraordinaria curación] En estos tiempos, trabaja en la Ciudad de Tunja un noble caballero que desempeña el cargo de Gobernador y venera con gran devoción a San Francisco Javier y no sin razón porque de él ha recibido grandes favores. De los muchos conseguidos, dos recordamos en esta narración. El año pasado, cuando se dirigía hacia Santa Fe para llevar a cabo algunos negocios que exigían su presencia, [78v] lo asaltó una enfermedad tan grave que lo puso a las puertas de la muerte. Consciente del peligro, lo primero que hizo fue poner en orden las cosas de su alma por la confesión de los pecados de su vida pasada y fortalecer su alma con la comunión; ya en trance de muerte, recibió la extremaunción. El médico decía que el caso del enfermo era desesperado y que con las curas que le hacía solo podría prolongarle la vida unas cuantas horas. El sacerdote de nuestra Compañía que le había administrado los sacramentos tuvo la inspiración de decirle que podía tener buen ánimo y esperanza si se confiaba a la intercesión de San Javier pidiéndole la salud mediante un voto, porque estaba que le ayudaría a no ser que la salud del cuerpo se opusiera a la del alma. El enfermo aceptó el consejo y, con ánimo confiado y agradecido, prometió que celebraría todos los años en la Ciudad de Tunja el día festivo del Santo de la mejor manera que le fuere posible. Que quedó obligado a cumplir el voto lo atestiguan, tanto el vigor que se apoderó de su ánimo deprimido como la salud que recuperó a más firme de lo que se podía esperar. El hecho es que en pocos días recuperó la prístina salud y, realizados exitosamente los negocios en Santa Fe, regresó a Tunja y ya se ha empezado a encargar de la celebración de la festividad de San Javier, en la cual manda hacer fuegos artificiales delante de nuestra Iglesia: se construye una mole impregnada de pólvora nítrica, de manera que al aplicarle el fuego estalla de manera espectacular iluminando la Ciudad que estaba a oscuras. [Otro prodigio en tiempo de peste] Otra señal de la protección divina por intercesión de Javier se concedió a este mismo caballero en el año 90 (1690). En ese año la pesadez del clima propagó una grave epidemia de la que se contagiaron muchos. De estos, algunos llegaron a encontrarse en peligro de muerte, entre los cuales 146.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
el citado Gobernador de Tunja. Durante todo el tiempo crítico, cundió muchas veces a la intercesión de Javier, pero el Apóstol se mostró inexorable mientras que el enfermo no estuviera en las últimas. [79r] Cuando ya apenas podía pronunciar palabra, continuó rogando a Javier que le ayudara; entonces le rogó al Padre que lo estaba ayudando a buen morir que, en su nombre, pidiera al Padre Rector permiso para traerle la imagen del Santo que se venera en nuestra Iglesia para pedirle por su salud o, si iba a morir, para rendirle veneración por última vez. El Rector91, sabiendo lo dificilísimo que era sacar la imagen del nicho del altar en que era conservada, le envió una semejante. Tomándola en sus manos, con fervor la abrazó y haciendo un gran esfuerzo para pronunciar unas palabras expresó su pensamiento. Luego mandó que fuera colocada la sagrada imagen en un altar levantado en su habitación. Ante ella, la esposa del moribundo elevó una sencilla oración pidiendo al Santo que, si su casa iba a quedar privada de uno de los dos, que ella ofrecía su vida en vez de la de su marido: que Dios le devolviera el padre a tantos hijos y que ella ofrecía su vida en aquel trance. Sus plegarias fueron escuchadas porque en el mismo momento la salud del caballero empezó a mejorar y su esposa empezó a sentir los síntomas de la fiebre y murió a los 15 días. Convaleciente y recuperado el vigor, volvió a su hogar y es un hecho indiscutible que el Santo, al interceder para que la mortal enfermedad del uno se pasara a la otra, procuró lo mejor, tanto al alma de la difunta como a los párvulos que, sin padre, no se hubieran podido educar. [Salva la vida y el honor de una mujer infiel] No hace mucho tiempo, en una Ciudad, cuyo nombre omitimos voluntariamente, sucedió un hecho extraordinario que fue testificado por dos de nuestros sacerdotes que lo conocieron. Cierta mujer noble ya casada fue infiel a su marido con ocasión de un viaje de negocios que lo alejó de la tal Ciudad. Cuando ya era manifiesta la violación de la fidelidad conyugal pues
91 Fernando Monterde (Frías [Aragón], 1640-Bogotá, 15 de abril de 1698). Ingresó en la Compañía de Jesús el 16 de noviembre de 1654. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1658. Fue Rector del colegio de Mérida y dos veces del de Tunja (1681-1684 y 1689-1692). Superior de las Misiones de Casanare y Rector de la Universidad Javeriana. José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 486-487.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
era inminente el parto, se anunció el pronto regreso del marido. Conocida la noticia, la mujer quedó como herida por un rayo porque cómo podría [79v] escaparse de la muerte que le provocaría el marido en castigo de un crimen tan evidente? Acosada por la evidencia del embarazo, sin saber qué hacer, tomó la decisión de recluirse en un convento de monjas para evitar su muerte. Conociendo muy bien la índole de su esposo, por una parte inclinada a los celos y, por otra, a tomar venganza de las injurias. Sin embargo, no quiso realizar su propósito sin consultar a uno de la Compañía que era su confesor. Presa de la angustia, le expuso su situación al Padre que, conocida cuan grave era, no encontró un remedio oportuno en lo humano que evitara el peligro en que se encontraba la vida de quien había faltado y la fama y el honor ya que era imposible ocultar lo que era evidente. Finalmente le dijo que se debía acudir al auxilio divino y le aconsejó a la afligida mujer que encomendara todo el asunto a San Francisco Javier y tuviera confianza en que todo saldría bien ya que estaba convencido de que ningún favor del Santo sería en menoscabo de su honra. Y, en primer lugar, el obsequio que el Santo merecería, sería la promesa de que, para que las cosas le salieran bien, nunca se dejaría llevar a faltas tan mortales. Con este consejo y con una medalla de San Francisco Javier que el Padre le dio, la dama se fue a su casa. Con el ánimo ya más sereno, elevó fervientes plegarias en las que testimoniaba al Santo que nunca saldría de ese trance ni le brindaría la debida honra si no era porque esperaba su ayuda. Para que no se frustrara su esperanza, Javier escuchó sus súplicas porque, apenas elevó su petición, comenzó a decrecer el tumor y, pasados unos pocos días, ya se había desvanecido totalmente. A un hombre celoso nada hay más natural que tratar de examinar la fidelidad de la esposa. En este caso, por intercesión de Javier, toda su diligencia fue inútil de manera que la siguió estimando como mujer fiel e inocente. Hasta aquí las cosas iban bien; [80r] pero, cuando llegó la hora del parto, la mujer no sabía como ocultarle el feto y los trabajos del parto. Acudió entonces a la oración, pidiendo, con profusas lágrimas, de nuevo por intercesión de Javier, que pudiera llevar a feliz término lo iniciado. El mismo día, el Santo le infundió en la mente 148.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
al marido el propósito de ir fuera de la Ciudad a ultimar algunos negocios pendientes en el campo, teniendo como más oportuno ese momento aunque hubiera podido dejarlo para después. Después de algunas pocas horas, la mujer dio a luz y entregó el niño en adopción para que fuera criado; su marido dedicó tanto tiempo a los negocios, que la mujer pudo restablecerse completamente. Guardado el hecho en la más absoluta reserva, el esposo nunca se llegó a enterar de la injuria recibida. La mujer le contó lo sucedido al Padre confesor y a su santo Patrono le fue perpetuamente agradecida por el gran favor recibido. [En Mompox, curación de una dama con cólicos] En el Colegio de Mompox sucedió que fue llamado uno de nuestros Padres muy tarde en la noche para que confesara a una noble dama que adolecía de una grave enfermedad. El Padre acudió presuroso y, cuando llegó, se dio cuenta de que estaba por entregar su alma por causa de los dolores que le producían los cólicos estomacales. La confesó y, cuando vio que durante todo el tiempo se retorcía a la manera de una serpiente y prorrumpía en gemidos lastimeros, la exhortó a que invocara el auxilio de San Francisco Javier; inmediatamente el hijo de la enferma trajo una medallita del Santo y, teniéndola entre sus manos, esta invocó al Santo y le encomendó su salud. Apenas terminó de orar, la dejó completamente el dolor y empezó a sentir que la salud le había sido restituida, tanto como para poder ir al templo de nuestro Colegio una vez amaneció. El Padre que la había asistido estaba en el confesonario; para probar el vigor recobrado de la mujer, con toda delicadeza, le reprochó lo poco que cuidaba de su salud saliendo en un día tan lluvioso. A lo cual ella respondió que no temía ni el cielo lluvioso ni los chaparrones ya que venía al templo a dar gracias a San Javier que, como la había librado de los cólicos, [80v] la preservaría de contraer una enfermedad por causa de la lluvia. [La curación del primer magistrado de Mompox] El primer magistrado oficial de Mompox padecía una hemorragia desde hacía dos días. El tercer día arrojaba tanta sangre que era como un riachuelo que salía de su boca de la anchura de un dedo pulgar, sin que se pudiera hacer nada para contener la hemorragia. Uno de los Padres de nuestra 149.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
Compañía fue llamado a asistir al que se hallaba en trance de entregar su alma. Viendo que el enfermo ya había recibido la extremaunción y esperaba la muerte, le insinuó que pidiera a San Francisco Javier su salud, a quien no le era difícil impetrar para él su salud ya que tantos prodigios realizaba. El enfermo se confió fervorosamente al auxilio del Santo y al punto sintió que era escuchado pues la hemorragia se detuvo y, desde ese mismo momento, experimentó una sensible mejoría. Pocos días después, ya totalmente restablecido, para dar las debidas gracias al Santo por beneficio tan patente, le consagró un día y fue tal la solemnidad que le quiso dar que, al compararla con la celebraciones anteriores de Mompox, no solamente no era inferior a ninguna, sino que no se recordaba una ni siquiera semejante en el pasado. [El prodigio en bien de un comerciante de Mompox] En el año 83 del presente siglo, un cierto comerciante de Mompox, gran devoto del apóstol de las Indias, se encontraba enfermo de fiebres continuas. En esta ocasión, tanto le subió la fiebre que no podía hablar y ello tan de repente que no tuvo tiempo de hacer testamento y ni siquiera de recibir los sacramentos, lo que era especialmente lamentable. Al punto fue llamado uno de los nuestros para que asistiera al moribundo. El Padre acudió inmediatamente y, cuando llegó a la casa del enfermo, allí, en presencia del Padre y de varias personas de la Ciudad, boqueó fuerte tres veces como suele suceder cuando se entrega el espíritu. No obstante eso, el Padre, apoyándose en la protección de San Francisco Javier, [81r] viendo una imagen del Santo colgada en la pared, al instante la toma y acercándose al enfermo, dijo lo siguiente: “Santo Javier mío, no es posible que este hombre que es tu devoto muera sin expresar su última voluntad acerca de los bienes familiares y, lo que es más importante, sin recibir los sacramentos”. Apenas acabó de pronunciar las últimas palabras, cuando el enfermo se despertó como de un profundo sueño en medio del estupor de los que vieron el prodigio. Cuando recobró el uso de la palabra y fue consciente de lo que hacía, pudo hacer la confesión de sus faltas y recibir los últimos sacramentos. Luego designó su heredero y a los tres días entregó su espíritu. De esta manera quedó patente que Dios, por intercesión de San Francisco Javier, le había concedido ese tiempo. 150.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
§X SE NARRAN ALGUNOS PRODIGIOS MÁS RECIENTES DE SAN FRANCISCO JAVIER [81r-84r] [Providencia especial por una persona] Vive en la Ciudad de Santa Fe un noble varón llamado Martín Flores de Ocariz al cual su mujer le dio un hijo que con todos los méritos podríamos llamar delicia javeriana. En efecto, a éste lo empezó a patrocinar el santo Apóstol desde que se gestaba en el seno materno, sin embargo, cuando estaba por nacer, su madre no podía darlo a luz, por lo que ella tomó la decisión de consagrar a Javier el niño que iba a nacer. Apenas había hecho el voto, dio a luz (enixa est ex templo), como si el niño se negara a nacer si no nacía para Javier. A los pocos meses de nacido cayó gravemente enfermo; con grande dolor, ya los desconsolados padres esperaban su muerte. Sin embargo, les vino a la memoria algo muy simple que les levantó el animo y era que el niño no podría ser privado de la luz de sus ojos mientras gozara de la milagrosa protección de Javier. En consecuencia, acudieron ante el altar de Javier pidiendo fervorosamente la vida del enfermo. [81v] De nuevo obtuvieron que el Santo curara no a alguien ajeno, sino a su propio hijo para presentarlo como el niñito de Javier. Prometieron que, cuando creciera y pudiera usar los vestidos habituales, vestiría la sotana de jesuita; sin embargo, apenas hicieron este voto, el niño volvió a estar en peligro de muerte y ciertamente por favor de Javier: ya los médicos habían perdido las esperanzas y, mientras tanto, se acercaba el momento de cumplir la promesa hecha a Javier. Los padres, quizás habiéndose olvidado del voto o cambiado de opinión, no lo vistieron con la sotana. Entonces Javier quiso amonestarlos con un nuevo hecho maravilloso por haber violado sus promesas. [El milagro del balcón] El año pasado de 89 (1689), cuando ya el niño tenía 4 años estaba jugando en el balcón de la casa que era bastante alto; la institutriz había descuidado, en ese momento, el cuidado del niño que quiso subirse a la baranda 151.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
del balcón que parecía estar fija, pero que cedió al peso del niño que cayó en el vacío; lo que lo vieron caer, no sabían qué hacer (pene irriguerunt). En medio de la turbación, invocaron a San Francisco Javier para que ayudara al caído y con gritos se precipitaron hacia el lugar para recoger los restos del, como creían, debía haberse quebrado muchos huesos. Sin embargo, se llenaron de estupor, primero, y de una ruidosa alegría, luego, cuando encontraron al niño perfectamente ileso. Este, que se encontraba asustado y como con la mente perdida, después de media hora se rehizo y, como despertándose de un plácido sueño, se incorporó sonriente al ámbito de los niños y retomó los juegos infantiles interrumpidos. Y es cierto que no se deben pasar por alto los indicios de que aquello fue un milagro porque se trataba de un tierno niño de 4 años, el balcón era muy alto, el piso donde cayó era de piedra y, aunque hubiera sido de algodón, la baranda que golpeó al niño al caer, podía fácilmente causarle la muerte. Y lo que quitó toda duda sobre el milagro de la salvación del niño de la muerte, lo constituye el caso de otro niño que, por los mismos días, [82r] cayéndose de un lugar más bajo, no pudo escaparse de la muerte: su cuerpecito quedo herido y desgarrado, con el cráneo fracturado y el cerebro a la vista. [El cumplimento del voto olvidado] Pero es necesario que volvamos al inicio. Los padres del niño, conocido el hecho prodigioso y acordándose del voto, cumplieron lo que habían prometido. Pocos días después llevaron al niño ante el altar del Apóstol y, celebrada una misa solemne, le impusieron la túnica talar que se usa en la Compañía. Pero no fue éste el final de los prodigios: pasados unos días le apareció un tumor en la cabeza que creció enormemente con el pasar del tiempo. La causa podía ser la sangre acumulada como consecuencia de la caída o quizás un nuevo testimonio del auxilio actual del Apóstol, habida cuenta de que una parte muy importante del cuerpo se había estrellado contra las piedras, lo que ya era suficiente para causarle la muerte. Sin embargo Javier, que ya tenía al niño como suyo y que tantos beneficios le había procurado, no quiso que le quedara ni vestigio del tumor, ni que se le viera una arruga al intervenir de nuevo milagrosamente. Así, cuando un cierto día estaba jugando con otro niño, éste le hirió el tumor con un pedazo de vidrio, del cual salió una gran 152.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
cantidad de sangre podrida que ya estaba convertida en pus y amenazaba la infección. Pocos días después, la herida cerró y desapareció la cicatriz, gozando desde allí el niño de buena salud. Los padres hacen todo lo posible por dar las debidas gracias al benefactor y procuran educar a su hijo en el espíritu y en sus cualidades e inteligencia porque están persuadidos de que están formando un hombre, no para ellos, sino para Javier y para la Compañía. [Curación milagrosa de una mujer con cáncer] El año anterior 89 (1689), cuando se celebraba la novena en honor del Apóstol de las Indias, asistía a los sermones un cierto habitante de Santa Fe. Escuchando este hablar de los muchos milagros que hacía Javier en beneficio de los que hacían la novena, se sintió profundamente consolado con aquella narración y, cuando llegó a casa, le contó todo a su esposa; la roció con agua ya que ella, por desgracia, padecía de cáncer en el pecho desde hacía tres años, y debía someterse a una operación quirúrgica porque por más medicinas que le dieron [82v] los médicos y por más tratamientos que le hicieron para curarla lograron curarle la gangrena ni mitigarle los dolores. La mujer recibió con muy buen ánimo lo que le contaba su marido y fue tanta la fe que concibió, que hizo el propósito de acudir el día siguiente al templo, aunque apenas si se podía mover por el dolor que le producía cualquier movimiento, para orar ante el altar de Javier y expresarle con instancia le concediera el don de la salud. Tenía tanta confianza en el Santo que tomó la medalla que pendía de la camándula de su esposo y se la aplicó en el seno enfermo. Al día siguiente, muy de mañana, se dirigió paso entre paso hasta nuestro templo donde, puesta delante del altar de Javier y antes de usar alguna fórmula para saludar al Santo, exclamó: “Santo mío: devuélveme la salud. Devuélvemela pues tu eres el único que puede hacerlo”. Con angustia repetía estas mismas palabras durante todo el tiempo que estuvo delante del altar. Cuando ya creía haber satisfecho su devoción, regresó a casa con la esperanza de recuperar plenamente su salud. Y la esperanza no fue vana, porque, por la noche, le subió una fiebre muy alta, tanto que parecía que había llegado el final. Siguió a la fiebre un sudor copioso que le duró varias horas y, a medida que sudaba, se le iba bajando la fiebre. Cuando amaneció, se dio cuenta de que estaba mejor de la llaga y, antes de terminara 153.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
la novena, ya había recuperado la salud y apenas le quedaba cicatriz del cáncer que tanto la había hecho sufrir. [El hecho maravilloso de la montura recuperada] El mismo año (1689), en algún mes, un cierto caballero noble de Santa Fe debía hacer un corto viaje; para ello compró un apero de montar de gran factura y elevado precio y, para que se lo ajustara a la cabalgadura, llamó a un indio para lo llevara al almacén del fabricante de monturas. Mientras hacía el indio lo que le mandaba, el noble se detuvo a hablar con un amigo con quien se encontró, ocasión que fue aprovechada por el indio para huir a toda prisa del amo [83r] y esconderse en una cueva. El noble, habiendo terminado la entrevista con el amigo, volvió a disponerse a emprender el viaje de negocios, pero, ni encontró al indio, ni nadie le supo decir hacia dónde se había marchado. Después de mucho trabajo fallido y tiempo perdido, regresó mustio a su casa donde le contó a su esposa la fechoría del indio. La mujer respondió: ¿Hacemos algo para recuperar la montura en este tiempo que es el de la novena de Javier? Nada se pierde. Al punto encendió velas ante el altar del Santo para honrarlo y para tratar con él el asunto de la recuperación de la montura. Ya habían llegado al final de la novena, pero no había indicio alguno del objeto perdido. La mujer, sin perder la esperanza que conservaba firme, mandó venir un pregonero al que explicó la índole y características de la montura y, pagándole un precio, le mandó que divulgara las pistas y el tiempo en que se perdió la montura. Apenas el pregonero había empezado su anuncio, cuando una niña de tierna edad y que apenas sabía hablar, dijo claramente que había visto un indio que había llevado una montura a la taberna de una cierta mujer y añadió el nombre de la mujer y el sitio de la taberna. Además dijo que podía asegurar que el indio había entregado la montura a cambio de una propina de un sestercio que era el precio de un vaso del licor con el que los indios se suelen emborrachar. Todavía más: dijo que el indio le había mandado a la mujer, cuando le pagaba el sestercio, que le devolviera la montura. El Señor, pagado el precio de la bebida, le pidió que le devolviera lo que tenía empeñado, pero ella, conociendo lo precioso de la montura, negó tenerla, pero ante el evidente testimonio de la niña, tuvo que entregar la 154.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
montura. Su esposa, que había acudido al servicio de Javier, le dio muchas gracias y confesó que todo sucedió por acción del Santo que se había servido de la lengua de una niñita: parecía verdaderamente increíble, por otra parte, que una niña de tan tierna edad haya recordado lo que había visto y haya podido expresar tan claramente lo que había visto. [Prodigiosa conversión de un hombre vengativo] El prodigio que adjuntamos reivindica para si mayor consideración que los anteriores ya que no se refiere a la salud del cuerpo o a los asuntos de economía familiar, sino a la salud del alma. [83v] El año pasado 89 (1689), terminada la novena de San Javier se presentó un muy notable caballero a solicitar que uno de nuestros sacerdotes lo oyera en confesión. Cuando ya hubo uno que lo escuchara, con muestras de gran dolor y compunción, comenzó a confesar sus pecados. El sacerdote, que bien conocía la índole del penitente, porque sabía de su vida relajada y de cuán dado era a los lujos, apartado de los principios cristianos, no se admiró de lo que oía en confesión. Pero el penitente, leyendo en el rostro del Padre el estupor que le producía el verlo compungido hasta las lágrimas, quiso quitárselo y para ello se expresó así: “No se admire, Padre, de verme tan compungido y tan ansioso de penitencia. Pero es de un caballero el admirarse de la bondad de Dios que tanto se ha apiadado de mi por la intercesión de San Francisco Javier, para que dé gracias conmigo a Dios y al Santo y no se moleste al oír lo que me sucedió en estos días. Desde hace 4 años me dejé llevar de un odio imperdonable contra alguno de mis conciudadanos. Y movido por una tan insaciable sed de venganza que llegue a creer que el fuego solo se extinguiría con la sangre del enemigo. Y, aunque la sed de venganza era continua, siempre la dejaba para un momento más oportuno cuando fuera más fácil realizarlo. Sin embargo, ayer, que era el primer día de la novena de Javier, todo parecía que me era propicio o quizás porque ya había disminuido el furor con el apetito de venganza, que llenaba de furor mis entrañas y me incitaba a lavar las injurias con la sangre del adversario. Salí armado de casa con el propósito de matar en duelo y defenderme de los ataques contrarios. Busqué por 4 horas al adversario y la oportunidad para realizar lo que había premeditado hacer. 155.
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Una vez que salía de la Iglesia, quise atacarlo; varias veces cuando doblaba la esquina de la plaza, no fue posible herirlo por detrás; [84r] muchas veces decidí enfrentármele cuerpo a cuerpo aunque rechazaba el ponerme en peligro de muerte; siempre algo se opuso, para bien suyo y para bien mío, de manera que no pude realizar lo que pretendía. Al fin cansado, dejé la realización del plan para después. Estando en esta situación, me enteré que se anunciaba la novena y quise participar en ella, más para llenar el tiempo ocioso que para practicar algo de eso. Así, acudí al templo durante todos los 9 días, por lo que Javier por aquel homenaje exterior (porque lo que hacía no merecía el nombre de una devoción sincera ya que no existía la voluntad de tenerla), y más por su propia liberalidad y ánimo generoso, me colmó con sus dones: apenas comencé a asistir a las oraciones de la novena, poco a poco se me fue extinguiendo el odio que me requemaba. Una prueba de eso era que antes, cuando lo veía, cambiaba de aspecto y con todo el alma me invadían deseos de venganza; mientras tanto, ahora, cuando lo encuentro, no sufro ninguna conmoción en el ánimo. Terminada la novena, tanto cambiaron mis sentimientos que, cuando comparo los pasados con lo presentes, reconozco que soy como nuevo. Mi corazón, que antes estaba inclinado a la carnicería, está inclinado hacia aquel a quien perseguí con tanto odio, a quien perdoné sinceramente y con quien busco la ocasión de reconciliarme. Por esta causa, para tributar a Javier un testimonio de mi agradecimiento por tan gran beneficio de quitarme los obstáculos, me decidí a lavar los pecados de la vida pasada en el sacramento de la penitencia”. Con sus lágrimas y lamentos lavó sus pecados y después se fortaleció con el sagrado Cuerpo de Cristo, todo con grandes signos de sincera devoción.
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§ XI SE NARRA EL CULTO CON QUE SE CELEBRA LA FESTIVIDAD DE SAN FRANCISCO DE BORJA Y ALGUNOS SUCESOS MARAVILLOSOS QUE HAN SUCEDIDO [84v-89v] [84v] [Celebración de su fiesta] La fiesta de San Francisco de Borja no se celebra en los Colegios de la Provincia con la misma solemnidad que la de nuestro santo Padre Ignacio o la del Apóstol de las Indias, si se exceptúan el Colegio de Tunja y el de Santa Fe, en los que se celebra con misa solemne, panegírico y oraciones de petición. En Tunja se organiza una procesión que va del templo de Santiago Apóstol hasta el nuestro y a la cual asiste todo el clero, el magistrado urbano y muchísimos de los nobles de la Ciudad. El clero de Tunja, que es el que organiza la procesión, lo hace con toda solemnidad y, después de una oración en el sitio de salida, se dirigen ordenadamente a nuestro templo. En Santa Fe se celebra con mayor solemnidad, porque a la procesión que se organiza desde la Catedral hasta nuestra Iglesia, asiste el clero, el cabildo metropolitano y el Arzobispo, además del Magistrado de la ciudad, el regio Senado y toda la nobleza. Celebra la misa uno de los Canónigos prebendarios que llega a nuestro templo revestido de capa pluvial y en la oración de petición preside la ceremonia con los ritos acostumbrados. El resto del clero asiste de sobrepelliz. El panegírico lo hace uno de los nuestros de la Compañía. [El voto de la ciudad de Santa Fe] Tanta solemnidad se emplea en cumplimiento del voto que hicieron los prefectos de esta Ciudad en el año 25 de este siglo (1625) cuando eligieron a San Francisco (de Borja) como patrono contra los terremotos frecuentes que azotaban todo este Reino. [85r] En esa ocasión ejercía el cargo de arzobispo el Ilustrísimo y excelente arzobispo Fernando Arias de Ugarte y el de presidente del Nuevo Reino el
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señor Don Juan de Borja92, nieto de San Francisco. El voto fue confirmado por el papa Urbano VIII93 quien era, en ese entonces, cabeza de la Cristiandad. La fórmula del voto contraído se conserva en al archivo del Colegio de Santa Fe y constituye un no pequeño testimonio de la piedad y devoción hacia San Francisco de Borja. Es importante que a ello nos refiramos. He aquí la fórmula que expresó el voto: “Al Bienaventurado Francisco de Borja, antes duque de Gandía y Virrey de Barcelona, después Prepósito General de la Compañía de Jesús, y recientemente agregado al número de los santos, postrados a sus pies, nosotros Fernando, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, Arzobispo de Santa Fe, y el venerable coro de nuestro Capítulo catedral, en unión del Ilustrísimo y Reverendísimo Obispo de Santa Marta y del muy ilustre Don Juan de Borja, presidente de este Reino, gobernador general y nieto del Padre bienaventurado; a una con el preclaro Regio Senado (Real Audiencia) y con el tribunal, en la progresista Ciudad de Santa Fe, contando con la aprobación del Santísimo y Beatísimo Padre y Señor nuestro Urbano, por providencia divina, Papa VIII; en nombre y con aprobación de todo el pueblo, en este sagrado Templo del Colegio de la Compañía de Jesús, en este feliz y fausto día de su fiesta, con temor de que por nuestros pecados seamos afligidos por tantos terremotos, para que se digne interceder por nosotros, lo elegimos como patrono de nuestra Ciudad contra todo mal y adversidad, sobre todo para que aparte de nosotros los temblores de tierra. Decretamos que su día festivo se celebrará cada año, el 1.º de octubre, con una solemne procesión de rogativa en la plaza pública con asistencia del pueblo. [85v] Así hacemos voto, así lo prometemos, así lo juramos; así Dios nos ayude y estos Santos Evangelios. El presente voto y juramento los ponemos a los pies de 92 Don Juan de Borja (Gandia [Valencia], 2 de octubre de 1564-Santafé, 12 de febrero de 1628). Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 399-401. Manuel LUCENA SALMORAL. Nuevo Reino de Granada, Real Audiencia y Presidentes. Tomo I. Presidentes de capa y espada (1605-1628). Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia, III) (1965) I, 27-489. 93 Urbano VIII (6 de agosto de 1623-29 de julio de 1644). Véase: César VIDAL MANZANARES. Diccionario histórico del cristianismo. Estella (Navarra), Editorial Verbo Divino (1999) 344.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
nuestro Santísimo Señor Urbano Papa VIII para que se digne confirmarlo con su bendición apostólica. Por tanto, oh tres veces y muy bienaventurado Padre, no menos ilustre por la nobleza de la sangre que por la singular humildad de tu espíritu y por tu eximia caridad, distinguidísimo por el celo de la salvación de las almas, benemérito en estas regiones occidentales de tantas alabanzas: con tus preces, aumenta una paz duradera y la felicidad para nuestro santísimo Señor Urbano y para nuestro Rey católico, Don Felipe, unido a ti por el linaje y tu especial devoto, concédele toda clase de bienes y muchos años de vida adorna su regio mandato con la gloria de la justicia. Y a todos nosotros dígnate concedernos la pureza de alma y la detestación de la suciedad del pecado”. Esta fue la fórmula del voto que suscribieron todos aquellos de los que se ha hecho mención. En cumplimiento del voto, todos los años se reúnen en nuestra Iglesia el Arzobispo con los Canónigos, el Regio Senado (Real Audiencia) con el Presidente y el Magistrado de la Ciudad para rendir homenaje al Santo. Cuánto le sea acepto, lo confirman dos hechos que ha conservado la memoria de nuestros Padres y que no por antiguos se pueden dejar pasar en silencio. Desde el año 25 de este siglo (1625) en que fue hecho el voto hasta el año 66 (1666), todos los que estaban obligados a cumplirlo, salvaban su fidelidad con las prácticas prescritas. Dicho año 66 (1666) habiéndose hecho presentes en nuestro templo para la pública rogativa en cumplimiento del voto, el entonces venerable Arzobispo de Santa Fe, Juan de Arguinao94, de feliz memoria, con el Cabildo y Prebendarios, faltaron el Regio Senado, el Tesorero público y el Magistrado Urbano, olvidándose ya del voto hecho. Cuando uno de los nuestros les advirtió la falta de gratitud que ello significaba, como si presagiara el futuro, les dijo:
94 Juan de Arguinao (17 de junio de 1661-5 de octubre de 1678). José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus prelados. Tomo I (1564-1819). Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1961) 97-108. Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia, XIII) (1975) 238-250. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 179-180.
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[86r] “Tengan cuidado los que no cumplieron lo prometido no sea que talvez San Borja castigue la infidelidad en el cumplimiento de lo prometido y haga re cordarla obligación con ruidos y movimientos de tierra”. El presagio no dejó de tener cumplimiento porque el mismo día en que faltaron tan horriblemente contra el Patrono, recibieron el su merecido. [El temblor] En efecto, a las tres de la tarde, el cielo se cubrió de negras nubes que ocultaron el sol. La tierra empezó a mugir y se sacudieron ráfagas de vientos encontrados; los edificios se movían y las edificaciones alrededor sufrieron la misma suerte y comenzaban a amenazar ruina. Pero lo más impactante fue la conmoción de la gente al tener conciencia de la violación del juramento, cuando, por experiencia, sabían que la tierra se había mantenido quieta mientras se había cumplido lo prometido y que había empezado a moverse cuando se violó la fidelidad al voto hecho. Por tanto, inmediatamente todos los templos, al son de las campanas, empezaron a invocar el auxilio de San Francisco. Los habitantes, con dolor y lágrimas, los llenaban y con sus clamores se habían oír por todas partes. Todos acudían a las iglesias que abrieron sus puertas para recibir a los que querían entrar. En las principales se expuso el Santísimo para que la gente hiciera sus oraciones mezcladas con lágrimas. La mayor parte del pueblo llegó a nuestro templo y, como era consciente que el movimiento de la tierra era un castigo de Francisco, con clamores y ríos de lágrimas que salían de sus ojos, pedían que detuviera su justa cólera. Ante el altar del Santo se elevaban fervientes súplicas y se encendían muchas velas. Sin embargo, lo más importante fue que muchos, recapacitando sobre los hechos y analizándolos delante de Dios, temiendo la inminente ira divina, dedujeron que no tenían un remedio más experimentado que expiar los pecados por la confesión. Como consecuencia, fue tanto el número de penitentes que por muchas horas acudieron a los confesores en los templos de todas las familias religiosas. [Reparación por la negligencia de los gobernantes] Los más golpeados con el temblor de tierra fueron los senadores (oidores) y el Prefecto de la Ciudad, muy conscientes de que, por su negligencia, habían dado ocasión a tanta ruina y por las grietas de la tierra empezaron sus 160.
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cabezas a tener temor (de Dios). Por tanto, pasadas unas horas, cuando ya había pasado la cerrazón de nubes, [86v] el cielo estaba más sereno y la tierra se veía tranquila, de inmediato el Presidente (que, por entonces, era Don Diego del Corro y Carrascal, clérigo presbítero e inquisidor del Tribunal de la Inquisición de Cartagena contra la perversidad de la herejía), ordenó a los senadores (oidores) que, sin demora se reunieran en corporación y deliberaran sobre qué se debía hacer con Borja para reconciliarse con su patrono. Llegados a la votación decidieron, por unanimidad, que el siguiente domingo se celebrara en honor de Francisco una misa solemne a la que asistieran los senadores (oidores) y el magistrado urbano con el fin de expiar la negligencia cometida. Avisado el Presidente de la decisión del Senado (Audiencia), se dirigió al Palacio del Concejo civil (Real Audiencia) para refrendar el decreto y saber de los miembros qué tipo de actos habían programado. Se decidió nombrar dos de los prefectos para que se encargaran de preparar todo lo que fuera a propósito para el esplendor de la fiesta y para que comunicaran al Rector de nuestro Colegio lo que habían decidido para que hiciera posible su realización y para que eligiera uno de los nuestros para que se encargara del panegírico. El Rector acogió a los legados con todo respeto y les prometió que se ocuparía de que no faltara nada y que se pondría toda la diligencia necesaria para que la fiesta resultara digna. Y no faltó a su palabra porque se preocupó por que quien hiciera el elogio de Borja fuera el Padre Bartolomé Pérez95 que felizmente acababa de ser Superior Provincial y era un magnífico orador. Llegado el día la solemnidad de la celebración correspondió al cuidado con que se preparó: asistieron muchas personas al templo y casi todas confesaron sus pecados a los sacerdotes y comulgaron. A la ceremonia sagrada asistieron: el Presidente, los Senadores (Oidores) en corporación y los Prefectos urbanos en nombre de la Magistratura;
95 Bartolomé Pérez (Talavera de la Reina [Castilla], c. 1596-Bogotá, 13 de octubre de 1668). Ingresó en la Compañía de Jesús en Madrid el 24 de marzo de 1616. Atravesó el Atlántico en 1618. Buen lingüista, aprendió tanto el chibcha como el inca. Misionero en Mainas. Rector de la Universidad Gregoriana de Quito (16541657). De 1664 a 1666 fue viceprovincial. Rector de la Universidad Javeriana de 1666 a 1668. José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 543-545.
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[87r] al frente estaba el Presidente, quien fue el que celebró la misa. Fue ciertamente un espectáculo edificante para los humanos y grato para los bienaventurados, y sobre todo para San Borja, el cual daría testimonio del ánimo y buena voluntad con que lo había aceptado. Tanto se aquietó la tierra que no volvió a moverse nunca más. Los ciudadanos y gobernantes, aleccionados con lo experimentado, siguen fielmente las huellas de sus mayores y, hasta ahora, cada año emulan sus ejemplos de piedad. [El caso del nuevo arcipreste de Tunja] Nada ha cambiado de lo que ha revelado el Superior sobre lo sucedido en Tunja, a pesar de ser algo más antiguo en el tiempo. Para cultivar espiritualmente a los tunjanos, había sido nombrado un nuevo arcipreste. Éste, que ya había desempeñado un cargo curial, estaba enterado por los ciudadanos del privilegio de San Francisco de Borja, por el cual tenía la obligación de acudir a nuestro templo, una vez establecida la rogativa, para rendir culto a San Francisco que tutelaba la Ciudad contra los terremotos en virtud del voto al que todos estaban obligados. El arcipreste, en nada movido por tal obligación, dijo que nunca, en el futuro, se haría presente a la celebración de los actos dedicados a San Francisco, ni se acudiría a nuestro templo. El Santo, por su parte, no soportó el quedar convertido en ludibrio del curial; después de unas horas se hizo presente para aplicar un castigo vindicatorio. La noche de la vigilia, la tierra comenzó a temblar de manera pavorosa y los ciudadanos se llenaron de pavor ante la noche tenebrosa y las sacudidas telúricas; también el arcipreste de marras se llenó de terror al ver que, por culpa de sus palabras insensatas, se castigara a toda la Ciudad. En consecuencia, quebrantado su ánimo temerario, se movió a penitencia y para lavar su culpa, he aquí lo que dijo: “Santo mío, San Francisco de Borja, perdona la falta por mi espíritu indevoto. Te prometo, no solamente celebrar la rogativa establecida en tu honor, sino celebrar solemnemente la misa y todos los demás oficios que yo sepa que te son gratos”. Ligado así por el voto, el día siguiente se aplicó a realizar todo lo que había pensado: se presentó en nuestro templo y dio una buena cantidad de dinero para colaborar con el culto de San Francis-
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co y para que quedara lo sucedido como amonestación para su espíritu que ahora le era devoto. [87v] [Pamplona] Estas Ciudades no tuvieron que arrepentirse de los actos en obsequio de Borja ya que reciben sus continuos beneficios mientras ciudades circunvecinas, en varias ocasiones, han sido afligidas por los terremotos y muchas destruidas; en cambio aquellas han quedado inmunes por intercesión de San Borja que siempre vigila la prosperidad de sus devotos. Estas Ciudades (Santa Fe y Tunja) se han declarado devotas del Santo. En cambio Pompeyópolis (Nueva Pamplona), como muchas poblaciones a su alrededor, ha sufrido frecuentes movimientos de tierra: esta Ciudad quedó casi en ruinas, sus templos, unos derruidos, otros agrietados o sepultados por los escombros; de todos y cada uno no quedó nada; habiendo quedado, por causa del terremoto, una parte de la Ciudad completamente abatida y otra con sus edificaciones amenazando ruina. Sin embargo, las Ciudades de Santa Fe y Tunja, que no están muy lejos de Pompeyópolis, no han llegado a asociarse a la ruina y a las calamidades de aquella, apartando San Borja de ellas la destrucción. [Maracaibo y otras ciudades golpeadas] El año 74 del presente siglo (1674)96 las Ciudades de Maracaibo97, Nueva Calpes (Barinas)98, La Grita99, Nueva Torre Julia (Trujillo?) y casi todas las poblaciones cercanas a estas fueron sacudidas durante varios meses por frecuentes terremotos, tan fuertes como para derribar la mayor par96 Sobre los terremotos, véase: José GRASES. “Terremotos”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) IV, 40-42. 97 FUNDACIÓN POLAR (Ed.) “Espíritu Santo de la Grita y Mérida, provincia de”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 274-275. 98 Virgilio TOSTA. “Barinas”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) I, 370-372. 99 Álvaro GARCÍA CASTRO. “La Grita”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 877-879.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
te de los templos y edificios y los que quedaban en pie el juicio era que había que tumbarlos. Y, por ejemplo, la Ciudad de Mérida y de Torre Julia llegaron a tal extremo como para tener que celebrar los divinos oficios en tugurios levantados a la intemperie con cañas de la laguna, ya fuera porque estaban menos expuestos a los furores del temblor, ya porque si se caían era menos la tragedia. Las gentes. Dispersa por los campos, se albergaban en chozas, mapalés (cabañas) o en tiendas de campaña. Ya parecía que todo había llegado a su final y por todas partes se oían los lamentos de quienes temían que se abriera la tierra y se los tragara. Se veían lúgubres desfiles de personas con los rostros desfigurados, pálidos de el terror, con los cabellos en desorden y vestidos de saco [88r] por las plazas públicas implorando la misericordia divina. Tan luctuosos acontecimientos tan solo los conocieron de oídas los habitantes de Tunja y Santa Fe, pero no los experimentaron por el patrocinio de San Francisco de Borja. [El terremoto de Lima] En el año 88 (1688) la Ciudad de los Reyes, Lima, tan floreciente y magnífica, fue golpeado por terremotos tales que aún muestra en sus ruinas el terrible fruto de los furiosos movimientos debajo de la tierra. La misma suerte la sufrió el puerto del Callao y pueblos circunvecinos. Con esta ocasión se han establecido en Santa Fe ejercicios píos de penitencia y se han celebrado instantes rogativas en las cuales muchos expiaban sus pecados azotándose hasta el derramamiento de sangre. No pocas novenas se hicieron a la Virgen María y al Señor, ante el Santísimo expuesto y también a algunos santos. En los años pasados, era ya costumbre aceptada que la gente celebrara fiestas los sábados para divertirse con mucho de licencioso; este año se suspendió y todos ese día se dedican a ejercicios devotos para atraer la benevolencia divina y para que se pusiera fin a las calamidades que han golpeado a esas Ciudades. Pero lo que estaba más en el corazón de todos era el acudir al patrocinio de Borja porque, protegidos con este escudo, no habría lugar para ninguna de esas catástrofes.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
[San Francisco de Borja, patrono contra los terremotos] 100 Por tanto, por ruego, tanto del Presidente, Don Gil de Cabrera y Dávalos, como de todos los habitantes de la Ciudad, sacaron la imagen de San Borja (que estaba colocado en su sagrado nicho del altar mayor de nuestra Iglesia) e, instaurada la rogativa en presencia de los Senadores, los Magistrados y las familias religiosas, lo llevaron en procesión a la Iglesia catedral. Llevaban las andas sobre sus hombros el propio Presidente y tres caballeros de la Orden ecuestre con sus capas e insignias, avanzando en medio de una gran multitud de velas y de los músicos. Llegados a la Catedral, allí colocaron la imagen para hacer la novena del Santo que se celebró con inusitada devoción y solemnidad. La gente acudía masivamente [88v] y con abundantes oraciones pedía la inmunidad del vecino infortunio. Terminada la novena y con la misma solemnidad se devolvió la imagen a nuestro templo en el cual se organizaron misas por nueve días. En todo este tiempo no faltó nada para que todos pudieran demostrar su piedad y devoción hacia el Santo. Con todos estos actos piadosos, por el patrocinio de Borja, se alejó la inminente calamidad. Aunque en ocasiones como estas San Francisco se ha mostrado presente en las Ciudades de Tunja y Santa Fe, sin embargo hay ocasiones en que permite que tiemble la tierra. A la manera de un padre previdente que permite que el niño se atemorice a veces para que más siga los consejos maternos, así Borja, para que no decaiga la devoción de sus fieles, permite que,
100 Ya hemos visto anteriormente cómo en el Concilio reunido por el señor Arias de Ugarte fue elegido en 1625 San Francisco de Borja como patrono contra los terremotos. Véase: Antonio GARZÓN DE TAHUSTE. “Verdadera relación de la sucesión de los ilustrísimos señores arzobispos de esta metrópoli”. En: Boletín de Historia y Antigüedades. Bogotá, 6 (1911) 637: “… y se dispuso á la celebración del primer Concilio que hubo en este Nuevo Reino, que se acabó de promulgar á veinte de Mayo de mil seiscientos veinticinco años. En este Concilio fue votado por abogado contra los temblores de tierra el santo Francisco de Borja, recién beatificado en aquella sazón, y se revalidó este voto en la ciudad de Santafé, en su convento de la Compañía, á tres de Febrero de este presente año de mil seiscientos cuarenta y cuatro, por la ruina y destrucción de la ciudad de Pamplona, que sucedió este mismo año, á diez y seis de Enero, por temblores de tierra y terremotos tan rigurosos que derribó los templos de aquella ciudad y otros edificios altos, quedando los pequeños sentidos de tal manera que no osaron habitar en ellos”.
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de vez en cuando, sientan el terror de los temblores. Así el día 4º de las idus de marzo del año octogésimo segundo (12 de marzo de 1682), a las 4 de la madrugada permitió que la Ciudad de Santa Fe fuera sacudida fuertemente y a las 4 de la tarde volvió a temblar. Toda la Ciudad, llena de terror, acudió al instante a su protector, sabiendo cuantos beneficios había recibido de él. Esa misma tarde se organizó la procesión para llevar la imagen de Borja a la Catedral, donde, por nueve días, se llevaron a cabo diversos oficios en honor del Santo, pasados los cuales regresó triunfalmente la imagen porque una vez empezaron los actos devotos, la tierra se calmó. Lo mismo ha sucedido en otras ocasiones de temblores menores porque basta que presientan que la tierra va a temblar, al punto acuden a nuestro templo. Ponen muchos cirios ante las reliquias del Santo que se conservan en una caja de madera dorada colocada en el altar dedicado a nuestro santo Padre. Los tunjanos siguen las huellas pues, cuando tienen temor de que tiemble la tierra, inmediatamente acuden a orar ante la imagen del Santo, celebre por los hechos prodigiosos, que se venera la capilla de nuestra Compañía. Esta es la imagen de la que hace mención el Padre Nieremberg101 en el libro 6º, cap. 1 que narra los hechos de Francisco para memoria de la posteridad. Quien quiera conocer en qué ocasión se trasladó la imagen desde el pueblo de Chitagoto al Colegio de Tunja, allí podrá averiguarlo. [89r] [Prodigiosa curación de un novicio con litiasis] Los prodigios de este Santo admirable, no se circunscriben al ámbito de los terremotos pues presta su ayuda a los devotos que a él acuden en cualquier calamidad. Para traer aquí un testimonio, es grato recordar lo que sucedió el día sexto de las idus de octubre del año 85 (19 de octubre de 1685), día dedicado a su fiesta litúrgica. Hacía su noviciado en Tunja el Padre Andrés de
101 Hugues DIDIER. “Nieremberg y Ottin, Juan Eusebio”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III, 2819-2820. Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruxelles-Paris, Schepens y Picard (1904) V, 1726-1766. Juan Eusebio NIEREMBERG. Vida del Santo padre y gran siervo de Dios el B. Francisco de Borja... de la Compañía de Iesus...: van añadidas sus obras, que no estaban impresas antes. Madrid, por María de Quiñones (1644).
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
Toro102 quien, habiendo renunciado a un beneficio curial del que gozaba, dio su nombre a la Compañía el año 84 (1684). Poco después de su ingreso empezó a sufrir de litiasis y cálculos que le obstruían el esfínter produciéndole muchos dolores por la disuria y el lumbago hasta el punto de tener que guardar cama y a lamentarse continuamente del dolor. A los nuestros les producía compasión porque se habían agotado los recursos de las medicinas. Cuando los cálculos le dejaban en capacidad de caminar, se iba a un sitio retirado de la casa para no perturbar el silencio con sus lamentos y expresiones de dolor. Al fin un día, cuando estaba un poco repuesto y como el Colegio estaba en dificultad por la escasez de personal, el Superior le pidió que predicara el panegírico de Borja en el día de su fiesta. El Padre Andrés, conociendo las escasas fuerzas de las que apenas podía servirse, se decidió a pedir modestamente al Superior que lo eximiera de aquel oficio. Sin embargo, habiendo reflexionado una y mil veces sobre lo que convenía antes de ir al Superior, tomó la decisión de no renunciar a la obligación y ofrecerle este obsequio a Borja. En consecuencia, hizo oración a San Francisco y le pidió que aceptara su ánimo y voluntad, que aprobara el oficio que debía desempeñar y que le alcanzara del Divino Hacedor, en cuyas manos están la salud y la enfermedad, al menos las fuerzas necesarias para preparar y pronunciar el sermón. Lleno de esperanza, emprendió la labor de prepararse y puso todas las fuerzas disponibles para que todo saliera bien. Los dolores de la litiasis le mortificaban en el trabajo, pero él persistió con constancia. Llegó el día indicado para el sermón. La noche anterior lo atacó el lumbago y en medio de dolores, al orinar, echó sangre. Cuando miró y se dio cuenta de lo sucedido, creyó que su vida y su salud eran caso perdido o desesperado; [89v] sin embargo, derramando lágrimas, oró a Borja diciéndole que si su salud habría de servir para la Compañía, que no desdeñara pedirla para él al Se-
102 Andrés de Toro (Tunja, c. 1657-Cartagena, 22 de mayo de 1690). Ingresó en la Compañía de Jesús en su ciudad natal el 16 de mayo de 1684 después de haber concluido su currículum filosófico y teológico. En 1687 enseñaba gramática en el colegio de Panamá. Trasladado al colegio de Cartagena, falleció en esta ciudad el 22 de mayo de 1690. José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 317.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
ñor. Habiendo permanecido un momento en oración, se acostó en su cama y, sintiendo que el dolor le había pasado, se quedó dormido por unas horas. Al fin, cuando interrumpió el descanso y quiso orinar de nuevo, experimentó como un pellizco y, tomando la bacinilla, mientras orinaba, sintió un peso que descendía de la vejiga; mientras invocaba a Borja, entre lamentos de dolor, sintió dos cálculos que se sintieron al caer. Se calmó el dolor de la micción y pudo el Padre dar gracias a su Benefactor. Cuando, al amanecer, ya hubo luz, pudo ver en el fondo de la bacinilla dos cálculos, de los cuales, el mayor, era del tamaño de la semilla de una naranja; el segundo, apenas se diferenciaba del primero; ambos habían crecido al compactarse pequeñas arenillas. Y por cierto el milagro era evidente vista la magnitud de ambos cálculos pues no resultaba verosímil que con tanta facilidad hubieran pasado tamañas moles por los meatos urinarios. El Padre, dueño de su prístina salud, conserva los cálculos y con ellos mueve a una gran devoción a San Francisco de Borja, pues todos ven en ellos el milagro y proclaman la magnificencia de Borja.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
§ XII UN CIERTO PORTENTOSO RUIDO SE ESCUCHÓ EN SANTA FE, DE LO CUAL SE NARRAN CÓMO MUCHOS, SALIENDO DE SU LETARGO, ABRAZARON UNA VIDA VIRTUOSA [89v-93v] [90r] El portento que en el año octogésimo séptimo [1687] fue escuchado por los habitantes fue tan violento que quedó grabado en la memoria de toda la posteridad y, aunque, en su momento, se habló hasta la saciedad del asunto por parte de los vecinos, sin embargo, su recuerdo siguió suscitando admiración y terror. Por tratarse de un acontecimiento en el cual muchas cosas se mezclan con lo asombroso y también por el fruto abundante que, en aquella ocasión, cosecharon los fieles, parece que pide un capítulo aparte103. [El acontecimiento y las circunstancias] En efecto, un día domingo que fue el séptimo de las idus de marzo [9 de marzo] del año octogésimo séptimo [1687], dos horas antes de la medianoche (era una noche en que no se veía ni una sola nubecilla, espectacularmente tachonada de estrellas y que infundía quietud y tranquilidad). De repente, en Santa Fe y en muchas poblaciones alrededor por muchas leguas, se escuchó un tan estruendoso y terrible estrépito que todos los que lo oyeron dijeron que nunca habían experimentado ni experimentarían después algo semejante, aunque vivieran la edad de Néstor [muchos años]. [Primeras reacciones] Solo duró un cuarto de hora, pero es admirable que, en tan breve tiempo, haya hecho salir ----- [estos signos quizás omiten la palabra desnudos, por pudor] a no se cuántos de las habitaciones a las plazas ya que, por la hora, casi todos estaban acostados; llenos de terror, todos estaban fuera de si como bacantes y todos se reunían, cada uno impulsado por su propio horror. Muchos apenas vestidos, algunas solo con la camisa de dormir, algunos solo 103 Curiosamente el historiador de las misiones de Casanare, Juan Rivero, relata por extenso el fenómeno que vivio la ciudad de Bogotá el 9 de marzo de 1687. Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 277-283.
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con los calzoncillos como si los persiguiera la muerte; dados la fuga, iban de aquí para allá sin saber a donde dirigirse por su mente enloquecida; dejaban sus casas porque decían que retumbaban. Se dirigían a las plazas públicas que creían vacías, pero encontraban allí más estrépito. De esa manera, sin concierto ninguno, hombres y mujeres, niños y ancianos, a la manera de las olas que van y vienen, más eran arrastrados que caminaban. Algunos se dirigían a lugares altos, colinas y montes, creyendo que era la planicie la que rugía; no pocos bajaban a la planicie [90v] creyendo que el monte crujía; los que habitaban el suburbio, se dirigían hacia sitios más frecuentados de la Ciudad buscando refugio en medio del gentío; a su vez, los que solían estar en la Ciudad huían al suburbio creyéndose más seguros lejos de la multitud. En medio de la fuga los unos se encontraban con los otros, pero se alejaban todos presa del temor; a los que no les chocaba pedir ayuda, donde pensaban poder encontrar seguridad, allí había mayor confusión de las personas, mayor abatimiento en los ánimos y más vívido temor. El uno le preguntaba al otro por la causa del ruido, si era una cacería, pero ninguno satisfacía al otro con sus respuestas: el temor y el pavor casi les habían quitado la capacidad de raciocinar. Aumentaban el terror que abatía a los hombres los gritos estentóreos de niños y mujeres cuyos sentimientos están siempre menos preparados para resistir situaciones repentinas; el hecho es que golpeaban los oídos con un tremendo estrépito con lo cual abatían más los ánimos. A todo esto se añadía el espectáculo de horror y angustia de los ladridos de los perros que llenaban el ambiente con su sonido lúgubre y apto para acrecentar la agitación y el tintineo de las campanas que se echaron al vuelo para advertir la calamidad. [Primeras comparaciones] ¿Qué más decir? Si se puede tener una imagen del fin del mundo, ciertamente aquella se podría proponer. Y no faltó quien dijera, pensando y conjeturando por lo que captaban sus ojos y oídos, que todo el terror con que habían sido zarandeados los hombres, tan enormes mugidos de la tierra y los fragores del aire no eran sino signos patentes del juicio final y que no tenían temor de expresar la opinión de que los sucesos eran del todo semejantes a los descritos en la Sagrada Escritura. 170.
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[Reacción oficial] El presidente, al oír el ruido, al punto salió armado de su mansión y, acompañado por su escolta y por los hombres que se encontraba en los lugares públicos, se dirigió al suburbio (llamado de Santa Bárbara) para averiguar cual era la causa de la tragedia que los tenía fuera de sí. [91r] La ocasión de ir precisamente allí fue el rumor de que en aquella parte era donde se había escuchado el ruido con más estrépito y el tumulto era mayor. [Rumores que empeoraban la situación] Muchos atestiguaban que habían escuchado tambores de guerra, el ingente estrépito de cañones y los gritos de los soldados que avanzaban con las banderas desplegadas, por lo que no en vano sospechaban que los enemigos recorrían las partes altas de la Ciudad en plan de someterla, que ya ocupaban la planicie adyacente (los habitantes la llaman Fucha). Y, aunque querían razonar cuerdamente, la somnolencia les hacía creer que eran más verdaderos los rumores que echaban a volar que la distancia de los puertos en los cuales podían desembarcar de las naves los enemigos (ya que, en línea recta, distan 200 leguas de Santa Fe). Sin embargo, si era necesario que la lengua diera fe a lo que captaban los sentidos, ya el estrépito de tambores y la explosión de las catapultas en trance de convocar a los soldados de armadura ligera para entrar en combate, ya la crepitación que produce todo un ejército al explotar sus disparos: todo probaba lo que se decía entre el vulgo y era que la Ciudad sería destruida aquella noche. [Interpretaciones de lo sucedido] Cuando, por fin, se dieron cuenta de que habían sido vanos esos rumores, cada uno empezó a dar su propia interpretación de tan notable suceso; y lo que más admiración suscita es que el estrépito que se sintió no fue constante y, con razón, se puede hablar de una confusa conjuración de elementos desordenados. De allí que, a algunos, les parecía oír como que la tierra mugía; a muchos, que el aire rugía por los vientos desencadenados en pugna fragorosa; a los más, que el cielo desgarrado por el fuego, resonaba a manera de cañonazos. Y no faltaron quienes aseguraron haber percibido el ruido como si fuese producido por muchas carretas que rodaban por las 171.
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calles y plazas al impulso de caballos desbocados; otros, que ese estrépito era el como el que suelen producir grandes troncos de árboles arrastrados raudamente por las calles desigualmente empedradas. Muchos, cuando evocan los sucesos de aquella desgraciada noche, dice que escucharon algo semejante a un torrente que se precipita entre peñascos por los campos, con su caudal salido de madre, [91v] revolviéndolo todo en su furia y arrastrando consigo en su vórtice las selvas de los montes hasta arrojarse al precipicio llenando el aire con su fragor inmenso. No pocos hay que expresan su parecer sobre el ruido en el sentido de que era como si se rompieran los montes por fuerza de los minerales que ardían en sus entrañas y vomitaran en impetuoso remolino ingente cantidad de piedras como lluvia derramada por todo el contorno. Otros lo tomaron como si tronaran los más profundos senos de la tierra y el gran estrépito como si, por las concavidades terrestres rodara una maquinaria de peso descomunal; los restantes, por su parte, lo imaginaron como si en el aire se hicieran presentes ejércitos organizados para entrar en combate y oían la señal de ataque, a lo lejos la artillería que lanza rabiosa sus objetos incendiarios: ni más ni menos creían que, pasado el turno de las espadas cortas, continuaban los pelotones de soldados armados de sables para la lucha cuerpo a cuerpo y, luego, ambos ejércitos se lanzaban estrepitosamente al choque con todo género de cañones y armas para lanzar proyectiles incendiarios. [El penetrante mal olor] Continuar con las opiniones de todos es imposible; con las mencionadas es posible darse cuenta para formarse una idea de tan horrenda confusión que suscitó, en los ánimos de los oyentes, tales y tantas consejas dignas de admiración. Y no se puede atribuir todo a sueño de dementes porque todo en verdad sucedió. Al fin y al cabo, la realidad, expresada por medio de conjeturas u opiniones, dejó a todos en la convicción de que en el aire vagaba una legión de espíritus malignos y que suscitaba tal cúmulo de tumultos en el aire, en toda la región y en lo profundo de la tierra para aterrorizar a los mortales. Este pensamiento lo corroboró el penetrante olor a azufre con que se contaminó el aire por mucho tiempo, de tal manera que los ciudada172.
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nos, al salir de casa, impotentes de resistir el hedor, se tapaban las narices y, también, cuando discutían entre si, no fuera que, turbada la mente por el temor, agarraran aquella penetrante pestilencia. Unos a otros se preguntaban si realmente estaba diseminado por el ambiente el penetrante olor y todos respondían que era verdad que se sentía. [92r] Entre otros que percibieron el olor, se mencionan el Presidente y muchos de nuestra Compañía; así mismo, muchos varones fidedignos, entre los cuales el Deán de la Iglesia Catedral, que por entonces ejercía el cargo de Provisor y Vicario general, varón de probada integridad. [Testimonio del deán de la catedral] No parece deba omitirse lo que testifica que le sucedió una persona tan importante, lo cual ciertamente apoya, en no poca medida, la opinión aportada. Cuando esta persona, ya próximo a acostarse, se paseaba por la parte de la casa donde está su habitación, captó un ruido, pero sabiendo que por la calle adyacente al cuarto a veces arrastraban grandes troncos, no se sintió atemorizado en lo más mínimo; sin embargo, como el ruido crecía cada momento y ya no era originado en los lugares públicos, sino que se oía tumultuoso debajo de la casa en donde estaba, creyó que una turba de hombres para divertirse armaban un baile ruidoso o se dedicaban a algún ejercicio lúdico creando un tal estrépito más con sus saltos sobre el piso que con un mover acompasado de los pies. Sin embargo, como tampoco los brincos parecían explicar la tempestad (ya que era el cuarto domingo de Cuaresma), para cerciorarse de la causa del tumulto se dirigió a la ventana desde donde se tenía una vista de la calle y, abiertos los postigos, apenas se había inclinado cuando sintió el pestífero olor a azufre que subía desde el templo y al tiempo vio clara y distintamente, sin que quedara lugar a contradicción, que ese aire se acomodaba a toda clase de epítetos deshonestos, obscenos o incitantes de la voluptuosidad, de tal manera que, por lo que captó, al punto tuvo la certeza de que solo por arte de los demonios el aire podía suscitar cosas tan repugnantes. [Oportunidad para predicar la conversión] Pero, si alguna vez se vuelve a traer a la memoria aquel hecho portentoso, aunque se trate de suavizar el ánimo con honestas recreaciones li-
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güísticas, al llegar a aquellos epítetos [que evocan la presencia diabólica], al punto su rostro se ruboriza e, impedido por la modestia, nunca ha sido capaz [92v] de continuar la narración. Él mismo había captado todo por medio de sus sentidos, él se había sentido conmovido por la gran afluencia y por los clamores de la gente; ante todo, se sintió horrorizado por el Santísimo y sintió que sus miembros se helaban. Luego, cuando le volvió el alma al cuerpo, al punto se vistió la toga y se dirigió al templo que, una vez se abrieron las puertas, se llenó de gente que imploraba misericordia. En esas circunstancias, se ocupó en exponer el Sacramento a la pública veneración para calmar el temor popular y propiciar a la Divinidad con oraciones por las ofensas causadas. Una vez expuesto el Santísimo, uno de los prebendados subió al púlpito y, aprovechando la ocasión, con tono enérgico convocó a todos para que, por medio de la penitencia, expiaran los pecados con que habían desafiado a Dios para que ejercitara la venganza con ese castigo. El rostro de todos se vio humedecido por las lágrimas; se oyeron muchos lamentos suplicantes, muchas voces contritas y muchas efusiones indicativas de dolor; y fue ciertamente el conmovedor espectáculo de los que lloraban y se arrepentían el que apartó el látigo de la manos de Dios vengador de las injurias. [Catástrofe del Perú] Al mismo tiempo que Dios dejó solamente ver en esta Ciudad su brazo armado del látigo, hirió al puerto limense del Callao y ciudades circunvecinas. En efecto, en el mismo momento (si nos atenemos al exactísimo cómputo del tiempo), empezó a sacudirse la región con movimientos telúricos casi inconcebibles. En efecto, la región Guameabelicana, tan rica en metales, en aquella ocasión, fue tan sacudida que, resquebrajándose la tierra, desaparecieron los montes y muchas protuberancias, al romperse, se elevaron hasta los astros con pérdidas que apenas se pueden contar tanto en hombres como en riquezas. Además, toda la tierra peruana fue tan sacudida que la tierra, al romperse, se tragó varios pueblos. Sin embargo, aquí parece inútil seguir a la caza de tragedias cuyos rumores, con mucha frecuencia, llegan hasta nosotros. [Grande fruto de conversión] Para continuar, retomando el hilo de nuestra narración, cuando ya parecía inminente la realización del castigo sobre esta Ciudad, casi todos los 174.
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templos se abrieron de par en par para que el pueblo aterrorizado se refugiara en ellos (nuestro templo, por causas muy justas, permaneció cerrado hasta que amaneció) [93r] y en ellos la santa Hostia fue expuesta en la custodia con plena iluminación, dejando en la penumbra las imágenes que no se descubren sino para difundir públicamente otras devociones. Fue grande la asistencia de gente a los templos y en el punto que se encontraba la Ciudad no se esperaba un apoyo más favorable que solo se podía esperar de la oración a Dios y de su divina protección. Fue casi infinito el número de los que aquella misma noche y en los días siguientes expiaron sus pecados en la Penitencia. [Apostolado de la Compañía] Muchísimos se llegaron a nuestra casa. Apenas amanecido, toda el área adyacente a nuestra casa se llenaba de hombres que esperaban a quienes los oyeran en confesión y en vano podían ser contenidos por el portero que, para que no turbaran la casa, procuraba impedirles la entrada en desorden y que entraran por grupos. Casi de la misma manera, el templo estuvo muy concurrido y en el muchos recibieron el sagrado alimento. Tampoco los templos de las demás familias religiosas se vieron exentos de una tan masiva asistencia, ya que todos los ciudadanos unánimemente se fortalecieron con la penitencia y la eucaristía no fuera que, repetido el desastre, los encontrara impreparados por imprudencia. Y no fue todo aquello fruto de una repentina moción pasajera que abandonara a las personas una vez pasado el miedo porque todos, reformando su tenor de vida, frecuentaron los sacramentos. En aquella ocasión, se rehicieron muchas confesiones que reiteradamente habían sido írritas por defecto de integridad y se confesaron muchos pecados que habían sido callados por vergüenza durante muchos años. Muchos que se habían apoderado de lo ajeno en los negocios, expiaron su pecado con la restitución. Los que habían quitado la fama a otros por la detracción, hicieron lo que tenían que hacer conforme al derecho. Muchísimas ofensas se arreglaron, muchísimas reconciliaciones de ánimos muy ofendidos. Se arreglaron muchas uniones ilegítimas de años contraídas entre hombres y mujeres. Muchas limosnas fueron repartidas entre los pobres. Hubo muchas demostraciones de un verdadero espíritu de arrepentimiento y muchas dis175.
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posiciones para fomentar un espíritu de devoción para con Dios y las cosas divinas. Todo apuntaba a aplacar a Dios ofendido. En fin, aunque ya han pasado tres años desde que se conoció la demostración de la ira de Dios, [93v] sin embargo, la memoria permanece con tan evidentes signos en el ánimo de los ciudadanos que, cada año, en la recurrencia del séptimo día antes de las idus de marzo [9 de marzo], tanto en Santa Fe como en Tunja (lo que es digno de admiración ya que solo por noticias habidas tuvo conocimiento de la inminente catástrofe) se expone el sagrado Cuerpo de Cristo antes de la caída de la tarde y permanece expuesto hasta la hora en que ocurrió el estrépito; a esa hora, en un sermón, se hace memoria del acontecimiento para que las personas sean fieles en su oficio y no provoquen la ira de Dios con sus pecados. Muchos se examinan por medio de la predicación, purifican sus pecados por la confesión y se acercan a la sagrada eucaristía para significar con ello el agradecimiento que conservan hacia Dios por el beneficio de Él recibido cuando los salvó del inminente peligro en que se encontraron.
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§ XIII SE REFIEREN ALGUNOS HECHOS SINGULARES QUE SUCEDIERON CON INTERVENCIÓN DE LOS NUESTROS [93v-103v] [Introducción: lo que no se pretende] Si en esta narración hubiéramos de narrar todas las acciones de los nuestros en bien de las almas, nos haríamos interminables; además de que esas acciones son semejantes en la Compañía, en todas las partes del mundo. ¿Quién hay que ignore lo que muchos de nuestros compañeros hacen en pro de la conversión de muchos a quienes una sacrílega pertinacia los tenía atados con cadenas diabólicas para que, removido todo lo vergonzoso y quitados los obstáculos, cambiaran de vida y expiaran las culpas de la vida pasada? ¿Y cómo muchos que giraban por años en los placeres pecaminosos, desterrados de su hogar, saliendo de tal estado abrazaban unas costumbres púdicas y honestas? ¿Quién hay tan peregrino en este mundo que no se haya dado cuenta de que, [94r] todos los días, con ayuda de los nuestros, las rivalidades, controversias y sobre todo odios que dividían irreconciliablemente las partes cedían lográndose un gran consenso entre ellas? ¿Qué muchos bienes que habían sido quitados injustamente se devolvían a sus justos dueños? ¿Quién puede formarse una idea cabal de lo que hacen los nuestros, si no es por experiencia de ello? Y con todo derecho; porque, cuando los fieles que quieren de nuevo caminar por el camino de la salvación experimentan cuántos servicios les prestan los nuestros y son animados continuamente por medio de sermones y otras prácticas piadosas a poner manos a la obra de enderezar los asuntos del alma, al punto se inquietan sus espíritus y se conmueven religiosamente, acuden a los nuestros y siempre el éxito responde a sus deseos. Por tanto, todo esto lo pasamos por alto y solo haremos alusión a algunos hechos que parece que no deban considerarse tan comunes como para dejar de consignarse en la carta. Sin embargo, con una salvedad: no vamos a entrar en la sagrada misión que el año pasado predicaron en varios pueblos. Fueron tantas y tan llenas de
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acontecimientos que bien merecen una memoria pormenorizada y tendrán su lugar apropiado. [El caso de un condenado a muerte] Hecha la anterior precisión, el año 1674, un facineroso, personaje de peligro para la comunidad, se hallaba en la cárcel y había sido condenado al patíbulo por los cuestores debido a sus crímenes debidamente comprobados. La sentencia le fue conminada al reo tres días antes de la ejecución (como era la costumbre) para que en ese tiempo expiara los crímenes de los cuales se debía establecer otro juicio en los días siguientes a la muerte. Así fue llamado uno de los nuestros para que oyera al reo en confesión. De nuestra iglesia fue designado por el director de ella el Padre Pedro de Salazar104, varón de clara virtud y cultivado en las mejores artes del ingenio, sobre todo con una admirable facundia de manera que siempre que hablaba desde la cátedra, era escuchado con avidez. Dejando que se hiciera primero todo lo que era previo a la ejecución, el Padre asumía su encargo inmediatamente antes de ella: escuchaba la confesión de los condenados, los consolaba de manera admirable y, después de que ya habían expirado en el patíbulo, hacía una exhortación al pueblo presente para infundirle terror de los vicios. [94v] [La dificultad de convencer al condenado] En la presente circunstancia, el Padre se hizo presente en la cárcel con el propósito de procurar que el reo, detestados sus crímenes, volviera a la gracia de Dios. Pensaba el buen Padre que se iba a encontrar con un preso encadenado lleno de terror (como suele suceder) y envuelto en lágrimas; sin embargo, se engañó porque el condenado tenía un rostro alegre y radiante como si su espíritu estuviera invadido de una franca voluptuosidad. Admirado el Padre de tanta hilaridad, empezó a exhortar al reo para que limpiara
104 Padre Pedro de Salazar (Tunja, c. 1625-Mompox, 8 de enero de 1690). Ingresó en la Compañía de Jesús el 25 de marzo de 1639. Ordenado sacerdote, se desempeñaba en 1659 como superior del noviciado del colegio de Las Nieves. Rector del colegio de Honda (1667-1671). En 1681 fue uno de los señalados para fundar el colegio de Ocaña. Rector de Mompox (1684-1687), ciudad en la que falleció el 8 de enero de 1690. Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Los jesuitas en Mompox, 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013).
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por la penitencia la suciedad de su alma y dedicara el resto de tiempo que le quedaba en reconciliarse con Dios. Perdió su tiempo porque el condenado le contestó que él no necesitaba de tal disposición: no porque juzgara que la confesión no era necesaria a los que están en el último trance de su vida, sino porque negaba que él estuviera en esa situación crítica. Preguntado por el Padre sobre la causa de tal delirio y por qué decía que no padecería la última pena siendo así que estaba condenado por el tribunal de cuestores, respondió con toda tranquilidad que él sería libertado porque, cuando le fue conminada la sentencia de los jueces y se sentía terriblemente deprimido, vinieron a él dos sacerdotes que le infundieron la esperanza de que todo sería feliz: le habían metido al miserable en la cabeza que, cuando fuera llevado al lugar del suplicio, los del séquito con muchos clérigos alrededor atacarían a los soldados en las cercanías del templo y así lo protegerían con la inmunidad del asilo sagrado; por esta causa, lo indujeron a dejar el miedo y a despojarse de todo abatimiento (y fue cosa admirable que clérigos tan humanos y que acompañaban al condenado con tanta caridad, para no perturbarlo con pensamientos tristes, no hayan tratado de persuadirlo de que, al menos, pensara en expiar su alma con la confesión). [Intervención diabólica] El Padre Pedro, ante esto que oía, quedó persuadido de que era obra de demonios bajo la figura de sacerdotes el llegarse al miserable con un tan engañoso disfraz de misericordia con el fin de que quien estaba condenado a muerte, sufriera el suplicio eterno. El Padre no se engañaba al opinar así porque supo de los guardianes que los tales sacerdotes no habían entrado por la puerta de la prisión. De lo anterior, es fácil deducir lo que pasó en el ánimo del buen Padre y con qué argumentos se esforzaría para sacar al condenado de la opinión que se había formado. [95r] Todo era en vano ya que en la mente de aquel hombre estaba fija la idea de alcanzar la libertad y, no solo su espíritu, sino sus oídos estaban cerrados para los consejos del Padre. Viendo la obstinación del joven en su idea y que lo dejaba tan tranquilo e impenitente, cuando ya se regresaba a casa puso en su oración todo el asunto en manos de Dios y pidió a muchos de sus compañeros que se unieran a esta intención. Muchas veces volvió a visitar 179.
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al condenado y trató de convencerlo con razones y ruegos sin que pudiera convencerlo a cambiar su vana esperanza. [Cambio de táctica] Todo era inútil porque el muchacho argumentaba que él sabía con certeza que no moriría. El Padre se dio cuenta de que debía cambiar de táctica y, por tanto, empezó a urgirlo con razones no en el sentido de prepararse para la muerte, sino de ponerse en paz con Dios y purgara sus pecados por medio de la confesión; le decía, entonces, que tenía la certeza de que ya otras veces se había sincerado de sus crímenes con otros sacerdotes y que, por tanto, solo se trataba de que hiciera lo que ya había hecho otras veces. Además, que el plan en que estaba esperanzado podía fallar y que los sacerdotes no podrían cumplir fácilmente la palabra dada (si es que merecen el nombre de sacerdotes quienes se sabía con tantos argumentos que eran demonios). También ahora le hablaba a oídos sordos. Por fin llegó el día en que debía ser ajusticiado por mano de verdugo, aunque el condenado se sentía invadido de una rara felicidad ya que esperaba llegado el día en que recobraría la libertad. [Camino del patíbulo] Lo sacaron de la cárcel esposado y cargado de cadenas, rodeado de un nutrido piquete de soldados para custodiarlo y de varios sacerdotes para que lo amonestaran de oficio y lo hicieran cambiar de mentalidad. Entre estos iba el Padre Salazar que nunca había dejado solo al condenado, esperando el resultado de tragedia tan desgraciada. Pasando por delante de la iglesia catedral, la primera con que se encuentra quien es conducido bajo custodia al lugar de la ejecución, [95v] el infeliz muchacho dirigió la mirada a la fachada del templo para ver si los clérigos iban a cumplir sus promesas, pero, al darse cuenta de que todos permanecieron inmutables, empezó a perder la esperanza y a sospechar que había sido engañado por los piadosos clérigos que, con tanta desfachatez, le habían prometido la libertad. Sin embargo, le devolvió la confianza ya desfalleciente el creer que el pelotón de los clérigos se haría presente delante del templo de los Dominicos, pensando que ello se haría allí con mayor facilidad, ya porque las puertas del templo no están muy lejos de la vía militar, ya porque aquellos varones religiosos podrían prestar su colaboración a los 180.
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sacerdotes que realizarían obra tan meritoria (como él mismo opinaba): así soñando despierto se engañaba el miserable. Mientras así pensaba llegaron a la calle donde estaban las puertas de la iglesia: mirando alrededor buscaba a sus futuros libertadores, pero al no ver no vestigios de lo que había creado en su mente, se desplomó en su ánimo. [La conversión] Una vez dejado atrás el templo, con el rostro demudado y todo sudoroso por el horror de la proximidad de la muerte, empezó a tener delante cómo había sido engañado por el demonio que lo había tentado con tal astucia para arrojarlo al infierno. Entonces, nuestro compañero, el Padre Salazar, que había esperado la oportunidad de que el muchacho aprendiera la lección y cambiara de actitud, aconsejó con sanas reflexiones y espíritu amistoso a quien ya se mostraba capaz de aceptar la verdad con el fin de que, llegados al lugar del suplicio, lavara todas las impurezas de su alma con la penitencia. Aceptó los consejos el muchacho cuya obstinación no era fruto de la impenitencia, sino de una esperanza vana de poder librarse de la muerte con la ayuda de los amigos. Así dispuesto, dedicó lo que faltaba en la realización de actos de virtud y se preparó, con ánimo contrito, para manifestar las culpas cometidas. Aprovechando la ocasión, el Padre no dejó de ayudarlo con oportunos consejos y, cuando llegaron al lugar del patíbulo, recibió su confesión. Luego, hasta que exhaló el último suspiro, lo estuvo exhortando a que redoblara los afectos de contrición. Y en verdad que por el trabajo de quien dio la lección y su método, de tal manera quedaron destruidas las maquinaciones [96r] del detestable enemigo, que el difunto dejó indicios no despreciables de su eterna salvación. [Los problemas de nueva Calpe (Barinas)] Los asuntos de la Ciudad de Nueva Calpe [Barinas] en 1674 han llegado a un momento crítico ya que ardía por los tumultos de la guerra civil y como se enfrentan unos ciudadanos contra otros, ello no sucede sin gran derramamiento de sangre105. Los jefes de las dos facciones son: el Vicego105 No hemos podido identificar a los actores de este episodio. Para Barinas, véase: Virgilio TOSTA. Historia de Barinas. Tomo I: 1577-1800. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1986).
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bernador y el Pretor ordinario (Magistrado principal); ambos se profesaban un odio implacable y, como cubrían las ofensas que se hacían con el velo del cargo que tenían, buscaban la ocasión para ofenderse el uno al otro en las controversias que sostenían y pasaban a mayores con gran ofensa de todo el pueblo. Ya se estaba llegando a la sedición, porque unos estaban a favor del Pretor, otros del Vicegobernador. Cada facción luchaba acérrimamente a favor de la sentencia de su jefe y se había propuesto vengar con las armas las ofensas de la parte contraria. [Lucha entre dos grandes de la ciudad] Habiendo llegado las cosas a tal extremo, por providencia divina pasó por la Ciudad, camino de Santa Fe, uno de los nuestros, varón de clara virtud y de no pequeño don de consejo en asuntos de importancia. Habiendo escuchado en las conversaciones que la Ciudad estaba al borde de la crisis por la rivalidad de las dos facciones y que era necesario un remedio urgente (en ese mismo día se debía decidir la pugna por las armas), ello le produjo una suprema inquietud. Poniéndose, entonces, manos a la obra con suma diligencia, sin demora se fue a donde el Vicegobernador a quien habló en nombre de Dios con tal ponderación en las palabras y tal autoridad en la locución que éste, entregándole el escrito que había elaborado contra el Pretor, le prometió restablecer los vínculos de amistad con él. Viendo la virtud de un tal caballero y por la prometida amistad con la cual se aplacaría el tumulto, cuando el asunto quedó claro, por un lado, el Padre al punto se aplicó a sondear el ánimo del Pretor. [Dificultad para convencer al pretor] Ciertamente este era más duro para librarlo de prejuicios ya que su carácter no era dócil tanto para recibir como para deponer las ofensas. [96v] Lo encontró en su casa y, después de que se manifestó la fuerza del discurso del Padre con razones de no poco peso, primero por el respeto que se debe a Dios y luego por las incomodidades que toda revuelta acarrea siempre, procuró infundirle temor por el escándalo de la polémica reclamación que se había incoado. Finalmente preguntó con qué cosmético suficientemente vistoso se cubriría la mancha si, por su culpa, la nación se despedaza
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o se mancha con la sangre de los suyos o si tantos ciudadanos, sus seguidores, tuvieran que llevar en adelante una vida miserable. [Se evita el derramamiento de sangre] Todo caía en el vacío por el empecinamiento del Pretor en su posición: argumentaba que a él le era totalmente lícito reivindicar sus derechos. Cuando ya el Padre estaba por llegar a la persuasión de que no podría doblegar la pertinacia de un hombre tan duro con la mansedumbre y la amabilidad, dejando a un lado los halagos y el lenguaje jovial, se revistió de un cierto furor sacro y con los ojos, las palabras y el ademán de todo el cuerpo, empezó a tratar de inducirlo al terror: le puso delante que Dios será el vengador de su alma pertinaz; que no sabe el Pretor con quién se ha metido y con cuánto cuidado Dios examina lo que no se debe exigir al reclamar por las injurias; que si quería insistir en perseguir sin tregua a su adversario, debía saber que, aún en esta vida, se sufren las penas por las enemistades y que quizás él mismo había sobrepasado a los demás en ejemplificar el terror; y, por tanto, que si no desistía de la pelea iniciada, para castigar un tan grave delito, Dios sería vengador permitiendo que se hunda en la impotencia y sea afligido con la esterilidad en su misma casa sin la presencia del que podría socorrer al que se empeña en su ánimo pertinaz. Ante un discurso dicho con tanta libertad y tan lleno de amenazas y ante el rostro del Padre que mostraba un cierto aspecto de juez, fue tanto el terror que invadió el ánimo del Pretor que, incapaz de seguir adelante, inmediatamente presentó el documento en el cual relacionaba lo que tenía contra el Vicegobernador y, luego, prometió al Padre que él se apaciguaría y que dirimiría con la paz las ofensas mutuas. [Trágico desenlace: asesinato del pretor] El Padre, en presencia de las dos partes, lanzó los documentos a la hoguera, en cuyas llamas consumidos, también se acabaron las causas de la disensión. Sin embargo, para que alguien no pudiera condenar la audacia del Padre, [97r] lo que sucedió después demostró a las claras que su intervención tenía el sello de la presencia divina. Habiendo cesado ambos en sus cargos y siendo hombres privados, se recrudecieron las envidias superadas y se reavivó el deseo de venganza. Cuando finalmente el que había sido Vicegobernador se llenó de 183.
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furor contra su enemigo, a horas avanzadas de la noche, irrumpió en la casa del Pretor acompañado de un amigo suyo; habiendo traspasado fácilmente la entrada, encontró solo a su adversario sentado en la sala donde tenía su sede de magistrado, y, sin darle ocasión de defenderse, terriblemente lo acribillaron a puñaladas. Al fin, despertados los criados por el ruido, irrumpieron en la sala donde encontraron al Pretor en las últimas. Del asesino no se vino a saber sino mucho más tarde cuando, habiendo abandonado la Ciudad, se había refugiado en lugar seguro. Este infortunio sucedió un año después de que nuestro compañero, no por propias palabras, sino por inspiración divina había predicho la muerte del infeliz a no ser que perdonara las ofensas sinceramente. [Apostolado en los Llanos orientales] Es costumbre que nuestros sacerdotes que trabajan en las residencias de los Llanos, dos o tres veces al año, uno de ellos recorra los Llanos para poner en claro muchos negocios de nuestras residencias. Al mismo tiempo, el sacerdote a quien le toca en suerte cumplir con ese cometido de la Provincia, procura ayudar a los campesinos que viven en casas apartadas. Estos, o por motivos de salud o por su pobreza o por las enormes distancias de los centros parroquiales, no pueden asistir a los templos para oír la misa o practicar los sacramentos. Así, cuando vienen los sacerdotes, éstos realizan todos los ministerios con el consentimiento de los arciprestes que les dan las licencias para obrar en su nombre. De esa manera satisfacen la obligación de procurar clero para esos ministerios y logran un fruto mayor que si se hicieran presentes. [El peligroso paso de un río] Así pues, en el mes de octubre del año septuagésimo quinto (1675) (en el tiempo en que son frecuentes las borrascas que causan insufribles lluvias), uno de nuestros sacerdotes recorría los Llanos. [97v] De la aldea que llaman los habitantes Tocaría106 se trasladó a la aldea a la que los indígenas impusieron el nombre de Cravo San José. Entre 106 Tocaría. Hacienda perteneciente a la Misión de Casanare donde se cultivaba y procesaba la caña dulce. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 10-12. Héctor Publio PÉREZ ÁNGEL. La hacienda de Caribabare. Estructura y relaciones de mercado 1767-1810. Yopal (Casanare), Corpes Orinoquia (1997).
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las dos corre un río rapidísimo que hay que vadear con inminente peligro de la vida ya que mientras baja caudaloso esconde entre sus ondas peñascos inmensos. Una vez que el sacerdote llegó a la orilla del río, se dio cuenta de cuán crecido bajaba de las montañas por las continuas lluvias, lo que hacía imposible el vado por lo rápido de la corriente y temerario poner en peligro la vida. Cuando ya casi llegaba a tomar la decisión de esperar a la orilla del río todo el tiempo que fuere necesario hasta que cesara la creciente, sin embargo, empezó a pensar si asumía o no el peligro de cruzar el río. Por un lado le aterraba el peligro que asumiría y que estaba a la vista: se veía en medio de la corriente, derribado por la mole de las piedras, y tragado por los remolinos; por otro lado, se veía a la intemperie calado por la lluvia que apenas sería tolerable bajo techo. [La decisión de pasar el río] Al fin se fue formando en su mente la idea de pasar el río y, aunque veía inminente el peligro, sin embargo, sentía en su espíritu tal valor que ya no tenía miedo, sino la convicción de que, con la ayuda de Dios, había que atravesar el río: a la decisión siguió la acción y el éxito porque atravesó felizmente el río. Cuando prosiguió el viaje, caía del cielo un torrencial aguacero, pero luego salió el sol y llegó a un sitio ahora abandonado al que llaman, en la lengua de la región, La Caldera. Desde este sitio distaba unos mil pasos una choza en la que vivían unos pobres indígenas, entre los cuales una pobre mujer que estaba en peligro de muerte con el agravante de que, por causa de la enfermedad, dos días antes había perdido el habla, aunque, sin eso, se hubiera visto privada de los sacramentos por la escasez de sacerdotes. Sin embargo, el Creador en cuyo corazón está el que todos puedan alcanzar la vida bienaventurada, condujo al Padre hasta allá. [98r] [El hecho maravilloso de una moribunda] Cuando llegó a ese lugar, que ya dijimos se llama La Caldera, de repente la mujer recobró el habla y se dirigió a los presentes para implorarles que alguno fuera hasta la vía militar porque por allí pasaba uno de la Compañía para que le rogaran en su nombre que no llevara a mal el venir a escucharla en confesión pues estaba ya para morir. Los que la escucharon, se burlaron de ella, atribuyendo a delirio lo que estaba diciendo ya que juzgaban imposible 185.
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que alguien se pusiera en viaje en medio de tal aguacero y que vadeara el río que era un obstáculo insuperable por el gran caudal de agua que arrastraba. Viendo la mujer que no satisfacían sus deseos, de nuevo les rogó que, lo más rápido posible, fueran a llamar al Padre antes de que este se marchara para Cravo San José. De los presentes, hubo uno que emprendió el viaje para no desagradar a la enferma, aunque pensaba que aquello era fruto de un delirio vano. Apenas salió de la casa, le pareció divisar el equipaje que suelen llevar los Padres cuando se aventuran por esos lugares inhóspitos. Admirado por el suceso y apresurando el paso llegó hasta allá y se encontró con el sacerdote a quien contó todo y que lo acogió con grande alegría interior y exterior. [Maravilloso final] Sin ninguna demora, el Padre procuró que la mujer se purificara por medio de la confesión ya que sabía que su muerte estaba cercana. Todo ello lo realizó la mujer con tanta conciencia y claridad de lo que hacía y con tan visible arrepentimiento que no se podría pedir más. Después de la confesión, el sacerdote le administró la unción con el óleo que traía consigo y, de esta manera, asistida con todo el ritual que permitía la premura del tiempo, pasada una hora, falleció. De todo lo cual pudo el Padre deducir que el alma de aquella afortunada difunta solo esperaba para salir de la prisión del cuerpo el que se procurara con los últimos sacramentos la certeza de merecer la eterna bienaventuranza, obteniendo este título con tan peculiar beneficio. [Apostolado entre Ubaté y Santa Fe] En el año 1682, un sacerdote de nuestra Compañía se dirigía a Santa Fe desde la población de Ubaté a donde había viajado para atender a algunos negocios, cuando de repente un huracán desencadenó terrible temporal de lluvia. El lugar donde se hallaba el Padre con su compañero era solitario, por lo que aligeraron el paso [98v] para encontrar un techo en el cual se pudieran guarecer de la lluvia. No habían caminado mucho trecho, cuando divisaron una hostería en la vía militar y hacia allá se dirigieron. Antes de llegar, les salió al paso una choza que vieron sobre una colina. Para llegar hasta ese lugar, era necesario desviarse del camino real con grandes dificultades ya que el sendero serpeaba por un escarpado barranco de la colina; el piso estaba liso y era muy fácil irse de bru186.
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ces. Sin embargo, dejando a un lado los inconvenientes, se dirigieron hacia allá porque pensaban que la choza estaba más cerca que la hostería. [Escogencia providencial del camino más difícil] Quizás, si hubieran pensado mejor en las dificultades de la subida a la choza, se habrían dado cuenta de cuan fácil resultan falsas las opiniones humanas. No obstante todo, emprendieron intrépidamente la ascensión. Apenas llegaron a la choza, al punto los habitantes de ella salieron presurosos y rodearon al Padre manifestando que aquello era admirable que el Padre, por inspiración divina, se haya desviado del camino ya que en la choza había una mujer moribunda que no había podido limpiar su alma de pecados por medio de la confesión ya que ningún sacerdote se había hecho presente por allí. [La confesión de la moribunda] Al punto el Padre llegó hasta donde estaba la enferma y, al iniciar la confesión, le preguntó (no sin especial providencia divina que no quería que se perdiera aquella alma) si había callado algún pecado en anteriores confesiones. Por lo que le dijo la mujer, dedujo que muchas de sus confesiones habían sido írritas y que, por tanto, era necesario repasar su conciencia y examinarse con cuidado para confesar los pecados había cometido de palabra, obra o pensamiento durante toda su vida. Este proceso duró todo el resto del día y parte de la noche. Al fin se terminó la confesión, con gran gozo de la mujer y plena satisfacción de parte del sacerdote. Cuando se hizo de día, el Padre se ocupó de traer el viático a la mujer la cual, hora y media después de recibir el cuerpo de Cristo, expiró [Reflexión final] No se explica de otra manera el que Dios haya inspirado al sacerdote el haber escogido un camino tan arduo, sino por la innegable razón de que quería la salvación eterna de aquella mujer. [Apostolado en el colegio de Mérida] Dos de nuestra Compañía del Colegio de Mérida predicaban los ejercicios de las sagradas misiones en el pueblo de Nueva Torre Julia [Nueva Cádiz]. Una cierta noche, cuando ya se extendía la oscuridad, uno de los nuestros recibió un llamado para presentarse en el templo principal para tratar sobre un negocio muy importante con una dama de alto linaje. [99r] El Padre respondió al mensajero que él acababa de llegar a casa y que se sentía muy cansado por haber estado confesando todo el día; a ello 187.
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añadió que, al otro día, tenía que predicar desde el púlpito y que aún no había preparado el sermón. Por tanto, si la tal dama lo llamaba solamente para que la oyera en confesión, el asunto podía dejarse para el día siguiente porque, estando seguro que no había peligro de muerte, ella entonces podía acudir a la iglesia. Reafirmándose en su petición, la mujer volvió a enviar al mensajero para representarle al Padre su necesidad con tal énfasis en las palabras que no podría sustraerse otra vez al encargo. Ante esto, el Padre se formó la idea de que, por los indicios, el asunto era verdaderamente grave y entonces se dirigió al templo. Al llegar a él, encontró a la mujer hecha un mar de lágrimas, el rostro descompuesto, sollozando y suspirando con signos de una infinita tristeza. El Padre comenzó el diálogo pidiéndole que dejara de llorar, enjugara sus lágrimas y, como estaba impedida para hablar, que procurara expresar cuál era el motivo de tanta angustia en su ánimo. Como la mujer apenas podía contener el llanto, el Padre, dándole muchas vueltas al asunto, llegó a formarse la idea que había hecho algo muy grave, de cuya gravedad se sentía horrorizada hasta el punto que, invadida por la vergüenza, no se atrevía a musitar una palabra. Por eso, comenzó tratando de levantarle el ánimo y, para que se decidiera, le recordó que él ya tenía sus oídos encallecidos por la costumbre de escuchar en confesión los pecados más graves y que el hábito lo hacía acomodarse con paz de espíritu a los penitentes con cualquier género de pecados. Por tanto, que cualquier cosa que dijera, nada de nuevo habría para él. [La terrible revelación] La apesadumbrada mujer, que no estaba atormentada por este género de medicinas, suspirando muchas veces, esto respondió al Padre: Ay, Padre mío: lo que me tiene en extremo triste no son culpas que deba confesar; porque, si este fuera el origen de mis suspiros y de mis lágrimas, ya lo que tengo presente sería remedio de mi mal. Lo que me destroza el corazón ya no puede tener ayuda alguna y, para que no me juzgue sin conocimiento de los hechos, oiga la narración de mi desgracia. Tuve una hija a la que ojalá nunca hubiera concebido si hubiera sabido que la paría para la desgracia [99v] Esta hija, algún día, cometió una grave falta que me revolvió las entrañas y, ante la ofensa recibida, ciega de ira, lancé contra ella todas las 188.
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maldiciones y, precisamente con estas palabras me desahogué: «quiera Dios omnipotente que te pueda ver condenada a los tormentos eternos y ardiendo repugnante por siglos sin fin entre las llamas del infierno.» Dios permitió, en su juicio inescrutable, que sucediera lo que yo había deseado. En pocos días, mi hija, atacada por una enfermedad repugnante, murió. No mucho después un espectro horripilante se me apareció palpablemente, porque vi con mis ojos que ella ardía entre el vórtice denso de las llamas, espectáculo imposible de narrar. Y lo que más me atormenta es haber escuchado de ella que me maldecía en términos horrendos y siniestros. Entre muchas cosas sombrías, entre la tristeza y la indignación, dijo que ella ardería eternamente en el fuego, por permisión de Dios que castiga los delitos, hasta que el execrable voto pronunciado por su madre no se hiciera írrito. Al decir este, desapareció de mis ojos regresando al infierno donde sufre las penas eternas por sus malas acciones. Pero, ay, para que fuera alcanzada tan rápidamente del rayo de la divina justicia, cruel de mí, yo fui la causa por mi horrible maldición. [El difícil remedio] Aquí terminó la narración de la desesperada mujer que, incapaz ya de contener su dolor, hecha un mar de lágrimas, lanzaba suspiros y sollozos desgarradores. El sacerdote, aunque estaba horrorizado, y sin saber el remedio que podía usar para tamaño mal, intentó comenzar por consolarla en su dolor. Vano esfuerzo pues el ánimo de la mujer no parecía susceptible de consolación. Entonces empezó a exhortarla a que, ya que no podía encontrarse remedio para el suplicio de su hija, procurase la salvación de su propia alma procurando llevar una vida más austera no sea que tuviera que padecer el mismo castigo que su desgraciada hija. [Otro caso en Mérida] En la misma Ciudad y por la misma época, un anciano venerable por su edad y sus canas (tenía entonces 70 años) se llegó a uno de los sacerdotes arriba mencionados y le rogó instantemente que lo confesara. El Padre estaba dedicado en ese momento [100r] a la preparación del sermón que había de predicar al día siguiente, por lo cual decidió postergar la confesión para entonces; sin embargo, ante la reiterada insistencia del anciano, se vio en la necesidad de ceder. Lo condujo 189.
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entonces a un rincón de la portería por donde transitaban con el fin de escuchar allí la confesión. Arrodillado el anciano, empezó la confesión con una voz tan oscura e ininteligible que el Padre, por más atención que ponía a lo que musitaba, no entendía nada; sin embargo, poco a poco empezó a experimentar que se le erizaban los cabellos, que su ánimo se llenaba de terror y que todo su cuerpo como que era atravesado por alfileres. [La confesión del anciano endemoniado] No obstante lo que veía, el Padre, disimulando su pavor, procuraba mostrar un rostro sereno, no fuera que el penitente, perturbado por el terror del sacerdote, interrumpiera la confesión. Por su parte, el penitente, con el movimiento del cuerpo y el frecuente balanceo de la cabeza significaba cuan profundamente afectado se sentía. Entonces el Padre, para levantar el ánimo afligido de aquel, le preguntó si había algo que lo tuviera tan abatido, lo cual él asumiría bondadosamente y con tranquilidad. A ello respondió aterrorizado el anciano que no tenía nada oculto que debiera decir; solamente que lo invadían aquellos terrores desde hacía cincuenta años y que lo que desearía saber era cual era la causa de ellos. [Maneras de presentarse el espíritu malo] Añadió que el demonio le infundía esos terrores que, día y noche, le producían terribles delirios: algunas veces lo atacaba, asumiendo la forma de un dragón con las fauces abiertas como para engullir su presa; otras veces tomaba la figura formidable de un jinete montado en una mula, que, lanza en ristre, a rienda suelta y espoleando la cabalgadura, se lanzaba contra él para atravesarlo; otras veces, asumía el espectro de bestias horrorosas que se lanzaban contra él para volverlo pedazos; algo más raro, pero también con frecuencia, aparecía con la figura de un poderoso cíclope, de colosal altura, con el rostro deforme, todo negro como un etíope que lo amenazaba de muerte con distintos tipos de armas que esgrimía con su mano derecha. [100v] Unas veces caminaba a su lado por la izquierda como si existiera entre los dos una grande afinidad, otras veces lo tomaba por los hombros y le oprimía la cabeza como si quisiera descerebrarlo y lo tiraba por el suelo, impotente ante el peso de la mole que se le echaba encima. El aspecto que siempre presentaba era tan horrible y los movimientos del cuerpo tan terrí190.
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ficos que si alguien los experimentara alguna vez, inmediatamente perdería el sentido. Luego añadió que Dios permitía, ay, que tuviera que llevar una vida entre tantas angustias y terrores y que creía que Dios con ello lo quería reconvenir por algún crimen que quizás había perpetrado, aunque, cuando entraba dentro de si y con atento examen repasaba sus actos, nada encontraba que ofendiera a Dios. A medida que iba hablando, empezó a temblar todo el cuerpo del anciano quien, mirando al Padre, exclamó: Padre mío: he aquí que me asiste un demonio malo que me lleva al Tenebroso y me turba aun en este momento en que me ocupo en una obra tan santa y me amenaza con una muerte inmediata después de que haya despachado mi confesión. [El Padre examina las causas] Admirado con tal narración, el Padre se debatía entre posibles explicaciones contradictorias: lo primero que le venía a la mente era que el anciano ya estaba demente por causa de su vejez; en consecuencia, con delicadeza y pensándolo bien, hizo un examen a la salud mental del anciano y por las respuestas que recibió, todas muy claras y sensatas, quedó persuadido de que estaba absolutamente sano de mente y que, desde este punto de vista, se podía presumir que era cierto lo que había narrado. Entonces el Padre empezó a preguntarse si acaso había cometido un tan grave delito como para ser castigado en forma tan atroz y, en consecuencia, pasó a examinar su conciencia, pero encontró su alma tan ajena a la maldad que apenas si podía pensarse en algo más puro. Por fin, tomó la decisión de interrogarlo sobre los misterios de la fe para ver si había incurrido en herejía o en idolatría o, si alguna vez, le había entregado su alma al diablo o había hecho un pacto con él, a cualquiera de las cuales causas se podría atribuir su calamidad. Sin embargo, cuando tuvo patentes los secretos de su alma, llegó al convencimiento de que siempre había llevado una vida inocente y de que nada había sido más importante para él que huir de los vicios y practicar las virtudes. [Se descubre la causa] Ya cansado el Padre, por inspiración divina, se le ocurrió una idea: intentar saber si el anciano había recibido las aguas bautismales y si tenía [101r] la partida de bautismo del párroco o, en su defecto, si estaba seguro de haber sido bautizado. A esta pregunta, suspirando, con dificultad respondió que 191.
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eso era lo que más lo angustiaba porque siempre que tenía la preocupación por si había sido bautizado, siempre sentía que su ánimo dudoso se inclinaba hacia la negativa. Entonces dijo: Y no sin razón porque mi nacimiento acaeció en suelo del Reino de Navarra; en qué ciudad o pueblo, no lo sé; siempre he ignorado quiénes fueron mis padres. Conocí a quien me alimentó que era un granjero. Este me educó en una aldea, pero, con tan escrupulosa vigilancia, que yo siempre deduje que quería sustraerme de la vista de los aldeanos; nunca pude conocer la causa de tan estricta vigilancia. Allí no conocí a los Padres que bautizaban, ni me habitué a las sagradas oraciones para dirigirme a Dios; quizás por descuido del arrendatario o (lo que me parece más probable) porque él las ignoraba. Yo era tan ignorante de las cosas de las cosas divinas, que ni sabía hacer la señal de la cruz. Nunca iba a la misa, ni conocía un templo. Cuando ya estaba informado sobre la índole sexual y frisaba en los trece años, un día algunos hombres llegaron hasta la choza en la que yo vivía y, con el consentimiento de quien me había sostenido, me llevaron por la fuerza a un puerto donde una nave estaba por levar anclas con destino a las Indias. Cuando el capitán leyó la lista de las personas que completaban el pasaje de la nave, pronunció un nombre y un apellido para mi hasta entonces desconocidos y los que me habían traído hasta el puerto me ordenaron subir a la nave por lo cual siempre he usado ese nombre desde entonces. Una vez llegado a las Indias, me dediqué a aprender de memoria las oraciones y para imbuirme en los preceptos que ordenan la vida de un cristiano, en los misterios de la fe y en los deberes de un fiel. Apenas había comenzado a aplicarme a aquello, cuando el demonio empezó a molestarme de día y de noche de la manera que ya narré. Por tanto, la curación de mi alma ha tomado tal camino, que yo dudo de haber recibido el santo bautismo (sic). [Solución: el bautismo] Hasta aquí las palabras del anciano y el Padre que [101v] lo había escuchado atentamente, creyó con sobrada razón que había que administrarle el bautismo; después de consultar a su compañero y de analizar el parecer de los doctores, llegó a la decisión de administrar el bautismo al hombre bajo condición. Le comunicaron la decisión al anciano quien, con todo entusiasmo, asintió a la propuesta de lo que siempre había deseado y consecuentemente procedió a administrarle el bautismo, por falta del cual 192.
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había sido mortificado con los espectros diabólicos. Y el hecho fue claro: inmediatamente después del bautismo se vio libre de toda molestia. Cuando el Padre vino a Torre Julia tres años después por causa de un negocio, lo buscó el anciano, que habitaba en una casa distante 15 leguas de la población, para darle gracias por tan singular beneficio porque la serenidad con que vivía a partir del bautismo y la esperanza que tenía de la eterna salvación, se la debía al Padre misionero. [Apostolado en Mompox] En Mompox, hace unos años pasados, un hombre se encontraba en trance de muerte, postrado con grave enfermedad; por muchos días sintió la pena de la inminente separación, pero nada que podía exhalar el último suspiro. Este hombre era conocido con el nombre de seguidor de la ley de Moisés. Finalmente él, por sí mismo, solicitó que uno de los nuestros que lo purificara con el agua sagrada y, una vez renacido por el bautismo, murió con una admirable tranquilidad en su alma. En la misma Ciudad, una mujer campesina, nacida en Guinea estaba en el último trance de morir. Durante toda el tiempo de la enfermedad, había sido atormentada por el demonio con terribles visiones. Cuando parecía que ya iba a morir en medio de terribles dolores, uno de los nuestros fue llamado porque ella decía que quería ser bautizada. El Padre (después de poner todas las cauciones que son necesarias en eventos semejantes, previendo el futuro) se lo administró y, al punto, dejó de padecer lo terribles embates demoníacos y a los tres días murió. [Más del colegio de Mérida: el caso de una religiosa] Al mismo padre misionero (del cual hablábamos más arriba), [102r] que había ido otra vez a Torre Julia en el año 1685 por causa de negocios que tenía que tramitar allí, le sucedió algo que vale la pena dejar consignado aquí. Cierta religiosa que había abrazado un rama estricta de regulares y dedicaba gran parte del día a piadosas meditaciones, era continuamente tan agitada por el demonio que le enredaba su mente con pensamientos arrevesados y la distraía con vanas ilusiones, que se sentía desesperada hasta el extremo por sentirse impotente ante la turbación y tentada a realizar acciones graves. Y como, por otra parte, la mujer honraba a Dios con suma tibieza, en su corazón vivía una gran angustia por ajustar su manera de obrar a la voluntad 193.
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de Dios y no admitir nada de lo que se pudiera seguir su ofensa por lo que sufría una tan terrible lucha que apenas podía expresar con palabras. De esa manera, no siendo capaz de dominar la agitación de su espíritu, muchas veces llegó a pensar en el suicido y, alguna vez, se trepó en el brocal de un pozo para lanzarse al fondo, lo cual hubiera realizado si muy oportunamente los rayos de la divina bondad no hubieran aparecido para impedirle que culminara su intento. Algunas veces, nuestro Salvador se hacía visible con la cruz a cuestas y le hablaba con dulces palabras llenas de amor para hacerla modificar sus propósitos y prometerle su amor y su gracia, las cuales, le advertía, se merecen con los aflicciones del espíritu y con ese género de sufrimientos. De esta manera, el alma de la mujer estaba siempre acongojada. [Pide a Dios le mande un director espiritual] Por fin, un cierto día, impotente ante una lucha que la destruía internamente, se fue al locutorio [odeón], desde donde solía dirigir a Dios sus plegarias y, llorando amargamente, oró a Dios para que apartara de ella las oscuras tinieblas y, para lograr lo que pedía, que le concediera un director espiritual que, cuando conociera todos los rincones de su alma, pudiera conducirla por el recto camino. Sus plegarias no fueron en vano porque, apenas ella las había expresado cuando se le anunció por medio de una voz perceptible que en tal día (el día determinado lo captó con dificultad) tendría la ayuda de un director para que ordenara las confusas mociones de su espíritu y a ella misma la moderara en las ilusiones que la llevaban a concebir vanos propósitos. [102v] [Fruto de la dirección espiritual] No confiando exclusivamente de que se confirmara lo que había escuchado, se aplicó, con toda su alma, a completar su petición con oraciones y súplicas. De nuevo oyó la voz de antes esta vez con tanta claridad que no quedaba lugar para la duda. Por fin, cuando una noche llegó a Torre Julia uno de los nuestros, sin que la religiosa virgen ni lo pudiera sospechar (en medio de la oración escuchó esta voz: Ya está en la Ciudad el que va a ser tu director: mañana te presentarás delante de él. Apenas bien amanecido, se dirigió al locutorio para recibir a quien, según los presagios, le habría de devolver la paz. No mucho después alcanzó a ver a nuestro sacerdote que entraba al templo para celebrar los divinos oficios y, entonces, escuchó la voz 194.
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que le decía: Éste, es éste el que te librará de todas las perturbaciones que sufres. Inmediatamente después de haber escuchado la voz, se dirigió a la sacristía del templo y, después de la misa, pidió al sacerdote que la confesara. Le puso delante todo lo que había sido su vida y lo puso al corriente de las preocupaciones con que era atormentada su alma. El Padre le prescribió que esperara con optimismo el futuro y le puso delante una serie de principios ascéticos que veía le podían servir para el futuro y que debía usar en caso de que volviera a ser molestada con luchas internas. Después, en varias ocasiones (mientras estuvo allí por causa de los negocios), volvió a hablar con ella y le dejó tales consejos y con tales luces irradió su mente obcecada, que nunca más volvió a sentir su mente turbada como antes, sino que, terminadas las luchas interiores, fue colmada de tanta tranquilidad y gozo que en adelante no anhelaba más que entregarse a agradar a Dios. De quien había recibido tan singular beneficio. [En Santa Fe: una confesión extraordinaria] En el año ochenta y ocho del presente siglo (1688) vino al Colegio de Santa Fe un campesino anciano, ya encorvado por la edad, en cual, cuando encontró a uno de nuestros compañeros, se detuvo frunciendo el ceño y como estupefacto se quedó mirando al Padre, el cual, viendo éste la admiración y el estupor del anciano, le preguntó por la causa de un tan notable estupor. Al punto el anciano le preguntó si su nombre era tal y si llevaba tal apellido. Cuando el Padre le dijo que lo que manifestaba era cierto, él feliz y sonriente añadió: Padre mío: yo os buscaba, porque fue a vos a quien me enviaron para que escucharais mi confesión. [103r] Y, como el Padre consintió en oírlo, esto dijo: Sepa vuestra Reverencia que no me confieso desde hace cuarenta años, durante los cuales he llevado una vida rústica en las selvas; sin embargo el omnipotente Ordenador de todo, que me ha acudido con su misericordia, quiso librarme de la caldera del pecado precisamente en el tiempo en que yo no me dignaba pensar en la salvación de mi alma. Porque hace tres días me dirigí a la selva a cortar una leña y, cuando ya empezaba la faena, he aquí que una voz lastimera pronunciaba mi nombre. Yo no le hice caso, pensando que se trataba de alguna persona que por el lugar donde cortaba leña quería apartarme de allí. Sin embargo, como por segunda 195.
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vez y en tono más alto, oí que me estaban llamando, al momento advertí como una boca en la dirección de la voz que me llamaba y, entonces, yo pregunté quién era el que me llamaba. Prodigio admirable! Con mis propios ojos vi una figura humana idéntica a vuestra Reverencia y la misma voz me indicó que debía venir a esta Ciudad; que buscara al Padre de la Compañía cuya imagen estaba viendo y que hiciera con el una confesión general. Al punto desapareció de mi vista la aparición. Yo inmediatamente regresé a mi casa y allí me dediqué a examinar todos mis pecados de la vida pasada y cuando tuve presente lo malo que de palabra, pensamiento y acción debía confesar, llegué aquí para confesarme con vuestra Reverencia. Os encontré y estoy muy asombrado porque no se si fue una imagen o a vuestra Reverencia a quien vi en el monte. El Padre escuchó la clara narración con verdadero agrado e inmediatamente procedió a oírlo en confesión; una vez que terminó de purificar su alma por el sacramento, el anciano buscaba nuevos términos para dar gracias a Dios por su munificencia para consigo y por haberle perdonado las penas por sus pecados; luego, se marchó. [Castigo al caballero panameño enemigo de la Compañía] Dos ejemplos ponen punto final a esta narración, por los que Dios demuestra cuánto ama a la Compañía. Trabajaba en la Ciudad de Panamá un hombre de noble linaje y muy poderoso por su autoridad entre la ciudadanía. Este señor se dejaba llevar por un inexplicable odio contra la Compañía y celebraba toda la maledicencia contra nuestros religiosos. Los negocios en que se ocupaba lo hacían viajar a las Españas y, en consecuencia, una vez abordó en la armada que regresaba de España una nave mercante la que salió del puerto con velas desplegadas y viento favorable. [103v] A la vista del puerto la nave en que viajaba el caballero de marras, se hundió en las olas en medio del griterío de todos los de la nave que vociferaban viéndola hundirse. Fue un castigo de Dios por los improperios con que el pasajero panameño, movido por un odio exasperado, había denigrado de la Compañía. [Castigo a alguien de Honda, enemigo de la Compañía] Otro hecho maravilloso de parte de Dios, que es justiciero con las injurias contra la Compañía, aconteció en la población de Honda. Un cierto 196.
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• Carta N.º 10 [carta anua 1684-1690]
habitante de esa Ciudad, varón de noble origen, detestaba con odio cada vez mayor a los nuestros y a cada uno lo maldecía con terribles imprecaciones; movía cielo y tierra con tal de crearnos problemas y solía decir que él finalmente borraría del orbe universo a toda la Compañía de un solo escupitajo. Cierto día arrojaba de si con más vehemencia que nunca denuestos contra nosotros cuando, no pudiendo expectorar porque el esputo le impedía el libre paso de la respiración, de repente quedó asfixiado sin que nada pudiera hacerse para administrarle los sacramentos, hiriéndolo Dios con el mismo dardo con que se jactaba que abatiría a la Compañía. Dado en este Colegio de Santa Fe, el día 2 de abril del año 1692 Juan Martínez Rubio S.J. Hernando Cabero s.j. Pedro de Mercado S.J. Martín de Eusa S.J. José Cases s.j. •
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Carta n.ยบ 11 [CARTA ANUA 1691-1693]
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Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada Contienen los años de 1691. 92 y 931 Al fin del año pasado de 1690 se acabaron las anuas que tocan a esta parte de Provincia del Nuevo Reino fabricadas de las noticias así comunes como particulares que se pudieron adquirir de todo el tiempo de 50 años que habían corrido desde el de 1640, (en que se hicieron las últimas para remitir a Roma) hasta el pasado de 90 como se ha dicho2. Si bien las noticias más individuales y recientes sólo contenían los últimos seis años de dicho tiempo, esto es, desde el de 1685 por orden del Padre Visitador Diego Francisco Altamirano3 a causa de hacer ó hecho historia general de toda la Provincia,
1 APT. Fondo Astráin. Leg. 5. 2 En realidad esta afirmación no es del todo correcta pues desde el año 1640 se escribieron las siguientes cartas anuas. La primera: Letras anuas de la Compañía de Jesus de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año de mil y seyscientos y treinta y ocho hasta el año de mil y seys cientos quarenta y tres. Publicada en Zaragoza año de 1645. La segunda: Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Prouincia del Nueuo Reyno y Quito a A. M. R. P. General de la Compañía de Jesus [Goswino Nickel]. Santafé, 13 de octubre de 1652. ARSI. N. R. et Q. 12. 12. La tercera: Relación Annua de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada desde el año de 1655 hasta el de 1660. Santafé, 20 de febrero de 1660. APT. Fondo Astráin. Leg. 4. 3 Diego Francisco Altamirano (Madrid, 26 de octubre de 1623-Lima 12 de diciembre de 1715). Ingresó en la Compañía de Jesús el 27 de marzo de 1642. Desempeñó los más altos cargos en la Provincia del Paraguay. Fue visitador de la Provincia del Nuevo Reino y de la Provincia del Perú. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 83-95.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
así de esta parte como de la de Quito, desde su primera fundación y empleos de los nuestros en estas partes. La cual historia en un tomo crecido se envió a Europa para darse a la estampa y que viesen la luz de la fama muchas ilustres acciones y varones singulares que yacían sepultados en las sombras del olvido4. Ejecutose esto por el fervoroso celo del Padre Juan Martínez Rubio5 Provincial entonces de esta Provincia. Advertido esto prosigo a referir los sucesos de estos tres años de 91, 92 y 93. [Al margen derecho: Estado de la Provincia y sujetos que hay en ella] El estado de la Provincia ha sido el mismo en estos años con la diferencia solo de haber faltado por muerte algunos sujetos de ella, pero han entrado otros de nuevo con que viene a ser igual casi siempre el número de sujetos que, aunque corto, es mucho mantenerlo en estas partes por la cortedad de las ciudades y así a [testado] es necesario traer sujetos de Europa para los ministerios de la Provincia. [fol. 1vto.] Los sujetos que tiene esta parte de Provincia son 108 entrando en este número los novicios que aún pasan la probación. Son de éstos los 56 sacerdotes, 23 hermanos coadjutores, y 16 hermanos estudiantes. Están repartidos en los colegios y residencias de estos reinos. De este número se lleva la mayor parte Santafé así por ser la cabeza del Reino, y por tal la mayor ciudad de él, como por éste que es el colegio principal en que se enseñan a los nuestros y los de fuera las facultades superiores de Teología y Filosofía. Hay pues en este colegio 14 padres y 12 hermanos coadjutores con el número de estudiantes dicho. Hay también en esta ciudad de San-
4 Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) 4 vols. Para la historia de este manuscrito, véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo I: Las fuentes. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés BelloPontificia Universidad Javeriana (2006) 247-269. 5 Juan Martínez Rubio (La Roda [Albacete], c. 1627-Tunja, 3 de septiembre de 1709). Ingresó en la Compañía el 19 de marzo de 1647. Atravesó el Atlántico en la expedición del 16 de septiembre de 1658. Ocupó los más altos cargos tanto en la zona de Quito como en la del Nuevo Reino. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 426-430.
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tafé un Colegio Seminario6 en que reciben los nobles y principales de la ciudad a oír las facultades de Filosofía y Teología; asisten siempre en él tres de los nuestros, que son el P. Rector, Ministro, y otro para pasar y explicar sus dificultades a los filósofos7. En la ciudad de Tunja está el noviciado de esta Provincia [y] asisten allí ordinariamente de seis a ocho padres con uno o dos hermanos coadjutores que no son más por la suma falta que de hermanos hay en esta Provincia. Los demás colegios son el de Cartagena, Mompox, Pamplona y Mérida, en los cuales la asistencia común es de tres o cuatro padres y uno o dos hermanos coadjutores. Las residencias son la de Honda y Fontibón a las cuales se puede añadir otro colegio o casa nuestra que hay en Santafe8 en las cuales partes son dos los padres que hay y no sufren más por su pobreza. De todos estos colegios y casas está dada razón muy por extenso en las anuas enviadas el año pasado a Roma9 como también de la Misión de los Llanos en que hay ocho o 6 Para el Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé, véase: José DEL REY FAJARDO. Jesuitas, libros y política en el Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Publicaciones Editores (2004). William JARAMILLO MEJíA. Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (1996). Daniel RESTREPO y Guillermo y Alfonso HERNÁNDEZ DE ALBA. El Colegio de San Bartolomé. Bogotá, Sociedad Editorial (1928) Dos tomos. 7 La figura del “pasante” en la Universidad Javeriana tuvo vigor durante toda su existencia colonial. El “pasante” o “recolector” venía a ser como un profesor adjunto al catedrático de Artes y eran estudiantes de Teología y se habían distinguido en los estudios filosóficos. 8 Colegio de Las Nieves. El 26 de mayo de 1657 tomó posesión la Compañía de una casa en el barrio bogotano de Las Nieves, en la carrera séptima con calle 18. Allí se trasladó el noviciado pero en 1684 había regresado a Tunja. Entre 1696 y 1698 hubo una clase de gramática pero se cerró por ser mínimo el número de alumnos y tener otra clase en el centro de la ciudad. A los Generales de la Compañía les preocupó la situación jurídica pues aunque tenía título de colegio no se dictaban clases; tampoco era Casa Profesa porque tenía rentas. Se pensó en ubicar allí la denominada “tercera probación” pero tampoco se llevó a cabo. Véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) I, 127-130. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 25-29. 9 Se refiere a: Commentarii eorum quae gestae sunt a patribus Societatis Jesu Provinciae Novi Regni Granatensis ab anno sexcentesimo octogesimo quarto ad annum millesimum sexcentesimum nonagesimum. Colegio de Santa Fe, el día 2 de abril del año 1692. ARSI. N. R. et Q. 13-1, fols. 36-103.
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diez padres ordinariamente y por eso no me dilato más en referir las ciudades y conveniencias de estas casas. Especialmente este año de 91 se han añadido [fol.2] [Al margen derecho: Empiézase de nuevo la Misión de Orinoco y la fundación de la casa de la Isla de Santo Domingo] a esta Provincia la casa de la Isla Española, y la misión de Orinoco. Digo añadido, no porque antes no estuviesen sino porque el Orinoco se había dejado por no poderse conservar allí sujetos después que sucedió la muerte violenta con que acabaron con aquella misión los indios caribes matando a tres de los nuestros10. La casa de Santo Domingo se mandó dejar por la suma incomodidad que hay para conservarla porque lo uno es imposible que Provincial alguno la visite, lo otro los costos para conducir allá sujetos son muchos, la casa pobre; lo otro por el recurso de los nuestros a los superiores porque si caen malos es más fácil recurrir a Roma a Nuestro Padre General que al Padre Provincial de esta Provincia y últimamente porque siendo Isla no hay comercio de estas partes a aquel puerto sino con suma dificultad. Hanse vuelto a establecer esta casa, y la misión del modo que diré. Recurrió la Compañía a la Real Audiencia pidiendo la amparasen para proseguir la conversión de los indios infieles de Orinoco apoyando sus designios con cédulas reales que despachó nuestra Reina para que su Audiencia ayudase a la Compañía en esta empresa. Concedió la Audiencia guarnición de gente, alistáronse soldados con su capitán y partieron a Orinoco a cuya facción despachó el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano cuatro Padres11 para la conversión de los infieles. Entraron á aquellas partes, juntaron algunos indios y en la labor de aquella mies han pasado más de un año. Pero esta empresa de la gloria de Dios y conversión de innumerables almas la ha afligido mucho satanás porque de los muchos que han de salir de
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Ignacio Fiol, Ignacio Toebast y Gaspar Bek [Beck].
11 Alonso de Neira, José Cavarte, José de Silva y Vicente Loverzo.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
su imperio con el fervor de las misiones de la Compañía. Su caída se referirá después al decir los trabajos y persecuciones de esta Provincia. En lo que toca a la casa de la Isla de Santo Domingo [fol. 2vto.] no puede darse razón entera de ella por no haber habido noticia alguna de aquella Isla12. Sólo lo hay en esto lo que obró el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano quien no pudo proseguir adelante en la extinción de aquella casa porque se opuso la Real Audiencia y la ciudad, el Señor Arzobispo y su cabildo, los cuales todos informaron al Rey Nuestro Señor suplicándole no permitiese que la Compañía saliese de aquella Isla; con ésto se vio obligado el Padre Visitador a remitir allá a un padre y un hermano. Partiéronse para aquella isla el Padre Juan Andrés de Tejada13 y el Hermano Juan Fernández14 y sólo los trabajos que padecieron en ir dan bastante causa para que en todo caso se procure licencia del Rey para salir de aquella Isla. Tardaron un año y más en llegar, estuvieron ambos enfermos de muerte en el camino sin tener más alivio que un poco de carne salada para su sustento; padecieron tormenta que los hizo arribar después de un mes al puerto de Maracaibo de donde habían salido. Y llegados allá no se sabe qué forma haya para que se funde aquella casa y para que se entablen los ministerios de la Compañía. Esto es lo que toca al Orinoco y casa de Santo Domingo que se han empezado de nuevo. Los demás colegios y casas de esta Provincia corriendo fervorosamente en sus ministerios han mantenido las funciones comunes en nuestra Compañía. 12 Véase: Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950). 13 Juan Andrés de Tejada (Cartagena de Indias, 26 de diciembre de 1663-Bogotá, 9 de noviembre de 1722). Teólogo y académico. Véase: José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (15751767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 88-89. 14 Juan Fernández (Navarredonda [Madrid] c. 1640-Santo Domingo, 28 de agosto de 1722). Ingresó en la Compañía el 8 de marzo de 1662. Tras una estancia en Mompox se dedicó de lleno a la Isla de Santo Domingo. Véase: José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 32-33.
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[al margen: La enseñanza de las ciencias lo mismo que el año pasado de 90] En la enseñanza a los de fuera en las cátedras de gramática que hay en todas las ciudades de este Reino15 y en los estudios generales que tiene la Academia de Santafé16 ha habido el mismo fervor y cuidado y los mismos empleos que se refieren en el anua del año pasado, procurando que no sólo busquen las letras sino con más intención la virtud, fin porque la Compañía ha entablado las escuelas en todas partes. [al margen: Uso continuo de los sacramentos de la confesión y eucaristía.] La frecuencia en confesiones y comuniones se observa en todas las casas de esta Provincia si bien por [fol. 3] la cortedad de la ciudades no es en todas igual el fruto. En el colegio de Santafé con el mayor número de la ciudad es mayor el fruto de estos sacramentos. Porque a más de asistir las fiestas seis u ocho Padres en la iglesia para oír las confesiones de las mujeres y en los tránsitos de la portería sin llegar a la habitación de los nuestros, 4 o seis Padres que oyen a los hombres y unos y otros consumen en este ejercicio del confesonario la mañana por acudir muchos que hallan fácil el uso de este sacramento como también el de la eucaristía en nuestra casa. En los días feriales asisten dos o tres Padres en la iglesia y siempre tienen que oír confesiones casi toda la mañana con fruto y consuelo de la ciudad. Lo mismo en menor número de penitentes sucede en el colegio de Tunja por ser más corta aquella ciudad. En los demás colegios no se logra como se desea y procura esto por la poca gente de las ciudades o villas en que asisten los nuestros. No obstante no faltan todos los días algunas personas en quienes se emplean los nuestros con tan santos ministerios. Y generalmente en todas las partes que hay casa de la Compañía saben todos que a cualquiera hora que lleguen a nuestras porterías para ser oídos en la confesión no 15 Véase: José DEL REY FAJARDO. La enseñanza de las humanidades en los colegios jesuíticos neogranadinos (1604-1767). Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2005). 16 Véase: José DEL REY FAJARDO. La Facultad de Lenguas de la Universidad Javeriana colonial y la República de las Letras neograndinas. Bogotá, Editorial El Búho (2010). José DEL REY FAJARDO. Los precursores de la ‘Sociedad del conocimiento’ en la Javeriana colonial. Bogotá, Editorial El Búho (2010).
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
les falta este alivio, por lo cual frecuentemente vienen varias personas con el seguro de hallar su remedio luego que avisen al hermano portero y así lo experimentan todos saliendo luego los nuestros a su consuelo. [al margen: Asistencia a moribundos y ajusticiados.] Constando de esta suerte a todos de la asistencia de la Compañía al confesonario, es frecuentísimo ministerio nuestro en estas partes la asistencia a los enfermos y moribundos y rara es la persona que no llama a los de casa para aquella hora ya por estar acostumbrados a nuestro modo en las confesiones, ya porque saben cierto que a cualquiera hora que lleguen no faltará Padre a su consuelo. De lo cual nace con edificación de todos andar los nuestros [fol.3vto.] a toda hora en esta ocupación y no sólo es frecuente de día sino en la noche este ejercicio. Este alivio que hallan en los nuestros los moribundos no lo experimentan menor los que son por sus delitos públicamente ajusticiados los cuales, oída la sentencia de muerte, llaman alguno de la Compañía a quien descubrirse y tener por la confesión la vida eterna cuando pierden la temporal. Y suele ser tanto el aprecio que para la hora de la muerte hacen de los casa que sucede llamar a los nuestros en concurso de otros religiosos que asisten con el moribundo y queriendo cortésmente salirse los nuestros no lo permiten no sólo los de fuera sino que los mismos religiosos impelen a que acudan en aquel trance los nuestros. Tanta es la satisfacción que tienen todos de los de casa para aquella hora. [al margen: Asistencia del colegio de Santafe en una peste que hubo.] Pestes no suelen haber en estas partes como sucede en las de Europa; lo ordinario es haber algunos enfermos con quienes ejercitan los nuestros los ministerios dichos. Sólo con especialidad este año de 92 dio un accidente en la ciudad de Santafé17 de que cayeron enfermos a todos aquellos a quienes no había dado antes este contagio que era sarampión. Treinta años antes había pasado esta peste, repitióse este año en la ciudad, 17 Juan A. VILLAMARÍN y Judith VILLAMARÍN. “Epidemias y despoblación en la sabana de Bogotá”. En: Noble David COOK y W. George LOVELL (editores). Juicios secretos de Dios. Epidemias y despoblación indígena en Hispanoamérica Colonial. Quito, Ediciones Abya-Yala (2000) 143-149.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
cayó casi toda a un mismo tiempo enferma. Contábanse en varias casas de doce a 14 los acontagiados; en nuestro colegio enfermaron todos los hermanos estudiantes, y algunos otros de los hermanos coadjutores y donados, los muchachos todos. Y el Colegio Seminario de colegiales seglares contó juntos más de cuarenta enfermos. En fin, tal fue el contagio que no se podían ni en las Religiones, ni en las casas socorrer. En este universal aprieto dio forma el Padre Rector para asistir a todos. Cerráronse los estudios por espacio de [fol. 4] mes y medio con que se desembarazaron de las tareas escolásticas los 4 maestros de facultad, que juntos a los Padres operarios, igualmente salían a trabajar en las confesiones. Salían seis u ocho Padres a la mañana y volvían a comer contando el uno las doce confesiones oídas, otro 16, otro 20, y así de los demás; acabada la hora de comer proseguían en este santo ejercicio hasta entrada la noche; y de este modo y con igual tesón todos los días favorecieron a los enfermos con mucha edificación de todos. Añadióse a esta caridad espiritual la corporal llevándoles muchas veces los mismos Padres a los enfermos el sustento para remediar su mucha necesidad. Y porque fuese más universal el alivio se previnieron unas cabalgaduras mansas en que salían de dos en dos los nuestros, para que ayudados de ajenos pies, pudiesen con más facilidad asistir a los acontagiados. Tanto edificó [testado] con acciones tales a la ciudad el Colegio que los mismos de fuera repetían en sus contestaciones elogios a la Compañía por tan heróica obra de caridad. [Al margen: Diligencia en la predicación y congregaciones] No es solo la atención de los nuestros al frecuente uso de confesiones sino que a fin de hallar en éstos colmado fruto es igual el cuidado en cultivar los corazones con la semilla de la divina palabra a que ayuda fuera de los sermones comunes que hay en el año y muchos [testado] en la cuaresma (de cuyo número y modo se da razón en el anua del año pasado de 90 y por eso no lo repito) la vigilancia de las congregaciones que en todos los colegios se fundaron desde sus principios, cuales son en el colegio de Santafé que debajo todos del patrocinio de la virgen su Santa Señora con diversas advocaciones
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a esta Santa, la de los estudiantes a la Concepción, la de los mercaderes y gente principal a la Asunción de la Virgen; otro de [Fol. 4 vto.] mujeres y otras personas con título de Nuestra Señora de Loreto; la última de la gente de servicio tiene por Patrona a Nuestra Señora del Socorro18. Tienen todos los domingos pláticas conforme al auditorio. Los que tocan a la congregación de Nuestra Señora del Socorro son de la doctrina cristiana por ser esta materia la más fácil de percibir en esta gente y ser lo más necesario para su enseñanza. También de pocos años a esta parte se [Testado: entabló] fundó en este colegio de Santafé, como en los demás de la Provincia, la congregación de la Buena Muerte; tiene de esta materia su plática cada mes con asistencia de muchos a tan loable ejercicio. He apuntado en general a las congregaciones y sus ejercicios por estar así estas con sus funciones y las demás de la Provincia dichas en el anua del año de 90. Han proseguido en los mismos ejercicios y con el mismo fervor. [Al margen: Visitan y socorren a los enfermos los congregantes de Cartagena.] Hay de novedad en este particular el fruto que han tenido en sus congregaciones los colegios de Cartagena, Mompox y Pamplona. En el colegio de Cartagena19 los congregantes de la Virgen, que son los nobles y gente más lucida de aquella ciudad, han asistido varias veces a dos hospitales que hay allí: uno de los incurables del mal de San Lázaros [sic], uno de enfermos de las otras especies de males, llevándoles cargada públicamente en hombros la comida y después de ésta dándoles algún socorro de dinero unas veces al uno hospital otras al otro. Acción si digna de la cristiandad de mucho honor para la Compañía que con pasos agigantados de perfección endereza a sus congregantes a la gloria de Dios y bien de los prójimos. 18 Para una visión de las Congregaciones Marianas, véase: Patrick O’SULLIVAN. “Congregaciones Marianas (=CC. MM)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) I, 914-918. 19 Para el mundo jesuítico: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004). Tulio ARISTIZÁBAL. Bajo la sombra de Claver. Memoria de los jesuitas en Cartagena de Indias. Cartagena, s/e (1998).
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[Al margen: Fúndanse dos congregaciones en Mompox] En el colegio de Mompox20 se fundaron el año de 91 dos congregaciones: la una de Nuestra Señora de el Socorro para todo género de gente; la otra de la Concepción [Fol. 5] de María Santísima, que es de los estudiantes, y ambas han empezado gloriosamente con número crecido de congregantes, entrando en la una los estudiantes todos y en la otra muchas personas de la ciudad. Unos y otros con particular fiesta lucida y devota han celebrado a María Señora, nuestra patrona, de ambas congregaciones. Tiénense en ellas sus pláticas cada ocho días y se espera buen logro de ambas en la gloria de Dios y bien espiritual de los prójimos. [Al margen: Pláticas en la congregación de Pamplona y ejercicios de humildad] En el colegio de Pamplona ha habido especial cuidado con la congregación que tienen allí del Niño Jesús, que aunque es solo de la gente de servicio, está asentada en ella toda la ciudad. Fuera de la vigilancia antigua en enseñar a los congregantes se han fundado pláticas de la doctrina cristiana todos los domingos del año (menos los de cuaresma, por haber estos días sermón en casa) asisten con puntualidad los congregantes y con fruto de todos, pues con esto logran fácilmente la noticia de los dogmas de nuestra fe. No sólo a estas pláticas es común la asistencia sino que a fin de significar su devoción al Niño Jesús todos los sábados vienen voluntariamente a barrer nuestra iglesia y continuamente entre año encienden luces y adornan el altar del Niño Jesús con flores, mostrándose agradecidos a los beneficios de este señor. [Al margen: dos conversiones singulares] Con la asistencia de los nuestros a sus ministerios ha concurrido especialmente Nuestro Señor con dos casos singulares. Apartóse un hombre de una mala amistad que tenía con una mujer y conociéndose ésta dejada se fue a la tienda del hombre, instólo a que volviese a la amistad antigua, mas 20 Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Los jesuitas en Mompox, 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013).
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
él con firmeza en sus propósitos que había concebido de un sermón que oyó a uno de los nuestros, resistió a la solicitación, de lo cual enojada la mujer levantó la mano y diole una bofetada que llevó el hombre con mucha paciencia mostrando cuán constante estaba en sus buenos deseos, quien a tan loca resolución [Fol. 5vto.] respondía con el silencio. Oyó unos sermones de los nuestros predicados en Tunja una mujer y movida de Dios se apartó de una torpe amistad en que vivía; fue el mancebo a solicitar sus antiguos entretenimientos mas la mujer le dio repulsa diciendo: ¿Cómo con tales sermones me he de atrever a pecar? ¿A que instó el hombre preguntando, qué sermones? Díjole la mujer: los que predican los Padres de la Compañía, vaya y oiga uno y verá cómo no vuelve a la culpa y despedido así el hombre no volvió más. [Al margen: dos amistades compuestas en Pamplona] A estas dos amistades que se ajustaron con la Majestad divina añado dos que se hicieron en Pamplona por medio de la Compañía. Dos personas de las primeras en aquella ciudad tuvieron entre sí un ejemplo la víspera de San Francisco Javier; llegóse a ellos otro, quien les dijo en nombre del Padre Rector de la Compañía que aquella riña se había de acabar; respondieron benévolos a la demanda fingida porque en casa no se sabía el caso. Vino con la respuesta sin haber llevado el recado el tercero que los puso en amistad; dio parte al Padre Rector del caso, y de lo que habían respondido, cuando en nombre de su Reverencia les propuso que había de acabar el enojo y que los dos se convenían a venir a su aposento para reconciliarse en las amistades. Oyó el Padre Rector el caso y a la mañana siguiente tuvo a los dos reñidos en su aposento donde se abrazaron en señal de amistad y en ella duran. El 2º caso fue: Llegó a aquella ciudad Visitador en nombre del Arzobispo de este Reino el Doctor Onofre de Baños Soto Mayor21, canónigo en esta Santa Iglesia de Santafé y sobre un punto de competencia de jurisdicción con el
21 Onofre de Baños Soto Mayor (San Esteban de Gorgas [Castilla la Vieja], c. 1620-Bogotá, 4 de junio de 1702). Consultor y comisario del Santo Oficio y Visitador General Eclesiástico de la Provincia. Cura Rector de la Catedral de Santafé. Véase: José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo IV: Cabildo Eclesiástico. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1971) 73.
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alcalde más antiguo de aquella ciudad lo fijó por descomulgado, poniendo entredicho en la ciudad. Tomaron algunos la mano para remediar este encono pero siempre se hallaba peor la materia, como afirmaban los de la ciudad. Viéndose pues el alcalde con el daño proprio [fol. 6] en la descomunión y el desconsuelo universal por el entredicho en la ciudad y que no se ajustaba la materia tomó por medio valerse de la Compañía. Escribió al Padre Rector de casa un papel suplicándole mediase en el caso para reconciliarse con la iglesia. Recibió como a las tres o 4 de la tarde el papel el Padre Rector el cual se fue luego a ver con el Visitador y aunque estaba la materia enredada y que en una y otra parte se encontraban dificultades fue Nuestro Señor servido que saliese el Padre Rector con lo que tantos habían deseado y no conseguido y así aquella misma noche se alzó el entredicho y se hicieron las amistades entre ambos jueces de que muchos vinieron a dar las gracias a nuestro colegio. [Al margen: Sucesos de Cartagena en sermones que hizo el Padre Pedro Calderón] No es para omitir aquí lo que sucedió el año de 91 en el colegio de Cartagena. Solicitó el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano que se hiciese misión en aquella ciudad, como la hizo en otras ya por sí, ya por otros padres a quienes ordenó la hiciesen, y no pudiéndolo conseguir ordenó a su compañero, que lo era el Padre Pedro Calderón22 a quien envió a Europa, que en el tiempo que había de esperar la vuelta de galeones a España dispusiese unos sermones para predicarlos en las calles de Cartagena. Obedeció puntual el Padre y ya por la noticia de su escogido talento en esta parte, ya por su celo, ya por haber en la ocasión gran concurso de gente en Cartagena lo uno por los vecinos de ella que son en número crecido, lo otro por haber concurrido a la armada muchos de Europa, México, Perú y Nuevo Reino fueron extraordinarios los concursos, y con tal deseo de su bien los oyen-
22 Pedro Calderón (San Vicente de la Barquera [Santander], c. 1638-Bogotá, 31 de octubre de 1708). Ingresó en la Compañía el 3 de mayo de 1657 y atravesó el Atlántico en la expedición de 1658. Como profesor universitario estuvo vinculado a la Universidad Javeriana y sería Provincial tanto del Nuevo Reino como de Quito. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 163-168.
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tes, que habiendo de ser el sermón a las tres de la tarde, se prevenían cuatro horas antes a que buscar asientos. Cosa verdaderamente singular en aquel temple que por su demasiado calor basta un rato para desazonar a qualquier auditorio. Venían el Presidente de este Reino23 que en los galeones aportó a Cartagena, el gobernador de la ciudad24, jueces, los [fol. 6vto.] cabildos eclesiástico y secular, caballeros y plebe de la ciudad que ocupaban el ámbito de las calles. Añadíanse las señoras que por su calidad ocuparon en los balcones competente puesto para oír el predicador. Los sermones fueron todos de aquellas materias que se suelen hacer en tiempo de misión: el fruto grande de confesiones revalidadas, matrimonios ajustados y amistades renovadas. Pero especial en el último sermón cuya materia fue de la bienaventuranza que nos espera si se vive bien fue grande la moción de todos. Sacó un crucifijo en el remate del sermón el Padre y aunque había sido de gozo el sermón convirtióse en lágrimas con tal epílogo. Oíanse sollozos, llantos y golpes de pechos, bofetadas, explicando cada uno con el mejor modo que podía el sentimiento de haber ofendido a Dios. Fue de ver en este espectáculo niños tiernos y delicados que se golpeaban los pechos y suspiraban como si fueran grandes pecadores del mundo. Con tan feliz suceso, concluidos los sermones, creció mucho en todos la estimación a la Compañía y las primeras cabezas de aquella ciudad y el Presidente de este Reino fueron al aposento del Padre a dar las gracias del fruto hecho en aquellos días. [Al margen: Fruto de los ejercicios de nuestro Padre Señor Ignacio] Al fruto común que ha experimentado esta Provincia con los sermones de sus obreros se ha seguido el fruto que ha cogido con los ejercicios
23 Gil Cabrera y Dávalos (1686-1703). Véase: Ernesto RESTREPO TIRADO. Gobernantes del Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires (1934) 6-26. Sergio Elías ORTIZ. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4: Presidentes de capa y espada (1654-1719). Bogotá, Academia Colombiana de Historia y Ediciones Lerner (1966) 221-274. 24 Martín de Ceballos y La Cerda. Véase: Nicolás DEL CASTILLO MATHIEU. Los gobernadores de Cartagena de Indias. 1504-1810. Santafé de Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1998) 72-73.
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de nuestro santo Padre25. Hánse dado a varios en el colegio de Santafé por el tiempo de cuaresma y todos los que los han hecho han mostrado con el buen ejemplo cuán eficaz medio es éste para la conversión del alma y aprovechamiento en la virtud. Además del provecho que se logró en ellos, logró la Compañía la entrada en casa de unos doce de muy buenas esperanzas. En los demás colegios hay poco uso de este medio por la incomodidad de las casas y falta de quien pueda asistirles en lo temporal el tiempo de ejercicios. En Tunja hicieron dos los ejercicios y salieron tan aprovechados que viven con ejemplo especial de la ciudad. [fol. 7] [Al margen: Casos singulares de San Francisco Javier] Los beneficios que Dios ha hecho por medio de S. Francisco Javier en estos años son muchos. En todos los colegios de la Provincia se le hace su novena con mucha devoción con numerosos concursos y afecto al Santo y con efectos tan admirables que es para alabar a Dios Nuestro Señor. Es grande la frecuencia con que todos grandes y pequeños solicitan la protección de este grande Apóstol y donde más se experimenta el poder de su intercesión es en la mudanza de costumbres que se ha reconocido en casi todos los que frecuentan su novena. Todos se predican muy beneficiados de este santo Apóstol [y] cuentan cosas que, por no estar bien averiguadas, omito y sólo refiero los casos siguientes por ciertos y averiguados. Una mujer estando muy apretada de algunas enfermedades graves e imposibilitada de los remedios humanos acudió a los divinos. Pidió a uno de los nuestros le aplicase una reliquia de San Francisco Javier de quien era muy devota. Envióle el Padre en un relicario una reliquia del Santo, la cual al instante que se la puso al cuello la mujer con oración al Santo para que la favoreciese empezó a sentir mejoría; solidáronsele los miembros de cuyo uso estaba impedida y mejoró del todo dando muchas gracias a Dios y al Santo por tan singular beneficio. Aplicando el mismo relicario a un sacerdote moribundo quiso Dios sanase del achaque de que agradecido el sacerdote dio las gracias al Santo y propuso
25 Véase: Manuel RUIZ JURADO. “Ejercicios espirituales (= EE)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II, 1223-1230.
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tenerle siempre por su especial devoto. Sucedieron estos dos casos en la villa de Mompox. Vivía en la ciudad de Tunja un sacerdote de santa y ejemplar vida mas afligido de continuos achaques con que le probaba el Señor. Reconoció el sacerdote la cruz en que lo tenía Dios y aunque en ella se ofrecía por holocausto a su Majestad, como veía que se dilataba la gloria y se aumentaba el penar, determinó ponerse del todo en manos de [fol. 7vto.] San Francisco Javier para lo cual le hizo la novena al Santo en compañía de otro sacerdote a quien declaraba su conciencia. Comenzaron los dos la novena en nuestra iglesia en presencia de la imagen del Santo y al 2º o tercero día de la novena reconoció el doliente sacerdote que el rostro de San Javier se inmutaba de modo que le dio cuidado, puso atención a mirarlo y halló que se había encendido el rostro como unas ascuas y discurriendo que no podía ser menos aquello que algún efecto sobrenatural nacido de la intercesión del Santo, se volvió a su compañero y le dijo: ésto es hecho, yo me muero. Con este pensamiento volvió a su casa y de ahí a poco se le agravaron los achaques, dispuso sus cosas y dejando muy segura prenda de su salvación murió teniendo todos por cierto que el Santo le había alcanzado el efecto de su petición. Hallábase en la ciudad de Tunja una mujer soltera a quien instaba una deuda tomase el estado del santo matrimonio; pero como en la elección de estado comúnmente está el acierto de la salud eterna, determinó la mujer no entregarse al matrimonio sin consultar primero con San Francisco Javier sus designios. Hízole una novena para que el Santo le inspirase la resolución que había de tomar y por dar más eficacia a la súplica, dispuso de suerte el tiempo que haciendo en tiempo de misa la novena llegase la oración al punto que el sacerdote alzase la hostia. Y cierto no se engañó su deseo porque a ese tiempo sentía en su corazón una inspiración que con mudas y eficaces palabras le decía: ¿Qué mejor esposo que Dios? Esto le sucedió repetidas veces tanto que afligida repitió la novena cuatro o cinco veces para saber la voluntad de Dios y siempre sentía el mismo efecto. No satisfecha empero con indicios tan claros de la voluntad divina resolvió hacer la novena a tiempo
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[fol. 8] que no se dijese misa. Hízolo así y como tenía Dios escogida para sí esta alma por medio de este glorioso Apóstol de las Indias disponía su Majestad que al tiempo que había de hacer la súplica saliese un sacerdote a dar la comunión y al mostrar la sagrada forma al pueblo sentía esta persona la misma inspiración que oía en la misa cuando alzaba la hostia el sacerdote. Con tan evidentes indicios de que Dios la llamaba para sí se resolvió esta alma a dejar el estado del matrimonio y entregarse al servicio de Dios. No tuvo la resolución luego su efecto porque dilataba el buscar de veras al Esposo celestial pero como la había escogido el Señor no quiso que pasase mucho tiempo sin que lograse las copiosas gracias que su Majestad le disponía y el día de hoy experimenta con provecho de su espíritu y adelantamiento en la virtud en continua oración, ayunos, penitencias y trato familiar con Dios y en pureza de vida que observa, que a fin de que sea más acepta a Dios y más perseverante en su firmeza se ha obligado con voto a perpetua castidad. Ha mostrado Dios lo mucho que se agrada en esta alma porque llegando a comulgar por dos veces le ha dado a sentir suavidades celestiales y otras dos mucha amargura, de lo cual, desconsolada esta alma acudió a su confesor quien la dijo que no daba Dios consuelos sin mezclarlos con tormentos y que sin duda le significaba el Señor lo mucho que deseaba padeciese por su amor. De todo lo cual ha tenido larga experiencia esta persona permitiéndole el señor varias aflicciones causadas del demonio al entrar en la oración con representaciones feas, especialmente cuando medita la pasión de Cristo nuestro bien; pero a todo constante esta alma ha resistido deteniéndose más tiempo en la oración porque sea más gloriosa la victoria. Ha significado también Dios lo que se agrada en esta lucha porque si alguna vez le sucede no despertar a tiempo para entrar [fol. 8vto.] a tiempo en la oración le da Dios grandes dolores en el cuerpo que le sirven de despertadores; y así que se pone a tener la oración cesa el combate en el cuerpo para que empiece en el alma. Todo ésto confiesa esta persona se debe a la intercesión de San Francisco Javier. Cayó una persona gravemente enferma con riesgo no menos en el cuerpo que en el alma porque había tres años que no se confesaba y aunque 216.
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se veía apretada del achaque no hacía diligencias para su remedio. Reparólo una persona de baja esfera que le asistía y temiendo no se malograse aquella alma, se valió de San Francisco Javier. Hízose con otro su novena pidiéndole el remedio espiritual del enfermo. Tuvo efecto la oración porque al tercer día de la novena el enfermo llamó a un Padre, dispúsose para morir y al 5º día murió dejando esperanzas de su salvación. Una mujer de pocos años llegó a lo último de la vida acometida de un tabardillo furioso cuya fuerza la tenía ya denegrida y a juicio de todos sin esperanza de salud. Congojados sus padres de no hallar remedio en lo humano acudieron a la protección de San Francisco Javier prometiéndole hacer su novena y que la enferma (si sanaba) traería la sotana de la Compañía por espacio de un año como acostumbran algunas personas devotas a insitación de la B. N. Doña Marina de Escobar26. Luego que hicieron los padres esta promesa le sobrevino a la enferma un copioso sudor con que despidió el achaque y sanando en muy breve tiempo cumplió su promesa y vive muy reconocida al Santo. Otra mujer padecía de asma con notable fatiga y compadecido de su trabajo le dijo una persona que hiciese la novena de San Francisco Javier, hízola y cobró entera salud. Una mujer más atrevida que devota al tiempo que con general aclamación se le hacía la novena al Santo por el mes de marzo vino a suplicar a San Javier la conser [fol. 9] vase en una mala amistad que tenía con un hombre que tanto arrastra una pasión que aun para temeridades hace invocar a los santos. No quiso San Javier que tal desacato prosiguiese en ofensa de Dios a quien todos en él veneraban aquellos días. Dióse una grave enfermedad a la mujer al tiempo en que se hacía la novena con piedad no merecida a su locura pues fue achaque del cuerpo que le sanó el alma porque visto el castigo reconoció de dónde le
26 Marina de Escobar (1554-1633). El P. Luis de la Puente recopiló sus escritos y así apareció en 1665: Vida maravillosa de la venerable virgen doña Marina de Escobar, natural de Valladolid, sacada de lo que ella misma escribió de orden de sus padres espirituales. Escrita por el V. P. Luis de la Puente... su Confesor. S/l, por Francisco Nieto M.ª (1665).
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venía: Llamó a un Padre y arrepentida de sus yerros confesó sus culpas y refirió la temeridad suya que con la enfermedad castigaba San Francisco Javier. El bachiller José Antonio Clavijo, médico en esta ciudad de Santafé, hizo relación de caso siguiente como quien lo había experimentado. Cayóle a éste una reuma gálica de la cabeza a la garganta hizo asiento allí el humor en el güeso exterior y hombro izquierdo en el cual se le formó una apostema y habiéndose aplicado varias medicinas así internas como externas, purga y las sangrías, y después de copiosísimas evacuaciones le quedaron los accidentes no medicados sino recrecidos en mayor mal; y buscando él en los libros algún remedio para su curación halló en Hipócrates el desengaño de sus males porque vio en él que con el hueso cavado ya de la fuerza del humor y tener principios de [ilegible] era imposible el vivir y sólo esperar la muerte era el alivio en su congoja. Con este desconsuelo recurrió a San Francisco Javier, hízole voto si le daba salud de asistir con el uso de médico a todos los pobres que pudiese en nombre del santo. Hizo este voto a los 22 de diciembre de 91 y teniendo ya cinco meses que había que un grande tumor sobre el humoroso y denegrido como un terciopelo con dolor intensísimo que no podía sufrir al instante que hizo el voto se halló manifiestamente libre del peligro y de todas sus dolencias, quedando milagrosamente sano. Así lo afirmó y escribió el mismo para gloria del Santo y devoción en todos. [fol. 9vto.] [Al margen: Favor de San Francisco de Borja con uno que perdió el juicio] Llegó el año de 91 al colegio de Pamplona el Padre Diego Francisco Altamirano, Visitador de esta Provincia, y con un mozo el cual cayó malo. Tratóse de su cura aplicáronle un remedio pero no cautelándose él como debiera le sobrevino un pasmo (de que es viciada aquella ciudad) [y] perdió el juicio. Acudieron con la nueva a nuestra casa llamando al Padre Visitador quien salió luego llevando consigo una reliquia de San Francisco de Borja; aplicósela al doliente que al punto volvió en su entero juicio y sanó en breve del achaque. A estos casos milagrosos de nuestros Santos añado dos apariciones de almas de purgatorio. Murió en Santafé un administrador de una hacienda nuestra; debía algunas deudas y entre ellas tocaba parte a la Compañía. Él era de ejemplar vida, de suma fidelidad y amantísimo de nuestras casas; sirvió siempre con crédito por doce o catorce años. Después de muerto se le apareció a su 218.
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mujer por espacio de seis meses tres veces pidiéndole suplicase a sus acreedores le perdonasen. Vino ella a nuestra casa dio cuenta al Padre Rector individuándole cómo él mismo la esforzaba con decirlo, que era su esposo, y [al margen: y que hablase al Padre Rector y que le pidiese que le perdonase aquella deuda]; hízolo el Padre Rector y volvió luego la mujer y le dijo cómo ya le había dicho que se iba a descansar y con ésto cesó un ruido continuo que había en su casa los lunes y los viernes. El otro, como se juzga, fue uno que a la hora de la muerte fue admitido a nuestra Compañía. Era varón inculpable, de grande celo de la gloria de Dios y muy deseoso de su salvación. Después de muerto se apareció varias veces haciendo ruidos para que le hablasen; hablóle últimamente uno y dijo el alma que de otras cosas por lo que tenía mucha pena era por haber dejado de leer el Contemptu mundi27 como le había aconsejado uno de la Compañía que la encomendase a Dios; hízolo el que le habló y otros y segunda vez se apareció, diciendo, que lo que le había aliviado mucho eran los rosarios. [fol. 10] [Al margen: Lo que se ha mejorado en lo temporal esta Provincia] Después de referir los espirituales empleos de los colegios se sigue hablar de lo que se ha mejorado en lo temporal la Provincia [y] si bien es poco lo que hay en esta parte, no obstante uno u otro colegio se han mejorado. En la ciudad de Cartagena con la venida de galeones de España a aquel puerto y concurso de las Indias al mismo para los tratos temporales pudo el colegio resarcirse alguna cosa en sus daños. [Al margen: Cantidad de pesos que se quitaron en Cartagena] Quitáronse más de doce mil pesos de censo. Y aunque este renglón en otra parte fuera de mucho alivio no es tanto en aquella ciudad por lo caro que es en sus géneros y el poco avío que de éstos tiene el colegio. [Al margen: Mejoras del colegio de Tunja] En el colegio de Tunja28 ha habido un buen principio para su total desempeño. Murió un caballero llamado Don Lorenzo de Rojas y dejó a la
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Se refiere al famoso libro de Tomás de Kempis, De la imitiación de Cristo.
28 Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial. Bogotá-Tunja. Pontificia Universidad Javeriana y Academia Boyacense de Historia (2010) 2 vols.
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casa de Tunja lo que tenía que era unas casas muy hermosas y bien fabricadas que caen a la misma plaza de la ciudad y estaban antes tan juntas a nuestro colegio que con quitarles solo la pared intermedia están corridas con todo el colegio y una hacienda quantiosa llamada Firavitova29 de grandes comodidades y en opinión de todos la mejor de este Reino. Pero quedó este legado con cargo de que reconociésemos las cargas que dicho caballero tenía sobre sus posesiones, que serán doce mil pesos, pero todo ello valdrá veinte mil poco más. La hacienda es buena y con más pensión podía admitirse porque como lo fomenten basta ella sola para desempeño del colegio. Y tiene una grandeza que es de pan sembrar toda ella y aunque no llueva en el año más de 300 fanegas de sembradura admiten riego con que se asegura en mucho el sustento de los nuestros. Con ocasión de esta herencia son muchos los émulos que se han levantado a quienes estimula la envidia para alegar derecho en esta hacienda. El colegio ha entrado ya en posesión de ella y parece que todos los opuestos saldrán vencidos30. Merece también especial memoria la dotación que [fol. 10vto.] hizo de una escuela de Niños en nuestra casa de Tunja el capitán Don Francisco Niño de Alvarado31 dando para ella una pesesesión que está en los egidos de aquella ciudad32 en valor de seis mil pesos, con cargo que tenga la Compañía dedicado un religioso a la enseñanza de los niños como ya lo tiene con conocido provecho de los vecinos en la enseñanza de sus hijos que
29 La hacienda estaba inserta en el curato de Firavitoba. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Academia Colombiana de Historia y Ediciones Lerner (1930) 135-136. 30 Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial, I, 347-348. 31 Copia de la escritura de donación puede verse en: ANB. Temporalidades, 13, fols. 749 y ss. Entre sus condiciones el fundador exigía “que en dicha escuela no se puedan recibir indios, negros, mulatos ni zambos”. 32 Según el Memorial del P. Juan de Rivera (Archivo Histórico de Tunja. Noviembre de 1704) el predio quedaba contiguo al “pantano y fuente grande”. Citado por Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 166.
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se ven adelantados en la doctrina y ejercicios de la escuela. Tiene no obstante esta posesión su embarazo porque el gasto es crecido y aunque se ve el provecho en efecto es tardío porque no tienen salida los géneros y para su buen consumo era necesario conducirlos al puerto de Cartagena y ésto tiene muchas dificultades. Entre estos bienes temporales quiero contar una dotación que hizo un vecino de Tunja que aunque es muy pía por ser con mezcla de lo temporal la refiero aquí. El vecino es el capitán José Tellez impone dos mil pesos de principal para que de sus réditos se costeen los gastos de dos Misioneros que han de correr la jurisdicción de Vélez y sus contornos todos los años o las veces que determinase el Padre Provincial que lo fuere de esta Provincia. Obra digna de toda estimación por el alto fin que tiene de la gloria de Dios y conversión de las almas. [Mejoras en el colegio de Santafé] Tambien ha contado sus mejoras el colegio de Santafé en dos haciendas nuevas que compró llamada la una Buena Vista y la otra Guatavita. Y aunque se tomaron dichas haciendas con algunos censos sobre ellas tienen sus conveniencias de consideración, pues se asegura en ambas el sustento para los nuestros en el continuo gasto de pan. La de Buena Vista es contigua con una hacienda que antes tenía este colegio y juntas ambas pueden crecer mucho porque son de ganados mayores y en sus pastos pueden tener más de 3000 cabezas. Llégase a eso el que tiene tierras bastantes para sembrar trigos que ha sido el fin de comprarla. La de Guatavita es hacienda de [fol. 11] consecuencia si se avía bien porque tiene tierras para cinco o seis mil cabezas de ganado menor y muchas de pan sembrar y el trigo es de los mejores del Reino. Compráronse ambas haciendas para tener seguro el pan porque aunque antes tenía este colegio hacienda para ese efecto por poco útil y que gastaba más que lo que rendía se vendió con conocida ganancia del colegio. No sólo en esto se ha mejorado esta casa sino que fue Dios servido de mover a un mercader rico, que no tenía hijos, a que en el fin de sus días nos dejase una parte de lo que tenía. El era el capitán Martín de Ayendi que en la vuelta de armada cayó malo en el camino; dióse aviso a la Compañía que dilataba
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de allí por dos días, vino uno de los nuestros asistídole y dejó el mercader para este colegio parte de su hacienda en cantidad de [en blanco]. Mezcló Dios este alivio con el trabajo que hubo este colegio el año de 91, a 23 de abril, y fue que se fabricaba la capilla mayor de nuestra iglesia y es acabada ya la media naranja de ella, se empezó así sintiendo y descubriendo timos cuando menos se esperaba porque parecía estar perfectamente acabada. Consultáronse oficiales de este arte para ver qué se haría y fueron de parecer que se derribase. En este pensamiento estaban cuando la noche antes del día que habían determinado subir a derribarla se vino todo aplomo con mucha ruina de la iglesia pero con mucha felicidad porque no sucedió desgracia alguna en la gente. Las nueve eran de la noche cuando con ruido no imaginado y temblor de todo el colegio por el peso que caía dio en tierra la fábrica perdiendo en ella este colegio más de 1000 pesos y maltratándose el primer tramo de nuestra iglesia. A aquella hora bajaron los nuestros y sacaron del sagrario el Santísimo Sacramento para ponerlo en parte decente. Y aunque vinieron muchos a nuestras puertas para ayudar en lo que podía ofrecerse se negó a todos la entrada por el bullicio en tiempo [fol. 11vto.] tan digno de el silencio como la noche. Venida la mañana vino el Señor Presidente y Real Audiencia a dar el pésame del trabajo y toda la ciudad concurrió a lo mismo. Dos cosas hubo dignas de edificación en este tiempo: la una de parte de los nuestros y la otra de los de fuera; porque como si no hubiera sucedido cosa alguna en casa, así prosiguieron los nuestros en sus ministerios con asombro de la ciudad ver a unos hombres tan mortificados proceder a las confesiones, comuniones y tareas de maestros como si no pasara en su casa la ruina. Los de fuera se mostraron muy benévolos a la Compañía si bien era la gente plebeya la que más se aplicaba a nuestro alivio porque la principal de la ciudad nos mira con poco amor. Juntáronse más de 300 hombres que de balde asistieron a la ruina derribando unos 10 que amenazaba caída, aliñando otros los tejados, otros limpiando la iglesia, otros mudando a otro sitio las campanas, otros disponiendo materiales para aliñar la iglesia. Y fue de suerte que en un día limpiaron toda la iglesia de todos los materiales y entejaron de nuevo gran parte que había caído del techo de nuestro templo. Discurrióse variamente cuál sería la causa de la ruina y nos imaginaban que nació de un 222.
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temblor que hubo unos meses antes en esta ciudad; otros que sería defecto de la mezcla porque quizá no fue muy buena la cal. En fin la causa no se sabe. Algunas personas piadosas dieron algunas limosnas a nuestro colegio para su reparo pero todo cosa corta porque aún no llegó a 1000 pesos lo que se dio. Y de esto quien más dio fue el señor Don Juan Martínez de Oviedo33 deán de esta santa iglesia; y no cesó sino que procuró proseguir con algunas limosnas, aunque cortas dignas de estimación, por no sobrarle mucho su caudal porque favorecía a muchos pobres. Después han dado algunas otras limosnas con cuyo fomento y el de el colegio se va continuando la fábrica con mucho aseo y parece que en breve estará la iglesia para servir con su capilla mayor acabada. [fol. 12] [Al margen: Mejoras de el Colegio Seminario] El Colegio Seminario de colegiales seglares de esta ciudad ha tenido también algunas mejoras. Murió en este arzobispado el ilustrísimo Señor Don Antonio Sanz Lozano34 y le dejó unas casas que había fabricado su señoría en la ciudad de Cartagena y con sus réditos podrá sustentar este colegio a tres o cuatro colegiales pobres para que sean dignos operarios del Señor35. También por fin de sus días dejó al Colegio Seminario el Sr. Don Juan Martínez de Oviedo deán de esta iglesia 2000 pesos para un colegial pobre, el que determinare la Compañía. Obras dignas de estimación porque hay muchos sujetos de prendas en este Reino que por su pobreza no pueden darse a las letras y con ésto se lograron muchos sujetos a gloria de Dios Nuestro Señor. 33 Juan Baptista Martínez de Oviedo. Nacido en Ibagué y alumno de San Bartolomé. Canónigo, maestrescuela, arcediano, deán provisor y vicario general de la Iglesia de Santafé. Véase: José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo IV: Cabildo Eclesiástico. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1971) 67-68. William JARAMILLO MEJÍA (Dir.). Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Nobleza e hidalguía. Colegiales de 1605 a 1820. Santafé de Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (1996) 239. 34 Antonio Sanz Lozano (1681-1688). Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 250-256. 35 José RESTREPO POSADA. “Testamento del arzobispo Don Antonio Sanz Lozano”. En: Repertorio Boyacense. Tunja 44 (1958) 529-533.
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Otras mejoras no ha habido en esta parte de Provincia como ni de lo común a toda la Compañía otra cosa especial. Cosas particulares ha tenido las siguientes. [Al margen: Misiones que se han hecho estos tres años. La misión del partido y jurisdicción de Tunja] Por varias partes han salido nuestros obreros en estos tres años buscando con misiones la salud eterna de las almas36. Salieron dos por la jurisdicción de Tunja37 y corrieron más de 450 leguas publicando el jubileo de la misión. En 28 haciendas de campo y 27 pueblos cuyos nombres son: Vélez, Gueveza, Platanar, Chanchón, Guane, Guarigua, La Villa de San Gil, Chalala, Site, La Capilla, Suaita, Chitareque, Villa de Leyva, Muzo, Las Minas de Muzo, Turmequé, Chirivi, Tibana, Tensa, Nuestra Señora de Teresa, Sogamoso, Tota, Paypa, Tuta, Firavitova, San Benito y Etavo. En todos estos pueblos y sitios en que se publicó el jubileo santo de la misión experimentaron los Padres singular gloria de Dios, provecho de las almas y mucho aprecio de nuestro apostólico instituto. El modo de publicar la misión38 generalmente fue por espacio de ocho o seis días, o más tiempo, si era numeroso el pueblo. Empezábase de noche con la procesión del acto de contrición por las [fol. 12vto.] calles, repetían en el silencio algunos desengaños y dogmas de nuestra fe en saetillas, hacían tres o cuatro actos de contrición en las esquinas o parte más acomodada para el concurso, volvían a la iglesia de donde habían salido con la procesión y Santo Cristo, y ponían fin con un sermón que abría la misión. Los otros días proseguían en los sermones precediendo a estos pláticas de la doctrina cristiana. En aquellas grutas, tales son los sitios y mala población 36 Sobre este tipo de misiones, véase: John W. O’Malley. “Misiones populares”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III, 2691-2693. 37 Para seguir esta descripción nos guiaremos por el capítulo X: “De los curatos de la jurisdicción de Tunja, que es más dilatada que la de Santafé, y tiene más curatos y mejores”. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 113-155. 38 Véase el modelo en: Cecilio GóMEZ RODELES. Vida del célebre misionero P. Pedro Calatayud de la Compañía de Jesús y relación de sus apostólicas empresas en los reinos de España y Portugal (1689-1773). Madrid, Sucesores de Rivadeneyra (1882).
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de vecinos, se convirtieron muchos amancebamientos en castos matrimonios, revalidáronse otros, hiciéronse algunas dispensaciones para este santo sacramento, revalidáronse confesiones mal hechas. En una de estas partes sucedió venir a oír la primera vez misa muchos de 16, 17 y 20 años y ésto personas blancas que jamás salieron de sus retiros. Admirábanse los curas de ver tantos y tan nuevos vecinos de que no tenían ellos mismos noticia. Encontrábanse hombres que abandonado el temor de Dios y desesperados de la salvación vivían en todo género de maldades, los cuales se remediaron con el fervor y celo de los Padres. Con este tan loable como digno ejercicio de la Compañía salían muchos de sus yerros, conocían las senda de la salud eterna, advertían los preceptos divinos y eclesiásticos, penetraban los dogmas de nuestra fe, horrorizábanse del pecado y aunque individualmente [testado: los] no he tenido los sucesos de estas correrías por lo que uno de los Padres dice en una carta escrita al Padre Visitador Diego Francisco Altamirano se saca lo mucho que se sirvió Dios de nuestros obreros en su viña. Dice que sólo en un pueblo hizo 22 confesiones generales necesarias que habían llegado a confesarse y recibir el santo sacramento de el altar más de 300 personas. Y en un solo pueblo así correspondió al trabajo el fruto qué sería en los demás donde crecían otras circunstancias como son haber cobrado fama la misión y estar más necesitados de enseñanza. [fol. 13] [Al margen: Misión por el Obispado de Popayán] Por el Obispado de Popayán a petición del Señor ilustrísimo don Pedro Díaz Cienfuegos39, esclarecido obispo en aquella diócesis y dignísimo de cualquier mitra, salió uno de los nuestros a hacer misión. Dio la vuelta de Popayán a Antioquia y de esta ciudad a la de Santa Fe publicando en todas las partes que podía el jubileo de la misión. Mejor lo dirán sus palabras que [Testado] da razón de lo que hizo en una carta que escribió al Padre Diego 39 Pedro Díaz Cienfuegos. Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 351. Juan Buenaventura ORTIZ. Historia de la diócesis de Popayán. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1945) 275-276. Rubén VARGAS UGARTE. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos, Imprenta Santa María (1960) III, 348-353.
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Francisco Altamirano Visitador de esta Provincia, dice así: De Popayán para Antioquia me adelanté al Señor Obispo con su licencia que me dio de buena gana y con la bendición del Padre Rector del colegio de Popayán. Salí a misión [y] empezéla por una hacienda donde comulgaron 68 personas. De allí me fui a Cali y Buga y a las demás ciudades y pueblos del obispado. Entré también a las minas de Antioquia y Medellín y en todas dieron lugar sus dueños a los esclavos con lo cual se logró el tiempo con consuelo en todos los lugares y casas de campo. Ha acudido toda la gente siempre a los sermones y pláticas con tanta frecuencia como pudiera hacerlo para ver fiestas; comulgaban todos y algunos que no podían por hallarse fuera, en viniendo a su casa y sabiendo lo que había habido, iban a donde estaba la misión y algunos con sus familias enteras tres y cuatro jornadas de sus pueblos, otros pasando el río Cauca muchas veces. En un despoblado de tres casas se juntaron y 10 personas según los que comulgaron el último día. De esto procedió el detenerme más de lo que pensé porque como llegaba a los lugares y parajes se juntaba gente como si a cada uno le hicieran propio para convidarlo y así donde pensaba estar tres días me era preciso estar nueve y ésto ha sido muy ordinario especialmente desde el primer tercio del obispado para adelante. Causóme admiración cómo sabían algunas personas el que iba o hacía misión y preguntados me aseguraron que por caminos [fol. 13vto.] y modos tan fuera de lo posible, que yo los hube en muchos por milagrosos, como son vocear en los montes que les avisaban: misión, misión en tal parte, allá está el Padre. A otros en sueños se les representaba lo que yo predicaba en la iglesia como que ya les sucedía y que le decían: mirad si es verdad lo que predica el Padre y así venían a la misión dispuestos ya a confesarse. El número de comuniones ha sido mucho especialmente en Cali, Buga, Aburrá, Antioquia y Sopetrán donde llegarán a 5000 con poca diferencia de seis u ocho en cada uno de estos lugares. Las confesiones revalidadas, puedo asegurar de las que yo hoy [sic] que han sido casi todas y me han asegurado mucho de eso los demás confesores que estaban admirados y no sabían cómo llamar a la misión por los efectos que veían hacía en las personas. En los pueblos de indios no ha sido menos el consuelo que he tenido y me acuerdo ahora más claramente que de estos casos, de éste: una india después de haberse confesa226.
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do vino a mí a reconciliarse para comulgar y diciéndome que no tenía cosa más que un sueño que había tenido del cual se acordaba entonces porque al verme conoció que yo era con quien había soñado, que a mis pies vomitaba sus tripas y que yo le decía que no era cosa de cuidado y la animaba a que no tuviese miedo, que no moriría por aquello y que le lavé los intestinos que estaban muy negros en una gran laguna hasta que quedaron limpios y entonces y entonces despertó; y porque me había visto que era con quien había soñado vino a decírmelo. Conocí que callaba pecados y así se lo pregunté y hallando que tenía necesidad de confesión general la hizo con estas lágrimas de consuelo. A mi juicio, aunque había callado pecados por miedo, no sabía que en ello pecaba ni que era necesario decir todo lo que había en la conciencia. Al volverme a Santafé acabada la misión me aseguró en Medellín el Señor Obispo que su Vicario de Antioquia le había dicho que solos dos hombres quedaron en su ciudad sin haber oído la misión y que los dos habían muerto sin confesión [fol. 14] dentro del mes de acabada la misión mientras yo la hacía en las Minas. Admiróse el señor Obispo de las dispensaciones que era necesario hacer y de mí creo que he hecho más que muchos Papas juntos en solo esta misión. Lugar ha habido de 32 dispensas. Confesiones de 40 y de 20 años; y de una persona que no solo confesarse, pero ni los confesores tenían aliento para confesarla quedó confesada y avisados algunos confesores de que lo hiciesen con frecuencia y sin recelo de su conciencia. Los matrimonios que se han revalidado de que tengo noticia pasan de 200. Los que se han hecho necesarios que he sabido por el Señor Obispo han sido algunos pero los más de mi consuelo. Uno de 40 años de comunicación mala, otro de 20 y otro de 26 y en otro de 11 años. Gente hubo que no sólo sermón o plática de Dios y del cielo había oído pero que ni sabía si había otra vida, alma, o infierno, demonios, o porque si alguna vez lo oían nombrar no pensaban qué cosa fuese aquello; el parentesco hacia el más cercano sin hacer reparo en ello y entre algunos que lo hacían había un error que con encender la lámpara al Santísimo no había que tener sepan [¿?] ni para casarse, ni para decirlo al confesor. Hasta aquí la
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carta del Padre que anduvo en misiones por el obispado de Popayán40. Del mismo escribe el capitán Felipe de Herrera41, uno de los más principales vecinos de Antioquia, que sólo su virtud y celo pudiera haber apagado enemistades que había en aquella ciudad. En este particular es digno de memoria lo que le sucedió en uno de esos lugares en que anduvo. Había enemistades en él y encendidas entre los principales de el lugar. Medió el Padre y no consiguiendo nada convidó a un día determinado para sermón. Asistieron todos y el principal de los enojos encubierto. Explicó al Padre la oración del Padre Nuestro y al llegar a aquellas palabras: Dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus. Dijo antes: atención fieles: Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos, repitió y dijo: parece que no lo he dicho [fol. 14vto.] claro y levantando más la voz que pronunció dos veces las mismas palabras. No fue necesario más sermón, todos empezaron a hacer en la misma iglesia sus amistades. El [testado: esta] principal que estaba encubierto salió y se puso a los pies de su competidor y quedaron todos amigos. Hizo estas correrías el Padre a fines del año de 90 y por no estar referidas en el annua de ese año las he puesto aquí. Segunda vez este año de 93 han ido dos de los Nuestros a Antioquia para hacer en sus lugares misión y en las Minas de esta gobernación. [testado] Publicaron el jubileo santo de la misión en Antioquia, Medellín, Sopetrán, Río Negro y en otras poblaciones y en las Minas. Fue en todos grande el fervor con que asistieron, hicieron muchas generales confesiones, concurrieron mostrando siempre devoción y aunque no hubo casos extraordinarios sucedió lo que se desea que es el aumento de la gracia o reparación
40 El misionero fue el P. José de Cases (Valencia [España], 5 de marzo de 1644-Cartagena, 19 de marzo de 1698). Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de marzo de 1667. Atravesó el Atlántico en 1684. Para su biografía, véase: Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid, Imprenta y Librería de Manuel Fernández (1741) 574-599. Una síntesis en: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 443-445. 41 Capitán Felipe de Herrera. Capitán de Santafé de Antioquia en enero de 1704 y padre de varios jesuitas. Véase: Gabriel ARANGO MEJÍA. Genealogías de Antioquia y Caldas. Medellín, Imprenta Interdepartamental (1942) Vol. 1, 444.
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de ella por los sacramentos de la confesión y comunión. Recibieron en estas partes estos sacramentos 4477 personas42. [Al margen: Misiones en otras ciudades de este Reino] Además de esto se ha publicado la misión en dichas ciudades de este Reino cuales son Pamplona, Mérida, Grita, Salazar y Maracaibo con conocido provecho de las almas, crédito de la Compañía y aprecio de ministerio tan santo. En todas estas partes se publicó con el orden que dije arriba y así no tengo que repetir lo dicho sino añadir solo lo particular que en estas misiones ha sucedido. En Pamplona se publicó este santo jubileo el año de 92 con muchísimo gusto y provecho de la ciudad. Empezóse martes 26 de marzo con la procesión de noche en la cual fue para admirar el concurso de gente en ciudad tan corta y con silencio tal que no se conocía si iba gente alguna sino sólo en las exhortaciones breves para el acto de contrición que se hicieron 4, en las cuales con sollozos, lágrimas, golpes de pecho y otras demostraciones significaban [fol. 15] el dolor que habían concebido de haber agraviado a Dios. Iba tal todo el concurso que siendo la ciudad muy llena de todo en sus calles no reparaba en arrojarse al suelo clamando a Dios misericordia y tan admirado de lo que oía que siendo bien conocidos los Padres que hacían las exhortaciones breves hubo quien no los conociera y preguntara después quiénes habían sido. Tanto atendían a arrepentirse sin reparar en quién les predicaba. En la asistencia a los sermones que se hicieron de noche en la iglesia del reliogisímo convento de Religiosas de Santa Clara de aquella ciudad, a petición de la ciudad y religiosas y porque aquella iglesia es más capaz para recibir el concurso que la nuestra, no fue inferior el concurso a otras ciudades en que se ha publicado la misión y aunque parece que por la cortedad de el lugar había de ser muy moderado sucedió lo contrario porque concurrían tantos que no cabían en la iglesia. Y es cosa en este lugar para admirarse porque es molestada aquella ciudad de temblores de tierra por cuya causa en los sermones no entra el 42 Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Los jesuitas en Antioquia 1727-1767. Aportes a la historia de la cultura y el arte. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2008) 90-99.
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auditorio a lo interior de la iglesia sino que se queda lo más con la puerta abierta cerca de ella por si sucede algún temblor como ha sucedido salir breve antes que con la iglesia arruinada peligren todos. Pero en esta ocasión se llenaba la iglesia hasta lo más interior de ella venciendo en todos el deseo de aprovecharse al temor de los terremotos. De la palabra de Dios nace temerle y de aquí detestar la culpa que se experimentó fervorosamente en estos días que cinco padres que había en el colegio ocupados en confesar, no bastaban al concurso de confesiones. Revalidáronse algunas, hiciéronse muchas generales y entre otras sucedió en unos que el Padre que hacía los sermones de misión dijo al fin de uno que rezasen un Padre nuestro y ave María por una persona que diez años había no se confesaba bien. La oración tuvo efecto y vino después uno diciendo ser él quien [fol. 15vto.] en aquellos diez años no se confesaba bien y con una bien hecha confesión borró su mala vida. Entre otras confesiones generales sucedió la de un hombre anciano que había más de 50 años que se confesaba sacrílegamente por haber callado desde los primeros años de su juventud un pecado de bestialidad. Y aunque (como él confesó) eran vehementes las inspiraciones que continuamente le daba Dios para que lograse este sacramento cedió al empacho su bien dejándose vencer por tanto tiempo de la vergüenza hasta que al tercer día de la misión oyendo en una de las pláticas de la doctrina cristiana aquel celebrado ejemplo de la mano peluda, que sucedió al Padre Juan [por José] Ramírez43, se compungió y horrorizó de suerte que no pudo sosegar en toda la noche y asustado con el peligro de su condenación se resolvió a confesarse con claridad. A la mañana vino a nuestro colegio a ejecutar su buen propósito pero era tanto el concurso que en todo el día no pudo llegar. Y no dudo le dilató Dios con providencia el remedio para que con más eficacia los visitase. Pasó la 2ª noche en continuas lágrimas y dolor de sus culpas y no pudiendo sosegar se levantó de la cama y escribió con claridad y distinción el discurso de su vida que había sido muy estragada, pues despechado ya se había entregado a 43 Pensamos que se refiere a José Ramírez del Rincón (Pamplona, c. 1663-Mompox, 14 de diciembre de 1696). Ingresó en la Compañía el 15 de julio de 1680. Profesor de gramática en Mompox.
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todo género de vicios. Por dos o tres veces había salido al campo con un lazo a quitarse la vida pero siempre había hallado estorbo que le impidiese resolución tan dañosa. A las 10 del día siguiente vino a nuestro colegio y hallada ocasión empezó su confesión con muchas lágrimas. Díjolo 1.º el pecado que había callado, el número de confesiones y comuniones malas que había hecho y queriendo darle tiempo para que examinase su conciencia, respondió que ya lo había hecho porque le había dado Dios tal conocimiento de sus pecados que [fol. 16] los tenía tan presentes como si los viera y sacando unos pliegos de papel refirió enteramente sus pecados con gran consuelo de su alma y propósito de enmendar la vida. Acabó su confesión con resolución firme de servir a Dios y se fue dándole gracias por el beneficio que le había hecho. Vivía una mujer mal amistada con un eclesiástico el cual estaba tan apasionado por ella que recelándose que con la confesión cesaría aquella amistad intentó persuadirla que no se confesase pero no pudiendo recabar de ella tan impía resolución, [al margen: le pidió que no fuera en nuestro colegio y negando la mujer esto también diciendo que no podía acomodarse a confesarse con otro] la indujo con sagacidad maliciosa en un error cual fue que el confesar entero el número de los pecados era voluntario y no forzoso y que con confesar algunas culpas era válido el sacramento. Con esta ignorancia que en ella fue afectada pasó algunos años ocultando siempre la torpe amistad en que vivía sin que bastasen los remordimientos de conciencia (que como ella confesó eran vehementísimos) a que confesase con claridad sus pecados hasta que oyendo una plática de la integridad que es necesaria en el sacramento de la penitencia con el ejemplo que referí se resolvió a confesarse con claridad. Hízolo así con muchas lágrimas de dolor, mudó de vida y persevera en ella. En fin, la ciudad toda se vio movida con los sermones, devota a las exhortaciones, mejorada en sus procederes, aclamando todos que no habían tenido días como aquellos en que Dios les había hecho tantos beneficios que lograron con las confesiones y comuniones de suerte que las últimas semanas de cuaresma no hubo que hacer más que reconciliaciones y admirar cómo se habían mejorado las costumbres. Ni fue solo esto veleidad ocasionada de 231.
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la novedad sino, como se vio, deseos verdaderos de su bien pues continúan hasta ahora con la frecuencia de sacramentos muy de ordinario. [fol.16vto.] [Al margen: Misión en Salazar y una hacienda de casa que hay junto aquella ciudad] Salió uno de los nuestros el año de 92 de Pamplona para la ciudad de Salazar44, cuyo sitio es entre montes de temple cálido, la gente poca y está retirada toda en sus casas de campo, a hacer misión a petición especial del cura y vicario de esta ciudad. Llegado el Padre a Salazar había ya corrido la voz de que iba uno de los nuestros a publicar allí este santo jubileo y para aquella cortedad de tierra fue mucho el concurso y aunque parece había de haber embarazo para la misión por estar los vecinos ocupados en sus sementeras de tabaco, género que únicamente corre por moneda en aquella tierra, lo dejaron por conseguir el bien de sus almas. Miércoles 23 de abril empezó la misión con la procesión solemne que se hizo de noche y actos de contrición en exhortaciones breves por las calles de la ciudad que no pudo ser larga como se pide la procesión porque lo embarazó una lluvia que cayó repentina; condújose el concurso que sería de 300 almas a la iglesia donde se hizo el primer sermón y en la misma iglesia y tiempo nocturno se prosiguió hasta acabar la misión que duró seis días porque no fue necesario más. En esta noche se mostraron todos muy contritos y devotos mostrando con sentimientos propios el asombro que concibieron de sus culpas. Prosiguieron así puntuales oyendo los demás sermones y en uno de ellos sucedió que después de rato que se había acabado estando ya en sus casas aún no acertaban a hablar de pavor. Llegaría el número de confesiones y comuniones [testado: el num] a 300 porque son muy pocos los vecinos que allí hay. Revalidáronse muchas confesiones necesarias por haber callado pecados en las confesiones antecedentes y haber corrido años con el tosigo de la culpa en el alma. Quedaron todos gustosísimos con el bien que habían recibido en la misión [testado: prosigu] pidiendo instantemente se les repita este ejercicio para proseguir en el bien comenzado. 44 Dista dos jornadas de Pamplona. Consta de 400 vecinos todos pobres. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 194-195.
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[fol. 17] De aquí pasó el Padre a la hacienda que [testado: dijo] tiene la Compañía en aquel distrito y luego que se supo que allí hacía el Padre pláticas a los esclavos venían de un día de camino asperísimo muchos a oír las pláticas y se juntaba buen número de gente que renovó de nuevo el recibir los sacramentos; y siendo la tierra infestadísima de culebras no dudaban venir por entre el monte de noche a oír las pláticas y decían que si en Salazar que dista medio día de camino se hicieran fueran a oírlas. Con esta aceptación se acabó allí la misión. Después de algunos meses vino el cura de aquella ciudad a la de Pamplona y aseguró duraba aún el buen fruto que se había cogido en los vecinos y que estaban muy deseosos de su salvación. [Al margen: Misión en la ciudad de La Grita] Con ocasión de salir de esta ciudad de Santa Fe para la de Mérida el Padre Matías de Tapia45 por Rector de aquel colegio con el Padre Andrés de Molina46 maestro de humanidad les ordenó el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano hiciesen misión en las partes por donde pasaban. Obedecieron puntuales y después de haber publicado lo que he dicho en la ciudad de Pamplona en prosecución de su viaje llegaron a la ciudad de La Grita47, tierra corta y de pocos vecinos y esos casi todos en las labores que tienen de casados. Pero por haber llegado en tiempo de Semana Santa estaban los ciudadanos juntos con que pudieron los padres emplear su fervor publicando el jubileo de la misión. Hizo los sermones el Padre Andrés de Molina y las pláticas de doctrina cristiana el Padre Rector Matías de Tapia. Empezóse la misión miércoles santo del año de 92 con la procesión de noche, actos de 45 Matías de Tapia (Antioquia, 25 de octubre de 1657-Cádiz, 28 de julio de 1717). Ingresó en la Compañía el 2 de septiembre de 1675. Laboró en Santafé, Tunja y Mérida. Rector de varios colegios. Procitador a Madrid y Roma. Escritor. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 663-665. 46 Andrés de Molina (Santafé, 30 de noviembre de 1663-Mérida, 27 de mayo de 1731). Ingresó en la Compañía el 25 de noviembre de 1678. Rector en los colegios de Honda, Mompox y Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 473-475. 47 Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 202-203. FUNDACIÓN POLAR (Ed.) “Espíritu Santo de la Grita y Mérida, provincia de”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 274-275.
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contrición en las exhortaciones breves que fueron 4 y con asistencia numerosa de todos los vecinos. Asistieron así clérigos que son algunos de buenas letras en aquella ciudad como todo lo lucido de ella. Hizo una de las exhortaciones con acto de contrición muy fervoroso el doctor Don Juan de Figueroa48 cura y vicario de la ciudad de que [fol. 17vto.] quedaron muy edificados todos y santamente envidiosos los otros señores clérigos de la ciudad. Prosiguiéronse los sermones de noche hasta el martes de pascua en cuyo día con procesión de la doctrina cristiana se cerró el jubileo santo. Los concursos a oír los sermones fueron muy numerosos y tanto que decían los mismos vecinos que no se acordaban de haber visto otros semejantes. Las comuniones del martes de pascua excedieron a las del jueves santo. Las confesiones fueron muchas y como a unos los llevaba la novedad a otros la necesidad llevaron el peso de todas ellas los dos Padres. Era tanta la multitud que a porfía los buscaba para confesarse que no les dejaban rato desocupado y sucedió a veces salir el vicario en persona (porque recibió en su casa con mucho agasajo a los Padres a detener el pueblo) para que diese lugar a los Padres de descansar y rezar, ejercicio que hacían a las once de la noche por no darles otro tiempo los que concurrían. Confesiones generales hubo muchísimas y las más necesarias. Porque como casi toda la gente de la ciudad vive retirada en sus haciendas es mucha la ignorancia y como es tierra corta donde todos se conocen muchos se dejan vencer del empacho de [testado] sus delitos. Personas hubo que juzgando por mayor pecado y más disforme el juntarse con una esclava suya lo calló atribuyendo la mayor gravedad a la circunstancia de la esclavitud. Deshiciéronse muchas malas amistades trocándose en matrimonios y fueron tantos que afirmó el vicario que en dos años que allí había asistido no le habían pedido tantas licencias para este sacramento como en solos aquellos ocho días. Acabada la misión
48 Juan de Figueroa ejerció el curato de la parroquial del Espíritu Santo de La Grita, entre 1657 a 1701. Entre sus actuaciones se cuenta el haber iniciado la construcción del templo de La Grita en materiales duraderos. Lucas Guillermo CASTILLO LARA. “Apuntes para la Historia eclesiástica del Espíritu Santo de La Grita”. En: Memoria del II Congreso de Historia eclesiástica (San Cristóbal, 13 al 18 de noviembre de 1972). Caracas, Editorial Arte (1975) 536.
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con mucho fruto y aprecio a nuestros ministerios prosiguieron los Padres a la ciudad de Mérida. Quisieron luego que llegaron publicar este jubileo pero no fue posible por las aguas y así lo dilataron. [fol. 18] [al margen: Misión en la ciudad de Mérida] A los principios de julio del año de 92 se publicó el jubileo de la misión en la ciudad de Mérida49. Empezóse el primer domingo del mes con la procesión de noche la cual quiso autorizar el doctor Don Onofre de Baños Soto Mayor, Visitador en nombre del Arzobispo de este Reino en aquella provincia, llevando él en aquella noche el Cristo. Anduvo la procesión las principales calles de la ciudad. Hiciéronse cinco exhortaciones breves con actos de contrición. El concurso fue numeroso [y] concurrió todo él a nuestra iglesia donde se dio principio a los sermones con el 1.º aquella noche. El día siguiente se prosiguió en los sermones precediendo antes de ellos unas pláticas de la doctrina en que el que las hizo explicó entre lo doctrinal lo más necesario, cuáles son las partes de una buena confesión. Allí dispuso el Padre Rector con parecer de los padres de el colegio que acabado el sermón que hacía de noche saliesen los de casa a oír confesiones por espacio de una hora; movióse a éste lo uno porque si a alguno movía Dios hallase fácil el remedio y no se entibiase con la dilación el buen deseo; lo otro porque es pobrísima la más de la gente en aquella ciudad y de esta suerte lograban poderse confesar con facilidad. El buen suceso que en esto hubo mostró cuán acertada fue la disposición. A la mañana siguiente de la procesión de el acto de contrición y saetillas que entonaban los nuestros vino a confesarse a nuestra casa un hombre que había años callaba un pecado nefando. Y preguntado qué le motivaba a aquella resolución? Respondió que el haber oído la noche antes a uno de los Padres aquella saetilla: Confiesa lo que has callado no amanezcas condenado, la cual lo había tenido con notable inquietud y sobresaltado de su condena-
49 Magaly BURGUERA. “Mérida”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 135-137. Véase: Edda SAMUDIO, José DEL REY FAJARDO y Manuel BRICEÑO JáUREGUI. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes. Vol. II. Mérida, Universidad de los Andes (2003) I, 267-297.
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ción50. Confesóse con muestras de verdadero sentimiento de toda la vida y con propósitos de enmendarse en adelante. [fol. 18vto.] Las confesiones generales fueron muchas. Restituyéronse algunas honras deshaciéndose muchas amistades ilícitas. Compusiéronse algunas enemistades y entre otras la de dos caballeros que estando muchos días enemistados y sin hablarse, oyendo el uno de ellos uno de los sermones de misión en que trató algo de esta materia el Predicador se compungió tanto de su escandaloso enojo que buscando luego a su enemigo le pidió perdón en público. Fue de mucho crédito de la Compañía esta misión porque a más de ser cosa nueva en aquella ciudad fueron muchos los buenos efectos que de la misión se siguieron. Lo que admiró mucho fue ver concurrir a los sermones, y pláticas a los otros religiosos que hay en aquella ciudad51 sin que de parte de la Compañía precediese combite alguno. [Al margen: Misión en unas haciendas de Mérida] Ordenó el Padre Rector a dos Padres saliesen a unas haciendas de vecinos de la ciudad de Mérida que componen una poblacioncilla en el Egido de aquella Ciudad. Obedecieron los Padres y publicaron el jubileo por el mes de agosto señalando para acabar la misión el día de San Bartolomé Apóstol. Empezóse la noche del día 18 de agosto con la procesión del acto de contrición que no pudieron ser más que dos en aquella noche las exhortaciones por la incomodidad suma de bozales y mal sitio en que están aquellas haciendas. En la ocasión estaba allí por negocios de su convento el Padre Guardián Fray Antonio de Albihagosta, quien de su voluntad quiso autorizar esta función llevando él en la procesión el Santo Cristo y haciendo el último sermón de la misión, acciones que agradecieron los Padres como era razón. El concurso de gente fue muy numeroso porque con la noticia
50 Una muestra de esta interesante literatura espiritual puede verse en el Archivo espiritual del P. Francisco Javier Trías que fue profesor en el colegio de Mérida hacia 1745. José DEL REY FAJARDO y Luz María CABARCAS SANTOYA. El archivo espiritual del maestro javeriano Francisco Javier Trías. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2008) 137-151. 51 Oneiver Arturo ARAQUE. Conventos coloniales de Mérida 1591-1886. Mérida, Universidad de Los Andes (2004).
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de que iban los padres misioneros al Egido52 concurrió mucha gente de la ciudad ya por lo gustosa que había quedado de la misión que había oído ya porque no distan sino dos leguas más o menos de la ciudad estas haciendas. Las confesiones pasaron de 400 y muchas de ellas generales, las comuniones correspondieron al número de las confesiones. Revalidáronse algunos ma[fol. 19] trimonios nulos por impedimentos de parentesco; deshiciéronse algunas malas amistades y algunas se convirtieron en honestos matrimonios. Entre otros vino a confesarse con lo uno de los padres una mujer de vida rota la cual no había querido en Mérida asistir a ninguno de los sermones de misión, persuadida a ello del amigo que la festejaba; quien para que no lo dejase le persuadió que las misiones se ordenaban a persuadir de suerte la gravedad de las culpas y severidad de la divina justicia que ponían en riesgo de desesperar de su salvación a quien asistía a las misiones. Retirada con este temor la mujer y con haberle dicho su amigo la primera noche que el predicador había dicho que raro deshonesto se salvaba no asistió a los sermones que se hicieron en la ciudad. Pero compadecido el Señor del miserable estado de aquella alma dispuso que se hallase en el Egido la noche del acto de contrición. Fue a la procesión llevada de la novedad y habiendo oído uno de los actos de contrición, cuya materia fue la piedad y misericordia de Dios que en todo tiempo llama para sí al pecador; doctrina que inmediatamente oyó ponderar en el sermón de desengaño que se hizo aquella noche, se compungió de manera que dejando la amistad torpe, se confesó con muchas lágrimas conociendo que la mentira de el amigo se enderezó a tenerla presa en los lazos del amancebamiento. Acabóse la misión el día del apóstol San Bartolomé con mucho consuelo y agradecimiento de los moradores del Egido y aprecio a nuestros ministerios y cuando los Padres se volvían, salían a bandadas a las puertas de sus casas a agradecer con lágrimas en los ojos el bien que habían recibido con su predicación y doctrina.
52 Álvaro GARCÍA CASTRO. “Ejido”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 185-186.
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Por el mes de setiembre salieron dos Padres de Mérida al Valle de Tabay53 pero por la incomodidad de la tierra cuyos moradores son unos pocos blancos y algunos indios y éstos sin iglesia no se hicieron más que unas pláticas de doctrina cristiana, confesaron y comulgaron algunos, no hubo cosa especial. [fol. 19vto.] [Al margen: Misión hecha en la ciudad de Maracaibo] Con ocasión de pasar un Padre de los nuestros este año de 92 a la Isla Española enviado con un hermano coadjutor de fomentar en lo que pudiese la permanencia de la Compañía en aquel arzobispado llegó a la ciudad de Maracaibo donde al presente reside la silla del gobierno de la Provincia de la Ciudad de el Espíritu Santo de la Grita54. Es ya cabeza de el gobierno de esta ciudad no por lo numeroso de sus vecinos sino por la comodidad de los tratos que como es puerto en la célebre Laguna de la que la ciudad de Maracaibo toma nombre. Está esta ciudad en once grados con diferencia corta de minutos. Su fundación es de oriente a poniente; es cálida y seca por su naturaleza y así menos nociva que otros temples cálidos de este Reino. Templan el rigor de sus ardores ciertos nortes por cuatro meses del año. Varíanla las aguas de la laguna que he dicho y con mejor nombre bañóla un mar dulce que se explaya por cincuenta o 60 leguas vía del Norte al Sur, de Este a Oeste se extenderá por ventiocho o treinta leguas. De pocos años a esta parte resguardan las barras tres castillos distantes de ella cinco leguas poco más o menos. Los dos están en la costa de Oriboro por donde confina Maracaibo con la ciudad de Coro55 y costas de Caracas. El otro que es la fuerza principal
53 El pueblo de Tabay era netamente indígena y ya existía a fines del siglo XVI. Es una población cercana a Mérida y su clima es sano y sus suelos fértiles. Fue misionado por los agustinos y a fines del siglo XVIII pasó a manos del clero secular. 54 Germán CARDOZO GALUÉ. “Maracaibo”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 31-37. Carlos II, por real cédula del 31 de diciembre de 1676, creó la Provincia de Mérida, La Grita y ciudad de Maracaibo. 55 Héctor BENCOMO BARRIOS. “Coro”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) I, 1062-1066. Y la descripción de la Provincia de Coro corre de la página 1067-1068.
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de San Carlos56 en la costa de los Cocinas57 indios gentiles por donde confina esta ciudad con el río de el Hacha y provincias de Santa Marta. Abunda la ciudad de ganados mayor y menor en vaca y cabras, si bien por falta que en estos años [ha] habido de aguas está aquello muy acabado; en los demás alimentos padece carestía y todo lo tiene de acarreo. Llévase allí de Gibraltar58 distante de Maracaibo veinticuatro o veintiocho leguas de navegación el maiz, azúcar, miel y plátanos vastimentos ordinarios para todos. Fue antiguamente esta ciudad de las opulentas de este Reino mas ya las repetidas invasiones de enemigos la han reducido a mucha pobreza. Fuera de los forasteros que acuden a [fol. 20] [Al margen: Caso raro del Santo Cristo de Maracaibo] este puerto, habitan la ciudad mil vecinos y por la mayor parte son de corazones blandos y tiernos inclinados a la piedad y culto divino. Asisten con frecuencia a una Santa Reliquia que allí tienen de un crucifijo y comúnmente lo llaman el Santo Cristo de Maracaibo59. Con este Señor sucedió, como he oído referir a los mismos, que se hallaron en una invasión de enemigos que conducidos los cristianos cautivos a la iglesia concurrieron en ella los enemigos y los maracaibenses y a los ojos de uno y otros, descubierto el Santo Cristo con mucho aseo de plata labrada en la cruz y algunas joyas, pero no lo veían los enemigos y al tiempo lo estaban viendo los de la ciudad. Que no quiso el Señor descubrirse a ojos contrarios porque no profanaren 56 Véase: Juan BESSON. Historia del Estado Zulia. Maracaibo, Ediciones Banco Hipotecario del Zulia (1973) I, 342-349. 57 Indios Cocinas. Véase: Buenaventura de CARROCERA. Lingüística indígena venezolana y los misioneros Capuchinos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1981) 312-313. 58 Luis Alberto UNCEÍN TAMAYO. “Gibraltar”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 495-496. 59 Véase: Fernando CAMPO DEL POZO. “El Cristo de Acarigua y la Santa Reliquia de Maracaibo”. En: Francisco Javier CAMPOS y FERNÁNDEZ DE SEVILLA (Coord.). Los crucificados, religiosidad, cofradías y arte. Actas del Simposium 3/6-IX-2010. El Escorial, Real Centro Universitario Escorial-María Cristina (2010) 979996. Fernando CAMPO DEL POZO. Historia documentada de los Agustinos en Venezuela durante la época colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1968) 157-172.
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aquella santa reliquia. Está colocada ésta en la iglesia parroquial que ahora nuevamente se ha fabricado de teja con una torre cuyo capitel está cubierto con planchas de plomo a diligencias del cura y vicario Manuel Márquez de Olivera60. Tanta es la devoción que tienen todos a esta reliquia que sucede a veces salir en procesión con el Santísimo Sacramento de el altar y las veneraciones las hacen al Santo Cristo en su imagen como olvidados de por su devoción de la presencia de el mismo Señor en el sacramento. De este amor a esta reliquia nace el ofrecerle muchos votos y dar muchas alhajas a la capilla de el Santo Cristo para su adorno así los vecinos como los navegantes que llegan a este puerto por los milagros que experimentan cada día a la invocación de este Señor especialmente en la mar. La ciudad es corta y pobre, edificio soberbio ninguno tiene, las más son casas de paja porque allí no se halla teja y las pocas casas que hay de este género se hacen con mucho trabajo porque es menester traer de Nueva España la teja. Estudios, sacados los de gramática61, no los hay a cuya causa se malogran muchas felices capacidades de que abunda aquel gobierno. [fol. 20vto.] La ocasión de haberse publicado en esta ciudad el jubileo santo de la misión fue que el Padre Diego Francisco Altamirano, Visitador y ViceProvincial de nuestra Compañía en esta Provincia del Nuevo Reino, envió a la Isla de Santo Domingo a dos de los nuestros que fueron el Padre Juan Andrés de Tejada y el hermano Juan Fernández para ver cómo se podía continuar la asistencia de los nuestros en aquella Isla. Llegaron en prosecución de su derrota al puerto de Maracaibo y ofreciéndose ocasión próxima para navegar levaron del puerto a 21 de diciembre de 91 en busca de la Isla de Santo Domingo. Llevaba el Padre facultad para publicar el jubileo de las misiones, hízolo en la mar pero sin fruto pues sólo dos se confesaron y los otros lo dilataron para otro tiempo. Corrieron con mal temporal 24 días de navegación 60 Manuel Márquez de Olivera. Vicario de Maracaibo. Asistente al Sínodo diocesano de Caracas. Manuel GUTIÉRREZ DE ARCE. El Sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1975) I, 153. 61 Odilo GOMEZ PARENTE. Los franciscanos en Venezuela. Labor educativa y cultural durante los años de la colonia. Caracas, Universidad Católica del Táchira (1997) 161.
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y a 12 de enero de el año de 92 estando para zozobrar el barco con lo recio de el temporal y encontrados vientos, cortados ya los cabos con la furia del viento y sueltas a él las velas, invocaron al Apóstol de la India y príncipe de los mares San Javier y a la Santa Reliquia de el Santo Cristo de Maracaibo. Luego se aplacó en algo la tormenta permitiendo el manejo de las velas y surgiendo el barco. En esta tribulación ofreció el Padre al glorioso Apóstol San Javier publicar en obsequio suyo el jubileo de las misiones para que pusiese en salvo el bajel y parece quiso Dios fuese la misión en la ciudad de Maracaibo pues después de varias diferencias entre las personas prácticas del navío se resolvió arribar a esta ciudad para rehacerse de cabos y otros menesteres. Luego que el Padre tomó tierra habló al Ministro Juan Gómez Manso62 cura de aquella Iglesia, el cual con fervoroso celo no solo dio licencia sino que se ofreció pronto a ayudar así en el ministerio de confesar como para hacer acto de contrición y cantar las saetillas en la procesión. Con el mismo fervor cooperó el vicario [fol. 21] Manuel Márquez de Olivera haciendo ambos fijar papeles en las puertas de las iglesias para que llegase a noticia de todos como se publicaba el jubileo de la misión y encargando exactamente a los señores clérigos presbíteros la asistencia al confesionario para que todos pudiesen ganar este jubileo. Si con tanta aceptación admitieron los señores clérigos la misión, no fue menos con el Maese de Campo Gobernador, y Capitán General Don José Cerdeño Mansón63, pues luego que se le propuso, significó no sólo con palabras sino con obras el agrado que tenía en este santo ministerio; pues siendo así que por estar recién fundado aquel gobierno no están decididos algunos puntos
62 Juan Gómez Manso. Cura de Maracaibo, vicario de Maracaibo, maestro. Cura más antiguo de la ciudad de Maracaibo y apoderado del vicario y curas de la ciudad de Coro. Manuel GUTIÉRREZ DE ARCE. El Sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1975) I, 138. A él se debe la Carta a S. M. del Vicario y Curas beneficiados de N. Zamora en 12 de septiembre de 1689. AGI. Santo Domingo, L, 221. Juan BESSON. Historia del Estado Zulia. Maracaibo, Ediciones Banco Hipotecario del Zulia (1973) I, 154. 63 Omar Alberto PÉREZ. “Cerdeño y Monzón, José”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) I, 787.
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políticos acerca de las venias que se le deben no concurre a la iglesia; pero en esta ocasión asistió a los sermones todos advirtiendo al Padre que no le hiciese venia en los sermones. [Al margen: Aprecio de la Compañía en la gobernación de Maracaibo] Antes de que diga lo sucedido en esta misión referiré lo que halló el Padre en aquel gobierno en orden a la estimación a la Compañía y deseo de este santo jubileo y es que por los años de 1679 el ilustrísimo Señor Don Fray Antonio González de Acuña64 obispo venezolano sacó un decreto en que significó así lo que apreciaba nuestra Compañía como lo que se agradaba de las misiones. El decreto dice así: “Porque deseamos, que nuestras ovejas sean doctrinadas y enseñadas en el camino de la verdad mejorando de costumbres y que los que las tienen buenas se adelanten en el servicio de Dios procurando aumentos de su divina gracia, declaramos que con eficaces instancias hemos hecho diligencias para que continuadamente envíe la sagrada Religión de la Compañía de Jesús y su Provincia de el Nuevo Reino de Granada misioneros apostólicos cada seis meses o por lo menos cada año para que prediquen y enseñen la doctrina evangélica a los pueblos; y porque creemos lo hará por el fervoroso y heróico cuando que en sus hijos hemos experimentado [fol. 21 vto.] en todas partes con frutos admirables en la enseñanza y doctrina. Mandamos a nuestros vicarios, jueces ecclesiásticos, a nuestros curas, sus lugares tenientes, a los sacristanes, capellanes, doctrineros y demás ministros, personas ecclesiásticas que a los muy reverendos Padres de la Compañía de Jesús que a esta ciudad de Maracaibo y cualquiera parte de esta Provincia de Venezuela llegaren, dejen confesar y predicar libremente porque para ello les damos autoridad y licencia ahora y en todos tiempos y mandamos a nuestros ministros pongan en noticia de nuestras ovejas que pueden absolver de todos los pecados reservados en el [testado] obispado al Ordinario por sínodo de este
64 Véase: Nicolás E. NAVARRO. Anales eclesiásticos venezolanos. Caracas, Tipografía Americana (1929) 60. Ramón URDANETA. “González de Acuña, Antonio”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 540-541.
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Obispado65, por derecho, o por costumbre, o de otra manera y que el tiempo que viviéremos obispo de esta diócesis pueden absolver de los reservados a la Santa Sede Apostólica aunque sean contenidas en la bula in Coena Domini porque con la autoridad que tenemos se la comunicamos a los sujetos que por sus superiores fueren nombrados, con autoridad de relajar juramentos, conmutar votos, exceptos los de castidad y religión, imponiendo penitencias saludables en el fuero interior y mandamos a nuestros vicarios y a todos nuestros súbditos inmediatos asistan, ayuden y sirvan a tan esclarecidos ministros de Dios procurándoles todo regalo y comodidad y si necesario fuere de nuestras rentas que en ninguna otra cosa pueden ser más justificadamente empleadas. Dada en esta ciudad de Maracaibo en 20 de diciembre de 1675”. Hasta aquí el decreto de el ilustrísimo Señor fielmente trasladado de el libro de Constituciones de la iglesia parroquial de la ciudad de Maracaibo en la constitución 86. Con este decreto que halló el Padre y el beneplácito y favor de las cabezas ecclesiásticas y secular de Maracaibo publicó en esta ciudad el jubileo de la misión [fol. 22] empezándolo a 29 de enero de 92 en la forma siguiente. Convocóse la mayor parte de la ciudad en la iglesia para hacer aquella noche del día 29 la procesión de el Santo Cristo, exhortaciones y actos de contrición. Entregó el vicario al gobernador el Santo Cristo y empezó a andar la procesión con la ciudad toda en gran silencio. Iban varios clérigos sacerdotes repartidos a trechos repitiendo en voces tiernas saetillas que herían los corazones. Alumbrábase con seis faroles y varias hachas todo el pueblo. Anduvo por toda la plaza la procesión porque el calor de la ciudad y arena de las calles no dio lugar a más. Hiciéronse cuatro actos de contrición de los cuales hizo dos el 65 Por las fechas del texto pareciera referirse al Concilio Provincial de Santo Domingo (1622-1623). Véase: Cesáreo de ARMELLADA. Actas del Concilio Provincial de Santo Domingo (1622-1623). Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (s/f ). Odilo GÓMEZ PARENTE. Concilio provincial dominicano (1622-1623). Aportación venezolana. Madrid, Raycar, S. A. Impresores (1972). Pero el más importante fue el de 1687. Manuel GUTIÉRREZ DE ARCE. El sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975. Manuel GUTIÉRREZ DE ARCE. Apéndices al sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1975).
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ministro Juan Gómez Manso varón de singular acceptación por su virtud en aquel gobierno y grande estimador de nuestra Compañía y sus obreros. La moción que causaron las exhortaciones con el acto de contrición y saetillas fue grave; veíanse en todos muestras ciertas de su arrepentimiento en lágrimas y sollozos y en una admiración tal que estaban como atónitos viendo lo que jamás habían visto. Llegaron con silencio y dolor a la iglesia donde se hizo el primer sermón de desengaño aquella noche y del mismo modo se prosiguió en las otras, a las siete y media poco más de la noche con concurso común de más de dos mil almas; cosa singular en aquel temple que es tan cálido que ni una yerba o árbol hay en toda la ciudad; a que se añadía estar la Iglesia toda llena de luces a diligencias y cuidado de los señores cura y vicario de aquel lugar; pero vencía el deseo de aprovechar lo desabrido de el calor y así eran numerosos los concursos. [Al margen: Temblor espantoso que hubo en tiempo de uno de los sermones] En uno de los sermones de misión le sucedió al Padre una bien particular señal de lo que Dios deseaba el aprovechamiento de la ciudad con el santo jubileo de la misión. Sábado dos de febrero día de la Purificación de la Virgen María Señora Nuestra y la quinta noche de la misión, estando el Padre predicando el sermón de desengaño cuya materia era [fol. 22vto.] de la muerte, en el último tercio de el sermón: Cur terrae motus factus est magnus66. Estremecióse con horrible vaivén la tierra y con haber sido el terremoto67 a juicio de personas fidedignas muy espantoso casi ninguno lo sintió en la iglesia. Oyóse sólo allí un ruido muy grande ocasionado de el crugir unas con otras las maderas de el techo de la iglesia a que también el batir de el ambiente ayudó mucho. Juzgaron unos era invasión de enemigos, otros que alguna legión de espíritus infernales causaba aquel ruido y finalmente juzgaron todos que era castigo de Dios. Aquí fue de ver los llantos, alaridos,
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Por qué el terremoto se hizo grande.
67 Sobre los terremotos, véase: José GRASES. “Terremotos”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) IV, 40-42.
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lágrimas, golpes de pecho y otras demostraciones de arrepentimiento. Dejó el Padre el sermón porque no era posible sosegar el tumulto y sucedió lo que de San Pablo dijo San Crisóstomo: Pro doctore sit casu68. Salieron todos a la plaza, oíanse en repetidos llantos clamores al cielo por el perdón de las culpas, otros se arrojaban en tierra a pedir públicamente perdón a sus enemigos, otros restituían honras quitadas, otros lo ajeno robado; caían unos de mal de corazón en tierra, otros desmayados y atónitos todos no sabían lo que les había sucedido. Volviéronse a la Iglesia donde descubrieron la reliquia de el Santo Cristo y la imagen de el Rosario de María Señora Nuestra con cuya vista todos se consolaron mucho; pero haciéndoles una breve plática el maestro Juan Gómez Manso repitieron los coloquios a voces con Dios y su ministro. Descubrióse el santísimo para sosegar a la plebe como sucedió a la presencia de este santo y el Padre con otros sacerdotes se estuvo hasta más de media noche confesando en la iglesia. Fue tanto el aprieto de gente que afirma en su relación el Padre que habiéndolo llamado para asistir a un hombre cuya vida parece peligraba, al levantarse después de haberlo absuelto, juzgó lo ahogaban. Toda la noche estuvo la gente sin apartarse de la iglesia. A la mañana [fol. 23] siguiente no es decible el concurso que hubo a recibir los santos sacramentos de la confesión y eucaristía. Algunos casos hubo particulares en amistades reconciliadas, penitencias públicas y confesiones bien hechas. Ya dije arriba cómo públicamente se pedían perdón unos a otros que fue tanto que los que no encontraban con sus enemigos los iban a buscar para [testado: poder] reconciliarse con ellos. No quiero empero dejar dos casos que causaron mucha edificación en la ciudad. Había tiempo que dos personas eclesiásticas estaban entre sí reñidas y la una de ellas había causado algunos daños a la otra. Ésta pues el día siguiente al temblor públicamente pidió perdón a la otra para deshacer así el escándalo que públicamente había dado. El otro caso es: una persona principal secular por un litigio que con un eclesiástico traía, había concebido tal enemistad con el juez eclesiástico que ni en la iglesia parroquial asistía, ni había ido a ella hasta que se empezó la 68
Es un caso para el doctor. Le corresponde al doctor este caso.
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misión. Éste pues la mañana siguiente al temblor se reconcilió públicamente en la iglesia con el juez eclesiástico postrándosele a los pies de rodillas. Cosa de mucha edificación para toda la ciudad. Las penitencias públicas que se hicieron fueron muchas y grandes porque después del sermón lo que se encontraba por las calles eran hombres cargados de pesadas cruces en hábito penitente; otros maceraban con sangrientas disciplinas sus carnes, otros la maceraban con el mismo rigor sin el alivio de arrojar la sangre por ser el instrumento a propósito para mortificar y no hecho para desangrar; cuál andaba como bruto por las calles con las rodillas y brazos por tierra y una [testado: arroba] barra de hierro al cuello; corrían otros con los brazos en cruz atados a un madero arrastrando con los pies pesadas cadenas. Persona hubo que al tiempo de medio día anduvo con los [fol. 23 vto.] pies descalzos las estaciones por todo lo más de la ciudad, mortificación de las mayores que se pueden hacer en aquella ciudad: lo uno por ser ésta por su naturaleza cálida y en tal hora apretar con más fuerza el calor; lo otro porque en tiempo de enero abrasa con más actividad el sol tanto que aun los que están en sus casas debajo de techo se están abrasando; y finalmente porque la ciudad es muy arenosa y ésta ya con el sol, ya con lo cálido de la tierra, parece brota llamas de sí. A estas mortificaciones añadieron muchos ayunos y algunos de éstos a pan y agua. Muchas mujeres dejados los mantos comúnmente llamados de gloria de que usaban por la profanidad de el traje pues es lo mismo que si no los llevaran, mudaron en honestos mantos sus aseos y el andar descubiertos los hombros indecencia que introduce la liviandad en las mujeres, se reformó de suerte que no han vuelto a semejante desaliño. Y lo más glorioso en esto es que no sólo en los días de misión y primeros fervores de el temblor sino que pasados ya días, en aquellos que profanamente se entregan los hombres en días de carnestolendas, no hubo persona que usase estos trajes ni se atrevió alguno a jugar siendo el entretenimiento de todos asistir en la parroquial en que se expuso para veneración común el Santísimo Sacramento. Al paso que se mostró la ciudad en lo exterior penitente se vio en lo interior la realidad de el arrepentimiento que les acompañaba. Las confesiones fueron muchas pues siendo así que los confesores en la parroquial eran 246.
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ocho a que ayudaban los religiosos del seráfico Padre San Francisco de Asís no bastaban al concurso; y era necesario que el Padre añadiese más tiempo con que solía gastar en esta ocupación a más de el día tres o cuatro horas de noche después de haber predicado y no obstante esto, fue necesario añadir tres o cuatro días más a la tarea del confesonario para dar despacho a los muchos que venían a lograr los frutos de este santo sacramento. [fol. 24] Las confesiones generales fueron muchas con grande servicio de Dios. Una persona vivía tan ciegamente apasionada en sus culpas y a tal extremo había llegado que tres veces invocó al demonio en su ayuda y viendo que no se le aparecía en el lugar en que estaba, mudaba sitio por ver si en otra parte lograba efecto su malvada imprecación; pero nunca permitió la piedad divina la aparición. De esta suerte vivió algunos años hasta que oyendo los sermones de la misión fue Nuestro Señor servido abriese los ojos y conociese el miserable estado de su alma y procurase salir de él como lo hizo atribuyéndolo a devoción que siempre había tenido a María Santísima. Otra persona a quien no tenía menos avasallada el demonio tanto que aun de los sacramentos se valía para sus delitos haciendo capa de las fuentes de la gracia a sus maldades asistió a la misión y allí, tocada de Dios, resolvió abandonar la culpa como lo hizo confesándose enteramente de sus pecados. No sólo los que asistieron se mostraron deseosos de su bien sino que tocados de Dios anhelaban a que todos lograsen la salvación de sus almas y así exhortaban a otros a que viniesen; y a un vecino a Gibraltar distante de allí avisaron para que buscasen con el jubileo de la misión el bien eterno de sus almas. Acabóse con mucha gloria de Dios y provecho de las almas la misión; asistieron a la última procesión de la doctrina cristiana y sermón de la perseverancia la ciudad toda, gobernador, cabildo secular, el cura, el vicario y cabildo eclesiástico y los religiosísimos padres del seráfico Padre San Francisco de Asís gustosos todos del bien que Dios les había hecho con que en su ciudad se publicase la misión. Vinieron después a dar las gracias al Padre y aunque las cabezas secular y eclesiástica mostraron su agradecimiento proponiendo medios como fundarse allí la Compañía ningunos fueron bastantes a tan justificados deseos 247.
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[fol. 24vto.] porque la pobreza de la tierra ocasionada de sus varias invasiones no da lugar a tan gloriosa empresa69. [Al margen: Misiones hechas en los contornos de Santafé] Ya es tiempo de referir lo que en el partido de Santafé han obrado los nuestros en misiones que han publicado. Salieron dos de los nuestros el año de 92 a correr los Pueblos de Fosca, Une, Cáqueza, Ubaque, Chipaque, Fómeque, y Chiguachí70 y en todos ellos publicaron este santo jubileo de la misión si bien no con el fruto que se deseaba por estar en la ocasión ocupados en siegas los indios y al paso de estos asistiendo en sus labores de trigo los vecinos. No obstante fue Nuestro Señor servido que en algunos de esos pueblos lograsen algún fruto. Pueblo hubo en que pasaron de doscientas las confesiones y de éstas las cuarenta generales, diez voluntarias y las otras necesarias. En los otros pueblos fue a este modo el número de confesiones, revalidáronse muchas, compusieron muchas amistades y quedaron todos muy gustosos de el bien que habían recibido con el santo jubileo de la misión. En uno de los pueblos fue tanto lo que se movieron aun los indios gente bárbara que apenas percibe estos puntos de misión que los salió acompañando todo el pueblo con lágrimas en los ojos de ver que los dejaban y generalmente todos no les daban otro nombre que el de Padres santos. Dos casos en especial referiré que supe de boca de los mismos Padres. El uno, que estando una india olvidada de buscar en este jubileo su remedio y entregada perezosa al sueño se le apareció entonces la Reina de los Ángeles María Santísima enseñándole a los Padres y diciéndole que se confesase con uno de ellos. Despertó asustada la india, buscó a los Padres y viendo que eran los que había visto en sueños se confesó con uno de ellos quedando muy gustosa del bien que recibió con este sacramento y agradecida a María Santísima
69 Véase: José DEL REY FAJARDO. Virtud y letras en el Maracaibo hispánico. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello y Alcaldía de Maracaibo (2003). 70 Los pasos de los misioneros se pueden seguir a través de la obra de Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930). Fosca (111), Une (101-102), Cáqueza (102-103), Ubaque (102), Chipaque (102), Fómeque (103), Chiguachí (pueblo desaparecido).
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
del beneficio recibido. Vivía entre estos montes un hombre, mal he dicho, una fiera tan ajena de salvarse como olvidada [fol. 25] de Dios. Suelta la rienda al vicio y desesperado de salvarse había paseado por espacio de cuarenta años en los prados nocivos de la maldad sin buscar en las fuentes de la gracia su remedio. Oyendo esta persona uno de los sermones de misión fue tanto lo que se movió que deshecha toda en lágrimas vino a buscar a los Padres, confesóse con uno de ellos, refirió el mal estado de su alma y fue Dios servido que saliese de él confesando enteramente sus pecados. [Al margen: Misión publicada en la Palma] En el mismo año de 92 salieron dos de los nuestros para la ciudad de la Palma71 a publicar en ella y sus partidos el jubileo santo de la misión. Empezaron después de haber salido de Santafé estas santas correrías en el Pueblo de Pacho72, corto en gente y más abundante de vecinos blancos que de indios. Estuvieron allí dos días los Padres por ver si se juntaban los vecinos con lo cual concurrieron muchos y publicaron el jubileo con mucho fruto en confesiones y dolor que mostraban todos de haber ofendido a Dios. A poca distancia de este pueblo hay una hacienda de un caballero de este Reino llamado Don Dionisio Caizedo. Asistía éste en la ocasión en su hacienda, escribiéronle los Padres suplicándole se sirviese de enviar su gente y esclavos a la misión de Pacho. Recibida esta carta se vino el caballero al pueblo y suplicó a los Padres que pues su hacienda era camino para la Palma que les pedía pasasen a ella y publicasen allí la misión. Condescendieron con sus ruegos y publicaron en su hacienda la misión con mucho provecho de su gente y ejemplo de el caballero pues era el primero en todos los ejercicios santos de la misión. Ya corrían por aquellos sitios las voces de cómo los Padres iban a publicar este jubileo y así era indecible el gusto con que los recibían; por todas partes por donde pasaban salían a abrirles los caminos porque por ser
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Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 270-271.
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Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 110-111.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
la tierra doblada son muy ásperos. Llegaron a Suncha73 donde fue mucho el concurso porque avi[fol. 25vto.] saron de antemano los Padres a un sacerdote virtuoso que allí asiste. El fruto fue más de lo que pensaba por ser muchas las ignorancias de aquellas gentes y muchos los escándalos pero con las lágrimas con que se confesaban de muy graves pecados y con la resolución de dejar las ocasiones de las culpas se conoció ser verdadero su dolor y que verdaderamente salían del letargo de pecados en que habían estado sumergidos. De Suncha pasaron los Padres a una hacienda de un vecino de la Palma cercana ya a esta ciudad. Aquí fueron mayores las demostraciones de gozo con que los recibieron. Concurrieron muchos que vivían distantes de allí muchas leguas. Entre otros vino un caballero con toda su familia y leguas de distancia. Publicaron la misión allí los Padres a las primeras pláticas se reconoció ser pequeña la capilla que allí había para los concursos con lo cual determinaron darle mayor capacidad y trajeron materiales con que le dieron otro tanto sitio del que antes tenía. El dueño de la hacienda sustentó con liberalidad a todos los que acudieron, aunque no es mucho su caudal, sólo porque tuviesen aquellos pobres así comodidad de ganar este santo jubileo. Recibieron aquí dos cartas los Padres: una de el alcalde de la ciudad de la Palma y otra de un sacerdote ejemplar de aquella ciudad en que significaban el consuelo y gusto grande que tenían en que fuesen allí los Padres a hacer misión. Convidábanles con sus casas pero se excusaron corteses por tener ya una prevenida a propósito para estos ministerios. A los principios de julio llegaron a la Palma y fue notable el gusto con que la ciudad recibió a los Padres. Saliéronles al camino a recibir la clerecía y las personas de cuenta de aquella ciudad, [testado: y llegada a] con mucho festejo de música que no pudieron estorbar los Padres por haberlos cogido desprevenidos. Así que llegaron a la ciudad vino el Padre Guardián
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Hoy, Pasuncha.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
de San Francisco a convidar a los Padres con su convento74 a que agradecidos los Padres se excusaron por tener habitación [fol. 26] ya cercana a la iglesia y conveniente para la misión. Es esta ciudad de la Palma noble por las ilustres familias que le asisten y más gloriosa por los ilustres hijos en santidad y letras que ha tenido. Está situada hacia poniente a distancia de 28 a 30 leguas de Santafé. Toda su jurisdicción es de tierra doblada y áspera; el temple aunque cálido es apacible y sano; la fecundidad mucha en todos frutos especialmente en algodones, maíces y trapiches que rinden con abundancia azúcares, miel y conservas, géneros todos los mejores de este Reino. La ciudad, aunque siempre fue corta, está hoy muy acabada por haberla desamparado algunas familias de autoridad. La causa, según se colige, es por no poderse sustentar con la decencia que sus antepasados. La tierra está muy pobre por abundar en otras partes los géneros que antes la enrriquecían como son los lienzos, azúcar, y conservas: y ya los tratos se hacen en género por género tanta es la miseria a que ha venido. A tanta pobreza en lo temporal corresponde otra mayor en lo espiritual por estar lo más de la gente retirada sin oír misa todo el año y precisada a carecer de el pasto espiritual verificándose en ellos aquella amenaza que fulminó Dios contra Israel por el profeta Azarías: Transibunt multi dies in Israel absque Deo vero, et absque Sacerdote, doctore, et absque lege75 con la diferencia de que aquellos les había de suceder otra amenaza por algunos días y a éstos por años; el pueblo de Israel estaría sin ley, éstos sin el conocimiento de ella con muchos errores. Persona hubo que numeraría ya de 25 a 26 años y estando llena de culpa nunca se había confesado, ni oído misa, ni visto templo hasta este tiempo de la misión. Los naturales en toda esta jurisdicción son muy corteses, liberales y dóciles; pero estas mismas prendas los manchan con algunos vicios como son la liviandad y poca constancia en
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Véase: Luis Carlos MANTILLA. Los franciscanos en Colombia. Bogotá, Editorial Kelly (1987) II, 129-130.
75 Segundo Libro de las Crónicas 15, 3: “Israel ha estado mucho tiempo sin verdadero Dios, sin sacerdote que enseñe y sin instrucción religiosa”.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
el bien comenzado. De aquí les nace el poco horror a cualquiera especie de torpeza y así se encuentran bestialidades [fol. 26vto.] e incestos en 1.º y 2º grado de afinidad a todo lo cual sopesa en parte el mucho ocio y grande necesidad que generalmente se padece. A más de lo dicho reinan en la ciudad [ilegible] y enemistades. En este estado estaba cuando Dios misericordiosamente los visitó por nuestros misioneros que publicaron allí la misión por el mes de julio como ya refiero. Entrada la noche se hizo la procesión de el acto de contrición. Función que al paso que causó gran novedad por nunca vista movió mucho a todos según las lágrimas que se veían correr de sus ojos en señal de su arrepentimiento. Muchos a la iglesia [sic] en un sermón de desengaño se [Testado: les] dijo el fin de la misión cual es el dejar la culpa y volverse de veras a Dios cosa que obraron con mucho gusto. No se pudo en los partidos de la Palma publicar de noche la misión como aquí se hizo y mostrólo el suceso lo acertado de esta disposición porque si no fueran de noche los sermones y pláticas no hubiera asistido tanta gente como asistió por la pobreza suma de aquella tierra, tanta es que aun para de noche fue necesario darse prestadas unas familias a otras las ropas como sayas y mantellinas y para venir de día a confesarse se daban prestados los mantos y si no hubiera sido así no se hubiera conseguido la asistencia de tantos como se consiguió. A este tiempo viéndose los presos de la cárcel privados de tanto bien suplicaron a las justicias los dejasen salir; dieron fiadores de cuenta y consiguieron lo que deseaban. Las confesiones fueron tantas como los vecinos de la ciudad y de cinco o seis leguas de distancia venían a lograr este jubileo. Muchas confesiones hubo generales de las cuales fueron las más necesarias o por falta de propósito, o por haber callado pecados. Encontrábanse algunos que era necesario confesarse de cuarenta, cincuenta y aun de sesenta años por haber en todos esos tiempos hecho malas confesiones. Entre éstas se confesó generalmente una [fol. 27] persona que había confesado homicidios voluntarios y otros graves pecados y por largos años hizo malas confesiones sólo de vergüenza por no decir una borrachera y un hurto no muy grave.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
Entre otras confesiones que se hicieron fue singular la de una persona soltera la cual desde pascua de resurrección había enfermado de un achaque violento y muchas veces la ponía la enfermedad en riesgo evidente de la vida. Solicitaron algunos que se confesase pero negándose con impaciencia respondía a semejante demanda. Tomó uno de los Padres a su cuidado esta alma y ya con blandura, ya con rigor la redujo a que se confesase y aunque con alguna incomodidad hizo que viniese a la iglesia a comulgar para que así borrase el escándalo que había dado. Dejada una persona de la mano de Dios había llegado a la última desesperación por gravísimos delitos a que se había entregado y era tanta su pasión que oídos algunos sermones de misión aún proseguía en sus vicios pero atajóle con un sueño horroroso los pasos Dios. Soñó que estaba en el trance de la muerte y que no escaparía del infierno si no se confesase presto. Despertó asaltado del susto, levantóse de la cama y pasó el resto de la noche examinando su conciencia y llorando sus culpas y luego se confesó generalmente de todos sus delitos. Otra persona tuvo otro sueño semejante pero fue el día antes que llegasen los Padres a publicar la misión. Llegóse entre otros a confesar una persona resuelta de buscar a Dios pero puesta a los pies del confesor pudo tanto en ella el empacho que calló pecados; acabó la confesión sacrílegamente y fueron tantos los pavores y horror de que se halló asaltada que se redujo a la última desesperación. Asistióle Dios misericordioso en tal trance, diole esfuerzo para que se confesase enteramente, hízolo así y afirmó el Padre que la oyó que a no haberse confesado entonces sin duda se hubiera muerto por no poderse sufrir a sí y por [fol. 27vto.] la melancolía a que la redujo su mala vida. Donde más se conoció la piedad divina fue en dos personas tan postradas con la ancianidad y achaques que parece les guardaba Dios la vida sólo para remediarlos. A una de ellas visiblemente le persuadió algunos pecados el demonio; cometiólos y después vino a tanta desesperación que por haberle achacado un pecado con una mujer que no había cometido se dio tres puñaladas y se hubiera quitado la vida a no haberle quitado con tiempo el cuchillo. Duró tanto este sentimiento que no discurría en adelante sino de qué modo podría más gravemente ofender a Dios. Oyó decir la gravedad de 253.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
los incestos y para enredarse en estas culpas hizo comadre suya a una mujer con intención de solicitarla después a mal trato y acrecentar más y más las culpas. Tal era el estado de esta alma cuando llegaron los Padres: reconoció su perdición y por medio de una buena confesión salió de ella. La otra persona asimismo anciana para atraer a su gusto una mujer a quien con medios no había podido seducir le dio una bebida con que se embriagase y así consiguió el torpe fin de sus amores. Sucedióle más que un visitador eclesiástico pronunció contra él una descomunión conminatoria para que dejase un amancebamiento; ya él había dejado ese estado y irritado contra el celo de quien le deseaba su bien volvía a la culpa pero fue Dios servido saliere de una y otra culpa con la misión. Pensóse al principio que con nueve días bastaría para que se confesasen todos porque ayudaban algunos señores clérigos y también el religiosísimo Padre Guardián de San Francisco que a mañana y tarde asistía a oir confesiones pero conociendo los Padres que era necesario más tiempo acabaron su misión como habían empezado con procesión de la doctrina cristiana en que todos voz en cuello cantaban sin que hubiese persona que se excusase de tan santo ejer [fol. 28] cicio. Hicieron dos pláticas una en una plazuela de la ciudad y en iglesia otra. En ésta se avisó cómo de nuevo se publicaba el jubileo para que todos lo consiguiesen y que el domingo siguiente sería el día en que se ganase, que proseguirían los sermones y pláticas y que al fin de el acto de contrición se cantaría un Miserere76 en que podrían disciplinarse por sus culpas con advertencia que a esta función no habían de asistir mujeres. Sintieron mucho éstos tal resolución, pidieron los principales no se les negase aquel consuelo y que estarían todos encerrados en una capilla para lograr también ellos castigar sus culpas. Bien parece que convidaba a condescender con sus ruegos la moción de todos y la clausura que ofrecían pero como es mucha la malicia, negáronse a la súplica los Padres y con tal firmeza que uno de ellos con otro sacerdote 76 Salmo 50, 51: “Miserere me, Deus, secundum misericordiam tuam; secundum multitudinem miserationum tuarum dele iniquitatem meam”. Cuya traducción es: “Ten piedad de mi, oh Dios, según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades borra mi iniquidad”.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
asistía en la iglesia para que todas saliesen por aquel tiempo. Los niños en tan fervoroso ejercicio ocuparon el presbiterio y los hombres el cuerpo de la iglesia; fue en todos notable el fervor y pasó en algunos a disciplinas de sangre. En fin no hubo persona en toda la ciudad que no se confesase y asistiese a los ejercicios de la misión siendo los señores clérigos los primeros para con su ejemplo afervorizar a los seglares. Concluida felizmente la misión en la Palma pasaron los Padres al pueblo de Guachipay77 distante tres leguas hacia el norte de aquella ciudad. Fue muy necesaria en aquel pueblo la misión; es tan numeroso que cuenta 600 indios discrecionados sin otros de otros partidos que acudieron a la misión. Acompañaron de su voluntad dos sacerdotes de la Palma a los Padres y un regidor a quien no pudieron embarazar la ida los Padres por decir él iba a ganar de nuevo este jubileo. Los indios en este pueblo están muy separados unos de otros permisión que en esto han dado los encomenderos por evitar discordia entre los indios y muertes de unos y otros por haber siempre estado enemistados y componerse el pueblo de indios de diversas naciones. [fol. 28vto.] Pero el huir de este inconveniente es causa de que están faltos de enseñanza y aun de la asistencia en la administración de los sacramentos. El fruto en este pueblo fue mucho y mayor la moción de lo que parece podía caber en gente tan corta de capacidad. Hicieron muchas confesiones generales para sosiego, como ellos decían, de sus almas y para cobrar más horror al pecado confesándolos todos. Muchos eran necesarios por la razón que dije de lo de la Palma. En lo que claramente se conoce que Dios movía sus corazones es en que de su voluntad se juntaron todos a la misión estando los más de ellos distantes de la iglesia. Y lo que es más algunas mujeres enfermas se hacían llevar en brazos de sus maridos o parientes siendo así que aun en los sanos es menester usar violencia para que cumplan con la iglesia. Revalidáronse muchos matrimonios y confesiones; dispensóse en la petición del débito, quitáronse abusos que introdujo o la ignorancia, o la malicia. Indio hubo que al repetir los mandamientos de la iglesia añadió en el 5º a más de pagar diezmos y primicias, demoras, quintos, y requintos. Pero de todas estas 77
Hoy es una fracción del municipio de Topaipí (Cundinamarca).
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
ignorancias salieron con la misión. Pidieron los indios que se les hiciesen ejemplos para disciplinarse al tiempo del Miserere como lo hicieron con mucho fervor. De las noticias que dieron los asistentes en el pueblo y de lo que experimentaron los Padres juzgaron necesario hacer un sermón del perdón de enemigos. Hízolo el Padre y después de ponderar la gravedad de este delito de odios y enemistades bajó del púlpito para ser el primero en pedir perdón, echóse a los pies de los que asistían en el presbiterio y apenas vieron esto los indios cuando envueltos todos en lágrimas hicieron lo mismo entre sí continuando por algunas horas el abrazarse y pedirse perdón y prosiguió tanto este cariño que en tres días que allí asistieron los Padres duró en los de el pueblo el pedirse perdón. En este tiempo sucedió que uno de los Padres fue rogado de el cura a dar el viático a [fol. 29] un enfermo; acompañáronle los indios todos que estaban en la Iglesia no reparando en la distancia que era mucha y luego que recibió el viático entraron todos a pedirle perdón; dejólos en este ejercicio un rato el Padre y después se lo embarazó diciéndoles cómo a todos les perdonaba y que lo dejasen descansar en aquel trance. Quedaron los indios sumamente agradecidos y con algunos presentes mostraban su reconocimiento y se sentían cuando los Padres para modestia no les admitían aquellos dones. Llegó el día de volverse a la Palma para coger de ahí el camino a Santafé y fueron los indios siguiendo a los Padres por largo trecho envueltos en lágrimas y diciendo que no había entrado Dios en su pueblo hasta que entraron los Padres. Muchos los siguieron hasta la Palma donde de nuevo se confesaron y de noche en aquella ciudad salían con disciplina de sangre por las calles. Uno caminó seis leguas por confesar un pecado que se le había olvidado en la confesión. En los días que estuvieron en la Palma los Padres hicieron algunas pláticas de doctrina cristiana con mucho fruto. Y dando la vuelta a Santafé publicaron en otras dos partes la misión; no hubo cosa especial sino semejante todo a lo que he dicho por lo cual no repito estos ejercicios. [Al margen: Misión por la gobernacion de Neiva] Llegó el año de 93 en que no pudo este colegio de Santafé despachar tan presto como deseaba a ejecutar estas correrías por la falta que hubo de 256.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
sujetos con las muertes de varios de ellos. Pero por el agosto salieron dos de los nuestros para correr por algunas haciendas de campo y algunas ciudades que hay en el gobierno de Neiva78, tan acabadas ya que ni el nombre de aldeas merecían. Compónense a lo más estas ciudades que lo son en la de Tocaima, Neiva79, Ibagué80, de 50 vecinos, por la mayor parte gente desvalida y necesitada a que se añaden algunas [Testado: lo] casas de personas asistentes en los campos y dehesas [fol. 29vto.] en que pasan miserablemente la vida, faltos de todo lo necesario y especialisímamente de las noticias divinas. Corrieron los Padres en busca de estas fieras silvestres hasta 150 leguas, ya por agua, ya por tierra buscando en todas partes la salvación de estos miserables; publicóse en doce partes la misión; fueron éstas las tres ciudades dichas Neiva, Tocaima, y Ibagué; la villa de Nuestra Señora de la Purificación, La Mesa de Juan Díaz y siete haciendas de campo, unas nuestras y otras de personas seculares cuyos nombres son: Tena, Doyma, Santa Catarina, Villa Vieja, Chipalo, La Vega de San Joseph, y San Pedro de Monte Talo81. La gente universalmente es gente libre sacadas pocas personas a quienes las obligaciones con que nacieron les obligan a honrados procederes. El común ejercicio de todos es asistir en el campo, los unos con el afán de los trapiches que son haciendas en que labran la miel y dulces; los otros en cuidar ganados mayores. Con esto el cuidado que esta gente vulgar tiene de su salvación casi es ninguno, ocupados solo en el trabajo de el día que por desdicha de ellos no les embaraza las culpas porque sus ocios son o
78 Véase: Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de Historia Americana. Estado presente de la Tierra Firme. Bogotá, Editorial Sucre (Biblioteca de Historia Nacional) (1955) Tomo IV, 360-362. 79 Jenaro DÍAZ JORDÁN. Proceso histórico de pueblos y parroquias de la Diócesis de Garzón. Neiva, Imprenta Departamental del Huila (1960) 75-79, 107-111. 80 Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930). Tocaima (250-252), Neiva (237-240), Ibagué (248-249). 81 Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930). Tena (256 =Santa Rosa de Tena), Vega (266).
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
en las mancebas, o en las embriagueces, si bien a este vicio de la embriaguez son pocos los que se dan. A el miserable estado de estas almas ayudan dos circunstancias que no son dignas de omitir. La 1ª que [testado: como] se crían comúnmente sin temor de Dios con poca noticia de los ministerios de Nuestra S. F. Santa fe, cauces por donde Dios se nos comunica para que le sirvamos y aunque preguntados dan razón de estos misterios parece que no los aprenden según su depravada vida. Lo 2º la falta que tienen de Padres espirituales. Es verdad que todos están reducidos a parroquias de [fol. 30] determinadas pero de éstas por su pobreza viven muy distantes: ocasión en ellos para el poco temor a los mandamientos de la iglesia. Parte hubo entre éstas que se publicó la misión donde asistía la gente tan apartada de sacerdotes que por la parte más cercana estaba ocho leguas distante. De aquí nace una infelicidad digna de todo sentimiento porque mueren muchas personas sin los sacramentos de la iglesia. Tanto, que en solos cuatro meses que consumieron en estos ejercicios los dos de casa contaron diez y siete difuntos sin los sacramentos de la iglesia y hubo entre ellos personas que por apartadas de las iglesias la hubieron de enterrar en el campo. Al socorro de tan necesitado pueblo salieron los dos de casa: Empezaron publicando la misión en nuestra hacienda de Tena82 para que de allí corriese a todas partes la voz. En las haciendas que se promulgó la misión no más que con unos sermones y pláticas (por ser impossible hacerse con la solemnidad de la procesión) fueron las confesiones y comuniones en número de 700, muchas de ellas necesarias por haber callado pecados en las confesiones antecedentes que habían hecho. En las dos partes de La Mesa de Juan Díaz83 y la villa de la Purificación de Nuestra Señora84 llegaron a 650 las confesiones y comuniones. En las tres ciudades, según el cómputo que se pudo hacer, serían ochocientas las personas que confesaron y comulgaron. 82
Hacienda jesuítica dependiente del Colegio Máximo de Santafé.
83 La Mesa de Juan Díaz. Pedro Alejo RODRÍGUEZ. La Mesa de Juan Díaz. Bogotá, Editorial Cromos (1938). 84
Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 244-246.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
Las confesiones revalidadas entre todas fueron muchas hallándose varias confesiones ya de personas que se las pasaban de los años sin cumplir con la iglesia, ya de otras que en 14, 20 y 25 años habían estado encenegados en sus vicios sin haberse atrevido a declarar en la [fol. 30vto.] confesión. En la asistencia de los pueblos y fervor con que procedían se conoció la moción interior de Dios y lo que puede el ejercicio santo de la misión. En ese sitio de La Mesa sucedió que el día en que se publicó la misión había sido todo de agua, la gente distante, los caminos perversos y nada deso embarazó a que más de 220 personas concurrieran a la procesión en aquella noche y las otras siguientes a los sermones siendo así que siempre se continuaron las aguas aunque con tanto beneficio de Dios que llovía entre días y daba lugar a que serenas las noches pudiesen venir y volverse a sus casas sin que el agua les embarazáse si no es en lo penoso de el camino. De aquí pasaron los Padres a la ciudad de Tocaima donde publicaron también la misión con procesión y sermones de noche a que asistió la gente con no menor edificación pues cuando se pensaba no llegasen a 80 las confesiones por lo acabado de aquella ciudad pasaron de 150. Y fue tal la moción de aquella gente que dijo un religioso de gesto grave y experimentado en aquella tierra por tener allí su Religión que lo es la esclarecida de Predicadores un convento85, que tenía por milagro conocido lo que había visto aquella noche. Acabóse en esta ciudad la misión el día de el evangelista San Juan. Y sin más prosiguieron los Padres para la villa de Nuestra Señora de la Purificación que dista de Tocaima cuatro [entre renglón: días], todo por tierra llana pero enfadosísima por los muchos calores que en estas tierras se sienten. El rigor de el sol acompañado de el calor nativo de la tierra y avivado con no haber agua en todo [fol. 31] el camino obligó a los Padres a extraviarse un tanto de el camino a una casa de un pobre hombre para descansar mientras llegaban las camas para pasar 85 Alberto E. ARIZA. Los dominicos en Colombia. Santafé de Bogotá, Provincia de San Luis Bertrán de Colombia (1993) II.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
con ellas adelante; pero en la realidad fue la providencia divina la que gobernó el viaje porque pensando los Padres detenerse sólo una hora se detuvieron tres días a consolar alguna gente desvalida y necesitada de el pasto espiritual que moraba en aquellas partes. Dividíalos a unos de otros el río de la Magdalena, vulgalmente apedillado Río grande. Digno renombre a su magnitud. Los de esta banda de tierra donde pasaron los Padres estaban varias leguas distantes unos de otros: ya a dos, ya a tres leguas y generalmente apartados de los patuchos todos tanto que el que más cerca a su cura vive en más de ocho leguas distante. En este retiro quiso Dios mostrar las riquezas de su providencia y predistinación de sus escogidos pues a la voz sola de un muchacho de quien se valieron los Padres para avisar a aquellos vecinos si querían confesarse y asistir de noche a unas pláticas de doctrina cristiana y de desengaños de nuestra santa fe se juntaron más de 60 personas en aquella miserable choza. Venían todos entrada la noche sin que les impidiese esta devoción ni a los unos la distancia de tierra; ni a los otros haber de navegar a aquellas horas el río con la pensión unos y otros de haber de volver a sus casas casi a la media noche. Confesáronse todos, oyeron con mucho gusto las pláticas y el mismo día en que se cerraba con la comunión el jubileo se quedaron todos en la choza los más sin tener ni cena ni cama para aquella noche; otros sólo con un poco de maíz que traían y un solo cuero en que dormir. Y así alegres pasaron para lograr el día siguiente con la comunión [31 vto.] el jubileo santo de la misión. Concluida felizmente esta misión pasaron los nuestros a la villa de Nuestra Señora de la Purificación86. En el camino se conoció cómo Dios les asistía porque habiéndose perdido en un despoblado, mirando a todas partes no hallaban por donde ir, a este tiempo pasó un indio que graciosamente los acompañó al camino. Hubo otra circunstancia más en esto porque se pararon sin caminar los Padres no queriendo aunque había allí un camino proseguir por él; que parece los detuvo Dios para que llegase aquella guía la cual hubieron perdido con el camino y jornada si no se detuvieran. Lle86 Villa de la Purificación. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 244-246.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
garon aquella noche al paso de el río para la villa y el día siguiente, que fue Domingo, entraron en ella y con sermón que hizo uno de los dos Padres al tiempo de la misa mayor se publicó la misión convidándolos a todos para la procesión la noche siguiente y en las otras para pláticas de doctrina cristiana y sermones de desengaño. Recibieron con gusto el convite y asistieron tantos que los pocos vecinos se admiraban de ver la muchedumbre de gente que se juntó a tan devoto ejercicio. Tanto que ni en las [al margen: Semanas Santas] se veía tanta muchedumbre en la villa. Venían de tres y cuatro leguas de distancia y de noche se veía la iglesia toda cercada de cabalgaduras de los muchos que venían para volverse luego a sus casas. Las confesiones pasaron de 500 y aunque los Padres habían determinado estar sólo una semana se detuvieron tres días más para consuelo de todos. Fácil es de solo oír el concurso conocer el bien que se hizo en aquella gente, la devoción con que asistieron, las confesiones revalidadas, las lágrimas que vertían, el ánimo con que se declaraban a los con[fol. 32] fesores dieron muestras claras de su verdadero arrepentimiento y del deseo que concibieron de agradar a Dios. Sucedió aquí con el alcalde ordinario, que lo era el capitán José Ramírez, que parte por el deseo que tenía de que todos lograsen este bien justo por lo que estima a nuestra Compañía consultó a los Padres para hacer un auto llamándolos a todos pero atajado de los Padres porque la misión no quiere fuerza sino suavidad, se desengañó su celo cuando vio los concursos y más cuando veía que de todos los que había en la iglesia no había uno que en raudales por los ojos no explicase el sentimiento que tenía de las ofensas de Dios. Entre estos concursos se halló uno que había venido de 20 leguas. Bastante argumento de la eficacia de este medio de la misión para la salvación de las almas. Añadióse a esto, que entre los muchos que concurrían se contaron ocho que en el tiempo de cumplir con la Iglesia era necesario llamarlos con censura para que asistiesen y aquí sólo a la voz de los de los nuestros vinieron como ovejas mansas a seguir a su soberano pastor Jesús. Entre los otros sermones que se predicaron fue la materia de dos: la una de perdonar agravios. Ponderó el Padre la terribilidad de las enemistades lo que Dios estimaba la reconciliación de unos con otros, el premio que a 261.
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ésta correspondía como también el castigo a los enojos; y hizo tanta fuerza en sus corazones ésto que aseguró el alcalde que el día siguiente habían ido diez y ocho personas a su casa a pedirle perdón y otros dos en una materia bien agria se perdonaron admitiéndose a la amistad. La otra fue de el cargo de la misión recibida. Acabóse este sermón con una disciplina, saliéndose las mujeres de la Iglesia, [fol. 32vto.] y quedando solos los hombres y fueron tantas las lágrimas así de los hombres que estaban dentro de la Iglesia como de las mujeres que juntas y apartadas de los hombres en una esquina de la iglesia derramaban que asombraba a los que lo veían. El párroco que con otro clérigo sacerdote cantaba el miserere no lo pudo acabar porque las muchas lágrimas que vertía no le daba lugar a proseguir ni acertar en el Miserere. Acabóse en esta villa la misión día de todos los Santos aunque como dije añadieron tres días los Padres para convocar a todos los que habían concurrido. En ese día 1.º de noviembre se hizo la procesión de la doctrina cristiana en que concurrieron todos cantando voz en cuello las oraciones como si fueran niños de escuela. Luego se partieron los padres a una hacienda nuestra llamada Villa Vieja87 donde confesados los de casa pasaron a la ciudad de Neiva. Aquí se detuvieron los nuestros quince días así porque se pensó asistiese más gente como también por dar lugar en los dos primeros días a que se convocasen algunos vecinos que estaban fuera de la ciudad y que se acabase la iglesia que la estaban actualmente aliviando y se estrenó con este santo ejercicio. Publicóse la misión con la procesión de noche y seis actos de contrición y un sermón en que se ponderó la misericordia divina. Acudieron con frecuencia a los vecinos con tanta moción que siendo ellos gente libre y que suelen hacer chanza de los sermones quedaron atónitos y espantados y todos los que se confesaron que pasaron de 300 hicieron confesiones generales de toda la vida de cuyo número no faltarían diez que no hiciesen esta demostración de arrepentimiento. 87 Hacienda jesuítica dependiente del Colegio Máximo de Santafé. Véase: Francisco de Paula PLAZAS SÁNCHEZ. Villa vieja, ciudad ilustre. Neiva, Dirección de Educación Pública (1950) 31-65.
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[fol. 33] Había allí una persona y por las obligaciones de su estado debía dar más ejemplo que otros a la ciudad; ésta había tenido sus ruidos y advertida de un sacerdote que instase lo que hacía respondió que él juicio tenía y miraría por sí. Añadióse por aquellos días el que había tenido un lance pesado con un hombre honrado de la ciudad hablándole ignominiosamente; asistió esta persona a la misión y a la 1ª noche quedó tan compungida que se fue al sacerdote y le dijo que determinaba hacer una confesión general y quitar la poca edificación que con sus cóleras había causado que no eran otros sus deslices y hablándole uno de los Padres para que se compusiese con aquella persona agraviada condescendió puntual a la súplica; y en presencia de ambos Padres se hicieron las amistades con mucho consuelo de ambas partes. Universalmente en esta ciudad quedaron aprovechados todos, revalidadas muchas confesiones así aquí como en las otras partes amistades reconciliadas y santos matrimonios ajustados. Persona se halló que sólo por la noticia de la misión dejó la manceba y se confesó cristianamente, caso que no sólo en esta ciudad sino en otra también sucedió si bien con mayor circunstancia en otra parte porque lo que no habían recabado los pastores con su poder lo ejecutaron con sus sermones los Padres haciendo que se apartasen dos sólo con la llegada de los Padres y con tanta resolución el uno que dijo al confesor que a no haber modo de curarse se apartaría para toda su vida de la mala amistad en que vivía. Una persona no había asistido a la misión y parece vivía [testado] ajena de confesarse pues no venía a los sermones. Súpolo otro y le dijo que cómo no iba [fol. 33vto.] a oír aquellas cosas que se predicaban diciéndole en general las materias solas de los sermones cuales eran la muerte y juicio de Dios y solas estas voces pudieron tanto en su corazón que vino con toda puntualidad, se confesó y logró el bien de la misión. Reconocióse los fines por donde Dios encarna la salvación de las almas porque asistió entre otras en esta ciudad una persona que había cuarenta y seis años que se confesaba mal y tan perdida en lo que toca a su salvación que en el espacio de estos 46 años, los cuarenta y seis había dejado de confesarse 263.
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totalmente y había tenido en ese tiempo un achaque grave en que temía la muerte aún no quiso confesarse bien; tales eran los lazos con que el demonio le tenía embarazado para que no declarase sus culpas a los confesores. Oyó éste los sermones de la misión y compungido de su culpa manifestó clara y lisamente todos sus pecados, quedó remediado para adelante y con señales ciertas de que proseguiría en el bien comenzado según las circunstancias con que se confesó. Añado a ésta otras dos confesiones que, aunque no sucedieron en la ciudad de Neiva, son semejantes en la duración de sus vicios; y las dos confesiones fueron la una de 60 años la otra de 50 en los cuales siempre se habían confesado mal y salieron con la misión de su miseria. No solo en los blancos pero aun en los Indios [que] de ordinario son bárbaros se advirtió la eficacia de la misión pues muchos se confesaron y hubo entre ellos uno que habiendo callado muchos años pecados en la confesión se declaró totalmente para salir de su ceguedad y lograr la luz de la gracia en el sacramento de la confesión. Acabóse con fruto, estimación de la Compañía y provecho de la ciudad la misión en Neiva de [fol. 34] [donde] pasaron los dos de casa a la ciudad de Ibagué a publicar en ella este santo jubileo. Es esta ciudad muy corta de gente en lo común de el año por asistir sus moradores todos retirados en sus haciendas los unos por su pobreza, los otros porque si no atienden personalmente a sus haciendas se les malbaratan. Muchos de ellos son de honradas obligaciones y universalmente todos miran con particular afecto a nuestra Compañía. Aunque esta falta de gente parece había de dañar a la misión sucedió muy al contrario porque en aquella ciudad hacen fiestas célebres a María Santa Nuestra en su expectación a que acuden todos y a esta sazón quiso Dios llegasen los Padres pues víspera de la Concepción de María Santísima entraron en la ciudad y aquella misma noche con la procesión, saetillas, actos de contrición y sermón se publicó este santo jubileo. Hay en esta ciudad un convento de la Sagrada Religión de Predicadores en que asisten comúnmente dos religiosos, los cuales asistieron aquella noche y las demás a los sermones con puntualidad y gusto. Y no contentos su santísimas Paternidades con autorizar con su preferencia el 264.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
auditorio se emplearon en oír confesiones los días que duró la misión. A estos dos religiosos se añadieron otros tres, el uno de la misma Religión que vino aquellos días a predicar el día de la fiesta de la Espectación de la Virgen, los dos de la Religión seráfica que salían de sus misiones del Chocó. Todos asistieron de noche a los sermones con el cura vicario de la ciudad y [testado] se esmeraron en asistir a confesar a los vecinos con común edificación de la ciudad. La moción y fervor con que asistió a este [fol. 34 vto.] ejercicio la ciudad fue mayor que en otras partes. Las confesiones muchas, el fervor singular como se colige de los casos siguientes. Fue tanto lo que cargaron de los padres para confesarse los vecinos que dudaron ellos mismos pudiesen salir con salud después de la misión los nuestros. Los sollozos en los sermones eran excesivos, clamaban todos arrepintiéndose de sus culpas. En especial una de las noches creció tanto ésto que iban a molestar a aquellas horas a los religiosos para confesarse temiendo perder ocasión de tanto bien. Uno de los religiosos persona por su estado virtuoso y que de tal tiene crédito quedó tan espantado que así que se acabó el sermón se confesó y no quiso acostarse sin repetir segunda vez este ejercicio. Habían venido a las fiestas dos personas y las trajo Dios para su bien porque oyendo los sermones se confesaron empezando generosamente nueva vida y se salieron de la ciudad no queriendo asistir a las fiestas por no perderse en ellas. Indicio cierto de su verdadero arrepentimiento que aun de cosas tan lícitas se privaban por no descantillar de su propósito. Saliéronse los padres acabada la misión [testado] y cuando con la ida de éstos y entrada de las fiestas parece habían de olvidar lo que habían oído los ibaguenses fue muy al contrario. Las fiestas se hicieron con mucha devoción y con continuas confesiones y comuniones. Tanto que dijo el cura con donaire y gusto que le habían dejado que hacer muy bien los padres. No se oían festines de música, ni entretenimientos de bailes, cosa común en gente vulgar. Y una vez que se desmandaron algunos a estas cosas pasó un niño por la puerta oyó el ruido y vio lo que pasaba; y dijo: Esto era lo que decían los padres que idos ellos habría de estos entre265.
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[fol. 35] tenimientos. No fue menester más exhortación de pasar todos los instrumentos de su alegría y uno por uno se fueron saliendo de la casa sin que alguno se atreviese a proseguir en semejante festín. Así que entraba la noche se recogían a sus posadas todos así los que habían asistido a la misión como los que habían venido de fuera. Sucedió una cosa bien rara en esta gente que por bárbara y ser su común ejercicio en rodear y cuidar ganado todo el año, es muy diestra en sortear toros y a que se lidien es su mayor conato. Bien sabía esta inclinación el alférez a cuyo cuidado corrían las fiestas; tenía dispuestos muy belicosos toros, trajéronse a la plaza, cercóse ésta, encerráronse aquellos en el toril y soltándolos para que los jugasen, ninguna persona se atrevió a salir a la plaza a ejercitar tal entretenimiento. De la ciudad de Ibagué pasaron los nuestros a las haciendas de San Miguel de Chipalo88 y [a] la de Santa Catarina ambas de la Compañía en las cuales acabaron con la misión para volverse a Santafé a pasar la cuaresma por ser mucho el trabajo de este colegio en este tiempo; pues casi todos los de la ciudad y los que vienen de fuera concurren a nuestro colegio a confesarse. No hubo en estas partes cosa especial así por no haber más gente que nuestros criados y algunos pocos que concurrieron; [ilegible] como porque había poco tiempo que en las mismas dos haciendas se había promulgado la misión. El fruto de lo que se puede juzgar de las confesiones y comuniones fue mucho, la devoción de el pueblo [ilegible] de cosa singular. Algunos casos particulares que sucedieron los refiero al fin porque no se conozcan las personas. Sea el primero el de nuestro Patrón en las misiones y gloria de nuestra Compañía el Apóstol de la India [fol. 35vto.] San Francisco Javier. Una mujer casada, más advertida a las obligaciones de su estado y a la fe que debía al santo matrimonio, en ocasión que se había ausentado de ella su marido tuvo un desacierto de que quedó con prendas de su bárbara acción. Concibió y a los dos meses de su temeridad dio la vuelta 88
Hacienda propiedad del Colegio Máximo de Santafé.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
su esposo. Temía el riesgo y por asegurar la vida quiso exponer la de el hijo; ejecutó remedios para el aborto pero todos eran en vano; crecía con el tiempo el testimonio de el agravio ejecutado y en ella el temor de su daño. En esta congoja recurrió a San Francisco Javier, hízole su novena y cosa admirable dispuso el Santo de manera las cosas que no conociese la traición el marido. Y aquella criatura destinada por la madre a la muerte la detuvo dos meses más en el vientre. Parió a los once meses la mujer con que no tuvo el marido que sospechar pues a los nueve meses de su vuelta salió a luz viva la criatura. Con un instrumento auténtico deshonró una persona a otra. Había sido cuando a su parte publicó el agravio. Ni en esto solo paraba su perversidad, tenía enemistad con cinco; oyó las voces de los Padres y por ellas le alumbró Dios Nuestro Señor. Determinó con eso mudar de vida y para hacerlo cristianamente y confesarse bien pidió perdón a los cinco; y se declaró con el confesor para ver el medio de que había de usar para volver la honra porque estaba determinado a que si fuese necesario lo haría públicamente. Averiguó el Padre las circunstancias y reconoció que en tal caso no estaba obligado a tanto, advirtióle lo que debía hacer y con mucho consuelo suyo lo confesó. Otra persona tuvo noticia de la misión que iban publicando los Padres y caminó siete leguas a pie para confesarse, como lo hizo con uno de los Padres y di[fol. 36] ciéndole el confesor que a qué penitencia se atrevía por sus pecados; respondió, que por un año entero tomaría todas las noches disciplina y llevaría cilicio por sus culpas pero el confesor no se lo permitió sino que le dio la penitencia que pareció conveniente. Unos de los que oyeron a los Padres en las misiones vivía en mal estado y tan ajeno de atender a sus obligaciones que por veinte años había dejado a su mujer. Éste reconocido con las voces de los Padres trató de mejorar su vida y para esto se puso en camino a buscar a su esposa. Llegó a este colegio nuestro de Santafé en prosecución de su derrota y para que de el todo fuese segura se vino a nuestra iglesia a confesar. Arrodillóse a los pies de el confesor; oró a Dios con tantas lágrimas que enterneció al mismo confesor el cual admirado le preguntó, que de dónde le nacía aquella novedad, a que 267.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
respondió, que eran tales cosas que había oído a los Padres en la misión que estaba espantado y que por eso, arrepentido, no deseaba sino tratar de la salvación de su alma. Entre estas confesiones fue singular la de un mozo que en 25 años que llegaba a el sacramento de la penitencia, después de diez o doce años en que [al margen: de su edad] decía que alcanzó lo que pide la confesión para ser buena, no se había confesado bien. Tenía otro embarazo, que a más de la vergüenza en confesarse, cual era estar con la ocasión al presente. En tales casos se hallaba cogido cuando le echó Dios los de los predicadores por sus voces. Reconoció el miserable sus daños, vino y declaró a uno de los nuestros su conciencia y diciéndole el Padre que no lo podía confesar mientras durase la ocasión, dijo, que se iría de la tierra; admitiólo el Padre y dejando para el día siguiente la absolución, volvió, [fol. 36vto.] confesóse y comulgó y se ausentó para no volver al miserable estado en que lo tenía satanás. En el mismo modo de confesarse se reconoció en otros el efecto de verdadero arrepentimiento que había causado en ellos la misión: ya en dejar los trajes de gala, ya en venir a la iglesia, aunque con poca salud y achacosos, como sucedió en algunos ya en que otros buscaban cilicios con qué macerarse. Cierro últimamente esta misión con dos casos particulares. Sucedió el 1.º a una persona honrada de esta ciudad; llamábase el capitán Pablo Pacheco. Tenía éste una hacienda que por muerte suya dejó a los Padres de la recoleta observancia de San Agustín. Fueron los Padres a esta hacienda a publicar la misión, recibiólos con gusto, dejó a toda su gente aquellos días libres para que alzasen mano de el trabajo y buscasen a Dios. Al 2º día de la misión le dio al caballero un accidente que se pensó no era cosa de cuidado y al 3º día que se acababa la misión (porque no fue necesario detenerse más que tres días para confesar a la gente que hubo) llamó a un Padre y le dijo que quería confesarse generalmente. Admitió el Padre, oyóle y reconoció que su vida no pedía aquella confesión y que solo era devoción libre de su voluntad. Y acabada la confesión se levantó aunque con quebranto, comulgó para ganar el jubileo y a los ocho días de idos los Padres que se contaba el nono,
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
después que hizo esta confesión y comunión, lo llevó Dios a descansar como esperamos en su gloria. El otro caso es de uno que tres o cuatro años antes había asistido a una misión que uno de los nuestros hizo; no se confesó entonces porque estaba en mal estado y vio que no lo habían de absolver. Pero fue tan poderoso medio para su bien la misión que dejó el mal estado y ahora en esta misión se confesó bien y declaró lo que le había sucedido en la misión antecedente. [fol. 37] [Misión del Orinoco] Ya me llama el que siempre ha sido el primer cuidado en esta Provincia y en nuestra Compañía cual es la conversión de los infieles. Entablóse la misión de Orinoco89 en la cual estuvieron como cosa de dos años90 los Padres Ignacio Fiol91, Gaspar Beck92, y Cristóbal Riedel93; allegóseles después el Padre Ignacio Toebás94. De éstos el Padre Cristóbal murió ahogado: prosiguieron los demás Padres en juntar los pueblos de los indios a cuya
89 En 1679 exploraron la región los PP. Ignacio Fiol y Felipe Gómez. El balance final fue que la etnia sáliva era muy propicia para recibir el evangelio. Informado el rey del proyecto otorgó una cédula del 17 de febrero de 1683 por la que encargaba al Presidente el fomentar esa empresa miisonal. AGI. Santafé, 531, tomo 11, fol. 72. 90
El 21 de diciembre de 1681 llegaban al Orinoco. A partir de octubre de 1684 serían víctimas de los caribes.
91 Ignacio Fiol (Palma de Mallorca, 18 de julio de 1629-Asesinado por los caribes a orillas del Orinoco, 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía de Jesús el 30 de marzo de 1652. Atravesó el Atlántico en junio de 1678. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 286-290. 92 Gaspar Beck (Rottemburg am Neckar, 6 de enero de 1640-Asesinado por los caribes a orillas del Orinoco, 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía de Jesús el 14 de abril de 1662. Atravesó el Atlántico el 15 de junio de 1681. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 138-168. 93 Cristóbal Rudel [Rield, Rueld] (Anrsdorf [Austria], 20 de febrero de 1648-Río Suena [Orinoco], 7 de julio de 1682). Atravesó el Atlántico el 15 de junio de 1681. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 607-609. 94 Ignacio Toebast (Gante [Bélgica], 28 de noviembre de 1648-Asesinado por los caribes a orillas del Orinoco, 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía el 26 de septiembre de 1667. Atravesó el Atlántico en junio de 1678. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 681-682.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
ayuda entró el Padre Carlos Francisco Panigati95, pero todos estos murieron infelizmente en la demanda: el Padre Panigati de un recio tabardillo y los otros tres a manos de los indios Caribes. Sintió como era razón tal golpe esta Provincia así por la pérdida de los Padres como porque veía se frustraban sus designios de buscar la gloria de Dios convirtiendo aquellas almas. De todo esto está dada ya razón a Roma. Quedaron algunos soldados por presidio en Carichana96 que es puerto en el mismo Orinoco. Bajó dos veces el Padre José Cabarte a confesar aquellos soldados y volvió siempre con deseos de entable de aquella misión por la docilidad que reconoció en los indios y el deseo que éstos tenían de que se les predicase el Dios verdadero. No obstante no pudo tener efecto este designio hasta que el año de 92 dio providencia el Señor Presidente de este Reino Don Gonzalo de Cabrera Dávalos y la Real Audiencia para que allí se pusiese presidio. Envió un cabo con unos soldados y por parte de la Compañía despachó a aquella misión el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano a cuatro de los nuestros que fueron el Padre Alonso de Neira, el Padre José Cabarte, el Padre Vicente Loverso y el Padre José de Silva, todos dignos de esta empresa97. Entraron en aquella misión, entabláronla con el mejor modo que se pudo en medio de muchas incomodidades cuales son el poco resguardo de sus personas, corta vitualla para los alimentos y menos ayuda para comunicarse unos con otros y favorecerse desde los llanos98.
95 Carlos Francisco Panigati (Capri [Italia], 1650-Carichana 6 de junio de 1685). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de diciembre de 1667. Atravesó el Atlántico en junio de 1678. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá , Universidad Católica Andres Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 402. 96 Carichana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) I, 198-201. 97
De todos ellos hablaremos más adelante.
98 De facto, el proyecto por arraigarse en el Orinoco conllevó las siguientes etapas: 1) La exploración de 1679 por los PP. Ignacio Fiol y Felipe Gómez. 2) Dos intentos de arraigamiento: 1681 y 1691. 3) Epílogo en 1694.
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[fol. 37vto.] En este tiempo con la ida del Padre Visitador a la parte de Quito dispuso el Padre Juan Martínez Rubio99, Rector de el Colegio Máximo y ViceProvincial de esta parte de Provincia, que uno de los Padres de la misión de los Llanos saliese para Orinoco por tierra a buscar nuevos caminos para comerciar con aquellas partes. Salió el que fue destinado para esta empresa el Padre Manuel Pérez100, cuya relación de su viaje y vuelta101 quiero referir como el mismo Padre la escribe para que sea más bien recebida. Escribió al Padre Rector de [testado] Santafé en conformidad de lo que le había ordenado y dice así. “A los 10 de marzo [1692] salí de Tocaría102 con seis hombres para mi resguardo de indios Chiricoas y Guahibos103 que corren esta tierra. Llevé los caballos y mulas que se juzgaron ser necesarios para los Padres de Orinoco; llegué a los siete días al río de Meta que es muy caudaloso pero lo pasé bien por estar prevenidas canoas para este efecto. Proseguí adelante dando ya en tierra más alta y a los ocho días reconocí mucha dificultad en el camino por sus malos pastos y mucho más por no haber aguadas para las cabalgaduras que por ser todas cabezeras de ciénagas atollan muchísimo de manera que entrando a beber los caballos se enterraban hasta las orejas y era menester arrastrarlos para sacarlos por lo cual se maltrataron de suerte que se iban quedando en el camino de flacos y cansados. Con este trabajo proseguí 99 Juan Martínez Rubio (La Roda [Albacete], c. 1627-Tunja, 3 de septiembre de 1709). Ingresó en la Compañía de Jesús el 19 de marzo de 1647. Atravesó el Atlántico el 16 de septiembre de 1658. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 426-430. 100 Manuel Pérez (Zaragoza, 1.º de enero de 1664-Pamplona [Colombia], 13 de febrero de 1714). Ingresó en la Compañía de Jesús el 27 de junio de 1681. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 546-547. 101 Apareció publicada en: Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 288-291. 102 Tocaría. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 12. 103
De ellos hablaremos en el lugar oportuno.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
el viaje caminando siempre por despoblados sin encontrar en todo el camino sino fueron dos indios Chiricoas que acaso iban a buscar qué comer. Cogimos al uno por guía pero habiéndonos guiado cinco días no quiso pasar adelante diciendo que no sabía el camino. Pero fue Dios servido que después de 35 días con los trabajos que lleva el descubrimiento de nuevas tierras llegué a un pueblo de Sálivas llamado Quecuecha que sólo distaba de Cusia104 donde estaba el Padre Alonso de Neira105 y el Padre José [fol. 38] Cabarte106 legua y media. Holgáronse mucho los indios de mi llegada, trajéronme luego casabe, pescado y bebida diciéndome que pasase luego a Cusia que ellos me llevarían pero [ilegible] lo hice por no haber llegado las cargas. Dijéronme dos indios que iban a avisar a los Padres y así lo hicieron tan contentos que entraron corriendo en el pueblo y gritando en su lengua Baye, Baye, bueno, bueno, que han venido los Padres de Casanare [y] dando luego noticia al Padre Alonso de Neira vinieron luego a recibirme el Padre José Cabarte y el cacique y partiéndome allá me hicieron los indios de su motivo de recibimiento muy solemne de danzas de su uso, cosa digna de verse. Venía delante el cacique con un justacoz, montera y un alfanje turquesa; seguíase luego la primera danza que sería de siete o ocho indios todos colorados con coronas de plumas tocando unas flautas. Seguíanse otros de blanco y colorado tocando otras, todos venían de diferentes colores y con instrumentos distintos 104 Cusia. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) II, 359-362. 105 Alonso de Neira (Matapozuelo [León], c. 1635-Poblado indígena de Camoa, 11 de enero de 1706). Ingresó en la Compañía de Jesús el 1.º de enero de 1650. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1658. Fundador de las Misiones de Casanare en 1661. Es el más destacado misionero de la segunda mitad del siglo XVII. Gran conocedor de las lenguas indígenas y de la psicología de los autóctonos, escribió gramáticas, diccionarios, piezas teatrales, etc. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 506-511. 106 José Cabarte [Cavarte] (Zaragoza, 9 de febrero de 1655-Guanápalo, 7 de enero de 1724). Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de febrero de 1680, después de haber concluido sus estudios de Jurisprudencia. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. Concluidos sus estudios pasó a las Misiones de los Llanos. Es el lazo de unión entre los grandes misioneros del siglo XVII y los del XVIII. Fue un caminate de todas las extensiones llaneras y dominó varias lenguas indígenas. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 205-208.
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y algunos más suaves al oído. Sólo se diferenciaban entre todos unos que traían un palio muy curioso de plumas de varios colores con sus varillas de que lo hacían también muy emplumados y la última danza de músicos que saltando y cantando en su lengua decían: Alegrémonos todos que ya vino el Padre y así con mucho orden y concierto vinieron acompañándome hasta casa. Habiéndome aseado entró el cacique y me trajo pescado y casabe y bebida y luego a su imitación todo el pueblo. Hiciéronme varias preguntas: que ¿cuánto me había tardado? ¿Cuántos nidos de culebra había pisado? Que ¿qué decían las cartas de Casanare? Son los Sálivas indios sumamente galanes y bien afectados; todos tienen el cabello ondeado y muy largo, andan comúnmente colorados todos con guayucos arrastrando, que es con lo que decentemente cubren sus desnudos. Muestran muchísima capacidad pues no ven cosa que no la hagan con más perfección; son de dócil [fol. 38vto.] nación y agradecidos al bien que les hacen y así digo por lo que vi que los Sálivas y Catarubenes son los mejores indios que luego tendrán las Indias para Misiones y facilidad en convertirse. Las dificultades que al presente tienen estas misiones son muchas ocasionadas de los Caribes107 y pienso que no habrá tales misiones, ni se hará fruto alguno en ellas mientras no se atajare el paso a los caribes que insolentes de tantas hostilidades y no haberlos castigado se hallan dueños de todo Orinoco obedeciéndoles los indios y ejecutando cuanto les mandan. La fuerza que hay de doce hombres108 es cosa corta y ni cincuenta eran bastantes pues no se les puede con ellos impedir el paso a los cari-
107 Caribes. Gumilla pone el límite occidental en las cabeceras del río Caroní y boca del río Caura (Joseph GUMILLA. El Orinoco ilustrado (1731) 139-140) y el oriental, en las costas atlánticas hasta Cayena, Trinidad de Barlovento y las tres islas de Colorados, que están junto a Martinica (Joseph GUMILLA. El Orinoco ilustrado, 107-108) y de Norte a Sur en el continente dice que “pueblan la costa marítima de Barlovento hasta la Cayena” (Joseph GUMILLA. El Orinoco ilustrado, 313). Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal (2011) I, 169-198. En adelante citaremos: José DEL REY FAJARDO. Topohistoria, y el número de la página. 108 José DEL REY FAJARDO. “Las escoltas militares en las misiones jesuíticas de la Orinoquia (1661-1767)”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, n.º 311 (1995) 35-69.
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bes por los ríos de Dubarro y Vichada por donde suben. A que se llega ser muchos los caribes y buenos soldados como yo vi pues al bajar de el río encontré una piragua en los Adules109; pasó el cacique con su gente a verme que serían hasta veinte caribes, dispararon algunos en mi presencia como haciendo alarde con mucha destreza y disparo de mortero que evadían en mucho a la gente que yo llevaba. Cómo pues podrán pocos hombres resistir a 30 ó 40 piraguas de caribes que cada una trae 30 hombres, y ésta y éstos bien armados. Colígese el poco miedo que tienen porque a vista de el capitán Tiburcio de Medina110 y los soldados subieron catorce piraguas a los Catarubenes, enviólos a llamar el capitán y respondieron que no querían ir; con esto el capitán Tiburcio envió a llamar a los Padres José de Silva111 y Vicente Loverzo112 para que se acogiesen a Cusia diciéndoles que escondieren las petacas en el monte. De que se confirmaron los indios en que no había fuerza para resistir a los indios caribes y así dicen que no les junten en un pueblo que eso es juntarlos para que los maten los caribes y que no estando sino apartados, como al presente están, tienen tiempo de huir cuando suben los caribes. En este estado está todo aquello sin poder los Padres hacer nada. Atajados los caribes
109 Adules [Adoles]. Isla al pie del Raudal del mismo nombre. Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 32-35. 110 Tiburcio de Medina. Según Juan Manuel Pacheco nació en Tunja y a la hora de su muerte contaba con 43 años. Inició su carrera en la Guayana donde contrajo matrimonio dos veces y la segunda mujer la perdió en 1686. Por enfrentamientos con el capitán de la guarnición de Guayana se dirigió a Santafé a pedir justicia. El Presidente don Francisco Castillo de la Concha lo nombró capitán y cabo de la guarnición de Carichana. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 427. 111 José de Silva (Baeza [Andalucía] c.1660-Honda, 28 de noviembre de 1710). Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de febrero de 1680 y atravesó el Atlántico en la expedición de 1690. La primera etapa de su biografía estuvo dedicada a las misiones del Orinoco y de Casanare. Al final de su vida pasó al colegio de Honda en el río Magdalena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 497-498. 112 Vicente Loverzo (Palermo, c. 1653-Adules [isla del Orinoco] 12 de febrero de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 11 de enero de 1679. Vino a América en la expedción de 1690. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 393-394.
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[fol. 39] la misión gloriosa porque los indios son docilísimos, las tierras muy sanas y fértiles”. Hasta aquí el Padre Manuel Pérez como testigo ocular de aquellas partes. Con la asistencia de los Padres en Orinoco habían juntado de nuevo los indios que se habían descarriado con la infeliz muerte de los Padres y invasión de los caribes. Tenían descubiertos algunos pueblos cuales eran los Adules, Catarubenes113, Quirrubas114, Maypures115, Abanos116 y Caberris117; éstos todos llegan de muchas naciones y gentíos: arriba de los Adules, Sálivas y Catarubenes están esotros pueblos y por todo el Orinoco arriba hay muchísimas naciones como ellos dicen. El sustento para los Padres es cierto
113 Catarubenes. A pie, de Tabaje a Catarubenes, se empleaban 4 días; y de Catarubenes a Adoles, 5 días. Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 210-211. 114 Quirrupas [Chirrupes]. Más arriba de las bocas del Meta, en el Orinoco, apunta Gumilla (Joseph GUMILLA. El Orinoco ilustrado, 202) y según Gilij habitaban en el río Auvana (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 59). Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2011) 524. 115 Maypures [Maipures]. Habitaron la región del Ventuari (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 132.) y más exactamente el río Auvana (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 58.) y de ahí se fueron trasladando a la Encaramada, donde tenían su propio barrio (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 58-59). Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia II, 28-34. 116 Abanos [Abanes, Avanes, Avani]. Habían habitado en el río Auvana (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 59) y también en el Ventuari, vecinos de los maipures y los quirrupas (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 132). Residieron en el Raudal de Atures junto con los maipures (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 75) y también se establecieron en la Encaramada, junto con los chiripas y algunos piaroas (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 59). Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia I, 11-12. 117 Caberris [Caberres, Cavarris, Cabres]. Véase: Pobladores del Guaviare. GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 134. Según Agustín de Vega el Atabapo era el “centro de la Nación Cabre”. Agustín de VEGA. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 671. José DEL REY FAJARDO. Topo-historia I, 77-80.
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que iba escaso y en mucha parte de mantenimientos no usados; pero porque tuviese más consistencia aquella misión y por ser mucha la dilación desde el puesto de Casanare que está en los Llanos hasta el puerto de Carichana que es Orinoco, habían puesto allí los Padres algún poco de ganado con algunos caballos y yeguas mansas. Pero todo o desazonó el trabajo que sucedió con acometimiento de los indios Caribes. Llegaron unas piraguas a Cusia donde estaba el Padre Alonso de Neira, entraron por dos veces los Caribes a ver al Padre y como se piensa a darle muerte pero guardó Dios al Padre y aun parece quiso Dios darle una señal de esto en un prodigioso caso que le sucedió. Enseñaba el Padre en su pueblo los dogmas de la fe a los indios; así vio un día un indio y india casados con un niño en los brazos de la mujer que la más edad que tendría serían de 3 a 4 años. Íbale el Padre enseñando a los dos casados la doctrina cristiana [y] díjoles cómo asiste Dios en todo lugar. Otro día vinieron a proseguir en la enseñanza, preguntóles el Padre dónde estaba Dios y no acertando los padres a responder dijo la criatura que tenía en los brazos la mujer: Aquí y en toda parte y lugar. Ni paró en esto el suceso, por otras dos o tres veces repitió el mismo niño la confesión de este dogma cuando veía al Padre Alonso [fol. 39vto.] de Neira. Con esto que había sucedido reconoció el Padre en sus trabajos cómo Dios estaba en todo lugar para asistirle. Tengo en mi poder información jurídica de todo lo que sucedió y fue del modo siguiente. Subieron dos piraguas de Caribes al Orinoco con designio como ellos decían de matar al Padre Neira y quitar a los Padres de aquella misión porque les eran de embarazo para sus hostilidades. A este tiempo venían de Orinoco a Casanare el Padre Vicente Loverzo y el capitán Tiburcio de Medina a negocios de aquella misión. Llegaron los Caribes a Cusia y por dos veces entraron a ver al Padre y no ejecutando sus depravados intentos; temía alguna alevosía y así se escondió en el monte. Viendo los indios frustrados sus deseos se volvían cuando llegados al pueblo de los Adules hallaron allí al Padre Vicente Loverzo y el capitán Tiburcio de Medina en quienes ejecutaron su crueldad como declaró debajo de juramento Gerónimo Evenaben que estuvo presente a todo. Reconocieron los indios Adules la malvada intención de los Caribes que habían llegado, rogáronles que no matasen al Padre 276.
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y capitán y para que condescendiesen les ofrecían [ilegible] pero llevados de su mal natural los Caribes no condescendieron con el ruego sino que arrojando a dicho capitán al agua le dieron de macanazos hasta que murió. De aquí pasaron a donde estaba el Padre Vicente Loverzo que era en una casa y le dieron con una macana en el rostro hasta que perdió la vida. Quitáronles las pobres alhajas que tenían a entrambos y no contenta su rabia mataron a un hijo118 del capitán Tiburcio y a un niño a quien cortaron los brazos para sus fiestas como entre ellos es uso y costumbre. Después de esto cogieron los cadaveres y atando las sogas a los pies y cuello los llevaron a remolque por el agua a la otra banda del Orinoco a unas peñas en cuyos huecos arrojaron los cuerpos y se volvieron a dicho pueblo. Vieron cómo estaba allí el testigo dicho y temiendo que viniese a [fol. 40] a Casanare a dar noticia de lo sucedido quisieron matarlo pero lo dejaron por defenderle los indios de dicho pueblo y decir él, que era morador de Orinoco y que no había de venir a Casanare. Con esto el día siguiente se embarcaron los Caribes llevando consigo los pocos bienes que poseían los difuntos. Con tan trágico suceso determinó el Padre Alonso de Neira superior de aquella misión venirse, como lo hizo, a los Llanos con el Padre José de Silva. Salieron por el monte con indecibles incomodidades y falta de lo necesario y después de muchos quebrantos llegaron a orillas de el río Meta; allí trabajaban en cabar un palo para pasar el río cuando Dios misericordiosamente los amparó. Subía en la ocasión con cuatro días de navegación ya por el río Meta un capitán de Guayana Don Andres Palacios al puerto de Casanare con algunos soldados. Noticiados ya unos y otros de los sucesos de Orinoco cuando a las doce de el día encontró en un paraje llamado Mataberruga a los Padres Alonso de Neira y José de Silva que estaban labrando un palo, como ya dije, para pasar el río. Y según lo que el capitán vio las incomodidades de el camino, la falta de lo necesario, la distancia hasta el puerto de Casanare hubieran peligrado manifiestamente sus vidas si dicho capitán no los hubiera embarcado en su bajel y traído hasta Casanare. Lo mismo afirmaban los
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Otros textos hablan de una hija.
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soldados conviniendo todos en que sin duda hubieran muerto si Dios por aquel medio no los hubiera socorrido a los Padres. En la ocasión con espíritu verdaderamente apostólico y valor digno de un misionero se quedó en la misión solo el Padre Cabarte para ver si se podía de algún modo fomentar la prosecución en aquella empresa. Pero conociendo los muchos peligros y que el Padre se quedaba solo a perecer, sin poder hacer cosa, despacharon de los Llanos un cabo con algunos soldados que trajesen al Padre como lo hicieron. Viniendo éstos encontraron los cadáveres en aquellas peñas en que los habían arrojado los Caribes y los trajeron para darles sepultura en los Llanos. [fol. 40vto.] Era el Padre Vicente Loverzo siciliano de nación, su patria Palermo. Nació en aquel Reino de honrados padres. Antes de entrar en la Compañía estudió la latinidad y después se aplicó al estudio de el derecho canónico. Acabada esta facultad le llamó Dios a nuestra Compañía y entró en ella en la provincia de Sicilia. Acabó con buenos ejemplos su noviciado y concluida la Filosofía con buen nombre de estudiante, en los principios de la Teología, pues solo había cursado el primer año en esta ciencia, pidió pasar a Indias. Señalólo nuestro Padre General para estas partes a las cuales vino con misioneros que trajo de Europa el Padre Juan de Segovia119, Procurador de esta provincia. Luego que llegó a este colegio de Santafé acabó los estudios de la Teología y pidió con mucha instancia entrar a las misiones. Halló su celo en que emplearse gloriosamente porque se abrió entonces la entrada a Orinoco. Fue señalado a esta misión con los otros tres Padres que dije arriba. Allí trabajó fervorosamente catequizando a aquellos bárbaros, reduciéndolos a vida política primero para que juntos y asegurada su constancia en la fe pudiesen recibir las aguas del saludable bautismo. En este colegio y en aquella misión procedió con mucha observancia; era muy delicado en la guarda de las reglas y exacto en el cumplimiento de los votos. No logramos muchos ejemplos suyos porque fue poco lo que aquí asistió y en la misión vivía, como era ne119 Juan de Segovia (Zalamea [Extremadura], c. 1631-Quito, 16 de febrero de 1694). Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de julio de 1648. Catedrático en la Universidad San Gregorio de Quito. Procurador a Madrid y Roma. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 643-644.
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cesario, apartado de los otros Padres buscando los indios y reduciéndolos a pueblo. En este tiempo le dio Dios Nuestro Señor unos vehementes deseos de hacer una confesión general de toda la vida y para lograr esto caminó por despoblado con mucha incomodidad y riesgo de la vida. Hízolo con mucho fervor y se reconoció que Dios lo iba disponiendo para llevarlo al descanso porque luego que cumplió con devoción tal le ordenó el Padre Superior viniese con el capitán Tiburcio de Medina a los Llanos a negocios de aquella misión y en este viaje y en demanda de la obediencia y buen suceso de la misión de Orinoco [fol. 41] halló por la muerte el descanso y fin de sus buenos deseos muriendo en aquella empresa y en la conversión de los infieles por quienes fervorosamente había dejado su Provincia. Al estado de la Provincia y empleos de sus obreros se siguen los quebrantos que ha tenido en cuyo número no son de menor cuenta la falta de sujetos pues han sido con él, la muerte del Padre Vicente Loverzo, once los difuntos sólo en esta parte de Provincia. Aunque la piedad divina ha ayudado en esta pérdida con algunos que han entrado y algunos que vinieron de Europa. [Difuntos de la Provincia] En los dos años de 91 y 92 murieron sólo cinco. El Padre José Hernández120, profeso de cuatro [ilegible] sujeto cabalísimo para los ministerios de la Compañía, especialmente para la prédica. Era español de nación nacido en Cienpozuelos de padres si pobres en lo corporal ricos de virtudes en el alma. Criaron honestamente al Padre José el cual a los primeros años pidió ser admitido en la Compañía. Recibiéronlo en la Compañía teniendo el Padre sólo 16 a 17 años de edad. Estudió la Filosofía y Teología en nuestra Compañía saliendo con muy buenos créditos en ambas facultades. En lo que
120 José Hernández (Cienpozuelos [Madrid], c. 1640-Bogotá, 13 de febrero de 1691). Ingresó en la Compañía de Jesús el 6 de agosto de 1655. Superior en la Residencia de Santo Domingo. En su correspondencia con las autoridades hispanas redactó sendos memoriales para la apertura de un colegio en la Isla y otro en Maracaibo. Archivo de la Real Academia de la Historia, Madrid. Jesuitas, LX, fols. 235-235v). Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 349-350.
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especialmente se esmeró siempre el Padre fue en el aprecio de su vocación como siempre lo mostraba en sus conversaciones y pláticas. Su retiro fue siempre grande no queriendo otro consuelo sino el de los libros. Diole esta esquinencia en que se juzgó muriese pero dándole Dios salud juzgó el Padre José que le avisaba Dios de su muerte con aquel toque porque se hallaba muy gastado de salud y aunque siempre había dado buenos ejemplos en la observancia religiosa trató con mayores fervores de su aprovechamiento. Hizo una confesión general, recogíase a más de el tiempo que señala la Compañía para oración a gastar en este ejercicio muchos ratos con Dios en el coro. Y en estos ejercicios se empleaba cuando le asaltó un dolor de costado que en cinco días lo privó de la vida dejándonos con buenas esperanzas de que Dios lo había llevado a la gloria. Murió a 13 de febrero de 1691. [fol. 41vto.] El Padre Juan Bautista Rico121 español, entró en nuestra Compañía en la Provincia de Toledo y después de profeso pasó a estas partes donde después de algunos trabajos lo llamó Dios para sí en la ciudad de Mérida el año de 92. El hermano Diego Páez122 nació en la ciudad de Tunja de padres honrados los cuales aunque le doctrinaron con cuidado en su natural fogoso y colérico no caían también aquellos consejos que llevase fruto tal semilla. Creció en espíritus alentados y vanos más que en virtud y teniendo ya algunos años lo llamó Dios para nuestra Compañía en la cual entró el año de 1644. Procedió fervorosamente en el noviciado y acabados los dos años de el bienio le dieron los superiores los votos atendiendo a su buena observancia. Lo más del tiempo que estuvo en la Compañía lo gastó en el colegio de Tunja donde hizo también su formación. Era muy humilde y dado con fervor a los 121 Juan Bautista Rico (Navamorcuende [Toledo], c. 1616-Mérida, 20 de agosto de 1691). Ingresó en la Compañía de Jesús el 31 de mayo de 1631. Atravesó el Atlántico en 1662. Rector de San Bartolomé y catedrático de la Universidad Javeriana. El último tramo de su biografía lo vivió en la ciudad de Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 570-572. 122 Diego Páez (Tunja, c. 1608-Tunja, 18 de enero de 1692). Ingresó en la Compañía de Jesús el 30 de octubre de 1643 y toda su biografía transcurrió en la ciudad natal al servicio de la portería del colegio y de la sacristía de la iglesia.
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ministerios de su estado y especialmente en la constancia era vigilantísimo; no tuvo propósito que no conservase toda su vida. Su consejo era acertado comúnmente de donde nacía que aun el mismo Padre Provincial, cuando visitaba aquel colegio, solía consultarle algunos puntos por ver el acierto con que a todo respondía. Fue tal el porte de su vida que por más de 40 años que asistió en el colegio de Tunja que es también casa de noviciado en esta Provincia, no hubo novicio que le reparase cosa reprensible en tanto tiempo, cosa bien singular pues aun en ápices reparan y deben reparar los novicios. En boca de todos fue siempre tenido por virtuoso, llegó a la edad anciana en que acabó sus días en Tunja dando siempre buen olor su santidad. El Hermano Juan Romero123 nació en Panamá donde le criaron sus padres con buena enseñanza a que correspondía su buen natural. Tuvo desde sus principios deseos de entrar a servir a Dios en nuestra Compañía y así navegó a Guayaquil para de allí pasar a Quito donde [fol. 42] pidió alistarse en nuestra Compañía; y lo consiguió considerando los superiores sus buenos deseos para servir a Dios significados bastantemente en el viaje que había hecho. Admitiéronle para hermano coadjutor en cuyo oficio se esmeró siempre. Asistió después de hechos los votos, acabado el bienio, constante en la observancia de las reglas y con mucha humildad en sus ejercicios. Después que hizo la formación lo escogió el Padre Provincial Juan de Santiago124 para su compañero en la visita de la Provincia; hizo este oficio con gran exacción y acabada la visita de la Provincia llegó a esta ciudad el Padre Provincial. En el cual tiempo un mercader de este Reino el capitán An-
123 Juan Romero (Panamá, 1647-Cartagena, 15 de octubre de 1691). Según la documentación oficial: ARSI. Historia Societatis, 49, fol. 149v. Ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de mayo de 1665. El magisterio con los niños ocupó parte de su vida en Panamá, Latacunga, Bogotá y Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 276. 124 Juan de Santiago (Cartagena de Indias, c. 1610-Bogotá, 1.º de julio de 1688). Ingresó en la Compañía de Jesús el 15 de agosto de 1626. Desarrolló parte de su biografía al servicio de las ciencias sagradas en la Universidad Gregoriana de Quito. Rector de la Universidad Javeriana y de Tunja. Provincial (1684-1688). Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 632-634.
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tonio González fundó una escuela125 para enseñar a los niños a leer y escribir. Encomendáronle al hermano Juan el cuidado; asistió por espacio de dos años con edificación en la escuela. Enseñaba a los niños como quien en cada uno miraba a Dios y como quien servía a su Majestad. Doctrinaba a los niños en los misterios de nuestra fe y a vuelta de la enseñanza de leer y escribir los iba instruyendo en el temor de Dios. Decíales algunos versos devotos para que en las doctrinas los cantasen y con estos desengaños dejasen cantares profanos que intoduce en la juventud el demonio a fin de perderlo todo. Prosiguió esta ocupación solo mudando de puesto más de dos años en el colegio de Cartagena y si en Santafé se esmeró en esta obediencia no fue menor en aquel colegio su puntualidad. Tenía buen número de niños, edificaba a todos su trato, atraíalos a nuestras cosas y al aprecio de la Compañía. Pero quiso Dios que cuando con crédito de nuestra Religión y provecho de las almas se empleaba en este ministerio le asaltó un achaque que nos privó del Hermano el año de 93 estando aun mozo y que podía servir muchos años. El Hermano Pedro López126, castellano viejo, pasó a estas Indias occidentales con designios de buscar tesoros [fol. 42 vto.] temporales y halló los eternos. Alistóse para servir al Rey en Panamá y allí lo llamó Dios para que se alistase en su milicia. Pretendió militar debajo de las banderas de Cristo entrándose en nuestra Compañía como lo hizo en aquella ciudad para hermano coadjutor. Pasó allí su noviciado, después lo enviaron los superiores a este Reino y en el lo más vivió en el Colegio de Santa Fe. Hizo su formación y después de haber cuidado de algunas haciendas nuestras, por su edad ya anciana lo trajeron a este colegio los superiores. Cuidó muchos días la sacristía con aseo pero para darle más alivio a su edad lo pusieron en la portería en que se da paso para los que vienen del campo y se administra a los pobres el sustento. Aquí fue de ver su mucha caridad con los que venían y asistiendo a cada hora que llamasen sin enojo. Dotóle Dios 125 La copia de la escritura de donación en: ANB. Colegios, III, fol. 775. 126 Pedro López (“Arenenesis” [España], c. 1617-Bogotá, 28 de septimebre de 1692). Ingresó en la Compañía de Jesús el 15 de noviembre de 1653. Prácticamente dedicó la mayor parte de su vida al Colegio Máximo de Santafé.
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de un corazón tierno con los pobres, dábales con grande amor la comida y aun dejaba lo más de la que le daban para su sustento en casa y con licencia de los superiores la recogía para sustento de un negrito de cinco o seis años, huérfano de padre y aun de madre, si advertimos la necesidad suma con que la negra pasaba que por sus achaques no podía trabajar y venía a nuestra portería a pedir de limosna el sustento. En estos ejercicios de caridad le cogió el achaque último que lo llevó a descansar a la gloria. Apresóle por muchos días y en sus delirios solo se acordaba de los pobres, ya diciendo que les llevasen el sustento, ya preguntando por ellos. Sus coloquios ordinarios eran de la gloria, de la vocación a la Compañía y de la pasión de Cristo nuestro bien. Su paciencia fue singular no dando la más mínima queja en sus dolores, ni mostraba sentimiento aunque le faltasen algunas cosas o por descuido de el enfermero, o por no haberse advertido porque él para sí nada pedía. Recibidos los sacramentos de la confesión, eucaristía y extrema unción fue Nuestro Señor servido de llevarlo a descansar a 28 de septiembre del año de 1692. [fol. 43] Los difuntos este año de 93 han sido más que en los dos años antes. El 31 de enero de 93 nos privó Dios de uno de los mejores sujetos de esta Provincia llevándolo a que descansase de los muchos achaques que padecía. Fue éste el Padre Martín de Eusa127 natural de Santafé, ilustre en sangre y más noble por su virtud y letras. Apenas contaba catorce años de edad cuando huyendo de la casa de sus padres, porque no le permitían la entrada en nuestra casa, se vino a la Compañía. Admitido en ella dio siempre singulares ejemplos de su virtud y del escogido talento para las letras. Luego que cumplió los dos años le dieron los votos y lo trajo la obediencia al colegio de Santafé donde oyó la Filosofía y Teología en que salió tan consumado que reconocían todos en él la ventaja que hacía a sus condiscípulos. Por estar en sede vacante este arzobispado lo enviaron los superiores a la ciudad de Panamá donde recibió las sacras órdenes y hizo tanto aprecio de el Padre
127 Martín de Eusa (Bogotá, c. 1631-Bogotá, 31 de enero de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús en 1646. Recorrió toda la carrera académica dentro de la Universidad Javeriana. Después de su destierro a Cartagena en 1680, regresó a la capital en 1686. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 260-263.
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el Ilustrísimo Señor Briceño128, obispo entonces en aquella ciudad, que le presentó dos tomos que había sacado su Señoría sobre Escoto. Volvió a esta corte donde acabada su tercera lo pusieron a leer la 3ª Catedra de Teología, que es la de Moral y prosiguió leyendo las otras hasta la de Prima con tanto lucimiento y conocido crédito de la Compañía que no había caso arduo o de parte del Señor Arzobispo, o Señor Presidente, o Real Audiencia en que no fuere consultado siendo siempre muy atendidas y veneradas sus respuestas. En boca de todos era el oráculo del Reino. Unos decían de él que era como una fuente que en abriéndola echaba cristalinas aguas de doctrina. Otros decían que no ignoraba cosa. Y en este particular fue singular el aprecio que hizo de el Padre Martín el reverendísimo Padre Fray Antonio de Chaves129 de la Religión Seráfica y Provincial suyo que ha sido en esta Provincia el cual resolviendo casos si era alguno particular apoyado de el Padre Martín decía: Así lo defiende el Reverendo Padre Martín de Eusa y Basta. [fol. 43vto.] Pero lo mejor de el Padre Martín era que todas esas letras la coronaba con virtud muy sólida de que siempre dio señales. Y no es corta prueba lo que le sucedió con el señor Presidente de este Reino Don Francisco del Castillo y Concha130 a cuyo ruego y encargo hecho a los superiores para que sacaren de esta ciudad al Padre Martín por un sermón que había predicado en que indicaba el Presidente le había el Padre tocado a su Señoría131. Con este caballero se mostró siempre afecto al Padre y estando en la ocasión 128 Alonso Briceño (Santiago de Chile, 1587-Trujillo [Venezuela], 15 de noviembre de 1668). Véase: Ramón URDANETA. “Briceño, Alonso”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) I, 532. Ramón URDANETA. Alonso Briceño, primer filósofo de América. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1973). Nicolás E. NAVARRO. Anales eclesiásticos venezolanos. Caracas, Tipografía Americana (1929) 78. 129 Antonio de Chaves. Véase: Luis Carlos MANTILLA. Los franciscanos en Colombia. Bogotá, Editorial Kelly (1987) II, 691-697. 130 Francisco del Castillo y Concha (1679-1685). Véase: José María RESTREPO SÁENZ. Biografías de los mandatarios y ministros de la Real Audiencia (1671 a 1819). Bogotá, Academia Colombiana de Historia (Biblioteca de Historia Nacional) (1952) 5-8. Miguel AGUILERA. “Gobierno de Francisco Castillo de la Concha (16791685)”. En: Curso Superior Historia de Colombia, VI (1951) 229-275. 131
Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 268. AGI. Santafé, 531, fol. 84.
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como siempre muy bien recibido en la ciudad no dio quejas de su partida sino que con mucha conformidad en la voluntad de Dios llevó este golpe. En la observancia de las reglas se vio siempre cabal. Fue observantísimo de los votos. Ejemplo fue de su pobreza, la mucha en que acabó que sacados unos pocos libros no tenía otra alhahaja en su aposento quien pudo con la comunicación de señores y lo opulento de una casa haber tenido mucho. Pero una vez que se apartó de todo fue para no poner más en ello el corazón como lo hizo dejando todo lo que cabía de herencia a la Compañía. En la castidad fue siempre ángel sin que jamás se permitiere contra esta virtud el más mínimo indicio de empañarlo. Una vez le sucedió que con nombre de confesión lo llamó a su casa una mujer, la cual dispuso de manera las cosas que entrase solo en la sala el Padre a quien luego que tuvo presente con la licencia que le daba la soledad y [la] malvada determinación suya empezó la mujer a provocar a mal; resistió a tan fiero golpe su persona volviéndole con presteza las espaldas respondió con huir a tan loca resolución. Conocióse burlada la mujer y quiso con fuerza detener al Padre; asióle de el rosario que llevava al cíngulo el cual tirando ella y resistiendo el Padre se quebró. Salió así con brevedad de la presencia de la mujer el Padre dando a Dios gracias que lo había librado de aquel despeñadero. En la obediencia, a más de el caso que dije arriba de la sujeción con que [fol. 44] salió de esta ciudad, añadió otros ejemplos siendo siempre el primero en las acciones de comunidad y lo que es más estando enfermo le ordenaron algunas veces los superiores hiciese plática a la comunidad y admitía la obediencia como el más sano a que concurría Dios dándole alientos en el tiempo de la plática, siendo así que a veces se levantaba aquel día de la cama para disponer la plática. Con estos ejemplos que advertían todos en el Padre Martín y sus muchas letras y docilidad para consolar a todos, era muy amado de los nuestros los cuales lo miraban como a Padre. Pero quiso Dios llevarlo a descansar porque con sus achaques había padecido mucho. Habíase baldado de las manos, llegábase a esto una continua mortificación porque padeció muchos días de disentería. En estos trabajos se veía muy afligido el Padre y más añadiéndose en él la mucha melancolía de que era molestado tanto que lo hacía encerrarse en su aposento; pero estos encierros eran para más mérito 285.
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suyo porque su ocupación entonces era hablar con Dios, leer libros devotos y otros ejercicios espirituales en que hallaba alivio ya que en lo corporal no lo tenía. Dispuesto con estos empleos santos se le fueron agravando los achaques y [el] sábado víspera de carnestolendas a las 10 de la noche dio su alma a Dios a quien fielmente había servido. Pocos días después de la muerte de el Padre Martín de Eusa se siguió la del Padre Miguel de Mascareñas132. Diole un recio tabardillo que al tercero o cuarto día lo postró de suerte que aunque lo más necesario no podía el Padre ayudarse y necesitaba de ajenas manos para todo. Dispúsose luego que cayó malo con una confesión general, recibió los otros dos sacramentos y murió dejándonos muy buenas esperanzas de su salvación fundadas en sus buenos procederes. Era indiano, su patria Tunja y de honrados padres. Aplicóle al principio su padre a los estudios de latinidad en nuestro colegio de Tunja donde aún niño procedió también el Padre Miguel, que afirma el que era entonces maestro [fol. 44vto.] de gramática, que a todos era ejemplo el Padre. Sacólo su padre de los estudios para llevarlo consigo a Mérida donde hacía viaje y aunque estos caminos suelen entibiar el alma no le sucedió así al [testado: A] Padre Miguel antes luego que volvió a su patria pidió ser admitido en la Compañía como lo consiguió entrando [repetido: entrando] en esta ciudad de Santafé de donde lo enviaron los superiores al noviciado de Tunja. Pasó con fervor los dos años y hechos los votos vino a cursar en Santafé. No eran sobrados para las letras sus talentos pero con la aplicación y estudio mereció acabar la Filosofía y Teología en casa si no con nombre de grande escolástico con muchos méritos suyos porque en todo el tiempo de los estudios no aflojó en nada en el fervor de novicio. Usaba continuas disciplinas y cilicios todas las semanas dormía muchas veces sin colchón en la cuja; ayunaba dos días las semanas, [testado ilegible] no omitía los otros ejercicios espirituales de nuestra Compañía. Con estos ejercicios se dispuso para recibir los sacros órdenes que recibió luego que concluyó sus estudios en esta ciudad. Ejercitóse en los ministerios 132 Miguel de Mascareñas (Tunja, c. 1658-Bogotá, 20 de febrero de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 15 de noviembre de 1675. En 1687 laboraba en la parroquia indígena de Fontibón.
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nuestros de confesar, predicar y enseñar a la juventud la latinidad pero aunque a ellos se aplicaba con fervor el que le molestaba mucho era el confesar porque picaba en escrúpulos y así era prolijo en este ministerio, aunque no omitía todo lo que podía ayudar en este ejercicio a los prójimos: argumento del deseo que tenía de salvar almas pues con tanto quebranto asistía a su aprovechamiento. Llegó la cuaresma de este año de 93 y parece quiso Dios aliviarle en esta mortificación porque al principio de ella cayó malo de un recio tabardillo que lo llevó a descansar como esperamos de la piedad divina a 20 de febrero de 93. Aún no había dos meses que nuestro colegio de Santafé había perdido los dos sujetos dichos cuando tuvo el sentimiento con nuevos trabajos de los nuestros. Cayó malo el Padre Juan Quintero133 de asistir a uno de los nuestros en unas calenturas pútridas, o [fol. 45] tabardillo disimulado, que se introdujo en este Reino. No quiero canonizar acciones y apellidar absolutamente mártir al Padre Juan Quintero pero no dudo que se ofreció con generosidad a la muerte por ayudar a su prójimo pues con su mucha capacidad no podía ignorar el riesgo que tenía de que se le pegase el contagio mientras asistía al otro de casa que estaba muriéndose. Nació el Padre Juan Quintero en Gibraltar134 de nobles padres que le criaron con mucho cuidado y le enviaron a Maracaibo a estudiar la latinidad; acabóla con felicidad y con la llegada de uno de los nuestros a aquella ciudad se encendió en deseos de entrar en la Compañía. Desterróse gloriosamente de sus padres y patria y se vino a esta ciudad de Santafé donde fue admitido y enviado a Tunja a pasar su noviciado. Hechos los votos lo trajo la obediencia al colegio de Santafé donde estudió la Filosofía y Teología con conocida ventaja de todos sus condiscípulos. Los 133 Juan Quintero (Gibraltar [jurisdicción de Mérida, Venezuela], 22 de julio de 1657-Lugar y fecha de muerte desconocidas). Ingresó en la Compañía de Jesús el 5 de agosto de de 1674. Profesor de retórica en la Facultad de Lenguas de la Universidad Javeriana. Poeta. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 558-560. 134 Gibraltar. Véase: Luis Alberto UNCEÍN TAMAYO. “Gibraltar”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) II, 495-496.
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talentos naturales [con que] le dotó Dios al Padre Juan Quintero fueron muchos: no había cosa en que no entrase o saliese con facilidad o fuere en materias escolásticas, morales, o de prédica. Acabados sus estudios le dio la Compañía la enseñanza de los nuestros en el Seminario que ejecutó con exacción. Después prosiguió en los empleos de la Compañía: acabó su tercera [probación], enseñó algunos años la gramática a la juventud secular [y] en este ejercicio le cogió el achaque que fue de calenturas pútridas y luego que cayó malo llamó a uno de casa, hizo confesión general, recibió los sacramentos y bien dispuesto dio su alma a Dios a 12 de abril de 93. El aprecio que mostró siempre a su vocación fue tal que aun estando delirando cogía la sotana y la besaba significando lo que gustaba de morir en esta santa Religión a que Dios lo había llamado. El hermano Fernando de Piedrahita135 nació en la ciudad de Antioquia y de una condición tan angelical que desde niño fue inclinado a los ejercicios de virtud. Vino enviado de sus padres a esta ciudad de Santafé a estudiar en el Colegio Real Seminario que de colegiales seglares tiene nuestra Compañía en esta [fol. 45vto.] ciudad de Santafé. Alí fue ejemplo a todos, era frecuente en recibir los sacramentos de la confesión y eucaristía, y de tan sobresalientes procederes que ninguno en su presencia se descomponía. Pidió entrar en nuestra Compañía donde le admitieron con gusto los superiores así por su virtud como porque había ya cursado seis años de estudio tres de Filosofía y tres de Teología. Pasó con fervor su noviciado teniendo por patrona suya para perseverar en la Compañía a la Reina de los ángeles María Señora Nuestra. Vino a esta ciudad de Santafé a acabar la Teología y los superiores conociendo su virtud le ordenaron fuese al Colegio Seminario para pasar a los filósofos como lo hizo. En este empleo santamente ejercitado le cogió la muerte por medio de unas calenturas que después de muchos días le acabaron la vida a 24 de abril de 93. 135 Fernando de Piedrahita (Antioquia, c. 1668-Bogotá, 24 de abril de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesus el 22 de abril de 1689. Véase: José DEL REY FAJARDO. Jesuitas, libros y política en el Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Bogotá, Publicaciones Editores (2004) 156-157.
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Siguióse al hermano Fernando de Piedrahíta el hermano Andrés de Granados136, sevillano. Pidió entrar en la Compañía en la ciudad de Sevilla para pasar a Indias como lo hizo con el Padre Juan de Segovia, Procurador de esta Provincia. Querían los Superiores que entrase para sacerdote pero así que el hermano surcó el océano pidió ser admitido en el estado de hermano coadjutor a cuyos ruegos condescendió la obediencia por no dar aquel disgusto a su humildad. Sirvió en los oficios el corto tiempo que le duró la vida con mucha edificación y humildad. Y tan menudo en la observancia que ni un mendrugo de pan gastaba sin licencia; todo el tiempo que sirvió de panadero en este colegio. Llamólo Dios pasase con unas calenturas que lo consumieron después de 30 días de cama. Murió por el mes de junio de este año de 93. Ya parecía haber cesado las desgracias en orden a los difuntos de este colegio y parte de la Provincia cuando entrado el diciembre este año de 93 nos privó Dios de seis sujetos los cinco en Santafé y uno en el colegio de Mérida en el espacio solo de 22 días. [fol. 46] El primero fue el hermano Carlos Pérez137 quien acabado el noviciado vino a este colegio a estudiar seminario. Entró en nuestra Compañía en la ciudad de Santafé, patria suya, y porque no eran relevantes sus talentos desde que entró fue con designio de servir a nuestra Compañía en el estado de coadjutor espiritual para lo cual lo admitió el Padre Visitador. Corrió con fervor su noviciado dando a todos ejemplo de su virtud y del que deseaba agradar a Dios. Con esto cumplido el bienio le dieron los votos los superiores despacháronlo a este colegio de Santafé a estudiar lo necesario para el estado que deseaba. Encendióse una peste de viruelas y en pocos días descubriendo su maleza porque venían con alfombrilla, dieron en nuestra casa; encendiéronse en el hermano Carlos con tal fiereza 136 Andrés de Granados (Sevilla, c. 1662-Bogotá, 18 de junio de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de octubre de 1689. Atravesó el Atlántico en la expedición del 10 de enero de 1690. En 1691 laboraba en Tunja como portero. 137 Carlos Pérez (Bogotá, c. 1670-Bogotá, 2 de diciembre de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de mayo de 1691. La muerte le sorprendió siendo estudiante de la Universidad Javeriana.
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que en breves días y recibidos los sacramentos pasó de esta vida mortal a la eterna como esperamos fundados en su proceder y piedad divina a 2 de diciembre de 93. Cayó al mismo tiempo enfermo del accidente de viruelas y alfombrilla el Padre Francisco de Rivera138. Era el Padre por nacimiento de muy honradas obligaciones, su patria Antioquia. Trajéronlo niño sus padres a la ciudad de Santafé donde estudió las letras humanas y la Filosofía siempre con créditos de muy buen estudiante. Ordenóle su padre se graduase de maestro [y] tuvo su examen por el espacio de dos horas como se acostumbra con mucho lucimiento. Y cuando éste le había de excitar a lucir con el grado entre sus condiscípulos estuvo tan deseoso de alistarse en nuestra Compañía que dando de mano a esos honores, seis días antes que sus iguales admitiesen el grado fue admitido en nuestra Religión. Hizo luego viaje a Tunja a pasar los dos años de noviciado y acabados éstos con fervor le dio la obediencia los votos y con éste orden de venir a Santafé [fol. 46vto.] a continuar sus estudios. Obedeció puntual, estudió por un año seminario, examinóse con crédito de la Filosofía y empezó a cursar la Teología. En el tercer año de ésta se hallaba cuando por falta de sujetos le ordenó la obediencia dejase sus estudios y fuese a enseñar gramática en la villa de Mompox. Recibió con conformidad el mandato, enseñó por un año y cursando la teología el 4º año le dio el accidente dicho en ocasión que le habían puesto los superiores satisfechos de su buen proceder por ministro en el Colegio Seminario. Con tanta violencia vino la enfermedad que en ocho días nos privó de el Padre. Murió a 6 de diciembre de 93. Domingo 6 de diciembre murió el Padre Francisco de Rivera y lunes y del mismo mes y año, del mismo accidente, se llevó Dios al Padre Francisco de Aldana139. Eran los dos Padres iguales en el tiempo de 138 Francisco de Rivera (Antioquia, c. 1669-Bogotá, 6 de diciembre de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 21 de julio de 1686. 139 Francisco de Aldana (Maracaibo, 1665-Bogotá, 6 de diciembre de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 26 de mayo de 1685. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 26.
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estudios, iguales en haber enseñado la gramática, el uno en Mompox [y] en Cartagena el otro, y siendo iguales en el viaje que hicieron para enseñar fueron casi iguales en el viaje a la eternidad. El Padre Francisco de Aldana nació en Maracaibo de padres honrados, criáronlo con cuidado y luego que supo los rudimentos de la gramática le enviaron a esta ciudad de Santafé para que aprendiése las facultades de Filosofía y Teología. Llegó a esta ciudad y empezando el curso de artes al 2º año tuvo unos ejercicios de que salió tan deseoso de su bien que dejando el curso de los estudios y buenas esperanzas de su capacidad y talentos pidió ser admitido en nuestra Compañía y entró en ella. Acabó felizmente el noviciado, prosiguió en sus estudios y al principio de el 4º año de Teología lo llamó Dios para sí en el día y año dicho. Dio el accidente de las viruelas al Padre Juan Ascencio140. Empezó con felicidad pero bastardeó con rigor el mal porque se le encolvieron las viruelas y en siete días nos privaron de el Padre. Nació éste en la ciudad de Mérida [fol. 47] [y] allí estudió los primeros principios de latinidad y pasó a la ciudad de Santafé; estudió facultad y al 2º año de filósofo entró en nuestra Compañía. Corrió fervorosamente el noviciado y estudios pero molestado desde ese tiempo de escrúpulos se declaró de el todo la tentación de el enemigo luego que el Padre se ordenó de epístola porque se imposibilitó con los escrúpulos de suerte que para nada estaba; y con tan buena conciencia en lo que a él le pareció que apenas hallaban sus confesores materia de que absolverle. Pero fue Dios servido de darle descanso y reconocido éste se ordenó de sacerdote, mas cuando había de ocuparse con este alto grado en servicio de Dios y la Compañía tocó con el accidente de viruelas en la feliz y eterna esta caduca y mortal vida a 21 de diciembre de 93.
140 Juan Assensio Reinoso (Mérida, c. 1661-Bogotá, 17 de diciembre de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 4 de agosto de 1680. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 62. APQu leg. 6. Carta de edificación del P. Juan Asensio escrita por Juan Martínez Rubio. Santafé, 1.º de enero de 1694.
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Al Padre Juan Asensio siguió el Padre José de Cuevas141, que en poco tiempo que estuvo en nuestra Compañía se sazonó para el cielo. Nació el hermano José en Tenerife de este Reino y después de sabida la gramática pasó a Santafé [y] empezó a cursar la Filosofía y a la mitad del año de la Física pidió ser admitido en nuestra Compañía. Recibiéronlo los superiores motivados así de sus buenos procederes como de sus escogidos talentos. Corrió con tanto fervor que de todos fue tenido por virtuoso y con tanta humildad que las mismas prendas naturales de que le dotó Dios las escondió dejándose de vanidades y buscando sólo el agrado divino. Acabó el noviciado y admitido a los votos nuestros vino a Santafé donde estudiando la latinidad le dio el accidente de las viruelas y alfombrilla que nos privó de las bien fundadas esperanzas que se tenían de lo que había de servir con sus prendas el hermano José a nuestra Compañía. Murió a 21 de diciembre de 1693. [fol. 47vto.] El último de los difuntos de estos tres años fue el Padre Gaspar Lucero142. Fue su patria en Loja [y] nació de ilustres padres los cuales le educaron en virtud y buenos términos a que correspondía la buena inclinación de el Padre. Vino a la ciudad de Quito a estudiar y lo trajo Dios a nuestra Compañía en la cual entró el año de 1629. Acabó los dos años de probación y cursó sus estudios con tan lindos créditos que fue el mejor de sus condicípulos. Ordenóse luego que acabó la Teología y pasó a este Reino donde hecha su profesión lo ocuparon los superiores en el oficio de Rector y Maestro de Novicios en la ciudad de Tunja los cuales cargos llenó como de sus talentos se esperaba. Era sujeto muy cabal para los ministerios de casa. Juntó con el estudio escolástico las noticias morales en que era aventajado; en el púlpito fue siempre estimado por buen predicador a que 141 José de Cuevas (Tenerife [Colombia], c. 1670-Bogotá, 21 de diciembre de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de mayo de 1691. Véase: APQu leg. 6. Carta de edificación del Hno. José de la Cueva. Santafé, 10 de enero de 1694. 142 Gaspar Lucero (Loja [Ecuador], 1610-Mérida, 23 de diciembre de 1693). Ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de junio de 1630. Fue rector en los colegios de Tunja, Pamplona y Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 397-398.
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• carta n.° 11 [carta anua 1691-1693]
le ayudaba una natural facilidad que Dios le comunicó. Todas estas prendas dignas de estimación en cualquier sujeto eran más estimables en el Padre por su condición pacífica y trato amable con que a todos comunicaba. Llegó a los 80 años de edad en que pasó de los trabajos de una edad anciana a la felicidad de la gloria este año de 93, a 23 de diciembre. En el colegio de Santa Fe a 25 de febrero de 1693. Juan Martínez Rubio Fernando Monterde Pedro de Mercado143 Andrés de la Barrera144 Francisco Daza145 •
143 Pedro de Mercado (Riobamba [Ecuador], 1620-Bogotá, 11 de julio de 1701). Ingresó en la Compañía de Jesús el 23 de febrero de 1636. Realizó todos sus estudios superiores en Quito. Fue rector en los colegios de Honda, Tunja, Las Nieves y de la Unversidad Javeriana. Es el escritor jesuítico más prolífico del siglo XVII neograndino. Historiador y escritor ascético. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 451-459. 144 Francisco Daza (Campanario [Badajoz], 27 de marzo de 1648-Bogotá, 23 de abril de 1723). Ingresó en la Compañía de Jesús el 21 de abril de 1668. A partir de 1682 su biografía se vincula a la Universidad Javeriana como catedrático de Filosofía y Teología. Provincial de Quito y del Nuevo Reino. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 240-243. 145 Andrés de la Barrera (Bogotá, 8 de diciembre de 1641-Cartagena 25 de junio de 1701). Ingresó en la Compañía de Jesús el 9 de febrero de 1661. Catedrático de las Facultades superiores de la Universidad Javeriana y Rector del Colegio Seminario de San Bartolomé y de la Universidad Javeriana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 129-132.
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[Fol. 1]
LETRAS ANUAS DE LA PROVINCIA DEL NUEVO REINO DE GRANADA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DESDE EL AÑO 1694 HASTA FINES DE 981 Capitulo 1.ºESTADO COMÚN DE LA PROVINCIA Proemio 1. Es cierto que el no haber en hasta ahora puesto en práctica el escribir todos los años carta anua de lo sucedido en esta Provincia es causa de que se pierdan muchas buenas noticias de casos particulares que o del todo sean olvidadas o han quedado tan imperfectas que no se pueden referir sin mucho peligro de faltar a la verdad en ellas. Por lo cual del tiempo que comprende esta carta solo se han de poner los sucesos [y] nada del dejar esperando que para lo de adelante; la experiencia de semejantes inconvenientes para poner más cuidado en que no se pierda la memoria de los casos que sirven para la edificación común para el buen nombre de esta Provincia que para el crédito 1 APT. leg. 26. Letras anuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañía de Jesús desde el año 1694 hasta fines de 98.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
de los celosos operarios que en esta viña del Señor incesantemente trabajan. Y suponiendo dicha para el lugar que le tocare la división de esta Provincia y la de Quito que eran un solo cuerpo hasta el año pasado de 96 en que por orden y disposicion de V. P. [Vuestra Paternidad] las dividió el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano haciendo dos de una, trataremos como es razón solamente de lo que a nuestra Provincia del Nuevo Reino toca dejando los sucesos de Quito como totalmente extraños a esta nuestra narración. Y porque la materia de este capítulo es un poco difusa le dividiremos en varios párrafos y ésto lo que observaremos en esta obra por hacer menos molesta la lectura.
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• carta n.° 12 [carta anua 1694-1698]
[Fol. 1vto.]
§ 1.º Número de colegios y sujetos de esta Provincia y congregación que en ella se tuvo el año de 95 2. Son pues los sujetos de esta Provincia ciento y cuarenta y dos: 35 son los profesos de cuarto voto; 9 los Padres coadjutores espirituales; 26 los Padres escolares; 31 los hermanos estudiantes, teólogos, artistas y juniores; los hermanos coadjutores formados 24; los no formados 10 y los novicios son 7: los 3 estudiantes y 4 coadjutores. De este número la mayor parte habita el Collº [Colegio] Máximo de nuestro Padre Santo Ignacio en la corte y metrópoli de este Nuevo Reino de Santafé de Bogotá. Están los demás distribuidos por varios colegios y residencias de que se compone esta Provincia, grande en el distrito pero pequeña en casas y número de sujetos. Son los colegios, fuera del Máximo, siete: Tunja, que es el noviciado, Merida, Pamplona, Cartagena, Mompox y Honda, donde el Padre Rector del colegio es cura colado de la parroquial de la villa la que lo es de españoles, indios, mulatos y negros. Dentro de Santafé está otro colegio llamado comúnmente el noviciado de las Nieves. Tenemos también en la misma ciudad el Colegio Seminario de San Bartolomé de que cuida la Compañía y en él de un número crecido de colegiales alumnos y convictores. Las Residencias son seis: una en la isla y ciudad de Santo Domingo; otra en un pueblo dos leguas de Santafé llamado Fontibón donde es cura uno de los nuestros; y las demás en la vasta Misión de los Llanos donde son cuatro los Padres que tienen el nombre y cargo de curas pero los pueblos de que cuidan son más en número por el aumento que estos últimos años ha tenido la Misión de que hablaremos adelante. [Fol. 2] 3. En lo tocante a los estudios de esta Provincia no hay cosa particular que decir porque en Santafé prosigue nuestra Academia2 con el mismo lustre que hasta aquí. En los otros colegios en todos se enseña la gramática y en los más a leer y escribir a los niños. En una y otra enseñanza se logran muchos 2 Se refiere a la Universidad Javeriana.
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provechos no menos por el que tiene la juventud en las letras que por el que se consigue en orden a sus costumbres siendo muy conocidos los estudiantes que frecuentan nuestras aulas y aun los niños de las escuelas que cuida la Compañía por la modestia, compostura, frecuencia de sacramentos y otros mayores ejemplos de virtud con que resplandecen en las ciudades que son de no pequeño consuelo a sus padres y parientes. 4. En todas las ciudades, villas y pueblos donde la Compañía asiste o moran algunos de los nuestros es común la aplicación a todos los ministerios de ella: asistiendo con éstos al español, al moreno y al indio sin aceptacion de personas con total desinterés conocido aun de la gente menos advertida de donde nace un sublime concepto y estimación que generalmente se tiene de la Compañía y de cada uno de los sujetos. Sin exceptuar las partes donde quizás por menos conocida es la Compañía menos amada si bien (consistiendo el principal amor en el aprecio) podemos con verdad decir que se halla la Compañía al presente en estas partes muy querida de todos pues es en todos grande el concepto que de ella tienen. De aquí nace el común deseo que hay en los lugares principales del Reino y en otros de menor cuenta de tener por sus moradores y vecinos a los jesuitas librando en esta asistencia el mayor bien que lustre de sus repúblicas. Y es bien cierto que si los medios alcanzaran a los deseos contada fuera la ciudad o villa donde no se tratara de fundar colegio. Pero la pobreza de este Reino es el día de hoy mayormente con la calamidad de Cartagena (de [fol. 2vto.] de que hablaremos después). La mayor que se ha conocido que no obstante fuera doblado el número de colegios en esta Provincia por las ciudades y villas que han ofrecido y solicitado fundaciones las hubieran podido conseguir. Pero las grandes dificultades que se ofrecen impiden o a lo menos dilatan su ejecución de suerte que poca esperanza queda de conseguir tal cual que al presente se tratan con más calor y deseo que con más fundamento en los medios que para ello se ofrecen. 5. Dicho esto así en común, antes de llegar a tratar en particular de los colegios será preciso desembarazarnos de algunos puntos tocantes a la Provincia. Y
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sea el 1.º la Congregación provincial3 que se tuvo en el colegio de Santa Fe por el septiembre de 95 en que presidió el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano, a quien asistieron los principales Padres Profesos de estas dos provincias del Nuevo Reino y Quito unidas entonces en un solo cuerpo4. El cuidado y solicitud grande del Padre Visitador a la oficiosa caridad del Padre Juan Martínez Rubio, Rector entonces de este colegio, dispusieron en él todas las cosas para el hospedaje de los Padres llamados con tiempo por las mayores distancias de los colegios principalmente de Quito. Fue con esto el hospedaje muy decente a lo religioso y todos los Padres pudieron con quietud y comodidad atender al fin principal a que fueron llamados. 6. Tratáronse en las juntas que se hicieron puntos de mucha importancia dirigidos al bien espiritual y temporal de la Provincia. Llegados a la elección de los Procuradores, con suma paz y concordia, fueron elegidos en 1.º lugar el Padre Rector de Santa Fe Juan Martínez Rubio; en 2º el Padre Juan Martínez Ripalda5; y en 3º por si sobreviniese impedimento a alguno de los dos (como sucedió y presto diremos) [fol. 3] al Padre José de Cases6. Con lo cual concluida la Congregación se volvieron los sujetos a sus colegios y residencias. Pero ya que hemos dicho la elección 3 Congregación Provincial. Asamblea que reúne a todos los Superiores de una Provincia y a los religiosos más antiguos de Profesión. Se reúne para elegir los Procuradores a Roma que deben asistir a la Congregación General y para estudiar el estado de la Provincia. En Indias elegían dos y un suplente. 4 Una visión general en: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. Tomo II. Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez (1962) 216-218. 5 Juan Martínez de Ripalda (Olite [Navarra], 1641-Madrid, 2 de diciembre de 1707). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de septiembre de 1659. Atravesó el Atlántico en 1662. Su biografía americana está casi totalmente vinculada a Bogotá, tanto en servicio de la Universidad Javeriana como en atender los duros conflictos que vivió la Provincia en esos años. Fue Procurador en Madrid del Nuevo Reino de Granada. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 417-426. 6 José de Casses (Valencia, 5 de marzo de 1644-Cartagena de Indias, 19 de marzo de 1698). Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de marzo de 1667. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1684. Consagró lo mejor de su vida a las Misiones del Marañón, Popayán, Latacunga y Quito. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblio-
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de Procuradores continuaremos esta materia hasta sacar de la Provincia embarcados para Europa a los sujetos que últimamente fueron. 7. El día 21 de abril, que fue Sábado Santo el año de 96, estando junta la comunidad de este colegio nombró el Padre Visitador en uno de los dos cargos dignamente ocupados de su Reverencia que fue el de Vice Provincial [testado] al Padre Juan Martínez Rubio y en el de Rector de este colegio al Padre Juan Martínez de Ripalda cuya patente se leyó a la comunidad. Después que el Padre Visitador salió de esta Provincia dejándola dividida de la de Quito remitió al Padre Juan Martínez Rubio la patente de Provincial que había guardado su Reverencia para enviarla hecha la división con lo cual quedó excusado al Padre Provincial del viaje a España y Roma7. Dióse con esto aviso a los otros dos sucesores electos para que se previniesen. No daban ninguna prisa por este tiempo los galeones surtos aún en Cartagena sin haber pasado a la feria de Portovelo. Pasaron en fin y con esta noticia fue despachado desde Quito para Cartagena el Padre José de Cases que entró en ésta a principios del pasado de 97. Y ya sea por la molestia de tan largo camino o por las malignas influencias de aquel temple se le agravaron algunos achaques que padecía los cuales juntos con una grave enfermedad le acabaron la vida antes que la armada de Francia sitiase a Cartagena. Fue la pérdida de este sujeto en mala coyuntura para la provincia de Quito que con mucha razón tendrá que llorar en él uno de los más insignes varones que en santidad y prendas naturales y adquiridas ha tenido. De uno y otro pudiéramos hacer aquí un largo y agradable discurso pero no es razón obscurecer con pequeños elogios la fama de un varón tan grande, ni es tampoco lícito a nadie meter la hoz en mies [fol. 3 vto.] ajena. A causa de la armada se hallaban en la ocasión de su muerte en Cartagena muchos mercaderes y caballeros de Quito y éstos que tenían alto conteca de escritores jesuitas neogranadinos, 198-199. 7 En la Congregación Provincial de 1695 se determinó la división de las Provincias en la del Nuevo Reino y la de Quito. Véase: APQu leg. 6: Forma y circunstancias con que se efectuó la división desta Provincia de Quito con la del Nuevo Reino por orden de Nuestro Padre [General]. Escrito por Diego Francisco Altamirano. Quito, 21 de noviembre de 1696.
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cepto de la santidad del difunto quisieron dar un ilustre testimonio de este aprecio. Hiciéronle costosas y magníficas exequias pero con todo declararon más la estimación que de él tenían en la veneración del cadáver a quien tocaban los rosarios, besaban los pies procurando juntamente llevar alguna aunque pequeña parte de sus vestidos o alhajas que guardan como preciosas reliquias. 8. Ya por este tiempo caminaba para Cartagena el Padre Procurador General Juan Martínez de Ripalda y estando para entrar en la plaza hubo de retroceder a Mompox por la noticia de haberse puesto la escuadra francesa sobre aquella ciudad. En Mompox se detuvo aguardando el suceso y como el enemigo ganó a Cartagena [y] que los galeones juntamente durante el asedio tomaron desde Portovelo la derrota para la Habana, duró su estada en Mompox más de 8 meses por falta de ocasión segura para embarcarse. En el ínterin teniéndose en Santa Fe noticia de la muerte del compañero juntó el Padre Provincial todos los profesos que se hallaban en esta corte para que se eligiese un sujeto que acompañase al Padre Juan Martínez de Ripalda. Fue elegido el Padre Rector de Cartagena8 pero sobrevinieron tales impedimentos y razones tan eficaces que se hubo de dejar este intento y al Padre Procurador se le dio por compañero un hermano coadjutor con el cual bajó su Reverencia a Cartagena por fines de diciembre de 97, que hasta mayo de 98 no hubo ocasión de embarcarse. Embarcáronse finalmente en un galeón portugués. Quiera Nuestro Señor haberlos conducido con felicidad hasta el fin de su viaje.
8 Fernando Zapata.
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§ 2º Misión que vino de Europa y división de Provincia [Fol. 4] 9. Concluido con este viaje empezaremos con otro que es el que hizo de España a esta Provincia el Padre Procurador Pedro Calderón con la misión numerosa que recogió de las provincias de Europa. En el mucho tiempo que se detuvo su Reverencia en España por la dilatada salida de galeones trató en el Real Consejo de las Indias gravísimos negocios de estas dos provincias consiguió lo que pretendía en muchos y en otros se difirió tanto su conclusión por el espacio con que caminan estas cosas, que instando ya la partida, los hubo de dejar encargados al Padre Procurador General de Indias asistente en la Corte9. Había conseguido licencia de su Majestad el Padre Pedro Calderón para traer 60 sujetos pero no pudo juntarlos todos, juntó más de 50. Número rara vez excedido de las misiones que han pasado a estas provincias pero antes de embarcarse murieron unos y se quedaron otros; con 45 se embarcó el Padre Procurador, día 22 de septiembre de 9510. Componíase la misión la mayor parte de sacerdotes, buen número de hermanos estudiantes y algunos coadjutores y pocos novicios. Todos vinieron en un navío nuevo y muy bueno llamado Jesús, María y José. Con la mejor comodidad que se pudo se dispusieron las cosas de suerte que la tuviesen todos y de observar la distribución religiosa en las horas señaladas de oración, exámenes, misa, lección espiritual, letanía de los santos junto con el itinerario de la Iglesia y el rosario de Nuestra Señora [que] se rezaba a coro por la noche y se concluía con la letanía de esta soberana Reina, cantada con buena música de voces y instrumentos. Fuera de ésto tenían los novicios 9 Procurador General de Indias. Para la importancia y funciones de este cargo nos remitimos a: Félix ZUBILLAGA. “Procura de Misiones en la antigua Compañía de Jesús. II: Procurador de las Indias Occidentales”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) IV, 3243-3244. 10 La expedición se compuso de 49 sujetos y la fecha de partida fue el 17 de junio de 1695. Véase: Agustín GALÁN GARCÍA. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 283-284.
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tiempo señalado para los ejercicios de su distribución, los estudiantes para su estudio y los sacerdotes y hermanos coadjutores para los empleos propios de su estado. De los Padres unos explicaban todos los días la doctrina cristiana; otros con especialidad la enseñaban a los grumetes, negros y otra gente; otros catequizaban a algunos morenos que no estaban bautizados y otros acudían con [fol. 4vto.] singular caridad a los enfermos del navío; y todos finalmente cooperaban con su buen ejemplo para que allí fuese con especialidad servido Nuestro Señor y movido por esto a dar feliz viaje a toda la armada. 10. Plugo a su Majestad dar a los del navío prendas de esto bien seguras con un caso no vulgar que sucedió el día 9 de octubre, víspera de nuestro Padre San Francisco de Borja. Caminaban ese día las naos con un viento a popa admirable cuando a cosa de las dos de la tarde cayó por la proa al mar un pajecillo del navío que en su bordo dormía profundamente; con la muerte hubiera continuado el sueño a no favorecerle San Francisco de Borja. Quiso su buena suerte que no habiéndose visto alguno caer a el agua le alcanzasen a ver dos misioneros y quedándose el muchacho por la popa pudieron descubrirle desde el corredor que iba dando vueltas y medio sumergido en las ondas. Dieron al punto voces y a ellas acudieron los marineros con los prontos socorros de boyas, y [testado: aguas] tablas, diligencias que fueron en vano por ir el muchacho dormido o sin sentido alguno. Más favorable le fue la que por orden del superior hicieron los misioneros que puestos de rodillas imploraron con oraciones la piedad y auxilio de San Francisco de Borja pidiéndole fuese servido de que no pereciese en las aguas el que fluctuaba en ellas. Atravesóse a este punto el navío pero como era el viento tan grande que el muchacho quedaba tan lejos que no alcanzaban a descubrirle los ojos. A toda prisa echaron la falúa a el agua pero con la confusión se hizo tan de tropel esta diligencia que desprendida del aparejo ó maroma con que afianzada de proa la bajaban dio un furioso golpe en el agua con los marineros que llebaba dentro, pero éstos como diestros presto salieron del riesgo. Corríale con todo grande [fol. 5] de perderse [sic] la falúa y ya con la dilación no había esperanzas de socorrer al que creían tragado de las furiosas olas. 305.
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11. Pero los nuestros nada caídos de la confianza primera hacían nueva rogativa al Santo movidos más por haber sabido que el pajecillo era uno, de nueve a diez años, que todos los días barría la cámara donde venían los misioneros causa de haberle cobrado especial cariño. Salió en fin el batel del agua, sacaron de él la que tenía dentro y habiéndose tardado en esta faena casi una hora trataban de volverlo a subir a la nao teniendo por perdido el trabajo de ir a buscarle; principalmente estando el mar con el viento algo alto y la falúa no bien dispuesta por el contratiempo que acababa de padecer en que perdió el timón y otras alhajas de su aliño entre las cuales se anegó una estampa de San Francisco de Borja que acaso tenía allí un marinero su devoto, circunstancia que no es para omitida en el caso presente. Habíase subido el piloto a la gabia mayor y viendo la omisión de la gente en ir a buscar el náufrago muchacho, movido (a lo que el decía) de un impulso interior, que vehemente mandó a los marineros que navegasen hacia una parte que les señaló porque allí descubría un bulto. Ejecutaron ellos el orden con presteza pero sin fruto. Con lo cual se volvían desconsolados cuando de otro navío los llamaron y señalándoles a otra parte les aseguraron que allí iba el cuerpo que buscaban: fueron prontos y hallaron al pajecillo que a toda prisa se undía en las aguas, siéndole forzoso a la raez del bote valerse de un remo largo que llevaba por timón para levantar el cuerpo a que arrojándose un marinero le sacó de tan manifiesto peligro. 12. Dieron la vuelta al navío sin más consuelo que el de haber cobrado el cuerpo para retribuirle al mar hechas las exequias a su modo porque todos creían que era ya difunto. Mas no tardó mucho el desengaño porque [fol. 5vto.] tomándole el pulso se percibió en él algún movimiento causando tal admiración que a un tiempo resonó en todo el navío la voz común que publicaba el milagro; y satisfechos de que sólo San Francisco de Borja era el obrador de tan singular maravilla cobraron nueva esperanza de que le había de dar presto salud perfecta como le había conservado la vida hasta entonces. No por ésto omitieron las diligencias de curarle aunque la primera fue la del capellán de la nao que le administró la unción sagrada, después le hizo la de envolverle en una sábana empapada en aguardiente con lo cual y otros remedios, la misma noche cobró el uso de los sentidos aunque con no pequeño aturdimiento; a los dos días se halló muy mejorado pero sin saber dar razón 306.
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de lo que le había acaecido. Con todo el tercer día le administraron el viático pero ese mismo día se halló con tal aliento que se levantó de la cama y acudió desde entonces a los ejercicios de su obligación. Fue para la gente del navío tan conocido favor éste obrado por la intercesión de su siervo el humilde y grande San Francisco de Borja que nadie dudó llamarle prodigio y obra sobrenatural y el nombre del niño del milagro porque desde entonces fue conocido. Declaraba bien este común juicio de todos los que fueron testigos del suceso que no acababan de dar las gracias al obrador de semejantes maravillas diciendo muchos (aludiendo al caso de la estampa) que había querido el santo padecer en su imagen el naufragio de que a ruegos de todos había librado al inocente niño. Y para mostrar su gratitud al santo se le hizo en su día una solemne fiesta adornándose el navío con banderas y gallardetes, cantáronse dos misas que acabadas se hizo salva real con la artillería, cultos sagrados y militares que no desagradarían [fol. 6] a un santo que dio sus tiempos a la milicia del mundo y procuró seguirla soldado aunque la acabó General de la Compañía de Jesús. 13. Nuestros misioneros habiendo con este caso ganado los ánimos de todos procuraron más ganarlos para Dios. Publicóse misión en el navío a que dio principio el día 15, de la gloriosa madre Santa Teresa de Jesús, el Padre Procurador y prosiguieron otros Padres. Vendrían en este navío 350 almas. El número de los confesores era grande [pero] mayor su celo y aplicación. No se contentaron con que se confesase toda la gente de la nao; procuraron que las confesiones fuesen generales como lo fueron casi todas y algunas bien necesarias siendo tal la reformación de la gente que parecía el navío un convento de religiosos. Convenía mantener el fruto con el riego de buenas obras: éstas fueron frecuentes exhortaciones y explicaciones de la doctrina cristiana, conversaciones fervorosas de las cosas eternas que les tenían los nuestros con no pequeño consuelo y gusto de los oyentes. 14. Hicieron también para el feliz viaje la octava de Nuestro Padre Santo Ignacio. La novena de San Francisco Javier a quien añadieron la decena de los viernes. Mucho obligaron al santo con ésta [y] hubiéronle menester y estúvoles bien tenerle obligado. Fue la navegación larga pero feliz sin desgracia hasta el día 1 de diciembre en que entrando los navíos a tomar puerto en el de Bocachica enca307.
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lló el navío de la misión en un banco de arena de los muchos que hay en la canal por donde entran las naos y encalló de suerte, que aunque le aligeraron de gente, (pues todos los pasajeros se desembarcaron), de la artillería, de las áncoras y cajas de ropa, nada bastó ni lo mucho que la gente de mar de varias naos trabajaron con sus lanchas y botes por sacarle del peligro el día 1 y 2 de diciembre. 15. Afligido el capitán vino ese día a nuestro colegio [fol. 6vto.] de Cartagena donde estaba hospedada la misión; habló a los misioneros pidiéndoles interpusiesen oraciones y ruegos con el glorioso Apóstol de las Indias San Francisco Javier para que no permitiese peligrar el navío feliz por haber conducido en su primer viaje a tantos misioneros que deseosos de imitar sus pasos venían en busca de la gentilidad. Ofreciéronle todos encomendar veras su navío a San Francisco Javier y los sacerdotes prometieron decir la misa el día siguiente por este fin trayendo a la memoria del capitán el suceso del pajecito acaecido en víspera de San Francisco de Borja que animándole a esperar en la deste otro Francisco no menos prodigioso el auxilio. Muy consolado volvió el capitán a su nave y hallando rendida la marinería con el continuo trabajo de dos días sin ningún fruto ni esperanza de él, mandó a todos que sin cuidado descansasen aquella noche. 16. Así lo hicieron y el Santo Apóstol quiso cumpliendo los deseos del piadoso capitán sacarle del cuidado. La mañana siguiente de su propio día 3 de diciembre hallaron el navío nadando con sobrada profundidad de agua y retirada del peligro del banco en que por dos días estuvo inmoble a tantas diligencias, señas que manifiestan bien haber salido a impulsos del brazo poderoso de San Javier como lo confesaba agradecido el capitán don Juan Agustín de Husen, noble vizcaino que vino a rendir las gracias a su bienechor asistiendo a su festividad: habiendo primero entrado el navío a donde estaban los demás de la armada, bien adornado y con grandes salvas que le hicieron todos congratulándose con el por tan feliz salida de tan peligroso riesgo. 17. Pero volviendo algo atrás a 16 de octubre a petición del Señor don Bernardino de Lora, almirante [fol. 7] de galeones que envió su falúa al navío de los misioneros [para que] pasaran dos Padres a la nao Almiranta para publicar en ella los jubileos de la misión 308.
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y doctrina cristiana y para proseguir lo restante del viaje asistiendo en aquel navío donde venían 100 almas con solo un capellán y un religioso franciscano enfermo. Al día siguiente dieron principio a las pláticas y sermones durando con general aceptación por once días en que no hubo descanso para los misioneros; porque conmovidos los oyentes a la fuerza de los desengaños eternos fue muy raro el que dejó de lograr ocasión tan oportuna para bien de su alma. Cargó todo el peso de las confesiones (como acontece) sobre los misioneros y pasarían de 200 las generales en que hubo conversiones admirables y aun se ajustaron entonces algunas enemistades que sosegaron inquietudes nacidas de las ordinarias ocasiones de los navíos. Y en lo restante del viaje fueron estos sujetos ángeles de paz que la mantuvieron a pesar del demonio que no dejó piedra por mover para turbarla no sólo entre la gente ordinaria sino también entre la principal en lances de mucho riesgo que se ofrecieron; pero todo se quedó en amagos porque en todo medió la prudencia y solicitud de los nuestros. 18. Y para divertir estas pesadumbres procuraron no faltasen en el viaje entretenimientos santos de sermones, novena de San Francisco Javier que hizo toda la gente del navío con notable devoción y aunque los enfermos fueron pocos pero en la asistencia de éstos procuraron los nuestros edificar a todos. Finalmente en éste y otros santos ejercicios se pasó el viaje y los misioneros desembarcaron en el puerto de Cartagena el día 1 de diciembre; y fueron hospedados en nuestro colegio con gran caridad y religioso hospedaje [fol. 7vto.] El tiempo que aquí se detuvieron no pudieron estar ociosos porque luego (como es ordinario) se dio a sentir el mal temple a los forasteros. Picaban unas enfermedades tan agudas que a los 3 y a los 4 días rendían y acababan las fuerzas más robustas. En menos de un mes murieron más de 300 personas de la armada de todas suertes. Asistían los nuestros a todas partes principalmente al hospital de San Juan de Dios donde no tenían número los pobres enfermos ni alcanzaban las fuerzas de aquellos religiosos para asistir a tantos con que era más oportuna la asistencia de nuestros misioneros.
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§ 3º. Prosigue la materia del pasado 19. En tan santos ministerios se ocuparon los misioneros hasta que prevenidas todas las cosas para proseguir su viaje salieron de Cartagena a 30 de diciembre. Había tenido su aumento la misión de algunos buenos mozos de los que vienen en las armadas con mal fundadas esperanzas de enriquecer en Indias a los cuales desengaña tan presto Cartagena y tratan de abrir los ojos a más seguras pretensiones; de éstos se pegó un buen número de pretendientes pero se desminuyó el de los sujetos habiendo muerto en Cartagena un hermano coadjutor de singular virtud11 y un hermano seminarista fue despedido de la Compañía por el Padre Procurador Pedro Calderón12 que con patente del Padre Visitador Diego Francisco Altamirano venía conduciendo a los misioneros y visitando los colegios por donde pasaba. El 1.º fue el de Cartagena de donde en 14 días de navegación penosa parte por ciénagas y parte por el caudalosísimo río llamado el Río Grande de la Magdalena llegó la misión a Mompox. [fol. 8] 20. Aquí mostró lo noble y lucido de aquella villa su grande estimación y amor a los nuestros saliendo todos con los Padres de aquel colegio a recibir los misioneros al puerto que llaman de la Compañía. Con tan lucido acompañamiento llegaron a la puerta de nuestra iglesia donde los recibió el Padre Rector, revestido con sobrepelliz y capa, y la escogida música cantó el Te deum Laudamus en acción de gracias. Fue grande el agasajo y caridad con que en este colegio fueron los huéspedes asistidos y aunque venían necesitados del descanso pero el de los imitadores de [ilegible] hacer la voluntad del que los enviaba a ganar almas en tan distantes regiones. Supieron tenía grande necesidad la villa de Mompox de remedio en los abusos, pecados públicos y vicios que en ella reinaban. No había de ser larga aquí la detención por esto
11 Martín Fernández (Alcanadre [Logroño], c. 1668-Cartagena, 27 de diciembre de 1695) Murió a los 27 años de edad. ARSI. Historia Societatis, 49, fol. 191v. 12 Pedro González, natural de Cangas (Asturias).
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se dieron manos para aprovechar el tiempo. Dispuso el Padre superior con buen orden todo lo necesario y en siete días se hizo una misión tan fructuosa que quedará de ella perpetua memoria en aquella villa. 21. Las conversiones de pecadores totalmente estragados fueron tantas que tan singulares y verdaderamente estaban todos los misioneros y Padres de aquel colegio admirados de tan general y rara moción en gente tan desbaratada y perdida. En fin que hubiéramos de referir los amancebamientos deshechos y convertidos al santo vínculo del matrimonio, las voluntades discordes reconciliadas, las honras y haciendas restituídas, las confesiones de 30 y 40 y alguna de 70 años que se revalidaron y los demás frutos de no menor estimación que se consiguieron se hubieran de gastar en esto muchas hojas y tiempo que llevamos limitado para lo mucho que nos queda. Además que algunas cosas mejor es decirlas en general por evitar otros inconvenientes. Baste sólo el decir lo que era común entre los misioneros, que llenos de gozo [fol. 8vto.] y consuelo daban por bien empleados los trabajos de tan largo viaje aunque no hubiesen de coger más fruto que el que en esta ocasión lograron y aún hasta el día de hoy no parece se pueden acordar de esta misión sin experimentar un grande regocijo y espiritual júbilo en sus corazones. 22. De Mompox salió la misión a 24 de enero de 96 con un sujeto menos que quedaba acabando los días de su vida y murió de allí a poco13. Los demás prosiguieron su peregrinación como apostólicos misioneros, o (lo que es todo uno) como el sol su carrera que por donde quiera camina alumbrando y repartiendo sus influencias benignas. Donde topaban gente solicitaban se confesasen los que eran capaces, enseñaban la doctrina cristiana diligencia que se hizo todas las noches con los indios de las canoas que pasaban de 150. Si se encontraban enfermos se les disponía para la sagrada comunión y también se administró a muchos sanos por todo el viaje porque como vive tanta gente en estancias y rancherías donde rara vez tienen comodidad de oír misa, con la ocasión de tantos confesores, los más procuraban lograrla; y hubo varios casos en que se manifestó a veces la singular providencia que Dios tiene de sus predestinados. Pero no es ésto nuevo pues por donde quie13 Pedro Barla. Fallecido en Mompox el 17 de enero de 1696. ARSI. Historia Societatis, 49, fol. 221v.
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ran que caminan los nuestros en estas partes se ven obligados a detenerse donde no pensaban por algunos ordinarios accidentes siendo la causa verdadera el querer Dios tomarlos por instrumentos para la salvación de alguna alma, como los llama a [los de] su Compañía constituyéndolos apóstoles del mundo todo. 23. Al fin de esta suerte caminaban ahora por el Río de la Magdalena nuestros misioneros experimentando sus muchas y molestas plagas pero mucho más el paternal cuidado de la providencia divina que los libró de continuos peligros en que se vieron con particularidad [fol. 9] un sacerdote flamenco llamado Teófilo Sostens14, se vio una noche en todos los riesgos propios de esta navegación. Solía este Padre por las tardes cuando tomaban tierra retirarse un poco de los demás para leer a solas unos libros devotos de que usaba. Divertíase tanto en esto que se olvidaba de el lugar donde habían parado las canoas. Una tarde de las últimas se apartó con otros Padres poco más de un tiro de piedra: púsose a leer y engolfóse de suerte en su devoto ejercicio que no advirtió cuándo dieron la vuelta los compañeros y aunque el lugar estaba tan cerca que se oía el ruido de las bogas y criados con todo se halló tan aturdido que empezó a andar hacia la parte contraria. Perdióse con ésta de veras. Llegó a un brazo del río y pareciéndole necesario pasarle sin reparar en si era o no profunda sin acordarse de los feroces caimanes de que está lleno y en fin sin prevención alguna más que hacer la señal de la cruz y procurando no se le mojasen sus libros y un breviario de cámara entera que llevaba se entró en el río, pasó de la otra banda sin peligrar entre tantos riesgos. 24. Pero esta diligencia sirvió de ponerle en más cuidado y más conocido riesgo porque siendo ya noche oscura y habiéndose alejado del paraje donde
14 No hemos logrado identificar a este sacerdote flamenco. Además, entre los integrantes de la expedición no aparece ningún jesuita flamenco. Agustín GALÁN GARCÍA. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 15661767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 283-284. Todavía más, con ese apellido no se encuentra ningún jesuita en la biblioteca de jesuitas flamencos. Willem AUDENAERT. Prosopographia iesuitica belgica antiqua. Leuven-Heverlee, Filosofisch en Theologisch College, S. J. (2000). Y entre los extranjeros de la expedición no existe ningún nombre parecido.
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quedaba el resto de la misión se le cerraba más la esperanza de encontrar sus compañeros. Con todo este temor prosiguió caminando; encontró con otro brazo del río que atravesó como el primero dificultando más el intento que llevaba. Aquí ya vino a caer en la cuenta y a conocer que era preciso desandar lo andado pero la noche del todo oscura y reparar entonces en los riesgos de vadear el río le embargaron los pasos y el aliento. Lleno de susto determinó esperar allí la mañana no menos expuesto a ser mísero despojo de algún fiero tigre de cuya ligereza no defiende lo encumbrado de los [fol. 9vto.] árboles, o de ser herido de alguna culebra de que abundan los montes y lo que ya no podía evitar de tener una malísima noche sin defensa contra los mosquitos y hormigas cuyos aguijones y mordeduras causan mayor dolor que la picadura de una abeja y es tal el ardor que ocasiona calentura. 25. En medio de tanta turbación y miedo se acordó el Padre de encomendarse a Dios muy de veras, rezó buen número de devociones que acostumbraba y con todo afecto pidió a Nuestro Señor Padre le devolviese a la dulce compañía de sus amados hermanos. Es cierto que aunque pudo ser deseo de alargar la jornada pero se tuvo por especial providencia del cielo que contra la costumbre ordinaria viniese navegando a aquellas horas una canoa de mercaderes que apenas sintió nuestro perdido misionero cuando empezó a acercarse a la madre principal del río dando voces para que llegándose los de la canoa le recibiesen en ella. No le sucedió como esperaba porque el motivo de navegar de noche era acompañarse con las canoas de la misión, temerosa de una cuadrilla de negros alzados que andaban en aquel paraje ejecutando estragos en los pasajeros y juzgando ser de ellos las voces por el mismo caso se retiraban por escapar del imaginado riesgo. El que de verdad estaba en éste y otros mayores era el Padre que los llamaba a quien no sirvió poco la canoa porque con esto quedó con el consuelo de saber se hallaba en sitio donde podía ser socorrido de los primeros que pasasen de día. 26. Pero no quiso Dios que durase tanto el susto y sin duda que este [fue] especial favor de nuestro Padre San Ignacio. Poco después que pasó la canoa vino una barquecilla de una estancia en que aquel día había estado la misión, traía dos muchachos
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[fol. 10] solamente y era tan pequeña y angosta que no sin duda había de caber otro en ésta. A estos dio también voces el Padre y como confesaron después juzgaron al principio que eran los negros pero como llevaban poco ruido pudieron entender lo que el Padre les decía, que por sus palabras conocieron ser algun misionero que andaba perdido. Acudieron prontos al socorro pero cuando el Padre Teófilo reconoció la poca seguridad de la embarcación temió el nuevo peligro mas con todo le pareció ligero respecto de los pasados y atribuyendo a la verdadera causa socorro tan oportuno se embarcó ya sin ningún recelo y aunque bien mojado y tarde llegó en fin a donde los demás estaban sin haberle echado de menos. Venía tan preocupado ahora del gozo como antes del miedo y no acertaba a decir más de que nuestro Padre San Ignacio le había sacado de muchos riesgos. Recobrado un poco refirió después a la larga el suceso que atribuyeron todos a particular providencia de nuestro buen Dios y Señor a quien dieron repetidas gracias. 27. Fue este caso pocas jornadas antes de llegar a la villa de San Bartolomé de Honda en cuyo colegio fue asimismo hospedada la misión con singulares muestras de caridad y tratada con mucha asistencia y regalo seis días que allí se detuvo. De aquí en otras seis jornadas por tierra llegaron todos a la hacienda de San Miguel de Chipalo donde esperaba el Padre Visitador con los Padres más graves de esta provincia. Aquí acabaron de experimentar los misioneros a lo que puede llegar la caridad religiosa. No hay para qué detenernos en el agasajo y buen hospedaje que se les hizo por espacio de 15 días que se detuvieron aguardando varios enfermos que quedaban en Honda. Llegaron en fin éstos y el Padre Visitador asignó luego los 22 para la provincia de Quito y los 20 para la de Santa Fe. Con lo cual se pusieron todos en camino: los de Quito conduci[fol. 10vto.] dos hasta la ciudad de Popayán de un Padre de esta Provincia y los de Santa Fe por su Rector y Procurador General el Padre Juan Martínez Rubio. En el viaje de éstos no hubo cosa particular de que hacer relación. En el de los misioneros que pasaron a Quito hubo un suceso tenido de todos por milagro que obró Dios por la intercesión de nuestro Padre Santo Ignacio y para gloria de su Majestad y honra del Santo le pondremos aquí. 314.
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28. Uno de los Padres señalados para la provincia de Quito fue el Padre Elías Sicarttik15, de nación bohemio, el cual algunos días antes de ponerse en camino se halló aquejado de una reuma y de otros accidentes que parece se aplacaron un poco con algunos remedios que se le aplicaron; pero habiendo usado algunos sudoríficos violentos y muy cálidos se le introdujo una fiebre continua y aunque de ella se halló muy fatigado por justos respetos y por parecerle no sería cosa de monta no habló palabra y se puso en tan largo camino con los demás compañeros; pero a media legua que había caminado se declaró más la calentura asaltándole juntamente un dolor vehemente en una sien con la parte de la cabeza y frente que se correspondía. Éste le duró más de ocho días sin experimentar alivio con algunos defensivos que se le aplicaron. Añadióse a todo el no poder detener ningún alimento en el estómago y a veces volvía la vianda tan sin cocimiento y mal olor como la había tomado. Continuábase la calentura declinando en ética [sic] con una tos continua y seca, mucha adusión en los miembros, la sed ardentísima y un calor vehemente del estómago a la garganta que parecía le abrasaba el pecho siéndole este accidente el más molesto de cuantos padecía. 29. Con este trabajo y quebranto fue prosiguiendo su viaje haciéndosele solamente las cortas medicinas [fol. 11] y confortativos que permitían las descomodidades del camino que juntos con el achaque y accidentes referidos se enflaquecieron hasta dejarle en los huesos y la piel que los cubría. A los 43 días del viaje se sintió tan falto de vigor y aliento que ya no podía tenerse en pie ni a caballo y un día antes que llegasen a la ciudad de la Plata fue necesario le bajasen de la mula, y entonces le reconocieron la lengua, paladar, encías, fauces y dientes negro todo como un carbón del aliento que exhalaba, las fuerzas caídas totalmente, la fiebre en su vigor y el pulso descompuesto. En este estado le dio un cordial un hermano boticario alemán de nación, exelente en su arte que fue el alivio de
15 Elías Ignacio Sieghardt [Sighardt, algunos castellanizan su nombre por Sicart o Sigart] (Silesia, 24 de mayo de 1659-Pasto, 4 de mayo de 1720). ARSI. Historia Societatis, 50, fol. 112v. Ingresó en la Compañía el 15 de octubre de 1680. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1695. Fue Rector del colegio de Panamá y del de Riobamba.
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todos en este desconsuelo. Confortado alguna cosa acabó aquella jornada y a otro día se le aumentaron los accidentes de modo que fue necesario irle teniendo para que no cayese de la mula. Llegando en fin a la ciudad de la Plata y aunque allí por espacio de ocho días con toda solicitud y cuidado se le aplicaron las medicinas que parecieron convenientes nada sirvieron para que la enfermedad no fuese siempre en aumento. De suerte que desesperados ya los compañeros de que pudiese vivir mucho tiempo determinó el superior quedase con el Padre el hermano boticario para que se le asistiese hasta que Dios fuese servido de disponer lo que fuese más conforme a su santísima voluntad. 30. En este estado le cogió al Padre Elías el Viernes Santo creciendo siempre en los demás el temor pero en el Padre una segurísima esperanza que desde el principio tuvo de cobrar la salud por medio de nuestro Padre San Ignacio. Sentía vehementes impulsos interiores que le animaban y ponían en la confianza dicha sin que pudiese imaginar lo contrario. Y así en tantos aprietos y peligros recurría al [fol. 11vto.] Santo con la ternura de hijo y el amoroso Padre regalaba su espíritu con celestiales consuelos bastantes a endulzar lo mucho que padecía. Sólo el día dicho se halló por la mañana más apretado y no poco afligido con algunos desconsuelos interiores. En este aprieto se puso con total indiferencia en las divinas manos y soltando las velas a su devoción y afecto se encomendaba fervorosamente al patrocinio de nuestro Santo Patriarca. Llamó en esto a otro Padre de la misión y rogóle que bendiciendo un poco de agua, y dicha sobre ella la oración de nuestro Padre Santo Ignacio, bañase allí mismo una reliquia del Santo que traía consigo. Bebió luego parte de aquella agua reservando la demás para irla tomando poco a poco. Llegada la hora de comer estuvo tan desganado como siempre y la poca substancia que tomó la volvió a lanzar con extraña violencia. Sobrevínole luego nueva aflicción interior en medio de la cual no cesaba de llamar en su corazón a nuestro glorioso Padre cuando de repente le pareció que le daban ganas de comer; no hizo mucho caso pero volvió a sentirlas y por hacer la experiencia llamó al superior que era el que con más fina caridad le asistía. Díjole lo que le pasaba. Al punto le dieron unos tragos de caldo que bebió con gusto [y] con el mismo comió hasta tres onzas todo lo cual retuvo sin ningun astío; a la noche cenó con 316.
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apetito de sano; así prosiguió hasta el miércoles después de pascua en que se levantó y dijo misa hallándose con tal aliento que a otro día se puso en camino con los demás compañeros para Popayán a donde llegó aunque con pocas fuerzas pero con muchas más carnes de las que sacó de la Plata sin padecer [fol. 12] nuevo accidente dando repetidas gracias a nuestro Padre San Ignacio por cuya poderosa intercesión creía haber conseguido una salud tan instantánea que no esperaba de nadie en lo natural. Y todos los compañeros juzgaron lo mismo. Y quien no lo juzgara bien atendidas las circunstancias y considerando que no sólo cobró de repente salud sino que convaleció entre los quebrantos de tan largo y molesto camino que suele ser achaque para los más robustos y sanos. 31. Hasta aquí parece era nuestra obligación seguir el viaje de nuestros misioneros por haber ido a cargo de un Padre de esta Provincia. Pero dejándolos en el primer colegio de la de Quito [y] entregados a su Rector se volvió el dicho Padre a Santa Fe y así lo hacemos nosotros también con nuestra narración para decir brevemente cómo fueron recibidos en este Colegio Máximo los misioneros que tocaron a esta Provincia o parte de Provincia que era entonces. Fueron 20 como dijimos que condujo a Santa Fe el Padre Rector y Procurador General Juan Martínez Rubio. Llegaron con salud todos y fueron hospedados con singular caridad y agasajo. Esmerándose mucho los agudos ingenios de esta Escuela en celebrar la buena venida de los misioneros con oraciones latinas, ingeniosos poemas, discretos sermones y lecciones de Fiosofía y Teología que al tiempo de la comida recitaron por espacio de algunos días en los cuales descansaron los misioneros; después fueron repartidos en varias ocupaciones y ejercicios habiendo hecho antes los de nuestro Padre San Ignacio. 32. Con la venida de tan numerosa misión repartida como habemos dicho se pudo poner en ejecución la división de estas dos Provincias [fol. 12vto.] que tantas veces se había intentado por urgentísimas causas y otras tantas impedido por los inconvenientes en que se tropezaba luego: el principal debía de ser la falta de sujetos. Ésta se remedió como vimos. Y así se pasó a cautelar (¿) los que podían resultar si las dos Provincias no quedasen con 317.
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haciendas entabladas para mantener los grandes costos de viajes de los Padres Provinciales y Procuradores y los demás gastos que recaen sobre una Provincia. La de Quito como más rica podía llevarlos con descanso pero ésta [la del Nuevo Reino] muy pobre no había de subsistir sin la otra. Para lo cual se dispuso diese la de Quito a ésta cincuenta mil pesos en algunos plazos señalados. Con los 29 mil compró esta Provincia al colegio de Santa Fe la hacienda ya nombrada de San Miguel de Chipalo16 que es un arroyo que la fecunda y da nombre. Con el resto se avió en parte el Padre Procurador Juan Martínez de Ripalda y parte se remitió a Cartagena para comprar esclavos y todo lo demás necesario para el buen entable y asistencia de dicha hacienda y de otra llamada Doyma que siempre ha tenido esta Provincia cerca de Santa Fe. De esta plata cogió buena porcion el francés en la invasión que hizo en la plaza de Cartagena como en su lugar diremos. 33. Dispuestas así las cosas salió el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano de Santa Fe para Quito por junio de 96. Y concluída su visita publicó la división de las dos Provincias empleando las patentes que guardaba su Reverencia de primer Provincial del Nuevo Reino al Padre Juan Martínez Rubio y de la Provincia de Quito al Padre Pedro Calderón que ya iba caminando en seguimiento del Padre Visitador a Quito17. Pero su Reverencia no le pudo aguardar llamado a visitar la Provincia del Perú para donde iba ya caminando. Aunque estas dos Provincias [fol. 13] quedaron así divididas todavía en algunas cosas se miran como un cuerpo. Lo 1.º en los sufragios que acostumbran las Provincias ofrecer por los difuntos de éstas. Y en estas dos se han de ofrecer como si fueran una sola por aquellos sujetos que antes de la división vivían en la una y otra parte hasta que se acaben unos y otros. Lo 2º en lo tocante al Procurador enviado a Europa en nombre de las dos Pro16 APQu leg. 7. Razones para la cesión de Chipalo a la Provincia del Nuevo Reino en la división de las Provincias. Santafé, 17 de mayo de 1696. Disposiciones del P. Altamirano sobre la hacienda de Chipalo. Santafé, 20 de mayo de 1696. 17 APQu leg. 7. Forma y circunstancias con que se efectuó la división de la Provincia… Escrita por Diego Francisco Altamirano. Quito, 21 de noviembre de 1696. Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 228234. José JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana (1941) I, 271-279.
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vincias y a su costa y elegido antes de dividirse. El cual aunque pertenece a esta Provincia del Nuevo Reino pero en su persona y agencias representa las dos igualmente. Y los sujetos y demás cosas que trajese de Europa se han de repartir a estas dos provincias. Quiera Nuestro Señor que de todo se siga lo que únicamente se ha pretendido que es el bien espiritual y aumento de estas nobilisímas partes de nuestra sagrada Religión para mayor gloria y hora de su Majestad y mejor ayuda de los prójimos que es el blanco a que deben ir enderezadas todas nuestras acciones.
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§ 4. Algunos pleitos y persecuciones que ha padecido en estos años esta Provincia 34. Han sido tan irregulares los modos de proceder de algunos juzgados en los pleitos que ha seguido la Compañía, o por mejor decir, con que la han perseguido sus émulos que bien podemos decir ha padecido estos últimos años terribles persecuciones y calumnias habiendo hallado el apoyo de sus contrarios donde sólo debía esperar el amparo de su justicia. En todo el discurso de esta annua ha de ser forzoso tocar varios puntos y referir sucesos en que se demuestra el poco favorable aspecto para con nuestra religión del ilustrísimo Señor Maestro Don F. Ignacio de Urbina18, arzobispo de este Nuevo [fol. 13vto.] Reino de Granada, quien declaró éste su ánimo desde que entró a tomar posesión de su dignidad sagrada. Pero como estas materias causan de ordinario fastidio y desazón en los que las leen y oyen, suponiendo ya dichos en otras anuas y relaciones particulares los sucesos antecedentes a estos cinco años, trataremos de que corra sin detención la pluma tomando sólo de lo pasado lo que baste a dar claridad a lo presente y de que hasta ahora no se ha dado noticia. 35. El pleito más grave, más largo, más ruidoso y aun por ventura el más molesto que hasta ahora ha tenido ninguna Provincia de la Compañía ha sido el que puso a ésta el Padre Gabriel Álvarez19 después de 23 años de religioso nuestro y 5 de profeso, pretendiendo nulidad de votos y profesión solemne. No es
18 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 182-187. Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 259-274. José RESTREPO POSADA. “Un benefactor del Colegio del Rosario. El ilustrísimo señor don Ignacio de Urbina, monje jerónimo. Arzobispo de Santafé, 1690-1703”. En: Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Bogotá. 53 (1958) 56-64. 19 Gabriel Álvarez de Velasco (Bogotá, 1641-Bogotá, 28 de enero de 1702). Ingresó en la Compañía de Jesús el 15 de julio de 1657. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 97-100. Para el pleito del P. Gabriel Álvarez y la Compañía de Jesús, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 106-119.
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ahora el intento referir los lances y motivos de esta causa. Basta decir que habiéndose seguido ante los jueces que señala el Santo Concilio de Trento que son el ordinario y superior regular, presentados los testigos por la parte del Padre Gabriel Álvarez [y] estando a su dicho el Juez Ordinario dio sentencia de nulidad y el conjuez regular dio la contraria; y viendo la Compañía que en fuerza de esta discordia quedaba pendiente la resolución de este litigio hasta que fuese confirmada una de las dos sentencias por el superior delegante, que en este caso viene a ser el Sumo Pontífice por dimanar la jurisdicción delegada del Santo Concilio de Trento, se presentó nuestro Procurador con petición de las cláusulas siguientes. Respecto que por la discordia de los conjuezes no hay sentencia y que el derecho canónico prevenido en caso de discordia de Delegados coniunctim ordena, que [fol. 14] estén in pendenti del arbitrio del delegante sus determinaciones acceptándose lo favorable y contradiciéndose lo perjudicial, apeló desde luego para su Santidad a quien privativamente toca la disposición de esta causa. Y concluye pidiendo se le admita dicha petición. 36. Era entonces Juez Ordinario el Ilustrisimo Señor Doctor Don Antonio Sanz Lozano20, arzobispo de este Reino, declarado ya a favor del Padre Gabriel Álvarez como lo mostró en la resulta de este escrito; porque debiendo concurrir en toda esta causa el conjuez regular declaró luego su ilustrísima que había ya expirado su [testado] jurisdicción y que sólo en el ordinario residía toda. Opúsose a esto nuestro Procurador fundado en aquel principio del derecho: Pax in pacem non habet imperium21. Y más siendo los dos jueces uno de otro independentes y uno de otro exentos; añadiéndose a todo el obrar contra el derecho común despojando al juez sin oírle, ni citarlo para el despojo. A esta demanda se opuso el Padre Gabriel interponiendo juntamente apelación de la sentencia del Juez regular ante el Señor Arzobispo que respondió no haber lugar la apelación a su santidad que pedia la Compañía. 20 Pontificado 1681-1688. Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica, II, 250-256. Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 180-182. 21 La paz no tiene dominio sobre la paz.
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37. Recurrió con esto nuestro Procurador por vía de fuerza a la Real Cancillería de este Reino que pronunció acto de fuerza: en cuya virtud el Señor Arzobispo otorgó llanamente la remisión de los autos al Supremo Tribunal de la Iglesia. Empezáronse con esta declaración a copiar los autos en cuyo intermedio se mudaron los ministros de la Real Audiencia: entrando a gobernar de nuevo Don Sebastian de Velasco y don Juan Garcés. Estos Señores a pedimento del Padre Gabriel Álvarez [fol. 14vto.] que sin grado de la fuerza se presentó ante ellos arrastraron a sí la causa eclesiástica y entrando en su conocimiento revocaron el auto de sus antecesores y obligaron al Señor Arzobispo a que hiciera lo mismo con el suyo en que otorgó la apelación a su santidad: admitiendo apelaciones (que no pedíamos) para algún Obispo sufragáneo las cuales no tenían lugar en dicho caso de discordia. 38. Dejando otros lances y términos irregulares de esta causa en que atropelló el Juez ordinario muchas veces la justicia de la Compañía negándole los testimonios y traslados de lo actuado y escritos de la parte contraria que pedía nuestro Procurador; y cerrándole la puerta a todos los recursos que podía pretender llegó en fin su ilustrísima a la ejecución de desnudar del hábito religioso al Padre Gabriel Álvarez y vestirle de clérigo secular, lo cual acaeció día 18 de junio de 1689 no obstante las contradiciones, protestas y derechos que alegó en tiempo nuestro Procurador. Dada y ejecutada esta sentencia se trató luego de que la Compañía, pagase 20 mil pesos que de su legítima renunció el Padre Gabriel Álvarez en este colegio de Santa Fe cuando hizo los votos del bienio. A cuyo tiempo llegó al Señor Arzobispo un monitorio de la Sagrada Congregación de los EE. Cardenales intérpretes del Santo Concilio de Trento en que avocaba a sí el conocimiento de esta causa. Pero estándose por orden de su ilustrísima pregonando las haciendas de nuestro colegio para entregar dicha cantidad al Padre Gabriel Álvarez sin hacer caso del monitorio se prosiguió en el intento y se mandó dar cuarto pregón para la paga en que se procedía por vía [fol. 15] [repetido: por vía] ejecutiva. 39. Este amparo tenía la Compañía en el Tribunal Eclesiástico y no era de mejor condición el que se encontraba en los señores togados de la Real Audiencia y así, perdidas las esperanzas de impedir la vía ejecutiva y viendo este co322.
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legio que de rematarse sus haciendas era imposible su conservación, se vio precisado a exhibir para la paga dicha toda la plata labrada de su Iglesia. En que sucedió un caso maravilloso porque habiendo en ella varias reliquias y cabezas de santos, colocadas en curiosos relicarios de plata, todas dieron con facilidad sus adornos menos la sagrada cabeza del glorioso San Fortunato mártir, patrón de este colegio de Santafé; la cual nunca se pudo sacar del relicario en que con todo aseo y riqueza está puesta significando con esto el santo que si permitía el violento despojo aseguraba en su reliquia el reparo. Ofreció juntamente este colegio escrituras y buscó con varios y grandes empeños toda la cantidad hasta exhibir los veinte mil pesos con más seis mil quinientos y diez y seis que alegó el Padre Gabriel se le debían. 40. Poco más adelantada estaba esta causa cuando murió el ilustrísimo Señor Doctor Don Antonio Sanz Lozano y habiendo la Compañía seguido este pleito ante el Señor Provisor y Venerable Deán y Cabildo en sede vacante mudaron mucho de semblante las cosas [fol. 15vto.] tanto que llegó a presentar nuestro Procurador un escrito diciendo de nulidad a todo lo que obró por sí solo en esta causa el Señor Arzobispo ya difunto. Dedujo y probó 12 nulidades protestando otras. Y de este escrito se dio traslado al Padre Gabriel para que respondiese mandándolo así los jueces o acusándole la rebeldía nuestro Procurador. Pero en este tiempo se trocaron otra vez las suertes llegando a este nobilísimo Reino su nuevo prelado el Ilustrísimo Señor Maestro don F. Ignacio de Urbina de la orden del Padre Máximo de la Iglesia San Jerónimo; venía este príncipe desde España tan preocupado de noticias a favor del Padre Gabriel y contra la Compañía que como lo significó varias veces venía en ánimo de hacer su Provisor y Vicario General en el arzobispado a un sujeto que le tenía escandalizado todo con tan raros intentos contra su propria madre que por tantos años le había alimentado a sus pechos. 41. Los primeros pasos de su ilustrísima en la causa fueron mandar poner con los autos un escrito en que nuestro Procurador daba cuenta del estado de ella que representaba las nulidades en lo actuado por su antecesor. Después decretó que no se hablase más en esta materia pero que el Padre Gabriel pidiese y alegase si tenía algo que pedir o alegar contra la Compañía. Y sabiendo que la Real Audiencia había decretado se obedeciesen dos cédulas de 323.
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su Majestad en que mandaba remitir lo actuado al Real Consejo anduvo su ilustrísima por todas las casas de los reales ministros suplicándoles no permitiesen tal cosa, lo cual consiguió su Señoría mandando de nuevo aquellos Señores contra sus mismos decretos que no se remitiesen los autos al Real Consejo de las Indias. [fol. 16] 42. A este mismo tiempo movió el Señor Arzobispo otras cuestiones contra la Compañía en que manifestaba su desafecto y de ello hablaremos en el discurso de esta anua. Tales fueron el pedir se señalasen congruas a los sujetos que le presentaban para los órdenes los superiores, el querer despojar a esta provincia de las doctrinas que tiene, el pretender colar (como si fuera curato) al Rector del Real Colegio Seminario de San Bartolomé que está a nuestro cargo, el intentar recibir cuentas a los superiores de dicho colegio y otros semejantes en que han sido continuas las molestias con la repetición de estos intentos. Mas volviendo a la causa del Padre Gabriel Álvarez, habíala tomado su ilustrísima tan por su cuenta que además de lo dicho pretendió le diese nuestro Visitador dimisorias para vivir fuera de la religión a que el Padre Visitador replicó con eficacia: ¿o el Padre Gabriel está fuera con buena conciencia, ó no? Si está: son inutiles las dimisorias. Si no está: ¿cómo se pretende proseguir en este pleito, ¿cómo recibir la paga de tan grandes sumas y cómo solicitar nuevas demandas? 43. De todo esto hízole poco caso. Y como el Señor Arzobispo había impuesto silencio a la Compañía y permitido al Padre Gabriel siguiese su derecho salió ahora con nueva demanda pidiendo al colegio de Santa Fe le pagase los réditos de los 20 mil pesos que había cobrado ya, que montarían al pie de 30 mil patacones. Había ya pedido esto mismo ante el Señor Don Don Antonio Sanz Loszano y aunque tan favorable en todo al Padre Gabriel no hizo caso de esta demanda; pero el sucesor estaba mucho más declarado a favor del Padre y en contra de la Compañía [fol. 16vto.] y así declaró luego su ilustrísima procederse por vía ejecutiva y que pagase nuestro colegio dichos réditos. Habíase de ejecutar ésto el día 24 de abril de 1691. La noche antes cayó la Capilla Mayor en cuya fábrica se habían consumido los tales réditos que parece no permitió Dios en su templo la hacienda que tantos disgustos y pesadumbres ocasionaba a sus siervos. Interrumpióse 324.
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con esto la vía ejecutiva pero al noviembre siguiente se volvió a notificar de suerte que fue presiso recurrir a la Real Audiencia en noción de fuerza intentada de que no se siguió ningún efecto porque aquellos señores no tomaron resolución en este punto. 44. Al mismo tiempo presentó el Padre Visitador un escrito en forma de carta al Señor Arzobispo y un tanto de él a cada uno de los señores Oidores en que se declaraba lo mucho que la Compañía había deseado la paz, los medios que siempre había ofrecido para ello que nunca quiso admitir la parte contraria de que colegía la falsedad de sus adversarios en atribuirla la porfiada duración de estos pleitos como si el defenderse contra tan manifiestos agravios fuera bastante motivo para notarla de contumaz. Fue este escrito rémora que detuvo el ímpetu con que era acometida nuestra Religión. Atajóse el pleito, suspendieron los tribunales sus determinaciones y cesó todo a un tiempo. Y para mostrar Nuestro Señor que sabe hacer suceda la bonanza cuando más furiosas combaten las ondas, estando las cosas en esta suspensión, llegaron despachos del Rey Nuestro Señor y su Real Consejo de Indias mandando se le [fol. 17] envíen los autos de estos pleitos con que quedó la Compañía exenta de los tribunales que se mostraban tan adversos a su justicia22. Aunque el de la Real Audiencia con la entrada de nuevos ministros nos ha sido más favorable como lo ha mostrado en el amparo de nuestras causas que se han ofrecido en estos años. 45. Pero ¿quién podrá decir las diligencias que el Padre Gabriel Álvarez ha hecho para impedir la remisión de los autos para España? ¿Qué peticiones, qué escritos tan agrios y llenos de calumnias (que muchos llaman libelos infamatorios) no ha presentado contra nuestra religión infamando de falaces engañadores, embusteros, astutos y otras cosas semejantes y aun peores a los sujetos más graves que de primera su posición de esta Provincia: cuales son el Padre Visitador Diego Altamirano y los Padres Procuradores Pedro Cal22 Real Cédula del 15 de agosto de 1693. En: ANB. Reales Cédulas, 4, fol. 197. El encargado de ejecutar de las providencias dadas fue el oidor de la Audiencia de Santafé, don Francisco Merlo: AGI. Santafé, 531, tomo XII, fol. 192v.
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derón y Juan Martínez de Ripalda? Siendo los ecos del caso que semejantes escritos hayan hallado apoyo y sido admitidos en los tribunales sagrados de un arzobispo y su provisor. Para cuya inteligencia es de saber que pasó de España a estas partes en la armada de galeones, que llegó a Cartagena por ciciembre de 95, un sujeto llamado el Licenciado Juan Ruiz Calvo de Torres23, de genio tan bullicioso y inquieto cual lo demuestra es no haber dado paso, el poco tiempo que le permitieron estar en este Reino, que no fuese moviendo pleitos y levantando contienda. En Cartagena ocasionó disgustos gravísimos entre el Gobernador de la Plaza y el General de la Armada y otros de los primeros personajes reduciendo aquella nobilísima ciudad a términos de perderse. 46. Dejando allí encendido este fuego subió al Reino donde luego [fol. 17vto.] trabó amistad con el Padre Gabriel Álvarez. Confrontaban los genios no es mucho que se uniesen las voluntades. Tuvo luego ocasión de mostrarse fino con su nuevo amigo porque ya que el Señor Arzobispo no hizo su Provisor al Padre Gabriel Álvarez como lo había significado desde España nombró luego en esta dignidad y la de Vicario General de su arzobispado al Licenciado Juan Ruiz persona lega, como si faltasen en este Reino y particularmente en esta corte sacerdotes llenos de virtud, letras y prudencia cuales los requieren tan preeminentes cargos. Con la ocasión del nuevo juez la tuvo el Padre Gabriel Álvarez para volver al tema de su porfía y no obstante el estar ya la causa abocada al Supremo Consejo de las Indias, habiendo pedido su Majestad los autos, se presentó ante el Señor Provisor con un escrito lleno de calumnias contra la Compañía pidiendo juntamente que por no tener ya con qué alimentarse le diese alimentos nuestro colegio de los réditos que le debía. 47. El primer auto en esta materia del Señor Provisor fue decir no había lugar esta petición por estar la causa toda para remitirse al Supremo Consejo de Indias por quien estaba mandado no inovasen en ella los jueces que hasta entonces habían tenido su conocimiento. No desistió por esto el Padre Gabriel antes fingiendo en su idea una nueva y quimérica pretensión salió con otro 23 Sobre la actuación de Juan Ruiz Calvo de Torres, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 115-117.
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semejante escrito pidiendo que pues el pleito de los réditos percibidos por la Compañía se le debían pagar otros réditos y que este [fol. 18] punto como cosa no tocada era independente de lo demás y así, sin faltar a la obediencia del Príncipe, podía y debía el Señor Provisor conocer de esta causa. Admitida esta petición sin que hiciesen disonancia en aquel tribunal sus mordicantes cláusulas en que no se perdonaba ni al sagrado instituto de la Compañía, mandó el juez se diese traslado al Procurador de nuestra Compañía innovando de esta suerte en la causa suspensa por las apelaciones admitidas y por haber pedido el Rey Nuestro Señor los autos abocándola a su Real Consejo a quien pertenecía por la vía y recurso de fuerza que había implorado nuestra Religión y como había declarado el mismo Provisor en su primer auto. 48. Consultóse muy despacio en este colegio por los Padres Consultores de Provincia este nuevo acometimiento y temiendo con mucho fundamento el ver atropellada su modestia en este punto como lo acababa de ser en otro caso (de que hablaremos después) se determinó presentase un escrito el Padre Procurador en que sin faltar al respeto que siempre ha tenido la Compañía a tan sagrados tribunales repeliese con entereza los intentos del Padre Gabriel Álvarez. Hízose el escrito, miróse y remiróse en varias consultas por los Padres más prudentes y graves de este colegio y podemos decir que no llevaba palabra que no fuese nivelada a las leyes más estrechas de la compostura y modestia. Su contenido era protestar lo 1.º, no poder ser juez dicho Provisor en esta causa: lo uno por las apelaciones admitidas; lo otro por haber declarado el mismo Provisor en auto suyo su sentencia diciendo ser justa y digna de admitirse y que esa deuda liquida la que se pide. Lo otro por una Bula de Urbano 8 en que se prueba ser incapaz de [fol. 18vto.] la dignidad de Provisor siendo lego. Lo 2º, representa el escrito la reverencia debida al Rey Nuestro Señor, en su Real Audiencia y Supremo Consejo, a donde se había recurrido y donde está abocada la causa por el conocimiento de fuerza que al príncipe compete aún en las causas eclesiásticas para la defensa de sus vasallos.
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49. Después de estas contestaciones y otras en que solo procede nuestro Procurador, como quien compulsado responde no como quien contesta la demanda ni atribuye jurisdicción que no reconoce, deduce el desatento modo con que el Padre Gabriel habla de la Compañía diciendo de los Padres más graves proceden con engaños, fraudes y mentiras que con siniestros informes que poder inmenso le defiendan [sic] su justicia y de los Padres Procuradores, que con capa de piedad y máscara de religión desmesurados gritos, trapazas y cabilaciones habían conseguido en Madrid la cédula del Real Consejo y respondían a sus escritos. Todas las cuales son cláusulas suyas en sus peticiones que es bien cierto no las aprendió en los en los 23 años que vivió en las entrañas de su modesta madre la Compañía. Prosigue quejándose nuestro Procurador de que en tan sagrado tribunal se admitan, se oigan sin disonancia y no se testen semejantes palabras y escritos contra la Compañía; y concluye protestando las muchas causas que asisten en nuestra Religión para recusarle en cualquier conocimiento de causas tocantes a los jesuitas por la enemiga declarada que había mostrado contra éstos, principalmente en la ruidosa separación de dos casados en virtud de dispensación dada por un jesuita en el impedimento que tenían como diremos adelante. A qué pregunta [fol. 19] qué causa le ha dado la Compañía para semejantes demostraciones? Pues es cierto no haber tenido parte ningún religioso de ella en que a su merced no le admitiesen en la ciudad de Cartagena ni en los disturbios que en ella hubo, ni en que la Real Audiencia de Santa Fe le dudase sus títulos, se los impugnase el Señor Fiscal Real, ni finalmente en que tratasen los Señores Oidores de expelerlo y echarlo de las Indias por haber pasado a ellas sin los despachos y licencias necesarias. 50. Todo ésto contenía el escrito presentado por nuestro Procurador en nombre de esta Provincia. El cual visto por el Señor [testado] Provisor, proveyó a él un auto que omitiéramos de buena gana por no ofender los oídos católicos a no llevar puesta la mira en convencer con la narración sincera y legal la pasión con que se ha procedido contra la Compañía. Decía pues el auto= Visto el contexto de este escrito tan ominoso y denigrativo como desatento y que contiene proposiciones sospechosas como son las que intentan que la Real Cédula de su Majestad que manda (en noción de fuerza intentada) re328.
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mitir los autos, suspende la jurisdicción eclesiástica para no poder proceder en la causa el Ordinario, pendiente el dicho recurso sin advertencia que la suspensión precisamente ha de ser efecto de inhibición la cual no interviene, ni su Majestad dice tenerla, por [ilegible] esto a heréticas aserciones. Repélase de los autos como por auto de 19 de este mes está mandado y quedando copiado para los efectos y recursos que hubiere lugar, devuélbase margenado por nos, quedando así mismo copiado con sus márgenes; con advertencia al Padre Procurador de la Compañía que se contenga en su mordacidad mal fundada para con [fol. 19vto.] los jueces eclesiásticos sin la temeridad de expresar proposiciones mal sonantes. Las cuales si repite se delatarán en tribunal competente y en el nuestro se procederá según convenga y en consecuencia de lo referido no se admita petición sin firma de abogado como así mismo esta mandado. Y en cuanto a los medios de recusación y recursos usen las partes lo que les convenga= Licenciado Don Juan Ruiz Calvo de Torres. 51. Con este auto hacían consonancia los márgenes que en el escrito de nuestro Procurador puso este apasionado Juez y no es menester que nos detengamos a mostrar que uno y otro disonaba a la razón y justicia. Bástenos el juicio de los integérrimos jueces de la Real Audiencia a quien acudió luego nuestro Procurador con el dicho auto y márgenes, pidiendo declarase su Alteza haberse hecho fuerza por el ordinario en proseguir conociendo de esta causa no obstante las Reales Cédulas y decretos de su Majestad y su Real y Supremo Consejo de las Indias, pronunciados en noción de fuerza intentada (como habla el Provisor) quejándose juntamente de que se tratasen así los modestos escritos de la Compañía en un Tribunal donde se oían con aplauso los desacatos del Padre Gabriel Álvarez. Lo que proveyó la Real Audiencia constará de su mismo auto y en él se verá bien la disonancia que el modo de proceder del Juez eclesiástico causó a los ministros reales. Dice pues el real Acuerdo. Dijeron los señores que hacía fuerza en proceder y conocer el eclesiástico en esta causa y que el auto del Provisor de que se había quejado la Compañía se testase con asistencia del Notario eclesiástico sacando en papel aparte el Escribano de cámara de la Audiencia las palabras testadas para que se guardasen en el archivo del Real Acuerdo y se diese cuenta a su Majestad 329.
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y que Don Juan Calvo de Torres Provisor compareciese en el Real Consejo a dar razón de su [testado] Auto y que para el efecto saliese dentro de seis días con apercibimiento y de no hacerlo sería echado de la ciudad y que lo ejecutase así el Alguacil Mayor de la Audiencia, pena de dos mil pesos. [Página en blanco] [fol. 21] Con tan favorable despacho a nuestras peticiones y faltando el juez que declaradamente se nos oponía quedamos en algún sosiego y nadie se atrevió a innovar más en este punto. Con lo cual sin más contradicción remitió el Real Acuerdo los autos de este pleito en el cajón de su Majestad; pero después de remitidos y estando ya navegando para España nuestro Procurador General, Juan Martínez de Ripalda (como dijimos en el Parágrafo 2 de este capítulo N. 8), ha sucedido un caso muy a favor de la Compañía en este pleito el cual constará mejor de una declaración que pondremos aquí después de haber dicho para su inteligencia lo que pasó con los testigos presentados por el Padre Grabiel para prueba del impedimento que oponía a sus votos y profesión. Fueron cuatro los testigos que con manifiestas contradicciones en sus dichos declararon haber visto al Padre Gabriel con el hábito del glorioso Padre San Agustín [y] apoyaban sus declaraciones con una jurídica y decían haber dado el reverendo Padre Francisco Nicolás de Avendaño24 religioso de esta sagrada orden en que animaba lo mismo. Pero cuánta verdad fuese esto consta lo 1.º de que hallándose con esta noticia el dicho religioso en Mérida envió al punto un testimonio cierto contra semejantes dichos y viniendo después a Santa Fe a un capítulo que se tuvo en su convento de San Agustín, con licencia de su Prior, el Muy Reverendísimo Padre Fray Francisco Moreau25, hizo la declaración siguiente. Que sabe con toda certeza que por ningún modo ni camino fue admitido, recibido, abiértole corona ni dado el 24 Francisco Nicolás de Avendaño. Véase: Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1979) 81. Para consultas más concretas: José PÉREZ GÓMEZ et álii. Provincia Agustiniana de Nuestra Señora de Gracia en Colombia. Santafé de Bogotá, Provincia Agustiniana. I y II (1993), III (2000). 25 Francisco Moreau de Montaña. Véase: Fernando CAMPO DEL POZO. Los agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1979) 194-195.
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hábito de su orden al Padre Gabriel Álvarez. Lo mismo declararon los demás religiosos sin hallarse entre ellos quien tuviese noticia de tal recibo, ni en sus [fol. 21vto.] libros palabra acerca de haberse dado el hábito al Padre Gabriel Álvarez. No obstante aquel testimonio y estas declaraciones de los religiosos, los testigos se mantuvieron en las suyas aunque ninguno las ratificó ni fueron llamados para ello. Pero este presente año 98 estando para morir el Ministro Don Martín de Chinchilla y Cañizales, que fue uno de los testigos, hizo la declaración siguiente: En la ciudad de Santa Fe a 11 de junio 98 [testado] Ante el escribano y testigos el ministro Don Martín de Chinchilla y Cañizales, presbítero capellán de coro en esta Santa Iglesia Catedral etc dijo= que por cuanto se halla enfermo y con mucho peligro de la vida, estando en su entero juicio y sin ningún delirio al parecer y según el modo con que el susodicho hablaba y para el paso en que se hallaba y mayor descargo de su conciencia le convenia declarar, como declaraba, que habiendo el Padre Gabriel Álvarez de Velasco puesto demanda de nulidad de votos a la Compañía de Jesús en cuya causa subsistía para dicha nulidad el que se declarase haber sido el dicho Padre Gabriel Álvarez religioso de San Agustín, le dijo al dicho ministro cómo le había visto con hábito de Señor San Agustín y que un hombre luego que murió religioso no era el que el dicho maestro había visto sino al dicho Padre Gabriel Álvarez interviniendo para dicha declaración la promesa de cien doblones que no se le entregaron ni el susodicho los quiso; y dicha declaracición la hizo ante el ilustrísimo Señor Arzobispo Don Antonio Sanz Lozano difunto y su notario Juan de Ovando, y que después conociendo la falacia del dicho Padre Gabriel Álvarez aguardó el dicho ministro a la ratificación de testigos para declarar que lo que había [fol. 22] declarado en dicha causa era contra la verdad y así declaraba como lleva dicho que dicha declaración fue contra toda la verdad y la hizo por las muchas instancias que le hizo el dicho Padre; y nunca conoció, ni vio que el dicho Padre Gabriel Álvarez fuese religioso de San Agustín, ni le vio que tuviese dicho hábito. Y así desde luego clama contra la declaración para que no valga, ni haga fe en manera alguna por haberla hecho siniestramente y para el
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resguardo de los Padres de la Compañía de Jesús pide al presente escribano les dé un tanto autorizado de esta declaración= y lo firmó con los testigos. Cinco años ha que el mismo ministro Don Martín de Chinchilla tenía hecha y cerrada otra declaración semejante en que tenía sobreescrito se abriese aquel papel después de sus días ante la justicia; pero ahora habiendo hecho esta otra segunda con su permiso se abrió la primera con toda la solemnidad del derecho. Halláronse conformes la una y la otra que verdaderamente es fuerte tormento para hacer confesar la verdad el de la propia conciencia principalmente en el artículo de muerte cuyos desengaños obligaron a este sujeto a tan ilustre y saludable confesión tanto más feas. Pero como buen cristiano atropelló con todo el ministro don Martín por el deseo de salvarse no habiendo otro remedio que la resolución de desdecirse. En que no se contentó con lo hecho delante de 5 testigos sino que pidió a los mismos lo publicasen en la ciudad. Y habiendo tomado por su intercesor a San Francisco Javier para que le alcanzase la salud si le convenía para hacer penitencia de sus culpas ofreció, si sanaba, ir por todas las casas confesando lo mismo que declaraba. Fue cosa cierta, digna de notarse, que luego que hizo esta diligencia [fol. 22vto.] empezó a mejorar habiendo llegado a estar tan al cabo que todos perdieron la esperanza de su vida y a su mejoría han dado el nombre de resurrección. Pero el Padre Gabriel Álvarez que tuvo la noticia de todo lo atribuyó a locura y falta de juicio y ha pretendido probar esto con un escrito que presentó ante el señor Arzobispo pero no parece haya al presente tanto favor en sus raras pretensiones y así no se ha hecho ningún caso de ésta porque además de que el ministro Don Martín estaba en su juicio cuando hizo la última declaración, aunque tan enfermo, no se puede dudar de la primera ni decir sin temeridad estaba sin juicio en una acción tan cuerda el que en la estimación de todos era tenido por hombre de cabal y perfecta razón. De quien sin ningún escrúpulo pudiéramos decir que no está en su entero juicio es el Padre Gabriel Álvarez y que ésta es la mejor disculpa que podemos dar a su proceder por no decir a su obstinación en las culpas que han sido consecuencias de sus intentos y pretensiones en que Dios se le ha opuesto manifiestamente pues no ha logrado en el siglo ni la estimación, ni la ri332.
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queza, ni el regalo, ni la libertad, ni el gusto que se prometía sino antes una dejazón continua en que le tienen además de la inquietud de su conferencia sus mismos deseos nunca conseguidos y siempre frustrados en lo principal de sus intentos y sobre todo el temor que ahora tiene de que conocidas por los autos sus falacias y engaños ha de salir la sentencia del Real Consejo en contra de lo actuado por los Señores Arzobispos, pasado y presente, y se ha de ver otra vez sujeto a la religión y superiores que tanto ha aborrecido, perseguido y calumniado. [fol. 23] Pues de la libertad que diremos, habiéndose condenado él mismo a la cárcel de su casa por no parecer en los ojos del mundo y aun de esa libertad le privan los continuos males y achaques que le tienen de ordinario en el potro de una cama. En lo tocante a la riqueza y regalo es constante a todos que desvanecidas (como la sal en el agua) las riquezas que sacó de nuestro colegio lo pasa con mucha necesidad habiendo quedado su casa de muy alhajada muy pobre y sin adorno alguno. La estimación que siempre tuvo mientras vivió en la casa de Dios con quietud y sosiego por su mucha nobleza y letras y porque no lo desmerecía su proceder, en el siglo no ha sido la que se prometía pues todos le miran como hombre inconstante, vario, inquieto, que ha perturbado una religión que le crió y mantuvo tantos años en los que como él mismo confiesa fingió ser lo que no era. Y finalmente qué estimación le pueden granjear las declaraciones y dichos que contra él se han oído en los tribunales del mundo y hasta en el Supremo de la Iglesia y principalmente la última del ministro Don Martín de Chinchilla por donde se ve, que con cohechos y importunas instancias [ilegible] testigos que declarasen contra la misma verdad que sentían y conocían. Y para que se vea la importancia de esta última declaración es de saber que el Señor Arzobispo Don Antonio Sanz Losano que dio la señoría de nulidad a favor del Padre Gabriel confesó varias veces que lo que más fuerza le había hecho para la dicha señoría y para todas las demás que de ella dimanaron fue el testimonio del ministro Don Martín de Chinchilla por ser un eclesiástico que en su proceder exterior ajustado y ejemplar y de quien sin juicio temerario no se podría creer que hubiese declarado en materia tan grave contra su propia conciencia y se mantuviese en dicha declaración viendo 333.
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los gravísimos daños que de ésta se seguían a todo el cuerpo de una religión tan sagrada celebrando el santo sacrificio de la misa por tantos años. Pero en fin el derecho [fol. 23vto.] puede mucho y una vez hecho el yerro el pundonor de una persona bien acreditada es tirano crudísimo que violenta a mayores arrojos a quien no esta bien fundado y arraigado en la virtud con la consideración de las verdades eternas26.
26 El pleito concluyó de la siguiente manera. A principios del año 1702, sintiéndose el P. Álvarez desahuciado, llamó al P. Marín Niño y le manifestó que deseaba dar satisfacción a la Compañía por todo lo pasado y que deseaba morir como religioso de ella. Y así sucedió con gran admiración de la ciudad. En el Archivo de la antigua Provincia de Quito se encuentra una copia de su retractación del 26 de enero de 1702. APQu leg. 8. Copia de la declaración que hizo el P. Gabriel Álvarez de Velasco, estando para morir. Santafé, enero 26. Se transcribe íntegra en: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 118-119.
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§ 5. Continúase la materia del precedente Aquí pasará gustosa la pluma por el recelo de molestar con discurso tan poco agradable pero ha sido tan ruidoso el caso que arriba apuntamos en el Nº 40 que, porque no lleguen antes las noticias con otra cara de la que tienen o por si hubieren ya llegado nos ha parecido coveniente referir también este pleito y más habiendo acaecido estos últimos años. Habrá como seis o siete que siendo cura de la Iglesia Catedral el Doctor Padre Onofre de Baños, al presente Tesorero de la misma Iglesia, vino al Padre Rector deste colegio para que se consultase con algunos Padres de los más graves y doctos si habría modo de remediar un amancebamiento con el vínculo santo del matrimonio a que obstaba el estar las personas impedidas con el primer grado de afinidad en línea recta contraído por cúpula ilícita. Consultado el caso se supuso con lo común de los doctores que el impedimento nacido de dicha cúpula no dirime el matrimonio por derecho natural, ni divino, sino sólo humano. En esta suposición pareció que no había dificultad en poder usar el privilegio concedido a los jesuitas en estas partes de Pío IV, hoy confirmado por los dos Gregorios IX y XIII y últimamente Paulo V, para dispensar a los neófitos en cualquiera grados de consanguinidad o afinidad no prohibidos por derecho natural ó divino: privilegio que se concede a los jesuitas en Indias para [fol. 24] usar de él perpetuamente en el fuero de la conciencia como le tenemos en el compendio jordico [jurídico] palabra “dispensatio” § 627. Conforme a este privilegio respondieron los Padres consultores que dando las causas puestas para la dispensación y queriéndola pasar el Señor Provisor la daría en el foro interno un sacerdote nuestro privilegiado. Era entonces provisor y Vicario General del Arzobispado el Doctor Don Juan Baptista de Oviedo, Deán meritísimo de esta Santa Iglesia Catedral cuyas letras y virtud le granjearon en este Reino inmortal renombre, dejando cuando murió grandísimo deseo de sí en cuantos le conocieron. Este pues sapientísi27 Véase: Compendium privilegiorum et gratiarum Societatis Iesu. Romae, In Collegio eiusdem Societatis (Anno Domini, MDLXXXIII) 57-59.
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mo Juez dada ya la dispensación (que él mismo había deseado como medio más apto para evitar el escándalo) la pasó a los que habían de contraer y en virtud de ella les dio la licencia y se efectuó el matrimonio28. En él habían vivido algunos años hasta fines de 96 cuando los mandó separar el ilustrísimo Señor M. Don Fray Ignacio de Urbina arzobispo deste Reino por parecer de su Provisor, el ya nombrado Don Juan Ruiz Calvo de Torres, porque como diría su ilustrísima una persona docta y temerosa de Dios le había dicho que era de ningún valor la dispensación dada por un jesuita. Alegaban para esto varias razones. La primera porque dirían que el tal impedimento en que se había pretendido dispensar era de derecho natural y divino; la segunda porque aunque fuese solo de derecho humano y eclesiástico estaba ya, según entendían, coartada para la Compañía la facultad de los cuatro Pontífices nombrados con las bulas de sus sucesores, Urbano VIII, Inocencio X, Clemente IX, y Alejandro VIII, los cuales confirmando de 20 en 20 años los privilegios de los jesuitas en estas partes llegando al de dispensar en los grados de consanguinidad y afinidad limitan la amplia facultad antigua [fol. 24vto.] de dispensar perpetuamente en cualesquier grados no prohibidos por derecho natural ó divino, añadiendo en sus Breves esta clausula limitativa excepto 1.º. Luego aunque esté en la afinidad por cúpula ilícita no sea de derecho divino ya la Compañía no tiene facultad de dispensar en él por haberla privado de ella la sobredicha excepción. Añadían lo 3º, que la limitación del tiempo y no menos claro argumento contra la perpetuidad y como en los dichos Breves posteriores no se pone la palabra perpetuo sino la cláusula limitativa de veinte años, scilicet praesentibus ad viginti annos valituris aut duraturis, colegían que la dicha facultad de dispensar no quedó perpetua sino limitada al tiempo de veinte años. A esto añadían que según la sentencia de gravísimos autores el privilegio especial deroga al general antes concedido según aquella regla del derecho Genus derogari per speciem. El de dispensar perpetuo fue anterior y general por extensión así con los grados como en el tiempo. Y el de Urba-
28 Una síntesis del problema: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 185-186.
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no VIII29 y especial por la limitación en todo; luego éste derogó y limitó al primero en cuanto a su extensión y duración. Sobre todo insistían en que la materia de que se trataba era acerca del valor de el sacramento en la cual no era lícito usar de opiniones probables dejando las más seguras después del decreto de Innocencio XI30. Y como la dispensación acerca de impedimentos dirimentes toca en lo substancial y en el valor del sacramento, dado que ser probable (decían) la opinión de los Padres de la Compañía como quiera que no es la más segura no se puede ya usar sin contravenir al decreto. A lo ineficaz de estos y otros semejantes fundamentos que se alegaron por la parte contraria (hecha ya disputa pública del caso) opusieron nuestros maestros y doc [fol. 25] tores que tomaron el caso muy a pechos. Lo sólido de sus razones fundadas en las Bulas de los sumos Pontífices, principalmente en las cláusulas de una de Gregorio XIII en que concede a la Compañía la perpetuidad de sus privilegios para que no se entiendan revocados, si no es poniéndolos en los Breves revocatorios enteramente y sin faltar palabra: Y habiendo sido antes intimada y insinuada tres veces a la Compañía dicha revocación. Y en otra de Paulo V en que confirmando los mismos privilegios quiere que nunca se entiendan revocadas sus letras confirmatorias sino que por ser gracias concedidas a favor del culto divino, aumento y propagacion de la fe se entendiesen de nuevo confirmadas todas las veces que pretendiesen revocarlas sus sucesores, como se puede ver en la Bula confirmatoria que expidió este gran Pontífice a favor de nuestros privilegios. Con el apoyo de estos fundamentos y otros gravísimos defendieron los nuestros su sentencia convenciendo manifiestamente a los que se habían declarado a favor de la contraria por no tener noticia (más que en confuso) de las sobredichas Bulas. Y siendo uno de ellos el Doctor Don Henrique de Caldas y Barbella Chantre desta Santa Iglesia Catedral, y comisario de la Santa Cruzada públicamente confesó haber quedado satisfecho con las razones que oyó al Padre Juan Martínez de Ripalda Procurador General de
29 Institutum Societatis Jesu. Florentiae, Ex Typographia a SS. Conceptione, I (1892) 145-175. 30 Institutum Societatis Jesu. Florentiae, Ex Typographia a SS. Conceptione, I (1892) 201-202.
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esta Provincia y Rector entonces del Colegio Máximo de Santa Fe, en una conferencia que tuvieron los dos en el Palacio del Señor Presidente [fol. 25vto.] delante de su señoría y del Señor Ilustrísimo Don Francisco Merlo, oídor y alcalde de corte había hecho antes el Señor Arzobispo en su casa una junta de personas, si bien doctas, poco noticiosas de nuestros privilegios y como tales fueron de parecer que la dispensación había sido nula. Pero el ilustrísimo Señor para proceder con entera noticia, dispuso o negoció la conferencia del Doctor Don Henrique de Caldas con el Padre Rector de nuestro colegio y con las noticias que llevó el dicho doctor determinó su ilustrísima que de nuevo se hiciese otra junta de las personas más doctas, en cuanto entraban ya militando por nuestra sentencia algunos de los cuales en lo antecedente defendieron la contraria31. A esta junta acudió el Padre Rector y Procurador General con un largo escrito en que defendía latamente el sentir de la Compañía y deshacía con claridad y eficacia los argumentos contrarios. Leyó el escrito con grande atención de los oyentes sin que hubiese quien hablase palabra en contra sino fue el licenciado Don Juan Ruiz Provisor que salió con otro escrito lleno de palabras sin alguna sustancia, ni añadir fuerza a los argumentos tantas veces refutados y satisfechos. Viendo el Señor Arzobispo que todos callaban y aplaudían las razones de el Padre Rector y que su Provisor no decía ni alegaba cosa de fundamento, dijo: que pues ya todos estaban enterados de los argumentos con que la Compañía defendía su sentir quería que cada uno de los consultados bien mirada la materia le diese por escrito su parecer. Es cierto que ya sabían los de la junta el efecto para que eran llamados y los más [fol. 26] se habían hallado en la primera; y viniendo ahora cada uno dispuesto para dar y defender en ésta su sentencia claro es que traerían bien mirado y estudiado el caso. Y pues ninguna hablaba en contra de lo dicho por el Padre Rector que o estaban convencidos o no sentían otra cosa diversa. Y así querer que diesen aparte su parecer y mirasen de nuevo lo que habían de decir 31 Véase: Guillermo HERNÁNDEZ DE ALBA. Crónica del muy ilustre Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Bogotá Editorial Centro (1938) I, 245-246.
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parece que era querer hablar cuando faltase quien lo impugnaba. Además que el intento de la junta era para resolver de una vez sin salir de ella lo que los consultores, vistas las razones por una y otra parte, determinasen. Con lo cual en diferir la resolución cuando no había quien contradijese ni respondiese a los argumentos del Padre Rector y el determinar después vistos los pareceres secretos, dio sobrado fundamento para decir que lo que se pretendía era hallar por cualquier camino algún apoyo de autoridad para determinar contra lo obrado por los jesuitas y contra su sentencia a cuyas razones en lo público nadie daba satisfacción ni respuesta. Lo cual prueba bien el que habiendo su ilustrísima consultado al doctor Don Henrique del Caldas antes de la conferencia que tuvo con nuestro Rector en el Palacio del Señor Presidente y hallándole entonces de sentir contrario al de los jesuitas por la falta de noticias de nuestros privilegios (como lo confesó él mismo) dijo su ilustrísima [fol. 26vto.] que estaría al parecer del doctor don Henrique en lo que resolviese acabada la conferencia. Y habiendo en ella mudado de opinión este doctor gravísimo dijo al Señor Arzobispo que la sentencia de la Compañía estaba muy bien fundada con lo cual mudó también su ilustrísima el intento de seguir el parecer del doctor Don Henrique. Y así llegado el caso de dar por escrito el suyo cada uno de los consultores como lo había pedido el Señor Arzobispo el doctor Don Henrique nuevamente [dio] confirmado en la razón de los jesuitas con las muchas que oyó al Padre Juan Martínez de Ripalda en la última consulta. Dio libremente su parecer al Señor Arzobispo (a quien veía no le era nada grato cuando un tomista, como le dijo su ilustrísima, se hubiese declarado así por la Compañía). En este escrito defendió este doctor la sentencia de la Compañía con tanta erudición y ingenio como pudiera el jesuita más estudioso de nuestro santo Instituto gracias y privilegios concedidos por los Sumos Pontífices a nuestra Religión. Éste era el caso en que su ilustrísima había ofrecido seguir la opinión del doctor Don Henrique de Caldas. O por mejor decir no era éste el caso que sin duda lo hubiera sido si hubiera resuelto lo contrario, pero habiendo defendido lo que defendió no se hizo caso de su parecer aunque fueron del
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mismo sentir el Doctor Don Pedro Moreau de Montaña32, canónigo de esta santa Iglesia y provisor que había sido del mismo señor Arzobispo; y el M. R. P. Doctor Don Pedro de Avendaño33, maestro de su sagrada Religión del glorioso Padre de la Iglesia San Augustín, que todos dieron su parecer apoyando en doctísimos escritos la sentencia de la Compañía y defendiendo ser válido el matrimonio que en virtud de la sobredicha dispensación se había contraido. No faltaron empero [fol. 27] escritos y pareceres en contra cuales fueron el del Señor Provisor, el del Padre Fray Alonso de Zamora34, al presente Provincial de la sagrada Religión de San Domingo y con más empeño el muy Reverendo Padre Fray Antonio Chaves35 Provincial que es también de su Seráfica orden y comisario del Santo Oficio, que con la autoridad de primer Padre de Provincia atrajo a su sentir a muchos lectores de su sagrado covento, lo cual bastó para que se citase contra la Compañía toda su dilatada y doctísima religión. Pero es de advertir que así estos tres sujetos nombrados como otro religioso descalzo del glorioso Padre Agustín que se dejó llevar de la corriente, se hallaron en la consulta de teólogos y canonistas en que defendió nuestro Rector con razones teológicas y con la autoridad de los sagrados cánones y Padres la sentencia de la Compañía. Y (como vimos) sólo el Señor Provisor habló, cual queda dicho, los demás ni aun eso hicieron. Véase ahora si está bien claro el intento del señor Arzobispo en 32 Pedro Moreau de Montaña. Canónigo de esta Santa Iglesia, Vicario Capitular a la muerte del obispo Antonio Sanz y Lozano. José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo IV. Cabildo Eclesiástico. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1971) 71-72. Fallecido en 1698. 33 Los escasos datos de que disponemos provienen de: José PÉREZ GÓMEZ et álii. Provincia Agustiniana de Nuestra Señora de Gracia en Colombia. Santafé de Bogotá, Provincia Agustiniana (2000). Hijo de Francisco Avendaño y de Ágata Gaviria, vecinos de Mérida (Venezuela). Profesó el 7 de julio de 1657 (577). Era prior del convento de San Agustín de Bogotá en 1686. Fue doctrinero de Fómeque, de 1688 a 1691 (66), y de Chipaque, de 1691 a 1693 (46). 34 Alonso de Zamora. Véase: Andrés MESANZA y Alberto ARIZA. Bibliografía de la Provincia dominicana de Colombia. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1981) 125-126. 35 Antonio Chávez. Véase: Luis Carlos MANTILLA. Los franciscanos en Colombia. Bogotá, Editorial Kelly (1987) II, 691-698.
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diferir los pareceres de los consultores para que cada uno le diese a solas y por escrito. Y con haber pasado estas cosas en esta forma nada bastó para que la opinión de la Compañía no la tratasen el Señor Arzobispo y su Provisor como menos probable y nada segura y por consiguiente por inválido el matrimonio. Y así lo mandó revalidar los consentimientos de los contrayentes y aun se les apremió para ello porque decían que si no estaban casados no querían contraer de nuevo sino quedar libres para casar a su gusto; pero reducidos ya, como después diremos, dispensó con ellos su ilustrísima despachando exhorto al P. Provincial para que se abstengan los jesuitas de usar dicho privilegio hasta que su Santidad determine si pueden o no dispensar en el primer [fol. 27vto.] grado de afinidad. Todo lo cual constará mejor de algunas cláusulas de los autos que pondremos aquí y de la sentencia del Señor Arzobispo cuyo contenido era. Atento a los autos que en fuerza de la denunciación secreta habían hecho de oficio su ilustrísima y el señor Provisor por la fundada inteligencia de no vivir en legítima posesión de matrimonio Francisco de Merlo [e] Isabel de Ochoa (que así se llamaban los sujetos de quien habemos hablado) pues con probabilidad más segura se reconoce haber intervenido en él por defecto de facultad para la dispensación en el impedimento (dicho) el cual defecto se ha entendido por más probable por la prohibición expresa de los sumos Pontífices desde la santidad de Urbano VIII hasta hoy, sobre que se formó la junta de teólogos y canonistas y vistos sus informes= Fallamos atento a los autos y méritos del proceso y Bulas apostólicas exhibidas que la duda potísima de haber sido nulo dicho matrimonio= Y no poderse considerar válido en la opinión menos segura y menos probable que a la Compañía de dicho asiste para dicha dispensación, según la proposición condenada del Señor Innocencio XI sobre que insiste la sagrada Religión de San Francisco, mayormente siendo extrínseca su probabilidad y la negativa intrínseca, según otra consulta de que la mayor parte de ella no se desvía porque confiesa la mucha fuerza que tienen los fundamentos ponuestro [sic: por nuestro] Provisor y Vicario que ponderados en su papel= y atenta a la buena fe con que los dichos han vivido en su matrimonio y la prole que en su virtud han tenido, usando de benignidad con ellos, dispensamos en nombre y 341.
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[fol. 28] con voluntad presunta de su Santidad y la epiquea [sic] [epiqueya] legal que en el común sentir ha lugar en casos semejantes de que pueden valerse los Prelados= especialmente siendo constante y en que convienen los votos consultivos que el dicho impedimento no es de derecho natural solo sí del positivo (muy de diverso modo se discurría en esto al principio de esta controversia por la parte contraria). Y esta dispensación se entienda sub conditione y para en caso de ser dicho matrimonio nulo sobre que declarará el Sumo Pontífice a quien se remiten originales los autos para que en su vista se sirva de tener a bien esta dicha dispensación= Y así mismo de declarar los privilegios de la Compañía de Jesús en cuanto comprendan o no la facultad de dispensar en dicho primer grado para cuya declaración pontificia se cite al Reverendo Padre Provincial de la Compañía y se le despache exhorto para abstenerse entre tanto de las dispensaciones del primer grado de afinidad y consanguinidad por convenir así= Y a los dichos Francisco Merlo y Isabel de Ochoa ratifiquen sus consentimientos revalidando sub conditione el matrimonio= y fecho se levante el depósito a la dicha Isabel de Ochoa para que puedan cohabitar sin escrúpulo. A esta sentencia acompañó un auto del Provisor en que mandaba que si Isabel de Ochoa no quisiese ratificar su consentimiento fuese depositada en la clausura de un convento de religiosas donde estuviese hasta determinación de su Santidad. Y en el ínterin Francisco Merlo la diese alimentos y que fuese a su costa la copia de los autos. Auto y sentencia se dieron en veinte [fol. 28vto.] y uno de noventa y siete y notificado todo el mismo día a Isabel de Ochoa [quien] respondió que si el matrimonio era nulo se declarase de una vez y si no lo era que no había necesidad de nuevos consentimientos. Ejecutóse con esto el depósito y viendo Isabel de Ochoa que no se le pedía más del consentimiento ratificado para proseguir cohabitando con su marido y que de no darle había de ser largo el encerramiento trató de hacer lo que la mandaban; principalmente que influyeron eficaces en esta resolución los ruegos y persuasiones del muy Reverendo Padre Fray Antonio de Chaves, ya nombrado, que todo aquel día gastó en ésto y al siguiente casó él mismo a Isabel de Ochoa segunda vez con Francisco de Merlo por comisión especial del Señor Arzobispo. 342.
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En este caso autos y sentencia (cuyos lances van referidos con toda legalidad) puede ver cualquiera que sin pasión mirare estas cosas lo que en la realidad se ha pretendido que es dar molestia a la Compañía y inquietarla en la posesión de sus privilegios concedidos por los Sumos Pontífices para bien de las almas. Pero no han parado aquí las molestias porque fuera de ésto se ha esparcido entre el ignorante vulgo que los jesuitas practican opiniones condenadas por la Iglesia, que usan de los privilegios que ya les han quitado y otras cosas deste género para cuyo remedio intenta este honorable Prelado que su Santidad revoque a la Compañía clara y expresamente lo que han concedido los vicarios de Cristo en la tierra en premio de lo mucho que han trabajado sus hijos en servicio de la Iglesia. Cuyas gracias ha estado siempre la Compañía cuando lo ha pedido el bien espiritual de los prójimos y con la moderación conveniente. Las diligencias y empeños que se ponen por parte de su ilustrísima [fol. 29] son muy poderosos pero al Vicario de Cristo le gobierna el Espíritu Santo y no debemos temer ninguna de sus disposiciones pues siempre serán las que más convengan para gloria de Dios y provecho de las almas. Y ésto baste con estas materias que no sin fatiga y grave molestia ha llegado hasta aquí la pluma.
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Capítulo 2 Trátase del Colegio Máximo de Santa Fe 1. Descendiendo ahora del común de la Provincia a lo particular de sus colegios y empezando por la cabeza de todos que es el Máximo de Santa Fe, en pocas palabras (remitiéndonos a lo dicho en otras anuas) podemos decir que no sólo se trabaja con incansable celo, correspondiente fruto como hasta aquí sino que en lo tocante a nuestros ministerios crece a Dios gracias cada día la aplicación en nuestros operarios y en la ciudad el aprecio no ya sólo entre la gente vulgar sino también entre lo más autorizado y noble de esta corte, originándose de aquí la confianza y seguridad con que comúnmente abren y entregan la dirección de sus conciencias a los nuestros que con esto, al paso que se aumenta el trabajo, logran las ocasiones de aprovechar a muchos como lo experimentan muy bien y se conoce el fruto en los seglares que nos comunican que son de ordinario los de vida más ejemplar y ajustada a las leyes de cristianos.
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§ 1. Estado temporal y espiritual de este Colegio 2. Ésto dicho así en común iremos individuando lo particular de este colegio primero en lo temporal y después en lo espiri[fol. 29vto.] tual. Los sujetos que al presente tiene son veinte y dos sacerdotes, treinta y dos estudiantes y veinte hermanos coadjutores, entrando en este número dos Padres y cuatro hermanos que asisten en las haciendas del campo. En ellas se han padecido estos años no pequeños atrasos. En las sementeras del trigo se ha experimentado la plaga común con que ha tanto tiempo aflige Dios este Reino. Es ésta una enfermedad que da a los trigos al arrojar la espiga; cúbrese primero la caña de un polvo amarillo que la va secando y sube a la misma espiga dejándola totalmente vana y seca sin más grano que este polvillo que así llaman a esta plaga, la cual parece se originó de los malignos influjos de un grande eclipse que hubo el año de 1691 a que se siguieron el de noventa y tres unos grandes hielos nunca vistos en esta tierra que quedó desde entonces abrasada y enferma de suerte que nunca más ha vuelto a la fecundidad primera. 3. De aquí es que han crecido excesivamente los gastos del colegio pues cuando antiguamente tenía de cosecha trigo sobrado para su sustento estos años se ha visto obligado a comprarle a tan subidos precios que la carga de arina, que en este Reino valía a tres o cuatro pesos, ahora es felicidad encontrarla por veinte; y lo peor es que viene el trigo mezclado con otra semilla que llaman ballico en que él degenera, res muy nociva a las cabezas. Otros atrasos han tenido las demás haciendas quemándose la ramada de un trapiche de ingenio de azúcar con muchos de sus frutos: daño que se apreció en dos mil pesos. Pero la pérdida mayor que ha tenido este colegio fue el año pasado de noventa y siete en Cartagena con la entrada en esta plaza del francés. Teníamos allí buena porción de plata para emplear en los géneros de Castilla y para comprar buen número de esclavos de que necesitan las haciendas. Cogió el enemigo en esta ocasión la plaza y aunque se libró la mejor parte no fue pequeña la pérdida pues [fol. 30] nos cogieron cuatro mil pesos. 345.
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4. También han ocasionado gastos a este colegio sus fábricas; en lo demás no hay cosa digna de advertirse. Ni se ha gastado menos en los pleitos que llevamos referidos en el capítulo precedente en cuyo número cuarenta y dos dijimos los intentos del Señor Arzobispo en querer que la Compañía señale congrua a los sujetos que se presentan para los sagrados órdenes. En cuya prosecución no quiso su ilustrísima conferirlos a dos sujetos que se le presentaron el año pasado de noventa y siete. Y anque se tomaron varios medios para atajar el daño que por este camino nos amenazaba pero todo fue sin fruto siéndole preciso a la Provincia el enviar con crecidos gastos de este colegio los dos sujetos a la Gobernación de Santa Marta, donde no hay casa alguna de la Compañía, para que allí los ordenase, como los ordenó, el Señor Obispo36. Gastóse cerca de un año en el viaje donde fue lo más sensible carecer tanto tiempo la Provincia falta de operarios destos dos que hubieran aliviado en algo el peso de sus espirituales tareas. Poco ha que se volvió a hablar a su ilustrísima para que en las órdenes que celebró este octubre de noventa y ocho las confiriese a algunos sujetos pero respondió con lo mismo que la vez pasada. Y si con los medios que se van con suavidad y prudencia aplicando no se consigue el que mude este Prelado de intento gran trabajo le queda para en adelante desta provincia. Pero Dios que con ojos de Padre la mira la sacará de todos sus ahogos y la librará de tantas molestias que para prueba de su virtud y observancia la ha premitido hasta ahora. 5. No han sido parte tantas pérdidas y atrasos para que en este colegio hayan cesado o disminuídose en algo las limosnas que en sus dos porterías se reparten siempre con grande abundancia ni las que los superiores suelen hacer remediando mayores necesidades de pobres vergonzantes antes como la pobreza [fol. 30vto.] desta tierra ha ido tan en aumento han crecido las miserias y no menos la caridad de los superiores en remediarlas. Y así en estos últimos años ha sido crecidísimo a los demás el número de las limosnas si es que le tienen no teniendo más límite que la confianza con que los pobres acuden adonde la experiencia continua les tiene enseñada la seguridad del remedio. No con 36 El obispo era Fray Juan Vítores de Velasco. Véase: José Nicolás DE LA ROSA. Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta. Bogotá, Biblioteca Banco Popular (1975) 145-149.
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menos caridad se asiste a los pobres de las cárceles a quienes los Padres y hermanos deste colegio, sin exceptuarse alguno, llevan en cuerpo todos los primeros domingos de mes y otras veces entre año abundantes y sazonadas comidas acudiendo de más de ésto a visitarlos, consolarlos y enseñarlos la doctrina cristiana. A todas estas limosnas se deben añadir o tener el primer lugar las que con generosa liberalidad distribuyó este colegio en tiempo de sus aprietos el año de noventa y cuatro a los pobres enfermos y tocados de los contagios que pusieron esta ciudad en los mayores trabajos que jamás había padecido. 6. Lo que entonces obró la Compañía diremos en otra parte. Aquí ha de tener su proprio lugar el premio que la liberalísima mano de Dios fue servido de dar a este colegio por tantas obras de caridad y misericordia. En Él se ve claramente cumplida aquella su segurísima promesa del ciento por uno. Vióse este colegio en los años pasados en lances de acabarse. Éstos, como acabamos de decir, padeció quebrantos en sus haciendas. No por eso cesaron sus limosnas y ellas, sin duda, obligaron a Dios para que primero remediase sus aprietos con la herencia del capitán Martín de Ayerre, vecino de la ciudad de Tunja, que sería de dieciséis mil pesos y después se pusiese en toda abundancia y prosperidad con la del capitán Antonio González que antes de la última enfermedad, viéndose agravado de algunos achaques y temiendo su cercana muerte, otorgó su testamento dejando a este colegio el re[fol. 31] manente de sus bienes que montan cuarenta y nueve mil novecientos y noventa y un pesos. Y llegando a expresar los motivos que le obligaron a tan singular obra, dice que por desear se emplee su hacienda en remediar las necesidades de los pobres; y habiendo juntamente considerado muchas veces la singularisíma caridad del colegio de la Compañía en socorrerlos, aun cuando más atrasada se veía por el miserable estado a que le tenían sus émulos reducido, deseaba entrar a la parte en estas obras de misericordia. Y así para que con más descanso pudiese el colegio ejercitarse en ellas le dejaba sin voluntad de los superiores que le gobernasen. 7. Permaneció constante en esta declarada determinación y voluntad el capitán Antonio González contra las persuasiones molestas y importunas de nuestros contrarios que no dejaron piedra por mover para que la mudase; ni es 347.
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mucho que hiciese sus esfuerzos el demonio pues podía colegir el daño grande que se le seguiría al paso que mucho provecho temporal y espiritual a los prójimos. Nada aprovecharon sus trazas, no las de nuestros émulos que también serían suyas. Murió el noble vicino de esta república a diez de agosto de noventa y cuatro firme en su resolución que mucho si era el medio que Dios había tomado para premiar la caridad deste colegio y para empeñarla juntamente a que con nuevos alientos se emplee toda en socorro de los pobres. Ha percibido ya el colegio desta herencia cerca de los cuarenta mil pesos con lo cual se han aumentado las limosnas de suerte que muchos de fuera se persuaden con buen fundamento que la Compañía emplea únicamente sus productos en obras de misericordia. 8. Con tan cuantiosas herencias se ha [fol. 31vto.] mantenido este colegio con mucho descanso en tiempo que los más poderosos se ven obligados a moderar los gastos de las familias. Y juntamente se han surtido de todo lo necesario otras haciendas de que se esperan de hoy en adelante crecidos intereses en sus frutos; y aunque es cierto que la poca salida que hoy tienen los hacen viles y de poco precio pero no obstante si algunos se despachan con estimación en el Reino son los nuestros por la seguridad que todos tienen de que no van dañados, ni con maliciosas mezclas como sucede comúnmente en los demás. 9. Tampoco ha faltado este colegio a la obligación del aumento en el culto divino pues además de los gastos en acabar y dedicar la capilla mayor (de que presto hablaremos) ha costeado gran número de alhajas, ya llenando algunos vacíos del retablo principal, ya fabricando ocho confesonarios de curiosa escultura que no menos sirven para administrar con la decencia debida el santo sacramento de la penitencia cuanto para el adorno de la misma iglesia, ya aumentando los ornamentos con tanta riqueza y gastos que solo en uno de tela que se compró en España se gastaron más de tres mil pesos. Ni es de pasar en silencio la piedad de algunos sujetos de casa a quienes se debe enteramente tres retablos: el uno dedicado a San Francisco de Borja el cual está ya dorado y los otros dos que se están labrando al Salvador y a San José. Otro también se ha fabricado de limosnas a que han contribuido los de fuera y los de dentro al glorioso Apóstol de la India San Francisco Javier; éste se 348.
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ha colocado en el lado izquierdo del cruzero. Y para enfrente labra la piedad de los congregantes de nuestra Señora de los Dolores otro muy hermoso desta Soberana Reina. Ni ha tenido menos aumento la librería deste colegio habiendo crecido el número de sus libros con lo más [fol. 32] selecto y moderno de todas facultades. 10. En lo espiritual han sido más seguras las ganancias y creces deste colegio a que no poco han ayudado las persecuciones internas y externas. Éstas de los émulos que tiene aquí la Compañía, los cuales persiguiéndola la libran de aquellas calamidades que la anunció nuestro Padre San Francisco de Borja, cuando dijo: Vae tibi Societas dum persecuta non fueris37; los internos como los ladrones domésticos la pudieran ocasionar más daños. Pero de los males que pretende el demonio suele Dios sacar mayores bienes para sus escogidos. Hijos ha criado y sustentado este colegio que como los de las víboras pretendieron despedazarle sus extrañas; hales empero sucedido lo que a los perros rabiosos que mientras con más furia muerden las piedras ellos se quiebran los dientes quedándose éstas enteras: ello, durum est contra stimulum calcitrare38. Y no acaban de conocer los miserables siquiera con la experiencia que ellos pierden y la Compañía gana. Pero esta es permisión de Dios que como dice San Agustín permite, que omnis malus aut ideo vivit ut corrigat, ideo vivit, ut per illum iustus exerceatur39. Todo ha sucedido así pues con las percepciones de éstos han medrado mucho los observantes habiéndoles servido ellas de lo que el fuego al oro. 11. En la juventud es grande la aplicación a los ejercicios devotos a que no poco ayuda el singular ejemplo con que los Padres maestros los alientan a la religiosa observancia y el cuidado que ponen en su aprovechamiento como quien pone la mira solamente en la gloria de Dios y lustre de la religión.
37 Ay de ti Compañía si no eres perseguida. 38 Hechos de los Apóstoles 9, 5: “… dura cosa es el dar coces contra el aguijón”. 39 El texto que se encuentra en Comentario a los salmos (54, 4, vers. 2-5) dice así: “Omnis malus aut ideo vivit, ut corrigatur aut ideo vivit ut per illum bunus exerceatur”. El malo o vive para corregirse o vive para que por él sea ejercitado el bueno. Véase: Balbino MARTÍN PÉREZ (Ed.). Obras de San Agustín en edición bilingüe. XX. Enarrationes sobre los Salmos (2.º). Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (1955) 332.
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Ni con menos ejemplo proceden los Padres operarios en sus ministerios y santas tareas. Y así se ven todos el día de hoy con singular aceptación en esta república y nuestra iglesia muy frecuentada aun en los días de trabajo siendo [fol. 32vto.] en ellos no pequeño el número de las confesiones y es bien crecido el de las personas que instruídas de los nuestros tratan sólo de virtud frecuentando sacramentos dos y tres veces cada semana. El fruto que con la santa predicación se consigue no es fácil de decirle y sólo le iguala el fervor y continuo trabajo de los nuestros en predicar, en instruir al pueblo con la palabra divina en tanto número de sermones morales que esta sola tarea era bastante al número de sacerdotes que hay en nuestro colegio a que se añaden los panegíricos en las fiestas que celebra nuestra iglesia, que no son pocas, pero todas grandes por la religiosa piedad y ostentación con que se festejan. 12. Las congregaciones deste Colegio como todas las cosas humanas padecen sus quiebras. Es comúnmente la gente amiga de la novedad y en habiendo ejercicio nuevo dejan por él los antiguos. Hanse en estos años entablado en Santa Fe en otras religiosas comunidades ejercicios muy devotos y aunque la gente debiera acudir a ellos sin faltar a los establecidos y a que tienen obligación por estar empadronados cuasi todos en alguna congregación de las de casa pero ésto de novedad era mucho a los que no reparan en que opportet hoc facere, et illa non omittere40. Ésta es la única causa de que se hallen las más de nuestras congregaciones disminuidas en el número de congregantes; pero si poco asistidos los santos ejercicios de ellos con que tanto provecho han experimentado y experimentan aún los que perseveran constantes en ellos, conociendo que la virtud de las virtudes es la perseverancia o como dijo un varón Santo Perfectio virtutum perseverantia est41. Es verdad que no todas han padecido este menoscabo pues la de la Buena muerte se halla ahora asistida con más fervor [fol. 33] que al principio habiendo crecido mucho el número de los congregantes a que no poco ha ayudado la solicitud del Padre operario que la cuida.
40 Mateo 23, 23: “Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto”. 41 La perseverancia es la perfección de las virtudes.
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13. En estos años no se ha hecho misión alguna en este colegio: lo uno porque se hizo una muy fructuosa en el barrio de las Nieves de que hablaremos en el capítulo 3; lo otro, porque en tan breve espacio de tiempo han repetido los religiosos de San Augustín y San Francisco cuatro misiones tan largas que algunas han durado treinta días. Y no se juzga conveniente hacer común y de cada día un ejercicio tan singular. Además que entablado el jubileo de las doctrinas todos los años en él se coge no inferior fruto al que suelen producir las misiones más fervorosas. En lo que no ha habido la menor quiebra ha sido en el dar los ejercicios de nuestro Padre San Ignacio a muchos colegiales y a otros estudiantes y algunos seculares; a todos, gloria a Dios, con mucho provecho de sus almas. Han salido de ellos no pocos con vocación de dar de mano a las vanidades del mundo abrazándose con la cruz del estado religioso de que ha cogido esta nuestra Provincia algunos selectos sujetos. 14. Lo que también ha tenido especial aumento ha sido la novena de San Francisco Javier entablada por los meses de diciembre y marzo; grandes son los concursos a la primera atraídos, demás de los favores que cada uno experimenta de tan liberal Patrón, del deseo de oír sus elogios en los sermones de aquellos nueve días. A la segunda, aunque no hay estos sermones por ser tiempo de cuaresma en que hay tantos no menos concurren teniendo por especial motivo el interés espiritual de un nuevo y grande jubileo que se ha concedido a los que hacen esta novena y así en ella son más frecuentes las confesiones y comuniones. Y sin duda colo [fol. 33vto.] cada en el nuevo retablo la imagen del Cristo que nuevamente se ha pintado de mano primorosa, crecerá mucho la devoción de todos que con sagrada impaciencia esperan ver colocado en su propio trono al objeto de su veneración y al blanco de sus cultos: la devoción de la ciudad con nuestro padre San Ignacio sólo se puede declarar refiriendo las demostraciones de sus devotos y por haber sido éstas muy singulares en la fábrica de la capilla mayor de nuestra iglesia y en las solemnes fiestas de su dedicación que pertenecen al tiempo desta anua; trataremos de ésto en los discursos siguientes.
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§ 2. En que se trata de la fábrica suntuosa de nuestra iglesia 15. Entramos a tratar un punto sobre el cual tiene dispuesta para la imprenta una muy discreta, puntual y copiosa relación Don Francisco Gutiérrez de Céspedes y Silva, vecino principal desta ciudad y aunque ésta nos pudiera haber excusado de referir aquí brevemente lo mismo pero como no está aún impresa ni sabemos cuándo se imprimirá es fuerza no diferir el participar unas noticias que sin duda causarán gusto a todos los buenos hijos de la Compañía. 16. Está nuestro colegio fundado en uno de los mejores sitios desta corte en la esquina de la Plaza Mayor entre los dos palacios de los señores Arzobispo y Presidente deste Reino. Mirando a la parte oriental le da su lado izquierdo el del Señor Arzobispo; mediando entre los dos edificios la calle de cuya esquina hacia el medio día edificaron los primeros Padres fundadores una paqueña pero aseada iglesia capaz de los concursos de aquellos tiempos hasta que con el aumento de la ciudad y estimación de [fol. 34] nuestros ministerios creció la frecuencia de modo que no siendo la proporcionada fue necesario tratar de segundo y más capaz edificio. Trazóse un templo a lo moderno no midiendo entonces los costos con nuestra pobreza sino con los tesoros de la providencia divina. No faltó ésta a tan piadosos intentos; movió los corazones de los vecinos desta corte cuyas limosnas fueron tales que se vio la Compañía en pocos años con la posesión del más hermoso templo que hay en esta ciudad y aun en todo el Reino42. Tal era con no tener entonces más de el cuerpo de iglesia con cinco capillas a cada lado, sirviendo de sacristías las más inmediatas al arco toral donde se colocó el retablo del altar mayor, fábrica de buena estofa, donde se admitían todos los primores de la escultura en dos estatuas de cuerpo entero que ocupan otros tantos nichos del retablo siendo lo restante del muy conforme a tan perfectas imágenes. 42 Véase: Patricia RENTERÍA SALAZAR. Arquitectura en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá. Modelos, influjos, artífices. Bogotá, CEJA (2001).
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17. En esta imperfección quedó la iglesia por muchos años sin capilla mayor con su cruzero y capaz presbiterio cual lo requería la planta de el edificio. Si bien fuera de la obediencia de sus prelados por el pleito que ha seguido de nulidad de votos y profesión solemne de que hablamos en todo el § 4 del capítulo 1, quién creyera que una tan buena limosna aplicada para tan santo y religioso fin había de ser el seminario de tan grandes trabajos para este colegio, como allí vimos, cuales por ventura no los ha padecido mayores ninguna casa de religiosos? Pero los precios de [fol. 34vto.] Dios son altos y inescrutables: debemos venerarlos, rinden a su oculta y infinita sabiduría la cortedad de nuestros discursos y conformando nuestras voluntades con todas sus santísimas disposiciones. 18. Con los réditos pues de estos veinte mil pesos y con las limosnas que siempre dio liberal la piedad cristiana de los vecinos de Santa Fe y de todo el Reino se empezó la nueva fábrica el año 1664, siendo provincial desta Provincia el Padre Hernando Cabero43, y Rector deste colegio el Padre José de Urbina44 entrambos ya difuntos. No tardó pocos años en juntarse el material, abrir las zanjas y sacar sobre el suelo los profundos cimientos y como en todo se consumió tanto tiempo y plata eran cortas las emperanzas de ver con perfección la obra que caminaba ya con demasiada y perezosa lentitud. Hasta que dio la vuelta a esta Provincia el Padre Hernando Cabero, nuevo Salomón, que eligió la providencia divina para que le consagrase nuevo y más santo templo, aunque no tan riquo [sic] y suntuoso como el de Jerusalén. Había estado su Reverencia visitando la Provincia de Lima45 y llegó a esta el año de mil y seiscientos y setenta y nueve y despreciando con generoso espíritu y segura confianza en la bondad divina los temores en que tenía a todos la pobreza de esta casa y la cortedad de los réditos del censo dicho, trató de proseguir
43 Hernando Cabero. El primer provincialato corre de 1658 a 1661 y el segundo de 1666 a 1668. 44 José de Urbina. Rector de 1661 a 1664. 45 Véase: Enrique TORRES SALDAMANDO. Los antiguos jesuitas del Perú. Biografías y apuntes para su Historia. Lima, Imprenta Liberal (1882) 214-215. Antonio ASTRáIN. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Razón y Fe, VI (1920) 735-737.
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con todo calor la obra. Viose bien ser divino el impulso que le gobernaba porque luego comenzaron a venir socorros y limosnas de gruesas cantidades con que creció a largos pasos la fábrica y en pocos meses se vio en estado que revivieron las esperanzas difuntas de ver en ella la última mano. 19. Pero qué trazas de los hombres [fol. 35] por santas y bien ordenadas que parezcan no desbaratan en un punto la poderosa mano del Altísimo que, por los fines que su Majestad sabe, permitió se viese este colegio no sólo necesitado a cesar del todo en su adelantada obra que en peligro de acabarse el mismo y de verse desamparado de los Padres que le habitaban que en tales aprietos puso a tan amorosa Madre un mal hijo sólo porque se cansó de serlo. Pero como la Compañía corre a expensas de los tesoros del cielo el que premitió sus trabajos y calamidades previno también el remedio. En fin los sujetos quedaron en su casa y el Padre Hernando Cabero pudo proseguir la de Dios sin el censo del Padre Gabriel Álvarez cuyo principal se vio obligada a volver la Compañía y cuyos réditos (como dijimos en el lugar citado) estuvo también muy a pique la obligación a pagar después. 20. Y el año de ochenta y ocho vino a esta Provincia el Padre Visitador, y vice Provincial Diego Francisco Altamirano46 que luego aplicó el hombro para ayudar al Padre Hernando a sostener el peso de esta máquina. Con tales atlantes no es mucho llegase a perfección el cielo de este templo. Viose el año de noventa acabada la obra de la capilla mayor con su crucero, presbiterio, media naranja y linterna. Pero al siguiente de noventa y uno, pasada la cuaresma, luego que se quitaron a la media naranja las cimbrias dio a entender con varias bocas y grietas en que se abría, haberse errado todo el edificio que manifestó juntamente el peligro próximo de su total ruina la cual vino a suceder lunes 23 de abril del mismo año a las nueve de la noche en que no solamente cayó la media naranja sino que [fol. 35vto.] con la coz dio al caer en el cuerpo de la iglesia, derribó el primer tramo de bóveda aunque no hizo la menor mella en los fornidos arcos y paredes del templo y lo que es más cayendo sobre el arco toral en cuyo hueco estaba el 46 El 30 de agosto de 1688 llegaba a Cartagena. En 1696 abandonó la Provincia del Nuevo Reino.
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retablo guardada la espalda con un grueso paredón de tierra, no hicieron en él más daño las ruinas que cubrirle de polvo. 21. Al horroroso estruendo de tan lastimoso golpe se conmovió toda la ciudad a la misma hora y corriendo la noticia de haber sido el estrago en la iglesia de la Compañía, acudió un inmenso gentío a nuestra calle y última plaza; mas si vinieron movidos de amor y afecto para con nuestra religión volvieron no menos admirados por haber en tan impensado accidente experimentado la constancia en la quietud y recogimiento religioso que la hora pedía. No se abrió nuestra portería a nadie y si no hubiera sido forzoso al Padre Rector (que lo era en esta ocasión el Padre Provincial Pres. Juan Martínez Rubio) responder a dos recados de los señores Arzobispo y Presidente no se hubiera sabido por entonces si había escapado con vida algún religioso que muchos viendo la quietud y sosiego juzgaron los habían cogido a todos las ruinas del edificio. 22. Mientras la gente se volvía a sus casas, no menos lastimados del fracaso que edificados del silencio, nuestra comunidad bajó a la iglesia y viendo el lastimoso estrago y advirtiendo amenazaba más ruina en gran parte del cubo que no acabó de caer, sacaron en devota procesión el Santísimo y llevaron a su Majestad a la capilla interior y hecha esta diligencia dispuso el Padre Rector se mudasen a otra vivienda los que habitaban el cuarto inmediato a la iglesia por temerse en él la misma ruina. A la mañana siguiente apenas quedó persona en la ciudad que no acudiese a lamentar el [fol. 36] suceso y viendo se trataba de derribar hacia la parte de la huerta con tornos y maromas el pedazo de cubo que había quedado arriba amenazando caer sobre el cuerpo de la iglesia o sobre el cuarto lastimado de la vivienda fue cosa de admiración la prontitud con que acudieron todos al intento, enviando unos sus esclavos, pagando otros los peones y sirviendo muchos personalmente de suerte que con brevedad se halló ejecutado lo que se deseaba. Siguióse luego el desembarazar y limpiar la iglesia que había quedado llena de las ruinas lo cual se consiguió con la presteza misma. 23. Con este golpe parece que acabó de probar la Majestad divina la constancia deste colegio y habiéndole hallado siempre firme en su religiosa y exacta observancia y luego a su inmenssa bondad consolarle como al santo Job con la restauración mejorada de tan grandes pérdidas; desde este punto fueron más 355.
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crecidos y continuos los socorros y limosnas, entre las cuales vino la del capitán Martín de Ayerre de que hablamos en el número sexto. Con tan grandes socorros se vio en pocos meses cerrado el pedazo de bóveda que cayó del cuerpo de la iglesia, tan igual con lo demás en los florones y artesonados que siendo los nuevos de madera y los antiguos de yeso es admirable la correspondencia y uniformidad de unos con otros. Experimentóse también en ésto el particular cuidado que Dios tiene de su casa habiéndola en estos calamitosos tiempos proveído de un escultor insigne el Hermano Juan Baptista Milano [Milán]47, que pasó de Italia a esta Provincia el año de 1690. Aplicó todo su cuidado y desvelo a restaurar lo caído y valiéndose de su pericia en la arquitectura, sin más maestro que su asistencia, en poco más de tres años dio acabada con singular hermosura [fol. 36vto.] y perfección toda la obra. 24. La cual como es el principal objeto de esta relación no se debe tener por extraña la digresión que hiciéremos en describirla. Limpio y desembarazado el suelo de un monte de materiales que fabricaron las ruinas se volvieron a levantar los andamios y sobre los cuatro arcos, que con igual distancia vuelan sobre cuatro otros robustos y hermosos pilares, volvió a subir el cubo perfectamente redondo con vara de ancho en el grueso de la pared tiene ocho hermosísimas ventanas que el pasado de noventa y siete se adornaron con transparentes y cristalinos vidrios traídos para este fin de Venecia. Cada una tiene de largo tres varas y dos de ancho. Once y media tiene de alto el cubo desde donde nace hasta donde empieza a recibir la cúpula; el circuito en 47 Juan Baptista Milán (Milán, 22 de enero de 1660-Bogotá, 6 de enero de 1740). Ingresó en la Compañía de Jesús el 21 de septimbre de 1681. En Sevilla desde el 15 de diciembre de 1688. Atravesó el Atlántico en la expedición que partió el 10 de enero de 1690. Arquitecto. En 1704 inspecciona a Puente Grande, sobre el río Bogotá, a petición del Cabildo (AGI. Santafé, 43). En 1711 es uno de los peritos para reconocer el estado de las torres de la catedral santafereña (José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo I: Datos biográficos de sus prelados. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1961) 136). En 1722 el arzobispo lo designa como perito para inspeccionar los daños causados en el convento del Carmen por la apertura de una cañería (ANB. Notaría 3.ª, tomo 143, fol. 244). Gloria ZULOAGA. “Estudio cronológico para la interpretación constructiva del templo de San Ignacio de Bogotá”. En: Allan R. BREWER-CARÍAS et álii. Libro homenaje al Padre José del Rey Fajardo S. J. Caracas, Editorial Jurídica Venezolana (2005) 45-65.
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que se dilata es de treinta y seis varas, rematando en una vistosa cornisa que vuela una vara en ancho hacia la parte de afuera. Entre las ocho ventanas median otros tantos bestiones de ladrillo que formando pedestal sobre saliente a toda la obra, van descaeciendo en el medio y volviendo a sobresalir en el remate, forman airoso capitel a lo restante del cuerpo; sirven estos postes no sólo de agraciar la obra sino también de fortalecer el cubo. 25. Sobre las cuatro bien capaces pechinas que forma el encuentro de los arcos vuela airosa otra cornisa que se dilata al aire en vara y cuarta de anchura cuyo espacioso circuito ocupa un vistoso balcón con balaustres de un azul y oro iguales en todo y semejantes a los de tres corredores que hay sobre los arcos que dan puerta a las capillas del cuerpo de la iglesia por uno y otro lado y sobre el arco (primor del arte singularísimo) del espacioso coro. En las dichas triangulares pechinas se pintaron al fresco el año de 96 los cuatro evangelistas ocupando las es [fol. 37] quinas algunos celestiales espíritus con varios instrumentos músicos. Obra perfectísima, como de mano, en fin celebrada no sólo en estas partes sino también en las de Europa donde se llevan sus pinceles las admiraciones que en otros tiempos merecieron al orbe los primores del celebrado Apeles. 26. En los espacios que dividen las ventanas, por la parte interior se forman diez y seis pilastras resaltadas con capiteles que llaman de orden compuesto el arte y por la parte exterior están orladas las mismas ventanas con un curioso cordón de ladrillo resaltado de la pared principal que en lo superior de las ventanas remata formando una corona todo con tan curiosa disposición que parece formado en blanda cera escarmentados de la ruina pasada y con el temor de los temblores que tal vez padece esta tierra. Y por abreviar juntamente se resolvió se hiciesen de madera la media naranja y bóvedas del crucero desbasando para la uniformidad la que estaba hecha de ladrillo sobre el presbiterio. Como el escultor era de casa y más empeñado en la brevedad de la obra por el deseo de servir a la religión fue increible la presteza con que la dio acabada, quedando estas bóvedas con el mismo arte, gracia y labores que la del cuerpo restante de la iglesia, sin que la cúpula desdiga en algo de lo demás que sólo añade en el centro o clave un hermoso Cristo en cuyo aseo hizo el artífice sobresaliesen todos los primores de su ingenio. Debajo de los 357.
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tres arcos del presbiterio y crucero se hicieron seis tribunas o claraboyas que se adornaron de celosías doradas con remates y macetones también dorados y jaspeados los fondos de azul y blanco con primoroso remedo. Por la parte de afuera se emmaderó con gruesas vigas la cúpula [fol. 37vto.] quedando la cubierta perfectamente ochavada y sobre puesta de gruesas y bien unidas planchas vidriadas de diferentes colores, que sirviendo a la defensa de la obra contra las lluvias, sirven no menos con su apacible diversidad al deleite de los ojos= 27. Restaba con todo mucho que asear y disponer por marzo de 94 cuando llegó a este colegio de la parte de Quito el Padre Visitador que con su oficiosa actividad afervorizó de suerte los ánimos que se resolvieron en dedicar la capilla mayor para el día treinta y uno de julio consagrado a nuestro glorioso Patriarca, titular de esta iglesia. Habíase ya quitado el tabernáculo y derribado el paredón de tierra que debajo del arco toral le servía de respaldo sirviendo en este tiempo a nuestros ministerios la iglesia pequeña y antigua, teatro ordinario a los actos literarios de nuestra Academia. Quedó con esto unido el cuerpo de la iglesia con la capilla mayor y despejado todo ostentaba a porfía majestad y hermosura. Siete eran sin el altar mayor las capillas de cada lado, adornadas con sus retablos y altares algunos de prestado entonces menos en las dos últimas de los pies de la iglesia que dan entrada a la gente por dos capaces puertas que a cada una corresponden y que hacen juego con la principal y propocionalmente mayor a las dos colaterales. Desembarazáronse también las dos capillas que hasta aquí sirvieron de sacristías y ésta se dispuso aunque no de propósito en una capaz y alegre pieza. Hecho este breve y tosco dibujo de tan aseado y magnífico templo pasaremos al intento principal que es referir (si tanto asunto cabe en tan mal limada pluma) la majestad [fol. 38] y grandeza con que esta nobilísima corte celebró su dedicación solemne48. 48 Véase: Guillermo HERNÁNDEZ DE ALBA. “La iglesia de San Ignacio de Bogotá”. En: Anuario de estudios americanos. Sevilla. 5 (1948) 507-570. Diego ANGULO IÑIGEZ. Historia del arte hispano-americano. BarcelonaBuenos Aires, Salvat (1941) II, 79-80. El capítulo III: “La arquitectura del siglo XVII en Panamá, Colombia y Venezuela” fue redactado por Enrique Marco Dorta.
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§ 3º Empiézase a tratar de las suntuosas fiestas en la dedicación de nuestra iglesia 28. La primera diligencia del Padre Visitador fue dar aviso de lo determinado acerca del día al Señor Maestre de Campo Pedro Gil de Cabrera y Davalos49, Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino, gran favorecedor de la mínima Compañía. Dióse la misma noticia al Padre Doctor Don Pedro Moreau de Montaña, canónigo de la santa Iglesia Catedral, Provisor y Vicario General de este Arzobispado, no menos aficionado a nuestras cosas. Ambos brazos ofrecieron gustosos la cooperación de su poder para el intento. Ni fue menos grata la respuesta de los señores togados de la real Cancillería con el Tribunal de Cuentas y de los dos ilustrísimos Cabildos Eclesiástico y Secular. Determinóse celebrar por tres días la fiesta. El primero corrió por el cuidado de los señores Presidente, Oidores y Contadores Reales, encargando para el desempeño la oración panegírica al Padre Visitador y Vice Provincial de esta Provincia; los Señores del Venerable Deán y Cabildo Eclesiástico tomaron por su cuenta la celebridad del segundo día y el púlpito corrió por la del Señor Doctor Don Carlos de Bernaola50, Chantre entonces de la Santa Iglesia Catedral y su Deán meritísimo al presente, honra y lustre del Real y floridísimo Colegio Seminario de San Bartolomé; el tercer día fue del muy leal y noble cabildo de esta ciudad que dio su desempeño del
49 Pedro Gil de Cabrera y Davalos (1686-1702). Véase: Francisco ANDRADE. “La presidencia de don Gil de Cabrera y Dávalos en el Nuevo Reino de Granada”. En: ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA. Curso superior de Historia de Colombia. Tomo VI: (1601-1700). Bogotá, Editorial A. B. C. (Biblioteca Eduardo Santos) (1951) 349-379. 50 Carlos de Bernaola y Carvajal. Cura de los pueblos de Pasca y Simijaca. Racionero, canónigo, tesorero, maestrescuela, chantre y deán de la Metropolitana de Santafé. William JARAMILLO MEJÍA (Dir.). Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. -Nobleza e hidalguía- Colegiales de 1605 a 1820. Santafé de Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica (1996) 239. Falleció en Bogotá en febrero de 1726. José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo IV: Cabildo Eclesiástico. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1971) 68.
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Padre Martín Niño51, Rector entonces de nuestro colegio de Tunja y ahora superior de las Mis [fol. 38vto.] siones de Los Llanos. 29. El segundo cuidado fue el adorno de nuestra iglesia y de la Plaza Mayor para la procesión y colocación del Santísimo. En la Plaza Mayor se trazaron cuatro altares en las cuatro bocas calles de que se encargaron varios vecinos cuyos nombres diera gustoso aquí si no temiera la prolijidad. Con los cruceros de nuestra iglesia se habían de hacer otros dos y éstos tomaron a su cargo la ilustre Academia de Nuestro Colegio52 el uno y el Real de San Bartolomé el otro. También dispuso para mayor festejo el Señor Presidente un grave y vistoso alarde cuyo capitán ofreciéndose para ello, fue el Maestre de Campo Don Agustín de Londoño y Trasmita53, alcalde ordinario de esta República. Fuera de estas prevenciones se dispuso la mejor música que vio jamás este Reino compuesta de la Iglesia Catedral y la del pueblo de Fontibón residencia y doctrina nuestra. Y en fin no había cosa por menuda que fuese que con anticipada prevención no estuviese bien dispuesta por la prudencia y singular vigilancia del Padre Visitador y Padre Rector y demás Padres por cuyo cargo corrían las prevenciones para tan festivos días. 30. Tres o cuatro antes del de nuestro glorioso Padre alternadas las campanas de la santa Iglesia catedral y de nuestro colegio con varios ternos de chirimías, trompetas y clarines hacían la salva antes de amanecer, al medio día y a la noche dando noticia de los festejos sagrados ya próximos y al mismo tiempo poblaban el suelo y el aire varias invenciones de juegos artificiales de pólvora.
51 Martín Niño (Tunja, c. 1639-Bogotá, 23 de enero de 1709). Ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de junio de 1655. Vivió en Mérida de 1668 a 1692. Fue además Rector de Tunja y superior de la Misión de los Llanos. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 512-514. 52 La Universidad Javeriana. 53 Agustín de Londoño y Trasmita. Alcalde ordinario de Bogotá y gobernador de las provincias de Neiva y Popayán. Adriana María ALZATE ECHEVERRI et álii. Imperios ibéricos en comarcas americanas: estudios regionales de historia colonial brasilera y neogranadina. Bogotá, Editorial Universidad del Rosario (2008) 119.
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El día 29 de julio, por la tarde, hizo la ceremonia de bendecir la iglesia el Padre Provincial [fol. 39] acto a que llamado de las campanas y chirimías y mucho más de la curiosidad, acudió immenso gentío que le hizo más plausible. No se pudo consagrar como se deseaba por hallarse el Señor Arzobispo visitando su diócesis en esta ocasión. Al mismo tiempo se iban formando con increíble solicitud los cuatro altares de la Plaza. Pero aquellas máquinas que facilmente dibujó la idea no le fue tan fácil ejecutar al arte. Conocióse faltaba para ellos el tiempo si no se dilataba la fiesta; concedióse un día de dilación y así las vísperas, que habían de ser la de nuestro Padre San Ignacio, se vinieron a celebrar en su propio día. 31. Llegó éste y por la tarde nuestra comunidad con sobrepellices y acompañada de su lucido Colegio de San Bartolomé y de otra mucha gente que por instantes se iba llegando, se encaminó con algún rodeo de calles al religioso convento del Águila de los Doctores el grande Agustín cuyos hijos en la fina hermandad que profesan con nuestro colegio han sido siempre la honra y desempeño en las ocasiones que se han ofrecido a la Compañía. En ésta quisieron acompañase su gloriosísimo Patriarca a nuestro ínclito Ignacio. Al salir nuestra comunidad a la calle de la carrera, la más hermosa de todas, donde está la ilustre casa del comisario General de la Caballería Pedro Alonso Caycedo y Maldonado54, salió de ella a encontrarse con sus hijos y hermanos el gran Duque de Gandía y tercer General de nuestra Religión San Francisco de Borja55 pero salió tal que bien mostraba en el adorno la generosa [fol. 39vto.] y bizarra devoción de quien tomó a su cuenta el vestirle sobre una rica sotana de tafetán doble negro con guarniciones de oro; puso al santo como a caballero y grande de la Orden de Santiago el manto blanco capitular reco54 Pedro Alonso Caycedo y Maldonado. Comisario General de la Caballería de Nueva Granada y Alguacil Mayor de la Real Audiencia de Santa Fe. Guillermo LOHMANN VILLENA y Francisco de SOLANO. Los americanos en las órdenes nobiliarias. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1993) 292. 55 Francisco de Borja. Véase: Cándido de DALMASES. “Borja, Francisco de”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) 1605-1611.
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gido con majestuoso follaje. Matizaba la blancura del manto una riquísima cadena de oro que era prisión lucida de nuestros finos y crecidos amatistos. Subía ésta por el pecho del Padre hasta los hombros y bajaba por la espalda de los hombros a la cinta. El resto de la sotana y manto venía sembrado con artificioso desorden de rosas de esmeraldas, diamantes y amatistos siendo aun superior a tanta riqueza y hermosura la que traía en su diadema el Santo a quien ya las joyas del ropaje orlaban sartas de gruesas y preciosísimas perlas. Aunque no tan rico pero no menos vistoso era el adorno de las andas labrado todo con prolija curiosidad de hermosas plumas de muy vivos colores. 32. A la mitad del camino que hacía de este sitio al que ocupa en tan principal calle el muy religioso convento del grande Agustín salió a encontrarse con la nuestra su lucidísima comunidad con su santísimo Patriarca vestido de pontifical con gran majestad y no menor aliño. Todos los religiosos traían hachas de cera encendidas las cuales dejaron luego los superiores y más graves maestros para cargar en sus hombros al glorioso San Francisco de Borja. Y en recíproca correspondencia los superiores y maestros de la Compañía tomaron en los suyos al Santo de la iglesia Agustín. Juntas las dos comunidades subieron otra vez por la calle misma hasta llegar a la casa del Maestre de Campo Don Agustín de Londoño quien dejada por [fol. 40] estos días la vara de Alcalde empuñó la vengala para capitanear un lucido escuadrón de ciento y cincuenta gallardos y briosos jóvenes que, en repetidas y ruidosas cargas, hacían continua y no desagradable salva al brío del campeón Ignacio. Decir de las palas y costosos arreos de tan nobles caballeros y soldados, principalmente las de su capitán y demás cabos, fuera entrar en un confuso laberinto de tarda y difícil salida. Contentarémonos con advertir que era éste un alarde en que le quiso hacer la nobleza desta corte de sus praderas, ingenios, religión y piedad consagrado todo al festivo culto del imán de sus voluntades Ignacio. 33. Estaba ya la imagen del Santo al remate desta calle, que es la esquina de la Plaza Mayor y palacio del Señor Presidente y de nuestro colegio, aguardando el majestuoso acompañamiento que traían los dos Santos. Algunos meses había ocupado en el adorno de su vestido la Señora Presidenta Doña Gertrudis de Quirós y Zevallos; y cierto, que habiendo de trasladar en este adorno 362.
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lo subido de su afecto al Santo y sus hijos no pocos meses sino muchos años fueran corto tiempo a no ayudarle el primor de sus curiosas manos. En el manteo y sotana de terciopelo negro, guarnecido de encaje de oro fino de milán sobre fondos del mismo rey de los metales, sembró con admirable arte, proporción y correspondencia el diamante, la esmeralda, el rubí, el topacio, el amatisto; y en fin apenas hay piedra de las que conoce y estima por preciosas el mundo que no hubiese lugar en el ameno y remudado pensil que formaban juntas siendo el número de todas [fol. 40v] tan crecido que parecía dificultoso hubiese quedado alguna con el resto de la ciudad (aunque presto se experimentó otra cosa). La compasada multitud de tantas joyas enlazaban curiosas cadenas de oro y multiplicados hilos de perlas netas de las cuales, aunque más gruesas y finas, era el cíngulo una tejida y anchurosa zona; no siendo menores las que guarnecían el pecho haciendo cerco a un rosario de finísimo aljófar sobre cuentas de oro. El JHS que ostentaba en la diestra con cerco de rayos, todo él era un curioso engarce de pedrería superior a la que llevamos dicho. Finalmente la diadema, el libro de la mano siniestra, el manteo y la sotana dejóle el cuello hasta los pies estaba tan ricamente aseado que se apreciaba el adorno no menos que en cien mil escudos. 34. Tomando el Santo el principal lugar del acompañamiento ya en esta ocasión tan numeroso que no cabía en la espaciosa Plaza se anduvo el corto tramo que hay del palacio a la catedral donde con prevención anticipada esperaban muchas imágenes de santos que de las demás religiones y iglesias fueron traídas compuestas con varios ricos y costosos adornos. Pero deslucíalos todos como el sol al vulgo de los astros el admirable y bien trazado del peregrino Javier que sobre sotana de terciopelo negro perfilada de oro y esclavina de seda amusca traía un sinnúmero de piedras, perlas, joyas, y cadenas, todo repartido con gran arte. En fin salió Javier en esta ocasión vestido a medida del afecto de sus dos grandes amartelados: el doctor Don Domingo de la Rocha Ferrer56, Oidor y Alcalde de corte más antiguo y 56 Domingo de la Rocha Ferrer. Oidor y Alcalde de corte más antiguo, y Presidente de sala en esta Real Audiencia. Adriana María ALZATE ECHEVERRI et álii. Imperios ibéricos en comarcas americanas: Estudios regionales de historia colonial brasilera y neogranadina. Bogotá, Editorial Universidad del Rosario (2008) 3.
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Presidente de sala en esta Real Audiencia y de su meritísima consorte la señora Doña Juana Clemencia de Labarzes, que dichos sus nombres es el mayor encarecimiento que se puede dar a la grandeza con que adorno su piedad a San Francisco Javier. 35. [fol. 41] El Venerable Deán y Cabildo echó en este día sello a las sobresalientes demostraciones de su afecto. Todo su magnífico y capacísimo templo estaba cubierto de ricas colgaduras de seda. El altar mayor con el mejor adorno y aseo que jamás hubo, poblado todo de innumerables luces cuyo orden en gruesas hachas bajaba por sus gradas hasta ocupar todo el plano de la capilla mayor. La fragrancia de aromas y cazoletas sobre vasijas y estriosas fuentes de plata y éstas sobre no menos preciosos bajetillos de évano, marfil, concha y nácares, sobre ser dulce encanto con su diversidad y sentido que deleitaban eran juntamente por su multitud y aseo nuevo adorno al magnífico templo. 36. Junto ya el numeroso concurso que autorizó la Real Audiencia con su Presidente y Tribunales, la nobilísima ciudad con su cabildo, todas las religiones y los dos colegios: el Mayor del Rosario y el Real de San Bartolomé. Y habiendo los señores prebendados con nueva fineza conducido a toda nuestra comunidad a su sagrado coro, donde a pesar de nuestra pequeñez hizo ocupar a los Padres más graves algunas de las primeras sillas, se cantaron las vísperas revestido de preste el P. doctor Don Carlos de Bernaola con tal majestad, pausa y concierto, con tal suavidad y destreza de tres distintos coros de música, toda escogidísima y nueva, acompañada de suaves instrumentos que a juicio de todos no hubieron más que desear los sentidos. Aún no se habían acabado las vísperas cuando ya se iba dando principio a la procesión en que es fuerza detenernos algo porque fue el acto de religión desta calidad más solemne que jamás vio ni espera ver este Reino y que hubiera dado bien que admirar en las [fol. 41v] mayores cortes del orbe cristiano. Y es cierto que el principal motivo de referir tan sagradas y ostentosas solemnidades es darle para que alaben a Dios
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los que en el centro de la cristiandad las oyeren, viendo y coligiendo por ellas la mucha religión y piedad de este nobilísimo Reino donde ha siglos era el demonio el único objeto de los bárbaros cultos de sus naturales.
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§4 Orden de la procesión y adorno de la Plaza 37. Capitaneaba pues la lucidísima procesión un hermosísimo Jesús, joya la más preciosa de la iglesia contigua nuestra, imán de los ojos por donde arrastra los afectos de todos. El traje era de pastorcito con monterilla de plumas y cayado y el vestido de ricas pieles sobre fondos de lucida tela; seguíanle todas las sagradas imágenes adornadas todas a competencia. Detrás venían las de San Francisco Javier y las de San Francisco de Borja, ésta en hombros de los caballeros de Santiago con sus mantos capitulares y aquella cargada de los doctores y maestros de la Academia que patrocina adornados de sus mucetas y borlas que juntamente le alumbraban. Seguíanlas en fila la de nuestro Padre San Ignacio a quien llevaban en medio el príncipe de la Iglesia San Pedro y el águila de África Agustín. 38. A poco espacio venía la Majestad Augusta de Cristo sacramentado riquísima custodia de la Catedral debajo de un palco bordado cuyas doce varas de plata llevaban otros tantos sacerdotes revestidos de ricas albas y casullas blancas de tela. Inmediatos al palco iban los señores prebendados con sobrepellices y capas también de tela del color mismo; y esa su ocupación incensando al Santísimo por el orden de sus dignidades. Ocuparon [fol. 42] también aquí su lugar seis niños que en lo rico, aseado y rozagante del ropaje representaban otros tantos ángeles y no lo desmentían los rostros. Iban los dos sembrando el suelo de varias y fragantes rosas y los cuatro con sendas artificiosas granadas arrojaban en alto hilos de no menos olorosas aguas, que volviendo abajo desechos en menudo aljófar, a no sentirlos el olfato ni el tacto los percebía, ni los divisaban los ojos. 39. El acompañamiento sin hacer caso del vulgo inmenso que al grande de la ciudad se había llegado del contorno a los hechos de tan festivos días era en esta forma. Procedía toda la gente de lustre, seguíanse las religiosas familias y nobles colegios, sin más orden que ocupan cada uno el lugar en que le puso el acaso. Después al lado derecho iba la clerecía con sobrepellices con la cual en el mismo traje mezclada hacía un cuerpo nuestra comunidad. Al otro lado iba la familia numerosísima del sol de la Iglesia Agustín. Detrás del 366.
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Santo ocupaba su proprio puesto el Cabildo de la Ciudad a quien seguía la Real Audiencia con sus nobles Tribunales. Acompañamiento a cuya majestad añadía mucha luz las innumerables hachas de blanca cera que desde el principio la procesión hasta el fin llevaban todos en las manos. Luego que asomó el palio a la grada superior del altozano de la santa iglesia el tercio de infantería que en lucidas filas estaba tendido desde este puesto hasta la pared de enfrente hizo la salva al Rey Supremo de la gloria con una carga cerrada resonando al mismo tiempo los instrumentos militares alternados con el majestuoso repique de las campanas y dulce ruido de los ternos de chirimías. 40. Y pocos pasos llegó su Majestad [fol. 42v] sagrada a la esquina de la plaza inmediata al lado derecho de la catedral a donde encontró trono si no digno de su grandeza de los más decentes que le pudo disponer la miseria y cortedad humana. Era éste un altar majestuoso cuya frente se dilataba en veinte y cuatro líneas siendo de treinta la altura. La idea fue poner a la sombra de su capitán Ignacio marchando su Compañía. Tenía [ilegible] aspectos diferentes con otros tantos cuerpos. El principal se levantaba en esquinas puntas de diamante y en sus cinco visos otros tantos nichos con fondos de cistalinas lunas y las frentes de curiosos jardines donde el natural pudo envidiar las perfecciones del arte. Al segundo cuerpo servían de frontales primorosas láminas guarnecidas de plata llenando los huecos de sus respaldos cándidos follajes de encarruyado holán salpicado de oro, matizado de entretejidas cintas de colores. El tercer cuerpo labraban de medio ochavo curiosos escritorios de évano, marfil y plata. El cuarto se erigió cuadrado con distintos y no inferiores aseos rematando tan peregrina máquina en un bien trazado castillo que le servía de corona donde se mostraba Ignacio vestido de soldado ricamente: estaba en pie en ademán de marcha con una aseada pica en la diestra. 41. En el pie del castillo se formaba un nicho con fondos de holán sembrados de oro cuyo remate y gotera era un sitial de raso blanco bordado de oro sobre fondo pardo; éste ocupaba un agraciado niño con túnica blanca matizada de flores. Tenía jineta en la mano y a los pies una rodela de dorado acero cuyo
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medio acupaba su dulcísimo nombre y esta letra: Transiens ministrabat illis (Lucas 12)57 y para los que no la entendían decía otra: [fol. 43] Muestra hace Dios de su amor; Pues marcha en su Compañía sirviendo a quien le servía 42. Descendía en diminución esta máquina con proporción igual por los costados formando en ellos los lienzos de muralla con curiosas almenas que remataban en otros dos castillos no menos bien fingidos que el primero. Todo el muro poblaban ángeles de medio cuerpo armados de ricas carabinas; sobre el castillo diestro estaba el prodigioso Javier de Nuncio Apostólico con la riqueza a lo demás correspondiente. Tenía al hombro un estandarte de tafetán blanco orlado de oro y bordado de lo mismo en el medio el dulcísimo nombre de JHS. Hacíale correspondencia en el otro castillo el gran duque San Francisco de Borja armado con gala de felpa negra bordada de oro y plata. Los resaltos de los ochavos y puntas ocupaban ángeles de cuerpo entero garbosamente vestidos con arcabuces al hombro; intrepuestos [sic] en transparentes cristales hermosos niños de Nápoles entre los cuales y los ángeles mediaba mucha variedad de jarros de plata llenos de flores de mano y naturales; éstas que adelantaron su hermosura con el arte y aquellos que adquirieron con el arte no inferior hermosura. Los remates correspondientes a los cuerpos superiores eran diferentes cuanto agraciados penachos. Todo este hermoso cuerpo hacían más lucido quinientas hachas y velas de blanca cera en candeleros y blandones de plata entre los cuales sobresalían dos hacheros en el castillo del Santo Patriarca tan grandes que pesaba un quintal cada uno. 43. El viso en que se [fol. 43v] se colocó la custodia y el sitial que servió al soberano sacramento era de filigrana de plata, orlado de cien sonoras campanillas de plata también y oro. Servíale de respaldo una imagen de la Concepción de María formada en plumas cuyos primores no hiciera poco si los imitase el pincel. De los castillos 57 Lucas 12, 37: “… en verdad les digo que se ceñirá, y los sentará a la mesa y se prestará a servirles”.
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colaterales a llegar al altar la Majestad sacramentada se alzaron dos puertas levadizas por donde salieron dos niños vestidos de ángeles que recibieron a su Majestad. El uno con hacha encendida y el otro con azafate de flores; incorporándose con los seyo (¿?) (que ya dijimos) acompañaron a su Dios hasta dejarle en su nuevo y majestuoso palacio. 44. De aquí, después de un bien entonado motete, entre el alegre ruido de la mosquetería, cajas, clarines, chirimías y campanas, estándose así la milicia en el puesto dicho, salió caminando la divina Majestad de Cristo sacramentado y a pocos pasos con diestra y bien cogida vuelta se movió el escuadrón lucido quedando por arqueros de guardia los que llevaban los picos a los lados del rico palio y marchando lo demás del tercio detrás de la Real Audiencia repitiendo sus cargas y haciendo escolta a la grandeza del Rey Supremo. En esta forma caminó toda la procesión el lienzo de la plaza que desde la esquina dicha corre a la acera fronteriza de la Catedral donde están las casas del Cabildo. En esta esquina y encuentro de la plaza ocupó la Majestad suprema. El segundo salió de otro altar que en menor cuerpo ostentaba igual grandeza al pasado. Era su idea un castillo que remataba en una pirámide superior y otras dos inferiores a los lados cercadas todas de tres banderas militares que tremolaban [fol. 44] garbosas a los embates de el viento. La frente era de diez y seis varas, dos más la altura. Ésta tenía un tablado entapizado de ricas alfombras tuquescas de seda con varios y compartidos colores. Sobre éste se erigían cinco cuerpos de aseados y correspondientes arcos; cinco tenía el primer cuerpo de tres varas en alto cada uno matizados de listonería diferente en los colores y todo el cuerpo cubrían colchas vistosas de Nápoles que en fondo azul ostentaban su hermosa variedad de lazos y figuras. El segundo cuerpo era de cuatro arcos menores y en esta proporción disminuidos subían los demás con el mismo aseo de colchas en que sólo había la diferencia de ser las segundas de fondos nácares, las terceras verdes, las cuartas amarillas y las últimas naranjadas. 45. Sobre el primer cuerpo estaba un escuadrón de propria infantería pues eran niños hermosos de Nápoles con su capitán y cabos garbosamente vestidos y cada cual en diferente ejercicio con la boca de fuego que llevaba. Entre estos valientes soldados mediaban grandes espejos guarnecidos de listonería varia 369.
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de la cual se formaba al pie de cada espejo un erizado trono de cintas que ocupaban imágenes sagradas sirviendo de respaldos los cristales. Las claves de los arcos, por la parte superior, ocupaban costosamente vestidos ángeles de cuerpo entero. Todo el altar tenía cuatrocientas luces y cada vela era un ramillete de artificiosas rosas y entretejidas de banderillas de plata de la cual eran los candelos y blandones y sobre cien maceteros de lo mismo esparcían suavísimos olores otros tantos ramilletes [fol. 44v] de azucenas que llenaban los huecos del castillo, cuya hora en que se colocó el sacramento era un amenísimo pensil de flores, sobresaliendo cantidad de espigas bien imitadas del arte que mostraban recibir el jugo de las nubes en los menudos aljófares de sus doradas aristas. Recibió a la divina Majestad de este castillo con una salva de más de cien bombas que al salir la repitió con otros tantos tiros la infantería. 46. Con el mismo orden caminó la procesión la acera de las casas del Cabildo hasta topar con la esquina de la Real Audiencia donde estaba otro tercer altar con nueva idea. Toda su frente ceñía un requísimo arco que sobre carmesí componía muchas y grandes piezas de plata en admirable correspondencia y uniformidad. La forma era toda de puntas de diamante, en ocho cuerpos iguales, que unos sobresalían a la frente cuanto otros se retiraban al respaldo; cada cuerpo tenía nueve puntas cuyos ángulos y esquinas ocupaban sendos niños, espejos de armas y láminas. Las mismas puntas remataban en sus cantoneras y arandelas de plata y un ramo de espigas de trigo y flores de mano bordadas de menudo aljófar llenando el hueco de cada cantonera un pomo de vidrio lleno el centro de claveles y otras flores también de mano. Servían de frontales a este altar ricos [ilegible] y curiosas colchas de la China. Y diferenciaba el primer cuerpo de los demás en el medio donde tenía un espejo tan único que no se le pudo buscar compañero. Las últimas puntas de ambos lados [fol. 45] ocupaban seis grandes jarrones de la China que servían a otros tantos ramos de varias flores de seda con prolija curiosidad compuesto; en el último cuerpo del remate dominaba una hechura del niño Jesús entre tantos y tan hermosos como se vieron en este día, única por su singular belleza. A la custodia 370.
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del sacramento sirvió de sitial mientras se entonaba el motete y oración una almohada cuajada de preciosísimas perlas y de grada para el preste servía un escritorio de plata tan aseado en la hechura como en la materia rico. Las luces deste altar fueron trescientas hachas sobre crecidos blandones y proporcionadas piñas de plata; y en macetillas, o pebeteros de lo mismo había así en éste como en los demás altares un sinnúmero de olorosos pebetes. En las dos esquinas de la Plaza cuyas bocas calles tapaba esta hermosa máquina estaban vestidas por un buen trecho del uno y del otro lado de riquísimas telas y escogidos pinceles. 47. Y puesto que ya estamos en el último lienzo de la plaza y para llegar a las esquinas del palacio y de nuestro colegio (donde estaba en un altar junto el cielo con la tierra que todo parece se juntó para adornarle) no es razón salirnos de ella sin decir primero algo de la mucha riqueza, aseo y hermosura de sus paredes, balcones y ventanas. Los largos tramos que no ocupaban los altares estaban cubiertos de ricas colgaduras pendientes de los balcones. Eran éstas de damascos, terciopelos, tafetanes de Granada y brocateles. [fol. 45v] Pero la más singular fue una tapicería turquesa que de admirable historia y lavor en perso [ilegible] enteros la cual vestía el palacio del Señor Presidente sobre las colgaduras se ostentaban primorosos y delicados pinceles de sagradas y profanas imágenes. Los postes de la balconería estaban sobre puestos: unos de sutiles y follados velillos, otros de curiosa variedad de artificiosas flores y otros de aseadas bandas y tafetanes. Las tejas de los tejados vestían las goteras de la colgadura de suerte, que desde las tejas al suelo, no había cosa que no fuese, siquiera, primor y gala. De los balcones donde era inmenso el golpe de gente que los ocupaba, caían sin cesar flores deshojadas y olorosas aguas. Y en fin no había parte que no estuviese dando a entender la majestad y grandeza (mejor dijéramos la piedad y devoción) de esta nobilísima corte que por no dejar pieza o lugar sin adorno, vistió la hermosa fuente de la plaza de un ameno bosque donde se registraba variedad de animales y de cosas que discurrían de una parte a otra entre los ramos. 48. Pero ya es tiempo de llegar al último primor y primer adorno de la Plaza: al cuarto altar decimos que en la boca calle de la carrera media entre el palacio y cuarto de nuestra vivienda estaba fabricado. De esta majestuosa máquina 371.
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se pudo bien decir que tocaba la tierra con el cielo. Su altura se podrá rastrear de que siendo nuestro colegio uno de los más altos edificios de esta corte que remata en una [fol. 46] hermosa y capaz galería. Desde ella no se alcanzaban a ver las juntas de los maderos de adonde bajaba bien aferrada y tendida una vela de gruesa lona que en descenso medido servía de toldo y defensa a los inferiores aseos. Debajo de éste y al perfil de las goteras del tejado se extendía en perfecto plano un dilatado cielo de fino ruán que sobre vivo azul hacía sobre saliesen lucidos rayos de oro del sol, luna y estrellas, de que estaba tachonado con indecible hermosura. Lamiendo las estrellas con su cumbre descendía hasta el suelo un bien fingido risco cuya representación era el celebrado Monserrate58. En lo más erizado de sus altas breñas estaba de perspectiva el templo milagroso de la Reina de los Ángeles que mirando a proporcionada distancia no desmentía la grandeza del verdadero cuanto magnífico alcázar. En la testera que fingía retirada se dejaba ver en un altar aseado la sacratísima imagen de María y al pie de ella el ínclito Ignacio a lo militar, ricamente vestido, que suspensas las armas de marte velaba nuevo soldado a lo divino las armas de la milicia nueva que emprendía. Estaba el templo lleno de curiosas lámparas de plata cuyo número duplicaba con gustoso engaño de los ojos un grande espejo que servía a la sagrada imagen de transparente respaldo. 49. Tomando el descenso del risco por la parte del palacio ocupaba el resalto [fol. 46v] bruto de una formidable peña, [testado] un hermoso Paraninfo de cuerpo entero en cuyo vestido lucían el aseo y la riqueza de innumerables joyas. Ofrecía en un cándido y precioso cíngulo el don de la castidad a Ignacio que de rodillas en otra semejante estatua al pie del monte le estaba recibiendo. A poca distancia saliendo por el lado hacia la plaza por una oculta senda, que entre verdes peñas se descubria a la falda del monte, estaba en pie un lacayo que sujetaba de la afrenda [sic] rienda un generoso caballo con jaez tan rico que se apreciaba en millares de escudos; arqueado el robusto cuello tascaba 58 En los montes que coronan la ciudad de Bogotá hay dos templos dedicados a la Virgen: el primero tiene el título de Monserrate y el segundo de Guadalupe.
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en golfos de blanca espuma todo el oro del freno que mordía; mucho era en todo la riqueza pero más apreciada la propiedad con que supo fingir el arte pues estaba tal el caballo que necesitaban de ser bien linces los ojos para no tenerse por verdadero como le juzgaron muchos. Al último tercio del risco y ya en la esquina misma de la plaza en tres cóncavos estaban tres ángeles de cuerpo entero nada inferiores al primero en la riqueza y la gala. Estos en las tarjetas que tenían en las manos descifraban en agudos versos los misterios del sagrado monte: el primero en un soneto decía la resolución de Ignacio en dejar el mundo y consagrar a María sus armas; el segundo en una estancia de canción engrandecía el don de la pureza por la que fue concedido del Santo en las aras de su reina [fol. 47] ; y el tercero en cuatro octavas retrataba los rigores con que en la sagrada cueva de Manresa domó Ignacio sus apetitos y dominó sus pasiones. 50. Por la parte superior del lado que miraba a nuestro colegio toda la frente del monte era de gruesas y bien imitadas peñas en forma de gradas con proporción al natural desiguales. Por ellas se despeñaba del ángulo formado en lo alto con violencia un arroyo de quien dijera con discreta metáfora la poesía que su corriente eran dulces y transparientes aguas. Y con verdad dijeran que era corriente cuanto lucida plata; abajo en la falda estaba la representación de la cueva santa de Manresa en una oscura grieta en cuyo centro cubierto de un áspero y penitente saco se mostraba lloroso el arrepentido Ignacio siendo sus armas, cadenas, disciplinas y cilicios de aceradas puntas. Todo el risco y sus fornidos peñascos estaban sembrados de verdes y fingidas cañas que en la verdad eran más de seiscientas velas de cera que hacían con sus luces resplandecer el monte. Entre las cañas se levantaban crecidos troncos de arrayanes y otras silvestres plantas tan frescas que parecían nacidas allí mismo. Los dos lados formaban en la frente un risco continuado sembrado y entretejido de diferentes ramos [fol. 47v] entre cuya espesura se divisaba el león, el ciervo y otros brutos que se mostraban vivos debajo de todo el risco entre enrejados de madera por donde discurrían y vaqueaban.
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51. Ni fue entre tantos esmeros de la curiosidad el que dio menos que admirar y discurrir una cueva que entre las dos estatuas de Ignacio penitente y que recibía la castidad y hacía espaciosa cóncava y profunda pero con una muy pequeña puerta por la cual sólo se descubría la cristalina luna de un grande espejo puesto en lo más retirado de la cueva con tal arte y método que siendo de semejantes espejos todo el oculto cóncavo sólo el que se descubría copiaba en sí los cristales juntos de los otros. En el hueco que dejaban libres los espejos y en la profundidad que no se permitía a la vista por estar superior la puerta para defender el secreto, se fabries [sic] un delicioso jardín de curiosas flores de mano y naturales, interpuestas algunas pequeñas figuras de marfil, cera y alabastro y no pequeña cuantía de avecillas entre las cuales había algunas garzas y otras del agua que cercaban entre amenas guncias y ondas de una fuentecilla que en la realidad corría. Todo este ameno pensil copiaba cada uno de los ocultos espejos: y como el de la frente que se descubría era por su disposición un fiel trasunto de todos, multiplicaba de suerte las fuentes, flores, aves y figuras que no hallaban los ojos modo para desasirse de las prisiones de tan dulce engaño. Había al[fol. 48] gunas avecillas vivas y al movimiento de una sola parecía que volaban infinitas. 52. Al pie de la peña y fuera de todo el bosque, en una mesa de altar en que se colocó el Santísimo, se puso sobre clara un pequeño arco bastante solo a abrigar la custodia; era labrado en una bien imitada peña. Todo el convexo llenaban ricas esmeraldas brutas remedando el natural encaje con que nacen en las piedras. La clave inferior del arco se cerraba en tres hermosísimos jarrones de desojada grandeza particularmente el de afuera que era del tamaño como el puño cerrado de la mano, tan oscuro en los fondos de su verde y de tal esperanza en su valor que él solo se apreciaba en muchos millares de escudos pasando de treinta mil el valor de todo el arco. Y no parece que es para omitida la circunstancia de que el dueño del altar lo era de toda su riqueza juntamente pues no tuvo que andar buscando prestado ninguno de sus adornos.
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Parágrafo 5 Continúase la procesión y discríbese el adorno de nuestra calle y templo y la solemnidad de los tres días 53. No hay que admirar que vaya la narración tan despacio pues no caminaba la procesión más aprisa antes parece que la misma soberana Majestad se iba deteniendo y deleitando con aquel gozo que le causan los humanos obsequios. Salió en fin de la plaza y entró en la calle de la Compañía [fol. 48v] que en el corto trecho que coge el cuarto de nuestra vivienda (entre el cual y la antigua iglesia está fabricado el nuevo templo con la portada al oriente) había también nuevos y primorosos aseos. Las dos ceras de la calle estaban cubiertas de ricos arcos de ramos y flores de que pendían ya regaladas y sazonadas frutas en cuantas diferencias produce este reino así en los temples fríos como los calientes, ya diversos géneros de dulces que fácilmente se dejaban coger de entre las ramas y ya finalmente hermosa variedad de aves y otros animales terrestres. Curioso adorno y singular en las Indias donde es muy usado en semejantes festejos. 54. Llegados a la nueva casa cuya posesión entraba ya a tomar el Altísimo ocupaban su altozano o pretil doce cuadros primorosos de otros tantos héroes de la Compañía de los que en las naciones bárbaras trabajaron gloriosamente en la predicación de la fe. El traje era el mismo de que usaron, estaban interpuestas curiosas tarjetas de agudas inscripciones y epigramas con discretísimas alusiones de la ruina del templo a la caída de nuestro señor Padre en el castillo de Pamplona. Ésta dibujaba un jeroglífico juntamente con la ruina del edificio a quien acompañaban otros cuatro, todos a los pies de una hermosa imagen de nuestro señor Patriarca con las insignias de capitán. Aludían algunos no con menor agudeza que los primeros a la entrada [fol. 49] del Sacramento en su nuevo palacio sobre cuya principal puerta estaba formado un arco de frescos ramos que servía de trono a una estatua de la fama airosamente vestida, que con la diestra aplicaba a los [ilegible] un clarín de tersa plata y en la [testado] siniestra tremolaba una banderilla nácar con otra incripción al intento. Debajo de este arco sobresalía a la puerta un balcón 375.
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entretejido de verdes ramos entre cuya espesura al compás de sonoros instrumentos se percibían las dulces consonancias de dilicadas voces que en diversos villancicos daban a Cristo y a Ignacio la bienvenida a su templo. 55. En cuyo dilatado espacio apenas había punto donde no hubiese colocado la curiosidad un aseo. Todos los de la plaza se le pasaron a la memoria al colocar los ojos en la nueva hermosura y grandeza. Cubrían el plano riquísimas y bien tejidas alfombras, las dos pilas del agua bendita cubrían ramos y flores hasta la superior de sus tazas. Subiendo desde allí dos hermosos y altos castillos el uno de listonería nácar y el otro de dulcísima alcorza con primorosas labores, ocupados los huecos de sonoras campanillas de plata, el arco interior del coro y los dos espaciosos corredores, las pilastras que sirven de pedestal a la bóveda y el balcón que en círculo perfecto ocupa la infe [fol. 49v] rior cornisa de la media naranja tenían multitud de velas, interpuestos curiosos ramilletes de mano, diversas hechuras de niños y ángeles sin número, pero con mucha riqueza y gala en los ropajes; de los balaustres azules de los dichos balcones pendían sesenta lámparas de plata con cuatro y seis velas de a libra cada una y las cadenas y cabos de que estaban pendientes matizaban inmensa cuanto curiosa variedad de listones; con el mismo adorno se mostraban las seis tribunas del altar mayor y las dos del crucero. 56. Lo que primero se venía a los ojos era la hermosura y despejo del mayor tabernáculo, mejor dijéramos en esta ocasión ameno vergel de agraciadas flores, la copia de sus luces era tanta que desde el suelo hasta lo más alto ocupaban el mayor espacio sus llamas; el frontal era de maciza y dorada plata aljedrezado de curiosas láminas romanas de Cristo, María y los Apóstoles. Entre la bóveda y remate del retablo se descubría un bien imitado iris con esta letra: A Mayor Gloria de Dios propio blasón del abrasado Ignacio. En los huecos que forman los dos ochavados pilares, firmes basas a tres del presbiterio se pusieron dos encumbradas pirámides matizadas de varios colores y con aseadas gradas que [fol. 50] poblaban brillantes antorchas; remataban las pirámides en dos angostas peanas ocupadas de dos hermosísimos ángeles de cuerpo entero de cuyo adorno hubiera que escribir muy poco. 376.
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57. El altar del lado derecho del crucero, esmero de la Academia Javeriana, llenaba toda su altura en cinco cuerpos que en disminución subían vestidos de terciopelo verde sobre fondo de lana bordado de curiosas labores; todos los cuerpos poblaban ángeles con el acostumbrado adorno. El superior remate ocupó la estatua de San Francisco Javier al abrigo de una concha con la riqueza que hizo en la calle. En el cuerpo inferior se pusieron cinco cajas curiosas que guardaban otros tantos tesoros del misterioso nacimiento de Cristo. Igual en arco hacía frente al otro lado el altar que supo vestir al Real Colegio de San Bartolomé. Levantábase en otros cinco cuerpos hasta llenar todo el espacioso arco, el vestido era un agraciado follaje de blancas y crespas nubes, orladas de encendidas colonias y matizadas de oro, azul y plata; el remate de la nube formaba cándido nicho a la estatua de San Francisco de Borja adornada con la riqueza dicha [y] en cada uno destos dos alta[fol. 50v] res brillaban más de cuatrocientas luces a que añadía el segundo gruesas hachas que le ilustraban. 58. Todas las demás capillas y partes del templo estaban llenas de igual aseo y luces tantas que eran cerca de tres mil las que hicieron éste y los demás días en cuyo término desde que entró la sagrada procesión en la iglesia llovieron de sus balcones y claraboyas deshojadas flores, olorosas aguas, brillantes panes de plata y oro, entre la variedad de estampas y aleluyas. Ni son para calladas las suaves fragancias de cazoletas y olores diferentes que todos los días envió con liberal abundancia la señora Presidenta. En fin, el templo todo era un vivo remedo de la gloria cuyos regocijos parece experimentaban cuantos penetraron sus umbrales siendo no pocos los que en suaves lágrimas sacaban a la plaza de las mejillas los gozos del corazón. El trono del sacramento fue un maravilloso y nuevo sagrario que se estrenó este día tomando en él la posesión de su nueva casa el Monarca augustísimo a quien corrida ya la cortina después de varios mote[te]s y letras festejaron con un sarao de agraciados compases los seis niños o ángeles que vinie[fol. 51] ron en la procesión derramando ámbares y flores. 59. Éste fue el remate del festejo y aun del día que acabaron juntamente; aunque mejor pudiéramos decir que alargaron la natural duración de la tarde: 377.
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ausente ya el sol, las luces de las imnumerables antorchas de los altares de la plaza que aunque ardían en compañía de mayor número de luminarias, hachas y faroles que en los balcones y ventanas de la ciudad y en las torres y campanarios de las iglesias y sagrados conventos resplandecían; resonando juntamente al mismo tiempo todas sus sonoras campanas que ayudadas del festivo ruido de los ternos de chirimías, cajas y trompetas y artificiosos fuegos de pólvora que ésta y las demás noches quemó con bizarra liberalidad el convento del glorioso Padre San Agustín en su plazuela, siendo solo en semejante demostración de su especial cariño esta noche por no dar lugar los altares a los fuegos prevenidos para la Plaza Mayor que se quemaron los siguientes. En ésta duraron las festivas salvas hasta las diez que las apagó la lluvia con la cual cesó todo y los dueños cuidaron de guardar la riqueza de sus altares. [fol. 51v] 60. Aunque no hemos referido más que la víspera de las fiestas está con todo casi al fin este discurso, el cual procuraremos concluir refiriendo con brevedad lo que queda hasta el mismo día del domingo primer día de agosto. Se continuó la lluvia de la noche precedente que impidió marchase este día el escuadrón lucido pero no la gran frecuencia del pueblo a confesar y comulgar, diligencias para ganar el santo jubileo de cuarenta horas que se publicó para estos días. Patente el Santísimo se cantó la misa a cinco coros de multiplicadas voces, diestras cuanto suaves, tres órganos, variedad de harpas y demás instrumentos. 61. Fue cosa cierta que notaron y admiraron muchos el ver en el altar, pujando en dulcísimos quiebros la sonora y siempre entera voz al anciano y venerable Padre Hernando Cabero a quien penosos y molestísimos achaques sobre más de noventa y cuatro años de edad había días tenían totalmente impedido el libre uso de sus cansados miembros, padeciendo juntamente quiebras en los sentidos particularmente en la vista pero en el juicio y la memoria conservaba en la madurez de su edad la entereza que tuvo [fol. 52] en los cuarenta. Alivióle Dios para este día de la mayor parte de sus dolores y guardólo sin duda para que aun en esta vida tuviese el gozo deste día como a quien tocaba la mejor parte de sus regocijos hacia nosotros porque erigió 378.
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este templo dos veces pero hacia Dios por la maravillosa constancia, sosiego y conformidad con que llevó sobre sí todo el golpe de su ruina habiéndole costado su primera erección los trabajos y sudores que todos saben. Su singularísima voz encanto siempre de los oídos acompañada de las noticias más recónditas de la música, (como lo muestran sus eminentes composiciones que dejó en el pueblo de Fontibón donde en su mocedad fue cura) nunca cantó más dulce que en esta ocasión. Fue con tal extremo que el señor Presidente y Real Audiencia temerosos de que por ser ya tarde (a causa del sermón que a todas luces grande predicó el Padre Visitador) dejaría el Padre Hernando de cantar el prefacio; le envió su Alteza recado con su capellán para que no les privase del gusto singular de oírle [y] [fol. 52v] 62. húbole de cantar por esto. Y cantó en fin cual canoro cisne que cantaba la última vez no porque muriese luego, pues vivió después tres años (si vida y no prolongadamente se puede llamar la que fue una continua cruz de acerbísimos dolores). Pero fue última aquella vez porque nunca más pudo ponerse en el altar para función semejante. Acabada la misa no fue posible cerrar la iglesia porque el pueblo engolosinado con la suavidad de las fiestas, conociendo se prevenía tablado para la representación de la tarde, se quedó todo olvidado del sustento por no perder los lugares que ocupaban sino para mejorar de puesto. Era este tablado de piezas levadizas que con brevedad se armaba acabada la misa y se desarmaba a la noche; en éste pues, pasada la siesta, danzaron primorosas piezas algunos colegiales del Real de San Bartolomé: mozos, sobre cuya gentil disposición asentaba bien el aseo de las galas con una de un estimable precio. Salió después otro gallardo joven del colegio mismo y en una cátedra que vestían curiosas colchas de Damasco representó con gusto singular de todos en un discretísimo poema castellano varios y bien merecidos elogios de Ignacio y su Compañía. Acabado el poema se siguió un sarao y folla que con hachas encendidas danzaron con arte y bizarría ocho agraciados mancebos del Seminario. Con esto acabó la tarde y apenas cerró la noche cuando se repitieron todos los festivos regocijos de la antecedente a que se añadieron en la Plaza Mayor los fuegos de pólvora, rematándolos de mano en un alto y bien trazado castillo que alegró la vista con el mismo incendio que le redujo a cenizas. Tras el castillo jugaron to379.
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ros, aunque bravos y feroces, pero que afianzados en las maromas excusaban peligros con que ni ésta, ni en las siguientes noches (en que fueron unos los entretenimientos) sucedió la menor desgracia. 63. Al siguiente día hubo mucha novedad [fol. 53v] en lo dispuesto porque haciendo la fiesta el venerable Deán y Cabildo Eclesiástico y habiendo de asistir su señoría honrando el altar y púlpito sus doctísimos prebendados, la tarde del día antecedente, competencias de puestos y lugares con el Cabildo de la ciudad lo desbarataron todo. Y con gran sentimiento de nuestra parte con no menor dolor del ilustrísimo Cabildo y en especial de su orador el doctor Don Carlos de Bernaola. Éste fue el único azar destas fiestas que no por eso cesaron porque un Padre de casa de escogido talento, a quien oye con gusto esta corte más ha de veinte y seis años, tomó a su cargo el empeño y salió de él con tal lucimiento que a dicho de cuantos le oyeron se hizo asimismo muchas ventajas en ocasión tan desprevenida. Las letras que se cantaron éste y los demás días fueron tan nuevas como ingeniosas y tan ingeniosas como bien compuesta su música, obra de los mejores maestros de capilla que hay en este Reino59. La tarde, fue no menos plausible, prosiguiendo en sus saraos y danzas los señores colegiales; a esto se siguió una oración teológica que trabajó en [fol. 54] prosa latina y castellana la agudeza de un hermano teólogo que le dijo con singular gracia y majestad. A la oración se siguió un breve y agraciado coloquio que representaron los estudiantes gramáticos de nuestras clases y fue muy escogida la sal de los versos y no inferior la gracia de los niños los cuales concluyeron el festejo con otro bien concertado sarao; a la noche entre las mismas alegrías de la precedente fue singular la invención de la pólvora después de los montantes ruedas, voladores y demás diferencias de mano,
59 Véase: Robert STEVENSON. La música colonial en Colombia. Traducción de Andrés Pardo Tovar. Cali, Publicaciones del Instituto de Popular de Cultura de Cali, Departamento de Investigaciones Folklóricas y Editorial América Limitada (1964). Andrés PARDO TOVAR. La cultura musical en Colombia. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1966). Egberto BERMÚDEZ. Historia de la música en Santafé y Bogotá. Con la participación de Anne Duque. Bogotá, Fundación de Música (2000).
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pasearon el ámbito de la anchurosa plaza dos galeras de mar que llegando a darse vista en la mitad del prefecto cuadro: ambas fueron de fuego sin que a su naufragio hiciesen falta las enfurecidas olas pues habiéndose ellas mismas combatido furiosas con las bombas que ocultaban naufragaron juntas entre las chispas de un golfo entero de azufradas llamas. 64. El ultimo día celebró la fiesta el nobilísimo Cabildo desta ciudad. En la de por mañana no hay cosa singular que decir. [fol. 54v] Por la tarde acudió avisado más puntual el señor Presidente, la Real Audiencia y demás concurso y anticipada mucho la hora que dio principio al festejo una pieza que con la destreza acostumbrada danzaron cuatro mancebos del Seminario. Luego, acompañado de otros seis con mantos y velas, salió en su propio traje un colegial teólogo a recitar una grave y erudita oración en prosa castellana que fue un singular elogio de la cristiana piedad con que siempre los vecinos desta corte ayudaron a la Compañía con sus limosnas para la primera y segunda erección deste templo. Acabada la oración se siguió un majestuoso coloquio en verso bien trabajado al intento de las fiestas [y] los que le representaron fueron colegiales de San Bartolomé y en él dio la Compañía (que era uno de los personajes) las gracias a la ciudad de Santa Fe de las singulares muestras con que festejó la dedicación de su templo. Este coloquio tuvo por motivo el condescender en algo con las instancias de muchas personas de la primera calidad que quisieron añadir a las fiestas algunas comedias para mayor regocijo pero se negó totalmente a esto la Compañía y los pretendientes en vez de agraviarse sacaron nuevo motivo para estimar a los jesuitas. El pueblo que era el más deseoso de las comedias se contentó con repetir los tres días varias alboradas a caballo, con adorno [fol. 55] de cascabeles entre cuyo ruido y el de las chirimías resonaban los vítores que repetían a Ignacio y a sus hijos60. 65. Acabada la representación ocho gallardos mancebos con riquísimas galas y joyas, los cuatro turcos y los cuatro a la española, cerraron el festejo con otro 60 Véase: Carlos José REYES POSADA. El teatro en el Nuevo Reino de Granada. Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT (2008).
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sarao de tan primorosas vueltas y repetidos encuentros que no halló en él otra cosa que advertir la curiosidad sino lo breve de su duración; no porque ello fuese así sino porque en dulce diversión los sentidos no percibieron que el tiempo se movía al compás de sus mudanzas. En los fuegos de esta noche echó el resto de su saber el primoroso artífice y dejando aparte los dimanó aunque hubo en ellos nuevos y singulares primores: la invención fue la ciudad de Troya en una lucida máquina con sus torres, muros y almenas. A la hora conveniente salió por la plaza entre faroles y luces, con cajas, clarines y plausible vocería el engañoso caballo que llegando a las puertas de Troya fue recibido dentro, viéndose poco después los estragos que causó a la incauta ciudad que redujo a cenizas toda su hermosura quedando solamente la mísera armazón de sus cañas y en lo más alto entre el fogoso azufre esta letra Aquí fue Troya. Y éste fue también el fin que tuvieron tan célebres fiestas cuales nunca, desde su fundación, ni en tiempo de sus mayores prosperidades vio jamás este nobilísimo Reino61 [fol. 55v] mas porque en ellas hubo particulares circunstancias de algunos sucesos que merecen más nombres que el de acasos los procuraremos referir con brevedad en el párrafo siguiente.
61 Sería muy interesante estudiar este tipo de fiestas que por lo visto no eran raras en Santafé. Véase: Carlos E. MESA. “Debates con concepcionistas en Santa Fe de Bogotá”. En: Bolívar. Bogotá. 44 (1955) 759-788.
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§6 Casos dignos de advertencia y causas de tan singular conmoción en esta ciudad 66. Tanta piedad en estos nobles vecinos causó sin duda notable pena al infierno que procuró estorbarla cuanto pudo el mismo día por la mañana de nuestro Padre San Ignacio. Estando mucha gente dando la última perfección a los altares de la Plaza se levantó un furioso norte y huracán deshecho, cosa a tales horas muy extraña en esta tierra; éste hiriendo furioso en las tendidas velas que cubrían los altares y mezclado con una espesa lluvia puso en mucho cuidado a sus dueños. Duró por más de una hora el viento con tal fuerza que tronchó por el pie una gruesa bola de piedra de las que salen en el pretil de la catedral donde estaba asida la pesada vela del primer altar con un grueso cable; dio la vela con todo su peso sobre los ricos y delicados aseos [y] daban los interesados por perdida la mayor parte de sus caudales pero no merecía esta desgracia su piedad. Detuvo sin duda Ignacio (llamado a voces de sus devotos) el furor de los demonios y todo vino a parar en amago pues ni la desprendida vela descompuso siquiera una flor del [fol. 56] altar que daban todos por perdido. Ni en éste ni en los demás hizo más estrago el furioso norte que haber derribado del altar tercero un grande espejo de armar que cayendo con violencia en el suelo empedrado redujo a menudas piezas el duro évano que le guarnecía dejando sin lesión el delicado vidro de su grande y transparente luna. 67. Una noche veía los fuegos desde un balcón de la plaza el capitán Juan Antonio Luzeras que tuvo parte en el aseo de uno de los altares, cuando despedido un cohete con la natural violencia de la pólvora le llevó buena parte del ala del sombrero y pasando a la pared de enfrente abrió en ella un bastante agujero para muestras del peligro que corrió el devoto de Ignacio al cual no quemó ni un solo cabello de su bien poblada melena atribuyendo tan singular piedad de que usó con él la bondad divina a la protección de San Ignacio que mostró varias veces el cuidado que tuvo de interceder por los que con tan singular devoción les festejaban contra las furias infernales que hicieron lo que alcanzaría su poder para impedirlo todo. 383.
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68. Bien experimentó ésto un caballero de los que honraron estos días la marcha o alarde que dijimos. Dormía una noche cercana a las fiestas y en una mesa que a la cabeza de la cama tenía cubierta con una colcha. Se dejó por descuido cantidad de pólvora bastante a volar [fol. 56v] el cuarto en que dormía [y] dejóse también encendida la vela sobre la misma mesa, cuando estremeciéndose la cama despertó despaborido creyendo era algún espantoso terremoto. Pero como su piedad lo creía no era sino que le despertó san Ignacio para que huyese el riesgo en que lo dejó su descuido porque caída la vela sobre la mesa pegó fuego a la colcha que caminaba voraz a dar en la pólvora como hubiera dado a no haberle despertado quien le despertó tan a tiempo que le tuvo para apagar el fuego. 69. Un día después de las fiestas la comunidad de nuestro colegio con el Real de San Bartolomé y algunos ternos de chirimías llevaron las sagradas imágenes a las iglesias y casas donde las habían adornado. Pero al bajar las gradas de piedra del altozano de nuestra iglesia cayó de la cabeza de San Francisco Javier la rica diadema de pedrería que llevaba; mas dispuso el Santo que no llegase al suelo donde fuera sin duda considerable la pérdida. Recibióla en sus manos sin lesión alguna cierta persona que acudió con maravillosa presteza. Ni fue menos digno de reparo el que en tan crecidos concursos no se echase menos cosa de valor de tantas alhajas y joyas como se habían prestado y por si acaso alguno escrupulizare o reparare en que unos pobres religiosos pudiesen conseguir tan costosas y graves fiestas para la dedi[fol. 57] cación de su templo es bien que advierta que Dios, en cuyas manos están los corazones de los hombres, fue la principal causa de tan singular moción que no quedó persona de autoridad o rica que no pretendiese tener parte en los aseos dichos y algunos tan sin reparar en costos que hubo persona quien [para] componer un altar gastó más de mil y cuatrocientos pesos. 70. Fuera de esta primera causa fue la segunda la cooperación del Señor Presidente, ya nombrado, quien no contento con las influencias de su buen ejemplo, pues fue uno de los que más se esmeraron, anduvo tan fino que se hizo procurador de la causa de Dios y de la Compañía hablando por su persona y solicitando a todos los que le eran capaces de concurrir. Ya se ve que no mo384.
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vería semejante demostración de un tan grande y tan amado príncipe. Cooperaron también grandemente las sagradas Religiones, ya con su cotidiana asistencia, ya con ofrecerse voluntariamente a los sermones y misas de que se excusó la Compañía porque no habiendo de ser la celebridad de más de tres días y no cabiendo en ellos todas las sagradas comunidades las igualó a todas por no dejar quejosa a ninguna. Otras causas destas singulares [fol. 57v] demostraciones en honrar y favorecer esta ciudad a la Compañía escribió un discretísimo cortesano y sus vecinos en estas cláusulas. 71. El discurso más acertado juzga que la causa deste sagrado robo de tantos corazones han sido las excursiones continuas que tantos misioneros apostólicos han hecho en este Reino en estos años pasados pues le han corrido casi todo desde Popayán y Antioquia hasta Maracaibo espacio de seiscientas leguas; y desde el inculto y gentílico Orinoco hasta Cartagena por más de quinientas, con tan copiosos y experimentados frutos que tan sagrado espíritu y fervorosas misiones parece imposible deje de motivar agradecidos afectos. A que si añadimos lo que experimentó en sí esta novilísima y populosa ciudad en los terribles contagios que en poco más de un año ha padecido de tabardillos, sarampión y viruelas no admirará tanto su leal correspondencia al sacro Ignacio y sus verdaderos hijos pues en toda ella tengo por cierto no se hallará casa, ni persona que no haya experimentado la suma caridad con que estos invictos Padres acudían al consuelo de sus almas a todas horas del día sin excusar alguna de la noche. 72. Hasta aquí este discretísimo caballero que a la verdad, la dice en ésto, que nos debe servir para dar gracias a Dios que se quiere valer de tan flacos [fol. 58] instrumentos para la salvación de las almas por medio de los santos ministros de la Compañía; y en lo que toca a las misiones es muy cierto lo que dice pues parece que movidos de un mismo espíritu tocaron por toda partes al arma los sujetos desta Provincia intimando guerra espantosa al infierno desde todos sus colegios de los cuales salieron, y salen continuamente, con especialidad desde el año de ochenta y ocho por los contornos extendiéndose hasta cincuenta, a sesenta y a cien leguas, con que no ha quedado ciudad, villa, pueblo, ni estancia, quinta, o ranchería del campo, donde no hayan 385.
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resonado las verdades del evangelio siendo los instrumentos los sujetos desta Provincia que han cogido indecibles frutos de tan santos trabajos desterrando innumerables ignorancias, supersticiones y abusos, que como la tierra fue toda de idólatras que adoraban al demonio, saca éste aunque con engaño oculto, encubierto con capa de religión verdadera todavía algunos tributos de adoración y culto, principalmente de la gente del campo donde como es natural reina mucho más la ignorancia destas espirituales correrías hechas hasta el año de noventa y cuatro. Ya han escrito otras anuas [y] en ésta [fol. 58v] iremos hablando a sus tiempos de las que han hecho en estos cinco últimos años en que no faltarán motivos para alabar a la bondad divina. 73. Pero antes de salirnos del colegio de Santa Fe es preciso decir una palabra de lo que trabajaron todos sus incansables operarios o por mejor decir todos sus sacerdotes y hermanos en las pestes de sarampión y viruelas que padeció este Reino y todas estas Provincias el año de noventa y tres y principios de noventa y cuatro. Y no se admire nadie llamemos pestes o a estas que en Europa suelen ser epidemias ordinarias en que sólo lo peligren los niños (aunque tal vez ha sucedido otra cosa). Pero en estas partes no se han conocido hasta ahora pestes más crueles ni que hayan causado más lamentables estragos; las causas de que provienen pertenece indagarlas a otro cuidado. Aquí supondremos que se originan de aires corruptos que hallan en estos temples desiguales y poco sanos, la disposición conveniente para sus crueles efectos. Con poca interrupción de tiempo [testado] vinieron sucesivos estos dos enemigos de la salud y vida humana. No parece que quedó parte en todo el Reino que no perdiere la mitad de sus moradores y aunque en los miserables [fol. 59] indios con la falta de abrigo y de reparo se encarnizó más el furor. Pero no dejaron de experimentarle bien a su costa los españoles, los más expuestos fueron mozos, que perecieron casi todos a la violencia destos males tan activos que entre días quitaban la vida quedando los cadáveres a una hora de salida el alma tan corruptos que el que llegaba a ellos se quedaba en las manos con la parte del cuerpo que tocaría, si bien es verdad que en muchos aun antes de morir se experimentaba lo mismo; dejaba a algunos la piel aun antes que la vida no tardando ésta en acabarse más que lo dicho; y estaría la ciudad llena 386.
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de horror y lástima cuales no se ven mayores en las historias que tratan de semejantes contagios. 74. El alivio de tantas desdichas podemos decir que fue la caridad de los nuestros que sin negarse a nadie atropellaron todos el temor de tan manifiestos riesgos. Al principio proseguían los Padres misioneros en sus lecturas y cátedras. Pero con la experiencia del mal tan activo y violento, conociendo todos que no daba treguas para disponer las cosas del alma, apenas se sentían heridos cuando llamaban quien los confesase y dispusiese; y aun muchos como cuerdos sintiéndose sanos procuraban vivir prevenidos con la confesión y frecuencia de sacramentos. Eran con ésto tan frecuente los ministerios dentro [fol. 59v] y fuera de la casa que no bastando los operarios interrumpieron todos los demás sacerdotes sus ordinarias tareas y, ya sin guardar a que los llamasen, acompañados de los hermanos estudiantes y coadjutores y algunos a caballo para correr más veloces se entraban por las casas sabiendo que donde quiera había necesidad de su asistencia y en muchas partes fue tan precisa esta diligencia de su celo que sin ella se hubieran muerto familias enteras sin confesión ni otro sacramento; porque sucedía entrar los nuestros en una casa y hallar todos sus habitadores heridos del contagio sin tener quién en lo temporal ni en lo espiritual les pudiese dar el menor socorro. A estos acudían los nuestros y confesados les buscaban los curas que les administrasen los demás sacramentos. Pero no contenta su piedad con socorrer las necesidades del alma atendían también a las del cuerpo. Abrieron los superiores los senos de la caridad de par en par a los pobres necesitados para lo cual cargaban a los operarios de regalos y de aquellas medicinas que la experiencia tenía aprobadas por eficaces contra la malicia destos achaques. 75. Quién podrá explicar el consuelo que recibía un miserable enfermo destituido [fol. 60] de todo remedio humano cuando llamados solamente de su celo deja entrar en su casa dos jesuitas (dos ángeles le parecían) que después de dulces y tiernas cuanto eficaces razones con que le consolaban y disponían para la confesión y negocios del alma trataban [testado] de darle el remedio que podían para el cuerpo aplicándole con sus propias manos las medicinas que llevaban 387.
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y dejándole al despedirse con la promesa de volverle a visitar algunos regalos y limosnas. A medida de la necesidad en que le hallaban sin duda que fue ésta una de las ocasiones en que los discípulos de Jesús fueron agradable espectáculo a Dios, a los ángeles y a los hombres; destos oyó entonces la Compañía los elogios que supo merecer a pesar de la emulación. Pero lo que más estimaron sus hijos fue ver movidos con la fuerza de su ejemplo a algunos sacerdotes seculares, plantas de su seminario, que pospuesto todo temor imitaban en todo las acciones de sus maestros que nunca les enseñaron más útil y segura ciencia. En fin, el trabajo fue grande y la estimación que grangeó entonces la Compañía cual la declaran las demostraciones dichas. De que obligado nuestro glorioso Patriaca y de la devoción [fol. 60v] que comúnmente le tienen en esta ciudad la ha favorecido con singulares prodigios de que referiremos algunas para conclusión y corona de este largo capítulo.
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§7 Algunos prodigios de nuestro Padre San Ignacio 76. Conocida la poderosa intercesión de nuestro glorioso Padre para con la Majestad divina se valen della sus devotos en los mayores aprietos. Y aunque desto pudiéramos referir muchos casos nos contentaremos con dos por más ciertos y singulares. Enferma de una cruel y molesta hidropesía había pasado seis meses en la cama una pobre mujer desta ciudad a quien su pobreza servía de nuevo y no menor quebranto. Asistíanla con caridad una hermana no menos pobre y dos sobrinas que habiéndola experimentado siempre muy paciente y conforme con la voluntad de Dios en sus trabajos y miserias después de algún tiempo reconocieron se enfurecía a ratos con no pocas muestras de estar poseída de algún infernal espíritu. Dieron parte desto a su confesor que era un Padre de casa el cual llamado con frecuencia la visitaba, confesaba y con el consuelo de santas palabras la dejaba alguna limosna juntamente. [fol. 61] 77. Éste y otros Padres que algunas veces la acudieron, tuvieron por cierto que cuando no poseída era a lo menos perseguida cruelmente del demonio. Persuadiéronla para su remedio en este nuevo trabajo la devoción de nuestro Padre San Ignacio. Aparecíasela el demonio en varias figuras de hombre y de mujer aconsejándola se dejase curar de él y la daría presto sana si prometiese hacer lo que la encargase. Invocaba ella en estas ocasiones a San Ignacio y mostrando su estampa al demonio y otra de María Santísima que tenía a su cabezera le auyentaba y hacía dar espantosos aullidos. Pero en otras ocasiones la atormentaba el cruel espíritu dejando en el cuerpo de la pobre mujer las señales de su crueldad. Lo que era más reparable, fue, que siempre que quería confesarse le daba un nuevo accidente que la dejaba como amortecida y privada de los sentidos sin que bastasen en atraerla a su acuerdo varios medios que para esto se tomaban hasta que el confesor aplicaba a la cabeza de la enferma la medalla de nuestro Padre San Ignacio y entonces, sin más tardanza, volvía a los sentidos y hacía con sosiego su confesión. Pero si inadvertidamente quitaban la medalla en breve se privaba de nuevo y conocido el eficaz 389.
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[fol. 61v] remedio volvía con él a proseguir su confesión fuera de la cual no la daba esta rara enajenación de sentidos. Finalmente no apartando de sí la sagrada imagen pidió a Dios con resignación la sacase de tantos trabajos y la librase por la intercesión de su siervo de la terrible persecución que padecía. Uno y otro fue otorgado porque algunos meses antes de su muerte cesó la persecución del demonio al paso que se fue aumentando la dolencia de que vino a acabar los días de su vida. Habiendo tenido tiempo para disponerse con mucho sosiego al último y más terrible lance y según lo mucho que padeció y la paciencia con que lo toleró y su mucho cuidado en la frecuencia de sacramentos podemos esperar que con la muerte mejoró de vida. Sucedió este caso el año de noventa y seis. 78. Y en el mismo trajo de su mano una larga relación Francisco Calisto vecino desta ciudad, escribano de la Real Audiencia y Tribunal de cuentas, de la milagrosa salud que consiguió por la poderosa intercesión del nuestro glorioso Padre y siendo la persona de la calidad dicha y el caso tan público que tiene por testigo a casi toda la ciudad habemos querido ponerle aquí casi con sus mismas palabras. Por principios de junio se halló [fol. 62] acometido Francisco Calisto de un furioso tabardillo y juntamente de una cruel reuma que intempestivamente le cayó a las partes interiores tapándole las dos vías de suerte que en tres días naturales no pudo desahogarse la naturaleza con el regimiento de los remedios violentos que se le aplicaron. Resultó una hinchazón disforme que reconocida de los médicos ninguno se atrevió a curarla así porque reconocieron los inútiles que habían de ser las medicinas como porque ya la naturaleza débil y postrada del todo no estaba para admitirlas. Por lo cual dejándole desahuciado se despidieron para no volverlo a ver. 79. Hallábase con esto el enfermo en notable congoja y afliciones y el conjunto de tantos males le iba acabando con toda brevedad la vida. Pero por no dejar de experimentar los caminos que quedaban hizo llamar a un buen cirujano el cual reconociendo estar el tumor interiormente encancerado le dijo que no era tiempo ya de otra cosa que de disponerse para morir como buen cristiano. Muy bien oyó ésto el enfermo y así trató de disponer las cosas de su alma 390.
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[fol. 62v] como si estuviera del todo cierto de su muerte. Rogó con todo al cirujano tomase el trabajo de curarle aunque fuese sin esperanza de buen suceso; con este presupuesto se empezó la cura abriendo y cortando todo lo que por entonces se reconoció tocado del cáncer y aplicando muchos y fuertes defensivos para volver a cortar lo que se iba corrompiendo. Al segundo día halló que cortar casi otro tanto como el primero porque el cáncer penetraba y se extendía por instantes y aumentándose al mismo tiempo el rigor de la calentura se llegó a ver el paciente en los últimos términos de la vida. 80. Mandó con todo el cirujano prevenir braseros encendidos y lo demás necesario para nueva y mayor carnicería en el postrado cuerpo intentando cortar de una vez todas las partes donde reconoció peligro de que llegase el cáncer. Causó en el enfermo la noticia de tan sangrienta cura, sobre las pasadas, horribles fatigas y congojas [y] clamaba a Dios y a los santos sus devotos para que le favoreciesen y ayudasen a morir bien, o le alcanzasen vida de Nuestro Señor para enmendar la que hasta allí había tenido. Hacía diferentes votos y promesas temiendo siempre quedarse muerto en manos del cirujano. Estando en ésto con la misma aflicción le creció la calentura de suerte [fol. 63] que se apoderó del un profundo letargo a que sobre vino delirio; y estando en él le pareció que oía repetidas veces unas amorosas palabras que le aconsejaban no pidiese a Dios determinadamente la vida sino sólo aquello que fuese de su mayor gloria y servicio y para mayor bien y salvación de su alma y que resignado enteramente se pusiese en las manos de su Majestad que como Padre amoroso le concedería lo que mejor le estuviese. Estas palabras le quedaron tan impresas que nunca las ha olvidado y por entonces le llenaron el alma de un espiritual regocijo con el cual se puso con perfecta indiferencia en las manos de Dios. 81. Estando considerando de nuevo aquellas palabras en medio de su delirio, sin ver persona alguna, le pareció que el que se las dijo le había dejado a su cabecera un niño muy hermoso, el cual una y muchas veces le decía: Amigo envíe a la Compañía de Jesús por los polvos de San Ignacio y tómelos antes que vuelva a curarle el cirujano que le importa la salud. Vuelto el enfermo del delirio rogaba a las personas que le asistían enviasen a la Compañía por los 391.
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polvos de San Ignacio. Pero ellas creyendo que deliraba aún no hacían caso de su ruego y por sosegarle le preguntaron que a dónde había oído decir ni entendido que hubiese tales polvos. Y el enfermo [fol. 63v] conociendo tenían razón tuvo también por delirio lo que le había pasado con lo cual se sosegó un rato pero luego le pareció que el mismo niño con más instancia le repetía enviase por los polvos y que no lo dilatase porque había de venir el cirujano y le importaba tomarlos antes que viniese. Con esto volvió el enfermo a pedirle llamasen un Padre de la Compañía encargando mucho los polvos; los que le asistían persuadidos siempre a que era delirio, por sosegarle, ofrecieron hacer lo que pedía y así llamaron al Padre para que persuadiese al enfermo que dejase de pedir lo que no sabían hubiese en el mundo. 82. El Padre que acertó a ir fue un sujeto de los que vinieron de Europa en la última misión el cual había recogido con devoción algunas piedras y tierra de la sagrada cueva de Manresa donde había estado. Estos polvos o tierra traía consigo este Padre que con singular devoción y piedad los ha dado a muchos enfermos y asegura haber experimentado maravillosos efectos con sola esta diligencia. Luego pues que el piadoso operario llegó a la cama del enfermo, recobrado imperfectamente del delirio, le dijo las mismas palabras que en la fuerza del letargo había oído repetidas veces a su cabezera y ésto sin quitar ni añadir alguna cláu[fol. 64] sula. Y lo que más es de admirar, afirma, que era la misma voz y que reconoció en ella la misma caridad y cariñosa eficacia con que antes le habían movido a resignarse enteramente en la voluntad divina como lo repitió ahora estando perfectamente en su acuerdo. Y tratando de confesarse preguntó al Padre si le habían avisado que trajese los polvos de San Ignacio? Respondió el operario que sólo le habían llamado para confesarle pero que él traía siempre consigo los polvos y que se los daría con muy buena voluntad62. 62 El P. Honorato Río fue un misionero popular y gran propagador de la devoción a San Ignacio en toda Cataluña. En su reseña biográfica se dice: “erigió altares [al santo] en varias iglesias de Cataluña y encomendaba a sus auditorios la devoción del santo, que correspondía con sucesos milagrosos a la confianza de sus
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83. Con esto se reconcilió el enfermo y acabada esta diligencia le instruyó el Padre de la fe y devoción con que había de tomar los polvos refiriéndole algunos casos más notables de los que habían pasado por su mano. El paciente que ya no tenía por delirio lo que le dijo aquel niño que no conocía refirió al Padre cuanto le había pasado. Y él persuadido quería Dios manifestar por este camino la poderosa intercesión de su siervo Ignacio le desató los polvos en agua y se los dio a beber. Apenas los bebió el casi difunto y devoto enfermo cuando le pareció que se hallaba del todo sano y experimentó en su corazón un gozo y alegría indecible dejándole [fol. 64v] en este estado se despidió el Padre ofreciendo encomendarle a nuestro glorioso Patriarca para que le alcanzase la salud si le convenía para gloria de Dios y bien de su alma. 84. A poco rato, que sería al anochecer, entró al doliente nuevo crecimiento y delirio con el cual estando agonizando le pareció que veía delante de su cama por un grande y cristalino espejo a nuestro glorioso Patriarca que alzando una cortina con la mano siniestra se tapaba con ella el bonete pero dejaba descubierto un rostro lleno de majestad y agrado. Parecíale al enfermo que estando él junto hacia a los pies de la cama hablaba con el cirujano como si al presente le estuviera curando con lo cual tuvo tiempo de mirar con mucho espacio las facciones de su benigno rostro que no era muy blanco sino algo trigueño y encarnado, la nariz combada hacia la extremidad, los ojos no muy negros pero llenos de viveza y hermosura, los dientes blancos como la nieve y el talle majestuoso que cubrían la sotana y manteo; experimentaba el enfermo un gozo indecible con tan celestial visión la cual desapareciendo dejó al doliente en un apacible y sosegado sueño siendo así que en toda la enfermedad [fol. 65] no había podido descansar un rato con quietud.
devotos; repartíales tierra de la Santa Cueva, de manera que alcanzaban muchos por remedio de ella la salud”. Arxiu Històric Societatis Iesu de Catalunya, Barcelona. ACOB-1, fol. 181 Crónica del Colegio de Nuestra Señora de Belén de la Compañía de Jesús (1545-1700). Sobre Honorato Río, véase: Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruxelles-Paris, Schepens et Picard (1895) VI, 1862-1863.
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85. Al día siguiente vino el cirujano a ejecutar la sangrienta cura y descubriendo las llagas lleno de admiración y gozo dijo al enfermo y a los circunstantes que él no sabía la causa pero que ya estaba fuera de peligro, que el cáncer se había atajado del todo y que las partes lisiadas estaban ya restituidas a su primera sanidad y entereza; que lo que quedaba que hacer era muy poco y que presto con sus medecinas ledaria [sic] [quedaría] perfectamente sano. Ya se deja conocer el gozo y alegría que causarían estas nuevas en los que le habían velado toda la noche temiendo su muerte por instantes y mucho más en el mismo enfermo, el cual desde el punto que tomó los polvos y tuvo aquella visión tan admirable empezó a mejorar y fue siempre adelante la mejoría hallándose hoy con entera y perfecta salud. Es persona bien conocida y no cesa de publicarse deudor de la vida a nuestro Padre San Ignacio a quien tenía una cordialísima devoción que procura extender con todas sus fuerzas y juntamente mostrarla al santo en lo que más importa que es en la imitación de sus virtudes y en ofrecerle [fol. 65v] continuos obsequios de novenas y visitas frecuentes que le hace, reconociéndose tanto más obligado cuanto antes era menos devoto de San Ignacio pues confiesa que no le tenía más que una pequeña inclinación efecto de haberse criado en su niñez en los estudios de la Compañía.
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CAPÍTULO 3º DE LAS OTRAS CASAS QUE TIENE LA COMPAÑÍA EN ESTA CIUDAD 1. Tenemos en Santa Fe otros dos colegios. El uno por haber sido noviciado desta Provincia y estar fundado en el barrio que llaman de las Nieves. El otro es el Colegio Seminario de San Bartolomé que hemos nombrado ya varias veces en esta Anua donde cuida la Compañía un gran número de colegiales; trataremos de éste. En habiéndonos desembarazado del primero del cual hay bien poco que decir. En lo temporal lo ha pasado con algún trabajo porque es casa pobre verdaderamente con todo va alentándose algo; tuvo el año pasado de noventa y siete una herencia de un buen clérigo que dejó a este colegio una bastante librería, dos esclavos y otras cosas que todo montaría cuatro mil pesos. Los sujetos que ha mantenido estos últimos años han sido [fol. 66] cuando más tres sacerdotes y dos hermanos coadjutores viendo que el barrio de las Nieves está tan apartado del Colegio Máximo de Santa Fe y creyendo que de él sólo saldría número suficiente de estudiantes para una clase de gramática se mandó leer y se ha leído en este colegio desde el octubre de noventa y seis hasta este año de noventa y ocho tiempo en que se ha conocido por la experiencia que está por demás esta cátedra ocupando inútilmente un sujeto con ocho o nueve muchachos que es el mayor número que ha habido en este tiempo. Por lo cual se vino a dejar este intento. 2. Para lo que no sobran los sujetos en esta casa antes bien faltan es para los ministerios que en ella se ejercitan que verdaderamente, como el barrio es tan grande, de día y de noche no faltan confesiones a que acudir, ni es menor el trabajo de la predicación y de los demás ministerios que suele ejercer la Compañía, de lo cual no han avisado cosa especial que añadir a lo dicho en otras Anuas. Solamente por el diciembre de noventa y cinco se hizo en este colegio una misión tan fructuosa que siendo este barrio [fol. 66v] conocido por el más inquieto de la ciudad quedó muy sosegado por que dieron las gracias los señores de la Real Audiencia y Alcaldes ordinarios por los buenos efectos desta misión asegurando se veían libres de un continuo 395.
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susto y cuidado en que los tenían las inquietudes y desórdenes frecuentes en aquella parte de la ciudad. Éste fue el fruto desta misión de que no se especifican casos particulares quizás porque los que son raros en otras partes fueron aquí tan comunes que no hicieron novedad ni pudo haber cuidado de apuntarlos. 3. Pasando deste al colegio Seminario de San Bartolomé también hay poco que decir y esto se reduce parte a lo material y parte a lo formal. En lo primero ha experimentado la malignidad de los tiempos porque aunque es casi el mismo el número de convictores pesaba mucha diferencia de los alimentos que pagan ahora a lo que pagaban antes. La pobreza de la tierra no permite ya otra cosa aunque los gastos del Colegio son mayores que en otros tiempos pues no habiéndoseles disminuido en nada a los colegiales de su asistencia no se hallan ahora los bastimentos con la abundancia de los tiempos menos calamitosos; y por ésto [fol. 67] están en todas las cosas los precios muy subidos principalmente en el pan como dijimos ya en el parágrafo 1.º del Capítulo 2º. Tuvo también en Cartagena no pequeña pérdida este colegio porque parte de sus rentas tenían por finca buen número de casas en aquella ciudad; éstas en los tiempos de armadas y galeones ganaban muy buenos alquileres pero sitiando la armada francesa aquella plaza las bombas y artillería enemiga dieron con estas casas en tierra. 4. Ni le han faltado otras molestias no menos sensibles a este Colegio. El ilustrísimo y reverendísimo Señor Arzobispo deste Reino63, por ruines informes de personas chismosas (que nunca faltan al lado de los príncipes que los oyen como más de una vez lo ha confesado su ilustrísima no sin dolor de algunas acciones que estos chismes han motivado) apenas ha dejado piedra por mover contra la Compañía y sus cosas. Harto decimos desto en los parágrafos últimos del capítulo 1.º y en otras partes. Y nos queda aún que decir pero ahora referiremos solamente lo que al Seminario de San Bartolomé le
63 Fray Ignacio de Urbina.
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ha alcanzado. El estreno desto podemos decir fue el que con ocasión de haber enviado nuevo Rector a este Colegio64 [fol. 67v] el año de mil seiscientos y noventa el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano habiendo dado antes cuenta a su ilustrísima sólo por equidad no por obligación de derecho, fue el nuevo rector a visitar a el Señor Arzobispo que no le quiso admitir ni tratar como a Rector pretendiendo su ilustrísima que él solo podía señalar superior a este Colegio. Atajó este empeño el Padre Visitador ofreciendo que pasaría por él con tal que su ilustrísima le mostrase siquiera una representación de los rectores antecedentes con que reconociendo el Señor Arzobispo lo arduo de su demanda hubo de dejar la empresa65. 5. Pero el año de noventa y cinco padecimos en este colegio nueva molestia con ocasión de un religioso mercenario [sic], que su ilustrísima mandó prender y quiso fuese la prisión en dicho seminario66. Tenía el religioso muchos y poderosos amigos porque tenía mucho dinero. En el colegio no había seguridad para su custodia principalmente que la tal prisión era bien murmurada de los más a todos. Y sospechando el Padre Rector que el haber llevado a su casa el preso era con el fin de buscar algún lance con la Compañía hizo cuantas diligencias pudo y se valió de varias personas de [fol. 68] autoridad con su ilustrísima para que mudase al religioso a parte más segura protestando la falta que de seguridad allí había. Y procurando también testimonio de todas estas diligencias mandó entonces el señor Arzobispo poner grillos al pobre religioso y envió persona que le guardase. Pero nada bastó porque los muchos y poderosos amigos que tenía le sacaron una noche de la prisión y del Colegio y le pusieron donde su ilustrísima no pudo haberle segunda vez a las manos. Quedó por ésto con notable sentimiento y muy quejoso del Padre Rector culpándole de omiso en lo que le había encargado. 64 Martín de Eusa. 65 Para la sucesión de Rectores, véase: José RESTREPO POSADA. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá. XXXVIII (1952) 89-101. 66 No hemos podido identificar su nombre.
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Mostró luego esta desazón privando de las becas a dos colegiales sólo porque movidos de lástima (por estar el religioso indefenso y no dejar entrar a nadie de fuera) llevaron una petición suya al señor Provisor. 6. Poco después, la noche del día seis de enero, envió su ilustrísima recado al colegio avisando al padre Rector que al día siguiente se cumplía el término de las cuentas y que ya tenía prevenidos los señores prebendados para ir a las nueve de la mañana a tomarlas. Respondió el Padre Rector que estaba pronto para dar gusto [fol. 68v] a su ilustrísima. Previno luego todo lo necesario como si las hubiese de dar y al mismo tiempo presentó una petición con que paró el intento y se desconvidaron los prebendados. Y en la ciudad se celebró no poco el despique de la fuga del buen religioso preso. Ni ha sido esta sola vez la que su ilustrísima, sin ejemplar de ningún antecesor suyo, ha insistido en esta pretensión de tomar cuenta a los superiores deste Colegio. Y para que se vea el fundamento destos empeños le pondremos aquí. 7. Informaron deste Reino al Real Consejo de las Indias que en esta ciudad había un seminario que en muchos años no se le habían tomado cuentas. En virtud deste informe vino una Real Cédula en que manda su Majestad se tomen las cuentas como se había acostumbrado. Ya se ve que de aquí no se puede tomar buen motivo para la pretensión dicha. Lo primero porque el informe faltó en decir que el Seminario era sujeto a la Compañía; lo segundo fue falso el decir que no se le habían tomado cuentas pues las han recibido siempre nuestros Padres Provinciales; lo tercero la cédula está cumplida pues continuando los superiores desta Provincia en tomar las cuentas se toman [fol. 69] como se ha acostumbrado que es lo que la cédula de su Majestad ordena. Estas y otras semejantes razones han alegado los superiores deste Colegio contra la pretensión de las cuentas y con ellas han, si no vencido de una vez, detenido varias el retén desta pretensión tan rara. 8. Por lo demás este Colegio goza un estado felicísimo floreciendo en él las letras cada día con nuevos aumentos. Y cierto es harta lástima la falta que hay de premios en este Reino para tantos beneméritos como sujetos consumados salen cada día deste amenísimo vergel de la sabiduría no haciendo 398.
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ventaja tan grandes aprovechamientos en las letras al que tienen en la virtud. Cuidado especialísimo de los nuestros que los asisten son éstos tres: un Padre Rector, otro ministro, y un hermano estudiante teólogo que cuida con especialidad de los artistas; el número de colegiales es al presente de sesenta y aunque han sido más en otros tiempos pero cotejados con ellos los presentes y faltando el gran favor que siempre han hecho a este colegio los prelados eclesiásticos deste Reino siendo fundación del ilustrísimo Señor Don Bartolomé Lobo Guerrero67, es cierto que es más tener ahora [fol. 69v] setenta que haber tenido en otras ocasiones algunos más de ciento. Todos éstos son cursantes de nuestras Escuelas y Academias y los acompañan otros muchos manteistas68 de los cuales salen a sus tiempos buen número de graduados así con el grado de maestros en la Filosofía como en el supremo de doctores en la sagrada Teología69. 9. Este año de noventa y ocho se confirieron grados de maestros y se graduaron quince sujetos los más a título de pobres que de otra suerte pocos alcalzaran ya a graduarse en este pobrísimo Reino siendo no pocos, sino muchísimos, en quienes se quedara la virtud y letras sin un premio tan merecido como se quedan sin otros porque no los hay en esta tierra. De los grados deste año habemos hecho en especial mención aquí por la novedad que hubo en ellos 67 Selecta información en: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Editorial San Juan Eudes (1959) I, 118-124. 68 A los estudiantes que vivían fuera del Colegio Mayor los llamaban en Salamanca mantelatos o manteístas y en Santafé de Bogota “manteístas”. 69 Juan Martínez de Ripalda enfatizará en su libro De usu & abusu doctrinae divi Thomae (1704) que la Academia ha lanzado a la sociedad 120 doctores en Teología y 412 Maestros en Filosofía sin contar con otros tantos grados inferiores y medios de Bachillerato y Licenciatura. Y prosigue: “Recorran casi todas las Provincias del Nuevo Reino y contemplen a sus laureados: unos revestidos con sagradas Ínfulas [obispos]; cubiertos otros con las más ilustres Togas; unos rigiendo a los pueblos con la santidad de las costumbres y con el alimento de la doctrina en los Templos; moderando otros las Ciudades desde los Tribunales con la equidad de las Leyes y con la integridad incorrupta del Derecho… Ciertamente, toda esta gloria, cuan grande sea, revierte a sus cultivadores”. Juan MARTÍNEZ DE RIPALDA. “Epístola dedicatoria”. En: De usu & abusu doctrinae divi Thomae, pro Xaveriana Academia Collegii Sanctafidensis in Novo Regno Granatensi… Leodi, Apud Guilielmum Henricum Streel (1704).
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de gran consuelo y gusto para todos los graduados y miembros de nuestra Escuela. Estaban muchos de la República con ardientes deseos de que nuestros Padres maestros (que lo son de la misma Academia) tomasen para sí los grados que conferían a otros lo cual se echaría menos así por esto como porque en nuestro Colegio se han graduado siempre los religiosos de otras sagradas familias. Satisfízose a este deseo de [fol. 70] toda la Academia y de cada una de sus partes con el orden de Vuestra Paternidad70 que se recibió en esta provincia este año de noventa y ocho para que se graduasen los Rectores y maestros de Teología. Dióse esta noticia a todos los doctores que luego vinieron a congratularse con los nuestros por tan deseada determinación con lo cual se pasó a la ejecución del dicho orden. 10. Era al presente Rector de la Academia el Padre Provincial Juan Martínez Rubio por muerte del Padre Fernando Monterde71, Rector de nuestro Colegio Máximo que lo es juntamente de nuestra Escuela. Seríalo al tiempo de los grados el Padre Provincial para entrambos oficios, al Padre Andrés de la Barrera72, que acababa de leer la cátedra de prima y no se duda fuera causa desta asignación el querer el Padre Provincial excusar por este camino el que a título de Rector de la Academia no le obligasen a tomar la borla que reusó con toda modestia y veras. Pero no pudo su reverencia resistir a la instancia de toda la Escuela que mostraba notable sentimiento con la repugnancia del Padre Provincial fue el que más se declaró en ésto (como lo acostumbra en todas las ocasiones que lo son de manifestar su entrañable afecto a nuestra
70 Se refiere al Prepósito General de la Compañía de Jesús: P. Tirso González. 71 Fernando Monterde (Frías [Aragón], 1640-Bogotá, 15 de abril de 1698). Ingresó en la Compañía de Jesús el 16 de noviembre de 1654. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1658. Fue Rector del colegio de Mérida y dos veces del de Tunja (1681-1684 y 1689-1692). Superior de las Misiones de Casanare y Rector de la Universidad Javeriana. José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 486-487. 72 Andrés de la Barrera (Bogotá, 8 de diciembre de 1641-Cartagena de Indias, 25 de junio de 1701). Ingresó en la Compañía de Jesús el 19 de febrero de 1661. Fue catedrático de la Universidad Javeriana y recorrió todo el currículum filosófico y teológico. Murió siendo Rector del Colegio de Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 129-132.
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Compañía) el señor Doctor don Carlos de Bernaola, Deán desta Santa Iglesia Metropolitana, a cuyos ruegos que [fol. 70v] tienen en nuestra correspondencia la eficacia de mandatos hubo de ceder a la modestia del Padre Provincial aunque no permitió ser el primero en esta demostración dando este lugar y cediendo esta honra al nuevo Padre Rector de nuestro Máximo y Academia, que habiendo recibido el grado de mano del Padre Provincial graduó después a su Reverencia quien prosiguió graduando a los Padres José de Herrera73, Rector del Colegio Seminario de San Bartolomé, al nuevo catedrático de prima, Mateo Mimbela74 que entró en la de vísperas y Juan Manuel Romero75 maestro de moral cuyos discípulos de Artes fueron los que se graduaron de maestros en esta facultad; y cuyos grados fueron la primera función a que asistieron con sus insignias los cinco nuevos doctores de la Compañía presidiendo el de Provincial la tarde seis de agosto día de la gloriosa transfiguración del Señor. Pero nuestros doctores se graduaron el día cuatro dedicado al glorioso Patriaca Santo Domingo mediando entre estos dos días el de nuestra Señora de las Nieves cuyos candores comunicó esta soberana minerba a las borlas de sus doctores marianos que de tales se precian los de la Compañía en todo el mundo. Y aunque éstas tan
73 José de Herrera (Antioquia, 24 de febrero de 1659-Cartagena, 27 de septiembre de 1716). Ingresó en la Compañía de Jesús el 29 de septiembre de 1675. Tres ciudades absorben su biografía: Tunja, Bogotá y Cartagena. Recorrió como catedrático todo el currículum de la Universidad Javeriana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 352-354. 74 Mateo Mimbela (Fraga [Huesca], 20 de septiembre de 1663-Bogotá, 22 de abril de 1736). Ingresó en la Compañía de Jesús, el 21 de noviembre de 1677. Atravesó el Atlántico en 1690. Dos etapas en su biografía americana: la académica (1691-1702) y la gerencial, que le llevó a ocupar los principales puestos de gobierno. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 466-472. 75 Juan Manuel Romero (Bogotá, 1.º de enero de 1663-Bogotá, 7 de junio de 1726). Ingresó en la Compañia de Jesús el 10 de septiembre de 1679. Fue catedrático de la Universidad Javeriana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 601-604.
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[fol. 71] menudas circunstacias parece se podrían omitir pero hanse debido todas a la de ser éstos los primeros doctores desta ilustre y florida escuela que ha graduado esta Provincia. Y por esto tampoco pareció conveniente callar sus nombres (como se callan los de otros sujetos vivos de quienes habla esta carta) aunque esto haya de ser con quejas de su humildad y religiosa modestia que antes debe quedar agradecida por lo mucho que pudiéndose decir se calla que ofendida por lo poco que se escribe.
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Capítulo 4 TRÁTASE DEL COLEGIO DE CARTAGENA Y DE LA INVASIÓN QUE HICIERON EN ELLA LOS FRANCESES 1. El colegio de Cartagena puede servir de buen ejemplar para prueba de lo que diremos tratando de los colegios pobres desta Provincia y es que ninguno está tan pobre que no tenga sustancia para volver sobre sí, si entrare en el manejo de sus haciendas persona de inteligencia y cuidado. Hase visto el colegio de Cartagena tan atrasado como el que más de muy rico que fue en otros tiempos. Sus trabajos se le ocasionaron de un lienzo muy grande de muralla [fol. 71v] con dos baluartes, que delante del mismo colegio le obligaron a levantar a su costa por haberse fundado sobre la muralla antigua. Y aunque entonces quien dio la licencia para ello vio muy bien no había en esto inconveniente (como se dirá después) con todo andando el tiempo vino gobernador a Cartagena tan adverso a la Compañía que hallando esta materia la tomó por asunto para despicar sus enconos contra los nuestros. Sus informes fueron tales al Real Consejo que se mandó demoler nuestra casa76 pero los nuestros por no ver en tierra la de Dios donde habían florecido tan insignes varones y entre ellos el venerable Padre Pedro Claver77 tomaron a su cargo el levantar nueva y mejor muralla delante del mismo colegio por la parte que mira al Puerto de Bocachica que es el que hoy sirve a los navíos que aportan a esta ciudad, como emporio de la Tierra Firme y de todas las Indias Occidentales. Cargóse de censos el colegio para esta obra con lo cual se dice de una vez el miserable estado a que quedó reducido.
76 Véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I, 446-450. 77 Pedro Claver (Verdú [Lérida], 26 de junio de 1580-Cartagena, 8 de septiembre de 1654). Ingresó en la Compañía de Jesús el 7 de agosto de 1602. Atravesó el Atlántico en 1610. Dedicó toda su vida a los esclavos negros que llegaban a Cartagena. Véase: Juan Manuel PACHECO. “Claver, Pedro”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús I, 823-824.
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§1 Estado que a el presente tiene este colegio 2. Hase escrito mucho en otras Anuas de la [fol. 72] pobreza deste colegio pero ahora tenemos que decir no poco del nuevo semblante que ha mudado porque Dios Nuestro Señor que permite los trabajos de los suyos no los deja perecer en ellos y así como remedió los atrasos del colegio de Santa Fe disponiendo su Majestad le entrasen cuantiosas herencias con que salió de todos sus ahogos; así por otro bien diferente camino, aunque no menos propio de su admirable providencia, ha remediado las necesidades del de Cartagena dándoles sujetos al principio de corazón y aliento, o por mejor decir, de gran confianza en su infinita bondad que sin descaecer un punto de vista de tan terribles borrascas aplicaron el hombro a mantener el colegio que amenazaba la última ruina. Y finalmente le proveyó Dios nuestro señor de un sujeto de superior inteligencia y correspondiente celo y aplicación que manejando antes sus haciendas muchos años como procurador y gobernándolo al presente todo como superior78 no sólo ha mantenido como su antecesor el colegio con toda asistencia sino que han tenido sus haciendas tan grandes mejoras y adelantamientos que está ahora con mucho alivio y espera aún mayor abundancia. Por lo cual reconociendo la poderosa mano [fol. 72v] del muy alto que tan liberal se ha mostrado con esta casa se empezó a fabricar una muy capaz y hermosa iglesia que está en buen estado y estuviera mucho más adelante a no haberlo impedido la calamidad que experimentó Cartagena con la invasión de la armada francesa pero vase previniendo todo lo necesario para proseguir y concluir una obra tan del servicio de Nuestro Señor y que hacía grande falta en esta ciudad para el ejercicio de nuestros ministerios
78 En 1698 regía como Rector el colegio el P. Fernando Zapata.
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que con grave incomodidad se ejercitan en la que a el presente tenemos que toda ella vendrá a ser una pequeña parte de lo que se va fabricando79. 3. Esto es lo que generalmente se puede decir del feliz estado que en lo temporal goza este colegio donde residen de los nuestros seis sacerdotes, dos hermanos coadjutores y dos donados, del uno destos, que siendo sargento de una compañía y bien emparentado en Cartagena tomó este humilde estado reconociendo deber a nuestro Padre San Ignacio la vida que estuvo en manifiesto riesgo de perder habiéndosele reventado un arcabuz al tiempo de dispararle de que se libró con la invocación del Santo. Se ayuda el Padre Rector para el cuidado de un tejar de [fol. 73] donde se probee de loza toda la ciudad y otras muchas partes, hacienda por éste y por ser única de muy crecido interés para el colegio. Débese su surtimiento al Padre Rector que a el presente gobierna el cual ha comprado otro tejar por los esclavos oficiales que en él había con lo cual se ha estancado de suerte este género que no está bien fabricado cuanto ya está vendido a buenos precios ni se puede sin alargar mucho este punto decir en particular las mejoras que ésta y las demás haciendas han tenido en estos años y así lo dejamos contentos con lo dicho. Y volvamos a los sujetos y sus empleos. El uno de los dos hermanos coadjutores cuida una Escuela asistida de gran numero de niños; y aunque con la invasión que presto diremos hubo su quiebra en esto por haber quedado la ciudad medio despoblada pero presto volvió a juntarse el mismo número de muchachos que se crían muy bien con la enseñanza de la Compañía. Uno de los sacerdotes lee cátedra de gramática: el número de estudiantes suele ser bien crecido porque acuden no sólo los de la ciudad sino también de la Provincia de Santa Marta, [y] éstos también se esparcieron [fol. 73v] con la invasión [y] vanse juntando de nuevo aunque no tan presto se recobrará Cartagena de la gran calamidad que ha padecido cuyos tristes efectos es fuerza se experimenten en todo. 79 Véase: Tulio ARISTIZÁBAL. El templo de San Pedro Claver en Cartagena. Cartagena, Editorial Kimpres (1999).
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4. Los demás sacerdotes tienen su empleo en los ministerios de la Compañía y apenas hay alguno que no dé bien que hacer en esta tierra ni puede ser menos en un Puerto tan principal donde concurren y gentes de distintos tratos y sectas; pues aquí llega el hereje, en muchos que vienen de las Islas de Jamáica y otras sujetas a el holandés, el gentil en las armazones de negros que se traen a este Puerto donde vienen muchos por bautizar y otros aunque bautizados, mal instruidos y aun algunos que no tienen de cristianos, [al margén: más que el nombre y un dudoso bautismo] y no pocas veces concurren también judíos entre los mismos negros porque como lo advirtieron los nuestros de la Isla de Jamáica tienen trazas los holandeses [e] ingleses para introducir en Cartagena los negros nacidos en la misma Isla que por inútiles, traviesos no les son de provecho; y entre éstos vienen muchos herejes y no pocos judíos [fol. 74] de profesión cuya ley aprendieron de sus primeros amos. Uno de los nuestros, habiendo hecho este reparo dio aviso al Padre Procurador que esta Provincia tenía en España para que informase dello en el Real Consejo de las Indias y lo mismo informó juntamente al Santo Tribunal de la Fe que reside en Cartagena y supo del Señor Inquisidor que tenía ya informado sobre este punto a su Majestad que Dios guarde. Y con todo estimó mucho el Santo Tribunal el aviso conociendo lo mucho que ayudan los de la Compañía a descubrir los enemigos de la fe y es tanta la satisfacción que tiene el Santo Tribunal de los jesuitas que nunca falta en Cartagena alguno de los nuestros que ejerza el oficio de calificador y generalmente siempre hay consultas a los nuestros que no poco dan que hacer en este particular80. 5. Ni son menos consultados y buscados los jesuitas para los casos arduos que en una ciudad de tanto comercio y trato se ofrecen; vecinos y forasteros tienen igual concepto y estimación de los jesuitas juzgándolos aptos y ventajosos para todo lo arduo y difícil que en estas materias de conciencia se ofrece. Ni les engaña su persuasión porque 80 Para el marco histórico y social del siglo XVII véase: Manuel TEJADO FERNÁNDEZ. Aspectos de la vida social en Cartagena de Indias durante el seiscientos. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos (1954). Ángel VALTIERRA. El santo que libertó una raza. San Pedro Claver S. J.: Esclavo de los esclavos negros. Su vida y su época (1580-1654). Bogotá, Imprenta Nacional (1954).
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[fol. 74v] siempre ha tenido la Compañía en este colegio hombres llenos de sabiduría, prudencia y santidad, y de la autoridad también que estas prendas adquieren. Y si en todos tiempos ha habido semejantes sujetos al presente no faltan siendo por ésto el día de hoy tan estimada la Compañía como lo ha sido siempre no sólo del vulgo sino también de la gente de primera calidad; y su posición pudiéramos en confirmación desto trasladar aquí toda una carta que el año de noventa y cinco escribió el Señor Gobernador Don Sancho Gimeno81 al Padre Visitador Diego Francisco Altamirano que entonces gobernaba esta Provincia con ocasión de haber llamado a un sujeto de aquel colegio para la congregación provincial que estuvo a fines de dicho año (como se dijo en el parágrafo 2º del capítulo 1.º). 6. Pero ya que la carta no se ponga toda no podremos excusar el contenido que es decir quedaba la ciudad con la santidad deste sujeto tan desconsolada y afligida que a no haber asegurado el mismo era su precisa obligación acudir a donde le llamaban y que sería breve la vuelta a Cartagena, se hubiera visto obligado el [fol. 75] Gobernador a condescender con los clamores de todos los republicanos deteniendo al tal Padre. Y representando a nuestro Visitador la falta que había de hacer en Cartagena para la paz pública por ser el medianero y componedor de todas las discordias que se ofrecían y no menos para el bien espiritual de todos, pues con su predicación era el reformador de las costumbres en que estaba empleado con el mayor fervor y celo que jamás se había experimentado tanto que tenían su trabajo por equivalente al de toda una misión de religiosos muy aplicados y que particularmente los pobres y enfermos ha81 Sancho Jimeno de Orozco. Fue nombrado gobernador interino de Cartagena y tomó posesión de su cargo el 4 de septiembre de 1693. Había combatido a los esclavos del palenque de San Miguel con mucho rigor: los palenques fueron quemados y sus habitantes muertos o apresados. En aquella época fue típico modelo de eficiencia, actividad y dureza. Al ser nombrado sucesor suyo don Diego de los Ríos, don Sancho fue nombrado Castellano del Castillo de San Luis de Bocachica donde se enfrentó en forma heroica al barón de Pointis, hasta ver, sin rendirse, destruida por completo aquella esencial defensa de la bahía, con lo cual se abrió a Pointis la puerta de la ciudad. Nicolás DEL CASTILLO MATHIEU. Los gobernadores de Cartagena de Indias. 1504–1810. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1998) 73-74.
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bían de sentir su ausencia por ser el único amparo de los unos y consuelo de los otros, asistiendo a todos de día y noche con incansable desvelo. Por todo lo cual concluye pidiendo en nombre de toda la ciudad (a quien faltándola este Padre llama huérfana) y suyo que acabada la congregación les vuelva a limpiar con el mismo sujeto el consuelo y alivio común de todos lo cual juzgaba sería muy del servicio de Dios y de su Majestad. 7. Tales sujetos son los que moran [fol. 75v] en el colegio de Cartagena y correspondiente al celo y aplicación suya es el fruto que de nuestros ministerios cogen. Las ocasiones son grandes y los abusos, pecados públicos y relajación de costumbres (como suele haber en los Puertos donde concurren gentes y naciones diversas) tienen harta necesidad de operarios y predicadores celosos que vuelvan por la honra de Dios. Así lo ejecutan aquí los nuestros y en estos últimos años ha sido grande el número de escándalos que se han evitado con su predicación y medios de que se valen para esto. Mas con todos los pecados grandes desta ciudad parece tenían mucho tiempo ha irritada contra sí la ira divina. Amenazábales riguroso castigo y su Majestad que con los amagos suele prevenir para que con la penitencia desarmen los hombres el brazo levantado para descargar el golpe sobre sus espaldas. Parece iba poniendo en las bocas de los predicadores estas amenazas principalmente se notó que por toda la cuaresma de noventa y siete, predicando algunos de los nuestros, siempre anunciaban a Cartagena un gran castigo que Dios les había de enviar [fol. 76] si no enmendaban sus vidas y corregían sus costumbres. Poca operación hubieron de hacer tan saludables avisos pues en pocos días experimentó bien a su costa Cartagena la verdad de sus anuncios.
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§2º. Lo que obraron y padecieron los nuestros en la pérdida de Cartagena. 8. El día trece de abril del mismo año se halló esta ciudad acometida de una escuadra francesa que constaba de veinte y cinco navíos: los más eran vasos pequeños de piratas convocados para esta facción por el Gobernador de Petiguan82, uno de los principales cabos desta armada. Echaron en tierra sin oposición alguna de tres a cuatro mil hombres, sacaron y pusieron artillería gruesa con que batieron los muros de la ciudad habiendo ganado primero con muy poca resistencia el castillo de Bocachica, inexpugnable a mayores fuerzas y el barrio o parte de la ciudad llamado Jingimani; y abierta con la artillería una pequeña brecha y derribadas muchas casas con el infernal instrumento de las bombas de las cuales una que cayó el día dos de mayo en la iglesia de los religiosos de San Juan de Dios derribó el retablo y consumió de suerte el santisímo Sacramento, patente en todas partes que por ninguna diligencia se pudo hallar ni en una sola partícula de la sagrada hostia, caso que horrorizó tanto a la ciudad que luego empezó a discurrir alborotado el pueblo pidiendo a voces se capitulase con el enemigo no obstante el hallarse [fol. 76v] la ciudad con sobradas fuerzas para resistir a mayores ejércitos83. 9. Capitulóse en fin con algunas condiciones que no todas son deste lugar; sólo una hace al caso para el fin con que vamos refiriendo este suceso que fue el que no tocarían los franceses a los templos ni casas de religión y que a las personas religiosas y demás eclesiásticos no se les haría agravio alguno en sí ni en sus haciendas o alhajas. Ajustadas estas condiciones salió el día siete de mayo
82 Conviene aclarar los personajes. El barón de Pointis, Jean Bernard Desjean (1645-1707), se había distinguido como estratega en varias batallas navales. El gobernador de Haití era Juan Bautista Ducasse. 83 Véase: Enrique de la MATTA RODRÍGUEZ. El asalto de Pointis a Cartagena de Indias. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1979. Para la visión jesuítica: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 154-158. Eduardo LEMAITRE. Historia General de Cartagena. Bogotá, Banco de la República, II (1983) 190 y ss.
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el gobernador de la plaza84 y toda la gente de guerra con sus armas y con ellos salió un gran número de mujeres, hombres y niños que causaban notable lástima y compasión el ver salir a tantos sin provisión ni bastimentos por un camino despoblado y falto de todo lo necesario para la vida humana, donde hubo tales desgracias que quiebra el corazón sólo el acordarse dellas. Salida esta gente de la plaza se dieron los franceses a recoger la plata y oro de los vecinos y forasteros mostrando desde luego lo mal que guardarían su palabra pues sin respeto de lo capitulado entraron en las casas de religión y las despojaron de cuanto en ellas había que algo valiese. Y lo mismo hicieron con las iglesias donde no dejaron ni aun las campanas. Nuestro colegio rescató en trescientos pesos las suyas deste primer saco pero después se las llevaron los piratas en otro segundo que dieron como veremos presto. Ni lo pasaron mejor los religiosos: algunos murieron en manos de los herejes (que los más desta gente lo eran), a otros atormentaron cruelmente para que confesasen dónde tenían plata, o de los conventos, o de los seglares. 10. Y no faltaron en nuestro colegio algunos destos trabajos. Un sacerdote [fol. 77] estuvo preso algunas horas en la cárcel pública de la ciudad85. No costó poco el que no pasase la vejación adelante; finalmente temiéndose mayores daños el Padre Rector se salió de la ciudad (diligencia que le valió la vida) y dio licencia para lo mismo a los Padres que había en el Colegio que ya otro, a instancia de la ciudad y del Señor Gobernador, del Obispo, había salido 84 Diego de los Ríos y Quesada. Inició su mandato el 29 de noviembre de 1695. Era hermano del conde de Fernán Núñez, y tal vez eso le valió para ser gobernador de Cartagena, pues carecía en absoluto de cualidades para el mando. El saqueo del francés fue riguroso y de los Ríos no supo oponer resistencia. Fue una acción fácil para los franceses que eran unos 6500; la tropa española en su mayoría estaba integrada por negros y mulatos inexpertos. Bastó con que tres barcos cañonearan la ciudad, para que los españoles izaran banderas blancas para rendirse, lo que no esperaba el enemigo. El 4 de agosto de 1697 la Real Audiencia de Santa Fe nombró como reemplazo del gobernador a don Pedro Olivera Ordóñez (Nicolás DEL CASTILLO MATHIEU. Los gobernadores de Cartagena de Indias. 1504–1810. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1998) 74-75. 85 P. Francisco Antonio Granelli (Milán, c. 1657-Ocaña [Colombia], 12 de abril de 1699). Atravesó el Atlántico en la expedición de 1690. La mayor parte de su biografía transcurrió en Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 147-148.
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acompañando a las religiosas carmelitas al principio del asedio. Un Padre se embarcó con lo que pudo llevar para la Provincia de Santa Marta de a donde vino a dar a nuestro colegio de Mompox y siendo ya anciano y quebrantado de los trabajos destos caminos le maltrataron de modo que estuvo para perder la vida y ha quedado muy enfermo. Otro Padre que es prefecto de la Congregación de Nuestra Señora del Milagro, imagen devotisima, salió con esta Señora y sus vestidos y alhajas que con dificultad y no sin riesgo sacó y se vino con el Padre Rector a una hacienda del colegio, dos días de camino de Cartagena. Otro Padre natural de la misma ciudad salió acompañando a sus Padres, que a el presente se hallaban enfermos y que a no haber tenido tal socorro lo hubieran pasado muy mal en este lance86. El otro sacerdote que quedaba87, con los hermanos coadjutores y donados se mantuvieron en el colegio para cuidar lo que la codicia de los soladados vencedores quisiesen dejar en él. 11. Concluído el saco de la ciudad y habiendo llevado los enemigos las mayores riquezas que jamás ejército ganó en conquista de ninguna plaza del mundo, pues consta que llevaron más de quince millones de pesos sin otras muchas alhajas de valor y la [fol. 77v] artillería, que era de la buena, que en plaza Fuerte se habrá visto88. Antes de salirse volaron con minas y barriles de pólvora los fuertes principales de la ciudad. Y es de advertir que no tocaron en los baluartes de nuestro Padre San Ignacio y de San Francisco Javier ni en parte alguna del gran lienzo de muralla que a su costa levantó nuestro colegio, ni por allí se dio batería a la 86 P. José Morera (Cartagena de Indias, c. 1668-Bogotá, 9 de octubre de 1698). Ingresó en la Compañía de Jesús el 26 de mayo de 1685. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 224-225. 87 P. Antonio Granelli. 88 Enrique de la Matta Rodríguez (El asalto de Pointis a Cartagena de Indias. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos (1979) 3) calcula que el daño económico sufrido por Cartagena asciende a 46 000 500 pesos que se desglosan de la siguiente manera: 20 millones se los llevaron los vencedores y saqueadores; unos 3 millones importaban la artillería, municiones, armas y esclavos; y 23 millones los daños sufridos por la ciudad, puertos, navíos y defensas.
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ciudad en tiempo del asedio, ni hubo aquí más daño que haber una bomba caída en una garita del fuerte de San Javier, y hendídola sin derribarla. Siendo la causa de todo esto el que como dicen todos los prácticos y hombres inteligentes la ciudad no necesita por esta parte de otra defensa que la que recibió de la naturaleza misma del sitio; ni por aquí hay que temer a conocimientos del enemigo. Ésta fue la causa de que se diese licencia para fundar nuestro colegio sobre la muralla antigua como cosa en que conocidamente no había riesgo. Y así lo mostraron ahora los franceses no haciendo caso de maltratar unas fortificaciones que sólo sirven del adorno y hermosura de la ciudad siendo en lo demás inútiles por haberse hecho en parte donde no eran necesarias. De adonde se ve claramente cuán sin causa justa padeció la Compañía tan exorbitante vejación y molestia, viéndose obligada a fabricar tan inútiles y costosos reparos por no ver demolido su amado colegio. Aquí estaban ya asentadas las piezas de artillería de la ciudad que quizás por esto permitió ahora nuestro Señor fuesen de tan poco provecho para su defensa pues lo que más estrago hizo fue una que disparada del fuerte de San Ignacio a el de Varaona y plaza de San Francisco por donde venían huyendo algunos de los nuestros juzgando los del fuerte que eran enemigos los dispararon con puntería tan desgraciada que hirieron y mataron no pocos. 12. Todo lo cual [fol. 78] careado con el poco o ningún daño que hizo nuestra artillería del enemigo no carece de misterio pero sólo Dios sabe de sus secretos. Aunque en esta particular pérdida de plaza tan fortalecida con gente, si bien bisoña pero doblada a la del enemigo y con cuatro castillos que la guardaban, cuya conquista de cada uno era de suyo superior a las fuerzas de tan pequeño cuerpo de ejército cual era el de los franceses, que si bien gobernado de diestros capitanes pero los soldados de tan mala ralea como los nuestros; y quien en el corto espacio de veinte y dos días hiciesen una conquista tan importante y de que sacaron tantas riquezas, obra fue verdaderamente de la mano de Dios que quiso castigar los grandes pecados de Cartagena, acobardando a sus vecinos y soldados y dando aliento a los franceses para una obra superior a las fuerzas que traían. Y no poca ayuda a esta conjetura el haber faltado las aguas en todo el tiempo del sitio siendo en él fijas siempre y tan crecidas las lluvias que 412.
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ellas solas desalojaran a el enemigo seguramente; pero detuviéronse ahora o detúvolas el mismo que las da hasta que entrado el francés en la plaza y habiendo salido della nuestra gente les cogieron terribles aguaceros en los caminos despoblados, yendo la gente sin reparo contra estas inclemencias del tiempo de a donde se originaron increíbles desgracias llegando a tanto la aflicción que no pocas madres dejaron los hijuelos tiernos desamparados y a morir en los troncos de los árboles por no poder librarlos de la muerte que a ellas juntamente amenazaba. Ni pararon aquí los castigos de la justicia divina pero volveremos a ellos [fol. 78v] para decir lo que obró duelo de los nuestros habiéndonos primero desembarazado con la narración de las cosas que se nos quedan por decir y que no poco nos pertenecen. 13. Salidos pues los franceses de la plaza con las riquezas que habemos dicho y dejándola llena de estragos y horrores se hicieron al castillo de Boca Chica y de allí a tres días, o porque éstos no dieron a los piratas la parte del saco que les habían ofrecido, o porque los franceses y cabos del ejército no lo pudieron estorbar a causa de haber el temple siempre nocivo a los forasteros, acabado con buena parte de ellos, quedando por esto los piratas superiores o iguales en fuerzas a los demás franceses. En fin sea por lo que se fuere que todas estas causas se discurrieron: los piratas formando nuevo esquadron [sic] dellos solos volvieron a la ciudad y recogiendo toda la gente que en ella había quedado la encerraron en la iglesia Catedral. Hombres y mujeres, seglares y religiosos estuvieron aquí encerrados tres días con sus noches con la incomodidades que se pueden discurrir, no permitiéndoles aquella gente desalmada y cruel salir de aquel lugar en todo este tiempo. Aquí estuvieron con los demás los nuestros que dijimos haber quedado en guarda del colegio, añadiéndoseles a todos además de tan grandes incomodidades el susto grande de ver cercada toda la iglesia de barriles de pólvora de la cual estaba por todas partes el pavimento de la misma iglesia, lleno de regueros [fol. 79] que cruzaban de una parte a otra. Y con tal guarda de los mismos piratas por donde quiera que si alguno pisaba la pólvora luego eran con el un diluvio de palos que descargaban los enemigos los cuales no estuvieron ociosos en este 413.
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tiempo porque quinientos que serían discurrieron de casa en casa por toda la ciudad sin dejar ninguna de religiosos ni iglesia que no registraron, no perdonando en parte alguna cosa de valor que no llevasen; y maltratando lo que no les podía dar algún útil interés del cual llenados ejecutaron en la misma gente crueldades nunca oídas para averiguar dónde tenían escondida alguna plata, o cosa que lo valiese, sin perdonar nada en esto a los eclesiásticos de los cuales algunos perdieron la vida a manos destos monstruos de codicia. Entre otros murió del mal tratamiento que le hicieron el ministro eclesiástico Padre Provincial de Santo Domingo89 que se halló en tan mala coyuntura en Cartagena y a no haber salido della el Padre Rector de nuestro colegio sin duda hubiera corrido la misma suerte pues fue la persona más buscada destos malos hombres persuadidos había ocultado grandes tesoros; pero no fue poco escapar alguna plata del colegio de Santa Fe y desta Provincia como dijimos en otra parte. 14. Fuera de lo cual hubo muchas pérdidas porque el mismo colegio de Cartagena perdió en los dos sacos casi toda la plata y alhajas de la iglesia, hasta los ornamentos en que anduvo tan desalmada la codicia que de los frontales y casullas quitaban las cenefas y guarniciones ricas y de las albas y manteles descosían las puntas y encajes dejándose lo que mal tratado no les podía ser de provecho. Pero no es mucho hiciesen esto los que con mucha temeridad osaron abrir el sagrario y robaron el pixis dejando el Santísimo Sacramento arrojado [fol. 79v] sobre los corporales en el mismo sagrario. Lleváronse también las campanas que habíamos rescatado del primer saco en trescientos pesos con todo lo cual se aprecia la pérdida que tuvo nuestra iglesia en seis mil patacones. Fuera desto perdimos algunos esclavos que se llevaron los piratas o se huyeron ellos con esta ocasión. Maltrataron también en tierra bombas por donde
89 El Provincial era el P. Diego Márquez, elegido para el cargo el 4 de junio de 1695. Según el P. Baeza: “En mayo de 1697, en el convento de Cartagena el Provincial perdió $111 000 y alhajas en el asalto de los piratas franceses. La pena del suceso aceleró la muerte del P. Márquez en agosto del mismo año”. Véase: Alberto E. ARIZA. Los dominicos en Colombia. Santafé de Bogotá, Provincia de San Luis Bertrán de Colombia (1993) II, 1196-1197.
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echó la gente al principio el enemigo algunos ranchos o casas pajizas donde se recogían nuestros esclavos que trabajan aquí en sacar la tierra de que se fabricaba la loza en nuestro tejar cuyo puerto también sirvió a el enemigo para desembarcar gente y artillería y en él mostró así mismo su mal ánimo pues le dejó poco menos que de Aziudo: y ha costado no poco el volverle a reedificar como lo ha hecho con toda solicitud y cuidado el Padre Rector y no sin gran ventaja y mejoría de lo que era antes. 15. La Provincia y el colegio de Santa Fe perdieron hasta siete mil pesos de lo que aquí tenían que no todo se pudo librar y hubiera sido mucho mayor la pérdida si hubiera entrado en la plaza el Padre Procurador General desta Provincia, Juan Martínez de Ripalda, que a toda prisa iba a entrar en ella casi del mismo tiempo que se descubrió el enemigo. Detúvole un accidente que fue el habérsele perdido una mula que tardó en parecer el tiempo bastante para que le tuviese el Padre Rector de Cartagena de avisarle el peligro que corría la plata de su cargo si entraba en la ciudad con lo cual volvió atrás hasta parar en Mompox. Aunque por no costear nuevos portes que valdrían poco menos que siete cargas de bastimentos que para el viaje a España traía, determinó aventurarlas y meterlas en la plaza; hízolo así y las perdió todas [fol. 80] porque no les pesó a los franceses hallar aquel refresco en la despensa de nuestro colegio. 16. El mismo colegio en su edificio padeció también algo aunque no mucho y más habiendo caído dentro una bomba y junto a él otra. Pero ni ésta hizo daño ni la primera por haber caído en un huertecillo. Más hicieron algunas balas que tiradas por elevación a la ciudad alcanzaron cuatro o cinco a nuestra casa; una de ellas entró por una ventana de la capilla interior y maltrató el retablo e hizo pedazos una estatua de nuestro Padre San Ignacio, puesta en el fuerte de su nombre, como también lo estaban en los demás de la ciudad los santos a quienes están dedicados. La de nuestro Padre San Ignacio sin haber habido causa que se pudiese averiguar se halló caída en el suelo afuera del muro, quebrada la cabeza y la mano diestra y no es mucho que faltando tal soldado a la defensa de la plaza se perdiese luego pues saben las ciudades que por fuertes que sean, en cayendo Ignacio, no tiene que aguardar para rendirse. Mientras vivió el Santo en la milicia del mando acreditó 415.
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esta verdad, bien a su costa el castillo de Pamplona y ahora que triunfa en la milicia del cielo. Por ventura desmerecieron las culpas de Cartagena el que la defendiese Ignacio, por eso cayó del muro su estatua o porque no quiso defender una plaza contra la cual peleaba más la ira de Dios que las armas de los enemigos, o porque si se opuso a las iras divinas a favor del pueblo que se le encomendaba, hubo de reci[fol. 80v] bir en sus naturales los primeros golpes del brazo fuerte de Dios para que no descargase tan sangriento en la miserable ciudad, que por esto quizás no quedó del todo asolada como se lo tienen pronosticado no despreciables anuncios fundados en el desgarro de sus vidas y en la disolución de sus costumbres. 17. Para remedio destas y de tantos males como por ellas le han venido a la mísera de Cartagena, luego que se fue restituyendo la gente que quedó viva después de tantos trabajos a su patria donde no les aguardaban menores, empezaron a trabajar los nuestros (que también iban viniendo) en los ministerios con singular actuación y mayor trabajo. Era también menester su asistencia en esta ocasión porque o inficionado el aire, o revueltos los humores de la gente con los trabajos pasados y con el conjunto de tantos males estaba la ciudad más que apestada, pues se pudieron contar los sujetos de todos sexos y estados que como iban llegando no enfermasen luego muriendo los más y quedando los que escapaban con la vida cubiertos de unas lepras o sarnas en que brotaba el humor pestilente, tan molestas que abrasándose los pobres pacientes y cubiertos los cuerpos de llagas y asquerosas postillas no podían tomar descanso, ni sosegar un punto. 18. Tan rigurosa proseguía la justicia de Dios contra estos miserables, o por mejor decir, tan detenida andaba no acabando de una vez de destruir a los que no acababan de pecar, cosa asombrosa parece que en tiempo de tantas calamidades, estuviese [fol. 81] esta gente tan ciega y obstinada que en vez de acudir a Dios pidiendo misericordia y obligando a ella a su Majestad con la enmienda de las culpas que los habían puesto en tan lamentable estado, lo que hacían era añadir a las pasadas nuevas culpas. La gente vil de la ciudad hechos a una con los piratas salieron 416.
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por las casas desamparadas de sus dueños robando cuanto en ellas por [ilegible] habían dejado los enemigos; ni faltaron también hombres principales, hijos verdaderamente deste siglo que a río revuelto supieron componer sus cosas y se hallan en la pérdida común con gruesos caudales que no tenían. En fin, la codicia vicio rey desta ciudad ha hecho en esta ocasión de las suyas. Ni han faltado otros desórdenes que le han hecho compañía siendo cierto que nunca esta ciudad experimentó mayor desenfrenamiento en los vicios que en el tiempo que fuera razón la enfrenaran algo tantas calamidades. 19. En todas ellas ha sido de mucho alivio para esta afligida gente la asistencia de los nuestros que han trabajado incansablemente con todos y con celo de verdaderos ministros del altísimo se opusieron con todo el pecho a la corriente impetuosa de tantas culpas. Llegó a visitar este colegio a fines del mismo año de noventa y siete el Padre Provincial y pareciéndole a su Reverencia que la ocasión venía a la medida de la necesidad que de tan espiritual socorro tenían los vecinos de Cartagena, [fol. 81v] ya juntos todos en sus casas, determinó [testado] se publicase una misión para que la verdad acompañada de tan ejemplares castigos triunfase de una vez de tan rebeldes corazones. Abrióse la misión y de nuestra parte no parece le faltó circunstancia de las que suelen concurrir para que salga con toda perfección diligencia tan santa y eficaz. Hubo desde el principio bien fundada esperanza de que el fruto había de ser más correspondiente a los ardientes deseos de todos los nuestros que en ella trabajaban, que en la ocasión eran algunos más de los que ordinario residen en este colegio, porque además del Padre Provincial y el Padre Secretario de Provincia se halló otro sacerdote que pudo ayudar en algo. Fundábanse estas esperanzas en los grandes concursos a los sermones y explicaciones de la doctrina cristiana en que se trataron puntos muy útiles y conformes a la necesidad presente. Pero aunque las materias fueron tan útiles y los concursos tan grandes el fruto no fue como se deseaba ni como se esperaba no porque no hubiese algunas confesiones y conversiones extraordinarias y aun algunas restituciones de lo mal adquirido en estas revueltas. Mas todo fue poco y generalmente se experimentó lo que dice San Pablo, quia neque qui plantat est aliquid, neque qui rigat; sed
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qui incrementum dat Deus90. Su Majestad que es dueño de los tiempos y de los corazones humanos querrá en el que tiene destinado ablandar la dureza destos para que no se malogren tantas almas que sin duda corren despeñadas al último precipicio. En el ínterin los nuestros tienen el consuelo de que no se malogró del todo [fol. 82] su trabajo pues como dijimos algunos se aprovecharon de la ocasión y para con los demás sirvió a lo menos su diligencia de justificar más la causa de Dios que sin duda la hicieron los nuestros como a ministros celosos de su honra les toca. 20. Pero volviendo a nuestro colegio es cierto que es tal pérdida no menos de hacienda que de tiempo le han hecho atrasar no poco en los felices progresos que en lo temporal llevaba pero con todo no ha dejado de restaurarse en la mayor parte, lo uno porque varias personas celosas del culto divino han concurrido para que se mejore éste del lastimoso estado en que le dejaron los herejes y malos cristianos; y se han hecho campanas mejores de las que antes teníamos y últimamente en conformidad de los capítulos con que se han asentado las partes generales entre las dos coronas de España y Francia ha llegado ya un navío francés a Cartagena con la plata de las iglesias con orden de Su Majestad cristianísima para que el capitán entregue dicha plata a el señor Obispo, o a su Provisor y Vicario General para que distribuya a cada iglesia lo que le pertenece. Hasta ahora no habemos sabido lo que particularmente se habrá cobrado en nuestro colegio pero se espera que ya que no sea todo será a lo menos una buena parte. Ésto es lo que de la invasión de Cartagena ha resultado hacia nuestras cosas las cuales han motivado esta relación aunque larga no tanto como se pudiera hacer si se hubieran de referir las cosas por sus canales en que es cierto hubo sucesos arto dignos de decirse pero vamos con el cuidado de referir solamente lo que es propio desta carta dejando lo demás para quien tenga el cuidado [fol. 82v] de escribirlo. Y con esto pasemos a los otros colegios desta Provincia.
90 I Corintios 3, 7: “Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento”.
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CAPÍTULO 5 DE LOS COLEGIOS DE TUNJA Y PAMPLONA 1. En la casa de probación de Tunja se crían actualmente siete hermanos novicios, los tres para estudiantes y los cuatro para hermanos coadjutores. Suelen tener juntamente en esta casa su tercer año de probación los Padres que han acabado sus estudios. Los sacerdotes que ahora tiene el colegio son siete y los hermanos coadjutores antiguos dos. Enséñase a leer y escribir y juntamente la gramática: ejercicios que están bien recibidos en esta ciudad. Lo temporal del colegio ha estado muy atrasado estos años: lo uno por la carestía general de todo el Reino y lo otro por el poco valor que tienen los frutos de la tierra y también por los censos que paga. De aquí es que no se ha podido proseguir la Iglesia que se empezó el año de mil seiscientos y noventa y se halla en muy buen estado. No obstante le ha dado Dios con qué mantenerse y ha heredado una hacienda de las mejores que hay en aquella tierra llamada Firavitoba pero su pacífica posesión ha costado pleitos y gastos su entable y surtimiento. Quiera Dios que esté ya en estado que se espera ha de ser el total alivio y descanso deste colegio. En los demás puntos que se pudieran tratar del como son ministerios y otros, no han escrito cosa especial y así nos remitimos a lo dicho en la Anuas antecedentes91. 2. El colegio de Pamplona se compone de tres sacerdotes y dos hermanos coadjutores, éstos asisten en las haciendas del campo; de los Padres el uno es Rector y el otro lee gramática y el tercero hace oficio de operario92. Aunque este colegio se vio muy pobre al presente tiene lo necesario para asistir con descanso a los sujetos lo cual no [fol. 83] es poco de admirar en una tierra tan pobre que es un perpetuo ejemplar de la inconstancia del mundo. Fue la ciudad de Pamplona absolutamente la más 91 Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Educadores, ascetas y empresarios. Los jesuitas en la Tunja colonial. Bogotá-Tunja. Pontificia Universidad Javeriana y Academia Boyacense de Historia (2010). María Elena TORRES de PINTO. El funcionamiento socio-económico de los jesuitas en Boyacá 1611-1767. Tunja, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Facultad de Ciencias de la Educación (1992). 92 Para una visión jesuítica de los años de la carta anua, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 167-169.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
rica deste Reino por sus muy celebradas vetas, minas de mucho y muy aquilatado oro pero hoy es ya la más pobre; sus vecinos viven de ordinario en los campos hechos mayordomos y estancieros de sus propias haciendas tanto por asegurarse el sustento necesario cuanto por no dar a conocer su pobreza. Ésta es también la principal causa de que no pudiendo mantener con decencia en los estudios a sus hijos los crían en el campo así para ayudarse dellos en el manejo de los bienes temporales como para que se enseñen a buscar la comida con el sudor de su rostro. Por esto es muy corto el número de estudiantes que acuden a la clase de nuestro colegio y cierto es ésto digno de toda lástima porque se malogran excelentes ingenios, bien conocidos otros tiempos en nuestra Academia de Santa Fe y en nuestro Colegio Seminario a donde con ventajas conocidas sobresalían los de Pamplona que acabado el curso de sus estudios y graduados de maestros y doctores han sido el mayor lustre de aquella, entonces opulenta, y hoy miserable ciudad donde faltando el oro ha faltado todo lo que la noblecía e ilustraba93. 3. No por ser la tierra tan pobre se dan por desentendidos los nuestros de la aplicación a los ministerios de la Compañía en que apenas se puede creer lo que tres sacerdotes, y esos con sus ocupaciones, trabajan pero lo acredita el fruto que de su trabajo cogen. Ya en otras Anuas se ha escrito el número de sernones, pláticas espirituales y de la doctrina cristiana, [fol. 83v] sus jubileos y festividades, asistencia a una Congregacion del Niño Jesús y a el ejercicio de la Buena Muerte y finalmente al confesonario y a los enfermos que llaman a todas horas del día y de la noche para confesarse y disponerse a el último trance con un jesuita en que libran sus más bien fundadas esperanzas de salvarse. En todo ésto nos remitimos a lo dicho por no haber cosa particular que añadir más para que se conozca. No ha descaecido en un punto el fervor de los nuestros en tantos y tan diferentes ministerios. Referi-
93 Existe un curioso manuscrito del año 1719 intitulado: “Lista de los ilustres alumnos del Colegio Real Mayor y Seminario de San Bartolomé de Santafé de Bogotá… con información dada ante el excelentísimo señor virrey don Antonio de la Pedroza y Guerrero…”. Ha sido publicado en su totalidad en: Guillermo HERNÁNDEZ DE ALBA. Documentos para la historia de la educación en Colombia. Bogotá, Patronato Colombiano de Artes y Ciencias (1973) II, 53-107.
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remos algunos casos más particulares de los que han sucedido estos años, por donde se conocerá el mucho fruto que allí se coge de las almas y también el fervor dicho de los nuestros que es la generosa raíz de a donde dimana todo. 4. El año de noventa y cinco proseguía en un amancebamiento una persona desta ciudad siendo el cómplice pariente suya por afinidad. Procedían con tan poco recato que era público el escándalo que quien pierde el respeto a Dios poco tarda en perder la vergüenza al mundo. Hubieron las justicias de tomar la mano. Para remediar tan público daño que en un lugar corto lo es mucho mayor cualquier mal ejemplo, hiciéronles sus exhortos y no habiendo enmienda desterraron al uno de los cómplices. Pero el mal de muchos años había echado hondas raíces en las almas y con el riego de los actos tan repetidos estaba la costumbre tan pertinaz que empeoraba con los remedios. Dábale no obstante Dios al perdido hombre continuas baterías en su pecho [y los] sermones fervorosos que oía le com[fol. 84] pungían de modo que se había determinado a buscar en la confesión la medicina de tan envejecidos males pero presto borraba el demonio estas especies frescas con las que le refrescaba de sus pasados gustos. Pasábanse cuaresmas y años sin llegar a sazonar aquellos principios de buenos deseos hasta que quiso Dios que en la cuaresma de noventa y cinco se predicase en nuestro colegio, moralizada la historia o tragedia sagrada del infausto Absalón94. Tratóse en el sermón primero del incesto que con violencia ejecutó el inadvertido mozo Amnón en su hermana Tamar; ponderada la malicia de la culpa lo fueron también los daños que causó a uno y a otro y todo tan al propósito y necesidad de nuestro amancebado, que se hallaba presente, que penetrado del todo de su corazón salió con resolución firme de deshacer luego el torpe lazo y convertirle en el nudo indisoluble del santo matrimonio. Solicitó luego la dispensación del impedimento que dijimos, consiguióla en breve y casóse con la manceba dando en esto también ejemplo a la ciudad. Como había sido grande el escándalo antecedente vivió con mucha paz y 94 Se refiere a la historia bíblica según la cual Absalón, tercer hijo del rey David, mandó asesinar a su medio hermano Amnón por haber violado a su hermana Tamar. Tras una vida azarosa y enfrentado por las armas a su padre murió colgado de un tamarindo pues su larga cabellera quedó enredada entre el ramaje del árbol.
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quietud de su conciencia en el nuevo estado tratando sólo de salvarse muy poco tiempo porque el año siguiente le dio un tabardillo tan grande que en pocos días le acabó la vida. Recibidos muy a tiempo los santos sacramentos y habiendo dado en esta última enfermedad muchas muestras de arrepentimiento, señales todas del bien eterno que espera[fol. 84v] mos está gozando. 5. El fruto que se cogió con las pláticas del jubileo de la doctrina el año de noventa y seis fue singularísimo. Acude así toda la gente de la ciudad que como es en cuaresma se recoge del campo por este tiempo. Las materias que se trataron abrieron los ojos a muchos para que conociesen vivían con poca seguridad en sus conciencias valiéndose de medios que persuadía la ignorancia de la obligación de cristianos en varios puntos. Fue ésto causa que se revalidasen confesiones de muchos años y el que se confesasen casi todos generalmente. Entre otras llegó una mujer que habiendo vivido harto olvidada de Dios nunca había querido confesarse con ninguno de los nuestros y la causa era el que no la obligasen a vivir como debía; ya se ve la poca seguridad de conciencia que tendría quien a lo que se ve buscaba confesores a su gusto, o quizas no les descubría como fuera razón su conciencia. Movida con una destas pláticas vino verdaderamente contrita a buscar el remedio de adonde nunca le había querido. Descubrió todos los senos de su alma al confesor jesuita y entre otras cosas refirió un caso en que se ve la obstinada que había estado y lo eficaz de la exhortación que la sedujo. 6. Había vivido muchos años en mala amistad con un hombre que tenía en su misma casa donde guardaba el algunas alhajas propias; vivía el hombre habitualmente achacoso y conociendo podía vivir poco, acordándose más de la obligación en que a la mujer estaba que de la que a Dios y a su propia alma tenía, trataba con un pariente de hacer una memoria, o testamento, dejando asegurada a la manera [fol. 85] en que [ilegible] sus alhajas con que remediar su pobreza en caso que él muriese que no poco lo temía. Para ésto sólo le servía un tan provechoso temor sin acordarse ni pasarle por la imaginación (caso singularmente horroroso) el poner en orden las cosas de su alma. Pero quiso Dios que el que vivía tan 422.
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olvidado desto ni para lo que trataba de hacer su testamento a favor de su manceba, el cual aún no había empezado a ejecutar cuando estando tomando un tabaco de humo se quedó muerto con admiracion del pariente y con espanto de la mujercilla a quien no sirvió tan ejemplar castigo ejecutando en el cómplice de sus torpezas para mejorar su vida. Prosiguió algunos años en la misma conformidad que hasta allí huyendo siempre de los confesores jesuitas, quizás porque el demonio la apartaba de adonde temía se le había de seguir su total remedio como le sucedió en la ocasión dicha. Después de la cual vive con el ejemplo de virtud y recogimiento frecuentando los santos sacramentos de la confesión y comunión en nuestra iglesia. 7. No menos divertida y enredada en los torpes lazos del amor lascivo había otra mujer en un amancebamiento de siete años confesándose en todo este tiempo por cumplir, ironías, sin intento ni el menor propósito de mudar de vida. Llevóla su ventura el año pasado de noventa y siete una tarde a oír la explicación de la doctrina que lo fue de las ofensas que contra Dios se cometen quebrantando el sexto mandamiento. A la explicación se siguió el afear el vicio de la sensualidad con tan eficaces razones para la feliz mujer que trocado su corazón en un punto se halló libre de los fuertes lazos con que el demonio la tenía asida. Hecha un mar de lágrimas vino a los pies de uno de los nuestros con quien hizo confesión general de los siete años de su mala vida, la cual trocó en otra tan diferente como lo mostró la constancia con que resistió a las nuevas instancias de su galán, el cual no hallando entrada por ningún camino la envió a decir con una persona tercera en sus pasados amores que él [fol. 85v] también estaba con resolución de mudar de vida pero que las instancias que hacía por verla eran todo para que no se reparase en la ciudad este retiro y diese que discurrir a muchos contra su honra. Respondió a este recado la mujer que ya sólo cuidaba de su alma y que por no ponerse a riesgo perdería, estimaba en poco el peligro de perder la honra. Viendo esta resolución el mancebo acudió a las amenazas con que no consiguió más que a el principio y desengañado de hacer mella en el pecho de la mujer constante y movido quizás también con su ejemplo a mudar de vida, trató de casarse con ella,
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como lo ejecutó, dando entrambos a Dios repetidas gracias por tan singular merced como les había hecho. 8. Otra mujer olvidada de las obligaciones de cristiana y de muchas con que nació hacia el mundo (motivo que suele ser en muchos más poderoso que el primero) tuvo unos amores de que quedó preñada. Antes que reconociese su flaqueza se fingió enferma y llamó a una amiga de quien mucho se fiaba a quien descubrió su trabajo y pidió la asistiese hasta salir del aprieto en que se hallaba. Ofreció ésta hacer lo que se le pedía; llegó el tiempo del parto y apenas salió a luz la criatura cuando la amiga y mala cristiana (sin temor de Dios aunque con mucho de que la criatura con el llanto descubriese del fingido achaque y verdadero delito) la ahogó luego al punto sin bautizarla porque no dio lugar el miedo para esto. Pero atormentada de conciencia con el remordimiento de tan atroz delito, no pudiendo sosegar un punto, se fue a un confesor el cual horrorizado con la culpa indiscretamente reprendió con aspereza demasiada a la afligida mujer y sin esperanzas de remedio la despidió asegurándola que sólo el Papa podía dar la absolución de un pecado tan enorme. 9. Ya se ve el desconsuelo que ésto causaría en la pobre mujer la cual temerosa de semejante suceso si acudía a otro confesor con lo mismo. Determinó no confesarse más aquella culpa como lo ejecutó por muchos años hasta que una noche deste presente de noventa y ocho la dio un accidente que juzgó mortal y temiendo su condenación eterna hizo que [fol. 86] llamasen un jesuita a quien descubrió enteramente sus culpas. Alentóla el Padre con la esperanza del perdón asegurándola que Dios tenía misericordia para perdonar mayores pecados y él autoridad para absolverla dellos si con verdadero dolor los detestaba y con firme propósito se resolvía a la enmienda. Deshacíase en lágrimas la penitente señora y aseguraba lo primero y ofrecía lo segundo con que la absolvió el confesor dejándola con un consuelo indecible y tan mejorada en las costumbres que sanando breve del acidente ha entablado una vida fervorosa con mucha frecuencia de sacramentos. 10. Otros muchos casos pudiéramos referir que han sucedido este mismo año de amancebados que se han casado para mejorar de vida pero se callan por justos respetos. También se han reconciliado muchas personas enemistadas 424.
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perdonándose injurias con que se habían agraviado y entre otros fue grande el triunfo que se consiguió del infierno con un sermón del perdón de los enemigos con que se redujeron a hacer vida conyugal dos casados que por disgustos se habían apartado con escándalo de la ciudad y aunque personas de toda autoridad la habían interpuesto para componerlos y reducirlos siempre había sido sin fruto porque el odio había echado hondas raíces en sus pechos, pero la palabra de Dios: Penetrabilior omni gladio ancipiti95 las cortó todas y las arrancó de sus corazones donde entró la paz en la cual viven ya con sumo gusto y edificación de todos. 11. Si mucho fruto se hace en las almas con los ministerios no menos se consigue con la devoción del Apóstol de la India San Francisco Javier y con su novena que al modo que en Santa Fe se hace dos veces al año, siendo muy singular la confianza con que todos acuden a las aras del santo a buscar el remedio de sus necesidades, el consuelo en sus afliciones y el alivio en sus trabajos; obligan al santo además de la novena con frecuentes confesiones y comuniones en estos días y él que no se sabe negar a sus devotos los ampara y llena [fol. 86v] sus deseos con socorros del cielo tan maravillosos que se pudieran escribir muchos. Pero la continuación hace perder la armonía y sin ella se pone menos cuidado del que fuera razón en averiguar o siquiera apuntar estos sucesos aunque no podemos dejar de referir harto prodigiosos si hemos de dar crédito a las personas que lo afirman. Un hombre desta ciudad poco considerado en sus cosas se dejó arrebatar tanto de unos furiosos celos contra su mujer que una noche hizo las diligencias por matarla a puñaladas; dióle tantas en número y de tan buena gana que se tuvo por imposible el que no muriese. Era esta pobre señora devotísima de San Francisco Xavier cuya imagen traía al pecho en un relicario de plata; invocó su nombre con todo afecto en este peligro y aunque muchas de las heridas se tuvieron por mortales, principalmente la del estómago, con todo [ilegible] en breve cobró perfecta salud. La primera, que todas las heridas quedaron señaladas en la imagen del Santo, principalmente la del estómago, que dijimos. Y aunque esto quiere 95 Hebreos 4, 12: “Puesto que la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que cualquier espada de dos filos”.
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más averiguación lo que que no admite duda es que por muchos golpes que recibió el relicario en el vidrio no recibió lesión alguna. Ni hay que maravillar socorra con tan particulares favores el santo. A una ciudad donde se ve tan querido y reverenciado, que es cierto se conoce bien la piedad desta gente en que por la noche sin reparar en los fríos y serenos ordinarios ni en otras inclemencias del tiempo, acuden las personas a quienes de pobreza no les deja parecer de día a las dos puertas de nuestra iglesia a donde gastan largos ratos encomendándose al santo con mucha ternura y piedad. 12. No solamente experimenta esta ciudad y sus vecinos el amparo de nuestro santo Apóstol sino tambien el de San Fantino96 mártir patrón del colegio. Tiene la ciudad mucha devoción a este glorioso santo cuya imagen colocada en nuestra iglesia veneran con religiosos y frecuentes cultos. Dase por obligado el santo a ellos y no sólo patrocina a su [fol. 87] colegio asegurándole las cosechas de su frutos sino también a los que con piedad le llaman favorece con maravillas y prodigios; tal fue lo que le sucedió a un devoto eclesiástico llamado el Maestro Garza. Era la vida de éste muy ejemplar y como es estilo de Dios probar al justo, probó a dicho maestro con un achaque que le puso en los últimos lances, privóle totalmente del juicio sin esperanza de que le volviese. Por proceder el achaque de un malicioso pasmo y aunque en tan grande aprieto no tuvo libre el juicio para acudir por el remedio a su glorioso patrón San Fantino; pero teníale de antemano muy aplicado con muchos y muy afectuosos obsequios. Y así el santo, sin ser llamado, vino a el remedio de su devoto. Aparecióle visiblemente regalando al mismo tiempo su corazón con celestiales consuelos. Desapareció el santo y quedó el ejemplar sacerdote tan mejorado en su achaque que en el mismo punto cobró la salud perfecta quedando tan agradecido a su santo patrón que desde entonces todos los años el día
96 San Fantino abad (siglo X). Fue abad del monasterio de griego o de San Mercurio en Calabria. Después fue un verdadero itinerante. Cuando los sarracenos arrasaron Calabria, Fantino se trasladó con dos discípulos al Peloponeso. Vivió durante algún tiempo en Corinto y después emigró a Salónica donde murió con fama de santidad. Alban BUTLER. Vidas de los santos. Traducida y adaptada al español por Wifredo Guinea, S. J. de la segunda edición inglesa. México, Collier’s International (1965) III, 448.
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de su fiesta se la celebra con toda solemnidad cantando él mismo la misa y ha ofrecido dejarle dotada su fiesta para después de sus días. Este suceso es del año de ochenta y cuatro o del de ochenta y cinco pero pónese aquí por no haberse escrito hasta ahora.
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Capítulo 6 DEL COLEGIO DE MÉRIDA 1. En el colegio de Mérida que ha experimentado bien lo que es caer de un estado rico y abundante a otro no tal residen de ordinario cuatro Padres y dos hermanos coadjutores97. El estado presente deste colegio en lo temporal ni es el mejor que ha gozado, ni es el peor que ha padecido en estos últimos años. Han tenido algún reparo sus haciendas que en otro tiempo le mantuvieron con sobra de todo pero los terremotos que padeció esta tierra el año de setenta y cuatro98 y otras causas, la de más consecuencia el poco valor que llegó a tener el cacao principal cosecha deste colegio en que el año de noventa y cinco hubo muy gran pérdida; porque además de que se secaron muchos árboles fue casi nada el fruto [fol. 87v] de los que quedaron. Todas estas causas pues atrasaron de suerte este colegio que llegó a términos su pobreza que se empeñaron y vendieron algunas ricas alhajas de la iglesia para el sustento de los sujetos y para pagar algunas de las muchas deudas con que se hallaba este colegio agravado. Espérase con todo en el buen fruto de las haciendas que queriendo Nuestro Señor templar su justísima indignación contra esta tierra ha de volver este colegio a su opulencia antigua con que no sólo mantenía con mucho desahogo mayor número de sujetos enfermos y de los más ancianos nuestra Provincia y por consiguiente bien necesitados del regalo con que se les acudía, sino que también tenía de sobra mucha plata y hacía gruesas limosnas. Es verdad que en este particular no se ha faltado al socorro de los menesterosos porque las necesidades han crecido de modo que ha sido forzoso antes abrir la mano que cerrarla principalmente desde el año de noventa y cuatro en que se vieron bien manifiestas señales de la ira divina, pues, estando los panes en estado 97 Edda SAMUDIO, José DEL REY FAJARDO y Manuel BRICEÑO JáUREGUI. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes. Mérida, Universidad de los Andes (2003). 98 Sobre los terremotos vividos en la ciudad de Mérida durante esos años, véase: Edda SAMUDIO, José DEL REY FAJARDO y Manuel BRICEÑO JáUREGUI. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida colonial, germen histórico de la Universidad de los Andes, I, 115-119.
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que ofrecían segura una opima cosecha y bastante a remediar las miserias pasadas, plugo a Dios que al tiempo de la siega se reconocieron los trigos parte vanos y parte convertidos en un polvo o ceniza de color rojo, plaga que cundió en todas las hortalizas y raíces que sirven al sustento humano. Conocióse bien ser este castigo del cielo por el desbarato grande y desenfrenamiento de costumbres de los vecinos desta ciudad. 2. A la cual con tan buena ocasión procuraron los nuestros con celo de verdaderos hijos de la Compañía reducir al camino de la ley santa de Dios que persuade de mucho la verdad cuando se tiene a la vista del castigo de los que la huyen. Publicóse pues el día veinte y ocho de agosto de aquel año el jubileo de la misión para que con tan santa diligencia se aplacase la ira divina. Fue la publicación en el muy religioso convento del gloriosos Padre de la Iglesia [fol. 88] San Agustín99. Hízola el Padre Rector de nuestro colegio a quien honraron aquellos doctísimos Padres encargándole el sermón de su santo y sapientísimo Patriarca. Hízose la publicación para el día treinta y uno de agosto y aunque se temió que concurriría poco número de gente porque los años antecedentes de noventa y dos y noventa y tres se habían hecho otras dos misiones y mucho más porque la mayor parte de los vecinos vivían por pobreza retirados a sus haciendas de campos. Pero no sucedió como se temía sino muy de otra suerte porque los concursos fueron los más numerosos que allí jamás se vieron, creciendo con la experiencia del bien y fruto antecedente la estimación de un medio tan importante al bien de las almas y concurriendo también para esta espezial moción de la gente el castigo de Dios que los tenía deseosos de corregirse para templar sus justisimos enojos. 3. El fruto fue a la medida de tan buena disposición y no menos del celo con que trabajaron los nuestros y de las importantísimas materias que lo fueron de los sermones y de la explicación de la doctrina cristiana con que se remató la misión al octavo día que lo fue el de la Natividad de la Virgen Santísi99 Fernando CAMPO DEL POZO. Historia documentada de los Agustinos en Venezuela durante la época colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1968) 23-42. Fernando CAMPO DEL POZO. “Cofradías y doctrinas del convento de Mérida (Venezuela)”. En: José PÉREZ GÓMEZ et álii. Provincia Agustiniana de Nuestra Señora de Gracia en Colombia. Santafé de Bogotá, Provincia Agustiniana, II (1993) 531-557.
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ma Nuestra Señora. Ordenóse una devotísima procesión la tarde deste día en que precediendo los hombres y siguiendo la clerecía con un crucifijo se remataba en un innumerable concurso de mujeres sin que dellas ni de los hombres se sepa faltase persona alguna de la ciudad a tan religioso acto. Iban todos cantando las oraciones, la voz en cuello, sin repugnancias del natural empacho principalmente en las mujeres. Habiendo así caminado las principales calles de la ciudad vino a parar la procesión a nuestra iglesia, de adonde salieron, habiendo oído la explicación de un punto de la doctrina cristiana y una plática de lo que importa la perseverancia en el bien comenzado. 4. Si grandes fueron los [fol. 88v] los concursos a los sermones no lo fueron menos a las confesiones y comuniones el día señalado para comunión general que lo fue el ya dicho de la Natividad de Nuestra Señora. Las pláticas y sermones eran de noche mirando así para la comodidad de la gente que pudiese acudir sin daño de sus haciendas y sin nota de la falta del traje decente que a muchas personas falta. Atendiendo a este particular estaban las puertas de nuestra iglesia abiertas largo tiempo después del sermón, los confesores en sus puestos y nunca faltó quien de ellos acudiese, con lo cual, y con el trabajo del último día que fue desde las tres hasta las once de la mañana se pudo con mucho alivio dar vado a tanta gente y cumplir el deseo que todos tenían de aprovecharse de la ocasión para templar los justos enojos del Altísimo. De aquí fue aunque en las misiones de los años antecedentes se cogieron tan grandes frutos que parecía no había quedado qué hacer para otra ocasión. Y aun éste fue uno de los recelos porque se temió al principio serían pequeños los concursos con todos los casos singulares de amancebamientos de muchos años deshechos, de amistades compuestas, de confesiones revalidadas, de restituciones de honra y hacienda mal quitadas, fueron tantos que con la multitud perdieron la singularidad y por eso no se escribieron. Ni pudo haber cuidado especial con ellos y por la misma causa no se escriben aquí, si bien, no es de pasar en silencio la heróica y cristiana resolución de un personaje de la primera calidad. 5. Había éste jurado en juicio falsamente contra otra persona por disgustos que con ella tenía; vino ahora a confesarse: declaró esta culpa, atajóle el confesor 430.
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diciéndole que antes de pasar adelante era necesario saber qué satisfacción había dado a semejante agravio; respondió que ninguna pero que venía dispuesto a hacer cuanto le ordenase aunque hubiese de atropellar con vida, hacienda y honra por conseguir la gracia de Dios para su alma. Vién[fol. 89] dole tan bien dispuesto el confesor, sin detenerse a persuasiones, le ordenó que luego al punto buscase al juez y ante él se desdijese de lo jurado antes y que en lo demás se compusiese con la parte dando la entera satisfacción de cualquier daño que se le hubiese seguido del perjuicio. Sin dilación ejecutó el caballero cuanto el confesor le había ordenado. Volvió del, diole cuenta de todo. Prosiguió su confesión con notables muestras de verdadero arrepentimiento recibiendo la absolución sacramental con tan extraño consuelo de su alma que le parecía muy poco cuanto había hecho para merecer de Dios tan singulares favores. 6. En fin, el fruto desta misión fue tan grande que no bastó la distancia que hay de Mérida a Trujillo100 del obispado de Caracas para que no llegasen allá los ecos de tan grandes bienes como Mérida había conseguido nuestra misión. Movidos pues los moradores de Trujillo de una santa envidia y queriendo experimentar no menores bienes, escribió la ciudad en forma de cabildo al Padre Rector de nuestro colegio de Mérida pidiéndole con instancia les enviase algún Padre que hiciese misión en Trujillo ofreciendo juntamente vendrían luego dos capitulares de la ciudad con todo lo necesario para conducir al Padre, o Padres misioneros, que se les señalasen. En la misma conformidad escribió el Vicario eclesiástico y otras personas de autoridad a cuyas demostraciones no pareció justo el negarse la Compañía y así el Padre Rector, con consulta de los demás Padres, se resolvió a tomar por sí mismo este trabajo. Y podemos decir que el fruto grande que del cogió en Trujillo lo fue también de la misión de Mérida en que el Padre Rector, sin agravio de los demás, tuvo la principal parte. No trataremos aquí desta misión hecha en Trujillo dejándola [fol. 89v] 100 Ramón URDANETA. “Trujillo”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) III, 104-106.
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para su propio lugar en que tratemos particularmente de las misiones hechas por los nuestros en los lugares donde no hay colegios de la Compañía. Baste por ahora el advertir en crédito de los sujetos del colegio de Mérida que no contento su fervoroso celo con el desmedido trabajo a tan pocos y tan ancianos operarios que tienen [testado ilegible] en los muchos ministerios que allí con gran crédito nuestro ejerce la Compañía, salen con los mismos ministerios y ejercicios de las misiones a fecundar las tierras comarcanas aun en mucha distancia de leguas como lo están Trujillo, Gibraltar y otras. 7. Pero los que así acuden a los lugares donde no les llama tanto la obligación (si es que hay alguno en el mundo a que no seamos deudores conforme a el Apóstol Omnibus debitor sum)101 dicho se está el cuidado que pondrán en los ministerios propios de aquel colegio en que por la bondad divina no ha habido la menor quiebra, ni se ha flojado un punto en la aplicación dellos antes bien han tenido estos últimos años notable aumento algunos pues además de las misiones se ha entablado desde el año de noventa y cuatro el jubileo de las doctrinas que se publica ya todos los años para el día de San José haciéndose la explicación de la doctrina cristiana en nuestro colegio y en el convento de religiosas de Santa Clara102 y en la parroquial con mucho concurso del pueblo y de lo más lindo desta ciudad procurando todos no perder por falta de las diligencias asignadas tan grandes y espirituales intereses. Muchos no contentos con ésto se han retirado a nuestro colegio, a persuasión de los nuestros, a hacer los ejercicios de nuestro Padre y los han hecho con igual consuelo y fruto saliendo con tal estimación dellos que han procurado reducir a otros muchos a que los hagan. Pero los muchos atrasos del colegio no permiten el que se admitan tantos a ellos como quisieran. 8. Además destos medios se valen también los nuestros de particulares amonestaciones y secretos avisos para reducir al camino de la virtud [fol. 90]
101 Romanos 1, 14: “Me debo tanto a los griegos como a los romanos, tanto a los sabios como a los ignorantes”. 102 Luis RAMÍREZ MÉNDEZ. De la Piedad a la Riqueza. Convento de Santa Clara de Mérida. Mérida, Archivo Arquidiocesano de Mérida (2005).
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a los que dejándose llevar del arrebatado [testado ilegible] curso de sus pasiones se van por el ancho camino de los vicios cuyo paradero es el infierno y hanlo experimetado así algunos que sordos a las voces con que Dios los llama por medio de sus ministros no han hecho caso de sus saludables consejos. Con éstos procuraba un Padre deste Colegio reducir a vida cristiana a dos que con escándalo vivían amancebados. Atemorizólos de suerte con los justos castigos de indignación divina que los redujo a que se apartasen y habiéndolo estado algún tiempo se confesaron con muestras de estar muy firmes de su propósito. Pero no tardó mucho el demonio en derribar a los que con larga costumbre desconocían el estado libre y apetecían de nuevo la dura cadena de sus yerros; vencido el hombre de su flaqueza misma salió en busca de la amiga; no tardó en encontrarla que quizás el demonio le tendría prevenido el lance. Hallóla tan fácil como antes ejecutó su mal intento; volvióse a su casa, acostóse bueno y sano en su cama, pero se le había cumplido aquel terrible plazo que amenaza Dios por Isaías [ Jeremías] a los pecadores completi sunt dies vestri ut interficiemini103. A poco rato de acostado se quedó muerto el miserable pagando con el justo castigo de tan desprevenida muerte la poca constancia que tuvo en su buen propósito. 9. Este suceso viene en las relaciones que destos años se escriben del colegio de Mérida pero no se dice en ellas qué año aconteció. Va en esto poco y quizás se atendería con no decir el tiempo a que se oculte más la persona. Conviene hacerlo así en semejantes casos y aun se procurará muchas veces ocultar en ellos también el lugar donde sucedieron y algunas circunstancias que quizás los hicieran más recomendables a la historia y que aseguraran [fol. 90v] más su credibilidad. Pero importa más que todo eso el secreto con que se debían mirar las cosas que tocan al crédito de personas particulares. Y en lo tocante a su creencia seguros pueden estar los que leyeren y los que aquí van escritos de que no se pone ninguno que no esté bastantemente averiguado y de que no tengamos relación cierta y puntual cuanto las materias lo permiten. Quede esto aquí dicho para que no se echen menos en estos casos tales 103 Jeremías 25, 34: “Porque llega el día de vuestra matanza, de vuestra destrucción, y caeréis como piezas selectas”.
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circunstancias y añádese que muchas veces los pondremos donde vengan al propósito de lo que se dice sacándolos con estudio de sus propios lugares y tiempos por los fines dichos. Esto supuesto vamos adelante con los ministerios del colegio de Mérida. 10. Está en esta ciudad tambien entablada la devoción de San Francisco Javier y el ejercicio de su novena por los tiempos de marzo y diciembre que no hay más que desear antes bien crece la piedad de los fieles para con el Santo de cada día mucho; pero no hay que admirar porque se muestra este grande Apóstol (muy especialmente admirable y prodigioso en esta tierra, aseguran muchos consiguen por su medio cuanto se les ofrece pedirle; casos hay muy dignos de referirse pero diremos uno solo por más singular y maravilloso). 11. El año pasado de noventa y siete doña Catalina Rodríguez, noble matrona desta ciudad y singularmente devota del glorioso Apóstol de las Indias, vestía la víspera del Santo ariamente [sic] en nuestra iglesia su sagrada imagen para el día siguiente de su festividad (costumbre piadosa desta señora y estilo que guarda todos los años). Al mismo tiempo un hijo que tenía llamado Tomás, que no pasaba de cinco años, [fol. 91] jugando en casa halló en una cajita un papel lleno de solimán; el muchacho con la facilidad de niño juzgando la cosa de comer lo llevó a la boca y se lo comió todo. No tardó mucho en experimentar los efectos del veneno: echaba espuma por la boca e iba de pies y manos y con la cabeza en el suelo y finalmente los que le veían así y no sabían la causa temieron, y con razón, que el niño moriría luego. Trataron de dar aviso a la madre que como dijimos estaba vistiendo la imagen de San Francisco Javier. Este servicio que hacía a tan prodigioso Santo la hubo de llenar de confianza de suerte que, aunque acudió presurosa al remedio, pero con poco susto y sin la turbación que en una madre causare naturalmente tan repentina y triste nueva. Cuando llegó a su casa halló al hijo ya casi en los brazos de la muerte. No dudó sacársele de entre sus garras, púsole sobre el cuerpecito una medalla de san Francisco Javier que consigo tomó cuando la dieron la triste nueva. Caso admirable, sin duda, sin más dilación empezó el niño a tomar aliento y conociendo la madre por los efectos la causa de tanto mal le aplicó algunos remedios más confiada en el poder de su patrón glorioso que en la eficacia dellos. Bien 434.
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pudo ser que ayudasen pero no será demasiada credulidad el persuadirnos que lo principal lo obró la milagrosa mano de san Francisco Javier pues fue la mejoría tan breve que pudo el niño asistir perfectamente sano con su madre el día siguiente a la celebridad del Santo que no poco le aumentó un prodigio tan maravilloso. En lo demás que toca a este colegio no hay cosa especial que decir y así nos remitimos, como otras veces, a lo dicho en las Anuas antecedentes.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
Capítulo 7 TRÁTASE DEL COLEGIO DE HONDA 1. En la Villa de San Bartolomé de Honda104 tiene la Compañía [fol. 91v] un colegio cuyo Rector es cura colado desta villa. Acompáñanle otros dos Sacerdotes ayudados y asistidos de un hermano donado solamente porque coadjutor ninguno hay en este colegio. Enséñase en él la gramática a un muy corto número de estudiantes que la tierra no es a propósito para estudios por su temple en extremo cálido. El hermano donado enseña a leer y escribir a más de sesenta niños y ejerce esta ocupación con mucho cuidado y con no menos talento de que para éste y para otros varios ejercicios a que acude le ha dotado Nuestro Señor. Lúceseles muy bien a los muchachos la enseñanza deste buen hermano. 2. Lo temporal deste colegio es muy bueno, tiene medios con que pasarlo muy descansadamente y espera tener muchos más. Hale hecho donación intervivos el Vicario desta villa, que es muy ejemplar sacerdote, de una hacienda suya de buen juste y con todo lo necesario y el no haberla entregado ya es nuevo beneficio que nos hace porque nadie la sabe cuidar, ni adelantar como él mismo que no piensa en otra cosa y en acabar de hacer en ella una habitación para los mayordomos y gente que la asisten. Pero otra mucha mayor hacienda tiene prometida a este colegio el capitán, Don Cristóbal de Pantoja105, vecino desta villa y el hombre della. Dará esta hacienda libre cada año tres mil pesos pero no se ha entregado aún a la Compañía dellas porque en
104 Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 265-266. Roberto VELANDIA. La villa de San Bartolomé de Honda. Tomo I: Épocas de la Conquista y de la Colonia. Bogotá, Editorial Kelly (1989). 105 El capitán Cristóbal Pantoja había nacido en San Lúcar de Barrameda y era hijo legítimo del capitán Juan de Pantoja y de doña Catalina Hernández. Era hermano de Manuel Pantoja, almirante del Mar del Sur. En 1654 contrajo matrimonio en Honda con doña María de Zúñiga, hija del tesorero Juan de Zúñiga y de Juana de Legorero. Los datos biográficos están tomados del testamento (Honda, 21 de abril de 1705): ANB. Temporalidades, 13, fol. 907v.
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las condiciones que pide el donante hay dificultades que allanar aunque se espera se ha de componer todo a favor deste colegio. 3. Que si bien es verdad no necesita de tanto para el sustento de los pocos sujetos que mantiene pero no le sobra nada si se atienden los muchos gastos de limosnas con que socorre a todos los menesterosos desta villa y innumerables pasajeros pobres, que como Honda es la llave, puerto, o garganta por donde suben de Cartagena todos los que pasan a este Reino al Quito, a Popayán y otras partes y por donde pasan también los que de estas partes bajan [fol. 92] a Cartagena. Concurren aquí un sin número de pobres que hallan el remedio en la caridad de los superiores que han gobernado y gobiernan este colegio. Ni es menor el gasto que se origina de los huéspedes ya de los nuestros, ya de algunos personajes como Arzobispos, Presidentes, Oidores y otros ministros y personas de calidad de quien dependemos en muchas cosas y a quienes procura con un religioso y decente cortejo tener obligada la Compañía. El trabajo de los nuestros en esta casa es superior a las fuerzas de los pocos sacerdotes que hay en ella. Ejerce aquí la Compañía por obligación de justicia los ministerios a que en otras partes no reconoce más obligacion que la ley de la caridad. La población no es corta, sus moradores de todo género de españoles, morenos e indios y no pequeño número de forasteros que suben y bajan; en todos es mucha generalmente la ignorancia, el temple ardentísimo como dijimos aunque seco, los pasajeros con tan peligrosos y molestos caminos y peores navegaciones llegan aquí enfermos y el que menos necesitado de reparar las fuerzas. Pues por estas causas se puede conocer algo de lo mucho que estos pocos operarios trabajan en la administración de todos los santos sacramentos que incumben a el oficio y obligación de un cura y pastor de almas y más siendo solos los nuestros quienes cargan todo este peso así porque no acude el pueblo a otra parte por la obligación de párrocos que residen los jesuitas como por la satisfacción que comúnmente se tiene de nuestros operarios. 4. De aquí es que ni de día ni de noche hay hora segura de descanso para ninguno de los sacerdotes que se ven muchas veces obligados a andar [fol. 92v] todo a un tiempo administrando sacramentos. Y ésto no sin riesgos y peligros de dos ríos que tienen que pasar muchas veces el uno por un puente 437.
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bien arriesgada principalmente de noche; y el otro que es el de la Magdalena en una barquilla o canoa angostísima con un continuo susto de que se vuelque sin esperanza en tal caso de remedio humano. A este trabajo de la administración de sacramentos es no inferior el instruir al pueblo en sermones, explicaciones de la doctrina cristiana y frecuentes exhortaciones a la virtud y para desterrar los vicios que tienen más bien asentados su comercio que las mercadurías y géneros que vienen y pasan de Europa para todas estas dilatadas provincias por este puerto. Este año pasado de noventa y siete, llegando a esta villa dos sujetos del colegio de Santa Fe que andaban haciendo una espiritual correría de misiones por todos estos contornos y viendo lo imposibilitados que estaban los Padres deste colegio de hacerla por sí solos en Honda, la publicaron los dos Padres misioneros con que ayudados de los demás sacerdotes de la casa se hizo con mucha asistencia y con igual fruto. Pero esta espiritual correría tendrá después su lugar y por esto no diremos aquí más por ahora del fruto que se cogió en Honda de tan santa diligencia. 5. Para apoyar empero el que se sigue de los ministerios ordinarios de la Compañía referiremos uno y otro suceso. Predicó un Padre la cuaresma de noventa y seis el punto de no callar pecados en las confesiones. Acabado el sermón le vinieron impulsos de quedarse en el confesonario y luego vino a él una mujer que habiendo tenido por gravísima la circunstancia de haber pecado en un día de comunión y creyendo tenía obligación de expresarla le sobrevino tal vergüenza que confesando la culpa no se atrevió en diez y siete años a declarar la circunstancia; y así se confesó todo este tiempo sacríligamente padeciendo continuos sustos y asombros y congojas que le ocasionaba la inquietud de su conciencia. [fol. 93] Por lo cual vino muchas veces resuelta a confesarse bien pero en llegando a los pies del confesor luego le daba un sudor frío y otros accidentes y sentía una extraña violencia con que la apartaban de su buen intento. Con esto se acobardaba y proseguía multiplicando sacrilegios hasta que la palabra divina de quien dijo el sabio Tuus Domine sermo sanat omnia106. La sanó destos [testado ilegible] y pudo desenredarse de tan duros e intrincados lazos. 106 Sabiduría 16, 12: “… si no tu palabra, Señor, que todo lo sana”.
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6. Otra mujer estando para morir llamó a uno de los nuestros para confesarse pero acostumbrada a confesarse mal no pudo, o no quiso, entonces confesarse bien. La cercanía de la muerte y el riesgo evidente de condenarse la pusieron en terribles congojas con que se vio obligada a deshoras de la noche a llamar el confesor mismo. Hallábase éste tan enfermo y achacoso que no se atrevió el superior a enviarle pero él que supo lo que pasaba, menospreciando riesgos por la salud espiritual de aquel alma y dándole en el corazón lo que podía ser, acudió al punto y halló que en haber ido consistía la salvación de aquella pobre a la cual halló como dijimos y redujo con sus exhortaciones a que se confesase bien; con lo cual cesaron las congojas y murió al breve rato con mucha paz y sosiego lo cual acaeció el mismo año de noventa y seis. 7. En la relación que deste colegio se envió el pasado de noventa y siete vienen algunos sucesos no vulgares y bien averiguados y por esto no es razón omitirlos y más cediendo en honra de Dios y de sus santos. El primero acaeció el año de noventa y cinco por el mes de noviembre. Enfermó gravemente Salvador González de Quiroz niño de solos seis meses de edad, hijo legítimo del Capitán González de Quiroz y de su mujer [fol. 93v] Doña María Zapata vecinos desta villa. Agrandóse la enfermedad de suerte que un día acudiendo la criada que cuidaba de él a la cama donde poco antes le había dejado le halló sin ninguna señal de vida; llena de susto y turbación le tomó en los brazos sin querer dar a su señora nueva de tanto dolor. Pero a quien estaba con mayor cuidado (como madre al fin) presto le dijeron lo que pasaba la tristeza que la criada mostraba en el rostro y aun unas lágrimas reprimidas que ya se asomaban. Preguntóla (cierta ya de la causa) por qué lloraba pero la criada no respondía más que con aumentar el llanto. Y como no sufre dilaciones el amor levantóse la buena señora y tomó a su hijo en brazos. 8. Hallóle todo morado y denegrido y al parecer difunto. Apretábale en ellos y aplicábale al seno invocando a gritos a San Francisco Javier pidiéndole su amparo en aquel aprieto. Reconocióse a este tiempo que no era muerto el niño. Divirtióse con esto un rato el dolor pero fue para herir más cruel con nuevo golpe. Dio el chicuelo una boqueada con que dejó a todos sin aquella corta esperanza que había dado poco antes de vida menos a la piadosa madre 439.
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que con más veras clamaba a San Javier prometiéndole haría decir una misa en su altar y poner al niño la sotana de la Compañía si viviese. Pidió con esto una imagen de San Francisco Javier; aplicábala muchas veces al niño a quien podemos con razón llamar difunto pues por tal le juzgaban muchos que se hallaron presentes y decían a la madre que, pues aquello ya no tenía remedio, se conformase con la voluntad de Dios que había querido asegurar por este medio la salud eterna de aquel niño. El mismo padre aunque atravesado su corazón con el sentimiento procuró consolar a su esposa y salió luego de casa a prevenir el entierro. Pero la buena señora más confiada en la inter [fol. 94] cesión y poder de su patrón glorioso mientras más la seguraban de la muerte de su hijo clamaba al Santo con más veras repitiendo de nuevo sus promesas. 9. Tales eran las muestras que daba de la seguridad que tenía de ver bueno su hijo que no queriendo hacerse sordo el santo a los clamores de quien también sabía merecer su amparo manifestó bien presto la eficiencia de su poder, pues, llegándose una mujer al niño, aunque le tuvo por muerto, clamando al punto que aplicasen al niño alguna medicina que sin duda estaba vivo. Pero la madre, que sabía muy bien se hacía de esperar de solo el Santo el remedio, no permitió se le aplicase otro que el rociarle con algunas gotas de agua tibia en nombre de San Javier. Recobró al punto el niño si no la vida el aliento y aunque en la enfermedad había hecho notable operación en tan tierno sujeto pero, como había sido de médico tan celestial la cura, a un tiempo casi se halló al niño sano y convalecido no tardando más que dos o tres días en recobrar hasta los colores y carnes que la enfermedad le había gastado y consumido quedando tantos pregoneros del que a voces llamaban milagro cuantos fueron testigos del riesgo o de la muerte del niño. 10. Pero la madre que antes desta experiencia tenía tanta fe y confianza en el amparo de San Francisco Javier ya se ve cuál quedaría después del suceso y qué aumento tendrían en su corazón estas virtudes. Húbolas menester bien presto porque de allí a medio año le dio un repentino accidente a una negrita esclava suya, desconocido y tan grave, que o fue [fol. 94v] parasysmo o la quitó la vida. Si la falta del hijo se hacía sentir del amor de la esclavita, del interés, acudió la señora a su experimentado asilo; hizo en440.
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cender dos velas a la imagen de San Francisco Javier. No fue menester otra diligencia. Hallóse al punto libre la muchacha del accidente y el ama nuevamente obligada al Santo y tan reconocida que no deja de publicar a todos por obra de su poder los favores que por la intercesión del Santo ha recibido de la liberalidad divina. 11. Mas para que se vea cuán seguramente consiguen los devotos de San Javier sus peticiones quiero referir un caso donoso. Por enero de noventa y siete padecía un pobre oficial desta villa llamado Antonio de Olmos una molestísima plaga de ciertos animalillos llamados chinches, no porque sean de la misma especie de los que hay en España sino porque les son muy semejantes en la molestia que causan y por ventura en éstos exceden mucho. No podía el pobre hombre tomar sosiego en su cama, hizo sin fruto varias diligencias para acabarlos y de una, que fue meter la sobrerropa de su cama en un horno, lo que sacó fue el que se le quemase buena parte della siendo su mayor sentimiento en medio de su pobreza el que los chinches se quedaron como antes. Viéndose perdido y sin saber qué hacerse tuvo la suerte de adquirir una medalla de San Francisco Javier y pareciéndole tenía ya el remedio contra los crueles enemigos metió la medalla en buena cantidad de agua y rociando con ella la cama, regó todo lo demás de la casa sin otra diligencia. Desaparecieron luego los chinches que se habían hecho rebeldes a tantas y desaparecieron de suerte que nunca más los ha sentido. Así lo publica donde quiera y muchos saben la plaga que padecía y que ya no la padece. Y él guarda la medalla del Santo obradora de su alivio como un estimable tesoro. 12. Antes de salir deste colegio [fol. 95] referiremos un prodigio que obró Nuestro Señor por la intercesión de la gloriosa Santa Lucía virgen y mártir cuya imagen es muy venerada en un altar propio que tiene en la iglesia de nuestro colegio. Sucedió el caso por octubre de noventa y seis: el Maese de Campo Don Pedro Félix de Velasco y Ceballos tenía un hijo de su mujer Doña María Luisa Osorio, llamado Pedro Félix como el padre, de edad de diez años no cumplidos. Este niño enfermó de un ojo por cuyo lagrimal continuamente destilaba sangre y sentía juntamente un dolor tan intenso que no podía tomar un breve descanso. Afligíase con esto notablemente la madre y mucho más por ver que frustrados todos 441.
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los medicamentos que se aplicaban al mal ni el niño sentía alivio ni aun se podía descubrir la causa de tan malignos efectos. Con esto crecía el mal por instantes y la madre desahuciada ya de los remedios humanos acudió a la intercesión de la gloriosa Santa Lucía a quien toda la cristiandad reconoce como abogada de la vista. Invocó su patrocinio con piadoso afecto, ofreció que al día siguiente (era esto una noche en que el niño se sintió más apurado) le haría encender en su altar, que está en nuestro colegio, dos luces. Y reconociendo la parte ofendida la halló más lastimada que nunca. Pasóse aquella noche con notable susto, llegó la mañana siguiente, cumplió la buena señora su promesa y ofreció de nuevo haría decir una misa a honra de la Santa pidiéndola juntamente la manifestase siquiera cuál era el achaque que padeciera su hijo. Advirtió también al niño (capaz ya desta advertencia) de la promesa que tenía hecha y con las caricias de madre [fol. 95v] le obligó a que amainase un poco en la inquietud que el dolor le ocasionaba con lo cual pudo aplicar con atención la vista, pero aun antes de poder reconocer nada se le ofreció que la causa era algún gusano engendrado allí de picadura de un mosquito que llaman zancudo. 13. Son éstos una de las molestísimas plagas que se padecen en estas tierras de temple cálido y no se lo ofenden con lo molesto de sus zumbidos y con lo agudo y penetrante de sus aguijones sino que donde pican. Algunos dellos mayores que los demás (que no todos éstos tienen esta propiedad maligna) se cría luego un gusanito que la gente del campo comúnmente más experimentada en esto conoce luego y con facilidad lo saca y libra de mayor daño. Pero los que no tienen este conocimiento ni experiencia, aunque sienten alguna picazón, como no saben de qué proviene no se libran tan fácilmente. Vase criando y creciendo el gusano dentro de la misma carne, la cual va inflamando y si todavía no se conoce ni remedia el mal en su origen, aunque más medicinas se apliquen, la inflamación crece y ha llegado en muchos a ser mal irremediable ocasionando calentura y lo que es más la muerte. Y en otros ha forzado tan leve causa en su principio a dejarse cortar un brazo y una pierna para no perder la vida o que de veces que en sus principios tienen fáciles sus remedios se vienen hacer incurables por descuido de los que debiendo remediarlos dilatan la medicina para cuando no aprovecha. 442.
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• carta n.° 12 [carta anua 1694-1698]
14. Pero volviendo a nuestro caso es cierto que por entonces la buena señora dio crédito [que] aquel mal de su hijo provenía desta causa reconociendo juntamente debía este conocimiento a la gloriosa Santa Lucía. Confirmóse luego en ello porque aplicando más la vista vio distintamente [fol. 96] una cosa viva, que amagando a salir, dio lugar a que se reconociese con lo cual se volvió a entrar bien dentro, en las cuevecillas, que en parte tan delicada tenía hecha. Por asegurarse más en esto la señora llamó a una criada de mejor vista y más conocimiento en la materia; no dudó ésta ser lo que la señora había creído pero creció en las dos la confusión y el cuidado. Viendo el mal tan adelante y conociendo también la dificultad de aplicar el remedio para esto único que es un parchecillo que aplicado a la parte pega y trae consigo el gusano pero requiere no haya humedad en la parte donde se aplica porque ésta estorba el que se pegue y por consiguiente el efecto. Y aquí, además de ser la parte tan delicada la sangre que sin cesar destilaba, la tenía siempre húmeda y no aumentaba poco la dificultad para la aplicación del remedio la inquietud del afligido y maltratado paciente a quien su poca edad ayudaba para ésto mucho. 15. No obstante la madre confiando que quien había dado el conocimiento de la enfermedad daría también el feliz suceso que esperaba si el medicamento obrase, empezó de nuevo a invocar su patrocinio y tomando el parche lo procuraba tener con su mano aplicado para que no se cayese. Llegó en esta ocasión el padre del niño a quien su afligida esposa habló no sin lágrimas desta suerte: Don Pedro, el achaque de nuestro hijo no tiene remedio humano; mi parecer es, se le ofrecemos a Santa Lucía prometiendo hacer su fiesta el año que viene. Mucho más hubiera otorgado el afligido padre. Hicieron los dos la promesa y sin más aguardar quiso reconocer la madre si había hecho su efecto el parchecillo, el cual no obstante los impedimentos dichos con los cuales parecía no poder obrar naturalmente tan presto. Tenía ya muy bien asido al gusano con lo cual la señora procuraba, girando poco a poco sacar a el enemigo afuera [fol. 96v] del lugar desde el cual, como encastillado, causaba lastimoso estrago. 16. Impedíase esto lo crecido del gusano y la inquietud del niño, mayor entonces por sentir dolor más intenso. A éste ocurrió la madre con las caricias y 443.
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agasajos que el amor en tal caso la enseñaba. Y a lo primero ocurrieron ella y el marido con la continua invocación del nombre de su abogada por cuya intercesión plugo a la divina bondad que saliese el gusano no sólo sin dificultad sino como violentado a salir de la parte de adentro por virtud no conocida y oculta, cosa que le causara gravísima admiración a no entender que la causa y origen de tan feliz suceso era la gloriosa virgen y mártir Santa Lucía. Arrojó el niño después desto copia de sangre del lugar o hueco que había dejado el gusano cuya deformidad causaba horror a cuantos lo veían. Salió vivo y lo estuvo después mucho tiempo. Era grueso como un cañón o pluma de escribir y de largo tendría una pulgada. El ocico era como de lechón con dos cornezuelos en la cabeza y lo restante del cuerpo lleno de escamas como conchas. Para memoria de tan maravilloso suceso no sólo cumplieron los padres del paciente la promesa al siguiente año sino que luego mandaron labrar una cabeza de cera con la señal de la herida la cual pusieron en el altar de la gloriosa Santa que como dijimos tiene en la iglesia de nuestro colegio.
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Capítulo 8 DEL COLEGIO DE MOMPOX Y ALGUNOS PRODIGIOS DE SAN FRANCISCO JAVIER OBRADOS EN VARIAS PARTES DESTE REINO 1. Bajando desde el colegio de Honda por el Río de la [fol. 97] Magdalena se llega a el de Mompox107, que si no es el más pobre de la Provincia no tiene otro que en pobreza le exceda. Es más de extrañar ésto en este colegio: lo uno, por su rica fundación; lo otro, por la gruesas porciones de oro y plata que en pocos años le han entrado en cantidad de más de ochenta mil pesos y finalmente por las grandes haciendas que tiene, bastantes con buena asistencia a mantener con descanso una comunidad numerosa. Pero ni ellas ni lo pasado alcanzan al presente a dar un moderado sustento a tres sacerdotes, un hermano coadjutor y otro donado que son todos los sujetos que en él habitan. Hállase juntamente bien cargado de deudas aunque de todo se puede librar si Dios fuere servido que las haciendas se mejoren y acudan con los frutos que han faltado casi del todo estos años no siendo dellas, ni de los temporales (aunque malos) toda la culpa pues la principal ha sido falta de cultivo y cuidado por ser los esclavos pocos y esos más libres de lo que las haciendas han menester para que no acaben de perderse si con presteza no se remedia el daño que amenaza mayor, sin duda, cada día. 2. En las haciendas asiste de ordinario el hermano coadjutor pero qué puede asistir un sujeto solo en cuatro haciendas distantes entre sí y que requieren distintas inteligencias por la diversidad. Pero los ministerios del colegio que piden mayor número de sacerdotes estorban la asistencia permanente de procurador en los tiempos que más necesitan della las dichas haciendas. Estas causas han movido a que se trate este año de noventa y ocho de dar licencia al Padre Rector deste colegio para que venda un hato de ganado mayor con sus tierras por haberse reconocido en la última visita que el dicho hato no ha rendido el tercio de los costos 107 José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Los jesuitas en Mompox, 1643-1767. Añoranzas de un pasado cultural. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013).
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[fol. 97v] que ha hecho y se conoce la evidente utilidad pues de su procedido se pagarán o todas, o la mayor parte de las deudas, con que no acabará el colegio de perder el poco crédito que le ha quedado; se aumentarán del servicio las otras haciendas con los esclavos que se sacaron deste tan inútil y cargoso cuidado con lo cual podrán aplicarse del todo a las otras que con buena asistencia sobran para desempeñar el colegio. A una dellas se añadieron el año de noventa y cuatro algunas tierras linderas y muy buenas para plantar arboleda de cacao aunque la principal causa de comprarlas fue el evitar malas vecindades. 3. En medio de tanta pobreza y en un temple tan cálido y enfermo por ser juntamente húmedo es grande la aplicación y celo con que trabajan los nuestros en ayudar de todas suertes a los vecinos de Mompox. La tierra por el comercio es rica de oro y plata pero muy falta de hombres doctos que los ha bien menester para los casos arduos que cada día se ofrecen en los contratos donde la codicia no repara en los daños de la conciencia por las creces del caudal. Mucho trabajan los nuestros en esto pero mucho más en desengañar y abrir los ojos a los que juzgan les es lícito todo lo que su mucha ignorancia y el apetito de enriquecer no les persuade ser injusto. Hay demás desto en esta tierra introducidos muchos abusos en que tiene sus logros el enemigo común de los hombres: el juego, largo origen de innumerables daños, los bailes de negros y gente soez, deshonestos e indecentes en todo pero muy frecuentes y más asistidos que los sermones y ejercicios devotos de los cuales excusa lo incómodo del temple que estorba para los entretenimientos dichos. A todos estos abusos se oponen los nuestros con sermones frecuentes y fervorosas exhortaciones y con los demás [fol. 98] medios que persuade el celo de la honra de Dios y bien de las almas. No ha sido poco el fruto que se ha conseguido por estos medios pues se han quitado varios escándalos y desarraigado no pocos abusos destos en que no podemos individuar más de lo dicho. 4. De los demás ministerios se ha cogido muy crecido fruto especialmente con la misión que como dijimos en el capítulo primero parágrafo 3, hicieron en este colegio el año de noventa y seis los Padres que vinieron de Europa. Tam446.
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bién se había hecho otra misión a fines del año de noventa y cuatro por los Padres deste colegio. Hubo en ella casos muy singulares de personas que por muchos años habían callado pecados en las confesiones y de otras que por muchos más no se habían confesado teniendo su remedio por inposible. Lo que mantiene a muchos desta villa en un modo de vivir cristiano y ejemplar con frecuencia de sacramentos y ejercicios de otras virtudes es el estar alistados en alguna de las tres congregaciones que hay fundadas en este colegio: la de los estudiantes a quienes se lee una clase de gramática por ser muy pocos; es la más pobre pero suple en ellos la piedad lo que les falta de ostentación; las otras dos de nuestra Señora del Carmen y de nuestra Señora del Socorro están muy asistidas con especialidad la última que tiene en su lista un número muy crecido de hombres y mujeres. Esméranse mucho en la devoción de su soberana patrona y hay entre todos una piadosa emulación por el encargarse de la fiesta que con mucho lucimiento y costos celebran todos los años. 5. El de mil seiscientos y noventa y cuatro se trajo una muy devota y hermosa ima[fol. 98v] gen desta soberana patrona que con el renombre dicho del Socorro es el objeto de los cultos destos piadosos congregantes que a porfía vistieron y halagaron a su nuevo dueño con ricos vestidos y costosas coronas esmaltadas de preciosas piedras. Y en la primera fiesta que la celebraron en el mismo año se excedieron en todo a sí mismos. Y esta princesa soberana que tan fácilmente se deja obligar de los humanos obsequios mostró luego a sus devotos lo seguro que hallarían en su piedad el remedio de sus males como le aconteció a una devota mujer que apretada de recias calenturas por este tiempo llamó a uno de los nuestros para confesarse y disponerse del último trance que imaginaba cercano. Alentóle el confesor y aconsejóla se encomendase muy de veras e implorase el socorro que de nuevo les había enviado el cielo en la devota imagen de María. Tomó la enferma el consejo que tan bien le estaba, pidió la salud a la que por excelencia estima ser llamada salud de los enfermos y no tardó en conseguirla más de lo que había tardado en su petición. Dejáronla luego las calenturas con que libre dellas recobró presto las fuerzas y perfecta salud que emplea en obsequiosos cultos a esta soberana Señora. 6. Ni es menor la devoción que en esta villa se tiene con San Francisco Javier. Está entablada su novena con grandes concursos del pueblo así de lo princi447.
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pal como de la demás gente. Son por este tiempo muy frecuentes las confesiones y comuniones con que procuran muchos disponerse para recibir los favores del Santo que aquí como en las demás partes experimentan propicio. Muchos son los casos que se refieren por prodigiosos pero nos contentaremos con referir uno porque en la circunstancia de la persona hay bastante calificación de la maravilla. Al licenciado Francisco [fol. 99] Faustino clérigo presbítero y médico desta villa le trajeron de una hacienda suya el mejor esclavo que tenía herido de mortales accidentes sin que dellos se pudiese descubrir la causa. Moríase sin remedio el esclavo y el amo, que le estimaba por muchos, procuraba con cuanto le enseñaba su facultad el descubrir si quiera al enemigo causador de tan sensible pérdida. Conoció el mal pero para desesperar más del remedio porque halló era veneno que le habían dado los compañeros envidiosos del cariño especial con que le trataba el amo o no pudiendo quizás sufrir sus bríos superiores con que los dominaba y procuraba tener atareados al trabajo y cultivo de la hacienda. 7. Con la dilación se había apoderado el veneno de suerte que conociendo el amo, como médico y experimentado en estas materias, que ya era tarde para otra cosa que para tratar de que el moreno asegurase su salud eterna, llamo a un Padre para que le confesase. Era esto el año noventa y seis dos meses antes de la festividad de San Francisco Javier. Aconsejó el Padre al amo que ofreciese al Santo alguna cosa por la salud de su esclavo. Ofreció luego el médico haría aquel año a su costa la fiesta del glorioso apóstol si daba salud a su esclavo. Aceptó el Santo la promesa y el esclavo contra las esperanzas de todos y contra la experiencia ordinaria (que la hay grande en estas materias) mejoró luego y en breve cobró entera y perfecta salud. Y para que no se dudase ser de San Javier la cura al mismo tiempo permitió Nuestro Señor que otro esclavo con quien no se hizo esta diligencia dejase la vida en manos de la misma causa quedando con ésto todos y mucho más el licenciado Faustino [fol. 99v] confirmados en haber sido milagrosa la cura del primer esclavo encomendando al médico del mundo y apóstol del Oriente San Francisco Javier. 8. Del cual pondremos aquí para llenar este capítulo que ha sido breve otros prodigios que ha obrado el Santo en varias partes deste Reino. El primero 448.
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acaeció a un caballero Teniente General de la Gobernación de Antioquia de este Reino el cual pondremos por sus mismas palabras en una certificación jurídica que remitió a este colegio el año pasado de 97, si bien el suceso es de el año de 91. Dice pues: “En la villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín a 9 de febrero de 1697, yo el Capitán Don Juan de Londoño y Trasmiera Teniente General de la Ciudad de Antioquia y su Provincia108, Certifico en la forma que debo ésta por verdadero caso= Que a los principios de haber entrado en este cargo por el año pasado de 1691 por el mes de agosto, hallándome con quebranto en la salud, empecé a tomar ciertas medicinas y estando de mejoría, poco antes de medio día, se ofreció en mi casa de campo donde me estaba medicinando (cuyo sitio se llama Nuestra Señora de el Carmen Jurisdicción de esta villa) cierta conversación con Doña Bárbara Zapata mi mujer y otras personas de mi familia, proponiéndome que un hijo mío llamado Juan que está en la ciudad de Santa Fe fuera religioso de la Compañía de Jesús, que era revelación de las carmelitas descalzas de Cartagena que habían tenido de que lo había de ser cuyo aviso tuvo de la Madre Gregoria de San Javier, hermana de la dicha mi mujer, religiosa de aquel convento sobre lo cual repliqué diciendo que hijo mío con mi voluntad no había de [fol. 100] ser religioso de dicha Compañía109. 9. “Y al otro día a la misma hora jueves me sobrevino tan apresurado accidente en todo mi cuerpo tan mortal que sin poder mover pie ni mano alguna, ni pronunciar razón, si bien con mis sentidos que me juzgaba ya muerto y los que me veían me ayudaban a bien morir que lo pedí por señas y con todos los sacramentos. Sobre que aprobándose dicho accidente el sabado siguiente, estando solo, a mi parecer dormitando, se llegó a mi San Francisco Javier lle108 Juan de Londoño y Trasmiera (Villa de Requena [Castilla la Nueva], fecha desconocida-Antioquia, 8 de julio de 1709). Véase: Reinaldo ÁGREDO TOVAR. Notas biogtráficas y genealógicas. Documento 3: Familia Londoño Llano. Documento inédito consultado en: http://www.geocities.ws/enrique+pareja/Londoño.pdf el día 2 de mayo de 2013. 109 Ciertamente el hijo fue jesuita. Juan Londoño (Medellín, 8 de mayo de 1687-Honda, 23 de enero de 1735). Fue colegial de San Bartolomé desde el 28 de octubre de 1701. Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de abril de 1703. Laboró en los colegios de Tunja, Bogotá y Honda.
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no de resplandor a quien conocí luego y me dijo: Ven acá por qué no quieres que tus hijos sean religiosos de la Compañía de Jesús cuando es una Religión que todos la aprecian y tú la desprecias? Respondí que no me llevaba otra cosa más que el temor de que no me expulsaran algún hijo por el sentimiento que reciben los hombres de bien por esta causa. A que me tornó a replicar: a los que viven con temor de Dios y guardan las reglas de esta Religión no los expulsarán. A cuyo tiempo le ofrecí mis hijos y de no violentar su inclinación, prometiéndole también ponerme la sotana de su religión por tiempo de un año (lo cual tengo cumplido). Y me volvió a decir: no morirás de este achaque. Y desapareciendo, luego al instante llamé a Doña Ana María de Toro Zapata Madre de mi mujer, a Don Juan Zapata y al Capitán Pedro de la Serna mis cuñados110 y a todos los demás deudos que me asistían y les dije, conociendo fijamente el milagro: Ya no muero, denle los agradecimientos a San Francisco Javier con quien acabo de tener un coloquio. Así lo hicieron todos y yo las repetí y luego pedí de comer y comí como sano, no habiendo podido en los días antecedentes pasar siquiera unas sustancias. Desde esta hora me sentí con tanta mejoría que adelantándose en breves días me levanté de la cama repitiendo las [fol.100v] gracias a Nuestro Criador por tan portentoso milagro que San Francisco Javier había hecho conmigo en el cual me afirmo etc.” 10. Todo ésto es de este favorecido caballero de San Francisco Javier. El niño de quien habla, llamado Juan (que cuando sucedió el caso sobredicho tendría cuatro años), se cría al presente en esta ciudad de Santa Fe con juicio y virtud superior a su edad. Cursa nuestras aulas de gramática y asiste en la casa de su tío el Maese de Campo Don Agustín de Londoño y Trasmiera111 de quien 110 Ana María de Toro Zapata (Santafé de Antioquia, 2 de noviembre de 1625-Valle de Aburrá, 12 de noviembre de 1702). Pedro de la Serna Palacio (Colindres [Cantabria, España], 1594-Santafé de Antioquia, fecha desconocida). Militar al servicio de la Armada Real Española y vecino de la ciudad de Antioquia. Gabriel ARANGO MEJÍA. Genealogías de Antioquia y Caldas. Medellín, Imprenta Interdepartamental (1942) II, 348. 111 Agustín de Londoño y Trasmiera (Villa de Requena [provincia de la Mancha], fecha desconocida–Bogotá, 1725). Maestre de Campo y alcalde de la Ciudad de Bogotá y gobernador de las provincias de Neiva y Popayán. Adriana María ALZATE ECHEVERRI et álii. Imperios ibéricos en comarcas americanas: estudios regionales
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hicimos mencion en el cap. 2. parágrafo 3. número 29. Es este caballero uno de los más aficionados y devotos de el glorioso Apóstol de las Indias y el santo que tan liberal se mostró con don Juan Londoño su hermano no favoreció menos a Don Agustín con otro prodigio admirable. Hallábase este devoto caballero en la ciudad de Tenerife112 de vuelta de Cartagena para esta corte de adonde le sacó el cuidado de restaurar en algo su caudal menoscabado en la mayor parte con la desgracia de aquella plaza referida en el capítulo tercero parágrafo 2. Aquí por fines de el año de 97 le asaltó de improviso una fiebre maligna que a poco rato se declaró en sincopal y a toda prisa le iba acabando la vida. Deshauciáronle luego las personas que con la experiencia tenían algún conocimiento de estos males (que médico ninguno había en la corta y miserable ciudad de Tenerife). Esperaban los amigos de el doliente, no sin gran susto, cuándo rendía el último aliento porque, deshecho en un sudor frío, parecía que con el sudor terminaría de vivir. 11. Pero estando en este aprieto casualmente uno de los que más fijos le asistían que una sortija de plata que el enfermo traía en un dedo se empezaba a poner negra. Hízole novedad esto por lo cual mirando bien en ello halló que la [fol. 101] sortija era de las de San Francisco Javier que puestas en Roma en los dedos de los de su sagrada mano mientras se dice una misa se traen después por toda la cristiandad para remedio de imnumerables males. Dióle al punto en el corazón lo que aquello significaba y lleno de gozo dijo a los circunstantes que don Agustín no moriría entonces. Mostró con esto la sortija a todos la cual fue poco a poco poniéndose más y más negra hasta quedar como un carbón; pero al mismo tiempo iba el enfermo recobrándose de el accidente y disminuyéndose tanto la calentura que todo fue el no acabarse ésta y quedar la sortija, como dijimos, negra y oscurecida. Quedó don Agustín de Londoño libre de el pasado riesgo y luego volvió a recobrar la sortija por sí misma el color primero reconociendo todos el prodigio y favor de San Francisco
de historia colonial brasilera y neogranadina. Bogotá, Editorial Universidad del Rosario (2008) 119. 112 Véase: INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Diccionario geográfico de Colombia. Bogotá, Banco de la República (1971) II, 1310.
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Javier a su devoto y amartelado, quien pocos días después, subiendo a la villa de Santa Cruz de Mompox contó al Padre Provincial113 (que visitaba en la ocasión aquel colegio) y a los demás Padres tan prodigioso caso que por tal le tuvieron los médicos de aquella villa; y aseguraban que según el informe era mortal la calentura y que cuando hubiese escapado de ella quedaba con manifiesto peligro de repetición en que sin duda hubiera fenecido. Pero de todo le libró el médico celestial San Francisco Javier que tiene ya muy hecha la mano a curar a su devotos con tanto más acierto cuanto es mayor el peligro. 12. No son menos singulares ni menos dignas de referirse dos maravillas con que en dos años diferentes socorrió el Santo las sementeras de un pobre labrador y las libró de que se perdiesen de el todo. Tenía este buen hombre en el valle de Cerinza114 una sementera de trigo ya casi perdida, siendo la causa una plaga de gusanos bien conocida en esta tierra. Viéndose el pobre sin remedio humano acudió a implorar el divino por [fol.101v] medio de San Francisco Javier de quien era devotísimo. Fuese al pueblo de Cerinza, pidió al cura (que es un religioso dominico) la limosna de una misa, pidiéndole se la dijese cuanto antes al Santo por el remedio de su necesidad. Ofreció el cura decir la misa al día siguiente con lo cual el labrador volvió a su casa lleno de confianza. Pero se pasaron cuatro días sin ver mejoría alguna en su trigo. Afligíase con esto extrañamente. Clamaba con más fervor al santo Apóstol cuando a las ocho de la mañana de el siguiente día vio salir de su labranza un ejército de gusanos que tomando el camino hacia el río allí cercano se arrojaron al agua donde se ahogaron luego. Absorto el labrador y no cabiendo en sí de gozo se fue al pueblo a dar cuenta al cura de su felicidad y de él supo juntamente que no habiendo podido decir la misa de San Javier los cuatro días antecedentes la había dicho aquel mismo y a la misma hora de las ocho en que se arrojaron al río los gusanos. Fue este suceso el año de 95 y al siguiente dio también la sementera de este hombre la misma plaga pero
113 El P. Juan Martínez Rubio. 114 Valle de Cerinza. Véase: INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Diccionario geográfico de Colombia. Bogotá, Banco de la República (1971) I, 306.
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a él le dio poco cuidado. Mandó decir otra misa a honra de su bienechor y abogado y acabada de decir halló innumerables gusanos muertos en la misma semetera con que se libró entrambos años de tan cruel plaga debiendo enteramente a San Francisco Javier dar buenas cosechas en tiempos en que han sido muy raros los que no han perdido lo mismo que sembraron. 13. Más reciente es otro prodigio que obró este grande Apóstol en esta ciudad de Santa Fe y que no le referimos cuando tratamos de el Colegio Máximo por no haber llegado aún entonces a nuestra noticia. El Teniente General de este Reino Don Ignacio de Espinosa (ya difunto) trajo de la Provincia de Neiva una indiecita natural de el Caguán115 llamada Luisa para que sirviese a su mu[fol. 102] jer Doña Juana Galarza. Pasado algún tiempo enfermó la muchacha de una asquerosa lepra para cuya curación se aplicaron en vano cuantos remedios ministró la medicina hasta que desesperando ya todos de la vida de la muchacha, o a lo menos de que sanase con medios humanos, se le ofreció a su ama que sería eficaz el de hacer una novena a San Francisco Javier para lo cual pidió a su hermana Doña Polonia Galarza, que trayendo a la india a nuestra iglesia la fuese dictando por el librito las oraciones de la novena. Hízose así por principios de noviembre de este año de 98. Y desde el primer día se notó que se le iba cayendo a la muchacha la lepra en unas como escamas, o postillas, de que tenía cubierto el cuerpo, el cual al último día de la novena quedó tan perfectamente sano y limpio como si tal achaque no hubiera padecido. Circunstancias de que no pudiendo dudar prudentemente por el apoyo de tan calificados testigos manifiestan bien claro el prodigio y el poder de nuestro santo Apóstol cuyas maravillas nos han de dar aún bastante que escribir en esta carta. 14. Y por ahora cerraremos este capítulo con otro prodigio de nuestro Padre San Ignacio el cual ponemos aquí porque no podemos decir el lugar ni el tiempo en que acaeció sino muy en general lo que basta para prueba de que pertenece a esta anua. Uno de estos años pasados sucedió en cierta parte de este Reino, que olvidada de muchas obligaciones en lo divino y en lo humano se dejó 115 Caguán. Corregimiento de Neiva. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 241.
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arrastrar de una torpe afición una mujer casada ausente su marido. Facilitó la maldad el no haberse hecho preñada en muchos años de vida conyugal pero a pocos lances sintió el embarazo que no quisiera en su vientre. Hizo entonces el miedo y la vergüenza los efectos que hubiera sido mejor haber hecho antes del delito y como ya tenía roto el freno del temor divino se resolvió a procurar por cualesquiera medio el aborto. Tentó en vano cuantos su[fol. 102v] po porque no permitió la divina bondad tuviesen efecto tan perversos y descaminados intentos. Y al mismo tiempo le vino noticia de su marido como estaba ya con intento de volver con brevedad a su casa. No es necesario decir el susto que padecería la desventurada señora pero como la misericordia de Dios es tan grande y tan conocida aun de los que la desmerecen más sus favores acudió entonces bien arrepentida a pedir perdón de sus culpas y por consejo de uno de los nuestros interpuso la intercesión de nuestro Padre San Ignacio para salir bien de el terrible lance que esperaba o que temía. Haciendo estaba con mucho fervor y lágrimas la octava cuando tuvo segundas cartas de su esposo en que la decía habérsele ofrecido nuevas causas de detención forzosa. 15. Quedó con esto la mujer si no libre menos preocupada de el pasado susto y aunque reconoció este suceso por favor de Dios y de su siervo Ignacio pero como es tan ordinaria la ingratitud y la inconstancia en los hombres no tardó mucho en volver a poner varios medios que de nuevo se la ofrecieron para abortar la criatura que pasaba ya de algunos meses pareciéndola éste el camino único o más seguro para salir de una vez de sustos y recelos. Lo que consiguió fue solamente irritar de nuevo contra sí la ira de Dios, o por mejor decir, dio nueva ocasión y motivo para que campease más su bondad y misericordia. Cuando la inconsiderada mujer repetía las diligencias dichas tuvo tercer aviso de su esposo de que concluidas ya todas sus dependencias volvería muy presto a su casa. Y para aumento de el nuevo susto otra persona, que venía de adonde estaba el marido, le aseguró le dejaba pocas jornadas distante. Aquí fueron los cuidados, los sustos, los miedos y las congojas. In[fol. 103] tentaba mil caminos y en todos hallaba iguales inconvenientes y riesgos hasta que acudiendo con mejor consejo al remedio experimentado, aunque 454.
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la ponía en desconfianza su nueva culpa, no obstante imploró de nuevo el favor de Ignacio para conseguir la piedad divina. Prevínose para ésto con una confesión general y con otros piadosos ejercicios a honra de el Santo cuya intercesión la sacó últimamente de riesgos porque desde aquel tiempo empezaron a sobrevenir tales cuidados y diligencias a su esposo que tardó en llegar a su casa todo el tiempo bastante para que la buena señora pariese un niño, el cual con todo el secreto posible se dio a criar a parte distante sin que el marido haya podido hallar el menor indicio de tan sensible lance. Éstos son los sucesos con que quisimos llenar este capítulo con lo cual pasaremos a tratar de las residencias y misiones de esta Provincia.
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Capítulo 9 TRÁTASE DE ALGUNAS RESIDENCIAS DE ESTA PROVINCIA 1. La más cercana a Santa Fe y la más antigua residencia de esta Provincia es la de Fontibón116, pueblo de indios, dos leguas no más distantes de la corte y fundado en la gran llanura de Bogotá que tiene quince leguas de longitud y de latitud ocho. Toda ella está poblada de variedad de pueblos a que asisten clérigos y religiosos. El mayor de todos es el ya nombrado de Fontibón donde asisten dos sacerdotes de los nuestros: el uno cura y superior el otro aunque muchas veces tiene el uno los dos cargos. De el cuidado, asistencia, trabajo y celo de los nuestros para con sus feligreses y de todo lo demás que está entablado desde sus principios en este pueblo: de la hermosura y costosa fábrica de su Iglesia, de su adorno y preciosas alhajas y de otras cosas semejantes se dio cabal noticia en [fol. 103v] la anua de 1690. Por lo cual no hay para qué repetir aquí lo dicho pues basta añadir lo que estas cosas se han mejorado y lo especial que en estos cinco años hubiere acaecido. 2. Y empezando por el mismo pueblo es cierto cosa muy singular el aumento que ha tenido siempre siendo así que no hay pueblo de indios en todo el Reino que no haya descaecido muchísimo hasta haberse acabado aun la memoria de algunos no inferiores a Fontibón. Y otros que tenían dos y tres veces doblado el número de la gente no tienen ahora ni la décima parte de los que en Fontibón se hallan. Buena prueba de esto lo que pasa en el pueblo de Bogotá, corte que era de los antiguos reyes llamados Zipas de este Reino al cual comunica su nombre. Era este pueblo mucho mayor que el de Fontión y al presente éste tiene más de mil y quinientas almas no pasando Bogotá de doscientas. La causa de esta diferencia ha sido el cuidado especial que siempre han tenido sus curas de librarlos de las molestias y vejaciones que padecen y consumen otros pueblos, principalmente, el trabajo de las minas para cuyas labores tributan los demás sus indios según sus repartimientos y turnos. De esta tan grave pensión libráronles los nuestros a su pueblo consiguiendo de el Rey Nuestro Señor que 116 Roberto VELANDIA. Fontibón, pueblo de la Real Corona. Bogotá, Imprenta Distrital de Bogotá (1983).
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Dios Guarde se les conmutase en tener aderezado o traginable el camino real que por el mismo pueblo va hasta Santa Fe. Es todo él de tierra pantanosa y llena de lagunas por lo cual fue preciso hacer a mano un camino, o camellón alto, lo que basta a estar libre de los pantanos. Los lunes de cada semana sale todo el pueblo a recorrer el camellón y haciendo en él los reparos que necesita le tienen siempre compuesto conforme a su obligación117. 3. [fol. 104] Pero aunque este pueblo se halla el día de hoy con el aumento dicho con todo era mucho mayor el número de sus indios aun en el corto espacio de los cinco años que comprende esta carta, pues solos los niños de entrambos sexos que mañana y tarde acuden a la doctrina a campana tañida llegaban a quinientos y al presente son algo menos de trescientos. A este paso padecía la misma diminución lo restante de el pueblo. La causa fueron las pestes de viruela y sarampión que afigieron todas estas Provincias desde el año de 93 hasta mediado el 94. De los estragos que causaron en Santa Fe tratamos ya en el capítulo 2. parágrafo 6, desde el número 31. Pero fueron éstos más horrorosos en los indios, gente miserable y falta de los reparos necesarios contra enemigos tan crueles. Estaba en estas ocasiones el pueblo lleno de enfermos heridos del contagio de que los más murieron. Sobre el peligro de asistirlos era indecible la molestia en enfermedades tan sucias y contagiosas y mayor el trabajo de los nuestros, habiendo dos solos de acudir a tantos con la administración de los santos sacramentos y esto sin hacer falta a las demás obligaciones de curas. Pero anduvo en estos hijos de Ignacio tan activa la caridad y tan poco detenida con los miedos de la parte que a nadie hicieron falta; y de tantos ninguno se les murió sin sacramentos en un achaque de que escaparon pocos y tan violento que a los tres días ya había acabado con el doliente y aun le solía tener hecho piezas el cuerpo. 4. Quiso Dios premiar la caridad de tan celosos operarios que tan buena cuenta daban de el rebaño que tenían a su cargo dándoles ocasión de que se 117 Desde antiguo consiguieron los jesuitas que los indígenas de Fontibón fueran eximidos de cumplir con la obligación de contribuir con la explotación de las Minas de las Lajas. La facultad mencionada se fue repitiendo aún a lo largo del siglo XVIII. AGI. Santafé, 404. Memorial del P. Mateo Mimbela.
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mostrasen más finos con sus ovejas. Hirió a entrambos el contagio de el sarampión en tiempo que tenía hasta necesidad el pueblo de tener curas bien sanos y robustos. Pero los nuestros nada amedrentados con el nuevo riesgo acudieron algunos días después a los apestados con el mismo fervor y puntualidad [fol. 104v] pero con increíble fatiga porque el primer efecto de este mal era postrar las fuerzas de el paciente de modo que aun en la cama necesitaba de ajenos brazos para moverse de un lado a otro. Pero aquí las fuerzas que la enfermedad quitaba suplía la caridad y celo ardiente de las almas por las cuales y por el amor de el que las redimió con su sangre no dudaron de perder las vidas. Mas cumplióles su Majestad a la letra aquella su antigua palabra. Qui perdiderit animam suan propter me inveniet eam118. Bien podemos decir con todo rigor que la hallaron los que la tuvieron tantas veces perdida; cuántos fueron los riesgos a que se expusieron de perderla y mucho más cuando después de heridos de el contagio no se guardaron de la destemplanza de el aire (que es grande en este sitio) diligencia tan precisa en esta enfermedad que parece más que natural el haber quedado con vida los que no la hicieron hasta que amainando un poco la peste y no pudiendo ya tenerse en pie hubieron de cuidar de su salud recogidos a sus lechos. 5. En lo espiritual han sido mayores los aumentos de este pueblo porque el gran cuidado que se tiene con esta gente, junto con el amor y temor suyo para con sus párrocos, son causa de que les entren en provecho sus saludables consejos, avisos, correcciones y castigos. Y así son muchos los que no sólo viven en observancia de los divinos preceptos sino que juntamente se ayudan para esto de la frecuencia de sacramentos y de otros medios muy eficaces cual es la devoción a los santos y muy singularmente a la Reina de todos María Santísima. Aquella la muestran en la piedad con que celebran sus fiestas y ésta en lo mismo y en otros obsequios cotidianos que tributan a tan soberana Señora: tal es el de su corona que en estos últimos años desde el de 96 han entablado cantar por las calles todas las noches con asistencia de la música (que la hay en este pueblo muy 118 Mateo 10, 39: “El que halla su vida, la perderá y el que la perdiere por amor a mí, la hallará”.
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[fol. 105] escogida) y de numerosos concursos de hombres y mujeres. Sale la procesión de nuestra iglesia adonde vuelve cantando la letanía de la Virgen Santísima la cual concluída cantan a la puerta un responso por las ánimas de el purgatorio y prosiguiendo la procesión hasta el altar de una muy devota imagen de la Concepción de María, entonan el himno Ave Maris Stella119 y dicha la oración, gratiam tuam. Se concluye con el Alabado sea el Santísimo Sacramento cantado también como todos los demás. Los sábados se añade a lo dicho la salve que se canta con solemnidad y juntamente algunos otros mote[te]s y loores a la Purísima Concepción de María. 6. No ha sido diligencia menos útil al bien de estas almas el entable de el jubileo de el mes en esta parroquia que empezó por fines de 94. Gánase en los primeros domingos de cada mes, días, en que se hace la renovación de el Santísimo con misa muy solemne en que comulgan los hermanos de la cofradía de el Sacramento que son muchos. Lo cual causa notable ternura en los que ven por haber estado en otros tiempos tan negado este divino pan a los miserables indios tenidos por incapaces para tan soberana mesa, hasta que el trabajo y tesón de los nuestros en instruirlos mostró bien claramente a todos que no su incapacidad sino la falta de este cuidado era la única causa de que nunca se juzgasen aptos los que no nacieron enseñados como no nace nadie sino con alguna más necesidad de enseñanza que otros120. A la misa se sigue la procesión no menos solemne de el sacramento renovado dando vuelta a la iglesia y haciéndose estación en algunos altares; y en todo el tiempo que dura hace dulce y armoniosa consonancia la música alternada de chirimías, órgano, clave, arpa, y otros instrumentos, con las voces que entonan ya las estrofas de el Pange Lingua, y ya algunos bien compuestos mote[te]s a tan soberano misterio. 7. -
119 ¡Ave, estrella del mar! 120 Problema de la comunión de los indios. Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975) 123-124.
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[fol. 105v] A cuya Majestad no sólo se muestran obsequiosos estos pobres indios con tan dignos cultos sino que juntamente adelantan todo lo que permite su pobreza, las alhajas y ornamentos de su iglesia. Muchos días ha que así por esto como pricipalmente por el cuidado de los nuestros, es este templo así en su fábrica como en su adorno el mejor con muchas ventajas que tienen [los] indios en este Reino donde están los mejores que ellos tienen. De lo cual puede ser buen testimonio el que dio el ilustrísimo Prelado121 que hoy gobierna visitando el pasado de 97 personalmente este curato. Y hallando en todas las cosas pertenecientes a su visión, cuanto puede desear un Prelado celoso de el bien de sus ovejas, agradeció con palabras gravísimas a la Compañía lo mucho que con estas almas trabaja y aludiendo al lucido adorno, riqueza y aseo de esta iglesia añadió su Ilustrísima, no sin mucha sal, que estaba visitando la Catedral de la Sabana (así llaman en este Reino a la gran llanura de Bogotá y a los demás llanos). Tal fue el concepto que formó ahora este Prelado de el informe de sus ojos. No deben de ser muy conformes a él los que suelen entrar por los oídos de su Ilustrísima acerca de nuestras cosas. (Ya hemos dicho en otra parte, que lo ha confesado él mismo). Y acerca de esta doctrina debe de haberlos tenido harto ruines en otros tiempos lo cual u otros motivos ocasionaron el que intentase su Ilustrísima despojar a la Compañía de este curato y residencia. 8. Hartas diligencias ha hecho esta Provincia en otros tiempos repetidas veces para dejarla porque no hay cosa que mueva a mantenerla sino el amor a estos hijos engendrados en Jesucristo y el deseo de mantenerlos en el feliz estado de que gozan contrapesando mucho a estos motivos el que parece más conforme a nuestro Instituto: título [que] desembarazara de este cuidado dos sujetos totalmente ocupados donde está tan bien entablada la fe para que acudan a otras partes [fol. 106] más necesitadas de asistencia por la falta grande de operarios que tiene esta Provincia. Pero nunca los señores Prelados, Presidentes de este Reino han consentido que la Compañía desampare esta doctrina porque como tienen 121 Fray Ignacio de Urbina.
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a la vista la diferencia que va de ella a las demás, háceles cargo de conciencia privar de tales curas a estas almas sabiendo cierto que no tienen otros mejores que darles. Ni ha cuidado poco a esto mismo los clamores de los proprios indios que en las occasiones en que han reconocido este peligro han acudido a los señores Arzobispos y Presidentes pidiendo con lágrimas no les priven de sus Padres que por tales tienen a los nuestros122. 9. De todo esto bien informado está su Majestad, que Dios guarde, como también de lo mucho que en la conversión de la gentilidad trabajan los incansables operarios de la Compañía y de cuánto conduce para el buen logro y perseverancia de los que se van reduciendo el que la Provincia goce quieta y pacíficamente de otras doctrinas y pueblos reducidos a toda costa de el sudor y de la sangre de sus hijos en sitios vecinos a la gentilidad que está conquistada y por conquistar. Y teniendo nuevos informes su Majestad de que así estas doctrinas como la de Fontibón corrían riesgo de ser quitadas en estos tiempos a la Compañía corriéndole mayor por este camino de que no ido, no crecería la cristiandad en estas partes donde trabajan tan gloriosamente los nuestros sino que aun los reducidos, como plantas tiernas en la fe, quedaban muy expuestos a volverse a sus retiros de adonde con caricias, con dádivas y con un sumo desinterés los habían sacado los jesuitas, no para otro fin que para darles luz de el camino de el cielo, se sirvió su Majestad de despachar su Real Cédula de 1 de octubre de 92 en que atento a los motivos dichos manda a los Presidentes y Oidores de sus reales Audiencias de Santa Fe y Quito, y demás ministros suyos, y encarga al [fol. 106v] Arzobispo y Obispo de ellas, ya otros cualesquiera Prelados y Jueces eclesiásticos fomenten, ayuden y den todo el auxilio necesario a la Compañía para el mejor progreso de dichas misiones y que no hagan novedad por ellas ni en las doctrinas e iglesias que están fundadas y se fundaren y que observen en todo lo que está dispuesto en las leyes de la Nueva Recopilación de Indias etc.
122 Los jesuitas hicieron renuncia de la doctrina de Fontibón en diversas oportunidades a lo largo de los tiempos coloniales pero siempre tuvieron el veto del Consejo de Indias. Véase por ejemplo en 1727: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, III, 212-213.
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10. Con esta tan favorable y declarada voluntad de tan celoso y católico Monarca que se recibió el año de 95 en esta Real Audiencia ha quedado por ahora la Compañía sin que nadie la inquiete en la posesión de sus doctrinas lo cual conduce mucho para que con más fervor se empleen los nuestros en el cultivo de la viña que nuestro buen Dios ha fiado de su cuidado. Éste tienen muy singular los jesuitas en el pueblo de Fontibón no sólo en estas materias sino también en todo lo que toca al divino culto. Parece que con esta santa emulación y porfía han procurado los curas exceder siempre a sus antecesores en esto. Y así está la iglesia y sacristía proveída no sólo de todas las alhajas necesarias y esas muy ricas sino también de otras en nueva abundancia. Y a no temer molestar con cosas tan particulares gastáramos algunos renglones en solo referir las alhajas de plata y ornamentos que en estos cinco años se han añadido a las demás. Pero basta decir ésto con esta generalidad por evitar el inconveniente dicho. 11. Tiene esta residencia para el sustento de los dos sujetos que mantiene sobradamente lo necesario aunque el sínodo que se cobra en las cajas reales es corto pero las obvenciones de el beneficio y una estancia ayudan mucho. Si bien todo es poco para los crecidos gastos que hacen a esta casa los huéspedes no tanto los nuestros como los segla[fol. 107] res a quienes no se puede negar la Compañía por la dependencia que tenemos unos de otros. Además que como en este Reino no hay mesones ni posadas nadie niega su casa al pasajero que quiere hospedarse en ella. Y esto está ya así entablado y recibido lo cual basta acerca de esta residencia de la cual daremos un vuelo con la pluma a la Isla de Santo Domingo.
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Capítulo 10 PROSIGUE LA MATERIA DE EL PASADO Y DASE CUENTA DE LA RESIDENCIA DE SANTO DOMINGO 1. Tratando de esta residencia no podremos observar lo que observamos en lo demás de la anua porque la gran distancia y poca o ninguna correspondencia de este Reino con la Isla hace que tarde lleguen relaciones de lo que allá sucede y por esto quizás en las anuas antecedentes en tratando de esta residencia se habla con mucha generalidad. Hallámonos ahora con una relación muy larga que el año de 95 envió el Padre Superior de aquella Residencia123 en que él mismo confiesa que por falta de cuidado en escribir y apuntar las cosas más notables se han perdido noticias muy importantes y otras han quedado tan defraudadas de aquellas circunstancias que aseguran su credibilidad que de ninguna suerte se atreve a referirlas. Y aun las que se refiere asegurando son ciertas y que tienen todo el fundamento de verdad que se requiere, ni dice el tiempo en que acaecieron, ni nombra personas en sucesos en que no parece hay razón para ocultar los nombres sirviendo esto mucho para asegurar el crédito a las cosas referidas. Pero básteles por apoyo la autoridad de el mismo Padre y con ella sola pondremos aquí lo que escribe sin guardar en esto el referir sólo lo acaecido en estos cinco años, pues en este particular no sabemos el tiempo y aunque en algunas cosas se [fol. 107v] sepa acaecieron antes de el año de 94 pero por no haberse escrito en otras anuas no será razón se callen también ahora con peligro de que se acaben de perder las pocas noticias que han quedado de esta residencia124. 123 Francisco Cortés (Pasto [Colombia], c. 1639-Isla de Santo Domingo, 5 de junio de 1700). Ingresó en la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1657. Llegó a Santo Domingo hacia 1671. Superior de 1687 a 1700. Véase: José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 29-30. 124 Véase: Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás, 1950. José Luis SÁEZ. “Universidad Real y Pontificia Santiago de la Paz y de Gorjón en la Isla Española (1747-1767)”. En: José DEL REY FAJARDO (Ed.). La pedagogía jesuítica en
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2. Los nuestros que en ella han residido nunca pasaron de cuatro, lo ordinario han sido tres, algunas veces dos y aun ocasión ha habido de quedar uno solo por muerte de el compañero. Y habiendo observado en tal lance no salir jamás solo de casa sino acompañado de alguna persona eclesiástica ha sido esto de mucha edificación en la ciudad de Santo Domingo cabeza de la Isla, donde está nuestra residencia y tanto que no faltó persona de autoridad y cargo que lo escribió a España por cosa muy singular y poco usada de otros que los jesuitas. La hacienda que para fundar aquí un colegio dejó a la Compañía Don Juan de Quesada ya se sabe cómo la admitió nuestra Religión y cómo después de haber podido conseguir la licencia de su Majestad para fundar colegio por razones que para ello tuvo la Compañía después de muchas consultas hechas en esta Provincia y remitidas a nuestros PP. Generales, se tomó la resolución de volver la hacienda a los herederos de el capitán Don Juan de Quesada y de que los nuestros salieran de la isla y se viniesen a los colegios de la Provincia. 3. No se pudo ejecutar esto como se deseaba porque los Señores Arzobispo, Presidente, e Oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo detuvieron a los jesuitas diciendo tenían que representar a su Majestad como lo ejecutaron de que resultó que el Rey Nuestro Señor despachase un exhorto a Vuestra Paternidad para que no saliesen de la Isla y ciudad de Santo Domingo los jesuitas125; pa[fol. 108] ra cuyo cumplimiento fue necesario que el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano asignase nuevos sujetos a esta Residencia a la cual han cogido en sus haciendas los malos temporales y gravísimos trabajos, o por mejor decir, conocidos castigos de Dios con que piadosamente ha vengado su Majestad las culpas de esta Isla. Ha padecido terribles huracanes de los cuales uno que duró 24 horas, de muy rica la dejó muy pobre porque derribó todas las Venezuela. San Cristóbal (1991) I, 175-224. José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe Insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal. 16 (1997) 5-155. 125 Existe una Real Cédula del 26 de septiembre de 1701 que la transcribe íntegra Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950) 113-115.
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arboledas de cacao que eran la codicia y logro de ella. Siguiéronse espantosos temblores de tierra con ruinas de muchos edificios y muertes de no pocos hombres que cogieron debajo sus ruinas126. 4. A estos trabajos acompañaron varias epidemias y pestes y no inferior daño han causado las armas enemigas que si bien en varias invasiones han quedado con la victoria los nuestros debida al valor y esfuerzo de la gente de esta Isla, pues en corto número y sin más armas que lanzas y machetes han osado hacer frente y poner en huida escuadrones bien crecidos y armados de bocas de fuego; con todo siempre la guerra es dañosa a las tierras que le padecen. Además que muchas veces piratas y ladrones de Holanda, Inglaterra y Francia obran con tal presteza que viene el socorro de los paisanos cuando ya no es de provecho127. Así lo experimentó en cierta ocasión la principal de nuestras haciendas llamada San Miguel de la Jagua128 de donde en un asalto que la dieron piratas ingleses se llevaron 22 esclavos y estuvo en mucho peligro de ser preso un hermano nuestro que por huir de sus manos se arrojó por un balcón de la casa bien alto y escondido en la montaña se libró de este riesgo. 5. Estas pérdidas se han hecho menos sensibles por haberse contra pesa[fol. 108v] do con algunas herencias que han entrado en esta casa. La última ha sido bien considerable porque acaba de llegar noticia, que habiendo muerto poco ha el Capitán Don Joseph Laguna129 deja a la Compañía el remanente de sus bienes que son hasta en cantidad de diez y seis mil pesos. Con lo cual se asegura el que por falta de congrua no se dilate más la licencia de fundar
126 Francisco PEÑA PÉREZ. Cien años de miseria en Santo Domingo, 1600-1700. Santo Domingo, Universidad APEC (1985). 127 Frank MOYA. Bosquejo histórico del descubrimiento y conquista de la isla de Santo Domingo. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos (1976) 251-254. 128 Estaba cercana a la población de Baní y había sido donada por Jerónimo de Ribera y Quesada. Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950) 68. 129 La limosna debió ser de 12 000 pesos según la correspondencia del General de la Orden con los Provinciales del Nuevo Reino. APT, leg. 132, fol. 125. Cartas de Padres Generales.
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colegio que tantos años ha solicitan aún más que la Compañía, la misma ciudad de Santo Domingo, su ilustrísimo Arzobispo Primado de las Indias Occidentales y la Real Cancillería que en dicha ciudad reside. Y puesto que su Majestad no permite de desampare la Compañía esta tierra como varias veces se ha intentado de nuestra parte, de creer es que sin más tardanza se conseguirá el beneplácito de el Real Consejo con que esperamos que presto se pondrá esta residencia en el número de los colegios de esta Provincia. 6. Los empleos de los nuestros que han vivido en ella, su grande estimación, crédito y autoridad para con todos y el mucho fruto que han hecho en las almas han sido los puntos de que se ha dado noticia en otras Anuas. Y de éstos hay poco que añadir aunque todo, gloria a Dios, va siempre en aumento para lo cual ha ayudado mucho la licencia que se consiguió el año de 93 de el Ordinario y de la Real Audiencia para abrir puerta a la calle de la capilla interior que tenían los nuestros en su casa. Abrióse el domingo de ramos pero fue de grande alivio para los operarios, de gran comodidad para los ministerios y de gran consuelo y regocijo para toda la ciudad que no sin grandes elogios de la Compañía notaban todos y admiraban el aseo en el culto divino y la riqueza de alhajas que las tiene muy buenas esta capilla o pequeña iglesia, excediendo en esto a todas las [fol. 109] demás de la ciudad, pobres generalmente por la suma pobreza de la tierra y cortedad de las rentas eclesiásticas. En esta capilla se celebran solamente las dos fiestas de nuestro Padre San Ignacio y San Francisco Javier, entrambas bien asistidas de todo el pueblo y de lo más granado. Y la primera también de la Real Audiencia. En una y otra ocupa de ordinario el altar el Señor Arcediano de la Santa Iglesia Catedral y el sermón de nuestro Padre San Ignacio muchas veces le ha predicado alguno de los señores canónigos. 7. No inferiores concursos logran los nuestros en los sermones que entre año predican especialmente en la cuaresma, en la cual es excesiva la frecuencia del pueblo a confesarse con los jesuitas atraídos de ver que sin aceptación de personas igualmente es oído el pobre con el rico y el plebeyo con el noble. Las comuniones empero son muy pocas porque nunca se ha podido vencer la costumbre o abuso lleno de inconvenientes de oír misa antes de la aurora y aunque los nuestros han hecho siempre vivas diligencias para desterrar este 466.
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abuso nunca consiguieron su intento. Ábrese nuestra Iglesia a las cinco y media con que ya no se es hora para oír misa en esta tierra según su estilo. Pero a lo que son más numerosos que a otra ninguna cosa los concursos es la novena de San Francisco Javier. Tiénenle al Santo en la Isla entrañable afecto no sólo atraídos de la fama de las maravillas que por todo el mundo obra sino mucho más de la particular experiencia que en la Isla y ciudad de Santo Domingo tienen de su poderosa y segura intercesión. El Padre Superior de aquella residencia en la relación que dijimos refiere varios sucesos particulares acerca de esta materia que concluye diciendo: otros casos de estos omito por ser muchos los que nuestro glorioso Apóstol ha obrado en esta ciudad y piden mucho papel para referirlos. Los que refiere son éstos. [fol. 109v] 8. Una pobre y desvalida morena acudía con singular devoción a la novena de San Francisco Javier esperando que por medio de el Santo la libraría Dios de sus grandes necesidades. Pero al primer día le sucedió muy al revés de lo que esperaba. Vuelta a su pobre albergue halló que mientras asistía a la novena la habían robado sus pocas y pobrísimas alhajas; hasta [el] otro día gastó en sentir el nuevo aumento de su miseria. Pero llegada la hora de la novena nada detenía su devoción con el contrario suceso, se vino a nuestra iglesia y en ella con más lágrimas que palabras dio al santo la queja de que la hubiese dejado robar al tiempo que gastaba en pedirle su remedio. Dióse Javier por entendido de la queja y razón de la piadosa morena la cual, volviendo a su casa, halló en ella todo lo que había echado [de] menos el antecedente día. No pudo a vista de el beneficio contenerse la devoción, salió a publicar el suceso y ganó con él muchos devotos al Santo y esclarecido Apóstol. 9. Afligían a otra pobre mujer continuos y molestos achaques siendo la principal causa de su aflicción el haber perdido totalmente la vista. Sin fruto experimentó la ineficacia de repetidos medicamentos hasta que entrando a visitarla una conocida suya y muy devota de el Apóstol de las Indias la dispuso un remedio muy casero y apellidando el nombre de San Francisco Javier contra tan rebeldes males los desterró en un punto cobrando luego la enferma salud y vista de que había carecido muchos días. Ni fue menos pronto el alivio que recibió una señora muy principal desesperada ya de remedio humano por causa de un vehemente dolor de costado que a largos pasos la 467.
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iba acabando la vida. Pidió por su consuelo la trajesen de la Compañía una imagen de San Francisco Javier. Llena de fe y confianza se la hizo aplicar [fol. 110] a la parte dolorida y al contacto de la santa imagen huyó luego la enfermedad y dolor y en breve cobró perfecta salud la que tenía ya perdidas las esperanzas de vivir. 10. Mas no sólo experimentan los devotos de Javier sus favores en las aflicciones y enfermedades de el cuerpo sino también en los achaques y dolencias de el alma. A un mismo tiempo padecía otra señora de lo más calificado de la ciudad de Santo Domingo molestos achaques de el cuerpo pero más penosas aflicciones de el espíritu. Veíase totalmente despreciada de su esposo y a él en ajenos brazos y no tan decentes que no fuesen de una vil ramera. No sentía tanto la buena señora sus males y su desprecio como ver el peligro de eterna condenación en que su marido estaba. Movida pues de este sentimiento llamó a otra mujer de loables costumbres y representándola su enfermedad la rogó que ya que ella no podía fuese en su nombre a nuestra iglesia e hiciera una novena al Apóstol de el Oriente pidiéndole apartase a su marido de el peligro en que vivía. Hizo luego la devota mujer lo que le era pedido y como su petición era tan justa, el mismo día último de la novena aplicó el Santo el conveniente remedio moviendo al Señor Presidente para que de oficio, sin haber precedido otra diligencia, diese con sus ministros por la mañana bien temprano en la casa de aquella mujercilla a quien sin valerla ruegos, ni intercesiones hizo luego embarcar desterrándola de la Isla a Tierra Firme. Lo cual fue el total remedio de el caballero marido de la buena señora porque, quitada la ocasión, reconoció sus culpas, llorólas y trató de vivir en paz y amor con su cristiana consorte que, reconocida a San Francisco Javier, no cesa de agradecerle tan singular beneficio. 11. Aunque es grande la devoción y piedad de esta tierra con el [fol. 110v] Apóstol del Oriemte no es inferior el amor del Apóstol al de nuestro Padre San Ignacio a quien en los mares y peligros comunes acuden todos por el remedio como a seguro asilo y amparo. Tal le experimentan los españoles de esta Isla en las guerras con los franceses que pueblan buena parte de ellas para que nunca falte Cartago a Roma, ni a Escipión Aníbal. A Cristo sacra468.
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mentado, a la Reina de las batallas María y al brío de el valeroso Ignacio han debido las católicas armas de los españoles maravillosas cuanto ilustres victorias de sus enemigos. Observan los caballeros de Santo Domingo celebrar por sus turnos al augusto sacramento de el altar los terceros domingos de cada mes. Cupo la suerte el mes de enero de 91 al Señor Maestre de Campo Don Francisco Segura130 Presidente, que fue de esta Isla. Hubo de encargar su Señoría la fiesta a quien la hiciese en su nombre y a su costa por haber sido nombrado general de nuestras tropas en la empresa de el Guárico131, plaza fuerte de el enemigo. No sufrió la arrogancia de éste, viéndose superior en gente, dejarse cercar de los nuestros. Salióles denodado al encuentro pero plugo a Dios se viese en estos tiempos renovado con ventajas de prodigio que acaeció a Josafat cuando acompañado de dos Reyes peleó con los Moabitas consiguiendo de ellos un maravilloso triunfo debido no tanto al valor de sus soldados cuanto al sacrificio que al tiempo mismo se ofreció por la victoria. Así en nuestro caso: llegaron los enemigos a encontrarse con los nuestros el día 21 de enero en que a expensas de el general español se ofrecía en la catedral de Santo Domingo el incruento sacrificio y se celebraba con toda ostentación su memoria. Y pudo tener don Francisco de Segura a feliz auspicio tan propicia circunstancia. Confiando grandemente en el Señor a quien festejaba aquel día mandó cerrar con el enemigo que al primer avance dejó la victoria en manos de los españoles volviendo [fol. 111] ignominiosamente las espaldas los que no quedaron tendidos en el campo, que fueron muchos, siendo muy pocos los que faltaron de los nuestros y los demás quedaron ricos con los despojos de que fueron buena parte los prisioneros que se hicieron en la batalla y alcance.
130 Francisco de Segura Sandoval del 2 de diciembre de 1678 al 12 de junio de 1684. Maestre de Campo, presidente gobernador de la Isla de Santo Domingo (1678-1684). Emiliano TEJERA. “Gobernadores de la Isla de Santo Domingo. Siglos XVI a XVII”. En: Boletín del Archivo General de la Nación. Santo Domingo. Año 4, vol. 4, N.° 18 (1941) 375. Frank MOYA. Historia de la República Dominicana. Santo Domingo, CSIC-Departamento de Publicaciones (2010) 257. 131 Hoy se asienta la zona Cap-Haitien al noroeste de la Isla y ahora al Norte de Haití.
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12. El año de 95 salieron segunda vez a la empresa misma y para obligar primero a Dios, dispuso el Señor Presidente Don Ignacio Pérez Caro132 que al mismo tiempo que marchaban nuestras tropas se hiciesen varias procesiones y rogativas en los santuarios más célebres que hay en la Isla de Cristo Señor Nuestro y María Satísima su Madre133 y como tan devoto de el Santo de su nombre hizo también se celebrase un novenario en nuestra iglesia a nuestro Padre San Ignacio. Hízose la novena con imnumerable concurso de gente y al día 5 de ella, que fue la domínica de la Santísima Trinidad, dio el Santo al ejército católico una victoria tanto más estimable cuanto menos costos porque atemorizado el enemigo de lo que después diremos desamparó la plaza de el Guárico que tomaron y saquearon los españoles sin disparar una pistola. Pero no dimos a Ignacio toda la gloria de tan singular trofeo que, aunque tan ilustre marte de las batallas, no la querrá usurpar a la mejor belona María que sin duda fue el todo de tan maravilloso suceso. Afirmó con juramento un prisionero francés, soldado veterano en la declaración que se le tomó, que escarmentados los suyos con el suceso pasado se determinaron a no pelear sino defenderse con los muros de la plaza donde estaba por cabo de el presidio el famoso Ladrón, terror de las indianas costas, el Pirata Lorencillo134 bien conocido por este nombre. El cual envió al mismo francés declarante con los hombres para reconocer nuestras tropas y que sólo pudieron observar el que los venía [fol. 111v] capitaneando: una bizarra dama que parecía en lo blanco de su ropaje venir vestida de los mismos campos de la nieve.
132 Ignacio Pérez Caro. Almirante y presidente gobernador de la Isla de Santo Domingo (1689-1696). Jorge Ignacio RUBIO MAÑÉ. El Virreinato: Expansión y defensa. México, UNAM (1983) 5. 133 El santuario del Santo Cristo (Bayaguana), el de Nuestra Señora de Agua Santa (Boyá), el de Nuestra Señora de Altagracia (Higüey) y el de Nuestra Señora de las Mercedes (Santo Cerro, La Vega). Véase: José Luis SÁEZ. “La Compañía de Jesús y la devoción popular dominicana”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, 59 (1990) 96. 134 Pirata Lorencillo. Quizá se refiere a Laurent Graf. Algunos hacen referencia a él como Lorent Jácome.
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13. Sólo esta noticia pudieron dar a Lorencillo y ella sola bastó para que lleno de confusión y miedo aguardase la oscuridad de la noche para huir sin vergüenza abandonando la plaza cuyo ejemplo siguieron los demás que la defendían. Con lo cual, sin hallar enemigos que vencer, la entraron y saquearon los nuestros. Pero no paró aquí la victoria que tan justamente podemos llamar de María porque creciéndoles el ánimo a los españoles con tan no esperado suceso y conociendo por él lo aminalados que estaban los franceses, después de asolado el Guárico, pasaron a cercar a Aportope. Hizo aquí sus esfuerzos el enemigo fiado en la fortaleza de esta Plaza mas nada bastó para que no la entrasen los vencedores con muerte de innumerables herejes y piratas (que tal religión y vida profesan los más de los franceses que por allí están poblados). De los españoles murieron 14 solamente, pérdida que no merece este nombre comparada con tan importantes conquistas y con el rico despojo que de una y otra plaza recogieron. Y habiendo perdido el enemigo en estas empresas la mejor gente que tenía y muchos esclavos y las dos principales fuerzas se debe esperar que por mucho tiempo no podrá rehacerse de suerte que dé molestia a nuestras tierras con que se vivirá con sosiego y le tendrán todos para mostrarse agradecidos a Dios y a su Santísima Madre por tan especiales beneficios en que tuvo la parte que vimos nuestro Padre San Ignacio. 14. Cuya vida había leído un piadoso caballero de esta ciudad a tiempo que una esclava de otro pariente suyo estando en los últimos trances batallando con las agonías de la muerte dio en asombrarse porque [fol. 112] decía ver unas espantables figuras que la horrorizaban y llenaban de miedo. Eran demonios sin duda que en tan apretado lance echan el resto para tentar y hacer caer a las almas. No sabían los que asistían a la enferma qué medio tomarse para librarla de la vista de tan horroroso objeto. Pero el caballero que había leído la vida de nuestro Santo Padre y en ella el poder que le comunicó la Majestad divina contra los espíritus de tinieblas los animó a todos diciendo que él traería presto un eficaz remedio. El que trajo fue una estampa de nuestro bienaventurado que apenas entró donde la enferma estaba cuando trocado su semblante de triste en alegre, empezó a burlarse de los demonios, diciendoles: Andad. Andad. Por que huís ahora? Quedó con esto en todo sosiego y quietud y con ella pudo atender a disponerse bien para acabar la 471.
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vida rindiendo el alma con suma paz (a lo que podemos piadosamente creer) para gozar de la vida eterna. 15. Concluyamos lo tocante a esta residencia con uno de los raros y admirables prodigios que suceden en el devotísimo santuario de Nuestra Santa de Altagracia en el felicísimo pueblo de Higuei135 de esta Isla. Bien quisiéramos asegurar el crédito a lo que habemos de referir con la narración de los continuos prodigios que Dios obra en esta devotísima casa de su Madre y por medio de su poderosa intercesión pero ni son deste lugar, ni les faltará pluma más elocuente que los escriba. Baste saber que es común tradición en toda la Isla, comprobada con repetidos sucesos, que los que en vida prometieron visitar este sagrario de la devoción o tuvieron deseos de reverenciar en él a María Santísima en tan prodigiosa imagen y no pudiendo cumplir sus deseos acabaron la vida antes de ponerles en ejecución, vienen después de muertos a cumplir la promesa que hicieron vivos o a satisfacer los dese [fol. 112v] os que debieron de visitar este admirable santuario136. 16. Entre los demás casos que en comprobación de esta maravilla se refieren, uno es que asistiendo en dicha iglesia una piadosa mujer que cuida de su aseo y que nunca en su vida había visto Padres de la Compañía vio entrar en ella un día a un clérigo en quien reparó con novedad el traje; pero mucho más la modestia y compostura, la devoción y afecto con que oró largo rato delante de la sagrada imagen y últimamente el recato y silencio con que salió de el templo y sin detenerse se fue adonde nunca más le vio. La novedad de todo movió la curiosidad fácil de mover en las mujeres. Preguntó a los vecinos qué clérigo y de qué profesión era uno que en traje algo diferente de los demás había venido a visitar a la sagrada imagen de Altagracia? Nadie supo responderla porque ella sola le había visto hasta que dando las señas muy particulares de traje y rostro. Ellas fueron tales que los que le habían cono-
135 Cipriano de UTRERA. Nuestra Señora de Altagracia. Historia documentada de su culto y su Santuario de Higüey. Ciudad Trujillo, s/e (1940) 78-88. 136 Véase: José Luis SÁEZ. “La Compañía de Jesús y la devoción popular dominicana”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, 59 (1990) 100.
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cido se persuadieron haber sido el Padre Antonio Pérez137, superior muchos años de la residencia de Santo Domingo a quien sus muchos cuidados y ocupaciones nunca dieron lugar de cumplir los deseos que tuvo ardentísimos de visitar en vida este prodigioso santuario. Pero lo que no pudo, creo, ejecutó poco después de difunto. Bien singular es el suceso y en que se descubre bien dilatado campo para filosofar a la piedad cristiana a quien dejamos esto por no alargarnos más de lo justo.
137 Antonio Pérez (Anserma [Caldas, Colombia], c. 1626-Santo Domingo, 1683). Ingresó en la Compañía en Tunja, el 21 de agosto de 1642. Cursó sus estudios en la Universidad Javeriana de Bogotá. Vicerrector del colegio de Mompox (1662-1663) y Rector de Cartagena (1644-1648). Llegó a la Española en 1669.
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Capítulo 11 DE LAS RESIDENCIAS Y MISIONES DE LOS LLANOS 1. En la vasta Provincia de los Llanos138 que dista de Santafé por espacio de ciento y treinta leguas siendo innumerables en las que esta [fol. 113] región se dilata tiene al presente la Compañía cuatro residencias o doctrinas de indios ya cristianos a que se van agregando los que el celo de los nuestros va sacando de la gentilidad y reduciendo a nuestra santa fe139. Estos pueblos principales son: Pauto140, San Salvador de Casanare141, Nuestra Señora de Tame142, y San Javier de Macaguane143. Otras hay como el de Nuestra Señora de el Pilar de los Tunebos144 y el nuevo pueblo de San Mauricio145 de los que les iremos dando noticia en varios parágrafos para mayor claridad y distinción. En estos pueblos y en las empresas espirituales frecuentes que se ofrecen están ocupados catorce sacerdotes. En lo temporal no hay que decir nada pues consta que todas las conveniencias de aquella tierra juntas no bastan para sacar a nadie de miserias. Pero si esas cortas conveniencias las tuvieran los misioneros no hay duda lo pasaran con algún alivio pero ni 138 Para su descripción nos remitimos a: Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de Historia Americana. Estado presente de la Tierra Firme. Bogotá, Editorial Sucre (Biblioteca de Historia Nacional) (1955) Tomo IV, 384-389. 139 Como marco general histórico, véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones. Germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007). 140 Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011) I, 205-209. En adelante citaremos: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, el tomo y la página. 141 Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 205-209. 142 Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 219-222. 143 Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 23-24. 144 Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 325-330. 145 Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 296.
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las tienen, ni las pueden tener, ni tampoco las desean pues sólo buscan las almas de los hombres más abyectos y desdichados en los ojos y estimación de el mundo. No es el intento ahora ponderar lo que los misioneros apostólicos generalmente padecen en esta reducciones y en los continuos viajes que emprenden para tanta gloria de Dios y ayuda de las almas porque de esto ya está escrito harto en todas las anuas que hablan de estas misiones. Y con la ocasión de referir algunos viajes que estos años se han hecho diremos lo que baste para encender las voluntades deseosas de padecer por Cristo a ejemplo de los que tan gloriosamente trabajan. Diremos pues primero alguna cosa de los pueblos en particular pasando de esto a las espirituales conquistas que desde el año de mil seiscientos y noventa y cuatro han hecho tan celosos, alentados y verdaderos hijos de la Compañía. [113v]
Parágrafo 1 Fúndase el Pueblo de San Mauricio y dase noticia de Pauto, Casanare, Tame, y de el Pueblo de Tunebos. 2. Empezando por lo que ofrece menos materia a la narración damos el primer lugar al pueblo nuevo de San Mauricio que en los principios que lleva es bien crecido y numeroso, si bien la nación de indios que le forman [está] dividida en dos parcialidades contrarias, los unos llamados Guaibas y los otros Chiricoas146, promete poca firmeza y perseverancia por ser su costumbre no
146 Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2011) 446-456. (En adelante citaremos: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. y la página correspondiente). Guahibos y chiricoas. “Son según la opinión más probable, dos naciones distintas pero tan nativamente unidas y hermanadas, que parecen una nación sola”. Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 149. Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 285286. Joseph GUMILLA. El Orinoco ilustrado (1731) 204-205. En realidad eran tribus ambulantes por el Aírico, el Orinoco, Barinas “o cualquier otro sitio”. Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 17. Habitan desde los rincones más retirados del Orinoco, del río Meta y el Aírico, hasta casi los últimos términos de San Juan de los Llanos. Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 150. También se les encontraba entre el Guaviare y en el Sinaruco junto a los yaruros. Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 64, 67.
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vivir de asiento en parte alguna, ni cuidar de hacer labranzas o sementeras de maíz y otros frutos para su sustento. Éste [lo] buscan vagueando como gitanos y robando lo que pueden de las labranzas de otros indios. Y así nunca paran siendo generalmente por esto muy aborrecidos de las demás naciones que los temen por ser de los guerreros y andan siempre armados como a quienes les ha de costar ordinariamente pendencias el necesario alimento para sustentar la vida. Esta libertad y falta de aplicación al trabajo y odio a la quietud de los poblados hace en estos indios muy violenta la reducción a pueblos. Y así aunque varias veces se han reducido y vivido sujetos a los misioneros el tiempo bastante para ser catequizados y bautizados algunos pero luego llamados de su natural inquieto y vario, sin más causa, ha sucedido en una noche no quedar indio en el pueblo por haberse huído todos. 3. No obstante, desde el año de 96 se han vuelto a juntar muchos a diligencias de un Padre Misionero y han hecho pueblo en forma con iglesia y casa para el Padre y otras muchas para su habitación y juntamente han trabajado sus la [fol. 114] branzas a lo que parece con verdadero deseo de perseverar en el bien comenzado que no hay duda les tendrá la bondad divina señalado algún plazo para que de veras se conviertan y no se pierdan tantas almas; siendo ésta una de las más numerosas naciones que se conocen en estos Llanos si ya no es que por sus muchos latrocinios y otras maldades se les hayan de el todo cerrado las puertas de la divina misericordia. Ellos, en fin, perseveran aunque no todos que ya algunos hicieron de las suyas; los demás están quietos y se van agregando nuevas parcialidades y si ella fuera gente de constancia presto fuera esta reducción la mayor de todas. Pero dejándola por ahora hasta que el tiempo nos asegure su perseverancia pasaremos a los otros pueblos antiguos ya nombrados. 4. En el pueblo de Pauto, que es la principal doctrina de éstas y como la plaza de armas de esta espiritual conquista, residen al presente cuatro sacerdotes. El uno superior de toda la misión que juntamente es Comisario de el Santo Tribunal de la Inquisición para los casos que en tierras tan apartadas pueden ofrecerse; otro de los Padres es cura; el tercero le acompaña y está como de retén para acudir a donde más lo pidiere la necesidad; y el cuarto es procurador de algunas haciendas de poca monta que se han procurado entablar para los gastos de los viajes y demás costos de las misiones, las cuales sin ésto no 476.
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pueden tener permanencia alguna principalmente que el interés de los donecillos ordinarios es el anzuelo con se pescan los indios. Compónese Pauto de tres naciones o parcialidades que son: Cacatíos147 y Paya y Gasparicos y tiene también alguna vecindad de españoles y mestizos repartidos en algunas estancias de el contorno; aunque [fol. 114v] en esto ha habido su novedad porque en estas misiones, donde solo parece se había de grangear la Compañía estimación y aplauso, el fruto que de ordinario coge son persecuciones y calumnias, por ventura las más graves y enormes que ha padecido aun de los mismos herejes. Pero no es mucho haga sus esfuerzos el demonio para impedir una obra de que tanto bien se sigue a las almas. Mas este punto tendrá su lugar en otra parte. 5. De la cristiandad de Pauto podemos decir con verdad que es un remedo de la primera iglesia. Son todos sus naturales muy dóciles sobre ser más capaces que los demás. Veneran a los Padres con un género de reverencia y amor extraordinario con que no salen un punto de sus órdenes y consejos. Están instruídos en los misterios y preceptos de nuestra santa ley como si fuera ésta la cristiandad más antigua de el mundo; principios todos de que nace en ellos una aplicación singular a las cosas de virtud como son oír todos los días misa, frecuentar sacramentos, asistir a la iglesia donde gastan largos ratos en la oración mental y vocal, que en todo están muy instruídos. Alístanse con singular gozo y aprecio en las congregaciones de el Niño Jesús y de la Purísima Concepción de María su Madre que se les han fundado y acuden a sus santos ejercicios con toda puntualidad y frecuencia. Los congregantes de la Virgen pasaban de 100 el año de 94 y aunque tan pobres ofrecen sus limosnas con tanta liberalidad que se le hicieron dos mantos muy ricos a la sagrada imagen. Tiene este pueblo una iglesia nueva, buena y muy capaz; sus ornamentos y alhajas ricos y preciosos y en fin no parece que hay más que desear ni pedir a la cristiandad de Pauto. 6. Y aunque los Padres de su asistencia tienen bien que trabajar [fol. 115] con estos indios con todo no sufre lo fervoroso de su celo el dejar de acudir a otras partes. Está algunas jornadas distantes de Pauto la ciudad de 147 José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 411-412.
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Santiago de las Atalayas148 en estos mismos Llanos. Es cabeza de gobierno y por ella se llama su distrito los Llanos de Santiago. Sus moradores son españoles y mestizos (así llaman a los que tienen algo de la tierra) y viven todos tan empleados en las cosas de el mundo como si sólo para esto los hubiera Dios criado. El año de 94 acudieron los Padres de Pauto a darles un recuerdo de la otra vida. Publicaron los jubileos de la doctrina y misión y a la novedad concurrió todo el gentío de la comarca. El fruto fue grande parecía que de repente habían vestido nuevo traje o nuevas costumbres todos los moradores de Santiago. Los cuales entablaron desde entonces la devoción y novena de San Francisco Javier cuya imagen muy hermosa colocaron en un nuevo altar que erigieron entonces y quedaron tan agradecidos al beneficio que de la Compañía recibieron que no contentos con haber dado repetidas gracias a los misioneros escribieron en la misma conformidad al Padre Superior de la Misiones y al Padre Visitador149 que entonces gobernaba esta Provincia. 7. Esmérase más en estas demostraciones como lo acostumbra en todo lo que es y pertenece al bien de estas misiones el Maestro de Campo Doctor Pedro Suárez de Vargas, Teniente general de la Gobernación de Santiago150, grande amante y favorecedor de nuestra Religión a quien por estos motivos envió el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano, por comisión de nuestro Padre General, carta de hermandad con la Compañía, demostración que ha estimado este piadoso caballero como uno de los mayores bienes que espera en esta vida. Son llenas de estimación y agradecimiento las palabras con que significa el suyo al Padre Visitador por éste, 148 Santiago de las Atalayas. Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana. Tomo IV: Estado presente de la Tierra Firme. Bogotá, Editorial Sucre (Biblioteca de Historia Nacional) (1955) 389-396. Para la primera fundación de Santiago de las Atalayas en septiembre de 1588, véase: “Acta de fundación de la ciudad de Santiago de las Atalayas”. En: Revista del Archivo Nacional. Bogotá. 6 (1944) 45-47. 149 Diego Francisco de Altamirano. 150 Pedro Suárez de Vargas. Teniente general de la Gobernacion de Santiago, Maestre de Campo, Mariscal de Campo, Justicia Mayor del pueblo de Tame. Recibió en 1690 carta de Hermandad por comisión del Padre General de los Jesuitas. Véase: Andrés CASTRO ROLDÁN. “Santiago de las Atalayas: una ciudad de la frontera en el Nuevo Reino de Granada (XVI-XVIII)”. En: Fronteras de la Historia. Bogotá. 12 (2007) 301-339.
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[fol. 115v] que llama singularísimo beneficio por el cual se obliga a [ilegible] a la Compañía no sólo como hermano y como hijo sino también como uno de sus más rendidos esclavos. No desdicen las obras de las palabras porque verdaderamente solicita y agencia las conveniencias de nuestra Religión y particularmente de las misiones como las suyas proprias. Ésto nos ha parecido poner aquí para que sirva a la memoria de recuerdo para agradecer el bien que se nos hace y por no discontinuar esta materia aunque haya sido a costa de dividir lo que íbamos tratando de los pueblos y reducciones. 8. De los cuales el más cercano a Pauto es el de San Salvador de Casanare, llamado El Puerto, por serlo de las embarcaciones que navegan el río Casanare y vienen de el Presidio de Guayana. Los indios de él son Achaguas151 no menos fervorosos que los de Pauto en la frecuencia de sacramentos, asistencia a la iglesia todos los días a oír misa y los viernes de el año acuden muchos al ejercicio santo de la oración mental y vocal para lo cual después de cantado el Miserere les platica el Padre algunos puntos para materia de la meditación. Las fiestas principales celebran con la ostentación que cabe en su pobreza pero lo que es más estimable gastan enteramente estos días en santas ocupaciones confesando y comulgando casi todo el pueblo. Tienen una muy buena y capaz iglesia que el Padre Doctrinero va alhajando con mucha riqueza y aseo gastando en esto como acostumbran los doctrineros de la Compañía la mayor parte de sus cortos estipendios. Como el principal sustento de los indios es el maíz o trigo de Indias para que necesitan de montes donde hacen sus rocerías que quemadas es el único beneficio para sus [fol. 116] sementeras. Este pueblo padece grave necesidad porque con la continuación de las rocerías están consumidos los montes de arboledas que tenían cerca151 Ha sido Juan Rivero quien ha dibujado el mejor mapa geográfico de esta etnia. Se extendía “desde muy cerca de Barinas hasta San Juan de los Llanos, y desde allí hasta Popayán sin que se les haya descubierto términos hasta ahora”. También describe una “gran manga” de esta nación que partía de San Salvador del Puerto de Casanare “hasta el Ariporo y hasta las orillas del Meta”. Además, esta etnia contaba con más de 20 naciones o provincias que hablaban un mismo idioma, “si bien había, y aún hay ahora algunas diferencias, como las que existen en Castilla entre portugueses y gallegos...” (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 21-22). José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 360-378.
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nos con lo cual se ven obligados a buscar montes donde sembrar lejos de el pueblo. En ésto padecen gravísimos daños no solo en lo espiritual sino también en lo temporal, causa de que se trate de mudar mucho ha este pueblo a sitio más cómodo pero cada día se ofrecen nuevas dificultades en esto con que se va dilatando la mudanza no sin algunas quejas de los indios y mayores molestias de los Padres misioneros. 9. En el pueblo de Nuestra Señora de Tame es de Giraras152 gente más nueva en la fe y por esto y mucho más por la ferocidad de los naturales y obstinación en sus diabólicos ritos es muy difícil de doctrinar y dan harto que padecer a los nuestros que los cuidan. Son inclinados por extremo a las supersticiones y hechicerías atribuyendo sus males y desgracias a sus enemigos que por arte de el demonio las causan; y no hay que sacarles de este engaño con que son entre ellos implacables los odios y rencores. No obstante en los ya reducidos, que son los más, se experimenta una singular constancia en la fe muy ajena de el natural mudable y vario de otras naciones. La misma firmeza conservan en los ejercicios de piedad entablados en su pueblo con lo cual podemos decir que son tan buenos cristianos como fueron pertinaces gentiles. Y si Dios quisiere se acaben de reducir o desterrar algunos hechiceros, que llaman mojanes153, y han quedado aún entre ellos hay buenas esperanzas de que será ésta una cristandad muy fervorosa y nada inferior a los otros pueblos de que habemos hablado. El año 95 se acabó la iglesia de este pueblo con gran consuelo de los indios y mayor gozo de el Padre Doctrinero. 10. 152 Giraras. Su hábitat fue la serranía de Morcote y el Aírico de Macaguane. Después de la destrucción de la ciudad Espinosa de las Palmas los giraras se dividieron en tres parcialidades: la del río Ele, la del Guiloto y la del Arauca (Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia, II, 267. Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 126). José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 466-469. 153 La literatura chamánica es extensísima. Sin embargo, para el lector moderno sugerimos una lectura fácil como es la de Ariel José JAMES y David Andrés JIMÉNEZ (Coords.). Chamanismo. El otro hombre, la otra selva, el otro mundo. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (2004). Para el período jesuítico, véase: Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1965) II, 88-101. Héctor LLANOS VARGAS. En el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo. Adoctrinamiento de indígenas y religiosidades populares en el Nuevo Reino de Granada (siglos XVI-XVIII). Bogotá, Universidad Nacional de Colombia (2007).
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[fol. 116v] Pero como los gustos de esta vida van siempre con mucha mezcla de amargura permitió Dios que este mismo año matasen los hechiceros tres indios de el pueblo y al año siguiente se huyó el cacique con su mujer, hijos y otros muchos. Con estos males vinieron otros de adonde menos se debieran temer que fue de los españoles vecinos. Uno de éstos de oficio carpintero se fue introduciendo en Tame con calor de oír misa y de hacer algunas obritas que le encargaban para la iglesia. Tuvo éste maña para que le nombrasen Teniente de Corregidor, oficio que según las leyes de la nueva Recopilacion de Indias debe estar siempre entre los mismos indios de los pueblos. Con la vara de el cargo tuvo mano el carpintero para introducir sus ganados y los de otros españoles más abajo de el pueblo, en los resguardos de los indios, y con gravísimo perjuicio de sus sementeras impidiéndoles juntamente las pesquerías de el río que son el mayor regalo de esta miserable gente. A cuyo amparo ocurrió por entonces la divina providencia enviando tal plaga de tigres que causando lastimoso estrago en los ganados de los españoles les obligaron a que mudasen a otra parte las reses que les quedaron vivas. Pero no se hizo ésto con menor daño de los indios ni con menores pesadumbres. Por esta causa los curas que para remediar estos inconvenientes y poner freno a la insolencia de algunos que a cada paso les perdían el respeto con dañosísimo ejemplo de los indios a los cuales les mantiene en la fe, más que otra cosa, el temor y reverencia grande que tienen a los Padres. Acudieron éstos al Señor Presidente de este Reino suplicando nombrase en el cargo de justicia Mayor de Tame al Mariscal de Campo Don Pedro Suárez de Vargas de quien hicimos mención poco antes. Hízose el nombramiento y fue consejo de el cielo porque sólo el nombre de tal patrón bastó a remediar tan grave [fol. 117] inconveniente quedando por esta parte los Padres con todo sosiego y quietud para emplearse con todas sus fuerzas en el bien de aquellas necesitadas almas. 11. No menor provecho se le ha seguido de este nombramiento a la cristiandad de los Tunebos154 pues con la ayuda de el nuevo Justicia Mayor se pudie154 Los tunebos, según Mercado, “estaban derramados por los ríos de Tame, por el de Gravo, por el de Ele y por el de Arauca y por otro paraje llamado Aguas Blancas y muchos de ellos estaban entre las montañas de las cordilleras que miran a la ciudad de Pamplona” (Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino
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ron recoger muchos a su primer pueblo de Patute, llamado también Nuestra Señora de el Pilar, donde la Compañía los doctrinó algunos años pero ausentáronse habrá diez, amedrentados de los castigos que en ellos ejecutó un gobernador llamado Juan de Jerez, que se obligó a poblarlos y en su demasiado rigor lo que consiguió fue el que todos se retirasen al monte a que no poco les ayudaría su natural inclinación de andar monteando y buscando cera, miel de avejas, resinas y otros géneros que se dan en los montes y con que salen al Reino, no tanto para comerciar como para satisfacer a su natural andariego y vagamundo. Ésta ha sido la causa de que varias veces los dejasen los nuestros para emplearse en mies más fructuosa pero porque los más están bautizados de su mano. Volvieron a darles curas desde el año de 94 y el de 95 había ya pobladas más de 250 pasando de los 50 los adultos gentiles que habían recibido el santo bautismo sin otros 60 párvulos a quienes se había administrado el mismo sacramento. Mudóse ya este pueblo a mejor sitio a las riberas del río Tacoragua, de adonde toma el nombre dejado el antiguo de Patute y atraídos de el benigno temple son muchos los indios que se han poblado estos últimos años y se espera que esta cristiandad con el cuidado y agasajo de los misioneros y justicias rinda una muy abundante cosecha por ser esta nación de los Tunebos muy dilatada y numerosa; y aunque los naturales son incostantes y ferocísimos, [ilegible], embusteros y cabilosos; pero mayores fieras sabe domar el suave yugo [fol. 117v] de el evangelio. De que será buena prueba lo que diremos ya de el pueblo de Macaguane.
y Quito, II, 278). Según Rivero habitaban en la serranía de Morcote (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 56) y más tarde cerca del río Tame (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 58). También Gumilla los conoció en Patute y en los páramos nevados de Chita (Joseph GUMILLA. El Orinoco ilustrado (1731) 408 “... los indios tunevos de Patute, del Piñal, de Chisgas y de Guacamayos…”). José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 553-557.
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Paragráfo 2 Trátase de el Pueblo de San Javier de Macaguane 12. El numeroso pueblo de Macaguane es el más nuevo de los cuatro principales ya nombrados; sus indios son Giraras y Airicos155, tan feroces y bárbaros éstos como valientes y adelantados los primeros. El nombre de airicos es genérico y quiere decir lo mismo que montañeses156 porque son indios sacados de una espesísima e inmensa montaña donde se crían a manera de fieras. Son desenfrenados en la sensualidad y embriaguez y sobre todos son muy dados a la superstición y hechicería. Conversan frecuentemente con los demonios, tratan con ellos como amigos con amigos. Curan las enfermedades a soplos con pacto explícito con el enemigo común a quien los más diestros en este arte traen en forma visible para que los mismos diablos ejecuten tan abominables curaciones. En fin, decir de las bárbaras costumbres de estos Airicos fuera nunca acabar y así lo dejamos porque tampoco hay cosa que deleite o aproveche en esta narración. 13. El pueblo, quizás porque no se pudo otra cosa entonces, se fundó junto a las mismas montañas que fue lo mismo que dejarlos con la occasión en las manos o a ellas en las manos de la ocasión. Hanse bien reconocido los inconvenientes de esta población pero a tiempo que en remediarlos se temen mayores daños. Y así aunque muchas veces se ha intentado la mudanza a parte más segura donde vivan los indios con la sujeción que para su enseñanza se requiere sin la libertad de huirse al monte cuando tienen alguna desazón, o temen algún castigo, o por su natural inconstante y ene[fol. 118] migo de el trabajo nunca se ha podido conseguir temiendo prudentemente los nuestros de la ferocidad de estos bárbaros algún alzamiernto general con
155 José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 388-390. 156 Los Airicos, a la entrada de los jesuitas en 1661, se redujeron en San Javier de Macaguane, a seis leguas de Tame (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 142), población situada a orillas del río Macaguane “que está en medio de los ríos de Cravo y Ele” (Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia, II, 280. Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 140) Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 386-388.
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que se pierda de una vez todo, no sólo el fruto sino también la esperanza que de reducirlos se tiene por medios más suaves y blandos. 14. Los principales instrumentos de satanás para estorbar el bien de estas almas son los hechiceros o médicos (que todo es uno entre ellos). Éstos por su arte son más temidos que estimados de los demás porque si no los llaman para curar a los enfermos acuden ellos y si no se dejan curar les causan con sus malas artes gravísimos males permitiéndolo así Dios Nuestro Señor por los ocultos juicios de su altísima providencia. Si con el castigo de éstos se pretende poner conveniente remedio la vecina montaña es el alijo de sus maldades y la que les da atrevimiento para intentarlas y ejecutar las más atroces por vengarse de los que por todo su bien los persiguen. Entre otras quisieron el año 96 quemar al Padre Doctrinero en su misma casa y no se quedó en amago la maldad; pusieron de hecho el fuego. Escapó el Padre por medio de las llamas que redujeron a cenizas su pobre albergue con las alhajuelas que en él había. Y aunque los buenos cristianos que aman a su cura como a un verdadero Padre solicitaron por sí mismos la venganza de un caso tan atroz, pero al fin todo se quedó hasta ahora sin castigo y por la falta de él en este y otros semejantes delitos están los malos cada día más insolentes y el cura con los riesgos de perder la vida que tiene un cordero entre muchos lobos. Ni se contenta el demonio con valerse de tan fieles y aptos ministros para sus intentos hace también por sí mismo cruel guerra a estas nuevas y no bien arraigadas plantas en la fe. Aparéceseles en forma de uno de ellos, persuádeles que es su pariente y amigo y les ex [fol. 118v] horta a no hacer caso de lo que les dicen los Padres que los engañan, privan de su libertad y sujetan a los españoles para que paguen tributos, obligándoles para esto a trabajar sin el descanso, ocio y gustos que tenían en el monte. No son de tan poca eficacia semejantes astucias y engaños de el demonio con los incautos y sensuales indios que no consigua [sic] muchas veces lo que pretende que es obligarles a la huída y retiro de las montañas. 15. Mas en medio de tantos esfuerzos de el enemigo común no ha salido con la suya de destruir esta nueva cristiandad ni aun ha podido estorbar sus muchos y continuos aumentos así en el fervor como en el número de cristianos que cada día crece con los que de nuevo van saliendo de los montes y bien 484.
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instruídos se bautizan. Entre otras fue muy célebre y no menos útil para el pueblo en lo espiritual la salida que hizo el año de 95, día de la traslación de el glorioso protomártir Esteban, un indio de nación Girara de grande espíritu y facundia en el hablar157. Era éste el que mantenía en el monte como principal ministro de satanás no sólo a los que hacían fuga sino también a los que deseaban poblarse y reducirse. Pero ahora llamado de Dios y convertido como otro Saulo en Pablo trajo tras sí hasta 40 de su nación en dos tropas y aseguró quedaban inducidos de él mismo otros tantos para venir al pueblo en haciéndoles él las labranzas para tener todos asegurado el sustento. Añadió el indio que tenía comunicada otra nación bastante sola a fundar un buen pueblo y que acompañaría al Padre para que la sacase, poblase y redujese a la ley de Dios. Lo cual, dijo, sería fácil de conseguir si el Padre no los mudase de adonde entonces estaba el pueblo de Macaguane por la gran comodidad que les ofrecía a sus sementeras la montaña grande y vecina. 16. [fol. 119] A esto le replicó el Padre que no podía dejar de mudarles a otro lugar no por quitarles la ocasión de que les engañase el demonio llevándoles otra vez a la montaña de adonde los encaminaba al infierno. Confirmó ésto el Padre con muchos casos que le habían sucedido y de que el indio estaba bien noticioso. Pero a todo satisfizo él con notable presteza y fundamento. “Tú, Padre, le dijo, lo que quieres es que haya muchos cristianos y ésto sólo lo puedes conseguir estando quieto en este sitio porque como lo sabes bien y experimentas, por uno que tal vez huye, salen muchas cuadrillas que te buscan y se reducen a lo que tú quieres lo cual no sucediera si estuvieras de aquí apartado. Además que el retirarse no lo has de conseguir sin mucho riesgo de que los que 157 Antonio Calaimi. A finales del 1701 el cacique girara Calaimi regresó a Tame después de un pintoresco viaje en compañía de 16 indios de cinco diversas naciones. Había salido de la ciudad de Pedraza rumbo al intrincado sistema montañoso habitado por los betoyes. En el camino trabó amistad con los guaneros, agualos y guaracapones, y después de atravesar el Apure y convivir unos días con los situjas llegó al primer pueblo de betoyes, llamado Isabaco, donde recogió información suficiente acerca de todas estas naciones. De aquí se dirigió directamente a Tame. Con el P. José Gumilla fundaría San Ignacio de Betoyes. Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 346 y ss.
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tienes te dejen todos. Y en fin persevera en este sitio y experimentarás de hoy en adelante otra cosa y es que no se te huirá nadie aunque los castigues y de los huídos vendrán muchos y serán más continuas las salidas de los que de nuevo vengan a poblarse; porque te hago saber que en la montaña no tenían los indios más amparo que mis bríos y consejos y teniéndome tú a mi solo quedarán allá los que no supieren mi venida”. 17. No sin admiración escuchó el Padre el razonamiento de el bárbaro y juntas sus razones con la que le obligaba a esperar las otras tropas que se disponían a venir, que juntas con las dos primeras serían ochenta gandules, esto es, indios de tributo y armas tomar y con mujeres, niños y ancianos, más que doblado el número; y añadiéndose a esto la comodidad de entrar a la nueva nación de que antes de la venida de este indio tenía el Padre noticia y algunos de ella en su pueblo. Se vio obligado a suspender por entonces la mudanza para considerar más de espacio si convendría a dejarla totalmente. Lo cierto es que hasta ahora no se ha hecho y puede ser que nunca se haga [fol. 119v] porque además de lo dicho están los indios más sujetos y amedrentados con algunos castigos que la divina Justicia ha ejecutado en los fugitivos apóstatas de éste y de otros pueblos. Tienen muy en la memoria y procuran los Padres que no se les olvide lo que en años pasados sucedió a muchos de ellos que no contentos con haberse huído de el pueblo de Tame, viendo que no los seguían otros que dejaron para esto apalabrados, determinaron venir una noche a poner fuego en la iglesia y en todo el pueblo pero les acaeció que todos los fautores de esta maldad murieron de repente en dos días y una india cómplice en el delito, que distaba de ellos dos jornadas, murió al mismo tiempo picada de una culebra. 18. En el mismo Pueblo de Macaguane sucedió el año de 94 que un indio pariente de el cacique, atrevido y desvergonzado a quien castigó el Padre porque en su labranza consintió una de sus bebezones y borracheras, se huyó también al monte pero presto se hubo de volver atemorizado de que apenas llegó cuando una víbora le mató una hija pequeña y que él mucho quería y atribuyéndolo a castigo de su fuga se volvió al pueblo aunque no mejoró mucho su vida. Pero ya que no a él, a otros han aprovechado mucho estos ejemplares castigos con lo cual hay ya más quietud en el pueblo y cada día 486.
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crece la cristiandad y en los fieles el fervor y devoción y juntamente se van desnudando de aquella barbaridad y estupidez en que se criaron descubriendo unos entendimientos muy capaces que cultivados con la enseñanza alcanzan muy bien y penetran no menos lo que pertenece al gobierno político para vivir como hombres racionales que lo que toca al alma para vivir como hombres racionales y vivir como cristianos. De todo tocaremos algunas cosas que tocan al común y otras de sujetos particulares por donde se conozcan bien que el indio es una piedra bruta pero preciosa que si se labra descubre los fondos de un entendimiento capaz. 19. [fol. 120] Al paso, pues, que necesitan los indios de enseñanza necesitan juntamente de el castigo cuyo temor les obligue a aplicar el ánimo contra la natural propensión al ocio. Pero como estos bárbaros se criaron en una vida tan libre y ajena de sujeción siendo juntamente altivos y soberbios y muy presumidos de valientes, parecía impracticable el que se sujetasen a la correción y castigo; le llevaban tan mal que aun los más cobardes se huían y los más alentados intentaban la venganza. Pero al presente están las cosas tan mudadas que si alguno comete algun delito sus mismos parientes y amigos le traen al Padre y le acusan y procuran que lleve su merecido lo cual se ejecuta con notable solemnidad. Puesto el reo o en la plaza, o delante de la cárcel, los ministros de justicia le hacen su razonamiento sobre el castigo y las causas que dio para él aconsejándole que le reciba con humildad y paciencia como cristiano pues es para su bien y debe con buen ejemplo borrar el escándalo que causó con su delito. Y que advierta y se acuerde (frase propria de los indios) y piense que es mejor llevar en esta vida la pena que en la otra y que así satisface por la culpa y da buen ejemplo a todos. Con lo cual se ejecuta el castigo que ordinariamente es de azotes sin que el paciente una vez convencido responda palabra antes con toda humildad sufre la pena y afrenta dando después las gracias al Padre; lo cual también acostumbran cuando los reprende, o advierte alguna cosa a que responden con una profunda reverencia Dios te lo pague. Y ya es frase entre ellos muy usada cuando llevan a alguno para castigarle Aquel va a dar buen ejemplo.
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20. En los casos más graves y escandalosos saben que no basta la satisfacción de el castigo sino que juntamente estilan delante de to[fol. 120v] do el pueblo pedirle perdón de el mal ejemplo ofreciendo la enmienda. Así lo ejecutó un indio principal, gran médico a su modo cuando gentil. Éste habiendo vivido cristianamente mucho tiempo tuvo la tentación de volver a sus superticiosas curas con ocasión de estar muy enfermo un pariente suyo. Amábale mucho y viendo que se moría fue y le curó supersticiosamente. Súpose el caso en el pueblo y muchos escandalizados vinieron a dar cuenta al Padre el cual, después de castigado el indio, aguardó a que viniese a confesarse y antes le dijo que no le quería confesar porque no había dado satisfacción al pueblo escandalizado gravemente con su culpa. Volvióse con esto bien triste a su casa el pobre indio y pensando en el caso se resolvió a dar buena satisfacción al pueblo. Juntóse todo el primer domingo en la iglesia y, acabada la misa, se levantó el indio delincuente y en medio de todos, que con gran silencio le atendían, les dijo que él estaba muy arrepentido de el escándalo que les había dado con su atroz delito; que por amor de Dios le perdonasen y que entendiesen todos que él estaba resuelto no sólo a enmendarse para en adelante y vivir como buen cristiano pero también a dar cuenta al Padre si alguno fuese a inquietarle para que le curase como gentil. Quedaron todos muy edificados de tan piadosa demostración y el indio prosigue con singular ejemplo de buena vida sin que nadie se atreva a llegar a él para que le cure ni se sabe haya reincidido después en semejante culpa. 21. También es muy digno de escribirse el respeto que tienen a los ministros de justicia. Cuando se nombran alcaldes, fiscales, o alguaciles (que éstos son sus cargos) se ponen de rodillas los electos y besando las varas o insignias de sus oficios, oyen así la pláti[fol. 121] ca que les hace el cura y tal vez el cacique exhortándoles a cumplir con toda fidelidad las obligaciones de el cargo y a no abusar de la autoridad y mando sino sólo servirse de ella en lo que fuere gloria de Dios y bien de el pueblo. Cuando se ofrece ejercer sus cargos contra algún delincuente suelen ellos mismos decir que no lo prenden ni castigan por odio sino por cumplir con su obligación y para dar buena cuenta a Dios de el cargo que les ha dado. 488.
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Que no los miren a ellos que son unos pobres indios sino a Dios y al Rey en cuyo lugar están. Con lo cual es maravillosa la obediencia y rendimiento que todos les tienen sin que haya quien se atreva a dar una queja ni a hablar una palabra y aunque esto y otras algunas cosas de las que habemos dicho y diremos son comunes a los demás pueblos de esta misión con todo las ponemos aquí por ser más estimables entre esta gente tan nueva en la fe y de naturales tan libres, bárbaros y feroces de cuyas costumbres ha triunfado gloriosamente la suave eficacia de el evangelio. 22. Siendo estos indios tan inclinados a la superstición y ritos gentílicos de que hacían tanta estimación y aprecio, ahora por el contrario los aborrecen y desprecian y si alguno llevado de la costumbre cae en alguna superstición y abuso luego los demás le dan en rostro con su flaqueza y le llaman gentil que es entre ellos al presente la mayor y más temida afrenta. La desnudez que era su gala en los montes está ya tan mal parecida entre estos cristianos que en el pueblo por ningún caso se encuentra persona desnuda y si acaso en el campo o monte ven algún hombre desnudo le reprenden y tuercen el rostro y si es mujer se castiga en ella esta culpa con todo rigor y severidad. Hablando un indio con el Padre sobre este punto, le dijo: La desnudez en [fol. 121v] el hombre es malo pero la mujer es intolerable. Y lo bueno era que el tal indio había vivido 30 años en la montaña desnudo y era de los más nuevos en la fe. 23. Bien sabida es tambien la aversión que tiene el indio al trabajo y la inclinación al ocio a que añade en éstos el temor no mal fundado de que sus tareas han de servir más al útil ajeno que al proprio. Mas con todo viéndose sin ropa para cubrir su deznudez y oyendo muchas veces de boca de el Padre los daños de la ociosidad se han aplicado a la hilanza y tejidos de el algodón de suerte que todos tienen la ropa bastante para su uso; y aun los gentiles por ver que los cristianos no los miran bien se avergüenzan y se aplican al mismo trabajo y suelen decir, que no es bueno estarse así no más sin hacer nada, frase muy propria y usada de los indios. Introdújose en este pueblo una escuela de niñas que servía mucho a la edificación común y al útil particular de ellas mismas. Tenían por distribución oír todos los días misa separadas de lo restante de el pueblo y luego entrando en la escuela tenían su rato de orar, después con silencio proseguían en las tareas de hilar y laborar y junta489.
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mente eran instruídas en las oraciones y doctrina cristiana. Criábanse estas muchachas con notable amor a la pureza como se conoció en cierta ocasión en que saliendo juntas y con su maestra a lavarse a una quebrada o garganta junto al pueblo, según su costumbre, salió un mozuelo que estaba escondido y queriendo coger una de ellas dio tales gritos que acudiendo todas contra el atrevido mozo a golpes y bocados le obligaron a soltar la presa volviendo el miserable bien arrepentido y escarmentado de el caso. Esta escuela de tanto bien para el pueblo se acabó ya porque muriendo la maestra que era [fol. 122] una mujer anciana, española y de mucha virtud [y] aunque se halló otra, murió también y no se halló más quien tomase sobre sí este trabajo, lo cual junto con otros estorbos que nunca cesa de solicitarlos el enemigo común contra lo bueno hubo de cesar de el todo y así se ha quedado estos últimos años. 24. En los corazones de estos indios de que tan gloriosamente se han arrancado las malezas de sus costumbres bárbaras se van plantando con no menor triunfo las obras de piedad y devoción. En lo que toca a la frecuencia de sacramentos es necesario irles a la mano y no darles tanta licencia como piden. Confiésanse muchas veces y para recibir a Cristo sacramentado se disponen con ayunos, mucho recogimiento y otras buenas obras y éstas alegan para conseguir licencia de comulgar la cual se les niega muchas veces para que crezca en ellos la estimación, aprecio y el deseo de ser admitidos a tan soberana mesa más frecuentemente. Al oír la palabra de Dios tienen grandísima inclinación y afecto y la oyen con tal atención, silencio y compostura que pueden confundir a los cristianos viejos que están en los templos muchas veces como si estuvieran en sus casas o en el campo. Es cosa maravillosa lo que afirma el Padre Doctrinero de estos indios que siendo así que todas las mujeres van a la iglesia cargadas con sus niños de pecho que no dejan en sus casas por cuanto tiene el mundo (que tan grande es el amor que les tienen) nunca mientras les platica ha oído un llamado, ni ha sentido la menor inquietud de las que suelen causar estos niños. Lo cual parece obra de los santos ángeles custodios que miran tanto por la reverencia y aprecio de el santo evangelio que se predica quitando los impedimentos para que estas gentes le oigan y entiendan como el principal medio de su salvación que les descubre los seguros caminos de la eterna bienaventuranza. 490.
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25. [fol. 122v] Prueba es buena de su aplicación y gusto en oír las cosas de la fe o no menos de su capacidad la que acostumbran estos indios en volviendo a sus casas de la iglesia. Júntase la familia toda y por preguntas y respuestas van repitiendo lo que el Padre les ha predicado y los de mayor autoridad van discurriendo sobre lo mismo varios desengaños con mucho fruto para sus almas; y si tal vez se olvidan de algún punto envían luego a alguno de los más capaces a la casa de el Padre y le instruyen, que sin detenerse a nada, le pregunte las cosas de Dios que les dijo; y oyéndolas en suma, vuelve pronto y las repite prosiguiendo todos en su santo y provechoso ejercicio que es su ocupación ordinaria en los domingos y fiestas de precepto. En confirmación de esto sucedió la domínica de el Buen Pastor que habiendo predicado el Padre sobre el evangelio después mandó prender a un indio mozo llamado Ignacio para averiguar cierta bebezón o convite que habían tenido. Estuvo el buen indio todo el día en el cepo con mucha paciencia y alegría y a la tarde viniéndole a visitar los principales de el pueblo después de sus ordinarias cortesías y cumplimientos en que son bien cortos, empezaron, como suelen, a discurrir sobre el sermón de el Padre en cuyo discurso dijo el indio aprisionado a los otros: Sabeis lo que sucede con el Padre lo que la oveja con el buen Pastor, el cual tira el cayado a la oveja para su bien para que no se pierda y se la coman [los] lobos. Y en esta conformidad fue discurriendo por largo rato con tal concierto en sus razones y desengaños que bien se conocía haber estado todo aquel tiempo meditando lo que el Padre había predicado por la mañana. De esto mismo veremos hartos ejemplos en el paragráfo siguiente que por no hacer este más largo le partimos aquí.
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Parágrafo 3º Dase en particular noticia de los dichos y obras de un indio de este Pueblo. Y continúase la materia de el precedente 26. [fol. 123] Murió poco ha en Macaguane un indio principal y de grande autoridad entre ellos no menos virtuoso que entendido. Llamábase Laureán y sus dichos y hechos fueron tales que nos obligan a no pasarlos en silencio siendo ésta una materia, a nuestro entender, de que a Dios se le sigue gran gloria y que cede en mucho crédito de los apostólicos misioneros que tales hijos engendran en Cristo por el evangelio. La vida pues de nuestro Laureán era una bien tejida tela de ejercicios santos y devotos. Cuando sus ocupaciones y trabajo le daban lugar se iba luego a la casa de el Doctrinero a quien saludaba de esta suerte: Padre, hablemos de las cosas de Dios. Y luego con profundo silencio escuchaba las cosas que decía el Padre de las cuales bien enterado daba vuelta a su casa y juntada la familia que tenía bien doctrinada les repetía lo que había oído y conversaba con todos de estas materias procurando que en su rancho no se tratasen otras que las tocantes al alma. 27. Estando una vez en el monte en sus rocerías (para las cuales es fuerza se ausenten del pueblo el tiempo que duran) dejó un día la labranza y viniéndose al Padre le preguntó éste qué se le ofrecía o por qué dejaba el trabajo? A que respondió el indio. No dejo el trabajo sino que en el monte me olvido mucho de las cosas de el cielo y vengo a oírte algunas para conversar con mi gente porque no vivamos allá como brutos. Trataba con este indio el Padre en otra ocasión de la gravedad y malicia de el pecado mortal. Decíale que ésta es infinita en cuanto es ofensa de un Dios infinito. Y apenas vio ésto Laureán cuando sacó esta conclusión de lo dicho. De este modo tan malo es el pecado, como Dios es bueno. Quedó y con [fol. 123v] razón admirado el Padre de la agudeza de el indio y conoció que si los misioneros trabajaren con aplicación en la mina de estas almas, siguiendo el
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consejo de Tertuliano, quasi effudientes thesaurum158 encontraran con la veta riquísima de entendimientos capaces para entender las verdades que se les explican y enseñan. De adonde se ve cuán grave injuria hacen al que los crió racionales como a los demás hombres los que fundados en lo bárbaro y estúpido de sus costumbres y trato antes de el cultivo los juzgan incapaces y como a brutos los niegan el sustento y manjar de el alma que son los santos sacramentos; como si no hubiera de costar más trabajo el labrar una estatua de un palo tosco acabado de cortar de el monte que el perfecionar otra que con la incuria y antigüedad de el tiempo perdió su perfección y hermosura; siendo cierto que no por necesitar de más trabajo en su labor la primera es incapaz de igual primor con la segunda. 28. La aplicación de el indio Laureán en oír y aprender las cosas de Dios (como él decía) fue el medio con que perficcionó tanto su entendimiento e hizo arder en llamas de fervor y devoción su voluntad descarnada a fuerza de desengaños, oídos y meditados de todas las cosas de la tierra y aspirando solamente a las del cielo. Propúsole un día el Padre que sería bueno enviar tres hijos que tenía a Santa Fe y a otras ciudades de el Reino para que viendo cómo florecía en él la cristiandad, lo magnífico y suntuoso de los templos, la majestad y gravedad de los ritos y ceremonias eclesiásticas y la autoridad de los ministros de la iglesia hiciesen cabal concepto de la Religión católica. A lo cual respondió el [fol. 124] indio: Envíalos Padre donde quisieres, que ya no les tengo amor porque Dios me tiene cogido a mí. Frase con que explicó muy bien que cuando Dios se apodera de el corazón de un hombre no deja lugar en él a las cosas caducas y perecederas aunque tan proprias y allegadas como son los hijos a los padres cuyo amor natural sobrepuja y vence el sobrenatural y divino, como le había vencido en esta dichosa alma siendo tanto más ilustre el triunfo cuando en los indios es más vehemente este amor o inclinación natural a los hijos que pasa en ellos los límites de la razón y llega a ser pasión con exceso desordenada. 29. Pero volviendo al caso, ya que no envió el Padre los hijos de Laureán, envió un yerno suyo mozo de buen espíritu y bien parecido al suegro en el entendimiento. El cual de vuelta contaba a todos los de el pueblo con toda claridad 158 Casi esparciendo el tesoro.
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las cosas grandes para ellos y singulares que había visto y como el cura le preguntase a Laureán qué era lo que sentía de lo que su yerno contaba? le respondió: “Lo que juzgo es que nosotros los hombres viejos éramos los que habíamos de ir a ver estas cosas porque penetramos lo interior que los mozos sólo atienden a los colores y corteza de lo que ven”. Y cuánta verdad fuese el que Laureán penetraba no sólo lo interior de los objetos que entran por los ojos sino también de las palabras que oía, lo manifestó bien con otro dicho aludiendo a la creación de el mundo cuya historia oyó en una ocasión predicar al Padre y se hizo tan capaz de ella como si toda la vida la hubiera estado aprendiendo. Habíase pasado mucho tiempo después de este sermón y llegada la cuaresma [es] estilo de los curas de estas reducciones llamar por sus parcialidades a [fol. 124v] los indios previniéndoles antes para que ninguno quede sin cumplir con la iglesia. Seguíase pues la parcialidad de que era Laureán cabeza y avisándole el Padre que ya era tiempo de prevenir su gente le respondió con prontitud notable: Aguardamos los hombres a que vaya primero la gente de el pecado. Así llamaba a las mujeres desde que oyó que la primera de todas, Eva, fue causa con su culpa de la perdición de el género humano. 30. Y porque nadie piense que el predicar a los indios estas y otras semejantes historias de la sagrada escritura como también los Anales eclesiásticos es de poca utilidad para ellos, pondremos aquí un caso que sucedió en este mismo pueblo con un indio Girara criado en los montes, de espíritu feroz y alentado. Hallábase éste muy turbado un día y ya vencido de la tentación de huirse apóstata a la montaña cuando tuvo la suerte de que le encontrase el Padre, el cual con la larga experiencia adquirida en más de 30 años de trato y comunicación con los indios conoció por la turbación de el semblante el intento de el gandul. Hablóle para sosegarle de la inmortalidad de las almas, de el premio y castigo que han de tener en la otra vida los buenos y los malos correspondiente a sus obras. A que respondió el engañado indio: Eso es bueno para ti y para los blancos (así llaman a los españoles) pero no para nosotros los indios. Lo cual dijo por ser común entre esta gentilidad el error de los samaritanos juzgando no ser todos los hombres de una misma especie como otros hay que siguen la trasmigración de Pitágoras y otros no menos 494.
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perjudiciales errores. Para convencer pues al indio de el suyo tomó el Padre la mano y refiriéndole la creación de el mundo le probó có[fol. 125] mo todos los hombres descienden de un solo hombre y una mujer y que proviniendo todos de un mismo principio no pueden ser de distintas especies o naturalezas. Con lo cual quedó el indio convencido y sosegado y con el mismo medio han depuesto otros semejantes errores y engaños. De adonde se ve claramente que es muy acertado predicar a los indios estas verdades y sagradas historias. 31. Pero volviendo a nuestro Laureán, en él, como en tierra bien dispuesta, prendía siempre mejor y daba colmado fruto la semilla de el evangelio con cuyas verdades se defendía de los asaltos y tentaciones de el demonio y de sus ministros. En ocasión de tener su mujer muy enferma se llegó un gentil, o mal cristiano, a persuadirle que a lo menos mientras aquella estaba enferma tomase otra. A lo cual lleno de furor santo el fervoroso y alentado indio le respondió con presteza: Eso hareis vos pero no yo que he oído mucho. Lo cual dijo con tal brío y resolución que el mal consejero se quedó pasmado y sin hallar palabras para despedirse se volvió avergonzado y confuso. En fin, viendo el Padre con larga experiencia la sólida virtud de esta alma tan pura y conociendo que el impedirle como a otros la frecuencia de los santos sacramentos era quitarle las alas con que había de volar a la cumbre de la perfección y reconociendo en él vivos y ardentísimos deseos de estrecharse más [y] más con su Dios por medio de esta frecuencia vino a concederle la licencia que él tanto solicitaba. Con lo cual era también en esto el más continuo y ejemplar de el pueblo. Y no excusaremos para confusión nuestra de referir el modo que esto tenía. 32. Algunos días antes de el de la comunión se disponía con ayunos y otras aspere[fol. 125v] zas de que usaba frecuentemente. Era entonces más continuo su retiro y asistencia en la casa de el Padre gastando casi todo el tiempo en conversaciones santas y meditación fervorosa. Confesábase para cada comunión muchas veces y de esta suerte se llegaba a la mesa de el sacramento y en alma tan pura y bien preparada qué efectos no causaría tan divino y saludable bocado? De 495.
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la iglesia en que estaba después largo rato se retiraba a su casa y estos días no salía de ella a visitar a nadie ni permitíales visitasen sus amigos y parientes diciendo: Que el día que le visitaba Dios no era día de comunicar con hombres. Así hablaba y así obraba este indio aunque anciano en la edad pero no en la fe, pues las dos partes de su vida había vivido como gentil o como una fiera en los montes sin conocimiento de Dios ni más ley que la de sus apetitos y desordenadas pasiones. Verdaderamente que si la penitencia de los ciudadanos de Nínive ha de servir en el juicio de Dios de ejemplar contra la rebeldía de los hebreos podemos con razón temer nosotros que el fervor de este nuevo cristiano ha de confundir delante de Dios y condenar nuestra tibieza y falta de devoción y disposición debida con que nos llegamos a la mesa sagrada del sacramento. 33. Finalmente, el fervoroso Laureán vino a tener una muerte muy conforme al último tercio de su vida cristiana y fervorosa. Herido de muerte con la última enfermedad pidió él mismo muy a tiempo el santo viático y estando ya cercano a la última hora le visitó el Padre y sin temor de que le sucediese lo que con otros indios que tienen notable miedo al sacramento de la Extrema Unción, le dijo a Laureán que ya era tiempo de recebirle. A que respondió con alegre semblante: Traedle Pa [fol. 126] dre, que yo no soy de los que le temen. Prevenido ya con este último socorro de la iglesia en que mostró su piedad y fe pidió al Padre se detuviese allí un rato para hablar con él de las cosas de Dios en que gastaron buena parte de la noche tratando el dichoso indio de su partida a la eternidad con el mismo sosiego que si tratara de ir otro día a su labranza. Después sintiendo se le acababa a toda prisa la vida hizo venir junto a su cama a toda su familia y mandando poner más cerca de sí a su mujer e hijos les hizo una fervorosa exhortación de lo que debían hacer para vivir como buenos cristianos, principalmente les aconsejó que viviesen siempre en el pueblo, asistiesen en la iglesia y con el Padre y que huyesen mucho la compañía de los indios fugitivos y montaraces. Con lo cual se despidió con notable valor de todos dándoles su última bendición y vuelto a tratar con el Padre de cosas espirituales y santas, a breve rato, entre tiernos y devotos afectos, vino a dar su dichosa alma con suma quietud y sosiego en manos de el que para tanto bien le había criado. Así 496.
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lo debemos esperar de un Dios tan misericordioso y que tan especialmente asistió en vida y en muerte a este felicísimo indio para mostrarnos que no está aún abreviada su mano y que sabe hacer de las piedras hijos de Abrahán que descansen con él entre las delicias de la gloria. 34. Habemos con esto concluído lo que en estos años últimos ha acaecido en este pueblo más digno de contarse pero no será bien salirnos de él sin referir primero tres casos maravillosos que aunque sucedieron el año de 93 en la general peste de el sarampión, (que disminuyó mucho estas reducciones, quizás, porque quiso Dios poblar de sus habitadores el cielo) pero sabemos no haberse escrito en el anua antecedente adonde pertenecían porque las noticias y relaciones [fol. 126v] como de partes tan distantes vienen muchas veces tarde y cuando ya están remitidas a Roma las anuas. Y así porque no se pierda la memoria de estos sucesos los pondremos aquí brevemente. Herido de el contagio un indio llamado Marcos, de edad de 50 años y de vida poco cristiana, vio al tiempo de el mediodía bajar una cruz muy resplandeciente que traían dos ángeles los cuales le dijeron que adorase la cruz y creyese en ella si quería salvarse porque si no creía de veras moriría luego y se condenaría. El indio espantado y lleno de temor adoró la cruz y ofreció ser buen cristiano en adelante con lo cual desapareció la visión y el enfermo mejoró luego a un tiempo de las dolencias de alma y cuerpo viviendo desde entonces como uno de los más fervorosos cristianos. 35. El mismo achaque padecía una india llamada Mariana, mujer de el teniente de el pueblo, y habiendo recibido los santos sacramentos la hallaron en medio de el día toda asustada y fuera de su lecho. Preguntóla el marido la causa de su espanto? A que respondió habían llegado allí unos hombres feroces que la amenazaban de muerte pero que un niño muy hermoso la defendía y no los dejaba llegar a ella. Lo cual sucedió dos veces hasta que el niño auyentó aquellos monstruos con que quedó la india en mucho sosiego y sanó presto de la enfermedad. Herido de el mismo contagio batallaba con las agonías de la muerte un buen indio alcalde de el pueblo llamado Gerónimo cuando de repente le pareció que se abrieron los cielos y vio claramente bajar a la tierra a María Santísima muy adornada y vestida de resplandor inmenso. 497.
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Traía en su compañía un coro de imnumerables vírgenes y la reina de todas hablando con toda apacibilidad a Gerónimo le mandó la mirase y le dijo que luego vendría el Padre que le besase la ropa y estaría bueno. Preguntaba el enfermo a los de su fami[fol. 127] lia, si oían a las santas que por orden de María Santísima estaban componiendo y aderezando la casa a lo cual la mujer le respondió que sin duda deliraba. Y volviendo el enfermo a decir que mirasen que ya venía el Padre se confirmaron todos los presentes en que estaba delirando porque nadie había llamado al Padre pero presto los desengañó el suceso porque el Padre llegó a este tiempo y confesó al enfermo el cual acordándose de lo que la Reina de los Ángeles le había mandado, besó la ropa de el Padre con lo cual cobró luego la salud y contaba después el regalo y favor que le había hecho tan soberana Señora exhortando a todos a su devoción y culto. 36. Aunque pensábamos concluir este parágrafo con los tres sucesos dichos acaba de llegar otro más nuevo que sucedió este mismo año de 98 y es en la forma siguiente, como le escribe el mismo Padre Doctrinero de Macaguane. Acabada de fabricar la Iglesia de el pueblo nuevo (mudada ya finalmente después de tantas dificultades el antiguo) cuyo titular es la gloriosa Virgen Santa Rosa de Santa María trató el Padre de dedicarla con la mayor solemnidad que se pidiese para este mismo año. Hallábase muy enferma y totalmente tullida que no se levantaba de la cama la mujer de el cacique principal de la reducción, la cual siendo muy devota de la gloriosa Santa determinó desde su casa cuidar con mucha especialidad de la fiesta no sin esperanzas de cobrar salud por medio de su poderosa intercesión. No le engañó en nada su confianza porque de repente al tiempo mismo de la fiesta se halló totalmente sana y tan ágil de sus miembros que acudió luego a barrer y a asear el templo en señal de reconocimiento a la Santa, cuya devoción ha crecido con tan maravilloso prodigio grandemente en los corazones de estos indios que celebraron la fiesta con toda la solmnidad que cupo en su [fol. 127v] pobreza. Y con ésta podremos ya pasar a referir las entradas y peregrinaciones que han emprendido estos años nuestros misioneros en busca de la 498.
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gentilidad que tienen así vecina aunque para formar el hilo de la historia será preciso buscar el agua en su origen, referir primero sumariamente los sucesos de la misión de el gran río Orinoco sin lo cual entraríamos a ciegas en la narración principal de nuestro intento.
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Paragráfo 4 Sucesos varios de la célebre Misión del Orinoco 37. Es el río Orinoco159 después del Marañón y Amazonas el mayor que hasta ahora se ha descubierto en el mundo. Desagua en el mar por sesenta y cinco bocas siendo cada una bastante para crédito de sus inmensos caudales. Sus dilatadas y hermosas riberas pueblan muchas naciones de gentiles. Entre ellas la nacion Sáliva160 la más numerosa y de blandos y dóciles naturales que hasta ahora han comunicado nuestros misioneros; los Caberres161 los más valientes; los Adules162 infieles, inconstantes y cabilosos; y otras como son la Cuirruba163, Maijuri164, Abani165, y Catarubenes166; todas las cuales domina el Caribe poblado en las costas de el mar de la Guayana donde comunica con los piratas franceses, ingleses, holandeses y otros; y también en las márgenes de el mismo Orinoco por donde sube y penetra a todas sus naciones para daño irreparable de la cristiandad a quien tiene implacable odio comunicado de los herejes dichos con quienes trata y contrata y cuyos géneros de herramientas y cosas semejantes (que tiene la primera estimación entre los indios) conduce el Caribe a las otras naciones para lo cual emprende largas navegaciones el Orinoco arriba con gruesas flotas de unas embarcaciones grandes llamadas piraguas y de camino deja por donde pasa hartas señales de su bárbara crueldad y fiereza causa de ser 159 Marco Aurelio VILA. “Orinoco, río”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, (1997) III, 436-438. 160 José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 525-539. 161 También llamados Cabres: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 408-411. 162 También llamados Adoles: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 378-386. 163 También llamados Quirrupas: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 524. 164 Pensamos que se refiere a los Maipures: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 485-491. 165 También llamados Abanes: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 359-360. 166 José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente. 443-444.
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[fol. 128] temido donde quiera que se oye su nombre. 38. Dio principio a las entradas de el Orinoco el Padre Alonso de Neira167, soldado veterano de esta espiritual milicia que fue uno de los primeros que la empezaron en los Llanos. El año de 65 bajó por el Puerto de Casanare (pueblo de cuya cristiandad que fundó él mismo [y] hablamos arriba) hasta un sitio de el río Meta llamado Atanarí168. El intento por entonces era aumentar con nuevas parcialidades de Achaguas el nuevo pueblo que había fundado con los indios de esta nación. Pero halló el Padre Alonso en Atanarí tanta mies que se hubo de detener allí dos años hasta que santamente envidiosos de sus trabajos y espirituales logros, deseando tener parte en ellos le siguieron con alguna interrupción de tiempo los Padres Antonio Castán169 y Juan Ortiz Payán170 con cuya asistencia se halló desembarazado el Padre Alonso
167 Alonso de Neira (Matapozuelo [León], c. 1635-Desiertos de Camoa, 11 de enero de 1706). Ingresó a la Compañía de Jesús el 1.º de enero de 1650. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1659. Fue uno de los grandes misioneros de las misiones de los Llanos y la Orinoquia. Misionólogo y lingüista. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 506-511. 168 Atanarí. Desde la desembocadura del Casanare en el Meta “a 5 ó 6 días de navegación del Meta y otros 6 u 8 antes de embarcarse en el Orinoco” se llega a Santa Cruz de Atanarí (Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia, II, 296). Rivero dice: De 5 ó 6 días de navegación del Meta y a otros 5 ó 6 antes de desembocar en el Orinoco se da en un puerto: Santa Cruz de Atanarí. (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 201). De Santa Cruz al río Atanarí hay 3 días; del Atanarí se caminan 7 u 8 días, tierra adentro y se da en el río Onocutari (Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia, II, 297). Mercado afirma que el Atanarí desemboca en el Orinoco junto con el Barraguán grande. En el mapa de Gumilla de 1734, el Atanarí es un afluente del Meta. (Museo Naval de Madrid). Sigla: XIII-9. José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 299. 169 Antonio Castán (Benasque [Reino de Aragón], c. 1633-Sinaruco, 1.º de enero de 1670). Ingresó en la Compañía de Jesús el 11 de abril de 1654. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1658. Trabajó fundamentalmente con los achaguas aunque también atendió a los guagivos y tunebos. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 199-201. 170 Juan Ortiz Payán (Bogotá, c. 1627-Cuenca [Ecuador], 30 de julio de 1705). Ingresó en la Compañía de Jesús en 1642. Fue catedrático de Filosofía en la Universidad Javeriana. Rector de los colegios de Pamplona y de Las Nieves. Trabajó con los sálivas y los achaguas. A partir de 1678 se radicó en la ciudad ecuatoriana de Cuenca. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 523-525.
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de Neira para volverse al Puerto de Casanare a cuidar otra vez de sus primeras y bien queridas ovejas. 39. No pudieron los Padres de Atanarí hacer la causa de Dios sin experimentar el sentimiento y contradicciones de el común enemigo el cual incitó a los indios Guaibas y Chiricoas (que son los que al presente componen la nueva reducción de San Mauricio de que hablamos en el paragráfo 1 de este capítulo) para que asaltando el pueblo y cogiendo desprevenidos a los Padres les diesen la muerte y destruyesen la reducción robando como suelen lo que en ella hallasen. Pero Dios previno este riesgo con una de sus altísimas providencias de aquellas que tenemos por acasos los hombres. De el presidio de Guayana, flaca fuerza contra las invasiones que puede hacer el enemigo por el Orinoco, se venían huyendo de el hambre y necesidad casi extrema que padecían algunos soldados que sabiendo había Padres en Atanarí dieron por acabados sus [fol. 128v] trabajos. No les engañó su confianza porque en la caridad de los nuestros hallaron todo el socorro y alivio que necesitaban. Fuera de esto los Padres detuvieron algunos días a los soldados para que descansando de el trabajo pasado recobrasen las fuerzas que con la fatiga y necesidad traían bien quebrantadas. Piedad fue ésta que les valió a los misioneros la vida. Porque viniendo en esta ocasión los enemigos a ejecutar su dañado intento hallando soldados españoles en el pueblo les pareció que vivían los Padres sobre aviso. Con lo cual se cayeron de ánimo y empezaron a huir como si fueran acometidos de algún poderoso ejército. Mas viendo los Padres que en adelante no se podrían mantener en aquel puesto sin manifiesto peligro de perder las vidas y los indios que poblaban dieron la vuelta para Casanare a los dos años de su asistencia trayendo en su compañía por triunfo de sus trabajos un gran número de indios que después bien instruidos y bautizados aumentaron mucho la cristiandad de el Puerto.
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40. El año de 69, por abril, bajó el Padre Antonio de Monteverde171 a otro sitio de el río Meta llamado Cinaruco172 llevando en su compañía tres hombres pagados por la misión. Fue después a acompañarle el Padre Antonio Castán en sus trabajos y ellos fueron tales y tan nocivo el temple que en breves días pagaron los dos apostólicos misioneros el común tributo a la muerte. Nada atemorizados de el suceso los Padres Alonso de Neira y Bernabé González173 fueron de nuevo a mantener el puesto sucediendo a los dos difuntos pero por varias causas que ocurrieron, siendo la principal la falta de sujetos para los pueblos ya entablados, se volvieron a los Llanos el año de 75 casi sin otro fruto que haber adquirido algunas noticias de el gentío grande de el Orinoco que con la cercanía pudieron [fol. 129] adquirir. Con las cuales adelantando más estas espirituales conquistas del gentilismo bajaron tercera vez por Casanare y Meta hasta llegar a explorar el Orinoco los Padres Ignacio Fiol174 y Felipe Gómez175 de a donde con las 171 Antonio Monteverde (Calais [Francia], 8 de octubre de 1621-Nuestra Señora de los Sálivas [Orinoco], 10 de diciembre de 1669). Ingresó en la Compañía de Jesús el 29 de octubre de 1642. Fue profesor de humanidades en los colegios de Rennes y Orleans. Su biografía americana: misionero en el Guarapiche (1656-1657), en La Habana (1657-1660) y en el Casanare (1661-1669). Fue superior de la Misión de 1664 a 1668. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 489-492. 172 Cinaruco: afluente del Orinoco. 173 Bernabé González (Cartagena de Indias, c. 1643-Misión de los Llanos, 6 de febrero de 1676). Ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de mayo de 1663. Llegó a las misiones en 1669 y trabajó en Pauto, San Salvador del Puerto y en el Cinaruco. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 231. 174 Ignacio Fiol (Palma de Mallorca, 18 de julio de 1629-Catarubenes [Orinoco], 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía de Jesús el 30 de marzo de 1652. Atravesó el Atlántico en el año 1678. Iniciador de la Misión del Orinoco medio. Escritor. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 286-290. 175 Felipe Gómez (Bogotá, 1645-Misión de los Llanos, 20 de octubre de 1703). Ingresó en la Compañía de Jesús el 8 de julio de 1668. Llegó a la Misión de los Llanos en 1675. Acompañó al P. Fiol en la expedición previa a la instauración de la presencia jesuítica en el gran río. Dos veces superior. Su residencia habitual fue Tame. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 227-228.
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noticias nuevamente adquiridas salió para Santa Fe el Padre Fiol con intento de informar de la naturaleza, costumbres y número de los indios poblados en las márgenes de aquel río y para afervorizar juntamente con sus informes los ánimos deseosos de sacrificar sus talentos a la reducción de los indios. 41. No se frustraron los piadosos intentos de el Padre Ignacio pues el año siguiente, que fue el de 80, volvió al Orinoco llevando en su compañía cuatro excelentes misioneros, que fueron los Padres Cristóbal Riedel176, Gaspar Bec177, Julián de Vergara178 y Agustín de Campos179 a quienes siguió el año de 82 el Padre ignacio Toebast180. Llegados los Padres al Orinoco y hallando en la docilidad y multitud de los Sálivas toda la disposición para sus intentos formaron de ellos numerosos pueblos acudiendo los indios a la enseñanza 176 Cristóbal Riedel [Rudel, Rield, Rueld] (Arnsdorf [Austria], 20 de febrero de 1648-Ahogado en el río Suena [afluente del Orinoco], 7 de julio de 1682). Ingresó en la Compañía de Jesús el 9 de noviembre de 1665. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. Su centro de operaciones en el río Orinoco fue la población de Peruba. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 607-609. 177 Gaspar Bec [Beck, Pöck] (Rottemburg am Neckar, 6 de enero de 1640-Falleció asesinado por los caribes en la población de Cucia, el 7 de octubre de 1684). Ingresó a la Compañía de Jesús el 14 de abril de 1662. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681 y ese mismo año fue destinado a la Misión del Orinoco. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 138-141. 178 Julián de Vergara (Alcira [Valencia], c. 1632-Cartagena de Indias, 1701). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de mayo de 1655. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1663. Trabajó largos años en la Misión de Guayana (1664-1681). En 1682 se vinculaba a la Misión del Orinoco en la reducción de San Lorenzo de Tabaje. En 1684 logró escapar con vida de la invasión caribe. Sus últimos años transcurrieron en la ciudad de Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 728-731. 179 Agustín de Campos (Olot [Gerona], 1642-Pauto, 13 de diciembre de 1702). Ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de septiembre de 1673. Atravesó el Atlántico en 1677 en la comitiva del visitador P. José Madrid. Llegó al Orinoco el 21 de diciembre de 1681 y tuvo a su cargo la reducción de Santa María de los Adoles. Por salud tuvo que retirarse a las Misiones de Casanare y fue un gran conocedor de la lengua de los indígenas de Pauto. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 104-105. 180 Ignacio Toebast (Gante [Bélgica], 28 de noviembre de 1648-Asesinado en Duma [Orinoco] por los caribes el 7 de octubre de 1684). Ingresó en la Compañía de Jesús el 26 de septiembre de 1667. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. Fue profesor en el Colegio Mayor de San Bartolomé y en mayo de 1683 se incorporaba a las Misiones del Orinoco en el pueblo sáliva de Duma. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 681-682.
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de nuestra santa fe con verdaderas muestras y deseos de abrazarla. Pero estando este florido campo tan hermoso prometiendo rendir muchos y sazonados frutos un destemplado cierzo malogró a un tiempo tantas esperanzas y afanes que contribuyeron a su cultivo los fervores de tan celosos ministros. Y como a los grandes males preceden de ordinario otros menores que infaustos los anuncian no faltó este común estilo de las desgracias a la tierna Misión del Orinoco. 42. Ahogóse por fines de agosto de 84 uno de los más insignes misioneros que fue el Padre Cristóbal Riedel y a día 10 de octubre de el mismo año, discurriendo por el Orinoco una gruesa flota de Caribes, asaltó de improviso las nuevas y floridas reducciones dando muerte a los Padres Ignacio Fiol, Gaspar Bec, [fol. 129v] y al otro Ignacio Toebast que fenecieron a la violencia y repetidos golpes de las crueles macanas de aquellos bárbaros, no por otra causa que por el odio implacable que estas fieras (como dijimos antes) tienen a la cristiandad y principalmente a los jesuitas participado de los herejes y fomentado de ver que con la asistencia de los Padres no habían de tener tanta libertad de engañar a los indios con sus tratos y violencias pues era preciso estorbar a nuestras reducciones tan dañosa comunicación181. Y no es circunstancia para omitida el haber acaecido tan gloriosas muertes en el día de nuestro Padre San Francisco de Borja, que fue el primer general de la Compañía que envió jesuitas al occidente182. Quizás para que se entienda que el triunfo de tan valerosos soldados es tan debido al que abrió a nuestra Religión las puertas de tan vasto gentilismo como a los que con su preciosa muerte merecieron este día entrar por las de la gloria. 43. Fenecidas con los Padres las esperanzas de reparar con presteza los daños de tan lastimosas ruinas suspendieron los superiores el enviar sujetos a los Sáli-
181 La verdadera fecha de los asesinados por los caribes fue el día 7 de octubre y no el día 10. Para la relación de todos los acontecimientos, véase: Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 394-398. 182 Se entiende Indias Occidentales.
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vas y Orinoco contentos con dar primero al Padre Francisco de Ubierna183 y después de algún tiempo al Padre Carlos Panigati184 para que sirviesen de capellanes al presidio de Carichana185 que la Real Audiencia de este Reino destinó nuevamente para reprimir la osadía demasiada de los Caribes. Ambos Padres murieron con poca interrupción de tiempo no menos a influjos de la necesidad que de la mala condición de aquellos climas. Con lo cual desde entonces hasta el año de 91 se abandonó de el todo la Misión de el Orinoco sin haber entrado a ella más que el Padre José Cabarte186 que bajó a confesar la gente de el presidio y a dar nuevas esperanzas a los Sálivas de que presto volverían los nuestros a sus pueblos a so[fol. 130] 183 Francisco de Ubierna (Caracas, c. 1638-Misiones del Orinoco, junio de 1679). Ingresó en la Compañía de Jesús el 29 de septiembre de 1673. Al acabar sus estudios fue enviado a la Misión del Orinoco. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los Jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 544-545. 184 Carlos Panigati (Capri [Italia], 1650-Carichana, 6 de junio de 1685). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de diciembre de 1667. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. En 1684 fue enviado de capellán para la escolta del presidio de Carichana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 402. 185 Presidio de Carichana. Aunque con pequeñas diferencias tuvo diversas ubicaciones; por tal motivo la geografía se supedita a la historia en la biografía jesuítica de este pueblo. En 1756 escribía Alvarado: “El pueblo estuvo situado antes en otra parte, pero siendo todo el espacio que dejan los cerros el mismo, es nada lo que se adelantó y nunca habrá mejoría como no lo lleven a otra parte” (Eugenio ALVARADO. “Informe reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco”. En: José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1974) III, 316). Un torrente, dirá Gilij, en cuya vecindad tuvieron hasta el año 1733 los sálivas su reducción (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, I, 59). Distaba 4 días de viaje de La Urbana (GILIJ. Ensayo de Historia Americana, I, 74) y aguas arriba 1 día del de San Borja (Ibídem). De Carichana distaban las reducciones casanareñas 160 leguas y las nuevas misiones orinoquenses [se refiere a las de 1681], 50 leguas (AGI. Santafé, 249. Testimonio de los autos hechos a pedimento del P. Procurador General de la Religión de la Compañía de Jesús... Declaración del capitán Tiburcio Medina). Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 198-201. 186 José Cabarte [Cavarte] (Zaragoza, 9 de febrero de 1655-Guanápalo [río Meta], 7 de enero de 1724). Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de febrero de 1680. Aventurero y lingüista. Es el punto de unión entre la primera y la tercera generación misioneras. Atendió fundamentalmente a los achaguas y sálivas. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 205-208.
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licitar su remedio. Sería esta entrada de el Padre José Cabarte por el año de 89 y luego el de 90 sucedió que viniendo el capitán Tiburcio de Medina a Santa Fe al ajuste de cuentas con los Contadores Reales los soldados de el presidio aprovechándose de esta ausencia de su capitán hicieron fuga amedrentados con la noticia de que subía el Caribe. Con que de el todo quedó deshecha la misión que tantas esperanzas daba y tan sazonados frutos prometía. 44. Mas no tardó mucho la divina providencia en proveer de sujetos a esta Provincia para que de nuevo volviese a probar la mano en la labor de un campo a cuyo cultivo se veía más empeñada por verle regado con la sangre de sus hijos. Y así el año de 91 con la ocasión de haber llegado algunos sujetos de Europa187 y habiéndose juntamente conseguido de el gobierno superior de este Reino una escolta de 12 hombres para su seguridad, cuyo cabo era el capitán Tiburcio de Medina ya nombrado, señalaron los superiores para la nueva entrada a los Padres Alonso de Neira, José de Silva188, José Cabarte y Vicente Loverso. Llegaron éstos a los antiguos pueblos de los Sálivas que recelosos de la indignación de el Caribe no miraban a los nuestros con el afecto primero antes reusaban el juntarse a formar reducciones crecidas porque no hallaban en la escolta de españoles bastante fuerza para librarlos y resistir al común enemigo insolente mucho con los sucesos pasados. No obstante este desamor y recelo que en los Sálivas encontraban los Padres perseveraron en sus pueblos hasta el año de 93 en que habiéndose huído otra vez los pocos y mal armados soldados que les servían de escolta y prosiguiendo el Caribe en sus hostilidades dieron la muerte al Padre Vicente Loverso, al capitán Tiburcio de Medina, a una hija suya y a un niño. [fol. 130v]
187 En 1690 llegó una expedición de 19 jesuitas al mando del P. Juan de Segovia. Agustín GALÁN GARCÍA. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 280. 188 José de Silva (Baeza [Andalucía], c. 1660-Honda, 28 de noviembre de 1710). Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de febrero de 1680. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1690. Fue uno de los actores encargados de llevar a cabo los diversos intentos jesuíticos de afianzarse en el Orinoco y tras su fracaco se desempeñó como Procurador de las Misiones de Casanare. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 497-498.
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45. Con esta nueva desgracia juntos los Padres que escaparon de esta invasión determinaron que los dos saliesen a los Llanos por partes seguras y excusadas a dar cuenta de el mal suceso. Y el otro que fue el Padre José Cabarte con ánimo invencible y superior a tan conocidos riesgos determinó quedar solo manteniendo el puesto hasta que los superiores determinasen lo que pareciese más conforme a la gloria de Dios y bien de aquellas misiones. La resolución por entonces fue que pues ni el Padre podía hacer fruto entre los indios nuevamente temerosos, ni había seguridad contra el Caribe al cual era fuerza reprimir y escarmentar antes se volviese a los Llanos dejando solos los Sálivas hasta que Dios descubriese camino para esta empresa más seguro. Para traer al Padre y las alhajas que en la misión habían quedado se enviaron seis soldados los cuales adelantaron la noticia de que iban con dos indios y fue providencia del cielo porque éstos encontraron 13 piraguas de Caribes que venían de intento a matar al Padre, sabiendo había quedado solo, pero encontrando con los indios que llevaban la noticia de los soldados españoles no se atrevieron a pasar adelante con que pudo el Padre salir con seguridad aunque no sin mucho sentimiento de dejar a sus amados indios que agradecidos a la fineza de haberse quedado sólo con ellos, sin temor de tantos peligros, en el espacio de tres meses no le desampararon un punto antes con somero gozo le asistieron y festejaron alimentándole juntamente con lo mejor que alcanzaban. Y aunque el enemigo intentó varias veces quitarle la vida siempre lo estorbó la divina providencia guardándole para que se emplee con infatigable celo en cuantas empresas se han ofrecido después en estas misiones como iremos viendo en lo que queda.
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Paragráfo 5º Nueva entrada que hacen al Orinoco los misioneros 46. [fol. 131] Después de los sucesos y desgracias referidas, deseosos los superiores de evadir los daños y riesgos sin desamparar una misión regada con la sangre de tantos jesuitas, determinaron dar cuenta a la Real Audiencia de Santa Fe de el lamentable estado en que quedaba la misión y de la poca defensa que daba a los Padres y a la cristiandad la escolta de los doce hombres mal armados y peor asistidos de sus pagas y alimentos. Habíase dado ya al Real y Supremo Consejo de las Indias noticia de las primeras muertes de los Padres que ejecutaron los Caribes y por esta causa la respuesta de la Real Audiencia fue que era preciso aguardar la resolución de el Real Consejo para determinarse conforme a ella a dar la providencia conveniente que en el ínterin mandarían se juntase otra vez la escolta de los doce que con nuevo cabo asistiesen a la defensa de los Padres en caso de querer éstos volver de nuevo a la empresa. Admitida de nuestra parte la oferta se hizo despacho al corregidor de los Llanos y ya por este tiempo había llegado cédula de su Majestad para que se diesen a los Padres veinticinco hombres de escolta pagados en sus reales cajas lo cual ni se pudo ejecutar entonces ni hasta ahora se ha ejecutado. 47. Mas con todo los superiores alentados con las nuevas esperanzas determinaron nombrar dos sujetos que fueron el Padre Manuel Pérez y el Padre José Cabarte de quien poco ha íbamos diciendo que fue tenido y sacado de el Orinoco con notable sentimiento y como confiesa él mismo en carta suya al Padre Rector de Santafé, venía por el camino ofreciendo al arcángel San Miguel un novenario de misas y a San Francisco Javier el imitarle en las misiones caminando descalzo como el Santo de ordina[fol. 131v] rio caminaba. Lo cual ofrecía en albricias, caso que llegado a los Llanos, hallase nueva disposición de la Real Audiencia para que juntase otra vez la escolta y de el Padre Visitador para que él mismo volviese a la misión que por su orden dejaba. Y sucedióle puntualmente que al llegar al Puerto de Casanare le dieron las dos noticias que tanto deseaba y justamente supo estar 509.
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señalado por cabo de la escolta el capitán Luis de Castro quien había tenido orden de la Real Audiencia para que informase la gente, armas y pertrechos necesarios para castigar primero la alevosía de los Adules cómplices en las muertes de los misioneros y confederados nuevamente con el Caribe para la ejecución de sus perjudiciales y crueles intentos. Pero aunque el capitán informó necesitaba para la facción 30 hombres, los más que pudo juntar fueron doce y entre ellos había algunos fugitivos de Carichana, gente poco a propósito para la empresa por estar ya preocupados de el miedo y terror de el énemigo. 48. Con esta ruin escolta salieron los apostólicos operarios el día de la gloriosa V. y M. Santa Catalina de el dicho año de noventa y cuatro a cultivar de nuevo el campo que ya les había dado colmados frutos y de que tenían hartas prendas en el cielo. Bajaron por el camino ordinario de las pesquerías de Aritagua189 hasta las bocas de este río poco distantes de adonde entra en el de Meta el otro Casanare. Prosiguiendo por el Meta abajo llegaron a un paraje llamado Maladerropa, donde echaron gente en busca de algunas bestias que dejaron allí los Padres cuando salieron la última vez de el Orinoco pero no hallando más que un caballo ni modo de conducir por tierra el bastimento se vieron obligados contra el intento que llevaban a proseguir [fol. 132] su viaje por el Meta hasta entrar en Orinoco por donde navegando aguas arriba llegaron al caño de Tabaje190 donde tomaron puerto. Estaban allí poblados algunos indios Sálivas los cuales al principio por miedo del Caribe no quisieron visitar a los misioneros hasta que llamados de el interés y por comerciar con los soldados españoles vinieron a visitarlos.
189 Aritagua. No hemos podido localizar el río Aritagua. Debía ser un afluente del Casanare, pues Rivero dice que “navegando, Casanare abajo, cinco o seis días se llega a las bocas del río Aritagua” (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 161). Tampoco podemos precisar la ubicación exacta de la población; había que realizar algunas jornadas a pie pues “los caminos para llegar a Aritagua [eran] tan intransitables y perversos, que aun en el rigor del verano no se podían trajinar por causa de los muchos pantanos” (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 164). Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 56-57. 190 Tabaje: junto a los raudales de Tabaje. La reducción que allí fundaron fue destruida el 7 de octubre de 1684 por los caribes, reconstruida en 1691 y fue vuelta a arrasar por los mismos en 1693.
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49. Estos indios informados de el intento con que venía la escolta, de su número y calidad de gente, no sin mofa y risa, les dijeron que para qué venían a que los matase el Caribe? Que si no escarmentaban con las pasadas muertes de los Padres y de el capitán Tiburcio presto experimentarían la misma desgracia en sus personas pues en breve se esperaba una gruesa armada de el Caribe a que ellos siendo tan pocos y de mal talle no podrían resistir. Dijeron también que algunos pueblos de la misión se habían mudado ya y el de los Adules estaba muy acabado con una peste que había hecho en ellos fatal estrago, castigo de el cielo bien merecido de aquellos bárbaros por la culpa que tuvieron en la muerte de los Padres. Aquí se juntó también con la escolta el capitán Toribio Sánchez Chamorro, alcalde ordinario de la ciudad de Santa Rosa191, que había bajado en esta ocasión a negocios de su conveniencia. Éste informó de nuevo a los Padres lo que había entendido de otros Sálivas y era que los Adules recelosos de que esta escolta iba contra ellos y prendados por otra parte de el Caribe (cuyos parciales eran ya declaradamente) no pasarían de ninguna suerte las embarcaciones por el raudal grande, que junto a la isla en que ellos habitan (llamada por esto de los Adules) hace el Orinoco, tan impetuoso que nadie se atreve a pasarle si no es conducido de los Adules que como prácticos navegan el [fol. 132v] raudal con menos riesgo. 50. Conferidas las noticias entre los Padres y soldados se resolvieron que el Padre Manuel Pérez con el alférez Antonio Cortés, que de muy tierna edad se había criado en este río con los misioneros y siendo soldado de las primeras escoltas tenía adquirida más que mediana noticia de la lengua Sáliva, se embarcasen en el bajel más ligero llevando dos soldados y al capitán Toribio Sánchez y otro mozo con prevención de armas y munición y pasando a la isla de los Adules
191 Santa Rosa. El 22 de marzo de 1676 había fundado don Pedro Daza y Ezpeleta la ciudad de Santa Rosa (ANB. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 74. Certificación de los PP. Pedro de Ortega, Fernando Arias y Juan Fernández Pedroche, 24 de marzo de 1676) y don Onofre de Baños y Sotomayor, visitador eclesiástico, había agregado esta naciente población interinamente al curato de San Salvador del Puerto hasta tanto se poblara y se pudiera nombrar párroco en propiedad (ANB. Poblaciones Boyacá, t.2, fol. 647. Auto del 21 de junio de 1678). ANB. Reales Cédulas, 8, fols. 305-307.
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procurasen reducir a los indios a que pasasen todos los bajeles y gente de la otra parte de el raudal peligroso. Llegados a la isla hicieron vivas diligencias para conseguir de los Adules el intento pero no sólo estuvieron ellos tercos y rebeldes a ésto sino que a los indios que pasaron al Padre y a sus compañeros el brazo del río para entrar al pueblo los reprendieron los caciques porque no habían trastornado la canoa para ahogar a los que en ella venían y hubieran muerto las bogas de el capitán Toribio Sánchez que se habían adelantado por tierra desde el pueblo de Tabaje a no haberlos defendido una india su parienta, mujer de uno de los caciques, sin más causa para esta crueldad que el haber conducido a su pueblo al dicho capitán Toribio Sánchez. 51. Tal es el odio que los Adules a quienes doctrinaban antes los Padres han concebido contra ellos y contra los españoles por la nueva amistad con el Caribe! En fin, viendo el Padre que la materia estaba desesperada trató de dar la vuelta con sus compañeros al puerto de Tabaje a donde había quedado el Padre José Cabarte con los de [fol. 133] más soldados y capitán de la escolta. Al venir cerca de el puerto en la boca de el caño reconocieron unos indios Adules de quienes supieron que acababan de llegar en compañía de algunas piraguas de Caribes que habían hecho alto algo más arriba de el mismo caño. Noticia que conferida con los demás parecía conveniente ir en busca de el enemigo y con su castigo cobrar la reputación y crédito perdido con aquellas naciones, materia que es de mucha importancia en la guerra. Pero bien mirado el caso se hallaron con tres soldados muy enfermos, los nueve restantes mal armados y muy medrosos. De el pueblo de Tabaje no había que esperar socorro porque los indios, aunque amigos, tenían por disparate provocar contra sí las armas de los Caribes con que tuvieron los nuestros por acertado el dar la vuelta a los Llanos pues por el río estaba cerrado el paso a las naciones y por tierra era imposible caminar por falta de bagajes, o indios cargueros, que suplen su falta. 52. Estando en esta resolución aunque no sin mucho sentimiento por ver que con la retirada (o mejor dijéramos huída) de la escolta había de quedar el enemigo con más reputación y nuestras armas menos temidas, o más des-
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preciadas de las naciones, envió Timirique192 capitán de la escuadra de Caribes con uno de sus soldados un título de capitán que le dio el año de 84 el capitán de Guayana en que aseguraba su mucha lealtad y el ser fiel servidor y vasallo de nuestro gran Monarca y así mismo remitió una licencia de el capitán Benavides, alcalde ordinario de el Presidio mismo en que se la daba a Timirique para subir aquel año con escuadra al río Orinoco y encargaba a todos los ministros de el Rey le honrasen e hiciesen [fol. 133v] buen pasaje. Con lo cual se acabó el miedo que los soldados habían cobrado a esta escuadra y se pudo ejecutar la vuelta sin tanta pérdida de reputación pero no se pudieron vencer los impedimentos para proseguir el viaje a los pueblos. Y consumidos con la detención los pocos bastimentos que traían no pudieron tampoco ejecutar otro intento que para el caso de no lograrse el principal se llevaba prevenido de explorar el Río Vichada arriba que según su curso se acerca en sus cabezeras a la ciudad de San Martín193 que da nombre a otra parte de estas grandes llanuras. Como la de San Juan194 más adelante y así se llaman los Llanos de San Martín, los llanos de Santiago, aquel distrito de ellos a que se extiende la gobernación de estas ciudades. Acércase también el Vichada al río Meta y corre bañando el Airico195, o montaña grande, donde se dice está el golpe de las naciones. 192 Véase: Miguel Ángel PERERA. La provincia fantasma. Guayana siglo XVII. Ecología cultural y antropología histórica de una rapiña, 1598-1704. Caracas, Universidad Central de Venezuela (2003) 195-205, 221-222. 193 La ciudad de San Martín dista un día de camino de la ciudad de San Juan. 194 Llanos de San Juan. Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana. Estado presente de la Tierra Firme, IV, 384-389. 195 Airico. En la literatura jesuítica hacen acto de presencia dos Airicos: el de Macaguane y el de Barragua (=Gran Airico). Airico de Macaguane: es el complejo de naciones que integra la gran familia betoye (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 346). Al norte confinaba con el río Apure (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 347-348) y se extendía a lo largo de la región montañosa limítrofe con los Llanos (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 349) sin que podamos precisar exactamente sus confines meridionales; con todo, nos inclinamos a creer que podrían ubicarse en torno a Macaguane (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 140). José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 43-45. Barragua: era “una serranía y monte grande” y distaba de Pore entre 13 y 14 días de camino. Sus límites son muy imprecisos pues “tiene su origen de muy arriba y desciende hasta la Gua-
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53. Todo ésto y otros parajes y ríos de que se tenía noticia habían de explorar los dos Padres con su escolta en el caso dicho pero nada les fue posible antes bien con grandísimos trabajos, hambre y falta de todo lo necesario dieron la vuelta al pueblo de Casanare por enero de 95 y luego al mes siguiente subieron al mismo puerto tres indios: el uno Sáliva que disculpó a los suyos asegurando que toda su nación deseaba mucho la vuelta de los Padres así para que los doctrinasen como para que los defendiesen de los Guaibas y Chiricoas que (como habemos dicho varias veces) a manera de gitanos, no dejan parte que no anden robando principalmente las labranzas de los indios. Los otros dos indios eran Adules y el uno pariente de su cacique lla[fol. 134] mado Mula. Traían embajada de éste y el intento era averiguar (aconsejados de su justo y bien fundado temor) si los españoles estaban enojados con ellos por haberlos culpado en las muertes y en el malogro de la última entrada de los Padres a quienes no quisieron pasar el raudal grande del Orinoco. Con las noticias que pudieron adquirir se volvieron luego a sus pueblos y los Padres en Casanare y Pauto dieron noticia de su viaje a los superiores que a costa de tantas vidas, trabajos y sudores de sus súbditos y de crecidos gastos (pues solo en este viaje se consumieron seiscientos pesos) compraron el desengaño de que por este camino nunca tendrá la misión de el Orinoco el logro que se prometían al principio mientras las armas de los españoles no se dieren a temer con algún ejemplar castigo a los traidores y crueles Caribes.
yana” y por sus faldas corre el río Orinoco; y por la parte de arriba “tiene a la otra banda, como a medio día de camino, un río muy caudaloso llamado Uva” (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 27-28). Posteriormente se irían precisando más sus límites. (José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 61-63).
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Parágrafo 6 Eligen nuevo rumbo los misioneros y dan principio a las entradas de el Airico 54. Deseosos los superiores de evadir estos daños y riesgos determinaron que dejada la navegación de los ríos Casanare, Meta y Orinoco, en adelante se hiciere el camino por tierra buscando las cabezeras o medianías de aquellos tres ríos en cuyas bocas esta poblada la nación Sáliva. Facilitó este dictamen la prudente persuasión de que los Sálivas gravemente molestados de el Caribe y noticiosos de la asistencia de los nuestros en los ríos Dauma, Dubarro y Vichada y deseosos como dijimos poco antes de esta compañía dejarían sin dificultad los antiguos asientos de sus pueblos y subirían por los mismos ríos solicitando su seguridad en nuestro amparo y en el retiro de los [fol. 134v] parajes informados de el común enemigo; y caso que no se consiguiese ésto a los principios por lo menos era cosa segura que los misioneros tendrían bastante mies en que emplear su celo en las dilatadas montañas de el Airico, no distantes de los mismos ríos, donde estaban los Sálivas pues era fama constante desde las primeras conquistas de este Reino que el Airico albergaba o escondía muchas y numerosas naciones. 55. Sólo se ofrecía la dificultad de que habiendo de ser el paso por tierras que según las demarcaciones hechas por disposición de el Señor Presidente Don Diego de Egues196 y de el ilustrísimo Señor Don Fray Juan de Arguinao197, arzobispo de este Reino, pertenecían a otras Religiones sagradas parecíase daba ocasión de pleitos y que se dijese que la Compañía metía la hoz en mies ajena. Pero esta dificultad estaba bien clara porque en la demarcación de la
196 Diego de Egues. Presidente de la Real Audiencia de 1661 a 1664. Un resumen de su biografía en: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 187-188. 197 Don Fray Juan de Arguinao. Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia, vol. XIII), (1975) 238-250.
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Compañía198 se incluye además de los Llanos donde tenemos los principales pueblos hasta Barinas199 el Orinoco en toda su latitud y naciones que pueblan sus riberas con que solo era necesario buscar paso al Orinoco como se buscó después desde el Reino más breve y seguro que el que se siguió al principio200. Consideradas pues todas estas noticias y razones encargaron los superiores la nueva empresa a la actividad y celo de los Padres José de Silva y José Cabarte diestros ambos en el trato de los indios de Orinoco y en sufrir constantemente las incomodidades que en tales empresas ofrece la destemplanza de los climas. Añadíase en el último la noticia perfecta de las lenguas Sáliva y Achagua que eran las necesarias para el comercio de las naciones que buscaban. 56. Partieron pues los Padres por tierra en busca de el río Meta llevando todo [fol. 135] el matalotaje que pareció necesario para entablar con fundamento la misión. Pero en llegando a las playas de el río (que necesariamente se había de esguazar para seguir el rumbo de el Airico) se hallaron impedidos de una gran creciente que les hizo parar muchos días y viendo que con la dilación no se corregía el tiempo tomaron la resolución de que el Padre Cabarte pasase en una canoa a la otra banda y con algunos indios y dos soldados penetrase hasta el Airico si antes de llegar a él no encontrase pueblos de infieles y que el
198 El 12 de julio de 1662 se celebró en Bogotá la denominada “Junta de Misiones” por la que se realizó un convenio que repartió los inmensos territorios misionales entre las diversas órdenes religiosas que laboraban en el Nuevo Reino. El acta se encuentra en: ANB. Conventos, 68, fol. 437 y ss. El territorio asignado a la Compañía fue: “junto al río de Pauto y de allí para abajo hacia la villa de San Cristóbal y ciudad de Barinas, y todos los llanos de Caracas, y corriendo línea imaginaria desde el río Pauto hasta el Airico comprendiéndole”. 199 Para Barinas: Virgilio TOSTA. “Barinas, provincia de”. En: Diccionario de historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar (1997) I, 375-377. 200 Los franciscanos entran en escena en enero de 1696 pues el 18 de ese mes se notificaba al P. Juan Antonio Varillas, Procurador de la Compañía de Jesús, la protesta por haber incursionado terreno misional franciscano. Ambas órdenes religiosas aceptaron el avenimiento y desde ese punto de vista la paz no se vio turbada en los años sucesivos (AGI. Santafé, 36. Autos del traslado de San Bartolomé de la Cabuya a Sabana Alta. Petición de Fray Gerónimo Villafañe). Para la documentación franciscana: Luis Carlos MaNTILLA. Actividad misionera de los franciscanos en Colombia durante los siglos XVII y XVIII. Fuentes documentales. Bogotá, Editorial Kelly (1980).
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Padre Silva quedase en las márgenes de el Meta con el ganado y más carruaje para seguir al compañero en dando el tiempo lugar al esguazo de el río. No faltaron dificultades gravísimas que vencer en esta resolución originadas de el temor en los que habían de acompañar al Padre y de haberse de hacer aquella jornada a pie, sin guía de fidelidad y sin bastimento suficiente pues para tan dilatado camino no le podían cargar los pocos indios que habían de ir con el Padre. Y a todos estos miedos se añadía el de los Guaibas y Chiricoas que por todas partes roban y asaltan los pasajeros. 57. Pero atropelladas éstas y otras dificultades emprendió su jornada el apostólico operario atravesando con el mismo riesgo muchos ríos caudalosos, ciénegas y quebradas. A pocos días fenecido el bastimento y así por haber de buscarle de frutas silvestres, de monos, micos y papagayos, que son los regalos de los misioneros y por ser necesario en varios ríos que no se podían vadear detenerse a formar unas pequeñas embarcaciones de palos maltrabados con bejucos (que llaman balsas) se tardó cuarenta días antes de dar vista al primer pueblo de el Arico, llamado Quirasibenis. Fue notable el asombro de los indios al ver al Padre en su [fol. 135v] pueblo, cosa que juzgaban imposible, persuadidos a que la distancia de Santiago, los ríos y quebradas que se ofrecían negaran la entrada al ánimo más arrestado. Ni fue pequeña la pesadumbre que recibieron con novedad tan impensada y como su corto juicio y sobrada malicia los inclina siempre a lo peor se persuadieron que la venida de el Padre era con fin de informarse de las naciones de aquella tierra para trasplantarlas a otros parajes donde privadas de su libertad experimentasen el yugo de los españoles. 58. Con este dictamen ya que no pusieron las manos en el Padre aconsejados de su cobardía o lo que es mas verosímil, reprimidos de la divina providencia, no sólo mostraron el disgusto y desafecto en su trato sino que por muchos días negaron constantemente el que hubiese otra gente en aquellas dilatadas montañas pensando obligar de esta suerte al Padre a que desamparando el puesto se retirase a los Llanos de adonde había salido. Pero el experimentado misionero y diestro en las cabilosidades de los indios no se dio por entendido de esto antes trató de hacer casa en medio de el pueblo para que entendiesen ellos que su asistencia en el Airico había de 517.
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ser de asiento. Decíales que el traía noticias ciertas de el gran gentío de la montaña pero que dado caso que no lo fuesen daba por bien empleados sus trabajos en tan larga peregrinación solo por solicitar el remedio de los pocos indios Quirasibenis. Que él venía a sacarles de sus tierras y trasplantarlos a otras era muy ajeno de su profesión, lo cual podían bien conocer de que no traía aparato de soldados y armas cual se requería para semejante empresa. Antes bien así solo y desarmado se había entrado en medio de ellos fiado solamente en la providencia de el Dios que [fol. 136] les quería dar a conocer no teniendo otro intento su venida. A estas razones juntó el Padre algunos donecillos que son el reclamo adonde acuden estas interesadas almas. Agasajó a todos los de el pueblo pero lo más que consiguió por entonces fue el que le mirasen ya con menos ceño que al principio. 59. Mas Dios con su altísima providencia le abrió camino para el mejor logro de sus deseos. Sucedió al tiempo mismo que un muchacho Guaiba de nación que servía al cacique, disgustado con su amo, se recogió a la casa de el Padre. Éste oía fuese con intento de venganza o porque no halló inconveniente en manifestar lo que tanto procuraban estuviese oculto los indios dio noticia al Padre de muchos pueblos de Achaguas con otras bien importantes e individuales de lo que deseaba saber. Alegróse el celoso operario cuanto se puede imaginar con tan deseadas nuevas, escribió los nombres de los pueblos en un papel y juntos los Quirasivenis les dijo que el haberlos [Testado] preguntado tantas veces por los pueblos de Achaguas de el Airico había sido porque deseaba saberlos de su boca, pero que pues estaban tan obstinados y pertinaces en negarle la verdad no obstante el haberles dicho que traía de Santiago noticia de lo que convenía saber, se había resuelto ya a manifestarles que no sería necesidad de sus informes y para que viesen no se le ocultaba nada sacando el papel de el pecho leyó los nombres de 17 pueblos que el muchacho le había dicho. 60. Es el indio inclinado a la mentira pero cogido de repente o convencido con alguna aunque leve apariencia de razón aplica luego todo el cuidado y entendimiento a buscar efugios y prevenir disculpas de sus mismos fingimientos [fol. 136v]
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y embustes. Así sucedió en la ocasión presente. Confesaron ser verdad cuanto el Padre les decía y añadieron habérsela negado hasta entonces por evitar ocasiones de quejas y disgustos con los demás pueblos sus vecinos. Cierto ya el Padre José Cabarte de lo que deseaba trató de hacer despacho a los Llanos con las referidas noticias avisando también que según demarcación que tenía hecha de la tierra e informes de los indios, juzgaba, que por la jurisdicción de San Juan se podía hacer con más brevedad la entrada al Airico. Llegaron estas cartas a Santafé por septiembre de 95 estando en esta ciudad el Padre Visitador y Vice Provincial Diego Francisco Altamirano y pesando con su celo los progresos de la cristiandad que ofrecían semejantes principios determinó enviar por la jurisdicción de San Juan (que cae en la demarcación de la orden seráfica201) dos sacerdotes que fueron el Padre Alonso de Neira y el Padre Mateo Mimbela. 61. Llevaban orden de que en llegando a un sitio o pueblo llamado Sabana Alta202 partiese al Airico en busca del Padre José Cabarte el Padre Alonso de Neira como tan diestro en la lengua Achagua de cuyos indios (como dijimos al principio de este capítulo) había fundado él mismo el pueblo de Casanare al principio de su apostolado. El Padre Mateo Mimbela había de quedar con un hermano donado en Sabana Alta haciendo oficio de superior de la Misión nueva y cuidando juntamente de lo temporal que para la permanencia de las nuevas reducciones que se iban formando en la idea se había de entablar brevemente en las espaciosas y buenas tierras que allí tiene esta Provincia. Con las penalidades ordinarias y anexas a estos malos caminos llegaron los dos Padres por diciembre de el mismo
201 Luis Carlos MANTILLA. Los franciscanos en Colombia. Bogotá, Editorial Kelly (1987) II, 466-468. 202 Sabana Alta. Los caminos contemplaban 22 o 23 días de Santafé a Etare de los cuales ocho se gastaban de Bogotá a Sabana Alta. De esta población se servían de dos rutas: la primera era por agua y en Chunaipe, lugar a tres ó cuatro jornadas de Sabana Alta, se embarcaban en el Ariari hasta su confluencia con el Guayavero y el resto lo navegaban en el Guaviare. La segunda, era toda por terrenos desiertos hasta el Airico. Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 335-336. Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 266-268.
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[fol. 137] año a Sabana Alta y tratando luego de el viaje para el Airico ocurrieron tales dificultades que sólo las pudiera vencer o atropellar el natural activo y fervoroso de tan celosos ministros de la gloria de Dios y bien de las almas. 62. Lo primero en que se puso la atención fue en buscar guías y el primer embarazo fue no hallarlas porque el que más sabía de el Airico apenas sabía el nombre pero suplió esta falta un mal delineado mapa que había remitido por los Llanos el Padre José Cabarte. No hubo semejante suplemento para la falta de alimento y bagajes que no tenían. Mas al fin el día 27 de enero de 96 salió el Padre Alonso de Sabana Alta para el Airico llevando en su compañía los dos alcaldes de la ciudad de San Juan con otros seis españoles y siete indios que le quisieron ir haciendo escolta. Guiados todos por los rumbos de el sobredicho mapa se dilataron muchos días en el viaje por serles forzoso ir descabezando varias ciénegas y quebradas y muchos palmares impenetrables por su espesura, caminando por esto con grandes rodeos al paraje que buscaban. Pasados quince días de los cuales no caminaron los tres a causa de un vehemente dolor de estómago que puso en aprieto al Padre Alonso y en cuidado los compañeros hasta que quiso Dios se aplacase se hallaron en no menor confusión por no haber encontrado en tanto tiempo un hombre siquiera que les diese alguna luz que los pusiese en camino. 63. Determinaron a esta causa dirigir su derrota en busca de el río Ariari al poniente y caminando con este intento un domingo a mediodía descubrieron unos fuegos de lo alto de una loma en dis[fol. 137v] tancia de seis leguas que no se pudieron caminar ese día porque además de ser ya tarde los detuvieron unas quebradas y barrancas muy profundas que embarazándoles el camino derecho les doblaron la distancia de el paraje de los fuegos. Al otro día se adelantó tomando la mañana uno de los dos alcaldes que por las buenas obras que en éste y otros viajes hizo a los misioneros merece no pasemos en silencio su nombre. Llamábase Pedro de Mora. Éste, pues, tomando consigo algunos compañeros fue a reconocer el dicho paraje; seguíanle los demás poco a poco y como a las dos de la tarde volvió dando noticia de los fuegos eran de población que sin duda había dos 520.
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leguas de adonde estaban. Dejando esta noticia al Padre y llevando a los compañeros que dejó adelante la comida se adelantó segunda vez y caminó con ellos hasta llegar de noche a una montaña tan cerca de la población que se percibía el ruido y voces de los vecinos. No se quiso empeñar más esta noche receloso de recibir el año y malograr el intento que era hallar quién lo guiase o diese razón de el Padre José Cabarte.
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Parágrafo 7º Prosigue el Padre Alonso su viaje hasta llegar al pueblo de Etare 64. A la mañana siguiente penetró el buen alcalde Pedro de Mora la corta montaña que le dividía de el pueblo donde halló una parcialidad de indios que asustados con la visita de los forasteros echaron mano de sus arcos y envenenadas flechas poniéndose en disposición de guerra. Por un indio Achagua de los que llevaba el Padre los sosegó un poco con decirles que no pretendían ofenderlos los blancos lo cual podían colegir de ver que no se valían de las lanzas [fol. 138] que llebaban porque su intento no era otro que acompañar a los Padres misioneros que iban al Airico buscando otro que allá estaba. Con esto y con algunos donecillos que el alcalde dio al cacique dejaron todos las armas y salieron a recibir al Padre que aún no era llegado, el cual agasajó de nuevo al cacique dándole un cuchillo y otras bujerías de poco valor, dándole juntamente razón de su viaje y de el intento con que hasta allí había caminado. Respondió con desembarazo el indio que él y otras parcialidades de su nación que estaban poblados en aquel sitio tenían noticias de el Padre que buscaban, pero que adonde se hallaba no se podía caminar a caballo por las muchas ciénegas y ásperas quebradas que se habían de pasar, que se habían propasado algunas leguas de el río Guayavero donde era preciso volver a embarcarse porque allí hallarían canoas y bastimentos que les daría su amigo a cuyo pueblo había de ir él por estar convidado a una de sus acostumbradas borracheras. 65. Dicho esto y ofreciendo al Padre y sus compañeros les daría indios que los guiasen se despidió de todos. Y la misma tarde despachó un indio al cacique de el otro pueblo avisándole que tenía en el suyo unos blancos que llevaban un sacerdote al Airico donde estaba ya otro; que no los temiese por que era gente buena y no había que recelar ningún daño. A la mañana envió puntual tres indios que sirviesen a los nuestros de guías y con él los avisos que para llegar al pueblo donde iban; habían de pasar ocho quebradas con montañas y barrancas muy profundas, que él con toda su gente iba delante abriendo camino y buscando vados y últimamente que los aguardaría en la
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cuarta quebrada. Así dispone fuerte y suavemente la divina providencia la serie de la predes[fol. 138v] tinación de los Airicos por medio de los misioneros jesuitas a quienes conduce por entre tantos riesgos fabricándoles de las mayores seguridades. 66. Con el orden dicho caminó el Padre Alonso con toda su compañía aquel día hasta llegar al paraje de la cuarta quebrada que el cacique había señalado donde tenía ya dispuestos muy buenos ranchos en que pasaron todos con bastante comodidad [testado] la noche sin el menor recelo de una ni otra parte. Y a la verdad los nuestros se fiaron con seguridad de los indios porque vieron en todo muy conformes sus obras con sus palabras cosa en ellos si no maravillosa, rara. En esta ocasión oyó el Padre a uno de sus indios Achaguas que en su propria lengua hablaba con una mujer de la parcialidad de el cacique y como conoció había quien le entendiese en aquella lengua (que hasta entonces se habían hablado en la de aquellos indios por un intérprete que entre los de el Padre se halló que medio mal la entendía y hablaba) alzó la voz y se puso a hablar en lengua Achagua con la india y como en el discurso de la conversación dijese que lo que buscaba eran indios Achaguas por ser la mejor gente y de mayor razón y entendimiento de cuantos indios había tratado; al oír esto prorrumpieron aquellos bárbaros en desmesurados gritos y grandes risadas como haciendo burla de lo dicho. Y notando el Padre por esta demostración que todos le entendían prosiguió diciéndoles: pues así os alegreis de lo que digo sin duda que me entendeis todos y con esto podeis acabar de persuadiros a que no os buscamos a vosotros sino a los Achaguas que he nombrado. Esto bastó para que acabasen de perder el miedo los indios y luego se conoció en los efectos porque sacaron alguna carne de monte con que regalar a sus huéspedes aquella no[fol. 139] che con singulares muestras de su buen oficio. 67. Al siguiente día sacó el cacique unas cartas de el Padre José Cabarte que habían llegado a sus manos que para nuestros caminantes fueron de sumo gozo. Gastaron este día los indios en abrir camino y al otro se adelantó el cacique con los suyos dejándole al Padre cuatro indios que fuesen acabando de aderezar los malos pasos y buscando vados a los ríos y quebradas. Con 523.
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este socorro salieron brevemente al camino real y poco después llegaron al pueblo de el segundo cacique que buscaban. El miedo que éste tenía le fue fácil sosegar al Padre Alonso a causa de que sabía también como el primero la lengua Achagua. Y como ya estaba prevenido con la noticia de que venían a su pueblo hombres blancos trató de recebirlos con toda urbanidad y agasajo a su costumbre. No son para omitidas las solemnes ceremonias de este recibimiento en que ya que faltaron las danzas (que en tan corto tiempo no pudieron prevenir) sobre la prevención de comida regalada a su modo y a que no hacen ascos los hambrientos estómagos de los misioneros siendo bien necesaria esta salsa para que no de arcadas el más robusto. 68. Luego pues que llegaron los huéspedes se sentaron los indios de más autoridad en un tronco dando el mejor asiento a un Achagua de los que traía el Padre llamado Pablito que había sido el intérprete en el primer pueblo. Empezó luego el cacique un largo sermón203 (según el estilo de estas naciones en el recibimiento de los forasteros). Hablaba el bárbaro en lengua Achagua y se daba bien a conocer que no era la nativa en las impropiedades y barbarismos de que usaba. Acabado este sermón le dijo el Padre en sustancia al indio Pablito lo que había de responder y anduvo tan advertido que en otro largo sermón usó [fol. 139v] de los mismos términos impropios y bárbaros de que había usado el cacique. La gracia y gloria de estos poco menos que disparatados sermones fue ofrecer el cacique bajeles y matalongo para la navegación. Y pedir al Padre y a sus compañeros que no se fuesen tan presto que descansasen allí algunos días pues tenía hasta comida que darles. Admitióse el ofrecimiento y los españoles que lo registraron todo hicieron juicio que estas tres parcialidades se compondrían de 900 personas, toda muy buena gente, porque aunque en el lenguaje proprio parecen guaibas pero cierto es que no son de las malas propiedades de los otros gitanos y ladrones pues éstos están poblados en lugares fijos y cultivan sus labranzas para no tener que robar las ajenas.
203 Para el “mirray”, véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente, 263-272.
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69. Fue gran parte para que los indios socorriesen y tratasen con tanta liberalidad y humanidad a los españoles el haberlos prevenido a éstos y avisado el Padre el modo con que se habían de portar con aquellos bárbaros con que se evitó el peligro en que poco tiempo antes se vio el Padre Fray Juan Suárez204 religioso franciscano entre otros indios parientes de éstos poblados algo más arriba. Ocasionóse el lance de la codicia y poco recato de los blancos que echando mano o señalando los hijos de los indios daban a entender el intento de robarlos a sus padres. No hicieron demostración alguna por entonces los bárbaros hasta coger descuidados los españoles y hallando ocasión les quitaron las embarcaciones, quemaron las casas o ranchos en que vivían y los hubieran muerto a no haber acudido a la defensa los indios y bogas de las canoas que los blancos traían. Advertidos de este suceso los que iban ahora con el Padre Alonso dieron por el extremo contrario procurando ganar las voluntades de los indios con cuantos agasajos y medios les fueron posibles. 70. [fol. 140] Y para que se vea cuánto vale con estos bárbaros el modo y el acomodar a sus costumbres y estilos en lo que no tiene inconveniente no dejaremos de referir donoso caso que sucedió con un mozo español, el cual por divertir el tiempo les cantó algunas cosas en sus mismos tonos y salía con los muchachos de el pueblo a danzar y cantar; y después sentado en un palo con el arcabuz en el suelo y bien inclinada la cabeza les hizo un largo sermón moviendo continuamente las manos y tosiendo muy recio, sin decir palabra significativa sino de quando en cuando esta voz Camuniba que significa Caribes. Juzgaban los indios que el sermón iba en lengua castellana porque no siendo la sustancia de esta ceremonia el entenderse los unos a los otros sino el dar gritos, cada nación sermocina en su propia lengua cuando el sermocinante no sabe la de aquellos con quien habla. Cansóse en fin el buen soldado de fingir vocablos y ensartar disparates. Y hubo de atender cómo los indios al suyo a otro sermón que le hizo mucho más largo uno de ellos 204 Juan Suárez. Vicario Provincial. Había estado por primera vez en el año 1675 en esas misiones y en 1682 se tuvo que retirar enfermo a Bogotá. Para su biografia, véase: Luis Carlos MANTILLA. Los franciscanos en Colombia. Bogotá, Editorial Kelly (1987) II, 713-717.
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de que quedó tan enterado como los bárbaros de lo que el les dijo pero no le faltó a su sermón la propina porque además de un gran vaso de bebida que llaman sucube le presentaron un maco. Llaman así a los cautivos que cogen unas naciones de otras enemigas los cuales no hacen prisioneros de guerra sino esclavos y cómo de tales se sirven dellos o los venden y aunque por éste les había ofrecido otro español bastante precio no le habían querido vender pero el de el sermón tuvo méritos con aquellos bárbaros y así se le presentaron y el agradecido les dio algunas bugerías valadíes con lo cual quedaron muy gustosos todos y lo reconocieron bien el Padre y los suyos en el regalo con que los trataron. 71. Después de dos días que allí se detuvieron los llevó el cacique de este [fol. 140v] pueblo a otro de nación distinta dos leguas de camino solamente. Esta población, en las márgenes de el Ariari, sus moradores se llaman Guisaniguas205 y aunque mansos de natural pero andan en el traje fiero de los indios de una nación de Caribes que están poblados a las bocas de el Guayavero arriba trayendo por zarcillos en las orejas sendos palos de una cuarta de largo y gruesos como la muñeca. Tienen estos indios su razón de estado en esto: y es el que los miren los dichos Caribes como a parientes, amigos y confederados con lo cual, siendo cobardes y para poco, evitan los daños que la vecindad de aquellos bárbaros causa a las otras naciones comarcanas. A este pueblo llegó el Padre Alonso en busca de bajeles que le negaron luego los indios pero repartiendo entre ellos los rescates o donecillos acostumbrados para que le hiciesen cazabe, que es el pan de estas gentes hecho de una raíz que llaman yuca, para matalotaje ofreció juntamente el cacique daría dos canoas si se las pagasen bien. Yéndolas a reconocer en el sitio donde estaban la corriente se había llevado una que acaso se encontró después de cuatro días de navegación y la otra era un bajel podrido o de ningún provecho para embarcarse.
205 Guisaniguas [Guisanivas]. En las orillas del río Ariari (Juan RIVERO. Historia de la Misiones, 324) y nos inclinamos a creer que son los Guisaniguas de que habla Gilij, habitantes en las cercanías de San Juan (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, IV, 388). Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 483.
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72. Pero como este viaje corría por cuenta de la providencia divina siendo todo él a impulsos de la santa obediencia llegaron a este tiempo unos indios con una canoa bien pequeña que vendieron en vilísimo precio al Padre Alonso y los que fueron en busca de el bajel robado de las aguas encontraron otro menos maltratado con los cuales se pudo, aunque con mucho trabajo, ejecutar la navegación. El mejor de estos bajeles tenía a la boga media vara de ancho siendo todo lo demás más estrecho y como no había más embarcaciones que éstas; estando ya el buen misionero para [fol. 141] arriesgarse en una agradeció con palabras de mucho afecto a los alcaldes y demás españoles los trabajos y empeños en que por amor de Dios y suyo se habían puesto y que no dudaba que si hubiese forma de embarcación le acompañarían en todo el viaje que faltaba con la misma voluntad que hasta allí. Que de todo se reconocía muy obligado y esperaba que Dios cuya causa habían hecho les pagaría cumplidamente su celo, trabajos y deseos que para él era materia de mucho sentimiento el haberse de apartar de tan amable y fiel compañía; y así que les rogaba se volviesen desde allí pues la cortedad de los bajeles no daba lugar a otra cosa siendo capaces solamente de su persona y cuatro indios Achaguas que le habían de acompañar. 73. Acotaron no sin gran desconsuelo y lágrimas los españoles el forzoso partido menos el alcalde Pedro de Mora que movido de generosa atención o lo que es más cierto de superior impulso (pues en él únicamente consistió en lo humano el feliz suceso de el viaje) le dijo al Padre Alonso que él no podía volver a su casa hasta dejarle en compañía de el Padre José Cabarte a quien buscaba. Y diciendo y haciendo saltó en la canoa de el Padre tomando un canalete que son los remos con que vogan los indios. Siguió el heróico ejemplo de el alcalde otro español llamado Francisco Labrador que se entró de la misma suerte en el otro bajelillo. A no gobernarse toda esta acción por soberanos impulsos y en la confianza y seguridad que da la santa obediencia podían atribuirla los entendimientos humanos a temerario arrojo pues tal parecía el entrarse estos pocos hombres en semejantes canoas por un río peligroso poblado a lo que se decía de naciones bárbaras que sólo conocen el nombre español para aborrecerle. 74. Iba el buen Padre Alonso encajonado o como en 527.
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[fol. 141v] un ataúd sin poder revolverse de un lado a otro, al sol, al agua y al viento sin la menor cubierta o reparo. Y el alcalde Mora y un indio bogador apenas podían ir sentados. Pero con esta disposición partieron llenos de confianza el Ariari [testado] abajo un mes después que salieron de Sabana Alta. Aún no habrían navegado un cuarto de legua cuando por descuido o insipiencia de el piloto que gobernaba la segunda canoa de el bastimento se trastornó ésta en una grande profundidad. Corrió mucho peligro la vida de el español Alonso, perdióse el matalotaje que sólo se pudo librar una talequilla de harina de maíz y perdiéronse también algunas hachas de cortar y cuchillos de monte, un arcabuz y otras alhajas. Rescataron con todo los indios una petaquilla en que llevaba el Padre sus papeles y el lío de su ropa donde traía una devota imagen de Cristo Crucificado la cual, tomando en la mano el indio que la sacó, exclamó lleno de fe y confianza: Por este Cristo se salvó toda la ropa, palabras que hicieron derramar lágrimas de devoción al Padre Alonso y sus compañeros. 75. Con este contratiempo plugo a Nuestro Señor probar como en crisol la constancia de el misionero, el cual nada acobardado y ofreciendo de nuevo la vida a los peligros, pareciéndole le hacía estorbo la compañía de los dos españoles para poner toda su esperanza en sola la providencia que le probaba y afligía, intentó de nuevo quedar solo rogando con más instancia al alcalde Mora y al otro español que se volviesen pues veían que no había quedado sustento para uno y que atendiesen que eran hombres cargados de obligación a sus mujeres e hijos [a] lo cual el buen alcalde con su acostumbrado fervor y lealtad le dijo: Ahora veo que hay más necesidad de asistir a Vuestra Paternidad por [fol. 142] si vuelca otra vez la canoa y también para buscar [testado] con mi industria y experiencia el sustento necesario para todos. Y así no hay que tratar de que me vuelva hasta dejar a Vuestra Paternidad en parte segura; mejor lo ejecuto. Que lo dijo y fue cosa notable que en toda la navegación no se cogió más pescado que el que con flechas y anzuelos cogió el mismo alcalde no habiendo podido lograr siquiera un lance los indios que son diestrísimos en
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este ejercicio en que se crían desde niños toda la vida [por]que por la mayor parte sustentan con la pesca que les adquiere su industria. 76. El primer día que fue domingo se navegó muy poco para detenerse a secar la ropa y papeles. Los cuatro siguientes prosiguieron su navegación sin desgracia contentos con el pescado que el alcalde cogía en abundancia en cuya sazón suplía el hambre la falta de sal y demás condimento. El viernes por la mañana en una pequeña quebrada que entraba en el río reconocieron huellas de hombres y siguiéndolas por una montaña adentro el alcalde e indios, a poco más de una legua, dieron en un pueblo y abandonado de el todo. Habían dejado sus moradores muy buenos platanares cuyos frutos con sazón unos y sin ella otros (que así también sirven) cargaron los pobres navegantes muy contentos con el no esperado socorro pero presto se les aguó la alegría porque descubrieron que el río se iba enredando y ocultando en un laberinto de ramas y troncos que cerraban de el todo el paso a los bajeles. El indio que gobernaba el de el Padre se subió en un palo grueso para reconocer el paso. Estaba carcomido el palo, quebróse y cayó sobre el mismo indio y él sobre otros palos que le maltrataron mucho; dio gritos y acudiendo a él todos le hallaron con tres heridas en la cara y el [fol. 142v] cuerpo tan quebrantado que no le podían mover sin causarle acervísimos dolores. 77. A este trabajo se añadió el de un sol calurosísimo que bien descubierto este día los abrasó a todos por no llevar reparo alguno las canoas contra su inclemencia. Así pasaron aquel laberinto de ramos bogando solo en el bajel de el Padre el buen alcalde Mora que desde el maltrato de el indio, aunque llebaba desolladas las manos de el mismo ejercicio, se persuadió que a él sólo tocaba trabajar por entrambos. Los demás días de esta navegación fueron buenos cubierto el sol siempre de espesas nubes que aunque arrojaron continuas y grandes lluvias nunca fueron molestas a los navegantes porque caían en parajes distintos de adonde se hallaban, lo cual aunque pudo ser acaso parece más acertado atribuirlo al cuidado especial de la providencia divina pues nunca se mojaron los navegantes no habiéndose pasado día en que no viesen llover o poco detrás de sus mal abrigadas canoas.
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78. El domingo de la quincuagésima se hallaron dos bajeles amarrados en la boca de una quebrada y saltando en tierra hallaron a pocos pasos un montón de plátanos y cantidad de maíz y un camino bien trillado por donde fue nuestra gente a reconocer si había población alguna y viendo el Padre Alonso que tardaban en dar la vuelta se fue siguiendo las mismas huellas la motaña adentro y caminada una legua encontró una labranza y dos indios a quienes habló con cariño quitándoles el sobresalto que siempre les causa el ver gentes extrañas. Pidióles fruta y ellos se la dieron y perdido el miedo le dijeron: Camina Padre que cerca están las [fol. 143] casas. Hízolo así a tiempo que ya sus compañeros venían cargados de varias frutas. No había en aquel sitio más que cuatro familias de indios porque el cacique y lo restante de el pueblo que halló había estado temeroso de el Caribe se retiró a otro pueblo grande. Los que habían quedado dijeron que ya solo faltaba medio día de navegación para llegar al pueblo de los Amarizanos206 que era el deseado llamado Etare207. A otro día como a las dos de la tarde llegaron a las bocas de la quebrada [testado] por donde se había de entrar al pueblo. Saltó en tierra la gente y dejando al Padre en aquel sitio fueron a buscar el pueblo pero volvieron tarde sin más noticia que la de haber hallado unas casas desiertas no habiéndose descubierto algun humo en aquel contorno.
206 Amarizanos. Habitaban en el gran Aírico, a dos días de Quirasiveni (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 328) y a orillas del río Etari (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 330). Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 390-391. 207 Etari distaba cuatro jornadas de unos raudales del río Ariari, y a poca distancia de donde “asisten los Padres los ríos Dubarro y Vichada” por los que se puede bajar al Orinoco. En las bocas del Ariari, que desemboca en el Orinoco, estaban los caribes camunibas quienes servían de puente a los caribes para sus cacerías humanas (APT. leg. 26, fol. 148v-149. Letras annuas 1694-1698). Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, I, 369-370.
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Parágrafo 8 Entra el Padre en Etare: noticias que allí adquiere y sus primeras visitas con el Padre José Cabarte 79. Aunque desconsolados y confusos pasaron aquella noche al día siguiente volvieron todos a la demanda; deparóles Dios luego unos indios que venían a pescar de los cuales el primero en descubriendo al Padre y españoles gritó: Guabaymi Guabaymi, que quiere decir: Duendes, Duendes que así lleman los Achaguas a los blancos. No somos duendes les dijo el Padre Alonso en su lengua sino que yo soy vuestro Padre y estos hombres no vienen a haceros mal porque vienen en mi compañía. Oyendo los bárbaros hablar al Padre en su lengua se sosegaron un poco y más que ya estaban prevenidos de el Padre José Cabarte de que vendría a su pueblo otro Padre como él, noticia, que había tenido por la comunicación de los Llanos. No obstante [fol. 143v] uno de los indios que no oyó hablar al Padre Alonso fue corriendo al pueblo y le alborotó de modo que en dos días no parecieron las mujeres, ni la chusma; y cuando el Padre entró en el pueblo le recibieron con las armas en la mano siendo muchos de parecer que no le dejasen parar allí porque esta novedad, decían, no se puede ocultar a los Caribes que el año pasado estuvieron con nosotros y sabemos que aborrecen a los blancos y con especialidad a estos Padres; pues quién puede dudar que con la noticia de haber nosotros recibido de paz a éstos han de corroborar los caribes su saña y furor contra nuestro pueblo. 80. Aunque así discurrían los más prevaleció con todo el parecer de el cacique hombre de natural manso y apacible y más capaz que los otros. Éste vencido de los agasajos de el Padre y de oírle hablar con tanta propiedad y destreza en su idioma Achagua y mucho más compadecido de los trabajos de su viaje, sólo por solicitar el remedio de ellos mismos, sosegó al pueblo y con muestras de mucho amor hospedó al Padre y a los suyos mandándoles hacer por entonces unas chozas hasta que con el tiempo se les dispusiese habitación menos incómoda y más decente. Dilatado nos hemos mucho en la narración de este viaje pero así lo ofrecimos en otro lugar en que nos excusamos de referir los grandes trabajos que los misioneros padecen en sus navegaciones 531.
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y caminos, dejándolo entonces para la comodidad que ofreciesen algunas de sus nuevas y gloriosas empresas. Tal juzgamos la que se va refiriendo y habiendo de toda ella noticias muy individuales, curiosas y ciertas no habemos querido privar de el gusto de ellas a los que leyeren esta carta. 81. Volviendo ahora a los indios de Etare, o Amarizanos, para que se vea cuán bien [fol. 144] fundado es su miedo a los Camunibas o Caribes, pondremos las noticias que estos indios dieron luego al Padre Alonso. Dijéronle que otros indios llamados Chanapis208 le habían venido ya a buscar allí dos veces y que viendo no había llegado se habían vuelto muy tristes. En la nación Chanape muy nombrada en la ciudad de San Juan por ser muy pacífica y de hermosa disposición. Traen el cabello largo hasta la cinta. El cacique de los Guisaniguas, ya nombrados, que fue quien dio canoas al Padre Alonso era indio Quirasiveni pueblo donde habitaba el Padre José Cabarte. Éste dándole cuenta de su vida le dijo que primero se había casado con una mujer Chanape y muerta ésta se casó segunda vez con otra en el pueblo donde asistía y añadió que los Chanapes eran muy amigos de los blancos a quien desean y buscan para que los defiendan de los Caribes Camunibas. 82. Son éstos enemigos crueles de la naturaleza humana y más de aquellos que por mansos y quietos tienen más de racionales cuales son los pacíficos Chanapes. A éstos persiguen cruelmente los bárbaros Camunibas siendo su mayor cuidado cogerlos vivos para mostrar mejor crueldad y fiereza. En habiéndolos vivos de las manos atan a las espaldas las de estos miserables y trabados bien los muslos los llevan a sus caneyes que son unos grandes caserones de paja donde habitan muchas familias juntas. Allí los degüellan como a brutos y para desangrarlos bien los aprietan el vientre y costillas con sus macanas, instrumentos de su furor que labran curiosas de un palo negro, duro y pesado con filos tan fuertes como de acero; juéganlas con destreza y de un golpe derriban en tierra muerto a un hombre. Después de desangradas
208 Chanapis [Chanapes]. Cerca del río Etari, y asisten en las cabeceras del Inirricha (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 38) y es muy nombrada en los Llanos de San Juan por ser pacífica (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 327). Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 445.
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las miserables víctimas de su barbaridad les cortan las cabezas que cuelgan a las puertas de los cane[fol. 144v] yes para que todos las vean y se alegren con tan horroroso expectáculo; luego las echan a cocer con lo demás de el cuerpo no reservando de el hombre más que los labios y la extremidad de la nariz. Todo lo demás comen y celebran en esta forma el banquete. Puestos en muela ponen junto a la olla gran cantidad de cazabe y separada la carne van mojando en el caldo y tomando de aquel pan hasta que se acaba y luego comen la carne que es el postre y fin de su bárbaro convite. 83. También dieron noticia al Padre Alonso los Amarizanos de que habían tenido allí por huéspedes otra nación de indios Enaguas209 de cuya tropa enfermaron dos mujeres que estaban aún en el pueblo. Vinieron éstos por tierra de la banda de el Sur conducidos de uno de ellos que en otro tiempo había estado en Etare. El motivo de esta venida fue haber sabido que los Caribes de Guayana habían llegado hasta Etare y dejado allí gran cantidad de cuchillos, hachas y otras herramientas en que no se engañaron; pero ya no habían quedado en Etare más que dos cuchillos de monte; éstos dieron a los Enaguas y ellos en la paga mostraron su estimación dando a los Amarizanos dos guacamayas, un manojo de lanzas enarboladas, una rodela y una curiosa sarta de huesos de cierta serpiente venenosa llamada muno210 de que sacan el unto de bien querer, género de gran precio entre estas gentes dadas mucho a la supertición y hechicerías. 84. Viendo el Padre Alonso de Neira el concurso de naciones que acude al pueblo de Etare determinó hacer en él su asiento formando allí su plaza de armas
209 Enaguas [Omaguas]. Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, III, 316: “…hoy se habla en la reducción de San Joaquín, establecida en la parte septentrional del Marañón, poco más abajo de la desembocadura del Ucayali. Allí el célebre jesuita Samuel Fritz instaló a los omaguas, que habían partido con él de las islas del Marañón que están entre el río Ñapo y el Negro. Pero es dudoso que algunos individuos de esta famosísima nación, dispersada por las batallas que les dieron los portugueses, habiten aún en otra parte. Los hay quizá entre los carmelitanos [...] Los hay [...] en la reducción llamada la Quebradita...”. Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 457-458. 210 Muno, serpiente venenosa.
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para salir de ella a la espiritual conquista de los innumerables bárbaros que pueblan aquellos vastos con[fol. 145] tornos. Y aunque entonces estaba algo disminuido el pueblo por haberse ausentado dos parcialidades temerosas de la invasión de el Caribe no obstante se hallaba ya el Padre Alonso visitado de cuatro caciques señores de otros cuatro pueblos circunvecinos de Etare, todos los cuales mostraron deseo de agregarse a los Amarizanos por lograr la compañía y enseñanza de el misionero. Son los habitadores de este país muy aplicados al trabajo, cosa entre indios extraña. Son también de gentil disposición y talle y de ingenios menos toscos y bárbaros como lo habemos experimentado en algunos que los Padres misioneros han traído a esta ciudad con el fin que habemos dicho en otras ocasiones. 85. Viéndose el Padre Alonso bien recibido en Etare trató de dar aviso de su llegada al Padre José Cabarte. Despachó un indio que en dos días llegó a Quirasibeni y llenó de gozo al solitario misionero que en tanto tiempo no había visto ni sabido de sus hermanos. Púsose luego en camino y aunque era viaje de solo dos días tardó cinco por hallarse con los pies hinchados y llenos de vejigas de el continuo caminar entre aquellas montañas y retiros ásperos aun a la vista. Pero quién podrá explicar el gozo y consuelo que tuvieron estos dos incansables operarios y casi continuos compañeros en tan gloriosas empresas. Los que primero manifestaron la alegría de el corazón fueron los ojos en las muchas y dulces lágrimas que derramaron entrambos, usurpando por buen rato los oficios a la lengua. Después se saludaron cariñosos dándose muy despacio cuenta el uno al otro de los sucesos, trabajos y peligros en que se habían visto. Venía el Padre José Cabarte con los dos soldados españoles que sacó de los Llanos fieles y perpetuos compañeros suyos. Venían éstos tan desnudos como los indios [fol. 145v] y el Padre poco menos que ellos. Dióle el Padre Alonso una de dos sotanas viejas que traía y no le pudo dar otra cosa porque la desgracia de el río le dejó tan pobre como vimos. 86. Concluídos ya de entrambas partes los oficios de la caridad religiosa entraron los dos misioneros a conferir entre sí el modo que habían de tener 534.
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para la consecución de sus buenos y santos intentos. Resultó de esta conferencia la determinación de que quedando el Padre Alonso como más anciano y fatigado en aquel sitio con el cuidado de conservar en nuestra amistad los pueblos y de irlos catequizando y disponiendo para el bautismo, el Padre José Cabarte saliese como mozo de naturaleza robusta al sitio de Sabana Alta y si fuese necesario (como se juzgó después) pasase a Santafé para informar de algunas cosas que pedían pronto remedio. Y así mismo para solicitar algún socorro para los indios y misioneros. Hizo este viaje el Padre José acompañado de el alcalde Pedro de Mora que como práctico ya en el camino lo dispuso con menos incomodidad y más prevención pero no sin muchos trabajos y riesgos que no son fáciles de evitar ni se vencerán tan presto. Gastó el diligente operario pocos meses en llegar a Santa Fe y en las agencias de su cuidado. Dio luego la vuelta y se halló en Sabana Alta por septiembre de 95. Llevaba orden de los superiores mayores al Padre Mateo Mimbela Superior de esta Misión para que junto con el Padre José Cabarte entrase al Airico e informado bien de el estado presente de la Misión y de las esperanzas que daba para en adelante pasase las noticias de sus ojos a los oídos de los superiores para que con el sincero y puntual informe de todo se pudiese dar la providencia necesaria y más conveniente así en [fol. 146] lo espiritual como en lo temporal de dichas Misiones. 87. Salieron pues de Sabana Alta el día 25 de septiembre de 96 y el deseo de ir descubriendo mejor y más breve camino les obligó a padecer nuevos y mayores trabajos y peligros. Dividiéronse con este intento y el Padre superior siguió todo el camino por tierra despoblada en que gastó 27 días sin encontrar un solo indio. Más breve fue por el Ariari el viaje de el Padre José Cabarte pero consiguieron entrambos el dejar de una vez descubiertos caminos por agua y tierra. Llegados pues a Etare entendió luego el Padre superior en la averigüación de lo que se le había encargado que redujo a cuatro puntos principales. El primero, el gentío de que hubiese noticias ciertas de el Airico. El segundo la facilidad o dificultades que ocurrían en la promulgación de el evangelio. El tercero, si puede haber comercio o comunicación desde el Airico con la nación Sáliva de el Orinoco. El cuarto 535.
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y último las calidades de las tierras, distancias de San Juan de los Llanos y dificultades de los caminos. Lo que informó diremos en [el] parágrafo siguiente.
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Parágrafo 9 Informe que trajo a Santa Fe el Padre Superior de la Misión de el Airico 88. Tenemos propuestos los puntos cuya averiguación llevó a su cargo el Padre superior de la Misión Mateo Mimbela en la entrada que hizo al Airico. Y en lo que toca al primero de el gentío halló que los pueblos de la nación Achagua son 17, pequeños todos, pues según el mejor cómputo que se hizo pasarán [fol. 146v] de mil ochocientos cuarenta almas todos juntos. Los más de estos pueblos distan muy poco unos de otros, el que más dos jornadas cortas de camino. La idea de los misioneros es formar de todos ellos un par de pueblos en los ya nombrados de Quirasiveni y Etare y aunque ésto no deja de tener sus dificultades que vencer con el tiempo se espera se vencerán todas; y aun ya iban vencidas algunas habiéndose juntado a Quirasiveni otros pueblos y a Etare el de los Guarruguares cuyo ejemplo trataban ya de seguir los Muzunavenis. Además de la Achagua hay en aquellos montes otras muchas naciones que han venido a los pueblos de los Achaguas. Es muy nombrada entre todas la nación Pami211 por ser indios de mejor color y facciones que los demás y muchos en número. También es muy numerosa la de los Enaguas que profesa amistad y buena correspondencia con la Achagua a quien se parecen mucho en naturales y costumbres. Ocupan los pueblos de esta nación las márgenes del río Iguira poco distante de el Ariari. 89. Más cercana a Etare está la nación de los Chanapes o Chachapes, indios cuyo estudio principal se reduce a cuidar mucho de el cabello que crían largo o bien poblado. Habitan las cabeceras de el río Ynirricha, son todos muy mañosos y abundan sus tierras de minerales de malastro. Los Curiarivensis212 211 Pami [Pamivas]. En los contornos del Aírico y Barragua (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 37) en la región comprendida entre el Orinoco y el Río Negro (Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, III, 97, 103; para los pamivos de Río Negro: II, 265). Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 519. 212 Curiarivensis [Curicurivenis]. Nación del Aírico, muy conocida de los Achaguas (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 38). Esta etnia fue totalmente marginal a la historia jesuítica. Véase: José DEL REY FAJARDO. Nosotros también somos gente, 445.
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es nación bien nombrada en el Airico y conocida de los Achaguas. Tiene alguna menos falta de policía que las demás y los poderosos se sirven de otros de la misma nación pagándoles con fidelidad su trabajo. A todas estas naciones excede en número y valor la de los Caberris, poblada en las bocas de el ya nombrado Ynirricha. Es nación bien conocida no sólo en Orinoco por la resistencia que hace al Caribe sino también en los Llanos por el buen entendimiento y habilidades que mu[fol. 147] estran los indios que tal vez han salido a Santiago. No se duda que son más de las referidas las naciones de el Airico pero la cobardía de los Achaguas que son los que han dado las más de estas noticias así como a ellos los ha contenido en sus pueblos así ha defraudado a los misioneros de los cabales informes que deseaban. 90. En lo que toca al segundo punto de la facilidad o dificultades que se han descubierto en los Achaguas (que son los que más han comunicado los nuestros) en orden a la promulgación de el santo evangelio parece bastan las experiencias de el Pueblo de San Salvador de Casanare (de que hablamos varias veces en este capítulo). Es todo de indios de esta nación y en él consiguió el Padre Alonso de Neira en los principios de su apostolado el ver bien logrados todos sus trabajos en una fervorosa cristiandad bien parecida a la de la primitiva Iglesia. Ayuda mucho a esto la docilidad de sus naturales, la perspicacia de sus entendimientos y en formando dictamen de que se solicita su mayor bien se rinden de el todo y admiten cuanto se les dice y enseña. Buena prueba es de ésto lo que consiguió el Padre Alonso de Neira en el pueblo de Etare desde los primeros meses que allí estuvo. Todos los días a mañana y tarde junta los niños y niñas de el pueblo para rezar las oraciones de la doctrina cristiana en una plazuela en frente de su casa. Todos los domingos junta el pueblo y les explica muy de espacio algún misterio de nuestra fe o algún precepto de la ley de Dios u otro punto de los que es necesario sepan para recibir el bautismo. Fuera de éstos junta en su casa todos los días los mozos más capaces a quienes por espacio de una o dos horas instruye o catequiza más de [fol. 147v] propósito disponiendo de esta suerte la levadura que ha de servir para la masa de la reducción de todo el pueblo. A estos santos ejercicios acuden los 538.
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Achaguas con mucha puntualidad mostrando gran deseo de saber lo que tanto importa por donde se podrá conocer la buena disposición de esta gente para abrazar el evangelio. 91. Tampoco faltan gravísimos estorbos para que fructifique la palabra de Dios en el campo de este bárbaro gentilismo. Y si gran parte de la semilla evangélica se malogró por haber caído junto al camino, o sobre piedras, o entre espinas que la ahogaron también en esta nación se malogran muchas fatigas de los evangélicos operarios, ya porque siembran la divina semilla de la verdad en gente descaminada y corazones que imitan la dureza de las peñas en dejar la envejecida costumbre de sus supersticiones y vicios cuyas espinas y malezas arraigadas ya y crecidas tanto tiempo antes que se llegase a sembrar en ellos el trigo de el evangelio, no es mucho que no le dejen crecer o que le ahoguen pues bastaron para esto las espinas tiernas que nacían juntamente con el otro simbólico trigo. Y para que se vea cuáles son estas espinas referiremos los vicios de los Achaguas gentiles como referiremos antes las virtudes y fervor de los Achaguas cristianos. 92. Fuera de la inconstancia y embriaguez, pecados que parecen originales en los indios, es notable su desahogo en la sensualidad. La política de Platón de que las mujeres fuesen comunes la ha introducido entre estos bárbaros la innata propensión a la lujuria. Está entre ellos tan lejos de parecer mal el tener mu[fol. 148] chas mujeres que antes bien es esto un dirago [sic] de autoridades en los casamientos, o por mejor decir amancebamientos; no tienen el menor respeto al parentesco de afinidad casándose, o amistándose a un tiempo con dos hermanas y con madre o hija. Por el de consanguinidad es de tanto reparo entre los Achaguas que por ningún caso dispensan en él aunque el grado sea muy remoto y ellos hayan de buscar entre otras naciones mujeres con quienes casarse. Es también usado de estos bárbaros el repudio, el cual no sólo es lícito a los varones como entre los hebreos y romanos sino también a las mujeres y basta para causa un antojo, ni es menester más solemnidad que despedirse o apartarse y tomar otro marido.
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93. Mas quién se maravillará de tales costumbres diciendo el sabio Initium fornicationis exquisitio Idolorum, et adinventio eorum corruptio vitae est?213 Son los Achaguas muy dados a la idolatría o superstición, qué mucho pues que de este infeliz tronco se produzcan tales ramas y en ellas se cuajen y sazonen tan obscenos frutos? Basta concebir alguna conveniencia o detrimento en las mismas cosas que traen entre manos para atribuirles alguna divinidad. En el punto de su creación discurren tan vilmente que algunos atribuyen su origen a unas culebras y por eso se llaman Amarizanos, otros a los murciélagos y éstos se llaman Yguirris que en su idioma es lo mismo. Los odios, a fuer de herencias, pasan de padres a hijos y suelen los ancianos de los pueblos repetir frecuentemente los motivos de las disensiones para hacer imposible la reconciliación. Son los Achaguas muy cobardes pero cuando tratan de vengar sus injurias ha discurrido el odio una abominable traza con que priva[fol. 148v] dos de el juicio y de el entendimiento menosprecian los peligros y a fuer de agarrochados toros acometen a ciegas y se arrojan sobre los mismos riesgos. 94. Toman para esto una yerba llamada yopa, que seca y molida, la usan como el tabaco pero el efecto es violentísimo porque luego les vuelca la razón y hace furiosos a los pacíficos y a los pusilánines temerarios214. Y como el demonio los ha menester sin entendimiento para persuadirles sus disparates ha introducido también el uso de esta yerba en las superticiosas consultas que en los casos dudosos y contingentes hacen a este infernal espíritu. Trastornado pues el juicio de los Achaguas con el uso de la yopa en sus pendencias y venganzas dejan de ser cobardes porque depuesto el miedo obra solo el rencor y la fiereza. Toda la autoridad de los Padres y los fieros y amenazas de cuatro soldados españoles que se hallaron por octubre de 96 en Etare apenas pudieron recabar de los Amarizanos el que no se ensangrentasen las manos 213 Sabiduría 14, 12: “Pues el principio de la fornicación es la invención de los ídolos, y su invención es la corrupción de la vida”. 214 El yopo se emplea en forma de polvo finísimo soplado en la nariz por un canutillo de sesenta centímetros a un metro de largo. También se aspira el polvo directamente por la nariz como el tabaco rapé de los occidentales. Para mayor información: Daniel de BARANDIARÁN y Aschi WALALAM. Los hijos de la luna. Monografía antropológica sobre los Indios Sanemá-Yanoama. Caracas, Ediciones del Congreso de la República (1974) 80-81.
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con las muertes de ocho indios que llegaron de otro pueblo solo por una leve sospecha de que habían dado hechizos a dos de los suyos. Y aunque se solicitó por varios medios la amistad de unos con otros se malograron por entonces todas las diligencias. 95. Acerca de el tercer punto de las entradas que de el Airico se pueden hacer a los Sálivas de Orinoco, es cierto, que hay varios caminos para comunicarse con ellos y con las demás naciones de aquel caudaloso río. Porque el Ariari desemboca en el Orinoco dos o tres jornadas más arriba del sitio que tienen poblado algunas familias de los Sálivas. Verdad es que cuatro jornadas más debajo de el pueblo de Etare tiene el Ariari unos raudales peligrosos donde perecieron el año de 94 algunos Caribes [fol. 149] con los macos, o esclavos, que llevaban de el Airico y de la otra nación de Caribes Camunibas, poblados casi a las bocas de el Ariari, para comerciar en el mar de Guayana con los piratas y herejes que por estos macos dan a los Caribes herramientas y otros géneros valadíes siendo la mayor lástima el que estos miserables esclavos no solo pierden para siempre la libertad sino también el alma pues de la contingencia de ser católicos si quedaran en sus tierras pasan a la herejía que les enseñan sus nuevos amos. Pero volviendo al mal paso de el Ariari parece que el naufragio en él de los Caribes fue por no querer dar un corto rodeo llegándose a las orillas de el río por donde sin riesgo podían conducir sus bajeles; y esto hicieron porque les pareció muy ajeno de su valor y destreza no atropellar por los riesgos que en el medio ofrecía la violencia de los raudales. Pero dado el caso que esta navegación sea siempre arriesgada (como en efecto lo es por ser este río muy conocido e infestado de el Caribe) están a poca distancia de adonde asisten los Padres los ríos Dubarro [y] Vichada por los cuales se puede bajar al Orinoco con más seguridad así por lo apacible de sus corrientes como por ser ríos que el Caribe hasta ahora no conoce. 96. Lo que se le averiguó acerca de el último punto de las tierras de el Airico y de los caminos y distancia de la ciudad de San Juan fue que el temple es cálido pero no con demasía; la tierra es sana principalmente si se sacan los indios a los prados y campos que despejados de las arboledas los bañan los aires saludables. Dos buenos argumentos de esta benignidad de temple son: el 541.
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primero, la uniformidad donde no se experimentan las mudanzas y revoluciones de otros parajes; el segundo, la robustez de sus naturales la cual es más de extrañar atendiendo a la debilidad de el sus [fol. 149v] tento que el más ordinario es el pan de cazabe y la bebida, que llaman sucube, hecha de la misma raíz de yuca como dijimos en otra parte. Y aunque los ríos y quebradas abundan de buen pescado pero [en] el invierno carecen de él porque las crecientes no dan lugar a sus pesquerías. En este tiempo suplen su falta con mil sabandijas asquerosas y animales inmundos como son tortugas, monos, papagayos, iguanas que es una especie de lagartos de agua y tierra y tan asquerosos a la vista que la más curiosa [al margen: no los puede mirar sin fastidio]. El mayor regalo es el venado y danta de que sacan las piedras vezares y de que abundan los valles y los montes; pero la carne es desabrida y dura. 97. Toda esta caza como también el pescado, a sus tiempos, cogen los indios con sus flechas en cuyo ejercicio son tan diestros que en asomando la cabeza de el pescado fuera de el agua ya le tienen clavada la flecha sin que le libre su ligereza en su propio elemento como si a las fieras, la de sus pies en la tierra, ni en el viento a las aves sus alas. La fertilidad de estos sitios es muy conocida y experimentada en las pocas semillas que han tenido hasta ahora sus habitadores a quienes rinde la tierra abundante el sustento sin que apenas les cueste algún cuidado ni cultivo. Carecen de la sal en todo el Airico no porque no la tengan pues dos jornadas de Etare, [testado] a la otra banda de el Ariari o Guaviare (por lo que presto diremos) dicen, que tienen una muy buena salina pero como son tan supersticiosos la tienen por cosa sagrada y así vencidos de el vano temor de perder la vida no se han atrevido hasta ahora a beneficiarla por más falta que les hace. 98. Con las varias jornadas que en tan pocos años se han emprendido han descubierto los misioneros dos buenos caminos. Uno por tierra y otro por agua. Éste se hace [fol. 150] embarcándose en Ariari desde un sitio llamado Chunaypo distante tres o cuatro jornadas de Sabana Alta. Por este río se baja a encontrar con otro más caudaloso llamado Guayavero que se juntan y luego pierden entrambos 542.
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sus nombres, o por mejor decir los mezclan juntamente con las aguas, y de Guayavero y Ariari se compone el nombre de Guaviare que es el que sigue al río desde esta junta hasta desembocar en el famoso Orinoco. En el camino de tierra se sigue una loma sin embarazo de río, quebrada u otro mal paso; mas con esta diferencia que en el viaje de agua se encuentran aquellas o semejantes poblaciones de Guaibas, quietos y pacíficos (que dijimos tratando de el viaje de el Padre Alonso de Neira) pero el viaje de tierra es todo desierto hasta el Airico. Y como las molestias y comodidades de esta vida van siempre contrapesándose las unas a las otras de suerte que por todas partes hay un pedazo de mal camino, sucede, que si el viaje por agua tiene poblaciones donde poder refrescarse de algún bastimento fuera de la pesca regalada tiene también el contrapeso en la molestísima pensión de varias plagas de mosquitos de que es muy infestado este río de cuyos molestísimos aguijones eran bien seguros los que bajan al Airico por tierra. Uno y otro viaje se hacen en 22 ó 23 días de los cuales los ocho se gastan en llegar de Santa Fe al puesto de Sabana Alta en cuyas tierras de esta Provincia con muy buenas salinas [y] fundadas buenas haciendas de que son capaces ofrecen grandísima conveniencia para una Misión que se espera ha de ser gloriosísima si los progresos corresponden a los principios. Con este informe salió el Padre superior Mateo Mimbela de el Airico por el camino de agua y llegado a Sabana Alta halló orden nuevo de los superiores para que viniese a Santa Fe [fol. 150v] a dar estas noticias por sí mismo, donde le dejaremos porque no le permitieron volver a su amado Airico y con esto pasaremos a decir en el Parágrafo siguiente lo que nos queda de esta materia.
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Parágrafo 10 Otros sucesos de el Airico y dase cuenta de algunas persecucuciones que ha padecido la Compañía por causa de las Misiones. 99. Mucho ha que dejamos al Padre José de Silva de esta banda de el río Meta por la parte que mira a los Llanos y por donde desagua en él el Viripa. Quedó como vimos este misionero detenido de sus corrientes que le negaban el paso al Airico con el ganado y bagajes que llevaba para entablar algún hato para el sustento de los misioneros. Once meses mantuvo aquel puesto acompañado de cuatro españoles y acometido de muchos riesgos hasta que viendo el superior de los Llanos no había que esperar el que por aquel camino se condujese el ganado a la Misión de el Airico le envió orden para que diese la vuelta a los Llanos como lo ejecutó pronto y pasados algunos meses con nuevo orden partió por el camino de las ciudades de Santiago, San Martín, y San Juan hasta llegar al sitio nombrado de Sabana Alta, de adonde penetró hasta el pueblo de Etare que es donde ha tenido su más ordinaria asistencia el Padre Alonso de Neira. 100. Pero en este medio habiéndose consumido todo el socorro que llevó el Padre José Cabarte de Santa Fe de suerte que ni aun el alivio de celebrar el santo sacrificio de la misa tenían por faltarles el vino y la harina, las hostias y viendo que de ninguna parte les iba el menor socorro determinaron segunda vez dividirse. Y que el Padre Alonso de [fol. 151] Neira quedáse solo en el Airico con el cuidado de todo y el Padre José Cabarte saliese a los Llanos por el camino que trajo al Airico la primera vez que entró en él, explorando juntamente si pudiese algún paso fácil de el río Meta. Salió pues el Padre Cabarte acompañado de algunos indios atropellando riesgos y dificultades con aquel su generoso y alentado espíritu, prenda sin la cual de poco útil fueran en estas partes los misioneros. Llegado a los Llanos se detuvo allí un año entero siendo la principal causa de esta detención el solicitar las pagas de los soldados que acompañaron a los Padres en estas facciones que aunque tan bien merecidas no se pudieron conseguir por entonces. En el tiempo pues de tan larga detención le tuvo el Padre José de 544.
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Silva para penetrar por Sabana Alta al Airico y llegado al pueblo de Etare lo dejó allí el Padre Alonso cuidando los indios. Y él aunque cansado y flaco determinó penetrar la gran montaña donde a pocos pasos iba encontrando pueblos tantos que en una jornada se alcanzaban dos y tres aunque pequeños todos. Fue muy bien recibido en algunos mas en breve enfermó de suerte que le hubieron de volver a Etare con pocas esperanzas de vida. No obstante sanó y convaleció presto y vuelto el Padre José de Silva a Sabana Alta a cuidar de lo temporal que para el socorro y gastos de esta Misión se va entablando en aquellas tierras hubo de quedar otra vez solo el buen Padre Alonso. 101. Pero quién podrá hacer cabal concepto de los grandes trabajos que en tanta soledad y desamparo ha sufrido este antiguo e infatigable operario, quebrantado ya y sin fuerzas que tal le tienen casi 40 años de continuas fatigas en el cultivo de la gentilidad sin haber habido empresa en los Llanos, Orinoco y Airico desde el principio [fol. 151v] de estas Misiones en que no haya sido el Padre Neira uno de los principales soldados o caudillos? El juicio que en este colegio se hacía no habiéndose sabido en tanto tiempo de él era que habría muerto o a manos de los Caribes (de quienes se tuvo noticia por los Llanos que subían al Orinoco) o cuando no a éstas a las de tantas miserias y fatigas. Pero Dios de cuyos ojos, dice David, Super metuentes eum, et in eis, qui sperant super misericordia eius, ut eruat a morte animas eorum et alat eos in fame215, le ha librado hasta ahora de tantos riesgos y últimamente poco ha se recibieron cartas suyas en que avisa se halla con bastante salud refiriendo algunas bien singulares providencias de que Dios ha usado para conservársela en bien de aquellos miserables indios. 102. Entre otros casos refiere que con ocasión de verse obligado a salir de el pueblo donde vivía por faltarle totalmente el alimento hizo viaje a otro dos solas jornadas distantes de Etare. Llevó en su compañía un famoso hechicero no conocido de el Padre y natural de el pueblo a donde iba el cual, según parece, permitiendolo así Dios Nuestro Señor, hubo de causar al Padre con sus hechizos y malas artes una enfermedad no conocida de que se sintió luego he215 Salmos 32, 18-19: “Están los ojos de Yavé sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia. Para salvar sus almas de la muerte, para nutrirlas en tiempo de hambre”.
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rido. Dióle a un oído un corrimiento con calentura continua y crecimientos todos los días estando el Padre todo un año que duró la enfermedad como insensato y sin ningún conocimiento. Al fin de este tiempo quiso Dios castigar al malvado indio con una muerte cual la merecía. Y era tan estimado entre aquellos bárbaros por su habilidad infame que le tuvieron sin enterrar ocho días creyendo resucitaría en virtud de sus hechizos; pero viendo se tardaba en esto y no pudiendo sufrir el mal olor que exha[fol. 152] laba el cadáver le quemaron últimamente los indios y desde este tiempo empezó a sentir el Padre alivio en su dolencia, arrojando de el oído dos huesecillos con unas juntas como de sierra, de el grueso de una avellana, y algo más largos; con lo cual no solo quedó libre del achaque y de todos sus accidentes malignos sino con mucha mejoría en la vista que con la edad tenía muy consumida y casi acabada. Pues quién no ve en tan singular suceso la particular providencia que Dios tiene de los suyos que están empleados en dilatar la fe y publicar a los gentiles el evangelio? Cumpliendo su Majestad la palabra que les dio de asistirlos siempre al intimarles los peligros y riesgos a que los enviaba exponía. Queda finalmente el Padre Alonso con el Padre José Cabarte (que dio la vuelta por este tiempo de los Llanos) disponiendo esta gentilidad para el bautismo habiendo ya logrado muchas prendas en los niños a quienes por medio de este sacramento han abierto las puertas de la gloria. Con los demás es preciso obrar muy despacio por su inconstancia y rudeza y porque los vicios de estas gentes los hacen muy semejantes a los de aquel pueblo a que envió Dios al profeta Isaías donde es necesario derribar, destruir y arrancar ídolos, vicios y culpas para plantar en sus corazones la semilla de el evangelio y edificar en ellos templos sólidos y firmes al espíritu de Dios cuya es totalmente esta obra y por cuya virtud trabajan los misioneros. 103. Hasta ahora habemos tratado de los trabajos comunes de las misiones y anexos a ellos los cuales buscan y solicitan los nuestros; pero otros al que ejercitan su constancia con mucho sentimiento de su paciencia no porque les falta el valor para sufrirlos sino porque ven son trazas de el demonio con que se arries[fol. 152v.] ga el bien espiritual y salvación de tantas almas. Nunca las obras grandes dejaron de sentir los golpes y tiros de la envidia. Grande es la gloria que a 546.
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la Compañía se le sigue de estas empresas pero no son pocos, ni de poca autoridad sus émulos, que hacen mucho de el poder para que se convierta en causa de ignominia la que solo es de grande y bien merecida alabanza. Con particular relación se dio cuenta en años pasados de las calumnias gravísimas que contra las misiones y los sujetos de ellas216 sembró un gobernador de Santiago de las Atalayas que no contento con ésto buscó testigos y apremiándolos con violencias les obligó a jurar lo que él quiso217. Que no era un hombre dejado de la mano de Dios en las de sus pasiones y enojos? Remitió un informe jurado a la Real Audiencia tan lleno de atroces y feos delitos que no pudieron aquellos integérrimos jueces oír la relación sin gravísima ofensa y molestia de sus oídos. Pero como no todos tenían el ánimo libre de desafectos a los jesuitas no faltó ministro de los primeros que empeñó su autoridad en que tomasen cuerpo las calumnias mas con todo su empeño fueron, como tales, menospreciadas de los señores togados de la Real Cancillería218.
216 Una síntesis de las acusaciones puede verse en: Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 293-294. 217 José de Enciso. Sus actuaciones contra los jesuitas le valieron las severas acciones del rey de España. Por una minuta de Real Cédula del 19 de mayo de 1704 podemos seguir el proceso de la investigación que se llevó a cabo contra don José de Enciso. En una Real Cédula de 10 de febrero de 1693 mandaba el Rey averiguar las causas de la oposición a la Compañía de Jesús en los Llanos. Posteriormente, otra Real Cédula del 19 de agosto de 1695, respuesta a los planteamientos del P. Pedro Calderón quien sindicaba “como principal instrumento” de todo el movimiento al Gobernador Enciso, fue contestada por la Audiencia el 5 de marzo de 1697. El informe del 13 de abril de 1697 del Oidor Visitador, don Carlos Alcedo y Sotomayor, junto con una carta del Presidente Cabrera y Dávalos del 30 de abril de 1697 confirman que el gobernador llanero había negado a los jesuitas el testimonio de los autos obrados a su pedimento ante el arzobispo santafereño y ante la Audiencia como consta además por los autos antes mencionados. Véase: AGI. Santafé, 35. Minuta de Real Cedula a la Audiencia de Santa Fe, ordenándole reprender al Gobernador de los Llanos por las imposturas hechas a los Religiosos de la Compañía de Jesus. “Acordado de 19 de mayo de 1704”. 218 Los misioneros mandaron abrir una información que se encuentra en: AGI. Santafé, 249. Información hecha por los misioneros del pueblo de Pauto en los Llanos (Nuevo Reino de Granada) del gran fruto obtenido en aquellas misiones de su cargo (1690).
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104. Viendo el gobernador su mal despacho por este camino tentó el ánimo menos benévolo para con nuestra Compañía de el ilustrísimo Señor Don F. Ignacio de Urbina Arzobispo de este Reino. Halló en su tribunal menos contradicción la calumnia y persuadido su ilustrísima resultaría de aquí bastante causa para despojar a la Compañía de sus doctrinas (como ya otras veces se había intentado y no conseguido por contradecirlo las reales cédulas de su Majestad) despachó luego por Visitador y Juez Ecclesiástico a los Llanos al Maestro D. [fol. 153] Pedro Urretabisque219, sujeto que por sus grandes partes se había merecido las confianzas secretas de tan ilustre Prelado. Las instrucciones fueron muy conformes al intento. Pero lo que resultó de ellas y de las demás diligencias fue cuanto podían desear los nuestros si todo se hubiera dirigido por su industria y cuidado. Con todo secreto hizo comparecer el Visitador los mismos testigos que habían dado informes contra la Compañía en los autos de el gobernador y ellos viéndose libres y sin más apremio que el de sus conciencias depusieron todos contra sí mismos tan a favor de las misiones y misioneros como si con elogios pretendieran borrar las manchas que en las primeras deposiciones habían hechado en su honra y crédito. 105. Viendo el Visitador que las nuevas deposiciones decían bien con lo mismo que experimentaba, satisfecho ya de la inocencia de los jesuitas y de la malicia de sus contrarios, determinó romper el silencio que hasta entonces había guardado. La primera diligencia fue escribir a su ilustrísima una carta bien larga con tantos elogios de los misioneros como palabras. Ponderaba en ella la malicia de sus émulos que tan falsamente los habían calumniado sólo porque como celosos pastores habían puesto mano en la reformación de costumbres y en quitar escandalosos amancebamientos. En la misma conformidad informó el Maestro Don Pedro a su Majestad, que Dios Guarde220, y a su Real Consejo de las Indias. Vuelto pues de su visita (en la cual mostró 219 Pedro Urretabisque. Véase: José RESTREPO POSADA. Arquidiócesis de Bogotá. Tomo IV. Cabildo Eclesiástico. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (1971) 76-79. 220 La carta la recoge Rivero: Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 295-296.
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siempre el alto concepto que había formado de la Compañía) habló a su ilustrísima conforme a lo que había escrito. Presentó los autos que había hecho y habían corrido en su tribunal tan distintos de los que remitió antes el Gobernador como son la verdad y la mentira. Parece que se dio por sentido [fol. 153v.] el Prelado de no hallar las materias conformes a sus intentos. Mostró su disgusto contra el Visitador multándole en cantidad de pesos como que hubiese faltado a su obligación en la visita. Siguióse a esto el hacer quemadizos los autos pues habiendo pedido varias veces un traslado de ellos la Compañía siempre respondió su ilustrísima los había mandado quemar; respuesta que también se dio a un ruego y encargo de la Real Audiencia a donde recurrió nuestro Procurador por el conocimiento de fuerzas que le compete. Y viendo ésto se resolvió a dar petición en el Juzgado eclesiástico de su ilustrísima. Y lo prevenido fue imponer perpetuo silencio a la Compañía sobre ese punto poniendo juntamente pena pecuniaria al secretario y oficiales de su Tribunal para que no admitiesen más instrumentos de los jesuitas en este particular. Pero no es nuevo se traten así en este juzgado las causas de la Compañía. 106. Después poco satisfecho su ilustrísima con la visita pasada determinó enviar a los Llanos segundo Visitador221 para lo cual escogió un eclesiástico cura de indios entonces de un pueblo llamado Paya222 y al presente de otro cuyo nombre es Morcote223. Muchas cosas se decían en todos los Llanos de este sujeto. Si verdaderas, si falsas? Quién lo averigüará? Las que no admitían duda eran su natural bullicioso e inquieto y su aversión grande a la Compañía la cual poco antes de la visita había mostrado estando en nuestro pueblo de Pauto donde los Padres le ofrecieron con toda urbanidad e instancias su 221 El Maestro Lucas Ibáñez Guerrero. Unos años antes había vistado las Misiones jesuíticas y había dado un informe muy favorable que se encuentra en: AGI. Santafé, 249. 222 Paya. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 232. 223 Morcote. La serranía de Morcote era “sumamente áspera, los caminos difíciles, frecuentes sus precipicios”. El temperamento era algo frío y cambiaba de acuerdo con la altura. La tierra era fértil y especialmente se daba el algodón con mucha abundancia. En Morcote y en Chita se podría cosechar el trigo (Juan RIVERO. Historia de las Misiones, 55-56). Véase: José DEL REY FAJARDO. Topo-historia, II, 212, 209.
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casa que no quiso admitir sino irse a la de un indio desde donde revolvió a su salvo el pueblo de suerte que si los Padres con tiempo no lo hubieran sabido y remediado hubiera sido el daño gravísimo. A este sujeto esco[fol. 154] gió su ilustrísima para segundo Visitador de nuestras doctrinas el año de 94. O por mejor decir le eligió Dios para abonado testigo de la inociencia de nuestros operarios de suerte que confirmando como confirmó todo lo obrado y declarado por su antecesor a favor de la Compañía podamos dar a su Majestad las gracias por tan singular beneficio con aquellas bien sentidas palabras de el Santo Zacarías, padre de el Precursor divino: Salutem ex inimicis nostris et de manu omniun, qui oderunt nos224. 107. Hizo su visita el nuevo Juez y en ella lo que halló fue muchos motivos para estimar grandemente a la Compañía y para deponer varios juicios y dictámenes poco favorables a nuestras cosas. La única novedad que hizo en orden a las misiones fue agregar al pueblo de los Tunebos, que entonces era Patute, la vecindad de la ciudad de españoles de Tunapuna225 que dista cuatro leguas de Patute. Y así mismo agregó los vecinos de Tocoragua226 donde al año siguiente se pasó el pueblo y cristiandad de los Tunebos. Y es de advertir que ésto se hizo aunque en la visita pasada mandó el Señor Arzobispo separar de el pueblo y doctrina de Pauto la vecindad de españoles que tenía agregados. Que así sabe Dios convertir en gloria y consuelo de los suyos los medios de que se valen los hombres para su aflicción e ignominia. Escribió también 224 Lucas 1, 71: “… salvándonos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborrecen”. 225 Tunapuna. El río Tame se encuentra a seis leguas de la ciudad de Tunapuna, siguiendo la falda de la sierra hacia el norte. Matías de TAPIA. Mudo lamento de la vastísima, y numerosa gentilidad, que habita las dilatadas márgenes del caudaloso Orinoco, su origen, y sus vertientes, a los piadosos oídos de la Magestad Cathólica de las Españas, nuestro Señor Don Phelipe Quinto (que Dios guarde). Madrid (1715). En: José DEL REY fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1974) 210. Gilij lo ubica a media jornada de San Ignacio de Betoyes hacia el occidente. Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, IV, 392-393. 226 Tocoragua. “Volviendo de dicho pueblo Tacoragua hacia lo llano, con inclinación hacia el Norte, sin apartarse mucho de la falda de la serranía, se encuentra la ciudad de Tunapuna, gobierno que se separó del de Santiago, e incluirá 40 vecinos blancos...”. Matías de TAPIA. Mudo lamento, 210.
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este visitador a su ilustrísima muy a favor de los nuestros asegurándole lo mucho que los sujetos de las misiones trabajan en la viña de el Señor y cuán bien se luce su trabajo en la cristiandad de sus reducciones y últimamente desengañándole en el punto de las calumnias que falsamente se habían impuesto a los misioneros. También envió honorífico informe este Juez al Real y Supremo Consejo de las In[fol. 154v] dias. Y aparte al Rey Nuestro Señor que Dios Guarde. 108. Cuyas reales cédulas se espera han de causar la paz a estas Misiones principalmente dos. La primera que vimos ya tratando de el pueblo de Fontibón en que manda su Majestad a sus Reales Audiencias y Tribunales y ruega y encarga a los Prelados y Jueces eclesiásticos no innoven cosa particular en materia de las doctrinas que están a cargo de la Compañía, ni en los indios y pueblos que de nuevo fuesen los jesuitas reduciendo y fundando. La segunda cédula es a favor de todas las religiones. Consiguiéronla los religiosos franciscanos y en ella dispone y encarga su Majestad que no visitando el Prelado por sí mismo las doctrinas y curatos de los regulares no les envíen visitadores que no sean de la misma Religión de que fueren los curas doctrineros. No se duda pues que el real amparo ha de traer la paz a las Misiones y con la paz y quietud podrán emplearse los misioneros más libremente en la conversión de el gentilismo que se ha descubierto y cada día se va descubriendo de nuevo. Otros lances y desazones de menos monta se han ofrecido a estas misiones que por tales omitimos. 109. Solo nos queda que advertir que además de las entradas dichas al Orinoco y Airico se acaba de hacer otra por distintos parajes. El motivo fue que habiendo camino abierto de los Llanos a Barinas los que trajinan han dado varias veces noticias de muchas naciones de gentiles que se han reconocido y comunicado y siempre se tuvo creído que el gentío por aquí había de ser grande. Quiso el Padre Martín Niño227, superior de las Misiones de los Lla-
227 Martín Niño. Fue nombrado superior de la Misión de los Llanos en el año 1695.
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nos, reconocer [entre renglones: estos parajes] por su persona misma. Y así el pasado de 97 tomando por su compañero otro sacerdote228 empren[fol. 155] dió este viaje que siendo de solos quince días gastaron en él más de cuarenta perdidos por falta de guías. Los trabajos fueron inmensos pero bien logrados por las muchas naciones de indios que reconocieron y comunicaron. Dio la vuelta el Padre superior, dejando el compañero en un pueblecito de los que anduvieron. Y participadas a Santa Fe las noticias que adquirió en su peregrinacion pareció por varias causas que este intento y empresa se dejase por ahora. El principal motivo fue la falta de sujetos que tiene esta Provincia para fomentar y mantener tantas misiones juntas229. Y pues la mies es tanta y los operarios tan pocos fuerza es que obedeciendo a Cristo que nos lo manda roguemos a su Majestad nos los envíe. Sea pues su infinita bondad servida de enriquecer de celosos ministros y operarios [de] las Provincias de Europa de suerte que sin detrimento suyo nos puedan socorrer con evangélicos obreros cuales los necesita esta Provincia para sus gloriosísimas y muy ilustres Misiones.
228 El compañero fue el jesuita bohemio Miguel Alejo Schabel. Para mejor información, véase: José DEL REY FAJARDO. El mito Schabel. Las antinomias de un jesuita aventurero. Valera, Universidad Valle del Momboy (2007). 229 Los verdaderos motivos los ofrece el P. General en una carta al Provincial del Nuevo Reino el 12 de marzo de 1700 en donde una vez más aparece la figura del arzobispo santafereño incitando al conflicto. APT. Cartas de los Padres Generales, leg. 132, fol. 149).
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Capítulo 12 ALGUNAS MISIONES EN QUE HAN CORRIDO LOS NUESTROS ESTOS AÑOS. VARIAS PROVIDENCIAS DE ESTE REINO 1. En algunos capítulos de esta carta tratrando de las villas y ciudades donde tiene la Compañía colegios habemos referido las misiones que en ellas han publicado los nuestros estos años y juntamente algunos de los frutos que de ellas se siguieron. Ahora trataremos en este lugar de otras misiones o espirituales correrías que se han hecho por varias Provincias de este Reino con grandes trabajos y fatigas de los operarios ocasionados de tan penosos y molestos caminos, variedad de temples, inclemencia de temporales y finalmente de el mismo ejercicio de [fol. 155v] predicar y confesar continuo. Todas éstas son cosas tan generales y anexas de cualquier misión que en estas partes se hiciere [y] que por no andarlas repitiendo a cada paso queremos queden dichas y advertidas para siempre.
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Parágrafo 1º De las Misiones que se hicieron los años de 94 y de 95 2. El año de 1694 salieron de este colegio de Santa Fe dos sacerdotes a correr en misión todos los trapiches o ingenios de azúcar de estos contornos y hallando la gente muy ocupada en sus ordinarias tareas enderezaron su camino al Llano Grande de adonde pasaron al pueblo de Santa Ana y a otras varias partes y poblaciones230. Bien creyeron los misioneros que había de ser en balde el trabajo de su viaje por estar entonces esta Provincia inficcionada de la peste de viruela y los más de sus moradores retirados de los pueblos y villas a los campos huyendo el contagio y sus estragos. Pero sucedió muy de otra suerte porque a la voz que corría de que venían misioneros se juntaban los vecinos que meses había no se habían visto las caras. Y así fueron los concursos cuales se podían desear en tiempo más sano o menos enfermo. Con la misma calamidad estaban los ánimos ya movidos y así el fruto que en ellos se hizo fue muy colmado. No bastaba a los misioneros todo el día ocupados desde el amanecer en las confesiones y era necesario gastar buena parte de la noche en el mismo ejercicio por no enviar desconsoladas a muchas personas que a pie venían de lejanas tierras buscando el remedio de sus almas. 3. Como esta gente vive en los campos sin tener en todo el año un recuerdo de la eternidad metidos entre peligros y lazos y con la comodi[fol. 156] dad que para la culpa ofrece el mismo retiro y secreto, es miserísimo el estado de muchas personas enlazadas con torpes amistades de largos años sin respecto al parentesco, ni al estado, ni a otro ningún motivo que les deba retraer de la culpa. Viven al fin como brutos sin rienda en sus apetitos y desordenadas pasiones, o que de lazos de estos que parecían indisolubles se
230 Según Juan Manuel Pacheco las poblaciones vistadas fueron: Vélez, Güepsa, Platanal (hoy fracción del municipio de Güepsa), Chanchón (fracción del municipio de Socorro), Guane (corregimiento del municipio de Barichara), Guarigua, San Gil, Charalá, Cite, La Capilla, Suaita, Chitareque, Villa de Leiva, Muzo, las Minas de Muzo, Turmequé, Chiriví (hoy Nuevo Colón, Boyacá), Tibaná, Tenza, Nuestra Señora de Tenza, Sogamoso, Tota, Paipa, Tuta, Firavitoba, San Benito y Cravo. Juan Manuel PACHECO, Los jesuitas en Colombia, II, 439.
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pasó la ayuda y cortadora espada de la palabra divina! A muchos redujeron los misioneros a que pusiesen tierra de por medio obligándolos a buscar habitación lejos de los riesgos de la mala costumbre; a otros deshecho el lazo de la amistad torpe se le hicieron trocar por el estrecho y santo vínculo de el matrimonio; y en fin de los más consiguieron el atropellar para bien de sus almas los varios temores y respetos de el mundo como lo habían hecho hasta entonces con los justos respetos que a Dios y a sus conciencias debían. 4. Escribiendo los misioneros a sus superiores a quienes por orden suya daban cuenta de sus apostólicos afanes, decían, tenemos a particularísima providencia de Dios el haber venido a estos parajes y aunque no sin recelo de que el fruto de nuestra diligencia había de ser muy corto pero nos ha sucedido lo que no pensábamos. Apenas metimos la hoz en la mies cuando se olvidaron los trabajos de buscarla con el gozo de cogerla en tanta sazón y abundancia que cada paso nos rinde a millares el fruto. No sabemos cuándo se acabará porque día y noche estamos en la tarea y ha sido preciso ir dilatando la misión y jubileos por la gente que viene de nuevo para cuyo despacho no somos suficientes. Al eco de la misión vienen ya reducidos y no es menester predicarlos sino decirles en el confesonario lo que han de hacer para [fol. 156v] salvarse y por difíciles que sean los medios los abrazan luego y ejecutan sin excusas ni dilaciones. Por veces predicamos cada noche porque ésta solamente es la hora proporcionada a estas tareas. La una plática es de la doctrina, la otra de los desengaños eternos que de tal suerte mueven los corazones de todos que desde el principio hasta el fin no hay otra cosa que sollozos, lágrimas y suspiros. 5. En esta sustancia escriben los apostólicos operarios que no contentos con haber hecho sus diligencias en las poblaciones grandes recorrieron la tierra por las haciendas y casas de el campo siendo el motivo principal el consolar con sus visitas, confesar y dar la comunión a los enfermos heridos de el contagio. Recibíanlos éstos como a unos ángeles venidos de el cielo para alivio y remedio de sus trabajos. Ponían en sus manos con toda sinceridad la dirección de sus conciencias. Y los Padres después de confesados les daban la instrucción de lo que debían hacer para en adelante y ellos la admitían con notable gozo y consuelo de su espíritu. Algunas personas a persuasión de los 555.
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misioneros quedaron de venir a Santa Fe, muchos días de malos caminos, con solo el fin de hacer los ejercicios de nuestro Padre San Ignacio. Finalmente el fruto fue colmadísimo: la estimación que se grangearon los ministerios de la Compañía grande y aunque pocos años antes se había corrido en misión esta Provincia quedaron con nuevos deseos de que continuasen los nuestros tan santas y útiles diligencias para sus almas y conciencias. 6. Hízose esta misión desde abril hasta julio de el año dicho y no pasaron muchos días cuando ya andaba [fol. 157] el uno de estos dos misioneros acompañado de otro más anciano por la Provincia de Vélez y otras muchas partes. Fue en todo esta misión muy semejante a la pasada y por esto no repetimos lo mismo. Sólo hubo de diferencia que por estar al principio de ella muy infestadas aquellas tierras de el contagio no fueron los concursos tan grandes pero fueron mucho mayores de lo que se esperaba. Empezóse la misión en el Santo Ecce Homo convento de los religiosímos Padres de Sancto Domingo231. Afirmó no sin admiración el reverendísimo Padre Fray Isidro Peraza232 que había muchos días que no se había visto allí junta tanta gente. El agasajo religioso que aquellos Padres hicieron de nuestros misioneros fue singularísimo con muestras de todo afecto y fina voluntad lo cual manifestó bien el Padre Fray Isidro en la última plática de perseverancia que a instancia de los nuestros hizo este gravísimo religioso en que mostró su gran talento y celo de la salvación de las almas y no menos la estimación de la Compañía y de sus misiones y ministerios. Como los nuestros fueron reconociendo en los pueblos la falta de gente trataron de no dejar hacienda ni casa de campo que no anduviesen; y vióse bien que la
231 Alberto E. ARIZA. El Monasterio del Santo Ecce-Homo, de la Orden de Predicadores. Bogotá, Editorial Cooperativa Nacional de Artes Gráficas (1966). 232 Según el P. Alberto E. Ariza Fray Isidro de Peraza y Parrado fue elegido Provincial en el capítulo realizado en el convento de Santafé en 1683 y costeó la ornamentación de la capilla mayor o presbiterio del templo de Santo Domingo. Entre sus obras podemos señalar que levantó el arco toral de la iglesia de Santo Domingo el antiguo en 1683. Alberto E. ARIZA. Los dominicos en Colombia. Santafé de Bogotá, Provincia de San Luis Bertrán (1993) 426. También ayudó a embellecer la capilla de San Jerónimo sobre todo con el techo con profusión de adornos, florones dorados, artesones y lacerías. Alberto E. ARIZA. Los dominicos en Colombia, 430.
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determinación fue gobernada de lo alto porque éste fue uno de los mayores frutos de esta espiritual correría. En solo el ingenio de azúcar de un caballero llamado Don Pedro de Bustamante pasaron las confesiones de 200. [fol. 157v] Este caballero mostró en la ocasión dicha sus grandes deseos de ver fundada la Compañía en la ciudad de Vélez o en la parroquia de Nuestra Señora de el Socorro, población grande, ofreciendo concurrir a la fundación con cuanto pudiere de su hacienda. 7. De esta suerte corrieron los misioneros toda la Provincia de Vélez y después pasaron a la ciudad de San Juan de el Río de el Oro y tomando una gran vuelta hicieron la misión en nuevas Provincias y tierras, ejercicio en que gastaron lo quedaba de el año de 95 en que iban encontrando ya la tierra más sana con lo cual eran mayores los concursos que los seguían. En la ciudad de Vélez además de haberse renovado mucho los deseos de que se fundase allí un colegio para lo cual un clérigo llamado Juan López de Silva dejó su hacienda que valdrá cuatro mil pesos; experimentaron los misioneros singular agasajo y amor en los vecinos pero lo que estimaron más fue el reconocer la gran mejora de costumbres de aquella ciudad donde se conservaba en su vigor el fruto que habían hecho otras misiones algunos años antes de éste; por donde se ve de cuánto provecho fuera en esta tierra la asistencia de los jesuitas. 8. En la ya nombrada parroquia de nuestra Señora de el Socorro233 fue también muy sin[fol. 158] gular el fruto cuando los misioneros bien apartados de esta población pasaban a la ciudad de San Juan de el Oro recibieron cartas de el cabildo de la parroquia en que con redimiento les pedían asistiesen en aquella tierra la cuaresma. No pudieron satisfacer a tan piadosos deseos porque habían escrito a la ciudad de San Juan irían allá para la cuaresma por haberlo pedido antes sus ciudadanos. Con todo ofrecieron a los de la parroquia que para la Semana Santa tendrían la misión en su tierra. Así lo cumplieron después aunque les fue precisso dejarse dos o tres pueblos en el camino adonde hubieron de 233 Socorro. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Imprenta Nacional (1930) 174-176.
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volver pasada la cuaresma de el año de 95. En ella pues hicieron su misión en la parroquia con mayores concursos que en otras partes pues pasaron de tres mil las personas, que ganaron los jubileos (lo cual es mucho para estas tierras). Antes de la Semana Santa se concluyó la misión pero quedáronse allí los misioneros para consuelo de el pueblo que lo pidió con instancias y fue ordenación de arriba para que no se perdiese de una vez el fruto que con la misión habían cogido. 9. Fue el caso que se movieron pleitos y disensiones entre eclesiásticos y seculares divididos unos y otros sobre si una procesión de las de aquel tiempo santo se había de hacer de noche o de día. Partiéronse todos en opiniones haciéndose cabeza de dos bandos, las que lo eran de los dos brazos [fol. 158v] eclesiástico y secular. De tan leves principios se levantó un incendio tan grande de odios y enemistades que avivando el enemigo común la llama estuvieron muy a pique de ensangrentar las manos los unos en los otros convirtiendo en tiempo de culpas y ofensas de la caridad cristiana aquellos sagrados días en que se renueva la iglesia las memorias de aquel amor inmenso con que el Hijo de el Hombre dio la vida por sus enemigos y por aquellos mismos que tan cruelmente se la quitaban. Ejemplo que estaban muy lejos de imitar los enemistados vecinos de la parroquia cuyos enconados odios por tan ligera causa hubieran sin duda prorrumpido en mil atrocidades a no haberse hallado presentes los dos misioneros que como ángeles de paz la trajeron con su industria a los mismos de cuyos corazones la había desterrado la discordia. 10. Verdad es que en aquel primer ímpetu no se pudo conseguir todo pero con industria y maña los redujeron los nuestros a que por entonces se sosegasen y atendiesen a celebrar los oficios de aquellos sagrados días conforme al uso y ritos de nuestra santa madre la iglesia. Así lo ejecutaron los parroquianos y como toda la disensión era cosa sin fundamento bastó dar estas treguas [ilegible] enojo para que por sí mismo quedase vencido y desarmado. Conocida de todos la ligera causa de su discordia se corrían de sí mismos y se buscaban [fol. 159] los unos a los otros para volver a la amistad antigua no acabando de hablar y engrandecer la prudencia y destreza de los misioneros que con tanta facili558.
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dad apagaron el fuego que ellos encendieron tan fácilmente. Con todo eso los nuestros emplearon algunos días en procurar no quedase alguna centella oculta entre las técnicas que fuese causa de segundo incendio porque con la ocasión de el enojo hubo hartos agravios de una y otra parte pero todos se compusieron y quedó la materia concluida que no había más que desear. 11. El pueblo quedó también con nuevo afecto y deseos de la Compañía y en el ínterin que consiguen la fundación que procuran deseosos de poner un muro inexpugnable a la batería de los contagios de que aún duraban las reliquias y eligieron y votaron por su patrón contra la peste al grande Apóstol y sol de el oriente San Francisco Javier. Hízose con toda solemnidad este acto en un día en que celebraron una gran fiesta al Santo. Cantó la misa uno de los Padres y predicó el otro [el] sermón de las virtudes y maravillas de este nuevo apóstol de el mundo. Con que quedaron muy confirmados los oyentes en su devoción y afecto. El ejemplo de los parroquianos en esta parte siguió la villa de San Gil234, movidos unos y otros de algunas maravillas que por todas partes se referían haber obrado el brazo poderoso de Dios por [fol. 159v.] la intercesión de su siervo dando salud a muchos que heridos de el contagio estaban sin esperanza de vida. 12. Pero quién podrá referir dignamente los demás frutos espirituales que de estas misiones se consiguieron en todas las ciudades, villas, pueblos y haciendas de las Provincias que corrieron los dos jesuitas por espacio de diez meses? Desterraron de el vulgo ignorancias muy perjudiciales y vicios a quienes la costumbre había quitado el horror y hacía parecer a cara descubierta sin vergüenza alguna. Tales eran las blasfemias y juramentos y el trabajar en los días de fiesta sin oír misa en ellos, ni diferenciarlos en nada de los demás pues qué triunfos no se consiguieron de la torpeza deshaciendo amancebamientos públicos y de muchos años y convirtiendo los que no se podían apartar sin riesgo de la reincidencia en el santo vínculo de el matrimonio? Y en cuántos se revalidó éste dispensando en impedimentos que se ignoraban o maliciosamente se habían ocultado al tiempo de contraer? Qué de honras injustamente quitadas no se restituyeron? Qué de envejecidos y enconados 234 Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 177-178.
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odios no se acabaron? Ajustando los misioneros con suma destreza y maña y componiendo a satisfacción de las partes las causas que lo eran de las enemistades? Y en fin a cuántos no redujo la fuerza de la divina palabra a restituir la hacienda mal adquirida con más dando de las conciencias pro[fol. 160] pias que de las personas a quienes la tenían usurpadas? 13. De todos estos casos hubo muy singulares que pudieran servir a la edificación y al escarmiento pero nos vemos obligados a callarlos no por evitar la prolijidad (que en esto no temiéramos esa nota) sino porque se perdieron unos papeles en que los misioneros los iban apuntando [al margén: cuidado] que debieran tener siempre. Pues si el mundo alaba a Julio César porque escribía de noche las hazañas que ejecutaba de día, siendo esto una pura vanidad y deseo de perpetuar su nombre con sus proezas, por qué no alabaremos todos el cuidado de los misioneros en recoger no para su gloria sino para gloria de Dios y utilidad de las almas los ejemplos y casos raros que en las misiones suceden? No por falta [al margen: pues] de éstos sino por nuestra desgracia se perdieron sus apuntamientos y sólo de las cartas que escribían en tiempo de la misión se ha sacado lo que va referido y a las mismas debemos los sucesos siguientes. 14. En un pueblo donde se hizo la misión se llegó una noche un hombre a uno de los Padres y sacándole aparte, bien retirado, le preguntó con palabras en que mostraba bien su temor y desconfianza si habría remedio para un hombre que en 25 años no se había hecho una buena confesión habiendo gastado todo este tiempo en los más enormes pecados y maldades que puede cometer un hombre. Pues esa [fol. 160v.] la respondió con una modestia y alegre risa el misionero. Sepa que si fuera posible el que Lucifer llorara sus culpas tenía Dios misericordia para perdonarle. Ah Padre, replicó el penitente: hombre, que entre Lucifer y yo no se cuál de los dos es más malo! Sea lo que fuere le volvió a decir el confesor: No le dé cuidado que para todo hay remedio mientras le da Dios al pecador con la vida lugar a la penitencia. Añadió a ésta otras muchas razones para auyentar la desconfianza que reconocía en el afligido hombre con que finalmente le redujo a que no dilatase más el descubrir los achaques de su alma. 560.
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15. Sabrá, Padre, prosiguió el penitente que varias veces he salido a las ciudades principales de el Reino en busca de algún hombre docto que librase mi conciencia de las culpas en que el demonio la tiene enredada [sic] y cautiva pero siempre vencido de su mismo horror me he vuelto a mi retiro con nuevo desconsuelo que varias veces me ha puesto en términos de desesperación y de acabar con un lazo una vida tan llena de pesares. Proseguía, con todo en mis enormes culpas no por que tuviese en ellas algún deleite o alivio pues antes eran siempre para mi ocasión de mayor tormento por lo cual las aborrecía y por ellas a mí mismo. Pero como el demonio tenía tomada entera posesión de mi alma hacía de mi según su antojo sin tener yo fuerzas porque así lo permitía Dios [fol. 161] para mi mayor castigo para resistir a la fuerza de las tentaciones continuas. Después que he oído la misión voy experimentando en mí un vigor no conocido para resistir al demonio y poco a poco he ido venciendo el vil empacho que me acobardaba aunque no ha sido esto tan fácilmente pues otras veces he venido a buscar mi remedio y las mismas he vuelto a mi casa sin saber de resolverme a lo que tanto me importa. Pero ya que Dios ha sido servido de traerme a este estado y que vuestra Paternidad me asegura, conseguiré el perdón de mis culpas enormísimas; quiero gastar esta noche en disponerme bien y mañana he de ser el primero que busque a V. P. y veremos si después de oírme dice lo mismo que ahora. Despidió con esto y antes de el día estaba ya haciendo una confesión general que traía muy bien dispuesta. Eran verdaderamente sus culpas como él mismo las había pintado habiendo gastado los 25 años en sucísimas bestialidades y feísimos incestos. Apenas podía referir sus pecados impedido de las continuas lágrimas que derramaba hasta que dichos todos y dadas otras muestras de su verdadero dolor y firme propósito recibió la absolución y admitió los consejos que para su remedio y enmienda parecieron al confesor más convenientes quedando los dos llenos de un indecible consuelo, buena señal en el penitente de la gracia que por medio de el sacramento había recibido. 16. [fol. 161v.] No menos piadoso anduvo Dios con dos españoles honrados a lo de el mundo pero muy olvidados de las obligaciones de cristianos. Entrambos de edad 561.
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[ilegible] años. El uno había vivido los 23 amancebado con una india de cuyo torpe amor tenía 9 prendas en otros tantos hijos que hacían más indisoluble el lazo. Diez y seis años de semejante amancebamiento llevaba el segundo con otra india en quien también había tenido tres hijos. A éstos a quienes el desengaño de su larga edad no había sacado de tan grandes riesgos de condenarse les obligó la eficacia de los divinos desengaños a que atropellando respetos de el mundo, sin reparar en la desigualdad de las mujeres, ni en las quejas de sus parientes se casaron con ellas legitimando sus hijos y deshaciendo con tan heróico ejemplo el escándalo que hasta allí habían dado con su mala vida. 17. Y en fin estos casos que se conservaron pueden servir de apoyo de la misión y de el gran fervor y espíritu con que hacían la causa de Dios sus ministros a quienes no miraban aquellas gentes y Provincia como a hombres de la tierra sino como a ángeles venidos de el cielo. Fueron singularísimas las demostraciones de veneración y respeto con que eran recibidos y tratados donde quiera que llegaban. Preveníase las ciudades, villas y pueblos escribiéndoles por medio de sus cabildos y justicias y pidiendo con encarecidos ruegos, que no se olvidasen de sus Repúblicas, ni las dejaren sin el [fol. 162] consuelo de su santa predicación y enseñanza. Cuando sabían llegaban los Padres a sus tierras no quedaba nadie que no saliese a recibirlos y así mismo salían acompañándoles cuando se despedían y muchas personas deseosas de fijar bien en sus corazones la doctrina de los ministros de Dios los iban siguiendo de un lugar a otro y oída la segunda y tercera misión quedaban con más deseos de proseguir en lo mismo sucediéndolas lo que a los hidrópicos que con el agua les crece la sed o lo que dice de sí la divina sabiduria qui edunt me aduc esurient, et qui bibunt aduc sitient235. 18. En muchas partes fue también muy especial el agasajo con que los trataban y finalmente donde quiera les ofrecía la liberalidad cristiana muchas ocasiones en que mostrando su gran desinterés los misioneros dieron nuevos motivos a la edificación y a su alabanza. En fin, no contentas muchas repúblicas y otras personas de la primera suposición con mostrarles su general agradecimiento 235 Eclesiástico 24, 29: “Los que me coman quedarán con hambre de mí y los que me beban quedarán de mí sedientos”.
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escribieron cartas llenas de grandes elogios a los superiores mayores de esta Provincia en que los llaman ángeles predicadores de el cielo, hijos verdaderos de el celo de Ignacio, imitadores de el gran Javier y dando nuevamente las gracias por el beneficio de haberles enviado tan apostólicos operarios, muestran generalmente los deseos que casi en todas partes hay de tener colegios de la Compañía. Y no podemos omitir aquí las particulares demostraciones de los veci- [fol. 162v.] nos de la parroquia y lugares comarcanos que se juntaron y varias veces en cabildo abierto fue cada uno ofreciendo según su caudal para la fundación de un colegio. Persona hubo que ofreció dos mil pesos dando mucho más en esperanza y si llegara el caso de recoger las mandas y ofertas sin duda se juntara porción sobrada para una buena fundación pero de este género de fundaciones se hace poco caso porque la experiencia tiene enseñado que rara vez llegan a efectuarse como pueden servir de ejemplares casi todas las ciudades más populosas de este Reino y provincias comarcanas donde tuviera la provincia dos veces más colegios de los que tiene de presente si hubieran llegado al fin deseado estas fundaciones y mandas. 19. Éstos fueron los frutos de esta santa diligencia a que dieron fin los misioneros por el mes de julio de 95. Pero antes hizo misión el Padre Rector de el colegio de Mérida en la ciudad de Trujillo. Ya diximos en el capítulo 6º tratando de aquel colegio que hicieron una misión los Padres que en él habitaban con mucho provecho espiritual de los ciudadanos de Mérida llegando los ecos de esta célebre misión a los de Trujillo. Escribieron el Vicario Eclesiástico y el Cabildo Secular al Padre Rector pidiéndole consolase aquella ciudad con uno o dos Padres de su colegio que publicase los jubileos en Trujillo ofreciendo juntamente despacharían luego uno de los [fol. 163] capitulares de la ciudad con todo lo necesario para conducir a los misioneros que fuesen a predicarles la divina palabra. No pudo el Padre Rector negarse a tan piadosos ruegos y finas demostraciones y viendo a los demás sacerdotes de el colegio o muy ocupados o impedidos de sus achaques para tan penoso camino determinó ir en persona a satisfaccer los deseos de aquella república. 20. Buen trecho antes de llegar a ella se halló impensadamente con toda su lucida y numerosa clerecía acompañada de los capitulares y nobles de la ciudad que salieron a recibir al Padre Rector quien no sin muestras de la confusión 563.
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que le causaban aquellas honras agradeció a todos la estimación y afecto que manifestaban a la Compañía. Llegó a Trujillo algunos días antes de la cuaresma en los cuales hizo solo la misión sin que le faltase a esta función ni circunstancia de los que están en estilo y recibidas antes bien hallando mucha necesidad de la doctrina cristiana se explayaba en su explicación todos los días por espacio de dos horas con notable gusto de todo el auditorio. Después de la doctrina predicaba otra hora con maravilloso fervor y espíritu. Éste podemos decir que era el menor trabajo porque como generalmente sucede todos deseaban confesarse con el misionero y siendo uno solo, desde el primer día de la misión, se vio obligado a levantarse a las tres de la mañana continuando el ejercicio de confesar [fol. 163v.] hasta las ocho de el día, hora en que decía misa y tomado algún sustento [al margen: volvía a la tarea] hasta la una; a las dos de la tarde después de comer y recogido tiempo para cumplir con la obligación de el resto y prevenir los puntos que había de predicar volvía al confesonario hasta la noche y hora de las doctrinas y pláticas las cuales concluídas se retiraba a su posada tan rendido y fatigado cual se deja conocer de un trabajo tan excesivo y más siendo el sujeto de medianas fuerzas quebrantadas con algunos achaques. 21. Pero aunque el trabajo era tan crecido fue no menos gustoso por el buen logro de la fatiga que aunque es afán el de recoger las mieses, es afán de éste y que pone en olvido los sudores antecedentes que al labrador le costaron. Así a nuestro infatigable operario daba el fruto de un día nuevos alientos para trabajar el siguiente y con ser tanto el trabajo excedió el fruto a la fatiga porque después de la misión duraba el cuidado de recogerle en algunas personas que no tuvieron tiempo o fueron más tardas en prevenirse. La moción de los sermones fue singular en gran manera y desde los primeros (sin haber hablado el Padre una palabra en este punto) dispusieron los clérigos una capilla de la iglesia donde y en la sacristía se encerraban con algunos seglares más devotos y al sacar el predicador el crucifijo empezaban una rigurosa disciplina que conti[fol. 164] nuaban todo el acto de contricción entonando después con mucha pausa el salmo Miserere sin cesar un punto el rigor de los azotes. 564.
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22. Bastantes pruebas son éstas de lo movidos que estaban todos a dar a Dios la debida satisfacción de sus culpas pero con todo hubo otras de no menor importancia. Tales fueron los abusos que se desterraron y los escándalos a que se puso el conveniente remedio. Y aunque en el tiempo de las carnestolendas era ordinaria la licencia y desahogo que en estos días tiene introducido el demonio para tanto daño de la cristiandad se experimentó en esta ocasión en Trujillo una mudanza tan grande que no se vieron días de más quietud, sosiego y recogimiento. Ni faltaron algunos casos más singulares que hicieron la misión más célebre. Pero hablando de lugar señalado no los referimos por el inconveniente que pueden tener solo uno. Diremos que no le tiene por haber sido público. 23. Había en Trujillo una persona que vencida más de un vano temor que de otra causa que para ello tuviese dio en que no se había de confesar, ni oír misa, ni entrar en la Iglesia, ni hacer otro ningún ejercicio de cristiana, engañada de el demonio y persuadida a que cualquiera de estas [entre renglones: obras] que hiciese la había de servir solamente para mayor condenación de su alma. En esta desesperación vivía sin que de ella la hubie[fol. 164v.] sen podido librar muchos religiosos y otras personas espirituales que habían probado la mano y tentado en valde todos los medios que parecían convenientes. Una de las cosas en que estaba más obstinada era en el punto de los sermones a que no había remedio asistiese, como no asistió, ni aun por curiosidad a ninguno de la misión. Pero acabada ésta como le dijesen al Padre Rector lo que pasaba fue a su casa y la habló con tal espíritu y eficacia de razones que hablando Dios la dureza de aquel corazón rebelde se redujo a hacer cuanto el Padre la ordenase. Dijo la que se había de confesar aquella misma tarde y aunque la pareció corto el plazo hubo de ejecutar lo que la mandaban. Con ayuda de el confesor se dispuso y confesó muy a satisfacción de emtrambos. A la mañana siguiente fue a la iglesia donde se confesó segunda vez y recibió el santísimo sacramento quedando llena de suaves gozos y toda la ciudad edificada y no menos maravillada de la facilidad con que el misionero había conseguido lo que tanto inútilmente intentaron por tantos medios y caminos. Pero ésta es la gracia especial de mover corazones que Dios ha concedido a este santo ejercicio y a los que en él se ocupan. 565.
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24. En fin, toda la ciudad y cada uno de sus vecinos experimentaba en sí una rara mudanza convertidos los cuidados de la carne y de la tierra en aspirar solamente por las cosas de el cielo y de el espíritu, mo [fol. 165] ción en que se conservaban después de muchos meses como lo escribieron algunas personas al Padre Rector avisando juntamente que en todo aquel tiempo se habían revalidado muchos matrimonios y que cada día se iban reconociendo nuevos frutos de la misión la cual en todo fue a medida de el deseo de aquellos nobilísimos ciudadanos que agradecidos fueron en forma de cabildo sus capitulares a la posada de el Padre donde con más lágrimas que palabras significaron lo reconocidos que quedaban a tanto bien como en aquellos días habían experimentado. Luego se despidió el Padre de todos agradeciendo también de su parte el aprecio y estimación que mostraban de nuestros ministerios. Finalmente salió de la ciudad pero no le dejaron salir solo porque no quedó persona de autoridad en ella que no saliese acompañándole unos una legua, otros más y todos manifestando en lágrimas el sentimiento que les causaba su ausencia. 25. Entre las misiones de este año pudiéramos contar con razón los viajes que de todos los colegios de esta Provincia y la de Quito hicieron los profesos y superiores de entrambas con ocasión de la Congregación Provincial que en este [Colegio] Máximo de Santa Fe se tuvo de que hablamos en el capítulo 1 Parágrafo 1, desde el número 5. Pues en una palabra podemos decir que en ida y vuelta de la congregación se hicieron por los sujetos de esta Provincia misiones en casi to[fol. 165v.] todos los pueblos, villas y ciudades de este Reino por donde pasaron sin omitir la misma diligencia en las estancias y haciendas de los caminos según la comodidad y circunstancias que se ofrecían en ellos. Y para que mejor se entienda ésto es de advertir que como los impedimentos con que se camina en estas partes no permiten hacer largas jornadas ni muy continuadas es preciso detenerse los viandantes en algunas partes y el celo de la salvación de las almas ha introducido en esta Provincia el lograr a favor de ellas estas precisas detenciones. Hácense misiones de propósito si el lugar y el tiempo dan comodidad
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• carta n.° 12 [carta anua 1694-1698]
para ello y si no, a lo menos, se explica la doctrina cristiana y se predican algunos puntos morales cuyo fruto se refiere luego en el confesonario. 26. Mucho pudiéramos decir de este género de misiones pero sólo hablaremos de el método particular que observó en su viaje uno de los Padres profesos de la parte de Quito. Hizo éste algunos rodeos por encargo y comisión de el Señor Obispo de Popayán236 para revalidar algunos matrimonios que su ilustrísima había sabido se hicieron sin advertencia de impedimentos que no estaban dispensados. En la ciudad de la Plata se detuvo muchos días entablando el ejercicio de la Buena muerte a que precedían fervorosas pláticas de eternos desengaños. Cogiendo por fruto además de dejar entablado aquel santo ejerci[fol. 166] cio muchas conversiones de grandes pecadores que habían estado rebeldes hasta entonces a los llamamientos divinos. Llegado a la ciudad de Neiva237 duraba tan fresca en la memoria de los ciudadanos la misión que de propósito se les hizo por fines de 93 que pidieron al dicho Padre con instancia [entre renglones: volviese] a publicarles los jubileos y aunque no era su intención detenerse tanto en Neiva hubo de condescender con tan piadosos ruegos y publicó la misión que hizo entablando juntamente el mismo exercicio de la Buena muerte que dejaba entablado en otras partes. Ni es menester detenernos más en ésto por que en los parágrafos siguientes se verá más despacio el fruto que se coge de estas santas misiones refiriendo la última que se hizo el año pasado de 97 cuya narración esperamos que ha de ser más gustosa pues irá llena de casos singulares y de raros prodigios con que nuevamente se ha dado a conocer el poder de nuestro Padre San Ignacio y San Francisco Javier sobre los demonios.
236 Pedro Díaz de Cienfuegos entró en Popayán el 3 de abril de 1689. En 1696 fue trasladado a la sede de Trujillo, ciudad a la que llegó el 6 de febrero de 1697. Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia , XIII) (1975) 351. 237 Ciudad de Neiva. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 237-40.
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Parágrafo 2 Dase principio a la célebre misión de el año de 97. Publícase en las ciudades de la Palma y Muzo 27. Era el deseo de los superiores de esta Provincia que no se interrumpiesen las espirituales correrías y misiones de que tanta gloria se seguía a la Majestad Divina y tanto bien a los prójimos. Pero los embarazos de la Congregación Provincial, división de Provincia y sobre [fol. 166v.] todo la penuria de sujetos fueron la total causa de que en casi dos años no pudiesen enviar ninguno a ministerio tan proprio de la Compañía hasta que restando en parte estos estorbos señalaron dos sacerdotes operarios del colegio de Santa Fe, el uno de los cuales está bien ejercitado en estas partes en semejante ministerio y el otro [no] menos en las misiones de Europa. Había llegado a esta ciudad noticia cierta de el trabajo con que (permitiéndolo) afligían los demonios a varias personas de la ciudad de la Palma, población corta en vecindad aunque no en la nobleza de sus ilustres familias. También corría la voz de que valiéndose muchos de la poderosa intercesión de San Francisco Javier experimentaban maravillosos efectos y así movidos de lo uno y de lo otro los superiores habían dado orden a los misioneros de que caminasen derechos a la ciudad de la Palma deteniéndose solamente los días necesarios para publicar y hacer la misión con brevedad en algunos parajes de el camino de pocos moradores. 28. Previniéndose estaban los dos operarios para salir a la ejecución de lo que se les había ordenado cuando llegó a este colegio un ciudadano de la Palma con cartas de su cabildo y del maestro Don Nicolás Javier Puche y Graterol quien se profesa en todo hijo y dicípulo de la Compañía no dismintiéndolo en nada sus obras. El con[fol. 167] tenido de las cartas era pedir Padres misioneros que como otras veces fueran a consolar con los ministerios de la Compañía aquella afligida ciudad que solo en esta diligencia libraba el alivio de sus trabajos. La respuesta de los superiores fue lo que tenían dispuesto y juntamente dar prisa a los misioneros para que saliesen lo más presto que les fuere posible. Así lo ejecutaron y el 568.
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día tres de junio salieron de Santa Fe con tan recios temporales que les fue preciso parar tres días a la primera jornada en una hacienda de este colegio donde no estuvieron ociosos porque emplearon este tiempo en doctrinar, confesar y dar la comunión a los sirvientes de la hacienda. 29. De aquí pasaron a un pueblo corto de indios y algunas familias de españoles llamado Pacho238 donde llegaron muy maltratados de un temporal de agua y vientos que les persiguió los dos días de el viaje. Hicieron su misión en este pueblo por espacio de 8 días con notable fruto de aquellas pobres almas y en el resto del viaje hasta la Palma hicieron la misma diligencia en cuatro haciendas grandes cuya gente, esclavos por la mayor parte, es sin duda la más necesitada de este espiritual socorro porque empleados en los [testado] intereses de sus dueños es grave el descuido que generalmente se tiene de su enseñanza. De estas haciendas pasaron a otro pueblo de más vecindad, lla[fol. 167v.] mado Surcha, dos jornadas solas de la Palma. Duró también en la misión 8 días y a la mitad de ello, noticiosos ya de la cercanía de los Padres, salió a acompañarlos el maestro Don Nicolás Javier que como tan aficionado a las misiones de la Compañía y siendo juntamente muy estimado por su virtud y letras estuvo todo el tiempo ayudando a los nuestros en el continuo ejercicio de las confesiones que fueron tantas que sin tan oportuno socorro no hubieran podido concluir su tarea en los ocho días. Y cuán bien arraigados quedasen los divinos desengaños en esta gente se prueba bien de lo que después de mes y medio le sucedió en este pueblo al maestro Don Nicolás que viniendo del a cierto negocio se detuvo ocho días, tiempo en que oyó de confesión a casi doscientas personas entre españoles, mestizos, indios y morenos y escribió para consuelo de los Padres que entre tanta gente no había encontrado una siquiera que hubiese confesado culpa grave y que cierto hombre sólo por que se hallaba en una cierta ocasión a que cuidado de la divina gracia había resistido hasta entonces le halló resuelto a dejar su casa e irse a vivir a otra parte; tan grande era el odio que cobraban al pecado mortal los que daban lugar a que penetrase [en] sus corazones la luz de la divina palabra.
238 Pacho. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 110-111.
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30. En compañía de el maestro Don Nicolás llegaron nuestros misioneros a la Palma habiéndo[fol. 168] les salido a recibir la clerecía y personas principales de la ciudad una legua antes de llegar a ella. Fue su entrada el día 10 de julio que tampoco tiempo gastaron en el viaje habiendo hecho ya seis misiones que aunque las más fueron de pocos días pero la principal causa fue el no haber dejado ninguno sin predicar y confesar porque el mismo que salían de algún pueblo o estancia llegaban a otro y ese mismo empezaban allí la misión publicándola con el acto de contrición por las calles como es la costumbre ordinaria. Este estilo guardaron inviolablemente en lo restante de su peregrinación estos incansables operarios sin que el llegar pasados de el agua, o abrasados de el sol, y siempre fatigados de el camino fuese causa para que dispensasen en su tesón riguroso. En la Palma tuvieron por morada la casa de el maestro Don Nicolás Javier que en el agasajo mostró bien la fineza de su afecto para con la Compañía. El día 12 empezaron la misión continuada por 15 días y no habiendo bastado éstos para dar vado a la multitud de confesiones publicaron el último la novena de San Francisco Javier que se celebró en la forma siguiente. 31. Por la noche al tiempo de las oraciones, hecha señal con la campana, acudía todo el pueblo. Poníase una devota imagen de el glorioso Apóstol en el altar con adorno de flores, ramos y luces. Salía luego [fol. 168v.] el uno de los Padres revestido con sobrepelliz y estola y desde una silla al lado de el evangelio y leía en voz alta un capítulo de la vida de el Santo escogiéndose de toda la historia los piadosos que parecían más conducentes a la enzeñanza de todos. Acabada la lectura el mismo Padre rezaba la novena en voz alta y a pausas para que la oyese y repitiese el pueblo y al fin se rezaban en forma de letanía los elogios de el Santo y admirable Apóstol. Seguíase a ésto una fervorosa plática que desde el púlpito hacía el otro Padre, la cual acabada y echadas fuera las mujeres que siempre se quedaban a la puerta de la Iglesia, empezaban los hombres una sangrienta disciplina entonando al mismo tiempo diestras y escogidas voces el salmo Miserere cuyos versos iba glosando el mismo predicador con varios desengaños de que sacaba motivos
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para algunos actos de contrición con que se remataba tan santo y provechoso ejercicio. 32. Con el mismo método se hizo la novena en Muzo239, Honda240 y Mariquita241 siguiéndose de esta santa diligencia indecible provecho a las almas. Sucedía de ordinario no haberse confesado todos en los días de la misión por la falta de tiempo y con la novena había lugar para todo y para que muchos repitiesen las confesiones y comuniones renovando los buenos propósitos que en la misión habían [fol. 169] hecho. Y para que la novena no fuera causa de diferir las confesiones era el estilo no publicarla hasta el último día de la misión. Dábase también con esto lugar a las restituciones de honra y hacienda, a quitar las ocasiones de el pecado, a revalidar matrimonios y a otros muchos frutos que varias veces se malogran por faltar el fomento y calor de los misioneros. En ausentándose luego sucedía también con algunas personas en cuya dureza no había hecho mella toda una misión que con la novena se hallaban tocadas de Dios quizás por la intercesión de el Santo y así notaron los misioneros desde el púlpito pero en éstos predicaba juntamente el Apóstol Javier, desde el altar, donde era venerado de sus devotos. 33. También eran de mucha conveniencia estas novenas para otras personas que ya por la distancia, o por falta de noticia, o sobra de ocupación en los campos, llegaban tarde y no alcanzaban ningún sermón de las misiones; pero con ocasión de la novena oían las pláticas que todas las noches se predicaban de las cuales, por ser siempre de reformacion de costumbres, no podían menos que sacar mucho fruto. Dábase también con esta ocasión a conocer al Santo Apóstol quedándole todos muy devotos y aficionados y con no menores deseos de tribu-
239 Muzo. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 274-275. 240 Honda. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 265-266. 241 Mariquita. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 258-259.
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[fol. 169v.] tarle todos los años semejantes cultos y obsequios. Ni podía dejar de serle a Dios muy agradable y acepta esta novena por la penitencia y diciplina que todos los días se hacía lo cual, siendo de tanta gloria a su Majestad pues era una pública satisfacción de sus ofensas, era juntamente para las almas de grande utilidad y provecho. Y mucho más la penitencia interior de tan repetidos actos de contrición que todos hacían sirviendo el fervor de unos para auyentar la tibieza de los otros y quedar todos más arraigados en el firme propósito de la enmienda. Y cuánta verdad sea todo lo dicho se [testado] prueba bien de el gran sentimiento que estas novenas causaron al demonio el cual fue cual veremos en su lugar después de haber dicho el fruto en general y particular de esta fervorosa misión. 34. Ya se estaba acabando la novena de San Francisco Javier en la Palma cuando llegó á aquella ciudad el maestro José de Silva, cura de Murca242, a rogar a los misioneros que fuesen a publicar los santos jubileos a sus feligreses. Condescendieron los nuestros con sus ruegos pero no sin mucho sentimiento de los ciudadanos de la Palma que deseaban se detuviesen allí para conjurar los demonios que tenían poseídas más de 10 personas. Pero como su empleo era echar los demonios de las almas no les pareció se podían detener más a don [fol. 170] de ya juzgaban haber conseguido su principal intento. Salieron pues el día 6 de agosto de la Palma para Murca donde a otro día empezaron la misión ayudados de el maestro Don Nicolás Javier que vino acompañando a los nuestros en días que aquí se detuvieron. Nunca faltaron a los sermones los pobres indios de Guachipas243, dos leguas distantes de Murca, donde predicaron y confesaron a unos y a otros los dos misioneros con gran consuelo de sus almas. Eligieron estos pueblos por su patrón a San Francisco Javier siendo las ceremonias de este acto todas de devoción y afecto. Júntanse en la iglesia y habiendo rezado la oración que el mismo Santo compuso por la conversión de la gentilidad, que empieza Eterno Dios criador de todas las cosas fueron de uno
242 Murca. Véase: Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 273. 243 Guachipas. Véase. Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, 273.
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en uno adorando la imagen de el santo y besando sus pies con mucha ternura en señal de que le elegían desde entonces por su patrón y abogado. Quedó en estos indios tan bien arraigada la doctrina que oyeron que después de algún tiempo escribió a los misioneros su cura el maestro José de Silva dándoles las gracias por el bien grande que habían causado a sus ovejas asegurando que de cada día tenía más consuelo por reconocer la impresión que en aquellos miserables indios habían hecho sus santas palabras y exhortaciones. 35. [fol. 170v.] De Murca salieron los misioneros en demanda de la ciudad de Muzo por un camino de los arduos y penosos que que hay en estas partes donde los hay tan malos pero por ventura el demonio en venganza de lo mucho que le atormentaban con su predicación levantó una tarde al subir de una sierra tal tempestad de agua y viento, de truenos y relampagos que parecía se quería acabar el mundo. El huracán era tan furioso que hiriendo de lleno en los crecidos cedros los troncaba y derribaba en tierra con no pequeño riesgo de los religiosos caminantes a quienes causó mucho mayor susto al ver tres rayos que delante de ellos mismos cayeron. Luego que amainó un poco la tormenta prosiguieron su viaje sin haber recibido más daño que el haberse mojado bien y aunque rodó por una ladera abajo deslumbrada de los rayos una mula en que iba el ornamento o altar portátil de que usan los misioneros, pero se hallaron sin lesión que hubiese recibido ni en la sagrada carga, ni en sí misma. A pocos pasos que habían caminado volvió el agua con la misma furia obligando a los misioneros a que pararan aquella noche en una despensilla o troje de maíz de las que suele haber por los campos. 36. Consolados estaban mucho en este [fol. 171] [sic: en este] paraje aquella noche viendo que Dios se dignaba de enviarles algo que padecer por su amor pero más crecido fue el gozo de el día siguiente cuando vieron que el mismo Señor (cuyo estilo es sacar mayores bienes de los males que pretende causar el demonio) les ofrecía una buena ocasión en que emplear su celo. Halláronse cerca de un pequeño pueblo de indios tan necesitados de doctrina como desamparados de pastor. Los más ancianos de éstos habían comulgado dos veces solas en toda su vida, otros no más que 573.
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una y eran no pocos los hombres ya de edad que jamás se habían llegado a la mesa sagrada de el sacramento. La ignorancia de esta gente era la mayor que imaginarse puede y conociéndola los misioneros determinaron parar allí todo el tiempo que fuese necesario para instruirlos, confesarlos y darles la sagrada comunión como lo ejecutaron con grandísimo consuelo de aquellas desamparadas almas y no menor de los Padres que estimaban y apreciaban éste por uno de los mayores frutos de su espiritual tarea. 37. Prosiguiendo en la misma tocaron de paso en otra población de indios semejante a la pasada donde no fue tampoco desemejante el fruto. De allí se hallaron en un día sobre los Reales de Muzo, o Minas riquísimas de esmeraldas, [fol. 171v.] tesoro sin duda de los más preciosos y estimables que encierra en sus entrañas la tierra con que enriqueciera Dios a este nobilísimo Reino si los hombres supieran aprovechar sus riquezas sin perjuicio de sus almas. Pero qué logro pueden tener las que se sacan a costa de culpas y pecados? Tal es la licencia y libertad que se profesa en los Reales, gente que no tiene más cuidado que el logro proprio o ajeno. Es grande el gentío que aquí trabaja: los más esclavos (si hay alguno que lo deje de ser de su misma codicia desenfrenada a vista de tal objeto) las costumbres estragadas, la ignorancia sin igual, en fin hombres brutos que corren sin rienda en pos de sus apetitos Aquí llegaron nuestros misioneros hallando (como en otras partes) las ovejas sin pastor porque el que lo era estaba en la ciudad de Muzo. 38. Y viendo una tan extrema necesidad de enseñanza y doctrina tomaron la misión muy de propósito y quiso Dios tocar los corazones de aquella gente tan olvidada de su salvación para que acudiesen todos a los sermones y doctrinas. Tratáronse los puntos más acomodados a la necesidad de los oyentes y como la fuerza de la divina palabra tocaba en lo vivo de sus corazones fue increíble la moción que hubo. Muchas fueron aquí las enemistades que se compusieron y mucho más los amancebamientos escandalosos que se desbarataron y aún mayor fue el fruto [fol. 172] en materia de restituciones, que como la ocasión hace al ladrón, no es de admirar el que en un arca tan abierta pecasen frecuentemente los que tenían poco de justos y mucho de codiciosos. Los casos singulares que aquí sucedie574.
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ron fueran buena confirmación de lo dicho; pero lo dejamos para después en que referidos los más raros de esta misión sirvan de apoyo al fervor de los misioneros y de edificación a todos sin los inconvenientes que en referir los lugares habemos recelado otras veces. En este sitio fue también el trabajo mayor que en otras partes porque demás de los ejercicios y tareas ordinarias administraron los sacramentos a los enfermos no sin mucha fatiga que les causaba la distancia de las casas y las cuestas de el cerro subidas y bajadas con frecuencia. 39. Concluída aquí la misión pasaron a la ciudad de Muzo distante solas tres leguas de los Reales. Empezóse la tarea el día 28 de agosto. El método fue el mismo que se guardó en la Palma; duró por espacio de 12 días sin cansarse un punto los vecinos de asistir a los ejercicios de ella antes bien concurriendo infinita gente de las estancias y haciendas de el campo. Mostraban todos el hambre sagrada de tan saludables pastos a que ayuda mucho el ser ésta una tierra donde rara vez entre año se oye predicar la palabra divina. Tuvieron no obstante aquí los misioneros quien les ayudase al despacho de las confesiones porque algunos religiosos y otros sacer[fol. 172v.] [sic: y otros sacerdotes] se ofrecieron y ayudaron con muy buena voluntad pero era tanta la gente que no bastaron los días de la misión y así tomaron aquí también el expedientte de la novena que en esta tierra tiene al gloriosísimo Apóstol de la India a quien en la iglesia del Muzo tienen colocado en un altar de mucha curiosidad y adorno. El trabajo de los misioneros en estas tres semanas fue excesivo porque empezando las confesiones desde antes de amanecer no las interrumpían hasta las dos de la tarde sino era para decir misa. A aquella hora comían y rara vez les daban lugar para cumplir entonces con la obligación de el rezo. Volvían al confesonario hasta las oraciones, hora de la doctrina y sermón que concluídos solían volver a la tarea de confesar hasta las 10 de la noche en que rezaban y cenaban siendo después muy tasado el tiempo que para el descanso podían tomar en las horas restantes de la noche. 40. Con este tesón y constancia pudieron satisfacer a los deseos que todos tenían de comunicar con ellos las cosas de su alma para sacar una buena dirección de vida en adelante. De solas las confesiones generales que hicieron contaron ochocientas por donde se puede rastrear algo de el colmado fruto 575.
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que de la misión se cogió en esta ciudad pues decirlo todo es imposible y no será poco apuntar las cosas más notables afir[fol. 173] [sic: afirmababan] todos que nunca en Muzo se había visto tanta multitud de gente ni la ciudad tan yerma como [testado] entonces. La multitud se conocía en los concursos a las funciones de la misión y novena y la soledad en las calles porque parecía Muzo un convento observante de religiosos según la quietud y retiro que guardaban todos sus moradores y forasteros. Raro fue el día de éstos en que no se celebraron [al margen: en la iglesia] algunos matrimonios en que se iban convirtiendo los amancebamientos públicos y otros que no lo eran con grande edificación de la ciudad. Otros matrimonios se revalidaron en secreto dispensándose en impedimentos ocultos. No fue de menor ejemplo el reducir a vida conyugal algunas personas que con injuria de el santo sacramento y estado que recibieron sin causa legítima vivían divorciados, o separados con escándalo. No tiene número el de los amancebados que de el todo dejaron su mal estado apartando con cristiana y eficaz resolución las ocasiones de la culpa. Desterráronse un gran número de abusos que el demonio tenía introducidos de yerbas y hechicerías, maldad a que se puso el horror conveniente. 41. Y por último muchas personas de rotas costumbres y vida estragada hicieron notables mudanzas en todo viviendo después una vida ejemplar y cristiana con mucha frecuencia de sacramentos siendo lo más estimable en todas la perseverancia [fol. 173v.] con que se conservan después de muchos meses como lo escriben a los misioneros algunas personas principales. Una de éstas dice en su carta los buenos propósitos que hicieron cuando vuestras Paternidades tan santamente nos aconsejaban. Los van llevando muy adelante y dos de aquellos casados que V. P. deseó se reconciliaron con sus mujeres están viviendo como Dios manda; y le aviso ésto para que vea el logro de su trabajo. Otra persona daba más individual cuenta de esta santa perseverancia en muchos particulares y concluía avisando que los bailes profanos y de tanto peligro para las conciencias se habían desterrado ya de el todo por haberlos reprendido en sus sermones los misioneros. 576.
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42. Si fructuosa fue la misión en esta ciudad no lo fue menos la novena de San Francisco Javier que celebró con mucho aplauso y mayor devoción y asistencia. Por la mañana decían los misioneros misa en el altar de el Santo con música de algunos instrumentos. Comulgaban entonces sus devotos sin que hubiese día en que faltase esta frecuencia; lo restante de el día estaba descubierta la sagrada imagen con luces en sus altares ardiendo mucho más los afectos de sus devotos que nunca dejaban solo al santo habiendo de ordinario a todas horas mucha gente. En la iglesia que obraban y le hacían compañía por la noche se hacía la novena en la forma misma que se celebró en la Pal[fol. 174] ma aunque el fervor de la disciplina fue mayor porque apenas había hombre que no viniese prevenido con su instrumento al propósito; no faltó persona que con buena intención persuadiese a los Padres no publicasen la disciplina porque midiendo las cosas con las reglas de la prudencia humana les parecía a muchos había de causar risa una proposición inaudita en aquella tierra. Pero los misioneros que se gobernaban por otros principios y experiencias no hicieron caso de este vano temor. Hicieron su propuesta y fueron también oídos que desde el primer día afervorizándose los unos a los otros todos se disciplinaron hasta los niños de poca edad. 43. En el último día de la novena se dejaba este ejercicio y el día de la plática en el púlpito porque la función de aquel día se celebraba con distinta solemnidad. A la hora acostumbrada juntó el pueblo en la iglesia, se descubría el santísimo sacramento en el mismo altar de San Francisco Javier, luego arrodillados todos gastaban algo más de media hora en oración mental, ejercicio a que se seguía el de leer la muerte de el Santo Apóstol o algún otro punto de los más singulares de su prodigiosa vida. Hacíase luego la novena y acabada, cantaba la música los gozos de Javier, que empiezan: Pues a Jesus vuestro Celo siendo notable la ternura de la gente mientras éstos se cantaban pro[fol. 174v] prorrumpiendo muchas personas en tiernos sollozos y leves lágrimas. Luego el Padre de la novena, revestido como estaba, sentado en una silla hacía un blando razonamiento exhortando a la perseverancia dando algunos documentos generales, advirtiendo por último aquellas cosas que se deseaba quedasen más fijas en memoria. Vueltos a poner de rodillas daban las gracias a 577.
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Jesús sacramentado por el fruto de la misión pidiendo de nuevo el don de la perseverancia y el ínterin cantaba la música el Te Deum Laudamus, después el Tantum ergo con que se corría la cortina a la soberana Majestad y se daba fin a tan piadosas demostraciones que fueron para todos de mucho provecho y espirituales ganancias. 44. Acabóse la novena el día diez y siete de septiembre y todavía fue preciso detenerse más tiempo para el consuelo de algunas personas que no habían tenido lugar de confesarse. Gastáronse en todo dos días y al fin de ellos salieron los misioneros manifestando siempre los ciudadanos de Muzo el entrañable amor que les habían cobrado y los ansiosos deseos de que volviesen todos los años a predicarles ofreciendo contribuir para todos los gastos cumplidamente. No podemos pasar en silencio lo que no tocaron muchos atribuyéndolo no a la casa sino a especial providencia de el Altísimo. Son en aquella tierra muy ordinarias las tempestades y lluvias, pensión forzosa de sus ricos minera[fol. 175] minerales pero en todo el tiempo de la misión y novena no hubo tempestad alguna, ni lluvia que impidiese ni molestase a la mucha gente que concurría. Notóse más ésto el día inmediato al último de las novenas en que por la tarde se levantó una furiosa tempestad cuyos truenos atemorizaban y cuya espesa lluvia duró hasta la noche hora ordinaria de los sermones y pláticas.
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Paragráfo 3º Prosiguen los misioneros hasta concluir su misión. Frutos que en general se cogieron de ella 45. De Muzo volvieron los apostólicos misioneros a la ciudad de la Palma por el mismo camino que habían traído sin que hiciesen noche en paraje alguno donde no cogiesen el fruto acostumbrado. Exhortaban (después de explicar algún punto de la doctrina cristiana) a la confesión ya que lograsen los oyentes ocasión tan oportuna que Dios les traía a las manos y les metía en sus casas. Eran también oídos de todos que muy acosta de su descanso pero a medida de su deseo gastaban buena parte de la noche (y tal vez toda) en confesar aquella pobre gente de el campo a quien por la mañana decían misa, daban el sabroso pasto de el sacramento y proseguían su viaje en cuya prosecución llegaron a la Palma. Y para consuelo de aquella ciudad afligida se detuvieron en ella seis días predicando y confirmando a todos en [fol. 175v.] los buenos propósitos de la misión precedente. En este tiempo llegó facultad de el ordinario [el obispo], a instancias de el maestro Don Nicolás, para que se fabricase una ermita a honra de San Francisco Javier patrón ya electo y singular amparo de aquellos ciudadanos como lo habían experimentado bien este tiempo contra los espíritus infernales. Venía en la licencia cometida a los misioneros la elección de el sitio y ellos señalaron el mismo en que ya estaba abierta la zanja para los cimientos a diligencias de Don Nicolás, a quien dejaron sus veces para que prosiguiese la obra que sin cesar se va adelantando concurriendo liberal la piadosa afición de los devotos de el glorioso Santo. 46. De la Palma con el maestro Don Nicolás Javier salieron el primer día de octubre y llegaron a un pueblo grande llamado Capurrapi244 donde publicaron los santos jubileos ayudándoles a confesar y predicar, él que se profesa hijo de la Compañía en todas sus obras y acciones. Ocho días gastaron en este pueblo. Pero el fruto pudo ser logro del trabajo de muchos meses. A los sermones se seguía siempre el santo ejercicio de la diciplina y en el rigor 244 Capurrapi. Véase: Roberto VELANDIA. Enciclopedia histórica de Cundinamarca. Bogotá, Academia Colombiana de Historia (2007) 94.
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con que maltrataban su carne se conocía bien lo quebrantados de dolor que quedaban sus corazones. La moción fue tan singular como se puede colegir de lo que se decían los [fol. 176] los unos a los otros. No son hombres éstos que nos han predicado: el mismo Cristo es el que ha venido en ellos a enseñarnos a nuestro pueblo. No hay ya que hacer caso de las cosas de este mundo sino tratemos de vivir santamente como estos Padres nos aconsejan pues si no lo hacemos así no tendremos excusa en el tribunal de Dios donde nos harán cargo de tantos desengaños como hemos oído estos días. 47. Dejando este pueblo caminaron los misioneros hasta la villa de San Bartolomé de Honda, de mucha vecindad de españoles, mestizos, indios y morenos245 donde (como dijimos en capítulo 7 hay colegio de la Compañía y el Padre Rector es cura de la villa). Hay también convento de el glorioso Padre San Francisco y otro buen número de confesores que habiendo trabajado todos excesivamente desde el día 15 hasta el 27 de octubre que duró la misión, no bastó tanto trabajo y así se publicó el último día la novena. De uno y otro ejercicio se consiguió el fruto que siempre. Hacíanse lenguas los religiosísimos Padres de San Francisco246 ponderando la energía de los sermones y la moción extraordinaria de el pueblo. Venían a nuestro colegio a referir los casos singulares que les acaecían y no cesaban de alabar a Dios por tan singular eficacia que para rendir corazones rebeldes había concedido su Majestad a tan sagrado ministerio. [fol. 176v.] En fin, la misión de Honda fue en todo muy parecida a la de Muzo y sólo hubo la diferencia de haber habido aquí más gente pero no tanto trabajo para los misioneros por el que cargaron sobre si los Padres de aquel colegio. 48. Una jornada corta dista de Honda la ciudad de Mariquita y así el día nueve de noviembre en que salieron los ministros de el evangelio de la una parte
245 Roberto VELANDIA. La villa de San Bartolomé de Honda. Tomo I: Épocas de la Conquista y de la Colonia. Bogotá, Editorial Kelly (1989). 246 Véase: Luis Carlos MANTILLA. Los franciscanos en Colombia. Bogotá, Editorial Kelly (1987) II, 93-97.
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dieron principio a la misión en la otra. Duró hasta el día 24 y al siguiente se empezó la novena a la cual les vino a ayudar un Padre de el colegio de Honda. Fue sin duda en esta ciudad el mayor trabajo de la misión toda y fue también esta misión la corona de las demás no tanto porque fue la última como por haber sido la más fructuosa de mayores concursos, de más singular moción, y en fin, digámoslo así donde tuvieron a su disposición los misioneros los corazones de el pueblo para arrancar de ellos los vicios y plantar en ellos las virtudes. Acabóse aquí la novena el mismo día de San Francisco Javier y para los siguientes al de la gloriosa V. y M. Santa Bárbara, Patrona de esta ciudad. Tenían dispuestas las acostumbradas alegrías de toros y comedias. Llegó esto a noticia de los nuestros, mostraron disgusto y exhortaron a todos a que sacrificasen a Dios aquellos recreos de tantos inconvenientes. No fue menester otra diligencia. Obedecieron con tan singular rendimiento que a otro día no había quedado un madero en [fol. 177] en la plaza de los muchos en que tenían ya medio formados los tablados y talanqueras. 49. En todo fue doblado el fruto de esta misión a las demás. Y una noche en que se predicó de el perdonar enemigos, habiéndose explicado antes el octavo mandamiento de la Ley de Dios, era cosa de admiración y también de gran consuelo el ver la gente entre quienes había algunas pasiones, o ligeras o muy enconadas, andarse buscando para pedirse perdón los unos a los otros y hacerse amigos con muestras de todo amor. Otros se desdecían de lo que habían dicho contra sus prójimos escrupulizando en materias muy leves y en fin en todos se reconocía un deseo grande de enmendar las vidas y vivir en adelante con el cuidado principal de su salvación. Tres misiones podemos decir que hubo en esta ciudad. Las dos las hicieron los misioneros. Contamos por misión la novena pues como ya habemos dicho todas las noches se hacían fervorosas pláticas y como eran novenas en que se predicaba el glorioso y admirable Apóstol Javier, protomisionero de nuestra Religión, en ellas era el principal y más estimable fruto. 50. La tercera misión de esta ciudad la hizo Dios al mismo tiempo siendo los sermones compuestos no de palabras vivas sino de tres personas muertas
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que repentinamente acabaron en el discurso de la novena. Echábanse (como dijimos) las mujeres de la iglesia mientras el santo ejercicio de la [fol. 177v] disciplina. Pero ellas no se iban a su casa sino que se quedaban a la parte de afuera acompañando con la penitencia interior de fervorosos actos la exterior de los hombres en el templo. Al entonar una noche aquel verso de el Miserere tibi soli pecavi cayó en el suelo una mujer. Creyeron todos sería algún desmayo cosa ordinaria en estos sermones. Entráronla en una casa y acabada la disciplina llamaron a los Padres pero llegaron al tiempo de expirar la mujer, dichosísima si su muerte la causó la vehemencia de algún [testado] acto de contrición en que al mismo tiempo se ejercitaban todas. Muchas personas afirmaron que la habían visto confesar varias veces con los nuestros y de las circunstancias piadosamente se puede creer que no fue desgracia sino la mayor de las felicidades. De allí a pocos días estando comiendo otra mujer buena y sana cayó de la mesa al suelo repentinamente muerta y al siguiente amaneció sin vida otra mujer que se acostó en su cama sin dolor, achaque, enfermedad alguna. La voz de estos sermones no sólo mudos sino muertos alentaron con las suyas los ministros de la divina palabra haciendo en las pláticas que quedaban varias reflexiones sobre estos casos que fueron los más ruidosos despertadores para sacar a muchas personas de el sueño de la culpa que aún dormían. 51. En fin, por estas y otras causas se detuvie[fol. 178] [sic: se detuvie]ron los nuestros en esta ciudad hasta [el] 10 de diciembre en que salieron para este colegio de Santa Fe, viaje en que gastaron nueve días. Siguieron en él su costumbre de confesar y predicar donde quiera que llegaban. De suerte que desde el día tres de junio hasta 19 de diciembre nunca dejaron de trabajar en estos santos y apostólicos ministerios en que gastaron el tiempo que habemos dicho corriendo alrededor de Santafé pocas menos de 150 leguas y habiendo padecido en estos penosísimos viajes los trabajos que les son anexos juntamente con los que su fervor les hacía tomar sobre sí no satisfechos con padecer lo que era forzoso sin añadir lo voluntario. Pero estos y otros mayores trabajos les hubiera suavizado y les endulzó la copiosa
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mies que fue colmado logro de sus fatigas dicho a menos por mayor los frutos que se consiguieron en cada parte donde se hizo la misión. 52. Pero más generalmente podemos decir [testado] verdad que no llegó a su noticia, vicio, ni pecado público, abuso, o mala costumbre en que no pusiesen conveniente remedio los misioneros. No supieron amancebamiento que no quitasen, odio, rencor, o enemistad que no compusiesen, separaciones injustas, o divorcios de personas casadas que no redujesen a vida conyugal y pacífica, matrimonios mal contraídos con impedimentos callados o ignorados que no procurasen y consiguiesen su revalidación, [fol. 178v] honras o haciendas injustamente quitadas que no hiciesen restituir; siendo tal el escrúpulo que causaban en algunos estas materias que andaban preguntando a los Padres sobre este punto de honras y consultando escrúpulos muy ligeros. Una persona de más que mediana esfera llegó a consultar el modo que tendría de restituir la honra a que a su parecer había quitado a otro. Díjole el Padre, propuesto el caso, que aquella no era materia de restitución a que respondió: Pues Padre yo no podía sosegar con este escrúpulo y venía resuelto a hacer lo que ordenase aunque fuese desdecirme delante de el mayor concurso. 53. Pues qué diremos de las confesiones generales forzosas y necesarias que se hicieron de personas que habían callado pecados en otras confesiones por espacio de diez, de veinte, de treinta, de cuarenta, de cincuenta y más años? El cómputo más detenido de los misioneros es que pasarían de dos mil las tales confesiones y entre ellas [testado] hubo muchas de personas que estaban resueltas a condenarse por no manifestar sus pecados al confesor y lo que más admira, o causa mayor horror, es que otras se confesaron de pecados callados varias veces en el artículo de la muerte con pleno conocimiento de que muriendo en aquel estado sin remedio se condenaban. Pues quién a vista de tan grande fruto puede tener por grande ningún traba[fol. 179] [sic: traba] jo? Pero no para en ésto la cosecha porque no sólo se libraron las almas de las culpas sino que para asegurar los buenos propósitos se dieron intrucciones generales y particulares a muchas personas de el modo que habían de observar de vida para conservarse en la gracia de Dios que había 583.
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adquirido. Ni fueron pocas las mujeres que resolvieron consagrarse a Dios con perpetuo voto de castidad, ni los mancebos que determinaron seguir las pisadas de Cristo en el estado de religioso. Fuera de esto quedaron en algunas ciudades entablados ejercicios santos y devotos, como el de la Buena Muerte en Muzo y en la Palma y en fin en todo ha sido esta una misión grande y provechosa y de que sin duda se ha seguido a Dios mucha gloria y a los prójimos singular provecho. Prueba de todo lo cual serán algunos casos de los más singulares que ya entramos a referir en el parágrafo siguiente.
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Parágrafo 4º Apóyase el fruto de esta misión refiriendo algunas de las más singulares conversiones que en ella sucedieron 54. Al querer referir estos ejemplares sucesos nos acontece lo que sucediera al que entrase a recoger con brevedad un ramillete de flores en un ameno pensil donde hubiese muchas, pero varias y mezcladas, en gustosa confusión y desorden, con el mismo formaría sin duda el ramillete a quien haría más [fol. 179v] suave al olfato la misma confusión de sus fragancias y más apacible a la vista la misma variedad de sus colores; por esto no haremos particular estudio en el referir los casos prometidos ni les daremos más orden que el de trasladarlos al papel conforme llegaron al oído. Tome el lector, si gustare, el trabajo de acomodarlos a lo dicho en los dos parágrafos antecedentes que refiriéndolos fuera de sus lugares por evitar mayores inconvenientes los exponemos a que parezcan fuera de su centro y por esto con violencia o no tan al propósito; pero con todo, ellos a solas, tienen enseñanza y no tan al propósito. Pero con todos ellos a solas tienen enseñanza y no parecen mal en el ramillete las flores aunque allí están separadas de la vara en que se criaron. Empecemos pues y sea por la conversión de dos amancebados. 55. En uno de los sitios donde hicieron misión los Padres llegó a ellos una noche un mancebo que no se había confesado por ocasión de unos torpes amores en que había pasado muchos años viviendo en compañía de una mujer soltera, como si fuera propia, por el santo vínculo de el matrimonio. Al principio de su amistad quisieron los dos casarse pero sólo consiguieron por falta de médico para satisfacer al cura sus derechos que no quiso perdonárselos sin reparar en el riesgo a que los exponía por no perder un interés tan corto. Sin casarse prosiguieron en sus amores con tan grande escándalo que así el cura como las [fol. 180] justicias hubieron de poner la mano en el remedio apartándolos varias veces pero la vehemente pasión los volvía a juntar de nuevo y viéndose perseguidos y a pique de ser rigurosamente castigados determinaron retirarse adonde con más libertad pudiesen vivir al arbitrio de su antojo. Como lo discurrie585.
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ron lo ejecutaron y en el retiro, desesperados ya de su salvación, vivían sin más cuidado que el de gozar los sucios deleites de la carne. 56. Pero aunque estos miserables tenían tan olvidado a Dios no sólo estaba su Majestad de ellos que como Padre amoroso los amaba. En aquel retiro les alcanzó la misión que oyeron toda sin faltar a sermón alguno. Había penetrado sus corazones la eficacia de la verdad pero su mala costumbre los detenía con una violencia que hasta que viendo se habían de partir de allí los misioneros a otro día se resolvió el mancebo a darles cuenta de su miserable estado. Vino pues la última noche, dio cuenta de su vida, de su miseria y de sus congojas y conociendo los prudentes operarios cuán fácil remedio tenía todo le consolaron por entonces y dispusieron que, separado de su manceba aquella noche, los siguiese a otro día al lugar donde estaba su cura y pastor, que tan extraño y mercenario se había mostra[fol. 180v] [sic: Mostra] do con estas sus ovejas. Dieron también orden para que la mujercilla los siguiese después de tres o cuatro días, como se ejecutó. Y los Padres, conseguida la licencia de el cura, los casaron secretamente velándolos después su párroco en la iglesia con mucho consuelo suyo y edificación de los que estaban escandalizados de su mala vida en la cual hicieron gran mudanza desde entonces siendo el principio de su bien una confesión general que antes de casarse hicieron entrambos con mucho dolor y lágrimas. 57. En el caso antecedente vimos la facilidad con que se redujeron a buena vida dos desesperados de su salvación por el vil interés de un cura. Ahora veremos otros dos sucesos y en ellos los daños que se originan de la imprudencia de algunos confesores cuando con demasiada aspereza los despiden por no hallarlos capaces de la absolución, circunstancia en que es sin duda muy necesaria la prudencia. Ésta le faltó de el todo a un confesor con una pobre mujer a quien traían bien afligida sus culpas. Llegó ésta a uno de los nuestros dando no pequeñas sañales de estar sin esperanza alguna de remedio. Preguntóla el Padre con blandura la causa de sus temores y de la desesperación que mostraba? A que respondió que sólo venía a experimentar si la decía lo mismo que otro confesor de cuyos pies acababa de levantarse sin la absolución de sus pecados. Pues, porque
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[fol. 181] tenga la absolución, volvió a preguntar el Padre, no me dijo la causa; respondía ella, ni yo hallo otra que el ser muy grandes mis culpas por las cuales me dijo que ya no tenía remedio y preguntándole yo que era lo que podía hacer para tenerle? Me respondió que ahorcarme como desesperada y así lo habré de hacer si de aquí salgo con semejante despacho. 58. No saldrás le dijo el confesor porque desde luego te digo, que tienes muy fácil y en tu mano el remedio de tus culpas por grandes y muy enormes que sean. Cuáles? Preguntó ella. El que las conozcas, las digas y las llores, pidiendo a Dios perdón de sus ofensas con gran pesar de haberle ofendido y dándole una firme palabra de que no volverás a ofenderle. No podía ya contener las lágrimas la afligida penitente mujer. Empezó su confesión interrumpida muchas veces de ardientes suspiros y sollozos. Alentábala el misionero y ella dijo un gran número de pecados muy feos y horrorosos. Y como si no hubiera dicho nada, luego que calló ella, la preguntó el confesor que si no tenía otra cosa que decirle? No hay más, Padre, respondió ella pero que más puede haber que lo que he dicho? Entonces, satisfecho de que no ocultaba nada el misionero empezó a moverla al dolor y propósito con tan eficaces y acomodadas razones que penetrado su carazón lanzaba el dolor a los ojos en un diluvio de lágrimas y viendo el con[fol. 181v] confesor tan singulares muestras no quiso dilatarla más el consuelo. Absolvióla y díjola que ya estaba remediada; y para que fuese permanente el remedio la dio saludables consejos que abrazó la mujer con hartos deseos y promesas de cumplirlos, apartándose en fin de los pies de este confesor tan llena de espirituales júbilos como despachada de los pies de el primero. 59. El otro caso semejante al pasado en algunas circunstancias sucedió con un hombre sencillo que llegándose a un confesor le refirió muchos pecados bien graves de que escandalizado el ministro le dijo que no le podía absolver de aquellas culpas sino algún sacerdote santo. Él, que deseaba sus remedio, anduvo varios confesores que no hallándose con facultad para absolver casos reservados en el obispado le despidieron sin absolución y sin advertirle lo que debía hacer, quizás por no descubrir su falta de aprobación para semejantes casos. El buen hombre que vio su mal despacho en todas partes como 587.
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no alcanzaba la verdadera causa se vino a persuadir que ésto provenía de no haber encontrado el sacerdote santo que el primer confesor le dijo era sólo quien le podía absolver. Con esto se anduvo mucho tiempo de lugar en lugar preguntando por un confesor santo. Nadie le daba luz de lo que pedía porque aunque no faltan muchos y muy ejemplares sacerdotes, pero el discernir si son [fol. 182] o no verdaderos santos a solo Dios pertenece que penetra los corazones. Además que esta palabra santo significa mucho y en la malicia de los pueblos cortos ni a los milagros se cree. 60. Como nuestro penitente, pues, no encontraba el confesor santo se vino a persuadir que no le había y por consiguiente que su alma estaba sin remedio pues faltaba el médico que según su engaño la podía curar solamente. Este hombre tan perdido no tanto por su culpa como por la imprudencia ajena tuvo la suerte de decir a los misioneros que predicando repetían la facultad de absolver de pasados gravísimos pecados y que no venían en busca de santos sino de pecadores como en otra ocasión dijo Cristo. Non est opus Valentibus Medicus, sed male habentibus; non enim veni vocare justos, sed Peccatores247. El cielo vio abierto al oír estas palabras el afligido hombre y lleno de confianza se fue al Padre a quien las había oído. Confesóse con él generalmente y sacó de su diligencia el consuelo de que tantos años había carecido y la resolución firme de entablar una vida fervorosa. A estos casos añadiremos otro que confirme lo mismo que los pasados y por donde se verá juntamente la eficacia de la palabra divina y la suavidad y blandura con que procuraban los misioneros alentar a los grandes pecadores para moverlos [fol. 182v] a buscar con seguridad y confianza su remedio. En un pueblo llegó a confesarse una mujer que refirió primero en esta forma los sucesos de su vida. Yo Padre mío, dijo, cometí en mis mocedades algunos pecados enormes [y] sobrevínome notable vergüenza de confesar lo que sin ella cometí hasta que no 247 Mateo 9, 12-13: “No tienen los sanos necesidad de médico sino los enfermos […] porque no he venido yo a llamar a los justos sino a los pecadores”.
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pudiendo sufrir los remordimientos del corazón llegué a confesarme con un sacerdote a quien apenas descubrí algunas de mis gravísimas culpas cuando le causaron tal horror que, sin dejarme proseguir, me despidió diciéndome que solo el Papa tenía jurisdicción para absolver de semejantes delitos. Creíle yo de el todo y desesperé luego de mi remedio pues el de ir a Roma, que el confesor me proponía como único, era de el todo imposible a mi pobreza. Qué congojas y aflicciones no cayeron sobre mi corazón al punto? No basta la lengua para poder explicarlas. Vine en fin tan atribulada y afligida que pareciéndome no podían ser mayores las penas de el infierno determiné por tres veces el matarme. Tomé la primera un cuchillo; la segunda tuve ya dispuesto un lazo; y la tercera caminé buen trecho para subir a un descollado risco con intento de despeñarme. Pero como es tan amable la vida y la cobardía tan propia de las mujeres nunca tuve valor para la última ejecución de mi intento. Florecía con esto mismo la deseperación en mi pecho y lo que yo [fol. 183] no me atrevía ha hacer deseaba lo ejecutase un rayo o alguna otra causa de no menor violencia. 61. En estos deseos y desesperación he vivido hasta que ha querido la infinita bondad de Dios que oyese anoche el sermón que predicó Vuestra Paternidad en que le oí unas palabras que quedaron impresas en mi alma, causando en ella mayor mudanza que restituirla de muerte a vida pues han convertido toda mi desesperación primera en una confianza segurísima que ahora tiene lleno mi corazón de consuelo. Manifestaban bien lo que la mujer decía las suaves lágrimas que empezaban a derramar sus ojos, prosiguiendo tan copiosas, que embargada de el todo la lengua dieron lugar al confesor para que la preguntase las palabras que decía tener en la memoria? Predicaba Vuestra Paternidad, prosiguió la mujer, exhortando a los grandes pecadores a que sin temor de sus culpas buscasen a los pies de los misioneros su remedio porque los enviaba Dios en busca de las almas más perdidas. Ésto repitió Vuestra Paternidad en su discurso varias veces y en una de ellas, añadió, las cláusulas que yo creí desde luego se las dictó el Espíritu Santo, solamente por mi causa: A ti alma perdida que te parece estar sin remedio por tus grandes pecados, a ti te busca Dios, y yo te llamo en su nombre. Estas palabras fueron ardientes
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flechas que penetraron mi corazón al punto. Con ellas me sentí tan otra de la que era que no me conozco yo misma. Se[fol. 183v] gura son ellas de mi remedio. He gastado la noche en prevenirme. Poco fue menester para el examen porque fijas siempre en la memoria mis culpas han sido crueles verdugos de mis continuos tormentos. En lo demás yo vengo resuelta a ponerme en las manos de Vuestra Paternidad para que disponga de mi vida lo que fuere más conforme al divino beneplácito. Advirtió juntamente al confesor que hallándose tan desesperada no había venido a la plática que fue de las primeras por otro motivo que el de la curiosidad y el divertir con oír los sermones sus cuidados; en fin, viendo el confesor tan buenas disposiciones la confesó generalmente de toda la vida que ya era bien larga. Y en lo restante de la misión la fue dando saludables alijos que abrazaba con singular prontitud y no menor consuelo de su espíritu. 62. Había cometido cierto hombre atroces delitos y pecados y éste persuadido por su capricho que solo le podrían absolver los jesuitas determinó no confesarse con nadie hasta hallar la ocasión que deseaba. Húbonos de juzgar Ana Coretas [sic] porque en vez de salir a las ciudades o villas donde tenemos colegios se retiró a un monte solitario donde empezó una vida no de racional sino de bruto, sustentándose como tal de yerbas silvestres y raíces comunes a las fieras y por gran regalo de un poco de maíz que él mismo sembraba [fol. 184] y recogía. Así había vivido por espacio de 16 años como otro Nabuco hecho fiera de los campos. Sólo conservaba en ellos aquel deseo de confesarse con un jesuita pero tan ineficaz que aunque le puso Dios la ocasión en las manos no tuvo aliento para lograrla vencido de la vergüenza y empacho. Llegó la misión a un pueblo bien cerca de el paraje en que se hallaba. Tuvo la noticia y asistió a toda ella mas sin acabar de resolverse hasta que pasando los Padres a otro pueblo los siguió también. Y allí quiso Dios que acabase de vencer sus vanos temores y recelos. Hizo su confesión general con muchas muestras de verdadero arrepentimiento y para que conociese que Dios no desampara a los que de veras le buscan, movió su Majestad a una persona a que diese a este hombre todo lo que necesitaba para vivir entre gente como hombre racional y cristiano. [testado]. 590.
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63. Deseaba mucho nuestro hombre confesarse con uno de los misioneros a cuyo confesionario llegó a tiempo que cercado de innumerables mujeres le hubo de decir que se esperase. Hízolo así el hombre; sentóse en un banco y despachada la demás gente como el Padre viese que no llegaba nadie se levantó para decir misa. Acabada, halló ya en la sacristía al mismo hombre que llegándose al confesor le dijo: Padre mío, por los grandes estímulos de mi conciencia he tenido deseo vehemen[fol. 184v] 64. te de confesarme con Vuestra Paternidad y habiéndome dicho poco ha me esperase me asenté en un banco donde tomando el rosario para rezar me quedé al punto dormido. Pero presto me despertó una voz que clara y distintamente me dijo: No te confieses con esos Padres. Fue grande mi confusión y miedo y pareciéndome que quien esto me decía no podía ser otro que el demonio, determiné por el mismo caso esperar a V. P. si fuese menester hasta la noche. El celoso operario que vio rendida la caza que buscaba no quiso dilatar más el logro. Alentóle grandemente y el buen hombre, aún no libre de el empacho, fue poco a poco declarando algunos gravísimos pecados cuya fealdad le había reducido a callarlos en las confesiones por espacio de 38 años con grandísima inquietud y tormento de su atribulada conciencia. Acabadas de decir estas culpas empezó a respirar el penitente como si hubiera arrojado de sus hombros una pesadísima carga o como quien se sentía libre de aquellos fuertes y duros cordeles en que como dice el Real Profeta estuvo enredado algún tiempo funes peccatorum, circumplexi sunt me248. Prosiguió desde allí su confesión que hizo general de toda su larga vida con grandísimas muestras de dolor y arrepentimiento y con no menor consuelo suyo y satisfacción de el confesor que le oía y daba [testado] juntamente re[fol. 185] glas muy importantes de bien vivir con las cuales ha entablado este hombre una vida muy cristiana y conforme al cuidado que debe tener quien por su larga edad se siente bien cercano a la última y terribilísima hora.
248 Salmos 118, 61: “Los lazos de los pecadores me rodean por todas partes”.
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65. Llegóse a confesar una mujer casada de un largo amancebamiento que había tenido y siempre callado en las confesiones por ver que no la habían de absolver los confesores estando en aquel estado. Habíase amancebado esta mujer despechada de unos celos que su marido la ocasionaba [testado] con el poco amor que la tenía. Estando un día con un galán le preguntó ella qué sería bueno para que su marido la quisiese? Pues te da celos. Respondió el maldito: págale en la misma moneda lo cual se conseguirá bien presto si en su presencia durmiéramos los dos juntos. Tan infernal consejo ya se conoce cuyo podía ser y para qué efecto le daba. Quedó la miserable mujer llena de espanto al oírle y alumbrándole Dios el entendimiento conoció ser el mismo demonio el que la asistía con tan temerarios consejos; llena de el temor que se puede colegir, exclamó diciendo: Dios me valga y a la invocación de aquel santísimo nombre, terror de todo el infierno, desapareció al punto el fingido galán y verdadero demonio; íncubo que tanto [testado] tiempo había acompañado en la maldad a aquella miserable la cual hizo su con[fol. 185v] fesión con las demostraciones que el caso requería mudándose de una vida tan estragada a otra muy diferente, no sin grandes esperanzas de que el Señor que la libró de tan conocido riesgo la ha de asistir para que lleve adelante lo comenzado. 66. De este caso y de los demás pudiéramos sacar moralidades muy provechosas pero de estudio las omitimos atendiendo a que no es el fin de esta carta el reducir pecadores sino el dar las noticias para que los nuestros que las oyeren alaben y engrandezcan las misericordias de Dios y para que juntamente los misioneros y operarios de la viña del Señor las aprovechen según su prudencia y estudio para bien y utilidad de las almas. Para lo cual deben ir los sucesos desnudos de todo adorno así por ésto como por no dilatar más de lo necesario esta carta. Prosiguiendo pues los sucesos de la misión en esta forma acaeció en otro pueblo llegarse al fin de la misión un hombre a confesarse de un gravísimo incesto. Estaba ya confesado casi todo el lugar y de mujeres le pareció muy dificultoso al confesor que faltase alguna con que se le ofreció que sin duda la que había sido cómplice en aquel incesto se había confesado sacrílegamente. Con facilidad se desvaneció el fundamento de esta sospecha acordándose el
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tal Padre que tenía compañero con quien la mujer se podía haber confesado pero para bien de ésta dispuso Dios que el misionero (sin hacer [fol. 186] caso de lo dicho) dijese como solía en el discurso de una plática que temía mucho, que sin moverse de tantos desengaños, había un alma en su auditorio que por vergüenza callaba un gravísimo pecado. Estas solas palabras bastaron para ablandar el duro pecho de aquella mujer que el Padre había sospechado callaba el pecado incestuoso. Vino luego y confesóle arrepentida y juntamente un sin número de sacrilegios de confesiones en que le había ocultado con maliciosa vergüenza. 67. Y no fue sólo el fruto de aquellas palabras porque se dieron por entendidas de ellas otras tres personas que ya se habían confesado sacrílegamente de las cuales una, por no perder la buena opinión que tenía de virtuosa, había 30 años que frecuentaba sacramentos callando siempre unos pecados feos y vergonzosos. Semejante caso sucedió con otra mujer que otros 30 años había confesado y comulgado sacrílegamente sin haber bastado toda la misión para reducirla antes bien confesó y comulgó en ella como hasta entonces. Esta mujer vino hecha un mar de lágrimas al Padre que predicó el último sermón de perseverancia en cuyo discurso dijo: Temo que hay una alma que se ha confesado mal y que habiendo comulgado sacrílegamente está entre las demás como cuervo entre palomas. Dijo esto el Padre por la experiencia que ya tenía de el fruto de estas palabras las [fol. 186v] cuales bastaron a rendir a aquel obstinado pecho de esta mujer que se confesó luego con grande arrepentimiento quedando muy alentada para servir muy de veras lo restante de su vida. Otros muchos casos sucedieron de esta calidad que omitimos por no cansar y porque no podemos omitir otros aún más singulares que los pasados para que el parágrafo no sea molesto por lo largo le dividimos aquí.
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Parágrafo [5] Prosigue la materia de el pasado con algunos sucesos maravillosos 68. Empezaremos estos acaecimientos por uno muy raro en que se verán los daños de unos escrúpulos imprudentes, principalmente, si quien los padece no busca la guía de un confesor experimentado a cuya dirección se sujete y obedezca. Vivía una mujer una vida ajustada a la ley de Dios frecuentando sacramento y buenas obras. Tenía como mujer flaca algunos leves descuidos en el gobierno de su familia y de aquí en su delicada conciencia empezaron unos terribles remordimientos y escrúpulos por no tener valor para remediar los daños que de sus descuidos se seguían pero con facilidad se hubiera remediado todo si hubiera dado cuenta a su confesor como debía. Engañóla el demonio para que no la diese y creciendo con ésto los temores empezó a tenerse por indigna y a ir dejando la frecuencia de sacramentos hasta dejar [fol. 187] dejarlos de el todo persuadida de su imprudente recelo que cometería un gran pecado si comulgase antes de conseguir la total enmienda de sus descuidos. Pero presto se aumentó la congoja que la redujo a temerarios arrojos. 69. Llegóse el Jueves Santo y militando de una parte la obligación de cumplir con el precepto y el temor de el escándalo que causaría si no comulgase, lo cual no se podía ocultar a las diligencias de el cura y por otra sus mal fundados temores no habiéndose aún enmendado de sus faltas, se vio su corazón apretado entre estos dos extremos como en una prensa que la ponía a punto de desesperar para salir de su congoja. En ésta la socorría el demonio con un medio como suyo que a la simple mujer la pareció de menor inconveniente. Llegóse a la sagrada mesa, recibió el cuerpo de Jesucristo en la boca y no atreviéndose a pasarle al pecho, tomó la sacrosanta forma en sus indignas manos trasladándola a un papel que bien doblado guardó en un vaso de barro y éste en un arca donde guardaba las alhajas de su estimación. Era su intento tener allí la sagrada eucaristía hasta que enmendada de sus faltas (en cuya corrección ponía todo cuidado) fuese digna de recibirla (la cual se había de hacer comulgándose de su mano). Visitaba con frecuencia aquel inestimable tesoro que encerraba el arca más dig594.
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[fol. 187v] más digna de veneración por ésto que la de el testamento antiguo custodia rica de su más ilustre figura; en seis meses que deseó esta tan grave irreverencia halló siempre la sagrada forma tan fresca y entera como el primer día hasta que satisfecha ya la incauta mujer de la enmienda en sus descuidos le pareció que era tiempo de comulgarse. 70. Fue con esto al arca cuya llave guardaba sin apartarla de sí un solo punto. Pero no había [testado] menester llave para salir de el arca aquel cuerpo sagrado que penetró la piedra sellada de el sepulcro, las puertas cerradas de el cenáculo y el claustro virginal de María dejando intacta su inmaculada pureza. Y como su Majestad siente más la inmundicia de un corazón poseído de la culpa que otra cualquier indecencia, el que había estado tanto tiempo en lugar tan indigno no quiso por entonces habitar un punto en el pecho de la mujer que allí había tenido a su Majestad tan indignamente tratada. Cuando la miserable abrió su arca con más reverencia exterior que otras veces, registró el vaso y desdobló el papel [y] se halló en blanco de el tesoro inestimable que guardaba. Quedó llena de horror con el prodigio y obrando entonces el conocimiento de su abominable culpa y mucho más el engaño de el demonio, se persuadió que ya no tenía remedio porque le faltaba el valor [fol. 188] para [testado] declarar al confesor sus pecados. Pero cuando fuera bueno que se abstuviese de la comunión sagrada no quiso más abstenerse y desde allí prosiguió muchos años añadiendo culpas a culpas y sacrilegios. Así vivió hasta que quiso Dios. Rayóse en su alma la luz de los divinos desengaños que oyó en una de estas misiones de que salió tan movida que sin más dilación descubrió al confesor las llagas de su conciencia quedando con el gozo que pudiera tener si hubiera salido de el infierno. Instruyóla el confesor para en delante de lo que es pecado venial y mortal y dejóla bien persuadida a que tomando un director de su conciencia le diese menuda cuenta de todos sus movimientos, tentaciones y escrúpulos sin salir un punto de sus órdenes y mandatos. 71. Cuán gran medio sea para asegurar la salvación y librarse de los peligros de esta vida la devoción de la Reina de los Ángeles María Santísima manifestarán algunos casos que referiremos ahora en que no menos se dan a temer los 595.
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castigos de la divina justicia. Prendado cierto mancebo de los torpes amores de una mujer casada deseó sacarla de el poder de su marido para vivir con ella con mayor libertad y soltura. No quiso la mujer darle gusto en ésto pero el malvado mozo la dijo que pues no había querido huírse de su esposo le había de matar ella misma. Aún mucho más reusaría ésto la mujer teme[fol. 188v] temerosa; mas el galán la hizo tales [ilegible] y amenazas que ella le preguntó el medio de que se valdría para conseguir tan abominable intento. Buscó el mancebo un venenoso esquero; matóle y dióle a la mujer, diciéndola, que lo cociese en la olla de el marido con lo cual moriría sin remedio. Ejecutólo así la mujercilla no sin grandísimo sentimiento porque aunque desleal no dejaba de querer a su [testado] esposo por la mucha bondad que él tenía. Y viendo que ya no tenía remedio su muerte porque no se atrevió a dejar de darle el veneno, determinó despechada morir con él juntamente; y así comió con su marido la olla en que se coció el esquero. Pero quiso Dios que a ninguno hiciese daño la comida ni sintiese el menor efecto de su ponzoña. 72. Mas el perverso galán, autor de tan detestables consejos, se persuadió que la mujer le engañaba y enfurecido la quiso matar a ella. Dejólo de hacer porque le ofreció de nuevo haría cuanto la mandase para el efecto de matar al marido ya que el primer medio había salido tan ineficaz e inútil. Valiéronse pues de otros varios y el último fue un poco de solimán que dieron al inocente hombre en una bebida de que usaba; empezó al punto a sentir los ardores de su actividad que con presteza acudía al corazón. Clamaba el pobre que se abrasaba y ardía a su mujer que sentía su mu[fol. 189] su muerte o por disimular con el cuidado el delito le dio un poco de agua que, porque así lo quiso Dios, tuvo tal virtud que al punto se halló bueno y sin ninguna fatiga el marido. Pero el mancebo que no quiso creer lo que la mujer le dijo de el suceso [y] sin aguardar a más pruebas se la llevó a otros parajes robándola a su mismo dueño. A pocos días se cansó de sus amores y como ruin hombre la dejó desamparada. Aquí logró la mujer la conveniencia grande para su alma de oír los sermones de la misión cuyos desengaños la movieron a confesarse generalmente con uno de los misioneros a quien refirió todo lo dicho; y el Padre maravillado de que tales venenos hubiesen 596.
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salido ineficaces la preguntó si acaso su marido tenía alguna especial devoción a qué atribuir los sucesos? A que respondió ella que la principal devoción de su esposo era la vida muy cristiana que vivía, que fuera de esto en lo que entrambos tuvieron gran cuidado siempre fue en rezar todas las noches el rosario de María Santísima a cuyo patrocinio atribuyó el confesor el haber escapado entrambos con la vida y especialmente el marido a quien no dañó el solimán, veneno de la actividad que todos saben. 73. Como la pasada vivía amancebada otra mujer y como se pasase mucho tiempo sin tratar de corregirse la castigó Dios privándola de la vista. Ciega en el cuerpo abrió los ojos de el alma; lloró [fol. 189v] sus culpas, confesólas y acudió a la Reina de los ángeles ofreciéndola una vida muy perfecta si la restituyese la vista. Llegando a tales horas no podía sacar mal despacho, cobró por la intercesión de María la luz corporal que perdió por sus pecados. Pero a pocos días vencida la flaca mujer de su apetito volvió al cieno de sus culpas y luego sintió otra vez el castigo de la ceguedad sin que como la primera le sirviese para enmendarse pues ciega en el alma, como el cuerpo, prosiguió en sus torpezas. Obstinada más cada día hasta que los desengaños de la misión fueron el colirio de sus ojos interiores de el espíritu. Abriólos ya y dejando la ocasión trató de confesarse, lo cual hizo con tal dolor y firmeza de propósito que determinó hacer voto de castidad pero a su confesor le pareció mejor que no le hiciese por entonces hasta experimentar la constancia de su propósito. 74. No ha tenido tanta felicidad un hombre a quien privó Dios por dos veces de juicio en castigo de sus pecados y deshonestidades. Entrambas le volvió a cobrar llevándole a un santuario donde con gran piedad y concurso de los fieles es venerada una imagen de Nuestra Soberana Reina María Santísima. Pero volviendo como perro al vómito de sus culpas tercera vez volvió a sentir el castigo y así se quedó sin ningun rastro de juicio el que nunca supo aprovechar bien el entendimiento. 75. [fol.190] Los casos que hasta aquí hemos referido prueban generalmente la eficacia de la divina palabra para rendir corazones obstinados y rebeldes. Esto mismo 597.
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confirmaremos con otros varios ejemplos en que para mayor apoyo de tan gloriosa misión se descubre la singular moción en la constancia de los buenos propósitos y firmeza de las santas resoluciones. Ya dijimos en el Parágrafo 1 de este capítulo cuánta impresión hizo en el pueblo de Surcha la divina palabra pues reconciliándose después de mes y medio casi doscientas personas no se halló entre todas ellas quien hubiese cometido un pecado mortal en tanto tiempo. En otro pueblo (fruto éste de dos misiones) llegándose a confesar un hombre con uno de los misioneros, le preguntó primero si sería bien dar voces delante de todo el concurso, o cortarse la lengua para asegurar la salvación? Respondióle el Padre que ni a uno ni a otro era necesario si con dolor manifestaba la lengua el delito que tal pena merecía. Ay, Padre, replicó el hombre que cuando los Padres de la Compañía hicieron aquí misión cinco años ha les oí ponderar la gravedad de los juramentos y blasfemias. Confeséme entonces con firme resolución de no volver a cometer tal pecado pero después, como flaco, juré una vez el santo nombre de Dios arrebatado de la cólera y llevado de la mala costumbre y aunque me confesé luego y no he vuelto a esta culpa; como ahora de nuevo he oído ponderar su malicia me parece no [fol. 190v] no haber hecho bastante penitencia si no me corto la lengua, o digo a voces en público que soy un blasfemo. Consolóle el Padre dándole algunos consejos y quedando el mismo alabando a Dios por la impresión que en aquel hombre había hecho la palabra divina las dos veces que había oído predicar el mismo punto. En las mismas misiones que se hicieron también en otro pueblo cinco años antes se confesó generalmente un hombre movido entonces a mudar de vida y fue tan firme y constante en su propósito que queriendo en esta ocasión confesarse de los cinco años, por más diligencia que puso en el examen, nunca halló culpa grave que en tanto tiempo hubiese cometido. 76. En otro lugar se confesó una mujer con tan firme propósito de no volver al pecado como se mostró bien presto en un lance que la previno el demonio. Instigó a un hombre perdido para que no fuese a inquietarla. Hizo éste cuanto supo para conseguir su deseo pero ella más firme que una roca dio por respuesta las razones de los misioneros que la habían reducido a la firmeza de 598.
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su propósito. Enfurecido el mal hombre con la resistencia a su antojo echó mano de un palo y dejándose de persuasiones amenazó a la constante mujer que la mataría a palos si luego no condescendiese con su malvado intento. Mas que me mate respondió que primero es morir que ofender a Dios ni faltar a lo que he propuesto. Pues ahora lo veremos replicó el hombre infame y atrevido y luego empezó [fol. 191] a descargar sobre la pobre mujer un diluvio de furiosos golpes hasta que cansado de herirla y no pudiendo hacer mella en su valeroso pecho la dejó medio muerta pero llena de gozo por tan gloriosa victoria. 77. En el mismo lugar sucedió otro caso muy semejante al pasado. Había una mujer algunos años amancebada y juntamente había callado en las confesiones casi toda su vida otros pecados que cometió cuando niña. Oyendo ahora los sermones se resolvió a mudar de vida haciendo una buena confesión de toda la pasada. Empezó a disponer su largo examen pero como siempre había vivido sin cuenta ni razón todo era dificultades y enredos sin saber qué medio tomaría para deshacerlos. Ofreciósele uno y bueno que fue tomar por patrona y abogada para su confesión a la Santísima Virgen María Señora Nuestra. Andando en estas diligencias vino a visitarla su galán a quien ella procuró despedir al instante rogándole que la dejase porque estaba resuelta a mudar de vida y disponiendo su confesión general. El mozo perdido que no trataba de confesiones ni mudanzas sino de conseguir su malvado antojo tentó cuantos caminos son imaginables para apartar a la mujer de el buen propósito que tenía y viendo que todo se le frustraba sacó un puñal amenazándola con la muerte. No se acobardó nada la que vio sobre sí el cuchillo aunque estaba sola y sin esperanzas de socorro antes respondió con más entereza que [fol. 191v] que aunque perdiese mil vidas no había cometer contra su Dios nueva ofensa. Viendo su constancia el malvado la descargó un golpe con que sin dudar la hubiera dejado allí hecha víctima de la castidad a no haber ella reparado el golpe en una mano donde recibió una grande herida. Dio con esto algunas voces a que acudió la vecindad y el agresor trató de ausentarse dejándola libre para proseguir en su examen y hacer su confesión como la hizo quedan599.
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do tan agradecida a su patrona y abogada María Santísima a quien atribuía tan ilustre victoria que se dedicó a servir de por vida a tan soberana reina en un oficio y ministerio de mucho agrado de esta señora, único amparo y auxilio de pecadores. 78. Pasemos de estos sucesos a una conversión maravillosa y muy propria de el celo grande de San Francisco Javier en una de las ciudades donde se hizo la novena de el santo. El día después de acabada llegó a confesarse una mujer temblando de suerte que el confesor la preguntó de qué temblaba? Tiemblo, respondió, de mis grandes pecados para los cuales no sé si ha de haber remedio. Sí le hay, dijo el Padre, y alentándola grandemente fue necesario gastar en la confesión algunos días. En el discurso vino a decir qué de años había callado por vergüenza en las confesiones gravísimas maldades y que otros lo había vivido amancebada con un hombre a quien al principio [fol. 192] tuvo poco amor y después notable aborrecimiento, tanto, que varias veces ella tuvo para matarlo y hubiéralo ejecutado una noche en que durmiendo él se levantó ella por un cuchillo y al volver a la cama con el instrumento en una mano y la luz en otra quiso Dios que despertase el dormido y preguntándola qué buscaba? Ella sin asustarse escondió el puñal y dijo que había oído ruido y se levantó a reconocer la casa. 79. Con esto cesó el intento pero no dejó sus torpezas porque si bien aborrecía al hombre amaba más sus deleites y como las culpas se llaman unas a otras llegó esta mujer a tal extremo de maldad que saliendo a los campos llamaba los demonios para que la cuidasen en sus malvados designios. Entraron pues en este lugar los misioneros, hicieron su misión y novena a que la obstinada mujer nunca quiso asistir por huir de su remedio. El mancebo asistía a los sermones pero no sacaba de ellos más fruto que el obstinarse más en sus maldades y así de la iglesia iba en busca de su amiga a quien solía decir: Mucho lo trabajan los Padres pero en vano se cansan con nosotros porque mientras estuviéremos vestidos de esta carne no se ha de acabar nuestro amor ni han de fenecer nuestros gustos. Quién si no es Javier supiera triunfar de tanta obstinación y rebeldía? Oyó acaso la mujercilla decir que la función del último día de la novena era por último la mejor de todas. Dióle con esto curiosidad de verla y solo con ese fin vino a la iglesia pero cuando vio el aparato de 600.
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luces, el sacramento patente, a Javier en el altar y tanta gente de rodillas que con devoción y lágrimas daban a Dios las gracias por el fruto conseguido de tan santos ministerios, empezó a sentir tal batería en su corazón que luego al punto trató de confesarse vencida. 80. Resolvióse luego a hacer una buena confesión y a tratar de vivir de otro modo pero peligraba mucho el propósito si vol [fol. 192v] viese aquella noche a la ocasión de la culpa y más que impaciente aguardaba ya el mancebo; pero como era empeño de Javier el reducirlos a entrambos alcanzó de Dios una oportuna lluvia que empezó a caer al tiempo de salir la gente de la iglesia; parecía cierto que se inundaban las calles por lo cual muchas mujeres se quedaron aquella noche en el templo. Entre las demás quedó aquella mujer que empezaba ya a ser con extremo dichosa sirviéndose de esta detención en la casa de Dios para clamar a su Majestad con más veras. Pero no le faltó la tentación aun en lugar tan sagrado porque echándola menos el amigo vino a buscarla a la iglesia. Topóla y llegóse a ella mas no se atrevió a decirla una palabra y ella procuró no darse por entendida con lo cual se volvió el hombre llevándose un hijo que tenía, prenda tan amada de la mujer que fue bien necesaria toda la resolución que había tomado para dejarse el hijo sin manifestar sentimiento. 81. Confesóse en fin esta mujer de toda su malograda vida mas como el confesor considerase que quedando el mancebo en su obstinación corría la mujer mucho riesgo de volver a la amistad antigua trató de prevenirla con varios medios, reparos y avisos contra los asaltos que prudente reclamaba. Y por último la dio una medalla de San Francisco Javier exhortándola que tomando al santo por su patrón la trajese siempre consigo para que la defendiese de los combates del demonio. Tomó la mujer la medalla y olvidada de lo que el Padre principalmente la había aconsejado (quizás porque así lo dispuso Javier) se fue con ella el mancebo y dándosela le dijo que aquella medalla le enviaba el Padre que le aguardaba para confesarle. En nada menos pensaba el otro por entonces. Pero (oh portento de Javier!) al contacto de la medalla que se puso el mozo al cuello dio su corazón un vuelco tan grande que de el todo se sintió mudado y con deseo de vivir de otro modo. Acudió al mismo Padre por cuya dirección hizo confesión general y se apartó de aquella 601.
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[fol. 193] mujer tratando entrambos de mover a Dios en adelante y conociendo deber a San Francisco Javier la felicidad de que gozan. Estos son los mayores prodigios de este Apóstol por medio de su novena, mover los corazones rebeldes y los misioneros notaron siempre que las más singulares conversiones eran fruto de la novena de el glorioso Santo que como afirmaban muchos, encomendándose en su patrocinio para examinar sus conciencias, les traía a la memoria las culpas más olvidadas y varias veces sucedió a los nuestros que no atreviéndose a dar la absolución a algunas personas por su gran dureza los enviaban delante de la imagen de el Santo de adonde volvían tan trocadas que cesaba el motivo de diferir el absolverlas. 82. Concluyamos estos sucesos con uno de mucha edificación que acaeció estando ya los misioneros en su colegio de Santa Fe a donde tuvieron la noticia. En un lugar de estos había dos amancebados que nunca quisieron asistir a la misión ni oír ninguno de los sermones. Vivían junto a un camino fuera de poblado por donde pasaba con frecuencia un hombre que en la misión procuró entablar vida fervorosa y ajustada. No podía éste sufrir aquel público amancebamiento. Dábales en rostro con sus culpas cada vez que por allí pasaba afeándoles el que hubiesen malogrado tan oportuna ocasión para salir de su infeliz estado. Mas viendo que ninguna razón hacía mella en aquellos corazones de bronce tomó un libro espiritual y entrándose con ellos en su propria casa les leyó algunos capítulos que trataban de el infierno. Quedáronse tan duros como antes y notando ésto el celoso cristiano, no pudiendo sufrir más las ofensas de su Dios, les dijo: Pues quieren perseverar en su mal estado yo pagaré sus culpas y diciendo esto se desnudó delante de ellos y tomando unas disciplinas empezó a descargar recios golpes sobre sus espaldas, regándoles juntamente, [fol. 193v] que por amor de Dios enmendasen ya sus vidas y quitasen al pueblo el escándalo que daban. 83. Causó esta heróica y fervorosa hazaña muy diversos efectos en los dos amantes porque la vil mujercilla, como tal, quedó más obstinada y rebelde sin sacar otro fruto de semejante ejemplo que reírse y hacer burla de el que compasivo se azotaba por sus culpas y maldades. Muy al contrario sucedió en el 602.
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mancebo porque compungido a vista de los azotes y mucho más admirado de tan ardiente caridad y fervor se convirtieron sus dos ojos en dos arroyos de lágrimas y quitándole las disciplinas de las manos al que por su causa se trataba tan rigurosamente le prometió la emmienda de su vida y de hacer lo que él mismo le dijese y luego, sin más dilación, echó de su casa aquel demonio o manceba de quien no supo más en adelante y ha dispuesto su vida de modo que al presente es ejemplo para todos el que poco antes era de grave escándalo y tropiezo para muchos. Éste es el ramillete de ejemplos que ofrecimos al principio de el parágrafo 4; para el siguiente ofrecemos otro de prodigios cuya noticia juzgamos no será menos gustosa.
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Parágrafo 6 Manifiesta Dios en esta misión el poder de N. P. S Ignacio y San Francisco Javier contra los demonios 84. Al principio de el Parágrafo 2 de este capítulo tratando de la misión y novena de San Francisco Javier que los dos operarios de la Compañía hicieron en la ciudad de la Palma prometimos referir los casos prodigiosos en que se ha mostrado el admirable poder que la divina Majestad concedió contra los demonios a nuestro Padre San Ignacio y al glorioso Apóstol de las Indias a que añadiremos otras muchas maravillas con que ha querido Dios glorificar especialmente al prodigioso Javier. Y para que a estas cosas se dé el credito que merecen protestamos desde [fol. 194] ahora que no pondremos cosa por menuda que sea la cual no conste o de las relaciones de los misioneros y otras personas de autoridad que unos y otros refieren lo que vieron; o de una información jurídica ha poco ha remitió a este colegio el maestro Don Nicolás Javier Puche y Graterol hecha en la ciudad de la Palma a petición y ruego de el mismo devotísimo y amartelado hijo de el glorioso Apóstol en cuyas alabanzas corriera gustosa y agradecida la pluma pero nos libran de esta obligación sus acciones, que referidas aquí necesariamente algunas, son la más gloriosa calificación de el sujeto. 85. Hallábase pues la ciudad de la Palma el año pasado de 97 afligidísima con la calamidad notable de haber en tan corta población 25 personas poseídas en el cuerpo de los espíritus infernales sin algunas otras que habían sido ya libres de tan gran trabajo por el poderoso brazo de San Francisco Javier y otras muchas en quienes se iban reconociendo las señales e indicios de la misma desgracia. Muchas de estas personas había días y aun años que padecían extraños y no conocidos accidentes sin que los médicos o personas de experiencia pudiesen jamás averigüar la causa y origen de estos males. Y mas como en semejantes aprietos es ordinario el recurso a la intercesión de los santos cada uno invocaba según su afecto aquellos de quienes era más devoto. No eran pocos sino los más los que se valían de el prodigioso Javier, movidos unos de sus maravillas y otros de los consejos de el maestro Don Nicolás que con su acostumbrada devoción y piedad andaba por todas 604.
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partes hecho agente de Javier ganándole afectos y procurándole devotos. Al contacto pues de algunas sagradas imágenes de el santo que aplicaban a los que parecían enfermos se fueron declarando las causas de tan extraños males y descubriendo una multitud de demonios apoderados de los cuerpos de las personas que se juzgaban enfermas. 86. [fol. 194v] Y porque esta calamidad se atribuya (como se debe) a los ocultos juicios de Dios y no solamente a los pecados de el pueblo, es de advertir que aunque no faltan pecados y maldades pues siempre las hubo y ahora donde [ilegible] hombres). Pero la ciudad de la Palma es al presente una población donde se profesa mucha virtud, principalmente de algunos años a esta parte en que la han ilustrado las gloriosas misiones de la Compañía a cuyos auxilios y desengaños, como tierra fértil, ha correspondido esta ciudad con muy abundantes y agradables frutos a la bondad divina. Hay muchas personas que se han consagrado a Dios con voto de perpetua virginidad viviendo en la tierra como ángeles de el cielo. Otras reformaron sus costumbres entablando vida muy fervorosa con mucha frecuencia de sacramentos y otras de piedad en cuyo tenor se conservan a influjos no menos del ejemplo que de la dirección de sus prudentes, sabios y ejemplares sacerdotes. Y para que veneremos más los altos e inescrutables juicios de el altísimo, es de saber, que muchas de las personas obsesas son de las más declaradas por el bando de la virtud entre las cuales se hallan algunas innocentes criaturas de poca edad. No era necesaria esta advertencia para los que saben que las calamidades y trabajos de esta vida son la cosecha más común y también necesaria de los siervos de Dios, como lo declaró el santo Rafael a Tobías: Quia acceptus eras Deo necese fuit, ut tentatio probaret te249. Hemos con todo advertido esto para que nadie se arroge a juzgar sin más fundamento que esta calamidad
249 Tobías 12, 13: “Y por lo mismo que eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación o aflicción te probase”.
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es castigo de las culpas siendo más verosímil y acertado tenerla por prueba de la virtud250. 87. Para confirmación pues de todo lo dicho daremos principio a estos casos con la declaración de uno de los testigos principales llamado Bernabé de Nobea Cardoso persona de calidad notoria. Éste depuso con juramen [fol. 195] to que hallándose el licenciado Juan Rodríguez Cardoso su [ilegible] sin esperanzas de vida por una grave supresión de orina de que se originaron tan vehementes dolores que le obligaron a disponer las cosas de su alma, previniéndose con los santos sacramentos y habiendo experimentado la ineficacia de los remedios envió por último a suplicar al maestro Don Nicolás Javier le trajese una muy devota imagen de el peregrino Apóstol de el Oriente. Traída la tomó en sus manos el enfermo con muestras de singular afecto y habiéndola venerado y pedido el alivio de sus dolores y la salud, si le convenía, rogó a el dicho maestro que presente estaba fuese a decir una misa al santo por el mismo intento. Fue cosa por cierto digna de admiración que estándose diciendo la misa, de repente y sin molestia alguna, empezó a arrojar el enfermo grandísima cantidad de orina con muchas arenillas y algunas piedras quedando desde aquel punto bueno y perfectamente sano y sin las reliquias que suele dejar tan penoso y molesto accidente. 88. Con este suceso se confirmó toda aquella familia mucho en la devoción de el santo Apóstol cuyos favores habían experimentado ya y experimentaron mucho más en adelante con una niña doncella a quien habían criado con toda honestidad y virtud. Llamábase Doña Cecilia Cardoso y había como cinco años que estaba padeciendo cruelísimos tormentos en varios acciden250 Extensa es la bibliografía sobre el tema del demonio. Para el ámbito literario nos remitimos a Sabino SOLA. El diablo y lo diabólico en las letras americanas. Bilbao, Univesidad de Deusto, 1973. Desde el punto de vista de teología espiritual: AA.VV. “Démon”. En: Dictionnaire de Spiritualité ascetique et mystique, doctrine et histoire. París, Beauchesne (1967) III, 142-238. Desde el punto de vista local: Jaime Humberto BORJA GÓMEZ. Rostros y rastros del demonio en la Nueva Granada. Indios, negros, judíos, mujeres y otras huestes de Satanás. Santafé de Bogotá, Editorial Ariel (1998). Diana Luz CEBALLOS GÓMEZ. Hechicería, Brujería, e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada: Un duelo de imaginarios. Medellín, Editorial Universidad Nacional (1994). Luz Adriana MAYA RESTREPO. Brujería y reconstrucción de identidades entre los africanos y sus descendientes en la Nueva Granada, siglo XVII. Bogotá, Ministerio de Cultura (2005).
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tes, que unas veces parecían gota coral, otras demencia o locura, o mal de corazón, experimentándola en estos casos con fuerzas superiores a la capacidad de el sujeto. Reía en ocasiones, hablaba y cantaba sin sentido alguno, otras se mordía, arañaba, se daba golpes y despedazaba sus vestidos y las carnes, otras se ponía en forma de cruz con tal inflexibili[fol. 195v] dad en los brazos como si fueran de hierro de suerte que no había fuerzas humanas que les pudiesen doblar. Levantábase otras en el aire donde quedaba tan fija e inmoble como si estuviera en una pared afianzada con fuertes clavos y sogas. Otras se sentía herir de agudísimos dolores en todas las partes de su cuerpo. Y otras finalmente caía en tierra como muerta sin habla ni uso de sus sentidos. 89. Ya se deja conocer el sentimiento y aficción que tan graves males causarían en los pechos de los que con tanto amor y cuidado habían criado a esta niña; no tenían más alivio que llamar luego a su confesor el maestro Don Nicolás. Venía éste y hallando a la doncella en estos aprietos y accidentes frecuentísimos, puesta la mano sobre el corazón, invocaba el nombre de Javier y decía el evangelio con la oración de el santo: Deus, qui Indiarum gentes251. No era necesaria otra diligencia; al punto se sosegaba la doliente, cobraba los sentidos y el juicio, cesaban los dolores, sentía singular consuelo y con el mismo se confesaba como si nada de eso hubiera padecido. Pero viendo el maestro Don Nicolás la repetición de los accidentes y la eficacia de el remedio, deseando que de una vez lo fuese a tantos males, aconsejó a Doña Cecilia que en la iglesia delante de una estatua de el santo en forma de peregrino hiciese con mucha devoción su novena pero, por más que lo intentaron nunca se pudo conseguir ésto porque a la hora de ir a la iglesia sobrevenía siempre la multitud de accidentes y como aún ignoraban el origen y los tenían por naturales, desistían de el intento. Conmutóse la novena en que rezase en su
251 Deus qui Indiarum gentes beati Francisci praedicatione et miraculis Ecclesiae tuae aggregare voluisti, concede propitius ut cujus gloriosa merita veneramus virtutum quoque imitemur exempla. Oh Dios que por la predicación y milagros de san Francisco quisiste agregar a tu Iglesia a los pueblos de las Indias: concédenos propicio imitar las virtudes de aquel cuyos méritos gloriosos celebramos.
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casa diez veces la oración de el Padre Nuestro y Ave María en reverencia de los diez años que predicó el Santo Apóstol en la India [fol. 196] lo cual había de durar diez viernes, día en que murió San Francisco Javier. En este tiempo fue tan continua la vehemencia de los dolores y molestia de los demás accidentes que determinaron sus Padres pedir al maestro Don Nicolás ya prenda que tanto amaba y que tan maravillosa había experimentado aquella casa en la milagrosa salud de el licenciado Juan Rodríguez Cardoso para que se hiciese allí la novena que no podían en la iglesia por los accidentes dichos. 90. Al entrar la sagrada imagen en la casa se vieron aún más raros y singulares accidentes en la doncella, tan revestida de superiores fuerzas, que entre mucha gente no la podían sujetar hasta que poniendo sobre su cuerpo la sagrada efigie cayó como muerta en el suelo; después diciendo su confesor la oración acostumbrada se restituyó a su natural estado. Con lo cual pudo dar principio a la novena asistiendo toda la familia y el maestro Don Nicolás. Al llegar a la petición que en ella se hace después de la oración glorioso San Francisco Javier Apóstol de las Indias volvió a caer en tierra fuera de sí. Como otras veces tomaron la sagrada imagen para aplicársela al pecho y entonces levantándose con grandísima furia dio una velocísima carrera manifestándose a voces por su boca un inmundo e infernal espíritu, confesando ser el la causa de tantos males con que había atormentado tanto tiempo a aquella niña, remedando los accidentes naturales que padecen los hombres para no ser descubiertos. Confesó también que la había apretado siempre que se trató de la novena por impedir el medio con que sabía él le habían de conocer. Y añadió que el santo de la novena era su mayor enemigo y bien lo manifestaba en el miedo de entrar con él a batalla. 91. Descubierta por medio de San Francisco Javier la causa de tan[fol. 196v] tos males empezaron los conjuros de la iglesia en la misma casa porque no la pudieron llevar por entonces al templo. A la fuerza de ésto los dio el malvado espíritu su nombre: dijo que se llamaba Barsaba y que era capitán de otros muchos que estaban en el mismo cuerpo de la pobre doncella. Con ésto quedó en la casa de el capitán Bernabé Nobea Cardoso la milagrosa 608.
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imagen de Javier donde descubrió después otra energúmena que es una indiecita también de poca edad y los dolores y accidentes que a entrambos causan sus infernales huéspedes se sosiegan al punto que les aplican la efigie sagrada a la parte dolorida. Con lo cual, aunque se están tercos los demonios pero van mostrando una cobardía notable de que se conciben buenas esperanzas que presto dejarán la injusta posesión que han tomado. 92. Todo esto consta de la declaración de este testigo en que añado otras no menores maravillas que después referiremos. Pero antes queremos añadir lo que refirió a los Padres misioneros el maestro Don Nicolás Javier, como testigo de vista, y en nuestro sentir no refieren las historias acerca de esta materia, cosa que sea de mayor gloria de el grande Apóstol Javier. Conocido ya el soberbio Barsaba, capitán de las tropas que atormentaban a la honesta Cecilia, frecuentaba el maestro Don Nicolás los conjuros y la aliviaba de los dolores con el experimentado y eficaz remedio de decir sobre la paciente el evangelio y oración de San Francisco Javier. Manifestaban siempre los demonios grande horror y miedo al dicho evangelio, tanto, que un día les preguntó con imperio el ministro de el altísimo la causa de su temor? A lo cual respondió con despecho el soberbio capitán [fol. 197] de aquellas infernales escuadras: Cómo no quieres que me estremezca al ver ese evangelio con el cual me has estado atormentando tantas veces? No sabes la pena que yo sentía cuando le decías de para aliviar los dolores que yo causaba a esta doncella aun antes que yo fuese descubierto y conocido. 93. Y cómo quieres que no sienta gran tormento al oír ese evangelio en honra de un santo a quien aborrece todo el infierno, siendo la causa el convenirle todo al pie de la letra? Y para que lo veas escucha: Dijo entonces el demonio el evangelio que la iglesia nuestra madre canta a San Francisco Javier252 y acabado de decir empezó a glosarle aplicando todas sus cláusulas a los hechos más heróicos de el santo y ésto con tal propiedad y con una elocuencia tan rara que tenía admirados y espantados a todos los oyentes. Euntes (dixo)
252 El evangelio está tomado de Marcos 16, 15-18.
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in mundum universum253. Tan a la letra cumplió este precepto el santo que pudo dar cinco vueltas al mundo todo con las leguas que anduvo por el mar y por la tierra. Y para que veais que yo no miento bien presto vereis impreso en un libro lo que yo ahora os diré. Como sucedió yendo los misioneros que llebaban consigo las obras de el espiritualísimo Señeri254 donde afirma o dicho este diligentísimo escritor. 94. Prosiguió su glosa el demonio y al llegar a aquellas palabras signa autem eos, qui crediderint hoc sequentur255, quedó suspenso por un breve rato y luego prosiguió con semejantes exclamaciones llenas de coraje y despecho a que se estremece el infierno. Aquí tiembla nuestro poder! Aquí se estremece el infierno. Aquí tiembla nuestro poder! Y luego prosiguió con semejantes exclamaciones llenas de coraje y despecho. Aquí se estremece el infierno! Aquí tiembla nuestro poder! Aquí se acobardan nuestros bríos! Y esto es finalmente lo que nos causa mayor pena! Porque entre la señal [fol. 197v] de los creyentes la primera fue contra nosotros in nomine meo Daemonia eiicient256. Y cuando las oímos en gloria de Javier nos causan mayor rabia por la multitud de demonios que lanzó al infierno, tantos en número que no hay entendimiento de hombres y apenas basta el nuestro para comprenderle. Acordámonos de las cuarenta mil estatuas que despedazó en la India haciéndolas arrastrar por los suelos. En cada una de éstas asistía un indecible número de demonios como en lugares destinados para recibir las adoraciones que tanto anhela nuestra altivez. Con que siendo las estatuas cuarenta mil discurre, si puedes, el número de infernales espíritus que en todas juntas asistirían. A tantos arrojó sólo ese santo al infierno con tanta rabia y dolor nuestro que aún está tan vivo como el primer día y por esta causa y mucho 253 Vayan por todo el mundo. 254 Paulo Segneri (Nettuno, 1624-Roma, 1694). Predicador, escritor y polemista. Véase: Giuseppe MELLINATO. “Segneri, Paolo (senior)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I. Comillas (2001) IV, 3547-3548. 255 Marcos 16, 17: “A los que creyeren les acompañarán estas señales...”. 256 Marcos 16, 17: “… y en mi nombre echarán los demonios”.
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más por la multitud casi inmensa de almas que sacó de nuestro poder y llevó al cielo es aborrecido extrañamente ese santo en todos los dominios de nuestro lóbrego imperio. 95. Continuó Barsala (llamemos así a este demonio a quien los demás que se fueron descubriendo llamaban Luxfer) los elogios de Javier hasta concluir el evangelio. Pero ésto fue lo más singular que dijo y que quedó mejor en la memoria de el maestro Don Nicolás. Y en lo que toca al número de las estatuas le refiere también el Padre Pablo Señeri por estas palabras: Se sabe que despedazó más de cuarenta mil ídolos por su mano. Cosa sin duda es de grande admiración el que consiguiese un pobre peregrino solo y entre naciones tan bárbaras de la India oriental tan gloriosos triunfos contra el poder de el infierno; pero no parece menos admira[fol. 198] ble el que al cabo de tanto tiempo haya venido a confesar un espíritu bien soberbio como éste de que hablamos tan grandes glorias de Javier en las Indias Occidentales. Para que se vea que de oriente a poniente hacen maravilloso eco los triunfos de este Apóstol y tal que durará muchos siglos. 96. En medio de tan claros indicios y señales de ser verdadera y no fingida esta calamidad no han faltado personas y graves que han estado incrédulas y lo han atribuido todo a embuste y fingimiento de mujeres y aun de aquí se les han originado algunas calumnias y murmuraciones al maestro Don Nicolás. Pero de todas le va librando San Francisco Javier a costa de maravillas y lo que más es al mismo demonio ha obligado Dios a que sea el instrumento de que se le restituya su honra y crédito a este buen sacerdote como iremos viendo en esta relación. Una persona religiosa murmuraba mucho contra estas que llamaba novedades y embustes sin más fundamento que el decir no había en el infierno demonios que se llamasen Barsala, tizoncillo, delirio y otros semejantes nombres que iban dando con la fuerza de los conjuros los espíritus que se iban manifestando; como si el demonio que es padre de mentira no supiera mentir en cualquier tiempo y fingirse el nombre que le estuviese más a cuento; o como si fuera más razón creer semejantes fingimientos de personas espirituales y virtuosas que persuadirse a que el demonio miente. Si este religioso topó en una ocasión la niña Cecilia y luego el
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soberbio espíritu que la poseía le dijo al buen religioso: Ven acá adónde me has averiguado tú el nombre que para saber que [fol. 198v] no me llamo Barsala? Has bajado alguna vez al infierno y pedido allá fe de mi bautismo? Mofa fue ésta con que quedó bien corrida y escarmentada aquella persona. 97. Pero no fue tan de burlas la reprensión que dio este mismo demonio a otro sujeto que no contento con murmurar vino a Santa Fe y preguntado de el Prelado lo que había en estas materias, parece, que informó contra lo mismo que sentía y oyó las calumias que tan falsamente se le imponían al maestro Don Nicolás. Vuelto a la Palma, halló Barsala la suya y delante de muchas personas le afeó gravísimamente los informes que contra su mismo sentir había dado el Señor Arzobispo y para darle más señales de que era verdadero demonio le descubrió algunos defectos que él sabía estaban bien ocultos con que le corrió grandemente y hubiera proseguido el malvado espíritu si algunos sacerdotes no le hubieran puesto riguroso imperio para que callase. 98. A estos sucesos añadiremos otros dos proprios de esta historia y dignos por sí de referirse por la moralidad que contienen, aunque sea digresión, que después volveremos al intento. Predicaba un día uno de los misioneros contra el vicio que los demonios de superior jerarquía se avergonzaban de tentar con él a los hombres y así encargaban ésto a otros demonios más viles e inmundos que ellos. Oyó ésto Barsala y dijo que era verdad y que él nunca había tentado a nadie con este vicio. Y ésto aunque había dicho en otra ocasión y el vicio de la deshonestidad era el ca[fol. 199] mino por donde los demonios habían llevado más almas el infierno. Otra vez encontró a un indio al cual le reprendió de que había hurtado algunas cosas de poca monta y le dijo: Oye, trata de restituir que a donde yo estoy no he de consentir obras ruines. Tan soberbio era el espíritu infernal! Y tan viles son algunos vicios que aun los demonios se corren de que los cometan los hombres! 99. Volviendo ahora al principal intento los espíritus que poseían a la honesta Cecilia fueron los primeros que se descubrieron por medio de San Francisco Javier y luego se fueron declarando otras muchas personas que padecían el 612.
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mismo trabajo. De suerte que cuando llegaron a aquella ciudad los misioneros, por julio de 97, ya se contaban más de veinte personas conocidamente energúmenas257. O cuál fue motivo para que acabada la misión tratasen de publicar la novena que por varias experiencias se conocía ser la mayor molestia que podían dar a aquellos inmundos espíritus que muchas veces habían ya confesado en otras novenas que se habían hecho en la Palma que Javier era su mayor enemigo. De a dónde todos concebían grandes esperanzas de que mediando la intercesión de el santo ayudaría la ciudad libre de tan penosa plaga. 100. Al empezarse a publicar la novena se conoció de nuevo el miedo que la tenía el demonio moviendo a una energúmena para que hiciese ademán de acometer al Padre que la publicaba. Dio ésta una veloz carrera hacia el púlpito diciendo con despecho: Déjenme ir a aquel Padrecito. Detuviéronla no sin trabajo entre muchos hombres pero no pudiendo sufrir la bestia infernal el torment [fol. 199v] to que le causaba el nombre de Javier se desprendió de todos y arrebatando la mujer con otra velocísima carrera salió de el templo antes que el predicador pronunciase el glorioso nombre, terror conocido de el infierno. Pero cuando mayor tormento sentían era cuando la novena se rezaba. Al empezar a leer en la vida de el santo empezaban también ellos a herir en el suelo con furiosos golpes dando juntamente terribles y espantosos aullidos. Muchas veces empezaban éstos al salir el Padre revestido con sobrepelliz y estola de la sacristía y preguntado el demonio en una ocasión de éstas por qué hacía tanto sentimiento? Respondió con su acostumbrada rabia tan buenas cosas nos va a leer? 101. Pero todas estas demostraciones no eran comparables con el ruido, vocería y bramidos de fieras que daban los espíritus infernales al decir la oración que empieza: Glorioso San Francisco Javier Apóstol de las Indias. Y con todo era mayor el despecho al pronunciar dos de sus elogios. Y viendo los misioneros la extraña congoja y aflicción de los demonios les repetían al principio muchas veces aquellos elogios; pero después considerando que el ruido crecía 257 El Diccionario de autoridades dice: “Energúmeno: La persona que está espiritada ó endemoniada”. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de Autoridades. Madrid, Editorial Gredos (1969) II, 461. Edición facsimilar del Diccionario de la lengua castellana. Madrid, Imprenta de la Real Academia Española en 1737.
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de suerte que el Padre de la novena se veía obligado a subirse a la última grada y desde allí, vuelto al pueblo, pronunciar con toda la voz las oraciones y que no obstante no era entendido ni se podía tener la devoción y atención conveniente; y considerando también que todo paraba en mayor aflicción de las personas obsesas en quienes procuraban despicar sus enojos los espíritus que las poseían trataron de pasar adelante en la novena y de ponerles imperio en nombre de Jesucristo para que asistiesen con quietud y silencio a que obedecieron en parte pero no en todo, porque no podían disimular [fol. 200] el dolor que les causaban las alabanzas e invocación de Javier. 102. En este particular sucedió un caso donoso con una niña energúmena de 10 años de edad, la cual como advirtiese los despechos de el demonio al oír las palabras: Fugator Daemonum258, aunque ella no las entendía ni aun las sabía pronunciar, procuraba repetirlas y adulterándolas decía Furgato Daemonu. Sentían ellos extrañamente la viva fe de esta niña y por esto la atormentaban con exceso; pero ella proseguía con más instancia a la cual no se podían resistir los demonios y así se daban por vencidos y dejaban de atormentarla. Solía también el demonio Barsala reprender y hacer burla de otros por los extremos que hacían y sentimientos que mostraban con los conjuros de la iglesia y cuando les aplicaban a los energúmenos algunas sagradas reliquias e imágenes, de lo cual a él se le daba muy poco, pero en la novena era uno de los que más sentimiento mostraban. Y preguntado por qué siendo tan soberbio y dándosele tampoco de otras diligencias sentía tanto la novena y elogios de Javier, respondió: Cómo puedo dejar de sentirlos? No sabeis bien lo que me atormentan? Que aunque tengo valor para sufrir mucho no puedo sufrir esta pena. Bastaba también para tormento de los demonios cualquiera cosa que al santo perteneciese y así se experimentó con las flores y otros adornos de la sagrada imagen a cuyo contacto cesaban en los endemoniados los dolores que sentían y para que se viesen aquí renovados los prodigios de su vida iban muchas veces los niños inocentes y sin saber bien lo que hacían tocaban al santo los rosarios y otras alhajas que a 258 Desterrador de los demonios.
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[fol. 200v] plicadas a los energúmenos y mandando en nombre de el glorioso Javier a los demonios que dejasen de atormentarlos obedecían al punto sin más resistencia ni demostración que las que daban de su despecho viéndose tratar así de unos flacos y tiernos infantes pero bien armados con la virtud y poderío de Javier comunicada a cuantas cosas se tocaban a su imagen prodigiosa. Pero con lo que más se sujetaban y rendían era, como hemos dicho, el ejercicio santo de la novena a cuyo librito respetaban y a su vista se estremecían y mandándoles algo en virtud de lo que contenía el librito obedecían prontos; y así varias veces estando atormentando algunas personas de éstas llegaban los misioneros con el librito y en virtud de lo que contenía les mandaban que cesasen en aquel los tormentos y dolores que causaban y que se retirasen a los pies en señal de que obedecían y luego sin dilación ejecutaban ésto confesando siempre que contra Javier no había resistencia alguna. 103. Llamaban al Santo el Gran Capitán y le tenían tanto miedo que era necesario se empleasen las fuerzas de muchos hombres para tener sujeto y asistente a la novena a cada uno de los energúmenos y preguntados en una ocasión de la causa por qué hacían tanta resistencia a este santo ejercicio y mostraban tanto sentimiento por verse compelidos a asistir a él? Respondieron que para ellos era la novena de mayor tormento que el mismo infierno y que menos padecían en el infierno que obligados a asistir en la iglesia al tiempo de la novena. En medio de todo esto se han resistido los demonios a salir de los cuerpos que poseían fuera de algunos que ya están libres por la intercesión de Javier. Entre o[fol. 201] tras fue una mujer a la cual conjuraban un día de la novena y el demonio apremiado mucho con los conjuros vino a decir que aquella noche saldría de aquel cuerpo mientras la novena se rezase. Y así fue ello porque a este tiempo sintió la tal mujer en su corazón un consuelo indecible y nunca experimentado, como ella misma declaró, efecto sin duda de la ausencia de el demonio pues desde aquel día ha quedado sin los tormentos que padecía antes. 104. Ésto fue en tiempo de la novena pero no fue esta mujer la primera que experimentó en sí la eficacia de el poder de nuestro santo Apóstol antes recibió semejante favor de mano de el santo Tomasa de Contreras que depuso en 615.
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la información jurídica lo que la había acontecido y fue que habiendo visto las grandes maravillas y prodigios con que asistía San Francisco Javier a las personas espiritadas que se valían de su patrocinio se sintió también poseída en el cuerpo de el demonio y padeció este trabajo mucho tiempo hasta que ofreció traer la sotana de la Compañía en reverencia de el santo Apóstol y hacer su novena; lo cual sintió tanto el demonio que la atormentó por esto gravísimamente discurriéndola por todo el cuerpo y mandándole retirar el nombre de el santo la dejaba libre pero no de el todo y viéndose la buena señora con gran desconsuelo por este trabajo y mala compañía se fue a postrar a los pies de la imagen milagrosa de Javier, delante de la cual la conjuró un sacerdote a que no se pudo resistir el demonio. Y así obedeció y la dejó libre dando seña de que la dejaba y en ese estado ha proseguido sin sentir más los tormentos de [fol. 201v] el demonio en año y meses que habían pasado hasta la declaración. 105. Hasta aquí habemos hablado de los prodigios de Javier contra el poder de el infierno y aún nos quedan que decir otros muchos en honra de el mismo Santo. Pero es forzoso que den las glorias de el hijo lugar a las de su Padre que aunque todas de Javier son juntamente de Ignacio que le ganó para Dios y para sí, fuera de eso tiene también Ignacio las propias. A su invocación sola temblaban los demonios y al decir sobre los energúmenos la oración del Santo cesaban sus dolores y tormentos pero los de el demonio se aumentaban; principalmente mostraban su sentimiento al oír aquellas palabras Coronari cum ipso mercamur in coelis. Pero en lo que se mostró más singular virtud y eficacia para sujetar estos mostruos de el infierno fue en las piedras y tierra de la cueva sagrada de Manrresa. Conocióse esta virtud con el caso siguiente. Estando un día los misioneros rezando el oficio divino en su posada (que como llevamos dicho era la casa de el maestro Don Nicolás) acertó a pasar por allí una mujer espiritada a la cual el demonio atormentaba entonces con agudos e intensos dolores. Intentaron los tres sacerdotes que el maligno espíritu cesase de atormentarla aplicándola varias reliquias y entre otras un santo lignum Cricis pero todo sin eficacia porque el demonio estuvo entonces pertinaz permitiéndolo así Dios para que cediese todo en mayor gloria
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de nuestro Padre San Ignacio que tanto procuró en este mundo la mayor gloria de Dios. 106. 259 Puso entonces el maestro Don Nicolás a los Padres que aplicasen a la ener [fol. 202] gúmena alguna de las piedras de Manresa que ya sabía traían consigo. Excusábanse, diciendo, que pues el Lignum Crucis no la había librado parecía inútil tentar por entonces otros medios. Con todo, por las instancias de el maestro mandaron al mozo que los asistía que trajese un papel en que venían las piedras de nuestro Padre San Ignacio (que así las llaman ya en esta tierra). Apenas oyó el demonio lo que se trataba cuando sin aguardar más diligencias dejó libre a la doliente de los dolores que la causaba y se retiró adonde no era sentido. Pero conociendo los misioneros que aquel retiro era por no padecer el tormento de la piedra determinaron por el mismo caso aplicársela a la cabeza diciendo juntamente al demonio: Pues has mostrado tanto terror a la piedra, sin duda, que te he de servir de tormento y aunque te has retirado la aplicamos para que donde quiera que estés sientas y experimentes su virtud. Aplicada la piedra hizo extremos el demonio dejando a la mujer sin sentido ni movimiento alguno. Mandáronle entonces que por la piedra de San Ignacio la dejase libre de aquel accidente y se retirase a los pies sin causarla más dolor y tormento. 107. Obedeció en todo con prontitud pero queriendo los Padres poner a la energúmena un pedazo de la piedra pendiente al cuello con una cinta volvió a atormentarla de nuevo procurando estorbar esto por la pena que a él le causaba hasta que no pudiendo resistir a la virtud de la piedra, ni a los preceptos de los ministros de Dios se estuvo quieto sólo para manifestar su rabia [y] dijo una sentencia digna cierto de gran consideración: Ya que no perdí la gracia? Pues penas y más penas que se me da a [fol. 202v] mí. No contento con esto el maestro Don Nicolás quiso dar otro pesar al demonio. Tomó una piedrecita de éstas y echándola en un jarro de agua la volvió a sacar e intentó que la mujer la bebiese; pero apenas la tocó a los labios cuando el demonio la dejó otra vez sin sentido. Mandáronle por virtud 259 Está repetido el número 106.
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de aquella agua la dejase libre del accidente. Obedeció pero se salió con que la mujer no bebiese el agua porque temiendo el tormento que ésto le causaría. Cuantas veces se la daban tantas la repetía el accidente con que se hubo de desistir de este intento. 108. Desde esta ocasión quedaron las piedras muy estimadas y los misioneros dieron en usar de el agua en que hubiesen estado estas piedras para humillar la soberbia de los demonios. Fueron tantos los casos en que se vio la eficacia de este medio que no es fácil referirlos sin dilatarnos mucho porque apenas había ocasión en que se tocase con la piedra a los energúmenos que no manifestasen los espíritus infernales algún sentimiento dejando a los pacientes libres de los dolores con que los afligían y atormentaban de suerte que siendo los casos tan sabidos solicitaban todos a porfía tener consigo alguna parte de estas piedras. Al día siguiente de el suceso referido tomó una de ellas un misionero y echándola en un jarro grande mandó que llevasen aquella agua para dar lavatorio a los energúmenos que habían de comulgar en la misa de San Francisco Javier. Mas apenas llegaron a beber de el agua cuando luego sintieron los demonios y experimentaron el tormento que les causaba: Unos la maldecían, otros preguntaban con despecho: Qué agua nos traen aquí, y otros, porque no la bebiesen, derribaban en tierra como muertas [fol. 203] a las espiritadas. El medio que se tomaba en estos casos era decir sobre las personas la Oración de nuestro Glorioso Padre San Ignacio y con esta diligencia volvían a su perfecto sentido y bebían todas el agua a pesar de los demonios. 109. Decían éstos que aquella piedra era un incendio que los quemaba mucho. En una ocasión en que estaban presentes varios energúmenos se vio uno de ellos asaltado de un acervo dolor que le causaba el mal espíritu que le asistía. Aplicaba el Padre la piedra pero resistíase el demonio hasta que prosiguiendo él en atormentar al paciente con el dolor y el Padre a él con la piedra le dijo otro demonio: Acaba ya de bajar tonto que por no sufrir yo esa mecha que te están arrimando me hubiera ya ido al infierno. Preguntáronle a otro demonio que por qué rehusaban tanto beber el agua y qué efectos experimentaban con ella? A que respondió al de la pregunta: Qué sintieras tú si te arrimaran un poco a la candela? Díjole por modo de improperio un misionero al sober618.
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bio Barsala que cómo siendo ellos tan arrogantes temblaban tanto de una piedrecita? A que con despecho dijo: Ay, es nada esa piedrecita! Pues qué, replicó el Padre, es más de una piedrecita de una cueva donde estuvo retirado un pobre mendigo? A lo cual con muestras de grandísimo furor le dijo: Ea, no me la nombre tanto. Y diciendo ésto se retiró y dejó por entonces libre a la que atormentaba. De adonde se ve que aun con solo el nombre de la piedra sentían grandísimo tormento y espanto. Otros muchos casos semejantes se dejan así por abreviar como porque éstos bastan para conocer el miedo que tienen los demonios a nuestro Padre San Ignacio y la virtud de la tierra y piedras de Manresa para refrenar su furor. 110. [fol. 203v] No dejaremos de añadir que se experimentó también algunas veces lo molesto que les era a estos soberbios espirítus la memoria de la humildad profundísima de nuestro Padre San Francisco de Borja pues en oyendo su oración Domine Jesu Christe verae humilitatis, etc daban las mismas muestras de sentimiento singularmente en aquellas palabras Imitatorem tui gloriosum effecisti260. Y porque no es razón callar lo que cede en gloria de el castísimo José, esposo de María Santísima, referiremos también lo que le pasó a un misionero con el soberbio Barsala que atormentaba a la niña Doña Cecilia Cardoso. Tomó el Padre una medalla de el glorioso patriarca San José y poniéndola en la boca de la energúmena mandó en nombre de Dios al demonio que la adorase y besase. Con el furor acostumbrado respondió el malvado espíritu: Sí haré y de rodillas pues todo el infierno se humilla siempre que se nombra ese Santo. Singular prerrogativa pero muy debida al que mereció tener por esposa a la Madre de el Altísimo. Semejantes efectos y maravillas se experimentaban algunas veces aplicando los Padres las estampas que traían en los breviarios y como todo ésto les era de tormento a los demonios un día, al tiempo de rezar, abriendo el uno su breviario le halló sin las estampas que en él tenía. Empezó a averiguar si algún muchacho las había quitado y empezaron también algunos demonios a dar grandes risadas con lo cual cayeron los misioneros en la cuenta de que algún mal espíritu 260 Lo hiciste glorioso imitador tuyo.
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las había llevado. Preguntáronlo con imperio a los que allí estaban acaso? A que respondieron que bien sabían quién era el ladrón pero que no lo podían decir porque les costaría caro. Con todo les obligaron los misioneros a que lo dijesen y confesaron que otro [fol. 204] diablo, que no estaba allí, había robado las estampas pero que él las restituiría con fidelidad como sucedió luego al punto que vino una niña de la cual estaba apoderado un furioso demonio llamado Delirio261 el cual trajo las estampas en que venían no sólo las que se habían echado de menos sino también las de el otro misionero que aún no había reconocido la falta restituyéndolas todas el demonio diciendo: que si faltaba otra cosa tuviesen por cierto que no la había quitado él porque era fiel y no quería deber nada a nadie.
261 Delirio, demonio.
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Parágrafo 7º Misteriosos sudores de la imagen milagrosa de San Francisco Javier a quien eligen por Patrón en la ciudad de la Palma 111. De todos estos prodigios y sucesos se colige que aunque los demonios tenían tanto horror y miedo a los santos y sienten tan grandes tormentos con su invocación, imágenes y reliquias, con todo deben de tener superior mandato de Dios para que asistan más tiempo en los cuerpos que poseen. Pero en los afligidos ciudadanos de la Palma crecía el desconsuelo al paso que se dilataba el alivio y viendo que sólo con la intercesión de San Francisco Javier habían ya sido libradas algunas personas, aunque pocas, respecto de las que había hicieron ruego los alcaldes y cabildo de la ciudad al vicario eclesiástico para que se sacase en procesión la imagen prodigiosa de el Santo y se le hiciese una pública rogativa para empeñar más su poder en el amparo de su devoto pueblo. 112. Sacaron pues la sagrada efigie de la casa de el licenciado Juan Rodríguez Cardoso (donde, como dijimos, la tenía su dueño el maestro Don Nicolás) para llevarla a la iglesia. Pero apenas había ca[fol. 204v] minado algunos pasos cuando empezó el santo a bañarse de un copiosisimo sudor de suerte que al llegar a la plaza ya las gotas iban cayendo sobre un tafetán que llevaban las andas en que iba colocada la milagrosa imagen. Perseveró el sudor todo el tiempo de la misa brotando las gotas por toda la sagrada efigie. Acabada la misa recogió un sacerdote el misterioso sudor en varios algodones a vista de la ciudad que concurrió a la rogativa y habiendo llevado la imagen de Javier a la casa de donde salió, tornó a sudar no menos copiosamente y empapado el sudor como la vez primera en algodones, se cubrió la tercera de sudor no menos abundante y copioso que los pasados y ésto en presencia de mucha gente que se halló en estas ocasiones en la casa de el licenciado Juan Rodríguez Cardoso donde ha sudado en otras varias ocasiones después de las referidas la misma sagrada imagen262. 262 Es curioso el fenómeno del “sudor”. Existe una tradición en el castillo de Javier (Navarra) en donde se encuentra el Cristo sonriente en la capilla que fue de la familia, según la cual, cuando el Santo fallecía en la
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113. Los algodones en que se recogen estos prodigiosos sudores sirven y han servido de instrumentos de raras maravillas. Huían de ellos las personas infestadas de el demonio estremeciéndose y manifestando notable espanto y aunque algunas personas los llevasen ocultos, luego los descubría el malvado espíritu y decía quién y dónde los llevaba. Sucedióle al alférez Juan de Saldaña Procurador General de la ciudad, y testigo que declara ésto y todo lo que vamos diciendo, que teniendo en su casa una sobrina poseída de el demonio en ocasión de haberla dado un dolor de los que ordinariamente causaban los malvados huéspedes quiso aplicarla uno de estos algodones que traía en un papel pero por sacar éste saco otro que no estaba el algodón, yerro que celebró mucho el demonio haciendo mofa de su inadvertencia. [fol. 205] Mas luego trató de callar y de dejar a la que afligía aplicándola el verdadero papel de los algodones a los cuales concedió nuestro gran Dios y Señor esta gracia especial, comunicada también a las imágenes de Javier y alhajas de su culto, al mismo tiempo que muchas reliquias e imágenes de otros santos no hacían efecto contra estos rebeldes y ferocísimos demonios. 114. De quienes se vio libre por este tiempo una señora, hermana de el M. Santiago de Ansola (de quien hablaremos después). A esta señora no habían hecho provecho los conjuros de la iglesia para que los demonios dejasen de atormentarla pero ella llena de fe y confianza se vino a donde estaba una estatua de San Francisco Javier y sentándose al pie de ella bastó esta diligencia para que la dejase el demonio, el cual dio luego la seña que debajo de conjuro le habían pedido sin haber querido darla. Otras afirman también los testigos de la declaración fueron [que] libres de los espíritus inmundos ofreciendo vestirse la sotana de la Compañía pero no dicen cuántas fueron, ni refieren más circunstancias de estos sucesos aunque a lo que podemos colegir pasarán de seis personas las que llevamos referidas y otra cuya declaración pondremos después y las demás que como dicho está no sabemos sus nombres. 115. En una de las novenas que hicieron en esta ciudad se supo cómo en una pobre casa se revistió el demonio de el cuerpo de un mozo pardo llamado isla de Sancián, cerca de China, el Cristó sudó y de allí los familiares dedujeron que su ilustre miembro había muerto.
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Antonio, esclavo de Juan Fernández vecino de la Palma. Y como la casa era de corta familia y el espíritu ferocísimo no había medios de sujetarle. Y así estuvo más que frenético todo un día hasta [205v] 116. que le aplicaron los algodones de el sudor de la imagen de Javier con lo cual e invocando su nombre sosegaron por entonces a aquel demonio. Llevaron después a la iglesia al esclavo donde empezó de nuevo a mostrar el demonio el sentimiento que le causaban las santas ceremonias y conjuros. Llegaron varios sacerdotes a ésto y queriendo obligar al infernal espíritu a que diese la obediencia con el juramento que dispone el manual de conjuros con aquellas palabras: Juro dar obediencia en todo lo que mandaren todos los ministros de Cristo y a vos Padre. Respondió que no quería dar la obediencia a nadie sino sólo al maestro Don Nicolás por ser hijo de San Francisco Javier. Hicieron nuevas instancias porque la diese a los demás sacerdotes a que respondió de nuevo que no quería jurar lo que no había de cumplir. Finalmente, viniendo el maestro Don Nicolás hizo conjuros de la iglesia y a cuanto le mandaba obedecía, dando el nombre, aunque no quiso salir de el cuerpo de aquel miserable esclavo. 117. Con éste y los demás endemoniados se experimentaba muchas veces que tocándoles los algodones en que se recogía el sudor de la imagen maravillosa de San Francisco Javier como también las demas alhajas de su adorno, aunque fuesen solamente aplicadas por un niño, luego se sentían libres de aquellos dolores y accidentes causados de los demonios sin que semejante efecto se experimentase aplicando otras reliquias de santos ni con la reliquia de el Santo de los Santos, ésto es, con el cuerpo sacramentado de Cristo Señor nuestro el cual muchas veces mostraban los sacerdotes a los demonios y con su Majestad en las [ilegible] ponían preceptos a que no obedecían; pero en llegando prenda de [fol. 206] Javier se rendían al punto porque en este particular quiso el Señor conceder esta gloria a su siervo y que obrase en virtud de el mismo Señor lo que su Majestad no quiso obrar por sí mismo. 118. Pero no sólo tuvieron eficacia estos algodones para curar a los endemoniados de sus dolores y accidentes que provenían de las causas dichas sino que 623.
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también fueron a muchas personas de único remedio de gravísimos dolores y naturales accidentes. Entre otros se refieren dos sucesos en la información jurídica que nos pareció ponerlos aquí. El primero sucedió con el Maestro Santiago de Ansola, comisario de el Santo Oficio. Vióse este buen sacerdote en dicha ciudad de la Palma aquejado de un vehementísimo dolor de que por ningún camino de medicinas ni remedios pudo sentir el menor alivio antes creció el mal por instantes de suerte que llegó a desesperar de la vida y temiendo la cercana muerte se acordó de los algodones de San Francisco Javier (que así los llaman a los que recogieron los sudores de el glorioso Santo). Con uno de ellos le hicieron la señal de la cruz sobre la parte dolorida diciendo al mismo tiempo la oracion: Deus qui Indiarum gentes que al Apóstol de ellas canta nuestra madre la iglesia; sin más diligencia cesó el dolor con lo cual quedó el paciente sano y hasta hoy no le ha vuelto el accidente. 119. El segundo suceso parece más claramente milagroso. Sucedióle al Padre Francisco Antonio Matos, religioso de San Francisco y guardián de su convento en dicha ciudad y fue así, que habiéndole faltado de el todo la vista y vivido mucho tiempo ciego, con la misma diligencia de aplicarle y ungirle con [fol. 206v] un algodoncito los ojos, ésto, luego recobró la vista perdida tan clara como la había tenido en otros tiempos. 120. A estos prodigios añadiremos la declaración de doña María de Rivera y Calvo que fue uno de los testigos que presentó el maestro Don Nicolás Puche para la información jurídica de los prodigios de Javier. Esta señora después de el juramento acostumbrado y habiéndosele leído las declaraciones antecedentes, dijo, que ha visto y experimentado que el glorioso Apóstol San Javier ha hecho muchos y patentes milagros en esta ciudad por haberlo oído decir a muchas personas que se han hallado presentes y algunas haberlo visto sudar; que en ésto se remite a lo que los demás testigos hubieran declarado por haber sido público y notorio en esta ciudad en una rogativa que se hizo en la Santa Iglesia donde concurrió todo lo demás de la ciudad a hacerla al Santo glorioso. Pero por lo que toca a lo que tiene experimentado, dice, que lo ha visto sudar en su casa en tres ocasiones que por enfermedad que padecía se lo habían llevado a ella, en donde padeciendo terribles dolores de huesos de la cara y de la cabeza que con su vehemencia la quitaron el habla muchas veces estando 624.
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sin esperanza de vida, clamando al Santo y cogiéndole en las manos le ofreció ser beata de la Compañía y luego inmediatamente se durmió y quedó libre de dichos dolores; y que ésto habrá tres años (es la declaración de 4 de junio de 98) y hasta hoy no le han vuelto más habiendo cumplido la promesa de traer la ropa de la Compañía de Jesús y de donde experimentó ésto fue de la efigie que sudó públicamente en la plaza e iglesia de esta ciudad. [fol. 207] 121. Y asimismo, dice, que teniendo en su casa una moza gravemente enferma de un accidente repentino de dolor en el corazón con fuerzas y ademanes extraordinarios, juzgando ser achaque natural, llamaron al dicho maestro Don Nicolás para que la confesase y no pudiendo por estar fuera de sí la enferma, al decirle sobre el corazón el evangelio que se canta en la misa de el dicho Santo y su oración, saltó un demonio diciendo por la boca de la enferma: No me conoce que no soy enfermedad sino un demonio que ha muchos años que asisto en este cuerpo y ahora no he podido disimularme con la oración de ese Santo, en cuyo nombre le mandó dicho maestro se retirase a los pies lo cual hizo, confesando era San Francisco Javier el Santo a quien más aborrecía y a quien más temor tenía. Todo ésto contiene la declaración de esta noble matrona que hemos puesto por sus mismas palabras y pudiéramos poner, cierto, la de todos los testigos de tan ilustre información para gloria de Dios y de su siervo. Pero basta haber referido lo más singular que en ellas se halla y concluir estos prodigios con la conclusión de casi todas las declaraciones, que son ocho, las cuales refiriéndose unas a otras acaban protestando que es imposible reducir a una declaración los milagros que ha obrado el glorioso San Francisco Javier así con las personas obsesas y espiritadas como con otros enfermos de achaques naturales y gravísimos. 122. Movidos pues de tantos y tan singulares prodigios los ciudadanos de la Palma y obligados de tantos favores y no menos con la esperanza de verse libres de tan crueles enemigos por medio de el mismo que los descubrió [fol. 207v] e hizo salir a plaza eligieron y votaron por su patrón a San Francisco Javier y le van levantando una hermosa ermita que se cree será en adelante santuario de mucha devoción y frecuencia; y a la verdad es muy debido este reconocimiento y son bien fundadas estas esperanzas porque si el Santo aún no ha 625.
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
concluído ni acabado de arrojar a los espíritus infernales que afligen esta ciudad a los eternos calabozos de su lóbrega morada, no es porque le falte el poder bien experimentado ya en tantos prodigios y en haber librado ya varias personas de las afligidas con tan malos huéspedes. La verdadera causa es porque no se ha llegado el tiempo en que Dios tiene determinado que su siervo Francisco entre en batalla con el enemigo y de una vez le desposea de la injusta posesión que ha tomado. Este encuentro harto le teme (como confiesa a su pesar) el demonio porque si él no miente en éstos como suele en lo demás varias veces ha dado ha entender que San Francisco Javier los ha de arrojar a todos ellos al infierno. 123. Un día entre otros en que estaban los misioneros y otros sacerdotes conjurando a los espíritus infernales apoderados de la noble y virtuosa doncella doña Cecilia Cardoso, mandando al capitán de todos ellos Barsala (a quien los demas llaman Luxfer) que dijese cuándo y en nombre de qué santo había de salir? Dijo el malvado con su acostumbrada astucia que diría el día en que los había de echar San Francisco Javier y la causa por qué habían entrado él y todos los demás en el cuerpo de aquella niña y en los otros de tantas personas sólo con una condición que él pondría. Iba ya a ponerla cuando le atajó uno de los misioneros diciéndole: Oh malvado, pues [ilegible] [fol. 208] tro con tus engaños obligar a los ministros de Dios a que pactemos contigo? Tú debes recibir las condiciones y leyes que te pusiéremos nosotros, todo lo demás ni lo podemos hacer ni tú lo has de conseguir. Volvióse entonces el soberbio espíritu al misionero y lleno de furor por ver conocido su engaño le dijo: Anda de ahí, qué sabes tú de eso? Por cuatro libros viejos que has leído piensas que sabes algo? De este suceso y de otros semejantes y mucho más por las experiencias dichas está llena la ciudad de la Palma de segurísimas esperanzas de que por medio de su patrón han de conseguir lo que tanto desean. Es verdad, que los sudores del Santo (a lo que piadosamente podemos discurrir) dan a entender lo que le cuesta, digámoslo así, el que se dilate el alivio de sus devotos a quienes da estas muestras de su cuidado y de querer hacerles compañía en sus trabajos de que los alivia con los prodigios que habemos referido y con otros que se omiten por la brevedad.
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Capítulo 13 Algunas virtudes de los sujetos que han muerto estos cinco años en esta Provincia Parágrafo 1 Difuntos de el colegio de Santa Fe 1. A veintitrés de enero de el año de 94 murió en este colegio el hermano Juan de Vega263, coadjutor temporal formado. Su ocupación ordinaria fue asistir en las haciendas de el campo. Murió siendo portero de este colegio, de 67 años de edad, cuarenta de Religión y formación veintiséis. Tuvo siempre [fol. 208v] créditos de buen religioso aunque no hay cosa especial que referir de este hermano. El año de 97 murió en este colegio a 28 de marzo el hermano Pedro Salcedo264, coadjutor temporal formado, de 61 años de edad, 36 de Compañía y 25 de formación. Era natural de Vizcaya de padres nobles; pasó ya grande a las Indias donde le soplaba próspero el viento de la fortuna; pero viendo cuán poco llenan los bienes caducos de la tierra el corazón humano capaz de el mismo Dios abrió los ojos a logros más importantes y se abrazó con la cruz de el estado religioso procediendo siempre con el fervor correspondiente al desengaño que le trajo a la casa de Dios y al estado humilde de hermano coadjutor. Era hombre de gran verdad y secreto de quien por esto se podía hacer gran confianza como la hicieron siempre de el hermano Pedro los superiores a que correspondió dando bonísima cuenta de cuanto le encargaron. Sus empleos fueron cuidar de las haciendas principales de este colegio y compañía a los Padres Provinciales y Visitadores en sus visitas. 2. En estas ocupaciones dio sigulares ejemplos de virtud no sólo en esta Provincia sino tambien en la de el Perú adonde acompañó al Padre Visitador 263 Juan de Vega (Morón [España], c. 1628-Bogotá, 23 de enero de 1694). Ingresó en la Compañía el 16 de mayo de 1654. Vivió en los colegios de Mompox y Pamplona. Administró varias haciendas del Colegio Máximo. 264 Pedro López de Salcedo (Encantaciones [España], fecha desconocida-Bogotá, 28 de mayo de 1697). Ingresó en la Compañía el 21 de junio de 1661. Ayudante de los Provinciales.
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Hernando Cabero granjeando por este medio y con sus honradísimas atenciones la estimación y cariño de cuantos le conocieron. Su prudencia y acierto en los negocios más árduos eran tan conocidos que o de él todos los fiaban los superiores de su cuidado, o a lo menos le consultaban y seguían de ordinario su parecer mostrando la experiencia que era comúmente más seguro el camino que elegía. Lo cual se mostró bien en la visita de Lima donde cuidó tanto su prudencia al Padre Visita[fol. 209] dor que informado de esto N. M. R. P. General, Juan Pablo Oliva265 le honró con su carta en que le daba su Paternidad las gracias de lo mucho que en esta ocasión sirvió a Dios y a la religión con sus escogidas y ventajosas prendas. 3. Conservóse siempre en el fervor de novicio y en la guarda de los votos no se contentaba con menos que con lo más perfecto. En lo tocante a la obediencia no tuvo otro norte que la voz de sus prelados cuya voluntad le halló siempre pronto para la ejecución de cuanto le insinuasen. Su amor a la santa pobreza se conoció bien de que teniendo muchas ocasiones para tener alhajas curiosas nunca se valió de el permiso de los superiores para tenerlas con dictamen fijo que el religioso que con licencia las usa no falta el voto pero no muestra estimar la santa pobreza como madre. La exterior modestia y compostura de sus sentidos manifestaba bien el concierto interior de sus afectos y el sosiego que gozaba su alma y ésto junto con no haberse notado en él jamás acción ni palabra indecente eran claros indicios de su angelical pureza. 4. Dábase mucho a la oración y devoción; teníala muy tierna y singular al santísimo sacramento y a la Reina de los ángeles. Cuando vivía en los colegios frecuentaba mucho las iglesias y en ellas gastaba todos los días algunas horas en tiernos coloquios con su Rey y Señor sacramentado y con la soberana princesa y emperatriz de los cielos. En las haciendas de el campo cuando le faltaba en ellas comodidad para comulgar y oír misa caminaba muchas
265 Juan Pablo Oliva (Génova, 4 de octubre de 1600-Roma, 26 de noviembre de 1681). Ingresó en la Compañía de Jesús en Roma el 21 de diciembre de 1616 y fue ordenado sacerdote en 1628 en la misma ciudad. Fue el General n.º 11 de la Compañía de Jesús. Mario FOIS. “Oliva, Juan Pablo [Gianpaulo]”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II, 1633-1642).
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leguas hasta llegar al paraje donde la hubiese y si tenía noticia que la había por otra parte caminaba otro tanto dos o tres veces por volver [fol. 209v] sacrificio. El afecto de hijo muy querido de la Reina de los ángeles le mostraba en los tributos de varias devociones que cada día pagaba a su Señora como eran el oficio parvo y otros. Exhortaba a todos a amarla y a servirla particularmente en las haciendas a los esclavos con quienes rezaba todas las noches el rosario. En la hacienda de Tena de este colegio, donde asistió muchos años, adornó una capilla de María Santísima tan decentemente que en éste y en el aseo mostraba cuán de corazón le nacía todo lo que era servir a otra soberana Señora. 5. A todas estas virtudes acompañó la reina de todas ellas que es la caridad. Teníala grande el hermano Pedro con sus hermanos a quienes solía dar las alhajas necesarias de su uso cuando los veía necesitados. Y así socorrió repetidas veces algunos con sus camisas, sotana, manteo y otras cosas semejantes pagándole Dios esta caridad con un muy extraordinario consuelo que sentía cuando quedaba desnudo por remediar la desnudez de sus hermanos. Pero no es de admirar fuese con ellos tan caritativo quien no lo era menos con los mismos esclavos con los cuales solía obrar no inferiores finezas vendiendo a veces cuando era de su uso para vestirlos y regalarlos en las enfermedades. Tenía esta caridad de el hermano Pedro mucha parte de celo de la salvación de las almas pareciéndole que en cuidar de lo temporal de sus prójimos, particularmente de los religiosos, concurría cuanto era de su parte a todos los ministerios de la Compañía para los cuales descuidaba [sic] con su solicitud a los operarios. De aquí le nacía una grande solicitud [fol. 210] y diligencia [que] era causa de que fuesen muy crecidos los productos de las haciendas que gobernaba y solía decir con notable sentimiento: oh, quién pudiera hacer que no le faltase nada a los religiosos que tan gloriosamente trabajan en el bien espiritual de las almas. 6. No se contentaba con ésto sino que daba juntamente a su celo los desahogos que podía. Cuidaba mucho los morenos que tenía a su cargo. Tenía hora determinada y fija para instruirlos todas las noches en las obligaciones de cristianos y aunque tuviese huéspedes en la hacienda, llegada la hora, se des629.
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pedía de ellos con urbanidad religiosa pidiéndoles licencia para acudir a su voluntaria tarea, la cual acabada, rezaba con ellos el rosario de Nuestra Señora y otras devociones en que los tenía muy bien imbuídos. Y no menos los ayudaba con fervorosas exhortaciones y consejos para que huyesen las culpas y anduviesen prevenidos en cualquier lance que les asaltase la muerte. Este celo mostró especialmente en ocasión en que habiendo muerto a un mayordomo un esclavo nuestro, preso por la justicia, le condenaron a horca. Acudió a disponerle el hermano Pedro y teniéndole bien instruído le buscó sacerdote que le administrase los sacramentos y después le asistió día y noche y le acompañó hasta el suplicio poniéndole siempre al oído actos fervorosos y acomodados a la ocasión con que le dispuso a una muerte muy cristiana. 7. El fundamento de tantas virtudes en este buen hermano fue el que sólo puede ser sólido en la virtud que es la profunda humildad. Fue ésta muy singular en el [fol. 210v] hermano Pedro de que dio toda su vida grandes ejemplos; dándose por entendido de su antigüedad y formación acudía a ejercicios a que solo tienen obligación de acudir los religiosos no formados. Era de su natural colérico y aunque toda su vida anduvo en continua lucha para sujetarle, no obstante, Dios le permitió algunos ímpetus o primeros movimientos que podía dar por bien empleados por los bienes grandes que de ellos sacaba pues bastaban éstos para traerle humillado y confuso y en cualquiera ocasión se vengaba luego de sí mismo pidiendo perdón aunque hubiese sido el agraviado; y solía decir con mucho sentimiento que pues ya le conocían no debían hacer más caso de él que de un loco. 8. Habiendo con estas virtudes acaudalado muchos méritos le dio la última enfermedad asistiendo en la hacienda de Tena ya nombrada. Vióse luego tan postrado que temía no poder llegar vivo a este colegio a morir entre sus hermanos como lo deseaba con ansia, pero en fin, pidiendo fuerzas a Dios por la intercesión de María Santísima se puso en camino y llegó a esta casa tan persuadido a que había de morir presto que tratando de curarle, dijo, que ya solo era tiempo de dejarle morir con sosiego. Oyó de la boca de el médico la confirmación de esto mismo sin el menor susto. Trató de recibir los santos 630.
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• carta n.° 12 [carta anua 1694-1698]
sacramentos y aunque ocho días antes de su muerte afirmaban los médicos moriría dentro de pocas horas con todo se mantuvo con vida hasta la víspera de el viernes de dolores de nuestra gran Reina y singular abogada de el hermano Pedro María Santísima, que parece le quiso premiar su devoción con llevarle al cielo en el día de esta [fol. 211] festividad. Lo cual se hizo más digno de reparo viendo que en el tiempo no se le pudo dar ningún sustento, ni una sola gota de agua que junto con la suma flaqueza que tenía pareció providencia especial que la Virgen Santísima tuvo con su devoto. 9. Quince días solos sobrevivió el Padre Hernando Cabero266 a su compañero el hermano Pedro Salcedo (de quien acabamos de hablar) y antes de decir las virtudes y grandes empleos de el Padre Hernando es preciso referir lo que les acaeció a los dos en sus últimas enfermedades. Envió el Padre Hernando un recaudo al hermano Pedro para saber cómo se hallaba a que respondió: Díganle al Padre que yo moriré primero y que poco tardará su Reverencia en seguirme. Así fue pues ninguno se levantó más de la cama y entrambos acabaron en espacio de 15 días. Nació el Padre Hernando Cabero en Frías de el Reino de Aragón el año de 1599 en el día felicísimo de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Sus padres fueron muy ilustres por su nobleza pero mucho más por su cristiandad y por el cuidado de criar en toda virtud a sus hijos. Al Padre Hernando enviaron de muy tierna edad a estudiar la gramática a Zaragoza y después las artes a Valencia. Fue aquí convictor en el insigne colegio que fundó el Señor patriarca Don Juan de Ribera267 don266 Hernando Cabero (Frías de Albarracín, 25 de diciembre de 1599-Bogotá, 10 de abril de 1697). Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 152-159. 267 En realidad, el fundador del colegio San Pablo de Valencia (España) no fue Juan de Ribera, sino el jesuita Juan Jerónimo Doménech, con la herencia de su padre Pedro. Francisco de Borja MEDINA. “Doménech, Juan Jerónimo”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II, 1135-1136. El colegio se fundó en 1544. El arzobispo de la ciudad era Santo Tomás de Villanueva, agustino. Juan de Ribera, llamado el patriarca, fue arzobispo de Valencia durante muchos años. Los jesuitas de Valencia pretendían que fuera el fundador de la Casa Profesa de Valencia, pues se ofreció, pero después se vino atrás. De todas formas ayudó con dinero y predicó el día de su inauguración, el día de Pentecostés de
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• cartas anuas de la provincia del nuevo reino de granada Años 1684 a 1698
de tuvo ocasión de aprender la música a que era muy inclinado por haberle dotado Dios de una voz dulcísima y suave. Salió compositor eminente y no acaso le comunicó Nuestro Señor este talento porque después sirvió mucho a su Majestad con él siendo cura doctrinero en esta Provincia en el pueblo de Fontibón donde para el culto divino consiguió con indecible trabajo el sacar de los casi brutos indios músicos muy diestros [fol. 211v] dejando también entablada una muy numerosa capilla que siempre se ha conservado con igual lustre, siendo la mejor que se halla en los pueblos de este Reino. 10. Pero si fue tan grande el aprovechamiento de el Padre Hernando en la música fue mucho mayor el provecho en la Filosofía, la cual concluida, se graduó de maestro en artes. Y cuando más se esforzaban sus prendas a llenarle de esperanzas de valer mucho en el mundo le llamó Dios para la Religión a cuya voz obedeció pronto entrando en la Compañía de 18 años de edad. Tuvo su noviciado y seminario en la Provincia de Aragón con grandes créditos de virtuoso y ejemplar. Y habiendo empezado la sagrada Teología en que no los tuvo inferiores de agudo e ingenioso. Con segundo llamamiento le trajo Dios a esta Provincia donde acabó sus estudios sin descaecer un punto en la opinión que le tenían granjeada su ingenio y sus virtudes. Ordenado de sacerdote tuvo su tercer año de probación en Tunja de adonde fue traído a la doctrina de Fontibón y de ella al ministerio de este colegio de Santafé. 11. Aquí empezó a manifestarse aquel talento de gobierno de que dotó el cielo al Padre Hernando dándose a conocer éste de suerte que nunca más le dejaron los superiores emplearse en otras ocupaciones aunque tenía escogidos talentos para todo. Sucediéronse unos a otros los cargos y gobiernos de modo que como los hombres ambiciosos apetecen los puestos y dignidades así parece que los puestos y dignidades buscaban ambiciosamente al Padre Hernando.
1579, siete de junio. Véase: Ramón ROBRES. “Ribera, Juan de”. En: Quintín ALDEA VAQUERO, Tomás MARÍN MARTÍNEZ y José VIVES GATELL. Diccionario de historia eclesiástica de España. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1972) III, 2086-2087. La correspondencia entre el Provincial de Aragón con el arzobispo Juan de Ribera sobre el asunto de la Casa Profesa de Valencia se encuentra en: ARSI. Hispania, 127.
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Siendo aún ministro hizo la profesión solemne de cuatro votos a 10 de Enero de 1636 y luego, sucesivamente, fue compañero y secretario [fol. 212] de tres Padres Provinciales. Gobernó después seis años el colegio de Panamá y el año 1651 fue electo Procurador de esta Provincia a las dos curias268, oficio que ejerció muy a satisfacción de todos conduciendo de Europa a estas partes una misión de sujetos que han sido y son el mayor lustre de esta Provincia y la de Quito269. Luego que llegó a ellas el Padre Hernando de su largo viaje se halló con patente de Provincial y aún no estaba concluído este cargo cuando tuvo otra de N. P. General en que le señalaba por Visitador de la Provincia de México270. Seis años gastó en esta visita y vuelto a esta Provincia la gobernó segunda vez toda. Y después fue procurador de el colegio Máximo de Santa Fe, oficio en que le cogió la patente de Nuestro Padre General Juan Paulo Oliva para que visitase la Provincia de el Perú a la cual reconoce ésta y venera como a madre. 12. En tan repetidos como continuados gobiernos lo que más debe notarse es la prudencia y haciendo de el Padre Hernando tan conocido de nuestros Padres Generales que le repetían cartas llenas de agradecimientos y alabanzas. Y no es poco, ni para omitido, lo que dijo en cierta ocasión N. M. R. P. Juan Paulo Oliva. “Si el Padre Hernando supiera la lengua toscana le trajéramos a Roma para gozar más de cerca y aliviarnos de nuestros cuidados con el singular talento de que le ha dotado el cielo”. El cual sin duda fue como dado de la mano de Dios pues no se echaba menos en el Padre Hernando prenda alguna de las que componen un perfecto superior y prelado religioso. Esta Provincia le experimentó siempre padre de sus súbditos. En la superioridad
268 El elegido procurador debía gestionar todos los asuntos de la Provincia del Nuevo Reino tanto en la corte de Madrid como los asuntos más religiosos en Roma. 269 Se refiere a la expedición de misioneros que embarcó el 16 de septiembre de 1658 bajo sus órdenes y constaba de 23 sujetos. Véase: Agustín GALÁN GARCÍA. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 256-257. 270 Francisco ZAMBRANO y José GUTIÉRREZ CASILLAS. Diccionario bío-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México. México, Editorial Jus (1965) V, 113-143.
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afable y en la mayor altura más humano. En la reprensión era suave; tardo y considerado en en el resolver pero pronto y constante en eje[fol. 212v] cutar lo que resolvía. Su acierto en los recibos singularísimos en promover la observancia muy celoso pero no menos prudente en la eleción de los medios de que se valía. Dolíale mucho usar de rigor con los súbditos tentando primero todos los vados a la blandura y llegaba el sentimiento a lo sumo cuando era forzoso usar de el cuchillo de la dimisoria para cortar los miembros podridos por que no inficionasen el cuerpo de la Provincia; tal vez para dar noticia de haber recluído a un sujeto le fue preciso interrumpir el razonamiento por la abundancia de lágrimas que el dolor le sacaba a la plaza de su venerable rostro. 13. Éstas y otras semejantes eran las calidades de su gobierno en que gastó la mayor parte de su larga vida siendo el último cargo que tuvo el de Visitador de el Perú, no porque no fuese asignado de nuestros Padres Generales para otros sino porque en esta última visita con la repetición de tan largos y penosos viajes y con la variedad de climas, empezó a flaquear la robustez de su salud, tan entera hasta entonces, que nunca su conservación le había costado el uso de las medicinas, ni una gota de sangre que le sacase la lanceta. Pero desde aquí empezó a padecer grandes achaques siendo el primero la falta de vista que llegó a perder de el todo a que se siguió después una concurrencia de innumerables males cuyos tormentos y continuados dolores labraron inmortal corona a su invencible paciencia. 14. Pero antes de entrar a referir sus virtudes (donde tendrá su lugar ésta) no permite nuestro agradecimiento pasar en silencio el amor que tuvo a esta Provincia y con particularidad a este colegio, donde siendo Rector fabricó [fol. 213] dos hermosos y capaces cuartos, obra bien necesaria por lo ceñida y estrecha que estaba esta casa. Pero la obra más singular de su generoso aliento fue la capilla mayor de nuestra iglesia que describimos en el capítulo 2, parágrafo también 2. Obra que enteramente se debe (no una vez sola sino dos, por la ruina que allí mismo dijimos) a la actividad, celo, piedad y religión de el Padre Hernando a quien conservó Dios la vida tan larga y llena de trabajos para que tuviese el consuelo de cantar en ella la primera misa de la dedicación, 634.
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última función de su sacerdocio. Mostró también el amor a esta Provincia en repeler constante las instancias de las dos insignes de Lima y México que noblemente envidiosas a la de el Nuevo Reino hicieron todo el empeño que cabe en las leyes de urbanidad para que perpetuase toda su vida en cada una el oficio de Padre que siendo Visitador ejercitó en entrambas. 14 [Repetido en el texto]. Entrando ya a tratar de las virtudes de el Padre Hernando Cabero es cierto que ellas fueron en todo grandes y más admirables al paso que la multitud de sus empleos le traían más ocupado. Resplandeció su pobreza entre el manejo de los bienes temporales y de las gruesas cantidades que juntó su diligencia para las fábricas referidas y en medio de los muchos y grandes personajes que le estimaban y veneraban como a Padre y le querían como a amigo a quien deseaban servir en todo. Pero fue el Padre Hernando en el trato de su persona tan pobre que para amortajarle difunto no se encontró ropa interior más vil y remendada que la que usaba vivo. No fue menos singular su pureza a beneficio [fol. 213v] de el cuidado que puso en la custodia de tan delicado vidrio. Cuantos le conocieron y trataron afirman que en tantos años como vivió en la Religión jamás se notó en él ni acción, ni palabra indecente. Su obediencia y rendimiento a sus prelados fue sin duda más digno de admiración que el acierto en sus gobiernos; jamás propuso o se excusó a mandato, orden, o insinuación de superior alguno antes les guardó un respeto tan singular que fue sin duda en ésto uno de los hombres más exactos que ha tenido nuestra Religión. En los últimos años de su vida le vimos siempre tan rendido a los superiores que causaba confusión a todos ver a un hombre de tantas canas y méritos hablarlos con la sumisión que fuera de alabar en un novicio. Buena prueba es de ésto el ejemplo que dio a toda esta comunidad en la venida de el Padre Visitador Diego Francisco Altamirano, pues en vez de llegar a los brazos de el nuevo superior con el afecto de hijo con que llegaban todos, el Padre Hernando se arrojó a sus pies procurando no sin porfiada instancia coger la mano de el Padre Visitador para besarla. Ejemplo que aunque le admiraron todos no le extrañó ninguno en el rendimiento conocido de el Padre Hernando. 635.
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15. Conservó este singular varón frescas todas las virtudes de su alma con el riego de la oración, ejercicio santo que nunca le impidieron los caminos, ni negocios, ni otra cosa de el mundo y era tan exacto en las advertencias que pone nuestro Padre Santo Ignacio que en tantos años no se dio por entendido de su experiencia para dejar de observar la más mínima. Y así cuando le faltó la vista hacía que de parte de no[fol. 214] che le leyese un hermano los puntos que había de meditar por la mañana. De los grandes bienes que experimentó en este santo ejercicio y conociendo juntamente su importancia le nacía el celar en sus súbditos la asistencia y puntualidad a la hora acostumbrada de meditación en la Compañía. Y así introdujo en esta Provincia la costumbre de que asistan los que no son sacerdotes o impedidos a tenerla de comunidad en la capilla interior. Pero no se contentaba el Padre Hernando para sí con esta hora, daba entre día a este ejercicio santo los ratos que podía. Y podemos decir que nunca faltaba a ella porque en los negocios se acostumbró a no perder de vista a su Dios; y de lo íntimo de su pecho le enviaba encendidos afectos en ardientes y continuas jaculatorias. En los últimos años de su vida, como llegó a perder no sólo la vista sino también casi de el todo el oído, sucedía muchas veces entrar en su aposento algunos sujetos y el Padre juzgando que estaba solo proseguía en voz alta el ejercicio de estos amorosos con tal ternura y afecto que sacaba lágrimas a los que con santa curiosidad le escuchaban. 16. Buena prueba es lo dicho de la fragua amorosa que encerraba su corazón pero no es menos indicio de este amor su conformidad y resignación a la voluntad divina. Esta virtud fue singularísima en el Padre Hernando y ofrecióle Dios buenas ocasiones con qué ejercitarla. Lo primero en sus enfermedades pues además de la falta de vista y oído de que careció como dijimos desde el año de 90 de este siglo y de su edad, le aquejó un continuo y trabajoso mal [fol. 214v] de orina, a que se añadieron no menos frecuentes dolores de gota; y a los 94 años de su edad quedó tullido y baldado de una peligrosa caída habiendo antes padecido inútiles tormentos en la cura. Y cargando sobre el Padre Hernando tantos enemigos juntos en tan prolongada edad y en un sujeto tan quebrantado nunca fueron bastantes para desabrirle un punto la paciencia, 636.
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ni obligarle a que mostrase menos conformidad o resignación en la voluntad Divina que así le afligía y atormentaba; ni le dieron inferiores ocasiones para mostrar su paciencia las faltas que en asistirle hacían los que le cuidaban dejándole muchas veces solo y otras mal acompañado de un muchacho inútil; y en fin experimentando cuanto suele padecer aún el más asistido enfermo habitual en una comunidad numerosa. 17. Lo segundo en que mostró esta misma constancia fue en aquel lastimoso golpe que dio la media naranja de nuestra iglesia el año de 91 después de los muchos gastos y sudores que le había costado al Padre Hernando su fábrica. El mayor sentimiento de toda esta comunidad en tal desgracia fue el temer que tan gran sentimiento le había de costar la vida al Padre Hernando y se había de ver privada de un Padre tan amado a quien como tal respetaban todos y querían; pero fue también el consuelo común y que templó en gran parte el primer sentimiento el ver la serenidad de aquel ánimo invencible que escuchó la nueva con el mismo sosiego que si la dieran de lo contrario y reputándose la pérdida en más de 16 mil pesos [y] aplicó segunda vez el hombro a restaurarla con tal fervor y aliento que a [fol. 215] los tres años la tuvo segunda vez acabada más sólida y hermosa que la primera. 18. El celo de la salvación de las almas fue otra prueba de el amor divino que abrasaba el corazón de el Padre Hernando. Deseoso de que todo el mundo conociese a su Dios y le adorase e impedido de su ocupaciones y cargos no pudo emplearse en la conversión de la gentilidad por sí mismo pero suplió ésto enviando sus súbditos a las Misiones de los Llanos. A que no sólo hizo se diese principio en su primer provincialato sino que las fomentó mucho toda su vida así éstas como todas las demás que tenía esta Provincia y la de Quito (que eran entonces una sola). Fuera de ésto procuraba por sí mismo la salvación de las almas aplicado cuanto sus cuidados le daban lugar a los ministerios de la Compañía, principalmente al púlpito para que le dotó Dios de un escogidísimo talento que acompañado de su grande autoridad y de la veneración que todos le tenían hacía maravillosos efectos y conversiones. Sus muchos y largos viajes fueron otras tantas misiones continuadas pues por donde quiera iba sembrando la palabra divina y cogiendo el fruto en las 637.
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confesiones. Cuando pasó de Procurador a España y Roma se vio obligado ha detenerse en La Habana y, por no perder el tiempo, hizo allí misión y predicó con notables concursos y admiración de toda la armada y de toda la gente de la tierra. En este Reino fue en su tiempo el más aplaudido, seguido y estimado. Y antes y después de él no ha conocido esta corte orador ninguno que le exceda. De la misma suerte se aplicaba al confesonario y cuando ya ciego y medio sordo se hacía traer a su aposento a los penitentes por ayudar de esta suerte [fol. 215v] a los demás operarios. 19. Los rigores con que el Padre Hernando Cabero afligía su cuerpo los ocultó siempre su singular recato pero se pueden colegir de el que no pudo encubrirnos nunca que fue su admirable y singular abstinencia. En los colegios, en los caminos, en las ocupaciones y en los trabajos jamás dio a su cuerpo más sustento que el de a medio día y hasta pasar 24 horas no volvía a probar bocado. Vino, ni otro licor que el agua, no le bebió en algún tiempo, ni probó en toda su larga vida el chocolate desayuno tan común como necesario en estas tierras. En lo más cargado de su edad, no pudiendo conciliar el sueño, se vio obligado a usar alguna cena pero esa había de ser tan escasa que apenas merecía el nombre de colación. Desayuno nunca le quiso tomar y así podemos con verdad decir que fue su larga vida un continuado y riguroso ayuno. En las mortificaciones y penitencias públicas de el refectorio, mientras acudio a él, fue exactísimo pues rara vez se sentó a la mesa sin hacer primero alguna mortificación de las acostumbradas. 20. Todas estas virtudes acompañó el Padre Hernando con una devoción muy tierna a muchos santos que tenía por abogados particularmente a nuestro Padre San Ignacio, San Francisco Javier y al santísimo esposo de María; pero la que tuvo a esta soberana Reina fue de las más singulares. Andaba todo el día embebido en gozos que le causaba su dulce memoria. Traía continuamente en la boca el dulcísimo nombre de María repitiéndole con amorosas jaculatorias en que desfogaba el incendio de su amor para con tan tierna Madre. Su rosario era ejercicio pocas veces interrumpido en todo el día; rezábale desde que le faltó la vista a todas horas. Y así era éste un con-
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[fol. 216] tinuo tributo que pagaba gustoso a su Señora y juntamente Madre. La devoción de Cristo sacramentado fue no menos singular: no había caminos, ni embarazos que le estorbasen el celebrar todos los días mientras no lo impidieron sus enfermedades. En ellas comulgaba todas las veces que le era posible y, ya que no podía más, repetía de memoria alguna de más de 60 misas que sabía enteramente. Tenía también muy particular compasión de las benditas almas de el purgatorio por las cuales ofrecía muchos sufragios y para tener más que ofrecer procuraba ganar muchas indulgencias que les aplicaba. El agradecimiento, virtud nobilísima, tuvo muy principal asiento en el hidalgo pecho de el Padre Hernando. Y así se desposeyó de un gran número de misas que le concedió Nuestro Padre General de las que toda la Compañía ofrece por la intención de su Padre para que les aplicase a su voluntad. Y el Padre las aplicó por las personas que en esta vida le hicieron algún bien particularmente por los que le ayudaron con sus limosnas a la fábrica de la capilla mayor. 21. Con éstas y otras virtudes que siempre ocultó su modestia cuidadosa se preparó el Padre Hernando toda la vida para la muerte; pero antes de entrar a referirla es necesario decir una palabra de su rara observancia en la vida que llamó común nuestro Padre Santo Ignacio. El mucho tiempo que fue superior el Padre Hernando pudo atribuirse a la obligación de su cargo (que debe proceder con el ejemplo) el singular cuidado que tuvo en ser el primero a la funciones de comunidad. Pero después que faltó esta particular obligación de el oficio verdaderamente era admirable ver un tan venerable anciano cargado de méritos y de años oprimido con la multitud de achaques y dolores, ciego no tanto por falta de la vista como por perfección de la obediencia, acudir arrastrando a todos los ejercicios de la distribu[fol. 216v] ción religiosa que hasta los 94 años de su edad (en que esta peligrosa caída le quitó el poder moverse por sí mismo) nunca faltó al refectorio a la primera mesa, ni a a la quiete, ni a la letanía, ni a otro ningún ejercicio; y los sábados, no pudiendo andar tan a priesa como los demás, se bajaba un cuarto de hora antes de tocar a barrer con su escoba, a donde el golpe de la campana le hallase, el primero a la ejecución de su obediencia para la cual no le hicieron falta 639.
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los ojos pues con la luz que da esta virtud a los que más ciegamente obedecen, gobernaba la escoba como pudiera el báculo. Y de la misma suerte prevenido de el hermano, o muchacho, que le guiaba anticipaba la obediencia a las demás distribuciones aunque fuese muy a costa de su descanso. 22. En fin, reducido el Padre Hernando con la última caída (dos años y medio antes de su muerte) a la clausura de su aposento trató de pensar solamente en la partida a la eternidad y así era este el libro que se hacía leer con más frecuencia y como la divina bondad anduvo tan liberal con el Padre Hernando que al paso que le lastimó los sentidos le dejó ilesas las potencias de tal suerte que ni le faltó un punto aquella su felicísima memoria (en que no reconoció superior) ni padeció el menor amago de caduquez o delirio la razón a fuer de bien alumbrada. Tuvo siempre la voluntad bien dispuesta para la frecuente repetición de fervorosos actos con que se fue disponiendo a una felicísima muerte. Quince días antes conoció que se le iba poco a poco llegando la última hora y como si toda su ajustada vida no hubiera sido una larga prevención para tan tremendo lance así procuró aprovechar este tiempo ejercitando en él con nuevos fervores [fol. 217] las virtudes a que se había acostumbrado en vida. 23. En fin, llegó el término de ésta habiendo estado los últimos seis días sin poder tomar el menor alimento ni una gota de agua con que admiró mucho el que se conservase en tanta edad por tan largo espacio aquella naturaleza tan quebrantada y consumida. Acaeció este gran golpe para toda esta Provincia el día 10 de abril a las doce y media de la tarde el año de 1697 a los 96 años y algunos meses de su edad. Murió tan sosegado y sin ademanes o demostraciones que se dudó por un buen rato si había expirado. Su rostro quedó lleno de una grave y respetable hermosura buenos indicios de la gloria que piadosamente esperamos empezó a gozar su dichosa alma. Apenas las campanas de nuestra iglesia dieron con sus clamores el aviso cuando les respondieron casi todas las de la ciudad que conmovida en un punto como si a cada ciudadano le hubiera faltado su propio Padre daban muestras de extraordinario dolor. El concurso a venerar el V. cadáver fue muy singular y a este paso las honras que le hicieron.
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24. Un caballeroso aficionado hizo venir a nuestro colegio un pintor que le retratáse lo cual se consiguió como se deseaba. De todas las sagradas religiones, además de la misa y vigilia que canta cada una por la hermandad, vinieron espontáneamente muchos religiosos y otros sacerdotes seculares a ofrecer por el difunto el santo sacrificio de la misa. En fin el entierro fue solemnísimo haciendo el oficio el V. Deán y Cabildo con la música de la santa Iglesia Catedral. Cantó la misa el [fol. 217v] Señor Doctor Don Carlos de Bernaola, Deán merititísimo y fino amante y honrador de la Compañía. El cuerpo llevó de el túmulo al sepulcro el Señor Maestre de Campo Don Gil de Cabrera y Dávalos -Presidente, Gobernador y Capitán General de este Reino, acompañado de dos hijos y un yerno suyo derramando su Señoría muchas lágrimas muestras de el singular amor y respeto que mientras vivió tuvo al Padre Hernando. Púsose el venerable cadáver en una caja de madera y en ella fue enterrado en medio de el presbiterio de la nueva Capilla mayor, obra de el Padre Hernando que fue el primer sacerdote a quien dio sepultura la tierra santa de el mismo presbiterio. 25. Cuando murió en este colegio el Padre Hernando Cabero era su Rector el Padre Fernando Monterde sobrino carnal de el Padre Hernando Cabero cuyo apellido dejó y trocó por el de su madre para evitar la confusión que causaran dos sujetos de un mismo nombre y sobrenombre en una misma Provincia. Sobrevivió el Padre Fernando Monterde a su tío el Padre Hernando sólo un año y cinco días viniendo a morir a 15 de abril de este año de 98. El de 1640 nació el Padre Monterde271 en el mismo lugar de Frías donde le criaron sus padres con el cuidado que pedía la circunstancia de haberle dedicado desde luego a los altares. Acabada la gramática a tiempo que estaba en España el Padre Hernando Cabero por Procurador desta Provincia [ilegible] en la Compañía para estas partes a su sobrino el año de [ilegible] 58. Llegó toda la misión a Cartagena. Fue luego el P. Fernan-
271 Fernando Monterde (Frías de Aragón, 1640-Santafé de Bogotá, 15 de abril de 1698). Ingresó en la Compañía el 16 de noviembre de 1654. Atravesó el Atlántico en 1658. Estudió en Quito y Bogotá. Ejerció varios rectorados. Murió siendo Rector de la Universidad Javeriana. Véase: José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 486-487.
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[fol. 218] do a la parte de Quito donde estuvo poco tiempo estudiando latinidad y vuelto a este colegio de Santafé dio en el principio el año de 60 al estudio de la Filosofía. Éste y el de la sagrada Teología concluyó felizmente ayudado mucho de su buena capacidad siendo en todo el tiempo aún mucho más estimado por su virtud que fomentaba su natural inclinación a la piedad. 26. Ordenado de sacerdote y pasado el año de tercera probación en Tunja fue asignado al colegio de Mérida donde estuvo muchos años leyendo gramática y gobernando aquel colegio como su Rector, dando allí las primeras muestras de los aciertos a que le conducían su afable condición y trato y natural cariñoso con que se hacía amar y estimar juntamente de los de dentro y de los de afuera. De Rector de Mérida vino a Rector y Maestro de Novicios a Tunja el año de 81 y el de 82 fue hecho Secretario de Provincia y compañero de el Padre Provincial Juan de Santiago272. De esta ocupación volvió a la que había dejado en Tunja y de ella pasó al pueblo de Pauto por Superior de la Misión de los Llanos de donde últimamente vino a gobernar este Colegio Máximo. Pero al año y medio de su rectorado nos le quitó la muerte con universal sentimiento de esta communidad y aun de toda esta república. 27. El poco tiempo que el Padre Fernando Monterde vivió en este colegio después de sus estudios es la causa de hallarnos [ilegible] o noticia de sus virtudes; pero [fol. 218v] lo que no ignora nadie, es el [ilegible] en que se mantuvo toda su vida de muy observante [y] ejemplar religioso. En las tres virtudes principales de este estado que son: pobreza, castidad y obediencia se esmeró con singular cuidado, particularmente en la última, habiendo puesto Dios en ocasiones repetidas en que a pesar de su inclinación y sin reparar en peligros casi ciertos de su vida, ni en manifiestos riesgos de su salud, obedeció gustoso como pudiera en la ejecución de lo que más deseaba. En la oración que es la fuente de donde manan las virtudes fue tan puntual como perseverante y el fruto 272 El provinciato del P. Juan de Santiago corre del 3 de agosto de 1684 hasta el 1.º de julio de 1688, cuando le sorprendió la muerte. Sobre su provincialato, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 101-105.
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que de ella sacaba se puede colegir de este caso. Sucedió que siendo superior un súbdito menos humilde y muy inconsiderado, sin más motivo que el de corregirle un defecto con más moderación de la que merecía, se descompuso con el Padre Fernando en palabras ásperas y pesadas y gravemente injuriosas. No pudo la naturaleza excusarse al primer sentimiento pero le tuvo tan a raya la prudencia que no se dio por entendido con el desatento súbdito. Solo sí desahogó su pecho con un Padre su confidente, el cual deseando saber al día siguiente cómo le iba de pesadumbre le halló tan sereno y contento como si tal cosa no le hubiera pasado diciéndole al Padre que ya no se acordaba de nada habiendo considerado aquella mañana a Cristo abofeteado. Tuvo en este particular de remitir y olvidar ofensas una facilidad admirable nacida de su pecho generoso y no menos de su mortificación. El desquite [fol. 219] ordinario era multiplicar beneficios en retorno de sus agravios que no fueron pocos los que recibió en esta vida pero en todos fue admirable su tolerancia. 28. Dotóle también el cielo de una humildad muy profunda. Tenía tan bajo concepto de sí que extrañó mucho cuando le honró la Religion con la profesión solemne de cuatro votos diciendo que en sí no reconocía méritos para tan alto grado y que sólo esperaba el de coadjutor espiritual siendo así que salió ventajoso en sus estudios y que tenía juntamente escogidos talentos de gobierno y púlpito. En éste mostraba bien su celo de la salvación de las almas como también en la aplicación al confesonario que últimamente le vino a quitar la vida como después diremos. Este mismo celo manifestaba en el cuidado de promover siempre la observancia religiosa: lo primero con su buen ejemplo, lo segundo con los medios de rigor cuando no aprovechaban los que le ministraba antes su natural blando y suave. También este celo de la honra de Dios el cuidado en adelantar el divino culto y este cuidado fue una de las virtudes que más sobresalieron en el Padre Fernando Monterde. En el colegio de Tunja sin reparar en la pobreza de la casa ni en la de toda aquella ciudad emprendió una obra verdaderamente grande. Esto [es] que fue derribar las paredes de nuestra iglesia que eran de tierra y levantarlas de cal y canto, con tan feliz suceso que favoreciendo Dios sus deseos en muy breve tiempo dejó la obra casi acabada y la [219v]
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hubiera perfeccionado a no haber dejado con el oficio el manejo de la obra. Y lo más singular fue que no gastó ni un real en [el] colegio porque el amable trato de el Padre Fernando junto con la piedad de la obra alentó los corazones de los seglares para que concurriesen con repetidas limosnas, las cuales le ayudaron también para alhajar y enriquecer la sacristía sacándola de el estado pobre que tenía. En el colegio de Mérida enriqueció también la sacristía con muchos ornamentos ricos y preciosas alhajas de plata. En éste se portó de el mismo modo y vino a morir cuando estaba haciendo el hermoso retablo de San Francisco Javier que al presente se está dorando. 29. La mortificación de el Padre Fernando queda bastantemente probada con la tolerancia y gusto con que llevaba sus injurias y no es menor prueba su rigurosa abstinencia con ser muy lisiado de gravísimas jaquecas y otros achaques que le ocasionaba la abundancia de flemas; jamás comió carne, ni dejó de ayunar en las cuaresmas, ni entre año, ni andando camino, ni en los días mismos en que le atormentaban cruelmente las jaquecas antes solía decir que el alivio de ellas no era el comer carne sino el dejar de comer. Y así lo ejecutaba pasando estos días, que eran muy frecuentes, con tan corto alimento; que ésta fue una de las principales causas de su mucha debilidad y aún de su muerte. Triunfo fue también de su abstinencia y no menos de su caridad la compasión que tenía de sus súbditos [fol. 220] en este colegio, y el de Tunja, pues aunque su ocupación y achaque le excusaban bien de ésto se encargaba de decir las misas tarde muy frecuentemente para aliviar a los que tenían la obligación de decirlas. Manifestaba también su ardiente caridad en la misericordia con los pobres: no sabía negar limosna que le pidiesen. Y así aunque son tantas las que reparten este colegio añadió otras muchas y bien considerables de nuevo. Y ninguno acudió a las puertas de su misericordia que no consiguiese de ella el remedio de su necesidad. 30. No es necesario buscarle más quilates a su paciencia que los que manifestó en la piedra de el toque de su última enfermedad en que fueron tan repetidos los ejemplos así de ésta como de otras virtudes que la referiremos más por extenso. Aplicóse este año de 98 con especial cuidado a oír confesiones en el patio de este colegio donde son grandes los concursos en semejante tiempo de la gente más miserable y perdida así de la ciudad como de los contornos. 644.
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Es esta ocupación propia de los Padres más mozos así porque los ancianos tienen no menos que trabajar en la iglesia como porque el destemple de el patio requiere la salud más robusta y entera. Uno y otro capítulo descubren bien la humildad y mortificación de el Padre Fernando y el cuidado de alentar con su ejemplo a los súbditos escogiendo para sí el mayor trabajo. Fue tan grande el que tuvo en ésto que el jueves de la Magdalena amaneció el Padre Rector con una jaqueca de las fuertes que había [fol. 220v] padecido. A la noche, aliviada algo la cabeza, experimentó una dificultad extraña en la orina que era siempre la evacuación en que terminaban las jaquecas. Creció por instantes el nuevo accidente con tal vehemencia en el dolor y fatiga que causaba que fue necesario llamar un cirujano que aplicase por remedio la carnicería sangrienta de sus medicinas. 31. Fue éste el más sensible tormento que se hizo sentir de la modestia y recato de el Padre Rector pero rebelde el achaque a la violencia de las medicinas y requiriéndose ya más arduos remedios fue preciso recibiese el Viático el miércoles de la Semana Santa. Prosiguió la curación hasta el día 12 de abril en que perdidas totalmente las esperanzas de vivir recibió segunda vez a Cristo sacramentado y de allí a dos días la Extrema Unción sagrada y al siguiente rindió el alma en manos de su creador como piadosamente creemos. Apenas se puede formar cabal concepto del que padeció el Padre Rector en esta enfermedad y su curación. Impedidos de las bebidas ocurrieron los humores a las entrañas donde mezclados con la fluxión natural a que no pudieron abrir paso ningunos medios, se corrompieron todos causando su mordacidad varias úlceras en todas las partes interiores hasta llegar a corromperle y acancerle [alcanzarle] las entrañas. En tantos dolores y tormentos estuvo el Padre Fernando mostrando una constancia y sufrimiento admirable. Mientras tuvo algún vigor la [fol. 221] naturaleza para sufrir tantas penas no se le oyó un ay siquiera pegado de su boca y estuvo siempre tan sin mostrar sentimiento que el cirujano y los que le asistían no acababan de admirar su valor o su tolerancia. 32. Fuera de ésta resplandecieron otras virtudes de el Padre Rector en esta enfermedad. Al cirujano estuvo tan rendido y obediente que jamás propuso, ni dificultó a los medios ásperos que usaba y que causaba horror a los que no 645.
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los habían de padecer. Y aunque por otros caminos le propusieron algunos remedios experimentados y eficaces para el mal que padecía nunca los quiso admitir sin aprobación de el cirujano. Para sacramentar al Padre se valió éste de otro sujeto que le diese la noticia de su peligro previniéndole antes que usase de cautela porque corría peligro que la calentura hiciese rapto a la cabeza en caso que le asustase la noticia pero a pocas palabras, conociendo el Padre Fernando el intento, y extrañando el recelo dijo con mucho valor: Si mane cur non hodie?273 Y luego dispuso su confesión con tal brevedad que no gastó para confesarse y disponerse a la muerte más de el tiempo que solía gastar para ir a decir misa, señal de que cuando se disponía para este santo sacrificio se preparaba y confesaba como para morir. Cuando recibió el viático la segunda vez edificó y enterneció a la comunidad pidiendo a todos perdón de sus yerros y protestando haber obrado siempre con sana intención en lo cual tenía poco que persuadir pues todos [fol. 221v] estaban bien satisfechos de ésto. Últimamente, habiendo exhortado a sus súbditos a la observancia religiosa y dádoles otros muchos ejemplos de virtud en aquellas palabras de la recomendación de el alma Exsurgat Deus et disipentur inimici eius274, vino a rendir la suya entre ardentísimos actos de fe, esperanza y amor. 33. A la muerte de el Padre Rector Fernando Monterde se siguió el día 9 de octubre de este mismo año la de el Padre José Morera, ministro asignado para este colegio pudiéndose notar en estas tres muertes seguidas un acaso de aquellos que por su orden se hacen reparables en el mundo: y es que después de la fábrica y dedicación de la nueva capilla mayor de nuestra iglesia, el primer sacerdote que murió y está enterrado en medio de el presbiterio fue el Padre Hernando Cabero, provincial que había sido de esta Provincia; el segundo que se enterró del lado de el evangelio el Padre Fernando Monterde, Rector actual de este colegio; y el tercero que está sepultado a el lado de la epístola el Padre José Morera, ministro que había de ser de esta comu-
273 Si mañana ¿por qué no hoy? 274 Que se levante el Señor y se disipen sus enemigos.
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nidad. Para que se vea que, aun después de muertos, quiere Dios tengan el primer lugar aquellos que nos puso por vice dioses y en su lugar en la tierra y para que de aquí saquemos el respeto que se les debe vivos a los que así honra su Majestad difuntos. 34. Nació el Padre José Morera275 en la ciudad de Cartagena de Indias de padres ricos e ilustres [fol. 222] aún más por su virtud que por su sangre. La entrada de el Padre José en la Compañía la hizo recomendable mucho su singular vocación. Estudiando la gramática en Cartagena sintió vehementes impulsos de entrar en la Religión pero no inferiores contradicciones de el mundo y de la carne fundadas en sus esperanzas mismas de valer y medrar con sus prendas y riquezas. Comunicó sus cuidados con otro condiscípulo que sabía tener los mismos llamamientos y siendo igual en los dos la repugnancia determinaron dilatarlo para adelante con que se vinieron casi apagar de el todo sus vocaciones. Concluída la gramática se quedó aquel condiscípulo en Cartagena y nuestro José vino a esta ciudad y entró en el Colegio Seminario de San Bartolomé donde concluídos los dos primeros años de Filosofía con crédito de aventajado estudiante revivieron en él aquellos sus antiguos y casi muertos deseos de hacerse religioso y con ellos también las contradicciones primeras con que a pocos lances se vio metido en un mar de confusiones y angustias de las cuales le sacó Dios con el suceso siguiente. 35. Dormía una noche en su cama y soñó que en el aposento mismo estaba acostado aquel su antiguo condiscípulo de Cartagena. Estando en este sueño vio entrar un ángel en el cuarto, lleno de ceño el rostro y con una espada en la mano la cual llegándose a la cama de el compañero desenvainó el án [fol. 222v] el ángel y descargó sobre él un golpe fatal con que le quitó la vida diciendo al mismo tiempo al dormido: José, este castigo mandó a ejecutar la justicia divina en éste tu compañero por haber resistido tanto tiempo pegado a 275 José Morera (Cartagena, c. 1668-Bogotá-9 de octubre de 1698). Ingresó a la Compañía en Tunja el 26 de mayo de 1685. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 224-225.
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las continuas inspiraciones con que le llamaba al estado religioso; y mira que te aviso [para] que escarmientes en cabeza ajena si no quieres te suceda otro tanto. Desapareció el ángel y despertó tan despavorido nuestro colegial que no pudo tomar más sosiego. Llegada la mañana vino a este colegio donde contó a su confesor todos los lances de sus llamamientos y con su consejo se resolvió a pedir la Compañía donde le recibieron sin dificultad y a pocos días tuvo aviso de Cartagena cómo en la misma noche de su misterioso sueño había muerto de repente el condiscípulo a quien él vio quitaba la vida el ángel. Echó con éste el suceso profundas raíces en su alma el aprecio de su vocación y a vista de el rigor con que fue castigado el compañero y amigo se dio por más obligado a la piedad que con él usaba el cielo. Algunas veces en el discurso de su vida, cuando veía a algunos vacilar en su vocación, solía contar el Padre José este suceso pero siempre en tercera persona porque al paso que el celo de el bien espirital de sus hermanos le obligaba a referir tan singular ejemplo, su humildad le enseñaba a recatar el nombre por huir toda sombra de vanidad y si un amigo íntimo a quien le refirió no nos hubiera [fol. 223] asegurado de esta circunstancia supiéramos el suceso pero ignoráramos la persona. 36. Pero antes de referir su vida religiosa será bueno decir la que vivió en el siglo para que no extrañemos el verle tan favorecido de el cielo a vista de las virtudes con que mereció sus favores. Era de un natural afable y compasivo y tan misericordooso con los pobres que desde sus primeros años los socorría en sus necesidades. En el Colegio Seminario eran sus asistencias como de padres tan [al margén: Nobles] y ricos a hijo singularmente amado; pero él tomando para sí lo preciso socorría con lo demás a otros colegiales pobres como lo confiesan varios de sus concolegas que experimentaron los efectos de su compasión bizarra y generosa. Al entrar en la Compañía nos dejó un ejemplo singular de esta virtud y muy parecido a aquel acto heróico de nuestro Padre San Ignacio cuando al principio de su vocación trocó sus vestidos con un mendigo. Tenía pues nuestro José muchos y ricos vestidos, varias alhajas de precio y buena cantidad de plata todo lo cual repartió por sí mismo a las personas más pobres de la ciudad 648.
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que anduvo buscando para este intento deshaciéndose de cuanto tenía de valor y quedando desnudo para caber mejor con Cristo en la estrechez de su cruz. 37. Su proceder en el Seminario era poco menos que de un religioso entregado todo a la virtud y a los libros. La madurez de su juicio superior mucho a sus pocos años le apartaba de los divertimientos pueriles y le [fol. 223v] enseñaba a cautelar los riesgos en que tropieza y cae a cada paso la juventud frecuentando sacramentos, huyendo el contagio de malas compañías y el ocio fuente común de todos los vicios macerando su cuerpo con ásperos cilicios y disciplinas y amparándose singularmente de la Reina de la pureza María Santísíma en cuyo obsequio ayunaba todos los sábados. Se conservó en el colegio con opinión de puro y recatado sin dar ocasión a nadie para hablar de otra cosa que de su virtud y aventajadas prendas. Valióse [al margen: también] para ésto de la oración y otros ejercicios devotos y particularmente se recogía todos los años una semana de cuaresma a tener en este Colegio los ejercicios de nuestro Padre San Ignacio, diligencias que muestran bien el que en aquella edad era su principal cuidado el asegurar la salvación de su alma y el adornarla con virtudes que le hiciesen digno de el alto estado de el sacerdocio a que anhelaba. 38. Llamado pues a la Compañía por el modo que vimos entró en ella el día 26 de Mayo de 1685 teniendo 17 años de edad y quien había sido tan ejemplar en el siglo poco tuvo que vencer para ajustarse a las más estrechas leyes de la observancia religiosa. En su noviciado, juniorado y estudios mayores conservó siempre igual crédito de aventajado en virtud y letras. De lo primero es buena prueba la confianza que hacían siempre de el hermano José los superiores encargándole los oficios que solo se serían de los más virtuosos cuales son: en el [fol. 224] noviciado el de portero y en los estudios el de pasante del Colegio Seminario de San Bartolomé donde él mismo se había criado. Ni fueron inferiores las confianzas que se hicieron de su ingenio y aplicación en casi todos los actos literarios de que depende el crédito de nuestros estudios en gran parte, en todos los cuales desempeñó a la Religión y asimismo 649.
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con igual lucimiento y aplauso. Ordenado de sacerdote y pasado su tercer año de probación en este mismo Colegio, en solos cuatro años que le quedaron de vida es increíble la multitud de ocasiones que tuvo. Fue ministro dos veces en el Seminario. Anduvo algún tiempo en misiones, bajó a Cartagena donde espontáneamente se ofreció a leer gramática; de aquí en la invasión de el francés subió a Honda. En estos colegios hermanó la misma ocupación con las de predicador y operario. Y finalmente, señalado por ministro de este colegio en el camino de Honda a Santa Fe le cogió la primera y última enfermedad que le quitó la vida pocos días después de haber llegado a esta casa. 39. En tanta variedad de ocupaciones la virtud que primero se nos viene a los ojos es la obediencia de el Padre José Morera. Ella era la única causa de tanta variedad de empleos porque hallándose los superiores con la penuria de sujetos, obligados a quitar de unas partes para socorrer a otras más necesitadas, echaban mano de el Padre José como de su sujeto que además de su general aptitud para todo tenía la prenda inestima [fol. 224v] ble de no saber excusarse de nada. El ministro siempre pronto para obedecer abrazaba con igualdad lo dulce y lo amargo como lo mostró en haber admitido la ocupación de ministro de este colegio a que tenía una repugnancia notable. Cuando veía algunos sujetos desabridos con las órdenes de los superiores les solía hablar unas veces con tal suavidad y eficacia que los dejaba gustosos con la obediencia, otra les aliviaba encargándose de hacer lo que repugnaban éstos ofreciéndose y consiguiendo para ello el beneplácito de los prelados. Su pobreza fue tanto más digna de alabanza cuanto el amor de sus padres y parientes le ponía en ocasiones de tener alhajas curiosas y de precio pero él se excusaba de recibirlas por parecerle menos conforme el tenerlas a la pobreza que profesaba y aunque admitía algunos socorros de plata que a título de pobre le hacían. Pero el empleo más ordinario era muy propio de su misericordia o de su piedad, aquella la ejercitaba socorriendo a los pobres como particularmente lo ejecutó en el Seminario las veces que fue pasante y ministro. Y en nuestros colegios era el alivio de sus hermanos no sólo de los que se valían de su caridad sino de otros a quienes se ofrecía e instaba como si en la realidad fuera el que 650.
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recibía el beneficio. Ejercitaba la piedad aumentando cuanto le era posible el culto divino y así ayudó mucho [fol. 225] a este colegio con sus limosnas para la fábrica de varios retablos que se han colocado en nuestra iglesia. 40. A estas virtudes tan esenciales de la Religión acompañó la tercera que fue la pureza de alma y cuerpo. En lo que toca al alma basta decir lo que afirma quien le confesó generalmente para morir de todo el tiempo que vivió en la Religión que fueron 13 años y es que no cometió culpa grave y de aquí podemos colegir la pureza de su cuerpo, la cual no menos se arguye de la seriedad de sus palabras y acciones. Ni era mucho se portase así en la Compañía el que era tan recatado en el siglo como vimos. Además que ponía por guardas a tan delicada flor las espinas de la penitencia. En las mortificaciones y penitencias públicas de el refectorio era exactísimo y puntual y éstas, pecado que no podía ocultar de nadie, indicaban bien los demás rigores con que maltrataba su cuerpo y en que por huir de la vanidad era muy recatado. Pero quien en el siglo usaba tan frecuentemente el cilicio y la disciplina y en el noviciado necesitaba que refrenase mucho la obediencia su fervor, claro está que no descaecía un punto en esta virtud. Y es nueva confirmación de esto mismo lo que practicaba en el Colegio Seminario cuando fue ministro porque entonces como la obligación de el buen ejemplo en el superior prepondera al recato de la humildad, no reparaba el que los colegiales oyesen el rigor de sus disciplinas por moverlos a que hiciesen otro tanto. Fuera de esto procuró siempre que su mano siniestra ignorase lo que con la diestra obraba. 41. [fol. 225v] Esta penitencia ayudaba la oración en que fue no menos puntual y constante sin faltar jamás a ella antes siendo de los primeros en tan santo ejercicio. Parte es de la oración la devoción y ésta en el Padre José fue muy singular particularmente con la Reina de los ángeles María Santísima. Mantúvose toda la vida en la devoción de ayunar todos los sábados y añadió siempre nuevos tributos y obsequios que ofrecía a esta Señora a título de esposo de María y de abogado y patrón sólo amaba también singularmente al glorioso 651.
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Patriarca San José cuyo nombre tenía y cuya devoción procuraba extender cuanto le era posible. De este afecto nació el deseo de ver en nuestra iglesia aumentado el culto de su Santo y así, viendo colocada su sagrada [testado] estatua en un medio retablo, dio la cantidad bastante para perfeccionar la obra con un majestuoso trono que al presente está colocado y dorado todo con mucho primor y hermosura. 42. Virtud es también muy propria de el religioso el despego de los parientes y esta virtud fue una de las mayores en el Padre José pues habiéndole dado Dios unos padres y parientes que tanto le amaron fue notable la extrañeza y gravedad con que se portó con ellos tanto que no osaban tratarle con la llaneza de padres a hijo con que trataban a los demás, aunque religiosos también, sino con el mismo respeto con que trataban a cualquier religioso extraño. Cuando estuvo en Cartagena nunca pudo conseguir su [fol. 226] su padre el llevarle un día a comer a su casa aunque los superiores daban gustosos la licencia en materia que en aquella ciudad es de ningún reparo y para que se vea que esta extrañeza en el religioso no se opone al amor verdadero y debido en los hijos a los padres. En la ocasión de la pérdida lamentable de Cartagena que queda referida en el Cap. 4 & 2 sirvió el P. José a los suyos de suerte que fue el todo en que sus padres escapasen con vida y hacienda de una desgracia tan grande y tan común. La causa sin duda de este despego de el Padre José con sus parientes era el amor a la Religión a quien sólo tenía en lugar de padres y hermanos y de todas las cosas. Tal era el sentimiento que le causaban sus persecuciones, tal el celo con que se abrasaba y consumía cuando llegaba a su noticia cualquiera cosa que pudiese desdorar en un ápice el buen nombre de sus hermanos y tal finalmente el empeño con que tomaba las funciones y empleos en que le ocupaban los superiores. Esmerábase en ellos cuanto podía no perdonando a trabajo, ni diligencia porque saliese con toda perfección lo que corría por su cuenta, lo cual nacía solamente de el deseo de honrar a su madre la Religión sin que tuviese en ésto parte alguna la vanidad porque el peso grande de su entendimiento no se dejaba llevar de motivos tan livianos antes era tan conocido el desengaño con que vivía en este particular que verdaderamente causaba
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admiración el ver un mozo de tan relevantes prendas, apto generalmente para todos los empleos [fol. 226v] de la Compañía y ocupaciones de más lustre, no dársele nada por estas cosas y estar contento con los oficios más humildes a los cuales mostraba particular inclinación y afecto. 43. Todas estas virtudes coronó el Padre José con la corona de todas que es la caridad. El amor de Dios se suele manifestar en el que se tiene al prójimo por Dios y por éste colegiremos el primero. No sólo ejercitaba su caridad el Padre José con el prójimo remediando sus necesidades temporales (como habemos ya visto en el discurso de su vida) sino muy principalmente atendiendo al bien espiritual de las almas. El empleo de las misiones le mereció tan anticipados cariños que siendo aún hermano estudiante impuso de su legítima una renta de dos mil pesos de principal para los gastos de los misioneros que salen de este colegio a recorrer en misión las provincias comarcanas; lo cual tuvo luego su efecto porque teniendo la noticia su padre exhibió pronto la cantidad dicha no queriendo dejarlo para después de su muerte con lo cual se logró el intento que de otra suerte se hubiera perdido, pues el Padre Morera no sobrevivió nada a su padre antes (como después se ha averiguado) en un mismo día y de una misma enfermedad murieron entrambos. 44. Mas no contento el Padre José con la parte que por este título tenía en todas las misiones que se han hecho y harán con su renta deseó mucho emplear toda la vida en tan santo ministerio. Consiguiólo algu[fol. 227] alguna vez y en pocos meses corrió con otro compañero predicando apostólicamente en varias partes muchos trabajos y fatigas pero bien sazonados con el fruto colmado que de todo se siguió para las almas. Después en la misión que dijimos en el capítulo pasado parágrafo 3 se hizo en la villa de San Bartolomeé de Honda el año de 97, ayudó en todo a los Padres misioneros y consiguió licencia para pasar a la ciudad de Mariquita donde les alivió y ayudó de el mismo modo; mientras no se le permitían estos desahogos a su celo procuraba en todos los colegios y ocupaciones aplicarse principalmente a los ministerios de confesar y predicar. 653.
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45. Sus sermones eran todos al alma y aunque pudiera hacer alarde de la sutileza de su ingenio en los discursos sólo cuidaba de que fuesen sólidos y eficaces los desengaños acomodándose también en el estilo a la [testado] capacidad de los oyentes. Era el único blanco de su intención el provecho de las almas y así predicaba solamente lo que le parecía más a propósito a este intento sin cuidar de otra cosa. Su preparación para predicar (como lo confesó él mismo) era ponerse a leer, o meditar los desengaños eternos y aquellas razones que más le movían eran las que únicamente predicaba; de esta suerte era muy colmado el fruto de su predicación. Y como en ella no buscaba más que la honra de Dios y provecho de las almas pagábale Dios este desinterés haciendo que fuese venerado y estimado extrañamente. En la villa de Honda el nombre que le daban era el de el [fol. 227v] santo misionero y que esta estimación proviniese de solo este capítulo se colige de que el Padre en esta villa principalmente vivió muy abstraído de la comunicación de los seglares a los cuales sólo trataba con la ocasión de nuestros ministerios y así muy raro le sabía el nombre. Verdad es que no poco conduciría tan singular retiro para que se formase de su virtud tan alto y bien merecido concepto. 46. No era inferior su aplicación al confesonario y ante todas cosas deseando ser un operario perfecto trabajó incansablemente en el estudio de las materias morales al cual posponía todos los otros estudios. Habiendo conseguido con ésto no vulgares noticias en la teología moral se aplicó a este ministerio como si le tuviera como único empleo de su cuidado. Y es buena prueba de su aplicación y de su celo lo que le acaeció en Cartagena en la ocasión de el asedio. Por el miedo y peligro de las bombas eran muchos los que deseaban confesarse para vivir prevenidos pero los confesores se aplicaban poco a este ministerio por estar desembarcados [sic] para huir el mismo peligro. No obstante el Padre José menospreciando esos temores se ponía a confesar muy despacio durando en la tarea hasta que faltaban los penitentes que noticiosos de su caridad acudían a él más en número cada día. Con éstas y otras virtudes se dispuso el Padre José Morera para una muerte muy feliz. Dióle la última enfermedad (que fue una hidropesía universal con náu654.
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[fol. 228] seas y vómitos continuos) viniendo de Honda para ministro de este colegio donde murió pocos días después de haber llegado prevenido muy a tiempo con una confesión general y con los demás sacramentos. Murió a los 30 años de su edad y trece de Religión y con él se sepultaron muchas esperanzas que tenía esta provincia bien fundadas en su virtud y talentos.
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Parágrafo 2 Difuntos de el noviciado de Tunja 47. El día 31 de enero de 1694 murió en el colegio de Tunja el Padre Francisco de Tapia276 natural de Antioquia, ciudad de este Reino. No llegó a cumplir 25 años de edad pero de él nos podemos prometer lo que de el justo [dice] el Sabio Si morte praeocupatus fuereis in refrigerio erit277. Porque verdaderamente en tan pocos años logró los frutos de virtud que hicieran recomendable una muy larga vida. Entró en la Compañía con grande opinión de ingenio habiendo estudiado las Artes y dos años de Teología en nuestro Colegio Seminario de San Bartolomé con crecidas ventajas a sus condiscípulos y concolegas. Pero no era ésto lo más estimable sino el crédito que tenía de virtuoso. En su natural dócil y apacible asentó admirable la educación de sus nobles y virtuosos padres, los cuales criaron al Padre Francisco y sus hermanos como que los criaban para Dios un noviciado de la Compañía. Era su casa donde se habituaban en las virtudes que había de practicar siendo religiosos y en los ejercicios de oración, meditación, [fol. 228v] leción espiritual y otros. Entre hermanos y hermanas fueron nueve los que se abrazaron con la cruz de el estado religioso. Tres viven aún e ilustran con sus virtudes y prendas ésta nuestra Provincia278. Ni se prometía menos de las muchas esperanzas que daban las de el Padre Francisco quien principalmente resplandeció con ejemplo de angelical pureza, virtud que le mereció tan anticipados cariños que apenas tuvo perfecto el uso de la razón cuando se consagró a Dios con voto de castidad perpetua viviendo aún en la casa de sus padres.
276 Francisco de Tapia (Antioquia, c. 1669-Tunja, 31 de enero de 1694). Véase: José DEL REY FAJARDO y Felipe GONZÁLEZ. Los jesuitas en Antioquia 1727-1767. Aportes a la historia de la cultura y el arte. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2008) 204. 277 Sabiduría 4, 7: “Mas si el justo, aunque sea arrebatado de la muerte prematura, estará en lugar de refrigerio”. 278 Se refiere a los PP. Matías, Diego y Andrés.
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48. En el contagio de las viruelas (de que habemos hablado en varias partes de esta carta) se persuadió fijamente que había de morir de aquella enfermedad y así se previno con una confesión general que hizo algunos meses antes de su dolencia. En ella la repitió dos veces y habiendo dado otros muchos ejemplos de virtud vino a morir con singular consuelo por morir en la Compañía. Antes de entrar en ella fue tanta su inconstancia, nacida lo uno de las vehementes inspiraciones con que Dios le llamaba a el estado religioso y lo otro de la repugnancia de la carne y sangre que estuvo para perder su vocación porque habiendo estado tres veces dispuesta su entrada otras tantas volvio atrás de lo cual los superiores mostraron mucha dificultad en recibirle; pero como Dios quería salvar por este medio el alma de este mancebo fue recibido últimamente en la Compañía donde vivió pocos más de 5 años que gastó en el noviciado y juniorado y en [fol. 229] estudiar los dos de Teología que le faltaban solos cinco meses. Leyó después gramática y habiendo vivido todo este tiempo poseído de profundas melancolías, en la hora de su muerte tuvo un consuelo singularísimo cuya causa explicaba diciendo a cuantos le visitaban de casa: Tene quod habes añadiendo [que] moría gustoso por salir de contingencias y riesgos de perder la Compañía a cuya entrada había resistido tanto. 49. En el mismo colegio de Tunja perdió esta Provincia el día 3 de febrero de el año de 96 uno de los más insignes sujetos que tenía. Tal fue el Padre Francisco de Estrada279, natural de Cartagena, hijo de padres muy ilustres. Fue su entrada en la Compañía profetizada por el V. Padre Claver siendo aún el Padre Francisco muy niño y que aún no había empezado a estudiar la gramática cuando ya se iba perfeccionando en ella le llamó Dios para la Religión. Dificultaba mucho su Padre el darle la licencia, principalmente, porque pedía la misma otro hermano mayor llamado Pedro de quien había profetizado lo mismo el V. P. Pedro Claver. Repitiendo instancias los dos hermanos con su padre y repugnando éste más cada día el desaire de tan amadas prendas, 279 Francisco de Estrada (Cartagena de Indias, c. 1633-Tunja, 3 de febrero de 1696). Ingresó en la Compañía el 18 de diciembre de 1650. Rector en el colegio de Las Nieves. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 113-114.
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sucedió que el primogénito llamado Don Lope, heredero de su ilustre Casa, se embarcó en una nave capitana. Al tomar el Puerto [Velo] dio la nao en un escollo de donde salió más por milagro que por industria, aunque bien [fol. 229v] destrozada y haciendo tanta agua que estuvieron todos para ahogarse. Las nuevas de esta desgracia llegaron a Cartagena tan infaustas que daban perdido el navío y toda la gente pero el V. Padre Pedro Claver aseguró en Cartagena que no había perecido nadie y a Don Pedro de Estrada y Doña Gerónima de Urbina, padres de Don Lope y de nuestros dos pretendientes, les profetizó que verían presto en Cartagena al hijo mayor que daban por perdido. 50. No acababa de persuadirse a ésto el buen caballero Don Pedro de Estrada. Pero vino a nuestra iglesia donde delante de la devotísima imagen de el Cristo de la Consolación ofreció que si salía verdadera la profecía de el Padre Claver daría licencia a los dos hijos menores para que fuesen religiosos. Al salir de la iglesia encontró un mensajero el cual le traía cartas de el hijo que le tenía tan cuidadoso y antes de leerlas le dijo cómo quedaba con salud Don Lope y la nave salva en Puerto Velo, volvió al punto a la iglesia a dar las gracias y dispuso se cantase un Te Deum Laudamus por la música de la catedral y luego, sin más dilación, dio su beneplácito a sus hijos Pedro280 y Francisco para entrar en la Compañía. Con la bendición de sus padres emprendieron los dos el largo y penoso viaje de Cartagena hasta Santa Fe donde fueron admitidos y enviados al noviciado de Tunja el año de 1650. Pero dejando lo que toca al Padre Pedro de Estrada, por haber muerto antes, trataremos sólo de el Padre Francisco que es el que [fol. 230] pertenece al tiempo de esta anua. 51. Apenas el Padre Francisco se vio con la posesión de el bien que tanto había deseado cuando desplegando las velas a su fervor empezó a darse a todo género de virtudes de suerte que apenas tenía que hacer con él su maestro de novicios. Pretendiente de su mayor desprecio solicitaba los oficios más 280 Pedro de Estrada (Cartagena de Indias, c. 1630-Cartagena, 3 de enero de 1685). Dos veces Rector del colegio de su ciudad natal. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 115.
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humildes u trabajosos y como el superior considerando sus flacas fuerzas y complexión delicada le fuese a la mano en ésto y en los rigores con que se trataba, se afligía de modo que para consolarle era necesario traerle a la memoria que Dios recibe a cuenta de obras los deseos y que en la Religión lo más perfecto es hacer lo que el superior ordena. Acabado el noviciado con créditos de muy perfecto empezó en el colegio de Santa Fe la carrera de sus estudios donde sobresalió tanto su capaz entendimiento, ayudado de su grande aplicación que ésto junto con no haber descaecido en tantos años del fervor de novicio, dio motivo a los superiores para que aún antes de ordenarse le hiciesen ministro de el Seminario y pasante de los colegiales teólogos. Satisfizo enteramente en estas ocupaciones el hermano Francisco a la confianza que de él se tenía portándose de suerte en ellas que nunca los colegiales le pudieron notar la más mínima acción que desdijese en algo de un perfecto religioso. 52. Ordenado de sacerdote aplicó buena parte de su estudio a los ritos, ceremonias y rúbricas santas de la iglesia alcanzando en todo tanta perfecc[fol. 230v] ión y noticia que dejó escrito un Ritual muy selecto el cual manuscrito anda en las manos de todos con grande aceptación y aplauso. A este estudio añadió otros dos en que se esmeró no menos: el uno fue de nuestro santo Instituto y el otro de la teología moral. En entrambos salió tan consumado que era el oráculo de todos. Los seglares de más autoridad buscaban su resolución en los casos más difíciles. Y era tan dueño de lo que había estudiado que rara vez tuvo que detenerse en dar la respuesta: oído el caso respondía con tal acierto y fortalecía su dictamen con tal peso de autoridad y razones que parecía haber gastado muchas horas entonces en el estudio de la dificultad o punto que le consultaban. Con ésto era venerado su parecer no sólo de los ignorantes o menos doctos sino también de los más sabios y no sólo de los de fuera sino también de los de casa que en puntos morales y de el Instituto le consultaban todos en los colegios donde vivió, o superior, o particular. Y el Padre que era de un natural mansísimo y deseoso de hacer bien a todos nunca se excusaba de oír y responder y admitía a todas horas a cuantos querían valerse de su trabajo. Sucedió en Tunja a los últimos años de su vida que estando en la cama de el todo baldado y lleno de dolores, sin poder tomar 659.
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descanso ni el menor alivio, llegar a su aposento unos y otros con varias preguntas y dificultades y el desde aquel potro de sus tormentos, como desde una cátedra, daba respuestas llenas de sabiduría y enseñanza dejando a los que le consultaban [fol. 231] grandemente admirados no menos de la invicta paciencia y alegría con que le hallaban siempre en sus dolores que de la comprensión con que trataba las materias y dudas más difíciles. 53. Con su largo estudio se hizo el Padre Francisco de Estrada no menos insigne operario de la Compañía y era tan aplicado a nuestros misterios que sin hacer caso de sus muchos achaques y dolores se estaba en el confesonario cinco y seis horas sin levantarse de él hasta que muchas veces era preciso que desmayado le llevasen ajenos brazos a su aposento, [al margen: texto incompleto] se quejaba de ellos porque le impedían su amable y gustosa tarea. De ésta no quiso jubilarse aun cuando le faltaron los pies para moverse viéndose imposibilitado a salir de la cama, rogaba e instaba al portero que llevase a su aposento a todos los hombres que quisiesen confesarse y allí los oía de penitencia y exhortaba a servir a Dios y a tener cuidado de salvar sus almas. Con ocasión de sus achaques estuvo una cuaresma en un paraje de temple cálido donde había algunos pueblos de indios y siendo así que con la agitación de el camino y el continuo sudor habían crecido grandemente los dolores y se hallaba postrado y sin fuerzas algunas; con todo se dio a oír de penitencia a aquellos miserables indios, los cuales con esta noticia acudían en gran número y a todos despachaba y enseñaba con amor. Y si tal vez agradecidos o lastimados de sus penas le traían algunos donecillos o regalos [que] nunca los admitía diciéndoles que el agasajo [fol. 231v] más gustoso que le podían hacer y el mayor alivio que le podían dar era venir a confesarse y acudir a que él los instruyese en las obligaciones de cristianos. 54. Habíale dotado Dios de tan singular gracia en el persuadir que algunos jueces eclesiásticos se valieron del Padre para que remediase con sus persuasiones muchos escándalos y culpas a que no había bastado su propia autoridad y del mismo medio se valieron para aplacar y componer corazones discordes porque verdaderamente eran sus palabras cuales las deseaba el Apóstol en 660.
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sus discípulos: Omnes sermo vester semper in gratia sale sit conditus281. Era no poca parte para estos buenos efectos la dulzura de su blando y apacible natural con que ganaba las voluntades de todos y hacía de ellos lo que quería. Todos éstos eran los frutos de su ardiente caridad con los prójimos los cuales amaba de suerte que no sabiendo sentir sus propias penas sentía extrañamente las de sus hermanos como se vio en cierta ocasión de disgusto que se le ofreció a otro Padre del colegio de Tunja en la cual derramó el Padre Francisco muchas lágrimas y se vieron en él otras singulares muestras de sentimientos y dolor. 55. Esta caridad especialmente con sus súbditos, siendo ministro y superior de este colegio varias veces, gobernábase en estos cargos con tal blandura, cortesía y prudencia que era igualmente amado y respetado de todos. Procuraba darles gusto en cuanto no fuese contra la obediencia aliviándoles de algunas tareas [fol. 232] penosas a costa de cargarlas sobre sí sin reparar en sus flacas fuerzas. Pero no por esto permitía el menor asomo de relajación, ni daba lugar a que alguno a título de amistad u de otro título se saliese con faltar en un solo punto a la observancia. Usaba con sus súbditos (como la usó toda la vida) de una verdad llana, ajena de lisonjas ni cumplimientos que aborrecía de muerte y amaba la sinceridad de suerte que podemos decir le otorgó Dios aquella petición de el Profeta Rey Et ne auferas de ore meo Verbum Veritatis282. Finalmente tuvo todas las partes de un superior de la Compañía lo cual no es de admirar considerando que fue siempre buen súbdito cuando particular pues ya se sabe que sólo es bueno para mandar el que sabe ser bueno para obedecer. 56. Fue el Padre Francisco singularísimo en esta virtud. Era humilde, rendido y sujeto a la voluntad de sus superiores de quienes nunca se supo quejar aunque y se le ofrecieron algunas ocasiones en que sin culpa propia oyó reprensiones muy agrias. En una ocasión mandándole uno de sus prelados cierta cosa muy repugnante a la carne flaca, dijo a un confidente suyo que se había
281 Colosenses 4, 6: “Vuestra conversación sea siempre con agrado sazonado con la sal de la discreción…”. 282 Salmo 118, 43: “Y nunca quites de mi boca la palabra de la verdad”.
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hallado tan cuidado de la gracia divina para conformarse en todo con la voluntad de el superior quien al mismo tiempo [si] le hubieran dado una grave penitencia la hubiera también llenado con igual ánimo y sin turbación alguna. Él que estaba tan sujeto a sus prelados no es mucho que experimentase sus pasiones propias sujetas a la razón y para que nunca se re[fol. 232v] revelasen se valió de una extremada templanza en el comer y beber lo cual junto con su atareado estudio y continuos achaques era la lima sorda con que siempre vivió consumido, pálido y seco, causando veneración e infundiendo compostura solamente el mirar su macilento rostro. Era juntamente paciente y sufrido como lo mostró en su prolija enfermedad en que tan excesivos dolores apenas le obligaron a dar algunos muy medidos ayes. 57. El afecto que tuvo a la santa pobreza fue verdaderamente de hijo. Dejó por ella mucho que tenía en la casa de sus padres y mucho más que podía esperar y una vez dejado ésto despegó su corazón de todas las cosas de la tierra y le colocó solamente en las de el cielo. No permitió jamás en sí alhaja de precio, ni curiosa, sólo sí las más viles y esas habían de ser precisas. En su enfermedad no admitió regalo especial alguno sino sólo la comida de la comunidad con la cual estaba más contento que con todos los regalos de la tierra aun cuando más anciano nunca dejó de pedir a los superiores licencia para las cosas más menudas y viles. De este amor a la santa pobreza le nacía el celarla mucho en todos de suerte que si llegaba a su noticia algún desperdicio luego daba cuenta a quien lo debía remediar y de su parte ponía los medios que alcanzaba para que se evitasen semejantes desperdicios. 58. De su pureza angelical diremos sólo dos cosas porque no hay más que decir en esta materia: la primera dijo [fol. 233] el mismo Padre con ocasión bien urgente, sin rastro de vanidad, antes movido de la caridad con su prójimo y fue que mientras vivió en el siglo había conservado sin la menor mancha tan preciosa e inestimable joya y quien la conservó mozo en el puerto de Cartagena cómo la perdería siendo religioso y toda su vida un dechado de modestia y compostura? Por donde con sobrado fundamento podemos decir que fue tan puro al sepulcro como salió de el vientre de su madre lo cual se confirma con otro dicho de el mismo 662.
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Padre. Estando ya cercano a la muerte irritados de tal suerte sus dolores que sólo el tocarle el pulso le era gravísimo tormento, le preguntó un sacerdote de casa deseoso de aliviarle en lo que pudiese qué era lo que más sentía; a lo cual respondió el modestísimo varón: mi mayor dolor es haber llegado a estado que es preciso toquen ajenas manos mi cuerpo quien entre tantos dolores sentía éste como el más terrible. Bien se [puede] conocer con cuánto cuidado miró siempre el que no se ajase con el menor contacto la hermosa azucena de su pureza. 59. En esta prolija enfermedad, pues le duró cuatro años, se refinó grandemente su paciencia. Quiso Dios que en ella y sus tormentos no tuviese más alivio que la consideración de que así se cumplía en él su voluntad santísima y así permitió que le desamparasen sus amigos, golpe muy sensible en los trabajos. Pero no lo fue para el Padre Francisco porque tenía el corazón muy despegado de todas las cosas de la tierra. Hallándose siempre no sólo resignado en [fol. 233v] el divino beneplácito para padecer lo que padecía sino a veces lleno de consuelos celestiales que le endulzaban sus penas y le obligaban a padecerlas mayores. Ejercitábase mucho en fervorosos actos de todas las virtudes y en tiernísimos coloquios con la Reina de los ángeles con quien toda la vida tuvo un afecto filial y devoto. Solía pedir a los de casa le encomendasen a Dios en sus oraciones y sacrificios y siempre era añadiendo que por medio de María Santísima le pidiesen a su Majestad le otorgase mucha paciencia y conformidad en sus dolores. 60. Finalmente hallándose tan tullido que no podía llevar las piernas a su natural rectitud pareció conveniente que tomase en las partes baldadas unos baños y traído a una hacienda de el colegio de Tunja le aplicaron unas unturas cálidas de que le resultó un furioso tabardillo que le acabó la vida. Luego que en el colegio se supo el aprieto en que estaba le fue a asistir un sacerdote de casa, el cual entrando en una ocasión halló que un sujeto preciado de médico estaba con voz desentonada y gritos desmedidos persuadiéndole a que se moría sin remedio. Oíale el buen Padre con serenidad notable y no sin muestras de agradecerle la noticia. Pidió luego le administrasen los sacramentos y al llegar al de la confesión se reconcilió con la brevedad que solía ordinariamente añadiendo al 663.
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[fol. 234] confesor que, como siempre se había confesado como para morir, no tenía entonces que hacer más de confesarse como siempre. Últimamente vino a rematar su trabajosa vida con un sosiego indecible como quien daba principio al descanso eterno que también supo merecer con sus muchas y relevantes virtudes. Murió de edad de 60 años habiendo vivido los 45 en la Compañía, pasados 27 después que hizo la profesión solemne de cuatro votos. 61. Al año siguiente de 97, en el día 23 de junio, murió en el mismo colegio de Tunja el Padre Pedro García283, varón de rara virtud, venerado de todos como santo y amado particularmente en aquella ciudad como Padre. Su edad cuando murió era de 69 años: los 53 vivió en la Compañía y de ellos 38 en el colegio de Tunja donde al segundo año hizo la profesión solemne de cuatro votos. Nació el Padre García en esta ciudad de Santa Fe donde estudió las primeras letras y a los 16 años de su edad fue recibido en la Compañía. Procedió tan ejemplar en el noviciado que granjeándose la confianza de los superiores le fiaron el oficio de portero de la puerta principal donde era su virtud no menos estimada de los de adentro que admirada de los afuera. Sin aflojar de el estudio de la perfeción un punto empezó y acabó las Artes en este colegio y al principio de la Teología le dio un accidente a mal de corazón que con su repetición puso en cuidado a los superiores. Enviáronle por esto a leer gramática al cole[fol. 234v] gio de Mompox para experimentar si mejoraba con la mudanza de temple. Aquí padeció una gravísima enfermedad de que quiso Dios sanase, y mejorado de sus achaques, volvió con nuevo orden a este colegio a proseguir sus estudios a que dio fin con créditos de muy buen estudiante y es buena prueba el que en los últimos años de su edad, la vez que se ofrecía tocar algún punto
283 Pedro García (Bogotá c. 1625-Tunja, 23 de junio de 1697). Ingresó en la Compañía el 16 de diciembre de 1643. Se radicó en el colegio de Tunja desde 1667 hasta su muerte en 1697. Como escritor ascético desconocido señalamos las siguientes obras: Reglas y Constituciones de la Congregación de la Buena Muerte, fundada en el Colegio de la Compañía de Jesús en Tunja; Pláticas y conferencias espirituales a los Congregantes de Nuestra Señora y del Niño Jesús; Resolución de algunas dificultades que ocurren a los que caminan por la senda de la virtud y perfección y Resolución de los casos más difíciles de moral para el uso de los [ilegible].
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escolástico, revivían en su boca los términos y formalidades de la escuela que con la falta de uso no fuera mucho estuvieran de el todo borrados y muertos. 62. Concluida la carrera de los estudios y ordenado de sacerdote en un pueblo de el obispado de Panamá volvió a este Reino y en Santa Fe leyó primero una clase de latinidad y después hizo oficio de ministro en el Real de San Bartolomé, de adonde pasó al noviciado de Tunja, último término de sus peregrinaciones y no sin especial providencia de el cielo que quiso pasase lo más de su vida este ejemplar varón, dando lo heróico de sus ejemplos fuese la turquesa en que se formasen santos los novicios que allí cría y educa esta Provincia. Empezando pues a tratar de las virtudes de el Padre Pedro García justo es tenga el primer lugar la que es el fundamento de todas. 63. Resplandeció singularmente en esta virtud el Padre Pedro; alcanzó con su meditación un bajísimo concepto de sí proprio y en las conciencias de los hombres, que son el teatro de la miseria humana, aprendió a convertir en [fol. 235] en propia confusión las ajenas culpas. Y sabía no extrañarse de lo que podía ser, de aquí le nacía el repetir con gran sentimiento estas palabras: Miserable hombre! Pobre Hombre! Quien conoció un hombre los conoció todos. Pero aún más alto subió su humildad al paso que el bajó más en su concepto. De todos sentía y concebía altamente; sólo de sí desconfiaba y concebía mal. Hablaba de todos bien y en las obras juntamente mostraba el aprecio que hacía de los talentos y virtudes de los demás pero de sí jamás se le oyó palabra que de mil leguas oliese a estimación propia. Tratando frecuentemente con grandes pecadores se juzgaba por el mayor de ellos y solía decir con notable afecto que en lo que tenía empeñada toda la intercesión y favor de la Santísima Virgen era en conseguir por su medio un verdadero arrepentimiento de sus pecados. 64. De este bajo concepto que de sí tenía le nació la suavidad y mansedumbre con que recibía a todos los que llegaban a él por remedio de sus almas porque leyendo en las heridas ajenas su propia miseria, en ella aprendía a tener compasión de los otros. De aquí también nacía aquel santo temor con que vivió su corazón traspasado hasta la hora de la muerte, receloso siempre de la suerte que le cabría y así solía repetir congojado: Qué será de mí. Pero en esta congoja hallaba luego seguridad acogiéndose como a puerto al amparo de
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María. Cercano a la muerte le preguntaron si no estaba con firme esperanza de su salvación? A que respon[fol. 235v] dió varias veces con singular ternura: toda mi confianza la tengo en la Madre de mi Señor Jesucristo. Efecto eran también de esta humildad el juzgarse indigno de todo bien lo cual expresó en sus enfermedades pues viendo la vigilancia con que le asistían los de casa les decía, no sin lágrimas: Dios se lo pague, Dios se lo pague. Y luego añadía: Cuándo merecí yo tanto bien? 65. Basta haber descubierto la humildad de el Padre García para que conozcamos el don de oración que le comunicó la bondad divina pues es la consideración, fuente de la humildad madre de las virtudes. Cuánto tiempo gastase en tan santo ejercicio se ocultó a nuestra noticia pero no a nuestra consideración. Fuera de las horas que estaba en la iglesia se llevaba lo demás de el día la quietud y retiro de su aposento. Y estando por otra parte gravemente reñido con el ocio y quitándole sus males la comodidad para el estudio y sus dolores teniéndole en casi continua vigilia, fácil cosa es conocer que la mayor parte del tiempo se la llevaba la meditación y oración bocal. Buena prueba es de ésto lo que respondió a un confidente suyo que mostraba tenerle lástima de las molestas y pesadas noches que pasaba a que respondió que había hallado una traza para divertir su pena y era que cuando en el silencio de la noche le acometían más crueles sus dolores y espantado huía totalmente el sueño, empezaba a correr en espíritu todos los templos de la ciudad; en [fol. 236] en cada uno de ellos se postraba a sus puertas y habiendo rezado una estación, invocava el auxilio y favor de el santo o santa titular de la Iglesia pidiendo a nuestro Señor por su intercesión el perdón de sus culpas o alguna otra gracia. Y así discurría por todas las iglesias de Tunja y cuando le quedaba tiempo volaba a visitar las iglesias de Santa Fe y quién duda que en estas estaciones le sucedería lo que a David en otras semejantes que hacía cuando le probaba Dios con trabajos? De las cuales dice el salmo 138 que si subía al cielo allí encontraba a su Dios y así tomaba alas para volar por los términos de el mar le iba Dios llevando de la mano y sosteniéndole y de esta suerte, cuando temía quedar sepultado en el horror de las tinieblas se le convertía la noche en iluminación y en delicias. 666.
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66. Quien así pudo volar al cielo no podía menos que estar bien descargado de el peso de las cosas de la tierra. Como verdadero pobre de espíritu amaba entrañablemente a la pobreza santa y queriendo parecer su hijo procuraba el vestido humilde y remendado y en todo lo demás pretendía lo peor y deseaba sentir los efectos de su amorosa madre. Por no darla el menor disgusto, aun en las cosas más mínimas, solicitaba el beneplácito de el superior y si le daban alguna limosna o para la congregación (de que cuidaba), o para dar a pobres, o para algún alivio necesario de sus males, aunque la cantidad no pasase de dos o tres reales, no había de parar en su aposen[fol. 236v] to; al punto la enviaba al depósito que tenía el superior. En fin, procuraba que en su corazón no hubiese afecto ni en su aposento cosa alguna que pudiese dar en rostro a la santa pobreza. Y así en su muerte no se halló otra cosa en su cuarto más que un santo crucifijo, algunas estampas y los libros y papeles de que usaba. De su castidad podemos decir que fue purísimo: ni podía dejar de serlo quien fue tan humilde y tan dado a la oración y no le ayudarían poco los terribles tormentos de sus males que como después veremos le afligieron 35 años continuos, sin los otros achaques que padeció en su mocedad y casi toda su vida. 67. Son los trabajos las [sic] escuela de la obediencia porque en ellos se aprende a hacer la voluntad de Dios a quien mira el verdadero obediente en sus superiores. Habiendo pues cursado con tanta humildad y rendimiento esta escuela tantos años el Padre Pedro García fácil cosa es de entender cuánto aprovechó en la obediencia. Era grande el respeto y veneración que tenía a sus superiores, tan rendido a sus órdenes como si fuera un novicio sin excusarse ni proponer a cosa que se le mandaba aun cuando en sus achaques pudiera hallar sobrados pretextos para negarse al trabajo. Miraba siempre en el superior a la persona de el mismo Cristo y no es mucho la encontrase en los superiores quien la hallaba en sus hermanos todos para obedecerlos, respetarlos y darles gusto en cuanto podía sin faltar a la obediencia. [fol. 237] En los tres meses últimos de su vida llegó a cobrar un hastío grande y horror a la comida pero la obediencia entonces hacía las veces de el apetito pues a su voz se le excitaba aquella hambre no de el manjar corruptible sino de cumplir 667.
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la voluntad de el Padre celestial manifestada por la boca de el superior. Parte es de la obediencia la observancia de las reglas en la cual fue singularísimo el Padre Pedro no sólo guardándolas todas exactamente sino también procurando que todos las guardasen y con sus consejos y con otros medios que le ministraba el celo de el bien de la Religión. 68. Buena prueba [era] esta obediencia de la ardiente caridad que ardía en el corazón de el Padre Pedro García de que eran no inferiores indicios aquella abstracción de las criaturas, aquel recogimiento interior con que se retiraba dentro de sí para gozar a solas de su Dios, aquel hablar frecuentemente de su amado cuyas alabanzas rara vez faltaban de su boca y últimamente aquellos deseos amorosos con que suspiraba por la patria celestial. Y así se le oían repetir con frecuencia a aquellas palabras: Satiabor cum apparuerit gloria tua284. Otras veces exclamaba con sentimiento tierno: dichosa el alma que en este punto llegó a ver el rostro de Dios: ya se acabaron sus riesgos, ya aseguró el no ofenderle y reinará con él por toda una eternidad. Mas porque sabía bien que otro Pedro había sido reprendido porque pretendió morar de asiento en el [fol. 237v] Tabor contemplando las glorias de Cristo y olvidado de sus pasiones subía también frecuentemente al calvario y viendo los excesos de la caridad de Dios se encendía más la llama de su amor agradecido. 69. Era muy fino y cordial el afecto de el Padre a la pasión de nuestro Redentor. Celebraba todos los misterios de ella en su congregación de los Dolores y procuraba que sus congregantes los celebrasen. Señalaba los que habían de velar en estos días y a la tarde, juntos todos, les hacía fervorosas pláticas enderezadas a imprimir en sus corazones la memoria y afecto a la pasión de el Señor. Fuera de los ejercicios públicos que hacía en esta congregación (de que hablaremos después) acostumbraba [al margen: cogerse] todos los días a las llagas de Jesucristo saludando a cada una con la forma que se practica en el ejercicio de la Buena muerte y a este fin había hecho una corona con tantas cuentas cuantas son las oraciones que se rezan divididas con la efigie de las llagas. Usaba también otra oración a Cristo crucificado con varios actos de 284 Salmo 16, 15: “… y quedaré plenamente saciado cuando se me manisfestará tu gloria”.
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amor, de agradecimiento, de contrición y otros y acababa implorando su misericordia para la hora de la muerte; y estando muy cercano de ella pidió a un Padre que tenía noticia de su devoción le fuese dictando aquellos actos y él los iba repitiendo no tanto con palabras como con suspiros. 70. El testimonio más calificado de el amor [fol. 238] son las obras y ningunas mejor le acreditan que las que se ordenan a la salvación y perfección de los prójimos. Y como el celo es de la naturaleza de el fuego que obra más en lo que esta más cerca, el celo de el Padre Pedro García ejercitó principalmente su actividad con los domésticos por más cercanos. Fue en el colegio de Tunja prefecto de espíritu y confesor de los de casa por espacio de 14 años continuados. Alentaba con esta ocasión a los tímidos, esforzaba más a los fervorosos, despertaba a los tibios. A todos respondía a sus dudas, deshacía sus escrúpulos, consolaba los afligidos, instruía a todos y a todos armaba contra las tentaciones y asaltos de el demonio porque verdaderamente fue gran maestro de espíritu y verdadero Padre de aquella comunidad. No se estrechó su celo a los de casa también se extendió a los de fuera, en el confesonario fue infatigable asistiendo en él todos los días con un tesón tan claro que aún cuando la gota le impedía el uso de los pies se hacía bajar en una silla que tenía para ésto. Era su confesonario el más frecuentado en especial de gente pobre y ruda porque su benignidad y paciencia convidaba a semejantes personas. 71. Además de haber cuidado muchos años la congregación de el Niño Jesús se debe a su piedad y celo la fundación en aquel colegio de otra congregación de la Muena Muerte debajo de el patrocinio de Nuestra Señora para la cual solicitó y consiguió un Breve de nuestro M.S.P. Inocen[fol. 238v] cio XI285 con cuya autoridad se fundó el año de 84. Dióla el Padre prudentes y saludables reglas y recibió en ella gran número de congregantes de todos estados y condiciones. Celébrase el jubileo [al margen: el Domingo] tercero de cada mes; y en fin entabló en ella otros muy útiles y devotos ejercicios no 285 Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) I, 125-131. Texto castellano de la bula.
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perdonando a trabajo alguno por asistirla. En ésta su congregación celebrada también todas las festividades de Nuestra Señora señalando para cada festividad algunas de las personas congregadas que alumbrasen y velasen a tan soberana Reina. Por la tarde rezaba primero los gozos y después hacía plática exhortando a la devoción e imitación de la Virgen Santísima a quien tenía un afecto muy cordial y tierno, especialmente a sus dolores. Y así en el día en que los celebra la iglesia hacía fiesta en su congregación con sermón y misa solemne. Debésele también a su celo la costumbre que hay en este colegio de hacer la novena de nuestro Padre Santo Ignacio antes de su fiesta y la de San Francisco Javier dos veces al año. Pero en lo que más se desvelaba su celo era en adelantar la frecuencia de los santos sacramentos. 72. Éste era el fin principal a que encaminaban tan piadosos ejercicios. Éste era el blanco de sus exhortaciones y éste el punto que explicaba todos los años por las cuaresmas. Y solía decir que solo ésto se había de predicar porque es de lo que más necesitan los fieles. Tenía también particular cuidado de ayudar con sus consejos a los clérigos porque veía cuánto daño se sigue a todos de que ellos no sean los que deben. Consultábanle frecuentemente en los puntos y dificultades morales y él daba [fol. 239] siempre acertada resolución; y para poderlo hacer trabajó incansablemente toda su vida en este estudio particular. Pues qué diremos de el desvelo con que procuraba instruir y enseñar a los estudiantes y niños de la escuela? Solicitando con el superior y con sus maestros los obligasen a asistir los domingos a la doctrina cristiana que les explicaba dándoles juntamente buenos consejos para que desde entonces se enseñasen a seguir la virtud y aborrecer el vicio. 73. Refinóse la caridad de el Padre Pedro García en el fuego de la tribulación consumiéndose en este crisol por espacio de 35 años toda la escoria de los afectos humanos y la liga de que no se ve libre el oro de la virtud en la tierra de nuestra fragilidad. Padeció todo este tiempo de gota artrítica que derramándose por todo el cuerpo le dejó casi inútil para las acciones humanas y le llenó de dolores y tormentos: los dedos de las manos se le torcieron y endurecieron, los pies se le hincharon de suerte que no podía estar en pie sino es por muy corto espacio y para bajar a la iglesia le era forzoso estribar 670.
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por una parte en la muleta y por la otra en un muchacho. Crecía la fuerza y malignidad de este humor al menos una vez cada año y en el tiempo que duraba su rigor, que solía ser dos y tres meses, quedaba hecho un junco no en lo sensible pero sí en el movimiento. Al más leve contacto de otra mano o de la ropa se daba por entendida con lastimosos ayes su paciencia, tanto más sufrida cuanto más repetido e inexcusable era el tormento pues era fuerza mo[fol. 239v] verle y suspenderle en ajenos brazos; así para las medicinas como para las funciones necesarias de la vida y miseria humana. Y si tanto tenía que padecer cuando era tratado de la caridad qué no padecería cuando era estrujado y maltratado de la desgana impaciente de los muchachos que le asistían? Toleró de ellos, a las veces, no sólo crueles y ásperos tratamientos sino también palabras groseras y desatentas; pero era de admirar entre tantos dolores y penas la igualdad de su ánimo y cómo entre tantas amarguras conservaba la dulzura de su mansedumbre recibiendo con agrado a cuantos le visitaban; y no saliendo de su boca sino palabras de edificación resonando en ella más frecuentes las divinas alabanzas cuando más fuerte le hería la poderosa mano de el altísimo. 74. Llegó finalmente el tiempo en que quiso el buen Jesús hacer compañero de su gloria al que lo había sido de sus tormentos. El día 29 de marzo, dedicado aquel año a la conmemoración de los dolores de María Santísima, le asaltó el último accidente; fue éste una disentería ocasionada de cierta medicina que le dieron para su achaque de la gota. Con los remedios se mudó el accidente después de muchos días en el extremo contrario con lo cual todo el humor se apoderó de tal suerte de la boca de el estómago que ni consentía alimento, ni retenía bebida alguna de las que le daban para remedio. Conocido el peligro se preparó de nuevo para la muerte que siempre le tenía con cuidado. Dispuso una confesión general y recebidos muy [fol. 240] a tiempo los demás sacramentos y dicha la recomendación de el alma, vino a entregar la suya con suma paz interior y exterior en manos de su Criador como piadosamente creemos. La muerte se oyó en toda la ciudad con universal sentimiento. Concurrió todo el pueblo a venerar el cadáver y los que podían llevaban alguna prenda para memoria y veneración de un varón tan 671.
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singular llamado de todos santo. A su entierro asistió el cabildo de la ciudad con la clerecía y sagradas religiones por cuyos ruegos se detuvo el entierro algunas horas para que pudiesen asistir primero a la fiesta de el glorioso precursor de Cristo en cuya víspera murió, como dijimos, el Padre Pedro García.
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• carta n.° 12 [carta anua 1694-1698]
Parágrafo 3º Difuntos de los demás colegios de esta Provincia. 75. En el colegio de Honda el año de 94, a 30 de noviembre, fue la muerte de el Padre Francisco Castaño286 profeso de cuatro votos, de 80 años de edad y 63 de Compañía. En el noviciado, seminario y estudios se aventajó mucho en las letras y más en la virtud. De lo primero es buena prueba el haberle siempre encargado los superiores y maestros los actos y funciones literarias de más lustre; y lo segundo acredita el haber el Padre Francisco elegido para sí los ejercicios y empleos más humildes de la casa. Principalmente en una peste general que padeció este Reino siendo hermano estudiante tomó a su cargo el oficio de enfermero sin ningún temor al contagio, el cual no tiene entrada en los corazones poseídos de la caridad según aquello Charitas expellit timorem287. Servía [fol. 240v] a sus hermanos tocados de la peste con igual amor y reverencia porque era verdaderamente caritativo y humilde. 76. Acabados los estudios y ordenado sacerdote leyó en Mérida dos años la gramática, después fue [testado] doctrinero y cura muchos años en las doctrinas de Tópaga (que dejó esta Provincia) y de Fontibón que conservamos aún. Y es buena prueba de su ajustado proceder el que jamás se quejaron los indios de el Padre Francisco Castaño. A estas ocupaciones se siguió en esta corte la de Rector de el Colegio Seminario de San Bartolomé donde su extremada caridad mantenía de limosna muchos convictores pobres y a otros perdonaba algunas cantidades de las que debían. Con su trato cortés y afable se grangeó la estimación de las primeras personas de esta ciudad principalmente de sus dos cabezas: el dicho Señor Don Fray Juan de Arginao de la orden de
286 Francisco Castaño (Bogotá, 1614-Honda, 30 de noviembre de 1694). Ingresó en la Compañía el 29 de abril de 1631. Fue Rector del Colegio San Bartolomé y de los de Cartagena y Honda. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 94-95. 287 Primera de Juan 4, 18: “En la caridad no hay temor, pues la caridad perfecta echa fuera el temor”.
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Santo Domingo, santísimo prelado y arzobispo288; y de el ilustrísimo y excelentísimo Señor Don Melchor de Liñán y Cisneros289, Presidente entonces desta Real Audiencia y después arzobispo meritísimo y Virrey de Lima. No fue inferior la estimación que tuvo el Padre Francisco en la ciudad de Cartagena de cuyo colegio fue Rector y juntamente caificador y consultor de el Santo Tribunal de la Fe donde ejercitó algunas veces el oficio de fiscal muy a satisfacción de los Señores Inquisidores. Aquí entre los aplausos no le faltaron trabajos y persecuciones que sólo sirvieron de dar a conocer su heróica paciencia y sufrimiento. 77. De Cartagena vino al colegio de Honda y en él vivió 18 años siendo su Rector muchas [fol. 241] veces. Aquí entabló desde el principio un modo de vida de quien sólo trataba de disponerse para la muerte. Retiróse de el trato y visitas de los de afuera no saliendo de casa sino para ejercitar algún ministerio de la Compañía, o para administrar algún sacramento las veces que fue Rector y Cura, o para los negocios inexcusables de su cargo. Su distribución en este tiempo era levantarse muy de mañana; tenía su oración mental a que se seguía la misa la cual no dejaba sino estando imposibilitado a decirla. Lo demás de el día, sacadas las horas en que daba un parco alimento y descanso al cuerpo, gastaba en ejercicios espirituales y devotos. El que frecuentaba muchas veces cada día era recorrer los diez mandamientos y en cada uno ejercitaba actos 288 Véase: Andrés MESANZA y Alberto ARIZA. Bibliografía de la Provincia dominicana de Colombia. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1981) 32. 289 Véase: Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII. Bogotá, Editorial Lerner (Historia Extensa de Colombia) (1975): Obispo de Santa Marta (322-333), Obispo de Popayán (342-344), Visitador y Presidente del Nuevo Reino de Granada (249-250). Arzobispo de Lima (Rubén VARGAS UGARTE. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos, Imprenta Santa María (1960) III, 191-225). José Nicolás DE LA ROSA. Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta. Bogotá, Biblioteca Banco Popular (1975) 109-121. Hermano JUSTO RAMÓN. “Don Melchor Liñán y Cisneros, ObispoPresidente y Arzobispo-Virrey”. En: ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA. Curso Superior de Historia de Colombia. Tomo VI (1601-1700). Bogotá, Editorial A. B. C. (Biblioteca Eduardo Santos) (1951) 199-227. Sergio Elías ORTIZ. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4: Presidentes de capa y espada (16541719). Bogotá, Academia Colombiana de Historia y Ediciones Lerner (1966) 159-168.
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intensos y fervorosos de muchas virtudes cuales eran: de dolor de sus culpas y sentimientos de las ajenas, de religión y culto en desagravio de los desacatos que cometen contra Dios los hombres; otros de agradecimiento por lo mucho que su Majestad los sufre y perdona; otros de conformidad con la voluntad divina en que se explayaba más de ordinario su fervor repitiendo muchas veces con ardientes suspiros: Hágase Señor su voluntad santísima y finalmente en otros muchos de fe, esperanza, caridad, amor de el prójimo y de todas las demás virtudes. 78. Con este santo exercicio interpolaba sus devociones que no tienen número en obsequio de los santos y de la Reina de los santos María Santísima. Procuraba también ganar cuantas indulgencias podía para aplicarlas por las ánimas de el purgatorio y encomendaba a personas [fol. 241v] con especialidad todos los días a cada uno de los bienhechores suyos y de la religión de que tenía noticia; y lo mismo con los adversarios y a cada uno de los súbditos que tuvo y a todos sus conocidos teniéndoles señalados sus particulares patronos de el cielo. A estos santos ejercicios acompañaba el de todas las virtudes religiosas; particularmente fue extremado en la observancia de los votos y reglas. Pero todos sus elogios no necesitan de más ponderación que el referir dos cosas que el mismo Padre dijo a su superior en su última enfermedad pidiéndole licencia para repetir una confesión general de toda su vida que diez años antes había hecho. La primera fue que en los 63 años que había vivido en la Compañía no hallaba haber cometido culpa grave contra la divina bondad. La segunda fue que en toda su vida no había consentido ni un leve pensamiento contra la virtud angelical de la pureza. Con razón y admirable por cierto! y más si atendemos a que tenía cumplidos 17 años cuando entró en la Compañía y que fue siempre de un natural muy apacible y alegre; pero toda su alegría era efecto de su buena conciencia y así vino a morir con suma tranquilidad y con tan raro sosiego que afirmaban los que le asistieron que mostraba menos cuidado en la partida a la eternidad de el que se suele tener para mudarse de un aposento a otro.
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79. Al año siguiente de 92, a 23 de agosto, murió en Mérida el Padre Francisco Moreno290, profeso también de cuatro votos, de más de 60 años de edad. Recién entrado en la Compañía pasó de España a esta Provincia291 [fol. 242] donde sirvió toda su vida a la religión con gran tesón en las ocupaciones que le encargaron. Resplandeció principalmente en el aprecio de su vocación y estimación de la Compañía y en la tolerancia y sufrimiento en lo mucho que padeció pretendiendo el demonio derribarle de el estado seguro que poseía. No sabemos de virtudes cosa en particular por haber faltado la carta de edificación que se estila de ordinario escribir en las muertes de los sujetos, lo cual nos acaece con casi todos los demás difuntos que nos faltan por referir en ésto más sensible en algunos sujetos estimados particularmente por su virtud y letras. Tal fue el Padre Ignacio de Osma292, profeso de cuatro votos que murió de mucha edad en el mismo colegio de Mérida a 28 de abril el año 96. 80. [En el texto vuelve a numerar el párrafo con el número 79] La misma falta de noticia tenemos de otros dos difuntos de el colegio de Cartagena. Uno es el Hermano Manuel Rodríguez293, coadjutor temporal formado que falleció el año de 95 habiendo servido la mayor parte de su vida a Dios y a la religión con buen ejemplo de vida y aplicación a los oficios
290 Francisco Moreno (Sevilla, 1632-Mérida, 23 de agosto de 1695). Ingresó el 4 de octubre de 1649 en Sevilla. Laboró en la Isla de Santo Domingo y en Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 223-224. 291 Su nombre no aparece entre los expedicionarios que surcaron el Atlántico en ninguna de las Misiones enviadas al Nuevo Reino. 292 Ignacio de Osma [Dosma] (Bogotá, 1626-Mérida, 28 de abril de 1696). Ingresó en la Compañía el 28 de mayo de 1642. Vivió en Honda, Panamá y Mérida. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 167. 293 Manuel Rodríguez (Lagos [Portugal], c. 1622-Cartagena, 1.º de enero de 1696). Ingresó en la Compañía el 14 de mayo de 1646. Vivió siempre en Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 267.
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proprios de su humilde estado. El otro fue el Padre Pedro de Ostos294, que murió a principios de el año de 96. Era coadjutor espiritual formado de edad decrépita que pasaba de 84 años. Sirvió mucho toda su vida a esta Provincia principalmente en el colegio de Cartagena y en el empleo de los morenos en que sucedió al V. P. Pedro Claver y le [fol. 242v] ejercitó por muchos años con gran loa de su caridad y abrasado celo y éste es sin duda el mayor apoyo de su virtud; mereció seguir las huellas de tan admirable apóstol. 81. En la misma ciudad murió el año de 95, a 26 de diciembre, recién llegado de España el hermano Martín Fernández295 coadjutor temporal no formado, de 27 años de edad y medio poco más después de haber hecho los votos de el bienio. En el siglo vivió como religioso y en la religión como santo. Pidió ser recibido en Madrid para venir a las Indias. Diéronle allí la ropa de la Compañía y en la escuela de perfección de aquel noviciado sobresalió siempre su virtud. En los viajes que hizo antes de los dos años cumplidos y después de hechos los votos siempre acaudaló nuevas virtudes. Ellas le merecieron el nombre de Ángel de la Misión, porque verdaderamente le parecía. Su modestia fue tan singular que nadie le vio alzar los ojos de el suelo. Y en el silencio fue extremado que los que no le conocían en el navío por su nombre le daban el de el Padre que calla mucho. En la observancia nadie le vio quebrantar regla alguna y en la mortificación y penitencia necesitó siempre de freno porque aborreciéndose con un odio santo maltrataba su cuerpo con ásperos cilicios, recias disciplinas y continuos ayunos y en procurar siempre para sí el lugar más incómodo y el mayor trabajo, lo cual no menos era efecto de su profunda humildad en que dio raros y admirables ejemplos. 82. [fol. 243] 294 Pedro de Ostos (Sevilla, c. 1608-Cartagena, 1.º de diciembre de 1695). Ingresó en la Compañía el 12 de diciembre de 1629. Desde 1659 se radicó en Cartagena. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 240. 295 Martín Fernández (Alcaladre [Logroño], 1668-Cartagena, 27 de diciembre de 1695). Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 124-125.
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En fin, en tan poco tiempo de religión, le halló Dios muy sazonado para el cielo. Aún no había un mes que desembarcó en Cartagena cuando le acometió un furioso tabardillo que en cinco días le quitó la vida. Acompañóse este mal con otro que llaman tiricia, el cual con el continuo desasosiego y congoja que causa le sirvió de penosísimo purgatorio. Pero en medio de lo mucho que padecía no salió de su boca un ay siquiera, ni los medicamentos violentos pudieron conseguir mayor triunfo de su paciencia. El rostro tuvo siempre tan alegre que por él nadie podía colegir la gravedad de los males que le atormentaban. Y el que siempre había callado cuando sano en estos días no cesaba de hacer fervorosos actos de amor dando a entender el deseo de unirse con su Dios y señor. Preguntóle el superior cuando ya estaba muy al cabo si quería irse al cielo? A lo cual llenó su corazón de espirituales júbilos que salieron al rostro [y] respondió que no deseaba otra cosa. En fin, en la frecuente repetición de fervorosos actos entregó a Dios su dichosa alma rematando su ajustada vida con la muerte preciosa de los justos. Su rostro quedó después de muerto tan alegre y risueño que bien daba a entender la felicidad (que según piadosamente creemos) gozaba ya su espíritu. Fue muy sentida su muerte pero muy envidiada de cuantos le vieron morir: envidiada por haber sido cual dijimos; sentida por la falta que sus buenas partes y mucha virtud hicieron, particularmente para la enseñanza de los niños pues nos que[fol. 243v] dó el consuelo que da el Sabio en aquellas palabras: Placita enim erat Deo anima illius, propter hoc properavit educere illam de medio iniquitatum296. 83. También murió en Cartagena a 1 de febrero de 96 el hermano Agustín de Terreros297, estudiante artista de 23 años de edad y 7 de Compañía. Era natural de Santafé y siendo colegial de nuestro Real Seminario de S. Bartolomé le llamó Dios a la religión por medio de unos ejercicios. Habíase dado tan de antemano al estudio de la perfección que en el siglo hizo voto de castidad y
296 Sabiduría 4, 14: “Pues su alma era grata al Señor, por eso se dio prisa a sacarla de en medio de la maldad”. 297 Agustín Terreros (Bogotá, 1672-Cartagena, 1.º de febrero de 1696). Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 309.
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para que la carne rebelde al espíritu no le estorbase el cumplir lo que había prometido la domaba con mucha asperezas de cilicios y diciplinas ayudándose también de la oración y examen de conciencia, de mucha frecuencia de sacramentos y otros santos ejercicios en que repartía muy bien el tiempo que le dejaba su estudio no dando lugar alguno al ocio. Con lo cual consiguió ser el ejemplo de el Colegio Seminario. Quien así vivió seglar ya se deja conocer cuál sería su vida cuando religioso. En el noviciado fue una copia viva de el B. Estanislao298 y en los estudios un vivo trasunto de S. Luis Gonzaga299. 84. Era tan dado a la penitencia que no contento con las ordinarias y extraordinarias que se permiten a los novicios importunaba al superior para que le diese más amplias licencias de mortificarse y ya que no podía conseguir todo lo que quería procuraba que la aspereza de los instrumentos y el rigor con que los crea[fol. 244] ba supliese la falta de licencia para mayores rigores. Las disciplinas de pita, alambre y cuerdas de vihuela le parecían cosa de juego y así buscó trazas para ponerlas de modo que causaban horror a los que tal vez las vieron. Ni cuidó menos de la mortificación interior de sus pasiones. En la de la ira, que fue la que más le venció en el siglo pues era tan colérico que por nada se enfurecía y reñía con cualquiera, se refrenó de modo que llegó a mudar totalmente el natural siendo tan manso después y sufrido que provocado algunas veces con palabras pesadas e injuriosas las oía con alegría y tan en sí que retornaba las gracias a los que le daban semejantes ocasiones de merecer y de mortificarse. A este estudio juntaba el de la oración, buena hermana de la penitencia, y que siendo el riego de las demás virtudes fertilizó mucho el alma pura de el hermano Agustín para que diese sazonados y abundantes frutos de buenas obras. 85. No podía dejar de ser muy sólido y hermoso el edificio de su perfección por lo bien fundamentado que iba en la humildad y menosprecio de sí mismo; 298 Jozef MAJKOWSKI y Fergus O’DONOGHUE. “Kostka, Estanislao”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III, 2219-2220. 299 Gualberto GIACHI. “Gonzaga, Luis (Luigi, Aluigi)”. En: Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II, 1779-1780.
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maravillaba a todos el ver el gusto con que se entregaba a los ejercicios más humildes de la casa de Dios como si fuera en ella esclavo y no hijo. Si en algún connovicio o condiscípulo hallaba dificultad para alguno de estos ministerios acudía luego al superior pidiendo se le encargase a él y alegando con gracia [que] tenía especial talento para aquellas cosas y que por ser muy conformes a su genio los [fol. 244v] apetecía y no le eran de mortificación alguna. Procuraba vestirse de lo que desechaban otros y no había para el santo Agustín día más alegre que aquel que empeoraba de vestido. Esta humildad, juntamente con el aprecio grande de su vocación, manifestó mucho más después de haber hecho los votos simples a los cuales añadió (siendo hermano estudiante y de buena capacidad) otro, en que se obligó a que si por sus culpas le quisiesen despedir de la Compañía pediría a los superiores con instancias le dejasen en ella para hermano coadjutor; y en caso que ésto le negasen pediría la sotana de donado; y si ni aún ésto pudiese conseguir se quedaría a servir en la cocina en traje de seglar. Raro voto por cierto! y que muestra bien el amor que este buen hermano había cobrado de la casa de Dios, de la cual por ningún caso quería salir habiendo entrado en ella a pesar de sus parientes que lo procuraron estorbar por todos los medios posibles. Y ahora hacía de ellos tan poco caso que siendo de la primera calidad y de preeminentes cargos en esta república no dudaba a su vista vestir la sotana de hermano donado, o servir de mozo de cocina sin traje de religioso. 86. En el mismo espíritu de humildad se conservó toda su vida y mientras le duró la salud siempre se ejercitó en los oficios más humildes tan olvidado de sus buenas prendas que parecía inclinarse de el todo al estado de hermano coadjutor. Si bien por ésto no faltó a la aplicación a su estudio con la cual acabó [fol. 245] la Filosofía con créditos de buen estudiante. Estas virtudes eran compañeras de una tiernísima devoción al santísimo Sacramento que procuraba recibir con singular disposición todas las veces que le daban licencia los superiores y con ella se obligó también con voto a comulgar todos los jueves de el año. A María Santísima amaba como a madre y en su culto se esmeraba cuanto le 680.
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era posible. Ayunaba los sábados en reverencia de esta Señora y las vísperas y días de sus festividades celebraba añadiendo más penitencias, más oración y otros ejercicios de virtud particulares en estos días. En la obediencia fue también extremado: solíanle preguntar algunas veces en casos arduos y difíciles qué salida daría a ellos? A que respondía: hacer lo que el superior ordenare. En sus achaques que fueron muchos le dijeron algunas personas que para qué usaba de ciertas medicinas que experimentaba dañosas? A lo cual respondió: Ya lo conozco pero el médico y el superior lo mandan y por eso sólamente las uso. 87. Estos achaques se le aumentaron de suerte que le dieron materia continua de merecer mucho. Mostró siempre en ellos una total resignación en las manos de Dios y una invicta paciencia no quejándose jamás de sus dolores, ni de las faltas que los enfermeros tal vez hacían en su asistencia, ni de otra ninguna cosa. Conocieron en fin los superiores que el temple frío de Santa Fe le era muy nocivo y con consulta de los médicos le enviaron a temples cálidos hasta mandarle bajar [fol. 245v] a Cartagena. En este viaje y en el corto tiempo que vivió en aquella ciudad le trató y confesó un Padre muy espiritual, el cual después de la muerte de el hermano escribió había reconocido en el interior de un ángel, o de un beato Luis Gonzaga, teniendo gran cuidado de no ensuciar su alma ni aun con un pecado venial advertido; y añade el mismo Padre: “era humilde de corazón y muchas veces me dijo (siendo de tan buen entendimiento) que de buena gana dejaría los estudios y serviría a la Compañía en el estado de coadjutor espiritual. En todo el viaje nunca le vi impaciente siendo tantas las ocasiones de enfado que en él se ofrecen; antes noté que estando siempre de un mismo temple no sólo se conformaba en todo con la divina voluntad sino que mostraba particular gozo y alegría en las ocasiones en que se ofrecía algo más que padecer de lo ordinario. Nunca de su boca salió palabra de murmuración pero sí continuas alabanzas de todos, que precisamente habla bien el que nunca sabe hablar mal. Y concluye el mismo Padre: confeséle cuatro meses y también para morir y avisándole que se confesase para morir pues estaba muy enfermo me respondió que siempre se había confesado así y que no tenía que hacer más en esta última confesión que en las demás”. Tanta era la 681.
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quietud de su conciencia en aquel tremendo lance y el cuidado con que vivió toda su vida! 88. [fol. 246] Habiendo concluído con los difuntos de el colegio de Cartagena pasaremos a los de Mompox que en estos cinco años han sido cuatro. De los tres no tenemos noticia especial por la causa arriba dicha. Éstos son el Padre Tomás de Mansilla300, coadjutor espiritual formado, hombre de buen talento de gobierno y de púlpito. Fue Rector de el colegio de Honda y adelantó mucho aquella casa en todo. Después nombrado Rector de el colegio de Mompox [y] bajando el río grande de la Magdalena murió en su navegación en un sitio que llaman Morales, dos días de viaje antes de Mompox, donde se llevó su cuerpo y se le dio sepultura. Murió el día 6 de julio de el año de 96. El mismo año falleció en la misma villa, a 11 de diciembre, el Padre José Ramírez301, mozo de poca edad pero esa muy trabajada con continuos achaques y enfermedades que le obligaron a dejar los estudios. Su principal empleo fue sufrir la molestia de sus males aunque no dejó de servir lo que pudo a la Provincia aplicado a los ministerios de la Compañía y en la procuraduría de aquel colegio. El tercero que murió en él fue el Padre Antonio de Ayala302, profeso de cuatro votos; fue su muerte el día 3 de abril de 98. 89. El cuarto sujeto que murió en el colegio de Mompox, a 23 de enero de el año de 96, fue el Padre Pedro Barla303 estudiante teólogo de segundo año, de 300 Tomás de Mansilla (Tunja, c. 1651-Río Magdalena, 6 de julio de 1696). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de junio de 1668. Laboró en el colegio de Mérida y Bogotá y rector del colegio de Honda. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello y Pontificia Universidad Javeriana (2007) 313. 301 José Ramírez del Rincón (Pamplona, c. 1663-Mompox, 14 de diciembre de 1696). Ingresó en la Compañía el 15 de julio de 1680. Profesor de gramática en Mompox. 302 Antonio Ayala (Popayán, c. 1640-Mompox, 3 de abril de 1698). Ingresó en la Compañía de Jesús el 23 de julio de 1664. Laboró en Cartagena y Mompox. Véase: José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767, 65-66. 303 Pedro Barla (Finale [Italia], c. 1668-Mompox, 23 de enero de 1696). Ingresó en la Compañía de Jesús en Roma. Atravesó el Atlántico en la expedición del 17 de junio de 1695.
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28 de edad, habiendo vivido los ocho en la Compañía. Nació en el Final de padres muy [fol. 246v] illustres. Llamóle Dios a la religión estudiando en Roma donde tuvo su noviciado y la mayor parte de sus estudios procediendo con tal ejemplo de virtud y ventajas en las letras que siendo aún artista le señalaron los superiores por prefecto de el Colegio Romano, ocupación que lo suele ser de los teólogos más sobresalientes de nuestros estudios. Pretendió pasar a las Indias movido de verdadero celo. Tuvo mucho que vencer porque eran muchos los que lo estimaban y querían pero al fin lo venció todo. Y acabada la Filosofía partió de Italia para Sevilla donde con deseo de cuidar desde luego a los prójimos se ordenó de sacerdote el septiembre de 91, y al año siguiente se embarcó con la misión de que hablamos, en el Cap. 1 paragráfo 2. Siguió el viaje hasta Mompox donde vino a morir de un tabardillo que al catorceno le quitó la vida de el cuerpo para que empezase la eterna dicha de su alma. Tal esperanza nos dejaron sus muchas y heróicas virtudes. 90. Hablando de ellas en general podemos decir sin encarecimiento que no le faltó ninguna de las que se desean en un jesuita. Ésto se hace muy creíble con lo que afirman unánimes cuantos le conocieron y es que nunca le vieron quebrantar la más mínima de tantas y tan menudas reglas como son las de la Compañía. De las mismas virtudes en particular pudiéramos decir mucho: si su humildad no hubiera sido tan recatada que nos privó de [fol. 247] grandes ejemplos porque todo su estudio era ocultar lo bueno que [en] él había. Solía decir un Padre con quien comunicaba en Sevilla y Cádiz las cosas de su alma con la sinceridad de un novicio: Si yo pudiera hablar de el padre Pedro Barla dejara llenos de admiración a cuantos me oyeran. No dejemos con todo de decir algunos ejemplos de virtudes en particular que le observaron sus compañeros de misión. 91. Era en la humildad extremado la cual mostraba en querer servir a todos y en no dejarse servir de ninguno. En el viaje de el río es costumbre asentada servirse, aun el más desdichado pasajero, de un indio que le saque la cama de la canoa, la arme y componga. Pero el Padre nunca quiso valerse de este indulto antes bien acudía a componer las camas de otros como si fuera esclavo de 683.
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la misión y lo que es más servía y ayudaba a los mismos indios y a los esclavos. Aún más humildad mostraba dejándose corregir de sus iguales, y otras veces de los inferiores, oyendo sin culpa suya de la boca de éstos palabras pesadas y ásperas reprensiones a que con el bonete en la mano respondía agradeciendo el que le advirtiesen las faltas que no conocía. Era de conciencia muy delicada y escrupulosa pero su humildad le hacía tan dócil que con cualquiera palabra quedaba sosegado y en mandándole su confesor que dejase este o aquel escrúpulo obedecía pronto sin atreverse a otra cosa. Sucedía a las veces no encontrar a su confesor y entonces consultaba su es[fol. 247v] crúpulo con cualquiera hermano estudiante o coadjutor que encontrase porque el bajo concepto que de si tenía le hacía creer que cualquiera podía ser su maestro, ayo y guía en las cosas del espíritu. 92. La oración y penitencia fueron las dos alas con que voló esta cándida paloma a lo más sublime de la perfección cristiana. No contento con la oración de por la mañana se levantaba a deshoras de la noche a gastar buena parte de ella en tan santo ejercicio a que le ayudaba mucho la penitencia de dormir vestido sin desnudarse jamás y ésto en medio de los calores de Sevilla y Cádiz en el rigor de el verano y en las navegaciones de el océano y del río grande de la Magdalena, sin que las plagas de molestísimos animalejos que en todas estas partes se experimentan y que en el Padre, por lo dicho, era preciso fuesen mucho mayores le obligasen a aflojar un punto en el tesón de tan extraordinaria penitencia, la cual ya que no podía encubrir a sus compañeros pretendía disimular con decir que no le era ésto de molestia a su cuerpo habituado a dormir y descansar de aquel modo. Su descanso era la oración continua y fervorosa y así se sabía que en no encontrándole estudiando en su aposento le habían de hallar meditando en las tribunas. Parte de su oración era la devoción en que gastaba también muchas horas. Tenía a la cabecera de su cama un largo catálogo de los santos sus patronos y devotos a quienes pagaba indefectiblemen[fol. 248] te todos los días el tributo de varias oraciones. 93. Entre todas sobresalía mucho la devoción que tuvo el santísimo Sacramento y a la Reina de los ángeles. Visitaba todos los días muchas veces sus altares, 684.
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ayunaba los sábados y otros días entre año en reverencia de María Santísima y procuraba que no se le pasase día sin ofrecer a su Señora algún particular obsequio. Para decir misa, además de reconciliarse siempre, se disponía con mucho fervor y en el navío, pareciéndole que no había el sosiego y quietud que su devoción pedía, se abstuvo de celebrar pero no de comulgar todos los días que no lo impidió algún accidente. En los colegios escogió siempre la misa última para tener más tiempo de prepararse y aún más ocasión de mortificarse. Abstúvose para ésto de el uso de el chocolate y de el vino en que anduvo tan constante que por ningún caso le pudieron reducir, ni una sola vez, a quebrantar su propósito y ésto aunque se reconocía que no eran muy conformes a su salud estas abstinencias. 94. Pero donde más sobresalió su mortificación y sufrimiento fue en las navegaciones de el océano y de el Río grande [de la Magdalena]. En ellas negoció siempre el lugar más penoso y desacomodado y siendo las molestias inexcusables de estos viajes tales que aun el más sufrido las siente y procura el alivio que se puede; el estudio de el Padre Borla era siempre añadirse más y más incomodidad y pena, sin que jamás saliese de su boca una sola palabra en [fol. 248v] que diese a entender algo de lo mucho que padecía. En el navío por el gran calor y mal lugar en que traía su catre se le pasaban muchas noches sin pegar los ojos. Pedíanle otros compasivos mudase la cama ofreciéndole sus lugares, o que a lo menos entre día descansase un rato en parte menos incómoda; pero nunca se pudo recabar esto de él que juzgaba que para sí había de ser siempre lo peor y más trabajoso. En su última enfermedad fueron aún más frecuentes estos ejemplos. Molestábale entre otras penalidades un vehemente dolor de estómago pero ni de ésto, ni de lo demás se hubiera tenido noticia si el médico no le preguntara y él para informarle entonces respondía a los demás con un rostro siempre alegre, no daba más respuesta que el decir: Bien me va a Dios gracias. Tenía totalmente postradas las ganas de el comer pero en diciéndole el enfermero o un mozo pretendiente que le asistía que comiese, luego al punto se vencía todo lo posible. Finalmente este cuidado (que por tan singular no pudo ocultar a sus compañeros) de buscar en todas las cosas su mayor mortificación hizo manifiesto lo que tal vez dijo un con-
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fesor suyo y fue: que llevaba Dios al Padre Pedro Borla por un camino de extraordinaria penitencia. 95. Parte fue también de su mortificación su aplicación a las letras virtud tan esencial en un estudiante de la Compañía. Sólo lo muy preciso le sacaba de su aposento y en él no había más [fol. 249] empleo que Dios y los libros y aun podemos decir que Dios solo, pues todo el motivo de su estudio era agradar a Dios y hacer su voluntad en hacerse apto ministro para salvar las almas. Ésto le hacía no reparar en las quiebras de su salud y le obligaba a romper con cualquiera estorbo que se le propusiese recogiéndose en sí mismo cuando le faltaba otra comodidad para el estudio como lo practicó en el navío y en la canoa, donde halló modo para darse a sus libros y papeles tanto como pudieran otros en el sosiego y quietud de los colegios. 96. Vióse bien lo acendrado de su motivo en esta tan grande aplicación pues luego que se ordenó en Sevilla dejó los demás libros y se aplicó al moral de suerte que ayudado de su buen entendimiento y comprension se halló apto en pocos días para el examen de confesor y, conseguida la licencia, se dio con tal fervor a este santo ministerio que sus ordinarios asuetos y paseos eran las cárceles y hospitales donde además de servir a los enfermos en los oficios más bajos y humildes les hacía frecuentes exhortaciones a la confesión, cogiendo luego el fruto de su trabajo que quiso Dios viese bien logrado dándole en Cartagena el triunfo de un pertinaz hereje a quien redujo y reconcilió con la iglesia y otros no menos gloriosos de pecadores obstinados igualmente y protervos. 97. Sucedióle una cosa que se notó por más que casual, y aun por rara, y fue que [fol. 249v] luego que llegó a España se aplicó a aprender la lengua castellana en la cual alcanzó en muy pocos días más tarde noticia para entender y dar a entender lo que quería decir; pero de aquí no pasó por más que trabajó en año y medio que prosiguió en el mismo estudio, quedándose solamente con aquella noticia que para confesar era bastante y había adquirido en tan poco tiempo. En Cádiz halló un número muy grande de finaleses pobres tan necesitados de buscar el mantenimiento de el cuerpo como olvidados de el alimento de el alma. A éstos procuró reducir a que se confesasen y con sus palabras llenas 686.
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de dulzura y amor no quedó ninguno que no le diese gusto en este particular. Y fue esta obra tan singular y trabajó tanto en ella que en Cádiz aunque él no comunicaba a nadie le conocían todos por el nombre de Padre de los Finaleses. En el navío además de este cuidado se aplicó a desterrar el pernicioso entretenimiento de leer comedias y otros libros tales para lo cual venía prevenido de libritos espirituales y devotos y con una santa libertad, a nadie ofensiva, quitaba los libros malos dando en trueque los buenos, quedando tan contentos los que parecía podían quedar quejosos que procuraban entre sus amigos saber quién tenía libros de comedias para irlos a trocar al Padre por los suyos a los cuales esta circunstancia daba mucha recomendación porque los apreciaban por reliquias de un santo. 98. Fue en la caridad [fol. 250] con todos muy ardiente. Bastaba saber que alguno gustaba de alguna alhaja de su uso para deshacerse de ella al punto dándola al que la deseaba. Y si tenía noticia que alguno buscaba o pretendía prenda que él no tuviese, al punto, aunque no se valiesen de él, hacía cuantas diligencias le eran posibles y conseguida la entregaba a quien deseaba tenerla, quedando él más gustoso por haberla dado que el otro por haberla recibido. Era tan puro y tan modesto que sólo el verle componía; no alzaba jamás los ojos de el suelo y como sus palabras eran tan pocas, pudo conseguir el que todas fuesen buenas, decentes y castas. Ni fueron menos admirables su pobreza y su obediencia. Fuera de algunas alhajas y libritos de devoción y sus papeles no tenía otra cosa y eso había de ser con muchas licencias; y para dar una estampa de papel no se contentaba con pedir una sola vez el beneplácito de su superior. En todo lo demás no salía un punto de lo que le ordenaban sus superiores y confesores. Y aun a los demás se sujetaba queriendo obedecer a todos el que en todos reconocía la imagen de Cristo Nuestro Señor. 99. Finalmente, estas virtudes y esta vida le merecieron una felicísima muerte. Y se tuvo creído entre todos los compañeros que Dios le anticipó aquella noticia que se reserva comúnmente a todos. Antes que se reconociese la gravedad de su mal rogó a un Padre italiano que en la primera ocasión diese cuenta de su muerte a su maestro de novicios que estaba en Roma y
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[fol. 250v] dicídole al Padre que de adonde sabía que había de morir, entonces le respondió: No dude V. R. que moriré de esta enfermedad. Otras veces aseguró lo mismo lo cual causó notable admiración en un hombre tan recatado en sus cosas. Pero no menos daba que admirar el que tratando de su muerte hablase tan sin susto, ni muestra de algún cuidado antes decía que no le podía suceder cosa más de su gusto que morir entonces. Cumplióle Dios sus deseos llevándole para sí como esperamos y nos lo promete tan religiosa vida. A venerar su cadáver se movieron los que no le conocían acudiendo a su entierro toda la villa de Monpox. El fundador de nuestro colegio pidió con instancia que enterrasen el cuerpo del Padre Pedro Borla en su propio sepulcro como se hizo, honrando Dios después de muerto a este virtuoso mancebo que tanto le sirvió y procuró que todos sirvieren a su Majestad mientras le duró la vida. 100. Éstas son las virtudes de los sujetos que han muerto en esta Provincia en el tiempo que comprende esta anua, y éstas son también las noticias que han parecido más dignas de escribir a Vuestra Paternidad, a cuya consideración propone solamente dos cosas esta Provincia. La primera: que como esta carta manifiesta bien florece, a Dios gracias, en ella la observancia religiosa y una aplicación singular a los ministerios de la Compañía. La segunda: que cotejados los sujetos que vinieron de Europa el año de 95 con los difuntos de estos cinco años se hallará el [fol. 251] número igual, pues 20 sujetos tocaron a esta Provincia de la misión más numerosa que ha venido a ella y 20 son también los difuntos de que habemos hecho mención en el capítulo último. Y hecho el mismo cotejo entre los recibidos y los expulsos se halla casi la misma igualdad, pues, los recibos de estos cinco años no han pasado de 23 y los expulsos llegan a 19. Por donde se puede ver el poco o ningún aumento que de sujetos ha tenido esta Provinia en tanto tiempo. Y habiendo siempre padecídose en ella tanto trabajo por esta falta y mucha sobra de ministerios, ahora que ha habido en éstos tanto aumento, principalmente, en las misiones de gentiles y que en breve se espera licencia de su Majestad para fundar colegio en Ocaña304 (nueva puerta 304 El 10 de abril de 1671 el hidalgo ocañero Bartolomé Lázaro de Corcuera dejaba como heredera universal
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para otras no menos gloriosas misiones) bien se conoce la necesidad en que queda esta Provincia de que Vuestra Paternidad la mire como Padre de todos sus hijos y nos envíe compañeros que nos ayuden a recoger la mies que se pierde no por falta de sazón sino por falta de operarios que la recojan. Santa Fe. Y diciembre 30 de 1698. Juan Martínez Rubio Andrés de la Barrera Pedro de Mercado Sebastián de Yepes Francisco Daza •
de todos sus bienes a la Compañía de Jesús con la condición de que fundara un colegio en Ocaña. Sin embargo una serie de conflictos hicieron imposible esta noble decisión. Para todo el proceso, véase: Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II, 33-46.
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Paupertas ſapiens.
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
SAPIENTIA ÆDIFICAVIT SIBI DOMvM
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