2º Domingo de Pascua

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO 2º Domingo de Pascua (23 de abril de 2017) Comisión Permanente HOAC

La razón de nuestra vida cristiana, de nuestra fe en la eternidad y en la vida futura, encuentra su máxima justificación en la Resurrección de Cristo (Rovirosa, OC, T.V. 431).

Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado al mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias, y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo que, tarde o temprano, produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible (EG 276). CONTEMPLA DESDE LA VIDA; CONTEMPLA LA VIDA Y ORA

Generalmente la resurrección comienza sin ruido, pero con determinación.

CARLOS SE SIENTE HIJO DE DIOS

Carlos tiene 25 años y es militante de la JOC de Córdoba. Él comenzó su contacto con la JOC a través de una escuela deportiva creada y dinamizada por educadores y militantes de la JOC. Su realidad familiar, estudiantil y laboral es difícil, precaria, incierta y en ocasiones rota. Para esta sociedad, Carlos no existiría si no fuera porque la JOC hace seis años, lo miró con los ojos con los que nos mira Jesús. 1


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En junio de este año, evaluando el curso, el equipo decidió ayudar a Carlos animándolo a que estudiara. Por ello, el equipo asumiría económicamente el coste del curso privado de cocina para que estudiara. Y cada mes, cada militante del equipo hacemos una aportación, asumiendo entre todos los estudios de Carlos. Hoy, 8 de noviembre, ha tenido su primer examen y con una felicidad que nunca le había visto, nos ha dicho que había aprobado el examen con un 9. Y horas después, Eva, su pareja, nos envió este WhatsApp: “Familia, estoy muy contenta y quería volver a dar las gracias al Padre y a vosotros por hacer posible otro futuro para Carlos, saber que está tan contento y que tiene vuestros ánimos y apoyo es muy importante para él y para mí también. Muchísimas gracias de verdad por la decisión que tomó el equipo de poner en práctica la teoría de comunidad y compartir, de construir el Reino de Dios desde nuestro entorno y posibilidades, os quiero”. Sin ninguna duda, la JOC nació para transformar y revolucionar los corazones de los jóvenes de la clase obrera. Y por ello, como seguidores de Jesús salimos día a día a evangelizar desde nuestra realidad, desde nuestros ambientes, allí, en la frontera donde la Iglesia no puede llegar. Y aún más, siendo enlace imprescindible de conexión entre la Iglesia y los jóvenes que nadie mira. Llegamos a jóvenes para dignificarlos y que ellos a su vez dignifiquen a otros, y fundamentalmente, que se sientan hijos e hijas de un Dios que los quiere (Raquel). ¿Y si hubiera verdades que no se pudieran medir, vivencias que no se pudieran dibujar, certezas que no se pudieran pesar? ¿Por qué no dar el paso a la fe? ¿Por qué no escuchar palabras que no son mías? ¿Por qué no confiar en Jesús?

¿Y si Jesús no fue un fracasado? ¿Por qué no darle la razón? ¿Y si Jesús no fue un sueño ilusorio? ¿Por qué no seguirlo?

Abre mi corazón, buen Dios, al don precioso de la fe. Sedúceme para que escuche tu palabra. Que tu santo Espíritu me acompañe y guíe. Solo así viviré en plenitud, como es tu voluntad.

Escucha la Palabra del Señor Jn 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 2


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Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: « ¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: –«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra del Señor ACOGE LA PALABRA; PARA ACOGER AL OTRO La verdad es que nos parecemos bastante a Tomás, que no hace caso del testimonio de la comunidad, ni percibe los signos de nueva vida que en ella se manifiestan. Necesita una evidencia a la carta, porque no busca a Jesús, sino que añora una reliquia del pasado. Está dispuesto a perder la vida de la fe. No podemos vivir “en creyente” sin experimentar la resurrección en nuestra vida. Muchas veces vivimos replegados, temerosos, al anochecer, con las puertas cerradas, como si no tuviéramos alegría, perdón y vida que transmitir. Necesitamos que el Señor se haga presente y necesitamos saber reconocer sus signos: La paz, porque el núcleo de la experiencia pascual es el encuentro con Alguien vivo, capaz de liberarnos del desencanto y descubrirnos el camino hacia la paz. El Espíritu, que infunde aliento de vida en nuestra existencia. Jesús nos confiere la misión de dar vida, y nos capacita para ello. La resurrección se vive y se reconoce donde se lucha por la vida y se combate aquello que la deshumaniza. La experiencia del perdón. Es la virtud de la persona nueva, de la persona resucitada. Las llagas de Jesús, los agujeros de los clavos en sus manos y pies, las señales de su amor y entrega por otros, son signo de su presencia. Hoy la presencia del resucitado es visible en quienes llevan en su vida estas señales. En los pobres y olvidados, en los marginados y excluidos, en los precarios y los descartados. Ellos son signos de vida… Y en los que dan su vida por crear vida. ¡Ahí está el resucitado! Es el encuentro con el Resucitado el que es capaz de transformarnos y reanimarnos, el que nos llena de alegría y paz verdaderas, el que nos libera del miedo y la cobardía, y nos impulsa a vivir una vida nueva, testimonio de la Buena Noticia que anunciamos. Nos parecemos bastante a Tomás. 3


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Reconoce en la experiencia de los discípulos, en la de Tomás, tu propia experiencia, para dejarte encontrar por Jesús Resucitado, que te sigue mostrando sus manos y su costado para que no olvides nunca dónde está la vida verdadera. Siéntete, como Tomás, invitado a tocar esas heridas hoy. Recibe el soplo de vida del Resucitado, que te hace testigo. Que tu acción de gracias por este encuentro sea concretar en tu proyecto de vida cómo crecer en esa experiencia de vivir sostenido por la presencia amorosa de Dios, que te per mita vivir amando a tus her manas y her manos en la vida del mundo obrero.

TERMINA ESTE ENCUENTRO CON EL SEÑOR, ORANDO

Dichoso tú, Tomás, que viste las llagas y quedaste tocado; te asomaste a las vidrieras de la misericordia, y quedaste deslumbrado; y despertaste a la vida; metiste tu mano en mi costado y recuperaste la fe y la esperanza perdidas. Pero ¿qué hicieron después, Tomás, tus manos?

Ahora ven conmigo a tocar otras llagas todavía más dolorosas.

¿Quieres más pruebas, Tomás? Son llagas abiertas en mi cuerpo y no basta rezar: ¡Señor mío, y Dios mío!

Hay que gritarlo y preguntar por qué, hay que curarlas con ternura y saber. Hay que cargar muchas vendas, muchas medicinas… ¡y todo el amor que hemos soñado!

Mira de norte a sur, de izquierda a derecha, del centro a la periferia, llagas por todos los lados.

Las del hambriento, las del emigrante, las del parado, las del sin techo, las del pobre pordiosero, las de todos los fracasados. ¡Señor mío!

¡Trae tus manos, otra vez, Tomás!

Oración a Jesús Obrero

Las del discapacitado, las del deprimido, las del accidentado, las del enfermo incurable, las de todos los marginados. ¡Dios mío!

Las del niño que trabaja, las del joven desorientado, las del anciano abandonado, la de la mujer maltratada, las del adulto cansado, las de todos los explotados. ¡Señor mío!

Las del extranjero, las del refugiado, las del encarcelado, las del torturado, las de los sin papeles, las de todos los excluidos. ¡Dios mío!

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día: nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas…

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María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros.


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