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Orar en el mundo obrero
30º domingo T.O.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO 30ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (23 octubre 2011) Si amas a Dios más que a tu prójimo, entonces es que aún no amas a Dios sobre todas las cosas.
VER: Fondos de alto riesgo y bancos influyen ahora en lo que vale el pan en Túnez, la harina en Kenia o el maíz en México Halima se pregunta qué pondrá hoy en la mesa familiar. La harina ha subido en Kenia un 100% en cinco meses (…). Un récord. Pero el precio de las patatas ha subido un tercio, el de la leche aún más y de las verduras, para qué hablar. Que los más pobres no puedan comer solo son “efectos colaterales” para un analista de materias primas. Aquí (En la Bolsa de Chicago), en la sala de negociación de la mayor Bolsa de materias primas del mundo se decide sobre los precios de los alimentos, y con ellos ¡sobre el destino de millones de personas! El hambre del planeta se organiza aquí, además de la riqueza de unos pocos. Para Alan Knuckman (analista en Agora Financials, una consultoría de inversiones en materias primas) no hay mejor lugar en el mundo: “Esto es el capitalismo en estado puro”, comenta este experto en materias primas, con una cara que se ilumina como la de un chiquillo; (…) “Estoy aquí para hacer dinero”, comenta. (…) Cómo lo haga le da igual. Para él no hay diferencia ninguna entre petróleo, plata y alimentos. “No creo en la política, sino en el mercado, que siempre tiene razón”. El pan del mundo atrae a inversores a los que les interesan tan poco los cereales como, anteriormente, las empresas punto.com o las hipotecas subprime. Estamos hablando de fondos de pensiones que manejan cifras multimillonarias y de pequeños ahorradores que buscan nuevas oportunidades de inversión más seguras, o de bancos que ofrecen apuestas financieras al por mayor sobre fondos de inversión en productos agrícolas. El lado oscuro de todo esto es que, en paralelo al hambre de agroacciones, también suben los precios de los alimentos. (...)
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Los precios de los cereales subieron un 71%, al igual que los de los aceites y grasas destinados a la alimentación. Para sus compatriotas estadounidenses, que destinan el 13% de la renta disponible a adquirir productos para la nutrición, puede que el alza de los precios no pase de ser una molestia. Pero para los pobres del mundo, que dedican a comer el 70% de su magro presupuesto, es una amenaza existencial. Desde junio del año pasado, 44 millones de personas han caído bajo el umbral de la pobreza solo a causa del incremento de los precios de los alimentos, según el Banco Mundial. Son personas que tienen que sobrevivir con menos de 1,25 dólares diarios. Hay más de mil millones de personas que sufren desnutrición en el mundo. La actual hambruna del Cuerno de África tampoco es consecuencia exclusiva de la sequía, la guerra civil o las élites corruptas, sino de los elevados precios de los alimentos. “Efectos colaterales no deseados del mercado”: así describe Knuckman el hecho de que los más pobres entre los pobres no puedan permitirse comer.
El pecado social de los „tipos‟ como Knuckman es hoy el equivalente de lo que siempre se ha llamado pecado mortal, es decir, un pecado que mata, no sólo la dignidad humana del que lo comete, sino realmente a su prójimo, a gente como la keniata Halima. Seguramente estos „tipos‟ serán buenísimos padres de familia, etc., pero estas bondades no pasan de ser efectos colaterales de su no-ética social. En efecto, ¿no son aquellos cabritos a los que Jesús retrata en Mt 25, 31ss cuando dice aquello de “apartaos malditos… porque tuve hambre y no me disteis de comer? La terrible verdad, por desgracia, es que, en distintos grados y con diversa responsabilidad, ciertamente, todos los occidentales, en más o en menos, somos unos cabritos respecto de nuestros hermanos africanos… ¿Tendremos salvación? ¿Cuándo dejaremos, amigos, de hacer el cabrito?
ORACIÓN DEL OBRERO (anónimo) Cristo, yo soy un obrero, soy un hombre que por un pedazo de pan tiene que vender su dignidad y su libertad. Convertido en un objeto más que en una persona, caigo continuamente en la tentación de tratar a los demás, a mis hijos incluso, y a mi mujer, como otros tantos objetos. Termino demasiado cansado de mi esclavitud monótona y cotidiana, para poder jugar en paz con mis hijos y abrazar serena y dignamente a mi mujer. Esclavo en el trabajo, me convierto en tirano en el “tiempo libre”. Cristo, nosotros los obreros, no ignoramos la predilección que tú tienes por nosotros. Por eso quisiéramos sentir profundamente nuestra honda responsabilidad frente a la liberación de todos los oprimidos de la tierra. Junto con el pan para mis hijos, que no puede dejar de pedirte
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y por el que no puedo dejar de luchar, te pido, Señor, que me libres cada mañana de la tentación de convertirme en un burgués vividor, de ser un cómplice de las fuerzas explotadoras; Jesús, que no escandalice con mi falta de compromiso a los jóvenes trabajadores… Un no comunitario de todos los trabajadores del mundo a un trabajo indecente, que es esclavitud y no creatividad, ¿no cambiaría de una esta terrible máquina que nosotros seguimos alimentando cada día al precio de nuestra vida y de nuestra dignidad? Cristo, despiértanos a nosotros, los obreros de todo el mundo, porque mientras nosotros sigamos durmiendo la gran revolución quedará sin realizar, y el mundo seguirá mordiendo impotente su cadena de esclavitud…
Mat 22, 34-40 (Si amo más a Dios que al prójimo, entonces es que no amo aún a Dios sobre todas las cosas)
“Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar. Y uno de ellos, un doctor de la Ley le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente». Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los profetas”.
Pequeña exégesis (para leer con lápiz) El diálogo sobre el precepto del amor es un texto fundamental. Ante este precepto nos podemos hacer, y se han hecho, algunas preguntas: ¿Qué hay que entender por amar a Dios? ¿Cómo se puede “amar” a alguien al que no es posible comprender ni ver? Del conjunto de la tradición obtenemos tres respuestas: 1. Amar a Dios equivale a conocer lo que la fe me dice de él; 2. Amar a Dios significa cumplir, realizar su voluntad expresada en sus mandamientos; 3. Amar a Dios significa experimentar místicamente nuestra unidad con él. ¿Quién es el prójimo y qué significa “amor” al prójimo? Aunque no siempre se haya entendido así, hoy está claro que “prójimo” se refiere a cualquier semejante menesteroso (ver la parábola del “buen samaritano”). ¿Qué significa “como a sí mismo”? Hoy, cuando se cuestiona críticamente el amor al prójimo en nombre de un amor a sí mismo reprimido a menudo en el cristianismo, esta pre-
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gunta reviste singular importancia. ¿Cómo saber discernir cuándo el «amor a mí mismo» es verdadero amor que me capacita para amar al otro, y cuándo el «amor a mí mismo» se va transformando en “egoísmo” que me impide ocuparme de mis semejantes sufrientes? El amor a sí mismo a diferencia del egoísmo, siempre egocéntrico, descansa en el amor de Dios, que me ama a mí y al prójimo. ¡Yo para Dios soy una criatura admirable, soy su hijo amado! ¡Y eso mismo es el prójimo para Dios! Esta revelación que Jesús nos trajo de Dios implica, entonces, que mi única relación posible con Dios-Padre y con el prójimo-hermano sea el amor. En Jesús este amor llegó hasta el colmo de dar la vida por sus amigos (Jn 15,13) y es su Espíritu el que nos capacita para un amor como el suyo. Vayamos al texto de este domingo. El letrado pregunta por un “precepto grande” de la Ley. Hemos de saber que los rabinos distinguieron entre mandamientos “pequeños” y “grandes”. Ellos distinguieron entre preceptos y prohibiciones de la Ley, hasta llegar a los célebres 248 preceptos y 365 prohibiciones; y la severidad de las exigencias de Dios les hacía subrayar constantemente que también los preceptos “pequeños” eran de máximo peso… −para ser justos hemos de decir que los rabinos debatían también dónde estaba lo decisivo de la Ley y cómo emanaban unos preceptos de otros. Jesús responde citando primero Dt 6,5, el precepto del amor a Dios, que forma parte del Shemá Israel. En Dt 6 Moisés exhorta a vivir el amor de Dios en obediencia social diaria. El verbo hebreo que traducimos por “amar” tiene un significado amplio: abarca desde el amor sexual, pasando por el amor a los miembros de la familia, amigos, relaciones de lealtad política, hasta las relaciones con Dios. La interpretación judía de Dt 6,5 ve manifestado el “amor a Dios”, ante todo en los actos de obediencia, piedad y fidelidad a la Ley. Amar a Dios significa dedicar la vida a sus mandamientos (Sal 1; 119). “Con todo tu corazón” designa, en sentido judío, la indivisibilidad de la obediencia [El corazón representa el centro de la voluntad, el pensamiento, el conocimiento, la decisión y la acción de una persona]. “Con toda tu vida/alma” evocaría a los lectores judeocristianos el martirio [Alma es la propia existencia o la vida diaria entregada al servicio de Dios o a otro fin]. “Con toda tu capacidad mental” es una variante de “con todo tu corazón”, pero que hace asomar también en el amor a Dios un momento intelectual, (como en la tradición del judaísmo helenístico, que está detrás de Mc 12,2834). Los tres términos (corazón, alma/vida, mente) denotan la totalidad del ser. Es la totalidad del ser humano el que ha de vivir orientada a Dios según ese modo de ser que hace que Dios sea Dios y el hombre sea hombre: el Amor. Amar a Dios es disponer de la vida libremente y vivirla de una determinada manera; es orientar las propias acciones y la existencia toda de acuerdo con la voluntad de Dios revelada en Jesús. Se trata de un amor total, dispuesto a arrostrar el martirio, pero que no es ciego, sino que se experimenta como lo más razonable para el hombre. “Amar a Dios” no evocaba, por tanto, a los lectores un sentimiento vaporoso, ni oraciones labiales, o una mística desencarnada que huye del mundo, sino el conocimiento del único Dios y la obediencia a él dentro del mundo (un conocimiento y una obediencia lleno de felicidad). Para los judíos, el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. En este sentido el amor a Dios es un precepto fundamental, el primer precepto.
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Jesús menciona como segundo mandamiento básico el del amor al prójimo (Lv 19,18). Lo hace sin ser preguntado –por consiguiente, el precepto tiene peso [el mandamiento constituye no sólo una exhortación a acciones ocasionales de amor a los demás, sino una postura de carácter social]. El segundo precepto es de igual rango (homoia) que el primero. El verbo “amar” debe llenarse nuevamente de contenido a partir del texto bíblico y de la interpretación judía de la época. Es importante el contexto de Lv 19,11-18: trata de los preceptos éticos fundamentales que Dios impone en relación con el prójimo, incluido el socialmente débil o un adversario en el juicio. Lv 19 exige unas relaciones justas, que incluyen respetar a los padres; proveer a las necesidades básicas de los pobres y los extranjeros; no robar, no mentir, no defraudar, no jurar en falso, no oprimir ni despojar a otro (“no explotes a tu prójimo ni tomes lo que es suyo; no retengas hasta el día siguiente el jornal del trabajador”), no ofender al ciego o al mudo poniéndole obstáculos; no cometer injustica ni difamar; no alimentar odio ni tomar venganza, no odiar. Lv 19,33-34 añade: respetar los derechos del extranjero (“cuando un inmigrante se instale entre vosotros, no lo explotes. Al contrario, considéralo como un nacional, como uno de vosotros. Ámalo como a ti mismo, pues vosotros también fuisteis emigrantes en Egipto”). Por tanto, el amor significa en la interpretación judía un comportamiento práctico solidario, acorde con los preceptos dados por Dios a Israel. Sin embargo, en la interpretación judía de este texto el prójimo se restringe a los israelitas. Sólo quedan incluidos como excepción los extranjeros que residan en Israel (Lv 19,34), que en la interpretación posterior quedarán reducidos a los prosélitos. [Para evitar malentendidos: declaraciones sobre un amor universal a los hombres se dan en el judaísmo; lo que decimos es que apenas van asociadas a Lv 19,18 o a la expresión “prójimo”]. Esto cambia con la tradición de Jesús: “prójimo” se amplía a todos los seres humanos (Mt 5,43-48; 7,12). “De estos dos mandamientos penden la Ley y los profetas”. La expresión subrayada aparece en Mt 5,17 y 7,12. Allí se decía que Jesús cumplió la Ley y los profetas y que ambas cosas tenían su centro en la regla de oro (“Todo lo que queráis que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los profetas”). Para Mateo, los dos grandes preceptos no son nada nuevo respecto a la Biblia de Israel, sino que son su cumplimiento. La afinidad entre amor a Dios y amor al prójimo en el plano ético es algo evidente en la tradición bíblica. Que no hay que disociar Dios y prójimo, que no es posible amar a Dios sin amar al prójimo y que el amor a Dios se manifiesta sobre todo en la obediencia a sus mandatos ¡justísimos todos y humanizadores!), todo eso es fundamental para la Biblia. Pero también está claro, aunque muchos al parecer lo hayamos olvidado, que es preciso distinguir entre amor a Dios y amor al prójimo, y que la relación con Dios no se resuelve simplemente en la relación con los semejantes, sino que aquella viene a nutrir y fundamentar ésta. ¿Habéis entendido esto? Pues entonces debéis saber que «el que ama a Dios más que a su prójimo, aún no ama a Dios sobre todas las cosas».
En nuestro mundo “ateo” y “autónomo” ¿qué puede significar amar a Dios? ¿Cómo podemos ayudar a que se vea como lo más razonable? ¿Cuáles son nuestras propias dificultades para amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra vida y con toda nuestra mente? Sólo el-amor-de-Dios-por-mí experimentado en la fe me capacita para amarle a Él, el Absoluto, al prójimo desgraciado y a mí mismo, sin absolutizarme ni autodenigrarme. En Jesús veo al Hombre que ha alcanzado la perfección del amor a la que estoy llamado por Dios mismo. Hablo con Jesús de su amor al Padre y a los hermanos… Miro mi amor a Dios, a la Iglesia, a los empobrecidos del M.O., a mí mismo.
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SALMO 23 (introducción) El Señor es mi pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su Nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, en frente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. El salmo se divide en dos partes, de acuerdo a dos tipos de metáforas: la del buen pastor (1b-4) y la del huésped magnífico (5-6). En vv. 1b-4 domina la metáfora pastoral. Yhwh es descrito bajo la metáfora del pastor y el orante bajo la metáfora de la oveja. Con el v. 5 comienza otra metáfora, la del huésped magnífico: se pasa de la metáfora animal a la humana. En cada parte podemos notar una división. Los vv. 1b-4 se dividen en dos estrofas: 1b-3 y 4. La primera estrofa (1b-3) está caracterizada por el reposo (“acostarse”; “reposo”) y del alimento (comer y beber: “hierba”; “agua”). En v. 3bc funge de transición a la segunda estrofa (v. 4), caracterizada por el movimiento (“caminar” 4a) realizado bajo la protección de Dios (binomio: “tu vara y tu cayado”). La segunda parte ofrece una división similar. El v. 5 (tercera estrofa) se caracteriza por el reposo, el comer (la mesa) y el beber (el cáliz), mientras que el v. 6 (cuarta estrofa) se caracteriza por el movimiento (“seguir”, v. 6a; “retornar”, v. 6c) realizado bajo la protección del huésped divino. Al binomio “vara y cayado” del v.4e, corresponden los dos mensajeros divinos: “bondad y misericordia” del v. 6a. Desde el punto de vista del contenido, la primera estrofa presenta una imagen de paz y seguridad (A+), mientras que la segunda representa los peligros del viaje (B-). La tercera se caracteriza todavía por la mención de los enemigos (B’-), mientras que la cuarta vuelve a la imagen de paz de la primera estrofa (A’-). Se trata de una estructura clásica: “felicidad, crisis, victoria, felicidad”. Se diría que la presencia de peligros y enemigos lleve al orante a unirse más fuertemente a su Dios y a volverse a él en la oración. Género literario y ambiente histórico. Podemos clasificarlo entre los “salmos de confianza”. Este es el sentimiento fundamental que el salmo inspira; por otro lado, se subraya el aspecto individual (“Yhwh es mi pastor”). El orante se aplica a sí mismo la historia del Éxodo y el anuncio profético del DeuteroIsaías. Se trata, pues, de un salmo de confianza mezclado con otros elementos, con la acción de gracias ante todo (v.5), ambientado en el templo (v.6c). Los paralelos más cercanos a nuestro salmo son bastante claros: la imagen del pastor referida a Dios es típica del profetismo de época exílica. Recordemos Jer 23,1-3; 31, 10; 50, 19; Is 40, 10-11; 49, 9-10; Miq 4, 6-8; 7,14 y sobre todo Ez 34,1-22. El texto de Ezequiel nos hace tomar conciencia del carácter polémico de la afirmación inicial. Ezequiel, en efecto, contrapone a los pastores terrenos (es decir, a los reyes de la dinastía davídica) el pastor celeste. A la luz de este paralelo la afirmación “mi pastor es Yhwh” se comprende que nace de una desilusión de los “otros pastores”. (En los próximos domingos intentaremos orar el magnífico contenido de este salmo extraordinario).
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LA VIRGEN DE LA LIBERACIÓN (D. H. Cámara) María, madre de Cristo y madre de la Iglesia, al prepararnos para la misión evangelizadora que nos corresponde proseguir, extender y perfeccionar, pensamos en ti. Pero pensamos en ti especialmente por el modelo perfecto de acción de gracias que es el himno que cantaste cuando tu prima Santa Isabel, madre de Juan Bautista, te proclamó la más feliz entre las mujeres. Tú no te recreaste en tu propia felicidad, sino que pensaste en la humanidad entera. Pensaste en todos. Pero adoptaste una clara opción por los pobres, como más tarde haría tu Hijo. ¿Qué hay en ti, en tus palabras en tu voz, que anuncias en el Magníficat la destitución de los poderosos y la exaltación de los humildes, la hartura de los que pasan hambre y el vaciamiento de los ricos… qué hay en ti para que nadie se atreva a llamarte subversiva o mirarte con recelo? ¡Préstame tu voz, canta con nosotros! ¡Pide a tu Hijo que en todos nosotros se realicen plenamente los designios del Padre!
PARA PENSAR «Si nosotros reivindicamos nuestro sentido justiciero al enfrentarnos a las injusticias capitalistas, nadie podrá afirmar que copiamos a los comunistas, ya que Cristo predicó mil ochocientos años antes que Marx. (El que los cristianos metalizados nos hayamos puesto de acuerdo tácitamente en olvidar los pasajes evangélicos que no gustan a los beati possidenti ya es otra historia). No hay copia, pues, por parte nuestra». (G. Rovirosa, Iniciadores, Boletín [II.1950] 4.6).
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