ORAR EN EL MUNDO OBRERO
2º Domingo del tiempo ordinario (15 enero 2017) Jornada Mundial del migrante y refugiado Comisión Permanente HOAC
El mundo se ha dedicado a inventar seguros y más seguros, de tal manera que puede asegurarse todo menos la seguridad. Con esto se han conseguido dos resultados nefastos: primero que haya desparecido casi por completo, el maravilloso espíritu de aventura; y, segundo, que nunca se haya padecido una inseguridad tan universal como actualmente (Rovirosa, OC, T.II. 479).
Hoy, la emigración no es un fenómeno limitado a algunas zonas del planeta, sino que afecta a todos los continentes y está adquiriendo cada vez más la dimensión de una dramática cuestión mundial. No se trata sólo de personas en busca de un trabajo digno o de condiciones de vida mejor, sino también de hombres y mujeres, ancianos y niños que se ven obligados a abandonar sus casas con la esperanza de salvarse y encontrar en otros lugares paz y seguridad. Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos (Mensaje del papa Francisco para la Jornada mundial del migrante y del refugiado 2017). Nos hacemos conscientes, una vez más, del pecado del mundo
También de las situaciones cercanas que conoces. Tráelas a la oración, con sus rostros, sus nombres.
1
2º Domingo del Tiempo Ordinario
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Nos ponemos a la escucha de la Palabra Juan 1, 29-34
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios». Palabra del Señor
Para vivir la Palabra, acógela, hazla tuya El pecado del mundo existe antes de Jesús y sigue existiendo hoy con rostros y formas de absoluta inhumanidad. Algunas manifestaciones de este pecado colectivo son novedosas; otras, en cambio, existen desde siempre. El pecado del mundo es el rechazo de la palabravida que interpela a la humanidad, consiste en oponerse a la vida que Dios comunica, frustrando así su proyecto creador. La actividad de Jesús tiene mucho que ver con quitar este pecado, con su acción liberadora. Jesús es don de Dios a la humanidad que hace posible que el mundo escape de la muerte y obtenga vida. En Jesús se encuentra la vida; por él podemos liberarnos del pecado y de la muerte. 2
C.P.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
2º Domingo del Tiempo Ordinario
El Papa nos recuerda en el Mensaje para esta Jornada que el fenómeno de la emigración no está separado de la historia de la salvación, es más, forma parte de ella. Está conectado a un mandamiento de Dios: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto» (Ex 22,20); «Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto» (Dt 10,19). Este fenómeno es un signo de los tiempos, un signo que habla de la acción providencial de Dios en la historia y en la comunidad humana con vistas a la comunión universal. Sin ignorar –sigue diciendo el Papa– los problemas ni, tampoco, los dramas y tragedias de la emigración, así como las dificultades que lleva consigo la acogida digna de estas personas, la Iglesia anima a reconocer el plan de Dios, incluso en este fenómeno, con la certeza de que nadie es extranjero en la comunidad cristiana, que abraza «todas las naciones, razas, pueblos y lenguas» (Ap 7,9). Cada uno es valioso, las personas son más importantes que las cosas, y el valor de cada institución se mide por el modo en que trata la vida y la dignidad del ser humano, especialmente en situaciones de vulnerabilidad, como es el caso de los niños emigrantes. Dios es una mano tendida con ternura, empeñada en quitar el pecado del mundo. Jesús ofrece la posibilidad de ir quitando el pecado, la injusticia y el mal que se apodera de los seres humanos. Por eso creer en Jesús es, también, comprometerse en su lucha y su esfuerzo por quitar el pecado, que nos domina. Necesitamos beber hoy del Espíritu de Jesús, actualizar en nuestro mundo el misterio del Amor liberador de Dios que se manifiesta en Cristo. Nuestro mundo necesita testigos de este Amor. A la luz de esta Palabra de Dios, pregúntate si tu vida ayuda a alguien a descubrir ese Amor de Dios en la suya. Pregúntate si tu vida manifiesta suficientemente de qué lado estás. ¿Qué debe cambiar en tu vida, para “quitar” de ella el pecado del mundo? Y mira, después, tu proyecto de vida para plantearte cómo avanzar en la vivencia comprometida de la fe.
3
2º Domingo del Tiempo Ordinario
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Termino este encuentro con el Señor, orando
Con nuestra connivencia y nuestra omisión, con nuestras normas y murallas fomentamos y perpetuamos el pecado del mundo.
Juzgaste certeramente las mentiras sociales y las injusticias del mundo. Tomaste partido, empeñaste tu palabra y vida, y diste un veredicto inapelable que hirió a los más grandes, a los ricos de siempre, a todos los pudientes.
Tú, que viniste a quitar el pecado del mundo y te sumergiste hasta el fondo en nuestra historia, bautízanos con agua y, sobre todo, con tu Espíritu, para que, contigo, podamos hacernos cargo de la realidad, cargar humildemente con ella, y encargarnos de que sea lo que Dios quiere y sueña y no lo que a nosotros nos interesa.
Y, a nosotros, nos hiciste caer en la cuenta de lo implicados que estamos en esta situación colectiva de pecado. Todo un entramado social que no respeta los derechos humanos, que no hace hijos e hijas, ni hermanos o hermanas, ni ciudadanos ni ciudadanas y es contrario a la voluntad del Padre.
Justificamos nuestro status porque hemos hecho de esta manera de vivir, una necesidad, y de la abundancia, dignidad aun a sabiendas de que no es sostenible este bienestar sin expolio, sin desigualdad sin defensas, sin mentiras. Y nosotros, cómplices de este pecado colectivo, en momentos de lucidez, nos reconocemos corresponsables.
Señor, Jesús, te ofrecemos, todo el día, nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías, y nuestras penas…
Concédenos pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti.
4
María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros.