ORAR EN EL MUNDO OBRERO
30º Domingo del tiempo ordinario (23 octubre 2016) Comisión Permanente HOAC
La tragedia estriba en las declaraciones de confesionalidad para que uno pueda tenerse por un excelente cristiano. El ¡Ah! Si todos fueran como yo… en vez de: ¡Ah! Si yo fuera como Cristo… (Rovirosa. Dimas…, OC, TI, 394).
Necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor… ¡Qué dulce… simplemente ser ante sus ojos! (EG 264). Solo el clamor (a veces susurrado) del humilde se hace oración
Sin humildad no puede haber oración. Sin oración no hay escucha del lamento del pobre, de las súplicas del oprimido, porque no hay encuentro con Jesucristo. Ni hay escucha de Dios, porque no hay encuentro con los pobres, en quienes reconocerlo. Por eso hemos de empezar por admitir, con humildad, nuestro pecado.
HAZNOS HUMILDES
Señor Jesús, tu mandamiento de amarnos como tú mismo nos hiere el corazón, y nos hace descubrir con dolor qué lejos andamos de habernos revestido de tus sentimientos de misericordia y humildad. Somos de tal modo que conseguimos pecar incluso cuando nos dirigimos a tu Padre en oración. Ten piedad de nosotros. Haznos humildes.
Danos tu Espíritu bueno, enséñanos a ponernos a la escucha de su grito inexpresable, que es el único que puede llamar al Padre, y obtenernos paz y salvación.
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