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ORAR EN EL MUNDO OBRERO
28º Domingo del tiempo ordinario (9 octubre 2016) Comisión Permanente HOAC
El hombre sin la Gracia lucha contra todo y contra todos… menos contra su propio pecado y lo que favorece su pecado. El santo, en cambio, colabora con todo y con todos… menos con sus propias concupiscencias, contra las que lucha venticuatro horas cada día, mediante el arma divina de la Gracia y contra el pecado del mundo… Un equipo fiel a la Gracia tiene ante sí unas posibilidades indefinidas: la omnipotencia de Dios busca manifestarse en los que le aman, y si por nosotros no queda, por Él no quedará (Rovirosa, Mensaje a la VI Semana Diocesana de la HOAC de Tarragona).
En las difíciles situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de hacer que se sientan juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios. De ese modo, en lugar de ofrecer la fuerza sanadora de la gracia y la luz del Evangelio, algunos quieren “adoctrinarlo”, convertirlo en “piedras muertas” para lanzarlas contra los demás (AL 49). ORAMOS, con gratitud, desde la vida obrera
Nuestra oración no es algo desconectado de la vida, sino enraizado en ella, pues nace del cotidiano compartir “los trabajos y las luchas, las alegrías y las penas” que vive el mundo obrero, y encontrarnos ahí con el rostro vivo del divino Obrero de Nazaret. Nace del encuentro con Jesucristo cada día, a pie de obra, en el tajo. Nuestra oración de equipo, y nuestra oración personal, han de partir de ahí: de la vida obrera, del re-cordar, de volver a pasar por el corazón lo vivido, con agradecimiento, por la salvación que en Jesucristo se hace vida y propuesta de liberación para el mundo obrero. Oramos desde el agradecimiento a Dios por la vida obrera, por la Palabra hecha carne en ella, por la semilla del Reino plantada, y por la Vida resucitada que va creciendo “en los talleres, en las fábricas, en los campos, en la mar, en los despachos y en nuestras casas”. Que esa sea nuestra primera actitud y nuestra primera palabra. Recuerda lo vivido esta semana, hazte consciente de la gratuidad que llena la vida del mundo obrero, y la de la Iglesia encarnada en esa realidad: el crecimiento eclesial de la iniciativa Iglesia por el Trabajo decente, la vida de tu equipo, los pequeños signos de esperanza que van alumbrando la vida digna de los compañeros y compañeras de trabajo, las luchas cotidianas que van ayudando a vislumbrar un horizonte de esperanza, tu propia conversión… y agradece:
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28º Domingo del Tiempo Ordinario
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
GRACIAS SEÑOR
Gracias por este hermoso día, gracias por esta nueva luz, gracias porque nos llamas a vivir en tu amor.
Gracias por cada compañera, gracias por nuestro mutuo amor, gracias porque juntos podemos buscarte a Ti.
Gracias porque nos das la vida, gracias porque nos das la fe, gracias porque nos llamas a proseguir tu plan. Gracias por descubrir al pobre, gracias por escuchar tu voz, gracias porque me enseñas la solidaridad.
Gracias por el trabajo diario, gracias por un sutil placer, gracias por la alegría, y por la fiesta también.
Gracias por la tristeza amarga, gracias por el dolor cruel, gracias porque en la negra noche, tú siempre cerca estás.
Gracias por todos los que luchan, gracias por tu liberación, gracias porque tenemos una hermosa misión.
Gracias es la oración diaria, gracias es la mejor canción, gracias porque tu amor nos acompaña sin fin. Gracias…
La Palabra de Dios, hoy, me dice… Lc 17,11-19: ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar Gloria a Dios?
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». Palabra del Señor 2
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C.P.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
28º Domingo del Tiempo Ordinario
Para interiorizar la Palabra
Contempla despacio la escena y ponte en el lugar del leproso. Un leproso es alguien enfermo, que padece una enfermedad tenida por incurable, y que sufre la marginación moral, social y religiosa. Su única esperanza es un milagro, que le cure de su enfermedad y le permita reintegrarse a la vida. El leproso puede ser hoy imagen de tantos hombres y mujeres del mundo obrero, necesitados de curación, de sanación, de misericordia que los reintegre a la vida social; cuya única esperanza es un milagro, un signo creíble que alumbre una nueva humanidad donde la persona lo primero. También puedes ser tú, necesitado de sanación en algunos aspectos de tu vida. Los diez sufren igual. Los diez tienen la misma necesidad. El milagro que Jesús hace en ellos es un signo de la presencia liberadora de Dios y de la gratuidad de sus dones, y se produce de igual forma para los diez. No para que se lo agradezcan, sino porque les quiere. Es un signo de Amor, un signo del Reino. También hoy el mundo obrero sigue necesitando de signos del Reino, de signos liberadores que abran camino a la esperanza, de signos de gratuidad. Como a los nueve leprosos que, curados, se van sin más, nos cuesta descubrir motivos de alegría y suscitar esperanza, y nos cuesta ser agradecidos. Nos cuesta dar las gracias, porque nos cuesta reconocer lo que Dios hace. No hemos aprendido del todo a celebrar a Dios como fuente amorosa de la vida. La actitud de agradecimiento es importante, porque nace del reconocimiento de lo que, gratuitamente, recibimos de Dios y posibilita, de ese modo, nuestra vida, y nuestra dignidad. Solo el samaritano –el agradecido– descubre la novedad de Jesús y queda liberado realmente de las ataduras, convertido en alguien nuevo. Los que nos creemos “buenos”, podemos sentir que no hay nada que agradecer, porque no somos capaces de acoger la Gracia en nuestra vida. En cambio, los que nos reconocemos necesitados, sanados, curados, agradecidos, daremos “gloria a Dios” con nuestra vida entregada. Por eso, en realidad, el evangelio de hoy no va solo de agradecimiento, sino de “acción de gracias”, de compromiso, de que nuestra vida dé gloria a Dios. La fe en Jesús nos hace libres. De nosotros depende la orientación de nuestra vida; desde dónde queremos construirla, de nosotros depende decidir convertirla en una acción de gracias continua, pues no otra cosa es el compromiso militante. La queja de Jesús, lamentándose de la falta de agradecimiento, podría estar dirigida a mí, a nosotros, a la tibieza de nuestro compromiso y nuestra vida. Mientras sigues contemplando la escena recuerda que tu sitio (el de la acción de gracias) es el de Jesús. Nuestra conciencia de la Gracia nos impulsa a vivir haciendo de nuestra vida un cauce para ofrecer la fuerza sanadora de la Gracia y la luz del Evangelio; para ofrecer esa vida que hoy necesitan nuestras compañeras y compañeros del mundo obrero. Que el Señor nos impulse a convertir nuestra vida agradecida en una plena y pura Eucaristía, en una permanente acción de gracias, fraterna, solidaria. La acción de gracias es el compromiso (lo que hacemos en agradecimiento a lo que gratuitamente Dios nos da). Nuestra manera de dar gloria a Dios es acompañar la vida de las personas del mundo obrero. Nuestro Quehacer Comunitario se construye con ese compromiso personal. Plantéate cómo puedes vivir agradecida a Dios y traducir esa acción de gracias en un compromiso evangelizador del mundo obrero. 3
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28º Domingo del Tiempo Ordinario
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Oro nuevamente a Dios Gracias, Señor. Ya sé que sabes que lo digo pocas veces porque me cuesta reconocer lo que me das. Me cuesta descubrir el regalo que me haces cada día. Me cuesta encontrarte vivo a cada paso… es que no miro, las prisas, ya tú sabes… y yo mismo. Hoy, sin embargo, me detengo, y te disfruto. Gracias porque me haces consciente de tanto recibido y del inmenso amor por mí que en todo pones. Gracias por el don de la fe y la confianza puesta en Ti. Gracias por la Iglesia, mi familia, que me acoge como hijo, y me enseña sendas de fraternidad. Gracias por la HOAC, que me va configurando pobre, humilde y obediente con la ofrenda de mi vida. Gracias por mi equipo, don de tu misericordia, reflejo de la divina comunión. Gracias por cada una y cada uno de sus miembros que son el regalo de tu compañía y tu comunión, hecha carne de mi carne.
Gracias por la tarea que pones en mis manos, -que no es mía, sino nuestra-, tarea compartida. Gracias por contar conmigo para seguirte acompañando la vida de mis hermanas y hermanos obreros. Gracias por el quehacer que me ofreces: hacer milagros, gestos de vida y de trabajo dignos, signos del Reino comenzado: suscitar esperanzas, anticipar amaneceres, entretejer fraternidades, derribar muros inhumanos, hacer hospitalaria mi existencia, y despuntar el alba de la historia hacia un cielo y una tierra nueva que sueñas con nosotros. Ayúdame, Señor, a seguir siendo agradecido. Que mi vida sea Acción de Gracias.
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Señor, Jesús, te ofrecemos, todo el día… María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros