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Orar en el mundo obrero
31º domingo T.O.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO 31ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (30 octubre 2011) Queremos ser hombres de palabra, de los que hacen lo que dicen y cumplen lo que prometen, como Jesús, arrimando el hombro para ayudar a los otros a llevar su carga.
VER: experiencia de Pepe y Mari «Pepe y Mari son una pareja que lleva compartiendo su vida varios años. Como suele pasar, su vida familiar está condicionada por la precariedad laboral que sufren. Pepe tiene 36 años y empezó a trabajar bastante joven, pues no quiso seguir estudiando. De trabajo en trabajo iba subsistiendo. Casi todos los trabajos que ha tenido estaban relacionados con el mundo de la construcción, hasta hace tres años y medio que se quedó en el paro. A partir de entonces, con las pocas perspectivas de trabajo que se veían, con el agobio de pagar todos los meses la hipoteca, tiene la “suerte” de que, a través de una empresa de trabajo temporal, comienza a trabajar en una empresa de lácteos. Los contratos que desde entonces le hacen son de un día o, el más largo que ha tenido hasta ahora, de una semana. Cada mañana se levanta pendiente del teléfono móvil, sin poder hacer planes para el día, pues si lo llaman a las doce de la mañana, a las dos de la tarde tiene que estar trabajando en la fábrica. En otros días la espera se alarga y no llega la llamada de teléfono. Esto le imposibilita poder hacer ningún tipo de “planes” de pareja, familiares, de ocio o descanso, etc. Mari tiene 38 años. Ella sí estudió, es licenciada en Filología Inglesa. Después de muchos trabajos en la economía sumergida (clases particulares, agencia inmobiliaria sin dar de alta, etc), desde hace cuatro años trabaja en una academia dando clases de inglés a tiempo parcial, aunque con jornada partida. Al principio le dijeron que quizá la podrían hacer indefinida, pero con el tiempo esto no llegó. Las “estrategias legales” hicieron que la antigüedad en el trabajo no fuera tal, pues cada año le hacían contrato con una empresa de nombre y domicilio fiscal diferente (aunque en realidad era la misma). Para colmo, en los dos últimos años, al finalizar el curso escolar (junio) la despiden y la vuelven a contratar (hasta ahora) en septiembre o en octubre. Con este panorama laboral, la vida de pareja y familiar se hace muy difícil y la idea de tener hijos cada vez se aleja más» (Testimonio dado por una militante).
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ORACIÓN DE LA MAÑANA Dios de mi confianza, amigo de fatigas, escucha mi oración esta mañana, que estoy cansado de luchar, y me abandona la esperanza… Sentado junto a ti, tomándome el café, quiero charlar contigo antes de irme… Por defender mi dignidad, por exigir mis derechos me intenta liquidar con finiquito, romper el contrato, tirarme a la calle, esa empresa que pasa por moderna… Y tengo miedo, Jesús, de quedarme sin trabajo en medio de esta crisis infame que no cesa (…) Señor, las nuevas leyes amparan a la empresa, los jueces, nuevamente, fallarán contra el obrero… con sindicatos cada día más débiles y “mediocres” (sic) ¿quién impedirá que se aplaste −como si fuera un gusano, como carroña de buitres− lo que resta todavía del derecho laboral? ¡Cuánto sufrir, Señor, por mantener el puesto! ¡Cuánta indignidad en las empresas por un salario! Pobre obrero y desgraciado como soy, en ti confío, Jesús, amigo mío. ¡Tú no puedes olvidar las vidas de los pobres! Contigo el obrero nunca saldrá defraudado… Dios de mi confianza, amigo de fatigas, sentado junto a ti, tomándome el café, quiero charlar contigo esta mañana…
Mat 23, 1-12 (Mateo polemiza a ‘canto rodado’, a ‘dentellada caliente’ contra los dirigentes religiosos de la sinagoga) «Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llamé “Rabbí”. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque
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solo uno es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar “director” (kathêgêtês), porque solo uno es vuestro “guía” (kathêgêtês), el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humille será enaltecido».
Pequeña exégesis (para leer con lápiz) Mientras que el texto menciona como oyentes de Jesús al pueblo y los discípulos (los dos componentes de la futura iglesia), los fariseos aparecen como “los otros” en este discurso, a los que Jesús no intenta atraer ya y sobre los que pronuncia su descarnado “ay”. Dada su intención polémica, a Mateo no le interesa saber si hay letrados y fariseos buenos; él los trata como adversarios, que encarnan la animadversión judía respecto de los cristianos. La “cátedra” era un sitial de mármol donde el letrado tomaba asiento y enseñaba al pueblo. Así pues, los letrados y fariseos se habían arrogado la facultad docente (de enseñar) en las sinagogas (se subraya con ello el poder de escribas y fariseos para influir en el pueblo. El versículo 3 («Todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo; pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen pero no hacen») causa sorpresa. En efecto, el propio Jesús mateano tomó postura en 15,1-9 contra la doctrina de los fariseos, orientada en la «tradición de los antiguos»; repudió su interpretación de los preceptos de pureza ritual y los calificó a ellos de guías ciegos (15,10-14). Mateo previene expresamente contra la doctrina de los saduceos y fariseos (16,12), etc. ¿Cómo puede hacer decir Mateo a Jesús en 23,3, que hay que observar todo lo que enseñan los letrados y fariseos? Nosotros no creemos que Mateo esté invitando a su comunidad a seguir todas las enseñanzas de los letrados y fariseos. Lo que le importa a Mateo, creemos, es la segunda parte de la frase: los oyentes de Jesús no deben imitar las obras de los letrados y fariseos, porque estos no hacen lo que dicen. De esto trata lo que Mateo dice a continuación. Sabemos también que el tema de las obras es un axioma teológico de Mateo: lo que importa son las obras, no la doctrina (cf. 7,21-23). El Hijo del hombre juzgará un día solamente sobre las obras (cf. 16,27; 25,31-46). Partiendo de estas obras anuncia también Jesús el juicio a los fariseos y letrados. Según Mateo, «toda teología queda cuestionada» por la contradicción entre teoría y práctica, apuntada en el v. 3 b (“pero no imitéis sus obras…”. El v. 3a (“Todo lo que os digan…”), en cambio, sería a nuestro entender, una preparación retórica a ese gran «pero» del v. 3 b. Podríamos intentar una paráfrasis hipotética de este v. 3: “Por mí, ya podéis cumplir todo lo que os digan los letrados y fariseos… que no es tan malo; ¡lo importante es que no imitéis sus obras!” El v. 4 clarifica el contraste entre doctrina y obra. “Liar fardos”: El fardo nos recuerda que la “carga” que impone Jesús es ligera (11,30), porque él fue “sencillo y humilde de corazón”, acogió con amor a las personas agobiadas, y vivió ejemplarmente lo que enseñó. Con la palabra “fardos” quizá Mateo quiso expresar las “tradiciones de los antiguos” impuestas por los fariseos (15,2-11), pero quizá también “lo más grave de la Ley” (la misericordia, la justicia, la fidelidad) que ellos descuidan (leer 23,23). Existía una valoración „negativa‟ de la Ley entre algunos cristianos (Hch 15,10; Gal 3,10s). Pero tampoco faltan documentos judíos donde se ve a la Ley de la interpretación farisea, sacerdotal y letrada, como una carga. Sobre todo para las personas ordinarias, incultas y pobres, como los pequeños agricultores y los jornaleros de galilea. Parece que las numerosas prescripciones de los letrados y sacerdotes, además de ser apenas inteligibles, no estaban al alcance de sus bolsillos, especialmente los preceptos sobre ofrendas y diezmos. Jesús fue portavoz, precisamente, de esas capas del pueblo, y el movimiento “judeocristiano” de Jesús tendría fuerte respaldo en ellos. Contrariamente al Jesús «sencillo y humilde de corazón» (11,29), que es el modelo de conducta para la comunidad, los letrados y fariseos “no quieren mover los fardos con su dedo”. El sentido de esta metáfora queda claro por el contexto: no es que los letrados y fariseos, en su interpretación de la Ley, no facilitasen la voluntad de Dios a favor de las personas agobiadas, y no “movieran” esa interpretación en ese sentido. “Mover el fardo” es lo que hace un portador; y
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eso no lo quieren hacer, por lo visto, los fariseos y letrados, aunque animan a otros a hacerlo. ¡La carga que la lleven los otros! La imagen significa, por tanto: ¡Ellos mismos no practican lo que dicen! Además, son indiferentes a los efectos perjudiciales que sus enseñanzas acarrean a las personas. (En Gal 6,2 se nos dice que la Ley del Mesías consiste en “arrimar el hombro a las cargas de los demás”). El v. 5 emprende un nuevo curso de ideas: no insiste ya en el contraste entre la palabra y la obra, sino que da por supuesto que los letrados y fariseos hacen exhibición de sus buenas obras (lo cual nos evoca 6,1-18). Descubrimos ahora que la hipocresía no es tan sólo la contradicción entre decir una cosa y hacer otra, sino también entre motivo y obra. La acusación general de obrar para la apariencia se concreta en ejemplos. “Ensanchar sus filacterias (amuletos)”. Los “fylactêria” hacen referencia a los tephillin (oraciones), tiras de pergamino que los judíos piadosos llevaban en memoria de los favores de Dios y como recordatorio de la Ley. Hay dos clases de tephillin: los de la cabeza, que se llevan de modo visible en la frente y consta de una tira de pergamino y uno o varios estuches con textos centrales de la Biblia; y los del brazo izquierdo, debajo del vestido. Al parecer los fariseos se distinguen de los „am ha‟aretz (el pueblo inculto) en que éstos no llevan tephillin. Según Mateo, a los fariseos les gustaba llevar en la frente tephillin anchos, llamativos, con varios estuches, que fueran bien visibles. El segundo ejemplo de apariencia religiosa de los fariseos y letrados se refiere a los kráspeda, las borlas o cordones ornamentales (Tzîtzîôt) que llevan los judíos, siguiendo Nm 15,38-40; Dt 12,2, en recuerdo de los mandamientos. Se trata de flecos de lana azul y blanca en los cuatro ángulos del vestido. Los ejemplos siguientes (que responden a convenciones) nos pueden resultar más fáciles de entender: Buscar los puestos de honor en los banquetes y la presidencia en las reuniones de las sinagogas. Lo mismo se diga de las reverencias en la calle y que se les llame “monseñor” (rabbi). [Aquí pondríamos la parte para orar un día. Trataríamos de profundizar en la ley del Mesías, en ser hombres y mujeres de palabras que son actos…]. Siguen tres exhortaciones, válidas especialmente para los discípulos. La primera («No os dejéis llamar “monseñor”, mossén, etc.») y la tercera («Tampoco dejaréis que os llamen “directores”») apuntan a los letrados de la comunidad, que los hubo (13,52; 23,34). ¡También en la comunidad existió la tendencia a la jerarquización y la titulomanía que Mateo fustiga en los fariseos y letrados! Al decir «no os dejéis llamar» combate Mateo el afán de los letrados cristianos por el título y las consiguientes aspiraciones al honor y el poder. La segunda exhortación («y no llaméis a ninguno de vosotros padre…») va dirigida a los restantes miembros de la comunidad. Los miembros ordinarios de la comunidad tampoco deben calificar de “padre” a otro miembro de la comunidad. «Padres» en sentido figurado son personas respetables de cierta edad, bienhechores, maestros u otras personas relevantes en general, a las que se debe algo, pero también ancestros y personajes decisivos del pasado. La tercera exhortación habla de “kathêgêtês” cuyo significado fundamental es «guía, director». La expresión pudo aplicarse a filósofos o maestros particulares. No aparece documentado como tratamiento. Lo que viene a decirnos que no sólo los títulos específicos que ya existían de “monseñor” y “padre”, sino cualquier denominación que haga distinciones entre “director” y subordinados debe excluirse de la comunidad.
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La razón de estas advertencias no se limita a ser una advertencia oportuna en una situación muy concreta. La razón de estas advertencias está en la orientación exclusiva a Dios, el único Padre del cielo, o a Cristo, el único maestro. Todo el honor le compete en la comunidad a uno solo, a Dios; ante él, todos los hermanos son lo mismo: seres humanos. Uno solo es a quien la comunidad debe toda enseñanza: Jesús. Ante él, todos los miembros de la comunidad, incluidos los letrados y también el evangelista que transmite a la comunidad la enseñanza de Jesús, son “discípulos”. Para Mateo profesar a Dios como el único Padre, y a Jesús como el único maestro, tiene repercusiones comunitarias: se debe acreditar en la vida cotidiana de la comunidad. En ella, cosas aparentemente inesenciales, como el uso de títulos, pasan a ser concreciones de la confesión, con las que se debe mostrar la diferencia fundamental entre los discípulos de Jesús y los letrados y fariseos. Un maestro cristiano que se sabe comprometido con la enseñanza de Jesús y no llega a hacerse tapeinós (pequeño/humilde) como Jesús, es una figura imposible. Por eso se revuelve Mateo por principio, es decir, por razones cristológicas, contra la querencia de los títulos y la apetencia de prestigio mundano en la comunidad. A la fundamentación cristológica y teológica de la exhortación sigue la fundamentación eclesiológica: si hay una sola instancia jerárquica en la comunidad, que es Dios y el Cristo exaltado, ello significa que todos los miembros de la comunidad son iguales ante Dios y Cristo: hermanos. Con la palabra “hermanos”, Mateo se orienta en el modelo de Pueblo de Dios, no en el modelo de una escuela donde hay principiantes y progredientes, discípulos y maestros. “Hermanos” significa la idea de igualdad y también de solidaridad. Ambas cosas son constitutivas para la Iglesia. La aparentemente inocua prohibición a los maestros de la comunidad de “adornarse” de bellos títulos, pasa a ser la expresión de algo fundamental: con ese “adorno”, y con el afán humano de la propia grandeza que está detrás de él, se destruiría el elemento fraterno de la comunidad de un Padre del cielo y un maestro, Jesús. Al modificar Mt 20,26 («No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera ser grande será servidor vuestro») en Mt 23,11 («El más grande de vosotros será servidor vuestro»), Mateo lleva la idea de igualdad y solidaridad a su ápice: fraternidad significa renuncia al propio prestigio y la propia imposición. Significa, positivamente, una vida a favor de la comunidad. Significa servicio, cuya medida fijó el único Maestro con su vida y muerte (20,28).
No podemos terminar este comentario sin decir lo siguiente: La forma literaria de expresarse en Mt 23 es la polémica. Ésta trabaja con esquemas conocidos, como la acusación de hipocresía, el olvido de la pureza ética, el contraste entre el ser y el parecer… El estilo de la polémica es la caricaturización, la burda simpleza, las generalizaciones odiosas… Esta retórica a pedradas era normal (sic) en los ataques que grupos filosóficos, religiosos o étnicos, ya sean gentiles o judíos, se dirigían unos a otros en el mundo antiguo. Lo que a nosotros nos puede causar tristeza es que Mateo haya sucumbido a este polémico género. (con sus consecuencias no previstas). Por eso, para entender a Mateo hay que conocer el contexto. El caso es que la comunidad judeocristiana ha sido apartada de la sinagoga, ha sido “expulsada fuera” de Israel; los letrados y fariseos ocupan ahora la cátedra de Moisés, mientras que Jesús es rechazado, no se acepta su pretensión de ser el Ungido de Dios. A nosotros, después del Holocausto, nos pone los pelos de punta todo lo que pudo servir para conformar el antijudaísmo europeo. ¿Cómo no se tuvo en cuenta que la Polémica no es un género que busque la verdad, sino que su intención primaria es deformar al adversario, hacerlo odioso, porque lo que busca es sobre todo afirmar la propia identidad denigrando al otro que se le enfrenta? Mateo no intenta darnos los resultados de un cuidadoso examen “científico”, sino unas frases estereotipadas arrojadizas, que dicen mucho más sobre la experiencia de su propia
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comunidad (una comunidad pequeña, débil, perseguida, marginal, enfrentada a un grupo mayor y de más éxito), que sobre la realidad histórica, moral y religiosa de los fariseos. De cara al trabajo intraeclesial Intentemos con humildad en nuestra oración aplicarnos a nosotros mismos y a la Iglesia de la que somos parte, este evangelio. Pidamos a Dios saber poner en práctica en nosotros mismos y, a la vez, ayudar a que sean una realidad en nuestra iglesia, las tres exhortaciones (“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «monseñor»…«padre»…«director»”), que buscan la igualdad fraterna que Cristo nos ha ganado.
SALMO 23 El Señor es mi pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su Nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, en frente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. La primera parte: el buen pastor, (vv. 1b-4). La primera parte del salmo está caracterizada por la imagen del pastor. El cuadro es idílico. Innumerables personas han experimentado tranquilidad y confianza en momentos oscuros. Pero el idilio de la escena no debe engañarnos. Los peligros y dificultades de la vida no se esconden. Se habla de enemigos (v. 5) y de muerte. Tal vez por esto, la actitud de confianza resulta más creíble. Es un lanzarse en las manos de Dios en medio de la angustia de la vida, y ahí encontrar refugio. La primera estrofa parte de una confesión de fe sobre la unidad existente entre el orante y Dios: “Yahweh es mi pastor” (1b), capaz de superar el miedo: “nada me falta” (1b). La segunda estrofa comienza con la afirmación “nada temo” (4c), fundándola en el hecho de la unión con Dios (“porque tú vas conmigo”). (Sela: Pausa para meditar) Primera estrofa: las verdes praderas. (vv. 1b-3). El rebaño se encuentra en reposo, con propósito de comer y beber. Son imagen de paz y seguridad. El último verso (3bc) introduce la imagen del viaje. “Descanso” y “viaje” están relacionados. Se diría que el reposo está en función del viaje, es un tomar aliento y fuerzas para la siguiente marcha. La afirmación “yahweh es mi pastor” es una profesión de fe: reconocer en Yahweh al propio pastor, excluyendo otros que podrían tener esta pretensión. Es una elección. Se discute cuál es el sujeto y cuál el predicado. ¿“Yhwh es mi pastor”, o “mi pastor es Yhwh”? La segunda traducción evidencia mejor la exclusividad de la afirmación. La imagen del pastor era común en el Antiguo Oriente para designar el rey. En Egipto el rey ideal viene descrito así: “Él es el pastor de todos los hombres, no existe el mal en su corazón. Aunque su rebaño sea pequeño, ocupa el día en curarlo”. En Israel, donde el pastoreo y la trashumancia es ocupación tradicional (los patriarcas eran pastores), tal metáfora debía ser común. A esta luz se lee el texto de Ez 34. El profeta denuncia ante todo el fracaso de los reyes de Israel:
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“¡Ay de los pastores de Israel, que se pastorean a sí mismos! ¿No deberían los pastores pastorear el rebaño? (Ez 34,2); por eso anuncia que Dios mismo se encargará del rebaño, para conducirlo a la tierra prometida (Is 40,10-11; 49,9-10). El primer temor que debe echar fuera un pastor es el del hambre. El verbo “carecer”, “pasar necesidad”, se refiere generalmente a la falta de alimento, al hambre. Por eso el salmo se comprende como expresión de gente pobre, para la que el hambre es un problema real (cf. Sal 4,8; 17,14). Lo que sigue a continuación es la explicitación, en positivo, de este “no faltar nada”. En primer lugar aparece la referencia al comer (2a), luego al beber (2b), por último el resultado de disfrutar de la comida, el “alivio” (3a). “En verdes praderas me hace recostar”. La imagen, a nivel metafórico, es del todo coherente, una imagen que habla más que mil palabras. El término “recostar” (2a) evoca la idea de morada, de sentirse en casa. Se refiere a menudo, como en nuestro versículo, a los “pastos” al aire libre, sobre todo a aquellos en el desierto (cf. Sal 65,13), cuando las lluvias de primavera transforman el desierto de Palestina en una capa verde, pero el término puede indicar también la “morada”, la “casa”, el “aprisco, el redil”. En sentido figurado se refiere a la tierra de Israel o también al templo de Jerusalén. [En nosotros evoca la Iglesia, la parroquia, la HOAC, el equipo…]. Está, pues, la idea del reposo asociada a la del alimento, abundante y a pedir de boca. Esta idea se subraya en el fragmento siguiente: “me conduce hacia fuentes tranquilas”. El don del agua complementa el del alimento, justificando la afirmación de 1b: “nada me falta”. Pero la cualificación del agua como “fuentes tranquilas”, se abre a una ulterior dimensión. Es un plural de abundancia. No se trata tanto de “aguas tranquilas”, es decir, que corren despacio o se hacen estancar con una pequeña barrera para permitir al ganado beber mejor, sino de “agua que se bebe con tranquilidad”, sin prisa y sin miedo a enemigos, como lo sugiere el paralelo “acostarse”. El término “tranquilidad” es designación tradicional de la “tierra prometida”, del “reposo”, es decir, al que conduce Dios a su pueblo después del viaje del desierto. (Leer Is 49,9b-10) El v. 3a reasume lo dicho hasta ahora. El efecto del reposo y de tomar alimento es el de “renovarse” o “refrescar” las fuerzas vitales. Esto se dice con una expresión pregnante: “me restituye el alma”. Excepto Lam 1,11 [donde es claro el sentido material, en conexión con el alimento: “Todo su pueblo suspira en busca de pan; dan sus objetos más preciosos a cambio de pan, para sostenerse en vida”], en los otros lugares de la Biblia “restituir el alma” se entiende en sentido moral, como un “consolar, devolver el ánimo”. Expresa la potencia creadora de Dios, que restituye al orante su vida que estaba ya perdida. Tal sentido lo adquiere la expresión leyendo el Sal 23 después del Sal 22: Los ricos de la tierra no conseguirán, por mucho que se empeñen, dar vida a su respiración, sólo uno puede salvarlos de la muerte (Sal 22,21). En este sentido también Sal 19,8 apunta a la Torah/Ley como fuente de vida: “La ley de Yhwh... devuelve el respiro”. La vida que la palabra de Dios da es una vida “restituida”, es decir, salvada de la muerte. Cercano a nuestro texto es Is 55,1-3. Al v. 3 el profeta concluye su invitación a comer y beber de balde en el banquete escatológico con la frase: “escuchad y vuestra alma vivirá”.
Meditemos «Instruidos por aquello que nosotros mismos sentimos, ya no percibimos el salmo como algo solamente escuchado, sino como algo que experimentamos y tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que damos a luz desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fuesen sentimientos que forman parte de nuestro propio ser. Repitámoslo: no es la lectura lo que nos hace penetrar en el sentido de las palabras, sino la propia experiencia nuestra adquirida anteriormente en la vida diaria» (Casiano, Collationes X, 11; siglo V).
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INSTRUMENTO SOLIDARIO (P. Loidi) Señor, haz de mí un instrumento de tu solidaridad. Donde haya hambre, que yo regale tu pan / y enseñe a conseguirlo honradamente. Donde haya enfermedad y falta de higiene, / que yo promueva la sanidad. Donde haya niños desescolarizados, / que yo busque los recursos necesarios. Donde no haya techos o estén rotos, / que yo trabaje por viviendas dignas. Donde haya desaliento e inhibición, / que yo fomente la participación y la esperanza. Donde haya desunión entre vecinos, / que yo impulse la colaboración comunal. Haz que no busque mi vanidad, / sino el bien de mis hermanos; que no trabaje por mi reconocimiento, / sino por su desarrollo material y espiritual; que no promueva el agradecimiento hacia mí, /sino su dignidad; y que mi satisfacción consista / en haber amado con obras. Gracias, Señor, porque cuando más doy, más recibo; cuanto más trabajo, más ayudo;/ cuanto menos me busco a mí mismo, más eficaz soy; y cuanto más comparto con los pobres, / más resucitas Tú en mí, porque Tú eres… «la solidaridad».
«XI. ¿Qué esperan? Aspiramos a un puesto en la lucha para implantar la justicia y el amor de hermanos. Transformar el mundo actual, cargado de odios, en una sociedad presidida por Cristo, verdadero Dios, verdadero hombre y obrero (…) XIII. ¿Qué enemigos tiene? El mundo, el demonio y la carne. Los que persiguieron a Jesucristo y hoy son los enemigos de Dios y de su Iglesia: los hipócritas, los embaucadores del pueblo, los egoístas. En suma: todos aquellos cuyo vivir tenebroso descansa en alguna forma de explotar la miseria ajena, pretendiendo engañar a Dios» (…) XII. ¿Cuánto somos? ... Todo esto exige el don de sí mismo. La entrega total a la causa más sublime, sin reticencias ni cálculos interesados. Buscando únicamente el reino de Dios y su justicia de la única manera que ello puede hacerse en este mundo, que es amando a los demás de la misma manera que Cristo me amó y me ama: ¡hasta la muerte! (G. Rovirosa, “La Hoac, ¿qué es esto?”, Obras Completas, Tomo III, págs. 446, 462 y 469).
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