ORAR EN EL MUNDO OBRERO Corpus Christi (3 de junio de 2018) Comisión Permanente HOAC
El Espíritu de amor solamente se ordena con amor y más amor, sacándolo de donde está: de nuestra cristificación bautismal, renovada permanentemente en la Eucaristía (Rovirosa, OC, T.I. 270).
La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). DESDE LA VIDA La Comunión –la Eucaristía– tiene mucho que ver con el conflicto y con la fiesta, porque tiene que ver con la vida. Quienes siempre ven solo lo negativo de la vida o de la Iglesia, no saben de fiesta; no valen para la fiesta, ni para la vida, ni para la Iglesia. Solo si somos capaces de reconocer nuestra debilidad, podemos aspirar a celebrar la fiesta de la comunión. Solo quienes en esa debilidad son capaces de reconocerse en medio del conflicto, son capaces de construir y esperar en los pequeños signos de comunión de la vida, y pueden sentir la necesidad del generoso remedio de la Comunión que renueva constantemente su amor.
Comienza por reconocerte: ¿de cuáles eres tú? y ¿en qué se nota?
Greidys lo nota: “En la gente que me ayuda agradezco el tiempo que dedican en estar con una persona que viene de un sitio totalmente diferente, sin conocerme, y que se pongan a mi lado a ayudarme, a darme una voz de aliento, a orientarme. Eso lo valoro mucho. Me sor prende tanto que haya gente que aun teniendo diez mil cosas que hacer, gaste su tiempo en ayudar a una persona que no conoce de nada, sin miedo y sin temor a nada”.
1
Corpus Christi
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Mi cuerpo es comida
Mis manos, esas manos y Tus manos hacemos este Gesto, compartida la mesa y el destino, como hermanos. Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.
Unidos en el pan los muchos granos, iremos aprendiendo a ser la unida Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote sabremos ser comida. El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca a ser Contigo el pan de cada día.
Llamados por la luz de Tu memoria, marchamos hacia el Reino haciendo Historia, fraterna y subversiva Eucaristía. Pedro Casaldáliga
En esa vida nos habla Dios Mateo 14, 12-16. 22-26.: Tomad, esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza.
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí». Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi
2
C.P.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
Corpus Christi
sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Palabra del Señor PARA AYUDARTE A ACOGER LA PALABRA
La Eucaristía surge en una situación de conflicto, casi de clandestinidad. Los acontecimientos no podían anunciarse de peor manera. El conflicto está a punto de desatarse con toda virulencia. Pero no son los acontecimientos los que condicionan a Jesús y a sus discípulos. Jesús sale al encuentro de los acontecimientos, conscientemente, y anticipa con un signo profético lo que está por suceder; un signo que condensa lo que ha sido toda su vida, que se manifestará en el último gesto de entrega por amor. Un pan que se comparte y un vino que se derrama son signos de una existencia rota y entregada por todos. En el pan y el vino entregados está condensada la vida entera vivida como don: tomada, bendecida, partida, y entregada por todos. Una vida de la que no podemos quedarnos al margen. Jesús deja que Dios Padre tome su vida, ha aceptado la voluntad de Dios, ha hecho de su vida entregada, y rota, una ofrenda de vida, compartida, para dar vida a otros. En medio de las situaciones de conflicto y deshumanización en las que transcurre nuestra existencia es en medio de las que nos acercamos nosotros a la Eucaristía. No podemos acercarnos desencarnados de la vida y del sufrimiento de nuestras hermanas y hermanos, ni vueltos de espaldas al conflicto que la lucha por la justicia -la causa del Reino- genera en nuestra vida. A la Eucaristía solo podemos acercarnos desde el hambre y sed de justicia. La primera condición para acercarnos a la Eucaristía es esa: para alimentarnos, tener hambre. Así evitaremos que se convierta en un espectáculo, y podrá seguir siendo una comida fraterna. Compartimos el hambre, y compartimos la mesa en que se sacia, sabiendo que es una interpelación para hacer de la vida una mesa fraterna, una invitación a “eucaristizar” la vida, para hacerla donación como la de Jesús; una llamada a sentar a nuestra mesa a todos los excluidos, ignorados, descartados de este mundo. Es, también, una invitación a hacer memoria; memoria de una historia dramática que sigue ocurriendo hoy aún en nuestro mundo, algo que olvidamos con frecuencia cuando la convertimos en una celebración teatral, ritual, estética, light… cuando la trivializamos. No nos es fácil entrar en la lógica de la Eucaristía, que desborda todas las lógicas y medidas. No es fácil entrar en la lógica desmesurada del amor de Dios que se actualiza mediante la entrega de Jesús en cada Eucaristía. La memoria es actualización, y se nos llama a re-vivirla: haced esto en memoria mía. La Eucaristía es anticipación del Reino, por eso es culmen de la vida cristiana. Celebrarla como memorial y anticipación, es lo que nos permite volver a la vida cotidiana y descubrir las posibilidades de vivir eucarísticamente que tenemos: perdonar y ser perdonados, hacer posible que todos encuentren su lugar en una mesa abierta, común y compartida; estar dispuestos a que nuestra vida sea también una vida que se hace pan partido y compartido, a que nuestra existencia sea una existencia tomada y bendecida por Dios para ser entregados por amor a los hermanos; a construir un mundo de fraternidad y justicia. 3
Corpus Christi
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
C.P.
Tenemos que seguir aprendiendo a comulgar, a “tragarnos a Jesús”, para tragarnos su manera de pensar, de sentir, de vivir, para trabajar con Él, para revestirnos de Cristo, para dejarnos habitar por él, para dejar que sea Él quien viva en mí. El Corpus es la fiesta de la alianza que el Señor hace con nosotros, la fiesta memorial de su compromiso de amor y entrega que se sigue realizando; una fiesta que nos recuerda que nuestro culto va unido inseparablemente a la vida y a la causa del Reino. Si no vivimos su vida, vaciamos de sentido nuestra celebración. Es la fiesta que nos sigue impulsando a la comunión, a la vida, en actitud de servicio y con ánimo de fiesta, sostenidos por la fuerza del Resucitado. Sin la Eucaristía, no podemos vivir su vida. Hay pasos que seguir dando para hambrear a Dios en la Eucaristía, para mejorar tu vivencia de la Eucaristía, tu participación en ella; para seguir creciendo en vincular tu práctica eucarística con la vida. Aún puedes entrar más a fondo en vivir lo esencial de la Eucaristía. Para eso puedes concretar un compromiso que te ayude en tu proyecto de vida.
RECOGE TODO LO REFLEXIONADO Y ORADO
Comulgar contigo
¿De qué nos sirve este pan si antes no nos sembramos confiados, no nos transformamos a nosotros mismos no nos entregamos a los otros, ni revolucionamos el mundo?
¿De qué nos sirve este vino si antes no detenemos la sangre que derraman tantas injusticias, guerras y opciones camufladas, y no curamos las heridas, ni saciamos la sed de los hombres y mujeres que aún caminan?
¿De qué nos sirve este pan y vino si antes no abrimos los ojos al dolor del mundo, no celebramos una fiesta de reconciliación no recordamos a las víctimas de nuestro bienestar, no aceptamos sentirnos comensales e invitados? ¿De qué nos sirve este pan y vino si vivimos al margen de la humanidad y de la gran aventura, tensa y soñada, en la que todos somos hermanos y caminamos, paso a paso, hacia la casa del Padre? De qué nos sirve comulgar con pan y vino si no comulgamos con el dolor del mundo? F. Ulibarri
4
Y OFRECE TU VIDA
Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día…