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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

18º Domingo del Tiempo Ordinario (6 agosto 2017) Fiesta de la Transfiguración del Señor Comisión Permanente HOAC

Quizá nos parezca que Cristo se hace presente en «el otro» para sí, solamente cuando «el otro» atraviesa circunstancias anormales, tales como enfermedad, hambre, cárcel, persecución..., pero que Su presencia se evapora en la vida normal y ordinaria, y entonces el egoísmo ya debe ser mi ley de vida. La verdad, el «new look» verdadero, no es que Cristo está presente en «el otro» solamente cuando «el otro» necesita algo que nosotros podemos proporcionarle, porque la verdadera necesidad de Cristo presente no es tal o cual cosa, sino que es una sed de amor. Lo vulgar, lo corriente, lo normal, lo cotidiano... es el campo de acción del «new look» cristiano, y entonces la vida se transfigura (Rovirosa, OC. T.V. 467).

Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no solo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios (EG 259). Una vida transfigurada

Busca, que quien busca halla, y encuentra. Si como dice Rovirosa lo corriente, lo normal y cotidiano se transfigura con la presencia de Cristo, que me espera, que me necesita, a lo mejor tengo que buscar con más calma y precisión… o es que simplemente tengo que aguzar el ingenio y los sentidos para percibir lo que ya está. A lo mejor es que se trata de que mi vida desvele la presencia de Dios en lo cotidiano. Prueba esta semana a hacer eso: buscar esa presencia en lo cotidiano; vivir el new look cristiano en lo corriente… ¿Qué descubres? Pues agradece al Señor esas pequeñas realidades transfiguradas. Empieza por eso. Y pídele verle en ellas, cada día más. ¡Quiero ver tu rostro!

Tú, mi esperanza, Jesús Óyeme para que no sucumba al desaliento. Óyeme, para que no deje de buscarte. Buscarte día a día, hora a hora. Buscarte en soledad y compañía. Estudiar y orar.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

C.P.

Dialogar y trabajar, destruir cadenas. Levantar ciudades solidarias. Romperme en el tajo de la lucha de liberación. Luchar y amar… ¡Te busco, Jesús! ¡Quiero ver tu rostro! ¡Quiero ver tu rostro! Patxi Loidi

Escuchamos la Palabra del Señor Mt 17,1-9: Su rostro resplandecía como el sol

Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Palabra del Señor

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C.P.

ORAR EN EL MUNDO OBRERO

18º Domingo del tiempo ordinario

Para vivir la Palabra, acógela, hazla tuya

Que caiga esta fiesta en domingo nos permite celebrarla con más solemnidad y que no se nos pase de largo como sucedería seguramente si cayera entre semana. Porque merece la pena orar con este evangelio –y con todos– desde la vida del mundo obrero. Orarlo desde la necesidad, y la posibilidad, de ver a Dios cotidiano. En nuestro seguimiento de Jesús no siempre resulta algo tan claro. A veces vivimos momentos de mayor claridad y reconocimiento del Señor, y también pasamos por oscuridades de menor evidencia. Son las luces y sombras de nuestra fe, que se mueve entre dudas y certezas, entre esperanzas y búsquedas. Es la normalidad del camino creyente que junto con la ausencia experimenta la presencia del amor de un Dios que sale continuamente a nuestro encuentro, y nos propone seguirle, cargando la Cruz. Pero, a veces, esto nos pesa. Casi diríamos que, con seguridad, nos pasará en algún momento de nuestra vida creyente. Se nubla la vista y se cansan la espalda y las rodillas. Las manos se cierran… y el corazón puede terminar por agrietarse, hasta insensibilizarse. Por eso necesitamos pararnos en el camino; volver al inicio del encuentro con Jesucristo que nos permite “levantar la cabeza, y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría” (EG 3). Necesitamos rehacer los encuentros y reasentar las convicciones y la experiencia del Amor. Eso le pasa a los discípulos: no terminan de entender. Aunque Jesús está siempre con ellos; en el Tabor, y cualquier día junto al lago en medio de la faena. También nos pasa a nosotros, aunque también esté Dios con nosotros en este momento de Tabor, y en la faena cotidiana por la vida y por el Reino. El creyente es quien descubre su presencia en la propia vida, en todas las facetas de la realidad, porque somos contemplativos en la acción; contemplativos de la realidad, de los acontecimientos y relaciones, de la vida y las personas. El Señor se sigue transfigurando hoy en cada acontecimiento, en cada hombre y mujer, para que podamos seguir encontrándonos con Él, reconociendo su voz, acogiendo su proyecto, y siguiéndole por el camino. Y cuando lo logramos, puede sobrevenirnos la tentación: ¡ya hemos llegado! ¡quedémonos aquí! Pero hay que bajar de nuevo a donde está la vida. A donde se palpa la “carne sufriente del pobre” que es transparencia de Dios. A donde está la vida cotidiana de las personas, donde sus sufrimientos y esperanzas, donde sus alegrías y sus penas, pues ahí está el Dios que se deja encontrar porque ha querido hacer su morada entre nosotros. Hemos de ser místicos en el corazón del mundo obrero, vivir con los ojos abiertos, para saber percibir los pequeños –a veces casi insignificantes– signos de la acción del Espíritu en medio de la vida y de la historia, y para seguir percibiendo las llamadas que el Señor nos hace. Eso necesitan de ti y de mi nuestras hermanas y hermanos. Pregúntate: ¿en qué me pide Dios seguir creciendo para crecer en mi ser contemplativo de la realidad, y para transfigurar en mi vida su presencia? Hazlo con tu proyecto de vida por delante. 3


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C.P.

Termina con gratitud este encuentro con el Señor

Presencia viva

Cuando la inquietud nos lleva una y otra vez a las tareas de siempre con esperanza nueva, a encarnarnos donde no se estila, Tú estás con nosotros aunque te creamos ausente.

Cuando remamos a oscuras en medio de la noche, y nos sentimos cansados y solos al ver nuestras redes vacías, Tú estás presente aunque nuestros ojos no sepan reconocerte.

A la hora de comer, preparada la mesa, Tú bendices la comida y, mientras compartimos y miramos, todos sabemos que eres el amigo de siempre. Cuando tomas la palabra y me preguntas, en público o en privado, si te amo, Tú sabes que te quiero; y, aunque me lleves a donde no me gusta, extiendo mis manos para agarrar las tuyas.

F. Ulibarri

De madrugada, cuando la luz vence a la tiniebla después de una jornada larga y monótona, Tú estás en la orilla para iluminar nuestras sombras y hacernos nuevas propuestas.

Cuando las redes se nos llenan y la vida llega en abundancia, Tú estás abriendo nuestro horizonte; somos capaces de reconocer tu presencia y saltar al agua sin nada encima.

Y ofrecimiento…

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día…

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María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros


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