14ª Semana de Tiempo Ordinario

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Orar en el mundo obrero

14º domingo T.O.

ORAR EN EL MUNDO OBRERO 14ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (3 julio 2011) Al retornar al tiempo ordinario, nos encontramos con la perla maravillosa del Padre que se goza con los pequeños, los humillados; de Jesús, que entona una canción de amor de Hijo por los hijos y que ruega que pongamos los ojos y el corazón en Él, porque solo Él nos puede sostener.

VER ¿Trabajadoras o siervas? (M. Sahuquillo, El País 1/6/2011) Rosa trabaja de interna en una casa. De lunes a domingo cuida de un matrimonio de ancianos en un barrio del norte de Madrid. Limpia, hace la comida, va al mercado... Libra una tarde a la semana, pero esas horas tampoco descansa. Las dedica a hacer pequeñas tareas en una casa cercana. Necesita el dinero. Como empleada doméstica interna cobra menos de 600 euros al mes. No llega al salario mínimo interprofesional. Esta paraguaya de 45 años cotiza a la seguridad social a través del régimen especial de empleados del hogar. Según esta ley, no tiene prestación por desempleo. Y si se pone enferma no disfruta de una baja pagada hasta que lleve 29 días en cama, cuando las bajas retribuidas de los trabajadores del régimen general son a partir del tercero, y en los autónomos, del cuarto (aunque con el 60% del salario). Un régimen anacrónico que les impide cotizar si trabajan menos de 72 horas al mes y que ni siquiera les garantiza un contrato de trabajo escrito que puedan blandir para hacer valer sus derechos en caso de conflicto con los empleadores. Es una regulación de 1985 que sitúa a los miles de empleadas domésticas que hay en España –en femenino, porque el 91,5% son mujeres– entre el trabajo y la servidumbre; y que sindicatos, organizaciones sociales y 1


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las propias empleadas llevan años intentando liquidar. Ahora negocian con el Gobierno la fórmula de inclusión en el régimen general de trabajadores”. Empleadas de hogar, mujeres casi todas, cuidadoras de la vida de tantas personas dependientes, limpiadoras de suciedades, provisoras y alimentadoras… por salarios indignos, tiempos de trabajo abusivos… Oremos desde su humanizadora labor y su ruin reconocimiento. Dios valora el trabajo humilde y humillado de tantos trabajadores/as, lo recoge y lo premia seguramente con un plus de amor.

Oración – Poema (Madeleine Delbrêl) COHERENCIA Bienaventurados los misericordiosos … porque ellos alcanzarán misericordia. Ser misericordioso puede parecer que no es oficio de mucho descanso. Ya tenemos bastante con soportar nuestras propias miserias para tener que soportar encima el sufrimiento de quienes nos encontramos. Nuestro corazón se negaría si hubiese otros medios de alcanzar misericordia. No nos quejemos, pues, demasiado si tenemos a menudo lágrimas en los ojos al topar en el camino con tanto dolor. Por ellas sabemos lo que es la ternura de Dios. Lo mismo que se necesitan crisoles sólidos para contener el metal fundido, poseído y trabajado por el fuego, necesita Dios corazones sólidos donde puedan cohabitar cómodamente nuestras siete miserias en pos de la curación y la misericordia eterna ansiosa de redención. Si bien nuestro corazón suele hastiarse de tocar desde tan cerca esa masa de miseria, de la que nunca sabe si es él mismo o el prójimo, por nada del mundo querría cambiar de tarea, pues encuentra su alegría junto a este incansable fuego que prueba indefinidamente la predilección de Dios. Y nos hemos acostumbrado tanto a esta presencia del fuego que buscamos espontáneamente todo lo que le permite arder, todo lo pequeño y débil, todo lo que gime y padece, 2


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todo lo que peca y se arrastra y cae, todo lo que necesita ser curado. Y damos en comunión a este fuego que arde en nosotros a todas esas personas doloridas que atraemos al encontrarlas para que él las toque y las sane.

PALABRA DE DIOS Mateo 11, 25-30 Por aquel entonces exclamó Jesús: “Bendito seas, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien. Mi Padre me lo ha enseñado todo; al Hijo lo conoce solo el Padre y al Padre lo conoce solo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar. Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

PARA ENTENDER EL TEXTO El texto recoge tres comunicaciones personales del mismo Jesús, diferentes pero íntimamente relacionadas. La primera es una alabanza al Padre por revelar estas cosas (el evangelio de Jesús) a los pequeños, no a los sabios y entendidos. La segunda traslada y vincula esa comunicación del Padre a los pequeños a la comunicación/conocimiento/amor entre el Padre y el Hijo (Jesús): es Jesús quien une a los pequeños con el Padre (haciéndoles hijos en el Hijo). Finalmente, parece desbordarse la predilección de Jesús por los pequeños –rendidos, abrumados-, invitándoles, casi rogándoles a creer en él, para encontrar en él la liberación que anhelan. Es una comunicación hondamente personal de Jesús de su identidad de Hijo en íntima comunicación con el Padre; comunicación que Jesús prolonga en la relación amiga y solidaria con quienes confían y creen en Él: los pequeños, los últimos, a quienes abre sus brazos y su corazón -venid a mí-. Jesús habla desde la experiencia real de incredulidad y rechazo hacia él y el evangelio por parte de los sabios y entendidos y de acogida gozosa por parte de los sencillos. Los sabios y entendidos no aceptan la acción liberadora y humanizadora de Jesús a favor de los pequeños, por haber creado una superestructura legal y religiosa carente de compasión y solidaridad, excluyente, religiosa y socialmente, de los pecadores e impuros y opresora de los pobres.

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Los poderosos, ricos y sabios (maestros de la ley, fariseos, sumos sacerdotes) no padecen la situación que sufren los pobres y excluidos, sino que la generan y mantienen. Pretenden incluso acaparar el favor de Dios, se sienten superiores y bendecidos por Dios, culpabilizan a los demás y están cerrados a la justicia, la solidaridad y la misericordia. Están, pues, totalmente alejados de Dios y del evangelio de Jesús, que comunica con palabras y acciones la acción liberadora de Dios a favor de todos los oprimidos por el mal, por el pecado de egoísmo y poder opresor que genera desigualdad, injusticia y exclusión. ¿Quiénes son los sencillos? Son los pequeños, “simples”, ignorantes, incapaces, hambrientos, afligidos, pecadores, enfermos, que andan como ovejas sin pastor (Mc 6,34), los no invitados al primer banquete (Lc 14,21-24), los pobres. Es a ellos a quienes el Padre ha podido revelarles estas cosas (el evangelio de Jesús). Es la primera bienaventuranza: Dichosos vosotros, los pobres, porque tenéis a Dios por rey (Lc 6, 20). Los pequeños acogen el mensaje y las acciones de Jesús, que les levanta, dignifica, sana y rehabilita. Se dejan salvar del sufrimiento y marginación que los empobrece y deshumaniza. Solamente quien necesita ser salvado, recibe y acoge la salvación. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos (Mc 2,17). Este texto diseña los rasgos genuinos del rostro y el corazón de un Dios Padre y del Hijo Jesús entrañablemente movidos y conmovidos hacia los hundidos por la injusticia. La cota de cercanía, comunicación y amor por parte del Padre y de Jesús alcanza un nivel humanamente inimaginable; supera la capacidad humana, hasta acoger a los humildes en el corazón mismo del Padre como hijos en el Hijo Jesús. El venid a mí de Jesús dirigido a los aplastados por tanto peso insoportable, es de una ternura y una humanidad insuperable. Jesús aparece profundamente tocado y conmovido: le dio lástima de ellos (Mc 6,34). En el Antiguo Testamento la Sabiduría invita: venid a mí (Ecco 24, 19; 51,53), tomad mi yugo (Eclesiástico 6,24-25); encontraréis descanso (Ecco 6,2). Por otra parte, en la Biblia se hace referencia al yugo opresor político de Egipto, Siria, Babilonia, Roma (Lev 26,13; Is 9,4; Jer 37, 8; Ez 34,17). Jesús dice que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan (Mc 10,42). La Ley, en tiempos de Jesús se había convertido en una carga insoportable: lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los demás (Mt 23,4). Jesús anima a los pequeños a hacerse discípulos suyos y asumir el yugo llevadero y la carga ligera del evangelio. Nos cuesta comprender y creer de verdad en la entrañable misericordia de nuestro Dios (Lc 1,78) hacia las personas en sus sufrimientos, debilidades e incluso pecados. De nuestros pecados, a Dios solamente le extraña nuestro orgullo en reconocerlos y decirle: “¡lo siento, Señor!”. Igual que debemos hacer entre los hermanos/as: “¡lo siento, hermano/a; perdona!”.

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Pero lo que más hiere el corazón del Padre y de Jesús es la injusticia humillante que infligen o infligimos, de tantas formas, a otros, especialmente a las personas más débiles. Oremos acogiendo el amor, la ternura y la misericordia del Padre y de Jesús hacia nosotros. Y, sobre todo, pidiéndole que “toque nuestro corazón” para que “no podamos”, bajo ningún concepto, hacer daño a nadie, y vibrar en solidaridad y acción por la justicia a favor del mundo obrero, hoy tan manipulado, burlado, explotado y excluido.

ACTUALIZACIÓN DE LA PALABRA La gratuidad, la generosidad y el amor incondicional de Dios y de Jesús rompen todos los esquemas y sistemas legales religiosos y sociales que no contemplen prioritariamente la justicia y la solidaridad hacia los empobrecidos y excluidos. Estos ocupan el primer lugar en el corazón y la actuación de Dios y han de ocupar el primer lugar en la acción interpersonal, social, económica y política. Pero todos, aunque sean primeros serán últimos, y esos últimos serán primeros (Mc 10,31). Su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío (Lc 2, 51-53) Dios toma en serio a las personas, a todas las personas, ama de verdad a todas las personas y no entiende que nosotros discriminemos a nadie y pasemos indiferentes, de largo, ante el sufrimiento en sus múltiples formas (enfermedad, discapacidad, explotación, hambre, violencia, injusticia…) de cualquier persona. Por eso, “el que toma en serio a Dios es el que toma en serio a los más humildes y desamparados de la sociedad” (J. M. Castillo, La religión de Jesús, ciclo A, DDB, 362). “El primer escenario para la caridad transformadora es la educación de los sentimientos, como tarea colectiva; sin una pedagogía de los sentimientos no se puede ni desear ni siquiera imaginar un mundo distinto. Se necesita trabajar el modo de emocionar la realidad, por el que nos reconocemos deudores y acreedores unos de otros, responsables unos de otros. Se trata de socializar el principio de incumbencia, por el cual dejarse afectar es el origen de toda transformación. La fuerza transformadora de la caridad empieza por saberse reclamado, amonestado, frágil, deudor de respuesta. En el origen del movimiento de Jesús de Nazaret hay unos gemidos “que le conmovieron”… “Quedar afectado” es un asunto más radical que la propia indignación, ya que incluye la conversión y la necesaria reacción. La pedagogía de la caridad no se conforma con el grito indignado, sino que lo radicaliza como hábito del corazón, que no deja nada en su sitio. De ahí que la educación de los sentimientos es la puerta de entrada a la transformación, que incluye el conocimiento, la ética y la política” (J. García Roca, Caridad transformadora, mecanogr., 3). “Las víctimas y los excluidos son el lugar de la universalización, ya que cuando ellos tienen garantizados sus derechos los tienen todos. Con razón decían las comunidades primitivas que “el Mesías no volverá hasta que todos estén sentados a la mesa”. Como advirtió T. Adorno, “dejar hablar al dolor es la condición de toda verdad” y percibir el dolor del otro es la condición para toda caridad con pretensión de universalidad” (Id, 13-14).

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¡Justicia para el mundo obrero empobrecido! (Día de la HOAC 2011) “El evangelio y la DSI nos aportan un proyecto de humanización, de ser y vivir desde Jesucristo, y otra manera de comprender y construir las relaciones sociales –la economía, el trabajo, la política, la cultura…- , que ponen a la persona en el centro de la realidad y, especialmente, a los empobrecidos” (21). “… la realidad sufriente que venimos describiendo no nos puede dejar insensibles. Esta realidad es el altar donde nos encontramos con Jesucristo muerto y resucitado, que es el Dios que acompaña a la historia y que está presente en las entrañas de la realidad de cada persona, que es víctima con las víctimas, rostro sangrante con los empobrecidos del mundo del trabajo. ¿Cómo ser indiferentes?” (25-26). Nuestra oración ha de ser muy humilde, puestos ante la dignidad suprema de los pequeños y humillados, que Dios reconoce y ensalza, y que quizás nosotros olvidamos fácilmente; porque llegamos a acostumbramos a todo. Un amor hondo y verdadero se enardece y se muestra más vivo hacia las personas amadas más frágiles o desgraciadas. Pidamos al Espíritu ese amor hacia nuestros hermanos/as víctimas de tantos abusos en el trabajo y en la vida social. Nuestro PE y QAC tienen como finalidad ofrecer dignidad y justicia a las víctimas del mundo obrero de nuestro entorno social y local. ¿Cuál es nuestra implicación concreta?

Don Antonio Ceballos, obispo de Cádiz y Ceuta, Gaditano de Ley 2011-06-03 (Laudatio, por J. Joaquín León Morgado) “Y lo es, principalmente, porque don Antonio Ceballos Atienza ha sido, y es aún, el obispo de todos los gaditanos. De los creyentes, pero también de los no creyentes. Es, por encima de todo, el obispo de los que más lo necesitan. Es el obispo de los más pobres. Es el obispo de los que sufren. Es el obispo de los jóvenes que no tienen empleo. Es el obispo de los mayores que viven solos en su soledad. Es el obispo de los enfermos que padecen en los hospitales. Es el obispo de los presos que han tropezado en la vida y han terminado en la cárcel. Es el obispo de las mujeres maltratadas de palabra y de obra… Es el obispo de los inmigrantes que han llegado en pateras, pasando hambre y sed, y de los que se ahogaron por el camino. Es el obispo de los que sufren en sus carnes y en su alma el pinchazo de las drogas. Es el obispo de los pordioseros, de los borrachos, de los locos, de los que despreciamos, de los que nos molestan por las calles. Es el obispo de los que sufren las injusticias de la vida… Así se ha hecho Gaditano de Ley. Es Gaditano de Ley con los más pobres de Cádiz. Así ha sido el obispo de las Bienaventuranzas... Así ha visto a Dios en el rostro de los que verán a Dios. Y eso es lo que ha visto Cádiz: a un hombre que cree en Dios y se le nota. Nada más y nada menos. A un hombre humilde, sincero, consecuente con su fe. A un obispo que se mezcla con la gente de la calle, que pasea a pie, que no alardea de nada”.

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Guillermo Rovirosa (OC V 603, Bol 165) “La clase obrera ´alta` se sirve de la clase obrera ´baja`, como del prójimo más lejano, más difuso, menos digno de comprensión. … Sin embargo, los mejores militantes de Cristo, los que habrán de cambiar la faz de la tierra, saldrán de la clase obrera ´baja`, porque padecen ´más` hambre, y ´más` miseria y están tan lejos de sentirse amados, que sólo hay frío y tinieblas en sus vidas e insatisfacción en su horizonte. ¡Sería tan fácil hacer algo para producir el acercamiento! ¡Para llevarles un rayo de esperanza, de luz, de alegría! Declarando, desde luego, el odio a muerte al paternalismo y al mendiguismo”.

SALMO 147, 1-11 Alabad al Señor, que la música es buena, nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel, él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderos su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados. Entonad la acción de gracias al Señor, tañed la cítara para nuestro Dios, que cubre el cielo de nubes, preparando la lluvia para la tierra, que hace brotar hierba en los montes; que da su alimento al ganado y a las crías de cuervo que graznan. No aprecia el brío de los caballos no estima la agilidad del hombre; el Señor aprecia a sus fieles que esperan en su lealtad.

ACTUALIZACIÓN El salmo es un canto musical de alabanza y acción de gracias a Dios que reconstruye y reúne a su Iglesia, sana los corazones destrozados y venda heridas, sostiene a sus humildes y aprecia a sus fieles que esperan en su lealtad. Es Dios quien reconstruye una y otra vez a su Iglesia, desorientada y a veces a punto de quedar diluida y absorbida por una globalización cultural deshumanizante. Es el Espíritu de Jesús quien llama de nuevo e integra en la comunidad a hermanos/as alejadas por causas diversas o por los escándalos de la propia Iglesia.

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Es Jesús que sana corazones destrozados y venda heridas infligidas por la flaqueza personal, las palabras o acciones abusivas de los hermanos/as, la impotencia ante la ceguera o el cinismo de quienes en la Iglesia, en la sociedad, en las instituciones se identifican con los valores y el estilo de vida depredador y deshumanizador del actual sistema neoliberal. Jesús nos sostiene y alimenta con la Eucaristía, la Eucaristía que es Jesús mismo y los hermanos/as incorporados a él, en una ofrenda de amor y de entrega de la vida al Padre al servicio de los empobrecidos y víctimas de la sociedad. Y es también la Iglesia que, a la vez que sanada por Jesús, se hace por ello mismo sanadora de las personas en el cuerpo y en el espíritu.

DIOS SE SIENTA ENTRE LOS POBRES (A. López Baeza, Canciones del hombre nuevo, ST, 118) ¡QUE las músicas de sabor popular se desaten en honor del Dios cercano, que ha optado por los últimos de la tierra y se sienta en los corazones sin fronteras! El Señor no deja de edificar su Iglesia con las piedras vivas del sacrificio por amor; el Señor es misión y aliento para todos los que en Él buscan su sentido. Conoce el misterio de cada vida humana, y en cada necesidad aplica el remedio exacto; su yugo y su carga jamás aplastan al sencillo que de Él lo espera todo. Entonad la acción de gracias al Señor; pulsad ante Él las cuerdas más sensibles de vuestro espíritu en honor de su Justicia que no deja de suscitar mensajeros y profetas de la Liberación Evangélica. No es amigo el Señor de declaraciones grandilocuentes; no aprecia el triunfalismo ni el culto a la personalidad: el Señor se sienta en medio de los desposeídos que se reúnen a compartir su escasez en la esperanza. “Seguimos preguntando al mercado laboral qué necesita. Y va siendo hora de que el mercado pregunte a las personas qué necesitan, qué necesita el desarrollo del planeta. Es la ocasión, y no la podemos perder, de repensar el mercado laboral, el modelo de crecimiento que queremos darnos”.

(Félix M. Sánchez, Cáritas Española, Rel. Dig. 1/6/2011)

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