Orientaciones Universitarias 57

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Orientaciones
QUÉ UNIVERSIDAD PARA QUÉ PAÍS
Universitarias Orientaciones Universitarias 5 7

Orientaciones Universitarias

QUÉ UNIVERSIDAD PARA QUÉ PAÍS

Bogotá 5 7

Bogotá

Orientaciones Universitarias

Publicación periódica de la Rectoría de la Pontificia Universidad Javeriana

www.javeriana.edu.co/archivo-historico/orientaciones

Nº 57

QUÉ UNIVERSIDAD - PARA QUÉ PAÍS

Director Luis Fernando Múnera Congote, s.J. Rector Pontificia Universidad Javeriana

Compilación y Jairo HuMberto CiFuentes Madrid

Coordinación editorial Secretario General

CarLos JuLio Cuartas CHaCón

Asesor del Secretario General

Preprensa e impresión

Bogotá, D.C., agosto de 2023

Presentación Luis Fernando Múnera, S.J. 7 Rector de la Universidad DOCUMENTOS DEL CONVERSATORIO QUÉ UNIVERSIDAD – PARA QUÉ PAÍS “Espacios para el espíritu” Hermann Rodríguez, S.J. 11 “Una universidad que escucha a una sociedad que anhela” Ángela Calvo de Saavedra 15 Comentarios a la ponencia “Una universidad que escucha a una sociedad que anhela” María Adelaida Farah Q. 27 Comentarios a la ponencia “Una universidad que escucha a una sociedad que anhela” Luis Felipe Gómez, S.J. 31 “Universidad que escucha, piensa… y ¡responde!” Luis Fernando Múnera, S.J. 37
CONTENIDO
ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 57 6 DOCUMENTOS DE REFERENCIA Discurso a los participantes en el Congreso de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe -OducalPapa Francisco 43 Discurso en el encuentro con el mundo universitario y de la cultura – Viaje Apostólico a Hungría Papa Francisco 47 “Qué espera la Iglesia de las Universidades Católicas” Cardenal José Tolentino de Mendonça 53 “Discerniendo el presente para preparar el futuro de la Educación Universitaria de la Compañía de Jesús” Arturo Sosa, S.J. 61

PRESENTACIÓN

En la colección Orientaciones Universitarias, iniciada en 1989, la Javeriana ha compilado una serie valiosa de documentos que sirven, no solo para repasar lo que ha sido el pensamiento sobre temas relevantes en el mundo de la Educación Superior, especialmente con referencia a las instituciones católicas y jesuíticas, sino también para ilustrar en todo momento la reflexión que en forma individual y comunitaria alimenta la cotidianidad de nuestro quehacer.

En esta nueva edición, la primera del periodo rectoral que comenzó el 13 de marzo del presente año, quisimos recoger los textos que fueron preparados para el Conversatorio “Qué Universidad - Para qué país”, que tuvo lugar en Bogotá el pasado 22 de junio, en el Centro Javeriano de Formación Deportiva, convocado con motivo de la visita a Colombia del P. Arturo Sosa, S.J., Prepósito General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de nuestra Universidad.

El evento fue concebido como uno de los “Espacios para el espíritu”, programa que viene desarrollándose desde 2021 bajo el liderazgo del P. Hermann Rodríguez, S.J., Provincial en Colombia y Vice-Gran Canciller de la Universidad, quien fue el encargado de abrir el conversatorio. Luego de su intervención, tuvo lugar la exposición central, encomendada a la Profesora Ángela Calvo de Saavedra, trabajo titulado “Una universidad que escucha a una sociedad que anhela”, en el cual nos hizo un llamado urgente a ‘la escucha’ como punto de partida para el estudio y análisis de la universidad en su vida y en sus relaciones con la sociedad. A esta ponencia magistral siguieron los comentarios realizados por dos invitados, la Vicerrectora de Extensión y Relaciones Interinstitucionales de la Sede Central de la Javeriana, Doctora María Adelaida Farah, y el Rector de nuestra Seccional en Cali, el P. Luis Felipe Gómez, S.J.

Concluido este ejercicio, realizado bajo la moderación del doctor Jairo Cifuentes, Secretario General de la Universidad, el Padre General dirigió unas palabras a la audiencia, haciendo énfasis en algunos de los temas tratados por los tres expositores. Cabe destacar cómo subrayó la importancia que tiene también para la Universidad el “detenerse a pensar”. El texto correspondiente aparece publicado en la primera parte de esta edición de Orientaciones Universitarias.

En un segundo apartado, decidimos reproducir cuatro importantes documentos de referencia, algunos de ellos citados en el conversatorio. Los dos primeros corresponden a discursos recientes del Papa Francisco: el pronunciado en la Sala Clementina el pasado 4 de mayo, con ocasión del Congreso de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe, ODUCAL, y el que dirigió en su encuentro con el mundo universitario y de la cultura, durante el viaje apostólico que realizó a Hungría en abril de este año.

A continuación, el lector encontrará el discurso del 16 de enero de 2023 del Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, Santa Sede, que fue transmitido virtualmente a los miembros de la Federación Internacional de Universidades CatólicasFIUC, el cual ha tenido gran despliegue mediático; lo mismo sucedió con la intervención en Boston del Padre General durante la Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas. Con estos dos últimos textos se cierra este nuevo número de Orientaciones Universitarias.

Como tuve oportunidad de manifestarlo en el conversatorio y también en otros escenarios, dedicar tiempo a meditar las preguntas ‘Qué Universidad’ debemos tener en mente para orientar el curso de nuestro desarrollo y ‘Para qué país’, ese que debemos ayudar a construir desde la realidad actual, –dos cuestiones que están íntimamente entrelazadas–, constituye un ejercicio de gran trascendencia para la vida institucional, que frente a un mundo cambiante, debe hacerse una y otra vez.

Esperamos que la lectura de estas páginas contribuya a la formación de los miembros de nuestra Comunidad Educativa, a su crecimiento personal como hombres y mujeres de universidad; y que, además, sirva para iluminar su trabajo, especialmente a la hora de tomar de decisiones: es, entonces, cuando se concreta nuestra respuesta, como una Universidad que dedica tiempo a escuchar y a pensar.

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DOCUMENTOS DEL CONVERSATORIO QUÉ UNIVERSIDAD –

PARA QUÉ PAÍS

“María preguntó al ángel: —¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. […] Para Dios no hay nada imposible”.

Lucas 1, 34-37

El Proyecto Apostólico de Provincia– PAP, nos invita a “Soñar juntos lo imposible”, inspirados en la respuesta que el ángel le da a la virgen María en la anunciación. Soñamos con ser un cuerpo para el Espíritu, que se sabe herido, pero también amado por Dios, y llamado para ser enviado en una misión de

* Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia y Vice-Gran Canciller de la Pontificia Universidad Javeriana. Intervención en el Conversatorio realizado en el Centro de Formación Deportiva de la Pontificia Universidad Javeriana el 22 de junio de 2023.

reconciliación y justicia. “Para Dios no hay nada imposible” (Lucas 2, 37). Este proyecto se despliega en cuatro opciones fundamentales: 1) Construcción del cuerpo apostólico. 2) Espiritualidad encarnada y apostólica. 3) Misión de reconciliación y justicia. 4) Cuidado de la casa común. Y su implementación se realiza en a través de proyectos provinciales en los que se involucran todas las regiones, obras y comunidades.

Dentro de este proceso, se ha creado desde el año 2021 una estrategia de apoyo al PAP que propicia la reflexión y la profundización al-

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“ ESPACIOS PARA EL ESPÍRITU ”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

rededor de tres tipos de temas que son de interés de jesuitas y laicos/ as comprometidos en la misión: 1) Temas de la coyuntura política o social, nacional o internacional. 2) Temas eclesiales de nivel universal, regional o nacional. 3) Temas de interés para la Compañía de Jesús y la espiritualidad ignaciana.

Esta estrategia la hemos denominado Espacios para el Espíritu, programa virtual para soñar juntos nuestra misión. Ciclo de debates mensuales realizado con el apoyo del Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana. Cada programa cuenta con un moderador, un ponente (30’) y dos comentaristas (15’ c/u), transmitido a través de las redes sociales de la provincia y dirigido a jesuitas y miembros del cuerpo apostólico de la provincia.

Cada programa se formula a través de un tema y una pregunta que los invitados están invitados a responder. Normalmente, el moderador aprovecha las intervenciones o preguntas de los participantes, para estimular el diálogo entre los invitados.

Algunos temas tratados en estos dos años y medio son los siguientes:

1) Temas de la coyuntura política o social, nacional o internacional

- Pandemia y coronavirus: Aprendizajes de una pandemia en curso (2021)

- Caminando hacia un proyecto de país: ¿Estamos polarizados o fragmentados? (2021)

- ¡No nos digamos mentiras!: ¿Cómo va la construcción de la verdad en Colombia? (2021)

- Constitución política de Colombia: ¿Treinta años de un Estado social de derecho? (2021)

- Elecciones parlamentarias 2022: ¿Qué está en juego en estas elecciones? (2022)

- Elecciones presidenciales: ¿Hacia dónde caminamos como sociedad con los resultados? (2022)

- Perdón y reconciliación en Colombia: ¿Cómo hacer posible la reconciliación en una sociedad herida? (2022)

- Paz total o paz posible: ¿Cómo va la construcción de la paz total? (2023)

2) Temas eclesiales de nivel universal, regional o nacional

- Encíclica Fratelli tutti: ¿Cuáles son los retos para nuestro país? (2021)

- Sínodo sobre la sinodalidad: ¿Qué podemos esperar? (2021)

- Asamblea eclesial de América Latina y el Caribe: ¿Cuáles son los caminos que estamos recorriendo? (2021)

- Juventud y juventudes: ¿Cómo acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador? (2022)

- Mujeres e Iglesia: ¿Qué le dicen las mujeres hoy a la Iglesia? (2023)

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3) Temas de interés para la Compañía de Jesús y la espiritualidad ignaciana

- Año Ignaciano: ¿Más heridos que transformados? (2021)

- Educación para la paz. ¿Cómo renovar la educación hoy? (2021)

- Proyecto Apostólico Común –PAC.2: ¿Dónde estamos? ¿Para dónde vamos? (2021)

- Canonización de san Ignacio de Loyola: ¿Qué significa ser santo hoy? (2022)

- Cierre del Año Ignaciano: ¿Qué nos dejó la celebración del Año Ignaciano? (2022)

- La propuesta educativa de los jesuitas hoy: ¿Rasgos característicos de nuestra propuesta educativa? (2022)

- Astronomía y espiritualidad: ¿Qué nos dice el firmamento sobre nuestra fe? (2023)

- La universidad en contexto: ¿Qué universidad para qué país? (2023)

Algunos temas que trataremos en próximos programas

- Desafíos para un desarrollo regional: ¿Posibilidades y obstáculos para el desarrollo regional en Colombia? (2023)

- Pasión por los derechos humanos: ¿Cuánto hemos avanzado en la protección de los DDHH en Colombia?

- Diálogo Fe / Ciencia: ¿Cómo fomentar el diálogo entre fe y ciencia hoy?

- Cien años de la provincia: ¿Logros y desafíos de la presencia SJ en Colombia en los últimos cien años?

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Escuchar: es un acto político en la medida en que integra a las personas en una comunidad” las capacita pan] el discurso. La democracia es una comunidad de oyentes [...]. En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llame oyente. [...] Acudiremos al oyente porque, aparte de él, apenas quedará nadie más que nos escuche. Lo que hace difícil escuchar es sobre todo la creciente focalización en el ego, el progresivo narcisismo de la sociedad.

La pregunta que hoy nos convoca, ¿qué universidad para qué país?, requiere advertir desde el inicio que la relación educación-sociedad es compleja y paradójica. Es innegable que los enfoques y proyectos educativos responden a, y reproducen los modelos de desarrollo imperantes; pero, al mismo tiempo, la educación constituye la oportunidad por ex-

* Profesora Emérita de la Facultad de Filosofía y Miembro del Consejo de Regentes de la Universidad. Intervención en el Conversatorio realizado en el Centro de Formación Deportiva de la Pontificia Universidad Javeriana el 22 de junio de 2023.

celencia que la sociedad tiene para pensar críticamente sus derroteros y propiciar el cambio en sus estructuras a partir de la formación de y con las nuevas generaciones. “Una universidad que busque asumir su ethos tiene que reconstruir las redes y tejidos que la hagan reconocer su pertenencia a una sociedad concreta” (Hoyos, “El Ethos de la universidad” [1998] 2013, 18).

Es preciso subrayar que la idea de universidad es plural, se ha gestado y desarrollado a lo largo de la historia encarnada en distintas culturas y es esa diversidad de tradiciones la que ha nutrido y deberá seguir

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“ UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA A UNA SOCIEDAD QUE ANHELA”
Ángela Calvo de Saavedra*

nutriendo las sociedades. Si bien la etimología del vocablo —viene del latín universum— hace referencia a la totalidad, al conjunto de todas las cosas, la manera como esta idea se ha articulado en una misión y en un proyecto educativo es variable. Por lo tanto, abordar la pregunta inicial del conversatorio, implica situarla: como señala el P. Sosa, ante las “profundas transformaciones en la humanidad” que hemos experimentado en tiempos recientes, debemos discernir ¿qué es lo “propio, lo especial y único” que caracteriza las universidades jesuitas “en su modo de insertarse en este momento presente en la construcción del futuro deseado?” (P. Sosa, discurso IAJU, 2022).

El ethos de la universidad, su autonomía, es “el de la identidad de cada comunidad académica con sus tradiciones e ideales y, a la vez, su apertura a otras comunidades, el reconocimiento de la diferencia y la actitud crítica para buscar el diálogo” (Hoyos, “El Ethos de la universidad”, 27). Quizás vale la pena recordar que el significado más hondo de universidad “católica” es según o a partir del todo. En este sentido, el diálogo no puede ser endógeno, autorreferencial ni complaciente, sino encauzado desde el “deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones” (Papa Francisco, citado por el Cardenal de Mendoça, “Qué espera la Iglesia de las universidades católicas”, discurso FIUC, 2023). Esa actitud expresa el pluralismo real, forjador de una cultura de la cooperación que impulse la dinámica de la sociedad civil. Es el espíritu que

debe animar los diálogos interuniversitarios, espíritu que se ha distorsionado en la referencia constante a los estándares de competitividad en el mercado.

Pensar la educación como “un ciclo de esperanza que, desde el presente, mira al futuro”, idea perenne y potente en la que hoy insiste el Papa Francisco, exige ante todo una pausa, una atención cuidadosa a los signos de los tiempos, a cómo ellos afectan y “desestabilizan el hábitat universitario [...] tanto el territorio de sus campus y de sus fronteras disciplinares como sus lugares de discusión, su campo de batalla teórico, la estructura comunitaria de sus campus” (Derrida, La universidad sin condición [1998], 2002, 24). En un primer momento, mi propuesta es leer estos signos a la luz de la experiencia que se empieza a conceptualizar desde distintas fuentes filosóficas y espirituales en términos de la “expulsión de lo distinto” o desaparición del otro, de la alteridad (Han, La expulsión de lo distinto, 2017), “el paso del nosotros al yo”, un cambio climático cultural de dramáticas consecuencias (Sacks, Moralidad. Restaurar el bien común en tiempos de división, 2021) o el imperio de la cultura del descarte y la depredación de nuestra casa común (Papa Francisco). En una palabra, estamos ante la erosión de la inquietud moral y política por el bien común, ante la opacidad de la pregunta ¿qué nos debemos unos a otros?, interrogantes que no puede eludir la cultura universitaria, porque son determinantes para la vida de la democracia y el telos de la educación es la forja de ciudadanía.

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UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA A UNA SOCIEDAD QUE ANHELA

En un segundo momento, es preciso imaginar, pensar —con la incertidumbre propia de lo que no se puede conocer porque remite a un acontecimiento inédito al mundo del quizás, del ¿y si…?— un futuro, una utopía, algunas ideas orientadoras para el obrar. Este arco sutil que va de la paulatina toma de conciencia del presente hacia el compromiso fuerte con una vida con sentido, remite, desde nuestro ángulo universitario, a profundizar en la pregunta ¿para qué educamos? En una expresión, que él mismo considera atrevida, el Papa Francisco dice: “Quizás la misión de la universidad es la de formar poetas sociales que, aprendiendo la gramática y el vocabulario de la humanidad tienen chispa, tienen el destello que permite imaginar lo inédito [...] preparar coreógrafos sociales, hombres y mujeres que vislumbran en el pueblo una danza, un baile donde cada uno contribuye a la gracia del movimiento total y nadie es excluido” (Papa Francisco, Encuentro rectores de ODUCAL 2023). Mi pretensión es ahondar en la comprensión de esta imagen.

El ámbito del pensar, que se abre a lo que todavía no es, pero puede y ‘debe ser si en ello empeñamos la razón y el corazón, es lo propio de una “universidad sin condición”, propuesta de Derrida para la universidad futura: se trata de una universidad a la que “debería reconocérsele una libertad incondicional de cuestionamiento y proposición [...] el derecho a decir públicamente todo lo que exige una investigación, un saber y un pensamiento de la verdad”. Ese decir es una responsabilidad, un

compromiso fuerte, “una profesión de, fe”, una declaración pública, un testimonio, una promesa (Derrida, La universidad sin condición, 32-33) con el saber y con la verdad (qué sea esta es lo que se discute entre las disciplinas, en particular en las humanidades) que se actualiza y refrenda en lo que hacemos, en la forma como habitamos el campus y en el modo en que entablamos las interacciones cotidianas. En la universidad sin condición, la profesión del profesor como profeso —valga la cacofonía— implica, “más allá del saber, del saber-hacer de la competencia, un compromiso testimonial, una libertad, una responsabilidad juramentada’’, una vocación (Derrida, La universidad sin condición, 48). El sentido de la universidad libre, autónoma, no es primordialmente responder a las exigencias del mercado, de la industria, del progreso científico-técnico, de la demanda social de profesionales, ni a los criterios de éxito dominantes. Su tarea es dedicarse al pensamiento de lo fundamental, sin dejarse coaccionar por el cumplimiento eficaz de tareas, objetivos, programas; los fundamentos de todo ese ocuparse (trabajo) lo constituyen la preocupación por la justicia, por los derechos humanos, por el medio ambiente, por el reconocimiento de la igual dignidad de todas las personas, con independencia de su género, etnia, clase social o creencias religiosas, por la cultura de la solidaridad. En una palabra, “por la ciudadanía cosmopolita, por la democracia por venir, aquella en la que sería posible lo imposible, allí en los límites de la idea de lo divino: el perdón de lo imperdonable, la tolerancia frente a lo intolerable [...]

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tolerancia frente a lo intolerable [...] se trataría de una universidad en la que lo impredecible pueda llegar a ser acontecimiento” (Hoyos, “Comunicación, educación y ciudadanía”, [2005] 2013, 82). La universidad así concebida es “una fuerza de resistencia y de disidencia en nombre de una ley superior y de una justicia del pensamiento” (Derrida, La universidad sin condición 18-19).

El énfasis en las humanidades, como ámbito “del cultivo de la humanidad” (Nussbaum, Cultivating Humanity, 1998; Not for Profit, 2010), implica repensarlas, deconstruirlas —tarea sugerente para la actualización de nuestro proyecto humanista— de tal manera que, en el diálogo con las ciencias empíricas, sean críticas “y ejerzan resistencia al nihilismo de la posverdad, al imperio del régimen de la información que pronostica el fin de lo humano, al escepticismo frente al poder emancipador de la deliberación argumentativa, al temor a hablar de valores por el afán de mantener un consenso cosmético sobre lo trivial y al cinismo político. Dichas disposiciones anímicas amenazan la confianza y minan poco a poco la esperanza en la construcción de un mundo común.

1. La desaparición del otro

En las últimas cuatro décadas, como resultado del acoplamiento del paradigma neoliberal —que entrega la política, la preocupación por el bien común a la dinámica autorregulada del mercado— con el régimen de la información, ha surgido una nueva forma de habitar el mundo, que Byung-Chul Han caracteriza como

“sociedad del rendimiento” (Han, La sociedad del cansancio, 2017), la cual instaura cambios radicales en nuestra relación con los otros, con las cosas y con nosotros mismos. En la sociedad actual, la libertad, el gran ideal y valor moderno, se enfrenta con una condición paradójica: la sociedad disciplinar, de la vigilancia y el deber, ha cedido su lugar a la sociedad de la optimización, del poder hacer. No nos sentimos sujetos sometidos sino sujetos de proyectos de autorrealización, caracteres dúctiles ante la seducción de la innovación, el emprendimiento, la competitividad, el aumento de la productividad. Pero, en realidad, el sujeto del rendimiento representa una condición histórica inédita de la cual no nos percatamos: somos amos y esclavos de nosotros mismos, la sensación de libertad oculta la autoexplotación sin límites, la transformación de la vida buena en la “mera vida”, en la supervivencia del animal laborans, hiperactivo y controlado permanentemente por los infómatas digitales —el smartphone por excelencia, que funciona como “confesionario portátil”—. La presión para producir, para aportar rendimiento es “referencia constante a sí mismo” que termina en el burnout o en la depresión; se diferencia del trabajo, movimiento erótico que crea y da plenitud a la vida, es praxis social. Lo tremedo, que no advertimos es que en un sistema que explota la libertad, no se crea ninguna resistencia. La dominación se consuma en el momento en que concuerda con la libertad (Han, No-cosas, 2021, 39).

El tsunami de la información, en el que consumimos con frenesí

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nuestra actividad, hace que, las cosas, anclas de sentido, tiendan a desaparecer, “la digitalización desmaterializa el mundo. También suprime los recuerdos. En lugar de ellos almacenamos inmensas cantidades de datos” (Han, No-cosas, 10). El mundo de las cosas, en cambio, configura un entorno estable donde habitar, otorga duración al transcurrir, “las cosas son polos de reposo de la vida” (Han, No-cosas, 14). Son portadoras de identidad, porque tejen sutilmente hilos narrativos y solo las narraciones crean sentido y contexto, experiencia vivida, constituida, en sentido enfático, “por la negatividad de lo distinto y de la transformación” (Han, La expulsión de lo distinto, 12). La palabra objeto (de obicere) significa lo que se me contrapone, me ofrece resistencia, lo distinto que interpela, seduce, asombra, desconcierta y embelesa (Han, La expulsión de lo distinto, 67-68; No-cosas, 37). Es la demora, el tiempo que me ocupo de ellos, lo que los hace míos, “cosas queridas”, vivas, que tienen una historia, están pobladas de sentimientos y recuerdos, significan vínculos, ataduras, amores y suscitan la fantasía. La sustitución de las cosas por mercancías desechables, meros útiles que no se eligen en libertad sino se seleccionan para ser consumidas, hace perder el significado del cuidar, del conservar aquello que nos da confianza, quebrando así las anclas que nos comprometen y responsabilizan con el mundo. Al perder las cosas, perdemos lugares, campos de visibilidad; dejamos de habitar el mundo, de pertenecer a él, de permanecer y de estar presentes (Han, No-cosas, 90-91, 112-114).

Las personas, como las cosas, en el régimen de la información, forma intensificada del capitalismo, son obstáculos. Incómodos para la reinvención constante, porque significan vínculos y permanencia: “El mundo actual es muy pobre en miradas y voces. Pierde su alteridad [...]. Que el otro desaparezca es realmente un acontecimiento dramático. Pero ocurre de manera tan imperceptible que ni siquiera somos conscientes de ello” (Han, No-cosas, 71). Los otros también se convierten en mercancías disponibles o descartables, de manera que se pierde lo que constituye mi mismidad, las relaciones, la comunicación, el encuentro con un tú diferente, único, reconocimiento recíproco, epifanía redentora de la depresión narcisista o agonía del eros.

Despoblar el espacio corre parejo a la atomización del tiempo, a su conversión en una homogénea sucesión de puntos sin relación, instantes que excitan vivencias súbitas y pasajeras, que carecen de “aroma”. El tiempo discontinuo, saturado de eventos y rutinas que exigen respuesta inmediata, sin pensar, cercena la experiencia del presente, cuya riqueza proviene tanto del pasado como del futuro, de la tensión entre el ya fue y el todavía no. Esa matriz dialéctica de la experiencia es la misma que la de la comprensión, el saber, la búsqueda de la verdad, la promesa, el compromiso, la lealtad, el amor, la amistad y la comunidad.

El tiempo con aroma es el de la demora, en el que el sujeto se transforma en virtud del sobresalto

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que adviene con las transiciones y los umbrales, tiempo de camino, de síntesis narrativa. Lo que estabiliza y estructura el tiempo son los rituales (completamente distintos a las rutinas y a las series que son extensivas pero incapaces de generar intensidad), acciones simbólicas: el symbolon griego significaba “un signo de reconocimiento o una contraseña entre gente hospitalaria [...] sirve para reconocerse”. Los rituales “generan una comunidad sin comunicación, mientras que lo que prima hoy es una comunicación sin comunidad [...] los rituales son en la vida lo que en el espacio son las cosas (Han, La desaparición de los rituales, 11-13), vínculos de resonancia, anclas de sentido que nos sacan de la mera vida, de la hiperactividad angustiada, plana, sin horizonte. La percepción simbólica, lenta, abre al universo del otro, a su presencia que se acoge con el sentimiento, con el asombro del corazón; se trata de un encuentro desde la compasión ( sim-pathos: sentir con) que me mueve a actuar con él, por él, para él, consolidando así un nosotros.

El otro que me apela, me saca del infierno del narcisismo, de la monotonía y homogeneidad de los días, del desasosiego propio de la hipercomunicación en el que estar constantemente conectado a la caza de datos, de información, esclaviza, aísla y erosiona las fuentes de identidad. La comunicación propia del régimen de la información no nos hace libres, pues la libertad es “una palabra relacional por excelencia [...]. Ser libre no significa tan solo ser independiente o no tener compromisos. La ausencia de lazos y de

radicación no nos hace libres, sino los vínculos y la integración” (Han, El aroma del tiempo, 2018, 53).

Desde una tradición espiritual distinta a la de Han, Jonathan Sacks, gran rabino del Reino Unido, reitera el diagnóstico sobre la sociedad presente: una sociedad no libre, centrada en el yo, que ha desalojado el interés por el bien común, por la justicia, por la compasión. Sociedad donde la vulnerabilidad y la soledad son cada vez mayores, en la que prima el miedo, la ansiedad, la agresividad y la inestabilidad política. En una palabra, sociedad sin moralidad, comandada por la economía y el poder del Estado, sin ciudadanía, sin entorno para la cooperación, escenario de la competitividad sin descanso (Sacks, Moralidad. Restaurar el bien común en tiempos división, 35). Estos efectos resultan del olvido del otro, de su exclusión como interlocutor, de la sustitución de la presencia por la conexión digital, de la comunicación por la transmisión de información. A su juicio, “para ser plenamente humanos, personas, necesitamos del encuentro directo con otros. Necesitamos estar en su presencia; abiertos a su alteridad, atentos a sus esperanzas y miedos, insertos en el minuteo de la conversación el delicado vaivén del habla y de la escucha” (Sacks, Moralidad. Restaurar el bien común en tiempos de división, 72-73).

El fracaso de la democracia liberal, centrada en el individuo, radica tanto en la inequidad creciente que ha producido como en el incumplimiento de su promesa de felicidad, de florecimiento. En ella se ha pri-

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vilegiado una forma de vínculo social, el contrato, que se plasmó en la imagen moderna de la sociedad como cuerpo político artificial, sobre otra narrativa, que se remonta al Génesis, la alianza. El pacto social es una negociación mercantil que armoniza intereses egoístas; la alianza parte del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, obra de su amor, persona necesitada de la alteridad para reconocerse; el motor de la relación es la confianza que crea comunidad (Sacks, Moralidad. Restaurar el bien común en tiempos de división, 75-76; Cortina, Alianza y contrato, 2001). La pérdida de la cultura de la cooperación, la reducción de la política al estéril enfrentamiento con supuestos enemigos, milita en contra del diálogo, de la deliberación, fuente de esperanza en una ética ciudadana: se requiere complementar los dos relatos en la vida social, cuyo “núcleo básico es la relación intersubjetiva entre los dotados de competencia comunicativa” (Cortina, Alianza y contrato, 37).

¿Qué papel ha jugado la universidad, en este desplome del nosotros, de lo común, fuente de sentido para la vida democrática? La educación para la productividad, para la competencia, para el éxito en el mercado, amenaza la vida de la democracia, olvida la tarea de formación de ciudadanos, “que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición, y comprender el significado de los sufrimientos y logros de otras personas”; el síntoma es el abandono de las humanidades y las artes (Nussbaum, Not for Profit, 2). Desde otro ángulo, el imperio de la información y de la eficiencia en

la resolución de problemas, impide el desarrollo de la capacidad de observación, percepción y atención, la lectura profunda no solo del patrimonio cultural de la humanidad en las bibliotecas, sino de la vida presente, encarnada en el rostro del otro. La correlación de datos es la forma más primitiva de saber, no pregunta ¿por qué?, establece correlaciones que no explican los fenómenos, tarea propia del conocimiento, de la ciencia. El espíritu investigativo nos orienta en el mundo de lo que es, pero las preguntas humanas lo trascienden, buscamos el sentido, la totalidad, lo incondicionado, el acontecimiento inédito que ilumine el mundo por venir, objeto de la decisión y la responsabilidad compartida. Es el ámbito propio del pensar, ruptura, creación, poiesis y praxis, determinadas por la curiosidad, la pasión erótica por la verdad, la avidez por escuchar la multiplicidad de perspectivas para articular una mirada y una voz propia (Han, No cosas, 57-61).

Esa idea de teoría en sentido fuerte, propia del pensar, se refiere a “una decisión esencial que hace aparecer el mundo de un modo completamente distinto, bajo una luz del todo, diferente” (Han, La agonía del cros, 2014, 74). El pensamiento es una forma de vida, el bios teorétikos, que captura la profesión de fe de la universidad.

Si se mira la universidad como institución social, el neoliberalismo le ha otorgado. un papel protagónico dentro del relato de la igualdad de oportunidades propio de la meritocracia, —como mecanismo para disminuir la desigualdad social: las

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credenciales universitarias son la garantía de movilidad social y de éxito en el mundo globalizado. El problema de fondo no es que no haya meritocracia perfecta, es que no es un ideal moral ni político satisfactorio, porque legitima una jerarquía social, excluyente, ganadores y perdedores. Su núcleo ideológico es que el éxito depende exclusivamente del esfuerzo y de las capacidades individuales, de manera que quien logra ingresar a la universidad y obtener un título, el ganador, genera una soberbia desmedida y un menosprecio, que cree justificado, hacia el perdedor, quien a su juicio merece su destino; así mismo, quien fracasa, se siente humillado, avergonzado y resentido con sus competidores. Desaparecen así la humildad y la solidaridad, virtudes propias de una sociedad democrática. La política que se deriva está marcada por la ausencia de preocupación por el bien común. Como advierte Michael Sandel, se crea la “brecha de los diplomas”, en la cual, el credencialisrno se ha convertido en fuente de valoración y estima social, esa es la “tiranía del mérito”. En el modelo meritocrático, la educación superior ha, devenido “máquina clasificadora”, que preside la asignación de oportunidades, decidiendo así el destino de la juventud (tanto de estudiantes como de profesores). A su vez, el prestigio de las universidades está correlacionado con su selectividad. Además de los daños psicológicos que derivan de esta presión y sufrimiento, la misión de las universidades se homogeneiza y se desplaza la formación, cambia su ethos: buena parte del prestigio de la universidad es que se supone que no solo brinda conocimientos

útiles, sino que prepara “seres humanos con buenas dotes de reflexión moral y ciudadanos democráticos efectivos, capaces de deliberar sobre el bien común”. Parece ser que las universidades de élite no lo están haciendo muy bien, su educación centrada en destrezas productivas, aporta poco al fomento de la capacidad de razonar y deliberar dialógicamente sobre cuestiones cívicas y morales fundamentales; lo cual ha contribuido al empobrecimiento del discurso público (Sandel, Tiranía del mérito, 2020, 246).

2. Escuchar

Hasta este punto de la reflexión, hemos ganado una mirada panorámica sobre el presente y también hemos adelantado algunas pistas sobre la misión de la, universidad futura. Hemos profundizado la misión propuesta por el Papa Francisco para nuestras universidades, formar “poetas y coreógrafos sociales”, en términos de educación para la ciudadanía democrática, con la idea de que en la democracia es el ciudadano común el que tiene la última palabra, el actor social por excelencia, quien para poder participar con sentido y ser artífice de un futuro justo, pacífico, solidario y reconciliado, requiere desplegar las potencialidades cognitivas y emocionales propias de nuestra competencia comunicativa: pensar, imaginar, cuestionar, deliberar, argumentar, reconociendo a todo otro como interlocutor válido, ser sensible al dolor y al sufrimiento ajeno, dejarse interpelar compasivamente por su presencia, suscitar confianza, vivir el espíritu del amor en sus variadas formas y transitar así, del miedo y la ira hacia la espe-

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ranza. En una notable declaración sintética, Guillermo Hoyos afirmaba: “Educación es comunicación y la comunicación es la competencia ciudadana por excelencia”.

Sin embargo, ante la atrofia de la acción comunicativa, efecto de la incidencia conjunta de la sociedad del rendimiento y el régimen de la información en nuestro aparato psíquico y, en consecuencia, en todas nuestras prácticas sociales, nos enfrentamos a una esfera pública enrarecida —donde el ruido creciente de la diatriba apenas oculta la ausencia de voces, de miradas y del logos-palabra— y a una existencia que no encuentra asidero para la pregunta por el sentido. Es lo que denominó una sociedad que anhela: el significado originario del verbo anhelar, que entra al español en el siglo XV, proveniente del latín, es respiración fuerte; difícil, jadeante, como si le faltara el aire, “la obligación de actuar, de producir y de rendir, conduce a la falta de aire” (Han, Vida contemplativa, 2023, 55). Quien anhela no puede enunciar nada, porque no desea aún, ya que el deseo requiere de representación, deriva de la mediación del lenguaje, de la alteridad, de la diferencia. Sin deseo no hay horizonte, falta el motor para el pensamiento y para la acción. El deseo de una vida que valga la pena de ser vivida crea el espacio para la crítica de lo que es. Normas e ideales surgen del deseo que es expresión de libertad, despertar de la imaginación de lo posible inédito, sentimiento de que las cosas podrían ser de otra manera, irrupción del “quizás”, del “¿y si?” que mencionábamos al comienzo.

En ese contexto, para transformar la vida cotidiana y hacer habitable el mundo en clave de justicia y de reconocimiento recíproco, demandas morales universales, considero que es preciso retroceder, hacia una disposición previa, y determinante del uso público de la razón, promesa de libertad ilustrada: la capacidad de escuchar. “En vista de ese ego patológicamente hipertrofiado que las relaciones neoliberales de producción cultivan y explotan para incrementar la productividad, resulta necesario volver a considerar la vida partiendo del otro, desde la relación con el otro, otorgándole al otro una prioridad ética, aprendiendo el lenguaje de la responsabilidad; escuchando” respondiendo al otro” (Han, La expulsión de lo distinto, 110).

El sentido de la justicia no surge del mirar sino del escuchar, pues las demandas de justicia son “llamadas, súplicas, solicitudes [...] en espera de una respuesta en un diálogo situado” (Young, Justice and the Politics of Difference, 1990, 5). Para comprender debemos aprender la práctica de la “escucha compasiva”, escuchar con el “propósito de permitir que la otra persona se exprese y se libere de su sufrimiento [...]. Hay que concentrarse plenamente mientras se escucha, escuchar con toda la atención y todo el ser: ojos, oídos, cuerpo y mente [...] uno no escucha para juzgar, analizar, criticar o culpar [...]. Mientras escuchamos, el único objetivo es brindar al otro la oportunidad de hablar y de compartir lo que está en su corazón” (Thich Nhat Hanh, Anger 2001, 3-4, 85).

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A partir de esa noción de escucha, es claro que ella es previa al habla, más aún, es el dispositivo para que el otro pueda expresarse, es la práctica que transforma su anhelo en voz, caja de resonancia emancipadora, hospitalaria, amable apertura a la alteridad (Han, La expulsión de lo distinto, 114). Ese acto que dice sin palabras “estoy aquí para ti”, es el encuentro en la mutua vulnerabilidad, suelo de nuestra humanidad común. De manera que lo común se construye desde esa escena primordial en la cual nos percatamos de que podemos ser heridos y herir. De ese estremecimiento surge la moral, “las intuiciones que nos informan acerca del mejor modo de comportarnos para contrarrestar mediante consideración y el respeto la extrema vulnerabilidad de las personas” (Habermas, Escritos sobre moralidad y eticidad, 1991, 105).

La vulnerabilidad como punto de partida, de la política es matriz de la comunidad de comunicación, en la cual paulatinamente, mediante el hábito de escucharnos unos a otros, nos vamos habilitando para el discurso, para el espacio en el que se explicitan, justifican y critican las distintas perspectivas, escenario en el cual se construye lo razonable, se decide de forma participativa y se sedimentan compromisos para la acción coordinada. La socialización y comunicación de expectativas, puntos de vista, miedos, dolores, alegrías, éxitos y fracasos, crea vínculos, tejidos compartidos policromos en los que cada persona ve sus propias puntadas como relativas y revisables, abiertas al aprendizaje. Así se despsicologizan las afecciones

y las opiniones, estas se politizan al hacerse públicas.

El ethos de la universidad es justamente ser el ámbito de la escucha respetuosa, cortés y amable de opiniones radicalmente opuestas a las propias, con la confianza en que también seremos escuchados; así se forma el genuino investigador, que el Papa Francisco caracteriza como aquel que tiene “mente y corazón misioneros”, puesto que “sale de la patria de sus convicciones y costumbres, yendo a lugares inexplorados [...]. Ama la reciprocidad, enseña y aprende” (Encuentro de Rectores ODUCAL).

Para finalizar, volvamos a la metáfora de los poetas y coreógrafos sociales como misión de la universidad, para ver cómo se articula con la formación en la escucha. Poeta no es solo quien escribe poesía; el sentido originario de poiesis es creación, traer a la presencia algo que no era aún, actividad que devela un espacio de verdad. Según Platón, sus esferas son la procreación, la constitución de la polis y el cuidado del alma, el cultivo del conocimiento y la virtud, mediante la educación. La creación depende del silencio, del escuchar atento a lo inédito que se anuncia como impredecible. Habitar poéticamente el mundo es estar abierto al acontecimiento, solo posible cuando la vida activa acoge en sí la contemplación: “La vita contemplativa sin acción está ciega. La vita activa sin contemplación está vacía” (Han, El aroma del tiempo, 160). “Es justo la parte de inactividad en la actividad la que facilita que surja algo completamente distinto, algo, que aún

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no existe” (Han, Vida contemplativa, 29). En el ámbito universitario, es significativa la conexión que establece Aristóteles entre vida contemplativa y vida teórica, propia del filósofo, estado de libertad, de ocio; (skhole, la misma raíz de escuela) en el sentido de actividad ajena a la utilidad y a la necesidad, al imperativo del rendimiento. La vida teórica está dedicada a la contemplación silenciosa ‘de la verdad, al pensar, a “abrir nuestros oídos, es decir escuchar y prestar atención [...]. El pensamiento está siempre en actitud receptiva” condición de poder decir algo con sentido, “inaudito” (Han, Vida Contemplativa, 50).

En el mundo contemporáneo, que ya no es un cosmos cerrado sino una pluralidad siempre en expansión, la contemplación se dirige a la humanidad; a su compleja gramática, a su diversidad. El coreógrafo, compone una danza a partir de una idea,’ armonizando los movimientos individuales en un todo, sin perder las diferencias. Implica estar atento a la manera como cada persona, en su particularidad, contribuye al movimiento conjunto. La coreografía, aplicada a la vida social, sería la inclusión de todos los ciudadanos en la dinámica. de construcción de futuro.

Los campus universitarios deberían ser laboratorios, escenarios en los cuales se ponga en práctica y se cultive ese arte poético, coreográfico, que inserta la contemplación en la acción, en la cual profesores, estudiantes y administrativos tomemos

distancia de la esclavitud del rendimiento, hagamos una pausa en el activismo carente de sentido del animal laborans y profesemos la fe en la responsabilidad con el pensamiento. Comunidad libre, en la cual las ideas circulan y se debaten públicamente sin coacciones internas ni externas, donde se conversa y se argumenta. La precondición de la acción comunicativa genuina, es el cultivo del hábito de la escucha entre sus miembros, el encuentro con el otro como presencia que me interpela en términos de reconocimiento. El telos, un nosotros en el que el disenso no constituya una amenaza, sino un paso hacia lo razonable, espacio donde la diferencia no sea jerárquica. Comunidad que combina los vínculos propios del contrato y de la alianza, los derechos y los deberes, con la confianza, la pertenencia y la solidaridad. Testimonio del ejercicio de una cultura del diálogo, de la participación y de la cooperación, en la que nadie se sienta invisibilizado, menospreciado o excluido. En esta nueva coreografía, nadie educa a nadie, nos educamos en comunión, como afirmara Paulo Freire. La universidad que ensaya y practica las reglas del juego de la convivencia en la diferencia, prepara así para la actitud de participante crítico y creador o poeta en la sociedad ampliada. Su aporte a la sociedad es el cultivo de las virtudes intelectuales y morales, la formación de un temple de ánimo capaz de discernir el presente, desde la memoria de una tradición y la imaginación poética, idóneas para tejer los hilos de una narrativa de esperanza para el futuro.

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COMENTARIOS A LA PONENCIA “UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA A UN PAÍS QUE ANHELA”

Muchas gracias Ángela por tan inspiradora conferencia.

Quiero profundizar en la idea que nos plantea Ángela sobre la necesidad que tenemos en la Universidad de escuchar para que la gente tenga voz y piense. Esto es relevante en la relación profesor/a-estudiante, pero también en las relaciones que hay en general entre toda la comunidad educativa javeriana (estudiantes, profesores, administrativos y egresados).

Cuando una persona se siente realmente escuchada, su pensamiento se activa, sus ideas van

fluyendo y su voz sale. Y cuando uno escucha, también el pensamiento y las ideas de uno fluyen. Escuchar es un verbo, una acción poderosa si se realiza bien y se ejercita permanentemente. Es un verbo de interrelación, de conexiones. Me gusta entender la acción de escuchar como un puente que conecta las voces, pero no un puente pasivo sino activo y dinamizador. La escucha activa el pensamiento y la atención y conduce a la acción tanto del que es escuchado como del que escucha. De esta manera, las diversas voces se escuchan y se dejan interpelar, para transformar. Escuchar es tratar de entender las otras voces, es ponerse en los zapatos del otro, para lograr comprender los dolores y alegrías de los otros y que los otros entiendan los míos también. Por tanto, es necesario que en la Universidad Javeriana todos sus miembros permitamos escuchar

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María Adelaida Farah Quijano* * Vicerrectora de Extensión y Relaciones Interinstitucionales de la Sede Central de la Universidad. Intervención en el Conversatorio realizado en el Centro de Formación Deportiva de la Pontificia Universidad Javeriana el 22 de junio de 2023.

nuestras voces, que son el reflejo de nuestros diversos y plurales pensamientos y sentires, nos pongamos todos y todas en actitud y acción de escucha, y que esto tenga efectos en nuestro día a día, en nuestra forma de obrar y proceder, en nuestra estrategia, procesos y uso de recursos, y en últimas (y muy especialmente) en cómo nos relacionamos las diferentes personas tanto en interior de la Javeriana como con otros actores de la sociedad para cumplir nuestro bien común, nuestro bien mayor como Universidad.

Me gusta hablar de voces en plural , porque son las diversas voces javerianas interactuando. Son voces entretejidas en una red. Pero las voces no se quedan solo en las palabras, sino que también se concretan en acciones inspiradoras, formativas y transformadoras basadas en reflexiones, análisis y evidencias. Así, las voces no son objetos o sustantivos acabados, terminados, estáticos. Las voces son dinámicas, se pueden transformar en la interrelación con otras voces y así mismo pueden transformar estas otras voces. Escuchar permite que las voces silenciadas, por alguna razón en algún momento, se puedan volver a activar al generar espacios propicios de escucha. Por su parte, las voces que durante un tiempo han resonado fuerte pueden moderar un poco su tono para escuchar aquellas otras voces. También nuevas voces pueden entrar a ser escuchadas y escuchar. Así, las diversas voces individuales se van entretejiendo en redes de distintas voces pensantes que van construyendo realidades que anhelamos

todos y todas. Voces que escuchan otras voces. Voces de profesores/ as, estudiantes, administrativos y egresados/as. La relación profesorestudiante es el núcleo de nuestro proyecto educativo, y esta relación se desarrolla a partir de diálogos. Pero también se necesitan diálogos entre los mismos profesores, entre estos y los directivos y administrativos de la universidad, entre egresados/as, entre estudiantes, en fin…. diálogos intra e interestamentos, y por supuesto también con distintos actores de la sociedad.

La idea y la práctica de construir y desarrollar redes de voces significa tejer conexiones, relacionamientos, puentes, lazos, para trabajar conjuntamente en pro del bien común. Siempre debemos recordar que, por nuestra naturaleza universitaria, y más aún por nuestro ser jesuita, tenemos la responsabilidad y el compromiso de propiciar diálogos entre diversas visiones y perspectivas, que buscan comprender y ver caminos para desarrollar nuestro bien mayor, y para manejar y buscar soluciones a los problemas de nuestra sociedad, muchos de los cuales también vivimos en la misma universidad al ser parte de la sociedad. Fruto de diálogos, de conversaciones, bien conducidos y con los tiempos necesarios, se llega a consensos sobre estrategias, procesos y acciones, que nos permitan, como Javeriana, tener la capacidad de aprender en el camino y de influir positivamente por un mejor mundo y una sociedad colombiana justa, sostenible, incluyente, democrática, solidaria y respetuosa de la dignidad humana, tal como reza nuestra misión.

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Escuchar, conectar a las diversas personas y sus plurales voces en la Javeriana, no necesariamente se da de manera espontánea. Se requieren actos intencionados. Se requieren, métodos, metodologías y aprendizajes. Aparentemente escuchar es fácil, pero no es así, requiere práctica, paciencia y tiempo. Para ello, hay enfoques, plataformas y conceptos que sabemos hacer y aplicar desde hace tiempos en diferentes unidades de la Javeriana y que nos ofrecen herramientas y pistas, como son las metodologías de investigación participativa, investigación acción participativa, los diálogos de saberes, las comunidades de práctica y aprendizaje, los espacios de cocreación, el design factory, entre otros.

El Papa Francisco nos plantea que las universidades debemos formar poetas sociales y coreógrafos sociales. También podríamos decir que debemos ser y formar compositores de armonías musicales sociales y directores de orquestas sociales, que permitan que los distintos sonidos de instrumentos y voces se escuchen para generar armonías múltiples. Todos y cada uno contribuye a la gracia de la obra musical final y nadie es excluido. Cada uno aporta como el colibrí de la parábola de la sabiduría guaraní que nos compartió el Padre Múnera en su discurso de posesión como Rector de la Universidad Javeriana hace un poco más de tres meses.

El acto de escuchar implica cuidar, cuidar todas las voces que, en últimas, es cuidar la vida colectiva e individual, es cuidar las vidas entretejidas en red, es cuidar el

tejido de nuestras vidas, es cuidar las relaciones de confianza. Pero cuidar(nos) no es darnos palmaditas en el hombro, o ser complacientes o “hacernos pasito” como se dice coloquialmente. Cuidar(nos) implica tomar en serio los espacios de conversar, de escuchar, de ofrecer la propia voz y recibir las otras voces, es propiciar espacios seguros y de confianza donde se puedan realizar conversaciones, a veces incómodas sobre temas difíciles. Cuidar(nos) significa tener una actitud crítica con relación primero a mi propia voz y dejarme interpelar por las otras voces diversas y entender también que mi voz puede interpelar a los otros/as. Esto es una verdadera escucha. Cuidar(nos) no es homogenizar, sino sintonizarnos y armonizar. Cuidar(nos) es hacer consciente todo esto, individual y colectivamente. Es entender que a veces debo acallar un poco mi voz o le debo bajar el volumen, para escuchar la voz de otro/a, las voces de otros/as, y viceversa. Todas y todos las/os miembros de la comunidad educativa javeriana (profesores, estudiantes, administrativos, directivos, egresados) debemos aprender a cuidar la orquesta universitaria para generar conciertos transformadores de vidas.

De esta manera, los procesos educativos javerianos debemos realizarlos con perspectiva de ética del cuidado, donde desarrollemos activamente el cuidado de las personas, sus voces, sus pensamientos, sus sentires, sus entornos e interrelaciones y el respeto y promoción de la diversidad. Aquí la ecología integral, concepto central de la Encíclica

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COMENTARIOS A LA PONENCIA “UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA ...”

Laudato Si´ del Papa Francisco, nos aporta mucho. Recordemos que la ecología integral es interrelaciones e interdependencias entre la naturaleza y la sociedad que la habita, es poner la atención sobre el hecho de que todo está íntimamente relacionado, todo está conectado. La ecología integral significa “el cuidado de la casa común” que implica a su vez, aportar a la recuperación de los equilibrios ecológicos planteados por el Papa: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. Y para ello es importante escuchar la voz de uno mismo, las voces de los demás seres humanos, de los demás seres vivos y la voz de Dios.

Para finalizar, vale la pena recordar que la ecología integral es también ecología política, al develar las diferencias de poderes que hay en las interrelaciones de voces, conocimientos, sabidurías, intereses, necesidades, propósitos, anhelos. La ecología integral busca cambiar lógicas dañinas de poder hacia lógicas fraternales de construcción colectiva, respetando y promoviendo las diversidades y dinámicas. Enseñar y aprender a dialogar implica saber que las voces, los pensamientos, los saberes son poder. La Javeriana debe formar personas, ciudadanos, que entiendan que el poder que implica sus voces, sus sabidurías, sus saberes, es un poder para hacer el bien, para el bien mayor, para construir y fomentar redes de trabajo colaborativo y puentes que conecten voces para construir el bien común que queremos todos y todas.

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COMENTARIOS A LA PONENCIA “UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA A UN PAÍS QUE ANHELA”

Agradeciendo a Ángela su exposición y los comentarios de María Adelaida, quisiera hacer unos sencillos comentarios a algunas categorías usadas por Ángela en su exposición, comentarios que nos pueden ayudar a resaltar algunas de las exigencias éticas de la tarea universitaria en el diálogo con una sociedad marcada por múltiples exclusiones, polarizaciones y violencias. Estas reflexiones sobre tres de las categorías usadas por Ángela creo que nos pueden servir también para para hacer una articulación con preocupaciones de la Compañía de Jesús, que ha lanzado a todo el cuerpo apostólico universal y, en particular, a las universidades que están bajo su

* Rector de la Seccional de la Universidad en Cali. Intervención en el Conversatorio realizado en el Centro de Formación Deportiva de la Pontificia Universidad Javeriana el 22 de junio de 2023.

orientación. Serán: La desaparición del otro, los coreógrafos sociales y lo erótico de la praxis.

I. Desaparición del otro ¿Quiénes son los desaparecidos?

En primer lugar, Ángela de manera reiterada habla de la desaparición del otro. Pues bien, el gran desaparecido del sistema, de los mercados, son los pobres. Por ejemplo, una categoría que oímos mucho en la pos-pandemia: los ninis, aquellos jóvenes entre 15 y 24 años de edad, que ni estudian ni trabajan. Lo ninguniados, los nadie. Pues bien, esa desaparición del otro, se da en nuestros países de manera escandalosa a través de precipicios de desigualdades y de espirales de violencia, lo que hace que terminemos siendo unos campeones de la exclusión, de la desaparición del

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otro. Se interesó por un llamado a las Universidades a que escuchen, como dice Ángela, añadiría que sea de una manera vital, existencial, no meramente racional, ni teórica. Es más, que logre pasar por la amistad. “De ahí la importancia de que el alumnado de las universidades disponga de experiencias de contacto y servicio a comunidades pobres, para conocer su realidad, no solo de forma teórica, sino vital”1 .

En el campo de la investigación la pregunta que el General Kolvenbach nos dejó fue contundente: ¿Para quién? Y ¿para qué? Expresó: “Nuestro punto de vista, por preferencia y por opción, es el de los pobres”2. En efecto, “la asunción en la investigación de la perspectiva de los pobres y la búsqueda deliberada de su beneficio transforma de modo esencial el conocimiento. No se ve del mismo modo la realidad cuando es mirada desde abajo o cuando es mirada desde arriba. No se seleccionan las mismas cuestiones, no se analizan de la misma forma, no resultan relevantes las mismas consecuencias”3. Y nos invita el general Kolvenbach a asumirlas con valentía, porque muchas afirmaciones resultarán incómodas. Esta situación no nos debe a ser “políticamente correctos”, pues el bien común y la dignidad humana están por encima.

1 Promotio Iustitiae, nº 116, 2014/3 p. 21.

2 Kolvenbach, Peter-Hans, 2001a, La Compañía de Jesús a la luz del carisma ignaciano, Monte Cucco, 27 mayo 2001, en “Selección de escritos del P. PeterHans Kolvenbach, 1991 – 2007”, 2008, Provincia de España, 318.

3 Promotio Iustitiae, nº 116, 2014/3 p. 29.

Pero el P. Arturo Sosa también nos ha invitado a caminar por una senda similar asumiendo una “concepción de nuestras universidades “como fuente de vida reconciliada”, donde “la universidad fomenta procesos de creación de conocimiento y acompaña procesos de formación humana en los que, junto a los conocimientos, trasmite el sentido de la vida reconciliada y en paz”4.

Así quisiera resaltar tres vectores para no perder de vista que nuestro modo de proceder como universidad jesuita, desde nuestra especificidad, en orden a proteger el encuentro con los otros:

• El ofrecimiento de la dimensión espiritual que abre hacia la trascendencia es clave, pues es desde allí es que tenemos una fuente inagotable de ir al encuentro hacia el otro. Nuestra pastoral en salida, saliendo de los repliegues religiosos que nos hacen daños; nuestras asignaturas de teología invitando al debate y experimentación; y las humanidades que implican la integralidad del hombre, tienen que seducir a los estudiantes, no ser otros créditos más…

• En segundo lugar, que ese encuentro debe ser vital. Que implica entrega al otro. Diríamos para llegar a una plena escucha hay que pasar por la entrega de sí.

4 Sosa, Arturo (2021) “Universidades de Discernimiento para la Reconciliación”, intervención del P. General en el Congreso Internacional de Reconciliación Ignaciana el 8 de mayo de 2021.

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COMENTARIOS A LA PONENCIA “UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA ...”

• Y en tercer lugar, que llega y pasa por la amistad, que tanto Fratelli Tutti, nos ha llamado a vivir la fraternidad y la amistad social. Solo con la amistad lograremos generar la globalización de la fraternidad, por encima de los mercados. Amistad social, que pasa por la política, hoy diríamos por la defensa de la democracia frente a los autoritarismos, como nos invitó el P. General en Boston.5

¿Cómo hacerlo realidad? María Adelaida preguntaba por las metodologías, por las pedagogías, por las didácticas. En primera instancia debemos recuperar el paradigma pedagógico ignaciano, que con sus cinco momentos, contexto, experiencia, implicación reflexiva, acción y evaluación, nos ofrece un cómo. Y de manera más general es la apuesta centrada en la de planta. La formación de los profesores planta y hora cátedra es más urgente que nunca.

En la Seccional de Cali, creamos el programa transversal Forja6, Formación Javeriana para el cambio social y la paz, por donde pasan todos, óigase bien, todos los estudiantes de pregrado de la seccional. Desde el currículo, con los pies en los territorios. La metodología de aprendizaje-servicio7 puesta al servicio de la escucha de la comunidad y del país.

5 Sosa, Arturo. Discerniendo el presente para preparar el futuro de la educación universitaria de la Compañía de Jesús. Boston. 2022.

6 Cfr. https://neojaverianos.javerianacali.edu.co/portfolio/forja

7 Cfr. Para los que no estén familiarizados con el aprendizaje-servicio: https:// clayss.org/20clayss/index.html

II. Coreógrafos sociales

¿Hacia el teatro de operaciones de la reconciliación?

La segunda categoría que quisiera comentar es la de coreógrafos sociales. Creo que es fundamental. Y esto solo lograremos si salimos de la Universidad, del confort y seguridad de nuestros laboratorios y bibliotecas, de nuestras aulas donde todo lo controlamos, y pisamos el suelo de la realidad de nuestro país que nos coloca en medio de la incertidumbre. Ser coreógrafos nos invita a no dejar a nadie por fuera. Recordemos la fuerza de la reconciliación en los mandatos de las últimas Congregaciones Generales, la Preferencia Apostólica Universal: “Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia”. Somos coreógrafos que caminamos con la gente. Y nuestra sazón ¿cuál ha de ser?: la esperanza. Bien lo dice otra las Preferencias apostólicas: “Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador”. Lo que implica hacer apuestas concretas y profundas, apuestas riesgosas, muchas en medio de fuegos cruzados, muchos en medio de las polarizaciones, muchas en medio de las incomprensiones de las “barras bravas” de izquierda y derecha. Pero para eso está la Universidad, no para reservase para ella misma, sino para entregarse: Para ser universidad transformadora, para promover una praxis transformadora de la sociedad.

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Hemos tenido una experiencia hermosa, en Javeriana Cali en los últimos años, con la creación del Instituto de Estudios Interculturales8, que es, sin lugar a dudas, un gran coreógrafo social. El suroccidente del país, el teatro de operaciones de la guerra por excelencia en el país, se está convirtiendo en el gran teatro de operaciones de la paz. ¿Cómo lo han logrado? Gracias a un trabajo muy universitario, desde herramientas y metodologías de intervención social, gracias a construir confianza entre los actores del territorio, en virtud de ponerse a trabajar con ellos. Desde la firma del acuerdo de paz, hemos acompañado a los firmantes de paz, en su preparación para la vida civil, en la formación para la vida en democracia, en el entrenamiento para el emprendimiento, y lo que es fundamental en su acompañamiento humano y comunitario. Pero eso no era suficiente, había que reconstituir el tejido social y reconciliar a los antiguos enemigos y sectores afectados por la violencia y las divisiones, y para ello la regeneración de hilos de confianza. Pues bien, en medio de este proceso y con la ayuda de múltiples agencias internacionales y algunas nacionales vivimos en carne propia la polarización de la sociedad colombiana; comenzamos a ser objeto de persecución de las “bodegas cibernéticas” de la extrema derecha, algunos de ellos egresados de nuestros colegios y universidad, de los perfilamientos de organismo de inteligencia que nos ubicaban en carpetas estigmatizadas. Pues bien, gracias a la per-

sistencia, a no dejarnos intimidar, a asumir los costos de nuestras opciones profundas por la paz y la reconciliación, logramos concretar hermosas coreografías, donde indígenas, campesinos, afros, firmantes de los acuerdos de paz, empresarios, militares y academia, donde se hicieron realidad “diálogos improbables” que llevaron a construir alternativas en donde todos colaboramos a la construcción de dinámicas de inclusión y sostenibilidad, social, económica y ambiental para el norte del Cauca. Si quieren esta sí es esa democracia participativa, democracia económica y social.

III. Lo erótico de la praxis y la búsqueda de la verdad

¿A dónde nos conducen nuestros deseos?

La tercera y última categoría que quisiera comentar, es una que repitió Ángela en distintos momentos: “trabajo, movimiento erótico que crea y da plenitud a la vida, es praxis social”, “la curiosidad, la pasión erótica por la verdad”. El eros como motor. San Ignacio hablaba de los afectos y los deseos9. Y la pregunta es: ¿Qué deseamos?

¿Dónde tenemos puestos, encaminados, nuestros afectos? ¿A dónde nos conducen nuestros deseos? ¿Los tenemos ordenados o los tenemos al servicio de nuestros egos, de nuestros proyectos, de nuestros intereses que excluyen y discriminan a los

9 Cfr. Cuadernos de Espiritualidad # 31 (1985). Edward Kinerk, S.J. Los grandes deseos en la Espiritualidad de San Ignacio y la Compañía de Jesús (Formato Digital).

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8 Cfr. https://www.javerianacali.edu.co/ intercultural.

demás? ¿Está nuestra pasión ordenada al bien común, a la justicia, a la reconciliación? ¿Está ordenada al servicio de la opción preferencial por los pobres? Sin pasión y deseos, y estos bien ordenados, estaremos perdiendo vitalidad y/o rumbo y seremos incapaces de aportar desde la Universidad a la construcción de una sociedad según los deseos de Dios, es decir, una sociedad distinta a las injusticias y exclusiones, violencias y polarizaciones, discriminaciones y odios, que marcan

el hoy de la sociedad colombiana. Ciertamente necesitamos una praxis apasionada y comprometida que permita construir una ciudadanía incluyente y democrática que nos lleve a hacer vida una opción por la reconciliación y la justicia, como nos lo pide la Congregación General 3610. Y el gran reto de la Universidad Javeriana es caminar por esta senda y aportar para que se transforme en una praxis social y política que construya un país y una sociedad realmente justa y en paz.

10 Decreto N. 1. Compañeros en una misión de Reconciliación y Justicia. Congregación General 36. Otro documento iluminador: Testigos de amistad y reconciliación. Mensaje orante para aquellos jesuitas que trabajan en zonas de guerra y conflicto. Congregación General 36. Ambos documentos se pueden consultar: https://infosj.es/documentos/ category/4-congregacion-general-36

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COMENTARIOS A LA PONENCIA “UNA UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA ...”

“UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA, PIENSA Y… ¡RESPONDE!”

Una pregunta recurrente en el devenir de la Javeriana siempre ha sido qué universidad somos y qué universidad queremos ser en un mundo que cambia continuamente y rápidamente.

Se podría decir que lo que somos como universidad lo tenemos claro, no sólo en el plano conceptual, tal como se puede apreciar en el cuerpo jurídico y los demás documentos corporativos de la Javeriana, sino también en la realidad concreta de la institución y su historia, en las personas que conforman nuestra comunidad educativa, entre ellos los egresados que actúan en diversos lugares de la sociedad; en lo que decimos y hacemos, en lo consignado en nuestras publicaciones; así como en los recursos de la universidad

y su infraestructura. La pregunta que surge, en un mundo lleno de desafíos y preguntas, es qué ajustes deberían hacerse en nuestro rumbo, en nuestras prioridades. Vale la penadetenernos a pensar en ello. Recientemente, con motivo de la visita a Colombia del Prepósito General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de la Universidad, P. Arturo Sosa, S.J., se desarrolló un conversatorio con el tema “Qué universidad, para qué país”, en el cual pudimos escuchar una serie de planteamientos al respecto.

Lo que más se destacó en este importante espacio de reflexión fue la necesidad que tenemos todos de escuchar. La cultura actual ha privilegiado a quien emite el mensaje, con todo su ego y narcisismo, un individuo en busca de audiencia, de ‘likes’ y de ‘rating’, de popularidad a toda costa. Cabe preguntarse, si

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* Editorial – Hoy en la Javeriana No. 1.388, junio de 2023.

en esa vorágine de textos e imágenes, realmente estamos escuchando al otro, lo que dice, analizando significados e implicaciones… ¡Sin escuchar no es posible dialogar! Y el diálogo debe ser un distintivo de toda comunidad académica.

Al analizar lo que somos y lo que debemos ser, resurge una pregunta clave: ¿para qué educamos? Pues para pensar, especialmente sobre lo fundamental, para cuestionar y fortalecer nuestra capacidad crítica en “una sociedad de la optimización y los rendimientos”, según lo señaló la profesora Ángela Calvo en su ponencia, haciendo notar “el tsunami” causado por la irrupción del mundo digital que da preponderancia a los datos sobre los recuerdos, un mundo donde todo se puede comprar y se fomenta la idea de mercancía desechable, que no merece cuidado alguno. Lamentablemente no hay correspondencia entre los avances logrados en la comunicación, apoyada en extraordinarios medios tecnológicos, y la construcción de comunidad, de lazos y tejido social.

En relación con la otra pregunta formulada para el conversatorio, ¿para qué país?, el Padre General nos recordó la importancia de ir más allá de las fronteras que, en cierta forma, nos atrapan; y propuso como alternativa: ¿para qué países? En efecto, en estos tiempos de globalización, en que los problemas tienen escala mundial —el cambio climático, por ejemplo—, y la información circula prácticamente sin barreras territoriales, nuestra mirada no puede circunscribirse a lo local. De

esta forma, es necesario fortalecer la cooperación entre las universidades y el trabajo en redes.

Entre tantos temas que nuestra Universidad debe abordar, surge con claridad el de construir y fortalecer la democracia, que hoy está amenazada. A este respecto, tenemos una tarea de gran relevancia, según lo subrayó el Padre General, quien nos recordó el libro de Moisés Naím La revancha de los poderosos (Debate, 2022), en el cual este autor nos advierte sin rodeos sobre “un enemigo nuevo e implacable” que ha hecho presencia en las sociedades libres y “amenaza nuestra libertad, nuestra prosperidad y hasta nuestra supervivencia como sociedades democráticas”. Ese enemigo es “el poder, en una forma nueva y maligna”, con el que se busca contrarrestar “las fuerzas que lo debilitaban y lo limitaban” en las últimas décadas. En este marco, el conocido analista plantea “la fórmula” que ahora se está empleando en esta lucha por mantener o conseguir el poder, la cual “puede resumirse en tres palabras: «populismo», «polarización» y «posverdad»”, que algunos llaman como “las tres «pes»”.

Frente a esta situación, ¿cuál puede ser nuestra respuesta como universidad? ¡Construir comunidad! Y debemos hacerlo apoyándonos en ‘el discernimiento en común’, expresión que recoge un modo de proceder muy propio de los jesuitas, que implica todo el sentir de un ser humano que está abierto a la trascendencia y fortalece su capacidad de pensar para buscar el bien común.

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Un último punto que se debe destacar en el mensaje del Padre General es esta advertencia suya: “pensar no es fácil”, este ejercicio “puede cansar, agotar” y llevarnos a “dejar de pensar”. Debemos, por lo tanto, estar alerta porque a la Uni-

versidad puede pasarle. Ahora bien, debemos pensar desde la escucha al otro, a partir del encuentro y el cuidado del otro; esto determina el lugar desde donde miramos, lo que contemplamos y, por supuesto, lo que haremos como respuesta.

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UNIVERSIDAD QUE ESCUCHA, PIENSA Y… ¡RESPONDE!

DOCUMENTOS DE REFERENCIA

DISCURSO A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO DE LA ORGANIZACIÓN DE UNIVERSIDADES CATÓLICAS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE - ODUCAL

Queridos hermanos y hermanas, ¡buen día!

Saludo al Sr. Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación le agradezco por las palabras amables. Saludo al Presidente de ODUCAL, Ing. Rodolfo Gallo Cornejo, a los Vicepresidentes de las Sub Regiones Andina, México, Centro América y el Caribe y el Cono Sur.

Saludo a los miembros de la Organización que se encuentran en Roma para conmemorar el 70 aniversario de su creación. Llegan unidos por

el espíritu colaborativo y fraterno que caracteriza a la organización y se reúnen, en esta particular ocasión, para enriquecer los vínculos y fortalecer la red a partir del trabajo en comunión.

* Palabras pronunciadas por el Santo Padre en la Sala Clementina, Ciudad del Vaticano, 4 de mayo de 2023. https://www.vatican.va/content/ francesco/es/speeches/2023/may/ documents/20230504-universidadescatolicas.html

La ODUCAL, fundada en Chile por Mons. Alfredo Silva Santiago, Arzobispo de la Diócesis de Concepción con el apoyo de otras universidades, está integrada por 115 universidades, lo que representa actualmente 1.500.000 alumnos, más de 110.000 profesores y más de 5000 programas académicos de diferentes niveles. Es la organización más numerosa dentro de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC). Esto hace que la Organización goce de solidez en el trabajo académico y, a la vez, que tenga en sus manos una gran responsabilidad, tanto en el presente como en el futuro de América Latina. Bien dice uno de los

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Papa Francisco*

objetivos de ODUCAL: «Contribuir a la formulación de políticas públicas relativas a educación, tanto en los ámbitos nacionales cuanto, especialmente, en los supranacionales».

En este sentido, y mirando la realidad de nuestra América Latina, «la pobreza y la desigualdad son una llaga que se profundiza en lugar de aliviarse. La pandemia y sus consecuencias, el contexto mundial agravado en lo político, económico y militar, así como la polarización ideológica, parecen cerrar las puertas a los esfuerzos de desarrollo y anhelos de liberación. La presente crisis no es solo una oportunidad para constatar el agotamiento de sistemas y modelos económicos, sino que mueve a superar soluciones prejuiciosas como las que alimentan los esquemas de polarización ideológica, emocional, política, de género y de exclusión cultural»1 En todo caso, no nos asustemos frente al “caos”, porque precisamente de ahí Dios hace sus obras más hermosas y creativas.

Si la palabra “universidad” deriva de “universo”, es decir, el “conjunto de todas las cosas”, el adjetivo “católica” la refuerza y la inspira. “Católico”, en efecto, significa “según el todo”, “a partir del todo”. Y aquí ya hay como una referencia a la armonía. Vuestra tarea es contribuir a formar mentes católicas, capaces de observar no solo el objeto de su interés. Una mirada extremadamente

precisa y focalizada puede volverse fija, fijada y excluyente. Tiene la precisión de un radar, pero pierde el panorama. En vez, ser “católico” significa tener una visión panorámica sobre el misterio de Cristo y del mundo, sobre el misterio del hombre y de la mujer. Necesitamos mentes, corazones, manos a la altura del panorama de la realidad, no de la estrechez de las ideologías. Doy un ejemplo de mirada católica, refiriéndome al comienzo de la Gaudium et spes, la Constitución que el Concilio Vaticano II dedicó al mundo contemporáneo, afirmando que «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (n. 1), Gaudium et spes nos habla de la vida humana “católicamente”, no selectivamente. Se interesa de toda la condición existencial y no solo de una parte —la feliz o la dolorosa—, porque en todas habita la gloria de Dios. Si la alegría atrae a tal punto de silenciar la voz del dolor de cercanos y lejanos (¡o incluso a veces la propia, la alegría que anestesia!), es solo euforia, no tiene alcance. No cura las heridas, esa alegría no cura, sino que las tapa, y las heridas tapadas se infectan. Al contrario, si la atención al dolor propio y de los demás consume las energías de la esperanza, se vuelve la excusa para eludir el riesgo y la voluntad necesaria para volver a apostar por la vida, aun si nos ha decepcionado. El dolor se transforma en pretexto para despreciar el pan cotidiano de la consolación, que el Señor no deja

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1 CISAV, América Latina: Diagnósticos y desafíos, Dossier Estudios Latinoamericanos, febrero 2023, p. 23.

faltar ni siquiera en la jornada más dura. Ustedes son universitarios, hombres y mujeres con amplitud de miras, por eso ¡sean “católicos”! En este sentido de la palabra, no “católicos” así sectarios. Son católicos y por eso, porque quieren ser católicos, ¡sean universitarios!

Estoy convencido de que la catolicidad de la mente, del corazón y de las manos, promovida por sus universidades y su asociación, puede contribuir de manera decisiva a la sanación de las heridas tan dolorosas que ofenden hoy a nuestra amada América Latina, donde los ricos se vuelven cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres. Alimenten el fuego encendido por Dios en América Latina, aliméntenlo así. Y en esto los ayudará también el Pacto Educativo Global, que he confiado a la entonces Congregación para la Educación Católica y ahora al nuevo Dicasterio para la Cultura y la Educación. Supe con alegría que muchas universidades coordinadas por su asociación y la misma asociación promueven con energía ideas y proyectos inspirados en el Pacto Educativo Global. Por favor, sigan adelante. Considero que el Pacto —no solo educativo, sino también cultural— contribuya de manera significativa a lo que he llamado la “tercera misión” de la universidad. Es hermoso que las universidades tengan misiones. Una universidad católica debe ser misionera, es decir, con las puertas hacia afuera, dado que la misión es la inspiración, el impulso, el esfuerzo y el premio de toda la Iglesia. Quizá la misión de la universidad es la de formar poetas

sociales, hombres y mujeres que, aprendiendo bien la gramática y el vocabulario de la humanidad, tienen chispa, tienen el destello que permite imaginar lo inédito. No se olviden esa expresión: formar poetas sociales. Estudiando la lengua, que tiene una historia larguísima, su alma panorámica los hace exploradores del futuro. Quizás la misión de la universidad es preparar coreógrafos sociales, hombres y mujeres que vislumbran en el pueblo una danza, un baile donde cada uno contribuye a la gracia del movimiento total y nadie es excluido. Coreógrafos sociales, atrevido decir esto, pero este es el sentido. Y si tuviera ahora que traducir la palabra “misión” en ámbito académico, usaría el vocablo “investigación”. El investigador tiene mente y corazón misioneros. No se conforma con lo que tiene, va a buscar. El misionero conoce la alegría del Evangelio y no ve la hora de que los demás la experimenten. Por eso, sale de la patria de sus convicciones y de sus costumbres, yendo hacia lugares inexplorados. Conoce el Evangelio, pero no sabe qué frutos dará en ese terreno extranjero. Es precisamente la tensión entre saber y no saber la que lo impulsa hacia adelante y lo protege de la presunción de conocerlo todo. Sabe, y se deja sorprender por lo que conocerá. Por eso, el misionero ama la reciprocidad: enseña y aprende, convencido de que todos tienen algo que enseñar. Así el investigador, si no está dispuesto a salir y a aprender, renunciará a quién sabe qué maravilloso saber, mutilando su misma inteligencia. Es muy triste encontrar intelectuales, hombres

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DEL SANTO PADRE FRANCISCO EN EL CONGRESO ODUCAL

y mujeres de grande inteligencia, pero con la inteligencia mutilada. Que sus ateneos, como instituciones académicas particulares y como redes de universidades católicas, puedan convertirse en centros de investigación valorados en todo el mundo. También así formarán mentes misioneras.

Hermanos y hermanas, les agradezco lo que hacen. ¡Sigan adelante! Que la Virgen los acompañe. Los bendigo de corazón y les pido que por favor recen por mí.

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DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON EL MUNDO UNIVERSITARIO Y DE LA CULTURA VIAJE APOSTÓLICO A HUNGRÍA

Papa Francisco*

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

Saludo a cada uno de ustedes y agradezco las hermosas palabras que se han dicho y sobre las cuales me detendré en breve. Este es el último encuentro de mi visita a Hungría y, con el corazón agradecido, me da gusto pensar en el curso del Danubio, que conecta este país con muchos otros, uniendo, además de su geografía, también su historia. La cultura, en cierto sentido, es como un gran río: conecta y recorre varias regiones de la vida y de la historia poniéndolas en relación, permite na-

* Palabras pronunciadas por el Santo Padre en la Facultad de Informática y Ciencias Biónicas de la Universidad Católica Péter Pázmány, Budapest, 30 de abril de 2023. https://www.vatican.va/ content/francesco/es/speeches/2023/ april/documents/20230430-ungheriacultura.html

vegar en el mundo y abrazar países y tierras lejanas, sacia la mente, riega el alma, hace crecer a la sociedad. La misma palabra cultura deriva del verbo cultivar. El saber conlleva una siembra cotidiana que, penetrando en los surcos de la realidad, da fruto.

Hace cien años, Romano Guardini, gran intelectual y hombre de fe, precisamente mientras se encontraba inmerso en un paisaje único por la belleza de las aguas, tuvo una fecunda intuición cultural. Escribió: «Estos días he comprendido claramente que existen dos modos de conocer. El primero, nos conduce a sumergirnos en las cosas y su contexto. El que conoce pretende penetrar, adentrarse en el objeto, convivir con él. El segundo modo consiste en aprehender, descomponer, clasificar, tomar posesión del objeto, dominarlo» (cf. Cartas del Lago de Como. La técnica y el hombre,

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Pamplona 2013, p. 59). Distingue entre un conocimiento humilde y relacional, que es como “un reinar sirviendo; una creación conforme a las posibilidades que ofrece la naturaleza, que no franquea los límites impuestos” (cf. p. 61), y otro modo de saber, que «no se detiene en la contemplación, sino que analiza. No se sumerge en las cosas, sino que se apodera de ellas» (pp. 60-61).

Y, de esa manera, en este segundo modo de conocer «las energías y la materia han sido conducidas hacia un fin único: las máquinas» (p. 62), y «así se constituye una técnica cuyo fin es subyugar al hombre en su vida» (p. 64). Guardini no demoniza la técnica, la cual permite vivir mejor, comunicar y tener muchas ventajas, sino que advierte el riesgo de que esta se vuelva reguladora, si no dominadora, de la vida. En ese sentido veía un gran peligro: «El hombre ha perdido su consistencia interior derivada de un sentimiento orgánico de la medida y de las formas naturales» y, «mientras permanece en su interior privado de equilibrio, sin orientación, establece arbitrariamente sus fines y obliga a las fuerzas de la naturaleza, que él mismo sometió, a convertirlos en realidad» (pp. 64-65). Y dejaba a las futuras generaciones una pregunta inquietante: «¿Qué va a ser de la vida si se deja someter por este orden de cosas? [...] ¿Qué será de la vida […] si se somete a los imperativos despóticos de la técnica? Un sistema mecanicista se cierne sobre la vida […]. ¿Puede la vida permanecer floreciente en medio de este sistema?» (pp. 65-66).

¿Puede la vida permanecer floreciente? Es una cuestión que, especialmente en este lugar, donde se profundizan la informática y las “ciencias biónicas”, es bueno plantearse. De hecho, lo que había intuido Guardini es evidente en nuestros días. Pensemos en la crisis ecológica, en la naturaleza que simplemente está reaccionando al uso instrumental que le hemos dado. Pensemos en la falta de límites, en la lógica del “se puede hacer, por tanto, es lícito”. Pensemos también en la voluntad de poner en el centro de todo no a la persona y sus relaciones, sino al individuo centrado en sus propias necesidades, ávido por acumular y voraz por aferrar la realidad. Y, en consecuencia, pensemos en la erosión de los vínculos comunitarios, por la que la soledad y el miedo, de condiciones existenciales, parecen transformarse en condiciones sociales. Cuántos individuos aislados, muy “de redes sociales” y poco sociales, recurren, como en un círculo vicioso, a los consuelos de la técnica para llenar el vacío que experimentan, corriendo de manera aún más frenética mientras, esclavos de un capitalismo salvaje, sienten de manera aún más dolorosa las propias debilidades, en una sociedad donde la velocidad exterior va a la par de la fragilidad interior. Este es el drama. Diciendo esto no quiero generar pesimismo —sería contrario a la fe que tengo la alegría de profesar—, sino reflexionar sobre esta “arrogancia de ser y de tener”, que ya en los albores de la cultura europea Homero veía como una amenaza y que el paradigma tecnocrático exaspera, con un cierto

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uso de los algoritmos que puede representar un ulterior riesgo de desestabilización de lo humano.

En una novela que he citado otras veces, Señor del mundo, de Robert Benson, se observa “que la complejidad mecánica no es sinónimo de verdadera grandeza y que en la exterioridad más fastuosa se esconde la insidia más sutil”. En este libro, en cierto sentido “profético”, escrito hace más de un siglo, se describe un futuro dominado por la técnica y en el que todo, en nombre del progreso, está uniformado; en todas partes se predica un nuevo “humanismo” que suprime las diferencias, anulando la vida de los pueblos y aboliendo las religiones. Aboliendo todas las diferencias. Ideologías opuestas convergen en una homologación que coloniza ideológicamente. Este es el drama la colonización ideológica; el hombre, en contacto con las máquinas, se achata cada vez más, mientras la vida común se vuelve triste y enrarecida. En ese mundo avanzado pero sombrío, que describe Benson, donde todos parecen insensibles y anestesiados, parece obvio descartar a los enfermos y aplicar la eutanasia, así como abolir las lenguas y las culturas nacionales para alcanzar la paz universal, que en realidad se transforma en una persecución fundada sobre la imposición del consenso, hasta el punto de hacer afirmar a uno de los protagonistas que “el mundo parece a merced de una vitalidad perversa, que lo corrompe y lo confunde todo”.

Me he extendido en este análisis sombrío precisamente porque es en ese contexto donde los roles de la

cultura y de la universidad brillan mejor. La universidad es, en efecto, como indica el mismo nombre, el lugar donde el pensamiento nace, crece y madura abierto y sinfónico; no monocorde ni cerrado, más bien abierto y sinfónico. Es el “templo” donde el conocimiento está llamado a liberarse de los límites estrechos del tener y del poseer para convertirse en cultura, es decir, en “cultivo” del hombre y de sus relaciones fundamentales: con el trascendente, con la sociedad, con la historia, con la creación. A este respecto, afirma el Concilio Vaticano II: «La cultura debe estar subordinada a la perfección integral de la persona humana, al bien de la comunidad y de la sociedad humana entera. Por lo cual es preciso cultivar el espíritu de tal manera que se promueva la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y de formarse un juicio personal, así como el poder cultivar el sentido religioso, moral y social » (Const. past. Gaudium et spes, 59). Ya en la antigüedad se decía que el comienzo del filosofar es la admiración, la capacidad de admiración. En esta perspectiva, he apreciado mucho vuestras palabras. Las suyas, monseñor Rector, cuando ha dicho que «en todo verdadero científico hay algo de escriba, de sacerdote, de profeta y de místico»; y también que «con la ayuda de la ciencia no queremos sólo entender, queremos también hacer lo correcto, es decir, construir una civilización humana y solidaria, una cultura y un ambiente sostenibles. Es con el corazón humilde que podemos subir no sólo al monte del Señor, sino también al monte de la ciencia».

49 DISCURSO EN EL ENCUENTRO CON EL MUNDO UNIVERSITARIO Y DE LA CULTURA

Es verdad, los grandes intelectuales, de hecho, son humildes. Por otra parte, el misterio de la vida se revela a quien sabe introducirse en las pequeñas cosas. A este respecto, es hermoso lo que nos ha dicho Dorottya: “Descubriendo detalles cada vez más pequeños nos sumergimos en la complejidad de la obra de Dios”. La cultura así entendida representa verdaderamente la salvaguardia de lo humano. Ahonda en la contemplación y moldea personas que no están a merced de las modas del momento, sino bien arraigadas en la realidad de las cosas. Y que, humildes discípulas del saber, sienten que deben ser abiertas y comunicativas, nunca rígidas y combativas. De hecho, quien ama la cultura no se siente nunca satisfecho, sino que lleva en sí una sana inquietud. Busca, interroga, arriesga, explora; sabe salir de sus propias certezas para aventurarse con humildad en el misterio de la vida, que se armoniza con la inquietud, no con la costumbre; que se abre a las otras culturas y advierte la necesidad de compartir el saber. Este es el espíritu de la universidad, y les agradezco porque lo viven así, como nos ha dicho el profesor Major, que ha explicado la belleza de cooperar con otras realidades educativas, por medio de programas de investigación compartidos y también acogiendo a estudiantes provenientes de otras regiones del mundo, como Oriente Medio, en particular de la martirizada Siria. Abriéndonos a los demás nos conocemos mejor a nosotros mismos. La apertura, abrirse a los demás es como un espejo: me hace conocerme mejor a mí mismo.

La cultura nos acompaña en el conocimiento de nosotros mismos. Lo recuerda el pensamiento clásico, que nunca debe desaparecer. Vienen a la mente las célebres palabras del oráculo de Delfos: «Conócete a ti mismo». Es una de las dos frases que quisiera dejarles como conclusión. Pero, ¿qué significa conócete a ti mismo? Quiere decir saber reconocer los propios límites y, en consecuencia, frenar la propia presunción de autosuficiencia. Nos hace bien, porque es sobre todo reconociéndonos criaturas cuando nos volvemos creativos, sumergiéndonos en el mundo, en vez de dominarlo. Y mientras que el pensamiento tecnocrático persigue un progreso que no admite límites, el hombre real está hecho también de fragilidad, y es a menudo justamente ahí cuando comprende que depende de Dios y que está conectado con los otros y con la creación. Por tanto, la frase del oráculo de Delfos invita a un conocimiento que, partiendo de la humildad, partiendo del límite, partiendo de la humildad del límite descubre sus maravillosas potencialidades, que van más allá de las de la técnica. En otras palabras, conocerse a sí mismo requiere mantener unidas, en una dialéctica virtuosa, la fragilidad y la grandeza del hombre. Del asombro de este contraste surge la cultura; nunca satisfecha y siempre en búsqueda, inquieta y comunitaria, disciplinada en su finitud y abierta al absoluto. Me gustaría que cultiven este apasionante descubrimiento de la verdad.

La segunda frase se refiere precisamente a la verdad. Es una frase de Jesús: «La verdad los

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hará libres» (Jn 8,32). Hungría ha visto subseguirse ideologías que se imponían como verdad, pero no daban libertad. Y hoy el riesgo tampoco ha desaparecido; pienso en el paso del comunismo al consumismo. En ambos “ismos” hay una falsa idea de libertad; la del comunismo era una “libertad” forzada, limitada desde fuera, decidida por otro; la del consumismo es una “libertad” libertina, hedonista, aplanada, que nos vuelve esclavos del consumo y de las cosas. Y qué fácil es pasar de los límites impuestos al pensar, como en el comunismo, al pensarse sin límites, como en el consumismo; de una libertad frenada a una libertad sin frenos. Jesús, en cambio, nos

ofrece una salida, diciendo que la verdad es todo aquello que libera, aquello que libera al hombre de sus dependencias y de sus cerrazones. La clave para acceder a esta verdad es un conocimiento que nunca se desvincula del amor, relacional, humilde y abierto, concreto y comunitario, valiente y constructivo. Esto es lo que las universidades están llamadas a cultivar y la fe a alimentar. Les deseo, por tanto, a esta y a todas las universidades, que sean un centro de universalidad y de libertad, una fecunda obra de humanismo, un taller de esperanza. Los bendigo de corazón y les agradezco lo que hacen.

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“QUÉ ESPERA LA IGLESIA DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS”

Cardenal José Tolentino de Mendonça*

En diciembre de 2020, el Papa Francisco realizó un video mensaje con el que saludó a algunos académicos, comprometidos con la Misión 4.7 de la UNESCO y con el Pacto Educativo Global de la Santa Sede. En ese video mensaje, el Santo Padre pronunció una frase con la que quisiera ahora iniciar mis palabras. Dijo el Papa: «La educación es un acto de esperanza que, desde el presente, mira al futuro»1.

* Discurso en línea (París, 16 de enero de 2023) del Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, Santa Sede, para los miembros de la Federación Internacional de Universidades Católicas - FIUC, con motivo de la inauguración de la nueva sede. Texto publicado por ODUCAL, 18 de enero de 2023. https://drive.google.com/file/d/1aVKiNcLg23LsfyJWH3jfOk-z_dSnSP3/view

1 PAPA FRANCISCO, Video mensaje a los participantes del encuentro Misión 4.7, Ciudad del Vaticano, 16 de diciembre de 2020.

Como ven, la frase de nuestro Pontífice podría dar razón del objeto que nos reúne, a saber, mirar hacia lo que quisiéramos que llegaran a ser nuestras Universidades católicas en el futuro, partiendo desde nuestro presente y, por qué no, sin olvidar el legado que hemos recibido del pasado. Mirar desde el presente implica, entonces, ampliar la visión y escuchar a otras miradas, a imitación de un poliedro. Es decir, no podemos limitarnos a ver únicamente las Universidades desde nuestra propia realidad. Necesitamos que, al igual que el poliedro, muchas miradas reflejen la originalidad de las Instituciones de educación católica, a través de la confluencia de todos los posicionamientos o puntos de vista2.

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2 Cf. PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013, n. 236.

Esa mirada presente, por ende, está llamada a ser múltiple y plural pues, se hace necesario que incluya: la situación presente de la Iglesia, el presente de nuestras Universidades católicas, el presente del empeño que tienen tantas mujeres y hombres en la formación integral de la persona humana, el presente de los discípulos de Jesús que trabajan en el mundo educativo y cultural, y finalmente, y no por esto menos importante, el presente de aquellos que rodean nuestras Instituciones, es decir, «la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente integra a todo el mundo»3. Si partimos de estos presentes, nuestra mirada hacia el futuro no se limitará a una programación rutinaria. Nuestra mirada se convertirá en un acto de esperanza.

Que las Universidades católicas sean buenas universidades es algo por lo que debemos luchar. Pero debemos ser conscientes que ello no es suficiente. En el pensamiento del Papa Francisco, las Universidades católicas no deberían limitarse a conceder únicamente títulos profesionales de calidad y a garantizar carreras ambiciosas. La Iglesia espera, como dijo el Papa en el mensaje para la paz del 2021, que nuestras Instituciones Superiores se distingan por ser universidades en el mundo que, ofreciendo su servicio educativo, estén dispuestas a «transmitir un sistema de valores basado en el reconocimiento de la dignidad de cada persona, de cada comunidad lingüística, étnica y religiosa, de cada pueblo y de los derechos fun-

damentales que derivan de estos»4. En una frase: Se tiene la esperanza de que nuestra educación católica sea algo más. Es decir, que esté más enraizada en el ethos cristiano y, por ende, que sea más audaz en la búsqueda de la verdad. Que sea más innovadora culturalmente. Que sea más atenta socialmente: «más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión»5.

Ahora bien, me parece conveniente, después de haber escuchado el desafío que nos ha tendido el Papa, proponerles que examinemos un camino a seguir, para que avancemos hacia el futuro. Considero que, en esta acción de vislumbrar el futuro, hay dos aspectos esenciales que deben mantenerse y otros dos a los que estamos llamados a renovar. Seguramente, existirán otros aspectos que podríamos tratar a lo largo de nuestro encuentro o en alguna otra ocasión. ¡La reflexión y la participación en pro de nuestras universidades son siempre bienvenidas!

1. La identidad

El primer aspecto del que una Universidad católica no puede prescindir, ni ahora ni en el futuro, es el de la propia identidad. Sin ella, la universidad se alejaría de la misión de educar, a ejemplo de Jesús, el Maestro, y se convertiría en una fábrica de títulos profesionales. Al respecto, la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiæ define una Univer-

4 PAPA FRANCISCO, Mensaje para la jornada mundial de la paz, 1° de enero de 2021, n. 8.

5 PAPA FRANCISCO, Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo Global, 12 de septiembre de 2019.

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3 IBID.

QUÉ ESPERA LA IGLESIA DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS

sidad católica como una comunidad académica que se distingue: 1) por una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal; 2) por una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber humano, al que trata de contribuir con sus propias investigaciones; 3) por la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia; y 4) por el esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios y de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da sentido a la vida6.

No obstante, si bien nuestras universidades han reflexionado sobre la propia identidad, a través de grupos de estudios, publicaciones, conferencias, etc., es necesario abrir aún más los ojos, sobre todo ante este mundo cambiante e inestable. Hoy, varias tentaciones rodean a nuestras instituciones, de las que, si no se está alerta, se correría el peligro de caer en ellas sin darnos cuenta.

Una tentación que quebranta la identidad es, retomando el pensamiento del Papa Francisco, la autopreservación de la institución, es decir, esa introversión excesiva que paraliza el dinamismo educativo, dándole la espalda a la realidad. La autopreservación nos convierte en funcionarios de la educación, en perjuicio de la acción evangelizadora de la Universidad, hasta el punto de multiplicar la distancia entre los

profesores y los alumnos, entre los mismos profesores, entre los propios alumnos, y entre la Institución, la Iglesia y la sociedad. Es decir, desaparecen las obras y los gestos de la vida cotidiana, con lo que dejamos de sentirnos hermanos. ¡Es tan fácil que los componentes de una universidad se vuelvan islotes separados y que las universidades se conviertan en un archipiélago de solitud!

Otra tentación que perjudica a la identidad es la autorreferencialidad, de la que tantas veces nos ha hablado el Papa Francisco. En el caso de la Universidades católicas, se es autorreferente cuando en el fondo sólo se confía en las propias fuerzas y se experimenta, como Institución, una cierta superioridad. Al respecto, vale la pena que reflexionemos sobre un discurso que pronunció el Papa en el mes de mayo, del año pasado, y que está relacionado con esta tentación que constituye la autorreferencialidad. Leo un párrafo: «El mito de Prometeo, apto quizá en otras épocas, ya no lo es para la nuestra. No necesitamos un heroísmo titánico, sino una mansa y paciente fraternidad entre nosotros y con la creación. La vida y la historia demuestran, de hecho, que no podemos ser nosotros mismos sin el otro y sin los otros. En un mundo en el cual todo está íntimamente relacionado […], es necesario abrirse con creatividad a nuevos itinerarios, más integrados, compartidos, unidos directamente con las personas y sus contextos»7.

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6 Cf. JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiæ, 15 de agosto de 1990, n. 13. 7 PAPA FRANCISCO, Discurso a los participantes en un congreso internacional sobre la protección de la biodiversidad, Ciudad del Vaticano, 21 de mayo de 2022.

2. Misión

El segundo aspecto al que no puede renunciar una Universidad católica, ni en el presente, ni en el futuro, es la misión por la que se une a la hermosa tarea de la evangelización. Para Ex corde Ecclesiæ esta evangelización se encuentra orientada hacia «una presencia, por así decir, pública, continua y universal del pensamiento cristiano en todo esfuerzo tendiente a promover la cultura superior y, también, a formar a todos los estudiantes de manera que lleguen a ser hombres insignes por el saber, preparados para desempeñar funciones de responsabilidad en la sociedad y a testimoniar su fe ante el mundo»8

En una Universidad católica esta presencia se traduce, sobre todo, por el diálogo continuo y científico entre la fe y la razón. Hoy, y en el futuro, será necesario consolidar entre la fe y la razón una compatibilidad creíble. «Precisamente, la fe y la razón, cuando caminan de la mano, son capaces de potenciar la cultura del ser humano, impregnar de sentido el mundo, y construir sociedades más humanas, más fraternas, y por consecuencia, más llenas de Dios»9.

Tenemos que cuidarnos de dos peligros: el fideísmo y la razón autónoma. Ambas desconfían la una de la otra, despreciándose y entroni-

8 JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiæ, 15 de agosto de 1990, n. 9.

9 PAPA FRANCISCO, Discurso a los miembros de la Fraternidad de agrupaciones Santo Tomás de Aquino, Ciudad del Vaticano, 30 de septiembre de 2022.

zándose como si fueran únicas. Una Institución educativa católica debe evitar la aspiración de convertirse en una parroquia o en un grupo de devoción. De la misma manera, debe alejarse de la presunción de proclamar que solo algunas ciencias aceptarían la presencia de la fe y que otras estarían exentas de ella. Bien dijo el Papa Francisco que «la fe despierta el sentido crítico […]. La fe ensancha los horizontes de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta a los estudios de la ciencia»10.

Cierro esta cuestión, augurando que nuestras Universidades acojan cuanto antes la invitación del Papa sobre el principio de la interdisciplinariedad, «no sólo en su forma “débil”, de simple multidisciplinariedad […]; sino también en su forma “fuerte”, de transdisciplinariedad, como ubicación y maduración de todo el saber en el espacio de Luz y de Vida ofrecido por la Sabiduría que brota de la Revelación de Dios»11.

Habiendo visto los aspectos a los que no se puede renunciar, identidad y misión, presento brevemente los otros que necesitan renovación ahora para sembrar un futuro prometedor.

3. Diálogo

El primero de ellos es el diálogo. Esto porque, sí hemos seguido

10 PAPA FRANCISCO, Carta Encíclica Lumen Fidei, 29 de junio de 2013, n. 34.

11 PAPA FRANCISCO, Constitución Apostólica Veritatis gaudium, 8 de diciembre de 2017, Proemio, n. 3c; Exhortación Apostólica Postsinodal Christus vivit, 25 de marzo de 2019, n. 222.

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el magisterio del Papa Francisco, podríamos decir, sin error a equivocarnos, que la invitación al diálogo ha sido una constante en todos sus discursos y mensajes dirigidos a la comunidad eclesial y mundial.

El diálogo forma parte de la dimensión constitutiva de todo ser humano. En esto coinciden todos los antropólogos y sociólogos. El individuo necesita dialogar. Todo su ser corporal, su ser espiritual y su obrar apuntan hacia la comunicación. Para el educador y el estudiante universitario de una Universidad católica, el diálogo se fundamenta y se desarrolla en la dinámica dialógica trinitaria, en el diálogo entre Dios y el hombre y en el diálogo entre los mismos hombres.

De ahí que las instituciones educativas católicas, por su naturaleza eclesial, estén llamadas a compartir el diálogo como un elemento constitutivo de su identidad. En otras palabras, invitadas a practicar la gramática del diálogo, no como un expediente tecnicista, sino como modalidad profunda de relación, como expresión de sinodalidad. Las comunidades educativas católicas no pueden ser, si no son sinodales. Deben permitir que la persona se exprese y crezca humanamente en un proceso de relación dialógica, interactuando de manera constructiva, ejercitando el respecto, comprendiendo los diferentes puntos de vista, creando confianza en un ambiente de auténtica armonía.

Ahora bien, el Papa Francisco ha dado algunas indicaciones fundamentales para favorecer el

diálogo. Ellas son: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones. El deber de la identidad, porque no se puede entablar un diálogo real sobre la base de la ambigüedad o de sacrificar el bien para complacer al otro. La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. La sinceridad de las intenciones, porque el diálogo, en cuanto expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación12.

Sabemos que la educación que imparten nuestras Universidades católicas tiene como objetivo la formación integral del ser humano. Pues bien, el diálogo, bien encauzado, podría reforzar lo aprendido y abrir los horizontes de las personas, permitiéndoles salir de sí mismo y ayudándolas a construir la tan esperada amistad social y fraternidad universal. No olvidemos que si nuestras instituciones educativas se cierran al diálogo estarán destinadas a aislarse, aunque sus proyectos educativos hayan sido inspirados en la doctrina cristiana. Igualmente, si nuestras instituciones se preocupan

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QUÉ ESPERA LA IGLESIA DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS
12 Cf. PAPA FRANCISCO, Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional para la Paz, El Cairo, 28 de abril de 2017.

solo por dialogar, olvidando la identidad que las caracteriza, terminarán siendo meras instituciones arrastradas por las modas del momento. La virtud busca el equilibrio.

4. Pastoral universitaria

Desde el inicio del Pontificado del Papa Francisco, se nos ha invitado a la conversión pastoral y misionera. De ahí que, muchas conferencias episcopales, congregaciones religiosas y diferentes instituciones eclesiales hayan propiciado la reflexión sobre la pastoral de cada una de ellas. En algunos casos se han reformado las estructuras; en otros, se ha actualizado el mensaje según los signos de los tiempos. La conversión pastoral, a la que estamos llamados, procura «que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad»13.

Ahora bien, en relación con la pastoral universitaria, ha sido poco lo que se ha hecho. Algunas Universidades católicas siguen considerando que la pastoral se limita a poseer una capilla, una imagen de Cristo, o de la Virgen, o de algún santo. Piensan que son católicas porque tienen asignado un capellán o algún agente de pastoral. En otras universidades, los signos cristianos no están presentes. Por eso, si queremos que nuestro futuro esté com-

prometido con la sociedad fraterna que deseamos, se hace necesario reflexionar, partiendo del Kerygma, sobre la pastoral universitaria que necesitamos ahora y que podría influir en el futuro.

Sea como sea, sería laudable que nuestras Universidades propiciaran e impulsaran una pastoral renovada, que encarne la fe, a través de las actividades diarias, con momentos significativos para la oración, la reflexión y la profundización cultural. La pastoral debe tener en cuenta que un rasgo característico de los jóvenes de hoy es el compromiso social. El voluntariado es una escuela de vida dentro de la propia escuela. «Hay muchos jóvenes dispuestos a comprometerse con iniciativas de voluntariado, ciudadanía activa y solidaridad social, que hay que acompañar y alentar para que emerjan los talentos, las competencias y la creatividad de los jóvenes y para incentivarles a asumir responsabilidades. El compromiso social y el contacto directo con los pobres siguen siendo una ocasión fundamental para descubrir o profundizar la fe y discernir la propia vocación»14. Otro elemento importante que debemos tener presente e intensificar es la dimensión cultural. La disposición tomada por el Papa Francisco con la creación de un nuevo dicasterio donde la cultura y la educación están juntas es un desafío al que deberemos responder juntos, buscando más sinergias, corriendo más riesgos.

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13 PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013, n. 27. 14 PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Postsinodal Christus vivit, 25 de marzo de 2019, n. 170.

QUÉ ESPERA LA IGLESIA DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS

Finalizo formulando un deseo para todos aquellos que integran las comunidades académicas de nuestras Universidades católicas. Deseo que, a partir de nuestro presente, con sus pros y sus contras, vislumbremos con seriedad el futuro. Que todos, como dijo el Papa Francisco, en el video mensaje que cité al inicio, lleguemos a ser creadores «de una nueva belleza humana, una nueva belleza fraterna y amigable, como de la salvaguardia de la tierra que pisamos»15.

15 PAPA FRANCISCO, Video mensaje a los participantes del encuentro Misión 4.7, Ciudad del Vaticano, 16 de diciembre de 2020.

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Con profundo agradecimiento podemos reunirnos después de cuatro años. Gracias de corazón a quienes han preparado con dedicación, constancia y acierto este encuentro y a Boston College que nos acoge fraternalmente, cuidando todos los detalles.

Durante los cuatro años que nos separan de la Asamblea de Bilbao 2018 hemos sido testigos de profundas transformaciones en la humanidad. Nos encontramos en otra etapa de la historia que presentíamos sin mucha claridad. La tratamos de describir como “cambio de época”, “era del conocimiento” … porque percibimos la profundidad de los

* Discurso del Prepósito General de la Compañía de Jesús en la inauguración de la Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU, por sus siglas en inglés), en Boston College, el 4 de agosto de 2022.

cambios que se están produciendo en todas las dimensiones de la vida humana. Llegó sin darnos tiempo suficiente para comprender lo que estaba pasando y mucho menos para prepararnos adecuadamente.

Al mismo tiempo seguimos experimentando en la vida cotidiana de las Universidades las tensiones inherentes a lo que ellas son. Tensión entre excelencia académica y formación integral de las personas; entre estar a la altura de los tiempos en infraestructura, tecnología… y ofrecer educación de calidad sin ningún tipo de discriminación social… Tensión entre una historia, una tradición, a la que se debe lo que es la institución y los desafíos de las crisis del presente que se abre a un futuro incierto… Y otras tantas más que ocupan las mentes, los corazones y las ocupaciones cotidianas de los aquí reunidos.

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“DISCERNIENDO EL PRESENTE PARA PREPARAR EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS”
Arturo Sosa, S.J.*

Esta asamblea mundial se ha propuesto como una oportunidad de discernir en común la contribución específica de las instituciones de educación universitaria bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús al presente histórico de la humanidad. Lo específico que pueden ser y hacer para contribuir a abrir camino a una sociedad más justa porque se establecen relaciones fraternas entre las personas, sus culturas, los pueblos, las naciones… Porque el Bien Común orienta las decisiones de economía política global. Porque se toma la vía de la reconciliación con el medio ambiente que hace posible restablecer el equilibrio en el uso de los recursos naturales, favoreciendo no sólo la vida plena para todos los seres humanos, sino también la vida misma en el planeta Tierra.

Un discernimiento que lleve a decisiones compartidas sobre lo que caracteriza las Universidades, Colegios, Institutos y Facultades miembros de esta Asociación Inter- nacional. En otras palabras, se busca responder a la pregunta sobre qué es lo propio que ofrecen nuestras ins- tituciones; qué es aquello “especial” o “único” que las caracteriza en su modo de insertarse en este momento presente en la construcción del fu- turo deseado.

Podemos hacer la misma pregunta desde otra perspectiva: qué puede motivar a una persona o una familia la escogencia de estudiar, enseñar, investigar o trabajar en una Universidad miembro de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU).

A. Preparar el futuro exige discernir el presente

Corremos el riesgo de convertir el discernimiento en una etiqueta cómoda que nos pone en sintonía con un lenguaje que hace sonreír a los jesuitas o acaricia los oídos del Papa Francisco. Discernir comporta aceptar desafíos que se nos proponen desde muchos ángulos de la vida social y desde la ciencia. Desafíos que, con frecuencia y con razón, nos asustan.

Discernir supone arriesgar… Correr riesgos no surge espontáneamente de la dinámica de instituciones que han construido con esfuerzo una identidad, un modo exitoso de educar y producir conocimiento, que las hace sentir orgullosas y, además, son reconocidas por el entorno en que se mueven y gozan de un importante prestigio. Discernir es abrirse a la novedad.

La novedad a la que buscamos abrirnos a través del discernimiento se distingue radicalmente de la innovación fruto de la investigación científica o el progreso tecnológico. Es una novedad que nos viene dada, que no surge de premisas que nosotros hemos puesto ni de los pasos que hemos dado por el camino que nosotros mismos hemos decidido, diseñado y construido.

Discernir, por tanto, es disponerse a ser guiados hacia la novedad. Supone “soltar las riendas” para ser llevado hacia donde no sabemos, sin contar con una hoja de ruta que guie nuestros pasos. Las características de las instituciones universitarias hacen especialmente difícil “soltar

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las riendas”. Están concebidas para tener firmemente las riendas en las propias manos y controlar el camino que se toma y la velocidad con la que se avanza…

Proponerse el discernimiento en común como modo de enfrentar el futuro requiere tomar conciencia de las resistencias que se derivan de la dinámica universitaria habitual. Requiere conducir conscientemente el complejo proceso de cambiar el enfoque y los métodos habituales de tomar decisiones y evitar la tentación de ponerle la etiqueta “discernimiento” a lo mismo que hacemos porque estamos acostumbrados y nos ha ido bien.

Acabamos de clausurar el Año Ignaciano 2021-2022 en el que hemos buscado inspiración en la experiencia de Ignacio de Loyola para soltar las riendas de nuestras vidas y ser capaces de abrirnos a la novedad, de ver nuevas todas las cosas en Cristo, para dejarnos guiar a nuevos horizontes. Ignacio usó para sí mismo la imagen del peregrino. Siguiendo la misma inspiración podemos imaginar la IAJU o mejor la completa vida-misión de la Compañía de Jesús, en peregrinaje, como un cuerpo con muchos miembros que tienen diversas funciones, complementarias entre sí, que se pone en camino confiado en el espíritu que lo inició, lo ha guiado por varios centenares de años y promete seguir haciéndolo si “soltamos las riendas”.

Desde la fe que inspira la vidamisión de la Compañía de Jesús, y nos abre a sintonizar con tantas personas e instituciones que sintonizan

con ella desde otras opciones vitales, sabemos que es el Espíritu Santo quien guía con su peculiar modo de actuar en la historia humana. Quién guía lo hace como el maestro que acompaña los procesos de sus discípulos gratuitamente, desde el respeto a la libertad, siguiendo pacientemente los procesos, adaptándose a las condiciones de cada lugar, momento y persona. Lo hace a través de lo que pudiéramos llamar la pedagogía de la gracia por la que va abriéndonos los sentidos a los signos del presente que conducen al futuro objeto de nuestros deseos y de tantos de nuestros empeños.

Los “signos de los tiempos”, esas señales que pone el Espíritu con su actuación en la historia se manifiestan en el presente. Aprender a leer los signos de los tiempos se convierte así en el discernimiento del presente que ilumina el camino al futuro que nos viene dado si elegimos la vía que ellos nos indican.

Un futuro consistente con la razón de ser de las Universidades e Institutos de Educación Superior encomendadas a la Compañía de Jesús requiere, por consiguiente, un cuidadoso discernimiento en común del presente. En esta asamblea se busca dar pasos en esa dirección examinando el recorrido hecho por la Asociación en los últimos años, profundizando la conciencia de su necesidad y poniendo los mejores medios a su alcance para realizarlo.

Los miembros de la IAJU están llamados a discernir desde la identidad en la que encuentran su razón de ser, principio y fundamento

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DISCERNIENDO EL PRESENTE PARA PREPARAR EL FUTURO DE LA ...

de su misión y lazo de unión entre ellos. Es la identidad que muchas de las Universidades han estado examinando en los últimos años y a cuyas fuentes hemos invitado a volver a lo largo de este año ignaciano. Es el mismo manantial que alimentó el largo y complejo camino del discernimiento en común de las preferencias apostólicas universales de la Compañía de Jesús que sigue fluyendo para fecundar las obras apostólicas que les dan vida concreta cuando las ponen en práctica.

B. Personas con una vida plena de sentido

La identidad de las instituciones de Educación Universitaria reunidas en la IAJU parte de una visión integral del ser humano. Por consiguiente, concebimos la Universidad no fragmentada sino integrada. Proponemos instituciones que ofrecen la posibilidad de integrar las diversas dimensiones del quehacer científico, educativo y de incidencia social.

Una cotidianidad universitaria que realice y trasmita esa identidad es, sin duda, un enorme desafío que supone estar muy atentos a cómo se realizan las actividades ordinarias dentro del campus; a cómo se cultiva la identidad en los miembros de la comunidad universitaria, muy especialmente de sus profesores y personal administrativo; a los procesos de toma de decisiones; a los incentivos que se propone; y a todo aquello que representa el “éxito” de los programas y procesos que se realizan.

Como todo el sistema de educación superior en el mundo, nues-

tras instituciones de educación universitaria están constantemente amenazadas por tres cepas de virus con variantes muy contagiosas: la fragmentación, la superficialidad y la instrumentalidad. La enfermedad que producen estos virus atenta contra la identidad que nos une, inspirada en el carisma que Ignacio señaló con la expresión “ayudar a las almas” como la finalidad de la Compañía de Jesús, en su deseo de servir a la misión del Señor encomendada a la Iglesia. “Ayudar a las almas” es la apuesta ignaciana que lleva a atender integralmente a las personas en todas sus dimensiones, personales o sociales, y en todo lo que necesiten.

Es urgente, por tanto, discernir qué tipo de persona imaginamos como fruto de la experiencia universitaria que proponemos. He aquí la materia central de nuestro discernimiento. El ser humano necesita darle sentido a su vida y a sus acciones, las grandes y las pequeñas de todos los días. Nuestro propósito es “buscar y hallar” el estilo de investigación, incidencia social y educación universitaria capaz de iniciar y acompañar procesos personales y sociales de dar sentido a la vida en todas sus dimensiones para alcanzar la plenitud.

Desde la espiritualidad que se deriva del carisma de la Compañía de Jesús se entiende como vida plena la que se desenvuelve persiguiendo siempre “en todo amar y servir”. Esa es la manera nuestra de concebir la “excelencia”. A través del discernimiento en común nos proponemos animar instituciones excelentes

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porque en ella trabajan, investigan, enseñan y estudian personas que encuentran las condiciones para una vida con sentido que avanza hacia su plenitud.

Instituciones universitarias concebidas de tal manera que ofrezca espacio para acompañar los procesos de gran variedad de personas que viven en distintos momentos de su vida, al mismo tiempo que contribuyen, con los medios a su alcance, a la transformación de las estructuras injustas de las sociedades en las que realiza su específica tarea universitaria.

Lo que conocemos como el “paradigma pedagógico ignaciano” es uno de los medios más eficaces para organizar las instituciones universitarias bajo nuestra responsabilidad según la identidad que les da sentido y desde la que ofrecen oportunidades a todos sus integrantes de encontrarle sentido a sus propias vidas en relación con otras personas y el medio ambiente.

Quienes están familiarizados con la pedagogía ignaciana conocen el estrecho vínculo que tiene con los Ejercicios Espirituales. En ellos Ignacio de Loyola propone un modo concreto de experimentar la acción de Dios en la historia y discernir el camino que lleva a encontrarle sentido a la vida para hacerla plena. Hacer uso responsable y amplio de este precioso instrumento esta, sin duda, al alcance de todas nuestras instituciones universitarias. Sigámoslo haciendo, encontrando modos adaptados a las personas, tiempos y lugares. Aprovechemos esa expe-

riencia para ir conformando espacios universitarios que encarnen el estilo propio de su identidad.

Una pregunta que escucho con frecuencia es la siguiente: ¿se necesita compartir la fe religiosa (cristiana) para adquirir la identidad característica de nuestras instituciones universitarias? En otras palabras: ¿el camino que lleva a encontrarle sentido a la vida personal y social exige la fe religiosa cristiana?

La experiencia de nuestras universidades permite responder que la vida plena y con sentido se realiza en personas diversas, con una asombrosa variedad de opciones personales religiosas, culturales, políticas… Este es uno de los signos que debe atender el discernimiento propuesto. La humanidad es el sustrato común a todas las personas, culturas, experiencias religiosas, creencias… El núcleo sustantivo de la plenitud humana es el amor que se hace ágape, que se vive en común como humanidad congregada alrededor de él.

C. Sembrar en suelo sediento

La expansión de la sociedad secular como el espacio en el que viven, o vivirán, la inmensa mayoría de los seres humanos se experimenta de diversos modos. En algunas partes como amenaza, puesto que los procesos de secularización han supuesto conflictos muy duros que han dejado heridas profundas, muchas veces difíciles de cicatrizar o que se vuelven a abrir fácilmente. Otros ambientes han sido totalmente copados por el principio “vale todo” y suponen que basta respetar lo que cada

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uno piensa o siente para que sean respetadas mi identidad, modos de pensar o fe religiosa. Vastos sectores de la humanidad han sido cubiertos con el manto del fundamentalismo religioso, ideológico o político con márgenes muy escasos y riesgosos para pensar distinto o disentir.

Algunos, por tanto, perciben la sociedad secular como el suelo reseco, quebrado, después de una sequía persistente. En verdad se trata de un suelo sediento que se nos pone delante como oportunidad para cultivar la vida plena de sentido.

Una sociedad secular madura la podemos caracterizar como “suelo sediento” porque ha superado los extremismos ideológicos, los sectarismos religiosos o culturales, la hegemonía del mercado con su dinámica uniformadora, reduccionista de la riqueza representada en la diversidad cultural que lleva a la despersonalización y necesita el autoritarismo para sostenerse sin límite de tiempo.

Es un suelo sediento plural en el que se encuentran una enorme variedad de terrenos y condiciones para emprender cultivos diferentes y complementarios. La sociedad secular genera relaciones que permiten ejercer la libertad de los seres humanos en sus diversas dimensiones vitales que se convierten en espacios abiertos en los que es posible la creación humana.

La sociedad secular madura ofrece una oportunidad nueva de vivir nuestra identidad y, desde ella, hacer una contribución significativa.

Siguiendo la imagen, podemos regar, sembrar y cultivar en un suelo sediento. El desafío del discernimiento en común al que estamos convocados en este momento presente es alcanzar a ver con precisión las señales de las oportunidades que se nos abren en esta nueva época histórica.

Hacer de la Universidad un espacio de discernimiento contribuye a superar las tendencias a la fragmentación existentes en la sociedad secular. Nuestras universidades, ubicadas en la tradición humanista de la pedagogía de la Compañía de Jesús, impulsan procesos de síntesis de conocimientos e integración de las dimensiones que constituyen las personas, las sociedades y la sana relación con el medio ambiente.

La tradición humanista inserta en la identidad de las instituciones universitarias inspira la creación de conocimiento desde un diálogo multifactorial que incluye la diversidad de perspectivas de las disciplinas que se cultivan en la universidad. El diálogo exige la comunicación fluida y constante como medio necesario para constituir y mantener la unidad de mentes y corazones que da sentido a la institución. Igualmente, la trasmisión de conocimiento como dimensión fundamental del quehacer universitario contribuye a la formación de personas integrales, comprometidas con la transformación de la sociedad, agentes de reconciliación que luchan por la justicia social.

Hemos aceptado el reto de inspirar y gestionar instituciones uni-

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versitarias capaces de superar la fragmentación del conocimiento científico especializado, en diálogo inter y trans-disciplinar, insertas en el contexto social en el que se hacen activamente presentes con una mirada universal y conciencia de hacer parte de una única, rica y variada humanidad.

D. Desde la experiencia de la intergeneracionalidad y la interculturalidad

Podemos reconocer la riqueza, los riesgos y las potencialidades del futuro en dos características fundamentales de la humanidad actual: la diversidad cultural y la variedad de edades que conforman la población humana. Preservar y sacar provecho de esa riqueza pone delante de nosotros dos complejos y hermosos desafíos: avanzar hacia la interculturalidad con una arraigada conciencia de intergeneracionalidad.

Reconocer la diversidad cultural como riqueza nos lleva a formar parte de la corriente que construye un mundo interconectado o globalizado a partir de la multiculturalidad como característica fundamental del mundo actual y futuro. La creación cultural forma parte esencial de la humanidad, muestra su capacidad de abrirse a lo nuevo y mejor. Es una corriente que se mueve en una dirección alternativa a la imposición de un mercado único mundial subordinando a todos los seres humanos a un mismo esquema de producción y consumo.

Porque, como afirmaban los primeros Jesuitas, “el mundo es nuestra casa” toda cultura que ha-

bita en ella es nuestra “hermana”. Por eso, queremos ir más allá de la multiculturalidad y abrirnos a la interculturalidad como proceso de enriquecimiento humano. La sociedad en que vivimos es multicultural. También lo son nuestras comunidades universitarias. La interculturalidad es algo más de la pluriculturalidad proclamada por algunos Estados nacionales en el mundo. La pluriculturalidad reconoce la presencia de diferentes culturas en el territorio de un Estado con leyes que defienden su existencia y promueven la convivencia de varias culturas. Se busca, de este modo, evitar la imposición de una cultura sobre otras dentro del mismo Estado o entre naciones como ha ocurrido tantas veces en la historia y ocurre aún en nuestros días en diversas partes del mundo.

La interculturalidad, sin embargo, va más allá de estar juntas personas de diferentes culturas en una sana convivencia. La interculturalidad comienza con un paso no siempre evidente y nunca fácil, a saber, la adquisición de una conciencia crítica de la propia cultura que permita, al conocer sus dones y límites, salir al encuentro de otras culturas aportando lo que se es y enriqueciéndose del intercambio con ellas.

Al mismo tiempo, los progresos de la época moderna hicieron posible prolongar la vida de los seres humanos y evitar los riesgos de enfermedades o defunciones tanto al nacer como a lo largo de la vida y en la ancianidad. En la mayor parte del mundo la expectativa de vida es muy

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DISCERNIENDO EL PRESENTE PARA PREPARAR EL FUTURO DE LA ...

superior a la de los siglos anteriores. Muchas generaciones conviven al mismo tiempo en el presente. Generaciones con una gran diversidad de percepciones sobre lo que es, debe y puede ser la vida humana plena. Diversidad de percepciones que se convierte con facilidad en “brechas” generacionales.

El desafío de la intergeneracionalidad consiste en la compleja tarea de establecer un auténtico diálogo dentro de cada generación y entre las generaciones. Un diálogo que establezca espacios y condiciones para escucharse mutuamente. Un diálogo que, por una parte, funde la fraternidad entre ellas y, por otra, sea capaz de hacer consciente y comprometer a las distintas generaciones a procurar el Bien Común de la humanidad, incluyendo restablecer una relación armónica con la naturaleza, el medio ambiente y la bio-diversidad.

Las instituciones miembros de la IAJU – y la Asociación misma- son espacios multiculturales en los que conviven muchas generaciones. Aceptemos de corazón los desafíos de la interculturalidad y la intergeneracionalidad como oportunidades de enriquecimiento institucional y de las personas que forman la comunidad universitaria. Hagamos patrimonio de esta inmensa riqueza para mejorar nuestra contribución del Bien Común de la humanidad, luchando por hacer de este mundo un casa reconciliada en la justicia.

E. Universidad, política, ciudadanía global, reconciliación y paz

La propuesta de Universidades que contribuyen a dar sentido pleno a la vida humana incluye necesariamente la dimensión política. A través de la política se da sentido a la vida social. La formación integral de personas, desde la identidad en la que se fundan nuestras instituciones universitarias, lleva a desarrollar la dimensión ciudadana de cada persona, de las comunidades universitarias y sus instituciones que supone un consistente compromiso con el Bien Común. Porque son instituciones universitarias con raíces locales y visión universal están en capacidad de promover una conciencia de ciudadanía global desde la que se trabaje por la superación de las grandes brechas sociales del mundo actual. La investigación que ellas se realiza y la trasmisión de conocimientos se conciben como instrumentos efectivos para incidir en conseguir orientar la dinámica geopolítica a la reconciliación y la justicia.

La identidad que caracteriza las instituciones universitarias Jesuitas lleva a encontrarle sentido también a la vida pública y obliga a pensar seriamente, en la dinámica del magis ignaciano, la mejor contribución que podemos dar a la profundización y expansión de la democracia, hoy amenazada incluso en aquellos países en los que se cuenta con una larga tradición que llevaría a pensar en la existencia de un arraigo profundo de la conciencia y de los valores democráticos en sus poblaciones como base de su estabilidad política.

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Un reciente ensayo de Moisés Naim1 hace esta reflexión: quienes venimos de una “cultura democráti- ca”, es decir, convencidos de que son los ciudadanos la fuente del poder político, gobernados por un sistema con pesos y contrapesos, ¿entendemos la creciente tendencia, en todas partes, a las autocracias que pretenden el poder sin límite para toda la vida? ¿Estamos preparados para ello?

Creo no equivocarme al afirmar que los miembros de la IAJU están comprometidos con la democracia política, convencidos, además, de que la democracia necesita las Humanidades porque una sociedad democrática no se propone solo el bienestar material, sino el desarrollo integral derivado de perseguir el Bien Común.

Asistimos a una tendencia que pretende reformular las bases de la legitimidad política diluyendo su componente democrática. Naim las califica como las autocracias de las tres “p”, a saber, populismo, polarización y postverdad, que se van expandiendo por las más diversas naciones del mundo, al punto que puede considerarse una tendencia con posibilidades hegemónicas.

Mucho se ha estudiado, discutido y publicado sobre cómo el populismo vacía de sentido el auténtico ejercicio de la voluntad de los pueblos, debilita la organizaciones civiles y populares de base, elimina la función de los partidos políticos como

canalizadores de las alternativas ideológico-políticas que articulan programas de gobierno alternativos a ser decididos en comicios libres por los ciudadanos de cada país… El populismo adquiere un carácter demagógico que le permite sustituir el pueblo por la figura del autócrata convertido en el auténtico interprete de la voluntad popular y el único que puede hacerla realidad desde el poder político.

Una vez adquirido el poder, a veces aprovechado las condiciones de los regímenes democráticos, el autócrata se propone permanecer indefinidamente en su ejercicio para lo cual propicia la polarización de la sociedad y se rodea de seguidores que se comportan como los fanáticos de un equipo deportivo. Se alaba y defiende al autócrata en cualquier circunstancia, como a la divisa del equipo al que se pertenece para siempre. Se acaba la discusión de ideas porque el autócrata es la expresión esclarecida del programa de gobierno y su palabra marca un rumbo que no admite dudas. Él es la única voz y el único rostro del gobierno y del Estado. Los ciudadanos o sus organizaciones que no se adhieren a la fanaticada del autócrata son considerados enemigos a neutralizar o, incluso, eliminar.

Los medios de comunicación contribuyen a fortalecer esta tendencia cuando narran la política centrada sólo en personajes que se presentan y actúan como cabezas de una fanaticada. Pierden así su carácter de mediadores en la discusión y acción políticas. El desarrollo y expansión de las llamadas “redes sociales” las

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DISCERNIENDO EL PRESENTE PARA PREPARAR EL FUTURO DE LA ... 1 Naim, Moisés, La revancha de los poderosos, Debate, 2022.

ha convertido en la fuente de alimentación más importantes de una opinión pública polarizada sobrepasando la función mediadora de los grandes medios como los diarios, las revistas, las radios y las televisoras que poseen una cultura del equilibrio informativo, la verificación de la información y la autenticidad de las fuentes.

Se nos plantea, por tanto, desde las características e identidad de nuestras comunidades universitarias, la pregunta de cómo entrar provechosamente en el mundo de las redes sociales y convertirlo en una de las dimensiones de la formación integral que pretendemos.

Desde la Universidad que encuentra su razón de ser en la búsqueda sistemática y difusión de la verdad, resulta un reto de gran envergadura afrontar la tercera “p” mencionada por Naim: la época de la postverdad, es decir, de la confusión conceptual y de pensamiento; de la desinformación que se convierte en incontrolable difusión de la falsedad (fake news) y de teorías conspirativas tergiversadoras de la realidad.

La postverdad alcanza una tal capacidad de manipulación que logra una sistemática obstaculización de la aparición y conocimiento de la veracidad de los acontecimientos en el terreno político. La postverdad llega a convertir la invención de la realidad en un instrumento de dominación y de gobierno.

Los regímenes autocráticos sostenidos por el populismo, la polarización y la postverdad generan un

ambiente en el que la duda sobre todo lo que no sea la palabra del autócrata se hace permanente. Se alimenta la incertidumbre sobre lo que puede suceder en lo personal, familiar o laboral y el miedo se convierte en la sensación que lleva a la parálisis política o la resignación ante lo que se ha impuesto irremediablemente.

Si, además, se exacerban las tendencias individualistas presentes en muchas culturas se reproduce y multiplican las actitudes de la antipolítica como posición ante la vida pública. Este es el modo más eficaz de debilitar la conciencia ciudadana, perder el sentido de participar activamente en la búsqueda del Bien Común y hacer crecer las amenazas, ya graves, a la democracia.

Como Universidades cuya identidad incluye el compromiso con la misión de reconciliación y justicia, tenemos la enorme responsabilidad de contribuir a distinguir la verdad de la mentira que pretende justificar a los autócratas empeñados en presentarse como los únicos auténticos defensores del pueblo. Como difusores de la cultura democrática sabemos que son los ciudadanos conscientes, libres, con ideas plurales, capaces de dialogar y tomar decisiones en el horizonte del bien común que hacen posible una política que lleve a la justicia y contribuya a la vida plena de los seres humanos en armonía con el medio ambiente.

El desafío que representa para nuestras Universidades la participación en la vida pública y la for-

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DISCERNIENDO EL PRESENTE PARA PREPARAR EL FUTURO DE LA ...

mación política de los miembros de la comunidad universitaria, incluye propiciar una gobernabilidad basada en la verdad, en la fortaleza de las instituciones y la legalidad. Se requiere contribuir a un ambiente social en el que sea normal el pluralismo ideológico, al diálogo entre las alternativas planteadas. Sobre todo, un compromiso en crear y mantener las condiciones que garanticen la alternabilidad en el ejercicio del poder político siguiendo escrupulosamente la voluntad de los ciudadanos. En el ámbito internacional se requiere favorecer las instancias que permite una defensa mutua de las democracias y la difusión de la cultura democrática.

Recordando que nuestras instituciones dependen para su funcionamiento de la generosidad de sus bienhechores resulta importante recordar cómo las autocracias, y otros “poderosos” en tantos contextos sociales, se alimentan de dinero “sucio”, proveniente de actividades ilícitas o de la corrupción que convierte los recursos públicos en beneficio privado. Muchas veces se pretende “lavar” ese dinero sucio a través de donaciones interesadas a ONG, organizaciones caritativas o instituciones de prestigio social entre las cuales pueden querer incluir las nuestras.

F. Con y para los demás

En los últimos años ha crecido la conciencia y hemos profundizado el significado de la intrínseca relación entre el “con y para los demás” de la expresión con la que con tanta frecuencia expresamos nuestra identidad y el propósito de la tarea

educativa en la que estamos comprometidos. Queremos trabajar en instituciones y ser personas para y con los demás. Para ello tenemos que profundizar la colaboración en la misión como una característica esencial del modo nuestro de proceder que se desprende de nuestra identidad.

Hacerse colaborador proviene de escuchar la llamada a participar en la misión de las Universidades Jesuitas y elegir hacerlo como parte de un cuerpo en el que distintas vocaciones se complementan para contribuir a la misión de Jesucristo, encomendada a la Iglesia, según el carisma de la Compañía de Jesús.

La colaboración es el modo de proceder del cuerpo apostólico de la Compañía tanto al interior de cada obra apostólica como entre las obras a través de las cuales se lleva a cabo la misión a nivel local, regional e internacional. La colaboración da sentido a llamarnos cuerpo y lo hace realidad en el día a día de nuestra vida y trabajo.

En el momento actual de la historia de la Compañía de Jesús no podemos ni siquiera imaginar instituciones educativas, o cualquier tipo de trabajo apostólico, sin equipos plurales en los que convergen distintas vocaciones de servicio junto a los jesuitas. Tenemos también la experiencia de jesuitas colaboradores en trabajos apostólicos iniciados y gestionados por otras instituciones, grupos o personas.

Lo que entendemos por colaboración es una forma concreta de

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vivir la eclesialidad expresada en el Concilio Vaticano II, es decir, una Iglesia que se sabe y entiende como el Pueblo de Dios en marcha dentro del cual cada uno contribuye desde su identidad y talentos. Es también una forma de vivir la fraternidad universal y trabajar codo con codo con quienes, desde otras creencias religiosas, opciones humanitarias o deseos de servir, se unen alrededor de los mismos fines colaborando en la reconciliación y la justicia. Nadie sobra ni es prescindible. Todos somos colaboradores en la misión de Cristo. Esa es una dimensión clave de nuestra identidad.

La colaboración característica de nuestra identidad incluye la solidaridad que nace del sentirse hermanos y hermanas de todos los seres humanos, enriquecidos por las relaciones interculturales e intergeneracionales, pendientes en todo momento de echar una mano a quien lo necesita. La solidaridad entre las personas y la solidaridad institucional son propias de nuestro modo de ser y proceder. Convertirnos en hombres y mujeres por y con los demás es el fruto de una solidaridad “bien educada”. Las comunidades universitarias dentro de nuestras instituciones están llamadas a vivir esa solidaridad que se trasmite a la concepción de instituciones que son gestionadas desde una cultura organizacional conformada según ese modo de ser y de proceder.

La Asociación Internacional de Universidades Jesuitas encuentra su razón de ser y da sentido a lo que hace al vivir e impulsar la colaboración y la solidaridad dentro y desde las instituciones universitarias que la conforman. Se trata de aprovechar lo mejor posible el enorme potencial de colaboración y solidaridad existente en las universidades que conforman esta red. Poco a poco hemos ido emprendiendo esa ruta. A medida que avanzamos reconocemos las ventajas de la colaboración y la solidaridad. Vamos aprendiendo mejores formas de aprovechar los recursos que tenemos, siempre escasos para la magnitud de la tarea.

El deseo de la Compañía de Jesús es que esta asamblea renueve las energías creativas de los miembros de IAJU y podamos crecer como instituciones que forman personas integrales e integradas, capaces de discernir el presente a lo largo de toda su vida y se compromete en la búsqueda de la justicia social y ecológica.

En nombre de la Compañía de Jesús reciban una sentida palabra de agradecimiento por su compromiso con la compleja tarea universitaria en tan diversos contextos a lo largo y ancho del mundo. Lleven esta gratitud a sus comunidades universitarias y sigan ayudándonos a ser un cuerpo capaz de “en todo amar y servir”.

72 ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 57

COLECCIÓN ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS

1 - octubre de 1989 Posesión del nuevo Rector

2 - 1989 Tres discursos del Padre General

3 - enero de 1990 Planeación Universitaria

4 - febrero de 1990 Visita del Gran Canciller a la Universidad

5 - junio de 1990 Bogotá. La Universidad en cifras.

6 - agosto de 1990 Seccional Cali. Estadísticas generales.

7 - noviembre de 1990 Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae

8 - septiembre de 1991 La Universidad Jesuítica

9 - agosto de 1993 Los Profesores

10 - agosto de 1995 La Investigación en la Universidad

11 - febrero de 1995 Educación Jesuítica - Pedagogía Ignaciana

12 - agosto de 1995 Educación Jesuítica - América Latina

13 - noviembre de 1995 Los Profesores

14 - marzo de 1996 Congregación General 34 - La Seccional Cali - Posesión de Rector y Vicerrectores

15 - marzo de 1996 Proyecto Javeriana 98

16 - agosto de 1997 Discursos y Ponencias

17 - enero de 1998 Intervenciones del nuevo Vice-Gran Canciller

18 - marzo de 1998 Neoliberalismo y Universidad

74 ORIENTACIONES
UNIVERSITARIAS Nº 57
visión de Universidad
Nuevo
23
24
La Universidad
Formación
26
octubre de 1999 La Acreditación de la Universidad 27 - enero de 2000 La Universidad Jesuítica
octubre de 2000 Los siete
la educación del futuro
Morin 29 - abril de 2001 Formación Integral y Formación Social 30 - septiembre de 2001 La Educación Superior de la Compañía de Jesús
2001 El pensamiento universitario del Cardenal John Henry
Suplemento,
Cardenal
19 - mayo de 1998 Los Profesores - La Formación Integral 20 - julio de 1998 Mensajes del Vice-Gran Canciller a la Universidad 21 - septiembre de 1998 Idea y
22 - octubre de 1998
Rector de la Universidad
- noviembre de 1998 Pablo VI - Juan Pablo II
- enero de 1999
y el País 25 - mayo de 1999
Integral - Pedagogía Ignaciana
-
28 -
saberes necesarios para
- Edgar
31 - octubre de
Newman 31 - febrero de 2003
El pensamiento universitario del
John Henry Newman

COLECCIÓN ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS

32 - noviembre de 2001 Inspiración y funciones de las universidades de la Compañía de Jesús

33 - abril de 2002 Reflexiones acerca del papel del Vicerrector Académico y de los Decanos

34 - enero de 2003 Ética y formación universitaria

35 - marzo de 2004 Bioética y Universidad

36 - enero de 2005 Los Antiguos Alumnos y sus asociaciones

37 - marzo de 2005 Globalización, mundialización y verdad como valores

38 - marzo de 2007 V Centenario del Natalicio de San Francisco Javier, Patrono de la Universidad

39 - agosto de 2007 Verdad, justicia y reparación

40 - septiembre de 2007 Homenaje al P. Pedro Arrupe, S.J., en el centenario de su natalicio

41 - septiembre de 2008 Actos de Posesión - Rector de la Universidad, 2007 - Vicerrector Académico de la Sede Central, 2008

42 - junio de 2009 Homenaje a Alfonso Borrero Cabal, S.J.

43 - junio de 2010 La interdisciplinariedad en la Universidad

44 - diciembre de 2011 Identidad de la Institución Universitaria

45 - enero de 2014 Discursos y textos 2012-2013

46 - agosto de 2014 Discursos

47 - agosto de 2014 Homenaje a Luis Carlos Galán Sarmiento

47 - agosto de 2014 Suplemento, Homenaje a Luis Carlos Galán Sarmiento

48 - agosto de 2015 Documentos

49 - noviembre de 2015 85 Años del Restablecmiento de la Universidad

50 - agosto de 2016 Homenaje al P. Félix Restrepo, S.J. en el 50º aniversario de su muerte

51 - julio de 2017 Poder - Servicio - Democracia

52 - julio de 2017 Homenaje al P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J. en el centenario de su natalicio

52 - enero de 2018 Suplemento, Homenaje al P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J. en el centenario de su natalicio

53 - agosto de 2018 Los Profesores y la Universidad

54 - julio de 2019 Rasgos de Identidad

55 - diciembre de 2020 Innovación educativa y pertinencia social de la oferta educativa de la Universidad

56 - marzo de 2023 AÑO 2020

57 - agosto de 2023 Qué Universidad - Para qué País

75
QUÉ UNIVERSIDADPARA QUÉ PAÍS www.javeriana.edu.co/archivo-historico/orientaciones

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