3er domingo de Pascua

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

Tercer Domingo de Pascua (15 de abril de 2018) Comisión Permanente HOAC

Y cuando trato de descubrir al hombre más diferente para acercarme a él, como al más interesante de todos, me encuentro con el Hombre-dios. Que está ahí, en mí mismo, esperándome desde hace cerca de dos mil años. ¡Esto es formidable! (Guillermo Rovirosa, O.C, T.I, 192).

El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo (EG 88). ENCUENTROS QUE DAN VIDA

Hay encuentros en nuestra vida como los del Resucitado con los discípulos: nos quitan el miedo, nos dan vida, nos sostienen, nos animan y empujan; nos hacen sentir la cercana presencia del Resucitado. Hay personas con quienes merece la pena encontrarse. Como T. que no dudó en ser puente entre los huelguistas y su parroquia, para hacer del encuentro un abrazo entrañable de la Iglesia al mundo obrero. Como el encuentro de los 19 jóvenes inmigrantes africanos con la comunidad de misioneros combonianos en Granada. Como M. con su párroco, que le dio a conocer la HOAC, y con su equipo de iniciación, y con el nuevo párroco y equipo cuando tuvo que cambiar de ciudad por trabajo. ¿Tus encuentros vitales cómo son? ¿Con quiénes son? ¿Para qué son? ¿Son encuentros que dan vida? ¿Son encuentros con el Resucitado? Recuérdalos, repásalos, tráelos a la memoria, y ora con ellos. Apóstol

Vamos, amigo, no te calles ni te achantes que has de brillar como fuego nocturno, como faro en la tormenta, con luz que nace en la hoguera de Dios. Vamos, amigo, no te rindas ni te pares, que hay quien espera, anhelante, que compartas lo que Otro te ha regalado. ¿Aún no has descubierto que eres rico para darte a manos llenas? ¿Aún no has caído en la cuenta de la semilla que en ti crece pujante, fértil, poderosa, y dará frutos de vida y evangelio? 1


3er Domingo de Pascua

ORAR EN EL MUNDO OBRERO

Vamos, amigo. Ama a todos con amor único y diferente, déjate en el anuncio la voz y las fuerzas, ríe con la risa contagiosa de las personas felices, llora las lágrimas valientes del que afronta la intemperie. Hasta el último día, hasta la última gota, hasta el último verso. En nombre de Aquel que pasó por el mundo amando primero.

C.P.

(J.Mª. Rodriguez Olaizola)

Escucha la Palabra del Señor… Lc 24, 35-48.- Vosotros sois testigos de esto.

Contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Palabra del Señor INTERIORIZAMOS ESTA PALABRA

No es fácil reconocer a Jesús, confesar que es el Señor. Los discípulos creían “ver un espíritu”, algo fuera de la realidad, que no encaja en sus vidas y sus esquemas. Con la fe pasa eso; hay personas para quienes la fe y el Resucitado tienen poco que ver con la realidad, tienen muy poco que ver con su vida. Pero si algo es la fe cristiana es profundamente realista, en el sentido de que Jesús no es un simple recuerdo o idea, sino alguien vivo, presente en una vida nueva, con quien es posible encontrarse para sentir transformada nuestra vida. Solo en la vida es posible encontrarse con el Resucitado. No podemos experimentar la resurrección al margen de la vida cotidiana. No podemos experimentarla sin tocar “la carne sufriente de los pobres”, sin compartir lo que somos y tenemos con los demás. 2


C.P.

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3er Domingo de Pascua

Cada vez que compartimos nuestra vida, nuestros bienes, lo que somos y tenemos, nuestro compromiso; cada vez que miramos con esperanza al futuro, cada vez que superamos nuestros miedos, cada vez que con nuestra vida anunciamos el Reino, otra manera posible y humana de vivir; cada vez que entablamos una relación humana con alguien a quien escuchamos, acogemos, o nos dejamos acoger por alguien; cada vez que sentimos que no pasa nada extraordinario, pero vemos que la vida va floreciendo en lo que pasa cada día; cada vez que no renunciamos a la lucha y a seguir caminando, pese a las dificultades; cada vez que damos un paso más para que nuestra vida se sitúe al lado de los empobrecidos del mundo obrero, compartiendo sus luchas y esperanzas, trabajando con ellos por un mundo más justo y fraterno; cada vez que seguimos sintiéndonos Iglesia peregrina, abierta, que se deja habitar por el Espíritu… nos encontramos con Jesús Resucitado. Cada vez que reconocemos la iniciativa del Señor que viene a nuestro encuentro, y no eludimos la respuesta que espera, nos encontramos con el Resucitado. Y entonces encontramos que nuestra vida se preña de paz, de alegría. Descubrimos que se abre nuestro entendimiento, para comprender el proyecto de vida que Dios nos ofrece. Experimentamos que la fuerza de Dios crece en nuestra debilidad. Aprendemos a compartir fraternalmente la mesa y la vida. Experimentamos, en todo eso, la resurrección, y vemos que la comunidad se va haciendo signo de esa nueva vida posible. Nosotros somos testigos de esto. En la experiencia dudosa de los discípulos aprendemos a reconocer las luces y sombras de nuestra propia fe, que se mueve entre la duda y el deseo de confiar, entre nuestras ataduras miedosas y la confianza. De esa misma experiencia aprendemos a comprometernos gozosamente con el Reino y experimentarnos renacidos a la vida nueva, siendo testigos, dando razón de nuestra esperanza a pesar de las sombras de la vida, del egoísmo, de la insolidaridad y la injusticia de nuestro mundo. Dejemos que Dios se haga presente, se coloque en medio de nosotros, y nos descoloque, escuchémosle y dejemos que nos invite a vivir la comunión. Dejémosle que nos haga testigos, que nos envíe. Al reconocernos como enviados, como testigos, experimentamos la gratitud por la llamada y por el encuentro con el Resucitado. Gratitud que se hace acción de gracias. ¿Cómo puede ser mi vida expresión agradecida de este encuentro? Concrétalo en tu proyecto personal de vida.

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3er Domingo de Pascua

ORAR EN EL MUNDO OBRERO

PONTE, DE NUEVO, ANTE EL SEÑOR Ser testigo es arriesgado

Yo sé, dice el Señor, que la misión es arriesgada. Duros son los trabajos evangélicos: sembrar buena semilla en tierra dura y limpiar los campos de espinas y zarzas. Y los frutos ¿quién sabe?, tan exiguos, y con ellos la cizaña siempre mezclada. Es dura la misión: hablar de Dios, defender a los pobres y oprimidos, estar con los que pierden, las víctimas, decir no a los poderosos y violentos. Se reirán de vosotros los que mandan, irán contra vosotros los que tienen. ¡El vuelo de la paloma dispersado por halcones terribles, sin entrañas! Es dura la misión: continuar mi obra, ser testigos del evangelio día a día y encarnar las bienaventuranzas en vuestras entrañas yermas.

Por eso yo estaré junto a vosotros alentando la fuerza del Espíritu, y seréis mis testigos elocuentes: profetas, servidores y mis mártires.

No se perderá vuestra semilla, no; ni quedará infecunda vuestra sangre. Veréis a la justicia florecer, aunque sea invierno, más allá de vuestros sueños. Os lo aseguro.

Es dura la misión que nos encomendaste, Señor. Cumple tu palabra; no nos dejes a la intemperie.

Y, COMO SIEMPRE, OFRÉCELE TU VIDA

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día nuestros trabajos, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas. María, madre de los pobres, Ruega por nosotros

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C.P.


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