ORAR EN EL MUNDO OBRERO
26º Domingo del tiempo ordinario (25 septiembre 2016) Comisión Permanente HOAC
No sabes amar, y todo apostolado es un apostolado muerto si no consiste fundamentalmente en una expansión de amor. Tu alma resucitará otra vez si te haces el militante sensible a todas las miserias y a todos los dolores; en tu lugar de trabajo, en tu barrio, en la taberna… Este contacto directo con la vida y con el sufrimiento humano da al apóstol una agilidad, un impulso y una Fe extraordinarios (Rovirosa, OC, T. V, 569)
Hacer oídos sordos al clamor de los pobres cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto, porque ese pobre clamarían al Señor contra ti. Y tú te cargarías con un pecado (Dt 15, 9) Y la falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios (EG 187). ORAMOS DESDE EL CONTACTO CON LA CARNE SUFRIENTE DE LOS POBRES
Solo podemos orar desde el contacto directo con la vida y el sufrimiento humano, y eso no lo da el facebook, ni el tuiter, ni acudir a una manifestación esporádicamente; la encarnación es otra cosa, va más allá. Va de compartir cada día la vida con quienes sufren, porque es nuestra misma vida. Como Lázaro, están sentados en nuestro portal… si nuestro portal está donde están echados. Lázaros de hoy son Mercy, Tania, Elena, Nubia, Sadio, y muchas otras, trabajadoras del hogar, inmigrantes, en paro, o trabajando en condiciones precarias: sin seguridad social, sin derecho a desempleo. Como ellas dicen: marginadas, mujeres, pobres, y extranjeras. Experimentando cómo hay personas que se aprovechan de su necesidad. “una cosa es aceptar un trabajo por necesidad, hasta tener que trabajar sábados y domingos, sin cobrar horas extras, pero otra cosa es aceptar que en ese trabajo no tienes derechos” Une a sus vidas, las de los Lázaros echados a tu puerta cada día, y pide… IMPLÍCAME Implícame, Jesús, con la causa de los pobres Implícame, con esta causa, que es la tuya. Implícame, complícame, replícame, cuando ponga argumentos para escabullirme. Dame tu dolor y tu indignación frente a tanta pobreza y tanta hipocresía, religiosa y atea. Llévame, del amor al dolor, del dolor a la indignación, de la indignación a la acción y la denuncia. Y haz de mí quien tú esperas.
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26º Domingo del Tiempo Ordinario
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C.P.
Escucha lo que hoy quiere decirte el Señor Lc 16,19-31: Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: –Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: –Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le contestó: –Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros. El rico insistió: –Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento. Abrahán le dice: –Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. El rico contestó: –No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: –Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
Palabra del Señor
Para interiorizar la Palabra
Jesús sigue mostrándonos la necesidad de acoger la radicalidad y la urgencia de la propuesta del Reino, y cómo hemos de seguir considerando central la cuestión de nuestros bienes y del compartir. Lázaro y el rico (que carece de nombre, lo que es tanto como carecer de vida) ocupan la escena. Están juntos. Uno dentro y otro fuera. No son personajes simplemente yuxtapuestos. No están simplemente uno al lado del otro. Son personas vinculadas, interrelacionadas: uno es rico porque el otro es pobre y viceversa. El pobre tiene nombre, está cercano y es visible. Igual que sucede hoy. 2
C.P.
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26º Domingo del Tiempo Ordinario
La visibilidad del pobre para Dios y la ausencia de nombre (y apellido) del rico, manifiesta la inversión de valores que Dios hace: alza de la basura al pobre, a los hambrientos los colma de bienes, y a los poderosos los despide vacíos (Lc 1, 52-53) El rico no tiene nombre, ni vida que lo sea para Dios. Preferido de Dios, aquel en quien Dios pone su mirada y su corazón, es Lázaro. El rico muestra el egoísmo en que ha vivido toda su vida cuando muere. Resulta que sí veía a Lázaro, que sabía su nombre, que se daba cuenta de su situación, que era consciente de la preferencia de Dios, que no ignoraba lo que su propia humanidad le reclamaba: compasión. Su pecado es hacer oídos sordos. Cerrar los ojos. Vivir egoístamente de espaldas al clamor y al sufrimiento de los pobres, de Lázaro. Cerrado a la propuesta de vida de Dios y a la fraternidad no puede esperar nada de Dios, ni puede tener vida. Vivir así es hacer mayor el abismo de inequidad y desigualdad que existe en nuestro mundo: entre quienes vivimos cómoda y aseguradamente, y quienes solo encuentran una existencia precaria, precarizada. Tantos siglos después nuestro pecado sigue siendo el mismo: cerrar nuestras entrañas a la misericordia. Hacer oídos sordos, acostumbrarnos, despojarnos de humanidad, olvidar la fraternidad. Tampoco nosotros y los empobrecidos del mundo obrero hoy estamos simplemente yuxtapuestos en la vida, unos y otros vivimos interrelacionados y vinculados. Nuestra riqueza egoísta tiene que ver con su pobreza; nuestro modo de vida individualista tiene que ver con su miseria. Nuestro hacer oídos sordos a su clamor y necesidad tiene que ver con la deshumanización que se hace norma de vida en nuestro mundo, porque seguimos convirtiendo en normal y justificando lo que no puede ser normal ni encuentra justificación a los ojos de Dios. Terminamos volviéndonos ciegos, superficiales y crueles. El Reino de Dios nos exige con urgencia compartir; nos exige vivir la comunión que crea fraternidad, y para eso necesitamos tocar la carne sufriente de Cristo en los más pobres. Necesitamos comprender su vida, sus angustias y sus miedos, sus desesperanzas y abatimientos, y acompañar su vida para que sea posible suscitar nueva esperanza, y hacer nacer otra manera de pensar, de sentir y de vivir. Necesitamos implicarnos y complicarnos. La parábola es un reto a nuestra vocación de fraternidad y solidaridad, que hemos de afrontar en lo cotidiano de la existencia, en las vidas heridas por la precariedad, por el desempleo de los jóvenes, por la falta de derechos sociales y familiares, por la superficialidad de nuestro mundo. Es un reto que hemos de afrontar junto a quienes solo saben esta noche si trabajaran mañana, junto a quienes pierden la vida en accidentes laborales, o en las travesías migratorias, o junto a quienes se la van dejando año tras año en la misma cola del paro ante la oficina de empleo. El reto de la fraternidad hemos de acogerlo como tarea en las condiciones de vida de nuestros barrios, en las situaciones de las familias que los habitan, y en la necesaria y urgente conversión de nuestras comunidades cristianas. La parábola es un reto a cómo me planteo y vivo la comunión de bienes en mi vida: con los pobres, con la Iglesia, con la HOAC… Como siempre, lo que no se concreta se acaba por quedar en buenas intenciones. Tu proyecto de vida puede ser instrumento para la comunión. Concreta un plan y un compromiso para vivir la comunión de bienes al servicio de la misión evangelizadora. 3
26º Domingo del Tiempo Ordinario
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C.P.
Oro a Dios Señor, más de la mitad de la humanidad anda como Lázaro, buscando las migajas que deja caer nuestro primer mundo satisfecho. Todos están a las puertas de los palacios y negocios, de los templos del capital, de los centros comerciales, a las puertas cerradas de nuestras fronteras, esperando las sobras, y Tú estás con ellos. Estás a la puerta mendigando con los pobres, y recibiendo los portazos que ellos reciben Y gritas por la ventana a los mercaderes de esclavos: ¡Eh, vosotros, llegará un día en que lo perderéis todo! Porque al final os examinarán del amor y os dejarán en cueros, desnudos y vacíos. Ganarán los esclavos a quienes vosotros pisáis ahora.
Tu voz resuena en el silencio. No pueden soportarla y hacen ruido para taparte, con la radio, la televisión, las drogas. Y bailan y saltan y gritan y ahogan tu voz, mientras hablan de libertad, de justicia, y de democracia. Van al templo el domingo a oír lo que ellos esperan: que Tú has hecho ricos y pobres y que hay que ser bueno con todos, es decir, con ninguno. Y salen tranquilos como si esa fuera tu voz.
Llévame, Señor, contigo, a las chozas de los Lázaros a recoger del suelo al caído y dar un bastón al cojo, a levantar paredes y poner techos, a preparar mesas redondas para tanto hermano hambriento. Llévame, no me dejes tirada en el camino, ahora que he llegado hasta aquí, buscando tu Amor. Dime también a mí: Levántate, ponte en movimiento.
Señor, Jesús, te ofrecemos, todo el día… María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros 4