Ascension del señor

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO Ascensión del Señor (28 de mayo de 2017) Comisión Permanente HOAC

El apóstol lo es durante veinticuatro horas cada día, sin que haya aspecto alguno de su vida que escape a la acción apostólica: ya coma, ya beba, ya trabaje, ya se huelgue, todo, todo debe hacerse en nombre de nuestro Señor Jesucristo (Rovirosa, OC, T.V. 71).

Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos” (EG 113). MIRAR LA VIDA “Volver a Galilea” tiene su miga: es volver a la vida, a la dureza de lo cotidiano, de lo repetido, de lo que parece que hemos intentado muchas veces sin que saliera nada. Es recorrer caminos ya trillados, en los que hemos terminado muchas veces desorientados. Pero también es volver al origen, a lo radical, al encuentro primero de nuestra fe, en el que nos decidimos a dejarlo todo para seguirle… solo que, esta vez, lo hacemos apoyados en la vida del Resucitado, y podemos sentir su presencia. “Desplazarse cada día para trabajar a más de una hora de camino le deja tiempo para conversar de tú a tú con Dios. A veces con plena conciencia mientras sujeta su bicicleta en el cercanías. Otras, casi sin darse cuenta, mientras conduce. Hablan de su militancia política, de su participación en la parroquia, de su familia, de su equipo de HOAC, de su actividad sindical… Los caminos del Señor son increíbles. Él, que estaba tan al margen de tantas cosas y ahora metido hasta la médula. Y es que su encuentro cara a cara con la Iglesia de Jesucristo no lo ha dejado indiferente. Él siempre tira de ti hacia las periferias. Su oración en la vida obrera es su alimento. Y siempre con una sonrisa que abraza”. Mira tu vida obrera, cuéntasela al Señor, siente su presencia en ella, y hazte también consciente de las dificultades que, a veces, te hacen sentir su ausencia. Ponlo todo en sus manos, y disponte a acoger su Palabra. 1


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Escucha la Palabra del Señor, la Verdad Mt 28,16-20: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. Palabra del Señor MEDITA ESTA PALABRA En la primera lectura de la eucaristía de hoy (Hch 1, 1-11) se formula a los discípulos, que ven alejarse a Jesús hasta perderlo de vista, esta pregunta: ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Los discípulos experimentan la sensación de orfandad que produce la ascensión de Jesús, y que les paraliza. También a nosotros muchas veces nos puede pasar que sentimos más la ausencia de Jesús que su presencia, y nos puede pasar que esta sensación de ausencia nos paralice también; tanto que no sabemos incorporar a la vida cotidiana el horizonte de esperanza y eternidad con que necesitamos aliñar la utopía del Reino, para poder irlo desvelando en lo concreto de la existencia cotidiana. Nos quedamos mirando al cielo sin saber bajar a juntarlo con la tierra. En estos tiempos posiblemente no nos pasa como a los discípulos, que se quedan mirando al cielo, añorando. En estos tiempos, nuestro caso quizá sea más el inverso: nuestra mirada quizá es demasiado terrena. Cerramos los límites de la esperanza en lo cotidiano, en lo material, en lo posible, de tal manera, que ni siquiera somos capaces de soñar el Reino que el Señor nos tiene prometido. Quizá no nos atrevemos a mirar al cielo, y deberíamos hacerlo más a menudo, para no terminar confundiendo el Reino con cualquier proyecto humano, y para abrir al horizonte del proyecto de Dios aquello que llevamos entre manos. Fe y duda se entremezclan desde los orígenes en la experiencia creyente. Hoy también. Por eso es más necesario abrirnos con confianza a la promesa de Jesús: “Yo estoy con vosotros todos los días”, aunque en ocasiones nos cueste experimentar esa presencia y vivamos más la sensación de ausencia. Entre tantas tareas como llevamos entre manos que, muchas veces, nos hacen olvidar el sentido de lo que hacemos, hemos de rescatar la experiencia de ser discípulos para poder ser apóstoles. Ser discípulo es ser –sentirse y saberse– amado por Dios, vivir confiadamente abierto a la experiencia cotidiana de su amor, en la escucha de su Palabra, en la escucha de la vida, en el encuentro orante y vivo de la propia existencia. Ser apóstol es sentirse llamado y enviado a ofrecer y compartir con otros esa experiencia de amor que da sentido, horizonte y tarea a la vida y 2


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poder encaminar nuestros pasos, con otros, a la utopía del Reino. Hemos de ser apóstoles y eso solo pueden serlo quienes se hacen discípulos. El militante HOAC es un apóstol en su propio ambiente: el mundo del trabajo. Debe tener conciencia de ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, colaborando fraternalmente con todos los demás a la evangelización de la humanidad. (Rovirosa, OC, T.III) El proyecto personal de vida militante, los planes de formación, la vida de equipo, el quehacer apostólico, tu proyecto evangelizador… son medios para irte haciendo discípulo y apóstol. Son caminos para dejarte moldear por la presencia de Dios, en tu vida, siempre y en toda circunstancia. Una presencia que tira de ti hacia las periferias, para que te sientas más en su amor. Una presencia que necesitamos experimentar de continuo. ¿Cómo puedes crecer en tu ser discípulo? ¿Cómo puedes crecer en tu ser apóstol? ¿Qué necesitas para vivir con la confianza de sentir que Él está contigo todos los días? Vuelve a leer el texto del Evangelio y, después, mira tu proyecto de vida. Concreta un paso más en esa dirección.

Y, NUEVAMENTE, ORA CON GRATITUD

HACED DISCÍPULOS

Haced discípulos míos, no maestros; haced personas, no esclavos; haced caminantes, no gente asentada; haced servidores, no jefes. Haced hermanos.

Haced creyentes, no gente creída; haced buscadores de verdad, no amos de certezas; haced creadores, no plagistas; haced ciudadanos, no extranjeros. Haced hermanos. 3

Haced poetas, no pragmáticos; haced gente de sueños y memoria, no de títulos, arcas y mapas; haced personas arriesgadas, no espectadores. Haced hermanos. Haced profetas, no cortesanos; haced gente inquieta, no satisfecha; haced personas libres, no leguleyas; haced gente evangélica, no agorera. Haced hermanos.


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Haced sembradores, no coleccionistas; haced artistas, no soldados; haced testigos, no inquisidores; haced amigos de camino, no enemigos. Haced hermanos. Haced personas de encuentro, con entrañas y ternura, con promesas y esperanzas,

con presencia y paciencia, con misión y envío. Haced hermanos.

Haced discípulos míos; dadles todo lo que os he dado; descargad vuestras espaldas y sentíos hermanos. Florentino Ulibarri

Y TERMINA, COMO SIEMPRE, OFRECIÉNDOTE

Oración a Jesús Obrero

Que tu Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en los campos, en el mar, en las escuelas, en los despachos, y en nuestras casas.

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día: nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas…

Concédenos, como a nuestros hermanos de trabajo, pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti.

Que los militantes que sufren desaliento permanezcan en tu amor. Y que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, descansen en paz.

Danos la gracia de amarte con todo nuestro corazón y de servirte con todas nuestras fuerzas. 4

María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros.


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