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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

30º Domingo del Tiempo Ordinario (29 octubre 2017) Comisión Permanente HOAC

El mandamiento nuevo de amar al prójimo con el mismo Amor con que Cristo me amó es el que debe presidir todos los demás (Rovirosa, OC.T, I. 81).

Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! (EG 101). Nuestra vida

En nuestros ambientes no es precisamente la ley del amor la que impera. Nos vemos – la gente y muchas veces también nosotros– empujados por otros criterios, por otros intereses… por nuestro “amor propio”. Hemos perdido la capacidad de amar en nuestro mundo, y eso nos deshumaniza profundamente. Hazte consciente de situaciones –personales y familiares, laborales, eclesiales, sociales, políticas–, acontecimientos, problemas o conflictos relaciones con las personas, que a lo largo de estas últimas semanas no has vivido desde el amor. ¿Por qué ha sido así? Comienza reconociéndolas y pidiendo perdón al Señor. Y hazte consciente también de tus relaciones de amor: ¿A quiénes amas? ¿Por qué? ¿Qué lugar ocupan en ese amor los pobres? A lo mejor también has de pedir perdón por esto.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

C.P.

Desbordados por tu amor te decimos:

Queremos vivir el presente con la fuerza de las opciones hechas y de los pasos dados, con la paz de quien se siente querido y la tensión y vigilia de quien ama.

Lleva a buen término lo que has comenzado. No dejes Padre, que nuestro orgullo o cobardía, nuestras incongruencias y dejadez estropeen el trabajo que cada día, con paciencia y esmero, Tú vas haciendo en nosotros.

Sigue abriendo nuestro corazón a tu Palabra que se hace carne en tantos rostros conocidos, y en tantos rostros que aún no conocemos. ¡Queremos alabarte siendo hijos tuyos fraternales!

Escuchamos la Palabra del Señor

Mt 22,34-40: Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo

Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas». Palabra del Señor 2


C.P.

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30º Domingo del tiempo ordinario

Para interiorizar esta Palabra Una vez más, la primera lectura que proclamaremos en la misa de este domingo (Ex 22, 2026) nos ayuda a enmarcar y concretar el amor; a concretar en qué consiste eso de amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente y al prójimo como a nosotros mismos: No oprimas al forastero…no maltrates a la viuda y al huérfano… no te portes con el pobre como un usurero… Las relaciones humanas no deberían impregnarse de criterios egoístas ni de intereses económicos personales o grupales. Hablar de amor –a Dios y de Dios, y de amor a los hermanos– nunca es algo abstracto. Nada hay más concreto, más real, más humano y relacional, más social y político que el amor. El mensaje de Jesús en el evangelio de hoy resulta claro: une con idéntica importancia y considera inseparables el amor a Dios y el amor al prójimo. Ese es el centro, el núcleo de nuestra fe. Ahí está todo lo que Dios nos pide (la ley entera y los profetas). Esa es nuestra opción fundamental como cristianos: con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. En la oración a Jesús Obrero decimos lo mismo con otras palabras: “danos la gracia de amarte con todo nuestro corazón y de servirte con todas nuestras fuerzas”. Ni más ni menos. Ante la pérdida de la capacidad de amar de nuestro mundo, que también nos alcanza a nosotros, la única respuesta válida sigue siendo esta de Jesús: amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a uno mismo. El amor propio solo es válido si es el reflejo, el nivel de nuestro amor a los pobres, y ese nivel es, siempre, el del amor de Dios en Jesucristo. El amor a Dios y al prójimo están radicalmente unidos; son inseparables. Ahí tenemos un claro criterio de discernimiento. Nuestro primer prójimo es el pobre. Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener los mismos sentimientos de Jesucristo (EG 198). Optar por Jesús, cumplir el mandamiento principal, es “pasarse al bando de los pobres”. Lo único que cuenta es el amor. Es el amor el que diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos (EG 199). La gloria de Dios está en que “el pobre viva” (Beato Oscar Romero) Ama a Dios quien con su vida se preocupa de que los pobres vivan. La verdad de nuestro amor a Dios se verifica en cómo amamos concretamente a los hermanos y, preferencialmente, a los pobres. Por eso, para un cristiano, la opción por los pobres, la lucha por la justicia, el trabajo para que las instituciones estén al servicio de las personas, nuestros compromisos sociales, sindicales y políticos, solo tienen sentido si son expresión de amor. Y solo si concretamos el amor a Dios en esa entrega, nuestra fe tiene sentido. Hazte de nuevo hoy esta pregunta: ¿Qué pintan, de verdad, los pobres en mi vida? ¿Cuáles son las relaciones que establezco con la pobreza, con la deshumanización, con la debilidad del mundo obrero? ¿Qué pasos he de dar y concretar en mi proyecto de vida para que responda a esa opción fundamental por Cristo y el prójimo? 3


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Puedes terminar con esta oración

Cuestión de amor

Padre-Madre Tú nos has revelado que pertenecer a tu comunidad es cuestión de amor.

El amor nos lleva a la acción, y al compromiso solidario con todos nuestros hermanos, especialmente con los más desfavorecidos y necesitados. Quien ama mucho, lucha mucho. Quien lucha poco, ama poco El que no ama solo se mueve por sus intereses. ¡Haz que el primer paso en nuestra comunidad sea empezar a amar!

El compromiso sin amor produce peso y agobio. Cuando nos mueve el amor, vencemos el cansancio y damos alegría. Si nuestro amor es como el de Jesús tendremos entusiasmo para la entrega total. Esta es la experiencia de muchos de nosotros. ¡Avívala cada día más en nuestra comunidad!

Tú nos has manifestado también, y nosotros lo sabemos por experiencia, que el amor aquí es dolor y gozo. Una señal de amor verdadero es sentir como propios el dolor y gozo ajenos, sobre todo de los pobres y desfavorecidos. ¡Deseamos tener la compasión adulta del buen samaritano!

Haz que en el amor anónimo de la lucha por la justicia, del trabajo por un mundo mejor, del cambio de estructuras, de la creación de zonas liberadas, del compromiso sociopolítico, imaginemos los rostros concretos de nuestros hermanos marcados por el dolor y la injusticia. Así tendremos los mismos sentimientos de Jesús, y nuestra comunidad será buena noticia, señal de tu Reino, aquí en la tierra, para los hombres y mujeres, que Tú tanto amas. 4

Y, como siempre, ofrece tu vida al Señor

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día… Danos la gracia de amarte con todo nuestro corazón, y de servirte con todas nuestras fuerzas… María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros


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