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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

13º Domingo del Tiempo Ordinario (2 julio 2017) Comisión Permanente HOAC

Por la muerte mística bautismal y por el negarse a sí mismo (que son las condiciones primeras y principales que Cristo impone a los que quieran seguirle en su carro triunfal, que siempre pasa por el calvario), resulta que el cristiano ya no es nada más que cristiano. Quiero decir que no es algo que se añade a la propia vida, sino que la absorbe toda. La frase que se nos ha transmitido y que compendia todo esto es: Mi vivir es Cristo (Rovirosa, OC. T.I. 153).

Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso (EG 3). Encontrar la Vida, en la vida

Estar dispuestos a perder la vida por Jesús, no es desentendernos de lo humano, sino asentar nuestra propia humanidad en su proyecto, haciendo de Jesús –que recrea nuestra capacidad de amar– el centro de nuestra existencia. Como Prado y su familia: “Hace ya ocho años que empezamos a sufrir de lleno la situación de desempleo en mi familia. Al principio pensamos que era una situación temporal y que en poco tiempo la íbamos a superar, pero conforme pasaban los meses… Las niñas y yo misma nos vestíamos gracias a la familia y a personas que nos ofrecían su ayuda. Muchos días comíamos gracias a ellos… de esta manera íbamos afrontando los trajines del día a día. Empezamos a notar como nuestra vida iba cambiando. Nos aferrábamos a la oración y la fe en familia… rezábamos con las niñas… y ellas comprendieron que, a pesar de todo, Dios estaba con nosotros incluso en los malos momentos. Y así sucedió. La providencia del Señor nos fue poniendo ángeles con forma de personas en nuestro camino. Aprendimos a ser humildes, a recibir en vez de dar. El amor que hemos recibido de todos los que nos rodean, ese sentir a Dios en nuestras vidas y sentirnos acompañados por Él en cada momento. Nos ha enseñado a valorar las pequeñas cosas de la vida, y a disfrutar del tiempo en familia. Nos ha aportado un regalo grandísimo que es la humildad, regalo que queremos que nuestras hijas vivan, guarden y compartan en un futuro”. Perdóname, Señor: he cerrado la puerta de mi corazón y la puerta de mi casa; a veces por miedo, otras por pereza. Perdóname, Señor. También tengo que decir: perdóname, hermano; perdóname, hermana, porque no has encontrado en mí lugar donde descansar, estar a gusto, sentirte en casa. Sé que es posible vivir de otra manera, desplegar el amor, ayudar a otros. Y, todavía, te suplico, mi Dios: haz que camine contigo en la vida nueva, sin temores infundados, sin sospechar de nadie, sin levantar barricadas. Que corra por mis venas tu vida resucitada, 1 y florezca en expresiones de verdadero amor.


13º Domingo del tiempo ordinario

C.P.

ORAR EN EL MUNDO OBRERO

Escucha la Palabra del Señor Mt 10, 37-42: el que pierda su vida por mí, la encontrará

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

Palabra del Señor

Para vivir la Palabra, acógela, hazla tuya

El Evangelio de Jesús es un acontecimiento definitivo que subvierte todas las estructuras sociales. Seguir a Jesús nos pone siempre en la disyuntiva de elegir cómo queremos vivir nuestra vida, qué queremos que dé sentido a nuestra existencia. Seguir a Jesús nos lleva, inevitablemente, a romper con las propias seguridades, a tomar la cruz y seguirle, a cambiar nuestra escala de valores, si queremos alcanzar la vida en plenitud que nos ofrece. A veces olvidamos que seguir a Jesús comporta desprendimientos, renuncias y conflictos, y supone tomar opciones no siempre fáciles. No caben soluciones de compromiso. Jesús revienta las costuras de nuestra vida poniendo de manifiesto las contradicciones en que vivimos muchas veces. No es posible seguirle si no es cargando con la Cruz. “Conservar la vida” quiere decir administrarla en términos de nuestros propios intereses personales, tomando precauciones, garantizándonos seguridades, desinteresándonos de los demás. “Perder la vida”, por el contrario, es estar dispuesto a jugársela sin demasiados cálculos oportunistas, gastarse sin reservas, dispuestos a arriesgar apasionadamente, pero convencidos de que el Amor de Dios es lo único que puede sostener, de verdad, nuestra vida. Buscar realizarnos a nosotros mismos, según el Evangelio, no es otra cosa que perderse. Encuentra la propia identidad quien no se preocupa de ello, no la busca, no se lo propone obsesivamente; o sea, quien acepta dejársela dar, quien se desgasta por los otros, por amor. 2


C.P.

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El evangelio nos llama también a no defender una familia en abstracto, sino a pararnos a reflexionar sobre el contenido de nuestro proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. La familia no es un ídolo, intocable, para Jesús. Hay algo anterior en lo que encuentra su sentido la familia: el reino de Dios. Lo decisivo es esa familia que entre todos y todas estamos llamados a hacer posible bajo el amor del mismo Padre-Madre. Lo decisivo es acoger como Dios nos acoge. Estamos llamados a construir una nueva humanidad tejiendo fraternidad por encima de cualquier convención social; tejiendo solidaridad como la que se expresa en el evangélico vaso de agua fresca que se da, solo porque somos capaces de reconocer en el otro al mismo Cristo. Acoger… ¿Son así nuestras familias, nuestras comunidades y equipos…? ¿Son lugares de gratuidad, acogida, encuentro, escucha, sanación, hospitalidad, amor y perdón? ¿Somos así nosotros?

Mira tu proyecto de vida, tu proyecto de vida familiar. Algo tiene que decir a ese proyecto el evangelio de hoy. Vuelve a releerlo, y desde lo que te pide el Señor, plantéate cómo dar pasos, qué pasos dar, para que tu proyecto familiar vaya siendo el del Reino.

Pon de nuevo, con gratitud, tu vida en manos del Padre, agradeciendo este encuentro con el Señor

Y tú nos dices…

La familia por encima de todo, nos dice el corazón; y tú nos dices: quien ama a su padre y madre, a su marido y mujer, a sus hijos, más que a mí, no es digno de mí.

La salud, el bienestar, la calidad de vida por encima de todo, decimos; y tú nos dices: quien no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.

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La paz, el equilibrio interior, la madurez, la propia realización por encima de todo, nos dicen los nuevos gurús;


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y tú nos dices: quien conserva su vida la pierde, quien la pierde la encuentra nueva y llena.

El consumo, la riqueza, la abundancia, la seguridad para el presente y para el futuro por encima de todo, dice la propaganda; y tú nos dices: quien de un vaso de agua a un pequeño no perderá su recompensa.

El orden, la ausencia de conflicto, el respeto al sistema y a las leyes por encima de todo, nos dice nuestro miedo; y tú nos dices: fuego he venido a traer a la tierra y ¡Cuánto anhelo que arda!

Gracias por tu novedad, que provoca y rompe tantos principios inquebrantables de nuestra sociedad; que cuestiona, clara y llanamente, sin paños calientes, tantas cosas de nuestra vida.

Y escucha orando esta canción: “Volver a volar” https://youtu.be/oa9LWyE1CWI

Desde esa confianza, ofrece…

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día, nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas

C.P.

María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros. 4


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