5º Domingo de Cuaresma

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

5º Domingo de Cuaresma (18 de marzo de 2018) PARA DISPONERTE

Comisión Permanente HOAC

En el orden humano, lo natural es dar la primacía al «número» (dinero, habitantes, soldados, fábricas, venta nacional, socios...), mientras que Nuestro Señor Jesucristo, con el orden sobrenatural, vino a traernos la primacía de la «función» (humildad, vaso de agua, sacrificio, desinterés, grano de trigo, cruz...), enseñándonos que la importancia principal no reside en la cantidad (número) de lo que se hace, sino en el «cómo» se hace (función) (Rovirosa, OC, T.V, 412).

No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente. Además, el desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo (LS 212). UNA MIRADA A LA VIDA

G Gracias i a Di Dios sigue i h habiendo bi d gente capaz de d sembrarse, b dde h hacerse como Jesús, J ú de d ser capaces de ir muriendo para que otros tengan vida. Unos conocidos, otros menos, aunque están en nuestras vidas de manera sencilla y cotidiana. Son vecinos del barrio, compañeros de trabajo, militantes, miembros de tu equipo, gente que conoces… Comienza por agradecer a Dios su vida, su entrega, su siembra. SIEMPRE hubo hombres y mujeres grandes; ¡qué duda cabe! No muchos, ciertamente; ¡pero siempre los hubo! Aquellos que supieron mirar al cielo, sin dejar de sentir la tragedia de la tierra. Aquellos que creyeron en el poder invencible de la bondad, pese a verse rodeados de crueles estallidos de violencia. Todos, alguna vez, sintieron la tentación de la desesperanza, ante la densidad del mal. Todos, ellos y ellas, soportaron sobre sus hombros el misterio de que, el amor, es la única solución viable a los graves problemas que aquejan a la humanidad histórica.

Gracias a ellos, mujeres y hombres, de todos los tiempos, creyentes en el amor, incapaces de situar por encima del amor ninguna ley ni creencia humana alguna, la tierra no ha dejado de soñar con el cielo, ni el cielo ha dejado de visitar nuestra tierra. 22


C.P.

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Gracias a ellos, portadores de semillas de un mundo sin vencedores ni vencidos, de una tierra florecida en cantos de libertad, de un Hombre Nuevo, abierto a la comunión con todo lo otro, visible e invisible…, la Paz continúa sobrevolando nuestros campos de batalla, invitándonos a mantener la Utopía de ese vuelo alto, cada vez más alto…, que arrancará a Dios la bendición del Abrazo Cósmico, y hará de cada criatura un Icono de eterna felicidad compartida. Siempre hubo hombres y mujeres grandes; ¿qué duda cabe?; ¡siempre los hubo! Aquellos que se hicieron pequeños a sí mismos, para mejor servir al amor que da la vida. Aquellos que buscaron, en el bien compartido y en lucha solidaria, la salvación posible (real) para sus vidas.

ESCUCHAMOS LA PALABRA DEL SEÑOR…

(A López Baeza)

Jn 12, 20-33: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando 23


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yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir. Palabra del Señor INTERIORIZAMOS ESTA PALABRA

Queremos ver a Jesús, es la petición que hacen a Felipe algunos griegos venidos de fuera. Quizá es la petición que hacemos nosotros muchas veces, en medio de la vida. Y, posiblemente, es la petición que nos hacen –¿menos?– compañeros y compañeras de trabajo y de lucha en medio de los trabajos, de los compromisos, de las celebraciones, de nuestras afirmaciones o nuestra vida: ¿Es posible ver a Jesús? ¿Nos podrías hacer ese favor? Si nuestra vida fuese de verdaderos discípulos que hemos hecho vida las palabras del maestro: El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor, no tendríamos dificultad en acceder a esa petición, porque nuestra vida sería transparencia de su gloria. Jesús es claro: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. No se puede engendrar vida sin dar la propia. No se puede ayudar a vivir a los demás si uno no está dispuesto a des-vivirse por ellos, porque la vida es fruto del amor, y solo brota en la medida en que nos entregamos. Caer en tierra y morir es la condición necesaria para que el grano de trigo libere todo ese potencial de vida que tiene. El fruto comienza en el mismo grano que muere. Así sucede en la vida. El don de uno mismo es lo que hace que nuestra vida sea fecunda. Cuando alguien ama y vive intensamente la vida no puede ser indiferente al dolor grande o pequeño de otras personas. Amar incluye el sufrimiento, y la compasión, y la solidaridad. Si queremos seguir a Jesús, el dolor de las personas no nos es indiferente. Esa solidaridad dolorosa y amorosa de Dios, en nosotros, con cada persona, hace surgir la salvación y la liberación, en este mundo necesitado. Eso descubrimos en la vida y la muerte de Jesús. El cristiano acepta el dolor y la muerte solo como consecuencia de su compromiso de amor con la vida. El que quiera servirme que me siga. No hay momentos oportunos o adecuados para vivir en el horizonte de Dios, en su proyecto de amor. Toda la vida, cada momento, siguiendo a Jesús, recorriendo su camino, con un dinamismo de entrega total, aceptando el camino de pasión por defender la vida y dar la vida, hacen posible la gloria y la plenitud, a través de la entrega, del desvivirnos hasta la muerte, de la cruz. Ha llegado la hora. Nadie puede renunciar impunemente a vivir en entrega y plenitud, nadie puede olvidar que nuestra vida tiene sentido cuando manifiesta la gloria de Dios: que el pobre viva. Dios se está haciendo presente, y eso nos pide estar atentos a los signos de los tiempos. El verdadero discípulo sabe percibir en ellos la voz de Dios, se alegra de ello, y acoge y da respuesta a las personas que buscan y piden. No se contenta con responderse a sí mismo. Reconoce esos signos de los tiempos que vives, y que viven las personas a tu alrededor. Percibe en ellos esa voz de Dios. ¿Qué te sigue pidiendo? ¿Qué, para acompañar y caminar con las personas de tu alrededor? Concreta la respuesta a la llamada que surja en la oración en tu proyecto de vida. 24


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TERMINA PONIÉNDOTE, DE NUEVO, ANTE EL SEÑOR Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo. con tal que tu plan vaya adelante en toda la humanidad y en mí.

Ilumina mi vida con la luz de Jesús. No vino a ser servido, vino a servir. Que mi vida sea como la de Él, servir. Grano de trigo que muere en el surco del mundo obrero. Que así sea de verdad, Padre. Te confío mi vida. Te la doy. Condúceme. Envíame aquel Espíritu que movía a Jesús.

Me pongo en tus manos, enteramente, sin reservas, con una confianza absoluta, porque Tú eres MI PADRE.

Y, COMO SIEMPRE, OFRECE TU VIDA AL SEÑOR

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día…

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