ORAR EN EL MUNDO OBRERO
5º Domingo del Tiempo Ordinario (4 febrero 2018) Comisión Permanente HOAC
A lo largo de la historia vemos que se han presentado muchos remedios para esta situación calamitosa, pero ninguno ha podido acreditarse como «el» remedio. Y es que el remedio no podía ser obra de hombres solamente; el remedio estaba reservado al Hombre-dios: a Jesucristo (Rovirosa, OC, T.I. 118).
La propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición para crecer (EG 172). Primero, la vida Necesitamos curarnos, de “diversos males”, y deshacernos de muchos “demonios” que nos habitan personalmente, y que provocan también el sufrimiento del mundo obrero; necesitamos curarnos de nuestras tendencias a poseer, a gastar y consumir, a sobresalir por encima de los demás… El primer paso es reconocer nuestra “enfermedad”. Repasa tu vida, reconoce y acoge los hechos de egoísmo, de individualismo y hedonismo que has vivido esta semana. Reconoce también los males, el dolor, el sufrimiento, que sostener una sociedad habitada por esos demonios provoca en la vida del mundo obrero. Y reconoce, en fin, la posible indiferencia e insensibilidad en que te mueves muchas veces. Y, después, ponlo todo ante el Señor: Ayer a ti, Señor, ante la carne doliente del enfermo ante la carne olvidada del marginado, ante la carne agotada del anciano, ante la carne necesitada del discapacitado, ante la carne cansada del parado, ante la carne arruinada del hambriento, ante la carne sometida del esclavo, ante la carne corrompida del leproso, ante la carne afligida de la madre, ante la carne deshabitada del joven… se te conmovieron las entrañas, te dio un vuelco el corazón y no pudiste quedarte al margen. 1