ORAR EN EL MUNDO OBRERO
4º Domingo del tiempo ordinario (29 enero 2017) Comisión Permanente HOAC
¿Y la función del cristiano? ¡Que no es otra que la de ser testigo de Cristo, viviendo como Cristo, hablando como Cristo y amando como Cristo! ¡Que no es otra cosa que la de llegar a ser uno con los demás cristianos, de la misma manera que Cristo y el Padre son uno! ¡Qué no es otra cosa que la de aspirar a la Bienaventuranza a cambio de sufrir persecución por defender la Justicia (no “mi” justicia)! (Rovirosa, OC, T.V. 411)
Toda la novedad de Cristo está en estas palabras. En efecto, las Bienaventuranzas son el retrato de Jesús, su forma de vida; y son el camino de la verdadera felicidad, que también nosotros podemos recorrer con la gracia que nos da Jesús. (Francisco, Audiencia General 6.8.2014). ¿Buscando la felicidad?
¿O, buscándola buscando al Señor? La primera lectura de la liturgia de este domingo (Sof 2,3; 3, 12-13), del profeta Sofonías, ya nos muestra otro camino distinto del que nos propone esta sociedad para encontrar la felicidad. Buscad al Señor los humildes… buscad la justicia… Eso nos ayudará a ser un pueblo pobre y humilde capaz de confiar en el nombre del Señor. Eso nos ayudará a buscar la felicidad por el camino de las Bienaventuranzas. Disponte a este encuentro con el Señor, pidiendo la humildad necesaria para buscar al Señor en tu vida, orando con estas palabras u otras parecidas: Señor: La voz de Sofonías resuena en nuestro corazón: Buscad al Señor. Y con estas palabras nos podemos sentir un poco acusados, porque no siempre te buscamos, Señor. 1
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C.P.
Buscarte es no olvidarte. Buscarte es no cometer iniquidad, vivir en la verdad, trabajar por la justicia y por la paz. Señor, tú nos conoces. Tú sabes de qué barro está hecha nuestra vida. No somos perfectos, no, desde luego. Pero, al menos, hoy queremos decirte que confiamos en Ti, en tu Palabra. Y que sí, que a pesar de nuestros defectos y pecados queremos seguir buscándote cada uno de los días de nuestra vida. Porque sabemos la felicidad que nos puede dar el mundo y sabemos cómo es la felicidad que proviene de Ti. Nos queda mucho que caminar y obstáculos que salvar para vivir las Bienaventuranzas. Pero queremos hacerlo. Cuenta con nosotros. Con nuestra pobreza sí, pero también con nuestro amor. Ayúdanos, no nos dejes solos.
Escuchamos la Palabra del Señor Mateo 5, 1-12 a
Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Palabra del Señor
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Para vivir la Palabra, acógela, hazla tuya
El llamado ll d “Sermón “S ó ddell Monte” M ” (Mt ( 5-7) (M 5 7) es una síntesis í i de d vida id cristiana. i i Las L bienavenbi turanzas son como el resumen de todo lo que viene después. Lo esencial del estilo de vida que manifiesta y trae el Reino. Mateo nos va señalando las pistas que nos conducen a la verdadera felicidad. Quienes viven según el estilo del Reino y encarnan estas actitudes (los que practican la justicia del Reino), aunque sean perseguidos –que lo serán– serán dichosos y encontrarán su recompensa en Dios. En cada bienaventuranza existe una tensión entre la situación presente y la que está a punto de brotar, pues los pobres, los que sufren, los que tienen hambre, los misericordiosos… verán cambiada su suerte, porque la actual situación no es la que Dios quiere. En las bienaventuranzas de Mateo el centro son: quienes tienen hambre y sed de justicia, y reaccionan con misericordia ante esa hambre. Un hambre de justicia que brota de la misericordia. Una misericordia que se llena de contenido en el hambre y sed de justicia. La verdadera misericordia es la que se activa en el hambre de justicia. Los que hayan reaccionado así, estarán afligidos, sentirán aflicción por la situación del mundo; por comprobar que el amor no acaba de triunfar en el mundo. Pero esa misma aflicción es la que nos ayuda a ver, la que nos abre los ojos, la que nos hace limpios de corazón, capaces de ver a Dios. La segunda y la séptima bienaventuranza nos hablan de los no violentos, y de los que trabajan por la paz, que merecen ser llamados hijos de Dios. Se trabaja por la paz aminorando la violencia. Frente a la paz que brota de la victoria de los poderosos buscamos ésta: la que brota de la justicia. Quienes hayan ido recorriendo ese camino en sus vidas: acabarán empobrecidos y perseguidos por causa de Jesús. Son aquellos a quienes el Espíritu empobrece, para enriquecerlos. Mateo traza los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús, porque no es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier manera. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar a la Iglesia, y a cada uno de nosotros, mientras peregrina hacia el Padre. Jesús no solo proclamó las bienaventuranzas, sino que las vivió. Si algo aparece claro en las Bienaventuranzas es que Dios no es insensible al sufrimiento humano. Dios sufre donde sufre el amor. En este mundo donde crece la incapacidad de compadecerse del sufrimiento ajeno, la incapacidad para sufrir, levantamos muros que nos separan del sufrimiento humano, que ayudan a encubrir la miseria, la soledad y el sufrimiento hondo de las personas. Ahí se hace más significativo aún el mensaje de las Bienaventuranzas, y la fe cristiana en un Dios crucificado que ha querido sufrir junto a los abandonados de este mundo. Somos más felices cuando amamos, incluso con sufrimiento, que cuando no amamos. Ser cristiano es buscar la felicidad. En medio del vivir cotidiano, presta oído al mensaje de las Bienaventuranzas, para que arraiguen en ti, y alégrate por un mensaje tan novedoso y radical, disfruta del Evangelio, saborea el ser creyente; estás llamado a ser feliz. Traduce esto en acción de gracias en tu proyecto de vida. 3
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C.P.
Termino este encuentro con el Señor, orando
BIENAVENTURADOS
Los que tienen corazón y saben lo que tienen: ellos no conocerán la amarga soledad. Los que se ocupan de las penas de los otros: las suyas propias les serán más llevaderas.
Los que saben escuchar hasta dejarse conmover: en su interior sentirán el latido del Universo.
Los que ríen con el que ríe y lloran con el que llora: jamás confundirán el amor con el afán posesivo.
Los que saben mirar con los ojos del otro: verán anticipadamente la luz del Reino futuro.
Los que mantienen la esperanza en el corazón del conflicto: darán a su tiempo fruto sazonado y abundante.
Los que se olvidan de sí en su entrega a la Misión encomendada: su presencia será sol que a muchos alumbre. Los que renuncian a ejercer un poder violento: ellos servirán eficazmente a los más necesitados.
Los que buscan el último lugar para mejor servir a sus hermanos: ellos portarán en sí la Cruz que florece en Resurrección.
Bienaventurados vosotros, sí, cuando se desangre vuestro corazón a fuerza de compasión, ternura y misericordia: vuestra sangre se unirá con la de Dios, que no cesa de fecundar en nuestra Historia la cosecha de la Nueva Creación.
Señor, Jesús, …
Concédenos pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti.
Que tu Reino sea un hecho …
A. López Baeza
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María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros.