ORAR EN EL MUNDO OBRERO 4º Domingo de Pascua (7 de mayo de 2017) Comisión Permanente HOAC
El caso más sublime de comprensión –como siempre– nos lo da Cristo encarnándose. Esconde su forma divina y viste la forma humana. Con la Encarnación el Hijo de Dios comprendió al hombre. Con esta forma de amor llamada comprensión, entró la Revelación en el mundo. Porque Dios comprendió al hombre, acomodándose a su manera de ser, fue posible que el hombre escuchara a Dios y lo entendiera (Rovirosa, OC, T.V. 510).
Necesitamos hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño (EG 171). CONTEMPLA DESDE LA VIDA; DISCIERNE
¡Cuántas ofertas atronadoras! Mira periódicos y revistas, carteles y vallas publicitarias; escucha la radio o mira la televisión; repasa propuestas de partidos políticos y organizaciones sociales; examina incluso algunas ofertas eclesiales… Detente, examínalas, valóralas: qué ofrecen, qué piden, qué buscan de ti, qué dan de verdad. ¿Cómo satisfacen las necesidades de las personas? ¿Cómo sirven a las personas? ¿Las dejan nuevamente a la intemperie? Orar es también saber escuchar, saber discernir y elegir, situarse en la vida.
Escucha la Palabra del Señor, para discernir Juan 10, 1-10: Para que tengan vida y la tengan abundante
En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 1
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Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Palabra del Señor MEDITA ESTA PALABRA
Para comprender bien el texto hay que situarlo en su contexto, y tener en cuenta el pasaje anterior y el siguiente. No es un texto bucólico, sino tensional. El trasfondo es un conflicto con duras palabras de Jesús. Aunque hoy puede crear confusión y malestar la ambigüedad de los términos pastor y ovejas, bíblicamente el rebaño es la imagen que designa al pueblo de Dios congregado, aunque anda como “oveja sin pastor”. El relato recalca la “libertad” y “el sentido” de las ovejas, que solo siguen a quien conocen, y huyen de ladrones y, por otra parte, señala la diferencia entre el buen pastor y el asalariado: entre quien está al servicio de la comunidad y quien solo busca el provecho propio. Jesús se identifica con dos imágenes: el Buen Pastor, y la puerta verdadera. Él, buen pastor, entra por la puerta, para darnos vida, nos llama por nuestro nombre, y nos saca al mundo, yendo por delante. Le seguimos porque conocemos su voz. No nos recluye, sino que nos acompaña. Su palabra nos orienta y su voz nos congrega. Sus cuidados nos recuperan, y su amor nos transforma. Él es, también, la puerta verdadera. La puerta simbólicamente expresa acogida o rechazo, defensa de peligros, o entrada y salida para compartir. Jesús es apertura, a la vida, a la libertad, a la plenitud, a lo positivo, y cierre a la opresión y la muerte. Entrar por él es nacer de nuevo, vivir los sentimientos de Cristo y, con la Iglesia, actuar en su nombre. Nunca como ahora hemos tenido tantas posibilidades y alternativas de elección; tantas voces a quien escuchar y tantos líderes a quien seguir. Y, quizá, nunca como ahora hemos estado más faltos de verdaderos líderes, de testigos, de maestros de vida. Muchos reclaman nuestra atención, pero también muchos son “ladrones y bandidos” falsos líderes, que ofrecen falsas alternativas a nuestro pueblo. La fe en Jesucristo es fuente de vida, vida sana y abundante. El Dios de Jesucristo es alguien que hace vivir. Dios sostiene la vida incluso en los momentos más adversos, da fuerzas para comen2
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zar siempre de nuevo, alimenta en nosotros una esperanza indestructible: “He venido para que tengan vida, y la tengan abundante”. Y sabemos que es verdad. Orar este Evangelio es sentirse llamado a salir fuera, a ser buen pastor, a saber acercarse y estar con quienes andan perdidos. Orar este Evangelio es salir a proseguir la obra de Jesús; acercarte a otros y caminar con ellos, tomando conciencia, y haciéndote cargo de quienes necesitan de ti, es estar dispuesto a acompañar la vida de las personas. Como dice el papa Francisco, tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de la projimidad, e iniciarnos en el arte del acompañamiento –del pastoreo– para que aprendamos a quitarnos siempre las sandalias ante la tierra sagrada del otro (EG 169). Tú déjate pastorear por el Señor, pero sabiendo que eso te convierte en pastor de tus hermanos y compañeros de trabajo, de tu familia, de tus vecinos y de los miembros de tu comunidad parroquial, de las compañeras y compañeros de la asociación o el sindicato… AGRADECE AL SEÑOR, ORANDO Vuelve a releer el Evangelio haciéndote consciente, con alegría, de que el Señor es, en verdad tu Pastor. Siéntete llamado, acompañado, cuidado, guiado. Agradece lo que has recibido y recibes, y hazte consciente de lo que eres, también, gracias a otras personas que “te pastorean”, y te cuidan. Deja surgir el agradecimiento.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me apacienta me conduce hacia fuentes de descanso y repara mis fuerzas. Conoce mis proyectos e ilusiones, me guía por caminos de justicia, me enseña los tesoros de la vida y silba canciones de alegría, por el amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras no tengo miedo a nada, pues él está junto a mí, protegiéndome de trampas y enemigos. Su vara y su cayado me dan seguridad.
Aunque mis trabajos sean duros y urgentes no me agobio ni pierdo la paz, pues su compañía procura serenidad a mi obrar, plenifica mis anhelos y mi ser, y hace inútil todo febril activismo. 3
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Cada día, con gracia renovada, pronuncia mi nombre con ternura y me llama junto a él. Cada mañana me unge con perfume; y me permite brindar cada anochecer, con la copa rebosante de paz.
El Señor es mi pastor, él busca a las que están perdidas, sana a las enfermas, enseña a las erradas, cura a las heridas, carga con las cansadas, alimenta a las hambrientas, mima a las preñadas, y da vida a todas.
¡El Señor es el único líder que no avasalla! El hace honor a su nombre dando a nuestras vidas dignidad y talla. Nada temo a los profetas de calamidades, ni a la tiranía de los poderosos, ni al susurro de los mediocres, ¡porque Tú vas conmigo!
Has preparado un banquete de amor fraterno para celebrar mi caminar por el mundo. En él me revelas quienes son tus preferidos y cuáles han de ser mis sendas de futuro
¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía con su presencia cargada de vida!
Y concreta tu acción de gracias, tu compromiso, en tu proyecto de vida, antes de terminar este encuentro con Jesucristo, con la oración a Jesús Obrero.
Oración a Jesús Obrero
Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día: nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas…
Que los militantes que sufren desaliento permanezcan en tu amor. Y que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, descansen en paz.
Concédenos, como a nuestros hermanos de trabajo, pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti.
Danos la gracia de amarte con todo nuestro corazón y de servirte con todas nuestras fuerzas. Que tu Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en los campos, en el mar, en las escuelas, en los despachos, y en nuestras casas.
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María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros.