ORAR EN EL MUNDO OBRERO
25º Domingo del Tiempo Ordinario (24 septiembre 2017) Comisión Permanente HOAC
El militante de ambiente tiene que ser (y tiene que parecer) un Cristo viviente. Esto exige mucho. Esto lo exige todo. Vida interior y vida exterior: lo uno sin lo otro es absurdo. Cuando la vida exterior sea en forma de oscuro sacrificio, tanto mejor. Los últimos serán los primeros (Rovirosa, OC.T.V. 91).
Un sufrimiento que uno de vosotros ha dicho que «te debilita y acaba por robarte la esperanza». Un sufrimiento –la falta de trabajo– que te lleva –perdonadme si soy un poco fuerte, pero digo la verdad– a sentirte sin dignidad. Donde no hay trabajo, falta la dignidad (Francisco, visita pastoral a Cagliari, septiembre 2013). Mi vivir, el de Noemí, y el de tantas y tantos otros…
Noemí nos cuenta: Soy una mujer de 40 años consciente de que si no encuentro a muy corto plazo algo estable y digno, mi oportunidad de incorporarme al mundo laboral en un puesto de trabajo acorde a mi perfil y de manera definitiva, se habrá esfumado. Sigo necesitando poder trabajar para sentirme realizada y que todas las dimensiones de mi vida estén cubiertas. Como licenciada me siento frustrada y me entristece haber invertido tanto tiempo y esfuerzo en formarme para no tener la recompensa de poder trabajar en algo para lo que me he preparado. Hace semanas, Noemí ha empezado a trabajar, de nuevo, en Mercadona, con un contrato de seis días a la semana, incluidos domingos, con turnos alternativos, por cuatro meses, en la temporada de verano. Como ella hay muchos que pueden ocupar el lugar de los protagonistas de la parábola que narra el evangelio de hoy: aquí, el día entero sin trabajar… porque nadie nos ha contratado. Pon sus vidas, la de quienes te llegan más de cerca, los conoces, convives con ellos… quizá tu misma vida es esa… Pon tu vida y las suyas en manos del Padre, con esta oración del papa Francisco: «Señor Dios, míranos. Mira esta ciudad, este barrio. Mira a nuestras familias. Señor, a Ti no te faltó el trabajo, fuiste car pintero, eras feliz. Señor, nos falta el trabajo. Los ídolos quieren robarnos la dignidad. Los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza. Señor, no nos dejes solos. Ayúdanos a ayudarnos entre nosotros; que olvidemos un poco el egoísmo y sintamos en el corazón el “nosotros”, nosotros pueblo que quiere ir adelante. Señor Jesús, a Ti no te faltó el trabajo, danos trabajo y enséñanos a luchar por el trabajo y bendícenos a todos nosotros. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». 1
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C.P.
Escuchamos la Palabra del Señor Mt 20, 1-16: Id también vosotros a mi viña
Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.
Palabra del Señor
Interiorizamos esta Palabra La primera imagen que se nos viene a la mente y al corazón con esta parábola es la de tantas personas sin trabajo, o con trabajo precario, con trabajos que no dan salario para poder vivir, que no dan dignidad, que no son de justicia. Se nos viene la imagen de tantos que quisieran trabajar y no pueden “porque nadie les contrata”. Casi entendemos que suceda, tenemos explicaciones para lo que pasa aunque no nos guste, porque es consecuencia de “la lógica del mercado”, de la manera de organizarse nuestro mundo, de los criterios que rigen en el “mercado laboral”. 2
C.P.
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Es la parábola de los descartados, de los que sobran en este sistema económico capaz de salir de la crisis sin el trabajo de más de tres millones de parados, sobrantes, innecesarios, descartados. Lo que narra la parábola sigue sucediendo en nuestros días. Si falta el trabajo, se pierde la dignidad… Nos lo recuerda el papa Francisco incesantemente. La falta de trabajo impide nuestra plena humanidad. Y lo primero que nos muestra la parábola es que hay otra forma de organizar ese “mercado”, de organizar y repartir el trabajo. Hay otros criterios que no son los de la mera rentabilidad, sino de lo que es justo, “lo debido”. Otra forma de organizar el trabajo humano que pone en el centro la dignidad de la persona y no excluye a nadie. Es la lógica ilógica de Dios. La segunda imagen es la de la “envidia de los primeros”; quieren defender la diferencia que excluye. Su queja es la “ventaja” que se concede a los últimos y que los iguala a ellos, la eliminación de la distinción y el privilegio. El problema de la parábola no es el de los derechos y los deberes de un amo, sino el de la solidaridad que debe unir a los trabajadores entre sí; a los afortunados con los desafortunados. Con frecuencia lo que creemos saber los creyentes sobre Dios puede ser un obstáculo para abrirnos al Dios genuino de Jesús. Creer a Jesús es aprender a creer en el Dios de la Misericordia con todos en que él creyó. Con frecuencia nos hacemos un dios pequeño y ramplón, a nuestra medida. Un Dios que es amor no puede ser descubierto por la mirada interesada de unos hombres y mujeres que solo piensan en su propio e insolidario provecho y utilidad, o en su propio disfrute egoísta. No es posible creer que existimos desde el amor y descubrir a Dios en la raíz misma de la vida, cuando estamos fabricando una sociedad basada en el egoísmo, que nos deshumaniza porque hemos perdido la capacidad de amar. La tercera imagen es la de la tarea del Reino. “Id también vosotros a mi viña”. A cualquier hora hay trabajo que hacer por el Reino. En la viña del Señor hay espacio para que todos trabajemos. Nuestra Iglesia solo tiene sentido como Iglesia de puertas abiertas donde acoger a todos. Para todos hay faena. Y, al contrario, nadie en la Iglesia puede estar de brazos cruzados. La misión es algo que nos incumbe a todos los bautizados. De una u otra manera todos tenemos que participar en la misión evangelizadora de la Iglesia. No podemos quedarnos en la plaza todo el día, de brazos cruzados, porque a nosotros sí nos han llamado, sí nos han ‘contratado’, en nuestro bautismo. Mira la situación del mundo obrero de tu diócesis, ahí tienes propuesta tu presencia como Iglesia, acompañando la vida de las personas, colaborando con ellos a cambiar la mentalidad de nuestros ambientes y a hacer posible instituciones al servicio de las personas, generando y haciendo visible otra lógica, otra manera de vivir. Todo ello dentro del Quehacer Apostólico Comunitario. Para incorporar estas claves a tu proyecto evangelizador, ¿qué pasos has de ir dando? 3
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C.P.
Vuelve a poner en manos del Dios de la misericordia tu vida: Saliste, Señor, en la madrugada de la historia a buscar obreros para tu viña. Y dejaste la plaza vacía –sin paro–, ofreciendo a todos trabajo y vida –salario, dignidad y justicia–. Saliste a media mañana, saliste a mediodía, y a primera hora de la tarde volviste a recorrerla entera. Saliste, por fin, cuando el sol declinaba, y a los que nadie había contratado te los llevaste a tu viña, porque se te revolvieron las entrañas viendo tanto trabajo en tu hacienda, viendo a tantos parados que querían trabajo –salario, dignidad, justicia– y estaban condenados todo el día a no hacer nada. A quienes otros no quisieron tú les ofreciste ir a tu viña, rompiendo los esquemas a jefes, patrones, capataces, obreros y esquiroles… a los que siempre tienen suerte y a los que madrugan para venderse o comprarte… ¡quién sabe!
Al anochecer cumpliste tu palabra. A todos diste salario digno y justo, según el corazón y las necesidades te dictaban. Quienes menos se lo esperaban fueron los primeros en ver sus manos llenas; y, aunque algunos murmuraron, no cambiaste tu política evangélica.
Señor, sé como siempre, justo y generoso, compasivo y rico en misericordia, enemigo de prejuicios y clases, y espléndido en tus dones. Gracias por darme trabajo y vida, dignidad y justicia a tu manera…, no a la mía.
Ofrece tu vida al Señor
Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día…
Que tu Reino sea un hecho, en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los campos, en el mar, en las escuelas, en los despachos, en nuestras casas… María, Madre de los pobres, ruega por nosotros.
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