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Portada de la Revista Time, Abril 23 de 1973.

“No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”

Busto del Edificio 94 llamado Pedro Arrupe, S.J. en honor al General de la Compañía

Boletín 011 Febrero 2012

Lejos de su misión y decisiones como Padre General de la Compañía de Jesús, controvertidas según algunos y memorables según muchos otros, el Padre Pedro Arrupe, S.J. fue un Un hombre de Dios, conocido por muchos a quienes abrió las puertas de su corazón y a quienes dejó entrever lo más profundo de su alma y su inagotable espíritu. Probablemente su inclinación al servicio a la humanidad comenzó durante sus estudios de medicina en la Facultad San Carlos de Madrid, allá en los albores de los años 30 del siglo pasado. Ésta se convertiría en su vocación al constatar por sí mismo varias curaciones milagrosas en Lourdes: Sentí a Dios tan cerca en sus milagros, que me arrastró tras sí, afirmaría años después con la firmeza propia de un hombre de fe. Después de su ordenación comenzaría su peregrinaje por el mundo, que lo llevaría a través de múltiples escenarios convirtiéndolo en un hombre ejemplar y un hito para la Compañía de Jesús. No fueron solo sus palabras impregnadas de sabiduría las que hicieron del Padre Arrupe un jesuita modelo y el General de la Compañía, sino también la fuerza de su espíritu incansable y su entrega al servicio de la comunidad. Desde su temprana labor con inmigrantes latinoamericanos y españoles en Estados Unidos de América sus obras hablaron por sí mismas. Y lo hicieron una y otra vez, como la mañana de aquel funesto 6 de agosto de 1946 cuando desde el noviciado de Nagatsuka, en la periferia de Hiroshima, fue testigo de la explosión de la primera bomba atómica lanzada por la humanidad.

Ante tal catástrofe no solo acudió a ayudar a los heridos a pesar de las terribles circunstancias, sino que también organizó él mismo, con los pocos recursos a su disposición, un hospital de emergencia en el noviciado donde atendió las víctimas. ¡Vayan a donde Dios los guíe y traigan comida: traigan todo lo que encuentren! ordenó el Padre Arrupe con vehemencia a los jesuitas de la casa. Con una ciudad destruida y más de 120.000 heridos un sacerdote no puede desaparecer para salvar su propia vida, escribiría posteriormente en su obra “Yo viví la Bomba Atómica”. Su ayuda fue decisiva, al punto que de las cerca de 200 personas que Arrupe atendió en el noviciado, solo dos fueron víctimas mortales. Testimonios de vida como este hacen que el Archivo Histórico Javeriano haga un alto en el camino y recuerde la memoria del Padre Pedro Arrupe, S.J. de quien se conmemora el vigésimo primer aniversario de su muerte este 5 de febrero. Su obra al igual que la de los grandes hombres trascendió su propia vida a través de los tiempos. Al recordarlo continuamos con su labor y preservamos su espíritu entre nosotros. Por eso con palabras del mismo Arrupe decimos con tesón una vez mas,

¡Por el presente amén y por el futuro Aleluya!

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J.- Carrera 7 No. 40 - 62. Ed. 94 Pedro Arrupe S.J. Piso 1 -Tel: 3208320 Ext: 5955 – 5959 Fax: 5956 - Bogotá D.C. - Colombia


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