ORAR EN EL MUNDO OBRERO
Natividad de san Juan Bautista (24 junio 2018) Comisión Permanente HOAC
Se trata, por tanto, de disminuir, gramo a gramo, el peso del hombre viejo con que llegamos al mundo, para que aumente, gramo a gramo, el peso del Hombre Nuevo en nuestro ser. Este es el programa que tan rotundamente expuso el Precursor: Juan el Bautista (Rovirosa, OC, T.V. 403).
La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de frutos (LF 37). Desde la vida
Nuestra vida es vocación. Somos llamados por nuestro nombre que es pronunciado para crearnos y llamarnos a la vida. Dios pronuncia nuestro nombre y nos crea personalmente a cada uno y cada una. Nuestra relación con las personas, si quiere ser humanizadora y fraterna, ha de ser así: que nos llamemos por nuestro nombre, desde la fraternidad, desde la sororidad. Hoy, quizá, puedes comenzar haciéndote consciente de cómo es el acompañamiento que haces de las personas de tu ambiente: ¿cercano? ¿Personal? ¿Desde esa relación que pronuncia su nombre para hacerle hermano o hermana? ¿De vida compartida?... Repasa tu experiencia, y luego recrea la llamada en tu vida con esta oración:
Lo más importante
Lo más importante no es que yo te busque. sino que tú me buscas en todos los caminos (Gen 3, 9); que yo te llame por tu nombre, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos (Is 49, 16); que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes en mí con tu grito (Rom 8, 26); que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Mc 1, 17); 1
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que yo te comprenda, sino que tú me comprendes en mi último secreto (1Cor 13, 12); que yo hable de ti con sabiduría, sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera (2Cor 4, 10); que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano (EE 335); que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (1Jn 13, 1); que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego arde dentro de mis huesos (Jer 20, 9).
Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte... si tú no me buscas, llamas y amas primero? El silencio agradecido es mi última palabra. Y mi mejor manera de encontrarte.
(Benjamín González Buelta sj)
En esa vida nos habla Dios
Lucas 1, 57- 66.80: Juan es su nombre.
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Y le dijeron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.
Palabra del Señor
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Para ayudarte a acoger la Palabra
Nuestro nombre es nuestra carta de presentación. presentación Nos convoca el que se pronuncie, siempre al encuentro de los otros. Y nosotros convocamos a los demás pronunciando su nombre. Convocar es llamar a ser y estar junto con otros: con-vocar. Decir nuestro nombre es convocarnos, llamarnos a “ser y estar con”. Decir nuestro nombre es convocarnos a la vida y, por tanto, a la misión, al encuentro, a la tarea. Juan no fue una excepción. Su nombre hace referencia a Dios, y anticipa quien es él en relación a su misión: el que acogerá el proyecto de Dios para mostrar su cercanía, el que preparará el camino del Señor. “Juan es su nombre” manifiesta el simbolismo de una vida vivida en obediencia a la voluntad del Padre; entregada a realizar su proyecto. Dios pronuncia también nuestro nombre, como pronuncia el de Juan por boca de Isabel y Zacarías. Lo pronuncia convocándonos a la existencia, desde antes de nacer. Lo pronuncia cada vez que lo escuchamos en labios de quienes forman parte de nuestra vida y nos convocan a la humana tarea de anticipar el reino de fraternidad y justicia, de paz y de vida. Cada vez que construimos relación y comunión con otros, que con otros damos pasos para humanizar la existencia, nuestro nombre se pronuncia. Nuestro nombre pronunciado nos recuerda cada día que somos misión, que el sentido de nuestra existencia está en vivir para otros humanizando y humanizándonos nosotros. Por eso nuestra misión como la de Juan es una misión –una vida– profética, dirigida a denunciar todas las situaciones de deshumanización que suceden en la vida y, a la vez, a descubrir, a anticipar, a señalar y realizar aquellos signos de humanidad, de reino de Dios que van germinando en medio de la historia. Juan nos convoca también a la continua conversión, a la humildad, a vivir nuestra existencia en la clave paulina: decrecer para que Él crezca; vivir en Cristo. Como decimos en la oración a Jesús obrero: pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti”. Nuestra misión, en definitiva es señalar la presencia del Resucitado en la vida y acompañar a otros a poder vivir el encuentro personal con él en sus vidas, a escuchar su llamada, a sentir que Dios pronuncia también su nombre, convocándolos a la tarea del Reino. Una tarea en la que la mano del Señor está con nosotros. Pero para esto hemos de dejar a Dios pronunciar nuestro nombre. Tu proyecto de vida es respuesta a la llamada de Dios. ¿Cómo hacer que responda mejor a esa llamada? ¿En qué aspectos necesitas crecer para que tu vida sea esa respuesta? Plantéate un plan y un compromiso concreto para ello. 3
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Recoge todo lo reflexionado y orado
Cuando me llamas
Cuando me llamas por mi nombre, ninguna otra criatura vuelve hacia ti su rostro en todo el universo… Cuando te llamo por tu nombre, no confundes mi acento con ninguna otra criatura en todo el universo.
(Benjamín González Buelta, sj)
Y ofrece tu vida
Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día…
Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en ti. María, madre de los pobres, ruega por nosotros.
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