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Julio Garavito, un sabio NO TAN CONOCIDO Carlos Julio Cuartas Chacรณn Versiรณn completa del texto publicado en Hoy en la Javeriana No. 1.355 de marzo de 2020


Se cumplen cien años de la desaparición del ingeniero colombiano, eminente astrónomo y matemático, Julio Garavito, quien hizo su bachillerato en el Colegio de San Bartolomé. Cuando en nuestro país hablamos de un sabio, pensamos en Caldas o en Mutis, esos dos hombres que encontramos en los libros de historia de Colombia y quedaron asociados al desarrollo de la investigación científica en las décadas previas a la Independencia. No pasa lo mismo con Garavito, don Julio, quien fue reconocido como tal por sus contemporáneos. Cien años después de su muerte, el nombre de Julio Garavito sigue siendo poco conocido entre nosotros. Tal vez, muchos llegaron a identificarlo solamente como el personaje del billete de 20 mil pesos, de color azul, que circuló desde 1996; y que en los últimos años ha empezado a desaparecer de cajeros y billeteras debido a que, en las nuevas emisiones de esa denominación, la imagen que aparece, en tonos naranja, es la de uno de los políticos más destacados del siglo XX. Cabe recordar que este homenaje nacional a Garavito siguió a otro, ese sí imperecedero, tributado por la Unión Astronómica Internacional, que en 1970 decidió bautizar un cráter de la Luna con su nombre. Es así como lo encontramos en el índice onomástico de los accidentes del satélite, no lejos de Gagarin, Galileo, Gauss, Gay-Lussac, Goddard y Gutenberg, por citar unos pocos. Por supuesto, Garavito había merecido una ley de honores expedida apenas unos meses antes de su muerte, -tenía 55 años de edad, el 11 de marzo de 1920-, un hecho extraordinario que nos habla del reconocimiento que tenía el ilustre Ingeniero de la Universidad Nacional de Colombia, que había sido profesor en su Alma Mater y, por 27 años, director del Observatorio Astronómico de Bogotá. Además, su imagen había aparecido en una emisión postal de 1949. Ahora bien, gracias a la Orden al Mérito Julio Garavito, creada por ley de la República de 1963, entre sus colegas el nombre del Sabio resulta familiar, así no se sepa mucho sobre su vida y su obra. Esta condecoración, el mayor honor que puede conceder el Gobierno Nacional a un ingeniero colombiano o a una institución relacionada con esta profesión, se entrega anualmente en sesión solemne de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, corporación a la que perteneció Garavito, siendo su Presidente y también Director de Anales de Ingeniería. Un siglo después de la desaparición de don Julio, es oportuno repasar las palabras que pronunció en 1943, con motivo de la inauguración de su bronce en la Sociedad Colombiana de Ingenieros, el profesor Julio Carrizosa Valenzuela, Hoy en la Javeriana No. 1355 (marzo de 2020) C.J. Cuartas Chacón

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entonces rector de la Universidad Nacional de Colombia, años después Ministro de Educación y en 1958-1959 Decano de Estudios de la Facultad de Ingeniería Civil en nuestra Universidad. Advirtió entonces el Profesor Carrizosa que “la memoria de Garavito se ha mantenido viva entre sus discípulos y hombres de ciencia, porque el sabio matemático fue antes que todo un maestro, un profesor universitario, no solamente preocupado por la investigación en el vasto campo de sus actividades, sino interesado perennemente por la difusión de los resultados de estas investigaciones al través de sus cátedras sobre análisis, mecánica racional y astronomía, a las cuales vinculó toda su vida”. Líneas adelante, destacó que “Garavito fue un sabio en el más amplio y noble sentido de la palabra. Un investigador desinteresado de la ciencia. El mismo que pronunció aquellas palabras dignas de figurar en el mismo bronce de su estatua: ‘Quién sólo busca honores no encuentra la verdad’”. Así fue. En carta del 21 de diciembre de 1919, pocos meses antes de su muerte, Garavito hacía notar cómo “la misión más dificultosa que toca a los obreros de la ciencia es precisamente la de purgarla de los errores introducidos por aquellos que han buscado un renombre en ella mediante hipótesis alambicadas y falsas teorías: esto sin contar con que la ambición es una de las causas que impiden que los hombres sean amigos entre sí”. Sus palabras habían surgido como respuesta a la iniciativa de la Ley de Honores que por esos días se tramitaba en el Congreso de la República. En el discurso citado, recordó Carrizosa Valenzuela, -él tuvo el privilegio de inventariar los trabajos de Garavito, luego de su muerte-, cómo se hallaban “dispersos en multitud de manuscritos recogidos ya sea en cuadernos, o ya en hojas sueltas… Su letra y su estilo, aún en aquellos borradores, eran de claridad extraordinaria”. Su conclusión fue que “Garavito era un repentista, si es que así puede llamarse un matemático que acomete la resolución de los problemas en la forma espontánea como él lo hacía. Es así como no pocos de sus trabajos comienzan en algún papel que por su aspecto parece haber sido recogido al azar fuera de casa. Recuerdo haber visto, -nos dice Carrizosa Valenzuela-, un estudio sobre el péndulo cónico, escrito en gran parte por detrás de un programa de teatro”. La obra de Garavito, que fue también Concejal de Bogotá, abarcó diversas áreas del conocimiento: las Matemáticas, la Astronomía, la Física y también la Economía. Dijo Carrizosa Valenzuela que “Garavito fue también un filósofo”; y lo explica así: “todos sus escritos están penetrados de la preocupación filosófica, la que parecía siempre consecuencia natural de sus trabajos analíticos, y en Hoy en la Javeriana No. 1355 (marzo de 2020) C.J. Cuartas Chacón

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concordancia con la sentencia conocida de Fourier, de que el estudio profundo de la naturaleza es la fuente más fecunda de los descubrimientos matemáticos”. A Jorge Álvarez Lleras, su alumno y biógrafo, bartolino como su maestro, quien, además, lo sucedió en la dirección del Observatorio; lo mismo que a Jorge Arias de Greiff, también director de esa célebre institución, se deben sendos trabajos sobre la producción intelectual y científica de Garavito. Cabe recordar que fue el Sabio uno de los principales artífices de la Oficina de Longitudes, creada en 1902 con el fin de perfeccionar la carta general de la República; su dirección científica estuvo a cargo del Observatorio Astronómico Nacional. Miembro fundador de la Sociedad Geográfica de Colombia, Garavito fue su primer presidente en 1903. También cabe recordar que a él se debe la organización en 1916 del Sistema Meteorológico Nacional. Además del trabajo “Formulas definitivas para el movimiento de la Luna”, que implicaba la elaboración de las famosas tablas para calcular la posición del satélite, -a juicio de Arias de Greiff, “el más importante trabajo que emprendiera Garavito y que apenas quedó iniciado”-; se debe destacar su discusión acerca de la teoría de la relatividad, “el problema más importante de la ciencia de esos días”, que enfrentaba a los astrónomos y los físicos, debate que estuvo afectado, en no poca cuantía, por factores ideológicos. Áhora bien, hay un escrito de Garavito especialmente importante, titulado “¿Bancarrota de la ciencia?”. Álvarez Lleras, que lo consideró como el “testamento científico” del Sabio, lo describió de la siguiente forma: “consta de dos partes: en la primera hace la crítica de los puntos obscuros que presenta hoy día la ciencia y que son 1º Legitimidad de las Geometrías planas no euclídeas; 2º Teoría ondulatoria de la aberración de la luz fundada en el arrastre parcial del éter; 3º Interpretación de Kauffmann de los fenómenos que presentan los rayos catódicos en el tubo de Crookes, y 4º Movimiento bruniano [browninano]. En la segunda parte del estudio mencionado se demuestra la caducidad de las Geometrías planas no euclídeas”. Como puede verse, Julio Garavito Armero realizó en su corta vida, -murió a los 55 años de edad-, una meritoria obra en diversos ámbitos del ejercicio de su profesión, de la investigación científica y la reflexión sociopolítica. No sin fundamento, Álvarez Lleras cerró su ensayo biográfico, publicado en versión revisada en 1938, con las siguientes palabras: “Con entera verdad nosotros sus contemporáneos podemos pensar en él como pensaron de Franklin quienes supieron amar en esa época la sana filosofía, la rectitud de criterio, la generosidad de corazón y la verdad de la ciencia”. Hoy en la Javeriana No. 1355 (marzo de 2020) C.J. Cuartas Chacón

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